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Definición de arte:

“Es lo que queda de una interrelación esencial del ser humano frente al mundo, para atraparlo y

comprenderlo, y para lo cual es necesario simbolizarlo. En la medida en que pueda simbolizarlo, él

es artista y el arte es eso que hace el artista.” Luis Felipe Noé.

Tesis

El proceso de creación en el campo del arte puede ligarse a los rituales de reactualización

arquetípica del momento primigenio de la Creación cosmológica. Por ese motivo, la hipótesis es

que la obra de arte, aquella práctica antigua del ritual cosmogónico, donde se dan en simultáneo

dos movimientos : la expresión ,caótica, rizomática, y la simbolización que añade un elemento

trascendente a la misma obra, y que aparece como conjuración del drama cósmico. La obra de

Luis Felipe Noé, a partir de una poética netamente moderna, puede ejemplificar esta similitud en

los temas que problematiza su obra y su reflexión en cuanto a la práctica artística que considera

explícitamente tanto la noción de caos, como así también cierta mirada al símbolo en algunos

momentos de su carrera.

Conceptos de caos

«El ser parece sufrir. El ser no es libre sino por la acción del caos. ¿Qué es el caos? El

caos es la persistencia de lo anterior en lo posterior, de lo lejano en lo íntimo, e

inversamente. El caos es el destino doloroso del ser. El caos es el resultado de la

ilimitación del ser, de su simultaneísmo espacial y temporal, y de su totalidad reunida y

disgregada”. Ver similitud con el concepto de Símbolo*

Eduardo Cirlot
“Para el análisis moderno, el caos no es sino una denominación subsidiaria que simboliza

la turbación del espíritu humano delante del misterio de la existencia (DlES,110). El caos

precede la formación misma de lo inconsciente. Equivale a la protomateria, a lo

indiferenciado, a lo informal, a la pasividad total a que aluden las tradiciones platónicas y

pitagóricas.”

Jean Chevallier

 Los conceptos de caos y orden se encuentran en la raíz misma del pensamiento y la

percepción humanas. Se puede rastrear su influencia en diversas áreas del saber humano

a través del tiempo.

 Antiguamente, estos conceptos se encontraban simbolizados en el pensamiento

mítico en diversas figuras divinas y arquetípicas.

 La filosofía retoma estos conceptos, se pregunta por ellos y les asigna diversos

sentidos que resultarán definitorios para la cultura occidental.

 La psicología, que en su campo de estudio, el individuo y su relación con el

mundo, vuelve sobre este binomio, a través de nociones como las de consciente

e inconsciente, que en muchos aspectos son conceptos análogos, y los explora en

el campo de la percepción y el comportamiento humanos..

En la práctica artística, y por su relación íntima con la percepción sensorial, las nociones

de caos y de orden, son auxiliares constantes para su reflexión.. Sin embargo, es en la

modernidad conjuntamente al desarrollo de la practica autónoma del artista que éste

comienza a reflexionar sobre su propia actividad, lo que permite conceptualizar y hasta

tematizar ese binomio.


En este sentido, la obra de Luis Felipe Noe, deudora de las corrientes artísticas y de

pensamiento de la modernidad, se erige en base a la elección de una de las partes de

aquel binomio conceptual: el caos.

Sin embargo, como en toda obra hay una latencia imaginal , ligada a la tradición

Simbolista occidental, que permite contraponer al mismo tiempo, una tendencia

integradora y ordenadora de la expresión caótica.

A partir del estudio de lo simbólico, puede inferirse que la obra caótica no sólo expresa el

despliegue azaroso, la expresión pura de un movimiento, sino que, por el proceso de

simbolización concomitante a la obra y la poética, permite vislumbrar una estructura, en

palabras del propio Noé…. CAOS COMO ESTRUCTURA- .

En el corpus de obra, de Felipe Noé, el juego dialectico entre el caos y su opuesto, es el

que establece la poética.

El propio artista reflexiona y dice que no contrapone su caos al orden, sino que su

orientación tiende a una “asunción” del caos. Esto es, el caos como “modo de

despliegue”, que revela una estructura nueva o diferente.

La obra y el artista se desdibujan. El “dispositivo obra·expresa el proceso que pone en

marcha el artista, pero no concluye en su materialización, sino que genera nuevas

posibilidades que se ramifican. El observador continúa y recrea.

Es caótico en tanto siempre está en construcción, no es una estructura acabada y cerrada en sí,

sino que se despliega en el mundo(¿Agamben, Heidegger?)

¿Puede pensarse el caos como un símbolo en la postmodernidad? Joyce, Jung.cirlot

¿Cómo se relaciona el pensamiento simbólico al caos? ¿En la simbolización se conjura el caos? ¿Se

necesita la compensación del concepto de orden para poder desarrollarlo?


Para Noé, el caos no posee una contraposición, puesto que el caos no es una posición, sino

devenir.

El paradigma de la ciencia Moderna, ejemplificado en Galileo Galilei, concibe un universo

ordenado, en el cual todas las manifestaciones están supeditadas a un principio generador, la

naturaleza, a la que pretende develar y clarificar en leyes. Según la autora, una proyección

legalista, como si una intención casi policial quisiese obligar a la naturaleza a obedecer a las leyes

que la mecánica clásica descubrió para gloria de la ciencia moderna.

A esta actitud contrapone la de la investigación contemporánea, que se esfuerza por comprender

los procesos cambiantes y la movilidad caótica inestable y vertiginosa según Ravera.

A partir de estas dos vertientes, la autora pretende hallar precedentes significativos en el

pensamiento que permitan configurar una perspectiva histórica y rastrear su influencia en los

procesos de arte. A este respecto, señala las ideas de los filósofos clásicos griegos, Aristóteles,

Heráclito, Platón, los filósofos estoicos y los epicúreos. Señala como antecedentes de la actitud

contemporánea las ideas de Heráclito de Éfeso (Éfeso, 540 a. C.-480 a. C), por ejemplo, filósofo

griego que afirma que el fundamento de todo está en el cambio incesante. Es un proceso de

continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa.

Los epicúreos, por otra parte, que basan su pensamiento en Epicuro de Samos, filósofo griego del

siglo IV a.C, se acercan a la sensibilidad contemporánea en su formulación de los átomos, permite

pensar en la diversidad implícita en el orden. Según su pensamiento se debe al suministro infinito

de átomos, que haya una cantidad infinita de mundos, o cosmo.

Ya en las puertas de la Modernidad, se mantuvo esta mirada. Se encuentra la cosmovisión

renacentista donde el universo es racionalizado por el artista que interpreta y produce en la

realización de un espacio homogéneo, que busca la armonía de las formas, lo cual es evidente en
las producciones pictóricas de este período, donde destaca el descubrimiento de la perspectiva

lineal, el punto de vista monocular o único. De esto se desprende una supeditación de las partes al

todo. Se silencia la diferencia, a decir de Ravera.

Distinto al enfoque renacentista, el barroco, ya en el siglo XVIII, con su puesta en escena de la

oposición de luces y sombras que puede observarse en sus producciones, deja entreabierto el

espacio de la indefinición, al sutil juego entre lo determinado y lo indeterminado, que la autora

entiende como afín a la subjetividad contemporánea (de hecho, habla de un neobarroco en la

contemporaneidad). Esta concepción invade la creación artística en la modernidad, que rompe con

la filosofía de la naturaleza cartesiana y posee dos pilares fundamentales que Ravera considera

insoslayables y que pueden clarificar ciertas nociones necesarias:

En primer lugar, Gottfried Wilhelm Leibniz, Filósofo que vivió en el siglo XVII, con su idea de la

mónada: un universo cerrado que alberga la pluralidad se contrapone a la ley mecanicista de la

naturaleza cartesiana. El filósofo toma partido por un organicismo vitalista monádico.

En la rama de la lingüística, por otra parte, es el filósofo decimonónico Charles Sanders Peirce, con

su semiosis ilimitada quien la autora considera de capital importancia para el abordaje de la

actividad artística actual, ya que permite pensar en estructuras donde el equilibrio no sea la ley,

sino el despliegue de las posibilidades, que considera el fundamento del arte contemporáneo.

La autora parece hallar un hilo conductor de ideas que pretenden explicar y entender los procesos

de arte como devenir, como posibilidad de despliegue. Desde esta postura, se ve que la actividad

artística en los últimos siglos se ha visto influenciada por la filosofía y la ciencia, lo cual permite

comprender la actitud contemporánea respecto del alejamiento de las leyes deterministas, tanto

en la ciencia como en el arte, que, desligándose de las tradiciones, encuentra en lo particular la

posibilidad creativa. Es así que se produce una atomización que se contrapone a lo universal. De
ésta, puede desprenderse la tensión conceptual entre caos y orden. Pero es de destacar que el

caos se entiende como un orden nuevo, diferente, que antes que socavar, redefine la creación

artística posibilitando su expansión.

El Arte entre lo Comunicable y lo inconmensurable: Dos Tiempos, es un artículo realizado por la

Filósofa y Semióloga Rosa María Ravera para la Revista Arte e Investigación; año 1, no.1, del año

1996, que aborda el tópico del arte como práctica que oscila entre lo comunicable, que liga a la

razón, lo que puede ser nombrado, definido, y aquello que le excede y se mueve en el terreno de

lo indeterminado, lo poco claro, lo extralógico. Por lo que este enfoque se ve íntimamente ligado

al lenguaje y a la capacidad comunicativa.

Esta oscilación fundamental, que en la historia del arte posee dos concepciones tradicionales, por

un lado, aquella que concibe el arte como un conjunto de reglas, habilidades y técnicas que

pueden ser transmitidas y enseñadas. Por otro, la visión del arte que prioriza el aspecto menos

definido, inabarcable y de difícil transmisión, es decir, la inspiración. Esta oscilación se verifica ya

en los principios del pensamiento clásico, cuando se produce la disputa entre la filosofía, producto

del pensamiento y la poesía, fruto de los designios divinos.

Es así que la autora divide aquella oscilación en dos tiempos, el primero, que llama las Estrategias

de la Razón, y el segundo, Tiempo de Interpretación.

En Estrategias de la Razón, la autora se decanta por indagar en los principios de la cultura

occidental, más precisamente la Grecia clásica, donde explora el papel del lenguaje Filosófico, de

la artística, diferenciando las mousiké de las technai. Éstas (en las que se incluyen las actividades

manuales, como la pintura, la escultura y la arquitectura), son actividades productivas que tienden

a un fin específico, que pueden ser regladas racionalmente, y comunicables conceptualmente,


mientras que, en las mousiké, las actividades como la música y en la danza, unificadas junto con la

palabra en la actividad poética, están ligadas al cenagoso terreno de la inspiración divina. En este

sentido, se presenta como una continuación de los rituales dionisíacos, que, al disminuir éstos su

significación social, hace que la Poesía alcance el estatuto autónomo de Ficción.

Por otra parte, la Filosofía encara un proceso de fijación lógico-metafísica del discurso, del que la

autora de este artículo destaca dos aspectos de la reflexión de tres filósofos clave del Pensamiento

clásico: Gorgias, Platón y Aristóteles. En los dos primeros casos, se destaca la experiencia extra-

lógica (categoría que incluye la inspiración divina y por ende la poesía) que además preservan su

originariedad y que además mantenida en la diferencia (respecto de la razón). En la visión

intelectualista de Aristóteles, por otra parte, aquello que está por fuera de la razón queda

anulado, ya que ésta lo neutraliza, desactivando su alteridad.

La autora señala que en la sofistica, de la cual Gorgia forma parte, y que se diferencia de la visión

pitagórica donde la verdad y la belleza se hallaba en un espacio autónomo de alcance universal, el

lenguaje adquiere un nuevo estatus, donde la palabra puede escapar al uso correcto que las

categorías metafísicas imponen, puesto que el sofista hace un uso de la palabra que tiende a

ponerse en situación, por lo que se desprende que está indisolublemente ligada a la conveniencia

de ésta. El lenguaje y palabra estarán, entonces, asociadas a la atracción y la seducción, a

desplegar lo agradable en pos de un objetivo. Es así que surge una nueva actitud, la del

encantamiento poético (epodé goeteia), o placentero engaño. Lo que permite considerar una

teoría estética que hace de la ficción un elemento fundamental. Desde esta perspectiva, quien se

deja engañar o extraviar, es más sabio que aquel que no lo hace.

A este respecto, Platón, quien asigna a la belleza, como idea, la facultad de ser eterna, difiere de

Gorgias y los sofistas, y considera que el arte como imitación, es condenable, sin embargo,
coincide en su obra El Fedro, en hacer una valoración de lo suprarracional y del delirio poético, que

es visto como energía esencial para calibrar el fenómeno creativo.

Esta base pulsional y extra-lógica, se ve desdibujada en Aristóteles que neutraliza el eros, es decir,

esa energía que permite la actividad creativa tendiente a la belleza, y la supedita a la razón. Para el

filósofo el goce estético circula por tres instancias que son: la poiesis, la aisthesis y la catharsis. En

la tragedia, por ejemplo, estas tres categorías convergen ocasionando en el espectador el goce,

que se da en tanto reconocimiento o identificación. Es decir, se añade la función cognitiva a la

sensorial y las concilia, diluyendo lo inconmensurable. Puede decirse entonces que en el goce se

da un proceso de conocimiento.

En Tiempo de Interpretación, Ravera presenta la oposición semiótica-deconstruccionismo, en tanto

que vertientes filosóficas que abordan el problema de la interpretación del texto artístico, su

comunicabilidad o inconmensurabilidad.

La interpretación Semiótica introduce, especialmente con el esfuerzo teórico de Charles Sanders

Peirce, el concepto de semiosis ilimitada, que es el proceso por el cual un signo interpreta a otro

signo, lo cual implica un proceso sin término. El signo, es algo que está para alguien en lugar de

otra cosa en algún aspecto o carácter. En este sentido, el texto o la obra de arte como signo, son

permeables a la lectura, al proceso semiótico.

El signo, por otra parte, en la hermenéutica deconstruccionista, es negado por estar viciado de

logocentrismo, y convoca su disolución, por lo que según Umberto Eco, el deconstruccionismo

está enmarcado en el modo simbólico, que es una modalidad textual que permite la

interpretación, pero también su producción. Jaques Derrida es para Eco, el filósofo que permite

con su Hermenéutica, sumergirse en la intraducibilidad y la incomunicabilidad del texto. El sentido


alusivo del símbolo permite lecturas ilimitadas e incontrolables, clausurando así la posibilidad del

sentido univoco, o el significado trascendente, la totalidad.

Se permite acceder a la experiencia estética, a la obra de arte y su universo significativo sin la

pretensión de comprender su totalidad, sino más bien de considerar su lectura interminable, que

puede ser renovada y actualizada, como así también la posibilidad de desencadenar procesos

ajenos a la razón.

La obra de arte entonces, exige una ardua tarea interpretativa, por lo que se infiere la necesidad

de un interpretante, el espectador, que, expuesto al significante, inaugura la relación del texto con

el contexto, y el proceso de significación, que la autora parangona con la interpretación y la

invención. Nace así la necesidad de un sujeto capaz de realizar esta tarea, que contemple la razón

y aquello que la excede.

En el corazón de la práctica artística, y en sus lecturas, puede afirmarse que se da una alternancia

de momentos que oscilan entre la claridad y la oscuridad, entre lo racional y lo irracional, entre lo

definido y lo indefinido o inconmensurable. Esas relaciones resultan indispensables para la

concreción del proceso semiótico al que la autora hace referencia en el texto, que permiten el

despliegue de la obra de arte en toda su potencia.

El símbolo despliega niveles de realidad y abre niveles de mentalidad humana que de otra forma

no podría.darse cuenta (paul tilich)

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