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UNAM

Facultad de Filosofía y Letras


Carrera: Filosofía
Materia: Historia VI (extraordinario)
Alumno: Daniel Martínez Moreno
No. de cuenta: 30326943-6

1. ¿En qué sentido podemos decir que la revolución copernicana,


llevada a cabo por Kant en el ámbito del conocimiento, implica el
descubrimiento de la espontaneidad del sujeto? (Leer prólogos de la
Crítica de la razón pura / Explicar en qué consiste la revolución copernicana
y qué rol juega ahora el sujeto en el conocimiento).

La revolución copernicana es una metáfora que alude al cambio radical de


perspectiva, donde se le da la vuelta a una problemática, es decir, se adquiere un
punto de vista nuevo mediante un giro en el planteamiento.
Antes de Copérnico, se creía que los planetas, el Sol y los demás cuerpos
celestes, giraban alrededor de la Tierra (teoría geocéntrica o ptolemaica). Pero las
pruebas no se ajustaban a los hechos, parecía más plausible que la Tierra fuera la
que se desplazaba y no el Sol (teoría heliocéntrica). Esta teoría ya había sido
esbozada por los griegos en la antigüedad, en especial por Aristarco de Samos,
Heráclides Póntico y los pitagóricos; pero es Copérnico quien presenta un modelo
matemático predictivo que demuestra, científicamente, que la Tierra gira alrededor
del Sol. El giro copernicano es un cambio de paradigma que se remite a las
pruebas.
La revolución copernicana en Kant se refiere a la aplicación del método a
priori, extraído de la ciencia, sobre la problemática del conocimiento. En el Prólogo
a la Segunda Edición de la Critica de la razón pura nos expone su analogía del
giro copernicano: «Se ha supuesto hasta ahora que todo nuestro conocer debe
regirse por los objetos… Intentemos, pues por una vez, si no adelantaremos más
en las tareas de la metafísica suponiendo que los objetos deben conformarse a
nuestro conocimiento a priori de dichos objetos, un conocimiento que pretende
establecer algo sobre éstos objetos antes de que nos sean dados. Ocurre aquí
como con los primeros pensamientos de Copérnico. Este, viendo que no
conseguía explicar los movimientos celestes si aceptaba que todo el ejército de
estrellas giraba alrededor del espectador, probo si no obtenía mejores resultados
haciendo girar al espectador y dejando a las estrellas en reposo» (CRP BXVI).
Si Aristóteles y su maestro, Platón, asistieron el nacimiento de la ciencia
matemática, a Kant le toco el de la física. Pero la metafísica (Hécuba) no parecía
gozar de la misma suerte que sus hijas, pues era campo de batallas eternas:
racionalismo contra empirismo, dogmáticos contra escépticos. En el siglo de las
luces se abandonó bastante el estudio de la filosofía primera, pero Kant, que fue
profesor de esa materia durante 4 décadas, se declaraba su amante (Die
Metaphysik, in welche ich das Scickal habe verliebtz zu sein, en Sueños de un
visionario).
Para Kant, el conocimiento es manifestación de un sujeto, es un acto
(Actus, latín), no es algo pasivo ni mero efecto. La síntesis de las representaciones
en un único conocimiento da cuenta de la espontaneidad del sujeto. Mediante la
actividad, el sujeto tiene que construir los fenómenos en objetos, partiendo de las
configuraciones de objetividad que alberga en su propia subjetividad. Es el
proceso de síntesis el que, mediante un acto estructurado y espontaneo del sujeto,
reúne diversas representaciones para formar un objeto.
La acción del sujeto es condición de posibilidad para que podamos conocer.
Conocemos como acción espontánea de un sujeto, como actio; y sin esa actividad
subjetiva los objetos no podrían llegar ser, no podrían constituirse. El yo pienso no
es una intuición, sino una acción. «El entendimiento no es, pues, una mera
facultad destinada a establecer leyes confrontando fenómenos, sino que él mismo
es la legislación de la naturaleza» (CRP, A126). El entendimiento actúa
espontáneamente, produciendo las representaciones desde sí mismo y por sí
mismo. Sólo hay objeto ante la conciencia de un sujeto. Es así, que lo más propio
del conocimiento es el ser resultado de la espontaneidad. En la suscitación del
acto cognoscitivo, el sujeto no puede ser suprimido o dejar de estar presente; la
unidad cognoscitiva es realizada por él. El objeto es un producto, el sujeto es el
productor, él es quien sintetiza lo dado en la intuición.
La percepción de la totalidad de las cosas queda como imposible, pues es
el sujeto quien adecua los objetos a sus condiciones. Esto significa que el
problema del conocimiento en el hombre, no reside en el conocimiento mismo,
sino en planteamiento del problema, en la necesidad de una plantearnos de otra
manera la relación sujeto-objeto, donde las condiciones del conocimiento se
encuentran en el sujeto.
Con esto dicho, podemos decir que la revolución copernicana se realiza
gracias al descubrimiento de la espontaneidad del sujeto. Si pretendemos conocer
el mundo, primero tenernos que ensamblarlo nosotros mismos. Las
representaciones no se estructuran por sí mismas, requieren de un proceso, una
acción espontanea de alguien que junte las piezas, alguien que emprenda la
construcción, se requiere de un arquitecto: el sujeto.

2. ¿Cuál es el concepto positivo de libertad que da Kant en el tercer


capítulo de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres y
cómo se relaciona con la ley moral? (Leer tercer capítulo de la
Fundamentación de la metafísica de las costumbres y Prefacio a la Crítica de
la razón práctica, poniendo especial atención a la primera nota a pie / Habrá
que distinguir entre sentido positivo y negativo de libertad, este último que
ya viene dado en la tercera antinomia de la CRP y que Kant repite en otros
términos en la Fundamentación; ello para definir después el sentido
positivo).

El concepto de libertad constituye la «clave de bóveda» para el edificio del sistema


kantiano. Es el sostén al aparato conceptual y crítico de la razón, la pieza en la
que se integran los distintos pilares de las críticas.
La razón, a causa de su estructura dialéctica, cae en inevitables
contradicciones: conflictos de la razón (sofismas). Las antinomias de la razón pura
se producen al intentar pensar lo incondicionado, pues existe un desacuerdo entre
las pretensiones de la razón pura y los límites del uso inmanente de las
categorías. La libertad será analizada en la tercera de las antinomias, en donde se
produce una tensión entre la existencia de una causalidad según las leyes de la
libertad, con la antítesis de que todo lo que acontece en el mundo solo puede
suceder según las leyes de la naturaleza; esto es, el problema de la existencia o
inexistencia de la libertad.
Kant, para solucionar el conflicto, nos presenta un sujeto de carácter doble.
Por un lado, una parte que queda subordinada a las leyes de la naturaleza (a los
fenómenos, carácter sensible), y por otra, es supeditada a las leyes de la libertad
(a las cosas en sí, carácter inteligible). De esta resolución nace la idea de libertad
trascendental, idea que no toma nada de la experiencia ni queda subyugada a la
cadena causal, es “la facultad de comenzar por sí mismo un estado, la causalidad
de la cual no está a su vez, según la ley de la naturaleza, sometida a otra causa
que la determine según el tiempo” (CRP, B561).
La libertad es establecida por la razón como idea reguladora. Es así, que
surgen sin poder ser demostrados el concepto de libertad y de mundo inteligible.
Para preparar el terreno de la Segunda Crítica, Kant realiza un búsqueda de la ley
que determina, en las acciones de los hombres, la libertad. En FMC, se separa la
filosofía trascendental, que es pura, de la filosofía práctica, que es a priori también,
pero necesita purificarse. Es por medio de la libertad trascendental que se puede
deducir la ley moral, pero aquí no podrá ser demostrada su realidad objetiva. Es
sólo en la CRP donde se podrán dar cuenta de la libertad es su manera práctica y
así podremos reunir las piezas del sistema.
Vemos entonces, que en la tercera antinomia se abre una brecha para
hacer camino hacia la libertad de la voluntad humana, camino que lleva a Kant a
preparar el terreno mediante un trabajo de búsqueda y asentamiento del principio
supremo de la moralidad. Esto significa que el concepto sólo nos has sido dado
negativamente y aún es necesaria su demostración objetiva. Si en la Primera
Crítica la antinomia nos conduce a un concepto negativo de libertad, es la
Segunda donde la clave se hace presente, la libertad demuestra su realidad de
manera objetiva. La prueba que nos presenta es la de la conciencia de la ley
moral, saber práctico que es dado a los hombres y que da lugar a la conciencia de
la libertad.
La ley moral es la ratio cognoscendi de la libertad, y la libertad es la ratio
essendi de la ley moral. Para llegar a la libertad es necesario que la razón ponga
algo con antelación, esto es la ley moral y no tendríamos manera de encontrarla si
no existiera ninguna libertad. Esto quiere decir que el concepto de ley moral es
posible gracias a la idea de libertad, que a su vez nace de la dialéctica de la razón,
pero no se puede demostrar su realidad objetiva en la razón teórica, pues no es un
concepto que haga referencia a objetos de la experiencia. Es así que la libertad
queda demostrada positivamente mediante un factum, un hecho moral que une los
pilares del edificio kantiano, la ley moral que se impone por si misma, un hecho
que anuncia un mundo puro del entendimiento.
Existe, entonces, entre la obligación moral y la libertad una mutua
circulación, la ley práctica y la libertad de implican una a la otra. La libertad sólo es
cognoscible gracias a la ley moral, y la libertad hace posible a la ley moral.
Con el sentido negativo de la Libertad, confluye otro sentido positivo que
consiste en ser el principio de acción de la voluntad, determinada por una ley que
se encuentra en sí misma. El sentido positivo de la libertad sería este principio de
autodeterminación: una voluntad bajo la ley moral y una voluntad libre son lo
mismo.
Hoy en día estos concepto de libertad negativa y positiva, se asocian con el
trabajo de Isaiah Berlin: «Dos conceptos sobre la libertad». El sentido negativo
sería la libertad con respecto del contenido de ciertas normas jurídicas, y el
positivo, sería libertad para realizarse, autorrealización.

3. ¿En qué sentido se puede decir que el sentimiento de lo sublime


es una demostración de una “facultad suprasensible” del sujeto? (Leer
parágrafos 25 a 29 de la Crítica del Juicio / Explicar qué facultades
cognitivas del sujeto se juegan en el sentimiento de lo sublime y cómo
entran en juego, a partir de las dos consideraciones kantianas sobre lo
sublime: sublime matemático y sublime dinámico).
Para Kant, lo sublime es «lo que es absolutamente grande» (CJ p.134), «aquello
en comparación con lo cual toda otra cosa es pequeña» (CJ p.138). Lo sublime
violenta la imaginación, la lleva más allá de sus límites: carece de forma, es
representación añadida de lo ilimitado e infinito; des-mesura, e-normidad. Es un
conflicto armonioso entre la razón y la imaginación.
La sublimidad pertenece, más que a los objetos de la naturaleza, al espíritu
que la siente. Es una sensación de insignificancia, temor o pequeñez ante los
fenómenos imponentes, majestuosos y grandiosos de la naturaleza. Esta
impresión se transforma en la conciencia del poder sin limites del ser humano,
resulta su oportunidad para sentir la grandeza de su propio espíritu. Como
consecuencia, lo moral y lo religioso son asociados con el sentimiento de lo
sublime.
Si el sentimiento que se suscita es de grandeza sin medida, entonces
estaremos hablando de sublime matemático; si el sentimiento es de potencia sin
límites, entonces estaremos hablando de sublime dinámico. Esta distinción entre
dos tipos de sublimidad la encontramos desarrollada en la “Analítica de lo
sublime”.
El cielo repleto de estrellas sería un ejemplo de sublime matemático, un
tornado arrasando todo a su paso sería ejemplo de sublime dinámico. Asistimos
en ambos casos a un juicio estético en el que la imaginación fracasa, ora frente a
la magnitud, ora ante el poderío de los fenómenos de la naturaleza. Pero esta falla
o imposibilidad de la imaginación, la amplifica, pues produce una representación
indirecta de lo suprasensible.
Es la distinción de la tabla de las categorías en matemáticas y dinámicas, la
que funda esta diferencia entre sublime matemático y sublime dinámico. Cada uno
de estos tipos de sublimidad relaciona la imaginación con una facultad diferente.
El sublime matemático se relaciona la imaginación con la facultad de conocer, y en
lo sublime dinámico, se relaciona con la facultad de desear.
En lo sublime matemático la imaginación entra en una relación estrecha con
la idea de totalidad, por ello se enlaza con la razón teórica. Mediante la
composición estética, la síntesis matemática enlaza elementos homogéneos, la
imaginación intenta construir en un todo unitario las intuiciones que son dadas de
homogéneamente de modo espacio-temporal. Un sentimiento de inadecuación
(Unangemessenheit) es despertado por esta suerte de oposición entre las
tendencias de la razón y la imaginación. La imaginación, que tiende hacia lo
ilimitado, es entonces excedida, no logrando nunca abarcar la totalidad. Ante esta
incapacidad, se produce en nosotros el despertar del sentimiento de una facultad
suprasensible.
Por su parte, en lo sublime dinámico la imaginación crea un vínculo cercano
con la razón práctica a modo de conexión, la síntesis dinámica implica el
entrelazamiento de naturalezas heterogéneas, esto incluye tanto objetos
aterradores, como las ideas de humanidad y moralidad. El sujeto contempla los
fenómenos de la naturaleza en su poder catastrófico descubriéndose finito, pero
aun queda en él una resistencia suprasensible. En lo sublime dinámico nuestra
impotencia revela una superioridad racional ante las fuerzas naturales
devastadoras. El displace que se produce es necesario para que se produzca una
potencia espiritual. Hay que recordar, que lo sublime no se encuentra en la
naturaleza, más bien encuentra su hogar en nuestro ánimo ante la naturaleza.
Si lo sublime matemático era provocado por la magnitud de la naturaleza, lo
sublime dinámico presupone una contemplación de su poderío, el cual carece de
prepotencia sobre nosotros. Ya sea la magnitud o la fuerza, lo sublime nos remite
a lo que nos funda como seres humanos. Lo absolutamente grande o lo
terriblemente fuerte de la naturaleza, despiertan en nosotros una facultad
suprasensible. Esta inadecuación es el despertar de la conciencia de la finitud que
desgarra sus límites, es la espiritualidad.

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