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INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA: HEGEL

Nacido en Stuttgart el 27 de agosto de 1770, hijo de un funcionario de la hacienda pública, Hegel creció en un ambiente
de pietismo protestante y estudió a los clásicos griegos y latinos mientras estuvo en el gymnasium de su ciudad natal.
Animado por su padre para que se hiciera pastor protestante, en 1788 ingresó en el seminario de la Universidad de
Tubinga, donde entabló amistad con el poeta Friedrich Hölderlin y el filósofo Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling, de
significada filiación romántica, compartiendo con ellos su entusiasmo por la Revolución Francesa y la antigüedad clásica.
Después de completar un curso de Filosofía y Teología, y decidir que no quería seguir la carrera religiosa, en 1793
comenzó a ejercer como preceptor en Berna (Suiza). En 1797 consiguió un cargo similar en Frankfurt, pero dos años más
tarde su padre falleció, dejándole un legado cuya cuantía económica le permitió abandonar su trabajo como tutor.

En 1801 se trasladó a la Universidad de Jena, donde estudió, escribió y logró un puesto como profesor. Allí concluyó la
Fenomenología del espíritu (1807), una de sus obras más importantes. Permaneció en Jena hasta octubre de 1806, cuando
la ciudad, en el transcurso de las Guerras Napoleónicas, fue ocupada por las tropas francesas, por lo que se vio obligado a
huir. Desde 1807 hasta 1809, una vez agotadas las rentas que le había proporcionado la herencia paterna, trabajó como
redactor en el periódico Bamberger Zeitung de Baviera. Sin embargo, el periodismo no le agradó y en 1809 se trasladó a
Nuremberg donde fue director de un gymnasium durante ocho años.

Durante los años que residió en Nuremberg, Hegel conoció y contrajo matrimonio con Marie von Tucher, de quien tuvo
tres hijos: una niña (que murió al poco de nacer) y dos varones (Karl e Immanuel). Antes de su matrimonio, Hegel había
tenido un hijo ilegítimo (Ludwig) que acabaría viviendo en el hogar de los Hegel. Después de haber trabajado en su
redacción durante siete años, publicó en Nuremberg otro de sus más afamados escritos, Ciencia de la Lógica (1812-1816).
En 1816 aceptó la cátedra de Filosofía en la Universidad de Heidelberg y, poco después, publicó de forma sistemática sus
pensamientos filosóficos en su obra Enciclopedia de las ciencias filosóficas (1817). En 1818 ingresó en la Universidad de
Berlín, institución en la cual expuso y enseñó el conjunto de su pensamiento hasta su fallecimiento, ocurrido en esa
misma ciudad el 14 de noviembre de 1831.

La última gran obra publicada por Hegel fue La filosofía del Derecho (1821), aunque algunas notas de sus conferencias y
clases, junto con apuntes de sus alumnos, fueron también publicadas después de su muerte. En el conjunto de estos
trabajos (conocido por el nombre genérico de Lecciones o Lecciones de Berlín) se encuentran Estética (1832), Lecciones
sobre filosofía de la religión (1832), Lecciones de historia de la filosofía (1833-1836) y Lecciones de filosofía de la
historia (1837).

Una buena definición de la preocupación de Hegel fue deribar normas, leyes o un orden lógico para determinar las etapas
de la evolución. Para él lo real es lo que se piensa. Así lo único realmente existente era el pensamiento y las ideas.

El supuesto era que la historia tenía una ley o dirección general o dicho de otro modo,, la historia tiene un espíritu que la
guía en cualquier lugar. Es decir, en todo lugar el desarrollo de los pueblos pasa por las mismas etapas. La clave está en
determinar la ley general o patrón de desarrollo pues los hechos siguen una línea u orden lógico, por tanto es tarea del
historiador estudiar los hechos para descubrir su lógica o ley. En este marco teórico general concebía si Dialéctica como
una teoría de la lógica. Así la dialéctica es un método universal que se expresa en el pensamiento con la oposición de
conceptos contrarios. Estos conceptos se resuelven en uno superior llamado síntesis. Por consiguiente las leyes que rigen
al pensamiento son las mismas que rigen al universo. De aquí entonces, que todo lo que es real es ideal, o dicho de otra
manera, toda la realidad es construida por el pensamiento. Para Hegel, la idea parte desplegándose en la historia, luego se
opone a la naturaleza que también está en un proceso de transformación, para terminar liberándose en una gran síntesis
espiritual. En consecuencia, todo loo real se reduce al pensamiento y la ley del pensamiento es la dialéctica. Bajo estos
parámetros, lo absoluto (o sea Dios) no existe fuera de la realidad.

Hegel pretendía el estudio de la historia para demostrar como la razón se aproxima al Absoluto y a su vez como la razón
absoluta se expresa en las ideas e instituciones de la civilización.

De alguna manera, la historia tiene un espíritu, pero este es descubierto mediante un método: la dialéctica, la que
mostraría una constante tensión o contradicción entre Espíritu y naturaleza. Esta tensión o contradicción se resuelve en
una síntesis que es parte de un plan general de la razón y que se plasma en el pensamiento. Por tanto, la ley que rige al
pensamiento es idéntica a la ley que rige a la historia.

El absoluto en su plan le crea necesidades a la historia para que esta se mueva en una secuencia lógica. Esta necesidad es
lógica, de causa - efecto y progresiva. Para captar el desarrollo histórico que es siempre sintético se requiere usar el
análisis y la síntesis. Ambos se unen por medio de la dialéctica. Luego la dialéctica nos aporta la comprensión sintética
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que es la base de todo conocimiento y de toda justificación moral. En este sentido, la moral no está fuera de la historia
sino que es parte de ella y se le aplica mediante la dialéctica. Por esta razón Hegel sostiene que “lo que es debe ser y tiene
que ser”

Hegel durante su juventud se intereso en por la historia del cristianismo y los estudios de Herder y Lessing que sostenían
que la sucesión de religiones en el universo es una revelación progresiva de la verdad religiosa y una especie de
educación divina al genero humano. De aquí Hegel extrajo la idea de que la historia es movida por una ideas que luchan
por realizarse. En este sentido los credos y rituales no son ni verdaderos, ni superticiones. Son FORMAS EXTERIORES
en la que se encubre la verdad espiritual . para descubrir esta verdad se debe proceder a una crítica. Aquí tenemos el
primer germen y valoración del método para el desarrollo de esa crítica: la dialéctica. Posteriormente Hegel bajo el
impulso de los estudios sobre Grecia, planteó que la civilización occidental era resultado de: la razón de Grecia y la Moral
del cristianismo, y que la religión, la filosofía, el arte y la moral son partes de un todo. Ese todo o sistema es una identidad
y esa identidad es la nación en que se expresa el ideal o espíritu de un pueblo. Ese espíritu que se expresa en la nación
contribuye con su identidad a alma a la construcción o realización de una civilización universal que a su vez es la
expresión de un espíritu universal. Esta civilización se desarrolla constantemente y se encamina progresivamente a una
verdad absoluta. Esa verdad absoluta Hegel la concibe como la verdad que Dios nos propone descubrir.

Hegel descubrió que en este proceso la nación va tomando conciencia de si misma sólo cuando se encuentra inmersa o a
la cabeza de la civilización universal. Este proceso pasa por tres etapas: en primer lugar, la tesis en donde hay una
creatividad inconsciente. Una segunda etapa la antítesis en donde existe una frustración autoconsciente pues lo que se
plasmo como ideal al principio no pudo ser llevado a la práctica. Y finalmente una síntesis en donde se produce un
aprendizaje de ambas etapas y se realiza un plan conscientemente. En esta última etapa las sociedades son civilizadas y
maduras pues son capaces de unir libertad, autoridad y autocrítica. En total el proceso nunca se detiene pues el hombre
siempre se mueve tratando de llevar a la práctica sus ideales. Al proceso en su conjunto Hegel le llamo Dialéctica.

Bajo los anteriores parámetros Hegel desarrollo su estudio sobre la filosofía de la civilización occidental, la que a su
juicio tiene tres etapas: Grecia, donde la ciudad estado representa la creatividad inconsciente o tesis. El cristianismo y
Sócrates donde los ideales espirituales están tan frustrados que es necesario el concepto de salvación que representa
Cristo. Esta etapa de frustración autoconsciente es la antítesis. Y por último, la reforma religiosa del siglo XVI, en que se
produce una depuración de los ideales y la práctica expresado en la realización consciente y el surgimiento de la nación
(en este caso alemana). A esta etapa se le llama síntesis.

En consecuencia, el espíritu nacional es una expresión particular del espíritu universal en una etapa particular del
desarrollo histórico. En su juventud, consideró que la civilización se hallaba en un estado de frustración y que la solución
para un espíritu frustrado es la revolución., que busca que las instituciones sean realmente el reflejo de las aspiraciones de
la nación o de la conciencia e ideales nacionales. Así Hegel acepta la revolución como un paso dialécticamente necesario,
pero no acepta el individualismo de la revolución, pues no concilia la libertad con la autoridad, más bien sacrifica la
autoridad para dar pie al egoísmo y al capricho. El problema de una revolución es que debe responder la siguiente
pregunta: ¿qué forma deben tener o tomar esas instituciones?. Con este planteamiento, Hegel desde el punto de vista
político criticaba el hecho de que Alemania e Italia no se hallan convertido en un Estado moderno como Francia,
Inglaterra y España. Las instituciones alemanas sólo tenían el nombre anclado en un pasado glorioso, pero no daban
cuenta de la real política europea inmersa en el perfeccionamiento del Estado. Por consiguiente el problema histórico de
Alemania era: ¿de qué manera Alemania se podía convertir en un Estado centralizado y moderno?. A juicio de Hegel la
causa de esta frustración alemana ( de tener nación pero de no tener un verdadero Estado) había que buscarla en el
provincialismo o particularismo alemán. Y esto era así porque culturalmente Alemania era una nación pero no era un
Estado, ya que el feudalismo le chupaba la sangre al Estado absorviendo los derechos de este. En este punto es importante
precisra que cuando Hegel habla de la real política, se refiere a su principio acerca de que “todo lo que es racional es real”

Según Hegel la frustración alemana se expresaba en el derecho, pues existía una gran contradicción o tensión entre el
derecho privado y el derecho público o constitucional. Esta contradicción venía de la falsa creencia (justificada por los
ingleses y franceses) de que la libertad significa ausencia o debilidad del Estado y del Gobierno. En otras palabras Hegel
criticaba el hecho de que se concibiera a la libertad como anarquía, se decir, individuos sin amarras, ni autoridad, ni
disciplina. Por el contrario, según Hegel la libertad se produce cuando la sociedad civil toma conciencia de si misma y se
libera de todo amarre que impida su autodeterminación. A su vez, una sociedad encuentra su autodeterminación sólo
cuando tiene un Estado nacional fuerte y capaz de garantizar la libertad, o sea la autodeterminación. En este sentido Hegel
considera que el Estado protege al colectivo o lo general, de ahí que el derecho público se encuentre en tensión con el
derecho privado, pues este protege al individuo y no al colectivo. En consecuencia, el Estado es el poder de hecho del
autogobierno para hacer efectiva la voluntad de la nación. En este punto, Hegel considera que la forma de gobierno no
importa, a pesar de que prefiere la monarquía constitucional porque es una síntesis dialéctica que surgió del feudalismo.
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En este punto, Hegel sostiene que la existencia del Estado no implica la igualdad de derechos. Por esta razón Hegel tenía
la esperanza de que un gran líder sometido a la constitución se identificara con la causa moral que entrañaba la
construcción del Estado. En este sentido, la moral del individuo es irrelevante frente a la moral colectiva que representa el
Estado el y no debe limitar la acción del Estado. Es decir, el Estado es la condición de desarrollo de los individuos, por lo
que el único fin moral del Estado es fortalecerse y sostenerse para garantizar la existencia del bien superior que es el
colectivo, aún cuando ello signifique pasar a llevar a los individuos. Con este Hegel creía que la autorrealización
nacional es al mismo tiempo una autorrealización personal, ya que la moral del Estado puede dignificar los pequeños
fines personales al identificarlos con el destino de la nación y de la civilización.

Para Hegel, la filosofía del Derecho contiene un contraste entre conocimiento y razón, donde la razón resuelve las
contradicciones del derecho. En este sentido, las instituciones económicas, políticas, legales y morales son todas
interdependientes sólo si acptamos que el Estado es moralmente superior a la sociedad civil. Esto quería decir, que las
instituciones, las ideologías y las religiones son invenciones conscientes para realizar fines prácticos. La idea de que las
instituciones son imperecederas y ahistóricas viene de la desmedida fe en el estadista o en el legislador, al que se le
atribuye una capacidad mucho mayor al creerle capaz de crear por si sólo y por si mismo un plan de vida y desarrollo
para toda la sociedad. Por el contrario, Hegel sostiene que las instituciones son innatamente históricas porque son fruto de
la naturaleza humana que tiende a crear instituciones como respuesta al medio, cualquiera sea este. Por tanto los seres
humanos tienen la propensión natural a crear instituciones de acuerdo a su realidad y necesidad histórica.

Para Hegel, el individualismo, es sólo una variante accidental de la cultura y la sociedad. Los individuos son meros
medios de la historia. Sus deseos y satisfacciones deben ser sacrificados para la realización de la nación o colectivo y sus
necesidades históricas. Esto significa que el valor de una persona se debe a la función que realiza y esto es así porque al
fin y al cabo la historia de la civilización significa la realización y materialización del espíritu universal en el tiempo. En
este sentido, la historia para el ser humano está llena de ironía y tragedia, en cambio para el espíritu la historia es progreso
cíclico y espiritual. Por consiguiente los seres humanos no hacen, ni guían la historia, sólo pueden ser medios de un plan
que se va desenvolviendo a lo largo de la Historia. Y ese plan es la voluntad del Dios. A esta voluntad, Hegel le llama
espíritu universal. De este modo, el genio político, no lo es por las excepcionales características de su individualidad sino
porque fueron capaces de identificarse con un principio, es decir con una gran tendencia o fuerza histórica. Por esta razón
Hegel sostiene que “los grandes hombres son instrumentos de fuerzas sociales impersonales que yacen bajo la superficie
de la historia y se inclinan ante la lógica inherente de los acontecimientos. Sin embargo, sólo podemos obtener una clara
comprensión de la sociedad cuando el orden social está en decadencia o en extinción. Por lo que siempre llegamos tarde a
comprender hacia donde nos lleva la historia. Y aquí nuevamente aparece el principio de que todo lo racional es real, en
sentido de que la historia tiene un sentido y razón superior a la humana.

Pero, ¿ cómo se desarrolla la dialéctica en la historia?. La dialéctica es el movimiento y oposición constante de los
contrarios. Esta contradicción es una ley universal tanto para la naturaleza como para la historia. Sin embargo, esta
oposición genera un equilibrio que jamás es estático sino que está en continuo movimiento y que implica que en el
enfrentamiento de dos fuerzas, no existe la destrucción absoluta, sino más bien la aparición de una tercera fuerza. Bajo
este concepto descubrimos el problema de la filosofía, y es que ésta capta una parte de la verdad, pero ninguna filosofía
capta la verdad absoluta. Más bien se complementan o se reformulan ante nuevas contradicciones. Esto significa que los
problemas nunca se resuelven, pero siempre están en vías de solución. La discusión filosófica está en un permanente
movimiento y contradicción. Es este mecanismo el que permite el desarrollo y el salto hacia delante.

La dialéctica es superior al análisis, pues éste sólo puede confrontar las partes separadas, pero no puede explicar la
necesidad que tiene cada parte de sí. Esto hace que toda teoría basada en la dialéctica tenga dos etapas: primero toda
teoría debe plantearse en negativo, pues lleva implícita contradicciones que al hacerse explícitas destruyen el
planteamiento original. Luego toda teoría es afirmativa o positiva, pues genera una síntesis sobre la base de la discusión
de las contradicciones de la fase negativa. Esto que ocurre en el plano del conocimiento, también sucede en el plano de las
instituciones, ya que todo cambio es continuo y discontinuo pues a la vez que se rompe con el pasado, una parte de éste
es proyectado o prolongado hacia el futuro de una manera distinta. Todo pasado es proyectado al futuro en la historia
significa que cada etapa histórica está marcada por la lucha entre revolución y contrarrevolución. Finalmente la
revolución termina proyectando partes del pasado.

De este modo, Hegel crea con la dialéctica una lógica de la razón, que a todas luces es superior a la lógica del
conocimiento. En consecuencia, la dialéctica al revisar las leyes del pensamiento descubre que la contradicción lógica no
sólo se expresa en un verdadero o falso, sino que además es presupuesto de lo “posible” incluyendo lo verdadero y lo
falso. La dialéctica es un proceso de selección entre lo que es relevante para el proceso y lo que es irrelevante
diferenciando lo real de lo existente. Lo real se diferencia de lo existente, pues este último concepto puede ser
simplemente casual y no significativo. Lo existente es accidental, momentáneo superficial.
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En este punto podemos establecer una crítica a Hegel, y es que todos los conceptos en que sustenta la dialéctica son
vagos, ambiguos y más parece una teoría ética que lógica. No puede dar un significado preciso a sus conceptos. Esto hace
muy difícil el diálogo y comunicación en la dialéctica. Esto la lleva a una postura inflexible. Por otra parte, Hegel rechaza
las buenas intenciones y los buenos sentimientos de las personas. Al respecto cabría hacerse la siguiente pregunta: todo
cuánto se haga por menospreciar la fuerza impulsora de los buenos sentimientos, no es más que una hipocresía con la cuál
revestir al egoísmo con una forma aparente de fría lógica. En el fondo, las personas que niegan los buenos sentimientos
encubren un deseo bastante mundano y poco noble, generalmente asociado a la necesidad de poder o de acomodo a una
situación social injusta. Esto los hace autojustificarse en su egoísmo encubierto con un discurso despectivo hacia las
razones nobles de las que efectivamente carecen en su inspiración.

Sin embargo, la dialéctica nos hace un aporte fundamental en la comprensión del mundo porque termina con el
pensamiento dual entre lo absoluto y lo relativo y pretende unificar criterios mediante la síntesis.

Desde el punto de vista de la relación: individuo – institución social y Estado, Hegel establece como eje de su análisis la
filosofía del derecho. Hegel critica fuertemente la filosofía individualista inglesa y francesa. Por otro lado, el
individualismo pesaba poco en el pensamiento alemán porque en Francia e Inglaterra la teoría de los derechos naturales
se desarrollo para que las minorías religiosas se defendieran de la mayorías religiosas, alegando tolerancia, cuestión que
en Alemania estaba resuelta con la Paz de Augsburgo, en que la religión estaba definida por criterios regionales. Por su
parte los derechos naturales habían sido la defensa y la forma de legitimar la revolución tanto en Inglaterra como en
Francia. Sin embargo, en Alemania no había revolución, ni siquiera se había construido el Estado Nacional. Por último en
Inglaterra los derechos naturales sirvieron para legitimar el liberalismo económico del laissez faire. En cambio, Alemania
tenía una economía agraria atrasada, sin mercado interno unificado y sin Estado.

Hegel y su método de la dialéctica caracterizó correctamente estos procesos históricos y dedujo acertadamente el proceso
histórico que seguiría Alemania: al final el Estado alemán se unificaría como estado federal, donde un Estado fuerte como
Prusia se impondría a los estados débiles y los sometería. Fue este Estado el que fomentó el capitalismo y la expansión
del mercado interno, cuestión totalmente a la historia inglesa donde fueron los empresarios privados y no el Estado la
fuerza motriz del capitalismo. A su vez, valoraba a la revolución francesa no por sus formas republicanas,
constitucionalistas y democráticas de gobierno, sino por la liquidación total del feudalismo eterno enemigo de la
unificación alemana) y la consumación del Estado moderno en tanto concentración del poder. Pero, por otro lado, Hegel
criticaba a la revolución y sus supuestos de derechos naturales del individuo, pues no eran más que la reedición bajo otras
formas del particularismo mental del feudalismo.

Para Hegel el Estado es la realización del Espíritu Absoluto. Es algo divino y en ese sentido superior. De aquí que sea
moralmente superior a los caprichos individuales. Los ideales sólo se realizan dentro del estado. En este sentido la moral
individual jamás sería superior a la moral del Estado. Y esto era así porque la más elevada de todas las necesidades
humanas es la necesidad de participación, de buscar un propósito más allá que las satisfacciones privadas. Hegel rechaza
el individualismo por asociarlo con el particularismo que impedía un Estado único alemán. Pero además rechazaba las
consecuencias del individualismo tanto de Lutero con la salvación individual mediante la fe, como de Robespierre que
alimentó el terror, el ateísmo, la violencia y el fanatismo de los jacobinos. Según Hegel, la única forma de enfrentar el
individualismo es darle participación en el estado a las personas, haciéndolas responsables y disciplinándolas con
actividades, estatus, roles y la moral pública.

En el fondo el individuo defiende su libertad al defender y reclamar su posición y participación dentro del Estado. Si este
se debilita también se debilita la libertad de los individuos. Con esto Hegel reafirma su idea acerca de que la
espiritualidad y la racionalidad individuales son productos sociales comunitarios y no son producto del capricho
individual. En este sentido, el individualismo falsea todo con su teoría de los derechos naturales que suponen que las
instituciones son útiles medios de los que se valen los individuos para satisfacer sus necesidades. Esto sería false porque
el lenguaje, el gobierno, la religión, el derecho no se inventan sino que se desarrollan. Más aún, continúa Hegel atacando
la filosofía del individuo, el individualismo se basa en el “Estado de naturaleza” de Rousseau que ciertamente nunca fue
real, nunca existió, y es una mera falacia para justificar el discurso de que eliminando las “cargas” del gobierno y la
sociedad el ser humano sería libre. Esta situación de anarquía, constituiría lo contrario a la libertad, seria un estado de
salvajismo, irracionalismo donde dominaría el despotismo.

Por otro lado, Hegel diferencia claramente la libertada de la necesidad. Al respecto sostiene que la necesidades son
Estados de ánimo que dependen de la interpretación social del sistema económico, del modo de vida aceptado de una
clase social y sus valores morales. En cambio, la libertad es un hecho social, es una propiedad del sistema social que
surge a través de las instituciones legales y éticas de la comunidad. Por tanto, la libertad no se puede identificar con la
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voluntad, ni con los deseos personales. La libertad consiste en la realización de una labor socialmente significativa para la
persona, donde esta se siente contenta y feliz desarrollando esa actividad social. En consecuencia, los derechos y
libertades individuales son aquellos deberes que asume el individuo para el bienestar social general. Sólo así se alcanza la
felicidad y la autorrealización moral de las personas.

En este punto, podemos establecer como crítica a Hegel el hecho de que menosprecie el papel del deseo, lo subjetivo y lo
irracional en las personas. Idealiza al Estado y desestima la moral del individuo y de la sociedad al negarle autonomía a
los sujetos. A la larga este tipo de ideologías pavimentaría el camino a la dictadura, la tiranía el totalitarismo y el
autoritarismo, cuyas máximas expresiones fueron precisamente los casos que a Hegel tanto le preocupaban por la
debilidad del Estado: Alemania (donde surgió el nazismo) e Italia (donde nació el facismo).

Para Hegel, el Estado no es una canasta de servicios, ni una institución que deba suministrar servicios como salud,
justicia, educación, policía y bienestar económico. Esta es una concepción utilitarista que ve al Estado como un simple
medio. Por el contrario, para Hegel estas son tareas de la sociedad civil. El Estado está definido por roles nobles tales
cómo el darle la orientación, sentido, dirección y la moral a las actividades sociales. En este sentido, el Estado debía
regular, dirigir de acuerdo con las necesidades, pero quién realiza y ejecuta esas funciones debe ser la sociedad civil. En
este sentido, la sociedad civil depende de la supervisión moral y la inteligencia del Estado.

Aún cuando, el Estado depende de la sociedad civil para la ejecución de sus metas, entre ambos existe una relación de
dependencia y subordinación de lo social a lo político que son dos niveles dialécticos distintos. El Estado no sería un
medio sino el fin. En este sentido, el Estado sería el reino de la inclinación ciega y la necesidad causal. En cambio, el
Estado es absolutamente consciente, sede de la moral, los principios y leyes y esto seria así porque según Hegel el Estado
es la marcha de Dios en el mundo.

Hegel plantea dos ideas que luego enlaza con su veneración hacia el Estado. Por una parte sostiene que la propiedad es
una condición indispensable de la personalidad humana que no ha sido creada ni por el Estado, ni por la sociedad, es decir
sería (como ya lo habían dicho los liberales) una condición natural de los seres humanos. Por otro lado, sostiene que
cuando el individuo es un mero ciudadano el Estado tiende a absorber todas las formas de asociación humana y esto sería
la antilibertad o sea el despotismo.

Hegel se encarga con estas dos definiciones de diferenciar al Estado del despotismo al señalar que el poder del Estado es
absoluto pero no arbitrario, pues debe conducir a la sociedad por causes siempre legales. El Estado es una encarnación de
la razón y del derecho lo que se expresa en la idea de que los actos de la autoridad deben ser previsibles puesto que
proceden de reglas conocidas. Las reglas limitan las facultades discrecionales de los funcionarios pues la acción oficial
expresa la autoridad del cargo y no la voluntad ni el juicio privado del funcionario. La ley debe pesar por igual sobre
todas las personas independientemente del individuo. En cambio, para Hegel el despotismo es la ilegalidad, la ausencia de
participación del individuo en el Estado, el que está sometido a la voluntad y al capricho del funcionario.

En consecuencia, para que funcione el Estado es fundamental asegurar el derecho a la propiedad, puesto que es la esencia
de la economía, y esta es la base de la sociedad que a su vez es el instrumento para que el Estado (o sea Dios) realice sus
fines.

Desde el punto de vista social, Hegel creía que el Estado debía ser dirigido por una clase gobernante oficial, que por su
nacimiento y formación sea apta para gobernar. Para tal efecto debía encarnar la tradición de la autoridad jerárquica y la
ética de llevar procedimientos siempre ordenados. Esa clase debía ser independiente e imparcial y debía representar la
voluntad y la razón de la sociedad, para lo cuál debía ser guardiana y garante del orden público general. Esta clase debía
fundarse en la tradición, la costumbre y el rango puesto al servicio del interés nacional y no del interés privado. Por eso
Hegel era partidario de la monarquía nacional cuya función debía ser engrandecer al Estado nacional. En este sentido
Hegel era partidario del corporativismo al sostener que entre la sociedad y el Estado debían existir instituciones
intermedias que representaran las distintas necesidades. Estas asociaciones entran en contacto con el Estado a través del
poder legislativo, que tiene un rol meramente consultivo para el gabinete que a su vez debía ser responsable ante la
corona. Por eso Hegel siempre hablaba de “un gobierno de leyes y no de hombres”. Esto quería decir que la seguridad de
las personas, la propiedad y el bien público no debía depender de la responsabilidad política ante la opinión pública
siempre cambiante y voluble, sino del carácter probo espíritu público inmaculado de una clase de funcionarios ajenos a
intereses particulares y por sobre estos.

Hegel asume en su en su concepción la oposición entre el orden de la naturaleza a someter y la tradición ética y religiosa
del cristianismo. En el medio siglo antes de que Hegel iniciara su educación filosófica tres pensadores importantes habían
agudizado esta contradicción: Hume había mostrado las ambigüedades encerradas en la palabra razón y había puesto en
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duda el principio mismo de del sistema de derecho natural. Rousseau había enfrentado las razones del corazón contra las
razones del cerebro y había considerado virtualmente a la religión como una cuestión de sentimiento. Y Kant había
tratado de conservar la antonomía entre la ciencia y la moral, asignando a cada una, su esfera propia y precisando hasta
sus últimas consecuencias el contraste entre la razón teórica y la razón práctica. Estas tres filosofías habían sido
construidas sobre el principio analítico “divide y vencerás”. Hegel se propuso a la inversa determinar un principio
especulativo de síntesis. La moral y la religión, creía, recibirían una justificación lógica, pero sólo si se descubría una
nueva y más firme lógica sintética, trascendiendo la lógica analítica de la ciencia. . lo que la filosofía de Hegel quería
ofrecer pues era una más amplia concepción de la razón que cubriera e incluyera lo que había sido separado por el análisis
de Hume y Kant y el centro de su sistema fue una nueva lógica tendiente a sistematizar un nuevo método intelectual. Esta
es la base filosófica de su dialéctica.

Su base material e histórica está dada por la Revolución Francesa, que trazo una línea divisoria a través de la historia
intelectual y política de Europa. La reacción nacionalista y conservadora que provocó en su contra aún en el espíritu de
quienes en un principio, habían sido ardientes creyentes en los derechos del hombre, acicateo la necesidad del pensador
Alemán por expresar racionalmente la idea de un Estado como manifestación del orden y de Dios. En este sentido, las
fuerzas impersonales inherentes a la sociedad misma construyen su propio destino. Esto significo en la interpretación
histórica de Hegel configurar una la idea de la nación superlativa a cualquier capricho individual o de cualquier otro
grupo colectivo. En este sentido, la unidad significativa y el propósito de su filosofía de la historia era exhibir mediante la
dialéctica las realizaciones de cada nación como un elemento de una civilización mundial en vías de progreso. El genio o
el Espíritu de la nación que actúa a través de los individuos pero independiente en gran medida de su voluntad e intención
consciente, era considerado como el verdadero creador del arte, el derecho, la moral, y la religión. De ahí que la historia
de la civilización sea una sucesión de culturas nacionales en la que cada nación aporta su contribución particular y
oportuna a la totalidad del esfuerzo humano. Es en el Estado nacional y de la historia moderna de Europa Occidental
donde este impulso innato de las distintas naciones del mundo alcanzan su expresión autoconsciente y racional. El Estado
es así el rector y el fin del desarrollo nacional. Es la síntesis de la Idea desenvuelta en esa gran constelación histórica.

Hay en esta filosofía política de Hegel dos elementos de primaria importancia: la dialéctica, que exponía como un método
capaz de producir conclusiones nuevas y de otra manera indemostrables en los estudios sociales y, una, teoría del Estado
nacional como coronación del poder político. De aquí que, la dialéctica fuera el único método capaz de dar cuenta de la
fuerza impulsora de la historia política moderna motorizada por la tensión entre los Estados. Empero, estas nociones
partieron de sus lecturas a Herder y Lessing fuentes de donde emerge la idea de que la sucesión de religiones en el
universo es una revelación progresiva de la verdad religiosa y una especie de educación divina de la especie humana.
Después de reflexionar sobre estas ideas, Hegel creyó descubrir en este proceso una forma triple: un período de
espontaneidad natural feliz, juvenil pero en gran medida inconsciente, un período de frustración dolorosa y
autoconsciente en el que el Espíritu se “vuelve sobre sí mismo” y pierde su creatividad espontanea; y un período en que
“vuelve a encontrarse” en un nivel superior, encarnando las visiones ganadas en la frustración en una nueva era que une
la libertad con la autoridad y la autodisciplina. Estas etapas repetidas en mil contextos fueron racionalizadas por Hegel en
las tres etapas de la dialéctica: tesis, antítesis, síntesis. El proceso total es lo que lo que llamó “Idea”. En este sentido, el
Espíritu Natural es una manifestación del Espíritu Universal en una etapa particular de su desarrollo histórico, cristalizado
en instituciones que deben cambiar o ceder el lugar a nuevas encarnaciones del espíritu o aspiración nacional.

El problema filosófico planteado fue llevado al plano histórico bajo el cuestionamiento de qué forma debían tomar esas
nuevas encarnaciones. Hegel en 1802 escribió “Constitución de Alemania” afirmando que “Alemania no es ya un
Estado”. El propósito de Hegel era plantear la pregunta, ¿cómo podía convertirse Alemania en un verdadero Estado?

La respuesta de Hegel parte suponiendo que existe una total confusión entre el derecho privado y el derecho
constitucional. Los privilegios legislativos, judiciales, eclesiásticos y militares son comprados y vendidos como propiedad
privada, sostenía Hegel, identificando la incapacidad de construir un Estado con el particularismo alemán y su amor
anárquico por la libertad, concibiendo la libertad como una falta de disciplina y autoridad. Y contrastaba esto con la
“verdadera libertad”, que se encuentra sólo en los límites del Estado Nacional. La libertad, enmarcada en lo colectivo, es
la facultad nacional de autodeterminación. En segundo lugar Hegel suponía un contraste entre el derecho privado y el
derecho público o constitucional, totalmente ajeno al pensamiento político británico. Es la tensión entre Estado y la
llamada Sociedad Civil. Por consiguiente para Hegel el Estado devenía en un grupo que protege colectivamente su
propiedad, mientras que sus únicas fuerzas esenciales serían las instituciones civiles y militares aptas para este fin. En
otras palabras, un Estado sería la expresión de la unidad nacional y una aspiración nacional por el autogobierno, pero
fundamentalmente el poder para hacer que la voluntad nacional sea efectiva en el país y en el extranjero. Esta unidad sólo
podía ser llevada a cabo por la monarquía nacional y constitucional, única condición necesaria para la existencia de un
Estado. Por esta razón Hegel piensa que es en la guerra más que en la paz donde un Estado muestra la calidad y se eleva a
la altura de su potencialidad. De este modo, Hegel identificaba francamente al Estado con el poder y calculaba su eficacia
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en función de su capacidad para aplicar una política de engrandecimiento nacional en el interior y en el exterior. El Estado
se alza así como la encarnación espiritual de la voluntad en que debe materializarse la Idea de la Razón. Como tal, el
estado está por encima y se distingue de las relaciones económicas de la sociedad civil y de las reglas de la moral privada
que controlan la acción de sus ciudadanos. Es un momento en la realización progresiva del Espíritu Universal
identificando la “libertad” del individuo con su dedicación voluntaria a la obra de autorrealización nacional, que es al
mismo tiempo una autorrealización personal. En este nivel, Hegel afirma un sistema regido por un Espíritu es el remedio
para la reconciliación, la comprensión de que, lo que es debe ser y la conciencia de que debe ser tiene que ser. Por lo
tanto, se deriva la máxima hegeliana “Todo lo racional es real”. Con este criterio Hegel sistematiza y ordena los temas de
fundamental importancia, la relación entre el individuo humano y las instituciones sociales y económicas dentro de las
cuales vive su vida personal y la relación entre esas instituciones y el Estado, que Hegel consideraba como único entre las
instituciones.

Para Hegel, un Estado, surge cuando aparece una verdadera autoridad pública, reconocida como superior a la sociedad
civil que representa a los intereses privados y también como competente para guiar a la Nación en el cumplimiento de su
misión histórica. Para él, la cumbre de la evolución política es, por tanto, el surgimiento del Estado y la aceptación del
Estado por sus ciudadanos como un nivel de evolución política por encima de la sociedad civil. Efectivamente, Hegel
creía que este fenómeno producía también un nivel superior de autorealización personal, una forma de sociedad en la que
el hombre moderno se eleva a una nueva altura de libertad y en la que se produce una nueva síntesis de sus intereses
como hombre y como ciudadano. Como nueva emancipación del Espíritu Absoluto, el Estado nacional es realmente
Divino. El pensamiento de Hegel fue bien expresado por el historiador Ranke cuando afirmó que los Estados son “…
individualidades, análogos unos con otros, pero esencialmente independientes entre sí…seres espirituales, creaciones
originales del espíritu humano –podría decirse que son pensamientos de Dios.”

Hegel no reconocía en la personalidad del ciudadano a un ser social si no se cumplía como condición para su
significación moral un papel que desempeñar en la vida de lo colectivo, de la nación, y no reconocía que las instituciones
de la sociedad civil fuesen órganos de la nación, que deben encarnar en una autoridad pública consecuente en dignidad
con la significación moral de la nación, toda vez que la más elevada de todas las necesidades humanas es la latencia de
participación, de ser un órgano de causas y propósitos más amplios que las necesidades y satisfacciones privadas de los
meros individuos.

En esta línea de pensamiento hegeliano, el individuo plenamente racional, que persigue fines fijados por inclinaciones
innatas de su propia personalidad, queda supeditado a los valores más altos a sus propios fines colectivos del Estado. Así,
la naturaleza de la persona individual y su relación con la sociedad –la interrelación psicológica y ética de la necesidad
individual con el fin social – que había parecido una cuestión resuelta con algunas generalidades autoevidentes, se
convirtió en un problema, en el problema central de la ciencia y la ética social. La importancia de la teoría política de
Hegel consiste sobre todo en el hecho de que plantea este problema. Al hacerlo cristaliza al mismo tiempo las tendencias
antiliberales del nacionalismo y envolvía dos temas principales. El primero era su teoría ética de la libertad y su relación
con la autoridad, que coincidía con su crítica al individualismo. El segundo era su teoría del estado, su estructura
constitucional y su relación con las estructuras de la sociedad.

La crítica de Hegel al individualismo se dirigía contra dos concepciones diferentes. En primer lugar, identificaba el
individualismo con el provincialismo y el particularismo que habían impedido que Alemania realizara el estado nacional
moderno. Atribuía además en gran medida este rasgo nacional a la influencia de Lutero. Hegel identificaba el
individualismo con el jacobinismo, la violencia, el fanatismo, el terrorismo y el ateísmo endilgado por el espíritu
reaccionario a la revolución francesa. La falacia común entre ambos individualismo residía en para él en el desapego del
ser humano de su posición y su dependencia dentro de una sociedad organizada en la que tiene un papel que desempeñar,
deberes que cumplir y la posición correspondiente a su actividad, el individuo se presenta caprichoso, un animal
dominado por el instinto animal, como había dicho Rousseau, sin otra regla de pensamiento superior a sus propias
fantasías subjetivas. Para ser correctamente entendido, el individuo debía ser considerado como un miembro del Estado.
Porque el Estado nacional, junto con el cristianismo protestante, sería la única realización de la civilización moderna, que
ha aprendido a combinar la mayor autoridad con el mayor grado y forma de libertad para sus ciudadanos. Por
consiguiente, “La esencia del Estado moderno es que lo Universal está ligado a la plena libertad de sus miembros y a su
bienestar privado”.

El individualismo en su forma mística y en su forma racionalista afirma simplemente al individuo, como alma o como ser
racional, sin considerar las condiciones históricas sin las cuales su naturaleza religiosa, moral y racional no puede
sostenerse. La espiritualidad y la racionalidad individuales son las creaciones de una vida social. Son momentos o fases
del Espíritu Absoluto. Pero el individualismo falsea la naturaleza de las situaciones sociales, porque las considera como
accidentales e indiferentes al desarrollo moral y espiritual de la personalidad, como simples ayudas utilitarias inventadas
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para satisfacer los deseos irracionales de los hombres. Esto es históricamente falso –demuestra Hegel- porque el lenguaje,
el gobierno, el derecho y la religión no se inventan, sino que se “desarrollan”. También es éticamente falso porque
enfrenta a la libertad con las restricciones impuestas a las inclinaciones por la costumbre, el derecho y el gobierno. Estos
son concebidos por el individuo como cargas que, en interés de la libertad, deben ser reducidas a un mínimo y que
idealmente podrían reducirse a la ausencia absoluta de restricciones en una Edad de Oro u “Estado de naturaleza” que
permitiría a todos hacer lo que gustarán. Pero la Edad de Oro del individualismo es históricamente una ficción moral y
políticamente puro despotismo anárquico individualista.

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