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En tiempos del gobierno de Rosas, los exiliados de Buenos Aires utilizaron medios
montevideanos para descargar sus mordaces críticas contra el Restaurador,
principalmente en dos periódicos –El Grito Argentino (1839) y Muera Rosas (1841) si bien
sus dibujos no pueden considerarse tiras en el sentido actual, los bloques de ilustraciones
presentaban cierta idea secuencial y los personajes hablaban con largos parlamentos
cuyas líneas de texto salían de sus bocas, otros en cambio mencionan una litografía de
1838 del español Juan Manuel Besmes e Irigoyen: El General Rivera en Campaña, como
primer antecedente de la historieta Uruguaya, en ella el general dialoga brevemente con
un paisano. (Ostuni, 2008)1
estos periódicos y sus caricaturas forman parte de una cultura visual que es
transversalizada por una cultura de la risa y lo cómico, que a la vez están inmersas en un
sistema cultural propio de una sociedad situada históricamente. (Osaba, 2013, pág. 21)
1
Hernán Ostuni. “La historieta uruguaya” p. 68
Lo que liga a este conjunto de piezas dispersas, en cambio, es su intención pragmática:
en
un momento en que la prensa periódica es instrumento y motor de la lucha política y
centro de configuración de la opinión pública, dibujar caricaturas es ubicarse en un
espacio de lucha. Las caricaturas son "armas" que dibujantes, impresores, periodistas y
todo el conjunto de los enunciadores del periódico comparten con los lectores, en su
búsqueda, de defender valores modernos: libertad, justicia, progreso. (Roman)
La caricatura política muchas veces generaba consecuencias más efectivas que los
análisis serios. Se convirtió en algo más que en un juego de formas y colores: se
transformó en radiografía psicológica y social que dejaba traslucir los intereses existentes
más allá de los ritos públicos del poder y de los discursos formales, y contribuía a la
formación de la opinión pública, pues fungía de lente de aumento que permitía reconocer
los verdaderos contornos y sustancias de los acontecimientos políticos. (Gonzales
Alvarado, 2015, pág. 240)
El humor político para ejercer un efecto cómico no puede ser oficialista, siempre trata de
ser crítico, en algunos casos claramente opositor, inconformista con la situación a la que
se enfrenta, delineando en sus textos o caricaturas a su oponente. (Matallana, 1999, pág.
25)
2
Juan Sasturain, El domicilio de la aventura… op. Cit. p.16
3
Fernando Ruiz, Guerras mediáticas… Op. Cit.
4
Nanzi Sobrero de Vallejo. “El Grito Argentino y el valor de la imagen” en El Litorial, Santa Fe, 8 de julio de
2006
5
El Grito Arjentino, 1, Montevideo, 24 de febrero de 1839.
En 1838 los exiliados argentinos fundan en Montevideo el periódico El Nacional, cuyos primeros
redactores eran el uruguayo Andrés Lamas y el argentino Miguel Cané. Fue el primer periódico
desde el que estos comenzaron a criticar duramente al régimen rosista.
Las láminas eran dibujadas en Buenos Aires por el coronel Antonio Somellera, quien las remitía a
Montevideo. Posteriormente, éste y Félix Tiola recibían el periódico y los distribuían a los amigos,
y de noche lo arrojaban a los zaguanes de las casas. Hasta que se enteró la policía, Tiola fue
apresado y fusilado, mientras que Somellera logró huir a Montevideo. (Zinny, 1883, pág. 172)
Hasta 1839, la prensa de los emigrados impugna al gobierno de Buenos Aires mientras discurre
sobre cuestiones filosóficas y literarias. Entonces, una serie de sucesos contra Rosas endurece su
gobierno y destraba el terrorismo de Estado. La crítica de los proscriptos en la Banda Oriental se
transforma en ataque concreto y surge una prensa de combate que renuncia al autor individual
para reunir la fuerza de un anónimo colectivo radical. (Ferro, 2004)
Más allá de la particularidad formal de la filacteria, su función no se encuentra alterada. Es así que
texto e imagen conforman un todo significante y es el de anclar el sentido del mensaje de la
imagen. (Fükelman, 2006)
Para la propaganda rosista, el “salvaje unitario” era portador de, a lo menos, tres rasgos
definitorios: en primer lugar, se subrayó su carácter elitista en el seno de una sociedad plebeya,
otorgándoles un carácter aristocratizante y antipopular que los hacía enemigos del orden vigente,
y cuyo cosmopolitismo los hacía susceptibles de pactar una alianza traicionera con alguna potencia
extranjera. En segundo lugar, la prensa rosista le atribuía al unitario una propensión innata a la
rebelión, debido a su carácter ambicioso, envidioso, arrogante y su desdén por lo establecido. El
tercer atributo fue el de alienados radicales, eran vistos como dementes, diabólicos e irracionales,
perversos y herejes. (Myers, 2002)
Estas formas de graficar y representar tanto la figura de Rosas como sus acciones intimas, tiene su
correlato con una visión de su persona – por parte de los autores del EGA y MR! – donde se
exhiben aspectos privados que intentan romper con el modelo de adhesión propuesto por el
régimen oficial. Por lo tanto se puede concluir que el tipo iconográfico creado por la prensa
antirrosista y las descripciones realizadas por la literatura de la llamada generación del 37 – que
indudablemente compartía autores e intenciones – se basa en diferentes destacar ciertos rasgos,
aunque todos tienden a un mismo efecto: desnaturalizar la figura de Rosas como gobernante,
marcar criterios de oposición entre lo civilizado y lo bárbaro, probar como lo privado se infiltra en
lo público y genera actos que pueden ser acotados a través de las denuncia de las pasiones y los
vicios. (Fükelman, 2006)
El Uruguay, a consecuencia de la presencia de las tropas de Juan Manuel de Rosas ante los muros
de Montevideo desde el 16 de febrero de 1843, había quedado dividido, territorial y
políticamente, en dos zonas geográficas antagónicas: la ciudad y puerto de Montevideo, donde
funciona un gobierno colorado cuya autoridad no es reconocida por el resto del país, y que se
conecta por vía marítima con el exterior; frente a él, sitiando el enclave portuario, un gobierno
blanco con asiento en la "Villa de la Restauración", cuya autoridad se extiende al resto del
territorio nacional.