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Los profesionales dedicados al ámbito de la intervención socio sanitaria, realizan cada día
en su trabajo acciones y toman decisiones que repercuten directamente a las personas
que estén a su cargo siendo, por ello, necesario actuar en base a una ética y deontología
profesional existente que viene dada por principios y normas éticas.
Esta ética profesional de la que hablamos abarca el conjunto de normas y valores que
sustentan el desarrollo de las actividades de los profesionales y guiada por valores
fundamentales de las personas. Resulta fundamental la ética, para todos aquellos
profesionales del área socio sanitario, porque implican la puesta en práctica de valores
como responsabilidad, estudio, constancia, carácter, concentración, formación.
Una vez establecido el concepto de ética, cabe hablar de los principios de la misma, que
se comienzan a escuchar con antelación al conocido Informe Belmont en 1978. En 1974
se crea en EE. UU. la Comisión Nacional para la Protección de los Sujetos Humanos de la
Investigación Biomédica y Conductista con los objetivos de identificar cuáles serían los
principios éticos básicos que debían estar presente en cualquier investigación que se
llevara a cabo en las ciencias del comportamiento y la biomedicina. Cuatro años después,
los resultados de este trabajo se publican en el Informe Belmont, clasificado en tres partes
donde se expone, los límites entre practicas e investigación, principios éticos y
aplicaciones.
Para empezar, definiremos la deontología profesional, como aquella que hace referencia
al conjunto de principios y reglas que regulan una actividad profesional. Estas normas
vienen determinadas por los deberes mínimamente exigibles a los profesionales en el
desempeño de su actividad, es el tratado moral de los deberes de una profesión. La
deontología profesional está orientada al cumplimiento del deber y queda recogida en
normas (jurídicas o leyes; institucionales y morales) y códigos deontológicos, que son
una serie de reglamentos mínimos de actuación que estipula un determinado colectivo
profesional. La principal función es la de ser un modelo de actuación en el ámbito y ejercicio
de un puesto laboral determinado. El código deontológico representa los principios y
normas éticas comunes que orientan la práctica profesional, por un lado, describe la
asunción de la responsabilidad profesional de las acciones a desempeñar; y por otro, la
autonomía que como de una determinada disciplina pueden desarrollar.
Los principios éticos radican en cuatro principios, todo ellos igual de importantes, como son
la dignidad, la no maleficencia, la beneficencia y la justicia.
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Cuando hablamos de dignidad, hablamos de las obligaciones que tienen los profesionales
con las personas.
En el informe Belmont, del 1978, fue la primera vez donde se formuló la necesidad de
respetar los principios de beneficencia, justicia y autonomía en las investigaciones con
humanos. Pero, sin embargo, hasta 1979, la teoría de los cuatro principios no existía como
tal, hasta que apareció en el libro de principios de la ética biomédica de Bauchamp y
Childress y a raíz de ello, utilizados hasta el día de hoy en la asistencia sanitaria.
Estos principios, tienen ampliamente consensuada su validez y resultan, por tanto, la mejor
manera de cumplir con ellos en el ámbito socio sanitario, reflejándose en el respeto y la
consideración a las personas.
Esta dignidad otorgada a la persona lleva por tanto a velar por su protección por los
diferentes ámbitos, tanto asistencial como social, facilitando la atención de sus
necesidades y ofreciendo los recursos que sean necesarios para su promoción. Es, por
tanto, que esta dignidad, nos lleva al principio de no maleficencia, el cual se presenta
como la obligación de no lesionar la integridad de un ser humano, conocido como el
principio moral de la medicina como el Primun non nocere. Obliga a todos los profesionales
sociosanitarios a no hacer daño, incluido daño físico, psicológico o social a la persona
mayor, así como a sus familiares, y realizar unas buenas prácticas en sus intervenciones.
En la práctica profesional diaria esto queda manifestado por la obligación de desempeñar
aquellas intervenciones que estén indicadas, por suponer beneficios para las personas, y
evitar siempre las que estén contraindicadas por generar un daño o riesgos de lesión para
éstas.
Con este principio, estamos obligados los profesionales a tener como objetivo la autonomía
y proteger a las personas que se encuentren en una situación de dependencia. También
queda englobado, la obligación de los profesionales y de cuidadores de los conocimientos
y destrezas necesarias para no dañar o lesionar su integridad y dignidad. De este principio,
se desprende la justicia, en la cual, todas las personas, independientemente, de su sexo,
edad, raza, enfermedad…no se vean discriminadas para acceder a la asistencia
sociosanitaria. Este principio obliga moralmente a los profesionales sociosanitarios a la no
discriminación a ninguna persona por razones sociales y a distribuir los recursos de manera
equitativa entre las personas con necesidades similares.
La forma de conseguir que las personas sean autónomas y responsables de sus decisiones
y conductas les lleva a ser protagonistas de su propio estado, consiguiendo que puedan
alcanzar sus objetivos mediante el uso de los recursos necesarios para tal fin. Siguiendo
los dos principios anteriores, y yendo en la línea de que los profesionales debemos tratar
bien a las personas para que sean capaces de gestionar su vida en situaciones de
vulnerabilidad o de dependencia, surge el principio de autonomía y beneficencia.
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Tabla 1
Diferencias entre Ética y Deontología.
El primero es el paciente, el cual determina según sus valores cuales van a ser las
necesidades que necesita cubrir y como.
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La organización social, que presenta los medios y recursos para cubrir necesidades
y la cual puede prestar las ayudas necesarias.
Por último, la sociedad, entrando aquí en juego los políticos y administración pública
del estado, determinando prestaciones y derechos de cada persona.
Tabla 2
Principios éticos y conductas implícitas.
PRINCIPIOS
CONDUCTAS IMPLÍCITAS
ÉTICOS
Determinación objetiva y equitativa de criterios de
inclusión/exclusión de prestaciones/programas sociales y
sanitarios.
PRINCIPIO DE Eliminación de condiciones que supongan exclusión, marginación,
JUSTICIA aislamiento, confinamiento o cualquier tipo de discriminación.
Puesta en marcha de programas comunitarios .
Investigación y validación de intervenciones profesionales e
PRINCIPIO DE institucionales.
NO Inspección y control de los cuidados a pacientes incapaces o muy
MALEFICIENCIA dependientes.
Valoración adecuada y precoz de las necesidades de las personas.
Valoración de la capacidad de gestión de la propia vida de las
personas mayores dependientes.
Información y consentimiento de las intervenciones que se
proponen realizar en la vida privada de la persona mayor.
PRINCIPIO DE Respeto a la privacidad y confidencialidad en las instituciones
AUTONOMÍA sociales.
Respeto a los modos de ser propios de las personas mayores.
Fomento de las instrucciones previas en las personas que sufren
enfermedades incapacitantes progresivas
Reforzar positivamente las actuaciones de cuidado no
profesionalizadas que permitan a las personas mayores ser
atendidas en su propio medio y personas de confianza.
Impulsar la ética de la responsabilidad de los cuidadores y
PRINCIPIO DE cuidadoras.
BENEFICIENCIA Potenciar criterios objetivos de beneficio con las personas
incapaces.
Impulsar los valores cívicos de la solidaridad y responsabilidad con
las personas mayores.
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Imagen 1
Modelo de atención centrada en la persona
Nota. Adaptado de Modelo de atención centrada en la persona, por CSIC, 2015, MATIA
(http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/enred-modeloatencioncuadernosmatia.pdf).
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Tabla 3
Dimensiones y componentes de la ACP.
DIMENSIONES COMPONENTES
Conocimiento de la persona
Reconocimiento y respeto
Promoción de la autonomía
Promoción de la independencia
Protección de la intimidad
Relaciones sociales
ENTORNO POSITIVO
Organización amiga
Nota. Esta tabla muestra las dimensiones (atención a personas y entorno positivo) y componentes de la ACP
(conocimiento de la persona, reconocimiento y respeto, espacio físico y ambiente significativo, etc.).
Fuente: Adaptado de Martínez (2013).
En nuestro día a día, deberemos tenerlos en cuenta para poder llevarlos a cabo:
2. Toda persona es única: todos somos diferentes, no hay una persona igual a otra,
siendo por ello necesaria la atención individualizada en cada uno de nuestros
pacientes.
3. Cada persona tiene una historia de vida: esta historia de vida la convierte en
única, atendiendo a la persona en base a su historia, valores y creencias.
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10. Las personas están sujetas a cambios: en las personas dependientes o con
discapacidad fluctúan aspectos biológicos, psicológicos, sociales y espirituales,
precisando apoyos ajustados a las diferentes situaciones que se presenten.
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