Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
- Agradecimientos
Capítulo 1: ¡Sal de las tinieblas!
Capítulo 2: Cuando fallan los amigos
Capítulo 3: Cuando nuestra seguridad se
ve amenazada
Capítulo 4: Cuando la Iglesia nos ha
defraudado
Capítulo 5: Cuando nos convertimos en
nuestros peores enemigos
Capítulo 6: Cuando la muerte nos roba un
ser querido
Capítulo 7: ¿Cómo actuar cuando todo se
derrumba?
- Epílogo: El Remedio que siempre
funciona
- Oraciones y pensamientos para los
tiempos de oscuridad
- Lecturas aconsejadas
Agradecimientos
Oración
Señor Jesucristo, hace tiempo, en el
bautismo me hiciste tu hijo y discípulo.
Muchas veces renové mi decisión de
seguirte lo mejor que pude, a pesar de
todas mis falencias y mis contradicciones.
Soy muy débil y estoy confundido, y
cuando las tinieblas me invaden, me siento
sin fuerzas, vencido, como si fuese
rechazado por Ti. Me siento como un
vagabundo a lo largo de los caminos en
ruinas de la vida. Olvidé que la mayoría de
mis compañeros de viaje, si es que no
todos, algunas veces, experimentaron los
mismos sentimientos, las mismas
dolorosas pruebas.
Quédate conmigo en los momentos de
tinieblas, y dame, te ruego, un signo, un
indicio de tu presencia. Cuando el camino
se haga largo y difícil, y me sienta
totalmente sólo, envíame un rayo de
esperanza. Envíame, al menos, tu Santo
Espíritu para que de algún modo me de
cuenta que aun cuando todo esté en
tinieblas, Tú estas conmigo. Amén.
CAPÍTULO 2: CUANDO FALLAN LOS
AMIGOS
1
JOHN HENRY NEWMAN, Sermons Bearing on subjects of
the Day, Sermón 26. (New York: Longman, Green, 1902),
395.
Darse cuenta de quien es un amigo
Muchas veces nos damos cuenta de
quiénes son realmente nuestros amigos
recién cuando se están yendo o ya se han
ido. Hace poco he tenido una experiencia
amarga y dulce a la vez. Un buen
sacerdote de la arquidiócesis de Nueva
York, P. James McGuire, párroco en la
Iglesia de San Juan y Santa María en
Chappagua, se estaba muriendo. No
éramos íntimos amigos, pero sí habíamos
tenido un trato amigable. Yo le había
predicado un buen número de retiros. Su
sobrenombre era “Jim, el caballero”,
porque siempre era muy gentil, algo
reservado, pero afable y muy inteligente.
Siempre se mostraba agradecido por lo
que hicieras por él. El diácono de la
parroquia gentilmente me llamó y me dijo:
“A Jim le gustaría verlo, está cercano a la
muerte”. Cuando llegué a la rectoría, vi
que tenía un cáncer muy extendido en una
parte de su rostro. Su mandíbula se
mantenía en su lugar, por la ayuda de un
soporte. Fue la más hermosa visita. La
enfermedad lo había vuelto menos
reservado y más espontáneo. Cuando yo y
el novicio que me acompañaba nos
despedíamos, el novicio pidió la bendición
al padre, y Jim nos dio una hermosa, larga
y cordial bendición. Cuando nos
detuvimos, nos dijo: “Saben, acaban de
ver lo que el sufrimiento puede hacer. Les
he dado una bendición «Protestante»”.
(para la bendición Católica solíamos decir
“En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo”; pero cuando hacíamos
una bendición más espontánea para alguna
ocasión, la llamábamos la “bendición
protestante” porque los ministros
protestantes están acostumbrados a dar
este tipo de bendiciones). Jim fue muy
franco y muy claro en manifestar sus
sentimientos. Me dijo algo que fue
realmente hermoso. Él dijo: “¿Sabes,
Ben?, he estado ya tres veces a punto de
morir con esto” (refiriéndose al cáncer), “y
cada vez que me hundía, él estaba
conmigo. Y cada vez que me recuperaba,
también él me acompañaba. Y sé que me
acompañará cuando me llegue el momento
de partir”. Para un hombre muy reservado,
esto fue revelador en extremo. No había
visto a Jim por años, pero en el crisol de
sufrimientos compartidos, muchas cosas
se hicieron posibles. Las barreras se
habían levantado. Nos volvimos sinceros y
no meramente gentiles.
¡Qué ocultos estamos los unos a los
otros! “¿Cómo estás?”, “O, muy bien”.
Aún cuando nos estemos muriendo
diríamos: “O, muy bien”. Cuando uno está
con los pobres y preguntas a uno de ellos:
“¿Cómo estás?”, si se está muriendo, te
dice: “me estoy muriendo, estoy
asustado”. En los suburbios cuando
preguntas: “¿Cómo estás?”, te dirán:
“Estoy bien, tengo un cáncer al cerebro,
pero estoy bien”. Tememos decir la verdad
sobre nosotros mismos, incluso a nuestros
amigos, porque tenemos miedo de
perderlos. Mi amigo Mons. Bob Brown
murió hace ya algunos años, pero él era
diferente. Estaba muy enfermo y vivió seis
años con cáncer. Si le preguntabas: “Bob,
¿cómo estás?”, la respuesta hubiese sido:
“Espectacular, para un tipo que se está
muriendo de cáncer”. La primera vez que
me lo dijo quedé sin palabras. Tememos
compartir aquellas cosas que acercarían
más a los otros y que nos acercarían más a
ellos. Tenemos miedo de compartir
nuestros sufrimientos. Deberíamos
recordar que nuestro Señor Jesucristo no
tenía miedo de compartir sus
padecimientos. Todavía hoy los comparte.
Eso es lo que nos enseña el crucifijo.
La pérdida del Hijo de Dios
La separación de los seres queridos y
amigos es algo que experimentó el Hijo de
Dios. Piensa en el Hijo de Dios, la
segunda Persona de la Santísima Trinidad,
en cuanto es Persona divina, no tanto
como el Hijo de María, sino simplemente
como el Hijo de Dios. Él existe como Hijo
desde toda la eternidad. Antes de venir a
este mundo, Él era llamado con un nombre
indecible que nosotros traducimos como
“el Hijo de Dios, el Hijo Unigénito”. Él
vivía en esa inefable, inimaginable
relación con su Padre celestial y con el
Espíritu Santo. Nosotros tenemos sólo una
vaga idea de todo eso, pero lo que sí
entendemos es que desde toda la eternidad
existía una intimísima relación. El Dios
que Es, no estaba solo. No era una mente
aislada que pensaba por sí misma. Sino
que había una Divina Inteligencia y Ser en
tres Personas. Esto es un total misterio. La
gente a veces me dice: “¿Qué agrega la
Trinidad?” Ella cambia todo en el mundo,
sobre lo que tú puedes pensar sobre las
relaciones, porque existía una desde toda
la eternidad. De alguna manera, el Hijo
deja oculta esa relación y viene a la tierra.
El Evangelio de San Juan la dice en un
griego muy colorido: “puso su Morada
(tienda) entre nosotros” (Jn 1, 14). (Poner
su morada es una expresión griega para
decir que está viviendo cerca de alguien).
Él vino para estar con nosotros.
Experimentó de algún modo la separación,
aunque siempre estuvo misteriosamente
unido con su Padre.
Sin intentar resumir los valiosos
comentarios y escritos teológicos sobre su
venida entre nosotros, deberíamos
detenernos en meditar por un momento en
esas palabras y aprovechar algo acerca de
esa especie de “anodadamiento” del Hijo
de Dios. Esta “humillación” tuvo lugar,
cuando el Hijo de Dios se encarnó, y como
Hijo de María, vivió entre nosotros
durante tres décadas de su vida terrena.
Tened entre vosotros los mismos
sentimientos que Cristo: El cual, siendo de
condición divina, no retuvo ávidamente el
ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí
mismo tomando condición de siervo
haciéndose semejante a los hombres y
apareciendo en su porte como hombre; y
se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta
la muerte y muerte de cruz (Flp 2, 5-8).
La Palabra era la luz verdadera que
ilumina a todo hombre que viene a este
mundo. En el mundo estaba, y el mundo
fue hecho por ella, y el mundo no la
conoció. Vino a su casa, y los suyos no la
recibieron. Pero a todos los que la
recibieron les dio poder de hacerse hijos
de Dios, a los que creen en su nombre; la
cual no nació de sangre, ni de deseo de
hombre, sino que nació de Dios. Y la
Palabra se hizo carne, y puso su Morada
entre nosotros, y hemos contemplado su
gloria, gloria que recibe del Padre como
Hijo único, lleno de gracia y de verdad
(Jn 1, 9-14).
Junto al “anodadamiento”, Jesús
experimentó las falencias y limitaciones
de sus amigos humanos. Quienes lo
conocían desde la niñez, y sus amigos de
Nazaret, intentaron matarlo. Fueron sus
mismos vecinos de un pequeño y solitario
pueblo. Muchos eran parientes suyos. Lo
agarraron y lo llevaron a lo alto de una
colina para arrojarlo.
La falencia de sus discípulos al fin de
su vida es algo increíble. Casi supera toda
imaginación. ¿Cómo puede ser que
aquellos hombres que vivieron con Él por
tres años, lo abandonaran completamente
en la hora de más necesidad? Sí, cierto,
Juan regresó después de huir, pero no
olvidemos que pasaron varias horas en las
cuales todos habían huido. Totalmente
abandonado cuando fue juzgado, azotado,
coronado de espinas, y condenado a
muerte... totalmente solo. Justo antes de su
Pasión, Cristo les había dicho: a vosotros
os he llamado amigos, porque todo lo que
he oído a mi Padre os lo he dado a
conocer (Jn 15, 15). En poco espacio de
tiempo, estos amigos ya no estarían con Él
en sus dificultades. Lo abandonarían, y
aun así Él rezaría por ellos: Os he dicho
estas cosas para que tengáis paz en mí (Jn
16, 33). Rezó por ellos fervientemente
(cfr. Jn 17). Predijo que lo abandonarían.
Mirad que llega la hora (y ha llegado ya)
en que os dispersaréis cada uno por
vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no
estoy solo, porque el Padre está conmigo
(Jn 16, 32). Estos hombres eran sus
amigos, pero esa amistad tenía sus
limitaciones. Él tuvo que pasar todo solo,
cuando más los necesitaba. Hay solo una
admirable excepción al hecho de que Jesús
fue abandonado completamente. La
excepción está constituida por las Santas
Mujeres. Las mujeres permanecieron con
Él. De todas maneras, hay un hermoso
detalle que pone ese apoyo de las mujeres
en una luz inusual. A una mujer judía no
le estaba permitido hablar a ningún
hombre excepto a su padre, su esposo, sus
hermanos, y los miembros más cercanos
de su familia. Ella no podía hablar con
otros hombres. Por lo tanto, las mujeres
que siguieron a Jesús, muy probablemente,
han tenido con Él conversaciones muy
limitadas. Esto no lo podemos entender
del todo porque no hemos vivido en un
ambiente Judío Ortodoxo. Los judíos
ultra-ortodoxos aun conservan esta
separación tan rígida de los sexos. Tal vez
no haya sido tan estricta en los tiempos de
Jesús, pero algo podemos entrever en la
sorpresa de la mujer Samaritana cuando
Jesús le habla en el pozo de Jacob (cfr. Jn
4, 9. 27).
Esto significa que, las pocas personas
que hubieran podido consolarlo, tan sólo
pudieron sollozar y lamentarse a la
distancia. Ellas podían estar cerca, pero no
habrían podido hablarle directamente,
salvo su Madre y la hermana de su Madre,
María, la esposa de Cleofás.
Probablemente María Magdalena nunca
haya tenido una conversación prolongada
con el Señor. Las costumbres sociales no
lo permitían. Mientras Jesús estaba
sufriendo, no había manera de que alguna
mujer, excepto su Madre y su tía, se le
pudiesen acercar y tocarlo. Y por eso el
Señor pudo estar rodeado de fieles
seguidoras que, sin embargo, poco podían
hacer para consolarlo. Estas santas
mujeres reciben un importante
reconocimiento en la Escritura, pero opino
que hoy, en la Iglesia, no se les da el
suficiente reconocimiento. Junto a la cruz
de Jesús estaban su madre y la hermana
de su madre, María, mujer de Cleofás, y
María Magdalena y la esposa de Zebedeo
y Salomé y otras mujeres que habían
salido con Él desde Galilea (Mt 27, 55;
cfr. Mc 15, 40; Jn 19, 25).
Las costumbres sociales de aquel
tiempo pueden ayudar a explicar un pasaje
extraño. Jesús ha resucitado de la muerte.
La pobre María Magdalena está
conmovida. Se acerca al Resucitado, pero
Él le recuerda que no debe tocarlo.
Cuando yo era seminarista, solía comer en
un restaurante que tenía un nombre poco
común: “El 42 de la calle Glatt”. Glatt
significa completamente “kosher” (=
puro). Esta palabra significa que incluso la
leche que se servía no había sido ordeñada
de las vacas en día Sábado. Una vez pedí
un “knish”. La mesera no podía hacerme
ninguna pregunta pues le estaba prohibido
hablarme. Finalmente tomó el menú y me
señaló las dos clases de “knishes” que
había. Conocer esta costumbre puede dar
un idea de la soledad de Jesús en su
muerte.
Jesús fue abandonado de sus
discípulos, mientras que sus fieles
seguidores, la mayoría mujeres, no le
podían brindar ningún consuelo debido a
las costumbres sociales de su tiempo.
Estaba allí completamente solo. Su muerte
solitaria siguió a la patética escena del
Huerto donde es abandonado por sus
apóstoles, quienes se quedan dormidos
justo cuando Él más los necesita. Deberías
leer este pasaje con mucha atención:
Van a una propiedad, cuyo nombre es
Getsemaní, y dice a sus discípulos:
«Sentaos aquí, mientras yo hago oración».
Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y
comenzó a sentir pavor y angustia. Y les
dice: «Mi alma está triste hasta el punto
de morir; quedaos aquí y velad». Y
adelantándose un poco, caía en tierra y
suplicaba que a ser posible pasara de él
aquella hora. Y decía: «¡Abbá, Padre!;
todo es posible para ti; aparta de mí este
cáliz; pero no sea lo que yo quiero, sino lo
que quieras tú». Viene entonces y los
encuentra dormidos; y dice a Pedro:
«Simón, ¿duermes?, ¿ni una hora has
podido velar? Velad y orad, para que no
caigáis en tentación; que el espíritu está
pronto, pero la carne es débil». Y
alejándose de nuevo, oró diciendo las
mismas palabras. Volvió otra vez y los
encontró dormidos... (Mc 14, 32-39).
2
JOHN HENRY NEWMAN, Parochial and Plain Sermons,
VI, Sermon 7 (San Francisco: Ignatius Press, 1987), 1229-
30, 1232.
Lo que dice el Cardenal Newman es:
más allá de que seas creyente o no, más
allá de que aceptes la Cruz e intentes a
través de ella vivir armonizando las penas,
molestias, alegrías, y dolores de la vida; o
que rechaces la Cruz y des la espalda a la
fe, de todas maneras llegarás a la misma
conclusión respecto al mundo. Esto es así
porque la vida es como una persona
absolutamente honesta que debe pagar una
deuda. Al fin, la vida paga justamente el
salario que cada uno ha ganado. Quienes
vivieron haciendo el bien, a pesar de que
hayan sido muy pobres y sujetos a muchas
injusticias, estarán preparados para el
Reino de Dios. Quienes han vivido en el
mal se encontrarán también con el
mensaje de la Cruz, pero será para su
condena. ¡No lo dudes! Ricos y pobres,
justos e injustos, criminales y virtuosos,
niños, toda la multitud, todos nosotros, los
buenos y los malos, pasaremos por el
mismo juicio. Pero para los buenos, los
inocentes, para quienes han luchado, para
quienes están arrepentidos, los sonidos
discordantes y penosos de la vida, se
transformarán en música de eternidad. No
amontonéis tesoros en la tierra, donde hay
polilla y herrumbre que corroen, y
ladrones que socavan y roban.
Amontonaos más bien tesoros en el cielo
(Mt 6, 19-20). No dudes ni por un
momento que todas las cosas desfilarán
bajo los brazos de la Cruz. Hay muchos
que sin culpa propia, no conocen el
nombre de Jesucristo, o a quienes no se les
presentó de manera atrayente el mensaje
cristiano. Hay quienes que, sin culpa
propia, han buscado honestamente a Dios,
pero no han recibido la abundancia de
gracias que tú y yo hemos recibido.
Nuestro Señor dice de ellos: También
tengo otras ovejas, que no son de este
redil; también a ésas las tengo que
conducir y escucharán mi voz; y habrá un
solo rebaño, un solo pastor (Jn 10, 16).
Durante el tiempo en que he estado
pensando en este libro, nos ha conmovido
a todos los espantosos sufrimientos de
musulmanes y cristianos en Bosnia y los
increíbles padecimientos de la población
de Ruanda. Algunas de estas personas no
eran cristianas, pero estoy seguro de que
nuestro Salvador Crucificado estuvo en
medio de ellos, y que sus tormentos, sus
penurias, su búsqueda de Dios, no serán
desperdiciadas para la eternidad. Rezo
para que ellos se salven. Muchos son
cristianos de una fe muy simple. Ellos son
bendecidos al unirse en sus padecimientos,
de modo bien conciente, con Cristo.
Pero del otro lado están quienes cargan
sobre sí, casi estúpidamente, el terrible rol
de ser los enemigos de la Cruz. Aparecen
en televisión todos los días. Entran en tu
misma casa para enturbiar las enseñanzas
de Cristo y rebajar su Iglesia. Rezo por
ellos, porque están en un peligro mucho
mayor que la gente de Ruanda y Bosnia.
Están en un peligro eterno. Yo mismo,
vivo como dice San Pablo, con temor y
temblor (1Cor 2, 3). Nuestro Señor enseña
que aquellos a quienes se les ha dado
mucho, se les exigirá mucho. Miro mi
vida, y veo momentos en los que fallé
miserablemente. He fallado a mis amigos,
a mi familia. Fallé muchas veces. Por esto,
cuando otros me fallan, digo: “Bueno, esto
es en penitencia por mis propias fallas”.
El Cardenal Newman termina su
ensayo con estas luminosas palabras:
“Solo aquellos que comienzan a partir del
mundo que no se ve, son verdaderamente
capaces de disfrutar de este mundo. Solo
ellos disfrutan de lo que antes se han
abstenido... Sólo lo heredan quienes toman
las cosas como sombras del mundo que
viene, y que por ese mundo que se
avecina, han abandonado el mundo
presente” (p. 1235).
Oración
O Señor Jesucristo, te doy gracias por
haberme dado los ejemplos de tu dolor y
de tu soledad en el Huerto de los Olivos.
Sin esos ejemplos me resultaría
muchísimo más difícil seguir adelante
cuando no hay nadie que me acompañe.
Te agradezco por todos aquellos a quienes
has puesto en mi camino como amigos
queridos y también por la tarea que me has
encomendado de ser un amigo para otros.
Tarde o temprano todos debemos caminar
solos, y siempre queda un lugar en mi
corazón donde nadie puede entrar excepto
Tú. Sin tu presencia, la soledad interior se
vuelve opresiva, incluso devastadora,
como una tierra desierta de vientos
aterradores y noches oscuras. Pero cuando
Tú estás ahí conmigo, y sólo Tú puedes
estar allí, toda mi vida se llena de luz y
puedo caminar aun en medio de las
grandísimas pruebas.
Quédate conmigo, Señor, en los
tiempos de oscuridad, y permite que salga
de las tinieblas ya que Tú estás ahí. Sé ese
amigo que me devuelve todo aquello que
pueda haber perdido: el amor de una
madre y de un padre, de un hermano o
hermana, de un amigo o maestro. Cuando
las horas finales de este viaje se acerquen
y tenga que dejar todo atrás, ven conmigo
por ese sendero que no tiene escalones ni
tiempo. Protégeme de los enemigos de mi
alma y de la voz amenazante del acusador.
Dame tu mano y seré salvo.
Además, permite que sea un amigo fiel
para quienes tengan que atravesar
momentos difíciles en sus vidas, y
permíteme ser justo y capaz de perdonar a
mis enemigos. Ayúdame a no esperar más
de mis amigos de lo que ellos puedan
darme, pero concédeme darles más de lo
que ellos esperan. Concédeme no esperar
demasiado de aquellos que, como yo,
combaten bajo el peso de la vida, y
permite que llegue a ser lo mejor que
pueda, un amigo que no falla. Haz que
podamos ser amigos en Ti, el Amigo que
nunca falla.
CAPÍTULO 3: CUANDO NUESTRA
SEGURIDAD SE VE AMENAZADA
3
ROBERT N. BELLAH, “Small Face-to-face Christian
Communities in a Mean-Spiritied & Polarized Society”,
New Oxford Review 60 (June 1992), 17-18.
envejecimiento y, en los últimos años de
la vida, las enfermedades crónicas, todas
estas cosas demuestran la mentira
encubierta del falso sentido de seguridad.
¿Cuál es la verdadera respuesta?
Algunas sugerencias
En primer lugar, pon en orden tus
prioridades. Sé que la mayoría de los
lectores están preocupados por esta
seguridad económica. Otros se preocupan
por su salud física. Lo importante es poner
el tesoro donde debe estar. Repítanse a
Uds. mismos las palabras de Jesús:
Amontonad más bien tesoros en el cielo,
donde no hay polilla ni herrumbre que
corroan, ni ladrones que socaven y roben
(Mt 6, 20). Es una deuda con nosotros
mismos, y lo necesitamos para dar
ejemplo a nuestros familiares y amigos, de
los cuales la mayoría se ha convertido
increíblemente en materialistas. Debemos
recordárselo a través de nuestra frugalidad
en el uso de las cosas, la modestia en lo
que vestimos, y por la simplicidad de las
cosas que usamos. Si eres cristiano, debes
vivir como alguien convencido que aquí
no tenemos una ciudad permanente, sino
que buscamos el Reino de Dios.
En segundo lugar, debemos vencer
nuestros sentimientos de inseguridad
financiera con la generosidad. Hay que ser
generosos cuando estás seguro e incluso
cuando tu seguridad es puesta a prueba. Si
tienes poco para dar, dalo alegremente.
Recuerda a la viuda, a quien el Señor
alabó porque dio todo lo que tenía al
tesoro del templo.
Lo tercero, es que debemos dar
ejemplo de generosidad. Un anciano
sacerdote, que no está ya muy bien, hace
sus compras de Navidad en pocos minutos
y a su vez da un gran ejemplo a toda su
familia. Suele enviarme recuerdos de
todos sus familiares y amigos, y me da
dinero para comprar la comida de los
pobres con el nombre de cada uno de de
sus familiares. Sus parientes a su vez
reciben una nota en la que les avisa que p.
Eduardo arregló pagar con sus nombres
una comida para los pobres en Navidad.
Estas notas no sólo les consiguen las
oraciones de los pobres y de nuestra
comunidad por ellos, sino también que les
dan un gran ejemplo. El Cardenal Cooke
solía decir: “El mejor regalo que un amigo
puede dar a otro es la oración”. Tan sólo
piensa en toda la basura, los juguetes tan
caros (no me refiero a los juguete de los
niños sino a los de los adultos), la basura
que se compra en Navidad y se regala a
gente que no la necesita o ni la quieren o
no saben qué hacer con ella. Nosotros
queremos dar cosas pequeñas que son
atractivas, tal vez un poco inusuales. Eso
es laudable. Pero si miras los precios de
las cosas que se publican en las listas de
propaganda para “la gente que lo tiene
todo”, te das cuenta que no lo tienen todo;
no tienen quienes hagan una oración por
ellos. Algunas de las personas que lo
tienen todo, no tienen alguien que rece por
ellos, y solo acostumbran decir muy pocas
oraciones.
No os amontonéis tesoros en la tierra,
donde hay polilla y herrumbre que
corroen, y ladrones que socavan y roban.
Amontonaos más bien tesoros en el cielo...
(Mt 6, 19-20). Estas no son las palabras de
San Pablo, o San Juan, o San Pedro. Son
las palabras de Jesucristo. Son palabras
sugestivas y sorprendentes. Quienes hayan
seguido esas palabras alcanzarán una
seguridad que nadie se las podrá quitar.
Saben donde están parados, y hacia donde
van, mientras el mundo no sabe donde se
encuentra o hacia donde va. Estamos
parados justo en frente a una pared
invisible. Y al otro lado de esta pared
invisible esta la realidad eterna. El poeta
místico William Blake observó muy bien
que en el otro mundo hay una puerta. De
un lado de esta puerta está la puerta del
Cielo. Del otro lado la puerta del Infierno.
La realidad de Dios no cambia ni puede
ser cambiada, es una realidad
increíblemente tan hermosa e incapaz de
ser explicada con palabras, como la
recompensa para quienes siguen a Dios.
Hay una realidad tan terrible y tan horrible
que es imposible de ser expresada con
palabras, para quienes no siguen a Dios. El
hombre moderno se preocupa de su propia
seguridad. Más bien ellos deberían temer,
porque su mundo se dirige rápidamente
hacia el paganismo, y el paganismo
provoca la ceguera sobre el verdadero
sentido de la vida.
Oración
O Dios, Padre nuestro, Tú nos das nuestro
pan de cada día. Nos das lo que
necesitamos y muchas veces mucho más
de lo que necesitamos. Nos dices en las
Palabras de tu Divino Hijo que confiemos
en Ti, y nos fiemos de Ti en todas las
cosas. Muchas veces nos llenamos de
miedo. Tememos perder nuestra
seguridad, nuestra posición en la vida,
nuestra salud, nuestra reputación, lo que
nosotros consideramos “importante”.
Tememos vivir y aún más tememos morir.
Danos tu Espíritu Santo para que podamos
encontrar paz en Ti. Fortalécenos en los
momentos de necesidad. Sobre todo, tu
Santo Espíritu nos enseñé a ver lo que es
verdaderamente importante y a renunciar a
lo que no es verdaderamente importante y
que quizás sea un obstáculo en nuestro
camino hacia Ti. El Señor Nuestro
Jesucristo, el pobre carpintero de Nazaret,
el predicador ambulante sin techo que lo
cobijara, el hombre condenado a muerte y
privado de las cosas de esta tierra,
incluyendo la vida, sea nuestro modelo.
Haz que no deseemos estar más seguros de
lo que Él estuvo. Y que cuando las cosas
nos sean quitadas y nuestra seguridad se
desvanezca, sea su ejemplo y vida, una luz
que nos guíe por el breve viaje de esta
vida. Padre Celestial, sólo tú tienes
riquezas que el tiempo no puede arrebatar.
Sólo Tú puedes darnos el Reino que no
perece. Pedimos, Señor, que por el
ejemplo de tu Hijo y la gracia de tu
Espíritu Santo, nosotros y todos nuestros
seres queridos tengamos la verdadera
seguridad basada en la aceptación de Tu
Divina Voluntad. Que tengamos ojos para
ver más allá de este mundo y corazones
para amar aquello que no pasa, sino que
permanece para siempre. Amén.
CAPÍTULO 4: CUANDO LA IGLESIA NOS
HA DEFRAUDADO
8
SAN AGUSTÍN, La Ciudad de Dios, libro XIX, cap. 5.
¿Qué hacer?
Todos hemos sido heridos por algunas
personas de la Iglesia, quizás incluso por
sus autoridades. Cuando esto ocurre, lo
primero que hay que hacer es serenarse.
De hecho, es una buena medida cuando
has sido lastimado por quien sea. Sal a
caminar y cálmate. Los irlandeses tienen
un dicho: “Consúltalo con tu almohada”,
lo cual quiere decir: descansa bien. Luego
pregúntate, cuando estés calmo: “¿Es este
un verdadero problema?” “¿Acaso no
esperé demasiado de un hombre mortal?”
“¿Busco acaso en la Iglesia algo que
legítimamente pueda esperar?” La
respuesta probablemente sea: “Sí”. Y
parece razonable e incluso justo. Pero no
puedo exigir un trato absolutamente
amable y de confianza, ya que Jesucristo
mismo no lo encontró en muchos de los
miembros de la Iglesia que Él mismo
fundó. Como hemos visto, la Iglesia
siempre se edifica con personas débiles.
Cuando somos heridos por algún miembro
de la Iglesia, debemos reconocer que el
problema es que “la Iglesia” puede ser
incoherente. Las personas en la Iglesia
pueden ser agradables un día y malvadas
al día siguiente. Más aún, durante el
mismo día y en la misma parroquia, viven
quienes son extremadamente caritativos
junto con quienes son casi brutales en el
trato con los demás.
Entonces me tengo que preguntar:
“¿No me apoyo demasiado en los hombres
de Iglesia?” “¿Acaso ese exagerado apoyo
en los hombres no afectó mi abandono y
confianza en Dios y en su Hijo?” Lo sabes
muy bien, hay muchas personas que tienen
experiencias muy positivas en la Iglesia.
Fueron a una escuela católica, aprendieron
muchísimo. Fueron parte de algún grupo o
movimiento de Iglesia, y eso fue lo más
positivo que han hecho en toda su vida.
Piensan que eso va a durar para siempre.
Es lo que se llama la “luna de miel”, pero
no dura para siempre. Todo pasa. No te
apoyes demasiado en un grupo particular
de la Iglesia. Confía en Dios.
Hazte oír
Si las cosas no están tan mal, pero son
algo inquietantes, haz ruido
inteligentemente. Lamentablemente, la
mayoría de las veces, las manifestaciones
que la gente hace, no son muy inteligentes.
Lo aprendí porque muchas veces tuve que
oír las quejas de la gente, y al fin y al
cabo, la mitad de las quejas no tenían
sentido. Son tontas o triviales o
desproporcionadas. A veces las quejas son
justificadas, pero quien se queja llega con
un hacha en mano. Mientras tú haces todo
lo posible por ayudar a la Iglesia local,
intentando representar el Cuerpo Místico
de Cristo en este mundo estropeado en el
cual vivimos, aparece alguno molesto
porque un sacerdote usa ornamentos
azules en tiempo de adviento o algo
parecido. Muchos católicos devotos pero
confundidos, no saben como distinguir
entre algo herético y algo simplemente
ridículo.
Oración
O Señor Jesús, cuando caminaste por este
mundo experimentaste mucho rechazo... el
rechazo de tus familiares en Nazaret y el
de las personas que encontraste en Israel, e
incluso la traición de tus propios
Apóstoles. Esto no te detuvo, a pesar de
que lloraste por Jerusalén y te lamentaste
profundamente por la defección de tus
amigos. Los amaste hasta el fin. Nos diste
también la Iglesia y la llamaste tu Iglesia.
Sufriste y moriste por la realidad mística
que llamamos tu cuerpo, la unión de
quienes en la vida eterna estarán salvados
y unidos a Ti. Ayúdanos, Señor, cuando
algún miembro de la Iglesia nos hiera.
Ayúdanos a no vivir amargados, a no
rebelarnos, a no esperar demasiado de los
hombres, sino que siguiendo tu propio
ejemplo y el de tus santos, permítenos
amar sin rebelarnos. Ayúdanos a aceptar y
a corregir sin amargura. Ayúdanos a servir
sin esperar una recompensa a cambio. En
este tiempo difícil, derrama tu gracia sobre
los hijos de tu Iglesia para que podamos
enfrentar de pie los ataques y escándalos
de nuestros tiempos. Por tu gracia llama a
quienes son enemigos de tu Iglesia a
convertirse en sus amigos y miembros, así
como en otro tiempo llamaste a Pablo para
ser siervo de tu Iglesia. Ayúdanos, Señor,
en medio de toda esta confusión, a creer
en tus palabras enseñadas por medio de tus
Apóstoles a toda la Iglesia. “He aquí que
yo estaré con vosotros hasta el fin del
mundo”. Amén.
CAPÍTULO 5: CUANDO NOS
CONVERTIMOS EN NUESTROS PEORES
ENEMIGOS
Caminar en la fe
Tan sólo piensa en alguna de las
formas en que una persona puede
complicarse. La más obvia es el obrar
precipitado, tan sólo darle para adelante y
hacer cosas sin considerar sus
implicancias y todas las cosas que se
seguirán como consecuencia. Mucha gente
devota dice: “No lo puedo resolver, así
que voy a dar un gran salto en pura fe y
arrojarme... en una piscina vacía”. He oído
decir: “¡Voy a dar un paso en la pura fe!”
¿Por qué no das, al mismo tiempo, un paso
en el sentido común? No culpes a Dios si
estás caminando al borde de un precipicio.
El error opuesto consiste en pensar las
cosas tan detalladamente y ser tan cautos
que dejamos de hacer lo que se supone
debemos hacer. Como cristianos se supone
que caminemos guiados por la fe, pero a
menudo nos quedamos sentados en la
confusión. Algunos, por no saber qué
hacer, simplemente no hacen nada. A esta
peligrosa actitud la llamo: “el fenómeno
Titanic”. En el Titanic, la tranquila noche
de invierno, cuando el mar estaba muy
calmo, el gran buque chocó contra un
iceberg, mucha gente prudente no se subió
a los botes salvavidas. Se dijeron a sí
mismos: “Este es una gran barco, no
puede hundirse”. A pesar de que no había
suficientes botes salvavidas para todos,
sobraron al menos doscientos lugares sin
ocupar cuando el Titanic se hundió.
Supongo que algunos de los que sí
subieron a los botes salvavidas, se habrán
dicho a si mismos: “voy a aparecer
totalmente ridículo cuando vuelvan a subir
del mar este botecito al barco, dentro de
unas seis horas, y yo haya estado
esperando aquí en el mar”. Sin embargo,
esas personas vieron cómo el gran barco
se hundió. Es difícil saber qué hacer.
Puedes rezar muy fervorosamente y aun
así cometer grandes errores. Lo más
misterioso es que aun cuando cometemos
grandes errores, de todas maneras, ocurren
cosas buenas. No es fácil ser un hombre
responsable. La razón para explicar todo
esto, muchas veces la olvidamos, y es el
pecado original.
Negar la realidad
Otra forma efectiva de hundir el propio
barco es negar el peligro evidente y
caminar hacia él. En psicología hablamos
de mecanismos de defensa, modos
inconscientes de deformar las realidades
con las cuales creemos no poder lidiar.
Considera al profesional exitoso que fuma
dos paquetes de cigarrillos por día. Le han
dicho miles de veces: “Eso es muy
peligroso para tu salud”. Y él responderá:
“Sabes, Golda Meir solía fumar dos
paquetes diarios y vivió hasta los setenta”.
Este fumador empedernido ignora el
ejército de personas que fumaron dos
paquetes diarios y ni si quiera llegaron a
los cincuenta. Todos negamos los peligros
evidentes. En este mismo momento hay
resquebrajamientos aterradores y grietas
en la Iglesia, muchos signos de desunión.
Sin embargo, muchos de los responsables
niegan estos peligros. Fingen que no están
allí. Lo mismo podría decirse del estilo de
las democracias del Oeste cuando ignoran
los reclamos y necesidades del Tercer
Mundo.
Hace algunos años, se hizo un estudio
sobre el modo de promover vocaciones en
las comunidades religiosas de Estados
Unidos. Escribí a la conocida agencia que
financió este estudio. El sacerdote que
dirigió este estudio era bastante objetivo y,
en consecuencia, muy crítico respecto a
los programas vocacionales. La persona de
esa oficina que respondió a mi llamado
sostenía que ese estudio nunca se había
hecho. Sin embargo lo leí en varios
periódicos a la vez. El autor comenzaba su
artículo diciendo que había una sola
palabra para describir el trabajo
vocacional actual: “catastrófico”. ¡Todas
las congregaciones que estudió le dijeron
que tenían la mejor propaganda
vocacional! Esto se llama negar la
realidad. El mecanismo de defensa de la
negación es una de las formas más
peligrosas del comportamiento humano.
Fue Neville Chamberlain, el primer
ministro inglés, quien volvió a su casa
después de su encuentro con Hitler y dijo:
“habrá paz en nuestros tiempos”. Negó la
evidencia de sus sentidos.
Hay quienes dicen que la Iglesia está
obrando espléndidamente. Están todos
muy contentos. Mira desde el puerto. La
sustancia azul que ves no es cielo. Es
agua. Las cubiertas están a flor de agua.
Hemos perdido prácticamente el 50 por
ciento de los católicos practicantes en
treinta años. Lo que sea esté sucediendo,
la dirección no es buena. Muchas de las
órdenes religiosas que nos formaron, están
en vías de extinción. Sin embargo piensan
que les está yendo de maravillas.
11
Papa PÍO XI, Mit brennender Sorge (Sobre la presente
posición de la Iglesia Católica sobre el Imperio de
Alemania), Marzo de 1937.
el resto de tu vida, puro colesterol
psicológico. ¿Cuánta gente gasta gran
parte de sus energías en lamentarse, llorar,
estar tristes o volviéndose literalmente
locos por vivir con resentimientos hacia
quienes de algún modo les han fallado? Sí,
la gente nos falla. Algunos ni siquiera
saben que nos fallaron; otros no les
importa el habernos fallado. Algunos están
tan preocupados con sus propios
problemas, que ni siquiera saben lo que
hacen. Y a alguno ni les interesa. El lema
de los seguidores de Cristo debe ser:
“Sigue adelante. No mires atrás”. Si
nuestro Señor Jesucristo hubiera sido de
los que se preocupaban por sus propios
sentimientos heridos, ninguno de nosotros
hubiese sido salvado.
Misericordiosamente, Dios no nutre
ningún sentimiento de rencor. Para nuestro
bien espiritual, como también psicológico,
debemos perdonar a aquellos que nos han
ofendido.
13
COVENTRY PATMORE, “The Toys”, Anthology of
Catholic Poets, ed. Joyce Kilmer (Garden City, N.Y.:
Doubleday, Image Books, 1955), 195.
clara, Jesús lo dijo a sus confundidos y
auto-destructivos apóstoles: No se turbe
vuestro corazón ni se acobarde (Jn 14,
27). Yo estoy con vosotros todos los días
hasta el fin del mundo (Mt 28, 20). No
importa lo que pase, cree que esto es
verdad.
Oración
Padre Celestial, no suelo rezarte con
mis propias palabras, uso en cambio la
oración que nos enseñó tu Hijo. Ahora,
reconociendo mi propia auto-
destructividad, mi propia tendencia a
cometer verdaderos errores que intento
evitar, me vuelvo hacia Ti en busca de
ayuda. Tu sabiduría sabe, más allá de lo
que podamos pensar, que somos los hijos
de una raza caída, que llevamos heridas
misteriosas que nos causan daño o incluso
destruyen las cosas que realmente nos
traerían paz y gozo. Tú nos enviaste a tu
Hijo Único para salvarnos a todos, aun a
aquellos que conspiraron para destruirlo.
A pesar de que lo amo y confío en Él, me
pregunto qué hubiera hecho yo si hubiese
estado entre aquellos que el desafió y
llamó a ir más allá de sus estrechos,
egoístas asuntos. Nada en mi vida me
convence de que yo hubiese estado entre
los pocos que permanecieron de pie a su
lado. Y por lo tanto, reconozco, que
muchas veces le fallo aun ahora, y dejo sin
usar y desaprovecho las oportunidades que
me da para servir mejor a Él y a quienes lo
necesitan, y que lo representan tan bien.
Padre, quédate conmigo cuando fallo y les
fallo a quienes me han sido dados para
servirles. Corrige mis errores. Ilumina mi
oscuridad. Endereza mis caminos. Y sé
paciente con mis necedades. No te pido
que impidas mis errores, pero sí que me
ayudes a ser paciente con los demás, como
Tú eres paciente conmigo. Amén.
CAPÍTULO 6: CUANDO LA MUERTE NOS
ROBA UN SER QUERIDO
El oscuro valle
Otra fuente de dolor es la misteriosa y
oscura puerta de la muerte, la sombra de la
muerte, el entierro del cuerpo, el silencio
de la tumba, la ausencia de respuesta por
15
CONVENTRY PATMORE, “If I Were Dead”, Anthology of
Catholic Poets, ed. Joyce Kilmer (Garden City, N.Y.,
Doubleday, Image Books, 1955), 197.
parte del ser querido que ha muerto, el
hecho que incluso entre creyentes devotos
haya muy pocos casos conocidos de
comunicación de los muertos con este
mundo. Aunque estos casos no sean tan
extraños como uno puede pensar, sí son
raros; y a menudo, cuando suceden, hay
un natural escepticismo por el hecho que,
la gente experimenta a menudo aquello
que necesita experimentar, especialmente
cuando están sufriendo. Algunas personas
sanas, educadas, con los pies sobre la
tierra, me han contado de alguna
experiencia o clara impresión acompañada
de algún signo de confirmación, que
provenía aparentemente del ser amado
muerto. Sería un prejuicio sin fundamento
el desechar simplemente estas
advertencias como si fuesen producto de
la lucha desesperada de la mente para
consolarse. Por otra parte, ninguna de
estas experiencias ha sido algo que
podamos utilizar como una prueba de la
inmortalidad del alma. Carecen de la
claridad de los relatos de la Resurrección
de Cristo, y además casi nunca fueron
percibidos por otras personas al momento
en que ocurrieron. Para la mayoría de los
vivos, la muerte es un oscuro camino por
el cual el ser querido ha pasado al silencio.
La fe es la única luz que ilumina ese
camino, como una pequeña lámpara que
señala un largo túnel, que revela muy
tenuemente la realidad que está del otro
lado.
El aguijón de la muerte
Repetidas veces, San Pablo,
especialmente en la Epístola a los
Romanos, afirma que la muerte es una
consecuencia del pecado. Por tanto, como
por un solo hombre entró el pecado en el
mundo y por el pecado la muerte y así la
muerte alcanzó a todos los hombres, por
cuanto todos pecaron (Rom 5, 12). Pues el
salario del pecado es la muerte; pero el
don gratuito de Dios, es la vida eterna en
Cristo Jesús Señor nuestro (Rom 6, 23).
Una enseñanza extraña, ¿no es cierto?
¿Significa esto que si el mundo no hubiera
caído, si nuestros primeros padres no
hubiesen pecado, no habría tales cosas
como la muerte, y viviríamos sin fin en
este mundo? Esa es una idea desagradable.
¿O significa que alguna grandiosa carroza
descendería alguna vez ocasionalmente, y
aquellos que estuviesen listos para partir a
la vida más allá de esta, podrían subirse, y
los familiares y amigos podrían estar allí
para despedirse, algo así como los barcos
para turistas de los primeros tiempos?
Consecuentemente, el proceso biológico
de la vida en este mundo, hubiese tomado
su costo. Pero en un mundo que no
hubiese caído, todos se darían cuenta que
los que irían al más allá, entrarían
inmediatamente en el Reino de Dios. Sería
motivo para festejar. En tal mundo, la
gente no estaría tan dependiente
emocionalmente y en consecuencia no
quedarían heridos por sus seres queridos.
El pasaje de un ciudadano del mundo no
caído sería muy semejante a una
graduación. Todos sabrían hacia donde va,
y que simplemente hizo falta una pequeña
prueba para llegar allí. También habría
lágrimas como las de aquellos que se
despiden en el puerto de sus familiares que
parten en un crucero de diez días para
festejar sus bodas de oro.
21
“The changing Faces of Arthur Ashe: From Private
Pain to Public Servicio”, en New York Times, Sección
Deportiva, Domingo 25 de Octubre de 1992.
frecuentemente han tenido una hermosa
muerte rodeados de discípulos que
cantaban y rezaban al Señor. Sin embargo
Jesús murió rodeado de sus enemigos y
soportó por nosotros la muerte más difícil.
Eso fue una verdad consoladora para
Arthur Ashe, y también puede serlo para
ti.
Aprendiendo de la muerte
La muerte es una influyente maestra y
tiene muchas lecciones para darnos.
Aprende de la muerte que nada en este
mundo dura para siempre, que en esta vida
todo pasa. Aprende de la muerte a no
apegarte a nada de tal manera que no
puedas irte sin eso. En cambio, aprende a
dirigir todas tus cosas a la eternidad. No te
sientas tan cómodo con nada en este
mundo, porque no estarás preparado para
dejarlo. La fe nos da el inmenso consuelo
de saber que todas las cosas buenas, cosas
que tuvimos en esta vida, nos serán
restituidas al otro lado de la tumba pero de
un modo inmensamente más hermoso. Es
natural que le tengamos miedo. No
sabemos cómo es la muerte. Ni el ojo vio,
ni el oído oyó, ni al corazón del hombre
llegó, lo que Dios preparó para los que le
aman (1Cor 2, 9). Pero sabemos, pues
Cristo nos dice: En la casa de mi Padre
hay muchas mansiones (Jn 14, 2).
Deseo tanto, en atención a los
creyentes y a los que buscan saber sobre
esto, al punto que he suplicado por una
prolongada enfermedad terminal. Espero
que el Señor me de tiempo para grabar
algunas reflexiones sobre la actitud
cristiana ante la muerte mientras me esté
muriendo. Ese tipo de testimonios
deberían ser convincentes. Ya hablé con
las hermanas de San Pablo, que publican
videos, y con las Dominicas de
Hawthorne, que cuidan a los moribundos,
y tal vez podamos llegar a un acuerdo.
Ellas traerían las cámaras, mientras me
reciben en la casa del Rosario. Veremos si
para entonces estoy lúcido como ahora.
Debería contraer cáncer lo más pronto
posible, si es que voy a contraer algo, para
poder ir a la casa del Rosario. Quisiera dar
este mensaje: «No huyas de la muerte. No
luches contra la muerte. Y cuando la
muerte te esté robando algún ser cercano,
por Dios, reza. Reza prolongadamente,
reza bien, reza incluso desesperadamente,
reza desde lo más profundo de tu corazón.
Es patético asistir a funerales en los cuales
nadie reza».
23
Rev. George Kosicki, C.S.B.; Now is time for Mercy
(Ahora es tiempo para la Misericordia) (Steubenville,
Ohio; Universidad de Prensa Franciscana, 1991), 8-11.
Cristo y decir: “¿No?” La respuesta es que
no me puedo salvarme a mí mismo, pero
debo dar mi consentimiento a mi propia
salvación. De qué modo Dios llama a dar
este consentimiento es algo muy
misterioso. Deberíamos estar
esperanzados incluso por los que han
llevado una vida de pecado. No estés
celoso de ellos. Nosotros hemos recibido
mucho más que ellos. Muchos
aparentemente no han recibido mucho. Tal
vez fueron ricos, tal vez sus vidas
estuvieron llenas de placer, pero era tan
sólo una hueca burbuja. Tú y yo somos las
personas verdaderamente ricas. Si tenemos
la fe y los sacramentos, somos
verdaderamente ricos, con un tesoro que
no perece.
San Juan de la Cruz enseña que el sol,
la luna, las estrellas, la tierra, el mar, el
tiempo, la eternidad y la Madre de Dios,
todo nos pertenece. No podemos ser
pobres. No podemos ser completamente
desafortunados. Tenemos a los ángeles y
santos por amigos. ¿Quién posee la tierra?
Nuestro Padre Celestial. Nosotros no
somos pobres. Los mundanos, los no
creyentes, los manipuladores, los que
usurpan, ellos sí son pobres. Han invertido
sus vidas en basura. Invierte tu vida en la
eternidad si eres un creyente. Fíjate que
los que tienen salud y son verdaderamente
creyentes actúan de la misma manera que
los otros creyentes. Son generosos con lo
que tienen. Tienen ante sus ojos muy claro
que sólo se llevarán con ellos lo que hayan
dado.
24
John Henry Newman, Meditations on Christian
Doctrine, XXIII, Prayers, Verses and Devotions, XXIII,
(San Francisco 1989), 443-44.
esforzamos por aceptar completamente la
salvación cuando estamos en la tierra, pero
la mayoría de nosotros nunca hemos
abierto el corazón completamente a la
salvación. Esto es lo que sucede en el
Purgatorio. Dios no cambia mientras
nosotros estamos en el Purgatorio. Somos
nosotros quienes cambiamos.
¿A qué se parece?
Puede que sean algunos, o muy pocos,
o incluso que, ninguno de los que nosotros
queremos, entre en la vida eterna. Es
realmente demasiado terrible escribir algo
sobre eso. Es una realidad tan
estremecedora como el que Jesucristo
haya muerto para que seamos salvados del
infierno. Prefiero más bien dirigir la
atención hacia nuestra meta eterna. Frank
Sheed solía decirme: “He oído una docena
de buenos sermones sobre el infierno, pero
nunca escuché un buen sermón sobre el
cielo”. Y el Señor sabe, que yo no podría
predicar uno. Ese antiguo gran apologista
católico decía: “Todos los predicadores
me parecen capaces de celebrar una
liturgia eclesial eterna, que no resulta muy
atractiva. (He estado en liturgias eclesiales
que me parecían interminables). Puedes
imaginarte un sin número de monaguillos
llevando incienso en una procesión o el
Coro Mormón en una grabación
interminable. Ninguna de estas cosas es
algo terriblemente atractivo”. ¿A qué se
parece el cielo? No te lo puedo decir, pero
tenemos un indicio y está precisamente en
la Biblia. Estas palabras son,
lamentablemente, poco familiares a la
gente. Recientemente estuve presente en
las exequias de un hombre que murió de
Sida pero que había sido un carismático
muy activo. Fue un hombre muy devoto
desde que volvió a la Iglesia y aun no
sabía que ya tenía Sida por su vida
anterior. Estaba bien preparado. Cuando
leí estas palabras, había otros carismáticos
presentes, y nadie parecía saber en que
parte de la Biblia se encontraban estas
palabras. Inclusive los Protestantes
Evangélicos que estuvieron presentes no
parecían estar familiarizados con estas
palabras. Yo estaba sorprendido. Yo las
leo seguido. Están en las últimas palabras
de la Biblia. Nos dicen algo sobre a que se
parece el Reino de Dios.
Luego vi un gran trono blanco, y al
que estaba sentado sobre él. El cielo y
la tierra huyeron de su presencia sin
dejar rastro. Y vi a los muertos, grandes
y pequeños, de pie delante del trono;
fueron abiertos unos libros, y luego se
abrió otro libro, que es el de la vida; y
los muertos fueron juzgados según lo
escrito en los libros, conforme a sus
obras. Y el mar devolvió los muertos
que guardaba, la Muerte y el Hades
devolvieron los muertos que guardaban,
y cada uno fue juzgado según sus obras.
La Muerte y el Hades fueron arrojados
al lago de fuego - este lago de fuego es
la muerte segunda - y el que no se halló
inscrito en el libro de la vida fue
arrojado al lago de fuego.
Luego vi un cielo nuevo y una tierra
nueva - porque el primer cielo y la
primera tierra desaparecieron, y el mar
no existe ya. Y vi la Ciudad Santa, la
nueva Jerusalén, que bajaba del cielo,
de junto a Dios, engalanada como una
novia ataviada para su esposo. Y oí una
fuerte voz que decía desde el trono:
«Esta es la morada de Dios con los
hombres. Pondrá su morada entre ellos
y ellos serán su pueblo y él Dios - con -
ellos, será su Dios. Y enjugará toda
lágrima de sus ojos, y no habrá ya
muerte ni habrá llanto, ni gritos ni
fatigas, porque el mundo viejo ha
pasado». Entonces dijo el que está
sentado en el trono: «Mira que hago un
mundo nuevo». Y añadió: «Escribe:
Estas son palabras ciertas y
verdaderas». Me dijo también: «Hecho
está: yo soy el Alfa y la Omega, el
Principio y el Fin; al que tenga sed, yo
le daré del manantial del agua de la
vida gratis. Esta será la herencia del
vencedor: yo seré Dios para él, y él será
hijo para mi» (Ap 20, 11-; 21, 1-7).
¡Yo creo esto! Yo lo creo completa y
absolutamente, a pesar de las palabras
mismas, porque son palabras humanas,
incapaces de comunicar o contener la
realidad completa. Pero cuando la vida
pierde su sentido, cuando las cosas
parecen totalmente imposibles, y todo está
perdido, y experimento una de esas
pequeñas muertes que nos preparan a
todos para la gran muerte, cuando esto
sucede, pienso en esas palabras. Y digo:
Yo sé que mi Redentor vive, y que en el
último día, resucitaré del polvo (cfr. Job
19, 25). Amen.
Oración
Oh Santo Espíritu, ilumina mi mente
para que la muerte no sea mi enemiga, que
no la tema de una manera no conveniente
para un cristiano, que no huya de la
muerte, para que cuando la muerte llegue
y se lleve a mis seres queridos, pueda
recibirla bien, como una liberación de esos
seres de este valle de lágrimas, a pesar que
yo mismo quede profundamente
conmovido, e incluso privado, por su
partida de este mundo. Permíteme saber
que la muerte nos recuerda a cada uno de
nosotros la infinita realidad de la vida
junto a ti. Permíteme ver todas las cosas
en la perspectiva de la muerte y de la vida
eterna. Y no dejes que me llene de temor
ante la previsión de mi muerte o la
experiencia de la muerte de mis seres
queridos. Más bien, fortalece mi fe, para
que en medio de este mundo que cambia
yo pueda estar siempre más cerca de Ti,
que nunca cambias y que me esperas a mí,
y a mis seres queridos junto con el Padre y
el Hijo en la vida sin fin. Amén.
CAPÍTULO 7: ¿CÓMO ACTUAR CUANDO
TODO SE DERRUMBA?
La Divina Providencia
En cualquier ocasión en que llegan
hasta mi, personas que se les ha arruinado
la vida, siempre recurro a uno de mis
libros favoritos: Abandono a la Divina
Providencia, de Jean-Pierre de Caussade,
S.J.25
Te recomiendo vivamente que consigas
este libro y medites en él, si estas en
cualquier situación desesperada. El padre
de Caussade (+1751) dejó escritas una
serie de conferencias a religiosas de
clausura sobre la total confianza en Dios
durante los tiempos de conmoción y
escándalos morales en la Francia del siglo
XVIII. Estas conferencias y algunas cartas
han sido publicadas. Soy uno de los
cientos de miles que, a lo largo de los
años, se han beneficiado inmensamente de
sus conferencias y cartas. Su enseñanza se
encuentra resumida en la siguiente carta a
una religiosa.
“Experimento aquí el constante
cuidado de la Divina Providencia, tan
25
JEAN-PIERRE DE CAUSADE, S.J., Tratado del Santo
abandono a la Divina Providencia, .
pronto como sacrifico todo a Dios, que
Él encuentra un remedio para todo y me
hace encontrar lo que necesito. Cuando
me encuentro sin recursos, me pongo
completamente en manos de la Divina
Providencia. Espero todo de Ella, he
recurrido a Ella en todo y para todo;
agradezco a Dios incesantemente por
todo, recibiendo todo de su divina
mano. Y nunca nos falla, siempre que
pongamos toda nuestra confianza en su
protección. Pero ¿qué hace la gente
comúnmente? Intentan sustituir con su
propia ceguera e impotente previsión la
infinitamente sabia y bondadosa
providencia de Dios; se apoyan en sus
propios esfuerzos, y haciendo esto se
ponen ellos mismos fuera del orden del
amor divino y pierden toda la ayuda que
hubieran tenido de haber seguido ese
orden. ¡Qué necedad! ¿Cómo podemos
dudar de que Dios entienda nuestros
intereses mucho mejor que nosotros
mismos, y que sus disposiciones de los
hechos con respecto a nosotros sea
mucho más ventajosas, aun cuando no
las entendamos? ¿No bastaría un poco
de sabiduría para decidirnos a permitir
ser guiados con docilidad por su
Providencia, más allá de que no
alcancemos a entender todos las
secretas fuentes que Dios pone en
acción, o los fines particulares que Él
tiene en mente?”26.
En tu vida, cuando las cosas comienzan
a derrumbarse, aparentemente hechos que
suceden fortuitamente, tal vez por mala
voluntad de algunos, o por una
enfermedad terminal, o la muerte, o la
inseguridad económica, o la pérdida de
una posición, cuando las cosas comienzan
26
JEAN-PIERRE DE CAUSSADE, SJ, Self Abandonment to
Divine Providence and Letters, (Autoabandono a la Divina
Providencia y Cartas) trad. Algar Thorold (Rockford, III.:
Tan Books, 1959), 115.
a desmoronarse, ¡por Dios, reza! Pero no
la oración que te sirva para decirle a Dios
lo que Él debe hacer. Esa no es una
oración que ayude mucho. Dios ya sabe lo
que tiene que hacer. Sino reza la oración
que te de la confianza de que estás en las
manos de Dios.
En una Semana Santa, oí confesiones
en la isla Riker, la penitenciaria de Nueva
York. Estaba en la sección que llamada “el
Bing”, que es la sección para gente que ha
sido rechazada incluso de la zona de
máxima seguridad. Los internos pasan 23
horas diarias en sus celdas. Sin radio,
nada, tan sólo una celda. La mayoría de
estos pobres hombres estaban en camino
hacia “el Bing” antes de haber puesto un
pie sobre la tierra. Casi todos provienen de
las más difíciles circunstancias, y aun así
algunos saben como rezar. Debo admitir
que sus oraciones parecen como si
quisieran involucrar a Dios en algo. Rezan
como estafadores, porque es el modo en el
cual hacen todo. Muchos están
cumpliendo sentencia de por vida, en
plazos ahora de cinco años, luego de diez.
Mi sermón fue muy simple: “Mantengan
sus ojos abiertos, sus bocas cerradas, sus
manos en sus bolsillos, y caminen, no se
escapen de los coches de la policía; y
recen”. De algún modo, misteriosamente,
aun estos hombres desesperados saben
cómo rezar. Tú sabes cómo rezar.
Ciertamente el rezar, es algo que todos
llevamos dentro. No me refiero a las
bonitas oraciones o meditaciones, sino a la
oración nacida de una fe desesperada. Tú,
yo, todos sabemos cómo rezar en los
momentos de tinieblas.
Uno de mis autores espirituales
favoritos, el beato Julián de Norwich,
resume hermosamente este pensamiento:
“Cuando el alma esta agitada por la
tempestad, atribulada y desgarrada por
las preocupaciones, entonces es tiempo
de rezar. De tal manera que vuelve al
alma deseosa y capaz de responder al
llamado de Dios. Pero no existe ningún
tipo de oración que pueda hacer a Dios
más atento para ayudar al alma, porque
Dios esta siempre atento a socorrernos.
Y por eso he visto que siempre que
sentimos la necesidad de rezar, el Buen
Dios nos continúa sosteniendo en
nuestro deseo. Y cuando por una
especial gracia suya, lo vemos
claramente, sabiendo que no
necesitamos nada más, entonces lo
seguimos y Él nos atrae hacia sí por el
amor. Ya lo tengo visto, este es el
incesante y maravilloso trabajo de Dios
en todo, que así sucede, que lo hace
bien, que su trabajo lo realiza tan
sabiamente y con tal poder que está más
allá de lo que podemos imaginar, o
sospechar, o pensar”.27
Recuerdo un hombre con quien he
estado trabajando, en una situación
devastadora, me mencionó la situación en
la que se encontraba cuando renunció a su
trabajo. Un hombre de profunda oración y
penitencia, dijo: “Es mejor perder una
posición que perder el alma”. Es
importante hacer lo que ese hombre hizo
cuando la vida se derrumba. Es
sumamente importante creer que aun en
las situaciones más espantosas, Dios está
trabajando por nuestra salvación. Por
medio de la oración, las buenas obras, de
una vida de entrega, cargando la Cruz, uno
puede dar a Dios la posibilidad de sacar
bienes del mal. Es tan sólo por un mal uso
del misterioso poder de la voluntad
27
Daily Readings with Julian of Norwich, ed. Robert
Llewelyn, trad. Sheila Upjohn (Springfield, III.:
Templegate, 1985), cap. 43, n. 14.
humana, que podemos detener a Dios para
que no saque bienes de los males. ¿No es
eso lo que la Pasión y Muerte de
Jesucristo nos dicen?
Estamos todos preocupados por la
Iglesia de nuestros tiempos. Créanme,
hubo un tiempo en que estuvo peor. El
peor día para la Iglesia Católica fue el
primer Jueves Santo. En ese día Judas
Iscariote traicionó a Jesús por treinta
piezas de plata. Los otros apóstoles
huyeron. Sólo las santas mujeres,
empezando por Nuestra Señora,
permanecieron fieles a Cristo. ¿Qué
hicieron? Permanecieron en vigilia orante
cerca de Cristo. Parecían impotentes, pero
fueron fieles. Tuvieron fe.
Mi Redentor Vive
Hablé con una querida alma santa, una
hermana de clausura que es muy viejita y
está muriendo de cáncer. Ella dijo: “Estoy
lista para irme. Estoy ansiosa por
encontrarme con nuestro Señor”. Esta es la
respuesta que necesitamos recordar
cuando todo se derrumba. Y todo se
derrumbará. ¡La respuesta se llama Fe! Se
que mi redentor vive y lo veré en el último
día (Job 19, 25). La mayoría de la veces
no hay como explicar o comprender los
problemas o padecimientos de esta vida.
La vida es un misterio. Pero Jesucristo,
por su venida al mundo, ha traído la
respuesta al misterio de la vida. Es una
respuesta práctica, no teórica. ¿Por qué la
vida es así? No lo sé. Cuando finalmente
pase más allá de mi Purgatorio y tenga
ante mis ojos aquella realidad que Cristo
llamó la casa de su Padre, entonces lo
sabré. Por ahora la respuesta práctica es
que creo y sé que mi Redentor vive. O en
las poderosas palabras del Cardenal
Newman:
“El creador del hombre, la Sabiduría
de Dios, ha venido, no recubierto de
fortaleza sino de debilidad... En vez de
rico, se hizo pobre; en vez de honrado,
soportó la ignominia; en vez de la
felicidad, vino a sufrir... Él... ha
derramado toda su sangre en
satisfacción [por nuestros pecados]
cuando una sola gota hubiera bastado”.
Y luego el Cardenal suplica:
“O Jesús,... Tú eres aun un misterio... a
pesar de Tu [asombrosa] naturaleza, y
las nubes y oscuridad que la rodean, Tú
puedes pensar en mí con un afecto
particular. Tú has muerto para que yo
pueda vivir... [Ahora] como os adoro,
oh Amador de las almas, en tu
humillación, podré entonces admirarte y
abrazarte en tu infinito y eterno
poder”.28
Mi Redentor –tu Redentor- tiene el
derecho de ser llamado así porque sufrió
con nosotros como también por nosotros.
28
JOHN HENRY NEWMAN, Discourses to Mixed
Congregations, nn. 302-4, 315; en The Heart of Newman,
ed. Przywara (Londres: Burns and Oates, 1968), 156-58.
Dios nos podría haber salvado de una
manera más simple, menos terrible que
sujetándose a lo peor que los seres
humanos podrían hacer, pero Él quiso que
conocieras cuanto nos ama cuando
estamos en medio del dolor y del
sufrimiento. Seguramente la salvación no
necesitaba llegar por medio de la muerte
del Mesías. Pero es así como llegó, para
que supiéramos, en todos los sufrimientos
y penas de esta vida, que nuestro Creador
es también nuestro Redentor, que sacará
alegría de las penas, esperanza de la
desesperación, amor del odio, vida de la
muerte, eternidad del tiempo. Esa es
nuestra esperanza. Sólo esto tiene sentido.
EPÍLOGO
El Remedio que siempre funciona
Un ejemplo iluminador
Al estar por concluir este pequeño
libro, pienso en el gran ejemplo de un
amigo, el Cardenal Terence Cooke, quien
luchó silenciosamente con un cáncer por
casi una década. Se agolpan en mi
memoria un calidoscopio de escenas: él
parado debajo de la lluvia para saludar a la
gente que salía de la Misa pocas semanas
después que recibió la noticia de su
enfermedad terminal (desconocida para
todos nosotros), su paciencia ante las
críticas, su misericordioso perdón para sus
enemigos, su libertad frente a todo deseo
de venganza, su preocupación por el bien
de quienes estaban atribulados. El último
período de su enfermedad debió ser más
corto de lo que fue, sus últimos meses
deberían haber sido un tiempo de deterioro
gradual, sin embargo continuó trabajando
duramente por el bien de la Iglesia y de
todos quienes vivían en su esfera de
influencia. Durante las últimas semanas de
vida dividió su tiempo entre largos ratos
de oración y el escribir cartas importantes
sobre cuestiones relevantes, tales como la
vida y la paz en el mundo. Incluso escribió
una carta de consuelo para la archidiócesis
de Boston en ocasión de la muerte del
Cardenal Madeiros.29
Había un gran olvido de sí en este
hombre de verdadera sensibilidad. Uno no
podía notar su sensibilidad por alguna
queja suya, sino por su habilidad para
percibir los sentimientos de los demás,
para anticiparse a sus necesidades, y para
intentar evitar todo lo que hubiese sido
ofensivo para ellos. Muy pocas veces
habló de sus dolores y heridas, pero
inmediatamente y por costumbre ponía su
atención en las necesidades de los demás.
Recuerdo esto, en mi última visita cuando
él yacía moribundo en su residencia. Fue
el más tierno y cariñoso encuentro, y él
olvidó tanto sus sufrimientos presentes
29
Ver B. GROESCHEL Y T. WEBER, Thy Will Be Done: A
spiritual Portrait of Terence Cardinal Cooke, (Nueva
York,: Alba House, 1991).
como las heridas del pasado. Al día
siguiente me internaron en el hospital para
una operación del corazón, y él pidió a su
hermana y a un sacerdote amigo suyo que
me visitaran y me trajesen un regalo.
Mientras tanto el Cardenal mismo estaba
cercano a la muerte. Toda su vida trató de
vivir las bienaventuranzas, especialmente
el amor misericordioso: “Bienaventurados
los misericordiosos, porque obtendrán
misericordia”.
El ejemplo de la vida de Terence
Cooke, como tantos otros siervos de Dios,
nos enseña el hecho de que la caridad es la
mejor de las medicinas. Es la medicina del
alma. El amor misericordioso no sólo
vence todo, sino que cura todo. Para
quienes quieran intentarlo, aun cuando sea
con resistencia y rechazo interior, sus
efectos serán duraderos y muy
beneficiosos.
Otro gran obispo tuvo que enfrentar
por dos veces la muerte: una siendo
arrollado por un camión enemigo y dejado
al costado de la ruta; y en otra ocasión
habiendo sido herido por una bala asesina.
Él escribió acerca del sentido del amor
misericordioso. Juan Pablo, Papa, en su
encíclica “Dives in Misericordia”, escribe:
“Jesucristo nos enseñó que el hombre no
sólo recibe y experimenta la misericordia
de Dios, sino también que está llamado a
practicar la misericordia hacia los demás...
Todas las bienaventuranzas... indican el
camino de la conversión y la reforma de la
vida, pero la que se refiere particularmente
a la misericordia es sumamente elocuente
en este tema. El hombre alcanza la
misericordia del amor de Dios, su
Misericordia, en cierto punto para que
también se muestre transformado
interiormente en el amor hacia los
demás”.30
30
Papa JUAN PABLO II, Dives in Misericordia, 41-42.
ORACIONES Y PENSAMIENTOS PARA
TIEMPOS DE OSCURIDAD
No te preocupes, Mt 6, 25-34
«Por eso os digo: No andéis
preocupados por vuestra vida, qué
comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué
os vestiréis. ¿No vale más la vida que el
alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni
cosechan, ni recogen en graneros; y
vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No
valéis vosotros más que ellas? Por lo
demás, ¿quién de vosotros puede, por más
que se preocupe, añadir un solo codo a la
medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué
preocuparos? Observad los lirios del
campo, cómo crecen; no se fatigan, ni
hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en
toda su gloria, se vistió como uno de ellos.
Pues si a la hierba del campo, que hoy es
y mañana se echa al horno, Dios así la
viste, ¿no lo hará mucho más con
vosotros, hombres de poca fe? No andéis,
pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos
a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué
vamos a vestirnos? Que por todas esas
cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe
vuestro Padre celestial que tenéis
necesidad de todo eso. Buscad primero su
Reino y su justicia, y todas esas cosas se
os darán por añadidura. Así que no os
preocupéis del mañana: el mañana se
preocupará de sí mismo. Cada día tiene
bastante con su propio mal.
CUANDO TODO PARECE TINIEBLAS
31
The Soul Afire, ed. H. A. Reinhold (Nueva York,
Doubleday, Image Books, 1973), 109. Margarita de
Chardin fue la fundadora de la Unión de los Enfermos en
Francia durante los años 1930s.
CONFIANDO EN DIOS
La Roca de Refugio
La anchura, la solidez y la firmeza de
la piedra, sólo se encuentran en la vasta
extensión de la voluntad divina, que se
presenta sin cesar bajo el velo de las
cruces y acciones más ordinarias. Es en la
sombra de éstas donde Dios esconde su
mano para sostenernos y conducirnos.
Esta convicción debe bastar a un alma
para llevarla al más sublime abandono. Y
en el momento en que así lo hace, queda
ya a cubierto de la contradicción de las
lenguas, pues el alma no tiene nada que
decir ni hacer en su defensa, puesto que su
obra es la obra de Dios, y no en otra parte
puede hallarse su justificación. Además,
sus efectos y consecuencias le justificarán
suficientemente, y bastará con dejar que
todo vaya adelante. «El día al día le pasa
el mensaje» [Sal 18,3].
[Impulso continuo de gracia]. Cuando
uno no se gobierna por sus propias ideas,
no necesita defenderse con palabras.
Nuestras palabras no pueden expresar más
que las ideas que concebimos; y si no
existen estas ideas, tampoco hay palabras,
porque ¿para qué servirían? ¿Para dar
razón de lo que se hace? Pero si es que el
ama no conoce esa razón, que permanece
oculta en el principio que le hace actuar, y
del que sólo siente el impulso de una
manera inefable. Es preciso, pues, dejar
que cada momento sostenga la causa del
momento siguiente; y todo se sostiene en
este encadenamiento divino, todo resulta
firme y sólido, y la razón de lo que
precede se ve por el efecto de lo que le
sigue.
Quedó atrás una vida de pensamientos,
imaginaciones, una vida de palabras
múltiples. Ya no es todo eso lo que ocupa
al alma, lo que la alimenta y entretiene. Ya
ella no se mueve ni se sostiene con esas
cosas. El alma no ve ni prevé ya por dónde
habrá de avanzar. No se ayuda ya con
reflexiones para animarse al trabajo y
aguantar las incomodidades del camino, y
va pasando por todo en el sentimiento más
íntimo de su debilidad. El camino se va
abriendo a su paso, entra en él, y por él
marcha sin ninguna vacilación. Esta alma
es pura y santa, simple y verdadera:
camina por la línea recta de los
mandamientos de Dios, en una continua
adhesión al mismo Dios, que
incesantemente encuentra en todos los
puntos de esta línea.32
-JEAN PIERRE DE CAUSSADE, S. J.
32
El abandono en la divina Providencia, c. 4. (ed. M.
Olphe-Galliard, trad. J. M. Iraburu - B. Aguerrea, en
Fundación GRATIS DATE, Pamplona 1999). Existen
varias traducciones: Tratado del santo abandono a la
providencia divina, Apostolado de la Oración, Buenos
Aires 1983; Apostolado Mariano, Sevilla 1998; todas estas
ediciones traducen la obra de Caussade en la versión de
Ramière.
El Guía Silencioso
El alma es empujada hacia adelante sin
ver el camino abierto ante sus ojos. No va
ni por donde ella ha visto, ni según lo que
ha leído. Así es como va la acción propia,
y no puede ir de otro modo, ni asumir
otros riesgos. Pero la acción divina es
siempre nueva, no vuelve nunca sobre sus
antiguos pasos, y va abriendo siempre
caminos nuevos. Las almas que ella
conduce no saben dónde van, y sus
senderos no están ni en los libros ni en sus
reflexiones. La acción divina les va
abriendo camino continuamente y entran
en él empujadas por su impulso.
[Un guía amigo nos guía en la noche].
Cuando uno es conducido por un guía a
través de un país desconocido, de noche,
por los campos, sin camino, según su
instinto, sin tomar consejo de nadie, y sin
querer descubrir sus planes, ¿puede
tomarse otra actitud que la del abandono?
¿Sirve de algo mirar dónde está uno,
interrogar a los que pasan, consultar el
mapa o a otros viajeros? El plan y, por
decirlo así, el capricho del guía, que quiere
que se confíe en él, se verían contrariados
por todo eso. Le agrada poner a prueba la
inquietud y la desconfianza del que es
conducido, pues lo que pretende es que se
confíe totalmente a él; y si se asegura de
que es bien guiado, ya no habría ahí ni fe
ni abandono.
La acción divina es esencialmente
buena, y no quiere en absoluto ser
cambiada o controlada. Comenzó a obrar
desde la creación del mundo y, desde
entonces, fecunda e inagotable, obra sin
limitación alguna, dando cada día y
momento nuevas pruebas de su poder.
Hacía esto ayer, y hoy hace esto otro. Es la
misma acción que se va aplicando a todos
los momentos por medio de efectos
siempre nuevos, y así se irá desplegando
eternamente.
[Dios conduce en la noche a sus
santos]. Esa acción divina es la que ha
hecho a Abel, Noé, Abraham, bajo
modelos diferentes. Isaac es un original
suyo, y Jacob no es una copia ni de José ni
de él. Moisés no ha tenido a nadie
semejante entre sus antepasados. David y
los profetas son todos distintos de los
patriarcas. San Juan Bautista es más
grande que todos ellos.
Jesucristo es el primogénito: los
apóstoles obran más por la moción de su
espíritu que por la imitación de sus obras.
Y Jesucristo no se ha imitado a sí mismo,
ni ha seguido a la letra sus propias
doctrinas. El Espíritu divino inspira
siempre su santa alma, y él, abandonado
siempre a su inspiración, no tiene
necesidad de consultar al momento
precedente para dar forma al siguiente. La
moción de la gracia da forma a todos sus
instantes siguiendo el modelo de las
verdades eternas, que la Santísima
Trinidad guarda en su invisible e
impenetrable sabiduría. El alma de
Jesucristo recibe en cada momento las
órdenes y las realiza, haciéndolas visibles.
El Evangelio nos va mostrando la
continuidad de estas verdades en la vida
de Jesucristo, y Él mismo, siempre vivo y
operante, vive y obra continuamente,
también hoy, nuevas cosas en las almas
santas.
[Abandono perfecto de Jesucristo]. Así
pues, si queréis vivir evangélicamente,
vivid en pleno y puro abandono a la
acción de Dios. Jesucristo es la fuente de
este abandono, y «Él era ayer, es hoy
mismo y lo será eternamente» [Heb 13,8],
para continuar siempre su vida y no para
recomenzarla. Lo que Él hizo, hecho está,
y lo que resta, lo va haciendo en todo
momento. Cada santo recibe una parte de
esta vida divina. Jesucristo es siempre el
mismo, aunque sea diferente en cada uno
de sus santos. La vida de cada santo es la
misma vida de Jesucristo, es un Evangelio
nuevo.33
- JEAN PIERRE DE CAUSSADE, S.J.-
34
Meditations on Christian Doctrine, I, en Prayers,
Verses, and Devotions, (San Francisco: Ignatius Press,
1989), 338-39. Esta oración fue escrita en 1848, cuando
Newman experimentaba algunos fracasos y malos
entendidos.
ORACIONES PARA TIEMPOS DE
ENFERMEDAD
35
The Practice of the Presence of God, carta 11, (Old
Tappan, N.J.; Fleming H. Revell, Spire Book, n.d.), 55-57.
Hay muchas ediciones disponibles. El hermano Lawrence,
un carmelita laico francés del Siglo XVII, nos ofrece
muchas hermosas palabras sobre la confianza en Dios, muy
apreciadas en la literatura espiritual.
ORACIONES DE UN PASTOR DE ALMAS36
La amistad de Jesús
Estándome sola, sin tener una persona
con quien descansar, ni podía rezar ni leer,
sino come persona espantada de tanta
tribulación y temor de si me había de
engañar el demonio, toda alborotada y
fatigada, sin saber qué hacer de mí. En
esta aflicción me vi algunas y muchas
veces, aunque no me parece ninguna en
tanto extremo. Estuve así cuatro o cinco
horas que consuelo del cielo ni de la tierra
no había para mí, sino que me dejó el
Señor padecer temiendo mil peligros.
¡Oh, Señor mío, cómo sois Vos el
amigo verdadero, y como poderoso,
cuando queréis podéis, y nunca dejáis de
querer si os quieren! ¡Alaben os todas las
cosas, Señor del mundo! ¡Oh, quién diese
voces por él para decir cuán fiel sois a
vuestros amigos! Todas las cosas faltan;
Vos, Señor de todas ellas, nunca faltáis.
Poco es lo que dejáis padecer a quien os
ama. ¡Oh, Señor mío, qué delicada y
pulida y sabrosamente los sabéis tratar!
¡Oh, quién nunca se hubiera detenido en
amar a nadie sino a Vos! Parece, Señor,
que probáis con rigor a quien os ama, para
que en el extremo del trabajo se entienda
37
el extremo de vuestro amor .
-SANTA TERESA DE ÁVILA-
39
Tarjeta de oración: Santa Teresa de la Trinidad,
“Meditations based on Writings of St. Thérèse of Lisieux”
(Carmel of Terre Hauste, Ind.).
Una parábola sobre la Cruz
Todas las personas que han vivido
fueron reunidas ante el trono de Dios.
Entristecidos por su herencia. Todos tenías
quejas, y comenzaron a murmurar entre sí:
“¿Quién se cree acaso que es Dios?”
Uno de los grupos estaba compuesto
por judíos que habían sufrido
persecuciones. Algunos habían muerto en
cámaras de gas y campos de
concentración, y se quejaban, ¿cómo
puede conocer Dios el sufrimiento por el
que han pasado? Otro grupo era de
esclavos, hombres y mujeres negros con
marcas en sus frentes, una gran multitud
de ellos, que sufrieron degradaciones de
manos de aquellos que se llamaban a sí
mismos “Los dioses de las personas”,
¿Qué puede saber Dios de su condición?
Había largas filas de refugiados exiliados
de sus tierras, gente sin hogar, que no
tenían donde reclinar sus cabezas. Y había
gente pobre que nunca sobre esta tierra
fueron capaces de encontrar una
satisfacción plena. Había enfermos y
quienes habían sufrido todo tipo de
dolores, cientos de grupos, cada uno con
una queja contra Dios. ¿Qué puede Él
saber lo que los seres humanos han tenido
que soportar?
De cada grupo se eligió un líder y se
formó una comisión para llevar el caso
contra el Todopoderoso mismo. En vez de
Dios juzgarlos a ellos, ellos comenzaron a
juzgarlo. Y el veredicto fue que Dios
debía ser sentenciado a vivir en la tierra
como un ser humano, sin protección a su
Divinidad. Y escribieron un testamento
con puntos particulares a cumplirse:
Que nazca judío. Que soporte la
pobreza en su nacimiento. Que la
legitimidad de su nacimiento sea también
puesta en duda. Que realice trabajos
forzosos y sufra la pobreza para que
conozca su aguijón. Permítase que su
propia gente lo rechace. Que tenga por
amigos sólo aquellos que se mantienen en
el desprecio. Que sea traicionado por uno
de sus amigos. Que sea acusado de falsos
cargos, juzgado por un jurado prejuicioso,
condenado por un juez cobarde. Que sea
abandonado por sus amigos y experimente
lo que es encontrarse terriblemente solo.
Que sea torturado, y que muera en manos
de sus enemigos.
Mientras cada grupo anunciaba la
sentencia contra Dios, rugidos de
aprobación vinieron desde las multitudes.
Cuando el último terminó, el ruido ronco
se volvió casi ensordecedor... y cada uno
se volvió hacia el trono. Y de repente el
cielo se llenó de un conmovedor silencio
penitencial. Pues allí donde había un
trono, ahora se podía ver una Cruz.40
–ANDREW ARMSTRONG-
40
No he podido encontrar ninguna información sobre el
autor, pero seguramente que un cristiano capaz de escribir
algo así se regocijará de compartirlo. BJG.
esperanza y promesa; sobre todo
merecimiento y deseo; sobre todos los
dones y regalos que puedes dar y enviar;
sobre todo gozo y dulzura que el alma
puede recibir y sentir; y en fin, sobre todos
los ángeles y arcángeles, sobre todo
ejercito celestial; sobre todo lo visible e
invisible; y sobre todo lo que no es lo que
eres Tú, Dios mío.
Porque Tú, Señor, Dios mío, eres
bueno sobre todo; Tú solo potentísimo; Tú
solo suficientísimo y llenísimo; Tú solo
suavísimo y agradabilísimo. Tú solo
hermosísimo y amantísimo; Tú solo
nobilísimo y gloriosísimo sobre todas las
cosas, en quien están, estuvieron y estarán
todos los bienes junta y perfectamente. Por
eso es poco e insuficiente cualquier cosa
que me das o prometes, o me descubres de
Ti mismo, no viéndote ni poseyéndote
cumplidamente. Porque no puede mi
corazón descansar del todo y contentarse
verdaderamente, si no descansa en Ti
trascendiendo todos los dones y todo lo
criado.
¡Oh esposo mío amantísimo Jesucristo,
amador purísimo, Señor de todas las
criaturas! ¿Quién me dará alas de
verdadera libertad para volar y descansar
en Ti? ¡Oh! ¿Cuando me será concedido
ocuparme en Ti cumplidamente, y ver
cuán suave eres, Señor Dios mío?
¿Cuándo me recogeré del todo en Ti, que
ni me sienta a mí por tu amor, sino a Ti
solo sobre todo sentido y modo, y de un
modo manifiesto a todos? Pero ahora
muchas veces gimo y llevo mi infelicidad
con dolor. Porque en este valle de miserias
acaecen muchos males que me turban a
menudo, me entristecen y anublan;
muchas veces me impiden y distraen,
halagan y embarazan para que no tenga
libre entrada a Ti y no goce de tus suaves
abrazos, los cuales sin impedimento gozan
los espíritus bienaventurados. Muévate
mis suspiros, y la grande desolación que
hay en la tierra.
¡Oh Jesús, resplandor de la eterna
gloria, consolación del alma que anda
peregrinando! Delante de Ti está mi boca
muda, y mi silencio te habla. ¿Hasta
cuándo tarda en venir mi Señor? Venga a
mí, pobrecito tuyo, lléneme de alegría.
Extienda su mano, y libre a este miserable
de toda angustia. Ven, ven; pues sin Ti
ningún día ni hora será alegre; porque Tú
eres mi gozo, y sin Ti está vacía mi mesa.
Miserable soy, y como encarcelado y
preso con grillos, hasta que Tú me recrees
con la luz de tu presencia, y me pongas en
libertad, y muestres tu amigable rostro.
Busquen otros lo que quisieren en lugar
de Ti, que a mí ninguna otra cosa me
agrada, ni agradará, sino Tú, Dios mío,
esperanza mía, salud eterna. No callaré, ni
cesaré de clamar hasta que tu gracia
vuelva y me hables interiormente.
Jesucristo: Aquí estoy, a ti he venido, pues
me llamaste. Tus lágrimas, y el deseo de
tu alma, y tu humildad, y la contrición de
tu corazón me han inclinado y traído a ti.
Discípulo: Y dije: Señor, yo te llamé, y
deseé gozar de Ti, dispuesto a
menospreciarlo todo por Ti. Pero Tú
primero me despertaste para que te
buscase. Seas, pues, bendito, Señor, que
hiciste con tu siervo este beneficio, según
la muchedumbre de tu misericordia. ¿Qué
tiene más que decir tu siervo delante de Ti,
sino humillarse mucho en tu acatamiento,
acordándose siempre de su propia maldad
y vileza? Porque no hay semejante a Ti en
todas las maravillas del cielo y de la tierra.
Tus obras son perfectísimas, tus juicios
verdaderos, y por tu providencia se rige el
universo. Por eso alabanza y gloria a Ti,
¡oh sabiduría del Padre! Alábete y
bendígate mi boca, mi alma, y juntamente
todo lo creado. 41 - TOMÁS DE KEMPIS-
41
Imitación de Cristo, L III, c 21. Tomás de Kempis. Hay
muchas versiones disponibles. Este gran clásico espiritual
ha caído en desgracia por su estilo y su espiritualidad
intransigente. Tanto bien puede aun encontrarse en él.
LA MISERICORDIA DE DIOS
Mirando adelante
Muchos siglos antes de Cristo, miles tal
vez, tal era el modo de mirar las cosas,
sobrevivir a la miseria de solo existir. Así
lo sintieron los judíos del Antiguo
44
Confesiones, L. IX, c. 3.
Testamento; así lo sintieron los grandes
griegos.
Pero yo no. Cristo nos dijo que se ha
ido a prepararnos un lugar para que donde
Él está podamos estar nosotros. Su palabra
de bienvenida cuando lleguemos allí será:
“Entra en el gozo de mi Padre”. ¿Este
gozo está más allá de lo que puedo ahora
comprender? Así lo espero, no quiero
quedarme en mi nivel actual.
Pero Dios estará allí, finalmente visto
con una visión directa; Cristo estará allí y
su Madre y todos quienes no lo han
rechazado. Para quienes he amado aquí
tendré un amor sin manchas, el gozo que
he sentido en ellos lo tendré allí, radiante.
Hay un pequeño asunto que me resulta
peculiar. He escrito tanto sobre la
Santísima Trinidad: la visión del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo ¿hará que
desee regresar a la tierra y llorar por lo que
escribí? Siento también cierta
incertidumbre acerca de encontrarme con
San Agustín cuyas “Confesiones” traduje.
Solo puedo esperar que él piense mejor
que yo acerca de mis traducciones. Pero
tal vez, ahora él piense que su propio libro
es bastante malo, y mi traducción no
mucho peor.
Se, porque lo he visto, que cuando se
acerca la muerte, hay una disminución del
flujo de energía del alma al cuerpo, una
pérdida del lazo entre ellos, una ansiedad
que puede producir una verdadera
angustia. Espero que cuando ese tiempo
llegue un sacerdote esté allí para escuchar
mis pecados y absolverme en el nombre de
Cristo y darme la santa Eucaristía (la cual
la Iglesia amablemente llama viaticum –
viático, provisiones para el viaje) y me
unja especialmente los sentidos a través de
los cuales, desde el inicio de mi vida, el
mundo me ha inundado.
Pero con todo esto, no puedo concebir
una vida futura sin la posibilidad de una
purificación (lo cual se significa con la
palabra purgatorio), no porque yo lo he
merecido, sino porque lo necesito. Me
repugna el pensamiento de entrar a la
presencia del Dios totalmente puro siendo
yo un objeto manchado. Hay elementos de
mi mismo aun no dominados, como el
hecho de que yo quiera lo que quiero tan
sólo porque yo lo quiero. Sanar es una
palabra más acorde que purificarse. Mi
voluntad necesita ser rectificada; y esto no
puede hacerse sin dolor, no el dolor del
castigo, pena de separar la voluntad del
hábito que creció como una segunda
naturaleza. Aquí o allí, con la ayuda de
Dios debo querer rectificar mi propia
voluntad. Él me ayudará a hacerlo. Pero Él
no lo quiere hacer por mi.
Difícilmente haya conocido a alguien
que quiera ir al Cielo. Yo sí. Pero no ya.
No hoy. Tal vez la próxima semana.
Hay por lo tanto una evasión.
Claramente soy un rompecabezas que no
he sido aún plenamente resuelto.45
–FRANK SHEED-
II
Padre todopoderoso y misericordioso,
tu conoces la debilidad de nuestra
naturaleza. Inclina tu oído con compasión
por tus siervos, sobre quienes has dejado
la pesada carga del dolor. Quita de sus
almas el espíritu de rebelión, y enséñales a
ver tus buenos propósitos actuando en
todas las pruebas que les envías. Concede
que no desfallezcan en infructíferos e
inútiles lamentos, ni dolor como aquellos
que no tienen esperanza, sino que con sus
lágrimas miren dócilmente a Ti, el Señor
de la Consolación. Por Cristo Nuestro
Señor. Amén.
–RITUAL ROMANO-
En el Paraíso
Que los ángeles te conduzcan al
paraíso; que los mártires se adelanten a
darte la bienvenida en tu camino, y te
guíen hacia la ciudad santa, Jerusalén. Que
el coro de los ángeles te reciba y que
descanses con Lázaro para siempre, que
una vez fue pobre.
–RITUAL ROMANO-
LECTURAS SUGERIDAS
48
N. tr. a modo de sugerencia nos permitimos agregar: P.
Miguel Fuentes, El dolor salvífico - Acompañando a
nuestros enfermos y ancianos con la reflexión y la plegaria
(2ª Ed.); el film de Mel Gibson, La Pasión; y el sitio web
sobre la Sábana Santa: www.sindone.org.