Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CONFESIÓN BAUTISTA DE
FE DE LONDRES DE 1689
Por: Emilio Huerta López.
1° Iglesia Evangélica Bautista “Eben-Ezer”, La Ligua.
Chile, 2021.
TABLA DE CONTENIDOS
I.
INTRODUCCIÓN
Hoy en día estamos pasando por una crisis eclesiástica que nos está llevando a
una decadencia espiritual increíble, donde cada día congregaciones cierran sus
puertas producto ya sea de la falta de miembros en sus congregaciones, o por
divisiones internas entre hermanos con diferencias de opinión que no
supieron llevarlas de manera adecuada.
Sin importar cual sea el caso particular que esté afectando a las
congregaciones, hay una realidad latente en las Iglesias Locales, la cual es la
pérdida de una identidad confesional que sirva de ayuda y seguridad para
mantener las sanas palabras de las Escrituras en una forma sistematizada y
pública, cumpliendo con la labor de ser “columna y sostén de la verdad” (1°
Timoteo 3:15).
En palabras del Dr. Craig Carter: “Nuestro problema hoy en día es que no
entendemos las confesiones protestantes, y por lo tanto, no entendemos
realmente lo que significa ser protestantes. Creemos que la Reforma recuperó
la enseñanza bíblica después de siglos de decadencia en la iglesia romana
medieval tardía, pero no podemos dar cuenta de cómo el contenido de las
confesiones expresa la verdad bíblica.” 1
Como bien lo expresa el Dr. Carter, hoy en día se tiene una aproximación
errónea a lo que es el confesionalismo histórico. Frases como “muy
anticuado”, “es demasiado arcaico”, “eso es doctrinas de hombres” se
escuchan con mucha frecuencia dentro de los círculos cristianos hoy en día,
demostrando una devaluación de un rico tesoro teológico e histórico que el
Señor ha preservado a lo largo de la historia para que nosotros hoy en día
podamos abrazarlo y aprender de ello.
Cómo hemos visto, las confesiones de fe están en total relación con la salud
de una congregación local, ya que funcionan como algo que establece los
márgenes y parámetros doctrinales sobre los cuales se debe mover la Iglesia
para mantenerla lejos del error y que pueda llevar una vida asociativa entre
los hermanos de la mejor manera posible. Cuando se promulgó la ley de
tolerancia en Inglaterra en el año 1689, lo primero que hicieron nuestros
padres Bautistas fue establecer la suscripción a la Segunda Confesión Bautista
de Fe de 1689. El Concilio de Éfeso desarrollado en el siglo III (año 431), fue el
resultado de la controversia apolinarista, que creía que el Verbo (Cristo) se
encarnó sólo en el cuerpo, pero no en el alma humana. El Concilio de Éfeso, de
manera categórica afirmó que Cristo se encarnó humanamente, y que en él
existían tanto la naturaleza humana y divina, sin mezcla alguna entre ellas.
Esto dio como resultado que Nestorio fuera catalogado como hereje.
2
Waldron, Samuel E., “Una Exposición de la Confesión Bautista de Fe de 1689”, North
Bergen, Estados Unidos, Publicaciones Aquila, 2016, pág. 17.
CONFESIONALISMO PARTE I
INTRODUCCIÓN
Es muy fácil percibir la resistencia y rechazo que provoca el tema del
confesionalismo o el uso de confesiones de fe en nuestros días. En medio del
debate teológico, es común escuchar a pastores decir que ellos no son ni
Calvinistas ni Arminianos, sino bíblicos, que su “único credo” es la Biblia y
que la iglesia no necesita de “enseñanza de hombres”. Las objeciones en
contra del confesionalismo han sido numerosas, desde reclamos de “esclavizar
la consciencia” hasta de crear “división entre hermanos”.
No hay una fuerza formativa más poderosa que la de la cultura que nos
rodea hoy en día, la cual, por el hecho de que nos resulta familiar, moldea
nuestro carácter y nuestra visión del mundo más de lo que podemos
percibir o darnos cuenta.1
1
Trueman, Carl R.; “The Creedal Imperative” (Wheaton, Illinois; Crossway, 2012) pg.21.
La lectura de este libro de Trueman es realmente muy útil, es una discusión teológica y práctica
al mismo tiempo. Recomiendo grandemente la lectura de la Introducción (pg.13-20) y el
Capítulo 1 (pg. 21-49) de este libro.
2.- Existen verdades absolutas que fluyen de una fuente de autoridad. El
confesionalismo reconoce la Escritura como la fuente única de autoridad y,
por ende, reconoce que hay verdades absolutas que fluyen de esta fuente. Esta
fuente de autoridad excluye completamente la noción de “verdades relativas”
o subjetivas. La verdad es una y es objetiva, determinada por la fuente de
autoridad.
1
Agradezco a Legado Bautista Confesional por el libro “Herramientas Para Confesiones
de Fe”, el cual me ha servido en mi estudio personal de la 2CBFL1689.
2
Richard Muller lo define así: “…Es un término que se aplica a la Escritura como el
“principium theologiae” […] sin el cual no podría haber verdadero conocimiento de Dios y por
tanto ningún sistema teológico.”
3
Renihan, James M., “Herramientas Para Confesiones de Fe”, Santo Domingo, Ecuador,
Legado Bautista Confesional, 2020, pág. 69.
El capítulo III está bajo el encabezado “Del Decreto de Dios”, lo cual está
relacionado con todo lo que Dios ha establecido que ocurra en algún momento
determinado en la línea del tiempo y en la creación, o en palabras del Pr.
Samuel Renihan, los Decretos de Dios son “el acto por el cual Él determina
absolutamente el futuro infalible de todo lo que está fuera de Él, para la alabanza de Su
propia gloria, quien es la Causa y Director de todas las cosas, el Antecedente y
Gobernador de todos los eventos”. 5
Pasando del capítulo III que expone bellamente la doctrina de los Decretos
que el Señor ha establecido desde antes de la fundación del mundo, nos
encontramos en el paradero número IV llamado “De la Creación” y también el
paradero V denominado “De la Divina Providencia”, que son dos capítulos en
donde se demuestra claramente como los Decretos de Dios son llevados a cabo
a través de estas dos maneras, es decir, en Su obra ad extra.
1
2 Tim. 3:15, 16, 17. Isa. 8:20. Luc. 16:29, 31. Efe. 2:20.
2
Rom. 1:19, 20, 21, etc.; y 2:14, 15. Sal. 19:1, 2, 3.
3
Heb. 1:1.
4
Pro. 22:19, 20, 21. Rom. 15:4. 2 Ped. 1:19, 20.
DEL NUEVO TESTAMENTO:
Todos estos fueron dados por inspiración de Dios 5, para que sean la
regla de fe y vida.
1.4.- La autoridad de la Santa Escritura, por la cual esta debe ser creída, no
depende del testimonio de ningún hombre o iglesia, sino enteramente de Dios
(quien es la verdad misma) el Autor de la Santa Escritura; 7 por lo tanto, esta
debe ser recibida porque es la Palabra de Dios.
5
2 Tim. 3:16.
6
Luc. 24:27, 44. Rom. 3:2.
7
2 Ped. 1:19, 20, 21. 2 Tim. 3:16. 2 Tes. 2:13. 1 Jua. 5:9.
provienen de la obra interna del Espíritu Santo, dando testimonio en nuestros
corazones por medio de la Palabra y con la Palabra.8
1.6.- Todo el consejo de Dios concerniente a todas las cosas que son necesarias
para Su propia gloria, la salvación del hombre, la fe y la vida está
expresamente escrito o necesariamente contenido en la Santa Escritura, a la
cual no debe añadirse nada en ningún momento, ni por nueva revelación del
Espíritu ni por las tradiciones de los hombres.9
1.8.- El Antiguo Testamento en hebreo (que era el idioma nativo del pueblo de
Dios en la antigüedad) y el Nuevo Testamento en griego (que, en el tiempo en
que fue escrito, era por lo general el idioma más conocido entre las naciones), 14
siendo inspirados inmediatamente por Dios y guardados puros en todas las
edades por Su singular cuidado y providencia, son - por lo tanto - auténticos; 15
8
Jua. 16:13, 14. 1 Cor. 2:10, 11, 12. 1 Jua. 2:20, 27.
9
2 Tim. 3:15, 16, 17. Gál. 1:8, 9.
10
Jua. 6:45. 1 Cor. 2:9, 10, 11, 12.
11
1 Cor. 11:13, 14; y 14:26 y el v. 40.
12
2 Ped. 3:16.
13
Sal. 19:7; y 119:130.
14
Rom. 3:2.
15
Isa. 8:20.
así que, en todas las controversias religiosas, la Iglesia debe apelar a estos
como autoridad final.16 Pero, debido a que estas lenguas originales no son
conocidas por todo el pueblo de Dios, el cual tiene derecho a las Escrituras e
interés en estas, y debido a que se le manda leerlas y escudriñarlas en el temor
de Dios,17 por lo tanto, deben ser traducidas a la lengua común de toda nación
a la que sean llevadas,18 para que, habitando en abundancia la Palabra de Dios
en todos, puedan adorarle de manera aceptable, y para que, por medio de la
paciencia y el consuelo de las Escrituras, tengan esperanza.19
1.10.- El juez supremo por el que deben decidirse todas las controversias
religiosas, y por el que deben examinarse todos los decretos de concilios, las
opiniones de escritores antiguos, las doctrinas de hombres y espíritus
privados, y en cuya sentencia debemos descansar, no puede ser otro que la
Santa Escritura entregada por el Espíritu; en dicha Escritura así entregada,
nuestra fe se resuelve finalmente.21
16
Hch. 15:15.
17
Jua. 5:39.
18
1 Cor. 14:6, 9, 11, 12, 24, 28.
19
Col. 3:16.
20
2 Ped. 1:20, 21. Hch. 15:15, 16.
21
Mat. 22:29, 31. Efe. 2:20. Hch. 28:23.
D. LA LIMITACIÓN QUE LAS ESCRITURAS EXIGEN Y A LA CUAL
SOMETEN.
1. LA BASE DE TODO FUNDAMENTO REVELADO (PÁRRAFO I)
No es novedad que en nuestra época actual, muchas iglesias han abandonado
el confesionalismo, y por ende, la hermosa tradición de hacer pública su fe
para que esta sea leída, examinada, estudiada y evaluada. Juntamente con este
abandono del confesionalismo, también está presente la devaluación que los
cristianos han hecho a la biblia, restándole su importancia, suficiencia,
autoridad, relevancia, y desplazándola a un segundo plano, para que el
hombre sea el centro de atención, cuando en realidad debería de ser Dios el eje
de nuestras vidas.
Ahora bien, esto en el pasado no fue así. Nuestros padres bautistas, luego de
la resolución de la libertad de expresión religiosa, redactaron lo que nosotros
conocemos como la Confesión Bautista de Fe de Londres de 1689. Para ellos,
era muy importante declarar de manera pública lo que creían, debido a las
constantes acusaciones que estaban siendo cargadas en su nombre. Pero su
declaración no fue en base a un pensamiento esporádico en sus mentes para
aparentar una falsa unidad con los demás reformados, si no, que todo lo que
ellos declararon ¡lo extrajeron de las Escrituras mismas! Para ellos las
Escrituras eran todo lo que se necesitaban para declarar su fe, y como veremos
en este párrafo, lo dejaron bien establecido para no que hubiera dudas, y así,
demostrar su unión con el pensar reformado en cuanto a la doctrina de las
Escrituras.