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Crisis del siglo XIV

Crisis del siglo XIV es la denominación historiográfica de uno de los períodos que puede considerarse como
de crisis secular o crisis general, al menos para Europa y la cuenca del Mediterráneo. Temporalmente abarca
el tramo final de la Edad Media, hasta la recuperación de la población, el dinamismo económico y el nuevo
vigor cultural que trajeron el Renacimiento y la Era de los descubrimientos. En las interpretaciones de la
historia de la civilización occidental se la considera un factor determinante para explicar la transición de la
Edad Media a la Edad Moderna.
La crisis demográfica del siglo XIV relacionada con la peste negra, el aumento de la población
desde el año 1000, la roturación de nuevas tierras, y la capacidad de convertir los excedentes en capital. La
crisis del siglo XIV comprende un período de crisis dentro del sistema feudal que inició el declive del
mismo, lo cual significó un cambio de suma importancia para la historia. Dicha crisis se originó a partir de
una serie de calamidades, tales como la peste negra, guerras, la disminución de la producción
agrícola a raíz de cuestiones climáticas y la sobrepoblación, entre otras. Estas condiciones provocaron
hambruna, empobrecimiento, desnutrición y diversas enfermedades que desembocaron en la crisis del siglo.
Es así que este período se caracteriza por ser una etapa triste para Europa, ya que en ese entonces la
población se encontraba desesperada ante la situación.

Causa
Las causas fundamentales de la crisis del siglo XIV fueron:
Un posible origen en una crisis climática (se habla de disminución de las temperaturas tras el
denominado óptimo medieval que permitió las vides en Inglaterra) o crisis ambiental, vinculados ambas a
ciclos naturales o esta última a los rendimientos decrecientes de actividades agrícolas y ganaderas que
habían alcanzado un "techo tecnológico" simultáneamente a la presión de un crecimiento demográfico lento,
pero mantenido al menos desde el año 1000. La Gran Hambruna de 1315-1317 marcó el inicio del siglo. La
posibilidad de encontrar circunstancias climáticas y ambientales semejantes en la misma época pero otros
contextos geográficos (lo que convertiría a la crisis del siglo XIV en una verdadera crisis general a nivel
global) ha sido objeto de investigación: concretamente la civilización Jemer de Angkor (Camboya) tuvo un
auge y declive compatible con un modelo semejante, que se ha atribuido a variaciones de El Niño y a su
propia sobreexplotación del medio.1
La terrible crisis demográfica vinculada a la peste negra o peste bubónica de 1348 y las epidemias que se
sucedieron cíclicamente durante los decenios siguientes, que redujeron la población de Europa en no menos
de un tercio.
Los desequilibrios económicos que afectaron a todos los sectores (cambios en el uso de la tierra -equilibrio
entre agricultura y ganadería-, alteración de las rudimentarias estructuras tradicionales del comercio y el
crédito, etc.)
Las convulsiones sociales, políticas e ideológicas que la siguieron:
Las concentraciones de herencias, la confusión en los gremios, el aumento relativo de la importancia de
las ciudades,
La desestabilización definitiva de las cadenas de vasallaje; recrudecimiento de los conflictos militares (Guerra
de los Cien Años) frente al clima de relativa seguridad percibida desde el final de la época de las
invasiones de la Alta Edad Media; aumento del poder de los reyes en Europa Occidental que superan el
concepto de monarquía feudal y avanzan en la conformación de las monarquías autoritarias.
El aumento de la piedad extrema (flagelantes, danzas de la muerte, mística), la crisis de la ortodoxia religiosa
(Cisma de Occidente, movimientos calificados como heréticos -hussitas, lolardos, fraticelli-) la crisis de
la escolástica, la evolución del arte gótico puro al gótico flamígero en la mayor parte de Europa Occidental y,
simultáneamente, en Italia, el surgimiento de las condiciones intelectuales del
denominado Prerrenacimiento (Petrarca, Bocaccio, Giotto), etc.

El conjunto de los fenómenos ligados a esta crisis secular se ha interpretado, desde el punto de vista
del materialismo histórico, como el comienzo de la transición del feudalismo al capitalismo que se produce
desde finales de la Edad Media. En perspectiva histórica supone un periodo secular de transición entre modos
de producción (feudal y capitalista) que no finalizará hasta el final del Antiguo Régimen y el comienzo de
la Edad Contemporánea, con lo que tanto este último periodo medieval como la Edad Moderna entera
cumplen un papel similar y cubren una similar extensión temporal (500 años) a lo que significó la Antigüedad
Tardía para el comienzo de la Edad Media (la transición entre el modo de producción esclavista y el modo de
producción feudal).
La ley de rendimientos decrecientes empezó a mostrar sus efectos a medida que el dinamismo de los
campesinos forzó la roturación de tierras marginales y las lentas mejoras técnicas no podían sucederse a un
ritmo semejante. La coyuntura climática cambió, acabando con el denominado óptimo medieval que
permitió la colonización de Groenlandia y el cultivo de vides en Inglaterra. Las malas cosechas condujeron
a hambrunas que debilitaron físicamente a las poblaciones, preparando el terreno para que la peste negra de
1348 fuera una catástrofe demográfica en Europa. La repetición sucesiva de epidemias caracterizó un ciclo
secular.

Consecuencias
Las consecuencias no fueron negativas para todos. Los supervivientes acumularon inesperadamente
capital en forma de herencias, que pudo en algunos casos invertirse en empresas comerciales, o acumularon
inesperadamente patrimonios nobiliarios. Las alteraciones de los precios de mercado de los productos,
sometidos a tensiones nunca vistas de oferta y demanda cambió la forma de percibir las relaciones
económicas: los salarios (un concepto, como el de circulación monetaria ya de por sí disolvente de la
economía tradicional) crecían al tiempo que las rentas feudales pasaron a ser inseguras, obligando a los
señores a decisiones difíciles. Alternativamente primero tendieron a ser más comprensivos con sus siervos,
que a veces estuvieron en situación de imponer una nueva relación, liberados de la servidumbre; mientras
que en un segundo momento, sobre todo tras algunas rebeliones campesinas fracasadas y duramente
reprimidas, impusieron en algunas zonas una nueva refeudalización, o cambios de estrategia productiva
como el paso de la agricultura a la ganadería (expansión de la Mesta).
El negocio lanero produjo curiosas alianzas internacionales e interestamentales (señores ganaderos,
mercaderes de la lana, artesanos de paños) que suscitaron verdaderas guerras comerciales (en ese sentido
se ha podido interpretar las cambiantes alianzas y divisiones internas Inglaterra-Francia-Flandes durante
la Guerra de los Cien Años, en la que Castilla se implicó en su propia guerra civil). Únicamente los nobles con
más capacidad (demostrada la mayor parte de las veces por el despojo de nobles con menos capacidad)
pudieron convertirse en una gran nobleza o aristocracia de grandes casas nobiliarias, mientras que
la pequeña nobleza se empobrecía, reducida a la mera supervivencia o a la búsqueda de nuevos tipos de
ingresos en la creciente administración de las monarquías, o a los tradicionales de la Iglesia.
En las instituciones del clero también se va abriendo un abismo entre el alto
clero de obispos, canónigos y abades y los curas de parroquias pobres; y el bajo clero de frailes o clérigos
vagabundos, de opiniones teológicas difusas, o bien supervivientes materialistas en la práctica, goliardos o
estudiantes sin oficio ni beneficio.
En las ciudades, la alta burguesía y la baja burguesía viven un similar proceso de separación de fortunas, que
hace imposible mantener que un aprendiz o incluso un oficial o un maestro de taller pobre tenga algo que ver
con un mercader enriquecido por el comercio a larga distancia de la Hansa o las ferias de Champaña y de
Medina, o un médico o un letrado salidos de la universidad para entrar en la alta sociedad. Se va abriendo
paso la posibilidad (antes inaudita) de que la condición social dependa más de la capacidad económica (no
necesariamente ligada siempre a la tierra) que del origen familiar.
Frente al mundo medieval de los tres órdenes, basado en una economía agraria y firmemente ligada a la
posesión de la tierra, emerge un mundo de ciudades basado en una economía comercial. Los centros de
poder se desplazan hacia los nuevos burgos. Estos reequilibrios se vieron reflejados en los campos de batalla,
ya que los caballeros feudales empezaron a ser superados por el desarrollo de técnicas militares como el arco
de tiro largo, arma que los ingleses usaron para barrer a los franceses en la Batalla de Agincourt, en 1415, o
la pica, usada por la infantería de mercenarios suizos. Es en esta época cuando reaparecen los primeros
ejércitos profesionales, compuestos por soldados a los que no les une un pacto de vasallaje con su señor sino
la paga.
Las nuevas ideas religiosas -que se adaptan mejor a la forma de vida de la burguesía que a la de los
privilegiados- ya estuvieron en el fermento de las herejías que se habían producido previamente, a partir del
siglo XII (cátaros, valdenses), y que habían encontrado eficaz respuesta en las nuevas órdenes religiosas
mendicantes, insertas en el entorno urbano; pero en los últimos siglos medievales el husismo o
el wycliffismo tienen una mayor proyección hacia lo que será la Reforma protestante del siglo XVI.
El milenarismo (flagelantes) convivía con el misticismo (Tomás de Kempis) y los desórdenes y corrupción de
costumbres en la Iglesia que culminaron en el cisma de Occidente. Los intentos de imprimir mayor
racionalidad al catolicismo ya venían estando presentes desde la cumbre de la escolástica de los siglos XII y
XIII con Pedro Abelardo, Tomás de Aquino o Roger Bacon; pero ahora esa escolástica se enfrenta a su propia
crisis y cuestionamiento interno, con Guillermo de Ockham o Duns Scoto). La mentalidad teocéntrica iba
lentamente dando paso a una nueva antropocéntrica, en un proceso que culminará con el humanismo del
siglo XV, en lo que ya puede denominarse Edad Moderna.
El desafío al monopolio económico, social, político e intelectual de los privilegiados, creaba lentamente
nuevos espacios de poder en beneficio de los reyes, así como un lugar cada vez más amplio para la
burguesía. Aunque la mayor parte de la población siguió siendo campesina, lo cierto es que el impulso y las
novedades ya no provenían del castillo o el monasterio, sino de la Corte y la ciudad. Entre tanto, el amor
cortés (procedente de la Provenza del siglo XI) y el ideal caballeresco se revitalizaron y pasaron a convertirse
en una ideología justificativa del modo de vida nobiliario justo cuando este empezaba a estar en cuestión,2
viviendo una época dorada, obviamente decadente, localizada en el período de esplendor del ducado de
Borgoña, que reflejó Johan Huizinga en su magistral El otoño de la Edad Media.

El comienzo de la recuperación
A partir del siglo XV, a medida que los efectos de la crisis disminuían, Europa comenzó a experimentar cierta
recuperación, que se manifestó en diversos aspectos. En primer lugar, la población comenzó a crecer
nuevamente. Uno de los factores que contribuyeron a ello fue la disminución de las guerras y las epidemias
que habían asolado el continente durante el siglo XIV. Al mismo tiempo, al aumentar la población, la
demanda de productos agrícolas y la cantidad de mano de obra disponible para los trabajos rurales fueron
mayores. Además la producción agrícola se vio favorecida por algunos adelantos técnicos (mejoras de los
arados y de los sistemas de irrigación) y por la incorporación a la agricultura de tierras que habían sido
abandonadas durante la crisis. El aumento de la producción agrícola fue acompañado por un crecimiento de
las manufacturas y las actividades comerciales. En el primer caso, en esa época surgió una nueva forma de
producción manufacturera, que recibió el nombre de trabajo rural domiciliado: con materias primas y
créditos facilitados por los comerciantes, los campesinos producían manufacturas en sus aldeas. Luego,
vendían sus productos a los comerciantes, quienes lo comercializaban en las ciudades. El aumento de
producción de manufacturas, junto con otros factores, como la mejora de los caminos y el perfeccionamiento
de los medios de pago, impulsó un significativo crecimiento en los intercambios comerciales.

Excepciones a la crisis
Fue justamente el siglo XIV durante el cual los reinos de Hungría, Polonia y Bohemia se fortalecieron política
y económicamente, surgiendo por encima de los Estados vecinos. En Hungría Carlos I y Luis I reformaron la
economía y el sistema de impuestos, y valiéndose de la explotación de oro y plata catapultaron el reino a una
nueva situación privilegiada, caracterizada por estabilidad interna y gran prosperidad militar. Luis I conquistó
el reino de Nápoles, y muchos pequeños principados satélites pasaron definitivamente bajo la tutela feudal
de Hungría. Interviniendo en la política francesa, polaca, checa e italiana, los dos reyes de la Casa de Anjou
gobernaron un reino que no sufrió las calamidades de la peste negra.
El reino de Bohemia siendo gobernado por Juan I se convirtió en el centro de la cultura, abriendo paso
posteriormente a la creación de la universidad de Praga y al fortalecimiento del reino bajo Carlos de
Luxemburgo, quien también fue posteriormente emperador germánico. Wenceslao IV continuó la obra de sus
ancestros, pero eventualmente su mala gestión agravó la situación del reino, que entró en declive tras la
muerte de Carlos de Luxemburgo.
Polonia adquirió gran fuerza bajo el reinado de Vladislao I el Estado comenzó a cobrar estabilidad interna, y
su hijo Casimiro III restauró las fronteras originales, que ya se habían fracturado. De esta manera curiosa,
cuando Estados como Inglaterra, Francia, Nápoles, el Sacro Imperio, Castilla y Aragón se hallaban sumidos
en una oscura crisis durante este siglo, Europa Central estaba más bien envuelta en prosperidad y se
fortalecía paulatinamente.

Evolución de la población mundial


Observen, que en 1,000 años la población creció 95 millones, al pasar de 170 millones en el año cero a 265
millones.En 1,500, ya Cristóbal Colón había descubierto América y había 425 millones de habitantes; en
1,800 la población aumentó a 980 millones de habitantes. Del año 1800 a 1900 la población subió a 1,645
millones y en 1960 subió a 3000 millones. De 1960 para acá, el crecimiento poblacional ha sido astronómico,
porque en 1976 subió a 4,000 millones, en 1987 se disparó a 5000 millones de habitantes y al 2,000 subió a
6,228 millones de habitantes.

La peste negra
Las epidemias de enfermedades como la tuberculosis o paludismo, fueron el azote más frecuente y temible
de la Europa Medieval: diezmaban a poblaciones enteras. La más fulminante de todas fue la peste negra o
bubónica. Esta enfermedad la introdujeron a Europa los marineros genoveses que regresaban de
Constantinopla. Para los médicos medievales el mal se expandía a causa del aire corrompido. Hoy en día,
sabemos que la peste negra se transmitía a los humanos a través de las pulgas que vivían sobre las ratas. A
raíz de la peste negra, murieron en Europa unos 25 millones de personas entre el año 1348 y el año 1490,
casi un tercio de la población.
El aumento de la población desde el año 1000
En el año 100 la población subió a 180 millones, en el año 500 apenas ascendió a 190 millones
y en el año 1000 existían 265 millones de habitantes. Observen, que en 1,000 años la población creció 95
millones, al pasar de 170millones en el año cero a 265 millones. En 1,500, ya Cristóbal Colón había
descubierto América y había 425 millones de habitantes; en 1,800 la población aumentó a 980 millones de
habitante

Del año 1800 a 1900 la población subió a 1,645 millones y en 1960 subió a3000 millones. De 1960 para
acá, el crecimiento poblacional ha sido astronómico, porque en 1976 subió a 4,000 millones, en 1987 se
disparó a5000 millones de habitantes y al 2,000 subió a 6,228 millones de habitantes.

Las roturaciones
La palabra “roturaciones” significa la incorporación de nuevas tierras al cultivo. Fue un fenómeno
característico de los siglos XI al XIII debido, en gran medida, al aumento demográfico. Entre los siglos XI y XIII
se llevó a cabo un activo movimiento de roturación de tierras, antes desaprovechadas, para incorporarlas a
la explotación agrícola. Las roturaciones dieron trabajo al creciente número de hombres y, gracias a las
nuevas tierras de cultivo, aumentó la producción de alimentos y fue posible alimentar más bocas.
Las roturaciones sirvieron a los intereses tanto de los campesinos como de los señores. A los señores les
convenía que aumentarse la superficie cultivada y el número de campesinos asentados en sus tierras porque
era una forma de cobrar más tributos. Generalmente las roturaciones exigían inversiones que los campesinos
solos no podían afrontar y que requerían varios años de esfuerzo antes de que las nuevas tierras comenzasen
a rendir frutos. Como, luego de un tiempo, los señores obtenían beneficios importantes, estuvieron
dispuestos a ofrecer a os campesinos condiciones ventajosas para que participasen de las
roturaciones. Las ventajas para los campesinos generalmente radicaron en la conquista de una mayor
libertad personal junto a la posibilidad de obtener una justicia de privilegio para la solución de sus
pleitos, situación que se observa especialmente en las roturaciones emprendidas más allá de las
viejas fronteras.

Cambios del sistema feudal al capitalista


Tras la caída del feudalismo el modelo económico que surgió en Europa durante el siglo XVI que
logro imponerse en esa época fue bautizado como capitalismo, entre sus principales características, se
encuentra el acopio de capital como eje de la vida económica. El capitalismo consiste en un régimen de bases
económicas, en el cual la titularidad de los recursos de producción es de carácter privado, estos medios
operan en base del veneficio mientras que las decisiones financieras se toman en función de la
inversión de capital y con mira a la competencia a los mercados de consumo y trabajo asalariado, la clase
social más alta que se marca en este modelo revive el nombre de burguesía capitalista. A lo largo de su
historia, pero sobre todo durante su auge en la segunda mitad del siglo XIX el capitalismo tuvo una serie de
características básicas mencionadas a continuación:
Los medios de producción tierra y capital son de propiedad privada. La actividad económica aparece
organizada y coordinada por la interacción entre compradores y vendedores o productores, llevadas a
cabo en los mercados Tanto los propietarios de la tierra y el capital como los trabajadores son libre y buscan
maximizar su bienestar. Los consumidores pueden gastar como mejor le parezca sus ingresos para obtener
la mayor satisfacción posible Este principio que se denomina soberanía del consumidor, refleja que en un
sistema capitalista los productores se ven obligado debido a la competencia a utilizar los recursos de
forma que puedan satisfacer la demanda de los consumidores, el interés personal y la búsqueda
de veneficio, los lleva a seguir esta estrategia.

Del feudalismo al capitalismo


La transición del feudalismo al capitalismo se produjo en el siglo XV en Europa, ese momento
marco el final de la edad media y el inicio de la edad moderna. Varios cambios en los campos social, cultural,
económico y político fueron marcando una nueva fase en Europa las cuales resultaron en la crisis del sistema
feudal que estuvo vasado en una economía agraria y subsistencia dando inicio al precapitalismo o
capitalismo comercial. Esa primera fase del capitalismo estaba en vigor desde siglo XV al XVIII y se determinó
por el sistema mercantilista, también conocido como el capitalismo mercantil, que tenía por objetivo
la comunicación de riquezas y de capital, así como una comercialización de bienes para aumentar el logro.
Muchos factores contribuyeron a esta transición, por ejemplo: La aparición de una nueva clase social, la
burguesía, los burgueses fueron contribuyendo al aumento y aceleración de la economía mercantil a través
del surgimiento de la moneda siendo así el sistema de general riqueza que una vez que se practicaba en el
sistema feudar fue perdiendo el lugar para un nuevo modelo económico basado en el comercio.

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