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LA OBRA POÉTICA
COMO CONJUNTO DE VALORES

Jan Mukarovsky

(CHECOSLOVAQUIA)

Traducción del checo por Desiderio Navarro

"Básnické dílo jako soubor hodnot", en: Jan Mukarovsky Kapitoly z ceské poetiky, Díl 1:
Obecné veci básníctví, Praga, Nakladatelství Svoboda, 1948, pp. 275-280.

La obra poética contiene un gran número de los más diversos valores. Sin
embargo, ninguno de ellos es indispensable para la obra poética en calidad de
manifestación artística, con excepción del valor estético. Todos los demás géneros de
valores pueden, desde luego, estar contenidos en la obra poética, al igual que en cualquier
otra manifestación lingüística; ellos son, por ejemplo, los valores existenciales (realidad o
irrealidad de los hechos), los intelectuales (el carácter correcto o incorrecto, la originalidad
o la no originalidad de los pensamientos), los éticos, los sociales, los religiosos, etcétera.
No es tarea de este estudio realizar una enumeración y clasificación de los valores
posibles en la poesía, que los distingan de manera precisa. Aquí se trata sólo de la
relación entre el valor estético, como el único necesario y dominante, y todos los demás
valores.
Puesto que, en la obra artística el rasgo común de todos estos restantes valores es
su diferencia del valor estético, llamémoslos globalmente valores extraestéticos. La obra
poética puede ser percibida y juzgada desde el punto de vista de cualquiera de los valores
contenidos en ella. Es posible preguntar si los acontecimientos contados en la obra son
verdaderos o falsos; si los sentimientos expresados por el poema son auténticos o
fingidos; si los pensamientos contenidos en la obra son correctos o incorrectos, originales
o no originales; si la opinión moral encarnada por la obra coincide con la nuestra propia o
no coincide con ella. Sin embargo, solamente un modo de valoración corresponde al
carácter artístico de la obra literaria: la valoración estética, la única adecuada en este
caso. Desde luego, en la realidad la cuestión de la valoración adecuada es
considerablemente compleja: sobreviene a veces una oscilación entre dos valoraciones: la
estética y la extraestética, condicionada por las propiedades de la obra misma. Así, por
ejemplo, un rasgo característica de la biografía y también de la novela histórica como
géneros poéticos, es la oscilación entre la valoración existencial (carácter verdadero /
carácter falso) y la estética; un género análogo en la pintura es el retrato. En el curso del
desarrollo de la poesía, también pueden sobrevenir períodos de fuerte inclinación hacia la
valoración extraestética, hasta en los géneros estéticamente “más puros”, por ejemplo, en

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la lírica. Finalmente, es necesario recordar también la diversidad de tipos de lector,


algunos de los cuales son, por su constitución psíquica, más abiertos a alguno de los
valores extraestéticos que al valor estético y perciben cada obra poética en este sentido.
Sin embargo, todo esto deja intacta la exigencia gnoseológica de la supraordinación del
valor estético sobre los restantes, con la que se traza teóricamente la frontera entre la obra
poética y la manifestación lingüística comunicativa.
Ahora bien, si en la percepción adecuada de la obra el valer estético es
supraordinado a los demás valores, es evidente que estos valores -en calidad de valores
independientes- carecen de influencia sobre la valoración de la obra poética como obra
artística. En tal valoración es, por ejemplo, indiferente si los hechos presentados en la
obra son verdaderos o no, si las ideas son correctas o incorrectas, etcétera. Podría incluso
surgir la suposición de que los valores extraestéticos están completamente fuera del
campo visual del que percibe y valora la obra poética como obra artística. Pero no es así,
también en ese case los valores extraestéticos se hacen valer, claro que no
independientemente, de tal manera que influyesen sobre la actitud emocional y volitiva del
perceptor hacia la obra, sino como elementos de la construcción estética. Así, por
ejemplo, un valor moral o social puede ser uno de los medios que indiquen las relaciones
mutuas de las personas y la graduación de la importancia de éstas en la obra épica (cf. la
conocida oposición del héroe bueno y el malo). En la obra épica, el valor extraestético
también puede ser el fermento del desarrollo de la acción, por ejemplo, en las obras en
que “vence el bien”. En la poesía lírica se suele dar el tono de la coloración emocional de
la obra mediante un valor extraestético (además de otros medios.). Las diferencias y
oposiciones entre valores extraestéticos pueden ser, en una considerable medida, la base
de la planta composicional, sobre todo en la poesía lírica. La ironía, que se basa en la
oposición entre la valoración real, que se infiere indirectamente, y la valoración simulada,
que es formularla directamente, puede llegar a ser un factor importante en la estructura
estética de la obra. Hasta la ausencia misma de algún género de valores extraestéticos, si
se atrae la atención llamativamente sobre ella, puede devenir un factor de la construcción
artística; así, por ejemplo, uno de los rasgos esenciales de cierta rama del realismo en el
siglo XIX es la supresión de la valoración moral, contrabalanceada por el acento puesto en
los valores existenciales. Aquí la valoración moral es encubierta de modo que los hechos
son presentados sin aprobación o condenación, pero son compuestos de tal manera que
de ellos se derive indirectamente una valoración; así, la valoración ética, no formulada en
la obra, se proyecta fuera de ella, en el pensamiento del lector; el lector tiene la ilusión de
que, sin ser dirigido por nadie, valora directamente la realidad misma. La puesta de relieve
paralela de los valores existenciales en las novelas idealistas, se efectúa de la manera
siguiente: se subraya el carácter “verdadero” de los sucesos contados (mediante un
debilitamiento de la construcción intencional de la acción) y se acentúa la “realidad” en las
descripciones (el carácter casual y no organizado del marco escénico).
La importancia de los valores extraestéticos para la construcción de la obra poética
es, pues, considerable. No obstante, escapa fácilmente a la atención en la medida en que
la escala de los valores extraestéticos en la poesía coincida con la escala de esos mismos
valores que, de la praxis de la vida, le resulta corriente al público lector. 0 sea, en tal caso
la disposición y la graduación de los valores en la obra siempre pueden ser explicadas
como condicionadas por la realidad social, y no por la construcción de la obra. Una
interesante revelación de la importancia estructural de los valores extraestétícos se
produce, sin embargo, en el caso de la reanimación de una obra más vieja si la escala de
valores extraestéticos vigente en la práctica para los lectores, se desplazó sensiblemente
desde los tiempos de la creación de la obra. Entonces, por ejemplo, ocurre que cierta
agrupación de personajes de una novela, construida sobre la base de los valores morales
o sociales contenidos en la obra y engranada en la la construcción total de ésta, se halle
en contradicción con la valoración moral o social vigente para los lectores. Y así, un
mismo personaje, que por ciertas cualidades morales es valorado en la obra misma como
“simpático”, puede parecer no simpático desde el punto de vista de la valoración
modificada vigente en la práctica; el escalonamiento social de las personas en la obra
poética está en contradicción con la nueva valoración social. Por otra parte, en otro caso,
la idea moral hacia la que -según la intención del poeta-, tiende la acción como hacia un
equilibrio final, puede parecerle a la nueva percepción, por el contrario, una acentuación de
las contradicciones. Los valores extraestéticos contenidos en la obra, aparecen, en todos
estos casos, completamente desligados de los valores que rigen la praxis vital, y se hacen

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valer sólo como factores de la construcción estética de la obra.


Hasta ahora nos hemos fijado sólo en la relación de los valores extraestéticos
dados en la obra con la construcción total de ésta. Sin embargo, ya la reflexión en torno a
la revelación de la importancia estructural de los valores extraestéticos en la reanimación
de una obra más vieja, indicó que ni siquiera la escala de valores vigentes en la práctica
para los lectores y existente, pues, fuera de la obra, carece de importancia para el modo
en que percibimos la construcción interna de ésta. Desde luego, siempre existe una
relación entre los valores dentro de la obra y fuera de ella. Sin embargo, permanece oculta
y sin influencia sobre la estructura mientras ambas escalas de valores coincidan; tan
pronto aparece una diferencia entre la valoración dada en la obra y la valoración corriente
para los lectores, esa relación deviene un factor de la construcción artística. En algunas
obras poéticas, es agudizada intencionalmente hasta una franca contradicción; así, por
ejemplo, el llamado idealismo artístico presenta cierto valor -por ejemplo, moral- encerrado
en la obra, como valor superior y, por tanto, deseable, en contraste con la valoración
vigente en la práctica; a la inversa, otras orientaciones, como la decadencia o el
satanismo, a un valor bajo en la vida práctica, o totalmente negativo lo colocan en el
puesto perteneciente por regla a un valor positivo y elevado. Mas también hay casos en
que la no coincidencia de la valoración extraestética dentro de la obra y fuera de ella, a
decir verdad, no es acentuada provocativamente, pero es el supuesto implícito sobre el
que ha sido erigida la construcción artística de la obra. Sobre tal supuesto se basan
géneros literarios enteros; por ejemplo, la novela histórica, la novela rural y, en general, las
novelas de los diferentes medios sociales especiales. Así, por ejemplo, la novela “rural” no
está calculada para un colectivo con una escala de valores igual a la que está contenida en
la propia novela; para los campesinos (los campesinos que valoran de igual manera que
aquellos de quienes se habla en la obra dada), ella no sería una novela rural, sino una
novela en general, sin una definición más precisa. Ya mediante el propio adjetivo “rural” se
formula el supuesto de la dualidad de la escala de los valores extraestéticos. Tal vez ni
siquiera es necesario subrayar que la valoración que se emplea en la obra como una
valoración característica de cierto medio, no tiene que coincidir con el estado real de los
valores en ese medio, sino que puede ser ficticia. Un interesante ejemplo de desacuerdo
implícito de las valoraciones dentro de la obra y fuera de ella, lo proporcionan las
Nouvelles asiatíques de Gobineau. Ante todo, hay aquí, agregados unos a otros, cuentos
de diferentes regiones del oriente (por ejemplo, el Cáucaso, Persia, Afganistán); también
hay, confrontados mutuamente ya dentro de la propia obra, diferentes modos de ver el
mundo y, por tanto, también diferentes escalas de valores. Pero, además de eso, en cada
uno de 105 distintos cuentos se ha utilizado artísticamente el desacuerdo de la valoración
contenida en la obra con la valoración corriente para el lector europeo; así, por ejemplo, en
dos escenas que van inmediatamente una después de la otra, la misma persona actúa de
manera que la valoración moral desde el punto de vista de los principios éticos de los
lectores sea, una vez, positiva y, la segunda vez, violentamente negativa. Sin embargo,
para la propia persona actuante y para los que están a su alrededor, ahí no hay ningún
cambio: ambos actos son presentados como valores positivos.
La cuestión de los valores extraestéticos en la obra poética es, pues, compleja; pero
se revela aun más compleja si atendemos también a la actividad práctica de la poesía, a
sus funciones. La función de la poesía es su acción sobre la sociedad en el sentido de
cierto valor. La función adecuada de la obra poética en calidad de manifestación artística
es, como ya se apuntó, la función estética, pero, además de ella, la poesía puede adquirir
muchas otras funciones extraestéticas; por ejemplo, una función ética, social, religiosa,
etcétera. La cuestión de las funciones extraestéticas de la poesía, aunque está en
estrecho contacto con la cuestión de los valores extraestéticos, no puede ser confundida
con esta última en absoluto. Y eso es porque la acción de la obra no está condicionada
sólo por la obra misma, sino también por la adaptación que realiza la sociedad sobre la
que ejerce influencia la obra, por la inclinación de esa sociedad hacia cierto dominio de
valores y por su modo de valoración. La sociedad puede atribuir a la obra una función
distinta de la que le adjudicó el propio poeta. Esto ocurre, sobre todo, cuando se trata de
obras más viejas o extranjeras, percibidas por una sociedad distinta de aquella para la que
fueron creadas; sin embargo, eso sucede también con obras contemporáneas y del país.
Es conocida, por ejemplo, la protesta de Bezruc, en los poemas ”Los lectores del verso” y
“Éxito”, contra la percepción estética de los poemas del número de Silesia que estaban
calculados para una acción extraestética.

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La función extraestética cle la poesía no es propiamente un problema de poética,


sino de sociología de la poesía. Sin embargo, esto no significa que se excluya la atención
a la función de la obra en el análisis de su construcción artística, porque ya en la creación
de la obra puede tocarle un importante papel a la idea que tiene el poeta sobre la acción
externa de ésta. La función prevista de la obra deviene así un factor de su estructura
artística; hasta es posible que el poeta aproveche de manera artísticamente consciente la
adaptación de la obra a cierta función externa. I. Tyníánov (en el libro Arjaísty í novátory,
artículo “Literaturnyi fakt”) dice sobre esto: “En el principio de la construcción puede entrar
también cierta orientación hacia tal o cual destinación o empleo de la construcción; el
ejemplo más simple: en el principio constructivo del discurso oratorio, o incluso de la lírica
oratoria, entra la orientación hacia la palabra pronunciada, etcétera”.
La orientación hacia cierta función, que puede estar dada dentro de la misma obra y
puede llegar a ser un elemento de su construcción, pertenece a las cuestiones de la
poética. No obstante, ni siquiera al resolver el problema sociológico de la acción de la obra
sobre el medio que recibe esa obra, pueden ser pasadas por alto la posibilidad y las
consecuencias del aprovechamiento de los valores extraestéticos y las funciones
extraestéticas en la construcción de la obra poética. También la investigación sociológica
debe tener en cuenta la posibilidad de una deformación de los valores extraestéticos por el
valor estético, y también el hecho de que el modo, en apariencias totalmente exterior, de
aprovechamiento de la obra artística por la sociedad, puede estar bajo la influencia de su
adaptación interior.
En relación con la función de la obra poética, tal vez conviene mencionar un
fenómeno que está muy estrechamente unido a ella, a saber: la propagación de la poesía
en la sociedad. Hay épocas en que la poesía es recibida por un gran número de miembros
de la sociedad, en que penetra muchos medios y estratos sociales, y hay épocas en que
está limitada a un círculo de lectores relativamente muy estrecho. Tal recepción
cuantitativamente limitada de la poesía es imputada, a veces, a la poesía misma y es
interpretada como una crisis de ésta. Pero, si tomamos conciencia de la conexión de la
propagación de la poesía con la función que realiza en la sociedad, resultará que ni la
recepción amplia de la poesía ni la limitada conciernen a la propia esencia artística de
ésta, sino que son condicionada por la mayor o menor acentuación de sus funciones
extraestéticas: es que ni siquiera la misma obra artística debe tener una propagación social
igual en todas las épocas. El medio capaz de recibir adecuadamente la obra artística, de
comprenderla en su función estética, es siempre muy estrecho. No está dado por un
estrato social, sino, sobre todo, por disposiciones innatas de los individuos que lo
constituyen y por una instrucción especial. Ni siquiera es idéntico para todas las artes en
un mismo punto espacial y temporal (por ejemplo en un mismo pueblo, en una misma
época): cada arte tiene su propio público. Más allá de las fronteras de ese medio
especialmente perceptivo, la poesía, al igual que otras artes, apenas puede propagarse,
mientras se trata sólo de su acción estética. Cada desbordamiento verdaderamente
amplio de alguna de las artes es acompañado por una fuerte acentuación de algunas de
sus funciones extraestéticas. Por eso, en el caso de un estrechamiento cuantitativo del
público lector, no se puede hablar de una crisis de la poesía, sino de un desplazamiento en
el dominio de sus funciones: así, por ejemplo, el simbolismo no fue peor que cualquier otra
poesía porque contara con un número limitado de lectores; por lo demás, esto lo mostró su
influencia en el desarrollo ulterior.
Todo lo dicho en este estudio no ha sido sólo la determinación positiva de un
estado de cosas sino que ha sido también una discusión con aquellas orientaciones de la
investigación literaria que explican cierto estado de la poesía, o toda la evolución de ésta, a
partir del estado o la evolución de algunos valores en la conciencia de la sociedad que
recibe la literatura. Así, por ejemplo, la evolución de la poesía es concebida como un mero
reflejo de la evolución de los valores intelectuales (la historia literaria como historia de las
ideas) o como un síntoma de la evolución de los valores sociales (la historia de la literatura
como historia de la sociedad), etcétera. Es necesario distinguir entre los cambios de los
valores extraestéticos en la poesía y la evolución de esos valores en la conciencia y en la
praxis vital de la sociedad. En la obra poética, los valores extraestéticos están insertos en
su construcción artística y subordinados a las leyes evolutivas de ésta. La coincidencia
entre algún grupo de valores extraestéticos en la obra y el estado de esos mismos valores
en la conciencia y la praxis vital de la sociedad, aunque es posible en cierto momento de la

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evolución, no es necesaria ni invariable; en un período evolutivo posterior puede ser


reemplazada por un acercamiento directo de la poesía a un grupo de valores totalmente
distinto. La exigencia de que el estudio de la evolución literaria parta, ante todo, de la
construcción artística de la obra, no niega la necesidad de estudiar los valores
extraestéticos tanto dentro de la obra como fuera de ella, pero en relación con ella. Por el
contrario, es necesario que el análisis estructural de la construcción de la obra poética
tome en cuenta los valores extraestéticos como factores de esa construcción, y que, a la
inversa, el estudio sociológico observe la relación mutua entre la evolución de la
construcción artística en la poesía -contando en ella los valores extraestéticos- y la
evolución de los valores que rigen la praxis vital; sólo que los valores extraestéticos
encerrados en la obra no pueden ser identificados automáticamente con los valores del
período vigentes fuera de la obra.

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