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DEBIDO CUIDADO

Analice el siguiente caso y desarrolle las preguntas que se presentan a continuación

1. Identifique el problema que se evidencia en el caso

2. Identificado el problema ¿Qué principios éticos fueron quebrantados? Sustente su


respuesta

3. Identifique las responsabilidades a las que se vieron expuestos los auditores

Merck, auditada por Andersen, se une al fraude contable al apuntarse 14.340 millones de euros de
falsos ingresos
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La mano invisible que según los economistas clásicos regulaba justa y egregiamente el mercado hace
tiempo que tiene las uñas sucias en Estados Unidos. Mientras el presidente George W. Bush pule el
discurso en el que hoy explicará a los ejecutivos de Wall Street cómo limpiar las cuadras y regular el
enrarecido panorama empresarial tras la oleada de fraudes contables, ayer se supo que los laboratorios
Merck anotaron 14.340 millones de euros de más en sus columnas de ingresos desde 1999, dos altos
ejecutivos de WorldCom se acogieron a la Quinta Enmieda para no declarar contra sí mismos y el
combativo senador John McCain pidió la dimisión de Harvey Pitt, presidente de la Comisión del Mercado
de Valores (SEC, en su acrónimo anglosajón).

Xerox se «equivocó» al hacer sus cuentas y anotó donde no debía 2.040 millones de euros. WorldCom,
el segundo operador telefónico internacional de EE.UU. y uno de los principales del mundo en servicios
de Internet, también se hizo un lío con las cifras rojas y las negras y contabilizó como gastos de capital lo
que eran gastos operativos por importe de 3.876 millones de euros. Como si de una carrera a ver quién
defrauda mejor y más alto, ayer se supo que la compañía farmacéutica Merck, tercer fabricante mundial
de medicamentos, incluyó en sus resultados en tres años unos ingresos de 14.340 millones de euros que
no eran tales, puesto que formaban parte del importe que pagan a la farmacia los beneficiarios de un
seguro médico por un medicamento. Fue el diario «The Wall Street Journal» quien lanzó la liebre.

El imaginativo esquema contable de Merck parecía olvidar que el dinero que los asegurados pagan a las
farmacias se queda en los propios establecimientos, por lo que en realidad el supuesto pago a Medco
Helath Solutions, división de prestaciones famacéuticas de Merck, se habría en realidad traducido en
nada. Esta especie de pagos repartidos, o copagos, fueron de 2.896 millones de euros en 1999, 4.120
millones en 2000, 5.650 millones en 2001 y 1.672 millones en el primer trimestre de 2002. El total
asciende a 14.341 millones de euros, una cifra que deja pequeño el fraude de WorlCom.

Excusas de la empresa

Cogida en falta, un portavoz de la empresa, Greg Reaves, declaró que ni la SEC ni sus auditores externos
habían solicitado ninguna información sobre la contabilidad de los copagos y que además estos ingresos
están dentro de los principios contables normalmente aceptados. Los responsables del gigante
farmacéutico aseguraron que la anotación en sus cuentas de esos 12.400 millones de dólares no afecta a
los ingresos netos, ya que supuestamente había sustraído la misma cantidad en concepto de gastos. A
los mercados de valores y al dólar no les convencieron las protestas de inocencia de los portavoces de
Merck y se hundieron un poco más ayer en Nueva York.

Tras exigir medidas punitivas, incluida la cárcel, que pongan orden en un mercado cuya laxitud ha
propiciado la corrupción y el fraude a gran escala, McCain pide la dimisión de Harvey Pitt, el presidente
de la SEC, por no haber sabido distanciarse lo suficiente de sus antiguos clientes y haber obrado con
«tibieza y lentitud» ante la ola de escándalos. Nada menos que 29 veces tuvo que abstenerse Pitt de
votar en el seno de la comisión porque la cuestión a debate concernía a antiguos clientes o, como señaló
un acerado observador, «es como poner a la zorra a cuidar de las gallinas«.

Alfonso Armada 2002


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Crece el escándalo: Xerox también fraguó sus balances

El gigante de las fotocopias reconoció "irregularidades" por casi 2.000 millones de dólares. El caso se
suma al de WorldCom, en la misma semana.

Xerox es el sinónimo de la fotocopia en el mundo entero, y también la última corporación de los Estados
Unidos que debió admitir que hizo magia en sus asientos contables. Ayer, la gigantesca compañía
confesó que infló sus ganancias por 1,9 mil millones de dólares durante los últimos cinco años. El
objetivo de la maniobra era seducir a Wall Street y hacer aún mucho más ricos a los ejecutivos de la
firma, realizando trucos con futuros ingresos.

Este "mea culpa" no fue un acto de contrición voluntario, como la confesión de un monaguillo que se
robó el vino del altar. Fue la Security and Exchange Commission (SEC) o Comisión federal de Mercados
de Valores, el ente que regula las actividades de Wall Street, la que llevó a Xerox a la corte,
argumentando que había exagerado sus ganancias para mantener el precio de sus acciones por las
nubes.

La compañía evitó su procesamiento y no admitió las irregularidades cuando, en abril pasado, alcanzó
un acuerdo con sus demandantes. Entonces pagó 10 millones de dólares —la multa más grande que se
recuerde entre las corporaciones— y prometió limpiar los récords con los cuales había engañado a los
inversores.

El juego de Xerox era muy sencillo, aunque no por ello inocente. El truco se llama "renta acelerada" y
funcionaba así: la compañía firmaba un contrato por el alquiler de sus equipos por equis cantidad de
dólares. Xerox sabía que no recibiría todo ese dinero junto, sino a lo largo de los meses o años que
durara dicho contrato. Sin embargo, en sus libros ponía la cifra global, como si fuera a percibir todo el
pago. ¿Por qué? De esa forma, las ganancias parecían más espectaculares de lo que eran. No inventaba
dinero que no existía, sino que lo "tomaba prestado del futuro".

Entonces, cuando los analistas de los bancos de inversión —conscientes o no del truco— estudiaban los
informes cuatrimestrales, recomendaban a sus clientes comprar acciones de la empresa. Exactamente
hace tres años el papel de Xerox se cotizaba a 59 dólares. Ayer, su precio cerró a 12,88. Por eso, cuando
la SEC puso a Xerox entre la espada y la pared dijo que la corporación había "traicionado" a los
inversores.

Pero Xerox no está sola. Esta semana, la gigante compañía telefónica de larga distancia WorldCom tuvo
que admitir una maniobra contable similar, que le permitió inflar sus libros por 3,8 mil millones de
dólares. Al conocerse la noticia, sus acciones quedaron pulverizadas y tal vez nunca se recupere de la
fatal "mentirita". Si las autoridades y los bancos acreedores no lo resuelven, WorldCom podría
convertirse en la mayor quiebra de una empresa estadounidense, superando aún a la compañía
energética Enron.

Sólo la codicia puede explicar este fenómeno de escándalos, que se vienen sucediendo uno detrás del
otro como las olas en el mar. Aunque los CEO de algunas compañías en Estados Unidos cobran
anualmente 500 veces más que un trabajador promedio, parece que no alcanza. Esto, por ejemplo, es lo
que sucedía con los ejecutivos de Xerox, si se confía en los informes de la SEC. Al inflar artificialmente las
ganancias de la empresa, pudieron cobrar cinco millones de dólares en compensaciones, y a la vez
hacerse de otros 30 millones de dólares en las ventas de acciones.
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Mientras tanto, la gente común y corriente que tiene atado el dinero de su jubilación a la ruleta de la
Bolsa debido a la decadencia del sistema de pensiones en los Estados Unidos, perdió enormemente.
Mejor suerte, en cambio, tuvieron los bancos de inversión.

Sería ingenuo pensar que esta secuencia de escándalos terminará con Wall Street o con el capitalismo.
Pero, cada día se agranda la lista de los ricos que, tratando de ser todavía un poquito más ricos,
cometieron pecadillos.

El ex presidente de Xerox, Paul Allaire, así como su ex jefe Ejecutivo, Richard Thoman, y Barry Romeril, el
jefe de finanzas, podrían ser llevados a la corte por la SEC. Lo mismo les sucede a dos altos ejecutivos de
la firma KPMG, que llevaba la contabilidad de la empresa.

Ayer, al admitir sus errores, Xerox señaló que cerró uno de los capítulos más conflictivos de su historia.
La cifra final del escándalo fraudulento terminó siendo menor a la que había sugerido la SEC en abril,
cuando se hablaba de 3 mil millones de dólares. Sin embargo, ayer, el diario The Wall Street Journal
indicó que fueron 6 mil los millones de dólares involucrados en este juego en los asientos contables de
entre 1997 y 2001, que eventualmente la empresa fue cobrando.

A partir de este año, la célebre compañía de fotocopiadoras será capaz de mostrar por fin en sus libros
dónde están los 1,9 millones de ganancias, a medida que se vayan cancelando los contratos por el
alquiler de los equipos. En un comunicado a los medios de prensa, Xerox aseguró tajantemente que el
valor de los contratos con sus clientes no ha cambiado, y que recibirá todo el dinero que se suponía que
iba a recibir

Marina Aizen. Nueva York Corresponsal.


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El Caso de Enron.

Enron comenzó como una compañía distribuidora de gas por tubería (pipeline) en Houston en el año
1984. Los beneficios los obtenían mediante el compromiso de entrega a sus clientes de muchos m3 de
gas para finalidades muy específicas en fechas y lugares contratados. Esta situación cambió con la
desregulación del mercado de energía eléctrica, un cambio propiciado, en parte, por la influencia del
lobbying de los directivos de Enron. Bajo la dirección del antiguo chairman Kenneth L. Lay, Enron
desplego su negocio hacia actividades de mediación energética.

Enron se transformó en un gigante de tipo medio. En esta etapa su negocio fue más allá de la simple
puesta en contacto de un determinado comprador con otro determinado vendedor por una comisión.
Ahora era Enron quien contrataba directamente con vendedores y compradores, individualmente,
consiguiendo importantes beneficios con las diferencias de precio que arbitraba a su conveniencia.
Todas estas operaciones las llevaba a cabo Enron de manera no transparente, siendo ellos los únicos
que conocían los precios a los que se casaban las operaciones. Con el tiempo, Enron desarrolló, de
manera notable, una compleja variedad de contratos. Por ejemplo, los clientes podían asegurarse contra
eventualidades tales como la volatilidad de los tipos de interés, los cambios climáticos o el riesgo de
impago de los compradores. Al cabo de cierto tiempo, el volumen de este tipo de contratos financieros
sobrepasó, con mucho, al volumen de contratos sobre mercancías. Enron tuvo que emplear un ejército
de expertos doctores en matemáticas, física y economía para que les ayudaran en la gestión de un
riesgo que había llegado a ser significativamente complejo.

A medida que el negocio de Enron se iba volviendo más complejo, su capital crecía también. Enron creó
una constelación de asociados con el propósito de que sus directivos pudieran desplazar deudas fuera
de los libros --ingeniería contable-- como fue el caso de las compañías Chewco y Whitewing. Algunas
pérdidas de los nuevos socios tuvieron que ser pagadas por caja, o sea, sin registro contable, lo que
repercutió en la salud financiera de la organización. Hay indicios de que algunos ejecutivos de Enron y su
asesor contable Athur Andersen, habían llamado la atención sobre la peligrosa situación que presentaba
la compañía. Según un correo del 2001, Andersen consideró a Enron ya un cliente descalabrado. En
agosto, el vice presidente de Enron, Sherron Watkins, dirigió un comunicado anónimo al anterior
chairman Kenneth L. Lay, exponiéndole las razones por las que creía que, en cualquier momento, se
producirían una oleada de escándalos contables en Enron. El 16 de octubre, Enron anunció unas
pérdidas de 638 millones de $ correspondientes al tercer trimestre, y Wall Street redujo el valor de sus
títulos de capital por un importe de 1.2 miles de millones de $. El 8 de noviembre Enron anunció que se
habían sobrevalorado beneficios en los cuatro últimos años por un importe de 586 millones de $. El 28
de noviembre su competidor más directo, Dynegy, lanzó una oferta de fusión por un importe de 23
miles de millones de $, después de que los prestamistas degradaran la deuda de Enron al estatus de
“bonos basura”.

Se abrieron docenas de pleitos contra la compañía por un conjunto de fondos de pensiones. Otros
tantos pleitos más fueron iniciados contra el anterior chairman Kenneth L. Lay, el CEO Jeffrey Skilling y el
directivo Andrew Fastow. Estos pleitos tardarán años en que sean resueltos. El juez de distrito Lee
Rosenthal de Houston dijo que los activos financieros de los directivos de Enron se pueden considerar
congelados. En el pasado agosto de 2002 Michale J. Koper, anterior director de la unidad de financiación
global de Enron, se declaró culpable de fraude de giros y transferencias y de blanquear dinero negro. El
reconocimiento de fraude de Koper fue el primero que se produjo por parte de algún directivo de Enron.
Además la SEC (Securrities and Exchange Commission) puede expedientarlo por haber quebrantado
leyes financieras. En el pasado octubre Fastow fue también acusado por quebrantar leyes financieras
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relativas a giros y transferencias, blanqueo de dinero negro y conspirar en la inflación de los beneficios
de Enron.

El impacto del fiasco de Enron ha sido y será considerable, afectando a empleados, bancos, accionistas,
políticos, consultoras y, por supuesto, a toda la alta dirección de la empresa. Miles de empleados de
Enron, la mayoría de ellos de responsabilidades similares, fueron despedidos. Enron había animado a
sus empleados a invertir en la compañía, comprometiendo sus inversiones en acciones de la empresa.
En el pasado octubre las acciones fueron confiscadas, lo que impidió la venta de las mismas por parte de
los empleados antes de que estas se hundieran en la bolsa. Hoy día a estos empleados, muchos de ellos
jubilados, no les queda nada en sus cuentas:

· Uno de los prestamistas más importantes de Enron, J.P. Morgan Chase, anunció pérdidas por 456
millones de $ en junio de 2002, relacionadas con el fracaso de Enron. El Citigroup registró pérdidas por
228 millones de $ en enero de 2002, también relacionadas con el fiasco de Enron. Pero los bancos y sus
autoridades afirman que el impacto general en el sector bancario probablemente sea mínimo debido a
que ningún banco está sobreinvertido en Enron.

· Las acciones de Enron han perdido prácticamente todo su valor cayendo desde casi 34 $ en octubre de
2001. Miles de millones de $ en acciones han desaparecido. Las acciones han sido eliminadas del
registro del la Bolsa de Nueva York.

· Varios prominentes políticos de los dos partidos dominantes en el país, han tenido que devolver
cantidades de dinero a la compañía. Otros están siendo requeridos sobre la naturaleza de las sus
relaciones con Enron.

· Con una reputación ya bastante dañada, Arthur Andersen tiene ante sí serios problemas. Muchos de
sus mejores empleados han tenido que abandonar la empresa o han sido despedidos. Las Divisiones de
Negocios han sido vendidas a otros competidores. Existe la posibilidad de que tenga que hacer frente a
diferentes responsabilidades. Las conocidas hasta ahora como las cinco grandes consultoras (Deloitte &
Touche, Ernst & Young, KPMG International, PricewiterhouseCoopers y Arthur Andersen) serán pronto
sólo cuatro.

·Los directivos involucrados en esta desastrosa situación son los siguientes:


· Kenneth L. Lay, Chairman y CEO, dimitió el 23 de enero de 2002.
· Andrew Fastow, director financiero, despedido el 24 de octubre de 2001.
· Michael J. Kopper, director de la unidad de financiación global, dimitió en junio de 2001
· Greg Whalley, presidente y jefe de operaciones, dimitido el 28 de enero de 2002.
· Jeffrey Skilling, CEO, dimitido en 14 de agosto de 2001.
· J. Clifford Baxter, vice Chairman, dimitido en 2 de mayo de 2001.
· Wendy L. Gramm, directora.
· Sherron Watkings, vice presidente de desarrollo corporativo
· Arthur Andersen, compañía consultora de Enron.

Francisco J. Manso Coronado. Noviembre de 2002.


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Caso WorldCom

WorldCom fue fundada en 1984, por Bernard Ebbers, cuando la monopolística ATT fue dividida en
partes, proporcionando oportunidades de negocio a emprendedores del estilo de Ebbers que en aquel
entonces poseía una cadena de moteles en Mississipi. A partir de este modesto origen, el visionario
Ebbers fue construyendo la compañía, ensamblando las muchas firmas que fue adquiriendo a lo largo de
casi dos décadas. WorldCom empezó a cotizar en 1988 y el precio de la acción que hasta 1991 se
mantenía por debajo de 5 dólares empezó a subir para llegar hasta 80 dólares en 1999. En este
momento, Ebbers absorbió el grupo MCI y Bert C. Roberts, que era el primer ejecutivo de MCI pasó a ser
Presidente no ejecutivo de WorldCom, mientras Bernie Ebbers se mantenía como primer ejecutivo.
Desde el momento de la fusión, el negocio de telefonía de larga distancia, aportado por MCI, empezó a
declinar, arrastrando a la baja las acciones de WorldCom, para llegar a 10 dólares a principios de 2002.
Durante los primeros años de la burbuja tecnológica, una desconocida compañía telefónica de Missisipi
irrumpe con fuerza en el sector. Gracias a una estrategia de compra agresiva y una serie de grandes
adquisiciones, su fundador, Bernard Ebbers, se convirtió, en menos de dos años, en uno de los más
poderosos empresarios del mundo corporativo y el gran revolucionario del sector de las
telecomunicaciones. En 1999, WorldCom llegó a estar valorada en 180.000 millones de dólares. Sin
embargo, seis meses después de la quiebra de Enron en diciembre de 2001, emerge un nuevo
fenómeno de irregularidades en WorldCom. En marzo de 2002 la SEC (La Comisión de Mercado de
Valores de EE UU) presenta cargos contra la compañía por fraude.

El Departamento de Justicia y dos comités del Congreso inician investigaciones sobre las maniobras
contables por las que WorldCom oculta sus pérdidas. La empresa de Ebbers se declara en bancarrota e
inicia la mayor suspensión de pagos de la historia de EE UU. En abril de 2002 Ebbers renuncia como
presidente y consejero delegado de WorldCom tres meses antes de revelarse el colapso contable de la
empresa. Manifiesta que no sabía nada de lo que hacía su director financiero. Aunque según una
investigación interna, se coloca a Ebbers en el centro del escándalo y se comprueba que el ejecutivo
estaba al corriente de las descomunales manipulaciones contables. WorldCom dice el 21 de mayo de
2002 que suspenderá el pago de dividendos y eliminará sus dos acciones de rastreo, una que refleja sus
principales operaciones en Internet y negocios de datos y una segunda que refleja sus operaciones de
servicios telefónicos residenciales de larga distancia. El 25 de junio despide a su presidente de finanzas
tras descubrir un registro contable incorrecto por 4 mil millones de dólares en gastos, que habría llevado
a la compañía a reportar una pérdida neta en 2001 y el primer trimestre de 2002. Anuncia además que
recortará 17 mil empleos, más de 20 por ciento de su fuerza de trabajo. El 26 de junio el mercado
Nasdaq de Nueva York suspende la cotización de las acciones de WorldCom. En julio de 2002 el fraude
se destapa, cuando ya no es posible ocultar por más tiempo el agujero de 11.000 millones de dólares de
la empresa. Las pérdidas para los accionistas se calculan en torno a los 180.000 millones de dólares. En
los siguientes tres años se completa la investigación criminal y el proceso judicial. Durante el primer
trimestre del 2005, tras una segunda revisión de su contabilidad, WorldCom revela irregularidades en el
registro de cuentas por otros 3.300 millones de dólares. Algunos ingresos proceden de fondos de
reserva para inversiones que las compañías normalmente mantienen aparte para cubrir gastos
extraordinarios que se presenten en el futuro. El 13 de julio de 2005 se conoce la condena judicial al #1,
Bernard Ebbers, quien estará en prisión hasta cumplir cerca de 90 años.

En el 2000, ante la crisis del sector de telecomunicaciones, intentó mantener su imperio a través de una
serie de maniobras fraudulentas. En Worldcom se asentaron contablemente como inversiones de capital
algunos gastos corporativos, dilatando en el tiempo el impacto sobre el cuadro de resultados. Esta
maniobra a pesar de no impactar en el flujo de caja de la compañía, hizo que mostrara ganancias en
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lugar de pérdidas. Es difícil de explicar como esta irregularidad no haya sido detectada por el estudio de
auditoria: Arthur Andersen. En julio de 2002 estalló el escándalo, cuando se supo que los directivos
habían manipulado las cuentas y registrado pérdidas durante tres años, en los que dijeron haber
obtenido beneficios. El agujero financiero de 11.000 millones de dólares se había camuflado en la
contabilidad como gastos de inversión. La empresa cayó en bancarrota. Las falsificaciones de la
contabilidad, según se supo, habrían sido ordenadas por Ebbers a partir de 2000, en coincidencia con
una crisis del sector de la telefonía ligada a la explosión de la burbuja especulativa de Internet.

A pesar de constantes análisis en los que se hablaba de las dificultades económicas de WorldCom,
durante 2001 y el primer trimestre de 2002 la empresa reportó utilidades de 1.400 millones de dólares y
130 millones, respectivamente. Eso fue posible gracias a que -ahora se sabe- el director financiero de la
empresa, Scott Sullivan, ''infló'' artificialmente las ganancias antes de intereses, impuestos, depreciación
y amortización, lo cual elevó de manera irregular el flujo de efectivo, reveló una auditoría interna.
Sullivan manipuló gastos corporativos como inversiones (prorrateables en varios años), de modo tal de
hacer ver un valor accionario distorsionado de la realidad, creando unos beneficios mucho mayores que
los reales, lo cual literalmente “infló” el valor de la empresa y con él la compensación de sus directores.
Entre las irregularidades en la contabilidad realizada bajo la responsabilidad de Sullivan se detectaron
transferencias entre cuentas internas de 3 mil 60 millones de dólares durante el año 2001 y por 797
millones más en el primer trimestre de 2002. Estos gastos debieron haber sido registrados en su
declaración de ingresos, pero fueron incluidos como gastos de capital, lo que infló sin sustento el flujo
de efectivo Sullivan sostuvo que el presidente Ebbers lo presionó para manipular las cuentas a fin de
mantener alta la cotización en bolsa de las acciones de la empresa. Durante todo el juicio, los fiscales
hablaron de Ebbers como un directivo temible, que ordenó a Sullivan ocultar gastos, inflar los ingresos y
los beneficios para camuflar la situación financiera real de la empresa y ello en beneficio propio, puesto
que casi toda su fortuna personal estaba ligada a las acciones de la compañía, para engañar a
inversionistas y acreedores. Sullivan, por su parte, sostuvo que Ebbers le ordenó reiteradamente
"alcanzar nuestras cifras", una orden, dijo Sullivan, para falsificar los libros y satisfacer las expectativas
de Wall Street. Sullivan, quien se declaró culpable de fraude, admitió haberlo concebido pero dijo que lo
hizo siguiendo instrucciones claras de Ebbers, quien hizo caso omiso a las insistentes advertencias de
que las correcciones eran ilegales. La fiscalía dijo que el fraude ocurrió desde finales del 2000 hasta
comienzos del 2002, alcanzando en ocasiones casi 1.000 millones de dólares por trimestre en costos
ocultos e ingresos registrados de manera inapropiada. WorldCom indicó entonces que las
irregularidades contables consistieron en gastos mal registrados como inversiones de capital, que
inflaron artificialmente los beneficios antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones
(EBITDA). Así, los resultados de 2001 y del primer trimestre de 2002 deberían haber sido pérdidas netas:
6.300 millones de dólares el año pasado y 1.400 millones en el primer trimestre de 2002. El escándalo
compromete nuevamente al despacho de contadores Arthur Andersen quien auditó los resultados
financieros de WorldCom en 2001 y revisó los libros de la empresa el primer trimestre de 2002, y avaló
las cuentas de WorldCom durante el año pasado y el primer trimestre de 2002 y pasó por alto una
maniobra contable que disfrazó gastos operativos como inversiones de capital y fueron reportados
finalmente como utilidades, cuando en realidad eran pérdidas por 3 mil 800 millones de dólares.
Después fue sustituida por KPMG.

WorldCom se declaró en bancarrota el 21 de julio de 2002, tras revelar que había manipulado las
cuentas y que había tenido pérdidas durante tres años, en que los que había declarado beneficios. La
deuda ascendía a 41.000 millones de dólares. La acusación pública sostuvo que aquella conspiración fue
motivada por la presión que los bancos ejercían sobre Ebbers, a quien habían prestado 400 millones de
dólares con garantía de sus acciones de la empresa. El fiscal cerró su alegato con un burlón juego de
palabras: "WorldCom se convirtió en WorldCon" [traducción: Timo Mundial]. Una vez conocidas las
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maniobras contables, la empresa cayó en bancarrota. La quiebra de las empresas abrió también el tema
de las remuneraciones astronómicas de los ejecutivos. Desde los años de Reagan, el abismo entre los
ingresos de los asalariados y el los de los dirigentes de empresas que reciben salario no hizo más que
progresar de manera vertiginosa. Según Business Week, en 1980 un director general medio ganaba 42
veces más que el obrero. En 1990 ganaba 85 veces más. Y en el 2000 ganaba ya 531 veces más. Si
salimos de las fronteras de Estados Unidos, encontraremos situaciones similares. Además del perjuicio
sufrido por los particulares y la afectación de la credibilidad pública de las empresas norteamericanas,
debemos sumarle la enorme pérdida por el derrumbe de una empresa de la importancia de WorldCom.
La empresa solicitó la protección por bancarrota en julio de 2002, fue reestructurada y rebautizada MCI,
para salir del concordato en abril de 2004. Las maniobras contables para ocultar pérdidas desmoronaron
al gigante de las telecomunicaciones, al cual ahoga una deuda espectacular, por lo cual ha debido tomar
la decisión de reducir su planta laboral en 17 mil personas, es decir, más de 20 por ciento de sus
empleados. Se ha logrado un acuerdo con sus acreedores que le permitirá salir de la bancarrota. La
empresa que pasará a llamarse MCI, ha presentado un plan al Tribunal de Bancarrotas de Estados
Unidos que prevé reducir deuda de 30.000 millones de dólares a 4.500 millones de dólares y disminuir
drásticamente sus gastos para poder competir de forma directa contra sus principales rivales, liderados
por AT&T. En cuanto al futuro de WorldCom, se aseguró que se proponía vender parte de las 70 firmas
adquiridas por Ebbers en su alocada carrera de crecimiento y que se desprendería de negocios no
rentables en Iberoamérica y Asia. En mayo de 2005, la nueva ejecutiva de la compañía decidió vender
sus activos de red de telefonía al gigante Verizon.

Actualmente, estos directivos sólo enfrentan multas y otras penalidades civiles. La justicia
estadounidense está siendo diligente en el castigo de los escándalos que originaron la gran crisis
financiera en empresas como Enron o WorldCom, que convulsionaron los mercados y obligaron a las
autoridades económicas a modificar drásticamente las normas contables nacionales e internacionales.

Condenan a 25 años al ex titular de WorldCom, Bernard Ebbers quien fue hallado culpable de un fraude
contable de US$ 11.000 millones.

AlfredoPopritkin.com.ar
Investigador de Fraudes
posted by Fraudes & Crisis
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Caso Parmalat

Parmalat era el ejemplo del éxito impulsado por la dinámica de la mundialización liberal. Pequeña
empresa familiar de distribución de leche pasteurizada instalada en los alrededores de Parma en la
década de 1960, se desarrolló gracias a la habilidad de su fundador, Calisto Tanzi, y a las generosas
subvenciones de la Unión Europea. A partir de 1974 Parmalat se internacionaliza y se instala en Brasil,
después en Venezuela y Ecuador. Multiplicó las filiales y creó empresas relevo en territorios que
ofrecían facilidades fiscales (la isla de Man, Holanda, Luxemburgo, Austria, Malta), y después en paraísos
fiscales (las islas Caimán, las islas Vírgenes británicas, las Antillas holandesas). En 1990 entraba en la
Bolsa afirmándose como el séptimo grupo privado de Italia y ocupando el primer puesto mundial en el
mercado de leche de larga duración. Este coloso empresarial empleaba a unos 37.000 asalariados en
más de 30 países y su cifra de negocios alcanzaba en 2002, 7.600 millones de euros, una suma superior
al Producto Interior Bruto de Estados como Paraguay, Bolivia, Angola o Senegal.

Este éxito extraordinario le valió a su patrón Tanzi ser considerado como uno de los personajes del
establishment italiano, miembro de la dirección de la Cofindustria, la organización de los empresarios
italianos. Y significó que las acciones Parmalat fueran uno de los valores seguros de la Bolsa de Milán.
Hasta el 11 de noviembre de 2003. Ese día, los comisarios de cuentas manifestaron dudas sobre una
inversión de 500 millones de euros realizada sobre el fondo Epicurum con sede en las islas Caimán. De
inmediato, la agencia Standard & Poors reduce la calificación de los títulos Parmalat. Las acciones caen.
Al mismo tiempo, la Comisión de operaciones de la Bolsa exige aclaraciones sobre el modo en que el
grupo tiene previsto devolver deudas cuyo plazo vence a finales de 2003. La inquietud se apodera de los
acreedores y de los accionistas. Con el objetivo de infundir tranquilidad, la dirección de Parmalat
anuncia entonces la existencia de una reserva de 3.950 millones de euros depositados en una agencia de
la Bank of America en las islas Caimán. Y presenta un documento verificado por ese banco
estadounidense que atestigua la realidad de títulos y liquideces por la suma indicada. La dirección se
juega el todo por el todo.

Si todos se tranquilizan, las acciones volverán a subir y los negocios se reanudarán; si persiste la
desconfianza, hay amenaza de derrumbe. En ese momento decisivo, en que cree librarse de la quema, el
grupo recibe la estocada fatal. El 19 de diciembre, el Bank of America afirma que el documento que
exhibe Parmalat para probar la existencia de los 3.950 millones de euros es un documento falso. Tiene
un membrete parecido, groseramente falsificado en el escáner. Las acciones se hunden. En cuestión de
días no valen casi nada. Más de 115.000 inversores y pequeños ahorradores se ven estafados, algunos
arruinados. Empieza el escándalo. No tardará en saberse que el endeudamiento de Parmalat se eleva a
11 mil millones de euros. Y que desde hace años ha sido disimulado a conciencia, por medio de un
sistema fraudulento basado en malversaciones contables, falsos balances, documentos trucados,
beneficios ficticios y pirámides complejas de sociedades offshore ensambladas unas con otras de modo
tal que el rastreo de dinero y el análisis de las cuentas se vuelve imposible. Dada su duración, el fraude
era imposible de detectar, hasta el punto de que la víspera del escándalo la Deutsche Bank por ejemplo
había adquirido el 5,1% del capital de Parmalat, y los analistas recomendaban con énfasis la compra de
títulos del grupo… Auditorías como Grant Thornton y Deloitte &Touche, y grandes bancos como
Citigroup, son acusados de complicidad, y una vez más se señala el carácter perjudicial de los paraísos
fiscales (2). El caso cobra escala planetaria. Después de la quiebra de Enron, los partidarios de la
mundialización liberal afirmaban que se habían terminado los patrones delincuentes y las empresas
canallas. Y que este caso había resultado benéfico a fin de cuentas, dado que habría permitido que el
sistema se corrigiera. El escándalo Parmalat desmiente esa conclusión.

Por Ignacio Ramonet


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El Colapso del Barings

Uno se pregunta qué puede hacer que se produzca el colapso del banco británico que financió la
adquisición de Luisiana por parte de Estados Unidos y que, desde el reinado de Jorge V, era considerado
el banco de la monarquía británica. Uno se pregunta qué o quién puede conseguir que un banco con 233
años de historia sea adquirido por otra entidad financiera a un ridículo precio de £1. La repuesta, en el
caso del Barings Bank, tiene un nombre concreto: Nick Leeson.

Contratado por Morgan Stanley tras terminar sus estudios universitarios, Leeson dejó al poco tiempo
esta entidad financiera para ocupar un puesto en el Barings Bank, estando sus cargos funcionales, en
ambas empresas, vinculados única y exclusivamente a tareas propias de Back Office. Su actividad, por
tanto, se circunscribía a temas contables y administrativos. Leeson, en cualquier caso, no pasó
desapercibido en el Barings, motivo por el que se le transfirió a Jakarta para que solucionase los
problemas contables que la oficina de Back Office allí sufría. La rápida resolución, menos de 10 meses, le
valió el inadecuado ascenso en 1992 a director general de Barings Securities en Singapur, con capacidad
para contratar Traders y personal de Back Office.

Cabe destacar que el equipo de Traders de Leeson tenía autoridad para ejecutar operaciones en
mercado muy específicas. Por una parte, operaciones con Futuros y Opciones para clientes del Barings.
Por otra parte, arbitraje sobre los precios del futuro del Nikkei 225 cotizados en el SIMEX y el OSE,
aprovechando desajustes entre ambos precios. El tipo de operaciones autorizadas no debía suponer, en
ningún caso, un riesgo importante en las actividades llevadas a cabo por los Traders de Leeson.

Sin contar la falta de control que existía sobre las actividades de Leeson, éste, que gestionaba
simultáneamente el Front Office y el Back Office, obvió y eliminó una serie de necesarios controles y
protocolos sobre la operativa llevada a cabo en Mercados. Esto permitió que el propio Leeson, en poco
tiempo, empezase a especular con el Futuro del Nikkei, no con operaciones de arbitraje, sino con
apuestas direccionales, realizando para ello operaciones no autorizadas por el Barings. Leeson, para
ocultar las perdidas, que desde un principio tuvo, creó la cuenta 88888.

La mala suerte y, sobre todo, la máxima de los malos Traders (in trouble, double), llevó a acumular en la
cuenta 88888 unas perdidas de £2 millones al finalizar el año 1992. En 1993 las perdidas ascendían a £23
millones y en 1994 la cuenta 88888 contaba ya con unas perdidas de más £200 millones.
Sorprendentemente, nadie en el Barings Bank se percató de este hecho.El verdadero drama, sin
embargo, llegó en 1995 cuando Leeson contaba con más del 50% de las posiciones abiertas en el Futuro
del Nikkei y más del 85% en el Futuro del JGB. Desgraciadamente para Leeson, en enero un terremoto
conseguía que el Futuro del Nikkei perdiese en una única sesión más de 1000 puntos. A Leeson no se le
ocurrió otra cosa que comprar más contratos de dicho Futuro, que no dejó de depreciarse en semanas
posteriores.

En febrero de 1995 las perdidas que Leeson había ocasionado al Barings Bank ascendían a £827
millones, lo que situaba al histórico banco en la más absoluta bancarrota. Cuando la dirección del banco
descubrió los hechos, confesados por el propio Leeson, éste ya había escapado a Malasia. Aunque el
Banco de Inglaterra trató de socorrer de urgencia al Barings Bank, nada se pudo hacer y fue, finalmente,
el Grupo ING el que asumió las deudas del banco adquiriendo éste por el módico precio de £1 libra.

Leeson fue finalmente detenido en Frankfurt (Alemania) y juzgado en Singapur, donde estuvo
encarcelado hasta 1999.

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