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Psicoanálisis con niños

Cuando trabajamos con niños estamos acompañando y modelando los distintos


tiempos de la constitución psíquica; estamos contribuyendo a la instalación de la
represión primaria, a la constitución del narcisismo y pasamos de la anarquía pulsional
a dar forma a un circuito por donde pasaran una sucesión de objetos de la satisfacción.
Podemos ser testigos del advenimiento de un cuerpo, del armado de un contorno.
El análisis con niños concierne a operaciones que instituyen subjetividad. Atendemos
al niño, pero siempre apuntamos al sujeto.
También situamos el lugar que ocupa el niño en el discurso parental, evidenciamos de
ahí los movimientos identificatorios, las relaciones de objeto, los lugares de
padecimiento, de goce y el síntoma. En la cadena generacional se despliegan las
marcas que se transmiten de padres a hijos a través de las identificaciones que
transmigran en letras que arden en el inconsciente. Dichos o entredichos, que pasan
brutal o sutilmente, que se producen sin solución de continuidad de generación en
generación.
Son los puntos no resueltos, las carencias, las fallas en la constitución, que pasan de
generación en generación, produciendo eficacia y actualidad expresadas en algún
padecimiento. Marcas del lenguaje y por el lenguaje instalan su repetición y diferencia:
no son ajenas las funciones parentales.
El niño no puede ser abordado del mismo modo que el adulto, por eso vamos a hablar
de una especificidad, que apoyados en diferentes tiempos del sujeto nos guiaran en las
diversas operatorias de nuestra práctica analítica. Hablaremos del juego, el dibujo, la
escritura, los padres y la transferencia.

EL LUGAR DEL NIÑO

Es por medio de la ilusión de los padres correspondiente a su deseo que un hijo tiene
un lugar en la familia antes de nacer.
Ansias de completad de un lado y empuje del lado del niño que lo llevará a cubrir las
expectativas de colmarlo.
Del lado de la madre el deseo de tener un hijo se enlaza como plantea Freud a la
temática fálica, desde el prometedor anhelo de tenerlo y la ilusión de obtenerlo; esto

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llevará a desplegar las funciones maternas de los cuidados al infante. Están signados
por un interés particular, y marcados por sus propias carencias.
Si se cuenta con esta carta de las equivalencias simbólicas el cachorro humano
encontrará un lugar en el deseo materno.
Gracias a esta anticipación habrá una representación de bebé antes que realmente
este exista. Se podrá imaginar su cuerpo, se podrá anticipar sus ropajes; hablarle
aunque no nos conteste.
Ella anticipará para él un lugar anudado, preexistente y necesario.
Esta operación de anticipación impulsará al recubrimiento narcisístico del cuerpo del
bebé y a la búsqueda de su nombre. Es el tiempo de ser o no ser el falo…

Es aquella que libidinizando al pequeños humano le da los ropajes necesarios para


establecer los bordes, delineando un cuerpo del cual gozará en el comienzo de la
constitución. Es un tiempo de la construcción subjetiva donde la madre sostiene el
cuerpo del niño en el narcisismo. Un tiempo fundamental como plantea Freud de otro
que debe asistir a los cuidados y necesidades, que debe ofertarse amorosamente para
crear el circuito de la demanda.
En términos de Winnicott, el recién nacido depende totalmente del medio ambiente
facilitador, es el tiempo de la dependencia absoluta donde aún no hay diferencia yo-
no yo; la primera oposición no-yo se ubicará en ese espacio de experiencia que la
madre ofrecerá para que junto con el tiempo, le sea posibilitada la experiencia de SER.
Por lo tanto una madre lo suficientemente buena cederá su pecho para que el niño
experimente el ser, para lo cual sabrá hacerlo jugar, para que desde este hacer alcance
el ser.

Si todo va bien, otro tiempo advendrá y lo maternal puede introducir la pérdida, esto
nos remite a las funciones simbólicas en la madre.
Es aquí donde podemos ver el juego del Fort da. Porque hubo un tiempo primer de
afirmación, de alojamiento, algo puede, restarse, sustraerse o ausentarse, puede
jugarse a la presencia – ausencia; comienza el esbozo del orden simbólico junto con el
despliegue de lo lúdico.
La madre se desustancializa y puede perderse para dar lugar al circuito de las

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demandas objetales para la satisfacción del niño, son objetos simbólicos cincelados por
el juego presencia-ausencia.

Del padre esperamos las funciones que él encara de la ley en el deseo, es el que realiza
las operaciones de nominación “Tú eres mi hijo”, introduce a este en la filiación, instala
la prohibición del incesto. La nominación vectorializa la prohibición y limita el goce.
Tanto las funciones maternas de anticipación; de formación, como las funciones
paternas de nominación son operaciones que deber ser reiteradas una y otra vez en
los primeros años de vida, en cada tiempo de la infancia. Son operaciones necesarias
para la constitución del sujeto.
Y si su tejido es tan delicado es porque su derrotero incluye vicisitudes, errores,
tiempos y contratiempos.

Los momentos de la infancia no siempre transcurren plácidamente. Freud en “tres


ensayos para una teoría sexual dice “el joven tiene una ganancia específica al terminar
la adolescencia y es el deshacimiento de la autoridad parental” esto se produce por un
cambio de posición del sujeto; pero a esto se arriba. Quiere decir que es un punto de
llegada. Para lograrlo hay que ubicar que antes tuvo que haber un tiempo primero
donde hubo consistencia del otro, la de los padres.

Los analistas sabemos de las consecuencias clínicas que se producen en la infancia con
el desfallecimiento anticipado. Esto puede dejar estragos en la constitución subjetiva,
en la medida que su consistencia depende del buen anudamiento que esto tiene en los
tiempos de la infancia. No es lo mismo intervenir sobre un sujeto que supone de la
palabra y la escritura, que con aquel que siendo sujeto del lenguaje no cuenta con ellas
como recurso. Aunque la constitución no haya sido completada, esto no impide ubicar
el lugar que ocupa el niño y el acto correspondiente en cada tiempo del sujeto.
Es necesario situar los tiempos de sujeto para pensar nuestra modalidad de
intervención.
El juego es nuestro soporte en los primeros tiempos de la infancia instala el principio
del placer funciona como bisagra entre el placer y el goce. Cumple una función
homeostática.
El análisis con niños puede encontrar su pivote en el amplio abanico de lo lúdico que

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incluye tanto el juego, el dibujo, el escribir y el relato. Cada uno tiene un matiz
singular. El juego es una creación, es un artificio en el sentido del arte de jugar, el
hacer ingenioso. El niño inventa otro mundo donde se asienta su sentido simbólico. La
satisfacción lúdica se produce porque la ficción da levedad de sentido a lo real, el niño
aliviana con el juego lo intramitable o lo traumático; el juego eyecta ese más allá del
principio del placer y a través de lo lúdico se transforma y diferencia el mundo real, del
mundo de la invención.
El juego es transformador de lo ominoso, y también ejerce como dice Freud una
dominación de la situación. Se domina lo displacentero al establecer la ligadura. Esto
no solo se refiere a la cuestión simbólica – lo que ha quedado fuera del enlace con la
palabra-, sino que ésta noción se enlaza fuertemente con la imagen – lo vemos en el
trabajo con niños- que es lo que arma contorno y posibilita la flexibilización del
narcisismo.
Hay una buena asociación entre juego y placer, el juego se eleva en una zona de ilusión
imprescindible para tener ropajes y disfraces en la comunidad. Con el principio del
placer no solo se sostiene el circuito pulsional que en su repetición se satisface y gasta
algo del goce, sino que también produce un estado de alegría.

El niño escribe con el juego; hace cifra, transcribe lo real que le llega de la percepción,
de los signos de percepción, haciendo ficción; escribe la pulsión o sea, recorre algún
circuito apoyado en “el como si”, transmuta las experiencias en imágenes; constituye
la represión primaria y el inconsciente como sistema.
Hay un buen anudamiento entre pulsión y ficción. El juego transforma el displacer. El
niño escribe y tramita con el juego lo que esta perturbado en su ser.
Cuando el niño no juego y el displacer se ha transformado en su fin detectamos una
falla del anudamiento entre Eros y Thánatos, y nuestra función como analistas será
restaurar la homeostasis, reinsertando lo lúdico.
Del dibujo decimos que comienza como una escritura de la imagen. Su trazado
conlleva una operación de velamiento. La representación pictórica del objeto dibujado
implica efectivamente el pasaje del objeto real a lo simbólico y una ficcionalización,
logrando la representación y la buena forma.
Lo que ocurre es que el velamiento logrado en el dibujo oculta a la mirada, un resto no

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percibido presente en toda percepción. De este modo el dibujo revelador, se muestra


en la transferencia al analista; por ejemplo leyendo los dibujos es posible localizar en
mamarrachos los desgarros o inacabamientos en la constitución del propio cuerpo.
Y en los chicos más grandes contamos, además del juego y el dibujo, con la escritura.
Esto implica que contamos con algo de la constitución del cuerpo y por lo tanto con la
posibilidad de soportar el desdibujamiento del mismo.
Las combinatorias de letras, los procesos de combinación y la sustitución hacen de
sostén de la posibilidad de la escritura, nos referimos a funciones metafóricas. En el
escribir de los chicos, la escritura producto de un decir inconsciente se expresa. La
escritura que el inconsciente revela no se confunde con lo escrito. La primera es la que
espera ser leída por un analista.

La primera forma de escribir es un trazo, que luego serán trazos que salen de la
represión primaria.
El surgimiento de la lectura y la escritura son procesos que requieren de las
operaciones de sustitución y desplazamiento, son frutos de las operaciones de la
sexualidad infantil, de la castración y de la represión primaria. El escribir inicial de un
niño perteneciente a la primera vuelta de la sexualidad, es una escritura que aún no es
propia, no novela; todavía está en una dependencia con el otro.
En la segunda vuelta de la sexualidad, con el predominio de la vertiente simbólica se
produce un viraje de la posición del sujeto, hay un giro en la escritura, hay un
anudamiento a la fantasía, hay neurosis.
Freud nos planteó que el juego infantil puede concluir en la creación o en la fantasía
neurótica. Ambas están en la desembocadura de las operaciones de la sexualidad
infantil.
Los latentes y los púberes sustituyen el juego con la creación literaria o musical; allí la
letra se multiplica en el sendero de la sublimación.

PADRES
Muchos son los interrogantes que suscitan la intervención con ellos. ¿Cuándo citarlos?,
¿Cómo intervenir?
Analizar a los padres, dejando de lado al niño desconociendo que hicieron una consulta
por su hijo, resultó un fracaso. Derivándolos a otro analista para comenzar un análisis,

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si bien es un movimiento interesante, lo que sucede las más de las veces es que queda
en el camino. Citarlos planteando una cierta periodicidad llevó al cumplimiento parcial,
y los encontró refractarios si se les proponía revisar sus historias personales.
Freud plantea en nuevas lecciones de introducción al psicoanálisis, conferencia 34, un
párrafo muy revelador para este que planteamos:

“…las resistencias internas que combatimos en el adulto están sustituidas en el niño


muchas veces por dificultades externas. Cuando los padres se erigen en portadores de
la resistencia a menudo peligra la meta del análisis o este mismo; por eso suele ser
necesario aunar al análisis del niño algún influjo analítico sobre sus progenitores”.

Se tratará de establecer un dialogo abierto entre padres y analista, para poder


intervenir en determinados lugares donde la trama familiar de ha quedado detenida.
Los padres pueden consultar de diferentes maneras: están los que a partir del
padecimiento de su hijo se hacen preguntas, tienen algún interrogante que se ha
despertado a partir del síntoma de su hijo, y tiene la inquietud por desentrañar lo
enigmático. Otros padres llegan porque el niño ha herido el narcisismo de ellos o
molesta por la falta de ajuste a que esperan de él. Quieren que el niño se adecue a las
demandas que recaen sobre él.

También están los que llegan por una instancia tercer, colegio hospital, juzgado. Son
los terceros los que detectan un padecimiento parasitario que no causa molestias a los
padres. De ser así, los padres se sienten muy incomodos por la interrupción de algún
goce. El primer planteo es el que mejor nos permite trabajar, dado que le supone un
saber al analista que bajo los medios de la transferencia le permite intervenir.

Y la intervención del analista para aquellos padres que suelen idealizar la eficacia del
analista y esperan que éste repare el daño narcisístico que el niño ha ocasionado,
consistirá en reintroducir la castración en el saber que le es supuesto. Aunar al análisis
del niño con el influjo analítico es extender la transferencia hacia la presencia real de
los padres, y de esta manera poder intervenir en los lugares estancos del enlace entre
padres e hijos, también intervenir en los lugares fallidos, en las fallas en la
constitución, absteniéndose de inferir en los lugares conquistados u logrado de la
dinámica y dialéctica entre padres e hijos.

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Cuando nos encontramos con padres portadores de un constado más estanco, inmóvil,
resistencial y cuando aun el sujeto no cuenta con la disponibilidad simbólica y hay una
dependencia real hacia los padres, citarlos nos da la posibilidad de destrabar algún
atrapamiento, permitiendo recuperar al sujeto en cuestión. Dicho de otro modo, el
analista abrirá senderos para que el niño no quede atrapado en la telaraña parasitaria
para interrumpir el arrasamiento subjetivo.

TRANSFERENCIA

El análisis con niños como hemos dicho concierne a operaciones que instituye
subjetividad, en él verificamos un tiempo de la transferencia. Hay efectos de la
transferencia; efectivamente en el juego y por medio de éste se crea el artificio de la
transferencia. El niño atribuye al analista un saber jugar, si se encuentran el juego del
niño y la actitud lúdica del analista.
La pregunta es: ¿Cómo se constituye esto?
La clave la tenemos con Hans; éste se dirige al padre pero su mensaje está destinado a
Freud. Al buen entendedor. Hay un dialogo entre Hans y el padre, referido al deseo de
eliminar a su hermana; y el padre dice que “un buen muchacho no desea eso”; Hans
responde: “pero le está permitido pensarlo”, ante la negativa nuevamente del padre,
plantea:” y si se lo hacemos saber al Dr. Freud…”

Entonces el punto de ruptura de la transferencia en uno de los padres, ese punto


donde ya no hay un buen entendedor, que pueda escuchar la subjetividad en el
mensaje, ahí donde sería importante que lo escuche. Ahí se ubica el analista como
buen entendedor. El analista es el que restablecerá el desfallecimiento de la
subjetividad infantil. El analista permitirá que la neurosis del niño en transferencia se
desarrolle. El juego articulado en la escena analítica posibilita la transferencia
mediante las intervenciones dentro del despliegue lúdico.

Y cuando de niños se trata, encabalgamos los tiempos de la constitución subjetiva con


los tiempos de la transferencia. El niño de los momentos instituyentes es el que está
fabricando neurosis el que va camino a armar síntoma. Es el tiempo de la primera
vuelta de la sexualidad; la transferencia desempeña otro papel, no recorre todo el
circuito completo ya que aún su constitución no se lo posibilita.

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Son transferencias inacabadas que de alguna manera indican terminaciones de análisis


también inconclusas. Se producen entonces transferencias parciales y limitadas y
transferencias múltiples: con el niño, la madre, el padre o el tutor. El niño recrea en lo
lúdico, en el como si, disfraza a estos padre reales que sigue operando como
presentes, recreándolos en otro personajes. Si bien al comienzo son los padres los que
sostienen la transferencia, el avance del tratamiento es posible porque la transferencia
queda más del lado del niño. En los chicos más grandes cuando el significante empieza
a poblar la escena analítica, la transferencia se va a hilvanar con las funciones
paternas, la segunda vuelta de la sexualidad y las operaciones de la castración. El
analista llega a encontrar un lugar en la neurosis del niño; pero no será como en el
adulto una neurosis de transferencia que sustituirá a una neurosis ordinaria. Porque ya
ésta neurosis ordinaria es para el niño la que arma la transferencia.
Transferencia incompleta, indirecta y contemporánea al establecimiento de un lazo
transferencia.

Dra. Alicia Roitstein

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BIBLIOGRAFIA
I. Donzis,L. “Jugar, dibujar, escribir”. Rosario, Argentina, Homo Sapiens, 1998.
II. Flesler,A. “El niño en el análisis y el lugar de los padre”. Buenos Aires, Paidos,
2007.
III. Freud, S. “Más allá del principio del placer”. Obras completas, Vol XVIII, Buenos
Aires, Amorrortu, 2010.
IV. Freud, S. “el poeta y los sueños diurnos”, Obras completas, tomo III, Biblioteca
Nueva, 1972.
V. Freud,S. “El análisis de la fobia de un niño de cinco años (caso Juanito)” en
Obras completas tomo II, Biblioteca Nueva, 1972
VI. Marrone, C. “El juego, una deuda del psicoanálisis”, Buenos Aires, Lazos, 2005.

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