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Al inicio del trabajo clínico con clientes que han experimentado traumas asociados
a violaciones de los derechos humanos, recomendamos cuatro principios rectores con los
que enmarcar la relación terapéutica. En primer lugar, crear un entorno seguro en el que
se puedan estabilizar y explorar los síntomas del trauma. Segundo, los orientadores
servirían bien a sus clientes si hicieran preguntas directas y abiertas sobre posibles
violaciones de los derechos humanos y exploraran cuestiones que ayuden a descubrir el
trauma relacionado. En tercer lugar, no discriminar, no juzgar y evitar culpar a las
víctimas cuando los clientes compartan sus experiencias de violación. En cuarto y último
lugar, ayudar a los clientes a empoderarse. Una vez establecidos estos principios
fundamentales, las siguientes estrategias de consejería pueden ser eficaces para tratar los
síntomas de trauma asociados a las violaciones de los derechos humanos.
Honrar a los demás y mantener nuestros compromisos con aquellos a los que
servimos y con la comunidad social en general encarna el principio de fidelidad y está en
consonancia con los principios de los derechos humanos. Al hacerlo, establecemos
relaciones de confianza con quienes nos rodean, lo que permite interacciones positivas y
un mayor bienestar, construyendo comunidades más sanas. La veracidad, el último
principio ético enumerado en el preámbulo, obliga a los consejeros a tratar con veracidad
a quienes se encuentran profesionalmente. Decir la verdad identificando y exponiendo las
violaciones de los derechos humanos crea una conciencia que puede conducir al cambio.
Tomados en su conjunto, estos principios forman una hoja de ruta no sólo para la relación
consejero-cliente, sino también para respetar los derechos humanos de las personas no
sólo en nuestras comunidades sino en la sociedad en su conjunto, lo que puede ayudar a
fomentar un mundo más sano (Baehr, 2011).
Bibliografía
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