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Universidad Abierta Para Adultos

ESCUELA

UAPA

ASIGNATURA

Infotecnologia

FACILITADOR

 Félix Antonio Ruiz Díaz

PARTICIPANTE

Jose Eriberto Severino Heredia

MATRICULA

100053281

TEMA

Tarea semana III- Word

FECHA

08/02/2022

Tarea III. Infotecnología


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Don Lobo busca trabajo: un cuento del lobo feroz


diferente
Don Lobo no necesita presentación pues todos vosotros, niños y niñas,
conocéis más que de sobra de quién se trata: es el malo de todos los
cuentos… y, además, es el que, al final, siempre sale perdiendo.

Pero un buen día, don Lobo se hartó de su trabajo. No solo se aburría de


llevar siglos haciendo lo mismo, sino que empezaba a afectarle en el
ánimo que todo el mundo lo temiera y lo odiara.

Lo cierto es que, hasta hace pocos años, don Lobo no era muy
consciente de esto. Fue a raíz de abrirse un perfil en redes sociales
cuando se dio cuenta del rechazo que despertaba en las personas. No
solo es que nadie le diera “me gustas” cuando publicaba en su
Instagram fotos de los platos que había cocinado con los cabritillos, por
ejemplo, o que recibiera un montón de tuits ofensivos algunos
vegetarianos radicales … ¡Es que hasta habían creado el hashtag
#BloquearAlLoboFeroz!

Todo aquello había comenzado a pasarle factura, y cada día estaba más
nervioso, más triste… ¡Y más harto! Así que decidió cambiar de trabajo.

Don Lobo se dirigió aquella mañana a la Oficina de Empleo del Bosque.


Tuvo que madrugar muchísimo para conseguir cita y, aun así, todavía
tuvo que esperar tres interminables horas para ser atendido. Pero, por
fin, llegó su turno.

¿Don Lobo Feroz? – preguntó una empleada apareciendo en la


sala de espera.

Sí, soy yo.

Pase, por favor.

Don Lobo acompañó a la empleada al interior de una pequeña oficina.


Tomó asiento y entregó su currículum a la funcionaria. Se hizo un largo e
incómodo silencio mientras ésta estudiaba su experiencia laboral.

Muy bien. Vayamos por partes. Aquí dice que ha trabajado usted
en el cuento de Los tres cerditos -comenzó la funcionaria con tono
de estar muy aburrida.

Así es…

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Bien… a raíz de esta experiencia… ¿Qué habilidades diría usted


que tiene?

Pues… ¡Una gran capacidad pulmonar! Derribé las casas de esos


cerditos tan solo soplando.

Interesante… Le apunto entonces para el puesto de Soplador de


molinos de viento… ahora con todo esto de la energía verde hay
muchos puestos disponibles. ¿Qué tipo de casas derribó usted?

Una de paja y otra de madera. Con la de ladrillo no pude. No


soplo con tanta fuerza…

Aham… entiendo. Entonces, por si acaso, también le voy a


inscribir es estos puestos: Soplador en fábrica de vidrio, e Inflador
de globos en parques de bolas infantiles -informó la funcionaria
mientras tecleaba sin cesar en su ordenador.

También ha trabajado usted en el cuento de “Los siete cabritillos”.


¿Qué destacaría de ello? -continuó la empleada.

Bueno… pues, conseguí que los cabritillos me abrieran la


puerta… resulté muy convincente…

Ajá, ajá… A este puesto también puede postular: Vendedor a


puerta fría.

¿Eso qué es? -preguntó Don lobo, a quien le sonaba a trabajar


dentro de una nevera y pasar mucho frío.

Es el que va por las casas intentando venderle a la gente cosas


que no necesita. Hace falta habilidad para lograr que las personas
abran la puerta de casa a un desconocido…

Ah, vale, perfecto. Sí, yo creo que se me daría bien.

¿Y cómo logró usted convencer a los cabritillos para que le


abrieran la puerta?

Suavicé y blanqueé mi mano con harina… -respondió don lobo,


muy orgulloso

Buscaremos algo en el sector de la Cosmética… -concluyó, sin


emoción, la funcionaria.

… y me aclaré la voz con yemas de huevo -interrumpió don lobo.

Eso suena interesante, ¿podría hacerme una demostración?

¡Claro! ¿Tiene usted… ejem… huevos?

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Claro, en el sector público tenemos de todo. Aquí los tiene.

Don lobo comenzó a batir los huevos mientras se excusaba por el


escándalo:

Siempre los bato, ¿sabe? Me da menos… asquete que comerlos


enteros crudos.

Una vez líquidos, se los bebió de solo dos tragos.

Adelante, muéstreme lo que es capaz de hacer -animó la


funcionaria.

Entonces don Lobo cantó con una voz maravillosa, angelical, aguda y
suave.

Sorprendente. Le apunto para trabajar como cantante -resolvió la


funcionaria de empleo sin dejar ver un atisbo de emoción en su
aburrido tono de voz. -Sigamos… aquí dice que es usted el lobo
de “Caperucita Roja”. ¿Devora abuelitas?

Sí…

Bien, usted no puede postular a puestos que impliquen el cuidado


de ancianos, por seguridad. Lo voy a dejar aquí anotado. ¿Algo
que destacar sobre su trabajo en este cuento?

Hmmm… muchas horas de espera en el bosque mientras


aparece Caperucita.

De pronto, don lobo escuchó con mucha claridad una lejana voz que
decía, con enfado:

¡Que me llamo Antonia!

¿Ha oído usted eso? -preguntó don lobo a la funcionaria.

No… ¿El qué?

Eso de “Me llamo Antonia” …

Si usted oye voces en su cabeza, me temo que voy a tener que


quitarle como postulante a Soplador de globos en fiestas
infantiles…

Volviendo al tema: soy un lobo con mucha paciencia.

Paciencia, entiendo… Puede trabajar como Investigador


científico…

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Eso aquí está muy mal pagado…

En un vivero de bonsáis… Y aquí mismo, cara al público en la


Oficina de Empleo… ¡Un momento! ¿Me quiere usted quitar MI
trabajo?

¡No, no! ¡Pero si lo ha dicho usted!

¡Ah, bueno! Pues eso lo tacho. Por si acaso… -dijo la funcionaria


con todo desconfiado.

Finalmente, dice usted que ha trabajado en el cuento de “Pedro y


el lobo”.

Sí, tengo experiencia con mentirosos

De-par-ta-mento de propa-ganda elec-toral… -musitó la empleada


mientras tecleaba en su ordenador.

Y con ovejas… sé cómo atraparlas y sujetarlas sin hacerles daño,


que luego se me tensan, se queda la carne dura y me hago daño
en los dientes.

Como esquilador tendría usted mucho futuro, ya apenas quedan


profesionales en el mundo.

Una pena…

Muy triste. Lo apunto- continuó la funcionaria con el mismo tono


neutro en su voz.

¿Idiomas?

Todos a los que se han traducido mis cuentos.

¿Vehículo propio?

Hmmm… no. Podría conseguir una bici… -aseguró don Lobo.

¿Disponibilidad para viajar?

-Mire, es que con todo esto del COVID, a mí lo de que me metan el


palito por la nariz, no me hace mucha ilusión. Ponga que no.

¿Le interesan ofertas de teletrabajo?

Tengo tres lobeznos (de 2, 4 y 6 años, ¿sabe? Mire, aquí tengo


una foto…) Teletrabajo, imposible.

Muy guapos. Muy bien. Pues eso es todo.

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¿Ya está?

Sí, le llamaremos cuando nos comuniquen vacantes en algún


puesto que se ajuste a su perfil.

Ah, fenomenal. Por si acaso, además de la foto de perfil, le dejo


una en la que aparezco de frente… ¡Que tenga usted buena
tarde!

Igualmente.

Don lobo abandonó la oficina de empleo. Antes de salir por la puerta


escuchó, a lo lejos, la voz de la funcionaria en la sala de espera.

¿Don Capitán Garfio? -preguntó aquella voz aburrida y neutra.

Sí, yo -respondió una voz rasgada por el ron.

Adelante…

Don Lobo se fue a su cueva y se dispuso a esperar la llamada de la


funcionaria. Pero pasaban los días y nada, el móvil no sonaba. El único
ruido que hacía el teléfono era el de las notificaciones de tuits
poniéndole verde.

Una semana y media después, Don Lobo había perdido la esperanza de


poder cambiar de trabajo. ¡Estaba condenado a ser el malo del cuento
toda la eternidad! Pero una mañana, sonó el teléfono.

¿Sí? ¿Dígame?

Buenos días, ¿Don Lobo Feroz?

Sí, soy yo.

Le llamo de la Oficina de Empleo del Bosque. Tengo para usted el


puesto perfecto. Están interesados en la ONG “Salvemos al Lobo
Ibérico”, necesitan a alguien en el departamento de recaudación
de fondos. Les ha gustado mucho su perfil. Y también su foto de
frente. -al otro lado del teléfono hablaba la funcionaria, su tono
seguía estando libre de toda emoción.

Oh, esa es una gran noticia. Me da usted una alegría. ¿Cuándo


empiezo? -preguntó don lobo con gran entusiasmo.

En cuanto usted pueda.

Perfecto. Deje que hable con mis jefes, los narradores de los
cuentos, para presentar mi renuncia formal. Y en cuanto estén
arreglados los papeles, me incorporo.

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Muy bien, tan pronto haga usted el papeleo, se pasa por la oficina
de empleo.

Muchas gracias -finalizó el lobo la conversación. Y colgó.

Nada más colgar, don Lobo se puso rápidamente en contacto con sus jefes
para presentar su renuncia. No hace falta decir la sorpresa y la conmoción
que causó en los narradores esta noticia. Le rogaron que se quedara, le
ofrecieron un ascenso y que tuviera su propio despacho en el bosque…
¡incluso prometieron subirle el sueldo!

¡Sí! ¡Ahora! Ahora ya no me interesa…

Pero nada, don Lobo estaba decidido. Y muy ilusionado. No sólo


había conseguido cambiar de trabajo, sino que había encontrado
uno muchísimo mejor, uno que le convertía en el bueno del
cuento. ¡En una ONG! Eso era una auténtica suerte. Pero
entonces, pasó algo inesperado…

¿Hola? ¿Lobo?

Sí, soy yo… ¿Quién es?

Soy Antonia…

¿Qué Antonia?

¡Antonia Kitty!

Se hizo un silencio. Estaba claro que don Lobo no tenía ni idea de quién
hablaba.

¡Caperucita Roja, leñe! -aclaró la voz, ya con cierta impaciencia.

Ah, sí, Caperucita… dime, dime.

Mira, me han llamado los jefes para contarme que vas a dejar el
trabajo de lobo de los cuentos. ¡Y eso no puede ser! ¿Sabes?
Todos los personajes estamos conmocionados. ¡No puedes irte!

Lo siento Caperu… ejem… Antonia, pero está decidido.

Yo siento mucho si te he tratado mal, a ver, ¿sabes? Es que soy


de carácter rebelde. Pero te quiero, atontao, eres mi amigo y no
quiero que te vayas. Y a mi abuelita… ¡La tienes contenta con
esta decisión!

Caperucita estuvo un rato largo intentando disuadirle, pero nada, el lobo


estaba decidido a cambiar de empleo. Aunque lo sorprendente llegó
después. Todos los personajes de sus cuentos se pusieron en contacto

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con él para convencerle de que no se fuera: el pastor Pedro, la abuelita,


los cerditos, el cazador, mamá cabra… ¡Hasta los siete cabritillos se
presentaron en su cueva para tratar de convencerlo!

Entonces el lobo entendió lo necesario que era para sus compañeros y


se dio cuenta de cuál era el verdadero problema. Así que cambió de
opinión: fue a la oficina de empleo y rechazó el puesto, y, ¿sabéis lo que
hizo justo después? Cerró todos sus perfiles en redes sociales. Con un
portazo.

Don Lobo se había dado cuenta de que las personas verdaderamente


importantes son las que te conocen de verdad, esas con las que se
comparten momentos, las que no te juzgan ni se meten contigo. Las que
te ayudan. Don Lobo se había ganado un gran prestigio como malo del
cuento con el paso de los siglos ¡No necesitaba cambiar de trabajo! Lo
que don Lobo necesitaba era quitarse de encima a toda esa gente
desconocida y malvada. Y hacerlo fue muy sencillo. A partir de ese
momento vivió feliz y no le criticó nadie por comerse una perdiz.

Ah, y don Lobo contactó con la ONG para colaborar con ella gratis en
sus ratos libres. Porque si el jamón ibérico es importante… ¡El lobo
ibérico, ni te cuento!

Este es un cuento del lobo feroz diferente porque, lejos de desarrollarse


en un entorno de fantasía, trae al protagonista al mundo real, por lo que
los adultos también disfrutarán con las ocurrencias que tiene la
empleada de la oficina de empleo.

1. Una imagen alusiva al texto.

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Personas Entonces Personajes Rebelde Carácter

Compañeros Importantes Presentaron Cueva Empleo

Desconocida Perfecto Papeleo Rápidamente Presentar

Jefes Sorpresa Noticia Fantasía Narrador

III. Crear una tabla donde coloques 20 palabras que encuentres


en el cuento (Cualquier palabra)

V. Inserta un SmartArt e inclúyele contenido relacionado al


cuento seleccionado.

Este es un cuento del lobo feroz


diferente porque, lejos de desarrollarse
en un entorno de fantasía, trae al
protagonista al mundo real, por lo que
los adultos también disfrutarán con las
ocurrencias que tiene la empleada de la
oficina de empleo.

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VI. Elige tres formas (Cuadrado, estrella, corazón, nube, etc.) insértala
y luego ponle color.

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