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Guy TONELLA
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(1) las observaciones directas de la relación madre-hijo: se refieren, entre otras, a las propiedades del
sistema de apego que permiten el desarrollo estructural y funcional del Sí-mismo pre-verbal;
(2) las investigaciones neurobiológicas: conciernen a la maduración funcional del cerebro, las
características específicas del cerebro derecho y del cerebro izquierdo, y la existencia de
memorias específicas, implícita procedimental y explícita semántica;
(3) la evolución conjunta del modelo social y de las formas psicopatológicas que muestran un
crecimiento progresivo de las patologías traumáticas preverbales y de déficit narcisista.
En la práctica clínica, el terapeuta se enfrenta cada vez más a fallas del desarrollo preverbal del
Sí-mismo, que a problemáticas conflictivas edípicas del Yo. Las particularidades de las fallas
preverbales son las siguientes:
(1) El Sí-mismo está constituido por estados de vitalidad y estados emocionales desregulados,
difíciles de contener, que amenazan con estallar cada vez que una situación presente es
analógicamente, y no conscientemente, similar a otra situación deficitaria o traumatogénica
preverbal. Esta irrupción es tanto intrapersonal (la sensación de un tsunami emocional que
puede desorientar a las percepciones, interrumpir la capacidad de pensar, desorganizar o
paralizar el comportamiento) como interpersonal (el miedo al otro, duplicando
inconscientemente a la madre ausente, invasiva, que rechaza o es inconstante, nunca percibida
como "base de seguridad", como reguladora y fuente de modelos de identificación organizadores
del Sí-mismo (Tonella, 20091, 20092);
1
TONELLA GUY, “Mémoire corporelle et identifications primaires”, Anais XIV Encontro Paranaense, IX
Congresso Brasileiro de Psicoterapias Corporais, éd. Centro Reichiano, Curitiba, Brazil, 2009.
2
TONELLA GUY, « Les expériences corporelles à l’origine de l’identité de soi », Aïn, J. (Ed), Identités, éd. Erès,
Toulouse, p. 33- 49.
(2) El Sí-mismo experimenta la dificultad de auto-regular sus experiencias vitales y emocionales
preverbales, de poder elaborarlas mentalmente y así darles un sentido. Esta dificultad se sustenta
neurobiológicamente en la disociación entre los niveles subcorticales (sistema límbico) y los
niveles corticales (corteza orbito frontal), y una disociación del cerebro derecho (que codifica las
experiencias senso-emocionales) y el cerebro izquierdo (que racionaliza las experiencia senso-
emocionales). Por lo tanto, las sensaciones y las emociones persisten desreguladas y sin
representación (sin control retroactivo órbito frontal, regulador de la intensidad emocional)
(Tonella, 20083);
(3) Estos estados desregulados recurrentes e in-sensatos generan un sentimiento de vergüenza y de
falta de adaptación intensa, llevando al Sí-mismo a replegarse (cápsulas autistas) y / o a
desarrollar posteriormente una prótesis pseudo-contenedora, pseudo-reguladora y pseudo-
adaptativa (falso Sí-mismo);
(4) El Sí-mismo, habiendo desarrollado estrategias de apego y de interacción patógenas e inseguras,
inscriptas en la memoria implícita a largo plazo (memoria límbica), reproduce estas estrategias
de manera no consciente y reitera en la edad adulta las fallas de la primera infancia, sin
posibilidad de comprenderlas y de transformar las experiencias tóxicas repetitivas (Tonella,
20084).
3
TONELLA GUY, « Le Soi: ses attachements, ses fonctions et ses interactions », Heinrich-Clauer, V. (Ed.),
Handbuch Bioenergetische Analyse, éd. Psychosozial, Gieben, p. 59 – 112.
4
TONELLA GUY, « Le Soi: ses attachements, ses fonctions et ses interactions », Heinrich-Clauer, V. (Ed.),
Handbuch Bioenergetische Analyse, éd. Psychosozial, Gieben, p. 59 – 112.
5
REICH WILHELM, La fonction de l’orgasme, 1940, éd. L’Arche, Paris, 1952, p. 237.
6
REICH WILHELM, idem, p. 236.
tomar conciencia (recordar) la prohibición parental que está en el origen, y (6) reapropiarse de
ese deseo (experimentándolo y pensando en él) para integrarlo dentro de la economía adulta
actual. Esta técnica terapéutica responde estrictamente al mecanismo de represión, mecanismo
aplicado simultáneamente al flujo corporal y a su representación mental que ya se ha formado.
En resumen, el "análisis", así como el análisis del carácter, tiene como objetivo traer el
inconsciente a la conciencia:
- el conjunto de componentes psico-corporales de una experiencia reprimida: sensaciones,
emociones, movimientos y representaciones del contexto de origen (deseo infantil y
prohibición parental). Esto resulta posible por el hecho de que prexisten conexiones
neuronales entre datos corporales y datos mentales, aunque estén desactivados. Las
situaciones terapéuticas propuestas pueden, entonces, facilitar su reactivación según el
esquema propuesto por Reich al que me he referido más arriba;
- los componentes corporales (sensaciones, emociones, movimientos) de una experiencia no
simbolizada, por los cuales las representaciones correspondientes no se han desarrollado
aún. El tratamiento analítico con componentes corporales (atención psíquica, intercambios
verbales terapeuta-paciente, interpretaciones) facilita esta elaboración basándose en redes
neuronales prexistentes que vinculan áreas subcorticales y áreas corticales, es decir, sobre
una continuidad asociativa entre los niveles subcorticales y corticales, entre el cerebro
derecho y el cerebro izquierdo.
LOS LÍMITES DE LA TÉCNICA ANALÍTICA
Los problemas comienzan cuando no existe, o no lo suficiente, esta continuidad entre el cuerpo y
la psique, entre el cerebro derecho / cerebro izquierdo y/o áreas subcorticales límbica / áreas
corticales órbito frontales. Cuando, desde un punto de vista neurobiológico, faltan estos
conjuntos de neuronas entre el nivel sub-cortical y el nivel cortical, el "espacio transicional"
que deberían generar, también falta, desde un punto de vista psicológico, la relación entre la
emoción y su traducción en representación. Este estado de hecho neurobiológico se encuentra en
la base del concepto psicológico de "disociación": el paciente solo no puede "asociar" (o más
exactamente prolongar) sus experiencias corporales a través de representaciones. El método
analítico encuentra aquí un callejón sin salida: no se puede analizar y hablar sobre una vivencia
que no logra llegar a la representación. Aún queda por construir este espacio transicional que
lleva desde el espacio corporal al espacio del pensamiento: en la escalera que conduce desde el
cuerpo al pensamiento falta un escalón.
Es así para muchos pacientes disociados (esquizoides, borderlines, narcisistas). La reactivación
de estados emocionales desregulados, estimulada por la experiencia física, corre el riesgo de
inundar y sumergir la díada terapéutica. Al tratar de analizarlos, o co-analizarlos, el terapeuta
pide al paciente que tome un camino que no existe. Manteniendo este objetivo analítico, el
terapeuta lo enfrenta con su disociación. Ahora, la impresión, tanto en el paciente como en el
terapeuta, es que el trabajo analítico que se ha iniciado lo ha hecho rompiendo con la
experiencia corporal y que no produce ninguna nueva perspectiva. Mientras que estos estados
emocionales desregulados reactivados deberían ser el objeto mismo de atención terapéutica,
existe el riesgo de que, al devenir objetos de análisis, sean vistos de forma abstracta, nuevamente
como objetos disociados de la experiencia presente.
No es, de hecho, el ejercicio propuesto por el terapeuta y la reactivación de la emoción preverbal
desregulada (odio, desesperación, vergüenza, etc.), el que conduce a este callejón sin salida
terapéutico. Este último se debe sobretodo a la modalidad propuesta: el ejercicio individual, sin
interacción directa terapeuta-paciente. Es probable que este contexto reproduzca, de forma
análoga, una antigua situación angustiante e insoportable, vivida en soledad y angustiosamente,
fuera del campo de apego interpersonal, del que tiene necesidad el Sí-mismo inmaduro. "La
humanización nace del vínculo", me dice Jeremy. Lo que quiere señalar es que la humanización,
antes de estar en la comprensión mental, está en el eco afectivo mutuo, en el seno de la díada.
Dado que falta el eco afectivo regulador, no puede emerger ningún sentido: el sentido se
mantiene en estado latente, ahogado en la intensidad del afecto no regulado, sin contención, sin
configuración.
Esta situación cuestiona la capacidad del terapeuta para abrirse a los ecos emocionales generados
en él por el paciente, así como de entrar en sintonía afectiva, tratando de desintoxicar y
configurar la experiencia diádica. Desde luego, no se trata de interpretar la situación en términos
de transferencia o de resistencia al "ejercicio", lo que llevaría al paciente a aumentar su
disociación, al pensar y racionalizar. Ya no se tratará tampoco de ofrecerle al paciente continuar
con un nuevo "ejercicio individual" la expresión intensa del estado emocional desregulado
reactivado, lo que conduciría a una experiencia de re-traumatización.
Se trata, por lo tanto, de abandonar cada vez que sea necesario un trabajo individual que intenta
ser analítico, para iniciar un trabajo interactivo, intersubjetivo de contención, regulador e
integrador de la emoción reactivada. Solamente esta experiencia dará comienzo a un proceso de
alumbramiento y a la construcción de un camino del límbico subcortical derecho hacia el cortical
órbito frontal izquierdo. En este sentido, esta experiencia será reparadora y subjetivizante, al
construir un espacio intermedio entre el espacio corporal y el espacio mental, un espacio de
transición en el cual los materiales corporales (sensaciones y emociones) podrán ser
configurados y luego figurados, condiciones previas necesarias para la representación mental
más abstracta, organizada por el lenguaje.
Los límites de la situación "analítica" conducen a eso: las experiencias emocionales preverbales,
codificadas en el sistema límbico, no conocen al otro y no se inscriben aún en una relación de
objeto. Se forman dentro de un "campo" familiar modelado por las constelaciones senso-
emocionales que allí circulan y que el bebé aún no puede atribuir ni a uno ni al otro. Este campo
es el de la relación de apego y de las propiedades que la constituyen (ritmo, sincronización,
acuerdo, regulación, configuración y la figuración, etc.). La relación de apego precede a las
relación de objeto: ahora sabemos que una relación de apego suficientemente segura estimula el
crecimiento de las neuronas que conectan cerebro derecho / cerebro izquierdo y el crecimiento
de las neuronas que conectan las áreas subcorticales y las áreas corticales. Sabemos, por otro
lado, que las propiedades de la relación de apego preverbal, codificada en la memoria a largo
plazo, actúan como enzimas organizadoras de la relación de objeto y sus múltiples
representaciones de objeto.
En consecuencia, los estados de vitalidad y los estados emocionales preverbales están
correlacionados con el "campo", con el "sistema" de apego terapeuta-paciente, y no con las
personas que lo constituyen. Cuando esos estados se actualizan en terapia, sólo se dirigen al otro
y reconocen al otro a través de un artificio cognitivo (la parte madura y cognitiva del Yo que es
capaz de establecer esta distinción). No se puede hablar de transferencia sobre la persona del
terapeuta y el análisis de la transferencia no puede tener sentido tampoco.
En cambio, dentro de la díada, la exploración mutua de las constelaciones sensorio-emocionales
que reaparecen aquí y ahora como fantasmas encarnados y vivos, la exploración del campo
interpersonal y de las propiedades que lo constituyen tal como el paciente lo vive aquí y ahora a
través de las múltiples identificaciones proyectivas que él descarga, constituyen el núcleo de la
cuestión. Poco a poco, estas exploraciones, reguladas y configuradas por la participación activa
del terapeuta, aseguran el pasaje gradual de la actualización sistémica al sentido personal. Aquí,
el terapeuta es un "transportador" y un "catalizador", más que un "analizador". La calidad de su
presencia, su resonancia afectiva, su capacidad frente al eco afectivo, en fin, todo lo que
concierne a la comunicación implícita, más que explícita, está en el origen de las primeras
transformaciones.
¿No es también porque, con la evolución sociocultural de los últimos cincuenta años, las
problemáticas de trauma y de déficits del Sí-mismo7 parecen cada vez más competir en cantidad,
con las problemáticas de conflictos del Yo?
El análisis del carácter se basa en el análisis del Yo y de sus represiones (Reich8 , 1933, Lowen9,
1958). Ahora bien, el Yo, capaz de pensar y entender teniendo en cuenta el pensamiento del
otro, no puede ser operativo hasta alrededor de los 2 años:
(1) Un Yo capaz de tener en cuenta sus propios estados mentales y los de los demás aparece con
la maduración del área cortical órbito frontal alcanzada alrededor de los 20 meses;
(2) El reconocimiento de sí mismo en el espejo, sinónimo de la existencia de un Yo, ocurre entre
los 18 y 24 meses;
(3) La maduración y la armonización de la tonicidad muscular, que sostiene la formación de una
coraza muscular controlada por el Yo y sus operaciones de represión, se alcanza alrededor de
los 24 meses.
Las problemáticas anteriores a la edad de alrededor de los 2 años son las de un Yo que
experimenta todo junto, inmerso en un sistema de apego en el que no siente más que los efectos,
sin distinguir las causas. Recién después del segundo año un Yo que piensa por sí mismo se
vuelve gradualmente capaz de percibir y comprender las causas de los efectos que siente, de
desencadenar mentalmente operaciones defensivas psicológicas (coraza caracterial) y corporales
(coraza muscular), operaciones adaptativas que responden conscientemente a las exigencias del
entorno que lo rodea.
Por otro lado, las experiencias preverbales traumáticas y deficitarias se depositan en un sistema
de memoria específico, mientras que las problemáticas conflictivas neuróticas se depositan en
otro sistema de memoria (Tonella10, 2010). Cada sistema de memoria posee su modo particular
de recuerdo (reactivación mnémica):
7
Pour une définition du Soi, se reporter à l’article : G. TONELLA, « Trauma et résilience : le corps
convoqué », Résiliences, réparation, élaboration ou création ?, J. Aïn (Ed.), éd. Erès, Toulouse, p. 55-89,
2007.
8
REICH WILHELM, L’analyse caractérielle, 1933, éd. Payot, Paris, 1952.
9
LOWEN ALEXANDER, Le langage du corps, 1958, éd. Tchou, Paris, 1977.
10
TONELLA G., “Une mémoire pour le corps”, Réminiscences, entre mémoire et oubli, J. Aïn (Ed.), éd. Erès,
Toulouse, 2010, p. 53-76.
- Antes de los 2 años, la experiencia se inscribe únicamente en la memoria implícita
procedimental, bajo la forma de configuraciones no verbales, asociando sensaciones,
emociones y formas comportamentales de acciones e interacciones;
- Después de los 2 años, la experiencia también puede inscribirse en la memoria semántica,
bajo la forma de representaciones en imágenes y lingüísticas que afectan el conjunto del
organismo y de los comportamientos.
-
¿Qué consecuencias podemos sacar desde el punto de vista de la metodología terapéutica?
(1) Lo que está inscripto en la memoria implícita preverbal, antes de los 2 años, se reactiva
simultánea y exclusivamente bajo la forma corporal, comportamental e interactiva;
(2) Los déficits de autocontrol, autorregulación y autoelaboración describen un estado de
disociación preverbal más o menos marcado del Sí-mismo (y no de represión). Son origen
de un déficit de construcción del Yo en el adulto, y de los problemas que él encuentra en la
acción, la interacción y el pensamiento simbólico.
(3) La adquisición de las capacidades para autocontener, autorregular y autoelaborar durante el
proceso terapéutico se basa, primero, en la calidad del sistema de apego paciente-terapeuta,
cuyas propiedades esenciales son: el ritmo, la afinación, la sincronización, la configuración,
la figuración y la capacidad mutua de reparación;
(4) Este proceso implica una relación terapéutica intersubjetiva, más que una relación
terapéutica analítica: se trata de generar propiedades relacionales ausentes, sin las cuales no
se puede hacer ningún trabajo analítico;
(5) La relación terapéutica intersubjetiva se establece fundamentalmente en el intercambio
implícito (corporal e interaccional) de Sí-mismo a Sí-mismo, aunque utilizando los recursos
existentes del Yo, es decir, sus capacidades de intercambio explícito (pensamiento y
verbalización).
11
EMDE, R. N., “Mobilizing fundamental modes of development: Empathic availability and therapeutic
action”, Journal of the American Psychoanalytic Association, 38, 1990, p. 881-913.
12
STOLOROW & LACHMANN, Psychoanalysis of developmental arrests, éd. New York: International
Universities Press, 1980.
13
GEDO, J., Beyond interpretation, éd. New York, International University Press, 1979.
reparar el Sí-mismo escindido y desregulado (Schore14, 2003). Esta perspectiva fue iniciada por
R. Lewis15 (1976, 1984, 1986, 1998) en el análisis bioenergético, hace tres décadas.
Mientras que la "relación de objeto" concierne a las propiedades de las figuras de apego y la
interacción de su historia de niño, la "relación intersubjetiva" trata de las propiedades del vínculo
de apego en sí mismo.
La codificación de las propiedades del vínculo de apego precede, en parte, a la codificación de
las propiedades de la figura de apego. Esto se debe a que la percepción “del otro” (que se
presenta primero bajo la forma de "pre-objeto" o de "objeto parcial") se constituye sólo poco a
poco, mientras que el impacto emocional producido "por el otro", incluso si no es percibido
como causa del impacto, es inmediato: la emoción produce inmediatamente efectos hormonales
y neuronales organizadores o desorganizadores del Sí-mismo, funcional y estructuralmente, sin
que se sepa necesariamente qué la ha producido.
14
SCHORE ALLAN, La régulation affective et la réparation du Soi, 2003, éd. du CIG, Montréal, 2008.
15
LEWIS ROBERT, “Infancy and the head: The psychosomatic basis of premature ego development”, Energy
and character, Vol 7, n°3, 1976, 18-26.
LEWIS ROBERT, « Le choc céphalique, une réaction somatique sous-tendant le faux "self" », 1984, Les Lieux
du corps, n°3, éd. Morisset, Paris, 1996, p. 39-55.
LEWIS ROBERT, “Getting the head to really sit on one’s shoulders : a first step in grounding the false self”,
The Clinical Journal for Bioenergetic Analysis, Vol.2, n°1, 1986, p. 56-77.
LEWIS ROBERT, “The trauma of cephalic shock: clinical case study”, The Clinical Journal for Bioenergetic
Analysis, Vol.9, n°1, 1998, 1-18.
requeridos y desencadenan las mismas experimentaciones senso-emocionales y los mismos
comportamientos emotivos.
"Varios autores establecen un paralelo entre las cualidades clínicas de un terapeuta eficiente y
las características de un padre o madre afinado psicobiológicamente a su hijo (...) Terapeuta y
paciente buscan co-crear un contexto en el cual el terapeuta puede actuar como un regulador de
los estados corporales, sensoriales, tónicos y emocionales del paciente (Amini et al.16, 1996,
Schore17, 1994, Schore18, 1997).
La relación transfero-contratransferencial es similar a una comunicación entre dos Sí-mismos
conectados por un sentimiento de apego, en la que los cuerpos y las psiquismos son
temporalmente co-activados y conectados, desactivados y desconectados, reactivados y
reconectados. Se conectan y se co-regulan, se desconectan y se autorregulan, se reconectan y
vuelen a regular mutuamente las actividades que los relacionan. Así es el campo intersubjetivo
co-creado por el paciente y el terapeuta, caja de resonancia entre dos Sí-mismos (...)
La comunicación intersubjetiva se presenta, sin ninguna duda, como un proceso bidireccional,
configurada por transacciones sensorioemocionales recíprocas muy rápidas que transitan
dentro de un "campo interpersonal" común. (Tonella19, 2010)
LAS PROPIEDADES DE LA RELACIÓN INTERSUBJETIVA
Me gustaría continuar con esta reflexión precisando ocho propiedades del sistema terapéutico
que fundan la relación intersubjetiva:
1 – El ritmo: es la propiedad misma de los tejidos vivos, tanto a nivel celular como a nivel global
del organismo (cf. Reich20, 1933, sus conceptos de pulsación y de ondulación rítmica de flujos
de excitación). Desde el nacimiento, esta propiedad está sujeta a las limitaciones del entorno
inmediato dado que los patrones somático-sensoriales e interaccionales del niño se construyen en
el espacio intersubjetivo madre-hijo. Algunos bebés son lentos en su despertar y delicados en sus
interacciones. Otros, tienen un despertar rápido y demandan interacción inmediata. ¿Es sensible
la madre a esto y puede negociarlo con sus propios ritmos personales y con sus propias
fantasías? "Este bebé no tiene que ser un lerdo como su padre, así que lo reto"”, me dijo una
vez una madre. ¿A qué ritmo una madre mece a su hijo? ¿Cómo responde a los pedidos de
16
AMINI F., LEWIS T., T., LANNON R. et coll., “Affect, attachment, memory : Contributions towards
psychobiologic integration”, Psychiatry, 59, 1996, p. 213-239.
17
SCHORE ALLAN, Affect regulation and the origin of the self: The neurobiology of emotional development,
éd. Mahwah, NJ:Erlbaum, 1994.
18
SCHORE ALLAN, “Interdisciplinary developmental research as a source of clinical models”, M. Moskowitz,
C. Monk, C. Kaye & S. Ellman (Eds.), The neurobiological and developmental basis for psychotherapeutic
intervention, éd. Northvale, NJ: Aronson, 1997.
19
TONELLA GUY, « L’engagement mutuel thérapeute/patient dans la régulation émotionnelle et la
réparation du Soi », Le corps et l’analyse : Revue des Sociétés Francophones d’Analyse Bioénergétique, vol.
11, éd. SOBAB : Bruxelles, p. 51-61.
20
REICH WILHELM, L’analyse caractérielle, 1933, éd. Payot, Paris, 1952.
intercambio visual de su bebé? ¿Respetando su capacidad de atención y asegurando sus
necesidades de pausa? ¿Solicitándole que mantenga su atención, desviando rápidamente su
mirada de la de su bebé? ¿Cómo afectan estas respuestas al ritmo fisiológico del bebé, a su ritmo
respiratorio, al ritmo de su tensión/relajación, al ritmo de sus intercambios afectivos?
La dimensión rítmica de los patrones somático-sensoriales e interaccionales, construidos durante
la primera infancia, acompaña a nivel implícito no consciente la expresividad del adulto: no sólo
a nivel fisiológico y de sus comportamientos, sino también a nivel del ritmo de su pensamiento,
su elocución, su frecuencia verbal, sus pausas al solicitar respuestas de su interlocutor.
Ahora estoy convencido de que esta propiedad rítmica puede constituir una raíz importante de la
sensación de vivir desde siempre a partir un falso self (cf. la hipótesis primaria de masoquismo
Winnicott21, 1950-55). Se puede vivir con un ritmo demasiado rápido o demasiado lento, de
manera demasiado estrecha o demasiado dilatada (ver Keleman22, Anatomía Emocional 1985).
El ritmo adoptado es una respuesta al sistema de apego, según que éste exija que se acelere/frene
o se aumenten/reduzcan sus estados de vitalidad y sus estados emocionales. El cerebro derecho
del bebé está dotado de una receptividad precoz del ritmo al cual debe adaptarse desde las
primeras semanas y la memoria procedimental lo inscribe allí a largo plazo.
Este ritmo orgánico afecta los intercambios interpersonales dentro de la díada terapéutica:
escande o marca el ritmo de la comunicación implícita a veces como piano, a veces allegro, a
veces sin pausa, a veces sin notas, a veces solo y sin lugar para un dúo. Involucra a todos los
espacios orgánicos (pelviano, torácico, cuello- cavidad bucal y craneana), así como los cuatro
diafragmas reguladores de los flujos líquidos y respiratorios (base pelviana, diafragma,
diafragma cérvico-torácico, diafragma craneano), es decir reguladores de flujos de excitación,
flujos emocionales y flujos de pensamientos. El ritmo orgánico regula el ritmo interpersonal.
En terapia bioenergética, tenemos múltiples recursos técnicos que permiten este trabajo de
autorregulación rítmica individual e interpersonal. Estas técnicas responden a las disonancias de
las cuales tomamos consciencia dentro de la díada terapéutica. Estas respuestas llevan a que el
terapeuta busque con su paciente una nueva escritura musical. Esto supone que el terapeuta no
sea el director de orquesta, sino un compañero sinfónico, capaz de modular su propio
instrumento a fin de afinarlo en relación con el instrumento del paciente, en vez de ofrecerle
inmediatamente el "buen modelo" instrumental y rítmico, lo que el paciente con una patología
preverbal viviría como una nueva necesidad de adaptación al falso self. ¡Seamos capaces de una
locura musical en la búsqueda de una partitura para una obra que sea intersubjetiva y no una obra
“del que sabe”!
21
WINNICOTT DONALD, « L’agressivité et ses rapports avec le développement agressif », 1950-1955, De la
pédiatrie à la psychanalyse, éd. Payot, Paris, 1969, p. 80-97.
22
KELEMAN STANLEY, Anatomie émotionnelle, 1985, éd. La Chataigneraie, M. Guilbot, 1997.
23
BEEBE BEATRICE, “Co-constructing mother-infant distress: The micro-synchrony of maternal impingement
and infant avoidance in the face-to-face encounter”, Psychoanalytic inquiry, 20, 2000, p. 421-440.
irritación (una futura intolerancia a la frustración) que se manifiesta de muchas maneras: la
necesidad y el deseo ya no son expresados, o bien se expresan sin orientación (sin esperar una
respuesta), o incluso se expresan de manera exigente, también imperativa o violentamente (la
única forma imaginada para obtener una respuesta lo suficientemente sincrónica). A veces, por el
contrario, en el caso de una sincronización positiva exagerada (la ansiedad maternal
sobreprotectora), el niño pequeño nunca tendrá la necesidad de explicitar su necesidad y su
deseo, los cuales sobrevivirán en la edad adulta sólo de manera implícita, no elaborada
psíquicamente. Sea cual fuere el origen de la desincronización, estos hijos que ahora son adultos
serán hipersensibles, anticiparán de forma proyectiva la incapacidad del terapeuta para
responderles de una manera sincronizada, ni demasiado pronto ni demasiado tarde.
En estos casos, la respuesta terapéutica nunca puede ser la espera o el silencio, sino el ajuste
sincronizado, lo que puede llevar a instaurar un proceso de re-sincronización necesario para la
reanudación evolutiva que permite el verdadero intercambio intersubjetivo. Por otra parte, la
sincronización entre estados tónico-senso-emocionales en la díada terapéutica precede y hace
posible la contención, luego, la configuración de experiencias senso-emocionales que, a su vez,
hacen posible la sincronización entre estados mentales, con su posibles traducciones verbales.
3 – La contención: cuando las experiencias traumáticas son reactivadas, Bion24 (1977) propone
que el terapeuta responda con una "función de contención". Esta función es aquella que la madre
no ha podido llevar a cabo: contener las emociones de angustia del lactante en lugar de dejarlo
sin respuesta, de forma inintegrable para él. El eco afectivo maternal le da al niño una respuesta
acerca de un modo afectivo y le hace asimilables los afectos que no llega a metabolizar él solo.
Cuando estos estados vitales y emocionales desregulados son reactivados dentro de la díada
terapéutica, se presentan como flujos de senso-emocionales recurrentes, crudos y desorientados.
Solicitan, en primer lugar, ser contenidos por el terapeuta. La persona que contiene ofrece un
contorno, delimita y reúne un contenido fluctuante y no orientado: puede ser la mirada
humanizadora del terapeuta, su voz, sus brazos, su cuerpo, todas sus respuestas implícitas que
contienen, organizan y orientan los flujos senso-emocionales crudos que re emergen.
Esto, claramente sugiere que frente a personalidades disociadas la función terapéutica no está
orientada hacia el aumento de la intensidad de los estados de vitalidad y los estados emocionales,
sino hacia su contención, antes de su posible regulación.
4 – El entonamiento afectivo: el padre/madre o terapeuta está afinado con los estados afectivos
del niño o paciente, ya que el eco afectivo que envía al niño o paciente forma parte de la
regulación de sus estados de vitalidad y de sus estados emocionales, y de que el niño o paciente
se sienta aceptado y "comprendido". La afinación puede ser unimodal o transmodal. Esto
depende de que la madre y el terapeuta utilicen, o no, el mismo modo de comunicación en las
respuestas que le da al niño o paciente frente a las señales emitidas por él (Stern25, 1985). Puede
ser inmediato o diferido, en función del tiempo de respuesta de la madre o terapeuta a la señal
emitida por el niño o paciente, amplificada o atenuada en función de la consciencia que la madre
o terapeuta tiene de las necesidades del niño o paciente (estimularlo o calmarlo), o en función de
los motivos inconscientes que guían sus respuestas.
Resulta útil señalar dentro de la díada terapéutica cómo el paciente dramatiza en las secuencias
interactivas sintomáticos modos de afinación/desafinación que pertenecen a su madre. Las
24
BION W. R., Seven servants, éd. New York: Jason Aronson, 1977.
25
STERN DANIEL, Le monde interpersonnel du nourrisson, 1985, éd. PUF, Paris, 1989.
actualiza mediante comportamientos que anticipan de parte del terapeuta un cierto estilo de
holding26/"dejar caer", de eco/desinterés, de proximidad/distancia, de conexión/desconexión
afectiva, de contacto/ausencia de contacto, de actividad/pasividad.
La afinación no es, entonces, una interpretación del estado del paciente, sino un eco, una
resonancia, una vibración afectiva que le permite ponerse a tono con él, sin tocar necesariamente
la misma nota.
26
En inglés en el original.
27
SCHORE ALLAN, La régulation affective et la réparation du Soi, 2003, éd. du CIG, Montréal, 2008.
28
BEEBE B. & LACHMANN F. M., Infant research and adult treatment, éd. Hillsdale, NJ : Analytic Press, 2002.
sucesivas de los procesos corporales en procesos primarios y luego en procesos secundarios. La
configuración induce a una puesta en tensión de la atención física y una orientación hacia la
figuración corporal que precede al proceso del pensamiento y la palabra.
Con la configuración, todavía estamos en la transición entre el espacio corporal de lo vivido y el
espacio mental de su representación: la experiencia llega a tomar una forma, pero aún no ha
tomado un sentido. El pasaje de la forma al sentido requiere otro nivel, el de la figuración.
29
BOWLBY JOHN, Attachement et perte. Vol. 1 : L’attachement, 1969, éd. PUF, Paris, 1978.
30
PINOL-DOURIEZ MONIQUE, Bébé agi – Bébé actif, éd. PUF, Paris, 1984.
31
STERN DANIEL, idem, 1985.
32
LOWEN ALEXANDER, Le Langage du Corps, éd. Tchou, Paris, 1958.
33
LOWEN ALEXANDER, “Breathing, movement and feeling”, Monographie de l’Institute for Bioenergetic
Analysis, New York, 1965.
34
LOWEN ALEXANDER, “Expression of the self”, Monographie de l’Institute for Bioenergetic Analysis, New
York, 1968.
35
LOWEN ALEXANDER, La Bioénergie, 1975, éd. Tchou, Paris, 1976.
Este proceso facilita el desarrollo de la "capacidad reflexiva" (Fonagy y Target36, 1997,
Fonagy37, 1999). Esta capacidad corresponde al descubrimiento de que él mismo y el otro
funcionan, no solamente en cuanto estados sensorio-emocionales, sino también en cuanto estados
mentales. Este proceso conduce, en un primer momento, a ver el mundo, su mundo, a través de
la mirada del otro y, poco a poco, a darse cuenta de que el otro también puede pensar por sí
mismo. Así es como se llega a pensar que el otro también piensa por sí mismo, que también tiene
un mundo representacional que le pertenece, con sus pensamientos, sus intenciones y sus deseos,
que pueden ser diferentes de los suyos. Este largo proceso a recorrer conduce a desarrollar una
"teoría del espíritu" (Baron-Cohen et al.38, 1985, Baron-Cohen39, 1991) y una capacidad para
utilizar al otro para elaborar lo que difícilmente puede el ser, solo.
8 – La reparación: los intentos de una búsqueda común del ritmo, la sincronía y el eco afectivo
acordado y de la sincronización a veces pueden fracasar, suscitando reacciones sensorio-
emocionales ansiogénicas, de desorganización y de desorientación. Estas experiencias no son
nefastas para el desarrollo si se convierten en el objeto de la reparación dentro de la díada.
"Las experiencias reparadoras interactivas existen en el contexto mismo del desarrollo normal.
La figura parental "lo suficientemente buena" que ha inducido una respuesta de estrés en el
lactante retoma esta situación, combinándose con los afectos negativos que ha provocado, para
favorecer su regulación psicobiológica (Beebe y Lachmann40, 1994; Schore, 199441, 200342;
Lewis43, 2000). Tronick44 (1989) describió la “reparación interactiva” como un proceso
intersubjetivo a través del cual la madre, que ha inducido a una emoción negativa estresante en
el lactante, lo ayuda a continuación a transformar su emoción negativa en una emoción positiva.
Es el mismo terapeuta que participa en el proceso de reparación interactiva con su paciente"
(Tonella, 2010).
El trabajo de perlaboracíón de estos hiatos es una tarea diádica de reparación interactiva
(Tronick45, 1989) y depende, primero, de las capacidades del terapeuta para tolerar y manejar los
estados negativos del paciente que él mismo ha desencadenado inconscientemente (Beebe &
Lachmann46, 1994). Este procedimiento consiste en: (1) el reconocimiento de las señales
verbales o no verbales que causan la desafinación y los sentimientos negativos que generan; (2)
la posibilidad de expresar esos sentimientos negativos; (3) su desintoxicación mediante el
36
FONAGY P. & TARGET M., “Attachment and reflective function: Their role in self-organization”,
Development and Psychotherapy, 9, 1997, p. 679-700.
37
FONAGY P., « La compréhension des états psychiques, l’interaction et le développement du self »,
Devenir, 11, 4, 1999, p. 7-22.
38
BARON-COHEN S., LESLIE A-M &FRITH U., “Does the autistic child have a “theory of mind”?”, Cognition,
1985, 21, p. 37-46.
39
BARON-COHEN S., “Precursors to a theory of mind: Understanding attention in others”, A. Whiten (éd.),
Natural Theories of Mind, éd. Oxford, Basil Blackwell, 1991.
40
BEEBE B. & LACHMANN F. M., “Representation and internalization in infancy: Three principles of salience”,
Psychoanalytic Psychology, 11, 1994, p. 127-165.
41
SCHORE ALLAN, op. cit.,1994.
42
SCHORE ALLAN, op. cit., 2003.
43
LEWIS J. M., “Repairing the bond in important relationship: a dynamic for personality maturation”,
American Journal of Psychiatry, 157, 2000, p. 1375-1378
44
TRONICK E. Z., “Emotions and emotional communication in infants”, American Psychologists, 44, 1989, p. 112-
119.
45
TRONICK E. Z., idem, 1989.
46
BEEBE B. & LACHMANN F. M., idem, 1994.
terapeuta, es decir su transformación en una experiencia positiva (por ejemplo: la rabia en fuerza,
la vergüenza en derecho a experimentar, fantasmear, expresar); (4) el restablecimiento de una
comunicación mutua acordada.
Este procedimiento se rige por varios principios: (1) la regulación reparadora de las
desafinaciones y de los sentimientos negativos que ellos despiertan es iniciada por el terapeuta
cada vez que se presentan estas desafinaciones (2) la misma se convierte así en algo esperado
por el paciente, lo que permite experimentar la previsibilidad, la coherencia y la adaptación
recíproca; (3) al convertirse en algo previsible, se crea un sistema de reglas compartidas, lo que
constituye un procedimiento sistémico. Así, la autorregulación reparadora es una propiedad
sistémica antes de convertirse en una propiedad individual; (4) la capacidad de reparación crea el
sentimiento optimista de que la relación puede ser mantenida cuando se desarrolla una tensión
interpersonal, creando la esperanza de una corrección óptima. Cuanto mayor sea la capacidad
reparadora, mayor será la tolerancia a la ruptura.
CONCLUSIÓN
47
DAMASIO ANTONIO, L’Autre moi-même. La construction du cerveau conscient, éd. Odile Jacob, Paris,
2010.
48
En inglés en el original.
El Sí-mismo se parece mucho a una arquitectura que conduce de un rellano complejo de la
escalera a otro rellano complejo hasta llegar al piso o nivel más complejo, el de la
metacognición: ¿qué es lo que hace que yo piense lo que pienso? Así de complejo es el sistema
de vida humano (Morin, 199049, 200850): el proceso de humanización refiere inevitablemente al
proceso de subjetivación. "Nos humanizamos recién cuando nos convertimos en un sistema
abierto al otro, pero también y solamente cuando el otro está ahí por sí mismo", me dijo Jeremy,
quien fue tanto tiempo un “sistema cerrado”, próximo al autista. ¿Qué le ha faltado? Estas
enzimas relacionales que son las propiedades que constituyen el intercambio intersubjetivo:
ritmo, sincronización, regulación, contención, configuración, figuración y reparación.
Nosotros, terapeutas bioenergetistas, utilizamos desde siempre, a mi entender, un modo de
relación que oscila entre "analítica" e "intersubjetiva", en función de los pacientes y de sus
problemáticas, mucho antes de que haya sido desarrollado el concepto de "relación
intersubjetiva". Pero también me parece que no habíamos teorizado lo suficiente para que
nuestro enfoque se incluyera como modelo psicoterapéutico precursor, establecido y pertinente a
la hora en que se perfila un neuropsicoanálisis muy próximo a nuestras concepciones y que se
acerca a nuestras prácticas, aunque todavía nos resulte delicado dar el paso de la palabra al
cuerpo.
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