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Relación filosófica con Dios Joaquín N.

Ansaldi

Instituto Superior Alfredo R. Bufano -


Profesorado de Filosofía

RELACIÓN
FILOSÓFICA CON
DIOS
[NECESIDAD Y POSIBILIDAD
DE DEMOSTRAR
FILOSÓFICAMENTE LA
EXISTENCIA DE DIOS]

Profesor: Ricardo Guerrini

Materia: Seminario de investigación

Nombre: Joaquín N. Ansaldi

Fecha: 25 de agosto de 2016

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Relación filosófica con Dios Joaquín N. Ansaldi

Relación filosófica con Dios


Necesidad y Posibilidad de demostrar filosóficamente la existencia de Dios

ESQUEMA:
INTRODUCCIÓN: Importancia de este tema
1. ALGUNAS REFERENCIAS SOBRE EL ATEÍSMO
a) Definición y distinción del ateísmo
b) Posibilidad de un ateísmo práctico
c) Posibilidad de un ateísmo teórico
d) La raíz del ateísmo
2. ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA BÚSQUEDA DEL CONOCIMIENTO DE DIOS
a) Necesidad de nuestro intelecto de buscar a Dios
b) Dificultades en esta búsqueda
c) La existencia de Dios: problema de los problemas
d) El conocimiento de Dios: objeto principal de la filosofía
e) Elementos para la solución del problema
3. NECESIDAD DE DEMOSTRAR LA EXISTENCIA DE DIOS
a) Posturas sobre la evidencia del conocimiento de Dios
b) Respuesta de Santo Tomás
4. POSIBILIDAD DE DEMOSTRAR LA EXISTENCIA DE DIOS
a) Llegamos a Dios a través de las creaturas
b) Espiritualidad del alma: camino para conocer a los seres espirituales
c) Según Santo Tomás
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA

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Relación filosófica con Dios Joaquín N. Ansaldi

INTRODUCCIÓN: Importancia de este tema


Siempre a lo largo de la historia el hombre se ha preguntado por la causa y el principio
de todas las cosas que nos rodean, siempre ha caminado tras la búsqueda de un Absoluto
que funde la realidad que es patente a nuestros ojos, ya que «el hombre sea joven,
adolescente, maduro o viejo; sea primitivo o desarrollado, dado a la actividad práctica o a la
búsqueda científica; sea un artista, hombre de cultura o dotado de rigurosa mentalidad
filosófica...: el problema de Dios, lo sigue y lo alcanza a dónde sea con su “pedido”. A la
categoría o clase social que el hombre pertenezca, y cualquiera sea su grado de cultura, el
problema de Dios es inevitable y su urgencia no cambia por cambiar de siglo o de evento.1»2
¿Y ésto por qué razón? ¿Acaso las cosas no se explican por sí mismas? Ese “Absoluto” o
“Dios” el cual es principio y fundamento del mundo material, ¿no es algo inventado por los
creyentes? ¿Es posible probar con la sola luz de la razón la existencia de Dios?
A éstos y a algunos otros interrogantes, postulados hoy con más fuerza que nunca por
el ateísmo que quiere cortar toda relación con un Dios trascendente, el cual no puede existir,
y en el caso de que exista, no es de ningún interés para nosotros, buscaremos de dar
respuesta en el presente trabajo, con la ayuda de la radiante luz lanzada por el Doctor
Angélico hace ya varios siglos, y también con la de distintos filósofos más cercanos a nuestro
tiempo, en especial del P. Cornelio Fabro, del cual citaremos dos párrafos a continuación que
nos hablan de la importancia de la búsqueda de Dios, que tiene que ser una obra de cada
civilización y de cada hombre, y de la universalidad del problema de Dios:
«La búsqueda de Dios es el signo más auténtico de la vida del espíritu, porque respecto a Dios
toda época de la historia de la humanidad, cada civilización y las mismas conciencias singulares
se reflejan en la medida de la propia relación al Absoluto.»3
«Se quiere decir en cambio que el problema de Dios, en cuanto no puede formar el objeto
exclusivo de alguna ciencia o conocimiento particular, interesa al entero sector del conocimiento
y de la conciencia en todas sus varias formas; trasciende por eso cada una de las formas del
ser.»4
De este modo nos podemos introducir en el cuerpo del trabajo, que estará dividido en
cuatro partes principales: 1. una breve referencia al ateísmo, 2. algunas reflexiones sobre

1
L`uomo sia giovane, adolescente, maturo o vecchio; sia egli primitivo o evoluto, dedito all`attività pratica o alla
ricerca scientifica; sia un artista, uomo di cultura o fornito di rigorosa mentalità filosofica...: il problema di Dio,
dico, lo segue e lo raggiunge dovunque con la sua «richiesta». A qualunque categoria o classe sociale l`uomo
appartenga e qual si sia il suo grado di cultura, il problema di Dio è inevitable e la sua urgenza non muta per
mutar di secoli e di eventi. (CORNELIO FABRO, L`uomo e il rischio di Dio, Edivi, Segni 2014, Introduzione, 1. Il
problema di Dio e la coscienza umana, p. 7)
2
La traducción del italiano es propia. Todas las citas tomadas del P. Fabro son de la misma obra.
3
La ricerca di Dio è il segno più autentico della vita dello spirito perché rispetto a Dio ogni epoca della storia
dell`umanità, le singole civiltà e le stesse coscienze singole si specchiano come nella misura del proprio rapporto
all`Assoluto. (C. FABRO, Op. Cit., Prefazione, p. 5)
4
Si vuol dire invece che il problema di Dio, in quanto non può formare l`oggetto esclusivo di alcuna scienza o
conoscenza particolare, interessa l`intero settore della conoscenza e della coscienza in tutte le sue varie forme;
trascende perciò ciascuna di esse. (C. FABRO, Op. Cit., Introduzione, 1. p. 8)

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nuestra búsqueda y conocimiento de Dios, 3. sobre la necesidad de la demostración de la


existencia de Dios, es decir, que la existencia de Dios no es evidente para nosotros, 4. sobre
la posibilidad de demostrar que Dios existe.

A. ALGUNAS REFERENCIAS SOBRE EL ATEÍSMO


a) Definición y distinción del ateísmo
El ateísmo es la teoría que niega la existencia de un Dios, o que afirma que si existe un
Dios, no tiene ninguna relación con nosotros, o en definitiva, que el hombre es ese Dios.
Es ateísmo práctico cuando se vive sin reconocer a Dios, «como si» Dios no existiese o sin
preocuparse de su existencia y organizando la propia vida privada y pública prescindiendo de
la existencia de cualquier Principio absoluto que trascienda los valores del individuo y de la
persona humana.
Es ateísmo teórico cuando se lleva directa o indirectamente el propio juicio sobre la
no-existencia de la divinidad. Niegan a Dios «indirectamente» (ateísmo negativo) aquellos
que lo ignoran completamente, que no están en grado de afirmar un juicio o bien afirma que
el problema no les interesa (indiferentismo). Lo niegan «directamente» (ateísmo positivo)
sobre todo los que se aplican a demoler los fundamentos de las pruebas de la existencia de
Dios o los atributos fundamentales de la divinidad (absoluto, trascendente, espíritu, libre,
creador, uno...), de la necesidad de la religión o del culto y de cuanto necesariamente está
en conexión (Providencia, inmortalidad del alma, leyes naturales, sanciones morales...).
Se dice ateísmo escéptico si se insiste en la insuperabilidad de la duda, y deviene en ateísmo
agnóstico cuando la imposibilidad es dicha o reconocida absoluta, sea de parte del objeto,
cuanto de parte del sujeto.
Es ateísmo teórico positivo cuando se proclama como cierta y persuasivamente de la
no-existencia de Dios, cuando demuelen y se minan como erróneas e infundadas las pruebas
aducidas para demostrar su existencia5.6
b) Posibilidad de un ateísmo práctico
La posibilidad de un ateísmo práctico, al menos temporáneo, está fuera de dudas: la
presión de los problemas concretos de la vida, el fervor de las pasiones, un ambiente
familiar indiferente y una educación laica pueden por un cierto período de la vida alejar el
interés del hombre del problema de Dios. Pero no para siempre: al menos para todos
aquellos que viven al contacto de la sociedad donde la posición del problema, por la misma
exigencia de competencias y luchas religiosas y políticas, se muestra inevitable. Del resto,
aquello que la historia de las religiones atestigua de los pueblos, se puede decir también de
los individuos: sobre todo los grandes fenómenos de la naturaleza con el espectáculo se
estupor de su magnificencia, y de terror, con la amenaza arrolladora de la destrucción;
después de los hechos decisivos de la existencia humana, como el nacimiento y la muerte, y

5
Cfr. C. FABRO, Op. Cit., I. L`ateismo, 1., p. 31
6
Este esquema tradicional de clasificación del ateísmo no puede ser todavía aplicado en concreto,
especialmente en la filosofía y cultura moderna, si no con oportuna cautela, teniendo cuidado sobre todo si hay
una afirmación del Absoluto, cómo sea el mismo, y cómo la mente humana lo puede alcanzar.

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el problema más angustiante de la vida humana, aquel del sufrimiento del justo en esta
tierra y de la frecuente fortuna del malvado. Todo ésto, tarde o temprano, debe presentar a
la conciencia humana el problema de una causa y de una justificación, es decir, el problema
de Dios.
c) Posibilidad de un ateísmo teórico
El ateísmo teórico consecuentemente no puede ser una situación originaria, sino que se
se explica como un fenómeno reflexivo, como la «conclusión» de un determinado proceso
racional que inicia a partir de ciertas presiones: pertenece por eso a la conciencia reflexiva,
propia de la filosofía o de la ciencia camuflada de filosofía. Es un hecho que en toda
civilización madura se encuentran partidarios decisivos (que se dicen o que se suponen
«convencidos») del ateísmo teórico, sea del negativo como del positivo; parece sin embargo
que el número de los ateos aumentara en aquella que puede decirse como la «fase de
saturación» de una cierta forma de civilización, como la filosofía estoica y epicúrea en la
civilización greco-romana, el iluminismo y el idealismo en la civilización moderna, el
atropello de la técnica y de la economía en la vida contemporánea. 7

d) La raíz del ateísmo


La razón íntima del ateísmo, como comportamiento espiritual-individual, está en la
misma «libertad humana»: la dificultad, por una parte, de alcanzar una completa claridad
sobre el problema del más allá, del mal y de la Providencia, y por tanto, sobre la esencia
última del mundo y de la conciencia, como sobre la capacidad de trascendencia del
conocimiento; y por otra parte, las contradicciones de las religiones entre ellas, la indecencia
de muchas credencias y prácticas religiosas, junto con la exigencia que proclama toda
religión de querer abrazar e influir en toda la vida del hombre, pueden de hecho alejar al
hombre de la religión y hacer rechazar también el problema de Dios.8
Para concluir esta primera parte, traemos a colación un texto del catecismo de la Iglesia
Católica que clarifica un poco más lo que venimos diciendo:
«Pero esta "unión íntima y vital con Dios" (GS 19,1) puede ser olvidada, desconocida e incluso
rechazada explícitamente por el hombre. Tales actitudes pueden tener orígenes muy diversos
(cfr. GS 19-21): la rebelión contra el mal en el mundo, la ignorancia o la indiferencia religiosas,
los afanes del mundo y de las riquezas (cfr. Mt 13,22), el mal ejemplo de los creyentes, las
corrientes del pensamiento hostiles a la religión, y finalmente esa actitud del hombre pecador que,
por miedo, se oculta de Dios (cfr. Gn 3,8-10) y huye ante su llamada (cf.Jon 1,3).»9

7
Cfr. C. FABRO, Op. Cit., I. 1. p. 32
8
Cfr.C. FABRO, Op. Cit., I. 1. p. 33
9
S. JUAN PABLO II, Catecismo de la Iglesia Católica, Ed. Digital, www.vatican.va, cap 1, 1, nº29

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B. ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA BÚSQUEDA DEL CONOCIMIENTO


DE DIOS
a) Necesidad de nuestro intelecto de buscar a Dios
El intelecto humano, que tiende naturalmente a la verdad como a su bien propio, está
dispuesta tarde o temprano a proponerse el problema de Dios, a buscar la demostración de
su existencia: porque el significado y valor último de toda verdad viene de Dios y tiene en
Dios su último fundamento, como verdad por esencia de la cual irradia toda verdad creada
que es verdad solamente por participación. Así, como el ojo está hecho para el color y el
oído para el sonido..., nuestro espíritu busca en Dios la verdad suprema en la cual reposar.
b) Dificultades en esta búsqueda
El ascenso hacia el conocimiento de Dios es un camino arduo, pleno de dificultades, ya
que es el objeto de estudio más elevado de la filosofía, y por ende el que ilumina a todos los
demás. Sobre los obstáculos en este trabajo traemos a colación un hermoso texto del Papa
Pío XII:
«A pesar de que la razón humana, sencillamente hablando, pueda verdaderamente por sus
fuerzas y su luz naturales, llegar a un conocimiento verdadero y cierto de un Dios personal, que
protege y gobierna el mundo por su providencia, así como de una ley natural puesta por el
Creador en nuestras almas, sin embargo hay muchos obstáculos que impiden a esta misma razón
usar eficazmente y con fruto su poder natural; porque las verdades que se refieren a Dios y a los
hombres sobrepasan absolutamente el orden de las cosas sensibles, y cuando deben traducirse
en actos y proyectarse en la vida exigen que el hombre se entregue y renuncie a sí mismo. El
espíritu humano, para adquirir semejantes verdades, padece dificultad por parte de los sentidos
y de la imaginación, así como de los malos deseos nacidos del pecado original. De ahí procede
que en semejantes materias los hombres se persuadan de que son falsas, o al menos dudosas,
las cosas que no quisieran que fuesen verdaderas.»10
c) La existencia de Dios: problema de los problemas
«La existencia de Dios es el problema de los problemas»11: porque constituye la
conclusión de toda la filosofía y del conocimiento humano, sea común como científico,
porque del mismo depende la orientación definitiva que el hombre debe dar a su conducta y
a su vida entera. Y está el hecho, comúnmente admitido, que Dios no es objeto de
experiencia inmediata y por eso, ni siquiera del conocimiento intelectual directo o indirecto
como son las cosas sensibles y sus respectivas esencias. Deum nemo vidit unquam12, y por
eso el hombre debe buscarlo mediante la reflexión, o más precisamente, a través del
proceso discursivo de la razón.13

10
PÍO XIII, Humani generis, DS 3875)
11
Cfr. C. FABRO, Op. Cit., III, 1ª, I, p. 129
12
Jn. 1, 18: «A Dios nadie lo ha visto»
13
Cfr. C. FABRO, Op. Cit., III, 1ª, I, p. 129

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d) El conocimiento de Dios: objeto principal de la filosofía


El conocimiento de Dios constituye el trabajo supremo de la inteligencia humana: Dios,
en efecto, es el supremo Bien beatificante y la primer Verdad, de la cual toda otra verdad se
ilumina como en su propio y último fundamento. Por esto, S. Tomás, que recoge la tradición
de la especulación cristiana más auténtica, ha afirmado enérgicamente que el conocimiento
de Dios constituye el objeto principal de la filosofía: el filósofo, de hecho, prueba que existe
la ciencia de la verdad, no de cualquiera, sino de aquella verdad que es la fuente de toda
otra verdad, es decir, aquella que pertenece al primer principio del ser de todas las cosas, de
modo que su verdad es el principio de toda verdad.
Ciertamente la esencia divina como tal trasciende todo intelecto finito, también el
angélico y no solamente el humano, y la creatura podrá contemplarla únicamente en la otra
vida cuando será admitida a participar de la luz de la divina gloria. El intelecto humano
entonces depende en su entender de la experiencia sensible, y todos nuestros conceptos no
sólo traen el origen de la realidad empírica y de la observación de la naturaleza física, pero
se refieren siempre a la misma, de modo tal que el concepto de una realidad del todo
despojada de caracteres sensibles será imposible mientras estemos aquí en la tierra. Estas
dos características de la trascendencia y espiritualidad de Dios señalan el límite de nuestro
conocimiento de la naturaleza divina.14
e) Elementos para la solución del problema
Retornamos al principio fundamental: que el problema de Dios es el «problema esencial
del hombre esencial»15, del cual depende la última y más profunda claridad de todo otro
problema (la ética, el derecho, la economía...). Este problema supone el desarrollo de toda
conciencia normal que todo hombre puede tener en la etapa de discernimiento. Los
elementos para la solución del problema que están a la puerta de todos los demás son los
siguientes:
1º La admisión de la existencia del mundo externo, es decir, de la naturaleza y de los
otros hombres: sin ésto, el sujeto no se distingue del objeto, el hombre de la naturaleza, y la
conciencia vive en el caos.
2º La conciencia del propio Yo como realidad compuesta de alma y cuerpo, y sobre todo,
como núcleo personal que debe orientarse en el ser y en la vida: sin la conciencia de la
propia personalidad no surge ningún interés ni problema, mucho menos el problema de
Dios.
3º La convicción de la validez o objetividad del conocer y de la propia capacidad de
avanzar con la experiencia y la reflexión, y de este modo poder proceder de las apariencias a
las esencias, de las partes al todo, de los efectos a las causa16 y viceversa.17

14
Cfr. C. FABRO, Op. Cit., III, 2ª, 1, p. 149
15
Cfr. C. FABRO, Op. Cit., Int, 1. p. 12
16
Aquí es necesario tener en cuenta el valor del principio de causalidad, de enorme importancia a la hora de
demostrar la existencia de Dios. Sobre este tema puede verse C. FABRO, Op. Cit., III, 1ª, 2.
17
Cfr. C. FABRO, Op. Cit., III, 1ª, I, p. 130

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C. NECESIDAD DE DEMOSTRAR LA EXISTENCIA DE DIOS


Llegados a este punto, buscaremos resolver si es necesario hacer una demostración
sobre la existencia de Dios, o dicho con otras palabras, si la existencia de Dios es evidente o
no, porque si es evidente que Dios existe, entonces no hace falta ninguna demostración, ya
que lo evidente es indemostrable. Pero, como dice S. Tomás en el artículo que trata sobre
este tema, trayendo a colación un versículo de la Sagrada Escritura: “dice el necio en su
interior: Dios no existe”18, hay personas que niegan que Dios exista, por tanto, no es
evidente la existencia de Dios19.
a) Posturas sobre la evidencia del conocimiento de Dios
Veamos algunas posturas al respecto20:
1º Algunos han afirmado que la existencia de Dios no era ni evidente ni conocida por
demostración, sino que era solamente recibida por la fe. Esta es la postura principalmente
de los fideístas, que considera que la cuestión de Dios no depende ni de la filosofía ni de la
razón: la misma no se resuelve sino solamente por la fe. S. Tomás rechaza categóricamente
esta opinión porque se opone a la fe de la Escritura21 y a las pruebas de la historia de la
filosofía.
2º Otros (Avicena) pretenden que la existencia de Dios no es evidente, pero que es
«sabido» solamente por demostración. Pero «sabido» no es lo mismo que «conocido», sino
que significa, en decir del P. Bonino «conocido según esta forma de este conocimiento
perfecto que es la ciencia»22.
3º Otros, en fin, como S. Anselmo, estiman que la existencia de Dios en la medida que la
persona no puede pensar interiormente que Dios no existe, aunque pueda afirmar
exteriormente que Dios no exista. Un poco más desarrollado, lo que dice S. Anselmo es que
Dios es el ser perfectísimo, y la existencia es una perfección. Al ser Dios el Ser perfectísimo,
“est id quod maius cogitari non potest”23. Conclusión: el sólo concepto de Dios como ser
perfectísimo, que todos deben admitir, exige que se reconozca la existencia real. Pero hay
un salto ontológico, del plano intelectual al plano real, y además hay una contradicción en
este argumento. Y es que si Dios es “id quod maius cogitari non potest”24, hay que admitir
entonces que es “id quo maius cogitari potest”25, y de este modo podríamos reducir a Dios a
una simple idea de nuestra conciencia.26

18
Ps. 52,1
19
Cfr. S. Th. 1ª, q2, a1.
20
Puede verse Q. de Ver, q10, a12. Como así también: S.T.BONINO, Dieu, «celui qui est», Ed. Parole et Silence, p.
136 y 137
21
Cfr. Rm 1, 19 y ss; Sb 8.
22
S.T.BONINO, Op. Cit., p. 136
23
“es aquello de lo cual no puede ser pensado algo más grande”
24
Idem
25
“aquello que es lo más grande que puede ser pensado”
26
Sobre la influencia del argumento ontológico en la filosofía moderna puede leerse C.FABRO, Op. Cit., IV.
L`argomento teologico e il pensiero moderno.

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b) Respuesta de Santo Tomás


El Doctor Angélico basa su respuesta a esta cuestión haciendo notar que la evidencia
puede ser de dos modos: secundum se et quoad nos (en sí mismo y para nosotros) o
secundum se et non quoad nos (en sí misma y no para nosotros). Así dice el texto de la Suma
Teológica:
«La evidencia de algo puede ser de dos modos. Uno, en sí misma y no para nosotros; otro, en sí
misma y para nosotros. Así, una proposición es evidente por sí misma cuando el predicado está
incluido en el concepto del sujeto, como el hombre es animal, ya que el predicado animal está
incluido en el concepto de hombre. De este modo, si todos conocieran en qué consiste el
predicado y en qué el sujeto, la proposición sería evidente para todos. Esto es lo que sucede con
los primeros principios de la demostración, pues sus términos como ser - no ser, todo-parte, y
otros parecidos, son tan comunes que nadie los ignora.
Por el contrario, si algunos no conocen en qué consiste el predicado y en qué el sujeto, la
proposición será evidente en sí misma, pero no lo será para los que desconocen en qué consiste
el predicado y en qué el sujeto de la proposición. Así ocurre, como dice Boecio, que hay
conceptos del espíritu comunes para todos y evidentes por sí mismos que sólo comprenden los
sabios, por ejemplo, lo incorpóreo no ocupa lugar.
Por consiguiente, digo: La proposición Dios existe, considerada en sí misma, es evidente por sí
misma, ya que en ella sujeto y predicado son lo mismo, pues Dios es su mismo ser, como
veremos (q.3 a.4). Pero, puesto que no sabemos en qué consiste Dios, para nosotros no es
evidente, sino que necesitamos demostrarlo a través de aquello que es más evidente para
nosotros y menos por su naturaleza, esto es, por los efectos.»27
Así vemos entonces que es necesario demostrar la existencia de Dios, porque, aunque
la afirmación «Dios es» es lo más evidente en sí mismo, porque a nadie le pertenece más el
ser que a Dios, ya que como dice en el artículo, Dios es el ser por esencia, para nosotros eso
no es evidente, ya que no conocemos nada acerca de cómo es Dios en sí mismo.
En estas condiciones, nos queda ver en este trabajo si es posible para nosotros,
creaturas limitadas, con una inteligencia participada, conocer a Dios, que es sólo espíritu,
infinito, Ser por esencia.

27
S. Th. I, q2, a1, corpus: Respondeo dicendum quod contingit aliquid esse per se notum dupliciter, uno modo,
secundum se et non quoad nos; alio modo, secundum se et quoad nos. Ex hoc enim aliqua propositio est per se
nota, quod praedicatum includitur in ratione subiecti, ut homo est animal, nam animal est de ratione hominis. Si
igitur notum sit omnibus de praedicato et de subiecto quid sit, propositio illa erit omnibus per se nota, sicut patet
in primis demonstrationum principiis, quorum termini sunt quaedam communia quae nullus ignorat, ut ens et
non ens, totum et pars, et similia. Si autem apud aliquos notum non sit de praedicato et subiecto quid sit,
propositio quidem quantum in se est, erit per se nota, non tamen apud illos qui praedicatum et subiectum
propositionis ignorant. Et ideo contingit, ut dicit Boetius in libro de hebdomadibus, quod quaedam sunt
communes animi conceptiones et per se notae, apud sapientes tantum, ut incorporalia in loco non esse. Dico
ergo quod haec propositio, Deus est, quantum in se est, per se nota est, quia praedicatum est idem cum subiecto;
Deus enim est suum esse, ut infra patebit. Sed quia nos non scimus de Deo quid est, non est nobis per se nota,
sed indiget demonstrari per ea quae sunt magis nota quoad nos, et minus nota quoad naturam, scilicet per
effectus.

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D. POSIBILIDAD DE DEMOSTRAR LA EXISTENCIA DE DIOS


a) Llegamos a Dios a través de las creaturas
De Dios nosotros podemos conocer solamente lo que las creaturas sensibles nos
manifiestan: estas no nos pueden manifestar absolutamente la esencia divina (el quid sit)
porque distan infinitamente de Dios, sino solamente la existencia de Dios (el quia est) y los
otros atributos abstractos (como la unidad, la simplicidad, la bondad...) que están
estrechamente conectados con la misma. Este conocimiento no se resuelve en un jeroglífico,
en un mero símbolo, sino que está dotada de propio significado.
Fue el error del deísmo de reducir la divinidad a un mero arquitecto del universo, pura
razón abstracta e impersonal, inaccesible a cualquier significado de puro contenido humano.
La concepción tomista y católica, si bien reconoce que nuestro conocimiento de Dios es más
de naturaleza negativa (quid Deus non sit), que positiva (quid sit), de tal modo que el mismo
S. Tomás llega a decir que «como de Dios es más lo que no sabemos que los que sabemos»28,
afirma que se trata de un conocimiento en el sentido más explícito y de significado
puramente humano.
b) Espiritualidad del alma: camino para conocer los seres espirituales
Pero ¿podemos nosotros, seres corpóreos, rodeados de cosas sensibles y materiales,
conocer a Dios en el cual no hay materia y que es puro espíritu?
No hay duda que nosotros tenemos una experiencia clara y continua de la realidad
espiritual: no es posible en la vida cotidiana ningún acto de conciencia o decisión de
voluntad sin que nosotros tengamos el consentimiento y, por tanto, sin que el nuestro Yo se
perciba en sus manifestaciones y estructuras espirituales. La realidad espiritual en la vida
normal contiene y domina la conciencia sensible.
Debemos por eso admitir con S. Tomás que el alma por el hecho que toma conciencia
de sus actos no aferra solamente la existencia propia en los actos, sino obtiene súbito un
conocimiento positivo de la propia espiritualidad como tal, y este conocimiento
naturalmente puede después progresar mediante la reflexión según todas las derivaciones
de la ciencia hasta la experiencia estética, religiosa y estrictamente mística.
Para S. Tomás, las vías a posteriori (para llegar al conocimiento de Dios) nos aseguran
de la existencia y de los atributos fundamentales de la divinidad, que después la fe completa
y dilata en el conocimiento sobrenatural de la esencia y de la vida divina, y atestiguan la
absoluta espiritualidad de Dios: qué sea el significado de esta espiritualidad, de ser espíritu,
de ser una sustancia inteligente..., nuestra alma no lo tiene por abstracción de las cosas
sensibles, ya que estas son materiales, sino de la «co-intuición» de sí misma como principio
en acto de la vida espiritual. Es este conocimiento propio de nuestra espiritualidad que es
pre-requerido para nuestro itinerario hacia el ulterior conocimiento de Dios y de las otras
sustancias espirituales. Así lo expresa Santo Tomás en una de sus obras: «Cum enim de
substantiis separatis hoc quod sint intellectuales quaedam substantiae cognoscamus, vel per
demonstrationes, vel per fiem, neutro modo hanc cognitionem accipere possemus, nisi hoc

28
Cfr. S. Th. I, q3, Introducción.

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ipsum quod est esse intellectuale anima nostra ex se ipsa cognosceret»29; y en otra parte:
«Ipsa anima per quam intellectus humanus in dei cognitionem ascendit»30.31
c) Según Santo Tomás
Ahora podemos centrarnos en lo principal de este punto, apoyados en la doctrina de S.
Tomás, y es si es posible para nosotros, seres limitados, imperfectos, por participación,
poder conocer a Dios que es infinito, perfectísimo, el mismo ser por esencia.
El Santo Doctor lo va a ser muy sencillamente y con mucha claridad, notando que hay
dos maneras de demostración: la primera llamada propter quid (a causa de), y la segunda
denominada quia (porque). Para llegar al conocimiento de Dios filosóficamente, el único
camino que tenemos es el segundo tipo de demostración, ya que, como vimos en el punto
anterior, la existencia de Dios no es evidente para nosotros, por lo que tenemos que partir
de aquellas cosas cuya existencia es de mayor evidencia quoad nos, y así de los efectos
remontarnos hacia la causa.
«Toda demostración es doble. Una, por la causa, que es absolutamente previa a cualquier cosa.
Se la llama: a causa de. Otra, por el efecto, que es lo primero con lo que nos encontramos; pues
el efecto se nos presenta como más evidente que la causa, y por el efecto llegamos a conocer la
causa. Se la llama: porque. Por cualquier efecto puede ser demostrada su causa (siempre que los
efectos de la causa se nos presenten como más evidentes): porque, como quiera que los efectos
dependen de la causa, dado el efecto, necesariamente antes se ha dado la causa. De donde se
deduce que la existencia de Dios, aun cuando en sí misma no se nos presenta como evidente, en
cambio sí es demostrable por los efectos con que nos encontramos.»32
Pero nos podríamos hacer algunas preguntas, las cuales se hace también S. Tomás, y
son:
1º Si la existencia de Dios es un artículo de fe, y los contenidos de fe no son
demostrables, puesto que por la demostración se convierte algo en evidente, y la fe, en
cambio, trata de aquellas cosas que no se ven, luego la existencia de Dios no puede ser
demostrable.
A esto S. Tomás responde, apoyándose en un texto de las Escrituras de Rom. 1,19,
diciendo que la existencia de Dios lo mismo que otras verdades alcanzables por la sola razón,
no son propiamente artículos de fe, sino preambula fidei (preámbulos de la fe). Pues así
como la gracia supone la naturaleza y la perfección lo perfectible, así la fe presupone ciertos
conocimientos naturales. Aunque, por otro lado, nada impide que lo que en sí mismo es

29
S. C. Gent. III, 46: «Cuando conocemos acerca de las sustancias separadas que son ciertas sustancias
inteligentes (espirituales), ya sea por demostraciones o por la fe, de ningún modo podemos concebir este
conocimiento, sino por esto que nuestra alma conoce de sí misma que es intelectual (espiritual).»
30
S. C. Gent. I, 3: «Es a través de la propia alma que el intelecto humano asciende hacia el conocimiento de
Dios.»
31
Cfr. C. FABRO, Op. Cit., III, 2ª, 1, p. 151-152)
32
S. Th. I, q2, a2, corpus: Respondeo dicendum quod duplex est demonstratio. Una quae est per causam, et
dicitur propter quid, et haec est per priora simpliciter. Alia est per effectum, et dicitur demonstratio quia, et haec
est per ea quae sunt priora quoad nos, cum enim effectus aliquis nobis est manifestior quam sua causa, per
effectum procedimus ad cognitionem causae. Ex quolibet autem effectu potest demonstrari propriam causam
eius esse (si tamen eius effectus sint magis noti quoad nos), quia, cum effectus dependeant a causa, posito
effectu necesse est causam praeexistere. Unde Deum esse, secundum quod non est per se notum quoad nos,
demonstrabile est per effectus nobis notos.

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Relación filosófica con Dios Joaquín N. Ansaldi

demostrable y comprensible por la razón, sea tenido al mismo tiempo como creíble por
quien no llega a comprender la demostración. Y esto tiene su razón en que la fe y la razón no
se oponen.33
2º Otra pregunta que surge es, a saber, cómo es posible que podamos conocer a Dios a
través de cosas sensibles, materiales, limitadas, siendo que Dios es puro espíritu, inmaterial,
ilimitado. Hay una desproporción infinita entre la causa y los efectos, ya que Dios (causa) es
Infinito, y los efectos son finitos, y lo finito no es proporcional con lo infinito.
Cuando los efectos son desproporcionados con la causa, no se puede llegar a un
conocimiento total y perfecto de la misma. Sin embargo, por el efecto sí se puede demostrar
que la causa existe, de modo tal que por efectos divinos puede ser demostrada la existencia
de Dios, aún cuando no podamos llegar a tener un conocimiento exacto de cómo es Él en sí
mismo.
3º Una última pregunta que nos podemos hacer, la cual puede dividirse en dos, y es que:
primero, que nosotros vemos que las cosas se van produciendo según la naturaleza de cada
una, así del hombre se produce otro hombre, de una planta otra planta..., por lo que parece
innecesario poner una causa más allá de las causas que ya vemos; y segundo, que en el texto
citado de S. Tomás se afirma que si existe el efecto, necesariamente ha de existir la causa,
pero esto es algo que no siempre es constatable, ya que porque existe una obra de arte,
necesariamente no tiene que existir el artista, el cual ya puede haber muerto.
La respuesta a esta doble objeción puede ser resumida en una simple frase: hay efectos
que son propios de Dios solamente, y que ninguna otra creatura los puede realizar, y este es
el acto de ser. El ser, puede ser creado solamente por Dios, es efecto propio y exclusivo de
Dios. Así, aunque la generación de nuevos entes se produzca según la naturaleza de cada
uno, lo que se genera es una nueva forma de esa naturaleza, a partir de materia ya
preexistente, pero no se da la creación de un nuevo ser (acto propio y exclusivo de Dios). Y
en cuanto a lo segundo, a saber, si existe el efecto debe existir la causa actualmente,
propiamente se da cumple sólo con Dios, que es el Ser por esencia, y por tanto es acto puro,
y por consiguiente perfectísimo, incorruptible y demás.

33
Sobre la relación entre fe y razón, puede leerse, entre otros, G. MANSER, La esencia del tomismo, Ed. Digital:
www.disc.ua.es/~gil/la-esencia-del-tomismo-gallus-manser.pdf cap. 7, p. 96 y ss.

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CONCLUSIÓN
Para concluir este breve estudio, lo hacemos con unas luminosas líneas del Papa
Benedicto XVI, en las cuales nos hace ver que la REALIDAD con mayúscula es Dios, y que el
que se aleja de Dios, o lo deja a un lado de su vida, se aleja de la realidad, de lo fundante de
la realidad. Y lo segundo muy interesante que hace notar el Papa, con lo cual deja abierto el
camino hacia la teología, es que para conocer bien a Dios, íntimamente, hay que conocer a
Jesucristo, y por medio de Él conocer a Dios, ya que es Cristo «el que conoce bien al Padre, y
aquel a quien se lo quiera revelar.»34 Dice así el Santo Padre:
«¿Qué es esta "realidad"? ¿Qué es lo real? ¿Son "realidad" sólo los bienes materiales, los
problemas sociales, económicos y políticos? Aquí está precisamente el gran error de las
tendencias dominantes en el último siglo, error destructivo, como demuestran los resultados
tanto de los sistemas marxistas como incluso de los capitalistas. Falsifican el concepto de
realidad con la amputación de la realidad fundante y por esto decisiva, que es Dios. Quien
excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de "realidad" y, en consecuencia, sólo puede
terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas.
La primera afirmación fundamental es, pues, la siguiente: Sólo quien reconoce a Dios, conoce la
realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano. La verdad de esta
tesis resulta evidente ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entre paréntesis.
Pero surge inmediatamente otra pregunta: ¿Quién conoce a Dios? ¿Cómo podemos conocerlo?
No podemos entrar aquí en un complejo debate sobre esta cuestión fundamental. Para el
cristiano el núcleo de la respuesta es simple: Sólo Dios conoce a Dios, sólo su Hijo que es Dios
de Dios, Dios verdadero, lo conoce. Y él, "que está en el seno del Padre, lo ha contado" (Jn 1, 18).
De aquí la importancia única e insustituible de Cristo para nosotros, para la humanidad. Si no
conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable;
no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad.
Dios es la realidad fundante, no un Dios sólo pensado o hipotético, sino el Dios de rostro
humano; es el Dios-con-nosotros, el Dios del amor hasta la cruz.»35
Y de este modo podemos dar por concluido este trabajo, repitiendo una vez más con el
P. Fabro: «Me parece que ahora podemos llamar con todo rigor al problema teológico “el
problema esencial del hombre esencial”».36

D.O.M

34
Cfr. Mt 11, 27
35
BENEDICTO XVI, Discurso inaugural del CELAM, Aparecida, 13 de mayo de 2007, www.vatican.va
36
C. FABRO, Op, Cit., Int, 1. p. 12: «Sembra allora che possiamo con ogni rigore chiamare il probema teologico “il
problema essenziale dell`uomo essenziale”»

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BIBLIOGRAFÍA:
Biblia de Jerusalén, Ed. Digital (Aplicación para portátiles)
S. TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, Ed. Digital, www.hjg.com.ar/sumat/
-Suma Contra Gentiles,
http://www.traditio-op.org/biblioteca/Aquino/Suma_Contra_Gentiles_Sto_Tomas_de_
Aquino_OP.pdf
CORNELIO FABRO, L`uomo e il rischio di Dio, Edivi, 2014, versión italiana
GALLUS MANSER, El tomismo esencial,
www.disc.ua.es/~gil/la-esencia-del-tomismo-gallus-manser.pdf
R. GARRIGOU-LAGRANGE, Dios: I. Su existencia, Ediciones Palabra, 2ª ed.
BENEDICTO XVI, Discurso inaugural del CELAM, Aparecida, 13 de mayo de 2007,
www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2007/may/documents/hf_ben-xvi_
spe_20070513_conference-aparecida.html
PÍO XII, Carta encíclica Humanis generis, 1950
JUAN PABLO II, Catecismo de la Iglesia Católica, Ed. Digital,
www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html
SERGE-THOMAS BONINO, Dieu, «celui qui est», Ed. Parole et Silence

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