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FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS

Comentario del Libro VI


de Eneida

Alumno: Álvaro Pérez Osán


Registro: 23.837
Profesora titular: Prof. M. Cristina Salatino

-2015-
I. INTRODUCCIÓN

Publio Virgilio Marón1 (71 o 70 – 19 a.C.) recibió la más empeñada educación, procurada por su padre.
A los 12 años abandonó Mantua y la hacienda de Andes donde había nacido para ir a estudiar a Cremona,
Milán y Roma.

Hacia 42-43 se hallaba de regreso en su país natal y empezaba a dar muestras de originalidad poética
en el círculo que rodeaba a Asinio Polión, gobernador de la provincia por encargo de Antonio: sus Bucólicas
causaron asombro por su apariencia rústica, y agradaron por su delicadeza mundana. Sin embargo, en 44
Polión fue arrojado de la Cisalpina por los octavianos, y, en el reparto de tierras que exigieron los veteranos,
Virgilio se vio privado de su hacienda paterna, La amistad de Galo le facilitó el acceso hasta Octavio:
recuperó sus tierras y recibió una indemnización, aunque renunció a ella. A partir de entonces abandona su
provincia para marchar a Roma o Nápoles y busca el apoyo de Octavio y su ministro Mecenas.

En 39 publicó una “selección” (Églogas) de sus Bucólicas. De 39 a 29 compuso las Geórgicas.


Luego, cada vez más ligado a Octavio, se entregó por entero a la poesía épica. Su Eneida le ocupó diez
años. Antes de darle los toques finales quiso conocer Grecia, pero pocos días después de haber
desembarcado en Brindis, murió a raíz de una enfermedad (21 de septiembre de 19). En los últimos
momentos mandó a que quemaran su Eneida, que consideraba imperfecta. Octavio se opuso y encargó a
L. Vario, amigo de Virgilio, que publicara la obra.

En el presente trabajo, trataremos el Libro VI de Eneida. El descenso a los Infiernos constituye


un punto de central importancia dentro de la obra de Virgilio, en lo que hace a la función de exaltación
del gobierno de César Augusto que intenta realizar el poeta. Este libro marca el comienzo del fin de los
peregrinajes de Eneas y su séquito a través del mar Mediterráneo y el fin de la larga y trabajosa
búsqueda de su “tierra prometida”, donde finalmente habría de fundar la nueva Troya: por fin ha
alcanzado el Lacio.

Habiendo llegado a Cumas, en las costas de Italia, emprende Eneas la búsqueda de la Sibila,
sacerdotisa de Apolo, para oír su oráculo y conseguir su ayuda para emprender el descenso a los
Infiernos y así encontrar a su difunto padre Anquises. El miedo que Eneas siente ante la terrible imagen
que presenta el inframundo y la vista de los espíritus que allí penan se ve superado por el asombro del
héroe frente a los hechos que en ese lugar se le revelan y los personajes con los que se encuentra a
medida que avanza hacia los Campos Elíseos, el lugar de los justos, donde finalmente encontrará a su
padre.

De todos esos eventos y personajes que transitan el Libro VI, nos detendremos en tres en
particular y los comentaremos. En primer lugar abordaremos el encuentro entre Eneas y el barquero
Caronte, a orillas del río Aqueronte, la descripción de las almas insepultas y la referencia a personajes
mitológicos. En segundo lugar trataremos la entrada de Eneas y la Sibila a los Campos Elíseos, morada
de las almas de los hombres justos, donde Virgilio destaca varios personajes relativos a las artes y a la
historia antigua. Hace, además, una detallada pintura de los Campos Elíseos, rica en imágenes
sensoriales. Finalmente, la conversación del héroe con su padre Anquises. En esta última parte del Libro
VI, Virgilio relata aspectos centrales de su cosmogonía y repasa varios hechos y personajes de gran
importancia para la historia de Roma.

II. DESARROLLO

a. Encuentro con Caronte

Habiendo descendido ya a los infiernos llegan Eneas y la Sibila a orillas del río Aqueronte. La

1
BAYET, Jean. Literatura latina. Barcelona: Ariel, 1981, pp. 219-220.

1
imagen con la que se encuentran es terrible: las almas de las personas insepultas se apiñan a orillas del
río, suplicando al barquero les permita cruzar al otro lado.

“(...) madres, esposos, héroes magnánimos, mancebos, doncellas, niños


colocados en la hoguera a la vista de sus padres, sombras tan numerosas
como las hojas que caen en las selvas a los primeros fríos del otoño o como
las bandadas de aves que, cruzando el profundo mar, se dirigen a la tierra
cuando el invierno las impele en busca más calurosas regiones.” 2

Las almas en pena pugnan por subir a la barca, sin embargo lo único que pueden hacer es
esperar que alguien se apiade de sus restos mortales y les otorgue sagrada sepultura o resignarse a
esperar cien años, tiempo tras el cual les es permitido avanzar. La muchedumbre informe, como hojas al
viento o bandadas de aves, es llevada adelante por la desesperación: intentan huir del frío y la
desesperanza. Quien decide quien puede cruzar o no al otro lado del Aqueronte es el dios Caronte,
anciano y harapiento:

“Guarda aquellas aguas el horrible Caronte, cuya suciedad espanta; sobre


el pecho le cae desaliñada luenga barba blanca, de sus ojos brotan llamas;
una sórdida capa cuelga sobre sus hombros, prendida con un nudo (…);
viejo ya, pero verde y recio en su vejez, cual corresponde a un dios.” 3

Cortándoles el camino, enojado al ver las armas de Eneas, los interroga. Ningún vivo, dice,
puede atravesar el río, e ingresar al Tártaro. En ese momento recuerda los tres personajes míticos que,
hasta Eneas, habían logrado atravesar el Aqueronte:

“(…) no tengo motivos para congratularme de haber recibido en este lago a


Alcides, a Teseo y a Piritoo”.4

El recuerdo de antiguas incursiones de héroes a los infiernos seguía en la mente del barquero, y
todavía le molestaban. Caronte hace referencia aquí al undécimo trabajo de Hércules, en el cual el
semidiós debía ingresar a los infiernos y llevarle a Euristeo el can Cerbero. Camino a pedirle permiso a
Plutón, se encuentra con Teseo y Piritoo, quienes habían intentado raptar a Perséfone, pero fueron
descubiertos y mantenidos prisioneros. En su huida, Alcides solo pudo rescatar a Teseo, dejando a
Piritoo en la morada de Plutón.

La Sibila intenta tranquilizar al barquero, explicándole que nada traman en contra suyo y acto
seguido le muestra el ramo dorado conseguido por Eneas, el cual llevaba como tributo a Proserpina. Al
verlo, el enojo de Caronte desaparece de inmediato y les permite subir a la barca y cruzar el Aqueronte:
tal era el respeto que el barquero sentía hacia la esposa de Plutón.

b. Llegada a los Campos Elíseos

Habiendo finalmente ofrecido el ramo dorado como tributo a Proserpina, Eneas y la Sibila llegan
a los Campos Elíseos, morada de los héroes y de los grandes bienhechores de la humanidad.

“Allí están los que recibieron heridas lidiando por la patria, los sacerdotes
que tuvieron una vida casta, los vates piadosos que cantaron versos dignos
de Febo, los que perfeccionaron la vida con las artes que inventaron los

2
VIRGILIO. Eneida. Trad. de Eugenio de Ochoa. Madrid: Ediciones Orbis, 1982, p. 149.
3
Ibidem, p. 149.
4
Ibidem, p. 151.

2
que pos sus méritos viven en la memoria de los hombres”. 5

No se puede dejar de observar en este pasaje el ideal de ciudadano romano que se requiere en la
Roma de Augusto: el buen soldado, el sacerdote recto y respetuoso de la religión y las costumbres y los
artistas que, con sus obras, hacen eterna a Roma.

El contraste entre este lugar y los demás lugares infernales es, por supuesto, notorio. La
naturaleza y la luz tienen en este pasaje gran preponderancia. Lugares amplios, verdes bosques,
imágenes de la vida apacible y distendida se pueden observar por doquier. El deporte, la música y el arte
también tienen mucha importancia: se escucha la música de la lira del sacerdote Tracio y coros en honor
a Apolo.

“Unos ejercitan sus miembros en herbosas palestras y se divierten en


luchar sobre la dorada arena; otros danzan en coro y entonan versos”. 6

También puede observar Eneas a antiguos héroes teucros quienes, aunque siguen con su antigua
afición por los carros y las armas, los han dejado vacíos, sus lanzas clavadas en tierra y a sus caballos
pacer tranquilamente en el campo. La paz reina en los Campos Elíseos.

Se encuentran también con el aedo Museo, quien aporta más datos acerca de cómo viven quien
habitan esa región de los Infiernos:

“Ninguno tiene aquí morada fija; habitamos frondosos bosques y unas


veces andamos por los altos ribazos, otras por las márgenes de los arroyos
(…)”.7

Luego, ayuda a Eneas a encontrar a su padre Anquises.

c. Conversación con Anquises

El padre de Eneas se encontraba observando las almas que bebían del río Leteo. Es allí donde
Eneas lo encuentra. La imagen es enternecedora: Eneas corre a su encuentro, lágrimas corren por las
mejillas de ambos hombres.

“(…) tres veces probó a echarle los brazos al cuello; tres la imagen, en
vano asida, se escapó de entre sus manos como un aura leve o como un
alado sueño”.8

Observando Eneas las almas que vagan a orillas del Leteo, pregunta a su padre a qué se debe.
Anquises explica entonces que se trata de las almas que reencarnarán en nuevos cuerpos, y beben de las
aguas del río para olvidar su vida pasada. Luego, continúa explicando a su hijo el origen del mundo: en
un principio, todo el universo estaba fundido en un solo espíritu, dentro de ese espíritu la materia se
combina y se van formando las distintas cosas, hombres y animales. Una vez cautivas en los cuerpos, la
pureza y la fuerza del espíritu primigenio se pierde: de allí vienen las emociones y la ignorancia de las
cosas celestes. Estas limitaciones de la carne, sigue explicando Anquises, no se eliminan con la muerte;
es necesario purificar los espíritus por medio de los suplicios a los cuales son sometidas en los Infiernos,
lo que les permite entrar a los Campos Elíseos, donde permanecen durante mil años antes de reencarnar.

5
Ibidem, p. 159.
6
Ibidem, p. 159.
7
Ibidem, p. 160.
8
Ibidem, p. 161.

3
Luego, acercándose a las sombras para poder ver sus rostros, Anquises relata a Eneas el futuro
de su descendencia y de la gloria de Roma. Va reconociendo personajes, algunos ilustres y otros
infames, pero todos importantes para la historia romana. Aquí hace una sentida exaltación de la figura
de Augusto:

“Ese, ese será el héroe que tantas veces te fue prometido, César Augusto,
del linaje de los dioses, que por segunda vez hará nacer los siglos de oro en
el Lacio, en esos campos en que antiguamente reinó Saturno (…).” 9

Hace un relato sumario de la historia de Roma. Relata la enorme extensión que abarcará el
Imperio. César Augusto podrá ser comparado Hércules o el mismo dios Baco. Ven también algunos
monarcas: a Rómulo, a Numa Pompilio, rey que dio a Roma sus primeras leyes, a Tulio Hostilio, Anco
Marcio y ambos Tarquinos. Aconseja a Eneas, al ver a Julio César y a Pompeyo, contra las guerras
civiles, flagelo de Roma durante la República. Ven a Cneo Lucio Mummio, conquistador de la Liga
Aquea en Corinto, a Catón, promotor, siendo censor, de la destrucción de Cartago y a Quinto Fabio
Máximo, héroe de la Segunda Guerra Púnica. Finalmente, hace un llamado a la paz, a la magnanimidad
en el gobierno y a la justicia:

“(...) tú, ¡oh romano!, atiende a gobernar los pueblos; esas serán tus artes,
y también imponer condiciones de paz, perdonar a los vencidos y derribar
a los soberbios”. 10

Culmina el Libro IV con una elegía dedicada a Marcelo:

“¡Mira cómo se adelanta Marcelo, cargado de despojos opimos, y cómo,


vencedor, se levanta por encima de todos los héroes!” 11

Se trata del hijo de la hermana de Augusto, Octavia. El emperador lo había adoptado como su
heredero y sucesor, pero la muerte lo encontró a la temprana edad de 20 años. Virgilio refleja en los
lamentos de Anquises el profundo dolor y el sufrimiento que significó para el emperador la muerte de su
sobrino.

“¡Cuántos gemidos se exhalarán por él desde el campo de Marte hasta la


gran Roma! (…) ¡Oh mancebo digno de eterno llanto!, si logras vencer el
rigor de los hados, tu serás Marcelo...”. 12

Finaliza así la visita de Eneas a los Infiernos, los cuales abandona por la puerta de marfil.

III. CONCLUSIÓN

En las tres imágenes comentadas, podemos los notar distintos elementos que Virgilio intentaba
conjugar en Eneida: lo mitológico, lo religioso y lo histórico. En el Libro VI estos elementos se
entrecruzan y se encausan hacia el objetivo que tenía Augusto al momento de encargar este poema
épico. En la conversación con Caronte, los elementos míticos son los que predominan, con referencia a
héroes antiguos.

En los Campos Elíseos y la charla con Anquises, resaltan los aspectos religiosos (es muy
interesante la cosmogonía que explica el padre de Eneas) y los históricos. El desfile de figuras de gran
9
Ibidem, p. 163 .
10
Ibidem, p. 165.
11
Ibidem, p. 165.
12
Ibidem, p. 166.

4
importancia para la historia de Roma, y la explicación que de cada uno de ellos se hace, es una de las
partes de mayor relieve del Libro VI: destaca los hombres que hicieron grande a Roma, con César
Augusto como figura central.

BIBLIOGRAFÍA

1- VIRGILIO. Eneida. Trad. de Eugenio de Ochoa. Madrid: Ediciones Orbis, 1982.

2- BAYET, Jean. Literatura latina. Barcelona: Ariel, 1981.

3- GUILLEMIN, H.M. Virgilio, poeta, artista y pensador. Buenos Aires: Paidós, 1968.

4- GRIMAL, Pierre. Diccionario de mitología griega y latina. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, 1994.

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