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“La relación intersubjetiva y la relación analítica: sus diferencias y particularidades”

Guy TONELLA

Publicado en

Revue Francophone d’Analyse Bioénergétique


"Le Corps et l’Analyse ", 2011
(Traducción, María Sasso)
LA RELACIÓN INTERSUBJETIVA
Y LA RELACIÓN ANALÍTICA:
SUS DIFERENCIAS Y PARTICULARIDADES
Guy TONELLA
Publicado en la Revue Francophone d’Analyse Bioénergétique
"Le Corps et l’Analyse ", 2011

La evolución actual de las prácticas terapéuticas se da en un contexto caracterizado por:

(1) las observaciones directas de la relación madre-hijo: se refieren, entre otras, a las propiedades del
sistema de apego que permiten el desarrollo estructural y funcional del Sí-mismo pre-verbal;
(2) las investigaciones neurobiológicas: conciernen a la maduración funcional del cerebro, las
características específicas del cerebro derecho y del cerebro izquierdo, y la existencia de
memorias específicas, implícita procedimental y explícita semántica;
(3) la evolución conjunta del modelo social y de las formas psicopatológicas que muestran un
crecimiento progresivo de las patologías traumáticas preverbales y de déficit narcisista.

¿Qué pueden modificar estos parámetros de la concepción de la relación terapéutica,


históricamente fundada sobre la “técnica analítica”? ¿De qué manera promueven una modalidad
relacional diferente que responda a las problemáticas preverbales: la “relación intersubjetiva”?

LOS LÍMITES ACTUALES DEL ENFOQUE ANALÍTICO


LA REALIDAD CLÍNICA CONTEMPORÁNEA

En la práctica clínica, el terapeuta se enfrenta cada vez más a fallas del desarrollo preverbal del
Sí-mismo, que a problemáticas conflictivas edípicas del Yo. Las particularidades de las fallas
preverbales son las siguientes:

(1) El Sí-mismo está constituido por estados de vitalidad y estados emocionales desregulados,
difíciles de contener, que amenazan con estallar cada vez que una situación presente es
analógicamente, y no conscientemente, similar a otra situación deficitaria o traumatogénica
preverbal. Esta irrupción es tanto intrapersonal (la sensación de un tsunami emocional que
puede desorientar a las percepciones, interrumpir la capacidad de pensar, desorganizar o
paralizar el comportamiento) como interpersonal (el miedo al otro, duplicando
inconscientemente a la madre ausente, invasiva, que rechaza o es inconstante, nunca percibida
como "base de seguridad", como reguladora y fuente de modelos de identificación organizadores
del Sí-mismo (Tonella, 20091, 20092);

1
TONELLA GUY, “Mémoire corporelle et identifications primaires”, Anais XIV Encontro Paranaense, IX
Congresso Brasileiro de Psicoterapias Corporais, éd. Centro Reichiano, Curitiba, Brazil, 2009.
2
TONELLA GUY, « Les expériences corporelles à l’origine de l’identité de soi », Aïn, J. (Ed), Identités, éd. Erès,
Toulouse, p. 33- 49.
(2) El Sí-mismo experimenta la dificultad de auto-regular sus experiencias vitales y emocionales
preverbales, de poder elaborarlas mentalmente y así darles un sentido. Esta dificultad se sustenta
neurobiológicamente en la disociación entre los niveles subcorticales (sistema límbico) y los
niveles corticales (corteza orbito frontal), y una disociación del cerebro derecho (que codifica las
experiencias senso-emocionales) y el cerebro izquierdo (que racionaliza las experiencia senso-
emocionales). Por lo tanto, las sensaciones y las emociones persisten desreguladas y sin
representación (sin control retroactivo órbito frontal, regulador de la intensidad emocional)
(Tonella, 20083);
(3) Estos estados desregulados recurrentes e in-sensatos generan un sentimiento de vergüenza y de
falta de adaptación intensa, llevando al Sí-mismo a replegarse (cápsulas autistas) y / o a
desarrollar posteriormente una prótesis pseudo-contenedora, pseudo-reguladora y pseudo-
adaptativa (falso Sí-mismo);
(4) El Sí-mismo, habiendo desarrollado estrategias de apego y de interacción patógenas e inseguras,
inscriptas en la memoria implícita a largo plazo (memoria límbica), reproduce estas estrategias
de manera no consciente y reitera en la edad adulta las fallas de la primera infancia, sin
posibilidad de comprenderlas y de transformar las experiencias tóxicas repetitivas (Tonella,
20084).

CARACTERÍSTICAS DE LA TÉCNICA ANALÍTICA

Históricamente, la técnica analítica que involucra el conjunto cuerpo-psique busca traer a la


conciencia física y psíquica los acontecimientos de la historia que han contribuido a reprimir
sensaciones, emociones y representaciones. Estas represiones se basan en mecanismos psíquicos
descritos por Freud y en mecanismos físicos descritos por Reich.
La técnica de "análisis del carácter", elaborada por Reich y desarrollada luego por Lowen, se
basa en la liberación de la contracción muscular crónica, al reprimir esta última los flujos de
excitación productores de sensaciones, emociones y movimientos, desactivando así su
representación consciente. Reich va a demostrar que una tensión muscular primero es movilizada
conscientemente con el fin de reprimir la satisfacción de un deseo prohibido por el medio que lo
rodea. Como la tensión muscular, al subsistir la prohibición, se vuelve habitual, deja de ser
percibida (proceso comparable al efecto de condicionamiento operante).
Por último, la falta de percepción de la tensión muscular borra de la conciencia física y psíquica
aquello contra lo que se opone (el deseo), así como el motivo de esta oposición (la prohibición
procedente del mundo exterior). "La rigidez de la musculatura es el lado somático del proceso
de represión y la base de su conservación” (Reich5, La función del orgasmo). "Toda rigidez
muscular contiene la historia y la significación de su origen" (Reich6, ídem). Por lo tanto, dice
Reich, hace falta: (1) tomar conciencia nuevamente de la tensión muscular crónica, percibirla
físicamente, (2) relajarla, (3) tomar conciencia físicamente del flujo de excitación liberado
(experimentar las sensaciones, movimientos, emociones que se liberan), (4) tomar conciencia
psíquicamente de las representaciones que las acompañan (la significación de ese deseo), (5)

3
TONELLA GUY, « Le Soi: ses attachements, ses fonctions et ses interactions », Heinrich-Clauer, V. (Ed.),
Handbuch Bioenergetische Analyse, éd. Psychosozial, Gieben, p. 59 – 112.
4
TONELLA GUY, « Le Soi: ses attachements, ses fonctions et ses interactions », Heinrich-Clauer, V. (Ed.),
Handbuch Bioenergetische Analyse, éd. Psychosozial, Gieben, p. 59 – 112.
5
REICH WILHELM, La fonction de l’orgasme, 1940, éd. L’Arche, Paris, 1952, p. 237.
6
REICH WILHELM, idem, p. 236.
tomar conciencia (recordar) la prohibición parental que está en el origen, y (6) reapropiarse de
ese deseo (experimentándolo y pensando en él) para integrarlo dentro de la economía adulta
actual. Esta técnica terapéutica responde estrictamente al mecanismo de represión, mecanismo
aplicado simultáneamente al flujo corporal y a su representación mental que ya se ha formado.

Neurobiológicamente, este proceso depende de conexiones neuronales entre el cerebro derecho,


que codifica las informaciones corporales (sensaciones, emociones, movimientos), y el cerebro
izquierdo, particularmente la corteza órbito frontal que construye la significación de dichas
informaciones corporales. El proceso analítico se basa en el trabajo en la memoria explícita, que
implica en el paciente un esfuerzo de percepción consciente, un esfuerzo de representación
mental que incluye los afectos que están relacionados, y luego la semantización de la experiencia
para traducirla en palabras y participar así activamente de su "análisis". Por lo tanto, supone un
cerebro que haya alcanzado una madurez funcional presentando conexiones retroactivas entre
cerebro derecho / cerebro izquierdo y conexiones retroactivas entre los niveles sub-cortical
(tronco cerebral y sistema límbico) y el nivel cortical (corteza frontal).

Clínicamente, la técnica analítica se basa en gran medida en la propuesta de ejercicios físicos


poniendo a prueba la sensación, especialmente la muscular, y la emoción. El hecho de proponer
escenarios o ejercicios individuales hace referencia a las capacidades individualizadas del Sí-
mismo: en primer lugar, él moviliza los recursos del Yo indiviso, es capaz de comprender las
consignas, de implicarse individualmente en la experiencia, de transitar la experiencia, de
traducirla en percepciones, imágenes, luego en representaciones mentales, y, finalmente,
dirigiéndose al terapeuta, de analizarlo utilizando el lenguaje verbal. En este contexto, el Yo,
cualquiera sea su grado real de organización y madurez, debe activar su corteza izquierdo órbito
frontal. La activación de la corteza órbito frontal genera la inhibición subcortical límbica
retroactiva: al auto-organizarse, lo que implica la percepción, la representación y el pensamiento,
uno se aleja de la experiencia emocional, "uno se toma cierta distancia". Esta regulación órbito
frontal permite no quedar atrapado en la experiencia sensorio- emocional y favorece su
elaboración mental, su cognición, así como también su "análisis".

En resumen, el "análisis", así como el análisis del carácter, tiene como objetivo traer el
inconsciente a la conciencia:
- el conjunto de componentes psico-corporales de una experiencia reprimida: sensaciones,
emociones, movimientos y representaciones del contexto de origen (deseo infantil y
prohibición parental). Esto resulta posible por el hecho de que prexisten conexiones
neuronales entre datos corporales y datos mentales, aunque estén desactivados. Las
situaciones terapéuticas propuestas pueden, entonces, facilitar su reactivación según el
esquema propuesto por Reich al que me he referido más arriba;
- los componentes corporales (sensaciones, emociones, movimientos) de una experiencia no
simbolizada, por los cuales las representaciones correspondientes no se han desarrollado
aún. El tratamiento analítico con componentes corporales (atención psíquica, intercambios
verbales terapeuta-paciente, interpretaciones) facilita esta elaboración basándose en redes
neuronales prexistentes que vinculan áreas subcorticales y áreas corticales, es decir, sobre
una continuidad asociativa entre los niveles subcorticales y corticales, entre el cerebro
derecho y el cerebro izquierdo.
LOS LÍMITES DE LA TÉCNICA ANALÍTICA

Los problemas comienzan cuando no existe, o no lo suficiente, esta continuidad entre el cuerpo y
la psique, entre el cerebro derecho / cerebro izquierdo y/o áreas subcorticales límbica / áreas
corticales órbito frontales. Cuando, desde un punto de vista neurobiológico, faltan estos
conjuntos de neuronas entre el nivel sub-cortical y el nivel cortical, el "espacio transicional"
que deberían generar, también falta, desde un punto de vista psicológico, la relación entre la
emoción y su traducción en representación. Este estado de hecho neurobiológico se encuentra en
la base del concepto psicológico de "disociación": el paciente solo no puede "asociar" (o más
exactamente prolongar) sus experiencias corporales a través de representaciones. El método
analítico encuentra aquí un callejón sin salida: no se puede analizar y hablar sobre una vivencia
que no logra llegar a la representación. Aún queda por construir este espacio transicional que
lleva desde el espacio corporal al espacio del pensamiento: en la escalera que conduce desde el
cuerpo al pensamiento falta un escalón.
Es así para muchos pacientes disociados (esquizoides, borderlines, narcisistas). La reactivación
de estados emocionales desregulados, estimulada por la experiencia física, corre el riesgo de
inundar y sumergir la díada terapéutica. Al tratar de analizarlos, o co-analizarlos, el terapeuta
pide al paciente que tome un camino que no existe. Manteniendo este objetivo analítico, el
terapeuta lo enfrenta con su disociación. Ahora, la impresión, tanto en el paciente como en el
terapeuta, es que el trabajo analítico que se ha iniciado lo ha hecho rompiendo con la
experiencia corporal y que no produce ninguna nueva perspectiva. Mientras que estos estados
emocionales desregulados reactivados deberían ser el objeto mismo de atención terapéutica,
existe el riesgo de que, al devenir objetos de análisis, sean vistos de forma abstracta, nuevamente
como objetos disociados de la experiencia presente.
No es, de hecho, el ejercicio propuesto por el terapeuta y la reactivación de la emoción preverbal
desregulada (odio, desesperación, vergüenza, etc.), el que conduce a este callejón sin salida
terapéutico. Este último se debe sobretodo a la modalidad propuesta: el ejercicio individual, sin
interacción directa terapeuta-paciente. Es probable que este contexto reproduzca, de forma
análoga, una antigua situación angustiante e insoportable, vivida en soledad y angustiosamente,
fuera del campo de apego interpersonal, del que tiene necesidad el Sí-mismo inmaduro. "La
humanización nace del vínculo", me dice Jeremy. Lo que quiere señalar es que la humanización,
antes de estar en la comprensión mental, está en el eco afectivo mutuo, en el seno de la díada.
Dado que falta el eco afectivo regulador, no puede emerger ningún sentido: el sentido se
mantiene en estado latente, ahogado en la intensidad del afecto no regulado, sin contención, sin
configuración.

Esta situación cuestiona la capacidad del terapeuta para abrirse a los ecos emocionales generados
en él por el paciente, así como de entrar en sintonía afectiva, tratando de desintoxicar y
configurar la experiencia diádica. Desde luego, no se trata de interpretar la situación en términos
de transferencia o de resistencia al "ejercicio", lo que llevaría al paciente a aumentar su
disociación, al pensar y racionalizar. Ya no se tratará tampoco de ofrecerle al paciente continuar
con un nuevo "ejercicio individual" la expresión intensa del estado emocional desregulado
reactivado, lo que conduciría a una experiencia de re-traumatización.
Se trata, por lo tanto, de abandonar cada vez que sea necesario un trabajo individual que intenta
ser analítico, para iniciar un trabajo interactivo, intersubjetivo de contención, regulador e
integrador de la emoción reactivada. Solamente esta experiencia dará comienzo a un proceso de
alumbramiento y a la construcción de un camino del límbico subcortical derecho hacia el cortical
órbito frontal izquierdo. En este sentido, esta experiencia será reparadora y subjetivizante, al
construir un espacio intermedio entre el espacio corporal y el espacio mental, un espacio de
transición en el cual los materiales corporales (sensaciones y emociones) podrán ser
configurados y luego figurados, condiciones previas necesarias para la representación mental
más abstracta, organizada por el lenguaje.

Los límites de la situación "analítica" conducen a eso: las experiencias emocionales preverbales,
codificadas en el sistema límbico, no conocen al otro y no se inscriben aún en una relación de
objeto. Se forman dentro de un "campo" familiar modelado por las constelaciones senso-
emocionales que allí circulan y que el bebé aún no puede atribuir ni a uno ni al otro. Este campo
es el de la relación de apego y de las propiedades que la constituyen (ritmo, sincronización,
acuerdo, regulación, configuración y la figuración, etc.). La relación de apego precede a las
relación de objeto: ahora sabemos que una relación de apego suficientemente segura estimula el
crecimiento de las neuronas que conectan cerebro derecho / cerebro izquierdo y el crecimiento
de las neuronas que conectan las áreas subcorticales y las áreas corticales. Sabemos, por otro
lado, que las propiedades de la relación de apego preverbal, codificada en la memoria a largo
plazo, actúan como enzimas organizadoras de la relación de objeto y sus múltiples
representaciones de objeto.
En consecuencia, los estados de vitalidad y los estados emocionales preverbales están
correlacionados con el "campo", con el "sistema" de apego terapeuta-paciente, y no con las
personas que lo constituyen. Cuando esos estados se actualizan en terapia, sólo se dirigen al otro
y reconocen al otro a través de un artificio cognitivo (la parte madura y cognitiva del Yo que es
capaz de establecer esta distinción). No se puede hablar de transferencia sobre la persona del
terapeuta y el análisis de la transferencia no puede tener sentido tampoco.
En cambio, dentro de la díada, la exploración mutua de las constelaciones sensorio-emocionales
que reaparecen aquí y ahora como fantasmas encarnados y vivos, la exploración del campo
interpersonal y de las propiedades que lo constituyen tal como el paciente lo vive aquí y ahora a
través de las múltiples identificaciones proyectivas que él descarga, constituyen el núcleo de la
cuestión. Poco a poco, estas exploraciones, reguladas y configuradas por la participación activa
del terapeuta, aseguran el pasaje gradual de la actualización sistémica al sentido personal. Aquí,
el terapeuta es un "transportador" y un "catalizador", más que un "analizador". La calidad de su
presencia, su resonancia afectiva, su capacidad frente al eco afectivo, en fin, todo lo que
concierne a la comunicación implícita, más que explícita, está en el origen de las primeras
transformaciones.

Quizá porque se basaba fundamentalmente en la técnica analítica y la exploración intra-


individual que Lowen, al llegar a sus ochenta años, admitió sintiéndose decepcionado, que el
análisis bioenergético, tal como él lo había desarrollado, no alcanzaba los resultados esperados:
"Después de haber trabajado durante muchos años con estos ejercicios, he tenido que admitir el
hecho de que la forma de terapia que yo ejercía no producía efectivamente las transformaciones
esperadas en los pacientes, esos cambios que nos ayudan a sentirnos más felices... "(IIBA
Journal, p. 142)
Quizá porque al proceso terapéutico, como lo desarrolló Lowen, le faltaba esta dimensión
interpersonal, centrada en la relación de apego, sobre la interacción, sobre la "intersubjetividad"?
EL YO Y EL SÍ-MISMO

¿No es también porque, con la evolución sociocultural de los últimos cincuenta años, las
problemáticas de trauma y de déficits del Sí-mismo7 parecen cada vez más competir en cantidad,
con las problemáticas de conflictos del Yo?
El análisis del carácter se basa en el análisis del Yo y de sus represiones (Reich8 , 1933, Lowen9,
1958). Ahora bien, el Yo, capaz de pensar y entender teniendo en cuenta el pensamiento del
otro, no puede ser operativo hasta alrededor de los 2 años:

(1) Un Yo capaz de tener en cuenta sus propios estados mentales y los de los demás aparece con
la maduración del área cortical órbito frontal alcanzada alrededor de los 20 meses;
(2) El reconocimiento de sí mismo en el espejo, sinónimo de la existencia de un Yo, ocurre entre
los 18 y 24 meses;
(3) La maduración y la armonización de la tonicidad muscular, que sostiene la formación de una
coraza muscular controlada por el Yo y sus operaciones de represión, se alcanza alrededor de
los 24 meses.

Las problemáticas anteriores a la edad de alrededor de los 2 años son las de un Yo que
experimenta todo junto, inmerso en un sistema de apego en el que no siente más que los efectos,
sin distinguir las causas. Recién después del segundo año un Yo que piensa por sí mismo se
vuelve gradualmente capaz de percibir y comprender las causas de los efectos que siente, de
desencadenar mentalmente operaciones defensivas psicológicas (coraza caracterial) y corporales
(coraza muscular), operaciones adaptativas que responden conscientemente a las exigencias del
entorno que lo rodea.

Como El Yo y sus operaciones caracteriales no pueden comenzar antes de la edad de 2 años


aproximadamente, no se aplica el análisis del carácter a las estructuras de la personalidad
preverbal. Si bien existen ciertas estructuras preverbales (esquizoide, oral, límites), éstas
constituyen la estructura misma del Sí-mismo (y no del Yo), una estructura incompleta o
deformada por un traumatismo acumulativo, o una estructura vacilante que lucha contra el déficit
de vida. La línea divisoria entre las patologías estructurales o funcionales del Sí-mismo y las
patologías conflictivas del Yo se establecen de acuerdo al grado de maduración y funcionalidad
alcanzado por el sistema nervioso central y periférico cuando ocurre el traumatismo, el déficit o
el conflicto.

Por otro lado, las experiencias preverbales traumáticas y deficitarias se depositan en un sistema
de memoria específico, mientras que las problemáticas conflictivas neuróticas se depositan en
otro sistema de memoria (Tonella10, 2010). Cada sistema de memoria posee su modo particular
de recuerdo (reactivación mnémica):

7
Pour une définition du Soi, se reporter à l’article : G. TONELLA, « Trauma et résilience : le corps
convoqué », Résiliences, réparation, élaboration ou création ?, J. Aïn (Ed.), éd. Erès, Toulouse, p. 55-89,
2007.
8
REICH WILHELM, L’analyse caractérielle, 1933, éd. Payot, Paris, 1952.
9
LOWEN ALEXANDER, Le langage du corps, 1958, éd. Tchou, Paris, 1977.
10
TONELLA G., “Une mémoire pour le corps”, Réminiscences, entre mémoire et oubli, J. Aïn (Ed.), éd. Erès,
Toulouse, 2010, p. 53-76.
- Antes de los 2 años, la experiencia se inscribe únicamente en la memoria implícita
procedimental, bajo la forma de configuraciones no verbales, asociando sensaciones,
emociones y formas comportamentales de acciones e interacciones;
- Después de los 2 años, la experiencia también puede inscribirse en la memoria semántica,
bajo la forma de representaciones en imágenes y lingüísticas que afectan el conjunto del
organismo y de los comportamientos.
-
¿Qué consecuencias podemos sacar desde el punto de vista de la metodología terapéutica?

(1) Lo que está inscripto en la memoria implícita preverbal, antes de los 2 años, se reactiva
simultánea y exclusivamente bajo la forma corporal, comportamental e interactiva;
(2) Los déficits de autocontrol, autorregulación y autoelaboración describen un estado de
disociación preverbal más o menos marcado del Sí-mismo (y no de represión). Son origen
de un déficit de construcción del Yo en el adulto, y de los problemas que él encuentra en la
acción, la interacción y el pensamiento simbólico.
(3) La adquisición de las capacidades para autocontener, autorregular y autoelaborar durante el
proceso terapéutico se basa, primero, en la calidad del sistema de apego paciente-terapeuta,
cuyas propiedades esenciales son: el ritmo, la afinación, la sincronización, la configuración,
la figuración y la capacidad mutua de reparación;
(4) Este proceso implica una relación terapéutica intersubjetiva, más que una relación
terapéutica analítica: se trata de generar propiedades relacionales ausentes, sin las cuales no
se puede hacer ningún trabajo analítico;
(5) La relación terapéutica intersubjetiva se establece fundamentalmente en el intercambio
implícito (corporal e interaccional) de Sí-mismo a Sí-mismo, aunque utilizando los recursos
existentes del Yo, es decir, sus capacidades de intercambio explícito (pensamiento y
verbalización).

UN MODELO TERAPÉUTICO QUE IMPLICA LA RELACIÓN INTERSUBJETIVA

Si el proceso terapéutico, en lo que se refiere a las problemáticas preverbales, no puede basarse


en el análisis de carácter, y en un sentido más general, en la técnica analítica, ¿cómo reconsiderar
los objetivos terapéuticos y el modo de relación correspondiente?

Las problemáticas preverbales no son el resultado de un conflicto sexual y no pueden ser


interpretadas según el modelo teórico libidinal-sexual desarrollado por Freud, Reich y luego por
Lowen. Constituyen una problemática del desarrollo del Sí-mismo (Emde11, 1990) que implica,
en primer lugar la construcción del Sí-mismo: la construcción de su estructura y de sus
funciones. Por lo tanto, se trata de identificar los puntos de interrupción de este desarrollo
(Stolorow y Lachmann12, 1980), de completar este desarrollo interrumpido (Gedo13, 1979), y de

11
EMDE, R. N., “Mobilizing fundamental modes of development: Empathic availability and therapeutic
action”, Journal of the American Psychoanalytic Association, 38, 1990, p. 881-913.
12
STOLOROW & LACHMANN, Psychoanalysis of developmental arrests, éd. New York: International
Universities Press, 1980.
13
GEDO, J., Beyond interpretation, éd. New York, International University Press, 1979.
reparar el Sí-mismo escindido y desregulado (Schore14, 2003). Esta perspectiva fue iniciada por
R. Lewis15 (1976, 1984, 1986, 1998) en el análisis bioenergético, hace tres décadas.

Estas problemáticas presentan una disociación cuerpo-psique. El paciente no puede desarrollar


sus experiencias corporales, especialmente las experiencias emocionales preverbales
desreguladas. No logra (o no lo suficiente) contenerlas, configurarlas y luego traducirlas en
representaciones analizables. La función del terapeuta es, entonces, ser un “albergue” para su
paciente: (1) dejando resonar en él los estados de vitalidad y los estados emocionales de su
paciente, (2) utilizando su propio espacio transicional psico-corporal para, junto con el paciente,
configurarlos y figurarlos, (3) utilizando el intercambio diádico para proponerle traducciones a
fin de conducirlos a la representación de imagen y luego a la representación lingüística.
Sin embargo, el terapeuta sólo puede ser el “albergue” del paciente si logra desarrollar dentro de
la díada terapéutica las propiedades intersubjetivas que faltaban en la relación original madre-
niño: ritmo, sincronización, regulación, control, configuración y figuración, ya que estas
propiedades diádicas/intersubjetivas/sistémicas, apuntalan progresivamente los procedimientos
de simbolización diádicos/subjetivos/personales.
LA RELACIÓN INTERSUBJETIVA

Mientras que la "relación de objeto" concierne a las propiedades de las figuras de apego y la
interacción de su historia de niño, la "relación intersubjetiva" trata de las propiedades del vínculo
de apego en sí mismo.
La codificación de las propiedades del vínculo de apego precede, en parte, a la codificación de
las propiedades de la figura de apego. Esto se debe a que la percepción “del otro” (que se
presenta primero bajo la forma de "pre-objeto" o de "objeto parcial") se constituye sólo poco a
poco, mientras que el impacto emocional producido "por el otro", incluso si no es percibido
como causa del impacto, es inmediato: la emoción produce inmediatamente efectos hormonales
y neuronales organizadores o desorganizadores del Sí-mismo, funcional y estructuralmente, sin
que se sepa necesariamente qué la ha producido.

El regreso recurrente de algunas experiencias senso-emocionales, en la vida como en la terapia,


puede ser vivido como irracional, desmesurado, fuera de una lógica consciente de causa y efecto.
No pueden ser relacionadas con ningún recuerdo preciso, ya que todavía pertenecen
exclusivamente al sistema de apego preverbal, no consciente, no simbolizado, y continuamente
reactivado. Estas experimentaciones se inscriben en la memoria procedimental a largo plazo y
regresan cada vez que se presenta una circunstancia actual análoga (que implica una forma
idéntica a aquella del pasado). En ese momento los circuitos neuronales subcorticales son

14
SCHORE ALLAN, La régulation affective et la réparation du Soi, 2003, éd. du CIG, Montréal, 2008.
15
LEWIS ROBERT, “Infancy and the head: The psychosomatic basis of premature ego development”, Energy
and character, Vol 7, n°3, 1976, 18-26.
LEWIS ROBERT, « Le choc céphalique, une réaction somatique sous-tendant le faux "self" », 1984, Les Lieux
du corps, n°3, éd. Morisset, Paris, 1996, p. 39-55.
LEWIS ROBERT, “Getting the head to really sit on one’s shoulders : a first step in grounding the false self”,
The Clinical Journal for Bioenergetic Analysis, Vol.2, n°1, 1986, p. 56-77.
LEWIS ROBERT, “The trauma of cephalic shock: clinical case study”, The Clinical Journal for Bioenergetic
Analysis, Vol.9, n°1, 1998, 1-18.
requeridos y desencadenan las mismas experimentaciones senso-emocionales y los mismos
comportamientos emotivos.

Entonces, ¿cómo se elaboran estas experiencias senso-emocionales recurrentes y desreguladas, y


se les da un sentido para integrarlas transformándolas? Comencé a tratar este tema en un artículo
anterior:

"Varios autores establecen un paralelo entre las cualidades clínicas de un terapeuta eficiente y
las características de un padre o madre afinado psicobiológicamente a su hijo (...) Terapeuta y
paciente buscan co-crear un contexto en el cual el terapeuta puede actuar como un regulador de
los estados corporales, sensoriales, tónicos y emocionales del paciente (Amini et al.16, 1996,
Schore17, 1994, Schore18, 1997).
La relación transfero-contratransferencial es similar a una comunicación entre dos Sí-mismos
conectados por un sentimiento de apego, en la que los cuerpos y las psiquismos son
temporalmente co-activados y conectados, desactivados y desconectados, reactivados y
reconectados. Se conectan y se co-regulan, se desconectan y se autorregulan, se reconectan y
vuelen a regular mutuamente las actividades que los relacionan. Así es el campo intersubjetivo
co-creado por el paciente y el terapeuta, caja de resonancia entre dos Sí-mismos (...)
La comunicación intersubjetiva se presenta, sin ninguna duda, como un proceso bidireccional,
configurada por transacciones sensorioemocionales recíprocas muy rápidas que transitan
dentro de un "campo interpersonal" común. (Tonella19, 2010)
LAS PROPIEDADES DE LA RELACIÓN INTERSUBJETIVA

Me gustaría continuar con esta reflexión precisando ocho propiedades del sistema terapéutico
que fundan la relación intersubjetiva:

1 – El ritmo: es la propiedad misma de los tejidos vivos, tanto a nivel celular como a nivel global
del organismo (cf. Reich20, 1933, sus conceptos de pulsación y de ondulación rítmica de flujos
de excitación). Desde el nacimiento, esta propiedad está sujeta a las limitaciones del entorno
inmediato dado que los patrones somático-sensoriales e interaccionales del niño se construyen en
el espacio intersubjetivo madre-hijo. Algunos bebés son lentos en su despertar y delicados en sus
interacciones. Otros, tienen un despertar rápido y demandan interacción inmediata. ¿Es sensible
la madre a esto y puede negociarlo con sus propios ritmos personales y con sus propias
fantasías? "Este bebé no tiene que ser un lerdo como su padre, así que lo reto"”, me dijo una
vez una madre. ¿A qué ritmo una madre mece a su hijo? ¿Cómo responde a los pedidos de

16
AMINI F., LEWIS T., T., LANNON R. et coll., “Affect, attachment, memory : Contributions towards
psychobiologic integration”, Psychiatry, 59, 1996, p. 213-239.
17
SCHORE ALLAN, Affect regulation and the origin of the self: The neurobiology of emotional development,
éd. Mahwah, NJ:Erlbaum, 1994.
18
SCHORE ALLAN, “Interdisciplinary developmental research as a source of clinical models”, M. Moskowitz,
C. Monk, C. Kaye & S. Ellman (Eds.), The neurobiological and developmental basis for psychotherapeutic
intervention, éd. Northvale, NJ: Aronson, 1997.
19
TONELLA GUY, « L’engagement mutuel thérapeute/patient dans la régulation émotionnelle et la
réparation du Soi », Le corps et l’analyse : Revue des Sociétés Francophones d’Analyse Bioénergétique, vol.
11, éd. SOBAB : Bruxelles, p. 51-61.
20
REICH WILHELM, L’analyse caractérielle, 1933, éd. Payot, Paris, 1952.
intercambio visual de su bebé? ¿Respetando su capacidad de atención y asegurando sus
necesidades de pausa? ¿Solicitándole que mantenga su atención, desviando rápidamente su
mirada de la de su bebé? ¿Cómo afectan estas respuestas al ritmo fisiológico del bebé, a su ritmo
respiratorio, al ritmo de su tensión/relajación, al ritmo de sus intercambios afectivos?
La dimensión rítmica de los patrones somático-sensoriales e interaccionales, construidos durante
la primera infancia, acompaña a nivel implícito no consciente la expresividad del adulto: no sólo
a nivel fisiológico y de sus comportamientos, sino también a nivel del ritmo de su pensamiento,
su elocución, su frecuencia verbal, sus pausas al solicitar respuestas de su interlocutor.
Ahora estoy convencido de que esta propiedad rítmica puede constituir una raíz importante de la
sensación de vivir desde siempre a partir un falso self (cf. la hipótesis primaria de masoquismo
Winnicott21, 1950-55). Se puede vivir con un ritmo demasiado rápido o demasiado lento, de
manera demasiado estrecha o demasiado dilatada (ver Keleman22, Anatomía Emocional 1985).
El ritmo adoptado es una respuesta al sistema de apego, según que éste exija que se acelere/frene
o se aumenten/reduzcan sus estados de vitalidad y sus estados emocionales. El cerebro derecho
del bebé está dotado de una receptividad precoz del ritmo al cual debe adaptarse desde las
primeras semanas y la memoria procedimental lo inscribe allí a largo plazo.
Este ritmo orgánico afecta los intercambios interpersonales dentro de la díada terapéutica:
escande o marca el ritmo de la comunicación implícita a veces como piano, a veces allegro, a
veces sin pausa, a veces sin notas, a veces solo y sin lugar para un dúo. Involucra a todos los
espacios orgánicos (pelviano, torácico, cuello- cavidad bucal y craneana), así como los cuatro
diafragmas reguladores de los flujos líquidos y respiratorios (base pelviana, diafragma,
diafragma cérvico-torácico, diafragma craneano), es decir reguladores de flujos de excitación,
flujos emocionales y flujos de pensamientos. El ritmo orgánico regula el ritmo interpersonal.
En terapia bioenergética, tenemos múltiples recursos técnicos que permiten este trabajo de
autorregulación rítmica individual e interpersonal. Estas técnicas responden a las disonancias de
las cuales tomamos consciencia dentro de la díada terapéutica. Estas respuestas llevan a que el
terapeuta busque con su paciente una nueva escritura musical. Esto supone que el terapeuta no
sea el director de orquesta, sino un compañero sinfónico, capaz de modular su propio
instrumento a fin de afinarlo en relación con el instrumento del paciente, en vez de ofrecerle
inmediatamente el "buen modelo" instrumental y rítmico, lo que el paciente con una patología
preverbal viviría como una nueva necesidad de adaptación al falso self. ¡Seamos capaces de una
locura musical en la búsqueda de una partitura para una obra que sea intersubjetiva y no una obra
“del que sabe”!

2 – La sincronización: los estados tónico-senso-emocionales, los crescendos y decrescendos de


los estados de vitalidad y estados afectivos del niño o del paciente, ¿reciben respuestas que se
ajustan en el tiempo (ni demasiado pronto, ni demasiado tarde) por parte del padre/madre o del
terapeuta (cf. Beebe23, 2000)? Este aspecto de la sincronización es fundamental: la falta
repetitiva de sincronización entre la madre y el niño provoca, en los niños muy chicos, un estado
de angustia que se inscribe en su memoria a largo plazo. Esta experiencia crea un matiz de

21
WINNICOTT DONALD, « L’agressivité et ses rapports avec le développement agressif », 1950-1955, De la
pédiatrie à la psychanalyse, éd. Payot, Paris, 1969, p. 80-97.
22
KELEMAN STANLEY, Anatomie émotionnelle, 1985, éd. La Chataigneraie, M. Guilbot, 1997.
23
BEEBE BEATRICE, “Co-constructing mother-infant distress: The micro-synchrony of maternal impingement
and infant avoidance in the face-to-face encounter”, Psychoanalytic inquiry, 20, 2000, p. 421-440.
irritación (una futura intolerancia a la frustración) que se manifiesta de muchas maneras: la
necesidad y el deseo ya no son expresados, o bien se expresan sin orientación (sin esperar una
respuesta), o incluso se expresan de manera exigente, también imperativa o violentamente (la
única forma imaginada para obtener una respuesta lo suficientemente sincrónica). A veces, por el
contrario, en el caso de una sincronización positiva exagerada (la ansiedad maternal
sobreprotectora), el niño pequeño nunca tendrá la necesidad de explicitar su necesidad y su
deseo, los cuales sobrevivirán en la edad adulta sólo de manera implícita, no elaborada
psíquicamente. Sea cual fuere el origen de la desincronización, estos hijos que ahora son adultos
serán hipersensibles, anticiparán de forma proyectiva la incapacidad del terapeuta para
responderles de una manera sincronizada, ni demasiado pronto ni demasiado tarde.
En estos casos, la respuesta terapéutica nunca puede ser la espera o el silencio, sino el ajuste
sincronizado, lo que puede llevar a instaurar un proceso de re-sincronización necesario para la
reanudación evolutiva que permite el verdadero intercambio intersubjetivo. Por otra parte, la
sincronización entre estados tónico-senso-emocionales en la díada terapéutica precede y hace
posible la contención, luego, la configuración de experiencias senso-emocionales que, a su vez,
hacen posible la sincronización entre estados mentales, con su posibles traducciones verbales.

3 – La contención: cuando las experiencias traumáticas son reactivadas, Bion24 (1977) propone
que el terapeuta responda con una "función de contención". Esta función es aquella que la madre
no ha podido llevar a cabo: contener las emociones de angustia del lactante en lugar de dejarlo
sin respuesta, de forma inintegrable para él. El eco afectivo maternal le da al niño una respuesta
acerca de un modo afectivo y le hace asimilables los afectos que no llega a metabolizar él solo.
Cuando estos estados vitales y emocionales desregulados son reactivados dentro de la díada
terapéutica, se presentan como flujos de senso-emocionales recurrentes, crudos y desorientados.
Solicitan, en primer lugar, ser contenidos por el terapeuta. La persona que contiene ofrece un
contorno, delimita y reúne un contenido fluctuante y no orientado: puede ser la mirada
humanizadora del terapeuta, su voz, sus brazos, su cuerpo, todas sus respuestas implícitas que
contienen, organizan y orientan los flujos senso-emocionales crudos que re emergen.
Esto, claramente sugiere que frente a personalidades disociadas la función terapéutica no está
orientada hacia el aumento de la intensidad de los estados de vitalidad y los estados emocionales,
sino hacia su contención, antes de su posible regulación.

4 – El entonamiento afectivo: el padre/madre o terapeuta está afinado con los estados afectivos
del niño o paciente, ya que el eco afectivo que envía al niño o paciente forma parte de la
regulación de sus estados de vitalidad y de sus estados emocionales, y de que el niño o paciente
se sienta aceptado y "comprendido". La afinación puede ser unimodal o transmodal. Esto
depende de que la madre y el terapeuta utilicen, o no, el mismo modo de comunicación en las
respuestas que le da al niño o paciente frente a las señales emitidas por él (Stern25, 1985). Puede
ser inmediato o diferido, en función del tiempo de respuesta de la madre o terapeuta a la señal
emitida por el niño o paciente, amplificada o atenuada en función de la consciencia que la madre
o terapeuta tiene de las necesidades del niño o paciente (estimularlo o calmarlo), o en función de
los motivos inconscientes que guían sus respuestas.
Resulta útil señalar dentro de la díada terapéutica cómo el paciente dramatiza en las secuencias
interactivas sintomáticos modos de afinación/desafinación que pertenecen a su madre. Las

24
BION W. R., Seven servants, éd. New York: Jason Aronson, 1977.
25
STERN DANIEL, Le monde interpersonnel du nourrisson, 1985, éd. PUF, Paris, 1989.
actualiza mediante comportamientos que anticipan de parte del terapeuta un cierto estilo de
holding26/"dejar caer", de eco/desinterés, de proximidad/distancia, de conexión/desconexión
afectiva, de contacto/ausencia de contacto, de actividad/pasividad.
La afinación no es, entonces, una interpretación del estado del paciente, sino un eco, una
resonancia, una vibración afectiva que le permite ponerse a tono con él, sin tocar necesariamente
la misma nota.

5 – La regulación de estados senso-emocionales: el padre/madre o el terapeuta tienen la función


de regular los estados de vitalidad o estados emocionales de su hijo/paciente, para que estos
estados puedan ser contenidos, tolerados y orientados hacia la atención psíquica, a fin de que la
elaboración e integración sean posibles (Schore27, 2003). Los elementos vividos y no integrados
no pueden enriquecer el Sí-mismo al no poder ser integrados en el nivel de complejidad superior
(del nivel de sensoriomotor al nivel cognitivo, por ejemplo). De este modo, privan al Sí-mismo
de un "nuevo conocimiento", es decir, de un recurso adaptativo.
El desarrollo de los procedimientos reguladores dentro de la díada terapéutica se transforma
gradualmente en principio de regulación esperada y continua. En un primer tiempo, las
secuencias de regulación son esperadas por el paciente; en un segundo momento, se vuelven
previsibles: permiten experimentar mutuamente la previsibilidad, la coherencia y la adaptación
recíproca (Beebe y Lachmann28, 2002). Al volverse previsibles, se crea un sistema de reglas
compartidas que constituye un procedimiento sistémico. Por lo tanto, antes de convertirse en una
propiedad individual, la autorregulación es una propiedad sistémica.

6 - La configuración de experiencias sensorioemocionales: configurar significa organizar las


partes en un todo delimitado por un contorno que pueden así llegar a ser una figura. Las
experiencias sensorioemocionales que no han sido codificadas en la memoria procedimental de
forma implícita y analógica durante, al menos, los primeros 2 años, deben utilizar un mecanismo
de traducción que permita transformarlos en recuerdos digitales, es decir, en representaciones
mentales asociadas al lenguaje hablado. Para el paciente, este mecanismo de traducción, cuando
es necesario, consiste en proyectar en el psiquismo del terapeuta, por identificación proyectiva,
las experiencias sensorioemocionales que necesitan del psiquismo del otro para ser configuradas
y luego pensadas (la función alfa de Bion).
El terapeuta realizará un proceso de guía interactiva que permite al paciente extraer, a partir de
sus diversas sensaciones y afectos, figuras significativas que emergen del fondo perceptual. Esta
trabajo de selección, clasificación y programación se llevará a cabo primero sobre el fondo de
pares perceptuales (placer/displacer, frío/caliente, suave/áspero, excitante/deprimente, etc.).
Estos vínculos de oposición permitirán liberarse de una vivencia de yuxtaposición y pasar del
indicio corporal (índice sensorial) a la señal corporal (modificación tónica), y luego al signo
emocional (mímica) que ya está potencialmente cargado de significación.
Este trabajo de pasar de un nivel de complejidad al siguiente puede requerir la implicación del
terapeuta: por el efecto de la resonancia (gracias a sus neuronas espejo) el terapeuta siente,
asocia, piensa y luego, habla. El paciente, a través de este desvío, va a configurar lo que
experimenta y a veces a figurarlo, antes de poder pensarlo y darle un sentido. El terapeuta
desempeña una función esencial: estimular y acompañar la dinámica de las traducciones

26
En inglés en el original.
27
SCHORE ALLAN, La régulation affective et la réparation du Soi, 2003, éd. du CIG, Montréal, 2008.
28
BEEBE B. & LACHMANN F. M., Infant research and adult treatment, éd. Hillsdale, NJ : Analytic Press, 2002.
sucesivas de los procesos corporales en procesos primarios y luego en procesos secundarios. La
configuración induce a una puesta en tensión de la atención física y una orientación hacia la
figuración corporal que precede al proceso del pensamiento y la palabra.
Con la configuración, todavía estamos en la transición entre el espacio corporal de lo vivido y el
espacio mental de su representación: la experiencia llega a tomar una forma, pero aún no ha
tomado un sentido. El pasaje de la forma al sentido requiere otro nivel, el de la figuración.

7 - La figuración: precede a la representación mental y la prepara. En el niño, los libretos


sensoriomotores que retoman la experiencia vivida pueden ser necesarios y previos al proceso de
mentalización. Durante el desarrollo del niño, estas figuraciones han sido descritas como
"modelos internos operacionales" (Bowlby29, 1969), como "proto-representaciones" (Pinol-
Douriez30, 1984), o como "representaciones de acción generalizada" (Stern31, 1985). En el
marco de la terapia de adultos, Lowen ha modelado las figuraciones como las situaciones, a
veces “ejercicios” afectivo-sensoriomotores” facilitando el proceso somato-psíquico, del cuerpo
versus el pensamiento. El autor las describe en muchas de sus monografías y en la mayor parte
de sus obras (entre otras 195832, 196533, 196834, 197535).
La figuración de las experiencias consiste en proponerle al paciente que dé cuenta de las
constelaciones sensorio-emocionales que lo habitan en forma mimética, motora, gestual (gestos
significativos y evocadores) o interaccional (interacciones evocativas). Esta organización
figurativa induce a poner en tensión la atención psíquica y una orientación hacia el pensamiento,
que desembocan finalmente en la representación mental, portadora de un sentido en el seno de la
díada.
El proceso de figuración consiste en un trabajo de traducciones sucesivas que pueden ser
organizadas de la siguiente manera:
- el registro de los procesos sensorio-emocionales (la agrupación de los estados sensoriales y
emocionales, contenidos y orientados hacia el compañero de la díada);
- el registro de los procesos sensoriomotores (la transformación de estados
sensorioemocionales en figuraciones miméticas, posturales, gestuales, motrices,
interactivas) ;
- el registro de procesos primarios (sus formaciones imaginadas, constitutivas de
formalizaciones imaginarias o fantasmáticas);
- el registro de procesos secundarios (pensamiento formal, racional y lógico).

29
BOWLBY JOHN, Attachement et perte. Vol. 1 : L’attachement, 1969, éd. PUF, Paris, 1978.
30
PINOL-DOURIEZ MONIQUE, Bébé agi – Bébé actif, éd. PUF, Paris, 1984.
31
STERN DANIEL, idem, 1985.
32
LOWEN ALEXANDER, Le Langage du Corps, éd. Tchou, Paris, 1958.
33
LOWEN ALEXANDER, “Breathing, movement and feeling”, Monographie de l’Institute for Bioenergetic
Analysis, New York, 1965.
34
LOWEN ALEXANDER, “Expression of the self”, Monographie de l’Institute for Bioenergetic Analysis, New
York, 1968.
35
LOWEN ALEXANDER, La Bioénergie, 1975, éd. Tchou, Paris, 1976.
Este proceso facilita el desarrollo de la "capacidad reflexiva" (Fonagy y Target36, 1997,
Fonagy37, 1999). Esta capacidad corresponde al descubrimiento de que él mismo y el otro
funcionan, no solamente en cuanto estados sensorio-emocionales, sino también en cuanto estados
mentales. Este proceso conduce, en un primer momento, a ver el mundo, su mundo, a través de
la mirada del otro y, poco a poco, a darse cuenta de que el otro también puede pensar por sí
mismo. Así es como se llega a pensar que el otro también piensa por sí mismo, que también tiene
un mundo representacional que le pertenece, con sus pensamientos, sus intenciones y sus deseos,
que pueden ser diferentes de los suyos. Este largo proceso a recorrer conduce a desarrollar una
"teoría del espíritu" (Baron-Cohen et al.38, 1985, Baron-Cohen39, 1991) y una capacidad para
utilizar al otro para elaborar lo que difícilmente puede el ser, solo.

8 – La reparación: los intentos de una búsqueda común del ritmo, la sincronía y el eco afectivo
acordado y de la sincronización a veces pueden fracasar, suscitando reacciones sensorio-
emocionales ansiogénicas, de desorganización y de desorientación. Estas experiencias no son
nefastas para el desarrollo si se convierten en el objeto de la reparación dentro de la díada.
"Las experiencias reparadoras interactivas existen en el contexto mismo del desarrollo normal.
La figura parental "lo suficientemente buena" que ha inducido una respuesta de estrés en el
lactante retoma esta situación, combinándose con los afectos negativos que ha provocado, para
favorecer su regulación psicobiológica (Beebe y Lachmann40, 1994; Schore, 199441, 200342;
Lewis43, 2000). Tronick44 (1989) describió la “reparación interactiva” como un proceso
intersubjetivo a través del cual la madre, que ha inducido a una emoción negativa estresante en
el lactante, lo ayuda a continuación a transformar su emoción negativa en una emoción positiva.
Es el mismo terapeuta que participa en el proceso de reparación interactiva con su paciente"
(Tonella, 2010).
El trabajo de perlaboracíón de estos hiatos es una tarea diádica de reparación interactiva
(Tronick45, 1989) y depende, primero, de las capacidades del terapeuta para tolerar y manejar los
estados negativos del paciente que él mismo ha desencadenado inconscientemente (Beebe &
Lachmann46, 1994). Este procedimiento consiste en: (1) el reconocimiento de las señales
verbales o no verbales que causan la desafinación y los sentimientos negativos que generan; (2)
la posibilidad de expresar esos sentimientos negativos; (3) su desintoxicación mediante el

36
FONAGY P. & TARGET M., “Attachment and reflective function: Their role in self-organization”,
Development and Psychotherapy, 9, 1997, p. 679-700.
37
FONAGY P., « La compréhension des états psychiques, l’interaction et le développement du self »,
Devenir, 11, 4, 1999, p. 7-22.
38
BARON-COHEN S., LESLIE A-M &FRITH U., “Does the autistic child have a “theory of mind”?”, Cognition,
1985, 21, p. 37-46.
39
BARON-COHEN S., “Precursors to a theory of mind: Understanding attention in others”, A. Whiten (éd.),
Natural Theories of Mind, éd. Oxford, Basil Blackwell, 1991.
40
BEEBE B. & LACHMANN F. M., “Representation and internalization in infancy: Three principles of salience”,
Psychoanalytic Psychology, 11, 1994, p. 127-165.
41
SCHORE ALLAN, op. cit.,1994.
42
SCHORE ALLAN, op. cit., 2003.
43
LEWIS J. M., “Repairing the bond in important relationship: a dynamic for personality maturation”,
American Journal of Psychiatry, 157, 2000, p. 1375-1378
44
TRONICK E. Z., “Emotions and emotional communication in infants”, American Psychologists, 44, 1989, p. 112-
119.
45
TRONICK E. Z., idem, 1989.
46
BEEBE B. & LACHMANN F. M., idem, 1994.
terapeuta, es decir su transformación en una experiencia positiva (por ejemplo: la rabia en fuerza,
la vergüenza en derecho a experimentar, fantasmear, expresar); (4) el restablecimiento de una
comunicación mutua acordada.
Este procedimiento se rige por varios principios: (1) la regulación reparadora de las
desafinaciones y de los sentimientos negativos que ellos despiertan es iniciada por el terapeuta
cada vez que se presentan estas desafinaciones (2) la misma se convierte así en algo esperado
por el paciente, lo que permite experimentar la previsibilidad, la coherencia y la adaptación
recíproca; (3) al convertirse en algo previsible, se crea un sistema de reglas compartidas, lo que
constituye un procedimiento sistémico. Así, la autorregulación reparadora es una propiedad
sistémica antes de convertirse en una propiedad individual; (4) la capacidad de reparación crea el
sentimiento optimista de que la relación puede ser mantenida cuando se desarrolla una tensión
interpersonal, creando la esperanza de una corrección óptima. Cuanto mayor sea la capacidad
reparadora, mayor será la tolerancia a la ruptura.

CONCLUSIÓN

El análisis es un proceso al servicio del Yo y se dirige específicamente al Yo, incluso si el


análisis concierne al conjunto de las experiencias del Sí-mismo, de sus vivencias sensoriales,
tónicas y emocionales. En su aplicación terapéutica, el análisis se dirige específicamente a las
represiones psíquicas y físicas, represiones de flujos de excitación y fantasmas / representaciones
cognitivas que las prolongan, este conjunto que constituye el deseo, cuyo prototipo es el deseo
sexual. Determina una modalidad terapéutica definida como relación analítica.
La subjetivización es un proceso de humanización al servicio del Sí-mismo durante todo el
período preverbal, antes de que el Yo se convierta en una entidad funcional a partir de los 2 años,
por lo menos. La aplicación terapéutica se dirige específicamente a las experiencias sensorio-
emocionales disociadas del Sí-mismo, a las cuales el Yo no tiene acceso, experiencias privadas
de imágenes y de palabras, e inaccesibles a través de la imagen y la palabra. Estas experiencias
privadas y alienantes del Sí-mismo exigen, para humanizarse a través de la toma de sentido, un
baño sistemático enzimático constituido de ocho propiedades que ya he enunciado (tal vez haya
otras que quedan aún por descubrir). Estas propiedades están esperando una modalidad
terapéutica reparadora en tanto relación intersubjetiva.
Retomar el camino del desarrollo allí donde se produjo la interrupción consiste por lo tanto en un
proceso interpersonal de intersubjetivización, precursor del proceso personal de subjetivización:
convertirse en el sujeto de sus necesidades y de los deseos sentidos, pensamientos, expresados y
compartidos cada vez que sea posible, sabiendo que cada nueva conquista de una parte de sí
mismo remodela el conjunto del Sí-mismo (incluido el Yo).
El Sí-mismo global asocia en sus extremos la pulsación rítmica celular con la simbolización
lingüística, desde la experiencia del cuerpo a la experiencia del pensamiento. Entre estos dos
extremos operan procesos configurativos y figurativos, verdaderos procedimientos
transicionales productores de vínculos intermedios integradores (véase la reciente respuesta de
Damasio47, 2010, sobre binding problem48, o el problema del vínculo de coherencia entre los
diferentes componentes de la experiencia del Sí-mismo).

47
DAMASIO ANTONIO, L’Autre moi-même. La construction du cerveau conscient, éd. Odile Jacob, Paris,
2010.
48
En inglés en el original.
El Sí-mismo se parece mucho a una arquitectura que conduce de un rellano complejo de la
escalera a otro rellano complejo hasta llegar al piso o nivel más complejo, el de la
metacognición: ¿qué es lo que hace que yo piense lo que pienso? Así de complejo es el sistema
de vida humano (Morin, 199049, 200850): el proceso de humanización refiere inevitablemente al
proceso de subjetivación. "Nos humanizamos recién cuando nos convertimos en un sistema
abierto al otro, pero también y solamente cuando el otro está ahí por sí mismo", me dijo Jeremy,
quien fue tanto tiempo un “sistema cerrado”, próximo al autista. ¿Qué le ha faltado? Estas
enzimas relacionales que son las propiedades que constituyen el intercambio intersubjetivo:
ritmo, sincronización, regulación, contención, configuración, figuración y reparación.
Nosotros, terapeutas bioenergetistas, utilizamos desde siempre, a mi entender, un modo de
relación que oscila entre "analítica" e "intersubjetiva", en función de los pacientes y de sus
problemáticas, mucho antes de que haya sido desarrollado el concepto de "relación
intersubjetiva". Pero también me parece que no habíamos teorizado lo suficiente para que
nuestro enfoque se incluyera como modelo psicoterapéutico precursor, establecido y pertinente a
la hora en que se perfila un neuropsicoanálisis muy próximo a nuestras concepciones y que se
acerca a nuestras prácticas, aunque todavía nos resulte delicado dar el paso de la palabra al
cuerpo.

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la psychanalyse, éd. Payot, Paris, 1969, p. 80-97.

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