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Provincia de Buenos Aires

Dirección General de Cultura y Educación

Dirección de Educación Artística

Conservatorio de Música Nº 0001

Espacio curricular: Perspectiva Pedagógico – Didáctica I

Docente: Rosana Greco

Estudiante: Joaquín Etcheverry

Ciclo lectivo: 2016

EL DOCENTE Y LA DIDÁCTICA

La vocación docente es indudablemente uno de los mejores motivos para dedicarse


a la docencia. No obstante, es raro pensar que hay un solo motivo para elegir una
dedicación profesional, así como que también el hecho de hacer algo por vocación, libra al
profesional de todo tipo de obstáculos y problemáticas que se pudieran llegar a presentar
(especialmente con la relación con los estudiantes dentro del aula). Es por ello que cobra
especial importancia la didáctica (aunque paradójicamente no haya doctrina pacífica
respecto del real significado del término).

Podemos decir que la didáctica es aquello de lo que se vale el docente para


transmitir sus conocimientos. Quedará por dilucidar si se trata de una ciencia, técnica o arte.
Por lo general, todas las veces en las que no podemos definir un término mediante
afirmaciones, optamos por definirlo “por la negativa”, es decir, señalando aquello que no
es. Así, podemos indicar que la didáctica no es un “recetario”. Es decir, no hay una relación
directa y determinista entre la actividad que desarrolla el docente en el aula, los métodos
que elige, su concepción psicológica de la actividad de enseñanza, con el impacto que todo
ello tiene sobre el estudiante.

Sin lugar a dudas, la didáctica se encuadra dentro de las ciencias de la educación.


Por ende, hay que ver cuál es su relación con aquella “ciencia madre”. Se presentan ciertos
autores (Tenti Fanfani, Gimeno Sacristán), que realizan una crítica epistemológica al
término “ciencias de la educación”, ya que ponen en tela de juicio su carácter de “ciencia”
por diversos motivos como la diversidad del objeto de estudio, la inexistencia de reglas que
regulen la producción de conocimiento acerca del mismo, la consecuente inexistencia de
un capital acumulado importante que actúe como barrera de entrada al campo, su
desestructuración y su baja autonomía relativa.

Otros autores (Carilino), defienden el estatus epistemológico de ciencia sosteniendo


que siempre las ciencias sociales reciben los parámetros de su funcionamiento de manera
exógena (de los campos más antiguos y por ende, tradicionales), pero esto no le quita el
carácter de “ciencia” a las ciencias de la educación.

Por ende, las problemáticas que enfrenta la didáctica no pueden considerarse de


manera aislada, sin considerar las enfrentadas por la ciencia de la educación. La didáctica
tiene su propio dilema epistemológico, ya que popularmente se la conoce como una técnica
de enseñanza, no obstante estar incluida dentro de las ciencias de la educación.
Adicionalmente, enfrenta el desafío de articular los componentes explicativo, normativo y
utópico de la enseñanza. Por último, suele ser desmembrada a los fines de su estudio en
sus diversos componentes, lo que amenaza su identidad.

La didáctica va a ayudar a canalizar los conocimientos del docente, de modo que


éstos puedan ser correctamente incorporados por el estudiante. Ahora bien, en cuanto al
docente, es válido plantearse dos interrogantes: ¿por qué el docente elige la docencia como
profesión? y ¿cómo debe ser un docente? En cuanto al primer interrogante, podemos
reiterar que tal vez el mejor motivo sea la vocación, pero no obstante, hay otras cuestiones
que entran en juego: la remuneración, la posibilidad de realizarse profesionalmente, poder
conjugar las obligaciones laborales con las familiares, etc. En este sentido, la vocación ha
sido varias veces “realzada” como principal motivación profesional, en desmedro de las
restantes (las económicas, principalmente). Esto, combinado con una concepción machista
de la sociedad, es una de las principales causas de la tradicional “composición femenina”
del gremio: la mujer no trabaja para alimentar a su familia, sino por vocación, para ocupar
su tiempo.

En cuanto a la segunda cuestión, podemos decir que ha habido cambios a lo largo


del tiempo respecto a dicha concepción del “deber ser”. Tradicionalmente, se exigía que los
docentes se asumieran en roles de héroes o santos. Esto era un derivado natural de la
antigua educación impartida por los sacerdotes, en los comienzos de la existencia de la
escuela como institución. El principal problema con estas teorías es que tanto los héroes
como los santos son seres que se alejan de la realidad, del “llano” que habitan los
estudiantes. Hoy día, lo que la sociedad exige es personas que desde su rol docente logren
comprender las problemáticas y necesidades de los estudiantes. Esto requiere que el
docente actual deba asumir un rol diametralmente opuesto al que otrora le era exigido. Para
esto es necesario que el docente sea capaz de reconocer sus propios defectos, asumirlos,
y no cargar el peso de sus fracasos profesionales exclusivamente en los estudiantes.

Paralelamente, en la evolución histórica de la escuela, se ha observado un cambio


en la figura del docente. En Argentina, las escuelas públicas y laicas comienzan a fundarse
durante las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, continuando luego con los
gobiernos de la generación del ‘80. El objetivo que tenía la escuela en aquél momento era
educar a la población, y evitar que se perdiera la “identidad nacional”, dado que
prácticamente todas las comunidades de inmigrantes que habían arribado al país habían
fundado sus propias instituciones escolares. En ese marco, tanto el docente como la
escuela aparecen como figuras socialmente valorizadas. La aparición de este tipo de
educación gratuita y laica trajo como efecto una demanda de participación política por parte
de la clase media, participación que hasta ese momento era privativa de las clases altas.

Ya en el siglo XX, pasada la segunda guerra mundial, con un mundo inmerso en la


guerra fría, el paradigma docente cambia. Se busca que la escuela forme profesionales,
para responder a las demandas laborales de un mundo en continuo proceso de
industrialización. Surge la teoría del capital humano, según la cual la educación es una
inversión que se hace en el estudiante, la cual debe ofrecer un retorno capaz de justificarla.
En este período el docente perdió autonomía, ya que el trabajo en el aula venía
cuidadosamente pautado desde los ministerios, con objetivos bien definidos a lograr. En la
década del ’60, este modelo fue acusado de ser reproductor de las desigualdades sociales,
por ende servil de las clases dominantes. Esta crítica al sistema escolar también afectó la
figura del docente, ya que pasó a ser visto como un instrumento funcional a los intereses
de quienes detentaban el poder. Posteriormente, en los años ’70, las dictaduras se hicieron
cargo del poder político en prácticamente todo el territorio latinoamericano, con la
consecuente censura sobre la bibliografía y la imposibilidad total del docente (así como del
resto de la población) de poder asumir una postura crítica sin correr el riesgo de ser
expulsado del sistema educativo.

Ya a partir de los años ’80, con el retorno de la democracia, se realza la figura del
docente como indispensable para la democratización de la sociedad. Según Susana Avolio
de Cols, en este período histórico tuvo predominio la corriente psicologista, según la cual lo
importante era aprender y “enseñar era una mala palabra”. Todas las estrategias de
enseñanza fueron reemplazadas por estrategias de aprendizaje.

En los años 2000, la educación secundaria se transformó en obligatoria. Siguiendo


con el razonamiento de Avolio de Cols, esta etapa representa un nuevo desafío para los
docentes, ya que cargan con la responsabilidad inexcusable de interesar a los estudiantes
en los contenidos de las materias para que éstos puedan aprender. La autora señala que
hay dos desafíos principales de cara al futuro en la profesión docente:

- Ayudar a los docentes a construir su saber práctico. Acompañar al docente. No


teorizar con un lenguaje que no sea accesible para el docente.
- Tender puentes entre las investigaciones y el aula.

Será entonces función de la didáctica lograr adaptarse a esta nueva etapa, en la cual el
docente deberá enfrentarse a una comunidad estudiantil que obligatoriamente deberá
finalizar su recorrido por la educación secundaria. El docente deberá maximizar sus
esfuerzos en la búsqueda de diversas técnicas de enseñanza que motiven a los estudiantes
y que hagan de ese recorrido obligatorio, un recorrido a la vez provechoso.
Bibliografía

- ARAUJO, S. (2006). Docencia y enseñanza. Una introducción a la didáctica,


Bernal: Universidad Nacional de Quilmes.
- AVOLIO DE COLS, S. (2013). Conferencia en el coloquio “30 años de
investigación educativa – Mesa didáctica”.
- BELLINO, S. Constitución histórica del rol docente (I y II) en La educación en
nuestras manos: Suteba.
- MÁRQUEZ, D. (1990). Psicología y didáctica operatorias, Buenos Aires:
Humanitas.
- MEDAURA, J. (1991). Una didáctica para un profesor diferente, Buenos Aires:
Humanitas.

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