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DARK HUNTER 29 – STYGIAN

Sherrilyn Kenyon

Sinopsis

Nacido antes de que el hombre registrara el tiempo, viví durante miles de años,
creyéndome ser algo que no soy.
Alguien que no soy.
Mentido y traicionado por dioses, daimons y Dark Hunters, he luchado por encontrar el
camino en un mundo donde he sido maldecido desde el momento en que una diosa vengativa
me arrancó prematuramente de mi madre y me plantó en el útero de una mujer inocente que
creyó que era su hijo.
Entrenado como asesino y depredador, aprendí a encajar y a mantenerme bajo. Para
convertirme en una herramienta para el mal. Hasta que fui enviado a matar a la única mujer
que no pude. Mi duda le costó su vida.
O eso pensé. En un acto de traición que hace palidecer a los demás, he aprendido que
las cosas no son lo que parecen en este mundo y que Phoebe aún vive.
Ahora tendré que viajar a los mismos pozos del Hades para intentar salvarla, aun
cuando todos a mi alrededor intentan robarme la poco alma que me queda. Solo hay una
persona a mi espalda y tampoco estoy seguro de poder confiar en ella, ya que ella nació de
una raza enemiga. Sin embargo, a veces el camino hacia la redención nos incita a nuestro
mismo centro. Y si no logro encontrar las respuestas que necesito para salvar a Phoebe, más
que solo mi esposa morirán.
Perderemos el mundo. Tanto humanos como daimon.

~Urian de la Casa de Aricles

Stygian Dawn

Lágrimas cegaban a Braith mientras miraba a través de los barrotes para ver qué le
habían hecho a su una vez orgulloso esposo. Si bien todos los seres sephirii eran etéreos y
hermosos, ninguno lo era más que su precioso Kissare. Sin embargo, lo habían golpeado
hasta el borde de la muerte. Habían cortado sus blancas alas de su musculoso cuerpo y lo
habían dejado una sombra rota del guerrero feroz que había sido.
Aun así, el fuego de la vida volvió a la mirada de su guerrero en el momento en que la
vio a través de su enmarañado cabello blanco. Cabello empíreo que contrastaba
marcadamente con la negrura del suyo.
—Apollymi. —Suspiró, usando un apodo cariñoso que en su lengua significaba “la luz
de mi corazón”.
Desde el momento en que se conocieron, él se había negado a llamarla de otra
manera. A diferencia de los otros que la despreciaban y se burlaban de ella por un monstruo
que debía temer, Kissare solo la conocía por algo más que el pozo de la oscuridad total que
devoraría al mundo entero, y se reía mientras lo hacía.
Y tenían razón. Odiaba todo y a todos.
Excepto a él.
Él le sonrió a pesar de su dolor.
—No deberías haber venido aquí.
—Tenía que hacerlo. —Ahogada en su dolor, ahuecó su rostro a través de los
barrotes—. Drogué a Atticus y le robé la llave. —Lo soltó para poder sacarla de los pliegues
de su capa y abrir su prisión para liberarlo—. Podemos…
—Nay —dijo, interrumpiéndola. Puso su mano ensangrentada y magullada sobre la de
ella para evitar que lo liberara—. No me puedo ir. Es la única forma de protegerte a ti y a
Monakribos.
Sollozó ante la mención de su hijo pequeño, que había estado llorando al ir a dormir
todas las noches mientras le preguntaba por su padre ausente. Kissare y Monakribos eran
muy cercanos. Desde la misma hora del nacimiento de Monakribos, Kissare había estado allí
para él. Nunca se había perdido una sola noche de acostar a su hijo en su cama para dormir,
siempre y cuando el bebé no se hubiera quedado dormido mientras estaba acurrucado en los
brazos de su padre.
Hasta que los otros dioses supieron que Kissare era el padre de su hijo.
¡Maldito hermano de Kissare por su lengua suelta y traidora! Una lengua que había
clavado en el techo por la traición que había causado el arresto de Kissare.
No contenta con detenerse allí, también había clavado los dos testículos de Tisahn
junto a su lengua mientras él gritaba por una misericordia que ella se había negado a
mostrarle. Luego ella le había crecido dos bolas más para poder arrancarlas y clavarlas
también. Lástima que el debilucho había muerto antes de que ella tuviera la oportunidad de
darle un tercer set. Peor aún, su patética hermana le había ocultado su cadáver para que
Braith no pudiera resucitarlo y torturarlo más tiempo...
¡Perra desgraciada! Recuperaría a Cam un día, incluso si era lo último que hiciera.
Aunque estaba bien que los dioses masculinos tuvieran hijos con las sephirii hembras,
o cualquier otra puta que extrajeran de los pozos más bajos para el caso, se consideraba un
sacrilegio para un sephiroth macho impregnar a cualquier diosa a la que servía.
Pero en su corazón, Braith solo había amado a Kissare y a su hijo. En todos estos
siglos, Kissare sola había sido el único que la había hecho reír. La suya había sido la única
compañía que había buscado. Cada vez que estaba abatida, él la consolaba. Cuando
necesitaba amistad, él siempre había estado allí. Sin excusas. Sin demora.
Su mejor amigo.
Su único amigo.
Ahora…
—No sé cómo vivir sin ti, Sare. No quiero vivir sin ti.
—Shh —susurró antes de darle un tierno beso en la mejilla—. Eres una diosa. La más
hermosa de todas. Viviste siglos antes de mi nacimiento y estabas bien sin mí.
—No. Sobreviví y soporté. Era fría e insensible. Lo último que quiero es regresar a ese
infierno solitario que solía llamar hogar.
—Y ahora tienes un bebé que necesita a su madre.
Se ahogó con un sollozo.
—Él también necesita a su padre. — ¿Cómo podría su hijo aprender bondad sin
Kissare? Ella podría enseñarle nada más que asesinatos, torturas y odio.
Esos eran todo lo que ella entendía.
Él enterró su mano en su cabello oscuro y la miró fijamente.
—Los otros dioses nunca nos dejarán en paz, Polli. Lo sabes. Hemos roto su ley
sagrada, y son un grupo lleno de odio. Mi ejecución hará las paces. Mejor que me castiguen a
mí, solo, que a ti y a Kree... pero volveré por ti. Lo juro. Sin importar lo que cueste. La muerte
no puede mantenernos separados. Nada puede. Te amo demasiado para mantenerme alejado
de ti.
A través del dolor, ella le creyó. Si él lo decía, era verdad. Nunca le había mentido una
vez. No estaba en él hacer eso.
— ¿Cómo sabré que eres tú?
Él tomó su mano y la colocó sobre su corazón para que pudiera sentir su feroz y fuerte
latido debajo de su palma.
—Lo sabrás, y no vas a dudar de mí. Nunca. Ya verás.
—Entonces te esperaré. Ningún otro me tocará jamás. Siempre serás mi único corazón.
Ella se volvió el cabello blanco para igualar el suyo y honrarlo a él y su noble sacrificio.
Por ella y su hijo.
Nunca más su cabello sería de otro color, y vestiría de negro, para marcar su
oscuridad, hasta su regreso.
Él le dio una sonrisa triste.
—Siempre serás mi preciosa Apollymi. —Besó sus labios—. Ahora vete antes de que te
encuentren. Alza a nuestro hijo y nunca dejes que dude de cuánto lo ama su padre. Un día,
regresaré por ustedes dos. Puedes contar con ello.
Su corazón se hizo añicos mientras asentía y saltaba su mano.
— ¡Te esperaré! ¡Por siempre! —Ella se dio vuelta y se alejó, temiendo por el futuro. Y
sabiendo lo que haría si los dioses se atrevieran a mantenerlos separados.

25 de junio de 9527 A.C.

Apollymi, la Gran Destructora, estalló desde las profundidades de su prisión infernal


para prender fuego a toda la tierra, con la intención de quemarla hasta su cieno primordial.
Su ira era implacable.
Y nadie era inmune.
Las olas se estrellaron sobre los continentes y los hundieron durante la noche en el
fondo de los océanos. Las nubes negras rugosas borraron el sol. Toda la vida sobre la tierra
humana estaba en peligro de extinción.
Incluso los mismos dioses temblaban de miedo.
¿Por qué? Porque esos dioses de la antigüedad se habían unido una vez más para
quitarle lo único que ella había amado por encima de todos los demás. De nuevo. Lo único
que les había permitido que la encerraran en prisión para salvarla.
Su segundo hijo nacido.
El único niño que ella había escondido en el mundo del hombre, con la esperanza de
evitarle la crueldad y la matanza.
Y al igual que su hermano antes que él, había sido perseguido por los dioses. No se le
había mostrado misericordia.
Ni amabilidad.
En cambio, su propio panteón había permitido a la humanidad abusar de él y se habían
desviado de su camino para acecharlo hasta que hubieran tenido éxito en asesinarlo
brutalmente justo después de la víspera de su vigésimo primer año.
Como con Monakribos antes que él, había sido privado del amor de su padre.
Privado de la protección de su madre.
Ahora…
¡Ella tendría su venganza!
En una furiosa búsqueda de sangre para la expiación, Apollymi había atacado a su
propio panteón primero, aniquilando a cada dios que había maldecido a su hijo.
Hasta que llegó a los dos últimos en Katateros.
Allí, la antigua diosa envió la fuerza de sus vientos para golpear a Symfora y a su hija,
Bet’anya, en el luminoso vestíbulo de la teocrópolis donde los dioses atlantes habían
celebrado una vez sus fiestas inmaculadas, y sus reuniones que determinaban los destinos de
la humanidad, junto con los amados hijos y marido de Apollymi. Ella las acechó como la
depredadora que era, con la intención de deleitarse con sus almas por lo que habían hecho.
—Lo mataron. ¡Todos ustedes!
Symfora (su diosa de la muerte y la tristeza, que era tan oscura como Apollymi antes de
que ellos hubieran interferido con su primer y único amor) negó con la cabeza.
—No matamos a tu hijo. Él todavía vive.
Estrechando sus arremolinados ojos plateados mientras su cabello blanco caía en
cascada alrededor de su ágil cuerpo, Apollymi curvó sus labios.
—Mi Apostolos fue masacrado esta mañana por el dios griego que tú invitaste a mis
tierras.
Un dios que había matado a su hijo y luego había maldecido a todos los apólitas para
que murieran dolorosamente a los veintisiete años.
Los ojos de Symfora se abrieron con terror.
—Nunca le di la bienvenida a Apolo aquí. Esa fue una decisión tomada por ti y Archon.
— ¡Cállate! —Apollymi maldijo su olvido por decir una verdad que la atravesó con
culpa. Se negaba a ser culpada por lo que le había sucedido a su hijo.
¡Los dioses habían traicionado a sus dos hijos, Monakribos y Apostolos! Y ella había
terminado con ellos.
Ahora sola, a raíz del destino de su madre, Bet’anya se enfrentó a Apollymi sin ninguna
ayuda en absoluto. Su oscura piel de caramelo se puso pálida. La diosa atlante de la ira, la
miseria y la caza era la última en pie.
Ella sería la última en caer.
Pero cuando Apollymi la alcanzó, vaciló al ver el vientre distendido de Bet’anya. La
diosa mucho más joven estaba embarazada. A punto de dar a luz cualquier día por su
aspecto.
En ese momento, rabia y dolor lucharon dentro de su corazón. Más que nada, la
compasión se encendió profundamente al sentir los dolores de una madre que había perdido a
su hijo, no una, sino dos veces. ¿Cómo podría darle ese dolor a otra?
Con su respiración dificultosa, Bet’anya se encontró con su mirada, sin miedo ni
engaño. De todas las diosas en Katateros, ella era de lejos la más bella. Medio egipcia y
medio atlante. Sus rasgos exóticos estaban cincelados y enmarcados por una gran cantidad
de espeso cabello de ébano que resaltaba sus ojos almendrados a la perfección. Apollymi
podía ver por qué los egipcios la llamaban Bethany. En atlante, Bet’anya significaba
“guardiana de la miseria”, pero en el lenguaje de su padre, Bethany significaba “juramento de
gracia”.
Un apodo mucho más apropiado para una criatura tan atractiva.
—No te encarcelé ni cacé a tu hijo, Apollymi. No tomé parte en su crueldad. La única
vez que pensé que me había topado con tu hijo en el mundo de los humanos, vine a ti con esa
información y no con los demás. Nunca les dije una palabra contra ninguno de ustedes. —
Lágrimas la asfixiaron—. Sabes que es verdad. Vine aquí hoy para dejar este panteón para
siempre y poder tener mi propio bebé en paz, lejos de su política. Por favor, no me hagas lo
que no te hice.
La chica tenía razón y Apollymi lo sabía. No importaba cuánto deseara la sangre de
Bet’anya, no podía matar a otro bebé inocente. Especialmente no en este día. No mientras el
suelo todavía estaba húmedo y manchado con la sangre de su propio hijo.
— ¿Quién de los dioses es su padre?
—El padre es mortal. Humano.
Humano...
Había algo que Apollymi nunca hubiera sospechado de una diosa que sabía odiaba a
esa repugnante especie incluso más que ella.
— ¿Su nombre?
—Styxx de Didymos.
Por un momento, Apollymi no pudo respirar ya que su rabia se renovó con un vigor sin
precedentes.
De todos los mortales, en todo el mundo, ese no era el nombre para darle.
Hoy no.
No después de haber visto a través de los ojos de su hijo la vida que había vivido y lo
que le habían hecho a él por Styxx de Didymos...
¡Maldito sea! Porque Styxx era el príncipe que ella había elegido para vincularse con su
propio hijo para protegerlo de los dioses que habían estado empeñados en matar a su
precioso Apostolos. ¡El hermano gemelo humano que supuestamente protegía a su hijo y su
derecho de nacimiento!
En cambio, Styxx se había mantenido al margen y permitió que su hijo fuera asesinado
y traicionado. ¡De todos los hombres, él era el humano cuya garganta quería destruir más
personalmente!
Sintió que sus ojos cambiaban de color plateado a rojo cuando su forma de Destructora
se hizo cargo.
Bet’anya se tambaleó y envolvió sus brazos alrededor de su vientre para proteger a su
bebé.
—Por favor, Apollymi... mi bebé es inocente.
— ¡Así. Lo. Era. El. Mío!
Ambos. Y, sin embargo, sus hijos habían recibido sentencias de muerte de los dioses.
Todos ellos.
Antes de que pudiera detenerse, Apollymi reaccionó por instinto.
Y le regresó a la diosa lo que su panteón le había hecho.
En un abrir y cerrar de ojos, arrancó al hijo de Bet’anya de su vientre con un grito
furioso.
Bet’anya se tambaleó hacia atrás y cayó de rodillas. Jadeando, miró a su hijo inmóvil en
las manos de Apollymi, y extendió la mano para tocarlo.
Pero Apollymi no lo permitiría. Nadie le había mostrado un gramo de misericordia. Ni
una sola vez.
Por lo tanto, se lo devolvió con toda su fuerza. Disparó a Bet’anya y convirtió a la perra
en una estatua como todas los demás. Déjala pasar la eternidad en un vacío insondable
donde pudiera oír y ver, pero nunca más moverse ni ser parte de ningún mundo. Era lo que
todos merecían por lo que le habían hecho.
Lo que les habían hecho a sus hijos.
Entonces Apollymi miró al pequeño bebé en sus manos y comenzó a descartarlo como
ellos habían hecho con su hijo.
Arrojarlo al mar como si fuera basura. Sin pensarlo dos veces para que pudiera morir.
Pero debido a que él era el hijo de Styxx, era como si ella sostuviera a su propio hijo en
sus brazos. Él se parecía a sus Apostolos.
Idéntico, de hecho. Hasta la última parte de él era igual. Sus pequeños deditos y dedos
de los pies.
Sus labios que nunca tuvieron la oportunidad de llamar a su madre...
Lágrimas llenaron sus ojos cuando recordó ese día, veintiún años atrás, cuando
Apostolos había sido arrancado de su vientre y se lo habían quitado. Tan pequeño y frágil.
Solo un bebé inocente que necesita amor...
Y recordó cuando Monakribos había sido tan pequeño y dulce. Cuando todo lo que
había hecho era suplicar por el amor de su padre después de que le habían robado a su padre
a ambos y los había dejado perdidos en su dolor. Impotente para evitar que el mundo los
aplastara con su crueldad.
—Igual que tú —le susurró al bebé—. También estaban indefensos.
Nadie se apiadó de ellos.
Por sus hijos, sola, había permitido que sus poderes estuvieran atados. Había permitido
que los dioses la encerraran en una prisión oscura y hueca hasta que perdiera la poca cordura
que había tenido.
Sus lágrimas formaron cristales en sus mejillas cuando cayeron en silencio y su dolor
destrozó un corazón que nunca había querido en primer lugar.
Maldito seas, Kissare, por hacerme sentir amor.
Debido a él, la diosa de la destrucción no carecía de sentimientos. Su corazón estaba
destrozado y estaba devastada. Y no importaba cuánto odiara a Styxx de Didymos, no podía
obligarse a matar a este bebé que se parecía mucho a la criatura que lo había engendrado.
Un bebé que se parecía tanto a su precioso Apostolos que no debía morir tan joven.
Tan brutalmente
Más lágrimas la cegaron mientras luchaba por respirar más allá del dolor que laceraba
su corazón.
Te protegeré, pequeño. Crecerás para ser un hombre fuerte y bueno.
—De la oscuridad viene la luz. Desde los lomos de este infierno Stygian, nacerás y te
llamarán Urian: La llama de nuestro pueblo nuevo. Y un día, serás mi espada. Mi venganza
sobre todos ellos. Me quitaron a mi hijo y yo tomaré el suyo de ellos. Juntos, mi preciosa
Llama, destruiremos la raza humana y a todos los dioses de esta tierra.
Pero primero, él tendría que renacer en la tierra de los mortales y desde el vientre de
una madre que no tendría idea de quién o qué llevaba...
Lo que el destino de este niño convertiría.
Y Apollymi sabía quién sería su nueva madre temporal. ¿Qué padre sería el mejor para
guiarlo a la madurez?
Aye, el mundo del hombre temblaría ante todos ellos.

26 de junio de 9527 A.C.


Amanecer.

Strykerius Apoulos se encogió de horror al escuchar los gritos de mil apólitas morir en
total agonía. ¿Por qué no lo habían escuchado cuando les había dicho que se pusieran a
cubierto, y prestaron atención a las advertencias de los sacerdotes y sacerdotisas?
Porque nadie quería creer que su creador se había vuelto contra ellos por algo en lo
que no habían tomado parte. Algo de lo que habían sido inocentes.
Continuaron creyendo en un dios que los odiaba. Uno que no solo les había dado la
espalda sino que los había maldecido en su insensibilidad.
Lanzando su cabeza hacia atrás, Stryker rugió con la injusticia de todo. ¿Cómo podría
condenarse a toda la raza apólita por las acciones cometidas por un simple puñado?
Sin embargo, eso era lo que estaban enfrentando.
Extinción total.
Por la mano de su propio padre. Brutal aniquilación por una puta asesinada que su
padre apenas había tolerado. Uno que irritaría los nervios de un santo. Era tan injusto.
— ¿Stryker?
Hizo una mueca al oír que su esposa lo llamaba. Aunque era una belleza encarnada,
con cabello rubio, perfectos ojos azules, rasgos y curvas que eran la envidia de todas las
mujeres nacidas, incluida su tía Afrodita, él se encogía cada vez que Hellen se acercaba. No
porque no fuera deseable, sino porque nunca había querido casarse con ella. Sin embargo,
para complacer a su padre olímpico que había maldecido a su raza, había abandonado a la
verdadera mujer que amaba. La dejó maldiciendo su propio nombre para poder apaciguar a su
padre al tomar a Hellen por su novia y dejar a Phyra para siempre.
Al diablo la dicha conyugal. Y las obligaciones familiares.
— ¡Stryker, ven rápido! ¡Por favor! ¡Algo está mal con los niños!
Terror se apoderó de él ante el pánico en su voz.
¡Nay! Seguramente su padre había salvado a sus propios nietos...
¿Eres idiota? ¿Desde cuándo Apolo da dos mierdas sobre ti, se preocuparía por tus
hijos?
Claro, eso era cierto; aun así, Stryker no quería creer que su padre sería tan
imprudente.
O estúpido.
Si bien su padre podría no preocuparse por él o sus hijos, seguramente Apolo no era
suicida...
Si él y todos sus hijos murieran, también lo haría el dios que los había atado a su vida.
Ese fue su pensamiento hasta que corrió a la guardería para encontrar a sus hijos
retorciéndose y vomitando. Sus pequeños cuerpos temblaban mientras sollozaban y gemían
en absoluta agonía. Era un dolor que conocía bien, ya que él mismo había pasado por él solo
unas horas antes, ya que había hecho la transición al mismo monstruo que su padre le había
hecho.
Lágrimas brotaron en sus ojos cuando vio una verdad cruel que no podía negar.
Su padre los odiaba a todos, sin misericordia ni compasión.
— ¡Sellen las ventanas! Ahora —gruñó Stryker a su esposa embarazada y a las dos
criadas que la asistían.
Corrieron a obedecer sus órdenes.
Si los rayos del sol naciente tocaban a sus hijos, los mataría al instante. Porque esa era
la maldición de su padre, Apolo. De ahora en adelante, no se permitía a un apólita en el
dominio del dios griego. Si Apolo atrapaba a alguien que poseía una gota de su sangre a la luz
del día, los chamuscaba hasta los huesos y los mataba instantáneamente.
¿Por qué? Porque la reina apólita, la madre biológica de Stryker, en un ataque de celos
había ordenado la muerte de la amante griega de Apolo y del hijo bastardo que había dado a
luz para el dios griego. Como castigo adicional por los atroces crímenes de la reina, Apolo
había maldecido a toda su gente para que se alimentaran mutuamente de sangre; estaban
condenados por no tener otro sustento.
Pero lo peor de todo... ningún apólita volvería a vivir más allá de su septuagésimo
cumpleaños. Mientras ahora envejecerían más rápido que los humanos desde el momento del
nacimiento, en la mañana de su vigésimo séptimo año, su ciclo de envejecimiento se
aceleraría aún más y para el final de ese día, morirían dolorosamente por vejez y se
descompondrían en polvo.
Sin excepciones. Sin alternativas.
Cualquiera que tenga una sola gota de sangre apólita.
Ese era el mandato de su padre. Y se aplicaba a todos ellos.
Incluyendo a Stryker y sus hijos, los propios nietos de Apolo.
Horrorizado, juntó a sus cuatro hijos pequeños en sus brazos para consolarlos, a pesar
de que no había consuelo.
—Shh. —Suspiró.
Al igual que él y su madre, todos eran rubios y hermosos, con piel morena y mejillas
brillantes. Se decía que es el orgullo de su abuelo que les dio la espalda.
Hellen sostenía a su hija, Dyana, contra su hombro. Y pensar que en realidad la habían
nombrado por la tía de Stryker, Artemisa, la hermana gemela de Apolo. La idea ahora le
revolvía el estómago. ¿Cómo pudo haber honrado alguna vez a su familia paterna?
No iré contra mi hermano, Strykerius. Ni siquiera por ti. No me pidas ayuda de nuevo.
Cómo odiaba a esa perra olímpica por su egoísmo. Su única oración ahora era que
Artemisa algún día perdiera algo que ella consideraba tan querido para ella como él sostenía a
sus hijos.
— ¡Baba! —se quejó Archimedes mientras se sostenía el estómago y tenía arcadas—.
¡Duele mucho!
—Lo sé, m’gios. —Besó la frente de su hijo y lo meció en un esfuerzo por calmar su
dolor—. Sólo respira.
Theodorus no dijo una palabra mientras enterraba su carita en los pliegues de la capa
de Stryker y lloraba más fuerte. Del mismo modo, sus gemelos, Alkimos y Telamon, gimieron y
gimieron. Sus rizos a juego estaban húmedos y enredados con sudor mientras se aferraban a
él por sus vidas.
Las facciones de Hellen se pusieron pálidas como su cabello.
—Están malditos, también, ¿no?
La mirada de Stryker se posó en su hija pequeña, que era una copia exacta de su
hermosa madre. Enfermo de su propio estómago, asintió mientras veía los ojos claros de
Dyana oscurecerse, y los dientes de sus hijos se alargaban en pares de colmillos como los
que le habían crecido horas antes.
Como los niños se habían pasado todo el día sin mutar, y como su esposa era griega y
no compartía su sangre atlante, Stryker había asumido que su padre había salvado a sus
nietos de la maldición. Qué estúpido de su parte pensar por un minuto que a su padre
realmente le importaría.
Hellen dejó escapar un gemido profundo desde el alma al darse cuenta de que a sus
hijos nunca más se les permitiría ver la luz del día sin que los matara.
O comer un bocado de comida real.
Que Stryker la dejaría viuda en solo seis años, y que sería reducida a mendigar en la
calle por una misericordia que nadie le daría. Debido a que él fue maldecido por los dioses, y
ella era la madre de sus engendros mestizos, todos la odiarían. Los apólitas porque ella era
griega, y los griegos porque se había casado con un apólita y había procreado con él. La
gente siempre era cruel. Ambos lo sabían bien.
Por primera vez, Hellen lo miró con furia en sus pálidos ojos azules.
— ¿Por qué tu madre tuvo que enviar a sus soldados para masacrar a Ryssa y su hijo?
— ¡Porque mi padre es un idiota infiel y caliente! —Y Apolo no se pudo tomar cinco
segundos para decirle a la reina Xura que Stryker estaba vivo y bien, y que sus sacerdotisas
lo habían criado en Grecia. Más bien, Apolo había dejado a Xura creer que Stryker había sido
masacrado por los dioses porque temían que él podría ser el infante profetizado de la diosa
Apollymi, que estaba destinado a derrocar su panteón. De ahí la razón por la que Xura estaba
tan celosa que le permitieron vivir al hijo de Ryssa después de que el de ella había sido
“asesinado”.
Deja que Stryker tenga dos padres tan poco razonables. La respuesta de su madre a
los celos no había sido simplemente matar a Ryssa y acabar con ella. Oh no, había sido
destrozarla a ella y a su hijo. Y su padre no se había contentado con matar a Xura y sus
soldados en represalia.
Nay, nunca algo tan simple como eso.
El dios de la moderación había perdido la cabeza y había atacado a toda la raza apólita
como si todos ellos hubieran sido culpables de la matanza. Y una vez que se pronunció tal
maldición, no había forma de deshacerla.
Nunca. Como Stryker había aprendido rápidamente, como todos los dioses y
sacerdotes habían coincidido.
La palabra de Apolo fue final.
—Estamos malditos —susurró Stryker en voz baja. Nadie lo ayudaría.
Mientras que nunca se había engañado a sí mismo por pensar por un momento que
estaba rodeado por alguien que no fuera un montón de imbéciles egoístas, esto más que lo
confirmaba.
Todos estaban fuera de sí mismos. Eran solo sus amigos hasta que se volvían hacia el
otro lado. Tomaban lo que podían tomar y se iban, y rápidamente olvidaban lo que le debían.
Lo que él había hecho por ellos.
Su cabeza nadaba por el horror de todo mientras miraba el vientre hinchado de Hellen.
Daría a luz otro hijo en cualquier momento. Con sus propios poderes apólitas podía sentir la
fuerza del alma del chico moviéndose.
Un niño maldito.
Y eso hizo que su enojo se encendiera a un nivel peligroso.
¡A la mierda esto! Su furia indignada renovó su veneno.
— ¡No dejaré que esto suceda!
Lo que sea que tomara, salvaría a sus hijos.
Hellen lo miró.
— ¿Qué estás diciendo?
Stryker entregó a sus hijos a su madre.
—Vuelvo enseguida.
Su mandíbula se aflojó.
—El sol está saliendo. ¿A dónde vas?
—A encontrar una salida a esta pesadilla.
Ella negó con la cabeza mientras su piel palidecía aún más.
—Pero…
Stryker ignoró la histeria en su voz y siguió caminando. Al contrario de lo que ella
pensaba, no se dirigía al suicidio.
Antes, había probado con todos los dioses griegos que conocía. A pesar de que era
familia, todos lo rechazaron diciendo que no había nada que hacer.
Sin embargo, a pesar de todo, otra lo había convocado. Suponiendo que el suyo era un
grito de venganza, había ignorado su llamada por miedo. Tenía que ser una trampa de
represalia.
Después de todo, ¿por qué ella lo ayudaría cuando su propia familia se negaba?
Su deseo por su cabeza era razonable. El panteón de su padre había destruido el de
ella y había condenado a su pueblo a morir. Solo tenía sentido que ella quisiera destruir al hijo
de Apolo para vengarse del dios. No tenía forma de saber que Stryker era odiado y
despreciado por su padre.
Pero ahora todo era diferente. Y estaba lo suficientemente desesperado como para
asumir la apuesta de que ella podría estar dispuesta a hacer algo mientras los demás
ignoraban su destino.
Esta era la mejor esperanza que tenía.
La única esperanza, realmente.
Y no tenía otro lugar a donde ir.
Nadie lo quería. A nadie le importaba.
Estoy solo en este mundo.
Por otra parte, ¿no lo estamos todos?
Asegurándose de permanecer en las sombras y fuera de la luz del día, atravesó la
exuberante isla que una vez había amado. Ahora la odiaba por su alianza con su padre. Pero
estaba agradecido de que en un momento, hubiera pertenecido a los atlantes antes de que los
griegos conquistaran este paraíso y se lo quitaran. Porque hoy, él necesitaba esa conexión
con los dioses anteriores.
No es que quedara mucho. La mayoría de sus viejos edificios y templos habían sido
destruidos, quemados a cenizas durante la batalla y luego como un espectáculo de poder
griego.
Todos a excepción de una aldea que ni siquiera Apolo se había atrevido a tocar.
Apollymia.
Se dice que estuvo bajo la protección de la gran Apollymi. La diosa de la destrucción
era tan reverenciada y aterradora que los temerosos griegos habían permitido que la
naturaleza reclamara su amada aldea. Porque todos, tanto dioses como humanos, temían a la
diosa así. Incluso después de que ella había sido derrotada, ni una sola parte de la aldea
había sido saqueada o desvalijada. Dejada completamente intacta, estaba como una cápsula
del tiempo, completamente vacía como lo había estado el día en que los griegos habían
llegado y los Atlantes la habían abandonado.
Lamentablemente, el tiempo no fue amable con las estructuras que se habían
derrumbado o que estaban cubiertas de malezas y arbustos.
Cuando era niño, Stryker solía correr y jugar a través de las ruinas aquí, buscando
alguna conexión con su madre y su gente, anhelando saber algo de ese lado de su sangre.
Un día, mientras exploraba, descubrió un templo olvidado de la diosa que una vez
había protegido este lugar. Por razones que todavía no sabía, había venido a sentarse y
hablar con la diosa que lo ignoró tanto como a su padre. Sin embargo, incluso cuando era
niño, no pudo evitar preguntarse qué había hecho la gente de la isla para que Apollymi los
abandonara. ¿Había sido arrogancia? ¿Negligencia?
¿O simple capricho divino que le hizo dar la espalda a su gente?
Cuando se trataba de Apolo, no le llevó nada abandonar a los que lo adoraban.
Stryker esperaba que ese no fuera el caso con Apollymi. Por favor sé mejor que mi
padre...
Aterrorizado de que no lo fuera, Stryker rezó aún más fuerte porque su llamado no
fuera una trampa. Que tal vez, contra todo pronóstico, ella vendría en su ayuda a pesar de
cómo los otros lo habían tratado. Seguramente, la diosa de la destrucción atlante odiaba a su
padre tanto como él...
Su odio hacia los griegos era legendario.
Stryker apenas había llegado a las ornamentadas puertas cubiertas de oro del viejo
templo antes de que el sol comenzara a abrasarlo.
Con las piernas ardiendo, empujó las puertas que protestaron por su entrada con
obstinado desafío que parecían decididas a dejar quemarlo en la puerta.
Sus bisagras oxidadas crujieron poderosamente de todas las décadas de desuso,
abandono y deterioro. Pero no estaba dispuesto a dejarlas ganar esto. Aún más obstinado que
las puertas, empujó más fuerte hasta que cedieron, y luego se precipitó en la calmante
oscuridad que socorrió sus ojos devastados y su carne ampollada.
Sin aliento, usó su capa para apagar su piel humeante que burbujeaba y hervía. Siseó
por las heridas sangrantes y supurantes en sus piernas que sin duda dejarían cicatrices
viciosas. Que así sea. Él sanaría.
Haciendo una mueca de dolor, volvió a maldecir a su padre y deseó miles de muertes al
bastardo.
— ¡Puedes asarte en el Tártaro, mierda de rata! —Su voz hizo eco, enviando varias
aves a volar y otros animales que no quería pensar en buscar refugio.
Disgustado, Stryker echó un vistazo al desastre en descomposición. Era incluso peor
de lo que había sido la última vez que se había aventurado allí años atrás. Las telarañas eran
muy gruesas ahora, colgaban como cortinas ahuecadas de una columna a la siguiente.
Ningún recipiente o quemador permanecía intacto. Ni estatua. El mármol una vez prístino
yacía como migajas en el piso de tierra. Incluso la estatua principal en el centro del templo
donde los adoradores de Apollymi se habían reunido para rendirle homenaje había sido
agrietada a tal punto que Apollymi no tenía brazos ni corona.
Su rostro, una vez hermoso, se contorsionaba en una burla condenatoria, pero se
mantenía intenso y aterrador. Sus ojos de mercurio quemaban en la tenue luz.
Verdaderamente, la diosa de la destrucción hace tiempo que había abandonado este
lugar y no había mirado hacia atrás.
¡Maldición!
No que importara. No podía ir a casa hasta el anochecer. Así que bien podría intentar
esto. No es como si tuviera algo más que perder, aparte de seis años más de miseria.
Rezando por un milagro que dudaba que alguna vez vendría, Stryker se dirigió hacia el
altar roto que estaba al pie de la estatua rota donde la diosa estaba sentada sobre un trono de
ébano hecho de calaveras y rosas. Con ojos de plata descascarillados, ella lo miraba
fijamente como si pudiera ver directamente a través de su alma.
Quizás ella podría.
Dado que Stryker nació de un dios y los había visitado muchas veces a lo largo de los
años, nunca antes había estado nervioso ante la presencia de la divinidad. Sin embargo, algo
sobre esto lo hacía sentir extremadamente incómodo. Tal vez fuera su despiadada reputación.
O algo más. Una sensación de aprensión que decía que su reputación no era de
jactancia, como la de su padre. Que ella era realmente subestimada.
De cualquier manera, tragó saliva mientras levantaba los brazos para invocarla.
—Apollymi Magosa Fonia Kataastreifa... —Se cortó el antebrazo e hizo una ofrenda de
sangre en su altar para hacerle saber que él era el más serio en este asunto—. Si puedes
escucharme, mi diosa. He venido en respuesta a tu llamado e imploro tu ayuda divina. Por
favor, akra... te necesito y te ofrezco mi vida, mi alma y mi espada. Por toda la eternidad.
No pasó nada.
¿Por qué debería?
Él era medio griego y su enemigo. Durante siglos, su pueblo había luchado contra el de
ella. ¿Por qué una diosa Atlante debería preocuparse por lo que le sucedía a él y a sus hijos
cuando su propio padre no lo hacía?
Sabías que esto era pura mierda. No deberías haberte molestado.
Disgustado de haber creído por un momento que alguien, cualquiera, ayudaría, se
dirigió hacia las puertas, con la intención de intentar encontrar un camino de regreso a casa.
— ¿Por qué esperaste a venir aquí, hijo de Apolo?
Stryker se congeló ante el sonido de una voz feroz pero melódica. Una que envió
escalofríos sobre él.
Cuando comenzó a girar hacia la estatua, las puertas del templo se abrieron de golpe.
Un viento feroz envolvió su ropa contra su cuerpo y lo obligó a agarrar la columna a su lado
para evitar ser expulsado afuera en los rayos mortales del sol. De las sombras oscuras
apareció el contorno de una mujer alta y elegante.
Una con ojos brillantes hechos de remolinos de plata. Estaban llenos de una furia que
coincidía con la ira en su propio corazón.
Cintas de cabello rubio blanco se retorcían alrededor de su cuerpo como si tuvieran
vida propia. Parecía salvaje y feroz en un fantasma, forma de espectro, el mismo epítome de
la despiadada diosa que se suponía que era.
— ¿Diosa Apollymi?
Ella curvó sus labios.
— ¿Crees que otra se atrevería a poner un pie dentro de mi templo y desafiar mi ira?
¿Dado su temperamento? Solo si fueran profundamente estúpidos.
— ¡Ahora responde mi pregunta, perro griego!
Stryker se encontró con su mirada, sabiendo que esta diosa en particular no podía
soportar la cobardía en ninguna forma.
—Me retrasé porque pensé que me estabas pidiendo que viniera aquí para matarme. Y
me disculpo profusamente, akra, si esa era una suposición incorrecta. Ahora, he venido a
pedirte tu guía y bendición. Me arrojo a tu merced.
Ella rió. Rodeó su sien como un trueno y causó que parte del techo se derrumbara a su
alrededor, amenazando su vida con más luz del día, ya que se extendía cada vez más cerca
de su cuerpo.
Pero estaba lo suficientemente desesperado como para no prestarle atención.
—Por favor, akra. Vengo aquí para pedirte venganza contra mi padre.
Su risa murió instantáneamente.
— ¿Por qué debería creerte?
—Porque también soy el hijo de la reina Atlante que masacró.
—Nunca conociste a Xura. Tu padre te sacó de su vientre antes de que nacieras, y
fuiste criado en Grecia entre sus sacerdotisas. ¿Por qué deberías tener lealtad hacia tu madre
o hacia mí?
Stryker se estremeció ante la verdad. Pero había mucho más que eso. Su infancia
nunca había sido feliz. En verdad, había sido amarga y miserable. Una que por la que culpaba
a su padre y lo odiaba por ello.
—Entre mujeres que vivían aterrorizadas por mi padre y sus caprichosos estados de
ánimo, y que no me amaban por culpa de él. Solo miedo de que pudiera demostrar no ser un
hombre mejor del que me engendró. Te lo aseguro, akra, no tengo lealtad hacia ninguno de
ellos. Nunca me trajeron nada más que angustia y miseria.
El viento se calmó mientras ella barría una sospechosa mirada sobre su cuerpo. Lo
barrió de la cabeza a los pies como si tratara de obtener una visión de su personaje.
— ¿Vienes a mí con una oferta de lealtad mientras me dices que no eres leal a nadie?
Ella tenía razón. Él nunca se la había dado a nadie. Lo más cerca que había llegado
era Zephyra. Su primera esposa había sido con la que él había tenido la intención de morir a
su lado. Hasta el día de hoy, le debía su lealtad únicamente a ella.
Pero su padre se había ocupado de que no le quedara otra opción que dejarla ir.
Más al punto, que Stryker se había visto obligado a hacer que Phyra lo odiara para
siempre.
—Admito libremente que no valgo nada, akra. —Stryker respiró entrecortadamente ante
una verdad que no quería enfrentar—. Con toda honestidad, no me importa nada para mí ni
para nadie más... a excepción de mis hijos. Son todo lo que tengo y valoro.
Oró para que ella viese la verdad de su corazón en sus ojos.
—Y mi padre los ha condenado. Te lo ruego, por favor perdónalos, y haré cualquier
cosa que me pidas. Y me refiero a cualquier cosa. Toma mi vida. Mi alma. Lo que sea que
pidas, lo haré sin dudarlo. Simplemente no los dejes morir. Así no. No por algo en lo que no
tomaron parte. De nuevo, te lo ruego, akra. Y nunca he pedido nada. No de nadie.
—Y es por eso que te llamé, Strykerius. Sabía que podríamos llegar a un acuerdo. Que
nuestro odio por Apolo sería suficiente para unirnos.
Con una gran gracia, cruzó la habitación para poder pararse frente a él. Había una luz
que brillaba en ella tan brillante que era casi cegadora para sus ojos apólitas, y eso lo forzó a
levantar su mano para protegerlos.
Sus dedos fantasmales ahuecaron su mentón.
—Aye, Strykerius. Puedo mostrarte cómo vivir después del decreto de Apolo y frustrar
su maldición. Pero la cura es muchas veces peor que la enfermedad. Sin embargo, si eres lo
suficientemente valiente y puedes sufrirla, tú y tus hijos tendrán la vida eterna. Camina a mi
lado y sírveme, y te mostraré cómo reclamar el mundo entero. Juntos, reconstruiremos lo que
han destruido. Pelea conmigo y el mundo pertenecerá a los dioses de la Atlántida una vez
más, y los griegos morirán ahogados por nuestra ira.
Los pelos de su nuca se levantaron en punta ante sus palabras. Los tratos con los
dioses nunca funcionaban bien para la parte más débil. Él lo sabía mejor que nadie.
Sin embargo, por sus hijos, negociaría con los poderes más oscuros que existen.
Apollymi.
—Haré lo que digas, akra… —Se aseguró de usar la palabra atlante para “dama y ama”
para aplacar su ego—. Para siempre.
Una cálida sonrisa curvó sus labios mientras manifestaba un bello cáliz dorado.
Con un largo clavo negro, ella se abrió la muñeca y sangró, y luego se la ofreció.
—Bebe, m’gios. Si te atreves. Y te revelaré mi reino. Allí tú y tus hijos y tu gente pueden
vivir donde la luz del día nunca más los dañará. De ahora en adelante, serás como mi hijo. Un
miembro de mi panteón y un dios atlante. Te mostraré la clave de la destrucción de Apolo, y
juntos haremos que tu padre pague y recuperarás todo lo que te quitó.
Stryker envolvió su fría mano alrededor de su copa y asintió.
—Aquí está el futuro. Tal vez no llueva salvo la sangre de los dioses y la humanidad
para toda la eternidad.
29 de junio de 9527 A.C.

Apollymi se congeló al escuchar la voz aterrorizada de Strykerius gritando por su


ayuda. A lo largo de su despreciado reino infernal Kalosis, todo estaba tranquilo en lugar de la
ruidosa celebración que había tenido lugar momentos antes.
Por días, los restos de la raza apólita que habían acordado unirse a Strykerius para su
guerra contra la humanidad habían descendido aquí para elegir hogares y comenzar una
nueva vida en este reino donde la luz del sol mortal de Apolo nunca podría alcanzarlos.
Mientras se instalaban, Strykerius había estado ocupado con el nacimiento de sus hijos
gemelos, los primeros apólitas nacidos después de la maldición de su abuelo.
Ahora algo estaba terriblemente mal.
Se destelló al lado de Strykerius, donde él y su esposa habían establecido su
residencia en el templo más pequeño al lado del suyo. Hellen yacía en su cama, todavía
demasiado débil para pararse después de dar a luz a sus hijos.
Mientras su esposa sostenía a un niño en sus brazos, Strykerius estaba de pie a un
lado con Urian, el bebé que Apollymi había arrancado de Bethany y colocado en el útero de
Hellen para que la puta griega pudiera darlo a luz sin que nadie más lo supiera. Era un secreto
que Apollymi tenía la intención de guardar para sí misma para siempre.
Sin embargo, con el ceño fruncido en el rostro de Strykerius, Apollymi supo que algo
había salido mal con el niño que había elegido a mano para ser su venganza en el mundo.
— ¿Qué pasa?
Con el rostro ceniciento, Strykerius respiró entrecortadamente.
—Estamos perdiendo a mi hijo.
El dolor en su voz tiró de su corazón, y eso hizo que su furia se levantara. Urian no
moriría. Apollymi había hecho una promesa a eso.
Antes de que pudiera reconsiderar sus acciones, tomó al bebé de sus manos. Era
mucho más pequeño que el otro niño que habían nombrado Paris. Debido al desastre que
había provocado la combinación de la fuerza de la vida de Apostolos con la de Styxx, Apollymi
se había negado a hacer eso con Paris y Urian; nunca más volvería a cometer ese error. En
cambio, había unido a Urian con el ADN de Paris y Strykerius lo suficiente como para
enmascarar los orígenes del bebé, sin saber que Apolo los maldeciría horas después cuando
lo hiciera.
Tristemente, la profecía y la previsión no estaban entre sus poderes.
Sin embargo, ahora que miraba al niño que luchaba por vivir, se preguntaba si había
cometido un grave error al no atar su fuerza vital a la de su hermano gemelo.
Porque Strykerius tenía razón. A diferencia de Paris, Urian no estaba prosperando.
Miró a su hermano, que estaba siendo alejado del pecho de su madre y se quejaba al
respecto. Se le ocurrió una extraña idea.
— ¿Cuánto ha comido?
—Nada. —Hellen se atragantó con un sollozo—. Tampoco Paris. Ambos se niegan a
mamar.
Apollymi quería maldecir la estupidez de la mujer. Pero claro que, ella era griega.
Inteligencia de ella era demasiado esperar.
—No quieren tu leche, humana —le espetó.
Se llevó el dedo índice a los labios y mordió la punta hasta que rompió la piel. Luego la
puso en la boca de Urian.
Él abrió sus ojos oscuros y rápidamente comenzó a succionarle la yema del dedo
mientras se calmaba. Color volvió a su piel.
Apollymi dejó escapar un suspiro de alivio. Ella tenía razón.
Apolo era un bastardo.
Agradecida de haber salvado a este niño, Apollymi retiró su dedo antes de que su
sangre mutara más al bebé. Como estaba, convirtió sus ojos oscuros en azules.
Aliviado de que su vida se salvara, se lo entregó a Strykerius.
—Necesita sangre de apólita para beber. Ambos la necesitan. Debido a la maldición, no
pueden mamar la leche materna de una madre humana.
Strykerius suspiró en gratitud.
—No había pensado en eso. Gracias, akra.
Inclinó su cabeza hacia él.
—Dile a los demás con recién nacidos. Lo más probable es que todos ellos necesiten
sangre con la leche de su madre, incluso si sus madres son apólitas. Sin duda, tu padre
pretendía que los bebés murieran.
Apolo era un tipo sin corazón como ese.
Lágrimas nadaron en los ojos de Apollymi mientras recordaba la forma en que había
encontrado a su propio hijo...
Destrozado por la mano cruel de Apolo. Arrojado al mar para que las bestias se
diviertan.
Apretó los dientes para no gritar cuando la necesidad de venganza se elevó y exigió
que arrancara el corazón de Apolo y lo devorara. Algo que condenaría al mundo en el olvido.
Y ella felizmente lo vería arder. Con gusto destrozaría a todos los dioses que existían. Eso
sería lo único que aplacaría este dolor en su corazón.
Destrucción completa
Paciencia, querida Braith. Paciencia. Akou aimassorai, ni adayakopa’ia: Aunque soy yo
el que está sangrando, no me romperé.
Anekico ler aracnia: Victoria a la araña.
Lo bueno de la maldición de Apolo era que los apólitas envejecían mucho más rápido
que los humanos ahora. No le tomaría a Urian entre dieciocho y veinte años alcanzar la
madurez.
Él estaría allí en solo diez.
Entonces estaría listo para entrenar para la guerra y ella podría enviarlo detrás de su
enemigo.
Un día, Urian le traería la cabeza de Apolo.
Y devuelta sus hijos a ella, también.

9 de agosto de 9524 A.C.


— ¿Puedes verlo? ¿Está ahí? ¿Puedes ver la luz del sol, Urian?
Su corazón latía con anticipación nerviosa, Urian hizo una mueca ante el brillo.
Aguantando la respiración, se asomó por la esquina de la grieta donde él y su hermano
gemelo estaban ocultos por las profundas y oscuras sombras que les habían protegido todas
sus jóvenes vidas. Contra todas las reglas y dictados, y nefastas consecuencias y amenazas,
se habían escapado del portal hacía horas y habían esperado que llegara el amanecer.
Ahora estaba sobre ellos y no podían esperar para ver finalmente lo que ningún apólita
de su edad o más joven había visto antes.
¡El sol!
—Creo que sí, Paris.
La frecuencia cardíaca de Urian se aceleró cuando sonrió ansioso por la anticipación.
Toda su vida, había soñado con este momento.
¡Ver la luz del día!
Solo una vez. Solo podía soñar con su calor. El brillo. El resplandor mágico de ello.
Todos intentaron imaginar cómo era. Sus padres habían tratado de explicárselo, pero no era
lo mismo que experimentarlo por sí mismo.
Algo simple, realmente, cuando uno lo pensaba. Los humanos lo veían todo el tiempo.
Incluso las cucarachas y los roedores. Pero para aquellos como él y Paris, los nacidos en la
raza apólita, estaba prohibido.
Ahora estaban en una búsqueda tentadora. Para descubrir este secreto desconocido
que los humanos poseían.
Urian tenía que saber cómo era.
Incluso si su padre lo golpeaba negro y azul por desafiar sus leyes, valdría la pena cada
golpe.
— ¿Cómo se ve?
—Dorado. —Como el cabello de Paris.
A pesar de que eran gemelos, no eran idénticos. El cabello de Urian era blanco
incoloro, mientras que su hermano tenía el envidiable tono que otros preferían y a menudo
remarcado como perfección.
Lo único en lo que Urian era perfecto era en encontrar problemas.
Y esos los encontraba mucho.
—Extraño.
— ¿Qué es, Uri?
—El sol —murmuró.
— ¿Cómo es eso?
Por un lado, era mucho más pequeño de lo que había pensado. Levantando su rostro,
él inclinó la cabeza para estudiarlo con un severo ceño.
—Parece que se está moviendo. Acercándose.
Demasiado cerca, se dio cuenta con un jadeo alarmado.
— ¿Cómo es eso?
¡Oh, mierda! ¡Eso no es el sol! En pánico, Urian chilló y se volvió hacia Paris solo para
descubrir que no tenían a donde correr a la seguridad.
— ¿Uri?
Puso su mano sobre la boca de Paris y lo arrastró contra la pared para mantenerlo allí.
— ¡Paris! ¡Urian!
Hizo una mueca ante el profundo y gutural gruñido de su padre. Sí, conocía bien ese
tono. Al igual que Paris. Era tan feroz y enojado que causó que su hermano se mojara
instantáneamente.
Y la pierna de Urian en el proceso.
Disgustado, empujó a Paris por costumbre. Solo para recordar demasiado tarde por
qué había estado sujetándole al principio.
Urian maldijo en silencio sus dos estupideces.
— ¡Ahí estás! —Los pasos de su padre se dirigieron directamente hacia ellos—.
¿Dónde está tu hermano?
Paris inmediatamente señaló en su dirección y lo descubrió. ¡Mierda infiel! A diferencia
de su mejor amigo, Davyn, Paris nunca había tenido ninguna lealtad en absoluto. Habría dado
la espalda a quien fuera para salvar su propia piel.
Gruñendo bajo en la parte posterior de su garganta, su padre entregó a Paris a Trates,
su segundo al mando, antes de que arrebatara a Urian de su lugar para poder mirarlo con una
mirada fulminante que hacía que incluso a sus guerreros más feroces huyeran de terror. Y,
¿quién podría culparlos? Casi dos metros de altura, Strykerius era una bestia enorme y
musculosa de macho. El hijo del dios Apolo, contenía incluso más poderes que el resto de su
raza maldita. Y mientras todos los apólitas y los daimons nacían rubios, su padre había
elegido teñir sus largos mechones de color negro. Algo que lo hizo parecer aún más siniestro
y letal que todos los demás combinados.
Pero Urian era más valiente que la mayoría. Levantando la barbilla, se enfrentó a su
padre a pesar de su miedo y parpadeó lentamente. Mantuvo sus manos a los costados,
apretados en puños, aunque sabía que su azote era inminente.
—Sabes que te voy a golpear por esta transgresión.
Urian asintió.
—No esperaba menos.
—Tres latigazos por cada año que has vivido.
—Sobreviviré a nueve golpes.
—De Trates.
Feroz y leal, Trates nunca dudaba en nada de lo que su padre le pedía. Urian sabía que
esos azotes dolerían, pero lo cortarían tanto como haría Urian, porque Trates no podía
soportar hacer daño a un niño. Esa debilidad era algo que su padre odiaba de su segundo, y
era uno que intentaba despojar constantemente de su soldado.
Urian no podía soportar la idea de dañar a Trates por algo que había sido una mala
idea suya. No era justo que ambos sufrieran.
—De Xedrix.
La mandíbula de su padre cayó.
— ¿El demonio Caronte?
Urian asintió.
—Él no se retirará del castigo. Es lo que quieres, ¿verdad?
Eso hizo retroceder a su padre y causó que su mandíbula cayera aún más.
—Por los dioses, eres un pequeño bastardo descarado, ¿verdad?
—Cortado de la misma tela que mi baba… al menos es lo que me dice mata.
Una esquina de los labios de su padre se curvó hacia arriba en una diversión irónica
mientras su ira parecía huir.
—Al menos sé que no es tu orina lo que hay en tu pierna… ¿Paris?
—Prefiero no decirlo, baba.
Su padre entrecerró los ojos, luego lo levantó en brazos.
—Debería golpearte por lo que has hecho. ¡Podrían haberte matado!
—Solo quería ver la luz del sol.
—Y yo quiero ver a mis hijos convertirse en hombres, Uri. ¿Lo entiendes?
Él asintió.
Con el puño de su mano en su cabello, su padre lo sostuvo contra su pecho con tanta
fuerza que en realidad dolía.
— ¡Baba! ¡Dolor! ¡Dolor!
Su padre dejó escapar un feroz suspiro.
—No sabes lo que es el verdadero dolor, Urian. Y rezo a los dioses para que nunca lo
hagas. No tienes ni idea de qué horrores te esperan en este mundo. Cosas terribles de las
que no puedo protegerte.
Urian puso su mano en la barbuda mejilla de su padre.
—No te preocupes, baba. Yo te mantendré a salvo de ellos.
Su padre se rió.
—Creo que lo harás. —Entonces sus rasgos se volvieron severos y sus ojos rojos como
la ira oscurecieron su frente—. Pero nunca debes aventurarte cerca de la luz del sol otra vez.
¿Me has oído?
—Sí, akri. —Cambió al término atlante para “señor y maestro” que había aprendido de
Xedrix y el otro Caronte que compartieron Kalosis con ellos.
— ¿Estás siendo sarcástico conmigo?
Urian arrugó su nariz diabólicamente, sabiendo que había sido atrapado.
—No, akri. Nunca.
Su padre gruñó y lo apretó.
— ¡Oh, pequeño fango! —Lo puso sobre sus pies—. ¡Váyanse! ¡Lávense y vayan a la
cama!
—De acuerdo.
Urian corrió a través del portal que lo llevó de regreso a la sala central en Kalosis donde
vivían, y donde su padre normalmente se sentaba, esperando a cualquier vagabundo que
pudiera aventurarse en su reino. El pasillo oscuro estaba completamente vacío e
inquietantemente tranquilo a esta hora de la noche. Lo cual era una pena porque se moría de
hambre porque antes su baba se había ido, y nadie había querido alimentarlo.
Tenían mucho miedo de sus extraños ojos. Solo a su baba no parecía importarle el
hecho de que Urian no era como otros apólitas.
Debería haber pedido ser alimentado…
Oh bien.
Con el estómago retumbando, Urian se dirigió hacia el pasillo que conducía a su
habitación.
— ¿Urian?
Se congeló ante la severa y melódica voz que conocía, pero suponía que no hablaría
siempre directamente. Eso, también, iba contra las reglas.
Sin embargo, nadie había dicho qué hacer si la diosa hablaba primero. Seguramente
sería grosero ignorarla…
— ¿Akra?
Apollymi apareció en el pasillo justo enfrente de él.
— ¿Te gustaría ver la luz del sol?
Se mordió el labio con indecisión, inseguro de lo que diría su padre. Le había dicho que
se fuera a la cama. Pero también dijo que debían obedecer siempre a su diosa…
Sonriendo, ella extendió su mano hacia él.
—Prometo que este no te dolerá, y no te meterás en problemas por ello. Ven, niño.
Demasiado emocionado para decir que no, corrió hacia ella y le tomó la mano. Ella
frunció su boca por la orina en su ropa.
—Tu hermano es asqueroso.
No argumentaría eso, dado que Paris tenía la costumbre de lanzarle las cosas que a
menudo causaban que Urian fuera golpeado.
Tan pronto como su mano se cerró alrededor de la suya, él estuvo limpio y fresco de
nuevo.
—Gracias, akra.
—De nada. —Lo condujo a través de sus pasillos hasta su oscuro jardín y hacia una
piscina en la parte de atrás donde las rosas negras florecían a su alrededor y perfumaban el
aire con su dulzura crujiente. Urian no estaba seguro de cómo lograban crecer en la
oscuridad, pero por alguna razón, esas flores prosperaban en las sombras.
Dos de los demonios alados carontes de Apollymi hacían guardia a cada lado de su
estanque de mármol mágico. Su hermosa carne de colores brillantes los hacía aparecer
atractivos y amables, pero sabía de primera mano que esas miradas eran muy engañosas, ya
que los Caronte eran una raza guerrera viciosa más propensa a comerse a alguien o a
cualquier cosa que se les acercara que entablar una conversación amistosa.
Ninguno hizo un sonido o un movimiento cuando Urian y la diosa se acercaron al
ondulante charco de aguas negras. Si él no hubiera sabido cuánto les gustaba comerse a los
niños pequeños callejeros, habría pensado en los demonios como estatuas. Pero Urian estaba
bien versado en cuánto vivía un Caronte para cenar apólitas errantes que encontraban en
lugares donde los apólitas no deberían aventurarse en este dominio, ya que su padre había
amenazado a menudo con alimentar a uno con él siempre que él o sus hermanos se portaban
mal.
Aun así, contuvo la respiración bruscamente ante su belleza y la del jardín de la diosa.
— ¿Qué es este lugar, akra?
—Mi espejo especial. Es un espejo donde puedo mirar y ver el mundo de arriba y lo que
pasa en él.
— ¡Oooo! —Se inclinó y extendió un dedo para tocar el agua negra que corría hacia
atrás por el muro de piedra en lugar de hacia abajo, hacia la piscina—. ¿Cómo hace eso?
Arrugando la nariz hacia él, ella le guiñó un ojo.
— ¡Magia! —dijo ella.
Él se rió.
Con una sonrisa amable, se sentó en el mármol al lado de la piscina y le hizo un gesto
para que se uniera a ella.
Urian saltó a su lado.
Reflejado en las ondas de la medianoche del agua de la piscina, vio la profunda tristeza
en sus ojos plateados mientras lo miraba y le pasaba la mano por su cabello lacio. Cabello
que era tan blanco como el de ella.
— ¿Por qué estás tan triste, akra? ¿Porque no soy tan guapo como Paris?
Ella lo puso en su regazo.
—No seas tonto, Urian. Eres mucho más guapo de lo que tu hermano jamás podría ser.
—No es lo que otros dicen.
—Están equivocados.
Discutiría eso, pero incluso él sabía que no debía discutir con una poderosa diosa que
podría matarlo con un estornudo.
—Entonces, ¿te duele el corazón?
Ella le pasó la mano por la mejilla con una suave caricia que causó que el Caronte
demonio junto a ellos se agitara en nerviosa alarma.
—Me recuerdas a un chico que conocía una vez. Tenía curiosidad como tú y siempre
se metía en problemas.
— ¿También se llamaba Urian?
—Nay. —Ella lo tocó ligeramente en la nariz—. Fue llamado Monakribos. Pero lo llamé
Kree.
Esos eran nombres extraños.
— ¿Qué le pasó a Kree?
Una lágrima cayó de su mejilla donde se convirtió en un diamante brillante contra su
piel pálida. Urian se maravilló al verlo.
—Se enamoró, Urian, y los dioses lo mataron porque son crueles. Debes prometerme
que nunca te enamorarás. Porque el amor es una emoción estúpida y dañina que destruye
todo lo que toca.
—Eso es lo que baba dice, también. Dice que el amor vuelve locas y débiles a las
personas.
Ella asintió de acuerdo.
—Tiene razón. Tu padre es un hombre muy sabio.
—Entonces nunca amaré.
—Buen chico. —Besando su cabeza, ella se inclinó para sumergir su mano en las
negras aguas de la piscina para poder agitarla en un círculo—. Ahora cierra los ojos, Urian, y
piensa en el sol que quieres ver.
—Pero no sé qué aspecto tiene.
—No tienes que hacerlo. La piscina conoce tu corazón y encontrará el deseo que más
quieres, y te lo mostrará.
Urian hizo una gran O con sus labios al pensar en algo tan incrédulo. Era bueno ser un
dios y tener tales herramientas. Y fue por eso que no entendía por qué su abuelo había sido
tan cruel como para maldecirlos. ¿Cómo podría alguien desperdiciar esos dones? Nunca
entendería cómo alguien podía tirar cosas tan preciosas.
Y hablando de…
Cerrando los ojos, hizo lo que la diosa le ordenó, luego abrió los ojos para ver las olas
ondulantes que forman un hermoso paisaje inundado de colores vibrantes de cosas que
nunca había visto antes. Eran diferentes a todo lo que hubiera imaginado. ¡Glorioso! Pero la
luz brillante hirió terriblemente sus ojos.
Levantó la mano y entrecerró los ojos con dolor. Las lágrimas nadaban en las esquinas
mientras intentaba estudiar mejor cada detalle.
—Eso es el sol, Uri.
—Es cegador.
—Puede ser. —Ella revolvió el agua de nuevo para que la luz fuera menos intensa y él
pudo verlo mejor.
Urian bajó la mano.
— ¿Lo has visto alguna vez, akra?
—Sí.
— ¿Te gustó?
Ella se encogió de hombros.
—En verdad, no pensé nada de eso, de una manera u otra.
— ¿Entonces lo extrañas?
Su tristeza creció mientras dejaba escapar un suspiro irregular.
—No es lo que extraño.
¿Cómo podría no hacerlo?
— ¿Y qué es?
—Eres demasiado joven para entender el dolor que me atormenta. Lamentablemente,
no siempre lo serás y eso me entristece más que nada.
Urian no entendía su dolor, pero era tan profundo que lo sintió. Queriendo consolarla,
se puso de pie en el borde de la piscina, puso sus brazos alrededor de su cuello, y la abrazó
fuerte.
Ambos carontes retrocedieron.
Apollymi se tensó al principio y luego lo sostuvo con fuerza contra su pecho. Ella frotó
su espalda y apoyó la cabeza en su hombro.
—Cuando quieras mirar el sol, ven a mí, Urian, y te lo mostraré.
—Bueno. Y cada vez que necesites un abrazo, akra, ven a mí y te daré uno. —Él se
apartó para sonreírle.
Ella ahuecó su rostro en sus manos frías.
—Tu padre tiene razón, eres un fanático. Y no deberías decirle esto.
Eso solo lo confundió.
— ¿Por qué no?
—No le gustaría. Mejor mantener nuestras reuniones en secreto entre nosotros, ¿de
acuerdo?
Urian asintió.
—Bueno.
Ella levantó la mano.
—Tenemos que jurar sobre esto.
Escupió en su mano.
—Está bien, akra.
Se mordió la palma de la mano hasta sangrar.
—Un juramento de sangre es más fuerte que escupir.
Su estómago retumbó ante la vista y el olfato.
Ella arqueó una ceja ante el sonido.
— ¿Tienes hambre?
—Mucha.
Apollymi le tendió la mano.
—Entonces ve y aliméntate, Uri. Ese será nuestro vínculo. Que nadie lo sepa. Y serás
como Aquiles. Hecho más fuerte que los otros de tu raza. Aunque no soy una apólita, mi
sangre puede alimentarte. Y te mantendrá más seguro, hasta que llegue el día en que me
pagarás por ello.
Urian estaba demasiado hambriento para pensar en lo que hizo, pero en el momento en
que probó su sangre, se dio cuenta de que nunca sería el mismo…

20 de marzo de 9522 A.C.


Mi baba se está muriendo…

Urian no podía respirar ni pensar mientras corría por la oscuridad. Cegado por las
lágrimas y el dolor, ni siquiera estaba seguro de hacia dónde se dirigía mientras buscaba
escapar de la muerte que constantemente acechaba a su pueblo.
Ni siquiera sabía lo que le había pasado a su padre. Todo lo que sabía era que lo
habían traído a casa hacía unos minutos, apenas vivo. Todos habían estado enojados y
gritando mientras intentaban evitar que su padre sangrara antes de que muriera por eso.
Tanta sangre…
Nunca antes había visto a su padre débil. Nunca lo había visto tan pálido y tembloroso.
Incluso ahora, la imagen de Trates llevando a su padre a través de la puerta estaba grabado
en su mente.
¿Cómo podría el feroz y poderoso Strykerius ser incapaz de sostenerse solo?
Y aunque sabía que sus padres no se amaban, su madre había tomado la mano
magullada y ensangrentada de su padre y lloró. Eso solo le había dicho que la condición de su
padre era grave.
Cuando Urian trató de verlo, Archie lo había empujado fuera de la habitación.
— ¡Nadie te quiere aquí, Uri! ¡Vete!
El médico había coincidido.
— ¡Estás en el camino, muchacho! ¡Muévete!
Y así salió corriendo por la puerta, hacia la calle. Sin ningún destino en mente, sólo
seguir adelante. Ahora…
Le dolían los pulmones del aire fresco crónico que los mantenía a salvo. Los músculos
de sus piernas protestaban por su larga carrera, mientras que su dolor lo ahogó con un vicioso
agarre que amenazaba su propia vida. Incapaz de lidiar con todo esto, se derrumbó en el
suelo húmedo y dio rienda suelta a toda su miseria que gritaba en silenciosa agonía.
No podía perder a su padre. Así no.
¡Te quiero, baba!
De repente, algo se movió cerca de él en la oscuridad.
Urian se sentó en el suelo oscuro con un jadeo y un hipo.
— ¿Qu-quién… quién está ahí? —preguntó, su autoridad socavada por sus lágrimas
desgarradas.
Algo caliente rozó su mejilla tan rápido que no pudo verlo. Solo podía sentirlo
deslizándose sobre sus lágrimas, como una lamida cálida y seca. Y le dejó en su despertar
una figura de cristal en su regazo. Una colocada allí tan suavemente que apenas sintió la gota
contra su chitón de lino.
Confundido y desconcertado, Urian lo recogió para ver una imagen de un pequeño
soldado, perfectamente formado. Era increíble. Tan real y detallado que casi esperaba que el
hombre se moviera. El hoplita incluso tenía una lanza y un escudo.
Sorbiendo las lágrimas, aspiró entrecortadamente y se secó los ojos.
¿Te sientes mejor ahora?
Urian miró la suave y dulce voz que escuchaba en su cabeza.
— ¿Quién eres?
Soy el guardián de las cataratas de Atramentian. Se supone que no debes estar aquí,
ya sabes. La diosa nos castigaría a los dos si supiera que has entrado en su santuario
especial. Se supone que debo comerme a cualquiera que se atreva a cruzar las oscuras
tierras fronterizas.
Urian frunció el ceño a las palabras. ¿Comer?
Eso despertó su curiosidad de inmediato.
— ¿Eres uno de los Caronte?
Ellos tenían sus propias tierras aquí en Kalosis, donde normalmente no interactuaban
con su raza, a menos que Apollymi se enojara y los soltara como castigo. Y mientras no podía
recordar en qué dirección había corrido, estaba bastante seguro de que no habría sido tan
estúpido como para dirigirse hacia su sección.
Solo Paris y Theo eran tan tontos y suicidas. Urian siempre se cuidaba de darles a los
demonios un amplio rodeo.
No, no soy un Caronte.
Él arqueó una ceja ante eso. ¿No es un Caronte?
¿Qué más había allí?
Agarrando su regalo, Urian se puso de pie para poder mirar las sombras donde antes
había visto el movimiento.
— ¿Eres un dios?
Una suave y ligera risa sonó en su cabeza.
No deberías acercarte más. También tendrás miedo.
¿De qué?
— ¿Por qué? ¿Eres un monstruo?
En efecto. De ahí por qué como niños que entran en mi dominio.
Más curioso que nunca, Urian miró al soldado en su mano. Era extraño que un
monstruo le diera un regalo mientras estaba molesto. Eso parecía incongruente y pensativo
por semejante bestia.
—Debes ser un monstruo solitario, entonces.
¿Perdón?
Se secó la nariz con el dorso de la mano y respiró entrecortadamente.
—Solo que no pareces dar miedo, eso es todo.
Más bien, era amable.
Sintió que el aire a su alrededor se agitaba de nuevo.
Te aseguro que si me vieras estarías bastante aterrorizado.
Urian resopló ante el desafío.
—Apuesto a que no lo haría. Muéstrate.
Al principio, no creía que ella se encontrara con su desafío. No hasta que la caricia
delante de él comenzó a temblar.
Y no solo un poco.
Mucho.
Terriblemente, muchísimo.
El suelo bajo sus pies temblaba tanto que estaba desequilibrado por ello. ¿Qué tan
grande era este monstruo?
Urian no estaba seguro de lo que había esperado, dadas sus advertencias. Pero
definitivamente no era el gran dragón naranja dorado plateado frente a él.
—Eres hermosa.
Esas palabras estaban fuera antes de que pudiera detenerlas. Después de todo, puede
que no fuera lo más inteligente llamar hermoso a un dragón dado que le gustaba que
pensaran en él como feroz. Sin embargo, no pudo evitarlo. Lo era.
Solo por ese insulto, ella podría comérselo.
Tragó saliva mientras esperaba que su ira se manifestara.
En lugar de sentirse ofendida, ella se retiró sorprendida.
¿Hermosa? ¿Tú me crees bonita?
—Bueno, sí. ¿Nadie te lo ha dicho nunca?
Ella sacudió su cabeza.
¿No me tienes miedo?
—No particularmente. Pero eso es porque mi hermano dice que no tengo suficiente
sentido para tener miedo de algo.
Ella rió.
¿Cómo te llamas, pido?
—Urian. ¿Y tú?
Sarraxyn.
Era tan hermoso como ella, y envió otra ola caliente sobre él. Él se acercó y le tendió la
mano.
—Encantado de conocerte, Sarraxyn.
Ella extendió la mano para rozar su piel.
Urian esperaba que sus escamas fueran frías y viscosas. Sin embargo, eran
sorprendentemente cálidas y suaves.
—Hueles a lirios.
Eres un descarado, ¿verdad?
—Eso es lo que todos me dicen.
Sus alas negras se movieron como si se estuviera riendo en silencio.
Será mejor que te pongas en camino, Urian.
Lástima que no quisiera hacerlo. Prefería quedarse y hablar con ella. Pero era lo
suficientemente inteligente para saber mejor que quedarse donde no lo querían.
—Muy bien, pero gracias por mi regalo.
Eres bienvenido, señor Urian, y no tengas miedo. Tu padre no morirá esta noche.
Él se quedó sin aliento ante sus palabras.
— ¿Qué?
Ella inclinó la cabeza hacia él.
Parte de lo que guardo es el árbol sagrado de la vida de la diosa. Ella ya envió a Xedrix
aquí a buscar savia para salvar la vida de tu padre. Así que cuando vuelvas, debería estar
mucho mejor.
Con un grito de alivio, Urian se lanzó hacia Sarraxyn y la abrazó.
— ¡Gracias!
Él le dio un apretón gigante antes de que corriera para comprobar a su padre.
Solo que no fue muy lejos. Después de unos pocos pasos, regresó corriendo hacia ella.
—No eres un monstruo, Sarraxyn. ¡Eres hermosa!
Con un rápido beso en la mejilla escamosa y un grito de felicidad, lo esquivó.
Sarraxyn observaba con asombro al apólita que corría. Su mandíbula se aflojó por sus
acciones, esperó hasta que estuvo fuera de la vista para volver a su forma humana. Aun así,
el calor de su abrazo y beso se aferró a su piel.
Nunca nadie le había mostrado tanto afecto. Nadie.
Pocos habían sido siempre amables. Solo un pequeño puñado de sus hermanos:
Falcyn, Max, Illarion, Hadyn y Gadryn.
De hecho, había sido su propio hermano, el bastardo Malstrom, quien la había vendido
al dios de la guerra atlante, Misos, para servir aquí en su reino. Lo último que hubiera querido
era ser esclavizada como guardián eterno para el sagrado Haxyn donde no se le permitía ver
a nadie ni hacer otra cosa que no fuera la podredumbre en absoluta soledad.
Odiaba este oscuro y húmedo reino de noche eterna. Mientras que los dragones se
suponía que eran solitarios, no era tan parecida a otras de su raza. Muchas hembras no lo
eran. Eran más sociales que los machos de su especie. Y ella más que incluso la drakos
hembra promedio.
Ser esclavizada aquí sin familia o amigos lo convertía en un reino más infernal de lo
que ya era. Malditos atlantes por su crueldad.
Los Caronte eran los únicos visitantes que tenía, y venían raramente. Tal vez una vez
cada siglo.
Urian había sido el primer “humano” que había visto desde…
No podía recordar. Había pasado mucho tiempo. Y no podía recordar uno más justo y
guapo.
Como ella, parecía joven. Aunque no estaba realmente segura de cómo envejecían los
apólitas. Él podría ser más viejo que la suciedad, por lo que sabía. Como algunos de los
dioses que se veían como niños, aunque tenían miles de años.
Por eso prefería vivir sus días como dragón. En esa forma, nadie sabía que ella era
solo una niña. Además, como dragón, era mucho más fuerte, lo cual era mucho más seguro
para ella, ya que era menos probable que fuera devorada por algo más grande o más malo.
Su hermano Veles la había perforado con púas de hierro.
¡Hagas lo que hagas Xyn, sigue siendo un drakoma! No pueden hacerte daño
fácilmente. Mantente fuerte. ¡Por encima de todo, mantente viva!
Por supuesto, Veles odiaba su forma humana. Así como odiaba a todos los humanos.
Y a todos los demás, también. Especialmente a los dioses que los maldijeron y sus
madres.
Normalmente, Xyn estaba de acuerdo con su hermano. A ella no le importaban los
demás. Eran demasiado rápidos para traicionar. Más rápidos aún para dar el primer golpe, y
no había tenido tiempo para eso.
Pero Urian había sido una distracción agradable y breve de su aburrimiento y soledad.
Rara vez alguien o algo se aventuraba aquí. Ni siquiera una cucaracha.
Suspirando, volvió a su cuerpo alternativo antes de que la diosa espiara y la atrapara
lejos de su puesto. Eso nunca sucedería.
Apollymi era una terrible amante. Exigente y feroz. Siempre dura cuando sentía que
alguien estaba aflojando. Y, en particular, parecía guardar rencor contra Xyn.
Sin embargo, esta vez, Xyn tenía algo más que hacer que contar los guijarros que
bordeaban la tierra alrededor de la base de su árbol. Tenía un chico guapo y rubio en el que
pensar.
Uno con vívidos ojos azules y una hermosa sonrisa.

21 de marzo de 9522 A.C.

— ¡No te comas al niño! Si bien es sabroso, no valdrá la pena por la indigestión. Y


probablemente también tiene un sabor fuerte.
Xyn tuvo que obligarse a no reírse de la audaz e indignante declaración de Urian en la
oscuridad inmóvil. Ella lo había sentido en el instante en que él había regresado a su
arboleda. No había duda de ese aroma único de cuero y hombre. Había llenado sus fosas
nasales en el momento en que se acercó a su guarida.
Esa era la belleza de su raza. Nada ni nadie podía esconderse de ellos. Y también era
su maldición dada la propensión de muchos humanos a evitar una rutina de baño regular.
Sin embargo, este macho en particular olía delicioso. Él la hizo querer acariciarle… lo
que probablemente lo aterrorizaría si supiera eso.
Igual que a ella. Así que en cambio, arrugó la nariz y se dirigió a través del espeso
bosquecillo de árboles para ver qué quería.
Xyn se congeló tan pronto como lo vio en el pequeño claro, sosteniendo lo que parecía
ser un cristal bastante grande. ¿Lo había robado?
¿Qué hiciste?
Bajándolo, se encogió de hombros.
— ¿Sabes lo difícil que es encontrar un regalo para un dragón?
No. Somos bastante fáciles. Comemos algo más pequeño que nosotros. Eso tiende a
dejar mucho.
Su frívolo comentario lo puso nervioso.
—Oh… bueno. —Se aclaró la garganta mientras hacía un gesto hacia el cristal—. Um,
no fui allí con mis compras. Según mi experiencia, los padres tienden a ponerse un poco
malhumorados si intentas robar a sus hijos y usarlos como dulces para dragones. —Se rascó
el cuello y adelantando el gran cristal cerca de él—. Pero pregunté alrededor y todos los
ancianos dijeron que a los dragones les gustan las cosas brillantes, así que te encontré esto.
Luchó por llevarlo más cerca de ella.
Xyn sonrió.
Es encantador. ¡Gracias!
—De nada. Era lo menos que podía hacer desde que salvaste a mi solren.
El calor se extendió a través de ella ante su consideración. Era muy amable. Y aún más
raro.
Fue un placer… por una vez.
Hizo una pausa en su lucha por hacer una mueca.
— ¿Qué quieres decir?
Solo que normalmente no me importan las personas a las que ayudo. Sin embargo,
para ti, me alegro de haber sido capaz de hacer algo.
—Ah. —Había una nota peculiar en su voz—. Así que tenía razón. Estás sola aquí,
¿verdad?
Ella quería negarlo. Pero ¿para qué servía? La verdad era aparente incluso para el más
denso. Y no era como si ella tuviera tantos con quienes hablar sobre eso, de todos modos.
Aye. Terriblemente.
Urian se apoyó en su regalo y suspiró de la manera más adorable. Quizás hablaba de
su soledad, pero ella lo encontraba absolutamente encantador. Y maravilloso.
Peor aún era el deseo peculiar que tenía de ser humana a su alrededor. Tomar su
mano y estar de pie inusualmente cerca. Nunca había tenido tal deseo antes. Pero quería que
la mirara de la misma forma en que los hombres miraban a las mujeres por las que estaban
hambrientos.
Eso era algo que podría ser mortal para ambos, como lo haría la diosa. Nunca permitas
que ella fraternice con nadie.
— ¿Puedo contarte un secreto?
Xyn obligó a sus pensamientos a volver a un tema más razonable y mucho más seguro.
Por supuesto.
Mirando a su alrededor como si temiera que alguien pudiera oírlo, Urian se acercó a
ella para hablar en un suave susurro.
—Estoy solo, también. Mucho. —Él apretó los labios—. ¿Crees que podría estar bien si
vengo a visitarte a veces para que podamos estar solos juntos?
Ella contuvo una carcajada ante sus palabras. Era increíblemente encantador y
divertidísimo. Y aunque debería enviarlo por el camino, no podía soportar la idea de no volver
a verlo.
Así que tomó una muy mala decisión y rezó por no arrepentirse un día.
Tendríamos que tener cuidado de no ser atrapados. La diosa estaría terriblemente
molesta si supiera que estoy permitiendo que alguien se acercara a su árbol, o sus aguas.
— ¿Qué sugieres, entonces?
Xyn vaciló. Esta era una mala idea. Lo sabía con cada parte de su ser. Y sin embargo,
no pudo detenerse. ¿Era honestamente tan malo que quisiera un amigo?
¿No merecía tener a alguien? ¿Cualquiera?
Antes de que pudiera detenerse, dijo palabras que rezó para que no regresaran para
dañar a alguno de ellos. Puedes venir a Áreos cuando la diosa esté de luto por su hijo. Nadie
la molestó durante ese tiempo, y ella nunca se aventura fuera. Todo está en silencio en la
tierra.
Ninguno de ellos debería ser atrapado entonces. Era el único día de la semana cuando
Apollymi mantenía su horario y lo mantenía sagrado. Nadie se atrevía a molestarla en ese día
santo.
Urian asintió.
—Hora de Hesperus.
Como el día, esa hora era el momento más sagrado en el que la diosa no toleraba
ninguna interrupción bajo pena de muerte.
Ni siquiera Stryker se atrevería a invadirlo.
Podemos hacer visitas entonces y nadie será el más sabio.
La sonrisa de Urian aligeró su estado de ánimo al instante.
—Te veré entonces, mi dragón.
Más feliz de lo que tenía derecho a ser, y en un nivel que realmente la asustaba, no
habló mientras lo veía huir.
Luego te veo, amigo mío.
Pero en su corazón, tenía la sensación de que esto no iba a terminar bien para ninguno
de ellos.

19 de junio de 9516 A.C.


—Será una novia hermosa.
—No me hagas arrancarte la garganta, Trates.
Urian se atoró con sus carcajadas al ver el miedo crudo ante la irónica amenaza de su
padre a Trates, quien rápidamente se disculpó para poder poner tanta distancia entre él y
Stryker como fuera posible. No es que lo culpara. Su padre estaba de mal humor, y lo había
estado durante los últimos días desde que Tannis había anunciado sus intenciones de
vincularse a una inútil basura apólita.
De hecho, nadie quería que Tannis se casara con Erol. Especialmente su padre, y esta
fiesta de compromiso estaba verdaderamente enfureciendo a todos
A pesar de que ella era una mujer madura que se desarrolló plenamente gracias a su
maldición apólita que la hacía lucir de la misma edad que un ser humano en su adolescencia o
principios de los veintes, todavía tenía solo doce años.
Como su padre, Stryker no podía superar su edad real, y si no fuera por el hecho de
haber sido maldecidos, todavía tendrían unos pocos años más con ella en casa. Por eso
seguía insistiendo en un largo compromiso. Algo que había dejado a su hija, a su futuro
marido y futuros suegros de Tannis quejándose.
Aparte de su padre, Urian y su madre parecían ser los únicos que aceptaron el largo
compromiso. Pero entonces Urian odiaba a Erol. Él era una bestia enorme de un bastardo
arrogante, y tenían una larga historia de enfrentamientos entre ellos.
Por otro lado, Urian tenía una larga historia de enfrentamientos con la mayoría de todo
el mundo.
Su madre suspiró mientras se abrazaba al brazo de Urian.
—No puedo creer que estoy perdiendo a otro bebé tan pronto.
—Lo siento, mata. —Sacudió su barbilla hacia su padre, quien estaba afilando un
cuchillo mientras fulminaba con la mirada a Erol—. Aunque estoy pensando que, si solren se
sale con la suya, no habrá una boda. Quizás solo un banquete de bodas…
Ella se rió.
—Hay ocasiones cuando simplemente adoro a tu solren, Uri. —Acariciando su brazo,
caminó lejos como si supiera que su sangre humana le tentaba a pesar de su profundo amor y
respeto por ella. Ajustó su capa más elevada alrededor de su cuello—. Así que… ¿quién tiene
tu agrado?
Urian sentía el calor en sus mejillas ante la pregunta que siempre temía. Especialmente
desde que le hacía retumbar el estómago por el hambre. Siempre parecía que su destino era
morir de hambre. A pesar de que estaba en una habitación llena de comida andante. Pero no
había nadie aquí que lo alimentara.
—No he encontrado a nadie todavía.
— ¿Todavía no te están alimentando?
No se perdió la nota de pánico aterrorizado subyacente a su pregunta. Era un secreto
que él y su padre habían intencionalmente protegido a ella… y a todos los demás. El hecho de
que su padre tenía un puñado de hombres leales que obligo a sangrar para que pudieran
llevar su sangre a Urian en vejigas o tazas. Aunque no era lo mismo que comer de la forma en
que Apolo pretendía que se alimentaran los apólitas, eso impidió que Urian muriera de
hambre.
La única ventaja era que lo dejaba un poco más irritable que a los demás.
Más delgado y malvado, como dirían los humanos. Porque estaba perpetuamente
hambriento, sus sentidos eran más agudos. Sus poderes más fuertes, más enfocados. Y
siempre estaba enojado y buscando pelea.
Excepto donde concernía a su madre y hermana. Y por supuesto su diosa. Pero eso
era simplemente porque sabía que Apollymi le arrancaría la garganta si alguna vez mostraba
su genio a su alrededor.
Afortunadamente, Tannis llamó a su madre en ese momento y lo salvo de tener que
contestar mientras su hermana la llevaba a casa para la pequeña comida que había
preparado para que su madre comiera. Desde que su madre era la única aquí que requería
comida, Urian, Tannis, Paris, y Davyn se turnaban para cocinar la comida para ella.
Apollymi siempre se había asegurado de que había verduras, frutas, y carne fresca. Y
lo tomaron como motivo de orgullo asegurarse que su madre estaba bien cuidada.
Y protegida de cualquier amenaza.
Inquieto, Urian vago a través de la multitud en el oscuro salón donde muchas de sus
comunidades se habían reunido para celebrar la noticia de su hermana y alimentarse. Lo que
significaba que el salón estaba rápidamente convirtiéndose en una orgia, por lo que los padres
cubrían los ojos de sus hijos más pequeños y los apresuraban a casa. Sin duda alguna eso
era porque Tannis llamó a su madre. Todos eran cuidadosos de mantener a su madre
humana separada de cualquiera de sus “fiestas”. Aparte del hecho de que la forma en la que
comían tendía a horrorizarla, como no-apolita fácilmente podía encontrarse a sí misma como
el primer plato, y el testigo de la primera masacre de Urian, ya que era rabiosamente protector
con su madre y hermana en un nivel aterrador. Mientras su padre podría afilar el cuchillo,
Urian era un poco demasiado rápido para usarlo.
Otra razón por la que nadie lo alimentaria. Su temperamento ya era bastante legendario
entre su gente.
Al igual que sus poderes.
Davyn se tambaleo hacia él. Por la apariencia vidriosa y aturdida de sus ojos, era obvio
que ya había estado alimentándose bastante y era más que un poco de sangre borracha.
Lamiendo sus colmillos, sonriendo mientras se apoyaba en la espalda de Urian y descansaba
la barbilla sobre el hombro desnudo de Urian. Porque ellos habían crecido juntos, no tenía
miedo de Urian.
O de cualquier otra persona.
—Hola, hermano Uri. ¿Seguro que no deseas unirte a nosotros? —Su mano se deslizo
un poco demasiado lejos hacia el sur, hacia el borde del chitón corto de Urian.
Urian se rió mientras se desprendió del abrazo de Davyn y sus tanteos descuidados.
—Eres demasiado feliz, Dav, y Paris no comparte. Créeme, lo sé. Todavía tengo un
hematoma de la última vez que acaparé mucha manta. Dada la paliza que obtuve de eso,
odiaría pensar en lo que haría si encontrara a su novio envuelto en mí.
Davyn me chasqueo la lengua.
—Sé que estás hambriento. ¿No te cansas de beber sangre recalentada? ¿No te
gustaría alguien fresco para comer?
Su respiración se volvió irregular debido a la invitación que era difícil de rechazar. Cada
parte de él estaba en sintonía con el aroma de la sangre de Davyn. Al hambre dentro de él
para alimentarlo.
Sin embargo…
No seré un imbécil.
No con su hermano.
Y definitivamente no con Davyn, quien se horrorizaría si estuviera sobrio. Davyn nunca
actuaria así si no estuviera drogado por la sed de sangre. Paris debía haber comprendido
mejor lo que pasaba al haberlo alimentado y dejado solo para encontrar el camino a casa.
Había sido una estupidez de parte de su hermano. Davyn era demasiado joven e inexperto
como para haber sido abandonado en una multitud donde alguien podría atacarlo fácilmente.
—Te diré que, Davyn. Encontremos a Paris, ¿vamos?
—Ooo, tres de nosotros, retozando. Buena idea. ¡Me gusta eso incluso más!
—Síp. —Urian envolvió el brazo de Davyn alrededor de sus hombros y lo condujo a
través de la multitud a la casa de su hermano gemelo.
Con toda la visión y el olor de los otros mientras estaba famélico y tan cerca de un
donante dispuesto… era una tortura. Y hacía a su estómago retumbar por la necesidad. Por
no mencionar, que otras partes de su cuerpo reaccionaron con un hambre inquietante propia
de los suyos que ni siquiera quería contemplar.
— ¿Dónde dejaste a Paris?
Davyn estaba casi inconsciente.
Urian tuvo que sacudirlo para despertarlo.
— ¡Davyn! ¿Dónde dejaste a mi hermano?
—En una habitación.
Oh, eso fue tan inútil. Si Davyn hubiera estado sobrio, Urian lo habría abofeteado. En
cambio, suspiró con irritación. Fue bueno que Davyn fuera el único amigo que tenía o la
tentación de destriparlo hubiera sido más difícil de resistir.
Inseguro de cómo manejar mejor esto, Urian decidió encontrar a su hermano Theo, que
había llevado a su esposa e hijos a casa en el momento en que el primer conjunto de ropa
había empezado a caerse. Aunque Theo estaba lejos de ser mojigato y había sido conocido
por participar en algunas de las más lascivas fiestas jamás armadas —como lo había hecho la
esposa de Theo, Praxia, antes de su matrimonio— el hijo mayor de Theo era una hija y él era
extremadamente protector de su virtud.
Sin mencionar, que la casa de Theo era la más cercana al salón así que tenía sentido ir
allí primero y empezar con él.
Después de que Urian golpeara insistentemente, un apenas vestido Theo respondió a
la puerta con un irritado ceño fruncido. Dado el estado de a medio vestir de su hermano y el
enrojecimiento de su garganta, Urian diría que Theo había estado en el medio de su propio
encuentro sexual con Praxia.
Algo más que confirmado por la mordedura del ladrido de Theo cuando gruño hacia
Urian.
— ¿Qué quieres?
Parpadeo lentamente, solo para maximizar la molestia ya que era un imperativo moral
siempre que trataba con uno de sus hermanos mayores, luego habló lentamente, sacando sus
palabras para volver a irritar a su hermano tanto como fuera posible.
—La muerte de Apolo. La dominación de los apólitas sobre el mundo de la humanidad,
y poner fin a nuestra maldición. Pero por el momento, me conformo contigo retornando a tu
actitud a de estúpido, y encontremos a Paris.
Urian atrapó a Davyn cuando comenzó a descender de lado al piso y lo ayudo a
poderse recto.
—Nuestro bueno y considerado hermano abandonó a Davyn y desapareció a quién
sabe dónde, para hacer quién sabe qué. ¿Puedes echarnos una mano y cuidar a Davyn
mientras trato de encontrar al estúpido bastardo?
Davyn finalmente dejó de intentar manosear a Urian el tiempo suficiente para fruncirles
el ceño.
—No quiero dormir con Theo, Uri. Él es un idiota. Encontremos a Paris. Él es muy
adorable.
Urian le dedicó una mirada de ves-lo-que-digo a su hermano mayor.
Eso le quito el filo iracundo a Theo.
— ¿Cuánto tiempo ha estado así?
—Desde que lo encontré.
Theo rodo sus ojos ante el sarcasmo de Urian.
— ¿Y Paris lo dejó es esta condición?
—Estás planteando todos mis puntos, genio.
¡Du! ¿Era el único miembro de su familia que poseía un cerebro funcional? Hubo
momentos, como este, donde Urian sospechaba que podría estar acaparando al único capaz
de cualquier semblanza de razón en todo su fraternal conjunto genético.
Sonriendo irónicamente, Urian le obsequio una mirada asesina.
—Davyn está en lo correcto. Eres un idiota.
Con una mueca disgustada, Theo agarró a Davyn por su clámide y lo arrastró dentro de
su casa antes de llamar a su esposa.
— ¿Prax? Vístete. Necesito que vigiles a Davyn hasta que volvamos.
— ¿A dónde vas? —gritó desde la otra habitación. No faltaba la irritación en su tono
estridente.
— ¡Solo haz lo que digo, mujer!
Urian se detuvo en la puerta.
—No deberías hablarle así. Ella es la madre de tus hijos, ya sabes. —Sin mencionar,
que soportaba a Theo cuando Urian no podía imaginar por qué.
—Metete en tus propios asuntos, Uri. Esta es mi casa y la manejaré como mejor me
plazca.
Oooh, deja que Theo adopte la misma lógica que los hizo a todos resentirse con su
padre.
—Y tu solren tendría tu trasero si te escuchara hablándole a tu esposa en ese tono.
Las fosas nasales de Theo se encendieron con ira mientras él se fijó en su clámide.
Ignorando la ira de su hermano y disgustado por su comportamiento, Urian miró más
allá de Theo por donde Praxia estaba bajando las escaleras para tomar el control del servicio
de vigilancia.
—Vamos a buscar a Paris. Tan pronto como lo encontremos, traeré a Theo de regreso.
Quizá no sin magulladuras, especialmente si se mantenía insolente, pero…
—Gracias, urimou.
Respetuosamente, inclinó su cabeza hacia ella, luego hizo su salida.
Tan pronto como estuvieron fuera de la casa de Theo, Theo lo agarró y golpeó a Urian
contra la pared de la casa de su vecino.
—Si alguna vez lo haces de nuevo, voy…
Urian le dio un puñetazo en el estómago.
—No me amenaces, Theo. Ya no soy un niño.
Theo usó sus poderes para derribarlo y asfixiarlo.
Con su propia explosión psíquica, Urian rompió su asimiento, pulsando hacia afuera,
dejando que sus poderes tomaran plena rienda de su furia. Derribando a Theo precipitándolo
por el pasillo sin tocarlo.
Debido a que sus poderes eran mucho más fuertes que los de cualquier otra persona,
Urian sabía que lo mejor era no ponerlos en exhibición. Esa era la razón del porqué era la
primera vez que los desataba completamente frente a cualquiera, que no fuera Apollymi.
Pero estaba demasiado enojado y hambriento esta noche para moderarse.
Y demasiado tarde, recuperó su control y temperamento para darse cuenta de que
había muchos testigos en la calle esta noche por su arrebato. Demasiadas personas que
habían estado yendo y viniendo de la celebración.
Mierda. Se giró lentamente para ver las miradas horrorizadas que lo condenaban.
Siempre.
Si cualquier otro hubiera demostrado un enorme poder, habría sido aplaudido por ello.
Considerándolo grandioso y alabado.
No él. Nay, nunca el hijo con el estrafalario cabello blanco nacido de Stryker y su
esposa griega. El único con diferentes ojos a los otros apólitas. Debía ser temido y condenado
al ostracismo por las cosas que no había hecho y no podía evitar.
Realmente nací maldito.
Esta no fue la excepción a su humillación y juicios erróneos. Ya podía escuchar sus
susurros a su alrededor.
¡Él es un fenómeno!
¿Cómo puede alguien tan joven hacer eso?
¿Qué está mal con él?
¡Te dije que debía ser evitado! ¡Puedes apreciar lo que puede hacer! ¡Es antinatural!
Incluso cuando Urian trató de hacer las cosas bien, siempre se volvían contra él. De
alguna manera terminó en el lado equivocado de cualquier asunto a los ojos de la gente.
Nunca falló. Siempre lo juzgaron como el chico malo.
Al igual que ahora.
Nunca vieron la verdad sobre él.
Todo el mundo mirándolo fijamente como si debiera ser castigado, cuando todo lo que
había estado intentando hacer era ayudar a su hermano gemelo, Davyn, y su cuñada.
¿Cuándo voy a aprender?
Era el anti-Midas. Todo lo que tocaba se convertía en mierda, y la injusticia de lo mismo
ardió en carne viva en su vientre.
Si eso no fuera lo suficientemente malo, vio a Paris entre los que querían tener su
cabeza en una pica por el arrebato, y Paris estaba completamente bien, y de pie con su
hermano Alkimos. Debería haberlo sabido…
Ninguna buena acción queda sin castigo.
— ¿Urian? ¿Qué es esto?
Se estremeció mientras su padre apareció a su lado.
Antes de que tuviera la oportunidad para responder, Theo se puso de pie.
—Le estaba haciendo un favor, solren, y este es el agradecimiento que recibo por ello.
Me agredió sin razón.
Su padre regreso su atención a él.
— ¿Es eso verdad, Urian?
Urian fulminó con la mirada a Theo.
—Tenía mis razones.
Esa respuesta no le sentó bien a su padre, quien les echo a ambos una disgustada
mirada desdeñosa por haberse peleado en el corredor como dos matones comunes y no
como los príncipes que se suponían que eran.
—Entonces elabórala.
Reteniendo su indignación, hizo un gesto hacia Theo.
—Engendraste un imbécil, solren. Trataba de convertirlo en una simple mierda de
sesos.
— ¡Urian! —gruño su padre.
Enderezó su clámide sobre su chitón con una indiferencia que definitivamente no
sentía, especialmente mientras los otros continuaban manchando su nombre semirespetable.
Todo lo que Urian quería era irse mientras pudiera. Para ser dejado solo por todo el mundo.
En cambio, se forzó a pararse ahí como si no le molestara en absoluto. Nunca les daría
la satisfacción de saber cuánto su condenación escaldaba su corazón y traumaba su alma.
—He tenido problemas con la manera en que me habló y quise enseñarle un tono más
respetuoso. He tenido sus tácticas arbitrarias y me niego a que nadie más me hable
condescendientemente, él o cualquier otro.
Theo levantó su labio.
— ¡Lo ves, solren! Es un mocoso recalcitrante. En lugar de complacerle con su falta de
respeto todo el tiempo, necesitas darle unas nalgadas en su culito malcriado.
Su padre negó con su cabeza.
—Nay, Urian está en lo correcto. El mundo y las personas te trataran como lo permites.
No lo castigaré por tener la temeridad de defenderse de ti, Theo. Especialmente cuando sé
que tienes la capacidad de defenderte y que nunca has dudado en derribarlo cada vez que
crees que has sido menospreciado por él o por alguien más.
Theo farfulló indignado. Finalmente, crispó su labio mientras repasaba con una mirada
asesina a Urian.
—Un día, solren, lamentaras el hecho de que no mantuvieras una correa más estricta
sobre tu cachorro favorito. Marca mis palabras. Es un bastardo rabioso que no es leal a nadie
más que a sí mismo.
Afortunadamente, su padre estaba mejor informado. Dirigió una significativa mirada
hacia la casa de Theo.
—Cuidado, m’gios, demasiado a menudo cuando nos enfrentamos, nos condenamos a
nuestra ira. Así que piensa dos veces antes de escupir veneno para corromper a tu hermano
con las sombras de tu propio pecado. Porque el odio es un boomerang que una vez que es
expulsado tiene una manera desagradable de volver al que lo lanzó, y la mayoría de las
veces, paraliza la mano que primero lo liberó.
Un tic se inició en la mandibular de Theo.
—Bien. Mímalo. Siempre lo has hecho. Es la mitad de lo que está mal con él.
Y con eso, se dirigió a casa.
Sin embargo, la multitud permaneció. Mirando fijamente, susurrando.
Condenando.
Urian sintió su juicio como si fuera una bestia viviente, respirando y arrastrándose por
toda su piel. Y deploraba la sensación. ¿Por qué no podía ser más encantador como Paris?
Todos amaban y adoraban a su gemelo.
Con todo parecía que cuanto más intentaba ser querido, menos inclinados estaban a
quererlo. Así que había dejado de intentarlo y se había reconciliado con su odio y
menosprecio. A su sombrío aislamiento. Era más fácil de esa manera. Es mejor rechazarlos
antes de que tuvieran la oportunidad de abofetearlo y arriesgarse a esta sensación de
malestar que tenía en ese momento en su estómago que lo revolvía amargamente.
—No los escuches, Uri.
Apenas se contuvo antes de rodar sus ojos ante la frase más común de su padre para
estas situaciones. A pesar de lo que pensaban sus hermanos, su padre se volvería retorcido si
mostraba alguna falta de respeto. Stryker no era conocido por su paciencia con nadie o por
tolerar cualquier forma de insubordinación o insolencia.
Especialmente no de sus hijos.
—Aye, señor.
Su padre lo agarró bruscamente por el cabello en la nuca y lo forzó a mirar hacia arriba
hasta que se encontró con su mirada. Había un brillo severo pero amoroso en esos ojos de
plata que se remolinaban que ahora se emparejaban a los de su diosa, como consecuencia de
que Apollymi había salvado la vida de su padre esa noche cuando Urian había conocido a
Sarraxyn después de que su padre hubiera muerto en un enfrentamiento con Apolo. Por eso
su padre ya no podía alimentarlo nunca más. No sin convertir a Urian en no solo un daimon
como su padre sino también vincular sus fuerzas vitales y permitir que su padre lo viera a
través de sus ojos. Para conocer sus pensamientos y emociones. Porque su padre tenía la
sangre de dos dioses, lo que le daba más poder que ningún otro de los apólitas o daimons.
De verdad su padre era como ningún otro.
Y tampoco lo era Urian.
—Me vas a escuchar, pido, y recuerda estas palabras. Maldícelos por lo que piensan.
Porque eso es algo que nunca se puede controlar o cambiar. Sobre lo que tienes autoridad es
en tu propia reacción ante sus palabras rencorosas, y ellos no tienen ningún valor en tu
mundo a menos que tú lo hagas así. Las únicas opiniones que siempre deben importarte son
las de las personas que amas. Las personas que consideras dignas de tu preocupación. Para
el resto, cierra tus oídos y cierra tu corazón. Porque si a ellos no les importa el daño que
hacen a tu vida, entonces a ti no te importa el daño que infrinjas a los suyos. Sangre con
sangre. Colmillo con colmillo. Recuerda, Urian, un hombre inteligente da el primer golpe, pero
es el sabio quien golpea al último. ¿Entiendes?
—Aye, solren.
Lo jalo contra su hombro y lo abrazó estrechamente, luego besó su cabeza.
—Te amo, pido —gruño profundamente contra el oído de Urian—. Nunca olvides eso.
Urian asintió mientras apretaba su puño en la capa de su padre y lo abrazaba
fuertemente, agradecido por su apoyo.
Con dos ponderosas palmadas en su columna que lo dejaron magullado, su padre lo
liberó y dio un paso atrás.
—Ahora ve. Atiende tus asuntos.
—Aye, señor.
Urian se dirigió hacia Paris y luego golpeó a su hermano con tanta fuerza, que lo envió
directamente al suelo.
— ¡Qué en el hades! —Paris se sentó y se frotó la mandíbula—. ¿Has perdido la
cabeza?
Urian lo fulminó con la mirada.
—Eso es por ser un idiota. Encuentra a Davyn y no lo dejes nuevamente. La próxima
vez que seas tan estúpido, te apuñalaré por ello, y te quitaré a tu novio, no mereces a alguien
tan bueno y decente como Davyn si vas a huir y abandonarlo cuando él es incapaz de valerse
por sí mismo.
Paris se puso sobre sus pies mientras Urian se alejaba.
— ¡Yo no soy el imbécil, Urian! ¡Tú lo eres!
Sin detenerse, Urian se burló.
— ¡Estás equivocado en eso, adelphos! Y será mejor que hagas un sacrificio a los
dioses esta noche para que yo no decida un día abrazar al demonio que todos piensan que
llevo dentro. Te prometo, que el día que deje salir a esa bestia… todos buscaran ponerse a
cubierto.

15 de diciembre de 9515 A.C.

— ¡Baba! ¡Haz algo! ¡No puedes dejar que Matera se vaya y nos deje!
Urian quería hacerse eco de las frenéticas palabras de su hermana, y por dentro estaba
gritando tan fuerte como los chillidos de Tannis, pero sabía que era mejor no decir una palabra
de protesta en voz alta. Por un lado, no estaba seguro de que su padre no lo golpeara a través
de una pared.
Si bien Stryker podía ser un padre amoroso y cariñoso, nunca toleró ese tipo de quejas
de sus hijos. Al menos no de nadie más que de Ophion. Por alguna razón, Ophie se salía con
la suya.
El resto de ellos…
Estoy criando hombres, no niños. Por los dioses, serán soldados que me
enorgullezcan. No voy a tolerar a perros cobardes para representar a mi familia en este
mundo. ¡Los veré con Hades antes de que me avergüencen así!
Era una diatriba común de Stryker que todos conocían bien.
Entonces Urian se puso de pie mientras su madre besaba sus mejillas con lágrimas en
sus ojos.
—Es lo mejor. De verdad. —Ella tragó saliva—. No me atrevo a quedarme aquí por más
tiempo. No como la única humana entre el gran número de daimons en Kalosis.
Miró nerviosamente a su padre.
Urian no podía culparla, y decía mucho de lo tanto que los amaba, que la habían
retenido por tanto tiempo, dado que muchos la miraban con hambre en los ojos. Su padre se
había convertido en daimon hace casi ocho años, lo que decía mucho de él, que había sido
capaz de resistirse a alimentarse de su alma todo este tiempo. Porque Helen en Kalosis tenía
uno de los espíritus más fuertes que cualquier humano con el que Urian había estado cerca.
La calidez y convicción de su fuerza vital llamaron la bestia en él y lo hicieron salivar cada vez
que ella se acercaba. Era solo su propio amor por ella lo que la mantuvo a salvo en su
presencia.
Y el hecho de que el resto de los apólitas y daimons temían a su familia, y sabían lo
que harían con cualquiera que la lastimara, la mantuvo sacrosanta y segura en medio de ellos.
Sin embargo, ella tenía razón. Cada día que vivía con ellos venía con un creciente
riesgo.
Los matrimonios apólitas eran necesidad. Dada la brevedad de su vida y el hecho de
que solo podían vivir de la sangre del otro, se casaron jóvenes para formar familias tan pronto
como alcanzaron la madurez física, y para que las parejas casadas pudieran abastecerse
mutuamente de alimento. Especialmente desde que la alimentación aumentaba sus hormonas
a un nivel aterrador después de la pubertad y causaba que se excitaran extremadamente cada
vez que comían. Como resultado, eran incapaces de alimentarse de los miembros de la
familia, otra maldición adicional que les había arrojado Apolo.
Incluso los daimons, como su padre, tenían que alimentarse de sangre. Mientras que
las almas humanas que tomaron prolongaban sus vidas, no hacían nada para calmar su
hambre de sangre que necesitaba el plasma de apolita. Y como los daimons ya no podían
engendrar hijos después de que sus cuerpos se convirtieran de apolita a un estado muerto
viviente, y Hellen no había podido alimentar a sus hijos con su sangre humana, su madre no
servía para nada en este reino, más que para tentar a los daimons a matarla por su alma.
Si su padre la hubiera amado, podría haber sido diferente. Entonces él podría haber
estado dispuesto a luchar para mantenerla a su lado.
Pero mientras su padre la respetaba como su madre, sus sentimientos no iban más
allá. Stryker no permitiría que nadie le faltara el respeto o le hablara mal sobre ella. Sin
embargo, eso fue todo lo que era capaz de mostrarle en términos de afecto. El suyo había
sido un matrimonio arreglado, forzado por Apolo y uno que nunca había deseado. Todos sus
hijos sabían eso. De hecho, había días cuando ni siquiera miraba en su dirección.
Algo de lo que todos estaban muy conscientes, y le dolía a Urian ver la situación de su
madre. La constante tristeza detrás de sus sonrisas que nunca se desvanecía. O el anhelo en
la mirada de su padre cada vez que pensaba en su primera esposa, Apolo, lo había forzado a
divorciarse.
Su mutuo tormento era tan malo que Urian a menudo se había preguntado si él y sus
hermanos habían sido concebidos las únicas veces que su padre había logrado tener
relaciones sexuales con su madre. Entonces, cuando ella propuso dejar Kalosis para regresar
al reino de los humanos hace unos días, su padre había comenzado los preparativos de
inmediato. Stryker había hecho todo lo posible para acelerar el viaje pero empacar era de ella.
Con sus hermosos rasgos contorsionados por el dolor, su madre ahuecó el rostro de
Urian en sus manos.
—Odio dejar a mis bebés. Pero todos ustedes pueden venir a verme, en cualquier
momento que quieran. Lo sabes. Siempre serás bienvenido donde sea que esté. Me
aseguraré de mantener un lugar oscuro que sea seguro. —Mordiéndose el labio, miró entre
ellos—. ¿Vendrás a verme?
Urian asintió.
—Iré.
—Sé que no romperás tu palabra. —Ella besó su frente—. Mi precioso, Uri. ¿Mirarás a
tus hermanos y hermanas por mí?
— ¿No confías en nosotros? —preguntó Archie a la defensiva.
Se encaró a él mientras se acercaba a su hijo mayor.
—Sabes que lo hago. Pero tienes tu propia esposa e hijo, ahora, y otro en camino.
Urian todavía está en casa.
—Porque nadie lo tendrá.
Theo arrojó una sonrisa malvada hacia Urian que lo cortó hasta el hueso.
Normalmente, Urian habría arremetido y golpeado, pero estaba demasiado afligido por
su madre como para molestarse.
— ¡Theo!
Su padre se aclaró la garganta bruscamente en advertencia.
Alkimos, que era más delgado, como Urian, pero cuyas características eran idénticas a
las de Stryker, asumió el tormento.
— ¿Por qué estás tan enojado, solren? Todos sabemos que Urian sigue siendo virgen.
Todos sus hermanos se rieron de él por eso, agregando aún más golpes a su ego.
— ¡Basta! —rugió su padre.
Urian sintió que se le encogían las tripas por la burla que sus hermanos sabían que iba
directamente a su corazón.
Por eso lo hacían. ¡Bastardos!
—Friki —susurró Alkimos en su oído.
Urian rechinó los dientes, tentado de golpearlo por ese insulto, pero luego supo que
sería él quien se metiera en problemas por dar el primer golpe, que era lo que su hermano
quería. Ellos siempre lo estaban provocando a la violencia.
No tenía idea de por qué era tan diferente de sus hermanos, sin embargo, no se podía
negar. Era como si todos pudieran sentirlo y todos reaccionaran ante algo que él no podía
entender o ayudar.
Como si estuviera defectuoso.
Su madre regresó para abrazarlo, y eso solo lo empeoró. Porque sabía que ella no
estaría aquí mañana para hacerlo mejor cuando comenzaran esta mierda con él. Mañana,
estaría solo con su crueldad sin su precioso bálsamo para calmarlo.
Urian puso las manos en la capa, ahogando las palabras que quería decir. Quería
suplicarle que lo llevara con ella, o que se quedara para que no se sintiera tan solo y no
deseado.
Ambas serían egoístas y peligrosas.
Cerrando los ojos, hizo una mueca ante el recuerdo de lo que la había impulsado a
partir.
El daimon que había estado atrapado en Kalosis por demasiado tiempo.
Urian y Paris habían estado caminando con su madre, para comprar tela y así poderle
hacer a Tannis una nueva túnica. Ambos se habían estado quejando sin piedad por la tarea y
no habían querido ser arrastrados allí.
— ¿Por qué Davyn no está haciendo esto?
Paris le había sonreído.
—Eres un asno. No le gusta comprar más que a ti.
Su madre había rodado sus ojos.
— ¡Ambos dejen de quejarse! Tu hermana necesita algo bonito. Erol es muy
desagradable con ella. Es hora de que ella tenga algo para hacerla sonreír otra vez. No me
gusta ver a mis hijos infelices.
Eso solo hizo que Urian arrugara el rostro más.
—Entonces, ¿por qué estamos aquí de nuevo?
Antes de que ella pudiera hablar, había escuchado el furioso tono indignado.
— ¡Humana!
Tres segundos después, el daimon había atacado, con el objetivo de arrancarle la
garganta a su madre.
Paris había agarrado a su madre mientras Urian cortaba al daimon y le impedía
alcanzarla. Había estado preparado para matar al daimon sin dudarlo. Afortunadamente, no
había llegado a eso.
Tan pronto como Urian tomó su espada, su padre pareció apuñalar al daimon a través
de la marca negra sobre su corazón. Tan pronto como la hoja penetró en la mancha dejada
por el alma humana que había consumido, el daimon se dividió en pedazos.
Urian había retrocedido aliviado, pero su madre había sido sacudida hasta el fondo. Y
esta vez, ella no se había calmado.
Más bien, su madre se había vuelto más retraída y temerosa que nunca antes.
La verdad no hablada había crecido como un monstruo que ya no podía negar. Si se
quedaba, era solo cuestión de tiempo antes de que su alma se convirtiera en una tentación
demasiado grande para otra persona. Ella no podía quedarse aquí en este reino más.
Si Urian se fuera con ella a vivir, y uno de los humanos supiera que era apolita, la
matarían por ser su madre.
Conocía esas historias de terror tan bien como su madre. Los humanos quemaron vivo
a cualquier hombre, mujer o niño que atraparan con un apolita. Para la humanidad, esa
persona era peor que un daimon. Eran traidores y herejes. Y se usa como ejemplo para
asustar a cualquier persona que pueda tener piedad de cualquiera de sus personas.
Tengo que dejarla ir.
Por su bien y el de ellos.
Sin embargo, era tan injusto. Era su madre y quería mantenerla con él todo el tiempo
que pudiera.
Se sentía de esa forma también. Su renuencia a irse era evidente en la forma en que se
aferraba a él y a sus hermanos.
—Ven conmigo cuando lo necesites —le susurró ella al oído—. Siempre tendré un lugar
seguro para ti, mi precioso bebé.
Urian asintió.
—Te quiero, mata.
Ella apretó sus brazos alrededor de sus hombros.
—Y yo te amo más, mi urimou. —Besando su mejilla, ella se soltó y se acercó a Paris.
Paris respiró entrecortadamente mientras enderezaba sus chalmys y volvía a tocar su
peroné.
—Mi niño… nunca has aprendido a cubrirte correctamente con una capa.
Su hermano le sonrió.
—Si lo hiciera, no te sentirías útil.
Con una sonrisa nostálgica, ella lo suavizó con su mano.
— ¿Mirarás a Urian por mí? ¿Te asegurarás que los demás no lo lastimen?
—Sabes que lo haré. Me pone de los nervios, pero es mi gemelo. Además, a Davyn le
gusta él más que a mí la mayoría de los días, de todas formas.
Ella se rió de ello.
— ¿Dónde está Davyn?
—Fuera con las esposas.
—Bueno. No quería irme sin verle.
Enfermo del estómago, Urian se apartó mientras ella terminaba de decir adiós y
esperaba la próxima ola del infierno que sabía que se desataría.
Llegó unos minutos más tarde, como se esperaba. En el instante en que su padre
anunció que escoltaría a su madre a su nuevo hogar en el reino humano.
—De acuerdo, Urian. Tienes seis horas para verla establecida. Espero que vuelvas
mucho antes del amanecer.
Archie maldijo y farfulló indignado.
— ¿Por qué Urian va y no ninguno de nosotros?
—La diosa así lo quiso.
— ¡No es justo!
La mirada en el rostro de su padre hubiera sofocado a cualquiera con un cerebro.
Tristemente, Archie estaba perdiendo ese órgano vital mientras continuaba quejándose.
Finalmente, su padre lo interrumpió con una mirada ceñuda.
—Y no me importa, Archimedes. Ahora hazte a un lado y deja que se vayan.
Urian suspiró al ver las miradas que él y Trates, junto con otros dos daimons, dejaron a
través del brillante portal con su madre.
De los cuatro, era el único que podía comandar los portales limani que conducían
desde y hacia Kalosis. Un regalo y no de su padre, como todos los demás asumieron, sino de
la misma Apollymi cuando él había sido un niño. Curiosamente, su padre no había
cuestionado por qué la diosa se lo había otorgado. Más bien lo aceptó sin comentarios.
Urian nunca había preguntado cuando Apollymi le contó a su padre acerca de ese
regalo, y su padre no lo había ofrecido voluntariamente. En cambio, su padre acababa de
aceptar el hecho de que un día Urian había aparecido con la llave para abrir los portales y ni
una sola vez habían hablado sobre el qué o por qué.
Pero luego su padre era bueno en eso. Especialmente cuando se trata de los dioses.
Stryker apenas cuestionó nada de lo que hicieron los dioses.
Sin querer pensar en eso, Urian cerró los ojos mientras caían a través de la vasta nada
que unía los mundos. Odiaba viajar de esta manera. Lo dejaba desorientado y enfermo del
estómago. Pero era la única forma de salir de Kalosis.
Cuando finalmente llegaron y salieron al oscuro mundo humano, estaba cerca de una
pequeña cabaña de piedra al borde de un majestuoso acantilado griego. Una enorme luna
llena iluminaba el paisaje perfumado de olivo con sombras mantecosas que bailaban sobre un
mar oscuro y con cresta. Debido a que había pasado tanto tiempo desde la última vez que vio
algo más que el aburrido y lúgubre gris de su reino, su madre se quedó sin aliento. Lágrimas
llenaron sus ojos.
— ¿Mata?
Ella colocó su mano sobre su hombro mientras el viento soplaba su velo azul pálido de
su cabello para que sus rizos rubios salieran de sus trenzas.
—Estoy bien, Uri. Son lágrimas de alegría porque tu padre recordó los detalles de mi
hogar desde que fui una niña. Se ve como le dije tantas veces.
Agradecido de que ella estuviera feliz, llevó su maleta hacia la pequeña puerta de la
cabaña. Estaba anidado en medio de una granja de buen tamaño que debería sostenerla
bastante bien. Había muchos árboles de manzanas, junto con un pequeño viñedo y ganado.
Podía oír las vacas que fácilmente le proporcionarían la leche que amaba beber y que había
sido tan difícil para ella procurarse en Kalosis.
Se dirigió a la cabaña, le abrió la puerta de madera y la abrió con el codo.
Ella entró a inspeccionar su nuevo hogar mientras él esperaba afuera y dejó su maletín
en el piso a sus pies.
Los daimons que habían venido para ayudarla a protegerse se movieron para pararse a
su lado para que pudieran mirar dentro de la cabaña.
— ¿Podemos entrar, akra?
Ella se volvió hacia ellos con una sonrisa.
— ¡Nay! —espetó Urian en el momento en que su madre abrió la boca para decir sí.
La sonrisa en su rostro murió instantáneamente.
Como lo hizo la alegría.
Rápidamente suavizó la ira en su tono mientras usaba su pie para empujar su maleta a
través del umbral.
—Nunca invites a un daimon o apolita a tu casa, mata. Recuerda que siempre estás a
salvo dentro de la entrada. No podemos entrar mientras no nos hayas autorizado estar allí.
Otra maldición de su abuelo para asegurarse de que no podían ir donde los dioses no
los querían.
Algo que los dejó sintiéndose aún más indeseados y marginados de lo que ya lo
hacían. Todo lo que hizo fue recordar que eran menos que humanos. Menos que animales. A
los ojos de los dioses, su gente era la más humilde de las formas de vida, no apta incluso para
la forma más básica de refugio o cuidado.
Su destino en el mundo fue ser rechazado y ridiculizado a lo largo de sus vidas
absurdamente cortas.
—Pero, Urian…
—Nay, mata. —Las lágrimas lo ahogaban por una necesidad que odiaba que lo
mantuviera alejado de su madre para siempre. Sin embargo, era por su protección—. Ni
siquiera lo valgo. Nos encontraremos en otro lugar cuando venga de visita. Te ruego que
mantengas tu casa segura. De todos nosotros. Incluso de mí.
Porque la verdad era que cuando el hambre era lo suficientemente mala, cuando
llegara el día y él fuera daimon, ella no estaría segura ni siquiera a su alrededor y él lo sabía.
Ningún alma humana podría estar a salvo cerca de un daimon.
No importa cuánto los amara.
Las lágrimas corrieron por sus mejillas cuando se dio cuenta de que no tenía intención
de quedarme con ella. Que no confiaba en sí mismo para no ceder ante el daimon que un día
llegaría a ser. Ella volvió a pararse fuera con él.
— ¡Te extrañaré mucho! ¿No te quedarás?
Él la aplastó contra su pecho, deseando a los dioses que pudiera.
—No tengo manera de comer aquí.
Sería aún más difícil de lo que hubiera sido para ella comer en Kalosis. Al menos allí,
los carontes y Apollymi habían compartido la dieta de su madre. Hubo una variedad de
alimentos para que ella eligiera. Tal vez no leche, pero la mayoría de las otras cosas habían
sido en abundancia.
Un apolita o daimon en el reino humano solo estaba buscando problemas ya que
necesitaban a otro de su clase para alimentarlos.
Su madre miró a Trates y los otros.
—Tu padre no esperó hasta cumplir veintisiete años para convertirse en daimon. ¿No
puedes convertirte antes?
—Mata —la reprendió—, soy demasiado joven. Y todavía necesitaría alimentarme.
Por no mencionar, podría convertirse en trelos, la locura de los daimon que los hacía
matar indiscriminadamente. Si hacía eso aquí, ella nunca podría evitar que la lastimara. Como
ser humano, ella era demasiado débil y pequeña.
La idea de destruir a su propia madre era más de lo que podía soportar.
Con un suspiro entrecortado, ella asintió.
—Odio la forma en que te tratan en Kalosis, y me culpo por ello.
— ¿Por qué?
—Porque soy humana. Sigo pensando que si yo también hubiera sido apolita, no sería
diferente y no te rechazarían tanto. Deberías casarte…
Urian negó con la cabeza.
—Mata, no.
— ¿No qué? ¿Preocuparme por mi hijo? Decirle a una madre que no se preocupe por
su hijo, Urian, es como decirle a alguien que no respire.
Él se echó a reír.
—Estaré bien. Lo juro.
—Y me preocuparé por ti, cada minuto de cada día que viva. Pero con esa
preocupación, sé que te amo diez veces más.
—Lo sé. Así como yo también te amo. —Miró por encima del hombro hacia donde los
otros esperaban—. Debes entrar y asegurarte de que tienes todo lo que necesitas. Esperaré
aquí hasta que te vea encender el fuego. Solren dijo que había arreglado que los sirvientes
vinieran mañana. Traerán comida y suministros y todo lo que necesites.
Su padre no había querido que esos sirvientes estuvieran allí a su llegada por temor a
que se dieran cuenta de que Urian y los demás eran apólitas y daimons, y la lastimarán por
ello.
En estos días, demasiados apólitas se apropiaron de los humanos solo por las mierdas
y las risas. Después de la maldición de Apolo y la destrucción de la Atlántida, aquellos que
habían logrado sobrevivir se habían tomado el placer enfermizo al atacar a los humanos
griegos en un frenesí total.
Si bien la sangre humana no podía sostenerlos ni alimentarlos, apaciguó su sed de
venganza y sació su necesidad de devolver el golpe a los dioses que los habían maldecido.
Por no hablar de los daimons treli enloquecidos que eran máquinas de matar locas. Sin
conciencia ni moderación, no les importaba a quién desgarraran. Su lema básico era: “Dame a
alguien”.
Los treli causaron tantos estragos que engendraron todo tipo de historias y leyendas
grandiosas entre las poblaciones humanas sobre los apólitas y daimons. Recorrió un largo
camino para difundir el miedo y la sospecha, también.
Para los melees y los sprees solos, era una maravilla que los humanos no hubieran
estado en una eterna búsqueda para exterminarlos a todos.
Su madre miró a los otros.
— ¿Podrían alejarse para tener un momento a solas con mi hijo?
Trates y los otros se marcharon.
Tomando la mano de Urian, ella cambió al griego para darles más privacidad de lo que
los demás podrían escuchar.
—Sé que tus alimentaciones te molestan.
—Mata…
Trató de alejarse, pero ella lo sostuvo en su lugar con un agarre tan firme que la única
forma de liberarse le habría causado daño, y se negaba a hacerlo.
—Escúchame, Uri. Sé cuánto te avergüenza. Que no hayas tenido alimentación normal
desde que llegaste a la pubertad…
Ahuecó su mejilla y lo obligó a mirarla, a pesar de que estaba mortificado por este
tema.
Y tenía razón. Debido al color de sus ojos y al miedo que los otros apólitas tenían de él,
su padre y su abuelo, nadie estaba dispuesto a emparejarse con él de ninguna manera.
Estaban aterrorizados de qué otros defectos podría tener.
—No hay nada malo contigo. Eres un buen chico. Un hijo maravilloso. Tu padre y yo
estamos muy orgullosos de ti. Y un día, encontrarás a una mujer que lo vea también.
Tragó saliva mientras el dolor lo ahogaba. Era una miseria profundamente arraigada
que se había plantado firmemente dentro de su alma hace mucho tiempo y no la soltaría, sin
importar cuánto intentara soltarla.
—Nací gemelo, mata, y aun así me siento tan solo. ¿No debería sentirme como si fuera
parte de algo?
Ella le encaró.
—Naciste con una diferencia de casi una hora. A diferencia de Paris, querías venir a
este mundo con los pies primero. Fuiste más insistente al respecto, de hecho. Hiciste un acto
de la diosa para hacerte cambiar de opinión y revertirte para poder darte a luz. Y luego no te
alimentabas. Pero para Apollymi, te habrías perdido ese primer día. La diosa sabe, que has
sido obstinado todos los días desde entonces. Al igual que tu padre, siempre has querido
hacer las cosas en tus propios términos, con un valor por el que envidio. Nunca pierdas eso.
Especialmente teniendo en cuenta a lo que te enfrentarás, muy pronto.
Sus ojos pálidos se volvieron serios.
—Rezo todas las noches para que tu padre encuentre otra manera de terminar con esta
maldición que Apolo te ha puesto a ti y a tus hermanos. Maldije a todos los dioses por ello, y
por el hecho de que no hacen nada por ayudarte. ¡Malditos sean!
Se quedó boquiabierto ante el veneno en su tono. Nunca había usado ese lenguaje o
alzado su voz mientras hablaba de los dioses antes. Su madre siempre había sido un alma
gentil y amable.
A menos que alguien amenazara a sus hijos o rompieran una regla. Entonces ella
podría hacer que su padre se viera débil.
—La vida no es justa y ha sido excepcionalmente cruel para mis hijos. Pero no dejes
que te amargue. No importa qué, urimou. Disfruta cada aliento que tengas, ya sea un puñado
o miles de millones. Lucha por cada uno. Y cuando otros intenten derribarte, levántate y sabes
que solo tú puedes vencerlo. Nunca le des a nadie poder sobre ti, no por ninguna razón.
Asintiendo, él llevó su mano a sus labios y besó sus nudillos.
—Vendré a visitarte tan a menudo como pueda.
Lo decía en serio, y rezó porque fuera una promesa que pudiera mantener. Aunque
nunca tuvo la intención de quedarse mucho tiempo o entrar a su casa, podría venir a verla de
vez en cuando.
—Estaré aquí. Sabes que lo haré y mi hogar siempre estará cálido y esperando por ti.
Así como su corazón siempre se calentaría con calidez por ella.
Urian, a regañadientes, la soltó y la miró mientras entraba y cerraba la puerta. El
pestillo cayó con un sonido resonante que cortó profundamente su alma.
Su garganta se tensó aún más mientras esperaba a que empezara el fuego. Y con cada
latido del corazón, dolía más, esperando poder cumplir su promesa y que la vería de nuevo.
Pero la vida de un apolita era algo incierto. Especialmente cada vez que se
aventuraban en la tierra de los humanos. Aquellos que habían llegado a Kalosis habían
llegado con historias aterradoras de la guerra entre sus dos razas. De pueblos enteros de
apólitas asaltados durante el día, donde los humanos los arrastraban a la luz del día, solo para
verlos arder.
Los humanos no estaban contentos con dejarlos morir a los veintisiete. Querían que se
fueran completamente. Su edad no importaba. Los bebés apólitas habían sido arrebatados de
sus cunas y arrojados desde las murallas de la ciudad para chisporrotear y morir bajo el sol
del que habían sido expulsados. Sofocados en sus cunas. Ahogados.
O peor.
Sus mujeres y niños habían sido atados a los altares al aire libre de Apolo y se los
dejaban al sol para ampollarlos y morir al amanecer. Los hombres habían sido decapitados y
ritualmente sacrificados como animales para el sacrificio.
Historias increíbles de horror abundaban. Justo cuando Urian pensó que no podían
empeorar, alguien entró con uno que encabezó el último que había escuchado.
Y no era nada comparado con lo que los griegos le hicieron a los humanos que
encontraron que ayudaron a su gente. No podía imaginar lo que le harían a su madre por
darles a luz.
Trates se adelantó cuando se reincorporó a sus hombres.
— ¿Estás bien, kyrios?
Él parpadeó ante la pregunta. Como todos los apólitas y daimons en Kalosis, Trates lo
llamaba “mi señor” en atlante. Una formalidad en la que insistió su padre,
Urian asintió.
—Solo me preocupa mi mata.
La luz finalmente comenzó a proyectar sombras en la cabaña. Ella retiró una cortina
para saludarlo. Aunque sabía que no podía verlo, le devolvió el gesto.
Invocando un portal, Urian se aseguró de que su voz se transmitiera para que los otros
con él lo escucharan.
—Si alguien la lastima alguna vez, haré que lo que los soldados le hicieron a Ryssa de
Didymos y su hijo parezcan una suave caricia en comparación con la venganza que causaré
sobre ellos y sus familias.
La prisa con la que corrieron al portal le aseguró que no solo escucharon sus palabras,
sino que las creyeron.
Bien. Porque tenía toda la intención de llevarlos a cabo. Su madre podría ser humana,
pero era su madre y él la vería a salvo, no importa qué.
Sin embargo, cuando miró hacia atrás por última vez para ver su cariñoso rostro
enmarcado por la luz de las velas, una horrible sensación de terror lo atravesó. Por favor, no
dejes que esto sea un error…
Y no dejes que esta sea la última vez que vea a mi madre.
Conmocionado por la preocupación y la inquietud, los siguió a Kalosis.
Mientras sus hombres se iban a casa, se aventuró al jardín oscuro donde no se
permitía que ningún apolita visitara. Era un viaje que había estado haciendo todas las
semanas desde la noche en que conoció a Sarraxyn.
Sin embargo, esto no era Hesperus, la hora de la noche, cuando normalmente
celebraba sus reuniones. No es que el riesgo le importara esta noche. Urian necesitaba a su
mejor amiga.
Su único amigo, en realidad. Aparte de Davyn. Pero tenía que compartir a Davyn con
Paris, y aunque Davyn era un buen amigo, Urian sabía que, al final, la lealtad de Davyn
siempre recaería en Paris en su lugar. Como debería.
Xyn era únicamente suya. No la compartía con nadie más. Nunca. Ella siempre estaba
allí cuando la necesitaba, a pesar de las malas. Y no tenía idea de cómo habría pasado su
vida sin ella.
Todos deberían tener su propio dragón mascota. Incluso si ella amenazaba con
comerlo la mitad del tiempo.
Y esos eran los momentos en los que él no la ponía de los nervios.
Como se estaba entrometiendo a una hora no programada, se aseguró de difundir su
olor de par en par, y de hacer más ruido de lo que normalmente haría.
— ¿Xyn? —susurró en voz alta en la oscuridad, necesitándola más ahora que nunca
antes—. ¿Estás ahí?
— ¿Dónde más estaría, Uri? No es como si pudiera esconderme.
Se congeló ante la voz proveniente de una fuente externa. Esa era la primera vez. No
sabía que ella tenía cuerdas vocales reales hasta ahora.
—Entonces, ¿por qué estás aquí? No es Áreos.
Se aclaró la garganta del nudo doloroso que su pregunta había hecho.
—Mi madre se fue de Kalosis esta noche, para regresar al mundo humano, y realmente
podría necesitar un amigo.
Ella apareció a su lado. Sus escamas fluyeron en la oscuridad como una ola vibrante
que centelleaba a través de la noche sin luna.
Podrías meternos a los dos en tantos problemas.
—Lo sé. Lamento ser tan egoísta.
Simplemente no pudo evitarlo. La necesitaba.
Está bien. Estás molesto. No deberías estar solo cuando estás sufriendo.
Y ella tampoco debería. Sin embargo, ella nunca tuvo a nadie a su alrededor en
absoluto. Para nada. Urian se acercó para ahuecar su mandíbula y apoyarse contra su cuello
largo y cálido. Nunca había entendido por qué eso lo consolaba de la forma en que lo hacía, y
sin embargo no se podía negar que la mera sensación de sus escamas contra él calmaba a la
bestia dentro de su corazón. Nadie lo hizo sentir como ella. Ella era su amiga más querida.
—Le pedí a Apollymi que te liberara.
Se quedó quieta en sus brazos.
—Tenías razón, Xyn. A ella no le gustó.
Me sorprende que todavía estés en una sola pieza.
Así era él. De hecho, Urian se encogió ante la furia de su violenta reacción.
—Me sorprende que no me haya dado de comer a Xendrix. Juro que lo vi romper un
plato de salsa para él.
Y lo tenía. Los ojos de la diosa se habían puesto rojos como la sangre y sus vientos
habían golpeado a Urian tan rápido y furiosamente que se sorprendió de que no se hubieran
roto todos los huesos de su cuerpo.
Ella se rió.
Gracias por intentarlo.
—No he terminado. Aún encontraré una forma de liberarte. No es justo que los dos
seamos malditos aquí.
Sacudió su cabello con su cola.
Pero al menos estoy maldita aquí contigo.
Se burló de algo que siempre decía. Cómo podría seguir siendo positiva, nunca lo
entendería.
—Eso no es muy bueno. Especialmente para escuchar a mis hermanos contarlo. O mi
hermana. Dirían que es el peor tipo de infierno.
Xyn se burló, luego desapareció tan rápido que Urian casi cayó sin ella para apoyarlo.
— ¿Sarraxyn?
Apareció unos segundos más tarde.
Te hice algo.
Sus palabras lo sorprendieron.
—No tienes que hacerme nada.
Aye, lo hice. En el momento en que me dijiste que tu madre viviría en el mundo de los
humanos, y yo sabía que te atreverías a hacerlo más… Le lanzó una mirada penetrante desde
sus ojos serpentinos. Te conozco, Uri. Siempre encuentras problemas, incluso cuando
deberían estar escondidos. No puedes ayudarte a ti mismo. Así que tenía que hacerse o de lo
contrario serás ensartado en poco tiempo.
Había verdad en eso.
—Entonces, ¿qué me conseguiste? ¿Aerosol para humanos lejos?
Lo había querido decir como una broma.
No era un aerosol. Más bien, ella manifestó una armadura dorada-anaranjada que
apareció a sus pies. Usando su cola, lo levantó para que él pudiera ver e inspeccionar.
Está hecho de mis escamas, por lo que es más duro y resistente que cualquier
armadura hecha por humanos o apólitas. Ningún arma mortal o inmortal puede atravesarlo.
Tampoco cualquier fuego te dañará mientras lo uses.
La ternura inundó su corazón ante su regalo bien pensado. Su mandíbula se aflojó
mientras tocaba la cabeza del dragón que estaba colocada en el centro de la cota de malla.
—Es hermoso, Xyn. ¿Cómo puedo pagar o agradecerte lo suficiente por esto?
Nunca dañándote. Estaría terriblemente molesta si algo le sucediera a mi único amigo.
Dando un paso adelante, besó suavemente la punta de su hocico.
—Te haré uno mejor. ¡Me aseguraré de que seas libre!
Y que nunca se metiera en problemas por algo que hiciera.
Con ese pensamiento en su mente, recogió su armadura y se dirigió a la oscuridad
antes de que alguien le dijera a Apollymi que estaba allí y la castigara por ello.
Con cada paso, se juró a sí mismo que la liberaría. ¡Era lo mínimo que podía hacer!
Xyn no se movió hasta que Urian desapareció de la vista. Debería estar encantada de
que estuviera decidido a liberarla. En su momento fue todo lo que había soñado.
Ahora…
Todo lo que quería era a Urian. De alguna forma, durante los años de sus visitas
semanales, se había enamorado de su tímido niño apolita que ni siquiera la había besado.
Y él era la única cosa que nunca podría tener.
Eres una tonta, Sarraxyn.
Su hermano, Veles, sería el primero en ahogarla si alguna vez supiera que había hecho
algo tan suicida como entregarle su corazón a uno de su calaña. Y no quería ni siquiera
contemplar lo que la diosa Apollymi haría si supiera de ello.
Esta relación era todo tipo de imposible.
En su corazón, todo lo que podía ver era a Urian. No quería un futuro sin él.
Sin embargo, no podía ver ningún futuro con él. En absoluto. Simplemente no era
posible y ella lo sabía.
—Estamos malditos —susurró. Y todavía no podía dejar de hacerlo

5 de marzo de 9514 A.C.

— ¡Urian! ¡No te estaba esperando! ¿Qué estás hacienda aquí?


Apenas se contuvo antes de exponer sus colmillos sobre su propia emoción que causó
la sonrisa de adoración de su madre.
—Es tu cumpleaños, mata. Tenías que saber que no me lo perdería.
Sin importar el peligro.
Levantándose sobre los dedos de sus pies, ella lo abrazó con fuerza. Urian cerró sus
ojos y saboreó la única cosa que más extrañaba sobre no tenerla más en Kalosis.
El abrazo amoroso de su madre. Había perdido tantos que apenas había sido capaz de
esperar hasta el anochecer para buscar su cabaña y visitarla. Su entusiasmo había provocado
que Xyn incluso se burlara de él.
— ¡No puedo creer que estés aquí! ¡Es tan maravilloso verte!
Se encogió de hombros mientras le entregaba la pequeña canasta en sus manos que
contenía un regalo de él y uno que Xyn había hecho con sus escamas. Su dragón siempre era
considerada de esa manera. Se encargó de guardar todas las escamas que arrojó y de
ponerlas en uso.
—Ojalá hubiera podido venir antes o que pudiera quedarme más tiempo.
Con cálidos ojos azules, ella alejó el cabello de su rostro.
—Mi precioso urimou. —Ella sacudió su barbilla hacia su cabaña—. ¿Por qué no...?
—Nay, mata —dijo, rápidamente, deteniéndola antes de que lo invitara a su casa y
rompiera la única regla cardinal en la que insistía por su seguridad—. No debes.
—Estás siendo un tonto sobre eso.
—No quiero arriesgarme.
— ¿Hellen? ¿Estás bien?
—Estoy bien, Memnus. Es mi hijo que viene a visitar.
Confundido por la nota en su voz que él no había escuchado antes, Urian dio un paso
atrás cuando un anciano salió con un farol.
— ¿Tu hijo?
Urian maldijo silenciosamente cuando el anciano barbudo, que estaba vestido con un
chitón marrón y gorro de lana, se dirigió directamente a ellos.
Se congeló en el momento en que su luz mantecosa golpeó la nueva armadura de
Urian que Xyn le había dado, y se dio cuenta de cuán alto y musculoso era Urian. Su
mandíbula cayó.
—Por qué… no me di cuenta de que tu chico era un soldado.
Un brillo divertido rondaba en los ojos de su madre.
—Por necesidad, lo son todos mis hijos, como su padre.
Los ojos del anciano brillaron con calor.
—Sé que estás orgullosa de ellos. —Él extendió su mano amistosamente—. Por qué,
me recuerdas al príncipe Styxx, lo haces. La viva imagen de él, lo eres.
Sacudiendo su brazo, Urian frunció el ceño. Había solo una persona que había
escuchado que tenía ese apodo.
— ¿Styxx de Didymos?
—Aye. El mejor comandante militar y que jamás ha nacido. Serví con él cuando era
joven. Estaba allí para su primera batalla en Halicarnaso. Y jamás lo olvidaré. —Resoplando,
sacudió su cabeza—. No parecía nada más que un escuálido mocoso malcriado… y su casco
estaba tan suelto en su cabeza que parecía que sonaría como una campana en la batalla si
fuera golpeado. Y todos estábamos burlándonos de él cuándo cabalgó para reunirse con
nosotros en un caballo lo que probablemente le costó más de lo que la mayoría de los
ejércitos hicieron en esos días.
»Y quién nos habría culpado, ¿verdad? Un rico principito que no tenía experiencia en la
batalla en absoluto. Nos imaginábamos que todos estaríamos muertos para el anochecer por
su falta de experiencia de liderazgo. Pensábamos que era un insulto que él estuviera allí para
comandarnos. Pero nos lo demostró, lo hizo. Nunca he visto tal coraje como el que mostró a
los atlantes ese día. Ninguno de nosotros lo hizo. Tenía la fuerza y la astucia de los propios
dioses. La habilidad de la espada de Ares. La fuerza del poderoso Atlas. No se inclinó ante
nadie. Es por eso que llevo la insignia de nuestro ejército hasta el día de hoy.
Urian arqueó sus cejas cuando el anciano tiró de la cadena de alrededor de su cuello
para mostrarle un medallón que sostenía una pieza de color rojo esmaltado. En el centro
estaba un fénix negro que se alzaba con las palabras “Yo defiendo” sobre su cabeza.
El anciano sonrió orgullosamente mientras lo señalaba.
—Este es el emblema de la Stygian Omada, lo es.
La pieza fascinó a Urian mientras la trazaba con su dedo.
— ¿Stygian Omada?
—Aye. Es como nos llamaban en esa época. Aquiles tenía a sus Mirmidones. Jason a
sus Argonautas. Styxx a sus Stygiai. Y estoy orgulloso de ser uno de ellos. —Lo sacó de su
cabeza y lo apretó contra el puño de Urian—. Aquí, deberías tomarlo.
Urian estaba aturdido por el regalo.
—Nay, señor. No puedo tomar algo tan precioso.
—Adelante, insisto. Por favor. Nunca he tenido un hijo o un nieto, y mis hijas y nietas
están cansadas de mis viejas historias de guerra, lo están. Antes de morirme, es necesario
que vaya a un guerrero que le dará honor nuevamente. Su alteza lo habría aprobado, lo
habría.
Urian frunció su ceño ante sus palabras y la angustia que traicionaron.
—Hablas como si el príncipe estuviera muerto.
Los ojos del anciano se volvieron oscuros y tristes.
—Desafortunadamente, lo está. Tomado por los dioses demasiado pronto, lo fue.
Urian se aferró al medallón. Se sentía terrible por el anciano. Eso era muy triste.
—Lo siento.
Lágrimas nadaban en los ojos de Memmus.
—Gracias. Fue un día terrible, de hecho. —Con un suspiro entrecortado, le dio una
palmadita en el brazo de Urian—. Pero aquí, me he entrometido lo suficiente. Pasa tiempo con
tu madre. Fue un placer conocerte, joven Urian.
—Y a ti. —Urian levantó el medallón—. De nuevo, gracias. ¡Lo atesoraré!
Sonriendo, se dirigió de regreso a la casa.
Tan pronto como él se había ido, su madre cubrió la mano de Urian sobre el medallón.
Se volvió con un par de ojos preocupados hacia él.
—Oye las palabras de los sabios, mi precioso, mantén esto alejado de la diosa y
especialmente de tu padre.
— ¿Por qué?
—Styxx de Didymos no era amigo de ninguno de ellos. Él fue el hermano de sangre de
la princesa Ryssa.
El estómago de Urian se puso de pie ante la noticia.
— ¿La amante de Apolo?
—La misma. Y él murió el día que ella lo hizo. Algunos reclaman que por la mano de
Apollymi. Otros dicen que fue Apolo quien lo mató. De cualquier manera, él era únicamente
amado por sus soldados. Los que conquistó… no lo querían en absoluto.
Eso fue evidente.
Aun así, estaba curioso sobre el legendario comandante príncipe.
— ¿Alguna vez lo viste?
Sacudió su cabeza.
—Únicamente lo conocía por su reputación. Pero lo que dijo Memmus era verdad. Fue
amado por sus hombres y despiadado en la batalla. Nadie lo derrotó jamás.
Wow… Urian podía admirar eso. Y eso lo hizo muy interesante. Como su padre,
respetaba a cualquiera que pudiera permanecer fuerte en la batalla. Cuanto más alguien
pudiera aprender acerca de la estrategia, mejor.
Pero primero, tenía finalmente un cumpleaños que celebrar.
Luego se enfocaría en enfurecer a su padre y a la diosa que los protegía. Planeaba
irritar a Apollymi hasta que accediera a liberar a Xyn o lo matara por el esfuerzo.

24 de julio de 9513 A.C.

—Realmente odio a ese bastardo.


—Vamos, vamos Archie, no lo estés odiando solo porque te patea el culo cada vez que
entras a la arena.
Archimedes empujó a Davyn con tanta fuerza que Davyn se tambaleó hacia Paris.
Ambos estallaron en carcajadas. Cuando Archie se adelantó para golpear a su amigo mucho
más pequeño, Urian apareció detrás de él para atrapar su mano.
Había tenido suficiente con la actitud optimista de su hermano. Especialmente hoy.
—Quieres golpear a alguien, adelfos. Regresa al campo y toma tu espada. Estaré más
que feliz de derribarte un par de veces más hasta que tu temperamento haya pasado. Pero
nunca debes levantarle una mano a Davyn.
— ¡Que te jodan, Urian!
Archimedes, que acababa de ser derrotado por Urian en un combate con espadas, le
atacó.
— ¡Archimedes! —El furioso grito de su padre reprimió su ira al instante—. ¿Qué estás
haciendo?
Su rostro se hinchó en un mohín hosco.
—Siempre me estás gritando por mi temperamento… ¿por qué nunca vas contra él —
movió su barbilla hacia Urian—, por su arrogancia?
Su padre dirigió una mirada de acero hacia Urian, quien arqueó una ceja en respuesta
como si desafiara a ambos.
—Lo haría, si estuviera equivocado. Ahora vete sobre tus talones o de lo contrario seré
al que enfrentarás en la arena.
Eso tuvo éxito en calmar al enorme bruto que secundaba en tamaño a su padre.
A pesar de que Urian era prácticamente un hombre adulto debido a su sangre apolita,
todavía le faltaban unos centímetros para ser tan alto como los dos y dudaba si alguna vez lo
sería. Mientras sus músculos estaban bien definidos y perfeccionados, tendía hacia una
estructura más delgada y más rápida que las voluminosas de su padre, Paris y Archie.
Como Davyn.
Los dos tenían aproximadamente la mitad del grosor que el resto de ellos. Aun así,
podrían mantener su posición. Lo que les faltaba en fuerza bruta, compensaban en velocidad
y destreza.
Satisfecho de que Archie hubiera terminado empujando a Davyn, Urian recuperó su
escudo del lugar donde lo había soltado cuando se había apresurado a proteger a su amigo.
— ¡Alto!
La furia volvió a la voz de su padre y los congeló a todos en el lugar.
Urian no se movió ni respiró cuando su padre se acercó y le quitó el escudo del brazo.
Pero sus hermanos estaban todos agradecidos de que no fueran los que estaban bajo el
fuego, perros tristes. Se separaron e incluso tuvieron el valor de sonreír aliviados.
Y demasiado tarde, Urian se dio cuenta del porqué era el bendecido con esta atención
no deseada. Su escudo estaba adornado con una versión del ave fénix negra de Styxx, y
rodeado por un patrón de clave griega con las palabras “Yo defiendo” escritas sobre la cabeza
del fénix.
Mierda, debería haber cambiado ese emblema más… cuando lo rediseñó, pensó que lo
había disfrazado lo suficiente.
Gran error de cálculo ahí.
Tal como había predicho su madre, los ojos y las fosas nasales de su padre se
encendieron de ira.
—Este es el emblema de Stygian Omada. ¡El ejército que perteneció a Styxx de la
Casa de Aricles!
Por un simple latido del corazón, consideró mentirle. Pero siempre había sido honesto
en todas las cosas, especialmente con su padre.
Júzgame por lo que hago, no por las mentiras que oyes de mis labios, porque no voy a
mentir a los demás sobre mí…
Ese siempre había sido su lema. No iba a cambiarlo ahora.
—Lo sé, solren. —Urian había dejado de llamar a Stryker “baba” hace mucho tiempo.
“Baba” era para niños y “solren” era lo que los hombres llamaban a sus padres.
—Era un enemigo de la Atlántida. Sabes esto, Urian. ¿Por qué, en nombre de los
dioses, elegirías luchar bajo tal estandarte?
Porque soy un idiota.
Esa parecía la única razón lógica dada la cantidad de furia que su padre mostró por
esto.
Pero Urian sabía que la respuesta lo pondría de espaldas, por lo que revisó su
sarcasmo y se fue con la verdad.
—Fue uno de los comandantes militares más grandes que alguna vez empuñó una
espada, solren. Uno que era apenas mayor que yo ahora cuando ganó su primera batalla en
Halicarnaso, y eso fue en contra de los mismos dioses. Y era un enemigo de Apolo. Igual que
nosotros.
Cuánto más leía Urian sobre el hombre, más lo admiraba.
—Y nuestra akra lo odia tanto, si no más, que a cualquiera de esos dioses. Si valoras tu
vida, te pido, quema ese escudo y nunca digas su nombre a su alrededor. ¿Me entiendes?
Oh… Esa era información importante por tener.
—Aye, solren. Yo…
Las palabras de Urian se interrumpieron cuando alguien gritó.
Todos dieron se dieron la vuelta para ver a un hombre grande y fornido cubierto de
sangre. Con los ojos desorbitados, estaba obviamente fuera de sí y buscaba a cualquier
víctima que pudiera encontrar.
— ¡Trelos!
Urian se encogió cuando los gritos se elevaron entre su pueblo. Maldiciendo, su padre
empujó a Theo a un lado, sacó su espada y se dirigió inmediatamente hacia el hombre
trastornado. Paris y Davyn hicieron lo mismo.
Recogió su escudo y fue a echar una mano con los otros que se apresuraban a
defender a su gente. El daimon trelos comenzó a atacar a todos y cada apolita que pudiera
alcanzar.
Hombre, mujer, niño, no importaba. Fue por todos ellos.
Y con cada mordisco, siempre existía el riesgo de que pudiera convertir
prematuramente a una de esas personas en un daimon como él, alguien que tuviera que
depender de las almas humanas o apólitas para alargar sus vidas o de lo contrario se
pudrirían en polvo.
Que sería lo que lo había vuelto loco. Porque esa era la oportunidad que cada apolita
tomaba cada vez que decidían frustrar la maldición de Apolo de la manera en que Apollymi les
había enseñado. Era el riesgo que nadie mencionaba o decía, excepto en susurros o tonos
temerosos cada vez que pensaban que la diosa o su padre no podían oírlos.
Ya era bastante difícil tomar la decisión de convertirse en un verdadero depredador que
vivía de la fuerza de la vida de otro ser sensible. Consumir sus almas para que puedas vivir un
día más después de tu maldición.
Una vez más te das cuenta de que cada alma que consumes tiene la posibilidad muy
real de que te vuelva loco y te convierta en esta bestia loca e insensata que podría obligar a
tus amigos y familiares a desanimarte y perjudicar.
Pero su gente no tenía otra opción. Una vez que la locura del trelo se afianzaba, no
había vuelta atrás.
La muerte era la única opción, ya que un alma nueva solo empeoraba la locura del
anterior. Urian se sintió terrible por la bestia, pero sus sentimientos no importaban cuando se
trataba de eso.
Los daimons trelos representaba tanto un riesgo para la población apolita como lo
hacían para los humanos. Eran similares a un animal rabioso que mataba
indiscriminadamente. Sin piedad, compasión o comprensión. Por lo tanto, tuvo que dejar de
lado sus propias emociones y ayudar a destruirlos.
— ¡Dónde está esa perra! —gritaba el trelos—. ¡Quiero la garganta de la diosa que nos
convirtió en esto!
Aturdido y conmocionado, Urian se detuvo cuando escuchó las palabras lúcidas. Era la
primera vez que un trelos decía algo remotamente sensato mientras estaba en este estado.
Su padre se movió para cortar el camino del trelos al palacio de Apollymi.
Por una vez, su padre no fue un obstáculo. Con una asombrosa facilidad de
movimiento, el daimon noqueó a su padre y golpeó a Archie y Davyn. Luego recogió a Paris y
se lo arrojó a Theo. Ambos se estrellaron contra el suelo, tropezando con otros tres en el
proceso.
Urian apenas cortó al trelos antes de llegar a las puertas de Apollymi.
—No.
Con un movimiento que había aprendido estudiando los diarios y diagramas de Styxx,
usó su escudo para presionar al daimon hacia atrás.
El daimon lo arrojó hacia un lado con la fuerza inesperada de un Titán. Fue tan genial
que, por un momento, Urian temió que el bastardo le arrancara el brazo de su sitio.
Eso no había estado en el manual.
Urian golpeó el suelo duro, pero se negó a quedarse allí. Nadie lo mantendría en el
suelo. Por nada.
Por el contrario, rápidamente rodó con su escudo y en un movimiento fluido saltó a sus
pies. Preparado para la guerra, se mantuvo firme, pero sabía que sus piernas temblaban. Solo
rezó porque no fuera obvio para nadie.
Especialmente la bestia que enfrentaba.
Con un fuerte y furioso rugido, el daimon se movió para arrebatarle el escudo del brazo.
Temeroso de que esta vez realmente podría perder su miembro, Urian lo dejó caer y lo
apuñaló en el costado. El trelo grito y se tambaleó hacia atrás. Su respiración laboriosa, Urian
desenvainó sus kopis y dio un paso adelante para cortar hacia arriba con un golpe que
aterrizó directamente en el centro del pecho del daimon para golpear la marca negra donde
las almas humanas que había comido se habían juntado para formar una mancha gigante
sobre su corazón. Instantáneamente, el daimon estalló en pedazos bañándolos con un fino
polvo dorado.
Más aliviado de lo que quería admitir, Urian apenas reprimió su risa nerviosa.
Reuniendo toda la valentía que pudo, usó su brazo para secarse el sudor e hizo todo lo
posible para actuar con indiferencia sobre su victoria. Como si hiciera este tipo de cosas todo
el tiempo, en lugar de ser su primera victoria real en la batalla.
Pero por dentro, estaba girando en volteretas.
¿Quién es el daimon asesino? Soy el daimon asesino. ¡Bésenme el culo, perras!
Archie comenzó a maldecirlo mientras la multitud a su alrededor vitoreaba su nombre.
Su padre sonrió con orgullo. Sin embargo, con toda honestidad, y a pesar de su alivio, Urian
estaba más sorprendido que nada. Aturdido, de todavía estar de pie y que su golpe había
funcionado.
Dado el tamaño y la inmensa fuerza del daimon, tuvo suerte de no sangrar en el suelo,
yaciendo junto a su escudo en pedazos.
Ahora que lo pienso…
¿Dónde estaba su escudo?
Urian frunció el ceño al darse cuenta de que no estaba a la vista. ¿Qué…?
— ¡Estuviste increíble!
Su padre le dio una palmada en la espalda y lo abrazó.
Al igual que Davyn y varios otros que se apresuraron a felicitar su victoria.
Hasta que se dieron cuenta de que Apollymi y su Caronte se pararon en la puerta
abierta de su palacio, mirándolos.
Que cortó las festividades y alegría de todos. Una diosa con el ceño fruncido
usualmente lo lograba.
Especialmente cuando era Apollymi. Nadie quería someterse a su escrutinio, ya que
aquellos que lo hicieron generalmente se encontraron con una calamidad enorme de algún
tipo.
Incluso Urian tragó saliva mientras rezaba para que su expresión no estuviera dirigida a
algo que él había hecho. Literalmente podía sentir sus testículos tratando de volver a subir
dentro de su cuerpo.
— ¿Cómo se acercó ese daimon a mi dominio?
Oh sí, ese tono era escalofriante.
Su padre se frotó nerviosamente el cuello. Sin duda, sus propias nueces estaban
marchitándose, lo que hizo que Urian se sintiera mejor con las suyas.
—Entró por el portal, akra.
Ella cruzó los brazos sobre su pecho, con una burla sarcástica.
—Se suponía que debías controlarlos, ¿no es así, Strykerio?
—Lo era, akra. Perdóname.
Su mirada se estrechó peligrosamente cuando un viento comenzó a moverse a través
de Kalosis, advirtiéndoles de su temperamento. Todos temían cada vez que la diosa lo hacía.
—Parece que estos problemas se están volviendo problemáticos para nosotros.
Necesitamos a alguien que los cace. Un grupo que pueda asegurarse de que se les trate
antes de que esto suceda nuevamente.
—De acuerdo.
Su padre miró a Trates, quien palideció instantáneamente.
Apollymi también se volvió hacia Trates, quien se apartó de su mirada como si hubiera
disparado desde sus ojos hacia él.
—Reúne a cuarenta de tus mejores guerreros y nómbralos como una fuerza de élite
para cazarlos.
—Lo haré, akra. —La voz de Trates en realidad se resquebrajó. La aclaró antes de
hablar nuevamente—. Tendremos un guardia Illuminati, y el portal para asegurarse de que
ningún otro vuelva a acercarse.
—Haz eso. Y asegúrate de que Urian esté entre ellos.
El estómago de Urian golpeó el piso. ¿Por qué fue arrastrado a eso?
Los ojos de su padre se agrandaron.
—Pero él es solo un pido, akra.
—Un niño que tuvo éxito donde el resto de ustedes fallaron. No subestimes a tu hijo,
Strykerio. Incluso a su tierna edad, ya está entre los mejores de tus luchadores.
Apenas contuvo el gemido en su garganta. Excelente…
Urian ya podía sentir las patadas en el culo que se dirigían hacia él cuando se encontró
con las miradas enojadas de sus hermanos.
Ponme en evidencia, diosa. No es que no les moleste el favoritismo de mi padre que
nunca busca ocultar. Por supuesto, agrega el tuyo y pon otro objetivo en mi espalda.
Si su padre quería saber por qué era tan buen luchador, todo lo que tenía que hacer era
comenzar contando cuántos hijos el hombre seguía produciendo cada vez que dejaba caer su
taparrabos. Hijos que apuntaban a la cabeza de Urian cuando se quedaban solos. Incluso
Tannis era conocida por golpearlo de vez en cuando, si bajaba la guardia a su alrededor.
Y ella tenía una puntería increíble con sus zapatos. Gracias a los dioses que ella no
agudizó los talones.
Oh, haber sido hijo único…
Pero no, tenía que haber nacido de padres fértiles.
Theo empujó su hombro contra la espalda de Urian mientras pasaba, haciéndole saber
que tendrían “palabras” más tarde.
Hermoso.
Hubo momentos en que realmente se sintió como si fuera un extraño en su propia
familia.
Este fue definitivamente uno de ellos. Especialmente cuando captó el gruñido que
contorsionó los rasgos de su gemelo cuando todos comenzaron a dispersarse.
Maldición. Era particularmente malo cuando incluso Paris estaba resentido con él.
Davyn lo miró con simpatía antes de seguir a Paris.
Urian…
No reaccionó a esas llamadas que había aprendido hace mucho tiempo, solo él podía
escuchar. Tristemente, este no venía de quien le traía alegría. Sino más bien de quien lo
asustaba sin sentido.
De repente, sintió como si lo estuvieran mirando. Su piel se erizó con la sensación. Se
frotó el cuello y miró a su alrededor hasta que vio a una pequeña rubia que nunca había visto
antes. Ella era impresionante.
Y en el momento en que sus miradas se encontraron, ella rápidamente salió corriendo y
desapareció con la multitud.
¡Maldita sea! Daría cualquier cosa por descubrir quién era ella. Pero en este momento,
no se atrevió. No mientas lo llamaban.
Su pequeño conejo tímido tendría que esperar.
Cuidando de asegurarse de que nadie viera lo que estaba haciendo o hacia dónde se
dirigía, entró por una puerta trasera escondida, en el palacio de Apollymi y por el pasillo que
conducía a su jardín privado donde pasó la mayor parte de su tiempo junto a la piscina que
ella le había mostrado hace muchos años cuando era un niño pequeño que buscaba la luz del
día. Una piscina que había visitado muchas veces en secreto desde ese fatídico amanecer.
Redujo la velocidad mientras se acercaba a su posición.
Como siempre, ella era impresionante en su belleza. Etérea y extrañamente serena en
su tristeza que tiró de su corazón. Nunca había visto a alguien tan elegante.
Su largo cabello rubio platino estaba peinado con diminutas trenzas que se enroscaban
alrededor de su rostro en un intrincado estilo que enmarcaban sus delicadas facciones. La
parte posterior de su cabello había quedado libre para caer en ondas sobre sus delgados y
pálidos hombros. Su largo vestido negro se desplegaba sobre las piedras oscuras,
mezclándose con él como si fuera parte del paisaje. Una pieza fría y quebradiza que
aplastaría sin piedad a cualquiera que se atreviera a molestarla.
Alguien sano correría tan lejos de este lugar como pudiera. Pero había sido convocado,
y correr parecía más un suicidio. Por lo tanto, dio un paso adelante para poder arrodillarse
ante ella e inclinar la cabeza.
—Akra.
Sacó su mano de las aguas negras y la limpió en los pliegues de su vestido.
—Estuviste increíblemente valiente hoy, Urian. Un crédito para tu solren.
—Gracias, akra. Traté.
—No, Urian. Lo conseguiste.
Se puso de pie para poder acercarse a él. Un aire peculiar colgaba a su alrededor. Uno
que no le era familiar y lo dejó desconcertado en cuanto a su estado de ánimo, que era aún
más sombrío de lo normal.
Inclinando su cabeza, ella estrechó su mirada.
— ¿Deberíamos discutir esto?
Su escudo apareció entre ellos.
Los ojos de Urian se abrieron cuando se dio cuenta por qué estaba enojada con él.
Ah… mierda, no esto de nuevo. ¿Por qué no escuché a mi madre?
—Significa una falta de respeto, akra.
En lugar de enojo, una luz extraña bailaba en sus ojos pálidos y arremolinados.
—No se tomó ninguna, pero me imagino que tu solren quedó bastante impresionado
por ello.
Esa era una forma suave de expresar su estado de ánimo.
—Dijo que estarías lívida.
Ella frunció los labios.
—Tengo que decir que Styxx de Didymos no era amigo mío. Y me parece… extraño
que admires a semejante bestia, dado lo que le hizo a la Atlántida.
Urian se encogió de hombros.
—Era fuerte e ingenioso. Audaz.
—Y casi hizo que su ejército subiera los escalones de Katoteros, hacia la sala de los
dioses.
—Entonces, ¿es cierto?
Ella asintió.
—Pero por un acto de traición por parte de Apolo, Styxx habría derrotado a la Atlántida,
y este habría sido su hogar. Él nos habría gobernado a todos.
— ¿Es por eso que lo odias?
—Nay, hijo. Mis razones son mucho más profundas que eso. Y son mucho más
personales. —Su agarre se apretó en el escudo hasta que sus nudillos se volvieron tan
blancos como su cabello. Pero después de un momento, dejó escapar un aliento desigual—.
Sin embargo, no te quitaré a tu héroe. Un niño siempre debe tener a alguien a quien admire. Y
aunque odiaba a ese bastardo mientras vivía en el mundo de los mortales, te concederé que
fue justo con sus hombres en la guerra. Un comandante invicto en la batalla. No hay nada de
malo en reconocer que incluso un perro sarnoso tiene rasgos nobles cuando no se rasca las
pulgas ni se lame las pelotas.
Urian no estaba seguro de cómo tomar ese último pedazo. Especialmente cuando un
momento después ella cambió su escudo para que el ave fénix de Styxx se fusionara con su
emblema de dragón para formar una quimera única de los dos.
Un símbolo daimon.
Con una sonrisa maternal, se lo tendió.
—Ten, m’guios. Deberás formar una Stygian Omada y guiarla por mí. Tu ejército
eclipsará a Styxx y será recordado mucho después de que él no sea más que un recuerdo en
el olvido.
Aturdido y asombrado, él se quedó boquiabierto ante su gracia.
—Gracias, akra. Haré todo lo posible para honrarlos a los dos.
—Sé que lo harás.
Había un anhelo en su mirada que no entendía. Se demoró con un dolor inquietante.
Cuando él comenzó a irse, ella lo detuvo.
—Contéstame otra cosa, Urian.
— ¿Akra?
—Sé por qué tu hermano Paris no tiene ningún interés en ir de juerga, pero me he dado
cuenta de que también te abstienes. Sin embargo, no por las mismas razones. ¿Por qué?
Sintió que el calor subía en sus mejillas cuando esta inevitable pregunta surgió una vez
más. ¿Por qué todos estaban tan obsesionados con su dieta? ¿O la falta de ella? Ya era
bastante malo que se sintiera avergonzado por el hecho de que estaba solo. ¿Por qué todos
tenían que seguir haciendo que lo explique?
— ¿Te tragaste la lengua, pido?
—Creo que morí de la conmoción, akra.
Ella le chasqueó.
— ¿No tienes respuesta para mí? O, como Paris, ¿prefieres también la compañía de
los hombres?
—En verdad, prefiero quedarme solo, akra.
Su mirada se volvió oscura y amenazante.
—Estás mintiendo, Urian. Nunca debes mentirle a un dios. Podemos olerlo en ti.
La vergüenza lo llenó mientras jugueteaba con el borde de su escudo. Esta era la única
cosa de la que nunca le había gustado hablar.
Con cualquiera.
— ¿Urian?
Levantó la mirada para encontrarse con su mirada plateada.
—Sabes que no soy como los demás.
— ¿A qué te refieres?
—Me temen, akra. Por mis ojos, dicen que estoy aún más maldito que los otros.
—Tu solren me ha hablado de esta tontería y le he dicho que no les preste atención.
Tampoco deberías.
Las lágrimas lo asfixiaron cuando su humillación se elevó de nuevo para quemar como
un infierno.
—Es fácil de decir, akra. Y para solren. Pero es difícil cuando soy el único aquí que
tiene que tomar mis comidas de una taza. Y todos los saben.
—Ya veo.
Pero fue Urian quien sintió el dolor y la vergüenza de todo.
—Es por eso que me guardo para mí… que está bien. Realmente. No deseo tener hijos
y verlos enfrentarse a las decisiones que tenemos que tomar. Prefiero estar solo.
Al menos esa era la mentira que intentó convencerse a sí mismo para creer.
Se movió para pararse junto a él para que pudiera pasar su mano por su cabello con
una ternura de la que nadie creería capaz. Pero ella nunca dudó en mostrarlo con él. Al
menos cada vez que estaban solos.
Tristemente, ella y su padre eran los únicos que no le temían.
Y Davyn. Por alguna razón, siempre había sido un buen amigo.
—Pobre niño.
Él se movió incómodo bajo el peso de su simpatía.
— ¿Por qué mis ojos son azules, akra?
Ella ahuecó su mejilla en su fría palma y giró su rostro para que él encontrara su
mirada.
—Porque eres especial, Urian. No es una maldición. Especial. Nunca dudes de eso.
—No me siento especial.
Se sintió como un hijastro bastardo. Odiado y no deseado.
Ella se tensó y retrocedió como si algo la hubiera molestado.
—Tu padre te está buscando. Será mejor que te vayas antes de que se preocupe.
Asintiendo, levantó su escudo y se inclinó ante ella, luego se volvió para irse.
— ¿Urian?
Hizo una pausa y miró por encima del hombro.
— ¿Sí, akra?
—Nunca dudes de tu destino. La grandeza no es algo que sientas. Y no estás tomando
un desafío o una pelea que sabes que vas a ganar. La grandeza viene cuando tienes miedo y,
sin embargo, tomas medidas contra un enemigo mayor, mientras que otros se encogen de
miedo y se permiten ser víctimas y no hacen nada para protegerse a sí mismos o proteger a
los demás. Lo que hiciste hoy, tanto por Davyn como por mí… eso fue grandeza. Y tienes
espadas.
Su corazón se hinchó de orgullo. Cada vez que hablaba de tales cosas, casi podía
creerlo.
—Gracias, akra.
Ella sonrió y esta vez llegó a sus ojos congelados.
—Confía en tu destino, Urian. Porque te encontrará. Incluso si te escondes de ello.

3 de septiembre de 9512 A.C.

Xyn se acercó cuando encontró a Urian en su lugar habitual de reunión en una manta
que había tendido cerca de las cataratas oscuras que alimentaban parte del espejo de
Apollymi. Mientras que esa parte no era inusual, el hecho de que había traído comida con él,
especialmente desde que no podía comer ni beber. Eso era algo que solía hacer para su
madre cuando ella vivía aquí.
No para ella.
¿Qué es esto?
Sonriendo, se puso de pie.
— ¡Feliz cumpleaños!
Ella frunció el ceño ante sus palabras, confundida por ellas.
¿Perdón?
Su sonrisa se amplió hasta donde podía ver sus colmillos.
—Bueno, ya que no sabes cuándo naciste y siempre te preocupas por recordar el día
de mi nacimiento, decidí que te daría uno propio. Feliz cumpleaños, Xyn.
Lágrimas enturbiaron su visión ante su bondad. ¿Peor? La ternura la estranguló. Ni
sabía qué decir. Nunca nadie había sido tan considerado antes. Casi cambio de su forma de
dragón y regresaba a su piel humana, pero se contuvo.
No había forma de predecir cómo podía reaccionar. Aunque sabía que ella tenía
muchos poderes, no sabía el alcance de ellos. Y nunca se molestó en decirle que podía
hacerse parecer humana. De hecho, había mucho que le había ocultado por temor a lo que
pensaría y cómo reaccionaría si sabía la verdad… como quiénes eran realmente sus padres.
Él me odiaría por siempre.
Eso no lo podía soportar. Urian era todo lo que tenía en este mundo donde estaba
aislada de todo y de todos. Era su único amigo. Apollymi se había ocupado de que incluso con
sus extensos poderes, ella no pudiera hacer un Bane-Cry a sus hermanos para que la ayuden.
No tenía escapatoria.
Sin esperanza.
Urian era su único consuelo. Su luz en esta oscuridad abismal. La ironía de eso, dado
su nombre, no se perdió de ella. Y era solo una parte de por qué significaba tanto para ella
como lo hizo.
— ¿Estás llorando?
Parpadeó alejando la humedad, no queriendo que el viera su debilidad.
Por supuesto que no. El hedor de ti es lo que hace que mis ojos lloren.
Urian se echó a reír. Nunca se ofendió por sus bromas porque sabía que no lo decía en
serio. Nunca podría realmente insultarlo.
—No te creo.
Deberías. ¿Cuándo fue la última vez que te bañaste, de todos modos?
Chasqueando su lengua, negó con su cabeza mientras fingía sentirse insultado.
—Bien entonces, voy a comer esto solo.
Tú no comes.
—Oh sí. Lo olvidé.
Dejándose caer a su lado mientras tomaba cuidado de no hacerle daño con el cuerpo
de su dragón, olfateando la comida, que en realidad era muy sabrosa.
Gracias, Uri.
Urian sonrió a su irritable dragón. No sabía por qué le parecía tan divertida su
naturaleza obstinada cuando tal actitud en sus hermanos lo llevó a la violencia absoluta.
Sin embargo, la adoraba.
Todo sobre ella, incluso sus insultos.
Y le encantaba hacer cosas por ella siempre que podía. Grande o pequeño, lo hizo sin
importarle.
Feliz de que la complació, trepó a su lomo y se recostó contra su columna, entre sus
alas para poder rascarle entre ellas donde no podía llegar.
Ella dejó escapar un suspiro satisfecho y sus alas negras se extendieron en la hierba
oscura. Sus costados empezaron a vibrar de una manera calmante que era el equivalente al
ronroneo de un dragón. La primera vez que lo descubrió, ella casi se dio la vuelta y lo mató.
Ahora, habían encontrado un acuerdo feliz que le permitió rascarle la espalda y ella
yacería pacíficamente sin causarle lesiones.
Las puntas de sus alas revoloteaban a tiempo con su ronroneo.
Urian se extendía a lo largo de su columna.
—Así que, ¿qué hiciste toda la semana?
Ella se burló.
Comí. Me bañé. Dormí. Rodeé el jardín. Dormí un poco más. Pensé en prenderle fuego
a Apollymi… ya sabes, lo usual. ¿Qué sobre ti?
—Luché con mis hermanos. Peleé con mi hermana. Fui castigado por mi padre por
pelear con mis hermanos. Entrené para combatir. Recibí una conferencia sobre por qué la
lucha era mala, lo que confunde el hades fuera de mí. Obtuve desaires unas pocas docenas
de veces por todo el mundo a mí alrededor. Ya sabes, lo usual.
Lo siento.
—Está bien. No me importa. Un poco acostumbrado a eso.
Escuché la mentira en tu tono.
Sí, y él sentía la mentira en su garganta hecha nudo. Cómo deseaba que no le
molestara.
—Y aquí que pensé estaba siendo sutil.
Volteo su cabeza para poder mirar sobre su espalda. ¿Qué es lo que quieres, mi Uri?
Suspiró con nostalgia.
—No lo sé. Cuando era pequeño, quería ver el sol. Salir a la luz del día. Ahora… quiero
desgarrar la garganta de Apolo.
¿No quieres una familia?
Urian sacudió su cabeza.
—Tengo toda la familia que necesito. La mayoría de los días más de lo que quiero.
Ella se rió.
¿Pero qué sobre amor? ¿Una mujer propia?
Eso estaba más allá de él. Ninguna mujer jamás lo alimentaría. Había abandonado
todas las esperanzas de ese sueño inútil y se había reconciliado con sus frías comidas. Lo
que más lo turbaba de todo, lo que Theo y Archie seguían señalando, estaba destinado a
morir como una virgen no deseada.
—No creo en el amor. Al menos no el que los poetas predican.
Eres joven.
Tal vez. Pero no había manera de pasar por alto el desdén y la sospecha que rondaba
en los ojos de todos los que conoció. O pasar por alto su odio susurrado. Cómo maldijo sus
oídos sobrehumanos que le permitían captar cada silaba de sus viciosos chismes.
Se sentó en su columna.
— ¿Qué? ¿No estás de acuerdo con el amor? —De todas las criaturas, habría asumido
que estaría con él en este tema.
Aye. Conozco el amor del que hablan.
—Entonces eres afortunada.
Xyn se quedó en silencio mientras pensaba sobre eso y se dio cuenta de que Urian
estaba equivocado. No tenía la fortuna de amarlo. No mientras se sintiera de la manera en lo
hacía sobre el asunto.
No mientras él pensará en ella como su mascota y no tenía idea de cuán humana era
debajo de sus escamas.
Para amar a alguien de otra especie, que no crees en ella, era sin lugar a dudas el
destino más cruel jamás ideado por los dioses que los odiaban a todos. Y deseaba poder
arrancarse el corazón y detener sus latidos. Porque mientras latiera, siempre latiría por un
hombre que nunca le devolvería su amor.

17 de octubre del 9512 A.C.

Perdiendo a Xyn y deseando estar con ella, Urian se detuvo al ver a su hermana en una
escalinata cerca de uno de los templos abandonados de los antiguos dioses que una vez
llamaron a este reino su hogar. El templo de Diafonia. La diosa atlante de la discordia. Nacida
de los gobernantes del inframundo, Misos y Thnita, ella y su hermana Pali —diosa de la
contienda— solían caminar por el reino humano, donde tendían a enfrentar a la humanidad y
a los atlantes en las gargantas del otro. Solo por diversión. Y generalmente por ninguna otra
razón que no fuera estar aburridos.
Nunca entendería ese tipo de crueldad. Más de lo que entendería a su abuelo por
maldecirlos.
También le desconcertó por qué Apollymi elegiría a Pali y Diafonia como sus favoritas,
dada su crueldad. Sin embargo, aun así, eso no había sido suficiente para librarlas de su ira
cuando había llovido su venganza contra su familia.
Se dijo que esas dos diosas habían estado entre las primeras en caer.
Lo que hizo que la sangre de Urian se enfriara. La traición nunca conoció ningún límite.
Siempre llegaba en la más oscura de las noches y desde donde menos lo esperabas.
De la mano del que más confiaste.
Nadie podía ser confiable. Especialmente no con tu vida o bienestar.
Sin querer pensar en eso, Urian se dirigió hacia Tannis, quien parecía molesta por
algún asunto. Ella no se había visto tan abatida desde que su padre la había obligado a
cambiar su nombre de Dyana a Tannis porque se negó a que tuviera un nombre que honraba
a la hermana de Apolo que los había abandonado para morir.
Tan pronto como su sombra cayó sobre ella, levantó la vista con un grito de asombro,
luego se tranquilizó.
Él frunció el ceño al ver su total miseria.
— ¿Estás bien?
Ella se secó las mejillas mojadas.
—Bien.
Él no creyó esa mentira ni por un instante.
—La última vez que me dijiste eso, me precedió cuando arrojaste un zapato en mi
cabeza. Y el otro en mi ingle.
El último de los cuales había caído de verdad y le causó un sufrimiento interminable
que aún lo hacía estremecerse.
Su recordatorio casi logró hacerla sonreír. O tal vez eso vino del impulso de lanzarle
otro zapato.
—Eso es porque me estabas molestando en ese momento.
— ¿Te estoy molestando ahora? Solo necesito saber si debería estar listo para
agacharme y correr… o no.
Ella rió, luego se atragantó con un sollozo.
Instantáneamente se puso serio.
—De acuerdo, sé que no estás bien. —Preocupado, se arrodilló a su lado—. ¿Qué está
mal?
Le temblaban los labios, ella buscó en sus chalmys rojo y se aferró a él, luego se sonó
con la gruesa lana.
De acuerdo, eso era desagradable y en circunstancias normales tomaría un serio
problema con sus acciones. Esta noche, sin embargo, se forzó a ser paciente con ella y no
encogerse demasiado.
—Eres realmente afortunada de que eres mi hermana y estás llorando. De lo contrario,
te mataría si fueras uno de mis hermanos. O alguien más.
Ella lo miró para que solo sus ojos fueran visibles sobre el material escarlata. Con una
suave respiración, terminó de limpiarse la nariz con la capa antes de bajarla.
—Lo siento. ¿Te ayudaría si dijera que es una de las razones por las que eres mi
hermano favorito?
Burlándose, miró hacia abajo a su prenda sucia.
—No realmente. Sobre todo, porque sé que es una mentira. Prefieres a Paris o a
Ophie.
—Eso no es cierto. —Ella frotó la lana, tratando de eliminar parte de su daño.
Urian se quitó los alfileres.
—Ten. Es mejor que lo tomes ahora. Ya no tengo más uso para tu trapo de moco. —
Mientras se movía para abrocharlo alrededor de sus hombros, se detuvo al ver los moretones
en su cuello. Su garganta había sido brutalmente devastada—. ¿Quién te hizo esto?
El pánico se encendió en sus ojos.
—No es nada.
La ira se elevó desde lo más profundo y temporalmente lo cegó.
— ¿Erol?
Cuando ella no respondió, supo la verdad. Maldito sea su esposo. Solo había estado
casada una semana.
¡Una semana!
Sintió que el calor le picaba en las mejillas mientras se ponía de pie.
— ¡Urian, no! —Tannis lo agarró del brazo—. ¿A qué vas?
—Honor. Decencia. Y juego limpio. Lo mismo que tu padre te enseñó. No elegimos a
los más débiles que nosotros. Nunca. —Sintió que sus colmillos le cortaban los labios
mientras hablaba, ese era el grado de su furia y cuánto deseaba probar la sangre de su
cuñado.
Tannis se puso de pie.
— ¡Ya piensan que eres un bicho raro, adelphos! Si atacas a Erol por sus derechos de
marido…
—No puedo controlar lo que piensan los demás. Y a mí me importa una mierda lo que
piensen de mí. Pero puedo evitar que te lastime. —Urian hizo una mueca ante la crudeza de
su voz mientras su furia continuaba creciendo. No había forma de que dejara que esto
quedara sin castigo. No estaba en él. Simplemente no lo era—. No te veré así. No porque él
no pueda controlarse a sí mismo.
Suavemente sacó su brazo de su mano, luego se dirigió al pasillo donde su esposo
normalmente pasaba el tiempo con sus amigos. A menudo se reunían allí, con la esperanza
de que un apolita o humano extraviado cayera a través de uno de los portales de Apollymi
para poder atacarlos.
Lo cual decía todo acerca de su mentalidad.
Y con cada paso que daba, su estado de ánimo se oscurecía, de modo que cuando
entró en la lúgubre sala, estaba listo para saborear la sangre y romper algunos huesos.
Justo como esperaba, Erol se sentaba cerca del frente, en una mesa donde estaba
rodeado por un grupo de jóvenes. Todos riendo y pasándoselo en grande mientras Tannis se
había quedado sola para llorar.
Si él había estado furioso antes, esto solo lo había empujado a un homicidio.
¿Lo peor? Dos de los que se retorcían junto a él en una juerga de borrachos eran sus
propios hermanos. Telamon y Theo bebían de las venas de las mujeres que pasaban entre
ellos. Xoron o putas de sangre. Hombres y mujeres que se vendían para ser utilizados como
alimento por otros apólitas y daimons.
Borracho de la sangre y la lujuria que provenía de la sobrealimentación, Telamon
levantó la vista para enfocar a Urian. Se apartó de la mujer semidesnuda en su regazo,
haciendo que gimiera en señal de protesta.
—Hermanito, Uri… ¿qué estás haciendo aquí? Nadie te quiere.
Eso causó que Theo se retirara de la mujer que estaba jodiendo mientras se
alimentaba. Lástima que no era su esposa embarazada quien sin dudas estaba en casa,
preguntándose dónde estaba su esposo para poder cenar.
Y a ninguno de ellos parecía importarle el hecho de que su cuñado no tenía una moral
mejor que la que tenían cuando se trataba de su hermana.
Aparte del hecho de que los bastardos lascivos no golpeaban a sus esposas. Si alguna
vez tenía la suerte de encontrar a una mujer que lo tuviera, sería leal a ella y la trataría con
respeto y cuidado. No dando vueltas como un sátiro insaciable.
¡Malditos sean todos!
Con un gruñido furioso, Urian agarró a Erol y lo arrebató de la puta a la que estaba
tratando con más amabilidad que a Tannis y le dio un golpe de revés.
El apolita mucho más grande maldijo antes de intentar un golpe en la mandíbula de
Urian. Urian bloqueó el golpe y respondió con un puñetazo a la barriga de Erol que lo atrapó
con fuerza en la barriga. Se tambaleó hacia atrás, resollando. Doblando sus manos, Urian las
llevó con fuerza contra la mandíbula de Erol, luego de nuevo en su garganta. Enfurecido más
allá de todo control, estaba decidido a la destrucción total del hombre.
Honestamente, quería destriparlo con su espada y era una dura tentación resistir.
Después de eso, Urian perdió la cuenta de los golpes mientras descargaba su furia
contra la bestia mucho más grande. Todo lo que vio fue el cuello de su hermana y sus
lágrimas. Sus sollozos sonaron en sus oídos.
¡Malditos sean directamente al Tártaro!
Hasta que sintió que su padre lo alejaba.
— ¡Para!
Con la respiración entrecortada, Urian parpadeó con fuerza cuando se dio cuenta de
cuántas personas se habían reunido para presenciar su furia.
Tannis estaba allí, gritándole mientras todos los demás permanecían en un silencio
atónito.
Erol yacía en el suelo, cubierto de sangre y sollozando.
— ¿Qué está mal contigo?
Theo lo miró furioso.
Estaba maldito. Privado del sol. Todo el mundo lo odiaba. La mayoría de los días se
odiaba a sí mismo. Necesitaba mejores pasatiempos.
En la pubertad. Con imbéciles por hermanos. Y un dragón por mejor amigo.
Y tenía un padrastro.
Realmente, la lista era interminable.
Pero, sobre todo, Urian se negó a retroceder o pedir disculpas. Simplemente no estaba
en él. En cambio, pateó a los pies de Erol.
—Si alguna vez le pones otra mano enojada a Tannis o le pones otro hematoma en el
cuerpo, incluso por accidente, ¡que me ayude Apollymi, te arrancaré el corazón y se lo daré!
Eso tuvo éxito en llamar la atención de su padre.
— ¿Perdón?
Urian movió su barbilla hacia Tannis.
—Mira lo que le hizo a su cuello. Entonces critícame y dime que estoy equivocado.
Tannis dejó de gritar de inmediato. Estremeciéndose ante el enfoque de su padre, ella
agarró el chalmys de Urian más alto contra su garganta.
Pero su padre no tenía nada de eso.
—Muéstrame.
—No es nada, baba.
Ni siquiera su uso de “papá” podría aplacar su humor o debilitar su resolución. Los ojos
de su padre se pusieron rojos como la sangre.
—Bájalo y muéstrame tu garganta. ¡Ahora!
En el momento en que lo hizo, la sala se aclaró cuando todos se dieron cuenta de que
esto estaba a punto de convertirse en mortal. Todo el mundo se apresuró a la seguridad para
no tener ninguna consecuencia. Theo y Telamon se apresuraron para vestirse.
—No lo sabíamos, solren.
Telamon tragó audiblemente.
Sin decir una palabra, se volvió hacia Urian.
—Lleva a tu hermana a casa.
—Baba. —Sollozó Tannis—. ¿Qué vas a hacer?
—No te preocupes. Solo vete con Urian. Y lleva a los demás contigo. ¡Ahora!
Urian inclinó su cabeza respetuosamente. Sabía que no debía decir una sola palabra
cuando su padre estaba así, para que no se convirtiera en el chivo expiatorio. Sin embargo,
sabía que sus hermanos estaban enfurecidos con él. No es que haya algo nuevo sobre eso.
Parecía un estado perpetuo para sus relaciones en curso.
Un hecho comprobado en el momento en que salieron de la sala.
Theo fue el primero en golpearlo en el brazo.
— ¿No te importan alguna vez tus propios asuntos?
— ¡Sí! —Telamon lo empujó por detrás—. ¿Por qué siempre te entrometes en nuestros
asuntos? ¡Eres un imbécil!
Tannis les dio una bofetada.
— ¡Déjenlo en paz!
Urian no estaba seguro de quién estaba más sorprendido por sus acciones: Sus
hermanos o él.
Especialmente cuando ella extendió la mano y le besó la mejilla.
—Gracias, Uri. Sé que me estabas protegiendo y, por mi parte, lo aprecio.
Maldición… ¿qué tan mal le había herido Erol?
—Te quiero, Tanny.
—Lo sé. También te quiero. —Se giró para mirar a Telamon y Theo a su vez—. Y la
culpa es de ustedes dos por la forma en que actúan. Ninguno de ustedes ha preguntado si
estoy bien. ¡Son tan bastardos!
Cuando ella comenzó a irse, Urian se acercó y tomó su mano.
— ¿Quieres quedarte con nosotros esta noche?
Sus labios temblaron. Luego lanzó otra mirada vergonzosa hacia sus hermanos.
—Odian a Urian por la forma en que solren lo adora y le echan la culpa a Urian. En
cambio, mírense a sí mismos. Esto —hizo un gesto entre ellos—, es por eso que Urian ocupa
el lugar que tiene con nuestros padres. Él piensa en los demás y es consciente de todo a su
alrededor, mientras que los dos nunca ven nada más que su propia inutilidad. ¡Son egoístas y
mezquinos!
Tomando la mano de Urian, ella lo arrastró hacia su hogar.
—Aye, Urian. Prefiero quedarme contigo y solren, esta noche. No sirvo para los demás.
Aturdido más allá del pensamiento racional, Urian no habló mientras se dirigían a su
casa en el palacio del templo que era el segundo en tamaño solo por el de Apollymi.
Junto a la de la diosa, había sido la que su padre había elegido como su residencia a
su llegada aquí. Irónicamente, había pertenecido a la esposa de Misos, el dios de este mundo
infernal, cuando los dioses de la Atlántida llamaron a Kalosis su hogar, razón por la cual tenía
un corredor trasero que lo conectaba con el templo de Apollymi.
Debido a que Thnita había sido la reina de Kalosis, su palacio era casi igual en tamaño
en el que actualmente residía Apollymi. Pero de las historias que otros susurraron, él sabía
que Apollymi no siempre había vivido allí en ese palacio. En un momento, ella había estado
prisionera aquí en Kalosis, aunque él no tenía idea de dónde los otros dioses la habían
mantenido secuestrada durante esos días.
O cómo habían logrado mantenerla contenida. Seguramente fue divertido para ellos
tratar de contener a una diosa tan poderosa.
Una vez, cuando era niño, Urian había cometido el error de preguntarle a Apollymi
dónde estaba su celda en aquellos días.
Esa fue la noche en que supo que sus ojos no siempre se mantenían en su remolino
plateado. Tampoco su cabello permaneció rubio blanquecino.
Había visto la verdadera forma de la Destructora. Y de acuerdo con su mascota
Caronte, Xedrix, Urian era el único que no había nacido de un demonio que había sobrevivido
a un encuentro con ella en ese estado y vivió para contarlo.
Lección aprendida. A Apollymi no le gusta que le interroguen. Y nunca, nunca
mencionar su encarcelamiento. Al menos no si uno quería continuar respirando.
De hecho, entre ella y su padre, él había aprendido a no cuestionar a las personas si
quería mantenerse entero. Déjalos que ofrezcan voluntariamente lo que quieran que sepas.
Fue mucho más seguro de esa manera y resultó en mucho menos moretones. Física y
mentalmente.
Por lo tanto, Urian permaneció en silencio mientras conducía a su hermana a través de
su adornada sala de mármol, hacia la parte trasera donde esperaban sus habitaciones. Nadie
había tocado el suyo desde su matrimonio.
Justo como habían dejado la habitación de su madre exactamente como había estado
la noche en que ella se había ido al reino de los humanos. En el caso de su madre, todos
excepto su padre, iban a la deriva aquí, buscando la comodidad de su presencia. Los
recuerdos de su calidez. Era su forma de preservar su memoria y darle honor a ella cada vez
que la echaban de menos más de lo que podían soportar.
Cuando se trató de Tannis, su padre había dejado en claro que, en caso de que
necesitara un refugio de Erol, tendría que tener su habitación para retirarse, en cualquier
momento, y que ninguno de ellos debería invadirla. Como ella era el miembro más débil de la
familia, era su trabajo protegerla de todas las amenazas.
— ¡Tanny!
Ophion vino corriendo para abrazarla en el momento en que entró por la puerta.
Atreus y Patroclus estaban justo detrás de él.
Riendo, ella los abrazó a cada uno, llamándolos por su nombre.
Urian resopló.
—Todavía no sé cómo puedes distinguir entre Atreus y Patroclus. Me di por vencido y
simplemente me refiero a ellos como “gemelos” la mayoría de los días.
— ¡Uri! —le reprendió ella—. Eso es malo, especialmente viniendo de alguien que es
un gemelo.
—Aye, pero no me parezco a Paris.
Esa era la belleza de ser un conjunto fraternal.
—Está bien, Tanny. A Atreus y a mí no nos importa. Solren se equivoca la mitad de las
veces él mismo. Simplemente no nos molestamos en corregirlo.
Ahuecando la barbilla de Patroclus, ella chasqueó.
—Tal vez deberíamos escribir sus nombres en su ropa.
Ophion frunció el ceño a Urian mientras notaba los moretones en su rostro.
— ¿Otra pelea?
Urian no comentó.
—Si me disculpan…
Pasó por delante de ellos para poder dirigirse a su habitación al final del pasillo.
Una vez allí, cerró su puerta, pero aún podía escucharlos cotilleando sobre él.
—Déjalo en paz, Tanny.
—Necesito devolverle su chalmys.
—Yo no lo haría. Estoy seguro de que Urian se va a alimentar y lo volverás loco si te
entrometes.
Urian escuchó su pausa en el pasillo justo fuera de su puerta con Ophie.
— ¡Oh! —Jadeó Tannis—. No sabía que Urian había encontrado a alguien.
—No lo hizo —susurró uno de los gemelos en voz alta.
Apretando los dientes, Urian reprimió una maldición mientras miraba hacia la vejiga
helada que su padre le había dejado junto a su cama. No tenía ni idea de que sus hermanos
pequeños se habían dado cuenta de lo que se había visto obligado a hacer para vivir.
Maldito seas, Apolo.
Y maldito sea.
El dolor y la humillación le hicieron trizas que fuera relegado a esto. Ni siquiera un
xōrōn aceptaría dinero para alimentarlo. ¿Qué triste fue eso cuando ni siquiera una puta podía
ser comprada? Era un paria completo incluso entre otros parias.
Urian metió la vejiga en un cajón. Prefería morir de hambre que recurrir a ello.
¿Honestamente? Preferiría morir.
Asqueado y avergonzado, sacó su daga y la pasó por su antebrazo hasta que abrió un
corte profundo para aliviar algo del dolor que sentía. Sin embargo, ya no lo calmó como lo hizo
una vez. La agonía ahora corría demasiado profundo.
Y ese era el problema. Sus bajos se hicieron cada vez más bajos y sus agudos seguían
bajando, también.
A este ritmo de descenso rápido, no tardaría en caerse para levantarse.
Más que eso, su padre tendría un arrebato si lo viera cortándose de nuevo. Ya lo había
amenazado con atarlo a una roca como Prometeo si veía una sola cicatriz en su piel.
— ¡Así que ayúdame, Urian! Te ganaría, ¡pero parece que te gusta demasiado el dolor
como para disuadirlo!
Era cierto. Nadie podría romperlo porque ya estaba destrozado. De muchas, muchas
maneras.
De repente, una sombra cayó sobre él.
Esperando a su padre o a uno de sus hermanos irritantes, Urian levantó la vista, listo
para la batalla.
Hasta que se dio cuenta de que era Tannis materializándose en su habitación, y vio la
simpatía en sus ojos oscuros.
Con una expresión de profunda simpatía, cubrió su mano con la de ella y sacó la daga
del brazo.
—Pequeño bebé, ¿qué estás haciendo?
Aún más avergonzado por su amoroso cuidado que no regañaba ni juzgaba, bajó la
vista al suelo, incapaz de mirarla al rostro. El dolor dentro de él era tan grande que a veces se
sentía como si se lo tragara todo. Era como una gran bestia que lo roía, amenazando con
devorar lo poco que quedaba de su alma.
—Soy demasiado joven para estar tan cansado, Tannis —susurró.
Estaba harto de la forma en que los otros lo trataban. De las mentiras que contaban a
sus espaldas y de cómo lo miraban, con malicia, celos y odio cuando no hizo nada para
ganárselo.
Fue lo que lo hizo atacar con violencia. Quería derrotar al mundo tanto como a él. Más
que nada, solo quería que lo dejaran solo.
Deslizándose sobre su cama, ella lo atrajo hacia sus brazos y lo sostuvo.
—Lo sé. Todo el mundo espera que seas fuerte y actúes como un hombre adulto y eres
solo un niño, Urian. Sin embargo, nunca se te permitió ser un niño.
Era cierto. Siempre tenía que estar en guardia. Y debido a que parecía haber crecido,
todos los trataban de esa manera, pero por dentro, todavía eran niños. Al menos así era como
se sentía.
— ¿Te sientes lo suficientemente mayor como para estar casada?
Ella sacudió su cabeza.
—Hay partes sobre eso que me gusta. Partes de eso me asustan. —Suspiró ella—. Me
imagino que es como tú en el ring. ¿Te sientes listo para una batalla real?
—A veces. Sabes, he estado luchando contra los culos peludos de Theo y Archie
durante años.
Ella resopló.
—No es lo mismo y lo sabes.
—Si tú lo dices. Se ha vuelto bastante sangriento a veces.
Y ante la mención de sangre, se dio cuenta agudamente de lo hambriento que estaba.
Qué tan cerca estaban sus venas de sus labios. Le causó un retumbo en el estómago.
Los ojos de Tannis se agrandaron.
— ¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que te alimentaste?
A diferencia de los humanos, no llamaban a sus alimentos comiendo. No era lo mismo.
En absoluto.
Lo que hacía era primario y crudo de una manera que los humanos nunca entenderían.
Era más un ritual. No es que él lo supiera, ya que lo único con lo que tenía intimidad era una
vejiga de piel de oveja fría y desagradable.
Urian se encogió de hombros.
— ¿No te alimentas todos los días?
— ¿Por qué molestarse? No es como si me estuviera llenando, de todos modos.
— ¡Urian!
Dejó escapar un suspiro cansado.
—No, Tannis. No tienes idea de cómo es. Es asqueroso.
Sacó la vejiga del cajón donde la había arrojado y se la tendió.
Ella lo tomó con cautela y, después de un sorbo delicado, se atragantó con el
desagradable sabor.
—Te lo dije.
Presionando su mano en sus labios, le devolvió la vejiga y se estremeció. Todavía
incapaz de hablar, asintió y luego tosió.
—Tú ganas. Eso es repugnante.
—Lo sé.
Lágrimas llenaron sus ojos.
—Desearía ser un guerrero. Me gustaría patear todos sus traseros por ser malos
contigo y obligarlos a alimentarte.
—Eso se llama violación, hermana. Prefiero morirme de hambre.
Ella tomó su mano en la suya.
—Voy a ayudarte a encontrar a alguien. Te lo prometo.
Qué fácil lo hizo sonar. Ni siquiera la sed de sangre o la intoxicación pueden anular su
desconfianza innata o su miedo a él. Lo dejó tan solo y aislado. Se sentía como un extraño.
Como un monstruo enorme. Tanto que el único con el que podía identificarse era un dragón.
—Te deseo suerte con eso.
— ¡Tannis!
Ella salto al rugido de su padre.
Urian apretó más su mano.
— ¿Quieres que vaya contigo?
—No. Mejor voy a enfrentar a la bestia sola. Lo convencí de que este matrimonio
estaba en la mano de Dios. Si bien podía ser solo una hija, he heredado el mismo grado de
cabezonería que mis hermanos. —Sonriendo tristemente, ella besó sus nudillos y liberó su
mano—. Un matrimonio para ti pronto, lo prometo.
Esas palabras lo golpearon como un puño en el estómago.
—Solo uno mejor que el tuyo.
—Ja, ja. Eso fue bajo, Urian. Incluso para ti.
—Lo siento. No pude resistirme.
Ella le lanzó un beso antes de salir de su habitación para enfrentar a su padre y
averiguar si quedaba algo de su marido.
Suspirando, Urian apoyó su cabeza contra la pared de piedra y cerró sus ojos. La voz
apagada de su padre era extrañamente reconfortante en su enojo. No por su furia sino por el
amor que la alimentaba. Stryker nunca se irritaba por nada. Era un hombre apasionado.
— ¡Maldita sea, Tannis! ¡Te dije que no te casaras con esa mierda!
Urian sonrió ante la voz dulce y calmada de Tannis.
— ¿Soy una viuda, baba?
—No, pero dudo que alguna vez seas madre.
Urian se rió. Y con eso, anhelaba una visita a su propia mata. Se sentía como siempre
desde la última vez que la había visto.
Levantándose, usó sus poderes para vestirse con su armadura, algo que su padre
insistió que hicieran si alguna vez dejaban Kalosis. También se suponía que debían salir en
grupos. Nunca solo.
Un mínimo de cuatro. Más sería mejor. Su padre era paranoico, especialmente cuando
se trataba de sus hijos. Stryker no quería que nadie se arriesgara a ser asaltado por los
humanos o los dioses que los cazaban.
Ese fue la única orden de este tipo que Urian desafió. Y solo cuando visitaba a su
madre.
No porque fuera imprudente sino para protegerla. Cuantos menos supieran dónde vivía,
mejor. Era demasiado vulnerable y lo último que quería era convertirla en un blanco para
alguien que podría necesitar un alma rápida para alargar su vida. Los daimons se
desesperaban y cuando lo hacían, nadie estaba a salvo. Cazarían a cualquiera.
Hombre, mujer, niño.
Infante.
Sus hermanos podrían encontrarla si lo deseaban. Y aunque podría ser egoísta, Urian
siempre prefirió verla sin ellos. Solo Tannis no acaparaba su tiempo con ella. Compartiría
desinteresadamente a su madre cada vez que la visitaban, y no trataría de menospreciarlo o
eclipsarlo.
Ni siquiera Paris era tan amable.
Además, tenía la armadura de Xyn y, mientras la usara, no podría ser lastimado. Era
como estar envuelto en sus brazos, y se sentía seguro y consolado de una manera que
desafiaba la explicación. Normalmente cada vez que estaba molesto, ella era la que él
buscaba.
Pero esta noche, quería más la comodidad de su madre.
Saliendo de su habitación, Urian fue al cofre donde cada uno colocó cosas que quería
llevar a su madre en sus visitas y las puso en una canasta pequeña. Fue algo que todos
hacían el uno para el otro como un favor. Luego caminó por el estrecho pasaje, hacia la
sección del palacio de Apollymi, donde sabía que no estaría con nadie de su familia, ya que
temían a la diosa incluso más de lo que temían a su padre. Y allí abrió un portal al mundo
humano. Era el único lugar seguro para hacerlo sin arriesgar la detección. Si uno de los otros
aquí detectara la grieta, la atribuirían a Apollymi o a uno de los carontes, que no debían usar
los portales, pero a veces lo hacían a instancias de la diosa, o siempre que algún humano o el
agente demoníaco, Jaden, los convocaba.
El canal comenzó como un cambio frío en el aire, luego un brillo de partículas brillantes
que se arremolinaban más y más rápido hasta que se congelaron para formar un gran agujero
que unía los dos mundos. La luz era cegadora para aquellos que vivían en la oscuridad. Y
como polillas a una llama, lo atraía hacia ella.
Tan pronto como Urian salió, se dio cuenta de que era más tarde de lo que
normalmente la visitaba en la cabaña. Más cerca de la mitad de la noche, a juzgar por la altura
de la luna en el cielo nublado.
Aun así, su madre por lo general mantenía encendida su cabaña hasta pasada la
medianoche en caso de que uno de ellos pasara por allí.
En el momento en que entró en su reino, Urian se estremeció ante el aire
inesperadamente frío. Eso era algo a lo que era difícil acostumbrarse en el mundo humano. La
diferencia del clima. El clima en Kalosis era estable, durante todo el año. Nunca demasiado
caliente. Nunca demasiado frío. No llovía.
Aquí fuera…
Brr…
Soplando en sus manos, pateó con los pies contra el suelo, luego se detuvo cuando
captó un sonido peculiar desde el interior de la cabaña. Era una risa aguda seguida de un
gemido profundo.
Los ojos de Urian se ensancharon ante los sonidos íntimos que sabía muy bien.
Su madre tenía un amante.
El tiempo se congeló y se derrumbó a su alrededor hasta que no pudo respirar ni
pensar. Su corazón martilleó fuertemente en el centro de su pecho. ¿Cómo podía ser esto?
Una parte de él quería asaltar esa cabaña y destrozarla como un niño enojado. Para
destripar al hombre que se atrevió a contaminarla. Para exigirle que regrese y pedirle
disculpas a su padre por humillarlo cuando fue él quien atendió y cuidó de su bienestar.
Pero el hombre en él entendía su soledad que a veces era debilitante. El hecho de que,
si bien su padre proveía por su bienestar material, nunca se había preocupado por ella
emocionalmente. Stryker no se había aventurado ni una sola vez desde su exilio a hablar con
ella ni a preguntarle si necesitaba algo. La forma en que la había dejado había sido fría e
insensible.
Esa parte de su vida que su padre les dejó completamente a su alcance para ver
después. Entonces no, no podía culparla por querer esto.
La necesidad de compañía.
Aun así…
Con el corazón roto porque ella había seguido con su vida lejos de ellos, Urian sabía lo
que tenía que hacer. Dejó el cesto que había traído para ella y se quitó el collar que le había
dado.
Su madre merecía ser feliz sin la amenaza o la mancha de su familia apolita colgando
sobre su cabeza. Era humana y este era su mundo.
No era de ellos. Nunca podría ser suya.
—S’agapo, mata —susurró. Te quiero.
Con lágrimas en los ojos, tocó la puerta de su cabaña, sabiendo que este sería su
último adiós.
Era lo mejor. Ella era humana.
Él era apolita.
Siempre maldecido. Condenado para siempre. Su madre tendría que estar en la
oscuridad a partir de hoy. Mejor ahora que más tarde.
Como Apollymi le había dicho, el amor era una debilidad que nadie necesitaba. Ya no
era un niño. Él era un hombre. Un guerrero. Es hora de tirar sus juguetes y abrazar al soldado
que su padre lo había criado para ser.
Soy la luz que conducirá a mi gente.
No podía cambiar lo que era. Tampoco podía negar su destino. Nay, había llegado el
momento de abrazar su destino.
Solo.

10 de junio de 9511 A.C.

—No puedo creer que dejara que ustedes, imbéciles, me convencieran de esto.
—Zeus todopoderoso, Archie… ¡basta! ¡Nadie te invitó! —París se detuvo para mirarle
con furia antes de que pasara una mirada irritada a Urian—. Una queja más y tienes mi
permiso para cortarlo donde está.
Theo puso su mano sobre la boca de Archie.
— ¿Qué tal si lo estrangulo?
—Eso funcionará. —Paris rodeó a Davyn con el brazo—. Ahora muestra algo de
respeto y ciérralo ya.
Archie continuó haciendo sonidos de descontento mientras se movían en relativo
silencio a través del bosque hacia el pueblo donde la hermana y el cuñado de Davyn vivían.
Urian no dijo nada mientras avanzaban con dificultad. Mientras le molestaba que Archie
estuviera allí, en realidad era muy típico del comportamiento de su hermano. Davyn quería
salir y estar con su familia en su aldea durante un par de días, y por supuesto, París había
insistido en estar con él para asegurarse que Davyn no hacía esto solo.
Nadie debe quedarse solo para ver morir a un miembro de la familia.
No hace falta decir que, si bien pueden intentar matarse entre sí la mayor parte del
tiempo estaban juntos, no iban a permitir que nadie más tuviera ese honor. Y era demasiado
peligroso para Paris y Davyn correr solos en el reino humano sin ellos. Aunque Davyn podría
decir que su familia podría cuidarse a sí mismo, no lo creía.
Uno para todos. Todos para uno.
Así que aquí estaban, en masa. Enojados y cortándose el uno al otro.
Como diría Xyn, el ushe.
— ¿Qué es esto del Culto de Pollux otra vez? —preguntó Ophion. A diferencia del resto
de los que seguían siendo rubios, él había elegido teñirse el cabello de negro, como su padre.
— ¿En una palabra? ¡Idiota!
— ¡Archie! —Paris renovó su severa mirada—. ¡Para!
—Está bien, Paris. No está exactamente equivocado. —Davyn le dio a Ophion un
pequeño medallón que contenía un patrón circular entrelazado en él.
Ophion frunció el ceño ante la pieza.
— ¿Qué es esto?
Urian trató de mantener el desdén fuera de su propia voz ya que en realidad estaba de
acuerdo con Archie, por una vez.
—Todos en su comunidad usan ese emblema como señal de solidaridad de que
pretenden honrar su promesa. O lo usan en la noche cuando se reúnen para estar con el
miembro de la familia que está cumpliendo con el voto que hicieron de no cometer suicidio
ritual para evitar la maldición de Apolo y convertirse en daimon. Que se sentarán allí en su
vigésimo séptimo cumpleaños y decaimiento como el dios quería que hicieran. —Los ojos de
Alkimos y Telamon se abrieron con horror—. ¡Archie tiene razón! ¡Son idiotas!
—Gracias. Finalmente alguien está de acuerdo conmigo.
Theo bufó ante las palabras de Urian.
—A menudo estoy de acuerdo contigo. Simplemente no lo admito en voz alta porque no
quiero que nadie más piense que soy un idiota como tú.
La risa de Urian murió cuando olió fuego de repente. El olor golpeó a cada uno de sus
hermanos casi al mismo tiempo.
Al igual que el sonido crepitante del mismo. El choque del acero y los gritos…
Al unísono, entraron en modo batalla y formaron una falange, tirando de sus timones y
cerrando sus escudos en su lugar. Por costumbre, Urian llevó a los débiles al final. Como el
luchador más fuerte entre ellos, se había ofrecido como voluntario hace años. Ocho de los
presentes eran una unidad bien entrenada cuando se trataba de la guerra, especialmente
contra los humanos.
A diferencia de la familia de Davyn y su aldea, los hijos de Strykerius no eran Anglekos:
El término reservado para los apólitas que habían jurado nunca usar sus poderes psíquicos o
fuerza superior para dañar a los humanos.
Ellos eran Spathi. Implacables. Fríos. En la sangre y el hueso. Leal solo a Apollymi, y el
infierno se inclinaba contra la raza humana y cualquiera que amenazara a un apolita o
daimon. Por eso su emblema era un dragón sobre un sol. El sol era la marca de Apollymi la
Destructora, y el dragón su padre, Stryker.
Y mientras se acercaban al pueblo al amparo de la oscuridad, Urian vio lo que causó
los ruidos y el olor.
Los soldados humanos habían aniquilado a los apólitas que vivían allí y todavía
estaban saqueando y quemando todo y a todos los que podían encontrar.
Con un grito de angustia, Davyn casi rompió su rango y comenzó a avanzar, pero Paris
lo atrapó y lo retuvo.
—No, amor. En nombre de la venganza. Permanece tranquilo o también nos tendrán a
nosotros.
Algo probado cuando los humanos los vieron y se unieron para atacar.
Theo dio la vuelta para que formaran un círculo. Urian frunció el ceño a su hermano,
que le echó una burla engreída.
— ¿Qué? —preguntó Theo en tono ofendido—. Podría pensar que eres una odiosa
pequeña mierda… lo que eres, Uri. Pero eres mi hermano. Maldita sea si te veo morir por una
mano humana.
—Aye —gruñó Archie—. Y no voy a ir a casa y decirle a solren que has muerto. Él nos
despellejaría a todos.
Urian se rió cuando sus hermanos dejaron escapar un grito de guerra y contrarrestaron
el primer golpe contra ellos y el impenetrable muro que presentaron a sus enemigos. Él golpeó
con sus kopis y sus poderes, usando ambos para hacer retroceder a los humanos y
derribándolos de sus pies cuando lo atacaron a él y a sus hermanos.
Tenían la intención de permanecer en una falange de círculo, pero en cuestión de
minutos, los humanos los habían separado con su asalto, especialmente a los que estaban
llegando a ellos en carros con jabalinas. Urian se retorció cuando uno de los cocheros pasó y
golpeó un látigo sobre su escudo. Atrapado contra el borde, tiró de él hacia adelante, y lo
arrebató de su protección.
Aun así, Urian usó sus poderes para bloquear el eje del carro y envió al bastardo quien
lo hirió volando.
Cuando se volvió para atacar a su siguiente atacante, un destello azul brillante llamó su
atención.
Era un niño rubio, corriendo.
Su mandíbula se aflojó. Especialmente cuando se dio cuenta de que el niño trataba de
correr dentro de una casa en llamas.
¡Mierda!
Urian se acercó a la posición del niño para poder agarrarlo y protegerlo.
En el momento en que lo hizo, el niño hundió sus colmillos directamente en la mano de
Urian.
Definitivamente apolita y no humano.
— ¡Oye!
Urian mostró sus propios colmillos al niño para hacerle saber de qué lado estaba.
Las lágrimas brotaron de los ojos del niño cuando se dio cuenta de que Urian era un
apolita y no un humano dispuesto a hacerle daño.
— ¡Por favor ayuda! ¡Mi mata y mi hermana están atrapadas porque mi mata está ciega
y mi hermana no la dejará!
Mirando a su alrededor, Urian vio que el niño tampoco estaba a salvo. No en el cruel
mar de locura que los rodeaba. Los humanos eran brutales y los que luchaban no estaban un
poco mejor.
—Está bien. —Lo empujó hacia un arbusto—. Permanece agachado. Enseguida
vuelvo.
El niño corrió como un conejo mientras Urian se precipitó en el edificio. Incluso sobre el
rugido del fuego, escuchó a la niña llorando y suplicándole a su madre mientras intentaba
salvarla. Se dirigió hacia ellas.
Cubriéndose la boca y la nariz con parte de su chalmys, caminó a través del ardiente
edificio, esquivando ascuas y cayendo tablones lo mejor que pudo. Él siempre había tenido
miedo al fuego. Era otra cosa que fácilmente podría matarlos.
El humo le quemó los ojos mientras permanecía agachado y se abría camino a lo largo
del piso hasta que encontró a la niña junto a su madre, que apenas estaba consciente y herida
terriblemente. Era obvio que los humanos se habían tomado su tiempo abusando de ella.
Y en el momento en que Urian tocó a la mujer, ella gritó y comenzó a balancearse
salvajemente a él.
—Shh, estás a salvo. Te tengo.
Desató su peroné y sacó su capa, agradecido a los dioses que Sarraxyn hubiera hecho
su armadura a prueba de fuego. Por extraño que pareciera, logró incluso mantener su cuerpo
fresco en el calor opresivo del lugar.
—Es un apolita, mata. Tiene colmillos como nosotros.
La mujer rompió en sollozos horrendos mientras se aferraba a él inesperadamente.
—Voy a envolverte en mi capa y las teletransportaré a las dos. ¿De acuerdo?
Ella asintió débilmente.
Urian rápidamente cubrió su cuerpo desnudo y luego las sacó del ardiente edificio
donde el chico debería estar esperando su regreso, ojalá bien escondido, a cubierto para que
nadie lo hubiera descubierto y lastimado mientras él se había ido.
Tan pronto como los tres estuvieron afuera, el chico corrió hacia ellos desde su
escondite en los setos. La niña agarró a su hermano y lo abrazó con fuerza.
— ¡Geras! ¡Te creí muerto!
El chico respondió con un grito.
Con el corazón martilleando por la alerta, Urian se volvió para ver qué le había
alarmado.
Un humano corría hacia los niños. Él dejó a la mujer con sus poderes y apenas atrapó
al hombre vestido de armadura antes de que pudiera alcanzarlos. Urian manifestó una espada
y sacó su escudo de donde lo había dejado. El escudo voló a través del fuego y luchó para
rebotar en su brazo y sujetarse en su lugar.
Golpeando al humano de vuelta, Urian cortó el brazo del humano con su espada corta,
luego se volvió y lo atrapó con el borde del escudo. En un movimiento suave, se dio la vuelta y
volvió a rodar para cortar el cuello del humano con sus kopis.
El humano soltó un grito ahogado cuando se tambaleó hacia atrás y cayó al suelo para
morir.
Después de verificar dos veces para asegurarse de que el hombre estaba muerto,
Urian sujetó el escudo a la espalda y regresó a la madre y los hijos. Ya que la mujer estaba
ciega y había pasado por suficiente trauma por una noche, se aseguró de explicarle lo que
estaba haciendo antes de tocarla.
—Los llevaré a los tres a un lugar donde estarán a salvo y los humanos no podrán
encontrarlos. ¿Confías en mí?
—Aye. —Suspiró su madre, apretando su capa contra su cuerpo devastado.
—Mi nombre es Urian.
—Xanthia. Mis hijos son Geras y Nephele.
Disgustado con lo que se les había hecho y con ganas de sangre por ello, Urian sabía
que tenía que mantenerse enfocado en la tarea en cuestión.
—Ten paciencia conmigo, buena Xanthia. Ahora prepárate. Estoy a punto de envolver
mis brazos alrededor de ti para levantarte. Nada más. —Él abrazó con cuidado su cuerpo
desnudo y magullado y trató de no pensar en lo que le habían hecho. La violencia despiadada
que la pobre mujer había sufrido innecesariamente. Malditos fueran los humanos por esto, y
los apólitas patéticos quienes creían que podían vivir en paz con semejantes animales—. ¿Si
estás lista?
Ella asintió.
Urian trató de ser tan gentil como pudo mientras la levantaba.
En el momento en que sus brazos se apretaron a su alrededor, ella se ahogó en un
sollozo y casi luchó contra su agarre.
—No voy a herirte.
—Lo sé. —Suspiró ella.
Pero saber algo y no actuar sobre ello era dos cosas completamente diferentes. Él lo
sabía mejor que nadie.
Al invocar un portal, Urian se dio cuenta de que tenía que ser rápido o su pánico
conseguiría lo mejor de ella, y si comenzaba a pelear con él en el portal, podría matarlos a
todos.
En el momento en que se abrió, los niños retrocedieron asustados.
—Está bien —les aseguró—. La luz no les hará daño. No es luz del sol. Vamos a una
tierra donde nadie les hará daño. Lo juro por mi vida y mi honor. —Extendió la mano hacia
Nephele—. Toma mi mano y agárrate fuerte y agarra a tu hermano.
Ella se mordió el labio con incertidumbre.
—Estará bien —susurró Xanthia—. Creo que podemos confiar en este.
Qué triste que la pequeña mano de la chica todavía temblara mientras tomaba la suya.
Eso era lo que más le molestaba, que un niño tan pequeño temiera tanto. Ella solo debía
conocer la confianza y las cosas buenas de la vida. Al igual que todos los niños.
Nadie debía conocer tal traición y dolor. Menos que nadie un niño.
Ahogado por su ira, Urian se aseguró de que los niños no se apartaran y se hicieran
daño, y luego los guio a través de la luz resplandeciente.
Sus gritos resonaron en sus oídos cuando el portal los barrió del reino humano a
Kalosis. No es que los culpara. Era sorprendente la primera vez, cuando no sabías qué
esperar. Aunque no era mucho mejor, incluso cuando lo hacías.
Sin mencionar que fue completamente estremecedor cuando aterrizó en el centro del
salón de banquetes, donde su padre estaba sentado en su trono con una severa mirada que
decía que solo estaba esperando allí para devorar a cualquier tonto que viniera a través de la
reluciente niebla para aterrizar a sus pies.
Una de ellas empeoró doblemente porque su padre no tenía ni idea de que ninguno de
sus hijos había dejado su dominio oscuro esa noche.
— ¿Urian? ¿Qué diablos es esto?
La mirada de su padre pasó de él a la golpeada mujer desnuda, luego a sus hijos.
Sí, ese era el rostro de un monstruo de leyendas con la que los padres solían asustar a
los niños. Ni siquiera Urian estaba seguro de que su padre no lo matara.
Los niños retrocedieron de esa tosca corteza con gritos fuertes. No es que les culpara
Urian. Había visto a hombres adultos mojarse ante la ira de su padre.
Arrodillándose, los apretó contra su pecho mientras mantenía a Xanthia en equilibrio
contra él.
—Shh, niños. Está bien. Stryker es mi solren. Él no les hará daño.
A él, por otro lado, su padre podría golpearlo por una desobediencia tan descarada.
Nephele se calmó primero.
— ¿Tu baba?
Él asintió.
—No te preocupes. Él siempre se ve feroz. Pero solo se come a los humanos. —
Sonriendo, frotó la espalda de Geras—. Tiene muchos hijos y nietos. Les prometo que no está
enojado con ustedes. Soy yo a quien quiere azotar.
Eso logró hacer reír al niño.
—P-p-p-pero eres un hombre. ¡Un feroz guerrero que nos salvó!
—No para mi baba. Créeme. En sus ojos, no soy más grande que tú.
Nephele se inclinó hacia su madre para susurrar en voz alta.
—Mata, su baba es un daimon. ¡Y es enorme!
—Shh, Neph. Eso podría ofenderlo.
Urian se levantó con Xanthia en sus brazos.
—Su aldea fue atacada por humanos. Necesito que Tannis los ayude. La dama está
gravemente herida.
El ceño fruncido de su padre se oscureció a un nivel asesino.
— ¿Dónde están tus hermanos?
—Luchando.
— ¡Trates!
Urian se encogió ante la rabia en su tono.
—Solren…
—Ni una palabra tuya hasta que regrese. Vigílala a ella y a los niños. Abre el portal
para nosotros, para que sepa dónde dejaste a tus hermanos idiotas, y no te atrevas a volver a
la lucha o para ayudarme que te castraré dónde estás para asegurarme que nunca más te
alejarás de casa.
—Aye, señor.
Urian obedeció sin cuestionarlo.
Tan pronto como su padre y un grupo de Illuminati se fueron, él miró a Geras.
—Como dije, todavía piensa que tengo tu edad, pequeño. Y sin cerebro para patear.
Con los ojos abiertos, Geras se aferró al brazo de Nephele mientras Urian los guiaba
desde el pasillo hacia su casa. Usó su telepatía para llamar a su hermana para que pudiera
encontrarse con él en el palacio y tener las camas esperando.
Afortunadamente, ella estaba en la puerta con la esposa de Archie cuando llegó. Él los
había teletransportado, pero dada la debilidad de Xanthia y el temor de los niños que se
encogían ante cada sombra que pasaban, no quería arriesgarse a hacer más daño o trauma
para cualquiera de ellos.
Tannis se quedó sin aliento tan pronto como vio sus estados desaliñados.
Alta y ágil, y el epítome de la belleza, su cuñada se estremeció ante la forma en la que
estaban. Nunca entendería cómo Archie había tenido la suerte de conseguir una esposa tan
bella o amable. O por qué, habiendo hecho eso, el idiota alguna vez la engañaría. Sin
embargo, su hermano se desviaba constantemente por razones que solo Archie conocía.
—Bienvenidos, pequeños. Soy Hagne. ¿Por qué no vienen conmigo y los limpio
mientras cuidan a su mata? Tengo agua caliente y juguetes esperando. —Ella hizo una mueca
dolorosa y compasiva hacia Urian—. ¿Estás bien?
Él asintió.
Su ceño fruncido se profundizó.
— ¿Archie al menos estaba vivo cuando lo dejaste?
—Aye.
—Gracias a los dioses. Porque quiero ser la que lo mate cuando llegue a casa.
Eso estaba tan mal, pero honestamente, no podía culparla por eso.
Sin una palabra, Urian llevó a Xanthia hacia los dormitorios.
Tannis se adelantó a él.
—Puedes ponerla en mi antigua habitación. Yo ya tenía a los criados preparando una
cama. Ella estará más cómoda allí.
Como Urian sabía que su “invitada” no podía ver quién estaba cerca de ellos, se lo
explicó.
—Xanthia, esta es mi hermana Tannis. Te estoy dejando a su cuidado. Ella es
extremadamente gentil… al menos para aquellos que no son sus hermanos. Y una buena y
amable dama para todos. —Urian la llevó a la habitación de Tannis y la tendió con ternura en
la cama—. Estarás en las mejores manos.
Cuando comenzó a retirarse, Xanthia lo agarró del brazo.
—Gracias.
—No pienses nada de eso. Descansa ahora. Me aseguraré de que tus hijos estén bien
cuidados hasta que estés mejor.
Sintiéndose horrible por lo que le habían hecho, le dio una palmada tranquilizadora en
la mano y la soltó, luego regresó a la sala de recepción.
Hagne ordenaba a los sirvientes que sacaran más agua caliente para que los niños
tuvieran un baño, y trajeran ropa. Tan pronto como vio a Urian, lo apartó a un lado.
—Su padre fue asesinado delante de ellos. ¿Lo sabías?
Se sobresaltó al pensar en las pesadillas que tendrían durante el resto de la eternidad.
—Nay. Realmente no tuve la oportunidad de preguntar por su padre. Las cosas estaban
sucediendo demasiado rápido cuando los encontré. —La ira y el dolor lo ahogaron—. ¿Vieron
lo que le pasó a su madre?
—No lo creo. De lo que he recogido mirándolos y escuchando, el padre del niño lo tiró
por la ventana y lo hizo correr al establo cuando los humanos entraron en su casa. El niño
miró hacia atrás para ver morir a su padre. La niña, también, entonces fue escondida en la
bodega por su madre a tiempo para mantenerla fuera de sus manos.
—Gracias a los dioses.
De lo contrario, Nephele también habría sido violada.
De repente y sin previo aviso, Hagne lo abofeteó.
Su mejilla picaba, Urian la miró boquiabierta.
— ¿Por qué fue eso?
— ¿Qué estabas haciendo allí, de todos modos? ¡Con mi marido!
Mirándola, se frotó la mandíbula maltratada. Maldita sea, podía golpear casi tan fuerte
como un hombre.
Por otra parte, golpeaba más fuerte que un par de sus hermanos.
—Acompañando a Davyn a ver a su cuñado en su vigésimo séptimo cumpleaños, lo
cual comenzaba al amanecer. Quería estar con su hermana cuando su marido muriera. Él no
quería que ella y sus niños estuvieran solos en ese momento.
Ella golpeó su brazo donde estaba desnudo entre su manga blindada y la armadura.
— ¡Tú, imbécil! ¡Podrían haberlos matado a ti y a Paris! ¡Malditos ambos por su
estupidez!
Haciendo una mueca, él escupió mientras se movía fuera de su sorprendente alcance.
Maldita sea por sus largos brazos y su alcance. Ella era como un niño pequeño que podía
lograr estirar tres veces la distancia esperada.
— ¿Por qué? Archie nos odia.
—El taparrabos de Hades, lo hace. Él no puede llevarse bien contigo y tu gemelo
porque eres como él, pero los ama a los dos más que a su propia vida. Moriría si algo les
sucediera a cualquiera de ustedes, de ahí su estupidez de ir esta noche, en lugar de quedarse
en casa donde debería haber estado.
Aún incapaz de creer una sola palabra, Urian la miró boquiabierto.
— ¿Arquímedes Strykeros? ¿Gran imbécil? ¿Ya sabes? ¿El bruto que pasa sus días
intentando golpearme en el suelo? ¿Quien me tira al suelo y se tira pedos en mi cara?
—Aye. La misma criatura asquerosa. —Ella arrugó la nariz con disgusto por su
vulgaridad—. Lo creas o no, está tratando de fortalecerte para que nadie pueda herirte.
—Oh, no lo creo por un instante.
—Bueno, deberías.
Hagne le dio un puñetazo en el brazo una última vez antes de que se dirigiera hacia los
niños.
Haciendo una mueca por el dolor, Urian dejó escapar un feroz suspiro. Maldita sea, si
no eran sus hermanos golpeando su culo, era una de sus hermanas. No podía ganar por
perder.
— ¿Uri?
Genial… ahora sería el turno de Tannis de intentarlo.
No podía esperar a ver qué había hecho para molestarla y cómo se tomaría una
represalia mientras se dirigía de nuevo por el pasillo.
Su estómago se apretó con cada paso hasta que llegó a la habitación donde la había
dejado. Puso su hombro contra la puerta para empujarla y abrirla.
Tannis estaba dentro, junto a la cama.
Urian entró un poco, confundido por la escena.
— ¿Me necesitabas?
—Aye. —Sacudió la barbilla hacia Xanthia—. ¿Sabes dónde está su marido?
Bajó su voz a un susurro.
—Los humanos lo mataron.
Tannis hizo una mueca de dolor compasivo y suspiró profundamente.
—Ella está débil y necesita alimento. ¿Tienes algo de tu sangre de sobra para ella,
entonces?
Tuvo que obligarse a sí mismo a no doblar el labio, pero Tannis tenía razón. Xanthia no
estaba en ninguna forma para alimentarse de la forma en que normalmente lo hacía una
apolita.
—Voy a ver si alguno todavía está fresco. Tiende a volverse rancio rápidamente.
Esa era la peor parte de las donaciones forzadas de su padre. Solo eran buenas
durante unas horas. Tal vez un día, si tenía suerte.
Urian las dejó y entró en su habitación. Se dirigió al pequeño arcón de piedra donde
guardaba sus bolsas de sangre y abrió la más reciente.
Con cautela, la olió.
Oh sí, eso era una mierda asquerosa… no es que alguna vez fuera particularmente
atractivo. La sangre se enfriaba rápidamente una vez que dejaba un cuerpo. Comenzaba a
decaer casi instantáneamente. En pocos minutos, el sabor metálico empeoraba.
Después de una hora, era nauseabundo.
Pero los mendigos no podían elegir. Así que se lo llevó a su hermana y se lo entregó.
—No es mucho. Pero puede tenerlo todo.
Estaba acostumbrado a morirse de hambre.
—Gracias.
Inclinando su cabeza, Urian apenas había alcanzado la puerta cuando Xanthia
comenzó a vomitar por el sabor.
—Tienes que beberlo —insistió Tannis en ese tono frustrado que normalmente
reservaba para él—. Si no lo haces, morirás.
— ¡Yo… no puedo!
Ella sollozó mientras lo apartaba y volvía a vomitar.
Conocía el sentimiento. Definitivamente era un gusto adquirido, y ella estaba
acostumbrada a la sangre fresca.
Urian vaciló mientras debatía qué hacer. Su hermana tenía razón. Sin sangre el cuerpo
de Xanthia no se curaría y tenía hijos que alimentar. Mientras pudieran tomar la sangre de
otros, los niños apólitas generalmente preferían alimentarse de aquellos que conocían y se
sentían cómodos en lugar de tomar sangre de un extraño. Los intercambios de sangre eran
cercanos y personales. No era algo que un joven quisiera hacer con alguien que acababa de
conocer. Ese tipo de imprudencia no avanzaba hasta la pubertad y las hormonas aceleradas
que ansiaban extenderse por cualquier cosa era “práctico”.
Los niños normalmente solo querían que sus padres los sostuvieran mientras se
alimentaban, sobre todo porque tendían a quedarse dormidos justo después.
Nephele y Geras habían perdido a un padre esta noche. No podían permitirse perder a
otro.
Antes de que pudiera detenerse, regresó a la cama y comenzó a quitarse la cuerda de
la armadura del brazo como Xyn había hecho para él.
—Aquí.
A pesar de que Xanthia no podía verlo, levantó la vista, sorprendida al igual que su
hermana.
Tannis frunció el ceño.
— ¿Qué estás haciendo?
—Estará bien —les aseguró a ambas—. Puedo alimentarla desde mi brazo. —Vio el
terror en el rostro de Xanthia, aunque sus ojos ciegos no tenían ni idea de si él era sincero o
no—. Mi hermana puede quedarse para garantizar tu seguridad y bienestar. No te tocaré. Solo
toma lo que necesites para poder alimentar a tus hijos.
Tannis negó con la cabeza.
—Urian… te debilitará. —Su mirada se posó en las heridas en el brazo donde su
armadura no lo habían cubierto y había tomado algunos cortes de espadas—. Y estás herido.
—Estaré bien, Tanny. —Esas heridas necesitaban algunos puntos de sutura. Había
tenido peores lesiones entrenando con sus hermanos.
Xanthia se colocó las sábanas en la barbilla.
— ¿A tu esposa no le importará?
—No tengo.
— ¿Eres un daimon?
—Nay, sigo siendo un apolita. No te harán daño. —Él colocó su brazo justo delante de
ella para que pudiera sentir el calor de este—. Está aquí cuando estés lista. Prometo que no
me acercaré más. Estás tan segura como si tu solren estuviera alimentándote.
—Mi hermano es un hombre de honor. Él no romperá su palabra.
Después de unos segundos más de vacilación, Xanthia bajó la manta y extendió la
mano con cuidado a la carne de su antebrazo. Su piel hormigueaba por la sensación delicada
de ella explorando la longitud de su extremidad.
Su aliento lo agitó aún más y lo hizo más difícil de lo que nunca había sido antes de que
ella lamiera sus labios y gentilmente tocara su carne en un lugar sensible a la mordedura.
Urian cerró los ojos y se preparó para el dolor. No tenía ni idea de qué esperar. Había
pasado tanto tiempo desde la última vez que se alimentó de manera natural que no podía
recordar cómo se había sentido. Sabía que supuestamente era una sensación completamente
diferente después de la pubertad. Pero siempre había asumido que la oleada hormonal solo
se sentía por el que se alimentaba.
Estaba equivocado.
En el momento en que ella hundió sus colmillos en su piel, todo su cuerpo cobró vida
como si hubiera sido golpeado por un rayo. Cada terminación nerviosa que había se tensó.
Peor aún, su alimentación hizo que se endureciera aún más. Hizo que la ansiara con una
lujuria inimaginable.
Queridos dioses…
Temblaba por la fuerza de todo eso.
Por primera vez, entendió cómo debía sentirse un trelos antes de que él o ella fuera a
una ola de asesinatos. Porque esto, esto era una locura.
Su respiración se volvió irregular mientras luchaba contra el impulso de tomarla en ese
momento y ahí. Con un puño en la otra mano, se obligó a no moverse. No se atrevió.
Y eso fue lo más difícil que había manejado en toda su vida. Cada molécula en su
cuerpo quería alimentarla y tomarla. Fue una innata necesidad tan abrumadora que no tenía ni
idea de cómo fue capaz de resistirlo.
Las mejillas de Tannis se volvieron de color rosa brillante cuando se volvió visiblemente
más incómoda con cada latido del corazón que pasó.
—Voy a revisar a los niños.
Prácticamente salió corriendo de la habitación.
Aun así, Urian no se movió.
No se atrevió.
Xanthia lamió y chupó su brazo, gruñendo mientras bebía a un ritmo más y más
frenético. Ella comenzó a arañar su piel con las uñas.
Esos sonidos, combinados con el olor de su cabello con aroma a rosas… todo lo que él
quería hacer era enterrarse profundamente dentro de ella hasta que se cubriera con su calor y
olor, y se perdiera en ella.
Peor aún, quería sentir sus labios sobre su cuello. Probar su sangre a su vez…
¡Para! ¡No eres un animal!
No, pero se sentía como uno en ese momento. El demonio en él se deslizó y salivó.
Hasta que ella hundió sus uñas en sus bíceps y se quedó completamente inmóvil.
Con un sobresaltado jadeo, lo miró.
Su mandíbula cayó y tembló. La vista de su sangre en sus labios le hizo señas aún
más. Ella los lamió, luego levantó la mano para tocar su barbilla con sorprendida alarma.
— ¿C-c-cómo puedo verte? ¿Qué eres?
Igualmente aturdido, se quedó boquiabierto.
— ¿Perdón?
Entrecerrando los ojos hacia él, ella aspiró entrecortadamente y le tocó la mandíbula.
Su mirada estaba llena de asombro incrédulo.
—Nací ciega… —Miró alrededor de su habitación—. Hasta ahora, solo vi las sombras
más vagas. La ironía de ser desterrada de la luz del día era que nunca la había visto, de todos
modos. No es que fuera realmente lo bastante mayor para recordar esos días. —Xanthia soltó
una risa nerviosa mientras volvió su mirada a la suya—. Eres tan hermoso. ¿Cómo puedo
verte… o algo más?
Fue el turno de Urian de reírse amargamente de sus palabras.
—Como dijiste, mibreiara, has estado ciega toda tu vida. No tienes a nadie con quien
compararme. Créeme, no soy nada especial.
Se movió para alejarse, pero ella lo cogió del brazo y lo mantuvo a su lado.
—Gracias, Urian. —Las lágrimas nadaban en sus ojos—. No hay nada que pueda
hacer para recompensarte por lo que has hecho por nosotros… por mí.
— ¡Urian!
Hizo una mueca ante el gruñido atronador que conocía íntimamente.
El color se desvaneció de sus mejillas cuando ella se encogió de nuevo en la cama.
— ¿Tu solren?
Asintiendo, él le sonrió.
—Ojalá pudiera decir que su ladrido es peor que su mordida. Lamentablemente, es
mucho más suave.
Y antes de que pudiera moverse, la puerta se abrió de golpe para admitir a un loco y
furioso Daimon.
La expresión en el rostro de su padre reflejaba uno de los explosivos berrinches de
Apollymi que normalmente resultaban en numerosos cadáveres explotando a su alrededor en
un brillante espectáculo de daimon en polvo o apolita. Era el tipo de furia que normalmente
enviaba a Trates corriendo a un rincón para cubrirse. Y sobre el hombro de su padre, Urian
podía ver a Paris implorándole desde las sombras que cubriera el culo de su hermano.
¿Qué en los hades había pasado ahora?
— ¿Tú fuiste quien insistió en que tus hermanos fueran?
Difícilmente. Él no había dado una mierda, de una manera u otra. Paris había estado
determinado a que Davyn no fuera solo, y Urian había sido condenado a unirse a ellos por su
gemelo, que había querido compañía para el viaje.
Una vez Urian fue confirmado, Theo fue el primero en insistir, y luego Ophie se había
unido. Después de eso, Theo había reclutado a Alkimos y solo había escalado desde ahí.
Todavía Paris le rogó y le suplicó en gestos silenciosos que hizo desde la espalda de
su padre. Obviamente, algo estaba sucediendo aquí que se había perdido. Algo muy
importante para su gemelo.
Sabes que esto va a poner tu trasero en todo tipo de mierda. De lo contrario Paris no
estaría actuando así.
Sí, lo hizo.
Solo eso le hizo querer golpear los dientes de su hermano en su garganta. ¿Por qué lo
ponían en esta posición? Solo una vez quiso ser un asno traidor y entregarlos a su padre para
el castigo.
Es triste decirlo, que no lo era. Y odiaba no tener auto lealtad. Que su lealtad a ellos
siempre tuvo prioridad sobre su autoconservación.
Urian entrecerró la mirada hacia su gemelo. ¡Oh, me debes una, pulgoso!, usó sus
poderes para proyectar su pensamiento a su hermano.
Paris le lanzó un beso.
Tentado a devolverlo con un gesto obsceno, o con un cuchillo arrojado, Urian se forzó a
no reaccionar.
—No estoy seguro de cómo responder a tu pregunta, solren.
Sobre todo porque no quería mentirle.
Su padre lo golpeó tan fuerte que por un momento temió que pudiera perder la
conciencia en realidad.
O unos pocos dientes.
Tal como estaba, rebotó contra la pared y apenas se agarró contra el baúl allí. La
lámpara de aceite sonó y casi cayó al suelo.
—Telamón está cerca de la muerte. Será mejor que reces a los dioses para que
sobreviva. ¡Nunca te alejarás de una batalla mientras tus hermanos sigan luchando, o que
alguien me ayude, te destriparé por la cobardía! —Agarró a Urian por el cabello y lo arrojó
hacia la puerta—. ¡Abandonaste a la familia por unos extraños! ¡Cómo te atreves!
Le dio una patada en el umbral.
Porque sabía que ninguna palabra lo salvaría, Urian cerró su mandíbula, puso sus
manos en su rostro, y se preparó para la paliza que estaba por venir. Maldito Paris por esto. Y
por no avisarle. Esta era la única cosa que impulsaba a su padre a la locura y Paris lo sabía.
Gracias a Apolo y al hecho de que el dios bastardo siempre había descuidado a su padre y
había puesto a todos y todo por encima de él, Stryker no podía soportar que cometieran ese
error. O algo cercano a eso.
Sangre sobre todo.
Urian siseó cuando los golpes cayeron sobre su cuerpo. Su padre no tenía ni idea de
qué estaba haciendo. No se trataba de castigarlo tanto como de arremeter contra su propio
padre. Era puro odio no adulterado.
Y lo picó hasta el corazón de su alma, incluso a través de su armadura.
Sobre todo porque no podía protegerse a sí mismo. Se negó a golpear a su padre. Por
alguna razón.
— ¡Strykerius!
Una ola atravesó la habitación, golpeando a su padre lejos de él.
Jadeando y débil por el dolor cegador, Urian yacía en el suelo, temblando. Le dolía de
pies a cabeza mientras Apollymi se materializaba en la habitación entre ellos para que pudiera
mirar a su padre.
— ¿Qué estás haciendo? —exigió ella—. ¿Planeas matar a un hijo porque otro fue
herido? ¿En qué mundo racional tiene sentido eso?
Su padre se puso de pie y la cordura volvió a sus ojos. Finalmente en control, se
arrodilló junto a Urian y apartó el cabello de la herida mejilla de Urian, ojo y mandíbula para
poder cubrir su rostro y observar el daño que había forjado.
—Lo siento.
Al igual que me importa una mierda.
Alejando a su padre, Urian se dio la vuelta y se puso de pie sobre piernas que en
realidad no querían sostenerlo en absoluto. En ese momento, odiaba a su padre con cada
parte de su ser.
Odiaba a su gemelo aún más. Malditos fueran los dos por esto. No había hecho nada
para merecérselo y estaba cansado de tomar la peor parte de su agresión. Cansado de ser
golpeado cuando todo lo que había hecho era tratar de ayudar a alguien.
—Urian…
No queriendo escucharlo, ignoró a su padre y continuó a su habitación. Se obligó a
cerrar la puerta suavemente con sus poderes, a pesar de que había preferido más bien
cerrarla de golpe. Pero lo último que necesitaba era una patada más esta noche por violar otra
regla de la casa.
Estaba demasiado débil para perder incluso una gota más de sangre. Su respiración
irregular por la agonía, se limpió la nariz y escupió la sangre fuera de su boca en el recipiente
que usaba para lavarse, luego se enjuagó la boca. Maldición, eso dolía. Esa sangre había
aflojado sus colmillos. No es que los necesitara.
Todavía…
El aire se agitó detrás de él. Se tensó, esperando que fuera su padre o su hermano.
— ¿Estás bien?
Su aliento se precipitó ante el inesperado sonido de la suave voz de Xanthia.
Encantador, esto era todo lo que su maltrecho ego necesitaba…
El calor de la vergüenza picó sus mejillas e hizo que sus heridas quemaran más.
Tomando un paño, se secó los labios hinchados.
—Bien. —La miró—. Deberías estar descansando.
—Quería revisarte. —Tragó saliva—. Lamento mucho que fueras castigado por
salvarnos.
Se encogió de hombros.
—Sí, bueno, asumí que mis hermanos podrían valerse por sí mismos. Son idiotas
gigantes y beligerantes. Y estaban armados, para patear. Tú y los niños no. No sé por qué mi
solren está tan enojado cuando él es el único quien siempre dice que si no podemos
defendernos contra un grupo de patéticos humanos, entonces merecemos morir. Nos ha
perforado todos los días de nuestras vidas para protegernos a nosotros mismos y luchar
contra ellos.
—Nos enseñaron a vivir en paz por sus partes. Y si no aprendíamos a pelear o portar
armas, nos dejarían solos y no nos harían daño. Éramos agricultores y pastores. No había
guerreros entre nosotros.
—Aye, lo sé. El padre de Davyn estaba furioso cuando su hermana se fue a vivir con la
familia del marido. Él le dijo que era un error. Que los humanos nunca les permitirían vivir en
su mundo… si te acuestas con un lobo, espera a ser comido.
—Tenía razón. —Ella tomó el paño de su mano y lo usó para limpiar su frente—.
Necesitas alimentarte para curarte. ¿Quién te cuida?
—Estoy entre donantes.
No fue exactamente una mentira. Simplemente omitió el hecho de que no había ningún
donante vivo de quien se alimentara, sino bolsas en las que su padre recogía la sangre que
obligaba a sus hombres a dar.
—Entonces te ofrezco mi sangre.
Atontado por esa oferta, Urian salivó con solo pensarlo, pero no podía hacerle eso. No
después de todo por lo que ella había pasado.
—Xanthia…
Ella colocó sus dedos sobre sus labios para detener su protesta.
—Es lo menos que puedo hacer después de todo lo que has hecho por nosotros. Dios
mío, Urian… ¡por primera vez en mi vida, puedo ver! Por favor, déjame hacer esto por ti.
Cualquier pensamiento de más protesta se desvaneció cuando ella le mostró el cuello.
Tal vez si no hubiera estado hambriento y emocionalmente crudo podría haber sido capaz de
encontrar un fragmento de héroe noble dentro de sí mismo.
Pero justo en ese momento, tenía demasiado dolor para alejarse de la comodidad que
le ofrecía.
Necesitaba esto. Era egoísta, pero no le importaba. Herido y dolorido, dejó que el
demonio en su interior tomara el control y hundió sus colmillos en su carne antes de que
pudiera encontrar cualquier fragmento de la decencia para detenerlo.
Y en el momento en que lo hizo, gruñó como un inexplicable placer arrancado a través
de él, a diferencia de todo lo que había experimentado antes. Todo se hizo más nítido y claro.
Vio el color más vibrante. El olor de su cabello despertó un hambre profundamente arraigada
que iba directamente a su ingle.
Dioses santos no era de extrañar que los apólitas y los daimons perdieran la cabeza. Lo
entendía ahora.
Respirando bruscamente, apenas se contuvo antes de levantar el dobladillo de sus
peplos y buscó saciar a la bestia dentro de él. Pero dado lo que los humanos le habían hecho,
se negó a usarla así. Era suficiente que alimentara su necesidad de sangre. Él no querría más
de ella.
No esta noche.
Incluso él no era un animal tan grande.
Tomar su sangre fue suficiente allanamiento. Aun así, quería más de ella. Ella pasó sus
manos por su cabello, extendiéndolas contra su cuero cabelludo mientras acunaba su cabeza
en sus palmas. Gimiendo profundamente en su garganta, envolvió su cuerpo alrededor del
suyo, que realmente no lo estaba ayudando a mantener su moderación.
Urian lamió y se burló de su piel mientras probaba la sangre caliente que necesitaba.
Era mucho más dulce que la mierda fría y sin vida que su padre le había proporcionado. Y era
muy consciente de su suave y dulce cuerpo presionado contra el suyo. De la forma en que ella
frotaba esas curvas contra cada centímetro de él hasta que estuvo listo para morir.
Con un profundo y hambriento gruñido, la clavó contra la pared y aplastó sus caderas
contra las de ella.
Xanthia jadeó, luego se agachó entre sus cuerpos para poder ahuecarle en su mano.
En el momento en que ella le tocó el pene y comenzó a acariciarlo, él gritó cuando su
cuerpo reaccionó contra su voluntad y soltó su palma. Mortificado, retrocedió para encontrarse
con su mirada de complicidad.
Pero era demasiado tarde.
Ella le sonrió con una mirada de complicidad.
— ¿Eres virgen?
Si sus mejillas se calentaban más, su cabeza se encendería. Él también desvió la
mirada avergonzado para admitir la verdad obvia.
Sonriendo, ella besó sus labios, luego los mordió para que su sangre se mezclara con
la suya.
—Cada vez que tengas hambre, Urian, estaré más que feliz de alimentarte. Ven y
encuéntrame.
Sorprendido y alucinado, vio que Xanthia se lavaba las manos en el lavabo, antes de
que lo dejara solo en su habitación para tratar de clasificar todo lo que había pasado esta
noche.
Maldita sea.
Agitado. Aturdido, y más confundido de lo que nunca había estado sobre nada en su
vida, no tenía ningún control real de nada de eso. Pero quería más de lo que ella había
ofrecido.
No, necesitaba más de esto. El sabor de su sangre todavía estaba en su boca. En sus
labios. Su olor aún permanecía en sus fosas nasales y en su piel, poniéndolo más hambriento.
Su cuerpo comenzó a agitarse de nuevo a la dureza.
Hasta que otro pensamiento se entrometió y tomó precedencia.
Necesitaba controlar a un hermano idiota y patearle el culo a otro.
Así que se lavó y se vistió de nuevo rápidamente, luego fue a buscar a Telamon, que
no estaba tan cerca de la muerte como su padre le había hecho creer. De hecho, parecía más
como una herida de carne desde donde Urian ahora esperaba al final de la cama del bastardo.
Con las piernas abiertas, Urian se puso de pie, con los brazos en jarras, mirando a
Telamon, quien se recostó mirándolo fijamente.
—Esperaba que te vieras más como un cadáver, hermano.
Telamon hizo una mueca al ver el rostro abusado de Urian.
—Por favor dime que no soy la razón por la que te ves así.
—No, Paris lo es. Y cuando me vaya de aquí, se verá mucho peor que yo.
Telamon se echó a reír, luego gimió en agonía.
—Nunca vuelvas la espalda a un humano, Uri. ¡Son pequeños bastardos traicioneros!
La perra tanatótica estaba tan petrificado que alguien realmente se defendió, dejó caer su
espada y cayó. Pensé que había muerto, así que en el momento en que le di la espalda, se
levantó y fui apuñalado con una horquilla. Ni siquiera podía luchar por recuperar su propia
espada. ¡Ah! La indignidad. Más bien se ha enfurecido y prendido fuego.
Urian se rió con su hermano, agradecido de que Telamon no estuviera tan cerca de la
muerte como su padre le había hecho creer.
—Me alegra que fallara tus órganos vitales.
—Como yo. Aunque para ser honesto, me avergüenzo más de deber mi vida a Archie.
¡Gah! Nunca escucharé el final de eso.
Sacudiendo la cabeza, Urian se acercó y lo abrazó.
—Te dejaré alimentarte y descansar. De verdad, me alegro de que estés bien. Te odio,
pero te extrañaría si hubieras ido. No tendría a nadie a quien culpar por mis errores, entonces.
—Sí. Te odio, perro sin madre, cabrón.
Urian lo apretó con fuerza, luego tiró de su cabello rubio antes de dejarlo ir.
—Muere en tu sueño.
—Igualmente.
Natassa, la esposa de Telamon, frunció el ceño a Urian mientras se alejaba de su
hermano.
—Nunca entenderé la extraña relación que tienen, muchachos. Son tan mezquinos el
uno con el otro.
Urian sonrió.
—Es cariño fraternal, hermanita. Fin de la noche, lo sabemos. Moriríamos el uno por el
otro.
—Siempre que no nos matemos unos a otros primero.
Urian asintió ante las palabras de Telly.
—Exactamente.
Ella sacudió su cabeza.
—Mi punto. Estoy muy contenta de tener solo hermanas.
Telamon resopló.
—Eso es lo que hace temblar. —Luego miró a Urian—. Buena suerte con Paris.
—No la necesito.
Urian cerró la puerta y se dirigió por el pasillo para irse. En la sala delantera hizo una
pausa para ver a su sobrina y su sobrino jugando cerca del fuego. Elias era la viva imagen de
Telamon. El mismo cabello rubio dorado. Mismos ojos marrón oscuro y mejillas cinceladas.
Mientras tanto, Thesally era una versión mucho más pequeña de Natassa. Incluso estaba
vestida con unos peplos verde pálido a juego. Y su rubio cabello se enroscaba alrededor de su
pequeña cabeza de manera similar. Telamon iba a divertirse protegiendo la virtud de su hija
en un futuro cercano.
Me alegro de no tener uno de esos.
Caminando hacia ellos, Urian les dio un beso y un abrazo antes de irse. Sus sobrinas y
sobrinos eran las mejores partes de sus hermanos. Le recordaron por qué amaba a sus
hermanos, sin las bocas repugnantes que lo hacían querer golpearlos a través de las paredes.
Nunca entendería qué era lo que los hacía tan repelentes a veces. ¿Por qué no podían
mantener sus opiniones y puños para sí mismos?
Sus hijos eran preciosos. Tal vez eso cambiaría algún día. Pero hasta ahora, los
adoraba.
Rezó para que siempre fuera así.
Urian se ajustó la capa mientras se dirigía por la calle.
Ahora a causar caos en su gemelo.
No le llevó mucho tiempo llegar a la pequeña casa de campo que Paris compartía con
Davyn. Porque Davyn no provenía de los antecedentes privilegiados que tenía París, no se
sentía cómodo en la vivienda más grande y opulenta de su padre. Y los sirvientes le ponían
francamente nervioso. Para la eterno conmoción y sorpresa de Urian, Paris había logrado en
realidad preocuparse lo suficiente por otra persona que había renunciado a ser mimado y
atendido para mudarse con Davyn y vivir un estilo de vida extremadamente modesto. Todavía
le fastidiaba la cabeza. El altruismo era un extraño concepto para cualquiera de sus hermanos
hedonistas.
Sin embargo, Paris era el único hermano que tenía que nunca engañó a su compañero.
Decía mucho sobre ambos que estaban tan comprometidos.
Urian abrió la puerta sin llamar.
— ¡Paris! ¡Davyn! —gritó solo porque no quería entrar en una escena incómoda. Una
cosa sobre sus hermanos, ninguno de ellos era especialmente prudente.
No es que él necesitara haberse molestado.
La casita estaba vacía.
Bien. La pequeña mierda debía estar aún en el salón principal, jactándose de sus
hazañas y habilidades de batalla. Eso era bueno, entonces. Podría usar una audiencia para
presenciar la paliza que tenía prevista darle a su hermano.
Con su temperamento en aumento, Urian se dirigió hacia allí.
Efectivamente, los encontró a los dos en el círculo de daimons y apólitas, con Paris
presumiendo como había esperado. Y demostrando algunas de sus “técnicas”.
La mirada de Urian se estrechó. Gruñendo profundamente en su garganta, corrió hacia
adelante. La multitud se separó mientras se dirigía directamente a París. Su hermano se giró.
Atrapó a Paris por la cintura y lo levantó para que pudiera golpearlo en el suelo.
— ¡Qué Tártaro, Urian!
Paris le dio un puñetazo en la garganta.
Urian estaba demasiado furioso como para preocuparse cuando devolvió los golpes
con los sus contraataques.
Paris intentó girarlo sobre su cabeza. Urian no estaba teniendo nada de eso. Todo lo
que quería era la sangre de su hermano.
— ¡Mentiroso saco de mierda!
Su necesidad de venganza se mezcló con su sed de sangre. Y lo llevó a un nuevo nivel
de ira por el hecho de que su propio gemelo había alimentado a su padre.
En un momento lo estaban tirando al suelo. Al siguiente estaban colgando en el aire.
— ¿Qué es esta locura que te ha poseído? —exigió su padre, con las manos en las
caderas donde miraba desde abajo.
Urian se retorció en un esfuerzo por romper su agarre.
— ¡Ananke y Lyssa!
Su padre le hizo una mueca graciosa que decía que no apreciaba el trabajo de Urian al
culpar de su arrebato a las diosas de la compulsión y la rabia.
— ¡No eres gracioso, pido! Y no me divierto. Esto es la segunda vez esta noche que
has probado mi paciencia. Si fuera tú, no me presionaría por una tercera.
Urian tuvo que obligarse a no responder a algo que solo lo golpearía de nuevo. Pero
fue duro cuando el sarcasmo era su lengua materna. Y púas saladas eran su nutriente
preferido.
Peor aún, con sus elevados sentidos agudos de apolita, podía escuchar a su padre
moliendo sus colmillos.
Su padre lanzó su burla a todos los daimon en la habitación y guardó lo peor de su
censura para Paris y Urian.
— ¿Ahora uno de ustedes por favor, en el nombre de Apollymi, me va a explicar este
arrebato?
—Urian lo comenzó, solren.
Su padre dejó escapar un largo y exasperado aliento.
— ¿Estoy loco o esa es la frase más pronunciada por mis hijos?
Urian se burló.
— ¿Qué puedo decir, solren? Soy el nieto de Apolo. Extiendo el sol en mi estela donde
quiera que vaya.
Con un gruñido profundamente molesto, su padre presionó sus dedos en el puente de
su nariz como si tratara de suprimir un dolor de cabeza enorme.
—Por los dioses, chico… Olvida a Lyssa y Ananke. Es a Koros a quien haces sacrificios
y sirves con todas tus respiraciones. Si no lo supiera mejor, te juro que eres el dios de la
insolencia encarnado. ¿Estamos seguros de que Hybris no te cambió al nacer por mi
verdadero y real hijo?
—Tal vez lo hizo. Eso explicaría muchas cosas.
Maldita sea, Uri. ¡Mantén tu boca cerrada! No sabía por qué tenía ese momento tan
difícil con su lengua.
Era una bestia imprudente, y traidora para arrancar. Peor aún que sus hermanos
cuando se trataba de meterlo en problemas. Y aún menos ayuda cuando se trataba de sacarlo
de ellos.
Si fuera inteligente, la eliminaría antes de que hiciera un daño peor.
Y la mirada en el rostro de su padre decía que estaba a una sílaba de distancia de
perder un diente u órgano vital.
—Paris… creo que deberías tomar a Davyn y retirarte hasta mañana. Ambos han
tenido una larga noche. Sin duda puedes usar el resto.
Lo bajó al suelo.
—Aye, solren.
Saludó a su padre, reunió a Davyn y se marchó.
Irritado, Urian dejó escapar un profundo suspiro y dobló audazmente sus brazos sobre
su pecho como si estuviera aburrido de todo.
Su padre negó con la cabeza lentamente. Dejó caer a Urian sin previo aviso.
En lugar de extenderse, Urian se atrapó con sus poderes y aterrizó en una posición
agachada de depredador. Eso causó un jadeo audible entre la multitud a su alrededor y la
mandíbula de su padre se abrió.
Subiendo la cabeza y alerta, en una pose perfecta, Urian se puso de pie y barrió con la
mirada desafiante alrededor de la habitación.
Tráiganlo, perras.
Todos ellos lo subestimaron. Siempre lo hicieron. Debido a su edad, tendía a olvidar
que era el hijo de un semidiós y una sacerdotisa. Así que mientras su madre era humana,
había sido dotada con su propio conjunto de poderes por parte de Apolo. Por cualquier razón,
Urian parecía haber heredado más de esas habilidades que cualquier otro de sus hermanos.
Que así fuera.
Como su padre había notado, era un bastardo insolente que había mamado veneno de
las tetinas de Hybris y Neikea y había sido criado aquí en este agujero estigio en la rodilla de
Apollymi con demonios como amigos.
¿De verdad? ¿Qué había esperado? ¿Un niño feliz y bien adaptado? Esa nave no solo
había navegado, sino que se había hundido en el puerto, y nunca volvería a ser visto.
— ¿Qué voy a hacer contigo?
Urian se encogió de hombros.
— ¿Sacarme y dejarme para el amanecer?
—No me tientes.
Un tic comenzó en su mandíbula.
De todos mis hijos, tú eres mi mayor orgullo y el que más me asusta. Rezo lo que sea
que te lleve a tal coraje y locura que un día no te conduzca a la estupidez suicida.
Urian frunció el ceño al escuchar la voz de su padre en su cabeza.
— ¿Perdón?
— ¿Qué?
Echó un vistazo por la habitación, sin saber si había oído lo que creía haber oído.
—… pensé que habías dicho algo.
—Solo estoy debatiendo un castigo que podría funcionar en ti, ya que tengo que
encontrar aún algo que frene tu testaruda voluntad. —Su padre agarró un puñado de su
cabello y lo tiró a sus brazos. Lo aplastó contra su pecho en un abrazo insoportable—. No me
hagas tener que llorarte, inútil hijo de perra —gruñó esas palabras ásperas en un susurro en el
oído de Urian para que nadie más pudiera escucharlos. Pero no fueron las palabras que Urian
escuchó. Fue la emoción debajo de ellas lo que sintió.
Su padre lo amaba. Así como amaba a todos sus hijos.
Pero Stryker era un guerrero ante todo. Uno que creció bajo el puño de hierro de un
progenitor frío e indiferente que no le había dado nada, excepto la crueldad y el dorso de su
mano. A diferencia de ellos, Stryker nunca había conocido el amoroso abrazo de los brazos de
una madre. Nunca le había cantado cuando había estado enfermo o tenía su balanceo para
dormir por la noche. Ella nunca se reía con él o le hacía cosquillas en la cama.
Mientras que los otros aquí podrían maldecirlos por su madre humana, Urian sabía la
verdad. Fueron bendecidos por haber sido envueltos en sus maneras amorosas. No había
nada de su infancia que hubiera cambiado excepto por la maldición que su abuelo les había
puesto.
O el odio que Apolo había puesto en el corazón de su padre mucho antes de que
cualquiera de ellos hubiera nacido. Daría cualquier cosa por salvar a su padre de esa miseria
que manchaba su sonrisa.
—S'agapo para poli, baba —susurró Urian las palabras que sabía que su padre rara
vez escuchaba de ninguno de sus muchachos… Te quiero mucho, papá.
Su padre le besó la mejilla.
—También te amo. Ahora fuera.
Toscamente, lo empujó lejos en un gesto que parecería grosero para cualquier
espectador que no hubiera oído su intercambio o estuviera al tanto de la forma en que las
manos de su padre habían temblado de miedo mientras lo sostenía.
Sin embargo, a pesar de la rudeza de su padre, Urian sabía la verdad. Fue acariciado y
amado.
No era solo su sangre lo que los unía como familia. Era su lealtad y devoción.
Urian…
Miró por encima del hombro cuando sintió su llamada.
Con cuidado como siempre, se teletransportó a las puertas del jardín de Apollymi. A
nadie se le permitía teletransportarse dentro de su jardín. Por ese acto de blasfemia, la diosa
reaccionaría violentamente y lo destruiría en pedazos.
Así que abrió suavemente las puertas dobles y entró en su jardín con una marcha
humilde. Ninguno de sus carontes se movió o reconoció su presencia de cualquier manera, ya
que la flanqueaban donde estaba sentada en el borde de su piscina de mármol. Las mágicas
aguas negras eran especialmente brillantes esta noche.
Urian se inclinó ante ella.
Solo entonces se movió.
—Te alimentaste.
No era una pregunta. Una declaración que decía que sabía de alguna manera lo que
había hecho con Xanthia. Aunque por qué se sorprendió, no lo sabía. Ella era una diosa,
después de todo.
—Lo hice, akra.
Apollymi hizo girar su mano a través del agua negra.
— ¿Tienes alguna idea de cómo me duele que no pueda ver el futuro, Urian? Fue un
hueso de disputa conmigo, que mi amor se aseguró de que mi heraldo… mi hijo, tuviera ese
don y fuera mi vista para mí.
— ¿Apostolos? —preguntó.
No hablaba a menudo de su segundo hijo, quien había sido maldecido por los dioses
atlantes y asesinado por Apolo.
Al igual que su primogénito, Monakribos, que había sido traicionado por sus hermanos
y asesinado años después de haber matado a su amante, el dolor de la muerte de Apostolos
era demasiado crudo. Así que rara vez pensaba en esa herida para que no volviera a sangrar.
—Aye. Y me duele que no sepa cómo esta mujer con la que has estado impactará tu
vida ¿Te asusta?
—Nada me asusta, akra.
Una sonrisa jugueteaba en los bordes de sus labios.
—Ya sabes, Urian, en mi panteón la valentía, Akeon, y la estupidez, Koalemos, eran
dioses gemelos que caminaban de la mano a todas partes a las que iban. Porque a menudo
se decía que para ser valiente uno debe tener primero un grado de estupidez imprudente. —
Su mirada y su tono se oscurecieron—. Ten cuidado a donde te lleve.
—Estaré vigilante, akra.
—Buen chico, Urian Kleopas.
Él frunció el ceño.
— ¿Perdón, akra?
— ¿No has oído? Es lo que muchos han comenzado a llamarte. Al menos a tu espalda.
¿Te molesta?
— ¿Ser llamado la gloria de mi padre?
Urian hizo una pausa para considerarlo. En una mano, era un poco irritante. Ya era
bastante malo que sus hermanos se burlaran de él por ser la mascota del padre.
No le gustaba exactamente la idea de que otros se unieran. Sin embargo, por otro
lado…
—Nay, akra. Me esfuerzo por honrar a mi padre, en todas las cosas. Mi única
esperanza es que un día sea la mitad del guerrero que es, y vivir mi vida tan noble como él. Al
servicio de su gente y su familia. Su diosa.
En un susurro y sin previo aviso, se materializó directamente delante de él para que
pudiera ahuecar su mejilla en su palma helada. Eso extendió escalofríos sobre su cuerpo.
—Ese es el truco de toda la vida, Urian. Perspectiva. En todas las cosas. Porque no
puedes cambiar lo que la gente dice de ti. Solo cómo te sientes y reaccionas a sus
interminables chismes. Ya sea para ser ofendido y lastimado o para abrazarlo y subir. El sabio
es el que elige este último.
La frialdad de su toque comenzó a quemar su carne como esos ojos plateados que
giraban oscureciéndose a un rojo vibrante.
—Nunca pierdas de vista quién eres realmente, m’gios. Sé fiel a tu propio corazón.
Porque hay un poder dentro de ti mucho mayor que el de tu padre. Un día, aprenderás a
abrazar ese lado de ti mismo. Ahí es cuando la infancia realmente termina. El día que dejemos
de caminar a la sombra de la protección de nuestros padres y estamos solos para enfrentar la
luz plena de nuestras vidas, en nuestros dos pies. La mayoría caen y tropiezan. Algunos
nunca se levantarán de nuevo. Otros lo harán y finalmente encontrarán su posición y volverán
a aprender a caminar. Y un pequeño puñado…
Estrechando su mirada, ella le sonrió.
—Ese pequeño se levantará con una cegadora furia en sus entrañas hasta los cielos.
Ellos no solo se pararán cuando esté de pie, Urian. Se elevarán en alas poderosas. Veo a tu
padre en ti, pido, y me asusta.
— ¿Te asusta, akra? ¿Por qué?
Ella parpadeó y le soltó el rostro.
—Era un bastardo obstinado.
Su elección de palabras lo confundió.
— ¿Era?
—Es —dijo rápidamente, aclarando su garganta—. Ha sido una noche larga,
ormourpido. Necesitas tu sueño. Porque con cada amanecer que viene, el día encontrará
nuevas maneras de tratar de romperte.
No estaba seguro si debía confiar en esa respuesta, Urian hizo una reverencia y se fue,
pero no volvió con su padre. Solo había un lugar en el que quería estar en ese momento.
Apollymi tenía razón. Había sido una noche larga, larga.
Y él quería consuelo.
Solo había un lugar donde había encontrado esa paz.
Asegurándose de que nadie prestaba atención, se dirigió con cuidado hacia la pérgola
de Xyn.
— ¿Sarraxyn?
Ella chasqueó la lengua en la oscuridad.
¿Qué soy yo para…? Su voz se apagó. Estás herido.
Ese tono de preocupación nunca dejó de traer una sonrisa a sus labios. No sabía por
qué. Solo que le calentaba.
—Estuve en la batalla.
Xyn se materializó detrás de él tan rápido que fue impactante. Nunca comprendería
cómo una criatura tan grande podía maniobrar tan rápida y silenciosamente.
Algo rozó contra él que se sentía como manos.
¿Mi armadura no te protegió?
—En formas que no puedes imaginar. —Él se estiró para tomarle el rostro y acariciar su
mandíbula espinosa—. Gracias. Lamentablemente, no me cubre todo. Y la mayoría de esto no
es de la batalla, sino más bien después… cuando mi solren descubrió que estábamos en el
reino humano sin su conocimiento.
Ella se echó hacia atrás y ladeó la cabeza de su dragón para fruncir el ceño.
¿Perdón? ¿Tu padre te golpeó por pelear?
Sintió la misma amargura que traicionaba su tono.
—Sí. El hombre no tiene sentido. Es ridículo.
Envolviéndolo en el calor de sus escamas, ella le dio una profunda y ondulante caricia.
Báñate en las cataratas para que puedas sanar.
— ¿Estás segura?
Si eran atrapados, ella podría ser ejecutada. Nadie tenía permitido estar cerca de las
aguas curativas de Apollymi. Normalmente, Xyn no le dejaría ni siquiera míralas a menos que
supiera a ciencia cierta dónde estaba la diosa.
Xyn se acurrucó contra su espalda y asintió.
Sí. Ve rápido antes de que cambie de opinión.
Urian no necesitaba más que eso. Se quitó su ropa y se zambulló rápidamente en el
agua, lo cual fue increíblemente relajante. Era tan cálida y acogedora. Como la caricia de una
madre.
Normalmente su única exposición a las aguas venía en pequeños sorbos que un
Caronte podría dispensarles a él u otro cada vez que resultaban heridos y Apollymi aprobaba
el agua que les llevaban.
En realidad bañarse en ella…
Esto era Katateros. La versión atlante del paraíso.
Xyn se arrastró hacia el borde de las cataratas para poder ver a Urian mientras él
jugueteaba desnudo en la piscina del arcoíris. Si solo él tuviera alguna idea de cuánto quería
unirse a él allí…
Maldita sea, él era magnífico. Perfecto en todos los sentidos y completamente
delicioso…
Dio una larga y prolongada mirada a su cuerpo exuberante y musculoso y la forma en
que el agua hizo brillar esos músculos desgarrados…
Sí, valió la pena. Y siempre le hacía difícil permanecer en su cuerpo de dragón cada
vez que lo veía bañarse. Era por eso que le permitía hacerlo, aunque significaría su vida si
eran atrapados.
Mordiéndose el labio, sintió que el calor dentro de ella se elevaba y no era por el fuego
de su dragón.
Desde hacía años, se había aventurado a la ciudad principal de apólitas disfrazada de
uno de ellos para espiarlo desde la distancia. A veces cuando entrenaba. O cada vez que se
reunían para celebraciones. Siempre en multitudes para que él no la viera o, diosa no,
acercase a ella para hablar.
Aunque había habido algunas llamadas cercanas cuando había estado demasiado
atrapada por su belleza como para no retirarse lo suficientemente rápido.
Ahora…
Esta noche estás diferente, Urian. ¿Qué más pasó que no me has dicho?
Urian tenía una confianza que no había estado allí antes. Un aire peculiar que no podía
situar. A pesar de sus heridas, sintió una paz que no entendía.
Más que nada, quería envolverlo en sus brazos y abrazarlo para que nadie pudiera
hacerle daño o amenazar su seguridad de cualquier manera.
Se detuvo en el agua negra para mirarla fijamente donde ella esperaba en el banco.
Flotando sobre su espalda, le dio una vista desinhibida de todo su cuerpo perfecto. Cada
centímetro de él.
Su garganta se secó cuando sintió aún más calor corriendo a través de ella. Todo lo
que quería era el coraje de cambiar de forma y trepar sobre él para poder llevarlo dentro de
ella y reclamarlo como propio.
Eso sería el cielo. Y era el único sueño que tenía que sabía que nunca podría ser.
Especialmente cuando finalmente rompió el silencio con palabras que la destrozaron su
corazón.
—Me alimenté esta noche.
Una increíble ola de ira y celos la atravesó cuando su felicidad se astilló ante la idea de
que él tuviera relaciones sexuales con otra mujer. Una ola tan feroz y furiosa de que casi le
arrojó fuego. Le hizo anhelar hacerle daño. Más que eso, le exigía que encontrara a la mujer
que había encontrado y arrancar cada hebra de su cabeza hasta que estuviera calva y
sangrando.
¡Rogando por piedad!
¿Cómo pudo hacer esto?
Entonces otra vez, ¿cómo no podría?
La verdad picó como una colmena de avispones, y le hizo llorar mientras se obligó a
calmarse y enfrentarse a una amarga y dura verdad. Tenía que tener a un apolita para
alimentarlo. Ella nunca podría hacer eso y lo sabía. Con todos sus poderes y habilidades…
Ella nunca podría ser lo que él necesitaba.
Nunca.
— ¿Xyn? —Él nadó más cerca de ella—. ¿Estás bien?
No. ¿Cómo podría estarlo? El hombre que amaba le había roto el corazón. Él había
tomado a otra amante y no había nada que pudiera hacer al respecto.
Él no tenía fe, y aquí ella tenía que permanecer en silencio mientras él se divertía con
alguien más y se frotaba la nariz en ella. Mientras se reía y se iba con otra, justo delante de
sus propios ojos. ¿Cómo podía una mujer estar bien con eso?
Era una locura para él incluso postularle una pregunta así.
Sin embargo, a pesar del dolor. A pesar de la farsa, tragó saliva antes de responder con
una voz tranquila y firme que desmentía su corazón destrozado.
Por supuesto.
Con el ceño fruncido preocupado, él salió del agua, goteando y desnudo, y se dirigió
hacia ella.
Incapaz de soportar la vista de su belleza cuando sabía que no podía tener ninguna
parte de él, Sarraxyn se levantó y se fue volando, deseando más que nunca poder dejar este
horrible lugar y encontrar a su propia familia. Estar entre su propia clase otra vez. Al menos
allí no estaría tan horriblemente sola.
Siempre. Una marginada en un mundo donde no había nadie como ella. Donde nadie
podría amarla o verla por lo que realmente era. Ella era un monstruo aquí.
No deseado. Innecesario.
Juzgada por cosas que no podía evitar.
Y vista solo por la mitad de quién y qué era realmente. Pero un día…
Un día, se liberaría y el mundo la conocería por su verdadero corazón y fuerza.
Ese sería el día en que todos temblarían de miedo ante ella.
Incluso Urian.

12 de junio de 9511 A.C.

— ¡Tu matera es humana!


Urian se congeló en el momento en que entró en la casa de Xanthia y ella escupió esas
odiadas palabras como si fueran granadas de fuego lanzadas desde un parapeto y destinadas
a incinerar todo su ser. Forzándose a no reaccionar, tomó una profunda respiración.
—Lo es.
Xanthia siseó y le mostró los colmillos.
— ¿Por qué me mentiste?
Su ira se agitó y batió su injustificado ataque. No tomaría mucho para que explotara en
este punto. Xanthia no tenía ni idea de lo tenue que era el suelo que pisaba. Nadie lo asaltó
por su madre. Hellen de Delphi era sagrada para él y moriría defendiendo a la mujer que lo dio
a luz incluso contra la propia Apollymi.
—No mentí, Thia. No lo preguntaste. Mi madre es griega. Yo no. Ahora si me
disculpas…
Se fue antes de que ella lo empujara más y se convirtiera en la fea situación que la
experiencia le había enseñado invariablemente que seguía con tan acalorados intercambios.
Deberías haberle hablado sobre tu madre.
Habría sido lo más prudente. Sin duda algún imbécil había corrido a ella con la noticia,
solo para difundir el chisme por ninguna otra razón que para causar estragos con su vida
arruinada. Nunca había entendido ese impulso que otros tenían de contar verdades a medias
y pretender saber algo cuando no lo sabían. Inventando la mierda que querían para cualquier
juego enfermo ideado por el bien del drama. Como si tuvieran algún tipo de información
interna sobre un tema dado cuando los únicos que sabían la verdad eran aquellos que eran
las verdaderas partes participantes.
El resto eran solo tontos.
— ¡Urian!
A la llamada de Xanthia, se detuvo en medio de la calle y se volvió para esperar a que
lo alcanzara. Ella había retirado su cabello rubio en pequeñas trenzas que acariciaban sus
orejas y su cuello. Un estilo que sabía que él encontraba fascinante. Atractivo. Uno que lo
dejaba con ganas de esas dulces y suculentas curvas.
A pesar de que era apenas tres años mayor que él, y a pesar del hecho de que las
apólitas envejecían más rápido, de alguna manera todavía lograba parecer más joven que él.
Su boca se hizo agua por saborear su sangre que podía escuchar corriendo a través de
sus venas. Pero el aguijón de su condena era crudo y amargo dentro de su corazón. Ya había
tenido suficiente en su corta vida así que ya no quería más.
Ya había terminado con este mundo y el juicio que la gente le daba.
Sin aliento por tener que correr para alcanzarlo, ella luchó por la compostura y lamió
sus regordetes labios.
—Lo siento. No quise acusarte o arremeter contra ti. La noticia me tomó desprevenida.
Teniendo en cuenta lo que había sucedido en mi pueblo y cómo nos protegiste, nunca esperé
escuchar que fueras en parte humano. Supuse que odiabas su raza tanto como yo.
Un tic comenzó en su mandíbula.
—Nadie puede evitar de donde viene, Thia. Solamente a donde van.
—Lo sé. ¿Puedes perdonarme?
Su corazón se suavizó en el momento en que ella batió sus pestañas y le dio esa dulce
mirada seductora. Probablemente porque ninguna mujer había hecho eso antes. A diferencia
de sus hermanos, que estaban acostumbrados flirtear, no tenía defensas contra ello. Estaba
desesperado en lo que a ella concernía.
Y cachondo cada vez que se acercaba. Malditas sus hormonas. No podía controlarse.
Ella lo sabía incluso más que él.
—Por supuesto.
Levantándose sobre los dedos de los pies, ella presionó sus labios contra los de él. Eso
derritió sus últimas defensas.
Urian gruñó ante el dulce sabor de su lengua barriendo contra la suya y la sensación de
sus cálidas curvas presionadas contra su cuerpo. Reavivó su hambre instantáneamente.
—Ven a casa conmigo, Urian. He enviado a mis hijos con mi hermana para que pueda
alimentarte adecuadamente.
Eso era todo lo que necesitaba decir para terminar de envolverlo alrededor de su
meñique mientras él se imaginaba quitando los peplos de su cuerpo y deslizándose
profundamente dentro de ella mientras bebía hasta emborracharse de su sangre. Cuanto más
lo alimentaba, más hambriento se volvió por ella. Realmente era una locura.
Y estaba feliz por ella de que tuviera familia aquí. Su hermana había aparecido entre
los supervivientes de su pueblo. Lamentablemente, Davyn no lo había hecho.
Antes de que él pudiera decir una palabra, ella tomó su mano y lo llevó de regreso a su
pequeña casa de campo, que no estaba muy lejos de donde vivían Davyn y Paris.
Con cada paso que lo llevaba más cerca de su cama, el hambre ardiente aumentaba
dentro de él. Sabía por su madre que sus deseos eran muy diferentes de lo que los humanos
sentían cuando tenían hambre. Parte de la maldición de los apólitas era una locura voraz,
diferente a todo lo imaginable, que requería que un compañero estuviera en guardia para que
la alimentación no terminara en una escena de asesinato donde uno de ellos le arrancara la
garganta al otro.
Sin duda, esa era también la intención maliciosa de Apolo. El hambre ardiente que
suplicaban a sus especies para que se devoraran mutuamente. Poseer y devastar tan
violentamente como fuera posible. Tal vez los humanos tenían razón y eran más parecidos a
los animales que a los seres sensibles.
A veces sentía como si el demonio dentro de él fuera el que tenía el control más que el
humano. Y ni siquiera se había convertido en daimon todavía. Solo podía imaginar cuánto
peor sería una vez que se convirtiera.
Era un miedo que lo acosaba constantemente. Que se convierta en trelos e
incontrolable. ¿Y si se perdía en esa locura y nunca regresaba?
Vivían tan cerca del borde de todos modos. Bailando con la locura en una noche. Sabía
que no se necesitaría mucho para empujar a nadie al borde desde ese precipicio.
Era aterrador saber de lo que uno era capaz. Nacer un asesino quien cazaba para vivir.
Podía negar el monstruo del interior, pero solo por un tiempo. Llegaría el día en que tendría
que abrazar a esa bestia.
Y lo sabía.
Tan pronto como estuvieron dentro de su modesta cabaña, Xanthia cerró la puerta y la
bloqueó. No había luz porque los monstruos no la necesitaban. Podían ver en la pura
oscuridad.
Se desató el cinturón y lo dejó caer.
El aliento de Urian salió de su cuerpo con una dulce expectación, luego la atrapó
mientras ella alcanzaba la fíbula1 sobre su hombro. La desabrochó para que todo su vestido
cayera al suelo.
Su garganta se secó al ver su belleza sin adornos. Monstruo o no ella era la perfección.
Su piel pálida brillaba en la oscuridad y le hacía señas con la promesa de mucho más que una
comida suculenta.
Con una suave sonrisa, ella se acercó a él y alcanzó su baldric2 y vaina.
—Tan tímido y guapo.
—No quiero asustarte.
Eso fue lo que les resultó más fácil.
Riendo, ella mordió su barbilla mientras sus dedos trabajaban ágilmente el cuero hasta
que lo liberó de su armadura. Pieza a pieza, la dejó caer al suelo, donde aterrizó con un ruido
sordo.
—Nunca me di cuenta de cuánto de esto un guerrero viste para la batalla.
Todo lo mejor con lo que matar.
Ella hizo una mueca ante su ambición.
—Ni lo pesado que era. No es de extrañar que seas tan musculoso.
Él sonrió mientras ella tartamudeaba con las correas de su hauberk 3, que era más
pesada que la armadura regular. Las escamas de Xyn no eran como una armadura forjada.
Era más flexible y más fuerte. Y mucho más fuerte y más duradera.
—Que no serás capaz de levantar, akra.
Ella arqueó una ceja ante su término de respeto.
— ¿Oh?
—Mmm.
Se lo quitó, sobre su cabeza, y se lo ofreció.
Con el ceño fruncido, ella agarró el hombro.
Urian solo le soltó una parte del peso y, sin embargo, fue suficiente para hacer que ella
tropezara hacia adelante.
— ¡Oh queridos dioses!
Sonrió mientras lo colocaba con cuidado en el suelo.
—Te lo dije.
— ¿Cómo, en nombre de Archon caminas con esto?
Se encogió de hombros.
—He estado usando armadura desde que era niño. No pienso en nada.
Además, adoraba la armadura de Xyn. Le recordaba a ella y su preocupación por él. Se
sentía invencible en ella.
Cuando él se movió por sus grebas4, ella se arrodilló para desabrocharlas. Apretando
sus dientes, Urian gruñó ante la forma sensual en que ella le acarició y le masajeó la pierna
mientras lo liberaba de las escamas y el cuero. Entonces mordió su pantorrilla con sus
colmillos, arrastrando sus uñas a lo largo de su pierna musculosa.
Su cabeza giró. Los escalofríos subían y bajaban por su carne mientras cada
terminación nerviosa saltaba a la vida tras sus caricias. Nunca se había sentido así. Sus
poderes chisporrotearon y se movieron. Era como si un rayo bailara a través de su cuerpo.
Por primera vez, su demonio fue sofocado y tranquilo.
Domado
Urian se acercó a la pared para estabilizarse mientras ella exploraba lentamente su
cuerpo con sus labios y lengua. Había pensado tontamente que nada podía sentirse mejor
que lo que le había hecho la otra noche.
Estaba equivocado.
Esos pensamientos se desvanecieron un momento después cuando deslizó sus labios
sobre la punta de su pene.
—Oh, queridos dioses.
Suspiró.
Ella rió, y esa vibración lo sacudió hasta la esencia de todo su ser.
Cerrando los ojos, rápidamente se mordió la palma para no avergonzarse de nuevo con
ella. El dolor punzante lo sacó del borde.
También distrajo a Xanthia. Tan pronto como el olor de su sangre la golpeó, ella levantó
su cabeza.
Urian odiaba alejarla de su tarea actual, pero ahuecó su mejilla para que pudiera lamer
y succionar la sangre de sus dedos sangrantes. Ella barrió su lengua sobre su carne,
aumentando aún más su placer. Más duro y más fuerte, le chupó los dedos.
Incapaz de soportarlo, la levantó y la sujetó contra la pared. Ella hundió sus dientes en
su hombro al mismo tiempo que él entró en ella. Ambos gritaron en éxtasis.
— ¡Eso es! —gritando de placer, clavó sus uñas profundamente en su espalda y tiró de
su cabello—. ¡Más duro, Urian! ¡Muérdeme ahora!
Él hundió sus colmillos en su garganta. Ella se vino con un grito desgarrador que hizo
que se sacudiera en sus brazos. Gruñó profundamente en su garganta mientras empujaba sus
caderas contra él cada vez más fuerte, mientras su cuerpo se estremecía en sus brazos.
Y cuando encontró su propia liberación, se dio cuenta de que nunca más podría volver
a la sangre pasada que su padre le había traído.
No después de esto.
Para el caso, nunca más juzgaría a su padre por sus numerosos problemas en cuanto a
su madre concernía. Ahora entendía por qué su padre había buscado a apólitas y daimons
para alimentarse. No había forma de que su gente pudiera tomar sangre rancia dado el modo
en que Apolo había querido que comieran. Esto era primitivo y crudo.
Más que eso, era divino.
Aun así, sus hermanos eran otro asunto. Sus esposas eran apólitas y podían
alimentarlos. Era imperdonable que privaran a sus esposas de esto mientras buscaban
alimento en otra. ¿Cómo se atrevían a traicionar un verdadero corazón? Eso era cruel más
allá de toda medida.
Urian nunca entendería por qué su padre aprobaba su comportamiento. Si él pudiera
tener a una persona que lo amara así…
Nunca rompería su corazón. Nunca daría por sentado semejante amabilidad. Al igual
que ahora. Agradecido más allá de la medida a Xanthia por compartir su sangre y su cuerpo
con él, Urian la acunó en sus brazos y metió su cabeza debajo de la barbilla.
— ¿Conseguiste suficiente para comer?
Ella asintió.
— ¿Tú?
—Aye… por ahora —bromeó.
Riendo, ella lo besó.
—Tengo un baño caliente. Ven y únete a mí.
Débil y al mismo tiempo más fuerte que nunca, Urian la siguió hasta una habitación en
la parte de atrás.
Saboreó su vista metiéndose en el baño antes de unirse a ella en la gran bañera de
bronce que brillaba a la tenue luz de las velas. El agua caliente se derramó por los lados
mientras se deslizaba y suspiraba de satisfacción.
Completamente saciado por primera vez en su vida, se recostó contra el borde y
permitió que Xanthia lo bañara.
La única cosa sobre apólitas y daimons, no sangraban después de sus alimentaciones.
Su saliva contenía un agente coagulante que instantáneamente detenía y sanaba sus heridas.
A menos que fuera una lesión muy profunda o grave, nunca tenían que preocuparse por los
cortes.
Ella se recostó en la bañera dorada para mirarlo con un ceño perplejo.
— ¿Estás bien?
Urian suspiró pesadamente.
—Me temo que nunca seré el mismo.
— ¿A qué te refieres?
Levantándola para que se recostara sobre su pecho como una manta, besó sus labios y
saboreó la sensación de su cuerpo mojado deslizándose contra el suyo. Sumergió sus dedos
en el agua para poder acariciarla y profundizar en su suavidad aterciopelada.
Ella contuvo la respiración bruscamente.
—Me has mostrado Katateros, Thia. ¿Cómo puedo estar contento con Kalosis ahora?
Su sonrisa era radiante cuando agarró los lados de la bañera y se deslizó hacia su
pene. Con la cabeza dando vueltas, Urian dejó escapar un profundo y satisfecho suspiro
mientras ella lentamente comenzaba a montarlo de nuevo.
Apoyando la cabeza contra el borde de la bañera de bronce, la observó a través de los
ojos entrecerrados mientras jugaba con sus perfectos pechos. El agua salpicaba sobre su
cuerpo, y contra los lados, derramándose más sobre los bordes. Pero ella no puso ninguna
atención, ya que se movió aún más rápido contra él.
—Puedes ser un guerrero, kyrios, pero esta noche creo que soy la que te ha
conquistado.
Urian arrugó la nariz al negar algo que sabía que era imposible.
—Nay, m’edera. —Usó su palabra cariñosa favorita que significaba bebé precioso—.
No conquistado. Simplemente me domaste un poco.
Le pellizcó el cuello para tomar un pequeño aperitivo.
Jadeando, ella se aferró a él mientras se alimentaba un poco más.
Hasta que miró hacia abajo y vio algo que le revolvió el estómago.
Urian retrocedió para fruncir el ceño ante las nuevas marcas de mordiscos en sus
brazos que sabía no le pertenecían. La ira estalló profundamente al verlos allí.
— ¿Thia? ¿A quién pertenecen?
Ella miró hacia abajo, luego le lanzó una sonrisa burlona.
— ¿Estás celoso?
Él apretó su agarre.
—Urian, me estás lastimando y no tienes derecho a preguntarme sobre este tema.
La soltó de inmediato. Ella tenía razón. No lo tenía. Pero eso no detuvo la picadura
brutal de traición. Tampoco cambió el hecho de que no podía soportar el pensamiento de otro
hombre alimentándose de ella. El mero pensamiento lo movió al homicidio.
Mirándolo, ella se frotó el brazo.
—Si quieres saberlo, es de mis niños. —Ella extendió el brazo—. Mira de cerca y verás
que los tamaños son pequeños. De tamaño infantil.
Con el ceño fruncido, los tocó mucho más suavemente. Entonces se sintió horrible por
sus acciones y aún peor por los pensamientos maliciosos por los que culpó a sus hermanos.
Debido a que eran infieles, no significaba que todos los demás lo fueran.
—Tienes razón. Soy un asno.
—Sí, lo eres.
Besando su brazo, él le permitió sumergir su cabeza bajo el agua del baño.
Se levantó escupiendo.
— ¿Puedes perdonarme?
—Tal vez.
Urian se limpió el agua de los ojos.
— ¿Entonces te casarás conmigo?
Ella se congeló.
— ¿Perdón?
Se apartó el cabello del rostro para sonreírle.
—No es la propuesta más romántica, lo concedo. Pero sí la más sincera. —Se acercó
más a ella hasta que la tuvo clavada contra el borde opuesto—. Quiero ser tu única fuente de
alimento, mi kiria. Déjame protegerte a ti y a tus hijos.
Ella se mordió el labio con indecisión.
— ¿Y cuál es tu intención para el futuro?
Una pregunta muy importante y grave para todos los apólitas dada la brevedad de sus
vidas y lo que todos ellos tendrían que decidir sobre su vigésimo séptimo cumpleaños. Si un
compañero se convertía en daimon, entonces él o ella ya no podrían alimentar al otro.
Obligaría al otro cónyuge a convertirse en daimon o elegir la infidelidad para comer, ya que
alimentarse de un daimon instantáneamente causaría que un apolita se convirtiera en uno,
también.
—Planeo convertirme en daimon antes de cumplir los veintisiete años. Pero tú eres
mayor que yo. Así que la elección de eso recae en ti primero. Para mí… mejor el depredador
que la presa. Siempre.
Sus rasgos se suavizaron.
—Entonces me casaré contigo, Urian Kleopas. Y aceptaré tu protección, para mí y para
mis hijos.
Qué extraño que esas palabras lo dejaran con un vacío peculiar en su interior. Debía
estar eufórico. Finalmente había encontrado a alguien que lo alimentaría. Una hermosa mujer
de buena reputación que le había permitido entrar en su cuerpo.
Sin embargo, a pesar de todo el éxtasis y el placer físico, sentía que debía haber algo
más.
No la amas.
Lo supo en ese instante. Esto no era lo que escribieron los grandes poetas. Esto
definitivamente no era la loca pasión que había llevado a Paris a renunciar al lujo de la casa
de su padre para vivir en la miseria con Davyn.
No era la amistad que tenía con Xyn.
Y tal vez eso era algo bueno. Tal vez era el maldito nieto que Apolo merecía o podía
esperar.
De cualquier manera, era una necesidad por la que ya no tenía que preocuparse.
Deberías estar aliviado.
En cambio, lo que sentía era más parecido a una enfermedad estomacal. Y tuvo la
urgencia peculiar de correr hacia Xyn y esconderse allí.
Pero eso era ridículo. ¿Y qué si se estaba asentando? Al menos tenía a alguien quien
lo alimentaría. Debería estar agradecido más allá de toda medida. No era como si las mujeres
hicieran fila para ofrecerse a él.
Como habían hecho por Paris y sus otros hermanos.
Nadie te quiere. Nunca lo han hecho.
Sin querer pensar en eso, Urian se aclaró la garganta.
—Debo irme y dejar que mi solren lo sepa. Necesitará tiempo para preparar la
celebración de nuestra boda.
— ¿Cuándo estás pensando que deberíamos casarnos?
—Somos apólitas. Cuanto antes mejor, ¿no crees?
—Por supuesto.
— ¿Una quincena de aquí en adelante, entonces?
Xanthia se atragantó.
— ¿Vas en serio?
—Ya soy bastante mayor para casarme, y tu hija se acercará a una edad casadera
dentro de poco. Como la nieta de mi padre, tendrá una posición mucho mayor en nuestra
comunidad cuanto más tiempo estemos casados a la hora de que empieces a buscar maridos
para ella.
—No puedo discutir nada de eso. —Ella sonrió—. Muy bien. Una quincena de aquí en
adelante.
Besándola, Urian salió de la bañera y se vistió. Luego fue a Apollymi primero para
hablarle de su próximo matrimonio.
Urian vaciló fuera de su oscuro jardín. Sobre todo porque podía oír sus ligeros sollozos
a través de las puertas. Odiaba cuando se sentaba sola en su espejo, con su pequeña
almohada negra en su regazo, llorando por su hijo que nunca podría sostener.
Le dolía por su dolor solitario. La diosa de la destrucción no era sino una profunda
miseria que el mundo había tallado en su corazón. Nadie debía sentir tanto dolor.
Especialmente no solo.
Ni siquiera una diosa.
Ella no merecía lo que le habían hecho. No una vez, sino dos veces. Habían tomado
todo de ella. Sus dos hijos, Monakribos y Apostolos. Y el único hombre que había amado.
Kissare.
La habían engañado haciéndole creer que Archon era Kissare reencarnado. Una broma
cruel que la había aplastado hasta el fondo de su ser una vez que supo que solo había sido un
juego de poder hecho por Archon para que pudiera tener autoridad a su costa.
Tan solo como se sentía, no era nada comparado con el dolor de Apollymi. Su traición.
Por todo lo que le había dado al mundo, realmente no tenía nada ni a nadie.
Ni siquiera los daimons y los apólitas que había salvado le dieron su duelo. Ellos habían
olvidado rápidamente la deuda que tenían con esta gran dama que les había ahorrado el peor
destino imaginable. Sin ella, ninguno de ellos estaría vivo ahora. O tendría alguna esperanza
para el futuro.
Qué tan pronto las personas olvidaban las bondades que se les mostraban, sin importar
cuán grandes fueran o se hicieron los sacrificios. Lo que le debían a otro. Sin embargo, nunca
se iban sin rencor, no importaba cuán mezquino fuera. Ni nada malo les hicieron nunca, no
importaba cuán inadvertidamente.
— ¿Akra? —llamó suavemente a través de las puertas.
Ella respiró entrecortadamente e instantáneamente se calmó para que él no viera su
miseria.
Sin embargo, él lo sabía. Siempre veía lo que mantenía oculto. Ese era su don.
Y su maldición.
—Entra.
Él usó sus poderes para abrir sus puertas y caminó lentamente hacia su posición.
Xedrix entrecerró su mirada radiante en Urian, pero Sabine lo ignoró como el Caronte hembra
siempre hacía. Sin embargo, lo miró con un estado de alerta que decía que no le importaría
agregarlo a su menú si hacía algo que le disgustara a su ama.
Apollymi colocó su sfora roja sobre la almohada y se giró para encontrarse con su
mirada.
— ¿Qué puedo hacer por ti, ormourpido?
—Tengo un favor que quisiera pedirte, akra.
Eso causó que una ceja se arqueara.
—Si me preguntas acerca de liberar a ese dragón una vez más…
—No, akra. No es eso… —Obviamente, la había molestado por Xyn, por lo que se
había convertido en un tema delicado para la diosa. Así que rápidamente cambió el tema a lo
que le había hecho perturbarla esta noche—. Le he pedido a Xanthia que se case conmigo.
Ella dejó caer la sfora.
Xedrix corrió a atraparlo.
Apollymi se levantó para flotar sobre todos ellos. No estaba de pie; flotaba en el aire,
sobre las aguas negras.
— ¿Perdón? ¿La amas?
No estaba seguro de su estado de ánimo por una vez, tragó saliva antes de
responderle honestamente.
—Nay, akra. Es… un beneficio mutuo.
—Ya veo. —Sus ojos comenzaron a brillar de color rojo—. ¿Y este favor que tendrías
de mí?
Más que un poco nervioso por su peculiar acto, Urian respiró hondo.
— ¿Recuerdas lo que te dije cuando era niño?
—Aye, pero me dijiste muchas cosas cuando eras joven. ¿A cuál te estás refiriendo
ahora?
El que lo perseguía constantemente. El que pesaba sobre su conciencia más. Y por el
que no podía contraer matrimonio sin dirigirse primero.
—Sobre los niños, Akra. Quise decir lo que dije. Lo último que quiero es engendrar un
bebé que tenga que ver morir. O uno que tenga que supervisar cuando él o ella se convierta
en daimon y en un asesino sin alma. Cazado. Odiado. ¿Puedes por favor hacer que nunca
sea padre mientras sea apolita?
Su mandíbula cayó ante su petición.
— ¿Entiendes qué es lo que me estás pidiendo, Urian?
—Aye, akra. —Su mirada se dirigió a la almohada que había dejado caer en el suelo—.
Conozco el dolor que te persigue. El dolor que llevó a mi solren a negociar su alma. He
matado suficiente treli aquí, y he visto suficientes conversiones de daimon y muertes de
apólitas para saber bien qué esperar del destino. No quiero eso para mis niños. No hay
manera de que nadie viva. Por favor, ahórrame tu dolor, akra. Te ruego esa misericordia.
Más lágrimas brillaron en sus ojos cuando se agachó para estar de pie frente a él.
Levantando una mano, lo atrajo a sus brazos y le besó la frente.
—Entonces está, mi precioso. Eres estéril.
Extraño, no se sentía diferente. Pero si ella decía que era estéril, confiaría en ella.
—Gracias, akra.
—No me lo agradezcas, Urian. No por esto. Porque te he quitado la mayor alegría que
he conocido.
—Nay, akra. —Miró a la almohada de lágrimas—. Como dijiste, es todo acerca de cómo
se ven las cosas. Lo que me quitaste fue la mayor angustia y el dolor que alguna vez has
sufrido.
Ella inclinó la cabeza hacia él.
—Como tú dices, m'gios. La vida es todo acerca de la perspectiva.

*****

Xanthia se congeló cuando sintió que un escalofrío le recorría la espalda. Era uno
íntimo que odiaba más que nada. Sin embargo, sabía bien no mostrarlo, ya que sería una
sentencia de muerte. Preparándose, forzó una falsa sonrisa en sus labios.
—Mi señor. —Hizo una reverencia ante el antiguo dios.
Disfrazado como un apolita, el dios de la brujería y la hechicería más negra miró
alrededor de la pequeña habitación con una burla.
—Qué miserable choza te han dado.
Honestamente, era mejor que la sentencia de muerte que su panteón le había otorgado
a ella y a sus hijos. A fin de cuentas, preferiría tener la cabaña.
Además, la experiencia le había enseñado que el dios antiguo no quería que hablara.
Así que mantuvo su mirada en el suelo y sus pensamientos para sí mientras él saltaba y se
acurrucó frente a ella. Y no se perdió la ironía de que el dios del Sol ciertamente no traía nada
de nada a su vida cada vez que Helios se acercaba. De hecho, sería difícil decidir quién era
más sombrío, Helios o Apolo.
Se detuvo en seco y se volvió hacia ella.
— ¿Hasta qué punto has progresado en mis planes?
—El hijo de Stryker me lo ha propuesto.
— ¡Buena chica! ¿Qué hijo?
—Su favorito.
Por una vez parecía complacido.
—Bueno, ¿no estás llena de sorpresas…? —Él sonrió—. ¿Él te ama?
—Todavía no, pero lo hará.
Su mirada se intensificó.
—Excelente. Te has probado digna. Así que te daré lo que has pedido. Quieres volver a
caminar a la luz del día… ayúdame a echar a Apolo de mi panteón. Destruye su línea de
sangre y me encargaré de que reines a mi lado como la nueva reina del alba.
— ¿Y qué pasa con mi hambre de sangre? ¿Cómo voy a comer si no hay más
apólitas?
—Elimina a Stryker y su miserable prole de la existencia, niña, y te daré de comer la
ambrosía y el néctar que necesitas para la inmortalidad, yo mismo.
Se movió para ponerse de pie frente a ella.
—Es un intercambio simple. Quiero que ese repulsivo presuntuoso se retire de mi
panteón y quieres recuperar tu vida. Dame lo que merezco y te daré tus sueños. Todo lo que
tienes que hacer es eliminar la línea de sangre de Apolo desde este dominio donde no puedo
localizarlo sin causar una guerra.
Helios sonrió fríamente.
—Un simple intercambio y los dos seremos felices.

*****

Xyn se estremeció al sentir una presencia que no había sentido en tanto tiempo que al
principio pensó que debía de estar imaginándolo. Seguramente, esto era una pesadilla
olvidada.
—Voy a ser condenado, hija.
Su sangre se enfrió… er.
Al volverse, se sorprendió al ver a su padre en las sombras de las cataratas, donde
Apollymi lo dividiría en el olvido si lo atrapaba invadiendo su dominio.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
Helios barrió con una apreciativa mirada sobre su forma humana.
—Pero con el cabello rojo y los ojos verdes, tú eres la visión misma de tu madre…
antes de su maldición.
—Y de nuevo, te pregunto por qué estás aquí. Tienes un latido antes de que le avise a
mi diosa y ver que eres encontrado por tu traición.
—Lo dudo. Si viene Apollymi, simplemente le diré que me dejaste entrar. ¿Habría
podido atravesar su portal sin su conocimiento?
Xyn contuvo bruscamente el aliento ante su amenaza. Ella lo llamaría mentiroso, pero
era el tipo de traición en la que él y su raza se especializaban. Los griegos eran unos
bastardos así, y ninguno más que los titanes. De ahí que Zeus hubiera castrado a su propio
padre después de que su padre hubiera asesinado a su propio hijo.
No había nada que hubiera puesto para que les pasara.
— ¿Cómo entraste?
— ¿Como si fuera a decirte mi secreto?
Helios se estiró para tocar su barbilla.
Ella se apartó de su toque como si él fuera una víbora. Y efectivamente, así es como lo
veía.
—Nunca has sido un padre para mí.
—Es cierto, pero nunca has sido útil antes.
Un escalofrío le recorrió la espalda.
— ¿A qué te refieres?
Su mirada la atravesó hasta la arboleda donde crecía el árbol sagrado de Apollymi.
—Los ypnsi del árbol Haxyn. Hay algo que quiero que hagas con ellos.
Quería decirle que no lo ayudaría. Pero sabía que no tenía el poder. Él la chantajearía.
Mientras no hiciera daño a Urian, estaría de acuerdo con sus planes.
Y eso la hizo odiarse aún más.

27 de junio de 9511 A.C.

Urian se detuvo cuando vio a Apollymi olfateando el aire a su alrededor. Incluso le olió
el cabello y la capa.
— ¿Algo está mal, akra?
Ella olfateó dos veces más en sus hombros.
— ¡Juro que huelo a griego!
Perturbado por la forma en que ella continuó olfateando y pateándolo como si su
cuerpo fuera el olor que la ofendía, frunció el ceño.
—Hay un montón de vides de oliva que mi solren ha colocado alrededor para la
ceremonia.
Apollymi le dirigió una mirada furiosa.
—Conozco la diferencia entre una planta y el olor grasiento de uno de su tipo. Apesta a
un dios. Y este es el olor repelente de…
Su voz se apagó cuando Davyn se acercó a ellos.
Con la madre de Urian.
Encantado de lo imposible, se quedó sin aliento al verla.
— ¡Mata!
Sonriendo, ella se apresuró a abrazarlo y besarle las mejillas.
— ¡Oh! ¡Mira que hermoso estás!
— ¿Qué estás haciendo aquí?
—No pensaste que me perdería tu boda, ¿verdad?
Apollymi se burló y se llevó la mano a la nariz.
Urian la ignoró cuando se dio cuenta de que era su forma de decir que su madre debía
ser la griega que pensó que había estado oliendo.
Miró a la diosa por encima de la cabeza de su madre para captar su mirada
arremolinada y puso los ojos en blanco ante su maldad.
Xedrix se atragantó con la audacia de Urian, pero rápidamente se vio atrapado cuando
la diosa volvió su mirada altanera hacia su demonio azul favorito. Mientras podía tolerar la
insolencia de Urian, nunca la tomaría de su Caronte. Xedrix, ella podría muy bien arrancar sus
alas y montarlas en la pared.
Urian metió la mano de su madre en la curva de su codo.
—Ven, mata. Deja que te presente a mi Thia.
Siempre perceptivo y desconfiado del número de daimons que ahora llamaba Kalosis a
su casa, ella lo siguió y se quedó cerca de él.
—Te he extrañado, Urian.
Urian apretó su mano sobre sus dedos.
—También te he extrañado.
Ella lo detuvo.
—Por favor… tengo que saberlo. ¿Hice algo que te molestara? ¿Hay alguna razón por
la que te has mantenido alejado tanto tiempo?
—Sé de…
Se atragantó con las palabras que ardían amargas en su garganta. No podía mencionar
a su amante humano, no importaba cuán feliz el hombre pudiera hacerla. Le molestaba
demasiado pensar en ello.
Los ojos de su madre se abrieron exorbitados cuando se dio cuenta de lo que lo había
molestado.
— ¿Cómo conoces a Memnus?
Apretó los dientes al darse cuenta de que era el hombre que había conocido la última
vez que la había visto. Eso fue aún más irritante.
—Vine a verte una noche y los escuché a los dos.
El color se desvaneció de sus mejillas.
—Urian…
Le apretó la mano tranquilizadoramente.
—Está bien, mata. Lo entiendo. Tienes derecho a tener a alguien que se ocupe de ti, y
no albergo ninguna mala voluntad hacia ninguno de los dos. —Le ofreció una sonrisa
sincera—. No hay nada que quiera más que seas feliz.
Tomando su mandíbula, ella bajó su cabeza y presionó su mejilla contra la suya.
—S’agapo para poli moro mou.
Esas palabras trajeron lágrimas a sus ojos. Se había olvidado de lo mucho que habría
echado de menos a su madre. Lo que se sentía al estar envuelto en el calor de los brazos que
no le juzgaban o esperaban algo de él en absoluto. Esto era lo único que echaba de menos de
su relación con Xyn. Daría cualquier cosa para que ella lo sostuviera así y lo calentara por
dentro y por fuera.
— ¡Baba Urian! ¿Puedo ir a jugar con Abiron y Kylas?
Rió mientras se apartaba del cálido abrazo de su madre para ver a su propio hijo.
—Mata… te presento a Geras, mi nuevo pequeño.
Él retrocedió para que ella pudiera ver al querubín de cabello dorado de Xanthia. Su
corto quitón ya estaba teñido por el juego. Sin duda, su madre tendría un arrebato cuando
viera cuán sucio estaba. Pero habiendo tenido esa edad no hace mucho tiempo, Urian
entendía bien la rudeza del niño. Además del hecho de que su fíbula no se quedaría en su
hombro.
Arrodillándose, Urian lo volvió a pinchar un poco más apretado antes de que Xanthia lo
viera y se quejara de Geras como solía hacer su madre con él y sus hermanos.
—Por supuesto que puedes jugar con tus primos. Simplemente no te metas en
problemas o deja que te guíen cerca de la Caronte. Tienden a comerse pequeños apólitas que
se aventuran demasiado cerca de su dominio.
Con los ojos llenos de miedo, Geras miró a Xedrix y Sabine. La mujer Caronte naranja y
amarillo arremolinado miró como si hubiera escuchado sus palabras. Sus ojos brillaron.
Geras jadeó y salió corriendo.
Con una risa, su madre negó con la cabeza.
—La paternidad te queda bien. Pero entonces siempre fuiste paciente con tus sobrinas
y sobrinos.
Aunque lo había dicho como un cumplido, solo lo entristeció y lo hirió en lo profundo de
su corazón. En un mundo perfecto, él habría amado una casa llena de niños. Viéndolos crecer
y jugar.
Pero no en este mundo. No con su maldición colgando sobre sus cabezas.
Él y Paris estuvieron de acuerdo en eso. Se negaban a hacer lo que sus otros
hermanos habían hecho egoístamente y obligar a sus hijos a enfrentar su sentencia de
muerte. Él era demasiado consciente de lo cerca que estaba la fecha límite. De cuán preciosa
era cada noche entre ahora y entonces.
Y qué precario sería cada aliento después. Juró que disfrutaría cualquier tiempo que
tuviera.
Incluso si eso significaba estar casado con una mujer que realmente no amaba por el
bien de la conveniencia. Después de todo, no tenía el lujo de esperar.
— ¿Es él su único hijo?
—Nay. Tiene una hija. —Urian levantó la barbilla hacia Nephele, que estaba de pie en
un pequeño círculo de amigos. Sus peplos morados habían sido prestados por Tannis, sin
embargo, era extremadamente atractivo para la chica. Demasiado para la comodidad de
Urian, ya que quería ahuyentar a todos los niños pequeños que la belleza de Nephele atraía.
Si bien ella podría no ser su hija natural, no era menos protector con ella y la consideraba
tanto su hija como si la hubiera engendrado—. Su nombre es Nephele.
—Si se parece en algo a su madre, entonces tu Xanthia debe ser una gran belleza por
cierto.
—Gracias.
Se giraron ante el sonido de la voz de Xanthia para encontrarla detrás de ellos.
Urian inclinó respetuosamente la cabeza.
—Mata… te presento a mi novia.
Agarrando los antebrazos de la otra, besaron con gracia cada mejilla, a su vez, y luego
Xanthia hizo una reverencia a la madre humana por la que había maldecido a Urian por
haberlo hecho. Los observó de cerca, listos para intervenir en cualquier segundo si Xanthia
decía algo para herir los sentimientos de su madre.
—Es un placer conocerte, kiria. Urian ha tenido cosas tan maravillosas que decir acerca
de ti. Siento que ya nos conocemos.
—Eres demasiado amable, Xanthia. Y estoy encantada de ver a mi hijo tan bien
establecido, y con una belleza tan grande nada menos. Estoy segura de que la diosa los
bendecirá a ambos con aún más niños.
—Yo espero que sí. Nada me emocionaría más. —Los ojos de Xanthia se abrieron—.
Por favor disculpe… ¡Geras! ¡No te atrevas! —Se fue corriendo tras Geras, que estaba
tratando de encender un fuego desde su parte posterior.
Urian negó con la cabeza ante las payasadas del niño.
—No te atrevas a reír. —Su madre lo golpeó juguetonamente en su brazo desnudo—.
Me parece que un par de gemelos hacían lo mismo a esa edad.
—Sí, pero éramos mejores en eso. Realmente lo logramos.
—Y casi le prendes fuego al estudio de tu solren.
—Y él a su vez prendió fuego a nuestros culos —dijo Paris con una risa jovial mientras
se unía a ellos—. Saludos, mata. ¿Cómo estás?
Sonriendo, ella tomó su barbilla y lo besó.
—Maravilloso, ahora que he visto a mis hijos. ¿Y dónde está tu mejor mitad?
— ¡Ah! Siempre supe que preferías a Davyn a mí, y ahora tengo pruebas. —Sus rizos
rubios dorados bailaban, se puso serio cuando la alegría desapareció de sus ojos—. Le dije
que se quedara en casa, si eso está bien. Todavía está de luto por la pérdida de su hermana y
su familia.
Urian se estremeció.
—Lo entiendo. Lo último que quiero es causarle más dolor.
—Bueno. Temía que pudieras pensar que su ausencia era una falta de respeto o
menosprecio.
Urian estaba horrorizado.
—Nunca. Conozco su corazón mejor que eso. Nunca extendería semejante intención
enfermiza sobre él.
Eso relajó a su gemelo al instante.
—Tal maldad no está en él, tampoco. Es por eso que estoy con él en lugar de con otra
persona. Mientras que otros planean y traman, él es leal a un defecto.
Nadie lo sabía mejor que Urian, excepto probablemente Paris.
Su madre alisó la capa de Paris.
—Entonces me aseguraré y le visitaré antes de que me vaya. No puedo ir a casa sin
ver a todos mis hijos y dejar que sepan que los amo.
Paris sonrió.
—Te he extrañado, mata.
—Y yo a ti. —Ella miró por encima de su hombro hacia donde estaba uno de los
daimons mirándola.
Urian miró al bastardo, desafiándolo a que incluso pensara en acercarse a ellos.
—Lo tengo.
Paris los dejó para ir a hablar con el hombre que era nuevo en su mundo y que no tenía
ni idea de que Hellen estaba fuera de su menú.
Siempre.
Aun así, se acercó un poco más a Urian.
—Hay muchos más aquí de lo que había antes.
—Aye. Vienen más aquí todos los días para buscar refugio del mundo humano.
—Como tu futura esposa.
Él asintió.
—Sin embargo, no la amas.
Urian se congeló ante esas palabras.
Su madre deslizó una mirada hacia él.
—Niégalo si estoy equivocada.
El problema era que había visto una verdad que no le gustaba admitir en voz alta. Una
verdad que hacía todo lo posible por ocultarlo de todos.
Incluso a sí mismo.
Pero ella era su madre y conocía su corazón mejor que nadie más que Xyn, quien
también había comentado sobre un hecho que tampoco podía ocultarle.
El rostro de su madre cayó instantáneamente mientras lágrimas brotaban de sus ojos.
—Oh, bebé… ¿por qué estás haciendo esto si no la amas?
—Ella me alimenta, mata. Nadie más lo hará. Tengo que tener sangre para vivir.
Tragando saliva, ella le apretó el brazo.
—Lo siento mucho, Urian. Te mereces tener una pasión ardiente. El tipo que te deja sin
sentido y…
—Nay, mata —dijo, interrumpiéndola antes de que alguien escuchara sus palabras y
las llevara a Xanthia—. No quiero eso. Siempre. Nuestras vidas son demasiado cortas. Quiero
controlarme. Tenemos que tener eso para sobrevivir.
Ella se burló.
—Mi pragmático. Eres demasiado joven para ser tan viejo. Tan cansado. ¿Qué ha
matado al niño dentro de ti?
Su mirada se dirigió a donde su padre estaba sentado solo en su trono negro y frío
hecho de los huesos de los enemigos de Misos y los viejos recuerdos se agitaron dentro de él.
—Ese chico murió la noche que vi a mi padre convertirse en daimon después de que su
propio padre intentara terminar con su vida, y me di cuenta de que no hay misericordia en este
mundo para ninguno de nosotros. Todos estamos malditos desde la cuna hasta la tumba. La
vida no es para los mansos. Es para esos demasiado tercos para ceder.
Ella contuvo la respiración bruscamente.
— ¿Qué te han hecho?
Sencillo. Lo habían abofeteado en el momento en que había llegado a este mundo,
cubierto por la sangre de otra persona, y la vida le había estado pateando el culo
constantemente. Sin parar ni dudar. Honestamente, estaba borracho de todo eso.
Parecía que cada vez que pensaba que podía levantarse y respirar, alguien o algo más
venía junto con un golpe impresionante que lo derribaba sobre sus rodillas. Nunca podría
tomar un descanso.
Pero no quería que ella se preocupara.
—Nada, mata. Simplemente me rendí al demonio dentro de mí antes que los demás.
En lugar de luchar contra él, lo abracé como una parte necesaria de mí. Ahora nos
acurrucamos bajo las mantas tan grandes como compañeros de cama. Después de todo,
somos daimons, ¿verdad?
Sus ojos se entristecieron por sus palabras.
—Eres parte humana, Uri, y no eres un daimon todavía.
Pero no podía permitirse ser humano. Ahora no. Jamás. Eso solo conseguiría matarlo.
Tal como lo había hecho la familia de Davyn.
Los mansos solo heredaban la tierra dos metros debajo de sus pies.
Y estaba a punto de tener su propia familia para cuidar.
El tiempo para la infancia había terminado. Este mundo no permitía la compasión o la
misericordia. Se requería vigilancia y un brazo de espada despiadado.
Después de esta noche, él sería marido y padre. Tenía mucho más que solo él mismo
en quien pensar ahora. Su mirada se dirigió a Nephele y Geras.
A Xanthia.
Mucho más.
— ¿Urian? Me estás asustando.
Nadie podía pasar por alto el terror en la amable voz de su madre.
—No tengas miedo, mata. Soy para lo que me criaste ser.
Ella hundió su mano en su cabello rubio y blanco y lo obligó a encontrar su mirada.
—Nunca pierdas de vista lo que te enseñé, Urian. Honor. Integridad. Lealtad.
Misericordia.
Aye, pero solo para su propia familia.
Nadie más.
Después de todo, él también era hijo de su padre. Y como Stryker, su misericordia tenía
un límite finito. Si no me alimento o la follo, me importa una mierda. El código de su padre era
simple de entender.
Este mundo era brutal para su núcleo y no se preocupaba por ellos. Por lo tanto, no les
importaba nada. Su único objetivo era sobrevivir. Lo que fuera necesario.
Sobre, debajo, alrededor, o a través. Los que estaban detrás de ti, los protegías. Los
que estaban a tu lado eran aliados dignos, y cualquiera que se parara enfrente era un objetivo
para ser destruido.
Era un código simple. Y era uno que los mantenía vivos.
Desde esta noche en adelante, él sería Urian Kleopas, y todos se lamentarían de la
noche que le habían dado en broma ese epíteto.

30 de junio de 9511 A.C.

—Maldita sea, ¿qué hay en la sangre de esa mujer que te alimenta así?
Urian se rió de la pregunta de Archie cuando le dio una patada a su hermano y casi lo
decapitó.
— ¿Qué pasa, adelphos? ¿No puedes seguir?
— ¡Theo! —gritó Archie pidiendo refuerzo.
Urian se volvió para llevarse a los dos hermanos a la vez. Se suponía que no debían
usar sus poderes mientras practicaban en el campo. Era algo en lo que su padre insistía, en
caso de que alguna vez estuvieran en algún tipo de trampa o dispositivo donde sus poderes
fueran bloqueados o despojados, y se vieran obligados a usar nada excepto sus habilidades
de batalla.
Esta noche, Archie y Theo decidieron hacer trampa. Sin previo aviso, ambos desataron
un cerrojo sobre él que lo derribó sobre su trasero. Gimiendo de dolor, rodó y se puso de pie.
Sintió la furia correr por sus venas.
Antes de que pudiera detenerse, arremetió con sus propios poderes. Su explosión se
extendió y los envió volando.
— ¡Urian!
Al principio, no reconoció la voz severa de su padre. No hasta que Stryker lo agarró y lo
sacudió con fuerza.
Lentamente, Urian volvió y vio lo que su familia hizo.
Símbolos peculiares brillaban por todo su cuerpo, iridiscentes y hermosos. Nunca había
visto nada igual.
Parpadeando, tragó.
— ¿Solren? ¿Qué pasó?
No tenía recuerdos de nada de los últimos minutos mientras giraba lentamente en un
círculo, intentando conseguir su orientación.
Su padre dejó escapar un profundo y siniestro gruñido.
— ¿Recuerdas algo?
Sacudido por lo que vio, frunció el ceño lentamente.
—Nay.
Su padre se volvió para mirar a Archie y Theo.
— ¿Qué hicieron?
Se quedaron boquiabiertos.
Luego Archie dijo:
— ¿Por qué es culpa nuestra?
Liberando a Urian, su padre los acechó como un feroz depredador listo para
destrozarlos.
—Porque son los que atacaron a su hermano.
Theo usó su espada para señalar a Urian.
— ¡Eso no nos hace responsables del hecho de que él es un monstruo!
Paris se cubrió con la espalda de Urian.
—Escucha eso, Uri. Eres un raro.
—Cállate.
Urian se encogió de hombros.
Riéndose, Paris se tambaleó.
Pero la diversión de Paris y la irritación de Urian fueron interrumpidas cuando sonó un
grito en el exterior.
—Queridos dioses, ¿ahora qué? —suspiró Stryker profundamente.
Hasta que se dio cuenta de que era la esposa de Telamon, Natassa, lo que
escucharon. Luego se teletransportó a su domicilio.
Urian se quedó paralizado en su campo de práctica mientras sentía un dolor
atravesando su pecho. Era diferente a todo lo que había experimentado antes. Sin ser dicho,
sabía que su hermano estaba muerto. No sabía cómo, pero lo hizo.
La rabia lo cegó mientras corría por las oscuras calles de Kalosis. Estaba tan cegado
por eso que ni siquiera pensó en usar sus poderes para teletransportarse a la casa de su
hermano.
En cambio, esquivó a los curiosos que se dirigían hacia el grito para ver lo que estaba
pasando. Cuando llegó a la casa de Telamon, Urian estaba sin aliento y jadeando. Temblando
y sudando.
Aterrorizado, atravesó la multitud, dentro de la casa, donde su familia estaba reunida,
en histeria y en lágrimas.
Si Urian vivía durante la eternidad, nunca olvidaría la vista de su padre arrodillado en el
suelo de la habitación de Telly al lado de su hermano. Sosteniendo la mano de Telamon, su
padre lloró como si su misma alma hubiera sido destrozada. Urian ni siquiera sabía que su
padre era capaz de derramar unas lágrimas tan desgarradoras. No importaban los sollozos
atormentados que sacudían a un guerrero tan feroz. Tan orgulloso.
Su padre se aferró al cuerpo sin vida de Telamon como si fuera una muñeca de trapo.
Todos a su alrededor, sus hermanos estaban de rodillas, conmocionados.
Esos lamentos comunes retumbaron a través del cuerpo de Urian como un segundo
latido del corazón y lo sacudió hasta el núcleo de su fundación. Solo los apólitas dejaban un
cadáver para enterrarlo. Los daimons se desintegraban al morir. Si su padre muriera, no
quedaría nada de su cuerpo para llorar. A los pocos minutos de la muerte, los dos metros del
cuerpo del guerrero masivamente musculoso de su padre no sería nada más que un fino polvo
dorado que se desvanecería, perdido para siempre en la brisa.
Un débil recuerdo.
Pero Telamon seguía siendo un apolita.
Su cuerpo permaneció intacto. Y su padre se negó a liberarlo.
Su hermano parecía como si simplemente estuviera durmiendo. Como si fuera a
despertar en algún momento e insultaría a Urian. O lo llamaría por un desprecio imaginario.
En ese instante de su propia pena, Urian sintió que todo su ser se estaba calentándose
de nuevo. Sentía la misma carga eléctrica que se agitaba que había pasado por él cuando sus
hermanos lo habían atacado antes. Era amargo y sabía a ácido en la boca. Esas marcas
peculiares en su carne volvieron. Solo más brillantes esta vez. Desde el hombro al dedo, su
brazo brillaba.
Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, se movió por el suelo hasta donde
estaba su hermano yacía en los brazos de su padre y extendió su mano contra el centro del
pecho de Telamon.
En el instante en que lo tocó, un destello brillante se disparó desde sus dedos hasta
Telamon. Urian sintió la sacudida cargando a través de todo su cuerpo, irradiando a través de
sus células y fluyendo en el pecho de su hermano.
La espalda de Telamon se arqueó. Vibraba por todas partes como si estuviera siendo
electrocutado. Luego, después de unos minutos, se quedó inmóvil.
Todos se volvieron hacia Urian. Lo miraron acusadoramente. Su padre se levantó
lentamente a sus pies.
Urian no se movió. Tampoco soltó el pecho o el brazo de Telamon. Fue como si
estuvieran unidos entre sí. Como si dejarlo ir, lo mataría definitivamente. No sabía por qué
pensaba eso, pero lo hacía.
Jadeando, su hermano abrió los ojos para mirarlo.
Entonces maldijo a Urian.
La mandíbula de su padre se abrió. Miró a Urian como si fuera el mismo Zeus, bajando
de la teocropolis del Olimpo para encontrarse con ellos.
— ¿Qué has hecho?
Aturdido, Urian negó con la cabeza, tan estupefacto como ellos. Bajó la mirada a su
brillante brazo y mano. Continuaban palpitando con un poder de alguna energía primaria que
ni siquiera podía comenzar a describir o comprender.
No hasta que Apollymi apareció en la habitación en su encarnación Destructora. Su
cabello negro se sacudió a su alrededor mientras sus ojos rojos se arremolinaban. Un invisible
viento hacía que su cabello y su toga se torcieran sobre su ágil cuerpo como cintas en un
huracán.
— ¡Quién se atrevió a convocar a un dios Fuente en mi dominio!
Su padre se movió para protegerlo de modo que la Destructora no pudiera ver el brazo
resplandeciente o cualquier otra cosa.
—Nadie, akra.
Esas acciones solo le hicieron amar más a su padre. El hecho de que él buscara
protegerlo fue el último acto de lealtad, pero Urian no era tonto.
Nadie podía ocultarlo de Apollymi. Sería un suicidio intentarlo. Y los mataría a los dos
por la mentira.
—Algo me pasó, akra.
Urian levantó su brazo para que ella lo viera.
Su cabello se volvió blanco otra vez cuando se dejó caer al suelo y se convirtió en la
diosa que solía dejar que él mirara en su espejo para ver la luz del día. Ella lanzó una mirada
alrededor de la habitación a todos los reunidos allí.
—Ven conmigo, Urian.
Sin dudarlo, su padre dio un paso adelante.
—Akra…
—Mantente fuera de esto, Strykerius —siseó ella.
Su padre vaciló.
Urian quería asegurarle a su padre que estaría bien, pero por su tono, sabía que era
mejor no hablar. Ella no estaba de humor para ningún tipo de discusión u otra palabra.
Aunque para ser honesto, no estaba muy seguro de cuál era su estado de ánimo. Este
se cernía entre un pique y una furia sin adulterar.
Así que, en cambio, lanzó lo que esperaba que fuera una sonrisa sin pretensiones
hacia su padre y la siguió desde la habitación, hacia su palacio.
Tan pronto como estuvieron solos, Apollymi se volvió hacia él con una mirada que
normalmente recibía de su padre después de golpear a uno de sus hermanos.
— ¿Qué has hecho? —Su tono era agudo y quebradizo.
Urian se encogió de hombros.
—Mi hermano estaba muerto, y lo toqué y…
Ella maldijo entre dientes.
Completamente desconcertado, trató de comprender por qué estaba tan enojada con
él.
— ¿Qué es?
—Un poder que nunca preví que tuvieras. Ahora debes aprender a controlarlo o más,
como Midas, destruirá tu vida. Y a todos a tu alrededor.
Esas palabras lo enfriaron todo el camino hasta su alma, especialmente la forma en
que ella lo dijo. ¿Qué quería decir?
—No lo entiendo, akra.
Gruñó profundamente en su garganta antes de responder.
—Esas marcas en tus brazos son de las lenguas más antiguas. Una de las primeras.
Tienes poderes de la diosa Bathymaas.
Su mandíbula se aflojó ante la mención de la primera diosa del equilibrio y la vida. Una
diosa de la justicia divina.
Hace mucho tiempo, cuando los dioses habían peleado entre sí, ella sola había
encontrado una manera de proteger a la humanidad y los apólitas de ellos. Hasta que los
dioses amargos la habían destruido por eso.
Pero no tenía sentido que hubiera nacido con su marca. ¿Por qué?
— ¿Cómo es eso posible?
—Naciste de los dioses, Urian, lo sabes. Tales criaturas son siempre una mezcolanza
de dones peculiares. Uno nunca sabe cómo se alinearán dentro de sus hijos. No hasta que
sea demasiado tarde.
Supuso que eso tenía sentido. Sin embargo, Bathymaas era una de las diosas más
antiguas. Una potencia primaria.
Enemiga de Apolo.
¿Por qué ella lo elegiría como recipiente para llevar un don de tal magnitud cuando no
estaban relacionados y ni siquiera compartían un panteón? No tenía sentido.
La expresión de Apollymi se volvió aún más sombría.
—Pero la verdadera pregunta es, ¿en qué se convertirá ese poder dentro de ti una vez
te conviertas en daimon? En eso reside el problema, pido, como nadie lo ha hecho antes. Y no
es algo que tomó Apolo en cuenta cuando te maldijo a ti, a tu padre y a tus hermanos.
— ¿Qué estás diciendo, akra?
—Que tu poder heredado de una diosa tan poderosa podría mutar en quién sabe qué.
—Dejó escapar un largo y cansado suspiro. Luego se volvió para mirarle—. Hoy salvaste la
vida de tu hermano, Urian. Mañana podrías matarlos a todos… y a ti mismo. Porque no
sabemos nada de tus poderes y tú no entiendes cómo manejarlos. Un día, incluso podrías
tener la capacidad de romper el tejido mismo del universo. Simplemente no se sabe en quién
o qué podrías convertirte. Todo lo que sabemos es que será un día emocionante.
Ella se rió con amargura.
—Tal vez no sea bueno para quien esté en tu camino. Pero emocionante sin embargo.
9 de julio de 9511 A.C.

—De leproso a dios en tres latidos. Es aterrador. De verdad.


Urian pasó una mueca de disgusto a Davyn mientras desalojaba a otra mujer hermosa
de su entrepierna.
Este realmente gimió en protesta.
Urian también tuvo la tentación de hacerlo, especialmente dado lo irritado que estaba
por la línea interminable de mujeres que estaban decididas por su seducción.
—Estoy casado —le repitió por tercera vez. ¡Ah! ¿Dónde había estado toda esta
atención cuando había estado literalmente hambriento y necesitado?
Ella frunció sus labios hacia él.
—Como yo. Mi esposo dijo que no le importaría. Que tu sangre infundida puede
fortificarnos a los dos. Él quiere que me alimente de ti. Incluso se unirá a nosotros si quieres.
Mi hermana también.
Disgustado por eso, Urian se levantó y se alejó como si estuviera en llamas. Lo último
que quería era una orgía de personas que solo querían usarlo. ¡Olvida eso!
Davyn rápidamente se interpuso entre ellos para proporcionarle un bloqueo.
—Lo siento amor. Si alguien recibe un pedazo extramatrimonial de su delicioso culo,
tengo un reclamo previo para eso, ya que he sido el que rogó por mucho más tiempo que tú.
Él le guiñó un ojo.
Su mandíbula cayó.
Como hizo Urian. Dando sus colmillos en una sonrisa impenitente, Davyn agarró su
brazo posesivamente y lo arrastró lejos. Pero no antes de lanzar una sonrisa malvada a la
mujer, luego agarró un puñado de las nalgas de Urian.
— ¡Oye, ahora!
Jadeó Urian, alejándose antes de que Davyn consiguiera que ambos fueran aplastados
por un celoso Paris.
O peor aún, una Xanthia furiosa.
—No puedo creer que hayas dicho o hecho eso.
Davyn se encogió de hombros.
—No puedo creer que ella haya tenido el descaro de buscar su negocio privado de una
manera tan pública. Me pone más celoso que no hubiera pensado en hacer eso, pero no soy
tan grosero. O suicida. Paris me mataría si me atreviera a sentarme en tu entrepierna o
acariciarla.
—Así que dilo. Recuerdo unas cuantas manos audaces tuyas en esa particular zona en
el pasado.
Davyn se burló.
— ¡Dime uno!
—Estabas borracho, todavía…
—Esos no cuentan.
Urian resopló desafiando su tono simplista.
—Pido discrepar, y también lo hace mi negocio privado, como tú dices.
Davyn se echó a reír.
—Aye, bueno, sea como sea, no lo recuerdo, por lo que no ocurrió. Además, no puedo
creer que ahora tengamos que protegerte tan cuidadosamente como solíamos tener que
proteger a mi cordero y sus cuartos traseros y delanteros de otros. ¿Quién lo habría pensado?
—De hecho —estuvo de acuerdo Urian—. El mundo se ha vuelto más loco de lo
normal.
—No es eso.
Ophion arrebató a Urian de Davyn y lo arrastró hacia una salida en una dirección
diferente.
Una vez que estuvieron en la calle, Ophion regresó al edificio y tiró de Davyn a través
de la puerta, la cerró de golpe y la cerró.
—El chisme sobre ti ha corrido, adelphos. Todo el mundo sabe lo que hiciste por Telly.
Ahora todos piensan que tienes los poderes de un dios y puedes curarlos. Así que si
comparten tu semen, creen que serán instantáneamente inmortales.
La mandíbula de Urian volvió a caer.
— ¡No soy el dios Set! ¿Están locos?
Ophie levantó los brazos en señal de rendición.
—No lances a Hermes. Simplemente trasmito el chisme de la ciudad. Ellos son los que
te aclaman como el salvador de nuestro pueblo. Enfermo, en verdad, ya que te conozco por el
idiota que eres. La mitad de ellos están proclamándote como el místico Day Walker,
profetizado para salvarnos de nuestra maldición. Creen que eres capaz de cualquier cosa,
ahora.
Urian se volvió loco.
— ¡Mierda a eso! Lo último que necesito es un montón de tontos arrojándome a la luz
del día como si fuera Andrómeda al monstruo marino de Poseidón o alguna cosa.
—Bueno, me gustaría alimentar contigo a un monstruo marino, casi todos los días, pero
por otras razones.
Urian empujó a su hermano.
—Eres un dolor.
—Lo aprendí de ti.
Gruñendo, Urian puso los ojos en blanco.
—Oh, haber tenido un solren que podría haber protegido su pene para sí mismo por
una noche. Maldito sea por todos los hermanos con los que tropiezo constantemente. Debería
haber dejado que Hades tomara al bastardo y lo golpeara, en lugar de salvar su vida y
empezar esto.
Ophie le besó la mejilla.
—Ah, ahora, nos extrañarías si no estuviéramos aquí para agravarte.
Urian se burló.
—Lo dudo.
Davyn se detuvo de repente y sin previo aviso, haciendo que Urian caminara a su
derecha.
— ¿Qué estás haciendo?
Se frotó la frente, que había golpeado detrás del cráneo de Davyn.
Davyn no habló. Se limitó a hacer un gesto hacia la multitud que estaba en fila fuera de
la puerta de la casa de Urian.
Ah, maldito infierno…
Nunca había visto algo así. Era como si estuvieran dando limosna en un día de fiesta.
Davyn echó la cabeza hacia atrás para sonreírle por encima del hombro.
—Un dios bien fastidiado podría acabar con casi la mitad de ellos. —Él mostró sus
colmillos en una sonrisa malvada—. ¿Qué dices?
Urian hizo una mueca en agonía absoluta ante el pensamiento de lo que lo esperaba
allí.
—No me tientes.
Y era tentador. Esas eran las mismas personas que no le habían servido para nada
hace unos días.
Hasta que tuvo un poder que ellos pensaron que podían usar.
Curioso cómo funcionaba eso.
Y dejó a Urian extremadamente desencantado con la mayoría de ellos. Porque había
visto sus verdaderos colores a una edad mucho más temprana que la mayoría. Porque había
nacido con la anormalidad de los ojos azules y no sus apólitas marrones, no habían escondido
su desdén por él. Eso le hizo más difícil esconder su resentimiento ahora.
Especialmente cuando se volvieron para apresurarlo, pidiendo favores, estos apólitas
quienes se habían negado a compartir el sustento más básico con él cuando había estado en
necesidad. Lo habrían visto muerto y en la calle sin perder un poco de sueño por eso.
Eran deplorables en su hipocresía.
— ¡Urian! ¿Recuerdas lo cerca que estábamos cuando éramos niños? Siempre
estuvimos juntos. ¡Inseparables!
Miró a Iolo, el amigo de Theo, que nunca le había hablado antes. Este era el mismo
amigo que solía decirle a Theo que se asegurara de que dejara a Urian en casa, porque no
podía soportarlo.
—Tu hermano me asusta con esos ojos monstruosos suyos.
Sí, Urian lo recordaba bien.
— ¡Suficiente! —rugió su padre cuando se unió a ellos—. ¡Dejen al chico en paz! Si
quieres un milagro, escríbelo y entrégaselo a Trates. Urian puede revisarlo más tarde para ver
si desea complacerte.
Protestaron, pero afortunadamente su padre no se dejaría llevar.
Urian sacudió la cabeza al sentir algo extraño en el aire.
Su padre le frunció el ceño.
— ¿Estás bien?
—No. ¿Sentiste eso?
— ¿Sentir qué?
—Algo… —Urian escaneó la calle oscura alrededor de ellos. Pero la sensación
arrastrándose por su piel solo empeoró, no mejoró—. Hay un dios aquí.
Su padre le dio una mirada aburrida, chistosa.
—Esa sería Apollymi. No puedes no haberla visto. Alta, rubia, diosa enojada. Vive en el
pasillo grande y oscuro a tu derecha.
Resopló ante el sarcasmo de su padre.
—Nay. Esto es diferente. ¿No puedes sentir eso?
Su padre negó con la cabeza.
—Solo puedo sentir a Apollymi y su Caronte.
Sin embargo, Urian lo sentía. Ferozmente. No podía negar la poderosa sensación de
otro dios en medio de ellos. La sensación se deslizó a lo largo de su piel. Innegable.
Inequívoco.
Peor aún, era malévolo.
—Esto es otra cosa, solren.
Su padre miró a la multitud que no quería dispersarse antes de bajar la voz para
hablarles.
—Hay algo que necesito hablar con todos acerca de ti. Iba a esperar hasta más tarde,
pero…
— ¿Qué?
—La guerra está llegando. A diferencia de todo lo que hayas visto. La devastación en la
aldea de Xanthia no fue solo un ataque aislado. Hemos sido bendecidos por la diosa que nos
tomó cuando lo hizo. Porque la vida en la superficie… —Su padre se estremeció
visiblemente—. Después del ataque de Apollymi en Atlantis que devastó la mayor parte del
mundo, y la pérdida del panteón atlante, ha arrojado el equilibrio de poder de los dioses a la
confusión. Y con ello, los chthonianos.
Paris frunció el ceño.
— ¿Qué quieres decir?
—Justo lo que dije. Con la destrucción de un panteón, los chthonianos están
mutuamente sobre cómo restaurar el equilibrio del universo y realinear a los dioses y sus
territorios. Y mientras luchan, los dioses están compitiendo por el poder. Nuestras personas
dispersas no han encontrado su posición y están siendo sistemáticamente sacrificados en el
instante en que son identificados.
Urian miró a sus hermanos mientras digería esas noticias y lo que significaba para
todos ellos.
— ¿Es por eso que tantos apólitas han negociado con toda clase de fey y demonios?
¿Para engendrar carreras en un esfuerzo por tratar de sortear la maldición de Apolo?
Su padre asintió.
—No sé cómo se desarrollará en los próximos años. Pero conociendo a los dioses
como yo, por lo general, descartan tales razas como bestias rabiosas. Hasta que veamos
cómo va esto, mi sugerencia es que se aclare y les demos tiempo para matarse unos a otros.
Ophion se erizó ante esas palabras.
— ¿Hablas de cobardía en un momento en que deberías ayudarles?
Su padre reprendió a Ophion por el insulto.
— ¡Hablo de cordura, idiota! El clavo que destaca es golpeado hacia abajo. Y no veré
caer a nuestra gente innecesariamente para alimentar el ego de nadie.
— ¿Qué hay de nuestra madre?
Urian se preparó para una reacción igualmente violenta de su padre.
Para su sorpresa, le entregó una pequeño sfora amarilla similar a la roja con la que
Stryker solía espiar el reino humano.
—Te lo confiaré. Le di un medio para convocarnos en caso de ser atacada, así como la
opción de regresar aquí para vivir. Ella eligió permanecer entre su propia clase. Hellen dejó
claro que no quiere volver a Kalosis.
Esas palabras picaron su corazón, pero Urian no la culparía por ellas. Era malo hacerla
vivir en la oscuridad cuando no tenía que hacerlo. Su madre merecía vivir en la luz.
—Cuidaré de ella.
París tomó la mano de Davyn.
— ¿Tenemos un chthonian que nos protege, solren?
—Nay. No se preocupan por nosotros. Los apólitas están solos en lo que los dioses
conciernen. Apollymi es todo lo que tenemos. Solo le importamos a ella.
Los ojos de Ophion se oscurecieron.
—Eso no está bien.
— ¿Desde cuándo es justa la vida o lógica? —Urian se rió amargamente de la estúpida
actitud de su hermano.
Su padre suspiró.
—Lamentablemente, Urian tiene razón. Esto no se trata de justicia. Se trata de
supervivencia. ¡A la mierda mi padre! No entierro a mis hijos porque él es un imbécil que tuvo
que acostarse con una mujerzuela griega barata. Deja que el mundo de arriba arda hasta las
cenizas y deja que se desgarren. Estamos seguros aquí, y aquí vamos a permanecer.
Paris se aclaró la garganta de nuevo. Más fuerte esta vez.
—Um… ¿solren? Solo hay un pequeño problema.
— ¿Y es?
—Ya eres un daimon y el resto de nosotros no estamos muy lejos. ¿Así que cómo
vamos a sobrevivir encerrados aquí sin las almas humanas que necesitamos para evitar
convertirnos en polvo?
Urian se estremeció ante una verdad muy cruda que podría matarlos a todos. Una
verdad que le llenó con terror absoluto.

*****

¿Urian?
Saboreó el sonido de la voz de Xyn en su cabeza. Era como una caricia mental que
nunca dejaba de calentarlo todo el tiempo.
Desesperado por verla, la encontró junto a sus caídas, cerca del huerto.
—Saludos, mi dama más bella.
Él envolvió sus brazos alrededor de su cuello largo y cálido y respiró ese dulce aroma
que era únicamente su dragón.
Ella lo levantó en su mano con garras para acunarlo.
¿Qué pasa?
Riéndose, miró la garra de afeitar que estaba a solo unos centímetros de su rostro.
—La mayoría vería esto. —Tiró de él con cuidado—. ¿Qué clase de tonto soy para
mentir aquí con eso, tan cerca, y no tener miedo?
Sabes que nunca te haría daño.
—Cierto. —Suspirando, metió las manos detrás de la cabeza y cruzó los tobillos
mientras ella lo llevaba hacia su cueva—. Sentí un dios aquí antes. ¿Lo sentiste?
Ella arqueó una ceja espinosa ante eso.
Apollymi.
Irritado, le hizo una mueca.
—Lo juro, si una persona más me dice eso, reaccionaré violentamente. No era
Apollymi. Alguien más. Un poder completamente diferente.
Sarraxyn apretó sus labios mientras el miedo se extendía a través de ella. De alguna
manera, Urian debió haber percibido la visita anterior de su padre cuando volvió a ingresar
para presionarla para actuar contra Apollymi y Urian. Ella le había dicho a Helios que no
viniera.
Él no escuchó. Parte de ser un dios: Pensaban que lo sabían bien y eran siempre
veloces. Pero si eso fuera cierto, entonces Helios no habría sido empujado a un lado tan
fácilmente por los olímpicos.
Sin embargo, la última vez que había cometido el error de señalarle eso a su padre, la
había golpeado tan fuerte que su hermano Veles se había visto obligado a intervenir. De lo
contrario, no habría sobrevivido al asalto vicioso.
Cerrando los ojos, trató de pensar en alguna manera de distraer a Urian de este lío.
¿Cómo te estás adaptando a tu esposa?
A pesar de que odiaba preguntar, y la molestaba Xanthia con pasión, parecía el tema
más seguro.
Al menos ese fue su pensamiento hasta que lo sintió ponerse rígido en su palma.
Quizás el matrimonio no estaba de acuerdo con su pequeña apolita, después de todo.
Uno podría esperar.
¿Urian?
Suspiró y se incorporó para hacer una mueca.
—Debería estar agradecido.
Siento un “pero” en esa declaración.
—Pero —le sonrió burlonamente—, a veces hay frialdad en ella. ¿Eso es normal?
Xyn reprimió una pregunta burlona.
¿Me preguntas cuando nunca he estado alrededor de alguien para saberlo?
Él hizo una mueca visiblemente.
—Lo siento. Eso fue cruel de mi parte. No pensé.
Ella se quedó en silencio mientras escuchaba el ritmo de su corazón cambiar. Estaba
tan triste que hizo que su propio corazón le doliera por un dolor empático. Más que eso, la
hizo lo suficientemente audaz como para decir un secreto que mantuvo enterrado muy
adentro.
¿Y si tuvieras a alguien que te amaba, Uri? ¿Pero no podría alimentarte?
— ¿Qué quieres decir?
Como tu padre ¿qué pasa si te enamorases de un humano o de alguien más? Alguien
que no es un apolita o daimon. ¿Qué harías?
Él resopló con desdén.
—Eso nunca sucedería. No me lo permitiría.
Xyn sintió que su corazón se encogía con sus amargas palabras.
Eres más bien corto de mente, ¿no es así?
—Apenas. Solo estoy siendo práctico. ¿Cómo podría comer si quisiera amar a otro?
Qué fácil lo hizo sonar, como si el amor fuera una elección. Si así fuera, ella no estaría
en este tipo de dolor. Y su actitud la enojó seriamente. Su visión se oscureció ya que tuvo un
impulso repentino de arrojarlo al suelo y aplastarlo.
¡Eres un idiota, quieres decir!
Sus ojos se agrandaron mientras ella pronunciaba sus palabras en voz alta.
— ¿Xyn?
Furiosa, ella lo dejó en el suelo antes de rendirse a su impulso de hacerle daño.
Ve a casa, Urian. No estás seguro aquí.
— ¿Qué quieres decir?
Cuando él se negó a irse, ella le disparó una ráfaga de fuego.
Urian apenas esquivó el aliento incendiario de Xyn. Las llamas estaban mucho más
calientes que un fuego normal. Tal como fuera, lo chamuscó y quemó su piel a pesar de que
no se acercó a su posición.
¡Santa Katateros! No había tenido ni idea de su poder hasta entonces. No tenía ni idea
de cuán peligroso era su dragón en realidad.
Soplando aire fresco sobre su piel para aliviar la quemadura, se apresuró a alejarse de
su jardín. Estaba a mitad de camino a casa antes de darse cuenta de lo que la había
enfadado.
La pregunta que había hecho antes de perder la cabeza.
Pero no… Xyn no podía preocuparse por él. Así no. Ella era un dragón.
Él era un apolita.
Eso ni siquiera era físicamente posible.
Entonces otra vez, los dragones secuestraban doncellas todo el tiempo. Por supuesto,
en su mente, siempre había asumido que se las habían comido.
Ahora se preguntaba sobre el resultado…
Zeus e incluso su abuelo supuestamente habían fecundado a humanos mientras
estaban en sus formas de otras bestias. Toros, cisnes, agua…
Seguramente Xyn no quería que él hiciera eso con ella.
¿Verdad?
El pensamiento lo aterrorizaba. Le horrorizaba. Estaba casado, e incluso si no lo
estuviera, eran amigos.
Mejores amigos, y lo habían sido durante años. Como…
Paris y Davyn.
Mierda.
Urian ralentizó al darse cuenta de que estaban más cerca que los amigos normales.
Los dos habían compartido mucho en su aislamiento. Más que eso, Xyn le había cuidado. Ella
había sido su refugio cuando los demás eran más de lo que podría soportar.
No puede funcionar, Uri. Ella es un animal. Un dragón.
Y él tenía una esposa que cuidar. Nunca podría haber nada entre él y Xyn.
Nunca.
Sin embargo, todavía había algo dentro de él… algo que lo asustaba incluso más que
sus pensamientos. Un sentimiento que tenía que honestamente no podía negar.
Él la amaba.
Y eso los condenaría a ambos.

7 de septiembre de 9510 A.C.

Urian se detuvo en seco cuando entró en el palacio de Apollymi y encontró la única


cosa que nunca había encontrado antes.
Un extraño.
— ¿Quién eres tú?
La mujer alta, excepcionalmente delgada se dio la vuelta. Era impresionante. Y vestida
de una manera muy peculiar, un corto chitón verde similar a lo que un hombre podría usar,
cortado justo por encima de sus rodillas bien formadas. Una clámide larga, marrón, finamente
tejida se envolvió con cuidado alrededor de sus delgados hombros y fijado con un peroné
ornamentado con perlas y oro que formaban un arco doble. Su cabello rubio dorado estaba
intrincadamente trenzado y enrollado alrededor de su cabeza en un estilo acorde a una diosa.
Por su gracia, altura y belleza, Urian podría haberla confundido por una apolita. Excepto
que no tenía colmillos. Tampoco sus ojos eran marrones. Más bien, eran de un vivido y
excepcional verde que lucían más como los de su tía Artemisa.
O al menos eso era lo que le habían dicho sobre ella.
Y ahora que pensaba sobre ello, esta mujer hedía a divinidad griega. A tal punto que
estaba sorprendido de que Apollymi no estuviera aquí tratando de localizar su posición con
uno de sus perros de tres cabezas que utilizaba en su palacio como guardias.
O a unos cuantos carontes olfateando. Normalmente una presencia tan poderosa en
medio de ellos garantizaría al menos a Xedrix aquí para investigarlo.
Así que, ¿por qué esta doncella griega estaba en el palacio Stygian de Apollymi?
¿Sosteniendo un arco de guerra? ¿Y usando sandalias con la vestimenta de un chico?
Nada de esto tenía sentido para él.
—No has contestado mi pregunta.
Usó un tono más agudo esta vez para hacerle saber lo grave que era su situación.
Con sus cejas arqueadas, lo examinó con una mirada hostil.
— ¿Quién eres tú, y por qué estás aquí?
Ese gruñido audaz desató su propio temperamento.
—No soy quien está entrando sin permiso.
—Yo tampoco.
Sí, claro. Ningún griego pertenecía aquí y él lo sabía.
Silbando, se teletransportó para pararse frente a ella.
—Siento discrepar.
Ella sonrió burlonamente.
—Ruega todo lo que quieras. Tu teatro me deja fría.
Antes de que pudiera responder, Xedrix apareció junto a ellos. Su moteada piel azul
parecía más oscura de lo normal mientras miraba hacia ellos, recriminándolos como un padre
furioso.
—No prueben la paciencia de la Destructora, niños. Ella no está de humor para sus
tonterías.
Los agarró por el brazo y los arrastro por el pasillo hasta el jardín de Apollymi, donde la
diosa esperaba en su lugar junto al espejo.
Urian apretó su mandibular para no protestar contra el agarre severo, y notó que la
chica hacía lo mismo.
Apollymi jadeo al ver cómo estaban siendo tratados.
— ¡Xedrix! ¡Suéltalos!
Lo hizo de inmediato.
—Perdóname, akra. Ellos estaban peleándose.
Levantándose de su asiendo, negó con su cabeza.
— ¿Así que les ganaste?
El demonio se encogió de hombros con una indiferencia incomprensible dada la ira en
los ojos de Apollymi.
—Quería comerlos en su lugar, pero pensé que podrías tener más problemas con eso.
Esta parecía la mejor opción.
Suspiró pesadamente, como si frenará el deseo de despellejar a su demonio favorito.
—Bien. —Hizo un gesto al demonio a su lado con su mano, y luego se dirigió a Urian y
a la chica—. Supongo que es el momento de que los dos se conozcan, ya que estaban
obligados a cruzar caminos en algún momento. Urian, esta es mi Abadonna, Katra. Katra,
conoce a Urian, el hijo de Stryker, líder de mi ejercito Spathi.
Las fosas nasales de Urian se crisparon ante la introducción.
—Apesta a Artemisa.
Este debe haber sido el hedor que había olido antes.
Katra se erizó.
—Soy uno de sus sirvientes, y tú también podrías utilizar un baño. ¿Cuántos días has
estado sudando en esa armadura de entrenamiento, de todos modos? Debes hacer un punto
de encuentro con la diosa de la higiene y hacerse amigos. De verdad.
Apretó delicadamente la mano en la nariz para enfatizar su insulto.
Estrechó peligrosamente su mirada.
— ¿Por qué está aquí, akra?
Con un brillo poco característico en sus pálidos ojos, Apollymi los observó con
curiosidad.
—Ella es una espía para mí.
Urian se quedó boquiabierto.
La mirada de ojos amplios en el rostro de Katra dijo que esas palabras eran nuevas
para ella también, pero Urian no era lo suficientemente tonto como para contradecir a una
diosa muy volátil.
Incluso así, Katra ladeó su cabeza para estudiarlo con la misma curiosidad que alguien
podría usar con un insecto.
—Nunca he visto un apolita antes. —Levantó su mano—. ¿Puedo?
Ofendido de que ella lo tratara como un experimento, levantó su barbilla para protestar.
—No soy un fenómeno.
—Lo sé. Pero tú eres diferente a cualquiera que haya visto antes, así que tengo
curiosidad.
El echo un vistazo hacia Apollymi.
—Muestra a Katra lo que el bastardo le hizo a tu gente. Déjale ver lo que un animal le
hace a su propio hijo y nietos. Ayúdala a entender por qué debe odiarlo y nunca confiar en
Artemisa, quien te ha dado su espalda. Eres el sobrino de la diosa, después de todo. Sin
embargo, ella no hace nada por su propia sangre. Deja que Katra vea cuánto amor tiene la fría
zorra en su corazón por su familia.
Katra adopto una mirada fastidiada pero no dijo una palabra de contradicción.
Abriendo su boca, Urian permitió que la chica examinara sus colmillos. Aunque el
término “chica” era probablemente caritativo para ella. Muy probablemente, ella estaba cerca
de su verdadera edad y sin embargo parecía ser una adolescente, considerando que él era un
apolita, aparentaba ser un hombre adulto en mediados de sus veintes.
Ella tocó gentilmente con sus dedos las puntas afiladas de sus colmillos.
— ¿Te duelen?
—Nay. Nunca he tenido ningún otro tipo de dientes.
— ¿Y no comes ni bebes nada que no sea sangre?
Negó con su cabeza.
Ella se inquietó.
—Qué horror.
—No extrañas lo que no has conocido.
—No es verdad. Extraño a mi padre cada día de mi vida, sin embargo, nunca lo he
conocido. Y siempre tengo curiosidad acerca de cada detalle de él y de su vida.
Eso era diferente, supuso. Extrañar un padre no era lo mismo que verse obligado a
beber sangre. No podía imaginar una vida donde él no sabía quién era su padre. O no verlo
todos los días.
No había nada en la vida más importante para el que su familia. Y en particular,
valoraba a sus padres. Ambos.
Pero en conjunto, Katra era un anormal pedazo de pelusa, con algunos pensamientos
bastante peculiares. Urian frunció el ceño.
—Y prefiero no torturarme con pensamientos sobre lo que no tengo o lo que me pierdo.
La vida está demasiado dispuesta a hacerlo por mí.
— ¿Muy oscura?
Resopló ante su sarcasmo.
—Es difícil ser suave y esponjoso cuando eres desterrado a un reino infernal.
Katra se detuvo para considerar eso.
—Nunca has visto la luz del día, ¿verdad?
El miró más allá de ella a Apollymi, quien los observaba con una intensidad inquietante.
Cómo deseaba poder leer sus pensamientos. O los de Katra en ese momento.
—Solo a través del espejo de la diosa.
—Vaya. Lo siento.
Katra parecía realmente sentirlo.
Urian se encogió de hombros antes de decir una verdad absoluta.
—No lo sientas. Preferiría no ver la luz del día a quedarme atascado sirviendo a
Artemisa.
Katra se quedó boquiabierta ante su insulto.
— ¡Auch! Puedo decir que no nos llevaremos bien en lo absoluto.
—Bien conmigo. —Se volvió hacia Apollymi y le ofreció una reverencia rápida—. ¿Si
me disculpa, akra?
Katra observó a Urian y sacudió su cabeza.
— ¿Pasa algo malo? —preguntó Apollymi.
— ¿Por qué no le dijiste que somos primos?
—Por la misma razón de que nadie necesita saber que eres mi nieta, Katra. De las
cosas secretas, estamos en silencio. Tanto como odio a tu madre, tenemos que proteger la
reputación de Artemisa para proteger a mi hijo. Por lo tanto, Strykerius nunca debe saber que
eres la sobrina de Apolo.
Y aún había otro asunto que la perturbaba mientras Katra miraba detenidamente al
peculiar apolita que los había dejado.
—Por el amor de dios, niña. ¿Qué más está en tu mente?
Katra inclinó su cabeza.
— ¿Por qué Urian se parece tanto a mi padre?
Apollymi se burló.
—Ellos dicen que Urian es la viva imagen de Strykerius.
Ella se burló de esa explicación.
—He visto a Stryker. Aparte de su cabello rubio y porte, solo hay una similitud pasajera
entre ellos. Pero he visto a mi madre mirar a mi padre lo suficiente como para conocer cada
uno de sus rasgos. A pesar de que no he visto a Acheron en carne y hueso, conozco la línea
de su mandíbula, la forma de su nariz y sus ojos. El fino arco de sus cejas. Y él y Urian
pueden ser gemelos. La única diferencia es que la piel de Urian es un poco más oscura en el
tono.
—Por qué su madre es egipcia.
La noticia sorprendió a Katra, que no tenía idea de la verdadera madre de Urian.
— ¿Perdón?
Apollymi se congeló cuando se dio cuenta del desliz involuntario que había tenido. Pero
fue fácil de hacerlo. Pasó demasiado tiempo sola que no estaba acostumbrada a tener que
vigilar su lengua o censurarse a sí misma. Y aquí estaba diciéndole a Katra que tuviera
cuidado…
—Nada. Solo recuerda lo que dije. No hables de nada de lo dicho aquí. Cuídate a ti
misma.
—Créeme, soy buena en eso. Tengo que serlo para proteger a mi matisera de los otros
dioses.
Apollymi tiró de Katra contra ella y la abrazó.
—Si me dejaras matar a Artemisa. Por el bien de todos. Cortaría su garganta mientras
duerme.
— ¡Yaya! ¡No puedo hacer eso! ¡La amo!
Esas palabras le arrebataron un profundo gemido.
— ¿Por qué? —se quejó—. Ella es completamente desagradable.
—No para mí. Además, hay muchos que piensan lo mismo de ti y es completamente
falso. Y hablando de eso, necesito volver antes de que me extrañe. Se moriría si alguna vez
se entera de que vengo a verte.
— ¡Bueno! ¿Debo enviarle una cesta para agradecerle por tus visitas?
— ¡Yaya! —Resopló Katra, luego beso su mejilla—. Cuídate y te veré pronto.
Apollymi la dejó ir a regañadientes. Todavía no podía creer que Katra fuera real. Que su
precioso hijo había engendrado un hijo sin que nadie lo supiera. Si ella no hubiera visto a la
niña con sus propios ojos y la hubiera sostenido en sus propios brazos, no lo habría creído.
Pero no se podía negar esta verdad.
Katra era la hija de Apostolos.
Si solo Katra renunciara su lealtad a su madre. Mientras permaneciera atada a dos
panteones, Katra era un peligro para ambos. Podría ser usada contra cualquier lado.
Al igual que la verdadera madre de Urian. Si Bethany no hubiera dado inadvertidamente
su protección a los griegos porque amaba al príncipe Styxx, los atlantes habrían destruido al
ejército griego ese primer día de la batalla y ganado su guerra contra Grecia antes de que
comenzara.
Entonces la princesa Ryssa no habría sido dada a Apolo para ganar su favor, y ella, y
su hijo no habrían muerto, causando así la maldición contra Stryker y su gente.
Más concretamente, si Bethany no hubiera tenido lealtades divididas, Apostolos no
habría sido sacrificado. Y la Atlántida no habría sido destruida.
Las lealtades divididas jamás podrían ser confiables. Solo confiaba en Strykerius ahora
porque su padre había roto para siempre su vínculo cuando había maldecido a los hijos de
Strykerius para que murieran. No había reparación a eso con meras palabras. Strykerius
nunca perdonaría a Apolo por su condenación de su ingenuidad.
Ella se aseguraría de eso…

17 de abril de 9508 A.C.

— ¿Solren? Por favor, no te enojes… estaba jugando con tu sfora cuando vi esto.
Urian levantó la vista de donde estaba sentado en su habitación delantera, puliendo su
espada, para ver a Geras sosteniendo su sfora de cristal en la mano. Él le sonrió gentilmente
al niño.
—No estoy enfadado, m’gios. —Trató de tener paciencia con su hijo—. Aunque
deberías preguntar antes de que te metas en mis cosas.
Dejando la tela aceitada a un lado, Urian extendió su mano para que el niño le mostrara
por qué estaba tan molesto y preocupado.
Geras se acercó para darle la pequeña pelota.
Urian se tomó un momento para tranquilizar a su hijo nervioso porque no estaba
enojado. Geras estaba literalmente temblando, estaba muy asustado. Puso sus kopis a un
lado y tiró a Geras en el círculo de sus brazos para que pudiera estar de pie entre sus rodillas
y ver en la sfora claramente.
—Entonces, ¿qué es lo que viste que te ha molestado tanto?
Mordiéndose el labio, Geras lo levantó frente al fuego para mostrárselo.
Las llamas parpadeaban en el cristal pálido. Al principio no había nada excepto la
niebla que se arremolinaba como los ojos de Apollymi.
Hasta que Urian vio la casa de su madre.
Y el cuerpo de su amante tendido en el patio con cuatro flechas que sobresalían de su
espalda.
El miedo frío lo atravesó y lo sacudió hasta el corazón de su alma. No podía respirar o
pensar.
Se puso de pie.
— ¿Solren?
Demasiado asustado para mirar más de cerca la casa, Urian casi tropezó con su hijo.
—No estoy enojado, Geras. Estoy agradecido.
Besándolo en la cabeza, alcanzó su espada. Antes de convocar a sus hermanos a esta
pesadilla despierta, quiso verificar la visión con la diosa.
Su corazón latía con negaciones y cualquier otra explicación que su mente pudiera
conjurar.
Tal vez estaba equivocado. Tal vez, tal vez era algo más.
¡Por favor, dioses, que sea otra cosa!
Se teletransportó a su jardín.
Demasiado asustado para considerar lo que estaba haciendo, se dirigió directamente a
su piscina.
Apollymi se levantó al instante y lo golpeó con un golpe divino. Un dolor inesperado
explotó a través de su cuerpo como si hubiera sido golpeado por una montaña. Eso fue tan
extremo y violento que durante un minuto no pudo respirar. Honestamente creyó que todos los
huesos de su cuerpo habían sido destrozados. Sus oídos sonaban con una contracción
inigualable.
¿Por qué no me puse la armadura de Xyn? Al menos eso le habría dado alguna forma
de protección.
Por así decirlo, no tenía nada. Y no estaba seguro si alguna vez volvería a caminar.
De hecho, le tomó un segundo darse cuenta de que Apollymi lo había atraído hacia sus
brazos y lo sostenía, llamándolo por su nombre mientras le acariciaba la mejilla. Esa era la
cantidad de dolor en el que estaba. Justo lo insensible que lo había golpeado.
Luchó por moverse o tener alguna apariencia de un pensamiento racional.
— ¿En qué estabas pensando entrando sin avisar?
No lo había estado haciendo.
—Mi mata. —Suspiró.
Ella frunció el ceño.
— ¿Qué?
—Q-q-quería comprobar a mi matera.
— ¡Eres un niño tonto! —Miró a su Caronte—. Xedrix, trae agua de las cataratas.
¡Rápido!
El demonio no tuvo que ir muy lejos. Una hermosa sacerdotisa ya estaba allí en los
jardines. Urian nunca la había visto antes. Vestida con un vestido negro, tenía el cabello
castaño largo y rizado que contenía pequeñas trenzas y cintas, intrincadamente diseñadas y
atadas a través de los zarcillos oscuros. A pesar de que ella mantuvo su mirada en el suelo y
se sentía como si estuviera a punto de morir, no podía perder la belleza vibrante de sus ojos
verdes cuando acercó a la mano de Apollymi, una taza incrustada de joyas.
Apollymi se la puso en los labios.
— ¡Bebe!
Urian se estremeció ante el agua negra mientras su estómago se revolvía en repulsión.
— ¡Bebe! —insistió ella.
Preparándose, obedeció, rezando para que no tuviera tan mal sabor como parecía.
En el momento en que el agua negra invadió su boca y quemó sus labios y lengua, se
atragantó pero de alguna manera logró tragársela. Perfumado con rosas, sabía más como
menta y algún tipo de dulzura que nunca había conocido. Y recorrió su cuerpo como fuego,
llevándose con él todo su dolor.
La sacerdotisa posó una mano suave sobre su cabello, luego su hombro, antes de que
desapareciera.
Urian miró de ella a Apollymi.
— ¿Quién es ella?
—Nunca te importará. ¿Estás bien?
Todavía conmocionado por su experiencia cercana a la muerte, Urian frunció el ceño.
—Bastante seguro de que eliminaste los últimos tres o cuatro fragmentos de mis
células cerebrales, akra.
Ella se burló de él.
— ¿Qué te he dicho acerca de entrometerme tan groseramente en mi santuario?
—Un punto que nunca olvidaré después de esta noche.
—Mira que no. —Mirándolo fijamente, lo ayudó a levantarse—. Ahora, veamos y
miremos qué está pasando con tu madre.
Urian todavía estaba teniendo problemas para ver inmediatamente después de su
violento asalto cuando iban a la piscina. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que
se había aventurado aquí. Sus días de querer ver el sol ya habían pasado. Había aprendido a
no anhelar cosas que no podía tener. Ni torturarse con semejantes inútiles esfuerzos.
Pero cuando las aguas se aclararon y vio la luz brillante donde vivía su madre, se
quedó sin aliento. No había sido una ilusión. Ella estaba bajo un ataque vicioso. En las aguas
espejadas, podía ver a los humanos que estaban saqueando su granja y deleitándose en el
daño que causaban.
Urian comenzó a teletransportarse pero no pudo. Apollymi lo había encerrado.
— ¿Estás loco? ¡Es la luz del día!
— ¡No me importa! —Lágrimas frustradas llenaron sus ojos mientras veía a su madre
siendo atacada—. ¡Ella es mi mata!
La histeria brotó dentro de su corazón cuando escuchó a su pequeña madre gritando
por ayuda y misericordia. Ninguno de las cuales vino a ella.
Más bien los humanos continuaron y siguieron con su brutalidad.
Apollymi onduló las aguas, dispersando las imágenes para que no pudiera verlas o
escucharlas más.
No es que importara. Estaban grabadas en su mente y alma. Siempre marcados ahí.
— ¡Ni! —gritó Urian, corriendo de vuelta—. No puedes dejarla. ¡Ella está sola y
desprotegida! ¡Tenemos que hacer algo!
Ella lo atrapó contra su pecho mientras él luchaba.
—No hay nada que podamos hacer.
— ¡Mierda! Tú eres una diosa. Envía a tu Caronte. ¡Una tormenta! ¡Alguna cosa!
¡Ayúdala! ¡Por favor! ¡Por favor! —Urian sollozó y luchó, desesperado por ayudar a su madre.
¿Cómo no podían hacer nada?
Ella se negó a dejarlo ir. En cambio, lo apretó más contra sus pechos.
—Lo sé, pido… lo sé. No pude ayudar a mi hijo cuando me necesitaba. A ninguno de
mis muchachos, y me mató saber cómo sufrieron cuando no había nada que pudiera hacer
para detenerlo. Saber que con todos los poderes que tengo, no podía entrar en Hades y sacar
a mi chico y restaurar su vida. Me arrancó el corazón y me dejó esta cáscara rota que ves
ante ti que apenas funciona aquí en este infierno. Sé lo mucho que duele. Pero no hay nada
que hacer. Si vas, morirás. Simple y llanamente. Lo sabes. Tu madre no te haría daño por
nada. Ella preferiría morir mil veces más que verte lastimado. Créeme, conozco el corazón de
una madre. Y si te hubieras ido, ¿quién protegería a tus hijos y esposa de semejante destino?
Nada de eso le importaba en este momento. No cuando supo que su madre estaba
siendo asaltada y él, un guerrero adulto, no podía ayudarla. No era justo o cierto.
¡Malditos fueran todos!
¿De qué servía entrenar si no podía defender lo que amaba? ¿Por qué incluso
molestarse? ¿Para qué?
¡Por qué!
Por primera vez en su vida, se sentía completamente indefenso y lo odiaba.
Se odiaba a sí mismo. ¡Malditos fueran los dioses! ¡Maldito fuera su padre!
¡Maldita fuera su propia alma!
—Shh —susurró Apollymi mientras lloraba contra su hombro. Ella lo sostuvo con una
ternura que nunca habría atribuido a una diosa tan violenta.
Pero no era su madre. Nunca podría ser la mujer dulce y gentil quien lo cuidó cuando
era niño. La que le había cantado canciones de cuna y había arreglado todo su mundo con
nada más que un cálido abrazo y tierna sonrisa. Nadie podría hacer que se sintiera amado
otra vez.
Y ella estaba siendo destrozada por manos brutales en un mundo duro que odiaba.
—Le fallé.
—Nay, pido. Tú vives. Eso es lo que ella quería para ti. Todo lo que ella siempre quiso.
Tu vida y tu felicidad. Mientras tengas esas dos cosas, nunca le fallarás. Créeme lo sé.
Sin embargo, él quería más que eso.
Quería a su madre viva y bien. Feliz.
Más que nada, Urian quería la sangre de aquellos que profanaron a la más sagrada
señora que anduvo siempre por esta tierra.
Y al llegar la puesta de sol, los tendría en sus espadas. Que los dioses tuvieran piedad
de ellos, porque Urian no lo haría.
Ahora no.
Jamás.

*****

No era frecuente que, como una diosa primitiva y antigua, Apollymi temiera algo. Pero
mientras observaba a los hijos de Strykerius reunirse, vestidos con su armadura para liderar
su primer ataque contra la humanidad, temía esto.
Porque no pudo eliminar las palabras de su hermano de su cabeza hace un año.
Cuidado con los infiernos de la guerra. Una vez desatados son tan rápidos como para
comerse a su amo como son para deleitarse con las gargantas de sus enemigos. En ese
momento, pensó que Jaden era un cobarde por su sentimiento. Un tonto patético.
Ahora…
Una profunda sensación de presentimiento la atravesó. Urian era una quimera diferente
a cualquiera jamás concebida. Peor aún, le habían mentido desde el momento de su
nacimiento.
Maldito por los mismos dioses cuya sangre compartía.
Su verdadero padre, Styxx, había sido una criatura volátil, tanto como príncipe griego
como el héroe atlante que había sido toda una vida: Aricles de Dídimos. Un hombre quien
había sido traicionado y asesinado tal como lo había sido su propio esposo. Los dioses nunca
deberían haber permitido que el gran héroe de guerra Aricles se reencarnara como Styxx.
Ese guerrero había sido bastante peligroso, pero Aricles había sostenido una inocencia
infantil que le había faltado a Styxx. Y después de ser traicionado y asesinado por Apolo,
Aricles había renacido en un príncipe despiadado y astuto como ningún otro. En la
encarnación de Styxx, había sido invencible mientras buscaba proteger lo que amaba. Como
si Styxx de alguna manera supiera todo lo que Aricles había pasado y entendiera innatamente
la crueldad de este mundo y la amarga necesidad de golpearle. El primer golpe mortal para
sofocar a todos los enemigos antes de que se alzaran contra él.
Había pasado esa pasión y la condujo a su único hijo para que Urian también tuviera
una increíble habilidad y derecho de nacimiento. Cuando se combinaba con los poderes de la
diosa Bathymaas, que había renacido como Bethany…
¿Qué he hecho?
Ella había infundido la sangre de dos de las criaturas más mortíferas nacidas con el
ADN de Apolo, y le dio a Urian quién sabía qué poderes adicionales cuando salvó su vida de
infante y lo colocó en el vientre de Hellen y le permitió que sus poderes se fusionaran con los
de Stryker.
Bueno, querías destruir el mundo, Braith. Con este niño, puedes muy bien haber creado
el recipiente perfecto para ello.
El único problema era que no estaba segura de tener el control de Urian.
Como su hermano Jaden había notado todos esos siglos atrás con su terrible
predicción, Urian tenía la misma probabilidad de cortarle la garganta una vez que su sabueso
se enterara de su parte en su nacimiento, cuando la estaba abrazando por el don de sus
poderes.
Eso era lo que la tenía asustada.
Puso cosas en movimiento que no podía ver o dirigir.
Y mientras observaba a él y sus hermanos teletransportarse a la cabaña de su madre a
través de las oscuras aguas de su piscina de espejos, su sangre corría más fría que el hielo.
Rodeado por sus hermanos, se mantuvo unido con una compostura rígida que habrían
hecho que Styxx y Bethany se sintieran orgullosos. De hecho, Urian era la mismísima imagen
del comandante Stygian cuando encontró el cuerpo de su madre adoptiva y trató de devolverla
a la vida con los poderes que había heredado de su verdadera diosa madre, Bethany.
Pero Hellen había muerto hacía mucho tiempo. No había esperanza para ella ahora. Y
ese horror hizo que Urian dejara escapar un grito visceral que resonó a través de la tela del
tiempo y el espacio. Era el grito angustiado de la agonía absoluta. Una miseria profunda que
sacudió las paredes a su alrededor y resonó profundamente en los pasillos de los dioses.
Apollymi había tratado de advertirle de lo que encontraría. No todos los muertos
podrían ser salvados. Por muchas razones. Telamon había vuelto a la vida porque no había
estado listo para dejar a su esposa o hijos. Hellen era otro asunto. Como humana, ella había
estado cansada. Sus razones no tenían nada que ver con Urian o sus poderes.
Y aunque era posible traer a los muertos contra su voluntad, eso nunca era una buena
idea.
Su hijo, Apostolos, era un excelente ejemplo de lo que sucedía cuando uno interfiere
con la voluntad de otro.
Como era el Malachai.
Nunca dejes que tu dolor tome tus decisiones, mi amor. Porque está en nuestras horas
más oscuras que hacemos nuestros infiernos más oscuros.
Kissare había tenido razón. Todo el mundo era el arquitecto de su perdición. Hasta este
día, ella lo odiaba por eso.
Apollymi miró en su espejo mientras Urian también se daba cuenta. En ese instante, la
luz dentro de sus ojos se apagó. Era un espectáculo que conocía demasiado bien, como uno
de los autómatas de Hefestos que podrían pasar por una criatura viva a primera vista.
Hasta que uno se daba cuenta, sus ojos estaban sin alma y fríos.
El único indicio de humanidad fue cuando Urian acunó brevemente el cuerpo de su
madre en sus brazos y besó su mejilla. Se quitó sus chalmys rojos brillantes y lo envolvió
alrededor del cuerpo devastado de su madre.
Luego la levantó en sus brazos y la llevó afuera a la pira que él rápidamente construyó
con sus poderes y colocó monedas sobre sus ojos.
Uno por uno, cada uno de sus hermanos colocó una rosa negra de mavilo en el cuerpo
de su madre. Las rosas que Apollymi había arrancado de su propio jardín y enviado con Urian
como el último signo de respeto de la Destructora. Una última marca de honor que pagaría a
la mujer que sin saberlo había llevado al hijo de Bethany en su vientre y dio a luz la venganza
de Apollymi.
—He cometido muchos errores —susurró mientras las lágrimas llenaban sus ojos.
De algunos se arrepentía.
De otros no. Pero se sentía muy mal por el niño al que había ayudado a criar. Nadie
merecía el dolor que Urian sentía esta noche. Sintiéndose tan victimizado e indefenso.
Era una miseria que vivía dentro de su corazón como una compañera constante. Nadie
debía sentirse impotente en su propia vida.
Nunca.
Los hijos de Stryker dijeron una oración, luego encendieron el fuego del funeral. Y
cuando la pira ardía, Urian levantó la vista y, de alguna manera, se encontró con la mirada de
Apollymi a través de las nieblas de las aguas donde ella miraba. Cómo supo dónde estaba su
punto de vista…
Envió otro escalofrío sobre ella. Sus poderes eran asombrosos.
Pero entonces, él era el heredero Stygian.

*****

El fuego iluminó el cielo y se encendió cuando Urian usó sus poderes para conjurar a
las identidades de los hombres que habían matado a su madre y sus sirvientes. Piromancia no
era su elección favorita, pero las llamas que lamían el cuerpo de su madre ansiaban venganza
tanto como él.
Juntos, le dieron todo lo que necesitaba para reivindicar a ambos.
Los humanos habían venido a su granja para daimons debido a rumores susurrados
que habían escuchado. Y se encargaron de castigarla por albergar apólitas.
Tiempo en que los humanos realmente se encontrarían con algunos.
Ten cuidado con lo que deseas. Podrías conseguirlo.
La parte más triste de la vida fue cuando manifestabas tus propios temores por tus
acciones o inacciones. Tal vez eso era lo que realmente era el karma, al final. No una gran
fuerza mística que salía de la nada para derribar a alguien sin previo aviso.
Más bien un subproducto de la propia estupidez o crueldad de alguien donde buscaban
dañar a otro con un efecto boomerang para derribarlos en su lugar.
Porque eso era lo que sería esta noche. Los humanos habían temido a su raza. Si no
hubieran atacado y azotado a su inocente madre innecesariamente, entonces él y sus
hermanos los habrían dejado en paz. Pero porque habían atacado en su propia estupidez
viciosa, él y sus hermanos los matarían en algo mucho peor que cualquier cosa que hubieran
imaginado o temido.
No habría cuartel.
Ni misericordia.
Solo sangre y gritos.
Theo agarró el brazo de Urian para detenerlo.
— ¿Estás seguro de que deberíamos estar haciendo esto? Es lo último que querría
mata. Ella estaría horrorizada si supiera lo que estamos planeando en su nombre. Ya sabes
cómo se sentía por la violencia.
Urian miró por encima de su hombro para encontrarse con la mirada de Archie. Por
primera vez, estaban unidos.
—Si no tienes estómago para esto, Theo, vete a casa. No dejaré este reino hasta que
haya probado la sangre de cada humano que participó en esto, y si alguno de los otros se
interpone en nuestro camino… los eliminaré.
Miró de nuevo a Theo.
—Decide.
Theo tragó saliva y miró a su propio gemelo.
— ¿Alki?
Alkimos negó con la cabeza.
—Estoy con ellos en esto, adelphos. Pero tú sigue tu conciencia. No te juzgaré.
Theo se negó a rendirse porque buscaba ganar más para su causa.
— ¿Atreus? ¿Patroclus?
Ambos le dieron unas palmaditas en el hombro.
—Vamos —dijeron al unísono.
Theo suspiró pesadamente.
—No puedo hacer esto. Matar para sobrevivir es una cosa. Esto es venganza. No la
traerá de vuelta. Y no puedo avergonzar su memoria de esta manera.
Urian se obligó a no burlarse de la recién descubierta religión de su hermano: Devoto
cobarde.
—Quizás, pero me hará sentir mejor, y es justicia. Eso es lo que se merece por lo que
le hicieron. —Y con eso, convocó un portal para su hermano—. Vete a casa.
Asintiendo, Theo dio un paso adelante.
Urian miró a sus hermanos.
— ¿Alguien más?
Unidos por esta búsqueda de sangre, se mantuvieron firmes.
—Está bien. —Urian cerró el portal de inicio para que nadie más los encontrara hasta
que se acabara.
Más al punto, nadie podía detenerlos.
Luego usó sus poderes para localizar el lugar que las llamas le habían mostrado. Un
pueblo humano pequeño y adormilado donde los cobardes habían vuelto corriendo, pensando
que estarían seguros y protegidos. Lejos del alcance de cualquier apolita o daimon.
Como no.
En lugar de matar a un Spathi, los humanos deberían haber aprendido algunas cosas
sobre ellos primero.
Uno, valoraban sobre todo a la familia. Al atacar se invitaba al grupo a venir hacia ti.
Dos, solo tenías un disparo. Sería mejor que contara. Porque cuando consiguieras
levantarse, y lo harían, no habría quién los detuviera.
Los humanos habían hecho su golpe y se habían retirado.
Sería su último error. Al final, a Urian no le importaba lo que sus hermanos hicieran esta
noche No tenía intención de vigilar sus acciones. No era su lugar. Lo correcto y lo incorrecto
no le haría olvidar nunca. Ahora no. No en lo que a su madre concernía. Los humanos habían
perdido su derecho a cualquier forma de misericordia. En el momento en que habían fallado
en controlarse. En el momento en que pusieron un pie sobre la granja de su madre y pusieron
una sola mano cruel en su carne y tomaron su propiedad.
Así como habían castigado a su madre por ayudar a su familia y escudarlos, él sentía lo
mismo por cualquier humano al que pudieran enfrentarse.
Todos ellos eran culpables por sus nacimientos de madres humanas.
Era el nieto de Apolo, después de todo.
Que hubiera sangre. Que hubiera caos.
Sobre todo, que hubiera venganza.
Por lo tanto, cuando Urian abrió la puerta del primer atacante con un puntapié, rastreó y
tiraron las antorchas para quemarles en la calle donde esperaban para matarlos, sin sentir
nada sobre los gritos de las familias de los hombres. No oyó nada y no vio nada más que la
enorme bestia de un bastardo quien había golpeado a su pequeña madre.
Ese era el bruto que agarró. Al bruto le mostró sus colmillos.
— ¡Daimons! —gritó el hombre, tratando de escapar y defenderse de Urian.
Urian se echó a reír.
—Como desees. Un daimon solo querría tu alma.
Pero él quería mucho más. Venganza de sangre. Quería hacer al hombre sufrir largo y
duro. Escucharlo gritar y lloriquear por misericordia hasta que su garganta estuviera cruda y
sangrando.
Urian usó sus poderes para romper las piernas del humano en múltiples lugares.
Quería que sufriera lo más posible y que rogara y llorara, hasta que el humano estuviera
enfermo de eso.
Agarró al hombre por su cabello y lo levantó para que pudiera desnudar sus colmillos.
—Eso es, humano. Llora y suplícame. Quiero escuchar tus súplicas hasta que estés
ronco por nuestras palizas y te ahogues con tu propia sangre y bilis.
El hombre gritó aún más fuerte mientras su hijo corría por las calles para escapar de
sus hermanos. Con sus poderes, Urian lo atrapó y Archie atrapó al niño gritando en sus
brazos.

*****

Urian se congeló en el momento en que cruzó el portal para encontrar a su padre


sentado en ese trono, mirándolo fijamente con una mirada letal.
Sí, eso podría derretir la piedra ártica.
Su padre no se movió hasta que todos llegaron a través del portal y estuvieron de pie
en el pasillo frente a él. Luego salió de su trono como un letal depredador agazapado.
Excepto que Urian no tenía miedo. Ni siquiera un poco. Honestamente, todavía estaba
muy afligido para que le importara.
De un humor mortal, su padre cerró la distancia entre ellos. Urian sintió la sangre
rodando de su armadura. Goteaba del protector nasal de su casco y aterrizó en un brillante
patrón de salpicaduras en la baldosa fría a sus pies.
Sin embargo, no se movió ni se estremeció cuando se encontró con la mirada de su
padre.
Su padre se detuvo frente a él y quitó el casco de su cabeza. Limpió la protección con
el pulgar, luego colocó la sangre en su lengua para probarla. Lamiéndolo para limpiarlo,
arqueó una ceja al darse cuenta de que era humano.
—Al menos pudiste haber llevado algunos daimons contigo para recoger las almas.
Urian entrecerró los ojos.
—Hubiera destruido a cualquiera que poseyera parte de ellos. Mientras mi mata esté
muerta, ellos también. Ninguna parte de ellos debía sobrevivir. Ni siquiera por un latido del
corazón.
Con respeto brillando en sus ojos, su padre inclinó la cabeza hacia él.
—Célebre.
Archie inclinó la cabeza.
— ¿Estás enojado con nosotros, solren?
Su padre los escudriñó a su vez.
— ¿Qué crees?
Uno por uno, sus hermanos murmuraron una disculpa.
—Lo siento.
—Perdóname, solren.
Hasta que su padre se quedó mirando a Urian.
— ¿No tienes ninguna disculpa por tu comportamiento?
Urian negó con la cabeza.
—No lo siento. En absoluto. Los humanos atacaron lo que es mío y yo me tomo las
represalias con suficiente fuerza para hacerles saber que no toleraremos su asalto no
provocado a nuestra gente nunca más. Además, no tendría la Sombra de mi madre vagando
por las orillas del Acheron lamentando que sus hijos no la amaban lo suficiente como para
verla debidamente vengada. La envié al submundo con monedas más que suficientes para
pagar la tarifa de Caronte, y con suficiente sangre para llenar las copas de cualquier dios que
lo exija.
Su padre dejó escapar un largo y cansado suspiro, luego se volvió hacia sus hijos.
—Vayan… límpiense y cuiden a sus familias.
Cuando Urian comenzó a irse, su padre lo detuvo.
— ¿Urian?
Temía la charla severa que estaba seguro que estaba a punto de comenzar, pero
retuvo su reacción por parte de su padre y se obligó a parecer estoico.
— ¿Sí, solren?
Su padre frunció el ceño mientras estudiaba el sangriento casco en su mano. Un tic
funcionaba furiosamente en su mandíbula cuando se lo devolvió a Urian.
—Me haces sentir orgulloso, pero…
Sacudió la cabeza y gruñó.
Esas palabras y su reacción lo confundieron. ¿Qué estaba tratando de decir su padre?
— ¿Pero qué?
Su mirada se oscureció con la advertencia.
—Ten cuidado con el demonio que te impulsa así. Esperaba que tu Xanthia te ayudara
a tomar ventaja. En cambio, pareces ser aún más hostil últimamente. Me preocupa.
Algunas noches, él también lo hacía.
—Estoy bien, solren.
— ¿Lo estás?
Asintió, aunque una parte de él tenía dudas.
Tomando su casco, Urian se dirigió a su casa. Pero con cada paso, temblaba más por
su rabia reprimida y pena. ¿Peor? Sabía que no podía ir a casa como estaba. No cubierto de
sangre y carnicería. Lo último que quería era que su hijo e hija tuvieran esta imagen de su
padre.
O Xanthia.
Lo que había hecho esta noche era malo. En ese recuento, Theo no se había
equivocado. Se había glorificado en sus muertes de una manera que lo enfermaba incluso a
él. Su esposa y los niños no necesitaban saber de qué era capaz.
Peor aún, no se arrepentía en absoluto. Lo haría de nuevo, sin dudarlo.
Soy un animal. Theo tenía razón. Su madre se habría avergonzado de él.
Y sin embargo, no lo era. Su necesidad de justicia aún ardía tan profundamente en sus
huesos que quería volver atrás y profanarlos más. Había una parte innata que no entendía.
Gritaba por acción con una locura que no podía comprender.
¿Qué está mal conmigo?
Sus hermanos no sentían los mismos gritos necesitados para enderezar las escalas del
orden como él. Para equilibrar el caos y buscar a los que lo hicieron mal.
¿Por qué era tan diferente de ellos?
No queriendo pensar en ello, ansiaba la presencia de Xyn más que cualquier otra, pero
sabía que no debía buscarla, especialmente después de lo que había sucedido cuando se
había entrometido en el jardín de Apollymi. Lo último que necesitaba era otra lesión cerebral.
Así que se dirigió a la casa de Paris para lavarse y cambiarse de ropa.
Para su sorpresa, Paris no estaba allí. Davyn abrió la puerta con una sorprendida
expresión al ver la condición en la que se encontraba Urian.
Urian se secó la sangre en el rostro.
— ¿Me preguntaba si podría lavarme aquí antes de irme a casa?
Davyn escupió.
—Depende… por favor, no me digas que los intestinos o masacre que llevas pertenece
a Paris.
Asombrado y ofendido por la pregunta, frunció el ceño a su amigo.
—No, pero si no me dejas entrar, podría añadirte.
Dando un paso atrás, Davyn le hizo espacio para que entrara.
—Bueno, no puedes culparme por preguntar, dado cómo se enfrentan entre sí a veces.
Es una suposición natural que fuera suya, o de otro de tus hermanos. —Cerró la puerta
mientras Urian colocaba su casco en un paño encima de su mesa—. ¿Dónde está Paris, de
todos modos?
—No lo sé. Supuse que se dirigiría directamente aquí. —Quitándose la capa, Urian se
dirigió al lavabo y vertió el agua mientras Davyn ayudaba a desabrocharle la armadura.
Arrugó la nariz con disgusto.
— ¿En qué te metiste?
—En entrañas humanas en su mayoría.
— ¡Ew! —Davyn se estremeció—. Recuérdame que nunca los destripemos, entonces.
¡Huelen horrible!
—En efecto. Tengo que decir que me alegra bastante tener una dieta líquida.
De repente, alguien se aclaró la garganta ruidosamente detrás de ellos.
— ¿Debo preguntar por qué le estás quitando la ropa a mi hermano, Dav?
Urian miró por encima del hombro para ver a un Paris limpio y pulido fulminándolos con
la mirada.
—Al igual que tú, no quería ir a casa con mi esposa, con sangre y apestando.
Paris cruzo los brazos sobre su pecho.
— ¿Pero no te importa apestar alrededor de mi marido?
—Realmente no. No me importa si me rechaza.
Paris se rió mientras finalmente se relajaba.
—Punto justo. —Se acercó para ayudar a Urian a tirar hacia abajo para que pudiera
limpiarse—. Eso fue asqueroso. No puedo creer que te deje hablarme de esto.
Davyn resopló.
—No puedo creer que no me llevaran. Ella era mi madre también.
Paris estaba instantáneamente arrepentido.
—Oh cariño. Lo siento. Ni siquiera pensé en eso. Y no quería que te sintieras mal.
Urian rápidamente terminó de bañarse mientras se dirigían a su habitación, dejando
caer las prendas a medida que avanzaban.
—Paris, voy a pedir prestada algo de ropa y saldré mientras te disculpas por ser un
imbécil.
Retumbaron una respuesta que fue puntuada por algunos sonidos elevándose que
levantaron las cejas las cuales lo incomodaron aún más.
Deseando compartir ese nivel de pasión con su cónyuge, Urian rápidamente terminó,
luego recogió su espada y escudo y la capa de Paris antes de dirigirse a su casa tranquila y
apartada.
A diferencia de Davyn para Paris, nadie lo esperaba.
Con un barrido rápido de su casa encontró a los niños acurrucados en sus camas,
rápidamente dormidos. Como Xanthia. Lo que solo hizo que el vacío dentro de Urian doliera
más. Incluso en casa, se sentía como un extraño.
No bienvenido en su propia casa.
En su propia familia. Todavía no sentía que pertenecía a ningún lado.
Excepto con un dragón.
¿Qué tan raro era eso?
Suspirando, Urian colocó su espada en su soporte en la pared y colgó su escudo, luego
avivó el fuego por su esposa. Xanthia era de naturaleza fría, por lo que siempre hacía un
punto para poner madera nueva en el fuego antes de irse a la cama y levantarse antes que
ella para que la habitación no estuviera demasiado fría cada vez que se despertaba.
Mientras se levantaba, se dio cuenta de que ella lo estaba mirando desde la cama.
—Lo siento. No quería despertarte.
—Escuché lo que hiciste esta noche.
Su tono era frío y quebradizo.
Hizo lo mejor que pudo para jugar, esperando que ella dejara pasar el asunto.
— ¿Oh?
Ella lo fulminó con la mirada. Sus ojos eran amargos en su juicio.
—Todos estaban hablando de eso después de que Theo regresara sin ti y los demás, y
él dijo que la mayoría de ustedes lo habían planeado. Dicen que los humanos tomarán
represalias ahora. Que vendrán aquí para encontrarnos.
Él resopló ante su ridículo miedo. Como si un humano pudiera atravesar uno de los
agujeros de Apollymi, e incluso si lo hicieran, aterrizarían a los pies de su padre en el pasillo
central. Un mal día para el humano, pero una buena cena para cualquier daimon que pasara
por allí.
Podrían usar la merienda.
Así que le sonrió a su esposa.
—Lo dudo. En todo caso, deberían temernos más.
Era la primera vez que un apolita o un daimon les había devuelto el golpe.
Y había pasado mucho tiempo para eso, en su opinión.
Lamentablemente, Xanthia no compartió su punto de vista. Más bien, ella curvó su labio
hacia él.
—Eres un asesino monstruoso, Urian. Me avergüenzo de lo que has hecho.
Esas palabras lo cortaron profundamente. Pero no tanto como la condena en sus ojos.
Eso picó su alma profundamente.
—Ya veo. —Dejó el atizador al lado de la chimenea y se dirigió a la puerta.
— ¿A dónde vas?
Siguió caminando, sin mirar atrás.
—A algún lugar que me quieran. El cual obviamente no está aquí.

*****

Xyn todavía estaba en su forma humana cuando olió ese aroma cálido y dulce que era
su Urian. Durante un minuto más largo, comenzó a no cambiar. Para decirle que ella había
sido la que le había entregado la taza después de que Apollymi lo atacara.
Que finalmente había sentido la seda de su cabello con su carne que había ardido de
su recuerdo desde entonces.
Si solo se atreviera…
Odiándose por la cobardía, se convirtió en su cuerpo de dragón y metió sus alas negras
hacia abajo para que pudiera encontrarse con él junto a las cataratas.
Por la agudeza de su olor, sabía que estaba furioso.
Sobre todo, sabía que estaba molesto y emocionalmente herido.
¿Qué pasó?
—Hemos destripado hasta el último de ellos.
Eso la hizo sentir mejor por él, pero su estado de ánimo la confundió aún más. ¿No
debería estar feliz?
Bien.
A juzgar por la expresión de asombro en su rostro, su comentario pareció tomarle con
la guardia baja.
— ¿No estás horrorizada?
¿Debería estarlo?
Él le dio una mirada aguda. Luego habló lentamente, enunciando cada palabra.
—Yo les maté, Xyn.
Ella asintió lentamente.
Lo comprendo, Urian. Mataron a tu madre. Se merecían lo que sea que hiciste y luego
algo más. Ella lo acarició con su hocico para ofrecerle comodidad. Solo desearía haber estado
allí para ayudarte.
Él se aferró a ella y la apretó.
Xyn saboreó su abrazo, deseando que fuera un verdadero abrazo con sus cuerpos
presionados el uno contra el otro. ¿Por qué no podía encontrar el coraje para decirle la
verdad?
Pero entonces, ella lo sabía. Estaba aterrorizada de perder el poco contacto que tenía
con él. ¿Cómo reaccionaría él?
¿Y si nunca quería volver a verla?
Era una oportunidad que simplemente no podía tomar.
Urian besó su hocico y se apartó.
— ¿Viste a la sacerdotisa de Apollymi hoy?
Ella se quedó inmóvil ante su inesperada pregunta.
¿Perdón?
—Una mujer pelirroja me trajo agua de tus cataratas antes. Sé cómo eres con los
intrusos. Así que me preguntaba cómo lo consiguió. —Él acarició sus escamas—. Su cabello
era igual a tu coloración.
Ella tragó. Fuerte. Luego hizo todo lo posible para mantener su voz y tono de bajo y
tranquilo.
¿En serio?
Él frunció el ceño, luego inclinó la cabeza para estudiar sus ojos.
—Sí. En serio… incluso sus ojos.
Tropezando hacia atrás, él negó con la cabeza mientras la miraba con incredulidad.
— ¿Sarraxyn? ¿Puedes tomar forma humana?
¿Por qué tenía que preguntarle eso?
¿Por qué ahora?
El miedo se encajó dentro de su corazón. Quería… no, necesitaba mentirle.
Sabía que era lo más prudente.
Si solo pudiera.
Dioses, ayúdenme.
Preparándose para lo que sucedería, se transformó en su yo humano para que
finalmente pudiera ver su verdadera apariencia.
Y esperó.
Luego esperó un poco más.
Urian se quedó allí, completamente aturdido e incapaz de moverse. Rabia y traición
luchaban dentro de él. Se mezclaron con el dolor a tal nivel que no sabía qué pensar. Cómo
reaccionar. Él había venido aquí por consuelo y ahora…
¿Quién y qué era ella?
— ¿Por qué no me lo dijiste?
Su largo cabello rojizo brillaba en la tenue luz. Con toda honestidad, era exquisita en su
belleza fey. Sus ojos verdes prácticamente brillaban. Ella era, de hecho, la mujer que había
visto antes. La que le había tocado el cabello.
—Tenía miedo de hacerlo.
Él barrió su mirada sobre ella. Vestida con unos peplos de color bronce que fluían, ella
era una diosa. Sus labios estaban perfectamente formados y hechos para besos.
Y su cuerpo…
A Urian le costó mucho reconciliar a esta mujer con el dragón que había conocido todos
estos años. Al menos hasta que vio sus orejas puntiagudas. Había algo extrañamente a
propósito en ellas.
Ella se acercó a él.
Se alejó.
—Urian…
—No, Xyn.
Necesitaba tiempo para aceptar esto. El hecho de que ella le hubiera mentido todo este
tiempo.
Bueno, tal vez no mintió. Engañado o retenido.
Sea lo que sea, le dejó un dolor en el interior.
—Por favor entiéndelo. No quería lastimarte. Sé que no hay nada para nosotros. Eres
apolita y no puedo alimentarte. —Las lágrimas brotaron de sus ojos e hicieron que sus labios
temblaran—. Te he amado todos estos años.
Urian se estremeció al darse cuenta de lo mucho que la había amado también.
Y no había nada que pudieran hacer. Porque ella tenía razón. Esto estaba más allá de
la crueldad.
Para los dos.
¿Cómo podrían estar juntos cuando la única manera en que él podría comer sería
tomar su alimento de otra mujer, sabiendo que la alimentación conduciría a que tuviera sexo
con otra persona? O de lo contrario tendría que volver a sus asquerosas vejigas de sangre
coagulada…
Eso no sería justo para ella o para él.
Ella tomó su rostro entre sus manos y presionó su frente contra la de él.
—Me he escabullido para verte tantas veces.
El dolor le quemó la garganta al darse cuenta de cuántas veces la había visto entre la
gente de su pueblo.
—Lo sé. Ahora que te veo… Tuyo es el rostro que he visto en la multitud tantas veces.
Cerró su mano en un puño en su cabello suave y vibrante que destacó entre su pálida
palidez, la besó y gruñó ante la amarga dulzura de su boca.
Ella era mucho para él. Su mejor amiga. Su piedra de toque.
Su dragón.
Y nunca podría tenerla.
Nunca.
Con el corazón roto, la soltó y se alejó. Esta noche, no solo había perdido a su madre.
También había perdido a su dragón y mejor amiga.
Y probablemente a su esposa, también.

30 de abril de 9508 A.C.

Ophion se agachó cuando un jarrón voló más allá de su cabeza y se rompió a menos
de dos centímetros de su cara. Estaba aún más cerca de Urian, que no se movió en absoluto.
Pero entonces Urian estaba acostumbrado a la mierda volando hacia él cuando menos
lo esperaba. Lástima que no lo mató.
Agitando la mandíbula, Ophion miró a Urian con total incredulidad, no solo al proyectil
destrozado sino a la completa ausencia reacción de Urian a eso.
— ¡Mierda, hermano! ¿Qué le has hecho a tu esposa?
Urian tiró los dados sobre la mesa y suspiró mientras perdía otra ronda. Imagínate. Su
suerte estaba aguantando.
De mal en peor.
—He estado tomando mis comidas en otros lugares, y está bastante enojada por mis
malas decisiones en la vida.
Ophion hizo una mueca de dolor simpático.
— ¿Qué pasó?
Suspirando, Urian se recostó en su silla.
—Digamos que prefiero morirme de hambre antes de tomar comidas que me revuelven
el estómago.
Su hermano miró a través de las puertas abiertas en la dirección en que Xanthia se
había ido con sus amigas.
— ¿Qué está haciendo ella con la comida, entonces?
—No he preguntado y no me importa.
Sin duda, su esposa estaba abriendo sus piernas para alguien.
Ophion enarcó una ceja.
— ¿De verdad quieres decir eso?
Urian asintió.
—A diferencia de ti, adelphos, me casé por conveniencia y sustento, no por pasión.
Cuando dejó de ser aquellas cosas... puede buscar su consuelo donde quiera que lo
encuentre. —Se encogió de hombros ante una triste y dolorosa verdad. Realmente no le
importaba a quién se tiraba o cuándo—. Los niños, sin embargo, son otro asunto. Todavía
estoy cuidando de ellos.
Su padre les había inculcado la responsabilidad y sería el primero en golpearlos si no
cuidaban a los que no podían valerse por sí mismos.
Como siempre dijo, protegías a quienquiera que estuviera a tu espalda. Luchó contra
los que estaban a su lado y mató a quien fuera lo suficientemente tonto como para estar
delante de ti.
Nunca seas su enemigo.
Trates apareció de la nada, a su lado.
— ¿Urian? Tu padre te convoca. Inmediatamente.
Ese tono era extremadamente desconcertante. Como fue su inesperada aparición. Era
raro que llegara tal convocatoria y, más aún, que fuera de una manera tan nefasta.
Intercambiando un ceño con Ophion, se levantó.
Su hermano permaneció sentado.
Ante la pregunta tácita de Urian, se rió amargamente.
—Iría contigo, pero no me gusta cómo suena. De hecho, estoy bastante seguro de que
mis testículos simplemente se arrastraron de vuelta a mi vientre. —Le dio un golpe en el brazo
a Urian—. Diviértete, hermano. Haré una pira para tus juegos funerarios.
—Que los dioses te derriben, imbécil —se quejó Urian mientras seguía a Trates para
ver qué quería su padre con él ahora. Aunque para ser honesto, no podía pensar en nada que
hubiera hecho particularmente molesto.
Al menos no esta noche.
Lo que en realidad era un récord para él, dado cómo pasaba la mayoría de las noches.
Normalmente, esta vez debería recibir una buena patada en el culo.
Por una vez, y a pesar de la ira de su esposa hacia él, se había comportado mejor.
No había golpeado a nadie en la cara. Iniciado ninguna revuelta. Lo más milagroso de
todo, ni siquiera se había peleado con sus hermanos.
Sin embargo, cuando entró en el estudio de su padre y encontró un grupo de daimons
desconocidos allí, se detuvo.
Esto es inesperado. Especialmente teniendo en cuenta el hecho de que cada miembro
del partido, incluido su líder, era una mujer. Vestida con una coraza de oricalco blanco, ella,
como el resto, era sorprendentemente hermosa. Su largo cabello rubio estaba trenzado y
atado con brillantes cintas rojas que combinaban con su capa. Una capa que contrastaba con
el cuero tachonado negro de sus pterugios y las altas sandalias negras de guerra.
Demonios…
Ella y sus guerreras eran el epítome de una fantasía apolita adolescente hecha
realidad. El tipo de sueño que había pasado gran parte de su juventud deseando que le
sucediera mientras estaba solo en el bosque, perdido y desnudo.
En el momento en que su líder se encontró con su mirada, sintió que una descarga
instantánea de electricidad iba directamente a su ingle, lo cual también le recordaba las
innumerables horas de su imaginación desperdiciada.
Al menos hasta que ella frunció el ceño enojada, luego se volvió hacia su padre.
— ¿Es un apolita?
Sentado en la versión más pequeña de su trono de huesos que tenía en el salón
principal, su padre se encogió de hombros con indiferencia.
—En efecto. Te habría advertido, pero no pensé que me creerías a menos que lo vieras
por ti misma.
Sorprendida, cerró la distancia entre ellos hasta que se paró frente a Urian para poder
estudiarlo, nariz con nariz.
— ¿Tú eres el que dirigió la redada en la aldea humana?
—Yo soy.
— ¿Tú? — ¿Podría haber más desdén en ese tono?—. ¿Los mataste a todos con solo
un puñado de hombres?
Cruzando los brazos sobre su pecho, asintió.
—Mis hermanos.
Su mandíbula cayó de nuevo.
— ¿También apólitas?
—Por supuesto.
Había una naturalidad, un calor sin inhibiciones en sus ojos oscuros que chisporroteaba
en el aire entre ellos mientras lo miraba con un hambre tangible.
—Vinimos a rendir homenaje al Portador de Muerte. Supuse que uno de tal coraje y
habilidad tendría que ser daimon.
Su padre se rió entre dientes.
—Para responder a tu pregunta, Urian, son una tribu amazónica de daimons del norte.
Aún más confundido por eso, Urian miró por encima de su hombro, a su padre.
— ¿Amazonas?
Nunca antes había oído hablar de un grupo de daimons con ese tipo de lealtad.
Desafiaba toda lógica.
La mujer respondió por su padre.
—Fuimos atlantes al servicio de Artemisa cuando la maldición bajó del dios sol. Cuando
la diosa se negó a ir en contra de su hermano para ayudarnos, prestamos nuestros servicios y
nos inclinamos ante cualquier dios que respondiera a nuestra petición de misericordia. Desde
entonces, mis hermanas y yo hemos estado en una búsqueda para encontrar a otros de
nuestro tipo para ayudarlos y poner nuestras habilidades de guerra a cualquiera que se
interponga en nuestro camino.
Urian se relacionaba con eso. Conocía las historias del pánico de su propio padre en su
búsqueda para evitar la ira de Apolo. Ningún dios había querido involucrarse por temor a lo
que Apolo o Zeus les harían.
— ¿Quién respondió a tu llamada?
Por lo que sabía Urian, solo Apollymi había mostrado misericordia a su raza y se
habían atrevido a desafiar a Apolo.
—La diosa Marzanna.
Miró a su padre.
—Nunca he oído hablar de ella.
—Es una diosa del norte. —Los labios de su padre se torcieron con humor irónico—.
Una interesante, me han dicho. Una especie de combinación de Perséfone y Hades, todo en
uno. Con la psicosis que se esperaría de tal mezcla. Es la esposa de Koshchei el Muerto.
El tono de su padre tenía una nota extraña que Urian no podía entender.
— ¿Los has conocido, solren?
—Sólo una vez. Cuando era un niño. Eran una pareja peculiar que dejó una gran
impresión en mi mente joven.
El ceño de Urian se profundizó. Nunca antes había sabido que su padre fuera tan
diplomático.
La mujer sonrió.
—Hemos recorrido un largo camino para encontrarnos con el daimon que se atrevió a
atacar a las alimañas humanas. Tu valentía nos impresionó antes, pero ahora que sabemos
que ni siquiera eres un daimon...
Urian le lanzó una sonrisa burlona.
— ¿Estás abrumada? ¿Impresionada? ¿Te gustaría probar el fruto de Apolo?
Ella rió.
—Eres un descarado, ¿verdad?
Su padre dejó escapar un suspiro de exasperación.
—Siempre mi pesadilla. Nunca podría frenar o controlar eso. Culpo por completo a su
madre.
Ella sonrió.
—Sin embargo, escucho el orgullo en tu voz cuando dices esas palabras, Strykerius.
No lo tendrías de otra manera. —Con su mano en la empuñadura de su espada, se volvió
hacia su trono—. Entonces, ¿aceptas nuestro trato?
Su padre arqueó una ceja.
— ¿Para venderte mi hijo? —Se encontró con la mirada sorprendida de Urian—.
Déjame pensar. Mmm no. Nunca. Aunque todos ellos son descarados, estoy apegado a mis
hijos. Especialmente ese.
Bien, porque no le gustaba el lugar al que se dirigía esta conversación.
En absoluto.
—Te daré cualquier precio que digas.
Su padre negó con la cabeza y la reprendió.
—Bethsheba, podrías ofrecerme el trono del Olimpo y lo rechazaría. No pondré un
precio a mis hijos. Como dijiste, viniste aquí por un daimon y mis hijos siguen siendo apólitas.
Incluso si Urian fuera un daimon, la respuesta seguiría siendo no.
—Pero tienes una docena de hijos, ¿no es así?
—Diez.
—Seguramente…
—Un hijo no reemplaza a otro. Obviamente no lo tienes o lo sabrías.
Um, sí. Urian estaba sumamente agradecido por la lealtad de su padre en este
momento.
Cuando ella comenzó a retroceder hacia él, su padre extendió la mano y cubrió todo el
cuerpo de Urian con un resplandor azul brillante.
—Mi señora, dije que no y esa es mi respuesta final. No seré persuadido. —Poco a
poco, su padre se levantó de su asiento y bajó los escalones para acercarse a ellas—. No se
equivoquen sobre mi sinceridad. Luchas por tu gente, igual que yo. Pero vería a mi gente y al
mundo entero quemarse en el pozo más bajo de Tártaros para evitar que mis hijos pierdan
una sola lágrima. Por lo tanto, la idea de ponerlos en esclavitud para luchar por ti... es
inaceptable.
Ella hizo un sonido con sus labios en desaprobación.
— ¿Por qué no dejamos que tu hijo decida? ¿Y si me ganara su corazón? ¿Aprobarías
nuestro matrimonio entonces?
Urian se quedó boquiabierto ante sus palabras. ¿Lo decía en serio?
—Mis hijos están todos casados.
Una luz intrigante asomó en sus ojos mientras barría una mirada apreciativa sobre su
cuerpo. Se sentiría un poco más halagado si ella no lo tratara como a un cordero en un día de
fiesta.
Ella le sonrió.
—Eres apolita. Siempre puedes tomar otra esposa, ¿no?
Técnicamente, ella tenía razón. La poligamia no era ilegal o desconocida entre su
gente, especialmente después de la maldición de Apolo. Simplemente lo consideraban
codicioso. Pero mientras todos los participantes estuvieran de acuerdo con el acuerdo y nadie
se mostrara menoscabado por él, financiera o emocionalmente, era legal, si no siempre
socialmente, aceptable.
Su padre lo miró por encima.
—Supongo que si él es tan estúpido…
Gracias, solren.
—Pero —advirtió su padre—, es demasiado joven para ser nombrado daimon todavía.
No vas a convertirlo»
Ella sonrió
—No quiero convertirlo, Strykerius. Mi tribu no es lo mismo que tu gente. Como notaste
antes. Nay... quiero criar con tu hijo.
Bueno, esto no fue incómodo en absoluto. Hablando de sexo frente a su padre... que
vivió para eso.
Más que un poco consternado por su negociación, Urian se encontró con la mirada de
su padre.
— ¿No tienes nada que decir a eso?
Su padre lo miró fijamente.
— ¿Qué? ¿Quieres que interfiera con tu vida sexual?
Más o menos. Urian estaba empezando a sentirse como un pedazo de ganado que se
ofrecía para semental. Especialmente cuando cada uno de ellos lo miraba, y en particular, su
entrepierna, como si quisieran darle una vuelta, como si fuera su nuevo juguete favorito.
De repente, su fantasía juvenil comenzaba a tomar la apariencia siniestra de una
pesadilla, y estas amazonas se estaban convirtiendo de diosas en las formas de lamiai de
bacanal.
— ¿Y bien? —le preguntó su padre a su demora en responder.
—Supongo que no. Ya sabes, ser un criador y todo eso.
Por supuesto, sería un poco difícil atenderla en esa solicitud particular para fecundarla,
dado que él era estéril, pero este no parecía ser un momento conveniente para mencionarlo.
Y realmente no parecía estar de humor para escucharlo.
Tampoco su padre.
Así que, siendo la única chuleta de cerdo en la perrera, decidió mantener la boca
cerrada. La imagen de la chuleta de cerdo no fue de ayuda unos minutos más tarde cuando
Bethsheba se acercó y tomó el nudo de su faja para sacarlo de la habitación.
Urian comenzó a pasar una mirada de “ayúdame” hacia su padre, pero dado el hecho
de que su padre lo había tirado a los lobos, pensó que sería inútil. Su padre parecía pensar
que debería estar disfrutando de la atención.
— ¿Planeas manosearme en la calle o tienes un destino en mente?
Ella sonrió seductoramente.
— ¿No tienes una casa?
—Lo hago, y está lleno de una esposa y dos hijos que estarían muy molestos de que
tengas relaciones sexuales conmigo delante de ellos.
—Eres bastante hostil sobre esto. Estoy empezando a pensar que no quieres tener
relaciones sexuales.
Él le dio una mirada divertida.
— ¿Tú crees?
— ¿Tú no?
¿Lo decía en serio?
—Así no.
Eso pareció aturdirla en silencio. Al menos finalmente soltó el nudo sobre su
entrepierna.
Urian alisó su ropa.
—Al contrario de lo que crees que sabes sobre los hombres, Bethsheba, no nos gusta
que nos traten como a putas más que a una mujer.
— ¿Es eso, o te sientes amenazado por una mujer poderosa?
Se rió de su desafío.
— ¿Has conocido a Apollymi, o mi esposa para el caso? Confía en mí, eres bastante
miserable en comparación. Las mujeres poderosas no me asustan. Las prefiero a los débiles.
—Entonces, ¿por qué estás tan distante conmigo?
—Por la forma en que me has tratado. No soy un perro para ladrar a tu orden.
Y hablando de mujeres fuertes...
— ¿Qué es esto?
Xanthia se materializó tan rápido a su lado que casi unió sus ADN juntos. Un latido más
del corazón o paso y ella habría causado un error biológico trágico.
— ¿Qué es qué? —preguntó cómicamente.
— ¿Una nueva esposa? —grito—. ¿Me pareció escuchar que correctamente? ¿Estás
planeando casarse con otra persona?
Elogio a Apollymi para su pequeña comunidad. Malas noticias viajan mucho más rápido
que las buenas.
Suspirando, Urian decidió que era probablemente el momento de presentar a las dos
mujeres.
—Xanthia, te presento a Bethsheba.
— ¡Por infierno y Kalosis que lo haré! —Empujó a Bethsheba hacia atrás—. ¡Pon un
colmillo a mi marido y te encontrarás desdentada y calva, perra!
Urian levanto una ceja hacia Bethsheba.
— ¿Qué era lo que decías sobre las mujeres débiles?
Xanthia dio vuelta hacia él con pura ira de furia en sus ojos.
—No me hables. ¡Tal vez nunca otra vez!
Extrañamente molesto y divertido por ese comentario, él levantó las manos y decidió
permanecer fuera de esta pelea en particular, ya que no era una que quería empezar.
—Sí, mi amor.
De la nada, Paris apareció a su espalda y se colocó contra la columna vertebral de
Urian. Envolvió su brazo alrededor de su cuello y apoyó la barbilla en el hombro desnudo de
Urian.
—Esto se ve muy interesante y entretenido. ¿En qué te has metido ahora, hermano?
—No estoy seguro.
Bethsheba empujó a Xanthia atrás.
—No te atrevas a tocarme otra vez sin mi aprobación.
—Y tú no te atrevas a pensar tocar alguna parte de mi marido.
Bethsheba se mofó de ella.
—Apenas parece adecuada para ser la esposa de un campeón. ¿De qué agujero has
salido para estar en tan magnífico puesto?
Gritando, Xanthia se lanzó hacia adelante, pero Urian librándose de su hermano, la
atrapó antes de que pudiera atacar a la reina guerrera que la haría trizas. Mientras admiraba
el fuego de su esposa, no era tonto. Le había dado a Xanthia entrenamiento básico y nada
más. A ella nunca le importó pelear y no era ningún desafío para una guerrera con las
habilidades de Bethsheba. Y aunque estuviera furioso actualmente con su esposa y quisiera
golpearla por ser injusta con él, todavía era su esposa y no le haría daño por nada. Había
jurado su lealtad y fidelidad a ella y no importaba cuánto de un monstruo podría pensar de él,
era al menos un monstruo honorable.
— ¡Déjame ir! —gritó Xanthia, pateó y pellizcó.
Urian apretó sus dientes contra el dolor.
—Tranquilízate.
Se arrepintió de esas palabras tan pronto como pasaron sus labios. ¿Cómo pudo haber
olvidado que lo peor que se le podría haber dicho a alguien cuando estaba furioso era que se
tranquilizarse?
Invariablemente, sólo les molestaba más.
Primera lección que aprendió de niño cuando trataba con Archie y Theo. Todavía tenía
la cicatriz en la mejilla izquierda de uno de esos flagrantes actos de estupidez.
Bethsheba tuvo la agalla de reír.
—Tienes las manos ocupadas con esa musaraña.
Y esto le consiguió un gran puntapié en su muslo. Urian hizo una mueca.
— ¿Te molestaría no provocarla más?
Xanthia golpeó su cabeza contra su nariz.
Urian sintió que se rompía al instante. ¡Hija de puta! Casi perdió su agarre en ella ya
que el dolor partió su cráneo y sus ojos se humedecieron por el dolor.
— ¡Suficiente!
El grito de su padre finalmente tuvo éxito en calmar a su esposa. Aunque ella no le
temía, tenía un saludable respeto por el hecho de que su padre no tenía amor o lealtad hacia
ella y no dudaría en arrancarle el corazón para deleitarse con eso.
Urian la puso sobre de pie para que pudiera limpiar la sangre que le caía de la nariz.
Los ojos de su padre se ensancharon de furia en el momento en que vio su lesión.
Xanthia se echó hacia atrás para pararse detrás de él.
Sí, ¿no era perfecto? Ahora le gustaba de nuevo. Incluso se aferró a su chalmys para
protegerse.
Él le hizo una mueca de irritación.
— ¿Estás bien? —preguntó su padre en un tono preocupado.
Urian tuvo un momento en que consideró decirle a su padre la verdad, que su nariz se
sentía como una mierda y que había terminado con el teatro de Xanthia. Pero
lamentablemente, sus hijos la amaban, y él amaba a sus hijos.
—Estoy bien, solren.
Sin embargo, la mirada de su padre se estrechó amenazadoramente en Xanthia.
—Vete a casa. Ahora —soltó.
Bethsheba caminó hacia Urian con una atrevida y seductora arrogancia. Sacó un trozo
de tela de venado suave para que pudiera secar tiernamente y cuidar su nariz. Y por mucho
que odiara admitirlo, su cuerpo reaccionó al suave calor de sus dedos ahuecando su barbilla.
Sobre todo la forma en que trazó su labio inferior con el pulgar para aliviar el latido donde
Xanthia había roto el centro del mismo.
—Tu esposa debería apreciar el cuidado que tiene por su bienestar. Y el hecho que
salvaste su vida.
—No puedo culparla por su furia. Ella es una buena mujer. Soy un marido promedio.
Cualquier problema que puedan tener, Urian no estaba a punto de ver su reputación
empañada o su carácter abusado por parte de nadie.
Bethsheba resopló en esto.
—Ha criado a un hijo notable, Strykerius.
—Lo sé.
Retrocediendo, Bethsheba quitó un collar de emblemas tribales que estaba acurrucado
entre sus pechos.
—Por esa razón, te dejaré en paz, buen Urian. Cuando llegues a tus cabales y te des
cuenta de que tu musaraña no es digna de un hombre de tu calibre, llámame. Mientras reine,
los Marzanni son siempre aliados para los apólitas.
Se inclinó hacia adelante para besar la mejilla de Urian y susurrarle al oído.
—Cuando estés listo para montar una mujer de verdad, mis muslos estarán mojados y
abiertos para ti.
Si esas palabras no fueran suficientes para hacerle salivar, el sonido de su aliento
irregular y el aroma de su sangre mezclado con el suyo eran casi suficientes para hacerle
agarrarla justo entonces y avergonzarlos a ambos. Era todo lo que podía hacer para no
aceptar su invitación en el acto.
Porque la verdad es que no había estado con nadie en días. Había estado muriendo de
hambre desde que su esposa lo había insultado y se moría por comer algo.
Después de la pelea con Xyn, estaba más cachondo que el infierno. Él había estado sin
ninguna forma de compasión o cuidado. Se sintió tan perdido y solo.
A la deriva. Honestamente, sólo quería sentirse acogido en algún lugar. Por alguien.
Como si ella conocía sus pensamientos, le dio un caliente, hambriento beso que lo dejó duro y
doloroso de deseo. Ella dirigió su lengua por el corte en su labio inferior.
—Sólo pon una gota de tu sangre en el amuleto y di mi nombre. Te escucharé y vendré
al instante.
Con un suspiro melancólico, ella dio un paso atrás e inclinó la cabeza a su padre.
—Cuídate, Strykerius. Que nos volvamos a encontrar una noche.
—En efecto.
Su padre les abrió el portal para que pudieran despedirse.
Urian no se movió ni habló hasta después de que se habían ido.
No hasta que su padre se le acercó y tomó el paño de venado de su mano.
—Realmente eres un maldito idiota. No puedo creer que vinieras de mis entrañas.
—Lo sé.
Con un suspiro de disgustado, su padre sacudió la cabeza.
— ¿Cuánto tiempo has estado durmiendo en casa de Tannys?
Urian dejó salir un suspiro andrajoso antes de confesar la verdad.
—Tres días.
— ¿Has comido?
—En realidad no. Tanny ha tratado de darme de comer algo de su sangre en una taza,
pero no he tenido ganas de tomar nada de eso.
Su padre agarró su brazo donde tenía marcas de mordida frescas.
—Sin embargo, has estado alimentando a tus hijos. —No faltaba la condenación airada
en ese tono—. Sabes que no puedes seguir alimentándolos si no estás tomando nada para ti.
Urian sabía. Era la manera más rápida de hacer que un apolita se enfermara. Y les
podría dar una enfermedad rara que los mataría.
—Sólo alimento a Geras. No puede dormir a menos que le meza. Sólo toma un poco
antes de que caiga directamente a la deriva.
Un tic comenzó en la mandíbula de su padre.
—Mimas demasiado a ese muchacho. Ya es demasiado mayor para esa clase de
tonterías.
—Sólo velo a mi hijo, como mi solren me enseñó a hacer
Disgustado, su padre lanzó su brazo lejos.
—La diferencia es que yo soy tu solren.
Urian le dio un ceño fruncido reprendiéndolo.
—En mi corazón, Geras es tan mío como si hubiera sido de mi semilla.
Su padre agarró un puño de su pelo y lo tiró más cerca.
—Nay, Urian, hay una diferencia. Yo estaba allí cuando te deslizaste a este mundo, aún
cubierto en la sangre de tu mata. Mis manos fueron las primeras que te sostuvieron. Mi rostro,
el primero que viste. Incluso antes de tu mata. Te sostuve todos los días de tu niñez. Te
prometo que cualquier amor que tengas por ese chico palidece en comparación a lo que
siento cada vez que te miro a ti y a tus hermanos y hermanas, sabiendo que es mi sangre la
que llevas. Sabiendo que mis manos te entregaron a este mundo, y que tu bienestar recae en
mí todos los días de mi vida. Que fue mi sangre la que causó que todos fueran maldecidos por
los dioses. No tienes idea de lo mucho que me odio por eso. Lo mucho que odio a mi padre.
No porque me maldijo. Sino por lo que le hizo a mis hijos, y a los suyos. Y si tu esposa no te
trata bien, veré su garganta desgarrada. Ya que su vida no es nada para mí, pero tu felicidad
lo es todo.
—Me aseguraré de comunicarle tu locura, solren, inmediatamente.
Su padre se estremeció antes de besar la frente de Urian y festivamente le empujara
lejos.
—Pones a prueba mi paciencia, pido.
—Alguien tiene que hacerlo, solren. De lo contrario, tu cabeza crecerá demasiado
hinchada para encajar dentro del casco. Y lo necesitas para la batalla.
Refunfuñando, su padre se marchó hacia el theocropolis.
— ¡Culpo a tu mata!
—Siempre te culpaba.
—Y te sobremimamos cuando deberíamos haber adoptado una correa pesada en tu
culo.
— ¿Ahora se da cuento de eso?
Urian arqueó una ceja ante el tono bajo de Archie cuando su hermano salió de las
sombras detrás de él.
—Te atreves a decir eso más alto. Y a la cara de tu solren.
—No soy tú, Uri. Yo, él me habría hecho atravesar una pared.
Sí, claro.
—Nunca te ha golpeado más duro de lo que me ha golpeado.
—No estoy de acuerdo. Era un padre mucho más severo antes de la maldición.
Pregúntale a Theo. Hay una razón por la que frenamos nuestras lenguas y acciones más que
ustedes, imbéciles más pequeños. La culpa le monta más duro de lo que sabes.
Eso Urian lo creía.
Archie lo tomó con su inmensa garra como mano.
¿Qué en el infierno? Cuando Urian trató de rechazarle, sólo intensificó su asimiento
feroz.
—Detente, Uri, antes de que te abofetee. Quiero ver cuánto daño has tomado de Thia.
— ¿Por qué?
—Porque eres mi hermanito y no me gusta verte lastimado.
Haciendo muecas, le enderezó la nariz.
Urian silbó de dolor.
— ¿Está arreglada?
—Aye... eres tan guapo como mi hermano otra vez. —Se mordió el labio—. Eso tiene
que ser doloroso.
—Dolía menos antes de que volvieras a poner el hueso.
Urian lo acarició cautelosamente.
Archie se burló de su humor irritable.
—Vamos. Déjame llevarte a casa.
—Estoy bien, Archie. Además, tu preocupación me asusta.
—Entonces estamos a mano. Tu estupidez me asusta. —Lo abofeteó en el brazo—.
Sabe dónde estoy si me necesitas o un lugar para dormir hoy.
Bueno, esta noche se hacía más extraña y extraña. Desconcertado más allá de su
capacidad para sobrellevar la situación, Urian decidió ir a casa y hablar con Xanthia. Parecía
la cosa correcta y decente que hacer, dado todo lo que había sucedido.
Al menos eso fue lo que había pensado hasta que abrió la puerta de su casa y escuchó
un sonido muy distintivo...
Sabía que su hija era demasiado joven para estar en celo con un hombre. O su hijo.
Sus sospechas eran bastante asquerosas. Y sabía que antes de que abriera la puerta
de su dormitorio lo que iba a encontrar. Por tanto, la vista de su esposa tumbada desnuda
encima de otro hombre no le impresionó.
El hecho de que fuera su cuñado, lo hizo.
Si hubiera sido Davyn hubiera estado más aturdido. Pero en el momento en que la
mirada borracha de Erol se encontró con la suya, tuvo una comprensión aún más repugnante.
Por eso Archie había sido tan amable. Tan preocupado por él. Xanthia debió habérsele
insinuado a su hermano antes, y a diferencia de Erol, Archie no era un completo bastardo y
poco ético. No hay duda de que había querido advertirle, pero no había tenido el corazón.
En vez de eso, le ofreció a Urian un lugar donde quedarse. Consuelo por el hecho de
que su esposa era una puta...
—Wow... no, me siento como un idiota. Rechacé a una reina para que tú pudieras
revolcarte con un vago sin escrúpulos.
Xanthia se sentó y le afrontó sin un poco del remordimiento en sus ojos. Limpiando su
boca con el dorso de su mano, lo fulminó con la mirada.
— ¿Es esto todo que tiene que decir?
No realmente. Su cabeza resonó con varios insultos. Insultos que su lengua pidió que
soltara. Pero sus hijos no tenían que ser despertados con tal violencia contra su madre.
—Sólo que saques el escuálido trasero para que pueda matarlo. No porque me importe
una mierda por quién extiendes las piernas, sino porque le hizo esto a mi querida hermana y
no quiero traumatizar a nuestros hijos. Así que tan pronto como se haya vestido, me
encargaré de él... oh, y después de esta noche, querida Xanthia, considéranos divorciados.

27 de junio de 9506 A.C.

La cabeza de Urian giró mientras Bethsheba venía a sus brazos con un grito de batalla
estridente. Riéndose de su entusiasmo, hundió sus colmillos en la garganta de ella y dejó que
su sangre invadiera su boca para que pudiera alimentarse de su dulzor. Había algo sobre
cada vez que llegaba al clímax que la hacía más sabrosa para él.
No sabía si era algo sobre su adrenalina o si venía de que sea una forma diferente de
daimon. Sea lo que sea, ella hacía que sus sentidos se tambalearan. Acelerando sus golpes,
se perdió en sus gritos y su olor.
— ¿Majestades?
Urian maldijo con frustración.
Sheba se puso rígida en sus brazos cuando su clímax se redujo a la mitad. Primera
lección que había aprendido cuando se mudó con ella, asegurarse de que terminara
completamente con su orgasmo antes de que él terminara o habría un infierno que pagar.
Ella soltó un chillido que desafió la elasticidad de sus tímpanos mientras le tiraba una
copa de vino de oro pesado a la criada desventurada. Afortunadamente, la muchacha estaba
acostumbrada a esquivar proyectiles de su señora volátil.
— ¡Maldita sea, Niva! ¿Qué te he dicho sobre interrumpirnos?
Encogiéndose, la pequeña rubia recogió la copa y controló hábilmente el vino antes de
que manchara las alfombras y resultara en una paliza para la muchacha por su descuido. Lo
cual más tarde habría provocado una pelea entre Urian y su esposa después de que él
defendiera lo que Bethsheba veía como una sierva humilde.
—Perdóneme, majestad. Pero tengo visitas para el rey Urian... sus hermanos están
esperándolo.
Sheba dejó escapar un suspiro frustrado mientras Urian le daba una sonrisa de
disculpa. Acariciándola íntima y hábilmente debajo de las mantas en un esfuerzo por aplacar
su ira, acarició su pecho con su barba.
—Lo siento, mi amor. Siempre han sido mi pesadilla.
Ella tiró de su cabello.
— ¿Debería hacer que los decapiten?
Urian rió.
—Tentador... pero no. Son mis hermanos y mi solren exigiría satisfacción por ello.
Déjame ver lo que necesitan y pasaré el resto de la noche compensándote por esto. —Le dio
un beso en su estómago y pecho desnudos, luego se movió para deslizarse sobre ella.
Ella lo atrapó y envolvió sus piernas alrededor de su cintura, sosteniéndolo entre sus
muslos.
—Estaré aquí, desnuda y esperando tu regreso. No te tomes demasiado tiempo.
—Volveré, cuanto antes.
Con un precioso puchero, ella lo soltó.
Urian se deslizó de la cama, se lavó rápidamente, y agarró su shendyt de lino desde
donde su esposa lo había tirado antes cuando lo había atacado por su "cena". Retirándose el
cabello del rostro, agarró una bata ligera y dejó su habitación, la cual había sido tallada en el
corazón de una montaña antigua que la gente de Bethsheba consideraba sagrada para la
diosa a la que servían con tanta devoción como su padre con Apollymi. Las oscuras paredes
de piedra eran tranquilizadoras para los ojos con los que Apolo los había maldecido y
mantenía la temperatura fresca.
Muy similar a Kalosis, la única diferencia real era que los humanos de hecho podían
acceder a esta casa.
Si subían lo suficientemente alto.
Dicho esto, la cultura de Sheba no se parecía en nada a la de los apólitas. Lo cual lo
hacía difícil para él a veces cada vez que se detenía para afligirse por ello. Se había casado
con Bethsheba por ira, y estaba pagando por ello de una manera que nunca había imaginado.
Aunque ella era más amable con él de lo que Xanthia alguna vez había sido, todavía no
la amaba. Y se sentía igual de usado.
Thia había querido un protector para mantenerla a salvo de los humanos y para
garantizarle a ella y a sus hijos un lugar permanente en Kalosis. Sheba quería un perro de
ataque para liberar a sus órdenes. Uno sin voluntad propia. Esperaba obediencia
incuestionable. Una lealtad que anulaba su conciencia.
Había querido a Urian Deathbringer.
Ese mito solo había vivido para vengar a su madre. Un sabueso rabioso que no era tan
insensato como ella había asumido. Lo que descubrió aquí en el reino humano después de
que su temperamento se enfriara fue que no guardaba odio ni rencor alguno hacia la
humanidad. Estaban tan lejos debajo de él. Era completamente ambivalente hacia ellos.
Reservaba su odio únicamente para los dioses que habían maldecido a su gente.
Y lejos de su familia y Apollymi, el calor volcánico dentro de su sangre solo parecía
surgir siempre que ocurría una injusticia. Día a día, sin sus hermanos alrededor para
molestarlo por mierdas y risitas cada vez que se acercaban, estaba más bien apacible.
Terriblemente, de hecho.
No había tenido idea de cuán tranquilo e introspectivo era en realidad.
Peor que eso, realmente extrañaba a Sarraxyn. Más de lo que alguna vez habría
pensado posible. Tanto que ni siquiera le importaba que le hubiera mentido sobre sus
habilidades.
Una parte de él solo quería volver a verla, incluso si significaba disculparse. Pero no
sabía cómo después de todo este tiempo.
En verdad, apenas reconocía al extraño que residía dentro de su piel hoy en día.
Realmente se había perdido. Y ese sentimiento embistió duro en casa cuando abrió la puerta
de la sala del trono adornada donde Archie y Theo esperaban.
Se volvieron hacia él, luego le dieron la espalda para que pudieran continuar su
conversación susurrada, porque ninguno de ellos se dio cuenta de que era él al que habían
venido a visitar. Lo consideraban un extraño.
No he estado lejos tanto tiempo.
Bueno, casi un año. Pero aun así…
No debieron haber olvidado cómo se veía. O fallado en reconocer su propia carne y
sangre.
Con diversión amarga, Urian miró alrededor de la habitación familiar. Mármol negro
estaba veteado con oro y espolvoreado para asombrar e impresionar a cualquiera que viniera
aquí, no que pareciera tener algún efecto sobre sus hermanos obtusos.
Sheba era fanática de la intimidación. De ahí sus dos mascotas que mantenía
encadenadas a su trono. Agitados ante la presencia del olor desconocido de sus hermanos,
los dos leones de gran tamaño estaban dando vueltas y gruñéndole a Archie y Theo, tensando
sus cadenas mientras buscaban una forma de acercarse a sus víctimas previstas.
Se detuvo para agarrarles un poco de bistec de su despensa.
—Shh, Nerón, Leo... todo está bien.
Urian arrojó la carne cruda a las bandejas doradas que había en el suelo al lado del
trono de Seba.
Inmediatamente se abalanzaron sobre la comida.
Archie fue el primero en quedarse boquiabierto ante el estado semidesnudo de Urian.
—Maldición, Uri. ¿Qué te pasó?
Frunciendo el ceño, Theo se movió a su lado para poder tocar el cabello de Urian, el
cual ahora fluía justo por encima de sus hombros.
— ¿Qué es esto?
Urian manoteó las diminutas trenzas que Sheba había hecho con cuidado que estaban
entretejidas por todo su cabello con cuentas. Si bien era la moda de la gente de su padre
mantener la longitud de su cabello justo debajo de las orejas, la tribu de Sheba llevaba el suyo
mucho más largo. El de Urian ahora caía sobre sus hombros.
—Es un signo de nobleza entre su cultura. Las largas cuentas plateadas y doradas
significan que soy su gobernante.
— ¿Y el maquillaje para ojos y la pintura del rostro?
Theo tocó con los dedos el patrón intrincado que Niva pintó a lo largo del lado izquierdo
del rostro y la línea del cabello de Urian cada mañana y desde la punta de su nariz hasta justo
debajo de su barbilla.
—Es una tradición, idiota. —Al igual que el piercing de botón de rubí en su oreja
izquierda que decía que era un hombre libre y no propiedad de su esposa, lo cual era algo
raro para su tribu—. Y también indicativo de nuestro rango en su sociedad. —Urian se rascó el
hombro desnudo—. Entonces, ¿hay un punto para su visita? ¿O ustedes dos estaban
aburridos y pensaron, qué infiernos? No tenemos nada mejor que hacer, ¿vamos a molestar a
Urian?
Archie puso los ojos en blanco.
—Y aquí estábamos nosotros extrañándote. —Miró a Theo—. ¿Por qué otra vez?
Encogiéndose de hombros, él levantó las manos.
—No sé. ¿Tal vez porque teníamos algo que mostrarle?
Ahora ese era un pensamiento aterrador.
— ¿Qué? ¿Ustedes dos finalmente localizaron una sola célula cerebral entre ustedes y
necesitaban a alguien para mostrarte cómo usarla?
Archie lo empujó.
En el momento en que lo hizo, una flecha pasó silbando para su corazón.
Urian apenas la atrapó antes de que aterrizara en el centro del pecho de su hermano.
Si se hubiera tardado un momento más, habría matado a su hermano al instante.
Con los ojos abiertos, Archie palideció.
—Qué…
— ¡Alto! —espetó Urian cuando los guardias de su esposa avanzaron para asesinar a
sus hermanos. Sonriendo, le devolvió la flecha a Birgit, quien la había disparado—. Aprecio tu
protección, pero estaría muy molesto si mataras a mi hermano por su estupidez.
—Perdóneme, majestad. Ella le lanzó una mirada fulminante de advertencia a Archie
antes de retirarse de vuelta a la puerta.
Sus dos hermanos se quedaron boquiabiertos conmocionados.
Cruzando los brazos sobre su pecho, Urian les dio una sonrisa satisfecha.
—No su hermano pequeño aquí.
—Aparentemente. —Theo dejó escapar una risa nerviosa—. Maldición, Uri. ¿Cómo
estas con todo?
Algunos días eran mejores que otros. Pero no era del tipo que comparte esos
pensamientos.
Así que se aclaró la garganta.
— ¿Por qué están aquí de nuevo?
Recuperando su malicia anterior, intercambiaron una sonrisa. Entonces abrieron sus
túnicas para exponer sus pechos para él. Más al punto, la marca daimon que ahora
descansaba sobre sus corazones.
El estómago de Urian se encogió ante la vista. Durante varios segundos, no reaccionó.
No pudo. Sinceramente, no sabía cómo responder a sus noticias. Aunque una parte de él se
alegraba de saber que no morirían horriblemente por la fría estupidez de Apolo, otra parte
estaba enferma con la idea de cómo tendrían que vivir desde esta noche en adelante.
Que sus futuros podrían terminar en un solo latido si no mataban a tiempo...
Tan precaria como era la vida para un apolita, era mucho más para un daimon.
Theo se puso serio.
— ¿No estás feliz?
—Más confundido que cualquier cosa. —Le frunció el ceño a Theo, incapaz de
entender por qué se convertiría tan pronto cuando no tenía que hacerlo—. Todavía te
quedaban tres años hasta que cumplieras veintisiete.
—Lo sé, pero Archie tenía miedo.
Eso lo entendió. Estaban a solo unos pocos meses de distancia del cumpleaños de
Arquímedes cuando tendría que hacer una elección. Pero…
Archie se frotó el cuello.
—No pude hacerlo, Uri. Me esforcé tanto... lo hice. Theo había ido conmigo y tenía al
humano allí. Obediente. Tenía la voluntad del humano hipnotizada con la mía, tal como solren
nos había enseñado. Más que dispuesto a rendir su alma ante mí. El humano era un perro
bastardo sin consideración por cualquiera, abusaba de todos a su alrededor, pensé que
merecía morir y así tendría menos culpa al matarlo. Quiero decir, el mundo está mejor sin su
clase. Y él estaba más que dispuesto a renunciar a su alma. Pero entonces comenzó a gemir
y suplicar patéticamente, y yo... no pude hacerlo.
Theo asintió.
—Así que lo hice por él. Maté al humano y tomé el alma, entonces lo compartí con
Archie.
Urian se estremeció.
—Entonces, ¿qué significa esto? —Le frunció el ceño a Archie—. ¿Vas a tener que vivir
como un Anaimikos? —Eran daimon que eran alimentados por otros daimon para seguir vivos,
como un pajarito alimentándose de su madre.
Tímidamente, Archie asintió.
Sin embargo, esa imagen se convirtió rápidamente en algo mucho más gráfico y
horroroso cuando Urian pensó en cómo Theo tendría que "alimentar" a Archie. Seguramente
esto no era tan sexual como cuando los apólitas alimentaban...
¿O sí?
Sus ojos se ensancharon.
Inmediatamente protestaron cuando se dieron cuenta de dónde se había ido su mente.
— ¡Oh, queridos dioses! —espetó Archie—. ¡No es así! —Se estremeció
violentamente—. ¡Preferiría morir!
— ¿Por qué pensarías algo tan repugnante? —Theo comenzó a abofetear el brazo de
Urian, luego miró a los guardias y leones antes de reconsiderar—. ¡No es lo mismo que una
alimentación! Además, si fuera a dormir con un hombre, ¡elegiría a alguien mucho más guapo
que ese zoquete! ¡Uh! ¡Está rebelándose! Al menos iría tras Davyn.
Urian se burló.
—Bueno, ¿cómo sabría cómo compartes un alma? ¡No soy un daimon!
Theo puso los ojos en blanco.
—Los intercambios de almas son completamente diferentes.
— ¿Cómo? —Urian siempre había tenido curiosidad por cómo funcionaba. Era lo único
en lo que nadie nunca se metería. Más bien el secreto mejor guardado de su gente.
—No me creerías si te dijera. Es algo que tienen que mostrarte cuando estás listo.
Urian se acercó a Theo para que pudiera estudiarlo para ver qué más podría ser
diferente acerca de su hermano.
— ¿Entonces cómo es?
Ambos se pusieron serios.
—No sé cómo describirlo, de verdad. —Theo no se movió cuando Urian palpó su
oreja—. Mis poderes están intensificados ahora. En formas que no puedes imaginar.
Archie hizo una mueca.
—Por un lado, las almas son ruidosas.
Theo asintió en acuerdo.
—Ahora sé por qué los treli se vuelven locos. Puedes escuchar al humano en tu cabeza
todo el tiempo. Es como el peor tipo de esposa fastidiosa.
—Sí. —Archie suspiró—. Ruegan, se quejan y negocian. Y no puedes escapar del
sonido. Repiquetea en tu cerebro.
— ¿Hay algo que puedas hacer para calmarlos?
Sacudieron la cabeza.
—Solren dice que se hará vago mientras se debilitan y el alma muere. Que tenemos
que prestar atención, ya que eso nos dirá cuándo debemos cazar otra vez. Entonces, por esa
razón, queremos que estén gritando fuerte y claro para mantener nuestra vida.
Eso fue aterrador. Su propio monólogo interior era bastante fuerte a veces. No podía
imaginar tener algo dentro de él tratando de gritar más fuerte.
— ¿Y no hay otra forma de vivir?
Sacudieron la cabeza.
Archie frunció el ceño.
— ¿Qué hay de la gente de tu esposa? ¿Cómo funciona para ellos?
—Su diosa los unió a demonios del fuego para preservar sus vidas. Tampoco lo
recomiendo.
Especialmente teniendo en cuenta algunos de los más particulares cambios de humor
viciosos de Sheba cuando el demonio en ella se portaba mal.
Archie miró a los guardias.
— ¿Entonces son apólitas?
Ya no. Incluso sus jóvenes eran diferentes de a lo que Urian estaba acostumbrado.
—Los marzanni son una especie diferente... más parecida a los daimon. Con algunas
diferencias.
Theo arqueó una ceja ante eso.
— ¿Cómo cuáles?
—No envejecen como nosotros, pero no son inmortales. Todavía pueden tener niños,
en cualquier momento.
A diferencia de los daimon, quienes no podían tener hijos. Una vez que dejaban de ser
apólitas, perdían su fertilidad.
— ¿Pueden caminar a la luz del día?
Urian negó con la cabeza.
—Nadie ha impedido esa parte de la maldición todavía. Al menos no que yo sepa.
Aunque he oído hablar de algunos que lo han intentado.
Todos habían terminado en desastre. Parecía que Apolo estaba decidido a asegurarse
de que nadie con una gota de sangre apolita volviera a ver la luz del día.
— ¿Majestad? —Niva se aclaró la garganta nerviosamente desde las sombras de la
puerta—. Perdone mi interrupción, pero mi señora me pide que le recuerde sus deberes.
Siempre su amante cachonda. Suspiró.
—Estaré ahí.
Ella se escabulló.
— ¿Deberes? —se burló Archie. Luego se puso serio—. Verdad. ¿Eres feliz?
Honestamente no podía llamar feliz a lo que tenía aquí. Si bien no era miserable o
abusado, solo había sido realmente feliz con una persona.
Xyn.
Y como ella no estaba aquí y él nunca sería capaz de verla...
—Estoy contento.
—Eso no es felicidad, Urian.
Theo dirigió una mirada de preocupación hacia Archie.
Cómo odiaba el hecho de que su familia pudiera leerlo tan fácilmente. Nunca había sido
capaz de esconderles algo. Sin importar lo mucho que se esforzara.
—Ustedes dos se preocupan como viejas. Pero pediría una cosa antes de que se
fueran.
— ¿Eso es? —Archie ladeó la cabeza.
— ¿Acompañarían a mis hijos a casa con su madre? Han estado extrañándola y sé que
les gustaría verla.
—Por supuesto.
Urian inclinó la cabeza hacia Archie antes de que fuera a pedirle a Niva que los
recogiera para el viaje. Nephele en particular había estado rogando ver a su madre.
Mantenerlos alejados de Xanthia había sido el acto de mierda más rudo que alguna vez había
hecho en su vida, y dado algunas de las cosas que les había hecho a sus hermanos mayores
de niño, eso decía mucho.
Pero la verdad era que habían sido la única parte de su matrimonio con Xanthia que
había disfrutado. Y habían sido lo único que lo habían mantenido cuerdo aquí con Sheba y su
gente. Un bálsamo contra su soledad y su propia nostalgia.
Especialmente en lo que respecta a Sarraxyn. Los había necesitado como una
distracción para no pensar en cuánto extrañaba a su amiga.
Nay, no amiga. La única mujer que había amado.
La única mujer que nunca podría tener.
Y la idea de estar aquí sin sus hijos…
Nervioso, Urian suspiró. No era justo para Geras y Nephele, y lo sabía. No pertenecían
aquí y eran miserables. Estaba siendo egoísta y era el momento de que estuvieran con su
madre. No con su padrastro.
— ¡Baba!
Se detuvo en la puerta de su habitación cuando escuchó la llamada de Nephele desde
el otro extremo del pasillo. Su voz se hizo eco en la piedra mientras corría hacia él. A pesar de
que ella trató de no mostrarlo, él vio la emoción en su hermoso rostro mientras se acercaba a
él.
— ¿De verdad nos llevas a casa?
Esas palabras fueron un puño a sus entrañas. Cómo lo deseaba, pero si se iba a casa,
nunca regresaría aquí tampoco y eso causaría una guerra entre su gente.
Urian suspiró ante las lágrimas que lo ahogaban.
—Nay, amor. Mis hermanos están aquí. Te llevarán a ti y a Geras de vuelta a tu mata.
—Oh. —Su voz reflejaba la misma decepción que él sentía—. ¿Y tú?
El dolor se hinchó en su interior mientras acariciaba sus rubias trenzas.
—Me tengo que quedar aquí con los marzanni. Pero si deseas permanecer en Kalosis,
no te obligaré a volver. Sin embargo, te extrañaré terriblemente.
Su voz se quebró en lo último. Los extrañaría todos los días.
Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras sus labios temblaban. Con un sollozo, se
tiró contra su pecho.
Cerrando los ojos, Urian la sostuvo allí mientras luchaba contra sus propias lágrimas.
Realmente amaba a sus hijos. Siempre lo haría.
Geras vino corriendo y se lanzó contra ellos para que pudiera hacer un puchero sobre
el hecho de que Urian no se uniría a ellos.
Su corazón se rompió aún más, Urian los sostuvo hasta que escuchó a Sheba llamando
para que se uniera a ella desde el otro lado de la puerta.
Maldición. No debería tener que elegir entre ella y sus hijos. Pero la vida nunca era
justa.
Y parecía que le quitaba una alegría especial al atormentar sus bolas.
—Tengo que irme y tus tíos están esperando. —Los besó a cada uno por turnos—.
Cuídense. Iré de visita tan pronto como pueda.
— ¡Te extrañaré, baba! —dijo Geras.
—Ya te extraño, pícaro. —Urian lo golpeó en la barbilla, luego limpió las lágrimas en el
rostro de Nephele—. Sé buena para mí.
—Lo seré. Cuídate, baba.
Sus palabras hicieron que su corazón se hinchara y doliera. Cada vez que lo llamaban
así, lo destrozaba y lo alegraba de que, a pesar de cómo había terminado, se había casado
con su madre. Solo por ellos, su infierno con Thia había valido la pena.
Se detuvo para mirar mientras caminaban por el pasillo. Geras miró de nuevo hacia
atrás para despedirse y Nephele para darle un último beso.
Urian devolvió ambos gestos con un corazón pesado. Odio el cambio. Siempre lo haría.
Esa era la peor parte de ser apolita. El cambio llegaba rápido y furioso para todos ellos
en sus vidas patéticamente breves.
Veintisiete años no era suficiente para que alguien viviera y muriera. Se iban antes de
que tuvieran la oportunidad de comenzar.
Fin del juego. ¿Por qué? Porque su propio abuelo era un asno egoísta. ¿Por qué la
gente tenía que ser tan egoísta y fría?
Qué mundo sería si los demás pudieran mirar alrededor durante tres segundos cada
día y se diera cuenta de que no eran los únicos en dolor. Que todos sufrían.
Si la gente tomara una respiración antes de arremeter para tener en cuenta a todos
quienes estaban en su línea de fuego.
Sin embargo, nunca lo hacían. En cambio, la ira era una espada de doble filo que
cortaba en ambas direcciones a medida que giraba en un amplio arco y dejaba una franja
sangrienta a su paso.
Urian suspiró. Su destino personal se avecinaba más rápido de lo que podía seguirle la
pista. Tenía menos de cinco años para ese fatídico cumpleaños.
Cinco años…
Un parpadeo, y estaría muerto como su madre o un daimon como sus hermanos y
padre. En cierto modo, envidiaba a sus hermanos por haber hecho ya sus decisiones. Ya no
pesaba en sus mentes.
¿Sería capaz de hacerlo? ¿O sería como Archie y Davyn, y tendría que ser alimentado
por otro daimon?
Aunque Urian se creyó lo suficientemente fuerte como para volverse daimon, en
realidad no lo sabía con certeza. Una cosa era desgarrar a los humanos que lastimaron a su
madre. Otro matar a los que eran inocentes.
Los dioses sabían que Archie era el último que habría pensado que flaquearía en la
cara de un humano. Su hermano nunca le había ahorrado ninguna conciencia.
O cualquier golpe. Físico o mental.
Y él fue el que destrozó a los niños humanos esa noche…
Pero entonces la verdadera medida de cualquier guerrero nunca era conocida hasta el
día en que eran probados en batalla. Solo en el calor de ese momento llegarían a saber si
serían destrozados por los golpes de un enemigo superior o se elevarían victoriosos para
superar todos los desafiantes. Una cosa era decir lo que haría en abstracto, pero otra hacerlo
en realidad cuando ese momento llegara con aplastante brutalidad.
En pie y pelea, o gira y huye.
La ironía no se perdió en él de que el hermano que había salido a vengarse de su
madre y el sacrificio de los humanos en su nombre no era el hermano que había podido
convertirse en daimon para salvar su propia vida. Sin embargo, el que había sido un cobarde y
corrido al hogar para esconderse esa noche había sido el que había tomado esa alma para
salvar la suya.
Nunca se sabe quién luchará por sí mismo y quién luchará para salvar a otro.
En quién puedes confiar y cuándo. Esa era la parte más aterradora de la vida. Eso
nunca era inesperado.
Abriendo la puerta, encontró a Sheba esperando. Justo como ella había dicho.
A pesar de que estaba muy agitada, él no dejó que le molestara, ya que eso era
básicamente su estado normal de ser. Más bien se desnudó y volvió a la cama. Siempre la
mascota obediente.
Ella frunció el ceño tan pronto como vio la expresión sombría en su rostro.
— ¿Estás bien?
—Mis hermanos… se convirtieron en daimon.
Su mandíbula cayó.
— ¿Querían que te unieras a ellos?
—Aún no. Fue simplemente una llamada de cortesía.
Sheba le pasó la mano por el pecho, provocando escalofríos como consecuencia de su
caliente caricia. Se detuvo sobre su corazón, donde descansaría una oscura marca de daimon
que le convertiría como hicieron ellos.
—Sabes que tienes una opción, amor. Puedo pedirle a nuestra diosa que te haga uno
de nosotros. No tienes que convertirte en daimon como ellos.
Sus ojos brillaron con ese peculiar tono de ámbar naranja mientras arrastraba su mano
más abajo para ahuecarlo y jugar con su saco mientras se burlaba lentamente de la manzana
de Adam con su lengua, Urian contuvo el aliento mientras su pene se endurecía en su palma.
Era una oferta tentadora. Convertirse en un tipo diferente de demonio. Servir a otra
diosa.
Al menos tenía opciones.
—Solo di la palabra…
¿Cómo podría cuando en ese momento no podía pensar con claridad mientras ella le
hacía eso? Él era un esclavo de sus hormonas cada vez que ella lo acariciaba así. Todo lo
que podía sentir era a ella.
De repente, un grito discordante resonó a través de la quietud.
— ¡Majestades!
Bueno, eso arruinó el ánimo. E irritó la mierda de él.
Más gritos fueron seguidos por los sonidos de acero chocando. Frustrado con otra
interrupción, Urian usó sus poderes para lanzarse a la armadura que su esposa insistió en que
usara para mezclarse con su ejército, y recogió su espada y mientras Sheba se escabullía de
la cama con una oleada de improperios creativos.
Preocupado por ella dada la escalada de violencia que se dirigía hacia ellos, usó sus
poderes para vestirla con su propia armadura.
Ella se encontró con su mirada con una sonrisa sombría.
—Recuérdame luego decirte que te amo.
Le entregó el casco de batalla a ella.
—Más bien te recuerdo eso cuando hago algo que te enoja.
Riendo, ella se puso de puntillas para darle un beso caliente.
—Eres una sexy bestia, Urian Deathbringer. —Sus ojos ardían mientras raspaba su
barbilla con sus colmillos—. Me duele que llenes mi vientre con tus hijos.
La culpa lo picó cuando ella se apartó para agarrar su propia espada y escudo.
Mientras ella nunca sostuvo contra él que todavía tenía que dejarla embarazada, temía cada
mes, cuando llegaba su flujo y veía la decepción en sus ojos que no había concebido. Eso era
lo único bueno de los apólitas. Una vez que se convertían en daimons, sus mujeres ya no
podían llevar hijos y esa parte del ciclo de la naturaleza cesó para ellos. Si bien la transición
podría ser difícil en algunas mujeres que lloraban su prematura pérdida de fertilidad, otras la
recibían con alegría.
Sheba ansiaba tener hijos. Tanto que había sido una buena madrastra para Thia. Por
eso aún no le había dicho que los niños se habían ido sin decir adiós. No estaba seguro de
cómo lo manejaría.
Pero eso podría esperar.
Colocándose el casco en la cabeza, salió y contuvo el aliento bruscamente al ver el
caos que los esperaba.
Nunca había visto Urian semejante carnicería. Mientras estuvo en redadas, esas fueron
escaramuzas… como la noche en que atacaron la aldea humana. Los humanos habían sido
sorprendidos y estaban dormidos.
Del mismo modo, durante el último año mientras vivió aquí, Sheba y sus guerreras
lideraron pequeños grupos de asalto contra caravanas humanas y pequeños grupos de
humanos viajeros, razón por la cual no había protestado mucho por la pérdida de la armadura
de Xyn. Realmente no lo había necesitado para luchar contra su habilidad inferior.
Pero esto no era una fiesta de asalto.
Era un ejército. Muy armado y bien entrenado. Su armadura dorada brillaba como el sol
en la piscina de Apollymi hace tantos años. Estaba cerca de cegarse y estaba marcado por un
emblema de sol. Y estaban cortando a través de las guerreras de Sheba con una amarga
facilidad que lo dejó boquiabierto.
Hasta que vio a su cuñada, a quien Sheba había hecho comandante, bajo ataque ya a
punto de caer. Demasiado tarde, Urian se recordó a sí mismo. Sus poderes. Rugiendo, reunió
la fuerza de su abuelo Apolo y disparó una explosión sónica invisible hacia ellos.
Derribó la primera oleada de humanos y dio tiempo a las guerreras de Sheba para
retroceder y reagrupar. Atrapó a su esposa por su cintura.
—Necesitamos retirarnos.
Sus ojos se encendieron indignados.
— ¡Retirarse es de cobardes!
— ¡Sheba! Abre tus ojos. Somos superados en número veinte a uno. La mitad de tu
gente ya está muerta.
— ¡Nunca! No lo haré…
Sus palabras se cortaron cuando una flecha atravesó su garganta.
Sorprendido, Urian no pudo moverse ni un segundo mientras gorgoteaba sobre su
propia sangre. Luego, cuando Urian fue a protegerla, dos flechas penetraron su armadura y se
hundieron en su pecho.
— ¡Corten sus cabezas! —gritaron los humanos—. ¡Quemen los cuerpos de los
demonios! ¡Asegúrense que no queda nada!
Otro humano gritaba a los soldados.
— ¡Encuentren a los niños! ¡Hagan lo que sea! ¡Cacen a todos los niños! ¡Rodéenlos!
Lágrimas de dolor lo cegaron mientras más flechas llovían tan espesas que apenas
podía ver las paredes de su casa. Ni siquiera sabía dónde estaban los arqueros. A su
alrededor, su gente cayó con gritos y llantos. Algunos con gemidos. Él se aferró a Sheba y
trató de invocar sus poderes, pero tenía demasiado dolor.
Lo mejor que pudo manejar fue abrir un portal. Si podía conseguir llevarlos a Kalosis, su
padre podría ayudarlos.
Pero estaba demasiado débil incluso para eso.
La puerta azul brillante comenzó a desvanecerse tan pronto como la abrió.
— ¡Baba! —Jadeó Urian, tratando de arrastrarse hacia él. Si él solo pudiera hacer
eso…
Se desvaneció.
¡Ni! Sintió la mano de Sheba en su cabello. Volviendo la cabeza, se encontró con su
mirada.
La sangre goteaba de las comisuras de sus labios mientras trataba de sonreír.
—Mi Uri —dijo ella—. Tan hermoso.
Entonces la luz se apagó de sus ojos.
Dos flechas más aterrizaron en su espalda y tres en su cuerpo. Ella no reaccionó
después de todo.
Su alma gritó en agonía que estaba muerta.
Furioso y dolorido, gritó y la atrajo hacia sí para poder protegerla. No tenía sentido y lo
sabía. Ella ya se había ido. Sin embargo, no la quería herida peor de lo que ya estaba. Su
Sheba era una mujer vana. Nunca querría que su belleza quedara marcada, incluso en la
muerte.
Le fallé.
Peor aún, le había fallado a su gente.
Al menos puse a mis hijos a salvo. Podía morir en paz sabiendo que estaban a salvo.
Gracias a los dioses que los había dejado ir cuando lo había hecho.
Y a sus hermanos.
Escuchó a los humanos correr hacia ellos. Apuñalando y cortando a medida que iban
llegando. Decapitando a cualquier cuerpo que estuviera tirado en el suelo para asegurarse de
que estaban todos muertos.
— ¡Por ahí! ¡Consigue a esos!
Urian alcanzó su daga, pero sus dedos entumecidos estaban demasiado débiles para
agarrar la empuñadura. Sintió que el humano agarraba su cabello y levantaba su cabeza para
cortar su garganta. Y allí no había nada que pudiera hacer para detenerlos. Nada. Estaba
demasiado débil y adormecido para incluso protestar.
De repente, una luz brilló en el pasillo, cegándolos. Con eso vino un fuerte, feroz chillido
que cortó la piedra como un trueno. Rompió piezas sueltas de su mampostería, derribando
tramos de la muralla.
Los humanos corrieron a esconderse cuando un enorme dragón rojo irrumpió a través
del portal.
Urian cayó hacia adelante en un charco de su propia sangre cuando sintió que su padre
caminaba más allá de él para soltar una ráfaga de aliento de dragón sobre ellos. Sus
enemigos corrieron, gritando. Más daimons corrieron a través del portal para perseguirlos
mientras su padre se transformaba en su cuerpo humano para que pudiera correr al lado de
Urian.
— ¿Qué has hecho, pido?
Urian parpadeó ante su padre.
—Le fallé, baba. Te fallé.
Una sola lágrima cayó por la mejilla de su padre.
—Nay, niño. Te quedas conmigo y no me has fallado. ¿Oyes eso? Solo me fallarás si
mueres. —Miró sobre su hombro—. ¡Trates! Consigue a Bethsheba y lleva su cuerpo a
Kalosis.
Entonces levantó a Urian y lo acunó en sus brazos como había hecho cuando Urian era
un niño y solía quedarse dormido en el regazo de su padre mientras le contaba historias del
mundo antes de ser expulsados de la luz del día.
Urian odiaba lo mucho que le consolaba ser mimado de nuevo. Era un hombre adulto.
Demasiado viejo para algo así. Y sin embargo… quería a su padre.
Más que eso, quería a su madre. Porque el dolor en su corazón era tan grande que
temía que lo hiciera explotar. En verdad, deseaba estar muerto. Sería más fácil que vivir con
la culpa de lo que había sucedido esta noche.
Sabiendo que había estado allí cuando Sheba había muerto y no había hecho nada
para protegerla. Nada que impidiera que la dañaran. ¿Por qué no lo había visto o escuchado
la flecha a tiempo para detenerla? ¿Por qué?
Queridos dioses… ¿cómo sacaría de su mente esa visión de su muerte?
¿Cómo?
Urian no se dio cuenta de que estaba llorando hasta que su padre lo tuvo de vuelta en
Kalosis y entraron en el palacio de su padre, donde estaban esperando Paris y Davyn.
—Santa Apollymi, ¿qué pasó?
Su padre no respondió la pregunta de Paris.
—Necesito que vayas a Apollymi y cuéntale sobre la muerte cercana de Urian. Pídele
ayuda. Davyn, ayúdame a preparar una cama para él.
Se apresuró a ayudarlos.
Sin decir una palabra, Paris hizo lo que le ordenaron.
Cuando llegaron a la habitación, Urian apenas estaba consciente. Pero todavía estaba
lo suficientemente despierto como para saber que esto no había terminado.
— ¿Cómo voy a vivir con esto, solren?
—La forma en que todos vivimos con la tragedia y la injusticia, m'gios. Una respiración
a la vez hasta que llegue el día en que te despiertas y te das cuenta de que el bulto enfermo
en tu estómago finalmente se ha disuelto.
Urian hizo una mueca ante esas palabras, que no le dejaron consuelo.
— ¿Cuánto tiempo va a tomar?
Su padre hizo una pausa.
—No lo sé, Uri. Me he estado ahogando con el mío desde el momento en que nací.
28 de junio de 9506 a.c

—No deberías estar aquí.


Urian tragó fuertemente ante las palabras de su padre.
—Es mi esposa, solren. Le debo este honor.
Aun así, al aproximarse a la pira donde habían colocado el cuerpo lavado y cubierto de
Sheba, sus ojos tapados con monedas, se tambaleó. Paris y su padre lo sostuvieron.
Agradecido, Urian no discutió cuando ellos lo ayudaron a llegar a la alta estructura en el
centro del patio, en la que, para construirla, Apollymi había usado sus poderes, donde una vez
los condenados habían sido torturados bajo el puño de hierro del dios atlante Misos.
Tal vez, aún eran torturados. Ciertamente, él lo sentía así esta noche mientras subía a
cumplir su último deber por Sheba. Estaba emocionalmente destrozado. Físicamente débil.
Destripado.
Demasiado joven para estar tan cansado y derrotado.
Lágrimas empañaron sus ojos al mirar el hermoso cuerpo de la que una vez fue una
reina orgullosa. Vestida con su armadura blanca de oricalco, parecía finalmente en paz.
Vestido de blanco para honrar su luto, Urian besó la mavyllo, la sagrada rosa negra de
Apollymi, y la posicionó en las manos de Sheba, las que sostenían su espada.
—Siempre fuiste una magnifica y digna guerrera. Una dama hermosa y una inspiración
para todos nosotros. Echaré de menos tu compañía todos los años que viva sin ella.
Dichas esas palabras, descendió. Entonces, Paris, los dos restantes guardaespaldas
de su esposa y él, lanzaron flechas al aire para encender en llamadas su pira. Lágrimas
silenciosas de culpa y furia cayeron mientras miraba las llamas hambrientas posicionarse y
extenderse por toda la estructura.
Su padre lo palmeó en la espalda y lo acercó a sí.
—Hemos de vengarla.
¿Cómo? Los rumores decían que Helios estuvo detrás del ataque. Otro dios que
buscaba exterminarlos. Tenía sentido tomando en cuenta la armadura que había visto sobre
los atacantes.
La única pregunta era ¿por qué? Sheba y su gente se mantenían fuera del territorio
griego la mayor parte del tiempo. No había ninguna razón para que un dios griego atacara
marzanni.
No tenía sentido.
A través de su dolor, Urian escuchó a su hijo llorar. Alejándose de su padre, se acercó
a Geras y se arrodilló a su lado. El muchacho se lanzó a sus brazos para lamentarse allí.
Urian cerró los ojos y lo sostuvo.
—Está bien, Geramou.
— ¡Y si te hubiesen matado, baba!
Besó la mejilla del muchacho.
—Tu baba no muere fácilmente. Hace falta más que un dios griego para derrotarme.
Nephele no emitió palabra. Simplemente empuñó sus manos en su cabello y se agarró
a él asustada de soltarlo.
—Dioses, criatura. ¿Por qué tiemblas tanto?
Aún, ni un sonido de ella.
Preocupado por ella, Urian soltó a Geras para poder levantarse y acercarla.
— ¿Neph?
Sus labios temblaron, pero ella los mantuvo cerrados apretadamente mientras
enterraba los puños en su túnica. Urian la abrazó a su lado, asumiendo que simplemente
estaba enfadada como su hermano por el hecho de que él había sido fatalmente herido y que
apenas habían sobrevivido al ataque.
Nadie más habló hasta que el fuego empezó a extinguirse. Y no hasta que la pira
colapsó. Solo entonces el Caronte de Apollymi se acercó y finalizó la ceremonia en la que las
cenizas de Sheba serían recogidas y llevadas al jardín sagrado de Apollymi para ser
esparcidas en su huerta.
El mismo jardín y huerto en el que vivía Xyn.
Aún no la había visto y se sentía herido de que ella no hubiera venido a esto.
Verdaderamente, la esperaba entre la multitud. Ella siempre había aparecido antes cuando él
la necesitaba.
Nunca le había fallado.
Hasta hoy.
Pero al perder la cuenta de cuántos se le acercaron a compartir su pésame. Ella estaba
entre ellos. Y dolía tanto que era casi insoportable. Ciertamente, se sentía destripado. Y los
rostros de los otros y sus palabras se perdieron ante su propio dolor mientras murmuraba lo
que esperaba fuese una respuesta apropiada.
No recordaba nada, realmente. Únicamente el olor penetrante de las cenizas que
hirieron su garganta y quemaron sus ojos. El dolor vacío en sus entrañas. Y la honda
quemazón del dolor por una amiga que no podía dejar de lado su orgullo para verlo.
—Ven, m’gios. Deberías descansar.
En esta ocasión, Urian no protestó cuando su padre lo llevó a casa.
Paris fue el primero en hacer la insensible pregunta que los demás habían evitado a su
alrededor.
— ¿Por qué el cuerpo de Sheba no se desintegró como hacemos nosotros cuando
morimos?
Theo lo golpeó en el brazo.
— ¡Dios, eres un imbécil! ¡Ten algo de juicio! ¿Tu hermano está dolido y le preguntas
eso? ¿En serio? ¿Qué pasa contigo? —le dirigió una mueca a Urian—. Ordénalo y le patearé
el trasero.
Urian suspiro.
—Está bien. La verdad es que no sé por qué no se desintegran. Creo que es por
Koshchei, el Inmortal. Él es un dios tramposo. Tendría sentido que quisiese causarle estragos
a Apolo. Por lo menos, esa es mi teoría.
Entró al hogar de su padre y se detuvo en seco a la vista de un grupo de guardias de su
esposa. Un pequeño número de aquellas que sobrevivieron el ataque. “Pequeño” siendo la
palabra adecuada.
Tan pocas habían quedado. Verdaderamente, un número pequeño.
Inmediatamente, ellas se inclinaron ante él.
Urian frunció el cejo.
— ¿Por qué están aquí, Kisha?
La rubia más alta se adelantó con una botella tintada en azul.
—No tenemos ningún lugar al que ir, majestad. Ellos han destruido nuestro hogar.
Aniquilaron nuestra gente. Usted aún es nuestro rey. Esperamos sus órdenes.
Qué extraño… no había considerado que ellas lo buscarían por liderazgo y guía.
Especialmente porque Sheba nunca lo había tratado como nada más que una decoración
apreciada.
Le dirigió una mirada a su padre. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió como un
niño otra vez. Como un pequeño niño perdido. Una parte de él quería preguntarle a su padre
qué hacer, si debería quedarse o irse, pero evitó a ese niño petulante y se forzó a mirar a su
padre como a un igual.
Urian sabía qué hacer. Más que nada, sabía lo que necesitaba la gente de Sheba.
— ¿Tengo tu permiso para traer a nuestros supervivientes aquí, solren?
Su padre pareció ofendido por la pregunta.
Que así fuera. Urian tomó la botella.
—Debemos encontrar un lugar para reconstruir.
— ¿Has perdido el juicio? —estalló su padre—. ¡Por supuesto que pueden quedarse
aquí! Te he mirado porque no podía creerme que pensaste que debías preguntarme por algo
que es un hecho. Sabes que siempre eres bienvenido en mi hogar.
Oh. Ahora se sentía aún más tonto que un momento antes. Agitando la cabeza, Urian
miró nuevamente a Kisha.
—Manda a buscar a las restantes y les buscaremos lugar.
—Gracias, majestad.
Con otra reverencia, ella y las demás se levantaron y partieron rápidamente.
Tan pronto se hubieron ido, sus hermanos y su padre se acercaron a examinar la
botella.
— ¿Qué es?
— ¿Te han traído sangre?
Urian sonrió nostálgicamente ante su curiosidad, mientras recordaba la primera vez que
Sheba le había servido esto.
—Algo así. —La descorchó—. Es sangre mezclada. También tienen vino
ensangrentado. Y sí, incluso los apólitas pueden beber esto. Les gustará. Créanme.
Tomó un trago directo de la botella, luego se la pasó a ellos.
Al principio, estaban miedosos, pero una vez degustaron el vino, tuvieron la misma
reacción que él tuvo cuando lo probó por primera vez. Deleite total, seguido de glotonería
porque ningún apolita o daimon habían conocido algo parecido antes. Normalmente, cuando
trataban de comer o beber otra cosa que no fuera su sangre, sus cuerpos lo rechazaban,
cortesía de su abuelo Apolo.
La comida y la bebida los enfermaba violentamente.
Esto no. De alguna forma, las destiladoras de Sheba habían encontrado una manera de
mezclar las porciones adecuadas para que sus cuerpos aceptaran la bebida, tal y como si
nunca hubieran estado malditos.
Era maravilloso el finalmente tener algún tipo de variedad en sus dietas.
De la nada, escucharon una gran conmoción afuera, acompañada de gritos furiosos y
muchas amenazas de daño corporal a cualquiera que no se rindiera inmediatamente. Rabia
oscureció los ojos de su padre, pero Urian conoció la profunda cadencia de ese inconfundible
barítono.
— ¡Esperen!
Urian se teletransportó fuera justo a tiempo para ver la gran bestia de guerrero a punto
de quitarle las cabezas a tres daimons que fueron lo suficientemente tontos como para
enfrentarlo porque asumieron que este agresivo forastero era trelos entre los suyos.
No era que Urian los culpara. Tomando en cuenta su ira y comportamiento, podía ser
una asunción natural.
Pero esto no era trelos.
Él era algo aún más mortífero.
Casi dos metros de largo, cabello dorado, era una aparición feroz.
Sus hombros musculosos eran lo suficientemente anchos por sí solos, pero cubiertos
con una armadura y pieles de guerra, esos hombros prometían un golpe demoledor a
cualquiera que enfadara a esta bestia de hombre. Y esto solo era parte de la razón por la que
lo habían nombrado el Widowmaker.
Bueno, eso y las dos gigantes dobles hachas amarradas a su espalda, de las que no
era solo un maestro usándolas, sino muy rápido en ello.
Y usualmente por la única razón de que él estaba medianamente perturbado.
Erizando sus labios, el Widowmaker se dirigió hacia el primer daimon que se le acercó.
— ¡Ruyn! —gritó Urian—. ¡Detente!
Dudó como si todavía quisiera un pedazo del que lo había molestado, entonces se
volvió lentamente hacia Urian.
— ¿Dónde está mi hermana?
Urian se estremeció ante la pregunta llena de dolor y odio ya que tenía que ser un
hombre que amaba mucho a su hermana. Ahogándose con su culpa, cerró la distancia entre
ellos.
—Lo siento.
La agonía que atormentaba esos ojos azul acero ardía. De todas las personas en el
mundo, Ruyn había amado a Sheba más que a nadie. Ella era toda la familia que tenía.
Echando la cabeza hacia atrás, soltó un estruendoso rugido lleno de dolor. Uno que
hizo que varios hombres se precipitaran hacia adelante.
Urian levantó la mano para detenerlos. Luego sacudió la cabeza.
—Debería haberte enviado palabra alguna. Una vez más, lo siento mucho.
Antes de que pudiera responder, se unió su padre, quien miró a Ruyn con recelo.
— ¿Quién es este?
—El medio hermano de Sheba, Ruyn.
Urian apenas había dicho esas palabras, Apollymi apareció en su forma completa de
Destructora. Negro sobre negro, con sus ojos rojos resplandecientes. Vientos de fuerza de
huracán barrieron a través de todo Kalosis, golpeando a la mayoría de ellos al suelo y
enviando cuerpos volando.
Stryker atrapó a Urian para evitar que lo lastimaran y los ancló al lado de un edificio con
sus poderes.
Pero, lo que sorprendió y aturdió a Urian más fue un espectáculo que nunca había visto
antes. Más rápido de lo que nadie podría parpadear, Ruyn manifestó un largo bastón de
madera que plantó en el suelo a sus pies. En la parte superior había una mano de plata que
sostenía una rectangular bola que se abrió para revelar un gran ojo verde.
De una fuente indefinible, un grave grito se construyó a un grito estridente de guerra
que hizo retroceder a la diosa. Más que eso, forzó a todos los carontes con ella a ponerse de
rodillas. Una luz naranja brillante salió disparada desde el centro del ojo, en todas las
direcciones. Brillaba tan brillante que daimons y apólitas se encogieron de miedo total.
Solo entonces Ruyn lo levantó sobre su cabeza para poder escanearlos a todos.
Se volvió en un círculo lento, como si buscase a través de la multitud a alguien quien
pudiera atacarlo. Una vez estuvo satisfecho de que todos estaban apaciguados, retrocedió
hacia Apollymi.
Estaba una vez más pálida y fría en su apariencia.
—Vengo en paz, Apollymi.
Urian arqueó una ceja por la extraña forma en que pronunció su nombre. Sonaba más
como “Apple-me”, en lugar de “Uh-PAUL-low-may”.
Ella se burló de él.
— ¿Pero te atreves a poner de rodillas a mi Caronte? ¿Qué tipo de paz es esa?
Ruyn le ofreció una sonrisa encantadora.
—Soy el hijo de un demonio, ¿verdad?
Su mirada se convirtió en hielo.
—En efecto. Y sin valor y traicionero.
Su humor murió instantáneamente cuando el odio se situó a través de su rostro y
convertía sus gestos en piedra.
—No hay necesidad de ser insultante. Tú y mi padre fueron aliados una vez.
—Y cuando más lo necesitaba, él me dio la espalda. —Escupió en el suelo a los pies
de Ruyn—. Tienes suerte de que no le importes nada. De lo contrario te enviaría de vuelta a él
en pedazos.
Urian no se perdió el dolor que esas palabras crueles provocaron la llama dentro de los
ojos de Ruyn. Un tormento profundamente ubicado que escondió rápidamente.
—Otra vez, mi pelea no es contigo, diosa. Solo quería presentarle mis respetos a mi
hermana y su esposo.
Ella extendió su mano y esta vez sus poderes azotaron a través de él como un cortante
látigo, cortando profundamente en su carne y dejando sus ropas rotas y su cuerpo sangrado.
—Si alguna vez vuelves a abrir mi portal sin una invitación o una llave, perro, enviaré tu
cabeza a tu padre y tu corazón a tu madre.
Para su crédito, Ruyn apenas reaccionó ante el dolor de ese golpe, que había sido
agonizante. Más bien se mantuvo firme ante la diosa enojada e inclinó a su cabeza.
—Entendido.
Y luego tuvo la audacia de darle la espalda y caminar hacia Urian, quien no se perdió
los nudillos blancos en el agarre que tenía en su bastón que decía que apenas mantenía su
temperamento bajo control.
Alejándose de su padre, Urian se acercó a su cuñado.
—Lo siento, Ru.
Se limpió la sangre en el pecho y se encogió de hombros.
—Puedo manejar el dolor físico. —Mirando a Apollymi, curvó sus labios—. El de ella no
es mejor ni peor que el toque amoroso de mi propia madre. —Entonces su mirada se volvió
tormentosa otra vez—. ¿Sheba sufrió?
—Nay. El ataque fue demasiado rápido. —Urian se quitó el collar que llevaba puesto y
que había pertenecido a su esposa y se lo entregó a Ruyn. Una extraña mezcla de su familia,
el amuleto era un diseño del martillo de Thor con un lobo y un cuervo—. Le habría gustado
que tuviera esto más que yo. —Urian apretó su agarre en la mano de Ruyn—. También te
cederé el reinado. Por todos los derechos, es más tuyo que mío y sé que habría preferido
verte como el líder de su gente.
Las lágrimas se reunieron en los ojos de Ruyn. Su mano temblaba.
— ¿Por qué renunciar a un trono?
Él sonrió.
—Soy griego. Apolomita. Los marzanni eran de Sheba. Y sé lo que hiciste. —Proyectó
sus pensamientos a Ruyn. Sheba me dijo el sacrificio que hiciste para que ella pudiera vivir
más tiempo a pesar de la maldición de Apolo. Lo que hiciste para salvar a su tribu. Él tensó su
mano sobre la de Ruyn—. Como dijo Sheba, siempre seremos aliados. Tú y yo siempre
seremos hermanos, y mientras pueda pelear con mis hermanos por cosas triviales, nunca
fastidiaré a nadie. Especialmente no por algo tan intrascendente como un trono.
Ruyn lo empujó a su abrazo y le sujetó durante un largo minuto.
Urian sintió sus cálidas lágrimas mientras lloraba silenciosamente. Con una respiración
entrecortada, Ruyn golpeó a Urian dos veces en su espalda y se alejó para aclararse la
garganta y limpiar sus ojos.
Bruscamente, se quitó su propio collar y lo extendió a Urian.
—Esa es mi marca. Si me necesitas, hermano, llámame y vendré. No importa qué. No
importa cuándo. —Lanzó a Urian el brazo—. Recuerda, todos los caminos llevan a Ruyn.
Urian resopló ante su mal juego de palabras.
Luego se puso serio y lanzó una mueca oscura y seria hacia la familia de Urian.
—Y te dejaré ir con un pequeño consejo, hermano pequeño, cuando he vivido más
tiempo que todos ustedes. Recuerda que sirves a tu diosa hoy. Pero tu lealtad dada es
raramente devuelta. Tómalo de un sobreviviente del Primus Bellum. Al final del día, no importa
a quién juremos nuestra lealtad, solo somos un grupo de demonios para ellos. Cosas inútiles
que desecharán y dejarán morir sin un segundo pensamiento. Yo, Caleb, Dagon, Shadow,
Xev… muchos otros. No piensan nada de nosotros. Sin embargo, sacrificamos todo lo que
teníamos por Kalosum para asegurarnos de que ganaran, incluso si nacíamos para servir a la
oscuridad del Mavromino, luchamos por la luz de Kalosum.
»Al final, esos quienes se suponían que eran buenos, quienes debían recompensarnos
por nuestro servicio y habían prometido hacerlo, nos dieron la espalda y eligieron no vernos
como quién y qué éramos realmente. En lugar de mirar en nuestros corazones y ver lo que
habíamos dado y perdido, nos echaron a un lado como basura. Cuando todo fue dicho y
hecho, no eran mejores que los que habían odiado, y por todas las razones que odiaban al
otro lado. Así que ten cuidado donde depositas tu confianza, y dos veces ten cuidado a quién
sirves. No es tanto morder la mano que te alimenta como asegurarte que sirves la mano de tu
maestro antes de que tenga una oportunidad para golpearte sin razón además de juzgarte
indigno de respirar su aire.
Ruyn suspiró mientras colocaba el collar de Sheba sobre su corazón.
—Siempre la acusación más triste contra la humanidad es la que no puede vivir en paz.
Demasiados creen que el camino a la felicidad solo se puede lograr caminando sobre esos a
su alrededor. Cuando la verdad es mucho más simple.
—Si no puedes ser feliz solo, nunca serás feliz en una multitud —dijo Urian las palabras
antes de que Ruyn tuviera una oportunidad, eran algo que Sheba le había dicho a menudo.
Era la filosofía con la que su madre los había criado.
Ruyn asintió.
—Si no puedes aguantarte, ¿por qué esperar que alguien más lo haga? Y si buscas
causar daño a otros, siempre volverá a causarte daño.
Tenía razón en eso.
—Cuídate, hermanito. Espero que nos volvamos a encontrar.
Y con eso, se fue.
Mientras todos se dispersaban lenta y nerviosamente, Apollymi caminó hacia Urian.
— ¿Cómo está tu hijo, Strykerius?
Su padre le frotó la espalda.
—Tan bien como se puede esperar.
—Parece que necesita alimentarse.
Urian sintió su rostro calentarse por esas palabras, dada su naturaleza personal. Al
menos eso era lo único bueno de salir de sus dos matrimonios…
Nadie temía alimentarlo más. Ahora tenía mujeres haciendo fila para darle su sangre.
Hombres, también.
Y no solo Davyn. En realidad, era bastante desconcertante cuántos querían un pedazo
de él.
—Estoy bien, akra.
—Si tienes un momento, entonces, me gustaría preguntarte sobre tu ataque.
Su padre abrió la boca para protestar, pero Urian lo interrumpió.
—Estaré bien, solren. Sólo un momento.
— ¿Estás seguro?
Él asintió.
Su padre a regañadientes permitió que Urian siguiera a Apollymi de regreso a su
palacio.
Ella no habló hasta que estuvieron solos dentro de las paredes de mármol y fuera de la
vista de miradas indiscretas. Entonces se volvió para mirarlo con una mirada exploratoria.
— ¿Fue Helios, como han reclamado?
—Podría haber sido. Pero honestamente, el ataque fue rápido y feroz. Apenas lo vi
antes de caer.
Ella maldijo entre dientes.
—Mantén tus ojos bien abiertos, Urian. Hay mucho peligro que nos rodea. Ya, he
encontrado un traidor y los maté.
— ¿Por Helios?
Ella asintió.
—Está detrás de tu abuelo y Rezar.
Él frunció el ceño ante sus palabras. Mientras comprendía por qué el dios Titán del sol
quería matar a Apolo, quien lo había reemplazado, no había nadie vivo quien no comprendiera
y supiera sobre ese resentimiento combinado, Rezar era diferente. Uno de los dioses más
antiguos, él debería tener los poderes para destruir a Helios. ¿Por qué el Titán era tan
estúpido como para buscar una pelea que no podía ganar?
—No lo entiendo.
—Y es bueno que no lo hagas. Eso te mantendrá vivo. Solo sé que si escuchas algo
más sobre Helios, dímelo.
—Siempre, akra.
—Bien. Ahora vete.
Urian comenzó a alejarse, luego vaciló.
—Antes de irme, ¿puedo preguntar una cosa?
Ella arqueó una ceja ante eso.
— ¿El dragón que cuida tu jardín?
Sus ojos brillaron rojos.
—No necesitas preocuparte más por ella. Ella ya no está aquí.
Y con eso, desapareció.
Esas palabras recortadas lo golpearon como dagas a través de su carne. Fue un golpe
asombroso que hizo que retrocediera mientras se tambaleaba de dolor.
¿Se fue?
¿Cómo podría Xyn haberse ido?
Urian se quedó de pie sin moverse cuando intentó comprender lo que Apollymi acababa
de decirle. Un millón de preguntas pasaron por su cabeza.
¿Había muerto? ¿Ha sido asesinada?
¿Qué demonios quería decir Apollymi con que ya no estaba allí?
Incapaz de aceptar eso, se teletransportó a la cueva de Sarraxyn para poder ver por sí
mismo lo que estaba pasando. Y para asegurarse de que era verdad. Porque honestamente,
no podía aceptarlo. Se negaba a aceptarlo.
Hasta que vio la verdad con sus propios ojos.
Su cueva estaba vacía.
Se había ido y ya no quedaba rastro de su hermoso dragón. Ni una escama. Ni un
rasguño en el suelo. Era como si ella nunca hubiera estado.
Y eso desgarró su corazón por separado. Sangró de dolor a través de cada molécula
de su cuerpo. ¿Cómo pudo haber pasado esto? Las lágrimas lo cegaron cuando sus
recuerdos se estrellaron contra él y se maldijo por no haber vuelto a casa antes para verla.
Por no disculparse jamás.
Ella era humana y la traté como una mierda.
Herido y dolido, se sentía culpable por todo lo que había dicho o hecho. ¿Cómo pudo
dejar que se separaran así? Ella había sido tan importante para él. ¿Por qué no se lo había
dicho?
¿Solo una vez?
Soy un idiota.
El arrepentimiento ardía tan profundamente dentro de él por todo lo que no había dicho.
La había herido y no había manera de enmendarlo.
Nunca lastimes a un corazón que te ama, porque hay muchos en este mundo que están
fuera para hacerte daño. Las palabras de su madre lo perseguían ahora. Ella había tenido
razón.
Él había herido a Xyn y ¿para qué? ¿Su propia vanidad?
Mi propia estupidez.
Por eso, merecía estar solo. Porque en su corazón, sabía que nunca tendría a alguien
más que pudiera acercarse a su dragón. ¿Cómo pudo? No todos los días un chico conoce a
una mujer con ese tipo de habilidades.
Una mujer que le hacía sentir que podía volar. Cuya sonrisa hacía que su corazón
cantara.
¿Cómo pudo haber renunciado a eso por algo?
Frío y solo, había comenzado a irse cuando captó un extraño brillo en el rincón.
Frunciendo el ceño, se dirigió hacia él para ver qué era.
Qué extraño… Incrustado en la pared de la cueva había un pequeño collar que Xyn
siempre usaba. Ella lo había llamado la lágrima de su dragón.
Y en una pequeña bolsa de cuero había una nota doblada. Sus manos temblaron
mientras la desdoblaba y luego comenzaba a leer la dulce, fluida escritura.
Mi querido Urian,
Mientras te vas, mi hermano ha asegurado mi libertad. No sé si volverás alguna vez
aquí o incluso pensarás en mí. No tienes ni idea de cuántas veces me he arrepentido de lo
que pasó entre nosotros.
Esa última noche te vi.
Extraño a mi mejor amigo de muchas maneras. No hay ni un día que haya pasado sin ti
llevando tu rostro en mi cabeza, y lo haré hasta el día que muera.
Donde sea que estés, espero que seas feliz y espero que tu esposa sepa cuán
afortunada es por tenerte como suyo. Eso es lo único que me gustaría llamarte. Solo una vez.
Por favor cuídate y si piensas en mí, espero que perdones mis palabras que se dijeron en
cólera. Y ese día, tal vez, puedas pensar en mí y sonreír de nuevo.
Solo recuerda que siempre te amaré.
Siempre tuya
Xyn
Incapaz de soportar la pena y el dolor, Urian cerró los ojos y se atragantó con sus
lágrimas. Se arrodilló y se maldijo por haberse ido furioso.
¿Qué he hecho?
¿Cómo pude haber sido tan estúpido?
Ella era un dragón. No había manera de que pudiera volver a encontrarla.
1 de julio de 9506 A.C.

—Así que estás con vida.


Urian dejó escapar un suspiro de cansancio cuando escuchó el tono agudo y estridente
de Xanthia. Recostado en su silla, estaba agradecido de que su espalda estuviera contra la
pared. De lo contrario, podría muy bien haber atravesado una daga por su espina dorsal.
Miró desde Ophion y Atreus quien se sentó frente a él mientras jugaban un juego de
dados en la sala principal, a su esposa, que estaba al lado de un apolita, que él no conocía y
sonrió.
—Para tu consternación, aparentemente.
Su mirada se estrechó sobre él, luego se suavizó.
—Lograste salvar la vida de mis hijos, así que por eso puedo ser capaz de hallar un
grado de perdón para ti.
De alguna manera, lo dudaba y se preguntaba qué objetivo tenía esa visita.
Suspirando, Urian alcanzó la copa a su lado que sostenía el vino que le había enseñado a la
gente de su padre a hacer de su sangre.
— ¿Cómo están los niños?
—Geras te extraña.
Quedó sorprendido por que admitiera eso. Normalmente solo lo regañaba y maldecía
durante sus intercambios.
—Lo extraño también.
Alcanzó los dados y ella seguía de pie ahí. Viéndolo en incómodo silencio.
Rodó su turno y perdió, aparentemente estaba succionando toda su suerte, tanto como
su buen humor.
— ¿Hay algo más que necesites, Thia?
—Tenía curiosidad si encontraste lugar para quedarte desde tu regreso.
Sus hermanos resoplaron al unísono. Urian les dio a ambos una mirada divertida
mientras se preguntaba por qué se molestaba en preguntarle eso, teniendo en cuenta la forma
en que se separaron la última vez. Seguramente no estaba ofreciéndosele ahora. ¿Estaba
loca?
Miró hacia sus hermanos.
— ¿De qué se ríen hienas?
Atreus parpadeó con gigantes ojos coquetos.
—Llévame a casa semental grande y fuerte, y ¡aliméntame! ¡Estoy hambrienta de ti!
Comenzó a jadear y toquetear a Urian. Eso fue lo suficientemente malo.
¿Y lo peor? Ophion se unió a ello.
Incluso llegó a plantar un beso descuidado en los labios de Urian. Disgustado, Urian los
empujó.
— ¡Juro por los dioses que solren debió haberlos sacrificado a ambos a Eunomia para
ahorrarme esta locura!
Xanthia puso los ojos en blanco ante sus hermanos, luego volvió su atención a Urian.
— ¿Debería dejar sin llave mi puerta?
Mierda, no estaba bromeando. Realmente le hacía una propuesta. Helios estaría
montando carámbanos ahora.
Y Urian los estaría llorando antes de repetir el error de volver a la cama de Xanthia
Sonriendo, miró a sus hermanos de lado y con ojos entrecerrados.
— ¿Cómo podría dejar una casa donde soy tan querido?
Se recostó contra sus hermanos para que pudieran tocarlo más abiertamente. Ella
arrugó el rostro con disgusto.
— ¡Son todos degenerados!
— ¿Lo somos? —preguntó Urian riendo—. ¡Tú eres a quien atrapé follándose a Erol! Al
menos mis hermanos no están enfermos.
Gritando de indignación, corrió a través de la sala llena para huir de su presencia lo
más rápido posible mientras lo llamaba con cada nombre que se le ocurría.
Ophion contuvo el aliento bruscamente mientras se alejaba.
—Maldita sea Uri, eso fue frío.
Imperturbable, se incorporó con una mueca y alisó su ropa.
—No tan frío como me gustaría ser. Además, no lo hice frente a los niños y aún tengo
que matarla.
Tannis todavía no le estaba hablando sobre el hecho de que era viuda después de que
Urian había prescindido de su primer esposo. Aunque, para ser honestos, su hermana debía
estar agradecida. Su segundo esposo era mucho más amable con ella de lo que jamás había
sido ese asno. Especialmente cuando Urian estaba alrededor, en tanto no quisiera enfrentarse
a la misma suerte que Erol.
Todo matrimonio debía tener un buen desposamiento entre ellos. Establecía el tono
para un respeto apropiado. Atreus se quedó en silencio mientras reanudaban su juego.
Ophion no fue tan amable.
—Entonces, ¿qué vas a hacer para comer?
Urian miró hacia donde uno de los xōrōn estaba abordando a un cliente mientras
ambos lo miraban como si fuera la carne más dulce de elegir. Hallar a alguien que lo
alimentase en estos días no era problema.
—Terminé con el matrimonio.
— ¿Por ahora dices?
Su estómago se apretó ante la pregunta de su hermano cuando el arrepentimiento y la
culpa lo atravesaron.
Tocó el collar de Xyn, que estaba oculto debajo de su chiton, e intentó mejor no pensar
en la primera y única mujer que lo había conocido y lo había entendido completamente. Solo
ella había conocido su alma.
Y para él estaba perdida.
—Para siempre.

22 de marzo de 9503 A.C.


— ¡Urian!
Inhalando, Urian gimió ante el agudo tono histérico. Al principio, pensó que era el
aullido chillón de su hermana. Seguramente, nadie más que Tannis podría golpear esa nota
particularmente atroz.
Pero a medida que continuaba y se hacía aún más fuerte y estridente, se dio cuenta de
que era Xanthia.
Y tomó un nuevo nivel cuando ella se estrelló en su habitación y lo encontró
entrelazado en pieles en el suelo con tres mujeres desnudas que estaba atrapadas y debajo
de él. No es que le gustara el suelo. Simplemente, había sido la única opción, ya que la cama
no acomodaría a todos ellos y a la orgía bacanal que habían tenido la noche anterior.
— ¿Qué es esto?
Asumiría que era bastante obvio, dado que su almohada era un pecho extremadamente
grande, y no había duda de que no se sabía dónde estaba enterrada su mano. Y sabía, por
haber descubierto las travesuras de su ex-mujer que de ninguna manera era una mujer de
prístina virtud.
—Mantén tu tono bajo —soltó, y luego se maldijo a sí mismo como si incluso su tono
susurrante cortara su cabeza como una daga—. ¿Qué pasa contigo ahora?
Bostezó y extrajo su mano cuidadosamente para no dañar su durmiente compañía cuyo
nombre no podía recordar.
— ¡Es Nephele! Por despecho, se ha escapado con ese… ese… pedazo de nada. ¡Le
prohibí casarse!
Frotando su cabeza, se echó hacia atrás y se acurrucó hasta el redondo pecho caliente
a su derecha. Para su más profundo disgusto, tampoco podía recordar el nombre de su
dueña. Pero para ser justos, no se lo había pedido.
—Estoy seguro de que ella está con Daphne o Idora.
Xanthia se puso en cuclillas junto a su cama y se atrevió a arrancarle las mantas.
— ¡No me estás escuchando, Urian! —Groseramente le empujó algo en el rostro—. ¡Ha
dejado Kalosis!
Él parpadeó para aclarar su visión y tomó nota de que ella estaba saludando al frente
de su nariz. Después de un par de segundos, pudo concentrarse en las palabras.
Y con cada una de ellas se le helaba la sangre.
— ¡Maldita sea, mujer! ¿Dónde estabas cuando hizo esto?
Se puso en pie.
Las fosas nasales de Xanthia se abrieron.
—Ciertamente ¡no atrapada entre los muslos de una puta!
La miró con ira.
—Yo no me inclinaría ante ese dragón si fuera tú. —Rechino su diente y releyó la
carta—: No puedo creer que haya ido al reino humano.
—Eso es lo que intentaba decirte. —Señaló a la carta—. Tienes que hacer algo.
¡Encuéntrala!
Rascándose la cabeza, asintió.
—De acuerdo. Ve a casa y mira a Geras. Voy a traerla de vuelta.
Al menos ahora estaba completamente sobrio.
Tan rápido como pudo, se lavó, y luego usó sus poderes para vestirse.
Fue directo al palacio de Apollymi y buscó a su diosa en su jardín. Él sabía que su
espejo era la única cosa que tenía alguna posibilidad de localizar a su hija. Rezó para poder
convencer a la diosa de que le permitiera usarlo para tal propósito.
Pero en el momento en que le preguntó, ella no pareció contenta.
Sentada en su percha mientras sus dos siempre presentes carontes observaban,
Apollymi arqueó una ceja caída.
—Ya sabes la respuesta, Urian. Cuando se trata de tales cosas, el espejo muestra lo
que quiere.
De ahí por qué no tenía ni idea de dónde estaba Xyn, aunque lo había preguntado.
Repetidamente. La maldita cosa nunca le diría dónde estaba ubicada. Y él no tenía ni idea de
por qué. Tal vez evitó que funcionara.
O ella lo hizo. No pondría mucho de nada más allá de Apollymi, especialmente cuando
se ponía de mal humor.
No queriendo pensar en eso, se acercó al borde y se congeló cuando se vio a sí mismo
en las aguas negras. Normalmente, los apólitas no podían reflejarse. Y eso había llevado a
Sheba a una locura total mientras le había preguntado sin cesar cómo se veía. Como si una
belleza tan grande pudiera tener un día en el que no se veía increíble.
Sin embargo, ni una sola vez le había creído cuando le dijo eso. Mujeres… nunca
entendería eso de ellas.
Personalmente, Urian nunca había pensado mucho en ello.
Hasta ahora. Por primera vez, dado que los de su especie no podían reflejarse se vio a
sí mismo y entendió por qué los otros, apólitas y daimons lo trataron de la forma en que lo
hicieron.
Soy un bicho raro.
Sus ojos eran aún más horribles de lo que le habían llevado a creer con sus burlas.
Mientras que los de su padre eran la plata arremolinada de su diosa, que por supuesto eran
desagradables, ya que tenían un tono antinatural de azul vibrante. Prácticamente brillaban. A
diferencia de cualquier color que haya visto antes en cualquier persona.
Y aunque había quitado las cuentas y cintas de la tribu de Sheb, había mantenido su
cabello blanco largo y fantasmagórico.
Aunque nunca había compartido una gran pasión con su segunda esposa, se había
preocupado por ella y sintió que debía honrar su memoria y su tiempo juntos.
Le debía tanto. Porque lo había cambiado. Se había llevado a un niño y le mostró que
podía funcionar sin su familia, y lo hizo un hombre confiado. Independiente de una manera
que no habría sido si ella no hubiera entrado en su vida y se lo llevó de Kalosis.
Por eso siempre estaría agradecido.
Pero lo único que no podía hacer era usar la armadura de Xyn. Incluso si eso
significaba su muerte. La había guardado en un cofre y lo había hechizado para mantenerlo a
salvo para que no sufriera ningún daño. Porque era todo lo que le quedaba de ella.
Más el dolor de soportar su amor sin ella estando aquí…
Esa mordedura punzante era más de lo que podía soportar. Así que estaba vestido con
el escudo negro Spathi como el resto de los apólitas. Y sin embargo, no parecía nada como
ellos. No en realidad. Destacó por ser más mortal y tóxico.
Urian Deathbringer.
Sheba estaría orgullosa. Soltando un aliento de cansancio, forzó sus pensamientos al
asunto en cuestión. Tenía que encontrar a una niña. Una que se creía una mujer y no tenía ni
idea de lo complicada que iba a ser su joven vida si no la localizaba y arrastraba a casa con
su madre.
Al principio, las aguas tercas se negaron a mostrarle nada. Se arremolinaron y
frustrantemente se quedaron en blanco.
Urian estaba a punto de rendirse e ir a buscar por su cuenta, cuando finalmente
comenzaron a girar muy lentamente. Luego tomaron velocidad.
De repente vio esa cabecita rubia y atrevida que conocía tan bien. Estaba en un gran
salón con otros apólitas. El alivio corrió a través de él de que estaba bien.
Hasta que uno de los hombres presentes la agarró. Gritó alarmada.
El hombre delante de ellos frunció su labio y desenvainó su espada.
—También podríamos matarla. Si no es su hija de sangre, no nos sirve de nada. Y sin
ningún propósito. Además, ¿por qué le importaría? Escuché que se divorció de su madre,
hace mucho tiempo.
—Todavía la adora. Ella puede traérnoslo. —El apolita apretó su agarre en el brazo de
Nephele y giró su mirada llena de odio hacia ella—. Llama a Urian para abrir el portal.
Ella negó con la cabeza.
—No traicionaré a mi solren.
La golpeó tan fuerte que cayó al suelo.
Con un profundo gruñido, Urian se teletransportó sin pensarlo dos veces. Y se dio
cuenta demasiado tarde de que probablemente debería haber mirado a su alrededor a
cuántos hombres había en esta sala antes de actuar.
Luego esperar a que al menos uno más de los apólitas se uniera a él en esta aventura.
Probablemente más.
Sí, fue una mala idea, ya que lo superaban en número. Mirando a su alrededor mientras
trataba de actuar con indiferencia, vio al menos a cien apólitas y daimons en el pasillo.
Con él.
Y Nephele.
Maldición, debí haberle enseñado a pelear mejor. Aunque lo había intentado, nunca
había estado interesada en ello y siempre había terminado pasando más tiempo discutiendo
con él que aprender a defenderse. Lo que había sido completamente contraproducente, así
que se dio por vencido por frustración.
Nota a mí mismo: Fallé en la crianza de hijos.
Por otra parte, dado el gran número de guerreros en el pasillo no habría importado sólo
con ellos dos.
Estaban condenados.
Haciendo todo lo posible para no mostrar sus verdaderos sentimientos sobre el tema,
Urian despejó su garganta y arqueó una ceja hacia los hombres que lo rodeaban. Sólo había
una cosa que hacer.
Un farol y una fanfarronería.
Cruzó los brazos por encima del pecho y miró fijamente al que tenía delante.
—Les sugiero que le quiten las manos a mi hija o las perderán.
Sonaba bastante duro. Casi podía creerlo.
El apolita tuvo el valor de reírse. Eso duró unos tres segundos hasta que Urian lo atacó
con sus poderes y convirtió a la hiena en una pila ardiente de cenizas en el suelo. Antes de
que los otros pudieran recuperarse de su impresión, Urian tomó a Nephele y abrió un portal.
La envió a través de él y estaba a punto de ir tras ella cuando los otros se le abalanzaron.
La cerró instantáneamente para proteger a su familia y a Kalosis. Lo que significa que
estaba en el lado equivocado de las cosas.
Maldita sea.
Forzándose a permanecer en calma, parpadeó lentamente mientras escudriñaba a los
hombres.
—Ahora que mi hija está a salvo…
Se acercó a su collar. Era su última línea de defensa.
Puede que no funcione. Incluso podría hacer que lo mataran más rápido.
Honestamente, no podía culpar a Ruyn si elegía no responder. O matarlo a su llegada. Pero
Urian realmente no tenía opciones.
Se pinchó el dedo y esperó que la sangre fuera suficiente para convocar a su cuñado
mientras se acercaban.
— ¡Mata al bastardo de Apolo!
Urian se burló de esas palabras. Por un lado, no era un bastardo. Era ilegítimo.
Segundo:
— ¿Por qué? —gruñó, desenvainando su espada—. Tampoco es como si lo amara.
Su respuesta fue como un ataque enorme.
Es una maravilla. Matarlo por un abuelo de mierda al que odiaba. Que estaba
equivocada por todo.
Invocando sus poderes, realmente se arrepintió de no llevar la armadura de Xyn ahora.
Debió haber superado sus sentimientos y recordado que era un guerrero y estaba encantado.
Y que le gustaba tener las bolas pegadas a su cuerpo.
Una luz centelleó a su lado. Giró para atacar, con la intención de matar a lo que fuera
que había decidido unirse a su fiesta. Entonces dudó y se echó para atrás mientras vio a Ruyn
manifestándose allí.
Gracias a los dioses, por fin tenía refuerzos.
Ruyn tardó menos de un minuto en evaluar la situación.
Y la estupidez de Urian que lo había causado. Con una sonrisa socarrona, negó con la
cabeza.
—Hermano, me parece que elegiste el día equivocado para vivir tu momento.
—Mejor que permitir mi momento para tener mi vida. Entonces, ¿vas a quedarte ahí
parado, admirando mi trasero, o darme una mano con esto?
—Más bien debería ser un cierto dedo que te presto, amigo. —Gruñendo, Ruyn levantó
las dos hachas de su espalda y las inclinó hasta el final—. Es bueno que me agrades.
Cualquier otra persona sería mi primera víctima.
Urian resopló.
—Lástima que no te gusten unos cuantos más. Estoy pensando que algunos amigos
contigo no habría sido algo malo.
Usó un cerrojo para chocar al apolita cerca de él y después lo golpeó con una espada.
En momentos como este desearía tener la habilidad de su padre o de Xyn para transformarse
en dragón. Podrían usar el poder de fuego ahora mismo.
Lamentablemente, esos poderes estaban fuera de su alcance.
Ruyn se burló de sus palabras.
—Bah, amigos. ¿Quién los necesita? Sólo beben su cerveza y arruinan un perfecto mal
humor tratando de animarlo.
Se llevó las cabezas de tres apólitas de un solo golpe.
Urian estaba impresionado. Tuvo que matar a sus enemigos a la antigua forma. Con
sus manos y su magia.
La peor parte era que todavía no sabía por qué este grupo estaba detrás de él o lo que
querían. ¿Qué había hecho? Normalmente, sólo conducía a sus hermanos al homicidio. Y eso
era a propósito.
Agachándose mientras golpeaba una arteria y sangre rociaba en su rostro, Urian lamió
sus labios. Al menos le estaban dando de comer. Ruyn no estaba muy contento con esa parte
de esto. A diferencia de Urian, Ruyn no era un apolita. Él y Sheba habían compartido una
madre, no la sangre de Apolo o la maldición.
Así que Ruyn pateó y pasó a través de ellos. Urian se mantuvo mejor de lo que hubiera
pensado, dado su número. Hasta que un aluvión de flechas voló hacia ellos.
Ruyn desvió las que le apuntaban con sus hachas.
Urian no era tan hábil. Aunque podía atrapar a una, no podía atrapar a más que eso sin
dejar caer su espada. Si hubiera tenido más experiencia podría haber sido capaz de usar su
telequinesia para desviarlas o algún otro truco.
Lamentablemente, no era su padre.
Y tres de ellas se incrustaron en su pecho.
Con una cantidad asombrosa de dolor que trajo de vuelta una ronda feroz de déjà vù,
cayó de rodillas.
¡Levántate, maldita sea!
No pudo. Lo mejor que podía hacer era jadear.
Uno de ellos le dio una patada en la espalda. Urian rodó hacia él mientras se dirigía a
apuñalarlo, desestabilizarlo y hacerlo tropezar. Eso sólo condujo más profundo a las flechas y
causaron más dolor al rasgar su cuerpo. Gimiendo en voz alta, pensó por un momento que
podría desmayarse por la agonía de la misma.
De alguna manera se las arregló para levantarse. El hombre frente a él era un daimon
que tuvo el valor de reírse de su dolor.
Dolor que sabía que no duraría mucho más. Cualquier latido del corazón y se
desmayaba.
Girando hacia Ruyn, vio a su hermano tratando de acercarse a ayudarlo.
Pero sólo había una manera de superar esto. Y no estaba a punto de dejar que un
baboso y asqueroso daimon se apodere de él. No de esta manera. No voy a morir en mis
rodillas…
Con una sonrisa maligna, Urian giró hacia el daimon. Luego hundió los colmillos en la
garganta del bastardo y la abrió.
En el momento en que probó esa sangre, entendió lo que sus hermanos habían tratado
de decirle. La inyección de adrenalina en su sistema era desconcertante. Literalmente se
sentía como si se hubiera ido a dormir y había sido sacudido por algo feroz y aterrador.
Sólo que ahora estaba más vivo. Más alerta. En sintonía con el universo mismo.
Escuchó más. Vio más.
Sintió más.
Incluyendo un quejido en su cráneo que era ensordecedor. Por un momento, pensó que
podría volverse loco por la intensidad de la misma. Como un chillido agudo incrustado en el
centro de su cerebro que sólo él podía oír.
— ¡Es un daimon!
Las palabras sonaron y retumbaron en sus oídos lo suficientemente fuerte como para
hacer que se estremeciera. Más que eso, sus atacantes se retiraron instantáneamente.
Literalmente se alejaron y se retiraron.
¿Por qué?
Ruyn le frunció el ceño.
—Aunque me gusta pensar que soy una bestia imponente cuyas habilidades de batalla
son tales que hace que mis enemigos tiemblen y huyan ante la mención de mi nombre, es
solo una historia que les digo a las mujeres para que se acuesten conmigo. —Señaló al grupo
que ahora se comportaba con sus hachas sangrientas—. Esa mierda es surrealista y sólo
sucede en los cuentos de fanfarrones y en las fantasías de los ancianos. ¿Qué hiciste, Urian?
Él balbuceó.
—No lo sé.
El primero que pidió la cabeza de Urian escupió sangre en el suelo.
—No hay necesidad de matarlo. Ahora está muerto.
Ruyn puso un rostro impresionantemente sucio.
—Mientras que su hedor podría sugerir muerte, siempre ha olido de esa manera. A mí
me parece que el bastardo tiene suficiente vida.
El hombre puso los ojos en blanco.
—Es un daimon. Vamos a terminar con la línea de Apolo. Una vez que la última de sus
crías de apólitas esté muerta, nuestra maldición se levantará.
Ahora le tocaba a Urian fruncir el ceño. ¿Qué diablos quiso decir con eso?
— ¿Eso es verdad? —le preguntó Ruyn.
—Que yo sepa, no. —Urian miró con ira al líder—. ¿Dónde escuchaste esa estupidez?
—Desde el oráculo de Helios. Nos juró que era la verdad. Cuando el último de sus hijos
apólitas esté muerto, entonces no quedará ninguna maldición.
Urian curvo el labio.
— ¿Desde cuándo el oráculo alguna vez en la historia de oráculos habló tan
claramente? Cuando el sol salga por el este, el sol se habrá levantado por la mañana o
después de la batalla un poderoso reino caerá, todo lo que cualquiera podría obtener de un
oráculo. Hablaron en acertijos inútiles que serían verdad sin importar lo que sea para que ellos
cubrieran sus apuestas, y tú interpretaste cualquier cosa que quieres que sea la verdad.
Nunca entendió por qué alguien escucharía a un oráculo.
El apolita de su derecha le sacudió la barbilla a Urian.
— ¿Oye? ¿No puede llevarnos al resto de su familia para que podamos acabar con
ellos?
Urian gimió ante otra estúpida epifanía. Especialmente cuando todos los demás se
dieron cuenta que tenía razón.
—Mierda —murmuraron él y Ruyn en voz baja al mismo tiempo.
—Tengo al imbécil a la izquierda —dijo Ruyn.
—Mejor aún, tengo un portal.
Urian la abrió rápidamente y lo agarró.
Sólo que en lugar de aterrizar en Kalosis, Urian se estrelló contra el suelo en el
precipicio de una montaña diferente a todo lo que había visto antes. Y tan pronto como
aterrizó, el fondo se derrumbó bajo sus pies.
Urian se sintió cayendo rápido y furioso. ¿Qué diablos fue esto?
Convencido de que estaba muerto, ni siquiera tuvo tiempo de rezar. No había nada
para aferrarse.
Hasta que se estrelló contra el frío suelo irregular, con tanta fuerza que le sacudió los
dientes. Agitado y momentáneamente aturdido, colgó sobre lo que tenía que ser mil metros.
Su corazón golpeó tan fuerte que se sorprendió de que no se le saliera del pecho. Se agarró a
la única cosa que evitó que se cayera.
Un enorme tronco de brazo.
—Gracias —dijo mientras miraba a los ojos de Ruyn.
—No me lo agradezcas todavía. Todavía podría recobrar el sentido común y dejarte ir.
Porque los dioses saben que eres más problemático de lo que vales.
—Sabes que me extrañarías si me fuera.
Ruyn se burló mientras luchaba por subirlo y pasar por encima de la escarpada cornisa
sin perder el control, o dañando a cualquiera de ellos. Gruñendo y jadeando, maldiciendo a
Urian todo el tiempo.
— ¡Pierde peso, hombre! Nunca he visto a nadie con una dieta líquida pesar tanto.
¡Maldita sea! ¡Mierda, ya! Normalmente cuando alguien me da tantos problemas, al menos me
la chupan por mis esfuerzos.
Con una última mueca enorme, logró arrastrar a Urian rodando de un lado a otro con él
hasta que se metieron debajo de una pequeña cornisa.
Urian dejó salir una risa amarga.
—Puedes abrazarme todo lo que quieras, bruto. Pero tienes que invitarme a cenar y un
anillo antes de pensar en besarme, y otras actividades orales están estrictamente fuera de la
mesa hasta el matrimonio. No soy una puta barata que te llevas, ¿sabes?
Riendo, Ruyn lo empujó.
—Estás muy equivocado, griego. Ni idea de lo que mi hermana vio en ti. —Negó con la
cabeza, luego frunció el ceño y tomó la barbilla de Urian para que pudiera examinar su
rostro—. ¿Estás bien?
—Acabas de decir que no lo estaba.
—Sé lo que dije. Pero te has vuelto un poco verde.
Urian resopló irritado.
—Me duele la cabeza.
—Bueno, si tuviera una cabeza como la tuya, también me dolería.
Poniendo un gesto de asco al patán de gran tamaño, Urian volvió a gemir.
—En retrospectiva, creo que preferiría que me mataran.
Ruyn lo abrazó antes de levantarse y ayudó a Urian a ponerse de pie.
— ¿Crees algo de lo que dijeron?
— ¿Sobre terminar la maldición?
Asintió.
Urian lo consideró mientras continuaba frotando sus palpitantes sienes.
—No lo sé. Son los dioses. Todo es posible, especialmente cuando se trata de
jodernos.
—Bueno, sí lo es... ¿tu padre podrá matar a sus propios hijos para salvar a su gente?
Esa era una respuesta fácil.
—No. Nunca. Pero no creo que eso importe.
— ¿Por qué no?
Urian se rió amargamente.
— ¿Dado el número de mujeres que mi padre y mis hermanos jodieron antes de que se
convirtieran en daimon? No hay forma de saber cuántos niños podría haber engendrado entre
ellos. Los únicos dos de mi familia que conozco que no tiene engendrados somos Paris y yo.
— ¿Estás seguro?
Asintió a pesar de que sentía que su cerebro estaba golpeando su cráneo.
—Soy estéril. Es por eso que Sheba y yo nunca tuvimos hijos.
— ¿Y tu hermano?
—No se acuesta con mujeres.
Ruyn dio un fuerte suspiro mientras limpiaba sus hachas con sus brazales, y luego las
devolvió a sus vainas.
— ¿Así que le vas a contar a tu padre sobre la profecía?
—Ni idea. No estoy seguro de que se lo crea. Él no tiene mucha fe en los dioses… que
no sean Apollymi. —Urian miró alrededor del árido y ventoso precipicio donde estaban
parados—. No es que eso importe ahora mismo. Puede que nunca salgamos de aquí.
— ¿Qué quieres decir?
—No estoy seguro de dónde estamos y por alguna razón, mi portal no se está abriendo.
Podríamos estar aquí por un tiempo.
Ruyn emitió un largo suspiro.
—Impresionante. Atrapado aquí contigo. Sin vino. Nada de cerveza. —Lo escaneó con
una mirada—. Y ni siquiera puedes cambiar de forma en una mujer. Maldita sea, anoche hice
enojar al dios equivocado.
— ¿Disculpa?
—Lo haría, pero no hay excusa para este nivel de incompetencia. Así que voy a tomar
una siesta. Despiértame si alguna vez descubres cómo abrir un portal o algo más decide
comerte. Si me aburro lo suficiente, probablemente te preste otra hacha.
Urian resopló al irritable idiota. No sabía por qué le gustaba tanto como lo hacía. En sus
hermanos, esa actitud era intolerable. Por alguna razón, Ruyn lo hizo encantador y divertido.
Aunque por el momento, estaba más que tentado de patearlo.
Aun así, se preguntaba sobre la profecía de Helios. ¿Podría haber algo de verdad en
ello?
¿Había alguna forma de liberarlos de la maldición de Apolo? ¿O era simplemente otra
mentira de los dioses? Después de todo, eso era lo que realmente era la esperanza. La peor
de todas las maldiciones que Zeus había puesto en el fondo de la caja de Pandora para que
cuando abriera, liberaría en el mundo esa cosa estúpida cosa para asegurar que la
humanidad continuara y siguiera adelante sin importar la desesperación, la degradación, y la
pesadilla que los dioses apilaban sobre ellos.
Mientras tuvieran esperanza, sufrirían.
Cómo odiaba a esa perra. Ella fue la peor de todas las plagas inventadas por los dioses
y la broma más cruel que han hecho con cualquier ser sensible, la verdadera razón por la que
estaba dentro de la caja de Pandora. Pero por su propia esperanza de que podría encontrar a
Xyn de nuevo, no estaría aquí ahora.
Y por eso odiaba a Elpis más que a cualquier otra diosa del Olimpo.
Porque escondió su verdadero propósito bajo el disfraz de mentiras y traición. No
estaba ahí para consolar. Estaba allí para castigar y prolongar el tormento del hombre.
No más. Urian había terminado con ella.

*****

Helios miró con ira a los daimons y apólitas que le rodeaban.


—Se suponía que debías matar a los niños de Apolo. No dejarlos ir.
—Es un daimon, mi señor. No puede tener hijos.
Helios envió un rayo a través de él que lo voló en pedazos. Entonces miró a los demás.
— ¿Alguien más quiere expresar una opinión estúpida?
Se echaron atrás rápidamente.
Sintiendo el fuego ondear en sus brazos y sobre su piel, giró su ardiente mirada a cada
uno de ellos a su vez.
—La próxima vez que dé una orden, harán lo que diga sin cuestionar o fallar. Quiero la
muerte de los hijos de Apolo y nietos. Tráiganme sus corazones o tendré los suyos en su
lugar.
Había terminado con este juego, y cansado de ver a Zeus y al otro principiante del
Olimpo que le daba sobras de comida.
Se había declarado la guerra y tenía la intención de ganarla.

30 de junio de 9501 A.C.

—Sabes lo que es hoy.


Urian se estremeció ante la pregunta de su padre cuando entró en el estudio a donde
había sido convocado.
—Por supuesto que lo sé.
— ¿Hablaste con ella como pedí?
—Lo intenté. Ella no escucha.
— ¿Conseguiste que sus hijos hablaran con ella?
Urian arqueó una ceja ante esa pregunta.
— ¿Tú no?
— ¡Por supuesto que sí! —Su padre se paseaba de un lado a otro. Y entonces lo vio.
Las lágrimas que brillaban en los arremolinados ojos plateados de su padre mientras se
ahogaba en los sollozos que estaba haciendo todo lo posible para contener—. Va a morir,
urimou.
Apenas escuchó esas palabras y el apodo que su padre no había usado para él desde
niño.
—Mi preciosa niña. Y no hay nada que pueda hacer para detenerlo. Incluso intenté
engañarla. Hechizarla. ¡Maldita sea por su terquedad!
Ahogado en su propia pena, fue hacia su padre y lo tomó en sus brazos.
—Lo siento.
Urian no estaba preparado para la ferocidad del abrazo de su padre. Aunque había
sabido que su padre era un hombre poderoso, no se había dado cuenta de cuánto hasta que
esos brazos se envolvieron alrededor de él con la fuerza de un titán. Enterrando su rostro en
el hueco de su cuello, su padre lloró con sollozos que atormentaban el alma, de la clase de los
que Urian nunca lo habría imaginado capaz de hacer. Hicieron que las que él había
derramado por su hermano palidecieran en comparación. Empuñó las manos en el chalmys
de Urian y lo abrazó allí como aterrorizado de dejarlo ir.
No tenía idea de qué decir ni cómo consolarlo. Así que simplemente se quedó allí,
sosteniendo a su padre y frotando su espalda mientras sus propias lágrimas caían.
Cuando su padre finalmente se retiró, enterró su mano en el cabello de Urian a cada
lado de su rostro y lo fulminó con la mirada.
—Se supone que un padre no debe enterrar a sus hijos. Vivimos para protegerlos, y
morimos primero para que podamos estar allí para darles la bienvenida en el otro lado. Esto
está muy mal, Uri.
—Lo sé, baba. Lo sé.
Con los labios temblando, su padre secó las lágrimas en el rostro de Urian, luego besó
sus mejillas.
—Te amo, pido. —Con respiración desigual, lo soltó y se dirigió a la puerta—. Déjame ir
y siéntate con tu hermana.
Urian no podía moverse mientras lo escuchaba alejarse. Estaba paralizado por su
propio dolor y enojo. Esto estaba tan mal. Y se sintió horrible por su padre. Furioso por su
hermana que tenía que dejar a sus propios hijos.
Y más histérico que el infierno porque se vería obligado a ver su agonía en este día.
No es como si todos no lo hubieran visto antes.
Incontables veces.
Incluso tenían un término para ello. El Thanatogori —velatorio o vigilia de un día de
duración— siempre que una de sus especies cumplía veintisiete y decidía no volverse daimon.
Ya su hermana habría comenzado el doloroso proceso de morir. Urian había visto a
bastantes de sus amigos morir así. Nunca había observado a la familia perecer.
Temiendo esto, sabía que tenía que ir a sentarse con su padre. Entonces se fue y se
dirigió a su casa, donde toda su familia ya estaba reunida.
Incluso Geras y Nephele, junto con el marido de Nephele, estaban allí. La única que
faltaba era Xanthia. Por otro lado, ella realmente no había hablado mucho con él desde la
noche en que le había devuelto a Nephele a Kalosis. No estaba seguro de por qué, y ya que
ella se negaba a hablar, no la presionó.
Además, su psicosis no era su problema realmente, especialmente ahora que ella se
volvió a casar. Aunque era irónico que Geras y Nephele todavía lo consideraran su padre. Y
eso estaba bien para él.
Seguía pensando en ellos como sus hijos.
Paris y Davyn lo saludaron primero en la puerta. Ambos tenían los ojos hinchados.
—No puedo creer que esté haciendo esto.
Paris se enjugó las mejillas mientras Davyn lo abrazaba.
—Yo tampoco. Siempre había parecido más sensata que esto. —Tratando de
distraerse, echó un vistazo a la mesa, donde se había colocado una extraña urna—. ¿Qué es
eso?
Davyn hizo una mueca.
—Tobias la hizo. Quiere poner las cenizas de su madre para que pueda mantenerla con
él después...
Su voz se quebró cuando sus lágrimas comenzaron a fluir.
Urian lo entendió. Tobias era el más joven de Tannis y su único hijo. Era el que era más
cercano a su madre.
— ¿Donde está ella?
Paris respiró entrecortadamente.
—En su cama. Él no se aparta de su lado.
—Déjame ir a verlos, entonces.
Urian se dirigió a la parte posterior y tuvo que arreglárselas para atravesar la multitud.
Cuando llegó a la habitación de Tannis, apenas reconoció a su propia hermana. Ya era mucho
mayor.
Sus dos hijas yacían a cada lado mientras su hijo estaba a sus pies en la cama. Su
padre se arrodilló en el suelo, sosteniendo a la nieta infanta de Tannis, Marcella, a quien su
hija mayor había dado a luz hace solo dos semanas.
Helena, que había sido llamada así por su madre, se aferró a Tannis, pero su otra su
hija, Rhoda, se lanzó a Urian tan pronto como lo vio.
— ¡Tío Uri! ¡Haz que pare esto!
—Ojalá pudiera, stormy. Lo intenté todo el día ayer. Todo lo que obtuve fue insultos.
Besó la cabeza de su sobrina.
Rhoda gimió en el más estridente de los tonos.
—Nunca moriré así. Así que ayúdame, ¡comeré a todos los humanos vivos primero!
—Buena chica —gruñó su padre con orgullo—. Asegúrate de pasar ese fuego a tus
hijos.
— ¡Baba! —espetó Tannis—. No te atrevas a alentarla a tales cosas.
Alguien tomó la mano de Urian. Miró hacia abajo al principio, pensando que sería una
sobrina o sobrino.
Era Archie.
— ¿Crees que si uno de nosotros la mordiera, evitaría que muera?
Urian lo consideró.
—Podría. Pero entonces podría patearnos el culo por el esfuerzo. Siéntete libre de
intentarlo.
Bufó.
Y así pasó su día, con lentitud insoportable mientras la escuchaban gritar de agonía y la
observaban morir. Urian nunca se había sentido tan impotente. Ni había odiado tanto.
Cuando el alba llegó para poner fin a su sufrimiento, todos quedaron marcados tan
profundamente que ninguno de ellos pudo hablar mientras su padre lentamente recolectaba
sus cenizas para colocarla en el frasco de Tobias.
Tobias lo acunó con el más tierno cuidado y lo colocó sobre la repisa de la chimenea
antes de que sus hermanas y él fueran a celebrar su vigilia silenciosa. Los hermanos de Urian
comenzaron a dispersarse con sus familias. Theo hablaba en un susurro suave con su padre
cuando Paris y Davyn se acercaron a Urian.
Paris miró a su padre.
—Davyn y yo vamos a hacernos daimon esta noche.
Urian arqueó una ceja ante eso.
— ¿Perdón?
Un tic comenzó en la mandíbula de su gemelo.
—Después de esto... no voy a esperar otro día o noche. Davyn solo tiene unos pocos
meses más. Decidimos no presionar nuestra suerte. Has sido uno por dos años ahora, ¿sí?
Asintió.
—No es tan malo, ¿o sí?
Urian se rascó la parte posterior del cuello.
— ¿Honestamente? No es lo mejor. Especialmente al principio. Pasé muchos de esos
primeros meses enfermo de ello. Engañar a un humano para que dé permiso para tomar su
alma no es tan fácil como creen. Escoger a un humano con un alma fuerte es aún más difícil.
Son pequeños bastardos corruptos. Y el gemido constante te enloquecerá.
—Entonces, ¿cómo te las arreglas?
Urian les dio una sonrisa malvada.
—Vivo del veneno.
—Yo podría hacer eso.
Bufó.
—Estás demasiado enamorado. Pero estoy aquí para ayudar. Si necesitas cualquier
cosa, solo háganme saber.
Asintiendo, lo dejaron solo. Urian esperó a su padre ya que eran los únicos dos que no
tenían a nadie más.
— ¿Estás preocupado por mí?
Escuchó la nota de preocupación en el tono de su padre.
—Un poco.
—No lo hagas. No soy tan frágil.
Quizás. Pero a diferencia de sus hermanos, Urian nunca olvidaba el hecho de que su
padre realmente no era mucho más viejo que ellos. Había sido un adolescente cuando Archie,
Theo y Tannis nacieron. Apenas veinte cuando llegaron Urian y Paris. Demasiado joven para
haber sido empujado a las decisiones que Apolo había forzado sobre él.
Demasiado joven para ser maldecido para morir.
Su padre se encontró con su mirada fija.
—Tú también.
— ¿Perdón?
—Puedo escuchar tus pensamientos, Urian. Y eres demasiado joven para haber sido
puesto a través de tanto. —Su padre cogió la almohada de Tannis de la cama y la presionó en
su rostro para que pudiera respirar su aroma. Luego la acunó contra su pecho como un bebé y
cerró la distancia entre ellos—. No quiero enterrar a otro hijo. Ayúdame a proteger a tus
hermanos.
—Pretendo hacerlo.
—Bien. Y he estado pensando en lo que dijiste.
— ¿Sobre la profecía de Helios?
Asintió.
—Apolo tenía otra amante apolita. Comenzaremos con esa línea antes de que nos
preocupemos por la nuestra. Te quiero a cargo de cazar hasta el último de ellos y cortarles la
garganta. Veamos si hay algo de cierto en esto.
— ¿Estás seguro?
Lágrimas brotaron de sus ojos mientras acariciaba la almohada de Tannis.
—Mátalos por mí, Urian. Hasta el jodidamente último de ellos.
Hizo una mueca ante la agonía en la voz de su padre. Reflejaba la suya.
—Lo veré hecho, baba.

****

Urian se sentó junto al estanque de Xyn, con los pies colgando en el agua, buscando
alguna forma de consuelo, aunque no había ninguno para su vacante y condenada alma.
Soy demasiado joven para sentirme así de viejo y derrotado.
Porque hoy, se sentía antiguo. De hecho, el peso de su alma y el dolor era tan pesado
que si iba a tirarse al agua, no tenía dudas de que lo arrastraría al fondo de esas aguas
negras y lo ahogaría. No tendría capacidad de nadar con ello envuelto alrededor de él así.
¿Cómo se las arreglaba su padre? Si no había respetado al hombre antes,
definitivamente lo hacía ahora. Porque esta mierda absorbía el mismo aliento de sus
pulmones y lo hacía querer solo rendirse al dolor y terminarlo todo. Era una lucha proponer
una sola razón por la que debería molestarse en encontrar otra alma y no solo permitir que la
que estaba gritando actualmente en su cerebro lo llevara a la tumba y lo terminara todo.
A diferencia del resto de su familia, él estaba completamente solo. Incluso su padre
tenía una novia o esposa o lo que sea que era Nelea.
Urian no estaba realmente seguro de cuál era su verdadero papel, aparte de una
comida conveniente. Por mucho que se quedara en su casa, estaba bastante seguro de que
vivía allí y en ningún otro lugar. Pero ni ella ni su padre habían hecho una declaración firme de
su relación, y Urian no estaba seguro si quería saber si tenía una nueva madre. Así que no
preguntaba, y ellos no decían.
Simplemente se mantenía cordial con ella, y pasaba una conversación breve, educada
con ella cada vez que se cruzaban sus caminos.
Enderezándose, se frotó la cabeza. Por alguna razón, el alma humana dentro de él
estaba gritando más fuerte de lo normal. No sabía si eso era debido a su pena o quizás el
humano había sido más llorón que la mayoría.
Fuera lo que fuera, solo aumentaba su miseria. Probablemente debería ir al pasillo y
encontrar a alguien de quien alimentarse. Podría ayudar a aliviar algunos de los gritos
internos. Pero no tenía hambre. Lo que quería era verdadera consuelo. Lástima que no había
nadie para hacerlo sentir mejor.
— ¿Urian?
Su corazón se detuvo cuando escuchó una voz que nunca había pensado volver a
escuchar.
No, no podía ser. Aturdido e incapaz de creerlo, giró, luego se levantó despacio.
— ¿Xyn?
En forma humana y vestida con una armadura de bronce sobre un quitón rojo,
lentamente caminó hacia él. Su vibrante cabello estilo Tiziano estaba trenzado y enrollado
alrededor de su cabeza, exponiendo sus orejas puntiagudas.
—Sentí como si algo estuviera mal. —Miró alrededor nerviosamente—. Si Apollymi me
encuentra aquí, tendrá un ataque, pero tenía que venir a ver si estabas bien. No puedo
explicarlo. Solo tenía que verificarte.
Tenía la garganta tan apretada por la repentina oleada de felicidad y dolor que no podía
hablar. Ahuecando su rostro con sus manos, hizo lo único que siempre había querido hacer.
La besó.
Xyn jadeó cuando respiró a Urian y se derritió contra él. Él olía tan embriagador. A
cuero y haxyn, y serba dulce. Nadie olía exactamente como su apolita. Nunca lo habían
hecho. Y se estremeció cuando su lengua barrió contra la suya. Empuñando su mano en el
lino de su chalmys, sintió sus músculos abultarse debajo de sus dedos.
Cuando finalmente se apartó para intimidarla con la mirada, ella sonrió traviesamente a
esos hermosos ojos azules.
— ¿Supongo que me extrañaste?
Él se río de su pregunta.
—Más de lo que puedes imaginar. —Una expresión afectada oscureció sus ojos—.
Encontré tu carta. Y lamento todo.
Ella jugueteó con su suave cabello.
—Yo también. Pero no puedo quedarme.
La agonía en sus ojos desgarró su corazón y la hizo sentir dolor por él. Ella quitó el
cabello de sus ojos.
— ¿Qué pasa?
Sus labios temblaron.
—Tannis murió hoy.
—Oh, cielo, lo siento mucho.
Una sola lágrima cayó por su mejilla.
—Estaré bien. —Se aclaró la garganta y cayó en ese papel de líder acérrimo, duro
suyo—. Deberías irte antes de que te metas en problemas.
¿Cómo podía irse ahora, sabiendo lo que había pasado? ¿Sabiendo lo que su hermana
había significado para él?
— ¿Tienes a alguien contigo?
Cuando él vaciló, ella frunció el ceño.
— ¿Dónde está tu esposa?
Él suspiró.
—Sheba fue asesinada.
Xyn se sintió mal del estómago.
— ¿Cuándo?
—Hace unos pocos años.
¿Años? ¿Había estado solo todo este tiempo? No podía creerlo.
— ¿No has vuelto a casarte?
Él resopló con una hostilidad que la hizo retroceder.
— ¿Por qué lo haría?
Compañía sería la razón normal, pero él tenía una que tenía mucho más sentido.
— ¿Comer?
—Tengo mujeres dispuestas a alimentarme ahora. No hay necesidad de apresurarse a
eso de nuevo cuando no tengo que hacerlo.
Apenas se detuvo antes de poner los ojos en blanco. Él sonaba tanto como su hermano
Veles que era aterrador.
— ¿Entonces estás solo?
— ¿Tú no?
Bueno... sí. Pero no quería pensar en eso. Era un dragón. Eso no era exactamente lo
mismo. Estaban acostumbrados a estar solos. Estaba en su ADN. En toda su vida, la suya era
la única compañía que había anhelado.
Y anhelarlo, lo hacía. Más de lo que alguna vez había tenido sentido.
Enterrando las manos en su cabello, ella tiró juguetonamente de él.
—Mi pobre Uri. Siempre has sido mi exasperación.
Él arqueó una ceja hacia ella.
—Es verdad.
Con una luz tierna en sus ojos, enterró su mano en sus trenzas para que pudiera
juguetear con ellas.
—Estoy tan feliz de poder verte de nuevo. Pero ¿cómo entraste sin ser detectada?
—Tengo amigos entre el Caronte. Te sorprendería lo que harán por una probada de
pastel de miel.
—Tendré que recordar eso en caso de que alguna vez me dejen fuera de aquí.
Ella sonrió.
—Bueno, debería irme.
La tristeza volvió a sus ojos.
—Estoy seguro de que tu marido te extraña.
—No tengo marido.
Cuando él abrió la boca para hablar, ella atrapó su mandíbula para evitar que hablara.
—Ya te he dicho. Solo hay una persona que amo, Uri, pero tanto como te amo, no
puedo mantenerme aparte y observarte alimentarte de la sangre de otra mujer, sabiendo que
estarás engañándome.
Sus ojos se volvieron oscuros y tormentosos.
—Odio a mi abuelo.
—Yo también.
Él dudó.
— ¿Pero qué si pudiera encontrar una manera de romper la maldición?
Por un momento, ella no pudo respirar. ¿Podría ser tan simple?
— ¿Qué quieres decir?
—Creemos que podríamos tener una salida de la sentencia de muerte.
—Sabes mi respuesta. Quiero estar contigo, Urian, lo hago. Pero no puedo compartirte.
Eso no es justo para mí.
Vio la felicidad de Urian regresar.
—Entonces tengo doble razón para terminar esta maldición, dos veces más rápido.
Y esta vez cuando la tomó en sus brazos, su beso fue posesivo y estaba lleno de una
promesa profunda. Sus labios sabían a pasión.
Queriendo algo que sabía en lo que nunca podría tener otra oportunidad, Xyn soltó su
chalmys y lo dejó caer al suelo. Cuando él no se quejó, se aseguró de que su chitón lo
siguiera hasta sus pies, exponiendo su pecho a sus manos. Él aspiró con brusquedad entre
sus dientes mientras ella tocaba su cuerpo duro, caliente.
Con cautela, trazó una línea sobre las heridas en curación en su pecho.
— ¿Qué sucedió?
Él sonrió.
—Aparentemente, no eres la única a quien molesto.
—No te encuentro nada gracioso.
—Esa mano que tienes en mi polla dice lo contrario. —Su voz era profunda mientras
ahuecaba sus dedos con su palma para que pudiera mostrarle cómo acariciarlo.
—Será mejor que te alegres de que no puedo hacerte daño.
Calor picó sus mejillas mientras él ahuecaba su rostro en su mano y la miraba
ferozmente.
—En este momento, mi señora, llamaré tu atención de cualquier forma que pueda
tenerla.
Xyn sonrió, hasta que su mirada fija se dirigió a la marca daimon sobre su corazón.
— ¿Cuándo sucedió esto?
— ¿Importa?
—Mi conciencia dice que debería.
Mordiéndose el labio, quería alejarse, dejarlo donde estaba parado y no mirar atrás. Si
solo fuera tan simple.
O fácil
—Vives de matar a otros. Deshaciendo sus almas por toda la eternidad.
—Hago lo que tengo que hacer.
Su corazón se rompió con esas palabras. Ni siquiera parecía arrepentido por las vidas
que tomaba.
Sus ojos se oscurecieron.
— ¿Qué quieres de mí, Xyn? ¿Que me tumbe y muera, o que luche y viva?
Quería que fuera humano. Por completo. Que viva sin hacerlo de las almas de la
humanidad.
El dolor en su mirada fija celestial la atravesó y le hizo doler el estómago. Conocía esa
mirada. Era la que había causado que se divorciara de Xanthia.
—No estoy juzgándote.
—Aye, lo estás. No te mientas. Y no me mientas.
Lo atrapó cuando él comenzó a irse.
—Urian...
Usó sus poderes para quitarse la armadura.
En el momento en que estuvo desnuda, la ira se evaporó de sus ojos. Nunca antes
había estado más agradecida con sus hermanos por su franqueza sobre cómo inmovilizar a
un hombre o llamar su atención.
Funcionó.
La mirada fija de Urian recorrió todo su cuerpo desnudo y con cada parte de ella esos
ojos lamían, el hambre en sus profundidades se oscurecía. El aire entre ellos se volvió
cargado.
—Siempre te amaré, Urian. Nada que hagas cambiará eso alguna vez.
Cerrando la distancia entre ellos, Urian enredó su mano contra su mejilla, luego enterró
los labios en su garganta. Mil cintas de placer rasgaron a través de ella mientras él
mordisqueaba un rastro alrededor de su cuello, su cálido aliento haciendo cosquillas como su
lengua lamía suavemente su piel.
Xyn se estremeció mientras pasaba la mano por su espalda desnuda y lo acercaba
más.
Urian se estremeció en éxtasis. Nunca en su vida se había sentido así. Nunca había
estado con una mujer y se había sentido bienvenido y querido. Todo lo que podía saborear
era este momento, y todo lo que podía sentir era su amor. Su cálida aceptación. Incluso
aunque ella no aprobaba su estilo de vida daimon, todavía lo amaba.
Eso era un milagro.
Tembló por la fuerza de ello y por la necesidad que tenía de poseer esta mujer que era
lo más cercano a Katateros que conocería jamás.
Se apartó y miró fijamente sus ojos verdes vibrantes, apagados por la pasión.
—Eres hermosa —susurró.
Ella respondió sus palabras con otro beso que dejó sus labios hormigueando. Y él tuvo
que recordarse tener cuidado con sus colmillos. Ella no era una apolita.
Xyn era un dragón. Y su audacia lo sorprendía y emocionaba. Retrocedió ligeramente
cuando ella colocó sus labios en su mandíbula para poder abrirse paso con suavidad por la
línea de ella, provocando sus bigotes. Urian cerró los ojos cuando mil escalofríos lo
atravesaron.
Su aliento electrificaba cada parte de él y lo ponía más duro de lo que nunca lo había
estado en su vida. Mordisqueó juguetonamente el lóbulo de su oreja y sonrió cuando sintió los
escalofríos brotar a lo largo de su cuerpo bajo sus manos. Sus pezones se tensaron a picos
rígidos que lo llamaban a probarlos.
Xyn aspiró bruscamente cuando Urian bajó la cabeza. Sus sentidos tambaleando,
nunca había sentido algo así. Pero entonces, nunca había estado con un hombre antes.
Porque había sido secuestrada aquí tan joven, no había habido nadie que hubiera
querido. Y una vez libre...
Su corazón se había quedado con Urian.
No hubo necesidad de encontrar a otro cuando sabía que no la satisfaría. Quería a
este... daimon. Bueno o malo, él era el único que hacía su corazón acelerarse y lo hacía débil
y fuerte al mismo tiempo.
Y cuando la levantó para llevarla a su cueva, ella apoyó la cabeza en su hombro,
incapaz de creer que fuera real. ¿Cuántas veces había soñado con esto?
Ella jadeó cuando entraron.
— ¿La has mantenido?
Sus ojos brillaban en la oscuridad.
—Era todo lo que tenía de ti.
Lágrimas llenaron sus ojos cuando se dio cuenta de que lo había convertido en un
santuario. Todo era exactamente como lo había dejado.
— ¿Todavía vienes aquí?
Dejándola en su camastro, le lanzó una sonrisa avergonzada.
—Solo cuando te extraño.
—Parece que me extrañas mucho.
—Por supuesto que sí.
Su cabeza nadó mientras él ponía su cuerpo sobre el suyo y su carne desnuda
colisionaba con la suya. Los planos duros de su pecho se presionaron contra sus pechos, los
cuales se endurecieron mucho más mientras rozaban sus pectorales musculosos.
Urian gimió contra sus labios cuando sus manos presionaron sus caderas más cerca de
las suyas. Podía sentir los suaves rizos en la unión de sus muslos contra su eje hinchado
mientras ella corría sus manos por su espalda.
Maldita sea…
Estaba dividido entre arruinarla y tomarse su tiempo. Los dos impulsos estaban
matándolo. Extendió el brazo y ahuecó sus pechos en sus manos, luego rozó con la mano
sobre su estómago hacia sus rizos castaños oscuros.
—Tu piel es tan perfecta.
—La belleza de ser un dragón. La piel no sufre mucho daño.
Sonrió ante eso. Luego bajó la cabeza para juguetear con su pecho derecho.
Xyn siseó mientras espirales de placer la atravesaban. Él hizo un rastro de besos en su
otro pecho. Ella gimió, maravillada por la mezcla de placer y deseo que él avivaba.
Él regresó a sus labios mientras sus manos recorrían todo su cuerpo, acariciando y
explorando a donde quiera que fueran. Ella ansiaba su toque con una necesidad cegadora.
Honestamente, no pensaba que nada podría sentirse mejor hasta que él corrió su mano
por su estómago y tocó el centro de su cuerpo. Xyn curvó sus dedos en su cabello y arqueó
su espalda contra la intensidad de ese placer. Nunca había sentido algo así cuando todo el
calor en su cuerpo se acumuló en el punto donde sus piernas se juntaban.
De repente, sintió todo el cuerpo de Urian ponerse rígido mientras se alejaba de ella
con una maldición.
— ¿Hice algo mal?
Con la mandíbula floja, la miró fijamente con total incredulidad.
— ¿Eres virgen?
Ella se sonrojó ante su pregunta.
—No me di cuenta de que serías capaz de notarlo.
Él abrió la boca aún más.
—Un poco, um, sí. ¿Realmente no ibas a decirme?
— ¿Por qué estás tan enojado?
—No estoy enojado.
Ella le dirigió una mirada fija burlona, mordaz.
— ¿De verdad? Entonces, ¿cómo llamarías a ese tono? Donde vivo, no es feliz.
—Confuso.
—Ni siquiera cerca.
Él bufó.
—Estás siendo imposible. Estoy molesto de que ocultes algo tan... tan...
— ¿Personal?
—Sí.
— ¿Mi asunto?
Él visiblemente se encogió.
—Ahora estás haciéndome sentir mal.
—Bien. Deberías sentirte mal. —Ella tocó el borde de su nariz con la punta del dedo—.
En realidad, eso no es cierto, debes sentirte especial porque te desee.
Él tomó su mano en la suya y la llevó a su mejilla y luego a sus labios para que pudiera
besar su palma y luego sostener su mano contra su corazón para que pudiera mirarla
fijamente a los ojos.
—Solo estoy enojado conmigo mismo. Desearía ser tan puro para ti, Xyn. Mereces eso.
Esas palabras la conmovieron tan profundamente que por un momento temió que
pudiera llorar. Amándolo más de lo que alguna vez habría creído posible, envolvió las piernas
alrededor de él y lo acercó para que pudiera besarlo con todo lo que sentía.
Gruñendo, Urian se puso de rodillas entre sus muslos. La expresión en su rostro era de
desesperación absoluta.
—Lo siento, Xyn. No puedo esperarte —susurró—. Te deseo demasiado.
Ella no entendió sus palabras mientras su mirada fija recorría su musculoso pecho y se
demoró en la marca oscura que cubría su corazón.
La besó, luego entró suavemente en su cuerpo.
Xyn gritó ante la sensación de él profundo y duro dentro de ella mientras sus muslos
musculosos se presionaron contra los de ella. Durante un minuto completo, no pudo respirar.
Esto era diferente a todo lo que había imaginado. ¡Él era enorme! Y ardía mucho más de lo
que había pensado alguna vez.
— ¿Estás bien?
—Um-hmm.
—El agarre de muerte sangrienta en mi espalda refuta esas palabras.
Aspirando bruscamente, se dio cuenta de que él tenía razón e inmediatamente retiró
sus garras de su carne.
—Lo siento.
—Está bien, lo dice el que ha sido desollado. —Miró de nuevo a su lado—. ¿Hay
mucha pérdida de sangre?
Xyn arrugó la nariz juguetonamente.
—Mínima.
Con una sonrisa, él se inclinó para capturar sus labios antes de que comenzara a
empujar lentamente contra sus caderas.
Con el cuerpo en llamas, Xyn contuvo el aliento.
Urian enterró los labios en su garganta y se aseguró de no dañarla con sus colmillos.
Odiaba la forma en que ella permanecía tensa.
—Relájate —susurró en su oído.
Pero ella no lo hizo. En todo caso, sus palabras parecían angustiarla más.
Se maldijo por no saber qué hacer para aliviar su incomodidad, pero nunca había
estado con una virgen antes. Queriendo hacerlo mejor para ella, susurró en su oído y luego
pasó la lengua por su lóbulo.
Inmediatamente ella gimió de placer y pasó sus manos por sus costillas. Él podía sentir
su forma flexible contra él mientras se entregaba a su toque. Su cuerpo ardía con necesidad,
pero se obligó a moverse lentamente para que no la lastimara.
Xyn gimió cuando Urian dejó sus labios para mordisquear un rastro por su mejilla a su
cuello, y hasta su oreja. Se retorció de placer como su cuerpo temblaba en respuesta a su
lengua mientras él lo giraba alrededor del exterior, y luego lo lanzaba dentro de la carne tierna,
sensible. Santo Olimpo, ¡nunca había imaginado nada así!
Olvida los dragones... ¡no podía imaginar nada mejor!
Su risa cálida hizo eco nuevamente.
—Te gusta eso, ¿verdad?
—De hecho, sí.
Él se movió más abajo con sus besos. A sus pechos, su estómago. Su aliento cálido le
hizo cosquillas mientras sus bigotes raspaban suavemente su piel mientras la lamía por todas
partes.
Xyn cerró los ojos y saboreó la sensación de su piel cálida contra la de ella mientras él
rodaba su cuerpo contra el de ella en los roces más deliciosos y la mordió a tiempo con ellos.
Enterró las manos en su cabello y levantó sus caderas para atraerlo más profundo. Y
esta era la razón por la que sabía que nunca sería capaz de compartirlo con otra mujer. Se
sentía demasiado cerca de él en este momento.
Esto no era simplemente sexo. No con él.
Él era de ella.
Como dragón, eso significaba algo. Porque eran una raza celosa y no compartían nada.
Pero Urian tendría que comer, y el sexo era parte de eso para su especie. Cómo odiaba
a Apolo por lo que le había hecho a Urian y su gente. Maldito sea él y todos los dioses del
Olimpo.
Mirando fijamente a esos ojos azules, sabía que nunca desearía a nadie más. No así.
Era su mejor amigo. El único con el que se sentía realmente cómoda.
En todas las cosas
Una luz extraña entró en los ojos de Urian un momento antes de que dejara de
moverse.
— ¿Hay algo mal?
La más traviesa de las sonrisas se extendió por su rostro antes de que se deslizara
fuera de ella y moviera el cuerpo. Xyn no estaba segura de lo que pretendía cuando él se
movió más abajo por su cuerpo. No hasta que él separó suavemente sus tiernos pliegues y la
tomó en su boca.
La cabeza girando, gritó cuando el placer la atravesó. Nunca había sentido algo más
incrédulo que la sensación de su lengua haciendo las cosas más perversas imaginables en su
cuerpo.
Implacablemente, él la provocó, haciendo que su cuerpo se pusiera cada vez más
caliente. Su placer cada vez más grande.
Su éxtasis aumentó hasta que estuvo segura de que moriría de ello. Y luego, justo
cuando se convirtió en una posibilidad muy real, su cuerpo explotó con placer mucho más
grande que cualquier cosa que hubiera experimentado alguna vez.
Echando la cabeza hacia atrás, gritó su liberación mientras todo su cuerpo se
convulsionaba por una fuerza inimaginable.
Urian tomó su mano entre las suyas y se deslizó dentro de ella de nuevo mientras su
cuerpo aún estaba quieto en la agonía de su orgasmo.
Ella gritó aún más profundamente en su garganta, luego golpeó el suelo con su puño.
— ¿Estás bien?
—Aye.
Suspiró, envolviendo su cuerpo alrededor del suyo con una fuerza de muerte dragón.
Riendo, Urian cerró los ojos para saborear mejor la sensación de ella rodeándolo. Si
pudiera, se quedaría así para siempre. Cómo deseaba poder hacerlo. Que hubiera alguna
forma de convencerla de que se quede.
Pero no sería justo y lo sabía. Si solo pudiera irse con ella.
Sin embargo, tarde o temprano, tendría que alimentarse. Aunque podría volver a
donantes de sangre, era una manera tan repugnante de alimentarse que no podía armarse de
valor para contemplarlo.
No realmente.
¿Por qué no puedo encontrar un hechizo o un dios que pudiera levantar esto de mí?
Pero realmente no había esperanza.
Tratando de no pensar en ello, se movió lentamente contra sus caderas. Sus suspiros
de creciente placer lo deleitaban, especialmente cuando ella comenzó a mover sus caderas
para que pudiera encontrase con sus caricias.
Y cuando llegó su liberación, pensó que se quedaría ciego por ello.
Xyn sonrió cuando lo sintió temblar. Luego él se derrumbó y se tumbó suavemente
sobre ella como una manta. Saboreó la sensación de su piel contra la suya. La sensación de
él todavía dentro de ella.
Durante el más largo tiempo, él no se movió, sino simplemente se quedó allí hasta que
ella temió que se hubiera quedado dormido.
O peor, que hubiera muerto.
— ¿Urian?
—Estoy aquí. Solo estoy pensando.
— ¿Sobre?
—El hecho de que cuando me levante, te irás. Y que cuando lo hagas, mi corazón se
irá contigo. —Se levantó sobre sus brazos—. ¿Me prometes algo?
— ¿Qué?
—Que te reunirás conmigo al menos una vez al año.
—Uri…
—No tiene que ser aquí, Xyn. Me reuniré contigo en el mundo humano. O donde sea
que elijas. De esa manera no tendrás que saber sobre mis comidas, o incluso pensar en ellas.
Nos reuniremos por una noche. Si encuentras a alguien que te haga feliz, entonces nunca
tendremos que vernos de nuevo. Ni siquiera tendrás que decirme. Solo no aparezcas y lo
sabré.
— ¿Y si tú encuentras a alguien?
Él se burló.
—Juro que no lo haré.
Inclinándose, Xyn lo besó.
—Muy bien. Me reuniré contigo. Y si alguna vez me dejas plantada por otra mujer,
Urian Deathbringer, los mato a los dos.

30 de octubre de 7383 A.C.

Urian se estaba muriendo de hambre mientras se sentaba a una mesa en una posada
con su hermano Theo y un amigo. Habían ingresado al reino humano desde un portal no hace
mucho tiempo, y se dirigieron a la ciudad para encontrar este lugar apartado donde los
humanos se reunían para comer y encontrar compañía y noticias después del anochecer.
Cómo adoraba esta nueva era moderna.
Las mujeres tenían una moral más floja. Y también los hombres.
Era mucho más fácil encontrar una presa. Estos días, se reunían para ellos. Todo lo
que tenían que hacer era pedir bebidas y fingir ser un poco humanos. A pesar de que había
oído hablar de algunos apólitas que estaban empezando a abrir lugares como este que
atendían a su gente para facilitarles la tarea de encontrar comidas, tanto apolita como daimon.
Todavía no había encontrado uno, pero tenía esperanzas, especialmente porque se
suponía que se reuniría con Xyn para su cita anual.
Theo rió junto a él con su amigo Manades. Los dos se habían metido en el último grupo
de bloodwyne de Urian y lo estaban pasando con bastante libertad.
Eso se había convertido en un producto lucrativo en su mundo. Gracias a Ruyn.
Y Sheba. Después de todos estos siglos, Urian todavía pensaba en ella de vez en
cuando, y se preguntaba cómo habría sido si ella hubiera vivido.
Xanthia... había muerto unos siglos atrás cuando no pudo renovar su alma a tiempo.
Ese era un asunto delicado para ellos. Uno del cual tenían que tener cuidado, ya que
era tanto conjeturas como ciencia. Cada alma era diferente, y el tiempo que los mantendría
con vida dependía completamente de la persona a la que pertenecía.
No hay dos nunca iguales. Algunas almas pueden durar unos pocos meses y otras solo
unas pocas horas. Hasta que un daimon reclamara el alma, nunca sabía su resistencia. El
exterior de una persona no era garantía. Un pequeño humano podría tener un alma notable
que no se vencería, mientras que el gigante más arrogante podría tener un alma ajada,
reseca, y cobarde que no servía para nada.
Cuando Theo fue a beber el vino, Urian lo arrebató de la mano de su hermano para
tomar un trago.
—Desearía que estuvieras sobrio. Los necesito a los dos para que presten atención.
—Lo siento.
Theo se rió, lo que lo llevó a creer que la disculpa no era sincera.
Urian puso los ojos en blanco. Hasta que vio a una posible víctima a la derecha. Era
una gran bestia bastarda y estaba manoseando a una pequeña moza. Parecía que preferiría
estar en otro lugar, mientras el hombre se reía de su miseria. Cuando ella trató de alejarse, él
la jaló tan fuerte que fue un milagro que no le hubiera roto el cuello.
Sin embargo, nadie levantó un dedo para ayudarla, ni siquiera miró en su dirección.
Urian golpeó el brazo de su hermano y sacudió la barbilla para hacerle saber a Theo
que había encontrado a su presa.
Sí, ese bastardo tenía que ser eliminado de la reserva genética. No le importaría
escuchar un alma que cruelmente pediría misericordia por un tiempo.
Tuvieron que esperar hasta que el humano decidiera orinar antes de levantarse para
seguirlo. Urian ya estaba salivando por su alma, especialmente cuando escuchó sus palabras
a la chica preguntándole si tenía una hermana menor en la que pudiera enterrarse.
Disgustado, apenas podía abstenerse de asesinarlo.
En cambio, Urian se detuvo para entregarle a la niña su monedero.
Ella estaba tan asustada que realmente se estremeció.
—Es tu propina —le aseguró—. Por favor, tómala.
Su mano temblaba, pero no tanto como su voz.
—Gracias, mi señor.
Le entrecerró los ojos a Theo.
—Y es por eso que no quiero a Nephele en el reino humano.
—Lo sé, adelphos. Tengo dos hijas. ¿Crees que alguna vez duermo?
Manades resopló.
—Trata de tener seis. No he dormido desde el día en que nació la primera, y no ha
mejorado nada con ellas crecidas.
Sin querer pensar en eso, Urian se detuvo en seco cuando salieron del edificio y un
hombre alto y moreno los cortó en su camino para matar a su presa.
—Perdónanos.
Agravado, Urian trató de rodearlo.
Él intencionalmente se movió para interponerse en su camino.
Urian arqueó sus cejas.
— ¿No escuchaste mis disculpas?
—Lo oí, Daimon. Simplemente no me importa.
Eso lo preocupó rápidamente, ya que había pasado mucho, mucho tiempo desde que
alguien en el reino humano había sabido quién o qué eran realmente. Su raza se había
perdido hacía mucho tiempo por los mitos y las leyendas.
— ¿Quién eres, extraño?
—El quién no es importante. Soy un Dark Hunter.
Urian frunció el ceño.
— ¿Cazas la oscuridad? ¿No es eso un poco inútil?
Como era de esperar, no tenía sentido del humor. Más bien miró a Urian como si
pudiera cortarle la garganta.
—Un guerrero de Artemisa. Encargado de ponerle fin a tu clase.
— ¿No es un poco duro? Hermano, acabo de conocerte. ¿No deberías saber de mí
antes de matarme?
Descubriendo colmillos, se abalanzó sobre ellos y apuñaló a Manades a través de su
marca daimon. El pobre Manades ni siquiera tuvo tiempo de gritar.
Se rompió en una lluvia de polvo de oro.
Theo se puso pálido mientras el humor de Urian se evaporaba.
— ¿Sabías que hacíamos eso? —susurró Theo.
Urian abrió un portal cuando el Dark Hunter se movió para enfrentarlos. Lo bloqueó de
Theo y empujó a su hermano para que pudiera regresar a casa.
O al menos lo intentó. El bastardo obstinado no iría, y Urian no tuvo tiempo de discutir
cuando el Dark Hunter sacó un kopis y se preparó para cortarlo como un bistec.
Usando sus poderes, manifestó los suyos. Pero antes de que tuviera la oportunidad de
pararlo, Theo mordió el cuello del Dark Hunter. Ambos gritaron. Sin embargo, el grito del Dark
Hunter se convirtió en una risa cruel.
— ¿Nadie te lo dijo, daimon? La sangre de Dark Hunter es venenosa para tu clase.
Urian golpeó al bastardo con un rayo, luego usó sus poderes para freírlo con todo lo
que tenía. No esperó a ver si mataba al Dark Hunter.
En cambio, agarró a su hermano y lo llevó al portal.
Para cuando aterrizaron en Kalosis, Theo apenas respiraba.
Su padre se levantó de un salto y bajó de su trono cuando Urian tumbó a Theo en el
suelo.
— ¿Qué es esto?
Theo se quedó sin aliento y se atragantó mientras se sacudía de pies a cabeza.
—Ha sido envenenado. Por un Dark Hunter.
— ¿Un qué?
Urian se encontró con la mirada de su padre.
—Un Dark Hunter. Al parecer, la tía Artemisa ha estado ocupada. Ha creado algo para
cazarnos y matarnos.
— ¡Apollymi! —llamó su padre.
Urian sintió que su brazo comenzaba a brillar, pero no estaba seguro de que sus
poderes funcionaran en esto. Nunca había tratado de usarlos en un daimon.
— ¿Theo? ¡Mírame!
Theo apenas estaba coherente.
— ¡No te atrevas a morir! —Urian se ahogó con sus lágrimas.
Apollymi apareció a los pies de su hermano, luego se congeló.
— ¡Xedrix! ¡Trae la savia!
Su Caronte se fue volando para obedecer.
Ella inmediatamente corrió al lado de Theo y se arrodilló para tocar su frente.
Urian no se perdió las lágrimas en sus propios ojos cuando se encontró con su mirada.
—No sabía acerca de estas criaturas.
Su padre la fulminó con la mirada.
— ¿Cuándo fueron creados?
Ella miró a su padre.
—No lo sé. Pero lo descubriré, y prometo que si tienen una debilidad, la aprenderé para
ti.
— ¿Uri? —Theo extendió la mano y agarró su chiton.
— ¿Aye?
—Se un padre para mis hijas por mí. Dile a Prax...
Explotó en nada.
Urian no podía respirar mientras miraba el polvo dorado que había sido su hermano. La
incredulidad sin sentido lo mantuvo paralizado. ¿Cómo podría ser esto?
¿Cómo?
Theo no podía estar muerto. Así no.
Nay... Miró hacia arriba para encontrarse con la mirada igualmente sorprendida de su
padre. La furia descendió sobre sus rasgos mientras convocaba su armadura.
— ¡Trates! —rugió—. Dame seis hombres. ¡Ahora!
Urian se puso de pie.
Su padre lo golpeó con un relámpago que lo hizo tambalearse y estrellarse contra la
pared del fondo.
— ¡No perderé otro hijo esta noche! ¡Maldita sea, muchacho, te quedarás aquí así
tenga que alimentar contigo a los carontes!
Y con eso, su padre y Trates, junto con su equipo, se fueron.
Avergonzado y con dolor, Urian se puso de pie. Apollymi se le acercó con una sonrisa
compasiva.
—Lo siento mucho, Urian.
— ¿Qué parte?
—Todo, pero sobre todo por tu hermano.
Sintió las lágrimas picando en sus ojos.
—Estábamos a ciegas. El Dark Hunter apuñaló a Manades en su marca y él estalló.
¿Sabías eso de nosotros?
Ella sacudió su cabeza.
—Entonces Theo lo mordió y nos dijo que su sangre era veneno para nosotros.
Ella ahuecó su mejilla en su mano.
—Artemisa siempre ha sido una puta traicionera. Si ha creado un ejército, sabes que
fue por razones egoístas.
Eso no cambiaba el hecho de que ahora tenía que ir con Praxia y decirle que su esposo
no iba a volver a casa. Que tendría que decirles a sus otros hermanos sobre esto. Su
estómago se apretó tanto que por un momento, pensó que podría estar enfermo.
Se le escapó un sollozo, pero Urian lo atrapó con un suspiro entrecortado.
Inesperadamente, Apollymi lo jaló contra ella y lo sostuvo en sus brazos.
—Sólo respira, niño. La vida es pérdida. Es ruda y es dolor. Hay días en que trata de
ponernos de rodillas. Cuando nos preguntamos por qué no deberíamos simplemente
cortarnos la muñeca y terminar con todo.
—He estado sintiendo mucho de eso últimamente.
—Lo sé. —Le besó la frente—. Pero también nos sorprende. Nos llena de calidez y
felicidad, y en esos momentos es cuando sabemos que hay algo más. Algo maravilloso.
Se burló de sus palabras.
—No he sentido eso en mucho, mucho tiempo, akra. Todo lo que tengo dentro de mí es
un doloroso vacío que se despierta cada noche, buscando alguna razón por la que debería
molestarme en encontrar otra alma para alargar mi vida inútil.
—Te diré por qué, Urian. No dejes que los bastardos ganen.
— ¿Perdón?
— ¿Quieres una razón para vivir? Esa es una buena razón, allí. Enoja a tus enemigos.
Si no puedes vivir para aquellos que te aman, entonces vive a pesar de aquellos que odian tus
agallas. Cada respiración que tomas es una saliva en su ojo. Saboréalo como tal, sabiendo
que te envidiaran cada ingesta que alimenta tus pulmones hambrientos.
En realidad se rió amargamente de eso.
—Dicho como una verdadera diosa de la destrucción.
—Absolutamente. A veces no se trata de ser el mejor. Solo tienes que ser el último
hombre en pie.
— ¿Es eso lo que eres?
—Nay, buen Urian. Soy el enemigo más peligroso de todos. Soy la paciente. Me
acuesto, dejándoles creer que me han sometido cuando la verdad es muy diferente. Estoy
viendo y aprendiendo. Después de todo, el tigre se encuentra bajo, no por miedo, sino para
apuntar.
—No importa si das el primer golpe, pero es mejor que te asegures de dar el último. —
Eso era lo que su padre siempre había dicho.
Apollymi asintió.
—Exactamente.
Suspirando, se secó los ojos.
—Gracias, akra.
Ella le frotó la espalda.
—Sabes dónde estoy si me necesitas.
Urian no se movió hasta que lo dejó solo. Su mente aún se tambaleaba con los eventos
de la noche y el hecho de que necesitaba un alma.
Artemisa había cambiado las reglas sobre ellos. Una parte de él se preguntaba si tenía
algo que ver con el hecho de que habían estado cazando y matando al otro linaje de Apolo.
Claro que, no podía imaginar que a Artemisa le importaría.
Como Apollymi había dicho, ella era demasiado egoísta para eso.
Paris y Davyn entraron en la sala, buscando a su padre. Urian se estremeció al darse
cuenta de que no tenían idea de lo que había sucedido. Incapaz de contarles sobre Theo,
abrió un portal y, por primera vez en su vida, huyó.
Lo cual era una estupidez ya que no sabía dónde lo dejaría caer el portal.
Afortunadamente, no lo dejó caer a la luz del día.
Tardó un minuto en darse cuenta de que eran las ruinas de la capital de Sheba. Estaba
de pie en lo que una vez había sido el pasillo donde ella había muerto.
Atormentado por los fantasmas de su pasado, trató de recordar esa noche. Pero el
tiempo había embotado sus recuerdos. Fue hace tanto tiempo ahora. Apenas podía recordar
cómo era ella. Incluso el hecho de que hubiera estado casado parecía más un sueño que una
realidad.
Y aun así las almas humanas en su cabeza gritaban. La única vez que le dieron paz fue
cuando Xyn estaba con él. Por alguna razón, no las escuchaba con ella alrededor. No sabía si
estaba tan ocupado con su presencia que simplemente no prestaba atención o si había algo
en ella que las borraba. Sea lo que sea, su presencia le daba un precioso respiro de la locura.
Mientras Urian pensaba en Xyn, atrapó un destello peculiar enterrado en los
escombros. Frunciendo el ceño, se acercó. Al principio, pensó que era un poco de basura.
Hasta que se acercó y lo recogió.
Era una pieza de armadura que se había roto. No cualquier armadura.
Esta tenía un símbolo que él conocía y había visto. Muchas veces. Con el corazón
martilleando, lo tomó y volvió a Kalosis.
Sin decir nada a nadie, se teletransportó al palacio de Apollymi y se dirigió a su jardín.
Como siempre, ella estaba sentada ante su espejo, mirando el mundo. Pero cuando
sintió que se acercaba, se puso de pie.
— ¿Ha ocurrido algo más?
Se inclinó hacia ella, luego le extendió la armadura.
— ¿Qué es este emblema?
Ella le echó un vistazo y sus ojos brillaron de rojo.
— ¿De dónde viene esto?
—Desde el palacio de Sheba. Es parte de la armadura que llevaban nuestros atacantes
esa noche.
La pieza se rompió mientras su vestido negro revoloteaba.
—Parece que tenemos un enemigo más potente. Helios fue tras de ti, junto con mi
hermana Azura.
— ¿Por qué?
—Ustedes son los hijos de Apolo. Mi conjetura es que quiere erradicarlos a todos y
volver a tomar su divinidad.
—Pero nosotros odiamos a Apolo.
Ella se rió con amargura.
—Eso no importa, Urian. Cuando llevas la sangre de un dios, llevas una sentencia de
muerte. Porque somos criaturas mezquinas. Mucho más que la humanidad. Y nuestros
rencores y juegos de poder tienen consecuencias mucho peores que cualquier cosa que la
humanidad pueda concebir.
Apollymi tomó su mano y lo llevó hacia su espejo.
—Mira en el agua.
Mientras lo hacía, ella se paró detrás de él con una mano en su hombro y la otra en su
cintura. La parte superior de su cabeza apenas alcanzaba su hombro. Extraño que pareciera
mucho más grande y feroz hasta ahora.
Pero en realidad, ella era una pequeña cosa físicamente comparada con él. Su cuerpo
era de huesos delicados y de apariencia casi frágil. Mientras tanto, él puede que no sea tan
musculoso como su padre, pero de todos modos no era nada insignificante. Su físico estaba
perfeccionado y era letal por todas sus batallas y prácticas. Marcado de la guerra, e incluso
del juego.
Ella bailó sus dedos ligeramente sobre su clavícula y mientras lo hacía, su brazo se
iluminó. El patrón de desplazamiento se volvió luminiscente y vibrante como si tuviera una
vida propia. Y el color se disparó hasta sus ojos.
—Eres una criatura de gran belleza —le susurró al oído—. Como yo, un arma de
muerte absoluta y, sin embargo, puedes dar vida.
—No pude salvar a mi hermano o hermana.
Se ahogó con sus lágrimas.
—Esa es nuestra tragedia y nuestros fuegos de corazón que nos forjan en quiénes y
qué somos. Los odiamos por eso, pero nos moldean contra nuestras voluntades. Y tenemos
una opción; o bien permitimos que esas tragedias nos conviertan en el arma que debemos ser
para poder seguir luchando en las batallas que debemos, o nos destrozamos bajo el peso de
ellas para convertirnos en cosas inútiles. Nunca seré inútil tumbándome en el suelo y
lamentándome de lo que me ha sucedido. Más bien, devolveré el golpe y derribaré a todos
aquellos que han tratado de romperme. Porque eso es lo que hace un arma forjada por el
fuego.
Ella movió sus brazos para que lo sostuviera en un abrazo de madre.
—Sé que no te sientes como un arma esta noche. Te sientes sacudido por los golpes
que has recibido y sientes que uno más te romperá. Pero te conozco, Urian. Eres el ave fénix
en tu escudo. Te levantarás de estas cenizas, un guerrero más fuerte y más grande, y
derribarás a tus enemigos.
Se recostó contra ella y asintió.
—Gracias, akra.
Ella asintió con gravedad.
—Mientras no estabas, me enteré de tus Dark Hunters.
Se volvió hacia ella.
— ¿Por qué los creó?
—Para control. No hay otra razón. Es un juego de poder contra su hermano.
— ¿Sin importarle nuestras vidas?
—Si se preocupara por ustedes, Urian, los habría ayudado a todos cuando los
maldijeron.
Ella tenía razón y él lo sabía. Aunque Artemisa era su tía, nunca la había conocido ni
visto. Era una diosa y podría haberlos salvado, sin embargo, no había hecho nada para
intervenir en su nombre.
—Pero sí sé sus debilidades.
Su corazón dio un vuelco con eso.
— ¿Cuáles son?
—Sobre todo lo mismo que los de ustedes. No pueden salir a la luz del día. Aunque son
inmortales y no tienen que alimentarse de sangre, pueden ser asesinados. Decapitación. Luz.
Desmembramiento total. Y tienen ayudantes humanos, portadores de escudos que los cuidan
mientras duermen. Tienen que comer, por lo que salen de casa, y viven en el mundo humano,
lo que los hace vulnerables. No pueden dañar a ningún apolita o humano. Solo pueden matar
daimons.
— ¿Si rompen ese código?
—Serán asesinados.
— ¿Así que podemos usar humanos contra ellos?
Ella inclinó la cabeza hacia él.
—Bien... entonces es la guerra.
Apollymi sonrió en aprobación.
—Y te designo como mi principal general.

3 de septiembre de 7382 A.C.

Urian sintió el poder de un ser antiguo rodar a través de la habitación como un


maremoto tres segundos antes de que la puerta de la posada se abriera. Nadie más parecía
darse cuenta, pero hizo que todas las terminaciones nerviosas se levantaran.
¿Y cómo no?
Esta criatura, a falta de un término mejor, era tan alto como su padre, de casi dos
metros. Con un largo cabello negro azabache que fluía más allá de sus hombros, vestía como
un bárbaro en pieles y ropas ostentosas y pantalones negros. Pero lo que atrajo la atención
Urian, más que su divina presencia fue el bastón que llevaba.
La madera torcida fue rematada con el símbolo del sol de Apollymi, que fue atravesado
por tres rayos.
Incluso Paris, que estaba a su lado, frunció el ceño tan pronto como vio el emblema.
—Eso es...
—Lo es. —Urian sintió que su brazo se calentaba hasta un nivel insoportable. Sobre
todo cuando el hombre-criatura volvió un par de ojos de plata hacia él.
Paris succionó el aliento bruscamente.
—Debes irte.
Su hermano dudó.
— ¿Qué hay de ti?
—No voy a dejarte atrás.
Todavía París no se movió.
Irritado, Urian lo empujó hacia Davyn. Proyectó sus pensamientos a ambos. Llévate a
tu marido y vete de aquí. ¡Ahora! Por la puerta de atrás.
— ¿Acheron?
La criatura se volvió hacia un soldado griego mientras Urian custodiaba la salida de su
hermano. Quería asegurarse de que nada le pasara a Paris o a Davyn. Esta noche no.
Sin embargo, sintió un tirón peculiar hacia Acheron. Había algún tipo de familiaridad.
Como si él lo conociera. No pudo explicarlo. Como si algo dentro de él conociera a este
hombre, o que él debiera ser quien era.
Nunca había sentido algo así.
Todavía su brazo latía. Gracias a los dioses lo tenía completamente cubierto con un
cuero hombrera, un brazalete, guante y su chalmys.
De repente, las voces en su cabeza se hicieron más fuertes.
No sólo las almas humanas que había tomado. Había más ahora.
Desorientado, Urian se alejó sólo para encontrar Acheron en su camino. De cerca, él
aparecía físicamente más joven que Urian. No por mucho, tal vez un par de años. Y tenían la
misma estructura. Sin embargo, le molestaba que el bastardo tenía cinco centímetros más en
su altura.
Acheron estrechó su mirada sobre él.
— ¿Te conozco?
Urian negó con la cabeza y sin decir una palabra, rápidamente se escabulló delante de
él y se fue.
Acheron jadeó mientras sintió el toque de luz como un golpe físico en su cuerpo. Más
como un golpe en el pecho. De hecho, apenas podía respirar. Era tan severo que activó su
protector Caronte en su brazo.
—Shhh, Simi —susurró, acariciándose con la mano calmándola, para que no se
despegara de su piel, delante de los humanos reunidos en la taberna y asustarlos con su
repentina aparición demoníaca.
No estaba herido. Al menos no físicamente. Pero estaba preocupado.
Volviendo a la mesa, se sentó frente al jefe militar que había venido a conocer. Tenía el
cabello rubio oscuro y los ojos verdes y fríos que daban la ilusión de que brillaban, tenía una
cicatriz en la clavícula donde parecía que alguien había intentado cortarle la garganta. Dada lo
violento que Thorn era capaz de ser, Acheron estaba seguro de que esa persona no había
sobrevivido por ser estúpido. De hecho, en este grupo de guerreros, Thorn se destacó como
alguien con quien no se puede jugar. Tenía un aire de muerte y crueldad.
Pero Acheron sabía mejor. No era cruel con nadie que no se lo hubiera merecido.
Thorn era un campeón para la humanidad. Hace siglos, se había encargado de vigilar a los
demonios que se aprovechaban de ellos y enviarlos de vuelta a sus dimensiones para que no
pudieran dañar a los inocentes. Fue una tarea ingrata, pero Thorn nunca se quejó.
Bueno... "nunca" era un poco exagerado.
Y mientras que Acheron era el líder nuevamente designado a los Dark Hunter que
Artemisa había creado, él no sabía nada de dirigir a otros.
Thorn, por otro lado, había nacido para dirigir un ejército. Desde el momento en que
había tenido edad suficiente para sentarse por su cuenta, su padrastro le había enseñado a
montar. En ese entonces, él había asumido que algún día sería heredero. Poco había sabido,
tenía un destino mucho más grande.
Uno en el que no conduciría el imperio de ese hombre, sino un ejército de Hellchasers
que luchó contra los demonios y los llevó de vuelta a sus respectivos infiernos. Si alguien
tuviera consejos de liderazgo sobre cómo pelear contra esos malditos bastardos, que Acheron
estaba ahora presionado a mantener vivo e intacto, no podía pensar en nadie mejor que
Akantheus Leucious Forneus del Brakadians, o Death Collector como era más conocido.
Y definitivamente se metía en el papel. Vestido con un conjunto loco de pieles y cuero
que estaba cubierto con un surtido de placas de metal cosido para asemejarse a las escamas
de dragón sobre cota de malla, parecía como si fuera parte hombre, parte bestia. Su cabello
largo y suelto no ayudó. Ni su barba que no era ni larga ni corta. Simplemente parecía que no
podía decidir si quería tener una o estar bien afeitado. Pero ese era Thorn. No vivía a las
reglas de nadie más que las suyas.
Hasta su armamento era así. Mientras que la mayoría llevaban espadas, sus opciones
de armas eran un látigo, un arco de honda, una daga larga, y un guante con garras que se
asemejaban a las garras de un halcón.
Acheron le dio una inclinación de cabeza.
— ¿Viste a ese guerrero rubio que estaba aquí?
Thorn entrecerró los ojos hacia la puerta por había salido.
— ¿Qué hay de él?
— ¿Era un daimon?
— ¿Con ojos azules?
Tenía un punto, pero…
— ¿Qué era él?
La ceja de Thorn se arqueó al dispararle por la pregunta de Acheron mientras se estiró
para rellenar su taza.
— ¿No lo sabes?
—No. —No había ausencia de incredulidad sobresaltada en su tono. Como dios atlante,
no era a menudo que Acheron no supiera todo sobre todo el mundo en el momento en que los
conocía. La única vez que no era así es si impactaban con su futuro de alguna manera, o si
era un amigo o familia.
Sin embargo, nunca había conocido a esa persona antes.
Thorn resopló, luego sonrió y tomó un largo trago de aguamiel.
—Me encanta esa mirada en tu rostro, Akipoo.
Le dio una mirada divertida.
—No me hagas apuñalarte.
—Puedes intentarlo.
Y fue por eso que Leucious fue por Thorn, ya que él era una espina en el trasero de
todos. Especialmente la de su padre, la fuente de todo el mal.
— ¿Sabes o no sabes algo sobre el hombre que estuvo aquí?
Thor se rascó el cuello.
—Sé que no era humano. Lo que sea que te esté poniendo los pelos de punta hace que
los míos se paren también. Pero lo que era... no lo sé.
—Animal, vegetal, o mineral.
Thorn se rió.
—Demonio o daimon.
—Dijiste que no era daimon.
Thorn se encogió de hombros.
—Yo digo muchas cosas. Por lo general, nadie escucha.
Acheron negó con la cabeza.
—Así que... cuéntame de nuevo sobre estos Dark Hunters. ¿Su trabajo es cazar a los
daimons y liberar las almas humanas dentro de ellos antes de que las almas desaparezcan
por completo?
Asintió.
—Esa es la teoría. Según Artemisa, en el momento en que un daimon coacciona a un
alma humana en su cuerpo, comienza a morir. Si podemos llegar a ellos a tiempo, podemos
perforar la marca y liberar el alma de nuevo en el universo donde puede volver a su origen.
Thorn dejó salir un silbido bajo.
— ¿Cómo consiguen las almas?
Acheron se encogió de hombros.
—Maldición si lo sé.
—Bueno, no te envidio esta tarea.
— ¿Por qué?
Thorn se sentó derecho.
—Acabas devolviendo a demonios. Estás hablando de entrenar guerreros para
matarlos. En mi experiencia, las cosas que tienen poderes psíquicos y están relacionadas con
un dios no mueren fácilmente. Y cuando lo hacen, tratan de llevarte con ellos.

8 de septiembre de 7382 A.C.

Urian miró al humano frente a él. Sus ojos estaban vidriosos por el hechizo que
Apollymi les había enseñado a usar para drenar a un humano hasta un nivel peligroso donde
se cernían cerca de la muerte.
— ¿Te rindes a mí?
Él asintió mientras su cabeza se echaba hacia atrás.
Forzando su cabeza hacia arriba, Urian le dio una bofetada a un estado de alerta.
—Enfócate… quiero tu alma. ¿Me la darías?
—Aye. —Suspiró.
Urian hundió sus colmillos en la garganta del hombre y arrancó su yugular. Se sentiría
mal, pero de hecho era mejor que muriera él que Urian. Y mientras él bebía, sintió el miedo
del hombre. Esa era la peor parte de alimentarse de la humanidad.
Sus emociones se enredaron. Compartieron sus recuerdos.
Era por eso que a muchos daimons no les gustaba acosar a los criminales a pesar de
que eran mucho más poderosos que los otros, como regla. Lo que hacía tomaba un montón
de control y disciplina. Debido a sus almas corruptas e inhumanidad, podían envenenarlo
fácilmente, también. Él podría deslizarse directamente en su crueldad.
Si fuera débil.
Pero aunque tenía que hacer esto para sobrevivir, no era la misma raza animal que
ellos. Esto fue forzado en él. No fue una elección.
Gran diferencia.
Urian se retiró cuando sintió la muerte del hombre. Lo sostuvo contra su pecho mientras
esperaba ese momento crítico. Pellizcando la nariz del hombre, apretó su agarre sobre su
pecho y comenzó a canturrear el hechizo de invocación.
Era algo difícil atraer a un alma. Más complicado absorber una en su cuerpo. Cuando
comenzó a hacer esto por primera vez, tuvo varios escapes porque no había podido detectar
ese momento cuando abandonaban el cuerpo humano. Ahora su vista estaba bien afilada.
Incluso podía olerlos.
Como ahora. Urian contuvo el aliento mientras el alma corría hacia él y se estrellaba
contra su cuerpo, fusionándose con su ser físico. El impacto siempre era emocionante.
Tembloroso y mareado, lo soltó para que el cuerpo del hombre pudiera deslizarse hacia
la calle.
¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? ¡Hola!
Urian se estremeció ante los gritos en su cráneo. Frotándose la frente, suspiró
fuertemente. Eso, lo odiaba. Era como una migraña que tenía un bebé atropellado por un
elefante que había sido golpeado por un huracán en medio de un volcán en erupción.
Y deseó estar exagerando.
De repente, alguien le pasó la mano por el cabello. Se tensó y comenzó a golpear hasta
que el olor de la mujer golpeó sus fosas nasales.
Urian se relajó al instante.
—Xyn. —Su nombre salió de sus labios como una oración.
—Preguntaría sobre el cuerpo a tus pies, pero la sangre en tus labios me da una muy
buena idea.
Abriendo los ojos, se limpió la sangre con el dorso de la mano cuando encontró su
hermosa mirada. Hasta que vio los moretones y rasguños en su frente y mejilla.
La ira lo atravesó.
— ¿Qué te ha pasado?
—Guerra.
Su mirada se oscureció.
Ella tomó su rostro entre sus suaves manos y se puso de puntillas para colocar un
suave beso en sus labios.
—Tranquilízate, mi enojado daimon. Estoy bien. En batalla tiendes a ser golpeada.
—No significa que me guste.
—Lo sé. —Ella mordió su labio inferior—. ¿Cómo estás?
¿En ese momento?
—Hambriento.
Pero no por sangre. Estaba hambriento de algo un poco más exótico…
Urian la acercó para saborear sus curvas contra su cuerpo, aunque para ser honestos,
preferiría que ambos estuvieran desnudos y no cubiertos con una armadura.
Ella acurrucó su brazo alrededor de su cuello y lo abrazó fuerte mientras la presionaba
contra la pared.
—No podía creerlo cuando te vi. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Salí para alimentarme. ¿Tú?
—Alguien robó el huevo de mi hermano.
— ¿Huevo?
Urian estaba horrorizado de que alguien se atrevería a perseguir al hijo de un dragón.
—No es lo que estás pensando —bromeó—. Es algo que usamos para curarnos.
—Ah.
Xyn se quedó sin aliento al sentir la mano de Urian deslizándose dentro de su armadura
para que sus dedos pudieran ahondar profundamente en su cuerpo. Su corazón comenzó a
latir con fuerza.
— ¿Que estás haciendo?
—Creo que lo sabes.
Miró alrededor del callejón desierto.
— ¡Estamos en público!
—Entonces será mejor que me lleves a un lugar privado. Me temo que estoy un poco
borracho y entre eso y tu olor, soy bastante salvaje en este momento.
En efecto. Ella nunca lo había visto así antes. Había una ventaja en él que
normalmente no estaba allí. Aunque siempre supo que él era letal, esto era diferente. Él era…
No sabía cómo describirlo.
Usando sus poderes, los teletransportó a su pérgola. Urian retrocedió con un silbido.
— ¡Nay! ¡Está bien! —Ella lo agarró del brazo y tiró de él de vuelta a la luz—. No es el
sol. El brillo es del fuego fey.
Con la respiración entrecortada, todavía parecía aterrorizado. Tenía la más salvaje
mirada en sus ojos.
—Shh —lo tranquilizó, acariciando su espalda.
Urian contempló la luz más brillante que había visto en su vida. Era diferente a
cualquier cosa imaginable ¿Cómo podría no ser la luz del sol?
Entrecerrando los ojos, lo miró fijamente.
Xyn sonrió.
—Mira, no estás en llamas.
—Fácil para ti decir. Tienes inmunidad.
—Cierto.
Le acarició el cuello mientras lo desnudaba hasta la cintura.
Urian apenas podía respirar mientras sus manos trabajaban su magia sobre su cuerpo.
Dioses, cómo la había extrañado.
—Inclina tu cabeza hacia adelante.
Su mente estaba embotada por su lujuria desenfrenada y la sangre que había bebido
junto con la nueva alma. La complació sin cuestionarla. Ella pasó las manos por su cabello y
suavemente masajeó su cuero cabelludo. Se sentía tan bien que tuvo que apretar sus dientes
para no gemir en voz alta.
Sus dedos se deslizaron alrededor de los contornos de su cráneo, tirando muy
suavemente de su cabello, acariciando y burlándose hasta que el placer fue casi cegador con
su intensidad.
Luego ella movió sus manos a su cuello y hombros. Su abdomen. En ese momento,
juró que su cuerpo se volvió líquido.
— ¿Qué me estás haciendo? —preguntó, su voz gruesa.
Xyn amasó sus dedos en sus rígidos músculos, aliviándolos.
—Haciéndote mío.
—Ya era tuyo.
Suspiró mientras sus manos le daban placer. Su toque era fuerte pero tan tierno que no
causaba dolor, solo alegría.
—Ven y acuéstate en mi cama.
Xyn apretó los labios para evitar sonreír por la rapidez con que obedecía.
Se movió tan rápido que, salvo por el hecho de que no sabía dónde estaba su
habitación, él la habría golpeado. Tal como estaba, tuvo que correr para ponerse delante de él
para liderar el camino hacia donde estaba colocada su gran cama redonda en el centro de un
cenador de gran tamaño. La seda blanca caía del techo, protegiendo la cama de corrientes de
aire.
Tirando las piezas de la armadura mientras se acercaba a ella, Urian se tendió
diligentemente como si ansiara su toque, como un hombre hambriento en un banquete.
Ella se echó a reír mientras se arrastraba a su lado y descansaba sobre sus rodillas.
—Pon tus manos debajo de la cabeza.
Se sentó hacia adelante para poder amasar suavemente los músculos de su cicatrizada
espalda. Cómo odiaba ver cuántas cicatrices más había añadido desde la última vez que
estuvieron juntos. Siempre era la peor parte sobre sus ausencias.
Catalogando sus heridas. Viendo el dolor adicional en sus ojos que parecía empeorar.
Si bien no envejecía físicamente, el costo mental era evidente en aquellos hermosos ojos
azules que parecían volverse un poco más apagados con el paso de los años. Y eso le dolía.
Cada vez que lo veía, quería preguntar cuántos de sus amigos y familiares se habían perdido
mientras estaban separados, pero no se atrevió.
Por una parte, no quería ese dolor en su corazón, y por otra, no quería atacar sus
propias heridas que lo atormentaban.
Así que apartó esos pensamientos y saboreó el hecho de que él todavía estaba allí con
ella este año. Por ahora, él estaba a salvo y estaban juntos. Eso era todo lo que importaba.
Urian dejó escapar un profundo suspiro cuando el éxtasis absoluto se apoderó de él y
sus tiernas manos relajaron sus músculos doloridos y tensos, calmándolo de una manera que
no había hecho nunca. Realmente no había nadie más como su precioso dragón.
Por eso la amaba tanto. Por qué quería quedarse con ella.
Si solo él pudiera…
Pero el dolor de su pasado y la diferencia en sus mundos nunca lo permitirían. Todavía
no había encontrado toda la otra línea de sangre de Apolo. La maldición se mantenía.
Y, sin embargo, algo sobre Sarraxyn borraba completamente el dolor de su pasado.
Solo mirarla a los ojos era suficiente para que se sintiera mejor.
Hasta que tenía que dejarla. Cada vez que se apartaba de su lado, estaba aterrorizado
de no volver a verla nunca más. Porque sabía que todos, incluso los dragones, morían. Él
había vivido toda su vida acosado por Hades y sus secuaces, y nunca quería perder a otra
persona que significara algo para él.
Dolía demasiado.
La idea de perderla lo desgarraba.
Xyn sintió que se tensaba.
—Shh, Urian —le susurró al oído, moviendo sus manos de vuelta a su cabeza, para
acariciarle el cuero cabelludo y la sien—. Pon tus malos pensamientos a un lado y no pienses
en nada más que felicidad mientras estoy contigo.
Eso era ciertamente bastante fácil de hacer. Ella incluso comenzó a tararear en un
esfuerzo por ayudarlo.
Agradecido de estar con ella esta noche, Urian cerró los ojos mientras su voz suave lo
calmaba tanto como sus manos. Se sentía tan increíblemente tranquilo. Pacífico. En ningún
momento de su vida había experimentado algo parecido a eso.
Era la perfección.
Y se lo debía todo a su hermoso dragón que hacía arder todo su cuerpo con nada más
que una dulce y tímida sonrisa.
Xyn le besó la espalda mientras toda la tensión lo abandonaba. Suavemente hincó sus
pulgares debajo de los omóplatos, luego movió sus manos por su espina dorsal hasta que
alcanzó la parte baja de su espalda.
Trazó una de las cicatrices allí. Una que era profunda y violenta mientras corría desde
su cadera hacia abajo a través de su nalga izquierda. No estaba segura si había sido causada
por una espada o alguna otra herida. De cualquier manera, la herida debió haber sido
insoportable cuando la recibió.
Mucho dolor…
Antes de que pudiera detenerse, se inclinó hacia delante y colocó sus labios en ese
lugar. Urian siseó de placer, pero no se apartó de ella ni intentó girar.
Animada por eso, lentamente arrastró sus labios por su espina dorsal hasta su
musculosa espalda. Incluso con todas las cicatrices sobre su carne de caramelo, su espalda
era perfecta para ella. Hermoso. Y quería probar cada centímetro de él. Lamerlo de la cabeza
a los pies hasta que él le rogara misericordia.
Urian sintió que se endurecía mientras ella limpiaba suavemente las cicatrices en su
piel. Era extraño sentir tanto placer por algo que le había dado tanto dolor. Pero entonces esa
era su dama dragón. Era en lo que ella sobresalía.
Hacer desaparecer su agonía.
Dándose la vuelta, la atrapó antes de que ella se alejara. Él ahuecó su rostro en sus
manos, luego la acercó hasta sus labios para besarla. Podía saborear el deseo en sus labios,
sentir el calor de su cuerpo.
Y él quería más.
Cada día que habían estado separados había sido pura tortura. Estar tan cerca de ella
ahora y no dentro de ella ya…
Su resistencia se derritió bajo la embestida de su presencia. Estaba demasiado
cansado para luchar, demasiado cansado para negarse a sí mismo su comodidad. Si le
gustaba o no, necesitaba su toque. Ella era el aire que respiraba.
El latido del corazón que necesitaba para sobrevivir.
Xyn cerró los ojos y dejó que la esencia masculina y la sensación de Urian la
inundaran. Sabía a la decadencia y al poder. A la masculinidad letal. Su beso fue feroz y
apasionado, lleno de promesas.
Ámame, Urian ¡Abrázame esta noche y nunca me dejes ir!
Las palabras eran una oración profunda en su alma. Él era todo lo que ella había
querido en su vida. Qué extraño tener cada comodidad y lujo en su posición cuando un dragón
podía permitírselo y seguir queriendo el sueño de su campeón dorado daimon.
Aunque era el hijo de un demonio maligno, también era el símbolo de todas las cosas
buenas para ella. Porque él era el amor. Nobleza. Honor. Pasión. No podía imagina estar con
alguien más.
Así no.
Tembló cuando él dejó sus labios para arrastrar sus besos por su garganta hasta su
cuello. Su mano caliente ahuecó su pecho, esparciendo escalofríos sobre ella. Su agarre
apretándose, él tiró de ella debajo de él para que su peso fuera agradable y aplastante.
Sus caricias no eran lentas y juguetonas como normalmente lo eran. Esta noche era
audaz y estaba hambriento, como si no pudiera tener suficiente de ella. Como si quisiera tocar
cada parte de su cuerpo a la vez.
Y ella estaba tan hambrienta de él. Su cuerpo vibraba con ferviente necesidad que fue
avivada por su propia urgencia.
Para su total sorpresa, sus ojos brillaron de un rojo vibrante antes de usar sus poderes
para quitarle la ropa a su cuerpo, para que la mitad inferior de su cuerpo quedara al
descubierto.
— ¿Qué me has hecho, mi dama dragón? —le susurró Urian al oído antes de que
lamiera su lóbulo y enviara escalofríos a través de ella—. Te deseo más de lo que nunca he
deseado nada.
—Muéstrame cuánto me anhelas, Urian —dijo, con voz gruesa y profunda de su propia
pasión sin sentido—. Quiero sentirte dentro de mí.
El pene de Urian se sacudió ante sus palabras descaradas. Y luego creció aún más a
medida que su mano se deslizaba entre sus cuerpos para ahuecarlo en su palma. Se frotó
contra su toque, deleitándose con la frialdad de su piel sobre su carne febril.
— ¿Cómo me siento dentro de ti?
Estaba desesperado por escucharla describirlo.
Su sonrisa se volvió perversa cuando sus ojos brillaron.
—Lleno y cálido. Es como si pudiera sentir tu punta hasta mi ombligo.
Gruñó cuando ella lo ahuecó y le dio un ligero apretón. Silbando, rodó hasta que ella
estuvo encima de él.
—Muéstrame lo que te gusta, mi dragón. Nuestra pasión está en tus manos.
Urian contuvo el aliento cuando ella se incorporó en cuclillas y examinó su cuerpo.
Arrastró un círculo cegador alrededor de su pezón antes de que extendiera sus muslos y se
sentara a horcajadas sobre su cuerpo.
Con el corazón acelerado, alcanzó a tocar la parte de ella que ahora estaba abierta
para su deleite. Observó el éxtasis en su rostro mientras la acariciaba suavemente con su
pulgar hasta que ella estuvo completamente mojada para él.
Queriendo y necesitando más, la levantó ligeramente y se enterró profundamente
dentro de su cuerpo.
Xyn dio un pequeño grito ante la sensación perfecta de su daimon. Él levantó sus
caderas, conduciéndose aún más profundo en ella. Sostuvo sus caderas mientras ella lo
montaba lento y fácil. Era glorioso.
Sus hermosos ojos estaban entrecerrados y cálidos mientras la observaba.
—Eso es, amor. Haz lo que quieras conmigo.
Ella sonrió mientras aceleraba sus golpes. Urian arqueó su espalda tan en completo de
placer que brillaba en esos ojos mágicos. Él se sentó debajo de ella para violar su boca tan
bien que en realidad la mareó. Amaba la sensación de su aliento mezclándose con el de ella,
de su lengua lanzándose a través de su boca a tiempo para sus golpes. Xyn pasó su mano
por su musculoso brazo cuando comenzó a brillar, deleitándose con la sensación de acero.
Urian apoyó la cabeza contra su hombro mientras observaba su cuerpo dándole placer
al suyo. Su elegante humedad era un refugio para él tan tierno que ella explotó a través de él.
Por primera vez, se arrepintió de ser estéril. Él no amaría nada más que tener hijos con
Xyn. Ser normal para ella.
Ese era su único y verdadero arrepentimiento.
Si él pudiera tener un deseo en la vida, sería haberla conocido como otro dragón o
incluso un simple humano. Cualquier otra cosa que no fuera el monstruo que era. Ser
cualquier héroe que ella aceptara y que fuera completo para ella.
Todo lo que quería era poseerla con una ferocidad que no sería negada.
Con sus cuerpos aún entrelazados, la levantó hasta que pudo recostarla contra su
colchón para que pudiera tomar control de su unión. Queridos dioses, necesitaba a esta mujer
más de lo que necesitaba respirar para vivir. Ya no estaba de humor para ir con calma y
juguetón.
El demonio dentro de él estaba en control ahora y solo quería poseerla. Enterrarse en
ella una y otra vez hasta que por fin estuviera saciado y satisfecho.
Xyn se mordió el labio mientras Urian la montaba rápido y duro. Sus golpes se hicieron
eco a través de ella, enviando temblores placenteros a lo largo y ancho de su cuerpo.
Su cabeza giró cuando entró en sus brazos.
Él descubrió sus colmillos mientras sonreía y suavemente tomó su rostro antes de
besarla con satisfacción. Luego Urian mordió su boca mientras conducía su clímax. Ella clavó
sus uñas en su hombro cuando su nombre fue arrancado de sus labios.
Dos latidos después, se unió a ella allí en ese momento de perfecta felicidad.
Cuando su cuerpo finalmente fue drenado y saciado, se derrumbó encima de ella,
jadeando con fuerza en su oreja. Apoyó la cabeza contra su pecho para poder oír el latido de
su corazón latiendo con fuerza bajo su mejilla.
Ella jugó ligeramente con su húmedo, largo y rubio cabello mientras acunaba su cuerpo
con el suyo.
Ninguno de los dos habló en la quietud de su casa aislada. Urian simplemente dejó que
ella lo tocara hasta que se quedó dormido, piel con piel, su cuerpo todavía descansando
dentro de ella.
Xyn le besó la frente mientras lo sentía relajarse completamente contra ella mientras se
quedaba dormido en sus brazos. Nunca antes había hecho tal cosa. Era el momento más
dichoso de su vida al darse cuenta de la confianza que le había tomado a su daimon hacer
semejante cosa.
Y Urian no confiaba en nadie así. Simplemente no estaba en él. Acunando su cuerpo,
cerró los ojos e intentó imaginar cómo sería tener una vida normal con su daimon. Uno donde
pudieran vivir juntos como marido y mujer.
Tal vez era un sueño estúpido. Pero era el único que tenía.
Sus hermanos se reirían de ella si supieran que lo tenía. Se suponía que los dragones
no pensaban en semejantes cosas. Nacían para ser solitarios. Se suponía que no tenían
amantes o que anhelan esposos. Eso era algo muy antinatural.
Sin embargo, ella no podía evitar lo que sentía.
Urian era su corazón.
Y nunca podrían estar juntos.

*****

Urian se despertó con el olor de su precioso dragón en su piel. Incluso antes de abrir
los ojos, sintió su mano en su cabello, su muslo descansando entre los suyos. Sus nalgas
presionaban contra sus entrañas.
Se encendió su lujuria de inmediato. Todavía aturdido por su sueño, su único
pensamiento era sentir aún más su cuerpo cálido y flexible.
Xyn se despertó con la sensación de Urian profundo y duro dentro de ella. Jadeando se
dio cuenta de que tenía una de sus piernas dobladas cuando la penetró por detrás y empujó
contra sus caderas.
—Buenos días —susurró contra su oído antes de besarla con ternura en la mejilla.
Ella contuvo la respiración bruscamente cuando él se adentró particularmente en su
interior.
—Buenos días, daimon. Parece que te has quedado en casa.
— ¿Quieres que me vaya?
Silbando bruscamente, ella tiró de su mano hacia el centro de su cuerpo.
—Apenas —dijo sin aliento cuando se encontró con sus profundas caricias—. Pero te
espero para complacerme.
Su risa la calentó mientras la acariciaba con ternura al mismo tiempo que sus empujes.
Bajó la cabeza para poder pasar la lengua por su oreja. Xyn tembló por la fuerza de los
escalofríos que la atravesaron.
Urian inhaló el aroma de su dragón mientras se estiraba para suavizar su vibrante
cabello rojo. En ese momento, él nunca quiso dejar su cuerpo o su lado.
Envolvió sus brazos alrededor de ella y dejó que su aroma femenino se derramara
sobre él cuando se empujó dentro y fuera de su cuerpo hasta que sintió su espasmo. Ella gritó
y clavó sus uñas en su brazo resplandeciente.
Con la respiración entrecortada, Urian aceleró sus movimientos hasta que felizmente se
unió a ella. Apretó los dientes cuando su propio orgasmo lo recorrió y gruñó profundamente en
su garganta. Su fuerza lo dejó débil y saciado, y al mismo tiempo fue vigorizado.
Cerrando los ojos, se encontraba entrelazado con ella, sin querer irse. Este era su
Katateros. Su cielo.
Si solo pudiera quedarse.
¡Urian!
Saltó al escuchar el llamado de su padre.
Xyn volvió la cabeza para mirarlo por encima del hombro.
— ¿Estás bien?
—Mi padre me está llamando.
La decepción en sus ojos escoció.
—Lo siento.
—Todo está bien. Sé que no puedo retenerte.
Dándole la vuelta, se tendió sobre ella y la abrazó.
—Tú sabes que no quiero irme.
—Lo sé.
¡Urian! ¡Dónde estás!
Él hizo una mueca.
— ¿Sigue llamando?
Urian asintió.
—Será mejor que te vayas, entonces.
—Cuídate, mi amor.
Ella lo besó.
—Y tú.
Con el estómago apretado, Urian asintió mientras se levantaba y se vestía. Regresó por
un último, beso prolongado antes de que se teletransportara a Kalosis.
En el momento en que aterrizó en el gran salón, encontró a su padre en su trono,
rodeado de daimons. La mirada cruel en su rostro hubiera enfriado a cualquiera, pero algo
siniestro había sucedido.
— ¡Dónde has estado!
—Salí para un psuché. —El psuché o psuché-sullambano era lo que llamaban el acto
de buscar un alma humana. Era muy diferente de la ichoraima, que era el acto de alimentarse
de sangre apolita—. ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
—Jason, Abiron y Melissa fueron asesinados anoche.
Esa noticia lo golpeó como un golpe paralizante. Archie y Hagne debían estar
tambaleándose. Esos eran tres de sus cuatro hijos.
— ¿Cómo?
—Un Dark Hunter.
Urian no podía respirar. El dolor era tan grande y tan abrumador que era como si su
cuerpo y su mente no pudieran reaccionar, por lo que se apagó. Se quedó allí, aturdido.
Tratando de procesar el hecho de que de un solo golpe, Archie había perdido a la mayoría de
sus hijos.
Tengo que ir a él.
Urian se teletransportó a la casa de su hermano. Sin llamar, abrió la puerta para
encontrar la casa extrañamente vacía. Usó sus poderes para detectar dónde podrían estar.
Cuando se acercó al dormitorio, encontró a sus hermanos y cuñadas reconfortando a Hagne,
que estaba en la cama, acurrucada en una bola, incapaz de hacer frente a su pérdida. Estaba
completamente catatónica.
Archie no estaba a la vista.
Aterrado por lo que eso significaba, Urian fue a buscarlo. Durante unos minutos, no
hubo rastro de su hermano en ninguna parte.
No hasta que tuvo un pensamiento peculiar. Actuando por instinto, Urian fue al pequeño
jardín donde los niños jugaban.
Efectivamente, encontró a Archie sentado solo, debajo del árbol donde Abiron había
tallado su nombre. Cuando se acercó, se dio cuenta de que su hermano tenía una de las
muñecas de Melissa en sus manos temblorosas.
— ¿Archie?
Él no habló.
Urian se arrodilló a su lado y le pasó un brazo por los hombros.
Entonces su enorme bruto hermano lo miró y estalló en lágrimas. Aferrándose a él,
sollozó de una manera que Urian nunca lo había oído hacer antes. Ni cuando perdieron a su
madre. O a su hermana o hermano. Nunca nada había roto al poderoso Arquímedes.
Hasta hoy.
—Lo siento mucho.
Archie apretó su agarre sobre Urian.
—Debería haber estado con ellos. ¿Por qué no estaba allí? ¿Cómo pude dejarlos ir
solos? Yo era su padre, Uri. Era mi trabajo protegerlos.
—Shh, Archie, no lo sabías.
—Los dejé solos…
—No hiciste nada mal.
—Nay, pero lo hice. Los dejé para que se las arreglaran solos cuando no debería.
¡Debería haber estado allí!
De repente, Urian sintió un fuerte agarre en su cabello. Mirando hacia arriba, vio a su
padre. Sin una palabra, tiró de Urian hacia atrás y luego acunó a Archie en sus brazos para
mecerlo. Luego, con el otro brazo, tiró de Urian contra su pecho para sostenerlo como lo había
hecho cuando eran niños.
Su agarre fue brutal y aplastante, y sin embargo fue extrañamente reconfortante.
—No estaremos rotos. No por esto. Los dioses pueden intentarlo, pero somos más
fuertes de lo que ellos saben. Y somos poderosos. ¿Me oyen, hijos míos?
Secó las lágrimas en el rostro de Urian y luego el de Archie.
—Mírenme, ambos. —Esperó hasta que obedecieron—. Nos levantaremos y
devolveremos el golpe. No somos los únicos que perdemos en esto y no permitiremos que
nos lo quiten todo. No sin una pelea. Sangre por sangre. Vida por vida. Todos tenemos una
opción. O cedes a los golpes de tus enemigos…
—O subes sus cabezas a la pared —finalizó Urian por él.
Su padre asintió.
—Thánatago. —Portador de Muerte.
Y después de esto, él forjaría su propio Thánati. Un equipo de Spathi para cazar y
acosar a sus depredadores. Si los dioses y los Dark Hunters querían una guerra, Urian estaba
dispuesto a dársela.

18 de julio de 2945 A.C.

Urian se estaba preparando para irse con un equipo de ataque cuando una luz brillante
destelló en el salón principal de Kalosis. Haciendo una mueca, retrocedió, esperando a otro
apolita o daimon. Eso era lo que normalmente venía a través de su agujero.
Aunque durante los últimos miles de años, habían tenido el ocasional Dark Hunter o el
demonio lo suficientemente estúpido como para intentarlo, y eso había sido muy entretenido.
Pero esto... esto era otra cosa.
Todos en la habitación se congelaron.
Su padre salió de su trono. Alto y musculoso, el hombre sostenía el aura y el olor de un
apolita o daimon, pero su cabello oscuro decía que definitivamente no era uno de ellos.
No es que un daimon no pueda tener el cabello oscuro. Su padre y Archie los tiñeron.
Pero el tono de la piel de este hombre sugería que su cabello podría en realidad tener ese
tono natural. Eso, y el hecho de que tenía olor a animal.
Como Xyn.
Como si fuera un híbrido de algún tipo.
— ¿Quién eres? —exigió su padre.
A la mierda con eso. Urian quería saber qué era él.
—Nicandro, hijo de Simónides. —Los miró con el ceño fruncido mientras lo rodeaban,
tratando de determinar si debían darle la bienvenida, detenerlo o matarlo—. ¿Qué es este
lugar?
Su padre no perdió el ritmo.
—Depende de tu intención y especie. ¿Qué eres exactamente?
—Soy un Katagari Tsakali.
Urian fue el primero en resoplar.
—Dices eso como si tuviéramos una pista de lo que significa.
Él lanzó una sonrisa de desdén hacia él.
—Significa que soy un cambiaformas. No sales mucho, ¿verdad?
—Lo suficiente para matar lo que me molesta. —Urian lo rastrilló con una mueca—. Y
para despellejar a los animales lo suficiente para hacer un nuevo par de botas cada vez que
las necesite.
Cuando Nicander comenzó a ir por él, los daimons que estaban entre ellos lo agarraron
y lo retuvieron.
—Yo no haría eso —le advirtió Trates—. Puede parecer joven, pero Urian es uno de
nuestros guerreros más fuertes. Confía en mí, no quieres enredarte con él.
Curvando el labio, Nicander retrocedió y luego se volvió hacia su padre.
—Rey Lycaon...
— ¿Quien?
—Licantes de Arcadia. Fue coronado Lycaon VI de Arcadia. El estúpido bastardo tuvo
la desafortunada suerte de enamorarse y casarse con una novia apolita sin saberlo. De alguna
manera, ella lo mantuvo en secreto de su esposo hasta que cumplió veintisiete años. Cuando
la reina Mysene murió, Lycaon se dio cuenta de que sus hijos serían presa del mismo destino.
Cruzando los brazos sobre su pecho, Urian se encogió ante la triste realidad de sus
matrimonios mixtos. Los dioses no les habían dado indulto ni siquiera con eso.
—Para su suerte, su hermana era la diosa Shala.
Urian dejó escapar un silbido bajo. Como hija de Erebus y Nyx, Shala nació literalmente
de la Noche y la Oscuridad. Pero más que eso, su esposo era el dios Dagón, y su madre,
Hekate, era la hija del dios del sol Titán, Helios. Eso fue todo un árbol genealógico. No es de
extrañar que Mysene hubiera querido casarse con él. Como apolita, esa era una decisión
sabía si uno quería salvar a sus hijos.
— ¿Supongo que el rey decidió invocar un poco de intercesión familiar? —preguntó
Urian.
Nicandro asintió.
—Dagon vino en su ayuda y usó su magia para empalmar el ADN animal a la biología
apolita.
Ahora tenía toda la atención de Urian.
— ¿Cómo funcionó eso para ti?
Extendiendo los brazos, Nicandro giró un pequeño círculo para que todos los vieran.
—Mejor de lo que nadie podría imaginar. Hay dos razas de nuestra especie ahora. Los
arcadios, que tienen corazones humanos, y por lo tanto esa es su forma primaria.
Los pelos en la parte posterior del cuello de Urian se levantaron.
— ¿Qué quieres decir?
—Ellos nacen humanos y viven sus vidas principalmente como seres humanos. En la
pubertad, pueden cambiar a lo que sea su forma animal alternativa.
Su padre entrecerró su mirada sobre él.
— ¿Y el katagari?
—Katagaria es la forma plural. Katagari es singular. Nacemos como animales y
tenemos un corazón animal. Por lo tanto, nuestra forma básica es la de cualquier animal que
nacimos. En mi caso, soy un chacal. Lo que significa que duermo en esa forma, y si me
lesiono o muero, vuelvo a la otra. Es mi forma más fuerte.
—Eso está tan jodido —dijo Archie.
Urian estuvo de acuerdo.
Y aparentemente también lo hizo Nicandro.
—No elegí esto más de lo que elegiste ser apolita. Fuimos rodeados y experimentados
en contra de nuestras voluntades. Esto fue forzado en nosotros. Pero lo bueno es que no
morimos a los veintisiete años y ya no tenemos que alimentarnos de sangre para vivir.
Ahora eso llamó la atención de todos.
— ¿Perdón? —Su padre se puso de pie.
Nicandro asintió.
—Me escuchaste. Vivimos cientos de años. Con nuestra magia intacta.
— ¡Inscríbeme!
Urian lanzó una mirada graciosa a su hijo.
—No seas tan rápido, Geras. Los dioses nunca son tan abundantes. Siempre hay un
inconveniente.
—Tiene razón. —Nicander suspiró—. Tan pronto como Zeus se enteró, exigió que nos
echaran. Cuando el rey se negó, fuimos maldecidos.
Urian le dio a su hijo una mirada de “te lo dije”.
— ¿Qué implica la maldición? —preguntó su padre.
—Los arcadios y katagaria están en guerra unos contra otros y nunca conocerán la paz
hasta que el último de nosotros esté muerto. No podemos elegir a nuestras compañeras. Ellas
son elegidas para nosotros por los destinos. Si no aceptamos a quien eligen, nuestros
hombres se vuelven impotentes por el resto de nuestras vidas.
Los ojos de Geras se hincharon de horror mientras se ahuecaba las mejillas.
Urian sonrió.
—Entiendo que has cambiado de opinión, ¿m’gios?
Él asintió vigorosamente.
Nicander suspiró de nuevo.
—Al igual que los animales que somos, somos cazados continuamente. Nuestras
compañeras aún más. Y cuando están embarazadas, no pueden cambiar de forma ni usar su
magia. Así es como terminé aquí. Estaba alejando a una tessera, un equipo de cuatro de
ellos, de mi compañera embarazada. Los había alejado de ella, pero no podía apartarlos de mi
rastro. Cuando se abrió el portal, no me importaba a donde me llevara, siempre y cuando
estuviera lejos de mis enemigos.
Nephele le frunció el ceño.
— ¿Cómo sabes cuándo son elegidas tus compañeras?
Él levantó la mano para mostrarle un patrón intrincado que parecía estar marcado en su
palma.
—Una marca coincidente aparece en cada una de nuestras palmas para hacernos
saber. Una vez que está allí, tenemos tres semanas para consolidar la unión o estamos
jodidos. Una mujer nunca podrá tener hijos, y como dije, un hombre es dejado impotente.
—Me alegro de ser apolita —susurró Geras al oído de Urian. Urian le dio un codazo.
—Entonces, ¿los Dark Hunter también te cazan?
Sacudió la cabeza.
—No están permitidos. Ni siquiera si nos convertimos en trelos, asesinos o marcados.
Su padre arqueó una ceja ante eso.
— ¿Todavía pasas por el trelos?
—No por las mismas razones que lo hace un daimon, pero sí. Algo sobre nuestras
hormonas en la pubertad causa una locura similar en nuestra especie. Un asesino es lo
mismo, solo que es el término que usan cuando afecta a un katagari Were Hunter... el término
dado para cubrir nuestras dos ramas.
— ¿Y marcado? —preguntó Urian.
—Cuando nuestro consejo se ha reunido y, con la aprobación de Savitar, se determina
que alguien debe ser reprendido porque él o ella es un peligro para todos nosotros. Una vez
que el Omegrion decide, estamos marcados para la terminación y cazados.
—Y nos llaman fríos. —Paris negó con la cabeza—. Me alegra vivir aquí.
Urian no comentó eso.
— ¿Quién es Savitar?
Apollymi respondió a esa pregunta.
—Un rango, arrogante bastardo chthoniano. Amargado como el infierno. Reza a los
dioses para que nunca tengas que lidiar con él.
Urian se sorprendió por el veneno en su tono. Ese era el tipo de odio que normalmente
solo se reservaba para Apolo o Artemisa y en el fondo de su mente, parecía recordar que ella
había hablado de él antes, ahora que lo pensaba. Pero fue hace años.
Todos se inclinaron ante su diosa.
El Were-Hunter vaciló, luego se dio cuenta de que probablemente era una buena idea
seguir su ejemplo.
Apollymi se acercó a Nicandro para examinarlo un poco más de cerca.
—Así que eres el proyecto favorito de Savitar. ¿Por qué?
—No tengo idea, mi señora.
Ella estrechó su mirada especulativamente.
—Él no sale de esa isla a la ligera. Tampoco se inmiscuye en los asuntos de los dioses
sin una buena razón. El Dark Hunter, Acheron, ¿le pidió que lo haga?
—No conozco a nadie con ese nombre.
Pero Urian lo hizo. Inmediatamente recordó la criatura que había encontrado cuyos ojos
coincidían con los de ella. ¿Estaban relacionados?
— ¿Quién lidera a los Were Hunters?
— ¿Te refieres al Omegrion?
—Eso no. ¿Quiénes son los fundadores de esta? ¿Los primeros hijos de sangre?
—Los príncipes kattalakis. Dragones y lobos.
Eso todavía no parecía pacificarla.
Ella cortó una mirada hacia su padre y luego a él.
—Te lo dejo a ti, Strykerius, si quieres permitir que los Were-Hunters sean un refugio
aquí. Son primos para ti, después de todo. Su sangre... y las almas deben alimentarte,
tomando en cuenta que son híbridos.
Había algo en lo que Urian no había pensado. Pero la diosa tenía razón. Eran quimeras
y, como ella lo había señalado, él podía detectar el alma dentro de ellas.
Ese bebé estaba maduro para el desplume, y él no era el único que lo sabía.
Varios de sus hombres a su alrededor ahora estaban salivando.
Pero su padre detuvo rápidamente eso.
—Mientras ellos cumplan con la Ley Eirini, nosotros también.
Malditas esas leyes de paz.
Nicandro inclinó la cabeza con respeto.
—Gracias. Y sepan que mi gente está estableciendo limanis con la aprobación de
Savitar y su supervisión. Ni siquiera un Dark Hunter puede violar su santidad sin sufrir su ira.
Es un lugar donde daimon, apólitas y Were-Hunter pueden reunirse en el reino humano en
paz.
— ¿Y si los humanos atacan?
Una lenta sonrisa se dibujó en el rostro de Nicander ante la pregunta de Urian.
—Vengan en paz o váyanse en pedazos. —Se volvió hacia Apollymi—. Estamos
aprendiendo lentamente a vivir entre los humanos. Aunque muchos apólitas han hecho lo que
tú. Se han trasladado a las comunas subterráneas. Estamos configurando redes, con señales
que alertarán sutilmente a nuestro tipo sin que los humanos lo sepan.
—Ya era tiempo —gruñó Archie.
Paris le frotó la espalda, pero se encogió de hombros con su compasivo toque. Eso
Urian no lo culpó. Ahora había perdido a todos sus hijos y su esposa ante Dark Hunters, y tres
nietos. Estaban hartos de sus depredadores.
En este momento, estaban perdiendo esta guerra. Ni siquiera su tía Satara pudo
ayudarlos con la información que obtuvo de espiar a Artemisa y Apolo mientras asistía a
Artemisa como una de sus doncellas en su templo en el Olimpo.
Tenía que haber más que pudieran hacer.
Y Urian acabó con esto. Señaló a su equipo y se dirigió a la puerta.
— ¿A dónde vas? —le preguntó su padre.
Él sonrió.
—Igual que lo que siempre hago, solren. Salir y quedar a mano.
— ¿Qué quiere decir con eso? —preguntó Nicander mientras caminaban a través del
portal y desapareció.
Apollymi se echó a reír.
—Esos son mis Thyati Estigios. Cazan y matan a los Dark Hunters que se aprovechan
de los daimons.
Stryker sonrió mientras señalaba la ornamentada exhibición de armas en la pared del
fondo.
—Esos son sus trofeos, tomados de todos los Hunters que han matado.
— ¿Son recompensados por ello?
Los ojos de Stryker brillaron rojos ante la estupidez de esa pregunta.
—Por supuesto que lo son. La satisfacción en la destrucción de tu enemigo es su
propia recompensa. Nadie entiende eso mejor que su comandante.
— ¿Y quién es su líder?
—Mi hijo, Urian.
*****

Urian se congeló cuando se encontraron con un poder familiar.


Eleni fue la primera en acercarse, pero él la cogió del brazo y negó con la cabeza.
—Tienen que volver. Cada uno de ustedes.
Los seis miembros de su guardia se giraron al unísono para mirarlo boquiabierto, ya
que esas nunca fueron las órdenes que dio.
Su segundo al mando, Spawn, en particular, tenía rebelión en sus ojos. Urian apretó su
agarre en su escudo.
—Lo digo en serio. Spawn, toma mi hijo y a los otros y llévalos de vuelta.
Vio esa misma rebelión en los ojos de su hijo, pero sabía que no debía cuestionarlo.
Como lo hizo Spawn. Habían luchado juntos demasiadas veces para que empezara a
interrogarlo ahora.
—Aye, kyrios.
Urian se quedó atrás para cubrir su retiro. Apenas se habían desvanecido cuando fue
golpeado con una explosión tan fuerte que se tambaleó, pero de alguna manera logró
mantenerse de pie.
— ¿Por qué llevas el escudo de Styxx de Didymos?
—No lo hago.
Otra explosión casi le arranca el brazo.
— ¡Crees que no reconozco ese símbolo!
La furia en ese tono casi le destrozó los tímpanos.
Urian envió su propia explosión hacia su atacante. Aunque no podía verlo, esperaba
estar cerca de la marca.
Fue entonces cuando vio a Acheron. Colocó su bastón en el suelo y lo usó como
palanca para poder patearlo con los dos pies.
Urian se tambaleó hacia atrás y aterrizó sobre su trasero. Se apresuró a levantarse y
usó sus poderes para juntar sus kopis en su mano.
— ¿Quién eres tú?
Levantó la barbilla con orgullo.
—Urian Strykeros.
Eso le quitó la ira.
—Al que llaman Thánatago.
— ¿Has oído hablar de mí?
Antes de que pudiera parpadear, Acheron estaba frente a él. Ya no tenía apariencia
humana, estaba en una forma completa de Caronte. Cuernos, alas y piel azul moteada.
Aturdido, Urian no podía respirar. Siempre le habían dicho que no existía carontes fuera
de los que servían a Apollymi. ¿Qué demonios era este bastardo?
—Me insultas con ese escudo y matando a mis soldados —gruñó Acheron.
—Tus Dark Hunters me insultan al asesinar a mi familia.
—Chico, no quieres hacerme un enemigo.
Se rió de la amenaza de Acheron.
—Nos convertimos en enemigos en el momento en que colocaste a tus soldados detrás
de mi gente.
Gruñendo, Acheron lo golpeó.
Urian lo atrapó con su brazo resplandeciente y le devolvió la explosión. El impacto en el
rostro de Acheron no tuvo precio. Con un grito de batalla, Urian cargó su espada con sus
poderes y entró a atacar. Justo cuando lo hubiera golpeado, se abrió un portal y lo agarró,
devolviéndolo a Kalosis.
Fue golpeado bruscamente contra el suelo a los pies de su padre, que durante un
minuto entero pensó que había destrozado todos los huesos de su cuerpo.
Jadeando, su padre se puso de pie, luego corrió a su lado. Sacó el casco de Urian de
su cabeza y rápidamente lo revisó para detectar lesiones cuando Apollymi apareció en una de
sus más bellas rabias
Los vientos de tifón azotaron el pasillo, desgarrando a los apólitas y daimons reunidos
allí y enviando todo lo que no estaba atado a volar. Su cabello blanco se enroscaba alrededor
de su cuerpo mientras los miraba a los dos.
— ¡Tú. Nunca. Jamás. Ataques. A. El. Elekti!
Esas palabras cortas y recortadas resonaron en el pasillo.
Como su padre no había estado allí, no tenía idea de lo que ella estaba hablando.
— ¿Qué?
Ella señaló a Urian.
—Atacó lo que nunca debe ser tocado. Si alguna vez te atreves a golpear al Elekti otra
vez, te haré desollar hasta que no quede nada de ti sino la médula de tus huesos.
¿Entendido?
¿Dada la cantidad de dolor en que estaba?
—Entendido, akra.
Urian jadeó, tratando de hacer que sus pulmones volvieran a funcionar.
Con un resoplido, ella desapareció.
Su padre ahuecó su mejilla.
— ¿Qué pasó?
Urian acunó su brazo contra su pecho. Estaba definitivamente roto.
—No lo sé. Él es el líder de los Dark Hunters. Acheron. Creo que es parte Caronte, o
parte dios. Tenía poderes distintos a los que he visto o sentido.
Abrazándolo, su padre le besó la frente.
—Todo bien. Veamos que te curen. Y asegúrate de cortarle un gran trozo. En el futuro,
quiero que tú y los demás permanezcan bajos y fuera de la vista de Acheron. Nada vale la
pena para perder a alguno de ustedes.
Urian aceptó en voz alta, pero por dentro, estaba furioso. Había algo malo en esto. En
todos los sentidos.
Y él quería saber qué.

18 de febrero de 1650 A.C.


Urian frunció el ceño al escuchar a una mujer llorar. Eso no era algo que esperaba.
Haciendo una mueca, se levantó lentamente de la cama y se obligó a permanecer de pie a
pesar de sus heridas, dirigiéndose hacia donde parecía estar ella.
Desde la apertura de la antigua cueva de Xyn en Kalosis, vio a Katra sentada sola,
cerca de las cataratas, llorando.
Al inicio pensó en dejarla ahí y volver a la cama, no era su asunto. Definitivamente no le
importaba. Aunque esos sollozos eran desgarradores. Suspirando, se dirigió hacia ella incluso
mientras se llamaba a sí mismo estúpido de distintas maneras por eso.
—Toma.
Kat levantó la vista con un grito ahogado. Urian movió el pañuelo delante de su rostro.
Lo tomó y se secó los ojos.
—Gracias.
—Cuando quieras. ¿Te encuentras bien?
Sonándose ruidosamente la nariz, ojeo su cuerpo semidesnudo el cual estaba
magullado y cubierto de heridas curadas.
—Mejor que tú, obviamente.
No discutiría eso, casi fue destripado por un Dark Hunter que estaba trabajando con
demonios como ayudantes.
Bastardos. El peor era un gran corte a través del pecho. Un par de centímetros más
cerca y habrían obtenido su marca y lo hubiesen matado.
Por la expresión en el rostro de Kat, también lo notó. Se limpió la nariz.
— ¿Qué te sucedió? —preguntó él.
Con un suspiro irregular, negó con la cabeza.
— ¿Alguna vez hiciste algo de lo que realmente te avergonzaras?
—Varias veces, aunque una destacó por encima de las demás. Rompí el plato favorito
de mi madre cuando era niño y culpé a mi gemelo, luego dejé que recibiera los golpes por
eso.
—Eres un imbécil.
Urian se encogió de hombros.
—Es lo que dicen mis hermanos.
Se habría sentido peor si Paris no hubiera hecho su parte al culparlo por las cosas que
Paris mismo había hecho.
—En fin, ¿estabas diciendo?
Katra se llevó la mano a la frente.
—Hice algo… un favor para mi madre. Bien, eso… estaba mal, me siento terrible, creo
que realmente la embarré y no tengo a nadie con quien hablar de ello.
Con cuidado, se sentó a su lado.
—Sí, todos hemos estado allí. Bueno, tal vez no allí —hizo un gesto hacia donde ella
estaba sentada—, pero entiendes la idea.
—Solo que no sé cómo arreglar esto.
Resopló
— ¿Qué es lo que hiciste exactamente?
—Robé los poderes de un dios.
Sus cejas se dispararon hacia arriba mientras luchaba contra el impulso de alejársele.
— ¿Puedes hacer eso?
Asintió.
—Bueno, no voy a mentir. Eso fue bastante cruel.
— ¡Lo sé!
Comenzó a sollozar de nuevo.
Urian se sintió terrible.
—Ya, ya.
Le dio unas palmaditas incómodo.
Se abalanzó hacia su pecho, lo que lo hizo aún más incómodo, ya que el único poco de
ropa que llevaba puesto era un shendyt.
Después de unos minutos, finalmente se calmó y apartó.
—Gracias, Urian.
—No estoy seguro de haber hecho algo.
—Me escuchaste. —Se secó los ojos con las palmas de las manos—. Es más de lo que
la mayoría de la gente hace. Y de donde vengo, no hay nadie que hiciera tanto, así que
gracias.
—No hay problema.
Se levantó y gimió cuando el dolor lo atravesó.
Kat frunció el ceño.
— ¿Por qué estás solo aquí?
Encogiéndose de hombros, Urian no quiso decirle la verdad. No se sentía cómodo con
su propia familia.
Realmente nunca lo había hecho. Paris tenía a Davyn. Su padre vivía junto a tres
mujeres que apenas podía tolerar. Archie se había vuelto psicótico después de la muerte de
su familia y se quedaba en una orgía la mayor parte del tiempo. El resto simplemente lo
compadecía por estar solo. Y la única mujer que quería, vivía en el reino humano, que estaba
prohibido desde aquí. Así que tendía a permanecer tan cerca de Xyn como podía. Lo que
significaba que si no podía dormir con ella, dormiría en su cama. Al menos aquí, no se tenía
que preocupar por despertarse con una de las comidas sobrantes de su padre a tientas sobre
él.
Kat frunció el ceño mientras le estudiaba el cabello suelto.
—Eh, me asusta mirarte.
—Caramba, gracias —dijo con sarcasmo—. Vaya manera de reforzar mi ego.
—Lo siento. Es que me recuerdas mucho a alguien más.
Como sea. Urian empezó a volver a su cueva. Aunque no consiguió ir lejos antes de
que Katra lo llamase.
—Oye ¿Uri?
Hizo una pausa para volver a verla.
—Los Dark Hunters tienen una debilidad más que no conoces.
— ¿Y esa es?
—Si pones a dos de ellos juntos para luchar, se debilitan el uno al otro.
La miró asombrado.
— ¿Por qué me estás diciendo eso?
—Porque fueron creados como peones para manipular y controlar a alguien muy
querido para mí y no creo que sea justo que tenga que sufrir por ellos. Aunque no quiero ver a
los Dark Hunters muertos, odio aún más el hecho de que haya sido herido por ellos. Por más
que quiera detenerlo, no puedo. Pero si tú hicieras…
Urian frunció el ceño ante sus palabras. Había más que eso. Lo sabía con cada instinto
que tenía. ¿Por qué le diría esto ahora?
A menos…
A menos que tuviese que ver algo con su culpa.
—Tú eres la razón ¿no es así?
— ¿A qué te refieres?
Urian se mostró incrédulo mientras unía las piezas en su mente.
—Esos poderes que te permitieron drenar a un dios… de alguna manera son los
mismos que crearon a los Dark Hunters ¿no es así?
No tuvo que responder, la expresión de horror en su rostro lo confirmó. La culpa en sus
ojos.
—Tampoco quisiste hacer eso.
Lágrimas llenaron sus ojos.
—Todos cometemos errores Urian, ¿puedes imaginar qué increíble mundo sería éste si
no tuviéramos que pasar el resto de nuestras vidas pagando por ellos?
Esas palabras roían el centro de su alma y dejaron la marca que ella quería que
hicieran.
—Bienvenida a la adultez, princesa, el momento de nuestras vidas cuando ya no
tenemos a nuestros padres para espantar a los monstruos debajo de nuestras camas. Más
bien, nos damos cuenta de que somos los monstruos que viven bajo las de todos los demás.

1 de junio de 780 D.C.

— ¡Xyn! —Urian estaba casi histérico mientras buscaba a su dragón.


No había rastro de ella. Él había esperado toda la noche en su cita, y ella nunca se
presentó. Así que había hecho lo que se suponía que no debía…
Ir a su pérgola.
Por lo visto, no había estado allí en mucho, mucho tiempo. Una gruesa capa de polvo lo
cubría todo. Incluso la cama. Y eso no era como ella. Era un ama de llaves meticulosa.
Esta vez, no había notas. No había regalos.
Nada.
Se había ido sin dejar rastro.
Sin palabras.
Era como si nunca hubiera existido.
Las lágrimas empañaron su visión. Sarraxyn no le haría esto. Ella no lo haría.
De todas las criaturas en el universo, sabía cuánto la necesitaba. Que era la única cosa
en la que él confiaba. Su único cariño. Y si no estaba allí y este lugar estaba en esta
condición, solo podía significar una cosa.
Estaba muerta.
Sus rodillas se doblaron. Urian golpeó el suelo mientras se ahogaba con un sollozo. De
todas las muertes, y había habido muchas en su vida, esta era la más difícil de soportar.
Apretó el puño contra su boca y hundió sus colmillos en él. ¿Cómo podría haberse ido?
En ese momento, quería unirse a ella. En verdad, no podía pensar en una sola razón
para no hacerlo. ¿Por qué luchaba en este punto?
No tenían ninguna esperanza de romper esta maldición. De ver la luz del día. Su padre
era un tonto incluso por pensarlo. Malditos y malditos. Siempre desterrado a la oscuridad.
Cerró los ojos e intentó no pensar en la noche en que había visto morir a Geras a
manos de un Dark Hunter. La mirada llena de dolor en el rostro de su hijo cuando él no había
podido alcanzarlo a tiempo. Ese pánico y miedo un instante antes de que se desvaneciera en
polvo.
O Nephele, que había pasado demasiado tiempo sin un alma.
Ella había estado sentada justo a su lado cuando simplemente se había roto. Pero este
día, Urian no sabía si simplemente no había prestado atención a las señales que necesitaba
reponer, o si había sido una forma de suicidio. Si lo hubiera hecho, ella no era la única daimon
en hacerlo. Era tan común, incluso tenían un nombre para ello: Suntribó.
Ese momento cuando se cansaban de continuar. Cuando las voces los desgastaban y
las muertes de quienes los rodeaban eran más de lo que podían soportar.
Cuando se sentían igual que él en este momento. La vida era demasiado dura y solo
renunciaban.
Levantando las rodillas, Urian acunó su cabeza con los brazos y lloró. No para él
mismo, sino para los que amaba. Dioses, dolía tanto. Tan profundo.
Y estaba tan cansado de eso.
¿Cómo podía tener esperanza ahora? Lo último de su bondad y amabilidad se había
ido.
Sin ella, él no tenía nada. Él no era nada.
Con el cuerpo temblando, miró con dureza al dakruon que estaba tatuado a lo largo de
su mano y antebrazo en un patrón intrincado. Lágrimas negras para marcar la muerte de
todos sus seres queridos. Había tantos malditos.
Ahora habría uno más.
Tomó una respiración entrecortada mientras su mirada se dirigía al fénix en su escudo.
Él llevaba esa misma marca en sus bíceps.
Su tótem animal. De esto también, me levantaré. Aunque no sabía cómo. No podía
imaginar cómo. Pero lo haría. Xyn sería la primera en patearle el culo.
Somos guerreros.
Y su dragón no le habría dado su corazón a nada más que al más fuerte de los fuertes.
—No puedes romperme —susurró—. Ya estoy destrozado.
3 de octubre de 801 D.C.

Spawn, Paris y Davyn se sentaron frente a Urian mientras observaban la multitud


intrigante alrededor de ellos. Los varangian, en particular, mantenían su interés, ya que eran
conocidos por tener algunas de las almas más fuertes del grupo.
—Pensé que los rus debían violar y saquear —murmuró Spawn irritado mientras los
observaba ir de parranda y deleitarse en amistosa camaradería.
Paris resopló. —Siempre puedes volverte kassandrian. No lo diré. —Los kassandrian
eran la rama de los daimon que carecían de toda apariencia de decencia o ética. No les
importaba de quién o qué acosaban. Incluso niños y mujeres embarazadas eran juego limpio.
Y eran parias para todos los demás.
Lo cual significaba que Paris estaba bromeando.
Nadie podía soportar a un kassandrian. Acosar a una mujer embarazada o un niño
estaba prohibido para ellos. Fueron exiliados y salieron de inmediato. Mucho como un trelos.
La única diferencia es que un trelos no podía controlar su comportamiento. Un kassandrian
sabía exactamente lo que estaba haciendo. Simplemente no le importaba. Nada importaba
excepto su propio egoísmo mezquino.
En verdad, eran criaturas repugnantes.
Y debido a la forma en que se alimentaban, también olían mal.
Urian usaba muchos sombreros en su mundo. Como guerrero, era considerado un
Spathi, y desde que dirigió a los grupos a la batalla, era un Rigas. Porque se enfocaban
principalmente en Dark Hunters y los Escuderos que los servían, eso los hacía a él y a sus
soldados Dikisi Daimon.
Pero los dos títulos, que harían que cualquiera que no fueran los tres daimon en la
mesa con él lo desprecien si sabían, eran aquellos de anaimikos y akelos. Los akelos eran
daimon que solo acosaban almas humanas que eran corruptas. La misma clase que a
menudo los llevaba a convertir su especie en daimon trelos. Y los anaimikos eran aquellos
como Davyn que se alimentaban de Paris. Daimon que alimentaban a otros daimon. Aquellos
que no mataban en absoluto. Dividen las almas con sus compañeros.
En realidad era muy dulce lo que su hermano tenía con Davyn. Aunque Davyn no podía
matar para comer, mataría para proteger a Paris. Sin dudarlo y con prejuicio extremo.
Y hablando de eso...
A Urian no le importaba matar para vivir. Sintió sus poderes emerger cuando los
apólitas que estaban buscando entraron.
La otra línea de Apolo. Dos hijos. Uno ya era un daimon, pero el otro estaba en su lista.
Pasó una mirada de complicidad a Spawn.
— ¿Cómo estás?
—Podría soportar una carga.
—Entonces puedes tener al daimon.
Cuando empezaron a levantarse, un escandinavo se les acercó.
— ¿Se van?
Urian asintió.
El hombre grande, corpulento, de cabello oscuro sonrió.
— ¡Oye, Wulf! ¡Por aquí!
Otro enorme escandinavo inclinó su cabeza hacia Urian mientras pasaba rozando.
— ¡Suficiente, Erik Tryggvason! Por los dioses, eres demasiado ruidoso, hermano.
Ignorándolos, Urian se dirigió tras su presa.

7 de octubre de 1988

La cabeza de Urian resonaba por las voces que gritaban cada vez más fuerte.
Palpitaba hasta el punto de que sintió como si estuviera a punto de enloquecer y volverse
histérico. De pie en el borde de un tejado, se presionó la yema de los dedos contra la sien,
tentado a pisar el borde y poner fin a su sufrimiento.
Noches como esta...
Sería realmente fácil.
Especialmente la forma en que el viento helado azotaba su suéter y su largo abrigo de
cuero.
Parpadeando rápidamente, sacudió la cabeza y se obligó a concentrarse. Con un
suspiro, saltó por la escalera de incendios y estaba a punto de doblar el edificio cuando, de
repente, casi aterrizó sobre uno de sus objetivos.
Con un jadeo sobresaltado, la mujer levantó la mirada, protegiéndose el rostro.
Bueno, esto no debería suceder...
Aturdido, no estaba seguro de qué decir o hacer mientras miraba fijamente un par de
ojos marrones oscuros incrustados en un rostro perfectamente esculpido. Su cabello rubio
dorado estaba elegantemente cortado y enmarcaba sus rasgos de una manera que los hacía
parecer extrañamente elfos.
De cerca, era pequeña y de apariencia frágil. Mucho más joven de lo que él hubiera
pensado, pero aun así era una mujer adulta.
Y ella se sonrojó.
— ¡Lo siento! Pensé que era la única escabulléndose.
Urian frunció el ceño.
— ¿Qué?
Arrugando la nariz de la manera más adorable, hizo un gesto hacia las ventanas y
luego se inclinó para susurrar.
—Me escabullí pasado el toque de queda para encontrarme con amigos. ¿Estás
huyendo de un novio o esposo que llegó a casa temprano?
Se rió de su presunción.
—Ninguno.
—Oh, por favor no me digas que eres un pervertido o un ladrón.
— ¡Difícilmente! —Aunque... estaba aquí para acecharla. Ahora que lo pensaba, era
una especie de pervertido. Tal vez había hablado demasiado pronto.
—Entonces, ¿por qué estás en la escalera de incendios?
Mierda... necesitaba una excusa viable.
—Um. La estoy probando.
— ¿Probándola?
—Síp. Trabajo para la ciudad. Y... estamos realizando un control de seguridad para
asegurarnos de que funcionen bien. ¿Ya sabes? No puedes tenerlas defectuosas.
Ella se rió.
— ¡Estás tan lleno de mierda!
— ¿Qué te hace pensar eso?
—Medianoche y estás vestido como un villano de Bond.
Soltó una carcajada malvada.
Urian quería odiarla. Había sido enviado aquí para matarla a ella y a su familia.
A todos ellos.
Ella, sus hermanas y su madre eran las últimas de la línea viva de Apolo. Después de
todos estos siglos de cazar y matar, finalmente lo habían logrado. Finalmente los rastreó hasta
las últimas.
Y ésta…
—Por cierto, soy Phoebe Peters.
Le tendió la mano.
Por el amor de Dios, ¡no me digas tu nombre! Eso estaba tan mal cuando estaba aquí
para matarla.
—Urian.
Incluso le estrechó la mano como un idiota.
Argh, soy un idiota. Porque en el momento en que tocó esa pequeña manito, se dio
cuenta de lo suave que era. Qué delicada.
Qué bien olía ella. Cuánto quería probar una pieza de esta fruta prohibida.
Especialmente cuando ella lo miró con una sonrisa adorable.
Estoy tan condenado.
Y él lo estaba. Especialmente cuando ella se mordió el labio y vio el más mínimo
destello de colmillo.
Ella es tu enemiga.
Sin embargo, no se sentía de esa manera. Y su cuerpo no reaccionaba contra ella
como si fuera su enemigo. De hecho, él estaba más duro que nunca en su vida.
—Bueno, un placer conocerte, Urian.
Se puso de puntillas, lo besó, y desapareció como si no tuviera idea de lo letal que era.
¡Lo despidió! Completamente aturdido, trató de hacerse una idea de dónde se había
ido, pero su ingenioso conejito había bajado al suelo con una gran habilidad.
Maldita sea. Solo maldición.
Ciertamente no podía reportar esto. Su padre lo arrojaría a través de una pared.
31 de octubre de 1988

Urian estaba detrás de Phoebe y su hermana, Nia. No estaba seguro de hacia dónde
se dirigían. La calle Londres no estaba demasiado ocupada esta noche. Los tenues compases
de música se podían escuchar mezcladas con el tráfico.
Era tan diferente del viejo mundo en el que había nacido.
Las mujeres acababan de doblar una esquina cuando una sombra se movió frente a
ellas.
— ¡Oigan, dennos sus carteras!
Dos sombras más, armados con cuchillos, dieron un paso detrás de ellas.
Aterrorizadas, Phoebe y Nia trataron de obedecer, pero temblaban tan severamente que
apenas podían obedecer. Lo que causó que su atacante perdiera la paciencia.
Abofeteó a Phoebe.
Furioso, Urian se precipitó antes de poder detenerse. Desarmó el primero que alcanzó.
Golpeó al segundo contra la pared, pero el que había abofeteado a Phoebe tuvo la audacia de
apuñalarlo.
¡Apuñalarlo!
Siseando mientras su ira aumentaba, Urian tiró del cuchillo de su costado, se giró y
agarró al hombre por su garganta. Lo colgó en la pared y le habría arrancado la yugular si Nia
no hubiera chillado y le hubiera recordado que estaban en un lugar público y que tal vez no
era una buena idea.
Phoebe se precipitó hacia adelante.
—Urian, ¿verdad?
—Síp.
— ¡Oh Dios mío! ¡Gracias!
Similar en apariencia, pero no tan bonita, Nia estaba boquiabierta ante ellos.
— ¿Lo conoces?
—Lo conocí hace un par de semanas. —Le lanzó una sonrisa diabólica—. Simplemente
nos encontramos al azar.
—Bueno, definitivamente estoy contenta de que hayas tropezado con él esta noche.
—Síp yo también. —Su sonrisa se volvió luminiscente y le hizo cosas incómodas a
pesar del dolor que tenía—. ¡Eres mi héroe, Urian!
Y antes de darse cuenta de lo que pretendía, lo besó. Esto no fue solo un beso. Lo
prendió fuego.
Por razones que ni siquiera podía comenzar a explicar, sabía a casa. Retirándose, la
miró fijamente.
Hasta que oyó las sirenas de la policía.
¡Mierda!
—Tengo que irme.
Nia se quedó boquiabierta.
—Estás herido.
No importaba. Urian dio un paso atrás en la oscuridad, tomando un segundo para echar
una última mirada a Phoebe. A la luz de la luna, ella era exquisita.
Hasta entonces, no se había dado cuenta de lo entumecido que se había vuelto sin Xyn
para recordarle lo valiosa que era la vida. Qué buenas cosas podría tener.
Olvida el intercambio de almas que tenía que tener con humanos. Su beso fue el
psuché: El aliento de vida.
Una maldita pena que tenga que matarla.

15 de noviembre de 1988

—Está bien, ahora esto se está poniendo espeluznante. ¿Me estás acosando?
¿Debería pensar en obtener una orden de restricción?
Urian se congeló cuando Phoebe lo agarró por detrás mientras estaba de pie en el
callejón cerca de su edificio. Su humor y sus nervios lo sorprendieron. Nadie era tan directo en
lo que a él respectaba. La mayoría se mojaba los pantalones si miraba en su dirección.
— ¿No me tienes miedo?
— ¿Debería tenerlo? Quiero decir... estaba bromeando sobre la orden de restricción,
pero ¿debería llamar a un abogado?
Se rió.
—Sabes que soy un daimon, ¿verdad?
Eso finalmente pareció tomarla por sorpresa. Incluso dio un paso atrás.
— ¿Lo eres?
Abrió la boca para mostrarle sus colmillos. Como un niño intrépido, ella extendió la
mano para tocarlos.
—Los míos no son tan grandes. ¿Crees que es porque mi padre es humano?
Vaya... no podía creer lo duro que estaba.
—Realmente no tienes miedo de mí, ¿o sí?
Se encogió de hombros.
—Me gusta la gente. Incluso los daimons.
Eso lo sorprendió más que nada.
—Conociste a muchos de nosotros, ¿verdad?
—Realmente no. La mayoría de los que he conocido han intentado matarme. Pero me
salvaste la vida, así que supongo que no eres uno de esos. Tú no eres uno de esos, ¿verdad?
Definitivamente era uno de esos, y sin embargo, algo sobre su inocencia se extendió y
se envolvió alrededor de un corazón que creía había muerto hacía mucho tiempo.
Peor aún, lo hacía extrañamente protector con ella.
De una manera extraña, ella le recordaba a Nephele y su sobrina que había heredado
después de la muerte de Theo. Una que había vigilado cuidadosamente y cuidado, hasta que
fue asesinada por los bastardos Hunters de Acheron.
—Definitivamente soy algo que da un golpe en la noche.
Ella se rió de su malo doble sentido.
—Sabes, líneas así te pondrán en una zona de amigos.
Le dio su sonrisa más encantadora.
— ¿Lo hará?
— ¡A lo grande!
¡No coquetees con ella! ¡Es una bebé!
Él tenía miles de años. En comparación con su edad antigua, ella solo había estado
viva durante cinco minutos. Una gran exageración, pero no realmente. Era una comparación
justa, considerando todo.
Y aun así ni su corazón ni su cuerpo escuchaban.
Estaban pidiendo lo imposible.
A ella.
¡Eres un idiota!
No había discusión de eso. Especialmente cuando ella se acercó a él. Aterrorizado por
lo que podría hacer, hizo lo único que nunca había hecho en su vida.
Se dio la vuelta y corrió.
Phoebe frunció el ceño al ver que el hombre salía corriendo. De nuevo. Era la cosa más
disparatada. Por un lado, parecía estar siempre interesado y luego, por el otro, era tan
asustadizo como un potro recién nacido.
¡Hombres! Nunca los entendería. Todos eran muy raros. Sus hermanas tenían razón.
Era algo con ese cromosoma Y roto.
Negando con la cabeza, suspiró y entró al condominio donde estaban temporalmente.
Por otra parte, eso era todo lo que hacían. Realmente no podía recordar haber tenido un
verdadero hogar.
Como ella y sus hermanas eran las últimas de la línea de Apolo, habían sido cazadas
desde su nacimiento. Por toda clase de daimons y demonios que pensaban que si las
mataban, terminaría con la maldición apolita.
¿Qué tan estúpido era eso?
Una parte de ella estaba tentada de contarle a su madre sobre el daimon. En el pasado,
lo habría hecho sin dudarlo. Pero Phoebe sabía exactamente lo que significaría.
Marcharse inmediatamente. Ni siquiera se tomarían el tiempo para empacar. Su madre
y su padre eran increíblemente paranoicos. Todo lo que hacían era apretar la soga alrededor
de su cuello.
Todos sus cuellos.
¿Y si él es uno de los que te está persiguiendo?
Pero entonces, ¿por qué las habría salvado?
No. No creía eso. Había algo en él que parecía amable y dulce. No sabía qué, pero
Phoebe veía algo diferente cada vez que lo miraba.
Él no era un monstruo.
Urian era...
No podía encontrar las palabras. Pero quería verlo de nuevo.
****

Urian suspiró al encontrarse con la mirada de su padre mientras Stryker se sentaba en


su trono con un descontento resentimiento.
—No son tan fáciles de conseguir como se podría pensar. Están bajo mucha seguridad.
Las fosas nasales de su padre se crisparon.
— ¡Toma más hombres! ¡Las quiero muertas!
—Prefiero mantener un perfil más bajo en este momento. Es solo cuestión de tiempo.
Su padre realmente le gruñó.
—No me falles, Urian. Hemos llegado demasiado lejos y estamos demasiado cerca.
Empujó hacia abajo el impulso de erizarse bajo la mirada arremolinada de plata de su
padre.
—No fallaré.
Además, sus enemigos estaban más cerca que nunca antes. Helios todavía estaba
tratando de derrotar a Apolo, a pesar de que él, sus hermanos y todos sus hijos eran
considerados muertos ahora, ya que eran daimons.
Urian no sabía por qué, aparte de quizás rencor. Pero estaba cada vez más cansado de
los combates y los juegos. Inclinándose a su padre, se fue y se dirigió a casa.
Davyn lo encontró afuera del gran salón, en la calle.
— ¿Estás bien?
No, pero no quería confiar en su amigo ahora mismo.
—Bien.
—No te ves bien.
Davyn lo sabría.
Urian le lanzó una mirada divertida.
— ¿Por qué me estás molestando?
—Me gusta molestarte. Además, conozco la mirada en tu rostro.
— ¿Cuál mirada?
—La que dice que tienes a alguien.
Urian se detuvo en seco mientras el horror lo golpeaba. Este era un secreto que no
podía permitirse que nadie lo supiera. Ni siquiera Davyn.
— ¿Perdón?
—Me escuchaste. ¿Quién es ella?
Urian negó con la cabeza.
—Te equivocas. No tengo a nadie.
Davyn lo tomó del brazo y lo mantuvo en su lugar.
—No lo hagas, Urian. Este soy yo con quien estás hablando. Como cuando Paris tenía
miedo de contarle a tu padre acerca de nosotros porque no sabía cómo reaccionaría. Como
cuando temías contarle a alguien sobre Xyn. Te conozco mejor que nadie. ¿Quién es ella?
Maldito infierno.
Davyn era un pequeño hurón y cada vez que tenía algo así, estaba obsesionado. O
bien Urian le decía, o no tendría paz.
Echando un vistazo, Urian respiró hondo.
—Eso, no puedo decírselo a nadie. Ni siquiera a ti.
— ¿Ella te hace feliz?
Se rió amargamente.
—No lo sé. Apenas he hablado con ella. Claro que supongo que la pregunta es si algo
en la vida alguna vez hace a alguien verdaderamente feliz.
—No, Uri, esa no es la pregunta. La pregunta es, ¿puedes vivir sin ella?
Urian miró hacia abajo a todas las lágrimas en su brazo y mano que marcaban a todas
las personas que había amado y perdido a lo largo de los siglos. Incluyendo a su gemelo. De
todas las pérdidas, la de Paris fue la que más dolió. Aún no soportaba pensar en eso.
Y sabía lo difícil que había sido esa muerte para Davyn. Hasta esta noche, Davyn
nunca había podido tener otro marido. Nunca había intentado encontrar a alguien más.
Porque nadie podría reemplazar a Paris.
Cada muerte había sido una herida en el intestino. Cada una era una laceración en su
corazón que Urian nunca pensó en sobrevivir.
Sin embargo, aquí estaba.
Entumecido y no.
Maldita seas, vida. Vete directo al maldito infierno.
— ¿Realmente quieres hacerme ese comentario?
Davyn colocó su mano sobre los tatuajes de Urian y le dio un fuerte apretón.
— ¿Qué tal esto entonces, Urian? Seguramente después de todo lo que has sacrificado
y hecho por tu gente, después de todo lo que has perdido en tu vida, ¿no crees que mereces
que los cielos envíen un ángel para finalmente salvarte?

29 de noviembre de 1988

A medianoche, Urian tocó en la ventana del dormitorio de Phoebe.


Vestida con una camiseta rosada y una gruesa bata de baño amarilla, echó hacia atrás
las cortinas para verlo allí. Sus ojos se agrandaron. Luego, de inmediato dejó escapar un
chillido y corrió hacia un espejo para controlar su cabello.
Mientras él esperaba fuera.
Desconcertado, la observó rápidamente cepillarse el cabello, quitar un retenedor, y
luego oler delicadamente sus axilas. Luego, al recordar que podía verla, se cubrió el rostro
con las manos y pareció mortificada.
Se rió de sus payasadas. Aunque por qué las encontraba tan divertidas, no tenía idea.
Por no mencionar, se sorprendió de que ella pudiera ver su reflejo mientras él y los de su
clase no podían. Debía ser porque ella era parte humana que no tenía esa parte de su
maldición apolita.
Lentamente, regresó a la ventana y la abrió.
—Dime que no viste lo que acabo de hacer.
Urian se rió de nuevo.
—No te preocupes. No te vi oler nada.
— ¡Oh, Dios mío! —Comenzó a repetir eso en un ciclo sin fin.
Frunció el ceño.
— ¿Te rompí? ¿Estás atascada así? ¿Debería sacarte de esa rutina?
Ella se detuvo y se volvió para mirarlo.
— ¿Qué?
—Al menos eso funcionó.
Ladeando la cabeza, ella lo miró fijamente.
— ¿Por qué sigues rondando en la escalera de incendios?
—No tengo otra opción. No me has invitado a entrar.
—Oh. —Entonces sus ojos se abrieron aún más cuando recordó que era un daimon.
Echó un vistazo a su habitación por un segundo como si debatiera si debía o no romper el
protocolo. Finalmente, se mordió el labio y susurró:
—Adelante.
Urian entró lentamente a su habitación. Había pasado mucho tiempo desde que había
estado en la casa de alguien más. Como daimon, no tenía la oportunidad de aventurarse al
azar en muchos lugares. Solo los que eran de dominio público o los hogares de amigos y
familiares.
Este era muy diferente de cualquiera en el que había estado antes. Decorada en
bronceados y rosas, era muy...
Femenino.
Hasta los carteles de bandas de chicos que cubrían las paredes.
—Fondo de pantalla interesante. ¿Duran Duran?
—“New Moon on Monday” es mi canción favorita de todos los tiempos. ¿Te gustan?
No realmente.
—Soy más del tipo Krokus “Screaming in the Night” o “Eat the Rich” o Sex Pistols
“Anarchy in the UK”.
Ella asintió.
—Ah, eso tiene sentido. Ser un daimon y todo.
Un fuerte golpe sonó en su puerta.
— ¿Pheebs?
Le indicó que se callara.
— ¿Sí, mamá?
— ¿Con quién estás hablando?
Corrió hacia su puerta y la abrió.
—Conmigo misma. Lo siento. Iré a la cama. No pretendía mantenerte despierta. Te
amo.
Besó la mejilla de su madre, luego cerró y bloqueó con llave la puerta.
Después de tomar un pequeño desvío para encender su radio, regresó a Urian y lo
alejó lo más que pudo de la puerta.
Su corazón palpitaba por estar tan cerca de ella mientras ella lucía tan poco. Y no pudo
evitar preguntarse si tenía algo debajo de la camiseta de dormir...
Ahí en la tenue luz se pararon. No tocándose con apenas una mano de distancia entre
ellos. Urian mantuvo sus manos a los costados y sin embargo podía sentir cada centímetro de
su cuerpo con el suyo. Su presencia era tan vibrante que era como una caricia total.
Sus ojos oscuros brillaban mientras lo miraba con asombro y emoción. Qué extraño que
él que había vivido tanto tiempo y había hecho tanto mal en nombre de su padre, de repente,
renacía en esos ojos.
Se sentía reestructurado como algo diferente de lo que era.
Un monstruo que mataba personas inocentes para vivir.
Sin embargo, Phoebe no veía a un daimon para ser temido o un demonio para ser
odiado.
Phoebe veía a un hombre.
Un héroe.
Dios, cómo quería ser eso. Ver lo bueno en los demás, a pesar de que los conocía por
el mal que eran. Ser algo más que la cáscara destrozada e insensible que había estado
caminando por la tierra tanto tiempo, sufriendo, dolorido y perdido. Querer sentir algo más que
abandono y olvido.
Querer ser parte de alguien
Para ser amado y reclamado.
Había pasado tanto tiempo desde que a alguien realmente le importaba.
Incapaz de resistirse a ella o a la parte de él que aún era humana, tomó su última
cuerda salvavidas y la atrajo hacia sí para el único psuché verdadero.
Phoebe cerró los ojos mientras saboreaba una pasión como nunca había imaginado.
Esto era sobre lo que había leído en los libros que Nia escondía de su madre. Lo que los
poetas se volvían locos tratando de capturar en papel. La pasión que Hollywood nunca
acertaba.
Saboreando el sabor y el olor de su hermoso daimon, extendió la mano y liberó su
cabello rubio blanco para que cayera suelto sobre sus hombros. Luego enterró sus manos en
él.
¡Santo cielo! ¡Él era maravilloso sin comparación! Cada parte de ella estaba ardiendo al
sentir ese cuerpo duro y afilado que se flexionaba alrededor del de ella.
Él enterró los labios en su garganta mientras la levantaba y la presionaba contra la
pared.
Phoebe levantó las piernas del suelo y las envolvió alrededor de su cintura mientras
escalofríos recorrían todo su cuerpo.
Estaba en llamas. Hasta que él hundió sus colmillos en su cuello. En el momento en
que lo hizo, su cuerpo explotó con placer de la talla de lo que era indescriptible. Se sacudió
por la fuerza de su primer orgasmo.
Urian gruñó mientras saboreaba su placer. Deseando más de esa dulzura, deslizó su
mano debajo de su camiseta y debajo de la banda elástica de sus bragas hasta la dulce
humedad para poder acariciarla y dejarla montar sus dedos mientras se alimentaba. Phoebe
gimió mientras él hacía magia con ella. Queriendo más, se movió para morderlo.
Urian se retiró inmediatamente.
— ¡No!
Jadeando y temblando, él se dirigió al otro lado de la habitación. Tan desorientada
como siempre, ella frunció el ceño.
— ¿Por qué te detuviste?
—Si me muerdes, te convertirás en un daimon. —Se secó el sudor de su frente—.
Puedes alimentarme, pero no puedo alimentarte.
—No es justo.
—Bienvenida a Kalosis —dijo amargamente—. Ahí es donde vivo. —Se dirigió a la
ventana.
— ¡Urian, espera!
—No, Phoebe. —Miró hacia la puerta—. Esto es un error. Todo lo que toco, lo destruyo.
Y no quiero destruirte.
Ya no. Ni siquiera si su padre lo mataba por ello.
Y él lo haría.

4 de marzo de 1989

Stryker se paseaba furiosamente por su oficina. Sus comandantes fueron reunidos allí
mientras los reprendía severamente a todos.
Incluyendo a Urian.
—Son mortales. Meros apólitas. ¿Cómo en el nombre de Hades pueden continuar
eludiendo a mis mejores equipos de ataque? Son Illuminati, ¿verdad?
Allegra y Trates miraron para otro lado.
Urian se encontró con su mirada sin pestañar. Sobre todo, porque él era la razón. Él
mató personalmente a dos de los daimons que su padre había enviado tras Phoebe. Pero no
estaba dispuesto a decirle eso.
Su padre lo destriparía en el acto.
Él encrespo sus labios hacia ellos.
— ¡Salgan de mi vista!
Urian se dirigió a las puertas, pero no antes de que Trates lo tomará del brazo.
— ¿Por qué están fallando?
Urian se encogió al dar a Trates una razón distinta de la verdad, que los había matado.
—Jefferson Peters tiene demasiados recursos. Está gastando todos para proteger a
sus hijas.
Trates sacudió su cabeza.
—No tiene sentido.
—La vida rara vez lo tiene.
Y eso era una subestimación. Especialmente aquí últimamente. Nada sobre su vida
tenía ningún sentido en absoluto. Vivía todo tipo de mentiras y tenía que esconderse de todos
a su alrededor.
Apollymi. Su padre.
Incluso de Davyn.
Cada vez que estaba lejos de Phoebe, comenzaba a dudar de su cordura por arrojar su
vida a este tipo de caos. ¿Y por qué?
Ni siquiera habían dormido juntos.
Entonces cuando estaba convencido de cortar el contacto y romper, la vería y toda la
lógica huiría. Una sonrisa, un ceño fruncido.
Estaba deshecho.
Y sus lágrimas absolutamente lo devastaban
Estoy tan jodido.
Suspirando, caminó hacia el portal y se dirigió a Zúrich. Phoebe había enviado una nota
a Vax con su nueva dirección hace poco. Sus padres la matarían si supieran lo que estaba
haciendo.
Que estaba enviando sus direcciones actualizadas al líder del grupo que los mataría a
todos.
Pero era un riesgo que ambos estaban dispuestos a tomar.
Urian enderezó su chaqueta en cuanto estuvo fuera del portal y en Zúrich. Revisó la
hora.
—Aquí, pequeña mancha de tinta.
Un tic comenzó en su mandíbula cuando escuchó ese pequeño y encantador insulto
que algunos idiotas Dark Hunters habían inventado para ellos, pensando que era lindo. Se
derivó de la marca oscura sobre su corazón para las almas.
Frunciendo sus labios, Urian cruzó sus brazos y se volvió hacia la alta bestia musculosa
y dejó escapar un suspiro de aburrimiento.
— ¿Qué? ¿Has quemado el último remanente de célula cerebral con eso?
El Dark Hunter agitó su muñeca para liberar su daga del resorte.
—Y aquí pensando que tendría una larga patrulla esta noche. ¿Dónde están tus
amigos?
—Me aburrí. Los comí. Decidí merodear por parásitos, y mira te encontré… el más
rastrero de los rastreros. Afortunado de mí.
El Dark Hunter se abalanzó sobre él.
Urian chistó.
— ¿Qué? ¿Estás oxidado o eres nuevo?
Chillando de rabia, contraatacó con un corte hacia arriba. Urian lo bloqueó con sus
manos y uso sus dedos para soltar la daga en su bota. Le dio una patada de tijera al Dark
Hunter y lo rajo en el pecho.
El siseó de dolor y se tambaleó hacia atrás.
—Es posible que desees llamar a tu Escudero y hacerle saber que no regresaras a
casa.
El Dark Hunter lo sobrepaso.
Urian sacó su alambre navaja de su brazal y lo atrapó por el cuello. Con un toque y un
tirón, separó la cabeza del Dark Hunter de su cuerpo.
Afortunadamente, tendían a descomponerse casi tan rápido como un daimon. Solo
dejaban una gran pila de polvo que rápidamente se disipaba.
—Lo siento.
Urian suspiró, se arrodilló para recoger el arma del Hunter y su identificación. Siempre
se aseguró de notificar al Consejo de Escuderos quienes supervisaban la atención del Dark
Hunter cuando mataban a uno para que sepan quién murió.
Era algo extraño para hacer, pero sentía que se lo debía a ellos. Mientras los Dark
Hunter no tenían familia per se, tenían Escuderos y otros Hunter quienes estaba atados a
ellos.
Lo peor en el mundo era no saber qué le había pasado a alguien amado. Que los dejen
esperando a que vuelvan a casa.
Su estómago se apretó mientras pensaba en Xyn. Incluso después de todos estos
siglos, todavía la extrañaba y se preguntaba qué había pasado. Si quizás, por algún milagro,
un día la pasara por la calle.
Era estúpido, pero no podía evitarlo. El no saber era su propia forma de infierno. Y esa
interminable, miserable esperanza.
Sí, no podía hacerle eso a nadie. Así que siempre se aseguró de hacerles saber que un
Hunter murió en combate. Como un soldado, lo consideraba un acto de respeto mutuo por un
compañero de armas. Si bien podían ser enemigos, ambos luchaban por lo que pensaban era
lo correcto.
Ambos protegiendo lo que amaban.
Urian miró la licencia del Hunter para ver su sonrisa sombría. Cuthbert Ruriksen. Síp,
lucía como un bastardo vikingo de aquellos tiempos.
Recordando cómo habían estado en tiempos más primitivos, deslizó la licencia y la
daga en su bolsillo y se desvió hacia la oscuridad.
Cuando finalmente encontró el nuevo departamento de Phoebe, era tarde. Había
esperado tener que intentar encontrar una manera de llamar su atención.
En cambio, ella estaba en la calle y casi choca con él en su apresurada carrera hacia
ninguna parte en particular.
— ¡Oye! ¿Qué está pasando?
Se lanzó contra él.
— ¡Me inicio contigo! ¡Ahora!
Urian la sostuvo contra su pecho y frunció el ceño.
—Umm, está bien. Por supuesto. Mi padre probablemente te comería viva, pero por
supuesto. Podría hacer eso por ti si el suicidio es realmente lo que buscas.
Golpeó su pecho con su puño. No suficientemente fuerte como para lastimarlo, pero
solo de frustración.
—No quiero quedarme aquí, Uri. ¡He terminado!
Muy preocupado, tomó su rostro entre sus manos.
— ¿Qué está pasando?
Con un suspiro entrecortado gesticuló hacia el edificio de departamentos del que había
estado huyendo.
—No sabes lo que es tener tantas reglas y dictados. ¡Todo el tiempo! ¡Vivo bajo un
microscopio! ¡No puedo cambiar de opinión sin permiso!
—Sí, no tengo idea de cómo es eso. En absoluto.
Su voz goteaba sarcasmo.
Lo fulminó con su mirada.
—No es lo mismo.
Él alzó una ceja engreída.
—No te veas tan hermoso conmigo. No estoy de ánimo. Enójate en mi nombre.
Él desnudó sus colmillos.
Se rió y lo abrazó.
Cerrando sus ojos mientras suspiraba de satisfacción, Urian la abrazó y apoyó su
barbilla contra su cabeza.
— ¿Es realmente eso tan malo?
—Si. Quieren que lleve armadura.
—Quiero que lleves armadura.
—No es divertido.
—Mortalmente serio.
Él podía sentir a Phoebe rodando sus ojos contra su pecho.
—Así que ¿hacia dónde te dirigías ahora?
Se echó hacia atrás para mirarlo.
—De verdad no me vas a dar un discurso, también, ¿verdad?
—Por supuesto que lo haré.
—No me hagas hacerte doblar de dolor. Estoy mucho más cerca de tus bolas en este
momento, amigo.
—Bueno, si eso es lo que se necesita para que las toques…
Ella lo miró boquiabierta.
—No solo fuiste por allí mientras discutíamos.
—Soy un hombre. Por supuesto que fui allí. Y no es mi culpa, de todos modos. Tú eres
la que trajo mis bolas primero.
Ella arrugó su nariz.
—Lo hice, ¿no es así?
—Sí. —Su voz bajo una octava. No fue su culpa. A diferencia de él, ella podía comer
comida real y tomar transfusiones para sus antojos de sangre.
Desde que empezaron a verse, había dejado de alimentarse de cualquiera que no sea
Phoebe. Y puesto que no podía verla todos los días, eso significaba que cuando llegaba a
verla, estaba hambriento.
Como ahora.
Phoebe mordió su labio.
—Tengo malas noticias, por cierto.
— ¿Qué?
—Tengo que compartir la habitación con mi hermana en el nuevo departamento. Es
diminuto.
Esas eran malas noticias.
—Pero… —sacudió su barbilla por la calle abajo en la dirección en que se dirigía—,
encontré un hotel cercano.
—Así que tenías un destino.
—Por supuesto. No soy completamente estúpida. Soy una Peters, ¿sabes? Armada
con una tarjeta de crédito y lista para cargarla como un demonio. —Guiño—. Me registre hoy
temprano. —Sacó la llave de su bolsillo y se la entregó—. Habitación 1452.
—Todo en orden. Todavía me preocupo por ti.
—Bueno, porque me preocupo por ti.
Cuando fue a cubrir con su brazo alrededor de sus hombros, ella se quedó sin aliento.
— ¿Eso es sangre?
Demasiado tarde, Urian se dio cuenta de que había dejado un poco de ADN de Dark
Hunter en su manga.
—Umm… quizás.
— ¿Tuya?
El comenzó a mentir, pero ella era la única persona a la que no quería mentir.
—No.
Sus ojos se encendieron que furia.
— ¿Quién era ella? ¿Eh?
Lo empujó hacia atrás.
Ahora había un lugar al que no había esperado que su mente fuera. Sorprendido, se
quedó boquiabierto ante su acusación que le recordó a uno de los desvaríos irracionales de
Xanthia.
—Ella era un él, y él trató de matarme en mi camino a ti. —Sacó la identificación de su
bolsillo para mostrársela. Ahora estaba doblemente agradecido de haberse tomado la molestia
de tomarla—. Un enorme bastardo Dark Hunter.
— ¿Era realmente de dos metros? ¿Ciento treinta kilos?
—Suena bien. Aunque eso era peso en musculo. Él tenía brazos como troncos.
— ¡Él podría haberte aplastado!
—Créeme, lo sé. Tuve un hermano de su tamaño. Ophie solía sentarse sobre mí
durante horas solo para hacerme enojar cuando éramos niños. Él y Archie se turnaban para
tirarme por el patio como una muñeca de trapo.
Levantándose, acercó sus labios a los de ella.
—Lo siento, bebé. No quería enojarme tanto. No puedo soportar la idea de ti con otra
mujer.
—Nunca te haría eso.
Con una sonrisa, mordisqueo sus labios.
—Llévame a la habitación.
Urian estuvo tentado a usar sus poderes, pero desde que nunca había estado en el
hotel antes, eso era una mala idea. Con su suerte, los habría lanzado dentro de una pared o
algo mucho peor.
Por lo que tenía que fingir que era “humano”. ¡Arg, el horror de eso!
Pero al menos ella había elegido un hotel elegante. Victoriano en estilo, era pintoresco
y exuberante.
Urian esperaba que Phoebe lo llevara a una habitación normal. En cambio, había
reservado la suite penthouse. Si bien era cierto que él había crecido en un palacio y un
templo, estos eran fríos y austeros.
Nunca había avisto nada parecido a los lujos en ese lugar. Ni luces tan brillantes.
Levantó su mano para proteger sus ojos mientras se humedecían en protesta por la gigante
araña de cristal.
— ¡Lo siento! —inmediatamente Phoebe empezó a bajar o apagar las luces—. Olvidé
cuán sensible son tus ojos.
Urian se frotó los ojos mientras caminaba alrededor.
— ¿Qué es eso?
Ella le frunció el ceño.
— ¿El sofá?
—Si. ¿Es una cama?
Phoebe estaba aturdida hasta que se dio cuenta de algo.
—Nunca has pasado la noche en mi mundo, ¿verdad?
— ¿Qué quieres decir?
—Lo que dije. Lo visitas para atrapar un alma y luego inmediatamente te vas, ¿no?
Nunca ves la televisión o de verdad te has tomado el tiempo para experimentar alguna parte
real de él.
Él sacudió su cabeza.
Su corazón se rompió por él. Toda la historia que había vivido, pero no experimentado.
Con el corazón roto, alcanzó el control remoto y encendió la televisión.
A eso, él le lanzó una mirada irritada.
—Sé sobre la televisión, Pheebs. No soy un idiota. Ellos tienen eso por todas partes.
Incluso en los bares.
—Oh. —Sí, ese sería el único lugar donde él pasaría mucho tiempo. Obvio. Debería
haber pensado en eso. Se sentía como una tonta ahora.
Hasta que pensó en una cosa que sabía ellos no tenían en un bar…
—Apuesto que nunca has tenido un baño de Jacuzzi.
— ¿Un qué?
—Si… ¡un que!
Encorvó su dedo, haciéndole un gesto para que la siguiera.
También vio la forma en que sus grandiosos azules se movían alrededor de las
molduras y arte, así como las decoraciones de la pared. Deslizó su dedo hacia abajo por el
papel tapiz dorado del baño de mármol, donde se quedó sin aliento.
—Sí, plomería interior.
Él le lanzó otra mirada divertida.
—Está bien, entonces probablemente has visitado un baño de hombres, también.
—Un par de veces, sí.
— ¡Pero no esto!
Encendió la bañera y comenzó a correr el agua del grifo adornado en forma de cisne.
Mientras corría, encendió la música a través de la intercomunicación y comenzó a sacarse la
ropa poco a poco.
Si ella viviera para tener mil años, nunca olvidaría la expresión en su rostro cuando él
se paró en la puerta, completamente catatónico. Riendo, se acercó a él y enganchó sus dedos
en los pasadores de sus vaqueros.
— ¿El Caronte tiene tu lengua?
Urian no tenía ninguna respuesta mientras lentamente le desabrochaba sus pantalones.
Y cuando hundió su mano para ahuecarlo, él pensó que moriría en el acto. No podía recordar
la última vez que una mujer lo había tocado tan íntimamente, ¿décadas? ¿Centurias? Sabía
que esto estaba todo tipo de mal. Pero una mirada en sus ojos inocentes y se perdió.
Riendo, se levantó para besarlo.
Él ahuecó su rostro y luego pasó sus manos por sus hombros y sobre su suave piel,
hasta su espalda y sus nalgas para presionarla más cerca de él para sentir las curvas de su
cuerpo. Inclinó la cabeza hacia atrás mientras ella le quitaba el abrigo, luego se quitó la
camiseta sobre su cabeza.
Phoebe vaciló mientras veía las cicatrices que estropeaban la perfección del pecho de
Urian. Nunca lo había visto desnudo antes. Porque siempre la visitaba en su habitación, ellos
no se habían atrevido.
Pero maldición. A pesar de que sabía que estaba fortalecido por la batalla, verlo era
una historia diferente. Había hematomas frescos y curados, así como arañazos, todo sobre él.
Su corazón se desgarró a la primera vista. Mordiendo su labio, los trazó con sus dedos, hasta
que llegó a la marca de daimon en el centro de su pecho, sobre su corazón.
— ¿Te duele?
—No.
Lucía como un hematoma grande. Uno que era más grande que su mano. No era de
extrañar que fuera tan fácil para un Dark Hunter matarlos.
— ¿Tiene que perforarlo en el centro o solo mellar en cualquier parte?
Inclinó su cabeza para mirar hacia su mano.
—Sabes, nunca he pensado sobre eso. Gracias, Phee, por darme algo más de que
preocuparme en una lucha.
Se rio.
— ¿Bien, tienes que pensar en ello, sabes?
—Hmmm.
Besando su marca, su lengua desplazándose por su pecho a su peculiar tatuaje de
fénix-dragón.
— ¿Para qué es esto?
—Mi unidad Spathi la que dirijo. Los Stygian Thánati.
—Oooh, eso suena impresionante.
—Me alegra que pienses así. —Miro más allá de ella a la tina—. ¿Se supone que hace
eso?
—Que ha… —se quedó sin aliento mientras se daba cuenta de que se estaba
derramando por el borde—. ¡Ah, mierda! ¡Me distrajiste!
Corrió para cerrar el agua y agarrar las toallas para limpiar el desbordamiento.
Urian tomó un momento para admirar la vista de su trasero desnudo mientras se
inclinaba para limpiaba el desastre. Maldición, esa mujer tenía uno de los mejores culos…
Tratando de no pensar en ello, fue a ayudar a absorber el agua. Pero eso era tan inútil
como tratar de resistirla. En el momento que estuvo cerca de ella y su mano accidentalmente
la rozó, estaba perdido y lo sabía.
Pero luego eso había sucedido desde el momento en que la había visto por primera
vez, cuando su padre lo había enviado para asesinarla a ella y a sus hermanas.
Justo como ahora, en un segundo estaban limpiando agua del piso, al siguiente Urian
estaba en la tina, desnudo y abrazándola mientras se alimentaba y la acunaba entre sus
brazos en el agua tibia. No sabía qué era Phoebe, pero dejaba magia sobre él.
Suspirando de satisfacción, Urian saboreó la sensación de sus dedos jugando contra su
cabello mojado mientras ella lo mantenía acurrucado entre sus muslos desnudos y pechos.
— ¿Urian?
Borracho de sangre, apenas pedía reconocer el sonido de su propio nombre en sus
labios.
— ¿Hmmm?
— ¿Me dejarías hacerte el amor esta noche?
Urian lamió su cuello mientras luchaba por control y sentido. Quería negárselo. Estaban
jugando un juego peligroso que le explotaría a ambos en sus caras. Lo sabía.
No era justo para ninguno de los dos.
Su padre lo mataría. Pero su mirada se desvió sobre su cuerpo reluciente, por su
cabello húmedo y dorado que se rizaba alrededor de su rostro pícaro. Sus hombros cremosos
y desnudos donde gotitas de agua estaban atrapadas y brillaban como joyas en su piel de
alabastro. Y esos pechos que pedían el toque de un amante…
Estaba condenado y lo sabía.
—Phoebe. —Suspiró—. Qué pasa si…
—Shh. —Lo besó para cortar sus palabras—. Ni una palabra más. —Lo repasó con un
hambre voraz en sus ojos—. Te lo prometo, no cambiaré de opinión.
Quizás no, pero Urian sabía que esta era una idea profundamente mala. En todos los
sentidos de la palabra. Si tuviera un gramo de decencia en él, se levantaría y se iría.
Pero entonces, no estaba seguro si alguna vez había sido noble o decente. Si tuvo
esos rasgos estos habían muerto hace mucho tiempo.
Y antes de que pudiera encontrar algo parecido a decencia dentro de él, ella se volvió
traicionera a su causa y se agachó para recorrer su mano sobre su pecho, a través de su
pezón tenso, arrastrando sus uñas muy suavemente sobre su carne. Mil escalofríos estallaron
a raíz de su caricia, quemándolo de adentro hacia afuera.
Movió su mano a sus labios, luego bajo su cabeza hacia donde podía meter su pezón
en su boca y succionarlo con mucha ternura.
Y por eso, se deshizo.
Urian gemía del placer que ella le dio. Especialmente cuando sumergió su mano debajo
del agua y lo acunó con dedos suaves que bailaban y jugaban con la parte más tierna de su
cuerpo.
Mareado y en fuego, estaba más allá de cualquier pensamiento racional. Todo lo que
podía pensar era en finalmente saciar el hambre profunda que lo había roído sin censar desde
el momento en que la había visto por primera vez en esa escalera de incendios y
remilgadamente lo dejó allí.
Ahuecando si rostro en sus manos, inclinó su cabeza hacia arriba para reclamar sus
labios con los suyos. Rozando sus colmillos con su lengua, Phoebe gimió en su boca mientras
ella continuaba acariciando su hinchada polla con su mano.
Ella temía desmayarse mientras su cabeza se balanceaba por el sabor de su peligroso
daimon, de la sensación de su sedosa rigidez entre sus dedos. Nunca había imaginado que
un hombre se sentiría así. Era tan extremadamente suave y duro al mismo tiempo. Como
terciopelo estirado sobre acero.
—Tenías planeado todo, ¿verdad? —preguntó con una nota ligera, con humor en su
voz.
Ella asintió.
— ¿Qué pasa si yo te hubiera rechazado?
—No te dejaría —susurró, luego envolvió sus brazos alrededor de su cuello y acercó su
cabeza para otro largo, profundo y satisfactorio beso.
Urian no la decepcionó cuando profundizo su pasión y la besó hasta que perdió el
aliento. Suspiró de satisfacción y recorrió con sus manos su espalda esbelta y dura.
Oh, pero el hombre se sentía bien y sabía aún mejor.
Abandonó sus labios y arrastró un beso abrasador por su cuello, donde chupó y
bromeó con su carne utilizando sus colmillos y lengua. Phoebe arqueó su espalda,
retorciéndose de placer cuando sus manos se deslizaron sobre su cuerpo. Bajó sus brazos,
sobre su cintura hasta donde ahuecó sus caderas en sus manos.
Se trasladó hacia sus pechos, ella lo detuvo. Miró hacia arriba con un ceño fruncido.
—Esta es mi fantasía —dijo Phoebe con una sonrisa. Luego lo forzó al extremo opuesto
de la tina de gran tamaño y montó a horcajadas su cintura.
Aturdido y excitado, Urian la miró con asombro cuando sintió sus vellos gentilmente
acariciando la carne de su vientre.
— ¿Y que incluye esta supuesta fantasía tuya? ¿Cera caliente? ¿Látigos? ¿Esposas?
Sonrojándose ante su sugerencia, bajó su cabeza hacia él y en lugar de darle el beso
que esperaba, bajó la boca a su garganta.
Urian se tensó al sentir sus colmillos raspando su piel.
—Sin mordidas, amor.
—Lo sé. Relájate. Prometo no romper la piel.
Forzando para confiar en ella, Urian gimió ante el calor de su boca mientras lentamente
exploraba su cuerpo con sus labios. Su lengua se precipitó sobre el rastrojo de su cuello,
burlándose y atormentándolo con olas tras olas de placer.
Se inclinó hasta que sus pechos se aplastaron contra su pecho. Luego se movió más
abajo. Lentamente, cuidadosamente, cubrió su pecho y brazos con sus abrasadores besos.
Phoebe saboreó los sonidos de placer de Urian. Probablemente debería preocuparse
por sus acciones, dado que era un daimon, pero había tomado una decisión. Su vida tenía
una bomba de tiempo. A diferencia de sus hermanas, no quería casarse y tener hijos para
darles esta miserable vida que había sido la suya.
Corriendo despavorida. Temiendo cada día y noche. Siempre mirando sobre sus
hombros mientras eran arrancadas de raíz y reubicadas porque alguien o algo intentaba
matarlos. A pesar de todo el dinero de su padre, su vida había sido de miseria y miedo, lo
había odiado cada puto minuto.
Hasta Urian.
Por primera vez en su vida, tenía felicidad. Alguien a quien amaba y la amaba. Con él,
sentía que pertenecía. Y cuando estaban separados, todo lo que hizo fue contar los latidos de
su corazón hasta que lo volvía a ver.
No vivía cuando él se iba. Lo soportaba.
Y lo había superado.
No, Urian era lo que quería e iba a hacer esto. Completamente y sin reservas. Antes de
que la noche terminara, quería conocer desde la parte superior de su cabeza hasta la parte
inferior de los pies de su daimon.
Con ese pensamiento en su mente, comenzó a drenar el agua para poder sumergir su
boca en la carne de su cadera. Urian contuvo su aliento con brusquedad entre los dientes
mientras temblaba debajo de ella. Phoebe se rió mientras continuaba su incansable
exploración.
Ella iba a reclamarlo esta noche. Y se hizo una promesa que cuando él se fuera de allí
después de esto, siempre seria suyo y de nadie más.
Y debe haber estado funcionando desde que un segundo después sus ojos se
destellaran rojos y los transportó desde la tina a la cama.
Phoebe levantó la vista con un jadeo sobresaltado.
— ¿Cómo haces eso?
Se encogió de hombros.
—Mucha práctica y una pequeña plegaria para no cagarla.
Riendo, volvió a mordisquear ese suculento hueso de la cadera y explorando el
paquete de seis de abdominales definidos que no creía que un hombre pudiera tener a menos
que un artista los hubiera retocado.
Urian enterró su mano en el cabello de Phoebe mientras luchaba contra el impulso de
tomar el control. Quería estar dentro de ella tanto que apenas podía soportarlo. Era un deseo
abrumador. Pero se negó a tomar esto de ella, especialmente porque esta era su primera vez
y quería que fuera tan especial como ella. Significaba mucho más para él que sus impulsos
primarios. Así que se contendría, incluso si eso lo mataba.
Y la forma en que se sentía, ahora mismo, muy bien lo haría. Porque esto era duro. Y
haciéndose más duro por minuto.
Junto con algo de su anatomía…
Curiosa y dulce, movió la mano nuevamente para ahuecarlo mientras exploraba su
cuerpo con la curiosidad que era parte experimento de ciencia y pasión. Nunca había tenido
una amante tan extrañamente atenta a su cuerpo. Casi como si estuviera memorizándolo.
Y luego para su completo asombro, movió su cabeza y se lo llevó a la boca.
Con un feroz y profundo gruñido, Urian se estremeció cuando su lengua jugó con él.
¡Oh queridos dioses! Jadeando y débil, miró con asombro su cabeza dorada enterrada entre
sus muslos.
Al diablo con esto, no podía soportarlo más.
Phoebe levantó la vista sorprendida cuando Urian cambió de posición su cuerpo. ¿Qué
estaba haciendo él?
Con una sonrisa diabólica, se estiró a su lado y colocó sus caderas a nivel de su
cabeza. Estaba completamente desconcertada por lo que estaba haciendo y lo que pretendía.
Sus ojos azules se volvieron ardientes y malvados.
—No te detengas, amor.
Antes de que pudiera responder, separó sus muslos y enterró sus labios contra ella.
Con un grito de placer supremo, cerró los ojos mientras deslizaba su lengua dentro de
ella. ¡Querido Dios en el cielo! Era incrédulo. ¡Nunca había experimentado algo como esto!
¡Olvida la mierda que su hermana leyó y empujó en su cara! ¡Nia era una idiota! ¡Casandra
una aún más grande! ¡No sabían nada sobre hombres! Y nunca las escucharía de nuevo.
Con su cabeza dando vueltas, abrió más las piernas. Él lo tomó como una invitación.
Queriendo devolverle el favor, bajó su cabeza y volvió a lo que había estado haciendo porque
si sentía la mitad de bueno que…
Sí, quería mantenerlo feliz y asegurarse de que nunca perteneciera a otra mujer que no
fuera ella.
La cabeza de Urian dio vueltas cuando sintió otra vez su boca y la lengua cerca,
alrededor de él. Acercando sus caderas mientras recorría con su lengua la sintió temblar en
sus brazos. Su angelito era increíble. Y pensar que en realidad había considerado matarla.
¡Eras un idiota!
Si, lo era. Pero para empezar nunca había tenido un montón de cerebros con él.
Durante tanto tiempo, había estado corriendo en vacío. Solo haciendo lo que su padre le dijo.
Una herramienta sin sentido que mataba a la orden.
Se había convertido en lo que Sheba había querido que fuera.
Un perro de ataque.
Urian Deathbringer. Thánatago.
Pero con Phoebe Peters, era algo más. Algo mejor.
Por primera vez desde la muerte de Xyn, se sentía vivo otra vez. Encontró una razón
para respirar. Para levantarse por la noche y se permitió sentir emociones reales.
No estaba seguro si debía ser agradecido o maldecirla por eso.
Phoebe no podía creer lo que estaba sucediendo. Dónde encontró el valor para hacer
estas cosas con un sangre fría daimon, no lo sabía. Le habían dicho toda su vida que huyera
de criaturas como Urian. Que la matarían a ella y a su familia.
Sin embargo, nunca se había sentido más segura.
Más querida o hermosa.
El calor de su boca la quemó mientras se burlaba y succionaba. Y aún más increíble
era la sensación de sus dedos hundiéndose dentro de ella. Dentro y fuera y alrededor. Su
cuerpo se estremeció y se sacudió cuando su cabeza se tambaleó por las sensaciones.
Ella cerró sus ojos. Era demasiado para ella. Y justo cuando estaba segura de que
moriría a causa de eso, su cuerpo explotó con más placer del que hubiera pensado que
alguien podría sentir alguna vez.
Echando su cabeza hacia atrás, gritó su liberación mientras el mundo entero daba
vueltas. Nunca, jamás había experimentado tal cosa.
Y aun así su lengua la atormentaba y lo hacía aun con más intensidad e increíble.
— ¡Oh Dios, Urian! —Jadeó.
Dejó escapar una risa malvada mientras besaba su muslo.
—No piensen ni por un minuto que terminé contigo, agapi mou.
— ¿Agah quién?
El rió.
—Uh-gah-pay moo. Mi amor.
Cerrando sus ojos, saboreó cada silaba.
—Me encanta mucho tu acento. ¡Hablas y me derrito!
Se levantó de entre sus piernas y colocó su cuerpo sobre ella. Phoebe se estiró y
enterró sus manos en su cabello mientras él usaba sus rodillas para abrir más sus piernas.
Ahuecando su rostro con su mano, Urian la beso tiernamente, luego suavemente se
hundió gentilmente en su interior.
Phoebe se congeló cuando el dolor dominó su placer.
— ¿Uri?
—Shh, agapi mou —susurró contra sus labios—. Dale un segundo.
Se inclinó un poco hacia atrás y extendió su mano entre sus cuerpos de modo que
podía acariciarla y ayudarla a concentrarse en otra cosa.
Phoebe mordió su labio cuando rápidamente olvidó el dolor mientras él jugaba
suavemente con su cuerpo, construyendo su placer nuevamente.
Instintivamente, se frotó contra él, empalándose aún más profundamente que antes.
Urian suspiró de placer mientras ella comenzó a moverse contra él.
—Eso es.
Suspiró él, cerrando sus ojos para saborear el amoroso y apretado calor de su cuerpo
alrededor de él.
Con su respiración entrecortada, la dejó tomar el control del momento mientras
exprimía su cuerpo con el de ella.
Abriendo sus ojos, vio la maravilla materializarse en su rostro. Sí, le gustaba estar a
cargo. Probablemente porque había tenido tan poco control sobre cualquier cosa en su vida.
Sus padres nunca le dejaron tomar ninguna decisión. Acerca de todo. Incluso sus comidas
fueron probadas antes de que confiaran en ella para comerlas.
Había vivido toda su vida en un vacío y bajo escrutinio.
Así que la dejo tener esto. Sonriendo, Urian se dio la vuelta sin salirse de ella.
En asombro por este nuevo punto de vista, Phoebe gimió cuando se encontró encima
de él. Movió sus caderas ante la extraña sensación de su cuerpo dentro de ella y entre sus
piernas.
Sus ojos oscuros y suaves, se estiró y acunó sus pechos en sus manos. Sonriendo aún
más, cubrió sus manos con las suyas, luego levantó su cuerpo, retirándose de su polla.
Y luego su mano regresó para atormentarla entes sus piernas mientras lo montaba
fuerte y rápido.
Y esta vez cuando ella se vino, él se unió a ella con un gruñido gutural profundo que la
dejó un poco asustada por un segundo. Pero después de un segundo, se dio cuenta de que
no iba a hacerle daño y se relajó nuevamente.
Saciada y exhausta, Phoebe se tendió sobre su pecho y simplemente disfrutó de la
sensación de sus brazos a su alrededor mientras su aliento agitaba su cabello.
Urian inclinó su cabeza hacia atrás, sacudido por lo que había ocurrido entre ellos. Su
pasión lo humilló. Pero lo que es peor, estaba lejos de estar saciado.
En todo caso, quería más de lo que nunca tuvo antes. Porque ahora que había probado
el Katateros que era Phoebe, sabía que ella no tendría realmente igual.
Y eso atemorizo el Kalosis fuera de él.
Phoebe levantó su cabeza para mirarlo.
— ¿Pasa algo malo? —preguntó, sus cejas juntándose en una profunda V.
Sacudiendo su cabeza, pasó sus manos por su espalda. No era realmente una mentira.
En verdad, las cosas nunca habían estado tan bien.
Y del mismo modo, nunca, alguna vez habían estado más equivocados. Porque en el
fondo de su mente, no podía dejar de pensar en el hecho de que, si su padre se enteraba de
esto, los mataría a ambos.

8 de agosto de 1990

Iban a matar a Phoebe. Urian estaba frenético por llegar a ella y avisarla. Había estado
tratando de llamarla, pero un idiota estaba al teléfono y no dejaba la línea libre. Había
intentado que la operadora se abriese camino, pero quienquiera que fuese se negó
groseramente.
—No es una emergencia. Dile al novio de mi hermana que puede esperar.
Cuando atrapase a Cassandra le iba a dar una paliza. Y como estaba atrapado hasta el
anochecer, no había nada que pudiese hacer. No se atrevía a ir a Apollymi, ni tampoco a usar
su espejo por miedo a que ella que se lo dijese a su padre.
Maldición. Había sido el día más largo de su vida. Para cuando el sol se puso y pudo
salir, se sentía como si le hubiesen despellejado vivo.
Se dirigió directamente a su apartamento. Normalmente nunca se acercaría a su
puerta. Llamaba desde una cabina telefónica con un tono de llamada prediseñado y ella salía
para reunirse con él.
Pero estaba demasiado asustado para esperar.
Mientras corría por su calle, un coche le pasó y alguien dentro le saludó.
Demasiado tarde, se dio cuenta de que era Phoebe.
Resollando y aterrorizado, paró en seco. ¡Phoebe! Proyectó sus pensamientos. ¡Para el
coche! Sal… El coche explotó en un estallido de luz y una lluvia de metralla por todo el
vecindario, haciéndole caer.
Temporalmente cegado y con los oídos pitando, Urian yació en la acera, aturdido.
¡No…No! Esto no acaba de ocurrir. No es posible.
Su corazón palpitaba tan rápido y furioso que no podía respirar. El dolor y la pena le
hacían retorcerse de dolor. Le dejaban paralizado y destrozado.
Hasta que escuchó un diminuto gimoteo.
¿Phoebe?
Se limpió las lágrimas y se teletransportó a los escombros, sin importarle una mierda
quién le viese. Su estómago dio un vuelco ante los cuerpos mutilados. Por favor que no sean
mi Phoebe…
—Uri…
Se giró para encontrarla a algunos metros de distancia. Su mundo se paró cuando se
dio cuenta que la explosión la había lanzado fuera del coche, contra un poste cercano. Corrió
a su lado y se arrodilló para atraerla a sus brazos. Estaba sangrando abundantemente.
Aunque la detonación no la había matado al momento, la estaba matando lentamente.
No había manera de que sobreviviese. Había demasiados daños. Cada instinto daimon que
tenía le estaba diciendo eso. Podía oír sus signos vitales enlenteciéndose. Era lo que le
permitía saber el momento preciso en el que podía absorber las almas para alimentarse de
ellas.
— ¿Phoebe?
Estaba tan débil que apenas podía enfocar su rostro.
— ¿Te casas conmigo?
Con una minúscula risa, ella asintió y suspiró.
Sabiendo que estaba demasiado débil para morderle por sí misma, Urian usó sus
propios colmillos para desgarrar su muñeca y la sujetó contra sus labios. La levantó para que
pudiese beber su sangre.
Al principio, pensó que la había perdido. Que había esperado demasiado o no había
llegado a tiempo.
Pero tras unos segundos, sintió su agarre hacerse más fuerte. Sintió sus labios
chupando y lamiendo con más fuerza. Su brazo empezó a brillar. Demasiado tarde, recordó
que tenía el poder para salvar su vida sin tener que recurrir a esto.
¡Maldición! ¿Por qué no había pensado en eso? Pero no había usado esos poderes
durante siglos. Tan acostumbrado a esconder lo que podría hacer por la manera en la que
otros reaccionaban, se había olvidado completamente de ellos. Lo siento tanto, Phoebe…
En ese momento, se odió a sí mismo. La había convertido en un monstruo sin ninguna
razón.
— ¿Urian?
Con el corazón roto, limpió la sangre de sus labios con el pulgar.
—Estoy justo aquí.
— ¿Dónde están mi madre y mi hermana?
Él protegió sus ojos de sus cuerpos.
—No lo lograron, cariño.
Lágrimas brotaron de sus ojos. Sirenas empezaron a sonar y, demasiado tarde, Urian
se dio cuenta del tamaño de la multitud a su alrededor. Todos mirando fijamente. Lo prudente
sería intentar un hechizo o...
A la mierda. Deja que la mente humana lo racionalicé como alienígenas espaciales o
cualquier psicosis que lo querían nombrar. Histeria colectiva. Alucinación. Tenían más
excusas que las estrellas en los cielos. No era su preocupación.
Phoebe lo era. Su única preocupación era asegurarse de que no fuera llevada a un
hospital donde no entenderían su ahora sangre daimon.
Así que con ese pensamiento, usó sus poderes para teletransportarla al único lugar que
sabía que ella estaría a salvo. El único lugar donde su padre no podría encontrarla o
lastimarla.
Elysia.
En el momento en que hicieron una aparición dentro de la instalación subterránea
segura, las alarmas se dispararon. Urian se encogió ante el chillido desgarrador que
amenazaba con romper sus tímpanos ya abusados. Phoebe se tapó las orejas y se encogió
contra sus hombros.
Braden, junto con dos docenas de guardias, llegó corriendo con armas traídas para
rodearlo.
Urian se tomó su pánico con calma.
—Bueno, levantaría las manos, pero no creo que Phoebe lo agradecería.
Braden puso los ojos en blanco.
—Cielos, Uri, ¿qué estás haciendo aquí?
—He venido a pedir un favor y necesito un médico.
La mirada fija de Braden fue a Phoebe.
—Conoces nuestras leyes.
—Y sé lo que me debes. Tú sabes lo que me debes. Necesito esto de ti. No me hagas
rogar. Peor aún, no me hagas enojar.
Braden solo dudó por tres latidos antes de que asintiera, luego hizo un gesto para que
los guardias apartaran sus armas.
—Sígueme.
Urian miró a Phoebe cuando ella comenzó a gemir de dolor.
—Quédate conmigo, agapi mou.
—Me duele mucho la cabeza.
Ella retorció el puño en su camisa.
—Lo sé. Es el alma. Solo respira a través de él.
Una vez que llegaron a la enfermería, Urian siguió a Braden a una habitación en la
parte trasera y la acostó en la cama de hospital. Dio un paso atrás mientras una doctora de
aspecto severo entraba.
—No tratamos daimon.
Braden resopló.
—Tratarás a esta.
— ¿Por qué él es tan especial?
—Construyó las instalaciones en las que estás parada.
Su mandíbula se aflojó.
— ¿Perdón?
Las manos en las caderas, Urian sonrió.
—Lo escuchaste. Y te patearé el culo si no lo haces.
Ella se quedó boquiabierta.
—Sí, me escuchaste. Compré acciones de igualdad de derechos. Eres una apolita.
Significa que eres más que capaz de contraatacar. Y la vida de mi prometida significa mucho
más para mí que la tuya. Sálvala o pierde la tuya.
Irritada por él, ella tomó un par de guantes de látex e hizo un gran alarde de ponérselos
antes de que fuera a atender a Phoebe.
— ¿Siempre es un gran cretino?
—No —dijo Phoebe, jadeando y débil—. A veces es peor.
Eso logró hacer reír a la doctora. Sacudiendo la cabeza, se olvidó de Urian cuando
comenzó a atender las heridas de Phoebe. Lo cual estaba más que bien con él.
Satisfecho de que la doctora no la lastimaría, las dejó solas y salió de la habitación para
hablar con Braden.
Alto y rubio, estaba casi a la misma altura que Urian. Como casi todos los apólitas.
Como eran descendientes directos de Apolo, el cabello rubio casi siempre era un básico.
Aunque a través de los siglos, algunos de ellos, como la familia de Phoebe, se habían casado
con humanos u otras criaturas. Así que no era inaudito conocer a un apolita con cabello rojizo
o incluso un moreno. Aun así, no se consideraba normal que una apolita sea cualquiera cosa
además de rubio. Y casi siempre eran altos y de ojos marrones.
Braden y sus parientes habían sido líderes cívicos aquí en Elysia desde que Urian y
Davyn habían ayudado a establecer el enorme bunker subterráneo en los primeros días de
América. Cuando la hija de Theo se había enamorado de un apolita quien quería un refugio
seguro para que su familia se escondiera. Porque eran seguidores del Culto de Pollux, Urian
sabía que no debía preguntar a su padre sobre llevarlos a Kalosis.
Desde la noche en que lamentaron la muerte de Tannis, el CoP había sido expulsado
de su dominio y si alguien se lo mencionaba a Stryker, no les quedaría un par de colmillos.
Y testículos.
Porque él y Davyn les habían ayudado a establecer su ciudad, y eran rápidos en venir
si tuvieran cualquier tipo de problemas con daimons que no cumplían sus leyes, a ellos se les
dio privilegios especiales.
Como poder llegar a pesar de que los daimons estaban prohibidos.
Urian arqueó una ceja hacia él.
— ¿No vas a preguntar lo que vas a preguntar?
— ¿Qué quieres decir?
—Sé que escuchaste lo que Phoebe es para mí. ¿No tienes curiosidad?
Braden asintió.
—Eso y por qué la trajiste aquí.
—Porque si la llevo a casa, mi padre la matará. —Urian dejó escapar un suspiro
cansado—. En todos estos siglos no he pedido nada o cualquier tipo de pago. Lo estoy
pidiendo ahora.
—Sabes que está prohibido.
—Así como yo socorriéndote. Sin embargo, aquí estoy.
Le dirigió a Braden una mirada aguda.
Al menos tenía el buen sentido de parecer avergonzado.
—Vamos, Braden. Sé que tienes la capacidad de doblar algunas de las reglas. Phoebe
es inofensiva. Nunca ha tomado un alma y nunca lo hará, te lo juro. Es mitad humana. Más un
bebé que los infantes de aquí. Ni siquiera ha probado sangre para vivir. No hasta esta noche,
cuando la obligué a beber la mía para salvar su vida.
Sus ojos se ampliaron.
— ¿Medio humana?
El asintió.
—Otra razón por la que no me atrevo a llevarla cerca de Kalosis.
Braden no dijo una palabra… se dirigió directamente a la habitación.
Urian fue tras él.
La doctora tenía a Phoebe cubierta por una sábana. Todavía estaba pálida, pero
algunas de sus heridas comenzaban a sanar. Sin embargo, la doctora mantenía una peculiar
expresión en su rostro.
—Millicent…
—Ella es parte humana —dijo de golpe, cortándolo. Se encontró con la mirada fija de
Urian con una incrédula boca abierta—. ¿Salvaste la vida de una medio humana apolita?
—La amo.
—Eso es lo que ella dijo. Y le dije que eras un bastardo. Entonces rápidamente me
informó que no te conocía en absoluto.
Él no sabía por qué, pero esas palabras enviaron una calidez que nunca antes había
conocido.
— ¿Va a estar bien?
—No lo debería estar. Pero no sé qué tiene tu sangre, chico, pero sí, creo que lo
logrará.
Braden cruzó sus brazos sobre su pecho.
— ¿Crees que es peligrosa?
Millicent no dudó en su respuesta.
—No. En absoluto. Me parece que es el tipo de persona quien recoge con una servilleta
una araña y la suelta por la puerta de atrás en lugar de matarla. —Sacudió su barbilla hacia
Urian—. Él es quien es letal.
Tenía razón en eso.
—Solo cuando se cruzan. O molestan.
Lo que probablemente era la mayor parte del tiempo, y fácilmente hecho, pero eso era
harina de otro costal.
Braden dejó escapar un suspiro cansado.
—Todo bien, entonces. Mientras solo se alimente de ti, Urian, puede quedarse. Pero no
puede salir de aquí.
—Me aseguraré de que sepa eso.
—Muy bien entonces. Nos aseguraremos de que tenga atención y se le dé un lugar
donde quedarse.
—Gracias, y Davyn y yo nos aseguraremos de que tengas protección adicional.
—Será mejor, porque los considero a ambos personalmente responsables de todo lo
que ella hace.

23 de agosto de 1990
Urian respiró hondo mientras esperaba en el pequeño templo apolita a Phoebe. Vestido
en una falda escocesa con su largo cabello suelto alrededor de sus hombros, se sentía muy
ridículo. Incluso tenía lo que era equivalente a un bolso peludo que colgaba sobre sus
genitales, y le ponía nervioso como el infierno que fuera a golpear accidentalmente demasiado
fuerte y lo pusiera fuera de servicio. Pero esto era lo que Phoebe quería que se pusiera para
su boda. Así que aquí estaba.
Pareciendo un idiota para hacerla feliz.
Gah, ¿qué parte de ti se casa con un daimon griego y no con un escocés highlander
que echas de menos, mujer?
Si alguna vez conocía a su hermana Cassandra, iba a golpearla hasta el santo infierno
por su enfermiza novela romántica fetiche que había puesto esta idea en la cabeza de
Phoebe.
Pero cuando las puertas se abrieron lentamente para mostrar a Phoebe al otro lado
vestida con un vestido reluciente de seda blanca que fluía y que abrazaba su ágil cuerpo a la
perfección, todas las quejas se dispersaron. Sobre todo porque toda la sangre se drenó de su
cerebro y se juntó en el centro de su cuerpo.
Um, sí. Por ella, se había prendido fuego.
Especialmente cuando su mirada se encontró con la suya sobre la única rosa blanca
envuelta en rojo y cintas blancas que llevaba, y ella le dio esa dulce y tímida sonrisa.
Su corazón latió con fuerza cuando se dirigió hacia él con Braden a su lado para ser su
patrocinador para la unión. Qué raro que después de todas las veces que estuvo casado,
estaba realmente nervioso.
Phoebe no podía creer lo que veía mientras miraba al hombre más sexy del mundo. Él
era completamente hermoso. Alto, letal.
Era de ella.
Lo único que podía mejorar el día sería tener a su familia con ella. Por un momento, sus
ojos se llenaron de lágrimas, pero se negó a estar triste. No esta noche.
No se arrepentiría de lo que había perdido. Durante semanas, había estado llorando.
Ahí no había nada que hacer al respecto. Todavía ardía y dolía y añoraba. Peor era saber que
su padre y Cassandra todavía estaban vivos, y que ambos la creían muerta. Pero la verdad de
que era un daimon sería aún más cruel.
Entonces estaba aprendiendo a vivir su nueva vida.
Con Urian.
Y esta noche, estarían unidos.
Con un suspiro entrecortado, ella tomó su mano. Braden quitó las cintas de su rosa y
las envolvió alrededor de sus manos entrelazadas para unirlas. Entonces se movió para
quedar de pie frente a ellos para actuar como oficial de la ceremonia.
Phoebe se lamió los labios secos mientras miraba a su hermoso daimon.
Sus ojos azules brillaban con calidez y amor cuando Braden comenzó su ceremonia.
—Es a través de la luz que nacemos y durante la noche que viajamos. La luz es el
amor de nuestros padres que nos saludan y nos reciben en este mundo y es con el amor de
nuestra pareja que lo dejamos.
»Urian y Phoebe han elegido estar juntos, para facilitar su viaje restante y consolarse
mutuamente en las próximas noches. Y cuando la noche final esté sobre nosotros,
prometemos estar juntos y ayudar a quien viaje primero.
»De alma en alma hemos respirado. De carne a carne hemos tocado. Y es solo que
debemos dejar esta existencia, hasta que llegue la noche en que los Destinos decreten que
nos reuniremos en Ouranlie.
Ouranlie era el punto más alto de Katateros, donde solo las almas más puras podían
alcanzar. Era considerado el punto más alto del cielo atlante. Reservado para santos, héroes y
almas gemelas.
Braden se trasladó a la fuente sagrada donde guardaban una elaborada copa de oro
alojado. Grabado con una imagen de los tres Destinos, estaba reservado para bodas y fiestas
especiales. Se la llevó a Phoebe primero.
Urian sostuvo la copa mientras Braden sacaba un cuchillo pequeño y cortaba una
pequeña incisión en su muñeca para que pudiera colocar algo de su sangre en la copa. Luego
hizo lo mismo con Urian.
Una vez que tuvieron la misma cantidad de sangre en la copa, Braden la giró tres veces
a la derecha y luego a la izquierda. Susurró una oración por lo bajo.
Braden le dio la copa a Phoebe para que bebiera primero, y luego se la dio a Urian, que
bebió del mismo lugar que ella. Le entregó la copa a Braden, y como era su costumbre, Urian
se inclinó para besar a su esposa y mezclar su sangre mientras aún estaba en sus labios.
Braden devolvió la copa al pedestal, luego regresó para quedar de pie frente a ellos.
—Ahora os presentamos, Phoebe Jane Peters. Ella es única en este mundo. Su
belleza, gracia y encantos son el legado de aquellos que han venido antes que ella. Será
dones para los que nazcan a través de ella.
»Este hombre que ha elegido unirse con ella, Urian Thánatago, por otra parte, nos
presenta un producto de honor e integridad. Un modelo de sus padres, pierde su casa para
unirse con su esposa y convertirse en Urian Peters. Son sus similitudes lo que los unieron y
son sus diferencias las que agregan variedad y chispas a su vida. Que los dioses bendigan y
protejan su unión y que sean bendecidos con la fertilidad y la felicidad. Y que los dos disfruten
cada minuto que les queda.
Con esas palabras dichas, Braden ató las cintas en un doble nudo. Con suerte, las
cintas durarían siete días. Al final de los cuales, serían cortadas y enterradas para la suerte.
—Felicidades.
Braden le dio una palmada a Urian en el brazo antes de dejarlos solos.
Fue solo entonces que Phoebe se dio cuenta de lo solos que estaban.
—Lo siento, Urian.
— ¿Por qué?
—Por no tener a ningún miembro de tu familia aquí.
Se encogió de hombros.
—Está bien. Te tengo a ti y eso es todo lo que me importa. Además, estoy agradecido
de que ninguno de mi familia esté aquí para verme vestido así. Mi padre se cagaría en los
pantalones.
Ella rió.
— ¡Eres terrible! Y no quiero oírlo. Sobre todo porque es como si no hubieras usado
una toga en el pasado.
Escupiendo, se aferró a su pecho.
— ¡Ah! Me hieres. Era un chitón, ¡mujer! ¿Hola? No es romano.
—Oh, lo que sea, ¡como si alguien supiera la diferencia o le importa!
— ¡Me importa!
Ella puso los ojos en blanco.
—Sólo a ti te importaría.
De repente, Urian tuvo una extraña sensación.
— ¿Algo mal?
Miró alrededor de la habitación mientras su piel se ponía de gallina.
— ¿Sientes eso?
— ¿Sentir qué?
—Como si nos estuvieran espiando.
Phoebe negó con la cabeza.
—Estás siendo paranoico. ¿Cómo podrían?
Tal vez, pero era tangible. Su carne literalmente se estremeció con eso. Inequívoco.
Algo malvado bailaba en su espina dorsal. Como Acheron en esteroides.
Inequívoco. Y malévolo como el infierno.

15 de junio de 1996

Urian apenas había sacado a dos de los suyos que habían estado persiguiendo a su
cuñada cuando dobló una esquina y se encontró con la última criatura que había esperado
ver.
El dios Helios.
Y a juzgar por su expresión, no estaba contento. De hecho, si las miradas por sí solas
podrían matar, Urian se dividiría.
— ¿Qué pasa, luz del sol?
Eso tuvo el efecto deseado. El Titán le lanzó un rayo.
Pero en lugar de lastimarlo, le golpeó el brazo y lo encendió y lo desvió. En el momento
en que lo hizo, los ojos del antiguo dios se ensancharon. Golpeó a Urian de nuevo.
Y de nuevo, no pasó nada.
Sus fosas nasales se ensancharon.
— ¿Perdiendo tu toque?
—No te atrevas a burlarte de mí. —Helios entrecerró su mirada—. Así que tú eres el
que ha estado matando a mis soldados.
Urian se encogió de hombros con una indiferencia que no sentía, porque sabía que
estaba bailando con el diablo.
—Devolviendo el favor.
— ¿Dice el niño jugando con fuego?
La sangre de Urian se enfrió.
— ¿Qué quieres decir?
Una lenta y maliciosa sonrisa cruzó su rostro.
—Cuando guardas muchos secretos, se desvanecen. Solo se tiene muy poco tiempo
para mantener la tapa en una olla hirviendo. Y sabes lo que has hecho.
Helios desapareció.
El pánico llenó a Urian mientras consideraba esas palabras y el hecho de que Helios
debía saber qué había estado haciendo para proteger a Phoebe.
El dios tenía razón. Cada noche que Urian se despertaba, se sentía como si estuviera
en equilibrio sobre una hoja de afeitar. Para mantener a su esposa feliz, le estaba mintiendo a
su padre, protegiendo a su última hermana con todo lo que tenía, incluso matando a su propia
gente para hacerlo.
Para proteger su propio trasero y su matrimonio, vivió aterrorizado por Phoebe al
descubrir que él había sido el que había dirigido al equipo de ataque que había sacado a su
hermana mayor y sus abuelos. Que él había sido personalmente responsable de la mitad de
los traumas de su infancia y los de su madre.
Él fue el monstruo que hizo que se despertara a la mitad del día, temblando.
¿Qué he hecho?
Su felicidad había sido construida sobre una mentira. Tarde o temprano, se
desenredaría. Él lo sabía. Tenía que saberlo.
Todas las cosas construidas sobre una mentira siempre se derrumban, tarde o
temprano. La verdad sobre Cassandra iba a salir. Todos lo sabrían y eso la destruiría. A la
gente no le gustaba que le mintieran, y siempre se volvían contra el mentiroso y los
arrastraban para golpearlos dos veces más por la traición. Era lo peor que alguien podía
hacer.
De repente, sintió una presencia detrás de él. Urian se volvió, listo para pelear.
Luego sonrió a la última persona que esperaba ver.
Ruyn Widowmaker.
Y él no estaba solo. Viajaba con un demonio con el que Urian solo se había cruzado
unas cuantas veces a lo largo de los siglos, pero era uno de los que sabía que era mejor para
enredarse.
Shadow. Su lealtad siempre fue cuestionable en el mejor de los casos. Uno nunca supo
realmente dónde estaban sus lealtades. Ni siquiera consigo mismo. Podría ser un bastardo
rencoroso. Y cuando vio a Urian, la expresión de su rostro decía que tenía tanta confianza
para Urian como la que Urian tenía para él.
Que preferirían prenderse fuego mutuamente que hacerse bromas.
— ¿Debería preguntar en qué problema se están metiendo?
Ruyn sonrió.
—Sobre todo caos. ¿Tú?
—Lo mismo. —Urian sacudió su barbilla hacia Shadow—. Veo que estás saliendo con
un nuevo nivel de perdedor.
Shadow hizo una mueca ante eso.
—Me sentiría insultado, pero por el hecho de que provenga de ti y tu clase de demonio,
eso es un cumplido.
— ¿Crees?
—Mi chico podría estar codeándose con alguien mucho peor. Podría estar con un
daimon.
Urian resopló.
—Touché.
Y mientras los estudiaba, se dio cuenta de que su tiempo aquí era un poco sospechoso.
— ¿Están buscando a Helios?
—No.
—Si —dijo Shadow al mismo tiempo. Miró a Ruyn—. ¿Por qué estás mintiendo?
— ¿Por qué estás siendo honesto?
—No recibí el memo de la mentira. —Shadow sonrió—. Tienes que mantenerme al
tanto de estas cosas. De lo contrario, espera honestidad absoluta.
— ¿De verdad? ¿Pensé que eras príncipe de las sombras?
Shadow hizo una mueca.
— ¿Qué se supone que significa eso?
— ¿Nebuloso? ¿Personaje cuestionable?
—Me tienes confundido con tu madre.
Urian dejó escapar un silbido bajo ante eso.
—Oye, no hay necesidad de invocar esa excavación. Esto está poniéndose turbio,
Shadow. Estoy marcando esa jugada. Y ya que estamos, necesito volver.
Cuando comenzó a irse, Ruyn lo detuvo.
Cuando volvió a mirar a su excuñado, Ruyn le puso una bomba verbal.
—Hay algo extraño sucediendo en el reino Nether. Algo ha pateado el proverbial nido
de los avispones y se están volviendo locos. Cuídate la espalda, hermano. Los dioses están
locos, y estamos en su camino. Lo que significa que van a venir por nosotros.

15 de febrero de 2004

Urian sacó su teléfono celular y enmascaró su número para que pareciera el del
Escudero de un Dark Hunter. Llamó a su despacho principal y se aseguró de disfrazar su
marcado acento griego.
—Uh, sí, estuve en el Infierno de Dante y acabo de ver a un par de daimons que cruzan
en busca de víctimas. Es posible que deseen despertar a un Hunter y enviarlo antes de que
maten a alguien.
—Gracias, Escudero. ¿Podría darnos su identificación?
Colgó, sabiendo que cumplirían. Siempre lo hacían. En el pasado, llamaba para
informes como ese desde teléfonos públicos para atraer a los Dark Hunters y matarlos.
Nunca, jamás en aquellos días, hubiera soñado que usaría esta táctica para proteger a la
heredera de Apolo.
Hades está sentado en carámbanos.
¿Peor? Uno de los amigos de Davyn, Jensen, estaba en el equipo de ataque. Intentó
que el imbécil se quedara en casa.
No lo escuchó.
Al menos, pudo lograr que Davyn se mantuviera al margen.
De pie en la azotea del edificio al lado del club, Urian observaba los callejones mientras
la gente iba y venía. Su teléfono sonó. Miró hacia abajo para ver el número de Phoebe.
Respondió de inmediato.
—Hola, zoi mou.
—No me llames “tu vida" en este momento, oigo eso y me da miedo que tengas malas
noticias.
—Dios, no, Phee. Tu hermana está bien No tengo los ojos en ella, pero los muchachos
no están aquí todavía, así que está a salvo.
— ¿Estás seguro?
—Por completo. Puedo sentir a Kat dentro. No hay duda de su poder y está en calma.
No hay piezas de fuego volando. Nadie está llamando a la policía.
—Está bien. Te amo.
—Eimai trellos gia sena.
—Sabes que eso es solo griego para mí, ¿verdad?
Se rió de su tono burlón.
—Estoy loco por ti.
—Ah... bueno apúrate. Salva a mi hermana y trae tu enorme y sexy culo a casa. Sabes,
me pone caliente cuando hablas griego para mí.
Y esas palabras lo pusieron duro al instante.
—Eso fue malvado.
—Lo sé. Ven aquí pronto.
—Sí, señora. —Colgó el teléfono y se puso serio al ver a sus amigos llegar.
¡Rayos! Si el Dark Hunter no llegaba iba a tener que ir a ese club, y revolver algo de
pieles de Were-Hunter para proteger a Cassandra él mismo.
Eso sería como superar a Caronte en el templo de Artemisa.
Mierda…
Urian acababa de reconciliarse con ese miserable destino cuando finalmente vio al
enorme depredador pavoneándose hacia la puerta. Sí, no se perdió la especie de paso
arrogante.
Dark Hunter.
Gracias a los dioses. Saludando al bastardo en silencio, Urian regresó a las sombras.
Se iba a echar un polvo y descansar de esta noche de mierda. Trataría con su padre
luego.
Así lo haría.
Ya que habría que pagar caro por ello. Aunque la sonrisa en el rostro de Phoebe
cuando le dijera que Cassandra estaba a salvo lo valía. Su esposa definitivamente le
devolvería el favor y le mostraría su gratitud.
Sin embargo, cuando abría el portal para llevarlo a Elysia, no pudo evitar pensar que
vivía en un tiempo prestado y que todo estaba a punto de derrumbarse. Podía sentirlo en sus
huesos. La muerte se acercaba. Y la bastarda ya lo tenía marcado.
16 de febrero de 2004

Urian entró al estudio de su padre con el orgullo y la gracia de un depredador letal. Sin
mirar ni a la izquierda ni a la derecha, fue directo a donde su padre estaba parado enfrente de
su escritorio para reportar sus hallazgos del Infierno, donde había ido antes para hablar con el
hermano del dueño Dante Pontis, Sal. Una pequeña pantera aduladora.
Tras el encuentro, todavía tenía la necesidad de ducharse y apenas había estado
quince minutos hablando con el hombre bestia.
Su padre entrecerró los ojos.
— ¿Algo?
Urian negó con la cabeza.
—Todavía no. El Were-Hunter dijo que había perdido su rastro, pero que lo encontrará
otra vez.
Su padre le dio una palmada en la espalda.
—Quiero al menos veinte preparados. No hay forma de que se escape de todos
nosotros.
Jodidamente increíble. Haz esto lo más difícil para mí como puedas.
Externamente, Urian no mostró ninguna emoción en absoluto.
—Convocaré a los Illuminati.
Su padre inclinó la cabeza.
—Bien. Y esta vez, iré contigo.
Eso era totalmente desconcertante. Su padre nunca iba en estas escapadas con ellos.
De hecho, Urian no podía recordar la última vez que su padre había salido de Kalosis.
Normalmente Trates traía la comida aquí para que su padre absorbiese las almas
humanas en la entrada principal.
Maldición, el mundo realmente se iba a acabar. Y él iba a tener un asiento en primera
fila.
Una parte de él quería advertir a su padre de que el mundo humano era
extremadamente diferente de lo que había sido la última vez que se había aventurado fuera,
pero la experiencia le había enseñado a nunca hacer algo así. Su padre tendía a ver los
“consejos” como condescendencia. Y nunca acababa bien para la persona que los daba.
Ni siquiera sus hijos.
Así que Urian se mordió la lengua y convocó a sus soldados para la redada del
apartamento de Cassandra. Pero en su mente estaba la pregunta de cómo sacarla de allí de
manera segura ahora que su padre iba con él. Nunca había sido fácil en el pasado.
Esto iba a ser condenadamente más difícil.
Aun así no había manera de que la dejase morir. Phoebe nunca le perdonaría por ello.
Mierda. Esto se iba a poner feo.
*****

Urian todavía estaba intentando elaborar un plan de escape para Cassandra, pero
maldición, cada uno de los suyos estaba encima de él. No podía tomarse un respiro que uno
de ellos no exhalase.
Era ridículo. Estaba a punto de fingir un ataque al corazón. Si sólo un daimon pudiese
tener uno.
Frustrado, no tenía otra opción más que observar cómo su padre llamaba a la puerta
del apartamento de Cassandra y fingía ser un repartidor.
Usando sus poderes, escuchó atentamente para ver si Kat estaba ahí con ella.
— ¿Kat?
Escuchó a Cassandra llamándola.
Nadie contestó.
— ¿Kat?
Lo intentó otra vez.
Su padre llamó a la puerta otra vez, más exigente esta vez.
Urian escuchó los sonidos de pisadas apresurándose, como si su cuñada estuviese
buscando algo por las habitaciones. Podía saborear su miedo mientras se dirigía al fondo del
apartamento.
Su padre se desvaneció, sin duda pretendiendo encontrarla allí.
Cassandra dejó de moverse.
—Kat, ¿eres tú?
—Sí, déjame entrar.
Urian se encogió mientras se daba cuenta de que esa no era la voz de Katra, sino su
padre fingiendo ser ella. ¡Mierda! Había escuchado a la kori hablando lo suficiente como para
reconocer la diferencia en la cadencia.
Va a matarla…
Cassandra rió nerviosamente mientras abría la puerta y Urian se destelló hacia la parte
posterior para ejecutar la interferencia, y con suerte salvar su vida.
Lamentablemente, juzgó mal la distancia y terminó aterrizando dentro de su
apartamento, a pocos centímetros detrás de ella. Bien hecho, idiota.
Por suerte para él, ella estaba demasiado hipnotizada por su padre para darse cuenta
de que tenía compañía dentro de su casa, y su padre estaba demasiado ocupado burlándose
de ella para importarle que la había jodido. Eso era bastante malo. ¿Lo peor? Otro daimon
apareció a su lado.
¿En serio? No podía tomarse un descanso esta noche con ellos. Solo él estaría
atrapado con un chupamedias.
— ¿Me extrañaste, princesa? —se burló su padre desde afuera de su puerta trasera
con una voz idéntica a la de Kat.
Cassandra se quedó allí, boquiabierta.
— ¿Qué eres, el maldito Terminator?
Su padre sonrió.
—No. Soy el Heraldo que simplemente está preparando el camino para el Destructor.
Extendió el brazo hacia ella.
Cassandra retrocedió y casi sobre Urian, quien también tuvo que dar un paso lejos de
ella para evitar ser un despertar maleducado de que tenía un invitado no invitado, cortesía de
un tecnicismo del que ella no se dio cuenta sobre los edificios de apartamentos. También tuvo
que apartar a su compañero del camino de ella.
Todavía sin darse cuenta de ellos, ella sacó una daga de su cintura y cortó el brazo de
su padre.
Los ojos volviéndose rojos, su padre siseó.
Luego ella se dio la vuelta y se dio cuenta de que ellos estaban en el apartamento con
ella. Increíble. Con un grito desgarrador, atrapó a su amigo en el pecho con su daga.
Él se evaporó en una nube dorada negruzca antes de que Urian pudiera empujarlo a la
seguridad. Apretando los dientes, se maldijo por no ser más rápido.
Girando, Cassandra pateó a su padre de regreso, pero él no salió completamente de la
puerta. En cambio, solo la bloqueó más. Lo cual le impedía escapar.
—Eres rápida. —Él sanó su brazo, causando que ella jadeara por sus poderes—. Te
daré eso.
Cassandra levantó su barbilla de manera desafiante, recordándole un gesto que
Phoebe usaba cada vez que Urian la enojaba.
—No sabes ni la mitad.
Le dio un rodillazo al siguiente de sus muchachos que la alcanzaron y luchó contra el
segundo al mando de Urian. Su padre se quedó atrás, observándola detenidamente para que
pudiera aprender sus técnicas y usarlas contra ella.
Urian sabía que si no la sacaba de aquí, o no protegía sus movimientos, su padre
estaba a punto de atacarla en cualquier momento y acabar con su existencia.
Era ahora o nunca.
Determinado, la apuró.
Para su conmoción, ella no escapó. Más bien, lo atrapó bajo el brazo y le dio la vuelta.
Urian golpeó el suelo con un gruñido fuerte que lo dejó con la cabeza dando vueltas. Justo
cuando ella fue para apuñalarlo, su padre salió de la nada y agarró su brazo antes de que
pudiera perforar su marca de daimon.
— ¡Nadie ataca a Urian!
Ella gritó cuando él le arrancó la daga de la mano. Entonces ella hizo el movimiento
fatal como tantos otros lo habían hecho antes de ella.
Cassandra se encontró con los ojos de su padre que se arremolinaban como plata de
mercurio. Esos ojos eran hipnóticos. Bailaban y mantenían a todos hechizados. Convertían
sus pensamientos en avena.
Urian literalmente observó mientras toda la lucha dentro de ella desaparecía. Una
sonrisa astuta, seductora curvó los labios de su padre.
— ¿Ves lo fácil que es cuando no peleas?
Él inclinó la cabeza de ella hacia un lado para darle acceso a su arteria carótida. Su
padre se encontró con la mirada fija de Urian y dejó que la risa retumbara profundamente en
su garganta un momento antes de que hundiera los dientes en su cuello.
— ¿Interrumpo?
Urian mostró sus colmillos cuando reconoció esa voz barítona profunda. Este era al que
cariñosamente llamaba el Dark Hunter Muppet porque su acento le recordaba al chef sueco.
El enorme bastardo apartó a su padre de Cassandra. Lo que era bueno… pero…
Urian corrió para verificar cómo estaba mientras el Dark Hunter se llevó a su cuñada en
brazos y corrió con ella.
— ¡Atrápenlos! —gritó a su equipo, sabiendo que nunca los atraparían. Así que les dio
la oportunidad de escapar, y a Urian una excusa para dejarlos.
O eso pensaba.
Tan pronto como tocó el hombro de su padre los ojos de su padre se volvieron rojos y
saltó a la vida. Peor aún, cambio a su forma de dragón y se lanzó al vuelo.
Maldiciendo, Urian se fue corriendo para atraparlos.
Manifestó una motocicleta solo para que pudiera perseguir el verde oscuro Expedition
de Wulf.
Cassandra y la tripulación solo acababan de cerrar las puertas cuando su padre golpeó
el techo con su gran forma de dragón negro.
—Déjala salir y podrás vivir —dijo el dragón con la voz de Stryker.
Wulf respondió poniendo su SUV en reversa y salir disparado. Giró el volante y envió a
la bestia volando.
El dragón rugió y sopló una ráfaga de fuego hacia ellos. El Dark Hunter siguió
avanzando, sin ralentizar. El dragón tomó vuelo y se lanzó a ellos, luego se arqueó hacia el
cielo, antes de que desapareciera en una trémula nube de oro.
— ¿Qué diablos fue eso? —preguntó Wulf.
—Él es Apostolos —murmuró Cassandra mientras luchaba por liberarse de su
aturdimiento—. El hijo del Destructor Atlante y un dios por derecho propio. Estamos tan
jodidos.
Wulf dejó escapar un sonido de disgusto.
—Sí, bueno, no dejo que nadie me joda hasta que me besen, y como no hay ni siquiera
una posibilidad de una bola de nieve en el infierno como de mí besando a ese bastardo, no
estamos jodidos.
Pero mientras su Expedition estaba siendo rodeado por ocho daimons en motocicletas,
lo reconsideró.
Por tres segundos al menos.
Wulf se echó a reír.
— ¿Sabes la belleza de conducir uno de estos?
—No.
Giró bruscamente su Expedition contra tres de las motos, golpeándolas contra la
carretera.
—Puedes aplastar a un daimon como un mosquito.
—Bueno, ya que ambos son insectos chupa sangre, digo ve por ellos.
Urian no estaba divertido cuando escuchó su conversación. Y definitivamente no
cuando Wulf casi lo golpea ligeramente. Frenando, hizo un gesto a los otro cuatro daimons
para que los dejaran ir.
No solo porque era la hermana de Phoebe, sino porque no quería ver a nadie más
morir esta noche.
Desvió su Hayabusa y volvió para revisar a los tres Illuminati que habían sido
destrozados para ver si necesitaban atención médica al llegar a casa.

9 de marzo de 2004

Stryker se paseaba por el suelo del salón de banquetes tenuemente iluminado,


queriendo sangre y no de uno de los suyos. Durante tres semanas ya, no habían sido capaces
de encontrar un solo rastro del Dark Hunter Wulf Tryggvason o la heredera apolita Cassandra
Peters, ¡que era la clave final para eliminar su maldición de una vez por todas y quitarse a
Helios de sus espaldas!
¿Cómo podían esconderse tan efectivamente? ¡No tenía ningún sentido!
Tenía a Urian trabajando en ello ahora, pero parecía inútil.
— ¿Qué tan difícil puede ser encontrar dónde vive un Dark Hunter?
—Son astutos, kyrios —dijo Zolan desde su derecha.
Zolan era su tercer al mando y uno de los soldados más confiables de Stryker, después
de Urian y Trates. Había sido promovido a través de las filas Spathi por su habilidad para
asesinar despiadadamente y nunca mostrar misericordia a nadie.
Como Stryker, optó por teñirse el cabello de negro y usaba el símbolo Spathi de un sol
amarillo con un dragón en el centro, el emblema de Apollymi, la Destructora.
—Si no lo fueran —continuó Zolan—, seríamos capaces de rastrearlos y matarlos a
través de nuestros criados mientras dormían.
Stryker se volvió hacia Zolan con una mirada asesina tan malévola que el daimon se
alejó encogido de él. Solo su hijo tenía el coraje suficiente para no retroceder ante su ira. La
valentía de Urian no conocía igual.
De la nada, Xedrix apareció delante de él en el pasillo. A diferencia de los daimon,
Xedrix no se inclinó ni reconoció la elevada estatura de Stryker en su mundo. La mayoría de
las veces, Xedrix lo trataba más como un sirviente que como un maestro, lo cual lo enfurecía
sin un final incierto.
Sin duda, el demonio pensaba que Apollymi siempre lo protegería, pero Stryker sabía la
verdad. Su madre lo amaba a él absolutamente y a nadie más.
—Su excelencia benevolente desea hablar contigo —dijo el demonio en tono bajo,
uniforme.
Excelencia benevolente. ¡Sí, cómo no! Cada vez que Stryker escuchaba ese título para
Apollymi, quería reír, pero era sensato. Su madre realmente no tenía sentido del humor.
Sin demora, logró entrar a fuerza de voluntad a su palacio y caminó por las puertas
dobles que conducían a sus jardines privados donde estaba esperándolo.
Como de costumbre, Apollymi se inclinó sobre su piscina donde el agua negra fluía
hacia atrás por un tubo brillante de este mundo hacia el reino humano. Había una niebla fina,
de arcoíris y vapores alrededor del agua. Era aquí donde la diosa podía husmear para que
supiera lo que estaba pasando en la tierra. Pasado. Presente. Futuro.
—Ella está embarazada —anunció la diosa sin darse la vuelta.
Stryker sabía que el ella al que la diosa se refería era Cassandra.
— ¿Cómo puede ser eso?
La diosa levantó las manos y dibujó un círculo en el aire. Agua del espejo se formó
como una bola de cristal. Aunque nada más que aire la sostenía, se arremolinó hasta que
contenía una imagen de la mujer que ambos querían muerta. Había nada en la bola para darle
alguna indicación de cómo encontrar a Cassandra.
Apollymi arrastró una uña a través de la imagen, haciendo que temblara y se
distorsionara.
—Artemisa está interfiriendo con nosotros.
—Todavía hay tiempo para matar a la madre y al niño.
Ella sonrió ante eso.
—Sí, lo hay. —Abrió las manos y el agua se arqueó de la bola, de vuelta a su piscina—.
Ahora es el momento de atacar. El Elekti está siendo contenido por Artemisa. Él no puede
detenerte. Ni siquiera sabrá que tú atacas.
Stryker se estremeció ante la mención del Elekti. Como el Abadonna, Stryker tenía
prohibido atacarlo.
Odiaba las restricciones.
—No sabemos dónde atacar —le dijo a su madre—. Hemos estado buscando...
—Toma uno de los ceredon. Mis mascotas pueden encontrarlos.
—Pensé que tenían prohibido abandonar este reino.
Una media sonrisa cruel curvó sus labios.
—Artemisa rompió las reglas, yo también. Ahora anda, m’gios, y hazme orgullosa.
Stryker asintió y se volvió bruscamente. Dio tres pasos antes de que la voz de la
Destructora lo hiciera detenerse.
—Recuerda, Strykerius, mata a la heredera antes de que vuelva el Elekti. No debes
involucrarlo. Jamás.
Se detuvo, pero no miró atrás.
— ¿Por qué siempre he tenido prohibido tocarlo?
—Lo nuestro no es cuestionar por qué. Lo nuestro no es más que vivir o morir.
Él apretó los dientes mientras ella le daba la cita humana.
Cuando ella volvió a hablar, la frialdad en su tono solo lo enojó más.
—La respuesta a eso es cuánto valoras tu vida, Strykerius. Te he mantenido cerca
todos estos siglos y no tengo ningún deseo de verte muerto.
—El Elekti no puede matarme. Soy un dios.
—Y dioses más grandes que tú han caído. Muchos de ellos en mi ira. Escucha mis
palabras, chico. Escúchalas bien.
Irritado por eso, Stryker continuó su camino, deteniéndose el tiempo suficiente para
desatar a Kyklonas, cuyo nombre significa "tornado". Una vez desatado, el ceredon, como
Urian y él, era una amenaza mortal.

10 de marzo de 2004
— ¡Sigue golpeándolos con todo!
Urian se encogió ante las órdenes de su padre. Estaban destrozando la mansión de
Wulf como ronda final de Call of Duty. Era una maravilla que alguien no hubiera llamado a la
Guardia Nacional sobre ellos.
¡Esto es ridículo!
Pero no se atrevió a decirle las razones a su padre cuando estaba de ese modo. Eso
sería lo mismo que tratar de razonar con el rey Leónides, y no tenía ningún deseo de ser
pateado en un hoyo con púas o alimentar a los leones.
Y se sorprendió igualmente cuando Kat apareció en la caseta de vigilancia con ellos.
Ella se estremeció cuando su mirada se dirigió a los dos hombres muertos en el suelo que su
padre había sacrificado a su llegada. Sin mencionar la docena de daimons que su padre había
preparado en el césped para otra ronda de ataques.
Solo cuatro daimons estaban dentro de la caseta de vigilancia. Él, su padre, Ícaro, y
Trates.
Trates levantó la vista de los monitores y se puso pálido ante la aparición de una
persona que ninguno de ellos podría hacer daño.
— ¿Cómo llegaste aquí? —exigió Kat.
Urian le dio una mirada divertida.
—Caminamos.
Stryker se volvió lentamente, metódicamente para enfrentarla con una sonrisa
sardónica. No había miedo en él, solo diversión irónica. A diferencia de Urian, no era tan
sarcástico.
—Los guardias salieron cuando nos comimos al repartidor de pizza y trató de
detenernos. Los arrastramos dentro después de que estuvieran muertos.
—Eres tan malo.
Urian resopló.
— ¿Muy sentencioso?
Ignorando su comentario, su padre se enorgullecía de los insultos de Kat.
—Gracias amor, me enorgullezco de eso.
Kat abrió el portal de nuevo a Kalosis.
—Es hora de que todos se vayan a casa.
Stryker miró la abertura, luego se echó a reír.
—No tengo miedo, cariño. Mamá me quiere más en este momento. Así que puedes
empujar ese portal hasta tu muy atractivo culo. Mis hijos y yo tenemos trabajo que hacer.
Únete a nosotros o vete.
Urian no se perdió la luz del miedo en los ojos de Kat que forjaron esas palabras. Él no
podía culparla. Su padre era aterrador.
—Tienes que irte. Esas son las reglas. El portal se abre y hay que caminar por él.
Stryker se adelantó, sus ojos siniestros y fríos.
—No, no lo haremos.
El portal se cerró.
Ella jadeó. La Destructora le había dado una llave también y lo había puesto en control.
Stryker le tomó el rostro con la mano.
—Es una pena que ella te proteja así. De lo contrario, te habría probado hace siglos.
Ella lo fulminó con la mirada.
—Quita tu mano de mí o la pierdes.
Para su sorpresa, él obedeció, pero no antes de besarla groseramente.
Kat gritó y lo abofeteó.
Él rió.
—Vete a casa, pequeña. Si te quedas aquí, podrías salir herida.
Con el cuerpo temblando, Kat regresó a casa.
Urian negó con la cabeza.
—No deberías tratarla así.
Las palabras salieron antes de que pudiera detenerse.
Su padre pasó una mirada incrédula hacia él.
— ¿Perdón?
—Nos enseñaste mejor y si alguna vez hubiéramos agarrado a una mujer o hablado
con alguien como lo acabas de hacer, nos habrías desgarrado el trasero.
—Lo sé. Hay algo en ella que me vuelve loco.
Sin querer discutir, Urian volvió a mirar los monitores.
Unos minutos más tarde, vio un destello brillante y escuchó la violenta maldición de su
padre.
—Cuidado —advirtió su padre a sus hombres mientras disparaban otra ronda contra la
casa—. No es que sea probable, pero dales la oportunidad de salir antes de que destruyas la
casa.
— ¿Por qué? —preguntó Trates—. Pensé que el objetivo era matar a la heredera.
Urian le dio al hombre una mirada irritada que decía: ¿Eres totalmente estúpido?
—Sí, pero si lastimamos a la Abadonna en el proceso, vamos a descubrir cómo se
siente ser desgarrado desde dentro. Literalmente. Como la mayoría de los seres, en realidad
me gusta el hecho de que mi piel esté fuera de mi cuerpo.
—Ella es inmortal —argumentó Trates—. ¿Qué es una bomba para ella?
—Inmortal como nosotros, estúpido. —Urian arrebató el lanzacohetes de la mano de
Trates y se lo entregó a Ícaro—. Vuela su cuerpo y ella morirá. Ninguno de ustedes quiere
saber qué nos haría la Destructora si eso sucediera.
Ícaro apuntó con más cuidado.
Stryker asintió su aprobación a su hijo, luego proyectó sus pensamientos al resto de su
equipo.
—Vigila las salidas. Sé que los Dark Hunters tendrán una salida trasera de este lugar.
Cuando corran, será mejor que los atrapes. Prepárense.

*****

Stryker estudió atentamente las cámaras de seguridad. Conocía a la heredera y sus


guardias no se quedarían dentro mucho más tiempo. Sus hombres ya habían volado todo el
garaje y ahora estaban disparando lentamente en la casa, sección por sección. Hubo muchos
daños en el exterior, pero realmente no podía decir cuánto estaba siendo hecho internamente.
No es que importara. Si esto no funcionaba, lo quemarían. Ya tenía los lanzallamas en
espera.
Cualquiera que se apreciara tendría túneles de salida. Y Wulf ciertamente se apreciaba.
Urian había encontrado varias salidas hasta el momento.
Su hijo solo tenía que asegurarse de que los habían encontrado a todos antes de que
su presa dejara su local.
¿Urian?, proyectó sus pensamientos a su hijo. ¿Estás en posición?
Sí. Tenemos todas las salidas cubiertas.
¿Dónde estás?
En el césped trasero. ¿Por qué? ¿Algo va mal?
No, solo quiero asegurarme de que podemos llegar a ellos.
Son nuestros, solren. Relájate.
Lo haré después de que ella esté muerta.

*****

Urian maldijo por la locura en su cráneo que le estaba causando una migraña. Era lo
suficientemente malo tener las almas humanas en su cabeza gritándole todo el tiempo. Ahora
su padre era un loco furioso mientras proyectándose gritaba órdenes a todos mientras
buscaba microgestionar a cada nanobit de esta noche.
Sin mencionar que Trates estaba tan aterrorizado de cometer un error que su actual
nivel de adrenalina se estaba ejecutando como un Chihuahua asustado con esteroides con
dobles tazas de expreso cada diez segundos y medio.
Gestionando a todos los otros daimons en la propiedad que se estaban cagando en los
pantalones y…
No era de extrañar que siguiera teniendo hemorragias nasales.
— ¿Estás bien, bebé?
Se derritió cuando Phoebe colocó su suave mano en su frente.
—No. Soy un tonto hijo de perra por dejarte convencerme de esto.
Ella se puso de puntillas para besar sus labios.
—Es la única manera. Mi hermana nunca habría confiado en ti sin mí. Y no quiero
arriesgarme a que un Dark Hunter te mate.
Era gracioso, no quería arriesgarla, en absoluto.
—Él pone una mano sobre ti y por lo tanto me ayuda…
—Shh… —Ella colocó sus dedos sobre sus labios para silenciar sus protestas—.
Tenemos que darnos prisa, ¿verdad?
Odiaba cuando ella usaba sus palabras contra él. Phoebe era el arma más potente que
el universo había ideado para acabar con él. ¿Y honestamente? Esperaba retrasar el tiempo
lo suficiente para que pudieran joder y capturar a su hermana, matar a la perra, y no tendría
que arriesgar a su esposa. Eso le iría bien.
Mejor Cassandra muerta que Phoebe, y si la maldición terminaba en el proceso…
Incluso malditamente mejor.
—Urian —dijo Phoebe con calma—, no estamos avanzando.
Gruñó bajo en su garganta.
—Está bien. —Odiándose a sí mismo por el hecho de que esto tenía escrito desastre
por todas partes y en realidad estaba participando en algo que sabía que era estúpido,
arriesgado, y contra todo instinto de supervivencia que poseía, la llevó al único lugar del que
no le había hablado a su padre.
El cobertizo de botes.
De todas las salidas de la casa que había encontrado, Urian pensó que esta era la
mejor ruta de escape probable. Para cuatro personas, tendría la mayor cobertura y sería el
medio más silencioso para superar a un enemigo sin ser vistos. Especialmente uno que
mantenía la alfombra bombardeándolos.
Además, ¿quién esperaría un barco? ¿Y cuáles eran las probabilidades de que tu
enemigo tendría un bote para perseguirte?
Sí, una escapada en barco tenía más sentido. Además el bastardo era un vikingo. Su
primer pensamiento sería despegar por el agua. No era el pensamiento de una persona
normal bien ajustada y moderna, pero para un invasor vikingo…
Bote.
Así que aquí estaban.
Urian presionó a Phoebe de nuevo en las sombras.
—Espera aquí y no te muevas. Déjame asegurar el perímetro.
—Aye, señor. —Ella le dio un saludo burlón.
Poniendo los ojos en blanco, se dirigió a la puerta trasera.
Phoebe apretó los labios mientras admiraba el culo más dulce y mortal caminando de
cualquier hombre que hubiera habido en la historia de la humanidad. Realmente, nadie podía
superar el de Urian. Incluso Davyn estaba de acuerdo y él había estado casado con el gemelo
del hombre.
Eso decía mucho.
Aunque había momentos en que se preguntaba si debería estar celosa de eso. Davyn
estaba tan preocupado por los cuartos traseros de su marido. O incluso preocupado, dado el
modo en que Davyn bromeaba.
Afortunadamente, sabía que su marido era leal a un fallo. De lo contrario, estaría un
poco nerviosa dado el tiempo que se veían obligados a estar separados. Tomaba mucha
confianza dejar que un hombre tan sexy viviera lejos de ella durante la mayoría de su
matrimonio. Del mismo modo, a Urian le tomó mucha confianza dejarla sola también. Porque
la soledad era difícil de soportar.
Sin querer pensar en eso, Phoebe miró alrededor del edificio en el que estaba. Era más
grande y más elegante que la mayoría de las casas, y dada la riqueza extrema que había
conocido al crecer, costaba mucho impresionarla.
Este lugar lo hacía con creces. A su alrededor había una impresionante colección de
alta tecnología y botes de alta tecnología por los que hasta su padre habría babeado. Podías
decir que el Dark Hunter que era el dueño de este lugar que había sido un vikingo en su vida
mortal obviamente todavía se sentía atraído por el mar y todas las cosas náuticas.
Antes, había ido a explorar el segundo piso, que tenía cuatro dormitorios, una cocina y
salas de estar, comedor y juegos. Lo cual era raro que lo hubiera configurado de esa manera
dado lo enorme que era su casa principal… o había sido antes de que Stryker hubiera
bombardeado la mitad en el olvido tratando de matar a su hermana.
Urian no había estado bromeando acerca de su padre. Ese hombre estaba loco. De
verdad no se detendría por nada para matarlos. El coche bomba que había usado sobre ella y
su hermana y madre deberían haberle dicho eso, pero apenas recordaba esa noche. Era
como si su mente no hubiera podido manejarlo y lo había bloqueado. Todo lo que realmente
recordaba era a Urian saludando mientras pasaban, y luego despertando en Elysia, con él
diciéndole que todo estaría bien.
Ella no sabía lo que haría sin él. Cómo podría hacer frente.
Pero maldita sea, su padre era un nivel especial del infierno que no tenía sentido.
¿Cómo pudo haber venido Urian de ese idiota?
Y hablando de eso…
Urian apareció con no uno sino dos cuerpos.
Phoebe se quedó sin aliento ante la vista y la irritada mirada en su rostro. Ella sabía
que no podían ser daimons porque eran cuerpos reales.
— ¿Qué pasó?
—Dos de nuestros hombres se pusieron en el camino.
—Esos no son daimons.
—Peor… apólitas. Pero no podía arriesgarme a que le hablaran a mi padre sobre el
embarcadero. —Los colocó en el suelo, cerca de la parte trasera del edificio. Con una mirada
de disgusto se limpió la nariz—. Quédate aquí. Déjame asegurarme de que no hay más.
Vuelvo enseguida.
Phoebe se cubrió el rostro, ya que se sentía terrible por haber causado esto. Aunque
Urian no dijo nada, ella sabía el infierno por el que estaba pasando. Todos estos siglos, había
luchado y arriesgado su vida por los seguidores de Apollymi. Ellos eran su familia.
Y ella lo había enfrentado contra ellos.
Lo enfrentó contra el padre que adoraba. Por ella.
Apesto como ser humano.
Ella odiaba haber llegado a esto. Que lo estuviera obligando a transigir todo lo que él
apreciaba para estar con ella y arriesgar su vida. Era tan injusto.
Sin embargo, nunca dijo ni una palabra.
Miró los cuerpos y se encogió. ¿Cómo podría no odiarla? Ese era su peor miedo. Que
un día se despertara y se diera cuenta de que no valía la pena.
En ese momento, Phoebe estaba verdaderamente humillada por lo que hacía. Era raro
encontrar a alguien en la vida que te fuera leal. Hermano. Hermana. Padre. Amigo. Incluso un
cónyuge o hijo. La traición era una parte natural de la vida.
¿Encontrar a alguien que realmente mataría para protegerte? ¿Quién arriesgaría y
sacrificaría su vida todos los días para mantenerte a salvo, sin dudas, y sin pedir nada a
cambio, y que nunca, nunca te lo echara en cara? Ni siquiera en aquellos días en que ella era
maliciosa sin razón…
Ella no era digna de un amor tan puro, y en su corazón lo sabía. Tanto como lo amaba,
no sabía si podía hacer lo que él hacía con el coraje que mostraba.
Maldita sea.
De repente, escuchó susurros y el sonido de pies arrastrándose en la oscuridad.
Aterrorizada porque fuera su suegro psicópata, se lanzó a un pequeño armario para
esconderse. Demostrándose así lo cobarde que era y por qué, si algo le sucedía a Urian,
estaría perdida.
¿Peor? Estaría muerta.
Lentamente, escuchó algo raspando y moviéndose como una especie de rata de
alcantarilla gigante que trajo imágenes de Willard en su cabeza. Para esa materia, todas las
películas de terror con roedores gigantes que había visto. ¡Así que Dios le ayudara, si
cualquier cosa peluda con bigotes salía corriendo, iba a gritar como una actriz de clase B de
cine y causar una avalancha! Ella rompería la barrera del sonido. ¡Lo haría!
Mejor que no haya ratas en este lugar…
Entonces, de repente, no hubo más movimiento ni sonido.
Todavía en pánico, Phoebe contuvo el aliento. ¿Era un truco? ¿Los pequeños
bastardos se habían congelado hasta la muerte? Hacía frío aquí afuera.
¿O tal vez era una trampa para atraerla? Stryker podría ser traicionero de esa manera.
Había escuchado todo tipo de historias de Urian sobre cosas que su padre había hecho a
personas a lo largo de los siglos. Ella no pondría nada más allá de él.
Todavía no había movimiento en la habitación. No había sonido de alguien o algo
caminando alrededor. Se mordió las uñas con nerviosismo mientras exploraba las sombras
con sus agudos ojos daimon, tratando de detectar algo en absoluto.
Sin embargo, lo único que podía oír era el crujido del hielo y el aullido del viento fuera
del edificio. Y, por supuesto, la estúpida voz humana en su cabeza quejándose de estar
atrapada allí. ¡Eso la hizo querer gritar! Pero ella estaba un poco acostumbrado a eso.
Justo cuando estaba a punto de dejar su armario para encontrar a Urian, escuchó a
alguien moviéndose justo delante de ella otra vez.
¡Oh, Dios mío, estaban subiendo por el suelo a solo unos metros de donde ella estaba
escondida!
¡Si ese era Stryker o uno de sus Illuminati, estaba muerta!
Aterrorizada, trató de pensar qué hacer, pero a diferencia de Urian, no sabía cómo
teletransportarse. ¡Mierda, mierda, mierda! Tratando de controlar su respiración, se presionó
tan lejos en las sombras como pudo y rezó para que no la vieran.
Para su horror absoluto, el agujero se abrió y, efectivamente, algo peludo y con bigotes
salió. Solo ese bastardo medía más de dos metros. Muy musculoso. Y era el enemigo mortal
de su pueblo. ¡Cristo todopoderoso! ¡Él se veía como Sasquatch!
Phoebe sintió que sus ojos salían de su cabeza al verlo pesadamente. Asustada y
furiosa, miró a su alrededor en busca de un arpón para lanzárselo a la ballena. Solo cuando
estaba a punto de atrapar una bengala, se dio cuenta de que estaba levantando a su hermana
para pararse a su lado.
La alegría reemplazó su miedo cuando las lágrimas la cegaron y se congelaron en sus
pestañas. No había visto a Cassie en años. Estaba tan obsesionada con ella que apenas
registró a las otras dos personas que subían detrás de su hermana. Estaba tentada a correr,
pero el gigante con Cassie la aterrorizó.
—Está bien —susurró Sasquatch—. Se ve bien hasta ahora. Te quiero —le dijo a
Cassandra—… y Chris se quedará atrás. Si algo sucede, vuelvan a los túneles y presionen el
botón rojo para bloquear la puerta detrás.
— ¿Qué hay de ti y Kat? —indicó Cassandra a Sasquatch y a la rubia mujer alta que
había salido con ellos.
—Nos ocuparemos de nosotros mismos. Tú y Chris son las cosas importantes.
Phoebe frunció el ceño. Así que este era Dark Hunter Muppet. Ahora que escuchaba su
acento, el apodo de Urian para él tenía mucho sentido.
Señaló los botes que estaban atrapados en cadenas, suspendidos sobre el hielo.
—Tomará un par de minutos bajar el bote de aire desde su arnés hasta el hielo. —Miró
a su alrededor—. Esperemos que los daimons no lo escuchen.
Cassandra asintió y lo besó ligeramente.
—Ten cuidado.
Phoebe se quedó boquiabierta ante la falta de gusto de su hermana. Claro, Muppet era
lindo y todo, pero ¿en serio?
¡Era un Dark Hunter! ¿Qué tan asqueroso era eso? ¿Qué clase de apolita incluso
podría pensar en meterse en la cama con uno de esos animales que habían estado cazando y
acechando a su raza durante miles y miles de años? ¡Uno que les ha estado matando sin
piedad durante generaciones!
¡Gah! ¡Su hermana era una idiota! ¡Si su madre aún estuviera viva, sería la primera en
golpearla!
Wulf abrazó a su hermana con suavidad, luego abrió la puerta. Dio un paso, entonces
actuó raro.
Ah, mierda, debió haber encontrado los cuerpos que Urian había arrojado allí. Lo cual
significaba que iba a entrar en pánico y hacer algo estúpido. Porque eso era lo que hacían los
Dark Hunters. Algo estúpido que hacía que su especie fuera asesinada.
Tengo que hacer algo. Y rápido antes de que él los expusiera y causara que Urian fuera
lastimado.
Ella estaba corriendo a través de sus opciones cuando él sacó su espada retráctil de su
bota. Ahora o nunca, Pheebs…
Respiró hondo para salir de las sombras y se movió hacia él. Se preparó para atacar.
—Está bien —dijo Phoebe rápidamente, rezando para que no la apuñalara—. Soy una
amiga.
La expresión de su rostro decía que no lo estaba comprando en absoluto.
Pero afortunadamente, Cassie la reconoció. Jadeando, la miró fijamente con
incredulidad.
El tiempo se detuvo cuando Phoebe observó el largo cabello rubio rojizo de su hermana
y aquellos rasgos que estaban demasiado cerca de las de su madre. ¡Había extrañado tanto a
su familia!
— ¿Phoebe? —Suspiró Cassie—. ¿Realmente eres tú?
Las lágrimas empañaron su visión mientras se ahogaba con sus lágrimas.
—Soy yo, Cassie. Estoy aquí para ayudarte.
Su hermana dio un paso atrás y chocó con el chico de cabello oscuro mucho más
pequeño quien estaba detrás de ella. Estaba mirando a Phoebe con todo tipo de malicia. Y
entonces fue la mujer alta y rubia que parecía estar en una isla en algún lugar rodando el tema
del bikini de Sports Illustrated en lugar de encerrada en un embarcadero siendo perseguida
por los daimons.
Pero fue la duda en los ojos de Cassandra la que picó.
—Se supone que debes estar muerta.
—Estoy muerta —susurró Phoebe.
—Eres un daimon.
No faltaba la acusación y el juicio en el tono del Dark Hunter.
Phoebe asintió.
—Oh, Phoebe… —La voz de Cassandra estaba llena de decepción—. ¿Cómo pudiste?
¿En serio? ¿Ella también? ¿Como si hubiera tenido algún espacio para hablar dada la
compañía con la que contaba? Al menos Phoebe no se había convertido en una traidora.
—No me juzgues. Tuve mis razones. Ahora tenemos que ponerte a salvo.
Cassandra se quedó boquiabierta.
— ¿Cómo voy a confiar en ti? —Ella en realidad se inclinó sobre ella y actuó como si
fuera a atacar—. Recuerdo al tío Demos.
Ella también. No había olvidado el trelos cuando se convirtieron y te persiguen con ese
tipo de furia. Era aterrador y ahora que tenía a los demonios en su cabeza, lo entendía. Pero
aun así…
—No soy tío Demos y no tengo intención de convertirte en mí.
Phoebe dio un paso hacia ella, pero ese enorme e irritante Dark Hunter le impidió
acercarse más a Cassandra.
Phoebe lo fulminó con la mirada por su interferencia. Ella era familia ¡Él no!
Desesperada, miró a su hermana.
—Por favor, Cassie, tienes que creerme. Nunca, nunca, te haría daño. Lo juro por el
alma de mamá.
Apenas había terminado de hablar cuando Urian entró por la puerta desde fuera.
Phoebe se encogió ante su mal momento. Urian no era conocido por sus técnicas de
mantenimiento de la paz. Más cuando alguien estaba listo para dejar caer la energía nuclear.
La rubia con su hermana se quedó sin aliento.
—Apúrate, Phee —susurró—. No puedo mantener esto cubierto por mucho tiempo. —
Tan desafiante, se encontró con la mirada del Dark Hunter sin inmutarse.
No faltaba la ira y el odio entre los dos hombres, ya que apenas refrenaron sus ganas
de seguir. Crujía en el aire e hizo que todos los instintos daimon en su cuerpo rabiaran.
— ¿Por qué nos ayudas? —exigió el Dark Hunter.
Urian se burló de él.
—Como si diera el culo de una rata por ti, Dark Hunter. Solo estoy aquí para ayudar a
mi esposa a proteger a su hermana.
La mujer rubia se quedó boquiabierta.
— ¿Urian tiene corazón? ¿Quién lo hubiera sabido?
Urian pasó una mirada igualmente repugnante hacia ella.
—Cállate, Abadonna.
Ahora era el turno de Phoebe para mirar boquiabierta. ¿Ese bombón era Katra? ¿Esa
era la Kat de la que Urian le había hablado tantas veces a lo largo de los años? Curioso que
hubiera olvidado algunos detalles.
¡Como el hecho de que era malditamente impresionante! Y inhumanamente hermosa.
Apenas reprimió su ira cuando una ola de celos voló a través de ella. ¿Qué más había
dejado fuera?
Será mejor que no la conozca, de lo contrario, uno o ambos estarán calvos después.
Pero ese pensamiento se dispersó cuando él ignoró a la rubia y se acercó a ella y besó
su mejilla. Phoebe le sonrió.
—Urian es el que me salvó cuando mamá murió. Él me sacó del coche después de que
la bomba explotara y me escondió. Intentó salvar a mamá y a Nia también, pero no pudo
llegar a tiempo.
Por el rostro de su hermana, ella podía decir que Cassandra no sabía qué pensar. Y no
podía culparla. No tenía sentido que un daimon, mucho menos uno relacionado con Stryker,
les ayudara cuando todas sus vidas habían sido perseguidas por la especie de Urian.
— ¿Por qué?
—No hay tiempo para esto —siseó Urian—. Mi padre no es un hombre estúpido. Lo
comprenderá rápidamente cuando no tenga noticias de los dos apólitas muertos.
Phoebe asintió y luego se volvió hacia Cassandra.
—Te estoy pidiendo que confíes en mí, Cassie. Juro que no te arrepentirás.
Cassandra intercambió el ceño fruncido con el Dark Hunter y Kat.
—Creo que podemos confiar en ella.
Sasquatch miró a Urian, luego a Kat.
—Dijiste que eran sádicos. ¿Alguna posibilidad de que estén jugando con nuestras
cabezas?
Urian soltó una risa baja y amarga por eso.
—No tienes ni idea.
Phoebe golpeó a su marido en el estómago.
—Compórtate, Uri. No estás haciendo esto más fácil.
Frunciéndole el ceño, se frotó el estómago donde ella lo había golpeado, pero no dijo
nada más.
—Ve por ello —dijo Kat—. Si él está mintiendo, ahora sé cómo herirlo. —Su mirada fue
significativamente a Phoebe.
Urian se quedó rígido.
—Destructora o no, si alguna vez la tocas te mataré, Katra.
Sasquatch hizo algún tipo de ruido. Ella casi esperaba que él levantara un rifle sobre su
Bantha y le gruñera. Está bien, ese era un invasor Tusken, pero aun así…
—Entonces nos entendemos. Porque si a Cassandra le pasa algo, Kat es el menor de
tus problemas.
Y, por supuesto, ser tan macho y dominante solo hizo mella en sus propios niveles de
testosterona de alfa a toda marcha. Así que naturalmente Urian dio un paso adelante con la
intención de vencer la mierda completa de él. Que era lo último que necesitaban. Con una
mueca, Phoebe atrapó a su osito de peluche y lo obligó a retroceder.
—Dijiste que tenemos que darnos prisa —le recordó. Se aseguró de pasar su dedo
sobre su pezón varias veces para llamar su atención sobre algo más que asesinato y
violencia.
Por suerte para el Sasquatch, funcionó.
Los rígidos rasgos de Urian se suavizaron cuando la miró y asintió. Sin otra palabra, los
condujo hacia un bote de aire negro que ya estaba en el hielo, esperándolos.
El macho humano subió a bordo primero, seguido por Kat.
Cassandra siguió su ejemplo.
— ¿Es este el mismo barco que usan los Mounties canadienses para búsqueda y
rescate?
El Dark Hunter se puso rígido como si la pregunta lo ofendiera.
—La misma compañía hace ambas cosas, pero me gustaría pensar que la mía es un
poco más agradable.
Phoebe pasó una mirada a Urian y puso los ojos en blanco.
Él se rió silenciosamente de ella.
Aunque para ser honesta, cuando subía a bordo del barco, tenía que admitir que él no
estaba mintiendo realmente. Ese barco era excepcional. Felpa al extremo, justo debajo de las
sillas acolchadas.
—Sí —dijo Chris mientras se sentaba y se ataba—. Dudley Do-Right somos.
Phoebe frunció el ceño cuando se dio cuenta de que Urian todavía estaba en el muelle
y no parecía tener ningún plan para unirse a ellos. Seguramente, no iba a quedarse. No
después de esto…
—Ven con nosotros, Uri —suplicó ella, levantando la mano para tomar su mano en la
suya—. Te matarán si se enteran de esto.
El dolor en el rostro de Urian mientras la miraba con nostalgia la hizo querer llorar. Su
agarre tembló mientras sostenía su mano.
—No puedo, bebé, sabes que no puedo. Tengo que quedarme y cubrir sus huellas,
pero te prometo que me pondré en contacto en cuanto pueda.
Besó a Phoebe apasionadamente, luego besó su mano y la dejó ir.
—Cuídate.
—Igualmente.
Él asintió, luego retiró el último trozo de arnés.
—Cuida de mi esposa, Dark Hunter.
Wulf miró a Phoebe y asintió.
—Gracias, daimon.
Urian resopló.
—Apuesto a que nunca pensaste que ibas a pronunciar esas palabras.
Urian levantó las puertas del muelle al mismo tiempo que un grupo de daimons rompía
en el embarcadero.
Phoebe jadeó y corrió hacia él. No podía irse mientras él estuviera en peligro. ¡Oh,
Dios, no! Pero el pequeño y desaliñado humano la empujó hacia atrás cuando el Dark Hunter
encendió el motor y voló hacia el norte sobre el hielo. Por suerte, el viento estaba con ellos y
aceleraron rápidamente.
—No. ¡No! —chilló Phoebe mientras cruzaban el lago a toda velocidad. Su corazón
martillando en negación cuando el terror la destrozó—. No podemos dejarlo.
Aunque su rostro era comprensivo, ella no fue engañada ni por un minuto. Como
humano o Dark Hunter nunca importaría lo que le sucedía a su clase.
—No tenemos otra opción —dijo el humano—. Lo siento.
Sí, claro.
A pesar de que su corazón estaba roto, Phoebe no lloró. Urian le había enseñado mejor
que eso. Era un guerrero, nacido en la batalla y endurecido en la batalla. Como su esposa,
honraría su coraje y mostraría la misma fuerza que él. Así que respiró a través de su dolor y
se obligó a quedarse en la parte trasera del barco, mirando fija y desesperadamente donde
había estado, con la esperanza de vislumbrar alguna señal de su destino.
Será mejor que estés bien. No te perdonaré si mueres salvándome.
Cassandra se aferró con fuerza a su cinturón de seguridad.
— ¿Oye, Chris? ¿Qué tan rápidos vamos?
—Más de cien al menos. Estas cosas pueden moverse tan rápido como ciento cuarenta
con el viento, pero solo unos cuarenta contra él.
La rubia se movió para ponerse a su lado.
—Estará bien, Phoebe. Su padre realmente no le haría daño. Stryker puede ser
psicótico, pero ama a Urian.
Ella no creyó eso ni por un instante, y Kat era una tonta si lo hacía. Maldita fuera su
marido por sus maneras protectoras.
Y maldita fuera por pedirle que hiciera esto.
Odiándose a sí misma, miró a Cassandra con la esperanza de no vivir para lamentar
esta acción. Luego se volvió hacia el Dark Hunter.
—Sigue hacia el norte. Tenemos un lugar seguro donde podemos escondernos todos.
Dos segundos después de que se pronunciaran esas palabras, sonó un horrendo
chillido por encima del motor de la embarcación, los vientos y el hielo se rompieron. Fue
seguido por los distintos sonidos de alas batiéndose.
Phoebe se tapó los oídos sensibles y levantó la vista. ¡Santo Katateros, eso era un
dragón!
Y no cualquier dragón. Ese era el padre psicótico de Urian detrás de ellos.
Será mejor que no te hayas comido a mi marido…
—Oh Dios…
Cassandra no terminó su oración. Se quedó allí tan catatónica como Phoebe se sentía.
Kat se tiró sobre Cassandra.
Stryker chilló más fuerte como si estuviera frustrado por sus acciones. Fuego sopló a
través de la proa del barco, haciendo que Phoebe se agachara. El Dark Hunter no disminuyó
la velocidad en absoluto. Sacó su arma y disparó hacia la bestia.
Aún en forma de dragón, Stryker se lanzó directamente hacia ellos, gritando mientras
se acercaba. Cuando las balas lo golpearon, el dragón retrocedió. Sin embargo, esas heridas
no alteraron su forma animal en absoluto.
Stryker continuó hacia ellos con una determinación decidida.
Más cerca.
Más cerca…
En todo caso, solo parecía molestar a la criatura.
El Dark Hunter recargó su cargador y disparó más rondas.
Entonces, justo cuando Phoebe estaba segura de que serían tostados, Stryker
desapareció.
Durante diez segundos completos, nadie se movió.
Chris levantó la cabeza como un suricato asustado.
— ¿Qué ha pasado?
—Debe haber sido llamado —respondió Kat—. Es lo único que podría haberlo detenido
así.
El Dark Hunter finalmente desaceleró un grado.
— ¿Llamado por quién?
—La Destructora —dijo Phoebe—. Ella no lo dejará lastimar a Kat.
Por razones que nadie sabía, ella era más sagrada para Apollymi que nadie.
— ¿Y por qué es eso, Kat? —preguntó el Dark Hunter.
Kat parecía incómoda con esa pregunta.
—Al igual que Stryker, soy alguien a su servicio.
Cassie frunció el ceño.
—Pensé que servías a Artemisa.
—Les sirvo a ambos.
Phoebe se burló de eso. Nadie podía servir a dos panteones. Ella lo sabía mejor.
Cassandra inclinó la cabeza.
— ¿Pregunta? ¿Qué pasa cuando tengas un conflicto de interés? ¿A cuál de ellos
seguirás, Kat?

*****

El amanecer se acercaba. Dado que ni Phoebe ni su enemigo eran inmunes al sol,


habían cambiado el bote por un Land Rover muy modificado que Urian les había dejado para
usar. Chris estaba dormido en el asiento trasero, sentado entre ella y Kat con la cabeza
apoyada en el hombro de Kat, mientras Kat miraba por la ventana.
Habían dejado atrás el bote hacía más de una hora y ahora corrían hacia Elysia.
Qué raro era estar en ese estúpido coche sin Uri. Siempre le había parecido extraño
que lo quisiera. Nunca se había molestado en absoluto con el mundo humano.
Hasta ella.
Pero desde que se habían casado, había tratado de hacerse un poco más “humano”
para aplacarla. Y aunque Braden había insistido en que nunca abandonara el complejo,
Shanus había relajado esas órdenes una vez que se había hecho cargo de su líder.
Hacía seis años, Urian había comprado este coche tonto para que los dos pudieran ir a
“citas” porque había visto un par de películas de John Hughes con ella y le había dicho que lo
único que realmente extrañaba de su antigua vida era “tener citas”.
Habían discutido por el coche.
— ¡Uri, es estúpido!
—No, Phee. He estado haciendo investigación. No es una cita a menos que conduzcas
a algún lado.
Ella había resoplado ante el mismo pensamiento.
— ¿Qué? ¿Aprendiste a conducir?
—Sí, más o menos. ¿No confías en mí?
— ¿Con la conducción? ¡Diablos, no!
—Vamos, pagué mucho dinero por una licencia falsa. Tomé lecciones y todo. Además
es más un tanque que un coche. Nada puede lastimarte en él. Está blindado y todo. Me
aseguré de ello. Te prometo que te divertirás. Será tu mejor cumpleaños.
Y lo había sido. Dios, amaba a ese hombre más que a su vida. Si algo le pasaba por su
culpa…
Estaba enferma de preocupación. No sabía qué estaba pasando ahora mismo en
Kalosis. La ira y la furia que Stryker tendría por haber fallado en esta misión. Y Urian como su
primer comandante llevándose la peor parte de su ira.
¿Había elegido la vida de su hermana sobre la de su marido? ¿Habrá pagado la
amabilidad de Urian por salvar su vida exigiendo la suya propia?
Todo lo que había sabido de las mujeres era la traición. Ahora ella podría haberle dado
lo peor.
Cassandra se dio la vuelta en el asiento delantero para mirarla.
— ¿Cuánto tiempo más?
—No mucho más lejos. —Esperaba.
Cassie tuvo el descaro de tomar la mano de Sasquatch.
— ¿Lo haremos antes del amanecer?
Phoebe miró hacia otro lado antes de abofetearlos, lo que sería un suicidio por hacer ya
que Sasquatch estaba conduciendo.
—Va a estar cerca. —Luego entre dientes, murmuró—: Muy cerca.
Entonces, cuando su hermana comenzó a mirar a Sasquatch con los ojos saltones, ella
realmente temió que pudiera lanzarse.
Por suerte, se acercaron al siguiente giro, así que aprovechó la oportunidad para
enderezarse en el asiento y romper esa mierda. Se acurrucó entre ellos, señaló el pequeño
sendero donde no había camino.
—Gira a la derecha allí.
Sasquatch no lo cuestionó. Le daría puntos de bonificación por eso. Se metieron en el
bosque con relativa facilidad, lo cual era algo que a Urian siempre le ha encantado hacer.
Como solía decir sobre su SUV: Condúcelo como si lo hubieras robado. El revestimiento de
blindaje hizo relativamente fácil pasar directamente a través de árboles más pequeños y viajar
por la nieve, el hielo y los escombros. Lo único que faltaba era su hermosa risa de daimon y
esa sonrisa maliciosa mientras sonaba alguna música desagradable de metal mientras los
arrojaba por todo el bosque.
Gah, las cosas raras que su esposo hacía por diversión.
Ella se recostó y se abrochó mientras Sasquatch apagaba las luces para que pudiera
ver mejor. Aunque confiaba en la conducción de Urian, no confiaba en Sasquatch en absoluto.
El Land Rover rebotó sobre el terreno desigual como un potro salvaje.
Chris se despertó con una maldición.
— ¿Stryker está de vuelta?
—No —resopló Kat—. Tuvimos que dejar la carretera.
Sasquatch desaceleró un poco para no desprender unas de las orugas que
reemplazaron los neumáticos del todoterreno. Eran mucho más resistentes en este clima pero
aún eran un grito justo de ser infalibles, y lo último que necesitaban era quedar varados en un
claro con la luz del día tan cerca.
Justo cuando el sol asomaba sobre las montañas, atravesaron los árboles y llegaron a
la entrada oculta de Elysia. Phoebe dejó escapar un suspiro aliviado mientras veían a Shanus
y dos consejeros de pie afuera. Esperando.
Cassandra siseó y soltó su mano.
—Está bien. —Phoebe abrió la puerta y corrió hacia ellos. Levantó la capucha de su
chaqueta para protegerse del sol naciente.
Alto y rubio, Shanus estaba en las sombras con sus compañeros.
—Demasiado cerca, ¿verdad?
—No tanto. Ha sido una noche difícil.
— ¿Dónde está Urian?
Ella se mordió las lágrimas.
—No está con nosotros.
— ¿Dejó que alguien más condujera su camioneta?
—“Dejar” es una palabra para eso. —Hizo un gesto hacia el SUV—. Morirá cuando se
entere que es un Dark Hunter.
Los ojos de Shanus se apagaron, junto con los de los dos hombres que estaban con él.
— ¿Has perdido la maldita cabeza? ¡No puedes traer a uno de ellos aquí! ¡Ya lo sabes!
—Tenemos que dejarlo entrar.
— ¡No! ¡Y me refiero a no! ¡No, no, no! ¡Todo tipo de no!
—Shanus…
— ¡No, Phoebe, no!
—Se lo diré a Urian. No quieres que haga esa llamada.
Un tic comenzó en su mandíbula.
—Estás haciendo que sea muy difícil que me gustes en este momento.
—Lo sé, y te juro que si él hace algo mal, puedes matarlo. Urian ayudará.
Dejó escapar un suspiro de exasperación.
—Bien, pero solo porque está amaneciendo y no quiero estallar en llamas. —La fulminó
con la mirada—. ¡Maldita seas!
—Créeme, lo sé.
De todo el mal tiempo, Sasquatch y Kat eligieron entonces salir del SUV y dirigirse a
ellos. Si eso no fuera lo suficientemente malo, Sasquatch tenía su mano en su espada como si
no fueran el problema aquí.
Sí claro. Gah… ¡los Dark Hunters y su arrogancia!
Phoebe fulminó con la mirada a Sasquatch.
— ¿Te importa, Dark Hunter? —Le hizo un gesto hacia el sol—. Nos estamos
quedando sin tiempo. No necesito tu actitud ahora mismo. Pero si entregas tus armas en lugar
de arreglártelas como un pavo real, seguro que ayudarías a facilitar las cosas y recorrer un
largo camino para ayudarme a convencer a mis muchachos de que no estás aquí para matar
a nadie. Y permitiría a Cassandra llegar a un médico apolita que está dentro esperando, y uno
que realmente sabe cómo atender a una futura madre en su condición única.
Sasquatch miró por encima de su hombro a su hermana antes de que él asintiera
sutilmente. Su rostro ilegible, finalmente entregó todas sus armas sin protestar.
Agradecida a los dioses, Phoebe finalmente dejó escapar un suspiro de alivio.
— ¡Gracias!
—No eres bienvenida.
Ignorando a Sasquatch, Phoebe golpeó a Shanus en el brazo mientras los dos
regidores lo llevaban dentro. Luego ella y Kat fueron a buscar a su hermana y Chris.
La expresión en el rostro de Cassandra decía que su hermana quería arrancarle los
ojos por dejarlos llevarse a su gran novio peludo.
— ¿Qué está pasando?
Kat dejó escapar un suspiro de cansancio.
—Están llevándose a Wulf bajo custodia para asegurarse de que no lastima a nadie.
Vamos, tienen a un médico dentro esperándote.
Cassandra vaciló mientras miraba en la dirección en la que habían desaparecido.
— ¿Realmente confías en ellos?
—No lo sé. ¿Tú sí?
—Confío en Phoebe. Creo.
Kat se rió de eso.
Phoebe no lo encontró divertido en absoluto.
Cassandra salió de la camioneta y dejó que Kat la guiara junto con Chris a la cueva
mientras Phoebe se mostraba complacida con la respuesta de su hermana, especialmente
dado que era su esposo quien acababa de arriesgar su vida para salvarlos a todos. ¡Cómo se
atrevían!
¡Bastardos ingratos todos!
Pero logró ser un poco compasiva. Después de todo, su hermana estaba embarazada y
era el último miembro sobreviviente de su familia.
—No tengas miedo, Cassie. Todos sabemos lo importante que eres tú y tu bebé. Nadie
aquí les hará daño. Lo juro.
— ¿Quiénes somos?
—Esta es una comunidad apolita. —Phoebe los condujo a lo más profundo de la cueva,
más allá de los mercenarios humanos contratados que custodiaban la entrada durante las
horas del día—. Una de las más viejas en América del Norte.
Asegurándose de que todos estuvieran dentro de la cueva, Phoebe colocó su mano
contra la Piedra Espiral, donde un muelle se liberó para abrir la puerta del ascensor.
Chris dio una mirada exagerada.
— ¡Santa granada de mano, Batman, es la Bati Cueva!
Phoebe sonrió al chico de edad universitaria con cabello oscuro que parecía el
hermano menor del Dark Hunter. Era realmente muy lindo de una manera muy sana, inocente.
Curiosamente, él estaba agradándole a Phoebe.
Si no hubiera sido un Escudero para su enemigo, y si se hubieran encontrado bajo otro
grupo de circunstancias, podría haberlos visto siendo amigos. Era simpático y agradable.
Incluso divertido a veces.
Sasquatch, por otro lado, quería apuñalarlo cada vez que miraba en su dirección. Y le
tomó todo lo que tenía para no cortarle la cabeza.
¡Gah, Cassandra! ¡Solo… maldita sea!
— ¡Oh, vamos! —Chris miró a su grupo como un niño exuberante—. ¿Alguien que no
sea yo tiene que ver el humor en esto? —Miró a los tres rostros sin diversión de su alrededor,
luego se desinfló—. Supongo que no.
Cassandra entró primero en el ascensor.
— ¿Qué hay de los hombres que vi afuera? ¿Quiénes son?
Phoebe hizo todo lo posible por no pensar en el grupo que los había encontrado.
—Esos son nuestro consejo de gobierno. No se puede hacer nada aquí sin su
aprobación directa.
Kat y Chris se unieron a ellos. La puerta del ascensor se cerró.
— ¿Hay algún daimon aquí? —preguntó Chris cuando Phoebe presionó un botón para
iniciar el ascensor en su largo descenso a las instalaciones donde vivía.
—El único daimon en esta comunidad soy yo. Me permiten vivir aquí porque le deben a
Urian su ayuda. Mientras no llame la atención hacia mí o hacia su existencia, se me permite
quedarme. —Esperó a que uno de ellos hiciera un comentario desagradable sobre eso, pero
sabiamente, mantuvieron la boca cerrada.
Sin embargo, conocía a su hermana lo suficientemente bien como para ver la
desconfianza en los ojos de Cassandra. Su hermana le tenía miedo.
Que así fuera. Ella había arriesgado todo por Cassie. Todo.
Y ni siquiera había tenido la decencia de decir, gracias. Tú y tu esposo pueden ser
daimons, pero qué amable y generoso de su parte arriesgar su vida, para que tu esposo mate
personas a las que considera familiares, y para que entregue sus gargantas para que yo y mi
bebé y el idiota Dark Hunter Sasquatch podamos sobrevivir esta noche. Realmente, ¿eso era
mucho pedir? ¿Un básico, simple agradecimiento?
Figúrate, ¿verdad? Phoebe había olvidado lo egoísta que podía ser su hermana.
Cuando las puertas se abrieron, Cassie jadeó ante algo que Phoebe había usado hacía
mucho tiempo. Pero recordó la primera vez que Urian la había traído aquí en 1990. Parecía
algo salido de una película de ciencia ficción. Todo estaba creado como una futura ciudad de
Isaac Asimov o Larry Niven. Hecho de acero y hormigón, las paredes estaban pintadas con
brillantes murales de paisajes brillantes inundados de un sol que su raza nunca había visto,
excepto en fotos.
Urian pasaba mucho tiempo cuando estaba aquí mirando esta pieza en especial. Y
revisando sus viejas fotos de ella con su familia, le preguntó cómo se sentía el sol.
Fue entonces cuando más dolió.
Debido a que era parte humana, hasta que se convirtió en daimon, tuvo alguna
tolerancia al sol. Ella no podía tomar el sol o nadar. Pero podría tomar algunos minutos fuera
sin convertirse en polvo.
Urian no podía. Y así Phoebe había hecho todo lo posible para hacerle entender lo que
solía molestarla porque nunca se había dado cuenta de la suerte que tenía. No hasta que
conoció al chico que nunca había visto la luz del día. A día de hoy, su historia sobre como ver
un destello del sol con su hermano Paris llevó lágrimas a sus ojos.
Maldita fuera su hermana si algo le había pasado.
Phoebe se secó los ojos y salió del ascensor hacia la zona central que era
aproximadamente del tamaño de un campo de fútbol. Desde el atrio central, había pasillos que
conducían a las demás áreas y centros de la instalación.
Esta parte principal era el centro de Elysia y tenía la mayoría de sus tiendas y
vendedores, a excepción de los restaurantes. Al ser apólitas, no necesitaban ninguna.
—La ciudad se llama Elysia. —Sin disminuir la marcha, Phoebe los guio a través de un
puñado de residentes que se habían detenido a mirarlos—. La mayoría de los apólitas aquí
viven toda su vida bajo tierra. No tienen ganas de ir a la parte superior y ver a los humanos y
su violencia. Tampoco desean ver a su raza siendo cazada.
Una vez que pasaron por su gente, Chris se aclaró la garganta para conseguir su
atención.
— ¿Qué hacen con los daimons?
—Aquí no se tolera ningún daimon ya que requieren una dieta constante de humanos o
almas apólitas. Si un apolita decide convertirse en daimon, se les permite irse, pero nunca
podrán volver aquí. Nunca.
Kat arqueó una ceja ante eso.
—Sin embargo, tú vives aquí. ¿Por qué?
—Te lo dije, Urian los protege. Él fue el que les mostró cómo construir este lugar.
— ¿Por qué? —presionó Kat.
Phoebe se detuvo y se giró para darle a Kat una mirada medida mientras luchaba
contra las ganas de abofetearla a ella y a Cassandra por su continua desconfianza, lo cual era
ridículo en ese punto ¿Qué más tenía que hacer para probarse? ¿Prenderse fuego?
—A pesar de lo que puedas pensar de él, mi esposo es un buen hombre. Solo quiere lo
mejor para su gente. —La mirada de Phoebe se dirigió a Cassandra—. Urian fue el primer
niño apolita en nacer maldito.
Técnicamente segundo, ya que su gemelo era el primogénito, pero lo suficientemente
cerca. Y tan psicótico como era Stryker, era un hecho que había hecho todo lo posible por no
hablar de Urian durante años. Incluso les había mentido a sus dos hijos acerca de cuándo
realmente nacieron para que no lo supieran.
Hasta que su hermano Archie le había dicho cruelmente la verdad un día, cuando
habían estado luchando de niños. ¡Al menos no fui el primero que nació maldito, Uri! ¡Eso dice
cuánto, incluso nuestro propio abuelo debe odiarte!
La noticia había golpeado a Urian como un martillo y nunca le había dicho ni a un alma
que sabía la verdad.
No hasta Phoebe. Solo había compartido su vergüenza con ella.
Cassandra se quedó sin aliento.
—Eso lo haría…
—Más de once mil años. —Phoebe terminó la frase por ella—. Sí. La mayoría de los
guerreros que viajan con él son muy viejos. Vuelven al muy inicio de nuestra historia.
Chris silbó bajo.
— ¿Cómo es eso posible?
—La Destructora los protege —dijo Kat—. Así como los Dark Hunters sirven a
Artemisa, la verdadera Spathis, la sirve. —Ella suspiró como si el conflicto le doliera tan
profundamente—: Artemisa y Apollymi han estado en guerra desde el primer día. La
Destructora está en cautiverio porque Artemisa la engañó y ella pasa todo su tiempo
planeando la tortura y la muerte de Artemisa. Si alguna vez sale, Apollymi la destruirá.
Cassandra frunció el ceño.
— ¿Por qué La Destructora odia a Artemisa?
—Amor. ¿Por qué otra cosa? —dijo Kat simplemente—. El amor, el odio y la venganza
son las emociones más poderosas en la tierra. Apollymi quiere vengarse de Artemisa por
matar a una de las cosas que más amaba en el universo.
— ¿Y eso es?
—Nunca traicionaría a ninguna de los dos diciendo eso.
— ¿Lo escribirías? —preguntó Chris.
Kat puso los ojos en blanco.
Cassandra y Phoebe negaron con la cabeza.
Chris se burló de su reacción.
—Oh, sí, como si ustedes dos no estuvieran pensando lo mismo.
No, pero las palabras de Kat la hicieron pensar en el pesimismo ostentoso de Urian
cuando ella le hizo ver una comedia romántica en lugar de las películas de terror que prefería:
El amor no conquista todo. Solo una espada rápida hace eso.
Y con ese pensamiento en mente, Phoebe los llevó al área residencial.
—Estos son los apartamentos. Les darán una unidad grande con cuatro habitaciones.
El mío está en un pasillo aparte. Me hubiera gustado tenerte más cerca, pero esta era la única
disponible que era lo suficientemente grande para todos ustedes.
Lo último que Shanus y los otros querían, o estarían de acuerdo, eran los cuatro
repartidos. No solo los haría más difíciles de proteger, sino que también los haría más difíciles
de vigilar. Esto era mucho más fácil y seguro en todos los sentidos.
Cassandra vaciló en la puerta.
— ¿Wulf ya está allí?
—No. Fue llevado a una celda de detención.
Asustada, luego enojada, su hermana se quedó boquiabierta.
— ¿Perdón?
Phoebe tenía que cabalgar sobre su propio genio. Ella realmente no estaba de humor
en ese mismo momento. Le hubiera gustado ir y verificar la seguridad de su propio esposo,
quien estaba en una situación mucho peor en este momento que Sasquatch.
—Él es nuestro enemigo, Cassie. ¿Qué esperas que hagamos?
—Espero que lo liberes. ¡Ahora!
—No puedo.
Cassandra se detuvo en seco.
—Entonces muéstrame la puerta para salir de aquí.
¿Estaba bromeando? ¿Después de todo lo que Urian había pasado por ella? ¿Después
de todo lo que habían arriesgado para salvar su vida? Phoebe nunca quiso lastimar a alguien
más de lo que quería abofetear a su hermana en ese momento. Cass mejor ser agradecida
que estar embarazada.
— ¿Qué?
—Ya me has oído. No me quedaré aquí a menos que sea bienvenido. Ha arriesgado su
vida por mí. Su casa fue destruida por mi culpa y no viviré cómodamente mientras que el
padre de mi bebé es tratado como un convicto.
Alguien detrás de ellos comenzó a aplaudir.
Phoebe miró más allá de su hermana para ver que Shanus se había unido a ellos. De
pie a casi dos metros de altura, era hermoso y ágil. Muy elegante, y se acercaba rápidamente
a la edad en la que tendría que encontrar su reemplazo porque estaría decayendo en polvo
por cortesía de Apolo.
Él le sonrió a Cassandra.
—Buen discurso, princesa. No cambia nada.
Ella estrechó su mirada en él.
—Entonces, ¿qué tal una buena patada en el culo?
Él rió ante la amenaza.
—Estás embarazada.
—No tan embarazada.
Ella le disparó una de las dagas de su muñeca al hombre. Esta se incrustó en la pared
justo delante de su cabeza.
Su rostro perdió todo el humor y Phoebe no pudo culparlo. Ella estaba mortificada y
avergonzada por la falta de gratitud de su hermana.
—El siguiente va a tu corazón.
— ¡Cassie, para! —ordenó Phoebe, agarrando su brazo.
Cassandra se encogió de hombros.
—No. He pasado toda mi madurez sacando a cualquier daimon o apolita que cometía el
error de venir tras de mí de su miseria. Si piensas por un minuto, que Kat y yo no podemos
derribar este lugar para liberar a Wulf, entonces necesitas pensar de nuevo.
— ¿Y si mueres? —preguntó el hombre.
—Entonces todos perdemos.
Él la miró pensativamente.
—Estás tirándote un farol.
Cassandra intercambió una mirada determinada con Kat.
—Sabes que siempre estoy ansiosa por una buena pelea.
Kat sacó su bastón de combate del bolsillo del abrigo y lo extendió.
Las fosas nasales del hombre se agrandaron cuando vio que se preparaban para
contraatacar.
— ¿Así es como pagas mi amabilidad por protegerte?
Cassandra levantó la barbilla como la perra malcriada y desagradecida que su padre
había criado.
—No, así es como le pago al hombre que me protege. No voy a ver a Wulf retenido así
después de todo lo que ha hecho.
Shanus dio un paso atrás e inclinó respetuosamente la cabeza hacia ella.
—Tiene el coraje de un Spathi.
No, tenía todo el esperma de un mocoso que quería una galleta, sin importarle cómo
afectaba a alguien más a su alrededor. Y Phoebe sintió que su rostro se calentaba con su
vergüenza. Les había advertido que Cass podía ser difícil cuando no se salía con la suya, así
que en un esfuerzo por ser diplomática, inclinó la cabeza.
—Te lo dije.
Shanus les ofreció una leve sonrisa.
—Entra con Phoebe, princesa y te traeré a tu Dark Hunter.
Incluso entonces, Cassandra lo miró con suspicacia.
— ¿Prometido?
—Sí.
Todavía escéptica, Cassandra miró a Phoebe, quien en este punto estaba cerca de
terminar con ella.
— ¿Puedo poner cualquier fe en eso?
Rétame… Contando hasta tres, ella sonrió a través de su ira.
—Puedes. Shanus es nuestro consejero supremo. Él nunca miente.
—Phoebe, mírame.
No tomes ese tono conmigo, perra. ¡Estoy a punto de abofetearte!
—Dime la verdad. ¿Estamos a salvo aquí?
¿Con ellos?
—Sí, lo juro por todo lo que aprecio, incluso la vida de Urian. Están aquí porque Stryker
nunca pensará buscar en una comuna apolita. Todos los que estamos aquí sabemos que si tu
bebé muere, también lo hace nuestro mundo. Y nuestras vidas, tal como son, siguen siendo
preciosas para nosotros. Veintisiete años aquí es mejor que ninguno en absoluto.
Pero si no cierras el agujero y entras en esa habitación para que pueda revisar a mi
esposo, voy a golpearte el culo.
Finalmente, Cassandra respiró hondo y asintió.
—Bien.
Phoebe abrió la puerta al pasar una mirada molesta detrás de su espalda hacia
Shanus.
Shanus se atragantó con una carcajada y se excusó.
Furiosa, Phoebe los siguió a su nuevo hogar. Como todas las unidades aquí, el salón
principal era de unos cuarenta y cinco metros cuadrados y tenía todo lo que un hogar humano
regular. Un sofá de gran tamaño, relleno y un sillón de dos asientos, y un centro de
entretenimiento completo con televisión, estéreo y reproductor de DVD.
Chris se dirigió directamente al centro de entretenimiento.
— ¿Eso funciona?
—Sí. Tenemos relés y enlaces ascendentes que pueden traernos el mundo humano.
Kat abrió las puertas de los dormitorios y el baño, que estaban fuera de la sala de estar.
— ¿Dónde está la cocina?
Phoebe la miró con curiosidad por la estupidez de esa pregunta.
—No tenemos cocinas —le recordó—. Pero los consejeros están trabajando en
conseguir un microondas y un refrigerador que les traerán ya que realmente comen. Junto con
comestibles. Debería haber algo aquí muy pronto para todos ustedes.
Como no tenían teléfonos, Phoebe les mostró la pequeña caja verde oscuro en una
mesa auxiliar.
—Si necesitas algo, el intercomunicador está aquí. Solo presiona el botón y uno de los
operadores te ayudará. Si quieres llamarme, diles que necesitas a la esposa de Urian y ellos
sabrán a qué Phoebe ponerte.
Un golpe sonó en la puerta.
Phoebe fue a contestarla mientras Cassandra retrocedía con Kat y Chris.
— ¿Qué piensan?
Chris se encogió de hombros.
—Parece bien. No estoy recogiendo ninguna vibración malvada, ¿qué pasa con
ustedes dos?
Kat miró a su alrededor.
—Estoy de acuerdo con Chris. Pero todavía hay una parte de mí que no confía en ellos.
Sin ofender, Cass, pero los apólitas no son conocidos por ser honestos.
—Dímelo a mí.
Phoebe resopló ante ese comentario, especialmente teniendo en cuenta el historial de
la honestidad humana. Um, sí… El último artículo que leyó decía que la persona promedio
mentía treinta veces en una hora. El humano medio treinta veces por hora. No hablaba bien
para un humano patológico o “indiferente”, ¿verdad? ¿Y se atrevían a llamar a los apólitas
deshonestos?
Sí…
Irritada al extremo, Phoebe intercambió una sonrisa malhumorada con la doctora Lakis,
que era de su altura y vestida con un suéter rosa claro y vaqueros. Como estaba de servicio,
tenía su cabello rubio largo hasta los hombros recogido en un moño suelto.
Por suerte para su hermana, la doctora Lakis era mejor ocultando su irritación.
— ¿Cassandra?
Esperó a que Cass la mirara.
—Soy la doctora Lakis. —Extendió la mano hacia Cassandra—. Si no te importa, me
gustaría examinarte y ver cómo está el bebé.
Las dos se fueron.
Phoebe se tomó un momento para hablar con Kat y Chris.
— ¿Necesitan algo?
Katra ladeó la cabeza.
—Stryker no va a lastimar a Urian. ¿Por qué estás tan preocupada?
Phoebe dejó escapar una risa amarga.
—No lo conoces en absoluto, ¿verdad?
—Los conozco a ambos mucho más tiempo que tú.
—Entonces deberías saber cuán violento se pone Stryker y con qué frecuencia ataca.
Kat pasó una mirada de suficiencia a Chris.
—Pero no contra Urian.
— ¿De verdad? La noche que Urian dejó a su hermano, que era un soldado entrenado,
para salvar la vida de una mujer ciega apolita y a sus hijos, su padre casi lo golpeó hasta la
muerte. Sin la intervención de Apollymi, probablemente lo habría hecho.
Kat se quedó boquiabierta.
— ¿Él te dijo eso?
—No, un amigo suyo me hizo una advertencia para que nunca cometiera el error de
ponerlo en la mira de la ira de su padre. Quería recalcarme que mientras que Urian
constantemente me asegura que está bien y que todo estará bien, Urian no está bien y está
jugando un juego extremadamente estúpido con su vida. Por mí.

*****

— ¡Maldición! ¿Cómo llegaron a ese barco?


Con los brazos cruzados sobre el pecho, Urian estaba en la sala del consejo
estoicamente y escuchó la diatriba de su padre. Lo que tenía que ser un disco para la perorata
más larga jamás contada. Bostezaría, pero en el estado de ánimo en que estaba su padre,
probablemente le cortaría la garganta.
— ¡Urian!
Él levantó la cabeza bruscamente.
— ¿Señor?
— ¿Cómo se te pasaron?
—Ni idea. Yo estaba en el cobertizo. Comprobando a Jason y Bryan. Ellos estaban bien
en ese momento. Salí porque dijeron que habían oído algo. Entonces Trates estaba pidiendo
ayuda en el frente, así que me dirigí hacia allí. Lo siguiente que supe, es que estabas gritando
que estaban en un bote.
— ¿No sentiste nada?
—No pude captar ningún olor por el residuo de la pólvora. Mi audición recibió un
disparo por las explosiones. Lo mismo para mi visión. Mis oídos todavía suenan.
Su padre curvó sus labios.
— ¡Estoy disgustado con todos! ¡Apártense de mi vista!
Aliviado de tener un final a eso y aún estar en una sola pieza, Urian intercambió una
mirada de reojo con Davyn. Pero ninguno de los dos se atrevió a hablar hasta que estuvieron
fuera de la audiencia de su padre.
Davyn dejó escapar un largo y lento suspiro.
—Maldición, Uri.
—Lo sé.
— ¿Abrázame?
Urian se rió antes de tirar a Davyn a sus brazos y le dio un abrazo.
— ¿Mejor?
— ¡No! ¡Me has dado un susto de muerte! Entre eso y tu padre… no creo que siempre
sea el mismo.
—Sí, bueno, te aprecio, hermano.
—Me alegra que alguien lo haga.
Urian besó su mejilla antes de soltarlo.
— ¿Todo ha ido bien?
—Realmente no. Pero lo hice. ¿Qué tal en tu extremo?
—Realmente no. Pero lo hice. —Su mirada se posó en el collar que rodeaba el cuello
de Davyn. El de Paris.
Davyn lo miró y lo tocó.
—Todavía no puedo creer que se haya ido.
—Lo sé. Parece que fue ayer. No setenta años.
Él asintió.
—Te patearía el trasero si supiera que ayudaste a un Dark Hunter.
—Sí, lo haría. Apuñalarme él mismo.
Davyn resopló.
—Debería hacerlo por él.
—Probablemente debería ayudarte. Si tuviera algún sentido lo haría.
— ¡Urian! —gritó su padre.
Ahora había un tono que incluso hizo que Ares dejara caer la carga.
Davyn se puso un poco más pálido.
—Me alegro de no ser tú —susurró antes de que saliera por el pasillo.
Renunció a lo que fuera que estaba por manifestarse, Urian regresó a la oficina de su
padre y abrió la puerta.
— ¿Me has llamado, mi señor y atormentador?
—No seas insolente conmigo, pido, no estoy de humor. Entra y cierra la puerta detrás
de ti.
Urian obedeció.
—Creo que tenemos un traidor entre nosotros.
Esas palabras enviaron una porción de miedo por su espina dorsal.
— ¿Por qué?
—Sigo repasando todo lo que ha pasado. Es la única explicación sobre cómo nos sigue
eludiendo la heredera. Alguien tiene que ayudarla.
Urian se mantuvo completamente quieto cuando el vello en la parte posterior de su
cuello comenzó a arrastrarse con la culpa.
— ¿Qué quieres que haga, solren?
— ¡Tú sabes lo que quiero! La cabeza del traidor. ¡Quiero que encuentres a quien sea y
lo destripes!
Urian suspiró.
—Solren, ¿alguna vez has considerado que las palabras del oráculo podrían haber sido
un juego enviado por los dioses para hacerte destruir? ¿Como Edipo? Estaba intentando
evitar su destino que el rey Laius causó su propia muerte. Y lo mismo para Edipo. Si ninguno
de los reyes hubiera intentado detener su destino, no habría tomado las mismas acciones que
lo causaron.
—No tienes ningún sentido.
—Seguro que lo tengo. Solren, piénsalo. Somos nuestros propios peores enemigos. Es
por nuestras propias acciones que somos destruidos.
—Y por la espada se deshizo el nudo.
— ¿Perdón?
— ¿El nudo gordiano? Incluso el problema más complejo y sin solución puede tener
una solución simple si le aplicas suficiente fuerza bruta.
—Um, no creo que eso sea lo que eso significa, solren.
—Por supuesto que lo es. ¡No te atrevas a discutir conmigo!
Urian levantó las manos en señal de rendición. No estaba dispuesto a discutir de
filosofía cuando su padre estaba de un humor tan asqueroso y armado.
— ¿Cuándo fue la última vez que tomaste un alma, solren?
— ¿Por qué lo preguntas?
—Pensando que tienes un poco de hambre. Es posible que desees alimentarte pronto.
Apagar el borde.
— ¡Bien! Tráeme a la heredera y estaré encantado de alimentarme de ella y de su bebé
por nacer.
Urian chasqueó los dedos.
—Lo veré pronto. ¿Cualquier otra cosa que pueda hacer por ti?
Gruñó como un león.
Urian se fue inmediatamente. Y casi chocó con Sabine, el Caronte favorito de Apollymi
desde que Xedrix había desaparecido hacía unas semanas.
—La diosa te convoca.
Raro que le enviara a su demonio. Normalmente solo gritaba en su cabeza.
Frunciendo el ceño, siguió al demonio de carne naranja de regreso al jardín de
Apollymi, donde la diosa no estaba en la piscina sino en el huerto donde los árboles y las
rosas negras crecían.
En serio preocupado ahora, Urian se acercó con mucha precaución.
— ¿Me has convocado, akra?
Le entregó la rosa que acababa de cortar al demonio a su lado para que pudiera
añadirlo a la cesta en sus manos.
—Deberías ser honesto con tu padre, Urian.
— ¿Perdón?
—Ya me has oído. Las mentiras son impropias para alguien como tú. Y te he permitido
seguir durante demasiado tiempo ya. Seguí pensando que serías claro con él. Me molesta ver
a Strykerius tan molesto. Ha destruido a tres hombres inocentes esta noche en su rabia.
Urian miró al demonio detrás de ella, no muy seguro de qué decir a eso.
Apollymi se volvió hacia él con una mirada mordaz.
—Al igual que cuando visitaste a Sarraxyn, y ella violó mi pacto sagrado para mantener
privada su cala de todos.
—Akra…
—Ni una palabra, Urian. La verdad más amarga es mejor que la mentira más dulce. Tu
padre merece oírlo de ti y no de otro. Tarde o temprano, la verdad saldrá. Siempre lo hace. No
importa cuánto te esfuerces por mantenerla oculta. Eso se abrirá camino hacia la superficie y
los que han sido mentidos se encenderán contra ti en una venganza inimaginable. Porque con
ello viene una furia justa alimentada por la traición. Confiaron en ti, y la confianza es una cosa
sagrada para no ser abusada. De todas las personas, ustedes lo saben. Y los abusados
demandarán una retribución, y se levantarán y exigirán sangre para el apaciguamiento.
Entonces no serás capaz de mentir tu salida. Será demasiado tarde para que las palabras te
salven. ¿Lo entiendes?
Lo entendía, pero no era tan simple. Su padre le exigiría la vida de Phoebe y la de
Cassandra.
¿Cómo podía elegir entre ellas?
— ¿Alguna vez has tenido que elegir entre dos cosas que más amabas, akra?
Una profunda, oscura y amarga tristeza ardía en sus ojos. Fue tan desgarrador que en
ese momento, él supo que ella era muy consciente de lo que estaba preguntando.
—Lo hago.
— ¿Te arrepientes de la decisión que tomaste?
—Cada día de mi vida.

12 de marzo de 2004

Phoebe estaba llorando. Había estado tratando de ser fuerte y ocultarlo, pero este
silencio la estaba destrozando.
Al cerrar la puerta de su apartamento, sintió a alguien de pie justo detrás de ella.
— ¿Qué pasa, agapi mou? ¿El Muppet te ofendió? Voy a arrancar su lengua si lo hizo.
Su aliento la dejó rápidamente cuando reconoció el grueso acento de Urian y luego se
dio cuenta de que ya había encendido velas alrededor de su habitación. Girando se lanzó
contra él y llovió besos por toda el rostro y el cuello.
— ¡Pensé que estabas muerto!
Él le respondió.
—Me conoces mejor que eso. Solo tenía que esperar a que se calmara un poco.
Ella ya estaba quitando su ropa de su cuerpo.
Riendo, él la ayudó con sus poderes.
— ¿Lo considero como que tienes hambre?
—Hambrienta, y no solo por sangre y alma. ¡Se hriazome!
Los ojos de Urian se ensancharon cuando dijo “Te necesito”, en griego. En todo ese
tiempo, ella solo recogía una palabra aquí o allá. Nunca había dicho una sola frase antes.
—Debes haberme extrañado.
—Más de lo que puedes imaginar. —Ella hundió sus colmillos en su cuello y lo hizo
tambalearse.
Urian apenas llegó al sofá con ella. Ella estaba absolutamente salvaje esta noche.
Tanto que inmediatamente se deslizó sobre él y tomó el control con abandono y sin sentido.
Ella devastó su cuello y le desgarró los brazos y el pecho con las uñas mientras le
cabalgaba con furia. Había un extraño tipo de placer en el dolor, mientras que su cabeza
giraba por su hambre insistente. Sus emociones lo dominaron hasta que se perdió
completamente.
Perdió todo el sentido del tiempo mientras su cuerpo se ordeñaba y todo lo que sentía
era Phoebe. No le importaba nada ni nadie más. Su vida comenzaba y terminaba con ella.
De repente, la puerta se abrió.
Phoebe se incorporó de un tirón, agarrando a Urian, que estaba demasiado débil como
para siquiera girar la cabeza para ver quién estaba allí.
La puerta se cerró de nuevo.
Jadeando y débil, Urian trató de enfocar su mirada.
— ¿Quién era ese?
—Mi hermana —siseó ella, bajándose de él para correr al baño.
Urian intentó levantarse e ir tras ella, pero se recostó en el sofá.
—Voy a esperar aquí.
Si Phoebe escuchó, no se detuvo ni dijo nada. Simplemente salió corriendo del
apartamento para alcanzar a su hermana.
Después de unos segundos, regresó y se sentó primorosamente a su lado.
— ¿Estás bien?
—Eso fue embarazoso.
— ¿Déjame adivinar? ¿Tu hermana y Muppet tuvieron una pequeña crisis de PMS
sobre qué vieron?
—Lo llamo Sasquatch, pero sí. Sí, lo hicieron.
Él rio.
—Recuérdamelo después de matarlo… y no lo llamaría Sasquatch.
— ¿Por qué? Creo que es bastante apropiado.
Urian se burló.
—Realmente no. Eso implica que es intimidante y aterrador. Créeme, no lo es.
—Tal vez no para tu gran trasero, de casi dos metros de altura, no lo es, pero desde mi
punto de vista, es aterrador.
Él resopló.
—Confía en mí, no alimentes el ego del Muppet. Si se hace más grande, vamos a tener
que ponerle en un apartamento más grande. Creo que es por eso que su mansión era tan
grande. Lo necesitaba solo para albergar su inflada autoimagen.
Phoebe se echó a reír. Hasta que oyeron una fuerte conmoción en el exterior.
—Ah, mierda… —Urian usó sus poderes para convocar ropa. Sin decirlo, supo que
Wulf había enojado a los nativos y los problemas se estaban gestando. Por eso afuera había
un maldito ruido furioso, y solo un Dark Hunter en medio de una comuna apolita podría causar
tanto alboroto.
Teletransportándose a la mitad de esto, Urian tomó un segundo para obtener la
disposición del drama antes de agarrar a Wulf e insertarse entre el Dark Hunter y el apolita
que quería su cabeza. Todavía débil por la alimentación de Phoebe, mantuvo una mano en
cada uno de ellos para asegurarse de mantener una distancia segura entre sí.
— ¡Suficiente! —les rugió Urian a los dos.
Wulf le frunció el ceño.
— ¿Estás bien?
Realmente no. Se sentía bastante mareado y definitivamente no necesitaba esta
mierda.
Urian liberó a los dos hombres. El apolita fue retirado por algunos de los miembros de
Shanus que vigilaban, pero él les lanzó una mirada malévola de despedida.
Agradecido de que hubiera terminado, se pasó una mano por la frente cubierta de
sudor.
—Necesitas permanecer fuera de la vista, Dark Hunter.
—Realmente no te ves bien. ¿Necesitas algo?
Urian negó con la cabeza para aclararla.
—Solo necesito descansar un rato. —Curvó su labio hacia Wulf—. ¿Puedes mantenerte
fuera de problemas el tiempo suficiente para eso?
— ¿Uri? —Phoebe apareció detrás de él y le puso la mano en la frente—. ¿Tomé
demasiado, bebé?
Queriendo tranquilizarla, Urian la acercó a él y besó su mejilla.
—No, amor. Solo estoy cansado. Estaré bien.
Se apartó y estaba por regresar a su apartamento cuando sus piernas cedieron.
— ¡Mierda!
Para gran horror de Urian, Muppet se acercó y colgó su brazo sobre su hombro para
ayudarlo a regresar al apartamento de Wulf.
— ¿Qué estás haciendo? —preguntó Urian enojado.
—Te llevaré a Kat antes de que te desmayes.
Urian siseó ante la sola idea de estar con ella.
— ¿Por qué? Ella me odia.
La doncella de Artemisa tenía más probabilidades de destriparlo que ayudarlo.
—Yo también, pero ambos te lo debemos.
Chris y Kat estaban sentados en el suelo jugando a las cartas cuando entraron.
Kat se puso de pie tan pronto como vio la condición de Urian.
—Oh cielos, ¿qué ha pasado?
Phoebe corrió detrás de ellos.
—Creo que tomé demasiada sangre de él.
Wulf acostó a Urian en el sofá.
— ¿Puedes ayudarlo, Kat?
Kat empujó a Wulf fuera del camino. Levantó dos dedos frente al rostro de Urian.
— ¿Cuántos dedos ves?
—Seis.
Ella le golpeó en el costado.
—Para. Esto es serio.
Urian abrió los ojos e intentó enfocar su mirada en su mano.
—Tres… creo.
Kat negó con la cabeza.
—Ahora volvemos.
Cassandra observó con asombro que Kat los destellaba fuera de la habitación.
—Ahora, ¿por qué no hizo eso cuando nos perseguía Stryker? —preguntó Chris.
Phoebe se burló del humano despistado.
—Ella lo está llevando a Kalosis, Chris. Dudo que alguno de ustedes quiera entrar en
un reino gobernado por nada más que Spathi daimons y una diosa antigua realmente
enfurecida que está dispuesta a destruir todo el mundo.
Él asintió como un pollo cacareando.
—Sabes, me gusta mucho estar aquí. Sin mencionar, que ahora puedo mirar la mano
de Kat. —Él levantó sus cartas y maldijo—. Debería haber sabido que no estaba mintiendo.
Con el rostro de color rosa brillante, Cassandra se acercó a ella.
—Lo siento mucho. Los interrumpí a los dos.
—Por favor no lo hagas. Quiero decir, no lo conviertas en un hábito, claro, pero si no
hubieras entrado, podría haberlo matado. Él tiene la mala tendencia a no decirme cuando he
tomado demasiada sangre. A veces me asusta. —En realidad, la asustó mucho, cuando se
preguntó si Urian no tenía un deseo de muerte.
Había algo en él. Una oscuridad en el interior que podía vislumbrar de vez en cuando
que nunca se iba del todo. Cada vez que lo preguntaba, le decía que estaba imaginando
cosas. Pero sabía lo que veía.
Había vivido mucho tiempo y había perdido a muchas personas que le importaban. Ese
tipo de tragedia dejaba su huella.
Lo supiera o no, su marido estaba muy destrozado.
Wulf cruzó los brazos sobre su pecho.
— ¿Entonces los daimons pueden morir por la pérdida de sangre?
Phoebe le dirigió una mirada arqueada.
— ¿Estás planeando usar eso contra nosotros?
Wulf negó con la cabeza.
—Prefiero morir yo mismo que chupar el cuello de otro hombre. Eso es asqueroso.
Además, ¿no me dijiste que así es como los apólitas pueden cambiar a daimons? Se plantea
la cuestión de si un Dark Hunter podría ser convertido en daimon también.
—Sí, pero la sangre de los Dark Hunter es venenosa para ellos. —Chris barajó las
cartas.
— ¿No es el punto que ningún daimon pueda alimentarse o convertirlos?
—Tal vez… —Phoebe observó a Chris cortar la baraja de nuevo—. Pero entonces las
almas sin cuerpo pueden poseer a un Dark Hunter y, como Uri y yo compartimos almas, te
hace preguntarte si quizás un daimon y un Dark Hunter podrían compartir una también.
—Esperemos que nunca averigüemos eso. —Wulf se movió para sentarse en el sofá
frente a Chris.
Phoebe se volvió hacia Cassandra.
—Entonces, ¿qué querías cuando viniste a verme?
—He estado armando una caja de recuerdos para el bebé. Notas e imágenes de mi
parte. Pequeños recuerdos para contarle sobre nuestra gente y nuestra familia después de
que esta se fuera, y me preguntaba si te importaría poner algo allí de tu parte.
— ¿Por qué necesitas algo así cuando estaremos más que encantados de contarle
cualquier cosa que quiera saber?
Cassandra vaciló como si hubiera algo que no quería decirle. Ella miró a Sasquatch
antes de responder.
—Él no puede crecer aquí, Phee. Tendrá que estar con Wulf en el mundo humano.
Phoebe apretó los dientes ante eso. Por supuesto. Deja a Cassie verse perjudicada
contra su propia gente.
— ¿Por qué no puede crecer aquí? Podemos protegerlo igual que Wulf. Probablemente
más.
Al menos no lo odiarían por ser parte apolita.
Wulf levantó la vista cuando Chris le dio una mano de cartas.
— ¿Y si él es más humano que incluso Cassandra? ¿Estaría a salvo aquí?
Phoebe vaciló. Debería estarlo, pero… Había algunos apólitas que tenían muchos
problemas con los humanos. Incluso mientras ella había estado aquí, tuvo problemas con
unos pocos una vez que supieron que su padre era humano.
Y estaba agradecida de que al menos ya no fueran atados a más estacas y les
prendieran fuego.
Al menos no a menudo.
Wulf le dio a Phoebe una mirada significativa.
—Puedo protegerlo a él y a sus hijos mucho más fácil que tú. Creo que la tentación de
tener un alma humana aquí sería demasiado para algunos de tu gente. Especialmente dado
cuánto odian a los Dark Hunters. Qué golpe: Matar a mi hijo, conseguir un alma humana y
obtener vengarse de la misma cosa que todos desprecian más.
Phoebe asintió.
—Supongo que tienes razón. —Tomó la mano de Cassandra—. Sí, me gustaría añadir
algunas cosas a la caja para él.
Y Phoebe sabía exactamente lo que quería que su sobrino tuviera.
Así que después de que escribiera su nota, se excusó y fue a buscar su regalo para la
caja de Cassandra.
Regresó al apartamento de su hermana poco tiempo después con el libro.
Cassandra levantó la vista con el ceño fruncido mientras Phoebe lo metía en la caja de
recuerdos. Cassie todavía la tenía en el sofá junto a ella.
— ¿Qué es esto?
Phoebe le dio una sonrisa maliciosa.
—Es un libro de cuentos de hadas apolita. ¿Recuerdas que mamá solía leernos cuando
éramos niñas? Donita las vende en su tienda, así que ahora mismo fui y compré uno para el
bebé.
Con ojos sospechosos, Wulf recogió el libro y lo hojeó.
—Oye, ¿Chris? —Se lo entregó a su escudero—. Lees griego, ¿verdad?
—Sí.
— ¿Qué hay aquí?
Chris comenzó a leer en silencio, luego se echó a reír. Fuerte.
—No sé si quieres que el bebé vea esto si eres el que lo está criando.
— ¿Déjame adivinar? —Wulf miró a Phoebe—. ¿Tendrá pesadillas de que papá va a
cazarlo y arrancarle la cabeza?
—Bastante cerca. Me gusta especialmente el llamado “Acheron el Gran Malvado”. —
Chris hizo una pausa cuando volvió a otra historia—. Oh, espera… te encantará esta. Tienen
la historia del desagradable Dark Hunter nórdico. ¿Recuerdas la historia con la bruja y el
horno? Éste te ofrece un horno.
— ¡Phoebe!
La mirada de Sasquatch se convirtió en asesinato.
Ella parpadeó inocentemente.
— ¿Qué? Esa es nuestra herencia. No es como si no intercambiaran historias sobre
Andy la Malvada Apolita o Daniel el Asesino Daimon. Sabes que veo películas humanas y
también leo sus libros. No son exactamente buenos para mi gente.
Wulf se burló.
—Sí, bueno, tu gente resulta ser demonios que chupan el alma.
Cruzando los brazos sobre su pecho, Phoebe ladeó la cabeza con actitud.
— ¿Alguna vez has conocido a un banquero o un abogado? Dime quién es peor, mi
Urian o uno de ellos. Nosotros al menos necesitamos la comida. Ellos lo hacen solo por los
márgenes de ganancia.
Cassandra se rió de sus bromas, luego tomó el libro de las manos de Chris.
—Aprecio el pensamiento, Phee, pero ¿podríamos encontrar un libro que no pinte a los
Dark Hunters como Satanás?
—No creo que exista uno. O si lo hace, nunca lo he visto.
—Genial. —Sasquatch recogió otra tarjeta—. Simplemente genial. Mi pobre hijo va a
tener pesadillas toda su infancia.
—Confía en mí —dijo Chris mientras aumentaba su apuesta contra Wulf—. Ese libro va
a ser el menor de los problemas de tu hijo contigo como su padre.
Cassie frunció el ceño.
— ¿Qué quieres decir?
Chris dejó sus cartas y se encontró con su mirada.
—Sabes que de niño, ¿de hecho me llevaron sobre una almohada? Tuve un casco a
medida que tuve que ponerme hasta los cuatro años.
Sasquatch se rascó la barba.
—Eso es porque te golpeabas la cabeza cada vez que te enojabas. Tenía miedo de
que tuvieras daño cerebral por eso.
Chris resopló.
—El cerebro está bien. Es mi ego y mi vida social lo que está en el baño. Me
estremezco por lo que le vas a hacer a ese pobre niño. —Bajó la voz e imitó el acento nórdico
de Wulf—. No te muevas, podrías quedar herido. Ups, un estornudo, mejor llamar a
especialistas de Bélgica. ¿Dolor de cabeza? Odín lo prohíba podría ser un tumor. Rápido,
apúrate para una prueba de TAC.
Wulf le empujó el hombro juguetonamente.
—Y sin embargo vives.
—Siempre es mejor procrear por ti. —Chris se encontró con la mirada de Cassandra—.
Es un infierno de vida. —Entonces Chris bajó la mirada como si estuviera pensando en eso
por un minuto—. Pero hay peores por ahí.
Él tenía razón sobre eso. Phoebe suspiró mientras se preguntaba sobre Urian y qué
estaba haciendo.

*****

Katra esperó fuera de la habitación de Urian hasta que Davyn salió para encontrarse
con ella.
— ¿Él está bien?
—Lo estará, pero eso estuvo muy cerca.
Ella dejó escapar un largo suspiro.
—Sí, nunca lo había visto así. No sabía que podía debilitarse.
—Yo tampoco.
Ella miró hacia la puerta cerrada.
— ¿Quiero saber lo que hiciste para arreglarlo?
Con expresión sombría, Davyn negó con la cabeza.
—No lo aprobarías.
—Perdona el juego de palabras. Fastidia ser un daimon.
—No tienes ni idea. Créeme, no es algo que disfrutemos. No hay ninguno de nosotros
que no daríamos nuestras almas para cambiarlo.
Kat vio la verdad en sus ojos oscuros. Y, curiosamente, vio la gentil atención de Davyn,
el alma, y su culpa.
—Lo siento.
—No, Kat. Eso es un sentimiento vacío. Realmente no entiendes lo que hizo tu tío por
nosotros.
— ¿Perdón?
—Sé quién y qué eres. Urian no.
El pánico la llenó.
— ¿Cómo?
Davyn se echó a reír.
—Veo y escucho mucho más de lo que cualquiera me acredita. Y no soy tan tonto
como todos piensan. He visto a Artemisa. Te pareces a ella. Hasta el color de los ojos. Dado
eso, me imagino que tienes que estar relacionada con el hijo de Apollymi para que ella te
permita vivir. No importa que vengas o salgas de aquí, cuando quieras.
Katra dejó caer la mandíbula.
— ¿Nunca se lo has dicho?
—De las cosas secretas estoy en silencio.
— ¿El Bhagavad Gita?
Davyn se encogió de hombros.
—Leí muchas cosas.
La puerta detrás de él se abrió para mostrar a Urian viéndose mucho mejor. Su
profunda piel leonada tenía un brillo saludable. Sus ojos brillaban y por una vez llevaba su
largo cabello rubio hasta los hombros. Ella le daría crédito a Phoebe. Su marido era
extremadamente hermoso.
Vestido de negro sobre negro, no había mucha diferencia entre Urian y un Dark Hunter.
—Parece que te comiste a alguien que estuvo de acuerdo contigo.
Urian no se divirtió con su broma.
—Ja, ja, Katra. ¿Tienes alguna verdadera razón para estar aquí? ¿O simplemente
quieres enojarme?
—Me estaba asegurando de que vivieras. Lo siento, me importaba.
—No lamento que te importara. Lamento que sientas la necesidad de irritar. —
Suspirando, encontró la mirada de Davyn—. Gracias, hermano.
—Sabes que te quiero.
—Igualmente.
— ¡Aw! —Kat se lanzó contra ellos y los abrazó con fuerza—. Es un festival del amor
daimon!
Urian frunció el ceño.
— ¡Gah! Estoy consiguiendo piojos olímpicos. ¡Que alguien llame a un exterminador!
¡Mejor aún, a un Caronte!
Resoplando, Kat se apartó.
—Bien. Regresaré. Nos vemos más tarde.
Urian se tomó un minuto para hablar con Davyn.
—Me deshice del cuerpo.
—Gracias.
Cuando comenzó a irse, Davyn lo detuvo.
—Uri… no es de mi incumbencia, pero sabes que eso no es normal, ¿verdad?
—No fue culpa suya. Escogí a un imbécil particularmente desagradable para
alimentarme y la afectó. Tuviste suerte, Paris era particular sobre las almas que tomaba. Para
mantenerte a salvo, se aprovechó de los suaves para que no tuvieras que escucharlos gritar
tanto.
Davyn miró hacia otro lado, avergonzado por un secreto que todos le habían ocultado.
Paris había sido el único de ellos que se había llevado la vida de mujeres y los humanos más
débiles para no arriesgarse a que Davyn fuera a trelos.
—Sí, lo sé. No me di cuenta de eso hasta que se fue y tuve que elegir mis propias
comidas.
Y eso hizo una gran diferencia. Urian estaba acostumbrado a alimentarse solo. Porque
lo había estado haciendo durante tanto tiempo, que las voces se habían convertido en parte
de él. Podía ignorarlos la mayor parte del tiempo. Phoebe todavía se estaba adaptando. Y
cuando se estaban muriendo, eran más fuertes y peores. Especialmente los fuertes.
Ella todavía se estaba acostumbrando a todo eso.
Había considerado ir tras un ser humano más débil. Pero simplemente no pudo hacer lo
mismo. El código de su guerrero era demasiado fuerte. No estaba en él aprovecharse de
alguien más débil. No había honor en eso.
Le sonrió a Davyn.
—Tendré más cuidado con ella en el futuro.
— ¿Y si ella va a trelos?
—No lo hará. Ella es parte humana.
— ¡Un humano que casi te mata esta noche!
Urian negó con la cabeza.
—Mi estupidez casi me mata esta noche, no Phoebe. Tengo esto.
Davyn se burló cuando Urian se fue. Y las últimas palabras que le oyó decir fueron de
hecho ominosas.
—Extraño. Esas fueron las últimas palabras que dijo Paris.

*****

Justo después de la medianoche, Urian regresó al apartamento del Muppet para


recoger a su esposa. Phoebe sonrió mientras se acercaba a ella.
Wulf no lo hizo. De hecho, la tensión entre los dos era feroz.
— ¿Cuál es el problema, Dark Hunter? —Urian no pudo resistir las burlas mientras
cubría con su brazo los hombros de Phoebe—. ¿Estabas esperando que sucumbiera?
—No, solo me preguntaba a quién mataste para recuperar tu salud.
Urian resopló.
—Estoy seguro de que las vacas que comes no están exactamente emocionadas por
su masacre tampoco.
—No son personas.
—En caso de que no lo hayas notado, Dark Hunter, hay mucha gente por ahí que
tampoco son humanos.
Tomando la mano de Phoebe, Urian la condujo hacia la puerta.
—Vamos, Phee, no tengo mucho tiempo antes de tener que volver a Kalosis y no
quiero gastarlo con mis enemigos.
La llevó de vuelta a su apartamento.
Phoebe lo observó con atención.
— ¿Estás seguro de que estás bien?
— ¿Aparte de saqueado? Sí. Estoy bien. —Urian se volvió hacia ella—. ¿Y tú?
—Me duele la cabeza, pero aparte de eso, estoy bien.
Un dolor de cabeza… eso no era un buen augurio. Urian trató de no dejar que las
palabras de Davyn infectaran su mente y le asustaran. Phoebe estaba bien.
Lo estaba. Ella no iría allí. Su padre no se estaba volviendo loco y él no estaba jugando
con fuego.
Todo estaría bien.
Sí, él tampoco lo creía.
19 de marzo de 2004

Dado que se suponía que Urian era el patrocinador de este evento abandonado por
Dios, abrió la puerta para reunirse con su cuñada. A petición de su esposa y Cassandra, se
había dejado el largo cabello rubio alrededor de los hombros y estaba vestido con un elegante
esmoquin de seda negro. No sabía por qué a las mujeres les gustaba su cabello suelto,
pero… lo que sea.
Si eso hacía feliz a Phoebe y se acostaba con él, la complacería.
— ¿Estás lista? —le preguntó a Cassandra.
De pie en el dormitorio, estaba vestida con su vestido de novia, con su largo cabello
rubio rojizo bajo los hombros. Llevaba una corona de plata entrelazadas con flores frescas.
Se movió inquieta en su falda.
— ¿Está listo Wulf?
Asintió.
—Él y Chris te están esperando en el complejo principal.
Kat le entregó la rosa blanca que estaba envuelta en cinta roja y blanca.
Cassandra tomó la rosa.
Phoebe y Kat tomaron sus lugares al frente y lideraron el camino. Urian entró en la
habitación para ofrecerle a Cassandra su brazo para que pudieran caminar detrás de ellas.
Por alguna extraña razón, Cass había querido la boda fuera, pero después de muchas
risas y negativas, finalmente habían alquilado el área comercial abierta. Shanus y varios
miembros del consejo habían hecho todo lo posible para traer plantas hidropónicas y flores
para simular un jardín botánico. Incluso habían construido una pequeña fuente.
Cassandra vaciló cuando entraron en el complejo. Urian arqueó una ceja ante eso.
Teniendo en cuenta lo embarazada que estaba, él esperaba que no se acobardara.
—Yo me encargo desde aquí.
Urian inclinó su cabeza hacia su suegro, a quien aún no había conocido, pero Phoebe
le había advertido que estaría aquí para el evento.
Cassandra se quedó sin aliento.
— ¿Papi?
—Realmente no pensaste que me perdería el casamiento de mi bebé ¿verdad?
— ¿Pero cómo?
Indicó a Wulf con una inclinación de cabeza.
—Wulf vino a la casa anoche y me trajo aquí. Dijo que no sería una boda para ti a
menos que yo viniera y me dijo sobre Phoebe. Pasé la noche en su apartamento con ella para
que pudiéramos ponernos al día y luego sorprenderte. —Sus ojos se llenaron de lágrimas
mientras miraba su estómago—. Luces hermosa, cariño.
Se arrojó a sus brazos, o al menos lo más cerca que pudo con su vientre distendido, y
lo abrazó con fuerza.
— ¿Deberíamos cancelar la boda antes que nos ahogues en lágrimas? —preguntó Kat.
— ¡No! —Cassandra se recompuso con un resoplido—. Estoy bien. De verdad.
Su padre le besó la mejilla, le metió la mano en el hueco de su brazo y la dirigió hacia
Wulf. Kat y Phoebe se movieron para colocarse detrás de Chris mientras Urian tomaba su
lugar al lado de Phoebe. La única otra persona presente era Shanus, quien se puso de pie,
pero los miró con una expresión amistosa que decía que era más que feliz de dar testimonio
del evento.
Urian besó la mano de Phoebe cuando recordó haberse casado con ella, y odiaba que
no hubiera tenido a su padre presente en su boda. Para su crédito no hizo ni un comentario al
respecto cuando su padre envolvió las cintas alrededor de las manos de Cassandra y Wulf.
Una vez que terminó, su padre comenzó a decir las palabras para unirlos.
—Es a través de la noche que...
—Luz —susurró Urian en voz alta, interrumpiéndolo.
El rostro de su padre se sonrojó un poco.
—Lo siento. Tuve que aprender esto bastante apresuradamente.
Se aclaró la garganta y comenzó de nuevo.
—Es a través de la luz que nacemos y a través de... a través de... —Su padre vaciló.
Divertido por el hecho de que su padre humano estaba completamente despistado,
Urian se adelantó para susurrarle al oído.
—Gracias —dijo el señor Peters—. Esta ceremonia no se parece en nada a la nuestra.
Urian inclinó la cabeza y dio un paso atrás, pero no antes de que le hiciera un guiño a
Cassandra para hacerle saber que estaría de vuelta.
—Es a través de la luz que nacemos y durante la noche que viajamos. La luz es el
amor de nuestros padres que nos saludan y nos reciben en este mundo y es con el amor de
nuestra pareja que lo dejamos.
»Wulf y Cassandra han elegido estar juntos, para facilitar su viaje restante y consolarse
mutuamente en las próximas noches. Y cuando la noche final esté sobre...
Su padre se detuvo mientras lloraba otra vez.
Ah, santo cielo. Si esto continuaba, el bebé de Cassandra nacería y se graduaría antes
de que llegaran al final de la misma.
—No puedo —dijo en voz baja.
— ¿Papi?
Su padre retrocedió mientras una lágrima caía por su mejilla.
Phoebe se apresuró hacia adelante y envolvió sus brazos alrededor de él. Cassandra
se dirigió hacia él, pero Phoebe la detuvo.
—Termínalo, por favor, Uri.
Phoebe acompañó a su padre a un lado.
Genial... preferiría ser castrado. Suspirando, Urian se movió para pararse con ellos y
casar a su peor enemigo con la hermana de su esposa. Alguien máteme ahora.
—Cuando la noche final esté sobre nosotros, prometemos estar juntos y ayudar a quien
viaje primero.
»De alma en alma hemos respirado. De carne a carne hemos tocado. Y es solo que
debemos dejar esta existencia, hasta que llegue la noche en que los Destinos decreten que
nos reuniremos en Ouranlie.
Genial, ahora Cassandra estaba empezando a llorar.
Urian se acercó al pedestal que tenía la misma copa de oro que usó para casarse con
Phoebe. Se la llevó a Cassandra.
—Normalmente esta sería la sangre de ambos combinadas, pero como ninguno de los
dos está particularmente entusiasmado por eso, es vino.
Le entregó la copa a Cassandra, quien tomó un sorbo y luego se la dio a Wulf, quien
siguió su ejemplo. Wulf le entregó la copa a Urian. Como era la costumbre apolita, Wulf se
inclinó y la besó para que el sabor del vino se mezclara entre ellos.
Urian devolvió la copa al pedestal y terminó la ceremonia.
—Aquí se encuentra la novia, Casandra. Ella es única en este mundo. Su belleza,
gracia y encantos son el legado de aquellos que han venido antes que ella y se les darán a los
que nacen por medio de ella.
»Este hombre, Wulf, por otro lado, de pie ante nosotros un producto de...
Frunciendo el ceño, Urian se detuvo.
—Bueno, él es el producto de una perra que no puede soportar el pensamiento de los
hijos de Apolo gobernando la tierra.
— ¡Urian, compórtate! —espetó Phoebe.
Se erizó ante su orden.
—Teniendo en cuenta el hecho de que acabo de unir un miembro de mi familia a una
de las personas que he jurado aniquilar, creo que estoy siendo muy bueno.
Phoebe le lanzó una mirada que proclamaba en voz alta que estaría durmiendo solo
por al menos una semana
Tal vez más tiempo.
Urian frunció el labio ante Wulf.
Eres un completo bastardo Muppet.
—Bien. Estoy encantado de no decir lo que realmente pensaba —murmuró en voz baja.
Más fuerte, Urian volvió a la ceremonia.
—Son sus similitudes los que los unió y sus diferencias las que agregan variedad y
chispa a su vida. Los dioses bendigan y protejan su unión y pueden ser... —Hizo otra pausa—
. Bueno, ya estás bendecido con la fertilidad, así que lo omitiremos.
Phoebe gruñó bajo en su garganta.
Urian lanzó otra mirada asesina a Wulf.
—Que los dos disfruten de cada minuto restante.
Entonces Urian ató las cintas en un doble nudo, aunque él hubiera preferido anudarlas
alrededor de la garganta del Muppet.
Chris y Kat lideraron el camino de regreso al apartamento.
Tan pronto como pudieron, Urian y Phoebe se fueron con su padre a cuestas.
Lo que provocó un incómodo silencio mientras su padre lo trataba más como a un mal
experimento de laboratorio. No importaba que hubiera salvado a ambas hijas de Jefferson. El
hombre simplemente seguía tratándolo como una mierda.
—No muerdo.
—Lo siento. Es solo que he oído mucho sobre daimons de mi esposa e hijas. Pero tú
eres el primero que he conocido.
—Está bien. Lo entiendo. Algo así como la bondad y la compasión humanas. He oído
hablar de tales bestias míticas, pero todavía tengo que encontrarlas personalmente. Sigo
esperando, sin embargo.
Urian decidió dejar a Phoebe sola con su padre y dejar que se pusieran al día.
Pero mientras caminaba alrededor de la ciudad subterránea, seguía teniendo la más
extraña premonición.
Se vio a sí mismo en el pasado. Solo. Y oyó a alguien llorando, pero no sabía quién.
Fue tan extraño. Pero no tan extraño como él estando aquí esta noche, el hijo de
Stryker que había sido asignado para aniquilar a Phoebe y su línea de sangre. Ahora siendo
precisamente el que había casado a Cassandra con Wulf, su enemigo, para que pudieran
salvaguardar esa línea de sangre para siempre.
Apollymi tenía razón. Era la máxima traición. Era la mano derecha de su padre. El único
en quien Stryker confiaba.
Y esta noche, él acaba de apuñalar a su padre en el corazón.

24 de mayo de 2004

—Tu padre ha perdido la cabeza.


Eso era un eufemismo. Desde que Cassandra había dado a luz a su hijo, Erik, su padre
había estado fuera de control con la loca necesidad de matarlos a los dos.
Pasándose las manos por el cabello, Urian no sabía cómo tratar con el hombre. En
todos estos siglos pasados, nunca lo había visto así.
—No lo sé, Dav… ¿se ha ido a trelos?
—Estaba a punto de preguntarte eso.
Esa sería su mejor conjetura. Tendría más sentido. Estaba definitivamente actuando
como un lunático absoluto.
— ¡Urian!
Davyn suspiró.
—Estoy tan contento de no ser su hijo.
—Manera de tener mi espalda.
—Sí, bueno. Prefiero tener tu trasero.
—No es divertido.
Davyn levantó la mano con los dedos apretados.
—Soy un poco gracioso.
— ¡Urian!
Se teletransportó a la oficina de su padre.
— ¿Llamaste al templo?
Su padre le dirigió una mirada fría y asesina.
—No lo hagas. ¿Eres consciente de que el bastardo Dante Pontis mató a nuestro
informante?
Urian se quedó boquiabierto.
— ¿Dante asesinó a su propio hermano? Maldita sea, hace frío incluso para un Were
katagari.
— ¿Tenemos a alguien más en su club al que podamos llamar?
Urian se rascó el cuello al considerar sus fuentes.
—No realmente y probablemente no después de ese tipo de rabieta. Bastante seguro
de que alguien podría ser comprado tendría un grave dolor de esfínter después de eso.
Su padre se movió para pararse en su cara.
—Quiero un espía, Urian. Encuéntrame uno.
—Sí, señor. —Urian dio un paso atrás y giró sobre sus talones para poner tanta
distancia como pudiera entre él y el loco. Porque tanto como amaba a su padre…
Eso era una locura y, en caso de que fuera contagioso, no quería que saltara sobre él.
Dejando escapar un profundo suspiro, dejó el salón y trató de pensar en quién podría
llamar para tratar de obtener información. Los Were en general siempre eran un poco
inestables. Tenían que pisar una delgada línea entre daimons y Dark Hunters. Y por eso, su
lealtad no siempre se podía confiar o ser de confianza. Algunos sabían que los entregarían sin
un segundo pensamiento, si pensaban que podían comprarles favores con Acheron o Savitar.
Urian atormentó sus tres células cerebrales.
Una sombra se movió a su derecha cuando un par de daimons se dirigieron hacia su
casa para una alimentación.
Curiosamente, eso le dio una idea…
Teletransportándose a la nebulosa tierra de nadie que flotaba entre los reinos, fue a
buscar a la única criatura que podía caminar a cualquier lugar que quisiera.
— ¿Shadow?
—No.
Urian resopló ante la voz ronca, incorpórea.
— ¿No qué?
—Lo que sea que estés vendiendo, no lo quiero. Toma tu culo y vete.
—Vamos, no seas así.
Los vientos silbaban en sus oídos. Las sombras a su lado se solidificaron en un hombre
que lo miró con malicia mientras cruzaba los brazos sobre su pecho y chasqueó la lengua.
Justo la altura media y bien construida, Shadow tenía ojos de acero. Y como su misma alma,
su cabello largo hasta los hombros que llevaba tirado hacia atrás en una corta cola de caballo
era ni claro ni oscuro, sino filamentos de distintos tonos que quedaban atrapados de lleno
entre sus dos naturalezas en duelo.
El demonio no tenía miedo como regla, de ahí su lema personal de que no temía el mal,
porque era la cosa más malvada que acechaba en la oscuridad y llamaba a la noche más
mortal casa.
—Es bueno verte, Shay.
—No, no lo es, y no soy tu maldita cita. ¿Qué quieres, imbécil?
Urian sonrió.
— ¿De verdad? ¿Necesitamos toda la blasfemia?
—Lo que llaman un uso excesivo de blasfemias, llamo mejoradores de oraciones.
—Por supuesto que sí. —Urian negó con la cabeza—. Perdí a mi espía en el infierno y
realmente podría usar a alguien más.
Se echó a reír.
— ¿Estás malditamente loco? “Oye, Shadow, hace mucho tiempo que no te veo…
tengo a un tipo muerto. ¿Podrías ir a reemplazarlo?’ Porque no me gustas del todo, por eso no
hemos hablado en unos pocos siglos. Así que si mueres, de verdad me importa una mierda”.
—Él frunció los labios—. Caramba, gracias, daimon.
Urian había olvidado cuán sarcástica podía ser Shadow.
—La razón por la que estoy aquí es porque tienes un conjunto de habilidades único.
—Sí, me mantengo fuera de la mierda de otras personas. Ya sabes, no se siembra
discordia entre los hermanos. Mis pies no se dirigen a la travesura. Están muy felices aquí en
casa.
—Shay…
—Uri… —se burló él—. No.
— ¿Por favor?
—Eso solo funciona si eres una mujer adulta. Desnuda. Y en mi cama o retorciéndote
encima de mí. Y hermano, no eres nada de eso.
— ¿Realmente no me ayudarás?
Un tic comenzó en la mandíbula de Shadow.
—Tal vez, pero solo si me aburro con las repeticiones, no tengo más pelusa del vientre
para recoger, y algo me causa aún más daño cerebral del que ya tengo, tal vez, solo tal vez
podría, podría, hacerlo. ¿Y qué es?
Cerrando los ojos, Shadow levantó los dedos cruzados y dijo en voz baja:
—Por favor, deja que sea espiar a una mujer sexy en su ropa interior.
Urian lo abofeteó en el pecho.
— ¡Eres un maldito pervertido!
— ¡Qué demonios soy! Sabes, podría hacer eso cuando quisiera, y notar que nunca lo
he hecho. Eso me hace un santo.
Urian puso los ojos en blanco.
—Averigua qué hace Wulf Tryggvason por mí.
— ¿Ese corpulento vikingo bastardo Dark Hunter?
—Sí.
Él arrugó el rostro.
—Ni siquiera podía darme Corbin. Figuras efusivas.
Cuando comenzó a desintegrarse, Urian lo llamó.
— ¡Gracias, Shadow!
—También puedes darme las gracias al no hacerme matar, daimon. Realmente, ese es
el favor que necesito.
Por extraño que pareciera, Urian se conformaría con eso porque cuando regresaba a
Kalosis, no podía evitar la sensación de que algo horrible estaba a punto de ocurrir.
Ese sentimiento solo se intensificó tan pronto como regresó a casa y su teléfono móvil
se iluminó con el número de Wulf y luego el de Phoebe. El Muppet podía esperar. Llamó a
Phoebe primero, pero por alguna razón, no pudo pasar.
Extraño. Así que lo intentó con Wulf.
De nuevo, no había señal. Frustrado, repasó sus mensajes. El primero eran los gritos
histéricos de Phoebe:
— ¡Tu padre tiene al mío! ¡Quiere a Erik! ¡Qué diablos has hecho, Urian! ¡Qué
demonios! Será mejor que me llames tan pronto como llegues. ¡Oh Dios mío!
Um, sí. Qué demonios estaba bien.
Escuchó el siguiente, que era Wulf.
— ¡Maldito, inútil bastardo de daimon! Así que ayúdame, Thor, cuando ponga mis
manos en ti no habrá suficiente para sonrojar, ¿me oyes? ¡Mierda! ¡Será mejor que me
devuelvas la llamada! ¡Ahora mismo!
Bueno, ciertamente esa no era la forma de motivar a alguien para que te devolviera la
llamada, amigo. De hecho, Urian tenía la necesidad de perder su teléfono.
Y cambiar su número.
Si…
Maldita sea, solren, ¿qué has hecho? Se fue durante cinco minutos y ¿qué? ¿Has
convocado a las furias? ¿Y sus mocosos?
Disgustado, se dirigió a la oficina de su padre, pero Trates lo atrapó en el pasillo.
—Yo no haría eso.
— ¿Qué está pasando?
Trates dejó escapar un suspiro de cansancio.
—Está en un alboroto.
—Lleva días en uno.
Desde el nacimiento de Erik.
—Sí, pero está todo fuera de juego en este momento. Tuvo una conferencia con
Apollymi. No sé lo que dijo la diosa, pero está en condiciones de ser atado. Todos se
tumbaron durante un rato.
Frotándose la frente mientras escuchaba los muebles golpear las paredes, Urian hizo
una mueca.
— ¿Secuestró a Jefferson Peters?
— ¿Quién?
—El padre de la heredera.
Trates se encogió de hombros.
—Si lo hizo, no estaba en eso.
— ¿Ese es Urian?
—Corre —susurró Trates—. Solo quédate tranquilo hasta que se enfríe. Yo te cubriré.
Gracias, vocalizó Urian antes de desaparecer. Si bien no era un cobarde, simplemente
no estaba de humor para que alguien más le gritara esta noche.
Con la cabeza palpitante, se encontró extrañamente en la cueva de Xyn. Suspirando,
se sentó recostado en su cama y agachó la cabeza en sus manos mientras recordaba tiempos
más simples.
Dios, cómo lo extrañaba. Esas noches estando allí acostado con ella. De estirarse
hacia atrás en sus escamas mientras ella las calentaba para mantenerlo caliente. En toda su
vida, ella fue la única que realmente lo había cuidado.
Aunque amaba a Phoebe para distraerlo, no era lo mismo. Ella era su responsabilidad.
Siempre estuvo preocupado por ella. Suspirando, no se forzó en pensar en cosas que se
habían ido hacía mucho tiempo. Este era el presente.
Si tan solo pudiera ver algún tipo de futuro. Pero con cada latido del corazón, este era
cada vez más y más oscuro. Y menos probable como posibilidad.

*****

Urian había hecho todo lo posible para avisar a Phoebe y a Cassandra que no entraran
en pánico. Jefferson estaba a salvo. Se había asegurado de ello. Shadow lo estaba cuidando.
Pero su padre estaba en tal estado que no se atrevió a probar una línea más directa de
comunicación. No de la manera en que caían los daimons. En este momento, Stryker estaba
tomando un tiro con cualquiera que lo mirara boquiabierto.
E incluso algunos que no lo hicieron.
Su teléfono vibró de nuevo. Urian lo miró. Esta vez era Shanus.
¿Qué estaban haciendo? ¿Cambiar su número por mierdas y risitas? Estaban a punto
de matarlo si no se detenían. Esta era la quinta vez que Shanus había llamado.
No es el momento ni el día…
Con los ojos bien abiertos, intercambió una mirada molesta con Davyn, que frotó su
espalda reconfortándolo.
Hasta que su padre se les acercó. Los mataré a todos y dejaré que Zeus los clasifique
era la expresión de su rostro e hizo que Davyn se encogiera.
— ¿Estás listo, pido?
—Siempre.
Su padre asintió, pero algo en sus ojos hizo que la sangre de Urian se enfriara. ¿Qué
había pasado? Miró a Davyn, que parecía tan asustado como él. Durante el más mínimo
segundo, tuvo la idea de cambiar sus vaqueros negros y camisa a la armadura que Xyn le
había hecho hacía siglos.
Y para conseguir su escudo, también.
Sin otra opción, siguieron a su padre al portal que debía llevarlos al Infierno de Dante,
donde estaría esperando Wulf con quién sabía cuántos Were Hunters y Dark Hunters.
Mientras que a Wulf le habían dicho que viniera solo, ninguno de ellos era lo suficientemente
tonto como para creer por un momento que lo harían. No mientras Acheron estuviera vivo.
Protegería a sus Hunters a toda costa. Desde que Dante Pontis era el dueño del club, sabían
que la pantera Were Hunter estaría allí, junto a su gran cantidad de hermanos y primos.
El resto era de suponer.
Urian respiró hondo y entró. Efectivamente, cuando aparecieron dentro del club
nocturno, estaba cargado con daimons. Los Hunters abundaban. Urian vio a Wulf de
inmediato y se aseguró de mantener su expresión de piedra y no responder, o de lo contrario,
ambos lo pagarían. Inmediatamente se movió hacia un lado para que en caso de que el hijo
infante Erik Wulf hubiera sido atacado, pudiera ayudar a proteger al bebé.
Su padre miró a su alrededor con una sonrisa malvada y jovial.
—Que bien… trajiste la cena para mis hombres. Si solo todos pudieran ser tan
considerados.
Varios de los daimons se rieron. Urian no era uno de ellos.
Pero uno de los Dark Hunters rió. Uno alto, de cabello oscuro que parecía tan loco
como su padre había estado actuando últimamente.
—Ya sabes, casi me gusta este chico, Acheron. Lástima que tengamos que matarlo.
Su padre deslizó una mirada de reojo hacia el Dark Hunter antes de que su mirada se
dirigiera a Acheron. Los dos se miraron el uno al otro sin una palabra o emoción.
Urian, sin embargo, perdió la compostura al darse cuenta de cuántas veces había visto
a Acheron a lo largo de los años. Más que eso, tuvo una súbita epifanía de quién y lo que
realmente era.
Y por qué Katra los visitaba.
¡Santa mierda!
¡Acheron era el verdadero hijo de Apollymi!
¿Cómo se lo había perdido todos estos años? Su padre pensaba en sí mismo como el
hijo de Apollymi, pero no lo era. Era solo su hijo adoptivo. Era su Apóstolos de sangre
completa. El niño por el que se lamentaba.
Acheron era la razón por la que se sentaba junto al espejo todo el tiempo. ¡Ella estaba
vigilándole!
Todo estaba tan claro ahora.
Por qué los habían llamado de vuelta. Las leyes de no tocar…
Todo.
Urian tenía que avisarle.
— ¿Padre?
—Está bien, Urian. Lo sé todo sobre el Atlante. ¿No es así, Acheron?
—No. Solo crees que sí, Strykerius. Yo, por otro lado, sé cada uno de tus defectos,
hasta permitirte creer en la Destructora mientras ella juega contigo.
Urian le dio crédito al líder de los Dark Hunters. El bastardo acababa de poner todo en
la mesa mejor que él.
—Mientes.
Y su padre optó por no creerlo. Maldita sea… ¿qué podía hacer? ¿Cómo podía gente
ser tan ciega? Urian no lo entendía. Él nunca lo haría.
Cómo, cuando se les daba todos los hechos verdaderos y absolutos, la gente todavía
descaradamente elegía ignorarlos.
—Quizás. Pero tal vez no.
Stryker se volvió hacia Wulf y bajó la mirada hacia el bebé. Él ladeó la cabeza.
—Qué dulce. Te metiste en tantos problemas, ¿verdad? Todos lo hicieron. Yo debería
sentirme halagado.
Un mal presentimiento pasó por Urian. Su padre actuaba realmente, muy peculiar. Miró
a Davyn, que parecía igualmente preocupado. Mientras tanto su teléfono estaba vibrando de
nuevo. Alcanzó a silenciarlo mientras su padre se dirigía a él.
Porque eso no fue en absoluto desconcertante.
Para su disgusto instantáneo, su padre pasó un brazo sobre sus hombros y lo besó en
la mejilla.
¿Qué diablos era esto? Si bien no era raro que su padre fuera afectuoso, nunca lo
había hecho justo antes de la batalla y de una manera tan pública. Urian frunció el ceño aún
más ante la acción y se puso rígido mientras esperaba que algo de la mierda cayera.
—Los niños son lo mismo por lo que vivimos, ¿verdad? —Su padre jugaba con los
cordones de cuero que sujetaban su trenza rubia—. Nos traen alegría. A veces nos traen
dolor.
¿Estaba borracho de sangre?
—Por supuesto, nunca entenderás el dolor del que estoy hablando, Wulf. Tu hijo no
vivirá lo suficiente como para traicionarte.
Urian abrió la boca para explicarse, pero antes de que pudiera hacerlo, su padre cortó
su garganta con su garra de dragón. Luego lo empujó lejos.
Atónito e incapaz de hablar, Urian cayó al suelo jadeando, poniéndose las manos
contra su cuello para frenar el flujo de sangre. Pero fue inútil. Corrió a través de sus dedos y
se esparció por el suelo.
—Realmente no pensaste que era tan estúpido como para caer en este truco, ¿verdad?
La mirada de su padre se aburrió en Wulf.
—Sabía que nunca me llevarías el bebé. Solo necesitaba alejar a los guardianes de
Elysia por un tiempo.
Wulf maldijo por sus palabras mientras se movía para atacar.
Su padre desapareció en una nube negra de humo mientras los daimons atacaban.
— ¡Ak'ritah tah! —gritó Acheron.
El portal se abrió.
Uno de los daimons se rió.
—No tenemos que pasar por…
Antes de que él pudiera terminar la frase, el daimon fue succionado violentamente a
través de la apertura.
Los otros le siguieron rápidamente.
Mientras tanto, Urian yacía allí, cegado por sus lágrimas mientras trataba de respirar.
Tenía que llegar a Phoebe. No podía morir así.
Ash corrió a través del suelo y se arrodilló a su lado.
—Shh. —Cubrió las manos de Urian con las suyas—. Respira.
El calor se extendió de la mano de Acheron a través del cuerpo de Urian cuando el
Dark Hunter se movió para rodearlos. Con cada latido del corazón, la respiración de Urian se
volvió más fácil y el dolor retrocedió.
Hasta que se fue.
Urian respiró profundamente cuando se dio cuenta de que, por razones desconocidas,
Acheron lo había curado.
— ¿Por qué?
—Te lo explicaré más tarde. —Acheron se levantó y alzó el dobladillo de su camisa
hasta que su estómago estuvo expuesto—. Simi, vuelve conmigo.
El bebé salió disparado de las manos de Wulf inmediatamente. Ella se convirtió en un
infante pequeño dragón, luego se tendió sobre la piel de Acheron hasta que se convirtió en un
tatuaje.
Un rubio Dark Hunter resopló.
—Siempre me pregunté cómo se movía tu tatuaje.
Ash no habló. En cambio, levantó las manos.
Un segundo estaban en el Infierno. Al siguiente estaban en medio de Elysia.
Urian se puso de pie mientras corría para encontrar a su esposa. Gritos y súplicas
horribles de misericordia rasgaban el aire. Cuerpos de hombres, mujeres y niños apólitas
yacían en todas partes. No había visto nada como esto en siglos. No desde los días en que
los humanos solían asaltar sus aldeas.
— ¡Phoebe! —Urian se dirigió directamente a su apartamento. El miedo lo destrozó
cuando cada instinto que poseía le decía lo que iba a encontrar. Y estaba aterrorizado de
tener razón.
¿Por qué no había contestado su teléfono? ¿Por qué?
Y en el momento en que la puerta se abrió, y vio la destrucción en su apartamento, lo
supo.
Lo supo.
Todo había sido destrozado. Sus muebles estaban volcados. El estéreo había sido
arrancado de la pared y los discos, cintas y CD de Phoebe estaban esparcidos por todas
partes, como si su padre hubiera querido castigarlos por tratar de tener una vida sin él.
Urian se ahogó con sus lágrimas mientras trataba de llegar a un acuerdo con este
momento.
Con esta realidad.
La vida sin Phoebe.
Era como el día en que había perdido a Xyn. Se hundió de rodillas y echó la cabeza
hacia atrás y gritó con furia. ¿Cuántas veces en su vida iba a perderlo todo? ¿Por qué? ¿Era
mucho pedir ser amado? ¿Tener una persona que pudiera mantener en su corazón?
¿Una persona para sí mismo?
¿Era eso realmente tan egoísta?
¡Maldito seas, Acheron!
¡El bastardo debería haberle dejado morir! ¿Por qué no podía haberlo dejado donde
estaba?
Esto era mucho peor. ¡Phoebe estaba muerta y todo era culpa suya! Él le había hecho
esto. Lo causó.
Cegado por las lágrimas, escuchó a los demás afuera que compartían su dolor. Eso
también, fue culpa suya. Les había fallado a todos.
Temblando y con el corazón roto, se puso de pie mientras su mirada caía a algo
brillante en medio de los restos en el suelo. Al principio pensó que era un reflejo causado por
sus lágrimas hasta que se dio cuenta de que era algo más.
Algo metálico.
¡El collar de Phoebe!
Incrédulo, lo recogió y lo dejó colgar de sus dedos. Esto era todo lo que tenía de ella.
Una baratija tan insignificante para una vida tan vibrante. Y sin embargo valía la pena más que
el Taj Mahal. Más que todo el oro y los diamantes de la tierra. Porque le había pertenecido y
era todo lo que le quedaba.
Mataría a cualquiera que alguna vez le pusiera un dedo. Así fue como quería y
apreciaba esa baratija sin valor ahora. Porque era de Phoebe.
Y se deseó muerto para estar con ella. No aquí y ahora sintiendo este dolor forjado por
su ausencia.
No puedo hacer esto sin ti, Pheebs. Ni siquiera quería intentarlo. Porque honestamente,
era demasiado viejo y estaba demasiado cansado para tener un nuevo comienzo. Se hizo con
esta vida.
Terminó de intentarlo.
¿Honestamente? Solo quería morir y acabar con todo.

*****

Ash encontró a Urian de rodillas en el centro de la sala de estar destrozada. Tenía un


pequeño medallón de oro en sus manos mientras el hombre lloraba en silencio.
— ¿Urian? —dijo Ash en un tono bajo y firme.
— ¡Vete! —gruñó—. Déjame en paz.
—No puedes quedarte aquí. Los apólitas se volverán contra ti.
—Como si me importara. —Miró hacia arriba y el dolor empático que Ash sintió por
Urian le hizo retroceder un paso. Había pasado mucho tiempo desde que Ash había entrado
en contacto directo con tanta pena desesperada. Recordó un tiempo, hace mucho, cuando se
había sentido de la misma manera, y eso lo sorprendió por un momento—. ¿Por qué no me
dejaste morir también? ¿Por qué me salvaste?
Ash respiró hondo mientras lidiaba con un pasado que una vez le había brutalizado y le
dejó una cáscara hueca. Si pudiera, salvaría a Urian de esa miseria adicional.
—Porque si no lo hubiera hecho, habrías vendido tu alma a Artemisa sobre esto y
matado a tu padre.
— ¿Crees que no lo voy a matar por esto? —Se volvió hacia Ash con un gruñido—. No
queda nada de ella. ¡Nada! Ni siquiera tengo nada que enterrar. Yo…
Sus palabras se interrumpieron cuando sollozó.
Ash puso su mano sobre el hombro de Urian.
—Lo sé.
— ¡No lo sabes!
Dios, cómo deseaba que fuera la verdad. Ash agarró su barbilla y la levantó hasta que
sus miradas se encontraron.
—Sí, Urian, lo sé.
De maneras que este daimon no podía imaginar.
Urian luchó por respirar cuando vio imágenes parpadeando a través del remolino de los
ojos plateados de Ash que eran idénticos a los de Apollymi. Había tanto dolor allí, tanta agonía
y sabiduría.
Era difícil mantener el contacto visual con él.
—No quiero vivir sin mi Phoebe.
Su voz se rompió en las palabras.
—Lo sé. Por esa razón, te estoy dando una opción. No puedo atarme a tu padre para
vigilarlo. Necesito que hagas eso. Porque tarde o temprano, estará de vuelta detrás del linaje
de Apolo.
¡Y qué! Urian frunció el labio.
— ¿Por qué los protegería ahora? ¡Phoebe murió por culpa de ellos!
—Phoebe vivió gracias a ellos, Urian. ¿Recuerdas? Tú y tu padre fueron responsables
de matar a toda su familia. ¿Alguna vez le dijiste a Phoebe que fuiste tú? Tú. ¿Quién mató a
su abuela? ¿O a sus hermanas?
Urian apartó la mirada avergonzado cuando la culpa lo atravesó.
—No. Nunca la habría lastimado.
—Sin embargo, lo hiciste. Cada vez que tú, tu padre o uno de sus Spathis mataban a
alguien de su familia, ella sentía el dolor que sientes ahora. Las muertes de sus madres y
hermanas la desgarraron. ¿No es por eso que salvaste a Cassandra, para empezar?
Por supuesto que lo era. Una lágrima de los ojos de Phoebe siempre lo había
destrozado.
—Sí.
Acheron se alejó de él mientras Urian se recompuso como mejor podía.
— ¿Dijiste que tenía una opción?
Acheron dejó escapar un suspiro entrecortado.
—El otro es que borraré tus recuerdos de todo. Estarás libre de todo esto. Todo tu
dolor. El pasado, el presente. Puedes vivir como si nada de esto te hubiera pasado nunca.
Una pizarra en blanco. Miles de años pasados. Sonaba tan fácil, pero Urian no creía
que incluso Acheron tuviera esos poderes. Conocía a los dioses mejor que eso.
Además, estaba cansado de todo. La vida significaba dolor. Era brutal y destripaba a
todos de rodillas. Y él estaba tan harto de eso.
— ¿Me matarás si te lo pido?
— ¿Quieres que lo haga?
Por el momento, era todo lo que quería. ¿Qué irónico era eso? El que había tomado
tantas vidas en un esfuerzo por vivir un día más, por respirar una vez más, solo quería
finalmente expulsar a su último aliento y acabar con todo.
Pero en ese momento más débil y oscuro, qué extraño que fuera la voz de Xyn la que
escuchó.
Recuerda el precioso coste…
Maldito fuera su dragón por hacerle ver la verdad incluso ahora.
Más débil de lo que nunca había estado en su vida, se encontró con la mirada de
Acheron. Y maldito fuera el hijo de Apollymi por convertirlo en lo que era, porque sabía que al
salvar su vida, Acheron lo había convertido en algo completamente distinto. Pero no tenía ni
idea de lo que era ahora.
—Ya no soy un daimon, ¿verdad?
—No. Tampoco eres un apolita, exactamente.
—Entonces, ¿qué soy?
Acheron respiró hondo antes de hablar de nuevo.
—Eres único en este mundo.
Único. Maravilloso. Justo lo que nunca quiso ser. Todo lo que siempre quiso era
encajar, y ahora destacaba aún más.
— ¿Cuánto tiempo más voy a vivir?
Acheron se encogió de hombros.
—Eres inmortal, salvo la muerte.
Urian frunció los labios ante lo que tenía que ser la respuesta más tonta.
—Eso no tiene sentido.
—La mayoría de la vida no lo tiene.
Él no discutiría eso. Los dioses sabían que nunca había podido entenderlo. Urian sorbió
y se secó los ojos.
— ¿Puedo caminar a la luz del día?
—Si quieres, puedo hacerlo así. Si eliges la amnesia, te haré completamente humano.
Urian arqueó una ceja ante el pensamiento más impactante de todos.
— ¿Puedes hacer eso?
Ash asintió.
Sí, solo uno nacido de un poder primario podría hacer eso. Nacido de la luz y la
oscuridad. Ni siquiera Apollymi tenía los poderes que tenía Acheron.
Maldita sea.
Urian se rió amargamente mientras observaba con frialdad el cuerpo de Ash y en
particular donde el dragón del tatuaje había estado. Él sabía exactamente lo que era. Y lo que
significaba.
—Sabes, Acheron, no soy estúpido, ni soy tan ciego como Stryker. ¿Sabe del demonio
que llevas en tu cuerpo?
—No, y Simi no es un demonio, ella es parte de mí.
Con Simi siendo un demonio Caronte, eso era una subestimación, ya que estaba unida
a su amo y se convirtió en una forma de vida simbiótica. Acheron estaba lleno de sorpresas.
No era de extrañar que Urian no hubiera podido leerlo cuando se habían cruzado en el
pasado.
La mirada de Urian se clavó en la suya.
—Eso me parece lo más interesante de todo. Pobre Stryker, está tan jodido y ni
siquiera lo sabe.
Se movió para quedar de pie más cerca de Acheron.
—Sé quién y qué eres, Acheron Parthenopaeus.
—Entonces, si alguna vez pasa de tu conocimiento, me aseguraré de que te
arrepientas. Eternamente.
Sí, solo apostaba que Acheron lo haría. Urian asintió.
—Pero no entiendo por qué te escondes.
Acheron se encogió de hombros.
—No me estoy escondiendo. El conocimiento que llevas no puede ayudar a nadie. Solo
puede destruir y dañar.
Quizás había verdad en eso. Al igual que sus poderes de curación. Cuando la gente
sabía de ellos, se volvían locos por ellos y había limitaciones para lo que él podía hacer. Y
cuando fallaban, se ponía feo rápido. Así como Acheron, él mantenía sus poderes ocultos. Por
su propio bienestar tanto como por los demás.
Urian hizo una mueca al recordar todas las vidas de las personas que había amado y
que se perdieron. Sus hijos. Su madre. Sus esposas. Hermanos y hermanas. Humanos y
daimons que había matado por el derecho a seguir viviendo.
—He dejado de ser un destructor.
— ¿Entonces, que eres?
Urian dejó que sus pensamientos vagaran a través de los eventos de esta noche.
Pensó sobre el dolor en su interior que gritaba por la pérdida de su esposa. Era tan tentador
dejar que Acheron lo borrara todo, pero con eso perdería todos los buenos recuerdos que
llevaba, también.
Aunque él y Phoebe solo habían tenido algunos años juntos, ella lo había amado en
formas que nadie había hecho nunca. Tocó un corazón que había creído que había muerto
hacía mucho tiempo.
No, le dolía vivir sin ella, pero no quería perder toda conexión con ella.
Sujetó su medallón alrededor de su cuello cuando se dio cuenta de que por primera vez
desde niño, su cabeza estaba tranquila. La única voz en ella ahora era la suya.
—Soy tu hombre, Acheron. Pero te lo advierto ahora. Si alguna vez me dan la
oportunidad de matar a Stryker, la tomaré. Malditas sean las consecuencias.

*****

Stryker gruñó indignado cuando se encontró en la sala del trono de La Destructora.


—Estaba tan cerca de matarlos. ¿Por qué me detuviste? ¿Cómo pudiste traerme de
nuevo aquí?
Todavía el demonio, Sabine, lo retuvo del trono de Apollymi.
Por una vez, Xedrix no estaba en la habitación con su madre, pero Stryker no tenía
tiempo para reflexionar sobre el paradero del demonio. Sus pensamientos estaban demasiado
consumidos por el odio y la aflicción.
Su madre se sentaba en su silla completamente preparada, como si estuviera en la
corte y no hubiera destruido todos sus años de cuidadosa planificación.
—No me levantes la voz, Strykerius. No tomaré tu insubordinación.
Se obligó a nivelar su voz incluso mientras su sangre hervía a fuego lento con furia.
— ¿Por qué interferiste?
Ella puso su almohada negra en su regazo y jugó con una esquina.
—No puedes ganar contra el Elekti. Te lo dije.
—Podría haberlo golpeado —insistió Stryker. Nadie podía detenerlo. Estaba seguro de
ello.
—No, no habrías podido. —Ella bajó la mirada de nuevo y pasó la mano con elegancia
sobre el satén negro—. No hay dolor peor que un hijo que traiciona tu causa, ¿verdad,
Strykerius? ¿Les das todo y te escuchan? No. ¿Te respetan? No. En su lugar, destrozan tu
corazón y escupen sobre la amabilidad que les has mostrado.
Stryker cerró los ojos con fuerza cuando ella expresó los pensamientos dentro de su
corazón. Le había dado todo a Urian. ¿Y cómo le había pagado su hijo? Con una traición tan
profunda que le había llevado días enfrentarlo.
Una parte de él odiaba a Apollymi por decirle la verdad. La otra parte le daba las
gracias. Nunca había sido el tipo de hombre para recibir a una serpiente en su pecho.
Todavía no podía olvidar el hecho de que Urian no había confiado en él, su propio
padre. Que, después de todos esos años, su hijo creía honestamente que no podía decirle la
simple verdad.
Se había vuelto a casar.
¿Y ahora qué habían hecho esas acciones? La esposa de Urian había ido a trelos y
atacado su propia comuna. Porque ella era humana y no podía manejarlo. Las mentiras de su
hijo lo habían obligado a cometer otros aún más grandes para proteger a Urian.
Lo mataste por su traición.
Esa era la mentira con la que Stryker viviría. No la verdad. Que lo había hecho para
evitar que Urian descubriera que Phoebe se había vuelto loca. Porque eso mataría el corazón
de Urian. Conocía demasiado bien a su hijo. Y nunca podría ver lo que eso le habría hecho a
su hijo.
La angustia y el odio a sí mismo.
Stryker ya era odiado y despreciado. Mejor que siguiera siendo el monstruo que todos
creían que era, que ver morir a su hijo lentamente por sus propias recriminaciones.
Urian murió por traición. Traición a la comunidad y a él.
Y Stryker nunca le haría eso a su madre.
—Te escucharé, akra.
Suspirando, acunó la almohada contra su pecho.
—Bien.
— ¿Entonces, qué hacemos ahora?
Ella lo miró con una pequeña y hermosa sonrisa. Cuando ella habló, sus palabras
fueron simples, pero su tono era puramente malvado.
—Esperamos.

****

Urian realmente no tenía ganas de estar aquí. De hecho, este era el último lugar
absoluto en el que quería estar.
La casa del Muppet.
Pero no tenía a dónde ir. ¿Qué tan patético era eso? Once mil años y estaba sin hogar.
Sin amigos.
Y la única familia que tenía era esta mierda vikinga.
Glorioso. Simplemente glorioso.
Aún mejor, podía escuchar a Chris gruñir mientras venía a abrir la puerta para dejar que
él y Acheron entraran en la casa.
Wulf se puso de pie cuando entraron. Él también se quedó sin aliento. No es que Urian
le culpara. Sabía que se veía mal. Estaba pálido, su ropa aún cubierta de sangre. Y estaba
más loco que diez litros de infierno saturado de demonios y vertido por las gargantas de un
Caronte hambriento. Sin duda todo eso irradiaba en su lenguaje corporal y ojos.
El rubio Dark Hunter de Armani que estaba sentado a su derecha fue el primero en
recuperarse y hablar.
—Nos estábamos preocupando por ti, Ash.
El hosco bastardo de cabello oscuro del club que tenía una perilla resopló.
—Yo no. Pero ahora que estás aquí, ¿me necesitas para algo más?
—No, Z —dijo Ash en voz baja—. Gracias por venir.
Inclinó la cabeza.
—Cada vez que quieras que te ayude a destrozar algo, solo llámame. Pero en el futuro,
¿podrías elegir un lugar más cálido para hacerlo?
Salió de la habitación antes de que alguien pudiera responder.
El rubio motorista cubierto con tatuajes celtas sonrió.
—Sabes, realmente me molesta que ahora sea un dios.
—Solo asegúrate de no molestarlo —dijo Acheron en advertencia—. O él podría
convertirte en un sapo.
El celta se enfureció.
—No se atrevería.
Armani resopló.
—Estamos hablando de Zarek, ¿verdad?
—Oh sí —dijo el celta—. No importa.
Armani se levantó con un gemido.
—Bueno, ya que soy uno de los pocos no inmortales en la habitación, creo que voy a ir
a la cama y descansar.
El celta flexionó su brazo vendado.
—Dormir suena como un plan para mí.
Chris tiró los suministros médicos de nuevo en una caja de plástico.
—Vamos, chicos, y les mostraré dónde pueden tumbarse.
Cassandra se puso de pie con Erik en sus brazos, con la intención de seguirlos.
—Supongo que debería…
—Espera —dijo Urian, deteniéndola—. ¿Puedo sostenerlo?
Ella dudó con el ceño fruncido preocupado de que él supiera que se lo había ganado.
Apenas miró a Erik antes de esto. No había querido hacerlo.
Parte de ello habían sido los celos. Phoebe había querido un bebé desesperadamente,
y había sido lo único que nunca había podido darle. Otro había sido pura pena no adulterada.
Porque cuando veía a los niños, lo llevaban de vuelta a su juventud. Regresando a los días en
que habían nacido sus sobrinos y sobrinas, y esperaba encontrar un fin a su maldición.
Antes había habido tantas muertes. No había querido pensar en todas las veces que
había tenido a Geras y Nephele cuando eran jóvenes.
Pero ahora…
Cassandra miró a Ash, quien asintió.
Con sus rasgos reacios, le entregó a Erik.
Maldita sea, había pasado tanto tiempo desde la última vez que tuvo un bebé que casi
dejó caer a la pequeña cosa retorcida. Ella realmente tenía que mostrarle cómo sostener uno
de nuevo.
¿Cómo pudo olvidar algo tan importante como sostener la cabeza del bebé y el cuello?
Pero entonces, literalmente, habían pasado cientos de años. Por suerte para ambos, no tardó
mucho en recordar. Y el olor…
Eso definitivamente lo recordaba. Ese bebé recién nacido olía. Antes de que el mundo
llegara y los contaminara. Los marcaba con su brutalidad y fealdad. Les enseñaba a odiar y
herir. Les enseñaba a sus corazones a sangrar.
Daría cualquier cosa para evitarle a este niño las pesadillas que estaban por delante de
él. Las duras lecciones que vendrían en el futuro y lo pondrían de rodillas.
—Eres tan frágil. —Suspiró Urian al niño pequeño que lo miraba tan despistado sobre
la miseria que este mundo se estaba preparando para desatar sobre él—. Y todavía sigues
vivo, mientras que mi Phoebe no lo está.
Wulf dio un paso adelante.
Acheron lo retuvo.
— ¿Te quedarás y cuidarás a tu familia?
Urian gruñó a Acheron por un recordatorio por el que lo despreciaba.
—Mi familia está muerta. Gracias a Acheron y su madre.
La mirada de Acheron se volvió simpática cuando miró al bebé en sus brazos.
—No, Urian, no lo está. La sangre de Phoebe está en ese bebé. Erik lleva la
inmortalidad con él.
Urian lo odiaba por ese recordatorio que lo hizo sentir de nuevo. Le hizo preocuparse
cuando no quería. En su mente, vio lo emocionada que estaba cada vez que ella hablaba de
Erik y su inminente llegada.
—Ella amaba a este bebé —susurró—. Podría decir cuánto quería uno propio cada vez
que hablaba de él. Ojalá hubiera podido darle uno.
—Le diste todo lo demás, Urian. —Los ojos de Cassandra se llenaron de lágrimas
mientras hablaba de su hermana—. Ella lo sabía, y te amaba por eso.
Esas palabras lo rompieron de una manera que nada más había hecho. Y por primera
vez, en realidad le gustó su cuñada.
Acheron tenía razón. Ella era su familia.
Así lo era este bebé.
Y ese estúpido imbécil de Muppet.
Urian envolvió un brazo alrededor de Cassandra y la atrajo hacia sí. Puso su cabeza
sobre su hombro y finalmente cedió a las lágrimas que habían estado ahogándole.
Apretándolo con fuerza, Cassandra sollozó contra su hombro.
Después de un tiempo, Urian la soltó y le entregó a Erik.
—No dejaré que tu bebé muera, Cassandra. Lo juro. Nadie lo lastimará jamás. No
mientras yo viva.
Cassandra lo besó en la mejilla.
—Gracias.
Con la garganta apretada, Urian asintió y se retiró de ella. Tomó una irregular
respiración y se enjugó las lágrimas con la manga de la chaqueta.
— ¿Qué alianza, eh? —preguntó Wulf después de que Cassandra los hubiera
abandonado—. Un Dark Hunter y un Spathi unidos para custodiar a un apolita. ¿Quién lo
hubiera imaginado?
Acheron resopló.
—El amor hace extraños compañeros de cama.
Muppet frunció el ceño.
—Pensé que eso era política.
—Son las dos cosas —dijo Acheron con una sonrisa.
Urian cruzó los brazos sobre su pecho.
— ¿Te importaría si duermo en el cobertizo?
Wulf asintió.
—Por supuesto. Considéralo tuyo todo el tiempo que quieras.
Urian inclinó la cabeza hacia él y se dirigió hacia fuera, tratando de no pensar en la
última vez que estuvo allí.
Con Phoebe.
Por Phoebe.
Apenas lo había alcanzado cuando sintió una extraña presencia detrás de él. Era una
que conocía muy bien. Sintió que su brazo se calentaba mientras se preparaba para lanzarle
un rayo.
—Oh ahora, akri daimon, ¡no hagas eso! Golpeas a Simi, y Simi estará triste. Ella no
venía a lastimarte. Solo quería venir a traerte algunas patatas de barbacoa y hacerte sonreír
porque te duele la herida. Ahora aleja tu brazo.
¿Qué demonios?
— ¿Quién eres tú?
Alta y delgada, salió de las sombras. A diferencia del Caronte al que estaba
acostumbrado, ella no tenía alas o cuernos, o piel moteada. Más bien parecía humana.
Vestida con una falda corta gótica, con leggings de rayas y una blusa corsé, era adorable.
Hasta el bolso de su ataúd y los tacones altos y con plataformas. Su negro cabello tenía la
misma raya roja que la de Acheron. Solo que ella llevaba su cabello en coletas.
Volando hacia él, lo tomó del brazo y lo condujo escaleras arriba.
—Eres un Caronte, ¿verdad?
—Por supuesto que lo soy. Todos los demonios lo son.
—Entonces, ¿por qué no estás en Kalosis?
Ella hizo una cara adorablemente linda.
—Sobre todo porque Simi no está visitando akra diosa. ¡Por eso, tonto!
Abrió la puerta con sus poderes y lo guio al interior.
—Estoy muy confundido.
Ella sonrió.
—Sé qué quieres decir. Simi se mantiene confusa la mayor parte de las veces.
Enfréntalo. El mundo es simplemente un tipo de lugar confuso.
De repente, Urian se sintió como un idiota al darse cuenta de quién y qué era el
demonio.
— ¿Eres el tatuaje de Acheron? Del club.
Ella le dirigió una mirada que decía que era un completo y absoluto imbécil.
—Bueno, sí. No crees que Simi dejaría que algún otro Caronte viniera y se acostaría
con su akri y no se comiera su cabeza, ¿verdad?
Por lo que sabía de los Caronte, no. Ellos no eran del tipo de compartir exactamente.
Ella lo hizo sentarse en el suelo frente a la televisión. Entonces abrió su bolso y sacó
dos bolsas sorprendentemente grandes de patatas fritas.
— ¿Carne roja? ¿Carne blanca?
— ¿Perdón?
Ella ladeó la cabeza.
— ¿Carnes rojas? —Movió la bolsa de patatas de barbacoa delante de su cara—. ¿O
carne blanca?
Sacudió una bolsa de crema agria y patatas fritas con cebolla.
—Nunca he comido eso.
Simi contuvo el aliento como si eso fuera lo peor que había escuchado.
—Está bien. ¡Te comes la sangre! Excepto que no lo hagas más. —Alineando su cara,
bailó con entusiasmo, luego le entregó ambas bolsas—. ¡Ábrelas! ¡Ábrelas!
Él la complació.
— ¡Ahora come!
Urian no estaba seguro de eso. Encogiéndose, se llevó una a la nariz.
Simi hizo un ruido grosero y sacó su mano.
— ¿Podrías parar? ¡Te estabas comiendo a la gente! Deja de ser todo meticuloso.
¡Come la patata, caramba! A diferencia de la gente, la cual no están mal para Simi, porque
son muy sabrosas, ¡las patatas son buenas! ¡Cómetela!
Se rió ante el tono demoníaco que de alguna manera logró ser infantil.
—Sí, señora. —Él lo mordió y jadeó—. Santa mierda, esto está bueno.
— ¡Te lo dije! ¡Come más!
Levantó la bolsa para él. Entonces hizo un ruido adorable y lo dejó caer para que
pudiera correr a otra habitación.
Después de unos minutos, volvió con varias copas.
— ¡Jugos Fruitsie! ¡Tengo tanto con lo que ponerme al día, akri daimon!
Simi se deslizó a su lado y comenzó a sacar más bocadillos de ese pequeño bolso,
luego encendió la TV a algo llamado QVC, donde lo educó en las compras modernas.
— ¿Por qué haces esto, Simi?
Ella yacía a su lado en el suelo con los pies en el sofá, él no sabía por qué, pero la
mayoría de los carontes dormían y se relajaban así. Ladeando su cabeza ella le frunció el
ceño.
— ¿No lo sabes, akri daimon?
—Ni idea.
Levantó la mano y tocó su pecho donde solía estar su marca.
—Tienes triste el corazón. Los amigos no dejan a los amigos solos cuando están tristes
de corazón.
—No sabía que éramos amigos.
Ella resopló de nuevo.
—Por supuesto que lo somos. Así es como haces amigos. Ves a alguien cuando está
triste de corazón y te acercas y dices que va a estar bien. Y los abrazas y compartes tus
patatas. Entonces son amigos.
Ella tomó su mano entre las suyas y la sostuvo.
—Ves. Amigos. Simi no te morderá. No muerdas a Simi. Nosotros amigos.
—Supongo que es así de simple, ¿eh?
Asintiendo, inclinó la cabeza hacia atrás para ver más televisión.

Todavía estaba allí unas horas después cuando Acheron fue a verlo. Solamente Simi
estaba dormida, lo cual era fácil de decir ya que el pequeño demonio venía con un gigante
ronquido.
Inclinando la cabeza, Acheron en realidad levantó sus gafas de sol para descansarlas
encima de su cabeza mientras estudiaba a su demonio dormido.
—Me pregunté a dónde se había ido. Este ha sido el último lugar donde la habría
buscado.
—Ella es bastante charlatana.
Acheron se rió.
—No tienes ni idea.
—Oh, estarías equivocado ahí. Tengo un buen oído esta noche.
Aún riendo, él asintió.
—Puedo imaginarlo. —Se aclaró la garganta y se puso serio—. ¿Cómo estás?
—He estado mejor. —Urian metió la manta que había puesto sobre Simi más arriba
alrededor de su barbilla—. Pero ella ayudó mucho.
—Sí, tiene una manera de hacer eso. —Acheron levantó la barbilla hacia la puerta—.
¿Tienes un minuto?
— ¿Por qué?
—Hay algo que creo que quieres ver.
—A menos que sea la cabeza de mi padre en una bandeja, no realmente.
Acheron bajó sus gafas de sol para cubrir esos ojos retorcidos.
—No tomaría esa apuesta. Vamos.
Teniendo cuidado de no molestar a Simi, se levantó para seguir a Acheron hacia la
puerta. Acheron usó sus poderes para abrirla de modo que Urian pudiera ver el amanecer que
estaba rompiendo sobre el agua.
Por costumbre, siseó y se dirigió a las sombras.
Acheron lo cogió del brazo.
—No te hará daño. Lo juro.
Con la respiración entrecortada, Urian lo miró con incredulidad.
— ¿De verdad?
—Lo juro —repitió—. Sé que quieres verlo. —Él manifestó un par de gafas de sol para
Urian y se las tendió—. Necesitarás esto.
Urian se los puso y luego, lentamente, se dirigió con cuidado hacia la puerta y luego a
la cubierta exterior. Era una mañana fría. Mordedora, de hecho. Pero no le importaba.
Su mirada quedó cautiva por los rayos ámbar que atravesaban la oscuridad arreglando
el paisaje.
Con toda honestidad, no tenía ni idea de cuánto tiempo estuvo allí. Un millón de
pensamientos giró en su cabeza. Un billón de recuerdos. Pero el que jugaba más fuerte fue el
de él y el Paris. Las lágrimas lo ahogaron mientras miraba a Acheron.
—Ojalá mi hermano pudiera haberlo visto.
—Lo sé.
Sacudió la cabeza.
—No sabes lo que es nacer con un gemelo, Acheron. Venir al mundo con alguien.
—En realidad, lo hago.
Él se quedó boquiabierto ante eso.
— ¿Perdón?
—No es algo que comparta. Con cualquiera. A diferencia de ti y de Paris, mi hermano y
yo éramos enemigos. Fue un bastardo egoísta que conspiró contra mí. Pero la vida nos ha
llevado a lugares a los que no siempre queremos ir, y en direcciones que nunca creíamos.
Urian se rió amargamente mientras consideraba la subestimación de eso, dado que él
era un daimon que actualmente vivía en la casa de huéspedes de un Dark Hunter.
—Pero —continuó Acheron—, todos tenemos una opción. Tira el remo y deja que
actualmente nos lleven a donde sea. O agarra el remo con ambas manos y lucha contra la
corriente con todo lo que tenemos. Al final, todos determinamos qué destino abrazamos.
Somos peones o jugadores. La decisión final es siempre nuestra.
—No te preocupes. No tengo intención de ser un peón. Hay demasiada ira y vinagre en
mí para eso. Es posible que me hayas quitado los colmillos, Acheron, pero en mi núcleo, sigo
siendo un demonio. Siempre. Veneno fue la leche que bebí del pecho de mi madre, y no
descansaré hasta que me bañe en la sangre de mi padre.
Su padre no lo había reprimido con sus acciones.
Él lo había alimentado.

1 de octubre de 2008

Urian estaba horrorizado por lo que encontró en el templo ubicado al lado del de
Acheron en Katateros. Cuando escuchó un ruido, había esperado una de las almas escapada
de una de las otras áreas. Pero esto no era una sombra.
Este era un hombre.
Nadando en el lugar equivocado. En el momento equivocado.
— ¿Quién eres?
Sin embargo, cuando se dio la vuelta en la piscina, Urian sintió como si alguien lo
hubiera abofeteado. Duro. Porque no había duda de quién tenía que ser.
El despreciado hermano gemelo de Acheron. Santa mierda... Eran idénticos. Misma
altura. Misma constitución. Rasgos esculpidos. Prácticamente indistinguibles, excepto donde
Acheron tenía esos extraños ojos plateados, Styxx tenía un par de vibrantes azules. Ojos que
eran el tono más cercano al de Urian que había visto en otra persona.
Extraño.
Y mientras que Ash prefería mantener su cabello largo y teñido de negro, el malvado
anti-Ash se mantenía en su tono rubio natural y lo tenía corto. También estaba marcado
abismalmente.
Y todavía el desafiante bastardo aún no había hablado.
—Te hice una pregunta —gruñó Urian—. ¿No me entiendes?
—Te oí.
— ¿Y?
Con una lentitud que Urian estaba seguro que solo era para enojarlo, salió de la piscina
y tomó una toalla. Se secó, luego la envolvió alrededor de sus caderas antes de cerrar la
distancia entre ellos.
—Pregúntame cuando encuentres un nuevo tono. Uno con respeto en él.
Oh sí, este tipo era un imbécil con esteroides. Ahora todas las historias que había
escuchado sobre el infame hermano tenían total sentido.
—Debes ser Styxx.
—Así que no eres tan estúpido como pareces.
Urian habría hecho un comentario igualmente desagradable, pero no pudo superar la
cantidad de cicatrices que Styxx tenía en su cuerpo. Si bien Urian tenía más que su parte
justa, palidecían en comparación con el número que este hombre llevaba. Al parecer, Styxx
enojaba a todos con los que había entrado en contacto.
Urian hizo una mueca ante el mapa del dolor.
—Maldita sea, estás lleno de cicatrices.
— ¿No lo estamos todos?
Él no comentó sobre eso, especialmente no con su pasado.
—Me dijeron que te habían enviado a una de las otras islas.
—Así es.
— ¿Entonces, por qué estás aquí?
Styxx recogió otra toalla para secarse el cabello.
—Me gustó esta más.
Vaya, su arrogancia era algo muy especial.
— ¿Eres siempre tan grande imbécil?
— ¿Y tú?
Esa era una pregunta capciosa y algo más. Urian esbozó una sonrisa.
—Básicamente, sí. Sin embargo, pensé que lo había templado para ti. Supongo que
soy un idiota aún más grande de lo que sabía.
Styxx se echó a reír.
—Entonces odiaría verte en un mal día si este es uno bueno.
—Sí, bueno, según Ash, casi lo pongo nervioso cada diez minutos.
— ¿Te lleva un total de diez minutos? Estoy impresionado. Todo lo que tengo que
hacer es entrar en su línea de visión para destruir todo su año.
Urian sonrió. No era frecuente que conociera a alguien que pudiera igualar su
sarcasmo. Le encantaría poner a este chico en una pelea con Shadow.
Señaló las cicatrices de Styxx con una inclinación de cabeza.
—Debes haber sido un soldado que vio muchos combates por ellas.
—Lo fui... y lo hice.
— ¿Caballería?
—Protostratelates.
Los ojos de Urian se ampliaron ante un papel tan prestigioso. Especialmente para
alguien tan joven, eso era casi inaudito. De hecho, solo sabía de alguien que había hecho eso.
— ¿En tu…? Oh, espera, espera un minuto. Styxx... ¿Styxx de Didymos, Styxx?
Asintió.
¡No! ¡No! ¿Cuáles eran las probabilidades? ¿En serio? Urian escupió algo que era
demasiado surrealista para ser realidad.
— ¿Qué tan estúpido me siento? Nunca puse los dos nombres juntos antes. Sobre todo
porque asumí que el protostratelate que casi derrotó a la Atlántida era un anciano. Oh,
caramba... —Suspiró—. Eras una leyenda. Cuando era niño, estudié ampliamente tus notas
de guerra, informes y todo lo escrito sobre ti. Tus tácticas me fascinaron, pero había tanto que
dejaste fuera.
—No quería que alguien usara mis estrategias en mi contra.
—Como dije, brillante, y si me conocieras, sabrías que no hablaré con nadie. —
Atontado y emocionado de conocer a su héroe, Urian extendió el brazo—. Esto es realmente
un honor.
Styxx vaciló, luego lo sacudió.
—Entonces, ¿cuántos años tienes... realmente?
—Nací unas semanas antes de que tú y Acheron murieran. Y antes de que me
condenes, viví principalmente de personas que merecían morir.
— ¿Principalmente?
Urian se encogió de hombros.
—A veces no puedes ser exigente. Pero nunca me alimenté de una mujer humana o un
niño. O cualquiera que no pudiera defenderse.
Styxx levantó las manos.
—No estoy en posición de juzgar a nadie por cómo sobreviven.
Un profundo ceño frunció el ceño de Urian.
—Es extraño, sin embargo.
— ¿Qué es?
—Cuánto tú y Acheron se parecen entre sí para no estar relacionados en absoluto.
Suspirando, Styxx dejó caer su segunda toalla, luego se peinó el corto y rubio cabello.
—El truco de su madre para deshacerse de los dioses buscándolo.
Urian resopló.
—Lo hizo bien. Yo también tuve un hermano gemelo fraterno.
— ¿Tenías?
—Fue asesinado hace mucho tiempo por un Dark Hunter.
—Oh, lo siento mucho.
Urian inclinó la cabeza hacia él mientras la vieja herida se abría y sangraba.
—Gracias. Yo también. Es difícil perder a un hermano, y el doble de duro cuando nacen
juntos. Algo así como perder una extremidad.
Styxx resopló.
—En mi caso, más como perder un esfínter.
Riendo, Urian negó con la cabeza.
— ¿Qué pasó entre ustedes? Quiero decir, maldita sea, Acheron me perdonó, y
definitivamente no merecía una segunda oportunidad. No pareces un bastardo absoluto, y
definitivamente no luchaste como uno. Las cosas que hiciste... protegiste a tu enemigo contra
tus propias tropas. Y los historiadores y comandantes griegos te hicieron una barbacoa.
—Me asaron muchas personas.
Ahora que sabía quién era realmente, Urian lo siguió desde la piscina hasta el
dormitorio. Tenía tantas preguntas que hacer. Cosas que siempre se había preguntado que
nadie había documentado. Realmente, ¿con qué frecuencia alguien podía entrevistar a su
héroe?
—Entonces, ¿qué edad tenías cuando entraste en la batalla? ¿Cinco?
—Dieciséis. —Styxx recogió su ropa y fue detrás de una pantalla para vestirse.
—Maldita sea, eso fue duro. Mi padre se negó a permitirnos acercarnos a la batalla
hasta que superáramos nuestra mayoría de edad. —Para los apólitas, de todos modos—.
Esperó tanto, fue realmente embarazoso. —Urian no quería pensar en las ocasiones en que
su padre literalmente los recogió y los arrojó para evitar que lucharan.
Dio un paso atrás e hizo un gesto hacia la puerta.
— ¿Te gustaría venir al pasillo principal conmigo? La cena debería estar lista.
Styxx negó con la cabeza mientras rodeaba la pantalla.
—No soy bienvenido allí. Acheron tendría un ataque al encontrarme en su templo.
Urian se había olvidado de ese pequeño detalle. Sería lo mismo que invitar a su padre
a cenar. Sí... realmente mala idea. Acheron odiaba a su gemelo con un tipo especial de
energía.
—No te preocupes. No le diré al jefe que estás aquí. Quédate todo el tiempo que
quieras.
—Gracias, Urian.
Styxx fue a colgar sus toallas para que se secaran.
—Oye —llamó Urian—. ¿Quieres que te traiga algo para cenar?
—Dioses, sí, mataría por algo. —Avergonzado por la emoción que lo había traicionado,
se aclaró la garganta—. Sí por favor. Lo apreciaría.
Urian reprimió una sonrisa ante el entusiasmo de Styxx.
—Volveré tan pronto como pueda.
Aunque para ser honesto, Urian odiaba dejarlo allí. Solo. Si había una cosa que
entendía, era la soledad. Aislamiento. Y Styxx había tenido más que su parte justa.
Antes, cuando había asumido que era el hermano villano de Acheron sin conciencia, a
Urian no le importaba lo que le pasara.
Ahora tenía una cara y una historia.
Hacía mucha diferencia. Perspectiva. La vida era todo acerca de perspectiva. Si alguien
debería apreciar eso, un antiguo daimon debería. Después de todo, su gente había sido
juzgada mal por todos.
Y aún lo eran. Por eso Spawn era uno de sus pocos amigos entre los Dark Hunters. Él
era un antiguo daimon, y uno que había servido bajo su mando; se entendían el uno al otro. Y
ambos eran rechazados por el resto del ejército de Acheron.
Eran la hermandad de los inadaptados.
Styxx era su nuevo recluta.
Bienvenido a mi locura.
Y eso era lo que era. Esa cruda, mordaz soledad que nunca lo abandonaba. El golpe
de tripa amarga que dolía de la cabeza a los pies. Había perdido a las dos mujeres que más
había amado.
Xyn y Phoebe.
La vida era tan injustamente injusta.
¿Por qué no podría haberlo tomado en su lugar?
Tratando de no pensar en ello, Urian se coló en el templo de Acheron donde vivía e
hizo todo lo posible por actuar con indiferencia. Compartía el templo con Acheron, Simi y el
administrador de Acheron, Alexion, que fue uno de los primeros Dark Hunters creado, y
lamentablemente el primero en ser asesinado. Y la esposa de Alexion, otra Dark Hunter que
había muerto en cumplimiento del deber, Danger. Y, por supuesto, la propia Caronte de
Alexion, la hermana de Simi, Xirena.
Ellos, y algunas mascotas peculiares, conformaban el feliz hogar de Acheron. Aparte de
la colección de estatuas en el sótano, de las que nadie hablaba nunca.
Y Urian se refería a nadie. Como que el tema rápidamente enviaba a su jefe a un
ataque de ira.
— ¿Estás bien, Uri? —preguntó Danger tan pronto como lo vio merodeando.
Urian dejó caer el plátano que había estado tratando de sacar de contrabando.
—Um. Sí. ¿Tú?
—Siempre.
—Bien. —Mierda... ¿por qué tenía que ser tan entrometido?
Pasaron horas antes de que Urian pudiera regresar a donde había dejado a Styxx. Sin
embargo, Urian no quería saber qué estaba haciendo el hombre, ya que parecía que estaba
sacando una especie de marisco desagradable para comer. Dejando eso a un lado, Urian dejó
su mochila en la mesa junto a Styxx.
Frunció el ceño ante la cena de Styxx.
— ¿Qué es eso?
Styxx se encogió de hombros, luego devolvió la asquerosidad no identificable a la urna
sobre la mesa.
El ceño fruncido de Urian se hizo más profundo cuando inclinó la copa de arcilla
desconchada para ver la leche de coco en ella.
—Ew! ¿De verdad? ¿De verdad ibas a beber esta mierda?
—Anánkai d’oudè theoì mákhontai —dijo simplemente Styxx.
Urian se echó a reír.
—Ni siquiera los dioses luchan contra la necesidad... agradable. Dijiste eso a tus
hombres justo antes de la batalla por Ena.
— ¿Lo hice?
— ¿No te acuerdas? Solía usar eso para mis propios hombres para motivarlos.
Consiguió que me apuñalaran una vez. Aparentemente, lo que funciona para los griegos no
funciona para los Daimons Spathi.
—Honestamente, no, no me acuerdo. Y también fui apuñalado una o dos veces.
Además, no puedo realmente tomar crédito por ello. Era algo que mi mentor solía decirme
todo el tiempo.
— ¿Y qué diría sobre esto? —Urian levantó una botella de vino.
—Brôma theôn. —Comida de los dioses.
Urian se la entregó, luego sacó el abridor y dos vasos.
—Voy a arriesgarme a suponer que tienes pocos suministros. ¿Quieres que te traiga
algo?
—Puedo manejarlo, pero un poco de agua fresca estaría bien. No llueve aquí, y no se
calienta lo suficiente como para producir mucha condensación. Ha sido difícil desalar el agua
del río, y no puedo entender por qué es salada...
Urian frunció el ceño ante algo que no sabía sobre la isla. O Styxx, para el caso.
— ¿Por qué no te quedaste donde estaban tus suministros?
Styxx sacó un tenedor de la mochila y se sentó a comer.
—No he recibido ninguno.
Urian estaba horrorizado por lo último que esperaba salir de la boca de Styxx.
— ¿De qué has estado viviendo?
Cerrando los ojos, Styxx saboreó el sabor desconocido. Tragó y se limpió la boca antes
de contestar.
—Almejas en su mayoría... siempre que pueda encontrarlas. Cocos. Algunas hojas
verdes que descubrí. —Tomó un trago de vino y luego suspiró de agradecimiento—. ¿Qué?
—Nada. —Urian tomó la mochila—. Volveré en unos minutos, ¿de acuerdo?
Styxx asintió mientras seguía comiendo.
— ¿Urian? ¿Cómo se llama esto?
A Urian le llevó un segundo darse cuenta de que Styxx era tan inocente con respecto al
mundo como lo había sido él cuando se hizo humano por primera vez. Maldita sea, eso era
patético.
—Espaguetis.
—Está muy bueno. Gracias.
—Parakaló.
Urian odiaba dejar a Styxx solo. Pero una vez más, se encontró escondiendo un
secreto enorme de quienes lo rodeaban. Es extraño que esto pareciera ser un tema recurrente
en su vida y no sabía por qué. Había hecho mucho para evitar el drama, pero esa perra lo
perseguía solo para estresarlo y él no quería hacerlo.
Así que aquí estaba de nuevo.
Pero ¿qué otra cosa iba a hacer? No podía dejar que el pobre hombre muriera de
hambre. Styxx necesitaba ayuda y no estaba en él...
Sí, está bien, entonces tal vez estaba en él darle la espalda a la gente y no importarle.
Urian era un bastardo de esa manera. Sin embargo, había algo en Styxx que era tan familiar.
Un parentesco que no podía negar. Tal vez porque se parecía mucho a Acheron y le debía
mucho a Acheron.
Sea lo que sea, se encontró de nuevo en el templo donde Styxx estaba sentado en la
piscina con los pies colgando en el agua mientras miraba hacia el espacio, a nada en
particular.
— ¿Es esto lo que haces en la noche? —le preguntó Urian.
Styxx se levantó y se bajó el dobladillo de los vaqueros.
—No hay nada más que hacer, la verdad. A veces salgo y miro a la luna.
—Debes dormir mucho.
—Realmente no.
Urian no podía imaginar vivir así. Y siempre había pensado que su vida era solitaria.
— ¿Cómo no estás loco?
Styxx resopló.
— ¿Quién dice que no lo estoy?
Touché. Tal vez todos lo estaban.
—No podría aguantar tres días de este aburrimiento sin estar completamente loco.
—En lo que respecta a las prisiones, créeme, esto no es tan malo. Nadie me pone
marcas o me pega, y no estoy encadenado ni drogado. Lo mejor de todo es que no tengo que
inclinarme por la mitad para acostarme.
Urian se encogió ante lo que estaba describiendo en un tono monótono, pero las
cicatrices en su cuerpo decían que hablaba desde una experiencia absoluta.
— ¿Cuándo estuviste prisionero?
Styxx rió amargamente.
— ¿Honestamente? En toda mi vida extremadamente larga, solo he estado
aproximadamente un gran total de catorce años en los que no fui encarcelado por una razón u
otra.
Ese número sacudió su mente y lo dejó tambaleándose. Más que eso, lo dejó furioso en
nombre de Styxx. ¿Qué demonios?
— ¿Encarcelado por qué?
—Nacer como el hermano de Acheron... bueno, excepto cuando Apolo y los atlantes
me retuvieron aquí. Eso fue todo culpa mía. Resulta que a los dioses no les gusta que los
humanos los derroten e invadan sus países de origen. ¿Quién sabía?
Urian tuvo que sentarse por un segundo, especialmente cuando recordó la reacción de
Apollymi el día que vio su escudo. Y Styxx habría sido solo un niño...
¿Dónde diablos estaban sus padres?
— ¿Nadie te ha amado? —Lo miró.
Styxx dejó escapar una risa amarga e ignoró su pregunta. En lugar de eso, paseó el
brazo por la habitación.
— ¿Sabías que este templo pertenecía a Bet’anya Agriosa... la diosa atlante de la
miseria y la ira? El siguiente templo a la derecha pertenecía a Epithymia, su diosa del deseo.
Ella era una puta real. Vicioso. Fría. Vivía para lastimar a los demás. Siempre me hizo
preguntarme si Afrodita se parecía en algo a ella. —Se detuvo cuando captó la expresión de
dolor en el rostro de Urian mientras intentaba reconciliar el horror de la vida de Styxx en su
mente. Y siguió fallando en hacerlo. Simplemente no podía imaginar lo que este hombre había
pasado—. Lo siento. No estoy acostumbrado a tener a nadie con quien hablar.
Honestamente, Urian no estaba seguro de qué hacer con Styxx. Por lo que Acheron le
había dicho de su hermano, había esperado algún imbécil arrogante y exigente que miraba a
las personas a su alrededor como si fueran basura.
El hombre frente a él definitivamente no era lo que Acheron había descrito. No había
arrogancia en él, en absoluto. En todo caso, dado que había nacido príncipe de uno de los
reinos más ricos del mundo antiguo y había sido un joven comandante de uno de los ejércitos
más exitosos, el bastardo era extremadamente humilde. Tenía una naturaleza muy tranquila y
sospechosa más parecida a la de Urian. Le recordaba a Urian más a los cocodrilos que
llamaban hogar a los pantanos en Luisiana.
Styxx mantuvo sus ojos en todo lo que lo rodeaba, evaluando cada esquina y sombra
como una posible amenaza. Aunque parecía estar a gusto, no había duda de que podía
lanzarse contra la garganta de alguien y hacerlos caer para matarlos antes de que lo vieran
moverse.
Sí, Urian podía ver fácilmente en Styxx al legendario general del que había leído. El que
no se quejó por nada y que había sacrificado y vendido sus propios efectos personales para
comprar suministros para sus hombres. Solo las cicatrices físicas en su cuerpo se burlaban de
la persona que Acheron pensaba que era.
Este no era un príncipe mimado que había sido atendido de pies y manos, y que
esperaba que el mundo entero se inclinara ante él. En más de once mil años, Urian nunca
había visto a ningún hombre más marcado. Incluso los dedos de Styxx y el dorso de sus
manos decían que había vivido una vida dura y rigurosa. Para el caso, Styxx apenas tenía el
uso de su mano derecha. Dos de sus dedos, el meñique y el dedo anular, permanecían
permanentemente enroscados contra su palma. Y los otros dos no se extendían
completamente.
Aún más notablemente, solo había cuatro cicatrices en su rostro. Y una de ellas solo se
notaba si prestabas mucha atención. Tenía una cicatriz débil debajo de su ojo izquierdo. Una
que corría a lo largo de su línea del cabello a través de su frente que estaba cubierta por su
cabello la mayor parte del tiempo. Una que cortaba su ceja derecha, y la otra en el centro de
su labio superior, donde se había forzado a abrirse tantas veces que había dejado una marca
permanente y una línea vertical gruesa.
La terrible condición del cuerpo de Styxx corroboraba lo que había dicho sobre el
cautiverio. Al igual que su conocimiento de los templos. Como con Kalosis, no quedaba nada
dentro de ninguno de los edificios aquí para decir a quién pertenecían, y ni siquiera lo sabía
Acheron.
Pero Styxx sí.
Y lo que realmente jodió la cabeza de Urian fue el hecho de que Styxx había estado
encarcelado durante más de once mil años. La duración de la larga, larga vida de Urian. Así
que podía apreciar fácilmente cuántos años alucinantes fueron.
Solo.
Llamaría mentiroso al hombre por eso, pero una vez más, las cicatrices y su aceptación
tranquila de que Acheron lo abandonara aquí y se olvidara de él atestiguaba el hecho de que
Styxx estaba más que acostumbrado al aislamiento y al abandono. Más que acostumbrado a
buscar restos para comer.
Y todo lo que Styxx le había pedido era agua potable no contaminada...
Amigo, obtienes el premio mayor en mi libro. Urian todavía no podía creer lo humilde
que era esa petición.
—Te traje más comida —dijo Urian, tratando de romper el silencio repentinamente
incómodo.
—No era necesario.
—Habiendo visto la mierda que tenías en tu plato cuando traje los espaguetis, voy a
discrepar respetuosamente. —Urian se dirigió a la otra habitación y, como un guerrero
entrenado, no se perdió el hecho de que Styxx mantuvo un montón de espacio vacío entre
ellos. También caminó en ángulo para poder ver si Urian estaba buscando un arma.
Por la forma en que Styxx lo hizo, estaba incorporado en él. Eso, también, convertía en
una burla la mentira del príncipe mimado.
Al menos hasta que vio lo que Urian había traído en una gran caja de plástico, y luego
Styxx relajó su protocolo y corrió hacia adelante.
— ¿Pan? —susurró.
—Sí, eso es lo blanco en la bolsa de plástico.
Su expresión decía que no había comido pan en mucho tiempo. Urian se imaginó que
debió haberse visto así la primera vez que vio la luz del día.
Dio un paso atrás para que Styxx mirara a través de la caja y viera qué más contenía.
En el momento en que se apartó, Styxx hurgó en el contenido como Erik rompiendo sus
regalos en la mañana de Navidad.
—Gracias.
—De nada. —Urian recogió otra caja que había colocado en el suelo—. Tengo tu agua
y más vino en esta. Y también puse velas y un encendedor aquí.
Styxx colocó la tapa encima de la caja.
—Gracias, pero no los necesitaré.
Urian miró alrededor de la cueva dubitativamente, y eso era de un antiguo daimon que
una vez llamó a Kalosis su hogar.
— ¿Estás seguro? Aquí está muy oscuro.
Styxx se encogió de hombros.
—Estoy acostumbrado a eso. Además, si Acheron ve una luz, no se sabe cómo
reaccionará, y no quiero pelear con él. Por encima de todo, no quiero que me quite la poca
libertad que tengo.
Maldita sea. Por eso, Urian quería golpear el culo de Acheron. ¿Qué tipo de mala
historia tenían?
Claro que, habiendo luchado de vez en cuando con sus propios hermanos, e incluso
con su hermana, lo entendía. No hizo que sus hermanos o hermanas fueran malas personas,
simplemente los hacía familia.
—Bueno. Yo... eh... traeré más comida después de mañana.
Styxx le sonrió a Urian.
—Cuidado, sigues así y no tendré nada con lo que ocuparme.
El teléfono de Urian sonó con el tono de timbre de Cassandra, aunque podría ser Erik
llamando desde que había empezado a usarlo para actualizarlo en sus rutinas diarias.
Excusándose, lo sacó y lo encendió para responder. Desafortunadamente, no fue el
más lindo de los dos en el otro extremo.
—Oye, Cass, ¿todo está bien?
—Todo bien. A Wulf y a mí nuestra niñera nos falló y la esposa de Chris está enferma.
Sabes lo que significa. El tipo grande no quiere que los niños se acerquen a ella por temor a
que les ocurra algo fatal. Y realmente me gustaría tener una última noche antes de que los
pequeños nos superen en número.
Urian se echó a reír. Ni su hijo Erik ni su hija Phoebe habían tenido un resfriado en sus
vidas. Y el bebé tres, que pronto se llamaría Tyr, debía llegar en cualquier segundo, por lo que
se asustó cuando respondió. Su primer pensamiento fue que ella había entrado de parto
temprano.
—Por supuesto. No me importa cuidar niños. Tú lo sabes. Amo a tus renacuajos.
—Aman a su tío Uri. —Ella no había dicho más que eso cuando escuchó a Erik en el
fondo comenzar a cantar: “¡El tío Uri viene!”, luego su sobrino lanzó un feliz grito de guerra
que calentó el corazón de Urian y al mismo tiempo lo entristecía a un nivel que Cassandra
nunca entendería, ya que le recordaba a todas las demás sobrinas y sobrinos que nunca
volvería a ver—. Tengo que apresurarme a contenerlo, Uri. Está desatado. ¡Te amo! Te veo
pronto.
—Sí, hasta pronto. También te quiero.
Colgó y volvió a deslizar el teléfono en el bolsillo.
— ¿Tu esposa? —preguntó Styxx.
—La hermana de mi esposa.
—Ah. Entonces, ¿tu esposa vive contigo en el templo principal?
Bueno, esa pregunta le quitó toda la alegría y el humor de su año. Con el estómago
tenso, Urian se estiró para tocar el collar de Phoebe.
—No. Ella murió.
—Lo siento mucho. Sé lo difícil que es eso.
Si bien Urian no tenía dudas de que Styxx había visto su parte de dolor y algo más, la
culpa que sentía de esa noche era su propia forma especial de infierno eterno que nunca
podría reconciliar. No importa cuánto lo intentara. No importa lo que hacía. Todo se reducía a
una dura y amarga verdad...
—Lo aprecio, pero tenía un vínculo muy especial con mi Phoebe, y ella fue asesinada
cuando debería haber estado allí para protegerla.
Styxx respiró entrecortadamente.
—Conozco tu dolor, Urian. Mi esposa fue asesinada por la madre de Acheron mientras
estaba embarazada de nuestro primer hijo. Y no me queda absolutamente nada de ellos,
excepto mis recuerdos.
Haciendo una mueca ante la pesadilla que Styxx llevaba, Urian bajó la mirada a su
brazo, donde Styxx había tallado dos nombres en su propia carne. No era necesario un genio
para averiguar quiénes eran o por qué Styxx lo había hecho. Y cuánto dolor tenía aquel
hombre en su corazón para haberse infligido tanto daño a sí mismo por ello.
— ¿Bethany y Galen?
Asintió.
—No tenía otra manera de honrarlos. Ni siquiera pude ver sus cuerpos. —Se aclaró la
garganta—. Necesitas ir con tu familia. No los hagas esperar.
Sí, si alguien alguna vez entendía su dolor por lo que se refería a Phoebe, Urian lo
había encontrado. En eso, estaban unidos en una muy triste y patética hermandad de miseria.
— ¿Qué pasa contigo?
Styxx se echó a reír.
—Te aseguro que estaré aquí cuando vuelvas.
Sí, suponía que estaría.
Urian le dio un saludo antiguo que Styxx rápidamente regresó, y luego Urian se fue
para subir la colina. Pero con cada paso que daba, tenía una sensación extraña. Como si
conociera a Styxx de alguna parte. El hombre era tan familiar para él.
Es el gemelo de Acheron, idiota...
Estaba eso.
Y no era como si no te hubieras obsesionado con él cuando eras niño o algo así. Se rió
al recordar que su padre le había prohibido incluso decir el nombre de Styxx en su presencia.
—Si te escucho hablar de ese bastardo didimósiano una vez más, Urian, te golpearé
hasta que no puedas sentarte. ¡Y deja de vestirte como él! Era un enemigo de Atlantis y
Apollymi.
Para el caso, Urian tenía el emblema de fénix de Styxx tatuado en sus bíceps.
Sin embargo, es mejor no dejar que Styxx vea eso. Podría asustarlo. Claro que Urian
estaba acostumbrado a mantenerlo cubierto. Había sido otra cosa que había enfurecido a su
padre.
Al igual que su escudo.
Simplemente sobresalgo en molestar a todos.
Urian se detuvo para mirar hacia atrás al templo oscuro. Si no hubiera salido a caminar
antes y hubiera escuchado las débiles salpicaduras, nunca habría sabido que Styxx estaba
allí.
Y casi lo había ignorado y seguido. Solo sus siglos de sensaciones afinadas y su
incesante necesidad de verificar y bloquear su perímetro lo habían llevado a investigar el ruido
extraño.
Vaya. Al reanudar el camino hacia el templo principal, no podía entender el
razonamiento de Acheron en lo que concernía a Styxx. Habiendo perdido a todos sus
hermanos, daría cualquier cosa por ver a uno de ellos nuevamente. Incluso Archimedes, quien
lo había acosado y empujado hasta el punto donde Urian había querido arrancarle el corazón,
más veces que no. Los dos apenas podían estar en una habitación y no salir heridos por el
desafortunado evento.
Aun así, le daría la bienvenida de regreso a ese imbécil si pudiera.
Diablos, Ash. ¿Quién en su sano juicio desprecia a un hermano perfectamente bueno?

24 de octubre de 2008

Con los brazos cruzados sobre el pecho, Urian frunció el ceño a Ash mientras se
sentaba en su trono en Katateros y tocaba su brillante guitarra Warlock negra.
A pocos metros de ellos, Simi se tendía boca abajo, mirando QVC mientras devoraba
una tina de palomitas de maíz con sabor a barbacoa. Vestida con medias negras y una corta
falda a cuadros con una blusa campesina de color rosa y negro y corsé, tenía sus alas
emplumadas a su alrededor y su cola seguía a la deriva para golpear a su hermana durante
los recesos comerciales.
Porque aparentemente molestar a tu hermano no era solo algo que los humanos
hacían.
Ignorando a los demonios, Urian se movió hacia donde Alexion se paraba a un lado,
con la misma exacta expresión en su rostro que tenía Urian. La que según Ash era la del
supervillano que había caído en una cuba de ácido y estaban esperando porque sus poderes
antihéroes se manifiesten y destruya el mundo.
Enfrentémoslo, durante miles de años, Alexion había sido la única persona que Ash
había permitido en su casa además de Simi. Por supuesto, eso había sido por la más
profunda culpa desde que Alexion había sido uno de los primeros Dark Hunters creados por
Artemisa. Y cuando había tratado de hacer que Alexion volviera a ser humano para devolverlo
a su familia, la había jodido de verdad.
Para ahorrarle a Alexion una eternidad de extremo dolor y tortura, lo mejor que Acheron
podía hacer por él era una eternidad en una existencia casi fantasma usando su propia sangre
para atar a Alexion aquí.
Lástima que Savitar no le hubiera explicado esos poderes a Ash antes. Le habría
ahorrado a ambos mucho dolor.
Pero al menos Alexion no estaba en constante dolor y desdicha. Y ahora tenía a
Danger aquí por compañía.
Sin embargo, eso no era lo que Urian encontraba perturbador.
Oh no... ni de cerca.
En todos los siglos que había vivido, lo más aterrador era el hecho de que el líder de los
Dark Hunters, el jefe de la raza, hijo del Destructor, estaba sentado allí tocando...
— ¿“Push”? — ¿De Matchbox Twenty? ¿En serio?
Urian miró atónito a Alexion.
— ¿Cuál es el problema con el jefe?
Alexion se encogió de hombros.
—No lo sé. Anoche vino con un libro, fue a su habitación a leer, supongo, y luego vino
aquí esta mañana y ha estado tocando... esas canciones desde entonces.
Urian estaba aturdido. Esas canciones eran baladas, las que Acheron nunca tocaba.
Godsmack, Sex Pistols, T.S.O.L., Judas Priest, pero no...
—Es eso... —Urian se encogió físicamente antes de escupir el nombre—, ¿Julio
Iglesias?
—Enrique.
Urian hizo una mueca de horror. Tanto por el hecho de lo que Acheron estaba tocando
y de que Alexion lo conocía.
—Ni siquiera sabía que él conocía alguna mierda melosa. Queridos dioses... ¿está
enfermo? ¿Se está acabando el mundo? —Porque si era eso, tenía algunas cosas que
necesitaba empacar y correos electrónicos e historial de Internet para eliminar.
—No lo sé. En nueve mil años, nunca lo había visto así antes.
Urian se estremeció.
—Estoy empezando a asustarme. Esto tiene que ser un signo del apocalipsis. Si toca
Air Supply, digo que nos acerquemos sigilosamente, lo arrastremos fuera, y golpeemos la
mierda de él.
Alexion resopló.
—Voy a dejar que tú y los demonios hagan eso. Personalmente, me gusta demasiado
mi estado de semi-vida para ponerlo en peligro.
Ash levantó la vista y los atravesó a ambos con una mirada malévola.
— ¿Ustedes dos, chicas no tienen algo mejor que hacer, como recoger pelusas de los
dedos de sus pies?
Urian le dio una sonrisa burlona.
—Realmente no.
Ash gruñó una advertencia baja, y justo cuando parecía estar listo para ir por ellos,
sonó su teléfono. Inclinando la cabeza hacia atrás, suspiró con frustración.
Urian sonrió a Alexion.
—Cinco dólares a que es Artemisa.
Alexei miró su reloj.
—A esta hora del día, es un Hunter. Estoy dentro.
Urian frunció el ceño mientras lo observaban de cerca.
—Bueno, él no está enojado, así que definitivamente no es la tía Artie.
—Sí, y el tic no ha comenzado en su mandíbula, así que no creo que sea un Hunter...
¿qué demonios?
Acheron los ignoró.
— ¿Qué hora?
Ambos intercambiaron una mirada exagerada ante su pregunta poco ortodoxa.
— ¿Qué dijo? —preguntó Urian.
—Estaré allí. —Acheron colgó, comenzó a deslizar el teléfono en su bolsillo, luego lo
sacó de nuevo y marcó—. Me acabo de dar cuenta de que no tengo tu dirección.
Ahora, Urian realmente quedo anonadado. Se volvió hacia Alexion.
—Oh sí, un total Armagedón está viniendo. Mejor nos agachamos y nos cubrimos.
—Te veré más tarde entonces. —Acheron colgó y los miró a ambos—. Ocupense de
sus propios asuntos. —Luego desapareció.
Alexion dejó escapar una risa nerviosa.
—Sabes, yo diría que Acheron tiene una novia, pero eso hace que se me cierre el
esfínter.
—Oye, todo es posible.
Se rió nerviosamente.
—No, Urian. No lo es. Y esto definitivamente no lo es. Créeme. Nadie quiere salir con
Acheron.
Tal vez, pero si Acheron era feliz, entonces tal vez podría reconciliarlo con Styxx y que
Acheron dejara de prestar atención el tiempo suficiente para que él matara a su padre. Porque
un Ash malhumorada era un Ash concentrado. Si Urian había aprendido algo en los últimos
años, era que no se le pasaba por alto nada a ese bastardo.
Acheron parecía estar en todas partes.
Y vigilaba a Urian como un halcón.
Pero el amor hacía estúpidos a los hombres y a los dioses.
Era lo que había maldecido a toda la raza de Urian. Si Ash tuviera novia, entonces
Urian tenía una oportunidad de venganza.

1 de noviembre de 2008

Urian se despertó con el más glorioso olor a tocino. Ahora tan solo el hecho de vivir
valía la pena. Al menos esto hacía que el hecho de ya no ser un daimon valiera la pena.
Levantándose, se vistió rápidamente y se dirigió a la cocina, donde Danger y Alexion
estaba en medio de una acalorada discusión sobre algo.
— ¿De qué estamos hablando? —preguntó Urian cuando se unió a ellos—. ¿Huelo
tocino?
Ella suspiró irritada.
—Enseña a un daimon a comer comida real y él es imposible.
Fue a hacer más para él.
—Estábamos hablando de que no mencionaste la alimentación de tu invitado.
Los ojos de Urian se agrandaron cuando se dio cuenta de que había sido atrapado.
—Um...
—No te preocupes. No estás en problemas. Le estaba diciendo a Alexion que creo que
hay mucho más sobre él de lo que nos han dicho.
Agradecido de que estaba siendo razonable con respecto a Styxx, Urian asintió.
—Una mierda, ¿verdad? ¿Sabes quién es? —le preguntó a Alexion.
Él le dio a Urian una mirada divertida.
—El hermano de Acheron.
Urian devolvió la mirada con toda su fuerza.
— ¿Alguna vez has oído hablar de la Stygian Omada?
—Soy griego. Por supuesto que he oído hablar de ellos. ¿Quién no?
Danger levantó la vista del tocino frito.
—Bueno, soy francesa y estoy confundida. ¿Qué es la Armada Stygian?
—Stygian Omada —repitió Urian.
—Eran un ejército legendario que libró la guerra contra Atlantis —explicó Alexion—. En
toda la historia griega, fue el único ejército que luchó en territorio atlante y ganó. Estaban
prácticamente en los escalones principales del palacio cuando fueron llamados de regreso a
Grecia para las conversaciones de paz.
—Sí. —Urian sacudió su barbilla en dirección al templo donde se estaba quedando
Styxx—. Y su hermano Styxx era el general por el que el ejército fue nombrado.
— ¡Mentira! —rugió Alexion en negación.
—No. Verdad. Vi las cicatrices de batalla en él mismo. Ash siempre ha dicho que era de
la Atlántida. Nunca mencionó la ciudad-estado griega en la que nació, así que no lo sabía...
pero Styxx es Styxx de Didymos.
Alexion se quedó boquiabierto.
—Me estás jodiendo.
Urian negó sarcásticamente con la cabeza.
—Una vez más, la Revolución Francesa aquí. Les Mis, lo entiendo. Esto... —Sacudió la
espátula—. Mi extensión de la historia griega es Troya con Brad Pitt y —miró a Alexion—, y el
señor Delicioso en su armadura.
A Alexion se le saltaron los ojos.
—Por favor, no me llames así delante de Urian.
Urian se rió, luego se puso serio y se lo explicó.
—Didymos era el Atenas de su época, y Atenas no era mucho más que un gran pueblo
en aquel entonces. La más grande y fuerte de las ciudades-estado griegas, Didymos, era dos
islas fronterizas que protegían al resto de Grecia de la Atlántida. Y Styxx fue el más grande, el
más exitoso general en su larga y prestigiosa historia militar. Sus tácticas de batalla y la forma
en que dirigió su ejército fueron estudiados extensivamente por los soldados de mi época.
Todos queríamos crecer y ser como él. De hecho, la forma en que entrenó y los principios que
su mentor le enseñó fueron la base de los espartanos y su ética militar. Así de bueno era.
Pero en todas mis lecturas sobre Didymos y Styxx, nunca vi más de un príncipe mencionado...
él. Y nada de una princesa o algo, no es que eso fuera inusual. —Levantó su mano hacia
Danger para detenerla antes de hablar—. Y no me des conferencias sobre la estupidez
antigua y su trato hacia las mujeres... No soy personalmente responsable por los antiguos
escritores misóginos solo porque soy hombre.
Miró de nuevo a Alexion y reanudó la discusión.
—Por eso, y el hecho de que él y Ash eran niños cuando murieron, nunca supe que el
hermano de Acheron, Styxx, era el líder de la famosa Liga Stygian. —Pero ahora que lo
pensaba, debería haberse dado cuenta de que la hermana de Styxx era Ryssa. Eso había
sido realmente estúpido de su parte no notarlo.
Alexion resopló.
—Eso explica su arrogancia.
—Pero no es arrogante —dijeron Urian y Danger simultáneamente.
—Sí —dijo Urian, tomando una rebanada de tocino—, lo que ella dijo.
Puso más tocino en un plato para Urian.
—Es dulce, Alexion. Realmente dulce.
Tragándose su tocino, Urian se rió.
—Yo no usaría esa palabra para él. Es letal y no puedes olvidarlo, pero seré honesto.
Llamaría a Ash arrogante antes que a Styxx.
Alexion contuvo la respiración bruscamente.
—No dejes que Acheron te oiga decir eso.
—Lo sé. Créeme. —Urian suspiró pesadamente—. Hombre, no sé qué sucedió entre
ellos, pero es una maldita vergüenza. ¿Te imaginas tener a Styxx de Didymos que te entrene
para pelear? Sería como tomar lecciones de Aquiles o Alejandro Magno.
—Eso lo resuelve entonces —dijo Danger mientras ponía el tocino crudo en el
refrigerador.
— ¿Qué? —preguntó Urian.
—Tenemos que reconciliarlos.
Alexion se echó a reír.
—Eso es un sueño imposible, cariño. He conocido a Acheron por más de nueve mil
años. Y se congelará el ecuador antes de que Acheron perdone a Styxx por lo que hizo.
Ella se encogió de hombros. —Bueno, ya sabes lo que dicen...
Urian le dio una mirada de complicidad a Alexion.
— ¿Los que estamos a punto de morir te saludamos?
Ella puso los ojos en blanco.
—No. Sobre, debajo, alrededor o a través, siempre hay una manera.
Urian resopló ante su optimismo.
—A menos que la roca caiga sobre ti mientras estás tratando de pasar por debajo de
ella. Entonces estás frito.
Alexion se rió.
—Bueno, ella es francesa.
Urian frotó sus manos mientras los dejaba para complotar. Personalmente, no quería
saber. La última vez que había estado envuelto en algo como esto... había perdido a Phoebe
de la peor manera. Y en el fondo de su mente, seguía viendo el enorme emblema del sol en la
espalda de Styxx. Dado lo mucho que ese hombre odiaba a Apolo, no podía imaginar que lo
hubiera puesto allí.
Una marca como esa le recordaba al arco Dark Hunter que Artemisa colocaba en todos
sus Dark Hunters. O el Spathi, marca que él y sus hermanos tenían de Apollymi. Marcas de
propiedad de los dioses.
Marcas que esos bastardos habían usado cuando atacaron a la tribu de Sheba.
Durante miles de años, habían estado luchando esta guerra con los dioses. En contra
de Apolo y Helios. Artemisa y Apollymi. Mientras todos querían fingir que eran algo más que
peones, Urian estaba empezando a dudar si hubo alguna vez algo así como ¿el libre
albedrío?
Su mente volvió a lo que le había dicho a su padre sobre Edipo. Ya no estaba seguro
de tener la respuesta correcta. ¿Provocaron su propia caída?
¿O si los dioses estuvieran tan malditamente determinados a arruinarlos que incluso si
no hubieran dado los pasos necesarios para su propia destrucción, los dioses habrían
encontrado algún otro medio para causar estragos?
Ciertamente se sentía así ahora mismo. Que ninguno de ellos tenía control de nada.
Ni siquiera los dioses.
Y en medio de sus pequeñas enemistades estaban la humanidad y los apólitas, los
cuales ambos estaban pateándose el trasero.
Urian suspiró.

4 de noviembre de 2008

— ¿Quién diablos lo dejó salir?


Urian resopló ante el injustificado tono hostil de Acheron por su mención casual de que
Styxx estaba afuera de la sala del trono, esperando para verlo. De hecho, el pobre hombre
había estado allí por horas, esperando.
Sí, Ash era definitivamente el hijo de Apollymi. Vio el parecido en este momento en esta
pequeña rabieta sobre algo trivial. Todo lo que necesitaba era una manada de enojados
Caronte girando en espiral, devorando a los daimons, y la imagen sería perfecta.
Muy amargamente divertido, Urian sonrió.
—La chica fantasma que quiere que ustedes dos se besen y reconcilien.
—Prefiero que me golpeen en la cabeza con el martillo que Tory me lanzó.
— ¿Tory? —preguntó Urian.
—Larga historia. —Acheron dejó escapar un suspiro de cansancio—. Gracias por la
advertencia. Voy a tratar con él.
Tratar con él... sí. Bueno. Urian negó con la cabeza a su irritable jefe, ya que sentía
pena por su amigo. Pero al menos ahora tenía un nombre de la mujer que Ash había estado
viendo.
Y una explicación para los estados de ánimo fluctuantes de Acheron.
Las puertas detrás de Urian se abrieron en una acalorada demostración de poder que
Ash solamente usaba cuando estaba en un estado de ánimo estilo Apollymi. Vestido en una
formesta atlante que llevaba el símbolo del sol de Acheron y pantalones de cuero negro,
caminó hacia Styxx como un depredador.
Urian estaba tan contento de no ser a quien estaba dirigido el gélido ceño, pero odiaba
el hecho de que Styxx tuviera la desafortunada suerte.
—Realmente no estoy de humor para tratar contigo, Styxx. La poca paciencia que
tengo fue devorada viva hace unos dos minutos.
Para crédito de Styxx, no se inmutó en absoluto. Tampoco se enojó. Se quedó allí
tranquilo y extrañamente apacible.
—Lo sé. Puedo sentir tu estado de ánimo... fue un regalo... —Sí, está bien, Urian
detectó un poco de sarcasmo en esas palabras—. De Artemisa cuando me tiró al tártaro. Solo
estoy aquí para pedirte un favor.
Acheron se burló de él.
— ¿Te atreverías a pedirme otro favor?
El semblante de Styxx se rompió diciendo que estaba desconcertado por la acusación
de Ash.
Al parecer, no recordaba haberle pedido nada a su hermano.
Urian sabiamente optó por mantenerse al margen de esto. Había sido arrojado a
suficientes paredes en su vida ya.
Un tic comenzó en la mejilla de Styxx antes de respirar profundamente y luego habló en
voz alta en tono medido.
—Te lo pido como tu hermano y como un suplicante a un dios.
—Como suplicante, ¿qué sacrificio ofreces por este favor?
Urian se quedó boquiabierto. Mientras que Ash, como cualquier otra persona, podría
tener momentos de irritabilidad, nunca antes lo había visto ser un imbécil total con nadie.
Ni siquiera con su padre, y Stryker se lo había merecido.
Wow, este era un lado de Ash que no sabía que existía. Pero, de nuevo, Archie y Theo
a menudo había sacado a relucir la peor bestia en él. Así que no juzgaría a Ash.
La familia era difícil. Nadie podría sangrarte más o cortarte tan profundo que los
parientes de sangre.
Y la rigidez del lenguaje corporal de Styxx y el hecho de que no mató a Ash lo dijo todo.
Lo que sea que hubo entre ellos era malo.
Cuando Styxx finalmente habló, sus palabras lo confirmaron.
—Mi corazón.
Acheron frunció el ceño.
—No entiendo.
Styxx respiró hondo, entrecortado.
—Te ofrecí mi lealtad y no fue suficiente. Así que en esto, te ofrezco mi corazón. Si te
miento o te traiciono, puedes arrancármelo una y otra vez. Encadenarme junto a Prometeo en
su roca.
Maldita sea. Sí, realmente debe ser malo y algo más.
— ¿Y qué favor pides?
—Déjame ir. —La voz de Styxx se rompió ligeramente con esas palabras, y trajeron un
nudo en la garganta de Urian—. Ya no puedo vivir aquí, aislado de la gente. Solo quiero tener
un tipo de paz que ninguno de nosotros haya tenido la oportunidad de experimentar
Miró más allá de Ash a Urian.
Te comprendo, hermano.
Y lo hacía. Mejor que nadie. Pero a diferencia de Styxx, Urian nunca había vivido
realmente en el mundo del hombre. No se sentía como en casa allí. Era demasiado vasto.
Demasiado abierto. Demasiado malditamente brillante.
Intentó vivir en el embarcadero y no había durado seis meses. Por suerte para él,
Acheron se había compadecido y le había permitido vivir aquí con Alexion.
De lo contrario, Urian se habría vuelto loco.
Finalmente Ash respondió a la petición de Styxx.
—Bien. Tendrás todo lo que necesites para comenzar de nuevo.
Antes de que Styxx pudiera terminar de expulsar un suspiro de alivio, fue sacado de la
sala del trono.
Acheron se dio la vuelta para mirarlo.
— ¿A dónde lo enviaste?
—No es de tu incumbencia —gruñó.
—Bien entonces. Amo nuestras charlas, jefe.
Ash no dijo una palabra.
Alexion negó con la cabeza.
—Sabes, Urian, no puedo decidir si eres el más valiente de las personas que conozco o
la más tonta para burlarse de él como lo haces.
Urian resopló.
—Ninguno, Lex. La respuesta a ese rompecabezas es mucho más simple. Soy suicida.
Solo no me importe una mierda si me mata o no. En las inmortales palabras de Janis Joplin,
"Libertad es solo otra palabra más para los que no tienen nada que perder".
Y la única cosa que Urian nunca hablaba con nadie, ni siquiera con Acheron, era el
hecho de que su padre no lo había matado afortunadamente.
Pensó mucho en eso. Su padre se enorgullecía del hecho de que no le gusta torturar a
los que considera dignos. Aquellos a los que respetaba.
Oponentes dignos, los mataba rápidamente.
Sólo torturaba a aquellos que pensaba que eran débiles y viles.
Lo que planteaba la pregunta de por qué había elegido cortar la garganta de Urian en
lugar de apuñalarlo en su marca de daimon. Eso hubiera sido una muerte rápida e indolora.
Tan rápido, que Urian ni siquiera lo habría sentido. Se habría ido y Acheron no habría podido
volver a armarlo.
Lo que significaba que su padre sabía que Acheron lo salvaría, y viviría a cabo la
eternidad, aislado de sus amigos, la familia y el hogar, sufriendo por la pérdida de Phoebe, o
su padre quería a Urian desangrándose lentamente, en agonía, sabiendo que su padre lo
había matado.
De cualquier manera, su padre era un frío y cruel hijo de perra.
Y Urian aún tenía que encontrar alguna manera de ajustar cuentas entre ellos.

8 de noviembre de 2008

— ¿Estás seguro de esto, Urian?


Urian se burló de la duda de Acheron cuando le contó lo que estaba sucediendo,
mientras esperaba que Spawn y Davyn se reunieran con él en el restaurante donde se iba a
reunir con ellos. Como si perdería el tiempo de Ash con un rumor...
—Absolutamente, vale la pena tener amigos en el lado oscuro. Stryker está enviando
exploradores incluso mientras hablo para encontrar ese diario, a cualquier costo.
Venir a descubrir que la pequeña novia de Ash era una arqueóloga que había estado
ocupada desenterrando la “basura” que el padre de Urian quería de la peor manera.
Ahora su padre tenía algo contra ellos.
—Quiere derribar a Artemisa y a Apolo y absorber sus poderes. También está
esperando que haya algo en el diario que ella encontró para lastimarte, lo cual ahora hace que
tu madre se vuelva loca y envíe a sus demonios para que también lo busque. —Urian se rió
malvadamente—. Bienvenido al Armagedón, amigo. Parece que están empezando sin ti.
—Gracias por la advertencia. Déjame saber si escuchas algo más.
—Lo haré. —Urian colgó el teléfono cuando Spawn finalmente apareció para su reunión
y se deslizó en el asiento de la cabina frente a él.
Vestido totalmente de negro, con vaqueros, un suéter de cuello alto y una chaqueta de
motorista, alcanzó una de las papas fritas de Urian.
Urian golpeó su mano por la afrenta.
— ¿Dije que podías hacer eso?
— ¿De verdad? ¿Privarías a uno de tus mejores hombres el sustento básico?
—Sí, bueno, ya no somos daimons. Consigue tu propio pedido.
—Bien, idiota irritable. —Spawn tomó un menú de la mesa para mirarlo—. Entonces,
¿por qué estoy aquí, de todos modos?
Porque Urian tenía nostalgia y no podía admitir eso en voz alta.
A cualquiera.
—Imaginé que necesitabas una salida y ganas más dinero que yo.
Spawn puso los ojos en blanco.
—Impresionante. —Se detuvo cuando la camarera se acercó y ordenó un batido y una
hamburguesa... con sus propias papas fritas.
Urian trató de no mirar a su viejo amigo. Como él, tenía el cabello rubio blanquecino,
solo que el de Lucian era corto, pero más largo en la parte superior y en la parte delantera.
También tenía los mismos ojos azules que habían convertido a Urian en un niño marginado
entre su gente.
Por razones similares. El padre de Spawn había sido un Dream Hunter, razón por la
cual había aumentado poderes que la mayoría de los apólitas no tenían.
Maldita sea, era bueno ver a su viejo amigo. Realmente no podían hacer esto mucho.
Spawn tuvo la suerte de que, al igual que Urian, no había sido asesinado por ser estacado en
el corazón. Él había sido desangrado. De lo contrario, no habría podido regresar como un
Dark Hunter.
Bueno, “afortunado” no era la palabra correcta, dado que había muerto tratando de
salvar a su esposa e hijos apólitas de los humanos que los acorralaron y pensaron que sería
divertido exponerlos a la luz del día. Urian era el único que sabía que Lucian había sido
realmente un daimon antes de su muerte. O que había servido en su guardia de élite.
Tan mal como los Dark Hunters lo odiaban, creyendo que era un apolita, ambos sabían
que sería mucho peor si los Dark Hunters alguna vez supieran la verdad.
—Así que estás nostálgico.
Urian se echó a reír.
—Guárdate la telepatía y sal de mis pensamientos.
—Sabes que no puedo. Estás muy cerca de mí.
Gruñó, luego suspiró.
— ¿Qué demonios? Lee en otra parte.
Antes de que Spawn pudiera decir algo, Davyn entró y se sentó junto a Urian.
—Hombre, lo que sea que tú o Acheron hicieron... Stryker está molesto. —. Deslizó un
pequeño paquete hacia Urian.
— ¿Qué es esto?
—Mi culo.
Spawn arqueó una ceja ante eso.
— ¿Tu culo encaja en un sobre de ese tamaño? Estoy impresionado. El mío apenas
cabe en mis vaqueros esta noche. Y después de comer todo lo que pedí, dudo que encaje en
ellos mañana.
Resoplando ante su sentido del humor, Urian abrió el sobre. Luego se quedó sin
aliento.
— ¿Esto es verdad?
Davyn asintió con gravedad.
—Sí. Planean acabar con Acheron y apuñalar a su madre.

*****

Urian había estado tratando de decirle a Acheron lo que había aprendido de Davyn,
pero su jefe no estaba de humor para escuchar. Incluso Simi se mantenía alejada de él. Y eso
lo decía todo.
Ni siquiera había pedido la American Express negra de Acheron.
Las puertas habían estado cerrándose de golpe. Cristal se había roto. Danger estaba
escondida. Ni siquiera Alexion se mostraba.
Si Urian tuviera un poco de sentido, también correría hacia las colinas.
Pero su sentido se había ido de paseo hace mucho tiempo y lo dejó tristemente
deficiente. Así que aquí estaba, agradecido de que era suicida cuando llamó a la puerta del
tipo grande. El estruendoso riff de AC/DC se detuvo de inmediato. Bueno, al menos Ash había
vuelto a tocar su habitual repertorio ensordecedor.
— ¿Sí?
Eso no fue un sonido amistoso. Más como un oso que se aclara la garganta para hacer
más espacio para la presa que estaba a punto de romper en pedazos y meterse en sus
papadas hambrientas.
Preparándose para la posibilidad de muerte, Urian abrió la puerta para encontrar a Ash
sentado en su banquillo de ensayo negro con su guitarra en su regazo y su teléfono celular
sobre el muslo.
—Realmente no estás bien, ¿verdad?
Ash entrecerró la mirada.
—Espero que te refieras a la forma en que lo estoy tomando. De lo contrario, en el
estado de ánimo en el que estoy, podrías patearte el trasero.
Urian se echó a reír.
—Sí, me refiero a eso. —Entró en la habitación oscura, que estaba iluminada solo por
parpadeantes velas rojas, y cerró la puerta. Luego se movió para colocarse junto a la cama
para poder finalmente decirle a Acheron lo que había estado pensando—. Mira, te escuché
cuando entraste. No lo que dijiste, sino lo que había debajo. Sé que es lo mejor para mí estar
fuera de esto. Sin embargo, salvaste mi vida una vez, a pesar de que no quería que lo hicieras
en ese momento, y siento que quizás debería devolverte el favor.
La mirada en el rostro de Ash decía que Urian estaba a una sílaba de buscar sus
dientes en el frío suelo de mármol. Pero después de un momento, su expresión se suavizó.
—No debería haber interferido con eso, Urian, y lamento el dolor con el que vives por
ello.
—Sabes, está bien. Si hubiera muerto, Phoebe me habría seguido a la tumba, de todos
modos. Ella no era capaz de tomar una vida humana, incluso si el humano merecía morir. La
única forma en que podría haber seguido viviendo habría sido alimentarse de otro daimon, y
eso tampoco lo habría hecho. Así que realmente no cambiaste su destino al salvarme. Mi
padre iba a matarla a pesar de todo.
Lo único que habría cambiado eran los años que había perdido de ayudar a Davyn y
Spawn.
Y el mayor regalo de todos...
—Además, si hubiera muerto esa noche, mi sobrina y mis sobrinos no tendrían a
alguien que amenace a su padre cuando los protege demasiado. —El Muppet era mucho peor
con su propia carne y sangre de lo que nunca había sido con Chris. Pobre Erik, Tyr, y la
pequeña Phoebe. Urian era lo único que se interponía entre ellos y la cordura—. Soy el único
tío que tienen. Los niños necesitan un tío, ¿sabes?
Esa expresión invaluable en el rostro de Acheron dijo que discrepaba sinceramente e
hizo que Urian se preguntara qué había en su pasado para causar esa mirada. Y sus instintos
fueron verificados por las siguientes palabras de Ash.
—Entonces, ¿por qué la repentina charla de chicas, Urian? A ninguno de los dos
realmente nos gusta discutir nuestros sentimientos... y sin ofender, me gusta el hecho de que
no lo hacemos.
Urian no podría estar más de acuerdo. Había algunas cosas que realmente no quería
saber sobre su jefe.
—Yo también lo hago la mayoría de las veces, y estoy realmente agradecido de que no
fisgonees. Pero como un hombre que desafió todo lo que una vez valoró en este mundo, y
uno que sacrificó el amor de un padre al que adoraba... aunque terminó mal, los días que tuve
con Phoebe valieron cada herida que sufrí.
Se acercó a Ash.
—Sé lo que es estar dividido entre un amor tan puro que te quema profundamente en
un lugar que no sabías que alguien podría tocarte y entre tu juramento y tus deberes. Entre el
amor de un padre que siempre has conocido y uno en el que puedes confiar para siempre
frente a un amor nuevo y no probado. ¿Pero sabes lo que aprendí? Es mucho más fácil vivir
sin el amor de mi padre que vivir sin Phoebe. Solo pensé que deberías saber eso.
—Hay mucho más en juego. ¿Sabes? Como la supervivencia del mundo entero.
—Siempre lo hay, y mi padre está enviando todo lo que tiene detrás de Tory. Quien,
dada la forma en que actúas, diría que es tu mundo entero. Me mantuve alejado de Phoebe
porque pensaba que ella estaba más segura de esa manera. Al final, Ash, debería haber
estado allí, luchando por ella, a su lado. Porque puedo decirte una cosa más allá de una
sombra de duda. El mayor arrepentimiento no es lo que hiciste, es lo que deberías haber
hecho.
—Te odio, daimon.
—Solo porque sabes que tengo razón.
Y con eso, Urian lo dejó para reflexionar, ya que sintió que su teléfono vibraba con el
patrón único que significaba que Styxx o Cassandra lo necesitaban.
Con Cass, tenía el temor de que algo pudiera estar mal con Tyr ya que solo tenía unos
pocos días, y con Styxx...
Él no tenía a nadie más a quien le importara un carajo. Ash lo había dejado solo en
medio de la ciudad de Nueva York, y el pobre hombre estaba tratando de descubrir la
existencia moderna.
Hablando de lo cual…
—Oye. ¿Qué pasa?
— ¿Camarones jumbo? —Styxx tenía el tono desconcertado que siempre tenía cuando
intentaba comprar comida—. ¿Cómo? ¿Este es un truco de Lyssa o de Poseidón?
Urian se echó a reír.
—De ninguno. Es un truco de marketing, para hacerte comprarlo.
—Ah. ¿Es por eso que se ve tan extraño?
—No, eso es porque la tienda ya lo preparó para ti. Puedes llevarlo a casa, lavarlo y
comerlo.
De repente, Styxx estaba muy callado.
—Oye, ¿estás ahí? ¿Te he perdido?
—Um, sí. Urian... tienen gusanos en alcohol para beber. Dios mío, hombre, ¿qué les
pasa a ustedes, gente?
Se rió del tono serio que Styxx usaba.
—Es tequila. Está bien.
—Eso está completamente mal.
¿Como si Styxx tuviera algún derecho de hablar dado lo que su gente había comido en
su día?
— ¿Corazones de cobra? ¿Sopa de sangre? ¿Arveja amarga?
Styxx bromeó.
—Solo los comía durante la guerra, y porque era eso o morir de hambre. Y fueron
repugnantes... ¿y hablando de eso? ¿Casu marzu? ¿Esto es lo que creo que es?
—Sí, queso de gusano. Mantente alejado.
Styxx hizo un fuerte sonido de desaprobación.
—Es todo. Voy a conseguir Pop-Tarts y me voy a casa.
Urian se rió ante su horror.
— ¿Puedes identificarlos? ¿O necesitas que vaya y te ayude?
—Pequeña caja azul. Tengo esto. Y sé cómo se ve la leche. Consigue un envase de la
parte de atrás. Recuerdo lo que dijiste.
—Todo bien. Estaré allí mañana para ayudarte a comprar comestibles.
—Gracias. Siento ser tan molesto. Estoy aprendiendo lentamente.
—Todo está bien, hermano. No pienses nada de eso. Nos vemos mañana.
Urian colgó, sintiéndose mal por él.
Esa era la peor parte de lo que Ash había hecho inadvertidamente. No le había contado
el pequeño hecho de que, si bien Styxx podía hablar inglés, no podía leerlo. A diferencia de
Acheron, él no era un dios que hablaba con fluidez todos los idiomas, ni era como Urian y los
otros Hunters que habían estado expuestos a la cultura moderna a lo largo de la historia. Él
había sido encarcelado lejos de todo y de todos.
La lengua nativa de Styxx era el griego antiguo. Ni siquiera podía leer la versión griega
moderna. Tampoco entendía la moneda moderna. No sabía nada en absoluto sobre el mundo
moderno o cómo atravesarlo.
Así que cuando Ash, literalmente, lo había dejado en su apartamento sin ningún tipo de
orientación, Styxx no había sabido cómo hacer nada, como escribir un cheque o usar una
tarjeta de crédito.
Nunca había usado un teléfono o una computadora. Si Urian no lo hubiera rastreado, se
habría muerto de hambre.
Pero para ser justos con Acheron, Styxx había pedido salir en un mal momento. Ese
mismo día, Acheron había estado en un accidente casi fatal y casi había perdido a Tory.
Normalmente, Acheron nunca habría estado tan frío.
Incluso con Styxx.
Pero su mente había estado en otras cosas y otras preocupaciones. Como decía el
viejo refrán, los malos tiempos hacían mala a la gente. Y estos tiempos hacían lo peor. Así
que enojado, Acheron había arremetido, y tristemente Styxx había estado en la línea de fuego
para atrapar la furia que debería haberse dirigido hacia los que lastimaron a Tory.
Todos estaban bajo amenaza, y la parte más insidiosa de sus enemigos era que la
oscuridad estaba tratando de abrir una brecha entre ellos. Para aislarlos.
Y estaba funcionando.
Divididos caemos. Era mucho más fácil derribar a un enemigo cuando luchaban entre
ellos que unidos contra ti.
Pero lo que Urian no pudo imaginar era cómo unir a dos hermanos que estaban
decididos a destruirse entre sí, como tampoco podía descubrir cómo detener a su padre y
obtener su propia venganza.

20 de noviembre de 2008

Urian fue al apartamento de Styxx para encontrarlo sentado en el escritorio de su


dormitorio, jugando en la campaña Nueva Atlantis para Age of Mythology en su PC. De
acuerdo... eso acaba de meterse con su cabeza en una multitud de niveles.
La ironía del comandante Stygian reviviendo su pasado. Y para que un antiguo señor
de la guerra juegue un juego de conquista en una computadora moderna.
Sí...
De repente, Styxx saltó de su silla y se volvió hacia Urian como si estuviera a punto de
quitarse la cabeza.
Levantando las manos, Urian se aseguró de hacerle saber que no era una amenaza.
Sobre todo porque estaba aquí para preguntarle algo que sabía que molestaría al hombre.
Styxx inmediatamente curvó su labio.
— ¿Qué cree que he hecho ahora?
Urian frunció el ceño.
— ¿Eh?
—Acheron. ¿No es él quien te envió por mí?
Urian negó con la cabeza.
—En realidad no me envió. Vine a pedirte un favor.
Eso pareció sorprenderlo.
— ¿Que necesitas?
—La mujer de Acheron, Tory, ha sido secuestrada y llevada a Kalosis, donde está su
madre. Ash está listo y dispuesto a ir a buscarla.
Lo que liberaría a su madre de su prisión y acabaría con el mundo.
Styxx tomó esa noticia con total estoicismo. Como si no le importara en absoluto.
No hasta que hizo una simple pregunta.
— ¿Tory es inmortal?
Urian negó con la cabeza.
—Completamente humana. Está siendo retenida por mi tía Satara, que es inestable en
el mejor de los casos. Viciosamente brutal en el peor de los casos.
La hija de Apolo, esa perra estaba tan loca como cualquiera que Urian haya conocido.
Y dado algunos de los locos estelares que su padre mantenía por compañía...
Decía todo.
Ese tic familiar comenzó en la mandíbula de Styxx.
—Vas a entrar con él, ¿verdad?
Urian asintió.
—Lo hiciste una vez para ayudar a un enemigo. ¿Lo harías de nuevo para ayudar a un
amigo?
Styxx rió amargamente.
— ¿Cómo podría saber? Solo he tenido dos amigos en mi vida y ambos fueron
brutalmente asesinados.
Eso molestó a Urian. Especialmente teniendo en cuenta todo lo que habían pasado
juntos.
— ¿No me consideras un amigo?
—No, te considero una hemorroide.
Bueno, eso era justo, supuso. Urian sonrió.
—Ah ahora, eso es simplemente malo.
—Sí, sí... bien. Pero estoy haciendo esto por ti y por la mujer inocente, no por Acheron.
—Bueno, en nombre de mí y de Tory, no puedo agradecerte lo suficiente. Por cierto,
¿cómo están tus habilidades de batalla?
Styxx resopló.
—Según mi padre, nunca tuve ninguna. Empujé a mis hombres frente a mí y me
escondí detrás de sus cuerpos caídos para cubrirme.
Frunciendo el ceño, Urian no comentó mientras teletransportaba a Styxx a una pequeña
habitación donde todos se habían reunido para planear lo que querían hacer.
Ash ya estaba allí con Savitar. Tan alto como era, Savitar tenía el cabello oscuro y una
perilla perfecta. Sus ojos eran de un lavanda iridiscente. No había cambiado mucho desde la
última vez que Urian lo había visto.
Con la boca abierta, Savitar miró hacia atrás y adelante entre Acheron y Styxx.
—Santa mierda de Were. Esto jode con mi cabeza.
Acheron miró a Styxx, luego a Urian.
— ¿Qué está haciendo él aquí?
Urian se encogió de hombros sin pedir disculpas.
—No puedes entrar. Styxx puede.
—No. —Acheron fue enfático.
—Detente —dijo Savitar bruscamente—. El niño tiene un punto. Piénsalo. Puedes sacar
a Tory de allí y no acabar con el mundo. Ganar-ganar.
El odio en los ojos de Acheron era abrasador.
—No lo voy a dejar solo con Tory. No confío en él con ella.
Styxx estaba horrorizado.
— ¿Qué crees que voy a hacer?
—Violarla, matarla... contigo no hay forma de saberlo.
La mandíbula de Urian cayó ante la severidad de esa acusación en particular. ¿De
dónde diablos había salido eso? Sin embargo, la energía de eso decía que estaba
profundamente arraigado.
— ¿Conmigo? ¿En serio? —Empujó a Acheron.
Acheron corrió hacia Styxx, pero Savitar lo atrapó y lo empujó hacia atrás un paso.
—Deja de pensar con tus emociones. Cálmate. —Luego, Savitar se volvió para mirar a
Styxx—. Y tú, imbécil, cálmate o freiré tu culo grasiento donde está. Sé que puedo matarte y
no matar a Acheron. Así que no me empujes.
Styxx resopló con burla.
—Esa no es la manera de motivarme a dejarlo en paz, Chthonian. Pero es una manera
tremenda de hacerme atacar.
Se encontró con la mirada plateada y arremolinada de Acheron.
En lugar de eso, se quitó la manga para mostrarle a su hermano su antebrazo.
—Sé lo que es perder lo único que amas y ser forzado a vivir sin ella por toda la
eternidad. Tanto como quiero cortarte la garganta y verte sangrar a mis pies por el insulto que
acabas de darme, no veré a tu mujer muerta por eso. A diferencia de tu puta madre, no mato a
inocentes.
Tanto Savitar como Acheron lo atacaron por ese comentario. Styxx golpeó la pared
detrás de él tan fuerte, que rompió parte de ella.
Aturdido, Urian se teletransportó hacia él.
¡Esto era una mierda! Furioso con ellos por su ataque injustificado e irrazonable, Urian
los miró a ambos.
— ¿Qué están haciendo? ¿Le pedí que te ayudara y lo matan? Buen trabajo. Ambos.
¡Felicidades, estúpidos idiotas!
—Insultó a mi madre —rugió Acheron.
Urian se burló.
—No te ofendas, jefe, tu madre mató a su esposa y a su hijo. En lugar de ponerlo a
través de una pared, quiero que ambos tomen un segundo e imaginen su pérdida. He
enterrado a casi todos los miembros de mi familia. Y la única cosa que realmente desgarró mi
corazón fue perder a Phoebe. ¿Lloras a tu hermana, Ash? Yo también. Confía en mí, no es
una mierda hasta que pierdas a tu esposa, especialmente cuando sabes que deberías haber
estado en casa protegiéndola, y no dejarla morir brutalmente de la mano de tus enemigos. —
Se giró y ayudó a Styxx a apartarse de la pared.
En ese momento, en realidad odiaba a Acheron.
Y no pensaba mucho mejor de Savitar. ¿Qué tipo de Chthonian podría hacer esto?
Styxx había venido para ayudarlos. Al diablo con eso.
—Lo siento —dijo Urian—. No debería haberte pedido que vinieras.
Styxx escupió la sangre en el suelo de su boca, luego se pasó la mano por los labios.
—Confía en mí, son debiluchos comparados con los atlantes reales con los que luché.
Fueron a golpearlo de nuevo.
Extendiendo los brazos, Urian protegió a Styxx con su cuerpo.
Styxx dio un paso alrededor de Urian, luego le dio una palmadita en el hombro.
—No les tengo miedo. Golpeen, puedo tomarlo. Después de todo, me dieron una
palmada en el culo en el momento en que nací, y nada ha cambiado desde entonces.
Acheron frunció el labio.
—No lo escuches, Urian. Es un mentiroso y un ladrón. Nunca estuvo casado. Solo
estaba comprometido, y no tuvo un hijo.
El dolor en los ojos de Styxx refutó esas palabras y no dejó ninguna duda en la mente
de Urian. Su dolor era demasiado real para ser fingido.
—No sabes nada de mí, hermano. Después de todo, solo soy un mentiroso y un ladrón
para ti.
Styxx tragó saliva.
—Por cierto, dile a Artie gracias por los recuerdos. Porque ahora no solo sé todo sobre
lo que realmente te sucedió, sino también lo que realmente piensas de mí. Yo diría que un día
me encantaría devolverte el favor, pero honestamente, la única persona que odio es a tu
madre putrefacta.
Styxx se pasó la mano por el rostro.
—Ahora, o me usan o me envían a casa. No estoy de humor para jugar.
Urian se estremeció ante el temblor en la voz de su amigo.
Savitar respiró hondo mientras se enfrentaba a Acheron.
—Urian tiene razón. Styxx es la mejor oportunidad que tenemos para sacarla con vida.
No sabemos lo que te va a hacer Kalosis, Ash. Podría arrancar tu alma humana y no dejarte
nada más que la herramienta de destrucción de tu madre. Si eso sucede, es tan probable que
mates a Tory como ellos.
Acheron negó con la cabeza.
—Nunca funcionará. Su voz es más ronca que la mía. Y nadie va a creer que me corté
el cabello y lo blanqueé.
Savitar chasqueó los dedos. Al instante, el cabello de Styxx era una copia exacta del de
Acheron. Incluso tenía colmillos y ropa a juego.
—No puedo meterme con su voz. Pero pueden asumir que has estado gritándoles
insultos. Eso explicaría la diferencia.
Urian recorrió con la mirada el cuerpo de Styxx y luego el de Acheron.
—Esto es espeluznante. Realmente espeluznante.
—Aun así no se mueve como yo.
Styxx resopló.
—La gente no es tan observadora. Como viste en Nueva Orleans.
Él tenía razón sobre eso. Urian recordaba cuando Styxx se había hecho pasar
fácilmente por Acheron. Y eso había sido con los compañeros Dark Hunters de Acheron, que
deberían haberlo reconocido.
Savitar inclinó su cabeza hacia Urian y Styxx.
—Vamos a hacer esto, damas. Y Styxx... para que quede constancia, dejas que le pase
algo a Tory y te entregaremos personalmente a Apollymi para su disfrute eterno.
Styxx se rió a carcajadas ante la impotente amenaza, lo que hizo que tanto Acheron
como Savitar le fruncieran el ceño.
— ¿Qué va a hacer, Savitar? ¿Arrástrame a una arena desnudo, hacerme pelear con
campeones atlantes de élite hasta que apenas pueda pararme, poner a sus hambrientos
perros o leopardos en mí, y luego dejarme follar públicamente por su entretenimiento? O
mejor aún, ¿destruirme en el piso... o qué tal esto... asesinar a mi esposa e hijo, y hacerme
vivir con eso por toda la eternidad en un agujero oscuro? Claro... amenázame. Sigue adelante
y hazme vivir con total miedo y terror. —Desestimando a Savitar, se volvió hacia Urian—.
Sácame de aquí.
Urian le frunció el ceño mientras digería detalles que eran demasiado específicos para
no ser reales. Sí... santa mierda. Nada de eso había sido incluido en un libro de historia, y
explicaba mucho sobre la personalidad de Styxx.
—Realmente no estás cuerdo, ¿verdad?
—No, Urian. No lo estoy. Un hombre cuerdo te habría dicho que te fueras al infierno y lo
decía en serio.
Lo enfermaba del estómago que incluso le había pedido que se uniera a ellos para esto
cuando debería haberlo dejado solo y en paz, Urian abrió el portal a Kalosis. Vigilo tu espalda,
hermano. Porque obviamente, nadie más lo ha hecho nunca.
Asintiendo a su amigo, se prometió a sí mismo que nadie volvería a lastimar a Styxx.
—Camina por aquí. —Urian entró y desapareció.
Sin siquiera mirar a Savitar o Acheron, Styxx lo siguió.
Cuando finalmente dejaron de caer, estaban dentro de una sala principal que estaba
llena de daimons y demonios.
Hermoso…
Styxx dejó escapar un gruñido gravemente molesto.
—Excelente ubicación, Uri —dijo en voz baja—. ¿Crees que uno de ellos está
dispuesto a vendernos una casa de verano aquí?
Urian le sonrió.
—Siempre puedes preguntar.
Cada demonio y daimon se congelaron en su lugar por su repentina aparición en el
centro de la sala donde Urian había crecido. Ah, era bueno estar de vuelta.
Styxx le lanzó una mirada de reojo a Urian.
— ¿Qué están esperando?
Urian le guiñó un ojo porque sabía exactamente por qué estaban nerviosos. A todos los
daimon aquí se les había dicho que si Acheron alguna vez ponía un pie en su dominio, Kalosis
se fragmentaría. Que Apollymi sería libre y los mundos se desgarrarían.
—El Armagedón —dijo secamente.
Styxx le entrecerró los ojos a Stryker.
Stryker miró a su hijo con una expresión que se definía mejor como odio dolorido.
— ¿Te atreves a estar junto a mi enemigo?
—Contra ti, solren, estaría con Mickey Mouse.
Stryker frunció el labio.
—Eres un inútil hijo de puta. Nunca deberías haber sido más que una mancha de
semen.
Urian se burló.
—Definitivamente podría decir lo mismo de ti. Habría salvado al mundo y a todos
nosotros de mucha miseria ahora, ¿no?
Styxx y Urian se prepararon para luchar cuando los daimons comenzaron a avanzar,
pero fueron rechazados por una fuerza invisible.
No muy seguro de lo que había sucedido, Styxx se volvió hacia Stryker y gruñó.
—Basta de la mierda de reunión familiar. ¿Dónde está Soteria?
De la nada, Apollymi apareció a pocos metros de ellos.
Señaló una puerta detrás de él con un tirón imperioso de su barbilla.
Urian se quedó quieto mientras la observaba, con cautela. Había algo extraño en ella
que él no entendía del todo. Una extraña corriente subterránea entre ella y Styxx.
—Está allí. —Luego cruzó la corta distancia para abrazar a su amigo.
¿Qué demonios?
La respiración de Styxx se volvió irregular al tocarla. Apretó los puños con fuerza.
—Por fin, m’gio. —Atlanteano para hijomío—. Has venido a liberarme. —Le dio un beso
en la mejilla y luego le susurró al oído palabras que Urian apenas escuchó. Fueron duras y
frías y le hicieron contener el aliento bruscamente—. Por el bien de mi hijo, será mejor que me
abraces, maldito griego. Si puedo tocar algo tan vil y repugnante como tú, puedes tocar
divinidad.
Urian conocía a su amigo lo suficientemente bien como para leer la furia en su lenguaje
corporal mientras se obligaba a abrazarla. Asintiendo, Styxx dio un paso atrás, luego se dirigió
a la puerta.
Antes de que Styxx lo alcanzara, una mujer alta y delgada con cabello castaño y rasgos
muy bonitos salió corriendo de la habitación. Llevaba una chaqueta negra que era demasiado
grande para ella y la apretaba sobre su camisa, que había sido arrancada.
Oh, mierda. Urian se encogió cuando el temor lo atravesó. Si alguien le había hecho lo
que temía, Acheron derribaría este lugar.
Y el mundo acabaría.
De repente, se arrojó a los brazos de Styxx y lo besó. Luego se puso rígida y retrocedió
lentamente para mirarlo con suspicacia.
Doble mierda.
Urian le dio una mirada de pánico a Davyn mientras esperaban a que todos se dieran
cuenta de que no era Acheron.
Y probablemente lo habrían hecho, si Nick Gautier no hubiera elegido ese momento
para abandonar el estudio de su padre.
Mierda profana...
Había algo que no veías todos los días. Un Malachai luciendo una marca de arco y
flecha Dark Hunter en su mejilla izquierda que parecía que Artemisa lo había abofeteado
cuando lo marcó. Con los ojos oscurecidos por la rabia y la locura, Nick corrió hacia Styxx
como si intentara matarlo. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, Urian agarró a Nick y lo
empujó de nuevo a la habitación donde habían estado.
Styxx empujó a Tory detrás de ellos.
Y Urian se dio cuenta de lo jodidos que estaban todos al ver el cadáver de su tía en el
suelo.
Esto solo se pone mejor y mejor.
En pánico, miró a Styxx y a Tory.
—Tenemos que irnos. —Luego miró a Nick—. Y tienes que venir con nosotros.
Nick frunció el labio con evidente odio.
—No voy a ir a ninguna parte con él. Preferiría estar muerto.
Urian obligó a Nick a mirar el cuerpo de Satara.
—Voy a hacer la suposición descabellada de que Satara está muerta por tu mano y no
por Tory.
Agarrando la barbilla de Nick, Urian lo obligó a encontrarse con su mirada.
—Ahora, quédate conmigo en esto, Cajún. Mi padre me cortó la garganta y asesinó a
mi esposa porque pensó que lo había traicionado casándome. Antes de eso, él me amaba
más que a su vida, y yo era su último hijo sobreviviente. Su segundo al mando. Ahora, ¿qué
crees que te va a hacer una vez que vea su cuerpo? Te puedo asegurar que no será un viaje
lleno de diversión a un parque de diversiones. A pesar de su animosidad mutua, Satara es su
hermana y ella le ha servido bien a lo largo de los siglos. Si realmente quieres quedarte aquí y
divertirte un poco con Stryker, no te detendré. Pero realmente no lo recomendaría.
Porque Stryker lo destriparía solo por los cordones de los zapatos.
Eso finalmente pareció llegar a Nick. La cordura volvió a sus ojos.
—Bien. Iré contigo.
Mientras discutían, Styxx abrió la puerta para controlar a sus enemigos inquietos.
—Urian —dijo entre dientes apretados—. Creo que se dieron cuenta.
— ¿Darse cuenta de qué? —preguntó Nick.
Tory le rodo los ojos a Nick.
—Que esto no es Ash.
Las palabras apenas habían salido de sus labios antes de que desaparecieran de la
habitación.

*****

Zolan, el tercero al mando de Stryker y el líder de su fuerza de ataque personal


Illuminati, se aclaró la garganta en la habitación silenciosa.
—Um... jefe, no quiero decir esto de manera irrespetuosa, pero ¿por qué seguimos
aquí? Quiero decir, si Acheron ha venido a liberar a Apollymi, ¿no debería haber una
explosión o algo así?
Los daimons y los demonios miraron a su alrededor como si esperaran a que
apareciera una apertura al mundo exterior o a que Apollymi irrumpiera en canciones y bailes,
o que sucediera algo antinatural.
Mientras tanto, Apollymi se quedó allí completamente estoica, pareciendo casi angelical
y dulce, mientras observaba a Stryker de cerca.
Davyn se rascó la parte posterior de su cuello con nerviosismo mientras esperaba una
señal de Urian de que estaban seguros.
—Estoy de acuerdo, kyrios. No se siente como el fin del mundo.
Stryker le hizo una mueca fría a Apollymi.
—No, no se siente, ¿verdad?
Apollymi arqueó una ceja burlonamente.
— ¿Cómo dice la canción: “Es el fin del mundo como lo conocemos y me siento bien”?
En ese momento, Stryker supo exactamente lo que había sucedido. Saliéndose de su
trono, corrió a la habitación justo cuando desaparecían Urian, Tory, Nick y lo que tenía que ser
el hermano gemelo de Ash, Styxx.
Su ira sobre el truco obvio aumentó hasta que vio a Satara tendida en el suelo en un
charco de sangre. El miedo borró su furia mientras corría hacia ella solo para encontrarla
muerta. Sus ojos estaban vidriosos y su piel teñida de azul.
Su corazón se rompió mientras la tomaba en sus brazos y la abrazaba, luchando contra
lágrimas de pena y dolor.
—Eres una estúpida perra psicótica —gruñó contra la fría mejilla de Satara—. ¿Qué
has hecho ahora?
Apollymi estaba en la puerta, apenado por Strykerius mientras mecía a su hermana
muerta en sus brazos, recordándole el día en que había encontrado el cuerpo frío y sin vida
de su precioso Acheron arrojado en los acantilados de Didymos después de que Apolo lo
había destripado.
Como si fuera basura
Ella había muerto ese día, y todos los días desde entonces se había visto obligada a
vivir sin él.
Simpatía y un nuevo respeto por Stryker la atravesaron.
El hecho de que él pudiera amar a alguien tan quebrantado como Satara decía mucho
de él. Sí, podría ser de sangre fría, pero no era despiadado. Cerrando los ojos, lo recordó el
día en que se conocieron. Stryker había sido joven y amargado por la maldición de su padre.
—Renuncié a todo lo que me importaba y así es como paga mi lealtad. ¿Debo morir en
agonía en solo seis años? ¿Mis hijos pequeños ahora están desterrados del sol y están
maldecidos por beber sangre unos de otros en lugar de comer, y morir de dolor a los
veintisiete años? ¿Para qué? ¿Por la muerte de una puta griega asesinada por soldados que
nunca he visto? ¿Dónde está la justicia en eso?
Entendiendo su agonía y queriendo vengarse de Apolo, Apollymi había puesto a Stryker
en sus filas y le había enseñado cómo evitar la maldición de su padre al absorber almas
humanas en su cuerpo para alargar su vida. Le había dado a él y a sus hijos refugio en un
reino donde los humanos no podían hacerles daño y donde no había peligro de que sus hijos
murieran accidentalmente a la luz del sol. Luego le permitió convertir a otros y traerlos a vivir
aquí.
Al principio, lo compadecía e incluso lo amó como a un hijo.
Pero él no era su Apostolos, y cuanto más estaba cerca de ella, más quería tener a su
propio hijo con ella sin importar el costo. Admitía que era culpa suya que hubiera puesto un
muro entre ella y Strykerius. Y los dos se habían usado para enfrentarse con las personas que
odiaban.
Ahora todo había llegado a esto...
La muerte de su amada hermana.
—Lo siento mucho, Strykerius.
Él la miró, sus ojos plateados se arremolinaban de dolor.
— ¿Sí? ¿O te estás regocijando?
—Nunca me regocijo con la muerte. Puedo saborearla, de vez en cuando, cuando esté
justificada. Pero nunca me regocijo.
—Y no dejo que desafíos como este queden sin respuesta. Lo pagarán.
—Pero se lo debes hacer pagar a Styxx y a Nick, no a mi Apostolos o su Soteria.
Recuérdalo.

*****

Urian suspiró cuando regresaron al bar del Santuario en Nueva Orleans, que era
propiedad del clan de osos Peltier Were Hunter.
Acheron se lanzó a Soteria y la tomó en sus brazos. Urian recordó cuando Phoebe
solía correr hacia él así en Elysia. Cómo saborearían cada minuto.
Dioses, cómo la extrañaba...
— ¿Estás bien? —le preguntó Acheron a Tory.
—Estoy bien. De verdad.
—Pero no lo estamos —dijo Urian secamente desde el otro lado de la habitación—.
Nick mató a Satara mientras tenían a Tory.
—Lo hizo para protegerme —intervino Tory.
Urian resopló.
—Vamos a poner eso en la lápida para ti. Mientras tanto, Stryker va a querer sangre
por esto. Mucha sangre.
Nick se burló de su tono grave.
—No te ofendas, pero tu padre no me asusta, especialmente teniendo en cuenta lo
mucho que quiero un pedazo de su piel. Que venga a buscar un poco.
Urian parecía menos que impresionado.
—Sé qué crees que compartes poderes con él, Nick, pero confía en mí, no te dio nada
más que las sobras. Sin mencionar una pequeña cosa. Nadie recibe un pedazo de él hasta
después que yo.
Acheron dejó escapar un silbido agudo.
—Cálmense, niños. Tenemos más cosas que hacer que simplemente guardar su
machismo.
Acheron dirigió su mirada a Nick.
—Tenemos una batalla para prepararnos. No voy a dejar que Stryker se lleve a Nick.
Nick rió amargamente.
—No necesito tu puta ayuda. Puedo pelear por mi cuenta.
Acheron no se inmutó ante el odio en su tono.
—Sé por qué me odias, Nick. Lo entiendo. Pero tu madre no querría que te mates otra
vez. Ódiame mañana. Esta noche, tolérame como un mal necesario.
Nick empujó a Acheron lejos de él.
—Esto no nos hace amigos.
Acheron levantó las manos.
—Lo sé. —Se volvió hacia Tory y le tomó la mano con fuerza. La indecisión colgó allí
antes de que hablara y sorprendió a Styxx hasta el centro de su ser—. Styxx, sácala de aquí.
Mantenla a salvo.
Tory se quedó boquiabierta mientras rozaba a Styxx con una expresión de horror.
Stryker atravesó un portal y su mirada se dirigió directamente a Urian.
—Me has traicionado por última vez.
Agitando la muñeca, envió una daga en forma de hoja directamente al corazón de
Urian.
Antes de que pudiera alcanzar su objetivo, Acheron la atrapó en su mano.
—Toma a tus chicas, grita y huye ahora, Stryker. Te ahorrará tiempo después. Créeme,
no quieres probarme en el estado de ánimo en el que estoy.
Stryker lo tomó con desprecio frívolo. Se pasó la lengua por los colmillos como si
estuviera saboreando la idea de alimentarse de Acheron.
—No hay nada que anhele más que el sabor de la sangre. —Miró a los hombres que
estaban con Acheron y se rió con burla—. Esta noche festejamos, Spathi. ¡Ataquen!
Más que listo para la batalla, Urian empujó a Tory detrás de su grupo cuando los
daimons los atacaron.
—Apuñálales en el corazón —le dijo Urian a Styxx antes de demostrar cómo matar a
los daimons.
Otra explosión de luz en la habitación los dejó con un enorme grupo de refuerzos
enemigos.
Styxx apuñaló al primero en alcanzarlo. Solo que no explotó en polvo como lo había
hecho el daimon.
— ¿Urian? Un poco de instrucción, por favor.
—Demonios... ojos. —Urian apuñaló a un demonio entre los ojos para mostrarle lo que
quería decir, antes de volverse y esquivar los colmillos de un daimon—. Y hagas lo que hagas,
no dejes que los demonios te muerdan o pueden controlarte.
Styxx desarmó a un daimon que sostenía una espada, luego se giró y lo atrapó con su
daga. El daimon explotó por todo Styxx.
Stryker fue por Nick, pero Acheron lo atrapó y los dos cayeron al suelo, golpeando con
una furia que Styxx conocía demasiado bien. Me alegro de no ser el único al que odias tanto.
Llegaron más hombres. Ya que no eran ni daimons ni demonios, Styxx se retiró hasta
que pudo determinar si eran amigos o enemigos.
Un demonio se lanzó a Soteria. Ella trató de patearlo, pero fracasó épicamente. Justo
cuando la habría alcanzado, Julian de Macedonia, un viejo amigo de Acheron, estaba allí con
un xiphos. Cortó la cabeza del demonio con un movimiento de oscilación bien colocado.
Balanceando la hoja en forma de hoja en su hombro, Julian se giró para mirarla.
— ¿Puedes manejar una espada?
—Sí.
— ¡Kyrian! —le gritó Julian a su mejor amigo, otro griego rubio—. Mi reino por una
espada.
Kyrian arrojó lo que parecía ser solo una empuñadura. En un movimiento fluido, Julian
lo atrapó y presionó un botón en la empuñadura de la cruz. La hoja se disparó a poco menos
de un metro de largo. Se la entregó a Soteria.
—Los daimons tienen que ser apuñalados a través de sus corazones. Demonios entre
sus ojos, y si nos cortan la cabeza a cualquiera de nosotros, todos morimos.
— ¿Cómo noto la diferencia?
—La mayoría de los daimons son rubios y explotan en polvo cuando perforas sus
corazones. Golpea el corazón y si eso no funciona, prueba los ojos. Si apuñalas a alguien que
gime, luego golpea el suelo, atacaste a un buen tipo. Solo para tu información.
Uno de los demonios hizo retroceder la espalda de Urian. Styxx sacó un cuchillo más
pequeño del cuerpo del demonio más cercano a él y lo usó para pinchar al nuevo demonio
entre sus ojos.
Urian se volvió para luchar mientras el demonio caía a sus pies. Se encontró con la
mirada de Styxx e inclinó la cabeza hacia él.
Styxx se giró y, olvidando que no tenía un escudo, levantó el brazo para atrapar una
espada. Silbando, retrocedió tambaleándose, luego se lanzó con la espada en la mano
derecha. Su oponente giró, luego volvió inmediatamente con otro golpe. Styxx apartó la
cabeza por poco.
Urian trató de alcanzarlo para ayudarlo, pero estaba rodeado de sus propios daimons y
no podía alcanzarlo en absoluto.
Entonces Urian vio a Stryker, y la expresión de su rostro era de furia controlada. Estaba
concentrado en su objetivo, y en su mano estaba la única arma que podía matar a Acheron.
Una daga atlante impregnada de la sangre de Apollymi y de la savia ypnsi venenosa de
los árboles más oscuros que crecen en los bosques de Kalosis.
Por un momento Styxx no reaccionó. Si Stryker mataba a Acheron, se acabó. Todo ello.
Finalmente tendría paz.
Pero luego cometió el error fatal de mirar a Soteria, quien vio lo que mismo.
La muerte inminente de Acheron.
La horrorizada agonía en su rostro y las lágrimas en sus ojos lo deshicieron. Amor así
no merecía estar separado. No había peor infierno que ser la mitad de un todo separado
eternamente.
Nadie lo sabía mejor que Urian.
Dos veces en su vida, había recibido ese golpe. Primero con Xyn y luego con Phoebe.
No dejaría que ese tipo de odio aplastara a Tory.
Fue a detenerlo, pero antes de que pudiera llegar allí, Styxx corrió hacia Stryker. Atrapó
al señor de los daimon justo antes de llegar a Acheron, quien había cerrado los ojos
estúpidamente mientras luchaba.
Debido a que Styxx todavía llevaba gafas de sol, Stryker perdió el enfoque en Acheron
y lo confundió con su hermano.
Stryker se rió con satisfacción cuando enterró el cuchillo en el estómago de Styxx.
Urian sintió ese golpe como si lo hubiera tomado él mismo.
Styxx retrocedió y cayó sobre alguien. Sus gafas de sol salieron volando.
El tiempo se detuvo cuando todos lo vieron caer contra Acheron y su hermano se hizo a
un lado para dejarlo caer al suelo.
Gruñendo por el hecho de haberse perdido a Acheron, Stryker alcanzó la daga en el
estómago de Styxx. Styxx la sostuvo dentro de él con una mano mientras trataba de golpear a
Stryker con la otra. Pero su sangre hizo que la empuñadura fuera demasiado resbaladiza y el
dolor y la herida debilitaron su agarre. Contra su mejor esfuerzo, Stryker sacó la daga. Styxx
jadeó.
— ¡Acheron! —gritó, advirtiendo a su hermano.
Volviéndose a tiempo, Acheron atrapó al señor de los daimon con el extremo romo de
su bastón y lo empujó hacia atrás.
—Huye o muere —gruñó.
Stryker frunció el labio.
—Vete a la mierda.
Estrechando su mirada en Stryker, Acheron lo empujó hacia atrás, luego golpeó el
bastón contra el suelo. Una ola de poder crudo y sin restricciones se disparó desde allí a los
demonios y daimons que los rodeaban. Cada uno de ellos se convirtió en polvo.
E hizo que Urian cayera de rodillas.
A excepción de Stryker. Flotó sobre el suelo en forma de dragón, gruñendo y batiendo
sus alas. Gritando de rabia, Stryker arrojó fuego a Acheron.
Acheron levantó su brazo, apenas a tiempo para evitar que lo quemara. Le disparó otro
rayo a Stryker, quien lo esquivó.
—Esto no ha terminado, Acheron. La próxima vez no podrás usar tus poderes.
Con otro estallido de fuego, Stryker desapareció.
Urian corrió al lado de Styxx al mismo tiempo que Ash.
Abriendo los ojos, Styxx jadeó de pura agonía.
—Sabes, hermano, nunca se supone que cierres los ojos en la batalla.
Ash se rió.
—No fui el que entrenó para ser general.
Styxx suspiró.
—Quizás. Pero tú haces un mejor trabajo de liderazgo que yo. Definitivamente creo que
padre nos entrenó mal.
Sin una palabra, Acheron colocó su mano sobre la herida de Styxx. Styxx siseó.
—Bien, entonces, eres un estúpido jodido imbécil. Quítame las manos de encima —
gruñó con los dientes apretados.
Aun así, Acheron lo mantuvo recostado hasta que Styxx estaba listo para gemir. Sólo
entonces Acheron se alejó.
Urian le tomó la mano para darle consuelo.
— ¿Ya estoy muerto? —preguntó Styxx sarcásticamente.
—Aún no. Todavía te quedan algunos años para enojarme seriamente.
Styxx resopló.
—Espero por ello.
Inclinó su cabeza hacia Styxx.
—Hiciste un buen trabajo por mí. Gracias.
—Sí, bueno, la próxima vez que necesites que alguien descienda a un santuario
daimon, elige a uno de tus otros idiotas para hacerlo. No tengo los poderes de un dios cuando
me atacan, y eso me pone en una clara desventaja.
Entonces Acheron lo dejó y fue a estar con sus hombres.
Urian lo ayudó a levantarse.
— ¿Quieres que te lleve a casa?
Styxx asintió a Urian.
—Gracias.
—No hay problema.
Sintiéndose horrible por en lo que lo había metido, Urian lo teletransportó a su casa.
Styxx se dirigió al sofá y luego se le doblaron las rodillas.
Urian lo atrapó contra su costado y lo ayudó a acostarse.
— ¿Todavía estás herido?
—Es el veneno de la daga. Acheron curó la herida, pero no extrajo el veneno.
— ¿Cómo lo sacas?
—Lo sacas antes de coser la herida. —Styxx miró la cicatriz sellada—. Oops,
demasiado tarde. —Comenzó a temblar de nuevo mientras sudor goteaba en su frente.
— ¿Quieres que llame a Ash?
—Estaré bien. No es como si puedo morir. Solo necesito descansar.
Styxx apenas había dejado salir esas palabras cuando se desmayó.

1 de diciembre de 2008

Urian observó cómo Ash revisaba las cuchillas de sus botas para asegurarse de que
estuvieran funcionando. De repente, volvió la cabeza como si supiera que Urian estaba allí.
Furioso, miró a su jefe.
— ¿Estás ayudando a mi padre?
—Tenemos que detener la guerra
Ese tono seco y plano no hizo nada para mejorar el estado de ánimo de Urian o la
necesidad de golpear al culo de Ash.
—Stryker asesinó a mi esposa —gruñó Urian.
—Lo sé.
Oh, bueno, estaba tan contento de que se aclarara eso.
— ¿Cómo podrías ayudar a algo como él?
Ash le gruñó.
—Sal de la cruz, hermano. Alguien necesita la madera. Ayudaste a tu padre durante
siglos. ¿Necesito recordarte cuántas vidas tomaste bajo su mando? Vidas de personas que
estaban relacionadas contigo, tú mataste a la madre de Phoebe y a su hermana.
Se estremeció ante una verdad que no quería escuchar. Ash tenía razón. Él debería
haber detenido sus muertes. Todo era su culpa. Él fue quien los rastreó. Stryker nunca habría
sabido dónde estaban si no los hubiera encontrado.
Condujo a los asesinos directamente a su ubicación.
—Yo amaba a mi esposa. Nunca quise herirla.
—No cambia nada. Le quitaste a tu esposa las personas que más amaba en su vida.
Durante demasiados siglos, tú y tus hermanos fueron una herramienta de Stryker utilizada
muy eficazmente
—Los tiempos cambian.
—Sí, lo hacen... Y debes saber que tienes otra hermana.
Sorprendido, Urian lo miró mientras trataba de digerir lo imposible.
— ¿Qué?
Ash lo miró a los ojos y mantuvo su expresión completamente estoica.
—Es la vida de tu otra hermana que vamos a proteger. No la de tu padre.
No... no es posible.
—Mi hermana murió hace once mil años.
—Medea es tu media hermana.
¿Medea? ¿Cómo era posible?
Pero al final, no importaba.
—Y debería preocuparme ¿por qué?
Ash levantó las manos en señal de rendición. —Tienes razón. No deberías preocuparte
en absoluto. Ella no es nada para ti, por eso no te he invitado a unirte a nosotros. —Ash
comenzó a pasarlo.
Urian tiró de él para detenerlo mientras la necesidad de golpearlo ardía a niveles sin
precedentes.
— ¿Cómo te sentiría si mi padre hubiera matado a Tory?
Ash respondió sin vacilar.
—Me sentiría sin alma. Perdido y herido más allá de la reparación.
Urian apartó la mirada.
—Entonces me entiendes. Y por qué lo quiero muerto.
Ash quitó la mano de Urian de su brazo.
—Él también lo sabe. ¿Pero alguna vez consideraste que pudo haberse arrepentido de
lo que te hizo?
Sí, claro.
— ¿Mi padre? Sé realista. El bastardo nunca se ha arrepentido de ni una sola cosa en
toda su vida.
—Todos nos arrepentimos, Urian. Nada con vida es inmune a esa desagradable
emoción.
El problema era, que su padre estaba muerto.
— ¿Y qué? ¿Quieres que vaya a besarlo y reconciliarnos?
—Difícilmente. Pero quiero que dejes a un lado tu propio dolor y rabia para ver con
claridad por un minuto. No se trata de ti y tu padre más de lo que se trata de mí y Nick
odiándonos el uno al otro por algo que no podemos cambiar. Se trata de salvar las vidas de
millones de personas inocentes. Personas como Phoebe que no merecen ser cazados y
asesinados. Si puedo estar al lado de mis enemigos por el bien mayor, tú también puedes.
Urian se burló.
—Bueno, supongo que no soy tan especial como tú.
—Nadie conoce su verdadero temple hasta que haya sido probado. Esta es tu prueba.
Ya sea que pases o falles siendo humano o héroe es totalmente tu decisión. No te puedo decir
qué hacer, pero sé dónde estaré esta noche... luchando al lado de mis enemigos para salvar
las vidas de aquellos que no pueden defenderse y lo que tengamos que hacer. —Vaciló antes
hacer la pregunta más importante—. ¿Entonces qué eliges?
—Muerte sangrienta.
Ash negó con la cabeza.
—Bastardo terco. Tómalo de alguien que lo conoce de primera mano, hay mucho que
decir sobre el perdón. Los rencores rara vez lastiman a nadie, excepto al que los lleva.
—Y hay mucho que decir golpeando enemigos, arrancando sus cabezas y abriendo sus
cráneos.
Ash sintió un comienzo de tic en su mandíbula sobre la naturaleza obstinada de Urian.
—Para todo hay una época y esta noche la nuestra es estar juntos o perder todo. No
estoy luchando por Stryker o para salvar a tu hermana. Estoy luchando para proteger a los
que amo. Los que más sufrirán si la guerra no se detiene... niños como Erik, Tyr, la pequeña
Phoebe, y…
—Malditos golpes bajos —espetó a la mención de sus sobrinos.
— ¿Verdad?
La mirada de Urian se endureció.
—Voy a estar allí, pero una vez que nuestros enemigos estén acabados…
—Peleamos entre nosotros de nuevo. Entendido.
Urian asintió.
—Quiero la sincera verdad acerca de algo. ¿Podrías realmente pelear con alguien que
te hizo tanto daño como mi padre me ha hecho?
Ash se encontró con su mirada sin parpadear.
—Me he subyugado a mí mismo a la diosa que me drogó hasta el punto de que no
pude proteger a mi hermana y sobrino la noche que fueron brutalmente asesinados, y eran las
únicas dos personas en el universo que jamás habían dado una mierda sobre mí. Más tarde
ese mismo día, ella dio un paso atrás y dejó que su hermano gemelo me masacrara en el
suelo como un animal para proteger la humanidad, sin embargo, horas después me vendí a
ella para proteger al género humano. Por el bien de los Dark Hunters, me sometí a sus crueles
caprichos por once mil años. Así que sí, Urian, creo que podría aguantarlo una hora para
proteger el resto del mundo.
Urian dejó escapar un lento suspiro mientras Ash ponía su mezquindad en una
perspectiva brutal.
Estaba siendo un mocoso mimado y Ash tenía razón.
—Sabes que eres el único hombre vivo al que seguiría después de lo que he pasado.
Tú también eres el único al que respeto, y quien podría hablarme de esa manera y no ser
golpeado por eso.
—Y tú eres uno de los extremadamente pocos en los que confío.
Urian levantó su mano hacia él.
— ¿Hermanos?
—Hermanos hasta el final —dijo Ash, tomando su mano y apretándola con fuerza—.
Ahora antes de que rompamos a llorar, levanta tu trasero y prepárate para lo que viene.
—No te preocupes. Siempre cubro tu espalda.
—Sí, pero esta vez, estamos en contra del dios de la guerra.
Lo que significaba que todos los refuerzos del mundo podrían no ser suficientes.

19 de enero de 2009

Urian apretó los dientes mientras conducía a Savitar a la habitación de Styxx en Nueva
York, donde había mantenido una vigilia silenciosa desde que regresaron de Kalosis con Tory
y Acheron, y Styxx se había desplomado en el suelo.
Estaba aterrorizado por la condición de Styxx. Y no sabía a quién más llamar. Quién
más podría saber cómo reparar a un enfermo inmortal, aparte de Apollymi, y dada su relación
actual, pensó que era mejor no intentar ese lugar, ya que la diosa probablemente lo dividiera
en pedazos.
—Ha estado así.
Savitar le dio a Urian una mirada arqueada.
—Lo sé, ¿verdad? Es como si todo su cuerpo se hubiera apagado. No ha comido ni
bebido, ni siquiera se ha movido. De vez en cuando, susurra en griego antiguo, árabe o
antiguo egipcio, pero no puedo entenderlo.
Frunciendo el ceño, Savitar tiró de la manta hacia atrás para examinar la herida que
Acheron había sellado. Pero en el momento en que vio las extensas cicatrices de Styxx, se
quedó boquiabierto de horror.
— ¿Qué demonios?
Urian más que entendió su reacción. Él mismo la había tenido la primera vez que la
había visto.
—Además de ser un héroe de guerra que luchó en docenas de batallas, pasó un año
como prisionero de guerra en Atlantis. En realidad, nunca dice mucho sobre eso más que
apestó, pero de las cicatrices diría que lo torturaron todo el tiempo que estuvo allí.
Savitar expulsó un aliento pesado.
—No tenía ni idea. ¿Lo sabe Acheron?
Si lo hacía, no le importó. Obviamente. Tampoco se había molestado en controlarlos o
incluso preguntar. Aunque Urian le había dado un poco de holgura debido a que Tory había
sido amenazada, se estaba enojando un poco al respecto en este momento.
—No lo sé. Por su odio hacia Styxx, sin embargo, diría que no le importa.
Probablemente diría que Styxx se lo merecía.
Savitar sintió la frente de Styxx.
— ¿Cuánto tiempo lleva su fiebre tan alta?
—Desde la pelea con Stryker. La tenía cuando lo traje a casa y no ha cambiado ni
bajado en absoluto.
Savitar puso su mano en la garganta de Styxx.
—Apenas tiene pulso.
No me digas, Sherlock.
Savitar le dio una mirada enojada que le dijo que podría haber oído eso.
Aclarando su garganta, Urian se recordó controlar sus pensamientos en torno al
omnisciente e irritable.
—Síp. No sabía qué hacer. No es como si pudiera llamar a un doctor. Cuando traté de
llamar a Ash, él dijo que Styxx probablemente estaba fingiendo atención. Me dijo que Styxx no
podía morir y que estaría bien. No me preocupo por eso. Pero él no se ve bien. Se ve como un
cadáver.
Y como Ash había sonado distraído y colgó sin decir adiós, Urian había captado la
indirecta.
Lo que sea que hubiera pasado entre él y Styxx los había dejado como extraños. Ash
no quería tener nada que ver con su hermano.
Punto.
Maldición, Styxx, ¿qué hiciste? ¿Hiciste pis en su juguete favorito y se lo hiciste comer?
—De acuerdo. Un paso atrás. Voy a sacarlo de esto.
Urian se movió para pararse en la puerta mientras Savitar ponía su mano sobre el
pecho de Styxx. Un ligero zumbido llenó sus oídos unos segundos antes de que lo que
parecía ser un mazo igual a un rayo se disparara desde la mano de Savitar al pecho de Styxx.
Los ojos de Styxx se abrieron. Jadeando, frunció el ceño a Savitar y luego a Urian como
si al principio no los reconociera. Tan pronto como lo hizo, sus ojos se llenaron de pánico y
lágrimas.
— ¡No! —Styxx respiró entrecortadamente, barriendo la habitación con su mirada—.
¡Beth! ¡Galen!
Bueno, esa no era la reacción que Urian había esperado. Tampoco lo fue la siguiente,
donde se levantó de la cama y revisó frenéticamente la habitación de su apartamento.
Aturdido, intercambió una mirada de ojos muy abiertos con Savitar que se quedó boquiabierto
cuando Styxx cayó de rodillas y bramó.
— ¿Por qué me trajiste aquí? ¿Por qué? ¡Estaba con ellos y éramos felices! Estaba con
ellos...
Styxx se acurrucó en una pelota y lloró como si todo su mundo se hubiera hecho
añicos.
—Beth, no me dejes otra vez... por favor... por favor vuelve a mí... ya no puedo vivir sin
ti.
Urian se atragantó al ver una profunda agonía que él conocía mejor que nadie. Durante
mucho tiempo, había odiado a Ash por resucitarlo. Incluso ahora, todos los días que vivía sin
Phoebe era un día que despreciaba con furia.
¿Por qué no lo dejé en paz?
Si hubiera sabido que Styxx estaba en coma con su familia, lo habría dejado allí para
siempre.
¿Qué demonios he hecho? ¿Qué tan egoísta podría ser?
Con el corazón roto por su nuevo amigo, Urian se arrodilló junto a la cabeza de Styxx y
lo tomó en sus brazos.
—Lo siento, Styxx. No lo sabíamos.
Savitar se les acercó y puso su mano sobre el hombro de Styxx, dejándolo
inconsciente.
—Desafortunadamente, él no se quedará así.
—Ayúdame a ponerlo de vuelta en la cama.
En lugar de ayudar, Savitar levantó a Styxx como si no pesara nada y lo llevó a la
habitación. Había algo extraño acerca de cómo estaba actuando Savitar ahora. Pero Urian no
lo conocía lo suficientemente bien como para arriesgarse a adivinar sus pensamientos.
—Es inquietante, ¿no? —le preguntó Savitar mientras Urian entraba a la habitación.
— ¿Qué?
—Cuánto se parece a Ash.
Urian se encogió de hombros.
—Son gemelos idénticos. Tenía dos grupos de hermanos que también lo eran. Pero si
bien pueden compartir miradas y algunos gestos, generalmente son personas muy diferentes.
Savitar recorrió la habitación con la mirada y luego abrió el armario donde Styxx tenía
dos pares de pantalones doblados prolijamente en el estante superior. Un suéter, una
chaqueta, dos camisas de manga larga y tres camisas de manga corta. Un par de zapatos.
Frunciendo el ceño, Savitar siguió buscando en las seis habitaciones del apartamento.
Curioso, Urian lo siguió por todos lados.
— ¿Qué estás buscando?
— ¿Cuál es tu impresión de este lugar?
Urian respondió con la primera palabra que se le vino a la cabeza.
—Espartano.
Savitar asintió.
—No es exactamente el tipo de lugar en el que un príncipe malcriado sería feliz,
¿verdad? —Le tendió una libreta a Urian—. Acheron le dio mucho dinero. Y se nota por la
falta de enseres, que no hace mucho, si es que lo hace, entretenido. En lo único que parece
haber derrochado es en la computadora.
—Solo porque la ordené para él. No sabía nada de ellas y me pidió consejo.
Incluso había venido aquí y se la había preparado.
Savitar tomó el teléfono de Styxx, lo miró y se lo dio a Urian.
—El tuyo es el único número que tiene, y es al único al que ha llamado.
Y no tan seguido, y aun así no por mucho tiempo. Su conversación más larga había
sido sobre la computadora y probablemente no habían sido más de veinte minutos, como
máximo.
Urian suspiró.
—Tenía la esperanza de que tuviera otras personas con las que se juntara.
— ¿Te ha dicho algo sobre estar solo?
—Realmente no habla mucho. En su mayoría hace preguntas sobre cosas modernas
que no puede entender. O las costumbres y frases con las que no está familiarizado.
Savitar frunció el ceño.
— ¿Alguna vez menciona a Ash o a su hermana?
—Solo si los menciono, y luego él desvía rápidamente la conversación hacia otro tema.
A pesar de esta noche, o cuando él y Ash se enfrentaron, por lo general es callado y
reservado. Modesto. Pero tiene un sentido del humor perverso.
— ¿Cómo es eso?
Urian sonrió ante los recuerdos de sus breves conversaciones.
—Uno de mis favoritos personales... hizo un comentario sarcástico sobre algo, y luego
se disculpó diciendo que era tan alérgico a la estupidez que lo hacía estallar en un sarcasmo
incontrolado. En otra ocasión, hizo el comentario de que era un líder y no un seguidor. A
menos que sea un lugar oscuro con fuertes gruñidos, entonces que se joda esa mierda, con
mucho gusto me seguiría para investigarlo.
Savitar se rió.
Urian continuó:
—También quería saber por qué la crema agria, el suero de leche y el queso azul
tienen fechas de caducidad. Por qué los rings de boxeo son siempre cuadrados. Por qué los
edificios se queman cuando se están incendiando. —Hizo una pausa para reír—. Y mis dos
favoritos, me preguntó por qué tenemos médicos ahora y no galenos.
Savitar sonrió.
—Son lo mismo.
—Eso es lo que dije, pero luego me señaló que en los días de los llamados bárbaros,
no teníamos doctores que practicaran medicina, sino galenos que te sanaban... o te mataban,
como ahora. Me preguntó cómo el hombre moderno podía confiar en alguien con tan poco
conocimiento de su campo que te decían desde el principio que todavía estaban en proceso
de aprendizaje.
Savitar resopló.
—Nunca pensé en eso de esa manera.
—Síp, y hace unos meses, estaba en una tienda de comestibles y quería saber por qué
el jugo de limón estaba aromatizado artificialmente, pero el jabón para lavar platos contenía
limones reales. ¿Y qué tenían las personas modernas contra los pavos? Podía encontrar pavo
disfrazado de tocino, bistec y hamburguesas, pero no simples pavos. No hace falta decir que
nunca pensé en nada de eso tampoco. Probablemente porque la única vez que estuve en una
tienda de comestibles, estaba comprando humanos.
Savitar ignoró esos últimos comentarios.
—Debe ser difícil para él adaptarse.
—No se queja. Simplemente trata de comprender la mentalidad moderna, como por
ejemplo cómo puede ser un cerdo machista si abre una puerta para una mujer y luego es un
cerdo insensible si no lo hace.
—El día en que lo descubra, dile que escriba un libro y todos seremos ricos.
—Él ya lo hizo. Se queda atrás hasta que ella entra y luego corre antes de que
aparezca otra.
Savitar se rió, luego se puso serio.
—Dime honestamente, Urian. ¿Qué piensas de él?
—Me gusta, y no es porque lo idolatrase como un héroe militar cuando era un niño. Él
era un vejestorio feroz para mí entonces. Algo así como tú.
Savitar arqueó una ceja censuradora, luego sonrió.
—Me conoces, Chthonian; no interactúo bien con los demás, y básicamente los odio a
todos, todo el tiempo, pero en realidad cruzo la calle para conversar con él... de hecho, lo
hago.
—Viniendo de ti, ese es el respaldo más alto que se me ocurre.
Urian se encogió de hombros.
—Simplemente no entiendo su odio mutuo. Quiero decir, tuve hermanos a los que no
podía soportar más de cinco minutos, pero realmente no los odiaba. Éramos diferentes.
Aunque puede que tumbara alguno de vez en cuando, nunca intenté matarlos.
Savitar echó un vistazo a los escasos y humildes muebles.
—Entiendo por qué Acheron lo odia, y está justificado. Créeme. Apollymi misma me ha
contado sobre su mala sangre, y sé que ella no está mintiendo. Solo me está costando
reconciliar las historias que me contaron con el hombre que vive en este departamento. Por
supuesto, once mil años pueden cambiar a alguien... no lo sé. —Savitar suspiró—. Vigílalo y
avísame si vuelve a caer en otro coma.
Y con eso, se marchó.
Urian también comenzó a irse, pero teniendo en cuenta lo angustiado que había estado
Styxx, no quería que Styxx estuviera solo cuando se despertara.
Eso fue lo último que necesitaba alguien tan solo.
Además, no era como si tuviera otro lugar a donde ir o cualquier otra persona que lo
esperara.
La soledad la entendía tanto como entendía querer golpear a un hermano que
desgastaba los nervios. Y después de haber sido dejado solo para luchar para recuperar su
vida dos veces, no le haría eso a Styxx. Así que miró alrededor buscando algo con lo que
ocuparse.
Su mirada se posó en un cuaderno de bocetos sobre la mesa auxiliar. Curioso por lo
que contenía, se acercó y lo abrió.
Su mandíbula se aflojó por lo que encontró adentro. La mayoría del cuaderno estaba
lleno de dibujos de una mujer absolutamente deslumbrante, de la Bethany de la que Styxx
hablaba. Maldita sea, no es de extrañar que estuviera obsesionado. Ella era hermosa.
Algunas de las imágenes de ella eran tan reales que parecía que podía salir de la
página y tocarlo. Pero las que realmente eran inquietantes eran dibujos de Styxx y ella. Había
captado perfectamente sus sonrisas y risas, pero más que nada captó la angustia y el amor en
sus propias facciones cuando la abrazaba.
También había dibujos de Bethany con un hijo, y del niño solo. Un chico que Styxx
nunca había conocido. Retorció el corazón de Urian. Porque estas no eran solo imágenes de
recuerdos.
Estas eran recuerdos que Styxx había querido tener. Eran anhelos de una promesa rota
que los dioses le habían robado.
No había nada más cruel que robar los sueños de alguien. Tomar un futuro. Y él
debería saberlo. Era con lo que lidiaba todos los días de su propia vida.
Su mañana se había convertido en su ayer. No quedaba nada más que esperar. Y ese
era el momento en el que sabías que querías morir y comenzabas todos los días con un
aliento y un susurro que buscabas para una razón para levantarse de la cama, ¿porque en
realidad? ¿Para qué fingir?
La vida simplemente se volvía rutina.
En eso, él y Styxx eran hermanos unidos.
La única diferencia es que Styxx tenía talento de una manera que Urian nunca hubiera
adivinado.
Y lo que más le pareció revelador sobre su amigo era que, aunque un par de dibujos de
Bethany la mostraban seductora vestida con trajes griegos, en ninguno de ellos estaba
desnuda. Aunque Styxx nunca había tenido la intención de que nadie más viera esto, había
mantenido el honor de su esposa como algo sagrado y la respetaba. Eso decía todo lo mucho
que amaba a esa mujer.
Urian se detuvo en la página siguiente al encontrar la imagen de un niño pequeño
vestido con el yelmo corintio de un hoplita. Era hilarante y adorable. Además, Styxx había
escrito el nombre “Galen” en griego... También tenía algunos de un Galen adulto, uno de una
mujer llamada Tig, un caballo y un perro, y algunas escenas de lo que debe haber sido su
Didymos natal.
Las páginas seguían y seguían. Incluyendo un gran número de Acheron en su moderna
vestimenta gótica y largo cabello negro, así como imágenes de ellos junto con un rayo de luz
cayendo entre ellos.
Cuando Urian pasó a la siguiente página, su corazón se detuvo al mirar un rostro que
nunca pensó volver a ver.
Lo hizo tambalearse tanto que tuvo que sentarse.
Styxx lo había dibujado con Phoebe. Aunque el bastardo nunca la había visto, había
dibujado su imagen perfecta a partir de las descripciones de Urian. Era absolutamente
espeluznante que pudiera hacer eso, y le mostraba cuán fiel a la vida debían ser sus dibujos
de Bethany si Styxx podía hacer esto basándose únicamente en las palabras.
Increíble.
Y en ese momento, el dolor que recorrió a Urian fue paralizante. Se fusionó con la
misma agonía y locura que había impulsado a Styxx a llenar este libro con imagen tras imagen
de su esposa y su hijo anhelado. Como a Styxx no le quedó nada de ella a lo que aferrarse,
debió haberlo creado. Y era como mirar dentro del alma de Styxx.
Incapaz de sobrellevarlo, Urian volvió a colocar el cuaderno de bocetos justo donde lo
había encontrado. Honestamente, lo que más le molestaba de ese libro...
Vio su propio futuro. Phoebe llevaba unos cuantos años muerta y todavía quemaba
dentro de él como un horno furioso. Para Styxx, habían pasado once mil años y todavía le
dolía tanto ahora como entonces.
Eso no era un buen augurio para Urian. Porque él sabía la otra verdad.
Todavía extrañaba a Xyn. Tanto hoy como el día en que ella desapareció.
Ese dolor nunca terminaba y él lo sabía.
Quizás esa era la razón por la que estaba tan atraído por Styxx. Estaban atados por
tragedias similares y habían nacido contemporáneos virtuales en la antigua Grecia. Bueno, no
del todo. Styxx tenía la misma edad que su padre, pero lo suficientemente cerca.
Urian miró hacia el cuaderno de bocetos y se encogió.
Así que eso es lo que tengo que esperar. Amarga locura.
Tan genial.

20 de enero de 2009

Justo después de la medianoche, Styxx se despertó cubierto de sudor. Urian quería


llorar por él. Tenía tanto frío, le castañeteaban los dientes. Lamentándose por su afligido
amigo, colocó otra manta sobre el hombro de Styxx, luego entró en su campo de visión.
— ¿Cómo estás?
Su expresión decía claramente que estaba roto.
Cuando él no respondió, Urian se puso en cuclillas junto a la cama hasta que sus
miradas estuvieron niveladas.
—Lo sé —susurró—. Aún me despierto y espero encontrar a Phoebe a mi lado. —A
Xyn también en los días realmente malos—. Ni siquiera he desactivado su teléfono celular. Lo
mantengo para poder llamar y escuchar su voz en esas horas cuando siento que no puedo
soportarlo más. No es justo que nos veamos obligados a vivir sin ellos mientras el mundo
continúa, ajenos al hecho de que le falta la parte más vital.
Dejó escapar una risa amarga para tratar de aclarar el dolor que lo estaba ahogando y
hacer que quisiera gritar por la injusticia de eso.
—Es por eso que estoy aquí con tu culo peludo. No quiero ver a Tory y a Ash. No
porque lo odie como a ti, sino porque me recuerdan lo que ya no tengo. Y si bien no les
envidio su felicidad, hace que mi soledad arda incluso más profundamente.
Styxx finalmente parpadeó.
— ¿Por qué me hablas, Urian?
—No lo sé. Eres entretenido cuando no estás catatónico o en coma. O en una rabia
homicida. ¿Por qué me hablas?
—Porque no puedo escuchar tus pensamientos.
Urian frunció el ceño ante lo último que había esperado que dijera.
— ¿Disculpa?
Styxx suspiró.
—Es algo que he podido hacer desde el nacimiento. Con un pequeño puñado de
excepciones, uno de los cuales eres tú, escucho cada pensamiento en la cabeza de alguien.
Así que compartía ese talento con Spawn. Vaya, eso no era algo que él envidiara.
—Eso tiene que apestar.
—Lo hace de hecho. Eso fue lo que me hizo tan letal en el campo de batalla. Sabía lo
que mis enemigos iban a hacer y podía cortarlos.
—Síp, está bien, eso no apestaría. — Urian había tenido la intención de hacerlo reír,
pero si algo oscurecía el estado de ánimo de Styxx, entonces cambiaba de tema—. ¿Crees
que podrías comer algo?
—No lo sé.
Urian le entregó una botella de agua.
—Necesitas sorber esto. Aunque sé que no puedes morir de hambre o sed, aún sientes
los dos. Iré a reconectar la nevera mientras te duchas.
Se puso en pie y salió de la habitación para que Styxx pudiera tener algo de privacidad.
Aunque estaba un poco preocupado de que pudiera hacer algo drástico. Esperando lo
mejor, se dirigió a la cocina para preparar sándwiches para ambos. Era una de las pocas
cosas que sabía que a Styxx realmente le gustaban.
Eso y espagueti, pero lamentablemente Urian no podía cocinar. Necesitaba a Danger
para esas habilidades.
Sin decir una palabra, Styxx fue a buscar su sándwich del mostrador.
Urian se tragó el bocado y se limpió la barbilla mientras observaba a Styxx comer con
entusiasmo.
—Sabes, la comida todavía me sabe raro. Es difícil acostumbrarse a comer cuando viví
de sangre durante once mil años.
Styxx le frunció el ceño.
—Me sorprende que no hayas limado tus colmillos.
—Realmente no lo había pensado. Pero nunca me he visto sin ellos. Demasiado viejo
para cambiar ahora. Podría afectar mi mordida y ya tengo suficientes problemas para
masticar. Probablemente no te das cuenta de que masticar es una habilidad. Y la primera vez
que me mordí la lengua... me alegro de que no estuvieras allí para eso.
Bueno, mucho por su humor. Eso, también, se había fracasado.
Sin siquiera sonreír, Styxx se sentó a comer su sándwich de jamón.
— ¿Qué te hizo decidir convertirte en daimon?
Urian se detuvo ante una pregunta muy personal que odiaba responder. Porque la
verdad... no era para el consumo público. Lo último que quería era revivir el día que los había
puesto en el camino de perseguir a la familia de Phoebe.
Sin mencionar que había sido un tonto al ser atrapado así.
Por mucho que amara a Styxx como amigo, no quería compartir una historia de esa
estupidez desenfrenada. Al menos no esta noche. En cambio, le dio una verdad parcial por
defecto que era cierta... más o menos.
—Rabia, en su mayoría. —Eso era cierto...—. Mi mejor amigo era un par de años
mayor que yo y se negó a luchar contra la maldición. Así que lo vi envejecer a un anciano en
menos de veinticuatro horas, gritando en completa agonía todo el día hasta que se
descompuso en nada más que polvo.
Si bien no había visto a Darius realmente morir, había sido testigo de muchos otros que
lo hicieron, por lo que no era del todo una mentira.
—Todo lo que podía pensar era que él nunca había lastimado a nadie. Nunca había
estado en una pelea a puñetazos, y todo por culpa de mi abuelo por algo que sucedió antes
de que pudiera caminar. Me fastidiaba. Pero después de perder a Phoebe, puedo entender
por qué Apolo estaba tan enojado y nos maldijo. Hubiera hecho tanto, si no más, si hubieran
asesinado a mi hijo y a mi amada querida también.
Styxx lanzó un suspiro doloroso.
—Él no amaba a Ryssa.
Urian arqueó una ceja.
— ¿Qué?
—Ella era una posesión. Nada más. La mayoría de las veces, él se quejaba de sus
lloriqueos y quejas... lo que hacía todo el tiempo, sobre todo.
—Eso no es lo que dice Ash.
—Él y yo teníamos dos hermanas completamente diferentes. Ella lo mimaba a él y a mí
me odiaba.
— ¿Por qué?
Styxx tragó su bocado de comida.
— ¿Qué puedo decir? Soy un imbécil. En cuanto a Acheron, ella sentía pena por él. En
su mente, estaba convencida de que le robé el trono a mi padre y su amor a mi hermano.
— ¿Es por eso que te llama ladrón?
Styxx se encogió de hombros.
—No lo sé. Irónicamente, ni siquiera quería el trono. Solo quería una familia que no me
odiara.
Podía entender eso, dado el hecho de que su padre había matado a su esposa y le
había cortado el cuello.
Urian terminó su sándwich.
—Hubiera querido darte algunos hermanos. Hombre, había tanta testosterona en esa
casa, no sé cómo nos soportaron mi madre y mi hermana. Pero fuimos en su mayoría felices.
Aunque mis hermanos mayores dijeron que mi padre era un hombre muy diferente después
de que Apolo nos maldijo.
— ¿Cómo es eso?
Urian se encogió de hombros.
—Era más feliz y mucho más tolerante. —Recogió el pepinillo de su plato—. Lo único
que realmente odiaba era no ver la luz del sol. —Se rió con amargura—. Mi padre solía
enojarse tanto cuando era un niño. Solía escabullirme, tratando de vislumbrar el amanecer. Y
él comenzaba a gritar que, si quería estallar en llamas, entonces él estaba dispuesto a
comenzar el proceso prendiéndome fuego si no me ponía a salvo.
Styxx se rió.
—Él te amaba.
—Síp, hasta el día en que me cortó la garganta. Nunca lo he entendido. Después de la
muerte de Darius, adopté a su hijo y a su hija. —Habían venido después de que Nephele y
Geras habían muerto—. Cuando Ida y Mylinus murieron, casi me mataron. No puedo imaginar
que me enoje tanto con ellos que haría algo así, y técnicamente no eran míos. —Así como
había estado con Neph y Geras. Mientras viviera, nunca entendería la motivación de su
padre—. ¿Cómo le cortas la garganta a tu propio hijo?
—No lo sé, Uri. Nunca lo he entendido, tampoco. Cuando era solo un niño, mi propia
madre trató de matarme por darle un regalo de cumpleaños. Ella me apuñaló, no sé cuántas
veces.
Los ojos de Urian se abrieron con incredulidad. ¿Estaba bromeando?
— ¿Tu madre?
Asintió.
—Ryssa también.
— ¿Te apuñaló? —Urian no podía entender lo que le estaba diciendo.
Styxx tomó un trago de su leche antes de responder.
—Ryssa me destripó el día antes de morir.
Lo miró boquiabierto. Aunque sus hermanos y hermana lo habían amenazado casi a
diario, ninguno lo había intentado alguna vez. Y podría pensar algunas veces cuando podría
haberse justificado.
— ¿Qué hiciste?
—Ella me atacó por tu abuelo.
— ¿Apolo? ¿Por qué?
Styxx se burló.
— ¿Creerías que por celos? Estúpidamente pensaba que intentaba seducirlo como
amante para que no le prestara atención a ella.
— ¡Ew!
No podía pensar en nada más repugnante. No porque Apolo fuera un hombre. Sino
debido a que carecía de algo remotamente parecido a un rasgo humano decente.
—Créeme, no podría estar más de acuerdo. Sin ofender, pero odio a tu abuelo con
cada parte de mí. El simple hecho de estar en una habitación con él hace que mi piel se
ponga de gallina y se me revuelva el estómago.
—No te preocupes. No voy a defenderlo. Personalmente creo que es repugnante, lo
siento, egoísta hijo de puta. —Sonó el teléfono de Urian. Miró hacia abajo y verificó la
identificación para ver si era Davyn—. Disculpa, necesito tomar esto.
Salió a la terraza.
—Oye…
— ¿Qué sabes sobre Cratus?
— ¿El personaje del videojuego?
— ¿En serio? No me hagas darte una bofetada.
Urian resopló.
—Bien. Dios de Warcraft. Despreciable Titán bastardo. ¿Por qué?
—Si puedes, quizás quieras regresar. Hay una situación que se está gestando.
Oh, cómo odiaba cada vez que Davyn le decía eso.
—Bueno. Gracias. —Entonces, su padre había perdido la cabeza y había desatado el
mal absoluto otra vez. ¡Oh, bueno!
Disgustado, se dirigió a buscar a Styxx para encontrarlo limpiando.
—Tengo que salir. ¿AoM más tarde?
—Por supuesto.
—No olvides, la boda de tu hermano es esta tarde.
— ¿Lo es?
—Síp. Es por eso que vine a buscarte.
Styxx parecía tan emocionado de asistir como lo parecía Urian. Aunque ambos estaban
felices de que Acheron tuviera a Tory, ninguno de los dos era dado a las bodas dado lo que
habían perdido.
—Oye, entraremos. Lo lograremos. Nos emborracharemos y saldremos.
Styxx resopló.
—Me gusta tu plan de ataque.
Le guiñó un ojo.
—Aprendí estrategia del maestro.
Se levantó la manga para mostrarle su tributo al Stygian Omada.
Como había predicho, Styxx hizo una mueca de disgusto.
—Eso es espeluznante.
—Pero en el buen sentido.
—Fingiremos eso, si te hace sentir mejor.
A pesar de esas palabras, Urian escuchó la nota burlona debajo de ellas. Una parte de
Styxx fue tocado por eso.
Contento de que le hubiera mostrado el tatuaje, Urian extendió su mano. Cuando Styxx
la tomó, lo abrazó fraternalmente con las manos entre sus pechos.
Sin otra palabra, Urian desapareció.

*****

Urian suspiró mientras le daba a Styxx una cerveza de cuello largo y se juntaban en la
parte trasera del salón de recepción.
—Maldita sea, ¿cuántas personas hay en la familia de Tory?
—No lo sé. —Styxx se rascó el cuello de su esmoquin—. Juro que he estado en países
con poblaciones más pequeñas.
Asintió.
Alexion caminó hacia ellos.
— ¿Ustedes dos no tienen mala cara? ¿Están bien? ¿O debería conseguir un balde
para atrapar tu vómito?
Urian definitivamente se estaba ahogando con bilis.
—Hay una gran cantidad de Hunters en este lugar.
—Mayormente ex.
—Cuando eres un daimon, la misma diferencia.
—Ex-daimon —le recordó Alexion.
Urian se burló.
—La misma diferencia.
Styxx arrugó su rostro mientras Tory pasaba por una fila de parientes, conversando con
cada uno de ellos.
— ¿Cómo los mantiene a todos en orden?
—Es su superpoder. —Kat se acercó por detrás de él, riendo—. Impresionante,
¿verdad? Pasé un verano en un bote con ella y su prima Geary cuando Tory era una niña. Ella
es tremenda.
Urian estaba desconcertado por todo.
— ¿Cómo lo estás manejando?
— ¿Qué? ¿Que Ash es mi padre? ¿O que Tory es mi madrastra?
—Síp, eso.
Katra se rió.
—Ustedes dos necesitan más alcohol.
— ¿Kat? Mia está hambrienta.
Urian se silenció cuando Sin, el esposo de Kat, le entregó a su hija pequeña para que
pudiera llevársela y darle el pecho. Sin probablemente era el único que odiaba a Artemisa más
que Styxx, Acheron o Urian.
Y solo porque era el dios que Kat le había robado los poderes todos aquellos siglos
atrás, cuando ella había llorado sobre el hombro de Urian por la culpa que sentía por ello.
Extraño cómo resultó la vida. Si no hubiera hecho eso, no se habría juntado con Sin
siglos más tarde y habría tenido a esa hermosa hija...
Urian miró a Ash y a Tory, quien tuvieron un extraño encuentro similar en el sentido de
que Acheron había salvado al abuelo de Tory cuando era niño y lo trajo en un barco a Estados
Unidos después de haber quedado huérfano. Si Ash no hubiera traído a Theo a Nueva York,
el padre de Tory no habría nacido y Theo no le habría contado las historias de Atlantis que
llevaron al nacimiento de Tory y su búsqueda que la llevó a Ash.
Por tus acciones serás salvado. La profecía de Savitar para Acheron.
Styxx le frunció el ceño.
—Esa es una mirada peculiar en tu rostro, Urian. ¿Qué pensamiento tienes en la
cabeza?
Se deshizo de ellos.
—Ironía. —Sonriendo, sonrió a Sin—. ¿Cómo se llevan tú y yaya estos días?
Sin rió.
—Artemisa odia cuando la llamo así, por eso lo hago... a menudo.
La risa de Styxx fue tan malvada que en realidad le causó un escalofrío a Urian, y
causó que Sin se excusara.
— ¿Estás bien?
— ¿Por qué todavía estamos aquí?
Urian se encogió de hombros mientras miraba alrededor del grupo de bichos raros. Simi
estaba avanzando entre los postres con su hermana. Los osos Peltier bailaban con los
Howlers que estaban tocando una polca para las tías de Tory que bailaban con un grupo de
Were leopardos. Dev Peltier bailaba con su sobrina sobre sus pies. Tabitha y Valerius Magnus
estaban en una esquina con Kyrian, Amanda Hunter y sus hijos.
Los licántropos kattalakis estaban acurrucados en una esquina... pero sintió lo mismo
que Styxx.
Fuera de lugar. Fuera de tiempo y sincronización.
Al final del día, nadie aquí se daría cuenta si se fueron. Ellos habían cumplido con su
deber. Hicieron su aparición. Compraron los regalos correctos.
Síp...
Styxx podría compartir sangre con Acheron, pero en realidad no eran familia. Y Urian
no era nada para ninguno de ellos. Un percebe para Acheron y una niñera para Simi
realmente no cuentan.
Urian dejó su cerveza a un lado.
—Estoy listo si tú lo estás.
—Hermano, estaba listo tan pronto como terminó la ceremonia.
Resoplando, Urian inclinó su cabeza y los transportó de regreso al departamento de
Styxx.
Styxx dejó escapar un largo suspiro e inmediatamente comenzó a quitarse el esmoquin.
—Gracias a los dioses.
Le parecía ese comentario. Urian se quitó la corbata y abrió su cuello, luego decidió
usar sus poderes y cambiarse por una camiseta negra y vaqueros.
Styxx resopló.
—Te envidio esos poderes.
—Síp, pueden ser útiles.
Un silencio incómodo llenó la habitación.
—Bueno —dijo finalmente Urian para romperlo—. ¿Supongo que regresaré, a menos
que necesites algo?
Styxx negó con la cabeza.
—Todo bien.
Sin embargo, Urian no se fue. Hizo una pausa para hacer la única pregunta que lo
había estado molestando.
— ¿Has tratado de tener citas mientras has estado aquí?
Styxx soltó una risa ligera.
—Tuve la perfección. Cualquier otra cosa sería conformarse.
—Síp, pero la soledad...
—Es difícil. Pero nunca sabes lo fuerte que puedes ser hasta que no tienes otra opción.
—Styxx le dio una palmada en el hombro—. Ese es mi camino, Uri. Tú no eres yo. Si te
sientes solo, ve a buscar a una mujer hermosa. Mereces ser amado.
— ¿Qué pasa si tienes razón?
— ¿Qué pasa si estoy equivocado?
Urian se rió.
Styxx sacudió su barbilla hacia la puerta.
—Adelante, Urian. Encuentra tu felicidad. O al menos una buena bebida.
—De acuerdo. Hablaremos pronto.
Styxx inclinó su cabeza hacia él.
—Cuídate.
Pero cuando Urian se fue, tuvo un mal presentimiento de que no volvería a ver a Styxx.
Eso era una total tontería. Casi se había convencido de eso cuando llegó al Santuario
en Nueva Orleans y se teletransportó al tercer piso, que estaba reservado para tales
actividades. Debido a que el club era propiedad de una familia de osos Were Hunter, tomaban
muchas precauciones cuando se trataba de atender a su clientela “especial”.
De todos los limanis ubicados en todo el mundo, ninguno era más famoso o legendario
que el Santuario. Los osos Peltier se habían encargado de eso. Su reputación de equidad y
hospitalidad lo distinguía.
Urian vino aquí porque sabía que su padre tenía un espía entre su familia feliz.
Simplemente no sabía quién. Tristemente, tampoco Davyn. Ambos habían estado
tratando de averiguarlo, y esa había sido una de las trivialidades que los eludía.
Dado que el personal esta noche sería mínimo, Urian pensó que tal vez podría tener
una mejor idea de a quién buscar. Así que, haciendo un gesto de asentimiento al guardia en la
“plataforma de aterrizaje”, se dirigió hacia las escaleras para poder caminar hasta el piso
inferior y no asustar a ningún ser humano en el bar y la parrilla.
Era extraño estar aquí con tan pocos Were Hunters. La mayoría de ellos todavía
estaban en la boda de Ash. Urian se dirigió al bar, donde Tony, uno de los pocos humanos
que trabajaba allí, estaba sirviendo cocteles y pidió otra cerveza.
Acababa de conseguirla cuando tuvo esa sensación única en la base de su cuello que
lo alertó de que un daimon estaba cerca.
Urian se volvió para echar un vistazo al bar...
Nadie estaba allí. Ahora eso era extraño. Perturbado, caminó todo el camino a través
de ambos niveles. Porque todavía tenía la sensación. Era inconfundible.
Había un daimon aquí.
No podía encontrarlos.
Y eso nunca había sucedido antes.
¿Qué demonios estaba pasando?

24 de enero de 2009

Urian intentó llamar a Styxx nuevamente, y nuevamente saltó el correo de voz.


Asustado de que Styxx podría haber entrado en otro estado de coma, Urian se dirigió al
apartamento de Styxx.
Supo en el momento en que se materializó que algo no estaba bien. Todo sobre el
departamento se sentía apagado. Pero mirando alrededor, no vio nada fuera de lugar.
— ¿Styxx?
Nadie respondió.
Rápidamente buscó en el departamento para encontrarlo vacío. Esta vez, cuando entró
en la habitación de Styxx, vio que Styxx había sacado la página del cuaderno de bocetos de él
y de Phoebe y la dejó encima de su escritorio con una nota doblada. Miedo apretó sus tripas
cuando la abrió y leyó.

Urian,
Eres el único que se dará cuenta de que no estoy aquí. No te preocupes, no estoy
haciendo nada particularmente estúpido. Simplemente no quiero vivir en un mundo que ya no
entiendo.
Cuando encuentre mi lugar y la paz que necesito para funcionar, te llamaré. Hasta
entonces, cuídate, hermano mío. Y gracias por ser mi amigo.
S

Rechinando los dientes, Urian quería encontrar a Styxx y molerlo a golpes por el dolor
que sentía en ese momento, y no sabía por qué lo sentía. ¿Por qué debería importarle?
Apenas conocía a Styxx.
Debía ser que eran espíritus afines. Styxx era el único que realmente entendía sobre
Phoebe. Después de casi seis años, todos los demás habían perdido la paciencia con su falta
de voluntad para seguir adelante y encontrar a alguien nuevo para amar.
Pero no era tan fácil. No cuando tenías un pasado que era tan difícil de compartir con
otra persona. Uno que te dejó sangrando y vulnerable. Era difícil abrirse a alguien porque en
el momento en que lo hacías, sabías que corrías el riesgo de ser herido peor, y humillado si
alguna vez contaban tus secretos, y cuando has sido lastimado toda tu vida por otros...
Había tanta valentía en cualquier alma. Y aunque Urian estaba más que dispuesto a
arriesgar su vida, nunca más volvería a arriesgar su corazón. Había terminado con esa
mierda.
Ni siquiera el sexo valía la posibilidad de apegarse emocionalmente. Prefería tomar las
cosas en sus propias manos que arriesgarse a pasar por un episodio más del psicodrama al
estilo de Xanthia, o peor, por el desamor de Xyn o Phoebe.
A su edad, simplemente no valía la pena.
Ese nivel de quemadura era interminable.
De finalmente encontrar el coraje para confiar y atreverse a poner su corazón en manos
de otro y luego perderlos era la máxima crueldad. Y no era algo que nunca superabas. Nunca.
Seis años era solo un abrir y cerrar de ojos. Y aparentemente también lo eran once mil.
Como él bien sabía. Porque no pasaba un día sin pensar en Xyn.
Si cerraba los ojos en este momento, aún podía ver el rojo de su cabello en sus manos.
Sentir sus labios haciendo cosquillas en su piel. Oler su aroma en una brisa dispersa. Ella
estaba tan profundamente arraigada en su alma como Phoebe.
Lo habían dejado cambiado. Lo habían dejado marcado.
Y al final, lo habían dejado abandonado.
Perdido.
No podía volver a pasar por eso. Preferiría estar muerto.
Urian se aclaró la garganta.
—Buena suerte, hermano. Espero que cuando encuentres la manera de dormir toda la
noche y respirar de nuevo, compartas el secreto conmigo.
Porque ahora mismo, todavía no estaba durmiendo. Algunos días y noches, apenas
funcionaba.

4 de julio de 2009

Urian ladeó la cabeza mientras miraba a Xirena y Simi discutiendo.


—Um, ¿demonios? ¿Qué están haciendo exactamente?
Porque desde su punto de vista cuando entró en la habitación, sonaba como si
estuvieran tratando de decidir qué sabor de barbacoa era mejor para un bebé para comérselo.
Las dos estaban en la sala del trono de Katateros, que Ash había convertido en una
sala de estar gigante, con cuatro cajas de canastillas de Burberry para una niña pequeña y
estaban a punto de explotar en su discusión.
Simi se levantó de su silla de peluche púrpura. Vestida con una falda corta de volantes
negros y un top corto, frunció los labios.
— ¡Akri-Uri, dile a la hermana idiota de Simi que la salsa dulce de nuez es mejor con el
bebé rosado! ¡Porque es más sabroso y dulce!
Xirena de hecho dejó escapar un estallido de llamas.
— ¡No, Xiamara! Para el bebé, debes tener más especias para la digestión. ¡Lo
necesita!
Síp, no, eso sonaba como si planearan comer el bebé de alguien.
Perplejo, Urian miró hacia atrás y hacia adelante, inseguro de cómo manejar mejor esta
situación, porque no quería estar en ninguno de sus menús.
Cruzando sus brazos sobre su pecho, Simi ladeó su cadera y lo miró.
— ¿Y bien?
—Eh... ¿qué bebé van a comer?
Simi se congeló y luego se puso extremadamente feliz.
— ¿Podemos?
— ¡No! —Se apresuró a corregir eso, si no era a donde iban con esta rareza—. ¿No
planean comer un bebé?
Simi negó con la cabeza.
—Pero si Simi puede, lo hará. ¿Ella puede?
—No —repitió—. ¿Qué están haciendo?
—Ahora la Simi triste que no puede comer un bebé porque son muy tiernos.
Hizo un puchero.
Xirena suspiró.
—Lo sé, hermanita. Tan triste. —Ella negó con la cabeza mientras doblaba la
canastilla—. El simpático pirata y su esposa tuvieron a su bebé. Así que estábamos enviando
esto para ellos.
—Oh. —Urian se había olvidado de eso—. Rafael Santiago y Celena.
Simi asintió con entusiasmo.
— ¡Bebé Ephani! —Levantó las botellas—. ¿Qué sabor crees que le gustaría a bebé
Ephani?
Urian reprimió su risa.
— ¿Por qué no ambos? ¿Dejar que la bebé decida?
Ella jadeó.
— ¡Buena idea!
Dejó caer las botellas en la caja, luego corrió hacia él para abrazarlo.
Solo que ella lo golpeó tan fuerte, que fue más como un placaje. Urian sonrió,
especialmente cuando sus alas se agitaron y plumas volaron. Esa era la parte más extraña de
todo sobre los carontes. Cuando estaban felices, tenían alas de plumas. Cuando enojabas a
uno, sus alas se volvían carnosas y parecidas a cuero, con puntas de púas en los extremos de
ellas.
Simi se echó hacia atrás para fruncir el ceño.
— ¿Por qué estás tan triste, akri-Uri?
—Estoy bien, Simi.
Ella puso su mano sobre su cabeza.
—No, no lo estás. Tienes mucho dolor de corazón. —Sus labios se estremecieron—.
Simi lo siente. No es divertido ser único en su tipo. Créeme, la Simi lo sabe.
Ella lo sabía. La razón por la que hablaba de la forma en que lo hacía era porque
Apollymi la había enviado a vivir con Ash cuando era una niña pequeña. Sin otro Caronte en el
mundo de los humanos, ella había crecido sin que nadie le enseñara nada sobre ellos. Fue
solo después de que su hermana y su hermano lograron escapar, miles de años después, que
finalmente había tenido otro Caronte con ella.
—No soy tan lindo y precioso como tú, Simikee.
Ella sonrió tan ampliamente que sus colmillos se mostraron.
—Tienes ojos azules. Son muy hermosos, como tú. —Tomando su mano, se volvió
hacia su hermana—. Deberíamos hacer que akri-Uri sea un Caronte honorario, ¿qué piensas,
Xixi?
Arrugando su rostro, Xirena estrechó su mirada mientras lo miraba fijamente.
—Podría verse lindo con cuernos.
Los ojos de Urian se agrandaron ante la idea de ellas poniéndole cuernos en la cabeza.
La imagen de ellas taladrándolos en su cráneo era horrible. Se sabía que los carontes hacían
cosas como esas.
Afortunadamente, Xirena se levantó con un par de ellos disecados de color rojos con
clips. Haciéndose más alta, le entregó uno a Simi y cada una llevó un cuerno a su cabeza.
Retrocedieron para mirarlo, luego se chocaron sus manos la una a la otra.
— ¡Caronte! —dijeron al unísono.
Simi asintió con firmeza.
— ¡Eres un Caronte perfecto y hermoso ahora! —Sonrió—. ¿Puedes mirarte en un
espejo o todavía eres demasiado daimon para eso?
Él rió.
—Ahora puedo mirar en los espejos.
Esa era una de las cosas que Ash había reparado acerca de él que todavía lo asustaba
cada vez que veía su reflejo.
— ¡Bien!
Simi usó sus poderes para conjurar un espejo de mano Hello Kitty con incrustaciones
de cristales que levantó para que él pudiera ver los cuernos.
Urian sonrió ante la tontería de eso.
—Perfecto.
— ¡Caronte! —Levantó su mano para que él la chocara.
— ¡Caronte! —dijo, y tocó suavemente su palma con la suya.
Alexion eligió ese momento para entrar y estalló en carcajadas.
— ¿Debería incluso preguntar?
Urian lo fulminó con la mirada.
—No si quieres vivir.
Simi resopló.
—Akri-Uri es un Caronte ahora. Lo adoptamos. Es nuestro bebé ahora, así que si haces
llorar a nuestro bebé, te hacemos llorar.
La sonrisa de Urian se convirtió en una arrogante.
—Eso me gusta mucho. —Cruzando sus brazos sobre su pecho, desafió a Alexion—.
Tengo mamás carontes ahora. Adelante, insúltame.
Alexion balbuceó mientras miraba hacia adelante y hacia atrás entre las dos demonios,
que ahora estaban muy alertas.
—El único peligro con el que coqueteo es mi esposa. ¿A quién voy a encontrar ahora?
Pero dile a los sabios acerca de tu adopción, Uri... alimentan a sus bebés con salsa habanero
directamente desde la botella, y buena suerte con los eructos. —Luego desapareció.
— ¡Oye! ¿Eso es una broma? —gritó detrás de él.
Sin respuesta.
Un mal presentimiento atravesó a Urian. Se volvió hacia las demonios. Ambas estaban
ahora de pie y acercándose con un propósito.
Oh, mierda…

Octubre de 2010

—Tenemos un problema.
—Habrías tenido uno más grande si hubieras llegado un minuto antes de que me
pusiera los pantalones —dijo Acheron secamente mientras Urian se materializaba
directamente frente a él mientras permanecía de pie en la cocina de la casa de Nueva Orleans
que compartía con Tory. Había estado sacando helado cuando Urian apareció sin previo
aviso—. ¿Fuiste criado en un granero?
Un fuerte golpe sonó en la puerta de atrás.
Acheron puso los ojos en blanco ante el sarcasmo de Urian cuando era obvio que Urian
había lanzado el sonido como un “jódete” para él. La expresión en el rostro de Ash decía: Por
suerte para ti, acabo de tener buen sexo con mi esposa que me puso en un lugar tan feliz que
ni siquiera tus idioteces puede perturbarlo. De lo contrario, Urian estaba seguro de que habría
sido una mancha llameante en la pared.
— ¿Qué pasa?
—Dev no se droga con crack.
Dev Peltier era el Were oso del Santuario, quien normalmente montaba guardia frente a
la puerta de su casa, que daba a la calle. Aparentemente, el oso había afirmado que vio a
daimons salir a la luz del sol, caminando con turistas. Como todos sabían que los daimons no
podía hacer eso... la suposición natural era que el oso estaba consumiendo crack.
Acheron lamió la parte de atrás de la cuchara antes de ponerla en el fregadero.
—Nunca pensé que él se drogara con... Ketamina tal vez, pero nunca crack. ¿Por qué
ustedes lo pensaron?
Urian vio que Ash devolvía la caja de helado al congelador.
—Acabo de salir de una conversación con uno de mis viejos amigos. —Lo que
realmente significaba Davyn, ya que no tenía otros amigos en el Lado Oscuro—. Me dijo que
los daimons son capaces de llevar almas demoníacas gallu en sus cuerpos y que Stryker está
convirtiendo su ejército con su sangre.
Justo como lo había hecho Urian cuando Davyn le dijo lo que su padre estaba
haciendo, Acheron se congeló ante esas palabras. Los poderes sumerios gallu eran intensos.
Lo último en maldad, uno de ellos en el cuerpo de un daimon era una pesadilla de
proporciones bíblicas.
Más que eso, las mordeduras de gallu convertían a sus víctimas en drones sin cerebro.
Como un zombi con esteroides. Uno podría hacer miles.
Un daimon ahora podría hacer más de su tipo. Muchos más.
Mientras que el gran Acheron podía derribar a uno sin romper a sudar, un Dark Hunter
normal...
Buena suerte con eso.
— ¿Qué está planeando Stryker?
Urian le lanzó una mirada divertida.
—Lo que siempre ha querido. Matar a mi abuelo y subyugar a los humanos mientras
está más allá del alcance de Helios.
Ash le devolvió su expresión de “duh”.
—No pregunté por el objetivo, Urian. Lo sé. Lo que necesito es el plan de juego. ¿Por
qué está convirtiendo a su gente?
Sonó el teléfono de Ash. Empezó a ignorarlo hasta que vio la identificación.
Suspirando, Acheron miró el cuenco de helado derretido en el mostrador. Lo volvió a
congelar y luego lo destelló.
Con una expresión agravada, abrió su teléfono.
—Nick está trabajando con los daimons. —Urian no pudo identificar la voz en el otro
extremo, pero escuchó esas palabras claramente.
—También me alegra saber de ti, Spartan. ¿Me quieres decir por qué piensas esto?
—Porque la pequeña mierda intentó secuestrar a Sam fuera del Santuario. Él estaba
allí en toda su gloria, ofreciéndola a nuestros enemigos.
Urian trató de darle sentido a eso. Nick era el actual Malachai después de la muerte de
su padre, Adarian. Y después de que rescataron a Tory y Nick había matado a Satara,
descubrieron que Stryker de alguna manera había atado la fuerza vital de Nick a la suya.
Ash colgó el teléfono y se encontró con la mirada curiosa de Urian.
—Dirígete al club Caronte y vigila a Dev y Sam. Cualquier cosa llega a ella, no me
importa quién o qué, la proteges.
Estupendo. Proteger a otro Dark Hunter. Justo lo que quería que le asignaran.
Especialmente Samia, que una vez había sido una amazona que había eliminado a un gran
número de su gente y que estaba emparentada con los dioses que los habían maldecido y los
habían abandonado.
—Bueno. ¿Qué está pasando?
—Solo hazlo.
Ese tono siempre irritaba a Urian y lo hacía querer golpear a Acheron cuando lo usaba.
También hacía que quisiera alimentar a Sam con los daimons.
Pero los gallu eran un asunto completamente diferente. Eran una amenaza tan grande
para los daimons como para la humanidad.
¿Qué demonios estaba pensando su padre ahora?
24 de octubre de 2010

Se suponía que Urian se reuniría con Davyn en el Santuario para poder reunir más
información sobre el plan de Stryker. Él y Davyn siempre habían tratado de elegir lugares
donde no había ninguna posibilidad de que los apólitas los vieran juntos. Si Stryker alguna vez
supiera que Urian todavía hablaba con su viejo amigo, mataría a Davyn de inmediato.
Y no sería rápido. Lo último que quería era causar daño a Davyn. Antes se cortaría la
garganta.
Instintivamente, frotó la cicatriz que le dejó el ataque de Stryker la noche en que murió
Phoebe. El amargo recuerdo de esa noche nunca estaba lejos de la superficie, y estaba
tallado en sangre en su corazón.
Había adorado a su padre toda su vida… había cometido todo tipo de atrocidades para
complacerlo.
¿Y para qué?
¿Así el bastardo podría matar a la esposa de Urian y luego cortarle la garganta la
primera vez que lo disgustó? Algún día tendré mi venganza.
Si era lo último que hacía, mataría a Stryker por lo que le había quitado.
—Vamos, Davyn, ten algo bueno para mí.
Urian se dirigió al bar para pedir una cerveza mientras esperaba.
Colt Theodorakolpolis (uno de los osos que vivía y trabajaba allí) se la entregó.
Sin una palabra, Urian se movió alrededor del área de juego. Miró su reloj. Davyn
llegaba tarde. Muy inusual para él.
Miedo le apretó las tripas. ¿Se había enterado Stryker? El mero pensamiento hizo que
se le helara la sangre.
De repente, un cosquilleo familiar le recorrió la espalda y bailó a lo largo de su cuello,
alertándolo de que había un daimon en las instalaciones.
Urian escaneó la barra semiabarrotada, buscando a su amigo.
Vio un destello de cabello rubio blanco en el rincón más alejado y se dirigió hacia allí.
No fue hasta que estuvo a la vista que se dio cuenta de que no era Davyn. Esta era una
mujer y cuando se volvió hacia él, sintió como si alguien lo hubiera golpeado.
No, no podía...
No era posible.
— ¿Tannis?
La mujer le frunció el ceño como si el nombre y su rostro no significaran nada para ella.
Pero para él ese nombre había significado todo.
El tiempo se congeló cuando regresó al día en que murió su hermana pequeña.
Pequeña no porque fuera más joven, sino porque comparada con ellos, era tan pequeña y
frágil. Una para ser protegida a toda costa.
A diferencia de él y sus hermanos, ella había sido demasiado gentil y amable para
tomar una vida humana para poder vivir.
Y así ella se marchitó en polvo en su vigésimo séptimo cumpleaños. El dolor de su
descomposición la había hecho gritar hasta que le sangró la garganta. Y aun así ella no había
tenido paz. Sin piedad. Había sido la muerte más agonizante imaginable.
Una dada por la maldición de su propio abuelo. Después de que recogieron sus restos
y los enterraron años más tarde, nunca volvieron a pronunciar su nombre en voz alta.
Pero Urian lo recordaba. ¿Cómo podría olvidar a la pequeña mujer a la que había
protegido y defendido? ¿La que él había matado para proteger?
Pero esta no era Tannis.
Ella está muerta.
La había visto decaer en polvo con sus propios ojos. Sin embargo, esta mujer era una
copia física completa de ella, excepto por la forma en que se movía. Mientras Tannis había
sido vacilante y delicada, esta mujer era segura y decidida. Fluida. Se movía como una
guerrera lista para matar. Tenía una seguridad en sí misma que le había faltado a su propia
hermana.
Antes de que pudiera pensarlo mejor, cerró la distancia entre ellos.
Medea se volvió cuando una sombra cayó sobre ella. Esperando que fuera su
informante, se sorprendió cuando miró a su padre.
Pero este hombre era diferente. En lugar del corto cabello teñido de negro de su padre,
el suyo era largo y blanco como la nieve, recogido en una cola de caballo.
Aun así, no se podía negar la similitud de sus rasgos. Este era el doble de su padre.
— ¿Quién eres? —preguntaron al mismo tiempo.
Medea vaciló cuando él no respondió de inmediato. ¿Por qué estaba siendo reservado
cuando era obvio que era un pariente que ella no había conocido? ¿Tal vez un primo que
incluso su padre no conocía?
La curiosidad se apoderó de ella, así que respondió primero.
—Soy Medea.
—Medea... —Parecía perplejo por su nombre—. Soy Urian.
Urian.
Ella jadeó ante el nombre de su misterioso medio hermano, de quien había oído hablar
pero que nunca esperó encontrarse. Él era ahora un sirviente de Acheron. Enemigo de todos
ellos después de haber traicionado a su padre.
— ¡Sucio traidor! —Escupió.
Él no se tomó eso bien cuando la agarró del brazo y tiró de ella hacia él.
— ¿Quién eres?
Quería ver el impacto en su rostro cuando le dijera la verdad.
—Tu hermana.
Urian parpadeó dos veces a medida que se filtraban las noticias. Solo había tenido una
hermana. No había forma de que pudiera tener otra y no saberlo.
— ¿Cómo?
—Stryker se casó con mi madre, luego se divorció de ella para casarse con la tuya. Ella
estaba embarazada de mí en ese momento y él nunca lo supo.
Su mandíbula se aflojó. ¿Por qué Davyn no le había contado sobre esto? Davyn le
había contado sobre la primera esposa de Stryker regresando, pero una hermana...
Una hermana real y viva. ¿Por qué Davyn habría guardado ese secreto?
¡Ah, mierda! De repente, recordó a Acheron diciéndole...
No habría olvidado algo así. ¡Nunca! Sin embargo, él sí. Síp, lo hizo.
Después de la pelea, cuando Ash se había dedicado a alterar los recuerdos... el
bastardo también debió haber eliminado ese. ¿Por qué Ash lo habría hecho? ¿Había sido
intencional o un error? Cuando se trataba de cosas así con emociones y cerebros, Ash no
siempre tenía el mejor control con sus poderes, así que hasta que hablara con él, le daría el
beneficio de la duda.
Pero si hubiera hecho esto a propósito...
Podría patearle el culo.
Y con ese pensamiento llegó un sentimiento realmente malo.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
—Turismo.
Él lo sabía mejor, especialmente con alguien engendrado por su padre.
—Estás espiando para Stryker.
Ella sacudió su brazo de su agarre.
—No tomes ese tono conmigo, pequeño. Tú también lo serviste y durante muchos
siglos más.
La idea lo puso enfermo.
—Y pagué el precio máximo por esa estupidez ciega. Créeme.
Ella escaneó su cuerpo.
—No lo sé. Te ves muy saludable y feliz para mí.
¡Esas apariencias definitivamente eran engañosas!
—Síp, claro. Déjame decirte algo, pequeña. Yo era su favorito. Su orgullo y alegría por
encima de todos los demás. Durante miles de años serví a su lado, haciendo todo lo que él
me pidió. Todo. Sin preguntas o dudas. Y en un abrir y cerrar de ojos, porque me atreví a
casarme sin su permiso, me cortó la garganta. Literalmente.
—Te cortó la garganta porque te casaste con su enemigo.
Síp, claro. No tenía nada que ver con quién se había casado y todo que ver con el ego
de su padre. Stryker no soportaba la idea de que alguien cuestionara su autoridad. Ni siquiera
su propio hijo.
—Me casé con una mujer amable y gentil que nunca lastimó a un alma un día en su
vida. Ella no era una guerrera. Era una inocente transeúnte cuyo único error fue enamorarse
de un monstruo. —Y hacerlo humano. Hacer que se preocupara por alguien que no sea él
mismo, y él vendería su alma si pudiera tener un momento más con ella—. No te engañes por
un minuto. Stryker se volverá contra ti, así como se volvió contra mí.
—Estás equivocado acerca de eso.
—Por tu bien, hermana, espero por los dioses que lo esté. —Pero lo malo era que él lo
sabía mejor. Era solo cuestión de tiempo antes de que su padre la persiguiera también.
Dios la ayude entonces.
Y con los gallu sueltos... estaban a punto de ser jodidos.

16 de enero de 2011
—Esto... realmente apesta.
Styxx se rió mientras él y su perro marrón gigante salían de su tienda para saludar a
Urian en el medio de un desierto dejado de la mano de Dios.
—Depende de tu punto de vista, hermanito.
Con los brazos en jarras, Urian giró en círculos mientras observaba la pequeña tienda
negra de Styxx y el vasto desierto que los rodeaba hasta donde alcanzaba la vista en todas
las direcciones.
—De la mía... encontraste el infierno, amigo, excepto que dudo que el infierno sea así
de caliente.
Todavía riendo, Styxx cerró la distancia entre ellos.
—No hace calor. Esto es invierno. Vuelve en julio o agosto.
—Síp, no, gracias. —Urian lo abrazó, luego se apartó con un severo ceño fruncido—.
Maldita sea, te has vuelto nativo. Salvo por los ojos azules, no tendría idea de que eras tú.
Styxx bajó el velo negro de su rostro.
— ¿Mejor?
—Realmente no. Me resulta más extraño. —Sacudió la cabeza—. Cuando llamaste la
semana pasada y me dijiste que llevabas viviendo en el desierto los últimos dos años, pensé
que hablabas de Marruecos u otra ciudad. Pero realmente vives en medio de Ninguna Parte,
Sahara.
Styxx se encogió de hombros.
—Este lugar tiene sentido para mí.
—Te puede gustar, pero está trayendo malos recuerdos de la infancia. La vida antes
del papel higiénico no valía la pena vivir.
—De nuevo, una cuestión de perspectiva.
Urian se estremeció de repulsión. Styxx definitivamente estaba teniendo algún tipo de
crisis de la mediana edad.
—Te ves bien, por cierto. Saludable.
—Gracias. —Styxx sostuvo la solapa abierta para que Urian pudiera entrar, donde no
tenía más que su saco de dormir y las alforjas de provisiones necesarias—. Me siento mejor
que en mucho tiempo.
El gran perro marrón se acercó y se acurrucó en el petate de Styxx para masticar su
hueso de cuero. Urian arqueó una ceja.
— ¿Cuál es su nombre?
—Skylos.
Le frunció el ceño a Styxx por un nombre que parecía cruel.
—Has nombrado a tu perro... ¿Perro? ¿En serio?
Una vez más, Styxx se encogió de hombros.
—A él no parece importarle.
—Probablemente porque no habla griego.
Sonriendo, Styxx sacó una botella de vino y las únicas dos tazas que tenía y les sirvió
bebidas.
Urian se sentó junto al perro y tomó un sorbo.
—Entonces, ¿cómo llamas al caballo y al camello? ¿Alogo y Kamila?
Styxx rodó los ojos.
—No, tenían nombres cuando los compré. Jabar y Wasima. El perro comenzó a
seguirme un día.
Urian suspiró pesadamente.
—Me volvería loco aquí. ¿Cómo lidias con la soledad?
—Eso era con lo que tenía que hacer las paces. Toda mi vida, odiaba estar solo.
Después de que liberamos a Soteria, caí en la cuenta de que tenía que hacer una elección. O
ser parte del mundo moderno o no.
—Elegiste mal, amigo mío.
—No, esto lo entiendo. Es la existencia que voluntariamente elegí por mi cuenta. Nadie
me encarceló o me dejó aquí en contra de mi voluntad. Sin mencionar, realmente me gusta no
tener paredes sólidas que me confinen.
Eso Urian podría entenderlo. Parte de lo que odiaba de Kalosis había sido la
claustrofobia. Si bien había sido expansiva, sabía que existía un mundo mucho más grande y
por eso a menudo se sentía confinado allí. Encajonado.
Especialmente con la prohibición de la luz del día.
Pero esto era demasiada luz del día.
Styxx se sentó junto a él.
— ¿Qué pasa contigo? ¿Cómo has estado?
Urian alcanzó la lata de anacardos.
—Lo mismo de siempre. Alguien siempre está tratando de apoderarse del mundo o
terminarlo. Realmente no estoy deseando lidiar con el 2012 y la basura que está saliendo para
jugar con nosotros. —Se rió mientras le daba a Styxx una mirada desde la parte superior de
su keffiyeh negro envuelto en abalorios hasta sus botas del desierto—. Realmente me hace
perder la cabeza lo natural que te ves vestido como un beduino. La cimitarra y la daga se
agregan a todo el cosplay de Assassin’s Creed que tienes en marcha.
Styxx se rió.
—También tengo una pistola en la espalda y un rifle. —Inclinó la cabeza hacia donde
descansaban cerca de su petate—. Pero la espada no se queda sin balas cuando los
bandidos atacan.
—Otra cosa que tiendo a olvidar. Eres humano.
—Hay muchos que dirían eso.
Urian no respondió, especialmente teniendo en cuenta la mierda que tuvo que soportar
de la plebe, dado el estado anterior de daimon.
En cambio, abrió la mochila que había traído y le tendió una caja azul oscuro a Styxx.
—Te conseguí algo que pensé que te gustaría.
Styxx dejó su taza a un lado para tomarla y abrirla. Una lenta sonrisa curvó sus labios
mientras veía cuatro nuevos cuadernos de bocetos y un conjunto de lápices.
—Muchas gracias.
Pensó que su amigo siempre podría usar más y si hubiera sabido dónde y cómo estaba
viviendo, habría traído mucho más.
—Oye, alguien con tu talento nunca debería estar sin ello. Ese dibujo que dibujaste de
mí y Phoebe... increíble. Le atinaste a su apariencia y nunca la has visto, y no puedo
agradecerte lo suficiente por dejarme eso. Las únicas imágenes que tenía de ella eran las que
estaban en mi cabeza. ¿Es por eso que comenzaste a dibujar?
Él cuidadosamente guardó su regalo.
—De hecho, comencé de niño. Era una de mis actividades favoritas hasta que Ryssa
me vio y pensó que estaba copiando sus diarios. Tuvo uno de sus ataques de berrinche más
legendarios y luego cuando lo abrió y vio mis débiles intentos de dibujar, se rió y los ridiculizó,
y corrió directamente hacia mi padre para decirle que había estado perdiendo mi tiempo de
estudio y el precioso pergamino en estupidez. Él no lo tomó bien. Me hizo quemar mis bocetos
y me hizo azotar. Luego me hizo recuperar todo el dinero que había derrochado al
desperdiciar un buen pergamino por tonterías. Después de esa maravillosa experiencia, tuve
tanta aversión por el arte, que ni siquiera quería mirar cerámica con figuras.
Urian se encogió ante la idea, dado lo popular que era esa cerámica en su época.
—Entonces, ¿cómo aprendiste a dibujar así?
—Vanishing Isle. No tenía papel o lápiz, pero sí muchos bastones, mucha arena
húmeda y muchísimo tiempo. ¿Crees que puedo dibujar? Deberías ver mis ciudades de
arena.
— ¿Te refieres a castillos de arena?
—Nah, cualquiera puede construir un castillo de arena. Hago ciudades enteras,
completas con ejércitos y acueductos.
Urian se rió aún más fuerte.
—Odio admitirlo, pero he echado de menos tu retorcido sentido del humor. Y estoy
sorprendido de que recibas recepción celular aquí.
—No la recibo. Hace una semana estuve en un pueblo comprando suministros cuando
llamé.
—Ah. —Urian miró a su alrededor y se dio cuenta de que Styxx también carecía de
cualquier fuente de energía—. Entonces, ¿cómo cargas el teléfono?
—Soborno a un empleado de la tienda para utilizar su toma corriente durante una hora
mientras hago compras.
—Has pensado en todo.
Styxx se inclinó sobre su mochila, sacó un rollo de papel higiénico y luego lo tiró a
Urian.
—Lo intento.
Riendo, sacudió la cabeza.
—Amigo, eso estuvo muy mal. —Serenándose, Urian se aclaró la garganta—. No me
has preguntado sobre Acheron.
Su expresión se convirtió en piedra e hizo que Urian se arrepintiera de haberlo
mencionado.
—Supongo que está bien. El mundo no ha terminado y no estoy muerto.
—Está esperando un bebé en abril.
Styxx resopló.
—Eso debería ser noticia médica entonces, y estoy seguro de que Soteria está
agradecida de que no tenga que pasar por el parto.
— ¿Qué...? —Le tomó un segundo a Urian descubrir a qué se refería y luego se sintió
como un idiota—. Ah, argh. Sí. Sabías lo que quería decir.
Él le dio un asentimiento sarcástico.
— ¿Saben lo que es?
—Chico.
Síp, esa era otra expresión sombría en el rostro de Styxx que hizo que Urian quisiera
cortar su propia lengua. Realmente necesitaba cambiar el tema. Obviamente, estaba
apuñalando algunas profundas cicatrices y abriéndolas.
Styxx sonrió, pero no llegó a sus ojos.
—Estoy feliz por ellos. Estoy seguro de que su hijo será guapo y fuerte. —Se aclaró la
garganta—. Entonces, ¿cómo está Davyn?
Urian respiró aliviado por finalmente estar en un tema seguro.
—Loco. Parece que atraigo ese tipo de personalidad por alguna razón.
Styxx sonrió.
—Aeì koloiòs parà koloiôi hizánei.
Urian frunció el ceño ante el viejo dicho griego mientras trataba de descubrir qué estaba
implicando Styxx.
— ¿Una grajilla siempre está con una grajilla?
—Pájaros del mismo plumaje.
Urian se rió.
—Oye, me molesta ese comentario.
Styxx se inclinó hacia atrás para poder asomarse por la rendija de la solapa de la
tienda. Dejó su taza a un lado.
—Si realmente quieres saber por qué me encanta, sígueme.
Estaba definitivamente curioso, porque no podía imaginar nada que hiciera que esto
valiera la pena.
Skylos levantó la cabeza, pero como Styxx no lo llamó afuera, se volvió a dormir.
Tan pronto como salieron de la tienda, Styxx miró hacia el cielo y comenzó a abrir los
lados de la tienda para que pudieran aprovechar el aire mucho más fresco de la noche.
—No tienes una vista así en Nueva York.
Urian se quedó boquiabierto al ver el vívido cielo nocturno. Styxx tenía razón, no había
visto algo así en mucho, mucho tiempo.
—Había olvidado lo bellas y brillantes que son.
—Síp. Cuando era niño, me sentaba en mi balcón por horas mirándolas. La mayoría de
las veces, no armo la carpa. Duermo aquí en la arena, mirándolas. Fue una de las cosas que
extrañé a lo largo de los siglos. No existen en Vanishing Isle o Katateros.
—En Kalosis tampoco. Y nunca pienso en el hecho de que Katateros solo tiene luna.
Alexion dijo que las estrellas se desvanecieron cuando Apollymi mató a Astors, ¿creo que se
llamaba así?
—Asteros.
Urian arqueó una ceja ante su respuesta.
—Me sorprende que recuerdes alguno de sus nombres.
Nuevamente esa expresión que decía que había tropezado con otro recuerdo brutal.
Urian se dio una patada. Había venido para hacer que Styxx se sintiera mejor, pero
aparentemente, solo estaba siendo un idiota inadvertido.
— ¿Tienes hambre? —preguntó Styxx—. He secado escorpiones, nueces, higos,
dátiles y manzanas.
— ¿Y te atreviste a burlarse del langostino gigante? —Urian retorció su rostro con
disgusto—. Realmente espero que la oferta del escorpión sea solo para joderme.
—No, en realidad es bastante bueno. Sabe a pollo.
—Ja, ja, ja. —Urian fingió reír sobre lo que solía decir por defecto cada vez que Styxx lo
solía interrogar en Nueva York sobre qué sabor tenía alguna cosa—. Preferiría vivir de
sangre... o de mis zapatos.
Styxx chasqueó la lengua.
—Puede que me quede un poco de carne seca.
—Eso podría convencerme.
Sonriendo, Styxx regresó adentro.
—Es bueno tenerte aquí, Urian. Había olvidado lo que era realmente mantener una
conversación real con alguien fuera de mi cabeza.
—Bueno, ahora que sé dónde estás, ocasionalmente te puedo molestar. Mientras no
me alimentes con saltamontes, hormigas, escorpiones u otras cosas repugnantes de múltiples
patas que los dioses nunca quisieron que comiéramos.
—Deja de ser un bebé. Come tu carne o no puedes tener nada de pudín. ¿Cómo
puedes comer un pudín si no comes tu carne?
Urian se rió.
—Estoy sorprendido de que conozcas a Pink Floyd.
Styxx se encogió de hombros mientras abría la cena de Skylos primero y la vertía en un
pequeño tazón de metal.
—La música moderna es lo único que extraño de tu mundo.
—La próxima vez que venga, te traeré un cargador de batería solar para tu teléfono. No
es como si no tuvieras abundante suministro de luz solar aquí.
—Eso sí tengo. Definitivamente. —Styxx se detuvo cuando su mirada se posó en un
pequeño cofre cerca de su rifle. Se acercó y lo abrió, luego sacó una tela engrasada y se la
dio a Urian—. Mi obsequio para ti, hermanito.
Urian frunció el ceño.
—Gracias. —Desenvolvió la tela para encontrar los brazaletes de bronce y negros de
Styxx—. Vaya... ¿Qué edad tienen estos?
—Eran míos hace tiempo. Mi mentor, Galen, me los dio y los usé en todas las batallas
que peleé.
La mandíbula de Urian cayó abierta cuando se dio cuenta de la edad y el valor que
tenían. Estas fueron una parte de la historia. Y una pieza preciada del pasado de Styxx.
Necesitaban ir a un hijo o a un museo, no a alguien como él. Sacudió la cabeza.
—No puedo tomar estos.
Styxx los empujó hacia él.
—Ya no los uso más. Son simplemente otra cosa que tengo que empacar y cargar, o
preocuparme por perder.
Urian dejó escapar un largo y agradecido aliento.
—Estos son increíbles. No puedo creer lo prístinos que están. Gracias. Los apreciaré
siempre.
Su gratitud hizo que Styxx se sintiera extremadamente incómodo.
—Sé cuánto te gusta coleccionar antigüedades. Y no son mucho más viejos que esos.
Fue a encender la fogata para poder cocinar la cena.
Urian cuidadosamente envolvió los brazaletes en la tela y los guardó en su mochila
mientras miraba a Styxx. Su corazón se quebró por su amigo que se había sentido tan fuera
de lugar en el mundo que había tenido que ir al lugar más remoto para encontrar algún sentido
de pertenencia. Urian no había estado bromeando cuando dijo que se volvería loco con este
tipo de aislamiento. Esta era realmente una forma desoladora y dura de vivir.
Pero, por desgracia, era todo lo que Styxx conocía.
Todo lo que había conocido.
Y por triste que fuera, al menos Styxx había encontrado un lugar al que pertenecía.
Urian todavía estaba buscando. Envidiaba a Styxx por su salud mental aquí. Porque la verdad
es que él no la tenía.
Ni siquiera de niño. Nunca en su vida se había sentido completamente en casa de la
forma en que Styxx parecía. Lo más cerca que había llegado había sido en los brazos de
Phoebe.
Sin ella…
No soy nada.
Cuando estaba rodeado por una multitud, estaba solo para siempre. Y el apocalipsis
estaba por venir. Si él fuera inteligente, simplemente seguiría adelante y dejaría que terminara
con su sufrimiento, de una vez por todas. Mejor salir como un héroe, pelear.
Síp. Ese sería el final perfecto. Al menos entonces, finalmente estaría con las mujeres
que amaba. Quizás entonces, finalmente tendría el lugar esquivo llamado hogar.

23 de junio de 2012

Acheron suspiró con irritación mientras inspeccionaba el departamento vacío que había
proporcionado para Styxx después de que su hermano le pidiera poder abandonar Katoteros.
Había estado tratando de atrapar al bastardo durante semanas, pero cada vez que “aparecía”,
Styxx se había ido.
Si no lo supiera, pensaría que Styxx se mudó. Pero la libreta todavía estaba en el cajón
de la cocina, junto con la licencia y las tarjetas de crédito de Styxx. No podría haber ido lejos
sin dinero o identificación.
—Ryssa tenía razón. Siempre eres molesto.
Por otra parte, era su cumpleaños. Quizás Styxx estaba fuera celebrando con amigos.
Ash se detuvo al pensar. ¿Styxx tiene amigos? Lamentablemente, no tenía idea. Como
los diarios de Ryssa que Tory había descubierto durante sus excavaciones le habían
mostrado, había mucho que no sabía sobre su propio hermano gemelo. Y cuanto más leía,
más desesperado estaba por hablar con Styxx.
Para encontrar la verdad real.
Mentalmente, Ash se azotó a sí mismo por no acorralar a Styxx cuando estuvo en
Katoteros. Pero había estado demasiado enojado entonces para escuchar. Demasiado
lastimado para preocuparse por el lado de Styxx de cualquier cosa.
Ahora…
Cerrando los ojos, intentó localizar la ubicación de Styxx. Sin embargo, todo lo que salió
de eso fue una migraña. Nueva York era una ciudad demasiado grande, con demasiada gente
en ella. Debería haber metido su culo en otra isla desierta. Al menos entonces sabría dónde
está.
Aún más agitado, echó un vistazo a las estanterías llenas de antiguos libros griegos…
Escritos en griego antiguo. Ash levantó su mano y usó sus poderes para sacar uno del
estante.
Mirando alrededor de la habitación, se dio cuenta de que Styxx solo había escrito en
griego. Y no solo cualquier griego. Proto-griego. La más antigua de todas las variantes
griegas. Todas sus notas. Todas. Esa era la lengua nativa de Styxx.
Oh mierda…
¿Puede leer Styxx en inglés? Eso era algo que no había considerado antes de haber
enviado a su hermano al mundo moderno. Como Styxx había estado preso durante más de
once mil años, existía una buena posibilidad de que Styxx no supiera cómo leer un idioma
moderno. En absoluto. Explicaría el talonario de cheques, tarjetas e identificaciones. Styxx
podría no haber sabido siquiera cuáles eran.
¡Eres un maldito idiota!
Sustituyendo el libro, Ash se estremeció por su propia estupidez ciega y esperaba que
no fuera tan bastardo como temía que era. De todas las personas, sabía lo mal que se trataba
el analfabetismo. Habiendo sido analfabeto como esclavo humano, lo sabía mejor que nadie.
No podía imaginarse tratando de ir por el mundo moderno sin al menos una comprensión
rudimentaria del alfabeto inglés.
Y con ese pensamiento, contra su voluntad, su mente fue al pasado, a los días antes de
que su tío Estes lo hubiera arrancado de la casa que había compartido con Ryssa y Styxx.
Mientras Ryssa se pasaba la mayor parte de la mañana visitando a su madre, Ash se
sentaba en su habitación y escuchaba a los tutores de Styxx asarlo sin piedad en todo tipo de
temas. Como el heredero de Didymos, a Styxx se le había exigido estudiar mucho y aprender
todo lo que podía, tan rápido como podía. Durante horas todos los días, Styxx había sido
secuestrado sin interrupciones o alivio. Si se atrevía a pedir uno, sus tutores lo reportarían a
su padre, quien consideró tales acciones como el intento de Styxx de evitar la responsabilidad.
Algo que el rey no tomó a la ligera. “¡Debes ser un rey, chico, no un derrochador llorón!”.
Xerxes había sido despiadado con sus mandatos y expectativas.
No es de extrañar que Styxx había estado plagado de migrañas.
Su tiempo libre había sido seriamente limitado. Aun así, Styxx había trabajado con su
padre lo mejor que pudo. Y en su mente, Ash podía ver a Styxx como un niño sonriéndole
mientras colocaba una pequeña caja en la mano de Ash y se sentaba a su lado en la cama.
— ¿Qué es esto? —le preguntó Ash.
—Ábrelo y mira.
En lugar de eso, se acercó para cepillar el cabello rubio de Styxx con un ojo negro. Y
ese no había sido el único daño. Un poco de sangre todavía le cubría la nariz y la boca.
— ¿Qué pasó?
Avergonzado, Styxx había desviado la mirada.
—Como regalo de cumpleaños, mi padre decidió que era hora de que comenzara mi
entrenamiento de guerra. Hoy fue la primera lección, pero me temo que no tengo talento para
eso. Selinius dijo que nunca había visto a nadie más inepto que yo.
Acheron se sintió terrible por el dolor que el ojo debió haberle causado. Styxx se
encogió cada vez que parpadeó, pero no dijo nada sobre lo horrible que debió ser.
— ¿Qué dijo padre?
Styxx suspiró.
—Que lo avergoncé. Le dijo a Selinius que no se apiadara. Es imperativo que aprenda
a luchar como hombre y no confíe en los demás para protegerme.
Sin embargo, Styxx era solo un niño de cinco años y Selinius un héroe de guerra.
Styxx empujó la caja en las manos de Ash.
— ¡Ábrelo ya!
Más preocupado por Styxx y su destino en manos de otro tutor que lo odiaba, Ash
había obedecido. Tan pronto como vio al pequeño soldado de madera, se le cortó la
respiración. Era exquisito.
— ¿Te gusta?
Ash sonrió.
— ¡Me encanta! ¡Gracias! —Sin pensar, agarró a Styxx en un abrazo y descubrió que
su rostro no era la única parte de él que su tutor de guerra había golpeado—. Lo siento.
Con la respiración entrecortada, Styxx se encogió de hombros.
—Está bien. —Tocó al soldado en la mano de Ash—. Espero haber comprado el
correcto. El vendedor dijo que lo admirabas cuando Ryssa te compró el caballo.
—Lo hice, pero Ryssa no tenía la moneda para ambos. —Ash se deslizó fuera de la
cama para colocar al soldado sobre el caballo en su ventana—. ¿Qué te consiguió Ryssa?
— ¿Sabías que los brazos del soldado se mueven? —Styxx se unió a él en la ventana
para mostrarle.
Ash frunció el ceño nuevamente cuando notó la tristeza que manchaba la sonrisa de su
hermano.
— ¿Ryssa no te consiguió un caballo, también?
Como antes, Styxx no respondió a su pregunta.
—Estoy tan contento de haber obtenido el correcto. Me preocupaba que el vendedor se
hubiera olvidado o no fuera sincero conmigo.
—Styxx —dijo Ash con severidad—, ¿qué recibiste en tu cumpleaños?
Su mano se apartó del soldado, suspiró pesadamente y dio un paso atrás.
—Un hoplomachos.
Un instructor de guerra que lo había vencido…
— ¿Es así?
Toda la felicidad se desvaneció de sus vividos ojos azules.
—Padre también me dio el honor de observar las sesiones de la corte cuando las tiene.
— ¿Qué significa eso?
—Cada mañana, tengo que sentarme con él mientras resuelve las disputas por la gente
para que pueda ver lo que se requerirá de mí como rey. Y para que pueda ser testigo de la
sabiduría de padre y aprender de ello.
Ash se quedó boquiabierto ante el aburrido horror que describió.
—Pero las mañanas son tu tiempo libre. —El único tiempo libre que tenía Styxx, el resto
lo ocupaban los tutores, el trabajo y las obligaciones del templo. Esas mañanas eran cuando
Styxx se escapaba para jugar con él hasta que las lecciones de Styxx comenzaran después
del almuerzo.
—Padre dice que ya soy demasiado viejo para jugar. Él no está criando a un niño, sino
a un rey, y los reyes no juegan con juguetes. Tengo que asumir mis deberes reales y dejar de
ser egoísta e irreflexivo todo el tiempo.
Ash miró a su soldado que sabía que Styxx habría comprado con su propia moneda
que, a diferencia de Ryssa, la había tenido que trabajar.
—No eres egoísta o irreflexivo.
Styxx no comentó.
—Mejor me voy. La última vez que llegué tarde con el maestro Karpos, le dijo a padre.
Padre ya está tan enojado porque pedí un juguete hoy cuando soy demasiado viejo para tal.
No deseo agravarlo más. —Sin otra palabra, Styxx se fue.
Cerrando los ojos para borrar el pasado, Ash hizo una mueca mientras mentalmente
empujaba esos recuerdos a los rincones más oscuros de su mente.
Él y Styxx habían estado tan cerca cuando eran jóvenes.
Hermanos, por y para siempre. Le enfermó que Estes y los demás habían puesto una
brecha entre ellos.
Que habían puesto una cuña entre ellos. Palabras duras e incluso acciones más duras.
En ambas partes.
Durante siglos, mantuvo todos esos recuerdos felices de Styxx embotellados. Evitaba
que alguien supiera que tenía un hermano, en absoluto. Y mientras él había seguido con su
vida, había abandonado a Styxx en la soledad absoluta.
En el cuidado “tierno” de Artemisa.
La culpa y el dolor lo apuñalaron duramente por su propia insensibilidad
desconsiderada.
Esta noche, Tory tenía una gran fiesta sorpresa planeada para él. Se suponía que Urian
lo mantendría ocupado con su hijo mientras Tory y los demás adornaban el Santuario y
terminaban los preparativos. Se suponía que no debía saber nada al respecto, pero su mejor
amiga, Pam, apestaba en guardar secretos y accidentalmente se lo había contado hace dos
días.
Nunca en su vida había sido más feliz.
Y Ash se lo debía todo a Styxx y Urian por el sacrificio que habían hecho al rescatar a
Tory de Kalosis. Si su hermano no hubiera intervenido para ayudar a Urian a salvar la vida de
Tory, Ash no tendría un hijo precioso para sostener.
O una mujer hermosa que era todo su mundo.
Echó un vistazo al departamento que no mostraba señales de vida y deseó que Styxx
estuviera aquí para poder darle las gracias una vez más. Para que pudiera desearle un feliz
cumpleaños por primera vez desde que eran niños, unidos como hermanos gemelos.
Pero entonces, ¿qué diablos? No había pasado un cumpleaños con Styxx en más de
once mil años. ¿Qué diferencia haría uno más?
Aun así…
—Donde quiera que estés, hermano, espero que estés rodeado de amigos.

25 de junio de 2012

— ¿Dónde demonios está mi hermano?


Urian hizo una pausa en su juego en el que estaba jugando contra sus sobrinos y
apagó el micrófono para mirar fijamente a Acheron.
—Necesitas modular esa ira injustificada, amigo. No soy tu puta y tú no eres mi
proxeneta.
Un tic comenzó en la mandíbula de Acheron.
—Lo siento. —Pero su tono contradijo esa disculpa—. ¿Sabes dónde está Styxx?
Por supuesto que lo hacía. Sin embargo, estaba demasiado enojado para responder.
Entonces Urian tomó un trago de su cerveza.
— ¿Soy el guardián de tu hermano?
—Le diste a Tory su correo electrónico. Supongo que eso significa que estás
controlándolo.
Urian volvió a jugar y tuvo que morderse la lengua para evitar que su causticidad dijera
algo que causaría que Ash lo estrellara contra una pared.
— ¿Tu punto?
—He estado en su departamento tres veces este mes y él no está allí. Por lo que puedo
decir, no ha estado allí por bastante tiempo.
Buenos poderes de observación, dios atlante. ¿Solo te llevó qué? ¿Tres años y medio
para darte cuenta de que tu hermano se había mudado?
Solo por eso, quería golpear a Ash.
Absteniéndose de ese nivel particular de estupidez, Urian se aclaró la garganta.
—Tal vez deberíamos poner su rostro en un cartón de leche, a ver si alguien tiene
información sobre su ubicación. —Frunció el ceño—. ¿Todavía tienen cartones de leche?
Ahora que lo pienso, no he visto uno en mucho tiempo.
—Hablo en serio, Urian.
—Puedo escuchar eso —dijo, sacando su ira de su oponente on-line en lugar de su
jefe—. Quiero decir, maldición, ¿cómo se atreve mi hermano de once mil años a no estar en el
mismo lugar donde lo puse hace tres años y medio después de que me hizo un gran favor y
salvó mi vida y la de mi esposa? Sucio asqueroso bastardo. ¡Pero desconsiderado! Tal vez
deberíamos sacarlo de allí y darle una paliza por preocuparte por eso.
— ¿Cuál es tu problema?
Es hora de besar la pared…
Urian suspiró y presionó el micrófono por un segundo.
—Oye, ¿Tyr, Erik? ¿Podemos dejar esta partida para más tarde, pequeños amigos? El
tío Ash me necesita un momento.
— ¿Hay algo mal? —preguntó Wulf.
—Nah, volveré en unos pocos minutos. No dejes que los pequeños me maten.
Urian se desconectó y se quitó los auriculares.
Recogiendo su cerveza, se enfrentó a Acheron.
—Sabes que moriría por ti. Pongo mi culo en la línea para ti todo el tiempo sin falta o
vacilación. Demonios, a veces incluso estoy agradecido de que me salvaras la vida. Pero no
eres perfecto, Ash. Ninguno de nosotros lo es, y cuando se trata de tu hermano, eres un
jodido idiota.
La rabia moteó las mejillas de Acheron mientras sus ojos se oscurecían.
—No conoces a mi hermano como yo.
— ¿De verdad? —Su voz goteaba de sarcasmo—. ¿Cuándo fue la última vez que te
sentaste y tuviste una conversación real con Styxx? Oh, espera…
Urian fingió una risa mientras golpeaba su muslo.
—Conozco esta. —Se puso serio y esos ojos azules perforaron a Ash con desprecio—.
Tenías siete años en ese momento. ¿Entonces es eso? Tienes la misma edad que mi padre…
entonces eso te haría más viejo que la mierda y el bisabuelo de la mierda… habría sido hace
solo once mil quinientos cincuenta y tres años, más o menos hora arriba o abajo… Si, tienes
razón, eso te convierte en un gran experto en todo lo relacionado con Styxx, ya que mi última
conversación fue la semana pasada cuando pasé dos noches con él. Pero oye, ¿por qué
incluso lo cuestiono? Estúpido de mí.
Las mejillas de Ash están moteadas con aún más color.
—No te atrevas a juzgarme por algo de lo que no sabes nada.
— ¿Por qué no? Tú juzgas a Styxx todo el tiempo en cosas de las que no sabes nada.
—Te estoy advirtiendo, Urian…
Se burló de esa amenaza vacía.
—Y soy un suicida, jefe. El factor miedo realmente no juega con un hombre a quien le
importa una mierda la vida. Pero… ¿conoces a tu hermano, dices? Bien, experto, luego
respóndeme a una pregunta básica y fácil sobre él.
Urian se detuvo para tener efecto.
— ¿Cuál era el nombre de su esposa? Ya sabes, ¿la que ni siquiera sabías que tenía?
Tuvo una relación de cinco años con ella antes de morir, mientras vivías en la misma casa con
él y ganaste toda tu experiencia en lo que a él respecta… y lo conoces tan bien. Ella es la
única mujer que ha amado. No saber su nombre es como decir que me conoces y no sabes
de Phoebe. Para el caso, no es que no haya grabado su nombre y el de su hijo en su brazo
hace once mil quinientos treinta y seis años. Juro por los dioses, que no puedes no ver su
nombre. Entonces, si lo conoces todo de él, debes saber su nombre.
Los ojos de Ash se volvieron rojos vibrantes.
—Trató de matarme —gruñó.
—Sí, lo sé, porque hablo con él. Hace aproximadamente una década en Nueva
Orleans. Rodeado de Dark Hunters, estabas completamente despierto y un dios atlante con
todos tus poderes disponibles cuando Styxx te atacó por desesperación para escapar del
infierno eterno al que estaba condenado. No es exactamente lo mismo que ser un niño
humano en la cama, durmiendo profundamente cuando alguien clava una daga en tu corazón
y te deja en un charco de tu propia sangre para morir solo. Fuiste tú quien le hizo eso,
¿verdad?
—Estaba tratando de matar a su propio padre. ¿Te dijo eso? Trazando una
conspiración contra él y culpándome por ello.
— ¿Era él? Porque ya sabes, la gente nunca miente sobre mierda así. Nunca.
Ash se endureció.
—Sí, mienten, Urian. Entonces, ¿por qué crees a Styxx cuando sé que es un
mentiroso?
Yéndose su ira, Urian dejó a un lado su cerveza.
— ¿Cómo lo sabes? Todavía no has respondido la pregunta más fácil sobre el planeta
sobre él… si no sabes nada más sobre tu hermano, debes saber el nombre de su esposa.
Acheron miró hacia otro lado.
Urian negó con la cabeza. Cuando habló, su tono era bajo y de reprimenda.
—Todos esos poderes que tienes y no puedes responder. Era Bethany, para que lo
sepas. Iban a nombrar a su hijo Galen, después de que su mentor muriese en sus brazos
cuando era un niño. Un mentor que dio su vida para salvar a Styxx cuando alguien más
intentó asesinarlo mientras compraba el anillo de bodas de su esposa. Ahora déjame decirte
sobre el hombre que conozco…
Ash rechino sus dientes.
—No quiero escucharlo. Y para tu información, no soy el único que lo odiaba. No tienes
idea de cuántas personas lo querían muerto en su vida humana. —Sus ojos brillaron con
furia—. ¿Alguna vez Styxx te dijo que no tenía amigos… porque nadie podía soportar al
arrogante bastardo?
Urian estaba horrorizado.
— ¿Arrogante? Dios mío, Ash, eres ciego. ¿Alguna vez le has hablado?
—Me largo de aquí —gruñó Ash.
Urian se adelantó para pincharlo con una mirada despiadada.
—Te vas, y haré que Tory te sujete para escuchar lo que tengo que decir. Cosas que
necesitas saber.
—No te atreverías.
—Pruébame… porque esta noche, cuando te acuestes en tu cama y tu esposa se
acurruque y sonrías de felicidad, quiero que te tomes un minuto e imagines que por la mañana
cuando te despiertes en esa misma cama y alcances su calor, ese se ha ido. Para siempre.
Que nunca volverás a tener ni un minuto más sus extremidades enredadas con las tuyas.
Nunca te despertarás y sentirás su cuerpo presionando contra ti. Entonces imagina entrar a la
habitación de Bas y encontrarla vacía, también. Todos los planes que tenías para él, se fueron
para siempre. Entonces quiero que te tomes un minuto e imagines el tipo de amor y decencia
que le tomó a Styxx ir conmigo a Kalosis y abrazar a la mujer que los asesinó. Por ti, Acheron.
El hermano que odia tus entrañas.
Urian se detuvo para dejar que esas palabras se hundieran.
—Ahora admito que no soy tan buena persona como tú, Ash. Pero te aseguro que no
soportaría siquiera acercarme a mi padre para salvar al mundo, mucho menos lo abrazaría
para evitarle a mi hermano el dolor que yo padezco cada vez que pienso en Phoebe… un
dolor que siento con cada latido de mi corazón. Soy un cabrón vengativo. En su caso y
después de que lo estamparas contra la pared unos segundos antes de que fuéramos a
Kalosis, yo habría destripado a tu madre por lo que me arrebató. Y otra cosa que no sabes: Tu
madre le susurró algo al oído antes de que la abrazara, y aunque no tengo ni idea de lo que le
dijo, conociéndola tan bien como la conozco sé que no fue algo agradable.
Respirando, Urian negó con la cabeza.
—Y luego, después de haber bajado a los infiernos para salvar a tu mujer. Para evitar
que pases el resto de la eternidad en el infierno, él tomó una puñalada que mi padre te tenía
reservada. Yo estaba allí, Acheron. Lo vi. Nada de mentiras. Solo la verdad. Y sí, lo curaste,
pero después te diste la vuelta y te olvidaste por completo del hombre que te había salvado la
vida, del hombre que había salvado la vida de tu mujer. Le diste la espalda, joder. Fui yo quien
lo llevó a casa esa noche, y no has vuelto a preguntar por él ni una sola vez hasta hoy.
Urian se mordió el labio sarcásticamente.
—Ah, por cierto, se te olvidó sacarle el veneno antes de cerrarle la herida. Se pasó dos
meses en coma, ardiendo de fiebre y delirando, y tuve que recurrir a Savitar para ayudarlo
porque cuando te lo pedí a ti, me dijiste que solo quería llamar la atención. Así que, aunque te
quiero como a un hermano, también considero a Styxx como parte de mi familia. Y a
diferencia de ti, Styxx no tiene a nadie más en el mundo. El pobre desgraciado solo me tiene a
mí. ¿Puedes imaginarte qué pesadilla?
Tomando una respiración entrecortada, Urian frunció el labio con disgusto.
—Dejó el apartamento unos días después de que Savitar lo sacara del coma, hace más
de tres años. Les salvó la vida a Tory y a ti, y has tardado tres años y medio en darte cuenta
de que se ha ido. —Aplaudió con gesto sarcástico—. Buen trabajo, hermano. Buen trabajo.
Ash quería aferrarse al odio que sentía por Styxx. Lo necesitaba. Pero en ese preciso
momento…
— ¿Sabes lo que siempre me ha resultado fascinante, Ash? Que nunca me
preguntaras cómo conocí a tu hermano.
Ash apartó la mirada, consumido por la vergüenza.
—Fue en Katoteros, para que lo sepas. Fui a dar un paseo por la playa y escuché un
ruido en el templo que hay más debajo del tuyo. Lo encontré dentro, solo en la oscuridad, con
apenas comida, y cuando le pregunté si quería que le llevara algo, ¿sabes lo que me pidió el
cabrón arrogante de tu hermano?
Ash negó con la cabeza.
—Agua potable. Eso era lo único que quería don Egoísta. Le costaba desalar el agua
del río para poder beberla. Sé que a ti no te gusta comer, pero la próxima vez que estés en
casa quiero que lleves a Tory a dar un paseo por la isla y que te indiqué qué comestibles
encuentra, porque no hay muchos.
—Supuse que alguno de ustedes le estaba llevando comida.
—Has supuesto muchas cosas sobre él que no son ciertas. Como cuando me dijiste
que se pasó once mil años en los Campos Elíseos. No fue así. Artemisa lo dejó en la Isla del
Retiro, totalmente solo. No tenía a nadie con quien hablar y tampoco tenía provisiones. Ni
siquiera contaba con un martillo.
—Eso no es lo que ella me dijo.
—Claro, porque la tía Artemisa nunca miente. En la vida. Sobre nada… ni siquiera
sobre tener una relación de once mil años contigo que acabó con el nacimiento de una hija de
mi edad que nunca supiste hasta hace unos pocos años. Artemisa es la fuente de la verdad
absoluta, sobre todo en lo que a ti se refiere. El dulce y bondadoso trato que recibió durante
todos esos siglos fue el motivo de que no se quejara cuando lo dejaste en Katoteros. Por eso
sabía cómo sobrevivir sin nada. Pero la pregunta es, ¿por qué se marchó?
—Supongo que se aburrió.
—Otra vez con las suposiciones. —Urian bajó la vista hasta el tatuaje que llevaba Ash
donde dormía su hija Caronte—. Nuestra preciosa Simi lo atacó sin provocación previa y… en
fin, lo mató. Pero es evidente que no puede permanecer muerto. Y antes de que vuelvas a
llamarlo mentiroso, quiero que sepas que él no me lo ha contado nunca. Escuché a Simi
vanagloriarse cuando le relataba a su hermana cómo había despedazado a la copia mala de
tu persona que había intentado hacerle daño a su akri. De hecho, Styxx no ha pronunciado
una sola palabra en tu contra. Ni una.
—Pero te dijo que lo había apuñalado.
—Sí, una noche que estaba fatal, borracho, y yo le pregunté por algunas de las
cicatrices de su cuerpo. Aunque tiene muchas y algunas son espantosas, la enorme cicatriz
zigzagueante que tiene en el pecho, justo sobre el corazón, destaca sobre las demás.
Ash frunció el ceño ante sus palabras.
— ¿Qué cicatrices?
—Por todos los dioses, Ash… ¿es que nunca has mirado a tu hermano? Las tiene por
todo el cuerpo. Incluso en el rostro.
No, nunca había visto cicatrices en Styxx. Pero tal como Urian acababa de señalar,
nunca lo había mirado de verdad.
Solo a través de él.
— ¿Dónde está?
Urian lo miró con los ojos entrecerrados.
— ¿Para qué? ¿Para que puedas hacerle más daño? Olvídalo. Se ha marchado a un
lugar seguro para que no tengas que preocuparte por la posibilidad de que aparezca en tu
puerta.
—Claro, es muy altruista con su cuenta de mil millones.
— ¿Te refieres al dinero que le diste cuando lo dejaste tirado sin más? Te lo transfirió
de vuelta todo antes de abandonar Nueva York. Y esa cuenta lleva cerrada más de tres años.
Harto de este juego, Ash apretó los dientes.
— ¿Sabes una cosa? Puedo encontrarlo sin tu ayuda.
—Como le hagas daño, Acheron, te juro por todos los dioses a los que tanto odio que te
doy de golpes. Por una vez en tu vida, ¿no puedes pensar en él y solamente dejarlo solo? Es
lo único que quiere. Llevas tres años sin acordarte de él. ¿Qué más te dan otros trescientos?
Eran unas palabras duras. Pero más dura todavía era la verdad que encerraban.
Ash tragó saliva.
—Quiero hablar con mi hermano.
Urian suspiró.
—Está bien. Está en el Sáhara. Y lo digo literalmente. Está viviendo como un beduino.
Cené con él hace un mes, pero no lo he visto desde entonces. Es lo único que sé.
Ash lo saludó con una inclinación de cabeza y se marchó en busca de Styxx.

*****

Con cuidado de mantenerse invisible, Ash observó a Styxx alimentar a su caballo y


camello. Urian no había exagerado en lo más mínimo la existencia tan parca que llevaba
Styxx. De no ser por los penetrantes ojos azules que llevaba delineados con kohl, Styxx
habría pasado por un beduino. Vestido de negro de los pies a la cabeza, llevaba la boca y la
nariz cubiertas con la kufiya, que le ocultaba el cabello y el rostro casi por completo. El único
toque de color era la vaina marrón de la cimitarra y el agal rojo que rodeaba la kufiya negra.
Así como las vainas marrones de los puñales que llevaba sujetos en los brazos.
El caballo mordisqueó la bolsita de cuero negro que Styxx llevaba en la cadera.
Styxx se echó a reír.
—Vaya, me has atrapado. —Le rascó las orejas al caballo y le dio unas palmaditas en
el cuello—. Sí, son para ti. —Abrió la bolsita y sacó los trozos de manzana que procedió a
darle de comer con la mano—. Está buena, ¿verdad?
Su caballo movió la cabeza como si asintiera y resopló.
El camello hizo un sonido de disgusto.
—No te preocupes, Wasima. No me he olvidado de ti.
Styxx fue a compartir algunos con su otra montura.
Tras darles de comer y asegurar a los animales, se lavó las manos en el pequeño oasis
y regresó a la diminuta tienda negra.
Ash lo siguió al interior y se quedó de piedra al ver lo que encontró. El “príncipe” tenía
un modesto saco de dormir sobre una ajada alfombra persa, sobre la cual dormía un enorme
perro marrón junto a un cuenco de comida medio vacío y otro cuenco con agua. Al lado del
saco de dormir había un iPhone, conectado a un pequeño altavoz por el que se oía “Criminal”,
de los Disturbed, a un volumen lo bastante alto como para que se escuchara dentro de la
tienda, pero lo suficientemente bajo como para poder oír si alguien se acercaba. Una mochila,
unas alforjas, cuatro linternas medianas que funcionaban con energía solar, un rifle y nada
más.
Sin darse cuenta de la presencia de Ash, Styxx se quitó la ropa hasta quedarse solo
con su akarbey.
Maldición, Urian no bromeaba. Las cicatrices de Styxx eran espantosas. ¿Cómo, dónde
y cuándo se las habían hecho? Al ver que se arrodillaba en una esquina para rebuscar en su
mochila, Ash se quedó sin aliento porque reparó en el símbolo solar de Apolo, que se extendía
por todo el ancho de los hombros de Styxx.
Como dios, Ash sabía muy bien lo que significaba dicha marca y todos los horrores que
conllevaba…
Una posesión feroz.
Con ella, Apolo advertía al resto de los dioses que lucharía con uñas y dientes para que
Styxx siguiera siendo su esclavo. Y Apolo no hacía esas cosas a la ligera. El dios olímpico
nunca había marcado a Ryssa como su propiedad. No le había importado lo suficiente. Puesto
a pensarlo, Artemisa tampoco lo había marcado a él oficialmente, y habían estado juntos miles
de años antes de que Tory lo liberase.
Y mientras Ash contemplaba la marca, el recuerdo del último día de Ryssa y sus
histéricas acusaciones según las cuales Styxx había seducido a Apolo, tomaron un cariz muy
feo. Si bien se podía haber equivocado en muchas cosas respecto a Styxx, había algo que
tenía muy claro: Su hermano era un heterosexual convencido.
No así Apolo. Y si Styxx se había opuesto a su posesión, Apolo se habría vengado de
forma brutal. Solo había que ver lo que el muy cabrón le había hecho a su propia gente…
A su propio hijo.
A Acheron mismo.
Escucho de nuevo las palabras de Tory sobre los dioses que fingían ser mortales y se
le ocurrió una posibilidad terrible. Siempre se había preguntado cómo era posible que Styxx se
portara tan mal con él. Cómo era posible que su gemelo fuera capaz de lo que prácticamente
era atacarse a sí mismo cada vez que lo atacaba a él.
El hecho de que Apolo lo castrara tenía más sentido que la idea de que lo hubiera
hecho Styxx. El dios olímpico habría querido vengarse de él por haberse acostado con
Artemisa y haberla “mancillado”. El salvaje ataque tenía mucho más sentido si la causa era
Artemisa y no una mujer por la que Styxx no sentía nada.
Styxx sujetó una manzana con los dientes y se puso en pie con dos botellas de agua
caliente, un cuaderno de dibujos y varios lápices. A continuación, se sentó en el jergón sin
molestar al perro y abrió una botella de agua para beber. Mientras se comía la manzana, abrió
el cuaderno de dibujo por una página en la que se veía el boceto de una mujer sentada en un
precioso arroyo, con un bebé en brazos. La mano del bebé estaba sobre los labios de la mujer
mientras ella lo miraba con una sonrisa, Aunque solo era un boceto, el amor que se reflejaba
en el rostro de la mujer era asombroso.
Ash miró la mano izquierda de Styxx, con la que sujetaba la manzana, y reparó en los
nombres de su esposa y de su hijo, que se había marcado con sumo cuidado en la piel.
Un tributo eterno. No era un gesto que un hombre hiciera a la ligera.
La verdadera magnitud de la pérdida de Styxx y del amor que su hermano le había
profesado a su familia lo golpeó con tanta fuerza que tuvo miedo de echarse a vomitar.
Styxx soltó la manzana y se limpió la mano en el muslo antes de inclinarse hacia
delante para ponerse a dibujar. Ash dio un respingo al verlo colocarse el lápiz con la mano
izquierda para que la dañada mano derecha pudiera usarlo. Sus ademanes dejaban claro que
estaba tan acostumbrado a hacerlo para poder usar la mano medio paralizada que no tenía ni
que pensarlo.
Los ojos azules de Styxx se llenaron de lágrimas mientras comenzaba a mover con
mimo la mano derecha, surcada de terribles cicatrices, por la página.
—Te echo de menos, Beth —musitó antes de añadir más detalles. Styxx apartó un
poco el cuaderno mientras dibujaba, y en ese momento Ash se dio cuenta de por qué.
Lo estaba protegiendo.
De vez en cuando, una lágrima brotaba de sus ojos mientras dibujaba. En silencio y sin
perder la concentración, su hermano se la limpiaba con el hombro y seguía con los trazos.
Asombrado por el enorme corazón de su hermano y por su talento, Ash se puso de
rodillas para observar los trazos precisos y expertos. No tenía ni idea de que fuera capaz de
algo así.
En cuanto terminó el dibujo, Styxx se sorbió las silenciosas lágrimas y fue repasando el
cuaderno, que estaba lleno de dibujos de la misma mujer y del mismo niño a diferentes
edades, desde recién nacido a la madurez. Era como si hubiera creado los recuerdos de su
mujer y de su hijo que le habría gustado tener.
Unos recuerdos que le habían arrebatado.
Por la madre de Acheron.
Sin embargo, lo peor de todo era que el niño le recordaba a Bas. Al ver que Styxx se
detenía en un dibujo en el cual él abrazaba a su mujer y a su hijo, se vio obligado a
marcharse.
Las palabras de Urian por fin calaron su mente, haciendo que se echara a llorar
mientras trataba de imaginarse lo que sería vivir sin Tory y sin Bas durante un solo día.
Durante siglos.
¿Cómo pude pedirle que salvara la vida de mi mujer y abrazara a la asesina de la
suya?
Urian tenía razón. Era un imbécil insufrible. Y no sabía nada acerca de su hermano.
Se llevó las manos a los ojos e intentó controlarse por todos los medios mientras
recordaba el dibujo que Styxx había hecho del niño con un osito de peluche. De no saber que
era imposible, habría jurado que su hermano había visto a su hijo.
Ya puestos, incluso sus respectivas mujeres se parecían lo bastante como para ser
familia.
¿Sería posible que hubiera permitido que el odio hacia Estes y los celos de Ryssa hacia
Styxx lo hubieran infectado hasta el punto de influir en sus opiniones? Seguramente no
debería ser tan fácil de convencer.
¿Verdad?
Y pensar en todas las veces que había predicado que siempre había tres versiones de
todo acto: La propia, la de los demás y la verdad, que estaba en algún punto intermedio.
Sin embargo, en lo referente a su hermano…
Las emociones no piensan. Ash lo sabía mejor que nadie. Se lo había dicho a todos los
Dark Hunters que había entrenado.
Y mientras seguía de pie en una solitaria duna, con la vista perdida en el ardiente y
vasto desierto, recordó lo mucho que Styxx odiaba estar solo de niño. Recordó la cantidad de
veces que se había colado en la habitación de Acheron y la cantidad de palizas que le habían
dado por eso. Pero a Styxx no le había importado. Había ido a Acheron sin importar.
Hermanos. Para siempre.
Styxx había intentado compensarlo. Lo había buscado, pero él lo había apartado con
brusquedad. Una y otra vez. Lo peor de todo era que le había dado la espalda a Styxx durante
siglos y no había pensado en él.
Ni una sola vez.
Es increíble el daño que nos hacemos a nosotros mismos y el daño que les hacemos a
los demás cuando solo queremos evitar que nos hagan daño. ¿Cuántas veces se lo había
dicho a un Dark Hunter?
Claro que siempre era más fácil dar consejos que seguirlos.
Movido por la necesidad de arreglar las cosas, Ash regresó junto a la tienda.
Permaneció de pie varios minutos, sopesando la lógica concerniente a sus actos.
Pero no era un cobarde.
Inspiró hondo para armarse de valor y levantó la entrada de la tienda.
— ¿Styxx?
El perro se agazapó y comenzó a gruñirle.
Su hermano seguía sentado, pero estaba inclinado hacia delante, taponándose la nariz
con un pañuelo ensangrentado al tiempo que calmaba al perro que tenía al lado.
—No he hecho nada, joder.
Desconcertado, Ash frunció el ceño.
— ¿Hacer qué?
—Sea cual sea el motivo por el que has venido a recriminarme, yo no he sido. No soy
un dios. No puedo irme de aquí en un abrir y cerrar de ojos. Tardaría una semana entera en
llegar al pueblecito más pequeño.
La rabia y el odio lo consumían.
Y Ash sabía que se lo merecía.
—He venido para agradecerte el regalo que le enviaste a Sebastos.
—Un correo habría sido suficiente.
— ¿Te habría llegado?
—Con el tiempo.
Ash sacudió la cabeza al ver los otros dos pañuelos empapados de sangre en el suelo.
— ¿También sigues teniendo dolores de cabeza?
—Sí, y el más gordo de todos acaba de entrar en mi tienda. —Styxx se apartó el
pañuelo para comprobar si se había cortado la hemorragia, pero vio que no era así. Dobló el
pañuelo y volvió a ejercer presión sobre la nariz—. ¿Qué quieres?
Perdóname. Sin embargo, no tenía derecho a pedírselo. Urian había estado en lo
cierto. Styxx había intentado matarlo, sí, pero lo había hecho de frente. Joder, incluso le había
avisado de que iba por él.
Él, en cambio, lo había hecho por la espalda. Pero los dos habían actuado por el mismo
motivo. Solo querían poner fin a su sufrimiento.
— ¿Puedo preguntarte algo?
—Sí —gruñó Styxx—, eres un idiota y yo un cabrón. ¿Qué coño les pasa a los hombres
de mi familia que siempre quieren interrogarme cuando me duele algo o estoy sangrando?
Ash bajó la mirada y la clavó en las cicatrices que tenía Styxx en el costado. Partían de
la axila, donde las quemaduras habían hecho imposible que creciera el vello, y desaparecían
por la cinturilla de los pantalones. Incluso tenía el pezón desfigurado. Esas cicatrices, muy
características, despertaron sus recuerdos e hicieron aflorar un acto de estupidez que había
reprimido hacía mucho tiempo. Dio un respingo al recordar el momento en el que vio las
cicatrices que cubrían las ingles y los muslos de su hermano en la Atlántida.
¿Qué has hecho? ¿Masturbarte con un hierro candente?
En vez de golpearlo como se merecía, Styxx se acurrucó y no le contestó. Se limitó a
clavar la mirada en la pared.
Ash apretó los dientes, deseó retroceder en el tiempo y darse un buen puñetazo por
semejante crueldad. Era evidente que alguien había torturado con saña a su hermano.
Mientras apenas era un niño…
Antes de entrar en combate. Solo que en aquel entonces a él le daba igual. Sumido en
su propia desdicha, no había pensado ni un segundo en la de Styxx.
Solo porque tú lo estés pasando mal, Acheron, no significa que yo lo esté pasando
bien. Con razón Styxx le había hablado tan mal.
Una y otra vez. Sin embargo, la cicatriz que más lo descomponía era la que tenía justo
sobre el corazón. La que Ash le había provocado… por el dolor.
Debido a que había deseado todo por simplemente dejar de sufrir.
— ¿Por qué sigues aquí? —preguntó Styxx—. Querías perderme de vista. Me he
perdido. Siento haberte enviado el dichoso caballito que ya no quería conservar. No volveré a
molestarte. ¡Vete!
— ¿Por qué me lo enviaste?
En la mandíbula de Styxx apareció un tic.
—Porque te prometí que no permitiría que le pasara nada, y pese a lo que piensas de
mí, cumplo las promesas que hago.
Ash cerró los ojos mientras el dolor lo abrumaba. ¿Por qué no hablé contigo cuando me
lo pediste en Katoteros?
Porque estaba furioso. Dolido.
Pero sobre todo furioso.
—Solo quería disculparme contigo, Styxx.
Styxx lo miró sin dar crédito.
—Oh, bueno. —Su voz destilaba sarcasmo—. Me alegro de que te hayas quitado ese
peso de encima. ¡Tachán!
Eres un imbécil.
¿Qué más daba si estaba justificado?
Ash suspiró.
—Antes de irme, ¿te gustaría ver una foto de Sebastos con tu regalo?
Cuando esos penetrantes ojos azules se clavaron en él, la agonía que vio en ellos fue
como una patada en los huevos.
— ¿Crees que sabes lo que es el dolor? No lo sabes. Créeme. He vivido tu puta vida,
¿recuerdas? Conozco todos y cada uno de sus detalles. Y dado que Artemisa me encerró en
aquel infierno y vi que me odiabas sin motivo alguno y por cosas que nada tenían que ver
conmigo, me ha costado la misma vida no odiarte por eso y por lo que tu madre me hizo. Por
todo lo que tu madre me arrebató. Pero como me enseñes una foto de tu hijo, perfecto y
saludable, no seré responsable de mis actos. Y antes de que te dé un ataque como a Ryssa y
empieces a decirme lo egoísta que soy… no, no tengo celos de tu felicidad ni de tu familia. En
mi cabeza no queda hueco para eso, estoy demasiado ocupado llorando la pérdida de la mía.
¡Y ahora, vete!
Asintió, y Ash salió de la tienda.
Escuchó el grito angustiado de Styxx, cargado de angustia y de una rabia incontenible.
Era el mismo que se escuchaba cada vez que un Dark Hunter moría como humano por culpa
de una injusticia. Era el grito que hacía que Artemisa bajara desde el Olimpo para
preguntarles si querían vender su alma por un acto de venganza contra la persona o las
personas que les habían causado el daño.
Acheron jamás creyó que alguien podría emitirlo por algo que él hubiera hecho.
Y jamás habría creído posible que saliera de la garganta de su propio hermano. Había
estado tan abrumado por su dolor y por su rabia que no se había parado a considerar lo que
sentía Styxx. Desde fuera, la vida de Styxx había parecido perfecta.
Amado príncipe. Héroe de Didymos. Heredero de un vasto imperio.
Sin embargo, una casa podía parecer nueva por fuera y estar plagada de termitas que
devoraban los cimientos hasta que la construcción se derrumbaba, pese al esfuerzo de
mantenerse en pie y resistir al brutal ataque.
Y una sonrisa podía esconder un dolor muy profundo.
—Lo siento, Styxx. —Y en esa ocasión lo decía en serio.
Necesitando reencontrar la paz, Acheron se dirigió a la isla que Savitar consideraba su
hogar. Como estaba anocheciendo, encontró a su antiguo mentor y amigo ataviado con un
traje de neopreno negro, sentado en la orilla junto a su tabla de surf, contemplando la puesta
de sol sobre el océano. Savitar estaba recostado sobre los brazos, con las piernas extendidas,
cruzadas a la altura de los tobillos, y carraspeó nada más verlo.
Savitar gimió en el momento en que lo vio.
—El niñato viene a perturbar mi depresión. ¿Qué pasa, mi hermano?
Ash usó sus poderes para vestirse con un traje de neopreno a fin de sentarse en la
orilla junto a Savitar. Dobló las rodillas y se rodeó las piernas con los brazos antes de soltar un
hondo suspiro.
— ¿Urian me ha dicho que tuviste que sacar a Styxx de un coma?
Savitar asintió.
— ¿Qué sabes acerca de su pasado?
El antiguo chthonian se encogió de hombros con gesto despreocupado.
—Tú eras su hermano. Deberías saberlo.
—No juegues conmigo, Sav. No estoy de humor.
Miró a Ash.
—Solo conozco unos pocos detalles, nada más.
— ¿Por ejemplo?
Con un profundo suspiro, se recostó sobre la tablera y se pasó una mano por el cabello.
—Sabes que era el chthonian de la Atlántida, así que solo sé lo que sucedió allí. No
otra cosa.
Sav estaba mintiendo como un bellaco, pero no pensaba echárselo en cara en ese
momento.
— ¿Y?
—Sabía lo mismo que tú… que Styxx condujo su ejército hasta las costas de la
Atlántida y que los estaba machacando de tal manera que sus dioses se vieron obligados a
pactar con Apolo con el fin de alejar a Styxx y su ejército, mientras que los atlantes todavía
tenían un país que pudiesen llamar suyo.
Ash frunció el ceño al escucharlo.
—Pero no fueron los dioses quienes pactaron. Fueron los reyes griegos. Le ofrecieron a
mi hermana a Apolo.
Giró la cabeza hacia la tabla para darle una mirada estúpida.
—No exactamente.
Ash detestaba que Savitar pronunciara esas palabras. Nunca auguraban nada bueno.
— ¿Qué quieres decir?
—Tu hermana nunca fue lo que Apolo quería. En realidad no. Styxx contaba con la
misma belleza y el mismo atractivo sexual que tú, también cortesía de Epitimia, y Apolo se
prendó de él en cuanto lo vio por primera vez… tal como pasó con Artemisa y contigo. Los
dioses atlantes tenían que librarse de Styxx antes de que los venciera por completo. Le dijeron
a Apolo lo que tenía que hacer para conseguirlo. Pero todos sabían que el rey de Didymos
jamás accedería públicamente a que su heredero fuera el amante de Apolo. De modo que
Apolo usó a Ryssa como tapadera para controlar a Styxx.
Por desgracia, eso explicaba muchas cosas.
E hizo que el estómago de Ash se quemara con culpa y dolor.
—Dado que eras el chthonian de la Atlántida, ¿sabes algo de las otras veces que Styxx
estuvo allí?
Savitar lo miró con expresión fría.
—Tu hermano estuvo en la Atlántida cuatro veces a lo largo de su vida.
Ash jadeó. No, no era posible…
— ¿Cuatro?
Savitar asintió.
—La primera vez apenas era un niño y fue para liberarte de tu tío. Estes lo capturó y lo
retuvo.
— ¿Y no lo detuviste?
—No me enteré en su momento.
¿Cómo no podía?
— ¿Qué quieres decir?
Con expresión atormentada, Savitar se inclinó hacia adelante y se pasó una mano por
el cabello húmedo.
—Como tenía tanto miedo de que nadie supiera dónde estabas, tu madre tenía mis
poderes protegidos cuando eras pequeño para que no pudiera verte a ti o a tu gemelo. No
sabía que intentó liberarte hasta que lo saqué del coma en Nueva York.
— ¿Y qué te hizo mirar en sus recuerdos?
—Llevaba tatuadas en el pubis la palabra “puto” en griego antiguo y la palabra
“tsoulus”. Puesto que soy imbécil, quise enterarme del motivo. Y descubrí por qué no se debe
mirar en ciertos sitios.
Ash cerró los ojos, consumido por el dolor, un dolor tan profundo que apenas podía
pensar.
—Por favor… dime que es mentira.
—Sabes que no puedo hacerlo. Por eso Styxx atacó la Atlántida como si tuviera una
deuda personal que saldar. La tenía. Tu tío lo había retenido y lo había prostituido, al igual que
a ti. Incluso perforó la lengua de Styxx… algo que también hizo Apolo. Quería quemar todo el
continente, no solo por él, sino también por ti.
El aliento de Ash lo dejó en una amarga ola de simpatía.
—Ya que miraste, ¿cómo consiguió atraparlo mi tío?
—No hagas preguntas de las que no quieres saber la respuesta.
Pero Ash no escuchó. Estaba desesperado por las respuestas.
—Quiero saberlo. —Necesitaba saberlo.
Savitar cortó con una dura mirada hacia él.
—Ya deberías saberlo, Acheron. Estabas allí cuando pasó.
— ¡Una mierda! —Ash hizo una pausa mientras intentaba recordar, pero no tenía
detalles. Era oscuridad total—. Muéstrame.
Savitar negó con la cabeza.
—Hay recuerdos que nadie tiene por qué tener.
Una vez más, Ash hizo oídos sordos.
—Artemisa castigó a Styxx con mis recuerdos. Lo obligó a vivir mi vida, pero en vez de
conseguir que me perdonase solo ha conseguido avivar su odio hacia mí. Quiero saber por
qué. Por favor, Savitar. Necesito saber cómo lo capturaron.
—Y yo me niego a enseñártelo —masculló Savitar… con una amargura que nunca
antes había dirigido hacia él—. Dejémoslo en que se habría librado si tú no te hubieras
resistido ni hubieras llamado a tu tío para decirle dónde te encontrabas. Podrías haber
escapado con Styxx voluntariamente, pero tenías demasiado miedo para intentarlo. Lo peor
de todo es que mientras Estes lo retenía, tú te reíste y te vanagloriaste de todo lo que le
hacían. A todas horas. Se lo echaste en cara todo el tiempo que estuvo en la Atlántida contigo
y ayudaste a prepararlo para complacer a los hombres con los que tu tío lo prostituía. Incluso
lo sujetaste mientras Estes lo marcaba como puto.
No…
¡No! Ash jadeó cuando esa verdad lo golpeó. Sintió un nudo en la garganta.
—No lo hice.
—Sí, lo hiciste.
Ash negó con la cabeza.
—No soy esa clase de persona, Savitar. No lo soy. Nunca le haría eso a otra persona.
En especial, no a mi hermano.
—Todo hombre, mujer o niño es capaz de unos prejuicios extremos y de una crueldad
insospechada si siente que su odio está justificado. Tengan razón o no. Todos somos capaces
de atacar cuando sentimos dolor. Nadie, ni siquiera tú o yo, somos inmunes. Como dijo
Platón, sé amable con todo el mundo, porque todos libramos batallas difíciles. Y sí, te hizo
mucha gracia que el adorado príncipe heredero fuera marcado como un puto y como un
esclavo, y que fuera prostituido para servir a los mismos hombres que pagaban por follarte a
ti. En tu defensa, eras joven y estabas drogado, sumido en tu propio infierno.
—Eso no es excusa.
Ash parpadeó para contener las lágrimas mientras se ahogaba en la culpa que quería
seguir negando.
—No, no es excusa. Solo es la cruda realidad. —Savitar soltó una carcajada amarga—.
¿Te has preguntado alguna vez por qué los dioses crearon a los hombres, niñato?
Personalmente creo que somos el primer reality show de la historia. Esos cabrones estaban
tan aburridos que nos crearon para poder sentirse mejor consigo mismos.
—No eres divertido.
Savitar suspiró.
—No. La tragedia nunca lo es. Nuestras vidas están marcadas y guiadas por las cosas
de las que nos arrepentimos. Las cosas que queremos eliminar pero no podemos. En un
mundo perfecto nunca les haríamos daño a nuestros seres queridos ni haríamos que sufrieran
por nuestra culpa. Pero el mundo no es perfecto, y nosotros tampoco.
Aun así, Ash era incapaz de perdonarse a sí mismo por el trato que le había
dispensado a Styxx hacía tantos siglos.
—Casi me da miedo preguntar por la segunda visita de Styxx.
—También estabas allí en esa ocasión.
—Cuando me echaron a la calle… —Después de haberse burlado de Styxx, después
de haberlo provocado.
No es de extrañar que su hermano lo odiara. Urian tenía razón. Se lo había ganado.
Y le debía una disculpa a Urian.
Más que eso le debía una a su hermano.
Pero, ¿cómo podría alguna vez compensar a cualquiera de ellos? Estaba tan
decepcionado de sí mismo. Esta no era la persona que pensaba que era. La persona que
quería ser.
Savitar se sentó y respiró entrecortadamente.
—Acheron, mírame.
Dolorido, lo hizo.
—Nunca mires atrás. No puedes cambiar lo que has hecho. Solo puedes cambiar lo
que vas a hacer. El dolor siempre está a nuestro alrededor. Es fácil quedar ciego. Pero
imagina todas las veces en tu vida en que estuviste lastimado y pasando por la mierda, si solo
una persona te hubiera mirado y en lugar de patearte mientras estabas abajo, hubiera dicho,
“Está bien. No eres una mala persona. Es solo un mal giro de las cartas. Lo superarás”. ¿Te
imaginas lo increíble que sería este mundo?

12 de octubre de 2012

—Ahora hay una vista que nunca pensé que viviría para ver.
Urian abrió los ojos para encontrar a Cassandra de pie junto a él con una sonrisa
divertida.
Ella chasqueó.
—Dos poderosos daimons abrazan bebés, dormidos mientras miran Toy Story. Oh,
cómo han caído los poderosos.
Frotándose los ojos, Urian se burló.
— ¿De qué estás hablando? ¿Qué tipo de madre deja que sus hijos miren esta
película? Woody es un psicópata bastardo, homicida bobo. ¿Y Sid? Santa mierda. Me
identifico con él, lo que significa que ningún niño debería estar viendo esto como
entretenimiento. Recogí punteros de ambos. De nuevo, no es una película amigable para los
niños.
Davyn se rió cuando se despertó en el piso.
—Menos mal que no estuvieron aquí para tu diatriba anterior. O nunca te dejarían a sus
hijos de nuevo.
Wulf negó con la cabeza mientras miraba a Tyr y Phoebe, que estaban acurrucados a
cada lado de Davyn mientras Jeff dormía en el pecho de Urian y Erik estaba metido a sus pies
en el sofá.
Cassandra frunció el ceño.
— ¿Cuándo fue la última vez que Jeff comió?
—No lo sé. ¿Alrededor de las ocho?
Ella abrió la boca.
—Nunca durmió tanto. Debes quedarte más seguido.
Tomando al bebé, llevó a Jeff al piso de arriba.
Wulf se sentó en su silla.
— ¿Se quedan los dos la noche?
—Nah, saldremos.
Urian quitó cuidadosamente los pies del agarre de su sobrino mientras Davyn se
levantaba sin despertar sus dos cargas.
Mientras Davyn recogía sus cosas, Urian sacó una pequeña caja de su mochila y se la
entregó a Wulf.
—Lo recibí el otro día.
Wulf abrió la caja de antigüedades para encontrar un medallón viejo que brillaba con un
tono peculiar de Borgoña.
— ¿Qué es esto?
—Tu alma.
Él abrió la boca.
— ¿Qué?
—Como no tenías la tuya, hice un poco de intercambio con Loki y te la devolví.
— ¿Un tira y afloja, cómo?
—No te preocupes por eso.
Cuando comenzó a irse, Wulf agarró su muñeca para mantenerlo allí.
— ¿Por qué tú…?
—Por los niños. No quería que nadie más fuera dueño de un pedazo de ti.
Y al ver la marca del dios en la espalda de Styxx y algunas de las historias que conocía
sobre él, su mente se metió en lugares peligrosos. Mientras Loki sostuviera esa alma…
Esto era más seguro para todos. Especialmente con lo que venía por ellos.
Nadie necesita sus almas en las manos equivocadas. Primera regla de la vida. Ten
cuidado con tu alma. Es lo único que tienes. Y una vez que la vendes, es difícil recuperarlo.
—Siento que un agradecimiento es tan inadecuado. ¿Qué puedo hacer por ti a cambio?
Urian resopló.
—No la vuelvas a perder. Y recuerda que Helios está en movimiento. No sé lo que está
planeando, pero mantén a Cassandra y a los niños bajo custodia.
—Siempre lo hago.
Eso era cierto.
Inclinando su cabeza, Urian y Davyn se fueron. Pero Urian todavía no podía sacudirse
la mala sensación en su estómago. Los dioses se estaban moviendo para la guerra otra vez.
Y ellos estaban en el centro de eso.

21 de diciembre de 2012

—Simi… ¿estás segura de que esto es una buena idea?


— ¡Absolutamente! —Simi le sonrió a su hermana Xirena cuando entraron al sótano del
templo de su akri en Kakateros—. Ahora ¿dónde está el interruptor de luz?
—No hay uno.
Xirena respiró fuego sobre una antorcha cubierta con telarañas. Tan pronto como una
se encendió, se extendió la luz a todas las demás en la habitación de mármol oscuro. Las
llamas bailaron a lo largo de la pared, añadiendo espeluznantes sombras al entorno.
Simi dio un paso atrás ante el número de estatuas albergadas aquí. Si bien sabía que
akri las había puesto aquí siglos y siglos atrás, realmente nunca las había visitado,
especialmente porque hacían muy infeliz a su akri.
—La Simi no recordaba que hubiera tantas… akra se había portado mal con todas
estas personas de baja calidad.
—Lo recuerdo. —El tono de Xirena era bajo y entrecortado—. No fue un día bonito.
Simi arqueó una ceja.
— ¿Estuviste ahí, hermana mayor?
Xirena asintió.
—Xedrix también.
Xedrix era su hermano que había sido el Caronte más favorecido de Apollymi después
de la muerte de su madre. Pero Xed se había desviado… no, desertado cuando akri-Styxx
abrió el portal en Nueva Orleans y lo dejó salir. Ahora era dueño de un club en Nueva Orleans
donde Simi se puso a comer muchos mariscos buenos.
—Oo, entonces, ¿qué paso, hermana mayor?
—La perra diosa Apollymi estaba furiosa. Todos murieron gritando. Excepto dos.
— ¿Quiénes dos?
—Dikastis y Bet’anya. Intentó evitar que la perra diosa matara a su bebé, pero la perra
diosa no escuchó. Se lo arrancó del vientre, y después la convirtió en uno de esos.
Simi tocó su propio vientre en dolor solidario.
— ¿Por qué akra era tan mala?
Xirena se encogió de hombros.
—La perra diosa siempre fue mala. Únicamente le agradas tú y su hijo… y Kat y Mia.
Simi se subió a la mujer más cercana y pinchó su globo ocular de piedra.
— ¿Cuál es ella?
Xirena escupió en el suelo a los pies de la estatua.
—Epithymia. Era incluso una perra diosa más grande. Solía quitarle las alas al Caronte
que la hacía enojar.
Simi se encogió, después pinchó más fuerte el ojo de la diosa, esperando que pudiera
sentirlo.
— ¿Quién es la que perdió el bebé de akri Styxx? Ella es la que la Simi necesita.
Xirena caminó alrededor de ellas, mirándolas, arriba y abajo, hasta que encontró una
en la parte posterior.
—Esta es Bet’anya.
Simi se dirigió hacia allá, entonces jadeó.
—Luce igual a los dibujos del akri Styxx. Ella es la que amaba tanto. —Mordiéndose el
labio, encontró la mirada de su hermana—. ¿Era amable?
Asintiendo, Xirena tocó la mano de Bet’anya.
—Sin embargo, siempre estaba muy triste. Incluso cuando era feliz, parecía tan triste.
Como si algo no estuviera del todo bien en su corazón. La diosa Chara solía decir que es
porque le quitaron algo que no debía tener hace mucho tiempo.
Simi le dio a su hermana una mirada de complicidad.
—Eso es porque no tiene a su akri Styxx. Él la ama, así que este es el regalo de
Navidad de Simi para él. La Simi le dice en su cumpleaños que los deseos se vuelven
realidad, y su deseo es que su akra venga a casa con él.
—Sí, pero Xiamara, esto…es malo. —Xirena sacudió la cabeza—. No creo que
deberíamos.
—Tenemos que, hermana mayor. Esta es la única vez en que los portales abren las
cosas. Si no lo hacemos ahora, akri Styxx tendrá que esperar mucho tiempo, y ya espero
mucho, mucho tiempo. A la Simi no le gusta verlo tan triste. No recibe regalos y la Simi quiere
que obtenga el mejor regalo de la historia.
El suelo bajo sus pies retumbó. Los ojos de Simi se ensancharon.
— ¿Qué es eso?
Con ojos saltones, Xirena se encogió de hombros.
El reloj de Simi se estremeció, dejándole saber que ya era hora. Tenía menos de un
minuto para liberar a la diosa. Usando sus alas, planeó y colocó el sagrado anti-aima en los
labios de la diosa. Cuando su akri había sido congelado esa vez en Nueva Orleans, ella y akra
Kat lo habían usado para liberarlo, así que esperaba que también funcionara con la akra de
Styxx.
Hmmm.
Otro estruendo recorrió la habitación. Algo similar a una sombra oscura se disparó y
voló más allá de la cabeza de Simi.
De repente, la otra diosa perra que a Xirena no le agradaba, abrió los ojos. Y también lo
hizo Archon…
Uh-oh.
Simi corrió hacia su hermana.
— ¡Ve a conseguir ayuda! ¡La Simi los detendrá!
— ¡No seas una estúpida Caronte!
Xirena la agarró del brazo y la arrastró escaleras arriba.
Alexion estaba justo regresando de la cocina cuando casi chocó con dos carontes
gritando.
— ¡Están vivos! —chillando, saltaron de arriba abajo, a su alrededor.
— ¿Quién está vivo?
— ¡Esos dioses en el sótano inferior!
Alexion no tenía idea de qué estaban hablando. Pero de repente el suelo debajo de sus
pies retumbó y se sacudió. El cristal se sacudió en los paneles.
Danger apareció a su lado.
— ¿Qué hiciste?
Le dio a su esposa una mirada vacía.
— ¿Por qué yo tengo la culpa?
—Sé que yo no lo hice. Alexei, así que me queda claro. Con las manos en las caderas,
golpeó el pie con irritación.
Él apuntó a los demonios. Simi sonrió nerviosamente.
— ¡Esos dioses están vivos! —repitió Xirena entre dientes.
Bueno, eso no sonaba bien. Especialmente combinado con la actividad escala Ritcher
pasando bajos sus pies.
—Creo que los demonios despertaron algo que estaba dormido en el sótano. ¿Alguna
idea de lo que Ash pudo haber escondido ahí?
Simi lo miró.
—No es el libro dragón. ¡Ella está durmiendo en su isla! Te lo dije, ¡son los dioses
atlantes sin calidad!
Maldiciendo en voz baja, asintió.
—Sim, ve con Apollymi y cuéntale lo que está pasando. Xirena, encuentra a Acheron y
dile que lo necesitamos de inmediato.
Danger se tambaleó cuando el piso se combo de nuevo.
— ¿Qué hay ahí abajo?
—Los parientes de Acheron.
— ¿Disculpa?
Alexion palideció.
— ¿Recuerdas cuando me preguntaste que pasó con todos los dioses atlantes?
—Si.
Alexion suspiró.
—Aparentemente, todos están abajo… convertidos en piedra por Apollymi, que es la
parte que yo conocía. Solo no estaba seguro de su ubicación exacta.
Xirena señaló a su hermana.
—Ahora liberados por Xiamara.
Oh sí… esto era realmente malo. Alexion sabía que tenía que hacer algo. Rápido.
— ¿A dónde vas? —llamó Danger mientras empezaba a irse.
Alexion le lanzó una mirada divertida.
—A conseguir a Savitar. Vamos a necesitar toda la ayuda posible para este desastre.
Ella frunció el ceño.
—Bueno, ¿cuántos dioses hay ahí abajo?
—Alrededor de cien.
—Genial —dijo Danger con una nota histérica en su voz—. Me encanta tu
comportamiento tranquilo, cariño. Y es bueno que yo ya sea un fantasma. —Porque, ¿sus
posibilidades de sobrevivir esto?
Casi tan buenas como sobrevivir un almuerzo en el que te cortas delante de un Caronte
en la fila de barbacoa come-todo-lo-que puedas.
—Sí, sí. ¡Solo llama a Uriel en Minnesota!

23 de diciembre de 2012

Savitar se detuvo mientras observaba a Styxx, su silueta recortada por el sol poniente,
en la cima de una pequeña duna. Se había quedado sin nada más que sus pantalones sueltos
y botas mientras jugaba frisbi con su perro. Una y otra vez Styxx tomaba el frisbi entre risas,
elogiaba al animal, después esperaba que el perro saliera corriendo para poder lanzarlo para
que el perro saltara, lo atrapara y regresara.
Era la primera vez que había visto a Styxx tan relajado. Con la guardia baja. En
realidad, esta era la única vez que sabía que el príncipe jugaba.
O reía.
Y mientras observaba a Styxx con el perro, no veía al salvaje comandante militar que
aterrorizaba a un panteón y a una nación, o al rígido príncipe que tenía que irradiar decoro en
todo momento. Ni siquiera veía a un hombre. Veía al chico al que nunca se le había dado la
oportunidad de vivir. Uno al que le habían cortado su juventud y privado de una normal, vida
mortal.
Debido a la manera en que Acheron y Styxx actuaban, la madurez, la responsabilidad,
y el dolor que contuvieron mucho más allá de sus años, era fácil olvidar lo jóvenes que habían
sido cuando murieron. Pero Savitar lo veía ahora.
Y la injusticia de ello ardió dentro de su corazón.
No tengo el derecho de preguntarle esto.
Ninguno de ellos lo tenía. La culpa lo destrozaba mientras lo sentía por la infancia y la
vida que Styxx hubiera tenido si los dioses no hubieran interferido. Styxx habría sido ese
amado, querido príncipe que todos creían que era. Su destino hubiera sido algo
completamente distinto.
Y Styxx hubiera sido un chthonian…
Para salvar y proteger a Acheron de aquellos que lo cazaban y querían que muriera
cuando era un niño, todos habían tomado una vuelta en la ruina de Styxx.
Savitar sabía que debería irse y dejar al chico en paz. Styxx solo quería estar solo, y
ciertamente se había ganado el derecho a ello.
Pero no podía. Acheron era demasiado importante para el mundo. Más que nada, era
demasiado importante para Savitar personalmente.
Savitar esperó hasta que Styxx vertió agua en un recipiente para el perro antes de
aparecer a su lado.
Más rápido de lo que podía parpadear Styxx tenía un cuchillo en una mano y una
pistola en la otra. Ambos inclinados hacia la cabeza de Savitar.
—Impresionante.
Savitar ni siquiera sabía que Styxx estaba armado.
Se había ido cualquier indicio del chico que había estado jugando con su perro
momentos antes. Este era el férreo general que había guiado ejércitos y luchado contra dioses
y gladiadores en la arena con tal fuerza y astucia que sus enemigos se habían visto obligados
a recurrir a trucos y trampas para derrotarlo.
Como el viejo dicho decía, nunca digas, “por qué yo”. Mejor di, “ponme a prueba”. Esto
era Styxx en pocas palabras.
Styxx lo fulminó con odio en la mirada.
— ¿Qué quieres?
— ¿Puedes apuntar esos a otro lugar?
Las bajo a la ingle de Savitar.
—Lindo.
Sonriendo, Styxx metió la pistola en la funda que tenía en la espalda y regresó el
cuchillo a la vaina de su antebrazo.
—Lo que sea que quieras, no tiene nada que ver conmigo.
—Algunos de los dioses atlantes han regresado.
—Como dije, no tiene nada que ver conmigo.
—Quieren venganza.
Styxx se agachó para sacar su agua debajo de su aba.
— ¿Y?
—Sobre Acheron.
Styxx tomó un trago de su agua embotellada antes de ponerle la tapa.
—Nada que ver conmigo.
— ¿Eso es todo, entonces? ¿Vas a dejar morir a tu hermano? Y lo hará… no hay forma
de que sobreviva a eso.
Styxx tragó el dolor dentro de él.
— ¿Estás sordo? Los dioses lo saben, Acheron lo ha dicho bastante. No tengo un
hermano.
—El mundo como lo conoces terminará.
Se echó reír ante eso.
—El mundo como lo conocía terminó en el momento en que mi esposa y mi hijo fueron
asesinados. Y todo lo relacionado remotamente con la vida que una vez viví terminó mientras
estuve preso por más de once mil años. No sé nada de este lugar y esta lucha no me
concierne. No tiene nada que ver conmigo —repitió. Se dirigió hacia su caballo y su camello.
—Tory está embarazada otra vez.
Styxx se congeló ante esas palabras que le llegaron hasta el alma.
—Bien por ella… y por Acheron.
— ¿Realmente vas a condenar a una inocente mujer y sus dos hijos a vivir sin su
esposo y padre?
— ¡Eso no es justo! —gruñó, frunciendo el ceño al chthonian al que quería disparar.
—La vida, como la guerra, no es justo. ¿No es lo que Galen te enseñó?
Styxx se estremeció ante el recordatorio de todo lo que había perdido… debido a su
hermano y los dioses que había odiado desde el momento de su nacimiento.
—No estás ayudando a tu caso al recodarme la traición de Apolo, chthonian.
—Bien, entonces quédate aquí en tu desierto. Al menos tendrás el consuelo de saber
que la viuda de Acheron y sus hijos huérfanos podrán compadecerte en tu dolor.
Girándose con furia, Styxx le arrojó la botella de agua.
Savitar se agachó. Si lo hubiera golpeado, lo habría contado.
— ¡Los odio a todos! —gruñó Styxx profundamente en su garganta. Una garganta que
seguía dañada por Acheron y los dioses que nunca lo dejaban solo.
Maldita sea todo.
No, malditos sean todos.
Ninguno de ellos se había compadecido de él. Fue arrojado a un lado y olvidado como
basura.
Hasta que lo necesitaban.
Todo lo que siempre había querido era una familia. Una persona que lo tratara como si
le importara. Y todo lo que había conseguido era decepción.
De todos ellos. Le había tomado siglos aceptar ese único hecho.
¿Qué demonios importa? ¿De verdad? No tenía una vida. Nunca la tuvo. Y
malditamente seguro no tenía a su esposa o su hijo…
No importan dos niños.
Sigue adelante y muere ya. No había nadie para llorar su muerte.
Enojado, herido, y dolorido por un hecho que no podía cambiar, Styxx se colocó su aba,
después levantó su mochila del suelo. Con la respiración entrecortada, miró con odio a
Savitar.
— ¿Puedes asegurarte de que mis animales y mi equipo vayan con alguien que los
necesite y mi perro no sea comido por su nuevo guardián?
Savitar estaba sorprendido.
— ¿Estás de acuerdo?
Styxx desvió la mirada mientras miles de emociones lo llevaban al punto en que
realmente no sabía lo que sentía. Parte de dolor y soledad.
Pero no era nada nuevo para él.
Encontró la estoica mirada lavanda de Savitar.
—Nunca he sido tan bastardo como ustedes me etiquetaron. Sabías que no podía
dejarlo morir, de otra manera no habrías venido aquí.
—Gracias, Styxx.
— ¿Por qué?
—Por ser el hombre que sabía que eras.
—Jódete, Savitar. Solo llévame donde necesitas que vaya y detén la mierda
sentimental que no quieres decir antes de ceder a mi deseo de golpearte.

*****

Urian estaba de pie al lado de Davyn, escuchando a Sin y Katra revisar sus planes para
la pelea contra los dioses atlantes. Todo estaba bien, excepto por una cosa.
— ¿Estoy leyendo esto mal? ¿O en cada plan Styxx termina muerto?
Acheron suspiró.
—Lo sé. Estoy intentando, Urian. Tampoco lo quiero muerto, pero no puedo pensar en
nada más. De verdad, estoy abierto a cualquier sugerencia. Supongo que si hay un consuelo,
eso es lo que quiere Styxx.
Bueno, se alegraba de que su jefe se sintiera tan displicente acerca de la vida de su
hermano.
Sin embargo…
—Realmente no es lo que quiero para él, ya que es mi mejor amigo.
— ¿Disculpa? —Davyn le dio una mirada ofendida.
—Tú eres mi hermano. Cállate.
Urian besó su mejilla y le revolvió el cabello.
—Más bien un amigo. Tus amigos, no abuses.
—Deja de quejarte.
Ash puso los ojos en blanco.
—De todos modos, estoy de acuerdo contigo, Urian. Realmente preferiría no hacer más
daño a Styxx tampoco. He destrozado mi cerebro todo lo que puedo, pero…
—Creo que sé el problema.
Ash arqueó una ceja hacia Urian.
—Por favor ilumíname.
—Creo que nos falta nuestro mariscal de campo estrella.

*****

— ¡Espera! —gritó Urian mientras se tele transportaba y vio que Savitar estaba a punto
de sacar a Styxx para pelear. Maldición, eso estuvo cerca. Unos segundos más, y habría sido
muy tarde para detenerlos.
Jadeando por su loca carrera para llegar ahí con Davyn a cuestas, se dobló para
recuperar el aliento.
Savitar gruñó.
—No tenemos tiempo para esto.
Urian resopló despreocupadamente.
—Discútelo con el jefe. Él es quien me envió tiempo fuera. Acheron ha convocado una
reunión de equipo antes de hacer nuestra jugada final.
Negando con la cabeza, Savitar dejó escapar un suspiro de exasperación.
—Recuérdame cancelar tu suscripción a ESPN… —Miró a Styxx con un brillo extraño
en sus ojos color lavanda—. Bien.
Lo siguiente que Urian supo fue que los cuatro estaban de regreso en la isla de Savitar
con Acheron y Tory, quienes le estaban dando galletas a su hijo. Danger y Alexion estaban
tratando de cuidar a Simi y Xirena mientras planeaban tomar las galletas de Bas. Y Katra y Sin
terminaban su acogedor club Fin del Mundo.
—No nos van a esperar todo el día —advirtió Savitar a Acheron—. Sabes que los
dioses están marchando y no esperan.
—Lo sé, pero estaba revisando la situación con todos y tratando de idear un plan
alternativo que no le cueste la vida a Styxx, Urian me recordó que nos faltaba un miembro vital
del equipo. —Acheron fijó su mirada en Styxx—. El mariscal de campo que realmente se
enfrentó a los dioses atlantes y les dio una paliza.
Styxx frunció el ceño cuando todas las cabezas se giraron hacia él.
—Ya que nadie se ha molestado en decirme a qué me enfrento, no tengo nada.
Ash miró hacia a Simi, quien se sonrojó y sonrió tímidamente.
—Bueno, mira, akri Styxx, todo empezó cuando Simi decidió que te iba a dar lo que te
prometió para tu cumpleaños en Navidad. ¿Ves?
—Tan claro como una tormenta de arena a trescientos kilómetros por hora.
Ash soltó una risa baja y siniestra.
—Simi decidió despertar a los dioses atlantes por ti. ¿No fue eso considerado?
Urian reprimió una carcajada. Será mejor que Ash se alegre de que Simi haya tardado
en entender ese sarcasmo, o si no, akri o no, podría haber terminado como barbacoa de
Caronte.
Styxx frunció el ceño.
— ¿Por qué?
Con un puchero adorable, Simi suspiró pesadamente.
—Bueno, ya ves, no se suponía que fueran todos los dioses. Se suponía que fuera solo
uno. Pero ella no se despertará. Muchos de ellos se levantan y se ponen feos rápido. Y quiero
decir son tan feos como un gullu en la mañana sin salsa de barbacoa. Y la Simi sigue sin
saber por qué la única que trató de despertar sigue durmiendo cuando es tan importante que
se levante y hable. Es tan confuso.
Sí, sí. Así fue. Y ella estaba ahí cuando sucedió.
Sin se giró hacia Savitar.
—Oye, tengo dos dioses y un semidiós que solicitan permiso para entrar a tu hogar y
unirse a nuestro powwow.
Sí, había una expresión en el rostro del poderoso Savitar que decía que el dios sumerio
estaba a punto de terminar en su menú.
— ¿Quiénes?
—Mi hermano Seth, y dios menos favorito de todos los tiempos.
— ¿Noir?
—El segundo menos favorito —corrigió rápidamente Sin.
Savitar gruñó bajo y profundo en su estómago, como si estuviera a punto de dar a luz a
un extraterrestre.
—Creí que ese bastardo estaba muerto.
—Aparentemente no.
Un tic empezó en la mandíbula de Savitar.
— ¿Por qué?
— ¿Por qué no está muerto? —preguntó Urian sarcásticamente.
Savitar lo fulminó con la mirada.
— ¿Por qué están aquí?
Ignorando la pregunta de Urian, Sin se encogió de hombros.
—Dicen que pueden ayudar con esto.
Con las manos en las caderas, Savitar miró hacia Acheron y después a Kat.
—Apollymi está en deuda conmigo. En grande. Y tú también.
Después volvió a mirar a Sin y asintió brevemente.
Urian escuchó a Devyn jadear al ver a Zakar, el hermano gemelo de Sin, aparecer junto
a él. Pero al menos eran fáciles de diferenciar ya que Zakar tenía el cabello más largo.
El dios egipcio Set siempre había sido una bestia particular, muy diferente del resto de
su panteón. Una de las cosas sería, su cabello rojo oscuro. Lo cual tenía sentido, supuso
Urian, ya que el rojo era el color que representaba el mal para ellos, y Set era el dios del mal,
la oscuridad, y el caos.
Toda la mala mierda, en realidad.
Alto y musculoso, tenía un aura de poder alrededor de él que ponía los nervios de
punta a Urian.
Sin embargo, la parte más extraña fue cuando Zakar le dio un codazo a Set para que
mirara a Styxx.
—Ahora esa era una expresión para sesión de fotos si alguna vez hubo una.
Urian observó la desconcertada mirada en el rostro de Styxx. No estaban equivocados.
Por la razón que sea, Set y Zakar se transformaron en una pareja de aspecto extraño,
después rápidamente regresaron a sus apariencias inmortales.
Bien, entonces…
Obviamente, había una extraña broma interna en la cual los demás no estaban
involucrados.
Set miró a su alrededor.
—Hace más de cuatro mil años, Apolo y su puta madre usaron a mi hijo Seth —señaló
al hombre pelirrojo a su lado que tenía una pelambrera de rizos—, para atraparme en el
desierto sin que él supiera lo que se me estaba haciendo, y restringió mis poderes para que
los griegos pudieran apoderarse de mi panteón y entregar a mi hijo a mi enemigo más
encarnizado.
Ah…
Maldición, su abuelo arruinó a cada uno que tuvo contacto con él.
Urian le dio una mueca de disgusto a Devyn. De verdad, ¿había alguna persona que no
quisiera golpear a Apolo hasta la inconsciencia en este momento?
Set dio una palmada en el hombro de Styxx.
—Si no fuera por Styxx, todavía seguiría ahí, encadenado en el desierto, luchando
contra los buitres. —Miro a su hijo y su mirada se suavizó de inmediato—. Y mi hijo seguiría
odiándome por algo que intenté hacer lo mejor que pude para evitarlo.
Styxx frunció el ceño profundamente.
— ¿Por qué no me dijiste que eras tú cuando te liberé?
—Ya tenías suficiente dolor por Bet. No quería empeorar las cosas en ti cuando creí
que no podía hacer nada para solucionarlo o ayudarte. Después de que me hicieras un gran
favor, lo último que quería era pagarte con más dolor.
Set inclinó la cabeza hacia el hermano de Sin.
—Zakar y yo fuimos aliados hace tiempo, por eso te pedí que me llevaras a su casa a
recuperarme. Desde que te fuiste hemos tratado de encontrar una manera de revivir a mi hija
sin despertar a los otros atlantes. Irónico como el infierno que se despertaran y ella no.
Styxx frunció el ceño.
—Pero Bethany era egipcia, no atlante.
—Por mí, sí. De su madre Symfora.
Con los ojos desorbitados, Urian intercambio una mirada sorprendida con Davyn ante el
nombre que ambos conocían. Symfora era la diosa atlante de la muerte, el dolor y la aflicción.
Styxx dejó escapar un largo y cansado suspiro.
— ¿De Bethany Bet’anya Agriosa?
Set asintió.
—Por una obvia razón, tenía miedo de decirte la verdad.
—No me hubiera importado.
—Bien. Porque si la quieres de regreso, vas a tener que hacer sangrar a Apolo y luchar
contra lo peor de los dioses atlantes por ella.
—Y no vas a luchar sin nosotros.
Maahes y Ma’at destellaron en la habitación, junto a Savitar. Llamado el señor de la
masacre, Maahes era el protector de inocentes. Un bruto salvajemente muscular, tenía mucho
en común con el hermano de Urian, Archie, excepto que su gran tamaño era un amargo
contraste con la excepcionalmente baja estatura de Ma’at. La diosa de la justicia y la verdad
apenas le llegaba a la cintura.
Pero prefería mirarla, ya que era hermosa. Su vestido rojo y dorado le hacía resaltar la
piel oscura a la perfección. Y sus bucles rubios estaban sujetos hacia atrás de sus afilados,
cincelados rasgos, por un pañuelo rojo oscuro.
Con los ojos enrojecidos por la rabia, Savitar gruñó.
— ¿Alguien más que quieras traer a la fiesta?
Maahes sonrió insolentemente.
—Madre, ¿puedo?
La expresión en el rostro de Savitar decía que Maahes estaba apenas a un paso de
convertirse en una alfombra de león en el piso de Savitar.
Ma’at se puso de puntillas para besar la mejilla de Savitar.
—Recuerda, te agrado.
—No me gusta nadie que irrumpa en mi casa sin ser invitado, Meenie.
—Lo superaras. —Volvió su atención al grupo—. Muy bien niños. ¿Dónde estábamos?
—Jodidos, por lo que estoy escuchando. —Styxx cruzó los brazos sobre su pecho
mientras consideraba todo lo que le habían dicho—. Voy a ser estúpido por un momento
porque tengo problemas intentando aceptar esto… ¿Bethany puede ser devuelta? ¿Sí?
Ma’at y Set asintieron.
Styxx se volvió de un interesante color verde y Urian realmente podía sentir las olas de
pena, dolor y rabia luchando por el control de su amigo. Honestamente, quería ayudar al
hombre a destriparlos a todos por todos los años innecesarios que Styxx había pasado solo.
Miró furiosos a Acheron.
— ¿Por qué nadie me dijo esto antes?
Ash levantó las manos en señal de rendición.
—No tenía idea de que tu Bethany era Bet’anya o que estaba alojada en el jardín de
estatuas de mi sótano. Esa es la verdad. Estaba un poco angustiado y desorientado hace
once mil años cuando mi madre me llevó a Katateros por primera vez. Después de
teletransportar esas espeluznantes estatuas a mi sótano, cerré la puerta y nunca más me
acerqué a esa zona.
Urian no podía culparlo por eso. Esos eran los dioses que habían ordenado su
asesinato cuando era un niño.
Aun así, no sujetaría a Styxx si le daba un puñetazo a Ash donde estaba. Porque si esa
hubiera sido Phoebe o Xyn en el sótano, y Paris de pie allí, estarían sangrando en el suelo
ahora mismo.
Styxx miró a Set y Ma’at.
— ¿Por qué no me lo dijeron?
—Cariño, cada uno de nosotros creíamos que estaba muerta —dijo Ma’at
amablemente—. Créeme, si hubiéramos sabido que estaba congelada en Katateros la
hubiéramos liberado por nuestra causa.
—Bueno, lo hubiéramos intentando. —Suspiró Set—. Probablemente hubiéramos
fallado. Fue la alineación en el vigésimo primero que hizo esto posible… eso y el demonio. —
Volvió la mirada hacia Simi.
Simi le dedicó una sonrisa feliz.
—Te dije que los deseos pueden hacerse realidad, y no solo en Disney World. El
mundo real también hace un buen trabajo, a veces.
Acheron frunció el ceño ante la familiaridad de Simi con su hermano.
— ¿Cuándo se hicieron amigos ustedes dos?
Ella arrugó la nariz.
—En tu cumpleaños akri. ¿Sabías que akri Styxx no tiene a nadie con quien pasar su
día especial? Estaba completamente solo, así que la Simi fue a disculparse y hacerlo amigo
suyo, también, así no estaría solo en su día especial. Pero rompió mi corazón así que ahora
es mi otro akri bebé como bebé Bas y akra Kat. La Simi lo ha adaptado oficialmente… no…
adoptado.
Sonrió tan ampliamente que sus colmillos brillaron.
En lugar de estar enojado Acheron se echó a reír y besó su mejilla.
Urian aclaró su garganta y se inclinó hacia adelante para susurrar en la oreja de Styxx.
—Amigo, confía en mí, ¿si intenta hacerte eructar? Corre rápido. Corre lejos. Corre
como si los sabuesos del infierno te pisaran los talones, porque lo están.
Styxx le golpeó el estómago.
Poniendo los ojos en blanco, Ash sacudió la cabeza.
—Muy bien, Styxx, tu espectáculo. ¿Cómo hacemos esto?
Styxx miró alrededor a los dioses y demonios. Y a Urian y Devyn.
—Sigo siendo el único humano en la habitación. No sé contra qué nos enfrentamos ni
contra quién estamos luchando. Necesito más detalles.
Acheron extendió su mano y un esquema de su templo en Katateros apareció en la
pared que mostraba el sótano y las estatuas alojadas ahí. Mientras hablaba. La animación
ilustraba sus palabras.
—Una docena de dioses despertaron mientras Simi estaba en el sótano con Xirena,
buscando a Bet’anya. Ya que yo estaba en Las Vegas con Sin y Katra, y Tori estaba en
Kalosis con mi madre, los dos demonios estaban solas para hacer una travesura bien
intencionada. Tan pronto como los dioses comenzaron a moverse, Xirena corrió a decirles a
Alexion y Danger que habían regresado. Los tres agarraron a Simi y escaparon aquí con
Savitar para hacerle saber lo que había pasado.
—Ahí fue cuando me llamaron a Minnesota —dijo Urian—. Y me dijeron que no fuera a
casa por algunos días ya que teníamos intrusos antiguos en Katateros que probablemente no
serían los anfitriones de una fiesta de bienvenida. ¿Quién lo diría? Espero que hayan dejado
en paz mi PlayStation, ya que eso me enojaría seriamente.
Ignorando ese comentario, Acheron suspiró.
—También estamos a ciegas. —Señaló la decoración de la pared—. Tenemos esto
basado en el recuerdo de Simi, que es impecable. Pero es un poco anticuado porque Archon y
los otros bloquearon nuestras sforas. Ninguno de nosotros puede ver dónde están o cualquier
cosa dentro del templo principal.
—Intenté enviar a Devyn pero es un cobarde.
Davyn empujó a Urian.
—Nadie te impidió ir.
—Eso es porque soy un cobarde.
Styxx los ignoró por completo.
Acheron miró a Simi antes de responder.
—No estamos cien por ciento seguros, porque Simi era una niña cuando gobernaban.
Como resultado, está un poco dudosa en algunas de sus identidades. Lo mejor que podemos
calcular, es… —Se dio vuelta a mirar las imágenes que Simi había creado, uno se parecía
más a Ralph El Demoledor que a un dios real… vamos, Simi—. Dikastis, Ilos, Isorro, Asteros,
Epithymia, Diafonia, Nyktos, Paidi, Teros, Phanen, Demonbrean y sabemos a ciencia cierta
que Archon está con ellos ya que con él hemos estado hablando. Y por supuesto, el imbécil
favorito de todos, Apolo.
—Hermoso. —Styxx lo miró como si estuviera a punto de vomitar, y Urian pudo probar
un poco de su propia bilis—. Mi lista de invitados ideal… para una fiesta en el infierno.
Urian no podía estar más de acuerdo. Con ese elenco de villanos Gothamescos, los
dioses definitivamente se estaban burlando de todos hoy. Todo lo que necesitaba era Helios
en esa mezcla y tendría la lista completa de idiotas de los que quería un pedazo.
Styxx los repasó para que todos supieran con quién y contra quién luchaban, ya que la
mayoría de ellos nunca se habían cruzado antes.
—Apolo no es un problema. Es un maldito idiota cuando se trata de cosas como estas.
Es un matón sin valor que retrocederá ante alguien más poderoso. No llevara una carga, pero
se quedara atrás hasta que pueda dar un golpe con seguridad. Desafortunadamente Archon
no es nada de eso. Es agudo y mortal. Vengativo como el infierno. Brutal. Pero fuera de la
lista, Epithymia y Asteros —los destacó—, son los dos que tenemos que neutralizar de
inmediato. No los subestimen, especialmente a Epithymia. La puta diosa está loca y es más
mala que la mierda. No le muestren compasión ni vacilación, porque no lo tendrá contigo.
Barrió con la mirada alrededor de los ocupantes de la habitación.
—Y hagan lo que hagan, no dejen que esa perra los toque… Demonbrean es más
estúpido incluso que Apolo, pero también tiene el tamaño de una maldita casa. Su piel está
blindada y vive para aplastar cosas. Trátalo como una pitón y no dejes que te envuelva con
sus brazos. Si lo hace… estás jodido. Dikastis se quedará atrás para entender la situación y
podría no pelear con nosotros. Él es todo acerca de la justicia y de lo que es correcto. Si la
pelea no es por honor o verdad, no participará en ella. Los demás son seguidores. Letales,
pero sin embargo peones. Son sirvientes para Misos en la guerra, y solo hacen lo que ellos les
dicen. Sacas a Archon y se retiraran… Ahora ¿que sabemos acerca de sus demandas?
Savitar dejó escapar un amargo gruñido.
—Porque yo era su ccthonian, Archon me contactó, sin saber mi relación con el Grom.
Quieren a Acheron como sacrificio para que puedan usar su sangre y su corazón para
regresar al resto de su alegre banda de tarados, con excepción de Bethany. Archon la culpa
por esto, como si él no fuera el que ocasionó que Acheron fuera maldecido… ¿Qué estaban
diciéndome de su inteligencia?
—La negación constante no es lo mismo que la inteligencia. —Styxx se frotó la ceja
mientras digería la pepita de oro que nadie se había molestado en decirle cuando le dijeron
que fingiera ser Acheron—. Solo por curiosidad, ¿cuál era el plan de acción que tenían una
vez que me enviaran a morir y descubrieran que mi sangre y corazón no podían traer de
regreso a sus muertos?
Savitar se encogió de hombros despreocupadamente.
—Comprarnos tiempo para reunir suficientes chthonians para derribarlos.
Styxx frunció el ceño.
— ¿Y por qué? ¿Los chthonians son conocidos por complacer a la gente? ¿Sí?
¿Cuándo fue la última vez que ustedes, malditos, trabajaron juntos? La última vez que lo
comprobé, su lema oficial era “No Juegan Bien Con Otros. No Mezclarse con la Población
General o Personas. Punto”.
—“Y hagas lo que hagas, no los alimentes después de la medianoche o en cualquier
momento del día porque tomarían la mano que los alimenta y la empujarían en algún lugar
incomodo del cuerpo”.
Styxx sacudió la cabeza.
—Estaría tentado a reír si no estuviera tan enojado. Gracias a los dioses ninguno de
ustedes estaba entre mis consejeros militares. Hubiéramos sido totalmente derrotados —
murmuró en voz baja. Después, en voz alta—. ¿Están en plena fuerza?
Acheron se encogió de hombros.
—Ni idea.
Styxx dirigió una mirada irritada a Urian, que levantó las manos en señal de rendición.
Te entiendo, hermano.
Urian le envió sus pensamientos. Porque de verdad lo hacía. Esto era exactamente el
porqué se había negado a permitir que enviaran a Styxx de la forma en que habían planeado
hacer. No se iba a quedar sin hacer nada y observar cómo asesinaban a su amigo por su
estupidez.
Styxx dejó escapar un suspiro de cansancio.
—Vamos a suponer que sí… entonces nuestros números están básicamente iguales. El
eslabón más débil de nuestro grupo soy yo… ¿cuáles son nuestras fortalezas?
Simi abrió su bolso y sacó su salsa de barbacoa.
— ¡Demonios listos para comer, señor akri Styxx! ¡Dame!
Riendo ante el entusiasmo de Simi, Acheron levantó la barbilla hacia su otra hija.
—No quiero a Katra en peligro, pero es un sifón.
Kat le dio una mirada furiosa a su padre.
—También soy un soldado entrenado, papá. —Kat miró a su esposo, Sin, y le advirtió
con la mirada que no dijera una palabra. Se dio vuelta hacia Styxx—. Era la principal kori de
mi madre, y a diferencia de mis seriamente sobreprotectores padre y esposo, ella…
—Puso su trasero en peligro todo el maldito tiempo, con un descarado desprecio por su
seguridad que todavía me molesta —gruñó Sin.
Kat sonrió y ahuecó su mejilla.
—Sí, cariño, pero si ella no hubiera sido tan descuidada, no te tendría. ¿Verdad?
Él refunfuñó en voz baja.
Y Kat nació de los dos panteones contra los que se enfrentaban. Una ventaja definitiva.
Styxx asintió.
— ¿Qué más tenemos que ellos no sepan?
Urian se señaló a sí mismo y a Davyn.
—Daimon y un ex daimon. —Aunque probablemente no era mucho.
Set cruzó los brazos sobre su pecho.
—Durante miles de años, mi hijo fue el alto guardián de Noir en Azmodea.
Sí, definitivamente no eran tan buenos como eso.
Seth asintió.
—Estoy acostumbrado a luchar contra dioses enojados. También puedo dar una vista
de pájaro de todo lo que necesites. Lo que uso, no pueden bloquearlo.
Pero tenían una cosa que los otros no tenían…
—Gracias a Davyn, tenemos esto. —Urian levantó el collar que habían intercambiado
sinceramente con su padre.
Aun así, los ojos de Set se abrieron de par en par con reconocimiento.
— ¿Cómo conseguiste eso?
Urian resopló.
—El enemigo de mi enemigo es mi maldito mejor amigo. Davyn lo tomó prestado de mi
padre, quien estuvo más que feliz de prestarlo y quiere que lo atemos en un lazo en el cuello
de Apolo.
— ¿Qué es eso? —preguntó Styxx.
Set se echó a reír, bajo y malvado, y no hizo ningún movimiento para tocarlo.
—El Ojo de Verlyn. Eso consumirá los poderes de cualquier dios que entre en contacto
directo con él.
Por eso todos los dioses de la habitación estaban dando un paso atrás.
Styxx lo miró con nuevo respeto.
— ¿Por cuánto tiempo?
Urian sonrió.
—Tan pronto como los toca, son eliminados. Entonces depende de cuánto tiempo esté
en su cuerpo y de lo fuertes que sean. Demasiado tiempo, los matará.
Styxx sonrió e inclinó la cabeza hacia ellos.
— ¿Funciona con sangre pura o en cualquier otra especie?
Set se encogió de hombros.
—No lo sé.
Antes de que cualquiera pudiera reaccionar, Simi agarró a su hermana y le puso la
mano encima.
— ¡Oye! —le gritó Xirena a su hermana.
— ¿Sigues teniendo poder, hermana?
Xirena le lanzó una ráfaga de fuego.
Sonriendo y agachándose, Simi miró a Styxx y dejó ir a Xirena.
—No funciona en nosotras.
Urian se echó a reír.
—Lo ayudé a llevarlo, así que… solo soy un cuarto de semidiós, y parece no afectarme.
—Creo que soy el único semi entonces. —Valientemente Seth lo tomó en su mano y
esperó. Después de un par de minutos, sacudió la cabeza—. Tampoco hay efecto en mí.
—Ya que mis poderes fueron cedidos por Apollymi, no me arriesgaré. Asumiremos que
tengo que mantenerme alejado. Urian lo dejaremos bajo tu custodia. —Styxx dudó mientras
pensaba otra cosa—. ¿La piedra puede ser rota o duplicada?
Set negó con la cabeza.
—No sin destruirla.
Styxx frunció el ceño hacia Acheron, que era un desconocido de todo esto.
— ¿Podría la piedra absorber tu poder de dios y dejar lo demás intacto?
—Eso es lo que suele pasar. ¿Por qué? ¿Estás pensando en darme un regalo de
Navidad anticipado?
En contra de su voluntad Urian se echó a reír.
—No me distraigas o me tientes. —Styxx pasó por encima del resto de su arsenal y la
distribución del templo de Acheron. Definitivamente usarían los poderes de Seth para echar un
vistazo a lo que estaban haciendo.
Pero primero…
—Mi pregunta más importante de todas… ¿dónde está mi Bethany?

*****

Urian y Devyn estaban detrás de los demonios, Kat y Styxx mientras se dirigían primero
hacia Bethany. El plan era traerla primero y después ocuparse de los demás.
Mientras Styxx alcanzaba el pomo de la puerta, Katra colocó la mano en su brazo.
—Sé que esta es la primera vez que nos encontramos, Styxx, pero preferiría que no
entraras solo. Alguien debería estar contigo.
— ¿Cómo eres hija de Artemisa?
Kat sonrió.
—No es tan mala como crees… Apolo, sin embargo, probablemente es peor.
Simi se puso del otro lado y se inclinó para susurrar en su oído.
—Debemos ser súper silenciosos. Akri Styxx ni siquiera sabrá que estamos ahí.
Urian puso la mano en el hombro de Styxx.
—No te preocupes. Lo que pase pasará, y no pensaremos nada al respecto. Solo
estaremos aquí si nos necesitas.
Lágrimas brotaron de sus ojos y las emociones ahí decían que no estaba acostumbrado
a que nadie estuviera con él. Urian conocía la sensación, demasiado bien. Era lo que más
extrañaba de sus hermanos y por lo que apreciaba a Styxx de la forma en que lo hacía.
—Gracias.
Urian apretó más la mano antes de soltarlo.
Tomando una respiración profunda, Styxx abrió la puerta del dormitorio. Las ventanas
de piso a techo estaban abiertas, dejando entrar la suave brisa marina. Pero fue la enorme
cama con dosel en medio de la habitación lo que llamó su atención. Las cortinas de lino
blanco se retiraron con cuerdas doradas, oscureciendo la mayor parte del interior de la cama.
La mirada de Urian se dirigió al bulto que había debajo de las mantas completamente
blancas. Justo antes de que los atlantes atacaran Katateros, Simi había sacado el cuerpo de
Bethany y la había traído aquí para que estuviera a salvo hasta que encontraran una manera
de despertarla.
Urian mantuvo su atención dividida entre Styxx mientras se acercaba a la cama y vigilar
a cualquier visitante no deseado que pudiera acercarse a ellos.
Y tan pronto como Styxx vio a Bethany se congeló por completo. Urian hizo lo mismo.
Maldición, era hermosa. Perfecta. Tal y como se veía en esos detallados dibujos que
Styxx había hecho. Su piel oscura era perfecta. Incluso aunque no se movía, podía imaginar la
gracia fluida de sus movimientos. Podía escuchar el suave y cadencioso sonido de su voz.
Extrañamente, sentía como si de alguna manera la conociera. Como si la hubiera
conocido en un sueño en alguna parte.
La mano de Styxx temblaba mientras tiraba de las mantas para revelar la sangre que
seguía en su vestido donde Apollymi la había atacado. Lanzando la cabeza hacia atrás, rugió
de rabia y dolor, y después levantó su cuerpo entre sus brazos para poder abrazarlo.
— ¿Beth? —susurró contra su mejilla mientras le acunaba la cabeza en su hombro—.
Por favor regresa a mí. Por favor. Te necesito tanto… —Las lágrimas cayeron por sus mejillas.
Urian se ahogaba al sentir la agonía de su amigo. Incapaz de soportarlo, apartó la
mirada. En su mente, se vio a sí mismo la noche que había perdido a Phoebe. Xyn. Escuchó
sus propios gritos de angustia que aún no se habían detenido las noches que su corazón se
había roto.
Davyn extendió la mano y lo abrazó. Urian hizo todo lo que pudo para mantenerse
fuerte. Como siempre lo hacía.
Pero la verdad era, nunca fue fuerte. Nunca lo había sido. El amor verdadero nunca
conquistaba nada. Todo lo que hacía era destruir.
—Te tengo hermano —susurró Davyn en su oreja mientras lloraba en silencio, y
Acheron se unió a ellos en la habitación para ir a Styxx.
Urian se apartó de Devyn justo cuando Styxx soltaba a Bethany y gritaba con furia. Se
dio vuelta hacia Acheron con un gran puñetazo. Acheron lo bloqueó y lo atrajo a sus brazos.
Styxx intentó luchar, pero Acheron lo mantuvo cerca de él con un agarre de hierro.
—Está bien Styxx. Sé que duele.
Pero Acheron no lo sabía. Incluso Urian sabía eso. El Dark Hunter no tenía idea del
dolor que él y Styxx compartían. Sus hijos todos estaban vivos y bien. Tory estaba sana…
Nadie iba a matar a su bebé y dejarla congelada y sola así.
Cubierta en su propia sangre.
Urian esperaba que Acheron nunca conociera la oscuridad que vivía dentro de él.
Porque la locura stygia que se desparramaba ahí era una agonía devoradora como ninguna
cosa inimaginable. El dolor por su esposa era un ansia que se alimentaba de toda felicidad.
Devoraba sonrisas y robaba partes de su alma cada día hasta que temió que no volvería a ver
la luz otra vez.
Como Styxx, Urian había estado tan perdido por tanto tiempo que aunque caminaba a
la luz del día, no la veía. Ni siquiera sentía ninguna forma de calor en las vastas tierras
invernales que lo tragaban por completo. El sol no podía alejar las sombras persistentes de
dolor y remordimiento. La asombrosa oscuridad de lo que pudo haber sido.
Esa profunda sensación de pérdida que llegaba en el momento en que despertabas y
sabías con certeza que todas tus esperanzas y sueños para el mañana se habían convertido
en tu ayer.
Ese era el infierno que llamaban hogar. Y Acheron no sabía nada de eso.
Bastardo afortunado.
—Te odio maldita sea —le gruñó Styxx en la oreja de Acheron.
—Lo sé, hermano… lo sé. —Y aun así Acheron lo abrazó de la misma manera que
Urian solía aferrarse a su propio gemelo. En los días cuando habían sido inocentes niños,
antes de que el mundo se derrumbara sobre ellos y los convirtiera en hombres amargados,
marcados por la guerra y la tragedia. Separados por la muerte y la pena—. Desearía más que
nada poder retractarme de todo. De todo. —Suspiró Acheron—. Que hubiera escuchado y
seguido los consejos que les di a otros. Te lastimé y te abandoné y estuvo mal. Me equivoqué
y lo siento muchísimo.
Su tristeza ahogó a Urian mientras los observaba. Lo sentía por los dos hombres que
habían sido divididos por el odio y por un mundo que no les permitía vivir en paz.
Styxx miró fijamente a su gemelo.
— ¿Por qué no puedo solo odiarte?
Los brazos de Acheron se apretaron a su alrededor.
—Porque eres un mejor hombre que yo. Siempre lo fuiste. —Se hizo hacia atrás y
colocó su frente en la de Styxx, después golpeó suavemente con el puño el cabello de la nuca
de Styxx—. Nunca te volveré a dar la espalda hermano, Yo…
Styxx cubrió su boca con la mano, interrumpiendo sus palabras.
—No hagas promesas que no puedas cumplir.
Lo mataría si lo hiciera. Esa era la maldición de los dioses atlantes.
Limpió las lágrimas del rostro de Acheron.
—Gah, parecemos dos ancianas. —Styxx golpeó con sus puños el cabello de Acheron,
que ya no le caía por la espalda—. Pero al menos finalmente tienes un corte de cabello
decente.
Acheron se echó a reír.
Urian limpió sus propios ojos mientras recordaba su propio asombro cuando Ash y Tory
habían cortado su largo cabello y donado a la caridad en honor del primer cumpleaños de
Sebasto.
Con aliento entrecortado, Acheron lo liberó.
—No tienes idea de cuánto te extrañé cuando Estes me llevó con él, Styxx. No podía
soportarlo.
Styxx resopló.
—Conozco tu dolor. No solo tengo mis recuerdos, sino también los tuyos.
Acheron le dio una mirada feroz y severa.
—Y ahora tengo los tuyos. —Las lágrimas humedecieron sus ojos otra vez—. Chico, no
me siento estúpido. Sinceramente no sé cómo pudiste volver a hablarme. Y si te hace sentir
mejor, Styxx, yo también la habría elegido a ella antes que a mí. Al menos ella es más bonita
de mirar.
Urian tomó la mano de Devyn mientras sentía que el dolor de su hermano se extendía
hacia él. Todos ellos entendían esa desdicha. El amor era un regalo demasiado caro para
desperdiciarlo. Si tenías la suficiente suerte de encontrar a la única persona lo suficientemente
fuerte para permanecer a tu lado, te aferrabas a ella con todo lo que tenías y nunca la dejabas
ir.
Porque si los perdías, era un infierno inimaginable que te atravesaba todos los días de
tu vida.
Acheron le dio una sonrisa sombría.
—No te equivocaste al protegerla. Y la traeremos de regreso para ti. Lo juro.
Urian se ahogó en su propio dolor cuando sintió la mano de Devyn temblando en la
suya. Ambos venderían sus almas para tener a Paris y Phoebe o Xyn de vuelta. Solo por un
instante.
Maldición, ¿Por qué no las había apreciado más cuando las tenía? El único
arrepentimiento de Urian era no haber pasado más tiempo en sus brazos. Nunca debió
haberlas dejado. Styxx tenía razón, te subías al carruaje, al infierno o a las aguas altas, y te
quedabas a su lado, sin pensar en las consecuencias.
Styxx se limpió los ojos.
—Solo prométeme una cosa. Si no funciona, finalmente me matarás.
Urian se estremeció ante esas palabras. Maldito sea, si no entendía eso. Hubiera hecho
la misma petición. Y odiaba cada día que vivía sin las mujeres que amaba. No era justo estar
aquí cuando ellas no estaban. Eran su mejor mitad. ¿Cuál cruel fue el destino al salvar al
animal que estaba dentro de él y tomar la belleza de sus almas en su lugar? ¿Qué clase de
justicia era esa? ¿Cómo eso podía ser considerado correcto?
¿Qué demonios estaba mal con el balance del universo que le hiciera tal cosa a la
humanidad? Él era el que debió de ser asesinado. Phoebe nunca había dañado a nadie. Y
Xyn… era una guardiana. Una dama de tanta belleza y gracia.
Él era un monstruo que debería haber sido sacrificado como un perro rabioso. Y aun
así vivía por una eternidad mientras ellas ya no estaban.
No era correcto y cada vez que lo pensaba, quería arrancarles las gargantas a los
dioses mismos por su crueldad. Por su falta de respeto a la humanidad y dejándolo atrás
porque obviamente no daban una mierda acerca de lo que era correcto y justo.
La vida era egoísta y era fría. Igual que su alma estéril. ¿Por qué la vida tenía que ser
así? ¿Por qué los dioses te mostraban un destello del cielo solo para arrancarlo de tu agarre
en el momento en que te atrevías a alcanzarlo?
No había necesidad de un infierno eterno. La vida era suficiente castigo. Nadie lo
merecía.
Especialmente no inocentes bebés nacidos en este mundo que vinieron desnudos y sin
preparación para su brutalidad.
— ¿Es eso lo que realmente quieres?
Urian resopló ante la pregunta de Acheron que decía todo sobre su ingenuidad. Ash
realmente nunca había amado y perdido o sabría la respuesta. Nadie quería vivir después de
haber sido destrozado.
El tiempo no sanaba esas heridas.
No cubría las cicatrices. Lo mejor que se podía esperar eran lapsos momentáneos de
dolor en los que la punzada no era tan fuerte. Y si realmente tenías suerte, esos lapsos
podían durar un poco más en el intermedio.
Eso era todo.
Styxx tomó la mano de Bethany en la suya y asintió mientras hacía girar el anillo de
bodas en su dedo.
—Estaba tan feliz cuando le puse esto en su mano. Todavía puedo verla sonriendo…
—Se estremeció de dolor—. Dioses, Beth, ¿por qué no pude ir contigo cuando te fuiste? Debí
haberme subido a ese carruaje y nunca apartarme de tu lado.
Urian cerró los ojos mientras Styxx repetía las palabras que le había escuchado decir
tantas veces.
Acheron puso la mano en el hombro de Styxx.
—No habría importado. Si hubiera tomado el suero, mi madre aun así la habría matado.
Al menos de esta manera, tenemos la oportunidad de traerla de vuelta.
Urian deseaba compartir el optimismo de Ash. La suya había sido masacrada en el altar
de la realidad hace mucho tiempo. Esa perra no tenía piedad de nadie.
De repente, algo rojo brillante y furioso destelló en la habitación. El temperamento de
Urian se encendió cuando vio a su tía Artemisa en su vibrante gloria pelirroja. Cuando dio un
paso hacia ella con ira, Davyn lo atrapó.
—No —susurró.
El corazón de Urian latía con fuerza mientras le exigía que golpeara hasta que su
necesidad de venganza contra ella y Apolo estuviera satisfecha. Pero Devyn tenía razón. No
cambiaría nada.
Sin embargo, podía hacer que se sintiera mejor.
Artemisa se detuvo brevemente con una mueca severa y un extraño ruido cuando vio a
Ash y Styxx de pie juntos. Si no lo supiera mejor, Urian pensaría que les tenía miedo.
Styxx inclinó la cabeza hacia atrás para hablar con Acheron.
—Creo que la asustamos más de lo que ella a nosotros.
Acheron suspiró.
— ¿Qué estás haciendo aquí, Artie?
Ella empezó a hablar, entonces cerró distancia entre ellos para golpearlos en el hombro
a cada uno de ellos.
—Eso no es… no está bien. Di algo más para que sepa cuál de ustedes es Acheron.
— ¿Qué, Artemisa?
Hizo una cara de disgusto.
—Ahí está ese tono irritado que detesto. —Le dio la espalda a Acheron para poder
hablar con Styxx—. Te traje regalos.
Eso envió un escalofrío a la columna de Urian. Su tía nunca enviaba regalos. A nadie.
Ten cuidado de un griego que lleva regalos, especialmente cuando es una diosa perra
famosa por su egoísmo.
— ¿Por qué? —preguntó Styxx.
—Te vas a enfrentar a mi hermano y al resto de esos animales… quiero que ganes, y lo
hagas sangrar. Mucho. Cubos y cubos llenos hasta que se desborde y llene todo el salón.
Urian le sonrió a Davyn. Vaya, Apolo estaba haciendo amigos a donde quiera que iba.
Era bueno saber que su hermana gemela lo odiaba tanto como los demás.
Styxx encontró la mirada de Acheron por encima del hombro.
— ¿Debo tener miedo de su sed de sangre?
—Estoy aterrado. —Acheron frunció el ceño profundamente—. ¿Qué hizo Apolo ahora?
—Atacó a mi Nicholas mientras estaba debilitado. No lo permitiré. Ya no soy lo
suficientemente poderosa para dañar a Apolo por mi cuenta, quiero que ustedes dos le pateen
la pierna.
Acheron puso los ojos en blanco.
— ¿Quieres decir trasero, Artie?
—Trasero, pierna. Cualquier parte del cuerpo que te guste. No puedes matarlo, pero
puedes hacerlo sufrir. Mucho. Fuerte. Lamentablemente. Le di a Savitar un surtido de armas
que metí en el Río Estigio, Debilitará a Apolo hasta el punto de que será un mortal. —Lanzó
una mirada asesina de su odio por Apolo a Styxx—. Si fuera tú, lo castraría lentamente y con
mucho…
— ¡Abuelita! ¡Abuelita!
Urian resopló al ver que Mia destellaba en la habitación vestida como una especie de
criatura mágica del bosque. Esa pequeña niña de cabello oscuro era en parte sabueso cuando
se trataba de sus abuelos. Inconsciente del hecho de que su abuela era una perra de
pesadilla, inmediatamente saltó a los brazos de Artemisa para poder envolver sus brazos
regordetes a su alrededor con un chillido y darle un gran abrazo y un gran beso.
Su diatriba quedó olvidada de inmediato, Artemisa le devolvió su afecto.
— ¡Mia bella! ¿Cómo está mi preciosa hoy?
La niña chilló incluso más fuerte cuando rebotó en sus brazos.
—Abue, abue, abue, ¿adivina qué? ¡Adivina que! La Simi me va a poner cuernos en la
cabeza como ella y el abuelo. Y dijo que podía escoger el color que quisiera y que estarían ahí
todo el tiempo y también podrían brillar en la oscuridad.
Sorprendida, Artemisa parecía tan horrorizada con la idea como Urian lo había estado
la primera vez que Simi intentó hacerle eso a él.
Acheron se echó a reír y frotó la espalda de Mia.
— ¿Qué tal si Simi te hace un par que puedan quitarse?
Mia le arrugó la nariz.
— ¡Abuelo! ¡No! Quiero unos reales. Como tú, y Simi y Xireni.
Artemisa respiró pesadamente.
—Sabes que tu abuelo solo los tiene cuando está enojado, ¿verdad?
Los ojos de Mia se abrieron de par en par.
— ¿De verdad?
Ambos asintieron.
Urian saludó a Mia con la mano mientras ella reía y le saludaba. Tenía que admitir que
su prima era adorable. Y todavía no le cabía en la cabeza el hecho de que él y Katra estaban
emparentados. O que Apollymi se lo había ocultado. Pero entonces ella era la única persona
que había conocido que era mejor guardando secretos que Acheron.
La atención de Mia finalmente fue hacia Styxx. Sus ojos se abrieron.
— ¿Quién clonó a mi abuelito? —susurró.
Acheron sonrió.
—Él es mi hermano… tu tío Styxx—emocionada, se lanzó a sus brazos y lo besó.
—Te ves igual que mi abuelo. —Después puso las manos en sus mejillas y frotó su
nariz con la él—. Así es como el Caronte dice hola. Pero solo si le agradas. De otra manera te
comen con salsa de tomate o salsa de barbacoa, o si son como mi tío Xed, jalapeños, que
también son muy picantes.
—No asustes a tu tío la primera vez que lo conoces, tontita.
Artemisa la puso otra vez en sus brazos y le hizo cosquillas.
La puerta se abrió. Kat y Sin entraron en la habitación haciendo sonidos paternales de
irritación, pero aliviados.
—Lo siento. —Kat tomó a su hija de Artemisa—. Se escapó de la cadena cuando le
quitamos los ojos de encima durante tres segundos. Debe haber sentido que estabas aquí. —
Abrazando a su madre, le dio un beso en la mejilla mientras Sin tomaba a su hija de Kat.
Urian siempre estaba sorprendido de cómo pasaban a esa niña como papa caliente y
sin embargo a ella no le importaba. Sus sobrinas y sobrinos nunca hubieran tolerado eso.
Pero su prima era completamente otro huevo loco. Lo que, dados sus padres…
Bueno, lo entendía.
Mia le puso un rostro adorable a su padre.
— ¿Estoy en problemas, papi?
Sin tenía la misma reacción que Urian cuando la pequeña Phoebe dirigía sus encantos
hacia él. Se derritió y sonrió.
—No, pequeña. Pero no deberías desaparecer así sin decirnos a dónde vas.
Urian se echó a reír. Era histérico ver a un hombre tan rudo y severo como Sin
sosteniendo a una princesa de hadas tan brillante y delicada. La parte superior de su vestido
estaba abultada con flores de tela rosa y blancas, algunas de las cuales estaban cosidas en la
larga falda vaporosa de tul amarilla. Sus piernas estaban cubiertas con mallas rosas a juego y
zapatos de charol color rosa. Incluso estaba usando un par de alas miniatura rosas de tul.
—Tienes que regresar con la tía Tory y la tía Danger y el tío Kish y permanecer con
ellos por un rato, ¿de acuerdo?
Hizo un gesto adorable y asintió.
Artemisa detuvo a Sim antes de que pudiera irse con Mia.
—Abuelita estará en un momento a leerle a su bella bebé una historia. ¿Está bien?
Mia sonrió y saltó.
— ¿Podemos montar en tu carruaje de ciervos también?
—Solo si mamá y papá dicen que está bien… y tendrás que ponerte un suéter. —
Artemisa le dio un gran abrazo y un beso—. Estaré ahí tan pronto como pueda.
Asintió, después se puso rígida en los brazos de Sin.
— ¡Espera! ¡Espera! ¡Abuelo!
Sonriendo, Acheron le dio un fuerte abrazo.
—Yo también, volveré tan pronto como pueda.
— ¿Entonces veremos Megamente?
—Claro, bebé.
— ¡Adiós, Uri y Davys! —les gritó con una sonrisa de querubín. Después le plantó un
ruidoso, húmedo beso en la mejilla de Acheron.
Observando, Kat la tomó de vuelta de Sin.
—La regresaré al armario y la encerraré con alguna clase de kriptonita para bebé.
Sin besó la parte superior de la cabeza de Mia antes de darse vuelta hacia ellos.
—De verdad, lamento la intrusión. —Siguió a su esposa y a su hija.
Acheron encontró la mirada de Styxx.
— ¿Estás bien?
—Tienes una hermosa nieta y en verdad no envidio tu familia, Acheron. —Miró hacia
Bethany—. Solo quiero la mía.
—Eso no va a ser fácil.
Fruncieron el ceño ante el comentario de Artemisa. La manera en que lo dijo les indicó
que sabía algo que ellos no.
— ¿Qué quieres decir? —preguntó Styxx.
—Sabes que mi hermano estaba enamorado de ella, ¿verdad?
Urian no estaba seguro de quién en esa habitación estaba más sorprendido.
— ¿Bethany? —preguntó Urian
—Bathymaas —corrigió Artemisa—. Él y mi madre fueron los que te aletaron.
—Delataron —corrigió Acheron en un tono lleno de dolor.
Ella suspiró.
—Lo que sea. Solo no entiendo a los idiotas modernos.
¿Aletaron? Davyn gesticuló la palabra a Urian, que se encogió de hombros y después
hizo un gesto con la mano para recordarle que Artemisa estaba un poco loca.
Acheron se aclaró la garganta.
—Creo que quiere decir expresiones idiomáticas.
Ella se dio vuelta y miró de reojo a Acheron.
—No, esta vez acerté en ello. Idiotas modernos. En cualquier caso, mi madre la odiaba
porque codiciaba los poderes de Bathymaas y porque Bathymaas no evitaba que Hera fuera
una perra con nosotros y nos dejara con la maldición chupasangre…
Sí, qué amable de su abuelo, que odiaba el hecho de que estaba condenado a beber
sangre de su hermana, por prolongar eso en ellos.
Maldito bastardo.
Solo por eso, Urian quería cortar su cabeza e enviársela a Helios. Pero Artemisa
continuó con su explicación.
—Así que cuando Apolo se enamoró de Bathymaas y ella se negó a tener algo que ver
con él, se puso furioso. Cuando descubrió que no solo estaba enamorada del atlante Aricles
sino que dormía con él, se volvió poco.
—Loco.
—Como. Sea —le gruñó a Acheron y sus continuas correcciones—. Apolo fue el que la
engañó para que te matara —le dijo a Styxx—, como hizo conmigo con Orión. El maldito
bastardo que es. Pero le juraste que, si te tomaba diez mil vidas, encontrarías el camino de
regreso. Y me alegra que lo hicieras, pero Apolo no estará tan feliz una vez que se dé cuenta
de que eres tú.
Urian estaba confundido.
—Espera. Bethany no es Bathymaas. Bathymaas nació de la fuente primordial. Bethany
no.
—Sí lo es. Nació de Set.
— ¿Set? —Urian todavía no veía la conexión.
Artemisa asintió.
—Ella se volvió… —le hizo una mueca malvada a Acheron—… loca. Bastante similar a
lo que Apollymi hizo cuando Apolo mató a Acheron. Pero su perilla fuera de control…
— ¿Botón o interruptor?
Acheron realmente parecía no ser capaz de evitar corregirla. Urian estaba empezando
a pensar que su jefe lo hacía solo para meterse debajo de su piel.
Ella le arrugó la nariz y continuó hablando.
—Su interruptor de apagado fue mucho más difícil de encontrar que el de Apollymi. La
única forma de detener a Bathymaas fue hacerla renacer sin los recuerdos de su vida y su
amor por Aricles. Es por eso que su madre era Symfora, la diosa de la pena, y por eso
Bethany no se casaría ni se interesaría por los hombres hasta que Aricles renaciera. Pero
extrañamente, siempre iba de pesca donde los dos solían encontrarse todos esos siglos atrás.
Como si estuviera esperando a que Aricles volviera incluso aunque no se acordara de ti o de
él.
Urian dio un fuerte suspiro. El destino saldrá a la luz. Es lo que su padre siempre le
había dicho. No importa lo que hagas, algunas cosas no pueden ser cambiadas. Urian lo
entendió.
—Y por eso no me dio un ataque de ira el día que te conocí por primera vez. —Urian se
dio vuelta hacia Set mientras se unía a ellos en la habitación.
—Tan pronto como puse los ojos en ti, supe que eras Aricles. Que de alguna manera,
te las arreglaste para mantener tu palabra y encontrarla otra vez, y estoy bastante seguro de
que es lo que atrajo a Apolo hacia ti, también. Porque estaba tan empeñado en hacerte sufrir.
—No. —Artemisa soltó una risa amarga—. Ese fue el idiota de mi otro hermano que le
señaló a Styxx. Siempre he odiado a Dionisio. Le das mucho crédito a Apolo. Es como un niño
malcriado… bonito… brillante… dame. Como el demonio de Acheron.
Encontró la mirada de Styxx.
—Bathymaas fue el primer amor de mi hermano y su rechazo lo destrozó
emocionalmente, al menos eso es lo que clama. Por eso, mi madre los maldijo a los dos para
que nunca estuvieran juntos.
— ¿Es por eso que Bethany no puede despertar?
—En parte —dijo Set con un fuerte suspiro—. Pero sobre todo porque solo tiene la
mitad de su corazón. Para traerla de regreso y permitir estar sana y no el alma de venganza
en el que se convirtió después de la muerte de Aricles, tuve que quitar la parte de su corazón
en que te tenía, y borrar todo conocimiento de ti en su memoria.
Acheron frunció el ceño.
—Eso es biológicamente imposible.
—No. Olvidas chico, que somos dioses. Bath no es humana de ninguna manera, ni
tampoco nació del vientre de una madre. Ella fue un regalo de la Fuente para mí para
enseñarme compasión por otros. Como el Mavromino permitió el nacimiento del primer
Malachai para calmar a tu madre, el Kalosum la creó para evitar que le diera la espalda a lo
que yo había nacido para hacer. Por eso no debía conocer el amor de ningún hombre. Su
deber era permanecer pura y seguir siendo el orden de mi caos. Ella era la justicia. Fría e
inflexible, sin ningún interés personal ni la capacidad de tener favoritos. Aricles cambió todo
eso. Cuando su corazón se rompió a la mitad por su muerte, sus lágrimas la transformaron en
una venganza despiadada e indiferente. Perdió todo el equilibrio y nada importaba excepto
hacer que el mundo pagara por el mal que le había hecho a ella y a Aricles. Irónicamente, fue
eso lo que me mostró por qué necesitaba controlar mis propios poderes. Tan mala como fue,
yo sería mucho peor si dejara alguna vez que Mavromino me controlara.
Styxx miró hacia Bethany.
—Entonces, ¿cómo la despierto?
—Tienes que devolverle su corazón.
— ¿Y eso dónde está?
Set suspiró.
—Lo último que escuché es que se lo dieron a Epithymia. El lado feo del deseo son los
celos codiciosos. Epithymia deseaba a Apolo y pensó que, si robaba esa parte de Bet que una
vez amó, la ayudaría a seducirlo.
Artemisa se burló.
—No funcionó. Era una puta demasiado grande para mi hermano. Tiene algunas
normas.
No que las haya escuchado alguna vez Urian. Apolo era tan inconstante como llegaron.
No le importaba nada ni nadie.
—Entonces es ella la primera en quien usamos el collar. —Después de besar la mano
de Bethany, Styxx la cubrió con las mantas. Dio un paso atrás y los llevó con una mueca
decidida—. Hagamos esto.
Urian asintió. Ya habían sufrido lo suficiente. Era tiempo de recuperar sus vidas y hacer
que los dioses pagaran.

*****

—Sabes que esto no va a funcionar, ¿verdad? —le preguntó Styxx a Acheron mientras
se destellaban al dormitorio de Ash en Katateros.
—He tenido peores probabilidades.
—Yo también, pero la mayoría no funcionaron muy bien para mí.
Urian no hizo comentarios sobre eso. Él mismo había estado ahí demasiadas veces. La
mayoría de las cuales, últimamente habían venido de Ash arrojando su trasero a los lobos, los
gallu, dragones, y todas las demás entidades demoniacas que los dioses habían creado.
Así que era bueno que fuera un suicida.
Amargamente divertido, Urian miró alrededor de la habitación que había cambiado
tanto a lo largo de los años como él lo había hecho. Antes del matrimonio de Acheron, la
habitación había estado escasamente decorada en negro y marrón. Ahora era azul claro con
animales de circo danzantes en la pared y una cuna con dosel al alcance de la gran cama…
un vestigio de la paranoia de Acheron y culpa por su sobrino Apolodoro, que había sido
asesinado por los soldados que la abuela de Urian había desatado sobre él, causando así la
maldición original contra todos los apólitas.
El hijo de Acheron, Sebastos, nunca era dejado para dormir solo. El bebé ya casi había
tenido un año de edad antes de que Acheron hubiera permitido dormir en otra parte que no
fuera el pecho de su padre.
Urian no podía culparlo por eso. Él habría sido casi tan malo con sus propios hijos.
¿Puedes escucharme?
Frunció el ceño mientras los pensamientos de Acheron se inmiscuían en los de él,
después asintió.
Bien. Creo que es mejor si nos comunicamos así durante un tiempo.
Styxx asintió otra vez.
Ash se volvió hacia Urian. Tú quédate atrás.
Hizo un saludo para hacerle saber que lo había escuchado.
Styxx fue a la puerta y escuchó a los otros. El espíritu de “pájaro” de Seth les había
mostrado que todos los dioses estaban reunidos en el salón del trono, donde se jactaban de lo
que pretendían hacer una vez que tuvieran a Apostolos o Ash, más bien, en su custodia.
Nada de esto era bonito y hacía que Urian se alegrara de que no fuera su jefe, y aún
más de que hubiera reconsiderado enviar a Styxx como su doble.
Acheron se unió a Styxx en la puerta mientras Urian permanecía en las ventanas. Han
sentido nuestros poderes.
Algo que querían que los atlantes hicieran porque los despistaría.
¿Listo?, preguntó Styxx.
Absolutamente no.
Urian le devolvió un resoplido al enfermizo humor de Acheron.
Fijando sus miradas, levantó la mano para ofrecérsela a Styxx. Styxx miró hacia la cuna
y Urian solo podía imaginar los pensamientos en su mente. Los dos habían pasado por una
gran traición. Ash era tan propenso a arrojarlo a sus enemigos como lo era a luchar por él.
Pero esta era la mejor oportunidad que tenía su amigo para recuperar a Bethany. Le
gustara o no, tenía que confiar en Acheron. Urian inclinó la cabeza hacia él para hacerle saber
que estaría bien. Estaba aquí y no iba a permitir que algo le pasara bajo su guardia.
Con una profunda aspiración para tomar fuerza, Styxx tomó la mano de Acheron y
permitió que su hermano los teletrasportara hacia el salón del trono.
Urian fue a la puerta para poder escuchar y mirar por la rendija. Styxx soltó a Acheron y
tomó su posición a su espalda. Estaba de frente a Archon, Apolo y Epithymia mientras
Acheron enfrentaba a los demás.
Archon se puso de pie.
—Bueno, esto es inesperado. —Le sonrió a Apolo—. No tenemos que jugar a perseguir
a tu mascota después de todo. Qué amable de su parte ahorrarnos tiempo. —Miró a Styxx—.
¿Cuál de ustedes es Apostolos?
—Yo soy —dijeron simultáneamente.
Urian sonrió ante algo que tenía que enfadar al viejo dios. Trágate eso, viejo.
Archon gruñó profundamente en su garganta.
—Sus ojos —dijo Apolo rápidamente—. Los de Styxx son azules.
Déjaselo al tramposo. Gah, esperaba que Apolo tuviera su merecido algún día. Acheron
se dio vuelta para estar junto a su hermano. Cuando hablaron, eran como uno solo.
—Ya no.
Archon los miró de soslayo.
—Entonces los mataremos a los dos.
—No —gruñó Apolo—. Ese no era el acuerdo.
Epithymia hizo un sonido de supremo asco.
—Retírense, los dos. Hay una manera fácil de conseguir la verdad.
A Urian no le gustó el sonido de eso. Se movió para abrir el portal y dejar pasar a los
demás.
Su corazón se detuvo. El portal no se abría. Cerrando los ojos, usó toda su fuerza para
intentar fracturar los reinos.
¿De verdad? No estaba pasando nada. ¿Cómo podía ser esto? Sin embargo, nada. Ni
siquiera una chispa.
¿Qué demonios?
Epithymia tiró del cordón negro alrededor de su cuello para mostrar un pequeño frasco
de cristal. Lo sacó sobre su cabeza y lo colocó en el brazo de la silla de Acheron, después
manifestó un martillo.
—Este es el corazón de Bathymaas. Si el Styxx verdadero no da un paso adelante, la
destruiré. Para siempre.
Urian luchó más duro para abrir el portal. ¡Vamos!
— ¿Entonces no la amas? —Movió el martillo sobre el frasco—. ¿De verdad?
Urian se esforzó aún más.
¡Nada! ¡Maldición!
¿Qué estaba pasando? ¿Cómo podía estar cerrado tan fuertemente?
Styxx habló con la voz de Acheron.
—Haces eso y pierdes toda la ventaja sobre los dos. Su vida es lo único que te
mantiene viva ahora mismo.
Una luz destelló repentinamente.
Urian sabía que lo estaban esperando con los otros, pero no era él… en cambio,
Artemisa apareció junto a Apolo.
— ¡Oh, Dios! —exclamó mientras los miraba—. ¿Interrumpo?
Apolo la agarró del brazo.
— ¿Qué estás haciendo aquí?
—Vine a ver a Acheron. Esta es la casa donde vive. Tengo permitido visitarlo.
Urian casi se ríe a carcajadas ante esa mentira, y estaba sorprendido de que Acheron
retuviera la suya. Artemisa fue la primera persona a la que le prohibió entrar ahí. Habría
despertado antes a Archon que permitir que viniera a su casa.
Archon gritó con indignación.
— ¡Esta no es su casa!
Acheron y Styxx intercambiaron una expresión de desconcierto. Ninguno de ellos tenía
ni idea de lo que Artemisa estaba haciendo ahí. Ella no era parte del plan.
Pero encontró el punto débil de Archon. Lástima que no hubiera aprendido la primera
regla de la guerra que Stryker había grabado en la mente de Urian.
Nunca, nunca expongas tu punto débil.
Parpadeando, Artemisa le dio al viejo atlante una mirada inocente.
— ¿No? ¿Entonces por qué estas sentado en su trono? Eso no es tuyo, ¿sabes? Yo
estuve con Acheron cuando lo escogió y lo trajo aquí.
No, no estuvo.
Ese grito mental fue tan fuerte que Urian se sorprendió que no lo hubieran escuchado
todos.
Sí, Ash no quería mucho a su ex.
Vamos, Artemisa. Aparentemente estaba aquí para sacudir sus emociones y agotarlas.
Y a juzgar por el color moteado en el rostro de Archon, estaba haciendo un excelente trabajo.
— ¿Por qué esta aquí, Apolo? —preguntó Archon a través de los dientes apretados.
—No tengo idea.
Epithymia se puso rígida.
—Algo no está bien…
—Eso es porque ella no es mi hija.
Urian se enfrió con esas palabras. ¿Qué?
Styxx y Acheron se dieron vuelta para ver a Leto, la madre de Apolo y Artemisa,
entrando por una puerta lateral. El estómago de Urian se cayó al suelo.
Si no era Artemisa…
Ah, mierda, sería Kat.
—Mamá —dijo Apolo con irritación—. ¿Qué estás haciendo?
Ignorando la pregunta de Apolo, Leto sonrió mientras se acercaba a ellos.
— ¿De verdad, Katra? Estoy tan decepcionada de ti. Pero está bien. —Miró a
Acheron—. Ahora no necesitamos a los gemelos. Katra es la hija de Artemisa y Acheron.
Tiene el linaje del Destructor y realmente es más fuerte que sus padres. —Agarró a Kat y le
puso una daga en la garganta—. Así que, Acheron, ¿A quién matamos? ¿A ti o tu hija?
Urian intentó volar las puertas para salvarla. No se movieron.
Qué demo…
Las golpeó. Aun así, resistieron.
Furioso, intentó todo para que pasaran y se unieran a la pelea. ¡Esto fue una estupidez!
No podía permanecer aquí y permitir que Kat fuera lastimada.
De repente, una explosión sónica atravesó la habitación. Una tan violenta, que levantó
a todos y arrojó a Leto contra la pared.
Incluso Urian fue derribado en el dormitorio.
Artemisa apareció de inmediato y puso a Kat a salvo.
— ¿Cómo te atreves? —pronunció cada palabra lentamente mientras enfrentaba a su
madre—. ¡Nadie amenaza a mi bebé nunca! ¡Vaca!
Atacó a su madre tan ferozmente, que Kat tuvo que alejar a Artemisa para evitar que
matara a Leto.
Acheron tomó ventaja de la distracción para usar sus poderes para tirar del frasco de la
mano de Epithymia.
Se lo envió a Styxx mientras Urian continuaba luchando contra las puertas.
Con un asentimiento mutuo, atacaron a los atlantes que estaban más cerca de ellos. Y
Acheron aprendió rápidamente por qué a los panteones no les gustaba una guerra dentro de
sí mismos. Como todos ellos sacaban sus poderes de una fuente mutua, estaban peleando en
una posición debilitada y sus poderes no estaban funcionando adecuadamente.
— ¡Katra! —gritó Styxx cuando Epithymia fue por su espalda.
El brazo de Urian se volvió azul mientras intentaba enviar sus propios poderes para
reforzar los suyos.
Kat se dio vuelta. En lugar de retroceder, Kat se acercó a la diosa y aspiró sus poderes
dentro de su propio cuerpo.
—No los necesitaras, perra.
Urian se echó a reír. Debía haber superado la culpa por dejar a los dioses sin poderes.
Pero algo raro paso cuando introdujo los poderes de Epithymia en su cuerpo. Sus
dientes se alargaron y sus ojos se volvieron de ese mismo rojo demoniaco que Apollymi tenía
algunas veces. Su piel empezó a agitarse como la de Acheron.
— ¡Acheron! —gritó Artemisa—. El demonio se está apoderando de Katra. ¡Ayuda!
Su rostro se volvió blanco, Acheron encontró la mirada de Styxx.
—Ella es más importante que yo. Sácala de aquí. —Disimuladamente, le entregó el
frasco con el corazón de Bethany. Libera a Beth aunque no regrese.
Urian vio la vacilación en los ojos de Acheron mientras debatía en dejarlo para pelear
sin la ayuda de Acheron. Pero al final, sabía que no tenía elección.
Corrió hacia su hija para llevarla a un lugar seguro.
Styxx manifestó su escudo y lo usó para desviar los rayos de los dioses mientras cubría
la retirada de Acheron y Kat.
Se teletrasportaron fuera con Artemisa dejándolo solo para enfrentar a los otros.
Miles de pesadillas destrozaron a Urian mientras recordaba las veces en batalla cuando
había observado a sus hermanos morir. Gritando, golpeó las puertas y las golpeo otra vez. No
podía observar morir a alguien más que amaba.
¡Maldición!
Una lenta, y lasciva sonrisa curvó los labios de Archon.
—Como en los viejos tiempos, ¿no es verdad, príncipe? Y tengo que decir que te ves
delicioso.
—No lo mates —gruñó Apolo.
—Oh, no vamos a matar a nuestra mascota. No tengas miedo. Pero vamos a
divertirnos con él otra vez.
Styxx manifestó su armadura y su espada. Bajando su barbilla, les sonrió.
—Vengan a conseguir algo, perras.
Furioso, Urian se teletransportó a el único lugar que podía.

****

Acheron entregó su inconsciente hija a Sin.


—Algo de la mordedura del demonio interactuó con los poderes de Epithymia —
explicó—. La drené, pero necesita alimentarse.
Sin asintió sombríamente mientras la agarraba y desaparecía.
Acheron estaba horrorizado con los otros que se suponía que estaban ahí para
ayudarlos a pelear.
— ¿Qué pasó?
Set gruñó.
—Estamos bloqueados. Si no eres griego o atlante, olvídalo. Solo Katra tuvo la
capacidad de llegar a ti.
Urian les miró fijamente mientras se unía a ellos.
—Tampoco pude entrar. Intenté todo lo que pude. Eres todo lo que tiene. Y le están
dando una paliza. No puedes dejarlo ahí.
—Simi, regresa a mí.
Inmediatamente se posó sobre el corazón de Acheron como un tatuaje con la forma de
un dragón. Xirena mordió su labio.
— ¿Yo también, akri?
—Absolutamente.
Eso haría entrar a los demonios. El brazo de Urian estaba de color neón ahora y su
corazón latía furiosamente. No soportaba la idea de lo que le estaban haciendo a Styxx.
Acheron miró a su alrededor.
—Estoy debilitado y las armas que trajo Artemisa podrían funcionar en Apolo, pero son
mierda en los atlantes. ¿Quién quiere intentarlo e ir conmigo?
Todos dieron un paso adelante.
—Muy bien. Aquí vamos —cerrando los ojos, Acheron invocó todo lo que pudo y los
teletransportó de regreso a Katateros.
No funcionó.
No, hasta que Urian cerró los ojos y envolvió su brazo alrededor de la cintura de
Acheron. Sintió la oleada a través de su propio cuerpo un instante antes de disparar sus
propios poderes hacia Acheron.
Solo entonces pudieron atravesar lo que sea que Archon había hecho para proteger el
templo.
Sin estar preparados para la vista que les esperaba, Urian se alejó tambaleándose de
Acheron. La sangre estaba por todas partes. Parecía como una película de zombis. Sin
embargo, lo que más le aterrorizaba era el hecho de que el escudo de fénix de Styxx estaba
retorcido y deformado en medio del mayor charco de sangre. Sangre que manchaba las
puertas como si un cuerpo hubiera sido arrastrado hacia fuera, a través de ellas.
Demonbrean e Ilios yacían gimiendo en el suelo cerca de Apolo.
Dikastis, fiel a la predicción de Styxx, no se había unido a los demás. Estaba de pie
tranquilamente en las sombras del salón como si no pudiera creer lo que había presenciado.
Urian quería su garganta.
Empezó a ir por él, pero Acheron lo alcanzó primero.
— ¿Dónde está mi hermano?
La ira en crudo estalló en los ojos del viejo dios.
—Lo llevaron a la arena del templo.
Urian curvó sus labios.
— ¿Por qué no estás con ellos?
—Soy el dios de la justicia. No participaré en algo que es tan equivocado e inmerecido.
Eso salvó su trasero de la ira de Urian.
Acheron inclinó la cabeza hacia el dios.
— ¿Pelearas con nosotros?
Dikastis asintió sin dudarlo.

*****

Su respiración era irregular, Styxx estaba tan golpeado y magullado en este punto, que
no estaba seguro de porqué seguía consciente. Se las había arreglado para noquear a tres de
ellos y debilitar al resto, pero al final, había sido superado en número y no era rival para una
docena de dioses.
Archon y Asteros lo habían arrastrado hasta el templo en que Acheron lo había
confinado años atrás… a la arena donde una vez hicieron de su vida un infierno. Contra sus
mejores esfuerzos, lo ataron al soporte que habían utilizado para sus palizas y otras cosas en
las que no quería pensar.
Malditos.
Riendo, Archon metió la mano en el cabello de Styxx y sacudió su cabeza hacia atrás.
—No estás derrotado tan pronto, ¿o sí, príncipe?
—Jódete.
—Cómo me gustaría, pero desafortunadamente, estamos haciendo de ti un sacrificio.
—Archon lo amordazó, después miró a Leto—. Invoca a nuestra dama de venganza.
Leto rió mientras se acercaba a Styxx.
—Realmente no creíste que Epithymia tenía el corazón de Bathymaas, ¿verdad?
Créeme, lo guardé para mí. Ahora voy a terminar lo que empecé hace catorce mil años.
Y cuando termine de destruir lo que queda de los griegos, voy a destrozar a los atlantes
como hice con los sumerios y los egipcios.
Los ojos de Styxx se abrieron de par en par mientras escuchaba sus pensamientos
fuerte y claro.
Leto sacó un cuchillo y cortó la mejilla de Styxx para que pudiera llenar un frasco con su
sangre. Murmuró palabras que no pudo entender mientras mezclaba su sangre con otro
componente. Y mientras hacía eso, su cabeza empezó a girar.
De repente, recordó ser Aricles…
Vio a Bethany a su lado mientras se aferraba a sus bíceps. Solo que no era Bethany.
Era Bathymaas.
—No pelees con Apolo por mi honor. No vale ni una sola gota de tu sangre. Huye
conmigo, Ari. Dejemos todo esto atrás y nunca miremos atrás.
—No puedo, y tú tampoco puedes, mi diosa. Tenemos demasiadas responsabilidades.
Demasiados para proteger. No podemos dejar este mundo en sus manos.
—Ya no me importan. Eres todo lo que me importa.
Su sangre corría con fuerza y dolor, Aricles había presionado su cabeza contra la de
ella y la abrazó.
—Y tú eres todo lo que me importa. No dejaré que ese cerdo manche tu reputación. Tú
no has hecho nada malo y voy a golpear a ese bastardo por ti. No tengas miedo.
Enterró la mano en su cabello.
—No puedo vivir sin ti, Ari. Tú eres el corazón con que claman que nací sin él. Es por
eso que ya no puedo ser el alma de la justicia. Gracias a ti siento por primera vez. Me has
cambiado para siempre… No puedes dejarme ahora. No así.
Besó su frente.
—Déjame ganar tu honor y entonces podemos irnos y nunca mirar atrás.
—Júramelo.
—Por mi alma eterna. Siempre estaré contigo, Bathymaas. Nada me apartará de ti,
nunca. Ni siquiera los dioses.
Levantó el amuleto egipcio ieb de su pecho y lo besó, después lo metió entre sus
pechos.
Styxx se quedó boquiabierto cuando entendió completamente lo que Set le había dicho.
Bathymaas había sido creada por la Fuente, no nacida de una madre…
El amuleto egipcio con forma de jarra, era el corazón que Set le había dado cuando era
niña cuando le preguntó a su padre por qué no tenía un latido como todos los demás.
“Esto contiene mi amor por ti, niña, y aunque no puedas entenderlo, debes saber que
mientras lo lleves puesto, llevarás un pedazo de mí contigo. Mi corazón tiene un gran poder y
te mantendrá a salvo y abrigada en mi ausencia”.
Así fue como Leto había destruido el panteón egipcio y atrapado a Set en el desierto.
Lo había debilitado con la mitad del corazón de Bathymaas que contenía el ADN de su padre
y la sangre de Seth para atrapar al dios primordial.
Levantando la cabeza, vio el fragmento de ieb roto en la muñeca de Leto que coincidía
con el que Bethany había usado como brazalete. Era tan evidente ahora, pero a menos que
supieras como se veía un corazón egipcio, nunca adivinarías sus orígenes.
O su significado.
Leto vertió la sangre del frasco en sus dedos y agitó el ieb sobre ellos. Después lo pasó
por la otra mejilla.
—La historia siempre se repite por sí misma. Pobre de ti morir dos veces por las manos
de la mujer que amas. Y una vez que estés muerto, destruirá a todos los dioses por mí.
Retrocediendo, soltó un agudo y penetrante ololuge… un sonido usado en su tiempo
para convocar la presencia de un dios cuando se les ofrecía un sacrificio.
De repente, un fuerte viento se apoderó de la arena. Voló las puertas y destrozó su
cuerpo. Leto tropezó con él.
Un aullido funesto sonó un instante antes de que un espectro retorcido se les uniera.
Inhumanamente grande, flotaba en el viento usando una capa blanca. Y cuando se acercó a
Styxx se dio cuenta de que era el espíritu vengativo de Bethany.
Con la mordaza en su lugar, no le podía decir ni una palabra.
Leto lo señaló mientras le hablaba a Bethany.
—Contempla al hijo bastardo de tu enemiga que le costó la vida y la existencia a tu
príncipe. ¡Toma tu venganza de los dos! ¡Arranca el corazón de Apostolos!
Bethany gritó con furiosa agonía.
Los ojos de Styxx se abrieron de par en par al darse cuenta de que ella iba a matarlo y
que no había nada que pudiera hacer para detenerla.
*****

Urian se detuvo cuando reconoció el templo. Era el mismo en que Acheron había
confinado a Styxx cuando lo trajo a Katateros a vivir por primera vez. El que Styxx había
dejado atrás para que pudiera escabullirse en el templo de al lado del de Acheron donde
había estado viviendo la noche que Urian lo conoció por primera vez.
Era hermoso de una manera fría y estéril.
— ¿Qué es este lugar? —preguntó Acheron. Ya que ninguno de los dioses había
estado cerca para identificar los edificios, no conocía los nombres de los mismos.
Ahora que Diskatis, el dios atlante de la justicia, estaba peleando en su equipo, podrían
obtener algunas respuestas.
—Esta es la arena donde celebrábamos juegos y competencias. Es donde traíamos a
quienes necesitaban ser castigados y enseñarles humildad.
Urian le dio una mirada furiosa a Ash. Y aquí fue donde pusiste a Styxx a pudrirse.
Buen trabajo, jefe. En ese momento, Urian podría haberlo abofeteado por su insensibilidad.
Con un brillo culpable en los ojos plateados, Ash deslizó su mirada sobre Urian, Davyn,
Seth, Set, Maahes, Ma’at, Zakar, y los demonios que estaban con ellos para luchar.
—No sé en qué nos vamos a meter, pero sigamos con el plan original de Styxx. Y
hagamos lo que hagamos, salvemos a mi hermano.
Sí, no me digas.
Urian ya había perdido a suficiente gente que le importaba en su vida. Y no tenía
intención de perder a nadie más. No hoy. Y no en nombre de Apolo.
Una y otra vez, no podía quitarse de la cabeza la visión de Styxx enfrentándose a ellos.
Esa no podía ser la última imagen que tuviera de su amigo. No podía.
No después de todas las pesadillas que lo perseguían.
Así que, ayúdalo, tenía la intención de clavar la cabeza de Apolo en las paredes del
templo. Y sí, eso era en plural, porque quería partirlo en pedazos primero.
Los demás asintieron excepto Dikastis.
— ¿Qué quieres de mí? —peguntó el dios de la justicia.
—Ayúdanos como puedas.
Todo eso estaba muy bien, pero lo que Urian encontró extraño fue que ninguno de los
atlantes había venido a retarlos por estar en Katateros. Tenían que saber que estaban aquí.
No era como si no fueran, ya sabes… dioses, o algo así.
Entonces ¿por qué estaban tan callados mientras tenían tantos dioses extranjeros en
sus dominios?
El silencio era espeluznante y equivocado.
Con su corazón latiendo con miedo de lo que pudieran encontrar, Urian entró en el
edificio detrás de Ash. Dentro de la oscura sala, un viento salvaje aullaba y pegaba sus ropas
contra sus cuerpos. Mantenía su espada preparada, vigilando de dónde y cuándo podría venir
un ataque.
Les tomó varios minutos llegar a la arena, y luchar contra el viento para ver lo que
estaba pasando. Los atlantes estaban inmovilizados.
¿Qué demonios?...
Entonces Urian vio lo que estaba pasando y se le apretó el estómago. Una imagen
fantasmal estaba envuelta alrededor de Styxx, sosteniendo una daga sobre su corazón.
— ¡Bathymaas, no! —gritó Seth.
Era demasiado tarde. Hundió la daga profundamente en el pecho de Styxx, hasta la
empuñadora, después echó la cabeza hacia atrás y rugió con satisfacción. Cuando habló, solo
uso el atlante.
—Llévate de vuelta a tu bastardo, Apollymi. ¡Ahora ven y enfréntame, perra
desgraciada, para que pueda bañarme en tu sangre podrida!
Horrorizado, Urian miró a Set, cuya expresión estaba tan llena de dolor como la suya.
Llegaron demasiado tarde.
En ese momento, Urian se sintió tan inútil e indefenso como el día que murió Phoebe.
Cuando Sheba había bajado a su lado.
Cuando Xyn no apareció.
¿Para qué sirvo?
De repente, Apollymi apareció. Era la misma forma de sombra etérea que usaba
cuando se enfadaba.
— ¿Qué has hecho?
Bathymaas corrió hacia ella y después la atravesó.
— ¿Tienes miedo de enfrentarme?
Apollymi negó con la cabeza.
—No mataste a mi Apostolos. —Lagrimas llenaron sus ojos mientras miraba el cuerpo
de Styxx—. Sigo atrapada en Kalosis. El hombre que mataste es Styxx de Didymos.
—No. —Bathymaas respiró. La incredulidad le amplió los ojos mientras daba vuelta
hacia Styxx y palidecía—. ¡Mientes!
La sangre goteaba de la herida que Bathymaas le había hecho y al hacerlo drenó los
poderes de Apollymi de Styxx. Su cabello volvió a ser rubio, su piel se oscureció, y las
cicatrices que habían sido escondidas reaparecieron en su cuerpo.
Urian sintió que sus ojos se humedecían mientras el dolor lo sacudía. Otro amigo se
había ido. Sin una buena razón.
La risa de Leto llenó la habitación.
—Pobre Bathymaas… estás condenada otra vez por tu propia mano.
Se materializó detrás de Bathymaas y arrancó el collar de su garganta.
Set corrió hacia ellas, pero antes de que pudiera cerrar la distancia, Leto juntó las dos
piezas.
—Ahora yo seré el alma de la justicia y tú… —Leto frunció el ceño mientras el amuleto
se negaba a reunirse—. ¿Qué? ¿Por qué no está funcionando?
Ash encontró la mirada de Urian y sacudió la barbilla hacia los dioses inmovilizados.
Debido al dolor, a Urian le tomó un segundo darse cuenta. Después asintió en
entendimiento y se dirigió a ellos arrastrando a Devyn.
Ash apenas había comenzado cuando de repente, Styxx jadeó y arqueó la espalda
como si algo lo poseyera.
Urian se congeló frunciendo el ceño.
El cuchillo que Bathymaas había enterrado en su pecho se disparó al aire y aterrizó
inofensivamente en el suelo. Luz salió de la herida, cerrándola. En el segundo siguiente, una
onda expansiva atravesó la habitación, levantando a todos, excepto a Ash.
Una lenta sonrisa se extendió por su rostro.
Las cadenas que habían mantenido a Styxx en su lugar se rompieron, enviando
metralla en todas direcciones. Urian movió a Davyn para protegerlo. Styxx se elevó para flotar
sobre el suelo mientras todos los dioses estaban inmovilizados.
— ¿Qué está pasando? —rugió Archon.
Nadie respondió mientras los rayos de luz atravesaban el cuerpo de Styxx, volando las
ventanas y arrancado las puertas de sus bisagras. Rayos de luz perforaban los ojos y boca de
Styxx. Se dispararon a través de su cuerpo.
Simi empezó a ir a Styxx, pero Ash la detuvo.
—No, Simi, podría matarte.
Ash se teletransportó a donde Styxx flotaba.
En el momento en que Bathymaas lo vio, sus fosas nasales se ensancharon con ira.
— ¡Tú!
Cuando se movió para atacarlo, Ash la atrapó con sus poderes.
—Mátame y Styxx muere también. ¿Eso es lo que quieres?
— ¡Mátalos a ambos! —gritó Leto, todavía intentando unir las dos mitades del corazón.
Urian reiría si no fuera tan patética. Dejó ir a Davyn.
Bethany se levantó como si fuera a obedecer a Leto, pero su mirada fue a Styxx y se
calmó de inmediato.
— ¿Qué hago para salvarlo?
—Tienes que anclarlo. Hazlo consciente de quién eres y de lo que él es realmente fuera
de sus poderes.
— ¿Cómo?
Ash sacudió la cabeza.
—Maldita sea si lo sé. Trataré de retenerlo o sus poderes lo destrozaran y nos destruirá
a todos.
Asintiendo, dio un paso atrás y despejó el camino para que Ash pudiera lanzarse hacia
Styxx. Cuando su hermano fue a golpearlo, Ash lo abrazó con todo lo que tenía.
Styxx gritó furiosamente mientras intentaba liberarse.
En su forma de Bethany, su esposa apareció frente y ahuecó su rostro en sus manos.
— ¿Styxx? ¿Puedes escucharme?
Otra explosión atravesó la habitación mientras algo parecido a un huracán la azotó. Ash
sostenía a Styxx y Bethany.
Urian intentó anclarse y proteger a Davyn.
Styxx apartó a Acheron y se giró hacia ella con un destello asesino en sus ojos azules.
Urian vio el miedo y la incertidumbre en los ojos de Bethany. Entonces hizo la cosa más
inesperada de todas.
Lo besó.
Styxx se congeló por completo durante un minuto. Urian contuvo el aliento, aterrorizado
de que no funcionara. Después Styxx se apartó.
— ¿Beth?
Ella le sonrió.
— ¿Estás conmigo, akribos?
—No estoy seguro. ¿Estoy muerto?
Ella se echó a reír.
—No lo sé. ¿Yo lo estoy?
— ¡No! —gritó Leto mientras corría hacia ellos.
Sin dudarlo, Ash la interceptó. Pero tan pronto como estuvo cerca de ella, lo apuñaló en
el estómago con una daga atlante envenenada con savia ypnsi. Mientras que el veneno era
fatal para los seres humanos, era una potente toxina para los dioses, y era lo que Apollymi
había usado en su familia para encerrarlos en el limbo cuando los había confrontado por la
muerte de su hijo.
Ash se tambaleó hacia atrás y cayó de rodillas. Styxx corrió hacia él.
— ¿Acheron?
— ¡Simi! —llamó, ignorando a su hermano.
— ¡Simi, está en ello, akri! —Se desvaneció.
El cuerpo de Acheron se puso gris rápidamente mientras el veneno se extendía desde
la herida hacia el resto de él. Sus ojos se enrojecieron mientras ponía una mano en la mejilla
de Styxx y lo acercó.
Antes de que cualquiera se diera cuenta de lo que Ash hacía hundió sus colmillos en el
cuello de Styxx y entregó sus poderes para que Styxx los usara.
—Patea sus malditos traseros, hermano.
Urian le aplaudió, después se movió para acabar con Phanen.
—Con placer.
Estaba terminando con Phanen y buscando a otro dios cuando escuchó el agudo grito
de Styxx.
—Urian, a cubierta.
Urian destelló, después maldijo al ver el estado de Acheron, No se había dado cuenta
de lo malo que era.
—Vigílalo y protégelo.
Inclinó la cabeza hacia Styxx.
—Lo haré.
— ¿Styxx? —llamó Bethany.
—Estoy bien —le aseguró.
Urian no estaba seguro acerca de eso. A su alrededor, los dioses luchaban.
Leto vino hacia ellos con la daga levantada. Styxx se paró enfrente de Bethany cuando
Leto lo apuñaló. La fuerza del ataque la desequilibró. Tiró de ella hacia adelante y la desarmó
con un simple giro de muñeca.
Leto rió cuando se dio cuenta de que no la golpearía.
Hasta que Bethany se acercó a él con una sonrisa, y un brillo decidido en los ojos.
—Tengo a esta perra.
Styxx retrocedió y la dejó tomar catorce mil años de venganza en la diosa que ambos
odiaban.
— ¿Zakar? —gritó Styxx.
El dios miró más allá de Archon, después retrocedió cuando Styxx se acercó para
enfrentarse al dios atlante en lugar de Zakar.
Archon se echó a reír.
— ¿De verdad? ¿Crees que tus poderes prestados me asustan? Me he limpiado el
trasero con seres superiores y mejores guerreros que tú.
Urian arqueó la ceja ante esas arrogantes palabras.
Y también lo hizo Styxx.
—Te concederé lo de los seres superiores, pero deberías recordar, Archon, que no hay
mejores guerreros que yo… en ninguna de mis vidas. Es por eso que ayudaste a Apolo y Leto
a hacer trampa para matar a Aricles. Sabías que vendría por ti.
Urian se detuvo para ver la batalla de su héroe.
Burlándose, Archon bajó su hacha a través del escudo de Styxx, que había manifestado
junto con su espada. Styxx se lanzó a sus pies con su espada. El viejo dios se alejó mientras
Styxx giraba con un gancho que le rozó el brazo.
Urian se encogió. Maldición eso dolió. Archon gritó de dolor.
—Adelante —se mofó Archon—, ponme a dormir otra vez. Me liberaré de nuevo. Y
cuando lo haga, vendré por ustedes dos. No hay nada que puedas hacer para detenerme.
Regresaré.
—No —dijo Styxx firmemente—. No lo harás. —Hizo una finta a la derecha y cuando se
movió para defenderse, respondió con un golpe bien practicado que cortó la cabeza del dios
con un golpe final.
Los ojos de Urian se abrieron de par en par ante ese audaz movimiento.
Todos en la habitación se congelaron cuando se dieron cuenta de lo que Styxx había
hecho. Y más aún, se dieron cuenta de lo que realmente era.
Un asesino de dioses chthonian. Solo ellos tenían el poder de destruir un dios y enviar
su poder de regreso a la Fuente. Y aunque matar a un dios los debilitaba, seguían siendo los
peores idiotas del reino inferior.
La única cosa que podía matarlos era la Fuente, uno de sus sirvientes, u otro
chthonian.
Y a juzgar por el calor del brazo de Urian, a sus poderes no les gustó nada en absoluto.
Pero estaba bien, estaba impresionado.
Aparentemente, también los atlantes, mientras dejaban caer sus armas de inmediato y
se retiraban.
Excepto Leto y Bethany, que continuaban luchando como campeonas.
Despreocupado, Urian se acercó a Styxx.
— ¿Deberíamos separarlas?
Antes de que pudiera responder, Set intervino agarrando a Leto ferozmente por el
cuello. Tan pronto como se desmayó, la arrojó sobre su hombro.
—Aunque respeto tu necesidad de golpearla, hija, yo soy el que tiene un mayor rencor
contra esta perra. No solo por lo que te hizo, sino por lo que le hizo a tu hermano. —Se inclinó
hacia adelante para besar la mejilla de Bethany—. Regresaré muy pronto y no temas…
aunque nunca golpearía a una dama, esta perra es temporada abierta. —Se detuvo para mirar
a Zackar que sonrió malvadamente.
Entonces los tres se fueron.
Urian se encogió, agradeciendo a los dioses de no ser su bisabuela. Esa hornada fue
quemada.
— ¿Hermano? —susurró Bethany mientras se daba vuelta hacia Styxx—. ¿Tengo un
hermano?
El señaló hacia Seth, que se apartó de ellos.
—Seth nació mucho después de que Apollymi te congelara en Katateros.
Bethany fue a conocerlo por primera vez mientras Styxx se arrodillaba junto a Acheron,
que era color gris piedra de la cabeza a los pies. Le frunció el ceño a Urian.
— ¿Qué es esto?
—Aima —respondió Dikastis, arrodillándose a su lado.
Styxx empezó a ir a Dikastis para rematarlo, pero Urian lo contuvo para que no pudiera
hacerle daño.
—Tranquilo, mata dioses —dijo Urian riendo—. Está de nuestro lado.
Styxx estrechó la mirada.
— ¿Estás seguro?
—Apuñaló a ese. —Urian señaló a Teros—. Y me salvó el trasero.
Maahes se unió a Seth y Bethany para ayudarlos con las presentaciones, mientras que
Ma’at se acercó al lado de Styxx.
Frotó la espalda de Styxx de forma tranquilizadora.
—Acheron estará bien. Tan pronto como Simi traiga el antídoto, despertará.
Styxx parecía dudarlo.
— ¿Estás segura?
Ella asintió.
—De otra manera, Apollymi no estaría tan tranquila.
Urian se dio cuenta de que estaba tranquila…
Incluso cuando Simi regresó con tres hojas del Árbol de la Vida que solo crecían en el
templo de la Destructora en Kalosis, Apollymi permaneció extremadamente reservada y en
receloso silencio.
Eso no podía ser bueno. Urian nunca la había visto así antes. ¿Qué nueva amenaza
era esta? Cada cabello de la nuca estaba erizado.
— ¿Qué hago con esto? —le preguntó Styxx a Simi.
—Retuércelos hasta que estén húmedos —dijo Apollymi—. Después gotea nueve gotas
en la boca de Apostolos.
Styxx vaciló.
— ¿Qué pasa si pongo diez por error?
Urian resopló sarcásticamente.
—No lo averigüemos.
Bethany regresó a su lado mientras contaba cuidadosamente.
Tan pronto como la novena gota golpeó los labios de Acheron, el color lentamente
regresó a todo su cuerpo.
Gimiendo, Acheron abrió los ojos, después hizo una mueca.
—La próxima vez que alguien le añada sabor a menta. Esa es la porquería con peor
sabor en el planeta.
Styxx resopló.
—No te estarás quejando seriamente porque te traje de regreso, ¿verdad?
—Sí y no. Pruébalo tú mismo y entenderás.
Habiendo tomado una dosis algunas veces, Urian estuvo de acuerdo. Eso era una
mierda desagradable.
Sacudiendo la cabeza, Styxx le extendió la mano a su hermano. Acheron la tomó y le
permitió ponerlo de pie, y luego lo abrazó. Después de unos segundos, retrocedió para dejarlo
con Bethany.
Styxx se dio vuelta y la abrazó. Inclinó la cabeza contra la de ella.
—Te dije que volvería por ti, mi diosa. Que nada me detendría.
—Sí, pero ¿tuviste que arrastrar los pies?
Se echó a reír.
—Me temo que vas a tener que acostumbrarte a vivir conmigo aquí mismo. Nunca más
te dejaré ir. Solo considérame como un gran tumor externo en tu cuerpo.
Urian sintió las lágrimas en su garganta ya que comprendía con creces ese sentimiento.
Dios, si solo pudiera tener a Phoebe de regreso…
Con los labios temblando, Bethany le sonrió mientras sus propias lágrimas fluían.
—Solo desearía que tuviéramos a nuestro hijo con nosotros.
—Lo sé, preciosa —exhaló.
—Um… acerca de eso.
Styxx levantó la voz ante la trepidante voz de Apollymi, que de repente la había
encontrado otra vez.
— ¿Qué?
Urian estaba asombrado de que le gritara esa palabra a la diosa de la destrucción.
— ¿Recuerdas mi promesa, Styxx?
— ¿Sí?
Urian frunció el ceño cuando Apollymi empezó a actuar más extraño y más nerviosa.
—No maté a tu hijo. Quería hacerlo. Desesperadamente. Pero cuando miré a ese
pequeño y hermoso bebé, vi a Apostolos y no me atreví a hacerle daño.
Bethany jadeó.
— ¿Dónde está?
La mirada de Apollymi fue hacia Urian.
Está bien… aturdido por eso, se dio vuelta para mirar detrás de él.
No había nadie ahí.
¿Qué demonios?
La mandíbula de Styxx cayó.
— ¿Urian es Galen?
Um, no… Ni siquiera. ¿Lo era? Urian negó con la cabeza.
—Eso no es posible. Nací antes de que murieran.
—No, no lo hiciste. —Apollymi sonrió tristemente—. Tu padre te dijo eso porque no
quería que supieras que tú y tu hermano fueron los primeros apólitas que nacieron malditos. Y
eso fue mi culpa. Intencionalmente escogí a la esposa de Strykerius porque creí que sería la
venganza perfecta que Apolo cuidara al hijo de Styxx por lo que le había hecho. No tenía idea
de que los maldeciría a todos. Al igual que Apostolos y Styxx tu sangre se mezcló con la del
verdadero hijo de Strykerius, y eso te hizo parte de Strykerius también. —Respiró con
dificultad—. Pero sí. Tú, hijo, eres el único ser vivo que es en parte humano, atlante, egipcio y
apolita… y naces con la sangre de tres panteones, y dioses dentro de ti.
Atónito, aun no podía entender esto.
— ¿Stryker lo supo alguna vez?
—En cierto modo. Le dije hace mucho tiempo, después de que creciste y se preguntaba
acerca de tus habilidades aumentadas, como tu brazo. Que eras muy especial para este
mundo, pero no quiénes eran tus padres. Tu linaje único fue la razón por las que las almas
malvadas de las que viviste, no te convirtieran en trelos. Por qué podías pasar más tiempo
entre comidas que otros de tu especie, y por qué tu sangre sustentaba a Phoebe mientras
vivía. Es también por qué Strykerius cortó tu garganta en lugar de apuñalarte en el corazón. A
diferencia de otros daimons, no habrías muerto por una herida en el corazón. Solo la pérdida
de sangre puede matarte.
Conmovido por sus palabras, Urian miró a Acheron.
— ¿Tú sabías de esto?
—Sabía que era extraño que Stryker cortara tu garganta, pero no. No tenía idea de que
eras mi sobrino. Mi madre —le dio una mirada molesta—, nunca me lo mencionó.
Urian frunció el ceño mientras lidiaba con esta nueva realidad que nunca habría
imaginado.
—Hombre, estoy hecho un lio ahora mismo. ¿Mi mejor amigo es mi padre? El hombre
que idolatraba de niño… cuyo tatuaje está en mi brazo… y es más joven que yo. Sí, no creo
que pueda manejar esto. Que alguien me borre la mente… ¡por favor! ¿Dónde está ese
dragón del Santuario? Simi, ve por Max. Lo necesito.
Mordiéndose el labio, Beth se acercó cautelosamente a Urian. Urian se ahogó al darse
cuenta de que todavía tenía una madre…
Colocó suavemente una mano en su mejilla mientras lo miraba fijamente.
—Veo en ti a tu padre. Mi bebé es hermoso. Justo como sabía que serías. —Lo atrajo a
sus brazos y lo abrazó con fuerza—. Odio no haberte visto crecer, pero te amo… mi Urian.
Urian sintió la conexión con ella. Se levantó en un chapoteo de calor dentro de él. En un
instante, lo redujo de nuevo al niño que había visto morir a su madre. Al niño que no quería
nada más que sentir ese amor único que solo viene del corazón de una madre. La clase de
amor que nunca pedía nada a cambio. Que no juzgaba. Ni odiaba ni lastimaba.
Solo daba.
La abrazó y la abrazó como si hubiera sido suyo desde que nació. Styxx envolvió sus
brazos alrededor de ambos.
Sus ojos se calentaron con orgullo, Styxx ahuecó su rostro en su mano.
—Mi hijo.
Urian rió.
— ¿Solo soy yo o eso es espeluznante?
Riendo, Styxx besó su mejilla.
—Tu pobre madre no tiene idea del extraño y estrafalario hijo que tenemos. Pero no
puedo esperar a que te conozca.
Urian apretó la mano contra la de ella.
—Yo tampoco.

24 de diciembre de 2012

Urian se apartó de sus padres para darse cuenta de que todos habían dejado la arena.
Excepto Apollymi. Sus lágrimas de cristal resplandecían en sus pálidas mejillas
mientras los observaba.
—Lo que les hice fue imperdonable. Ataqué con ira y dolor, y lo que creí que era
venganza no era nada más que envidia egoísta. Porque sabía que nunca podría sostener a mi
bebé, te quité ese placer, y por eso, lo siento muchísimo. Pero por tu hijo es porque salvé a
los apólitas. Una vez que mi rabia se calmó, me di cuenta de lo equivocada que estaba, lo
mantuve a salvo para ustedes dos.
Urian miró a sus padres.
—Para ser justos, lo hizo.
Un tic apareció en la mandíbula de Styxx.
—Ni siquiera puedo empezar a expresar con palabras lo enfurecido que estoy por estar
vivo y encarcelado, y no haber visto crecer a mi hijo…
Apollymi asintió.
—Lo sé, Styxx.
Urian tiró del brazo de su padre.
—Y yo puedo testificar eso. He sido testigo de su dolor de primera mano.
Asintiendo, se encontró con la mirada de Styxx.
—Por extraño que parezca, Apollymi, no puedo odiarte en este momento. Estoy
demasiado agradecido por tenerlos conmigo para perder un minuto pensando en otra cosa.
Bethany tomó su mano y la de Urian.
—Probablemente te odie por la mañana, Pol. Pero esta noche, estoy de acuerdo con
Styxx. Solo quiero estar con mis chicos por un rato.
Apollymi inclinó la cabeza hacia ellos.
—Los demás regresaron silenciosamente al templo principal y los dejaron a los tres
para tener privacidad. Sepan que si alguna vez necesitan algo… estaré aquí para ustedes.
Su sombra regresó a Kalosis.
Styxx se dio vuelta hacia Urian y su madre.
—Todo lo que quiero es pasar la noche hablando con ustedes. Pero…
—Hay mierda por hacer —dijo Urian por él.
Bethany chasqueó la lengua hacia Urian.
— ¿Quién te enseñó a hablar?
Urian sonrió desvergonzadamente.
—Va a tener un duro despertar con todos los cambios y dispositivos modernos, ¿no?
Ella frunció el ceño profundamente.
— ¿Cuánto tiempo he estado fuera?
Styxx comprobó su reloj.
—Once mil quinientos treinta y nueve años, ciento ochenta y tres días, y
aproximadamente diez horas, con algunos minutos más o menos.
Bethany se quedó boquiabierta.
—Realmente contaste los latidos del corazón.
Styxx levantó la manga de su brazo para mostrarle donde había tallado su nombre.
—No tienes idea.
El estómago de Urian se hundió al darse cuenta de que también estaba su nombre ahí.
Maldición. Todas las veces que lo había visto.
Este es mi solren.
Él era el bebé en esos dibujos en los que Styxx había trabajado. Te enseñaba tanta
humildad saber exactamente cuánto lo había querido su padre.
Hasta que su madre besó su nombre en el brazo de su padre, y después levantó sus
labios hacia los de él.
Urian silbó por lo bajo.
—Saben, esto sería incomodo si no fueran mis padres. La denominación de padres
aumenta el factor asqueroso exponencialmente.
Sí, probablemente era inmaduro, pero no podía evitarlo. Era algún asunto biológico en
su cuerpo, pero sí.
Riendo, Bethany se alejó para fruncirle el ceño.
—Estoy desesperada por conocerte. —Miró atrás hacia Styxx—. Y tú y yo tenemos
mucho de qué hablar. Pero…
Styxx suspiró.
—Tenemos dioses que atender.
Ella asintió.
—Quiero asegurarme de que no nos vuelvan a amenazar.
—No podría estar más de acuerdo —coincidió Urian.
Bethany tomó sus manos y los teletransportó al templo principal. Tan pronto como vio
las señales de la batalla y la cantidad de sangre en las paredes y el piso, aspiró bruscamente.
Horrorizada encontró la mirada avergonzada de Styxx.
—Por favor dime que no es tuya.
—Alguna lo es, pero mucha de ella es de Demonbrean. Ese bastardo sangra como un
cerdo sacrificado.
Cuando avanzó, Styxx se negó a soltar su mano. Se dio vuelta frunciendo el ceño.
El miedo agonizante en sus ojos hizo que Urian se estremeciera.
—Solté tu mano una vez cuando no quería, y fue el mayor error de mi vida. Uno que no
tengo intención de volver a hacer.
Ella enlazó sus dedos con los de él y lo arrastró hasta Acheron, que estaba sentado en
su trono negro, rodeado por los demás. Urian se quedó atrás y se colocó al lado de Devyn,
que sostenía una bolsa de hielo en su cabeza.
— ¿Estás bien?
Davyn asintió.
—Claro. Es bueno ser golpeado de vez en cuando.
Sacudió la cabeza ante el sarcasmo.
Poniendo los ojos en blanco, Urian hizo un balance de quién quedaba entre ellos. La
mayoría de los dioses se habían ido. Los únicos que quedaban eran Ma’at, Sin, Artemisa,
Apolo y Xirena.
Bethany se acercó al trono. Styxx se apretó contra su espalda y envolvió sus brazos
alrededor de su cintura, después apoyó su barbilla en la parte superior de su cabeza como si
tuviera miedo de dejarla ir por un instante.
Acheron los miró.
— ¿Nos pones al día? —preguntó Styxx.
Simi soltó una exhalación irritada.
—Akri no me deja comerme a ningunos de esos desagradables dioses. A dónde va
parar el mundo cuando un demonio tiene que mendigar bocadillos… ni siquiera un
emparedado de dedos. Trágico. Terrible. Trágico.
Urian se echó a reír.
Styxx susurró al oído de Bethany.
—Te explicaré lo de Simi más tarde.
Acheron dejo salir un “heh” sobre las palabras de Simi.
—Bueno, después de la forma en que tomaste la cabeza de Archon, los demás
estuvieron más que felices de ser regresados a la inmovilidad. Pero estaba pensando en
permitir que un par de ellos fueran drenados por Kat y pasar al mundo humano.
Por la expresión de Styxx podía ver que no estaba encantado con la idea. Pero a su
favor, no lo descartó.
— ¿Cuáles?
—No iba a hacer la oferta sin consultarte primero. Sé que no fueron amables contigo
cuando estuviste aquí, y si quieres desmembrarlos, te ayudaré.
Bethany miró a Styxx con el ceño fruncido.
— ¿Cuándo se hicieron amigos?
Styxx le besó la punta de la nariz.
—Como cinco minutos antes de que despertaras.
Su ceño fruncido se hizo más profundo.
—Dikastis —continuó Acheron—, lo iba a dejar en paz… siempre y cuando estuvieras
de acuerdo. Parece ser bastante decente.
Bethany asintió.
—Es extremadamente confiable y leal mientras no se rompan las reglas.
Urian no tenía ningún problema con eso.
— ¿Epithymia recuperará sus poderes? —preguntó Styxx.
Sin rió a carcajadas.
—Demonios no. Cuando Kat te quita los poderes, no vuelven. Técnicamente, en teoría,
Kat podría devolverlos. Y odio hablar por mi esposa mientras no está aquí, pero estoy
bastante seguro de que Epi va a tener que aprender a vivir sin ellos.
Urian rió por lo bajo. Sí, definitivamente Sin sería experto en eso. Podía imaginar las
peleas que los dos debían tener en casa.
—Leto está con Set y no voy a intervenir en eso. Especialmente teniendo en cuenta lo
que Artemisa y Seth me han dicho acerca de ella y todo lo que les ha hecho a todos ustedes.
Artemisa levantó la barbilla con orgullo.
—Si la tiramos sobre el carrito.
Acheron gimió.
—Debajo del autobús, Artemisa. Tiras a las personas debajo del autobús.
—Lo que sea. Mi madre amenazó a mi bebé, y mi lealtad es hacia Katra y Mia y nadie
más… hasta que Katra tenga más hijos, y ellos tengan bebés. ¡Pero eso es todo! —Frunció
los labios—. Oh espera, hay uno más, pero realmente eso es todo y no es la perra que lastimó
a mi niña. Ninguno de ellos. Quiero a Epithymia para mi colección personal.
Acheron encontró la mirada de Styxx.
—Si alguien puede hacer de la vida de alguien un infierno, puedo personalmente
atestiguar la experiencia de Artemisa.
Urian se atragantó con ese comentario y especialmente con la mirada asesina que
Artemisa le dio.
Styxx asintió.
—Estoy de acuerdo.
—Yo también —estuvo de acuerdo Ma’at.
—Lo que nos deja con Apolo. —Acheron se detuvo para pasar su mirada por toda la
habitación—. La mayoría de nosotros tenemos un reclamo igual sobre él, así que no tengo
idea de cómo ser justo con su destino.
Artemisa suspiró.
—Aunque me encantaría, no puedes matarlo.
De repente, Styxx comenzó a reírse en tono tan malvado que la columna de Urian
sintiera un escalofrío, ya que no podía imaginar lo que significaba.
Bethany frunció el ceño.
— ¿Por qué eso me asusta?
—Porque tengo el regalo perfecto para alguien. Incluso Simi lo aprobará.

*****

Apolo gritó con indignación a través de la mordaza mientras luchaba contra la red
diktyion de Artemisa que lo sujetaba con más fuerza que una mosca en una telaraña. Si
tuviera sus poderes normales, podría escapar. Pero el regalo de Urian, el collar de Verlyn, lo
mantenía drenado.
Urian se echó a reír como un villano de dibujos animados.
—Recuérdame nunca, nunca hacer enojar a mi padre. Y no me refiero a Stryker.
Maldición, papá, eso es taaan frío.
Artemisa sonrió.
—Sí, bueno, ¡la venganza es un gato!
Acheron suspiró y sacudió la cabeza.
—Absolutamente me rindo.
—Muy bien —dijo Styxx, poniendo a Apolo de pie—. Una entrega especial. —Besó a
Bethany antes de mirar a Acheron—. Cuida a mi chica. Enseguida vuelvo. —Se dio vuelta
hacia Urian—. ¿Estás listo?
¿Para esta mierda? Oh sí. Artemisa tenía razón. La venganza es un gato. Y estaba listo
para maullar.
—Después de ti, solren.
Para la sorpresa de Urian, Styxx los teletransportó directamente al jardín de Apollymi,
donde estaba sentada, mirando en su espejo.
Jadeando con indignación, se puso de pie.
— ¿Qué es esto?
Urian cubrió a su padre, en caso de que lo estallara. Sin miedo, Styxx obligó a Apolo a
arrodillarse frente a ella. Totalmente desnudo y atado, Apolo no tenía otra opción más que
obedecer. Urian sentiría pena por el olímpico si el bastardo le hubiera mostrado a la gente una
pizca de misericordia o compasión.
Pero en realidad, quería verlo llorar.
Styxx saludó a Apollymi.
—Vengo con regalos, mi señora.
Inclinando la cabeza hacia ellos, Urian le quitó el collar a Apolo.
—Le regresaré esto a Davyn y enseguida vuelvo.
Urian se teletransportó a la casa de Davyn que una vez compartió con Paris. Davyn lo
estaba esperando.
El alivio en su rostro era tangible. Tiró de Urian y lo abrazó.
—Si alguna vez me asustas así, te destriparé.
—Lo sé, lo siento.
Tragando con fuerza, Davyn lo soltó.
—Sabes que eres todo lo que tengo, ¿verdad?
—Lo sé. Hemos pasado por mucho. —Urian miró alrededor de la escasa casa de
campo que no había cambiado en todos los siglos que lo había conocido—. ¿Has pensado en
mi oferta?
Durante los últimos cuatro años, Davyn había podido caminar a la luz del día. Ya no
tenía razón para vivir aquí. Los apólitas eran libres de irse. No estaban encerrados aquí.
La mayoría se quedaron por lealtad a Apollymi, que no podía irse.
Pero Urian y Acheron habían ofrecido santuario a Davyn por todos los años de servicio
que les había dado.
Los ojos de Davyn se volvieron brillantes con lágrimas sin derramar.
—No puedo irme, Uri. Esto es todo lo que tengo de Paris. Todos mis recuerdos están
aquí.
—Tampoco puedes seguir adelante.
— ¿Quién dice que quiero?
Urian podía respetar eso. Acercándole, lo besó en la frente.
—Sabes en donde estoy si me necesitas.
—Lo sé. Te quiero.
—Yo también, hermano.
Pero alejarse de él siempre era difícil. Davyn siempre había sido la única constante en
su vida. Si algo le pasara, Urian no podría afrontarlo.
No queriendo pensar en ello, se dirigió de nuevo al palacio de Apollymi, donde había
dejado a Styxx… su padre biológico.
Styxx lo miró, después sonrió a Apollymi, que estaba salivando por su regalo.
—Disfruta.
Juntos, se teletrasportaron de vuelta con Bethany, que estaba sosteniendo a Sebastos
mientras hablaba con Tory y Ma’at.
Urian tuvo un momento surreal cuando lo volvió a golpear el que ella era su madre.
Especialmente cuando los miró y sonrió.
—Ahí está. Bas, saluda al tío Styxx.
— ¡Hola, tío Six! —dijo riendo y rebotando en los brazos de Bethany.
Le hizo cosquillas en la barriga hasta que chilló y la besó. Su pequeña mano enredada
en su largo cabello.
— ¿Están bien? —preguntó Acheron mientras se acercaba a Styxx.
Styxx encontró la mirada de Urian y asintió.
—Lo estoy.
Tomó la mano de Styxx y la apretó, después fue con Bethany. Pasó su mano sobre los
rizos de Sebastos.
—Hola, Bas.
— ¿Quieres sostenerlo? —preguntó Tory.
Styxx negó con la cabeza.
—Podría romperlo y hacer enojar a Acheron.
Urian se echó a reír.
—No puedes romperlo, cariño —dijo Bethany.
—No lo sé. La última vez que sostuve a un niño de esa edad, debí romperlo porque se
me derramó por todos lados.
Bethany se rió tan fuerte, que tuvo que darle de regreso a Bas a su madre antes de que
lo dejara caer.
Tory besó la cabeza de Bas.
—Tienes razón, Bethany. Es muy gracioso.
—Y ahora que ha vuelto —dijo Ma’at—, tenemos que terminar algo. ¿Nos disculparían?
Urian frunció el ceño.
— ¿Debería preocuparme?
Ash tomó a su hijo de su esposa.
—No. Van a terminar la ceremonia para reunir el corazón de Bethany. Todo está bien.
—Ah.
—No parezcas tan preocupado, Urian. Estarán bien.
Ash dijo eso, pero algo no estaba bien. Urian podía sentirlo. Su familia estaba reunida.
Debería sentirse completo otra vez, y una parte de él lo hacía.
Pero…
Miró alrededor de la habitación y todavía tenía ese vacío doloroso que desafiaba toda
explicación.
Alexion y Danger estaban sentados con Xirena y Simi, riendo. Tory y Ash y todo
parecía estar bien.
Pero algo no estaba bien. Algo cósmicamente estaba fuera de lugar. Cada sentido
daimon y semidiós que poseía lo sabía.
Cerrando los ojos, juraba que podía ver los átomos del universo realineándose.
Escuchar el éter susurrando. Esto no es bueno. Los vientos de cambio estaban llegando y
traían consigo la guadaña de la alteración.
Nada iba a ser lo mismo otra vez.

23 de octubre de 2017

— ¡Falcyn! —gritó Urian cuando vio al enorme bastardo Were Hunter en el Santuario
acercándose demasiado a su hermana.
Odiaba a ese bastardo por muchas, muchas razones. No el menor de los cuales era
haber eliminado a Xyn de Kalosis todos esos siglos atrás.
¡Maldito sea!
¿Lo peor? Conocía esa mirada. Y ningún hombre o bestia le daba esa mirada a su
hermana sin recibir una paliza de él.
Falcyn le chasqueó la lengua a Urian.
— ¿De verdad crees que me manejarás a tus órdenes, perro faldero?
Imperturbado por ese insulto y queriendo beber sangre de dragón, Urian entrecerró los
ojos mientras rápidamente cerraba la distancia entre ellos. Mantuvo su atención muy
concentrada en Falcyn, observando cada una de sus sacudidas.
Él no confiaba en absoluto en el bastardo Drakos. Este era uno de los hermanos de
Xyn, lo que significaba que Urian sabía exactamente lo traicionero que podía ser Falcyn.
Interponiéndose entre ellos, Urian le dio a Medea un respiro.
—Te advierto que recuerdes que estás en un santuario Were Hunter.
Falcyn resopló.
—Como si diera dos mierdas por las leyes de Savitar. —Le lanzó una amarga mirada a
Urian—. O a ti, para el caso. E incluso menos para tu jefe. Así que no piensen en arrastrar el
nombre de Acheron a esto como protección de mi ira. Lo desafío a que me diga una sola
palabra... sobre cualquier asunto.
Urian frunció el ceño ante sus palabras y su valentía dado el hecho de que Acheron era
el Destino final de todos. Desafiarlo mientras conocía su lugar real en el universo era un nivel
especial de estupidez y valentía que le faltaba.
— ¿No hay nada que temas?
La mirada de Falcyn pasó por el hombro de Urian hacia algo entre la multitud.
—Aye, pero lamentablemente ella no está aquí.
Urian volvió la cabeza ante el sonido de la profunda voz detrás de él. Blaise du Fey.
Había un bastardo que no había visto en mucho, mucho tiempo. Otro de los parientes
dudosos de Xyn.
Pero al menos era de un poco mejor carácter que Falcyn. Con el cabello tan pálido
como el de Urian y los ojos con un peculiar tono lavanda, Blaise era un guerrero feroz y
confiable.
Y al igual que Xyn, sus orejas tenían un poco de puntas en ellas. Algo que siempre le
pegaba duro a Urian cada vez que veía a Blaise o cualquiera de los adoni, ya que le
recordaba la forma en que solía mordisquear y juguetear cariñosamente con las de Xyn. Esas
orejas siempre habían sido una fuente de fascinación para él.
“¡Detente, Uri! ¡Me haces sentir cohibida! Me siento como un bicho raro por ellas”.
“No digas eso. Adoro tus orejas. Son tan hermosas como el resto de ti. Y el hecho de
que no sean como las demás las hace tan especiales como tú. Nunca deberías cubrirlas. Más
bien ostentarlas al mundo. Déjales ver la belleza única que eres tú”.
Dios, cómo la extrañaba. Y en lugar de tener su preciosa bondad, estaba atascado con
sus dos hermanos cabrones para tratar.
Increíble.
Falcyn chasqueó hacia él.
—Ahora, Blaise, ¿por qué vas a traer a Xyn a esto? ¿Especialmente teniendo en
cuenta que es un tema tan doloroso?
Blaise soltó una sonrisa encantadora.
—Sentí la necesidad de irritar a mi hermano mayor. Además, todos los demás te temen
así. Necesitas que te iguale. —Blaise mantuvo su mano levantada y afuera para poder sentir
su camino a través de ellos. Debido a su albinismo, era ciego en su cuerpo humano—. Y si
has terminado de asustar a los nativos, tengo algo de lo que necesito hablarte.
Falcyn se burló.
—Más bien, pasar más tiempo asustando a los nativos que escuchando tu quejido
petulante.
—Ah, ahora, vas a herir mis sentimientos.
—No tienes ningún sentimiento.
—No es verdad. Tenía muchos de ellos, hasta que tú, Kerrigan e Illarion los arruinaron
hasta el olvido. Pero creo que logré salvar uno o dos. Por favor, trata de no matar a esos dos
últimos. Puede que los necesite algún día.
Urian sacudió la cabeza hacia Medea, que tuvo tanta suerte de haber sido criada como
hija única. Le envidiaba eso.
Falcyn hizo un rudo ruido de desestimación.
—Esos son llamados dolores de hambre.
Blaise se rió.
—Tienes hambre de una palabra amable, quieres decir.
—Bueno, no la conseguirás aquí. —Falcyn hizo un gesto hacia las escaleras como si su
hermano pudiera ver sus movimientos—. Así que lárgate.
Blaise suspiró pesadamente.
—Me temo que no. Debo entrometerme. No puedo esperar.
Urian apartó a Medea de los dragones combatiendo.
—Bien entonces. Los dejaremos con su pelea. Vamos, hermana. Salgamos de aquí
antes de que Godzilla y Mothra se ataquen y nos atrapen en el fuego cruzado.
Ella le frunció el ceño.
— ¿Antes de quién y qué?
Urian gimió por lo bajo. ¿Cómo podía olvidar que ella no sabía casi nada sobre la
cultura pop? En realidad, era doloroso ver cuán pocas de sus citas comprendía.
—Un día tenemos que hacer un maratón de películas todo el día para ponerte al día
sobre mis referencias. —Y con eso, la empujó hacia las escaleras.
— ¿Qué son? —le preguntó mientras la conducía al piso menos concurrido del bar.
—Blaise es una mandrágora. Falcyn... demonios si lo sé. Es una de las razas de
dragones, pero no un Were Hunter. —Aunque Urian por lo general lo llamaba así solo para
fastidiarlo porque era divertido escuchar los irritantes ruidos de síntomas intestinales que
hacía Falcyn en señal de protesta.
—Si son hermanos, también sería una mandrágora. ¿Verdad?
Uno pensaría eso. Pero había aprendido hace siglos de Xyn que no funcionaba de esa
manera.
—No creo que estén realmente relacionados. Los dragones tienen una idea aún más
peculiar de lo que constituye la familia que nosotros.
—Pero si él es un dragón y él no es una mandrágora o un Were Hunter, ¿cómo puede
ser humano? ¿No son los únicos dos tipos de dragones de pura sangre que pueden tomar
forma humana?
Urian se detuvo para mirar a los dos dragones en la multitud de abajo.
—Esa, Medea, es la pregunta que todos hemos hecho y nadie responderá. Todo lo que
sabemos es que es una bestia sanguinaria que es mejor evitarla.

*****

Urian le frunció el ceño a Medea mientras hablaban dentro de la pequeña habitación


privada en el Santuario que estaba reservada para cuando la clientela sobrenatural se volvía
ruidosa y necesitaba un descanso de los testigos humanos que podrían no reaccionar bien
ante la realidad de lo que compartían su mundo. Apenas mayor que un armario, el cuarto
estaba abarrotado, pero les permitía no ser oídos por ninguno de los humanos afuera.
O los Were Hunters, que por lo general tenían una audición muy sensible.
Y dado el hecho de que su hermana acababa de contarle acerca de una misteriosa
plaga que estaba a punto de destruir a su gente, se alegró de que nadie pudiera escucharlos.
— ¿Por qué me estás diciendo esto? Ya no soy un daimon. —No había sido uno en
años.
Medea cruzó los brazos sobre su pecho.
—Síp, pero por lo que sé, esta plaga que envió Apolo podría contagiarte también. Lo
que sea que Apolo nos haya desatado se está cobrando un precio terrible. Sé que odias a
nuestro padre, pero...
— ¡Stryker no es mi padre! —le recordó con frialdad. Gracias a los dioses por ese favor.
—Biológicamente, es cierto. Sin embargo, te crió como suyo. Su esposa te dio a luz.
— ¡Después de que fui sacado del estómago de mi madre real por esa perra a la que tú
sirves... y fui metido en su útero sin el conocimiento o consentimiento de nadie!
Y Medea recordándole cómo los dioses lo habían jodido no lo estaba alentando a su
causa.
En absoluto.
Honestamente, él había tenido suficiente de ser su hijastro bastardo que pateaban cada
vez que se aburrían.
—Esa perra también es la madre de tu jefe actual y el amado protector de tu verdadero
padre y madre, ¡no lo olvides!
Urian siseó ante su menos que sutil recordatorio sobre la posición de Apollymi en su
mundo. Y el hecho de que una vez la había amado como una segunda madre la mayor parte
de su vida. Pero se sintió doblemente traicionado por ella por no decirle la verdad, cuando ella
lo había sabido todos esos siglos. Estaba tan enojado con Apollymi por lo que había hecho
que aún no había vuelto a hablar con ella después de descubrir la verdad.
Cuando miraba hacia atrás y pensaba en todos los años (no, siglos) que podría haber
tenido con su verdadero padre... quería matarla por ello. ¿Cómo pudo haberlo hecho?
—Tienes algo de coraje para venir aquí y pedirme que ayude a Stryker o a Apollymi,
dado lo que ambos me han quitado.
Era cruel más allá de lo cruel, incluso para ellos.
—Lo sé. Lo cual te dice lo desesperada que estoy. —Tragó saliva—. No son los únicos
que están enfermos, Uri. Davyn también lo está. Él morirá si no nos ayudas.
Esa noticia lo dejó tambaleante. Davyn era la única persona que no podía soportar la
idea de perder. Se suicidaría primero.
—Por favor, Urian. Perdí a mi esposo y único hijo porque mi abuelo, el abuelo de tu
gemelo de nacimiento, era un bastardo. Los vi a los dos ser masacrados frente a mis propios
ojos por las alimañas humanas que proteges. Sin más motivo que el miedo que nos tenían
cuando no hicimos nada para causar sus sospechas. Éramos inocentes e inofensivos,
ocupándonos de nuestros propios asuntos cuando nos atacaron. Así que no pienses por un
minuto que posees algún tipo de participación en el mercado del dolor. Porque créeme,
hermano, eres un novato. No tienes idea de lo que pasé en mi vida mortal o esta. Lamento lo
que Stryker le hizo a tu Phoebe. Lo siento, pero he perdido a muchos para sentarme a mirar
cómo mueren los demás y no hacer algo para intentar ayudarlos. Eso no es lo que soy.
Tampoco era quien era él, y estaba equivocada acerca de su dolor. Él había perdido
más hijos que ella. Conocía exactamente el dolor de su pérdida. Si bien es posible que no los
haya dado a luz, ellos fueron sus hijos de todos modos.
Una sola lágrima se deslizó por su mejilla mientras sus ojos se ensombrecían.
—Praxis tenía cinco años, Uri. Cinco. Y murió en agonía ante las manos despiadadas
de esos bastardos humanos, gritándome para que lo ayudara mientras ellos... —Se atragantó
con sus palabras—. Dime, Urian, ¿cómo estoy incluso cuerda, dado lo que me robaron
violentamente? ¡Ninguna cantidad de tiempo puede opacar un dolor tan agudo!
Urian conocía su dolor. De primera mano. Y odiaba que alguien tuviera que pasar por
eso. La jaló contra él.
—Lo siento mucho, Dee.
Con su respiración entrecortada, lo alejó de ella.
—No necesito tu pena. No tiene valor. Puedes quedártela, especialmente si no me vas
a ayudar.
Urian la tomó del brazo cuando comenzó a irse.
— ¡Espera!
Quería negarle esta petición. En verdad, quería que Stryker se incendiara y reírse
mientras lo veía suceder.
Pero Medea tenía razón. No podía permitir que el resto de lo que una vez habían sido
su familia y amigos muriera y no hacer nada.
No si él podía ayudar.
—Hay una cosa que podría salvarlos.
— ¿Qué?
Dudó. No porque no quisiera ayudarlos, sino porque no sabía lo que Stryker podría
hacer con la cura. En sus manos, podría ser más letal.
Ninguna buena acción queda sin castigo.
De alguna manera esto iba a volver a él. Lo sabía. Esas cosas siempre lo hacían, y lo
dejaban sangrando y maldiciendo. Sin embargo, aun así, no podía permitir que Medea se
sintiera peor de lo que ya había estado. Ella tenía razón. Había tenido suficiente y al final del
día, eran familia. Tal vez no en el sentido convencional, pero de todos modos sentía un
parentesco con ella. Y creció creyéndose uno de los hijos de Stryker. Pensando en la hija de
Stryker como su propia hermana.
Cada vez que miraba a Medea, veía la cara amada de Tannis. Recordaba su tiempo
como niños. Todos habían sido víctimas inocentes de un juego de poder fétido entre los
dioses antiguos. Todos ellos habían pagado un alto costo para seguir viviendo, solo para
fastidiar a aquellos que los verían caer sin ningún motivo.
Para bien o para mal, Medea era su hermana tanto como Tannis lo había sido. Y
porque la amaba, se negaba a aumentar su dolor.
—No sé si funcionará o no.
Medea se irritó ante su evasiva.
— ¡Oh, por el amor de Dios, solo dilo ya!
—Una piedra de dragón.
La única cosa de la que Xyn le había hablado hace mucho tiempo. Eran increíblemente
poderosas y podían maldecir cualquier cosa.
Retrocediendo, ella frunció el ceño.
— ¿Una qué?
Urian dio vueltas mientras buscaba una manera de explicarlo. Pero no era tan fácil
como debería ser.
—A falta de un término mejor, es una roca encantada que tienen los dragones.
Supuestamente, puede curar cualquier cosa. Incluso la muerte.
— ¿De dónde sacas una?
Esa era la parte fácil.
Y lo más difícil de imaginar, ya que quedaban muy pocas.
—Por suerte, hay una aquí.
Alegría volvió a sus ojos oscuros.
— ¿Dónde?
Se encogió visiblemente ante el último lugar en el que cualquiera de los dos quería
aventurarse. Porque pedir ayuda allí era una estupidez muy rampante. Si solo Xyn estuviera
viva. Ella habría compartido la suya en un abrir y cerrar de ojos.
—Eso sería lo malo, ya que le pertenece a Falcyn.
El bastardo que odiaba casi tanto como a Apolo.
— ¿Esa bestia hosca que conocí antes?
Asintió.
—Que yo sepa, esa es la última en existencia. El resto fue destruido o desapareció.
Medea gimió en voz alta.
—Estupendo. Entonces, ¿cómo hago para conseguir esta cosa?
— ¿Un consejo? Pídelo amablemente.

****

Urian y Medea entraron a la habitación donde les habían dicho que Falcyn había ido a
ver a Blaise.
El problema era que no estaban solos. Y el fey Adoni con ellos no parecía feliz. De
hecho, esto parecía casi lo mismo que caminar en medio de un robo bancario.
Con todos los ladrones envueltos en C-4.
Falcyn se enderezó al verlos.
— ¿Aquí para ayudar o para obstaculizar? Anúnciate.
Urian no dudó con su respuesta.
—Cualquiera que sea la elección que termine conmigo en tu lado bueno.
—Agarra a la perra.
Mejor que no sea su hermana de la que hablaba Falcyn.
Pero antes de que alguien pudiera moverse, una luz brillante pulsó dentro de la
habitación, cegando a todos excepto a Blaise, que de todos modos no podía ver.
Falcyn maldijo.
— ¿Urian?
Siseando por el dolor, Urian levantó su mano en un esfuerzo inútil para tratar de ver a
alguien más allá de la gran mancha blanca.
— ¡Ciego como un murciélago! —espetó en respuesta a la llamada de Falcyn—. ¿Dee?
—No puedo ver una mierda.
—Son demonios en la habitación. —Blaise se movió para cubrirlos—. Gallu.
Ah, eso es genial. Al menos no eran carontes.
— ¿Quién invitó a los imbéciles a nuestra fiesta? —gruñó Falcyn.
Eran una de las pocas razas que podían infectar a una víctima y convertirlos en
esclavos sin sentido. O máquinas de matar. Ninguno de los cuales atraía a Urian.
Solo mataba al comando o cuando lo amenazaban. Como decía el viejo dicho daimon:
Proteges a quienes te respaldan. Respeta a los que están a tu lado. Y derrota o mata a quien
esté contra ti.
De repente, algo los agarró y cayeron.
— ¿Blaise? ¿Qué estás haciendo? —gruñó Falcyn.
— ¡Agárrense! ¡Todos mantengan la calma!
Falcyn se burló.
—Entonces, ¿por qué suenas preso del pánico y por qué estoy todavía ciego?
Urian golpeó el suelo lo suficientemente fuerte como para dejar sin aliento sus
pulmones. A unos metros de distancia, Falcyn y Medea aterrizaron en un montón entrelazado.
— ¡Oye, oye, amor! Solo toca la zona prohibida si tienes la intención de hacerla feliz.
Medea hizo una mueca.
—No hay suficiente cerveza en el universo para que toque tu no-zona, libélula. No te
halagues.
—Dice el daimon arrastrándose por todos lados de ella.
—Saltando fuera de ella, quieres decir, antes de atrapar algo que estoy segura de que
los antibióticos no curarán.
Urian se rió. Una cosa que amaba de su hermana era que tenía un sentido del humor
mezquino.
Falcyn se mofó de su insulto.
—No es lo que se siente desde donde estoy yaciendo y todavía estás en la cima de...
¡umph! —gruñó mientras exhalaba el aire de los pulmones.
Con una mueca feroz, frotó el área maltratada y se puso de pie.
—Blaise, ¿qué hiciste?
Otra cosa con la que Urian estaba de acuerdo. Parecían estar en medio de Alaska,
Nebraska, o en algún lugar remoto y apocalíptico del fin del mundo.
Blaise se giró lentamente de una manera que decía que estaba usando su vista de
dragón para sentir el éter.
—Bueno, esto no era lo que había planeado.
— ¿Qué? —La voz de Urian goteaba con sarcasmo—. ¿No querías un viaje a Ciudad
Halloween? Estoy muy decepcionado, Blaise. Esperaba conseguir mi ropa interior de Jack
Skellington firmada.
Falcyn se rascó la mejilla barbuda.
—Entonces, ¿cómo llegamos aquí?
—No estoy seguro. Estaba apuntando al salón de la casa Peltier. —Blaise alzó su
rostro—. Fallo épico. Ni siquiera estoy seguro de dónde estamos.
Urian dejó escapar un largo y cansado suspiro mientras observaba el retorcido paisaje.
—Creo que lo sé. Pero no te va a gustar. Estoy seguro de que no.
Medea frunció los labios.
—Pruébanos.
Urian miró alrededor a un lugar donde no había estado desde su matrimonio con
Sheba. Dioses, esperaba que estuviera equivocado. Pero síp, este parecía el reino en el que
Ruyn solía ir de fiesta para pasar el rato.
—Myrkheim.
Blaise hizo una expresión de felicidad exagerada.
— ¡Oh, Dios mío! ¡Las fronteras donde los paganos se pudren! ¡Justo donde quería
construir mi casa de vacaciones! ¿Dónde hay un contrato de arrendamiento? ¡Registra mi
escamoso culo!
Medea puso los ojos en blanco.
— ¿Qué es Myrkheim?
Falcyn se rió amargamente.
—Supongo que los daimons no pasan mucho tiempo aquí ya que no es parte de su
mitología. Es un reino inferior. Un campo de contención si quieres, entre la tierra de luz y
oscuridad donde los fey pueden practicar su magia.
— ¿De qué gente fey? —presionó ella.
Pregunta legítima, supuso Urian, ya que había muchos fey en el mundo andando
alrededor.
Falcyn suspiró.
—En un momento, todos. Pero hoy en día, está principalmente reservado para los
rechazados de Morgen. Y algunos otros bastardos que sufren IBS.
—Síp, está bien... Entonces, ¿cuál es el...? —Antes de que pudiera terminar su frase,
un rayo de luz se disparó entre ellos, no alcanzándola por poco.
De hecho, solo falló porque Falcyn lo desvió.
—Magia perdida. Tienes que mantener la cabeza en alto. Si te golpea, no se sabe lo
que podría hacer. Podría vaporizarte. Convertirte en un sapo. O simplemente arruinar tus
posibilidades de tener hijos.
Por eso a Ruyn le gustaba jugar aquí. Bastardo, vivió para jugar peligrosamente.
Los ojos de Medea se abrieron de par en par cuando vio cómo explotaba y transformó
un árbol no muy lejos de ellos en una gallina que chilló, luego se zambulló bajo tierra para
excavar como un conejo asustado.
— ¿Eso pasa mucho?
Falcyn asintió.
— ¿Por aquí? Mucho.
—Estupendo. ¿Algo más por lo que debería tener cuidado?
—Síp —dijo amargamente—. Todo.
Parpadeando, se encontró con la mirada de Urian.
— ¿Bromea?
—Falcyn no tiene un sentido del humor mensurable. Al menos ninguno que hayamos
identificado hasta la fecha.
Blaise trenzó su largo cabello blanco y lo aseguró con un lazo de cuero que había
desenrollado de su muñeca.
—Bueno, Max dijo que Falcyn no siempre fue el dolor en el trasero que conocemos.
Pero solo puedo hablar sobre los últimos cien años. Y él no ha cambiado desde que lo he
conocido.
—No ayuda, Blaise —dijo Urian secamente.
Extendió sus brazos para indicar su entorno.
—En caso de que no lo hayas notado, no soy muy bueno en eso. Tiendo a fastidiar
todas las cosas cada vez que trato de ayudar.
—Y Merlín te eligió para ser un caballero del Grial. ¿Qué demonios estaba pensando?
Blaise siseó.
— ¡No hablamos de eso en voz alta, Falcyn! ¡Mierda! ¿Qué? ¿Intentas matarme?
Falcyn disparó una ráfaga de fuego hacia el cielo.
—Todavía estoy tratando de descubrir cómo llegamos aquí... y por qué. Porque,
seamos sinceros, no nos enviaron aquí para nada bueno.
—Esperaba que no te dieras cuenta de eso. —Blaise se aclaró la garganta—. Qué
manera de fastidiar mi zen, amigo.
Falcyn le rodó los ojos a Blaise.
—Tienes que dejar de salir con Savitar. Odio a ese bastardo.
—Odias a todos —le recordó Blaise.
—A ese bastardo que maneja una tabla de surf lo odio más que nada.
Blaise arqueó una ceja inquisitiva.
— ¿Más que el hermano Max?
Falcyn gruñó.
— ¿Vamos a discutir intrascendencias o buscar un camino a casa? Porque acabo de
probar mis poderes y no hicieron nada por sacarnos de aquí.
Avergonzándose, Blaise se frotó nerviosamente el cuello.
—Los míos tampoco, y esperaba mantenerte distraído para que no me golpearas el
culo por esta situación.
Falcyn miró a Urian.
— ¿Y tú, princesa Guisante? ¿Tienes algo?
— ¿Además de una migraña palpitante? No. Mi teletransportación tampoco está
cooperando.
Todos miraron a Medea.
— ¿De verdad? Si los míos estuvieran funcionando, ¿creen que estaría aquí,
escuchándolos a todos ustedes? Lo juro, me habría desvanecido hace mucho tiempo.
Blaise suspiró.
—Creo que vi esta película una vez. No fue bien para la gente, ya que se atacaron
entre sí e involucró motosierras... y mucha sangre.
— ¿Pero hubo silencio? Esa es la verdadera pregunta.
Urian resopló ante el irritable comentario de Falcyn.
¿Lo peor?
Había un repentino silencio. Reverberó a su alrededor con ese extraño tipo de quietud
que ponía cada terminación nerviosa en el borde. El tipo que irradiaba malevolencia porque
era un presagio.
Los hombres se juntaron para ponerse espalda contra espalda para poder enfrentar y
combatir cualquier amenaza que les viniera encima.
De repente, una luz brillante brilló cerca de ellos. Una que cegó momentáneamente a
Urian con su intensidad. La neblina se solidificó en un hombre alto y larguirucho con cabello
castaño y ojos rojos.
Tienes que estar jodidamente bromeando...
— ¿Nunca mueres? —preguntó Urian al ver al demonio Kessar.
¿Cuántas veces iban a matar a este bastardo y que él volviera?
Haciendo una mueca de desprecio al demonio vestido con un traje de diseñador negro
snob, Falcyn miró a Urian.
—Entonces, Slim, ¿quién es este imbécil de diseñador?
El demonio arqueó una sonrisa ante la pregunta de Falcyn.
—Es señor Imbécil para ti, dragón.
—Claro, calabacita. Lo que sea que te haga feliz.
Medea le dio un golpecito a Falcyn en el hombro antes de ponerse de puntillas para
susurrarle al oído.
—Quizás no quieras enojarlo.
—Dice la mujer que no me conoce en absoluto. Créeme. Me he orinado en las
gargantas de monstruos que hacen que este chico elegante parezca aún más patético de lo
que es. En mi medidor de miedo, él ni siquiera mueve la aguja.
Kessar sonrió a regañadientes.
—Por eso es que has mantenido tu piedra de dragón más tiempo que cualquier otro
dragón en la historia. Ahora sé un buen chico, entrégamela.
Falcyn resopló burlonamente mientras lo miraba con una mirada menos que
impresionada.
—Uh... como el infierno que no.
Una lenta sonrisa se extendió por las cinceladas facciones de Kessar, pero no llegó a
sus ojos rojos.
—Danos la piedra y te diré cómo salvar a tu hermana.
Urian se congeló ante esas palabras. Si bien era cierto que los dragones tenían
docenas de hermanos, solo había una hermana que él sabía que realmente les importaba.
La misma que a él.
—Mi hermana está muerta. Y si me haces un Narishka, te lo juro, demonio, te comeré
el corazón para almorzar y lo eructaré para el postre.
—No sé lo que hizo Narishka, pero tu hermana se convirtió en piedra. Así que, aunque
no está técnicamente viva, tampoco está exactamente muerta.
— ¿Blaise? ¿Sabías sobre esto?
—No. Me dijeron que ella cayó luchando contra Morgen.
Urian escuchaba atentamente. ¿Estaban o no estaban hablando de Xyn?
Medea puso su mano en el antebrazo de Falcyn en un gesto reconfortante antes de
apoyarse en su espalda.
—Kessar es un bastardo traicionero. No confíes en él. No sabría la verdad si le
mordiera su peludo trasero.
Ella tenía razón sobre eso. Podría ser un truco.
Urian contuvo la respiración.
Falcyn frunció el ceño.
—Así que chico elegante es el líder gallu que se volvió contra los dioses sumerios.
Apuesto a que arruinó tu día, ¿eh?
Kessar se burló.
—Deberías saberlo, hijo de Lilith.
Blaise succionó aire entre los dientes.
—Nunca, jamás... jamás traigas a su madre a colación. Esa es solo una buena manera
de que te pateen el culo, ya que él tiende a atacar alocadamente cada vez que mencionas a la
que nunca-debería-ser-nombrada.
Falcyn le dio al demonio una sonrisa irónica.
—Deberías escuchar a mi hermano, demonio. Al menos sé el nombre de mi madre.
Que es más de lo que tú sabes. —Le hizo una mueca sobre Kessar—. Y si sabes tanto sobre
mí, entonces sabes quién y qué me engendró. Así que, si yo fuera tú, correría antes de que
decida quitarte las alas por diversión y clavarte en una pared para lanzar dardos cada vez que
estoy borracho.
Imperturbable, Kessar examinó sus garras.
—Bien. ¿Supongo que no tienes interés en saber dónde enviaron a tu hermana?
Una sonrisa lenta e insidiosa se extendió por el rostro de Falcyn.
—Oh, la encontraré. Tan pronto coma tu cerebro y absorba la información.
Antes de que Urian supiera lo que pretendía, Falcyn estaba sobre Kessar, rasgando su
carne. Con un gruñido profano, le agarró la cabeza al demonio y le habría arrancado la
garganta si Kessar no hubiera desaparecido.
Sangre goteaba de las manos y la barbilla de Falcyn mientras se dirigía al cielo
desolado.
— ¿Qué? ¿Fue algo que dije? ¡Vuelve aquí, bastardo maricón! ¿Qué clase de demonio
corre como una perra por un pequeño mordisco?
Urian cruzó sus brazos sobre su pecho mientras se encontraba con la sorprendida
mirada de Medea.
—Y ahora sabes por qué tenía mis reservas sobre la búsqueda de nuestro dragón no
tan amable para conversar. No puedes sacarlo en público. O privado tampoco.
Falcyn lamió la sangre de sus dedos.
Medea frunció los labios con disgusto.
—Tienen estas cosas llamadas servilletas, ¿sabes? Han estado aquí por miles de años.
Deberías probar una.
Limpiando la sangre de sus labios con su nudillo, Falcyn le sonrió.
— ¿Un daimon aprensivo? ¿En serio? Además, me gusta el sabor de la sangre de mi
enemigo. Me calma. La sangre de mis amigos es incluso mejor, pero tienden a ponerse un
poco irritables cada vez que tomo mi manjar favorito.
Blaise suspiró.
—De verdad, probamos el entrenamiento en casa. Él falló miserablemente. Pero es
increíble cuando necesitas a alguien asesinado y no tienes un lugar para esconder un cuerpo.
Él come todos los rastros de ello. Mejor que un demonio Caronte mascota.
Con una última lamida en su dedo medio, Falcyn se volvió hacia Blaise.
— ¿Puedes transformarte?
—No lo he intentado. ¿Por qué?
—Yo no puedo.
Blaise parecía enfermo del estómago ante la noticia. Después de un segundo, negó con
la cabeza.
— ¿Por qué no podemos cambiar?
—Esa sería la inquietante pregunta del momento, ¿no es así?
Urian se rió nerviosamente.
— ¿Cómo regresamos?
—Siempre hay un portal de algún tipo. —Falcyn giró en un lento y pequeño círculo
mientras observaba la tierra que los rodeaba—. Solo tenemos que descubrir dónde está y
cómo se ve. Ya sabes... es una mierda divertida, siempre.
—Síp. Muy divertido. —La voz de Urian goteaba de sarcasmo—. Y evitar la magia
extraviada y a los demonios.
—Y todo lo demás —agregó Medea.
—Exactamente lo que ella dijo —murmuró Falcyn por lo bajo.
—Entonces me alegro de haberme levantado esta mañana. —Blaise suspiró
pesadamente—. Demonios, incluso me bañé.
Falcyn le lanzó una burlona mirada de suficiencia.
—Me alegro de estar atrapado aquí con todos ustedes. Quejándose y gimiendo.
— ¿Blaise? —susurró Medea de repente.
—Síp... lo siento.
Los ojos oscuros de Medea se encontraron con los suyos.
— ¿Qué es?
—No estoy seguro.
Falcyn no veía nada a su alrededor.
De repente, Urian lo escuchó. Un simple suspiro de aliento. Tan bajo como para ser
virtualmente inaudible.
Con los reflejados de un relámpago afilados por la batalla, Falcyn extendió la mano y
agarró a su perseguidor.
— ¡No tengo malas intenciones!
El sonido de la voz de una mujer lo sorprendió.
Falcyn apretó con más fuerza lo que parecía una garganta.
—Muéstrate.
Ella se materializó en su agarre. Grandes ojos color lavanda se tragaban un rostro que
parecía más de niña que de mujer, y sin embargo, la plenitud de su cuerpo envuelto en cuero
decía que ya tenía veintitantos años. Físicamente, de todos modos.
— ¿Qué eres?
Ella le frotó la muñeca para recordarle que su agarre mortal le impedía hablar. Otra
acción que dijo que era mayor que una adolescente asustada.
Falcyn relajó su agarre, pero no lo suficiente como para permitirle escapar.
—Soy Brogan.
—No pregunté tu nombre. Realmente no me importa. Pregunté qué eres.
—Maldita. Exiliada y condenada. Por favor, déjame ir y te puedo ayudar.
Se estaba protegiendo y a Urian no le gustaba. Las criaturas que jugaban juegos
generalmente tenían algo que ocultar.
— ¿Por qué? —demandó Falcyn.
— ¿Por qué deberías dejarme ir? Para que pueda respirar.
Falcyn rechinó sus dientes.
—No, ¿por qué deberíamos confiar en que nos ayudes?
—Porque quiero salir de aquí más que nada, pero me faltan los poderes para romper el
sello o negociar por la libertad. Si me llevas contigo, te mostraré dónde está el portal.
Aún sospechoso, la liberó.
—Y de nuevo, pregunto qué eres.
—Un kerling vidente de la muerte.
Falcyn conjuró una bola de fuego y la sostuvo para que supiera que su propia muerte
era inminente.
— ¿Vidente de la muerte o buscadora?
Urian estuvo de acuerdo con esa pregunta, ya que había una gran diferencia entre
ellos. Un vidente veía la muerte. Un buscador la causaba.
Levantando sus manos, ella se apartó de él.
—Vidente —dijo rápidamente, haciéndole saber que entendía la amenaza menos que
velada en sus acciones—. Aunque a menudo el Crom Negro me usa para encontrar a sus
víctimas.
— ¿Y por qué es eso?
—Me vendieron a él para eso.
Falcyn se movió para matarla, pero Blaise lo tomó del brazo.
—No le hagas daño.
Horrorizado, lo miró fijamente.
— ¿Está tu mente de mandrágora atrofiada?
Blaise resopló.
—Todo el tiempo. Pero no sobre esto. —Tendió su mano hacia la pequeña morena—.
Ven, Brogan. No dejaré que te lastime.
Dejando que el fuego en su mano desapareciera, le frunció el ceño a Blaise.
— ¿Puedes verla en absoluto?
Blaise negó con la cabeza.
—Solo puedo escuchar su voz. ¿Por qué?
Porque ella era exquisitamente hermosa. Su largo cabello castaño oscuro que había
escapado de sus apretadas trenzas formaba espirales perfectos alrededor de sus rasgos
élficos y sus orejas puntiagudas. Rasgos encantadores que las mujeres usan a menudo para
atraer a otros a su perdición. Y eso incluía sus ajustados pantalones de cuero marrón y corsé
que estaban cubiertos por una túnica verde endeble, y el collar y la diadema de piedra fey que
llevaba.
Pero si Blaise no podía verlo, entonces no era una trampa para él.
— ¿Por qué te sientes atraído por ella? —preguntó Falcyn.
—No dije que lo estaba. Solo escuché la verdad en su voz. Ella no nos está mintiendo.
Así que creo que deberíamos ayudarla.
—Y ninguna buena acción queda impune. La ayudas y es probable que pagues por
ello. De la peor manera imaginable y en el peor momento posible.
Blaise suspiró profundamente por la desconfianza de Falcyn, que había venido de una
vida de traición.
—Lo que más me gusta de ti, Fal. Tu optimismo sin fin. Me derriba.
Por una vez, Urian estaba del lado de Falcyn. No sería tan rápido para descartar ese
sabio consejo. Si él fuera Blaise, estaría escuchando un poco más de cerca.
Metiendo sus alas de gasa para que no pudieran verse, Brogan recogió su mochila.
Cuando comenzó a pasar a Falcyn, él la detuvo.
—Lo lastimas... o haces que se vea perjudicado de alguna manera… incluso una uña
encarnada… y me aseguraré de que mueras gritando de agonía.
Sus ojos se abrieron ante su amenaza.
—No veo la muerte para él. No tienes motivo para amenazarme en su nombre.
Mientras se movía para caminar al lado de Blaise, Medea se dejó caer al lado de
Falcyn.
— ¿Qué es un kerling?
—Una bruja conjurada.
— ¿Por eso preguntaste si buscaba la muerte?
Asintió.
—Los kerlings pueden ser un puñado.
— ¿Conociste a muchos?
—No, pero he matado a mi parte justa.
Brogan jadeó y miró por encima del hombro a Falcyn.
Con una sonrisa falsa, la saludó con la mano.
Ella dejó escapar un chillido y se acercó a Blaise, quien lanzó una feroz mueca en su
dirección.
— ¿Qué hiciste?
—Sonreí.
—Ah, eso lo explica, entonces. Es un acto tan antinatural para ti que te ves como una
bestia buscada cada vez que lo intentas.
Falcyn arrugó su rostro mientras Blaise permitía que la kerling los guiara.
Siguieron caminando mientras Urian les escuchaba bromear y trataba de descubrir si
había algo de verdad en que Xyn estuviera viva. ¿O era una mentira elaborada por Kessar?
No sería la primera vez que el demonio hacía tal traición. Y una persona podría
enloquecer al pensarlo.
Una vez que llegaron a su cueva, Urian usó sus poderes para sellarlos.
Sin paciencia, Urian se volvió hacia Brogan.
— ¿Crees que si llamara a Acheron podría oírme y venir al rescate?
—Puedes intentarlo. —Falcyn esperó.
Después de unos segundos de intentarlo, Urian gruñó de nuevo.
—Valió la pena el intento.
— ¿Alguien conoce a un elfo oscuro? —Falcyn miró a Blaise, quien tenía la costumbre
de ir de fiesta con ellos.
—Ninguno al que quiera llamar.
Falcyn iluminó la cueva con sus bolas de fuego.
—Lástima que no tengamos a Cadegan aquí. Un agujero oscuro como este es justo de
su agrado.
—Para Illarion también —le recordó Urian a Falcyn de su otro hermano.
Falcyn asintió.
Medea le lanzó una mirada penetrante.
—Hubiera pensado que estabas en tu casa aquí también.
Falcyn hizo una mueca.
—Detente con los estereotipos. No todos los dragones hibernan en cuartos cerrados.
Yo vivía en una isla, en la cima de ruinas. Al aire libre y bastante feliz de no estar encerrado.
Mi hermano Max vive en un bar.
—Aye a eso —intervino Blaise—. Mi casa era un castillo.
Brogan ladeó la cabeza.
—La mayoría de los dragones aquí son habitantes de cuevas. El fuego de nuestras
fraguas. El resto se esconde para no ser esclavizado.
Carraspeando, Brogan hizo un gesto hacia la parte posterior de la cueva.
—Debería haber un túnel que conduzca hacia los canales subterráneos donde
podamos encontrar un camino hacia el pórtico.
— ¿El pórtico? —preguntó Medea.
—Aye. Es la meseta donde los ancianos se reúnen para ver los otros reinos. Hay un
portal allí.
— ¿Por qué hacen eso?
Brogan se mofó de su pregunta.
—En caso de que no lo hayas notado, mi señora, no hay mucho que hacer aquí, aparte
de sobrevivir y hacer armamento para los dioses y los seres fey. De modo que los ancianos
wyrdlings observan, eligen a un mortal feliz y arruinan sus vidas. Para divertirse y apostar.
Medea se quedó boquiabierta.
— ¿Hablas en serio?
Con sus facciones sombrías, Brogan asintió.
—Lo llaman el yewing. El mortal es seleccionado al azar y su destino depende de lo
que sea que saquen de su bolsa skytel mientras lo están viendo. Lo creen entretenido.
— ¡Lo sabía! —gruñó Blaise—. Sabía que mi vida no era más que una broma enfermiza
de los fey. Y todos ustedes dijeron que estaba loco. —Cuando nadie comentó, se levantó
hoscamente—. Bueno, lo hiciste. Y yo tenía razón.
Falcyn resopló.
—De todos modos, busquemos este pórtico y veamos si podemos ubicar el portal a
casa.
Medea preguntó:
— ¿No podemos simplemente teletransportarnos al portal?
Brogan negó con la cabeza.
—No lo aconsejaría. Esos poderes tienden a atraer atención no deseada en este reino.
Cuanta menos magia sea usada con la que no están familiarizados, más seguro estarán.
Mientras caminaban, Brogan regresó al lado de Medea.
— ¿Te llamaron daimon?
—Algo así.
—No conozco tu especie. ¿Eres como los fey?
—Mi pueblo fue creado por el dios griego Apolo y luego maldecido por él.
— ¿Por qué?
En efecto, por qué. Esa había sido la pregunta que la había irritado durante toda su vida
excepcionalmente larga mientras se lo explicaba a la chica.
Medea suspiró mientras era conducida contra su voluntad para recordar la tragedia del
destino mortal de su madre. Completamente enamorada cuando era una niña, se había
casado con el hijo de Apolo sin dudarlo. Y luego, embarazada de ella, su madre se vio
obligada a divorciarse del padre de Medea o verse violada y asesinada por el dios vengativo.
Dejar a su padre había destruido emocionalmente a su madre. Había matado algo muy
profundo dentro de ella que no había cobrado vida hasta el día en que se volvieron a reunir.
Siglos después, Stryker se había casado y había criado a otra familia con otra esposa,
la madre sustituta de Urian.
Y así comenzó la maldición de su pueblo cuando Stryker hizo un trato con una diosa
atlante para salvar a su familia de la maldición de su padre.
— ¡Eso es horrible! —susurró Brogan mientras terminaba la historia.
—Ciertamente así es.
Todos habían sido condenados por la ira del dios por algo en lo que no habían tenido
parte o ninguna habilidad para detener.
—Lo siento mucho, Medea.
Ella se encogió de hombros.
—Lo superé. Además, tenía seis años cuando nos maldijo. Apenas recuerdo la vida
antes de ese día.
— ¿No comes comida?
Ella sacudió su cabeza.
Brogan guardó silencio por un momento.
—Pero si tenías que morir a los veintisiete años y ahora no eres un daimon, ¿cómo es
que todavía estás viva?
—Un trato que mi madre hizo por mi vida.
La tristeza volvió sus ojos de un vivo color púrpura.
—Cuéntame de una madre que tanto ama a su hija. ¿Es bella? ¿Maravillosa?
Medea asintió.
—Más allá de las palabras. —Se sacó el guardapelo del cuello y se lo tendió a Brogan
para que pudiera ver la imagen que tenía de su madre—. Su nombre es Zephyra.
— ¿Como el viento?
—Sí. Sus ojos son negros ahora, pero cuando era niña, eran de un verde muy vivo.
Brogan tocó la foto con una sonrisa triste tirando de los bordes de sus labios.
—La admiras.
—Ella es la mujer más fuerte que he conocido. Y la amo por eso.
Cerrando el medallón, se lo devolvió a Medea.
—Se parece a ti.
—Gracias. Pero creo que ella es mucho más hermosa. —Medea lo devolvió a su
cuello—. ¿Qué hay de tu madre?
Una lágrima cayó por su mejilla.
—Mi madre me vendió al Crom Negro cuando tenía trece años. Si alguna vez me amó,
nunca lo mostró.
—Lo siento.
Limpiándose la mejilla, respiró hondo.
—No es tan malo. Ella vendió a mis hermanos mucho peor. Al menos yo tenía la visión.
Si hubiera nacido sin nada, mi destino hubiera sido...
Hizo una mueca como si no pudiera decir más sobre eso.
— ¿Qué es exactamente el Crom Negro? —preguntó Medea, tratando de distraerla del
horror que perduraba en la parte posterior de esos ojos color lavanda.
—Un jinete de la muerte sin cabeza que busca las almas de los condenados o los
malditos.
Medea saltó ante la voz de Falcyn en su oído.
—Un kerling puede cantarles para ofrecer un sacrificio antes de la batalla. O invocarlos
para una víctima en particular.
—Puede —dijo Brogan, levantando la barbilla desafiante. Había algo sobre ella,
ardiente y valiente—. Pero yo no lo hago. Odio al Crom. Sale de Annwn para reclamar las
almas de sus víctimas con un látigo hecho con las espinas de huesos de cobardes. Monta un
caballo pálido con ojos ardientes que pueden incinerar a los culpables e inocentes por igual si
tropiezan con él mientras cabalga. Ninguno está a salvo en su camino. Hasta el mismo hoyo
con él. No sirvo para los gustos de esa bestia. No tienes idea de lo que es vivir en su sombra.
Sujeta a sus caprichos despiadados.
Aunque acababa de conocerla, Medea se sentía horrible por la mujer.
— ¿Puedes ser liberada?
Ella sacudió su cabeza.
—Ni siquiera la muerte puede liberarme ya que estoy ligada a él por toda la eternidad.
Lo hecho, hecho está.
De repente, Brogan dejó de moverse.
Medea se puso al instante nerviosa ante una mirada que estaba empezando a
reconocer.
— ¿Hay algo mal?
—Nos estamos acercando al pórtico —susurró.
— ¿Es tan malo?
Urian le lanzó una mirada divertida.
Ella no respondió la pregunta, excepto para decir:
—El Crom está aquí.
Urian levantó la vista ante sus palabras para ver al enorme y brillante jinete. Al principio,
parecía sin cabeza. Hasta que uno se daba cuenta de que su cabeza estaba formada por la
niebla en el extremo del látigo espinoso que empuñaba mientras cabalgaba. El caballo blanco
era gigante... casi tan grande como un camión Mack. Un horrible hedor a azufre impregnaba la
caverna, ahogándolos y clavándosele en sus gargantas como si hubiera sido creado a partir
de espinas.
Aún más desconcertante, el aullido del caballo hizo el sonido de veinte bestias
resonantes. Y sus cascos eran atronadores, como un tren que se acerca.
— ¡No lo haré! —gritó Brogan—. ¡Te reniego!
El caballo se encabritó cuando el Crom hizo restallar su látigo en el aire. Fuego se
disparó desde la punta del látigo a medida que más truenos retumbaban.
Sin inmutarse y con los puños apretados a los lados, Brogan permaneció
obstinadamente entre ellos y el Crom.
—Golpéame todo lo que quieras. No te daré ese poder. ¡No otra vez! ¡No sobre mis
nuevos amigos!
— ¿Qué está pasando? —preguntó Medea.
Brogan mantuvo su mirada fija obstinadamente en su amo.
—Quiere la capacidad de hablar. Pero si se la doy, él puede gritar tu nombre y reclamar
tu alma para llevarla al infierno. Y no lo permitiré.
Con un dedo largo y huesudo, señaló a Brogan.
Ella sacudió su cabeza hacia él.
—Entonces llévame, si es necesario. ¡Soy todo lo que recibirás hoy! ¡No te dejaré
tenerlos! ¿Me escuchas? ¡No más!
Él cargó contra ella.
En un acto de absoluta valentía, se mantuvo firme sin titubear.
Blaise la atrapó un instante antes de que el Crom la hubiera derribado. Levantándola en
sus brazos, la mandrágora hizo que pasara junto a las afiladas pezuñas como una navaja,
incrustadas de sangre que estaban atascadas con los restos de las víctimas pasadas del
Crom.
Urian fue a atacar para cubrirlos con Falcyn a su lado.
Poniendo los ojos en blanco ante su valiente estupidez ya que ninguno de ellos estaba
armado, Medea se unió a su causa. Manifestó su espada y la giró alrededor de su cuerpo.
Urian soltó sus bolas de fuego mientras miraba a la criatura fey darse la vuelta para otro pase.
Avanzó hacia ellos.
Hasta que vio la espada de ella.
Con un último grito ahogado, se desvaneció en una nube de humo verde y picante.
¿Qué demonios fue eso?
—Está bien... eso fue muy raro. ¿A dónde se fue? —Ella miró a su alrededor, medio
esperando que se manifestara detrás de ellos—. ¿Qué acaba de suceder?
Brogan inclinó su cabeza hacia la espada de Medea.
—Es el oro de tu espada y empuñadura. Es su debilidad. Con eso, podrías haberlo
mutilado.
Medea la miró boquiabierta.
— ¿No podrías haberme dicho eso antes de que él atacara?
—No tenía permitido decirlo hasta que lo averiguaras por tu cuenta. Lo tengo prohibido.
— ¡Bueno, eso apesta!
Brogan sonrió.
—Para mí más que para ti, mi señora. Créeme.
Ella tenía un punto.
Y Blaise aún no la había puesto de nuevo sobre sus pies. De hecho, parecía reacio a
dejarla ir.
— ¿Mi señor? —Brogan se sonrojó profusamente.
Blaise vaciló.
—No estoy seguro de bajarte. Parece que sigues encontrando problemas cada vez que
lo hago.
Falcyn los fulminó con la mirada.
— ¡Blaise! ¡Bájala! ¡Ahora!
Medea lo golpeó en el brazo cuando Brogan pareció herida por su tono agudo.
— ¿Cuál es tu problema?
Falcyn hizo un gesto a Brogan.
—Él no sabe dónde ha estado.
— ¡Dios mío, Falcyn! ¡No es un niño de dos años y ella no es un pedazo de caramelo
que encontró en el piso y que metió en su boca!
—Bueno, así es como está actuando. La mira como si pudiera devorarla.
—Y estás actuando como un bebé. Supéralo. Él es un dragón adulto. Tiene permitido
ser amable con cualquier mujer que quiera. Sin tu permiso o aprobación, ¿sabes?
La nariz de Falcyn se crispó y llameó.
—No quiere decir que me tiene que gustar. —Se quejó como ese niño de dos años que
ella acababa de mencionar.
Blaise rodó los ojos y negó con la cabeza.
—Él siempre actúa como una anciana. Estoy acostumbrado a eso.
Brogan se rió mientras Blaise finalmente la ponía sobre sus pies, pero la mantuvo a su
lado.
Antes de que pudiera preguntar al respecto, Brogan llamó su atención sobre las piedras
que, cuando dieron un paso atrás, Urian se dio cuenta de que formaban una cara demoníaca
medio rota suspendida sobre pedestales sobre un profundo y ardiente abismo.
—Bueno, eso es diferente. —Y el estrado era imposible de alcanzar... Medea arqueó
una ceja—. ¿Supongo que ese es el portal que estamos buscando? —Brogan asintió. Su
estado de ánimo ahora era tenue y silencioso. Desaparecido cualquier indicio de la hadita
juguetona que había sido hace unos segundos.
Medea lanzó una mirada seca a Falcyn.
—Esto es cuando tener un dragón volador sería útil.
Falcyn resopló.
—También lo sería una cuerda... y una mordaza.
Medea lanzó una mirada ardiente y seductora sobre su largo y exuberante cuerpo.
—Una cuerda y una mordaza son útiles para muchas cosas, princesa —dijo
sugestivamente.
Urian curvó su labio.
— ¡Ew! ¡Oye, hermano aquí y no apruebo toda esta línea de conversación con mi
hermana! Vuelvan a una clasificación G, amigos.
Riendo, aunque un poco nerviosa, Brogan comenzó a caminar hacia la plataforma. Solo
había dado un paso antes de que una luz se encendiera y humo explotara frente a ellos; a
este reino parecía gustarle mucho eso. Aparentemente, todo el lugar se había duplicado como
espectáculo teatral para una gira de Ozzy.
El peculiar portal frente a ellos se agitó en acción, girando y girando como un
tocadiscos oxidado. Luz brilló desde la boca y los ojos del demonio, con una intensidad
cegadora. Los símbolos giraban alrededor de él en un ballet frenético que era doloroso de ver.
Y de esa locura vino más humo y niebla. Como si una bestia furiosa resoplara con
furioso odio. En espiral y bailando con un ritmo desigual, la niebla se solidificó en la forma de
una bestia alta con capucha.
No, no una bestia.
Un hombre.
Urian no había visto un copián en mucho, mucho tiempo. Al menos no uno que se
parezca a eso. A primera vista, se parecían más a un mago de algún tipo. O chamán. De
hecho, sus túnicas y cadenas con plumas, junto con el cabello negro trenzado y el enorme y
elaborado tocado de calavera negra, se habrían prestado a esa suposición. Especialmente
desde que las campanas sonaron mientras él se movía y sostenía un bastón de antorcha rojo
sangre en su mano izquierda. Uno que arrojaba más fuego y humo mientras disparaba bolas
de luz en arco alrededor de su cabeza.
Sin embargo, eran mucho más poderosos y antiguos.
Eterno.
Cuando se volvió para mirarlos, Urian vio que había pintado una gruesa banda negra
sobre sus ojos dorados que hacía que su inusual color fuera más vibrante. Bajó del estrado
con la gracia de un hombre con la mitad de su edad. Y cuando se acercó a ellos, flexionó su
mano enguantada de color gris oscuro que sostenía el bastón, cavando las garras de madera
que estaban colocadas en las yemas de sus dedos en su eje envuelto en cuero. Su mirada se
hundió en ellos con la sabiduría de años y con la agudeza de dagas. Como si estuviera
separando secretos de sus propias almas.
—Kerling —gruñó en el más rudo de los tonos—. ¿Qué es esto?
Brogan le hizo una reverencia.
—Fueron traídos aquí contra sus voluntades, copián. Ellos no pertenecen a este reino.
Intento enviarlos de regreso.
Un profundo y feroz ceño cubrió su frente. La luz roja de su antorcha se encendió de
nuevo y se puso azul.
Confundida, Medea se inclinó hacia Falcyn.
— ¿Qué es un copián?
—Difícil de explicar. Son guardianes del tiempo y guardianes de los portales.
Ella frunció el ceño.
— ¿Por qué no tenemos uno para los agujeros en Kalosis, entonces?
—Los tienen —dijo el copián, diciéndole lo que Urian ya sabía—. Braith, Verlyn, Cam y
Rezar fueron los primeros de nuestro tipo. Establecieron los perímetros para los mundos y
diseñaron las compuertas del portal entre ellos. Es como atraparon a Apollymi en su reino…
por su propia sangre y diseño. Es por eso que su hijo es el único que puede liberarla de su
reino, donde fue encarcelada por su propia hermana y hermano por crímenes que imaginaron
que nunca cometió.
Porque Apollymi era la antigua diosa Braith. Una de los mismísimos dioses que primero
había establecido las puertas.
Otra razón por la que se sentaba en su piscina y por qué Xyn había sido puesta allí
como una de sus sirvientas y tutores.
Brogan hizo un gesto hacia ellos.
—Como puede ver, su presencia perturba el equilibrio. Este no es su mundo y no
deberían estar aquí. Tenemos que devolverlos antes de que los descubran los demás.
Dos luces salieron disparadas de su antorcha. Se arrastraron como las explosiones
extraviadas de magia habían hecho antes y dieron vueltas alrededor del viejo copián para
aterrizar a cada lado de él. Allí se retorcieron en el suelo para crear dos médicos de plaga,
altos y delgados, vestidos de lino. Con sombreros de caballero de ala ancha, miraban desde
sus máscaras negras de lino de pico largo, desde sus brillantes ojos de ébano. Ojos
desalmados que parecían sangrar alrededor de las esquinas. Era una vista espeluznante y
macabra.
— ¿Qué son esos? —preguntó Medea.
Falcyn se inclinó para susurrar:
—Zeitjägers.
— ¿Qué hacen?
—Custodian el tiempo. Pero principalmente lo roban.
Ella frunció.
— ¿Cómo robas tiempo?
Falcyn se rió.
— ¿Alguna vez has estado haciendo algo... alzas la vista y son horas más tarde y no
puedes adivinar a dónde fue el tiempo porque sientes que acabas de sentarte?
Ella asintió.
—Zeitjägers —dijo simplemente—. Bastardos insidiosos. Te quitaron ese tiempo y lo
embotellaron por sus propios medios.
— ¿Por qué?
—Para que podamos venderlo. —El copián miró a sus compañeros—. El tiempo es el
bien más preciado en todo el universo. El más sagrado Y, sin embargo, es el que más se
desperdicia. Desde el momento de nuestro nacimiento, solo nos han asignado una gran
cantidad de eso. Y por incluso una hora más, están aquellos que están dispuestos a renunciar
a cualquier cosa por ello. —Una sonrisa malvada curvó sus labios—. Incluso sus almas
inmortales.
Urian negó con la cabeza ante la verdad.
El copián bajó para acercarse a Medea.
—Seguramente una hija de la raza apolita puede entender a qué te impulsa la
desesperación mejor que la mayoría.
Él tenía razón sobre eso. Nada como estar condenado a tan solo veintisiete años por
algo que no hiciste para que alguien se diera cuenta de lo preciosa que era la vida.
Aún más al ver a todos a tu alrededor morir mucho antes de tiempo.
Por un aliento más, su raza estaba dispuesta a tomar vidas humanas y destruir sus
almas inmortales. A diferencia de Urian, la única gracia salvadora de Medea fue que su madre
había sacrificado su propia alma para salvarla de tener que tomar esa decisión.
Nunca había tenido que vivir como Urian y sus hermanos. Medea nunca había tomado
las decisiones difíciles que ellos tomaron.
El copián ladeó la cabeza.
— ¿Has escuchado la expresión “vivir en tiempo prestado”?
—Síp.
Le dirigió a Medea una sonrisa torcida.
—Somos a los que se lo pides prestado.
Pero solo un idiota jugaba su juego. Urian había escuchado demasiadas historias de
horror sobre aquellos que habían negociado con ellos y habían sido quemados.
Nunca había algo así como un almuerzo gratis, y cuando negociabas con lo
paranormal, siempre tenías la de perder en ello. La baraja estaba apilada contra ti y jugaban
con dados cargados.
El copián barrió su siniestra mirada sobre ellos.
—Mi precio es simple. Una hora de cada uno de ustedes y abriré el portal.
— ¿Una hora? —farfulló Falcyn—. ¿Qué tal si les arranco algunas cabezas hasta que
cedan?
A Urian le gustaba esa idea.
El copián sonrió.
—Podrías hacer eso, pero no puedes abrir el portal sin mí.
—Seguro que podría encontrar a alguien.
— ¿De verdad quieres probarlo?
La expresión de Falcyn decía que estaba dispuesto a apostar.
El copián le chasqueó la lengua.
—Muy violento de parte de un inmortal que puede dar una hora sin ningún problema.
Piénsalo como esos humanos que donan monedas extra para la caridad. Una hora no es más
que un centavo y tienes un tarro lleno de ellos esperando en tu casa que nunca usarás. ¿Por
qué no darle uno a alguien que realmente podría usarlo?
—Porque supones que lo usarán para el bien, cuando sé de hecho que la mayoría de
las personas que intercambian contigo no tienen bondad en sus corazones.
—Cierto, pero a veces esa basura que llevan a la tumba es un servicio en sí mismo,
¿no es así? —Dirigió una mirada hacia Urian.
Tú, hijo de puta. Urian podría haberlo hecho sin ese empujón.
Blaise tomó una respiración brusca.
— ¿Un consejo cuando se trata de estos dos? Yo no iría por un dos por uno con los
insultos. Incluso con los zeitjägers como respaldo. Quiero decir, seamos sinceros. No están
siendo pacíficos en este momento porque no saben cómo ser violentos... sin embargo, seré el
primero en decir que lo haré si nos pueden sacar de aquí. Puedes tomar dos horas de mí.
El copián frunció el ceño a Blaise.
— ¿Dos?
—Sí. Uno para mí y otro para Brogan. Pagaré su cuota.
Ella jadeó ante su oferta.
— ¿Por qué harías eso?
Blaise se encogió de hombros.
—Estar atrapada aquí ha sido suficiente castigo para ti. Como noté, no voy a perderme
dos horas de mi vida. De todos modos, las hubiera desperdiciado en una sala de cine. Y de
esta manera, puedo hacer algo útil con ellas y ser un héroe para ti. Es una pérdida con la que
puedo vivir. —Le guiñó un ojo—. Además, no tengo la intención de irme de aquí sin ti.
—Adulador, engreído —murmuró Falcyn. Entonces más fuerte—: Bien, toma la mía.
—Entonces, ¿cómo tomas este tiempo de nosotros? —Medea miró a los Zeitjäger.
El copián se rió.
—Ya se fueron. Como dije, ni siquiera la echas de menos. Ni siquiera sabías que lo
hicimos.
Falcyn se inclinó para susurrarle al oído.
—Te lo dije. Bastardos insidiosos.
El copián caminó hacia el portal y levantó su báculo. En el momento en que lo hizo, el
portal cobró vida con remolinos de colores vibrantes. Movió su bastón hasta que la niebla
comenzó a imitar sus movimientos.
Fuego rojo salió disparado de la antorcha y fue absorbido por la niebla.
—Está listo.
Urian sonrió a Medea. Por primera vez en mucho tiempo, disfrutó ser el hermano
pequeño.
—Mujeres primero.
Ella puso los ojos en blanco.
—Como si así sabrías que no lo logré.
—Podrías ser cortés y gritar... claro que, eres tú. ¿Quizás Blaise debería ir primero? Sé
que gritaría para advertirnos.
Él dirigió una mirada furiosa a Falcyn.
— ¿Pensé que no ibas a contarle a nadie sobre mis ataques de gritos?
—No lo hice. Ese fue Max quien te delató.
—Oh... Recuérdame que lo mate después. —Blaise se dirigió al portal—. Bien, voy a
pasar primero.
Brogan tomó su mano.
—Iré contigo.
Urian los siguió hasta el vórtice punzante. Maldita sea, siempre había odiado cruzar una
de estas puertas. Eran similares a la de Kalosis y Katateros.
Como él, Blaise tenía una de las llaves que permitía a la mandrágora viajar hacia y
desde el mundo del velo donde la hechicera Merlín había sacado a Avalon y Camelot del
tiempo y lugar, para poder proteger los otros mundos y reinos del mal de Morgen.
Una vez más, Urian se encontró aterrizando en un suelo duro y horrible.
Falcyn aterrizó a unos metros de distancia.
— ¿Blaise? ¿Estás muerto?
—No. —Aunque no parecía estar en mejor forma que Falcyn.
—Bueno. ¡Quiero el placer de matarte yo mismo, bastardo!
Blaise resopló.
—No te burles, dragón. —Urian estaba tan molesto—. Tan pronto como pueda
moverme de nuevo, tengo la intención de ayudar con su asesinato y desmembramiento.
Falcyn giró la cabeza hacia la derecha, donde Medea estaba a unos metros de su lado,
inmóvil sobre la hierba.
— ¿Medea?
Finalmente levantó una mano para quitarse el cabello de su rostro.
—No estoy muerta, tampoco.
— ¿Brogan?
—Solo desearía estarlo. — Moviendo sus piernas, ella no hizo ningún movimiento para
levantarse. Por el contrario, parecía contenta de acostarse sobre su espalda, mirando el triste
cielo gris—. ¿Siempre es tan miserable viajar de esa manera?
Blaise suspiró.
—Más o menos. Al menos no golpeé un campo de fuerza invisible esta vez.
Rodando sobre sí mismo, Falcyn se sentó y frunció el ceño al ver los árboles oscuros y
retorcidos a su alrededor. Árboles que se alineaban en un paisaje igualmente turbio y sombrío.
—Oye, Blaise... ¿por qué demonios estamos en el Val Sans Retour?
Síp. Urian se levantó lentamente.
Sentándose inmediatamente, Medea frunció el ceño.
— ¿El qué?
Falcyn dejó escapar otro gemido antes de responder.
—El Valle del No Retorno. Llamado así porque nadie sale vivo de aquí. Como Blaise...
porque realmente voy a matarlo tan pronto como encuentre mi fuerza.
— ¡No es cierto! —Blaise se puso de pie y tomó una posición defensiva—. Salí con vida
hace unos años cuando estuve aquí.
Falcyn hizo un ruido grosero al recordar la aventura menos que estelar de la
mandrágora.
Medea se levantó y se sacudió.
— ¿Lo hiciste?
—Síp.
Con su ira aumentando, Falcyn se acercó a la mandrágora.
— ¿Pero por qué estamos aquí ahora, Blaise? ¿Cómo llegamos aquí?
Blaise esbozó una sonrisa sarcástica.
— ¿Dormiste a través de la parte donde entramos a un portal de magia y fuimos
succionados por un vórtice?
—No me hagas golpearte con mi zapato.
—Bueno, solo me estoy preguntando. Porque preguntaste. Quiero decir, estabas allí,
¿verdad? No te perdiste esa luz bastante grande y espantosa en la que entramos, ¿verdad?
—Síp, pero tengo una lesión en la cabeza en este momento. Tal vez una conmoción
cerebral. Estoy pensando en algún tipo de daño cerebral grave. Definitivamente trauma de
algún tipo. Y una migraña de tu tamaño.
Urian interrumpió la diatriba de Falcyn tirando de su manga para llamar su atención y
así poder mostrarle al hombre que se estaba acercando rápidamente a su grupo.
— ¿Quién es ese?
Urian se encogió de hombros.
—No lo sé, pero ella parece conocerlo.
Por la mirada en el rostro de Blaise, él también lo conocía.
Y no eran amigos.
Falcyn le entrecerró su mirada.
— ¿Blaise?
Un tic comenzó en su mandíbula.
—Reconozco esa esencia cuando la siento. Es…
— ¡Mi hermano Brandor!
Brogan se puso de pie y corrió hacia él.
Un tic comenzó en la mandíbula de la mandrágora.
— ¿Se están besando?
Medea arrugó su rostro.
—No, pero ella lo está abrazando como si no lo hubiera visto en mucho, mucho tiempo.
Falcyn ladeó la cabeza.
— ¿Cuentan los besos en la mejilla?
Medea lo golpeó en el estómago cuando la expresión de Blaise se convirtió en una de
dolor extremo.
— ¡Qué cruel! ¡No tortures a la pobre mandrágora!
Con una mueca feroz, Falcyn y Urian la rodearon para enfrentar a Brogan y Brandor.
— ¿Que está pasando aquí?
Brandor, que tenía la misma estatura que Falcyn, se colocó entre Brogan y ellos. A
pesar de que su ropa era andrajosa y era obvio que no había estado viviendo bien, mantuvo
un brazo sobre Brogan como para protegerla mientras se preparaba para enfrentarlos.
Extremadamente alto, tenía cincelado rasgos hermosos.
Síp, los fey y los demonios tenían mucho en común.
Su largo y ondulado cabello negro estaba enmarañado por haber estado viviendo solo
en el bosque. Sin embargo, aun así había rebelión en aquellos ojos color avellana que eran
tan verdes que brillaban con un fuego profano. Por su postura predatoria, era obvio que sabía
cómo pelear y no tenía miedo a sangrar.
Cuando finalmente habló, sus palabras conmocionaron a Urian.
—Hice que Brogan los trajera aquí para poder hablar con ustedes.
— ¿Disculpa?
Brandor se tensó, mirándolos por cualquier indicio de un próximo ataque.
—Sé que no confían en mí. No tienen ninguna razón para hacerlo.
Brogan finalmente se alejó de él. Lanzó una mirada avergonzada hacia Blaise.
—Te dije que podría haber sido mucho peor. La vida de mi hermano ridiculiza la mía y
la de mis hermanas juntas. Para protegerme de su destino, Bran renunció a la mayor parte de
sus poderes en la pubertad, los transfirió a mí para que yo fuera más fuerte y tuviera más
valor.
Tristeza oscureció los ojos de Brandor.
—He estado tratando de ayudar a Ro durante mucho tiempo.
—Entonces, ¿qué noticias tienes para compartir? —preguntó Medea.
—Apolo busca a la diosa Apollymi y tiene la intención de usar su ejército de carontes
para matar a Acheron y tomar el mundo y el Olimpo.
Urian frunció el ceño. Eso estaba muy bien, excepto por una cosa.
— ¿Y los daimons protegiendo a Apollymi?
—Apolo ha enviado una plaga para matarlos y a los gallu para castigarlos por su
rebelión contra él.
Miró a su hermana. Bueno, eso explicaba la enfermedad extraña que estaba
destrozando sus filas. No es de extrañar que no pudieran luchar contra eso.
Falcyn se rascó la barbilla.
— ¿Por qué quieren mi piedra dragón?
—Es lo único que puede detenerlos.
—Síp, bueno, pueden pudrirse. —Falcyn negó con la cabeza—. No voy a ayudar a
ninguno de ellos.
Brandor le lanzó una mirada penetrante.
— ¿Ni siquiera para salvar a tu propia hermana?
El corazón de Urian se saltó un latido ante la mención de Xyn.
Ese frío odio de acero regresó a los ojos de Falcyn.
—No vayas allí.
Brandor miró a Brogan.
—Nunca me burlaría de nadie con tanta crueldad. La familia nunca debe usarse como
una herramienta de trueque. Pero es con lo que te controlarán y lo usarán en tu contra si no
haces lo que quieren. Es por eso que le dije a Ro que te trajera aquí. Sé dónde está Sarraxyn,
y te llevaré con ella antes de que le hagan daño.
Ante la confirmación de que había tenido miedo de preguntar, Urian sintió que le
flaqueaban las rodillas.
Xyn estaba viva.
Por un momento no pudo respirar. Esas palabras lo golpearon como un golpe físico y lo
dejaron tambaleante. Queridos dioses, ¿era cierto?
Incluso ahora, podía ver su hermoso rostro. Tanto que apenas registró sus palabras.
— ¿A qué precio? —preguntó Falcyn.
Él tomó la mano de su hermana.
—Ya lo pagaste. Liberaste a mi hermana de su reino y la trajiste para que yo pueda
protegerla de su amo. Te ayudaré a liberar a la tuya de los suyos. Es lo menos que puedo
hacer.
Blaise negó con la cabeza.
—Pura mierda. No te creo.
Las mejillas de Brogan se iluminaron de color.
—Puedes confiar en él, Blaise. Es un buen hombre.
—No confío en nadie.
Urian suspiró mientras miraba a cada uno de ellos.
—Síp, no creo que nadie en este grupo pueda juzgar a otro por sus hazañas pasadas.
—Y estaba seguro de que no iba a permitir que no le dieran una oportunidad a este bastardo
si realmente tenía una forma de liberar a Xyn.
Si hubiera alguna posibilidad de volver a verla...
Él la quería.
—Todo esto está muy bien, pero no perdamos de vista el hecho de que Urian y yo no
estamos aquí de vacaciones. Necesito tu piedra de dragón, Falcyn. Todavía está la cuestión
de la plaga que se está extendiendo a través de mi gente. No puedo ver morir a mis padres y
mi mejor amigo. He tenido suficiente de muerte y no quiero más.
Brandor frunció el ceño.
— ¿Eres la hija de Stryker?
— ¿Cómo sabes eso?
—Apolo.
Falcyn le entrecerró los ojos a Brandor.
— ¿Cuánto has escuchado?
—Todo.
—Bueno, si sabes mucho, ¿alguna idea de por qué no podemos convertirnos en
dragones en este momento?
—No, lo siento.
— ¿Blaise? ¿Puedes abrir el portal desde aquí?
—Mi llave no funciona aquí.
Falcyn lo miró.
— ¿Urian?
Hizo el sonido de un zumbador de advertencia.
—Inténtalo de nuevo, Ringo.
Sin decir una palabra, Blaise se dirigió a los árboles.
— ¿Sílfide?
Uno de los árboles de color marrón rojizo retorcido se despertó para mirarlos. Blaise
saltó con una maldición.
— ¿Qué es eso? —preguntó Urian.
Transformándose en un cuerpo sangriento y demoníaco, la sílfide avanzó sobre ellos
con una ronda de maldiciones y siseos.
Blaise palideció antes de agarrar a Brogan para empujarla hacia atrás desde el árbol.
— ¡Es una gallu! ¡Corran!
Luz y sonido explotaron por todas partes. Era como si todo el bosque hubiera cobrado
vida para consumirlos. O al menos derribarlos. Todo explotaba como una especie de
espectáculo de luces de heavy metal.
Se dispersaron en los campos.
Durante horas, Urian y Blaise, junto con Brogan y Bran, buscaron a Falcyn y Medea. Y
a medida que pasaban los minutos, se preocupó más por Medea estando a solas con Falcyn.
Aunque para ser honesto, no sabía qué le preocupaba más.
El hecho de que pudieran llevarse bien.
O que podrían matarse el uno al otro.
Pero la única cosa que pesaba más en sus pensamientos...
— ¿Brandor?
— ¿Aye?
— ¿Lo que dijiste sobre Xyn? ¿Es verdad? ¿Es una estatua?
Parecía ofendido por la pregunta de Urian.
— ¿Por qué mentiría sobre eso?
—Para manipular a Falcyn.
Blaise redujo la velocidad cuando el aire a su alrededor se cargó estáticamente.
—No es por eso que estás preguntando, daimon.
Urian levantó sus propios escudos para evitar que el dragón leyera sus pensamientos.
Pero era demasiado tarde, a juzgar por la intensidad de la mirada de Blaise.
— ¿Por qué nunca nos dijiste que la conocías?
Urian se estremeció por la forma en que dijo conocía.
— ¿Para qué? Pensé que ella estaba... —No podía decir la palabra “muerta”. El dolor
era demasiado para eso, incluso ahora.
Brogan extendió la mano para tocar el brazo de Urian.
—La amas.
—Fue hace mucho tiempo.
—El tiempo no daña el amor. El amor lo conquista todo.
Urian se burló.
—El amor no conquista todo. Solo una espada rápida hace eso.
Brogan arrugó su nariz hacia él.
—No puedes mentirle a un kerling, cariño. Vemos directamente a través de ti. —Miró a
su hermano—. Y Brandor no está mintiendo. Te lo diría si él estuviera mintiendo.
Especialmente sobre esto. Nadie debería sufrir por amor.
Urian inclinó su cabeza respetuosamente hacia ella. Tenía un corazón hermoso, y esas
cosas eran lo suficientemente raras que él estimaba a las pocas personas que lograban
tenerlos.
—Gracias.
Aun así, Urian tenía miedo de permitirse la esperanza. Soñar. Había vivido tanto tiempo
ahora sin ella que ya no sabía cómo hacerlo.
Había aprendido a funcionar en un estado de entumecimiento cómodo donde ya no lo
tocaba. Como solía bromear con Davyn: “Observa mis campos improductivos que no cedo”.
Síp, ese era su actual inmueble, y le gustaba esa dirección donde el dolor no residía
dentro de él. Donde la agonía no reclamaba una parte permanente de su alma.
Y, sin embargo, incluso ahora si cerraba los ojos, su piel hormigueaba de los recuerdos
más dulces del toque de Xyn. Su corazón se aliviaba ante la perspectiva de escuchar su risa.
De ver sus vibrantes ojos verdes que se iluminaban cuando lo veía.
Nadie lo había hecho sentir como ella.
Extraño cómo todas las mujeres de su vida habían desempeñado papeles muy
diferentes. Xanthia lo había usado y pateado. Sheba lo había tratado como a una mascota
para que la mimaran y jugaran con ella. Phoebe lo había amado y lo había necesitado y
dependido de él para su propia supervivencia. Ella lo había hecho sentir como un héroe
mítico.
¿Y Xyn? Ella se había mantenido a su lado como una guerrera igual. Ella había sido su
mejor amiga.
Las había amado a todas, pero solo Xanthia le había enseñado animosidad debido a su
traición y engaño.
Brogan tomó su mano.
— ¿Estás bien?
Urian tragó con fuerza contra el miedo crudo y la esperanza que lo ahogaba.
¿Honestamente? No había estado bien en mucho tiempo. Y esta nueva oleada de mierda
después de haber enterrado sus emociones durante tanto tiempo era realmente lo último que
necesitaba. Especialmente ahora mismo. Pero no era alguien que confiara sus sentimientos a
nadie. No importaba alguien que acababa de conocer.
—Por supuesto.
La luz en sus ojos dijo que ella lo sabía. Aun así, sonrió amablemente.
—Si tú lo dices. —Apretando su mano, regresó a Blaise para ayudarlo a caminar.
Y Urian se movió para pararse cerca de Brandor y evitar que lastimara a Blaise por
estar tan cerca de su hermana.
—Lo sé, hermano. Solo recuerda, cuando encontremos a Medea y a Falcyn, debes
devolver el favor antes de que le arranque la polla a ese bastardo.
Brandor se atragantó.
— ¿Perdón?
—Me escuchaste. Cada vez que Falcyn la mira, se necesita todo lo que tengo para no
hacer algo completamente suicida.

*****

—Tráeme a Maddor. No me importa a qué puta tengas que sacarle de encima, tráelo
dentro de un cuarto de hora, ¡o te comeré las bolas!
La zorra fey lo empujó, luego se alejó.
El capitán de los guardias se volvió hacia sus compañeros con un siseo.
— ¡La escucharon! ¡Traigan a la mandrágora!
—Vete a la mierda. —Varian du Fey deslizó su cuchillo directamente en el pulmón del
bastardo frente a él y lo sostuvo en posición vertical hasta que dejó de luchar. Solo entonces
usó sus poderes para eliminar todos los rastros de la existencia del fey.
—Maldición, V. Eso es muy frío.
Limpiando la sangre en la manga de su jubón, se burló de su compañero del infierno.
—Oh, como si no hubieras mordido su garganta, y luego te hubieras lamido tus propias
pelotas.
—Probablemente lo primero, pero nunca lo segundo. Demasiados otros dispuestos a
hacer eso por mí. —Kaziel le sonrió—. En cualquier caso, matar a un adoni con un recado
para tu madre parece un poco imprudente cuando se supone que debemos mantener un perfil
bajo. Y pensar que Aeron y Nick me acusan de ser precipitado.
—Eres una erupción, amigo mío. Tal erupción que actualmente se está deslizando por
tu cuello.
—Esa es la urticaria que tengo por estar tan cerca de ti cuando estás haciendo algo
profundamente estúpido. —Kaziel miró hacia el pasillo para asegurarse de que no había nadie
más cerca—. Maldita pena estar tan cerca de tu madre y ella no te reconoció.
—No tienes idea. Pero no pondría nada más allá de ella. Lo principal por el momento es
que encontremos a Blaise y le hagamos saber lo que está pasando. Ve a buscarlos.
Kaziel vaciló.
— ¿Que pasa contigo?
—Todavía necesitamos más información. Estoy detrás de los dragones para ver por
qué mi madre insistió tanto en ellos, y especialmente en Maddor. Eso no es como ella. Lo que
significa que hay algo peculiar allí y tengo la intención de averiguar qué.
Kaziel inclinó su cabeza hacia él. Cuando comenzó a alejarse, Varian agarró su
muñeca y lo llevó a una alcoba oscura.
Apenas habían desaparecido en las sombras con cortinas antes de que dos hombres
vinieran por el pasillo, gruñendo. Se detuvieron justo enfrente de su escondite para poder
examinarse.
—No crees que estamos infectados, ¿verdad?
El fey de cabello oscuro se mordió el labio.
—Espero que no. Están alimentando a los gallu con los infectados.
Maldiciendo, continuaron su camino.
Varian no se movió durante varios latidos mientras asimilaba esa noticia.
—Maldito seas, Apolo.
Algo frío rozó a Varian. Más rápido de lo que podía pensar, sacó su daga y la lanzó.
La sombra junto a él se solidificó en un hombre que rápidamente lo desarmó y
chasqueó la lengua.
—Cuidado, primo. Necesito cenar antes de que alguien me hinque una daga.
Rodó sus ojos hacia el demonio nacido en la sombra que tenía ojos de acero. Y al igual
que su alma, su cabello largo hasta los hombros que llevaba recogido en una coleta corta no
era ni claro ni oscuro, sino hebras de diferentes tonos que quedaban atrapadas directamente
entre sus dos naturalezas en duelo. Por regla general, Shadow no tenía miedo, y él era la
cosa más malvada que acechaba en la oscuridad y llamaba casa a la noche más mortífera.
—Cuidado, demonio. Pisoteas en terreno traicionero por estar sigilosamente sobre mí.
—Lo siento por eso. Pero estoy aquí para hacerte saber que Apolo está cerrando la
soga alrededor de los dragones, tratando de obtener la piedra dragón antes que Helios. De lo
contrario, todo está perdido.
—Ya sabía eso.
Shadow le gruñó.
—Te salvé la vida. No olvidemos la parte buena.
— ¿Has terminado de acosarme?
—Ni siquiera cerca. —Lanzó una sonrisa arrogante a Varian—. También estoy aquí por
tu llave de portal.
Varian se rió. Hasta que se dio cuenta de que no era una broma.
— ¿Estás loco?
Sin una llave, estaría atrapado aquí.
—Probablemente. Pero nuestros amigos no tienen forma de caminar a través de los
portales, regresar a su mundo.
— ¿No puedes pasarlos por tu cuenta?
Sacudió la cabeza.
—Los caminantes de las sombras solo pueden pasar solos. Sin una llave, quedarían
atrapados y obligados a saludarme desde el otro lado.
—Bueno, eso apesta.
—Más de lo que sabes. —Shadow tendió su mano—. Entrégala.
Refunfuñando, Varian sacó la llave dragón de su cuello y se la entregó.
— ¿Cómo se supone que voy a volver?
Después de guardar la llave, Shadow le dio una palmada en el brazo.
—Eres ingenioso. Seguramente pensarás en algo. Escuché que eres bueno en una
crisis.
—Eres un bastardo.
—Por supuesto que sí. Amamantado de la teta de todo el mal en sí mismo.
Nunca hubo ningún avergonzar al demonio maloliente. Él prosperaba con los insultos
por alguna razón desconocida.
Disgustado y molesto, Varian suspiró.
—Y aquí que yo pensaba que eras un ladrón maestro que podía robarle una llave a
cualquiera que quisieras.
—Puedo. Desafortunadamente, tienden a perder un elemento así rápidamente y formar
una búsqueda por ello. Lo último que necesitamos es que encuentren a nuestros camaradas
antes que nosotros. Si la piedra de Falcyn cae en las manos de nuestros enemigos...
Ahí estaba eso.
Y el estómago de Varian se apretó ante la idea. Shadow tenía razón y lo sabía.
Lo cual también le hizo pensar en otra cosa.
— ¿Pregunta?
—No soy un oráculo, pero eres libre de intentarlo.
— ¿Cómo es que el sharoc no puede detenerte? —Varian tenía suficiente dificultad
para eludir su detección cada vez que se aventuraba aquí en sus misiones. Nunca había
entendido cómo lo lograba Shadow.
—Quieres secretos que no estoy dispuesto a dar. —Le dirigió una mirada penetrante a
Kaziel, que estaba inusualmente callado—. Ustedes dos no son los únicos con pasados que
no quieren revelar. —Y con eso, desapareció.
Kaziel cruzó sus brazos sobre su pecho.
— ¿Tú confías en él?
—No confío en nadie, aparte de mi esposa y mis hijos, pero nunca me dio una razón
específica para no hacerlo. ¿Por qué?
—Solo estoy pensando en algo que Aeron siempre dice. Prefiero confiar en mi enemigo
que en un amigo, ya que puedo permitirme perder un enemigo. Pero matar a un amigo por
traición quema el doble de profundo y tres veces más.
— ¿Tu punto?
—No tiene sentido, de verdad. Solo algo sobre ese demonio hace que se me pongan
los pelos de punta.
Varian no podría estar más de acuerdo.
—No te preocupes. Al igual que tú, mi mordida es mucho peor que mi ladrido. —Y
había quitado vidas suficientes para demostrarlo. Si Shadow los traicionaba, Varian no tendría
ninguna compasión en abrirle la garganta.
Aun así, había una presencia maligna aquí y por una vez no era su madre.
No, esto era algo mucho más insidioso. Como una negrura tratando de devorar el
mundo. Como Níthöggur royendo las raíces de Yggdrasill mientras trataba de liberarse de su
prisión.
Por ahora estaba contenido, pero su instinto decía que no seguiría siendo así.
Kaziel le frunció el ceño.
— ¿Qué pasa?
—Solo una mala premonición.
— ¿De?
—Cómo sería el mundo si no pudiéramos detener a Apolo.

****
Morgen vio que Apolo dejaba su cama para vestirse. Excepcionalmente alto y rubio
desde la cima de su rubia cabeza hasta los dedos de los pies, era exactamente lo que uno
esperaría de un dios.
Dentro y fuera de la cama.
Le hizo un puchero.
— ¿Por qué te vas?
—Está tomando demasiado tiempo acorralar al dragón. No me gusta este retraso.
Tenemos que encargarnos de esto antes de que Helios me derroque y tome todos mis
poderes.
Ella se burló de sus preocupaciones.
—Mis hombres lo manejarán. Ellos saben bien que no deben fallarme.
Se enjuagó la boca y escupió antes de volverse hacia ella, palmeándose la barbilla.
—Y conozco a mi hijo. Él fue siempre ingenioso. Por no mencionar, esa perra a la que
sirve. Apollymi me odia con pasión. Como lo hacen sus dos hijos. Me llevó demasiado tiempo
escapar de ella después de que ese bastardo de Styxx me envolviera y me entregara. Tengo
una deuda asombrosa que cobrarles a todos.
— ¿Dos hijos? Pensé que su único hijo había muerto.
—Ojalá. —Soltó una risa amarga—. Nay, mi malvada reina fey. No muerto. Acheron es
suyo por nacimiento y concepción. Devuelto a la vida por mi idiota hermana gemela que
quería follar con él, y en su lugar nos jodió al resto de nosotros por su insaciable apetito por un
ex prostituto humano. En cuanto a Styxx, él pertenece a Apollymi por adopción. Con ese fin,
puedes contarlo como mi hijo también. De hecho, mucho más la madre de Stryker que la suya
propia.
—De verdad... ¿Algún otro mocoso sobre el que necesito saber?
Él dejó caer la toalla y tomó sus pantalones para ponérselos.
—Casi podrías contar al Malachai. Él es un descendiente directo de su primogénito.
Concedido, mil veces eliminado. Y Urian. Ella lo mima y lo protege también.
Cinco hijos para Apollymi...
Morgen se levantó para apoyarse en él.
— ¿Consideras que el actual Malachai es uno de los suyos?
—No tan lejos como sé. Su lealtad a ese fin parece haber muerto con su hijo original,
Monakribos.
— ¿Y qué hay de su padre? ¿No se suponía que Kissare renacería para poder volver
con ella?
Apolo se congeló en medio de abotonarse la camisa. Parpadeó lentamente antes de
responder.
—Sí, de hecho. —Una sonrisa lenta y malvada se extendió por su rostro—. Por qué,
Morgen, querida bruja malvada, creo que has encontrado algo.
— ¿Entonces renació?
Riendo, Apolo tiró de su cuerpo desnudo contra el suyo.
—No lo sé. Pero sé quiénes lo sabrán.
Los Destinos.
No lo dijo, pero Morgen conocía la respuesta tan bien como él. Esas tres putas sabían
todo sobre todos. ¡Eran las mejores putas chismosas nacidas!
—Y si él vive —susurró Apolo contra sus labios—, lo encontraremos y lo destriparemos
a sus pies.
—No te sigo. ¿No sería eso un poco anticlimático? ¿Cuál es el punto?
Él besó sus labios.
—El punto es que la diosa de la destrucción y la oscuridad solo ha tenido tres
debilidades en toda su vida. Kissare, Monakribos y Acheron. —Mordió sus labios—. Dado lo
frígida que es la perra, estoy dispuesto a apostar que tenían más en común que solo su
madre.
Los ojos de Morgen se ensancharon cuando finalmente entendió.
— ¿Estás pensando que el padre de Acheron es Kissare reencarnado?
Él extrajo sangre de su labio inferior con sus colmillos cuando se retiró y asintió.
—Eso explicaría mucho... Archon juró que nunca tendría un hijo con ella, y se fue a su
nebuloso estado afirmando que Acheron no era su hijo. Si Apollymi realmente lo hubiera
amado, ella nunca le hubiera permitido a Styxx terminar con él. Dios sabe, ella sufrió mucho
para proteger a Kissare y sus descendientes.
—Entonces, ¿quién es el verdadero padre de Acheron?
—Solo Apollymi lo sabe.
Morgen sonrió ante este nuevo conocimiento y lo que significaba.
—Y los Destinos.
—Si no lo hacen, lo aprenderán. —Él le dio un último beso, luego se alejó.
Ella frunció el ceño ante sus acciones.
— ¿A dónde vas a ir?
—A encontrar a mi demonio. Tengo otro encargo para él.

*****

— ¡Sacude ese hacedor de dinero, bebé! ¡Vamos! ¡Haz que esa barrera pague!
¡Patéala! ¡Muéstranos más bíceps! ¡Golpéala hasta que sangre! Vamos, puedes hacerlo.
¡Golpea más fuerte!
Urian gruñó a Medea y su acoso sexual.
Falcyn se giró para mirar a Medea mientras ella se sentaba en el suelo junto a Brogan y
les gritaba mientras él, Urian, Blaise y Brandor buscaban alguna manera de atravesar la
barrera. Con las manos en las caderas, él le estrechó la mirada.
—No es útil.
Medea se llevó la mano a los labios antes de acercarse a Brogan para susurrar en voz
muy alta.
—Tampoco son sus intentos, pero notarlo no les impide intentarlo.
Brogan se rió.
Falcyn arqueó una ceja ante su humor fuera de lugar.
—En lugar de abuchear, mujer, podrías intentar ayudar.
Ella mostró una sonrisa para dejar al descubierto un toque de colmillo.
—Estoy ayudando. Te estoy alentando, libélula.
Con la mandíbula desencajada, se volvió hacia Urian.
— ¿Considerarías esto alentador?
— ¿Viniendo de mi hermana? Síp. Ella no nos está arrojando cosas o insultando
directamente a nosotros y a nuestros padres. Una gran mejora, si me preguntas. Hace que me
pregunte qué le has hecho que realmente localizó algo parecido al humor.
Medea le disparó una explosión a Urian, quien la esquivó hábilmente.
Riendo, él lo devolvió con uno de los suyos, sabiendo que no dejaría que la golpeara.
— ¡Oye! —espetó Falcyn, apartando a Urian—. ¡Juega limpio! Lastimas a tu hermana y
te frio el trasero. Ash o no Ash.
Medea se enderezó desde donde se había zambullido para perderse la explosión de
Urian.
—Díselo, mejillas dulces.
Urian frunció el ceño.
— ¿Está borracha? —Miró a Blaise y Brandor—. ¿Qué le arrojaste de nuevo?
—Agua.
Brandor se secó la frente.
Síp, esa no era la forma en que estaba actuando. Urian estaba empezando a pensar
que un robot la había secuestrado.
Medea se mofó.
—Estoy bien. Simplemente estamos disfrutando de la vista de la terquedad masculina
en su mejor momento, y preguntándonos en qué punto la mayoría de ustedes admitirá la
derrota. —Miró a Brogan—. ¿Cuánto tiempo han estado golpeando esta pobre cáscara
indefensa ahora?
—Al menos una hora. —Brogan arrugó la nariz.
Blaise disparó una explosión repentina que retrocedió y golpeó a Brandor directamente
en el pecho. La explosión lo hizo retroceder cuatro metros y lo envió a volar hasta que aterrizó
de costado en un montón humeante.
Medea se echó a reír de nuevo.
Con un gemido, se sentó en una posición para mirar a Blaise.
— ¿De verdad, mandrágora? ¿De verdad?
Temblando de miedo por su hermano, Brogan se puso en pie para ver cómo estaba
Brandor y asegurarse de que no atacara a Blaise por la ira de su indignidad.
—Sabes, Falcyn —se burló Medea—. Creo que eso le da más puntos a la pared que a
todos sus lamentables pellejos.
—Al menos estamos haciendo algo. Podrías intentarlo, ¿sabes?
— ¿Por qué? Obviamente no se está moviendo. Si la fuerza de voluntad la abriera, te lo
daría y se habría rendido hace diez horas.
—Hace una hora.
—Es lo mismo. —Inclinándose sobre su costado, ella apoyó su cabeza en su mano—.
Debo seguir y tomar una siesta mientras todos ustedes pierden su tiempo.
Urian estaba haciendo caso omiso de sus bromas. Al menos hasta que una luz aguda
casi lo cegó.
Invocando un rayo, estaba a punto de soltarlo cuando la sombra tomó la forma de un
hombre que conocía bien. Y uno en el que no confiaba para nada.
En el momento en que vio el brillo que envolvía sus manos, Shadow se detuvo y se
prendió fuego a sus propias manos como para tomar represalias.
— ¡Vaya! ¡Abajo, chico!
— ¿Qué estás haciendo aquí?
Después de permitir que el fuego en sus manos se apagara, Shadow tiró de uno de los
tres amuletos que llevaba sobre su cuello sobre su cabeza.
—Tengo un regalo para ustedes.
—Es una llave del portal —dijo Blaise al instante—. Puedo sentirla en él.
—La mandrágora tiene razón. Varian me envió a acompañarlos a todos fuera de aquí.
—Tenemos que volver al Santuario —Medea se puso de pie—. Hemos perdido el
tiempo suficiente.
—Primero tenemos que liberar a los dragones en Camelot —le recordó Blaise. Síp,
Urian definitivamente estaba del lado de Blaise en eso.
Medea puso los ojos en blanco.
—Son estatuas, ¿verdad? Han estado así por siglos. ¿Qué es unos días más? Mientras
tanto, mi gente se está muriendo mientras hablamos. ¡Necesitamos salvarlos!
Blaise se le acercó con paso enojado. Se detuvo justo enfrente de ella para poder
hablar en ritmos agudos de staccato.
—Si liberan a los dragones, atravesarán a tus daimons. Morirán de todos modos.
Brandor le gruñó.
—Y la hermana de Falcyn está entre los cautivos. Ella será la primera masacrada si la
despiertan. ¿La condenarías también?
El corazón de Urian se detuvo ante esas palabras.
Mierda. Le estaban pidiendo que eligiera entre Davyn y Xyn. No podía tomar esa
decisión.
Si cualquiera de los dos moría por él, nunca sería capaz de vivir consigo mismo.
Shadow frunció el ceño mientras los escuchaba discutiendo. Después de una segunda
ronda de sus pujas en aumento, lanzó un silbido.
—Si bien esta discusión es poco divertida e improductiva, y no me importa el resultado,
me siento obligado a mencionar algo que pueda resultar interesante. —Esperó a que todos lo
miraran antes de volver a hablar—. ¿Por qué Maddor sería convocado para esto? Parece una
enorme pérdida de sus talentos, si me preguntas.
El color se desvaneció del rostro de Falcyn.
— ¿Qué delirios estás sufriendo?
—Ningún delirio, amigo. Justo antes de irme, enviaron un guardia detrás de él y estoy
seguro de que no era para tomar café o té, ni para un tentempié de la tarde. Usualmente solo
lo llaman a la guerra.
Medea maldijo en voz baja y se volvió hacia Falcyn.
—Planean usarlo para atraerte, ¿no es así?
Falcyn asintió.
—Entonces es una trampa.
— ¿Urian? —Ella sacó el anillo de su meñique y se lo tendió—. Ve a Davyn y asegúrate
de que esté bien. Dile que estaré allí con la piedra dragón tan pronto como pueda. Por favor,
mantenlo a salvo por mí.
Síp, claro. ¿Y dejar a Xyn sola? ¿Estaba loca?
Ninguna posibilidad en el infierno.
Falcyn le lanzó una mirada perpleja.
— ¿Qué estás haciendo?
—No voy a dejarte entrar en esa pesadilla sin alguien a tu espalda. Dios o lo que sea,
todavía necesitarás un poco de apoyo.
— ¿Qué hay de tu gente?
—No son mi hijo. Pero Maddor es el tuyo. —Lágrimas nublaron su visión—. Por eso,
marchamos al mismísimo infierno. —Urian de repente se dio cuenta de cuán profundos eran
los sentimientos de Medea hacia Falcyn, y honestamente, no sabía cómo sentirse en ese
momento.
Falcyn la rodeó.
—Shadow, haz que Urian regrese al Santuario. Nosotros…
—Ah, no —dijo Urian, interrumpiéndolo—. Nos quedamos juntos. —No iría a ningún
lado hasta que supiera que Xyn estaba a salvo.
Shadow hizo una mueca.
—Oh síp, porque un gran grupo heterogéneo y desconocido que se cuela a hurtadillas
a través de un castillo nunca se haría notar. Por cualquiera. O ser reportado. Me parece un
gran plan suicida. Estoy tan contento de que Varian me haya ofrecido voluntariamente para
esta feliz aventura de tortura y en el infierno. ¡Bastarda rata fay que es!
Falcyn colocó su brazo sobre Medea.
— ¿Estás segura de esto? Shadow tiene razón. Dirigirse allí con nosotros no es la
mejor apuesta.
Ella asintió.
—Muy bien, demonio, vamos a ver qué problema podemos encontrar.
Shadow dejó escapar un gemido feroz.
— ¿Por qué siempre termino con los locos?
Urian sonrió.
— ¿Pájaros del mismo plumaje?
Shadow no parecía en absoluto divertido.
—Ahora recuerdo por qué no me gustas. —Dirigió su mirada hacia Blaise y Falcyn—.
Cualquiera de ustedes, en lo que respecta a eso.
Con una respiración profunda, Shadow hizo crujir sus nudillos.
—Muy bien, niños. Última oportunidad. Aquellos que quieren un boleto a la Cordura,
levantan la mano y salimos por el portal hacia su reino natal.
Esperó un minuto entero antes de soltar un gemido exagerado.
—Está bien, entonces, suicidio es. Abróchense el cinturón, ranúnculos. Mantengan sus
manos dentro del carro en todo momento y traten de no cortar sus cabezas. Gracias por elegir
montar la Gran Estupidez hoy, y por arrastrarme a esto cuando preferiría estar en casa,
ordenar mi ropa interior sucia y ver crecer la hierba.
—Oh, deja de lloriquear. —Blaise le dio una palmada en el brazo—. Te encanta la
emoción.
—Síp, sigues creyendo esas mentiras, mandrágora, e inhalando esos humos. —
Shadow manifestó una larga cuerda.
Medea frunció el ceño mientras caminaba hacia Brogan con ella.
— ¿Qué estás haciendo?
Hizo una pausa para darle una mueca irritada.
—Bueno, cariño, si marchamos a través de las puertas delanteras, tus enemigos
descenderán sobre nosotros como buitres hacia un rico animal atropellado. Y a pesar de que
tengo más estupidez que el hombre promedio y cierto instinto para la teatralidad, realmente
puedo prescindir de una destripación completa. De hecho, estoy haciendo todo lo posible para
evitar la experiencia durante la totalidad de mi vida excepcionalmente larga. —Anudó la
cuerda alrededor de la cintura de Brogan.
—Planeas llevarnos a través de las Sombras. —La voz de Brogan era apenas más que
un susurro.
Él asintió.
—Si nos teletransportamos, Morgen lo sabrá instantáneamente. La única manera
segura de entrar o salir es a través de mi reino.
Medea estaba aún más confundida mientras Shadow se movía para enlazar y atar a
Brogan a Brandor.
—Y entonces vuelvo a preguntar... ¿por qué la cuerda?
—Te impide perderte en la oscuridad, princesa. —Shadow se movió al lado de Blaise.
Su corazón dejó de latir cuando ella finalmente entendió.
— ¿El hilo entre los mundos?
Shadow asintió.
—Hogar dulce jodido hogar. La cuerda es para evitar que algo me arrebate a uno de
ustedes mientras nos movemos.
Porque perderse era nunca volver a verse. La oscuridad siempre estaba hambrienta y
buscaba cualquier alimento que pudiera encontrar.
La vida es su sustento número uno.
Shadow ató a todos juntos y luego revisó los nudos para asegurarse de que todos
estuvieran unidos.
Luego levantó su brazo y dibujó una serie de símbolos, que recordaban a un director de
orquesta que dirigía una banda que solo él podía oír, y comenzó a tararear melancólico desde
lo más profundo de su pecho, inquietante y zumbando. Él recogió el crescendo y mientras lo
hacía, el aire a su alrededor se agitó.
Un momento estuvieron afuera, y en el siguiente se encontraban en un mundo borroso
y turbulento de color sepia oscuro. Era como estar atrapado dentro de una vieja máquina
tocadiscos. Todo tenía una sensación desigual y surrealista, dejándolos desorientados y un
poco mareados.
—Tomará unos minutos para orientarse. —La voz de Shadow sonó tan distorsionada
como el paisaje.
— ¿Por qué todo es tan raro aquí? —preguntó Brogan.
—Estás en el revestimiento de los mundos. Piénsalo como un reino hueco. —Shadow
levantó su mano izquierda y apareció un pequeño ojo de buey para mostrarles un brillante y
soleado parque donde los niños jugaban un juego de persecución—. Desde aquí, puedes
aventurarte a cualquier parte. Pasado. Presente. Futuro. En todos los mundos. —Cerró el ojo
de buey y abrió uno a su derecha que mostraba un mar embravecido.
Era hermoso y aterrador.
Shadow caminó hacia adelante, guiándolos a través de su misterioso dominio.
El tiempo realmente no tenía ningún significado aquí, y no podían decir si habían
estado caminando durante minutos o días cuando Shadow de repente se detuvo y soltó una
maldición cuando el sonido de un aullido surgió en el aire.
Todos se volvieron y de repente pudieron distinguir los sonidos del caballo del Crom
mientras corría hacia ellos.
Y no estaba solo.
Lo que parecía ser un centenar de perros sombra seguían su estela, con sus ojos
amarillos brillando.
Urian curvó su labio al verlos.
Shadow le tendió la cuerda a Falcyn.
—Mantente en el camino. Avanza y me reuniré con ustedes tan pronto como pueda.
— ¿Qué estás…?
— ¡Ve! —le rugió a Falcyn—. Adelante. ¡No pares! Si los perros que ladran los
alcanzan, estarán acabados.
Falcyn se lanzó hacia adelante, arrastrándolos a su paso. Subieron corriendo una
pequeña colina y se volvieron justo a tiempo para ver a Shadow invadido por los demoníacos
perros que había intentado evitarles.
Los ojos de Medea se abrieron ante la horrible visión.
—Estamos muertos.
Urian, Blaise, Falcyn y Brandor tomaron posiciones entre Medea y Brogan cuando los
perros rabiosos se les acercaron.
No quedaba nada donde Shadow había sido invadido por ellos.
Ni siquiera una gota de sangre. Parecía como si hubiera sido completamente devorado.
Hasta el último pedazo. Cuerpo y alma.
Más y más fuerte, los ladridos y los gruñidos crecieron. Brogan extendió la mano y la
tomó de la mano. Entonces, justo cuando los retorcidos perros demoníacos los alcanzaron, la
tierra sombreada se disparó en ángulo recto, formando un muro entre ellos y las bestias
demoníacas. Se estrellaron contra él y aullaron en agonía. Girando y retorciéndose como
humo, el suelo formó una mano gigante que envió a los animales a dispersarse y huir en la
oscuridad.
El Crom entró en la siguiente ola, en su misterioso corcel fantasma. Corriendo y
resoplando fuego, la bestia parecía tan determinada a agregarlos a su menú. Justo cuando
hubiera alcanzado su posición, la mano se dobló y se curvó para formar una enorme bestia de
hombre.
— ¡No tienes poder aquí! —Aunque la voz estaba distorsionada en su gruñido y tono
inhumanos, Urian todavía la reconocía como la de Shadow.
El Crom detuvo a su caballo, haciéndolo retroceder y patear fuego en la mano.
— ¡Esta kerling me pertenece! —La voz áspera vino de Brogan.
¡Mierda! Urian maldijo al ver que los ojos de Brogan ahora eran de un blanco lechoso
sin iris ni pupila alguna. Su piel estaba helada al tacto.
El Crom obviamente la había tomado por completo para poder hablar a través de ella.
Blaise gruñó bajo en su garganta. Debió haberse dado cuenta de lo que estaba
pasando.
— ¡No te la vas a llevar!
—B-b-b-b...
Brogan se atragantó, luego cayó de rodillas para agarrar su garganta. Era obvio que el
Crom le ordenaba que dijera el nombre de Blaise y se negaba a darle el poder de la muerte
sobre la mandrágora.
Lanzando su cabeza hacia atrás, Brogan dejó escapar un chillido escalofriante. Golpeó
el suelo hasta que su puño estaba ensangrentado y magullado.
— ¡Basta!
Blaise cambió al cuerpo de su dragón. Soltó una ráfaga de explosiones hacia el Crom.
Envuelto en el fuego, se rió a través de la garganta de Brogan. Luego arrojó su látigo de
huesos y cráneos hacia Blaise. La cabeza al final abrió la boca como si se estuviera riendo de
la mandrágora.
Shadow lo atrapó y lo arrojó de regreso hacia el caballo y el jinete.
— ¡Sal de aquí o me cenaré a ambos!
Girando su látigo libre del agarre de Shadow, el Crom lo rompió en el aire, disparando
chispas de fuego en todas direcciones. Azufre llovió sobre ellos.
— ¡Exijo mi propiedad! —Sacudió el látigo hacia Brogan.
Urian lo atrapó de nuevo y tiró del Crom de su caballo. Más rápido de lo que Medea
podía parpadear, Falcyn estaba sobre él.
Agarró al Crom y lo levantó del suelo.
—Renuncia a tu reclamo en la kerling. Aquí y ahora. ¡Dale su libertad o te libraré de tu
esencia por toda la eternidad!
El Crom luchó durante varios segundos hasta que se dio cuenta de que Falcyn no iba a
ceder. Más que eso, llegó a la sorprendente y veraz conclusión de que Falcyn de hecho tenía
los medios y la capacidad para llevar a cabo su amenaza no tan vacía.
—Muy bien, mi señor. Le doy a la kerling su libertad.
Tan pronto como Brogan pronunció esas palabras, se adelantó y cayó al suelo. Blaise
volvió a su forma humana para poder correr a su lado y tomarla en sus brazos.
— ¿Ro? —Su voz se estremeció por la tensión de su miedo—. ¡Háblame! ¡Di algo!
Brandor se arrodilló junto a ellos.
— ¡Brogan, por favor no me dejes solo!
Aun así, ella no se movió. Ni siquiera parecía respirar. Su rostro se puso pálido, luego
azul.
Blaise ahuecó su mejilla y la acunó contra su hombro.
—Háblame, milady. No puedo vivir sabiendo que te hice daño.
Cuando ella no respondió, Blaise se ahogó en un sollozo y la levantó. Echó la cabeza
hacia atrás mientras Brandor tomaba su mano y la besaba como si fuera incalculablemente
preciosa. Lágrimas corrían por sus mejillas.
Urian conocía ese amor de primera mano. Lo había sentido el día en que Tannis había
muerto, y lo llevó a los confines del mismo infierno. Quería gritar y enfurecerse contra el
cosmos. No era correcto o justo.
¡Malditos sean todos!
Shadow se acercó a Brogan y tocó ligeramente su mejilla.
Apenas retiró la mano, sus ojos se abrieron. Perdidos en su dolor, ni Blaise ni Brandor
lo vieron.
No hasta que Brogan retiró su mano del agarre de su hermano y la hundió
profundamente en el pálido cabello de Blaise.
—Pueden tomarme a la fuerza y romper cada hueso que tengo, pero solo tú tendrás mi
corazón, Blaise. Porque solo es mío para dar.
Riendo y llorando, la acercó a sus labios para poder besarla.
Brandor se retiró rápidamente de ellos. Y aunque era obvio que no le gustaba ver a su
hermana en los brazos de otro hombre, no dijo una palabra mientras se movía para pararse
junto a Medea. Frente a la dirección opuesta.
Como Urian.
Resoplando ante sus ridículas acciones, Medea se secó los ojos. Ella soltó un aliento
desigual y agradecido.
Más agradecido de lo que las palabras podían expresar porque estaba viva, Urian la
miró con Falcyn, luego a Brandor.
— ¿No nos sentimos como los que sobramos?
Shadow se manifestó entre ellos y colocó sus brazos alrededor de sus hombros.
—Siento su dolor, mis hermanos. Siempre soy el que más sobra de todos. —Lanzó su
mirada a su alrededor—. Entonces, ¿cuál de ustedes, imbéciles, destruyó mi cuerda?

****

Cuando finalmente llegaron a su destino, Shadow disminuyó la velocidad.


—Aquí estamos.
Con sus poderes, hizo otro agujero en una pequeña habitación de su reino de sombras.
Shadow se quedó atrás mientras caminaban a través. Luego se unió a ellos y selló la ruptura
herméticamente.
Medea se quedó boquiabierta.
— ¿Cómo haces eso?
—Eso es como preguntarme cómo respiro. No lo sé. Solo lo pienso y sucede. —
Shadow le dio una sonrisa sarcástica—. Es magia.
Poniendo los ojos en blanco ante su sarcasmo, le sacudió la cabeza.
—Eres un bastardo enfermo.
—Siempre.
Urian los rodeó para fruncir el ceño ante la mancha de sangre en el piso. A pesar de
que no había color en esta habitación donde estaban (todo aparecía como tonos de blanco y
negro, como una película antigua) él sabía cómo se veía eso. El olor de ella.
— ¿Estás herido?
Shadow hizo una pausa ante la pregunta de Medea pero no respondió.
Entonces todos lo vieron. La enorme herida abierta en el costado de Shadow que
estaba parcialmente oculta por su capa.
Urian dio un paso hacia él.
— ¿Shadow?
Sus ojos rodaron mientras sus piernas se doblaban. Hubiera golpeado el suelo con
fuerza si Falcyn no lo hubiese atrapado y lo hubiera bajado lentamente al suelo.
Sin embargo, apenas se retiró, la puerta se abrió para mostrar a un pequeño grupo de
fey. El raspar de metal llenó el aire cuando los adoni desenvainaron sus espadas. Un instante
después, atacaron.
Urian manifestó su espada y escudo y los cargó antes de atacar. Con sus habilidades
perfeccionadas por miles de batallas, condujo a los fey hacia atrás para cubrirlos.
Brogan se mantuvo junto a Shadow para defenderlo mientras lidiaban con este nuevo
ataque.
Por supuesto, los fey sonaron una alarma. Porque guardar silencio sería demasiado
pedir. ¿No es así? Malditos villanos.
Urian miró a Falcyn.
—Bueno, así no fue como vi que estos eventos se desarrollaban.
Falcyn resopló ante su sarcasmo.
—Sabía que no debía involucrarme con daimons y Dark Hunters. Esto es lo que
obtengo por salir de mi agujero.
Con una mueca, Medea le cortó la cabeza a su enemigo fey, luego se volvió hacia
Falcyn antes de enfrentarse a otro enemigo.
— ¡Deja de lloriquear, libélula! ¿Por qué no cambias y les prendes fuego? ¿Haznos
esto un poco más fácil? ¿Eh?
—Conciencia espacial simple. Si Blaise o yo cambiamos ahora mismo, te mataríamos a
ti, ya que ocuparíamos toda esta habitación y te aplastaríamos debajo de nosotros. ¿Todavía
quieres que cambie, amor?
Medea le lanzó una sonrisa mientras pateaba a su oponente hacia atrás.
—Por favor, no.
—Pensé que podrías sentirte de esa manera.
Justo cuando acabaron con los adoni y comenzaron a asegurarse de que no había
más, la puerta se abrió de golpe.
Se convirtieron en un grupo sólido para enfrentar este nuevo ataque.
Tan alto como Urian, el recién llegado estaba envuelto en la armadura dorada y verde
de un guardia fey. Una gruesa capucha de cuero cubría su cabeza. Musculoso y feroz, se
paraba con la postura engreída de un guerrero que sabía cómo luchar hasta el final.
Sin embargo, él no desenvainó su espada.
Más bien, tendió sus manos a los costados como si se divirtiera con ellos y su situación.
Urian levantó su escudo y se preparó para un ataque psíquico.
En cambio, la risa los saludó.
—Apuesto a que, si estornudara ahora mismo, los enviaría a todos a saltar directo al
techo como un puñado de gatos.
Falcyn gruñó profundamente en su garganta.
— ¡Varian, eres un bastardo inútil! Entra aquí. Shadow ha caído.
El humor murió instantáneamente mientras el hombre cerraba la puerta, luego bajó su
capucha para exponer su largo cabello oscuro.
— ¿Qué pasó? —Varian se arrodilló al lado de Shadow.
Falcyn se unió a él allí para ayudar a cuidar a Shadow.
—Fuimos acorralados por lobos huargos.
— ¿Lobos huargos o gwyllgi?
—Gwyllgi —respondió Blaise.
Varian maldijo.
— ¿Estaba el Crom con ellos?
Blaise asintió sin más comentarios.
Varian usó sus poderes para quitarle la armadura de cuero a Shadow. Luego levantó la
camisa de lino para inspeccionar el daño.
Urian se encogió con compasivo dolor al ver la herida supurante y todas las otras
cicatrices profundas y estriadas que estropeaban el cortado y destrozado abdomen y pecho
de Shadow.
Una vez más, Varian maldijo, esta vez, más lascivamente.
—Maldición, Shade. ¿Nunca puedes hacer algo a la mitad de vez en cuando? No, no te
hacen una pequeña herida. Tienes que ser prácticamente destripado.
Falcyn se sentó sobre sus talones.
—Si lo sostienes, puedo curarlo.
Varian detuvo a Falcyn.
—Si planeas usar lo que creo que vas a usar, no lo hagas. Apolo lo sentirá y saltará
sobre ti en el momento en que lo intentes. —Trabajó para detener el sangrado de Shadow—.
Tengo esto. Tienes una misión que completar. Pero debería advertirte...
Las entrañas de Urian se torcieron sobre ese tono.
La mirada de Varian fue hacia Blaise antes de encontrarse con la mirada de Falcyn.
—Hay una escalera al final del pasillo que te llevará a las catacumbas. Ten cuidado.
Están esperando que todos ustedes vengan y sean estúpidos.
¡Oh, bueno, qué podrían hacer!
—Entonces, lejos de nosotros decepcionarlos. —Falcyn lo saludó con la llave que le
había quitado a Shadow—. Gracias. —Se levantó y salieron de la habitación.
— ¿A dónde lleva esto? —preguntó Medea mientras se acercaban a un túnel.
—El jardín de Morgen. —El tono de Blaise era plano y sin emoción en la tenue luz.
—No entiendo. ¿Un jardín subterráneo? —Tan pronto como terminó la pregunta,
disminuyeron la velocidad.
Falcyn usó su fuego de dragón en su mano como una antorcha para que pudieran ver
lo que había a su alrededor.
En el momento en que levantó su brazo sobre su cabeza y la luz ahuyentó a las
sombras más pesadas, el corazón de Urian se detuvo.
Y también él.
Esto era…
Santa mierda. El “jardín” era enorme y estaba lleno de gigantes estatuas de dragón que
continuaban en una exhibición interminable e inquietante. En todas direcciones.
Brandor se volvió para mirar a Urian.
—La niebla ligera aquí abajo es por su aliento. Al menos por eso, sabemos que todavía
están vivos, incluso si están helados por el hechizo de Merlín.
Medea frunció el ceño.
—No entiendo. Si están congelados, ¿cómo pueden respirar niebla?
Aunque era ciego en su forma humana, Blaise miró hacia Brogan y luego a Medea
antes de responder.
—El gas que exhalamos. Causa eso. Incluso cuando estamos atrapados por magia. No
estoy seguro por qué. Solo un subproducto peculiar.
— ¿Tenemos que liberarlos a todos? —preguntó ella.
Antes de que Urian pudiera explotar con su respuesta, Falcyn se dirigió hacia la bestia
más grande que tenía a su derecha.
—Es lo más seguro que hacer. De esa forma, Morgen no tendrá nada que despertar y
usar contra nosotros.
Urian todavía estaba demasiado cargado emocionalmente para hablar. Tenía miedo de
que si lo hacía, se echase a llorar.
Temeroso que si se movía, caería de rodillas.
¿Dónde estaba Xyn? Estaba desesperado por encontrarla.
Blaise se apartó de Brogan mientras caminaba a través de la oscuridad.
—No estoy seguro de cómo usar el anillo de mi padre para despertarlos. ¿Tú sabes?
Falcyn extendió la mano para quitárselo.
Justo cuando sus dedos se rozaron, el dragón más cercano abrió los ojos y gruñó.
Falcyn retrocedió cuando la bestia a su lado se levantó para luchar. Blaise lo tomó del brazo y
le puso la mano en la manga para detenerlo.
— ¡No! Ese es Maddor.
—Maddor... —El nombre salió en un aliento angustiado. Maddor era el hijo de Falcyn
que le habían arrebatado.
Finalmente, teniendo el control de sí mismo y pudiendo concentrarse en algo, Urian
extendió su mano contra el pecho de Falcyn para evitar que se acercara a su hijo.
—Lo tienen inmovilizado. —Movió su barbilla hacia la cadena que mantenía a Maddor
en su lugar—. Apuesto a que si liberas a los dragones, lo matará.
Porque ese era el tipo de tácticas desagradables en las que los dioses se
especializaban. No eran nada sino crueles.
La cadena corría directamente al pecho de Maddor y sin duda a través de su corazón.
¡Maldito Apolo por esto!
Y eso no era todo. Él fue amordazado, también. Esa combinación de crueldad habría
vuelto loco a Maddor. Ningún dragón llevaba bien el cautiverio. Ni siquiera una mandrágora.
Se suponía que debían vagar libremente, no estar atados de esa manera.
Pasando por delante de Urian, Falcyn alcanzó a tocar las escamas de su hijo.
—Maddor, cálmate. Estamos aquí para ayudar.
Con un ardiente silbido, Maddor se abalanzó sobre él para que Falcyn no pudiera hacer
contacto.
Maddor azotó a Blaise con su cola.
Falcyn apenas apartó a Blaise antes de que Maddor lo atravesara con una espina.
— ¡Detente! No quieres hacernos daño.
Por supuesto que sí. ¡Es tu culpa que esté aquí! ¡Tengo la intención de matarlos a
ambos!
Falcyn hizo una mueca ante una verdad que no podía cambiar.
—Lo sé y lo siento por eso.
¡Estás a punto de estar aún más triste tres segundos antes de que te mate!
De repente, el piso retumbó bajo sus pies. Como un terremoto de magnitud 6,0...
— ¿Blaise? ¿Qué diablos está pasando aquí?
—Ni idea. Monos del infierno voladores, ¿tal vez?
Urian miró alrededor de la habitación, tratando de encontrar la fuente. Debían tener
tanta suerte. En lugar de desatar demonios dramonk, las grietas en la piedra se ensancharon
y un humo verdoso se derramó. Era como si toda la mazmorra estuviera viva y en movimiento.
No, no en movimiento.
Respiración. Eso era exactamente lo que se sentía. Como olía. La forma en que el piso
y las paredes se movían era a tiempo para la respiración de alguien. Dentro y fuera. Sísmico.
Ondulado.
Discordante.
Urian resopló cuando percibió un olor hediondo a sulfuro.
—Alguien dígame que estos son vapores como los que el oráculo que Delphian usaba
antes de murmurar incoherencias.
Medea negó con la cabeza.
—Lo siento, hermanito. De hecho, la visité una vez. Esto no lo es.
Fiel a su predicción, el humo se enroscó en guerreros feroces, con armadura completa.
Y espadas.
Tenían muchas espadas.
— ¡Maldición! —Urian volvió a convocar su espada y escudo—. No podemos tomar un
descanso.
—Oye, te di una salida fácil —le recordó Falcyn—. Podrías estar en casa ahora mismo,
viendo Survivor. Pero no, elegiste estar aquí.
— ¿Qué puedo decir? Soy un idiota. Yo culparía al hecho de que vengo de una larga
lista de ellos, pero mi mamá y mi papá me patearían el trasero por el insulto. Así que culpo a
Stryker por criarme entre ellos. ¿Alguien tiene una pista de quién y qué son estos imbéciles?
—Es la mazmorra, encantado para garantizar que sus víctimas vivirán sin importar lo
que les hayan hecho. Una vez que terminan con la tortura, toman el cuerpo sin vida y lo
agregan a las catacumbas. Pero el subproducto de esa crueldad y magia es que la mazmorra
absorbe el alma torturada y se aferra a ella para siempre. Hace que el alma sea parte de ella.
Después de un tiempo, l'âme en peine se une con las otras que están atrapadas aquí hasta
que se convierten en una sola entidad.
—Está bien. —Falcyn echó un vistazo a los guerreros que se estaban formando—.
Entonces, ¿son fantasmas?
Sacudió la cabeza.
—No. La naturaleza y la fuerza de la magia residual se combinan con las almas. En
lugar de hacer fantasmas individuales, se convierten en una sola bestia. Lombrey de la Mort.
Oh, simplemente genial. Y aquí Urian había pensado que Apollymi tenía la mayor parte
de juguetes divertidos. No, deja que la perra reina fey tenga algo conocido como la Death
Shadow.
Falcyn lo miró fijamente.
— ¿Me estás diciendo que nos enfrentaremos al gemelo malvado de Shadow?
Brandor se rió.
—Su príncipe subordinado, en realidad. Si Shadow estuviera aquí, podría controlar a
Lombrey y obligarlo a retirarse. O al menos ordenarle que se retire.
¿Por qué esas palabras lo enfermaban el estómago?
— ¿Sin él? —preguntó Urian.
Echando un vistazo a los numerosos guerreros que la oscuridad estaba engendrando,
Brandor suspiró.
—Estamos jodidos. Lombrey es un bastardo desagradable. Lleno de los gritos y la justa
agonía de un millón de víctimas inocentes. Dicen que lo ha vuelto loco y que ataca a todos los
que entran en su dominio. Indiscriminadamente.
Medea frunció el ceño.
—Entonces, ¿cómo Shadow lo calma?
—Demonios si lo sé. De hecho, nadie lo sabe con certeza. Solo que va sin miedo a
donde sea que Lombrey viva y sale victorioso.
Falcyn gruñó de frustración.
—Bueno, eso es... jodidamente inútil.
Urian suspiró pesadamente. Tenían que encontrar la manera de despertar a Xyn.
Liberar a Maddor sin matarlo. Despertar a los otros dragones.
Y evitar que Lombrey los ataque.
O los mate.
Urian se sintió mal del estómago.
Estamos condenados.
Falcyn tosió:
—Um, chicos, tengo una idea que estoy bastante seguro de que van a odiar.

****

Horas más tarde, Maddor retrocedió con incertidumbre.


—Yo… yo no entiendo.
—Es cierto, Maddor. Al menos creo que eres Maddor.
Siempre que el Crom todavía estuviera en el cuerpo del dragón de Maddor y los dioses
no hubieran vuelto a joder con ellos.
Porque así era como estaba corriendo su suerte. Siempre la rúbrica de “resolver un
problema y crear otro”.
—Falcyn me envió aquí para velar por ti. Fui yo quien incitó a Medea a ir a Falcyn, con
la esperanza de que pudieran llegar hasta ti y ayudarte a salir de aquí. No conté con su
reacción exagerada que resultaría en su muerte. Supongo que debería haberlo hecho.
El aliento de Urian quedó atrapado en su garganta cuando escuchó esa inesperada y
dulce voz que creía perdida en sus sueños.
Xyn.
Quería correr hacia ella. Para abrazarla y besar esos labios. Pero esto, este momento,
era entre ella y sus hermanos, por lo que se mantuvo al margen.
Pálida y parada con pies temblorosos, tenía un brazo apoyado contra la pared más
cercana a ella.
— ¿Xyn? ¿Eres realmente tú?
Le dirigió a Falcyn una débil sonrisa.
—Saludos, hermano.
Con sus propios miembros temblando, cruzó la habitación para tomarla en sus brazos.
— ¿Cómo?
—No lo sé. Un minuto, estaba congelada y luego estaba aquí. Donde sea esto.
Falcyn cerró su mano en su largo cabello rojo fuego que se separó para mostrar sus
orejas puntiagudas.
Urian no podía moverse ni respirar mientras su mirada verde translúcida y vibrante lo
quemaba. Ella todavía era una de las mujeres más bellas que había visto en su vida.
Su presencia lo dejó tambaleante. Cayó hacia atrás y se apoyó en una piedra para
sostenerse, porque no confiaba en que sus piernas lo sostuvieran. No ahora.
Ella se apartó para mirar a Maddor.
—Falcyn es tu padre, Maddor. Así como Blaise es tu hijo.
Eso absorbió cada parte del aire de la habitación y tuvo el mismo impacto que una
bomba nuclear detonando en medio de ellos.
Blaise retrocedió tambaleándose.
— ¿Q-q-q-qué?
Xyn asintió.
—Estuve allí cuando naciste. Tu madre estaba furiosa, pensando que tu albinismo tenía
que ver con la maldición de Max.
— ¿Qué maldición?
Falcyn hizo una mueca.
—Nunca le dije a Blaise la verdad, Xyn. Él no tenía idea de eso.
Su mandíbula se aflojó.
—Lo siento mucho. Supuse que lo sabía.
Falcyn negó con la cabeza.
—Cuando descubrí su nacimiento, ya había crecido. No tenía corazón para decírselo
entonces. Gracias, hermana. Siempre fuiste buena para delatarme.
Maddor se sentó.
— ¿Blaise es mi hijo? ¿Cómo?
Xyn suspiró.
—Ormarra. Ella ocultó su embarazo y esperaba aprovechar el nacimiento de Blaise
para su beneficio.
—Cuando nací deforme, ella trató de matarme.
Brogan se movió para sostener a Blaise.
— ¡No eres deforme!
—Y la maté por sus acciones en tu contra, Blaise —dijo Xyn—. Todavía estabas
mojado por abrir tu huevo cuando te llevé a criar a tu padre adoptivo. La única verdad que
sabías era que tu padre era el líder de las mandrágoras.
Él simplemente había asumido que fue la mandrágora antes que Maddor, porque solo
un pequeño puñado de fey sabían que Maddor era el primero de su raza.
Otra mentira dicha que solo tenía la intención de lastimar y herir, y dividir a una familia.
Malditos los que solo buscaban hacer travesuras por el mal. Ellos eran la raíz de todo
mal. No la avaricia ni el dinero.
Maddor le gruñó a Xyn.
— ¡Deberías haberme hablado de él!
—Estaba planeando hacerlo una vez que supe que estaba a salvo, pero fui atrapada
aquí antes de que tuviera la oportunidad.
Con un rugido feroz, Maddor avanzó hacia Xyn, solo para ser detenido por una fuerza
invisible.
—No puedes hacerle daño —le recordó Brogan—. No te he dado su nombre.
— ¡Los odio a todos! —rugió.
Falcyn lo fulminó con la mirada.
— ¡Cómo te atreves! Siéntete libre de odiarme todo lo que quieras. Me lo merezco.
Blaise, sin embargo, nunca ha hecho nada para merecer tu animosidad por él. Es tu hijo. Uno
que has tratado como el infierno y te burlaste a lo largo de los siglos sin ningún motivo. Le
debes una disculpa.
Maddor miró boquiabierto a Falcyn.
— ¿Te estás atreviendo a sermonearme a mí sobre la paternidad? ¿De verdad?
—Síp, ¡y te patearé el culo, chico! Nunca pienses que no puedo pelear contigo. Te juro
que he comido pellejos mucho más duros que los tuyos y usé sus escamas para zapatos. Si
quieres actuar como un niño, entonces te trataré como uno.
El Crom real hizo un ruido en el interior del cuerpo del dragón.
— ¿Qué está pasando, Brogan? ¿Está a punto de vomitar?
Ella sacudió su cabeza.
—Es la lucha entre ustedes dos. Lo alimenta. Lo hace...
El Crom disolvió todos los lazos que sostenían el cuerpo de su dragón y se puso de pie.
—Más fuerte —terminó con un chillido.
Blaise la tomó de la mano y tiró de ella detrás de él.
— ¿Qué está haciendo ahora?
—No estoy seguro. —Falcyn extendió su mano para evitar que Medea se enfrentara a
la bestia mientras se acercaba para un ataque.
Porque el Crom no era el único dragón levantándose.
Todos ellos lo estaban y no estaba seguro de lo que eso significaba. Pero con su
suerte, no era algo bueno.
— ¿Maddor? —Falcyn miró a su hijo—. ¿Quieres regresar a tu cuerpo real?
Su látigo chisporroteó mientras giraba un lento círculo para estudiar el número de
dragones originales que ahora estaban un poco más que enojados. Y dado que no tenían otro
objetivo, estaban rodeando al único enemigo que encontraron en la habitación.
Ellos.
El grupo completo. Y eso incluía a su líder que no podían identificar como un dragón ya
que estaba en el cuerpo del Crom y no tenía cabeza.
—Síp, creo que sí.
Urian no podía culparlo allí. A juzgar por el estado de ánimo de los dragones recién
animados, cualquier cosa que no perteneciera a su escamoso clan estaba a punto de ser
comido.
Lombrey se levantó en un esfuerzo por bloquear a los dragones, pero pasaron a través
de su forma no corpórea.
Urian puso los ojos en blanco.
—Es bueno ser una sombra, ¿eh? Me hace desear ser una. —Levantó su espada y su
escudo y se preparó para atacar.
Justo cuando Falcyn renovó ese estúpido hechizo que los había metido en este lío, una
luz brillante brilló cerca de ellos. Era intensa y abrasadora. Tanto que temporalmente los cegó.
Hasta que la compañera demoníaca de Acheron, Simi, saltó fuera de ella.
Vestida con su falda corta de color púrpura, leggings a rayas negras y rojas, y un corsé
a juego, se detuvo cuando contempló a todos a su alrededor. Sus cuernos rojos brotaron en la
parte superior de su cabeza cuando una cola salió de debajo de su falda corta. Un conjunto de
correosas alas de murciélago surgieron, dejando que Urian supiera que la no-tan-pequeña
demonio Caronte gótica hablaba en serio.
Él rió. Síp, no tenían idea de con qué estaban lidiando. Oculta a tus hijos. Esconde a tu
mujer.
Oculta a tus mascotas
Urian le sonrió.
— ¿Simi? ¿Qué estás haciendo aquí?
Ella se encogió de hombros.
—Akri le dijo a Simi que habías estado actuando extraño y raro últimamente, y que Simi
debería mantener un ojo en ti, akri-Uri. Entonces... tu ritmo cardíaco se incrementó durante mi
pausa comercial y me llamó la atención. Como sabía que no estarías con ninguna diosa-vaca
de cabeza pelirroja haciendo cosas que hicieran que la Simi se quedara ciega, pensé que
estabas en problemas. Entonces pensé, Simi, es mejor que revises a ese viejo ex-daimon
para asegurarte de que está bien y que no está a punto de caer en algo que no sea amistoso.
Simi frunció el ceño cuando se llevó el dedo a la mejilla para considerar sus palabras.
—No, eso está mal. Estar en problemas. —Sonrió ampliamente, mostrando sus
colmillos—. ¿Estás en problemas, akri-Uri? ¿Puede la Simi comer tus problemas? Porque no
creo que estas libélulas estén en la lista de Simi de no comer. Seguro que akri no le importará
si la Simi se los come.
Se mordió el labio con un entusiasmo infantil que hizo sonreír a Urian. Especialmente
cuando metió la mano en la mochila con forma de ataúd y sacó su babero de langosta y una
botella de salsa barbacoa para preparar.
En el momento en que lo hizo, los dragones retrocedieron.
Y eso hizo que Maddor se pusiera nervioso como el infierno.
— ¿Qué está pasando?
Xyn se rió.
—Oh, cariño, nadie es tan tonto como para enredarse con un hambriento Caronte. ¿No
lo sabes?
Simi jadeó.
— ¡No! ¡Di que no entonces! ¡La Simi taaaaan hambrienta! Pasaron unos veinte
minutos desde que la Simi comió su último diamante...
Hizo un puchero mientras se daba la vuelta, buscando una comida.
Más dragones se encogieron.
— ¡Sí! —Urian los abucheó—. ¡Así es! Tengo un Caronte aquí y no tengo miedo de
soltarla. ¡Ja!
Un dragón estornudó a su lado, soplando fuego que se acercó demasiado a Urian.
Urian corrió al lado de Simi, poniéndola entre ellos.
— ¿Eres a prueba de fuego, Sim?
—A prueba de bombas, también. —Eructó y disparó una corriente de fuego que causó
que varios dragones lucharan por cubrirse—. ¡Ves!
—Ah, montón de crías.
Con las manos en las caderas, Falcyn terminó de poner a Maddor de nuevo en su
cuerpo.
En el momento en que el Crom volvió a ser él mismo, recogió su látigo y se dirigió
directamente hacia Brogan.
Brogan levantó su mano para hacerles saber que todo estaba bien. Después de unos
segundos y algunas palabras susurradas en su oído, ella asintió.
—Paz para ti, Crom.
Con una ligera sacudida de su abrigo, se destelló a la espalda de su caballo y
desapareció.
— ¿Qué dijo? —preguntó Blaise.
Ella sonrió cálidamente.
—Que nunca quiere ser un dragón otra vez. Puedes quedarte con tu viejo y maloliente
cuerpo.
Urian frunció el ceño a Brogan.
— ¿Eso es todo?
Una luz malvada bailaba en sus ojos.
—Podría haberle dado el nombre... Morgen.
Medea se aclaró la garganta para recordarles a los otros dragones que todavía los
miraban.
Xyn bostezó.
— ¿Cuánto tiempo hemos dormido?
—Siglos —dijeron Blaise y Falcyn al mismo tiempo.
Un infeliz murmullo recorrió la horda de dragones.
— ¿Simi los come ahora ya que todos están refunfuñando?
Sus alas se crisparon con expectación.
Los dragones se calmaron de inmediato.
Medea se rió.
—Es bueno saber que no solo asustas a daimons, Simi.
Simi se llevó el dedo a los labios y ladeó la cabeza con una expresión adorable. Frunció
el ceño, luego sonrió a Medea.
— ¡La Simi te conoce! Te veo mucho y un montón. ¡Eres la princesa malvada que liberó
al akra de Simi en Kalosis!
—Ella también es mi hermana.
Simi se quedó sin aliento ante las palabras de Urian. Entonces se contuvo.
—Oh síp. Debería haber... pero espera. Tu padre es falso-akri. —Ella presionó sus
manos en sus cejas—. ¡La Simi está tan confusa!
Urian se rió.
—Así estoy la mayoría de los días. —Preocupado, él tiró suavemente de una de sus
manos hasta que ella abrió los ojos para mirarlo—. Solo recuerda que me sacaron del vientre
de mi madre antes de que naciera y me pusieron en el vientre de otra. Entonces, la apolita
que me dio a luz no era realmente mi madre. Y Stryker no era realmente mi padre. Styxx es mi
padre y Bethany es mi verdadera mamá.
— ¡Ah! ¡Como Simi, eres adaptable!
La sonrisa de Urian se ensanchó.
—Síp.
—Espera... —Brandor frunció el ceño—. ¿Quiere decir adoptada?
— ¡No, tonto! —Con los brazos en jarras, Simi puso los ojos en blanco—. A pesar de
que ambos fuimos adoptados, la Simi quiso decir adaptable porque akri-Uri tuvo que vivir con
personas y no con su gente. Él no es realmente un daimon, es un semidiós. Lo cual es mejor.
A veces, de todos modos. —Chasqueó la lengua mientras miraba a Urian—. Lo siento, akri-
Uri. ¿Por eso tienes tristeza además de Phoebe-tristeza?
Sus ojos se oscurecieron.
—No, Sim. La mayoría de las veces solo tengo Phoebe-tristeza.
Ella le tendió su salsa de barbacoa.
— ¿Quieres comer un dragón? Te hace sentir mejor. Te da calor y agitación en el
vientre.
Y eso logró conducir a los dragones hacia las sombras y Lombrey a un ataque.
— ¡No! ¡No! ¡No! ¡No deben esconderse en mi dominio! ¡Fuera, bestias sarnosas!
Brandor se aclaró la garganta para disimular su risa.
—Sabes, con todo este ruido, Morgen seguramente se dará cuenta de lo que pasó. Es
posible que deseemos pensar en salir de aquí antes de que envíe algo o alguien a investigar.
Falcyn asintió a su hermana.
—De acuerdo, ella debería estar un poco ocupada con el Crom detrás de ella, aun así
deberías llevarlos a mi isla. Solo para estar seguros.
Ella arqueó una ceja ante su orden.
— ¿A todos ellos? ¿Realmente piensas tolerarnos en tu espacio personal?
—Será el lugar más seguro para ellos.
Xyn le besó la mejilla.
—Te amo.
—También yo.
Ella se burló de su respuesta.
—Vivo por el día, Veles, cuando puedas decir esa palabra sin asfixiarte. —Y con eso,
reunió a los dragones y salió por el portal.
Urian siguió a Xyn a la isla de Falcyn, que era absolutamente impresionante. Abierto y
aireado, y técnicamente una caverna, era grande y espaciosa, con una impresionante vista al
mar. Las paredes encantadas eran cristalinas, de modo que podía mirar pero nadie más podía
verlo. La transparencia de las paredes las hacía brillar y echar chispas a causa de la luz del
día que quemaba los ojos, pero no la piel. Podía ver por qué Falcyn lo había elegido.
Sin embargo, eso era lo último que Urian tenía en mente.
— ¿Xyn? —Tomó su mano y la llevó a un rincón oscuro, lejos de los demás.
Finalmente, estaban solos.
Y ahora que lo estaban... estaba perdido e inseguro. ¿Incluso lo recordaba? Ella no
había actuado así.
Tal vez había sufrido una herida en la cabeza que la había dejado con amnesia. ¿Qué
le decía después de todos estos años?
Sarraxyn temblaba mientras miraba a los ojos más azules que jamás había conocido.
Había olvidado la enorme y abrumadora bestia que era Urian. Lo cual era realmente
impactante, dado que ella estaba acostumbrada a los dragonswains, que eran aún más
grandes y, sin embargo, de alguna manera él los hacía parecer más pequeños.
Más débiles.
Había un poder innato en él del que carecían los otros. Y al mismo tiempo, él era más
sexy que cualquiera que hubiera conocido, porque a pesar de todo su poder y crueldad, nunca
la dañaría. Era un protector diferente a todos los que ella había conocido. Mantenía esa fuerza
despiadada restringida y bajo control.
Así de cerca, podías sentir el asesino letal dentro de él. El demonio que salivaba por
sangre. Sin embargo, le había hecho el amor como un poeta y la había tocado con la más
tierna atención.
Esa era la belleza de su daimon.
Amor y felicidad se precipitaron a través de ella y le hicieron palpitar el corazón. Pero
no fue suficiente para ahogar su miedo de que la rechazara después de todo este tiempo.
No sabía qué decirle después de todo este tiempo. Ella simplemente lo había
abandonado. No por elección.
Aun así, ¿eso importaba? Solo podía imaginar el dolor y la pena que debió haber
sentido, pensando que ella simplemente había avanzado. O peor, que había muerto. Entonces
hizo lo único que se le ocurrió hacer.
Adentrándose en sus brazos, lo besó.
Urian gruñó al sentir los labios de Xyn. De su dulce lengua rozándose contra la suya
mientras sus brazos se envolvían alrededor de su cintura. Su cuerpo rugió a la vida con una
venganza que era aterradora.
A lo lejos, escuchó a alguien llamándola por su nombre.
Ella profundizó su beso antes de que se apartara y le mordiera la barbilla.
— ¿Me das unos minutos?
No había suficiente sangre en su cerebro para formar un pensamiento coherente.
—Um… está bien.
Xyn se rió.
— ¿Urian? —Ahuecó su rostro y frotó narices con él—. ¿Estarás aquí cuando regrese?
—Sí.
Nada podría hacer que se fuera.
—Bueno.
Con una respiración irregular, se apoyó contra la pared mientras ella iba a ayudar a los
dragones a instalarse. Luego miró hacia abajo al considerable bulto en sus vaqueros.
Maldita sea, eso era realmente obvio y vergonzoso. No estaba a punto de abandonar
las sombras en cualquier momento en el futuro cercano.
Al menos sabes que todavía funciona.
Cierto. Había pasado tanto tiempo en este punto, que había comenzado a
preguntárselo.
Y ese pensamiento todavía estaba en su mente unos minutos después cuando Xyn
regresó como un leve susurro.
Riendo en su oído, se envolvió alrededor de él y lo teletransportó de sus sombras a un
dormitorio.
— ¿Qué estás haciendo?
Lo dejó para cerrar con llave la puerta, luego volvió a pararse frente a él. Mordiéndose
el labio de una manera que solo lo inflamó aún más, deslizó su dedo por su pecho, levantando
escalofríos todo el camino.
— ¿Todavía puedes usar tu magia para conjurar ropa?
—Síp.
Una sonrisa malvada apareció en su rostro.
—Bien.
Antes de que pudiera preguntarle por qué quería saberlo, le rasgó la camiseta desde
abajo hasta el cuello y lo atacó como si estuviera muerta de hambre y fuera el último filete en
un banquete.
Urian no podría haber estado más anonadado si ella lo hubiese prendido fuego y
hubiera usado sus bolas para encenderlas. Pasó sus manos por todo su cuerpo mientras
lamía y chupaba su piel hasta que pensó que se quedaría ciego.
Con sus poderes, ella lo volteó y lo tiró a la cama, luego disolvió sus ropas.
Conteniendo el aliento, se entregó por completo a sus feroces caricias. Nunca una
mujer había sido tan enérgica con él. Le encantaba.
Xyn rozó la garganta de Urian con sus dientes y lamió su barba, permitiéndole pincharle
la lengua.
—Estoy tan feliz de que nos hayas seguido a mí y a los demás aquí.
Él respiró contra su oreja mientras la tocaba y ahuecaba su pecho en su mano. Sus
dedos jugaron con su pezón de una manera que la tenía húmeda y dolorida.
—Oh, Xyn... ¿cómo no podría? ¡Te he extrañado tanto!
Ella le mordió la barbilla mientras empujaba sus manos contra su musculosa espalda y
apretaba su cuerpo desnudo contra el suyo. Ah Dios, su piel se sentía tan bien. Ella quería
llorar ante la paz que experimentaba al explorarlo de nuevo. Era verdaderamente Katateros.
Y fue entonces cuando se dio cuenta de lo que faltaba. ¿Cómo pudo pasarlo por alto?
Sorprendida y asombrada, se echó hacia atrás para fruncirle el ceño a su pecho.
— ¿Uri? ¿Dónde está tu marca daimon?
Él miró hacia abajo, donde su mano descansaba sobre su corazón.
—Ya no soy un daimon. Fui... reparado… —No exactamente la palabra correcta, pero
no se le ocurría nada mejor que usar—. Hace mucho tiempo.
— ¿Eres humano?
—No. Soy algo único.
— ¿Pero no te alimentas de almas?
—O sangre.
Ella soltó una peculiar risa a medias.
— ¿Comes comida?
—Sí.
Sus ojos se volvieron cálidos y adoradores.
—Oh, cómo me gustaría haber estado allí la primera vez que comiste para verte la
cara.
—No te perdiste mucho. Aparte de muchas maldiciones que siguieron a la mordida de
mi lengua.
Xyn se rió de verdad, luego ante la imagen que tenía de él tratando de encontrar la
forma de masticar cuando nunca antes había tenido que hacerlo.
—Mi Urian.
—Ese soy yo. Siempre daño cerebral.
—No. Definitivamente no. —Lo besó, deleitándose con el milagro que era su daimon—.
Podría comerte.
—Quedo a tu disposición.
Negó con la cabeza ante estas palabras mientras mordisqueaba su cuello. Él dejó
escapar un sonido de placer que honestamente la sobresaltó.
— ¿Estás bien?
Él succionó aire entre sus dientes. Ahuecó su cabeza en sus manos.
—Depende. ¿La verdad va a ser emocionante o excitante?
— ¿Qué quieres decir?
Su mirada la quemó mientras hundía su mano en su cabello.
—No he estado con nadie en mucho tiempo, Xyn. Mi corazón fue roto demasiadas
veces.
Su mirada se posó en el tatuaje en su brazo donde llevaba las lágrimas negras que
marcaban el fallecimiento de sus seres queridos. Era algo que todos los daimons hacían para
honrar y recordar a aquellos que habían perdido.
Bajando su cabeza, besó su marca.
— ¿Quieres que me vaya?
— ¡No!
Sonrió y luego le mordió la barbilla.
Urian gimió mientras deslizaba su mano hacia abajo para tocar su pene. Sintió sus
poderes surgir a través de él. Oh sí, ese era el placer más increíble. Había pasado tanto
tiempo desde que alguien más lo había tocado que había olvidado cómo se sentía.
Capturando sus labios, presionó sus caderas más cerca de las suyas.
Ella dio un silbido bajo de aprecio mientras lo tomaba en sus manos. Luego trazó una
línea hasta su tatuaje del patrón de escudo de su padre.
— ¿Has cambiado esto también?
Asintió.
—Hice que se pareciera más al de mi padre.
— ¿Stryker?
Riendo, él negó con la cabeza.
—Te has perdido tanto. Soy el hijo de Styxx, no de Stryker. Stryker y yo estamos en
guerra. Pero no quiero hablar de odio... no mientras estoy contigo.
Y no cuando ella le dio esa mirada allí que lo chamuscó hasta lo más profundo de su
alma.
Xyn dirigió su mirada hambrienta sobre su cuerpo bronceado. Cada músculo era un
estudio de la gracia y la perfección fibrosa. Todo hombre y todo caliente. Su pecho estaba
cubierto de vellos dorados. No demasiado gruesos, solo lo suficiente para ser varonil y
atractivo. Dios, cómo había echado de menos tocar a un hombre y estar cerca de uno como
este.
Urian siempre la había tocado de una manera que nadie lo había hecho… y no
físicamente. Emocionalmente. Una parte de ella todavía era tímida de tocarlo por temor a que
sus poderes de dragón se activaran y lo quemara, pero la otra parte de ella estaba
desesperada por ser contenida. Solo por un momentito.
—No te gustan las personas falsas, ¿verdad?
Él le estrechó la mirada.
— ¿Estás leyendo mi mente?
—No. Es estrictamente lo que has dicho. Te lo dije, nunca he sido capaz de leer tus
pensamientos y no sé por qué. —Lo que era tan extraño, porque normalmente podía leer los
de los demás. Urian siempre había sido diferente.
Él le dio una sonrisa engreída.
—No hace falta mucho para leerlos en este momento. —Le dio un ardiente vistazo.
Xyn se rió hasta que él sumergió sus dedos en la parte de ella que más lo ansiaba.
Urian la miró fijamente. Una luz malvada entró en sus ojos mientras besaba su camino
por su cuerpo. Hizo una pausa para lamer sus pechos. Cintas de placer acalorado la
quemaron mientras sus dedos seguían provocando y jugando, y profundizaron en su interior.
Luego, muy lentamente, continuó hacia el sur hasta que reemplazó su mano con sus
labios. Xyn arqueó su espalda mientras su cuerpo temblaba y dolía en respuesta a su toque
maestro. Antes de que pudiera respirar otra vez, su cuerpo se hizo añicos cuando uno de los
orgasmos más intensos de su vida la reclamó.
Sin embargo, él continuó complaciéndola hasta que escurrió su cuerpo con más
espasmos. Hundió su mano en su suave cabello, tirando de él mientras continuaba
provocándola, una y otra vez.
Urian gruñó por lo bien que sabía. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez
que tuvo una mujer. Demonios, había tenido tan poco interés en ellas últimamente que había
comenzado a temer que estuviera roto. Pero no había inhibiciones o dudas con ella a pesar de
que debería tenerlas en abundancia.
Realmente necesitaban enfocarse en otras cosas ahora mismo. Pero no le importaba
una mierda. Déjalos morir y que acabe el mundo. No le importaba. La necesitaba más que a
nada.
Incapaz de soportarlo más, se apartó de ella. Levantó sus caderas y se metió
profundamente dentro de su cuerpo.
Ella gritó su nombre.
Sonriendo, empujó contra ella, buscando consuelo en su cálida suavidad.
Xyn apretó su puño en el suave cabello blanco de Urian mientras enterraba su rostro en
su cuello para inhalar el cálido aroma masculino de su piel. Había tanto poder en él, tanta
habilidad en la forma en que la llenaba y la tocaba. Era como si supiera todas las maneras de
extraer tanto placer como pudiera. Y poder tenerlo de nuevo así... era increíble.
Por primera vez en siglos, se sintió humana.
—Más duro, nene —ronroneó en su oído, deseando que él la amara con todo lo que
tenía. Este era el momento más increíble de su vida y cuando finalmente se corrió, ella se unió
a él.
Completamente agotada y saciada, se inclinó sobre la cama mientras él aún estaba
dentro de ella. Su respiración era irregular, mantuvo sus piernas alrededor de su cintura
mientras la miraba a los ojos y jugaba con su ombligo.
—Eso fue increíble.
Él lanzó una sonrisa diabólica.
—Me alegra haber podido complacer. —Pasó su mano por su pecho, trazó la línea de
su intrincado tatuaje, luego le dio un ligero apretón mientras rozaba su endurecido pezón con
su pulgar. Una sonrisa curvó sus labios cuando recordó cuándo se había hecho su tatuaje.
Era de una espada negra envuelta con una rosa rosa por su fuerza. En la parte inferior
había una mujer pelirroja como una duendecilla y encima de ella medio dragón que se
levantaba para protegerla.
El dragón hacía juego con su escudo.
Y debajo de las alas del dragón había colocado las palabras: Soy mujer. Nacida del
Dolor. Escúchame rugir. Hecho para recordarse a sí misma que, si bien nació como una
dragona y era capaz de una violencia extrema y total, también era capaz de compasión y
misericordia.
Pero lo que lo hizo sonreír fueron las palabras que se habían agregado desde la última
vez que la había visto que bajaba por la parte posterior de la espada.
— ¿Seguiste mi consejo?
Ella levantó su mano y se la llevó a los labios para poder mordisquearle la punta de los
dedos.
—Solo porque quería algo que me recuerde a ti, y me encanta la forma en que me ves.
No estoy de acuerdo, claro está. Pero me encanta que pienses en mí de esa manera.
—Eso es lo que hago. —Besó las palabras que estaban allí ahora. Soy invencible.
Luego se estremeció cuando su lengua se movió entre sus dedos. No sabía por qué, pero
traía una ternura dentro de él. Algo protector y aterrador.
Pero ella siempre había hecho eso. Era como si el demonio en él quisiera reclamarla y
matar a cualquiera que se le acercara. Cualquiera que la lastimara o incluso la mirara mal. Era
salvaje y poderoso.
Y ella era dueña de esa parte de él. Siempre lo había sido.
En este momento, sentía que todo su cuerpo estaba hecho de electricidad vibrante que
necesitaba encenderse y explotar. El sexo con ella siempre había aumentado y fortalecido sus
habilidades psíquicas, pero esto era diferente.
Nunca antes había sentido algo así.
Ella mordisqueó su nudillo.
— ¿Esa parte daimon tuya aún es verdadera?
—Sí. Todos tenemos un segundo pene escondido en nuestro muslo.
Se rió en voz alta.
— ¿De dónde vino eso?
—No lo sé. Escuchas todo tipo de estupidez saliendo de la boca de los Dark Hunters
cuando pasas el rato con ellos. Siempre estoy consternado y ofendido por el noventa por
ciento de todo lo que dicen.
Xyn negó con la cabeza.
—Quiero decir, ¿puedes seguir toda la noche y tener orgasmos múltiples?
Se presionó más dentro de ella para que se diera cuenta de que ya estaba duro otra
vez y listo para más.
—Oh, sí, señora. La única ventaja definitiva para mi pueblo. —Lo que él siempre había
asumido que había sido hecho ya sea como un castigo o una manera de asegurarse de que
pudieran procrear en sus ciclos de vida muy cortos.
Apretó sus muslos alrededor de él.
— ¿Me estás diciendo que estás listo?
La besó ligeramente en los labios.
—Queridísima lady dragón, estoy listo para seguir hasta que ninguno de nosotros
pueda caminar.
Contuvo el aliento bruscamente mientras él jugueteaba con su pezón con su lengua.
Oh, se sentía tan bien.
—Tengo la intención de tomarte la palabra.
—Entonces estoy lejos de decepcionarte...
Xyn acababa de terminar su tercer orgasmo cuando comenzó un extraño zumbido.
— ¿Qué es eso?
—Espera un segundo. —Urian usó sus poderes para tirar a su mano una cosa peculiar
iluminada. Lo sostuvo en su oreja—. Hola, pequeño amigo, ¿qué necesitas?
Ese era un tono extraño que nunca antes lo había escuchado usar.
—Bueno, no. No puedo matar a tu hermano. Le puedo hablar con severidad por tomar
tus Legos. ¿Qué dijo tu padre?
Xyn se sentó y frunció el ceño mientras intentaba darle sentido a su conversación.
—Ya veo. ¿Y el tío Chris?
Cruzando sus piernas, se mordió el labio ante el ceño perplejo en su rostro.
—No. ¡No, Erik! No mates a tu hermano. Es posible que necesites dinero para la fianza
algún día y que yo no esté disponible para ello, y Phoebe podría tener en tu contra todo ese
incidente con la Barbie del año pasado. Solo cálmate y respira. La vida de tu hermano vale
más que un videojuego, lo prometo. Sé que no parece ser así en este momento, pero en una
hora dejarás esto atrás.
Escuchó a alguien gritar en el otro extremo.
—Síp, está bien. Hablaré pronto. Te amo. —Riendo, bajó el pequeño rectángulo.
— ¿Debería preguntar?
Usó su dedo para deslizar la mano en la caja, y luego levantó una imagen de un chico
de cabello oscuro con una sonrisa enorme y exagerada en su rostro.
—Mi sobrino Erik.
—Es adorable.
—Algunos días. —La retiró para deslizar de nuevo—. Estaba a punto de matar a este
pequeño hombre. —Mostró a un chico de cabello castaño con rasgos similares que era unos
años más joven—. Tyr.
— ¿A cuál de tus hermanos pertenecen?
Todo el humor desapareció de su rostro en ese momento, y una profunda y oscura
tristeza se tragó la luz en sus ojos. La confusión fue tan trágica que hizo que sus intestinos se
apretaran.
— ¿Urian?
Pasó a otra imagen. Esta de una hermosa niña con cabello rojizo.
—Pequeña Phoebe.
—Es hermosa.
Urian respiró entrecortadamente.
—Pensé que estabas muerta, Xyn.
—Lo sé. No tenías forma de saber lo que había sucedido. —Y entonces vio la culpa en
sus ojos—. ¿Encontraste a alguien?
Asintió.
Ira la atravesó. Por un instante, temió que Urian la hubiera engañado, pero se contuvo
antes de reaccionar. Urian no haría eso. De acuerdo, ella se había ido hace mucho tiempo.
Aun así, integridad como la suya no desaparecía. Y tenía su propia culpabilidad que cargar,
incluso si hubiera sido para ayudar a su familia. No podía imaginar el dolor y la tristeza que
Urian había experimentado durante los siglos que habían estado separados.
Ella lo sabía. Además, él le había dicho que no había estado con nadie. No en mucho
tiempo.
— ¿Qué pasó?
—Phoebe murió hace catorce años. —Una lágrima se deslizó por el rabillo del ojo y
rápidamente la secó.
Agradecida de no haber reaccionado, Xyn lo atrajo hacia ella.
—Lo siento mucho.
—Está bien.
No, no era así. No de la manera que su Urian amaba. Lo abrazó y le acarició la
espalda.
—Su madre es su hermana.
— ¿Y los cuidas?
Asintió.
—Le prometí que lo haría.
— ¿Qué hay de tus hermanos? ¿Cómo están?
Urian suspiró otra vez.
—Todos murieron.
— ¿Qué? —Jadeó conmocionada.
Asintió.
—Atreus fue el último en caer. Lo perdí en 1962 por un Dark Hunter.
Pena comprensiva le provocó lágrimas en los ojos cuando apartó el cabello de su
rostro.
—Lo siento mucho.
Él besó su mano.
—Está bien. Somos daimons, ¿verdad? La pérdida es para lo que nacimos.
— ¿Así que has estado solo todo este tiempo?
—Todavía tengo a Davyn —dijo con una sonrisa. Pero rápidamente se desvaneció—.
Tenemos que conseguir el huevo de tu hermano. Esa es la única esperanza de Davyn para
una cura. Necesito que lo hagas entrar en razón, Xyn. ¿Por favor?
— ¿Una cura?
Furia oscureció sus ojos cuando un tic comenzó en su mandíbula.
—Apolo envió una plaga para aniquilar a los daimons. Sea lo que sea, Davyn lo tiene.
No puedo perderlo.
—No te dejaré perderlo. —Lo besó—. Ven. Déjame ir a golpear a mi hermano.
Cuando comenzó a levantarse, Urian la detuvo. Ella miró hacia atrás con el ceño
fruncido.
— ¿Algo mal?
—Yo no soy un daimon. ¿Recuerdas lo que dijiste?
—Recuerdo.
—Bien, porque planeo obligarte a cumplirlo.
Sonriendo, Xyn vio que conjuraba su ropa y luego le dio algo que nunca había visto.
— ¿Qué es esto?
—Ropa moderna.
Arrugó la nariz ante ella.
—Parece irritante.
—Es irritante. Te acostumbrarás. Además, una vez que resolvamos esto, tengo la
intención de sacarte de ella lo más rápido posible.
Arqueó una ceja ante su tono.
—Es mejor que haya un “por favor” en eso.
Él bufó.
—Habrá tanta mendicidad allí como necesites, lo prometo. —Asomó el labio para
demostrarlo.
Riendo, se puso de puntillas para poner su labio entre sus dientes.
—Eso está mejor.
Xyn tragó saliva mientras Urian se apartaba y la sacaba de la habitación. Les quedaba
mucho de qué hablar. Le habían pasado muchas cosas desde la última vez que lo había visto.
Es curioso cómo las promesas eran tan fáciles de dar.
E increíblemente difíciles de mantener
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Sentado a una pequeña mesa redonda en el Café Du Monde en Nueva Orleans,


Dikastas alzó la vista de su café y beignets cuando una sombra cayó sobre él y bloqueó su
vista del centro comercial peatonal, donde le gustaba mirar a los turistas mientras compraban
y paseaban a lo largo de la calle concurrida.
Era incluso peor de lo que inicialmente había imaginado para la interrupción: Algún
pobre pordiosero rogando por monedas o un molesto idiota pidiendo indicaciones.
Una niña exploradora con pucheros vendiendo galletas demasiado dulces.
Oh no, esas pesadillas serían preferibles a esta bestia pestilente que traía consigo una
sensación enfermiza que causó que la mandíbula de Dikastas cayera floja. De hecho, no se
habría sorprendido o aturdido al encontrar a Apollymi misma allí parada, mostrándole odio.
Tragó su bocado del dulce azucarado y tomó un trago de café para aclarar su garganta.
—Apolo... a qué debo este... —Buscó una palabra apropiada.
Honor definitivamente no encajaba.
Horror, no realmente.
Inconveniencia sería la más adecuada, pero como Dikastas era el dios atlante de la
justicia, la moderación y el orden, tenía un poco más de tacto que decirlo en voz alta, ya que
causaría conflicto y discordia. Así que lo dejó abierto a la interpretación del dios griego
mientras se limpiaba la boca con una servilleta de papel, y luego hacía un gesto hacia la
pequeña silla de metal frente a él.
Apolo aceptó la invitación sin dudarlo.
—Qué lugar tan peculiar para encontrarte. De hecho, pensé que Clotho estaba
mintiendo cuando me dijo dónde vivías estos días.
No es de extrañar que, dado el hecho de que la gran mayoría de su panteón estaba
actualmente congelado como estatuas debajo del palacio de Acheron en Katateros. Pero dado
que Dikastas tuvo el buen sentido de no atravesarse a la ira de Apollymi o el brazo armado de
Styxx, era uno de los pocos que se habían dejado en libertad de vagar por la tierra después
de que se habían desentendido de ellos hace algunos años atrás.
— ¿Y cómo están mis queridas sobrinas medio griegas?
—Inútiles como siempre.
Dikastas no hizo ningún comentario al respecto. Principalmente, porque estaba de
acuerdo con las tres Destinos. Con su gran estupidez y acciones temerarias, habían
condenado accidentalmente a toda la raza atlante y al panteón en un abrir y cerrar de ojos.
Palabras celosas pronunciadas en un momento de miedo contra Acheron que habían tenido
consecuencias devastadoras para todos los demás, especialmente para las diosas trillizas.
Se aclaró la garganta y le clavó a Apolo una mirada fría.
—Todavía no me has dicho por qué estás aquí.
Después de todo, no eran amigos o incluso amistosos. De hecho, se odiaban con un
celo ardiente. Sus panteones habían sido enemigos mortales, en sus días. Y lo único que los
dos tenían en común era su cabello rubio.
Literalmente.
E incluso no era del mismo tono. El de Apolo era mucho más dorado y el de él tendía
hacia el marrón.
—Quiero información.
Dikastas arqueó su ceja.
— ¿Las Parcas no pudieron darte lo que querías?
Apolo resopló.
—Como dije, básicamente son inútiles. Lo que necesito saber es anterior a sus
nacimientos por varios siglos y tiene que ver con Apollymi y Kissare.
Interesante...
Una mesera vino a preguntarle a Apolo su orden.
Él la miró con desdén.
— ¿Me veo como que como o bebo mierda? ¡Aléjate de mí, escoria mortal!
Dikastas suspiró ante sus palabras enojadas. Demasiado para que Apolo sea un dios
de la templanza.
—Eso fue innecesario.
— ¡Estás haciéndome perder el tiempo!
Sin embargo, Apolo no tenía problemas para entrometerse en su zen y malgastar el
suyo. Típico. Claro que, Apolo siempre había sido un tipo egoísta de esa manera.
Todo lo que importaba era su vida y sus deseos.
Todos los demás podrían irse a Kalosis y pudrirse.
Echándose hacia atrás en su silla, Dikastas tomó un sorbo de su café con leche.
—Bueno, si eso es lo que buscas, la persona con la que realmente quieres hablar es
Bet, ya que ella tendría más... —Se detuvo cuando Apolo le lanzó una mirada dura y se dio
cuenta de la total estupidez de lo que estaba sugiriendo—. Ah —dijo Dikastas con una sonrisa
maliciosa—. Supongo que no puedes ir allí, ¿o sí? —No después de que Apolo hubiera jodido
a Bethany en no una, sino dos vidas distintas. La diosa atlante de la ira y la guerra no
aceptaría amablemente que Apolo acudiera a ella por algo más que un destripamiento
completo.
Seguido con una castración completa.
Y el sol mismo se congelaría antes de que alguna vez ayudara al bastardo que había
matado a su amado esposo y la maldijo para que perdiera a su hijo, Urian.
—Ella no habría estado allí cuando Apollymi estableció el panteón atlante de todos
modos. No había renacido todavía, ¿verdad?
De nuevo, cortesía de la primera traición brutal de Apolo contra ella y su esposo...
Dikastas dejó su taza de café y tomó otro beignet.
—Correcto.
Cruzando sus brazos sobre su pecho, Apolo acarició su barbilla mientras pensaba en
algo.
—Entonces, ¿cómo convenció Archon a la perra frígida de todos los tiempos para que
se casara con él y estableciera un panteón con él como su rey para que él pudiera jugar a ser
gobernante?
Dikastas resopló ante su suposición.
—Apollymi no es frígida. Ahí está el problema. Sus pasiones son profundas y oscuras.
Es despiadada y sanguinaria, pero eso no la hace fría. Es tan fogosa como un volcán e
incluso más rápida de erupcionar, y mucho más mortal cuando alcanza su punto máximo.
—Todavía no has respondido mi pregunta. ¿Por qué él? ¿Por qué entonces?
Dikastas se encogió de hombros.
—Sencillo. Alguien le dio a Archon la información de que Apollymi estaba esperando el
regreso de su amado Kissare, y confundió al dios aburrido mientras esperaba el regreso de su
Sephiroth para estar con ella. El espía le dio suficiente información a Archon como para poder
engañarla y hacerle creer que él era su amante traicionado que había renacido como un dios.
Por eso ella aceptó establecerlo como su rey y le permitió gobernar sobre ella. Al menos por
un tiempo.
— ¿Estás seguro de que él no lo era?
—Síp. Muy seguro. Kissare amaba a Apollymi. Él dio su vida por ella y por su hijo. No
había nada altruista sobre Archon. Él era muy parecido a ti.
Los ojos de Apolo se estrecharon. Pero eligió ignorar la pulla.
— ¿Con quién estaba trabajando?
—Nadie sabe. Archon se negó a traicionar a su informante. Estaba demasiado
agradecido de ser el rey de su propio panteón para entregar el nombre de alguien que
Apollymi seguramente habría destripado.
Apolo lo consideró por unos minutos.
— ¿Alguna vez Kissare renació?
—Nuevamente, nadie lo sabe. Pero yo diría que debe haberlo hecho.
— ¿Por qué?
—Porque alguien engendró a Acheron. Conociendo a Apollymi como lo hago y cómo es
ella, depositaría mi dinero y mi vida en que Kissare fue el padre de sus dos hijos. Descubre
quién es el verdadero padre de Acheron y descubrirás a quién ama realmente Apollymi.
— ¿Crees que todavía está vivo?
Dikastas acunó su taza de café mientras lo consideraba.
—Esa sería la pregunta del día, ¿no es así?
*****

Urian gruñó mientras intimidaba al dragón bastardo frente a él. ¡Se había hartado de las
bestias escamosas!
Xyn apareció entre ellos.
— ¿Problema?
El dragón le echó una mirada que decía que le gustaría tomar una pequeña barbacoa
daimon.
—No.
Urian se burló.
—Sigue caminando, Barney. La casa club está a tu derecha.
Xyn arrugó la cara ante sus palabras.
— ¿Barney?
—Gran bastardo morado. Te vuelve loco con mierda estúpida, como tu amigo allí.
Sacudió su barbilla hacia el dragón pesado que los había dejado.
Pasándole la mano por el cabello, le besó la mejilla.
—Te extrañé mucho.
Urian cerró los ojos y saboreó su calor.
—Kanis tin zoi mou pio omorfi.
Sonrió.
—También haces mi vida más bella.
Y esa era una de las cosas que más adoraba de ella. Realmente hablaba su idioma.
Frotándole el estómago de una manera que lo prendió fuego, se paró demasiado cerca
para su comodidad.
— ¿Ya has tenido noticias de Shadow?
Sacudió la cabeza.
—Se comunicará con nosotros tan pronto como encuentre más viviendas.
Esa había sido su primera misión al salir de la habitación. Encontrar nuevos hogares
para sus amigos aquí, ya que ambos sabían que a Falcyn no le gustaría compartir cuando
regresara.
Hablando de…
Oyeron un repentino y estruendoso bramido cuando su hermano y Medea regresaron.
— ¡Tiempos divertidos! —dijo Xyn con una sonrisa demasiado exagerada—. Vamos a
atormentar al hombre grande, ¿vamos?
Riendo, la siguió.
Fiel a sus palabras, se reunió con Falcyn con una sonrisa encantadora y una gracia que
solo ella podía lograr.
— ¿Te gustan las nuevas decoraciones? ¿Dragón de pared a pared?
La mueca en el rostro de su hermano decía que no apreciaba su intento de humor. En
absoluto.
—Ja. Te odio tanto.
Xyn tomó su irritabilidad con calma.
—Ah, no estás engañando a nadie. Sé que me extrañaste.
Falcyn le hizo una mueca de disgusto.
—Como una hemorroide hemorrágica.
Urian cruzó sus brazos sobre su pecho. Si bien no apreciaba el tono, se retiraría solo
por respeto al hecho de que entendía las bromas de hermanos. No hubo malicia respaldando
esas palabras. Si alguien más hubiera dicho algo así a Xyn, les habría tenido de la garganta.
Y si Falcyn hubiera herido sus sentimientos, estarían golpeándose. Sin embargo,
mientras ella siguiera riéndose, se comportaría.
Falcyn hizo una mueca.
—Entonces, ¿qué planeas hacer con todas estas bestias, Xyn? No estoy planeando
dejarlos mudarse, ¿sabes? Definitivamente no estoy cómodo con ellos aquí.
Xyn sonrió con adoración.
— ¿Por qué no? Es bastante acogedor, ¿no crees? Ese rosa realmente va bien con la
decoración. Y eso evitaría que te sientas solo. —Batió sus pestañas juguetonamente.
Era todo lo que Urian podía hacer para no doblarse de la risa.
Falcyn dejó escapar un sonido de supremo disgusto.
—Sabes por qué. Y no empieces conmigo. Como dice el viejo refrán, la puerta está en
la pared.
Ella resopló como un caballo.
—Oh, relájate, vieja bestia sarnosa. No están planeando quedarse, de todos modos.
Solo estamos jugando contigo.
Su alivio fue tangible.
Xyn se encontró con la mirada de Medea y negó con la cabeza.
— ¿Cómo lo soportas?
—Creo que es gracioso.
Picó a Falcyn en el estómago.
—Esta es una guardiana, hermano. Es mejor que no la dejes ir.
Urian acababa de ir a ayudar a uno de los dragones que estaba teniendo problemas
con sus alas cuando una luz se atenuó cerca de ellos.
El dragón se tensó.
—Tranquilo. Es solo el regreso de Shadow. —Reconocería ese poder surgiendo en
cualquier parte.
Efectivamente, Shadow apareció en la habitación, cerca de Xyn.
Inclinó la cabeza hacia Falcyn, y se acercó a Xyn y Shadow.
— ¿Alguna suerte?
Shadow asintió.
—Síp. Tengo algunos más dispuestos a albergar dragones.
Falcyn dejó escapar un suspiro audible.
—Shadow... eres mi hombre.
Shadow dejó escapar una risa nerviosa.
— ¿Desde cuándo?
—Desde que te salvé el culo. ¿Cómo te sientes?
—Como si me hubiera dado una paliza... y de nada.
Cruzando los brazos sobre su pecho, la expresión de Falcyn dijo que esas palabras lo
irritaban. Sin embargo, el brillo en sus ojos traicionaba su diversión.
— ¿Cómo ha fallado Varian en destriparte durante todos estos siglos?
—No por falta de esfuerzo de su parte, te lo aseguro. Soy más rápido que él.
Falcyn negó con la cabeza.
—De todos modos, me alegra verte de nuevo en pie.
—Me alegra volver a estar de pie. Especialmente sin Varian flotando sobre mí como
una gran madre peluda. Y oí que hiciste amistad con mi hermanito Lombrey.
—Síp, puedes quedártelo.
—Hmmm, eso es lo que todos siguen diciéndome. Él en realidad no es tan malo.
Consíguele licor y una guarida, puedes tener unos cinco o diez minutos de paz antes de que
vuelva a estar frente a ti.
Falcyn hizo una mueca de disgusto.
—Así que ese es tu secreto.
—Básicamente. Creo que funciona en la mayoría de las personas.
Falcyn se rió.
— ¿Y por qué creo que hay un poco más de lo que estás diciendo?
—De nuevo, él no es tan malo. Solo tienes que entender de dónde viene. Todos somos
criaturas del infierno que nos dio la vida. ¿No es así?
—Cierto. —Falcyn dio un paso atrás cuando uno de los dragones se acercó a ellos.
— ¿Están listos los santuarios? —le preguntó a Shadow.
Shadow asintió.
—Están siendo preparados.
—Gracias.
—Nuestro placer.
Puso un beso en la mejilla de Xyn, y Falcyn luego se volvió hacia Shadow.
— ¿Puedo pedir un favor?
— ¿Dispararte en la cabeza? Por supuesto.
Falcyn rodó sus ojos e ignoró ese comentario.
— ¿Puedes regresarme de vuelta, cerca de mi hijo?
Shadow hizo un sonido verdaderamente espectacular de burlona incredulidad.
— ¿Y qué nivel de estupidez especial has logrado, dragón? Sé que recibiste un golpe
importante en la cabeza, pero no me di cuenta de que te había causado daño cerebral.
¿Deberíamos hacerte una tomografía? ¿Escaneo de perro?
—Ja, ja. Y lo digo en serio.
—Síp... yo también. De hecho, me gusta tener mis bolas adheridas a mi cuerpo. Si bien
no las uso tanto como me gustaría, aún prefiero la sensación cómoda de tenerlas allí sobre la
alternativa de verlas en un frasco en mi escritorio.
—Entonces me ayudarás o sé a qué atacar.
Un tic comenzó en la mandíbula de Shadow.
—Realmente te odio, dragón... Bien. Pero si te atrapan, no te conozco. Nunca te vi y no
tengo idea de cómo llegaste allí. Y enviaré a Lombrey para rescatarte o matarte, cualquiera
que sea. Su elección.
— ¿Cómo has logrado vivir tanto tiempo sin que nadie te mate, otra vez?
—Te lo dije, soy de pies ligeros. —Shadow suspiró—. Entonces, ¿cuándo quieres
participar de tu suicidio?
Falcyn miró alrededor de su atestada casa.
—Ahora sería un buen momento. Me evitará enloquecer por mi GCS.
Xyn frunció el ceño.
—GCS?
—Una guarida comunitaria sobrepoblada. —Señaló al grupo—. Deshazte de eso
mientras estoy fuera.
Ella puso los ojos en blanco hacia su hermano.
—Uf, gran bebé. ¡Nunca aprendiste a compartir!
—Oh, eso no es verdad. Aprendí a compartir el dolor y la miseria desde el principio.
—No, no. Aprendiste a entregar dolor y miseria. Gran diferencia. Ser portador y
distribuidor no es lo mismo que compartir, m’gios. No confundas esos términos.
—Estás decidida a molestarme, ¿verdad?
Xyn sonrió.
—Siempre. ¿No estás contento ahora que me has despertado?
—Creo que debería haber pasado por alto tu estatua. —Falcyn gruñó en la parte
posterior de su garganta—. ¡Blaise! ¿Por qué despertamos a Xyn otra vez?
— ¡La extrañabas! —gritó desde el otro lado de la habitación.
— ¡Mentí!
Xyn lo empujó hacia Shadow.
—Ve y llévatelo antes de que tenga un ataque de nervios. O lo mate.
Medea se rió.
—Vamos, libélula.
Urian se acercó a Xyn mientras se dirigían fuera.
— ¿Debería haber ido?
—Nah. Estarán bien. Además, me gusta tenerte aquí.
Le gustaba estar aquí con ella. Por mucho tiempo había estado solo.
Xyn vio como Urian iba a ayudar a los más jóvenes, y su corazón se rompió por él.
Tenía tanta culpa por lo que había hecho. Al ayudar a sus hermanos, ella lo había
abandonado.
Odiaba los años que les habían robado. Maldito Apolo por esto.
De alguna manera ella iba a compensar a Urian.
Y hacerle pagar a Apolo con intereses.

****

Apolo se congeló al ver a Morgen acercándose a su trono. Su cabello estaba


chamuscado, su vestido desgarrado y sucio.
—Te ves un poco peor por el desgaste, amor.
Ella realmente le disparó una explosión.
— ¡Bastardo!
Le arqueó una ceja.
—Temperamento, temperamento. Ten cuidado con eso, no sea que me ofenda.
— ¡Toma todo lo que quieras! ¿Qué pasó con la piedra dragón que me prometiste?
—Paciencia. El juego no ha terminado. Solo un pequeño reinicio en el tablero.
Ella frunció el ceño.
— ¿Qué quieres decir?
Dejó escapar un suspiro largo y cansado.
—Me olvido de que no eres un dios. Jugar con las vidas de las personas no es algo con
lo que tengas mucha experiencia. A veces hay que dejar que las cosas sigan su curso.
— ¿Significa? —repitió.
—Quiero decir que los buenos tenían todos los dragones... ahora no. Y Urian tiene la
sangre de Apollymi, Bet, Set y Acheron...
Morgen contuvo el aliento cuando finalmente entendió.
—Él es la clave para derribarlos a todos.
—No es él, sin embargo. ¿Y sabes lo que acabamos de descubrir?
Una lenta sonrisa curvó sus labios.
—La fuente de su destrucción.
Apolo asintió lentamente. Con Phoebe bajo su control, no necesitaba encontrar al padre
de Acheron. Él tenía algo aún mejor a su disposición.
La venganza de Acheron.
Porque esa era la belleza de ser un dios de la profecía. Conocía el futuro.
El destino final del mundo... de toda la humanidad… no estaba realmente en manos de
Acheron o incluso de Apollymi.
Estaba en el linaje de la familia de Urian.
Y ahora estaba en la de él.

28 de octubre de 2017

Medea había temido este momento por días. Pero era algo que había que hacer y algo
que no quería que Urian descubriera por sí mismo. Mejor que las noticias provengan de
alguien a quien ama que ser arrojado sobre él por accidente.
Cómo había permitido que Falcyn la convenciera de hacer esto en el palacio de
Acheron en Katateros, no tenía idea. Definitivamente amaba a la bestia. Solo eso podría
explicar este nivel de locura.
Pero al final, él tenía razón. Era mejor que Urian se sintiera cómodo y rodeado de
familia cuando descubriera la verdad antes que ser sorprendido y estar rodeado de extraños.
Eso no sería un buen augurio para nadie.
Aun así…
Esto era angustiante. El enorme palacio de mármol era imponente, como uno esperaría
que fuera el hogar de dioses antiguos. Había sido construido para impresionar, y
definitivamente no era inmune a su austeridad.
El trono de Acheron estaba a su derecha en un enorme estrado donde varias criaturas
pequeñas y parecidas a dragones se acurrucaban y dormitaban con los dos hijos de Acheron.
Por la forma en que las criaturas estaban entrelazadas, ni siquiera estaba segura de cuántos
de ellos había.
Simi y su hermana Caronte estaban en el piso a su izquierda, mirando un canal de red
de compras en un enorme monitor que estaba montado en la pared a su izquierda.
Completamente contentas, estaban comiendo palomitas de maíz empapadas en barbacoa de
un cuenco que compartían que estaba encaramado entre ellas, mientras que el mayordomo
de Acheron, Alexion, y su esposa, Danger, lo mantenían lleno a capacidad.
El padre de Urian, Styxx, se reunió con ella y Falcyn en la entrada. Con más de dos
metros de altura, era una bestia impresionantemente hermosa. Vestido con una camisa de
botones azul informal y vaqueros, estaba muy lejos del estilo gótico preferido de Ash.
—Síp, lo sabemos. Pero las mantiene alejadas de los problemas y les impide poner
cuernos en las cabezas de los bebés.
Medea se rió al ver que la madre biológica de Urian, Bethany, sostenía a su hijo más
pequeño en brazos y le hacía arrullos al pequeño.
—Así que este es el pequeño Aricles que sigo escuchando del hermano mayor Urian.
Con sus rizos en espiral negros separados de su rostro en una cola de caballo, Bethany
frotó la espalda de su hijo. Su piel de caramelo era impecable sobre rasgos marcadamente
cincelados.
— ¿Te gustaría sostenerlo?
—Podría quedármelo si lo hago.
Ari sonrió mientras la miraba.
— ¿Mimi?
Completamente hundida, Medea lo tomó y se perdió en el momento en que él envolvió
sus brazos alrededor de su cuello y la abrazó con un chillido vertiginoso y un rebote. Había
pasado tanto tiempo desde la última vez que sostuvo a un bebé que había olvidado lo
maravilloso que se sentía tener un afecto tan ilimitado.
Esa era la parte más difícil de estar cerca de daimons; ellos no podían tener hijos. Solo
los apólitas podían.
Falcyn pasó su mano por su cabello.
— ¿Estás bien?
Asintió.
—Estás jodido, sin embargo. Palabra de advertencia. Quiero un montón de estos de
nuevo.
Él arrugó la nariz cuando Aricles apretó el dedo de Falcyn y lo mordió.
—No lo sé. Es un poco maloliente y tiene filtraciones en ambos extremos.
Bethany se rió.
—No te molesta cuando es el tuyo quien huele de esa manera.
—Si tú lo dices. —Se encontró con la mirada de Styxx dubitativamente.
Styxx se aclaró la garganta.
—Estoy de acuerdo con Beth. De todas las maneras.
—Eso es porque mi hermano no es tonto. —Acheron entró y puso sus manos sobre los
hombros de Styxx.
Medea se congeló al verlos juntos. Si bien ella sabía que eran idénticos, excepto por el
color de ojos y el color de su cabello (y eso solo porque Acheron coloreaba artificialmente el
suyo de negro y rojo) aun así era impactante verlos uno al lado del otro de esta manera.
Si los dos se decidieran, no habría manera de distinguirlos.
Escalofriante.
—Queridos dioses, ¿quién está muerto?
Todos se congelaron cuando Urian entró a la habitación para atraparlos allí reunidos.
—Por favor dime que es Stryker. —No se había perdido el tono de esperanza en la voz
de Urian.
—No es gracioso. —Medea le devolvió a Aricles a Bethany mientras se preparaba para
lo último que quería hacer. Cómo demonios iba a decirle a Urian sobre Phoebe...
Ahora deseaba haber aceptado a Davyn su oferta de estar aquí para esta
confrontación. Claro que ella no era una cobarde y Urian era su hermano.
Puedo hacer esto.
Falcyn puso su mano sobre su hombro para hacerle saber que estaba con ella. Tomo
consuelo de su presencia. Y con una respiración profunda, se preparó para lo que iba a ser
una reacción horrible.
Realmente mala.
—Hay algo que necesito decirte, Urian. Algo que no vas a creer.
— ¿He ganado la lotería?
Puso los ojos en blanco ante su humor fuera de lugar y extremadamente irritante.
—No. Se trata de Phoebe.
El color se desvaneció de sus mejillas. Cuando habló, su tono era frágil.
— ¿Qué pasa con ella?
No había una manera fácil de hacer esto. Así que se decidió por arrancar la tirita lo más
rápida y misericordiosamente posible.
—Stryker no la mató esa noche. Sigue viva.
Argh, eso sonó duro incluso para sus propios oídos. Podría patearse su propio trasero.
Delicado, tu nombre no es Medea.
Él se tambaleó hacia atrás a los brazos de su padre y se habría caído si Styxx no
hubiera estado allí.
— ¿Qué?
—Respira —le susurró Styxx al oído—. Te tengo.
Urian negó con la cabeza.
—No es posible.
Lo siento, hermano.
Pero ella tenía que ser fuerte por él. Y no tenía otra opción más que llegar hasta el final.
—Tanto Davyn como yo la vimos. Está viva, Urian. Solo que no es la misma.
La cabeza de Urian giraba en torno a las emociones que se turnaban asaltándolo.
Incredulidad. Enfado. Dolor. Traición. Ni siquiera podía conformarse con uno. Tan pronto
como pensaba que tenía una emoción, se fundía en otra.
Miró a Acheron.
— ¿Sabías?
—Juro por la vida de mi madre, no tenía idea. Ella no es humana, así que no puedo ver
su destino. Está más allá de mis poderes. Si lo hubiera sabido, te lo hubiera dicho.
Urian parpadeó y parpadeó nuevamente mientras lentamente asimilaba sus noticias.
— ¿Stryker lo sabía?
Ella asintió débilmente.
Por supuesto que el bastardo lo sabía. ¿Por qué pensaría él de otra manera?
— ¿Por qué no me lo dijo?
—No quería que te sintieras culpable por en lo que ella se convirtió. Por lo que ella hizo.
¿Qué? Él le frunció el ceño.
— ¿Qué hizo?
Medea miró hacia otro lado como si no pudiera soportar decirle esa parte.
—Ella se volvió trelos, Uri. Atacó la comuna donde la tenías alojada.
No. Ellos se lo habrían dicho.
Ella estaba mintiendo.
Echó un vistazo a la única persona que lo sabría.
—Ash... si esto es cierto, ¿hay alguna forma de recuperarla?
Acheron negó con la cabeza.
—No que yo sepa. Pero soy un dios del destino. No uno de almas. —Miró a la esposa
de Styxx.
Ella sacudió su cabeza.
—Ira, guerra, miseria y la caza. Necesitas que alguien sea perseguido y asesinado con
extremo prejuicio, soy tu chica. Pero nunca estuve a cargo de las almas. Lo siento.
Falcyn suspiró.
—Y yo también soy un dios de la guerra. Qué inútiles somos.
—A menos que…
Se volvieron para mirar a Acheron.
Ash se mordió el labio mientras consideraba algo.
—Es una apuesta arriesgada. Quiero decir que es la jugada más desesperada de todos
los tiempos.
— ¿Qué? —Urian se alejó de su padre.
—Podría conocer a alguien que pueda ayudar con esto... Xander. —Urian lo consideró.
Xander era un Dark Hunter actualmente destinado en Nueva Orleans. Parte hechicero, era
uno de los poderes más oscuros. Tanto que Artemisa solo había conseguido una parte de su
alma.
— ¿Quién es? —preguntó Medea.
Acheron suspiró.
—Se ocupa de las transmutaciones y es el único no demonio que conozco que puede
negociar con Jaden y Thorn. Si alguien puede ayudarte, será tu mejor opción.
Medea parecía esperanzada.
— ¿Crees que lo hará?
Ash soltó una risa nerviosa.
—No lo sé. Es un hijo de puta engañoso. Pero él tiene una debilidad.
— ¿Y eso es?
Urian ya sabía antes de que Ash hablara.
—Brynna Addams y Kit Baughy. Ellos pueden hablar con él en la mayoría de las cosas.
Tal vez, solo quizás puedan convencerlo de esto.
Y si no lo hacían, Urian lo arrastraría y patearía su culo.
Al menos ése fue su pensamiento hasta que se volvió y vio a Xyn de pie en el pasillo
que conducía a su dormitorio, donde habían estado cuando llegó Medea.
En el instante en que su mirada se encontró con la de ella, supo que había escuchado
cada palabra de este intercambio.
Y el dolor en sus ojos lo golpeó como un martillo en la ingle. ¿Qué demonios, Destinos?
¿Estaban aburridas? Durante la mayor parte de su vida, había estado amargamente solo.
En su vida solo había tenido dos mujeres que realmente había amado.
¿Cómo podría elegir entre ellas?
Desgarrado y aterrorizado, se dirigió hacia ella. Ella retrocedió a las sombras.
Urian corrió tras ella, rezando para que no usara sus poderes para desaparecer. Si
huyera, él no podría rastrearla.
— ¿Xyn?
Afortunadamente, ella se detuvo y se volvió hacia él.
—Deberías ir con ella.
Escuchó las lágrimas en su voz.
—Háblame.
—No quieres que te hable, Uri. Soy drakomai. En el estado de ánimo en el que estoy,
podría hacerte daño. —Sus ojos brillaban con su forma de serpentina de dragón—. Sé que
esto no es tu culpa. Que no sabías. Pero al dragón en mí no le importa. —Su respiración se
volvió irregular—. Es por eso que no podíamos estar juntos cuando eras un daimon. Porque lo
que vive en mí es tan peligroso como el demonio en ti. Y no comparte. Estás demasiado cerca
de mí, y un dragón matará lo que ama antes de compartirlo. No somos criaturas
desinteresadas. —Su piel se estaba convirtiendo en escamas.
Urian tomó su rostro entre sus manos y la besó.
En el momento en que lo hizo, ella se calmó y dejó de cambiar. Lágrimas nadaban en
sus ojos.
—Eres mi primer amor, Sarraxyn. Mi mejor amiga.
—Y Phoebe posee tu corazón. No creas que no he escuchado a los demás hablar de
eso. Cómo has suspirado por ella.
Él hizo una mueca.
— ¿Crees que no te he llorado, también? ¿Tanto? Pregúntale a Davyn. —Miró hacia la
sala del trono—. No hablan de eso porque no estaban allí cuando desapareciste. Davyn
estuvo. Mis hermanos estuvieron. Fue lo mismo cuando te fuiste. ¡Fui un caparazón de dolor
durante un siglo!
—Aye, y diciéndome que lo superaste en los brazos de otra…
—No es lo que estoy diciendo. Dios, Xyn, ten piedad. Si Phoebe es trelos, tengo la
culpa. Piensa en cómo me siento. Yo le hice esto a ella. Yo la maté.
—Entonces resolveremos esto.
Eso lo sorprendió.
— ¿Me ayudarás?
—No. Voy a patear tu trasero por meterme en este lío. —Lo miró furiosa, luego besó
sus labios tiernamente—. ¿Por qué te amo? ¡Me vuelves tan loca!
—S’a…
— ¡No lo hagas! —Cortó sus palabras bruscamente—. Ni siquiera digas eso hasta que
tengamos a Phoebe. Y esto... —Indicó su cuerpo—. Fuera de los límites, amigo. Te guisarás
en tus jugos. ¡Y será mejor que estés agradecido de no estar agregando fuego al hervidor!
Era un bastardo enfermo que la encontrara divertida. Si alguien más le hablara así,
incluso Acheron, tendría sus traseros en una fuente.
—Sí, señora.
Sus ojos verdes brillaron con fuego esmeralda.
—Será mejor que te alegres que tengas el mejor culo que haya visto en cualquier
hombre.
— ¿Me estás acosando sexualmente?
—Y será mejor que te alegras de que lo haga porque eso es lo más cercano al sexo
que estás recibiendo hasta que solucionemos este asunto.
Alguien aclaró su garganta.
Urian miró por encima de su hombro para encontrar a su padre parado allí con el ceño
fruncido.
—Bueno, supongo que eso responde mi pregunta sobre si estás bien. La forma en que
corriste, me preocupó. Puedo ver que no había necesidad.
Urian se encogió.
—Así no era cómo me refería a que ustedes dos se conocieran. — Aclarándose la
garganta, se hizo a un lado para que su padre pudiera ver a Sarraxyn, que estaba vestida con
vaqueros y una ajustada camiseta negra. Su largo cabello rojo era una masa de rizos gruesos
que le llegaban hasta la cintura—. Xyn, mi padre, Styxx.
—Es un honor, señor. —Le tendió la mano.
—Lo mismo digo. —El destello divertido en los ojos de su padre se oscureció cuando
giró su mano y examinó el tatuaje en el interior de su antebrazo justo encima de su muñeca.
Era una marca de dragón similar a la que tenía Falcyn, pero diferente.
— ¿Eres un Were Hunter?
—Por favor, no me insultes. Drakomai. Mucho más viejos que ellos.
— ¿Estás relacionado con Falcyn?
—Todos estamos relacionados. Mi madre es Lilith. Helios es mi padre.
Los ojos de Urian se ensancharon ante un hecho que nunca supo.
— ¿El Titán?
Ella asintió.
—No hablamos, sin embargo. Tuvimos una pelea hace mucho tiempo. No fui tan
afortunada como Urian en lo que respecta a mi padre. Desafortunadamente, me quedé
atrapada solo con un pene.
Sorprendido, Urian sintió que se le caía la mandíbula, pero afortunadamente su padre
se rió de sus palabras.
Le dio una palmada a Urian en el brazo.
—La adoro. Créeme, tu madre dijo algo mucho más impactante a mi padre cuando lo
conoció. Y al menos ninguno de los dos estaba desnudo cuando nos conocimos.
— ¿Perdón? —Urian frunció el ceño ante esa rareza.
—Pregúntale a tu abuelo sobre el día que nos conocimos. —Y con eso vagó de vuelta a
los demás.
—No estoy seguro de querer. —Se volvió hacia Xyn—. ¿O sí?
Xyn dejó escapar un suspiro largo y cansado mientras miraba esas facciones
perfectamente esculpidas que siempre había pensado que eran idénticas a las de Stryker. Sin
embargo, ahora que conoció a Styxx, se dio cuenta de que Urian favorecía mucho más a su
verdadero padre.
—Probablemente no.
Irritada y dividida entre querer abofetearlo y abrazarlo, se estiró para pasarle la mano
por el cabello. Luego lo jaló.
— ¿Por qué mi relación contigo debe ser tan complicada?
— ¿Qué puedo decir? Los dioses me odian.
—En efecto. Un daimon obligado a trabajar con los Dark Hunters... si eso no es odio, no
sé lo que es.

****

Xyn no tenía idea de cuán ciertas serían esas palabras hasta poco después cuando
tocaron en la puerta de una choza de color púrpura oscuro en el corazón del Barrio Francés.
Ventilando con sus manos, respiró profundamente para ayudar a aliviar el calor feroz y
opresivo.
— ¿No se supone que es invierno aquí?
Urian se rió.
—Bienvenida a una de las infames olas de calor de Nueva Orleans. Si no te gusta el
clima, espera un minuto.
— ¿Eh?
Él le guiñó un ojo.
—Lo que significa que es lo rápido que cambia. Como un adolescente de géminis
tragando Red Bull en una fiesta.
Esa referencia estaba completamente perdida para ella.
Ash negó con la cabeza antes de llamar a la puerta.
Un instante después, se abrió por sí misma. La mayoría de la gente podría pensar que
es extraño o espeluznante, pero donde vivían, era normal para el curso.
Ash se apartó para que Urian fuera primero.
—Entrez.
Urian se rió de la invitación de Acheron.
—Um, síp, no lo creo. El primer daimon en la puerta suele ser estacado. ¿Cómo crees
que he vivido tanto? No voy a entrar en la casa de un Dark Hunter sin haber sido invitado. —
Golpeó a Ash en el brazo—. Solo porque puedes, no significa que debas. —Le chasqueó la
lengua.
Ash parecía menos que divertido.
—No me hagas arrancar tu esófago y golpearte con él.
—Esa amenaza tendría más peso, tío, si no estuviéramos relacionados ahora. —Urian
le sonrió—. Après-vous.
Ash le lanzó una sonrisa a Xyn.
—Dime algo. ¿Es o fue alguna vez dulce y tierno?
Ella se encogió de hombros.
—Solo después del sexo.
Con un temblor visible, Ash lideró el camino.
—Oh, entonces no voy allí. —Luego, en voz baja, dijo—: No me extraña que se lleven
bien. ¡Por Dios!
Riendo, Urian tomó a Xyn en sus brazos y la puso frente a él.
— ¿Qué estás haciendo?
—Igualdad, mi dama dragón. Eres mi escudo de carne porque sé que el Hunter no
puede hacerte daño. —Besó la parte posterior de su cabeza juguetonamente mientras la
puerta detrás de ellos se cerraba de golpe con un ruido sordo.
Xyn se ofendería si no fuera por el hecho de que conocía mejor a Urian. Si algo
sucediera, sería el primero en cambiar su vida por la de ella.
—Ummhmm, daimon. Sigue hablando. Te arrojaré a la luz del día.
—Ya no es una amenaza. Tío Ash me hizo a prueba del día.
— ¿De verdad?
—Síp, de verdad. Lo lamento ahora. Debería haberle frito el culo antes de liberar a mi
hermano del cautiverio y descubrir que la madre de Urian era una diosa del mismo poder que
realmente le gusta. —Como si fuera guiado por algo invisible, Ash se dirigió por el estrecho
pasillo que conducía a la longitud de la casa, a la habitación trasera izquierda en el primer
piso.
Siguiéndolo, Xyn pasó su dedo por el papel tapiz borgoña oscuro aterciopelado. Nunca
había visto un lugar decorado así antes.
—El estilo se llama victoriano y brocado. —Urian señaló hacia la araña negra sobre sus
cabezas, que colgaba de la escalera principal—. Tenían una fascinación mórbida con el
ocultismo, de ahí los cristales azabaches. Dormiste a través de muchos cambios.
En efecto, lo había hecho.
Ash llamó tres veces a la puerta, que se abrió sola, igual que la del frente.
—No es el anochecer, Maravilla Antigua. —La voz densamente acentuada vino desde
el centro de una cama con dosel que tenía cortinas gruesas de color burdeos cerradas
alrededor de ella—. ¿Por qué estás aquí, Ash, y trayendo amigos por increíble que parezca?
Xyn podía sentir los poderes del hombre. Muy pocos tenían la esencia de él. Estos eran
más parecidos a los de Shadow que a los de Acheron o Urian o incluso los de ella.
Antinaturalmente nacido.
Los suyos habían sido heredados después del nacimiento y perfeccionados por años
de práctica. Sin embargo, debajo de eso, ella sentía que algunos de ellos habían sido
robados.
¿Quién era este hombre?
—Perdón por molestar, Xander, pero necesitamos tu experiencia.
Él dejó escapar un suave gruñido antes de separar las cortinas. Solo que no los tocó.
Como con las puertas. Volaron hacia atrás para poder mirarlos mientras estaba acostado de
lado.
—No era una persona madrugadora cuando era humano. Eso no ha mejorado desde mi
conversión a Dark Hunter. —Se estiró lánguidamente, luego bostezó.
De repente, se congeló.
— ¿Quieres que haga qué?
Xyn miró alrededor. Nadie había hablado.
—Te esperaremos en el salón. —El tono de Ash no era una pregunta. Era un definitivo
“vístete y muévete”.
Mientras caminaban, Xyn tomó la mano de Urian y frotó su pecho, asombrada de lo
increíblemente hermoso que era. Sus facciones estaban elegantemente esculpidas. Y la forma
en que usaba su cabello pálido recogido en una cola de caballo apretada solo acentuaba su
cincelada perfección. Él era impecable en su belleza.
Y esa manera de miembros flexibles que él caminaba...
Total confianza y todo depredador. Incluso cuando no estaba seguro, todavía exudaba
esta aura de poder que era deliciosa.
La única vez que había una grieta en su armadura salvaje era cuando estaban solos, o
cada vez que estaba con su familia con la que se sentía completamente cómodo.
Lo que le mostraba lo que pensaba de Acheron. Ash era uno de los pocos elegidos que
conocía al verdadero Urian. Y se preguntaba si él entendía qué privilegio le había dado Urian
al mostrarle su humor juguetón o bajar la guardia.
Su daimon no lo hacía a la ligera. Su vida había sido demasiado dura.
Algo que se hizo inmediatamente evidente cuando Xander entró en la habitación. Urian
soltó su mano y cruzó sus brazos sobre su pecho. Dio un paso frente a ella y amplió su
postura para proporcionarle un escudo. No para ser grosero. Era una necesidad instintiva que
tenía que proteger lo que le importaba.
Le daba mucha libertad para maniobrar, pero su postura dejaba en claro que para llegar
a ella, alguien tendría que pasar por él primero. También estaba posicionado para cubrir el
lado vulnerable de Ash, de espaldas a la pared y su mirada hacia la ventana y la puerta.
Siempre un depredador. Incrustado en el corazón de su alma.
Y el Dark Hunter lo entendió también. Iba vestido con vaqueros negros y una camiseta
negra, su piel era un rico y dorado abeto. Tenía la cabeza afeitada, pero por la barba de tres
días que le cubría las facciones cinceladas, podía decir que debía de ser negro azabache.
Dada su coloración, ella habría asumido que tenía los ojos oscuros, pero
definitivamente no lo eran.
De hecho, eran tan espectaculares como los de Acheron y Urian. El derecho era de un
color verde claro y helado, bordeado con un tono más oscuro de musgo, mientras que su ojo
izquierdo era un caleidoscopio de ámbar y óxido dividido en dos por tonos de amarillo y verde.
Enervantes en su belleza, esos ojos parecían sin edad y traicionaban un pasado trágico
profundamente arraigado que tiró de su corazón.
Al igual que Urian, él era una criatura de secretos y poder, y sangraba por cada poro de
su cuerpo.
—Entonces —dijo Xander lentamente—. ¿Qué pasa, daimon-no-daimon y Dark-Hunter-
no-Dark -Hunter, y lady dragón tan hermosa que ni siquiera te categorizaré porque eso sería
un perjuicio para alguien de tu gracia?
Urian se aclaró la garganta.
—Su nombre es Xyn y ojos en mí si quieres conservarlos.
—Sin miedo. Solo tengo ojos para una dama, y nunca la avergonzaría. Dicho esto,
aunque adoro mi hogar y no tengo ningún interés personal en ninguna otra, no significa que
no pueda apreciar lo que alguien más llama hogar.
Xyn tuvo que concedérselo al hombre, era hábil y encantador. Solo podía imaginar
cuántas mujeres se habían perdido con esos ojos y esa lengua melosa.
Y Urian le lanzó una mirada que decía que sospechaba que ella no sería inmune a eso.
Parpadeó inocentemente.
—Necesitas tomar notas, amigo. —Sonriendo, se adelantó para envolver sus brazos
alrededor de su cintura y apretarlo fuertemente. Si bien normalmente no jugaba con las
inseguridades de nadie, sabía que no estaba en la naturaleza de Urian ser así. Tampoco
estaba celoso.
Sin embargo, la infidelidad de Xanthia había dejado una cicatriz en su alma, y lo último
que quería era abrir esa herida y hacerla sangrar.
Urian colocó una mano suave sobre la de ella.
—Tenemos una pequeña situación. ¿Cuánto sabes sobre intercambios de almas?
Él soltó una risa oscura.
—Solo superado por Jaden. ¿Por qué?
Urian hizo una pausa mientras consideraba por dónde empezar. Esto era muy
complicado. Él ni siquiera sabía cómo empezar.
—Mi esposa... quien pensé que estaba muerta, aparentemente se ha vuelto trelos.
¿Hay alguna manera de sacarle las almas y restaurarla?
En realidad, eso no fue tan complicado como había pensado.
Xander le entrecerró sus ojos a Ash.
— ¿Quieres que ayude a un daimon?
—Síp. Por extraño que parezca.
—Eso es difícil. —Abrió sus dedos. Fuego encendió las puntas mientras sostenía su
mano izquierda. Un libro voló de los estantes para aterrizar en el escritorio frente a él. Se abrió
y pasó a una página. El fuego dejó sus dedos para girar alrededor de las páginas en blanco
durante varios latidos pero no las quemó. En cambio, el fuego reveló las palabras como si
alguien o algo invisible estuvieran escribiendo.
Urian se acercó para leer sobre su hombro. Sin embargo, nunca había visto algo como
ese alfabeto. No era alquimia ni ninguno de los idiomas antiguos que conocía.
Xander hizo todo tipo de ruidos extraños.
—Ustedes no creen en facilitar las cosas, ¿verdad?
—Realmente no. Podríamos intentar con Psique, pero la última vez que toqué el timbre,
vino con un tumor de noventa kilos.
Xander frunció el ceño a Acheron.
— ¿Perdón?
—Eros. Ella vino con Eros.
Sacudió la cabeza.
—Esto es inútil. —Sacudió su mano y el libro se escabulló de vuelta al estante. Las
llamas en sus dedos se apagaron—. La respuesta simple es, no sé. ¿Dónde está ella?
—En Kalosis.
Xander dejó escapar una profunda carcajada. Hasta que se dio cuenta de que no
estaban bromeando.
—Espera... ¿estás pidiendo a un Dark Hunter que descienda a la Central Daimon para
salvar a un daimon trelos que incluso los daimons temen? ¿Estás jodidamente bromeando?
Urian hizo un gesto hacia Xyn.
—Tenemos un dragón.
—Y yo no tengo una lesión en la cabeza. O una dosis fatal de estupidez. Tampoco soy
suicida.
— ¿Qué pasa si digo por favorcito?
—Agradable, daimon. Realmente agradable. Eres un maldito comediante. Y aunque
eso podría hacerte aparecer como invitado en el último espectáculo de alguien, no me va a
hacer descender al agujero de tu papi.
—Pero lo harás por mí.
Xander dejó escapar un gruñido feroz hacia Acheron.
—Estoy reconsiderando este favor que crees que te debo.
—No creo. Lo sé. Y recuerda que Urian es mi sobrino. Estaría terriblemente molesto si
algo le sucediera.
Xander pasó una lenta mano por su rostro.
—Con una condición.
— ¿Eso es? —Ash ladeó la cadera mientras esperaba.
Él las contó con los dedos.
—Quiero a Simi, con una botella fresca de salsa de barbacoa.
—Puedo hacer eso. Había planeado enviarla contigo de todos modos para evitar que
cierta diosa se coma tu cabeza por haber roto su portal.
—Bien. —Xander dio un paso atrás, juntó las manos e hizo un sonido como un platillo
hueco. Se hizo eco a través de la habitación con un retroceso etéreo—. ¡Shadow! —La
llamada fue baja y profunda. No el típico grito.
Por extraño que parezca, las partículas en el aire comenzaron a nadar como si
estuvieran atrapadas en un vórtice. La luz formó un cono.
Un instante después apareció Shadow. Echó un vistazo alrededor de los cuatro y luego
hizo una mueca.
— ¿Por qué? ¿Por qué nunca es Emma Stone? ¿Gal Gadot? Demonios, me
conformaría con Artemisa. Nah... siempre es uno de los perdedores que lloriquea por mí. —
Miró hacia el techo—. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué?
—Detente... queremos pedirte un favor.
—Por supuesto que sí. Imaginé que no querías un informe meteorológico, y sé que no
llamaste porque estabas preocupado por mi salud o querías jugar al parchís. Son todo un
grupo de idiotas egoístas. Entonces, ¿para qué puedo hacer por ustedes?
—Tenemos que entrar en Kalosis.
Él se rió con un sonido mucho más agudo que el de Xander.
— ¿Qué? ¿Vas en serio? ¿Quién ha estado bebiendo limpiador de desagüe de nuevo?
—Le entrecerró la mirada a Urian—. ¿Recuerdas lo que sucedió la última vez que abrí un
portal para ti? No terminó bien para mí. Todavía estoy sangrando a través de mis camisetas.
—Cierto. ¿Te ayudaría si dijera que te aprecio?
—Ni siquiera un poco. ¿Pensé que tenías una hermana para esto?
—Ella está ocupada con su hermano. —Urian indicó a Xyn.
Shadow gruñó.
— ¿He dicho hoy cuánto odio a los Hunters?
Urian sonrió.
—Síp, pero no estamos escuchando.
—Espero que todos ustedes sean comidos por Apollymi. —Shadow miró a Acheron—.
Excepto a ti. Debes quedarte aquí. Porque no quiero que el mundo termine. Podría apestar,
pero no tan mal como lo haría si ella y sus parientes estuvieran a cargo.
—No te preocupes. Conozco el hábito. —Ash guiñó un ojo—. ¿Simi? Forma humana.
El tatuaje en su antebrazo se despegó para manifestarse ante ellos en la adolescente
gótica de Ash, la hija demoníaca que llevaba un adorable pijama de panda. Parpadeó ante
todos ellos, bostezó y luego se puso su típico traje de falda y corsé, con un conjunto de
mechas moradas y negras en el cabello.
— ¿Estamos teniendo una fiesta, akri?
—No, Simikee. Lo siento. Necesito que vayas con ellos a visitar a Apollymi. ¿Te
importa?
— ¡En absoluto! La Simi ama a su diosa akra. ¡Ella es la mejor!
Ash asintió, luego se detuvo al encontrarse con la mirada de Xander.
— ¿Qué?
—Solo pensando... esto sería mejor si tuviéramos un kerling dentro. —Miró a Shadow—
. Sé que no, pero ¿tienes amigos?
—Tengo amigos, para tu información. —Shadow se volvió hacia Urian—. ¿Crees que
podemos separar a Brogan de Blaise para una pequeña velada?
Sacó su teléfono de su bolsillo.
—Vale la pena intentarlo.
Xyn todavía estaba desconcertada por ese pequeño dispositivo. Era bastante
impresionante.
Mientras tanto, Simi se acercó y la tomó del brazo.
— ¿Cuál es tu gente favorita para comer, akra dragón?
—Sabes, Simi, no he comido nada en mucho tiempo.
—Oh. Akri te tiene a dieta también. Eso está muy mal. Él no me dejará comer cosas
duras. Es tan difícil. Pero es cómo mantengo esta figura de niña a mi edad.
Antes de que ella pudiera hacer un comentario, Urian volvió a guardar su teléfono en su
bolsillo.
—Tengo buenas noticias y malas noticias.
Xander hizo una mueca que decía que se sentía un poco enfermo ante la perspectiva.
— ¿Qué?
Un instante después, Blaise y Brogan aparecieron.
—Tengo a tu kerling, pero ella viene con un tumor de noventa kilos.
Blaise pareció desconcertado por su comentario.
— ¿Qué?
Acheron rió disimuladamente mientras le daba palmadas en la espalda.
—Broma interna a tu costa. Lo siento, Blaise.
— ¿Qué más es nuevo, Ash? Todos le disparan al dragón. Es facilísimo. Tan grande,
somos fáciles de golpear. Así que todos toman una oportunidad.
Brogan bajó su capucha para exponer su trenzado cabello oscuro. La pequeña bruja
era muy exquisita. Al igual que Simi, parecía tan frágil e inofensiva y, sin embargo, era capaz
de violencia extrema y absoluta.
Estiró su mano hacia Xander.
—Debes ser la razón por la que Urian llamó. Soy Brogan.
—Xander.
—Y este es Blaise.
Xander sonrió.
—Una kerling deathseer que comanda una mandrágora y un Crom. Eso es algo que
nunca he visto antes. —Chasqueó su lengua—. Retiro lo que dije, Shadow. Tienes amigos
impresionantes.
—Síp, recuerda eso la próxima vez que me insultes.
Mientras se preparaban, Xyn captó la mirada en los ojos de Urian. Se acercó a él.
— ¿Estás bien?
Él asintió, pero ella lo sabía mejor.
Y mientras se dirigían a Kalosis tuvo un mal presentimiento de que las cosas estaban
por irse al infierno. Algo sobre esto no estaba bien. El problema era que había estado dormida
durante tanto tiempo que muchos de sus poderes aún no eran confiables.
Todavía se sentía débil por el hechizo que habían usado en ella.
Urian se retrasó de los demás. Los dejó pasar por el portal. Pero cuando Xyn comenzó
a irse, la mantuvo con él.
Ella levantó la vista con una ceja inquisitiva. Él sintió que ella no estaba en toda su
fuerza. Sin embargo, ella no dijo nada al respecto.
Para él, ella entraba en esto sin saber a qué se enfrentarían. Él no tomaba ese acto de
lealtad a la ligera. Tampoco estaba dispuesto a arriesgarla a la ligera.
Invocando sus poderes, los dejó fluir en su brazo, luego levantando su barbilla, la besó.
Xyn sintió la oleada que Urian le dio y no fue solo por su beso. También le había
entregado una parte de su fuerza a ella.
— ¿Qué has hecho?
Él le sonrió.
—Estoy entrenado para luchar a mitad de fuerza. Tú no.
Y con eso, se volvió para entrar en el portal.
Aturdida, se encontró con la mirada arremolinada de Acheron.
Él se encogió de hombros.
— ¿Tory piensa que soy testarudo? No tengo nada de eso. No he podido hacer nada
con ese idiota desde el día que lo conocí. Que los dioses tengan piedad de ti.
Poniendo los ojos en blanco, ella entró después de Urian, maldiciéndolo con cada giro
enfermizo del vórtice. Que gracias a Shadow, no los dejó caer en el salón principal a los pies
de Stryker.
Debido a que Shadow era capaz de manipular el Reino Inferior entre los mundos, los
internó hasta que llegaran no muy lejos de su antigua cueva. Ella en realidad lo envidió por los
poderes... en cierto modo.
Sería agradable sostenerlos un rato, pero con ellos venía una profunda soledad y
asilamiento que hacían que lo que un dragón soportaba pareciera amable en comparación.
Tan pronto como aterrizaron, captó la mirada en el rostro de Shadow. Sintiéndolo por el
demonio oscuro, se acercó y le besó la mejilla.
—Gracias.
Sobresaltado, él se apartó de ella.
Xyn frunció el ceño ante su reacción.
—Actúas como si nadie te hubiera dado las gracias antes.
—No lo hacen normalmente. No estoy seguro de cómo manejar la amabilidad. Me
aterroriza.
Esa era la mayor tragedia de su tipo. O tal vez esa era la mayor acusación contra la
humanidad. Cuando la amabilidad y la decencia se volvían tan raras que la gente ya no sabía
cómo responder a ella, o al presenciar un acto amable, sentían la necesidad de comentar algo
que realmente debería ser tan común que nunca debería ser noticia.
Si algo debe ser tan común como para darse por sentado, seguramente en nombre de
los dioses, debe ser la bondad y no la crueldad.
Shadow miró alrededor del aburrido paisaje gris.
—Ahh, veo que el pronóstico de hoy es sombrío con un nublado de fatalidad y
desesperación. Me gusta. ¿Deberíamos construir una casa de verano?
Blaise se rió.
— ¡Mi alma gemela! Deberíamos pasar más tiempo juntos.
Brogan pareció ofendida por eso.
—Eres una bestia voluble. ¿Pensé que yo era tu alma gemela? ¿Ahora estás
haciéndole propuestas a Shadow? No puedo dejarte solo durante cinco minutos. —Suspiró
pesadamente.
— ¿Ayudaría si dijera que no es tan lindo como tú?
—Realmente no. El daño está hecho.
Xander suspiró.
—Estoy pensando que esto podría haber sido un error.
Sacudiendo la cabeza, Urian se rió.
—Hermano, pienso eso todos los días. ¿Vamos?

****

Ash acababa de regresar a su hogar cuando descubrió que Styxx lo estaba esperando.
— ¿Dónde está Urian?
“Oh, mierda” no captó la sensación de temor que lo atravesó cuando se dio cuenta de
lo mal que lo había estropeado. Como estaba acostumbrado a tratar con Dark Hunters, no
estaba acostumbrado a pensar en el hecho de que Urian ahora tenía “padres”.
Más en concreto, no estaba acostumbrado a recordar que Urian tenía una madre y un
padre que le patearían el culo si algo le sucediera.
Ash le dio a su gemelo una sonrisa nerviosa.
—Um...
—Eso es un mal sonido, hermano. Ese es el tipo de sonido que normalmente haces
que precede mi deseo de hacerte daño. —Styxx cruzó los brazos sobre su pecho mientras lo
inmovilizaba con una mirada penetrante.
—Déjame recordarte antes de que me mates que, para llegar a tu hijo, tendrás que ir al
dominio donde reside mi madre, y ella no estará feliz si me haces daño.
La expresión de disgusto en su rostro en realidad podría haber sido divertida si Ash no
se hubiera sentido tan mal por haberlo causado.
— ¿Qué hiciste?
—Él quería ir detrás de Phoebe.
Ash no había sido cuestionado de manera efectiva o colorida en griego antiguo en
varios siglos. Era impresionante.
Styxx finalmente se detuvo lo suficiente como para emitir un comando feroz.
— ¡Abre el portal a Kalosis!
—El que yo controlo te llevará directamente a Stryker.
—Me importa una mierda a dónde va. Llévame allí para que pueda encontrar a mi hijo.
¡Ahora!
Bethany apareció al instante.
— ¿Qué está pasando?
Styxx le hizo un gesto a Ash.
—Soltó a nuestro hijo en Kalosis para perseguir a su esposa galluinfectada.
Y ahora Ash estaba siendo maldecido en antiguo egipcio y atlante. Lo cual llevó a Tory
fuera de la habitación principal, al pasillo donde estaban reunidos.
— ¿Qué sucede? ¿Eso es egipcio?
Ash hizo un gesto hacia ellos.
—Enfurecí a mi familia otra vez... y sí, primera dinastía.
Los ojos de Bethany se volvieron rojos.
— ¿Tory? ¿Puedes cuidar a Ari un momento? Tengo que buscar a mi hijo mayor y
arrastrarlo a casa antes de que haga algo estúpido.
—Por supuesto.
—Abre el portal, Acheron —repitió Styxx.
—Stryker…
—No se interpondrá en mi camino. —Bethany inmediatamente se recogió el cabello en
una cola de caballo.
Mientras Ash discutía con su hermano, le iba a ceder ese punto a Bethany. Dada la
furia en sus ojos y tono, no tenía dudas de que Stryker sería pateado de manera efectiva.
—Está bien entonces. —Abrió el portal—. Urian tiene amigos con él. Intenta no ensartar
a Simi.
Eso pareció calmar a Styxx un poco.
—Gracias por enviarla con él.
— ¿De verdad crees que no lo haría?
— ¡No pensé que lo enviarías!
— ¡Deja de discutir! —espetó Bethany—. ¡Llega a mi bebé! —Empujó a Styxx hacia el
portal—. Voy a golpearlos a los dos más tarde.
Tan pronto como Ash cerró el portal, se volvió para ver la mueca perturbada de Tory.
— ¿Qué hice para enojarte?
Sonriendo, ella lo tomó en sus brazos.
—Nada. Parece que podrías querer un abrazo.
Finalmente, alguien que no estaba enojado con él.
—Realmente no quise ponerlo en peligro.
—Lo sé, bebé sexy. Está todo bien.

****

Stryker estaba acostumbrado a visitantes inesperados que pasaban por su portal. A lo


largo de los siglos, habían tenido bastantes criaturas interesantes.
Dark Hunters. Were Hunters.
Un par de dioses. Demonios. Criaturas del bosque. Una gran cantidad de trelos.
Humanos estúpidos por docenas, especialmente en los años noventa durante el
apogeo de la locura vampírica. No podía contar cuántos miembros de la contracultura gótica
habían llegado, les echó un vistazo y dijo: “¡Muérdanme!” y no de mala manera. Querían
unirse a ellos.
Siempre habían ofrecido un bocadillo rápido y fácil para sus guerreros Spathi.
Incluso su esposa se había dejado caer a sus pies hace una década.
Pero esto... esta era la primera vez.
Un antiguo héroe griego y una diosa egipcia que aterrizaron a sus pies con una mirada
abrasadora que habría enviado a un hombre inferior a esconderse para esconderse.
Como estaba, Stryker permaneció sentado y solo alzó una ceja insolente ante la
temeridad de enfrentarse a él en su propia sala de estar, por así decirlo. Inclinó la cabeza
hacia su esposa, que se adelantó para apoyarse en su trono que estaba hecho de los huesos
de los dioses que Misos había derrotado hace mucho tiempo.
—Hmm, Phyra. Estoy tratando de decidir si me sentiré halagado por su visita o si me
enojaré.
Cruzando sus brazos sobre su pecho, ella se encogió de hombros.
—Si traen un tributo, siéntete halagado. Cualquier otra razón... digo que los ensartemos
donde están parados.
Bethany se burló.
—Inténtalo y usaré tus intestinos como cordones.
Styxx se aclaró la garganta mientras colocaba una mano gentil sobre el hombro de su
esposa sedienta de sangre.
—Lo que mi mitad no diplomática está tratando de decir es que estamos aquí en una
misión de paz. Y es una que también te concierne, Stryker.
— ¿Cómo es eso? ¿Desde la última vez que vi, éramos enemigos?
—Enemigos o no, tenemos un interés común... Urian.
Al mencionar a su hijo, Stryker sintió una oleada de dolor e ira. Una que lo hizo querer
atacar mientras recordaba que Urian no era realmente su hijo.
Él era de ellos.
— ¿Qué hay de él?
—Está aquí. Buscando a Phoebe.
Esas palabras pasaron por Stryker como hielo. Salió de su trono antes de darse cuenta
de que se había movido.
— ¿Qué quieres decir con que él está aquí?
—Como dije. Y no soy tonto, Stryker. No dejas de amar a un hijo. Vino aquí para
encontrarla y ayudarla.
Maldito sea por la verdad de esa declaración. Le guste o no, aún amaba al chico,
incluso si quería golpearlo hasta dejarlo sin sentido. Stryker miró a Zephyra. Ella era su fuerza.
Cuando se encontró con su mirada, ella asintió sutilmente.
—Tenemos que encontrar a nuestro hijo antes de que sea dañado. ¿Dónde estaría?
Y esa era la razón por la que la amaba.
—No lo sé. Pero lo encontraremos. —Stryker apretó los dientes con frustración
mientras miraba a Zolan—. Busca a Davyn y a Medea. Uno de ellos podría saber algo.
Bethany detuvo a Stryker cuando él comenzó a pasarla.
— ¿Fue realmente tan difícil de criar?
Él dejó escapar un suspiro de frustración.
—Fue una pesadilla inimaginable... y mi mayor alegría y orgullo.
Lágrimas se juntaron en sus ojos. Ella levantó su mano hacia su mejilla.
— ¿Puedo?
Stryker sabía que ella le estaba preguntando si podía compartir sus recuerdos de la
infancia de Urian. Una parte de él era lo suficientemente egoísta como para querer guardarlos
para él y negar su pedido. Claro que no era así de bastardo. La parte racional de él sabía que
no habría tenido un gran regalo si no fuera por sus dos enemigos.
Así que el verdadero crimen no estaba en la furia que yacía entre él y Urian, sino en el
hecho de que nunca habían conocido a su hijo en absoluto.
No podía imaginar un horror peor de lo que habían experimentado. Tener el hijo que
habían querido tan desesperadamente arrancado de sus vidas y dado a otro. Su mirada se
dirigió a las cicatrices en el brazo de Styxx donde había tallado el nombre que habían tenido la
intensión de darle a Urian en su nacimiento... Galen.
No, él no sería tan cruel con nadie. Enemigos o no. Así que asintió y se preparó para su
intrusión.
Cerrando los ojos, ella puso su cálida mano en su mejilla, luego extendió la mano para
tocar a Styxx con su otra mano. No fue hasta que Styxx jadeó que Stryker se dio cuenta de
que también estaba compartiendo los recuerdos con él.
Giró la cabeza al sentir que Bethany hurgaba en su mente con una habilidad maestra.
Por extraño que parezca, ella revivió las cosas dentro de él que había olvidado.
Preciosos momentos que pasó con Urian de niño cuando una vez creyó en el mundo de
Stryker. La noche en que Urian había recogido su casco de batalla por primera vez y se lo
probó.
Había encajado en su cabeza como una campana, y se inclinó hasta el punto en que el
pobre niño no había podido ver. Aun así, Urian había tropezado en la habitación de Stryker
para proclamarse listo para luchar a su lado. Se había quedado allí, completamente desnudo,
salvo por el yelmo, la espada de madera y una toalla que había anudado alrededor de su
cuello.
— ¡Estoy listo, solren! ¡Llévame contigo para luchar contra las alimañas humanas!
Otra ocasión cuando Urian le robó los cordones de su armadura para hacer un regalo
para Paris.
— ¿Por qué, Urian? ¿Por qué harías esto?
—No quería que lucharas y salieses, solren, y quería un regalo para Paris. Por lo tanto,
parecía una buena manera de lograr ambas metas.
¿Cuántas veces había estado a punto de estrangular al chico solo para que Urian diera
la vuelta con una lógica tan dulce y amorosa que lo alejaba del homicidio?
Hasta el día en que había conocido la asombrosa verdad.
Trates había estado tan nervioso como siempre. Revoloteando en su estudio.
— ¿Qué estás haciendo?
—Tengo noticias, kyrios. Noticias angustiosas.
— ¿Sobre Acheron o los Dark Hunters?
—Ninguno.
Eso había paralizado a Stryker.
— ¿Entonces qué?
Trates había tragado saliva y dudado.
—Urian.
Para entonces, Urian había sido su último hijo sobreviviente. Stryker había perdido a
todos sus nietos y bisnietos. Y dos “cónyuges” no oficiales con las que se había negado a
casarse, por temor a darles a las mujeres una falsa esperanza de que pudieran reclamar una
parte de él que era incapaz de ofrecerles. Como sabía que nunca las amaría, parecía
equivocado casarse con ellas bajo una mentira.
Tantos de su familia habían caído que su corazón se había convertido en hielo y su
sangre se había convertido en veneno puro.
Estaba muerto por dentro y lo sabía.
Excepto por Urian.
Su hijo solo tenía su amor y devoción.
Stryker pensó que estaba por encima de estar herido hasta que Trates habló.
—Tu hijo se ha casado con una hija de la línea de sangre de la heredera.
— ¿Qué?
—Es cierto, kyrios. —Trates le había mostrado las fotos. De Phoebe y Urian—. Él está
haciendo interferencias entre nuestros buscadores y su hermana, Cassandra. Ha estado
ayudando a cubrir sus huellas.
Y todavía una parte de Stryker se había negado a creerlo. En el fondo de su mente, se
había convencido de que los enemigos de Urian habían inventado una mentira para poner
distancia en su corazón para su hijo. Para difundir la discordia en su casa. Después de todo,
era el tipo de cosa que harían.
Eso era más fácil de creer que su hijo lo había traicionado.
Pero no había podido dejarlo ir. Y entonces él fue a Elysia y allí conoció a Phoebe.
La estúpida mocosa no tenía idea de quién era. Se había sentado una tarde y había
hablado con él sobre los más asquerosos temas hasta que había querido estrangularla. Por
qué Urian había querido casarse con ella, no podía imaginarse. Si bien era bastante guapa,
era inmadura e insípida. Chismosa sobre estrellas de Hollywood y telenovelas. Cosas de las
que Urian no sabría nada y le importaría aún menos.
Había intentado comprender su relación y se había quedado aún más desconcertado.
Luego había esperado a que Urian le dijera la verdad.
Stryker había dejado caer pistas de que él sabía. Pero Urian hábilmente había
cambiado el tema a otra cosa.
Hasta esa fatídica noche...
Todo había salido mal.
Él había descubierto que Acheron era el verdadero hijo de Apollymi y sus mentiras a él.
Eso lo había golpeado como un mazo. Todos estos años, él había pensado que Apostolos
estaba muerto y que él era su hijo elegido.
En cambio, descubrió que era un títere y Acheron era su hijo amado. Lo había
destripado. Peor aún, Urian había matado a los suyos para proteger a la perra que sabía que
Stryker quería muerta.
Entonces cuando la llamada de Shanus había entrado mientras Urian estaba afuera,
Phoebe se había vuelto trelos...
Stryker se había debatido entre su deber como padre y su gente, y su furia por haber
sido traicionado. Cuando él había ido allí, su intención había sido matar a Phoebe. Desatar su
ira sobre ella por las vidas que ella había tomado.
Habían luchado y luchado.
Al final, no había podido hacerlo. Por primera vez en su vida, Stryker había mostrado
misericordia. En lugar de matarla, la había devuelto a Kalosis y la había encerrado. Su
intención había sido decirle a Urian más tarde y dejar que lidiara con ella.
Luego, cuando se habían enfrentado a Acheron y Wulf en el Infierno de Dante... había
perdido por completo su jodida cabeza. Acheron, una puta barata, amado por Apollymi a pesar
de haberse vuelto contra ella y su causa, rodeado de innumerables Hunters que le eran leales
y estaban dispuestos a morir por él, con toda su presunción. Que Acheron permaneciera allí,
burlándose y juzgándolo cuando todo lo que intentaba hacer era salvar a su gente... Y
Apollymi con ella burlándose de la traición de Urian cuando no había hecho nada para
merecerlo.
Porque al final, Stryker solo había tenido una persona en toda su vida de la que podía
depender. Una persona a la que podría amar. Una persona que lo amaba. Y los dioses la
habían apartado de él.
Todos los demás lo usaron y mintieron mientras lo hacían. Intentaron matarlo o lo
tiraron como si fuera basura. O peor, los dioses se los quitaron y lo dejaron vacío y solo.
Excepto por Urian. Era el único en quien Stryker había dependido y necesitado.
Entonces, descubrir que la única persona en la que él creía que podía confiar era
también un fraude...
Lo había destrozado. El dolor de perder a esa única persona en su mundo que lo
amaba había sido más de lo que podía soportar. Lo había destruido y por eso arremetió y le
hizo a Urian lo que todo el mundo le había hecho desde el momento en que había sido
empujado violentamente desde el vientre de su madre hasta las manos frías e insensibles de
una nodriza que prefería verlo muerto que alimentado.
Pero incluso entonces, sabía que Acheron no dejaría morir a su hijo. Stryker
simplemente había cortado su vínculo para que Urian no pudiera lastimarlo más.
Porque Stryker sabía que Urian era la única persona que siempre tendría el poder de
ponerlo de rodillas.
Él era su hijo. Su hermoso niño. Independientemente de lo que Urian hizo o de lo mal
que lo lastimó.
El bastardo era su hijo. Y Stryker siempre lo amaría. No importa qué dolor le haya
causado Urian, a él no le importaría.
Por eso había mantenido viva a Phoebe. Aunque Stryker sabía que debería matarla.
Que mientras viviera, ella era un peligro. No pudo hacerlo. Podía mentirse a sí mismo y a
todos los demás sobre por qué había hecho lo que había hecho. Podría mentir acerca de lo
que le sucedió a Phoebe. Decirles a todos que la había matado y le cortó la garganta a Urian.
No cambiaba nada. Porque no podía matar lo que amaba su hijo. Y aunque podía
cortar la garganta de su hijo, no podría matar a su hijo.
Peor aún, Stryker había revivido ese día un millón de veces y se había azotado con
culpa y remordimiento. Con tantos podría y debería. Vendería su alma por una oportunidad de
regresar y cambiar lo que les había hecho.
Por eso no creía que el infierno fuera real. La vida era un infierno. Existía únicamente
para atormentar a los vivos, y la muerte era la recompensa por haberlo soportado.
Stryker se ahogó en lágrimas, no se había dado cuenta de que estaban cayendo hasta
que Bethany dejó caer la mano de su rostro, liberado de las pesadillas de su pasado.
En algún momento durante los horrores, Zephyra se había apretado contra su espalda
para consolarlo y había enterrado su mano en su cabello.
Con la respiración entrecortada, Stryker no estaba seguro de qué esperar de Styxx y
Bethany. Teniendo en cuenta los recuerdos de Urian que acababa de pasarles, medio
esperaba que Styxx y Bethany lo destriparan donde estaba.
En cambio, Styxx lo empujó hacia adelante en un abrazo feroz. Cuando le susurró al
oído, su voz estaba cargada de emoción.
—Desde este día en adelante, somos hermanos, Stryker. Nunca más te consideraré mi
enemigo.
Tragando con dificultad, él asintió.
Del mismo modo, Bethany se secó las lágrimas.
—Gracias por amar a mi hijo así. Me siento honrada de compartirlo contigo. Ahora
vamos a encontrarlo para que ambos podamos prenderle fuego el trasero.

*****

— ¿Qué quieres decir con que estamos perdidos? —Urian miró a Davyn. Apenas
habían llegado a él a tiempo con la piedra dragón antes de que los gallu lo hubieran golpeado
y matado. Aun así, su rescate no fue como estaba planeado.
—Todavía estoy débil por mi ataque, por lo que mis habilidades de seguimiento han
disminuido.
— ¿Por qué no es un gallu? —preguntó Blaise—. Pensé que todos los que atacaban se
convertían.
—No si te comes a uno de ellos primero. —Davyn le dedicó una sonrisa—. Obtienes
todo tipo de ventajas, aprendimos. Capacidad de caminar durante el día. Y una extraña
inmunidad a sus mordiscos.
Xander frunció el ceño.
— ¿Entonces es como una cura?
—Si tenemos suficiente gallu alrededor, sí. Es por eso que hemos estado dejando en
paz a los Dark Hunters estos últimos años. Ya no son nuestros objetivos principales. Los gallu
lo son.
Xander se quedó boquiabierto y se volvió hacia Urian.
— ¿Sabía eso?
—Síp. ¿No lo saben todos?
—No, no lo saben. —El teléfono de Xander comenzó a sonar. La expresión de asombro
en su rostro fue bastante cómica—. ¿Hay servicio de celular en el infierno?
Davyn se rió.
—También tenemos cable e Internet. El infierno no estaría completo sin los reality show
y los telemarketing.
Resoplando ante su sarcasmo, Xander respondió a su teléfono. Y la forma suave y
tierna en que el tipo duro habló hizo que todos se detuvieran y lo miraran fijamente.
—Oye, bebé. No, lo siento. Debería haber dejado una nota, pero fue Ash y salió de
repente. Síp, soy un asno irreflexivo, lo sabes. —Hizo una pausa para mirarlos—. Vuelvo
pronto... tú también. Adiós. —Enfadado, colgó y lo deslizó en su bolsillo—. ¿Qué, chacales?
Davyn abrió mucho los ojos.
— ¿Pensaba que los Dark Hunters no podían tener novia?
—Podría ser mi novio, no lo sé. — Xander pasó a su lado.
Davyn dejó escapar una risa malvada.
—En realidad, yo sí. Y si fueras del género, hermano, estaría sobre todo eso... —Miró
hacia el trasero de Xander—. Créeme. En cualquier momento que estés listo para pasar de
bando, avísame.
Poniendo los ojos en blanco, Xander los miró a todos.
—No es asunto de nadie.
Urian le dirigió una mirada cómplice a Xyn. Él conocía ese nivel de enojo. Ese era un
hombre que tenía una relación seria con alguien con quien se suponía que no debía tener y no
quería discutirlo.
Vaya…
Y pensaba que él tenía problemas.
Los cuales tenía, de ahí este viaje a través del infierno.
— ¿Dónde estamos exactamente? —preguntó Blaise.
—Un bosque oscuro y amargo.
Resopló ante la respuesta de Xyn.
—Ja, ja, hermanita. Ja, ja. No es lo que quise decir. ¿Para qué se usa este lugar?
—Esta es una tierra de nadie. —Urian señaló hacia la pared oscura a su izquierda que
estaba cubierta de espinas de acero—. Lo que quieres evitar es cruzar la barrera a tierras
donde residen las almas de los condenados. Esos son bastardos desagradables. En el
pasado, algunos de los apólitas más fuertes intentaron alimentarse de sus almas.
—No fue bien para ellos. —Davyn se estremeció.
—Síp. Tuvimos un gran problema con los brotes de trelos. Pero cuando estás lo
suficientemente desesperado... haces tonterías.
Xander se detuvo en seco para mirarlos.
— ¿Y qué? ¿Tu gente se comió las almas que estaban aquí?
Urian asintió.
—No es como si tuviéramos muchas opciones. —Él movió su barbilla hacia la barrera—
. Mi padre, con la ayuda de Apollymi, erigió esa barrera cuando éramos adolescentes para
ayudar a confinar a las almas más corruptas que temía que nuestra gente no pudiera manejar.
Un extraño brillo iluminó el cuerpo de Xander. Giró un lento círculo.
—No todos los dioses están muertos aquí.
Shadow se detuvo.
—Tiene razón. Yo también lo siento.
Urian no sentía nada. Se volvió hacia Xyn.
—No siento nada. Se siente igual que siempre.
Xander extendió su mano hacia Shadow. Sin dudarlo, Shadow la tomó. Los dos se
callaron mientras una brisa comenzaba a soplar alrededor de su pequeño grupo.
Urian se movió para cubrir a Xyn y Brogan, junto con Blaise y Davyn. Su brazo
comenzó a brillar a pesar de que no podía sentir lo que estaban captando.
—Todavía no estoy recibiendo nada.
Shadow miró esa pared.
—Creo que viene de allí.
— ¿Podría haber entrado un dios?
Xyn tuvo un mal presentimiento cuando Brogan hizo su pregunta.
— ¿O ella o él ya estaba adentro cuando los pusieron allí?
Y se volvió más fuerte.
Eso era un pensamiento aterrador.
— ¿Alguien más tiene una úlcera? —Blaise tragó audiblemente.
—La mía solo tenía mellizos —dijo Shadow con un suspiro—. ¡Mazel tov!
—Retrocedamos de la barrera. —Xyn agarró a Urian y lo llevó hacia la ciudad donde
vivían los daimons.
— ¿Crees que Phoebe podría haberse refugiado allí?
A Urian realmente no le gustaba la pregunta de Xander.
—Es posible. Pero... —Se interrumpió cuando sintió la sensación más extraña.
Como algo deslizándose por sus piernas. Su cabeza comenzó a girar.
— ¿Urian?
Oyó a Xyn, pero no pudo responder. O moverse. Su respiración se volvió espesa y
desigual. Todo giraba.
En un momento, estaba alcanzando a Xyn y al siguiente...
Estaba en un vórtice. Solo que él no había convocado un portal. Vientos huracanados
llenaron sus oídos mientras trataba de orientarse para descubrir a dónde iba y cómo había
tropezado con uno cuando no se había movido.
Cuando golpeó el suelo, fue tan duro que rompió la banda que sujetaba su cabello,
causando que se derramara sobre sus hombros. Peor aún, golpeó su cabeza contra el
concreto lo suficientemente fuerte como para sacudir momentáneamente sus sentidos.
No había sido golpeado tan duro desde que Archie lo había golpeado. Maldita sea,
había olvidado lo malo que era ser golpeado inesperadamente. Levantándose, parpadeó y
examinó la enorme y fría habitación para encontrarse dentro de un antiguo templo similar al de
Apollymi.
Solo que éste estaba hecho de obsidiana profunda y reluciente. Grandes vasijas de
jade se separaban cada pocos metros para poder arder con un fuego verde impío que
arrojaba sombras espeluznantes en las paredes.
—Me disculpo por el aterrizaje brusco, pero ojalá hubiera sido más duro para ti.
Urian se congeló al oír la voz amarga de Phoebe. Sorprendido, se dio vuelta y la
encontró sentada en un trono casi idéntico al de Stryker. Eso era lo suficientemente
impresionante.
Pero no era el elemento más asombroso.
Oh no... no por mucho. Se había ido su tímida y dulce esposa. La mujer en ese trono
tenía su cabello dorado enredado y trenzado en un elaborado y antiguo estilo atlante. Vestida
con un vestido transparente y resplandeciente, era una belleza exquisita que tenía más en
común con Apollymi que su tímida novia.
— ¿Los carontes te comieron la lengua?
Ella no era trelos... ¿o sí?
Esta Phoebe le recordaba a ese primer trelos que había matado de chico. El que había
sido tan anormalmente lúcido y tenía el control de sí mismo.
—Has cambiado.
— ¿De verdad? ¿Eso es todo lo que tienes que decirme?
—Bueno, me dejaste caer sobre mi cabeza y sacudiste mi cerebro, amor.
Ella se levantó de su trono con furia en sus ojos. Esa era una mirada que solía
anunciarle una fuerte bronca, y no del tipo que esperaba con impaciencia. Del tipo que lo
dejaba duro y enojado.
—Rompiste tu palabra conmigo, Urian.
Limpiándose la sangre en la cara, la miró boquiabierto.
— ¿Te refieres a cuando Stryker me cortó la garganta?
— ¡Te llamé y no viniste!
—Vine tan pronto como pude. Y me dijeron que estabas muerta.
Corrió hacia él y lo empujó hacia atrás.
— ¡Cómo no podrías saber!
—Ya no era un daimon, Phoebe. No tengo los mismos poderes ahora que tenía
entonces.
— ¡Me dejaste! —gritó, repitiendo su acusación.
Urian la atrapó contra él.
—Pensé que estabas muerta.
— ¿Cómo pudiste no saber? ¡Estaba aquí mismo!
—De nuevo, Phee, Stryker me cortó la garganta. He sido expulsado de Kalosis. Estaba
protegiendo a tu hermana como te prometí.
— ¿Qué más has estado haciendo, eh?
Frunció el ceño.
— ¿Qué?
Ella le dio una bofetada.
— ¿Cuánto tiempo hasta que encontraste a tu perra dragón y te arrastraste hasta su
cama?
Ira lo atravesó por su acusación.
— ¡Dios mío, Phoebe! ¡No me he acercado a una mujer en años! He vivido en el
infierno por tu culpa. ¿Estás bromeando?
—Entonces, ¿por qué no estás contento de verme?
— ¡Me dejaste caer de cabeza! —Enunció cada palabra lentamente—. Me atacaste.
¡Me abofeteaste! ¿Por qué piensas? —Furioso más allá de la resistencia, hizo un gesto hacia
la puerta—. Vine aquí para ayudarte, aunque estoy prohibido. Me alineé con los Dark Hunters
a quienes sabes que odio. ¿Cuánto más podría hacer para demostrarte que te amaba?
Ella lo agarró entonces y hundió sus colmillos en su cuello.
Urian siseó de dolor. Maldita sea, había olvidado cuánto le dolía, y ahora que ya no era
un apolita o un daimon, no obtenía la adrenalina o el impulso sexual de eso. Todo lo que
sentía era la agonía.
Aparentemente, también Phoebe. Gritando incluso más fuerte que antes, ella levantó la
cabeza y lo empujó hacia atrás.
— ¿Que te hicieron?
—Te lo dije. Stryker me mató porque te ayudé a ti y a Cassandra.
Eso finalmente pareció llegar a ella. Parpadeó hacia él.
— ¿Tu padre te mató?
—Síp. ¿Cuántas veces tengo que decirte eso? ¿Por qué crees que ya no vivo aquí? —
Hizo una mueca y se limpió la sangre en el cuello.
La furia regresó a sus ojos.
— ¡Tú mataste a mis abuelos, bastardo!
Hizo eso. Urian no podía negarlo.
—Aún no habías nacido.
— ¿Crees que eso lo hace estar bien?
—No, pero…
— ¡Me mentiste sobre tantas cosas! —Cuando ella se movió para abofetearlo de
nuevo, él atrapó su muñeca.
—No soy tu chivo expiatorio, Phoebe.
— ¡Tú me usaste!
Sacudió la cabeza.
—Te protegí y te amé.
Ella le mostró sus colmillos.
—Eres incapaz de amar.
Esas palabras azotaron su corazón y lo dejaron sangrando.
—Estás equivocada acerca de eso.
Ella le arrebató la mano de la suya.
—Si me hubieras amado, me hubieras dicho la verdad. No me habrías permitido que
me preocupara por un monstruo que destruyó a mi familia. ¿Qué? ¿Te reías de nosotros? ¿Te
pareció gracioso que me mantuvieras como un juguete mientras tu padre nos mataba, uno por
uno?
— ¡Dios mío, Phoebe! Viví en el infierno todo el tiempo que estuve contigo. Amaba a mi
padre y, gracias a ti, me vi obligado a mentirle.
Ella sacudió su cabeza.
—No. Elegiste mentirle. —Puntuó sus palabras clavándole el dedo en su pecho—. Tú
elegiste, Urian. Podrías haberlo dejado en cualquier momento y haberte quedado conmigo,
pero no. Debes haber disfrutado las mentiras o no te hubieras ido arrastrando constantemente
hacia él.
—No es tan simple. ¡Él era mi padre!
— ¿Y sin embargo vives con tu enemigo ahora? ¿Qué tan rápido lo superaste, eh?
¡Esto era una locura! Ella no tenía ningún sentido.
—Y tú podrías haberme dicho en cualquier momento que todavía estabas viva. ¿Por
qué no lo hiciste?
— ¡Mira alrededor! —Ella extendió sus brazos para indicar las paredes a su alrededor—
. Tu padre me encerró en este infierno y tiró la llave. —Lo empujó de nuevo—. Grité y grité por
ti. Seguí pensando que seguramente podrías escucharme. Que me amarías lo suficiente como
para venir. ¡Nunca lo hiciste!
Sus gritos lo atravesaron. No solo las palabras, sino el temor de que la hubiera
escuchado y la hubiera descartado como fantasmas de pesadilla.
Porque se suponía que ella estaba muerta. Había escuchado tantas voces en su
cabeza durante tanto tiempo. ¿Cómo iba a saber que ella era real?
— ¿Qué quieres que haga, Phoebe? ¿Pedir disculpas? ¡Lo siento! Nunca quise hacerte
daño.
—Pero lo hiciste. —Lágrimas brotaron en sus ojos—. Y rechazo tu disculpa. ¡Hay
algunas cosas que un “lo siento” no soluciona!
—Bien. Te llevaré a Cassandra, y...
Ella cortó sus palabras con una risa amarga.
—No me digas qué hacer y no te pertenezco. Recuerda que somos apólitas. Llevas mi
apellido, Urian Peters.
Esa era su costumbre. Como la paternidad nunca era un hecho absoluto, pero todos
sabían quién era la madre que dio a luz a un hijo, era tradición de apolita rastrear el linaje a
través de la familia de la madre y asumir el apellido de la esposa al casarse. Como decía el
dicho apolita: “Bebé de mamá, tal vez de papá”. No estaba seguro de a dónde estaba yendo
ella con eso.
No hasta que las espinas alrededor de la habitación comenzaron a espesarse.
— ¿Qué estás haciendo? —Urian convocó su espada.
Ella rió oscuramente.
— ¿Planea usar eso en mí?
—No. —Esperaba—. ¿Pero qué está pasando?
Una sonrisa fría y siniestra curvó sus labios.
—Me dejaste aquí para pudrirme, Urian. Te estoy devolviendo el favor.
El piso bajo sus pies se cedió y liberó las almas sobre las que había advertido a los
demás. Se apresuraron con un aullido chirriante.
— ¡Apolo! —gritó—. Mira nuestro convenio. ¡Mira al hijo de tu enemigo! ¡Te lo entrego a
cambio de mi libertad!

****

— ¿Shadow? ¿Qué quieres decir con que no puedes pasar? ¡Esa es tu rutina! Eres una
cucaracha. Entras en lugares que nadie puede.
Con una mueca ofendida, se volvió para mirar a Blaise.
— ¿De verdad, mandrágora? ¿Cucaracha? Por lo menos, no lamo mis propias pelotas.
Y para su información, ¡quien construyó esa barrera hizo un gran trabajo!
—Ése sería yo.
Todos se volvieron para ver a Apollymi en la niebla.
Xyn se congeló ante la belleza etérea de la antigua diosa que los miraba a todos con
malicia. Su vestido negro se mezclaba perfectamente con la oscuridad, pero su cabello blanco
y sus ojos parecían brillar, haciéndola parecer aún más inquietante y aterradora.
Su mirada se dirigió a Styxx, Stryker y Bethany, que habían encontrado a los otros.
Luego a Xyn.
—Debería estar furiosa.
Ella entrecerró su mirada en Xander.
—Más allá de la ira... y si fuera alguien más que Urian, ensartaría a muchos por estar
aquí. Tal como están las cosas... —Apollymi arrojó hacia afuera sus brazos y las paredes se
abrieron.
—Ojalá te hubieras unido a la fiesta antes. —Bethany tuvo la audacia de amonestarla.
Apollymi se quedó boquiabierta—. Sí, te grité. No he olvidado los azotes que todavía te debo.
Recuerda que estaba embarazada en nuestro último encuentro. No estoy embarazada ahora,
Pol. Quieres una revancha... en cualquier momento.
—Beth, Beth, Beth. —Styxx la apartó suavemente de Apollymi—. No enfurezcamos a la
bella diosa que abrió la puerta para que podamos encontrar a nuestro hijo. ¿Bien? Enfócate
en Uri. Tu bebé te necesita. Reserva tu furia para los tipos malos que tienen a nuestro hijo.
Señaló con el dedo a Apollymi antes de asentir.
—Bueno.
Xyn esperaba que Apollymi le lanzó una explosión. En cambio, la diosa en realidad
sonrió.
Cuando se dio cuenta de que Xyn la estaba mirando, le dedicó una sonrisa.
— ¿Qué? Siempre he admirado a Bet’anya.
Xyn no estaba a punto de meterse en medio de eso. Además, tenía cosas más
importantes en qué pensar. Como encontrar a Urian. Corriendo para ponerse al día con los
demás, aprendió rápidamente por qué este no era el lado en el que estar.
Santa maldad...
Los gritos que resonaban de este lado eran ensordecedores. Xyn se cubrió los oídos.
Incluso Simi estaba haciendo una mueca.
Xander miró a Stryker.
— ¿Por qué no comes algunos de estos y los callas?
— ¿De verdad? ¿Has ido allí?
— ¿Dado lo fuerte que es esto? Síp.
—Protejan sus oídos —advirtió Apollymi.
Xyn sabía lo que venía. Se transformó en un dragón un instante antes de que Apollymi
desatara un estallido sónico tan fuerte que destrozó dos de las paredes a su alrededor.
Apenas extendió sus alas a tiempo para proteger sus compañeros de los escombros del techo
que llovían sobre ellos.
Styxx fue el primero en recuperarse de ello.
—Gracias, Xyn.
—Sí. —Bethany la acarició en el ala—. ¡Muchas gracias!
—No hay problema. —Levantó cuidadosamente su otra ala para asegurarse de que
todos estuvieran a salvo. Afortunadamente nadie había sido dañado.
— ¿Qué? ¿Nadie me agradece por detener el ruido? —Apollymi negó con la cabeza—.
¡Ingratos! ¡Siempre estoy rodeada de ingratos!
Bethany le hizo una mueca.
—No seríamos desagradecidos, Polli, si no nos hubieras arrojado una casa encima.
—Simplemente no hay nada que los complazca.
Jadeante, Bethany miró a su marido.
— ¿Por qué detuviste tu conquista? Un día más... ¡solo un maldito día más!
—No vayas allí.
Xyn volvió a su forma humana y se movió para pararse junto a Brogan, que estaba
extrañamente en silencio.
— ¿Tienes algo?
—No estoy segura. —Tenía esa mirada vidriosa y extraña que tenía cada vez que
hablaba con el éter.
Entonces los ojos de Brogan se aclararon.
—Tenemos que darnos prisa. —Se fue corriendo.
Ellos detrás.
Para cuando llegaron al otro lado de la barrera, Xyn estaba orgullosa y horrorizada al
ver a su daimon en toda su gloria. Había cuerpos en todas partes. Urian estaba de pie con su
escudo y espada mientras los mantenía a distancia, pero estaban a punto de rebasarlo.
Cerrando sus ojos, Xyn usó sus poderes para cubrirlo con su armadura mientras reunía
su propio equipo para ella. Corrió a la refriega y rodó para llegar detrás de él y atrapar al adoni
que estaba a punto de atacarlo allí.
— ¿Qué te entretuvo?
—Tenía que hacerme las uñas.
Urian se rió de su respuesta.
—Deberías haberte arreglado el cabello mientras estabas en ello. Tienes puntas
abiertas.
—Mira quién habla. ¿Cuándo fue la última vez que te cortaste el cabello? ¿Y qué es
ese crecimiento en tu cara? ¿Eres un hombre o una cabra?
Ella apuñaló por encima de su hombro para atrapar al que estaba frente a él, luego giró
para atrapar un segundo y luego un tercero.
Urian la detuvo antes de que pudiera ir detrás de un cuarto. Tenía un corte en su cara
que hizo que su corazón se hundiera.
—Gracias. —Con un rápido beso, soltó y apuñaló a un agresor a su derecha.
— ¿Uri?
Se detuvo para mirarla.
—S’agapo.
En el pasado, nunca había permitido que ella le dijera que lo amaba antes. No estaba
segura de cómo lo tomaría.
Él extendió la mano para tocar su mejilla.
—Ise to alo mou miso. —Eres mi otra mitad.
Nada podría haber significado más para ella. Porque sabía que él no decía esas
palabras a la ligera.
— ¡Maldición, daimon! ¡A quién has enojado! —gritó Xander—. ¿De dónde vienen estas
cosas?
— ¡Síp! —Shadow estuvo de acuerdo—. ¿Quién abrió la puerta?
Blaise pateó a su oponente hacia atrás.
—Mejor aún, ¿cómo la cerramos?
La única feliz era Simi, que estaba haciendo barbacoa con ellos.
—Tienes que agradecerle a Apolo y a Morgen por esto. Apolo robó el cetro de Hades.
Apollymi maldijo en voz baja.
— ¿El que abre los portales entre los mundos?
—Síp, ese es el único.
Xander gruñó.
—De vuelta a mi pregunta... ¿cómo la cerramos?
—Sangre de Apolo y Apollymi. —Urian los enfrentó—. En otras palabras. Yo.
Xyn tuvo un mal presentimiento cuando escuchó esa nota en su voz. Era una que ella
había escuchado algunas otras veces, justo antes de que él hubiera hecho algo
dramáticamente estúpido. Usualmente por uno de sus hermanos.
O hermana.
— ¡No lo hagas! —gruñó—. ¡Así que ayúdame, Uri! No me hagas arrastrarte del
infierno para patearte el trasero.
—No podemos dejarlo abierto, Xyn.
Entonces ella vio.
El tiempo disminuyó mientras contenía la respiración. Él iba por la estúpida victoria. Su
alma gritó cuando su miedo la paralizó.
Y antes de que pudiera reunir su ingenio para hacer cualquier cosa para detenerlo,
Stryker se teletransportó. Agarró a Urian y lo desarmó, luego lo tiró en sus brazos.
Un instante después, dejó que lo tomaran a él en lugar de Urian.
Xyn cayó al suelo con Urian encima de ella. No estaba segura de cuál de ellos estaba
más conmocionado cuando se miraron el uno al otro. Todo lo que sabía era lo encantada que
estaba de tenerlo aquí.
Urian no podía creer que aún estuviera vivo o que su dragona lo había amortiguado.
Pero su alivio fue efímero.
Pánico lo reemplazó al recordar lo que Stryker había hecho. Levantándose, inspeccionó
rápidamente el campo de batalla, que ahora estaba extrañamente silencioso. Shadow y
Xander estaban girando, buscando más enemigos. Brogan estaba sosteniendo a Blaise. Simi
estaba...
Bueno, ella estaba comiendo.
Y sus padres se dirigían a...
No.
Urian no podía respirar cuando vio a Stryker en el suelo. En ese momento, olvidó toda
la ira y el odio que le tenía al hombre. Olvidó el hecho de que lo había querido muerto y había
planeado su asesinato.
Todo lo que veía era al hombre que lo había abrazado cuando era un niño. El que solía
perseguir a los monstruos debajo de su cama. Su padre que le había enseñado a atar sus
sandalias. Caminar con orgullo e integridad
El que se había arrojado a sus enemigos para salvar su vida.
— ¡Baba! —Urian corrió hacia él—. ¡Baba, no! —Lágrimas llenaron sus ojos mientras
caía de rodillas al lado de Stryker y suavemente lo hizo rodar.
Estaba cubierto de sangre. Su respiración era irregular, apenas estaba vivo.
—Eisai oti kalutero uparxei, m’gios. —Eres lo mejor en la tierra, hijo mío—. Lamento
mucho haberte lastimado.
Urian lo agarró por la camisa con ambos puños.
— ¡No te atrevas a morirte, bastardo! ¡No me hagas esto a mí ni a Medea! —Invocando
cada gota de su determinación, agallas y fuego, Urian calentó su brazo hasta que brilló
intensamente y ardió como un reguero de pólvora. Por los dioses, no iba a dejar ir a Stryker.
Los dioses y el destino le habían quitado lo suficiente. No iba a dejar que rompieran otra
maldita cosa de su vida.
¡No otra vez!
¡Así no!
¡Estaba harto de eso!
Cegado por las lágrimas, envió todo lo que tenía a su padre. Su fuerza. Sus poderes.
Por encima de todo, él envió su amor. A pesar de todo lo que había pasado entre ellos,
todavía eran familia.
—Por favor, por favor, baba. —Llorando, Urian apoyó la cabeza sobre su pecho.
Pero no había latidos del corazón.
¡Malditos dioses! ¡Malditos todos!
Y luego lo sintió. La mano de su padre en su cabello. El latido más suave de su corazón
contra su oreja, seguido de una profunda inhalación.
Urian dejó escapar una risa nerviosa mientras levantaba la cabeza para encontrarse
con la mirada de Stryker.
Le sonrió como solía hacerlo cuando era niño.
—Dios mío, niño. ¿Esto significa que estás hablando conmigo otra vez?
Incapaz de hablar más allá del dolor y el alivio que sentía, Urian asintió.
—Bueno, demonios, hijo, si hubiera sabido que esto era todo lo que haría falta para que
me perdones, me habría suicidado hace una década.
—No eres gracioso, baba.
Stryker se secó las lágrimas y le besó la frente.
—Y yo no soy tu único padre, tampoco. —Movió su barbilla hacia Styxx y Bethany.
Xyn ayudó a Urian a levantarse mientras Styxx ayudaba a Stryker a levantarse.
Styxx dejó escapar un profundo suspiro.
—De nuevo, Stryker. Somos familia.
Stryker asintió.
—Lo somos. Ahora, ¿dónde está Phoebe?
Resoplando, Urian se recogió el cabello en una coleta para asegurarlo.
—No donde ella pensó que estaría.
Xander miró a su alrededor.
— ¿Qué quieres decir?
Simi vino con su salsa de barbacoa.
—Quiere decir que su Phoebe está en la esquina meciéndose como si tuviera la rabia.
— ¿Perdón?
Simi señaló con su botella.
Con el brazo encendido, Urian se dirigió a Phoebe. Si bien no sabía exactamente
dónde estaba, tenía una buena idea de la cercanía.
No pasó mucho tiempo para encontrarla. Como dijo Simi, ella tenía la rabia. Y en el
momento en que vio a Urian, tuvo un poco más.
Comenzó a huir, pero Urian la atrapó.
—No voy a lastimarte. —Aunque realmente le dio ganas.
Sus ojos parecían salvajes cuando ella miró a sus compañeros.
— ¿Qué vas a hacer?
— ¿Honestamente? Lo siento por ti. —Y por el hecho de que Apolo le había mentido.
Miró por encima del hombro a los demás—. Apolo prometió liberarla si ella le daba algo de mi
sangre. No sé para qué la necesitaba. Una vez que la tuvo, él me envió a esos bastardos y la
dejó aquí.
Apollymi se burló.
—Apolo mintiendo. ¿Imagina eso?
—Síp. De todos modos, ahora que sabemos que no eres completamente trelos, estoy
pensando que, dado que Acheron me arregló, podríamos ser capaces de arreglarte.
Phoebe se quedó boquiabierta.
— ¿Me estás perdonando?
—No, no, no. Atacaste a Davyn. Dejaste que Apolo infectara a mi padre y a mi
madrastra con un virus que casi los aniquila.
—Aunque yo te agradezco eso porque saqué a Brogan de eso —murmuró Blaise.
—Cállate, Blaise.
—Bueno, solo digo, no todos la odiamos.
Urian lo fulminó con la mirada. Luego regresó al tema en cuestión.
—Intentaste alimentarlos conmigo. Así que…
—Quiero el divorcio, Urian.
Él arqueó una ceja ante eso.
—He estado enjaulada toda mi vida. Primero por mi padre, luego mi madre. Por ti y
aquí. Quiero estar sola en el mundo real. Estoy cansada de estar atada a otras personas y
vivir según las reglas de otra persona. Solo quiero tener mi propia vida para mí.
Urian levantó sus manos en señal de rendición.
—Lo tienes. No discutiré. Me aseguraré de que seas mantenida.
Phoebe se rió.
—Heredera Peters, ¿recuerdas? No lo necesito. Tengo mis propios fondos.
—Lo suficientemente justo. ¿Al menos quieres la dirección de tu hermana?
Ella asintió.
—Eso sí quiero.
Urian le tendió su teléfono y lo desbloqueó.
—Presiona dos y llamará a Cassandra.
Mientras ella se iba sola, él se volvió hacia los demás.
—Creo que nuestra crisis del momento ha terminado.
Shadow estalló en carcajadas.
—No, no es así, princesa. Apolo tiene un cetro que puede abrir portales. Y tu sangre.
Esa es una receta para el desastre extremo. Mi úlcera acaba de sacar músculos.
Xander asintió.
—Tiene razón. Esto va a ser malo.
—Necesitamos agrupar recursos para detenerlo. —Stryker suspiró pesadamente.
— ¿Es verdad lo que dijo? —Xander sacudió su barbilla hacia Davyn—. ¿Tus daimons
ya no viven de las almas?
—Es verdad. ¿Por qué?
—Entonces estoy pensando que deberíamos entrar en una tregua oficial.
Stryker asintió.
—Una advertencia. No somos los únicos daimons que hay. Somos solo un pequeño
grupo.
—Pero puedo marcarlos —ofreció Apollymi—. De esa forma, los Dark Hunters pueden
distinguir a mis Spathi de los demás. Les daré una marca que nadie más puede copiar o
duplicar. Solo será visto por los ojos de los Hunters para que no puedan lastimarlos.
—Eso funcionará.
Bethany sonrió.
— ¿Quién hubiera pensado alguna vez que estaríamos del mismo lado?
Haciendo una mueca, Styxx se rascó nerviosamente el cuello.
—Debo decir que no me siento cómodo con los atlantes.
Bethany lo golpeó en el estómago.
— ¡Oye!
Él rió.
—Tú no cuentas.
Stryker se hizo a un lado con Urian.
— ¿Estamos bien de nuevo?
—No lo sé, solren... me cortaste la garganta. Estoy un poco jodido. —Urian esbozó una
sonrisa—. Pero soy tu hijo, así que creo que la normalidad y la cordura zarparon hace mucho
tiempo. Dado eso, creo que estamos.
Stryker lo tomó en sus brazos y le puso la mano en el cabello como lo hacía cuando
Urian era joven.
—Te he echado mucho de menos. —Esas palabras ásperas fueron gruñidas contra su
oreja.
—También te extrañé.
Por un minuto, Urian no pensó que lo dejaría ir. Finalmente, lo golpeó en la espalda y
se alejó.
Entonces Stryker hizo una pausa.
—Eres bienvenido a ir y venir. He conservado tu lugar tal como lo dejaste. Nadie ha
tocado ninguna de tus cosas.
Y eso le dijo a Urian más que nada cuánto le amaba su padre.
—Gracias.
—Está bien, me voy a decirle a mis daimons que dejen de matar Dark Hunters. Eso
podría tomar un tiempo para asimilarlo. Once mil años de instinto son difíciles de resetear.
Davyn asintió.
—Él no está equivocado. Todavía quiero cagarme en los pantalones cada vez que veo
a Acheron. —Miró hacia Styxx—. O a ti, porque te pareces a él.
Simi dejó escapar un bufido de caballo.
— ¡Oh, descarta eso! Akri es un amor. ¡Él no mata a ningún daimon lo que no tiene! —
Le dio hipo—. Ooo, ¡ese me mordió!
Phoebe se acercó y le devolvió el teléfono a Urian. Sorbió las lágrimas de su rostro.
—Gracias.
— ¿Estás bien?
Asintió.
— ¿Puedes ayudarme a llegar a Minnesota?
—Por supuesto. Iré ahora, si quieres.
Vigilaré el regreso de los demás. Xyn le pasó sus pensamientos. Cuida a Phoebe. Te
veré más tarde.
Urian asintió antes de dirigirse al portal con Phoebe para poder verla acomodada.
No tardó mucho en verla en casa de Cassandra y Wulf. En el momento en que llegaron,
Cassandra dejó escapar un grito que le sorprendió que no orbitara el mundo mil veces.
Incluso su perro gimoteó sobre eso.
Y cuando Phoebe vio a los niños, rompió en una ronda de lágrimas que era realmente
estelar, especialmente sobre la pequeña Phoebe.
Wulf le dio una palmada en la espalda.
—Supongo que te mudaras aquí, después de todo.
Urian negó con la cabeza.
—No estamos de vuelta juntos.
— ¿Qué?
—Larga historia.
—Hombre, lo siento.
Deseando sentirse tan mal como lo hacía Wulf, Urian suspiró.
—Lo aprecio.
— ¡Uri, Uri, Uri! —Jeff entró corriendo para dar un salto en sus brazos.
— ¡Umph! —Urian apenas lo atrapó—. ¡Maldición, chico! ¿Qué has estado comiendo?
¿Rocas?
Riendo, él abrazó su cuello.
— ¿Te quedas mucho tiempo?
—Nah, lo siento. Tengo que volver. ¿Conociste a tu tía Phoebe?
—Síp, pero están hablando de cosas de chicas. Es aburrido.
Cassandra y Phoebe entraron a la habitación para darle la misma mirada que la
mayoría de la gente le daba al queso de tres días que habían dejado en su auto en agosto.
Urian dejó a Jeff en el piso y le dio unas palmaditas en la cabeza.
—Bueno, con esa expresión, será mejor que corra antes de que mis testículos se
arrastren más dentro de mi cuerpo. Es posible que algún día quiera usarlos de nuevo.
Se fue antes de que se pusiera más feo o más incómodo.
Claro que estaba acostumbrado a no sentirse como si perteneciera. En todos los siglos
que había vivido, en todos los lugares a los que había llamado hogar, nunca se había sentido
cómodo o en paz. Nunca había sentido esa sensación de absoluta pertenencia.
En ninguna parte.
Esa era probablemente la parte más extraña de todo. Medea se mudó con su padre y
encontró su ritmo inmediato en Kalosis, junto con su madre. Davyn y Paris se habían
sincronizado desde el momento en que se conocieron. Incluso Danger había aparecido en el
templo de Acheron con Alexion y los dos habían establecido una casa como si siempre
hubiera estado allí. Incluso la demonio Xirena se había mudado con Simi y estaba bien.
Ahora Phoebe estaba en casa con su hermana de una manera en que Urian nunca se
había sentido bienvenido.
Y él estaba…
Perdido todavía.
A la deriva en su propia soledad.
Se sintió raro en Kalosis con Stryker y Zephyra. Mientras pasaba la mayor parte de su
tiempo en Katateros, estaba aislado en una habitación.
Para siempre, soledad.
Era todo lo que había conocido.
Oh bueno. Era lo que era. Al menos ya no tenía la culpa. Eso era algo nuevo, al menos.
Esos eran sus pensamientos hasta que abrió la puerta de su habitación y la encontró
completamente vacía. Como en un vacío absoluto. Como un buffet después de que Simi y su
hermana lo atravesaran.
¿Qué demonios?
¿Habían limpiado sus cosas para otro bebé?
Aturdido y un poco enojado, Urian se dio vuelta y fue a buscar a Alexion.
— ¿Dónde están mis cosas? ¿Nos robaron?
Alexion lo miró como si él hubiera perdido la cabeza.
—Xyn vino y se las llevó. Supuse que lo sabías.
Eso solo lo confundió más.
— ¿Dónde se las llevó?
Él se encogió de hombros.
¿De verdad? ¿El bastardo no hizo ningún comentario? Doble infierno.
Frustrado de que jugarían este juego, Urian sacó su teléfono y la llamó.
— ¿Xyn? ¿Dónde están mis cosas?
Apenas había terminado la pregunta antes de ser teletransportado a su caverna. Urian
colgó su teléfono mientras miraba alrededor del grande y lujoso lugar que ella se había hecho.
Brillante y abierto, contenía todo tipo de aparatos electrónicos de alta gama y muebles caros.
Su dragona tenía un gusto exquisito. Claro que ella siempre lo había tenido.
En el centro estaba lo que parecía ser una escalera gigante de árbol. Y cuando Xyn
bajó con un camisón verde, sintió que se le secaba la garganta y que una parte de su
anatomía se destacaba en una gran apreciación de sus exuberantes curvas que siempre
habían prendido fuego a su cuerpo.
— ¿Estás bien? —preguntó mientras reducía el ritmo.
—No estoy seguro... ¿estoy en el lugar correcto?
Ella rió mientras cerraba la distancia entre ellos.
— ¿No es esto lo que querías? ¿Te leí mal?
—No lo sé. ¿Qué leíste?
Sus mejillas se pusieron rosadas.
— ¡Dios mío, Urian! ¿Has vuelto con tu esposa?
¿Por qué estaba tan enojada con él?
— ¡Ex esposa! ¡No! —La tomó del brazo cuando ella se comenzó a alejarse y
finalmente se dio cuenta de lo que había hecho—. ¿Me has mudado contigo?
Ella le lanzó una mirada de no-duh.
— ¿No es a donde nos dirigíamos?
Antes de que Phoebe apareciera, síp. Pero después de eso...
—Pensé que habías cambiado de opinión.
Sus rasgos se suavizaron hasta una ternura que hizo que su corazón latiera más
rápido.
—No cambiamos nuestras mentes. —Ella lo besó tiernamente, luego tomó su mano
para llevarlo hacia el sofá—. Puse tu consola allí con tus auriculares. Y te compré una silla de
juego cómoda.
Incapaz de creer lo que veía, Urian la detuvo cuando se dio cuenta de la atención que
le prestaba al más mínimo detalle de sus hábitos y gustos. La ternura lo ahogaba.
— ¿Sarraxyn?
— ¿Sí?
—Te amo. Y no te daré por hecho. Gracias.
— ¿Por qué?
Por ser la única cosa que nunca había tenido en toda su existencia. Un lugar donde se
sentía querido. Donde él pertenecía.
—Por darme lo que nunca he tenido antes... un hogar.

Epílogo

Xander se encogió de hombros en su chaqueta. Qué noche de mierda. Los Dark


Hunters estaban aliados ahora con los daimons.
El infierno se había congelado.
Sí. Finalmente había vivido lo suficiente para estar sorprendido. Su madre y Confucio
tenían razón. Si te sentabas en el río bastante tiempo, eventualmente verías los cuerpos de
tus enemigos flotando.
Extraño, extraño, extraño.
— ¡Brynna! ¡No vas a creer la mierda que ocurrió esta noche!
Él frunció el ceño cuando no la encontró esperándole.
Extraño. Ella siempre esperaba a que llegara a casa.
— ¿Brynna?
Xander fue a través de la casa, buscando a su Squire.
— ¿Bryn?
¿Estaba enferma? Un mal presentimiento llegó a él. Esto no era normal.
De repente asustado, sacó su teléfono para comprobar el buzón de voz.
Los dos primeros eran basura. Pero el tercero…
Hizo que su sangre corriera fría.
La voz era de alguien que no conocía.
Tenemos a tu Squire, Dark Hunter. Es un valiente nuevo mundo. Y si no haces lo que
decimos, te la enviaremos de vuelta en trocitos.

Fin

Notes
[←1]
Fíbula: Piezas metálicas usadas en la antigüedad para unir o sujetar alguna de las
prendas que componían el vestido.
[←2]
Baldric: Cinturón usado sobre un hombro que normalmente se usa para llevar un arma
u otro implemento como un clarín o tambor.
[←3]
Hauberk: Túnica o camisa larga de malla, generalmente larga hasta media pierna o
más, que tenía mangas completas.
[←4]
Grabas: Parte de la armadura que protege las piernas

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