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El duelo psicológico está conformado por cinco fases generales. En el duelo la persona
pierde parte de su estructura vital, aquella con la que se había identificado y que le
confiere consistencia y coherencia a su evolución y narración interna. El duelo es
variable, su gravedad e intensidad vendrán marcados por el valor que tiene aquello que
se ha perdido. Es un proceso lento y continuado, en el que la persona atraviesa
diferentes fases hasta lograr integrar la nueva realidad en un marco de equilibrio
diferente. La persona tiene que duelar esos significantes y reconstruir su historia vital
desde la aceptación plena.
En primer lugar, se advierte el efecto nocivo del estrés sobre la salud. Actualmente, las
sociedades están diseñadas para no generar estados de estrés que no cesen. Es
importante ser conscientes de ello y procurarnos un ritmo propio y sano, que cobije
nuestra experiencia y nos nutra de aquello que verdaderamente necesitamos.
Dentro del proyecto para vivir en salud, es muy beneficioso poner en marcha un plan
para cambiar hábitos dañinos. Empezar por la respiración consciente para eliminar
toxinas, calmar el dolor y serenar el sistema. Continuar limpiando los campos
energéticos, para dejar de lado el peso de todas aquellas influencias externas que afectan
el sistema. Finalmente, abordar la dimensión mental y poner en marcha pensamientos de
bienestar asociados a estados de paz, serenidad y amor.
Cuando se desea mejorar el estado de salud, se activa un dialógo interno que lleva a la
persona a conectar con valores de tenacidad, confianza y determinación. Se promueve
así la energización para el cambio y el bienestar.
• Intuición desarrollada.
CASO CLÍNICO
El apoyo y acompañamiento psicológico de los pacientes es una parte sustancial y vital
de su recuperación. Los técnicos/as en Cuidades Auxiliares de Enfermería deben
incorporar la visión bio-psico-social de la salud y de los cuidados, dando cuenta que
tanto el proceso de enfermedad, como el de recuperación están influenciados por
variables que desbordan y atraviesan la dimensión físico-médica. La visión integral de
la salud entiende que hay un correlato y una influencia recíproca entre las dimensiones
mencionadas y, por lo tanto, afectando positivamente en una de ellas, el influjo positivo
se extenderá al resto. De ahí la importancia del apoyo psicológico de los pacientes. Si el
personal sanitario encarna la sensibilidad necesaria para generar un trato humano y
confortante con el paciente, generando un clima de calidez y confianza, ausente de
juicio, de paternalismo, de infantilismo o frialdad, el sufrimiento físico y psíquico
provocado por la enfermedad se atenuará. El caso que nos ocupa, ejemplifica el estado
de salud de muchos de nuestros adultos mayores o ancianos. Es una etapa de la vida
complicada, cargada de factores de riesgo. Las personas se enfrentan a la pérdida de
autonomía, a la presencia de varias enfermedades, al duelo, a la pérdida de estructura de
un proyecto vital, a la extrema vulnerabilidad y al propio paso del tiempo. Se trata de
una realidad que hay que tener en cuenta para generar un encuentro consciente, con una
implicación emocional real por parte del sanitario. En último término, el objetivo es
dignificar la atención sanitaria que se le brinda al paciente. En los casos de
reumatología, la mayor prevalencia resulta en el rango de edad de los adultos mayores.
Es muy probable que más allá del deterioro reumático, haya comorbilidad con otra serie
de patologías. Por lo tanto, el trato con el paciente habrá de tener esta serie de
antecedentes en cuenta; el auxiliar que lo acompañe deberá de ver más allá de la
situación presente, ha de tener en cuenta el contexto global. Se trata de actuar como
profesionales empáticos con una sensibilidad aguda, con capacidad de prestar atención a
la comunicación no verbal, a las señales emocionales del paciente y a su mundo sútil.
Así, se logrará dar un acompañamiento psicológico en consonancia a sus necesidades y
estados emocionales. Las enfermedades reumáticas generan un impacto en la vida de
estos pacientes. Puede ser que muchos, bien por desconocimiento o bien por negar la
presencia de la enfermedad, reciban un diagnóstico tardío. Resulta esencial brindarles la
información respecto al tratamiento y a la enfermedad de una manera clara y concisa.
Tener información les ayudará a comprender su enfermedad y a disminuir los niveles de
preocupación. Todo ello redundará positivamente en la aceptación que el paciente
deberá de hacer de su nueva situación. Como acompañantes y auxiliare,s hemos de
conocer las consecuencias psicológicas que genera una enfermedad degenerativa como
la artrosis. Primaremente, será habitual la experiencia de dolor e inflamación.
Seguidamente, puede que haya cierto deterioro de la capacidad para realizar las
actividades de la vida diaria. Todo ello provoca que haya cierta incomodidad con la
aceptación de la enfermedad, puede que haya añoranza por el pasado; deberemos de ver
esto como una parte orgánica del proceso de integrar la enfermedad en sus vidas. Y por
lo tanto, tener una comprensión profunda de las implicaciones psicológicas de este tipo
de enfermedades reumáticas. El auxiliar de enfermería, concienciado y conocedor de
esta realidad, podrá ejercer una influencia positiva para revertir, por mínimo que sea, el
impacto de toda esta serie de factores estresantes para la salud. Si brinda un apoyo
psicológico eficaz, podrá convertirse en figura de referencia a lo largo de la
recuperación hospitalira y posterior seguimiento médico. Es una persona que entablará
contacto estrecho y cercano con el paciente, teniendo la oportunidad de aprovechar su
rol profesional para generar actitudes y pensamientos positivos en éste. En casos de
enfermedades reumáticas, los profesionales pueden dar aliento al paciente, generando
un mayor compromiso de éste con su salud, ayundando a optimizar y mejorar su calidad
de vida. No olvidemos que habrá asiduidad de visitas médicas y que la adhesión al
tratamiento es importante para que la enfermedad se desarrolle más lentamente. Las
figuras de TCAI se encontrarán habitualmente con el paciente pudiendo dar lugar a una
relación profesional, pero sobre todo, humana. Pudiendo reconocer la dificultad del
paciente, generando conversaciones que no le despersonalicen y vayan más allá de lo
netamente clínico. En última instancia, se trata de que el paciente asocie positivamente
su experiencia hospitaliara y clínica, o por lo menos, no le afecte tan negativamente,
para poder hacerse cargo y responsabilizarse de la enfermedad. El influjo positivo del
entorno ayuda a que la persona vaya más allá de la enfermedad, no se victimice, acepte
sus limitaciones, tenga una sensación de control sobre su vida y, finalmente, vea más
allá del impacto del deterioro para seguir construyendo una vida con habitos saludables,
con rutinas de autocuidado, con actividades que nutran y, sobre todo, con sentido.