Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
que relata la vida de los personajes por la vía de una descripción de los objetos
y de la configuración de los lugares, una historia muda que a la larga se abrazó,
sedimentó y solidificó en un marco material que termina por dominary regen-
tar la vida de los personajes. Pero aunque esos dos acercamientos paisajísticoy
social del espacio sean sin lugar a dudas una de las fuerzas del cine, no le per-
tenecen exclusivamente, ya los encontramos en funcionamiento -como bien
lo mostró Jacques Ranciére"'- desde mucho antes que fuera inventado, en los
procedimientos de la gran novela del siglo XIX, ya sea con Balzac, Flaubert o
Zola. En esas condiciones,y sin ceder en nada en la tesis de la impureza cons-
titutiva del cine, ¿qué es lo que en el tratamiento del espacio en el cine no le
pertenece más que a él?
47 Jacques Rancière, L'Inconscience esthétique, "Les deux formes de la parole muette", Galilée,
Paris, 2001.
114 PATRICK VAUDAY
Entre los cineastas franceses, Éric Rohmer es de los que más insistieron sobre el
cine como "arte del espacio",'»s puntualmente al llamar la atención sobre el rol
esencial del espacio en lo cómico cinematográfico. Comparando los mundos
48 Glllez Deleuze y Felix Guattari, M(7/e Plateaux, París, Minuit, 1980, p. 602.
49 Eric Rohmer, "Le cinéma, art de l'espace", en La Revue du Cinéma, n° 14, junio de 1948; retomado
en Éric Rohmer. Le goût de la beauté, textos recopilados y presentados por Jean Narboni, Paris,
Cahiers du cinéma, Éditions de l'Étoile, col. Écrits, 1984.
LA ÌNVENCION DE LO VISIBLE 115
EL CUERPO PANTALLA
No hay cine sin actor y el actor es en primer lugar un cuerpo. El cine tiene
como materia el cuerpo de los actores. ¿Pero qué es un cuerpo en el cine? ¿Qué
es un cuerpo en la pantalla? A los grandes genios cómicos que se acaban de
evocar, Chaplin, Keaton, Tati se los asociará por siempre, atravesando todas
sus películas, a sus cuerpos, a sus posturas, a sus siluetas, verdadera firma de
la presencia de ellos sobre la pantalla y nuestras mentes; nombrarlos, es ver-
los surgir de inmediato en su imagen insigne. Pero hay que reconocer que el
cuerpo del actor cómico tiende a la abstracción perceptible en el dibujo de
sombra chinesca a la que se lo puede resumir, la de Tati por ejemplo, como un
gran "espárrago" con pantalones demasiado cortos, pipa derecha prendida a
la boca y pequeño sombrero; lo que importa antes que nada es que lo reco-
nozcamos. El actor cómico interpreta menos un personaje de lo que encarna
un tipo; ahora bien, un tipo es un cuerpo estilizado al extremo cuya manera
de s e r y el modo de aparición sobre la pantalla siempre se conforman a lo
que implica su tipo; Charlot como tipo, es ante todo la semejanza consigo
mismo en cualquiera que sea la película o la situación en la que aparezca, de
ahí proviene la serie de los Charlot, Charlot, portero de banco. El inmigrante,
Charlot. tramoyista de cine, etc., en el que su personaje invariante sirve como
revelador de situaciones diferentes. Si el actor cómico no es el mejor ejemplo
para responderá la cuestión del cuerpo en la pantalla, es porque en resumidas
cuentas su cuerpo coincide demasiado con su imagen para enseñarnos algo
que ya no supiéramos.
En el teatro el cuerpo esta presente de la misma forma, en un sentido está
incluso más presente que en el cine ya que los actores están en el mismo es-
pacio que nosotros, hasta un cierto punto si nos abstraemos de la convención
que separa la escena de la sala, un incendio por ejemplo tendría un efecto
tan fastidioso para los actores como para los espectadores; no obstante los
LA ÌNVENCION DE LO VISIBLE 119
modos de presencia del cuerpo en el teatro y en el cine no son para nada si-
milares. Existen varias razones por lo que esto es así. Primera razón, retomada
libremente de Stanley Cavell que se detiene ampliamente sobre la cuestión, la
relación del actor con el personaje es inversa entre ambos:"Para la escena, un
actor trabaja para meterse en un rol; para la pantalla, un intérprete se reviste
del rol".'' En el teatro, el personaje preexiste a la interpretación y le correspon-
de al actor encarnarlo, es decir en el fondo poner su cuerpo y su expresividad
al servicio del personaje para producir para los espectadores sus rasgos tí-
picos; no es para nada necesario que el actor posea el physique du rôle, si al
menos sabe componer el cuerpo del personaje, literalmente darle y atribuirle
las apariencias que volverán sensibles su carácter y su relación al mundo. En
una compañía de teatro, hay sin duda especializaciones pero pueden deberse
tanto sino más al tipo de interpretación de la que el actor se apoderó particu-
larmente que a su físico. En un vocabulario aristotélico, diremos que el teatro
propone un "tipo", es decir un modelo y un patrón general, con una lógica pro-
pia, que está a cargo del actor particularizarla en una encarnación ejemplar.
El registro del actor de teatro es el de la representación y de la exploración del
rol, lo interpretará mal o bien, lo profundizará o revelará ciertos aspectos del
mismo sin confundirse con él; sin duda nunca hay un representación exacta-
mente idéntica pero es siempre la misma interpretación del rol la que cada
noche se proyecta sobre la escena.
Siempre y cuando se hable de tipo en el cine, hay que entenderlo en el
sentido popular, a la inversa de la acepción erudita; un tipo, ya no es una ge-
neralidad característica sino un individuo singular, Arletty por ejemplo como
ninguna otra-"¿acaso tengo cara de atmósfera?"-que no pretende para nada
desvanecerse en el paisaje. Es significativo que de esa escena legendaria sólo
se retenga a la actriz que la interpreta; es el actor el tipo y su trabajo, siguiendo
la observación de Stanley Cavell, consiste en adaptar el personaje a su manera
de ser. En el teatro el actor debe producir el cuerpo que irá con la vestimenta
del personaje, en el cine recorta la vestimenta para que le quede; en el primer
caso, está absorbido por el rol, en el segundo lo vampiriza. De ahí proviene el
rol esencial del cuerpo del actor cuya presencia y la manera de ser poseen una
52 Stanley Cavell, La Projection du monde, tr.fr. de Christian Fournier, Paris, Belin, 1999, p. 56.
120 PATRICK VAUDAY
inclinación directamente expresiva. El cuerpo del actor del que aquí se trata
no es, desde luego, su cuerpo concreto, "en carne y hueso", sino su imagen
proyectada sobre la pantalla; así se explican la necesidad del casting en el cine
con miras a evaluar las potencialidades de proyección del cuerpo del actor y
la práctica, mucho más frecuente en el cine que en el teatro, de la escritura de
los roles en función del estilo de los actores. En el cine no es incluso necesario
ser actor para serlo, basta con que el cuerpo proyecte la densidad de un perso-
naje y lo posible de una historia. El drama en el teatro busca una encarnación
y para hacerlo aspira al actor en el rol, en el cine, a la inversa, es un cuerpo
singular que evoca el espacioy la historia que lo contarán.
¿Qué es un cuerpo en la pantalla? En primer lugar lo que le hace pantalla
a la luz, mancha más o menos oscura y densa, masa muda que lleva el peso de
los sentimientos y el pasaje de las emociones, un sismógrafo de movimientos
imperceptibles, aquí una tensión, una rigidez, allí una relajamiento, un aban-
dono o también una distracción, un escape. Luego, una silueta, es decir una
escritura, un estilo que sella una manera de ser en el espacio singular, la ma-
nera de tomar posesión del mismo, de deslizarse furtivamente o incluso de
volverse invisible en él; soltura, elegancia, discreción, moderación, importan-
cia, presunción, tantos estilos diferentes. En resumidas cuentas una energía,
un poder de actuar y la calidad del movimiento que resulta de eso: desidia,
lentitud, violencia, rapidez, prudencia, nerviosismo, etc.
Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg en Sin aliento de Jean-Luc Godard, es
la atracción-rechazo de dos contrarios. La película recurre constantemente al
cine negro americano con sus fetiches legendarios -grandes limosinas, "ray-
ban", sombreros, afiches en la entrada de las salas de cine,fotografías de Hum-
phrey Bogart-,y hasta en su forma que se vale del género "road-movie"; inclu-
so se filma París a la americana con travellings rápidos en los que desfilan los
símbolos turísticos parisinos:Torre Eiffel, Arco del Triunfo, Grandes Boulevares,
Champs-Elysées. Godard dice que su película era una historia sin tema, hasta
que se interesa en Belmondo: "S/n aliento es una historia, no un tema... bus-
qué el tema durante toda la filmación, finalmente, me interesé en Belmondo.
Lo vi como una especie de bloque que había que filmar para saber lo que se
LA ÌNVENCION DE LO VISIBLE 121
La iconoclasia contemporánea
Sobre dos registros diferentes pero perfectamente concordantes, el tono domi-
nante que concierne a las imágenes es el de la imprecación iconoclasta. Primer
registro, el del coro con voz grave continua que canta la letanía catastrófica
de la marejada de imágenes mediáticas o de otro tipo, de la subversión del
espíritu a través de su flujo incesante, del embrutecimiento que se desprende
de las mismas, porque se sabe muy bien que las imágenes no piensan y que
están hechas para paralizare! pensamientoytetanizar el juicio. En esealerta
máximo ecológico para el resguardo de la espiritualidad, el tema del flujo no
aparece ahí de casualidad, connota al menos tres cosas: la fuerza irresistible
que arrastra toda veleidad de distanciación y de éxtasis reflexivo, la ocupación
saturante de la mente que ya no puede vagar para acoger otras impresiones
ni aplicarse a otros objetos, el reinado de la intensidad emocional a costa de
las distinciones conceptuales.Triple peligro: el flujo obstaculiza la pausa de ima-
gen que permitiría convertirlo en objeto estable de la reflexión, cierra el cam-
po de la sensibilidad a la síntesis de lo diverso y de lo heterogéneo, anestesia
finalmente el sentido del juicio. Segundo registro, el de la voz solista del gran
execrador que identifica en la multiplicidad proliferante y multiforme de las
imágenes la figura invariable del odio del lenguaje, de sus categorizaciones
finas, de sus encadenamientos regulados y de sus jerarquías bien ordenadas,
todo aquello ahogado en la indistinción del flujo. Detrás de las imágenes, de-
trás de su aparente diversidad y sin llegar a su heterogeneidad, habría que ver
la acción dirimente de la Imagen que deja estupefacto a todo pensamiento.
Si los ecologistas de la mente recurren a una dieta de imágenes, por ejemplo
126 PATRICK VAUDAY
contra las imágenes publicitarias pero a favor de las imágenes educativas, los
teólogos iconoclastas reclaman su pura y simple prohibición con el motivo de
que las mismas alienan la mente.
Erigida por sus mismos críticos en ídolo de los tiempos modernos, se de-
nuncia el reinado de la Imagen como el de la incultura de masas en busca de
lo sensacional, producto de la nivelación democrática de las mentes y de los
gustos y expresión apenas velada en el orden intelectual de la dictadura de
la mercancía y de las leyes del mercado. Jean Baudrillard lo ilustró de manera
brillante en ese ejercicio para mostrar en aquel reinado lofalsoy el simulacro
que sustituyen a la experiencia del valor útil; y del sabor de las cosas y del
consumo abstracto de los signos cuyas imágenes se convierten en la lengua
universal; absorbidas por sus imágenes publicitarias, las cosas se desmateria-
lizan para convertirse en puras superficies tmmpe-l'oeil sometidas a la retórica
de las apariencias. Ya no comemos los alimentos rudos y concretos de anta-
ño, se terminaron los tomates agrietados y con excrecencias, las papas mal
desbastadas y las frutas moteadas, desde ahora consumimos lo liso, neutro,
y calibrado, seducido por el destello inmaterial de las cosas sobre papel gla-
seado o fondo de pantallas mediáticas. Y no sólo están la materialidad y la
textura del mundo para soportar las consecuencias de esta espectaculariza-
ción, es el lenguaje mismo el que pierde su sentido bajo el reinado totalitario
de los simulacros al convertirse en eslóganes. El eslogan es lo que le ocurre a
la palabra que la imagen captura, su muerte simbólica bajo la forma fija de la
consigna. No está hecho para tener sentido, provocar una respuesta, llamar a
una discusión o engranar un relato. Corto, fácil de memorizar hasta el punto
de ser obsesivo, no está destinado a ser entendido sino a que se lo reconozca y
a que se lo repita infatigablemente en su intachable identidad sonora. Es en el
orden del lenguaje lo equivalente a lo que para algunos es la imagen fotográ-
fica, la cosificación y la petrificación de lo vivo detenido en su movimiento a
través de la captura mecánica del aparato. Como la imagen, el eslogan se hace
pasar por un bloque inalterable e inanalizable que somete al destinatario a su
captura sonora, a su pasión sin frases.
LA ÌNVENCION DE LO VISIBLE 127
Regímenes de imagen
Lo que ese litigio de las imágenes considera completamente evidente no
cae sin embargo por su propio peso. Lo que está puesto en tela de juicio es
la idea misma de un reinado, aunque sólo fuera usurpado, de las imágenes,
el de un gobierno a través de las imágenes, una "iconocracia", según el término
de Marie-José Mondzain,' que toma su fuerza de una iconoclasia. Recurro a la
idea de Patrice Loraux' de que un reinado implica un poder homogéneo y sin
repartición, el dominio de un principio único que se comunica con todos los
miembros o todos los órganos que de él dependen, es por lo tanto siempre
el reinado solitario de Uno, del monarca cuyo reinado lleva históricamente su
nombre; "En nombre del rey", la fórmula indica que no hay otro poder que no
sea el ilimitado, incomparable e inconmensurable del monarca. Un reinado de
las imágenes se entiende por lo tanto como un reinado puro y exclusivo de la
Imagen, que toma su poder únicamente de las virtudes de la iconicidad. No
obstante, las imágenes nunca reinaron con exclusividad y sin repartirse, ni hoy
como tampoco en otros tiempos, siempre contemporizaron con otras fuerzas y
otros registros que decidían sobre el valory el efecto de las mismas. Si se pue-
de poner en duda la idea de un reinado de las imágenes, es por el hecho de la
inexistencia de un poder puro de la Imagen que desarme e invada a los sujetos
a través del estupor que ejerce sobre los mismos.
No es decir a la inversa que las imágenes estén desprovistas de un poder
propio y que sólo deban sus efectos a los discursos y a las disposiciones que
las pongan en escena, es decir que ese poder nunca es, como se lo fantasea,
más o menos en relación al tirano, solitario y absoluto. "La reina" del reino no
es, según Baudelaire, la imagen, sino una facultad, la imaginación, que hace
partícipes al sujeto y a un poder de producir imágenes que encuentran su
reverso en la capacidad de experimentarlas. No hay tiranía de las imágenes
por la razón de que no hay imagen aqueropoiética, que no esté hecha de una
manera u otra por el hombre, aunque sólo fuese a través de la mirada a la que
Duchamp terminará por reducir el arte. Hay sin embargo una virtud propia
de la imagen que consiste en dejar ver, en mostrar o en "volver visible" para
retomar la fórmula irreemplazable de Klee. Así como lo escribe Marie-José
Mondzain "La imagen no es un signo entre otros, posee un poder específico,
el de hacer ver, de poner en escena formas, espacios y cuerpos que ofrece a la
mirada".' La imagen no reproduce lo visible, produce y configura lo visible; no
es un reflejo del mundo dado de antemano sino una mediación entre el hom-
bre y el caos que permite darle forma de mundo ofrecido a la experiencia y a la
diversidad de las interpretaciones. Me resulta más dificultoso seguir a Marie-
José Mondzain cuando refiere lo visible de la imagen a una trascendencia in-
visible que tendría por función encarnar, un Todo-ser divino por detrás de toda
manifestación. Es por eso que para quitar lo equívoco del término, prefiero
reemplazar el término "visible" por el de "visibilidad" que presenta la doble
ventaja de no remitir a una ontologia sino a una arqueología de los modos de
organización de lo visible y de no hacer de lo invisible la causa trascendente
de lo visible, sino su efecto inmanente. Si la visibilidad es una configuración
del orden del artificio de lo visible, produce a través del hecho mismo una in-
visibilidad,como la luz crea sombra. Ya no se trata de un estar por detrás fuera
de lo visible sino de reserva, de un espacio consagrado a la invisibilidad en el
corazón mismo del espacio visible.
A la idea inconsistente de un reinado de la Imagen bajo la presuposición
de un Todo-imagen y de una imagen-Toda, opondremos la de los regímenes de
imágenes que le debemos a Jacques Rancière. En el marco de la historia del arte
europeo, distingue puntualmente el régimen representativo heredado de la
antigíjedad griega,del régimen estético ligado a la coyuntura moderna de las ar-
tes.'» Recurro, aun a llí,p una observación esencial de Patrice Loraux:"el reinado es
solitario mientras que, por definición, un régimen es un diferencial. Un régimen.
siempre, está en digresión con otro del que se alimenta rechazándolo"'. Que
se lo entienda en el sentido político o en el sentido mecánico, incluso dietético,
un régimen se define en efecto mediante una escala de relaciones diferencia-
les, entre poderes institucionales diferentes en el caso de la política, entre las
relaciones de una caja de cambios en el caso del motor de un automóvil, entre
modos de alimentación. A la Indiferenciación y al absolutismo del reinado se
opone lo diferencial internoy externo del régimen, interno con la relación defi-
nida por ejemplo entre los poderes Ejecutivo,el Legislativoyel Judicial,y exter-
no con la comparación de los diferentes tipos de regímenes políticos en Aris-
tóteles o Montesquieu. Si la característica del reinado es ser homogéneo, sin
relación y sin afuera, está en la naturaleza del régimen establecer relaciones
entre heterogéneos y alteridades; el primero es cuestión de dominio absolu-
to sobre súbditos y territorios, el segundo de funcionamiento entre elementos
dispares. Es por eso que la política sólo empieza efectivamente con el régimen,
ya que sólo con él se plantea la cuestión de la invención de una conmensurabi-
lidad entre poderes, clases y actividades claramente diferenciadas.
¿Cuál es la relación con las imágenes? Son muestra de un régimen en el
sentido por el cual no son autosuficientes y ponen en marcha otros registros
según relaciones variables. Dotadas de un poder propio, el de hacer presente
y el de la exposición que convoca o provoca la mirada, muestran sin decir, al
menos no siempre, lo que muestran; al mostrar que muestran, son en primer
lugar mudas sobre aquello a lo que nos exponen. Como lo resalta Marie-José
Mondzain, la imagen no habla de sí misma y no tiene sentido de inmediato
salvo que se la determine en un enfoque comunicacional unívoco:"En calidad
de imagen, no muestra nada. Si muestra deliberadamente algo, comunica y ya
no muestra su naturaleza de imagen, es decir su espera de la mirada".*' Para dar
una imagen sorprendente de la rapidez del TGV, una publicidad muestra lo que
se supone que es una fotografía del paisaje tomada desde el tren que marcha a
toda velocidad, naturalmente no se ve más que una especie de cuadro abstrac-
to con franjas de colores imprecisos; se trata sin duda de exaltar la velocidad
del TGV al mostrar que desafía la grandísima velocidad de obturación de una
8 Pienso específicamente en un video de Zíneb Sedíra, And the road goes on, 2006.
132 PATRICK VAUDAY
C ontr a-imagen
Si una política de las imágenes es posible, es porque no existe ni reinado ni
mundo de imágenes contra los que se imponga resistencia y que siempre es-
tamos en relación con montajes complejos de imágenes, de discursos y de
prácticas. La circulación pública de las imágenes supone discursos y prácticas
legitimantes que determinan el valor y el sentido de las mismas. La tendencia
a la"peojD/eización"delos medios que se caracteriza por la exhibición obscena
de las personas y de las vidas privadas en la que generalmente se ve el efecto
deletéreo del imperialismo televisual pasa tanto por una práctica social del
lenguaje como por la exposición a la imagen; la sobreexposición mediática
de los famosos o de los anónimos no es concebible sin el nombre propio que
los acompaña, sin los efectos de reconocimiento y de identificación puestos
en juego, sin los.d-ecires y los comportamiento que ponen en escena. Lo que
existe en cambio sin lugar a dudas son montajes impuestos, prescriptos, au-
toritarios que prohiben otros montajes y que al mismo tiempo empobrecen
el campo de la sensibilidad y las perspectivas de experimentación. La cuestión
ya no es entonces la elección entre iconoclastía e iconodulia, del enfrenta-
miento entre el reinado malo de las imágenes y el buen gobierno de las pala-
bras, es más bien la invención de desajustes y desmontajes de los montajes
9 Michel Foucault, Les Mots et les choses, Paris, Gallimard, 1966, p. 25.
i.A ÍNVENCiÓN DE LO ViSÎBLE 133
12 Véase con respecto a esto la obra destacable de Horst Bredekamp, Thomas Hobbes visuelle
Strategien. Der Leviathan: Urbild des modernes Staates, Werkillustrationen und Portraits, Berlín,
Akademie-Verlag, 1999; tr.fr., de Denise Modigliani, Sírotég/es visuelles de Thomas Hobbes. Le
Léviathan, archétype de l'État moderne, illustrations des œuvres et portraits, Paris, La Maison des
sciences de l'homme, 2003.
13 Está citado por Dora Vallier,rartotoíra/í, París, Le Livre de poche, col. Pluriel, 1980, pp. 55-56.
14 Ibid., pp. 8-9.
136 PATRICK VAUDAY
vivos,'5 sino que es ignorar además que el espacio en arabesco es una imagen
de la infinidad divina.'® No solamente la ausencia del objeto no se traduce por
la ausencia de la imagen, sino que produce esa paradoja de que la presencia
de la imagen estaría finalmente en proporción a la ausencia del objeto. Eman-
cipada, sin que sea una condición necesaria, de la obligación representativa, la
imagen puede desarrollar plenamente sus registros intensivo y expresivo.
El desconocimiento de los diferentes regímenes de la imagen por la inter-
pretación iconoclasta de la abstracción pictórica sería de consecuencia menor,
si no se tradujera por un efecto perverso de alcance mucho mayor, en cuanto a
sus objetivos tanto artísticos, estéticos como civilizatorios; quiero hablarde las
consecuencias muy conocidas por todos los moralismos,ya que de eso se trata:
el abandono a lo peor de aquello mismo contra lo que se pretende luchar. En
el contexto de las sociedades contemporáneas en donde las imágenes juegan,
quieran o no, un rol considerable en la formación de las sensibilidades y de los
juicios, la descalificación estética y ética de las mismas equivale nada menos
que a dejarlas en manos de aquellos cuya ambición está en el condicionamien-
to y el formateado de una sensibilidad de masa para el provecho mayor de
las acciones del mercado planetario. Mientras el purismo estético, como por
otro lado la higiene, se envuelve cada vez más en "lino blanco y probidad càn-
dida" (Victor Hugo) y se lamenta de la polución de los espíritus, se abandona
las imágenes a los placeres fáciles de los pobres en espíritu y sensibilidad, sin
ver por otra parte que de allí también emergen resistencias inventivas. Contra
toda previsión luego de su desarme meticuloso del modelo de la representa-
ción, se lo vio a Foucault salir a defender la causa de las imágenes en nombre
precisamente de una política de las imágenes a contra corriente del purismo
iconoclasta; era con motivo de una exposición del pintor Fromanger:
15 Abdelwahab Meddeb incluso precisa que:"e5 en el efecto social de las imágenes que difiere
en el islam; se las remite a la soledad de los libros y de ias bibliotecas. El sujeto del Islam no está en
contra de la imagen: es circunspecto en cuanto a su difusión. La imagen puede existir nada más
que en sí misma, pero no puede constituir un acontecimiento socialmente compartido, sino en
límites escrupulosamente circunscriptos." [Contre-prêches, París, Seuil, p. 124).
i5 Con respecto al carácter potencialmente divino del arabesco oriental, véase Alois RiegI,
Questions de style, tr.fr., París, Hazan, 1992, p. 10.
LA ÌNVENCION DE LO VISIBLE 137
manifiesta el ejemplo de Estados Unidos donde sigue siendo hasta hoy la se-
gunda industria del país. En su rol de gran acoplador del deseo a los objetos
que produce un mercado de masas, supo forjar el imaginario, la retórica visual
e incluso el mundo que necesitaba para captar las pulsiones a favor de un
modo de vida consumista, contribuyendo así ampliamente al reinado de la
sociedad de consumo. Sobre las pantallas de las salas oscuras, no sólo estaban
los actores para ser estrellas que evocan la identificación de los espectadores,
también estaban a través del artificio sofisticado de los enfoques y del encua-
dre los objetos del american way of Ufe, las brillantes limusinas, los teléfonos
en blanco y negro, los interiores señoriales y prácticos, los trajes impecables y
los vestidos elegantes, el cigarrillo fumado con indiferencia, todo un decorado
de objetos que se ofrece como espectáculo y el deseo de una vida fácil en la
que cuenta menos su utilidad que su estatus de trofeos de felicidad finalmen-
te encontrada. En numerosas películas del gran periodo hollywoodense, son
los actores quienes representan las utilidades sin otra función que darle cre-
dibilidad al mundo de objetos que los rodea y que finalmente desempeña el
rol principal. Pero la fuerza del cine está en saber arrancarle a ese mundo este-
reotipado una imagen de un orden completamente distinto. En Asphalt jungle
{Mientras la ciudad duerme),iohn Huston no sólo representa la visión sombría
del revés del decorado de la gran ciudad americana, con sus personajes/oosers
que se esfuerzan en vano por estar a la altura del estándar del éxito social,
muestra hombres menos frustrados por su sueño de felicidad que heridos en
su dignidad y que encuentran en la humillación de sus vidas oscuras la fuerza
de afirmación de su libertad; su grandeza está en enfrentarse al fracaso del
asalto a mano armada que perpetraron antes que resignarse al veredicto de la
sociedad. John Huston se apropia de la imagen preconcebida de los perdedo-
res para convertirla en una contra-imagen en la que el fracaso de los gangsters,
lejos de sancionar la victoria de la moral se transforma en manifestación de
dignidad y en espejo acusador de la sociedad. El personaje un tanto rústico de
Dix encuentra en Sterling Hayden la encarnación magnífica de quien Deleuze
llama "el perdedor nato",'^ por un lado porque la sociedad no es la comunidad
que pretende ser, por otro lado también porque el sueño del individuo, el de