Está en la página 1de 3

El término “Didáctica” ha sufrido cambios profundos en las últimas décadas, fundamentalmente

nutriéndose de la evolución de la psicología. Ese cambio en su significado nos deja hoy en día en
una situación de confusión respecto de su real significado, y por ende su real función dentro de un
sistema educativo, cuestión que tratraré de abordar en el presente trabajo.
Así como su significado es confuso, también lo es su ámbito de estudio. Podemos partir del
principio de que es una disciplina científica, que a su vez se vale de conocimientos de otras
ciencias, como ser la psicología y las ciencias de la educación. Recurrimos habitualmente a ella
cuando necesitamos una respuesta a la pregunta de ¿cómo enseñar?, con lo cual estamos
asumiendo que allí encontraremos conocimientos técnicos que nos guiarán en el quehacer
docente, conocimientos de tipo normativo. Pero si afirmamos sin dudar que la didáctica es una
ciencia, entonces estamos ante las puertas de una disciplina que tiene mucho más para aportar
que un simple manual de instrucciones. Siguiendo los lineamientos de Araujo, encontraremos que
cuenta con tres ejes en su diseño: un eje explicativo, uno normativo y uno utópico. A modo de
resumen, se expresa que es una ciencia que se ocupa de la enseñanza, comprometiéndose con
la modificación de los educandos (aunque en dicho proceso también sea modificado el docente) y
que se impregna de “valores que se expresan en las intencionalidades educativas, razón por la
cual posee una dimensión proyectiva y propositiva con relación a dichas opciones valorativas”
(Araujo, Pag 39).
Uno de los productos de la didáctica (y que erróneamente suele ser tomado como su único
objetivo) es el currículum. Nos recuerda J. Gimeno Sacristán que dicho término proviene del latín
“currere” que significa carrera, recorrido que debe ser realizado, acepción etimológica que nos
aporta un interesante punto de partida. El currículum es “un instrumento educativo que permite al
grupo humano hacerse una imagen posible, material y espiritual de lo que él mismo quiere ser”
(Hernández “El currículo: una construcción permanente”). Si indagamos un poco más en el
concepto, encontraremos que existen diversos currículos: el “currículo oficial” (aquel que es
elaborado por el Estado y que implica la estabilización en el tiempo de un cuerpo organizado de
contenidos), el “currículo oculto” (el cual no está explicitado en el anterior, y se centra en la
formación moral, transmisión de valores, normas y relaciones cotidianas implícitas en la vida
institucional), entre otras. Las preguntas que caben hacernos en este momento es ¿cómo se llega
al currículum?, ¿cuál es el derrotero político-institucional que siguen los lineamientos educativos
hasta quedar plasmados en un documento?
En efecto, el currículum cuenta con distintos niveles de concreción, que se van dando a lo largo de
su recorrido por los distintos estamentos del Estado, hasta llegar al aula de clase. Siguiendo lo
propuesto por Terigi en “Currículum. Itinerario para aprender un territorio”, contamos con al menos
tres niveles:
• Nivel de las políticas curriculares.
• Nivel del accionar insticuional.
• Nivel del trabajo didáctico en el aula.
El nivel de las políticas curriculares es aquel en donde se definen las políticas educativas que
guían todo el resto del proceso. Encuentra su lugar en los diseños curriculares que son
elaborados a nivel ministerial, y sobre los cuales luego los directivos realizarán los planes
institucionales y los docentes sus planificaciones. Dichas políticas deberían tener como objetivo
principal el mejoramiento de la enseñanza, y estar lo mas comprometidas posible con la actividad
didáctica del docente en el aula. No deberían simplemente reducirse a la definición de los grandes
propósitos y cuestiones organizativas. Hacer política educativa a conciencia implica estar en
permanente conocimiento de que aquellos propósitos fijados luego deberán ser puestos en
práctica por los docentes mediante sus herramientas pedagógicas y didácticas. Por ende, tanto la
enseñanza como la didáctica constituyen (ambos) problemas políticos.
Si bien las instituciones educativas son distribuidoras de conocimiento, hay que tener en cuenta
que estamos hablando en todo momento de un conocimiento escolar. El contenido escolar es una
construcción específica del ámbito educativo. El conocimiento es generado por fuera de las
escuelas, en ámbitos de referencia, integrados por instituciones donde se generan los contenidos
académicos. Es función del sistema educativo realizar una recreación de dichos contenidos y un
recorte para de esta manera poder generar un currículum susceptible de ser aplicado en
educación. Este recorte de contenidos se hace en función del criterio de significatividad social: se
toman aquellos conocimientos que la sociedad les atribuye un mayor valor, y que considera que
deben ser enseñados en las escuelas. De esta manera arribamos a los contenidos socialmente
objetivados.
En el último nivel de concreción del currículum mencionado, el del trabajo didáctico en el aula,
aparece la figura del docente como sujeto que enseña. Sobre este aspecto, nos señala Giroux que
existe una “tendencia a reducir a los profesores a la categoría de técnicos especializados dentro
de la burocracia escolar”, relegando su función simplemente a la de aplicar un currículo
determinado, en lugar de asimilarlo críticamente. En este sentido, reclama el autor que debe ser
revalorizado el trabajo docente, adoptando un rol mas activo y crítico. Si se educa a los
estudiantes para ser ciudadanos activos y críticos, entonces los mismos docentes que intervienen
en dicho proceso formativo deben ser “intelectuales transformativos”.
Cabe señalar también que el rol docente no se ha mantenido invariable a lo largo de la historia.
Previamente al comienzo del proceso de organización de nuestro sistema educativo, la función
educadora era llevada a cabo principalmente por la Iglesia. De allí que se atribuyera al docente un
rol místico, de depositario del conocimiento, con un status social por encima del promedio. En
nuestro país el sistema educativo se comienza a afianzar a partir del año 1880 aproximadamente.
En ese momento nos encontramos con un país que se haya constituido definitivamente como
agroexportador, y a nivel internacional la Revolución Industrial ha marcado claramente la división
del trabajo, no solamente en cuanto al rol que los distintos países del mundo ocuparán en la
producción económica mundial, sino también ubicando al hombre en el centro de las funciones
laborales y sostén económico del hogar, y asignándole a la mujer las labores domésticas,
especialmente aquellas relacionadas con la crianza de los hijos. Es de esta manera que se
comienza a asociar la figura del docente con la mujer, ya que la tarea docente es vista sólo como
la reproducción de contenidos sin un agregado de valor, y es asociada directamente con el rol de
madre, marcando fuertemente el componente vocacional. Nos encontramos entonces con un
docente mal remunerado y en muchos casos poco capacitado y perfeccionado. Es recién luego de
la Segunda Guerra Mundial cuando se comienza a valorar la importancia de la educación en el
desarrollo económico de las sociedades, y a hacer un mayor incapié en la necesidad de contar
con docentes capacitados y perfeccionados. Al día de hoy, amén de los vaivenes acontecidos en
los ámbitos políticos y sociales (con su consecuente impacto en la educación), el docente es
rescatado como figura central en el sistema educativo, y en su importancia en la formación de
ciudadanos activos.
En el proceso de enseñanza y aprendizaje, los educandos como sujetos que aprenden se ven
constantemente transformados en su subjetividad por los el accionar docente. Es muy importante
tener en cuenta el vínculo que se desarrolla entre ambos sujetos, ya que hoy en día el Marco
General de Política Curricular de la Provincia de Buenos Aires se manifiesta a favor de una
“concepción relacional” del sujeto pedagógico. Es decir, el sujeto pedagógico queda compuesto
por el vínculo entre los distintos actores.
Dicho vínculo se ve mediado por el currículum. Así, queda compuesta la tríada pedagógica
integrada por el sujeto que enseña, el sujeto que aprende y el currículum. Este último elemento
aporta a la vinculación anterior la especificidad de pedagógica y sirve como base para los
procesos de enseñanza y aprendizaje.
Entiendo que la tarea didáctica queda constituida entonces por una actividad netamente científica.
Implica un saber qué hacer (saber técnico) y un saber cómo hacer y por qué hacer (saber
científico). Es por ello fundamental que siempre este presente la postura crítica y reflexiva,
identificando de esta manera en todo momento las distintas fuerzas de poder que intervienen en el
ámbito educativo en sus distintos niveles. Recogiendo las palabras de Paulo Freire, es necesario
un docente comprometido con la sociedad, ligando la educación con la cultura popular y la toma
de conciencia de la situación del que se educa.

También podría gustarte