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SANTO DOMINGO

Al este de la ciudad en la esquina de las calles Piérola y Santo Domingo. se


erige el templo de esta Orden. Ha sufrido tan graves deterioros debido a los
sismos, que es muy escaso lo que subsiste de su edificio y exornaciones anti-
guas. Sin embargo, lo que hoy apreciamos, nos da una idea aproximada de lo
que debió ser en las centurias coloniales.

Las crónicas dominicas remontan la presencia de sus religiosos a los albores


de la colonización cuando, en 1535, en la que actualmente es el barrio de San
Lázaro, se asentaron en precarias barracas los primeros evangelizadores de la
región. Se insiste en esos documentos en que fray Pedro de Ulloa—uno de los
siete primeros religiosos llegados con Francisco Pizarro—, se habría instalado
allí. En todo casa, en el acta fundacional y en el primer Libro de Cabildo figuran
fray Bartolomé Ojeda y fray Diego Manso, de la Regla de Santo Domingo de
Guzmán. Pero, a más de ello, va era bastante el prestigio del que gozaba es te
hábito desde que uno de sus hermanos, fray Vicente de Valverde, había estado
presente de manera protagónica en la captura delinca Atahualpa en Cajamarca
y habla sido investido primer Obispo del Cuzco.

En Lima, el 14 de julio de 1544 el Capítulo Provincial de la Orden elevó la


vicaria dominica de Arequipa a convento, bajo la advocación de San Pablo
Apóstol, reconociéndosele el tercer lugar en antigüedad. El primer templo que
allí se erigió —de carácter provisional— fue de muros de adobe, techo de tejas
y de una sola nave de reducidas proporciones El sismo del 22 de enero de
1582 lo inutilizó.

A reedificarlo acudió el General don Alfonso Picado, quien afectó los tributos
que recibía de los indígenas de su encomienda de Yanahuara. Posteriormente
agregó a la donación los doscientos cameros de tasa anual que le entregaban
sus tributarios de Lan Co-[[aguas. Este segundo templo fue también de barro
con techo de madera y tejas. A éste le sustituyó el definitivo, de piedra y sillar.

De acuerdo a una leyenda en relieve que aún existe, esta Iglesia se concluyó el
17 de febrero de 16801 habiéndola consagrado el Obispo Antonio de León.
Desgraciadamente sufrió graves daños en los terremotos de 1657, 1725 y
1784. El del 13 de agosto de 1868 .echo por tierra sus torres, los altares y la
capilla de San José.

La iglesia que hoy contemplamos es de tres naves, siendo la del centro de


bóveda de cañón y más elevada que las laterales. Las laterales están
separadas de la principal por arcos formeros, y sus cubiertas son medias
cúpulas con linternas. Lo más notable del interior es el coro alto sustentado
sobre un arco trilobado de sillar con soportes de ménsulas. En sus
exornaciones se aprecia el escudo de la Orden de San Francisco, con las cinco
llagas de este santo, y la cruz flor delicada de la Regla de Santo Domingo. En
el techo del sotacoro hay altorrelieves con iniciales y leyendas latinas. En este
coro se lee la [abra de una data muy temprana en la arquitectura “mestiza”:
1677:

La fachada principal de este templo —totalmente reconstruida— se desarrolla


en tres calles y dos cuerpos en los que se abren hornacinas entre columnas
simples. Al lado izquierdo se levanta la torre octogonal, de paredes al-
mohadillas, que ha perdido el cuerpo del campanario.

Lo más importante del templo es su portada lateral compuesta por un cuerpo y


tímpano. A los lados se aprecian pilastras sencillas y orlas. El ingreso se abre
bajo un arco de medio punto decorado con rosetones y querubines. Sobre las
enjutas del arco destacan unos ángeles trompeteros y. en el centro del
tímpano, la figura en relieve de San Pablo, espada en mano, bajo una venera,
entre racimos de uvas, ángeles, rosetones y follajería. Entre los raleas del
frontón destaca en relieve un orbe y, sobre éste, una cruz. A los lados de las
pilastras se desarrollan unas orlas cuya exornación esta compuesta por
follajería, racimos de uvas, imágenes de niños y unos mascarones de perfil:
que repasan sobre pétalos. Estos perfiles tienen nariz muy pronunciada,
cabellera estriada y enrollada en el extremo, plumaje sobre la cabeza, tallo que
sale de la boca y grueso bigote. Es evidentemente, una de las portadas más
importantes del seiscientos en lo que respecta a sus elementos decorativos. De
acuerdo ala fecha de construcción del templo, habría sido labrada entre 1677 y
1680. Estas fechas la ubican como la más antigua portada de su género en
Arequipa, de tal forma que su diseño y decoración influyeron
considerablemente en la de Paucarpata, Cayma (1719-1730) y Yanahuara
(1750).

Acerca de su ornamentación interior, tenemos el testimonio de Juan Gualberto


Valdivia, que escribe que en el ochocientos se apreciaba en ella “altares de
piedra, colgaduras de terciopelo carmesí franjeadas...”. Respecto a su riqueza
inicial contamos con la información de Rubén Vargas Ugarte, según la cual el
maestro italiano Mateo

Pérez de Alesio habría efectuado en el último lustro del siglo XVI las pinturas
del retablo mayor de la iglesia. El mismo autor propone que Alesio hizo,
además, el retrato de cuerpo entero de doña Mayor Bravo Saravia, mujer del
donante del altar, el General don Alonso Picado. Sin embargo. Emilio Harth-
Terré afirma que esta obra la habría realizado Adrián, hijo de Alesio.

Originalmente el templo y el convento ocuparon un enorme rectángulo


constituido parlas solares que se adjudicaron a esta Regla, Más tarde se
destruyeron parte de os muros que lo separaban de mundo profano, habiendo
perdido el convento algunos de sus amplios espacios primitivos. Con las
últimas restauraciones sus claustros se aprecian desde el exterior.

M.A, Cateriano asevera que las paredes de esos claustros estaban adornadas
con pinturas de la vida de Santo Domingo, así como con retratos de papas,
cardenales y miembros ilustres de la Orden. El claustro principal se edificó
cuando el priorato de fray Antonio Carnero, en 1734. Es de planta cuadrada,
gruesos pilares y bóvedas de arista. Su única decoración es la que se aprecia
en sus sencillos capiteles: el relieve de un querubín. El segundo claustro, de
menores proporciones pero de similar planteamiento, fue obra del Prior fray
Angel Viceáte Zea. Otros recintos están dedicados a refectorio, sala capitular y
celdas muy restauradas. Hoy, el aroma de algunos arbustos nos recuerda que,
en su antigua huerta, se recogían las frutas más sabrosas y delicadas de la
ciudad.

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