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UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE MÉXICO

FACULTAD DE TEOLOGÍA

«EL SEÑOR Y DADOR DE VIDA»,


HACIA UNA PNEUMATOLOGÍA POSTCONCILIAR
Y SU INCIDENCIA EN LA ECOTEOLOGÍA

DISERTACIÓN
PARA OBTENER EL GRADO DE LICENCIATURA EN
TEOLOGÍA DOGMÁTICA

PRESENTADA POR:

MARCELINO TRUJILLO BARRAGAN

ASESOR: PBRO. LIC. RAMÓN REYNOSO GARCÍA

CIUDAD DE MÉXICO, MAYO 2017


Agradezco a Dios Señor del cielo y de la tierra por el preciado don de la vida
que sin medida me ofrece siempre

Agradezco a mi querida y amada Diócesis de Ciudad Altamirano y la


Universidad Pontificia de México

A mi querido Obispo, Don Maximino Martínez Miranda, y el presbiterio por


su apoyo y confianza

A mis queridos padres Abundio Trujillo Corona y Julia Barragan Marquez y a


todos mis hermanos muy queridos

A mi querido asesor, Pbro. Lic. Ramón Reynoso García, por su cuidado,


comprensión y confianza

A mi querido amigo Pbro. Eugenio García Del Rio por su hospitalidad y


generosidad sin medida

A mi compañero y hermano Pbro. Apolonio Ramirez

A mis amigos y bienhechores, Sra. Judith López y la Familia Athie


INTRODUCCIÓN

Creo en el Espíritu Santo, «Señor y dador de vida» (Dominum et vivificantem).


«La dependencia de la vida sobrenatural de la divina virtud del Paráclito es un
principio fundamental y eminentemente dinámico del cristianismo» 1. La
inquietud por profundizar sobre la tercer Persona de la Trinidad, no ha sido
por una curiosidad espontánea, responde al entusiasmo fraguado en mi
experiencia de fe frente al misterio. En los estudios de Teología, en sus
diferentes tratados sistemáticos, se han profundizado con mucho más cuidado
y atención el tema de Trinidad, Cristología, Revelación, Eclesiología,
Sacramentología y la Antropología teológica, pero el tema de la
Pneumatología ha quedado como un apéndice de todos los tratados.

La Pneumatología ha de estudiarse con el mismo rigor científico y sistemático,


en el que se procure superar el cristomonismo, generando un sano equilibrio
en el conocimiento integral del misterio de Dios-Trino en la economía de la
Salvación. Toda la obra de la salvación se ha instaurado en la comunión del

1
A. ROYO MARÍN, El Gran desconocido, BAC, Madrid 1998, 11.
Padre con el Hijo por la fuerza del Espíritu Santo, nunca fuera de esta Unidad
trinitaria.

Y en esta conciencia de que la misma creación se ha convertido en signo de


redención trinitaria, queremos justificar la reflexión y profundización del tema
de la ecoteología, como un pendiente urgente de nuestro tiempo. Y
consideramos muy oportuno retomar el discurso pneumatológico que desde su
fundamentación en la fe se descubra el sentido trascendente de la creación que
implica: la vida humana en relación íntima con el medio ambiente.

En nuestra investigación hemos recurrido a las fuentes de la Teología: la


Sagrada Escritura, los Santos Padres y el Magisterio de la Iglesia. Esto para
razonar el lenguaje dogmático en torno al Espíritu Santo. Y para hablar del
Espíritu Creador, es imprescindible abordar el lenguaje trinitario: las
relaciones intratrinitarias, las misiones y las operaciones.

La teología, en nuestro tiempo, después del Concilio Vaticano II, ha dado el


giro de ser una teología especulativa a ser una teología positiva, es decir que
parte de las fuentes como garantes de su objetividad. Por eso, el método o
camino que hemos tratado de seguir lo más cerca posible, ha sido el método
genético, que remitiéndonos a los orígenes o fuentes nos permite hacer un
discurso hoy, como la búsqueda actualizada en continuidad con el pasado.

El desarrollo de nuestra investigación, lo presentamos en tres momentos. En el


capítulo primero, partimos de la Sagrada Escritura, a modo de rastreo
recuperamos el lenguaje y los términos que expresan, de algún modo, la
identidad del Espíritu Santo. También acudimos a la teología de los Padres de
la Iglesia especialmente de los primeros cuatro siglos, donde acontecieron los
concilios que definieron dogmáticamente la divinidad del Espíritu Santo en el
Símbolo de la fe católica y apostólica. En el segundo capítulo, adentramos
nuestra atención en la pneumatología del Concilio Vaticano II. Aquí tratamos
de escudriñar las notas propias de la teología del Espírita santo, que con
mucha profundidad ha recuperado el lugar propio del Espíritu Santo, en la
vida de la Iglesia y en el mundo. Consideramos que Vaticano II se ha
convertido en la fuente de la recuperación pneumatológica de nuestro tiempo,
puesto que, a partir de ahí, se ha forjado en diferentes teólogos la
preocupación de generar un discurso y lenguaje sobre la operación y acción
pneumática del Espíritu. Y en el tercer capítulo, profundizamos sobre el tema
específico de la misión y operación del Espíritu en la creación, como una
posibilidad de hablar del dinamismo permanente en ella y rescatar así su
sentido trascendente sin más. Así, hacemos eco a lo expuesto por el Papa
Francisco en su carta encíclica Laudato Sii, la preocupación por el rescate y
cuidado de la casa común.

Con este ejercicio de investigación no queremos fragmentar el sentido


teológico de la Trinidad, sino reconocer y apreciar que la obra de Dios se da
en la inseparabilidad de las operaciones intratrinitarias. Queremos también con
este trabajo cultivar nuestra visión integral de la obra trinitaria en la economía
de la salvación. Por tanto, no aspiramos caer en un pneumalotigismo, sino en
la contemplación de la obra perfecta de Dios-Uno-Trino. Como una de las
herencias del Concilio pneumatológico del siglo XX.
CAPÍTULO I

FUNDAMENTOS PARA HABLAR DE «EL SEÑOR Y DADOR DE


VIDA»

1.1. Sagrada Escritura

El Espíritu Santo, autor de la Sagrada Escritura, en la que se contiene el


testimonio vivo de la Historia de la Salvación. «Todos los teólogos sostienen
que las Escrituras son el testimonio referente a esa revelación y que tienen
valor de criterio para apreciar la experiencia de Dios que los hombres pueden
hacer»2. Por lo tanto, la Teología no puede fundamentarse en meras
especulaciones subjetivas, sus fuentes principales son: la Sagrada Escritura, la
Tradición y el Magisterio. La enseñanza del Concilio Vaticano II señala:

La Teología se apoya, como cimiento perdurable, en la Sagrada Escritura unida a la


Tradición; así se mantiene firme y recobra su juventud, penetrando a la luz de la fe la
verdad escondida en el misterio de Cristo. La Sagrada Escritura contiene la Palabra
de Dios, y en cuanto inspirada es realmente Palabra de Dios; por eso la Escritura debe
ser el alma de la Teología (DV 24).

2
Y. CONGAR, El Espíritu Santo, Herder, Barcelona 1991, 17.
INTRODUCCIÓN 8

1.1.1 El Espíritu de Dios y el Espíritu Santo en el Antiguo


Testamento

En el Antiguo Testamento, la expresión Espíritu Santo no aparece como tal.


La palabra Espíritu aparece con la expresión rúah (término hebreo)
designando al viento, soplo o alma. El empleo de esta palabra en el AT
aparece 378 veces, refiriéndose como a esa fuerza viva o al principio de vida
(aliento) del hombre y de las cosas. También como sede del conocimiento y
de los sentimientos; como la fuerza viva de Dios por la que él obra y hace
obrar, tanto a nivel físico como espiritual 3. Así pues, la expresión «Espíritu»
se entiende como principio vital, generador de vida. «El espíritu tiende
siempre a designar en un ser el elemento esencial e inefable, lo que lo hace
vivir y emana de él sin que él lo pretenda, lo que es más “es” sin que él pueda
dominarlo»4. Hablar del Espíritu (rúah), viento, soplo, designa la realidad
divina manifestada en la creación, incluido el hombre. Tiene una connotación
dinámica, porque hay en ese viento un misterio,

de violencia irresistible unas veces, derriba las casas, los cedros, los navíos de alta
mar (Ez 13, 13; 27, 26); otras veces se insinuará en un murmullo (1 Re 19,12); a
veces seca con su viento tórrido la tierra estéril (Ez 14, 21; cfr. Is 30, 27-33) y otras
veces derrama sobre ella el agua fecunda que hace germinar la vida (1 Re 18,45)5.

Se conoce al Espíritu, desde la Historia de la Salvación, como el principio,


causa y origen de la vida, cualidad misma de Dios. Por tanto, el Espíritu no
está distante del cuerpo, no es una oposición a lo corpóreo, como solemos
hablar del Espíritu (como una realidad inmaterial), dice Y. Congar:
3
Cfr. Y. CONGAR, El Espíritu Santo, 29.
4
J. GUILLET, «Espíritu de Dios», en: X. LEON-DUFOUR, Vocabulario de teología bíblica,
Herder, Barcelona 1988, 295.
5
Idem.
INTRODUCCIÓN 9

Rúah (soplo) no implica una oposición a «cuerpo» o «corporal». Incluso en el griego


profano y en su utilización filosófica, pneuma expresa la sustancia viva y generatriz
difundida en los animales, en las plantas y en todas las cosas. Se trata más de una
corporeidad sutil que de una sustancia incorporal. En la Biblia, la rúah (soplo) no es
algo descarnado; es más bien, la animación del cuerpo6.

Por otra parte, es importante señalar que en el contexto del AT, no se distingue
la Trinidad, no hay una definición dogmática aún se concibe al Espíritu como
una fuerza divina, o Espíritu de Dios, que transforma realidades humanas para
hacerlos capaces de gestos excepcionales. Y en el acto de la creación se
menciona el Espíritu de Dios diciendo: un viento7 de Dios aleteaba por
encima de las aguas (Gen 1, 2).

a) En el Génesis

En los relatos de la creación contenidos en el texto del Génesis, presenta de


manera explicita e implícita la obra del Espíritu de Dios como principio y
fundamento de la vida, en las cosas y en el hombre: en el principio creó Dios
los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión: oscuridad cubría el
abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas (Gen 1, 1-2). La
intensión del autor sagrado es transmitir que en toda la obra de Dios, está
presente la fuerza de su Espíritu.

Por su cercanía de imagen, pues el aliento es el signo de la vida, esta se atribuye al


Rúah de Dios, desde la creación del primer hombre (Gen 2, 7). Por eso el fiel hebreo

6
Y. CONGAR, El Espíritu Santo, 30.
7
La Biblia de Jerusalén pone la siguiente nota exegética: «esta expresión podría traducirse
como un huracán o tromba, como la que se pensó que había arrebatado al profeta Elías,
dejándolo en un monte o valle. La exégesis patrística ha deducido de este relato, que habla
de Dios y del Espíritu (o viento) divino y que implica a su palabra (dijo Dios), un anticipo
del dogma de la Trinidad. Sin embargo, esta idea de la función creadora del Espíritu de
Dios apenas aparece en el AT». BIBLIA DE JERUSALÉN, Descleè de Brouwer, Bilbao 2009,
13.
INTRODUCCIÓN 10

piensa que mientras esté presente en él el soplo de Yahvé, también él seguirá


viviendo. Apenas Yahvé le retire el soplo, el ser humano volverá a las tinieblas de la
muerte, incluso a la nada pues todo lo que hay en él es ese Espíritu que lo sustenta
como ser viviente: Si él retirara así su Espíritu, si así se recogiera su soplo, a una
expiraría toda carne, el hombre al polvo volvería (Job 34, 14-15 ver 27,3; Sal
104/103, 29-30)8.

Así pues, en el Génesis con la expresión Espíritu se hace referencia a la


potencia de Dios de poder dar la vida y además sostenerla. Y su Espíritu
omnipotente provee que todas las cosas se renueven, pues «el Espíritu que dio
a los seres humanos y a los animales la vida, es el mismo que la impulsa y
conduce a su desenvolvimiento pleno»9.

b) En los héroes y jueces10

Hemos visto que el Espíritu de Dios es el dador de vida. Ahora, veamos a este
mismo Espíritu (soplo) de Yahvé como carisma. En la noción
veterotestamentaria, se encuentra la acción del soplo de Dios como el que da
la sabiduría o carisma, suscitada en personas concretas para salvar a su pueblo.
«En este caso el Espíritu “se apodera” de una persona, para que sea su
mediador en la obra de castigo o corrección. O bien de guía y liberación de su
pueblo. Si bien hay aquí y allá varios líderes carismáticos de Israel, de modo
especial este fenómeno despunta en el libro de los jueces»11.

8
C. I. GONZÁLEZ, El Espíritu del Señor que da la vida, CELAM, México 1998, 24
9
Idem.
10
Otoniel: El Espíritu (el soplo) de Yahvé vino sobre él (Jue 3, 10). Gedeón: El Espíritu
(soplo) de Yahvé revistió a Gedeón (6, 34). Sansón: El Espíritu (soplo) de Yahvé comenzó
a excitarlo (13, 25); El Espíritu de Yahvé lo invadió, y sin tener nada en la mano,
despedazó el león como se despedaza un cabrito (14, 6); entonces el Espíritu de Yahvé lo
invadió; y bajó a Ascalón mató a treinta de sus habitante (14, 19).
11
C. I. GONZÁLEZ, El Espíritu del Señor que da la vida, 25.
INTRODUCCIÓN 11

Al hacer referencia a estos personajes, claves en la historia de Israel, da la


impresión que se tratara de hombres extraordinarios, de una cierta élite, con
dotes poco comunes, pero en realidad, se trata de la obra de Yahvé por la
acción de su Espíritu.

Los jueces de Israel son suscitados por el Espíritu de Dios. Sin esperarlo y sin que
nada los predisponga a ello, sin poder oponer resistencia, sencillos hijos de aldeanos,
Sansón, Gedeón, Saúl son cambiados brusca y totalmente, no sólo son hechos
capaces de gestos excepcionales de audacia o de fuerza, sino que son dotados de una
nueva personalidad capaces de representar un papel y de realizar una misión, la de
liberar a su pueblo. Por sus manos y por su espíritu, el Espíritu de Dios prolonga la
epopeya del Éxodo y del desierto, garantiza la unidad y la salvación de Israel y da así
origen al pueblo santo. Su acción es ya interior, aunque todavía es designada con
imágenes que subrayan el influjo repentino y extraño: el Espíritu fue sobre Otoniel o
Jefté (Jue 6, 34)12.

Lo mismo sucede con la monarquía precedida del periodo de los jueces. Es el


mismo Espíritu que baja a la casa de Israel. Pero es importante señalar que
ahora la imagen de la infusión del Espíritu de Dios, es en el signo de la unción
con aceite. El primer rey de Israel en recibir la unción será Saúl, el cual es
ungido por Samuel (Cfr. 1 Sam 10, 6-13), sucedido por David, ungido por el
profeta Natán (Cfr. 2 Sam 7), cuya descendencia señala Isaías, saldrá un
renuevo del tronco de Jesé, un tallo de sus raíces brotará. Reposará sobre él
el espíritu de Yahvé (Is 11,1-2).

c) En el Profetismo

Veamos ahora la imagen del Espíritu Santo en la elección e inspiración de los


profetas, la tradición bíblica los reconoce con varios adjetivos: visionarios,
videntes, incluso como contemplativos de los misterios de Dios, hombres de
Dios; cuando se hace referencia a su calidad de personas, mensajeros (nabíes)
12
J. GUILLET, «Espíritu de Dios», 297.
INTRODUCCIÓN 12

(Cfr. 2 Re 4, 9-7; 5, 8-20) o centinelas de Dios (Cfr. Hab 2,1; Jr 6, 17; Ez 33,
2-7)13. Entonces, el profetismo la experiencia de Dios que inspira (spirare in),
que significa literalmente «soplar sobre», reconociendo que se trata del soplo
de Yahvé. Por ejemplo, en el libro del Génesis, José ante el Faraón, que
habiéndole interpretado sus sueños y al anunciarle los acontecimientos por
venir, lo elije su ministro: Y dijo el Faraón a sus servidores: ¿acaso se
encontrará otro como éste, que tenga el Espíritu de Dios? Y el Faraón dijo a
José: después de haberte dado a conocer Dios esto, no hay entendido ni sabio
como tú (Gen 41,38)14. Por lo tanto, quien lleva al profeta a hablar, anunciar y
denunciar, es la fuerza del Espíritu de Yahvé.

Ya en los orígenes de la doctrina Cristiana, los santos Padres de la Iglesia


reconocen al Espíritu Santo en el profetismo veterotestamentario. Señala Y.
Congar:

Al menos desde el símbolo bautismal de san Cirilo de Jerusalén (hacia el 348), pero
ya anteriormente en Justino e Irineo, nuestras confesiones de fe presentan al Espíritu
Santo como «el que habló por los profetas». Contra la gnosis de Marción, se afirmaba
que el Espíritu que hizo concebir a Jesús y el que anima al evangelio es el mismo que
actuaba en la misma economía. Nos interesan de manera especial tres autores: Isaías,
Ezequiel y Joel. El libro de Isaías emplea unas cincuenta veces la palabra rúah y
Ezequiel cuarenta y seis veces15.

De manera que en los profetas ya hay una conciencia de quién es el Espíritu.


En su lenguaje y en su quehacer saben que obran, hablan, anuncian y
denuncian, inspirados por el Espíritu de Yahvé, «Isaías expresa en primer

13
Cfr. T. PARRA, Diccionario de cultura bíblica, San Pablo, México 2012, 330.
14
Cfr. C. I. GONZÁLEZ, El Espíritu del Señor que da la vida, 30.
15
Y. CONGAR, El Espíritu Santo, 34.
INTRODUCCIÓN 13

lugar lo que es común al sentimiento bíblico sobre el rúah, el soplo: lo que


existe de vida digna de este nombre viene del soplo de Dios»16.

Además, los profetas no tienen una visión sólo local, inmediata, a corto plazo,
sino que también anuncian el futuro. La garantía y la fuerza de su predicación
es el cumplimiento de las promesas de Yahvé. Por eso el profetismo tiene su
plenitud en la llegada del Mesías libertador del pueblo de Israel. Ante el
agobio por las crisis sociales, como lo fue el exilio, Isaías anuncia la llegada
del Mesías consolador, el que tendrá la plenitud del Espíritu de Yahvé: Saldrá
un renuevo del tronco de Jesé, un tallo de sus raíces brotará. Reposará sobre
él el espíritu de Yahvé, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de
consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor de Yahvé (Is 11, 1ss).

El Mesías como poseedor de los dones del Espíritu, será el que guiará a la
plenitud al pueblo de Dios. Se advierte cómo el Espíritu de Yahvé es quien
mueve a sus siervos los profetas y, al mismo tiempo, es el que da plenitud a
las promesas, revelando así la llegada del Mesías en quien está presente el
Espíritu en plenitud.

1.1.2 El Nuevo Testamento

1.1.2.1 Los Sinópticos

Después de haber hecho un breve recorrido por el AT, con la finalidad de


rescatar las nociones básicas sobre el Espíritu, su acontecer en la creación, en
los héroes, los jueces y en los profetas, nos adentramos ahora en la tradición

16
Idem.
INTRODUCCIÓN 14

del Nuevo Testamento; desde luego, no más allá del fin que persigue esta
investigación.

a) En la Encarnación

El Evangelio de Jesucristo como la buena noticia del cumplimiento de las


promesas mesiánicas prevista desde antiguo, deja en claro que Jesús es el
Mesías de Dios. Por tal motivo creemos que la obra de la salvación tiene una
dimensión trinitaria. La acción del Espíritu Santo queda así patentada en el
acontecimiento Cristo. Se hace evidente en la Encarnación 17, en el Bautismo y
en la vida pública de Jesús. San Lucas presenta, especialmente, la encarnación
del Hijo de Dios como la obra del Espíritu: el Espíritu Santo vendrá sobre ti y
el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que va a nacer será
santo y le llamarán Hijo de Dios (Lc 1, 35). Y en su paralelo, san Mateo
señala: El origen de Jesucristo fue de la siguiente manera. Su madre María
estaba desposada con José; pero, antes de empezar a estar juntos, se encontró
en cinta por obra del Espíritu Santo (Mt 1, 18). María como mediadora
concibe a Jesús, al que Lucas presenta como «Hijo de Dios», refiriendo este
título no a la preexistencia, sino a su concepción por el Espíritu Santo18.

17
El misterio de la Encarnación «lo realizó aquel Espíritu que consustancial al Padre y al
Hijo es en el misterio absoluto de Dios uno y trino, la Persona-amor, el don increado,
fuente eterna de toda dádiva que proviene de Dios en el orden de la creación, el principio
directo, y en cierto modo el sujeto de autocomunicación de Dios en el orden de la Gracia.
El misterio de la Encarnación de Dios constituye el culmen de esta dádiva y de esta
autocomunicación divina». C. D. PEREIRA, «El Espíritu Santo en el Nuevo Testamento»
http://biblia.verboencarnado.net/2016/05/15/espiritu-santo-nuevo-testamento.
(28 de noviembre 2016).
18
Cfr. Y. CONGAR, El Espíritu Santo, 42.
INTRODUCCIÓN 15

b) En el Bautismo

En el episodio del bautismo de Jesús, en el Jordán (cfr. Mt 3,16; Mc 1, 10; Lc


3, 22), y la presencia del Espíritu Santo que desciende sobre él, confirma
quién es Jesús.

Es cierto que Jesús era Hijo de Dios y estaba habitado por el Espíritu desde el seno
de María […] pero, los evangelistas operan con la pneumatología heredada del
Antiguo Testamento y del judaísmo. Se tiene al Espíritu por un acto de Dios que
expresa su amor y engendra un amor correspondiente con él. En el acontecimiento del
bautismo se lleva acabo una nueva misión o comunicación. En este acontecimiento se
constituye a Jesús, y en todo caso, lo declara como mesías, como aquel sobre quien
reposa el Espíritu, aquel que obrará por el Espíritu, aquel que, glorificado y
constituido Señor, dará el Espíritu19.

En Jesús, el Mesías, está la plenitud del Espíritu Santo. La llegada de Jesús no


se da de forma autónoma, está asistido por el Espíritu, lo que confirma que la
acción del Hijo no se entiende sin la fuerza del Espíritu Santo.

c) En la vida pública de Jesús

Hemos visto la acción pneumática del Espíritu en la Encarnación y en el


Bautismo, ahora veamos cómo es el mismo Espíritu quien impulsa al Mesías
de Dios a llevar a cabo la misión redentora del hombre. Dice el texto lucano
en confrontación con Mateo y Marcos, que Jesús fue arrebatado por el Espíritu
al desierto donde hizo penitencia y afronta al demonio (Cfr. Lc 4,1; Mt 4,1;
Mc 1,12;), aparece la tentación unida al bautismo y la declaración: «Tu eres
mi hijo amado», y esta frase es repetida dos veces por el tentador: «Si eres el
Hijo de Dios». Jesús no puede caer en el juego de la tentación, porque él es el
siervo de Yahvé, destinado a una dura militancia y finalmente, a la cruz. Por

19
Y. CONGAR, El Espíritu Santo, 42-43.
INTRODUCCIÓN 16

lo tanto, la tentación es la prueba de su obediencia a Dios. Al final, sale


victorioso, y Satanás queda atado, después Jesús lo expulsará constantemente
por medio del «dedo» o Espíritu de Dios20. La fuerza del Espíritu Santo está en
Jesús al cual hasta los espíritus inmundos lo obedecen (Cfr. Mc 1, 27).

1.1.2.2 En la tradición paulina

Siguiendo con nuestro análisis sobre la pneumatología en los textos del NT,
vamos a introducirnos a la teología paulina, donde se desarrolla más el tema
sobre la teología del Espíritu Santo. «Pablo emplea la palabra pneuma 146
veces, de las cuales 117 en las grandes cartas» 21. En el contenido de sus
Cartas, San Pablo permite descubrir una muy clara intensión de hablar del
Espíritu Santo como Alguien y no sólo como algo22. Dice Congar:

San Pablo anuncia del evangelio de Dios que, objeto de promesa en la antigua
disposición, se ha convertido en realidad y concierne a su Hijo nacido del linaje de
David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu
santificador, a partir de su resurrección de entre los muertos, Jesucristo Señor nuestro
(Cfr. Rom 1, 3-4 y 8, 11) 23.

La teología de san Pablo es comprensible desde su experiencia personal. Él


descubre la acción del Espíritu Santo en su ministerio. Y también descubre la

20
Cfr. Ibid, 46.
21
Y. CONGAR, El Espíritu Santo 56.
22
El padre Carrillo Alday, en su estudio sobre la pnuematología paulina, a partir de 2 Cor
13,13, La gracia de nuestro Señor Jesucristo, y el amor de Dios, y la comunión del Espíritu
Santo, con todos vosotros. «Con esta solemne bendición, tal vez escrita con su propia
mano, cierra el Apóstol Pablo su segunda Epístola a los Corintios. En ella el Apóstol
sintetiza tres de sus grandes y profundas experiencias: El ha sentido la «gracia» de la
salvación que le vino de Cristo Jesús el Señor. Ha conocido el «amor» que el Padre-Dios
derramó en su corazón de Hijo. Y ha experimentado la «comunión» con Dios y con los
demás hermanos cristianos que sólo ha podido realizar en él el Espíritu Santo».
S. CARRILLO ALDAY, Teología bíblica del Espíritu Santo II, Dabar, México 1992, 22.
23
Y. CONGAR, El Espíritu Santo, 56.
INTRODUCCIÓN 17

actividad del Espíritu en la vida de los fieles incorporados a la Iglesia, que está
siempre a favor de ésta. Así pues, los carismas, dados por el Espíritu Santo
son en la Iglesia dones para el servicio de la comunidad24.

a) En relación a la alianza

La presentación pneumatológica de Pablo se enfoca hacia el sentido y


cumplimiento salvífico del Plan de Dios. «El Espíritu Santo se revela
mediante su actividad salvífica, en esta etapa inicial y decisiva, cumpliendo la
misión que el Padre le ha encomendado por el Hijo» 25. Por lo tanto, el don del
Espíritu es la realización de la promesa hecha a Abraham, que está ligada a la
fe, y no al cumplimiento de la ley. Y esto (la cruz) para que llegue en Cristo
Jesús a los gentiles la bendición de Abraham; a fin de que por medio de la fe
recibamos la promesa del Espíritu (Gal 3, 14). Hay una relación muy íntima
entre alianza y Pneuma. Así entonces:

Pablo interpreta el Pneuma como un don escatológico, en cumplimiento de la


promesa del Padre, y lo relaciona con la persona y la actividad salvadora de Cristo; o
sea, por así decir, ha «cristificado» al Espíritu. Por primera vez liga al Espíritu con la
promesa mesiánica, al llamarlo «Espíritu de Cristo» (Cfr. Gal 4,6; Rom 8, 9; Fil 1,
19; 2 Tes 2, 8). En el Antiguo Testamento se llamaba «Espíritu de Yahvé», aunque se
había prometido que actuaría en el Mesías (ver Is 11, 1-4)26.

b) En la evangelización

Como es sabido, Pablo es el Apóstol de los gentiles. Misionero, ministro y


servidor del Evangelio. Él es consciente que el Evangelio que predica no es
una invención humana. Y advierte que evangeliza con la fuerza del Espíritu

24
Cfr. C. I. GONZÁLEZ, El espíritu del Señor que da la vida, 43.
25
C. I. GONZÁLEZ, El espíritu del Señor que da la vida, 45.
26
Idem.
INTRODUCCIÓN 18

Santo (Cfr. 1 Tes 1,5). El contenido y la fuerza con que se predica el evangelio
es del Espíritu Santo, por eso dice, que el evangelio no llegó sólo en palabras
humanas, sino también en poder y en el Espíritu Santo (Cfr. 1 Tes 1, 2-6).

Pablo da testimonio de su propia experiencia cristiana del Espíritu, reconoce


que la obra del Pneuma es la fuente de toda inspiración. En ese dinamismo
descubre la nueva ley del Espíritu, que no sólo se opone a la ley de la carne,
sino que también supera la pedagogía de la ley mosaica 27. Por eso, él enseña
que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos ha sido dado (Rom 5,5). Y también: los frutos del Espíritu son
amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre,
dominio de sí: contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús
han crucificado la carne con sus pecados y apetencias. Si vivimos según el
Espíritu, obremos también según el Espíritu (Gal 5, 22-25). En la concepción
paulina estos son los efectos y la eficacia del Evangelio sustentado por el
Espíritu.

Al escribir, nuestro evangelio llegó a vosotros, el Apóstol pone énfasis en el


Evangelio mismo y no en los heraldos que lo llevaron. El Evangelio no es únicamente
la proclamación de una palabra o la comunicación de un mensaje. El Evangelio de
Dios, de Cristo, de nuestro Señor Jesús es una Buena Nueva que va acompañada de la
fuerza misma de Dios (Cfr. 1Tes 2, 2.8.9; 3,2; 2 Tes 1,8). En Rom 1, 16, Pablo
escribirá que el Evangelio es una fuerza de Dios para salvación de todo el que cree28.

Por lo tanto, para Pablo, el evangelio no se comprende sin la inspiración del


Espíritu Santo. Aquí deja ver con claridad que el Pneuma es la fuerza interna,
personal y creadora de Dios. Además, esta fuerza transforma, disponiendo al
creyente para recibirlo y permanecer en él. Todos nosotros, que como un
27
Cfr. C. I. GONZÁLEZ, El Espíritu del Señor que da la vida, 49.
28
S. CARRILLO ALDAY, Teología bíblica del Espíritu Santo, 31.
INTRODUCCIÓN 19

espejo reflejamos la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma
imagen cada vez más gloriosa: así es como actúa el Señor, que es Espíritu (2
Cor 3, 18).

c) En la eclesiología

La estructura fundamental de la Iglesia tiene su naturaleza en el Espíritu.


Todos fuimos bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo
(1Cor 12,13). No hay oposición entre Espíritu y Cuerpo, se reclaman
mutuamente. Hay un punto de unión, donde el Espíritu penetra por la fe: el
bautismo, el pan y la copa de la última cena, crean ese vínculo de pertenencia
real y espiritual en el cuerpo glorioso de Cristo, formando un cuerpo con él en
el plano de la vida filial que promete la herencia de Dios 29. Este cuerpo de
Cristo que los fieles forman sobre la tierra exige ser construido (Cfr. 1Cor 3,
9; Ef 2, 20; 4,12). Lo que es construido así, es una morada de Dios por el
Espíritu (Ef 2,22). Una casa espiritual, un templo donde se ofrece a Dios un
culto Espiritual (1 Pe 2, 5 ss; Flp 3, 3). ¿No sabéis que sois templo de Dios y
que el Espíritu de Dios habita en vosotros? (1 Cor 3, 6; 6, 19; 2 Cor 6, 16).
Por otra parte, la Iglesia es prolongación, lugar de encuentro y proyección
escatológica. Dice Carlos Ignacio González:

Bien sabe Pablo por la luz de su fe hebrea que Yahvé no sacó de Egipto a un grupo de
individuos para liberarlos, y ni siquiera para hacer con cada uno de ellos un pacto;
sino para un objetivo comunitario: serán para mi un reino de sacerdotes y una nación
santa (Ex 19, 6), a fin de establecer su alianza con todos ellos, unidos como un pueblo
[…] Una vez levantada la Iglesia, dentro de ella el Espíritu introduce, anima y orienta
a cada uno de los cristianos: lo hace hijo de Dios y ya no esclavo (Gal 4, 6-7), libre y
ya no siervo de las obras de la carne (Gal 5, 1.16-21), le da filiación adoptiva
haciéndolo hijo del Padre por Cristo (Rom 8,15; Gal 4, 6), lo transforma en una nueva

29
Cfr. Y. CONGAR, El Espíritu Santo, 59.
INTRODUCCIÓN 20

creatura y le infunde el dinamismo en y por el Espíritu (Rom 7,6; 8,2; Gal 6, 15; 2
Cor 5, 17), lo guía para que actué de un modo nuevo «caminando según el Espíritu»
(Gal 5, 25), lo lleva a adorar a Dios y darle culto en el Espíritu (Fil 3,3), lo conduce
hacia la salvación (2 Tes 2, 13; 1 Tes 4, 7-8; 5, 23) y, finalmente, su fruto definitivo
es el que hará al cristiano un día resucitar en su propia carne con Cristo (Rom 8,
11.23; 2 Cor 5,5; Ef 1, 13-14): es el principio escatológico, fuente de vida nueva y de
salvación definitiva30.

Así pues, la visión eclesiológica de Pablo en sentido estricto, no se entiende


sin la dimensión pneumatológica unida íntimamente con la cristología.

d) Jesús y el Pneuma

Siguiendo con el esquema de la pneumatología paulina, es necesario también


conocer esta relación íntima entre el Espíritu y Cristo. La teología paulina
esclarece esta relación entre el Espíritu y Jesús, pero no pierde de vista su
distinción personal y misional.

Se trata de creer, después de confesar, con la boca y con la vida, que Jesús es el Señor
(Cfr Rom 10,9). Es lo que el Espíritu nos empuja a realizar: Nadie que habla en
Espíritu de Dios, dice: ¡Maldito sea Jesús!; y nadie puede decir: Jesús es el Señor!
Sino en el Espíritu Santo (1 Cor 12,3). […] El Espíritu hace conocer, reconocer y
vivir a Cristo. No se trata únicamente de una proposición doctrinal; es algo
existencial que viene de un don y que compromete toda la vida. No hay un cuerpo del
Espíritu Santo, sino un cuerpo de Cristo. ¿Acaso el Espíritu no es el Espíritu de
Cristo (Cfr. Rom 8, 9; Flp 1,19), del Señor,(2 Cor 3, 17). Espíritu de su Hijo (Gal
4,6)?31.

Aquí el teólogo Y. Congar en buena medida nos clarifica la noción del


Espíritu y la de Cristo, en la que no hay ni una autonomía ni mucho menos
una disparidad. Un aporte importante en la teología paulina. También aclara
que no se puede entender la obra de Jesús sin la presencia del Espíritu, y no
conoceríamos la obra del Espíritu si Cristo no nos la hubiese revelado.

30
C. I. GONZÁLEZ, El espíritu del Señor que da la vida, 50.
31
Y. CONGAR, El Espíritu Santo, 66.
INTRODUCCIÓN 21

El Apóstol ofrece algunas fórmulas que indistintamente se utilizan tanto en


Cristo como en el Espíritu: A Cristo, que no conoció pecado, lo hizo pecado
por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él (2 Cor 5,21); y
del Espíritu dice: Que el reino de Dios no es cuestión de comida ni bebida,
sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo (Rom 14, 17); Justificados
en Cristo (Gal 2, 17); Fuisteis justificados en el nombre del Señor Jesucristo y
en el Espíritu Santo de nuestro Dios (1 Cor 6, 11). O también, Alegraos en el
Señor (Flp 3,1); Alegría en el Espíritu Santo (Rom 14,17)

Con estas similitudes de la operación del Hijo y del Espíritu, visualizamos que
la misión de ambos se realiza en conjunto para la misma salvación y redención
del hombre y el mundo. El Espíritu es término y contenido de la promesa, don
escatológico, que constituye a Cristo-Jesús en su condición humana
crucificada, en condición de Hijo de Dios con poder, en plena condición de
Señor. Por eso, los frutos y operaciones de la vida cristiana, son obra del
Espíritu y de Cristo32. Por lo tanto, para Pablo, el Espíritu no es una simple
fuerza; es Dios mismo en cuanto derramado, presente y activo en nosotros por
este mismo y único Espíritu (Cfr. Rom 5,5).

1.1.2.3 En la tradición joánea

La compresión del Espíritu Santo en la tradición del Nuevo Testamento es


abundante y con diferentes matices. Vamos a dar un atisbo al texto del
evangelio de San Juan. A diferencia de los Sinópticos, más que contemplar al
Espíritu Santo, ungiendo a Jesús para realizar su misión mesiánica, Juan lo
mira como un don de Cristo a sus discípulos. Lo ha prometido como el
32
Cfr. Y. CONGAR, El Espíritu Santo, 68.
INTRODUCCIÓN 22

Paráclito; consolador y guía. Será el conducirá la verdad completa y enseñará


todo de él.

En el comienzo del Evangelio, el Espíritu Santo 33 desciende sobre Jesús y se


posa y permanece en él (Cfr. Jn 1, 32-33). A partir de allí, Jesús lleno del
Espíritu lo comunica a los demás 34. «Jesús aparece, ante todo, como el que da
el Espíritu; después, en los discursos de la última cena, como el que anuncia el
envío del Paráclito»35.

Juan presenta a Jesús como el que ha venido del Padre, y ha venido para que
lo hombres tengan vida y la tengan en abundancia (Cfr. 10,10; 3, 16). En los
textos de san Juan, como en el Antiguo Testamento, el don de la vida aparece
ligado al Espíritu. Por ello, la vida tiene ya otra comprensión, no se trata sólo
de la vida física, sino de la vida de fe, la vida de la nueva Creación, propia de
los tiempos escatológicos. Por lo tanto, esta nueva Creación es obra del
Espíritu y de la Palabra36.

Cuando Nicodemo va de noche a ver a Jesús, éste le muestra que la nueva vida
tiene ya un origen sobrenatural, hay que nacer del agua y del Espíritu (Jn
3,5). Lo lanza a la experiencia de la vida de la fe, que se inaugura por el
33
En el evangelio de Juan, el Espíritu Santo se denomina como el Espíritu de la verdad.
«Cristo, como nuevo Moisés, el profeta por excelencia, va a dejar este mundo para retornar
al Padre. Pero los discípulos se beneficiaran entonces de la venida del Espíritu de la verdad,
del Paráclito, que continuará entre ellos la obra de Cristo. Al igual que Cristo, él procede
del Padre (15,26; ver 8, 42; 16, 27-30; 17, 8). Como él será enviado a ellos (14, 16; 15, 26),
y permanecerá con ellos para siempre (14, 16-17). Su misión será la de enseñarles todo lo
que Cristo no haya podido decirles, y, del mismo modo que Cristo no hablará por su cuenta,
sino lo que haya oído junto al Padre». BIBLIA DE JERUSALÉN, 1539.
34
Cfr. C. I. GONZÁLEZ, El Espíritu del Señor que da la vida, 72.
35
Cfr. Y. CONGAR, El Espíritu Santo, 75.
36
Cfr. L. BUCH, «La Revelación según el Espíritu Santo en los escritos de San Juan», en:
Annales theologici, 27 (2013) 54.
INTRODUCCIÓN 23

Bautismo y por el don del Espíritu 37. De esto da testimonio Juan el Bautista
cuando dice: he visto al Espíritu que baja como una paloma del cielo y se
quedaba sobre él. Y yo no lo conocía pero el que me envió a bautizar con
agua, me dijo: Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre
él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo (Jn 1, 32-33). Y en este
testimonio se discierne el sentido del nuevo bautismo:

Según el testimonio de Juan el Bautista, Jesús es «el que bautizará con Espíritu
Santo» (v. 33); algunos manuscritos añaden «con fuego», quizá bajo la influencia de
Hch 2,3-4. Como se dijo a propósito de 1, 12-13, el Espíritu Santo es el principio de
nuestra nueva vida como hijos de Dios. El bautismo de Jesús no es de limpieza o
purificación externa, como sucedía con el bautismo de Juan. Éste no duda en
reconocer la superioridad del ministerio de Jesús respecto al suyo propio (cf. 3,22-
30)38.

Para Juan entonces, Jesús es el revelador, porque es el que viene de arriba y


no sólo en cuanto que habla palabras de Dios, sino también en cuanto que da
el Espíritu: Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios,
porque no da el Espíritu con medida (Jn 3,34)39.

Una nota característica del cuarto evangelio es su constante referencia al tema


de la vida y la vida como don. Reconoce que Jesús es el pan de Vida. Y la
estructura de este discurso eucarístico se compone de dos partes en un
estrecho paralelismo, el pan que alimenta al hombre para que viva, signo de la
Palabra (Cfr. Jn 6,32-47) y el cuerpo de Cristo (Cfr. Jn 6, 48-58). Él da la
vida, porque en él está la vida (Cfr. Jn 1,4) y él mismo es la vida (Cfr. 14, 16).

37
Idem.
38
T. OKURE, «Juan», en William R. FARMER, et al., Comentario Bíblico Internacional,
Verbo Divino, Navarra 2005, 1331.
39
Cfr. L. BUCH, «La Revelación según el Espíritu Santo en los escritos de San Juan», 54-55
INTRODUCCIÓN 24

Verdadero pan del cielo (Cfr. 6, 32), porque viene de Dios, por Él conocemos
al Padre. Esto también es obra del Espíritu.

Jesús corrige a sus discípulos cuando lo buscan después de la multiplicación


de los panes y los exhorta a que se preocupen por el verdadero pan que baja
del cielo y no el pan de la carne 40, obrad no por el alimento perecedero, sino
por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del
Hombre, porque a éste es a quien el Padre Dios ha marcado con su sello 41 (Jn
6, 27). En la pneumatología joánea, el Espíritu dado por Jesús es referido
como torrente de agua viva. En este contexto el simbolismo del agua en la
Biblia era para los israelitas, signo de riqueza múltiple; significaba
purificación, vida o fecundidad, en unión y recuerdo del agua de la roca en el
desierto del éxodo y el anuncio escatológico de un nuevo milagro (Cfr. Is
55,10-11)42 o de la fecundidad que sale del templo bajo la forma viva del agua
( Cfr. Ez 47, 1-12; Ap 21, 6; 22, 1). «Se trata del Espíritu. Lo dará Jesús. Este
espíritu es presentado como el que empuja y anima al fiel hasta la vida eterna,
a la manera como el agua que viene de lo alto hace subir su nivel» 43. Por lo
tanto, la obra de Jesús se circunscribe en dar la vida que es sinónimo de la
salvación:

40
Cfr. C. I. GONZÁLEZ, El Espíritu del Señor que da la vida, 74.
41
El sentido que se da a la expresión sello, es la garantía y pertenencia. El sentido que
adquiere en Cristo marcado por el sello de Dios, su Padre, no es sencillamente el poder que
le da de realizar su obra (Cf. Jn 5, 32.36), sino también la consagración que le hace, Hijo de
Dios (Jn 10,36) por la obra del Espíritu Santo, también dado al cristiano (2 Cor 1, 22; Ef
1,13ss). Cfr. Marc-François LACAN, «Sello», en: X. LEON-DUFOUR, Vocabulario de la
teología bíblica, 841-842.
42
Cfr. Y. CONGAR, El Espíritu Santo, 77.
43
Cfr. Ibid, 76.
INTRODUCCIÓN 25

Juan pone de manifiesto de distintos modos que, en esta misión que Jesús lleva a cabo
a favor de los hombres, el Espíritu juega un papel central, inseparable del de Cristo:
Jesús es la Vida, y el Espíritu «es el que da la vida» (Jn 6, 63). Por una parte, el
carácter definitivo de la revelación de Jesucristo y el don de la vida tiene que ver
tanto con sus palabras, como con el hecho de que Él es quien da el Espíritu (Jn 3, 34-
36); por otra parte, si sus palabras son el agua viva, que hay que beber para tener vida
eterna y que se convierte en el alma en fuente de esta misma vida, eso es posible por
el don del Espíritu (Cfr. Jn 4, 14; 7, 37-39)44.

Finalmente, es en la cruz donde el Hijo culmina su misión. Es el lugar donde


inclinando la cabeza entrega el Espíritu (Cfr. Jn 19, 30). «Jesús expira sobre su
Madre y Juan que están junto a la cruz, que son la Iglesia a los pies de la cruz;
les transmite el Espíritu. Jesús entrega su último soplo y, por su muerte
voluntariamente aceptada, entrega su Espíritu a sus discípulos»45.

El Espíritu dado por Jesús, es el Paráclito46 prometido por Jesús, aquel que
quedará junto a la comunidad de discípulos; será el consolador y la fuerza para
dar testimonio a favor de Jesús. Además, el Paráclito permite comprender
claramente las palabras que Jesús a oído a su Padre y que Él comunicó en
parábolas, de las que los discípulos no podían soportar 47: Mucho tengo que
deciros pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la
verdad, os guiará hasta la verdad completa (Jn 16, 12-13).

Ahora bien, el Espíritu Santo es el protagonista de la obra salvífica de Dios, es


el que da vida (Jn 6, 63). El cuarto evangelio enseña que el Espíritu Santo

44
L. BUCH, «La Revelación según el Espíritu Santo en los escritos de San Juan», 80.
45
Y. CONGAR, El Espíritu Santo, 79.
46
Sólo el evangelio de Juan habla del Paráclito (abogado o defensor) el que Cristo enviará
a los creyentes para que éstos den testimonio creíble de él en el mundo (Cfr. Jn 14, 15-17.
26; 15, 26; 16,7; 1 Jn 2, 1). Cfr. T. PARRA, Diccionario de cultura bíblica, 313.
47
Cfr. L. BUCH, «La Revelación según el Espíritu Santo en los escritos de San Juan», 81.
INTRODUCCIÓN 26

tiene lugar esencial en la revelación de Dios a los hombres, a cada hombre. El


Espíritu, como Jesucristo, es la verdad48.

1.2. La Pneumatología en la época patrística

La Teología del Espíritu Santo ha tenido su origen en la revelación, lo


atestiguan las Sagradas Escrituras. La Escritura y la Tradición como fuentes
de la teología, nos ofrecen sin medida no sólo información de la economía de
Dios, sino que se convierten en el acto vivo y continuo de la acción de Dios-
Trino en la historia.

La Pneumatología, como tratado teológico, tiene sus orígenes en la


experiencia de la vida cristiana de la Iglesia primitiva. Las manifestaciones
pneumatológicas de la comunidad se aprecian como la garantía de la presencia
de Dios en la vida íntima comunitaria. Siendo transformados por completo
por los «dones del Espíritu» aun cuando estos dones y carismas están
distribuidos en la diversidad49, son el punto unitivo de la comunidad eclesial
como ya la ha dicho san Pablo (Cfr. 1 Cor 12).

Aun cuando la comunidad carece todavía de los conceptos y términos para


explicitar la fe en el Espíritu Santo como Dios, ya en la oración y la liturgia es
invocado y proclamado junto al Padre y al Hijo, y le atribuyen las obras de la
economía salvífica propias de Dios50. Por lo tanto, la acción del Espíritu Santo
está asociada al Padre y al Hijo, nunca fuera de ella. Hay una dimensión

48
Idem.
49
Cfr. F. BOLGIANI, «Espíritu Santo», en Angelo DI BERARDINO, Diccionario patrístico y
de la antigüedad cristiana I, Sígueme, Salamanca 1998, 765.
50
Cfr. C. I. GONZÁLEZ, El Espíritu del Señor que da la vida, 87.
INTRODUCCIÓN 27

trinitaria en la doctrina y la vida de la comunidad, que nace no de otra


dimensión sino de la fe misma.

1.2.1 La Didaché

En este primer escrito se plasma ya de una manera sistemática la conciencia


de la comunidad cristiana sobre el Espíritu Santo, referido a la vida y
enseñanza de la Iglesia. La Didaché o doctrina Apostolorum, señala que la
vida cristiana comienza con el rito del bautismo por el que actúa el Espíritu
Santo. Los apóstoles cumplen el mandato de Jesús de ir y enseñar a todas las
gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
(Cfr. Mt 28, 19)51. Así pues, constatamos que las alusiones al Espíritu Santo
están presentes en el bautismo y las demás fórmulas litúrgicas, en el apartado
Avisos litúrgicos VII 52:

1. En cuanto al bautismo, éste es el modo de bautizar: habiendo previamente dicho


todo esto, bautizad en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en agua
viva.
2. Si no tienes agua viva bautiza en otra agua. Si no puedes en agua fría, buatiza en
caliente.
3. Si, empero, no tienes ni una ni otra, derrama agua sobre la cabeza tres veces en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Así pues, «la transmisión, aunque sea simplemente como fórmula que
contenía una referencia al Espíritu Santo, constituyó la base de toda
especulación trinitaria posterior hasta el Concilio I de Constantinopla en el

51
Cfr. F. BOLGIANI, «Espíritu Santo», 766.
52
PSEUDO BERNABÉ, Didaché, Doctrina de la Apóstoles, (ed). Juan José Ayán Calvo,
Ciudad Nueva, Madrid 1992, 95-97.
INTRODUCCIÓN 28

año 381»53. La conciencia de la acción del trinitaria está presente, aunque no


se defina aún misión de las Personas en el orden sistemático, pero hay
fidelidad a la Escritura que enseña al Dios-Trino.

1.2.2. Primeras líneas de la pneumatología: confrontación entre la


ortodoxia y la herejía

Hemos visto que para las comunidades primitivas de la Iglesia no constituía


problema alguno la doctrina pneumatológica, puesto que era la enseñanza
apostólica en torno al misterio de Dios conocido en la encarnación de Cristo
Hijo de Dios. Simplemente es la fe de la comunidad que parte de la
experiencia bautismal.

En el transcurso del caminar cristiano va surgiendo la necesidad de explicar y


desarrollar el misterio trinitario. En este contexto no sólo existe la experiencia
cristiana; heredada de la comunidad apostólica, testigos del acontecimiento de
la resurrección, sino que también prevalece la influencia de corrientes y
prácticas paganas, como los gnósticos, y el surgimiento de afirmaciones
heréticas en torna al misterio de Dios.

En la segunda mitad del siglo II, la especulación teológica destinada a


afirmarse dentro de la gran Iglesia, se hace deudora de las explicaciones
especulativas y conceptuales del helenismo. Por lo tanto, debe orientarse
prioritariamente a aclarar las relaciones entre Dios Padre y el Hijo-Logos 54.
Desde esta exigencia, la teología del Espíritu Santo se desarrolla implícita a
las fórmulas dadas por los Padres.
53
F. BOLGIANI, «Espíritu Santo», 766.
54
Cfr. F. BOLGIANI, «Espíritu Santo», 767.
INTRODUCCIÓN 29

En la Primera Epístola a los Corintios de Clemente de Roma, enseñanza que


tuvo gran peso en los primeros siglos de la Iglesia, en el ámbito doctrinal y
pastoral, el tema del Espíritu Santo es considerado en la Trinidad y se le
atribuyen las obras divinas, aunque no llegue a definirlo propiamente como
Dios, ni trate el tema de la procesión. Clemente en su Epístola lo refiere como
está en la Escritura, y enseña que el Espíritu Santo es el autor de las Escrituras
y habla por ellas. Os habéis inclinado sobre las Sagradas Escrituras, las
verdaderas, las inspiradas por el Espíritu Santo (XLV, 2). Los profetas
dispusieron la venida del Mesías, pero el Espíritu los ha inspirado para
anunciar y preparar su misterio: El Señor Jesucristo vino […] con
sentimientos de humildad tal como el Espíritu Santo había hablado de él
(XVI, 2)55. Estas nociones constituyen de alguna manera los inicios de las
primeras líneas pneumatológicas, con las que se busca explicar las relaciones
intratrinitarias.

En la medida que van surgiendo las exigencias de explicar racionalmente el


tema, el esquema conceptual sobre las relaciones en la Trinidad, se intentarán
explicar desde las nociones especulativas metafísicas-filosóficas. Y así por
ejemplo el esquema del la Segunda epístola del pseudo-Platón (312), en el
que dice que: «todo está en torno al rey de todo, y todo es por sí mismo, y
todas las cosas son bellas a partir de él; las cosas segundas están en torno al
segundo; las terceras en torno al tercero» (I Apol. 60, 5-9). De esta
proposición especulativa parte san Justino. En ella especula que la misma
creación manifiesta el orden estructural, causado por el Padre creador, el Hijo
como palabra creadora y el Espíritu como acción y dinamismo de la creación.
55
Citado en la obra de: C. I. GONZÁLEZ, El Espíritu Santo en los Padres Griegos, CEM,
México 1996, 16.
INTRODUCCIÓN 30

Y Atenágoras para explicar el sentido del texto de Gen 1, 1ss, parte de la idea
platónica, (Timeo56). Y haciendo la comparación de los textos, el Génesis,
señala que el Dios estaba desde el principio, su Espíritu aleteaba sobre las
aguas y su Palabra comenzó a crear y ordenar las cosas. Entonces, analogando
la idea plátonica, la noción trinitaria será la siguiente: el Padre (Dios
primero), el Logos-Hijo (Dios segundo) y el Espíritu profético (Dios tercero
en el orden)57. Y de esta formulación antigua partirán otras difiniciones:

Taciano lo llama el servidor (διάκονος) del Dios que sufrió (Orat. 13, 3); Atenágoras
lo define efluvio (ἀπόρροια) del Padre (Legat. 10, 3-4; 24 1-2) poniéndolo como
medio entre el Padre y el Hijo; Teofilo de Antioquía (Ad Autol. II, 15) lo concidera
como tercer ser divino y lo identifica con la Sabiduría de Dios y aliento de su boca
(según Sal 32,6) y su poder total; Ireneo (Demonstr. 5) lo identifica también con la
Sabiduría, mano de Dios en la creación, destinado a llevar a las creaturas a la
perfección58.

Con sus medios y sus alcances, los Padres de los primeros siglos intentaron
explicar la naturaleza trinitaria. Aunque con sus limitaciones lograron un
primer acercamiento en la explicación del misterio de Dios, con la finalidad de
defender la fe y dar identidad a la doctrina cristiana.

56
«Antes del cuerpo del mundo Dios había formado ya el alma del mismo, esta alma
racional de que ya se ha hablado; porque ella es primera por su nacimiento, así como por su
virtud. De la esencia indivisible y de la esencia divisible mezcladas, formó una tercera
esencia intermedia; después mezcló esta esencia intermedia con las otras dos, con lo mismo
y con lo otro; después dividió esta esencia en partes, compuestas todas de lo mismo y de lo
otro y de la esencia intermedia; después combinó estas partes en proporciones numéricas;
después cortó la mezcla definitiva en dos bandas, cruzó estas dos bandas, dobló sus
extremidades en círculos, imprimió al círculo exterior el movimiento de la naturaleza de lo
mismo, y al círculo interior el movimiento de la naturaleza de lo otro, y dio la supremacía
al primero de estos movimientos». PLATON ́ , Timeo, Obras completas, Patricio de Azcárate
(ed.) VI, Madrid 1872, 5.
57
Cfr. F. BOLGIANI, «Espíritu Santo», 767.
58
Ibid, 767.
INTRODUCCIÓN 31

1.2.3 Desarrollo de la teología del Espíritu Santo: siglos III y IV

Ahora bien, veamos algunos datos que nos ayudarán a comprender el


desarrollo de la teología del Espíritu Santo en los dos primeros siglos y los
posteriores hasta Nicea. Es importante destacar, que aún a finales de los siglos
II y III59, no hay todavía de una sistematización pneumatológica por parte de
los Padres, sino que,

el siglo III debía, si no resolver, sí al menos plantear con toda su amplitud el


problema trinitario y, por tanto, el pneumatológico en particular: se trataba no sólo de
elucidar la acción del Espíritu Santo en la creación y en la providencia, sino de
averiguar el ser del Espíritu, por sí mismo y en la Santísima Trinidad Tercera
Hipostasis60.

El énfasis se sigue poniendo en las relaciones Padre-Hijo, quizá con mayor


claridad en la afirmación de la unicidad (μοναρχία) de Dios en relación
integral y equilibrada a la idea de su íntima organicidad funcional
(οἰκονομία)61. Las ideas más claras en torno al tema en esta época
corresponden a Tertuliano, Hipólito y Orígenes.

Tertuliano concibe al Espíritu como el tercer nombre de la divinidad y tercero


respecto a Dios Padre y Dios Hijo. Tertuliano piensa a la Trinidad bajo una
forma de conjunción especial por la que están unidos, pero sin identificarse,
bajo una relación semejante a lo que puede ser analógicamente una raíz, la
rama y el fruto, o bien, la relación entre la fuente, el río y el arroyo, o bien,

59
El planteamiento de la doctrina del siglo III intentaba explicar las dos realidades de la
Trinidad: La Santísima Trinidad en sí, en su ser eterno, independientemente del mundo
(Trinidad inmanente) y la Santísima Trinidad respecto al mundo (Trinidad económica).
Cfr. S. BULGÁKOV, El Paráclito, Sígueme, Salamanca 2014, 41.
60
S. BULGÁKOV, El Paráclito, 35.
61
Cfr. F. BOLGIANI, «Espíritu Santo», 768.
INTRODUCCIÓN 32

entre el sol, el rayo y la punta de éste que toca las cosas (Cfr. Adv. Prax. 8, 7)
62
. Dice Bulgákov:

La doctrina de Tertuliano, en particular, lleva los rasgos característicos de una


concepción cosmológica de la Santísima Trinidad, esto es, de un subordinacionismo
económico. Ese es su estilo y ése es su tema fundamental: concebir a Dios, en cuanto
a su revelación en el mundo, como Santísima Trinidad. El planteamiento teológico y
especulativo de esta doctrina, cuyo contenido dogmático es proporcionado por la
tradición del Antiguo y Nuevo Testamento, viene determinado por sus premisas
adoptadas de la filosofía estoica63.

Por otra parte, Orígenes plantea la formulación más completa y sistemática de


la teología trinitaria y, por consecuencia, un reconocimiento especial al
Espíritu Santo. Además de responder a diversas cuestiones teológicas sutiles
que iban surgiendo. El punto de partida es la fórmula trinitaria de Mt 28,19, y
su instrumentación teológico-racional.

Se puede decir que la propuesta origeniana en torno a la Trinidad la explica


acuñando el término de simultaneidad o círculos concéntricos; el más amplio
de ellos representado por el Padre único inengendrado, que está por encima de
todas las creaturas; el intermedio está representado por el Hijo-Logos que
domina sobre las creaturas racionales; el inferior y el más interno está
constituido por el Espíritu que tiene dominio sobre las realidades espirituales
(De Princip. I, 5; 7).

Pareciera que su concepción de la Trinidad es escalonada, pero la intensión


era aclarar las operaciones internas de la Triada divina, por lo que el Espíritu
Santo no sólo estaba integrado por entero, sino que por la riqueza de esa
62
Idem.
63
S. BULGÁKOV, El Paráclito, 41.
INTRODUCCIÓN 33

unidad íntima intratrinitaria estaba destinado a realizar la santificación fuera


de ella (Cfr. De Princip. Praef. 3; I 1,3; 3,4; II, 7,2; 11, 5; IV, 3,14)64.

1.2.4. Definición dogmática: Concilio de Nicea a Constantinopla I

Es verdad que, desde la mitad del siglo III, hasta los primeros decenios del IV
y más tarde todavía, la posición del Espíritu Santo aparece a menudo poco
clara y sobre todo muy escasamente definida. La definición que se dio con la
fórmula Nicena del Credo del Padre-Hijo (325) con la condenación de Arrio 65
y del arrianismo, dice:

Creemos en un solo Dios Padre omnipotente, creador de todas las cosas, de las
visibles y de las invisibles; y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido
unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios
verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre, por
quien todas las cosas fueron hechas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra,
que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió y se encarnó, se hizo
hombre, padeció, y resucitó al tercer día, subió a los cielos, y ha de venir a juzgar a
los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu Santo (DZ 54).

Constituye la base con vista al estatuto teológico del Espíritu Santo, aun
cuando la fórmula de Nicea sobre este último se limitaba a proclamar: y
creemos en el Espíritu Santo, καí εἰς τó ἅγιον πνεῦμα = et in Spiritum
Sanctum66. Por lo tanto, la teología del Espíritu Santo aún no se había definido
como tal. Esta controversia netamente pneumatológica, que resulta ser una de
64
Cfr. F. BOLGIANI, «Espíritu Santo», 768
65
En el periodo del siglo IV, «siglo de oro de los Padres», un presbítero de Alejandría
llamado Arrio divulgó la más grave herejía trinitaria de todos los siglos. Para defender lo
que llamaba la absoluta monarquía (único principio) de Dios, enseñó que el Hijo (o Verbo)
de Dios era una creatura excelente, la única que había creado desde antes del mundo, para
hacer por medio de él todas las cosas. El Hijo sería la creatura única de Dios y la más
elevada de todas; y como Dios preveía que le sería completamente fiel y obediente, lo elevó
a la categoría de Hijo suyo. Desde entonces Dios también comenzó a ser Padre. C. I.
GONZÁLEZ, El Espíritu del Señor que da la vida, 114-115.
66
Cfr. F. BOLGIANI, «Espíritu Santo»,769
INTRODUCCIÓN 34

tantas proliferaciones más o menos espontáneas del arrianismo dominante, se


manifestó inicialmente en Egipto y el primero en ser informado de ella fue
Atanasio (360):

La carta de tu santa caridad me la entregaron estando en el desierto […] Me alegré


mucho al recibir tu carta, pero en cuanto la leí, de nuevo comencé a sentirme abatido
a causa de los que están completamente decididos a combatir la verdad. También tú,
amadísimo y verdaderamente añorado, me escribiste que algunos, aunque había
abandonado a los arrianos a causa de la blasfemia […] contra el Hijo de Dios, sin
embargo mantienen erróneas ideas contra el Espíritu Santo, diciendo que él no sólo es
creatura, sino también uno de los espíritus servidores y que se diferencian de los
ángeles sólo en cuanto a dignidad (Epist. ad Serap. I, 1. 2)67.

Estas primeras líneas de la Epístola denotan, a primera vista, la necesidad de


resolver el problema de la divinidad del Espíritu Santo en la Trinidad. Así, el
desarrollo posterior de Atanasio, incluyendo más directamente los temas
controvertidos y disputados sobre el Espíritu Santo, contribuye su teología al
tratamiento de la comprensión de la Trinidad en su conjunto 68. La definición
teológica-dogmática final se tuvo en el concilio ecuménico de Constantinopla
I (381)69, donde se proclamó la plena divinidad de la tercera Hypostasis
(Espíritu Santo) de la Trinidad. Después de haberse registrado diferentes
posturas, la fórmula dogmática vino para dar claridad teológica a una realidad
que se sentía viva dentro de la iglesia.

Con Cirilo de Jerusalén y sus Catequesis, se mantendrá la especulación más


sistemática y orgánica sobre el Espíritu Santo antes de los grandes capadocios,
67
ATANASIO, Epístolas a Serapión, ed. Carmelo Granado, Ciudad Nueva, Madrid 2007, 49.
68
Cfr. F. BOLGIANI, «Espíritu Santo»,769.
69
El Can. 1 dice: No rechazar la fe de los trescientos dieciocho Padres reunidos en Nicea de
Bitinia, sino que permanezca firme y anatematizar toda herejía, y en particular la de los
eunomianos o anomeos, la de los arrianos o eudoxianos, y la de los semiarrianos o
pneumatómacos, la de los sabelinos, marcelianos, la de los fotinianos y la de los
apolinaristas (DZ 85).
INTRODUCCIÓN 35

Basilio, Gregorio de Nacianzo y Gregorio de Nisa. Para san Cirirlo, la Sagrada


Escritura constituye la base fundamental de todo saber teológico, «para que
procedamos sin peligro al exponer las cosas a partir de las Sagradas
Escrituras» ( Cateq. XVI, 1)70. Entonces, para tratar el tema pneumatológico,
la Escritura será la fuente principal, y al mismo tiempo el Espíritu como el
garante de la verdad de las Escrituras.

Digamos, pues, sobre el Espíritu Santo sólo lo que está escrito. Si algo no está escrito,
no nos ocuparemos de ello. Él mismo dictó la Escrituras y Él dijo lo mismo que
podíamos comprender. Digamos, pues, lo que Él dijo; porque lo que no dijo, no nos
atrevemos a decirlo (Cateq. XVI, 2).

En la teología del Espíritu Santo de san Cirilo repetidamente se subraya la


identidad de las tres divinas personas, dice:

Sólo hay un único Espíritu Santo Paráclito. Y así como hay un solo Dios, el Padre, y
no hay un segundo Padre; y como no hay un segundo Hijo Unigénito y Verbo de
Dios, y no tiene un hermano, del mismo modo hay un único Espíritu Santo y no
existe un segundo Espíritu con el mismo honor que Él. El Espíritu Santo es, pues,
poder soberano, algo divino e irrastreable. En efecto vive y es racional, santificador
de todas las cosas creadas por Dios por medio de Cristo. Él ilumina las almas de los
justos; Él en los Profetas y en los Apóstoles en el Nuevo Testamento (Cateq. XVI, 3).

Cirilo trata de mostrar la unicidad del Espíritu Santo en sí mismo, defendiendo


e identificando su naturaleza personal en las relaciones intratrinitarias y su
operación hacia la economía, es decir su obrar en las cosas. Lo expone así:

Aunque las explicaciones sobre el Espíritu Santo van separadas, sin embargo, Él es
indivisible, pues es uno el mismo. Y así como en los discursos acerca del Padre, uno
fue sobre su Monarquía, otro de cómo es llamado Padre, u Omnipotente; otro de
cómo es creador de todas las cosas, y la separación de catequesis no era poner
división en la fe […] así, aunque las catequesis sobre el Espíritu Santo están
separadas, predicamos que la fe en Él es indivisible. Porque uno y el mismo es el

70
CIRILO DE JERUSALÉN, El Espíritu Santo, ed. Carmelo Granado, Ciudad Nueva, Madrid
1998, 29-30. En adelante se citará Cateq.
INTRODUCCIÓN 36

Espíritu que repartiendo sus carismas particularmente, a cada uno como Él quiere,
permanece sin embargo indivisible (Cateq. XVII, 2).

Por lo tanto, en estas Catequesis, san Cirilo alcanza una notable precisión
teológica. Define de algún modo que el Espíritu es poder soberano, divino,
inenarrable, viviente, subsistente, personal, que habla y actúa, santificador y
divinizador de todos los seres racionales, ángeles y hombres creados por Dios
por medio de Cristo. Y así, al proponer esta recopilación de términos
descriptivos que definen aproximadamente la naturaleza del Espíritu se
advierte un notable esfuerzo teológico-especulativo, puesto que se mezclan
elementos económicos-salvíficos y elementos de orden ontológico71.

Ahora pasemos a la pneumatología de San Basilio Magno, él insiste contra los


pneumatómacos al igual que Atanasio, que el Espíritu Santo no es una
creatura, sino digno de mismo honor (ὁμότιμοζ), es decir, reservado al Padre y
al Hijo; por esto mismo debe ponerse al mismo nivel (συντετάχθαι), contarse
con estos (σιναριθμεῖσθαι) y no contarse por debajo (ὑπαριθμεῖσθαι) de estos.
Basilio nunca llama Dios al Espíritu Santo (ὁ θεός), pero nunca niega su
divinidad72. En su tratado del Espíritu Santo que data del año 375, será la
sistematización teologica más completa sobre la doctrina del Espíritu Santo.
Al igual que Cirilo la argumentación de Basilio partirá tomada de la
Escritura73. Con sus aportes teológicos quiere afirmar la divinidad del Espíritu,
tomando los atributos que se refieren a Él contenidos en la Escritura (Sal 50,

71
Cfr. Nota introductoria de Carmelo Granado a las Catequesis, en CIRILO DE JERUSALÉN,
El Espíritu Santo, 23.
72
Cfr. F. BOLGIANI, «Espíritu Santo», 770.
73
Cfr. M. BRUGAROLAS, El Espíritu Santo: De la divinidad a la procesión. El desarrollo
pneumatológico en los escritos dogmáticos de los tres grandes capadocios, Eunsa,
Pamplona 2012, 50-51
INTRODUCCIÓN 37

12-14): Espíritu de Dios, Espíritu de la Verdad que procede del Padre, Espíritu
recto, y Espíritu rector. Ser incorpóreo, puramente inmaterial y no compuesto
o de una naturaleza delimitada o sujeta a cambios y variaciones (Cfr. El Esp.
Sto. IX, 22)74. Y es Santo porque coincide con lo que es el Padre y el Hijo:
«¿Quién, pues, oyendo los nombres del Espíritu, no es levantado en su alma y
no lleva su pensamiento hacia la naturaleza más alta?» ( El Esp. Sto. IX, 22).
Y sustentándose en la Sagrada Escritura, que no dice que fue santificado, sino
que Él santifica, porque Él eleva a las creaturas a participar de la divinidad y a
lograr su fin último, «ganando en el pensamiento lo que hay de más alto,
estamos obligados a concebir un substancia dotada de inteligencia, de un
poder infinito, de una grandeza que no conoce límites, que no se mide ni en
tiempos ni en siglos, prodigo de sus propios bienes» ( El Esp. Sto. IX, 22).
También aclara que la obra del Hijo (el Mesías) es inseparable del Espíritu
Santo, dice:

Él estuvo presente ante todo en la carne de Jesús, como el óleo inseparable de que lo
ungió; y permaneciendo con él lo acompañó en sus tentaciones, obras y milagros, por
que él es el que da la vida. Así mismo, a él atribuyó el Señor, una vez resucitado, el
perdón de los pecados. El Espíritu dio origen a la Iglesia y la acompaña, no sólo a ella
como comunidad, sino también a cada uno de los justos hasta la resurrección eterna;
ya que será él quien, como resucitó a Cristo, también dará vida a nuestros cuerpos
mortales. Concluye esta reflexión sobre la operación del Espíritu a favor nuestro, con
una obra que apunta a la Economía, pero que al mismo tiempo revela su naturaleza
divina: si el Espíritu puede revelarnos lo que Dios es, se debe a que sólo él escudriña
la intimidad de Dios; así como sólo el espíritu del ser humano que está en él, puede
conocer la vida íntima (1 Cor 2, 11)75.

74
BASILIO DE CESAREA, El Espíritu Santo, ed. Argimiro Velazco Delgado et. al., Ciudad
Nueva, Madrid 2015, 141. Se citará en adelante Esp. Sto.
75
Este resumen sintetiza la acción del Espíritu Santo en toda la obra de Jesús: Encarnación,
Ministerio, Resurrección y su obra en la Iglesia y en la vida del creyente. C. I. GONZÁLEZ,
El Espíritu del Señor que da la vida, 127.
INTRODUCCIÓN 38

Dado al proceso de reflexión y sistematización pneumatológica, Basilio


también habla de la adoración del Espíritu Santo (doxología). Los
pneumatómacos, alegan que no se ha de glorificar al Espíritu, sino sólo al
Padre en Espíritu. «Admitámoslo, dicen ellos; pero sea lo que sea, no se debe
glorificar al Espíritu hasta el punto de exaltarlo con nuestra doxologías» ( El
Esp. Sto. XIX, 48). ¿Por qué no hemos de adorarlo con el Padre y el Hijo?
Cuestiona Basilio: conocemos su preexistencia antes de todos los siglos con el
Padre y el Hijo, también por la grandeza de sus actos, los beneficios que gasta
para nosotros, o mejor, para toda creatura, el llegar a comprender un poco la
nobleza de su naturaleza y su inaccesible poder. Además, se llama Santo como
el Padre es santo y santo es el Hijo. Es por quién la creatura recibe su
santificación. Él es Bueno como es bueno el Padre y bueno también aquel que
ha engendrado, es recto y soberano. Todos estos nombres y atributos que
menciona Basilio, tienen su origen en que siempre están en relación con el
Padre y el Hijo, por su parentesco de naturaleza en la Trinidad (Cfr. Esp. Sto.
XIX, 48-49).

Siguiendo con esta investigación, vamos ahora a remitirnos a otro de los


padres capadocios, San Gregorio Nacianceno (329/330). En su reflexión
teológica da algunos pasos más en relación a la divinidad del Espíritu Santo,
afirmando que: «El Espíritu Santo siempre ha sido, es y será: no ha tenido
principio ni tendrá fin; desde siempre está colocado junto al Padre y al Hijo y
con ellos es connumerado» (Or. 41,9). Con este otro enunciado presenta el
concepto de perijóresis trinitaria :

Por Él (el Espíritu Santo), el Padre es conocido y el Hijo es glorificado (Cfr. Jon 16,
14), y sólo por ellos es conocido; ellos forman un solo orden, un solo culto,
INTRODUCCIÓN 39

adoración, poder, perfección, santificación. ¿Hace falta decir más? Todo cuanto es el
Padre es el Hijo, salvo el no ser engendrado. Estas cosas no dividen la sustancia
según me parece, sino que se distinguen alrededor de la sustancia (Or. 41, 9).

Con esto, el Nacianceno afirma la unidad perfecta de las Tres Divinas


Personas. Entonces, la afirmación en torno a lo propio del Espíritu Santo es la
de porvenir, proceder del Padre; es decir, forma parte de la misma
ousía=naturaleza de Él, lo mismo que la especificidad del Hijo-Logos es el de
ser engendrado76.

También Gregorio de Nisa, otro de los Padres Capadocios que también


contribuyó decisivamente en la resolución doctrinal sobre el Espíritu Santo.
En polémicas contra Eunomio y contra los macedonianos, que en sus
especulaciones en torno a la Trinidad, no hacían más que caer en un tristeísmo
(tres dioses). Y Gregorio desde sus especulación filosófico-teológica trata de
responder y aclarar la naturaleza propia de la Trinidad, contribuyendo
contundentemente en la definición dogmática del Concilio Niceno-
constantinopolitano del año 381. La pneumatología del Niceno parte de las
operaciones (ἐνέργειαι) de las personas trinitarias, que son distintas, pero que
atestiguan una única esencia (οὐσία); enseñando que el Espíritu Santo es del
Dios-Padre y de Cristo-Hijo, procediendo del Padre y siendo recibido del Hijo
(Cfr. De Spir. Sanc. 2). Entonces, la formulación es la siguiente: el Padre es
todo poder, el Hijo es el poder del Padre y el Espíritu es el espíritu del poder
del Hijo. Por eso entonces, merece adoración suprema (προσκύνεσις) lo
mismo que al Padre y el Hijo77. Con estas formulaciones teológicas de los

76
Cfr. F. BOLGIANI, «Espíritu Santo»,770.
77
F. BOLGIANI, «Espíritu Santo», 770
INTRODUCCIÓN 40

Padres Capadocios en el Concilio Niceno-constantinopolitano se definirá el


dogma sobre el Espíritu Santo.

Por su manifestación divina-recreadora, se le llama Señor (τό κύριον) y


Vivificador (ςωποριόν), que procede (ἐκπορευόμενον) del Padre (ἐκ τοῦ
Πατρός), que con el Padre y el Hijo es adorado (συμπροσκυνούμενον), y
juntamente glorificado (συνδοξαςόμενον ), que habló a través de (διά) los
profetas78. En estos términos el Concilio Niceno-constantinopolitano, define
dogmáticamente la teología y la doctrina trinitaria, identificando cada una de
las Hypóstasis y convirtiéndose así en el Símbolo de la fe hasta nuestros días.

Con esta segunda parte del primer capítulo de nuestro trabajo, hemos dado un
brevísimo recorrido por las fuentes del desarrollo de la teología
pneumatológica patrística, aunque hay mucho por analizar en el vasto
pensamiento patrístico de los primeros siglos de la Iglesia. La intensión ha
sido distinguir el origen y el fundamento de la definición dogmática de la
divinidad del Espíritu Santo en unidad plena y eterna con el Padre y el Hijo.

78
Idem.
CAPÍTULO II

EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA, PNEUMATOLOGÍA DEL


CONCILIO VATICANO II

2.1. El Concilio Vaticano II79

Acontecimiento de la Iglesia y para la Iglesia. El Concilio de nuestro tiempo


que ha contribuido extraordinariamente a que la Iglesia renovada sin cesar,
acentúe generosamente la solidaridad con la humanidad en sus esperanzas e
inquietudes, y confiada en Dios afronte con valentía la evangelización, buena
noticia para el hombre contemporáneo. Es sin duda, el Espíritu quien con su

79
«El Concilio Vaticano II ha sido uno de los más grandes concilios de la historia. Su fruto
nos lo ofrece en los 16 Documentos promulgados: 4 Constituciones, 9 Decretos y 3
Declaraciones […] el Papa San Juan XXIII tuvo una intuición profética al anunciar en un
mensaje radiofónico el 11 de septiembre de 1962, lo que llegaría a ser la estructura
fundamental del Concilio Vaticano II: el misterio de la Iglesia de Cristo, luz de las
naciones. En efecto, el tema central del Vaticano II se encuentra señalado en este discurso
de una manera decisiva: La Iglesia luz de Cristo, luz de las naciones, Ecclesia Christi,
Lumen Gentium». R. GARCÍA REYNOSO, «La Lumen Gentium un nuevo llamado a la
theosis», en: Efemérides mexicana 33 n. 98 (2015) 163.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 42

acción dinámica y presente ha enseñado lo que quiere decir a la Iglesia en la


hora presente de su peregrinación80.

Un Concilio convocado por el Papa Juan XXIII, anunciado el 25 de enero de


1959 en la Basílica de San Pablo Extramuros. La intención de convocar un
Concilio ecuménico que suscite un sentimiento de esperanza renovada para
toda la Iglesia. Acontecimiento histórico en la plenitud del siglo XX de
nuestra era. Con un total de 70 esquemas en sus preparativos, llegó a su
apertura el 11 de octubre de 1962, día fijado desde el 2 de febrero. En el
discurso inaugural decía Juan XXIII: «Hoy la santa Madre Iglesia se regocija
porque en virtud de un regalo especial de la Providencia divina, ha alboreado
el día tan deseado en que el Concilio Ecuménico Vaticano II se inaugura
solemnemente aquí, junto al sepulcro de San Pedro y bajo la protección de la
Santísima Virgen de quien en esta fecha se celebra su maternidad divina» 81.
Así:

El comienzo del Concilio será como una nueva mañana de Pascua, iluminda por el
rostro santo y por las palabras dulcísimas del Resucitado: Paz a vosotros. Será como
un nuevo Pentecostés, de donde tomarán nuevo vigor las energías apostólicas y
misioneras de la Iglesia en toda la extensión de su mandato y de su extensión
juvenil82.

Un Concilio que llena a la Iglesia de esperanza y alegría. Acontecimiento


providente que irrumpe desde dentro hacia fuera de la Iglesia. Antes quiere
abrir sus ventanas para que entre aire en su interior, por eso con justa razón se
le va a llamar un nuevo Pentecostés, como el acontecimiento que confirma a

80
Cfr. CONCILIO ECUMÉNICO VATICANO II, Constituciones, Decretos y Declaraciones,
BAC, Madrid 2002, 11.
81
Cfr. Ibid, 16.
82
J. M. VIDAL, et. al., Un Concilio entre primaveras. De Juan XXIII a Francisco, Herder,
Madrid 2013, 85.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 43

la Iglesia en su origen, al llegar el día de Pentecostés83, estaban todos


reunidos con un mismo objetivo. De repente vino del cielo un ruido como una
impetuosa ráfaga de viento, que llenó la casa en la que se encontraban (Act 2,
1-2).

Así en la solemne inauguración del Concilio, el Papa Juan XXIII exhortó a


toda la Iglesia:

Ahora nuestra voz se dirige a vosotros, Venerables Hermanos en el Episcopado.


Henos ya reunidos aquí, en esta Basílica Vaticana, centro de la historia de la Iglesia;
donde cielo y tierra se unen estrechamente, aquí, junto al sepulcro de Pedro, junto a
tantas tumbas de Santos Predecesores Nuestros, cuyas cenizas, en esta solemne hora,
parecen estremecerse con arcana alegría. El Concilio que comienza aparece en la
Iglesia como un día prometedor de luz resplandeciente. Apenas si es la aurora; pero
ya el primer anuncio del día que surge ¡con cuánta suavidad llena nuestro corazón!
Todo aquí respira santidad, todo suscita júbilo. Pues contemplamos las estrellas, que
con su claridad aumentan la majestad de este templo; estrellas que, según el
testimonio del apóstol San Juan, sois vosotros mismos; y con vosotros vemos
resplandecer en torno al sepulcro del Príncipe de los Apóstoles los áureos candelabros
de las Iglesias que os están confiadas84.

Siempre se ha dicho que el Concilio fue un acontecimiento providencial, por


sus signos y expresiones. El lenguaje y estructura de los discursos apuntan al
deseo de una revitalización de la comunidad cristiana inmersa en el mundo. La
Iglesia ha tomado conciencia de que no puede renovarse si no es por la acción
vivificante del Espiritu, mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro
Salvador y su amor a los hombres, él nos salvó, no por la obras de justicia

83
Es decir, el periodo cifral de cincuenta días entre la Pascua y Pentecostés. Una
celebración llena de simbolismo para el pueblo judío, que era la fiesta de la ciega o cosecha
(Cfr. Ex 23,14), también se había convertido en la fiesta de la renovación de la Alianza. El
viento impetuoso, hace relación al Espíritu, la misma palabra significa espíritu y soplo. Cfr.
BIBLIA DE JERUSALÉN, 1591.
84
JUAN XXIII, Discurso en la solemne apertura del Concilio Vaticano II, Jueves 11 de
octubre de 1962, en: https://w2.vatican.va/...xxiii/.../hf_j-xxiii_spe_19621011_opening-
counc (7 de febrero 2017).
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 44

que hubiésemos hecho nosotros, sino por su misericordia, mediante el baño


de la regeneración y la renovación operada por el Espíritu Santo, que
derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro
Salvador (Tt 3,4-7).

La Iglesia encabezada por sus pastores sucesores de los Apóstoles, reconoce


que es necesario redescubrir la voz de Dios en un contexto lleno de desafíos y
riesgos. La Iglesia toma conciencia de su lugar en el mundo, de su ser y
quehacer en él. Una Iglesia que reconoce que su principal renovación no la
encontrará fuera, sino en su Misterio. Sabe que su misión no será efectiva si
no retorna a sus fuentes y orígenes, que están en Dios-Trino. Se trata de
renovarse para dar mejores brotes y frutos:

Para convertir al mundo, los cristianos necesitamos multiplicar nuestros misioneros,


pero, además tenemos que repensar nuestra Religión, con toda humildad. Lo digo
aposta, con el fin de señalar lo que, en el momento actual, me parece esencial para
dirigir hacia el Cristianismo a todas las fuerzas inseguras que brotan a nuestro
alrededor: que el Cristianismo acepte, finalmente y sin reticencias, las nuevas
dimensiones (espaciales, temporales y psicológicas) del mundo que nos rodea85.

Queda claro que las dimensiones y pretensiones del Concilio rebasan las
fronteras de la visión de la Iglesia institución-jerarquía. Se trata entonces de
retornar al verdadero sentido eclesial. No pretende discutir sino dialogar; no
someter sino pastorear; más que fomentar niveles piramidales, quiere buscar y
rescatar la naturaleza de la Iglesia-pueblo de Dios y sacramento para la
salvación del mundo.

El estilo pastoral del Juan XXIII perfuma e impregna sus escritos pastorales, sus
admirables gestos de pastor cercano a las personas y, sobre todo, la orientación del
Concilio Vaticano II, que expresó con claridad al convocarlo y al encausar sus
primeros pasos. La mayor novedad del proyecto de Juan XXIII fue convocar un

85
J. M. VIDAL, et. al., Un Concilio entre primaveras, 86-87.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 45

concilio pastoral. No buscar nuevas definiciones dogmáticas, sino la apertura de la


Iglesia a una nueva época del mundo. Deseaba lanzar a la Iglesia a una nueva
evangelización. Las definiciones y anatemas no abrirían caminos a la pastoral
necesaria, que requería apertura y diálogo con la nueva mentalidad de una nueva
cultura en la que el mundo se movía con cambios profundos y acelerados86.

Parece haber una conciencia clara de la necesidad de un nuevo kairós87 en la


Iglesia, la fuerza del Espíritu está suscitando esta nueva comprensión de la
Historia continua de la Salvación, donde el Reino de Dios quiere hacer su
morada, y donde quiere que todos los pueblos conozcan la buena noticia de la
Salvación, sin excepción de raza, pueblo, lengua, nación y cultura.

2.2. Desarrollo de la pneumatología en el magisterio del Concilio


Vaticano II

2.2.1 Antecedentes

El objeto para nuestra investigación pretende descubrir el desarrollo de la


pneumatología en y después del Concilio. Puesto que el Espíritu Santo se
habría convertido en el gran olvidado como lo dicen algunos autores88. ¿Qué
relevancia ocupa ahora la teología del Espíritu Santo?, lo abordaremos más
adelante. Pero, es importante decir que ya en el Magisterio pontificio anterior
al Concilio Vaticano II, se enseña que el Espíritu Santo acompaña la vida de la

86
J. M.VIDAL, et. al., Un Concilio entre primaveras, 43-44.
87
Este sustantivo, señala originariamente la medida exacta, la relación justa, lo adecuado, lo
oportuno, lo decisivo. Además en su sentido semántico preciso y temporal, puede también
tener sentido local y así su significado dice del sitio oportuno, el lugar apropiado. Cfr. H.
Chr. HAHN, «Tiempo (καιρός )», en: Lethar COENEN, et. al., Diccionario Teológico del
Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca 2004, 711.
88
Algunos teólogos orientales acusaron a los latinos de defender un cierto cristomonismo,
es decir, que Cristo se había convertido para ellos en el único principio estructurador de la
Iglesia, olvidando al Espíritu. J. BURGGRAF, «La pneumatología contemporánea: desarrollo
y dimensiones», en: José ALVIAR, El tiempo del Espíritu: Hacia una teología
pneumatológica, Eunsa, Pamplona 2006, 24.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 46

Iglesia como comunidad y en la vida de los fieles en particular. El Papa León


XIII, en su Encíclica Divino illud munus enseña que el Espíritu Santo opera en
la comunidad como Don:

El Redentor mismo no cesa de invitar con suma dulzura a todos los hombres de toda
nación y lengua para que vengan al seno de su Iglesia: Venid a mí todos; Yo soy la
vida; Yo soy el buen pastor. Más, según sus altísimos decretos, no quiso El completar
por sí sólo incesantemente en la tierra dicha misión, sino que, como El mismo la
había recibido del Padre, así la entregó al Espíritu Santo para que la llevara a perfecto
término. Place, en efecto, recordar las consoladoras frases que Cristo, poco antes de
abandonar el mundo, pronunció ante los apóstoles: Os conviene que yo me vaya,
porque si no me voy, no vendrá vuestro abogado; en cambio, si me voy, os lo enviaré
(Jn 16, 7) ( DIM 1) 89.

Un Don del Padre recibido por el Hijo. Lo podemos ver como la inhabitación
del Espíritu Santo en la Iglesia que guía, enseña, conduce a la verdad y la
santifica. El Espíritu Santo como Espíritu de verdad que procede del Padre,
Verdad eterna y del Hijo, Verdad sustancial, que al recibirla tanto de uno
como del otro, la comunica a su Iglesia, asistiéndola para que no yerre; y
confiándole la revelación, alimenta y acrecienta su vida y virtud para que
comprendiéndola la comunique para la salvación de los pueblos. Yo rogaré al
Padre y El os mandará el Espíritu de verdad, que se quedará siempre con
vosotros (Jn 14, 16.17) (Cfr. DIM 7).

En la vida de los fieles, el Espíritu Santo los colma de sus dones y carismas,
corona magnífica del Espíritu Santo, por eso, así como Cristo es la cabeza de
la Iglesia, el Espíritu es su alma (Cfr. DIM 8). El mismo Espíritu que en el
pasado estaba en la vida de los hombres y mujeres que servían a Dios,
continúa presente en nuestra historia:
89
LEON XIII, Divino illud munus, (Sobre la presenciay virtud admirable del Espíritu santo)
9 de mayo del año 1897, en:
w2.vatican.va/content/leo-xiii/.../hf_l-xiii_enc_09051897_divinum-illud-munus.html. (9 de
febrero 2017). (A partir de aquí DIM).
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 47

Cierto es que aun en los mismos justos del Antiguo Testamento ya inhabitó el
Espíritu Santo, según lo sabemos de los profetas, de Zacarías, del Bautista, de Simeón
y de Ana; pues no fue en Pentecostés cuando el Espíritu Santo comenzó a inhabitar
en los Santos por vez primera: en aquel día aumentó sus dones, mostrándose más rico
y más abundante en su largueza (DIM 9).

Es así como la teología de la Tercera Persona de la Trinidad está presente en


la enseñanza de la Iglesia. Así mismo ya en el siglo XX, en la proximidad del
Concilio Vaticano II, el Papa Benedicto XV, publicó la encíclica Spiritus
Paraclitus, en torno a la interpretación de la Sagrada Escritura. Enseña que las
Escrituras son inspiradas por el Espíritu Santo:

El Espíritu Consolador, habiendo enriquecido al género humano en las Sagradas


Letras para instruirlo en los secretos de la divinidad, suscitó en el transcurso de los
siglos numerosos expositores santísimos y doctísimos, los cuales no sólo no dejarían
infecundo este celestial tesoro, sino que habían de procurar a los fieles cristianos, con
sus estudios y sus trabajos, la abundantísima consolación de las Escrituras (SP 1) 90.

El Papa Pío XII, en el año 1943, publicó la encíclica Divino afflante Spiritu,
convirtiéndose como en el motor de la renovación bíblica, pues se trata de una
exhortación a renovar su interpretación y estudio de acuerdo a los nuevos
paradigmas de nuestro tiempo, dice:

Por lo que hace a los tiempos modernos, cuando de un modo especial corrían peligro
las divinas Letras en cuanto a su origen y su recta exposición, la Iglesia tomó a su
cuenta defenderlas y protegerlas todavía con mayor diligencia y empeño. De ahí que
ya el sacrosanto Sínodo Tridentino pronunció con decreto solemne que deben ser
tenidos por sagrados y canónicos los libros enteros con todas sus partes, tal como se
han solido leer en la Iglesia católica y se hallan en la antigua edición Vulgata latina
(DAS 1) 91.

90
BENEDICTO XV, Spiritus Paraclitus (Sobre la interpretación de la Sagrada Escritura) 5
de septiembre de 1920, en:
w2.vatican.va/content/benedict.../hf_ben-xv_enc_15091920_spiritus-paraclitus.html ( 10 de
febrero 2017). (A partir de aquí SP).
91
PIO XII, Divino afflante Spiritu (sobre los estudios bíblicos) 30 de septiembre de 1943,
en: https://w2.vatican.va/content/.../hf_p-xii_enc_30091943_divino-afflante-spiritu.htm
(11 de Febrero 2017). (A partir de aquí DAS).
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 48

Así entonces «se empezó a leer la Sagrada Escritura de nuevo bajo la


perspectiva de la historia de la salvación, y se subrayó la centralidad del
Espíritu en el Antiguo y Nuevo Testamento»92. Reconociendo al Espíritu
Santo como el autor y al mismo tiempo Él que permite que la Escritura no sea
una letra muerta, sino la Palabra viva alimento de la comunidad.

2.2.2. El Espíritu Santo en los tiempos de la Iglesia, «un nuevo


Pentecostés»

La Pneumatología dentro de los márgenes de la época conciliar no se


desarrolló por generación espontánea, sino que responde a unos antecedentes
precisos como lo fueron las encíclicas sobre el Espíritu Santo de los papas
León XIII, Benedicto XV, Pío XII, y el desarrollo de la teología antecedente
del Concilio, así entonces:

También la exegesis patrística medieval parte de una lectura espiritual de la Escritura.


La nouvelle theologie francesa y la teología de la Historia de Hans Urs von Balthasar
buscaban renovar la teología basándose en los grandes Padres, cuya impresión
pastoral y práctica de la Iglesia era la eclesiología de comunión. A partir de los años
cuarenta, Henri de Lubac organizó junto con Daniélou la colección sources
chretiennes93.

Retomando lo dicho en las páginas anteriores en torno al acontecimiento


conciliar de nuestro tiempo, es de suma importancia señalar que ha sido un
hecho ampliamente pneumatológico, sin lugar a duda ¿Por qué hacer esta
afirmación categórica? Porque es un evento renovador de muchas estructuras,
ideas, propuestas, doctrina, ecumenismo, diálogo, reconocimiento, y sólo el
Espíritu Santo Dador de vida y de todos los dones puede inspirar y empujar a
tal suceso que marcó un segundo milenio:
92
J. BURGGRAF, «La pneumatología contemporánea: desarrollo y dimensiones», 21-22.
93
Idem.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 49

El Vaticano II recogió lo mejor de los movimientos nacidos en el siglo XX y, de ese


modo, conectó con el primer milenio o con la Iglesia de los orígenes. Tuvo en su base
la renovación espiritual, bíblica, patrística, litúrgica y ecuménica. Todos sus
documentos responden a una concepción trinitaria. Las constituciones dogmáticas
Lumen Gentium y Dei Verbum se refieren de manera especial al Espíritu Santo y a su
eficacia94.

Es muy importante ubicar en este contexto el sentido y la conciencia del


Espíritu Santo, que no es sólo la tematización de Él, sino la conciencia de que
él opera, inhabita, que lo fecunda todo con su presencia: pido que el Dios de
nuestro Señor Jesucristo, el Padre glorioso, les dé el Espíritu de sabiduría y
de revelación, para que lo conozcan mejor (Ef 1, 17). Este Don recibido
mantiene en unidad y garantiza la vida de la Iglesia y de sus fieles, ¿cómo
sabemos que permanecemos en él, y que él permanece en nosotros? Porque
nos ha dado de su Espíritu (1Jn 4, 13). Se trata de tomar conciencia de que el
Espíritu Santo acompaña toda la obra de la Historia de la Salvación que ha
sido ininterrumpida y constituida por Dios-Trino.

Es más, la Iglesia primitiva era muy consciente de su vinculación con el


Espíritu Santo. «San Hipólito afirmaba que el Espíritu florece en la Iglesia. Y
san Ireneo escribió la famosa sentencia: Donde está la Iglesia, allí está
también el Espíritu de Dios. Y donde está el Espíritu de Dios, allí está la
Iglesia y toda gracia»95. Es así como el Concilio Vaticano II se convierte en
un «Concilio del Espíritu Santo»96.

94
J. BURGGRAF, «La pneumatología contemporánea: desarrollo y dimensiones», 26.
95
J. ALVIAR, El tiempo del Espíritu: Hacia una teología Pneumatológica, 17.
96
Esta expresión la tomamos de U. Balthasar en su obra, el Espíritu Creador.
U. BALTHASAR, Spiritu Creator, (Ensayos teológicos III), Ediciones Cristiandad, Madrid
1967, 206.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 50

2.2.3. Eclesiología pneumatológica

Como hemos venido diciendo, el Concilio Vaticano II ha marcado el rumbo


de la comprensión de la Iglesia, por eso, la afirmación de la presencia del
Espíritu Santo en el mundo y en la historia es de gran importancia eclesiología
postconciliar97. De ahí entonces que el Papa Pablo VI, pide que la Cristología
y especialmente la Eclesiología del Concilio se preocupen por generar un
estudio nuevo y un culto nuevo del Espíritu Santo como complemento
inacabable de la doctrina conciliar98. Porque la Iglesia no puede ser ajena y ni
debe perder la conciencia de su origen en la que se sostiene, alimenta y se
conduce. Considérese que ella es sacramento de salvación, comunión y
santificación, es obra de la Trinidad, nos dice Y. Congar:

Cuando la Lumen Gentium vuelve a tomar la comparación de los aspectos visible y


espirituale, humano y divino, de la Iglesia con la unión de las dos naturalezas en
Cristo, lo hace para atribuir la función de animación al Espíritu Santo; y esto en una
perspectiva de actualismo o de acontecimiento: pues como la naturaleza asumida
sirve al Verbo divino como órgano de Salvación a él indisolublemente unido, de
forma semejante la unión social de la Iglesia sirve al Espíritu de Cristo, que la
vivifica99.

Con justa razón decimos que la Iglesia es un Misterio. Que no se reduce a una
simple estructura temporal o sólo humana. La Iglesia vive por el vínculo santo
de la Trinidad, unido por el Amor. Es así como se comprende, desde la
Eclesiología del Concilio, la presencia pneumática del Espíritu en las

97
Cfr. J. BURGGRAF, «La pneumatología contemporánea: desarrollo y dimensiones», 27.
98
«Alla Cristologia e specialmente alla Ecclesiologia del Concilio deve succedere uno
studio nuovo ed un culto nuovo sullo Spirito Santo, proprio come complemento
immancabile all’insegnamento conciliare». PAOLO VI, Audienza Generale, Mercoledì 6
giugno 1973, en:
w2.vatican.va/content/paul-vi/it/audiences/1973/documents/hf_pvi_aud_19730606.html.
(12 de febrero 2017). (La traducción es nuestra).
99
Y. CONGAR, Espíritu Santo, 196.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 51

estructuras de la comunidad eclesial. «Cuando el Hijo terminó la obra que el


Padre le encargó en la tierra (Cfr. Jn 17, 4), fue enviado el Espíritu Santo el
día de Pentecostés para santificar continuamente a la Iglesia y de esta manera
los creyentes pudieran ir al Padre a través de Cristo en el mismo Espíritu»
(LG 4). Por lo tanto, la Iglesia no puede perder esta conciencia, que el Espíritu
es quien la guía, la edifica y fortalece para que sea un testimonio creíble como
la obra de Cristo que la que la fundado.

La misma Constitución Dogmática LG, retomando la Sagrada Escritura y los


Santos Padres, enseña que es el Espíritu Santo quien santifica a la Iglesia: El
Espíritu que da la vida; fuente de agua que mana para la vida eterna (Cfr. Jn
10, 4.14; 7, 38.39). También por Él, el Padre da la vida a los hombres, muertos
por el pecado, hasta que resuciten en Cristo sus cuerpos mortales (Cfr. Rm 8,
10-11). Este mismo Espíritu, «Señor y dador de vida» como lo profesamos en
el Símbolo de la fe, habita en la Iglesia y en los corazones de los creyentes
como en un templo (Cfr. 1 Cor 3,16; 6,19). Conduce a la Iglesia a la verdad
total (Cfr. Jn 16,13), la dispone para la comunión y servicio, la construye y la
provee de dones jerárquicos y carismáticos y la adorna con sus frutos (Cfr. LG
4). Y en el decreto Unitatis redintegratio dice:

El Espíritu Santo habita en los creyentes, y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza
esa admirable comunión de los fieles y une a todos en Cristo tan íntimamente que es
el principio de la unidad de la Iglesia. Él es el que obra la distribución de gracias y
servicios, enriqueciendo a la Iglesia de Jesucristo con diferentes dones […] Este
misterio sagrado de la unidad de la Iglesia, en Cristo y por Cristo, obrando el Espíritu
Santo la variedad de funciones. El modelo y principio supremo de este misterio es la
unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo, en la Trinidad de Personas
(UR 2).

Por lo tanto, hay que afirmar que la Iglesia no puede subsistir si no es bajo la
asistencia del Espíritu Santo, quien la une, sostiene y conduce a la unidad
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 52

perfecta con Dios-Trinidad. Por ello, el acontecimiento conciliar de nuestros


tiempos es inspirado hacia esta nueva comprensión de la Iglesia santificada y
constituida en la Trinidad. Pero no sólo quiere comprenderse así misma, sino
también quiere contemplar su lugar en el mundo. En este dinamismo de
renovación, el Concilio recupera también el sentido de la fe de los cristianos y
la teología de los carismas, como dos aspectos pneumatológicos y
fundamentales en la constitución de la Iglesia100. Así pues, «la eclesiología
pneumatológica del Concilio ha logrado la gran recuperación de los carismas.
Esto significa que la Iglesia no se constituye únicamente por la vía de los
medios instituidos, sino también por lo infinita variedad de dones que cada
persona»101. Por eso, en el decreto Apostolicam actuositatem se afirma: «el
deber y el derecho de los laicos al apostolado deriva de su misma unión con
Cristo Cabeza. Incorporados por el Bautismo al cuerpo místico de Cristo y
fortalecidos con la fuerza del Espíritu Santo por medio de la confirmación, son
destinados al apostolado por el mismo Señor» (AA 3).

Es así como se comprende la Iglesia, que conociéndose a sí misma recupera su


origen y misión. Sus carismas y dones no tienen sentido si no los asume y los
dispone. No tendrá razón de ser en el mundo si no emplea lo que ha recibido,
pero, ¿cómo puede ser posible esto? ¿Cuál es la garantía de esto? Lo que la
Iglesia posee no es suyo, es gracia y don, y es don de Dios el que los reciba y
los haga fructificar en la comunidad y para la comunidad humana. El Espíritu
sopla donde quiere. Él es un acontecimiento. El Concilio ha reconocido y
situado este aspecto. Las estructuras sociales de la Iglesia están al servicio del
Espíritu (Cfr. LG 8); el Espíritu actualiza el Evangelio y la inteligencia de la

100
Cfr. J. BURGGRAF, «La pneumatología contemporánea: desarrollo y dimensiones», 26.
101
Y. CONGAR, Espíritu Santo, 199.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 53

Palabra de Dios (Cfr. DV 8;23); suscita las iniciativas de vida religiosa y las
vocaciones (Cfr. LG 44 y 45); «en materia de iniciativas apostólicas o
misioneras no pocas veces la acción del Espíritu se anticipa a la acción de
quienes gobiernan la vida de la Iglesia» (AG 29,3).

2.3. La acción del Espíritu Santo en la Iglesia

Hemos tratado de exponer hasta aquí desde la lectura de algunos documentos


conciliares la realidad eclesiológica-pneumatológica que el Concilio Vaticano
II desarrolló en los diferentes aportes de sus conclusiones. También cómo la
Iglesia no se puede entender a sí misma si no es en la conciencia del Espíritu
que la constituye y mantiene. Ahora, de forma más concreta vamos a estudiar
cómo se da el vínculo profundo entre el Espíritu Santo y Iglesia. ¿Cuáles son
los conceptos que permiten hablar de la presencia del Espíritu Santo en su
Iglesia? Y estos términos nos dicen a modo de síntesis de la operación
pneumática en la Iglesia: El Espíritu fue enviado; santifica, vivifica, inhabita,
asiste, unifica, dona, sostiene y consuma (Cfr. LG 4).

2.3.1 El Espíritu es «enviado»

«El Espíritu Santo, ante todo, es enviado; de ahí que todas sus funciones haya
que entenderlas como una misión que recibe del Padre y el Hijo» 102. Haciendo
eco de la Sagrada Escritura como fuente principal, dice: Yo rogaré al Padre y
os enviará otro paráclito, que permanecerá con vosotros para siempre (Jn
14,16); más aún, El Espíritu Santo Paráclito que el Padre enviará en mi
nombre; él os enseñará todo y os interpretará todo lo que yos os dijere (Jn
102
J. M. ALONSO, «Ecclesia de Trinitate», en: Casimiro MORCILLO GONZÁLEZ et. al.,
Concilio Vaticano II. Comentarios a la Constitución Lumen Gentium, sobre la Iglesia,
BAC, Madrid 2012, 148.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 54

14,26). Además, el sentido profundo de esta misión, es la de enseñarnos quién


es en realidad, el Hijo que ha venido en nuestra carne: cuando viniere el
Paráclito que yo os enviaré desde el Padre, y que es un Espíritu de verdad
que procede del Padre y dará testimonio de mí (Jn 15, 26). Aquí podemos
entender aspectos fundamentales en el envío del Espíritu Santo: la
confirmación de la relación intratrinitaria, la procesión y la misión, aspectos
teológicos categóricos de nuestra fe que tienen su acceso en la revelación.

No podía explicarse mejor el sentido de la misión del Espíritu Santo: es enviado tanto
por el Padre como por el Hijo, aunque se dice expresamente que procede
originariamente del Padre. La teoría griega converge aquí con la latina: no se trata de
una procesión ab utroque, en la que el Padre y el Hijo produzcan al Espíritu Santo
como dos puntos paralelos que luego converjan hacia el punto en que convienen; se
trata más bien y siempre de un solo punto, el Padre, que comunica todo lo que tiene al
Hijo, para terminar en el Espíritu Santo. Por eso el Hijo no puede ser excluido de la
procesión del Espíritu Santo, aunque tampoco puede ser puesto en relación paralela
con el Padre, ya que este no puede perder su razón de principio103.

Ya san Agustín, en su obra De Trinitate, explica esta relación intratrinitaria,


presuponiendo que está fuera del alcance de la razón comprender este
misterio: «En el seno de aquella Trinidad soberana, que es Dios, no existen
intervalos de tiempo que permitan comprobar, o al menos inquirir, si el Hijo
nació primero del Padre y si luego procede de ambos el Espíritu Santo» (De
Trinitate XV, 26, 45)104. Lo que se conoce es por lo que nos ha sido revelado
en las Sagradas Escrituras, «pues la Escritura lo llama Espíritu de ambos» (De
Trinitate XV, 26, 45). Entonces, el Espíritu enviado, dice San Agustín: «De Él
dice el Apóstol: y porque sois hijos, envió Dios a vuestros corazones el
Espíritu de Hijo; y de Él dice el Hijo: no seréis vosotros los que habléis, sino
que será el Espíritu de vuestro Padre el hable por vosotros» (De Trinitate XV,
103
Idem.
104
AGUSTÍN, De Trinitate (escritos apologéticos), (ed.) Miguel Fuertes Lanero et. al., BAC,
Madrid 2006, 777.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 55

26,45). Por lo tanto, el envío del Espíritu Santo se da en este dinamismo


trinitario. Y añade esta explicación de la misión del Espiritu Santo:

La causa porque otorga el Espíritu Santo primero en la tierra, después de su


resurrección, y luego lo envía desde el cielo, es […] porque la caridad, que ha sido
derramada en nuestros corazones por el Don, nos impulsa al amor de Dios y al amor
del prójimo, según aquellos dos preceptos de los cuales pende la Ley y los profetas.
Para significar esto el Señor Jesús dio dos veces el Espíritu Santo: la una, en la tierra,
para significar el amor al prójimo; la segunda, desde el cielo, para indicar el amor de
Dios […] Esta doble donación, se trata, sin duda, del Espíritu Santo, que dio Jesús
cuando sopló y dijo: Id, bautizad a todas las gentes en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo, donde se expresa de una manera explícita la Trinidad, y
esto no ofrece duda (De Trinitate XV, 26, 46).

La convicción de que poseemos al Espíritu Santo por voluntad del Padre y del
Hijo, como lo leímos en San Agustín, nos abre hacia una visión
pneumatológica profunda en la experiencia como hijos e hijas de Dios,
destinatarios de todos sus bienes. San Pablo a los Gálatas dice: Dios envió a
nuestros corazones el Espíritu Santo de su Hijo (Gal 4, 6). Este texto paulino
puede sintetizar la dimensión personal del Espíritu en nuestras vidas y mostrar
cómo toda la vida cristiana es una vida y una experiencia en el Espíritu105.

Esto supone además con toda claridad que Dios nos da este Espíritu 106, y que
lo hemos recibido. Él es quien por este envío nos comunica la vida divina y
derrama el amor de Dios en nuestros corazones (Cfr. Rm 5, 5).

105
Cfr. V. CODINA, No extingáis el Espíritu, Sal Terrae, Santander 2008, 63.
106
Este mismo Espíritu, (como ya lo hemos estudiado en el primer capítulo de esta
investigación), actuaba en Israel, acompañaba al pueblo durante su larga travesía histórica,
lo guiaba a través de Moisés, Jueces, Profetas, Reyes y Sacerdotes (Is 63, 7-19). Pero todo
ello era preparación y preludio del don del Espíritu que acontecería en los tiempos
mesiánicos, después de la resurrección de Jesús (Jon 7,39), en Pentecostés (Hch 2, 16 s).
Así se realizaba la promesa del Padre (Hch 2,28-31), lo prometido a Abrahán (Ga, 3,14-27),
y que ahora en los tiempos de la Iglesia, ella misma toma conciencia de su presencia viva
en nuestro tiempo, puesto que Dios no se retracta de sus promesas, el enviaría al paráclito,
el Espíritu de la verdad. Cfr. V. CODINA, No extingáis el Espíritu, 63.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 56

La Constitución LG toma el acontecimiento de Pentecostés como esa misión


aparatosa y visible del Espíritu, no porque en ese día se funde la Iglesia, ella,
ya ha sido dejada bien establecida por Cristo, sino en el sentido de que en ese
día la Iglesia comienza su misión sobre la tierra, como una continuación de la
venida del Espíritu Santo en ella con ese signo de las lenguas de fuego, como
signo de la fuerza irresistible de la que va a estar dotada para siempre 107. Ya
en la predicación del Bautista según el evangelio de San Marcos dice: Yo os
bautizo con agua en señal de conversión, pero el que viene detrás de mí es
más fuerte que yo […] El os bautizará con Espíritu Santo y fuego (Mc 3, 11).
Y en el texto lucano de Hechos dice: De repente vino del cielo un ruido como
una impetuosa ráfaga de viento, que llenó toda la casa en la que se
encontraban. Se les aparecieron una lenguas como de fuego que se
repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Entonces quedaron llenos
del Espíritu Santo (Hch 2, 2-4). Por tal razón, podemos hablar de este kairós
en la Iglesia, puesto que Dios está aconteciendo siempre en la vida de ella. El
envío del Espíritu se convierte en un estar permanente en ella:

Su kairós se realiza en las palabras y en las obras de Jesús y de manera culminante en


el Misterio Pascual. La Iglesia, comunidad fundada por el Señor, vive este kairós
como herencia que hay que difundir a lo largo de los tiempos: anuncia la Palabra a
tiempo y a destiempo (Cfr. 2 Tim 4,2). Con certeza podemos decir con el salmista
que Dios es el Señor del tiempo (Cfr. Sal 90 (89), 4) […] Este kairós nos está
urgiendo a volver a nuestra fuente, al Misterio Trinitario que se nos revela como luz y
nos hace ser luz, nos diviniza (theosis)108.

Dios no se deja esperar, Dios antecede antes de cualquier voluntad terrena. Y


lo hace desde su gracia. Es el Dios fiel que con toda convicción anunciaron los
profetas. Por tanto, el hoy de Dios se convierte en un acontecimiento
escatológico perfecto.
107
Cfr. J. M. ALONSO, «Ecclesia de Trinitate», 149.
108
R. GARCÍA REYNOSO, «La Lumen Gentium un nuevo llamado a la theosis», 164.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 57

2.3.2 Santifica

Ahora bien, hemos visto que el Espíritu Santo ha sido enviado a su Iglesia y al
mundo. Vamos a estudiar entonces estas operaciones que ya hemos
mencionado en las páginas anteriores, del Espíritu Santo en la Iglesia, según la
Constitución LG 4. La primera de ellas la santificación. «Fue enviado el
Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la
Iglesia y de esta manera los creyentes pudieran ir al Padre a través de Cristo
en el mismo Espíritu (Cfr. Ef 2,18)» (LG 4). Esta santificación permite
comprender una de las notas principales de la Iglesia que se confiesa como
Santa. Y esta santificación tiene una dimensión comunitaria y no individual 109.
San Pablo dice de ella: Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para
santificarla, lavándola por la aspersión del agua y por la palabra de vida
para presentarla ante sí como una Iglesia gloriosa, sin mancha ni defecto ni
nada parecido, sino para ser santa e inmaculada (Ef 7, 25-27).

Dentro de esta realidad de santidad de la Iglesia, Y. Congar nos invita a ir más


a fondo; si nos remontamos hacia las fórmulas más antiguas de la cadena de
confesiones de fe, encontramos el artículo del Símbolo que pone siempre a la
Iglesia unida al del Espíritu Santo: «Creo en el Espíritu Santo, en la Santa
Iglesia, para resurrección de la carne». Y Tertuliano en el (año 200) señala
esta unidad profunda, diciendo: «Puesto que el testimonio de la fe como la
garantía de la salvación tiene por garantes a las tres Personas, la mención de la
Iglesia se encuentra añadida necesariamente a ella. Porque allí donde están los
Tres, Padre, Hijo y Espíritu Santo, allí también se encuentra la Iglesia, que es
el cuerpo de los Tres»110.
109
Cfr. J. M. ALONSO, «Ecclesia de Trinitate», 149.
110
Cfr. Y. CONGAR, Espíritu Santo, 207.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 58

No se podría entender la santidad de la Iglesia sino bajo la acción del Espíritu


y más aun, es su configuración ontológica. «Si la creación es atribuida al
Padre, la redención es la obra del Verbo hecho carne, la santificación es el
fruto del Espíritu Santo»111. El Espíritu santifica porque es Santo:

Santo es Dios, y santo es todo en la medida en que tiene relación con Dios […] es
Dios mismo quien da el contenido, los límites y la medida de la santidad. Por esta
razón llamamos Santo al Espíritu, pero, sobre todo, porque su acción propia es
impregnar de esta santidad el mundo, y que esa santidad de Dios alcance al ser
humano. De modo que lo profano ya no es el ámbito de lo que no es santo. Solo hay
algo que se opone a la santidad, algo que niega a Dios y su proyecto en el mundo: el
pecado. De ahí que el Espíritu Santo realice su función santificadora terminando con
el pecado112.

Por tanto, somos consientes de esta santidad y es el sentido más profundo de


la fe que profesamos. Pero la santidad presente en la esencia de la Iglesia insta
a cada miembro a asumirla, practicarla y anunciarla. «Esta santidad de la
Iglesia, fruto de la presencia del Espíritu que actúa en la Palabra, en los
sacramentos, en los carismas y ministerios de la comunidad, pide la respuesta
personal y comunitaria, que no siempre damos»113.

Cada don del que Dios provee a su Iglesia, apunta a este fin; a que seamos
santos como Él es Santo, como la ley de santidad y como fin último del
hombre creado a su imagen y semejanza. Pero también, la fe nos lleva creer
«que desde que el pecado fue vencido en la cruz de Cristo, nunca el pecado
triunfará en la Iglesia, pues la gracia del Espíritu de Jesús siempre
sobreabunda por encima de la maldad humana, de modo que la Iglesia será
siempre y definitivamente la santa Iglesia»114.
111
Idem.
112
N. MARTÍNEZ GAYOL, «Creo en el Espíritu Santo en la Iglesia» en: G. Uríbarri et. al., El
corazón de la fe. Breve explicación de la fe, Sal Terrae, Santander 2013, 108.
113
V. CODINA, No extingáis el Espíritu, 84.
114
Ibid, 85.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 59

2.3.3 Vivifica

También el Concilio ha reconocido que la acción del Espíritu Santo renueva


las cosas y las vivifica. En la Tradición de la Iglesia, el Símbolo define y
reconoce la acción vivificadora del Espíritu cuando dice «Creo en el Espíritu
Santo Señor y dador de Vida». La función de vivificar del Espíritu no se
refiere solamente a las almas, sino también a los cuerpos, como lo señala el
texto paulino: Porque si el Espíritu de Aquel (el Padre) que resucitó a Jesús
de entre los muertos habita en vosotros, ese mismo resucitará vuestros
cuerpos mortales a causa del Espíritu que habita en vosotros (Rom 8,11). La
acción de vivificar se conecta con el verbo crear, haciendo referencia a Él
como el Espíritu Creador. Como vimos en el primer capítulo de esta
investigación, en el AT, el Espíritu aparece prefigurado en la imagen del
aliento de Yahvé, que marca la acción de Dios en el mundo como principio
vital en la creación. Él es el principio y hálito divino que anima y vivifica, que
penetra toda la creación y desde el comienzo de la historia, ordena, dirije y
anima todas las cosas115. Los santos Padres contemplan la acción vivificadora
del Espíritu, por ejemplo, san Ambrosio de Treveris, Obispo de Milán gran
teólogo y orador, declara: «Es vivificado el que es siervo, es decir, el hombre,
que no tenía antes la vida, pero que la recibió para que la tuviera. Veamos,
pues, si el Espíritu es vivificado o él mismo vivifica. Pero está escrito: la letra
mata, pero el Espíritu vivifica» (Espíritu Santo II, 29-30)116. Por lo tanto, es
propio de las operaciones del Espíritu el crear y vivificar. El mismo Ambrosio
añade: «Pero, para que entiendas que no está dividida la vivificación del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, debes saber también, hay unidad de
115
N. M. GAYOL, «Creo en el Espíritu Santo en la Iglesia», 101.
116
AMBROSIO DE MILÁN, El Espíritu Santo, ed. Carmelo Granado, Ciudad Nueva, Madrid
1998.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 60

vivificación por el hecho de que Dios vivifica por medio del Espíritu»
(Espíritu Santo II, 31). Entonces, la vivificación de la creación unida a la del
hombre, tiene una dimensión trinitaria, Dios vivifica con su Espíritu:

¿Pero quién puede dudar que el Espíritu Santo vivifique todas las cosas, siendo así
que también él, como el Padre y el Hijo, es creador de todas las cosas y hay que
comprender que Dios Padre omnipotente no ha realizado ninguna cosa, sino con el
Espíritu Santo, ya que también en el comienzo de la creación el Espíritu se movía por
encima del agua? […] Cuando el Espíritu se movía, la creación no tenía gracia
alguna. Pero después que también la creación de este mundo recibió la actividad del
Espíritu, mereció toda esta belleza de gracia, con la que el mundo resplandeció. Y que
sin el Espíritu Santo no puede permanecer la gracia del universo, lo declara el profeta
diciendo: les quitas su Espíritu y expiran y se convierten en polvo que eran. Envías tu
Espíritu y serán creados y se renovará la faz de la tierra (Espíritu Santo II, 32-33).

También san Atanasio obispo de Alejandría (373) en su obra Epístolas a


Serapión117, declara que el Espíritu Santo junto con el Verbo son creadores y
principios de vida:

Estando, pues, escrito de este modo, es claro que el Espíritu no es una creatura, sino
que está entre los que crean. El Padre lo crea todo por medio del Verbo en el Espíritu,
puesto que donde está el Verbo, allí también está el Espíritu. Y lo creado por medio
del Verbo tiene el poder existir del Espíritu que viene del Verbo. Así está escrito en el
Salmo ciento treinta y dos: Con el verbo del Señor fueron consolidados los cielos y
con el Espíritu de su boca toda su potencia (Epíst. ad Serap. III, 5. 1).

Por lo tanto, el Espíritu Santo vivifica todas las cosas, «las cosas existen
solamente porque el Aliento de Dios mora en todas las cosas y las mantiene en
existencia. Además el Espíritu de Dios mora en ellas porque Dios las ama» 118.
Con mucha razón la fe de la Iglesia en nuestro tiempo recupera, medita y
contempla al «Señor y dador de vida», en el que los fieles, las estructuras, los

117
ATANASIO, Epístolas a Serapión sobre el Espíritu Santo, (ed.) Carmelo Granado, Ciudad
Nueva, Madrid 2007.
118
D. EDWARDS, El Aliento de vida (Una teología del Espíritu Creador), Verbo Divino,
Navarra 2008, 71.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 61

ritos litúrgicos, la creación misma, son y se mueven con un único propósito,


dar gloria y gloriarse en esa presencia de donde proceden.

Hablar de la vivificación del Espíritu Santo en la Iglesia, es confesar


plenamente que la vida no procede por generación espontánea, sino del amor
de Dios, que es vida inacabable. Cuando decimos «vivifica», expresamos que
se trata de una permanente acción, de un fluir continuo, por tanto la creación
no es algo acabado, la Iglesia no son unos muros arcaicos, inertes, inútiles, es
el hogar del Espíritu, hogar vivo, vivificado y vivificador. De ahí el llamado
insistente del Concilio Vaticano II a renovarnos en este Espíritu que da vida.
Dice San Juan Pablo II en su encíclica Dominum et vivificatem:

La gracia santificante es en el hombre el principio y la fuente de la vida: vida divina y


sobrenatural. El don de esta vida nueva es como una respuesta definitiva de Dios a las
palabras del salmista en las que, en cierto modo, resuena la voz de todas las creaturas:
envías tu soplo y son creadas, y renuevas la faz de la tierra (Sal 104 (103), 30). Aquel
que en el misterio de la creación da al hombre y al cosmos la vida en sus múltiples
formas visibles e invisibles, la renueva mediante el misterio de la Encarnación. De
esta manera, la creación es completada con la Encarnación e impregnada desde
entonces por las fuerzas de la redención que abarca la humanidad y todo lo creado
(DetV 52) 119.

Las obras del Espíritu son vida. El acto de la Resurrección es el signo del
poder de Dios que da la vida, en ella se ha revelado este poder del Espíritu que
resucitó a Jesús. Y por Él resucitaremos a la vida nueva y eterna.

Por la resurrección de Cristo, el Espíritu Santo Paráclito se reveló sobre todo como el
que da la vida: Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a
vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros. En nombre de la
resurrección de Cristo la Iglesia anuncia la vida, que se ha manifestado más allá del
límite de la muerte. Al mismo tiempo, anuncia al que da la vida: al Espíritu
vivificante; lo anuncia y coopera con él en dar la vida (DetV 58).
119
JUAN PABLO II, Donum et vivificatem (El Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y del
mundo), San Pablo, México 2010. En el segundo numero dice: Esta encíclica arranca de la
herencia profunda del Concilio. (A partir de aquí DetV).
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 62

Por eso santificar es lo mismo que vivificar, es la misma acción del Espíritu
Santo, «desde antiguo se llama al Espíritu de Dios no sólo Espíritu Santo, sino
también Espíritu de la vida, porque él no sólo santifica, sino que vivifica con
las fuerzas divinas»120

2.3.4 Inhabita

La inhabitación como presencia continua e ininterrumpida: «El Espíritu Santo


habita121 en la Iglesia y en los corazones de sus fieles como en un templo ( Cfr.
1 Cor 3, 16; 6, 19), y en ellos ora y da testimonio de la adopción de hijos (Cfr.
Gal 4,6; Rom 8,15-16 y 16)» (LG 4). La doctrina conciliar tomando
conciencia que por la habitación del Espíritu Santo, la Iglesia posee los
medios eficaces para la salvación, y su presencia además comunica la gracias
redentora de Cristo.

Y Juan Pablo II, en su lo llama huésped del alma: «fuente íntima de la vida
nueva con la que Cristo vivifica a los que creen en él: una vida según la ley
del Espíritu que, en virtud de la Redención, prevalece sobre el poder del
pecado y de la muerte, que actúa en el hombre después de la caída original» 122.

120
J. MOLTMANN, El Espíritu Santo y la Teología de la vida, Sigueme, Salamanca 2000,
71.
121
La inhabitación o habitación del Espíritu Santo (Dios) es el resultado del envío de dicho
Espíritu divino o de la venida de las Personas divinas al hombre. El lenguaje del NT
distingue esta presencia de Dios en el hombre justificado de la presencia general divina en
todas las cosas creadas (Cfr. 1 Cor 3, 16: el hombre como templo vivo del Espíritu). El
concepto de inhabitación está explícitamente referido al Espíritu Santo, en Rm 8,11 y en 1
Tim 1,14. Según Jn 14,16, se da una estancia y permanencia del Espíritu; según 14,23 el
Padre y el Hijo hacen morada en el hombre. El Espíritu aparece como don, ayuda y
asistencia. También la habitación del Espíritu Santo como vinculación con Dios en el
contexto de la gracia santificante. Cfr. K. H. NEUFELD, «Habitación del Espíritu Santo», en
W. BEINERT, Diccionario de Teología Dogmática, Barcelona 1990, 361.
122
«Ospite dell’anima, lo Spirito Santo è la fonte intima della nuova vita partecipata da
Cristo ai credenti in Lui: una vita secondo la “legge dello Spirito” che, in forza della
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 63

La inhabitación del Espíritu en nosotros es don de la gracia de Dios. Y esta


presencia continua del Espíritu se realiza en su envío por el Padre. Los dones
y las acciones del Espíritu se han comunicado al mundo desde su fundación
como lo hemos visto en el AT, y como lo hemos visto también en la
encarnación de Cristo el Hijo de Dios. Pero, el elemento totalmente nuevo y
visible intervino en Pentecostés donde se da este descenso al mundo, no ya del
Espíritu de Dios en sus dones, sino el mismo Espíritu hipostático, es decir en
su forma personal; y no con sus estrechos límites: sólo en Cristo y la Madre de
Dios, sino sobre los Apóstoles, así como en todos los que estaban en su
entorno, después a todos los hombres e incluso al universo entero 123. Así
entonces, «el Espíritu consolador ha sido enviado para que esté siempre con
nosotros (Cfr. Jn 14,16) y esta permanencia es un Pentecostés que se prolonga,
no se agota nunca y que, en este sentido, es la verdadera vida eterna»124.

En otras palabras, la inhabitación del Espíritu en nuestros corazones irrumpe


una vida plena, completa y abre las puertas desde dentro.

La presencia del eterno, infinito y Santo Espíritu en el interior de lo temporal, finito y


profano –que es nuestro espíritu…–, el habitar del Amor eterno en nuestros
corazones, ¡tantas veces sin amor!, nos resulta incomprensible. Y, sin embargo,
sabemos que nuestros actos más íntimos de fe, de esperanza y de amor, nuestros
estados de ánimo y sentimientos, nuestras decisiones más libres y personales […]
todas aquellas cosas que nosotros somos, están inspiradas por Él. Y que también
dentro de nosotros gime con gemidos inefables, inspirando, fortaleciendo, animando,
consolando, siendo ese hálito que nos impulsa desde dentro de nuestra limitación a no
desesperar, a seguir caminando, luchando, aguardando la salvación prometida125.

Redenzione, prevale ormai sulla potenza del peccato e della morte, operante nell’uomo
dopo la caduta originale». GIOVANNI PAOLO II, Udienza generale, Mercoledì, 3 aprile
1991, en: https://w2.vatican.va/content/john ( La traducción es nuestra).
123
Cfr. S. BULGÁKOV, El Paráclito, 333.
124
Ibid, 143.
125
N. M. GAYOL, «Creo en el Espíritu Santo en la Iglesia», 106.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 64

Todas estas caracteristicas de la presencia del Espíritu Santo son eternas,


inacabadas y permanentes:

El descenso del Espíritu Santo al mundo, para permanecer con nosotros, es definitivo;
no conoce ni el retorno de una ascensión al cielo, ni interrupciones. Al mismo tiempo,
evidentemente, tampoco constituye un abandono de las entrañas de la Santísima
Trinidad, en las que el Espíritu Santo permanece sobreeternamente, uniendo al Padre
y al Hijo y reposando sobre el Hijo126.

2.3.5 Asiste

Otro de los conceptos importantes de la peneumatología que señala la


LG, es el de «la asistencia, como carisma de la verdad»127. «Él conduce a la
Iglesia a la verdad total (Cfr. Jon 16,13)» (LG 4). De ahí entonces que el
Magisterio de la Iglesia afirme: «la Iglesia custodia infaliblemente la verdad
recibida, y esto no por la propia virtud, sino en virtud de la asistencia del
Espíritu»128.

Ya Cirilo de Jerusalén en sus Catequesis sobre El Espíritu Santo, enseñaba:

Sería tarea de la misma gracia de Jesucristo concederme a mí hablar sin faltar en nada
y vosotros escuchar con atención. En Efecto, no sólo los que hablan necesitan de
inteligencia, sino también los que escuchan, para que no oigan una cosa y entiendan
otra (Cat. XVI, 2)129.

La asistencia del Espíritu Santo hace referencia al carisma de la verdad que


posee la Iglesia, en cuanto institución divina. El Catecismo de la Iglesia
Católica130 nos presenta cómo se da esta operación del Espíritu, que por su
asistencia permanente en la Iglesia, la conduce a la verdad:
126
S. BULGÁKOV, El Paráclito, 143.
127
J. M. ALONSO, «Ecclesia de Trinitate», 150.
128
Idem.
129
CIRILO DE JERUSALÉN, El Espíritu Santo, 30.
130
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Coeditores Católicos de México, DF 2003. A
partir de aquí CatIg.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 65

Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios (1 Co 2, 11). Pues bien, su
Espíritu que lo revela nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva, pero no
se revela a sí mismo. El que habló por los profetas (Símbolo Niceno-
Constantinopolitano: DS 150) nos hace oír la Palabra del Padre. Pero a él no le
oímos. No le conocemos sino en la obra mediante la cual nos revela al Verbo y nos
dispone a recibir al Verbo en la fe. El Espíritu de verdad que nos desvela a Cristo no
habla de sí mismo (Jn 16, 13). Un ocultamiento tan discreto, propiamente divino,
explica por qué el mundo no puede recibirle, porque no le ve ni le conoce, mientras
que los que creen en Cristo le conocen porque él mora en ellos (Jn 14, 17). (CatIg
687).

Y el siguiente número nos presenta, de manera esquemática, los aspectos


visibles de la asistencia pneumática, que la Iglesia sin perder la continuidad
con la Tradición permanece fiel en esa verdad, porque de lo contrario ya no
sería la Iglesia de Jesucristo:

La Iglesia, comunión viviente en la fe de los Apóstoles que ella transmite, es el lugar


de nuestro conocimiento del Espíritu Santo:

- en las Escrituras que Él ha inspirado;


- en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos
siempre actuales;
- en el Magisterio de la Iglesia, al que Él asiste;
- en la liturgia sacramental, a través de sus palabras y sus símbolos, en
donde el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo;
- en la oración en la cual Él intercede por nosotros;
- en los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia;
- en los signos de vida apostólica y misionera;
- en el testimonio de los santos, donde Él manifiesta su santidad y
continúa la obra de la salvación (CatIg 688).

Por tanto, queda claro que la Iglesia no subsiste por sí misma. Por razón de la
fe creemos que es el Espíritu Santo quien la asiste y la conduce en la verdad
completa. El Espíritu fue dado por Jesús a la comunidad apostólica y a sus
sucesores, no para enseñar una nueva doctrina, sino para permanecer en la
verdad, para anunciar con fidelidad lo que habían visto y oído. La asistencia
del Espíritu implica entusiasmo renovado, que permite permanecer en la
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 66

verdad sin desvirtuarla, su compañía permitirá custodiar con certeza el


depósito de la fe.

Dios es consciente de la fragilidad del hombre, y sabe que puede endurecer su


corazón y desviar el sentido queriéndose apropiar para su conveniencia e
interés esta verdad. El Espíritu con su presencia conduce en la verdad, asiste
para que todo sea conforme al proyecto de Dios hasta la consumación final131.

El Concilio ha afirmado claramente que Jesús es el único mediador «con su


presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre
todo con su muerte y gloriosa resurrección, con el envío del Espíritu de la
verdad lleva a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio divino»
(DV 4). Es la obra conjunta del Trinidad por la que la salvación ha llegado a
realizarse. Y en esta unidad debe predicarse y transmitirse al hombre de hoy,
para que creyendo sea posible formar un solo pueblo.

2.3.6 Unifica

El concepto de la unidad132 en la Iglesia radica en el único Espíritu, quien


unifica en comunión y misterio (Cfr. LG 4). El sentido de unidad no es una
cuestión de deseo, de iniciativa humana, es el reflejo de la Trinidad de Dios, la
Unidad perfecta. Y así, «el Espíritu es dado a la Iglesia. Fue prometido a los

131
Cfr. B. KLOPPENBURG, «Assistência do Espírito Santo no Concílio Vaticano II», en:
http://www.apologistascatolicos.com.br/index.php/concilio-vaticano-ii/valor-magisterial/
901-a-assistencia-do-espirito-santo-no-concilio-vaticano-ii, (el 20 de febrero 2017). (La
traducción es nuestra).
132
El concepto de unidad es aceptado y utilizado en la teología de múltiples formas.
Significa el modo de conexión de lo distintito y lo múltiple y sus diferentes formas. La
estructura de lo uno y de lo otro, de lo uno y de lo múltiple que encontramos en el mundo.
Cfr. H. FRIES, «Unidad», en: Heinrich Fries, Id., Conceptos fundamentales de la teología
(vol. IV), Cristianda, Madrid 1966, 428.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 67

apóstoles, pero con miras al nuevo pueblo del que ellos eran primicia» 133.
Entonces, la unidad es un don del Espíritu, pero al mismo tiempo, una
conquista, puesto que la condición frágil del hombre le ha llevado a corromper
el don que ha recibido. Existe una batalla constante entre el egoísmo y el
amor, entre la unidad y la división, por eso Jesús ora ante su Padre diciendo:
guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como
nosotros (Jn 17,11). El deseo ferviente de Jesús es que sus discípulos y los que
crean por ellos sean uno. Ahora bien, Vaticano II manifiesta y ratifica esta
unidad134 como la Iglesia lo ha confesado por los siglos: «La Iglesia es en
Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios
y de la unidad de todo género humano» (LG 1). Y todo este misterio eclesial
se realiza en el único Espíritu.

Porque si se recibe el Espíritu cuando se está juntos, no es que haya un solo Espíritu
porque hay un solo cuerpo, sino que hay un solo cuerpo porque hay un solo Espíritu
de Cristo. Hay un solo cuerpo que es el cuerpo de Cristo. El Espíritu actúa para hacer
entrar en el cuerpo, pero es dado al cuerpo y en éste se recibe el don. Todos fuimos
bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo (1 Cor 12, 13; Ef 4,4). El
Espíritu ha sido dado a la comunidad en la que es recibido el individuo por el
bautismo135.

Así pues, el Concilio inspirado en el Espíritu Santo (Cfr. LG 1),


insistentemente hablará de la Iglesia-Comunión ad intra, pero también la
búsqueda de la unidad con las demás hermanos (ecumenismo 136), porque la
unidad de la Iglesia será para Jesús condición de credibilidad, que todos sean

133
Y. CONGAR, Espíritu Santo, 218.
134
Las notas de la Iglesia declaradas en el segundo Concilio Ecuménico, Constantinopla I:
En Una sola Santa Iglesia Católica y Apostólica, Símbolo Niceno=Constantinopolitano
381.
135
Y. CONGAR, Espíritu Santo, 219.
136
Promover la reconstrucción de la unidad entre todos los cristianos es uno de los
propósitos principales del sagrado Sínodo Ecuménico Vaticano II […] Con la ayuda de la
gracia del Espíritu Santo, para restaurar la unidad de todos los cristianos (UR I).
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 68

uno […] para que el mundo crea (Jn 17, 21)137. Buscar la unidad no significa
llegar a la uniformidad, porque el Espíritu reparte sus dones y carismas
diferentes, pero todos formamos un mismo y único cuerpo (Cfr. 1 Cor 12), en
el que nos sentimos incluidos y responsables del todo orgánico 138. Así mismo,
el Espíritu hace una a la Iglesia, desde Abel hasta el último justo, une a Israel
con la Iglesia que nace de Pentecostés, a la Iglesia de la tierra con la celestial
(Cfr. LG 7). Esta unidad se da en la historia y, al mismo tiempo, apunta a la
escatología, como meta final.

2.3.7 Dona

Continuando con nuestra investigación en torno a la acción del Espíritu Santo


en la Iglesia, hemos visto que el Espíritu es un Don. Y como Don enriquece a
la Iglesia con sus bienes. «Con diversos dones jerárquicos y carismáticos
dirige y enriquece con todos sus frutos a la Iglesia» (LG 4) Éste que bajó es el
mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo. Él
mismo dispuso que unos fueran apóstoles: otros profetas; otros
evangelizadores; otros pastores y maestros, para oragizar adecuadamente a
los santos139 (Ef 4, 11-12). Y también dice: Hay diversidad de carismas, pero
un mismo Espíritu; diversidad de ministerios, pero un mismo Señor,
diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra en todos (1Cor 12,
14-6). Los carismas designan, ante todo, la gracia (kháris); con estos las
capacidades dadas en su colocación efectiva, principalmente para el bien de la
137
V. CODINA, No extingáis el Espíritu, 82.
138
Cfr. V. CODINA, No extingáis el Espíritu, 82.
139
Nota crítica: Los santos, parecen ser aquí de un modo particular los predicadores y el
resto de los que se dedican a enseñar, pero quizá todos los fieles, en la medida que
colaboran en la edificación de la Iglesia (ver Hch 9, 13) en BIBLIA DE JERUSALÉN, 1717.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 69

comunidad creyente; por tanto designan muy particularmente los dones140 del
Espíritu Santo141. ¿Con qué fin el Espíritu ofrece sus carismas? Los carismas
son dones o talentos, de naturaleza o de gracia, los cuales, impelidos o
suscitados por el Espíritu Santo disponen para el servicio en la construcción
del Cuerpo de Cristo, ordenándose así al cumplimiento de la salvación 142. El
Espíritu, como Don recibido y donante al mismo tiempo, no está circunscrito
ni encerrado en los márgenes de una sola institución o comunidad; el mismo
Concilio acepta y enseña:

Esto vale no sólo para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena
voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y
la salvación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En
consecuencia debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de
que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual (GS 22).

Y como ya vimos, el Espíritu derrama sus dones y carismas en sus fieles. Por
lo tanto, el Espíritu de Dios es pensado como el que ofrece la gracia salvífica a
todos y esta gracia se entiende como la participación en la muerte y
resurrección de Cristo. La salvación entonces tiene una dimensión universal
por la autoentrega de Dios en el Espíritu Santo 143. Y en este sentido, es
imprescindible decir que el autodonación de Dios (como gracia) a cada ser

140
Cuando hablamos de los siete dones en la práctica catequética nos referimos al: don de
inteligencia (penetración interior de la trascendencia de Dios), donde nace la perfecta virtud
de la fe, eleva a la bienaventuranza de los puros de corazón; de ciencia o la capacidad de
discernimiento, que causa conversión y fidelidad; de temor (sumisión a Dios), la esperanza
de los pobres de Espíritu; de sabiduría (recto juicio), la caridad de los artífices de la paz; de
consejo, la prudencia de los misericordiosos; de piedad (atención respetuosa al Padre), la
justicia de los mansos; de fortaleza, la fortaleza de los sedientos de justicia. Cfr. L. E. DOS
SANTOS NOGUEIRA, El Espíritu y el verbo las dos manos de Dios, Dabar, DF 1998, 146.
141
Cfr. K. H. NEUFELD, «Carisma», en W. BEINETT, Diccionario de teología Dogmática,
Herder, Barcelona 1990, 100.
142
Cfr. L. E. DOS SANTOS NOGUEIRA, El Espíritu y el verbo las dos manos de Dios, 147.
143
Cfr. D. EDWARDS, El Aliento de vida, 101.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 70

humano, nace de su plena voluntad, pues la gracia no es debida, es


inmerecida, es puro don.

El significado y la finalidad de la tarea del Espíritu se expresan en la autoentrega de


Dios al mundo en Jesucristo. Cristo y el Espíritu están radicalmente
interrelacionados. Es el Espíritu de Dios el que origina la encarnación, y en este
sentido, el Espíritu es la causa eficiente del acontecimiento crístico. Pero, toda la
historia de la presencia del Espíritu en la gracia está dirigida hacia Jesucristo. En este
sentido, Cristo es la causa final del Espíritu. El Espíritu se orienta hacia la
autodonación explicita de Dios en Cristo144.

Entonces, el don del único Espíritu dado por Jesucristo, suscita en la Iglesia y
en el mundo este dinamismo permanente ¿En que lo notamos? En los
movimientos laicales145, la renovación e iniciativa de apertura en la Iglesia, la
preocupación e iniciativa por recuperar la creación en su más amplio sentido,
es decir, el cuidado del medio ambiente puesto a nuestro servicio y
responsabilidad, el cuidado de la vida humana desde su gestación hasta su
muerte.

Así pues, los dones y carismas denotan y dejan ver y sentir al Donante, y que
Él mismo espera los frutos de todos sus dones: El fruto de Espíritu Santo es la
caridad, alegría, paz, paciencia, comprensión de los demás, bondad y
fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo (Gal 5, 22).

2.3.8 Sostiene y consuma

Hemos corroborado que la Iglesia tiene plena conciencia de que el Espíritu


nos ha sido enviado su presencia es gracia que dinamiza, construye, asiste,
vivifica, «hace rejuvenecer a la Iglesia, la renueva constantemente y la
144
D. EDWARDS, El Aliento de vida, 102.
145
Dice el Decreto Apostolicam Autuositatem: «Cada fiel en la Iglesia, a partir de los
carismas recibidos, tiene el derecho y el deber de ejercerlos en la Iglesia para bien de todos
los hombres y edificación de la Iglesia, en la libertad del Espíritu» (AA 3).
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 71

conduce a la unión consumada con su esposo. Pues el Espíritu y la Esposa


dicen al Señor Jesús: ¡Ven! (Cfr. Ap 22, 17)» (LG 4) 146.

La presencia del «Señor y dador de vida» confirma y consuma nuestra fe. El


Tercero en la unidad sustancial, es la consumación y autorrevelación de Dios a
sus creaturas hechas a su imagen y semejanza, conduciéndolas al mismo
tiempo a la consumación plena con su Creador 147. Esta confesión teológico-
dogmática permite construir un ambiente de esperanza y ánimo en nuestro
caminar histórico lleno de incertidumbres, con Él irrumpe la esperanza, el
consuelo y la paz de un pueblo con ganas de beber y saciar su hambre de
felicidad.

Confesamos plenamente con el Espíritu que Dios acompaña a su pueblo y su


creación entera, que nos ha enviado a su Hijo para que el mundo tenga vida, y
él nos ha dado al Espíritu que nos conduce a la verdad plena y al encuentro
definitivo. San Pablo, en su himno a la caridad en la 1 Carta a los Corintios,
enseña que como don interminable e incansablemente nos conduce a la meta:
ahora vemos como en un espejo, de forma borrosa; pero entonces veremos
cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré tal
como soy conocido (1 Cor 13, 12). El Espíritu, como Don recibido, ejerce su
dinamismo en nosotros, empujando al perfeccionamiento de la creación: el
universo-cosmos, el hombre, las cosas visibles e invisibles. Por eso, hablamos
del Espíritu que sostiene y conduce a la perfección escatológica.
146
El Espíritu Santo sostiene primero y después hace cumplir la realidad escatológica que
constituye a la Iglesia. San Pablo dice: clama en nosotros: Abba, Padre, deseando que se
realice la filiación que se ha de manifestar en la gloria. Y este mismo Espíritu está dando
testimonio, es decir está confortando a nuestro espíritu de que somos realmente hijos de
Dios (Cfr. Rom 8, 16). Cfr. J. M. ALONSO, «Ecclesia de Trinitate», 151.
147
Cfr. Y. CONGAR, Sobre el Espíritu Santo. Espíritu del hombre, Espíritu de Dios
Sígueme, Salamanca 2012, 75.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 72

A este perfeccionamiento, a esta consumación, se le otorgan distintos nombres: llegar


a ser hijos de Dios miembros de su familia, divinización, nueva creación, vivir una
vida eterna o vida del mundo futuro. Son las últimas palabras del Símbolo, con las
que se concluye lo que los protestantes denominan el tercer artículo, el que concierne
al Espíritu Santo. Porque el Símbolo es trinitario. Toda su tercera parte enenuncia la
obra que se atribuye al Espíritu Santo. Y llega hasta la escatología, la vida del mundo
futuro, de la que tenemos la promesa aunque por el momento tan solo poseemos las
arras (Cfr. 2 Cor 1, 22; 5,5; Ef 1,14)148.

La misión del Verbo encarnado instauró la revelación única y difinitiva


consumada por el Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad. Y en esta
revelación, la Iglesia antigua tenía la convicción de que el Reino esperado se
realizaba por el don del Espíritu, fue tan influyente y fuerte que veían la
proximidad de la llegada de este Reino. La fe en Él sostenía y daba sentido
para sobrellevar todo tipo de prueba; como el martirio, camino de conquista y
triunfo final restaurador149. La pneumatología como el repensar el lugar que le
pertenece al Espíritu Santo, es un hallazgo sumamente apreciable del Concilio
Vaticano II. Y a partir de ahí se ha ido haciendo cada vez notable en los
diferentes discursos e investigaciones teológico-sistemáticas posteriores. A
partir del Vaticano II, se ha insistido, tomando conciencia de su presencia
permanente en la historia y en la vida de los fieles y del mundo. Los
conceptos que designan la operación del Espíritu en la vida de la Iglesia,
según LG 4, y que hemos desarrollado aquí, están presentes dinámicamente
como ejes transversales en el cuerpo doctrinal conciliar.

El despertar de la teología del Espíritu Santo, ha dado luz no sólo para


recuperar el sentido del caminar de la Iglesia, sino que nos abre el horizonte
para recuperar aspectos trascendentales de la vida del mundo: como la
recuperación de la creación; hombre-medio ambiente, dotada de dignidad y
148
Y. CONGAR, Sobre el Espíritu Santo, 76.
149
Cfr. N. M. GAYOL, «Creo en el Espíritu Santo en la Iglesia», 115.
CAP. II: EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA… 73

belleza por el Creador. Tal es la intención del siguiente capítulo de nuestra


investigación.
CAPÍTULO III

REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE DE LA


PNEUMATOLOGÍA

En nuestro recorrido a través de la historia de la teología, nos hemos acercado


al lenguaje y las formulaciones que nos permiten repensar la Tercera Persona
de la Trinidad, tanto desde su realidad intratrinitaria, como en sus operaciones
en la economía de la salvación, del hombre en el mundo. Las fuentes
principales son las Sagradas Escrituras, los Santos Padres, y el Magisterio de
la Iglesia en el mundo actual, específicamente el Concilio Vaticano II, en la
Constitución Dogmática Lumen Gentium y algunas reflexiones sistemáticas de
pneumatología que han manado de la fuente conciliar.

Ahora vamos adentrarnos en la ecoteología: medio ambiente-cosmos y la vida


humana, donde el Espíritu Creador ha hecho su morada, y la que en este
momento atraviesa una seria crisis; vivimos una auténtica amenaza y
destrucción de la casa común, como ya la ha dicho el Papa Francisco en su
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 75

encíclica Laudato sii. Por tal objeto, consideramos oportuno profundizar en el


tratado de Pneumatología que en diálogo con la Antropología Teológica,
podamos discurrir en torno al problema pendiente y urgente, del cuidado de la
creación.

3.1. La ecoteología como locus theologicus150

Profesamos en el Símbolo de la fe, «creo en un solo Dios Padre todo poderoso


Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible e invisible» (credo Niceno-
constantinopolitano 381). Con estas palabras, la Iglesia confirma y ratifica su
fe, tomando conciencia que la creación no es un ser amorfo, sino la obra de las
manos de Dios, pues del Señor es la tierra y cuanto contiene, el orbe y todos
sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos (Sal
23, 1-2). Y así, el Salmo nos recuerda que la creación pertenece a Dios,
porque él la hizo.

El Papa Benedicto XVI señala que el mundo en que vivimos es obra del
Espíritu Creador. En Pentecostés, no sólo se celebra la efusión del Espíritu a la
comunidad apostólica, sino que de un modo especial también es la fiesta de la
creación, puesto que el mundo no existe por sí mismo; proviene del Espíritu
Creador, de la Palabra Creadora de Dios151. La creación entera, desde el
150
Respecto a la ecoteología como lugar teológico se puede decir lo siguiente: «Cada época
posee sus propios problemas y es a partir de ellos como el creyente interpela la Revelación,
como horizonte general de significado, con el objetivo de construir respuestas eficaces que
puedan integrarse en un proyecto de vida coherente con su propia fe. Los grandes
problemas que identifican las distintas épocas de la aventura humana se tornan así lugares
teológicos, situaciones en las que el cristiano está llamado a reflexionar y a madurar su
propia fe en una clara confrontación con la Revelación y con los signos de los tiempos».
Giacomo PANTEGHINI, El gemido de la Creación. Ecología y fe cristiana, San Pablo,
Pavoda 1997, 11.
151
Cfr. BENEDICTO XVI, «La creación es un don para que el jardín de Dios se convierta en
el jardín del hombre» en: M. MILVIA (ed.), Para una ecología del hombre. (Selección de
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 76

macrocosmos hasta el ser más pequeño y simple, goza de una interioridad


propia, de autodeterminación, intencionalidad y por tanto, de libertad, pero
estas características son posibles en la creación por la profunda cercanía de
Dios con ella; Dios es íntimamente tan cercano a todas sus obras porque las
ama, Dios actúa desde dentro en la creación potenciándola para que traspase
las fronteras de sí misma. Dios está en las cosas y las cosas están en Dios, lo
que explica el panenteísmo152. De manera que la ecoteología tiene ya sus
raíces no en tiempos recientes, sino en la historia misma del cristianismo, y
como ejemplo tenemos a uno de los grande santos del siglo XII, San Francisco
de Asís. El Poverello de Asís, declarado patrono de la ecología por San Juan
Pablo II, el 29 de noviembre de 1979153, nos lega esta alabanza, Cántico a las
creaturas154:

Altísimo, omnipotente, buen Señor,


tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, corresponden,
y ningún hombre es digno de hacer de ti mención.
Loado seas, mi Señor, con todas tus criaturas,
especialmente el señor hermano sol,
el cual es día, y por el cual nos alumbras.
Y él es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.
Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las has formado luminosas y preciosas y bellas.
Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,

textos del Papa Benedicto XVI), Buena Prensa, DF 2012, 29.


152
Panenteísmo, un neologismo de la llamada Teología del proceso. Sus representantes son,
John Cobb y el australiano Charle Birch. Cuyo objeto es repensar la relación de Dios
creador con la naturaleza dejando a lado el deísmo mecanicista y evitando el panteísmo que
dice, las cosas son Dios. Cfr. J. M. CASTELLÓN, «Ecoteología: De cómo la ecología llega a
ser también una cuestión teológica», en Anuario de Teología, año X (2010-2011) 78-79.
153
Cfr. EVARED, «San Francisco de Asís, patrono de la ecología», en:
http://www.radioevangelizacion.org/noticia/biografia-san-francisco-asis-patrono-ecologia
(17 de febrero 2017).
154
FRANCISCO DE ASÍS, «Cántico a las creaturas», en: José A. GUERRA, San Francisco de
Asís. (Escritos, biografías, documentos de la época), BAC, Madrid 1978, 48.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 77

y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,


por el cual a tus criaturas das sustento.
Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,
la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.
Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual alumbras la noche,
y él es bello y alegre y robusto y fuerte.
Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra,
la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.

El cántico expresa la contemplación de Dios a través de sus creaturas, como su


Autor, en el que merecen ser reverenciadas, amadas y sostenidas. El mundo
franciscano está lleno de encanto, de reverencia y de respeto. El universo no
está muerto e inanimado; las cosas no están a la deriva. Están animadas y
tienen su personalidad. Están intrínsecamente enlazadas con el hombre, viven
en la misma casa, la casa común155.

La creación nos permite contemplar y exclamar: ¡Yahvé, Señor nuestro, que


glorioso es tu nombre en toda la tierra! […] Cuando veo tu cielo, hechura de
tus dedos, la luna y las estrellas que pusiste (Sal 8,4). ¿ Qué implica esto? Que
las cosas han sido creadas con todas las condiciones para le evolución, la
subsistencia y la alimentación. Por esta razón, sentirse tierra, es sumergirse en
la comunidad terrenal, en el mundo de los hermanos y hermanas, como vivió
de forma ejemplar Francisco de Asís en su mística cósmica 156. Por eso
entonces, «El hermano Francisco, fiel a la Sagrada Escritura, nos invita a
reconocer en la naturaleza un libro maravilloso, que nos habla de Dios, de su

155
Cfr. J. NAVARRETE, «La eco-teología de la creación de Leonardo Boff», en Palabra y
Razon, 1 (2012) 109.
156
Cfr. L. BOFF, «La tierra como Gaia: un desafío ético y espiritual» en Concilium, 331
(2009) 363.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 78

belleza y de su bondad»157. Podemos decir que, la reflexión teológica en torno


a la ecología, no trata de una retórica o demagogia política o romántica, sino
que es el camino más apropiado para interactuar y convivir con el medio
ambiente.

La conciencia colectiva incorpora cada vez más la idea de que el planeta Tierra es una
Casa Común, la única que tenemos para vivir. Por eso es importante cuidarla, hacerla
habitable para todos, conservarla en su generosidad y preservarla en su totalidad y
esplendor. De ahí un ethos mundial compartido por todos, capaz de unir a los seres
humanos más allá de sus diferencias culturales, sintiéndose de hecho como hijos e
hijas de la Tierra que aman y respetan como a su propia Madre158.

El Papa Francisco, en su encíclica Laudato Sii159, inspirado en el canto


espiritual del Pobre de Asís, manifiesta su preocupación por la tierra que está
siendo amenazada con consecuencia devastadoras, poniendo en riesgo lo que
el Creador hizo bueno (Cfr. Gen 1, 31ss).

La hermana tierra, como lo decía Francisco de Asís, o también la casa común


como la llama el Papa Francisco, «clama por el daño que le provocamos a
causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en
ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores,
autorizados a expoliarla» (LS 2). La crisis ecológica no es una cuestión de
convencionalismos culturales, religiosos, políticos, sino la llamada a crear
conciencia del riesgo inminente de la vida en la Tierra:

Con el nacimiento de la sociedad industrial, que originó a su vez la sobre-producción


y explotación de elementos químicamente no degradables, aunado a la cultura de
consumo, el mundo se ha saturado de desechos químico-nucleares, muchos de ellos
asimilables en procesos naturales sólo hasta cientos de años después. Como cualquier
157
BENEDICTO XVI, «Alabado seas, mi Señor, en todas tus creaturas», en: M. MILVIA
(ed.), Para una ecología del hombre, 269.
158
L. BOFF, «La tierra como Gaia: un desafío ético y espiritual», 363.
159
FRANCISCO, Laudato sii (Alabado seas), Carta encíclica, Dabar, México, 2015. (En
adelante LS).
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 79

organismo vivo saturado, el mundo presenta síntomas graves de enfermedad; se ha


acrecentado la cantidad, pero también se ha modificado la calidad de estos desechos.
A nivel local, en algunas regiones de la tierra, los síntomas de saturación o
contaminación registran ya deterioro grave e irreversible. El factor de la
contaminación es el que más impacta a la opinión pública ya que afecta a los
elementos más indispensables para la vida, como el aire, el agua y la tierra160.

La evocación de la realidad nos permite considerar con claridad la urgencia de


una reflexión teológica en torna al problema, que tanto la ciencia y la
humanidad vamos siendo conscientes de sus efectos amenazadores en el
medio que habitamos.

Por eso, la ecoteología como reflexión creyente representa un lugar teológico,


puesto que la creación es la obra de Dios-Trino, y don para nosotros que la
habitamos, y en la que nos convertimos en sus responsables. Por eso mismo,

la ecología ha sido bien recibida en el seno del pensamiento cristiano. El espacio


otorgado al tema que nos ocupa, tanto por el Magisterio pontificio y episcopal como
por las diversas corrientes teológicas, manifiesta claramente el interés suscitado por el
problema ecológico en los últimos año161.

En resumen, la ecoteología parte del dato de la Revelación de Dios. Por tal


motivo, consideramos que la reflexión pneumatológica, nos permite justificar
que el cuidado de la creación no es simplemente un discurso ambientalista,
sino que es también una preocupación teológica porque es el Espíritu quien
actúa en la Creación, Él es el «Señor y dador de vida».

3.2. Un papel distintivo y propio del Espíritu en la creación

El tema de la ecoteología en sí, posee razones para ser ubicada como un lugar
teológico, por lo que la teología puede y debe prestar un servicio. Por tanto,
160
J. M. CASTELLÓN, «Ecoteología: De cómo la ecología llega a ser también una cuestión
teológica», 70.
161
Ibid, 67.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 80

vamos a adentrarnos en la pneumatología, cuya luz nos favorece y aporta los


elementos necesarios para que este discurso sea sustentado y tomado con
seriedad. Hemos visto que la creación en su conjunto; el hombre, el sol, la
tierra, las plantas, los animales y cuanto existe, son obra de la acción Creadora
de la Trinidad. El Espíritu Santo tiene un papel especial en la creación. Y
¿cuál es su operación específica en la creación? «Es el del dador-de-vida
inmanente que hace que las creaturas sean y se realicen»162.

Podemos hablar también que «el Espíritu al ser derramado en la Iglesia el día
de Pentecostés, opera como el Transcreador de todas las cosas» 163. Porque el
Espíritu del Señor llena la tierra, lo contiene todo (Sab 1,7). Desde este
presupuesto, el Espíritu Santo es la potencia inmanente de autorrealización en
la creación, capacitándola para que emerja de ella toda clase de vida y
movimiento164. El concepto bíblico de Espíritu lo refiere como aliento de vida:
Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la faz de la tierra (Sal 104, 30).

Entonces, el Aliento de vida juega un papel fundamental para que las cosas
existan y vivan, sin quitar el papel de Creador al Padre y de Recreador al Hijo.
San Atanasio afirma que las cosas son vivificadas por el Espíritu: «El que no
es partícipe de la vida, sino que Él es participado y vivifica las creaturas ¿qué
parentesco tiene con las creaturas? ¿O cómo podría estar entre las criaturas,

162
D. EDWARDS, El Aliento de vida, 191.
163
P. L. ROSATO, Introducción a la Teología de los sacramentos, Verbo Divino, Navarra
1994, 14. Desde la teología sacramentaria en clave escatológica, usa el esquema: Espíritu-
Hijo-Padre. Aparece entonces el Espíritu-Transcreador, porque conduce la historia hacia la
segunda venida del Hijo-Recreador, y hacia el honor y la gloria del Padre-Creador.
164
Cfr. D. EDWARDS, El Aliento de vida, 192.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 81

que en Él son vivificadas mediante el Verbo?»165. Pero, al mismo tiempo, «el


Espíritu Santo es, pues, poder soberano, algo divino e irrastreable»166.

Es decir, es una fuerza grandísima, independiente y libre, no se confunde con


las creaturas, ni es una creatura superior a las demás, sino que, su naturaleza
es divina, increada. «El Espíritu no debe entenderse como una fuerza física.

El Espíritu es una presencia divina personal, más cercana a la creaturas


individuales que ellas mismas […] El Espíritu es la presencia de Dios en la
relación divina de la creación continua»167. Por lo tanto, la terminología acerca
del Espíritu: transcreador, vivificador, santificador de las creaturas, nos
permite distinguir su acción dinámica y potente en la obra de la creación.

Es así como encontramos oportuno desde la pneumatología formular y


estructurar la reflexión en torno a la ecología. Porque, como ya vimos, el
Espíritu es quien dinamiza y sostiene todas las cosas en su estructura más
íntima.

Debido a su presencia, las creaturas del universo están en relación mutua y existen en
intercomunión. Y a las entidades individuales les da el don de su propia integridad,
puesto que el Espíritu es a la vez fuente de individuación y comunidad, de autonomía
y relación […] Es el oculto dinamismo que lleva el universo entero a la vida,
mantiene su existencia de forma continuada y lo capacita para evolucionar hacia un
futuro abierto168.

165
Cfr. ATANASIO, Epístolas a Serapión sobre el Espíritu Santo, 105.
166
CIRILO DE JERUSALÉN, El Espíritu Santo, 33. De manera que, Cirilo y Atanasio siguen
la misma idea de que el Espíritu vive y es santificador de todas las cosas creadas por Dios
por medio de Cristo.
167
D. EDWARDS, El Aliento de vida, 193-194.
168
D. EDWARDS, El Aliento de vida, 193-194. También el teólogo G. Müller, de acuerdo al
tema, en su análisis de Gen 1 dice: «Todo lo que llega a ser en la esfera de la influencia del
rûah comparte su vida sin ser el rûah, procede de él y, sin embargo, es distinto de él. Es
potencialidad y energía en busca de forma y configuración. Entonces, da por sentado que
todas las clases de vida que acceden a la existencia son receptivas, aptas y fértiles, cada
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 82

3.2.1 El universo: templo y campo de acción del Espíritu

El universo es una estructura compleja, ordenada y completa. Quizá no


podremos explicar con amplitud la estructuración física del universo, no
tenemos ni las herramientas, ni los medios para hacerlo, no es tampoco el
propósito de nuestro trabajo. Pero, sí somos conscientes de que su estudio se
ha convertido en una difícil tarea para la ciencia misma y en la medida que
avanza en su conocimiento mayor complejidad encuentra en ella.

Nuestra pretensión es entonces, encontrar las palabras y un posible esquema


que nos permita hablar de la cualidad y dignidad intrínseca de la creación,
como una estructura relacional. Muy creativamente L. Boff, dice que el
cosmos es como una red intrincadísima de relaciones, que desde el núcleo de
nuestra fe cristiana, encontramos que hay semejanza con Dios-Trinidad en la
relación de las divinas Personas. Éstas, son relaciones entrelazándose siempre
unas con otras en la comunión y en el amor, de forma tan íntima y completa,
unificándose y haciéndose un solo Dios-Trinidad169. Y así,

cuando el Espíritu se movía, la creación no tenía gracia alguna. Pero, después que
también la creación de este mundo recibió la actividad del Espíritu, mereció toda esta
belleza de gracia, con la que el mundo resplandeció. Y que sin el Espíritu Santo no
puede permanecer la gracia del universo, lo declara el profeta diciendo: Les quitas su
Espíritu y expiran y se convierten en polvo que eran. Envías tu Espíritu y serán
creados y renovarás la faz de la tierra, Sal 103, 29-30170.

una según su especie. La hierba, la vegetación tienen semillas; los árboles rodean sus
semillas con frutos; a las formas de vida que moran en los mares y el aire se les ordena que
sean fecundas y se multipliquen». CGeiko MÜLLER, El Espíritu de Dios. Transformar el
mundo en Crisis, Sal Terrae, Santander, 1993, 41.
169
Cfr. L. BOFF, El Espíritu Santo. Fuego interior, dador de vida y padre de los pobres,
Dabar, México 2014, 210-211.
170
AMBROSIO DE MILÁN, El Espíritu Santo,. Carmelo Granado (ed.), Ciudad Nueva,
Madrid 1998, 126. (En adelante Esp. Sto).
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 83

Queda claro entonces, que el Espíritu ejerce su fuerza transcreadora sobre el


universo. Por lo tanto, el Espíritu es el primer habitante en la casa común,
pero no para adquirir un servicio de ella, sino para darle vida, sostenerla y
sustentarla. ¿Hacia dónde nos conduce esta doctrina? ¿Qué repercusión
alcanza? Situados frente al universo donde confluye todo lo creado,
encontramos que el primero que lo dignifica, lo cuida y lo provee es el
Espíritu, y si nosotros somos la imagen de Dios y llenos del Espíritu, cómo
podríamos olvidarnos de este universo-templo-casa, que además, le pertenece
a Dios como dice el profeta: los cielos son mi trono, y la tierra la alfombra de
mis pies (Is 66, 1).

No podemos olvidarnos de nuestra casa, es la que tenemos para vivir, más


aún, es la que ha sido dotada de amor, ternura y cuidado por parte del Creador,
por eso dice la Escritura: amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que
hiciste, porque, si algo odiaras, no lo hubieras creado (Sb 11, 24). Yendo más
a fondo descubrimos que el misterio más profundo del universo es el amor.

Así se nos indica que el mundo procedió de una decisión, no del caos o la casualidad,
lo cual lo enaltece todavía más. Hay una opción libre expresada en la palabra
creadora. El universo no surgió como resultado de una omnipotencia arbitraria, de
una demostración de fuerza o de un deseo de una autoafirmación. La creación es el
orden del amor. El amor de Dios es el móvil fundamental de todo lo creado (LS 77).

Al saber que el misterio profundo e íntimo del cosmos es el amor, nos


conduce entonces a visualizarlo como un don precioso que merece respeto.
Así, ya no lo reverenciamos porque signifique o represente algo en sí mismo o
un deidad, o por los bienes y servicios que nos ofrece, sino por su carácter de
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 84

ser obra y diseño en el amor. Más aún, porque «todo ha sido creado a imagen
y semejanza de Dios-Trinidad-relación-comunión»171.

3.2.2 El Espíritu y la cosmogénesis

Ahora reflexionemos sobre el dinamismo que guarda la creación, es decir, su


proceso interminable, no acabado. «La creación no se produjo solo una vez al
principio. Está sucediendo constantemente en la medida en que nuevos tipos
de relaciones entre las dos fuerzas de atracción y de expansión se
concretan»172. El cosmos está irrumpiendo siempre hacia delante. No se ha
detenido desde su principio. Así entonces, «el Espíritu es el exceso
munificente del dinamismo de la vida divina que anima un mundo de
creaturas. El aliento de Dios, siempre en la comunión de la Trinidad, es el que
avanza y llena la creación como la potencia de la creatio continua»173. Y como
dice la Escritura: ¿Quién le confió el cuidado de la tierra? ¿Quién le encargó
de todo el universo? Si sólo prestase atención a sí mismo, si centrase en sí su
espíritu y su aliento toda carne a la vez moriría, el hombre al polvo volvería
(Job 34, 13-15). Porque el Espíritu del Señor llena la tierra, lo contiene todo y
conoce cada voz174 (Sab 1, 7). Por lo tanto, la cosmogénesis, se realiza por el
carácter dinámico intrínseco que ejerce el Espíritu en ella. La rûah de Dios es

171
L. BOFF, El Espíritu Santo. Fuego interior, dador de vida y padre de los pobres, 210. Y
junto a esta idea podemos agregar esta otra puntualización: Al implorar, «ven, Espíritu
Santo», intentamos restablecer la conexión y la salvación. Esta plegaria afirma
implícitamente nuestra convicción de que en el mundo no actúa ningún demiurgo o espíritu
extraño. El maternal rûah sustenta todo lo creado con su amorosa energía y, de este modo,
unifica el trabajo de la redención. CG. MÜLLER, El Espíritu de Dios, 52.
172
L. BOFF, El Espíritu Santo. Fuego interior, dador de vida y padre de los pobres, 204.
173
D. EDWARDS, El Aliento de vida, 270-271.
174
En este versículo se advierte la omnipresencia de Dios, al ejercicio de su Espíritu que se
le atribuye una actividad vivificante universal. También designa el poder eficaz de un Dios
trascendente y omnisciente. Cfr. BIBLIA DE JERUSALÉN, 969.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 85

el poder inagotable que colma al mundo de aliento y orden, energía y amor


vivificante. Y por este poder divino se sostiene la creación manteniéndola no
como si fuera una máquina, sino como la fuerza que impulsa a la creación a su
realización más plena y dignificante; hacia su meta definitiva175.

El Aliento de Dios, siempre en la Comunión de la Trinidad, es el que avanza y llena


la creación como la potencia de la creatio continua (Job 33, 4; 34, 13-15; Sap 1, 7;
12,1). El Espíritu creador puede ser concebido como la potencia de realizarse, la
potencia que capacita a la auto-trascendencia de la creación en la emergencia del
universo y en la evolución de la vida en la Tierra. El Espíritu de Dios está actuando
creativamente en todo el proceso, celebrando cada emergencia, amando la vida en
toda su fecundidad y diversidad, y apreciándola muchísimo en cada uno de sus
ejemplares176.

Por lo tanto, el cosmos emerge por la generosidad del Padre creador, Hijo
recreador y el Espíritu transcreador, es decir, del Dios uno y trino. La
cosmogénesis no sucede por sí misma, tampoco se queda en el ámbito
evolucionista, sino que en el fondo obedece a un propósito definido, que es la
perfección y la gratuidad. Dicho así, porque hay una causa sumamente
trascendente, como ya se dijo antes, un acto libre y generoso del Amor. Por
eso san Pablo nos enseña: Así porque estimo que los sufrimientos del tiempo
presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en
nosotros. Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación
de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la caducidad, no
espontáneamente, sino por voluntad de aquel que la sometió; pero latía en
ella la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para
participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la
creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto (Rm 8, 18-

175
Cfr. G. MÜLLER, El Espíritu de Dios, 52.
176
D. EDWARDS, El Aliento de vida. Una teología del Espíritu Creador, 271.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 86

21) 177. Ya no es sólo el hombre, sino que la creación entera participa también
de esta expectante espera. Y en la doctrina del Vaticano II dice:

La Iglesia a la que todos hemos sido llamados en Cristo Jesús y en el cual, por la
gracia de Dios, conseguimos santidad, no será llevada a su perfección, sino cuando
llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas (Hch 3, 21) y cuando, con el
género humano, también el universo entero, que está íntimamente unido con el
hombre y por él alcanza su fin, será perfectamente renovado (Cfr. Ef 1, 10; Col 1, 20;
2 Pe 3, 10-13) (LG 48).

3.2.3 El cosmos como Mysterium

«El ser humano no es solamente manipulador de su mundo. También es capaz


de leer el mensaje que el mundo lleva en sí mismo» 178. En la perspectiva del
signo, podemos hablar que en las cosas creadas encontramos los indicios de su
Hacedor179. Cristo Sacramento de Dios; Palabra hecha carne, ha revelado de
modo nuevo y admirable la verdad fundamental sobre la creación, la que por
el pecado había quedado sujeta a la vanidad, adquiere con Él y en Él un
nuevo vínculo con la Sabiduría y el Amor con que fue creada. Con toda fuerza
dice San Juan: tanto amó Dios al mundo, que le dio su Hijo unigénito (Jn 3,
16). Por eso, la creación es portadora también de la verdad de Dios. Esto
clarifica la dignidad de la creación.
177
«Pablo no hace aquí más que retomar las declaraciones bíblicas que veían ya el universo
material asociado a la resurrección de los elegidos de Dios (Is 55, 13; 65,17.25). En Pablo
como en Isaías, la renovación espiritual y ética de la humanidad no puede dejar de tener
efectos sobre el resto de lo creado (llamado a devenir cosmos, mundo ordenado para gloria
de los hijos de Dios)». J. ALETTI, «Romanos» en W. FERMER, ed. al., Comentario Bíblico
Internacional, Verbo Divino, Navarra 2005, 1447.
178
L. BOFF, Los sacramentos de la vida. Y la vida de los sacramentos, Dabar, DF 2000, 11.
179
Al respecto nos dice el Papa Francisco: «Percibir a cada creatura cantando el himno de
su existencia es vivir gozosamente en el amor de Dios y en la esperanza. Esta
contemplación de lo creado nos permite descubrir a través de cada cosa alguna enseñanza
que Dios mismo quiere transmitir, porque, para el creyente contemplar lo creado es también
escuchar un mensaje, oír una voz paradójica y silenciosa. Podemos decir que, junto a la
Revelación propiamente dicha, contenida en la Sagrada Escritura, se da una manifestación
divina cuando brilla el sol y cuando cae la noche» (LS 85).
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 87

La creación como sacramental que nos comunica la bondad, la ternura, la vida


que procede de Dios. A propósito de esto nos dice L. Boff:

Lo efímero puede leer lo permanente; en lo temporal, lo eterno; en el mundo, a Dios.


Entonces, lo efímero se trans-figura en signo de la presencia de lo permanente; lo
temporal, en símbolo de la realidad de lo eterno; el mundo, el gran sacramento de
Dios. Cuando las cosas comienzan a hablar y el ser humano a escuchar sus voces,
entonces emerge el edificio sacramental. En su fachada está escrito: todo lo real no es
sino signo. ¿Signo de qué? De otra realidad. De la realidad fundante de todas las
cosas, de Dios180.

Vista así la realidad de la creación, como un ser sacramental, aparecen sus


derechos que no pueden ser violentados bajo ningún interés tirano, soberbio.
Porque la tierra sigue perteneciendo a Yahvé, la tierra no puede venderse
para siempre, porque la tierra es mía, ya que vosotros sois para mí como
forasteros y huéspedes (Lev 25, 23). El contexto de este llamado, es la
pretensión de apropiación y abuso que afecta y lacera a su pueblo,
especialmente a sus pobres.

Pero quizá el sentido va más allá, hay un trasfondo teológico, porque, la


soberanía de Dios se extiende sobre los cielos y la tierra, del Señor son los
cielos, hasta el último cielo; la tierra y todo cuanto la habita (Dt 10, 14). El
creyente proclama: Tuyo es cuanto hay en cielo y tierra; tu eres rey y
soberano de todo, tu eres Señor del universo (1 Cron 29,11). De Yahvé es la
tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes (Sal 24, 1). «En
consecuencia, el hombre no puede considerarse el dueño y señor absoluto de
la creación. Es tan sólo el colono y administrador responsable de la parcela
que Dios ha confiado a su cuidado»181. Y así, cuando el hombre manipula o
violenta a la naturaleza-sacramento, que le ha sido confiada, genera cambios
180
L. BOFF, Los sacramentos de la vida. Y la vida de los sacramentos, 12.
181
J. R. FLECHA, El respeto a la creación, BAC, Madrid 2001, 15.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 88

dramáticos en su mayoría irreversibles. Es por esta razón, que al contemplar a


la creación dotada de dignidad y esplendor, emerge desde de dentro la fuerza
del Espíritu y nos abre los sentidos para contemplar el inminente riesgo de la
casa común. Dice el Papa Benedicto XVI:

Sumergidos en la contemplación de la obra de sus manos (Sal 8, 4), los peligros de la


alienación espiritual de la creación resultan claramente evidentes. La relación entre
personas o comunidades y medio ambiente deriva, en último término, de su relación
con Dios. Cuando el hombre se aleja del designio de Dios Creador, provoca un
desorden que repercute inevitablemente en el resto de la creación182.

La ecoteología pretende pues, salir en defensa y profecía de la creación. La


verdad revelada en ella irrumpe en nuestros corazones, suscitando inquietudes
y proyectos que respondan adecuada y debidamente a la crisis que hoy ya
padecemos. Entonces tiene sentido un discurso, un propósito, una inquietud,
pero todo desde una conversión urgente y permanente. La Tierra nuestra
madre, nuestra casa común, ahora más que en otra etapa de su historia, nos
pide auxilio con gemidos de dolores de parto (Cfr. Rom 8, 22). El Espíritu de
la verdad, que renueva, nos violenta y sacude de una vez por todas a
reaccionar con prontitud. Pero sería ingenuo pensar que lo haremos desde
nuestras capacidades y medios, ha de ser desde Él. Entonces con justa razón
debemos decir:

Veni, Sancte Spiritus, 183 Ven Espíritu Santo


Et emitte caelitus y desde el cielo
Lucis tuae radium. envía un rayo de tu luz.

Veni, pater pauperum, Ven padre de los pobres,


Veni, dator munerum, ven dador de las gracias,

182
BENEDICTO XVI, «El ártico: espejo de la vida», en: M. MILVIA, Para una ecología del
hombre, 68.
183
Veni, Sancte Spiritus, Este himno propio de la secuencia de la misa de Pentecostés, se
atribuye al arzobispo de Canterbury, Stephen Langton (+ 1228). Cfr. L. BOFF, El Espíritu
Santo. Fuego interior, dador de vida y padre de los pobres, 278.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 89

Veni, lumen cordium. ven luz de los corazones.

Consolator optime, Consolador óptimo,


Dulcis hospes animae, dulce huésped del alma,
Dulce refrigerium. dulce refrigerio.

In labore requies, Descanso en el trabajo,


In aestu temperies, en el ardor tranquilidad,
In fletu solatium. consuelo en el llanto.

O lux beatissima, Oh luz santísima:


Reple cordis intima llena lo más íntimo
Tuorum fidelium. de los corazones de tus fieles.

Sine tuo numine Sin tu ayuda


Nihil est in homine, nada hay en el hombre,
Nihil est innoxium. nada que sea inocente.

Lava quod est sordidum, Lava lo que está manchado,


Riga quod est aridum, riega lo que es árido,
Sana quod est saucium. cura lo que está enfermo.

Flecte quod est rigidum, Doblega lo que es rígido,


Fove quod est frigidum, calienta lo que es frío,
Rege quod est devium. dirige lo que está extraviado.

Da tuis fidelibus Concede a tus fieles


In te confidentibus que en Ti confían,
Sacrum septenarium. tus siete sagrados dones.

Da virtutis meritum, Dales el mérito de la virtud,


Da salutis exitum, dales el puerto de la salvación,
Da perenne gaudium. dales el eterno gozo.
Amen. Alleluia Amén, Aleluya

La confianza plena en su presencia, siempre será justa, porque Él es nuestro


Paráclito prometido (Cfr. Jn 15, 26). La sabiduría que guarda el Veni Sacnte
Spiritus proyecta y nos convence que sólo en el Espíritu Creador se sostiene,
santifica, llena de vida, renueva la faz de la tierra, ilumina los corazones y
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 90

doblega lo que está rígido. Busquemos entonces, una vida según el Espíritu
(Gal 5, 16. 25), como opción fundamental, ante el clamor de nuestra Tierra.

3.3. Hacia una espiritualidad como reacción-acción pneumática ante el


problema ecológico

En nuestro recorrido y análisis sobre la acción del Espíritu transcreador,


llegamos a la conclusión que la creación toda pertenece integralmente al Dios
Uno y Trino, obra de sus manos cargada de su misterio; que Dios mismo con
su Espíritu la sostiene, la recrea, la vivifica y santifica. Y la creación se
convierte en signo que comunica su mensaje; mensaje de ternura, de gozo, de
esperanza y de abundancia. Pero, esta creación manipulada, agobiada,
profanada por la avaricia y maltratada por la insolencia del hombre, no es la
creación que Dios ha querido originalmente.

Existen serios desastres ecológicos; cambio climático, deterioro de la flora y


fauna como no se ha visto en millones de años. Daños que repercuten no sólo
en el plano ambiental, sino que amenazan el medio ecológico humano, con
consecuencias desastrosas como: el hambre, enfermedades, escases de comida
y agua. Se hace urgente pues plantear una verdadera ecología humana, que
promueva la vida, desde su gestación hasta la muerte. Una ecología humana,
que permita reconstruir generosamente al hombre en todos sus niveles,
procesos y circunstancias. La ecoteología ha de favorecer la reflexión
teológica que permita vencer la paradoja, en que el Espíritu está vivificando,
recreando y santificando, con amor, ternura, compasión y misericordia y el
hombre destruyendo, amenazando encerrado en su egoísmo, insensibilidad e
indiferencia. Surgen preguntas desde lo más recóndito del corazón ¿qué
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 91

vamos hacer? ¿cuál será el camino? ¿a qué nos llama el Espíritu del Señor
ante el caos «artificial»184 del hombre? Entonces, con la fuerza del Espíritu que
estaba antes de todo, hemos de propiciar el redescubrimiento de la creación.
Con el Espíritu por el que hablaron los profetas, por el que la Virgen concibió
en su seno al Hijo de Dios, el Espíritu que condujo la obra de la instauración
del reino de Dios con Jesucristo. El Espíritu prometido y derramado en
Pentecostés a la Iglesia. El Espíritu que sostuvo a los mártires. El Espíritu que
ha dado la solidez a la Iglesia a través de su historia. El Espíritu que ha
movido a hombres y a mujeres de todas las razas y pueblos de la tierra a
promover la paz, la concordia, la ciencia y la unidad. El Espíritu que nos habla
en su creación e irrumpe en nuestras conciencias para dejar de ser
espectadores pasivos y disimulados, convirtiéndonos en actores incansables,
respondiendo con la misma generosidad que la creación sale a nuestro
encuentro.

Del Espíritu brota la suave y violenta convicción de un conversión que se


expresa en la renovación y búsqueda de una verdadera espiritualidad, que no
es otra cosa que la vida en el Espíritu.

Como aquel renovado interés espiritual de nuestra época que brota de profundas
exigencias de autenticidad, de dimensión religiosa, de interioridad y libertad, que no
satisface la sociedad consumista. […] Resurge la pregunta por el Absoluto. En los
siglos pasados se pudo entender la vida cristiana perfecta como fuga del mundo para
darse a la contemplación divina, en la actualidad la evolución estructural de la
espiritualidad cristiana consiste ante todo en la negativa a identificar la vida espiritual
con la religiosa. El problema de la vinculación entre culto de Dios y compromiso con
el mundo (T. Chardin)185.
184
Término que utiliza L. Boff en el que designa las consecuencias desastrosas de las
acciones de descuido y manipulación del ambiente por parte del hombre.
185
S. DE FIORES, «Espiritualidad contemporánea» en ID. et al. Nuevo diccionario de
Espiritualidad, San Pablo, Madrid, 1991, 618 y 633. Y L. Boff añade que, «la
Espiritualidad, no es monopolio de las religiones, sino una dimensión de lo humano. La
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 92

Una espiritualidad que parte de lo simple, de lo más pequeño e insignificante,


pero en una constante ascendencia. Una espiritualidad que provoque una
verdadera conversión, el Espíritu actúa en nosotros y por esa acción el hombre
descubre con urgencia qué tenemos que hacer, como preguntaba aquel joven
rico a Jesús de Nazaret (Cfr. Lc 18, 18). Por esta razón, ante la crisis
ecológica que desafía y pone en riesgo la vida del Planeta, el Papa Francisco
nos exhorta:

La gran riqueza de la espiritualidad cristiana, generada por veinte siglos de


experiencias personales y comunitarias, ofrece un bello aporte al intento de renovar la
humanidad. Quiero proponer a los cristianos algunas líneas de espiritualidad
ecológica que nacen de las convicciones de nuestra fe, porque lo que el evangelio nos
enseña tiene consecuencias en nuestra forma de pensar, sentir y vivir ( LS 216).

Entonces el llamado es a recuperar los diferentes modelos que en la historia de


nuestra fe ha suscitado el Espíritu con su acción eficaz. Y la esencia de la
espiritualidad es la enseñanza que nos del Evangelio mismo. No tenemos que
idear otra. Y esta espiritualidad recuperada no implica sólo los aspectos
teóricos como un recetario, sino de las:

motivaciones que surgen de la espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado
del mundo. Porque no será posible comprometerse en cosas grandes sólo con
doctrinas sin una mística que nos anime, sin unos móviles interiores que impulsan,
motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria. Tenemos que
reconocer que no siempre los cristianos hemos recogido y desarrollado las riquezas
que Dios ha dado a la Iglesia, donde la espiritualidad no está desconectada del propio
cuerpo ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que se vive con
ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea (LS 216).

espiritualidad es la capacidad de dialogar con el Yo profundo y escuchar las llamadas del


corazón. Es la conciencia que se siente inserta en un Todo mayor y que percibe el eslabón
secreto que todo lo liga y re-liga a la Fuente primigenia de todo ser, que todas las religiones
llaman Dios, con el cual mantiene la conciencia un diálogo de intimidad y de amor». L.
BOFF, La tierra está en nuestras manos, Dabar, DF 2016, 146.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 93

Una profunda espiritualidad fundada en la triple relación, Dios-hombre-


mundo, promoverá una renovación integral de cuanto existe. No se trata de un
espiritualismo individual esotérico, sino de la experiencia de Cristo enviado
por el Padre y que ha venido para que tengamos vida por el Espíritu. Una
espiritualidad integral nos dice L. Boff:

Vivir según el Espíritu significa luchar por los medios de vida, por la salud, por la
tierra para la producción, por la vivienda, por la sanidad básica, por la seguridad, por
la educación mínima. No se puede tener verdadero amor por la vida ni ser fiel a las
inspiraciones del Espíritu sin defender esta causa y saber sufrir por ella, en el espíritu
de las bienaventuranzas. Esta urgencia no puede ser simplemente relegada al Estado y
a sus políticas sociales. Es un reto para todos los seres humanos y mucho más para
los creen en el Espíritu de vida186.

La espiritualidad como opción fundamental, requiere ser sensible a la realidad,


consciente del diagnóstico y con prospectiva muy clara. Si estamos en esta
urgencia, ¿qué medios, actitudes, principios y valores vamos a cultivar?
Proponemos siete aspectos (ethos, cordialidad, conversión, reconciliación,
convivialidad, cuidado, respeto) como ejes en los que pudiéramos lograr un
dinamismo y a la vez una sinergia común, en vista a un solo objetivo, que es la
recuperación de la creación. Aquí un breve desarrollo.

a) Ethos

El ethos es entendido originalmente como cuidado del refugio, guarida o el


hábitat. Esto implica que el refugio debe ser protegido desde un ámbito
común. Para los griegos, ethos187 significaba principalmente la morada
humana, no en su materialidad, sino en su sentido existencial, es decir: la parte

186
L. BOFF, El Espíritu Santo. Fuego interior, dador de vida y padre de los pobres 250.
187
Del griego, ἦθος = êthos, costumbre, carácter: Conjunto de rasgos y modos de
comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona o una comunidad.
DRL, en: dle.rae.es/?id=H3xAc5s (15 de marzo 2017).
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 94

de la naturaleza (phisys) que reservamos para nosotros, a la que organizamos y


cuidamos de tal modo que se convierte en nuestro hábitat, en lugar de acogida,
de seguridad, como en la casa, donde hay una íntima relación con los otros y
todo el entorno en una profunda armonía 188. Lo primero que llama la atención
del sentido de la palabra, es el principio del cuidado por el espacio común.

El ethos entonces, en este enfoque, recuerda que el medio donde habitamos


merece respeto, cuidado, protección, reverencia, y no especifica si es sólo para
unos, sino lo conveniente para todos, por tanto, todos son responsables.
Apunta entonces al bien común. «Para nosotros, hoy el ethos-morada ya no se
limita a nuestra casa, nuestra ciudad o nuestro país, sino que se extiende a todo
el planeta Tierra, convertido en ethos-Casa común»189.

Así pues, el sentido de la palabra nos hace crear un lenguaje común y


universal. Porque no se supedita a un grupo, por su condición, creencia,
convicciones, cultura, sino a un interés convergente que a todos nos ocupa. Se
trata de un desafío como en Dt 30, 15-20, Dios llama a su pueblo a elegir entre
la vida y la muerte; también hoy el hombre está en un camino que pareciera
ser sin retorno, porque la crisis ecológica desafía al hombre a tomar una
decisión que puede conducirlo a la muerte o la vida. Por tanto, al hablar de
una decisión se está hablando de un cambio de mentalidad a favor de todos190.

La ética entendida como fuente de principios que buscan lo bueno o apuntan


hacia allá, se convierte en el vínculo principal que favorece la unidad y el

188
Cfr. L. BOFF, Proteger la tierra, cuidar la vida, cómo evitar el fin del mundo, Dabar, DF
2014, 143.
189
Idem.
190
Cfr. J. M. CASTELLÓN, «Ecoteología: De cómo la ecología llega a ser también una
cuestión teológica», 94.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 95

despertar común y universal hacia la crisis ecológica. Por lo tanto, ¿cuáles


serían los alcances y beneficios de una ética como medio que genera una
respuesta concreta al problema común?:

Esta ética solidaria debe responder al asunto de la justicia con la generación actual y
de la solidaridad con las generaciones futuras, que tienen derecho a vivir en el mundo
ecológicamente habitable. Todo comportamiento humano debe regirse por criterios
de solidaridad sincrónica y diacrónica. La ética ecológica debe ser una ética sensible
de lo bueno y lo bello, que toma conciencia de la casa común (oikos), patria del
hombre, desencantada, pero sacramentada. Ética que responde a la pregunta divina
por el hermano (Gen 4, 9) y se esfuerza por formar una fraternidad universal191.

El planteamiento ético como camino, implica además, la necesidad de la


incondicionalidad de la ética, con principios incondicionados religantes para
todos, pero tal incondicionalidad exige un Incondicionado, que fundamente y
responda al por qué de tal o cual comportamiento exigido.

Así pues, una ética sin Dios queda, a fin de cuentas, sin fundamento y sin
universalidad192. Como podemos ver, el ethos, como uno de los principios
donde se expresa la bondad, se convierte en un ámbito sugerente para

191
Idem.
192
J. M. CASTELLÓN, «Ecoteología: De cómo la ecología llega a ser también una cuestión
teológica», 94. Respecto a la ética como principio universal ya ha habido propuestas
concretas, por ejemplo hace más de 30 año la propuesta de H. Küng, teólogo suizo-alemán,
nacido en 1928, partiendo de la realidad crítica catastrófica planetaria, advierte: «Parece
patente que los catastróficos procesos económicos, sociales, políticos y ecológicos de la
primera y segunda mitad del siglo hacen necesario al menos un talante ético global para la
supervivencia de la humanidad sobre la tierra. Los diagnósticos de la catástrofe no han
solucionado gran cosa. Tampoco va a ser suficiente una tecnología social pragmática, de
orientación occidental u oriental, sin base en valores bien fundados. Necesitamos una
reflexión sobre el talante ético, sobre el comportamiento moral del hombre; necesitamos la
ética, la doctrina filosófica o teológica sobre los valores y las normas que han de regir
nuestros proyectos y acciones. La crisis debe ser una oportunidad, y el reto puede dar paso
a la respuesta». Hans KÜNG, Proyecto de una ética mundial, Trotta, Madrid 2006, 43.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 96

instaurar relaciones, que confluyen a un mismo objetivo, que es el de


salvaguardar la creación, reconociéndola como don.

La ética también implica valores como la paz, la justicia, la verdad, la caridad,


la fraternidad, la tolerancia. Y aquí los desarrollaremos en los siguientes seis
aspectos. Aclarando que los abordaremos como principios de la espiritualidad,
entrelazados con el talente ético, puesto que, «si el problema ecológico se
enfrenta desde la ética, la teología debe ofrecer, precisamente, una sólida
fundamentación sobre Dios, el hombre y el mundo»193. El papel de la Teología
ha de partir de sus presupuestos sustentados en el dato de la revelación
cuidando de no caer en un eticismo más de tipo filosófico o sociológico.

b) Cordialidad194

Se trata del afecto que nace del corazón. Y el corazón en el ámbito


antropológico de la Biblia designa,

además de víscera interior del ser humano y signo que remite a su conciencia,
identidad, secreto e interioridad ( 1Sam 16,7; Prov 16, 9; 30, 18-19; 1 Pe 3, 4), el
corazón es sede de las emociones y sentimientos (Mt 5, 28; Lc 24, 32; Jn 14, 1; 16,
6.22; Rm 1, 24; 9, 2; 2Cor 2, 4; Flp 1, 7), y también la sede del pensamiento,
reflexión, decisión, voluntad, memoria y el juicio humano (Dt 29, 3; Is 6, 10; Sal 21,
2; 22, 15; 25, 17). En otro sentido, es el motor de las actividades humanas de la
respuesta a Dios a través de ellas (Ex 4, 21; 9, 7; Is 29, 13; Jer 31, 33; Ez 11, 19; Lc
24, 45; Flp 4, 7; 1Jn 3, 19-21) y objetivo de la conversión ( Ez 36, 26; Mt 11, 29; Lc
16, 15; 24, 32; Rm 5, 5; 1 Cor 1, 22)195.

193
J. M. CASTELLÓN, «Ecoteología: De cómo la ecología llega a ser también una cuestión
teológica», 95.
194
Para Boff, la recuperación de la cordialidad, es tener presente que en el corazón está
nuestro centro, nuestra capacidad de sentir profundamente; en él se encuentra también la
sed de amor y el nicho de los valores. Cfr. L. BOFF, Los derechos del corazón. El rescate de
la inteligencia cordial, Dabar, DF 2015, 16.
195
T. PARRA, Diccionario de cultura bíblica, 93.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 97

Cultivar la cordialidad, nos empuja a entrar en lo más complejo e íntegro del


hombre. Como lo ha señalado la Sagrada Escritura, la mirada de Dios no es
como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero
Yahveh mira el corazón (1 Sam 16, 7). Así, el corazón ejerce la fuerza más
intrínseca del hombre hacia el bien, puede ver mejor y con transparencia como
lo dice el Principito, «no se puede ver bien, sólo con el corazón. Lo esencial es
invisible a los ojos»196. Es decir, que el verdadero valor de las cosas se conoce
desde su esencia. Los sentidos nos pueden engañar, no así el corazón. L. Boff
nos ayuda a discernir en qué consiste la verdadera cordialidad; es la
resonancia del cuidado esencial, es decir mirar por dentro a las cosas, a las
personas, no sus defectos o lo que ofrecen, disponen, o lo que sirven.
Entonces, lo cordial es mirar la dimensión del espíritu de refinamiento, o
también la capacidad de captar la dimensión del valor presente en todo 197.
Además,

El corazón puede ver más allá de los hechos, ve su encadenamiento con la totalidad,
discierne significados y descubre valores. La cordialidad supone la capacidad de
sentir el corazón del otro y el corazón secreto de todas las cosas. La persona cordial
ausculta, pega el oído a la realidad, presta atención, pone cuidado en todo, y trata
humanamente a sus semejantes, con respeto, acogida y benevolencia198.

De ahí la donación de Yahvé su pueblo como la promesa de restauración: les


daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne
el corazón de piedra y les daré un corazón de carne (Ez 11, 19). Viéndolo
desde esta perspectiva, urge crear los medios y las motivaciones para que surja
una renovación y restauración del corazón, que nos permita ver más allá de los
intereses personales. Convirtiendo en un estilo de vida la cordialidad, mirando
196
A. DE SAINT EXUPÉRY, El principito, Leyenda, México 2015, 75.
197
Cfr. L. BOFF, Los derechos del corazón. El rescate de la inteligencia cordial, 87.
198
Ibid, 88.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 98

siempre lo esencial, jamás insensibles ante lo pequeño, lo insignificante, lo


maloliente, lo devastado, porque, el que es fiel en lo mínimo, lo es también en
lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho (Lc 16,
10).

Por lo tanto, la cordialidad reclama los derechos del corazón, que consisten en
los sentimientos, sensibilidad, jovialidad, ternura, es decir, todo aquello que se
opone a la mente egoísta y calculadora y demasiado lógica, la cordialidad dice
equilibrio. Boff, haciendo alusión al Amor franciscano, comenta:

En él encontramos valores que hemos perdido, como el embeleso ante el esplendor de


la naturaleza, la inclinación de cabeza delante de cada ser, la cortesía para cada
persona, y el sentimiento de hermandad con cada ser de la creación, con el Sol y la
Luna, con el lobo feroz y el leproso que él abrazaba enternecido. Francisco, hizo una
síntesis feliz de la ecología exterior (ambiente) y una ecología interior (paz), hasta el
punto de convertirse en el arquetipo de un humanismo tierno, capaz de acoger todas
las diferencias199.

Una verdadera espiritualidad desde el corazón. Un programa de vida sin más.


¿Quién pudiera dudar de ello? Y se convierte en un ideario cotidiano al que
podemos y debemos anhelar en nuestro mundo presente.

c) Conversión

Una vida que ha perdido el rumbo, está llamada a convertirse, a cambiar de


rumbo. Este será el llamado constante de Dios a su pueblo. En el libro de
Lamentaciones leemos: haznos volver a ti, Yahvé, y volveremos. Renueva
nuestros días como antaño (Lam 5, 21). La conversión como gracia e
iniciativa de Dios que llama al hombre a retornar a él, primero reconoce que
no es el camino, y segundo, la opción fundamental como camino que dispone

199
L. BOFF, Proteger la tierra, cuidar la vida, cómo evitar el fin del mundo, 88-89.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 99

a cambiar de dirección. Una de las imágenes que más revelan también este
retorno o ejercicio de conversión es la parábola del hijo pródigo utilizada por
Jesús (Lc 15, 11-32). Estrictamente, se utiliza la expresión metanoia, que
designa el cambio del corazón. Y es el reconocimiento del pecado ya
individual, ya social. Además, lleva al hombre a desprenderse de los falsos
valores y despierta su conciencia200.

La conversión implica penitencia, como la virtud que conduce al


arrepentimiento. Es aquí donde comienza la renovación del hombre. Y su
renovación no le implica dejar de ser humano, sino más humano, es decir, más
consciente de su fragilidad, pero con un motivo y una fuerza nueva para
transformarse. Es «el rechazo de su yo como centro de su existencia,
comprender que la ley del amor es el fundamento de la vida y que el
incumplimiento de esta ley conduce a la muerte, a la destrucción de toda la
creación»201. El riesgo entonces, no es la ruptura o la caída, sino la resistencia
a levantarse, considerando que el retorno desde dentro, generosamente
engendrará vida para sí y para su entorno. Por tanto:

Sin renacimiento espiritual nos espera otra perspectiva: Un ser humano ajeno a sus
prójimos, a la sociedad, a la naturaleza, concentrado exclusivamente en sí mismo, en
los valores materiales, en la satisfacción de sus necesidades ilimitadas y siempre
crecientes. Un hombre que adora la fuerza, el éxito, indiferente para con los demás e
inmisericorde con los débiles. Toda su actividad está en plano horizontal. Se jacta de
ser libre, de lo trascendente; éste no es el hombre nuevo, sino el mismo viejo Adán,
que en las condiciones irresistibles del proceso científico-tecnológico ha perdido la
capacidad de discernir los fines de los medios, el sentido de su propia vida202.

200
Cfr. Kyrill DE SMOLENSK, «La ecología del Espíritu. Ética y supervivencia», en: Vida
Religiosa Vol. 66/5 (1989) 348.
201
K. DE SMOLENSK, «La ecología del Espíritu. Ética y supervivencia», 348.
202
Idem.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 100

La conversión regenera, provee de vida, promete vida nueva, pero no una vida
desarticulada, sino en comunión con las cosas y con los demás. Por lo tanto,
ha de ser siempre uno de los componentes de nuestro ser cotidiano. No como
opción, sino como lo más apetecible a nuestro ser. El pecado ha creado,
estructuras de pecado (Cfr. SRS 37)203, sus consecuencias están siendo
desastrosas, catastróficas, aniquiladoras, causantes de muerte por doquier.
Porque el hombre se ha cerrado en sí mismo, ha triunfado el egoísmo, por
encima del bien común,

El mundo, signo de la benevolencia de Dios y manifestación progresiva del Verbo a


través de la acción del Espíritu, es también expresión de una creación decaída,
devastada, oprimida, en espera de aquella liberación final que sólo la nueva creación
en Cristo puede realizar. El hombre, en efecto, encorvado sobre sí mismo y tentado
una y otra vez de cerrarse a la acción del Espíritu, pone continuamente en peligro la
creación, tiende a esconder la bondad del mundo que reside en su existir en el
Espíritu204.

El Espíritu está pronto (Cfr. Mt 26, 41) sin duda, pero entonces, «este cambio
de paradigma, fundacional, no es posible mediante cambios tecnológicos, ni
mediante cambios políticos o económicos, si antes las personas no hacen una
modificación profunda en su manera de ver y vivir la vida»205.

d) Reconciliación

Hemos analizado y propuesto la conversión como un itinerario práctico, que


conduce al cambio, a la renovación, retorno al camino que genera vida. Y el
que da y provee la vida es el Espíritu, «Señor y dador de vida». Y en este

203
JOANNES PAULUS II, Epístola apostólica Sollicitudo rei sociales, 30 dic. 1987.
204
DE TU ESPÍRITU, SEÑOR, ESTÁ LLENA LA TIERRA, Comité central del Gran Jubileo del
año 2000, CELAM, México 1997, 41.
205
L. SCOZZINA, «Hacia una un cambio de corazón: ambiente y espiritualidad», en P.
CANZIANI, et al. Cambio global. La humanidad ante la creación, LUMEN, Buenos Aires
2013, 256.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 101

orden ubicamos la reconciliación, como consecuencia experiencial de la


espiritualidad que tratamos de abordar. La reconciliación 206 supone que ha
habido una ruptura, se ha originado una grieta que debilita y fragmenta. Esta
reconciliación ha de ser con la naturaleza, el hombre y Dios. Las ofensas al
medio ambiente: por la devastación, la extinción de las especies, el poco
cuidado del agua, de la comida. Por cerrar los ojos ante el hermano que
suplica en su angustia, su hambre y sed. Podemos hablar aquí de lo que san
Juan Pablo II llama pecado social:

Hablar de pecado social quiere decir, ante todo, reconocer que, en virtud de una
solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible como real y concreta, el pecado de
cada uno repercute en cierta manera en los demás. Es ésta la otra cara de aquella
solidaridad que, a nivel religioso, se desarrolla en el misterio profundo y magnífico
de la comunión de los santos, merced a la cual se ha podido decir que, «toda alma que
se eleva, eleva al mundo». A esta ley de la elevación corresponde, por desgracia, la
ley del descenso, de suerte que se puede hablar de una comunión del pecado, por el
que un alma que se abaja por el pecado abaja consigo a la Iglesia y, en cierto modo, al
mundo entero […] Todo pecado repercute, con mayor o menor intensidad, con mayor
o menor daño en todo el conjunto eclesial y en toda la familia humana. Según esta
primera acepción, se puede atribuir indiscutiblemente a cada pecado el carácter de
pecado social (RetP 16) 207.

Estamos ante una actitud propia del hombre moderno, sumergido en el


individualismo, el pragmatismo, indiferente hasta de sí mismo, desconectado
del hermano cuidando sus propios intereses.

206
Se trata de una palabra que deriva del latín reconciliatio, que puede traducirse como la acción y
el efecto de volver a unirse y que se encuentra formada por las siguientes partes: El prefijo re, que
se utiliza para indicar, hacia atrás. El sustantivo concilium, que es sinónimo de asamblea. Recuperar
la comunión con la asamblea. Cfr. Julián PÉREZ et. al, «Reconciliación» Publicado: 2014.
Actualizado: 2016, en:
http://definicion.de/reconciliacion/ (el 18 de marzo 2017).
207
JOANES PAULUS II, Exhortación Postsinodal, Reconciliatio et paenitentia, 2 dic. 1984.
No.16.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 102

El Papa Francisco dice: «el pecado más grande de hoy es que los hombres han
perdido el sentido del pecado»208. Por lo tanto, la reconciliación ha de ser un
estilo de vida, porque nunca dejamos de ser pecadores, porque fácilmente
caemos en el aislamiento, la apatía y la autoreferencialidad como también lo
señala el Papa argentino:

El Espíritu Santo nos introduce en el misterio del Dios vivo, y nos salvaguarda del
peligro de una Iglesia gnóstica y de una Iglesia autorreferencial, cerrada en su recinto;
nos impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar testimonio de la bondad
del Evangelio, para comunicar el gozo de la fe, del encuentro con Cristo209.

La reconciliación210 genera hombres y mujeres nuevos, espontáneos, plenos,


abiertos, porque reconciliándonos ya no somos nosotros, sino que es Cristo
quien vive en nosotros por la fuerza del Espíritu. Esto es posible porque,
Jesús el Señor ha puesto toda clase de bienes para cumplir su voluntad,
realizando él en nosotros lo que es agradable a sus ojos, por mediación de
Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén (Heb 13,
21). Además, sabemos que esta es la objeto más profundo de la obra de la
redención instaurada por Cristo al ser enviado por el Padre con la fuerza del
Espíritu. La gracia dada con la encarnación del Hijo dispone en todo al
hombre para que este prefiera su purificación y reconciliación con todo: Dios,
el hombre y la creación.

208
FRANCISCO, Homilía en Santa Marta, 31 de enero de 2014. En:
caminocatolico.org/.../papa-francisco/11333-papa-francisco-en-homilia-en-santa-mart... (el
19 de marzo 2017).
209
FRANCISCO, Homilía, de la Solemnidad de Pentecostés, 19 de mayo 2013. En:
https://w2.vatican.va/.../es/.../2013/.../papa-francesco_20130519_omelia-pentecoste.ht..
(17 marzo 2017).
210
En la Plegaria eucarística II sobre la Reconciliación, unidos a la Iglesia Universal
hacemos esta petición al Padre: «Y ahora mientras ofreces a tu pueblo un tiempo de gracia
y reconciliación, lo alientas en Cristo para que vuelva a ti, obedeciendo más plenamente al
Espíritu Santo, y se entregue al servicio de todos los hombres».
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 103

e) Convivialidad

La convivialidad211 fomenta la capacidad de mirar a las personas, las cosas por


lo que son y no por lo que sirven, reconociendo el don que representan.
Cuidamos o reverenciamos la creación, no porque está en riesgo, sino por el
propósito con que fue creada, o el misterio que guarda, el amor. El
pragmatismo ha asumido lo técnico por lo digno o lo humano que implica
sensibilidad, emociones, ternura, equivocación, debilidad, libertad o
autodeterminación, por aquello que es programado y robotizado.

La convivialidad es la virtud que nos hacia falta, como lo dice Boff. Es decir,
la capacidad de empezar a mirar las cosas, las personas, en sus grados de
dignidad, no olvidando su propósito y origen, pues la convivialidad implica:

la capacidad de hacer convivir las dimensiones de producción y de cuidado, de


efectividad y de compasión, de modelado de los productos, de creatividad, de libertad
y de fantasía, de equilibrio multidimensional y de complejidad social: todo para
reforzar el sentido de pertenencia universal del ser humano dentro de la naturaleza, de
la sociedad y del universo. El valor técnico de la producción material debe estar a la
par del valor ético de la producción social y espiritual212.

El hombre no puede esclavizarse a la técnica, porque pierde conciencia de su


dimensión espiritual y capacidad de relación. Cuando se ha perdido esa
dimensión, todo lo demás pierde en automático su valor intrínseco. Entonces,
sólo habrá máquinas que producen y humanos que no sienten. Hombres que
211
El concepto de convivialidad es un neologismo, introducido por Iván Illich (1926-2002),
uno de los grande pensadores proféticos del siglo XX, que vivió en Petrópolis, en el estado
de Rio de Janeiro, coordinando una escuela de inculturación de misioneros para América
Latina. Nacido en Viena, su formación se llevó a cabo en Roma, en donde fue ordenado
sacerdote. Trabajó con la población latina en E.U, y más tarde en México. Se hizo famoso
por cuestionar la medicina. Con la convivialidad intentó responder a dos crisis: la del
proceso de industrialización y la de la ecología. Cfr. L. BOFF, La gran transformación, en
la economía, en la política y en la ecología, Dabar, DF 2015, 94-95.
212
L. BOFF, La gran transformación, en la economía, en la política y en la ecología, 95.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 104

consumen y un ambiente que desaparece. El Cardenal Bergoglio lo dice de


esta manera: fortalecer nuestros vínculos que reaviven el amor, que nos
alarmen ante las desgracias de los demás, que nos hagan solidarios e
integradores y de buena voluntad, que nos haga sumamente cuidadoso de los
débiles, refundar con esperanza nuestros vínculos sociales. Pero, no como un
frío postulado eticista y racionalista, o politizado, sino que se trata de una
necesidad imperiosa de convivir para construir juntos el bien común posible,
el de una comunidad humanizada, que renuncia a intereses particulares, que
comparte con justicia sus bienes, sus intereses, su vida social en paz213.

f) Cuidado214

Es uno de los valores o principios para el llamado a la transformación y


recuperación de nuestra conciencia frente al medio ambiente, a los hermanos y
hermanas. Nos parece oportuno y sugerente retomar el término y adherirlo al
desarrollo de nuestra investigación, como una parte necesaria en nuestra
espiritualidad. El cuidado como una respuesta a la cultura de la indiferencia, al
descuido y disimulo del entorno y de la persona en todos los niveles: sociales,
religiosos, culturales, económicos, y espirituales. La técnica ha desplazado la
sensibilidad humana. Se ha convertido en fin y no es ya medio para facilitar la
vida. Al respecto dice Boff que «el cuidado sirve de crítica a nuestra
civilización agonizante y también de principio inspirador de un nuevo
paradigma de convivencia»215.

213
Cfr. J. M. BERGOGLIO, La Patria es un don, la Nación una tarea, Editorial Claretiana,
Buenos Aires 2014, 39.
214
El término cuidado, tiene su raíz etimológica en la palabra latina cogitatus que significa
reflexión, pensamiento, interés reflexivo que uno pone en algo, en: etimologías.dechile.net
(el 15 de marzo 2017).
215
L. BOFF, Cuidar la Tierra. Hacia una ética universal, Dabar, DF 2001, 31.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 105

El cuidado entonces, nos anticipa, nos previene, nos advierte. De manera que
«cuidar más que un acto, es una actitud. Incluye más que un momento de
atención, de celo y desvelo. Representa una actitud de ocupación, de
preocupación, de responsabilidad y de compromiso con el otro»216.
Existencialmente, el cuidado es parte estructurante de la vida del ser humano.
Por ejemplo, el nacer implica cuidado, vivir implica cuidado, el descuido trae
consecuencias negativas y desastrosas. Por eso, el cuidado es parte de nuestro
lenguaje, expresamos a través de él la preocupación de su bienestar y
seguridad. Así por ejemplo, en lo cotidiano, cuidamos la casa, la mascota, al
enfermo, al niño, al anciano, porque el cuidado es tener conciencia de lo
importante. ¿Por qué es importante rescatar y fomentar la cultura del cuidado?
Primero, porque es un modo de ser del hombre. Segundo, porque al no tener
conciencia del cuidado, rompemos con la armonía y la estructura de las cosas
y de las personas, comenzando por nosotros mismos. Dios mismo manifiesta
su cuidado cuando dice: ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin
compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar,
yo no te olvido (Is 49, 15; Cfr. Sal 121, 3;147, 9; 23, 1). Entonces, el cuidado
surge cuando algo tiene importancia para mí o es bueno para todos. El riesgo
de nuestra época como ya lo hemos estado señalando, es que el mundo está
distraído a todos los niveles. De lo micro y de lo macro. Nos ha acaparado la
pantalla del celular, de la TV, el Internet. Interesados por lo irreal de la
cibernética y desatentos por lo que está ahí, al lado, o enfrente, no se diga de
lo trascendente, Dios. Asevera Boff:

El cuidado no se opone al trabajo, sino le confiere una tonalidad diferente. Por el


cuidado no vemos como objetos a la naturaleza y todo lo que en ella existe. La
relación no es sujeto-objeto, sino sujeto-sujeto. Experimentamos los seres como
216
Idem.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 106

sujetos, como valores, como símbolos que remiten a una realidad fontal. La
naturaleza no es muda. Habla y evoca. Emite mensajes de grandeza, belleza,
perplejidad y fuerza. El ser humano puede escuchar e interpretar esos signos. Se sitúa
al pie de las cosas, junto a ellas y se siente unido a ellas. No existe, co-existe con
todos los demás. La relación no es de dominio sobre, sino de con-vivencia. No es
pura intervención, sino inter-acción y comunión217.

La dimensión del cuidado está intrínsecamente unida a la conciencia del


hombre. Sólo hace falta que se enfoque a lo esencial. Como se ya se dijo, que
sea una actitud más que un acto; una cultura más que un instinto de
sobrevivencia. Ha de ser nuestro mejor aliado.

g) Respeto

Otro de los valores urgentes en la vida del hombre es el respeto, que permite
ver los derechos de los demás, considerando los límites y la atención de
nuestras acciones. Etimológicamente viene del latín respectus218, que significa
acción de mirar atrás, consideración, atención; sugiere entonces una mirada
atenta, tomar algo en consideración. Se ha dicho y hemos dicho que el respeto
es la paz, armonía, convivencia y reverencia. De modo que, sin respeto llega
el desorden, la destrucción. El respeto es una actitud performativa, que busca
la reconstrucción de nuestras relaciones sanas y profundas. Es por tal razón
que lo proponemos como uno de los valores necesarios y fundamentales en
nuestra comunidad y ambiente, como signo de nuestra profunda espiritualidad
integral. El respeto se convierte en salvaguarda como lo dice el Papa
Benedicto XVI:

Los diferentes fenómenos de degradación ambiental y las calamidades, que por


desgracia registran con frecuencia las crónicas, nos recuerdan la urgencia del respeto
debido a la naturaleza, al recuperar y valorar, en la vida de todos los días, una

217
L. BOFF, Cuidar la Tierra. Hacia una ética universal, 97.
218
Cfr. J. PIMENTEL, Diccionario latín-español. Español-latín, Porrúa, México 2014, 677
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 107

correcta relación con el ambiente. Se está desarrollando una nueva sensibilidad por
estos temas, que suscitan la justa preocupación de las autoridades y de la opinión
pública, expresada en la multiplicación de encuentros también a nivel internacional219.

El respeto, por tanto, debe ser uno de los principios necesarios en la opción
fundamental en nuestra espiritualidad, respecto a la recuperación de la
creación como nuestra casa común.

Es así como cerramos esta tercera parte de nuestra investigación. Con estos
siete valores o principios pretendemos continuar lo que ya muchos hombres y
mujeres de toda la faz de la tierra han cultivado, y que con su patrimonio
espiritual y humano nos han permitido llegar hasta aquí.

En nuestro recorrido por el camino de la pneumatología en su incidencia en la


ecoteología, hemos intentado descubrir algunas luces, y con ello proponer
algunas pistas desde el quehacer teológico ante los desafíos de nuestro
Planeta. Esto nos lleva a creer y esperar en el Espíritu trasncreador que no
permitirá que su obra llegue al fracaso. Y nos ha sido evidenciado ya en Aquel
que resucitó de entre los muertos con la fuerza de este mismo Espíritu (Cfr.
Rom 8,11). Cristo es nuestra esperanza que por la acción del Espíritu Santo
esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva (Cfr. 2 Pe 3, 13). Y seguiremos
firmes en la fe, porque: «el Espíritu Santo es la fuente de la vida, trae al
mundo la vida; una vida plena, una vida no impedida, indestructible, una vida
eterna. El Espíritu de Dios creador y vivificante […] nos trae a Cristo a este
mundo, y Cristo es la resurrección y la vida en persona»220.

219
BENEDICTO XVI, «Audiencia general, Palacio Pontificio de Castel Gandolfo, 26 de
agosto 2009», 155.
220
J. MOLTMANN, El Espíritu Santo y la teología de la vida, 31.
CONCLUSIÓN

La Teología como el espacio para repensar nuestra fe, permite develar la


verdad a la que con inquietud incansable queremos descubrir. El problema de
nuestro tiempo después de la modernidad positivista ha generado un cierto
oscurantismo en las conciencias de los hombres impidiendo la capacidad de
asombro y sensibilidad ante el misterio.

En nuestro ejercicio de investigación teológica, hemos podido constatar la


belleza, la grandeza y generosidad de la exposición tantos hombres y mujeres
con sus ideas llenas de contenido de la verdad, que detenidos ante Aquel que
es la verdad eterna nos han legado.

Al acercarnos al tema de la Pneumatología discurso teológico sobre el Espíritu


Santo, nos ha permitido encontrarnos con las fuentes que Él mismo ha
instituido y sostenido para la comunidad desde los orígenes. El Espíritu que
irrumpe en todo tiempo y espacio, no deja de revitalizar y afianzar la alegría,
conduciéndonos hacia la perfecta comunidad trinitaria, el Padre creador, el
Hijo recreador.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 109

La Iglesia, desde sus orígenes, ha tenido conciencia de la Trinidad santísima,


buscó siempre con mucha delicadeza y especial cuidado hablar y exponer la
verdad sobre este misterio, nunca desde la arrogancia del sólo razonamiento
especulativo, siempre en el ambiente meditativo, ya sea en la soledad o en la
comunidad, en las pruebas como la persecución, o en el debate o en la
conciliaridad, pero siempre vigilando que las palabras fuesen adecuadas y
rebosantes del don de la fe.

Con esta misma intención hoy hemos querido encontrarnos con Él, ya sea con
la insuficiencia de nuestras palabras pero con la certeza de su asistencia. Nos
queda claro que hablar de Dios no sólo es la tematización de Él, sino la
experiencia profunda que vamos construyendo en nuestra vida día tras día.
Queda claro también que el Espíritu de Dios siempre nos antecede, llega antes
que cualquier razonamiento o pensamiento de sobre Él. El discurso
pneumatológico no inventa al Espíritu, más bien es el recurso humano por el
que podemos repensarlo para luego hablar de Él.

Hemos puesto como título de nuestro tema de investigación el «Señor y dador


de vida», porque estamos convencidos que Él es Dios; el título Señor implica
eso desde la mentalidad bíblica veterotestamentaria, y que en la declaración de
los concilios primitivos Nicea y Constantinopla los Padres han definido para
la Iglesia que Él es Señor, es decir Dios como el Padre y el Hijo, dador de
vida, porque la vida no es una generación espontanea, sino la decisión libre y
misericordiosa del Dios viviente, que antecede todas las cosas. Las Tres
Divinas Personas, en su infinita caridad, han ofrecido y compartido lo que son.
Las creaturas no somos otra cosa que el don de la generosidad eterna y
perfecta de la kénosis divina.
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 110

Esta ha sido nuestra inspiración para invocar al Espíritu transcreador, el que


sostiene la obra perfecta de las manos del Padre. Nuestro trabajo quiere ser
eso, una invocación al Espíritu Santo, el Gran olvidado, pero el Eterno
presente en nuestras vidas como comunidad creyente o no creyente, pero
amada y sin duda presente en la creación como su estrado y templo donde se
recrea y sopla sin permitir que nada vuelva al polvo inerte.

Firmes y convencidos en nuestra fe en el Dios Uno y Trino y sensibles a los


acontecimientos presentes de los desafíos de nuestra Tierra o casa común,
hemos querido con la luz indeficiente de la gracia del Espíritu, aunado a lo
que Él sin duda ha suscitado en otros saberes como la ciencia, las
organizaciones sociales, las iniciativas altruistas a favor de la ecología como
repuesta a la seria crisis ambiental, desde el lenguaje de la teología descubrir
que nos pide hoy el Espíritu, viento de Dios presente en el caos del Génesis.

Podemos afirmar y confesar:

 Que la creación es obra y prolongación de la generosidad de Dios-


Trino. Dotada de belleza, abundancia, perfección, dinamismo y
jovialidad.
 Que en ella está presente e irrumpiendo la acción vivificante del
Espíritu, por eso lo hemos adjetivado como el «Transcreador».
 Que el hombre participe de sus dones, tiene la facultad de disfrutar y
compartir con cada criaturita. Por pequeñita que sea o monstruoso que
parezca merece el mismo respeto y cuidado. Porque los cielos cuentan
la gloria de Dios, el firmamento anuncia la obra de sus manos; el día al
CAP. III: REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE… 111

día comunica su mensaje, la noche a la noche le pasa la noticia (Sal 19


(18) 1-2).
 Que pese a la seria crisis que hoy vive la obra creacional, no dejará de
ser amada y custodiada por el mismo Espíritu, no permitirá que el
hombre deje de asombrarse y recrearse en ella y se compadezca.
Podemos decir que la iniciativa ecoteológica se justifica en este
dinamismo pneumático que busca plantear una propuesta seria y
creyente como acción-reacción.

Y en el ejercicio académico de nuestra Universidad Pontificia de México, ha


habido un acercamiento al tema de la ecología desde la perspectiva
cristológica, como justificación eco-ética en torno al cuidado y respeto por la
creación integral. Ciertamente nuestro trabajo no ha agotado el tema
pneumatológico, ha habido y seguirá habiendo mucho más que decir acerca de
la Tercera Persona de la Trinidad. Hemos tratado de hacer un breve recorrido
por la historia donde se ha manifestado a través del pensamiento y la
experiencia de muchos hombres y mujeres de buena voluntad, de los cuales
hemos recogido en nuestro trabajo. El don más preciado del que jamás
podemos renunciar es que somos hijos en el Hijo, y por Él podemos decir
Padre nuestro, y con la fuerza del Espíritu no dejamos de hacer nuestra
epíclesis para que venga y podamos cantar con todas las creaturas:

Veni, Creator Spiritus,


Mentes tuorum visita,
Imple superna gratia,
Quae tu creasti, pectora.
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http://www.radioevangelizacion.org/noticia/biografia-san-francisco-asis-
patrono-ecologia
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 5

CAPÍTULO I
FUNDAMENTOS PARA HABLAR DE «EL SEÑOR Y DADOR DE VIDA» 8
1.1.1 El Espíritu de Dios y el Espíritu Santo en el Antiguo Testamento 9
a) En el Génesis 10
b) En los héroes y jueces 11
c) En el Profetismo 12
1.1.2 El Nuevo Testamento 14
1.1.2.1 Los Sinópticos 14
a) En la Encarnación 15
b) En el Bautismo 15
c) En la vida pública de Jesús 16
1.1.2.2 En la tradición paulina 17
a) En relación a la alianza 18
b) En la evangelización 18
c) En la eclesiología 20
d) Jesús y el Pneuma 21
1.1.2.3 En la tradición joánea 22
1.2. La Pneumatología en la época patrística 26
1.2.1 La Didaché 27
1.2.2. Primeras líneas de la pneumatología: confrontación entre la ortodoxia y
la herejía 28
1.2.3 Desarrollo de la teología del Espíritu Santo: siglos III y IV 31
1.2.4. Definición dogmática: Concilio de Nicea a Constantinopla I 33

CAPÍTULO II
EL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA, PNEUMATOLOGÍA DEL
CONCILIO VATICANO II 42
2.1. El Concilio Vaticano II 42
2.2. Desarrollo de la pneumatología en el magisterio del Concilio Vaticano II 46
2.2.1 Antecedentes 46
2.2.2. El Espíritu Santo en los tiempos de la Iglesia, «un nuevo Pentecostés» 49
2.2.3. Eclesiología pneumatológica 51
2.3. La acción del Espíritu Santo en la Iglesia 54
2.3.1 El Espíritu es «enviado» 55
2.3.2 Santifica 58
2.3.3 Vivifica 60
2.3.4 Inhabita 64
2.3.5 Asiste 66
2.3.6 Unifica 68
2.3.7 Dona 70
2.3.8 Sostiene y consuma 72

CAPÍTULO III
REFLEXIÓN ECOTEOLÓGICA EN CLAVE DE LA PNEUMATOLOGÍA 76
3.1. La ecoteología como locus theologicus 77
3.2. Un papel distintivo y propio del Espíritu en la creación 82
3.2.1 El universo: templo y campo de acción del Espíritu 84
3.2.2 El Espíritu y la cosmogénesis 86
3.2.3 El cosmos como Mysterium 88
3.3. Hacia una espiritualidad como reacción-acción pneumática ante el problema
ecológico 92
a) Ethos 96
b) Cordialidad 99
c) Conversión 101
d) Reconciliación 103
e) Convivialidad 105
f) Cuidado 107
g) Respeto 109

CONCLUSIÓN 111

BIBLIOGRAFÍA 115

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