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La prueba mística de la existencia de Dios, La definición que todo lo define.

Erick Antonio Matadamas Hernández

Dios, la divinidad y lo místico son todos conceptos que están curiosamente enlazados en el
imaginario colectivo, pero ¿por qué? es verdad que, por ejemplo, los milagros encierran en
sí mismos algo que no podemos conocer, ocurre lo mismo con Dios y lo divino, la
humanidad se admite que en ellos hay algo totalmente inaprehensible. Es ahí cuando los
místico cobra sentido, pues sólo lo místico está escondido y escapa de la comprensión
racional.

A razón de esto es que en esta ocasión recupero una de las problematizaciones místicas de
Dios, una que se aleja de las ya más conocidas como son los argumentos para la existencia
de Dios, tanto de San Agustín de Hipona como de San Anselmo, quiénes presunciosamente
se afirmaban capaces de demostrar que Dios existe a fuerza de argumentos y razón. La obra
para esta labor se titula A cerca de lo no-otro, la definición que todo lo define (2008), de
Nicolás de Cusa.

Nicolás de Cusa, fue un filósofo y teólogo, nacido a principios del siglo XV. Se caracteriza
por su filosofía y teología mística. Primero, porque para introducirse al círculo de ciertas
enseñanzas era necesario una iniciación: hemos sido admitidos para dialogar contigo
(2008, p. 27). De este modo dicen los alumnos Abad y Pedro, refiriéndose a su maestro
Nicolás; segundo, en un tono más personal, la complejidad de este argumento, según me
parece, desea que la idea sea críptica, cerrada a sí misma y que cuando por fin se logre
entender, entonces se construya en una abstracción amorfa y difícil de comunicar, que
representa además la experiencia íntima de Dios dónde guarda se su misticismo.

Extraigo ahora un par de fragmentos que harán visible esa dificultad a la que me refiero y
que, además, permitirán hacer a cada uno sus propias interpretaciones.

Introducidos los interlocutores en las elucubraciones acerca de Dios, dicen del siguiente
modo:
Nic.: En primer lugar te pregunto a ti: ¿qué es aquello que ante todo nos hace saber? /Fer.:
La definición /Nic.: Respondes correctamente, pues el enunciado o razón es la definición.
Pero, ¿a partir de qué se dice la definición? /Fer.: A partir de limitar, porque limita todo.
/Nic.: ¡Realmente muy bien! Si por lo tanto la definición limita a todo, ¿también se limita,
consecuentemente, a sí misma? /Fer.: Ciertamente, puesto que nada excluye. /Nic.: Por lo
tanto, ¿te das cuenta de que la definición que define todo es no otro que lo definido? (…) la
definición que todo lo define es no otro que lo definido. (…) Nic.: Contéstame, por tanto,
¿qué es no-otro? ¿Es acaso otro que no-otro? /Fer.: De ninguna manera es otro. /Nic.: Por lo
tanto es no-otro. /Fer.: Esto es lo cierto. /Nic.: En consecuencia define no-otro. /Fer.: Yo
veo ciertamente cómo no-otro es no otro que no-otro. Y eso nadie lo negará. (2008, pp. 29-
33).

Para acercarse a una interpretación que supere el críptico problema que presentan estos
fragmentos hará faltan introducirse más hondamente en la lectura del resto de la obra. Hay
que partir de un primer planteamiento (que sólo servirá de guía), Dios se entiende como el
principio que antecede a todo, el primer principio, el principio de todos los principios; de
aquí se deriva una consecuencia, que Dios no sea algo dentro del mundo; Dios, de hecho,
no puede ser algo que los humanos podamos concebir, porque todo lo que se puede
presentar a la consciencia es posterior a ese primer inicio, la pregunta es ¿cómo es posible
pensar a Dios?

El segundo planteamiento se refiere al principio de identidad de la lógica, A es igual a A,


algo es idéntico a sí mismo; esto mismo es a lo que Nicolas de Cusa se refiere cuando habla
del siguiente modo: la definición que todo lo define es no-otro que lo definido (2008, p.
31). Esto es así porque si se te pregunta ¿qué es el agua? uno puede responder -aunque con
riesgo de ser llamado medieval-: el agua es no-otro que el agua, que se puede decir simple y
llanamente, el agua es agua, o bien, el agua no es otra cosa más que agua. Esto último es a
lo que más debemos poner atención, pues no-otro habla siempre de un principio de
identidad, diciendo: algo es sí mismo; lo otro, entonces, es una cosa distinta a aquello de lo
que se habla.

Esta reflexión es la que compone toda la primera parte de los argumentos del cusiano,
porque teniendo lo anterior claro podemos interpretar más efectivamente, el problema es el
siguiente: ¿existe tal cosa capaz de definir todo, incluso a sí mismo? la respuesta es
afirmativa. Con la perspicacia suficiente se verá que, de hecho, esta definición capaz de
definir todo, incluso a sí misma, es lo no-otro. Lo que antes parecía enigmático ahora
resulta obvio no-otro es no otro que no-otro (2008, p. 33), es decir, no-otro es idéntico a sí
mismo.

¿Por qué resulta tan relevante esta complicada deliberación? precisamente porque este es el
modo en que se tratará de dar solución a la cuestión por cómo es posible pensar en Dios.
Como ya dije antes Dios es anterior a todos lo que conocemos y, por lo tanto, siendo
imposible definirlo por algo posterior y sin ningún otro referente que sí mismo, entonces
Dios es definido única y exclusivamente por sí mismo.

La cuestión parece resuelta, sin embargo, se presenta ahora una paradoja aún más extrema
(es aquí donde la guía del primer planteamiento tendrá que ser abandonada); Dios, bajo esta
interpretación, debe por definición ser externo y superior a todo (más allá de lo otro), y tal
cosa como el principio sigue estando bajo el dominio de las cosas definibles. El problema
sigue presente ¿cómo es posible pensar a Dios? ¿cómo es posible hablar de Dios? la
respuesta que Nicolás de Cusa sugiere consiste en admitir sencillamente la identidad de
Dios consigo mismo, como una cosa que sólo es posible entender desde sí misma, tal
cualidad la posee el no-otro, pues éste se encarga de definirlo todo y de definirse a sí
mismo; sin embargo, la misma palabra y el mismo pensamiento que encierran la
materialización de tal expresión como no-otro es incapaz de decir a Dios, ante la eternidad
que él representa.

El cusiano admitirá que la cuestión es irresoluble y que incluso de tales deliberaciones se


pueden extraer sólo pobres conclusiones que caractericen a Dios más allá de la
imposibilidad de ser aprehendido, pero la resolución no es del todo árida, pues la certeza es
segura, este es camino que más se acerca a develar el misterio que Dios representa.

No me queda más que concluir que en esta resolución aporética es donde se encierra la
verdadera razón de que a esta teología y a este filósofo se les quiera denominar místicos,
pues sólo queda decir concebir a Dios es un deliberación amorfa, abstracta e
inaprehensible.
Referencias:

Nicolás de Cusa, (2008), Acerca de lo no-otro, la definición que todo lo define (Trad. Jorge
M. Machetta), Argentina, Buenos Aires. Editorial Biblos.

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