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no. 167
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Contar La Habana.
Tres cronistas latinoamericanos Un día en Manila
Jorge Fornet Ricardo Alberto Pérez
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Poesía Cinco poetas italianos
Omar Pérez Gaetano Longo
CONTAR LA HABANA.
Contar La Habana.
Tres cronistas latinoamericanos
nas barbas, algún chaleco artesanal resuci-
-Jorge Fornet- tado para emprender esta aventura. Y uno
(2) también se reconoce en este viaje en pos
TRES CRONISTAS
de algún sueño» (70). La más amable de
Poesía estas crónicas de Lemebel no se detiene en
El traductor d zombies
-Omar Pérez- las contradicciones propias del universo al
LATINOAMERICANOS*
(4) que está entrando sino en su colisión con los
valores del resto del mundo. Allí, suspendi-
do en el aire, parece cumplirse el sueño de
Aire fuerte igualdad, pero al mismo tiempo se trata
¿Para qué escribo? ¿Quién me lee?
-Enrique Pérez Díaz- de un viaje a la nostalgia, al pasado. Esas
(5) Asediada siglos atrás por los piratas y los barbas y chalecos «resucitados» nos ha-
ingleses, y desde hace más de doscientos blan ante todo de lo que fue. La utopía, pa-
Vivir el cuento años por los más inesperados visitantes, radójicamente, se encuentra en el pasado.
Un día en Manila La Habana emerge en memorias, cartas, La siguiente crónica, titulada «La Ha-
-Ricardo Alberto Pérez-
(7) diarios o relatos de artistas y de escrito- bana Vieja», descubre la ciudad y su gente,
res que rozan o inundan textos, lo mismo y muestra la fascinación con una «Amé-
Portal de la Condesa de Merlin y Fredrika Bremer, rica tan cruzada por el mestizaje», por la
Cinco poetas italianos que de Eça de Queiroz y Anaïs Nin; tanto de «chispeante contaminación racial». Pero
-Gaetano Longo-
Isadora Duncan, Sarah Bernhardt, Fanny de inmediato el cronista percibe el contras-
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Essler y Anna Pávlova, como de Langston te chocante entre quienes viven la ciudad
Lo que viene Hughes, Federico García Lorca, Juan Ramón y quienes la visitan. «Lo más protegido»,
Daño colateral, una poesía sorprendente Jiménez y Wallace Stevens. En otro regis- nota Lemebel, «es el ocio de los visitan-
-Damaris Calderón- tro, ha servido de escenario a la novelística tes que deambulan por la isla como Pedro
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del raro Joseph Hergesheimer y de célebres por su casa gozando cerdamente esta ma-
La voz del escriba como Ernest Hemingway y Graham Greene. ravilla de ciudad con el salvoconducto del
Un poeta en pandemia El hecho es que desde que Alexander von dólar». Sabe que «con el cruel metal de la
Entrevista con Alfredo Zaldívar Humboldt escribiera en su Ensayo político social diferencia», «con la billetera llena se
-Marilyn Bobes- sobre la isla de Cuba que «La vista de La puede conseguir hasta una sirena caribeña
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Habana a la entrada del puerto es una de asada al palo». Este privilegio de los extran-
La letra que dialoga las más alegres y pintorescas de que pue- jeros, quienes pueden pagarse «los más
Riesgos del pensamiento de gozarse en el litoral de la América equi- exóticos gustos», está vedado al pueblo
-Basilia Papastamatíu- noccial», la ciudad no ha dejado de ser un cubano, que «tiene que mirar desde su ra-
(12) lugar privilegiado para la mirada y escritura cionamiento el relax goloso de las visitas.
Letra con filo de pobladores y viajeros. Tiene que pasar por la humillación de no
El brillo de su alma El triunfo de la revolución de 1959 añadió ser admitido en los hoteles lujosos o nuevos
-Antonio Armenteros- un valor particular y acentuó el interés por resorts que se construyen para el bienveni-
(13) la urbe. Ya no se trataba solo del sitio entre do dólar».
exótico y pintoresco que atraía a curiosos Hasta este punto la mirada del cronis-
El desfasaje
-Rogelio Riverón- o turistas ocasionales. Ahora era además, o ta coincide con la de la mayor parte de quie-
(14) sobre todo, otra cosa. Es decir, más que de nes llegan a la Cuba de los noventa, asediada
un lugar, se trataba de una experiencia que por la crisis y por las ostensibles y doloro-
De todas partes atrajo la pasión de intelectuales de todos sas diferencias entre habitantes y turistas;
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los confines, quienes empezarían a viajar pajo, auguraban la «hora final de Castro». esa mirada que supone el fin de un pro-
en masa a la capital cubana. De esa avalan- De más está decir que eran impensables, a yecto político y social. Pero de inmediato el
Directora cha surgirían análisis, reportajes y crónicas esas alturas, miradas generosas y esperan- cronista agrega matices que suponen cierta
Basilia Papastamatíu que darían fe de un paisaje y, por encima zadas como las de García Márquez y Cor- continuidad de ese proyecto malherido, y
suyo, de una época singular. Buena parte de tázar en la década del setenta. Aun así, la algo de simpatía personal: «el bello y orgu-
Subdirector
Rogelio Riverón la mirada «extranjera» sobre La Habana a primera en que me detendré de esta nue- lloso pueblo [cubano], debe enfrentar con-
partir de entonces cuajaría en crónicas re- va época conserva algo de aquel aliento. tinuamente esta injusticia económica que
Edición y corrección veladoras e impresiones que vale la pena Para quienes llegaron en los años noventa lo agrede en su propio suelo, en su propio
María Guadalupe Rouco Núñez
revisitar. Como es natural, si se las lee de no se trataba ya, en cambio, de un sistema sueño aún vigente, y a pesar de todo», aña-
Diseño conjunto es fácil percibir cómo las miradas erosionado sino prehistórico. de, «aun respaldando el protagonismo de
Lisvette M. irán modificándose a medida que lo hace Me gustaría comenzar por las crónicas esta difícil empresa que a toda costa quie-
también la influencia de Cuba, hasta lle- que el chileno Pedro Lemebel escribió con re mantener a flote la cuestionada osadía de
Comunicación
Giselle Lucía Navarro gar a un distanciamiento que se acentuaría motivo de su primer viaje a Cuba, invitado a ser independientes, de querer tener un sis-
sobre todo a partir de la última década del la Sexta Bienal de Arte en 1997 (y que inte- tema social más justo». Entiende, a la vez,
Consejo Editorial siglo pasado, cuando la isla sufrió cambios grarían la sección «Todo azul tiene un co- que «los costos revolucionarios [son] di-
Jesús David Curbelo, María Elena Llana, fíciles de calificar por una mirada tal vez
inesperados y dramáticos que alterarían su lor», de Adiós mariquita linda). Sin lugar a
Leyla Leyva, Marilyn Bobes, Enrique Pérez Díaz,
Nelson Simón, Daniel Díaz Mantilla destino y su papel en el imaginario latinoa- dudas la experiencia cubana provocaba en pasajera, tal vez turística, tal vez influen-
mericano, lejano ya de la utopía que alguna Lemebel sentimientos ambiguos, similares ciada por la inmediatez de leer el paisaje
Coordinación vez encarnara. Me centraré aquí en unas po- a los que sostiene en su célebre manifies- político de una nación que quiso alterar el
Betsy Molina
cas de las numerosas crónicas «habane- to «Hablo por mi diferencia»: el drama del rumbo de su colonial historia con el lacre
Centro Cultural Dulce María Loynaz ras» escritas por autores latinoamericanos militante de izquierda que se siente dis- despertar de su valerosa trasgresión» (73).
Calle 19 #502, esq. a E en el último cuarto de siglo. criminado por aquellos que deberían ser Repentinamente la voz del cronista se cues-
El Vedado, Plaza, La Habana, Cuba Por lo pronto debo recordar que, tras sus compañeros de lucha. La primera de tiona a sí misma y pone en entredicho su
Teléfono años en los que declinó el interés literario (y aquellas crónicas, «Cubana de Aviación», propia capacidad para hacer inteligible al
7832-03-31 el interés a secas) en la isla, cuando se asen- cuenta con simpatía la entrada a otro mun- forastero la particular realidad de la isla. Ese
tó un modelo de sociedad que no parecía do. Para llegar a Cuba hay que pasar antes cuestionamiento es clave porque de alguna
Correo
generar sorpresa o giro alguno, sobrevino la por un proceso de aprendizaje en esa aero- manera tiñe el relato, tanto como las dos
mstavrou@enet.cu
explosión. En 1989, y sobre todo tras la de- línea que, generosamente, él llama en al- crónicas que le suceden.
En Internet saparición de la Unión Soviética dos años más gún momento «la mejor de todas». Allí los «Llegando a La Habana», la tercera de
www.cubaliteraria.cu/descargas tarde, pareció que de repente la historia le valores y patrones conocidos están altera- ellas, propone cierta violación de la crono-
En Facebook daba la espalda a la isla y la abandonaba a dos, y la azafata se ve obligada a advertirle logía pues lo que narra es el arribo a la ciu-
La Letra del Escriba su suerte. Es obvio que, para entonces, el «a una vieja pituca que en esta línea no hay dad y la salida del aeropuerto, es decir, las
lugar de Cuba no podía ser más incierto. primera clase, ni asientos vips, ni atención primeras impresiones del recién llegado.
Proliferaron entonces vaticinios que de una especial. Que aun en el aire, chica, sigue la Debemos suponer —aunque la continuidad
manera u otra, con mayor o menor despar- revolución» (Lemebel, 2006: 69). De he- de la lectura esté alterada por el orden de
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las crónicas— que esas impresiones son las Hay otra manera de entender esta histo- cartel en el 162 indicaba que era la Casa Mu- el valor específico de la imagen, anulándola
que siguen a la experiencia un tanto idíli- ria. Las narrativas de la Cuba de los noventa seo de Lezama Lima» (Aira, 2016: 59-60). con algún relato o epígrafe explicativo, un
ca en el vuelo de Cubana de Aviación. A la ubican en un lugar protagónico la figura del Lo que más le gustó del pequeño apar- objeto como ese «es un modelo que sirve a
luminosidad implícita allí se opone la oscu- jinetero que inundó, por cierto, la cuentísti- tamento, dice, fueron los objetos que ha- mis meditaciones de novelista. Dentro de una
ridad que el cronista encuentra a su llega- ca y la novela del momento. Según esa ló- bía sobre las bibliotecas y que la guía le fue novela puede haber objetos [...] refractarios
da, la cual es acompañada por un discurso gica, Adolfo sería un jinetero que se acerca señalando; «todos aparecen en un pasaje al discurso mismo en el que viven» (66).
sorprendente: «La Habana parece dormir al turista llevando a cuestas una historia u otro de Paradiso: el cofre alemán, el bis- Es llamativa para el autor, y por extensión
en medio del apagón de racionamiento, y dramática, sacándole probablemente algo cuit francés firmado [...]. Y en un rincón del para sus lectores, la proliferación de obje-
lo único que resplandece al flashazo de las de dinero, prometiéndole amor y, en su ca- recibidor, sobre un estante, un objeto ver- tos con características similares. En el resto
luces del bus es el carteleo que machaca so, negándose al sexo, antes de desapare- daderamente maravilloso: “Es el vaso da- de su estadía en La Habana, asegura Aira,
de versos y poemas la oscura llegada. [...] cer. Lo interesante es que Lemebel desecha nés, que aparece en Paradiso en un episodio «vi muchísimos de estos objetos en todos
frente a esta cinta pobre que exagera el na- esa historia cínica y autentifica el relato del importante: al niño Cemí se le cae al suelo y los museos que visité. Casi podría decir que
cionalismo se experimenta la sensación de joven. Al creerlo y trasladarnos esa historia se rompe”» (62). Aira va entonces al deta- no vi otra cosa. [...] Nunca había notado la
acoso leyendo y releyendo la enamorada como cierta, genera una lectura totalmen- lle. Nota que el vaso danés tenía un «dibujo cantidad de imágenes pintadas que pue-
poética de su reiteración» (74). te distinta a la dominante. De ese modo, abigarrado y minucioso [...] de casas, árbo- den cubrir la superficie de los objetos. Dadas
La última de las crónicas, «El fugado de el ciclo abierto en el vuelo de Cubana de les, calles, autos, all over, tan detallado que las circunstancias, decidí que era una carac-
La Habana», es la más personal de todas Aviación se cierra con la experiencia vivida se ve el número de ventanas de cada casa, terística cubana» (77). En esa misma línea,
y recuerda en no poca medida Antes que casi al límite con el joven pintor —en la cual las hojas de cada árbol, la marca y el modelo en el Museo de la Ciudad encuentra una
anochezca, pero en un tono amigable que se prevaleció la cordura de este—. Leer esa de cada auto, los postes de luz, el empedra- vajilla decorada con escenas que le hacen
aparta de la rabia del relato de Arenas. Una travesía implica seguir un camino descon- do de las calles piedra por piedra, todo den- pensar en la historia de un fugitivo que crea
vez concluida la inauguración de la Bienal, certante y placentero a la vez, cargado de tro de los milímetros. Una ciudad entera, se un relato novelesco a partir de las imágenes
cuando Lemebel aún se encuentra en la pla- decepciones pero también de admiración diría, un día de semana...» (63). Dicho ob- que va viendo en el fondo de cada uno de los
za donde tuvo lugar el acto inicial, conoce a por un proyecto desafiante. Las miradas del jeto, piensa Aira, podría abrirle «un camino platos. Y encuentra allí Aira, también, el ob-
un pintor llamado Adolfo. A la pregunta de cronista dan cuenta, con aflicción y gozo, de nuevo en la interpretación de la obra de jeto que más llama su atención: un pañuelo
si es un artista invitado, la respuesta del jo- esa riqueza. Lezama. En realidad, un viejo camino, el de la con instrucciones para el uso y cuidado del
ven es un No rotundo, al que sigue una sínte- fusil Remington. Colige que a cada soldado
sis de su drama: «soy un fugado del hospital se le entregaría uno, que llevaría consigo al
del sida. Me contagió una turista italiana a campo de batalla sin riesgo de que se dete-
los diecisiete años y entonces yo no sabía lo riorara con la velocidad del papel y que ade-
que era ese lugar, por eso me presenté vo- más podría ser útil en la vida en campaña.
luntariamente. Cuando se cerró la reja a mis Cuando aleja la mirada del detalle en-
espaldas supe que había entrado en una cuentra una ciudad «desalentadora: rui-
cárcel donde pasé dos años sin ver el afue- nosa, gastada, llena de turistas, con esa
ra» (78). Adolfo, quien reconoce que ahora tristísima música alegre sonando por todas
las cosas han cambiado y el sistema del si- partes» (81). Incluso las vidrieras y medio-
dario es más libre, sirve de mediador entre el puntos, que son una suerte de sello de
cronista y esa realidad que a este le resulta identidad habanera, le resultan chocantes,
difícil de captar. A su manera, el joven es un de tanto que brillan al trasluz, y de sus colo-
outsider salido de una de esas heterotopías res «tan chillones». Una señora argentina
propias del temor al contagio. Que Adolfo con la que se cruza le comenta que «los cu-
hubiera adquirido la enfermedad a través de banos tienen un problema grave con lo vi-
una «italiana» rompe el lugar común, en- sual». Y tenía razón, considera Aira, porque
tonces dominante, de que se trataba de una «todo lo que fuera murales, carteles, pintu-
epidemia trasmitida entre homosexuales. ras, iba más allá de lo feo y torpe. Lo mismo
Ello no impide que el fugaz pacto amoroso las tapas de los libros, las ilustraciones, has-
entre él y el cronista prospere de inmediato: ta los menús en los restaurantes» (83). Esa
«Solo habían pasado unas horas desde que fealdad que percibe se debe en parte a una
nos conocíamos, y ya navegábamos juntos mirada estetizante que contrasta con la de
en el mar del amor como apuesta, del amor Lemebel, aunque ambos miraban lo mismo.
como desafío a dos soledades impuestas; la Solo al hablar con un habanero, Aira se
mía, como una búsqueda incansable de algo da cuenta de que tales vidrieras eran origi-
que reafirmara mi estadía en Cuba, algo que nales, y entonces su percepción se trans-
me hiciera recordar ese paisaje como un forma, pues no niega «que el tiempo es uno
rostro humano» (79). de los elementos que hacen al arte. La se-
La inmediata complicidad entre ambos ñora argentina también podría haber dicho
los arrastra a la picaresca, y cuando más que los cubanos tienen “un problema serio”
tarde el cronista quiere entregarse a Adol- con el tiempo. Por la pasión de la utopía, sa-
fo, este lo protege negándose a «cruzar la lieron de la Historia, y lo “visual” se les con-
zona de riesgo»: «Mejor soñar que lo ha- geló» (85). La idea es clave porque será
cemos, princesa, mejor acurrúcate en mi recurrente a partir de entonces. Es cierto
pecho y duerme y sueña y déjate llevar por Tres años después de la visita de Leme- imagen, que es el de la microscopía». Es que en Lemebel el viaje a La Habana implica-
el tumbar de mi corazón que te pertenece, bel, César Aira llega a la ciudad. «En La Ha- curioso que el argentino, quien asegura más ba también un desplazamiento a otra épo-
que me ganaste en la apuesta de enamorar- bana» se titula, simplemente, esta otra adelante que va «a todos los museos de to- ca, pero esa época tenía un componente de
nos esta noche». Cuando el cronista des- crónica singular —suerte de antítesis de la das las ciudades que visito, y por grande que futuridad, por decirlo así, que la proyectaba
pierta, Adolfo no está ni aquel vuelve a tener mirada entre solidaria y empática del chi- sea mi interés en los tesoros que contienen, hacia adelante aun con sus limitaciones. La
noticias suyas. No importa: «el paisaje ha- leno: en la casa de José Lezama Lima, que los cruzo como una flecha» (68), se detenga, visión de Aira, en cambio, es la de un proyec-
banero ya tiene un rostro que lo hará infini- aparecerá también, por cierto, en otros cro- minucioso, en el reducido apartamento de to cancelado; el país que se propuso forzar
tamente recordable para mí, porque quizá nistas de la ciudad. Cuenta Aira que sucedió Lezama, o mejor dicho, en algunas de sus la historia, empujarla y ponerse a su van-
todo paisaje lo evoca la sonrisa de un ser un poco por casualidad, salió a caminar, y piezas, que no remiten directamente a la li- guardia, había terminado por quedar anclado
amado» (82). Extrañamente es el outsider, como no hay mucho que ver porque la ciu- teratura pero que parecen ofrecerle ciertas en algún sitio impreciso del pasado. «Con
el desencantado en términos políticos («de- dad «está en ruinas, todo es sucio y sórdi- claves. un poco de ironía o malevolencia», dice en
cía que creyó en la revolución cuando aún él do y uno trata de pasar lo más rápido que Este detenimiento en los objetos, de he- cierto momento, Cuba «podría ser una va-
tenía futuro»), el que decide no entregarse pueda», de pronto se da cuenta de que la cho, es el punto fuerte en el discurso de la riante nacional, aplicada a la Guerra Fría, del
sexualmente, el que huye una vez transcurri- calle Trocadero no debía de estar lejos. Le guía del museo porque no tiene mucho más soldado japonés» que permaneció oculto
da la noche de amor, el desaparecido, es él, pregunta a alguien que le responde «cual- que ofrecer, pero los entiende solo como en la selva durante veintiocho años, cre-
digo, quien le otorga un «rostro humano» quier disparate (bienintencionado)», y aun objetos que aparecen descritos en la obra, yendo que la guerra no había acabado.
a la experiencia cubana: «Así también la así la encuentra a unos pocos pasos. «La mientras Aira los piensa como «posibilidad Si La Habana de Lemebel es sobre todo
Cuba sentimental que conocí a través del dirección la sabía de memoria desde chi- genética». Y sin embargo, piensa, la guía tie- la de seres concretos, de carne y hueso, que
chico del sidario nunca más será la misma, co: Trocadero 162». Allí se encuentra «ese ne razón porque Lezama se limitó a descri-
nunca más torearé el amor y la muerte con pasadizo mitológico, esa vía regia que ahora bir, más que los objetos en sí, «las imágenes
tanto desafío, en aquella plaza, en esa flori- es una callecita rota, con charcos y mon- que transportan» (76). Si nuestra época, al * Este texto forma parte de un libro en proceso.
da noche, cuando él me cantó la rabia dulce tones de basura y viejos sentados en los revés de las eras imaginarias —cree el visi-
de su furioso corazón» (82). umbrales fumando cigarros malolientes. Un tante—, se ha especializado en neutralizar CONTINÚA EN LA PÁGINA 14
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Omar Pérez
El traductor d zombies
ENRIQUE
torno. Siempre intuí que alguna vez escribiría tones de personas emigraban desde allí
sobre Cleopatra VII, un personaje vapuleado hacia el para ellas promisorio Norte. En esa
a su antojo por la historia, sobre todo en vir- playa conocí la felicidad. Y el dolor. La luz. Y
tud de que fueron hombres los que asumie- la ausencia.
PÉREZ DÍAZ
ron el relato sobre la personalidad altamente Pero al leer todos en casa, hubiera sido
polémica de esta reina ptolemaica. un crimen de lesa familia no ser un buen
Nunca antes pensé sumergirme en la lector, sobre todo con un abuelo periodista,
retórica de un personaje de la antigüedad, una madre profesora, bibliotecaria y cuen-
(La Habana, 1958) pero de la mano y el estímulo de otra amiga tacuentos, una abuela a quien gustaba ador-
escritora, la mexicana María García Esperón, mecerse escuchando historias, una tía actriz
me fui adentrando en el universo helénico que repasaba guiones y toda una gama de
¿PARA QUÉ ESCRIBO? ¿QUIÉN ME LEE? para ir trazando los contornos de la infancia seres que de alguna manera se vinculaban
que presumiblemente pudo tener la última a ese mundo ficticio que se oculta en los li-
reina de Egipto. bros, pues como dice Ende: La literatura y la
Michèle Petit ha dicho que: ...hay niños La literatura, ya la lea o la escriba, siempre Todavía me siento fascinado por el modo mentira están hechas de la misma sustan-
que leen bajo las sábanas, con la linterna en ha ejercido en mi persona poderes terapéuti- en que los misterios isiacos se me fueron cia: la ficción. Esta sustancia puede ser una
la mano, en contra del mundo entero. Hay cos y cuando me escapo a un libro, para con- develando y de alguna manera conseguí en- medicina o un veneno, dependiendo de las
una dimensión de transgresión en la lec- tar mil y una verdades literarias, siento que trar, tal vez del modo más especulativo (y manos en las que caiga.
tura. Si hay tantos lectores que lean por la soy ese yo que sueño ser y entonces puedo humano a la vez) en el entorno espiritual de Lo mejor de leer cuando niño (y ahora
noche, si leer es con frecuencia un acto de reivindicar en mis historias al que la vida real la malhadada reina que se suicidó a los 39 también) era (o es) llevar a la fantasía mis
oscuridad, no es solamente porque hay en casi nunca me permite salvar. ¿Para qué es- años y que, como su antecesor e idolatrado sueños y entonces mis vecinos eran (y son)
ello un sentimiento de culpa: de esta ma- cribo? ¿Quién me lee? Alejandro, tuvo el privilegio de la inmorta- testigos de mi desbordante imaginación. En
nera se crea un espacio para la intimidad, Por muchas razones incomprensibles lidad que se confiere al morir jóvenes, en la escuela, tras el aprendizaje de las letras,
un jardín protegido de las miradas. Se lee para mí, inconfesadas, pero persistentes, plenitud de facultades y en medio de esa comencé a escribir. Pésimo estudiante. Es-
sobre los márgenes, las riberas de la vida, que me hacen dejar todo lo demás y sumer- leyenda personal, favor que solo se concede merado lector. Insumiso alumno. Dócil frente
en los linderos del mundo. Tal vez no hay girme, antes en las cuartillas, hoy en una a los semidioses. a un libro. No me costaba casi nada expresar
que desear que se haga la luz en ese jardín. pantalla llena de iconos, para volar desde ahí El libro se fue llenando de intrigas, mis- mis ideas —lo que aún para muchos profe-
Dejemos a la lectura, como el amor; con- a un mundo paralelo, tan cercano a este, sin terios y personajes apócrifos que tuvieron sionales resulta un engorro— y mis maes-
servar su parte de oscuridad. embargo. la suerte de llevarme hasta esa desconoci- tras advertían eso que llaman un don de la
Quizás lleve más de cuarenta años dedi- da Cleopatra, y a través de la cual comencé a palabra, oral o escrita.
cado al ¿oficio? de la escritura. Y más de una amar y descubrir, cual un niño como ella, el He contado mil veces que hacía las com-
vida, desde mis ancestros, leyendo en los LOS LIBROS SON LA ESENCIA universo donde ambos debíamos desarro- posiciones a mis colegas. Sin embargo, mis
signos del mundo. Porque cuando se des- llar nuestra historia. Hubo un punto en que gustos eran tan fantasiosos que nunca soñé
ciende de una familia lectora se viene ya con Porque los libros son más que libros, son la vida, tratando de entenderla, fui comprendiendo con ser escritor, oficio que me parecía (y aún
el corazón y el núcleo de épocas pasadas, la razón
ese acervo que nos da, por añadidura, una por la que los hombres trabajaron y murieron, la
los últimos acontecimientos de mi vida per- puede resultarme en ocasiones) demasiado
relación neuronal, atávica y casi química con esencia de sus vidas. sonal y, entre olvidos, adioses y renuncias y lento o mejor, que demanda tanta quietud
la vida que corre detrás —o entre líneas— en Cicerón la memoria de cuan fútiles pueden ser las y concentración, tan difíciles de alcanzar y
ese papel que cuenta una historia... creaciones humanas, entendí mejor a la rei- cuyos procesos comunicativos no son inme-
La respuesta implícita a las interrogan- ¿Qué nos mueve a escribir? ¿Qué nos inspi- na que supo tener a raya a uno de los más diatos sino esporádicos y a veces fortuitos.
tes: ¿Para qué escribo? ¿Quién me lee? me ra? ¿Qué nos desvela? ¿Cuál, la esencia mis- poderosos imperios de la antigüedad y asu- La literatura no da respuestas pero man-
deja inerme ante cualquier propósito con- teriosa de ese proceso tan complejo donde, mirse a sí misma como ella deseaba ser: una tiene vivas las preguntas. Ha dicho el espa-
feso, pues, como el actor que desconoce su sin dejar de ser nosotros, viajamos desde la mujer culta, llena de amor, defensora de su ñol Gustavo Martín Garzo y por eso me gusta
auditorio y mucho más las posibles reaccio- piel de otro personaje hasta honduras infi- pueblo y libre de obrar acorde al dictado de leer. Por eso escribo. Aunque no siempre en
nes que su propuesta teatral despierte, así nitas y desconocidas? su corazón, sin más ataduras que sus lazos cuanto uno lee encuentra preguntas inte-
me asomo a cada nuevo libro en busca de una ¿Qué puede motivar a tantos escrito- afectivos y lo que consideraba su compro- resantes y, muchísimo menos, respuestas
historia, guiado siempre por mis ocurrentes res que en el mundo existen y han existido? miso con una civilización. a algo que le inquiete, motive o preocupe.
—e impredecibles— personajes… Salvo excepciones, esta no es de las profe- ¿Para qué escribo? ¿Quién me lee? ¿Para qué escribo? ¿Quién me lee?
Escribo en primer lugar porque me sien- siones más lucrativas. Pues creo que ahí está la clave. Del mis- Fue al concluir la Licenciatura en Perio-
to libre en el paisaje de mi literatura. Mis li- Como decía Ernest Hemingway, puede mo modo en que nos sumergimos en nues- dismo que me tomo la escritura más en
bros me ofrecen una amplitud que jamás he considerarse la más solitaria y al hablar de tros personajes, ellos se van revistiendo de serio y comienzo a leer con verdadera furia
conocido en otra geografía. Con ellos apren- soledad quiero pensar que el autor de Por nosotros, toman nuestros rasgos, anhelos, libros para niños y clásicos contemporáneos.
dí a conjurar el dolor que trae la existencia quién doblan las campanas quiso decir in- sentimientos, rechazos y se vuelven más Eso irá formando un universo variopinto
y gracias a personajes que llevan muchas comprendida, en oportunidades preterida y humanos. de tendencias, temas, métodos, puntos de
tiras de mi piel y bastantes emociones de mi hasta víctima del más tenaz olvido. Somos ellos viviendo su entorno y situa- vista y amplitud argumental que hicieron
alma, conseguí liberarme de las ataduras y ¿Cuánto no abandona un autor para de- ción. Ellos son nosotros, tal y como nunca de mí el escritor que soy.
convenciones a que el mundo nos convoca dicarse de lleno a su obra? No pienso solo en nos atrevemos a vernos, porque en un libro nos Resulta paradójico, o quizás sea com-
desde la primera infancia. el tiempo, sino en tantas actividades pla- revelamos como quizás nunca antes soñá- prensible —si se analiza el poco caso que
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yo mismo le hacía a mi escritura—, que no siderarlos inconvenientes, desajustados o permite ser más exigente con los propios y der de llevar a su posible lector a un entorno
comience a publicar hasta la treintena, ha- fuera de contexto. dedicarles mucho tiempo. Tanto que, si antes nunca antes visitado, ese predio capaz de
biendo comenzado mucho antes (apenas Sin embargo, a veces me pregunto: ¿Pa- me sumergía en varios argumentos a la vez, hacerle reparar en aquello que le rodea, re-
adolescente) a garabatear libretas tratando ra qué escribo si más de una vez he pensado hoy dedico años enteros a la investigación, la visarlo, aprehenderlo de otro modo y pensar
de reinventarme el mundo. que esos niños no me leen porque no estoy reescritura y el volver, en más de una opor- en una posibilidad de cambiarlo.
Si desde el primer momento me sen- a su alcance? ¿Quién me lee, acaso el niño tunidad, sobre mis historias y personajes.
tí motivado a escribir sobre los niños y sus de una familia marginal donde jamás se ha No sé si la madurez del oficio los ha he-
adversidades o sueños, nunca he pensado posado la magia de libro alguno, el hijo de cho mejores o les propició perder algo de la LOS LIBROS TIENEN SU PROPIA ALMA
que escriba exactamente para ellos, aunque un pederasta, el niño que pide por las ca- frescura e inocencia con que les dotara la ju-
quizás cometí la torpeza de escoger los ca- lles, el que se ve obligado a sufrir en silencio ventud, mi inexperiencia. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma.
nales de difusión de concursos de literatura el desajuste de su entorno, ya sea familiar, De cualquier modo, pese a períodos de El alma de quien lo escribió
infantil y juvenil para dar a conocer mis pri- escolar o social? silencio escritural, siempre que vuelvo con y el alma de quienes lo leyeron
y vivieron y soñaron con él.
meras obras. Quisiera escribir para ellos pero me de- nuevos bríos, redescubro la magia del divi-
La mal llamada «literatura infantil» o tengo. Y pienso. ¿Resolverían algo de sus ma- no acto de tejer una historia, irla develando Carlos Ruiz Zafón
«para niños» es el predio donde opté por les leyéndome? ¿Si no saben qué comerán para el lector y dejarme sorprender hala-
esconder una escritura bastante crítica y esta noche o a qué hora regresará su madre güeñamente, tanto por su desenlace como Los libros verdaderos, los grandes libros,
cuestionadora y más de un anhelo incon- de alguna incursión nocturna, pueden pen- por la reacción que pueda despertar en los siempre tienen alma. Quizás sea esa su esen-
fesable que mis personajes me permiten sar en leer algún libro mío? más encontrados públicos. cia, su parte más importante. De nada vale
exteriorizar ante otros. Entonces, ¿ciertamente escribo para los Muchas veces me han preguntado si una buena historia, atractivos personajes,
En el acto de escribir soy un absoluto niños de cierto poder adquisitivo y familias en otra vida sería escritor y suelo respon- mucha acción, descripciones tremendas, si
deudor de mis lecturas. Al descubrir a María letradas? ¿Los que van a una feria del libro? der con un NO bien rotundo. Nuestro oficio la narración no conmueve, nos resulta leja-
Gripe supe que, como ella, para mí la litera- ¿Los que tienen una profesora capaz de se desconoce tanto, que se suele idealizar na y vacía, nos deja indiferentes.
tura no conocería fronteras y precisamente descubrirme en medio de cuanto se publica? muchas veces, omitiendo esa triste realidad Cada libro tiene su propia alma, es como
es por esa razón que nunca he sentido es- ¿Para qué escribo? ¿Acaso mi literatura de poco estímulo en que viven tantos que dice este gran autor, el alma, el desvelo, las
tar escribiendo para niños ni he cometido podría ayudar a que la gente cambie y se por mantenerse fiel a su credo y no ceder sinrazones de aquel ser inspirado que lo vio
el crimen de aniñar intencionalmente mis sienta motor de repensar la vida o medi- ante las modas y espejismos de cada época, nacer desde sus angustias para expresar, a
historias. tar sobre problemas sociales del contexto no son tocados por el Rey Midas de la fama partir de su anhelo por comunicar, conmo-
Bien temprano pude reparar en la certe- mundial contemporáneo? y las ganancias exorbitantes. ver, quizás hasta de hacer pensar.
za de que quienes se creen escritores para Los libros toman de la vida real, y está la
niños son leídos por más adultos de los que vida, cada vez mejor asentada y palpitante,
quisieran y a veces los niños pasan olímpi- en los buenos libros que hasta su anécdota
camente de lado por sus libros y, por tanto, nos arrastran sumisos, haciendo que olvi-
resulta un mito condicionar nuestra litera- demos luego todo entorno, cualquier pro-
tura al presumible gusto infantil que pueda blema, nuestro pasado, presente o futuro.
tener cualquier lector, de la edad que fuere. Entonces será cuando los buenos libros
Una buena historia bien agarrada por los nos habrán robado nuestra alma, enton-
cuernos es mi principal motivación para es- ces vibraremos al son de las palabras y nos
cribir. Esos personajes secundarios que de identificaremos con esos personajes —un
pronto descubro en mis obras y se adueñan poco nosotros mismos también— y nos de-
de la trama, que como los grandes actores jaremos atrapar, irremisible y eternamente,
(o actrices) de un filme se roban la situación por la fuerza poderosa de una historia.
crucial para producir un vuelco, un anticlímax Al leer, vivir y soñar con un libro nos es-
en el hilo narrativo que uno preconcibió. tamos adueñando de su alma, intangible
Partiendo de esa verdad es que me voy ganancia en verdad, porque sin imaginarlo
adentrando en argumentos donde la com- siquiera, hace mucho que ese libro (como
plejidad radica precisamente en decirlo cualquier otro) se ha robado, para siempre,
todo del modo más sencillo para que un un pedacito del alma nuestra.
lector cualquiera pueda entender y vibrar Libros y literatura no reivindican a na-
con nuestra historia, hacerla suya, vivirla con die, pero sí son capaces de emitirnos seña-
nosotros, sufrirla, amarla y hasta sentir odio les, alertas, destellos que nos hacen reparar
por ella. ¿Quién me lee? Pues muchos que tal vez Mantenernos en esa cuerda floja es lo en aquello que de otro modo hubiéramos
El escribir de este modo dentro de un ni conozca siquiera. Personas que solo bus- que siempre nos hace preguntarnos, en más olvidado.
contexto en que la literatura se suele valo- can una historia y quizás se encuentren con de una ocasión: ¿Para qué escribo? ¿Quién Ricardo Piglia dijo alguna vez que: Una
rar más por parcelas genéricas o grupos que otra. Pues el haber sido uno mismo —y a la me lee? Y pese a las respuestas positivas o
buena literatura divide a los lectores, crea
por la excelencia en sí misma, ha motivado vez tan diferente— en los libros que he es- adversas, nunca cejar en ese mágico acto
antagonismos, produce enfrentamientos y
que me quede apartado adentro de un gru- crito, suele desconcertar a los lectores. Es de revelar al mundo su cara oculta, a la his-
pasiones... es una forma privada de la uto-
po otro, o más bien fuera de todo grupo, con curioso cómo, en premios donde se com- toria su no ha sido, y a los seres humanos su
pía. Se lee para convertirse en poeta, para
las consecuencias que eso puede traer para pite anónimamente, para bien o para mal, infinito, su más allá…
amar, para madurar, para mejor morir. Sólo
la difusión de una obra. casi nunca los jurados logran reconocer- Pese a haber tenido, como incluso pue-
a los lectores se ofrece o se niega el mun-
Si de un lado el no ser intencionalmente me y del mismo modo, para quienes han den tener los peores escritores, personas
do... hay que leer la literatura con fe, es de-
infantil dota a mis historias de un aire dife- seguido de algún modo mis libros, suele re- fieles que me siguen, cada libro nuevo me
rente, el hecho de que en general los perso- cir, como modelo de vida, como un oráculo
sultar desconcertante el narrador diferen- trajo el hallazgo de otro alguien que apareció
najes protagónicos sean menores de edad, personal.
te que creen advertir en cada nueva obra en mi vida para enriquecerla de algún modo.
igual propicia cierta marginación por parte con que asomo al mundo. ¿Para qué escribo? ¿Quién me lee?
Esta evidencia me ha demostrado que
de las motivaciones que se suelen ver en los Quizás el que mi escritura solo se com- el escribir sin mejor compromiso o atadu- Pues justamente para mantener mi fe
libros llamados para adultos. Ese es mi reto. prometa con sus argumentos y personajes ra que aquella historia narrada —omitiendo invicta. Para no renunciar a la esperanza
Que el lector abierto me encuentre o halle me ha dado esa envidiable libertad de, sin cualquier intención ideológica, educativa, ni en el peor instante de un tiempo malo.
lo mejor que pueda tomar de mis ideas o dejar de ser yo mismo —con mis inquietu- de recreación, facilista o comercial y sir- Para reivindicar las esencias. Creo que esa
argumentos. des, anhelos, obsesiones, fantasmas y has- viendo a la idea de que tras una lectura las debe ser la razón que nos mueve a todos de
Quizás ese fuere el sentir de mi obra, que ta veleidades—, ser uno nuevo y hasta otro personas puedan ser mejores y pensar con una manera intangible para nosotros. La que
pese a su amplitud y variedad viene siendo cada vez. mayor amplitud, aunque ningún libro vaya nos hace alentar, vivir, procrear libros y dar-
toda ella un canto a la infancia: encontrar El no condicionar la escritura a un de- a cambiar el mundo— me redime de tantas los al mundo.
en el libro al mismo niño que vive en la co- terminado tipo de lector potencial ofrece tal horas de incertidumbre frente a un posible Entonces, podríamos concluir diciendo
tidianidad de mi medio, tratar de entender- amplitud al autor, que le permite moverse desenlace. que no solo hay que leer o escribir con fe,
lo, de que otros lo comprendan y se le haga en registros de mayor riesgo y atreverse a Escribir significa, sí, mucho sufrir y do- sino vivir con fe y, amigos míos, vivir en la
justicia, pues el mundo de la infancia suele explorar derroteros otros, tanto temáticos, lerme con cuanto les suceda a mis perso- literatura es toda mi fe.
estar más lleno de injusticias y dolor que de como formales. najes, al punto de que abandono la vida real Esa religión concede la libertad que po-
bonanzas, aunque usualmente se prego- Si bien en una época escribía de forma —que a los escritores se nos escapa como a cas otras, alimenta como ninguna y me
ne lo contrario. desordenada con la fruición y esa euforia nadie en nuestro agotador oficio— para su- permite la reivindicación necesaria de que
Por eso mis personajes son alguna es- que solo permiten inspiración y corta edad, mirme en la ficción. cada día me asome al mundo diferente y ca-
pecie de enfant terribles que, como yo mis- con los años de vida y trabajo como editor No creo que un libro sea capaz de reivin- da persona imprevista en mi camino pueda
mo, se esfuerzan por entender un mundo he ido ganando concentración. El arreglar (y dicar la vida real y, sin embargo, cada historia ser la respuesta a tantas preguntas abiertas
que nunca les acepta ni comprende al con- hasta reescribir) tantos libros de otros, me que se cuenta sí que tiene el magnífico po- que se dibujan en el contorno de mis libros…
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que no debía negarse a nada de lo que su destino inmedia- Fueron otros tiempos en los que ella era
to le presentara. Al regresar se dio cuenta de que lo único apenas una estudiante de segundo año de la
que mediaba entre la discreta ventana a la cual permanecía carrera de arquitectura; apareció Elker con su
recostada y el cementerio era la Ave. Andrés Bonifacio, fue esplendor, llegado de Noruega, y dieron rienda
entonces que decidió empezar a poner las cosas en orden. suelta a una pasión iniciada una noche de in-
El cementerio, mirado desde un mapa, hacía recordar vierno a través del Pasig River: un capricho del
sin mucho esfuerzo la forma de un hacha, vaya símbolo que mar que, como si fuera un río, atraviesa fina-
decidió trazar a través de su acelerado crecimiento esa pul- mente la barriga de la ciudad, y allí donde se bi-
Í A
cra institución que se enraizó en un extremo norte de Ma- furca dejando atrás su propio rastro de culebra
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nila. Cercenar, talar, borrar, para dejar paso a inesperados infestada, en ese accidente crucial, parece haber ocurrido
UN
retoños. todo.
La necrópolis era pintoresca y atípica. Justo en la entra- Ahora solo faltaban unos minutos para que comenzara
da por donde penetraría Edesa había un hospital chino, que el pleito entre Mohamed Alí y Joey Frazer. Edesa tenía que
funcionaba de manera impecable, tanto por su personal co- ser rápida y precisa, nunca más había pasado por su mente, ni
EN
mo por su tecnología. Parecían saltar las enfermeras me- siquiera en este momento la posibilidad de volver a buscar
nudas con sus cofias blancas. Estas, miradas a la distancia a Elker. Fue otro el impulso al que cedió con sorprenden-
que permitían los extensos y pulcros pasillos, llegaban a se- te disposición, el de poder acostarse lo antes posible con
A
mejar mariposas que terminan por volverse legítimas tras aquel joven del cual no tenía la menor duda de que era el
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una danza geométrica. Algunos pacientes que no recibían descendiente filipino de su antiguo amante. Pagó su cuen-
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pase durante los fines de semana permanecían en el hos- ta, después de haber rasgado con discreción un pequeño
A
pital convirtiendo sus actividades recreativas en auténticos extremo de la misma, que aprovechó para escribirle unas pa-
M
espectáculos. labras al joven. Al pasar por el lado del grupo se la entregó. El
Por ser miércoles, el centro médico se encontraba su- mensaje expresaba exactamente que quería acostarse con
mergido en el ajetreo de un día común. Los chinos fueron in- él, y daba también todas las señas exactas para que pu-
Pérez
ventándose aquel jardín que exhibía la gracia de una mezcla diera encontrarla sin la menor dificultad. El joven experi-
de agilidad y simetría. Antes de pasar por ese sitio, ella sería mentó una sensación brusca, algo así como si la tierra deba-
Alberto sorprendida por acontecimientos capaces de trastornar al- jo de sus pies se moviera, pero en eso continuaría pensando
icardo gunas ideas que hasta ese momento parecía tener firmes. solo después del combate, pues en ese momento disponía
R
La ciudad vivía una energía fuera de lo común, algo que nada más que del tiempo justo para llegar al coliseo.
ciertos habitantes interpretaban como un frenesí y otros Al principio todo quedaba dentro de lo creíble, pero pare-
como una letanía. En realidad ella no estaba al tanto de ce que apenas bien en el principio. Después las figuras rea-
aquello que iba a suceder para transformarse en el corazón les que se golpeaban no lo fueron más, adquirieron una
áspero de la ciudad. Inusual en su bombeo, en su irriga- condición mítica de la cual no lograron salir. Las cabezas
ción de la sangre que al brotar lo haría hasta mezclarse con eran dos órbitas, dos planetas. Una giraba desde el eje fla-
el agua de un buche que tiende a ser amargo. El corazón mante del ataque, y la otra lo hacía desde el espacio heroico
estaría allí, inmerso en su forma de pugilato, un poco le- de la resistencia, como si en esa circunstancia se convirtie-
vantado del nivel donde las olas rompen sin conseguir otra ra en una forma imborrable de la belleza.
aspiración. Después de catorce asaltos levantaron la mano de Alí,
Cuando se percató de que eran casi las nueve, sintió pero desde su propia esquina, y sentado, ya que sus piernas
Edesa Ramos llegó a Manila procedente de Cavite. Antici- hambre y bajó nuevamente a la calle, sin mucha dificultad no le permitieron incorporarse. Frazer quería proseguir pero
pándose a la espesa niebla del amanecer cruzó la bahía en pudo comprender que algo extraordinario estaba por produ- sus ojos se cerraron de la hinchazón como si hubieran sido
el ferri que inauguraba la jornada, encargado de enlazar la cirse. Un hermoso escarabajo se atravesó en su camino, la asediados por un persistente avispero.
vida de una ciudad con la vida de la otra. Era el primer día paró en seco, haciéndole olvidar la urgencia por los alimen- La madre de Edesa no se había desintegrado de la forma
del mes de octubre de mil novecientos setenta y cinco, fe- tos. El animal parecía rematado por un betún natural. Ede- calculada, por lo que fue una exhumación engorrosa, en la
cha marcada con unos parientes para hacer la exhumación sa lo colocó en la palma de la mano desde donde el hallazgo cual la carne casi disecada, perseveraba en su pasión por el
de los restos de su madre, que había fallecido repentina- saltó hacia un arbusto, casi completamente despoblado de hueso, ella sintió el efecto de lo orbital, el pasado volvía a
mente hacía un poco más de tres años cuando una capri- hojas. Recordó un episodio cruel: varias cabezas de estos se- raspar bruscamente sus órganos; sus manos, que también
chosa bacteria se le alojó en el cerebro. res arrancadas por aburrimiento, manera grotesca de incor- sostenían el nylon negro a donde ahora irían a parar los res-
Edesa siempre fue una enamorada empedernida de la porarse a un grupo. Muchas veces en diferentes etapas de su tos, percutían como si tuvieran ante sí un arpa. Terminada
ciudad que la vio nacer, pero quizás justamente a raíz de vida, sobre todo cuando experimentaba algún tipo de agre- la ceremonia caminó con sus parientes hasta la parte más
esa desgracia decidió irse a vivir a Cavite. Sus ojos sorpren- sión o ultraje, dichas cabezas brillaban en lo más recóndito elevada del cabo del hacha, lugar que de manera armónica
dían y hasta llegaban a hechizar desde la provocativa des- de sus sensaciones. cerraba las puertas del cementerio. Allí se separaron, ella re-
proporcionalidad que proponían en comparación con su Llegó a un sitio que se ajustaba a lo que quería para un gresó al hotelito, desde ahí llamó para hacer una reserva en
cuerpo pequeño, menudo, y avispado. desayuno que le permitiera permanecer el resto del día otro situado en el centro de la ciudad, y recogió con ligereza
La ceremonia en el cementerio iba a ser alrededor de las inmersa en otras actividades. Pasados unos treinta minu- las pertenencias que aún permanecían encima de la cama.
dos de la tarde, por lo que disponía de unas seis horas para tos se sentía complacida, con un ánimo inmejorable, en lo Instalada ya en un hotel más confortable, rozando la
hacer un paseo ligero, organizar su breve estancia en la ciu- que parecía la recta final de aquel banquete matutino. En intensidad de la madrugada sonó en su teléfono la música
dad, almorzar y comprar unas flores. Aunque aún le que- el momento en que iba a pedir su cuenta para marcharse, celta que anunciaba una llamada desconocida. En efecto,
daban varios familiares allegados viviendo en Manila que le irrumpió un grupo de hombres jóvenes, fanáticos de un tipo el joven había sido enganchado por la curiosidad y el atre-
brindaban sinceramente su hospitalidad, cada vez que re- de cosa que a primera vista, ella no logró descifrar. Entre vimiento; sin titubear lo convocó a la habitación donde se
gresaba ella prefería alquilar la pieza de un hotel. todos sobresalía uno, esbelto, de ojos bien azules, que no encontraba. Lo esperaría, totalmente desnuda.
Tomó un taxi para que la llevara hacia el barrio La Loma, terminaban correspondiéndose con la piel inclinada ha- Pudo prescindir hasta de su nombre; solo pensaba en
porque quería estar cerca del sitio donde desde una cir- cia un indiscutible mestizaje, entonces algo la golpeó bien cerrar un ciclo que en verdad la perturbaba, y por lo ardiente
cunstancia muy peculiar volvería a encontrarse con su ma- adentro. Parecía ser que su organismo se había detenido de su memoria la remitía a una constante frustración. Sin-
dre, de ese modo, si perdía la noción del tiempo como era para intentar descifrar aquel signo que portaba un cuerpo tió que aquel hermoso miembro al que ahora se enfrentaba
común en ella, no tendría ningún tipo de sobresalto. Des- extraño y para ella brutal. limpiaría toda la resaca dejada por una pasión inconclusa.
pués de casi cuarenta minutos de recorrido en taxi caminó Cuerpo repentino, retorno de una historia que no estaba Se lo acarició poniendo lo más puro de sí en ese acto, siendo
por una calle estrecha, angosta. Se detuvo ante un hotelito preparada para retomar, una especie de mediano eslabón, recompensada por una abundancia francamente indescrip-
venido a menos y comprendió que solo le serviría para estar que se expresaba a través de una mancha o lunar rampante tible; supo disfrutar cómo le corría esa sustancia por varias
unas horas durante el día, bañarse y hacer una siesta, ya en el rostro del joven, bien hacia arriba, casi donde le co- zonas del cuerpo, fue un tiempo denso, donde pareció mul-
que, concluido su compromiso, en esa zona se movería ha- menzaba a nacer el cabello. tiplicarse el sentido de la existencia; ambos habían archi-
cia el centro donde seguramente indagaría por otro. Fue entonces, a través de palabras sueltas intercambia- vado una jornada memorable; un torbellino épico extendido
Al asomarse por la ventana de la pequeña habitación per- das entre miembros del grupo, que logró percatarse de que sobre Manila como un molusco.
cibió algunos techos como extraños tableros donde sería aquella pandilla se aprestaba a presenciar un combate de
posible desplegar partidas interesantes. Pero de repente su boxeo profesional. Lo que no pudo percibir en ese instan-
mirada fue mucho más lejos, tanto que posiblemente lo que te fue que se trataría de una de las peleas más crueles y
estuviera mirando quedaba fuera del alcance de la propia recordadas en la historia de ese deporte. RICARDO ALBERTO PÉREZ (La Habana, 1963). Escritor y
ciudad: algo había despertado de su pasado, y de su inte- «Nunca presencié nada más parecido a la muerte»: di- traductor. Entre sus libros figuran: Geanot, Trillos urba-
rior, quizás oprimido por un tálamo perverso y robusto. Era jo muchos años después el médico de Mohamed Alí. Pero nos, ¿Para qué el cine?, Oral B y Vengan a ver las palo-
una imagen del reverso, una suerte de mezcla entre lo que cuando Edesa descubrió al hijo de Elker, la pelea ni siquiera mas de Varsovia. Mereció, entre otros reconocimientos,
logra parecerse a una premonición, y lo que es un deseo había comenzado, nada le interesaba más en ese instante los premios Nicolás Guillén, La Gaceta de Cuba y de la
desaforado. Toda esa fuerza que la recorrió como un soplo que dejar al desnudo aquella sospecha que insistía en pre- Crítica Literaria.
la hizo sentir estimulada, firme, con la extraña sensación de sentársele.
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CINCO POETAS
ITALIANOS
DAÑO COLATERAL,
una poesía sorprendente
Ediciones Matanzas acaba de publicar un nuevo libro de Damaris Calderón que, además de proporcionar el placer estético
que solo produce toda legítima obra de arte, conmueve muy hondamente. Quienes han leído los libros anteriores de esta
autora habrán podido percibir, junto con la originalidad y audacia de su lenguaje, esa singular sensibilidad con que logra
penetrar y perforar hasta el desgarramiento las zonas más negadas u ocultas del ser humano. Y en sus poemas de Daño
colateral esta descarnada exploración de su escritura llega aún más lejos, ya no se trata de una criatura individual, sino de
la humanidad toda, de su sentido y su actuar en el mundo, «trabajando en su propia destrucción», como bien señala su
editor Leymen Pérez en la nota de contracubierta del libro. Damos a conocer ahora a nuestros lectores algunos de estos
excelentes textos.
Damaris Calderón (La Habana, 1967). Poeta, narradora, ensayista y artista visual. Reside actualmente en Chile. Entre
sus libros publicados figuran: Con el terror del equilibrista, Sílabas. Ecce Homo, Duro de roer, Los amores del mal y El arte
de aprender a despedirse. Ha merecido, entre otros reconocimientos: los premios Ismaelillo, Altazor y Pablo Neruda.
Basilia Papastamatíu
RIESGOS DEL
PENSAMIENTO
EL DESFASAJE
es fundamentalmente un universo ruinoso y
decadente en que la historia (no digamos ya
la Gran Historia) es reemplazada por la obje-
tualidad y la microscopía. De hecho, la ma-
yor parte de sus relatos, al menos los más
Mujer adentro: Ontología del son A cada uno, lo suyo: Antología poética
Cuentos entre rejas Raúl Fernández Memoria conga del Jaime Siles
Iliana Núñez Editorial Letras Portugalete Editorial Arte y
Rodríguez, Felipe José Cubanas Félix Horta García Literatura
Oliva Alicea Editorial José Martí
Nos permite conocer Arte y Literatura
Editorial José Martí
mejor a los creadores Muestra el modo de presenta esta
Expone las e intérpretes de la pensar y actuar de la antología preparada
consecuencias música cubana de etnia conga y traslada por el propio autor
de la violencia, estos últimos años. al lector a la época de que recoge lo mejor
la ignorancia, las esplendor del ingenio de su obra, es un
contradicciones del Portugalete. recorrido por la vida
ser humano, que poética de Siles.
pueden llevarlo a
terminar entre rejas.
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