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más presente. Como lo escribe Stanley Cavell "la realidad en una fotografía se
me presenta mientras yo no esté presente;y un mundo que conozco y que veo
(sin que falte mi subjetividad), es un mundo pasado"."' Su extraña paradoja
es la de acercarnos lo mayormente posible a aquello de lo que nos aleja y nos
separa para siempre en la conciencia exacerbada, de lo que Barthes da prueba,
de la irreversibilidad del tiempo y de lo irremediable de la pérdida. ¿Pero hay
que concluir que allí se trata de lo invariable eidètico de la fotografía o de una
de sus modalidades entre otras, aunque fuera la más difundida?
La imagen-proceso
La imagen no es una relación con las cosas, las imágenes hacen o crean rela-
ciones singulares, inadvertidas entre las cosas, como una corriente y fuerzas
que pasan entre ellas para enlazarlas o rechazarlas. No quiere decir que no se
expresen en ellas los puntos de vista de aquellos que las han hecho, pero esos
puntos de vista no tendrán relevancia sin revelación particular sobre un estado
de cosas natural, social o metafisico. Lo interesante en una imagen, no es el
reflejo de una situación o la expresión de la psicología de su autor, es la inter-
vención (intervenire, venir entre), la llegada entre las cosas para que ocurra una
nueva configuración, nuevas relaciones, una nueva sensibilidad. Hay que dejar
de ver en las imágenes una imitación o una manera de ver las cosas para consi-
derarlas en la dinámica procesadora de una invención de relaciones; lo que nos
hacen las imágenes, la manera que tienen de afectarnos, está ampliamente
ligada a lo que hacen, a la manera que tienen de operar nuevas conexiones de
las que proceden nuevos perceptos. Más allá de la imagen especular y de la es-
peculación imaginaria, o más bien en ruptura con ellas, están las imágenes in-
terpuestas y escalenas, oblicuas, que trazan diagonales, líneas de fuerza, tensio-
nes, alianzas en las que se actualizan posibilidades que la percepción ordinaria
ignora. El arte contemporáneo es desde ese punto de vista un revelador con su
manera de proceder por intromisión, bajo la forma de instalaciones o de inter-
venciones, antes que por representación. Sin duda hay imágenes que no hacen
más que reproducir un estado paralizado de las cosas, que detienen sus movi-
mientos para conformarlos a un cliché reconocible, pero la imagen como inter-
vención entre las cosas es precisamente lo contrario de una pausa de imagen.
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Gilles Deleuze es el filósofo que lanzó las bases de una estética pragmática
que permite pensar el obrar propio de las imágenes. Me refiero particular-
mente al texto que escribió en homenaje a François Chátelet, Feríeles y Verdi.
La filosofia de François Chátelet.' Aunque no se trate explícitamente la cues-
tión de las imágenes, en ese texto elabora un mapa del racionalismo inventivo
y plural de François Chátelet en el dominio de la historicidad, e incluso si se
puede pensar que se aparta deliberadamente de ahí con la referencia final a la
música, arte sin imágenes por excelencia otorga, sin embargo, los medios para
pensarlas. A continuación, el pasaje en el que Deleuze define lo que entiende
1 Cilles Deleuze, Périclès et Verdi. La philosophie de François Chátelet, París, Minuit, 1988 [trad,
esp.: Pericles y Verdi: la filosofía de François Choie/et, Valencia, Pre-Textos, 1989]. Una primera version
de este texto se pronunció en el marco del homenaje a François Chátelet que organizó el Collège
International de Philosophie.
LA INVENCION DE LO VISIBLE 61
El ejemplo del paisaje no debe sin embargo hacer pensar que el arte sería hu-
manista y consistiría en darle un rostro humano a las cosas. Sin duda se puede
ver en la pintura, sea cual fuere el motivo o el género, una variación infinita
sobre el tema del retrato que en el fondo sería su paradigma. Todo vendría a
ser retrato, naturaleza muerta y paisaje, escena de la vida cotidiana y frescos
mitológicos o históricos, detalles y vastos conjuntos, "zapatos" de Van Gogh y
Entierro en Ornans de Courbet; todo vendría a ser retrato porque estaría en la
esencia de la pintura ser exposición, figura que se expone al reconocimiento,
dirigida hacia nosotros, mostrándose como en esos retratos en los que la ve-
mos darse la vuelta y mirarnos por encima del hombro; toda pintura sería esa
vuelta, ese "giro" que hace salir toda cosa desi. Es la hipótesis fuerte que sugie-
re Jean-Luc Nancy en Le Regaré du portrait donde luego de haber mostrado en
el retrato la producción, en el sentido pleno de la palabra, de la autonomía del
sujeto humano, encara su extensión al conjunto de la pintura: "si todo sujeto
es retrato, entonces toda pintura es tal vez figura y mirada".' Es verdad que se
puede ver en el paisaje un rostro, reflejo de la mirada organizadora y expresión
de los estados de ánimo de la interioridad, en el destello de una naturaleza
3 Jean-Luc Nancy, Le Regard du portrait, Paris, Galilée, 2000, p. 27 [trad, esp.: La mirada del retrato,
Buenos Aires, Amorrortu, 2006],
64 PATRICK VAUDAY
muerta el ojo mismo de las cosas, en la esfera de ese reloj la figura enigmática
del tiempo, y en toda pintura una máscara en la que se resguarda la mirada,
pero se puede asimismo invertir la metáfora para ver el rostro en el paisaje, el
ojo en la piedra irisada y el tiempo en la playa de arena desierta. Podemos que-
rer encontrar al hombre por todas partes como también podemos cansarnos
deesoy aspirar a un mundo un poco menos "demasiado humano" (Nietzsche).
Humanizar una materia, no es producirla a imagen del hombre y del modelo
antropológico, es colocarla en el estado de producir su relación con otras mate-
riasy consigo misma,visualizarla para hacerla entraren composición,tensión,
variación, resonancia,disonancia,etc...Se podria tomar el ejemplo de los pinto-
res que supieron en la terminación de materias textiles heterogéneas inventar
la fórmula de su composición y de su textura visual (entre muchos otros. Van
Dyck, Rubens, Delacroix); prefiero aquél de un pintor absolutamente no figura-
tivo cuya obra se presta menos que otras a la proyección antropomorfa.
Pierre Soulages es ese pintor. Antes que analizar una de sus obras cuya evo-
cación precisa en su ausencia o en la ausencia de su reproducción fotográfica
es por lo menos peligrosa y vana, citaré de él un texto muy bello en el que
relata la experiencia matricial de su obra:
Cuando niño, desde la ventana del cuarto en el que hacia mis debe-
res de escolar, podía ver sobre la pared de enfrente una mancha de
alquitrán. Me gustaba mucho mirarla: la amaba.
Era, más o menos a un metro cincuenta del suelo, una especie de
enorme salpicadura negra, rastro que probablemente dejó el cepi-
llo de un obrero vial que había asfaltado la calle. Tenía una parte
unida, superficie calma y lisa que se enlazaba con otras más acci-
dentadas, marcadas a la vez por las irregularidades de la materia y
por una directividad que dinamizaba la forma; el borde era por un
lado rollizo,y además presentaba algunas protuberancias a medias
inexplicablesy a medias portadoras deesa coherencia que la física
otorga al aspecto de las manchas de líquido proyectado sobre una
superficie. Ahí leía la viscosidad del alquitrán, pero también la fuer-
za de proyección, los derrames debidos a la verticalidad de la pared
y al peso, enlazados también con el tono de la piedra.
LA INVENCION DE LO VISIBLE 65
5 Ibid., p. 274.
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objeto que quiere ser, que a pesar de todo dé imagen de su carácter de objeto
para someter su evidencia a la mirada, sin lo cual no sería más que una cosa
(ualquiera entre las cosas. La pintura necesita a la imagen para abrir el objeto,
para su despliegue fuera de sí mismoy su exposición, pero una imagen que ya
no sea la expresión del sujeto sino la del objeto mismo y, de alguna manera,
a través de sí mismo. Lo que piensa Pierre Soulages es menos muestra de la
ausencia de imagen que de otro régimen de la imagen que se esfuerza en ser
la expresión inmanente del espacio, de la materia y de la luz.
¿La fascinación de Soulages por la mancha de alquitrán no procede en efec-
to de que la ve desplegar su propio espacio con sus salpicaduras, tensarse y
relajarse como una piel viva sobre la superficie de la pared, animada por todos
los accidentes de su textura y manejando la luz y la sombra? Ya no se trata
para la pintura de imitación de las cosas ya que va a tratarse de llevar a cabo su
dinamismo y su manera de ser concreta y singular. La pintura no abandona lo
figurativo sino para alcanzar el registro de imágenes sin imagen; a través de
lo cual hay que entender imágenes que por no tener semejanza ni promesa
de figuras son las únicas capaces de producir el inesperado disfrute de una
mancha de alquitrán sobre la pared.^
6 Este análisis es parcialmente tomado de un texto publicado en italiano,"A che cosa fa pensare
la macchia di pittura?", en Ai limiti deiïimmagine, bajo la dirección de Clemens-CarI Härle, Macerata
(Italia), Ouodilibet Studio, 2005, pp. 199-209. Arriesgué la idea de una imagen sin imagen o imagen
vacía en La peinture et l'image. Ya-t-il une peinture sans image?, Nantes, Pleins Feux, 2002, pp. 32-35.
7 Jean-Luc Nancy, op cit, p. 48-49.
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8 Jacques Lacan,"Le stade du miroir connme formateur de la fondation du Je", en Écrits, Paris,
Seuil, 1966 [trad. esp.: Esento, Buenos Aires, Paidós, 1981].
9 Georg W. F. Hegel,"L'imitation de la nature", en Esthétique,tomo I, Paris, Champs/Flammarion,
1979 [trad. esp.: Estética, tomo I, Buenos Aires, Losada, 2009].
10 Cillez Deleuze y Felix Guattari, M;7/eP/oteoux, Paris, de Minuit, 1980, p. 208: "La cabeza está
comprendida en el cuerpo, pero no el rostro. El rostro es una superficie..." [trad, esp.:MiV mesetas,
LA ÌNVENCÌÓN DE LO VÍS1BLE 69
el que vienen a jugar y a pelearse las fuerzas procedentes tanto del adentro
como del afuera y el rostro reflejo como un plano o un "mapa"-dicen Deleuze
y Guattari- en el que vienen a escribirse los signos y las marcas de la socie-
dad." La disociación de la cabeza y del rostro, la relación y la no relación entre
los dos, está puesta en práctica en la pintura de Bacon. Desfiguración si se
quiere, con la condición de entenderla en el sentido propio,que no es violentar
la humanidad del rostro sino arrancar la máscara que oculta las fuerzas y los
relieves de la cabeza. De ahí proviene que los retratos de Bacon sean lo más
semejantes posible a pesar de su brutal desemejanza aparente. Ese desen-
mascaramiento Bacon lo obtiene curiosamente a partir de la fotografía que
es el arte por excelencia del enrostramiento, de la superficie de inscripción de
los rasgos de la socialidad; pero él la utiliza sólo para sacudirla, hacer mover
el rostro y borrar sus rasgos, como en esos autorretratos fotomatones que el
pintor hizo de sí mismo. De lo que se trata para él es de llegar al mascarón,
incluso al cráneo que sostiene al mismo tiempo que se resiste a la apariencia
compuesta del rostro." ¿Qué queda cuando se borra el rostro? De Munch a
Bacon pasando por Bonnard {El boxeador, autorretrato, 1931) y Giacometti (el
escultor sobre todo), una misma respuesta: la cabeza o el retrato sin rasgos.
De lo que tal vez resulte que el grito haya sido un topos de la pintura del
siglo XX. Munch desde luego, y Bacon con su ambición afirmada en pintar el
"grito'V' pero Picasso sobre todo, el de Guernica que lo radiografió en la figura
tetanizada de la madre que da alaridos por la pérdida de su hijo, y cuya des-
cripción parece haberse anticipado con Georges Bataille en ese pasaje de un
texto escrito en 1930:"en las grandes ocasiones, la vida humana aún se con-
centra bestialmente en la boca, la cólera hace rechinar los dientes, el terrory el
sufrimiento atroz hacen de la boca el órgano de gritos desgarradores. Es fácil
observar con respecto a esto que el individuo trastornado levanta la cabeza
tendiendo el cuello frenéticamente, de manera que la boca llega a ubicarse.
14 George Bata'iWe, Œuvres complètes,1, Paris, Gallimard, 1970, p. 237. Véase el pasaje dedicado al
grito en La Matière des images, op. cit., pp. 215-218.
15 Infra, pp. 52-63.
16 En francés têtue, cuya raiz hace referencia a la cabeza, tête. [N. del T.]
17 David Sylvester, op cit., p.98.
18 Bacon evoca su relación con la fotografia en la segunda entrevista con David Sylvester, op. cit,
pp. 67-98.
lA INVENCIÓN DE LO VSSl BLE 71
La prosa fotográfica
Borrado del rostro de la pintura y a través de la pintura pero regreso del rostro
en la fotografia contemporánea.'^ Este retorno no es tomar a cargo una fun-
ción que la pintura dejó de lado, salvo en su rol de representación social de la
persona (fotos de identidad,fotos-recuerdos), es más bien una interrogación y
un juego con las identidades, una puesta en abismo del sujeto en la multipli-
cidad de las imágenes que lo representan. Si la cabeza está en relación con las
fuerzasy las energías del cuerpo,el rostro es en cuanto a él relación del sujeto
consigo mismo, con otro, con el socius. Como decía Marx del lenguaje humano
al que está ligado, el rostro es esencialmente relación ya que está dirigido ha-
cia (Jean-Luc Nancy) o abandonado a (Lévinas) otro. Superficie de expresión, el
rostro es un palimpsesto que lleva las marcas de una historia personal fijada
en la fisionomía, e incluso transpersonal con las marcas genealógicas de un
linaje,'" no es menos revelador de un grupo social, de un estilo de vida y de una
época. Las fotografías y las películas fundadas sobre el principio de la recons-
trucción visual de una época nos enseñan al menos esto, la historicidad del
rostro. La restitución del rostro pone al día su modelo de producción. Olivier
Blanckart disfrazado de Jean-Paul Sartre {Moi en Jean-Paul Sartre, 2000) pro-
duce, más allá de la simple parodia, la producción/composición histórica de la
imagen del intelectual de los años sesenta; su tema no es Sartre sino el código
que se apoya en el estilo de su imagen. Es notable que la fotografía contempo-
ránea trate a menudo al rostro en la doble modalidad de la monumentalidad y
de la serialidad,y casi siempre bajo la égida de una banalidad sobreexpuestay
descontextualizada; así los retratos hechos porThomas Ruffy Valérle Belin que
presentan agrandamientos de rostros (respectivamente 210 x 165 cm a colory
i6i X 125 en bianco y negro) tomados de frente sobre fondo neutro según un
protocolo casi antropométrico. Con la monumentalidad, el cliché fotogràfico
debidamente encuadrado rivaliza con la pintura de retrato a la antigua pero
el rostro sobredimensionado que satura el marco absorbe y borra el cuerpo
que hubiese podido ponerlo a distancia. A la representación en circunstancia y
distanciada del sujeto se sustituye su sobreexposición neutra y glacial; privado
de interioridad y de historia, el rostro asigna chata y crudamente al sujeto a
su imagen objetivada, como si hubiese pasado por entero del lado de su ima-
gen y no fuera más que aquello que exhibe la fotografía, pura superficie sin
profundidad, pura visibilidad sin opacidad. Pero esa reducción del rostro a una
constatación tan obscena y petrificante como impresionante apunta menos
a la objetivación del sujeto fotografiado que a comprometer la relación del
espectador con la fotografía; expuesto sin rodeo a la exposición fotográfica,
experimenta el malestar de la exposición integral a la que lo somete la ima-
gen. El sujeto no es más, como en el retrato clásico, aquel que se produce en su
imagen sino aquel cuya imagen produce reduciéndolo a la objetividad y a lo
extraño de la apariencia.
La presentación del rostro en una serie de retratos que movilizan un pro-
tocolo de toma de planos absolutamente idéntico introduce otra inflexión, la
de la diferencia. El retrato pictórico clásico implicaba la diferencia en sí mismo
o a través de sí mismo del sujeto representado que al exponerse producía la
diferencia de su absoluta originalidad; el sujeto del retrato hacia la diferencia
en él, su diferencia, en el sentido por el cual el cogito implica que es sujeto
aquel que dice que lo es en calidad de sujeto del acto de enunciación. Con la
disposición en serie de los rostros en un marco estándar, el sujeto no es más
su diferencia o la relación consigo en el yo-mismo de la exposición subjetiva,
se convierte en una simple variable diferencial de la serie, éste en tanto se dis-
tingue comparativamente de aquél o de aquél otro, exactamente como en el
procedimiento policial de la identificación del sospechoso en una serie de fo-
tografías propuestas a la sagacidad de un testigo. El sujeto sustancial cede el
lugar al sujeto superficial y diferencial.
La metamorfosis es otra modalidad de la disposición en serie fotográfica
del rostro que interroga la identidad en la triple dimensión de la relación con-
lA INVENCIÓN DE LOVSSlBLE 73
sigo mismo, con los otros y con los roles sociales: registro sobre la esfera facial
del trabajo del tiempo, variaciones de humor en la relación con otro, semejan-
zas equivocas bajo las desemejanzas,^' El principio de la serie es entonces el de
la pequeña diferencia que aleja al sí mismo de su semejanza para comprome-
terlo en otras semejanzas. Las metamorfosis temporales y expresivas (Rineke
Dijkstra, Roni Horn)," o las que afectan la distribución de los roles sexuados
(Lawick y Müller)'' y sociales deshacen la unidad simple del sujeto para hacer
de él un complejo relaciona! inestable, como si no cesara de dejarse plantado.
Yo no es solamente otro, es una multitud cambiante y mutante en la que el
sujeto se pierde de vista, se dispersa en el mosaico de las apariencias y pasa
a lo imperceptible resbalando entre las imágenes. A la identidad se opone la
imposible identificación de la figura en la variación y la superposición de sus
imágenes, como en esas adivinanzas visuales en las que una forma se disimula
entre otras de las que toma prestadas sus partes componentes. Si el rostro-
mosaico se convirtió en uno de los lugares comunes de la fotografía contem-
poránea, es menos para entonar el estribillo de la diversidad de identidades y
del patchwork de las culturas que para desacreditar la función identitaria de
la imagen y conducir auna exploración de sus diversas facetas y convulsiones.
LO INSÓLITO
ginación y a la idea sin las cuales el mundo pierde todo sentido y se hunde
en la "trivialidad positiva"del reino de la mercancía. Al paralelismo que hace
el poeta entre el reino de las "frías exigencias del pago al contado" (Marx) y
el reino anunciado del cliché fotográfico no le falta pertinencia, sobre todo
cuando haciéndose eco del análisis del filósofo ve en él un desencantamiento
que traduce una desimbolización del mundo; con la sustitución del simple
intercambio económico a los intercambios de las sociedades anteriores, se
acabó en lo sucesivo la posibilidad de poner al mundo bajo la perfusión del
ideal que le daba un sentido; la naturaleza no es más un "bosque de símbolos
vivientes"que habla en hexámetros, noes sino un recurso vendido por metro
cúbico y a precio vil. La fotografía, observa Jean-Marie Schaeffer, es para Bau-
delaire la negación absoluta del arte del que ignora la dimensión simbólica y
la posibilidad quefunda de recreación del mundo a través de la espiritualidad
de los símbolos;'" en lugar de abrir el mundo al infinito murmullo de las ana-
logías simbólicas, su estéril reproducción lo reduce al silencio y a la futilidad
de los hechos brutos.
¿Pero la fotografía es reproducción y nada más que eso? Según Jean-Marie
Schaeffer, que habla de fotografía anterior a la era numérica, "es siempre la
imagen de algo, por lo tanto es de una cierta manera siempre 'segunda'. Pero
esta 'secundaridad' no se refiere a u n a visión fundadora: la imagen fotográfica
puede ser perfectamente una visión inédita sin por eso dejar de estar fundada
en 'entes' dados de antemano";'' dicho de otra forma, si la fotografía no es
una epifanía del ser, no reproduce sin embargo sin producir otra cosa aparte
de lo que reproduce. Lo que reproduce son los seres, las cosasy los lugares que
siempre reconocemos, aun cuando los conozcamos; ¿pero la literatura, a su
manera,y la pintura figurativa, a la suya, proceden de otra forma? Ahora bien,
mientras que la literatura y la pintura se asientan, con palabras o figuras, en lo
ordinario de la realidad común para embarcar al lector o al espectadory hacer
despegar la ficción, la fotografía tiene eso de particular que sólo produce lo
nuevo y lo nunca visto con lo que ya se conoce. ¿Cómo es posible?
24 Jean-Marie Schaeffer, L'image précaire. Du dispositif photograpliique, París, Seuil, 1987, pp. 176-177
[trad, esp.: La imagen precaria, Madrid, Cátedra, 1990],
25 /b/d., p.i9g.
lA INVENCIÓN DE LOVSSlBLE 75
26 Jean-Marie Schaeffer va en ese sentido con su análisis de una fotografía de Robert Frank: "esa
foto es un escándalo, no moral ni metafisico, sino más bien físico y lógico a la vez" (op. c/í., p. 204).T.O.
76 PATRICK VAUDAY
LA ANÉCDOTA
29 El término es de Jean-Marie Schaeffer (op. c/í, p.i86);del griego st/gmo, marca de lesión en el
cuerpo, de stizeín, pinchar; la instantánea vendría a ser el pinchazo del instante.
78 PATRICK VAUDAY
MONTAJE
móvil. Es lo que Deleuze llamó "la imagen movimiento": "el cine no nos da
una imagen a la que vendría a agregarle el movimiento, nos da inmediata-
mente una imagen-movimiento".'' Un plano fijo nunca es inmóvil, los micro-
movimientos de los cuerpos y las variaciones de luz lo recomponen sin cesar
frente a los ojos del espectador que recibe de él una impresión de vida; el cine
al dar vida a las materias y al espacio, al escrutar los cambios que los afectan
imperceptiblemente muestra un mundo que está siempre en movimiento, un
devenir en la duración:"por primera vez, la imagen de las cosas es también la
de su duración".MSe puede hablarde un régimen de la imagen cinematográfi-
ca en el sentido con el que se habla en física de los regímenes de movimiento,
lento o violento, lineal o turbulento, o en mecánica de las diferencias de ve-
locidades entre esos elementos. El ejemplo más simple, es sin duda también
el más habitual, es aquel del plano-secuencia que se toma desde un móvil,
automóvil o tren, lo que se llama un travelling; en el primer plano, lo más cer-
canamente posible de la cámara que se lanza en el movimiento del móvil,
un flujo indistinto que corre a toda marcha, rayado de a ratos violentamente
por la silueta huidiza de un poste eléctrico, de un transeúnte o de otro vehí-
culo; en el segundo plano, desplazamiento rápido del paisaje cercano que ya
se tuvo el tiempo de distinguir y de ver pasar; y así sucesivamente hasta el
plano lejano en el que el espacio parece embotarse en una cuasi inmovilidad.
Las relaciones de velocidad son un componente esencial de la animación del
plano, manejan tanto la dimensión del espacio -espacio cerrado o abierto-y
su mayor o menor densidad de población como sus efectos de sorpresa según
que los movimientos sean previsibles o no. Lo que vale para el paisaje vale
para el rostro. Del travelling sobre el paisaje podemos llegar al rostro que lo
contempla detrás del cristal y al desfile de pensamientos y de afectos que
pueden leerse en él; el rostro tiene también sus ritmos y sus diferencias de
régimen que manejan variaciones de relación entre los rasgos de expresión:
tristeza, pensamiento, ensueño, calma, espera,deseo, inquietud,alegría, etc.
34 "Lo que, cinematográficamente, 'informa' las imágenes y las articula entre sí, es lo que de ellas
se desprende como plano" (Pascal Bonitzer, Le Champ aveugle. Essais sur le cinéma, Paris, Cahiers du
Cinéma/Gallimard, 1982, p. 17).
35 Jacques Rancière, La Fable cinématographique, pròlogo "Une fable contrariée", Paris, Seuil, col. La
Ubrairie du XXIe siècle, 2001, p. 17 [trad. esp.: La fabula cinematogràfica, Barcelona, Paidós Ibérica, 2005].
36 Ibid.
37 "Las múltiples experiencias de Kulechov... tienden todas a mostrar que es imposible no
suponer una relación (una contigüidad, un sentido) entre dos imágenes, entre dos cuerpos
arbitrariamente pegados uno a continuación del otro" (Pascal Bonitzer, op. cit., p. 28).
lAINVENCIÓN DE LOVSSlBLE 81
LA LLEGADA
38 Gotthrop E. Lessing, ioocoon, París, Hermann, col. Miroirs de l'art, 1964 [irad. esp.: Laocoonte,
México, Porrúa, 1993].
39 Ibid., p. 17.
82 PATRICK VAUDAY
41 Ibid., p. 63.
42 André Bazin,"Le mythe du cinéma total", en Qu'est-ce que le cinéma?, op. cit., p. 23.
43 Ibid., p. 23.
84 PATRICK VAUDAY