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OBRA HUMORISTICA
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COMPLETA .
SEIX BARRAL
BARCELONA - CARACAS - MÉXICO
SEIX BA RRA L
BA RCELONA •CA RA CA S•MÉXICO
MIGUEL O TERO SILVA
1
Obra
humorística
completa
& ,
Cubierta: Joan Batallé
Printed in Spain
SONETOS ELEMENTALES
SONETO EXóTICO
9
SO NETO RO MANTICO
10
SONETO CAN D I DO
11
SO NETO M fSTICO
12
SONETO E RóTICO
FE B R IL D igit al i n a seductora,
sín toma i n tercostal de mi neurosis,
m i lunatismo con tuberculosis
ausculta tu m irada i nyectadora.
13
SON ETO MóR B I DO
14
A N I VE RSA R I O D E LA M U E R TE D E LEO
[ i943]
15
D O N SALO MÓN
AYER
16
HOY
17
MORALEJA
18
SE MANA SA NTA E N MACUTO
LUNES SANTO
19
MARTES SANTO
20
Mlf:RCOLES SANTO
21
JUEVES SANTO
22
VIERNES SANTO
Perdí la m aq u i n i t a de afeitar
en el inqu ieto corazón del mar
y he dej ado la piel e n los escol los.
23
DOMINGO DE RESURRECCióN
24
G E N IO Y F I G U RA
25
CO NSAG RAC IÓN D E L I NV I E R NO
26
/
SINFONIAS TONTAS
RECEPCIÓN A NEREO PACHECO
29
TOR QUEMAOA:
¡ Honda ternura me prod uce verte,
arpista enamorado de la muerte !
EUSTO QUIO :
Y yo e n m1 tierno pecho te cobijo.
30
j M i cam bur e n esta pa ila
lo tengo m u y bien gan ao !
TOR QU EMADA :
N EREO :
E U STOQU IO :
31
y fallido quedóse mi deseo
de verlo. Que nos sirva de consuelo
saber que J uan V icente está en e l cielo . .
NEREO :
¿En el cielo decís? ¿Será pos i bl e?
EU STO QU IO :
(TELÓN)
32
EL B OLIVA R DE E M I L LUDWIG
PRÓLOGO
33
condiciones para escrib ir l a biografía del Libertador. Por
otra parte, los l ibros de Emil Ludwig no baj an n u nca
de setecientas págin as, mín imum que la gloria de Bo
lívar se merece. ¡ Ése era e l hombre ! Y después de b us
carlo en todas partes del mu ndo, salvo en Alema n i a por
s u pues to, el Gob ierno venezolano dio con él.
Emil Ludwig se mos tró servicial y deferente. V ino a
C aracas, almorzó con el doc tor E nrique Tejera, d ictó
u n a conferencia e n francés y tomó d atos d urante dos
seman as en l a B i bl ioteca N acional. Además, captó h á
bilmen te los matices del paisaje, l as mil varian tes de l a
psi cología popular, migaj as primordi ales para e l ambien
te y el decorado de su magna obra. Todo eso en q u ince
d í as, como corresponde a un artista represen tativo de
es te siglo de la velocidad y de los i nfartos.
El Gobierno comenzó brincando con c incuenta mil
bolívares. Es mundial men te c onocida la vocación para
el brinco que person ificaba al régimen del general Ló
pez Con treras. H abrí a que pagar otros cincu e n ta mil
bol í v ares al a parecer l a edición . E l libro iba a costar
u n poco más caro que l a batall a de C arabobo, pero l a
grandeza d e Bolí v ar y el prestigio d e Emil Ludwig así
lo requerían.
El primer obstáculo grave presen tóse cuando H err
Ludwig v ióse con tanta plata j u n t a y se le esfumaron
l as gan as de escribir. I-Iay q u ien asegura que el señor
Ludwig no escribe n u nca sino que ordena l a confección
de sus obras a un equ ipo de profesores con hambre,
tal como hacen los i ngen ieros con los albañ iles. Pero
tan n1ezqu i n a h a bl aduría no pasa de ser u n a calumn ia
i nventada por alguno de sus rivales, posi blemente Cor·
nés l\1c Pherson . Lo cierto fue que transcurrió el plazo
determinado en el con trato y la obra no aparecí a. E n
v i st a de lo c u a l , el Gobierno venezolano le e n v i ó u n
cable : «Ü manda e l Bol ívar o n os devuelve los 50.000»,
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v Ludwig mandó el Bolívar. E n francés, n aturalmente.
Porq ue, aunque Ludwig es alemán. sabe perfect:imen te
que aquí no h ablan alemán sino c iertos emisarios de la
Gestapo disfrazados de i ngen ieros eléc tricos, dueños de
hoteles, comerc i a n tes al por mayor y otros menesteres.
Y oj alá no lo h ablaran. Surgió en ese momen to el pro
blema de la trad ucción. Nos cuen tan que R u fino Blanco
Fombon a se ofreció volu n tariame n te para h acerl a, co
brando l a modesta suma de otros cien mil bol í v ares, de
acuerdo con el pri ncipio según el cual la mano de obra
n acional no debe ser n unca peor remu nerada que la
extranjera. S i n embargo, el doctor Uslar Pietri comisio
nó, en nombre del Gobierno. a E n rique Planchan que
cobra ba i nfi n i tamen te más barato. E n consecuencia, Ru
fino publ icó u n artículo afi rmando que Usl ar Pietri era
un bandido calabrés y que la fami l i a Pl anchan era l a
causa de las in n umerables desdichas q u e Venezuela h a
bí a padecido a lo l argo de su h is tori a.
Pero lo más grave del asu n to es que, después de
tan tas peri pecias, el Bolívar. de Emi l Ludwig, está l isto
para ser editado. Lo publicará u n a ed i tori al arge n t i n a
que cobra otro negro con s u cach imbo. E n tretan to, c i rcu
la el rumor de que la Academi a de la H is tori a se ha
visto obligada a rectificar algu nos pasajes de tan cos
tosa obra, especi alme n te aquel los donde Bolívar apare
ce prisionero en La Carraca y Miranda del i rando sobre
el Chimborazo.
I n terpre tando el con te nido de tales rumores, n osotros
hemos logrado reconstruir el primer capí tulo del Boli-
11ar, de Emil Ludwig, que por cierto no es capí t ulo s i n o
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el mismo Bolívar, que tan d ispendioso como éste le sal ió
al general Gómez.
Helo aquí :
ACTO 1
SIMÓN:
S i persistes, M an uela, con tus bromas,
l ágrimas mil derramarán tus oj os.
MANUELITA:
M i querido Simón, no es el mome n to
de que l a escoba surj a e n t u cami no.
H emos venido a hacer un j u rame n to
y u n j urame n to espera el Aven tino.
36
Con tu Pasquino tan feo
y tu Moisés tan hermoso,
con tu Farnesio pomposo
y tu esbelta Farnesina,
y tu Ca pilla Sixtina
que pin tara aquel coloso.
MANUELITA:
Si el j uramento n o lo descompon e
este negro metido a cicerone,
tú j urarás, Simón, e n latín chévere
como el que habla la gente del Trastévere.
MANUELITA:
L a bandera del Cid caerá humill ada
b2 jo el empuje de Colombia sola.
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m ien tras que Sucre, m i oficial m ás v1ejp,
será el héroe i nmortal de L a V ictoria.
Por desertor fusil aré a U rdaneta,
tendré en Piar m i ten iente m ás devoto
y cu ando Vargas toque la corneta
Carujo al fin le en tregará el coroto.
Falcón será i nvenci ble en M at asiete,
ganará en M ucuri tas San M artín,
en Las Queseras peleará Sou blette
y Guzmán Blanco tri unfará en J u n í n .
38
SA NSóN Y DALILA
ACTO PRIMERO
SANSÓN:
39
(Un frenesí de patriotismo gen ocida sacude a los israe
litas. L e n tamente va e n t rando a escena una h ermosa
m ujer cubierta por un largo velo. Es Dalila. ¡Pero qué
clase de Dalila, hermanos míos! A Sansón y a toda la
tri bu se les detiene automá t icame n te el aliento al di
visar aquel monumen to. Todos tie m blan de lujuria me
n os el Profeta, quien ya cumplió 110 años y h ace muchos
de ellos que n o logra pro bar la fruta del bien y del mal,
n i siquiera con el pensamie n to.)
EL PROFETA (indignado):
¿ En esta clamorosa recepción,
qué buscas, Mata H ari prematura?
¿ Pretendes ablandar con tu hermosura
al hercúleo Sansón?
OALILA:
Yo so y u n a mujer en amorad a
que camina a l a luz de l as estrellas
y besa en l a l adera y l a hondonada
l a sombra palpitan te de sus huellas.
Busco s u voz en el sil bar del v ien to
y s u mirada en el azul profundo
y su indomable corazón presien to
en el la tido creador del mundo.
SANS ÓN (i n trigado):
¿Qu ién es la criatura afortu nada
q ue as í te derri bó l a empal izada?
O·\LI LA (mirnosa):
T ú nlismo. H as encendido dulce llama
q ue me q uema la sangre t iernamente.
40
Estoy ansiosa por pisar la grama
y por sembrar mis besos e n tu frente.
Oye, Sansón, mi corazón te llama,
ay, desesperadamente.
EL PROFETA :
¡ R echázala, Sansón 1
(Y cae el telón.)
ACTO SEGUNDO
41
SANS ÓN :
ü:\LILA (caririosa) :
¡ Pero te ves tan feo!
S A N S Ó N:
42
que e n Sansón n o son propiarnente pelillos sino crines
de caballo. El preclaro israelita queda como nuevo. Pero
Dalila, aún i nsat isfecha, completa su maquillaje sacá n
dole los ojos con la t ijera grande del jardín.)
S A N SÓ N (despertando) :
D al ila, m e vuelven loco
tus cariñosos antojos.
¿ Por qué me raspaste el coco
y me sacaste los ojos?
DALILA:
¡Adiós, Sansón!
Los pelos que te he cortado
que te he tronchado,
fu e ron t u perd ición.
¡Adiós, Sansón!
43
Quien entra a escena es e l Profeta y se rasga las vesti
duras al encon trar a Sansón burriciego) cornive leto) ma n
surró n y lampiñ o.)
SANSÓN (llorando) :
¿Dónde está mi D al i l i ta
tan sabrosa y tan boni ta?
¿Será verdad que ha partido
o está j ugando escond ido?
S A N SÓN :
¿Pero entonces qui�n es?
EL PROFETA:
¡Esa mujer, de Satanás alumna,
es la Qu inta Col umna!
44
LA LOCU RA D E LUCíA
ADOLFO:
L A RADIO:
45
E l al to m ando n azista
a las puertas de Moscú
apacigua su embestida.
Trein ta grados bajo cero
el termómetro registra.
Pero peor que Pacheco
es l a inquietante noticia
de que el ej ército ruso
ha pasado a la ofensiva.
ADOLFO:
LA RADIO:
46
E n l as ciudades soviéticas
suenan locas l as campanas.
Lyna, Efrenov y Tichvin
h a n sido reconquis tadas.
Mien tras tanto Timoshenko
reparte leñ a en Ucrania.
Empieza a cundir l a jinda
e n l as tropas alemanas.
ADOLFO:
LA RADIO:
47
demostrando que esta vez
no es i ta l iano el patín.
ADOLFO:
48
(Cantando como soprano lírica.)
Mi madre fue regen te de mance bía
y mi padre u n tahur.
Pero yo no soy Hitler : yo soy Lucía
de Lamermur.
No ha n acido, ni n u nc a n acer podrí a
quien me corte el cambur.
Porque cambur no tengo : yo soy Lucía
de Lamermur.
LA RADIO:
(TELÓ N)
49
LA CAíDA DE STAL I N G RADO
HITLER j
GO EBBELS:
¡ H·e il H i tler!
50
(Escritorio de G oe b bels. El siniestro paticojo despide fue
go por los ojos estrá bicos. A guarda a Goering. Y cuan do
aparecen balanceá ndose los cie n t o diez k ilos del Maris
cal, se le abalanza como una tigra ) .
GOEBBELS:
GOE R I N G:
¡ H e i l H i tler!
COE R I N G:
51
¿por qué en vez de tomar a Stal ingrado
a t i , Von Bock, se te quebró el serrucho?
VON BOCK:
¡ H e i l H i tler!
VON BOCK:
No sois sold ados sino bailari n as,
no sois acero sino estiércol blando ;
yo no tengo oficiales a m i mando
sino un corral de i tál icas galli n as.
LOS OFICIALES :
¡ Heil H i tler!
52
5
UN OFI C I A L (leyendo) :
« Porque cumplir no s u po s u deber
de tomar la ciudad de Stalingrado,
el cobarde Fritz H ansen fusilado
será al arnanecer » . . .
53
EL JALAR DE LOS JALARES
54
¡ En trono de azafrán, oh Salomón,
te h aremos general de d i visión 1
55
DIP UTADO LIB AN ÉS POR EL ESTADO A N ZO Á TEGUI :
56
O RI G E N D E LAS CO R R IDAS D E TOROS
57
AÍDA (entrando con ]osé) :
Aqu í está, señora mía,
el Pepe que u sted pedí a.
MA DAME P UTIFA R:
JOSÉ (ruborizado):
No me ponga usted, señ ora,
en tan grave compromiso.
Comprenda usted que y a soy
amigo de su m arido
y que cometer traiciones
no es mi m isión en Egipto.
MA DAME P UTIFA R :
58
J O SÉ (aprox imándose al diván):
Yo por l as buen as, Madame,
siempre he sido casto y digno.
Solamen te por l as malas
y a n te l a fuerza me rindo.
59
y si me hallaste desnudo
fue porque l a doña q uiso
en un arranque amistoso
que le mostrara el ombligo.
En vez de manchar tus m anos
con la sangre de un j udío,
préstame c incuenta rupias
y me marcharé de Egipto.
P UT I FA R :
J OS É (cayendo de hinojos) :
Perdón ame l a existencia,
¡ de rodi llas te lo pido !
60
MADAME P UTIFA R (a José) :
S i no te defiendes, Pepe,
te m atará ese bandido,
y si t ú falleces, yo
falleceré de fastidio.
¡Toma est a l anza caldea
de mi abuelo R amsés Q u i n to
y sin compasión de D ios
cl ávasela en el morrillo!
61
ADÁN Y E VA E N EL PA RAfSO
ADÁ N :
EVA:
AD Á N :
62
EVA :
A DÁ N :
EVA :
A DÁ N:
EVA ( ladina) :
Está llena de trinos l a enramada
y es un salmo a la vida la mañana.
Celebremos, bien m ío, mi llegada
comiendo en tre los dos u n a manzana.
ADÁ N (aterrado) :
j Manzana, no! Porque Jehovah me dijo :
« N u nca te acerques a esa fru ta, hijo! »
63
y si a t u d ulce i ns i n u ación me presto,
el V iejo q ue en pelillos no se para
apl icarnos querrá el I nc iso Sexto
y el tem i ble clarí n de la Ley Lara.
EVA :
ADAN :
EVA (a A dán) :
Basta ya de discusión ;
somételo a votación .
¿ O es q ue aq u í no h ay democrac i a?
64
ADÁN (parlamen tario) :
Los que estén por pegarse del m anzano
que levanten l a mano.
ADÁN ( q ue es un zángano) :
Ya v eis. No es culpa m í a
s i me someto ante l a m ayorí a .
EL ÁNGEL (a A dá n) :
Gusano vil, reptil desobediente
que provocas l as iras del Señor,
« por el trabaj o s udará tu frente»
(a Eva)
« y t ú tendrás los hij os con dolon> .
65
ADÁN (consolando a Eva q ue rompe a llorar) :
Anularé l a m aldición del cielo
y e l verbo de J ehovah q u e nos despreci a :
para el sudor i nven taré el pañ uelo
y para tus dolores la anestesia.
J UA N BERNARDO :
66
LA ERP I E NTE (a A dá n) :
No le hagas c aso, Adán, porqu e e n tu vida
lograrás c a ncelar esa partida.
J U A N B E R N A RDO (a la Serpien t e) :
j Satanás, vade retro !
(a A dán)
Te ofrezco un terre n i to e n La Florida
a sete n ta bolí v ares el metro.
(T E LÓ N )
67
E L SEGU N DO FRENTE
68
El dí a que te abras será cada disparo
mariposa de luz. Cada estallido faro
de alumbrar el futuro, cad a gri to u n can tar,
cada puñal un lirio, cada tanque un altar.
69
ELEGfA A 1 94 2
70
Y fre n te a C uraz ao, con perfidi a i n h u n1ana,
submari nos del E j e sangre venezolana
llegaron a verter.
71
el voraz M íster Lin am salió por l a tange n te
y el pueblo entusiasmado le gritó al Presidente :
« ¡ Adelan te, Pelón! »
[Diciembre de r94 2]
72
RESPO NSO A LA CEI BA DE SAN F RANCISCO
73
no hay piedra n i árbol que resista eso :
más noble es el regazo de la muerte.
74
E PÍSTOLA Lí RICA
75
Qué tiempos aquellos los de M ister Ludford,
cuando costaba medio pisar tu carapacho
y sabí as deshoj arte en boletos rosados
como una flor que diese sus pétalos al pueblo.
Hoy, herm ano tranvía, eres un pobre d i ablo.
Sobre tu melancól ica paciencia
ll ueven las maldiciones
de los choferes y motociclistas,
de los peatones y peatonas,
de toda la ciudadaní a
que te tilda de torpe, d e i n ú til y de horrible
y pide a San Cristóbal tu desaparición.
Herm ano,
demuéstrales que tienen pudor los morrocoyes
y vete de Caracas para siempre toujours.
76
RESPO NSO AL G R U PO VIER NES
77
Fern ando
Ca brices.
Se fue
c u al el espíritu burlón
que escapa al filo de l as doce y med ia,
José
R amón
Hered i a .
78
Luis
Fernando.
79
ROMAN DE NEGRIT PE D R IT
y
REPLIC DE DON BA RTOLf
RO M AN D E NEG R IT P E DRIT
Negrit Pedrit,
Negrit Y ul iá,
Negrit bandit,
Negr it malvá.
Tú n u nca dá
lo favorí,
N egr it mal d i t,
¡ h ijo e tu má !
Domín pasá
N egri t ganó,
cobró m u tu á,
se l a guardó
¡ h ijo e tu má !
T ú tá asociá
Man uel Fonsé
pa sujetá
M ariabelé
¡ h ijo e tu m á 1
T ú tá igual i t
a l Tuerto Acó,
80
tú tá hediondit,
tú tá pavó.
Tú no haces n á
e n El Nacioná,
cobras tu reá
s i n trabajá.
Tas com u n clav
con Viej o Oté,
te da cen tav
pa Carrusé.
¡ T ú tás armá !
Tú tá sobrín
M adam Lalá.
tú tá cochín,
tu tá ensuciá.
Un dí perdí
en el pasá
de M artin í
llegó Gaspá.
Trajó su pel ensortij á,
vinó a curá con oració,
era una fiera pa cobrá
y lo agarró Investigació.
¡ Ése es tu abuel, Negrit Yuliá !
No sé pa qué salió Moná
a l i bertá tantos escl á :
¡ Martí n Tová, Mono Zuloá,
Catir Lover, Pedro Yul i á !
81
tú tá parién N egro Escaló.
Tú tá parién Cll to Lamá,
tú tá parién Andrés Eló,
tú tá parién Sergio An tillá,
tú tá parién Marián Picó.
Tú tá parién de Ju an Liscá,
tú tá parién N egro Avej ó,
tú tá parién Mono Gonzá,
tú tá parién Mayor de Ró.
T ú tá parién Carlos Morá,
tú tá parién Silva Bol í ,
tú t á parién Antonio Arrá,
tú tá parién de Perro Chí .
T ú t á parién d e Betancú ,
tú t á parién de Lu is Bel trá,
tú tá parién San ti ago Azpú,
tú tá parién Fariñ Salgá.
Tú tá parién Jesús Leopó,
tú tá parién Gustav l\f;v há.
tú tá parién Alfredo Có,
tú tá parién Cucú Corá.
Tú tá parién Abinadé,
tú tá parién Perico Brá,
tú tá parién Cario Agudé,
tú tá parié Martín Ayá.
Tú tá parién de Marturé,
tú tá parién de Platin á,
tú tá parién Portocarré,
tú tá parién Paz Sal azá.
¡ Tú tá parién to esa n egrá,
negrit bandit, N egrit Yuliá !
82
voy a buscá Celis Paré.
Voy a buscá Mono Mendó,
voy a buscá Mol ina H erré,
voy a buscá Turc Casanó,
voy a buscá todo el E jé,
pa que te acaben de arreglá,
pa que te m anden pal Dorá,
Negri t bandit, Negrit Yul iá,
Negrit Pedrit, ¡hijo e tu má !
Querid Parién :
Antes que tó muy feliz á
pá tí y pá tó la paren tá.
83
Los con trató Padre Las Cá
pá real izá trabá forzá
en l a regió de Barlové.
84
trajeron su savi a caliente del Congo,
de Li beria, Uganda, Gando o Tumbuctú
y formaron este sabroso mondongo
de nietos bem bones con l a sangre azú.
Por eso me extrañ a, mi ecobio Pedri t,
que en cierto romance que me han enseñ á
falte tan ta gen te muy encopetá
que fundió blasones y forjó su tit
en el mismo molde de Madam Lalá.)
¡Aé !
¡Vamos a vé !
En el román que te han escrí
no tá metí Max Valladá,
no tá metí Borges Uztá,
no tan metí los Coroní .
No tá metí Carlos Lavó,
no tá metí Lorenzo Bré.
no t.á metí Veló M aneé,
no tá metí López Villó.
85
ni tanto Blanco esgaritá
que al contemplase tan trigué
se ponen Blanc pá despistá.
86
Por eso yo taba obl igá,
pues soy el piache de mi trí
a reclamá contra i n j ustí
por tanto negro que h an boleá.
Y habiendo ya el deber cumplí,
vuelve a deseate u n fel iz á
y te recuerda su agui n á,
tu primo hermá,
Don Bartolí
Lope Ce bá
[1959]
87
VERSOS CIRCUNSTANCIALES
EL MATRIMO NIO DE A N D RÉS ELOY
El Morroco y te saluda,
hermano de paso lento
que tardaste c inco siglos
en echarte el lazo eterno.
91
al echarte al agua tú
renunciaste al «Trocaderon,
y al renunciar a l a farra
ren unciaste al l imonero
del Señor que te brindaba
su j ugo sedante y fresco
como gatito j as peado
para tu ratón perpetuo.
Y como renuncia a D ios
el del incuen te perverso,
renunciaste a tus antiguas
veleidades de muñeco.
92
podado y con Giral una
por las tierras que te oyeron,
floreado en tus cuatro razas
como floreó el limonero,
con tus angeli tos rubios,
con tus ángeles morenos,
con tus angelitos indios
con tus angel i tos negros,
que vayan comiendo mango
de La Vega a Pu en te Hierro.
93
GLOSA PA RA YOLANDA LEAL
Yolanda de Venezuela)
mi pue b lo te necesita
por morena y por bonita
y por maestra de escue la.
El estrai de tu sonrisa
rompió s u curva en mi pecho
y yo me quedé mal trecho
y abanicando la brisa.
Corredor con mu cha prisa,
mi corazón sin cau tela
sal ió en busca de tu escuela
y tu mirada profunda
lo puso fuera en segunda,
Yolanda de Venezue la.
94
para cubrirse de gloria
mi pueb lo te necesita.
95
SALUTACióN A G IOCO NDA
96
y estén mis pobres bolsillos
cual talón de lavandera.
No mancillaré m i espera
llorando m i mala" estrella
sino que, pensando en Ella,
gri taré con en tereza :
¡qué me importa la l impieza
con una Reina tan bella !
97
DÉC IMA A ROSA GUILLÉN
98
CORRIDO DE INOCENTE PALACIOS
Lo mandaron a un concurso
de belleza y esplendor
donde ochen ta querubines
luchaban el galardón
y cuenta El Cojo Ilustrado
que Inocen te los venció
empatado con Coporo,
otro Narciso en botón
99
a quien el agua del tiempo
ha vuelto luego un sayón.
100
como toro al botalón
y con gri llete infamante
le sembraron el talón.
10 1
Es músico y no com pon(.
no can ta pero es can tor,
no escr i be pero es poeta
no pi nta pero es pintor,
tiene el alma en las al turas
como la cei ba la flor,
en la sabana del pecho
no le cabe el corazón
y pertenece a su pueblo
como el cuatro y la canción.
102
CORRIDO DE PEDRO SOTILLO
103
Mi amigo Pedro Sotillo.
de la muj er cumanesa
que lo amarró del te quiero.
Pico'e plata de voz clara,
alcaraván palabrero
que A n tonio J osé Sotillo
le regaló al cancionero
c uando al maestro de escuela
le nació el h ijo coplero.
Mi amigo Pedro Soti llo,
llanero de cuerpo en tero.
104
porque es campana de bronce
pero es de miel su tañido,
porque es samán doblegado
por l a ternura del n ido,
porque el amigo en desvelo
nunca lo encontró dormido,
porque siempre anda buscando
lo que sí se le ha perdido.
105
LA CONFIR MACIÓN DEL CHINO
A L pródigo peregrino
que retorna a su querencia
tras largos años de ausencia
bajo el cielo neoyorki no.
Al inmarch itable Chino,
no mal ico, no lalón,
con tozuda devoción
sus bravos conmili tones,
hoy vetustos cincuentones,
le dan la Confirmación.
106
Tiempos del Bagre y Vitoco,
del Tea-Room y del mah-jon g,
sin letreros en neón,
sin autopistas de audacia
pero con agua de gracia
que mojaba el corazón.
107
TRISAGIO A PIZANI
108
n i el sabio Padre Moneada,
n i José Gregorio Hernández.
N u nea v irtudes tan grandes
se multiplicaron tanto ;
Pizani extiende su encanto
de Chachopo a Apartaderos
y los curas parameros
dicen : ¡Santo, San to, Santo !
[ 1960]
109
CHIQUITO PERO TEMPLADO
1 10
upa arboleda la prosa
y un semillero las manos.
Entre los limpios hermanos
de J uan Ramón y Machado,
hay un poeta sembrado
con honda raíz de encina :
es ]osé Ramón Medina,
ch iq uito pero templado.
En el brete doloroso
donde se cala al amigo,
en el llanto sin testigo
y en la pena sin reposo.
En la angustia del acoso
a ninguno le ha fallado
un hombrecito callado
que tiende la mano asina :
es ]osé Ramón Medina,
ch iq uito pero templado.
[ i961]
111
PE PE OCTOGE NARIO
1 12
Ceres que todo madura
maduró nuestra amistad.
Llaneza y sinceridad
son su biblia y su corán
y fueron el talismán
que reconcil ió conmigo
a su corazón de amigo
firme como el guayacán.
113
/
CRONICAS MORROCOYUNAS
VENEZUELA A PRENDE A SUICIDARSE
1 17
que la Providencia les depare la oportunidad de presen
ciar un fúnebre pero imponente espectáculo. El suicida
es reconocido ipso facto porque viene solo y pensativo,
así como por su taci turno comportamiento posterior. Los
n iños no pueden refrenar su alegrí a :
- ¡Nos tocó un suicida, mamá ! ¿ Lo vio su merced ?
El suicida almuerza en el hotel, e n una mesa aparta
d a, suspira desgarradoramen te sobre la melancolía de
los guisan tes aceitosos, acepta conmovido la condolenci a
sin azúcar del café tinto. Después se asoma al balcón,
que se abre en abanico sobre el abismo, y selecciona
el mejor sitio para lanzarse. U n a vez elegido su tram
polín siniestro, contrata los servicios d e un fotógrafo, de
esos que los diarios bogotanos man tienen en las i nme
di aciones y con i nstrucciones precisas. El fotógrafo les
concede a los suicidas rebaj as considerables; los ayuda
a posar ; es consolativamen te amable para con ellos. E n
sus manos dej a el suicida dos copias de su postrer retra
to : una para la causa de su trágica determin ación (es
posa, amante, casera o lo que sea) y otra para el di ario
más acorde con sus convicciones polí ticas: para El Siglo
si el fu turo cadáver es conservador conservador, o para
El Tiempo si el d ifunto en ciernes es conservador liberal.
Luego se sienta en el filo de un peñ asco y escribe entre
sollozos el soneto de despedida, indefectiblemen te ram
plón y ripioso, al menos mientras no se decida a su ici
darse Guillermo Valencia, acontecimiento asaz problemá
tico ya que el señor Valencia, a más de buen poeta, es
un acomodado latifundista. Para ese i nstante los excur
sionistas han ocu pado las más estratégicas posiciones den
tro del paisaje, ansiosos de disfru tar sin perder un detalle
el vuelo de Francisco de Paula J aramillo, que así suele
llamarse el suicida, haci a la muerte. J aramillo se �delan
ta serenamen te hasta el mero borde del abismo, salud a a
los espectadores con la gracia etérea de un trapecista y
1 18
se vuelve u n pu n to negro en tre las impetuosas aguas del
Teq uendama. ¡Paz a sus restos !
En Venezuela, por el con trario, el suicidio era un
proced imiento letal prácticamente desconocido. Los ena
morados desped idos preferí an romperle una costilla a su
afortun ado rival. Los que cometían un desfalco optaba·n
por embarcarse de te1nporadistas hacia Tri n idad o Santo
Domi ngo. Los que eran víctimas de u n a enfermedad in
curable se refugiaban �n Los Teques o en Cabo Blanco.
Los que no conseguían un puesto públ ico ingresaban al
partido del gobierno, las Cív icas Bol ivarianas en el caso
actu al. Pero a nad ie se le ocurrí a acudir al revólver, n i
al s ublimado corrosivo, n i a l as navaj as d e afe i tar, n i a
los séptimos pisos de los edificios, para l i brarse de sus
padecimientos físicos o espirituales.
En las últimas semanas, ¡doloroso es reconocerlo ! ,
ese reconfortan te panorama h a cambiado radicalmente.
Según l as noticias de los diarios, 22 suicidios se regis
traron en esta capi tal du rante el mes pasado. Los vene
zolanos aprenden a su icidarse a la m anera colombiana
con una facil idad que oj alá tuviéramos para aprender
a remendar zapatos a la manera italiana, por ejemplo.
Al principio nos imaginamos que esa ola de suicidios
no pasaba de transitoria coincidencia. Pero anteayer se
su icidó un pol icía con el revólver de regl amento, ¡un
pol icía ! , y tal precedente nos obl iga a sospech?r que la
vocación de su icidio ha comenzado a cal ar prof u ndamen
te en la psicología nacional. Esos pol icías un iformados
que silban por las calles de Caracas y de Buenos A i res
«La don na é mobile » , son la (Omproba< ión más evidente
de la om inosa penetración de las óperas de Giuseppe
Verdi en la cultu ra rnusical latinoamericana. Los pol i
cías son los más pel igrosos agen tes trasm isores del cos
tumbrismo, sí señor.
Es preciso adoptar med idas enérgicas ante l a i nvasión
1 19
de un flagelo que, de i n tensificarse, alcanzaría a despo
blarnos en igual med ida que el paludismo. La Sanidad
está en el deber de sustitu ir esos horripilantes carteles
contra el alcohol isn10 (que sólo logran asustarlo a u no
los lunes por la mañana, pero que en defi ni tiva pierden
su tiempo) por i nscri pciones atractivas contra el suicidio:
«Si quieres olvidar a esa mujer, no te mates, j cásate con
ella ! » ; «Si has adquirido sífilis, no te mates, ¡ con la
penkili na no hay quien pueda 1 » ; «Si tus acreedores se
mul tiplican, no te mates, j en este país no hay prisión
por deudas ! »; «Si estás cansado de la vida terrenal, no
te mates, ¡ no olv ides que en la otra te espera el general
Gómez ! » Esta última advertencia, sobre todo, hará que
lo� venezolanos reflexionen un poco más antes de me
terse un balazo.
120
HITLER ES EL VERDADERO MEStAS
12 1
palabra y de obra. J ehovah an unció y puso en práctica
el aniquilamiento implacable de sus enemigos y de los
enemigos del pueblo judío y también de los parien tes
(así fueran criaturas lactantes o ancianos temblorosos) de
esos enemigos. Por inspiración y azuzamiento de J eho
vah, un gigante medio cretino llamado Sansón derr i bó
un templo atestado de hombres, muj eres y n iños ; « sola
mente sobre el techo había más de tres mil personas» ,
d ice la B i blia ; «la casa se hundió sobre todo el pue
blo» , sigue diciendo la Bi blia ; y J ehovah con templaba
eufórico aquella masacre desde sus nubes. Aconsejado y
auxiliado por J ehovah, Moisés (su lugarteniente favori
to) hundió para siempre en el Mar Rojo al ejérci to en
tero del Faraón, a millares de hombres que en traron a
la trampa cumpliendo i napelables órdenes militares ; «tu
diestra, ¡ oh J ehovah ! , engrandecida por la fortaleza, des
trozó al enemigo», d i jo, agradecido, Moisés. J ehovah, con
sus propias manos, «hizo llover sobre Sodoma y Gomorra
azufre y fuego, destruyó esas ciudades y cuantos hombres
había en ellas y hasta las plantas de la tierra» , d ice la
Biblia, para aniquilar a unos infelices sodomi tas que ape
nas merecían como castigo una temporada de readapta
ción en la Isla del Burro. El mismísimo J ehovah nos
envió en otra ocasión un diluvio que «exterminó a todos
los seres que había sobre la superficie de la tierra» , d ice
la B iblia, y par a siempre habría desaparecido nuestra
especie a no ser por un borracho i ngenioso de nombre
Noé 4ue construyó una balsa para salvar a su familia
y a sus animales domésticos (el iguanodonte ·no cupo).
Pero donde llegó al paroxismo la cólera devastadora de
Jehovah fue cuando desató aquellas famosas d iez plagas
de Egipto, hizo llover con refinada crueldad la desola
ción y la muerte sobre toda una nación y remató su car
n icería matando en medio d e la noche a todos los pri
mogén i tos, «desde el primogén i to del Faraón hasta el
122
primogén ito de la esclava, y todos los primogén i tos del
ganado» , d ice la B i blia. E n fin, que el tal J ehovah no
era propiamente un filántropo sino un tío con toda la
barba, partidario i nsaciable de eso que hoy llaman ope
raciones de limpieza, bombardeos masivos, fulminantes
blitzkriegs y otras barbari dades en alemán que no re
cordamos.
¿ Cómo va a ser el Mesías, cómo va a ser la reencar
nación de J ehovah el tierno J esús ?, se pregu nta William
Lee. J esús predicaba el amor al prój imo por encima de
todas las cosas, el perdón a los enemigos, poner la otra
mej i lla, no matar, encarecidamen te no matar. Los prin
cipios iqeológicos de J ehovah y los de J esús son i rrecon
·
c iiiables y con tradictorios. Y William Lee no se explica
cómo J ehovah hubiera podido bajar a la tierra para con
tradecirse a sí mismo. Y luego para dejarse crucificar, u n
tipo tan prepotente y tan vengativo. Se necesita n o co
nocerlo.
William Lee reafirma su teoría recordando típicos
con trastes en tre ambos personajes. C uando J ehovah supo,
por chismes de Moisés, que u n hombre estaba recogien
do leña en vez de guardar la fiesta del sábado, d icta
minó furioso : «Sin remisión, que muera ese hombre, que
lo lapide todo el pueblo fuera del campamen to» , cuenta
la B i blia. J esús, en cambio, señalando a los sayones que
lo azotaban y lo escu pían y lo torturaban y lo crucifi
caban, d ijo : « Perdónalos, Señor, que no saben lo que
hacen».
-Es que no parecen ni prój imos -asegura William
Lee.
Mientras que Adolfo H i tler es hari na de otro costal.
H itler es, según William Lee, el único descendiente de
Caí n que ha repetido sobre la tierra (y con éxi to) los
procedimientos exterminadores de J ehovah. P ulveriza ciu
dades, inunda naciones, esparce epidemias y gases vene-
123
nosos, sepulta ejérci tos en el fondo del mar, mata a los
primogéni tos de los judíos y de los republicanos espa
ñoles, exactamente igual a J ehovah e incluso con un
análogo criterio racista. J ehovah era un dios hebreo que
volvía polvo a los filisteos y a los egipcios. H i tler es una
especie de filisteo esqu izofrénico que se cree D i os y vuel
ve polvo a los hebreos. Ésa es la única d iferencia, según
Willi am Lee.
El profeta trini tario no cede en su tesis y la comple
menta con predicciones aterradoras : « Adolfo H i tler no
es otro sino el Mesías que anuncian las Escri turas y,
en calidad de tal, gan ará la actual guerra en v irtud de
sus poderes celestiales, de sus milagros genocidas, de su
dominio del fuego y del trueno» . N osotros, por nuestra
parte, no nos h acemos solidarios de la extraña teoría de
WiJli am Lee. Aquí en tre nos, y corriendo el riesgo de
que ambos nos lo cobren inhumanamente mañ ana (el
uno si en realidad gana la guerra y el otro a la h ora
del Apocalipsis), confesamos que tan to H i tler como Jeho
vah nos caen pesadísimos.
124
SEIS PREGUNTAS NO MAS
125
baches en las calles que esa Gobern ación cultiva, debe
rían abol irse por más propied ad privada que sean.
126
4. ¿De be llegarse al esta blecimiento de una sociedad sin
clases?
127
6. ¿La sociedad de be propo n erse la supresión del Es
tado?
128
SE DESCUBRE EL ASES I NO DE D O N J UANCHO
129
un in terroga torio de tercer grado de bachi llerato que lo
condujo paso a paso hasta el sorprendente descu brimien
to. La cosa sucedió más o menos así :
NAIPES: Ahora vamos a saber si usted confiesa o no
confiesa, Mesal ina del Guaire, mujer sangu inaria, ¿ para
dónde iba usted con esa cesta ?
DOÑA CONCHA: ¿ Para dónde iba a i r ? Para el mercado,
a hacer l a compra
NAIPES: Men tira. Usted pretende ocul tar un crimen.
DOÑA CONCHA: ¿ Ocultar qué ? ¿ Y dónde m e lo voy a
ocul tar ? Yo soy u n a mujer honrada.
NAIPES: Embuste. Usted es una vagabunda y va a
can tar.
DOÑA CONCHA: N i soy u n a vagabunda, ni can to, ni
bailo. Le aseguro a usted que se equivocó de acusada,
sefior Cartas.
NAIPES (enfu recido): Cartas no, N a i pes. Y no me en
gaña con sus hi pocresí as y simulaciones. ¡Tráiganme un
chaparro !
(Los ordenanzas le traen un ch aparro. El agente Nai
pes le en1 puj a cuatro chaparrazos a doña Conch a en l as
regiones gl úteas y tres por deba jo de l a cresta ilí aca iz
quierda.)
DOÑA CONCHA: ¡Ay, m i m adre ! ¡Qu e me mata este
ca ifás ! Yo no he hecho nada
NAIPES: ¿ No ha hecho nad a ? Ahora es que vas a
saber lo que es u n pol icí a de Buena Conducta.
(El agente Naipes le dispara cuatro pun tapiés a doña
Conch a en l a región epigástrica, le arranca de u n mor
d isco la trompa de Eustaqu io izqu ierda, le tuerce el cú
bito y el rad io hasta que la paciente se va de occipucio
con tra el enladri llado.)
DOÑA CONCHA (dando a laridos): ¡Ay, mi madre! ¡Me
asesinan !
NAIPES (perspicaz): Ésa es tu palabra obsesiva, el gri-
130
to de tu concienci a : asesi n ar. Precisamen te me v as a
deci r a quién h as asesi n ado e n este país.
DOÑA CONCHA: A n ad ie, ni a un pollito. Se lo j uro por
lo m ás sagrado, señor Baraj as.
NAIPES: B araj as no, N ai pes. ¡Tráiganme un tizón !
DOÑA CONCHA: ¿ Un tizón ? j Socorro, Virgen de l a Chi-
qui nquirá, socorro !
(Le traen el tizón a Nai pes.)
NAIPES: ¡Bandida, quí tese la ropa !
DOÑA CONCHA: No me l a qui to, i nfame. Yo soy una
m uj er decente.
NAIPES: Quí tese la ropa que le voy a pegar el tizón .
DOÑA CONCHA: ¿ En dónde ?
NAIPES (a los ordenanzas): ¡ Quí tenle l a ropa a esa
piazo'e m uj er !
DOÑA CONCHA: No, por favor, que tengo u n a cicatriz
muy fea en el abdomen . ¿ Qu é quieren u stedes que les
diga ? ¡Yo d igo todo !
NAIPES (amenazándola con e l t izón): ¿ Es verdad que
usted cometió u n crimen ?
DOÑA CONCHA (aterrada): U n crimen, dos crímenes,
tres crímenes. Los que u sted quiera, señ or N ai pes.
NAIPES (sa tisfecho): ¿ Y a quién m ató ?
DOÑA CONCHA (desesperada): ¿ A quién sería, D ios mío,
a quién serí a ? Pues serí a a Don J uancho. Eso es. . . ¡A
Don J u ancho !
NAIPES (triu nfan te): ¡Corra n ! ¡Avisen a los periódi
cos ! He descubierto a l a asesina de Don Ju ancho, he
desenmascarado el crimen perfecto . . .
Y así fue como el astuto agen te Fausto N ai pes, Pre
m io de Buena Conducta, esclareció el m ás enigm ático
de los crímenes y se consagró como estrella de primera
magn i tud en los anales de n uestro detectivismo.
13 1
U NA CARTA DE PÉSA ME
132
no fallecido? Que era muy i n teligente, nunca, porque
creería que estoy haciendo mofa del cadáver. Que su
honradez fue acrisolada, tampoco, porque estuvo emplea
do en l a Gobernación con R afael María Velazco. Que
hago mío su dolor, menos, porque me tiene sin cuidado
que el ociso haya estirado la pata. Sólo queda el refu
gio de los lugares comunes escalofriantes y comprobada
mente mabitosos : « m i m ás sen t ido pésame» , « te acom
paño en tus sentimientos» , «que descanse en paz » , « el
Señor le dé su gloria», e tc.
Sin embargo, una dama d e mi vecindad recibió u n a
carta de pésame cuya origi n alidad me conmovió. Ella
vino a visitarme y me d ij o : « Usted que es boticario y
sabe descifrar l as letras inás enrevesadas, ¿ podrá leer
me esta impenetrable carta ? » No soy boticario sino agri
mensor, pero se la leí y saqué copia, por si me servía
más tarde de utilidad en u n momen to de apuro. De
cí a así :
133
h ay que fiarse de los san turrones ; a lo meJOr el
señor Nemesio tení a u n a querida llamada M ar í a de
Lourdes que vive por San Agustín del Sur. No es
que yo lo quiera chismear, pero u n a noche me llevó
a conocerla y la encon tré muy bien presen tada, con
un busto m ás bronceado que el horri ble busto de
J uan Vicen te González que t ienen en l a Academia
de l a H istoria. No se lo cuento por desleal tad con
el difunto, misia, sino para que olvide su dolor que
no lo merece ese sinvergüenza, ¡qué caray !
Igual puede d ecirse de l a fama de hombre hon
rado que tení a. Vaya usted a saber si no metía mano
en l a caj a del b anco donde trabaj aba. Menos mal
que n unca lo descubrieron, m isia de nii alma. A mí
me quedó debiendo doscien tos bolos que olvido de
todo corazón, aunque abrigo l a esperanza de que
usted, tan rel igiosa como es, me los abone religiosa
men te.
Lo importante es que no se deje usted avasall ar
por la pen a. Usted está j oven todaví a y no le con
viene en turbiar esos oj i tos tan l i ndos que D ios le
dio y de los cual es no le había hablado an tes por
que mi amistad con el pobre Nemesio m e cohibía.
Y además, R ufi na, lo que me c arga loco son esas
piern as estupend as que te gastas ; me pongo a pen
sar que el idiota de Nemesio no se dio cuen ta n u nca
de lo que ten í a en tre m anos. F uera la desespera
ción , R ufini ta. Te sugiero que después del entierro
vayamos j un tos a comer a un restauran t ; cal amares
en su tinta que van m u y bien con el l uto. Y des
pués, ¡.b ueno ! , después lo que tú quieras, R uf in ita
linda, rein � de la sabrosura. Desde ahora te .per
dono los doscien tos bolos. Y no oivides lo que acon
sej a la Biblia : «a burro muerto, la cebada al rabo» .
Recibe el más sincero pésame y u n pel1 izqui to
d e tu am igo que l o es,
Lucas Puyan a .
[ 1 94 1 ]
134
DOS POETAS SE CAEN A T IROS
135
lo que Yépez embutía. Y R afi to, en tanto que con los
dientes despachaba su condum io, devoraba con los ojos
los manj ares de Gui llerm ito. H asta que Austria no pudo
con tenerse más, se irgu ió a la vera de un costillar de
novilla y le lanzó al otro el sigu iente soneto :
136
A la paella en flor He bes t ri bu t a
su zalema de grávidá intuición
y t ramonta el viacrucis del ja món
y e l pericarpio dúct i l de la frut a.
1 37
EN DEFE NSA DE LOS LI BERTI NOS
ras.
«El Trocadero» es un recin to apabu llado por el orden
y la circu nspección, cortinajes oscuros, mesitas simétri
can1en te dispuestas, música austera �hasta solos de ór
gano tocan) y boleto de en trada muy caro, eso sí, así
vaya uno ún icamen te a com prar cigarrillos o a pregu ntar
por un pariente des a parecido del hogar. Un francés de
1 38
frac parece ser el dueño o adm in istrador de todo aque
llo. R esponde versallescamente a n u estras pregu ntas :
-Los l ibertinos venezolanos son tres gentiles, mon
sieur. No rompen l as copas, pagan correctamente sus v a
les, se pelean muy pocas veces, no l e faltan el respeto a
l as j eunes filles. Tres respetables, monsieur, tres respe
tables.
El abjetivo respetable apl icado a un caballero de vid a
licenciosa no puede ser m ás p aradój ico. No obstante,
comprendimos que el francés ten í a r azón cuando comen
zó a sonar la m úsica (un vals de Strauss, palabra de
honor) y con ella se i n ició el baile. Un cl iente i mpeca
blemente vestido se acercó a l a rubia artificial y super
descotada de la mesa vecin a :
- ¿ Me h ace el honor de bailar conmigo, señoríta ?
Y sal ieron a bail ar, a u n a distancia tal el uno del
otro que me sentí transportado a los salones de l as fa
milias más puritan as de Mérida. Otro cliente llamó a l a
florista con u n guiño d e escol ar que pide permiso para
ir al baño, y compró u n a orquídea para l a hetaira que
lo acompañ aba. Todo aquello era tan convencional, tan
Alej andro D umas, hijo, que no pude soportar m ás y me
largué al « Venecia» .
El « Venecia» tiene mej or aspecto, es decir, peor as
pecto. No le cobran a u no el impuesto de i ngreso. Los
hombres no son tan elegan tes en el vestir y han bebido
un poco más. Las nluch ach as son más jóvenes y más
desenfrenadas que l as cleopatras oxigenadas del «Troca
dero» . Aquí también se vislu mbran rostros conocidos :
un j urista em inente, dos méd icos recién casados, tres es
tudiantes recién raspados, u n poeta que firma vales con10
quien fi rma madrigal es y algunos deportistas entreñán
dose para l as veci nas olimpiadas. Era n uestro propósito
mencionar sus nombres de pila al escri bir esta cron i
quilla pero no queremos exh i bi rlos ante la opinión pú-
1 39
blica como símbolos de l a i nocu idad y de l a cand idez.
La verdad es que, si bien se mira, el «Venec i a » es
tan edifican te como el o tro. El l ibertino llega aquí u n
poco cohibido, elige u n a mesa apartada, pide modesta
mente una cerveza. Después, como es de esperarse, le
acome ten ganas de bailar. Aquí por lo menos tocan el
<lanzón «Almendra» . Invita a una jovencita ; tiene u n
d iente d e oro pero no está m al d e piernas. L a j ovenci ta
acepta sin remilgos ; b ailan el <lanzón sin cam b iar pa
labras ; ella se sienta luego en la mesa del l i bertino ; ¡ y
a pedir se ha dicho !
Pide vertigi nosamen te copas de diversos licores : ro
sados, verdes, achocolatados, blancos, bajo los nombres
supuestos de cherri, men ta, cacao y cuan tró. Pero no se
imagine usted que son bebidas alcohól icas de esas que
en turbian la seren idad y amellan el espíritu comerci al,
sino j arabe de goma químicamen te coloreado. Por cada
copita la jovencita obtiene una ficha y al l i bertino le
cargan tres bol í vares en l a cuenta. Y si el l ibertino no
le para el trote, la m uchacha del diente de oro segu irá
acumulando fichas hasta el amanecer.
A propósi to de amanecer, es j usticia hacer constar
que l as jovencitas de los cabarets son m uch achas hones
tas o, en el peor de los casos, monógamas. J amás los
cl ien tes logran de ellas (salvo los apretujones inheren tes
al baile) otro galardón que el derecho a pagarles l as
copi tas m u l ticolores. Al despu n tar l a aurora, cuando los
mesoneros exten uados cierran las puertas del est ableci
miento, ellas le dicen « chao» al l i bertino y se marchan
con l a mamá de pañolón negro que las agu arda en l a
acera (si s e trata d e l as honestas) o �on e l chulo d e bigo
ti tos que también las aguarda (si se trata de l as mo
nógamas).
Al l i bertino no le queda otro recurso sino l a púdica
tostada en el tarantín de la esquina y l a retirada sen ti-
1 40
mental h acia l a casa. Allá lo recibirá l a esposa d eshecha
en l ágrimas, d esquiciada por los celos y l a tribulación :
- ¿ Es ta es hora de presentarse a u n hogar d ecen te?
Ya los n iños van a sali r para l a escuela. ¿ De qué an
tro vienes? ¿ Qué horrendo saturnal h as celebrado ? ¿ Con
qué monstruo me he casado, D ios mío ?
N ada de eso, señoras, n ada de eso. Sean ustedes tole·
ran tes con sus m aridos descarriados. Les garantizamos
que en los cabarets los cu idan, se divierten entre gen te
seria y mujeres i rreductibles, no corren e l peligro de un
amorío. Más aún, nos permitimos aconsej arles que ejer
zan u na presión discreta sobre sus consortes para que no
pierd an el hábito de pasar sus horas de esparcim i en to e n
las b o i tes nocturnas. Son u n poco gravosas, e s cierto. Pero
tales dispendios, lejos de exhibir a n uestros l ibertinos
como gen te depravada o crapulosa, demuestra tan sólo
que son ·unos i nfelices
141
LOS .J U D í OS PELI G RA N E N VENEZ UELA
142
sales, los m ás alej ados (por evolución, n a turalmen te) d el
an tropoide chato de donde todos provenimos.
Lo cierto es que, i gu ales o superiores, los judíos h an
figurado siempre en los acon tecimientos m ás trascenden
tales de la h istoria. El primer ario en perseguirlos desa
foradamente fue u n gigante filisteo de nombre Goli at
que los man tuvo pasando l as de Caín h asta que u n pese
pl urna j udío le dio un pefionazo y lo dejó frío. En aque·
llos antiguos tiempos l os h ebreos produjeron sabios ca
chondos como Salomón, precursores de la lucha li bre
como Sansón, poetas tirapiedras como D avid, comprado
res de progenituras baratas como J acob, castos de capi
rote como J osé, víctim as de l a pava macha como Job y
agi tadores revolucion arios como J eremí as. Pero sus dos
figu ras más sobresalientes fueron : el caudi llo Moisés,
predicador de l a v iolencia, que m urió en su cam a ; y
el profeta J esús, predicador de l a d ulzura, a quien cru
cificaron.
Eliminado J esús por los centuriones romanos, los ju
díos se dispersaron por el u n iverso, dedicándose prefe
rentemente a l as cienci as, a l as artes, al sacerdocio y a
los i nstitutos bancarios. El m undo medioeval se aprove
chó en b u ena medida de sus inteligenci as y de sus co
nocimien tos hasta que surgió l a Inquisición, que, co1no
ustedes saben, fue el cani balismo con sotana. Por los
motivos m ás triviales fueron achicharrados innumerables
c i udadanos honorables : por opinar que l a tierra daba
vueltas alrededor del sol, por sostener que el protozoario
cumpl í a sus deberes conyugales con la protozoaria, por
curar a los enfermos con sistemas homeopáticos, por b a
ñ arse durante l a c uaresma, etc. Los j udíos fueron objeto
de horrendas persecuciones para cobrarles el asesin ato
del j udío J esús de Galilea, perpetrado varios siglos atrás
por un macedon io ll amado Caifás en complicidad con
un romano llamado Pilatos.
143
Pasó l a I nqu isición y los j udíos sobrevivientes fueron
retorn ando len tamente a sus u n iversidades, a sus l abo
ratorios, a sus academias, a sus reloj erí as y a sus casas
de empeño. S i n embargo, de vez en cuando practicaban
con ellos un pogrom (ya apareció la palabrita que uste
des ignoraban) en la R usia zarista o en cu alqu ier otro
país con gobiernos de esa calaña. 'También sucedían i n
ciden tes desagradables en n aciones m ás civilizadas, tales
como el caso del j udío Dreyffus, que fue envi ado in j us
tamen te a Cayen a por los franceses, y el caso del j udío
D israeli, que se vio en la necesidad de resolverle los pro
blemas a la corona inglesa por muchos años.
Hasta que resucitó, m ás sangu i nari a ahora, la I nqui
sición. En pleno siglo x x , un Torquemada de bigotitos
decid ió reimplantar l as hogueras, la quema de l ibros, los
po tros de tormento, el genocidio organizado, cu ando la
human idad andaba de lo m ás presun tuosa im aginándo
se que se había civilizado. Y los j udíos volvieron a ser
los h ijos de la panadera.
Hecho este l igero resumen de la h istoria de la raza
hebrea y de l as principales persecuciones de que ha sido
objeto, pasemos a exam inar lo que está ocurriendo en
Caracas con La Voz del C omercio . Se trata de un perio
diqu i to de mengu ado tira je pero muy escandaloso cuya
línea edi torial está encam inada a demostrar que los ju
díos son los ú nicos responsables de todos los males que
aquej an a Venezuela : el paludismo, l a anqu ilostomi asis,
el an alfabetismo, el l atifund io, el peculado, la falta de
mano de obra especial izad a y el exceso de abogados.
Y que, en consecuenci a, es preciso l inchar a los j u díos.
Ahora bien, como en Venezuela no h ay suficiente
n ú mero de j ud íos como para efectuar un pogrom de ca
lidad, La Voz del C o mercio propone que utilicemos a
los m i llares de jud íos que andan v agando por el mun
do, expulsados por H i tler de sus propios países. He aquí
144
la receta : se hace saber al m undo entero que Venezuela
acepta como inmigrantes y con los brazos abiertos a los
j udíos persegui dos por Aleman i a ; los israelitas vienen
encan tados ; entonces nosotros l es cortamos hospitalaria
mente l as cabezas.
Advierte por último L a V oz del C omercio que a los
j udíos se l es desenmascara por el nombre. No h ay que
dej arse engañ ar : todo ser humano que tenga nombre
j udío, es j udío o merece que se le trate como tal . D e
bemos desconfiar de los i ncontables abrahames, isaaques,
benj amines, moiseses, d av ides, abeles, saras, rebecas, es
teres y raqueles que en este país pululan . Olvida posible
mente La Voz del C omercio que nuestro actual Presi
dente de la República se llama Isaías y que el anterior
se l l amaba Ele azar, nombres ambos tan ranciamente j u
díos como J acobo y S amuel . A propósito, ¿ qué estará
esperando el profeta Isaías para clausurar una Voz del
C omercio cuyo n azismo apesta a leguas?
145
SE AMPLfAN LAS CAUSALES DE D IVORCIO
146
sidades y colegios, mejores transportes, una cantidad in
creíble de godos y l iberales que se saben poemas de me
moria, pero, ¿ de qué les sirve todo eso si no está permi
tido el divorcio ? Tal interdicción obl iga al m arido co
lombiano, y a l a esposa colombiana, cuando l es llega
el momento de no poder soportar m ás al cónyuge que
la Ley les h a deparado, a acudir al desagradable proce
dimiento de espolvoreíl.rle arsénico en l as papas chorrea
das del almuerzo.
En Venezuela las cosas son otro cantar. La Comisión
Codificadora Nacional acaba de aumentar, con un cri te
rio tan moderno como h umanitario, a diez las causales
de d ivorcio, añadiendo de ese modo cu atro a l as ya e xis
tentes. La Codificadora se n iega a dar a la publ icidad
sus resoluciones ; se defiende con tozudo hermetismo del
ased io de los reporteros. Sin embargo, este periodista h a
logrado investigar en fuente fidedigna que l as d iez causa
les de marras serán estatuidas de l a sigu iente n1anera :
i . Será motivo au tomático de d ivorcio l a embria
guez consuetudinaria del m arido, siempre y cu ando esa
embriaguez se traduzca en expresiones que menoscaben
la d ignidad de su cónyuge : qui tarse los pan talones en
el Teatro Mu n ic ipal, arroj arse de cabeza en la fuente
pública de Los Caobos, gritar « Abaj o el gobierno» sin
motivo justificado, mentarle la m adre a u n coronel de
arti llerí a, etc. Los borrachos pacíficos, los que l a cogen
llorona y los m iembros del Cou n try Club, estarán eximi
dos de esta causal .
2. Será motivo de d ivorcio el exceso de cariño del
marido hacia la sirv ie n ta de adentro. En este caso, la
esposa tendrá dos recursos igu almente legales : d ivorciar
se o desqu itarse con u n a tercera persona. Este periodista
está completamente a la orden.
3 . Otro motivo sine q u a n o n de divorcio será el ron
q u ido nocturno de uno de los cónyuges. En caso de de-
1 47
n u noa, el j uez verificará por medio de sismógrafos es
pecial es si la escala del ronquido es s uficien temente ele
vada como para tras tornar el s uer1o de la compañera o
con1 pa:"'iero d e lecho. También se tendrá m uy en cuenta
el ronquido del aparato.
4 . Se mantiene como mot ivo de divorcio la incom
patibil idad de caracteres. Si a uno de los cónyuges l e
agrad an las pel íc u l as de Ch arles Chapl i n y e l otro se em
pe ñ a en ver Lo q ue e l vie n t o se llevó ; si el uno es
aman te de l a buena l i teratura y el otro un idiota de
esos que todavía leen a Xavier de Mon tepin ; si al uno
le place el caviar del Irán y el otro se desvi ve por la
ensalada de espi nacas ; hay man ifiesta i ncompati bilidad
de caracteres. Las d ivergencias deporti vas no se tomarán
en cuen ta, a menos que term inen a piñ azos.
5 . Otra causal con tu ndente de divorcio será el m or
bo telefón ico, dolencia m ucho más frecuen te en el sexo
débil que en el otro, aunque de que los hay los h ay.
C u ando el m arido llame m ás de diez veces consecutivas
para advertir que no va a almorzar porque tiene u n a
reu nión de negocios ( ¡farsante ! ), o para decirle a su
muj ercita que la adora (también existen) y suene y re
suene la c h ich arra del « oc u pado» , y la escena se repi ta
durante semanas en teras, el divorcio estará totalmente
j ustificado.
6. La esposa tendrá derecho a divorci arse automáti
camente del marido si se descu bre que dicho marido per
tenece a cualqu iera de los cuerpos de la pol icía (secre
ta o no).
7. Estará bien fundado el divorcio de los hombres
c u ando l a mujer les haya salido llorona. Las mujeres
que lloran cuando recuerdan a una novia que tuvo su
esposo a los 1 9 años, l as que lloran cuando se les q u ie
bra un j arrón de porcelan a o cuando pasan u n a semana
sin rec i bir l a visita d e s u honorable m adre, l as que llo-
148
ran c uando leen los versos de Amado Nervo, no tienen
derecho a casarse: A las m ujeres no debe permítírseles
que lloren sino cuando están d an do a l uz. En cuanto a
los hombres, el ún ico llanto lícito es c uando están j u
gando dominó y levan tan m ás de cuatro dobles.
8. O tra causal aplastante de d ivorcio será la obesi
dad. M ujer u hombre, quien sea, que a umente más de
vein te kilos d espués de con traer n upcias, deberá ser re
pLI;diado por s u cónyuge, arroj ado del tálamo como u n a
ballena a l mar. « Los barrigones n o tienen opción al
amor» , Balzac.
g. No será solame n te j ustificable sino también acon
sej able el divorcio c uando uno de los con trayen tes des
cubra que su compañero o compañera de vida le ha sa
l ido pavoso. Antes de dictar sentencia, será conven iente
que el j uez real ice algunos experimentos comprobatorios
con el acusado o acusada : sellar un c uadro de c aballos
a medias, invi tarlo al cine, frecuentar su amistad . En caso
de reacción positiva, el d ivorcio será concedido i nmedia
tamente por el j uez que sustituya al difu n to.
i o. La m ujer tendrá s u divorcio g�ran tizado (y ésta
parece ser la única causal que acepta l a Iglesia Roma
na) cuando el marido no se porte con10 «gitano legí ti
mo» , véase «La casadq, infiel>> de Federico García Lorca.
El periodista, por su parte, opina que l a ún ica solu
c ión j urídica superior al d ivorcio es no casarse.
1 49
¿ ES NECESARIA ESTA L LA MADA?
150
N acional, y u no de los cómicos -Alej andro Graham Bell
se llamaba el abusador- le robó el i nven to al empresa
rio, lo patentó en los Estados U ni dos y se hizo millonario.
Eso fue exactamente en 1 876.
Para diferenciarse en alguna forma _de los potes v a
cíos de Manuel Madriz, míster Bell les agregó u n a ma
nivel a. Con ese aditamento vin ieron a Caracas los pri
meros teléfonos. Eran unos cajones l argos, con un par
de timbres en la corn isa y u n a repisita para descansar
el codo mien tras se hablaba. Los suscritores no ten í an
n ú n1ero sino toques especí ficos : un toque corto y dos
l argos, la Policí a ; tres l argos, otro l argo, uno corto y
otros dos también cortos, el Man icomio ; tres . largos, los
hermanos Pechio ; uno corto y uno l argo, los López de
Ceballos ; uno corto · .pero amarguísimo, el general Ci
pri ano C astro. Los suscri tores ten í an derecho a levantar
la bocin a y escuchar l as conversaciones ajenas que m ás
les ten taran : sorprender por ejemplo a don Guillermo
Tell Villegas Pul ido proponiéndole a una dama casada
que se quitara la crinoli n a con él, o adel an társele en un
negocio al poet a del alto comerc io Tomás Sarmiento,
que era un tigre vendiendo quesos ll an eros.
Más tarde fueron suprimidos los teléfonos de 1nani
vel a porque resultaron pavosísimos, ocasion aron el terre
tnoto d':l 900, l a guerra del 1 4 y la gri pe espaüola. D i
chas man ivelas fueron susti tuidas por seüoritas y de esa
tnanera entramos en la Ed ad Medi a de la telefonía. El
suscri tor descolgaba el auricular y esperaba u nos veinte
min u tos. En la cen tral se encendí a una l ucecita roj a, l a
seüorita de turno terminaba el capí tulo de la novel a d e
C arlota Bramé que estaba leyendo, s e chu paba u n ca
ramelo acidulado para endulzar l as am arguras de aquel
l i bro y l u ego pregu n taba con su ton i to d ispl icente :
- ¿ Qué número ?
- 2 8 59
- .
151
- ¿ 2 8-59 ? ¡ Qué n úmero tan feo ! No lo encuen tro.
-Bueno, sefiorita, comuníqueme con la bodega de
Horno Negro que necesi to pedir medio kilo de caraotas
blancas.
Y la sefiorita decí a i nvariablemente :
-Ocupado.
Volvía a llamar uno al cabo de un cuarto de hora
y, si la señor i ta disfrutaba de mejor humor porque la
novela se estaba componiendo, lo comunicaba.
- ¿ Hablo con la bodega de Horno Negro ?
-No, sefior. H abla usted con la casa de l a fam i l i a
Lamache. ¡ Y no sea grosero ! Más horno negro e s s u m a
dre . . . -y le tiraban l a bocina.
S in embargo, el teléfono con señori tas ten í a una sol a
ventaj a : eran menos frecuen tes que ahora ios insultos
anónimos por el aparato. Si lo llamaban a uno y le
decí an :
-Oye, bembeperro, ¿ es verdad que te comiste un
queso en la Renta de Licores ? Y además, ten cuidado
porque tu mujer te está volteando con el pi n tor T i to
Sal as.
A uno le quedaba el recurso de supl icar a la se
ñori ta :
-Ten la bondad, mi j i ta. ¿ Qu ién era ese tipo que
acaba de hablar conmigo ?
Y la señori ta respondía servicialmen te :
-Quien lo llamó primero para cobrarle los ci nco
pesos que usted le quedó deb iendo del trueno de ano
che, fue el cochero Conch a ' e P i ñ a . Pero quien lo puso
como un trapo fue Federiqui to León, el periodista -y
a uno le quedaba el consuelo de ir a buscar con l}n
ch aparro a Federiqui to, que med í a un metro vei n te, y
sacar su campañota.
Finalmente apareció el discado automático y se aca
bó l a tranqu ilidad en este país. Los h i los de Graham
1 52
Bell comenzaron a trasmi tir palabrotas que antes no fue
ron pronunciadas sino en l as covachas de Ei Silencio y
en l a prosa coprológica de José F óscar Ocho a. Ahora
n adie escribe anónimos. Los d ice por teléfono y se eco
nomiza la estampilla.
Y por último la Compañí a de Teléfonos pretende
que, an tes de usar el aparato, uno se haga un examen
de conciencia : «¿Es necesaria esta lla m a d a?» Cómo se ve
que l a Compañí a no conoce a sus suscr itores. E ignora
que, aparte de los anonim istas y a mencionados, el 99 por
ciento de l as conversaciones que en Caracas se estable
cen, puede clasificarse dentro de l as siguientes catego
rías :
1 . La amiga que llama a l a amiga para contarle l a
película d e anoche ; « y e n eso llegó Cl ark Cable hecho
un sueño y le metió dos trom padas al sheriff, y Toñ i to
al lado mío tratando de meter mano, y la pobre Bette
D avies estaba tu berculosa, y Toñ ito avanzando sin con
templaciones, quédate qu ieto, Tofi ito, que nos pueden
ver, e tc. » .
2. L a señ ora que no tiene n ad a que h acer y llama
a la o tra señora que tampoco tiene n ada que hacer para
h a blar horrores de otra sei1 ora que no hace nad a.
3 . El novio que llama desde la oficina a la nov i a
para decirle «mi puch unga» y q u e ella l e responda «mi
tuyuyo » , « ¿ me quieres ? » , «cantidad» , « ¿ de qué tama
ño ? » , «de aquí al cielo » , ((qu iero un bes i to» , « ¿ dónde ? » ,
« en su trompita» , « bueno» . « ¡ qué sabroso ! » , « ¿ y tú me
qu ieres a mí ? )) , lo que se llan1 a un d i álogo de Platón .
4. El zagaletón id iota que d isca un n úmero al azar
y después pregunta : « ¿ H ablo con la Maternidad, jó.
jó ? » ; « ¿ H ablo con la Casa M adre, jé, j é ? )) ; « ¿ H ablo
con la Floristerí a M adreselva, jí, j í ? )) ; y tod aví a anda
suelto.
...
:.J .
Las sol teron as feas pero con voz d e contralto que
1 53
llaman a l as red acciones de los periód icos y le d icen
suspirando a la primera voz masculina que les salga :
«mi vida es una inmensa soled ad» .
Todas son llamadas necesarias, estrictamen te necesa
rias para preservar el orden social, garan tizar la paz pú
blica, proteger al país de l as préd icas disoci adoras. « El
teléfono es el opio del pueblo» , dec í a Len i n .
1 54
PED R O SOTILLO ENTREVISTA A CANTI NFLAS
155
efectos visuales que entiendo tanto de leyes como uste
des, de cierta m anera especial. U no tiene su h idrocar
burito, mano, y no sabe qué h acer con él, menos el doc
tor Alej andro Pietri que se compra u n Goya de seis
cili ndros, u n a inversión especí ficamente, ¿ cómo d i re
mos ?, pinacotéqu ica. Los escri banos escri ben l a Ley, la
leen l as compafi í as petroleras, si acaso saben leer, que
no lo dudo, porq ue esas v iej as saben de todo, ¡ qué bár
baras ! , y se reú ne el Congreso en sesiones extraord i n a
ri as y le pega al v i ático en la mera torre, ¿ no te pare
ce, cuate ?
-Muy pragmática tu cogitación -le respondió sere
namen te Pedro-. La praxis que i nterfiere n uestros sue
ños es ní tida : cu ando u no empieza a bal bucear el
despertar del espíri tu, se te atraviesa S ilva en la ad
tni n is tración con su concepto metafísico de l as tres l is
tas.
Can ti nfl as balanceó el tórax de lado y l ado, como
esquivando u n a estocada, se cepilló l a gabard i n a y dijo :
- ¡ Ahí, don Pedrito !
- ¿ Qué le parece la Reguladora ? -le pregun tó el
poeta Sotillo sin dej arlo respirar.
-La Reguladora regular! como su nombre lo i ndica,
¿ no es así ? S ucede que los frijoles, que aqu í ll aman ca
raotas con un sentido, v iéndolo bien, poco botánico de
la falta de ignorancia, los susodichos frijoles se empeñan
en presumir de espárragos y, n aturalmente, l a Regula
dora les sube el precio por encopetados, usted lo capta,
¿ verdad, man i to ? En lo concerniente o referente, que
no es la n1isma cosa, a l as casas o domicil ios, verá usted,
¿ qué importa que estén por l as n u bes ? , con no pagar
el alquiler basta y sobra, a lo macho, para eso son us
tedes mexicanos, ándele no m ás. Mucho más grave, muy
mucho un verdadero l atroci nio, es que se pongan a re
gul ar la trata de bl ancas esos barrabases, porque uno
1 56
sale can nosarnente u n sábado por l a noche y no tiene
sino veinte pinches centavos y ¿ cómo h ace ?
-Es u n a l as timera calamidad, amigo mío, vani t as
vanita t u m --díjole Pedro-. Confórtese pensando que l a
vida está colmada de providencias i nefables. Yo n o creo
u n a palabra de lo que dice el Eclesiastés. Siempre tro
pieza uno a malandrines que desdeñ an el escalafón ló
gico de las jerarquías. lJsted v iene a torear a este país
y de buenas a primeras le ofrecen la d irección de El
Nacio n a l. Porque no h ay sen tido de la realidad s i no
u nos cuantos bribonzuelos pergeñando versos malos y to
mando coca-cola en el desayuno.
- j Sí, papi ! -dij o respctuosan1cn te Cantiní las.
- ¿ Y cuándo cree usted que se acabará esta guerra,
compadre ? -volvió a pregun tar Pedro.
-La guerra --dijo Cantinfl as- es una epidemia que
concluye de cierta manera repentina, si es que concluye.
El d í a menos pensado amanece el conglomerado en ple
na paz, sien1pre y cuando no siga el bombardeo, que es
ahí donde está el detalle más tétrico, por así decirlo sin
med i as tin tas. El mejor termómetro es el ejército i ta
l iano, pienso yo si usted no d ispone otra cosa, purititos
meli tares de carrera en el buen sen ti do de la palabra.
C uando el ejército i tal iano se metió en Francia era por
que dicha Francia estaba como qu ien d ice al borde de
la tumba fría. Ahora que el ejército i taliano empieza a
hablar de fraternidad, que si los hombres son todos her
manos, que si l a palomita con u n ramo de ol iva en el
pico, debe ser que los alemanes andan cuasi cadáveres
funerarios. U no no sabe lo que piensa hasta que no lo
ha pensado, j m ira cómo eres ! , a mí me da coraj e v er
a los n azis que han perdido Rostov, K arkov y l a ver
güenzov en una chaparrita semana. Es que ellos tam
bién se raj an, cuate, y la m isma copa del dolor van a
apurar en el frente africano, siempre y cuando exista
1 57
todavía un frente africano, porque según me ha pla
ticado . . .
-Todos nos enfren tamos a esa hecatombe organiza
da que hace tem blar los cimientos del cosmos, amigo
Can tinfl as -lo i n terrumpió Pedro-. ¿ Qué pensará un
ruiseñor dorm ido en la cuenca de una granada ? Bajo el
col apso de los siglos, en los estratos cristal inos de l a h is
toria, H itler quedará paleon tografiado como un loquito
hiperclorhídrico.
-Me recon tragusta este país de ustedes tan r�tepa
recido a Atotonil co, uyuyuyuy -d ijo generosamente Can
tinflas-. O mejor d icho, no puedo garantizar que me
gusta propiamente porque todavía no lo he probado, sino
que me sien to incl inado, si usted no se opone, que n o
creo q u e tenga razones fam il i ares para oponerse, a ren
d ir homenaj e s i nceramen te, valga l a expresión, a lo que
castizamente hablando nos conmueve ese rincón del es
píritu que llam an alma, sí h asta ganas de llorar tengo,
con cierta confianza gen u i n amen te irrespetuosa. ¿ Nos to
mamos un tequi lita ?
-Nos lo echamos -dijo Pedro-. En los albores del
medioevo, un lego numismá tico y alqu im ista ataj ó las
parafern alias de su liturgia para alq u itarar los d ulzarro
nes el íxires benedictinos. O, como d ice Paco Vera cuan
do la da por los latinazgos de Pero Grullo, in vi n o
veri t as.
- ¡ A s us órdenes, jefe ! -d ij o Cantinflas.
Y El Un iversal se quedó s i n entrevista porque de
Maiquetía no s u b ieron .
158
YO SOY U N G RA N BILHARZIANO
1 59
escoger sus víctimas. En primer térmi no, l a bilharzia es
una enfermedad que no se conoce sino en ciertos países
del Asia y . . . en Venezuela ; ¡ qué disti nción tan meri to
ria ! Y en segundo término, no se hospeda sino en l os
organismos de dos seres vivos : el caracol y el hombre,
excl usivame n te. Bien puede usted sumergir en l as aguas
con taminadas de los ríos aragüeños, o en l as aristocrá
ticas y no menos contaminad as piscinas de La Florida,
c ualquier animal : un perro, una paraulata, un morro
coy, un rinoceronte, que, de no ser hombre o caracols
muj er o caracola, el microbio de la bilharzi a lo n1irará
con el más profundo desprecio. Quién i b a a pensar que
aquellos agoreros cadáveres de caracoles sonrosados que
colocaban nuestras abuelas tras de l as puertas, eran l as
víctimas que en l as riberas de los ríos dej aba l a bilhar
zia. Y quién iba a sospech ar que con tan recatado gas
terópodo nos un í a el ví nculo sen timental de una maldi
ción común y legendaria. Por m i parte, desde que me
en teré del nexo patológico q U ( nos her�anaba, he de
j ado de comer caracoles que, h ablando sinceramen te, no
me gustaban m uchote.
Después que el m icrobio de la b ilharzia se i n troduce
en el organismo, permanece varios meses meditando el
si tio que va a elegir como morada. H ay bilharzi as que
prefieren la urban ización abdominal. Por cierto que és
tas hi nchan al paciente de una m anera tal que, si se
trata de una señorita, corre el riesgo de que le levanten
un falso testimonio. No obstante, l as parroquí as favori
tas de la bilh arzi a son l as vísceras m ás nobles del cuerpo
hum ano : el corazón y el h ígado.
L a bilharzi a que se hospeda en el corazón produce
en el anfi trión una crisis agud a de sentimental ismo ; se
le despiertan pasiones volcánicas por l as mujeres que lo
circundan ; no h ace d iscriminaciones estéticas ; de mos
qu i to para arri ba, todo es cacerí a. Menos mal que, como
1 60
con trapartida del d año, l a m isma enfermedad le obsequia
l a llamada «mirada bilharzi ana» u «oj o bilharziano» que
conlleva una dulzura en las pupilas por demás atractiva.
¡ Cuán tas m ujeres virtuosas se h an perdido, m ártires de
una m irada bilharziana bien emplead a ! Aconsej amos vi
v amen te a aquellos compatriotas, a quienes el amor no
les ha acarreado h asta la fecha sino desaires y fracasos,
que se dediquen tesoneramente a atravesar el Guaire
con los p antalones arremangados, en procura de l a m ira
da bilharzi ana que les servirá para rendir los corazones
femen inos m ás i nasequibles.
O tras bilharzi as, entre ellas l a de este humilde ser
vidor, seleccionan el hígado como 1 ugar de residenci a.
Este tipo de bilharzi a no debería denomi narse schos t o
miasis manzoni, como l a bautizó m i amigo el doctor Ruiz
Rodríguez para que l a gente se i m aginara que él sabí a
l atín, sino sch os t o m iasis ca lumn iosa. Porque al no m ás
comenzar uno a sentir sus efectos, lo asaltan familiares
y amigos con diagnósticos degradantes :
- ¿ Estás viendo ? Yo te lo previne. Es que tú bebes
demasiado, chico.
Y no h ay m anera de h acerlos rectificar porque el ca
m uflaje de l a bilharzia es tan perfecto que llega a pro
d ucir cirrosis hepática y h asta de lirium t remens si uno
se descuida• Me parte el alm a pensar en tantos abuelos
y bisabuelos n uestros que murieron abstemi amente bilhar
zi anos en épocas pretéritas, convencida erróneamen te la
familia de que era l a noble y v iej a caña el vehículo que
los conducía al sepulcro.
Cuidaos de l a bilharzia, compatriotas. No os bañéis
en los ríos y, si queréis tener una m ayor seguridad, no
os bañéis en ni nguna parte, que ningún descendiente de
españoles se h a muerto de eso. No olv idéis que la bilhar
zia puede desembocar en tres consecuencias igualmente
terri bles : la cirrosis, la defunción y el hemético.
161
Es ind udable. No se puede d isertar sobre l a bilharzi a
s i n mencionar en tre sus cal amidades al hemético. E l he
mético es otra enfermedad que emplean los médicos para
curar la bilh arzia. Se trata de u n as , inyecciones que pro
ducen toses espas � ód icas, tem blores febriles, dolores en
los h uesos y un suefio idiotizante. El hemético, amigos
míos, es u n i njerto de tosferin a con pal udismo y de
cól ico con senectud.
Lo cierto es que yo me estoy poniendo m is inyeccio
nes de hemético, como deberí an pon érselas los 45 .000
caraquefios que sufren bilharzi a, según los cómpu tos del
doctor Pifano, en tre los cual es (si D ios quiere) te encuen
tras tú, lector que me estás leyendo con una sonrisa des
defiosa : hazte el examen y aparecerán l as cruces. Y me
las segu iré poniendo porque en l a eficacia de esas in
yecciones abom in ables reside la salvación de ini h ígado
y, aunque tal vez me habría resign ado a morir de u n a
cirrosis adqu irida en gall arda l i d , m e resisto a fall ecer d e
una bochornosa cirrosis de c aracol i to.
[ i 9 4 3]
1 62
BIOGRAFÍA D E U N SOBAD O R
1 63
en aras de u n a platónica percepción de l a belleza feme
nina dormida.
H ace unos cu antos a ños conocí a u n sobador profe:
sional en el ocaso de sus f acuitad es. Fue m i amigo . E n
m is conversaci ones con é l logré j us tipreci ar l a pureza d e
sus ideal es y l a firmeza de sus principios. E n homenaj e
a Toribio García, que así s e llama e l sobador desc u bier
to anteayer en el C allej ón Lourdes , traigo hoy a estas
páginas los rasgos b iográficos de aquel ilustre colega
des a parecido.
Casimiro M an osalva n ació en la esq u i n a de Qui ta
C alzón h ace m ás de c incuenta años. Su padre, u n amo
l ador i tal iano con veleidades ducales (óigase a Rigolet to),
l o abandonó antes del parto, es decir, antes de que l a
m adre d iera a l uz a C asimiro. E n cuanto a l a m adre, l a
pobre M ary ( M ary Tornes) murió cuatro meses después
con m ás bacilos de Koch entre pecho y espald a que l a
D ama de l as C amel ias. Es u n a h istoria muy triste. C asi
miro h abría seguido l os pasos de su progen i tora a no
ser por un caballero chapado a l a an tigua que aspiraba
a conqu istar el cielo por medi o de la caridad practican
te, l as oraciones al Santo N i ño de Atocha y unas pie
dras en la vej iga que ríase usted de los sufri n1ientos
de Job. El filán tropo se llamaba modestamente G u iller
mo Tell Bol ívar y ten í a estableci d a u n a venta de faj as
abdomi nales en l a Calle Real de C andel ari a.
Sin embargo, al i n tentar la educación cristiana de C a
sim i ro, el señor Bolívar pasó m ás vergüenza que u n fraile
capuchi no e n una casa de lenocin io . El chaval d emostró
desde pequeñ i to desmedidas aficiones al manoseo : prac
ticaba u n catch as catch can desenfrenado con l as· d i
versas cargadoras que el señor Bolívar le puso. M ás tar
d e, su paciente tu tor v iose obligado a encerrar a l as s ir
vientas y coci neras con candado, y también a l as galli
n as, y a l as pelotas de foot-ball, y a l as trampas de ra-
164
tones, ya que C asimiro, en cuan to n o divisaba cuerpo
de mujer a quien pasarle l a man o, se l a restregaba a
cualquier animal u obj eto del sexo feme n ino, así se tra
tara de u n a penca de tuna.
Al percatarse C asimiro de la desconfianza que s u pa
dre adoptivo le profesaba, abandonó d ignamente el hogar
en u n a n oche oscura, s in más equipaj e que dos moldes
de gelatina y u n a estatuilla de la Ven u s de M il o que el
señor Bol ívar tení a en l a sala y con cuyas curvas sol í a
en tren arse Casimi ro despiadadamen te. Para esa época el
·
sobador de n uest�a h istoria contaba i4 años y no había
leído en su vida s in o dos l i bros, a c u al más corruptor:
el Catecismo de R i palda y Bola de se bo de Maupassan t .
¡ Qué amargo s e comportó el destino c o n aquel ado
lescente descarriado en u n a época en que no existían ca
sas h ogares n i institutos reeducacionales ! La ú n ica pro
tección para l a i nfancia era el garrote paterno; l a peda
gogí a moderna la pon í an en práctica l os curas sales i anos
a palmetazo l impio. C asimiro fue recapturado por su
tutor y v agó de i n ternado en i n ternado, conformándose
con moldear mu ñequitas de cera en l os recreos y atis bar
por el ojo de la cerradura los retratos de bataclanas des
n udas que orn amentaban l a celda del padre Veland i a .
A pun to d e cumpli r su mayoría d e edad, Casimiro
se enamoró y fue correspondido, para desgracia suya.
S ucedió que la novia ten í a tal cantidad de espin i llas en
el cuerpo que, al cabo de dos seman as, a C asimiro se le
pusieron ambas manos como lomo de puercoespí n . D e
j ól a C asimiro por otra y esta segun d a le resu l tó man i áti
ca del adelgazamiento vol un tario; no comí a sino ensa
l adas; a los tres meses era h ueso no más; C as imiro re
ci bí a más puyazos que un toro de l i d i a; también l a dej ó.
A n te aquel c úmulo de fracasos y decepciones, C asi
miro decidió morirse. Y se murió. Al menos se con trató
como muerto en un cen tro espiritista durante varios afíos
165
que fueron los mej ores de s u vida. S u traba j o consistía
en asistir en calidad de d ifun to a las sesiones metapsíqui
cas que se celebraban en esta capital . F ue l a ú n ica etapa
de legal idad que disfru taron los sobidos de C as i miro.
L os organ izadores l o in troducí an de an temano en el cuar
to donde i ba a celebrarse el experimento y él espera
ba, d isimul ado detrás de un escaparate, la hora del
trance.
- ¡ N apoleón ! Yo te convoco, Napoleón, ven a n oso
tros, Emperador . . . -d ecí a el méd ium, o mej or, la mé
d i um, porque si el m éd i u m era varón Casim i ro no apa
recía.
Pero s i era una méd i um, C asimiro se fa j aba como
l os buenos, s i n poner atención a l as protestas de l a
teósofa :
-Napoleón , N a poleonci to, por favor, ¿ tú cómo que
te imagin as que yo soy J osefi n a ?
(Dígame e l banquete que se d i o Casim iro u n a n oche
en que cuatro señoras sol as decid ieron convocar al es
pí ritu del general Cipriano Cas tro. Aquello fue la ba
talla de Tocuyito.)
Pero tan to bienestar concl uyó para Casimiro por cul
pa de su i n debida preparación escol ar, ya que los pa
dres s alesianos le habían enseüado a j ugar foot- ball y
a rez ar el yo pecador pero n o le d ij eron u n a pal abra
_
de la l i teratura francesa. El desastre ocurrió c u ando u n a
seüorita rubia, bastante apeti tosa y medio bachi llera,
excl amó en m i tad de u n a sesión :
-Yo quiero que venga J orge Sand .
Y Casimiro, a quien n o pod í a pasarle por l a mente
que J orge Sand -con ese n ombre fach endoso de can
tador de rancheras mexican as- h u biese sido en vida
una escri tora romántica, respondió con apasion ada voz
de barí tono :
166
-Aquí estoy, amor mío. 1�ócale los bigotes a tu J or
gi to -armándose en el acto tal prendedera de l u ces y
tal sampablera que C asimiro sal ió con diez pun tos de
su tura y perdió el empleo.
Después sobrevino u n a época dura y clandestina de
saltar tej ados, agazaparse baj o los catres, col arse como
una sombra en los i n ternados de seüoritas, h u ir a l a
desbandad a persegu ido por policí as, maridos y padres
de familia. C ansado a la postre de tanta l ucha, cruzado
el cuerpo de cicatrices y el alma de desilusiones, C asi
miro decidió dedicarse a la mend icidad .
I b a de puerta en puerta, pidiendo el pan para los
h ijos que no ten í a, arrastrando su vocación estet icista
como quien arrastra por el rabo u n gato nluerto. H as ta
q ue u n día aciago llamó a l a verj a de u n a quinta y sa
l ió a recibirlo una hermosa señora, envuelta en u n trans
parente kimono j aponés.
-Una l imosnita por el amor de D ios -d ijo C asi-
m1ro.
-Perdone, hermano.
-Aunque sea un cen tavi to.
-No tengo senci llo.
-Aunque sea un bollo de pan.
-Hoy no vino el pan adero.
-Aunque sea u n vaso de agua.
-Tan1 poco vino el agu a.
En tonces Casimiro exclamó filosóficamen te:
-Pues me conformaré con u n a sob ad i t a porque lo
que soy yo no pierdo mi viaje.
Y la sobó en gran escala, desde el estrecho de Beri ng
h asta l a Patagonia. Pero, c uando andaba por las i nme
d i aciones del i tsmo de Panamá, se apareció el marido
de l a pacien te y le metió cuatro tiros a C asimiro, dej án
dolo esta vez m ás d ifunto que mej illón de pote.
Desde aquel engorroso i ncidente, mi a1nigo Casin1 i-
167
ro M anosalva descansa e n paz, sofl amado en el caldero
más cal uroso del infierno, lo m ás le j os posible de las
once mil vírgenes, amén . .
168
LA MAESTRICA DE A R ITMÉTICA
169
leza ! ¡Qué piernas tan lindas ! Con precoz ansiedad se
la quedaba mirando el m ayorcito de nosotros, un zaga
letón de nombre R aúl Leoni, recién llegado de Guayan a
con u nos crespos que hoy nos l ucen inverosímiles , y cuan
do ella le preguntaba :
- ¿ Qué me ve usted tan to, niñito Leon i?
Él le respondí a sin inmu tarse :
-En este momen to la boca, maes tra.
Todos empezamos a llegar peinaditos, con l as me
dias en su puesto, h aciendo esfuerzos por com petir con
Inocente Pal acios, que acababa de obtener el premio del
nifio m ás buenmozo de C aracas en u n certamen promo
vido por El Cojo Ilustrado. Y los que no confiaban m u
cho en sus atractivos físicos pon í an en j uego su inteli
gencia, como fue el caso de Rafael Vegas, quien para
ese entonces no soñaba con ser Ministro de Educación
como lo es en la actualidad, y le escribió a l a m aestra
u nos versos que comenzaban así :
l\1aestra
que rne enseriaste la suma,
que rne enseñaste la resta,
que me lo enseriaste todo...
170
qué manera tan apasion ad a nos consagramos al estudio
de la aritmética, de la suma de quebrados, l a regl a de
tres compuesta y o tros conoc imien tos i n aplicables. Nada
querí amos saber de l a gramática porque el profesor era
un franchute llamado Monsieur Vaamonde ; despreciá
bamos l a geografía porque las clases las d aba un tipo
de tres metros de l argo a quien apodábamos Z amorota.
Y cuando nos topábam0s en la calle con u n alumno del
Inst i tu to San Pablo, l e decí amos despectivamente :
-Si v i eran ustedes l a cl ase de maestra de Ari tmé
tica que tenemos. E n cambio ustedes, infel ices, apren
den a dividir con R oberto M artí nez Centeno. ¡ Qué d i
ferencia !
Andábamos tan ena1noradós de l a maestra que nos
daba u n a vergüenza i nenarrable ped irl e perm iso « para
ir afuera», i nhi bición que fue l a causa de un chasco tre
mendo sucedídole en plena clase a �Iiguel Ch apell í n ,
prosaica peripec i a q u e no considero oportuno n arrar
ahora.
La verdad es que éramos fel ices. H abí a un catirito
barroso llan1 ado Carlos Pérez de l a Cova que se gast a
ba d i a bluras desaforadas -orques taba cigarrones, echaba
popa, encendí a triqu itraques- con la fi nal idad preme
d i tada d e que l a maestra lo llamara y le orden ara :
- ¡ M i re, 1nonada, arrodí llese a llí !
Y él se arrod i llaba enternecido, cerquita de sus pies,
poní a l os oj os en blanco, j un taba l as manos en act i tud
de oración y se le declaraba :
- ¡ Yo l a adoro, nl aestrica !
También recuerdo a Ramón Roj as G u ardi a, u n ca
n i llón que se robaba a la rebati ñ a cambures y n1anza
nas en los puestos del Mercado, a travesaba cuadras en
teras h uyendo de los fruteros enfurecidos que lo perse
guían e i rrumpí a fin almen te en el salón, recitando con
171
voz de carnero degollado bellas frases aprendidas en el
Libro Primario de Mantilla :
-Es tos fru tos los recogí esta mañana temprano en
m i huerto para usted .
Un l u nes de lluvia sucedi ó l a tragedia. La m aestra
no v i no hoy, ni mañana, n i el m iércol es. Un m aretazo
de angustia nos bañó los rostros. ¿ Es tará enferm a ? ¿ Se
h abrá muerto ? ¿ La habrán cambiado de escuel a ? U n a
comisión subió hasta e l escri torio del D i rector, q u e era
el doctor Teodosio V. S ánchez, oriundo de S an C ri s
tóbal.
- ¿ Qué le h a s ucedido a l a maestra de Aritmética,
docto r ?
Y el D irector n o s respondió con uno d e esos eufe
mismos que tanto placen a los tach irenses:
-Pues cómo les parece que la m aestra de ari tmé
tica está multipl icando en u n a clínica.
D esde aquel día se acabaron para nosotros l as cien
cias exactas. El drama concluyó cuando v imos en trar al
profesor sustitu to, el bachi ller Telmo Romero, a quien
por represal i a bautizamos con el oscuro sobrenombre de
Chopelote. C uando Chopelote i n tentó dar l a primera cla
se, un clamor se levantó desde los bancos de atrás :
- ¡ Que h able J óvito ! ¡ Que h able J óvito !
Desde los s iete años J óvito era el orador de orden
de nuestra generación. Y habló J óvito :
«Ci udad ano m aestro, queridos cond iscípulos, ¡pueblo
de Caracas ! Con el corazón embargado por la zozobra,
subo a esta tri buna para enarbol ar, sefiores, m i palabra
i nfantil de protesta, para dej ar constancia de m i párvu
l a rebeldía. ¿ Qu ién transige gustosamente en trocar una
flor de m ayo por u n congorocho ? ¿ Qu ién es capaz de
desdefiar el canto de la alondra para escuchar el grazni
do del alcatraz ? N ad ie, respetado maestro, por m ás can
doroso y sieten1esino que sea. E n consecuencia, i n terpre-
172
tando l a repulsa responsable de todos mis condiscí pulos,
os d igo paladinamente : ¡ No os queremos ! »
Grandes aplausos subrayaron l as i nspiradas pala bras
de J óvito. Solamente él, el maestro, Telmo Romero, per
maneció i nmóvil y al icaído como l a esfinge del desierto.
Cu ando se repuso, abandonó el salón sin articular u n a
sílaba y f u e a refugiarse en e l bar de l a esquina que, s i
m a l n o recuerdo, s e llamaba «El Tango» . A h í , para ol
vidar la afrenta, se emborrachó por vez pnmera.
Y hasta el sol de hoy.
173
MIENTRAS N O LLEGA EL AUTO BÚS
Novela corta.
174
nes de l a sociedad con tem poránea ; obreros con e l sin
dica to disuel to ; padres de fam i l i a 1naldiciéndole l a ídem
a la J un t a Regul adora y persigu iendo en l as nubes la ru ta
as tral de los comest ibl es ; coc i neras con la cest a en el
brazo y Jorge Negrete en el corazón . Nadie prestó aten
ción a l a pequefia Nelly, salvo un anci ano de barbas
fre udianas y fre ud ian as i ncl i naciones que le metió u n
pellizco.
E n aquel rígido desfile empezó l a n i ñ a a conocer l a
vida y sus compl icaciones. C u ando s e pl anteó e l proble
m a del voto femenino, u na dama de a t ildados modales
allí presen te, afirmó que ella no deseaba votar porqu e
se sen tí a muy burra, comprendiendo Nelly que a confe
sión de parte relevo de pru ebas. Y cuando se habló de
l a urgencia de un segu ndo frente de guerra para derro
tar a H i tler, u n . escri tor barrigonci to se puso a tronar
«que aquello serí a hacerle el j uego al con1 u n ismo» , que
dándole a Nelly serias d udas con respecto al su puesto
a n ti-fascismo de q u ien aquello dec í a.
Pasó el tiempo d u lceme n te y con el tiempo fue cre
ciendo Nelly. Su veci no el estu d i an te comenzó a pres
t arle a tención . En efecto, los soles y l as lluvias h abí an
transformado a la pequefia escol ar en u n a esplén d i d a
mujer. E l est u d i a n te d e Derech o s e en arnoró d e ella y
se volvió rastrero y supl ican te, como suele acontecerle a
los est ud i an tes de Derecho cuando se en amora n .
U n a noche d e l u n a e n e l cielo y re tre ta e n la plaza.
se le d eclaró. Y como N clly lo aceptase. cautivad a por
s u sabid u r í a y por su parecido fisonómico con el doc tor
L u is Vi llal ba Vi llal ba. desde aqu el ins t a n te f ueron no
vios y su espera en l a col a se h izo m ucho más llevad era.
Los veci nos escuch aba n a tod a h ora el arrullo de los tór
tolos. sus pregu n tas babiecas des t i n ad as a d ilucidar qu ién
era el propietario de 1 a boq ui ta de ella y quién el an1a
y sefiora de los bigo tes de él, sus plei tos in j ustificados,
175
sus promesas m a trimoni ales. U n noviazgo clásico, e n fin.
La presencia del j efe civil de Al tagracia e n aquella
ristra humana, setenta n1e tros m ás atrás, fue aprovech a
d a por los en amorados para transformar en tangible rea
l idad sus dorados sueños. Se casaron u n sábado de abril .
La en tera col a en tusiasmada, celebró el acon tecimiento.
La m uchacha derramó u n as cuan tas l ágrimas, con movida
por l a ausencia de s us padres que l a. segu ían esperando
en C a t ia, pero el flaman te esposo se bebió el lla n to de
la recién casada y así pri ncipió la l u n a de miel y se esta
bleció l a felicidad conyugal.
La vida m atrimo nial t uvo u n desarrollo ejem plar. El
marido de Nelly, decid ido a no perder s u puesto en la
col a, se abstení a de v is i tar botiqu i nes y cabarets, ni des
pilfarraba sus ahorros en l as carreras de c aballos. De esa
manera, Nelly lograba realizar el ideal impertine n te de
toda m ujer casada : el consorte a su l ado perm anen te
mente, l as 24 horas del d í a, aburrido como una ostra pero
a su l ado.
A los n ueve meses vino al m undo el primogé n i to. Un
carricito rubio como Nelly y pretencioso como su papá,
que n o fue m u y bien recibido e n el primer momen to
por los col istas. S us destempl ados berridos n octurnos n o
los dej aban dormir. S i n embargo, a todo se acos tumbra
u no, según Aristóteles. Al poco t iempo el pequeño N ico
l ás, que así lo bau t izaron para perpetuar el nombre del
lugar de s u n acim iento, era el n i ñ o m im ado de los i .5 8 3
c i udadanos q u e esperaban el au tob ús de C a t i a .
Después el espectáculo s e h izo monótono. N e lly te
nía un h ijo todos los años. S u b í bl ica fecu ndidad provo
caba ruidosas protestas en tre los colistas, hasta l a coro
n i lla de aquellos ch illidos e n m i menor, pell izco soste
n ido y cachetada bemol.
Por ú ltimo, l a vi talidad de Nelly comenzó a decl i
n ar: la maternidad redundante, la crí a de l os n iñ os, las
176
con trariedades pecul i ares del hogar, el precio de l a man
teq u illa, l as noches p asad as al a ire l i bre, i nfluyeron aci a
gamente en l a sal ud de doña N elly, como se le llamó en
l a cola d urante s u postrera e tapa. U n a tarde llorosa d e
noviembre, entre el tej ido de l a l lovizna, los cornetazos
de los automóvi les, los gri tos de los pregoneros y l as pre
guntas de los reporteros de últimas Noticias que no de
j an morir a n adie tranqui lo, doñ a Nelly entregó s u alma
al Creador. Murió s in confesión porque los curas ( ccmás
s abe el d iablo por cur� que por d i ablo» , decía Vol taire),
los curas prefieren and ar a pie que h acer cola. E l falle
cin1ien to de doña N elly fue u n tremendo gol pe moral
para tod a la h i lera. Allí se le amaba por sus virtudes y
se le respetaba por s u avanzada edad.
L a enterraron compungidos al pie de un poste de
teléfonos. Sus h ij os e n l utados recibieron el pésame. Su
vi udo i n consolable j uró solemnemente no volverse a ca
s ar. E n tretan to, l os ali ados no habían abierto el segundo
fren te, j qué esperanza ! En c u an to al auto b ús de Catia,
con ti nu aba acci dent ado en l a plaza Pérez Bon alde.
177
LA A VIACió N Y S US E N CANTOS
178
do l a partida se efectúa en barco o e n ferrocarri l . E n
estos c asos los fam i l iares s e quedan en e l muelle o e n
e l andén aleteando pafiuelos, empuñ a ndo ramos de flo
res, deshoj ando sonrisas, con tando cuen tos. «Fel iz v i aj e » .
« Que te d iviertas mucho » . « No dej es de escrib irnos » .
L a gen te que s e queda en los aeropuertos, e n cambio,
adopta u n a act itud m ás reservada. No d icen nada, pru
den temente. Pero o bserve con deten imie n to a una no\'ia
de aeropuerto y adiv in ará sus pensamien tos : « ¡Ay, V ir
gen de Coromoto, que no se haga tort illa el futuro pad re
de m is h ij os! »
Pero ya está uno cón1odan1en te sen tado, h ermética
men te cautivo, sonriendo a la stewardess, azafata o aero
moza que se acerca con un chiclet en una ba ndej i ta.
N unca he llegado a con1 prender l a final idad de ese chi
clet en ayunas, ni nle he expl icado ta111 aii.o despilfarro
en esta época de escasez de cauchos. Al principio supuse
que nos los d aban para propiciar u n j u ego infa n t i l que
nos d istraj era duran te la travesía : pegarle el correoso
residuo de goma en el cabello al ocupa n te del asiento
delan tero. Pero deseché en segu id a la tentación al con1-
probar que m i \'eci n o d e adel a n te pesaba d iez kilos
nlás que yo y era u n p itcher negro in1 portado por el « Ma
gallanes n . Preferí tragarn1e el chiclet.
Se h ab í a encend ido u n letrero impera ti\'o : « ¡Abró
chese el c i n turón ! » No me agrada cumplir órdenes ciega
men te, sin i nvestigar l a razón que l as deternlina. No soy
tom ista ; soy cartesiano. Llan10 a la aeromoza :
- ¿ Por qué motivo debo abrochanne el c i n t u ró n ?
E lla esgrime l a nlás dulce de sus nliradas :
-Para que no se rompa l a ca beza con tra el techo, s 1
nos caemos.
-Y si nos caen1os en el mar, ¿ cón10 h ago para des
abroch arme el c in turón ?
Esta vez ella se encoge de h o111 bros, fatalista, con10
179
s i d ij era : « S i nos caemos en el m ar, 1nu1 tt utt ic .>tuu
tant» . Y se consagra a expl icarnos práctica y m i n ucio
samen te los movimien tos que debemos h acer para po
nernos el salvavidas, en e l c aso de un acciden te : « Meta
l a cabeza por en tre es tas dos cin t as, así ; sople este tu
bi to, así ; procure que es te coj incito le quede j ustam e n te
sobre el tercer espacio i n tercostal izquierdo, así ; colo
que los brazos en posición yoga, así ; h aga u n l azo con
el remate de es tas trenzas, así » . M ucho más complicado
que ponerse el frac y l as condecoraciones. ¿ Qu ién se v a
a acordar d e tantos detalles en el segu ndo d e l es tre lla
miento ? Prefiero la v isión del paisaj e. Las coli nas son
granos de arroz verde ; l os ríos son tallarines de plata ;
debemos est ar a diez m i l pies M e asal tan s i n iestras re
m i n iscenci as de mis estud ios de Física. La ley de grave
d ad dice que los cuerpos sólidos, abandonados en el aire
a su propio peso, se vienen para a bajo como s i l os h a
l ara u n a cabuyi ta, y m ien tras m ás pesado sea y m ás lejos
se encuen tre el cuerpo, m ás d uro es el batacazo. A d i ez
m i l pies y den tro de este armatoste tan obeso, Newton
y s u nianzana me ased ian como fan t asm as. Abrigo l a es
peranza de que existan otras l eyes no menos físicas que
obstac u licen el derrum bamien to del perol . Pero l as des
conozco porq ue m is est udios académicos conclu yeron en
el tercer año de bachi l lerato.
I n ve n to antídotos con tra el pán ico. El primero es la
h um il lación de parangon arme con l a viej i ta que viaj a
en un s i llón cercano, h ojeando u n a revista. Con templo
su pasmosa tranquil idad, su i n diferencia de gaviota, s u
confi anza e n n ues tro fel iz a terrizaj e. ¿Cómo e s posible
q ue esa anciana sea m ás v al iente que t ú , m ás hombre
que tú, u n paisano de Tigre Encaramado y de E ul al i a
Buroz ? ¿ No t e da vergüenza ? L a verdad es que n o m e da.
Busco u n segundo an tídoto, m ás científico. B asado
en la teorí a de l as probabilidades, n ada menos. S aco l as
180
cuentas en un papelito. En el mundo se levantan cerca
de dos millones de aviones diarios. No se cae sino uno
cada quince días, aproximadamente. Luego, para que se
caiga éste en que voy volando, existe una posibilidad con
tra treinta millones a mi favor. Pero --discute mi yo
• • • I • I I
pesimista- ¿quien me garantiza a m1 que este no va a
ser el uno que se cae sino uno de los treinta millones
que no se caen? Vamos -insiste mi yo optimista-, mu
chísimo más fácil sería sacarse el primer premio de la
lotería para una persona que jugara un solo sorteo en
su vida, y tú llevas veinticinco años jugándola y no has
visto el primer premio ni por el forro. (Su lógica ma
temática es contundente.) Para corroborarla interrumpo
a la viejita que lee:
-Señora, ¿usted se ha sacado alguna vez el primer
premio de la lotería? ¿Verdad que no?
-Pues se equivoca, caballero. Me lo he ganado tres
veces: dos con centenas y otra con un once mil. No es
tan difícil, no lo crea.
Sonrío defraudado y nervioso. Y luego debo enfren
tarme a lo más espantoso: los baches o vacíos. Son sal
tos de caballo que protagoniza el avión en la vía láctea.
El estómago se nos arrima al maxilar inferior, el cora
zón desciende hasta el astrágalo, una nube color desgracia
nos tapa el cielo, �<abróchese el cinturón», «no fume»,
«rece un padrenuestro», sospecho que la ley de gravedad
vuelve por sus f ucros. Con rostro cadavérico le pregunto
al piloto -el piloto pasa rumbo al baño, ha dejado sola
la cabina, ¿quién estará manejando este sarcófago vo
lante, Dios mío?-, le pregunto al piloto:
-¿Qué sucede? ¿Nos caemos?
-No se preocupe. Son bolsas de aire -responde des-
pectivo.
- ¡Mentira ! Aquí no hay más bolsa de aire que yo
-confieso.
181
En efecto. ¿ Qu i én me m andó a montarme en esta
cripta de alu m i n i o ? Y dígame si, por u n a m aldi t a casua
l id ad, se sale con la su ya Monseñor Pellín y resulta que
las cosas no son como yo l as pienso sino como l as piensa
él, y después que n os estrellemos resu l ta que hay otra
vida m ás allá de la muerte, y me reci be un d iablo pe-·
1 u d o y hed iondo a azu fre, con u n tenedor en l a m ano,
h aciéndome el inven tario : tan tos pecados de ira, t an tos
de gul a, tan tos de pereza, y en cu anto a codiciar l a mujer
de tu prój imo, n i h ablar. No me salva n i Cristo.
Los oídos me atormen tan como si me l os h u rgaran
con un tirabuzón ; debe ser el ch iclet que me desarticu
l ó los maseteros ; no l os m ascaba desde el colegio. Me
nos mal que es tamos aterrizando. «Abróchese el cin tu
rón » . otra vez. La aeromoza se pi nta l os lab ios, l os pa
saj eros se pienan. l a v i ej i t a im pertérrita sigue h oj eando
su revista. ¡ Hemos llegado� Yo desci endo l a escalera en
cua tro sal tos para besar l a tierra m adre y gri tar :
-¡Viva l a serpien te! ¡Abaj o el águ il a !
No obstan te, a los cu a tro d í as vuelvo a tomar un
avión. ¿ Qué quer í an ustedes que h iciera ? No pod í a re
gresar a pie desde l a Gran Sabana.
[ 1945]
182
LAS A MAS D E CASA SE E NT REVISTA N
C O N E L P RESID E NTE
183
costumbre de todas l as amas de casa que en el mundo han
sido, se lanzaron a hablar a u n m ismo tiempo :
-Pues resul ta que, general, usted comprenderá . . .
-Figúrese que l as Esparragosa, que v iven u n poq u i-
to m ás arriba de l a pan adería . . .
-No es por h ablar mal de n adie, general, pero m ien
tras nosotras no h a llamos qué h acer para que n os alcance
el diario . . .
-Y el ocumo está a cu aren ta . . .
- ¿ Usted sabe lo que es m agn ífico para l a calvicie,
general? Fricciones de agu a de azahar con goticas de tre
men tina . . .
-Yo he tenido que echarle mercuriocromo a l as em
panadas, figúrese usted . . .
- ¿ Cuánto le costó aquel floreri to tan l indo a su se
ñora, general ? S i no es indiscreción . . .
H asta que el general M edin a se paró en medio de
la sala y gri tó :
- ¡ Time ! ¡ Ta im !
Y a renglón segu ido, cuando se produjo el silencio,
dijo :
-Se ñoras, tengan la bondad de h ablar u n a por u n a.
San to remedio. Las Amas de Casa enmudecieron como
tumbas. Al c abo de diez m i n u tos, l a m ás audaz de e ll as
se arriesgó tímidamen te :
-Es que u n a por u n a n os da pena, general.
-En tonces, ¡play ball! -ordenó el Presiden te.
Y se fajaron de n uevo, todas a u n t iempo pero esta
vez con m ás aco plamien to o team work, l ogran do de ese
modo que el gobern ante l as entendiera perfectamente.
-¿Sabe usted a cómo están l as medias de señora, ge-
neral?
-Sí sé. Carísimas.
-Y h ablando de otra cosa. ¿Qué le parece J orge Ne-
grete?
184
--Si supieran que m e cae u n poco gordo.
-¿Y Frank S inatra?
-Para serles franco, p refiero a Verónica Lake.
- ¡ Qué horror ! Esa m ujer con ese m echón tan feo.
-Ustedes perdonen.
-No se preocupe, general. Ya nosotras n i vamos al
ci nematógrafo. Lo único que tenemos de película es el
hambre. ¿Desde cu ándo n o va usted al mercado a com
prar ñ am es?
-Hace un montón de t iempo, señoras. Los asu ntos
de la República, ustedes entienden, no me dejan tiempo
para ocuparme de los ñames . . .
-Afortunadamente para usted, general. Porque si
llega a i r al mercado y ve los precios, se arranca los ca
bellos d e desesperación . . .
-¿Qué cabellos?
-Y l uego n u es tros maridos que están alzados, gen e-
ral. Usted tiene que hacer algo.
-Se ñoras, yo les garantizo que en este país n o hay
n ad ie alzado.
-Que se cree usted eso, señor P residente. Figúrese que
mi es poso llegó es ta mañ ana a l as cu atro y media, con
el lechero. Mejor d icho, a la h ora en que llegaba el l e
chero cuando l a leche se podí a comprar. Y usted sabe
la excusll. que me d ijo, general. Que andaba reparando
los huecos de las calles con el M in istro de O bras Públ i
cas, con el doctor Silveira.
- ¿ Y por qué no usó la escoba, amiga mía?
-Porque l as escobas están a cuatro bolívares. Y si
se me rompe la que me queda, voy a tener que barrer
con el codo.
- ¿ Y qué proponen ustedes, en concreto?
-Muy sencillo, general. Que usted les corte las ufias
a los i ntermediarios, que meta a l a cárcel a los acapara
dores, que impida el alza de los preci os a lo macho.
185
-Pero eso sería una revol ución .
-Exactamen te. Y solamen te los hom bres que llevan
a cabo revoluciones conservan su s i t i o en la h istoria d e
los pueblos.
Bueno, esto úl t imo no lo dijeron lag Am as de Casa.
Pero es la pu rísima verdad .
[ 1944]
186
LOS C O N S PIRADO RES
187
mos hecho con tacto· con diecisiete Estados de l a Repú
bl ica. No puede fallar.
- j Caracoles! -excl ama usted pal ideciendo-. Pero
eso de alzarse es sumamente peligroso. Además, yo no soy
polít ico, n unca me ha i n teresado la pol ít ica.
E l tipo se empe ñ a como un vendedor de seguros :
-j Qué va a ser pel igroso! Esta gen te está caída. Es
como d arle un palo a un borracho, am igo mío. Piense
usted en su porve n i r, en el de sus fu turos h ijos. Le ofre
cemos l a ad uana de Cuanta.
-Pero, señor -argumenta usted a l a defensiva-. S i
y o n o s é una papa de aduanas. Eso e s una locura.
-Le voy a expl icar. El 24 de enero a l as seis de l a
mañana nos alzamos simu ltáneamente e n todo e l país.
Con tamos con seis cu arteles. M ientras tanto, el general
López invade por C oro con Rafael S imón y León J ura
do, o por Carúpano con L u is Gerón imo Pietri, o por
Catia la M ar con Sayago. De repente vuelan ci nco avio
nes por encima de l a S abana del Blanco que es la se
fial de que ya Betancourt se ponchó. Se constituye en el
acto la J u n ta de Gobierno y usted recibe su aduana. ¿ Qué
le parece el pl an ?
-j Horrendo ! -responde usted muy asustado-. Y
no me s iga dando m ás detalles porque s i me ponen u n
su iche en la n uca l o can to todo, yo me con ozco.
Pero el hombre es irreduct ible :
-Ya tenemos ofrecido el reconocimiento de tres po
tencias : Trujillo, Franco y Perón. E n cuanto a l os Es
tados U nidos, al garantizarle el fus i l am iento del m i n is
tro Pérez Alfonzo y el l i bre incremen to de l as concesio
nes pe troleras, no hay m ás que h ablar. ¿En tra o n o
en tra ?
-Pues no en tro de n ingun a manera.
Solamente en tonces el tipo se aleja sin i n m u tarse, a
conciencia de que h izo lo que pudo, como el vendedor
188
de seguros cuando le falla u n probable cliente, como el
billetero que no logró colocar el número que le sobraba.
Reconozco que en o tros tiempos me causaban cierta
gracia los conspiradores. Los sentía tan l igados a n uestro
acervo his tórico como los corsés de señoras, el vals «Adiós
a Ocumare» y las picardías de A n to n io Leocadio Guz
mán. Pero finalmente les tomé ojeriza cuando observé
q ue mucha gente les creía a pie jun tillas. Se cierran los
bares, no hacen operaciones los simpáticos corredores de
bolsa, las much achas se n iegan a salir de noche con u no,
todo por culpa de la alarm a que ellos siembran . Ade
más, u no no puede escuchar el cándido estall ido de u n
neumático s i n gri tar a terrado :
- ¡Ay, m i madre ! ¡ Me r indo !
En el presen te opino q ue es preciso adoptar medidas
cívicas con tra los conspiradores, en defensa de l a econo
m í a del país y de n uestro s istema nervioso. Organ izar,
por ejemplo, sindicatos que les tiren trompetillas en las
esquin as, tal como hacíamos nosotros en n uestra i nfanci a
con «Ch ivo Negro» y « Cucarachero » , personajes popula
res e i nocuos.
Por lo demás, no h ay que preocuparse. Si escudri ñ a
mos a fondo la h istori a de este país, encontraremos que
el setenta y c inco por cien to de los conspiradores han
s ido espías del gob ierno.
189
ENCICLOPEDIA D E PO RTIVA
EL GOLF
Lo m ás c aracterístico y lo m ás bufo
1 N o uM E N T A R 1 A. -
190
club ; ( b) med i as rodi lleras de colores c h illones, con fec
cionad as con u n tej ido semej ante a l a coleta ; ( e) panta
lones que parecen h aberle quedado cortos al gol fista a
lo l argo de su crecimiento o desarrollo, arreglados m ás
tarde por una costurera que l es pegó alforzas a med i a
pierna, lo que l e proporciona a quien s e l os pone u n tipo
de b ayadera zanco n a que es u n a preciosidad; ( d) sombre
rito de paj a de lo m ás gracioso c uyas alas se doblegan
de m anera tan i nh ábil que el sol le da en plena n uca
al j ugador y se la sonroj a como un rosbif.
MOVIMIENTos. - La
j ugada fundamental (o l a ú n ica
j ugad a porque este deporte no es muy var i ado que diga-
19 1
mos) del golf consiste en colocar l a pelota sobre un tro
c i to de made�a y arrearle u n leñ azo con el mencionado
driver. El j ugador debe i ncl i n ar el cuerpo hacia l a pelo
ta empuñando el instrumento con am bas manos, bala n
cearse como u n a bailari n a egipci a, zum barle el palo a l a
pi ñ a ta, retorcerse como L u p i ta Ferrer e n un culebrón de
la tele, y quedar e n posición de es tatua griega, injerto
de d iscóbolo con canéfora. La m ayorí a de l as veces, por
estar acatando l as normas aprendidas de memoria y cui
d ando la eleganci a de su apl icación, l os golfistas n o le
pegan a l a pelotica sino a una guaratara cercana o a l os
callos de los m i rones que andan por ahí a caza de u n
brindis. Pero, c u ando por casualidad le pegan de lleno,
l a pelota describe una airosa parábol a y desaparece de la
vista de los jugadores, produciéndose entonces l os aplau
sos, l as fel ici taciones y la pal azón conmemorativa e n l os
kioskos alcohólicos que adornan el terreno.
192
Es u n juego para caballeros, exclusivamen te. El propio
jugador decl ara al conclu ir la partida :
-Hice los 1 8 hoyos en 4 6 leñazos.
-Y yo en 45 -le responde su con tendor.
De esa manera, gan a i ndefectibleme n te el que habla
últ i mo, porque d i ce siempre una cifra menor que l a del
otro. Es u n juego para caballeros, ya lo d ijimos. A Lord
B eaverbrook, no obstante su parentesco con la fam i l i a
real y su condición de m iembro de l a C ám ara d e los Lo
res, lo expulsaron u n a vez del Picadilly Country C l ub
(y de milagro n o lo h icieron picadilly) por h aberse reba
jado u n guamazo a l a hora de declarar su score.
193
VENTAJAS. -Con l a apl icación de l as presen tes normas,
lector am igo, y con u n a ren t a de treinta 1ni l bol í vares
mensu ales, puedes dej ar el traba jo y dedicarte exclusiva
men te al golf. Tendrás u n a vida llena de comodid ades
y satisfacciones, muchos amigos leal es, muchos retratos
en la vida soci al y deportiva de los periód i cos. No por
el golf, sino por la renta.
194
pol í tica, l a pelota no es tan d im i n u ta y se denom i n a pre
supuesto.
A RR I M E .
- Quedar l o más cerca posi ble del m ingo. H ay
dos clases de arrime : el arrime l egal que se logra lan
zando l a bola c orrectamente, y el arrime ilegal que con
sis te en aproximar la bola con el pie cuando los adversa
rios se descuidan. S i n án imo de revelar u n secreto nli
l itar, puedo asegurar que cuando j uegan entre sí los
m iembros de las fuerzas armad as, resulta siempre que los
m ás aficionados al arrime de zapato son los tenientes co
roneles.
195
que sí puedo garantizar es que los boches j amás le pegan
a la bol a con tra la cual fu e ron tirados.
196
ú n i co que l as j u stifica con esos i n termedios e t í l icos . Es
co n ve n i en te a ñ ad i r que tan to el alcoholismo com o la d e
l i ncu enc i a por hechos de sangre l e deben e n Venezu e l a
su� m ej ores d iv ide ndos a l j u ego de bolas criollas .
LA CACERíA
197
E S c o P E T A, Bocas de fuego q ue los cazadores
R I F L E. -
198
llega ipso facto es u n a, dos, tres, cien bandadas de mos
qui tos que s il ban desde Scherezada hasta So bre las o las
y que l e chupan al cazador el whisky que le corre por
l as ven as.
V E N A o o.
- Animal · mi tológico que solan1ente existe e n
las películas d e Walt D isney y en la imagin ación d e los
cazadores. Estoy absol u tamen te seguro de que usted, l ec
tor, no ha visto un venado vivo j amás. S i n en1 bargo, el
cazador relata cómo el venado apareció allá l ejos corrien
do a gran velocidad ; y él le pegó un tiro en m i tad de la
fren te ; pero se le fue herido ; siempre se les va herido ;
«maiíana aparecerá muerto » , d ice en tonces el c azador ;
n unca aparece ; '<Se lo co1n ieron los tigres» , dice por úl
timo el cazador.
EL AJEDREZ
1 99
gall i na y zorro, pero en cuan to uno aprende a moverlos,
resultan u n a ciencia i nfusa. Cada partida decen te debe
d urar un m í n imum de cuatro horas y med ia y, por lo re
gular, termi nan en empa te, ¡ tan to esfuerzo para n ad a !
Es de ber ineludible de los con tendorcs detenerse a pen
sar d iez o más m i n utos an tes de cad a j ugada, así se tra te
de un movimien to obv io, es decir, de cajón. Si se trata
de u n mov imien to obvio, el ajedrecista puede aprovechar
el tiempo n1ed itando sus problemas í n timos o el alto costo
de la vida.
200
a u n l ado y uno al otro, o viceversa . E l movimiento del
c ab allo es tan enrevesado y esotérico que los j ugadores
acostumbran , para q u i t árselos de encima, cambiarlos al
i niciarse l a partida. « Caballo 6 Torre» , dice uno. «Ca
ballo m at a C aballo» , d ice el otro. « Peón mata C aballo» ,
d ice el primero. Y s alen de eso.
20 1
y l a torre con l as m anos mien tras con el codo se empuj a
un peón que está mal colocado.
202
M ATE. Mome n to fel iz, anhel ado por los j ugadores y
--
E L BRIDGE
203
bl adores de pistoladas q ue se re ú nen en u n a casa de l a
jai co n el pre texto d e j ugar bridge. A la hora de l a ver
dad despachan unas cuan tas bandej as de sandwiches, se
pegan d iez o doce cocteles, cuen tan cuen tos verdes ( tam
bién l as se 11 oras ; las ser1oras bridgistas se desviven por
l as historias coch inas ; me consta) y h abl an mal de l a
human idad, del gobierno n u n ca. E n algunos bridge party
lo que se j uega es bacarat a todo meter, aprovechando
que l as baraj as son l as m ismas.
204
para que su compafi ero j uegue con ell as y con las suya�
propias, y trate de c um plir el env i te ofrecido. M ien tras
el compa ñero trabaj a y suda l a gota gorda, el muerto se
para de su asien to, curiosea l os naipes de los contrarios,
fru nce el ceño si el com pañero toca una carta que no le
conviene j ugar, conversa impruden temente con l os m iro
nes. M ien tras más v ivo es el muerto, mej or muerto es.
205
depende de l a educación del compañero. E n I talia los
l l aman cariñosan1ente « cornu tos» .
206
pas atiempo son l as i nj urias irreparables que los llamados
compañeros se dirigen e n tre s í . Sobre todo si, además de
·
EL D O M I NÓ
207
taria, ordena al j ugador con trario : « ¡ Pon tu doble Cin
co ! » , resulta que ya el doble ci nco ha salido.
208
cuando el compañero que nos ha tocado e n suerte es u n a
señora. O tro telégrafo muy usual es e l telégrafo verbal,
a base de cl aves elemen tales conven idas de antemano por
ambos cómpl ices : «cuando yo pida u n tabaco es porque
me gusta l a tranca» , « s i d igo que tengo sueño, acuésta
te» , etc. También es aconsej able el telégrafo mímico : si
se tiene un j uego de muy elevada pun tuación, se i nfl an
los carr i llos, lo cual quiere decir « estoy buchón » ; si, por
el contrario, en el j uego predom i n a n los blancos, se saca
el pañ uelo para secarse el sudor, aunque haga frío. Otros
telegrafistas de mayor sensi bilidad se sirven de canciones
que tararean o silban de acuerdo con l as c i rcunstancias :
« l a palidez de l a magnol i á» , el tango « un o » , « dos palo
mi tas vol ando» , «So n t res pal abras » , «cuatro milpas tan
sólo han quedado» , « yo tengo mis c inco h ijos», «sinfo
nía N .0 6 en fa mayor» de Beethoven (los más pedantes).
Existe, por úl timo, u n telégrafo reservado a los campeo
nes de los clubes distinguidos, basado en la suavidad o
firmeza que se use para colocar las piedras (fuerte : tengo
el doble ; suave : no l o tengo) o en el tiempo que se
gaste en pensar cada j ugada. Pero lo c ierto es que todos
los dominocistas, s i n excepción, usan el telégrafo, aunque
s i descubren el telégrafo del adversario lo tildan de la
d rón y lo desacreditan a n te sus rel aciones sociale�- y co
merci ales. En defi n i tiva : los que pierden en el j uego de
dom inó no es por i ncapacidad n i por mala s uerte sino
porque, como n uestros cernícalos an tepasados, ignoran el
uso progresista del telégrafo.
209
Posición o j ugada del dominó que j amás he
e A B E Z A . -· -
2 10
CARTA A LOS DOS GO B E R NA D O RES
D E CARACAS
Señor
Francisco Carri llo B atalla,
Go bern ador del D istri to Federal,
y Profesor
H u berto B ártol i ,
Gobernador del Estado M i randa.
211
m ed ic i n as o los alq u i l eres . �rodas esas cuest iones han s ido
enfocad as ya. concienzuda y constructivame n te, por ge n te
en tendida que en l a pe numbra de sus b i b l iotecas ade
l an ta es tud ios y elabora p royectos encam i n ados a sol u
cion arl as ca balmente.
�I i preocupación de hoy, que lo ha s ido durante mu
chos afi as, es s i m pl en1ente l a nomencl atura y l a n umera
ción de las cal les y casas de Caracas y sus u rban izacio
nes ; l a au5encia total de l etreros orien tadores ; la fal ta
absol u ta de i n d i caciones precisas ; todo cuan to h ace del
h a b i tante caraqueño una especie de detective i nglés o de
perro perd iguero que i nv ierte un buen trecho de su exis
tenci a en ol fatear l as h uellas de u n a d i rección i nencon
trablc.
�
E l origen de una s i tuación tan anómal a como i ncó
n1 oda es fáci l de desen traü ar. H asta hace tre i n ta a n os,
Ca racas era un pobl ado de c ien m i l almas. con un nom
bre p i n toresco para designar cada esqu i n a. Todos nos co
n ocí amos y nos prestábamos el tel éfo no, l a pl ancha eléc
trica y l a i n yect adora . . . De repen te apareció el petróleo,
aparec ieron los musi úes con pan talones bo1n bachos y pa
los de golf, apareci eron l os i n migran tes. aparecieron los
urban izadores. aparec ieron los maracuchos y el v i llorrio
se co n v i rt i ó v ertigi nosamen te en una metrópo l i desca
bel l ada que pasa del m i ll ón de habi tan tes, con televiso
res. rascacielos. 111arih uana, ga ng del Car i be. ballets rosa
dos, fun icular. conch a acústica y p i n tu ra abs tracta.
L a n1etan1orf os i s real i zóse en forma tan v iolent a que
el es p í r i t u del caraq u e ñ o gen u ino no h a logrado adap
tarse a e l l a y pre tende segu i r v i v i endo como en l a época
del tranví a de Puente H ierro y de P aqu i ta Escri bano.
De ahí que i ns ista tercamente en conservar sus nombres
i n d i v id u al es para cada esq u i n a , sus qu i ntas s i n n úmero
y con apel a t ivos de n1ujer y q ue, para remate de su con
tumac i a, apl ique l a m isma jeri gonza i n cognoscible a l as
2 12
n uevas urbanizaciones que n acen y crecen en los con tor
nos de la ciudad.
E l resu ltado es i nenarrable. N adie sabe dónde vive
n adie, n adie encuen tra l a casa de n adie, los tax is t as des
conocen los nom bres de las calles y los agen tes de policía
l es acompañan en su ignorancia. Los extranjeros dan
v uel tas y vuel tas desesperados en l a búsqueda de las se
ñ as de un méd ico, de un am igo moribundo, de u n a
m uj er henn osa. Y los propios nativos invierten horas
enteras, n oches en teras en el rastreo de una casa donde
se celebra un baile o un matrimon io, al cual llegan final
mente con el smoki ng sudado y la garga n ta reseca, s1
acaso llegan .
¿ Existe algún letrero que ind ique l a ruta que con
duce h acia la iniciación de la carretera Panamerican a
que va a Valencia ? N i nguno. ¿ Existe algún cartel que
ad vierta cómo se llega a l a A u topista de La Gu aira ?
Apenas una sefial m icroscópica, i n1presa en gris sobre
pl a teado para que n adie l a descifre. En las o tras capita
les del mundo, grandes rótulos colocados en los l ugares
m ás visi bles van señ al ando durante l argo trecho las di
versas sal idas de la c iudad. Aquí no. Aquí se invierten
millones y mi llones en constru ir u n a A u topista y luego
se economizan avaramen te l os mil bol ívares que c os tarí a
mon tar u n a inscripción de latón imprescind i ble para la
u til ización de ese cam ino. Aqu í quien sale para Los l�e
ques o Maracay tern1 i n a en Coche o en el M ausoleo, y
quien s ale para La Guaira va a parar a l a Pl azol eta de
Ca tia y l u ego a un laberi n to de calles proletarias que lo
regresan a Caracas.
Arriésguense ustedes, mis queridos Paco Carr i l lo y
H umberto Bártol i , en u n a noche l l u v iosa, por l os reco
vecos de Al tam ira y Los Pal os Grandes. de Las Del icias
o Mis Encan tos, de Las Mercedes o El R osal , de l a Flo
rida o Maripérez, del Pinar o Vista Alegre, en b u sca de
213
u n a c a l le y de u n a c asa, para verlos yo _perder l a gasol i
n a, la paciencia e i nclusive los sen tim ien tos u n i tarios.
s i n lograr sus propósi tos. Los ún icos s ignos visi bles e n l as
bocac a l les son u n as flechas mon u n1en talcs, l a mavorí a
I
214
obligado a edificar para no cometer l a indign idad de
confesar su ignorancia. Pero supongamos que, por un
milagro de J osé Gregario H ern ández, lleguemos a la calle
cuyo nombre figuraba en el papel i to . E n tonces nos falta
atinar con l a Qui n ta M aril ú, en tre una l arga h i lera de
mansiones basta n te parecidas en tre sí, casi todas con nom
bres de mujer trazados en letras tan c ursivas como cursis,
h arto d i fíciles de leer a larga d istancia y b aj o l as som
bras de la noche. En los demás países, como todos sabe
mos, se emplean n úmeros, y cuando uno se encuen tra
parado fren te al 26 sabe que le faltan exactamen te cuatro
casas para llegar al 34. Pero en Caracas aborrecemos tan
i nfal i ble simpl icidad. En Caracas h ay que detenerse a
deletrear, con el auxil io de los faros del automóvil o de
la l uz de un yesquero : « M aricruz» , « Mariflor» , « M ari
tere » , « Los Pérez» , « Los Gonzálezn , « M i Puch unga » , « Pa
paci to» , « H oney» , « Remember Pearl H arbour», « H i rosh i
ma» . H asta que uno llega a « Maril ú » y toca l a puerta.
- ¿ Aquí v ive l a fami l i a Echenaguci a ?
- ¡ Qué va, viejo, t e pelaste ! -nos responde u n a pa-
vita-. Ésos viven en o tra Qu i n ta « Marilú » que queda
como ci nco cu adras más arriba.
O tatn bién podrí a acon tecerles a ustedes, mis queri
dos gobernadores, un incidente parecido al que le sobre
v i no a mi amigo el gran poet a Vicente Gerbasi, cu ando
andaba u n a noche en persecución de l a casa de Pascual
Venegas Filardo por los vericuetos de San P afael d e L :i
Florida y, tras mucho pesq u isar y nada enco n t rar, topóse
al pie de un farol con un fornido mozalbete que le l ució
galán de algu n a mari tornes de la vecindad .
-¿ Puede usted i ndicarme, caba llero, dónde queda la
Qu i n ta «Ari b i n ? -pregu n tó Vicen te, h aciendo gala de
u n a gen tileza que más t arde lo l levarí a a figurar con
tan ta prestancia en la carrera d i plomát ica.
-No sé, mi caballo -respondió el i rrespetuoso noc-
215
tám bulo-. ¿ Por qué n o se lo pregu n tas a u n poi id a ?
Son rió Vicen te an te l a palmaria i ngen u idad de s u i n
terloc u tor y le expl icó en tono protector :
-He consu rn ido med i a hora, amigo mío, en busca de
u n agen te de pol icía a q u i e n formul arle esa m isma de
m anda y a fe mía que no le h e h a l l ado en n i ngu n a parte.
- ¿ Estás segu ro de que no h ay un solo pol icía por
estos l ados ? -i nsistió el jovenzuelo, tuerto y picado de
viruel a como pod í a com probarl o ahora Vicen te a l a l uz
del fa rol .
- ¡ N i en cuatro k i l ómetros a l a redonda ! -senten
ció categóricamente el poeta.
lVfomen to preciso que aprovechó el tu erto para extraer
con des treza profesion al u n Sm i th y v\T ilson cai1ón l argo
y pron u nciar estas pal abras con m i n ator i as :
- ¡ En tonces. afloj a l a cartera o te dejo tieso ! . . .
* * *
2 16
tan simpl e l a solución y cuesta tan poco ! Bastaría con
adoptar y hacer cumplir l as sigu i en tes med idas :
1. Nomenclatura sencilla, racional y obligatoria para l as
calles de Caracas y sus urbanizaciones.
2. N umeración de l as casas tan1 bién en forma absol uta
mente obl igatori a, acorde con l a trad ición sensata
que en todos los países se emplea : 1 , 3, 5, 7 , g, etc. ;
y en l a acera opuesta : 2 , 4, 6, 8, 1 0, etc.
3. Colocación de esos nombres en cada esqui n a y de
esos n úmeros en cada casa, de manera visible, quiero
decir VI S I BLE aunque fuese de noche y el que los bus
care sufriese de m io pí a .
4. Colocación e n si tios estratégicos d e letreros orien ta
dores, clavados en l as proximidades del acceso a l as
urban izaciones y a las carreteras m ás importan tes.
5. Colocación de planos elementales y fáciles de desc i
f rar, a l a en trad a de l as urban izaciones ; v '
217
D ISCU RSO D E LOS SESE NTA AÑOS
2 18
Fausto) porque s imbolizan l as dos preocupaciones m ás
profundas que h an estremecido el corazón de l a humani
d ad : l a l ucha por conquistar la j usticia y la lucha por
no perder l a j u ventud. En el l i bro de Goethe, Mefistó
fel es le d ice a Fausto para tentarlo : « Gris es toda teor í a
y verde es e l árbol de oro de l a v id a » , c o n l o cual s e l o
dice todo. P ues bien, este convite fraternal de ustedes
me trepa al árbol de oro de la vida y, por lo tan to, me
devuelve a la j u ventud sin cobrarme · el alma como el
demon io h izo con Fausto. Esta noche, graci as al afecto
de ustedes, a la alegrí a de ustedes, no tengo sesenta años
sino vei n te, la gargan ta l is ta para cantar el sacalapatalaj á
del año 2 8 y el corazón decidido a enamorarse de M ar
gari ta, siempre que no lo sepa M aría Teresa.
Para hacer más esplendorosa es ta hora de rej uveneci
miento han venido desde tierras lej anas, j u bilados de su
escuela para asistir a mi pifi ata, esos dos colosos de l as
letras latinoamerican as que están aquí esta noche, que
acaban de hablar para nosotros esta noche, Pablo Neru
d a es, sin duda alguna, el poeta de lengua cas tellana de
1nayor resonancia u n iversal ; M iguel A ngel Asturias es,
igualmente, s i n el más mí n imo reparo, el adelan tado, el
más elevado exponente de l a modern a novel a lati noan1e
rican a. Pero declaro q ue no son tan preciosas prendas
las que determinan mi j ú bilo y empa fi an mi gratitud,
sino el alado impulso de amis tad que los trajo esta vez
a Venezuela. Miguel A ngel Asturi as no es para mí el
Premio Nobel de l i teratura s i no «mi compadre» , «mi
q uerido compadre » , que así nos llamamos desde h ace mu
chos años sin que hay sacramen tos de por medio que lo
j ustifiquen. Y Pablo Neruda no es para rní el Prem io
Lenin de l i teratura, n i el poeta trad ucido a cincuen ta
idiomas, s i no Pabl i to, u n chileno sens acional con qu ien
estoy bebiendo vino y cuan to caiga en n ues tras copas
desde h ace u n c uarto de siglo.
219
El as u n to se pondrá más serio, am igas y amigos, c uan
do transcurra í n tegra es ta noche y se i n icie la trayectori a
que m e v a a conducir d e los sesen ta a los seten ta. Re
cuerdo un cartel o cromo, que estuvo de mod a a 1 l á por
los años vei n te y en cuya lám i n a aparec í a p i n t ada l a
escala d e la v i d a . E l primer peld año lo ocu paba un bebé
de doce n1eses, el segu ndo un carric i to de d i ez prima
veras, el tercero un gallardo mozal bete de vei n te, hasta
llegar al tope donde es taba plan tado un hombre de trein
ta ailos, en plena y puj a n te j uven tud med i a. Pero vol
viendo los ojos al otro lado aparecían los peld ar1os del
descenso, amanec í a l a c alv icie, asomábase el abdomen,
1nien tras l as c i fras m arcaban i nexorablemen te cuaren ta,
c i nc uenta, sesenta a ños. Y lo que no puedo olvidar por
un segundo ahora es el peldaño que baj a ba de los se
senta a los seten ta, aquel viej ec i to de b astón tembloroso
y cabellos blancos, aquella r u i n a de Pom peya, aquel es
queleto i nsepulto. A ese des t i no me enfrento valerosa
men te a parti r de m a ü an a, con la progresista esperanza
de que l as v i tami nas, el traspl a n te de órganos y l os sa
pien tes consej os de m i ped i atra particular, el doctor Pas
tor Oropeza, me hagan m ás llevadero el descendim iento.
En fin, queridos am igos, graci as a todos, a los ora
dores que h an hablado esta noche con palabras generosas
que tan sólo el cari ño j ustifica, a los que v i n i eron excl u
s iva y s ilenciosamen te a apagar mis sesenta vel i t as, a los
que enviaron cartas y telegramas. a los que no pudieron
ven i r porque estaban ausen tes o porque no ten í a n los
c i ncuenta bol ívares del escote, a los am igos ya m uertos
y que s iguen v i v i endo en c ad a l a tido de mi pulso. a to
dos digo gracias. Y les �igo también que los sesen ta tapa
razos del v iejo Cron os no han logrado m archi tar m i
alegría, n i enfriar m i optim isn1 0 . y que m e d aré por m u y
satisfecho de la v i d a s i e l aln1 an aque y las circunstancias
n1e perm i ten escri bi r u nos cu an tos l i bros m ás. Y , para
220
conclu i r c i tando u n a vez m ás a Goethe y a su l i bro, que
es el l i bro más adecuado para ser c i tado en una noche
sexagesimal, repet iré aquella frase que gri ta Fausto y que
resume l a en tera filosofí a de u n a m adurez consciente :
« L a plen i tud del hombre sólo se real iza sobre una tierra
l i bre, en compañ í a de un pueblo l ibre» .
221
L AS C E L ESTI A LE S
P REFAC I O 1
225
pecado mortal de G uern ica). E l ecles i ást ico Errandonea
h a bí a sobrellevado su destierro d iciendo m isas y confe
sando arrepen t idos en n uestras igl esi as provincianas, pre
feren temen te en las erm itas cam pesi n as de Guárico y
Aragu a.
E n aquel e n tonces de visi tar m i casa, ya el padre
Errandonea h ab í a cruzado el desfil adero de los cu aren ta
pero se sosten í a en j u to y atlético, con m ás empaque de
pelotari que de cura. Ven ía acom pañ ado de mi am igo
Paco Vera Izquierdo, abogado y costumbrista, catól i co y
j uergu ista pract ica n te, amén de cazador de ven ados en
los Llanos y e x profesor de caste l l ano en la U n iversidad
de Colum bia, USA.
-Deseo presen t arte al recopil ador de Las celestia les
-d íjome Paco.
No era extraiio a mi oído el rótulo Las celes t iales. El
propio licenciado Vera I zquierdo sol í a can tarlas, acom
pai1 ándose con u n cua tro e ilum i n {t ndose l a garganta
con igual n úmero de copas de ron , en los salones m ás
encopetados de Caracas, para ev idente regocij o de sus
oyen tes de am bos sexos, padres de fam i l i a i n tacha bles y
ma tronas beneméri t as, q u ienes coreaban con carcaj ad as
de aqu iescencia las i nocu as irreverencias del j urista y ju
glar caraqueño.
-He realizado modestos es tud ios acerca de esas ton a
d i l l as que los cantadores llaneros denom i n an «celest iales»
-me puso en an teceden tes el tonsurado v izcaí no-. As
piro a publicar u n pequeño opúsculo escol i ador como
con tri bució n al anál isis del folklore religioso venezolano.
O pina el abogado Vera I zq u ierdo que sol an1en te usted
serí a hon1 b re capaz de ayudarn1e en est a empresa.
Se publicó el vademéc uni . �ooperaron en su ed ición
dos pi n tores izqu ierdistas, un impresor l i beral y tres o
cuatro volu n tarios de l a cl ase med i a que h a s ido s iempre
en Venezuel a la v it al idad forj adora de l as grandes h a-
226
zañas. Tras d ilatadas faenas de soli d aria artesanía con·
feccionaron un s u ntuoso m isal de proporciones góticas,
v iñetas rococó y col orines sicodélicos cuya portada c au t i
vaba el espíritu. A l abrirl o florecían los t i tulares com
puestos en l etras semej an tes a aquellas que los a n tiguos
caj istas designaban peticanos o parango n as. Luego desco
llaban l as coplas, levan tadas en caracteres fu tura, redon
dos y agrisados. A l pie de l as págin as se leían l as e xégesis
del padre Errandonea, amenguadas a letras h omeopáticas
de seis o siete puntos. Las ilustraciones eran de otro sacer
dote jesuita, fray J oseba Escucarreta, quien disfru taba
de v acaciones en Caracas a con tinuación de h aber con
quistado l a medalla de oro como di bu j a n te en la acade
m i a « Ignacio Zuloaga» de Ei bar. El l i bro en su con j u n to
era u n a alhaj a b ibl i ográfica, l o d igo sin ánimo de pre
s um ir, d ado que mi ú n ica con tri bución se l im i tó a l a
m u y prosaica d e sufragar los gastos y corregir l as pruebas
de in1 pren ta.
Lo que n unca previmos fue el escándalo, el esqu i l i a
n o vendaval de maldiciones, el caton i an o desgarram iento
de vestiduras que l a aparición de Las celestiales h abrí a
de desatar en l a m u y volteria n a y epigramática ciudad
de San t i ago de León de C aracas, famosa desde l a Colon i a
por su propensión a l a chirigo ta, a l a coprolali a y al
desacato.
La gran de y la pequeíla pre ns a orques taron el aque
l arre. ¡ Bl asfemi a ! , clamó El U1l iversal. ¡ Irreverenci a ! ,
ululó El Nacional. ¡ Sacril egio l , ch illó La R eligión .
¡ Li bert i n aj e ! , bramó L a Verdad . ¡ I ndecencia ! , v ocife
ró La R epú blica. ¡ Sensacional ismo ! , se desga ñ i tó El
,\1 u n do . U n d ipu tado descendiente de conservadores de
votos y otro di pu tado n ieto de l i berales l i brepensadores
acall aron sus divergencias decimonón icas para reclamar
al un ísono que la obra fuera incinerada públ ica e i nq u i
s i torialmen te. El Poder Ejecu tivo orden ó l a i nmediata
2 27
confiscación de l a edición y decretó m ul t as de d iez m il
bol ívares con tra los l ibreros que osaran poner en ven ta
el execrado florilegio. La ún ica i n tel igencia serena, en
medio de aquella barah únda de zafios anatemas, fue la
del arzobispo de Caracas, cardenal J. H u mberto Quin te
ro, qu ien em i t ió su condenación enérgica, pero enmar
cada den tro de u n a prosa tan sobria como elegan te. La
severa hom i l í a de monseñor Quin tero rezaba así :
228
peramos de todos n u estros fiel es y, en general, de
toda persona que a preci e en algo l a moral, el deco
ro, el pudor y l a hones t idad en l as accion es y las
palabras. No está de sobra advertir que ese l ibro,
en el que de propósi to se ataca a la Religión y a
l as buenas costun1bres y se h ace mofa de los san tos,
se h alla por ello m ismo comprendido en la proh i bi
ción. del canon 1 .399 del Código de D erecho C a-
,
non1co.
Volu n tariamente queremos permanecer en l a ig
norancia de quienes sean a utores y patroci nadores
de esa publicación, contra los cuales hasta se nos
ha pedido que decretemos penas eclesiásticas. Nos
l im i t aremos a expresar que sentimos u n a profunda
compasión por ellos y aun supl icamos al Sefior que
los ampare con su i nf i n i t a m isericordia, porque,
dada la dañi na i nte nción que en versos y caricatu
ras aparece, a t ales au tores y patroci n adores se apli
can pun to por pun to estas tremendas palabras del
D iv i no M aestro : «quien escandalizare a uno de es
tos pequeñ uelos que creen en mí, m ej or fuera que
l e colgaran una piedra de mol i no al cuello y l o su
mergieran en alta mar . . . ¡ Ay del hombre por quien
viene el escándalo ! » . Tard e o temprét no, s i no hu
b iere l a debida reparación del escándalo acompai1a
d a del sincero arrepentimien to, el i nmenso cast igo
que esas palabras dej an en trever, tendrá exacto cum
pl imien to, porque i m pu n emente nad i e se burla de
D ios.
229
tico b a u tizado «J u an Sebastián Elcano» en honor de u n
navegan te no menos guipuzcoano n i . menos esforzado que
I gn acio de Loyola. U na referenci? pos terior me hizo sa
ber q u e n ues tro apesad u mbrado am igo se había ret irado
a ej ercer su cura to de almas en el p uerto vasco de Bermeo,
que o trora fuera atalayera villa amurallada, an tes de q u e
c i nco i ncend ios colosales devoraran s u s m uros medieva
les, sus oj ivales torreones, su pal aci o real , su templo de
N u es tra Seíi ora de l a Atal aya, sus gallardos m u elles de
Erri bera, dej ándola red ucida a lo que es hogaiío : u n l a
borioso burgo m arinero consagrado a l a pesca, al calaf a
teo, a la danza con acompañam iento de acordeones y al
c u l to de San ta E ufemia. Fre nte a las olas arrogan tes y al
azu l i n agotable del C an tábrico t uvo ocasión el padre
Errandonea de arrepentirse de cualqu ier pizca de blasfe
mia o sacrilegio que, muy a pesar s uyo, se h ubiera desl i
zado en el con texto de Las celestiales, y tuvo paral el a
oportun idad de ren d ir cot i d i a n a plei tesía a la cocin a re
gional que tan to lo delei taba : el bacalao a la vizcaí n a
con matices roj i zos y e l bacal ao a l pil-pil con destell os
argén teos ; el cocido familiar donde l as al u b i as roj as fra
tern izan con l as carnes magras y los sabrosos embutidos ;
la p u rrusalda donde riman los suaves a j oporros con los
abadej os frescos ; l as j ugosas cocochas de merl uza, em pa
padas en salsa verde ; los centol los rellenos llam ados txan
gurros y los marmi tacos de atún ; las sard i n as fri tas y los
besugos emparri llados ; los corderi tos horneados y l os co
nejos recubiertos de con d i men tadas salsas. Y a renglón
seguido el d ulzor de los postres : el sacramen tal arroz con
leche. las torrej as espolvoread as de azúcar y canela, l as
manzanas asadas baj o gotean te almí bar, l a leche fri ta, l as
fru tas confi tadas. El padre I ñ aki de Errandonea, S.J .,
engrosó n ueve kilos y m alogró per omn i a sécula secu
lorum su sil ueta cence ñ a y concreta de pelotari retirado.
A d uras penas lo reconozco cuando regresa a Ven e-
230
zuel a y toca el timbre de m i casa por segunda vez, ocho
años después de la primera, para decirm e :
-Tengo e n m ien tes reed i tar Las celest ia les, corregi
das y ampl i adas. ¿ Se atreve usted a ayudarme n ueva
men te ?
Las trapatiestas ocasionadas por obras l i terarias, acu
sadas en su época de pornográficas, procaces, soeces, blas
femas o impí as, es h is toria que viene arrastrándose de
tan remotos t iempos, y son tan n utridos sus ejemplos ,
q ue n os limi taremos a subrayar l os esenciales . E l m ás
excelso, sin duda, en tre todos los l ibros escandal izan tes,
lo fue el Can t ar de los Cantares, poema canónico del An
t iguo Testamen to, compuesto en el año 1 ooo an tes de
C risto por el rey Salomón, hijo de D av id y an tepasado
de l a Vi rgen M a rí a. La infl amada sensualidad que Sa
lomón derrochaba al d escribir l a hermosura corporal de
l a Sulam i t a, y las fogosas caricias que en sus versos le
prometía, pasmaron de tal guisa a l os pudibundos sacer
dotes hebreos que, duran te l argas décadas, el hermoso
h imno erótico de Salomón fue considerado como texto
sicalí ptico. No faltaron l evi tas que propusieran proscri
birlo de los L ibros Sagrados. F i n almente se llegó a u n a
transacción por l a cual, según registra San J erón imo, l a
lectura d e esta obra no le era permi t id a a los j udíos sino
después de cumpl ir los 30 afi.os. Vetos q ue no han obsta
do para q ue el C an tar de los Cantares sea apreciado hoy
como parad igma de l irismo amatorio y para que Fray
Luis de León, desafi ando el rencor de los escolásticos, lo
tradujera con impecable fidelid a d .
E n e l flanco griego es imprescind ible s ituar e n l a
vanguard i a a Aristóf anes, gran poeta a ten iense n acido
450 años an tes de Cristo. Aristófanes se mofaba en sus
comed i as de los demagogos, de l os abogados, d e los so
fistas, de los ricos e i n cl usive de las divin idades paga n as,
empleando en sus parlamen tos un lengua j e tan descarn a-
231
do que en d iversos trances se vio obl igado a representar
él mismo sus person aj es, cu ando los actores pusilán imes se
negaban a h acerlo. El estilo de Aristófanes saltaba por
enc i m a de l as palabrotas con u n a pureza cristal i na, lo
cu al no impidió que lo persigu ieran, baj o el estigma de
irrespe tuoso y blasfemador. En la era 1noderna n adie d is
cute sus virtudes s i no, por el con trario, los m ás con spi
cuos au tores teatrales lo i m i ta n l i cenci osamente, de R aci
n e para abajo.
Sei� siglos m ás tarde origin ó en Grec i a otra m ayúscu·
la tremol i n a la a parición de Lucio o el asno, la obra m ás
notor i a de Luciano de Samosata, entre l as c iento c i ncuen
ta que escr i b i ó este prolífico m aestro an tioqueño. A n u n
c i adora d e l a novela picaresca, L ucio o e l asn o relataba
la convers ió n de un hombre en burro, metamorfosis de la
cual se derivaban s i tuac i ones escabrosas y comen tarios
de doble sen tido. Los lectores helénicos, h ab i tuados al
donaire ático y a la delicadeza conceptual de que Lucia
no h ací a gal a e n su an teriores trabajos, pusieron el gri to
en el Olimpo. Lo s ign i ficati vo es que, al cabo de d iecisiete
s iglos, a Luciano de Samosata se le recuerda casi exclu
sivamen te por aquel l ibro en tonces i mprecado.
Crucemos l os m ares rumbo a I tali a, tras los pasos de
Eneas . El m ás es trep itoso zafarranch o morali za n te lo pro
d uj o en Roma l a aparición del Sat iricón , no obstan te el
l i bert i n a je que campeaba en l a corte n eroni a n a y l a pri
vilegi ada categorí a de su au tor, T i to Petroni o Arbi ter,
dentro del afecto del Emperador. La obra fue fu l m i n ad a
d uran te s iglos baj o anatemas de depravac ión y concupis
cenci a. Primero la d ismi n u yeron los propios romanos,
hi"c go la m u t i l aron los monj es medievales, e n forma tal
que solamen te h an llegado a la posteridad dos de los vei n
te l i bros que con ten í a. Pero, ¡ qué l ibros ! U n filósofo
tan trascendental y tan amargo como N ietzsche escribe
en el s iglo x 1 x : « El Sat iricó n de Petro n io es un aire ala-
232
do, u n a burla l iberadora que nos h ace olvidar el fango
de este mundo enfermo y perverso» .
V iolenta piedra de escándalo en el Renacimiento i ta
l iano fue la publ icación del Decamerón de G iovann i
Boccaccio. Boccaccio d io l a espalda a l a retórica fal a z y
a l as triqu i ñ uel as nlistico n as para llamar l as pasiones y l as
pan.=s del cuerpo por s u no1n bre, s i n conceder un ápice
en l a d ignidad de s u estilo l i terario. Ganas no le faltaron
a los ofend idos flore n t i nos de arroj ar al Arno el Decame
rón, j u n to con su au tor, m as v igi l a n te estaba la autori
d ad i n telectual de Petrarca para imped ir que se cometie
ran tales aberraciones. M ás tarde, en 1 559, el papa Pa
blo IV situó el Decarnerón a la cabeza de su index de
l ibros prohi bidos. D uran te tres s iglos estuvo condenada
y vedada la pu bl icación de est a o bra en idioma español.
A l a larga se impuso y conqu istó s i tio pred ilecto en las
b i bliotecas, al lado de l a Biblia y l a Divina Comedia. E n
e l s iglo x x todos los hom bres d e letras, desde Giovan n i
Papin i hasta los estudian tes d e secundaria, aceptan que
el Decamerórz es l a can tera i nextingu i bl e de donde se
derivan el esplendor, l a fuerza y la graci a de l a n arrativa
moderna.
C ien to ochen ta ailos después de Boccaccio n ació Pie
tro B acci, el Areti no, cuyos 1 6 sonetos l uj uriosos levan
taron una polv areda de proporciones desmesuradas. Las
al tas au toridades eclesiástic as improbaron d ichos versos
como falaces y pern iciosos, pero l as cortesanas, los solda
dos y los sem i naristas los copiaban para d istri bu irlos clan
desti n amen te y para segu ir al pie de la letra los 3 2 con
sejos posicio nales que el Aretino daba. P ietro Bacci se
h izo rico compo n iendo poemas de encargo y adulando a
los pon tífices y a los poderosos. Llegó a fu ndar u n h arén
privado con seis amantes a quienes llamaba cariilosa
men te l as Aretinas. Arrep i n tióse en l a vej ez y escri bió no
pocos l i bros rel igiosos, entre ellos una Vida de Santa Ma-
233
ría Virgen , otra de S a n ta Catal i n a y u n a tercera de S a n to
Tom ás de Aqu ino. No obstan te la elevada beati tud q ue
s u bl i ma es ta úl tima parte de s u o bra l i teraria, dificul ta
mos m ucho que el alma del Are t i n o se encuen tre e n el
cielo. Sus poemas 1 ú bricos y sus comed i as lu panarias, en
c a1n bio, gozan de crecien te respeto den tro de la crí t i ca
con temporá nea.
Pero no h a sido el Are t i n o (fraile capuch ino e n su
ed ad tern pran a y fal l ido aspiran te a carden al en su se
nectud). el ú n ico sacerdote catól ico enredado en los be
j ucales de la l i teratura abom i nada y persegu ida. El más
maravi l loso en tre todos, porque solamen te Cervan tes y
Sh akespeare podrían t u tearlo, se ll amó Francisco R abe
lais, ordenado como franc iscano, l uego fra ile benedicti n o,
abad de Sai n t-1\il u r-les-Fosses, can ón i in o de wleudon, por
ú l timo cu ra de aldea. Su imaginación, su i ngen i o, su re
beld í a, su amor a la l i bertad. su vol u n tad de i n n ovaci ón,
el vigor de s u lengu aje, se volcaron e n u n gra n l i bro
t um u l t u oso. Pa n tagru e l y Ga rgan t úa . que desató con tra
él la f u ri a de l as dos i ns t i tucion es más honorables de
Franci a : la Sorbo n a y el Parl amen to. En seguida le llo
\ icron n egras i nj u rias, amari llas den u o c i as, morados aco
234
vive con el Buen Amor (alm a) en l a substancia del hom
bre. El Arcipreste fue hostigad o y c al u m n i ado, lo ll ama
ron « clérigo l i berti no y tabernario » , lo decl araron « ene
migo de l a Iglesia » ; preso en l a c árcel de Toledo term inó
de con1 poner su obra i n rn ortal . S i n ern bargo, pocos l i bros
han i nfl uido tan to como éste en l a l i teratura c astellana.
Sus personaj es (doü a Endri n a, l a Trotaconven tos, don
Carn al, doñ a C u aresma) reaparecen u n a y cien veces en
la dramática y en l a novelística espaüolas. Y en cuanto
a sus versos, el L i bro del Buen A m or es tal vez el poema
235
<.:osa y cosa ? » ) es una verd adera j oya de pic ardía y lasci
vi a, pero nos abstenemos de c i tarla textualmente en el
prcsen te prólogo porq ue a veces nos n ace ser tan pru
den tes como el c u l terano don Lu is.
Y así suces ivamen te. En los recatados sótanos de la
B i bl ioteca Nac ional de 1V1 ad rid s u bs isten carpetas de poe
sías erót icas, coprológicas y anticlericales, fi rm adas por
los escri tores más prest igiosos del s iglo x v 1 1 1 espai1 ol : �ro
más de Iri arte, J u an Menéndez Valdés, Mora tí n pad re.
Mora t í n h ijo, etc . Las leyendas que i nscri bió Goya en al
gu nos de sus grabados son plebeyas ped rad as < ont r:i el
pi adoso decoro y el pacato buen dec i r. El padre J osé Mar
chen a y R u iz del C u eto, clérigo de menores, am igo de
M arat, trad uctor de Lu crecio y de Voltaire, prec,l icaba de
esta ma nera : «En Espaíi a h ay a � senci a de sens u al ismo
pagano. Hace fal ta u n a l i tera tura erótica sana para l u
char con tra esa presencia constan te d el 1nasoqu isn10 cris
tiano » .
En l o q u e concierne a l a l i tera t u ra venezolana, e l l a
h a bía pecado de u n resign ado reca to que col i nd a ba con
la moj igaterí a. U n a de las m u y con tad as excepciones h a
b í a s ido precis a mente l a de u n sacerdote ca tól ico, cape
l l án del ejérc i to, de nom bre Carlos Borges ( 1 8 ¡ 5- 1 9 �� 2 ).
poe t a modern ista de apreci able importanc i a . qu ien n1 ez
cló en sus versos con i ncre í ble i n1 pu d i c i a las n1 �Ís bajas
pas iones carn ales y los sí n1 bolos nl LÍs sagrados de la re
l igión : « t us [ . . . ] son más gra ndes q u e el Gra n Pod er de
D ios» : «sobre tu cuerpo qu isiera ser i nverso crucif ijo» .
etc. Confesamos honrad an1ente q u e j an1ás n os h a b r í a n1os
bri n d ado para escr i b i r el prólogo d e u n a obra q u e con
t u v i era profan aciones ele esa ralea.
En nues tra segl ar y h u m ilde opin ión , el padre l i1 igo
el e Errandonea, al recopilar y parafrasear Las celes t ia les ,
no h a i n cu rrido en blasfem i a n i en sacrilegio. La bl asfe
m i a es un pecado mortal que consiste en em i t i r palabras
236
i nj uriosas contra D ios (blasfemi a inmediata) o contra sus
san tos (blasfemi a med i ata). Fue antaílo un riesgoso de
l i to castigado por el Fuero Real espaílol con pérd ida d e
bienes, ostracismo, azotaina pública, corte de l a l engua
y pen a de muerte para los rei nciden tes. El sacrilegio, a
su vez, reside e n profan ar l as formas sagradas, conver
tir los templos en l ugares de comercio o jolgorio, dec i r
misa como sacerdote s i n serlo, apropiarse d e los bienes
ecles i ásticos, violar a una monj a, maltratar de obra a u n
clérigo, poner mano v iolen ta e n l a persona del Pon t ífice
Romano, e tc. Los babilon ios desleían a los sacrílegos en
plomo derretido, los griegos les adm i nistraban venenos
y el Tri bunal del San to O ficio se i ncl i naba por la ho
guera.
N i nguna de esas expiaciones le estarí a bien empleada
al padre Erran d onea. En su descargo certificamos, con1 0
h echo rigurosamen te c i erto, que en determ i n adas regio
nes del Llano venezolano se cantan desde el siglo pasado
coplas o cuartetas octosílabas denominadas genéricamen te
« celesti ales» , las cual es al u den j ocosame n te a los san tos
del cielo y dej a n caer al desga i re una mala palabra. La
pala brota aparece por lo general en el úl t i mo verso, en
cam i n ada a sum i n is trar la « repe n t i n a i ncongruenci a » q u e,
según Schop�nhauer, es uno de los i ngred ientes vi tales
d el género humorístico.
A tes tiguamos de igual n1odo que al 1ne nos tres de las
coplas i ncluid as e n la presen te ed ición de L as ce les t ia les .
son fru to genu i n o de la musa popular venezola na. E ll as
son : la que comi enza « C ua n do San ju a n se cayó / de la
esca lera pa' bajo » , la que com ienza « G lorioso San Se bas
t iá n . / corno t ú n ad ie se ha vis t o » y la q u e com ienza
« C u a n d o a las p u ertas del C ie lo / se prese n t ó Sa n Silves
t re » . Es posi ble que el sacerdote vasco, c i i1 é ndose escru
pulosamen te al molde fol klórico, com pusiera las 2 2 c o
plas res tantes, y es parej amente pro bable q u e escri biera
237
l u ego las exéges is de tod as, exégesis no exen tas d e erud i
ción y de grac i a . La blasfem i a origi n a l, s i la h u biere, serí a
e n todo caso desl iz de los anón i1nos copleros venezolanos.
Pero, con10 afirm a acertadani e n te el carden al Qu i n tero,
(( h asta el prcsen te la blasfem i a j an1 ás ha m anch ado l a
mente n i los l abios d e n uestro pue blo » .
L a afición a en treverar e l nom bre d e D i os y los de
sus san tos con palabras v i l l a n as es h á b i to q u e hered an1 os
de n uestros a nte pasados espaiioles, q u i en es d e ese t al a n te
sol í an m a n i fes tar u n a abroq uel ada fe e n el Ser S u premo
y en la corte cel es t i al . Es cosa sobren tend i d a q u e cuando
u n espaiiol protes ta de u n a con traried ad o i n fort u n i o con
el e1n pleo de su i m precación favorita. no está m a n i fes
tando realmente el deseo físico de defecarse sobre el P a
dre E terno, s i no i n vocándolo e n s u desgracia y record án
dole q ue en S us 1n a n os está la fac u l tad d e remed i arl a .
E l ni aestro mexicano A l fonso Reyes, en su ensayo
A d u a na li ngil is t ica, propo n í a l a elaboración de un d i cc io
n ario d e l a lengu a espaiiola q u e regis trara las eq u i valen
c i as i n fi n itas existen tes en tre l as d i versas malas palabras,
de a( uerdo con l as el is tin tas regiones de A 1n érica L:i
t i n a y Espa ii a. Gran part e de esas palabras. que tienen
\' ige n c i a en de term i n adas �íreas del cori ti n en te, carecen de
registro escri to, debido a la e xtraord i n aria p u d i b undez
q ue h a aq u ej ado a l a l i terat u ra en el id ion1a esp a ii ol .
Las n1alas pal abras espai1 olas y l at i n oa1nerican as, a li a
d i 1nos nosotros. n o deben ser e n tend i d as según su acep
c i 6 n sen1 ci n t ica. ya q u e casi n u nea es ésa la i n ten ción de
q u i enes las pron unci a n . C u a ndo se gri ta u n a p a labrota
e n n ues tros países. lej os de q u erer expresarse l as apeten
c i as sexu ales o d iges t i vas que e l l a i ni pl i ca. se busca p �)f
l o ge neral e l estal l id o de u n a i n terjección q u e d enote
cno jo. rnen os precio. pesad u n1 bre, sat isfacció n . amor u
otros sen tin1 ien tos.
Nues tro am igo Octav i o Paz p u bl icó en 1 959 un p u n -
fican te ensayo sobre este tema. «En n uestro lengua j e d i a
rio -dice el poeta mexicano- hay u n grupo de pal a
bras prohibidas, secretas, sin con tenido cl aro, y a cuya
mágica ambigüedad confiamos l a expresión de las m ás
brutales o suti les de n uestras emociones y reacciones [ . . . ]
Estas palabras son defi n i t i vas, c a tegóricas, a pesar de su
ambigüedad y de la facil idad con que varía s u s ign ifi
cado. Son las n1 a l as pal abras. ú n i co lengua j e vivo en un
mundo de vocablos académ icos. La poes í a al alcance de
todos» .
Esta segunda ed i< ión de L as ce les t iales no arrastrará
tras sí causa de escándalo con10 l a pri 1ncra. El ci nema
t6grafo y el teatro han desplegado en los últimos años
u n gigan tesco esfuerzo para derri bar l a censura men tal y
pol icial q uc se e j e reí a sobre l as obras de arte cuando és
tas roza ban as un tos erót icos o escatológicos o, si1nplemen
te, cuando se pern1 i t í an en1plear en su desarro llo algu n as
de las l l amad as mal as pal a bras. Tan1 bién l a nove l a h a
puesto su grano de arena. Ya los Trópicos de Henry Mi
l l cr no son lectura satán ica s i no incen tivo en l as v i trinas
de l as l i brerías \. aderezo en l as n1 anos del icadas de l as
J
239
.;
TEATR O
DON MENDO 71 1
F r agm e n tos
D E L P R I M E R A C T O
243
a merced de los ági les h ampones
que siguen cad a vez más a tacones
tras e l go biern o h a berlos suprirr1 i clo.
Sal ucl , plebe rom án t ica y sencilla
que es táis sin dud a h asta la coro n i lla
de la llamada n u eva poes í a,
u n a clcsen fre n ada algara bía
d e la cual n i su a u tor e n tiende n ada,
n i tam poco su no\' i a , n i s u tía,
n i su hermana in ayor, n i su c u ri ad a ,
Y o s é que h a bé is ven ido a cuestionarla ,
a darl e con u n tu bo. a liqu idarl a
por j erigonza hern1ética
\' d i urética ;
y por aris tocrá tica
y dogmática,
por endémica,
a n émica.
acadén1 ica :
porque esa poesí a recoleta,
tan sorda. tan cegata y tan ch oreta,
an tes de h a ber nacido era pu reta.
D isti n to es n uestro estilo. R eparad
cón1 0 execran1os tod a a bsurd idad
y execramos igu al todo des pla n te :
sa be1nos respetar la au toridad,
sabemos venerar el consonan te
s i n que j a n1ás u n a \' ulgaridad
nos ti en te con su ri tn10 fasc i n a n te.
C u ando h ay u n \·erso que tenn i n a en 011 0 ,
el an1or e s u n n1 ístico reto1i o :
cu a n do h a y u n verso q u e term i n a en e.1 0.
trenza su \· u el o azu l el azulej o ;
c u a ndo h a y u n \'Crso q u e term i n a en u t a ,
e s n1 icl d e Dios l a pulpa d e l a fru ta ;
244
cuando h ay u n verso que term i n a en ola,
de soledad se m uere la amapola ;
c uando hay u n verso que term i n a en i nga,
suena el fauno su l í rica siringa ;
cuando hay u n verso que term i n a en erda,
rezan viacrucis en la extrema izquierd a ;
cuando h ay un verso que term i n a en ulo,
se call a es te j uglar con disimulo ;
y si hay u n verso que tenn i n a en ón . . .
el que h able primero se traga u n bombón.
(L lega n d o a l esrenario .)
Y sé tan1 bién, hermanos y herr.ian as,
y lo sé como dos y dos son cua tro,
que habéis venido con n1ayores gan as
a cuestionar l as préd icas malsanas
que l a d an por llamarse n uevo teatro.
Me refiero a l teatro del absurdo
cuya inn1oral idad es tan b raví a
que h ace ruborizar a l 1ná s palurdo
)' taparse l a cara a un policí a.
Yo sé que od i ais ese teatro burdo
en donde d an saltitos como cabras
l as malas y las pésimas palabras,
y en donde se revuelca por el suelo
u n a n i ü a de quince con su a b uelo
en tan to la mamá tiene u n aborto
de su sob,rino de pantalón corto.
Y al final los actores pica ri llos
se baj an de un tirón los cal�onci l los,
y 1 u ego l as actrices pizpiretas
h acen lo m isn10 con l as pan taletas,
quedando de ambos sexos los artistas
con vertidos en bon che de n ud istas,
\' s1 han fumado su yerbi tabue n a
245
descienden en pelota de l a escena
y por el patio corre n en cadena.
D E L S E G U N D O A C T O
�lonólogo de Segismendo
A la patria desdichada
del general San M artín
un gor i l a je sin fi n
la tiene desgua ü angada.
246
Ogros de bota y espada
acogotan la verdad,
y es tal su goril idad
y tan cafres sus condenas
que yo, con estas cadenas,
tengo mayor l i bertad .
247
aso l a n c a m po y c i u d ad
y p ega n c o n t a l c r u e l d ad
y a rn a n t a n to e l h om i c i d i o
q u e y o a q u í , e n este pres i d i o ,
t e n go m a yor l i be r t a d .
D E l. ú L T I M O A C T O
¡ O h , D i os, q u e e n e l c i e l o est á i s
y t a n to pod e r t e n é i s ,
s e i s b i c h os d e m u e r t e , s e i s ,
so b re es t a a ren a d ej á i s !
Así, Señor, castigáis,
d i v i n a j u s t i c i a h ac i e n d o
a q u i e n t u l e y t r a n sgred i e n d o
u rd e s u p ro p i a v e n ga n z a
y sólo a mor i r alcanza
como se ha m uerto Don Mendo.
¡ Protesto !
248
Contra ese teatro i nfesto,
con tra el dramón deshoneste
y con tra el ripio i nd igesto,
protesto.
A LF ONSO V I I :
DOÑA R A M Í REZ :
249
quien en prod ucir i nsista
un tea tro conform ista,
anacrón ico y ramplón .
A LFONSO V I I (a l Hippy) :
H i pp necio y barrigón,
tu i nconform ismo, a fe mía,
es sólo pedan terí a
con disfraz de rebel ión.
Y la cargante arrogancia
que te gastas, ¡ vive el cielo ! ,
es el enorme camelo
con que encu bres tu ignorancia.
.\ L F O N O V I I :
Un fresco
que hace teatro eli tesco,
250
farragoso y novelesco,
de trama prefabricada.
A LFONSO VII :
H I PP Y (al p ú b lico) : .
Como todo rey de Españ a,
es tonto de capirote.
(A A lfo ns o V1 1 ) :
¡ Va is a monr, monigote !
(A la rei n a Berengu e la) :
¡ Y vos t a m b ién, alimañ a !
25 1
s u v 1 v 1 r j amás vivido
porq uc al n acer expira ba
y porq ue ya muerto estaba
d esde an tes de h a ber n acido.
252
RO MEO Y J ULIETA 1
P R ó L O G O
253
l i beró para siempre de sus od ios
a l os pro tagon is tas de esta h istoria.
Armaos de paciencia, am igos míos,
porq ue este drama va a d u rar dos h oras.
(Sale.)
254
A C T O P R I M E R O
ESCENA I
TEO BA LDO :
G R EGO R IO :
¿ H asta l as amígdalas ?
TEO B A LDO :
G REGO R I C :
TEO B A LDO :
G REGO R I O :
255
T EO B A L DO :
G R EG O R I O :
¿ De todos ?
rEO B A LDO :
G REG O R I O :
¿ Y l a envid i a ?
T E O B A LDO :
G R EG O R I O :
Pero l a l uj u r i a sí q u e no.
l ' E O B A L DO :
G R EG O R I O :
256
TEO B A LDO :
G RECORI O :
TEO BA LDO :
ABRAHAM :
C REC O R I O :
No.
B EN VO L I O :
C R EC O R I O :
257
A B RA H A M :
T E O B :\ L DO :
B E N VO LI O :
ADE .O :\I Á X I MO :
258
C O P E Y A NO J\IÁ X I J\10 :
J ERA RCA :
2 59
CO P E Y A N A M Á X I M A :
¿ Q u é s a bé i s d e R omeo ? ¿ Le h a bé i s v i s t o ?
C u á n to m e a l egro d e q u e n o e t u v i e r a
m ezc l ad o e n es t a h o rr i b l e a m p a bl e r a .
B E N VO LI O :
Lo v i , e fi o r a , d e R os a r i o a C r i t o .
A l l í e n co n t ré a R om eo , t a n t e m p r a n o
que el ol n o h a b í a s a l i do , n i el per i ód i c o .
C am i n a ba c a l l ad o m e l a ncól i co
co n u n l i b ro d e v ersos e n l a m a n o ,
y por l a m agn i t u d d e s u t r i s te z a
sos pec h o q u e e r a n d e J u a n de D i os Pez a .
CO P E Y A NO M Á X I MO :
M uc h os l o h a n v i s t o así , d e m a d r u gad a ,
h ac i e n d o d e s u s l ágr i m as roc í o
p a r a regar c o n e l l as l a e n r a m ad a .
RENVOLIO :
¿ Y c u á l será l a c a u s a , n o b l e t í o ?
CO P E Y :\ N O M Á X I MO :
P.o r s e r s u p a d re , n o m e d ice n ad a .
N o s u el t a p re n d a c u a n d o m e l e a r r i m o
y m ás e c a l l a m i e n t ras m á s l e r u ego.
A ver si l ogras t ú , q u e eres s u p r i m o ,
s ac a r l e a l go y me l o c u e n t a s 1 u ego .
2 60
B E NVOLIO :
ROMEO (distraído) :
¿ Qué hora es ?
B E N VO L I O (sacando el reloj) :
R O .\ I E O :
B E N \'O L I O :
R O M EO :
¡ E l amor !
B E N \'O LI O :
¿ E l amor ? ¡ Qu é desa t i no !
R0\1 EO :
B E N V O LI O :
¿ Y q u é co a es estar en amorado ?
261
ROMEO (adela n t á n d ose h acia e l p ú b lico) :
B E N VO L I O :
R O !\I EO :
BEN O LI O :
E n tonce . o l v í d a l a.
ROMEO :
262
B E N VO LIO :
ROMEO :
B E N VO L IO :
RO M EO :
B E N VO L I O :
( En t ra un m ot orizado.)
MOTO R I Z A DO :
Q u é coc h i n a s u e r t e l a n 1 í a es t o y
, s a l a d o , pe í d o de
monj a . ¡ M a n d arme a b u sc a r todo l os n on1 b rc que
e s t á n es ri to e n e t a l i s t a ! L a p r i n 1 e r a v a i n a e n
co n t r a m í a es que n o sé l e e r . Y a u n q u e s u p i e r a
263
B E N YO LI O :
¿ L a q ué ?
l\f OT R I Z A DO :
R O M EO :
Buena t a rd e s , m u c h ac h o .
MOTO R l Z DO :
¿ S a be u s ted l ee r , · e i1 o r ?
R O M EO :
MOTO R I Z A DO :
D i go q u e sabéi l e e r l o escr i t o a m a n o .
RO I EO :
Si no e t ra t a d e u na rece t a m éd i c a .
� 1 0 l O R I Z A DO :
U tcd m e e t á m a n1 a n d e l ga l l o , c 11 o r . Q u e e d i
v iertan . ( I n te n t a ret ira r e.)
R O I EO :
E pe r a , h o n1 b r e . , d a 1n e e e p a p e l p a r a l e é r t e l o .
( L f/ve n do.) R c i n a l d o L c a n d ro l\ l o r a . -t · ª C a l l e ch.
l o · P a l o · G r a n d e · . Q u i n t a « l\ 1 a r i l ú » : .J u l io Poca-
2 4
terra, i . Calle de San J uan Bosco, fren te a l a igl � -
ª ·
.\ IOTO R I ZADO :
ROMEO :
¿ E n tu cas a ?
.\IOTO R I ZADO :
B EN \'O LIO :
RO.\IEO :
265
BENVOLIO:
R O MEO :
BENVOLIO:
ROMEO:
ESCENA 11
ADECA MÁXIMA:
266
NODRIZA:
JULIETA:
N OD R I ZA:
JULIETA (a la madre):
¡ Quiubo, vieja!
A DECA M ÁXIMA:
267
NODRIZA:
ADECA MÁXIMA:
N ODRIZA:
268
NODRIZA :
ADECA M Á X I M A :
J U L I ET A :
A DECA MÁXIMA :
NOD R I ZA :
A DECA M ÁX I M A :
269
Está un poquito gordo, sin embargo
ha prometido someterse a dieta
y rebajar diez kilos en tres meses
a base de ensaladas y panquecas.
Verás cómo es de chéYere su smoking
cortado por un sastre de Inglaterra,
y lo bien que le queda la peluca,
y la plancha lo linda que le queda.
Tiene un ojo de vidrio de Murano
que parece un rubí cuando bizquea.
N O D R I ZA:
�1 uérete,
que lo 11 aman J uan Sopita
porque bebiendo sopa se chorrea.
ADECA .\IÁX I M A :
J U LI ETA :
(Entra un criado.)
CRIADO :
270
Tengo que regresar i n med i atamente a segun su
viéndoles e l wh isky. Por favor, vayan inmed i at a
men te, no me deje n solo.
A DECA MÁXIMA ;
Allá vamos, Casim iro, dej a el agi te. (Sa le el cri ado.)
NODRIZ A :
ROM EO:
RENVOLIO:
271
Le haremos u n h onor a l os adecos
i ngresando a su bonche med i o palo.
ROMEO :
l\I ERCU C I O :
RO�IEO :
�IERCU C I O :
272
RO:\IEO :
MERCU CIO:
ROMEO:
¿ Qué sofiaste ?
l\IERCU CIO :
ROMEO :
ME RCU C I O :
273
es deci r, no trataba l a cultura
como tema su perfl uo o secu ndario,
ni como taran t í n propagandístico,
n i como ociosidad de encam bu rados,
sino que constr u í a bibl io tecas,
instauraba u n a escuel a de teatro,
le daba s u bsistenci a a los museos,
devolví a a l a música su rango,
no aceptaba culebras tenebrosas
ni por televisión ni por la rad io,
e i n corporaba el pueblo veron és
al fuego creador con temporáneo.
ROMEO :
B ENVO L IO :
RO:\IEO :
274
E S C E N A IV
Salón en l a c asa del Adeco M áximo
A DECO M Á X I MO :
A D ECO MÁX I MO :
ADECO 2.0:
275
Toda Veron a vi no a n u estra fiesta
desde Pepi to Herrera has ta M onengue,
y vino la gloriosa j u ventud
encabezada por Pérez J iménez.
ADECO MÁXIMO:
l'EOBALDO:
És te t ie n e u n a voz de copeyan o
q u e l a careta disfrazar n o puede,
y tie n e un canlin ar de jesuita
q uc es i n 1n ancable en el part ido verde,
276
y h a venido a reírse de nosotros
en n u estro propio hogar. ¿ Cómo se atreve ?
¡ Tras sacarlo a patad as de la casa
le rezaré el tedéum que se merece !
,
TEO B A LDO :
TEO BA LDO :
ADECO MÁ XIMO :
¡ Que te aproveche !
277
ROM EO (a ]u lieta) con q uien ha q uedado solo en un á n
gu lo de la escena) de man os . cogidas) :
Si he profan ado con m i mano ardiente
l a i nmac u l ad a mano que me h as d ado,
se d ispone mi boca pen i te n te
a pagar con u n beso su pecado.
J U L I ETA :
ROMEO :
J U L I ETA :
ROM EO :
J U LI ETA :
ROM EO :
278
J U L I ETA :
ROMEO :
ADECA M Á X I M A :
RO M EO :
J U L I ETA :
RO MEO :
279
ADECO MÁXIMO:
JULIETA :
N ODRIZA :
JULIETA :
2 o
ESCENA V
Callejón fren te a l a tapi a del j ardí n del Adeco Máximo
(Entra R omeo.)
ROME O:
BE NVOLIO:
ME RC UC IO:
BE NVOLIO:
i\IE RC UC IO:
28 1
Seguía tan ardientemente en amorado después de
m uerto que no pudieron cerrarle l a tapa de la urna.
¡ Acude, espíritu de Romeo! Te i nvoco por l os
ojos bri llan tes de l a adeca que tú amas, por su
fren te blanca como el emblema de su partido, por
sus la bios color de bandera ñ ángara, por sus pati
cas de azúcar y canela, por sus teticas de modelo de
la tele, por sus trémulos m uslos y por l os paraj es
veci nos a esos musl os, ¡ El señor te dé su glori a ! ,
para que aparezcas en esta 'sesión espiri t ista al aire
l i bre.
BENVO L I O :
MERC U C I O :
IlENVOLIO :
ME RC U C I O :
282
BENVO L I O :
ESCENA VI
J ard í n de l a casa del Adeco M áximo con ven tana en
u n ángulo superior
(E n t ra Romeo.)
ROMEO :
283
nos oega l a blancura de su fren te
v la noch e se rnuere len tamen te
'
¡ A y de n1 í , d ulceme n te en amorad a
de qu ien amargamente no debiera,
ansiosa de entregarn1e por en tera
a qu ien me im piden en tregarle n ad a !
¡ Ay de n1í , fel izme n te desd ichada,
l i bre paloma que l as alas d iera
porque, cautiva del amor, v i viera
tan carcelera con10 encarcel ad a!
Lo qu iero con el jugo de m is ven as,
con el t i b io rumor de mis colmen as,
con la m iel de mis fru tos en sazón,
y enloquecida por mi amor le pido :
¡ Abandona, m i amor, ese partido
que me tiene part ido el corazón!
RO'.\IEO:
284
JU L I E T A :
JU L I ETA :
RO M EO :
JU L I ET A :
RO M EO :
JU L I ET A :
ROM EO :
285
(Vuelven a oírse ruidos. Un perro ladra en el int erior
de la casa.)
JU L I E T A :
ROMEO :
JU LI ETA :
R O MEO :
2 86
J U LI ETA :
RO MEO :
J U LI ETA :
ROMEO :
J U LIETA :
JULIETA (a la Nodriza):
No te pongas nerviosa, Petro n ila,
que es toy en el balcón cogiendo fresco.
287
(A R omeo.)
JULIETA (apareciendo):
Como con1 pre nderás, es i m posible
que sigamos hablando en el sereno,
pero voy a dec i rte dos palabras
an tes de re tirarme a m i a posen to,
y es que si andas b uscando foq u i foqu i
mejor es que no v uelvas por todo esto,
pero si tienes buenas i n tenciones
y si tu amor es un asun to serio,
j usto es que me propongas matrimon io,
proposición que de an temano acepto,
y desde ya me d igas a qué hora
hoy nl ismo nos veremos en el templo.
ROMEO:
.JU LIETA:
288
u n t i po con m illones e n el b anco
pero más fastidioso que u n teléfono,
u n a especie de O n asis tropical . . .
y yo de J aquel í n no tengo u n pelo.
NODRIZA :
j J u l ieta ! ¡ J u l ietica !
JULIE TA (a la Nodriza):
¡ Voy Nodriza!
(A R omeo.)
¡ Ad i ós, m i corazón! ¡ Ad i ós, R omeo !
Te mandaré m a ñ a n a u n pape l i to
para q ue me respondas al momen to
en q ué s i t io, a qué hora y con qué cura
vamos a cele brar el casam iento.
(Sa le.)
RO ME O:
JULI E TA (apareciendo):
Q u i é n t u v i era la voz de l a campa n a
para can tar t u nom bre s i n sosiego
y repicar en los atardeceres
cien mil veces R omeo, mi R omeo.
289
ROME O:
JULIETA :
ROM E O:
JULIE TA :
ROME O:
290
para con tarle l o que me ha pasado
y supl icarle que me dé un consejo.
(Sale.)
ESCENA VII
Celda de Fray Loren zo
F RA Y LORENZO :
29 1
tranto que dev uelve l a alegrí a a los sexos cansados.
Por aqu í llevo el ñongué que d a paz a l os asmáti
cos y el amargón que det iene l as d iarre as. No me
fal ta e l llanté n que cierra l as ú lceras estomacales,
n i el cari aqu ito morado que espan ta l a m a l a som
bra y evi t a la lepra, n i l as flores de saúco qu e di
l uyen los hemorro ides. Llevo el cardosan to que se
atreve a en fren társel e al cáncer y e l bej uco de es
trella que neu tral iza los venen os. Hoj as de rnal a
gueta para l as fricciones, escoba d u lce para l a d i
sen tería, gu ari toto para l im piar l a sangre, bej u co
del d i ablo para e l reuma, guayaba arrayán para l os
parási tos, ruda para l a sordera ) los males del co
'
ROl\IEO:
FRAY LORENZO:
292
los periódicos, se atragan tan el desayuno de carrera
y luego se meten en un tráfico más trancado que
cin turón de cas tidad . Llegan al trabajo a tomarse
un equ an il si son de la clase alt a, u n alka-seltzer s i
s on d e la clase media, o u n añej o doble si son del
proletariado. Las tres cosas conducen de cabeza a
l a neuraste n i a. D ichoso tú, que te levantas tem
prano.
F RA Y LO RENZO :
ROM EO :
F RA Y LO RENZO :
ROMEO :
F RA Y LORENZO:
293
en tiendo u n a palabra del crucigrama que me h as
puesto.
ROMEO :
F RA Y LORENZO :
R O:\IEO :
F R A Y LO RENZO :
294
ROMEO:
F RA Y LO RENZO :
ES C E N A V II I
U na calle
BENVOLIO:
M E R C U C I O:
2 95
BENVOLIO:
!\IERCUCIO:
BENVOLIO:
l\IERCUCIO:
BEN\'OLIO:
:\IERClJCIO:
296
da n i nfóm a n a como H elena de Troya? Bon j our,
Romeo ! Te sal udo e n francés porque anoche te
fu iste a la francesa.
ROMEO :
M E RC UC I O :
ROMEO :
M E RC UC IO :
ROMEO :
M E RC UCiú :
ROMEO :
BENVO L I O :
¡ Barco a la vista !
297
ME RCuc10 (haciendo u n gesto):
Vamos a tocarle la popa a ver s 1 es goleta o s u b
manno.
MERC UC IO:
NODRIZA :
ME RC UC IO:
NODRIZA:
ROMEO:
NODRIZA:
RO IE O:
298
estado. Por o tra parte, yo aoy ese j oven Romeo que
usted busca.
NODRIZA :
ROMEO :
NODRI ZA:
ROMEO :
NOD R I ZA :
güenzas ! Me ti e m b l a l a papera de i n d i gn ac i ó n . Y yo
2 99
que ven í a a traerte u n recado m uy import ante
para t i .
RO 1EO:
NODRIZA:
ROMEO:
NODRIZA:
ROMEO:
J u l ie t a de m i parte .. .
NODRIZA·.
ROMEO:
300
NODRIZA :
RO MEO :
NODRIZA:
NODRIZA (rechazándola):
ROMEO:
NODRIZA (saliendo):
ROMEO:
j Si D i os q u iere 1
301
ESCE NA IX
J ard í n del Adeco M áximo
(Entra ]ulieta.)
JULIETA:
NODRIZA:
JL'LIETA:
302
N O D R I ZA :
J U LI ETA :
NOD R I ZA :
J U LI ETA :
NODRIZA :
J U LI ETA :
NODRIZA :
303
JULIETA:
(Se arrodilla. )
NODRIZA:
JULIETA (levantándose):
Corro al e ncuen tro del amor d ivin o
y d e l amor pagano. ¡Ad i ós, Nod r iza !
E l amor es u n pájaro señ ero
cuyo vuelo n u pc i al n os da la d icha.
(Sale.)
304
ESCENA X
FRAY LORENZ O:
ROMEO:
FRAY LORENZO:
305
RO M EO (apasionada mente) :
C uando t u voz desde t us l a bios vuela
y t u alien to perfuma al l ad o mío,
e l pecho se me llena de candela
y la sangre me corre como un río.
JU LIETA (apasionadamente) :
C uando m is fi bras tu presenci a agi ta
y veo brillar tus ojos tan cercanos,
mi corazón es u n a tortol i t a
que q u 1s1era morirse en tre tus manos.
F RAY LO REN Z O:
TELÓN
306
A C T O S E G U N D O
ESCENA I
BENVOLIO :
BENVO L IO :
M E RC U C I O :
307
esos que van por ·el m u ndo pred icando carid ad cris
tiana con u n garrote escondido bajo l as alas de
ángel . d ispuestos a rom perle l a crisma al prój imo
que d icen amar como a sí mismos.
H ENVOLIO:
¿ Eso piensas de mí ?
M ERCUCIO :
BENVOLIO:
:\IERCUCIO :
.\IERCU CIO:
308
fEO B A LDO :
M E RC UCIO :
TEOBA LDO:
!\f E R C U C I O:
B E N VO LI O :
!\I E RC: UC I O:
309
f EOBALD O:
ROM EO:
T EOBALD O:
ROM EO:
MERCU CIO :
310
(A Teo ba ldo.)
Te voy a hacer tragar s i n v asel i n a
l as groseras palabras q u e h as l anzado,
Teobaldo cazarratas, mataperros.
¡ Sal para el med io si te crees tan macho !
TEO BA LDO :
ROMEO :
MERC U C I O :
31 1
B ENV OL I O:
M ERCU CIO:
ROM EO:
M ERCU CIO:
ROM EO:
M E Rc u c 1 0 (rnori b un do) :
M a ii a n a nl isn10 comenzarán a darse banq uete con-
312
migo los gusanos. ¡ Mald i tos sean vuestros dos par·
t idos ! Tráiganme u n cura que sea también c iru j a·
n o para que primero me opere y después me con
fiese. « Yo pecador. El pecado m ás grave que h e
cometido es h aberme d ej ado matar por u n s istema
en el cual n unca he creído » . Ad iós cuerpo de M er·
cucio, h uesos de M ercucio, corazón de Mercucio . . .
l es di ce nli alma que se va . . (.i\1uere.)
.
B ENVOLIO :
ROMEO:
313
H e de vengar su muerte con l a tuya
y te escupo la cara mientras tanto.
T EOBALD O :
B ENV OLIO :
ROMEO :
B ENV OLIO:
314
J ERA RCA I .º :
BENVOLIO :
ADECO MÁX I MO :
J ERARCA 1 .0:
Vei n te afios se merece, no lo d udo,
m as quiero en este c aso ser m agnán imo,
ya que Romeo es noble por herenci a
y no u n plebeyo como el Chino C ano.
¡ A destierro perpetuo l o condeno !
Que arregle sus papeles i pso facto
y, si qu iere estar cerca de Verona,
que se vaya a vivir a C urazao.
315
(J\ 1 urmu llos de asom bro y apro bación acogen la sen te ncia.
Van sa lie ndo t odos. A lgun os cargan los cadáveres de Mer
cucio y Teo ba ldo. M úsica adecuada.)
ES C EN A 1 1
Celda de Fray Lorenzo
F RAY LOREN Z O:
ROM EO :
F RA Y L ORENZO :
ROMEO :
316
Yo prefiero l a cárcel o l a n1ucrte
a vivir suspirando en tierra extraña .
F RAY L ORENZ O :
ROM EO:
F RAY L ORENZ O:
ROM EO:
317
¿ Y a ún dices que. el destierro no es la muerte,
que no es oscura cárcel para el alma ?
F RAY LORENZO :
ROM EO:
F RAY LORENZ O :
ROl\f EO:
318
F RAY LORENZO :
N O D R I ZA (desde afuera) :
Permi t idme que pase y os d i ré lo que qu iero. Vengo
de parte de m i señora J ulieta.
F RA Y LO RENZO :
N OD R I ZA :
ROMEO :
319
ch ar las calles de Verana con l a sangre de s u fam i
l i a ? ¿ Dónde está ? ¿ Qué d ice mi perdida esposa de
n uestro perd ido matrimonio : de n uestra desd ichada
fel icidad ?
NODRI ZA :
ROME O:
Déj ate de locu ras. ¿ Eres un hom bre com pleto o una
m uj erzuela desquiciada por l as telenovelas ? ¿ O eres
u n a fiera enj a u l ada que da ca bezazos con tra los
barro tes ? Prin1ero ma taste a Teobaldo y ahora q u i e
res ma tarte tú, con lo cual matarí as a J ul ieta por
caran1bol a, ya que no podría vivir s i n t i . Y a te d ije
que debías aplicar l a filosofí a.
RO M E O :
320
F RAY LOR ENZO :
NODRI ZA:
ROM EO:
F RAY L ORENZ O:
321
Pero dame l a mano y ¡ bu e n as noches ! ,
que J u lieta te espera apasionada ;
empátate con ella t iernamen te
y no olvides q u i t arte la p i yama.
ROMEO :
ESCENA 1 1 1
ADECO MÁX I MO :
322
DR. PARÍS ( levantándose de su silla) :
Es tardísimo, verdad, no me había fij ado. Compren
do que sería indel icado hablarl e a J ul ieta de ma
trimon io en esta hora de l u to. Pero, como a mí no
se me ha muerto n i ngún primo, al no inás oír el
nombre de J ul i e ta el corazón me hace tuqu i-tuqu i .
DR. PARÍS :
DR. PARÍS :
A DECO MÁX I MO :
323
con vos, con esa perch a londi nense que os gastáis,
y esos escudos nobles en el N ational C i ty Bank, y
esa carroza Mercedes Benz y ese cas ti llo med ieval
en Val le Arri ba ?
D R . P A R ÍS :
A DECA M Á X I MA :
DR. PARÍS :
AD ECO :\I Á X I MO :
DR. PARÍS :
324
ADECO MÁX I MO :
D R . P A R ÍS :
A OECA M Á X I MA :
D R . P A R ÍS :
¿ Cómo ?
A OECA M ÁX I MA :
ESCENA IV
Balcón de J u l i eta
JU LI ETA :
325
no h a empezado a n acer l a flor del d í a
y aún canta en tre l a sombra el ru iseñ or ?
Ese tri no q ue te h a sobresal tado
fue el ru iseñor que encima del granado
desgrana him nos para n uestro amor.
ROMEO :
J U L I ETA :
J U L I ETA :
¡ Nod r i z a ! ¿ Qu é pasa ?
N ODRI ZA :
32 6
J U L I ETA :
J U LIETA :
J U L I ETA :
ROM EO :
327
palpitará en m i pecho sin sosiego
y vagará como un caballo ciego
b uscando la querenci a de tu fren te.
(R omeo se aleja haciendo señas de despedida. ]u lieta ale
tea un pañ uelo desde el balcó n . Música adecuada.)
ESCENA V
Habi tación de J ulieta
J U L I ETA :
A DECA M Á X I MA :
J U L I ETA :
.\ OECA M Á X I MA :
328
ADECA MÁX I MA :
ADECA M Á X IMA :
J U L I ETA :
ADECA MÁXIMA :
J U LI ETA :
¿ Qué monstruo ?
A DECA M Á X I M A :
J U LI ETA :
3 29
primo y m uchas cosas más . C as tigarlo poqu ito a
poco con mis dedos, morderlo poq u i to a poco con
mis d ien tes, eso es lo que deseo. N u nca quedaré sa
t isfecha de Romeo h asta que no lo vea tendido
j un to a mí. C u an to sufre m i corazón al escuchar su
nombre y n o poder acercarme a donde él está para
vengarme del amor que yo sen t í a por Teobaldo en
l a carne de aquel que a Teobaldo l e qu i tó la vida.
J U LI ETA :
A DECA M A X I M A :
330
P arís, el m ás noble y galante caballero de Verona,
el hombre mejor vestido de los países bolivar ianos,
la envidia de todos los playboys, el vellocino de oro
de todas l as muchac has casaderas del país. ¿ No te
h aces pipí de dich a ? ¿ Qué te parece ?
J U L I ETA :
u n ren acuajo . . .
ADECA M Á X I M A :
¡ Oh !
J U L I ETA :
¡ Oh !
.J U L I ETA :
33 1
ADECA MÁX I .\IA :
ADECO M Á X I M O :
ADECA MÁX I MA :
ADECO M Á X I MO :
J U L I ETA :
332
ADECO M Á X I J\1 0 :
J U L I ETA :
AD ECO MÁ X I MO :
N O D R I ZA :
333
ADECO MÁX IMO :
¿ Y a t i qu ién te h a dado vela en este en tierro, an
ciana en trometida ? Anda a chismear con t us igu ales
y n o metas tu coch i n a n ariz en lo que no te im
porta, viej a de m ierd a. (La arnenaza con un puñe
tazo. La Nodriza re trocede aterrada.)
ADECA MÁXIMA :
No te acalores tanto. Te va a dar un soponcio, te
va a volver l a pun tada, ten cuidado, m i amor, n o
te sofoques.
ADECO MÁXIMO :
Si es para volverse loco. H e pasado toda la v i d a tra
baj ando para ella, ed ucándo l a en l os mejores col e
gios, v is tiéndola en l as mejores bou t iques, aconse
j ándola d í a y noche, preparándola para u n buen
matrimonio, y ahora, cu ando le he consegu ido u n
prí nci pe henchido d e bellas prendas, e l j oven m ás
rico y más pepeado de toda Verona, esta m u i1 eca
necia y pretenciosa desdefi a la fortu n a que l e sonríe
t
33 4
como mi hij a. Piénsalo b ien, J ulieta. Ésa es m i úl
tima palabra y no me echaré atrás n i un m ilí metro.
¡ Caraj o ! (Sale.)
J U L I ETA :
A DECA M Á X IMA :
J U L I ETA :
NODR I ZA :
335
salvo el propio Romeo, que es un cabal lero y no le
v a a decir nad a a n adie. Y ese doc tor París tiene
u nos ojos verdes tan bon i tos y u n carro deportivo
que es un sueño . . .
JU L IETA :
NOD RIZA :
JU L IETA :
Amén.
NO DRIZA :
¿ Qué ?
.J U LIETA :
NODRIZA :
J ULI ETA :
336
puede dar el miedo es l a claud icación . Sólo me que
da Fray Lorenzo. I ré a buscar al monje y, si él tam
bién se raj a, yo misma tendré valor y fuerza para
arrancarme la vida an tes que d ársel a a otro que no
sea Romeo. (Sale.)
ESCENA VI
Celda de Fray Lorenzo
F RA Y LO RENZO :
DR. P A R Í S :
F RAY LORENZO :
DR. PARÍS :
337
decidió apresu rar s u matrimonio
con este m uñecote apasion ado
que el sábado en la noche va a gozar
m ás que u n ch i v i to en el j ardí n botánico.
F RA Y LO R ENZO :
D R . PA RÍS :
F R A Y LO RENZO :
DR. P A R ÍS :
J U L I ETA :
DR. PA RÍS :
338
F RA Y LO RENZO :
¿ Vienes a confesarte, n i ñ a m í a ?
J U L I ETA :
DR. P A R Í S :
J U L I ETA :
DR. P A R Í S :
J U L I ETA :
F RA Y LO REN ZO :
DR. PARÍS :
339
J U LIETA :
F RA Y LO RENZO:
JU LIETA :
F RA Y LO RENZO:
340
un a muerte fingida que te salve
de tanta muerte real que llevas den tro.
J U L I ETA :
F RAY LORENZO :
34 1
y sigu iendo l a usanza del país
como de novi a vestirán t u cuerpo ;
y con flores de todos l os j ard i nes
cu brirán l a madera de tu féretro ;
y l uego en tre suspiros y lati nes
te llevarán cargad a al cemen terio ;
y allí te dej arán serenamen te
acostada en l a cripta o mausoleo
donde reposa tod a tu fam i l i a
desde l o s tiempos de t u bisabuelo.
J U L I ETA :
F RA Y LORENZO :
J U LI ETA :
342
J U LI ETA :
ESCENA VII
Sala de l a c asa de Adeco M áximo
. ADECO M Á X I MO :
343
NODR IZA :
A DECO M Á X I M O :
NODRIZA :
ADECO M A X I MO :
J U L I ETA :
ADECO M A X I MO :
J U L I ETA (a la Nodriza) :
Nodriza, acompáñ ame a mi cuarto. Qu iero elegir el
traj e m ás hermoso para pon érmelo e n la hora m ás
hermosa de m i v ida.
344
ADECA M ÁX I MA :
ADECA M Á X I MA :
ADECO MÁXIMO :
(Sa le.)
E S C EN A V I I I
A posen to de J ulieta
J U LI ETA :
345
NODRIZA :
(Sa le.)
J U L I ETA :
346
Esgrime su puñ al para matarlo.
¡ No, Teobaldo, dete nte, te lo ruego l
¡ Corre, corre, Romeo, m i adorado !
Por t i vivo esta muerte, amado mío,
por t i perezco y por tu amor me salvo.
NODRIZA (e n trando) :
¡ Señorita ! Está dormida como u n tronco l a pobre
ci ta. ¡ A levan tarse, novia, palomi ta con sueño, co
razón mío. ! M ira que ya han comenzado a llegar
los regalos y los ramos de flores. Tu padre me
ha mandado a despertarte. ¡ Leván tate, lucero de
la mañ ana, que ya el novio ha ven ido de pu n ta en
bl anco a verte, consum ido de amor y de impacien
c i a ! ¡ No responde ni una palabra ! ¡ Qué sueño
tan pesado ! Mejor así porque el doctor París no
la va a dej ar dorm i r esta noche, ni mañan a en la
noche, ni en toda la seman a ! D ios nle perdone lo
mal pensada (J\1 úsica en e l int erior.) ¡ Vamos, cor
deri ta l i nda, que y a los m úsicos es tán afi n ando sus
instrumentos ! (Se acerca al lecho.) ¿ Cómo ? ¿ Te
quedaste dormida con tu 1 indo vestido puesto ? J u
lieta, J ul ietica, despiértate o tendré que sacud irte
con mis propias manos. ¡ J ul ieta, n i ñ a, sefiorita, se
ñora ! (La sacude y luego la toma en t re s us brazos.)
¡ Seliori ta J ul ieta ! ¡ Ay de mí ! ¡ Socorro, socorro !
(A los gri l os de s ocorro entran dc/Jrisa el A dero
Máx imo, la A deca J\1áx irrza, e l doctor París y algu-
347
n os criados.) ¡ Qué cosa tan h orrible ! ¡ Socorro !
¡ Socorro, D ios mío, que m i n i ñ a está muerta ! ( To
dos corren hacia el lecho y de pron to q uedan está
ticos como en un conge lado de cine.)
TELÓN
348
E P f L O G O
ESCENA 1
(A l p ú b lico.)
F RA Y LORENZO :
349
le comprará u n veneno a u n boticario
y volverá a Veran a con presteza,
firmemente resuelto a s u icidarse
a n te la t umba fresca de J ulieta.
Sabéis que en l as oscuras catacumbas
donde los m uertos v i ven s u tiniebla
se encon trará con el doc tor París
hablando a solas con s u nov i a yerta,
diciéndole que s igue en amorado
y que se muere de v i vir s i n ella.
Sabéis que al tropezarse los dos v i udos
transform arán sus l utos en con ti enda
y que Romeo matará a París
tras brava l uch a en tre mortuorias piedras.
Por último sabéis que n uestro héroe
se beberá la pócima s i n iestra
y morirá j urand_o que s u amada
en las regiones del no ser lo espera.
Y que luego J u li eta, al despertar
y advertir el horror que la rodea,
l a m uerte se d ar á con u n a daga
para hacer la desgracia m ás completa.
350
( Vuelve a pasearse pensat ivo. De repente mira su reloj
p u lsera.)
ESCENA 11
Cementerio de Vero n a
35 1
F RA Y LORENZO :
ROMEO :
F RA Y LORENZO :
DR. PA RÍS :
352
FRAY LORENZO :
FRAY LORENZO :
DR. PARÍS :
353
F R A Y LO RENZO :
D R . PA RÍS :
(Sa le en carrera.)
ROMEO :
F RAY LORENZO :
354
(rn ira el reloj) dentro de pocos segundos. ¡ No está
muerta, hijo m ío, está dormida !
ROMEO :
355
H iéreme, amor, con filo de cl aveles ;
átame , amor, con tu dogal de m i eles ;
q u émame, amor, en tu rosal de fuego.
Restituye a m i p ulso su l atido,
devuélveme la voz que habí a perd ido
y préstame tus ojos, que estoy ciego.
DR. PARÍS :
ADECO MÁX I MO :
ADECA M Á X I M A :
'
COPEYANO MA X I MO :
COPE YANA MÁ X I MA :
356
NODRIZA :
B EN VOLIO :
J ERARCA I .0 :
¿ Dónde están esos n i ños descarriados cuya desapari
ción ha traído la i n tranquilidad a los más honora�
bles hogares de Verona ?
F RA Y LO RENZO :
NODRIZA :
357
F RA Y LORENZO :
ADECO MÁXI MO :
358
Podéis cambiar pasado por presen te
y hasta podéis cambiar de Presidente,
pero lo que no cam bia es el Sistema.
TELÓN
359
i NDICE
Soneto exótico 9
Soneto romántico 10
Soneto cánd ido l l
Soneto místico 12
Soneto erótico
Soneto mórbido
Aniversario de la muerte de Leo
Don Salomón
Ayer
Hoy
Moralej a
Semana Santa en Macuto
Lunes Santo 19
M artes San to 20
M iércoles Sa n to 2l
J ueves Santo 22
Viernes San to 23
Dom ingo de R esu rrección 24
Genio y figura 25
Consagración del i nvierno 26
36 1
SIN F O N Í AS T ONT AS
V ERSO S C I RC UNST AN C IA L E S
C R Ó N IC A M O R RO C O Y UNAS
362
H i tler es el verd adero M es í as 121
Seis pregu n tas n o más i 25
Se descu bre el asesi n o de Don J u ancho 1 29
U n a carta de pésame 1 32
Dos poetas se caen a tiros 1 3�
E n defensa de l os l i bert i n os 1 38
Los j ud íos pel igran e n Venezuel a 1 42
Se ampl í a n l as ca usales de divorcio i 46
¿ Es necesari a esta llamad a ? 1 50
Pedro Sotillo en trevista a Can t i n fl as 1 55
Yo soy un gra n b i l h arziano 1 59
Biografí a de u n sobador 1 63
La maestrica de ari tmética 1 69
M ie n tras no l l ega el a u tobús 1 74
La avi ación y sus encan tos i 78
La s Amas de Casa s e en trevistan c o n el Pre iden te i 83
Los conspiradores i 87
Enciclopedi a deportiva
El golf 1 90
Las bol as cri ollas 1 94
La acerí a 1 97
El ajedrez 1 99
El bridge 203
El dom inó 207
Carta a l os dos Gobern adores d e Caraca 21 1
Discurso de los sesen ta años 218
L A S C E L E S T IAL E S
Prefacio
T EA TRO
Don Mendo 7 1
R omeo J u l ieta
363
I mpreso en el m es de febrero de 1 9 7 7
en l . G . Seix y B arral H n os . , S . A .
Avda . J . Antonio, 1 3 4- 1 3 8
Esplugues de Llobregat
( B arcelona)
Manuel Puig, La traición de Rita Hayworth.
J . Leyva, Leitmotiv.
Sergio Pitol, Los climas.
A. M artínez Torres, El antuario inmortal.
J . A. M artí n Morales Gota a gola.
Manuel Puig, Boquitas pintadas.
M iguel Otero Silva, Fiebre.
Fernando Sorre n ti no, Imperios y ervidumbres.
N éstor Sá nchez , Cómico de la lengua .
J ua n Benet , La otra casa de Mazón.
J osé Donoso, Tres noveLitas burg uesas.
M iguel O tero Silva, Oficina 9 l.
H . Rodríguez Espi nosa, El Laberinto.
J osé M. R u b i o La manivela.
A. M artí nez Torres, Fases de la luna.
M iguel Otero S i l va, Casas muertas.
Ramón N ieto, La señorita.
Hernán Laví n Cerda , El q ue a h ierro mata.
Carlos Clerici, El círculo Yesida.
F. G . Al l er, Niña Huanca.
Eduardo Mendoza, La verdad obre el caso Savolta .
Miguel O tero Silva, La muerte de Honorio.
A. - P . Moya, Retrato del fasci ta adolescen te.
Miguel Otero S i l va, Obra humorística completa.
M a n u e l Puig, EL beso de la mujer araña.
J . Leyva, Semana Deportiva.
M iguel O tero S i l va, Obra poética .
J osé Antonio Bravo, A La hora del tiempo.
M iguel Otero Silva, Prosa completa.
1
Miguel O tero Silva nació en B arcelona ( A nzo á tegu i , Venez uela) en
1 90 8 . Fu nd ador d e l se m anario. político-satírico El Morrocoy A zul ( 1 94 1 ) y
del d iario El Nacional ( 1 942 ) , su obra n arra tiva se i nició con Fiebre ( 1 93 9 ;
Seix B arra l , 1 9 7 5 ) . Casas muertas ( 1 95 5 ; Seix B arra l , 1 9 7 5 ) , y a u n c lásico
de la novela latinoamericana conte mporánea , le situ ó en un primerísimo
lugar entre los escritores de su generació n, confirmado posteriormente por
Oficina N9 1 ( 1 960 ; Seix B arra l, 1 9 7 5 ) , La muerte de Honorio ( 1 968 ; Seix Ba
rra l , 1 9 7 5 ) y Cuando quiero llorar no lloro ( 1 9 7 0 ; Seix Barral, 1 9 7 1 ¡. En 1 9 7 5
.
s e estrenó s u pieza tea t ral Romeo )' ]ulieta, i ncluida e n e l vol u men Obra hu
m orística completa ( Seix B a rra l , 1 9 7 6 ) . A l año si guie nte apareciero n Prosa
completa (Seix Barral , 1 9 7 6 ) y Obra poética ( Seix Barral , 1 9 7 6 ) . ·
Paralelam e nte a su l abor novel ís tica, Migu el Otero Silva ha desarrol lado
u n a in tensa actividad co mo h u m orista excepcio nal . Buena parte de las
o bra s q u e , j u nto con otras produ ccio nes, ahora se recogen en el presente
vo l u m e n a pareciero n en el sem anario El Morrocoy A zul. })estacan, en pri
mer l u gar, sus poemas sa tíricos de carácter político , soci.11 , moral y civil ,
c o n abunda nte rec u rso a l a parodia d e l a poes í a c l ásica, popu l ar y mo
d ernis ta, adopción innovadora de metros y formas, y uso lúdico de l a rima.
Los acontecim ientos de la his toria u nivers al - en p arti cul ar el fascismo -
y los de la vida nacio nal y latinoamericana son obj eto de sus burlas fero
ces o amables , venenosas o j oc u ndas, c o n u na capacídad cre adora y
·
una agi lidad estil ística ad m irables . Te m ·;/:::r óni-
· ·
" ,
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