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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA EXPERIMENTAL LIBERTADOR


INSTITUTO PEDAGÓGICO RURAL “GERVASIO RUBIO”
PATRIMONIO HISTÓRICO Y CULTURAL DE LA CIUDAD DE RUBIO
RUBIO - ESTADO TÁCHIRA

Resistencia y preservación cultural de los grupos étnicos

I SEMESTRE
Especialidad: Geografía e historia
Sección: 01
Etnología y manifestaciones culturales de Venezuela
Profesor: Tonny Francisco Peña Vielma
Autor: Victmar Mora
C.I.V- 14.984.315

AGOSTO 2.021
ACTIVIDAD N° 3
ENSAYO

 RESISTENCIA Y PRESERVACIÓN CULTURAL DE LOS


GRUPOS ÉTNICOS

La resistencia indígena es un elemento que contribuye a la preservación de


la Identidad Etnica de los pueblos indígenas en Venezuela, especialmente en la
organización social wayuu. Filadelfo Morales la define como

“El proceso, a través del cual, los pueblos o naciones indígenas, primero
colonizados y, luego integrado al Estado-Nación, se han opuesto y se oponen
sistemáticamente a una asimilación homogeneizadora y reclamaron sus derechos
a tomar decisiones sobre sus propios recursos” (1993:494).

Tal afirmación nos muestra que no existe una verdadera participación


intercultural en las relaciones intersubjetivas entre los dos sistemas culturales
mencionados, por cuanto el individuo, a través de los mecanismos institucionales
del Estado nacional, ha intentado imponer diferentes modelos culturales conforme
a las distintas coyunturas históricas que han formado parte de la historia de
Venezuela. En algunos casos, se ha tratado de buscar la permanencia de un
proceso característico por su aculturación, ya que cada modelo ha representado,
en su marco espacio-temporal, un modo particular de imposición o una política
que se encuentra supeditada a una estructura de relaciones de desigualdad, es
decir, donde no existe una verdadera participación intercultural de las relaciones
intersubjetivas entre el hombre occidental y los indígenas; o un modelo
reciprocidad básico para el desarrollo global de los valores positivos inmersos en
ambas culturas.

Dicha forma de organización es de carácter funcional, debido a que la


misma guarda una estrecha relación con los valores individuales y colectivos que
configuran una dinámica compuesta por un equilibrio de relaciones intersubjetivas.
Resulta posible pensar que la comprensión antropológica de los procesos
orgánicos que explican el conjunto de valores regidores de los vínculos societales
revela categorías afines a un claro proceso de homogeneización cultural y
etnocultural frente a otros grupos distintos a la visión occidental. Dado que “...la
presencia de un sujeto que se define a si mismo” (Amodio, 1993:181), en una
relación intercultural, sostiene un debate acerca de las determinaciones
características tanto de la influencia occidental como de la resistencia etnocultural
que se ha gestado en los últimos años. Este desarrollo se ha expresado al
conservar y consolidar los valores ancestrales que potencialmente le han
permitido garantizar su sobrevivencia. En este sentido, reviste especial interés la
articulación de los valores específicos contenidos en cada saber o acción
perpetrada por el indio, los cuales requieren de una organicidad funcional de
ciertas normas y principios culturales hasta hoy considerados intocables
(sagrados) por innumerables grupos étnicos ubicados en Venezuela.

Vivimos en un país pluriétnico y multicultural, donde conviven una gran


variedad de culturas, razas, religiones, etnias, etcétera, por lo que hay que tener
presente que entre el blanco y negro hay una gran variedad de tonalidades de
gris, formada por una gran diversidad de grupos que se resisten a ser parte de esa
lógica binaria. La riqueza de la humanidad se apoya en la diferencia. Los
indígenas han demostrado a lo largo de cinco siglos que ante la opresión y el
olvido existe una cultura de resistencia, misma que ha sido, y seguirá siendo, parte
de su estrategia de sobrevivencia mientras exista un poder que pretenda
homogeneizar su pluralidad y diversidad de culturas, un poder que los excluya de
los proyectos nacionales. Su capacidad de rebelión, de resistencia y de
organización ha sido evidente y constante. Sus organizaciones campesinas –que
han aumentado notablemente a partir de los setenta–, así como se han defendido
en términos legales o han dialogado en términos de agrupaciones regionales o
nacionales, han sido también capaces de defenderse con violencia. La resistencia
se ha movido, ha cambiado de lugar, por lo que estos grupos seguirán
encontrando cauces distintos para resistir a las distintas manifestaciones de
opresión y violencia que en su contra surjan desde el poder instituido.
Con el crecimiento de las economías modernas, quienes buscan empleo en
todo el mundo emigran a las grandes ciudades, dejando atrás sus comunidades
rurales y, a menudo, las lenguas, costumbres y rituales de sus antepasados. Esto
es especialmente cierto para las minorías indígenas que viven en países en rápido
desarrollo. Los antropólogos y etnólogos no son los únicos preocupados por esto.
Y no son los únicos que creen que algo valioso desaparece cuando los pueblos
indígenas pierden su lengua y costumbres.

La diversidad cultural es una condición objetiva de las sociedades


contemporáneas y ha adquirido importancia en los últimos tiempos en razón del
dinamismo con el que dicha diversidad evoluciona y por la heterogeneidad moral
que de ella se desprende, lo que muchas veces se constituye en fuente de
tensiones sociales y políticas que obligan a transformaciones institucionales con
miras a garantizar la coexistencia pacífica. Estos problemas se proyectan sobre
instituciones como la ciudadanía y obligan a una reflexión para poder comprender
los problemas prácticos. No puede olvidarse que las instituciones actuales se han
nutrido de esos debates, y si se quiere contribuir a comprender y mejorar las
instituciones existentes. Ese debate debe abarcar las tensiones conceptuales
generadas por ese dinamismo.

En la discusión sobre el reconocimiento de las identidades culturales y la


construcción de ciudadanía multicultural se hace necesario el debate, pues
siempre hay resistencias al cambio y recelos que obstruyen la marcha de las ideas
y que dibujan realidades conflictivas según sean los nuevos sujetos de derechos o
concepciones del orden social, por mencionar algunas aristas críticas.

Venezuela es un escenario de esos necesarios debates. La construcción de


una ciudadanía multicultural en Venezuela con la CRBV ha supuesto la crítica a la
ciudadanía homogénea que estuvo contemplada en la Constitución de 1961; sin
embargo, no puede omitirse que esa misma idea contribuyó a consolidar la
democracia y definió condiciones para que los indígenas fueran irrumpiendo poco
a poco en la palestra nacional y alcanzar logros de vital importancia para la
protección y promoción de su cultura, algo que no puede perderse de vista.

Los procesos que han llevado al reconocimiento de los derechos indígenas


en Venezuela revelan una trayectoria importante de estos pueblos y comunidades,
al tiempo que muestran que las transformaciones de las instituciones políticas
hacen necesario el fortalecimiento de la democracia como condición propicia para
la construcción y ejercicio de la ciudadanía, una tarea que luce impostergable hoy
en día.

Los problemas que actualmente se presentan para la realización de los


derechos indígenas ameritan —además del respeto debido entre culturas
llamadas a convivir juntas como una suerte de interculturalidad—, el
fortalecimiento de la democracia representativa y del pluralismo y la construcción
de un lenguaje ético que permita fortalecer el vínculo cívico, tareas pendientes
dentro del proceso de transformación de la democracia venezolana. ¿Cómo
lograrlo? Esto ya es tema de otro trabajo para seguir reflexionando sobre el
convulso escenario político de la actualidad venezolana.

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