La identidad se presenta como una explicación de lo interno y su
enlace con el contexto; desde el principio de la vida existe una caracterización de la capacidad que tiene el individuo para acoplarse y relacionarse con un espacio vital que haga parte de su día a día. Es por esta razón que, la identidad se trata de una construcción que emerge de las relaciones entre individuos y grupo.
La identidad se desarrolla dentro de pautas culturales e históricas,
dentro de dinámicas de conflicto, con un período evolutivo propio y con un pasado y un futuro, es decir, la identidad no es fija ni estática, cambia y se transforma.
Además, de ser poseedor de una identidad cultural. El hombre la
manifiesta en la posibilidad que tiene de poder y saber adaptarse a un medio ambiente determinado.
El proceso de formación de la identidad se origina tanto interiormente
como por fuerzas externas, que cambian según, cambie la sociedad y las instituciones insertas en ella. Así también, la identidad tiene que ver más con lo descriptivo que con lo prescriptivo. Y para identificarse hay que comunicarse, transmitir mensajes y hacerse identificar por determinados conjuntos sociales.
Se puede decir que identidad es un dilema entre la singularidad de
uno(a) mismo(a) y la similitud con los otros. La identidad puede expresarse como el propio ser, el ente, lo que es, lo que existe más su entidad, su esencia, forma y valor. Bajo este marco, podrá afirmarse que: Identidad es la expresión de un conjunto de rasgos particulares que diferencian a un ser de todos los demás.
El ser humano posee características que lo identifican y lo hacen
diferente al resto de los seres vivientes y, más aún, son características que lo hacen diferente individualmente, es decir, proveen al ser humano de una identidad física, psíquica, social y moral. Así tenemos que en su evolución cultural el hombre conformó ciudades y configuró una organización propia manifiesta en la defensa mutua de sus bienes y de sus personas. Nace así la identidad cultural, dando por sentado el bien común como un todo solidario.
La primera forma de identidad que practicaron los pueblos primitivos
fue la identidad totémica. El tótem daba origen al bien o al mal y era muy significativo e importante en la vida del grupo. Luego, la vida sedentaria obligó al hombre a desarrollar técnicas para producir sus propios artículos de consumo y no depender solamente de lo que el medio ambiente le ofrecía. De cazador y recolector pasó a agricultor y ganadero, rompiendo con los ecosistemas naturales para dar pasó a los ecosistemas culturales.
Se crearon las ciudades y el tótem es sustituido por sistemas
religiosos que los hacía además de miembros de una misma comunidad, partícipes de un destino común, solidarios al compartir creencias colectivas.
Con el correr de los tiempos, se sustituye la identidad religiosa de los
pueblos por la razón y surgen las primeras escuelas filosóficas identificativas del pensamiento griego. Lo religioso, lo social y lo político (feudalismo) aportaron su cuota en la identificación cultural de los pueblos, que a su vez también formó parte de la identidad cultural latinoamericana y, por lo tanto, de la venezolana.
Todos estos cambios producidos en la Edad Media han sido
históricamente producto de factores externos, causando incompatibilidades debido a que conflictuaron las pautas ya existentes.
Cuando el cambio es impuesto, no se comprende, o se considera una
amenaza para los valores del pueblo. Este es el caso de los pueblos latinoamericanos quienes perdieron gran parte de su identidad. Al ser “descubiertos”, fueron obligados a asumir la identidad del colonizador. En este proceso, que nunca fue homogéneo, mezclaron su identidad con la europea, lo que dio origen a una nueva identidad cultural, propia de los pueblos colonizados, en la que el equilibrio social y la convivencia fraterna que ellos habían conformado cambiaron su historia y se volvieron en contra del sentido de continuidad y de permanencia creadora.
En nuestro pueblo venezolano prehispánico por ser menos numeroso
y menos desarrollado técnica y culturalmente, la cultura española predominó. Se hace presente la cultura africana, pero la integración se vio obstaculizada por la organización clasista del colonizador europeo; se establecieron barreras en la comunicación entre las distintas identidades culturales lo que dificultó su integración cultural.
Se considera que los países de América Latina, entre ellos Venezuela,
por supuesto, representan un caso bien delimitable, ya que los antiguos, autóctonos indios ocupan siempre una posición periférica, más marginal que la de los esclavos negros que fueron importados para satisfacer las necesidades de las poblaciones dominantes.
La conquista española no escapa a las leyes de hierro de toda
civilización que se expande; fue un acto de violencia, que arrasó las culturas precolombinas, detuvo su proceso cultural y trajo sufrimientos e injusticias. Siguiendo el devenir histórico, el proceso de conformar la identidad nacional (como clase de la identidad cultural) no terminó, y tres siglos después, el imperio español se tambalea al establecerse un nuevo régimen, lo que debilita el poder de las colonias. Venezuela no escapa a estos acontecimientos, produciéndose hechos como los del 19 de abril de 1810 y el 5 de julio de 1811 cuando la Capitanía General de Venezuela se declara República soberana, libre e independiente. Así, nuestra elemental identidad nacional pasó a lucir galas libertadoras.
Lo económico y lo social frustró la vida nacional; luego, las
revoluciones posteriores, la guerra federal y los golpes militares, propios de la Venezuela del siglo XIX nos dejaron con una identidad pérdida.
Con el inicio de la contemporaneidad en nuestro país; el petróleo
marco la monoproducción nacional, y se produjo un proceso de transculturación iniciado por las clases dominantes, quienes buscaron sus propios intereses económicos, sociales y políticos en detrimento de la cultura popular nacional.
La llamada cultura del petróleo dio origen a cambios bien importantes
en la vida del venezolano, dando lugar a la mezcla de elementos culturales estadounidenses y europeos. Los factores que inciden en la formación de la identidad de nuestro pueblo son muy variados, es importante encontrar nuestra historia, para tener un acervo histórico que nos deje entender quiénes fuimos, quiénes somos y con conciencia decidir quiénes queremos ser, orientando nuestra conducta social para mantener las líneas básicas de nuestra identidad.
Como los venezolanos no asimilamos la historia, carecemos de
vivencias nacionales y buscamos esas vivencias en lo foráneo. La mayoría de los venezolanos desconocemos los derechos históricos y jurídicos, tal desconocimiento conlleva falta de interés y ausencia de motivación en la conciencia colectiva. Debemos adquirir plena conciencia de nuestra historia, para conocer y entender mejor sus conflictos, sus crisis y sus carencias que configuran nuestro perfil cultural y así comprender sus antecedentes y poder dar pasos certeros hacia un desarrollo cultural.
Venezuela necesita reflexionar sobre su propia historia, y en este
proceso, abandonar el patrón de dependencia histórica y colonialismo que ha seguido siempre, abandonar la transculturación gracias a los beneficios de la industria petrolera, que permitió el consumismo transnacional y no permitió el desarrollo de una verdadera identidad nacional.
Es necesario rescatar el patrimonio cultural como representación
visible de la herencia histórica, de la memoria colectiva del pueblo, aunado a esto, también es necesario que el pasado histórico visto como objeto académico y conformado por bloques cronológicos, independientes unos de otros, se cambie por una visión de la historia como proceso general y así, darle a la educación un contenido positivo en la formación de la conciencia histórica sobre el pasado, el presente y el futuro de la vida de los venezolanos, porque los puntos de referencia más importantes para situar las vinculaciones de la acción formativa vienen dados por los espacios cultural, social y personal.