Está en la página 1de 9

1.

Hace algún tiempo, una mujer en un grupo de minimalismo aseguraba haberse librado de
sus problemas de ansiedad y cuando le pregunté cómo había logrado semejante hazaña
me respondió: “Con terapia”. Desde entonces me pregunto por qué si yo llevo tantos años
de terapia, mi ansiedad, en cambio, parece empeorar con el tiempo.

A veces se me pasa por la cabeza que no soy una persona “psicologeable” que, como
dicen, las personas neurodivergentes tenemos otra forma de sufrir y que las terapias son
para personas neurotípicas. También se me ocurre que los profesionales de la psicología
que me atienden, hacen las cosas demasiado mal o que yo soy demasiado complicada y
no me dejo “ayudar” porque me encapriché con la idea de que no tengo enfermedades
mentales y que mis procesos cognitivos y emocionales no deben ser patologizados,
entonces yo misma boicoteo “sin querer queriendo” las ayudas terapéuticas sólo para
probar que tengo razón.

En este momento, no tengo forma de probar si alguna de estas hipótesis es cierta, y la


idea del “autoboicot” realmente me suena demasiado improbable, pero dado que voy a
terapia porque tengo problemas por resolver, últimamente estuve reflexionando acerca de
las formas en que conseguí resolver “algunos” problemas en mi vida y las formas en que
mis terapeutas ayudaron o no con eso.

El primero de estos problemas tiene que ver con la memoria. Entre los años 2011 y 2014
fui a una escuela de danzas donde prácticamente lo único que hacíamos era repetir
coreografías.

Durante la clase se me presentaban muchas complicaciones, entre ellas, que me costaba


mucho recordar las distintas secuencias de movimientos. Hacia fines del 2014 estábamos
trabajando en una coreografía cuya música tenía letra en castellano y árabe. Esta canción
por distintos motivos me fascinaba y un día descargué la letra de internet y en pocos
minutos aprendí las partes en castellano.

Hoy hace años que no escucho esa canción y todavía puedo repetir la letra completa sin
equivocarme. En ese momento me pregunté por qué podía memorizar secuencias de
palabras con tanta facilidad pero no coreografías y no llegué a ninguna otra conclusión
que simplemente se trataba de cosas diferentes y que yo era buena para una cosa pero
no para la otra por lo que seguí sufriendo mi problema de memorización de coreografías
pero no por mucho tiempo más.

Resulta que un día, la profesora nos reveló el significado detrás de un movimiento que
hacíamos con la mano, en esa parte la letra decía “me diste allí la mano la dentro del río/
y luego la sacaste con el anillo” y que el movimiento que hacíamos con la mano aludía a
eso. Me di cuenta de que con esa explicación, esa parte en particular de la coreografía
era fácilmente memorizable.

Al poco tiempo, me di cuenta de que durante el 2013, había tomado clases de bollywood
todo el año y que pese a las dificultades en la ejecución, la coreografía trabajada no había
sido difícil de aprender y que meses después de haber dejado de practicarla todavía la
podía recordar. La canción que bailamos durante el 2013 en bollywood, no tenía letra en
español, sin embargo, cada parte de la coreografía o bien era una mímica de la letra, o
bien, los movimientos tenían una relación lógica con la música y yo podía recordar con
facilidad esas cosas. Durante la introducción, el novio llegaba y lo recibíamos con
incienso y flores, cuando los personajes empezaban a cantar, sabíamos lo que decía cada
parte del canto y lo representábamos con movimientos específicos, luego, en las partes
en que no había letra pero el ritmo era Banghra, hacíamos pasos de bangrhra, y así cada
movimiento estaba integrado a un significado fácilmente aprendible.

En realción con las dificultades que llevaba años experimentando en la clase de danzas
árabes, se me ocurrió que a falta de memoria para movimientos descontextualizados yo
podía inventar imágenes y significados que asociados de una forma coherente los
movimientos y la música me permitieran recordar las coreografías. Lamentablemente, no
tuve mucho tiempo para poner a prueba mi solución en la totalidad de las coreografías
pero durante el par de meses en que lo apliqué tuve bastante éxito. Libre de tener que
recordar qué hacer, podía concentrarme mejor en cómo hacer y la clase era más
disfrutable. A algunas de las secciones coreográficas que logré codificar de esta forma
hasta el día de hoy las recuerdo.
2.

Otras de las dificultades para la que tuve que aplicar soluciones, tenía que ver con mi
rendimiento académico. Durante muchos años, intente recibir “ayuda” de una
psicopedagoga para resolver mis dificultades a la hora de estudiar. A esta psicopedagoga
la vi entre el 2009 y principios del 2017, aproximadamente. Debo admitir que me contuvo
y sostuvo durante todos esos años y que sin su apoyo seguramente no hubiera concluido
la cursada, también reconozco pese a haberme fastidiado mucho y a todas las críticas
que podría hacerle, no siento que en alguna forma su “tratamiento” me haya dañado.
Acerca de esto último, me gustaría volver más adelante, pero lo que quiero destacar
ahora es que pese a haberme funcionado como sotén, sus intervenciones no lograron
que yo durante todos esos años ganara independencia en la resolución de los problemas
que se me presentaban. Sí logre parcialmente identificar algo de lo que me pasaba. Ella,
por ejemplo, siempre me decía que yo me fijaba mucho en los detalles y me perdía de lo
general y esto no era eficiente generaba complicaciones en la comprensión de los texto.
También me daba mensajes consufusos, mientras yo un día era “tan abstracta que no
entendía lo simple” a la semana siguiente tenía “dificultades para comprender los
conceptos abstractos” y así… También me decía que yo era muy dependiente de la
estética y que si algo no estaba mal redactado o escrito de forma “fea”, entonces no lo
entendía.

Hacia fines del año 2016 leí junto a ella un texto que decía algo así como “la tradición es
como un río, las aguas pasan, pero el lecho queda”. Me reí mucho de esa expresión y
sentí que nunca en mi vida iba a poder llegar a entender porque un río tendría algo que
ver con la tradición. Permanecí en mi negación hasta que repentinamente, en mi divague
mental recorriendo el lecho del río, con las aguas pasando y sonido HD entendí que el
autor se refería a que el agua era el componente dinámico del proceso que mutaba de
forma continua mientras que el lecho era el componente estable que remitía a la historia y
que en la relación entre ambos componentes existía una continuidad y que eso era lo que
él entendía por tradición. En ese momento me di cuenta de que mi mente siempre dibuja
las cosas que escucha o lee y que si no entiendo los conceptos abstractos es porque
estos no se dibujan de forma automática y que encontrar una forma de graficarlos es
esencial para que pueda comprenderlos. Desde entonces pongo en práctica esto de
graficar los conceptos abstractos y si bien con ello no resuelvo del todo mis problemas de
comprensión, sin duda me es de mucha ayuda y hace la lectura más llevadera.
Con el tiempo me enteré que esto es lo mismo que hacen varixs autistas. Si hubiera
sabido antes que estaba en el espectro autista, quizás hubiera podido adoptar la solución
a la que otres habían llegado antes sin tener que pensarla por mi cuenta y me hubiera
ahorrado varios años de sufrimiento.

En relación a mi dificultad para prestar atención a las generalidades, no avancé hasta


tiempo después de cursar metodología de la investigación folklórica y foklore aplicado en
año 2014. Durante la cursada, aprendimos a nombrar distintas partes de un texto y
entender sus propósitos. Al hacerse visible para mí la estructura de un texto y la relación
entre sus partes, consigo captar un poco mejor las generalidades y tengo una especie de
armazón sobre la cuál los detalles se apoyan y funcionan como guía para recapitular
cuando me pierdo. Aunque el problema tampoco está del todo resulto, siento que ponerlo
en práctica me ayudó a progresar bastante con mis problemas de lectura.

Cuando veo a mi alrededor, lo natural para mí, es mirar las partes de los objetos y prestar
atención a cómo se sostienen entre sí. Si no puedo verlo, lo deduzco y si no puedo
deducirlo, a veces trato de averiguarlo. Cuando era chica, algo que disfrutaba mucho, era
desatornillar el cubo de rubik, separarlo, mirarlo buen un rato por adentro, y volverlo a
ensamblar. Algo de eso es lo que hago ahora con lo textos.

La psicopedagoga me ayudó a entender que mi mente no funcionaba como la de la


mayoría de las personas, diría que nunca me forzó a ir en contra de mi propia corriente y
eso no es poca cosa, sin embargo, no me ayudó a usar mis propios recursos, sólo parecía
reconocer algunos de vez cuando y elogiaba mi supuesta inteligencia de forma
permanente generándome una frustración inmensa, porque si soy tan buena en esto para
qué estoy ahí.

3.

Otro problema que resolví es el del desorden, que a finales del año 2016 se encontraba
en un estado extremo que continúo hasta finales del 2018. Sé que hablé de este tema con
distintxs psicólogogos y psicólogas a lo largo de mi vida y que por lo menos dos terapistas
ocupacionales intentaron ayudarme y no lo consiguieron. Una de ellas me proponía
formas alternativas de almacenar los objetos que no me parecían útiles y otra venía a mi
casa y se quedaba conmigo mientras yo hacía la cama o ponía las cosas en su lugar para
que a la semana siguiente hubiera una nueva montaña de ropa en el suelo.

Yo por mi parte, había intentando aplicar el método Konmari en más de una oportunidad
sin poder completarlo ni sostener la totalidad de lo logrado en ninguna de esas ocasiones.

Lo único que ayudó a resolver casi por completo este problema fue el minimalismo. Yo no
inventé el minimalismo, pero fui yo la que llegó a encontrarlo y aplicarlo. Quizás la TO que
me frustaba con su intento de forzarme a almacenar las cosas de la forma que A ELLA le
parecía más práctica me ayudó a entender que el espacio que habitaba no estaba
adaptado a mis discapacidades y a reconocer que la forma en que estaba guardando las
cosas era realmente problemática, pero la que llegó a la comprensión de que la
acumulación de objetos era mi principal obstáculo fui yo.

El minimalismo es una solución que todo el tiempo estuvo disponible, es decir, cuando yo
llegué al minimalismo, ya existían cientos de miles de personas en todo el mundo
aplicando este estilo de vida hace décadas. Ojalá algunx terapeuta hubiera sabido acerca
de eso y me hubiera conocido lo suficiente a mí para entender que era algo que me podía
entusiasmar y servir. En cambio tuve que lidiar con una TO que durante semanas insistió
en que mi problema era que no colgaba las telas en el placard cuando volvía de las ferias.
Mi cuarto está ordenado ahora y las telas que uso para cubrir las mesas en las ferias
están guardadas junto con los exhibidores que llevo a las ferias. Me daría asco tenerlas
en el placard, me estorbarían y tendría que pensar demasiado para no olvidármelas
cuando voy a una feria si no estuvieran guardadas junto con el resto de las cosas que
pertenecen a la misma categoría.

4.

La cuarta estrategia de la que quiero hablar es de una que me ayuda a lidiar con la
disfunción ejecutiva. Para llegar a esta combine cosas que sabía y me habían llamado la
atención junto con la información que tengo acerca de mí.

Lo primero que escuché fue una charla TED donde una mujer explicaba que la única
forma en que habían logrado que el personal de un hospital se lave las manos antes de
entrar a las habitaciones de los pacientes había sido colocando un contador en un lugar
visible que sumaba una unidad cada vez que alguien se lavaba las manos antes de entrar
a una habitación. Así, la gente se lavaba las manos sólo por ver crecer el número del
contador.

Lo segundo que me llamó la atención fue ver plantillas para BJ con almanaques
circulares.

Lo tercero, leer a una autista que decía que tenía su BJ diseñado para procrastinar y
mostraba la foto de las páginas con columnas y cómo iba corriendo las cosas de día. En
ese momento, sentí que yo tuviera que ver mis fracasos de esa forma sería muy
desmotivador y que no valía la pena copiar su método porque no se veía muy distinto que
mis agendas.

Finalmente, con un libro de mandalas en la mano, las tres cosas decantaron al mismo
tiempo. Un diseño circular, un contador que sume una unidad por cada cosa que hago
bien y poder ver lo que hago en vez de lo que no hago.

Colorear es algo que hago casi compulsivamente y en lo que no me cuesta concentrarme


o mantener el interés, bastaba con compensarme coloreando una sección por cada parte
de una tarea completada.

No aplico esta técnica todos los días, pero cuando lo hago es sumamente últil. Ningunx
terapeuta intervino en el diseño de la misma. Fui yo la que decidió usar a su favor algo
que ya estaba ahí.

5.

Algo que también me ayuda con la disfunción ejecutiva es acercar y/o agrupar los objetos.
Esto es algo que se me ocurrió una vez que estaba descolgando la ropa que yo misma
había colgado. Cuando la descolgué ví que había usado broches iguales para cada
prenda y una vez agotadas las posibilidades de emparejar los diseños había usado
broches lo más similares posibles entre sí. En ese momento, yo tenía anemia ferropénica
además de mis complicaciones físicas habituales. Me podía acordar de que colgar la ropa
me había costado muchísimo, pero no me acordaba en qué momento había tomado todas
esas decisiones sobre los broches. Ahora cada vez que cuelgo la ropa llega un momento
en que esto se hace visible, usualmente es cuando se agotan las posibilidades de usar
broches iguales, ahí es cuando me doy cuenta de que todo ese tiempo los estuve
emparejando. Me pregunté cómo podía usar a mi favor esta tendencia de mi mente a
buscar combinaciones y la forma que encontré de aplicarlo es agrupando y/o acercando
las cosas. Por ejemplo, cuando estoy muy agotada y tengo que colgar ropa me propongo
empezar por las toallas, una vez colgadas las toallas, me propongo seguir por otro tipo de
prenda. Cuando no tengo energía para ordenar por lo menos voy agrupando las cosas por
categorías o acercándolas a su lugar aunque no llegue guardarlas y así, al otro día, una
parte del trabajo está hecho.

A esto de hacer las cosas por tramos lo combino con lo de ir pintando elementos repetidos
en un dibujo y es de utilidad. Otra vez, ningunx terapeuta intervino en la adquisición de
este hábito más que en decirme hasta el cansancio que tenía que dividir las tareas en
partes más chicas sin fijarse en cómo podía ser posible que sí lo hiciera.

6.

Otra solución que encontré a un problema particular en un momento particular fue en la


época en que estaba discontinuando la clozapina. En ese momento empecé a vivir
experiencias que nunca antes había vivido como la despersonalización que todavía
experimento de vez en cuando. En eso días, quizás los primeros sin la droga, o los
últimos con dosis bajas, experimenté algo que creo que se parece a lo que otres
describen como un delirio. Lo que me pasaba era que yo tenía que leer un cuento para la
clase inglés pero no me podía concentrar porque se me había impuesto la idea de que
todos los intereses intensos que había tenido a lo largo de mi vida eran manisfestaciones
de la misma cosa, que había una matriz que regía mis pensamientos a la que yo nunca
iba a poder acceder y que todo lo que yo pensaba no era otra cosa que un reflejo de eso.
En ese momento, todo lo que tenía a mi alrededor o lo que recordaba lo podía conectar
de alguna forma con el folklore, las danzas árabes o la militancia LGBT que al mismo
tiempo eran intereses que se habían superpuesto a otros intereses que había tenido en el
pasado y que eran de alguna forma nuevas manifestaciones de los temas previos. En fin,
más allá de estas reflexiones quizás delirantes o quizás sólo originales, yo lo que quería
era hacer la tarea de inglés pero no podía porque me sentía atrapada en esta cadena de
pensamientos y no lograba concentrarme en nada más. Cerca de las 19, pensé que si en
cada cosa que yo veía o recordaba aparecía este pensamiento, entonces también iba a
estar a cada rato en el cuento. En fin, terminé de leer el cuento en unos 20 minutos y
efectivamente encontré el motivo reiterado de forma continua en la historia que leí. Al día
siguiente ya no estaba experimentando la intensa fijación en esos pensamientos y pude
comentar el cuento en clase a la perfección y hasta me felicitaron por cómo lo había
hecho.

Si yo hubiera solicitado “ayuda terapéutica” en ese momento para leer el cuento, sin duda
me hubiera terminado en la clínica del parque o bien, con altas dosis de clozapina y sin la
tarea hecha.

Como antecedente al episodio mencionado, en más de una oportunidad, cuando tenía


que hacer cosas para la universidad y no podía concentrarme por estar interesada
leyendo otras cosas, pude encontrar en lo que sí estaba leyendo algo que me sirviera
para lo que tenía que hacer y no estaba haciendo.

Por otro lado, acerca del problema de la angustia, ya tengo un largo texto acerca de las
formas que en su momento había encontrado de lidiar con ella y de cómo distintxs
terapeutas me habían ayudado o no.

Si hay alguna conclusión que pueda sacar de todo esto es que hasta ahora lo que más
me sirvió para resolver problemas fue el conocimiento sobre mi misma, la observación a
las cosas que hago sin esfuerzo y la creatividad para inventar soluciones basadas en
esos conocimientos. Siento que cuando pido “ayuda” a “terapeutas” para resolver
problemas me suelo topar con estrategias que no tienen nada que ver con quien soy yo.
Se me impone el probar una y otra vez y seguir intentando fórmulas que no fueron
pensadas para mí y en las que fracaso continuamente descartando por completo el
reconocimiento y uso de mis fortalezas. Entiendo que hay cosas que no me salen bien,
que tengo objetivos importantes por cumplir y que varios de mis hábitos actuales no
juegan a mi favor, pero lo que se me propone es continuamente usar recursos que no
tengo dando lugar a frustaciones cada vez mayores que empeoran mis estados de
angustia y ansiedad. Creo que algo que falla en mis terapias es que yo no necesito que
me “ayuden”, lo que necesito es que mis terapeutas trabajen en explorar conmigo lo que
ya puedo, lo que ya hago y cómo usarlo para lograr mis objetivos. Quizás, una nueva
hipótesis de por qué a mí la terapia no me sirvió hasta ahora para “superar” la ansiedad
es que esta no trabaja con mis potencialidades sino que las ignora imponiéndome el
ejercicio de actividades para las cuales cuento con una considerable desventaja porque
de poder hacerlas ya las habría hecho porque no soy tan tonta y entonces no estaría en
terapia.

Es decir, yo no estoy usando mi tiempo como quisiera pero de alguna forma lo estoy
usando y quizás ese uso al pedo del tiempo está lleno de oportunidades que no están
siendo vistas y que de ser encausadas hacia el logro de mis objetivos podrían hacerme
sentir bien.

En mi relativamente reciente proceso de desacumulación, no sólo liberé espacios sino


que también aprendí algunas cosas sobre mí, en mi coloreado compulsivo de mandalas y
otras ilustraciones no encontré mucha calma pero también logré obtener conocimientos
acerca de cómo hago las cosas. Nada de eso está siendo aprovechado por ninguna de
mis terapias actuales.

Yo no quiero hackear mi mente corrigiendo lo que me pasa, quiero transformar lo que me


pasa en algo útil para mí. A veces siento que la terapia intenta hacerme salir de una
inexistente zona de confort para adaptarme a una sociedad que no va a salir de su
supuesta zona de confort por mí y eso no me convence. Yo no estoy en ninguna zona de
confort, yo quiero crear una zona de semi confort como todo el mundo y esta zona no va a
tener nada de confortable si vivo luchando contra lo que me pasa usando recursos que ni
tengo y dejando que me sobre y estorbe lo que sí está a mi dispocisión.

También podría gustarte