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Transferencia, Posición del Analista e

Interpretación I

“Encuadre Psicoanalítico: Una clínica sin ensayo”

Docente Responsable:​ Prof. Dr. Pablo D. Muñoz

Autores:
- Chiarullo, Stefanía. ​stefaniachiarullo@gmail.com
- Drocchi, María del Rosario. ​rosario.drocchi@gmail.com
- Masiello, Denise Gabriela. ​den.masiello@live.com.ar
- Gutiérrez, Tatiana. ​tgutierrezramallo@gmail.com
- Terclavers, Sebastián. ​sebasterclacori@gmail.com

Fecha de entrega:​ ​25/06/2019


Encuadre Psicoanalítico: Una Clínica Sin Ensayo
Te ofrezco el centro de mi mismo que salve de algún modo,
el corazón central que no utiliza palabras, no trafica con sueños
y está intocado por el tiempo, por la desdicha, por las adversidades
[…] trato de sobornarte con la incertidumbre, con el peligro, con la derrota.
J. L. Borges, 1934.

Introducción

Si de estrategia se trata, el francotirador en combate debe saber dónde está apostado si

quiere dar en el blanco y salir airoso. La brújula del analista deviene precisa en el no saber

que va enmarcando su posición. Si el analista cree lo contrario, si piensa que tiene un saber, y

que además debe transmitirlo, hay que ser taxativo, no es analista. Podrá ser un erudito, pero

nunca un analista. El saber de la ciencia es aquí absolutamente inútil. Para entender el acto

analítico es fundamental estar enterado de que posición ocupa el analista en el encuentro

transferencial con el paciente.

Transferencia, posición del analista e interpretación son conceptos capitales para el

ejercicio de nuestra práctica. Diferentes cada uno del otro, pero unidos en complicidad lógica.

Acontecen en el consultorio al modo de un acorde de guitarra, en simultáneo, cual unidad

armónica. Para ilustrarlo, podemos pensar en el Aleph borgiano. Borges (1974) dice de éste

que lo que ven los ojos es simultáneo, pero lo que se escribe es sucesivo, porque el lenguaje

lo es. Trataremos aquí de constatar algo de lo simultáneo que posee la clínica, y desde luego,

algo que no sabremos nunca qué es, se deslizará. Con la intención de realizar una articulación

teórico clínica de los conceptos mencionados, se decidió seleccionar dos intervenciones

pertenecientes a un mismo caso de la experiencia clínica de uno de los autores.

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Caso clínico y articulación

Se trata de una paciente mujer de 36 años, a quien se nombrará Elisa. Ella consulta

por fuertes episodios de angustia que solía paliar con automedicación. Inmediatamente, junto

a la interconsulta psiquiátrica por dicho consumo, la paciente es invitada a poner en palabras

su angustia. Logra rápidamente salir del cuadro que la trae a análisis para dar comienzo a la

historización de su vida en la que describe escenas de niñez dolorosas donde el descuido y el

abandono son modalidades harto frecuentes por parte de sus progenitores. Además, relata

una adolescencia de mucha exposición.

A sus 9 años la madre le cuenta de manera frugal y cruel que, quien ella cree su padre,

no es su padre biológico y nunca más se vuelve hablar del tema. También a esa edad, recibe

un llamado telefónico de su padre quien le dice que va a suicidarse, éste es uno de los

primeros temas importantes que despliega en su terapia. La paciente tiene en el momento de

ingreso al análisis una hija de 9 años con quien convive y de la cual se ocupa cariñosamente,

pero con dificultades.

Luego de cuatro meses de tratamiento la paciente se encuentra estable y al comenzar

una sesión comenta: “compraste una tele”. El analista la mira con algo de asombro en silencio

y se ríe. Entonces Elisa dice riendo: “No la había visto…no me digas que estuvo siempre”.

El analista interviene preguntando: “¿Que trabajamos hoy, lo que no se vio nunca y estuvo

siempre?”. Ella vuelve a reírse, hace un silencio largo y le dice con angustia: “Esto que te voy

a contar, nunca se lo conté a nadie”. Aquí la paciente relata aquella escena, de sus 9 años, con

su madre​. ​A partir de la intervención del analista se produce este movimiento que permite que

Elisa pueda comenzar a interrogarse sobre su síntoma, histerizando el discurso y dando lugar

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a un deseo de saber extrayendo una elaboración de saber remitiéndose a la escena de sus

nueve años.

Desde la posición del analista, se apuesta a romper con el sentido, a no entender, al

equívoco. Se piensa al equívoco como uno de los senderos que conduce hacia el sujeto del

inconsciente. El analista da lugar a la palabra. Acerca de aquello que está y no fue visto por

Elisa, en este caso la televisión del consultorio, el analista citó el equívoco de la paciente y a

partir de allí se fue desplegando en su discurso un nuevo saber en coordenadas con su

historia. Parafraseando a Lacan, no alcanza con que un procedimiento confronte a un sujeto

con su propio decir para que el mismo sea considerado una interpretación: la interpretación

no sólo empuja al sujeto a tomar una visión o un insight sobre sus conductas, sino que debe

introducir en la sincronía de los significantes algo que bruscamente haga posible su

traducción (1958). La interpretación debe producir algo nuevo, y ese algo nuevo se encuentra

en relación al goce fantasmático que captura al sujeto.

La cita y el enigma son dos condiciones de la interpretación. La cita sanciona algo que

fue dicho, un más allá, mientras que el enigma no tiene una estructura determinada, sino que

el mismo invita a producir un enunciado por parte del analizante (Boxaca, Lutereau, 2013).

La intervención mencionada, recobra el estatuto de interpretación ya que el analista cita el

enunciado de Elisa, y a su vez, tiene la característica de ser enigmática produciendo a

posteriori un efecto, y entendiendo a la misma como un decir esclarecedor que deja vacante

un lugar, produciendo ahí mismo el surgimiento de algo nuevo: la escena traumática con la

madre. De esta manera, la interpretación se ubica como un soporte fundamental para el

cumplimiento de la asociación libre. Diga lo que quiera, algo pasara. Puede decir, si quiere, la

primera idiotez que se le venga a la cabeza. ¡Qué propuesta prodigiosa! En palabras de Freud:

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“Diga, pues, todo cuanto se le pase por la mente” ​(1911-1913), ​“Entonces quizá surja algo

que no esperaba, y de tanto hablar dice lo que tenía para decir” (Rabinovich, 1999).

Un domingo a las 22 horas suena el celular, se trata de Elisa. El analista decide

atenderla, ella le dice que va a quitarse la vida, que ya le dejó una carta a su hija explicándole

todo y que solo le resta ingerir todos los blíster de pastillas que tiene en su poder. Luego de

un breve silencio el analista expresa: “Qué bueno que me llamaste a mí y no a C (su hija) traé

la carta, que el martes la leemos juntos”. Tal como se había acordado el martes asiste a

sesión, tranquila, con la carta, y, mientras reía, le decía al analista que lo odiaba.

Es en el instante de ese doble llamado, donde Elisa se ve empujada a repetir el pasado

infantil angustiante. Al decir de Lacan (1962-1963), el acting out es algo que el sujeto

requiere mostrar, una demostración velada y lo esencial es que ese acto está orientado hacia

el Otro como un grito de verdad esperando ser escuchado. Al no poder recordar, la paciente

repite en transferencia con la figura del analista la experiencia que transitó con su padre a sus

nueve años, la misma edad que tiene su hija C al momento de aquella escena. Lacan plantea

que el analista paga con su persona mientras que la presta como soporte a los fenómenos

singulares que el análisis ha descubierto en la transferencia (1958).

En este banquete telefónico, no es a mí a quien te diriges. El analista se abstiene de

ser neutral en tanto su deseo. El deseo del analista es libre cuando no es libre: debe mantener

una neutralidad benevolente en tanto sus ideales; sin embargo, el deseo del analista se ubica

en el lugar de objeto causa de deseo como motor del análisis. En este punto, el analista no ha

respondido desde el lugar del amo cuando fue llamado telefónicamente absteniéndose de

frases como: “te ordeno no tomar las pastillas”, sino que se posicionó desde el discurso

analítico no respondiendo a la demanda de Elisa.

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Conclusión

En el presente trabajo se pudo visibilizar, de modo sucinto, a partir de la presentación

de un caso clínico y sus respectivas intervenciones, el despliegue en simultáneo de tres

conceptos fundamentales del psicoanálisis: Posición del analista, interpretación y

transferencia.

Se destaca la importancia en la manera que el analista se posiciona en un análisis para

poder escuchar al sujeto que lo consulta así como su manera de intervenir. Por lo tanto, el

acto psicoanalítico conllevaría al alivio de un padecimiento, en tanto se manifieste al

interjuego entre lo particular del caso y la posición del analista, la cual, como se mencionó

anteriormente, deberá abstenerse de la moral, de los ideales.

El movimiento del deseo del analista y su posición implican una ética. Ética que nos

interpela en el corazón del deseo cuando Antígona nos presenta sus propósitos.

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Bibliografía

Borges J. L. (1998). El Aleph. Barcelona: Alianza Editorial. (Trabajo original publicado en

1974)

Borges J. L. (2005). Obra Poética. En ​Two English Poems << II >>.​ Buenos Aires: Emece.

(Trabajo original publicado en 1934).

Boxaca L., Lutereau, L. (2013). La interpretación: entre cita y enigma. En ​Introducción a la

clínica psicoanalítica​. Buenos Aires: Letra Viva.

Freud S. (2012). Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (Schreber) Trabajos

sobre técnica psicoanalítica y otras obras. En ​Tomo XII: Sobre la iniciación del

tratamiento.​ Buenos Aires – Madrid: Amorrortu Editores. (Trabajo original publicado

en 1911-1913).

Lacan J. (2007). Revisión del estatuto del objeto. Punto IX: Pasaje al acto y acting out. En

Seminario X. La angustia.​ Buenos aires: Paidós. (Trabajo original publicado en

1962-1963).

Lacan J. (2002). La dirección de la cura y los principios de su poder. En ​Escritos 2.​ Buenos

Aires: Siglo XXI. (Trabajo original publicado en 1958).

Rabinovich D. S. (1999). El deseo del psicoanalista y la ironía socrática. En ​El deseo del

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psicoanalista, libertad y determinación en psicoanálisis​. Buenos Aires: Ediciones

Manantial.

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