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El ocaso de la Edad Media (siglos XIV y XV)

El símil astronómico de ocaso, que Johan Huizinga convierte en otoño, es utilizado con
mucha frecuencia en la historiografía, con un valor analógico que más que una
decadencia en lo económico o lo intelectual refleja un claro agotamiento de los rasgos
específicamente medievales frente a sus sustitutos modernos.

La crisis del siglo XIV

El final de la Edad Media llega con el comienzo de la transición del feudalismo al


capitalismo, otro periodo secular de transición entre modos de producción que no
finalizará hasta el final del Antiguo Régimen y el comienzo de la Edad Contemporánea,
con lo que tanto este último periodo medieval como la Edad Moderna entera cumplen
un papel similar y cubren una similar extensión temporal (500 años) a lo que significó la
Antigüedad Tardía para el comienzo de la Edad Media.

La ley de rendimientos decrecientes empezó a mostrar sus efectos a medida que el


dinamismo de los campesinos forzó la roturación de tierras marginales y las lentas
mejoras técnicas no podían sucederse a un ritmo semejante. La coyuntura climática
cambió, acabando con el denominado óptimo medieval que permitió la colonización de
Groenlandia y el cultivo de vides en Inglaterra. Las malas cosechas condujeron a
hambrunas que debilitaron físicamente a las poblaciones, preparando el terreno para que
la Peste negra de 1348 fuera una catástrofe demográfica en Europa. La repetición
sucesiva de epidemias caracterizó un ciclo secular.
Consecuencias de la crisis

Las consecuencias no fueron negativas para todos. Los supervivientes acumularon


inesperadamente capital en forma de herencias, que pudo en algunos casos invertirse en
empresas comerciales, o acumularon inesperadamente patrimonios nobiliarios. Las
alteraciones de los precios de mercado de los productos, sometidos a tensiones nunca
vistas de oferta y demanda cambió la forma de percibir las relaciones económicas: los
salarios (un concepto, como el de circulación monetaria ya de por sí disolvente de la
economía tradicional) crecían al tiempo que las rentas feudales pasaron a ser inseguras,
obligando a los señores a decisiones difíciles. Alternativamente primero tendieron a ser
más comprensivos con sus siervos, que a veces estuvieron en situación de imponer una
nueva relación, liberados de la servidumbre; mientras que en un segundo momento,
sobre todo tras algunas rebeliones campesinas fracasadas y duramente reprimidas,
impusieron en algunas zonas una nueva refeudalización, o cambios de estrategia
productiva como el paso de la agricultura a la ganadería (expansión de la Mesta).

El negocio lanero produjo curiosas alianzas internacionales e interestamentales (señores


ganaderos, mercaderes de la lana, artesanos de paños) que suscitaron verdaderas guerras
comerciales (en ese sentido se ha podido interpretar las cambiantes alianzas y divisiones
internas Inglaterra-Francia-Flandes durante la Guerra de los Cien Años, en la que
Castilla se implicó en su propia guerra civil). Únicamente los nobles con más capacidad
(demostrada la mayor parte de las veces por el despojo de nobles con menos capacidad)
pudieron convertirse en una gran nobleza o aristocracia de grandes casas nobiliarias,
mientras que la pequeña nobleza se empobrecía, reducida a la mera supervivencia o a la
búsqueda de nuevos tipos de ingresos en la creciente administración de las monarquías,
o a los tradicionales de la Iglesia.

En las instituciones del clero también se va abriendo un abismo entre el alto clero de
obispos, canónigos y abades y los curas de parroquias pobres; y el bajo clero de frailes o
clérigos vagabundos, de opiniones teológicas difusas, o bien supervivientes
materialistas en la práctica, goliardos o estudiantes sin oficio ni beneficio.
En las ciudades, la alta burguesía y la baja burguesía viven un similar proceso de
separación de fortunas, que hace imposible mantener que un aprendiz o incluso un
oficial o un maestro de taller pobre tenga algo que ver con un mercader enriquecido por
el comercio a larga distancia de la Hansa o las ferias de Champaña y de Medina, o un
médico o un letrado salidos de la universidad para entrar en la alta sociedad. Se va
abriendo paso la posibilidad (antes inaudita) de que la condición social dependa más de
la capacidad económica (no necesariamente ligada siempre a la tierra) que del origen
familiar.

Frente al mundo medieval de los tres órdenes, basado en una economía agraria y
firmemente ligada a la posesión de la tierra, emerge un mundo de ciudades basado en
una economía comercial. Los centros de poder se desplazan hacia los nuevos burgos.
Estos reequilibrios se vieron reflejados en los campos de batalla, ya que los caballeros
feudales empezaron a ser superados por el desarrollo de técnicas militares como el arco
de tiro largo, arma que los ingleses usaron para barrer a los franceses en la Batalla de
Agincourt, en 1415, o la pica, usada por la infantería de mercenarios suizos. Es en esta
época cuando aparecen los primeros ejércitos profesionales, compuestos por soldados a
los que no les une un pacto de vasallaje con su señor sino la paga. A partir del siglo XIII
se registran en Occidente los primeros usos de la de pólvora, invención china extendida
desde la India por los árabes, pero de forma muy discontinua. Roger Bacon la describe
en 1216) y hay relatos del uso de armas de fuego en la defensa musulmana de Sevilla
(1248) y Niebla (1262, véase El cañón en la Edad Media). Con el tiempo, el oficio
militar se envilece, devaluando las funciones de la nobleza con las de la caballería y los
castillos, que quedan obsoletos. El aumento de los costes y las tácticas de batallas y
asedios traerá como consecuencia el aumento del poder del rey frente a la aristocracia.
La guerra pasa a depender no de las huestes feudales, sino de los crecientes impuestos,
pagados por los no privilegiados.
Nuevas ideas

Las nuevas ideas religiosas -que se adaptan mejor a la forma de vida de la burguesía que
a la de los privilegiados- ya estuvieron en el fermento de las herejías que se habían
producido previamente, a partir del siglo XII (cátaros, valdenses), y que habían
encontrado eficaz respuesta en las nuevas órdenes religiosas mendicantes, insertas en el
entorno urbano; pero en los últimos siglos medievales el husismo o el wycliffismo
tienen una mayor proyección hacia lo que será la Reforma protestante del siglo XVI. El
milenarismo de los flagelantes convivía con el misticismo de un Tomás de Kempis y
con los desórdenes y corrupción de costumbres en la Iglesia que culminaron en el
Cisma de Occidente. Fue devastador el impacto que tuvo en la cristiandad occidental el
espectáculo de dos (y hasta tres) papas excomulgándose mutuamente (y a emperadores,
reyes y obispos, y con ellos a todos sus sacerdotes y fieles), uno en la llamada
cautividad de Aviñón a la que le sometía el rey de Francia (fille ainée de l'Eglise -hija
mayor de la Iglesia-), otro en Roma y un tercero elegido por el Concilio de Pisa (1409).
La situación no se recondujo totalmente ni siquiera con el Concilio de Constanza
(1413), que si hubieran prosperado las tesis conciliaristas se habría convertido en una
especie de parlamento europeo supranacional, cuasi-soberano y competente en toda
clase de temas. Hasta la humilde Peñíscola se llegó a convertir por algún tiempo en el
centro del mundo cristiano -para los escasos seguidores del Papa Luna-.

Los intentos de imprimir mayor racionalidad al catolicismo ya venían estando presentes


desde la cumbre de la escolástica de los siglos XII y XIII con Pedro Abelardo, Tomás
de Aquino o Roger Bacon; pero ahora esa escolástica se enfrenta a su propia crisis y
cuestionamiento interno, con Guillermo de Ockham o Duns Scoto. La mentalidad
teocéntrica iba lentamente dando paso a una nueva antropocéntrica, en un proceso que
culminará con el humanismo del siglo XV, en lo que ya puede denominarse Edad
Moderna. Ese cambio no se limitó únicamente a las élites intelectuales: personalidades
extravagantes, como Juana de Arco, se convierten en héroes populares (con el
contrapunto de otras terribles, como Gilles de Rais -Barba Azul-);la mentalidad social
va alejándose del conformismo temeroso para acoger otras concepciones que implican
una nueva forma de afrontar el futuro y las novedades:

Hoy comamos y bebamos y cantemos y holguemos, que mañana ayunaremos.


Villancico de Juan del Encina
El anonimato conscientemente buscado en el que vivieron silenciosamente generaciones
durante siglos

Non nobis, Domine, non nobis, ¡No a nosotros, Señor, no a nosotros,


sed nomini tuo da gloriam sino a tu nombre da la gloria!
Salmos 115:1, musicalizado y utilizado muy frecuentemente para uso litúrgico. Se adoptó como
lema de los templarios y aparece en la obra Enrique V de Shakespeare.

Y que seguirá siendo la situación de los humildes durante los siglos siguientes, da paso
a la búsqueda de la fama y de la gloria personal, no sólo entre los nobles, sino en todos
los ámbitos sociales: los artesanos comienzan a firmar sus productos (desde las obras de
arte a las marcas artesanas), y cada vez es menos excepcional que cualquier acto de la
vida deje su huella documental (libros parroquiales, registros mercantiles, escribanos,
protocolos notariales, actos jurídicos).

El desafío al monopolio económico, social, político e intelectual de los privilegiados,


creaba lentamente nuevos espacios de poder en beneficio de los reyes, así como un
lugar cada vez más amplio para la burguesía. Aunque la mayor parte de la población
siguió siendo campesina, lo cierto es que el impulso y las novedades ya no provenían
del castillo o el monasterio, sino de la Corte y la ciudad. Entre tanto, el amor cortés
(procedente de la Provenza del siglo XI) y el ideal caballeresco se revitalizaron y
pasaron a convertirse en una ideología justificativa del modo de vida nobiliario justo
cuando este empezaba a estar en cuestión, viviendo una época dorada, obviamente
decadente, localizada en el período de esplendor del ducado de Borgoña, que reflejó
Johan Huizinga en su magistral El otoño de la Edad Media.

El fin de la Edad Media en la Península Ibérica

Mientras que para el Mediterráneo Oriental el fin de la Edad Media supuso el avance
imparable del islámico Imperio otomano, en el extremo occidental, los expansivos
reinos cristianos de la Península Ibérica, tras un periodo de crisis y ralentización del
avance secular hacia el sur, simplificaron el mapa político con la unión matrimonial de
los Reyes Católicos (Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla), los acuerdos de estos
con el de Portugal (Tratado de Alcáçovas, que suponían el reparto de influencias sobre
el Atlántico) y la conquista de Granada. Navarra, dividida en una guerra civil entre
bandos orientados e intervenidos por franceses y aragoneses, sería anexionada en su
mayor parte a la creciente Monarquía Católica en 1512.

Transición del feudalismo al capitalismo

Transición del feudalismo al capitalismo es un concepto historiográfico que viene a


designar el periodo histórico y el proceso por el que el modo de producción feudal va
siendo sustituido paulatinamente por el modo de producción capitalista.

Debate historiográfico

El término quedó acuñado en el célebre debate que a mediados del siglo XX


mantuvieron personalidades de la historiografía y la economía más o menos cercanas al
paradigma del materialismo histórico, en su versión inglesa o francesa (revistas Past
and Present y Annales), como Maurice Dobb, Karl Polanyi, R. H. Tawney, Paul
Sweezy, Kohachiro Takahashi, Christopher Hill, Georges Lefebvre, Giuliano Procacci,
Eric Hobsbawm y John Merrington entre otros.1

Según el modelo de interpretación marxista, todos los cambios históricos están en


principio determinados por estos cambios de modos de producción: empujadas por la
dinámica de las fuerzas productivas, las cambiantes relaciones de producción (técnicas y
sociales) producen una intensificación de la lucha de clases, con los consecuentes
cambios en la superestructura política e ideológica para adaptarse a las nuevas
condiciones. Una lectura menos determinista interpreta que cada formación social
histórica tiene dentro de sí una combinación de modos de producción particular, y que
la influencia de la estructura en la superestructura es bidireccional.

Crisis

Dentro de la transición existirían varios momentos claves, que pueden considerarse


críticos.

 El primero es la Crisis del siglo XIV, que no sólo fue una crisis demográfica ligada a la
Peste Negra de 1348, sino que está ligada a una inadecuación del modo de producción
feudal al aumento de las fuerzas productivas:
o aumento de la población desde al menos el año 1000,
o roturación de nuevas tierras, con la consiguiente actuación de la ley de
rendimientos decrecientes,
o imposibilidad de aumentar el lento ritmo de mejoras técnicas (desconectadas
de la ciencia medieval)
o inadecuación del feudalismo para convertir los excedentes en capital: los
señores no los invierten (traicionarían su papel social, que condena el trabajo)
y los campesinos no disponen de ellos) mientras que la burguesía y la ciudad
ocupan un papel subsidiario (el alcance de éste papel es uno de los puntos
centrales del debate historiográfico entre los autores arriba señalados).

En resumen, desde el siglo XIV comienza a disolverse el feudalismo, no sólo en sus


aspectos económicos, sino sociales y políticos (fin de la servidumbre y el vasallaje en
Europa Occidental, división de la nobleza en alta y baja, aumento del poder de las
monarquías autoritarias frente a las monarquías feudales anteriores...).

 El segundo es la Crisis del siglo XVII, cuya misma existencia también es discutida por la
historiografía en un célebre debate. La crisis es una crisis general, pero con
consecuencias muy distintas en cada parte de Europa: Los países del área
mediterránea (España, Italia) se refeudalizan, produciéndose incluso la denominada
"traición de la burguesía". Los del noroeste de Europa, avanzan hacia el capitalismo, el
predominio social de la burguesía y sus valores (el trabajo, la propiedad), y estados
que los defienden mediante sistemas políticos innovadores (Holanda e Inglaterra). La
triunfante monarquía absoluta francesa, cúspide de una formación económico-social
propia del Antiguo Régimen, ha sido interpretada contradictoriamente, por unos como
una fuerza transformadora, que unifica una economía de dimensiones nacionales, y
por otros como una fuerza retardadora de las transformaciones que las fuerzas
productivas "objetivamente" pudieran haber impuesto. El papel de las clases sociales y
su misma existencia en ese momento han sido también objeto de cuestión.
 El último es la Crisis del Antiguo Régimen, coincidente con las tres revoluciones
simultáneas de mediados del siglo XVIII a mediados del siglo XIX (revolución industrial,
Revolución Burguesa y Revolución Liberal), que se ha podido llamar La Era de las
Revoluciones.

Localización

Su localización en el tiempo no puede hacerse con validez universal. Para Europa


Occidental vendría a coincidir con los siglos XIV al XVIII, identificándose con lo que
se ha venido a denominar el Antiguo Régimen. No obstante, el proceso se completaría
mucho antes en Inglaterra (donde tienen lugar en primer lugar los cambios
revolucionarios conocidos como revolución burguesa y la revolución industrial), más
tarde en Francia y con más retraso en España (donde para algunos autores, la revolución
industrial fracasó).

Para Europa Oriental, el feudalismo llegó más tardíamente, a finales de la Edad Media y
durante la Edad Moderna se consolida el poder de la nobleza sobre los campesinos
sometidos a servidumbre. La Edad Contemporánea verá cómo se produce una
modernización a un ritmo acelerado en Rusia, lo que puede explicar las características
especiales de la Revolución de 1917.

Si otro lugar del mundo tuvo esa misma transición sería Japón, que aislado
conscientemente de influencias exteriores desde el siglo XVI se mantiene en un estadio
similar al feudalismo, para abrirse bruscamente al capitalismo, también de forma
consciente, con la Revolución Meiji.

Ley de los rendimientos decrecientes

La ley de los rendimientos decrecientes (en inglés: diminishing returns) es una de las
leyes más famosas de la economía. Afirma que cada vez se obtendrá menos producción
adicional a medida que se añadan cantidades adicionales de un input manteniendo el
resto de factores constantes. Dicho de otro modo, el producto marginal de cada unidad
de input se reducirá a medida que la cantidad de este input aumente, si los otros
permanecen constantes; debe entenderse por producto marginal de un input la cantidad
de producción adicional que se obtiene después de añadir una unidad adicional de este
manteniéndose todos los demás constantes.

Esta ley es central en la teoría de la producción, una de las principales divisiones de la


teoría microeconómica neoclásica.

Historia

El concepto de rendimientos decrecientes se remonta a los primeros economistas como


Johann Heinrich von Thünen, Turgot, Thomas Malthus y David Ricardo. Sin embargo
los economistas clásicos como Malthus y Ricardo atribuirán el decrecimiento de los
rendimientos en los resultados (outputs) en la disminución de la calidad de las entradas
(inputs). Los economistas neoclásicos asumían que cada "unidad" de trabajo es idéntica
= perfectamente homogénea. Los rendimientos decrecientes eran debidos a la
interrupción de todo el proceso productivo a medida que unidades adicionales de trabajo
se añadían a una cantidad fija de capital.

Karl Marx desarrolló una versión de la ley de rendimientos decrecientes en su teoría de


la tendencia de la tasa de ganancia en su obra El Capital (volumen III).

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