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FACULTAD TEOLÓGICA BÍBLICA BAUTISTA

TAREA
Comentario sobre Institución – Juan Calvino

Nota: ____________

CURSO TEOLÓGICO

ALUMNO : Omar Cisneros

PROFESOR : Esteban Schneider

MATERIA : Historia de la Iglesia

Primer Semestre 2011


La elección (Libro III, Caps 21 - 25)

Creo que lo primero que se debe comentar de la obra de Calvino, en general, y


de los capítulos 21 al 25 de este libro, en particular, es su lenguaje. Llama
poderosamente la atención el lenguaje utilizado, muy culto y formal, pero también
rebuscado y en algunos pasajes incluso sobrecargado.

Asimismo, vemos que, a diferencia de los teólogos modernos, no explica


directamente los términos teológicos de elección y predestinación, sino que lo hace a
medida que va desarrollando su pensamiento y su posición al respecto.

Lo anterior no deja de ser interesante, puesto que, al estar las definiciones


inmersas en una explicación mayor, se pierde un poco la objetividad de su significado.
Por ejemplo, no dice desde un principio qué significa la elección, sino que desarrolla
tanto las ideas de aquellos que la refutan, pasa por los argumentos que hablan de que
sí existe elección divina, e intenta restringir el ámbito del pensamiento humano frente
a las verdades bíblicas.

A mi juicio, más que declarar un punto, lo que hace Calvino es persuadirlo, de


manera de transportar al lector a lo que él quiere inculcar. Y esto es en algún sentido
peligroso, pues fácilmente puede desviar a creyentes poco entrenados en el
conocimiento de Dios y su verdad. La frase “nadie que quiera ser tenido por hombre de
bien y temeroso de Dios se atreverá a negar…” intimida al lector.

También sus escritos denotan un alto grado de preparación e investigación por


parte de Calvino. Es evidente que él ha leído en profundidad las Escrituras, así como
también las obras de otros teólogos importantes, como San Agustín, Ambrosio, Tomás
de Aquino, entre otros muchos.

La elección, como la presenta Calvino, implica que Dios escoge a quienes han
de ser salvos, en tanto que niega esta salvación a quienes serán condenados. Esta
definición parece razonable desde el punto de vista de que Dios sí escoge a sus santos
en forma incondicional e individual (Ef 1.4), y que solo depende de Él (Ro 9.16).

El problema que veo es que Calvino dice que Dios también escoge a los
individuos que son condenados. En ninguna parte la Biblia dice eso. Además, esta idea
implica que Dios castiga a algunos que tienen pecado y da gracia a otros, es decir, no
condena el pecado integralmente como un atentado en contra de su santidad divina,
sino que pareciera “evaluarlo” en función de cada individuo, lo que resta méritos a su
perfecta gracia y a su perfecta justicia. Dicho de otra manera: si castiga a todos por
igual se perfecciona su justicia, y si decide salvar a algunos, aplica su perfecta gracia
soberanamente ¿Cuál es la diferencia en esto último? según la Biblia, el castigo de Dios
es el mismo para todos y que, al escoger a algunos para salvación, pasa por alto a
quienes no son escogidos (están ya condenados), es decir, no los castiga “de nuevo”,
escogiéndolos para condenación, como plantea Calvino.

En seguida, Calvino define la predestinación diciendo que Dios ha adoptado a


los escogidos para salvación, y ha destinado a los otros para muerte eterna.
Claramente este vicio proviene del error de conceptos que el autor viene siguiendo
desde su mala definición de la elección. De otra manera, se contradiría a sí mismo. Al
menos, es consecuente.

La predestinación, de acuerdo con la Biblia, se limita a los escogidos (los que


han de ser salvos), y les asegura la posición presente y el destino final. Calvino utiliza
esta idea abarcando a todas las personas como escogidas, unas para salvación y otras
para perdición, por tanto, cabe en su teología que hay predestinación para los no
elegidos. Así es como surge la doctrina de la doble predestinación, que plantea que
Dios predestina el futuro de todos los hombres, unos santos, otros condenados. Esta
es un postulado que, si bien parece lógico, no es bíblico.

Calvino toma Ro 9.13, donde Dios dice “Como está escrito: A Jacob amé, mas a
Esaú aborrecí”, para afirmar que Dios predestina a quienes escoge para salvación y
para perdición. Olvida que este pasaje está en el contexto de la nación de Israel y no
necesariamente en una persona. Así, más que referirse a Esaú como desechado, Dios
está hablando de Edom como nación juzgada (Mal 1.2-5).

Bíblicamente solo los elegidos de Dios son predestinados, primeramente para


ser adoptados como hijos de Dios (Ef 1.5), luego como herederos en Cristo (Ef 1.11), y
finalmente para ser conformados a la imagen de Cristo (Ro 8.28-29).

El bautismo (Libro IV, Cap 15)

Define el bautismo como una marca y signo que hace a los creyentes hijos de
Dios. La Biblia señala, en Jn 1.12, que la fe en Cristo Jesús es la que nos da la potestad
de ser hijos de Dios. El tema acá es que Calvino, por un lado, asume el bautismo como
un diploma que dice que nuestros pecados han sido perdonados y borrados, y por
otro, que es parte de la promesa de salvación (Mr 16.16). Lo anterior es delicado, pues
contradice el hecho cierto y bíblico de que la salvación es por la fe en Cristo. El
“bautismo” al que se refiere la cita en Mr 16.16 se refiere más probablemente a una
profecía de Cristo sobre el día de Pentecostés, que es acorde con el contexto futuro de
lo que allí se dice.
Calvino usa otros pasajes bíblicos que pueden ser malinterpretados, como
Efesios 5.26, Tito 3.5 y 1 Pedro 3.21, para clarificar que no es el agua la que regenera y
purifica, ni menos que da salvación. Pero sí dice que el bautismo es un sacramento que
limpia nuestros pecados, y no solo eso, sino que, además de los pecados pasados, es
suficiente también para pecados futuros.

Los pecados que se cometan en forma posterior al bautismo pueden ser


remitidos con la memoria del creyente sobre su bautizo. En este sentido, lo hace muy
similar al sacramento de la Iglesia Católica, que bautiza al infante para “borrar la marca
del pecado original”, hecho que le asegura el perdón de los pecados a futuro, aunque
con alguna penitencia. Bajo esta premisa, entonces, no resulta extraño que Calvino
creyese en el bautismo de infantes.

Por último, Calvino ofrece una explicación del alcance del bautismo, que nos es
dado para “elevar, mantener y confirmar nuestra fe”, pues nos es dado como si fuera
directamente de la mano de Dios. Este hecho, además del significado espiritual que se
ve reforzado por un bautismo por inmersión, implica que se resta importancia al
ministro que imparte este bautismo. Incluso llega a decir que da lo mismo si quien
bautiza es creyente o impío, lo importante es que, al ser en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo, viene directamente de Dios. Lo que importa, dice, es el
contenido de la carta, no quien sea el portador de ella. La Escritura revela que el
bautismo es efectuado siempre por creyentes, quienes actúan en el poder de Dios,
mediante la autoridad que Dios da por la fe en Cristo.

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