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La incorporación del “arte popular” a las colecciones


del Museo de Arte de Lima

· ricardo kusunoki y natalia majluf ·


Museo de Arte de Lima

entre los “artistas anónimos de Huanta y de Ayacucho” y el pú-


blico de Lima. No solo el anonimato, sino todos los tópicos del
arte popular están ya definidos en ese texto, desde la ingenui-
dad, la pureza y “la sencillez de los primitivos”, hasta la noción
de mestizaje y “el ritmo telúrico” del determinismo andino4. El
nombre de Flores desapareció de esta primera discusión pública
de la idea del “arte popular” en Lima. Sabogal le devolvería su es-
tatuto de autor en 1931, al publicar en la revista Quipus un artícu-
lo ilustrado con un retrato de Flores sosteniendo otro mate que le
había dedicado en 1928 (fig. 3)5. La división y alternancia entre la
idea de un tipo de plástica considerado expresión de un colectivo
anónimo y la del artista “popular” como individualidad creadora
en el modelo moderno de las bellas artes, marcará desde enton-
ces y hasta ahora una permanente tensión entre dos campos con-
cebidos separados, pero a la vez estrechamente relacionados6.

A lo largo de las siguientes décadas, Sabogal y sus discípulos no


solo vindicarán las artes del interior del país a partir de ámbitos
múltiples –desde la reflexión escrita hasta la formación de co-
lecciones–, sino también convertirán un heterogéneo universo
1
cultural en una categoría única7. La operación permitirá asociar
formas culturales circunscritas a ámbitos regionales con un
El 22 de septiembre de 1923, en algún punto de la sierra cen- discurso más amplio, convirtiéndolas en expresiones de un “ser
tral del Perú que no ha podido ser precisado, el burilador de nacional” mestizo. Su efectiva inserción dentro de un discurso
mates1 Mariano Inés Flores (Huancavelica, s.f. - Mayoc, 1949) cultural nacionalista terminará redefiniendo el horizonte crea-
firmó con su nombre y dedicó dos platos de su autoría al pintor tivo de los propios maestros regionales.
José Sabogal (Cajabamba, 1888 - Lima, 1956) y a su esposa, la
escritora María Wiesse (Lima, 1894-1964) (fig. 1)2. Las piezas En justicia, Sabogal abogaría por la construcción de un solo es-
que Flores entregaba –probablemente como parte de un acuer- pacio capaz de reunir el “arte culto” y el “arte popular”, subor-
do de compraventa– al entonces profesor de la recién creada dinándolos a un abarcador relato de lo “nacional”, aunque al fi-
Escuela Nacional de Bellas Artes, daban forma por primera vez nal quedaran formalmente constituidos a través de la creación
a eso que llegaría a llamarse “arte popular”. En el proceso mis- de dos instancias separadas en la capital: el Museo Nacional de
mo de ese intercambio se definían además los límites y paráme- la Cultura Peruana, de carácter estatal, fundado por el propio
tros del campo artístico peruano del siglo XX. pintor y abierto en 1946 con el fin de albergar el ahora llama-
do “arte popular”, y el Museo de Arte, creado por un patronato
Más de un lustro después, en abril de 1928, Sabogal diseñaba privado-estatal en 1954 para establecer un acervo dedicado a
la portada de la revista Amauta con un “dibujo de un mate de las bellas artes8. La formación de colecciones de esas dos ins-
Huanta”, sin señalar el nombre del autor (fig. 2)3. Al año siguiente tituciones reafirmó y fijó la tajante división que empezaría a
incluyó en la sección de “Arte peruano” de la revista un grupo desarticularse desde otros espacios solo en las décadas siguien-
de viñetas bajo el título “selección de mates por José Sabogal”, tes. Es así que en el acervo del museo que Sabogal fundó no se
acompañadas de un texto suyo que lo ubicaba como el mediador encuentran hasta donde sabemos ni obra del pintor ni de los

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1 Mariano Inés Flores: Mate dedicado
a María Wiesse, 1923. Promesa de
donación al Museo de Arte de Lima
(Foto: Daniel Giannoni).

2 Portada de Amauta n.° 14, abril de


1928. Biblioteca Manuel Solari Swayne.
Museo de Arte de Lima.

3 Mariano Inés Flores: Mate dedicado


a José Sabogal, 1930. Museo de Arte de
Lima. Donación Natalia Majluf en
reconocimiento de Luis Eduardo
Wuffarden. (Foto: Daniel Giannoni).

seguidores que lo acompañaron de diversas formas en la recu-


peración del arte “popular” y en la formación de la institución:
Camilo Blas (Cajamarca, 1903 - Lima, 1985), Alicia Bustamante
(Lima, 1908-1968), Enrique Camino Brent (Lima, 1909-1960),
Teresa Carvallo (Lima, 1895-1989) y Julia Codesido (Lima,
1883-1979). Solo quedan en los fondos propios de ese museo
varias decenas de acuarelas y dibujos de estudio y calcos que
los pintores indigenistas realizaron de las piezas que reunieron
allí, incluyendo los mates burilados9. Resulta sintomático que
cuando la familia de Sabogal organizó una gran exposición en
su homenaje poco tiempo después de su muerte, lo hiciera no
en la institución que el pintor había fundado y en la que trabajó
los últimos años de vida, sino en el nuevo museo, que entonces
apenas tenía sede propia10.
2
Los estatutos de fundación del Patronato de las Artes, crea-
do para establecer el Museo de Arte de Lima, habían fijado su
función como la de “inventariar y catalogar científicamente el
acervo artístico que existe en el país, no alcanzado aún por la ac-
ción oficial”11. Esa definición equivalía a las bellas artes, un rubro
evidente, pero que paradójicamente no contaba aún con un es-
pacio ni un acervo propio12. Efectivamente, pocos años después,
una gran donación realizada por las familias Prado y Peña Prado
–la llamada Memoria Prado– terminaría por definir la misión
del museo como una colección panorámica del arte en el Perú.
En sus estatutos, el Patronato de las Artes se proponía además
promover un “Salón Anual de las Artes Plásticas” y “exposicio-
nes anuales de arte popular”, propuesta que claramente definía
campos separados, materializados luego en las importantes bie-
nales de artesanía organizadas a lo largo de la década de 1960
por un museo que no coleccionaba objetos de “arte popular”13.

Esa categoría mantendría los significados establecidos por


Sabogal hasta fines de los años setenta, o quizás inicios de
la década siguiente, cuando los complejos procesos sociales
3
del país extendieron sus sentidos para abarcar también a la
cultura urbana14. Al comenzar el siglo XXI surgía además un
nuevo punto de interés académico alrededor de la Amazo- damento de la identidad del país. Si la indefinición concep-
nía, aunque este planteaba parámetros distintos de debate15. tual resultante ha hecho evidente la necesidad de revisar el
Sobre todo frente al rol que el discurso nacional peruano ha concepto, la persistencia de campos paralelos de validación
asignado al área andina como reducto de lo tradicional y fun- para el llamado “arte popular” y para el “culto” es a la vez una

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4 Anónimo, Alto Mantaro: Plato,
ca. 1850. Promesa de donación al Museo
de Arte de Lima. (Foto: Paolo Piaresi).

5 Atribuido a Mariano Inés Flores:


Mate azucarero con escenas de la Guerra
del Pacífico, ca. 1920. Museo de Arte de
Lima. Donación Oswaldo Avilez
D’Acunha. (Foto: Daniel Giannoni).

perpetuación de profundas diferencias étnicas y sociales. En que tuvo en el imaginario nacional peruano del siglo XX la ca-
años recientes nuevas investigaciones han cuestionado aque- tegoría primero definida por Sabogal.
llos viejos paradigmas a partir de un conocimiento preciso de
los objetos, así como de sus productores y comitentes16. Esos La reflexión sobre el “arte popular” desde las políticas de co-
acercamientos permiten reafirmar que la necesidad de diluir leccionismo del museo suponía por ello un reto más comple-
las fronteras de clase y de etnicidad embozadas en la termino- jo, pero también una oportunidad, que obligaba a insertar las
logía artística no puede descansar en una descontextualiza- obras hasta entonces identificadas bajo esa denominación en
ción de los objetos. una narrativa mayor sobre la evolución de la plástica en el Perú.
El intento por encontrar su ubicación en la historia implicaba
Es en esta encrucijada que el Museo de Arte de Lima empezó entender la especificidad de esas piezas en el marco de tradi-
hace ya cerca de dos décadas el proceso de revisar sus polí- ciones concretas. De alguna forma, significaba pensarlas bajo la
ticas de colección y redefinir el papel que debía jugar en re- lógica práctica de la historia del arte. El espacio discursivo del
lación con aquellas largo tiempo consideradas “artes otras” y museo permitía así activar el reconocimiento de las diferencias
ausentes de sus relatos. El proceso fue quizás más fácilmente constitutivas de cada objeto, algo que ya Mirko Lauer había
asumido con conjuntos como la fotografía, el diseño o las artes reclamado décadas atrás como condición para reconocer una
gráficas, que no tenían representación local pero que ya esta- paridad plena entre instancias distintas de creación plástica18.
ban de alguna forma validados en los discursos y en los museos Desde esta perspectiva, la categoría de “arte popular” revela
de arte moderno en el campo internacional17. Y si bien las es- su verdadera dimensión operativa si es despojada precisamen-
pecificidades de cada uno de esos medios contribuyeron tam- te de aquel carácter cuasi mítico que le asignó Sabogal, quien
bién a confundir productivamente las nociones de “arte culto” intentó articular con ella un discurso de autenticidad cultural
y “arte popular” en las narrativas del museo, lo cierto es que que iniciaba con la propia civilización en los Andes. Frente a la
ninguno de ellos tenía una historia o gravitación similar a la visión de un proceso orgánico que encontraba un punto nodal

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en la conquista española, para convertirse finalmente en la ex- sierra central en el área que abarcan los departamentos de
presión armónica del mestizaje entre lo indígena y lo hispano, Ayacucho y Apurímac21.
vale reconocer más bien la permanente existencia de disconti-
nuidades. Se trata, en realidad, de reivindicar la condición his- Su distancia de la capital, sin embargo, no implicaba un to-
tórica de objetos generalmente asociados con esencias cultura- tal aislamiento geográfico o temporal, una idea que los indi-
les y continuidades sin fisuras, ajenas a toda fricción o proceso genistas sutilmente enfatizaron a través de las nociones de
social. La posición del Museo de Arte de Lima en el debate ma- “pureza” que asignaron a lo que empezaban a denominar
yor sobre el “arte popular” fue asumida como una contribución como “arte popular”. El lenguaje narrativo que caracteriza-
al esfuerzo actual por extraer esos objetos del limbo en que se ba la obra de materos como Flores no parece provenir de los
encontraban, entre un eterno presente y un eterno pasado en tiempos coloniales, sino de la intensa circulación moderna
que el discurso inamovible de la nación los había ubicado, para de imágenes potenciada por la xilografía a contrafibra y otras
devolverlos a un debate que pudiera contemplar su lugar en un técnicas de impresión en el siglo XIX. Ante el carácter tradi-
entramado histórico preciso. cional asignado a la elaboración de recipientes de calabaza,
también suele olvidarse el novedoso repertorio de imágenes
para una historia de los objetos sin historia presente en estos objetos, tanto más resaltante en cuanto el
En la práctica, el término clave –lo “popular”– establece una costumbrismo no alcanzó en paralelo un auténtico desarrollo
clara identificación entre las nociones colectivas de “pueblo” y fuera de la capital. Incluso a diferencia de las representacio-
“nación”, este último un concepto moderno que en su sentido nes limeñas, que por lo general poseen un carácter evocador
más abarcador solo empieza a articularse en el Perú de mane- y nostálgico, fue en el mate donde la referencia al entorno
ra precisa en la década de 1920. Antes de esto, las tradiciones inmediato asumió un sentido deliberadamente anecdótico.
plásticas plenamente republicanas o las que hundían sus raí- En el espacio discontinuo pero de diálogo creado por la im-
ces en los tiempos virreinales habían tenido un carácter espe- prenta, circulaban también algunas de las grandes obras de la
cíficamente regional, y ninguna de ellas –ni los objetos que les pintura de historia local, como lo reflejan los modelos usados
estaban asociados– eran vistas como emblema de la totalidad por algunos materos para ilustrar momentos culminantes de
del país. Por otra parte, como han reconocido los especialistas la reciente Guerra del Pacífico, que había tenido un enorme
en el campo, resulta problemático denominar con el término impacto precisamente en la sierra central (fig. 5). La inserción
“popular” a muchas de las obras fabricadas en diversos centros de los productores de mates en una economía visual ampliada
regionales durante el siglo XIX, sobre todo cuando estaban fue, sin embargo, cuestionada por Sabogal, quien descalificó
destinadas a las elites locales19. De hecho, el universo material las escenas tomadas por Flores de la pintura de historia y de
decimonónico era bastante más complejo en términos sociales las oleografías comerciales como una imposición de sus comi-
y étnicos, aunque también muy fragmentado geográficamente, tentes, como algo ajeno a su propia práctica22.
salvo que se viera desde una mirada claramente homogeneiza-
dora que asumía el canon académico y capitalino como única La incorporación de los mates burilados a las colecciones del
expresión de lo “culto”. Este punto de vista solo podía encon- Museo de Arte de Lima permite recuperar los sentidos de un
trar un auténtico asidero a partir de la constitución de un cam-
po artístico, que en el Perú se consolidaría a partir de la fun-
dación de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1919. Resulta
evidente que la forma institucional del “arte culto” se constru-
yó no solo en paralelo sino en permanente diálogo con su otro,
el “arte popular”, y no es casual que fuera un mismo actor, Sa-
bogal, a la vez profesor de la Escuela de Bellas Artes y promotor
activo de las artes regionales, quien tuviera un papel decisivo
en la definición de ambas categorías.

En este contexto, y desde una mirada retrospectiva, la incor-


poración de Flores a la idea del “arte popular” no resulta ni
tan natural ni tan evidente. Las piezas que el burilador de-
dicara a Sabogal y a Wiesse se insertaban en una larga y so-
fisticada tradición de mates con escenas narrativas que había
surgido a mediados del siglo XIX (fig. 4)20. Constituían parte
de lo que al parecer fue una extensa producción, a la que Flo-
res se dedicaba como ocupación complementaria a su trabajo
como agricultor. Aunque se sabe que el artista se trasladó a
Lima en algún momento de inicios del siglo XX, su trabajo
parece haber circulado esencialmente entre las elites de la
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6 Anónimo, Sierra Central: Chicote de
baile, ca. 1860-1900. Museo de Arte de
Lima. Ex colección Luisa Álvarez
Calderón. Fondo de Adquisiciones
2001. (Foto: Daniel Giannoni).

la tradición del mate burilado en relación con otras produccio-


nes de la misma zona que quedaron relegadas de la noción de
“arte popular” tal como se definió a través de las colecciones del
Museo Nacional de la Cultura Peruana o del trabajo paralelo del
grupo indigenista en torno a la “Peña Pancho Fierro”23. Frente
a tal proceso de descontextualización, cabe preguntarse por el
lugar del mate burilado en la compleja trama de la cultura mate-
rial de las capas medias de la región.

La pregunta se hace inevitable en relación con una de las ti-


pologías más notables de la sierra central, las varas y chicotes
de plata, madera y cuero que formaron parte del ajuar de baile
usado por las comparsas de “negritos” entre mediados o fines
del siglo XIX hasta algún momento del siglo XX (fig. 6). Quizás
producidas para los mismos comitentes, quizás parte de un diá-
logo entre sectores distintos de la población, el baile de “negri-
tos” aparece frecuentemente en las escenas costumbristas que
los materos contemporáneos de la sierra central burilaron so-
bre sus calabazas24. Coleccionadas por separado, sin embargo,
como si procedieran de mundos distintos, los mates y las varas
son en realidad tipologías estrechamente relacionadas, parte
de un mismo universo social y cultural, que todavía nos elude.
Pero en su interés por el “rescate” de tradiciones relegadas, el
coleccionismo del mate burilado desde Lima no cuidó de regis-
trar datos de procedencia, función o uso de las piezas que ad-
quirían, informaciones indispensables para precisar la historia
de estos objetos que quedaron fuera de la historia. El proceso
de revisión crítica de las colecciones del museo hace posible re-
dibujar los contextos históricos para la interpretación de estas
piezas, lo que a la vez implica repensar los límites y determi-
naciones de las categorías que han definido las narrativas de la
historia del arte en el Perú.
6
omisiones del “arte popular”
Al sustentarse en un ideal de autenticidad cultural que se con-
género cuya evolución apenas empezamos a comprender en sus trapone tanto con el cosmopolitismo como con la normativa
propios términos. Hace posible, por ejemplo, ubicar las obras de académica, el concepto “arte popular” traza un horizonte muy
Flores y otros artistas del valle del Mantaro en relación con el específico de expectativas. Queda asociado a una estética con-
arte académico, desdibujando así las rígidas fronteras tempora- siderada primitiva, asumida como la expresión de un arte in-
les que se construyeron para separar las categorías operativas genuo y limpio de convenciones foráneas, aunque el término
del campo artístico. También permite, alternativamente, ubicar pueda en realidad referirse a lenguajes no académicos suma-

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7 Camilo Blas (José Alfonso Sánchez
Urteaga): Estudio de color para llicllas
canchinas, ca. 1925-1927. Museo de
Arte de Lima. Donación Colección
Petrus y Verónica Fernandini. (Foto:
Daniel Giannoni).

mente complejos. La idea resultaba comprensible dentro de un


ánimo reivindicativo que también pretendía instalar un gusto
moderno en la escena local. A partir de esa perspectiva, Sabogal
trasladaría su atención desde el trabajo de materos como Flores
hacia expresiones menos elaboradas y virtuosistas de la misma
técnica. Y serían estas últimas las que le servirían de inspira-
ción para sus diseños gráficos más audaces.

La noción de lo popular que construyó el indigenismo resulta, de


hecho, solo aparentemente inclusiva en su capacidad para desig-
nar un sinnúmero de expresiones, sin importar la ubicación so-
cial precisa de sus productores o consumidores. Lo cierto es que
solo algunos objetos adquirieron verdadero protagonismo como
formas emblemáticas de la categoría, mientras otras tipologías
mantienen aún hoy un papel subordinado. Esa precisa selección
de paradigmas dentro de una diversidad de tradiciones cultu-
rales no puede verse como una simple vindicación, sino como
parte de una agenda artística que construye sus propias genea-
logías. Es así que capítulos enteros del arte de la sierra central y
de otras regiones del país producidos entre el siglo XIX e inicios
del XX quedaron completamente al margen del coleccionismo
indigenista25. La actitud programática se hace aún más explíci-
ta en relación con uno de los principales legados culturales del
área andina: las tradiciones textiles, cuya historia podría haber
validado más fácilmente aquel ideal indigenista de un proceso
cultural continuo que se remontaba a los orígenes de la civiliza-
ción. El discurso de Sabogal sobre el mestizaje y su trabajo de
7
formación de colecciones de hecho excluyó el tejido, un género
que tampoco concitó mucho entusiasmo entre los principales
coleccionistas privados de su tiempo26. Pero no se trataba de un jeto a su papel como indicador étnico de una diferencia extrema,
simple desinterés. Como parte de la búsqueda de motivos de ins- que excedía esa otra diferencia más cercana –cristiana e hispani-
piración para sus obras, tanto Sabogal como sus discípulos regis- zada– que habían idealizado a través de su noción de mestizaje.
traron las diversas indumentarias del interior del país, anotando La gran sofisticación técnica de muchos textiles probablemente
sus peculiaridades con gran detalle (fig. 7). Un trabajo aún más tampoco podía asociarse con la noción de primitivismo inheren-
sistemático desarrollaron los mismos artistas en el Museo de la te a cierta idea de lo “popular”. Y, sobre todo, el aspecto abstracto
Cultura Peruana, al elaborar una serie de acuarelas que servían de la mayoría de tejidos andinos se ubicaba en las antípodas de la
como catálogo visual de los trajes regionales del país. vocación figurativa y documental del indigenismo.

La labor de inventario desplegada por los indigenistas sin duda El tejido cayó así en el vacío que quedaba entre las categorías
les permitió construir la imagen de un país diverso y autóctono. operativas en el campo artístico, una fortuna crítica que tampo-
Pero al mismo tiempo, desplazó el interés por el tejido como ob- co se ha visto modificada de manera significativa en los tiempos

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lo popular definida por los indigenistas, más allá de los cues-
tionamientos al término y a las divisiones jerárquicas que fun-
damenta. En ese sentido, quizá el principal aporte que el MALI
pueda plantear a la discusión sobre el “arte popular” es la im-
postergable creación de un acervo público de textiles colonia-
les y republicanos, que empieza a surgir gracias a las recientes
donaciones de Annick Benavides y de Christiane Lefebvre, in-
tegradas en un proyecto mayor iniciado por el museo bajo la
asesoría de Elena Phipps (fig. 8). Este trabajo puede ayudar a
construir las bases de un conocimiento local más profundo en
torno a un género sobre el cual aún se sabe poco, pero permite
además vislumbrar la especificidad de las perspectivas que se
esconden detrás de la supuesta amplitud del campo.

un arte colectivo con nombre de autor


Volvamos nuevamente sobre los mates de Mariano Inés Flores
con que iniciamos este ensayo. Es posible distinguir una sutil
pero significativa diferencia en la forma en que el autor inserta en
ellos su nombre y el de Sabogal. En la inscripción de la pieza que
entregó a Wiesse, Flores se autodenominó burilador; en la que
estaba destinada a Sabogal no incluyó en cambio su propio nom-
bre, pero sí el del “ilustre artista Sr. José Sabogal, honra y prez
8
de la nación”. Una paradoja similar parece construirse alrededor
de un mate fechado más de una década después, como recuer-
actuales. Eso explica que, a pesar de existir un reconocimiento do de la labor desplegada por otro egresado de la Escuela Nacio-
internacional a la excelencia de las tradiciones textiles locales, nal de Bellas Artes, el pintor y grabador Teófilo Allaín (Tarma,
el género quedara en un lugar secundario tanto en las narrati- 1912 - Lima, 1976), quien dirigía un taller de artes aplicadas en su
vas de la historia del arte como en las colecciones peruanas27. ciudad de origen (fig. 9)28. El recipiente de calabaza, realizado en
Incluso la voluntad reciente por cuestionar los paradigmas de un estilo deliberadamente primitivista y más sintético que el de
lo “culto” y lo “popular” dentro del área andina se ha mante- Flores, carece de firma, pero no deja de consignar el nombre de
nido usualmente en ámbitos como la pintura o la imaginería, Allaín, posiblemente en su calidad de director del proyecto. Es
sin traspasar los límites de la representación figurativa. Estas difícil precisar por el momento cuál fue la influencia que pudie-
omisiones revelan la vigencia que aún mantiene la noción de ron tener las enseñanzas de Allaín en el trabajo del burilador que

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8 Anónimo sur andino: Incuña,
ca. 1840-1870. Museo de Arte de Lima.
Donación Christiane Lefebvre.
(Foto: Daniel Giannoni).

9 Anónimo, Tarma: Mate dedicado a


Teófilo Allaín, 1949. Museo de Arte de
Lima. Donación anónima. (Foto: Paolo
Piaresi).

10 Anónimo huamanguino: Cajón de


Sanmarcos, ca. 1900-1950. Museo de
Arte de Lima. Ex colección Urquizo-
Macera. Comité de Formación de
Colecciones 2012. Donación Juan
Carlos Verme. (Foto: Daniel Giannoni).

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le dedicó el mate. Pero el artista anónimo sin duda reconoció que ta en valor transparente. En realidad, se trataba de un verdadero
la presencia del pintor abría una serie de nuevas posibilidades acto de configuración, que daba forma a un ámbito creativo nue-
para su trabajo dentro de un programa que buscaba fomentar la vo. Es al identificarse paulatinamente con los prestigiosos pará-
potencialidad económica de las manufacturas de la región. metros de lo “artístico”, así como al interactuar con una dinámi-
ca comercial radicalmente distinta, que los maestros regionales
Aunque los objetos que testimonian el temprano encuentro en- otorgan protagonismo a conceptos como la voluntad de innova-
tre artistas regionales y capitalinos hacen explícita la diferen- ción, la expresión individual, o la noción de autoría29. El propio
ciación jerárquica entre ambos, plantean la necesidad de una reconocimiento de la condición artística de estos objetos –aun-
reflexión mayor, sobre todo al considerar que este tipo de pie- que sea en un papel subordinado– rompería precisamente con
zas generalmente carecía de marcas de autor. En ese sentido, todos aquellos valores de anonimato que parecían implícitos en
la ausencia de la firma no es necesariamente un acto progra- una idea colectiva de lo “popular” como expresión de la nación.
mático para afirmar una jerarquía. Resultaría muy superficial
afirmar que la manera como Flores se define frente a Sabogal es Si describir la diferencia era la misión que los propios indi-
una simple imposición externa. Podemos suponer incluso que genistas se asignaron dentro de un discurso de lo nacional, se
es el propio Flores –acaso condicionado por el contexto social e perfilará también como el principal horizonte expresivo para
ideológico– quien determina el contenido de esas dedicatorias las “artes populares”. Sobre todo desde una concepción de lo
y quien establece la distinción que configura categorías separa- artístico que no solo se sustentaba en consideraciones estéti-
das entre burilador y artista, lo cual termina por subordinar su cas, sino también en la “verdad” de lo representado, que por lo
propia actividad a las bellas artes. general constituía una visión sumamente idealizada de la rea-
lidad del interior del país. La supuesta ingenuidad de los crea-
Frente al anonimato que caracterizó a la mayoría de las artes re- dores “populares” acrecentaba el protagonismo de la autentici-
gionales hasta las primeras décadas del siglo XX, la consolidación dad, al suponer la idea de una representación no distorsionada
del concepto de “arte popular” y la presencia cada vez más fre- por convencionalismos. Sabogal centraría su atención princi-
cuente de la figura del autor no debe verse solo como una pues- palmente en aquellos objetos en los que confluían un supuesto

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primitivismo y un registro narrativo: los keros coloniales –que nuevo mercado urbano y capitalino para objetos cuya demanda
él consideraba prehispánicos–, las acuarelas costumbristas del campesina había disminuido sensiblemente, debido sobre todo
pintor afroperuano Pancho Fierro (Lima, 1809-1879), y los ma- a un irreversible proceso de modernización que empezaba a
tes burilados30. Los estudios que dedicó a estas expresiones no transformar los circuitos comerciales del interior del país. De
solo constituían un ejercicio metodológico. Servían para anclar esta manera, las fórmulas sumamente codificadas de los anti-
en el pasado al concepto moderno del “arte popular”, al otor- guos cajones de Sanmarcos, cuyas escenas rurales cumplían
garle una genealogía que al mismo tiempo reafirmaba el pro- una función propiciatoria sin sentido anecdótico, se convirtie-
tagonismo de la descripción y del relato. La crítica asoció ex- ron en soportes para la narración y la descripción costumbrista
plícitamente la pintura de los indigenistas con la continuidad (figs. 10-11). Es a partir de este cambio que el retablo –una tipo-
que supuestamente representaban las tradiciones regionales, logía que hasta aquel momento había jugado un papel secunda-
especialmente aquellas de carácter narrativo31. Y tanto Sabogal rio en el discurso del “arte popular”– empezaría a instalarse de
como muchos otros artistas parodiaron los lenguajes derivados manera decisiva en el horizonte de lo nacional32.
de estas formas plásticas en la búsqueda de un arte que pudiera
ser nacional y a la vez moderno. La imagen emblemática de este proceso es el retrato del propio
Joaquín López Antay, recientemente incorporado a las coleccio-
La descripción se instala definitivamente en el imaginario de nes del MALI (fig. 12). La obra fue realizada en 1959, tres años
lo “popular” en un segundo momento crucial, cuando en 1941 después de la muerte de Sabogal, por Enrique Camino Brent, el
Alicia Bustamante solicitó al imaginero Joaquín López Antay más joven de los indigenistas. Ayudante primero del Instituto
(Ayacucho, 1897-1981) que desarrollase temas costumbristas de Arte Peruano fundado por Sabogal, Camino Brent había sido
dentro de una tipología de caja retablo portátil usada ritual- enviado a Ayacucho ese mismo año por Luis E. Valcárcel, direc-
mente en el ámbito rural del centro del país. Se abría así un tor del Museo Nacional de Historia. Su función inicial era la de

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11 Joaquín López Antay: Retablo,
ca. 1970-1980. Museo de Arte de Lima.
Fondo de Adquisiciones 2008.
(Foto: Daniel Giannoni).

12 Enrique Camino Brent: Retrato de


Joaquín López Antay, 1959. Museo de
Arte de Lima. Comité de Formación de
Colecciones 2017 y Comité de
Adquisiciones de Arte Contemporáneo
2017. (Foto: Daniel Giannoni).

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colaborar con la implementación de un censo artesanal, además tablero” anónimo en un cuadro costumbrista fechado en 1947,
de dedicarse a la adquisición de algunos objetos “típicos” para las pese a que al mismo tiempo incorporaba sus retablos a las colec-
colecciones nacionales. Pero al instalarse en Ayacucho, el pintor ciones del Museo Nacional de la Cultura Peruana34.
buscó además otorgar un giro práctico a la Escuela Regional de
Bellas Artes, fomentando el perfeccionamiento de rubros tradi- Al reconocer en López Antay a la figura emblemática del artis-
cionales y su incorporación a mercados más amplios. ta popular, Camino Brent debió considerar –sea o no de manera
consciente– el peso de una trayectoria cuyo marco creativo no
La dignidad con que Camino Brent retrató a López Antay reco- era el tradicionalmente ritual, sino uno costumbrista y destinado
ge una nueva voluntad de poner en un mismo plano de valora- a una demanda urbana. Para aquel momento, las principales re-
ción la producción artística “popular” y la “culta”, si bien man- flexiones sobre las llamadas “artes populares” habían ido despla-
teniendo al mismo tiempo el paralelismo entre los dos ámbitos33. zándose desde el grupo de artistas indigenistas hacia antropólo-
En vez de mostrar al retablista en el acto de moldear las figuras, gos como José Sabogal Wiesse (Lima, 1923-1983), hijo del pintor,
el pintor lo representa en su taller, en el proceso de acabado, Emilio Mendizábal Lozack (1922-1979) y el también escritor
sosteniendo un pincel. El instrumento establece así un vínculo José María Arguedas (Andahuaylas, 1911 - Lima, 1969). Aunque
explícito entre el retratado y el retratista, lo cual contrasta con aquello había complicado los términos de la discusión, no parece
el escaso interés que los indigenistas habían tenido en validar haber implicado una renuncia a la exigencia de “autenticidad”
públicamente la carrera de autores específicos dentro del ámbi- implícita en la idea de una plástica “popular”. Arguedas tendría
to de lo “popular”. Las representaciones anteriores de Mariano un papel decisivo en la fortuna crítica de López Antay, al conver-
Inés Flores no habían pasado de ser circunstanciales alusiones tirlo en un caso paradigmático de preservación de la diferencia
a una individualidad. Sabogal había omitido también identificar frente a la modernización creciente: “Ningún artista popular de
con nombre propio a López Antay, incluyéndolo como un “re- Huamanga ha tenido su equilibrio, su integridad cultural, como

ricardo kusunoki y natalia majluf 14 9


13 Asociación de Artistas Populares de
Sarhua: Enfrentamiento. Serie Piraq
Causa (¿Quién es causante?), 1991.
Museo de Arte de Lima. Donación
Asociación Con/Vida Popular Arts of
the Americas. (Foto: Daniel Giannoni).

14 Anónimo: Tabla de Sarhua, 1975.


Colección Jaime y Vivian Liébana,
Lima. (Foto: Daniel Giannoni).

13

Don Joaquín, ante la influencia perturbadora del cambio de la Diversas figuras en torno a la Asociación Profesional de Artistas
demanda”35. Al conciliar la idea de un arte en esencia siempre Plásticos (ASPAP) buscaron impugnar el premio al cuestionar
igual, pero también adecuado a un contexto nuevo, López Antay que un reconocimiento en el campo del arte hubiese sido otor-
resumía el ideal de la categoría de lo “popular” en relación con su gado a un “artesano” que producía objetos para un circuito “tu-
papel de ancla visual para definir la identidad del país. rístico”36. Esa disputa no era más que la reacción de los artistas
identificados con el “arte culto” al lugar relegado en que habían
El retrato del imaginero llegaría a ser reproducido como por- quedado por las políticas oficiales del gobierno militar, cuyo ac-
tada del número 56 de la revista Fanal en 1960, lo que le otor- tivo fomento del “arte popular”, les había dejado cada vez un
gó una gran difusión. Pero por una circunstancia imprevisible, menor espacio simbólico37. Es decir, paradójicamente, esa dis-
sería una de las últimas obras de Camino Brent, quien falleció puta era la prueba del auge pleno del “arte popular”, y cerraba
un año después, cuando apenas había superado los cincuenta en realidad el ciclo de vigencia de la categoría como había sido
años. Al representar la figura individualizada de un artista “po- delimitada a lo largo de la primera mitad del siglo. Empezaba
pular”, el cuadro parecía marcar además un sutil recambio de un nuevo capítulo en que lo popular sería redefinido en función
posiciones, ya que coincidía al mismo tiempo con el ocaso del de un universo de relaciones enteramente distinto, centrado en
movimiento indigenista. Para esas fechas, la retórica costum- conceptos ligados a la migración urbana y a una cultura local de
brista promovida por el indigenismo carecía ya de sentido en masas38. Todo un cambio de paradigmas, que desplazaría al “arte
relación con una escena artística que abrazaba las últimas ten- popular” a un lugar cada vez más distante del campo artístico,
dencias del arte abstracto. Pero quedaba aquel espacio parale- pero que no afectaría su influencia en el imaginario colectivo.
lo –el “arte popular”– también dueño de un importante capital
simbólico, desde donde podía seguirse desplegando el discurso hacia otras historias posibles
de autenticidad heredado del programa indigenista para repre- Es en este contexto donde surge el punto de inflexión al que
sentar a la nación en su conjunto. Se creaba así la extraña para- se enfrenta el Museo de Arte de Lima en su trabajo de colec-
doja de un “arte popular” ubicado en una posición subordinada cionismo: la pregunta de cómo representar adecuadamente
dentro de la jerarquía de lo artístico, pero que era a la vez un un universo material cada vez más amplio y cambiante, cuya
discurso hegemónico, erigido como el ámbito en donde se defi- importancia en la cultura visual moderna del país responde
nían algunos componentes claves de la cultura visual peruana. precisamente a su reiteración masiva: presente en los discursos
estatales sobre la identidad nacional, en los mercados turísticos
Tiempo después, exactamente en 1976, López Antay se situa- y en los interiores de las clases medias. Tras más de una década
ría en el centro de un intenso debate público al otorgársele el de reunir piezas representativas de algunas tradiciones regio-
Premio Nacional de Cultura en la categoría de artes plásticas. nales del siglo XIX e inicios del siglo XX, este problema debió

150 g o ya 3 6 7   ·   a ñ o 2 0 1 9
plantearse de manera decisiva en la política de adquisiciones
del museo con la incorporación de la serie Piraq Causa (¿Quién
es el causante?). En 2017, y gracias a las gestiones de Gabriela
Germaná, la Asociación CON/VIDA, Popular Arts of the Ame-
ricas ofreció la donación de esta serie de pinturas sobre tabla,
obra colectiva realizada por la Asociación de Artistas Populares
de Sarhua (ADAPS), que relata la trágica historia del pueblo en
el periodo de la violencia interna del país (fig. 13)39. Se trata de
uno de los ciclos narrativos más importantes y conmovedores
de la plástica contemporánea del Perú, que asume y actualiza
como seña de identidad la idea del arte popular primero formu-
lada desde el indigenismo.

Si la serie se vincula con el lenguaje internacional de una pin-


tura “popular” deliberadamente ingenua, es concebida por sus
artífices como continuación de una tradición local específica:
las llamadas tablas de Sarhua. El nexo con el pasado, sin embar-
go, es esencialmente simbólico. Las antiguas tablas eran unos
maderos pintados para testimoniar los nexos de una familia
con el resto de la comunidad, los cuales eran obsequiados para
instalarse como vigas en el interior de las viviendas (fig. 14). El
formato poco adecuado para la demanda urbana, signaría la
suerte de este tipo de objetos, que pronto se vio reemplazado
por unas nuevas “tablas”, pequeños cuadros sobre madera cuyo
estilo abiertamente narrativo tampoco tenía relación con el
tipo de lenguaje de sus supuestos referentes antiguos40.

Al validar su trabajo enfatizando los nexos simbólicos con una


tradición previa, los propios artistas defienden la idea de la
persistencia de lenguajes por encima de evidentes discontinui-
dades. A su vez, la aparente ingenuidad de las imágenes sigue
siendo esencial para construir la ficción de verosimilitud, de
una representación transparente, pese a que es evidente una
compleja construcción compositiva y conceptual41. También
reafirmada como el principal horizonte expresivo de las artes
“populares”, la narración se despliega en estas obras con gran
virtuosismo. Pero la arcadia costumbrista promovida por el in-
digenismo ha sido dejada atrás para mostrar una violencia ex-
trema, confrontando al espectador con una contemporaneidad
conflictiva y llena de desigualdades.

Consideradas como una prolongación de las antiguas tablas,


las nuevas creaciones artísticas de Sarhua permiten construir
la ficción de una pintura costumbrista y narrativa pero tam-
bién tradicional, características que antes estaban asociadas
con géneros no pictóricos como los mates o los retablos42. En-
tre la encrucijada de ser comprendidas como objetos de una
contemporaneidad radical o mantener el capital simbólico de
lo “auténtico”, estos objetos muestran el éxito aún vigente de
la noción de lo “popular”, pero también sus límites frente a
una cultura material que dista mucho de aquella que reivin-
dicaron los indigenistas. Más significativo aún es que sea su
condición de pintura de caballete lo que les haya permitido
insertarse de manera más fluida en el contexto del arte con-
temporáneo, contribuyendo a disolver viejas categorías pero
14

ricardo kusunoki y natalia majluf 151


reafirmado a su vez la relación jerárquica entre artes repre- la bajo los parámetros de otra. La opción ha sido historizar las
sentativas y artes utilitarias. colecciones recurriendo a lo que quizás sean los más antiguos
recursos de la historia del arte: seguir la evolución de tipolo-
Ante obras como la serie Piraq Causa, la pregunta que le toca gías puntuales, determinar su ubicación en contextos precisos
formular al museo es de qué manera afrontar una auténtica y comprender su relación con otras tradiciones y lenguajes for-
representatividad social en sus colecciones sin apelar a cate- males. Aplicados a un universo de objetos muchas veces apenas
gorías cargadas de asociaciones que determinan y fijan una estudiados, los métodos de la disciplina sirven para devolverle
interpretación. En un momento en que los museos de la re- su historia a piezas sin historia. Pero, sobre todo, contribuyen a
gión vienen problematizando las categorías artísticas desde desmitificar las narrativas y desencializar las categorías, para
distintas perspectivas, determinadas en gran parte por las revelar las estrechas relaciones que paradójicamente han ser-
propias variables sociales de cada lugar, la opción del MALI vido para forjar categorías separadas. Su inscripción en narra-
ha sido incorporar estas obras a sus colecciones sin apelar a tivas precisas devuelve estas piezas a contextos que revelan las
distinciones de ningún tipo43. Se unen a otras obras produci- fricciones sociales que determinaron su creación y su integra-
das por artistas de distinto origen y procedencia en el reco- ción en otros circuitos.
rrido histórico de sus salas permanentes, pero también en ex-
posiciones puntuales, que las insertan en narrativas forjadas Pero hay una excepción a esta política general que busca desha-
desde perspectivas diferentes44. cer categorías. Y esa excepción es el concepto mismo del “arte
popular”, una definición que, como hemos visto, determinó casi
El trabajo de formación de colecciones del Museo de Arte de cada instancia de la historia del arte peruano del siglo XX. En la
Lima intenta navegar críticamente el difícil curso que impo- medida en que el trabajo de formación de colecciones ahora lo
nen las categorías, que se encuentran implícitas incluso en el permite, el museo se ha propuesto abrir una sala en su recorrido
propio nombre de la institución. Pero el ineludible término de histórico dedicada a presentar una selección de piezas que pue-
“arte” termina por complicarse inevitablemente ante la enor- da dar cuenta precisamente de la historia de la configuración de
me diversidad de piezas precolombinas, históricas y contem- los campos paralelos y enfrentados del “arte culto” y del “arte
poráneas que abarca tantas facetas de la cultura material y popular”. La idea es exhibir las categorías, para mostrar que las
visual producida a través del tiempo en un territorio como el designaciones mismas forman parte de la historia y la determi-
Perú. Más allá de la idea misma de inclusión que rige gran parte nación de las obras que ahora se incorporan a las colecciones.
de las nuevas prácticas decoloniales, el MALI no ha creado una Sobre todo, permitirá ubicar y poner en escena el sentido rela-
colección de “arte popular” en un museo de “arte”. Tampoco ha cional de los conceptos centrales que han operado en el proceso
intentado incorporar una categoría para validarla y subsumir- histórico de la producción plástica en el Perú45.

· notas ·

1 En quechua, la palabra “mati” sirve para en el discurso de Sabogal, véase M. E. nal’: diversas formas de abordar el arte 11 Contrato constitutivo y estatutos del Pa-
designar a las calabazas y a los recipien- Yllia Miranda, “El mate mestizo de José popular en el arte mexicano posrevolu- tronato de las Artes, Lima, 3 de junio de
tes fabricados con ellas. Véase A. Jiménez Sabogal”, en K. Carpio Ochoa (ed.), El cionario”, en G. Curiel et. al. (ed.), Arte, 1954, pp. 8-9. Museo de Arte de Lima,
Borja, “Mate peruano”, Revista del Museo fruto decorado: mates burilados del valle historia e identidad en América: visiones Archivo institucional, A101.04.01.
Nacional, 17, 1948, pp. 34-74. del Mantaro (siglos XVIII-XX), Univer- comparativas, 3 vols., XVII Coloquio 12 El intento más cercano de crear una co-
2 Los mates llevan las dedicatorias “para sidad Ricardo Palma, Instituto Cultural Internacional de Historia del Arte, Es- lección pública de bellas artes en la ciu-
la sra. maria w. de sabogal – 1923 / Peruano Norteamericano, Lima, 2006, tudios de Arte y Estética, 37, Universidad dad estuvo a cargo de la Municipalidad de
mariano flores burilador” y “para pp. 48-51. El antropólogo Sergio Quija- Nacional Autónoma de México, Ciudad Lima, que en 1925 inauguró la Pinacoteca
el ilustre artista sr. josé sabogal da Jara señalaría tiempo después que de México, 1994, vol. II, pp. 637-645. Municipal Ignacio Merino. La colección
honra y prez de la nacion 22 ix 1923”. Flores no habría fallecido en 1932, como 8 Sobre el discurso más abarcador de Sa- estaba conformada casi enteramente de
Véase N. Majluf y L. E. Wuffarden, Sa- erróneamente pensó Sabogal, sino en bogal véase la entrevista “La Biblioteca pintura académica, y tras muchos avata-
bogal, Museo de Arte de Lima, Lima, 1949. El desconocimiento dice mucho Nacional y el Museo Peruano,” Excel- res en su funcionamiento, fue integrada
2013, pp. 72-73. Años más tarde, Sabogal de la distancia entre el pintor y el ar- sior, vol. VIII, 125-126, 1943, p. 19. So- en 1961 en la primera exhibición perma-
recordaría su encuentro con los materos tista burilador. Véase N. Majluf y L. E. bre la historia del Museo Nacional de nente del Museo de Arte de Lima. Véase
del mercado de Huancayo. Es posible Wuffarden, op. cit., p. 72, n. 149. la Cultura Peruana véase L. F. Villegas G. Buntinx y L. E. Wuffarden, “Pinacote-
que haya conocido a Flores allí. 6 Mirko Lauer estableció una pionera mi- Torres, “El Instituto de Arte Peruano ca Municipal Ignacio Merino. Historia
3 Amauta, vol. II, 14, 1928, portada. rada crítica sobre la constitución de cate- (1931-1973): José Sabogal y el mestizaje de un legado”, en Pinacoteca Municipal
4 J. A. S. [José Arnaldo Sabogal], “Los ‘ma- gorías artísticas en Crítica de la artesanía. en arte”, Illapa, vol. 3, 3, 2006, pp. 21-44. Ignacio Merino. LXXX aniversario / 1925-
tes’ y el yaraví”, Amauta, 26, 1929, p. 19. Plástica y sociedad en los Andes perua- 9 Sobre esa producción véase L. F. Ville- 2005, Municipalidad Metropolitana de
5 J. Sabogal, “Mariano Florez, artista de nos, Desco, Centro de Estudios y Pro- gas Torres, op. cit., pp. 21-44. Lima, Lima, 2005, pp. 15-37. La división
«mates» peruanos, murió en Huanca- moción del Desarrollo, Lima, 1982. 10 Exhibida entre diciembre de 1957 y ene- por categorías recibe continuidad con
yo. José Sabogal, su admirador y ami- 7 Sobre el mismo proceso en el México ro de 1958, la muestra fue presentada en el establecimiento del Museo de Artes y
go, le rinde homenaje”, Quipus, Revista posrevolucionario, que de hecho sirvió el Palacio de la Exposición, antes de que Tradiciones Populares del Instituto Riva-
de Educación Indígena, vol. 2, 4-5, 1932, de referente para Sabogal, véase K. Cor- el edificio funcionara como sede perma- Agüero de la Pontificia Universidad Cató-
pp. 10-11. Sobre el anonimato de Flores dero, “Deconstruyendo la ‘escuela nacio- nente del Museo de Arte de Lima. lica del Perú fundado en 1979, y el Museo

152 g o ya 3 6 7   ·   a ñ o 2 0 1 9
de Arte Contemporáneo, establecido en dio» como alternativa a lo proletario o a tipologías y el significado del tejido ay- mio a López Antay”, Illapa, 12, 2015, pp.
2013. La excepción sería el Museo de Arte lo campesino”. M. Lauer, op. cit., p. 67. mara peruano. Véase Textiles aymaras 13-24.
y de Historia de la Universidad Nacional 19 Francisco Stastny distingue entre las del altiplano peruano. Cambios y conti- 37 La promoción del “arte popular” duran-
Mayor de San Marcos, creado en 1970, diversas formas de producción y con- nuidad desde el siglo XVI, Casa del Co- te el gobierno de Juan Velasco Alvarado
que integra en sus fondos una colección sumo en Artes populares del Perú (Edu- rregidor, Puno, 2009. en efecto corrió en paralelo a la desar-
de arte popular, aunque mantiene una banco, Lima, 1981), pp. 38-52. Stastny 28 El mate lleva la inscripción “escuela ticulación o debilitamiento de espacios
identidad aparte. fue clave para cambiar los términos de taller artes populares huancayo culturales privados como el Instituto
13 El museo también presentaría en agos- recepción del llamado “arte popular”, director teofilo allain 1949”. Véase de Arte Contemporáneo o el Museo de
to de 1968, bajo la gestión de Francisco tanto por el hecho de estudiarlo desde M. H. Milla, “El arte huanca y su inter- Arte de Lima. Esa historia institucional
Stastny, una exposición de la colección la historia del arte y no desde la antro- pretación en la Escuela Taller de Artes queda por ser estudiada.
de la Peña Pancho Fierro, bajo el título pología, como por haberlo incorporado Populares de Huancayo”, Excelsior, vol. 38 Para una revisión crítica del significa-
“La artesanía del Perú y sus orígenes a la fundación del Museo de Arte de XIV, 183-184, 1948, pp. 31-32. do de esta inflexión en el discurso del
prehispánicos y virreinales”. la Universidad de San Marcos, que en 29 M. E. Ulfe explora estas transformacio- arte contemporáneo véase M. Mitrovic
14 Sobre la distinta configuración del cam- 1970 recibió la donación hecha por Ce- nes en Cajones de la memoria. Pease, “El ‘desborde popular’ del arte
po artístico a lo largo del siglo XX en lia Bustamante de cerca de medio mi- 30 Sabogal dedicó una publicación a cada uno en el Perú”, Ecuador Debate, 99, 2016,
relación con los artistas pertenecientes llar de piezas de su colección de “arte de estos géneros: Mates burilados: arte ver- pp. 59-78.
o vinculados con tradiciones regionales popular”. nacular peruano, Editorial Nova, Buenos 39 Véase el exhaustivo estudio sobre la se-
véase G. Borea y G. Germaná, “Discu- 20 La pieza más antigua de este género de Aires, 1945; Pancho Fierro: estampas del rie de O. M. González, Unveiling the Se-
siones teóricas sobre el arte en la diver- mates narrativos está fechada en 1844 y pintor peruano, Editorial Nova, Buenos Ai- crets of War in the Peruvian Andes, The
sidad”, en Mérida, Rojas, Urbano, Sán- pertenece a las colecciones del Museo res, 1945; Kero: vaso de libaciones cuzqueño University of Chicago Press, Chicago y
chez. Grandes maestros del arte peruano, Inka de la Universidad Nacional San de madera pintada, Museo de la Cultura Pe- Londres, 2011. Véase también el pionero
Transportadora de Gas del Perú, Lima, Antonio Abad del Cuzco. ruana, Lima, 1952. trabajo de J. Nolte, Quellcay: arte y vida
2008, pp. 12-21. 21 Por los nombres tallados en algunas 31 José Uriel García, por ejemplo, des- de Sarhua. Comunidades campesinas an-
15 El trabajo pionero de Pablo Macera en piezas se sabe también que los viajeros cribía la pintura de Sabogal como “la dinas, Imagen Editores, Lima, 1991.
este campo ha sido continuado por comisionaban los mates como recuer- prosecución ennoblecida y superada 40 Esa diferencia crucial sería, sin embar-
Gredna Landoldt, y en la última década dos de su paso por la sierra central. El racionalmente de la pintura popular, go, minimizada en el discurso de los
adquirió una amplia resonancia pública propio Sabogal señala la presencia de que a su vez arrastra raíces tradicio- antropólogos y galeristas, entre los cua-
a partir de múltiples exposiciones, entre los materos de Huanta en la plaza de nales”. Entre otras tradiciones, citaba les se encontraban, significativamente,
las que destacan también las organiza- Huamanmarca, centro de la feria co- como precedente explícitamente los Pablo Macera y José Sabogal Wiesse,
das por el pintor Christian Bendayán. mercial de Huancayo. “famosos ‘mates’ de Huancayo”. Véase quienes ayudaron a introducir a los ar-
En este panorama, el Museo de Arte de 22 J. Sabogal, op. cit., p. 11. “El pintor peruano José Sabogal”, La tistas de Sarhua en Lima a partir de la
Lima viene implementando un trabajo 23 Fundada por las hermanas Alicia y Ce- Prensa, Buenos Aires, 22 de marzo de década de 1970.
de colecciones con miras a reflejar estos cilia Bustamante, la Peña Pancho Fie- 1936, sección segunda. 41 Para los recursos narrativos y ficcionales
debates en sus futuras salas de arte con- rro funcionó en Lima entre 1936 y 1967. 32 M. E. Ulfe, op. cit., pp. 45 ss. utilizados en la serie véase O. M. Gon-
temporáneo. Véase G. Landolt y S. Ler- El espacio sirvió como centro de reu- 33 Camino realiza una sugerente relación zález, op. cit., pp. 75-102.
ner, “Amazonías”, en Amazonías, Mata- nión intelectual y lugar de exhibición entre plástica y música “popular”, este 42 Para un replanteamiento del carácter
dero, Madrid, 2019, pp. 16-27. de la colección de “arte popular” reuni- último un fenómeno que había ya ad- tradicional de la nueva tradición artís-
16 Véase, por ejemplo, M. E. Yllia, “De la da por las hermanas Bustamante, así de quirido dimensión de cultura de masas: tica de Sarhua véase G. Germaná, “Ta-
maloca a la galería: La pintura sobre como local para diversas exposiciones “La Escuela Regional de Música adolece blas pintadas de Sarhua. Apropiación
llanchama de los boras y huitotos de la temporales. Sobre su importancia para del mismo defecto de la de Bellas Artes, y reelaboración de construcciones vi-
Amazonía peruana”, Illapa, 6, 2009, pp. la formación del campo cultural en es decir, hay las miras de forjar en ella suales y escritas para la representación
95-107; M. E. Ulfe, Cajones de la memoria. Lima véase K. Carpio y M. E. Yllia, “Ali- geniales artistas sin tener en cuenta y transmisión de discursos sobre ritos,
La historia reciente del Perú a través de los cia y Celia Bustamante, la Peña Pancho de (sic) de haber estos tipos no nece- tradiciones y conflictos sociales”, en C.
retablos andinos, Pontificia Universidad Fierro y el arte popular”, Illapa, vol. 3, sitan ellos de lugares tales como estas Michaud (ed.), Escritura e imagen en
Católica del Perú, Fondo Editorial, Lima, 2006, pp. 45-60. escuelas. Estos grandes artistas, que Hispanoamérica: de la crónica ilustrada
2011; G. Germaná, Entornos Reconfigu- 24 Sobre estas piezas y su contexto véase en el Perú los ha habido salen a flote y al cómic, Pontificia Universidad Cató-
rados. Tránsitos artísticos de una nueva N. Majluf, “Working from Objects: An- afloran en medios culturalmente supe- lica del Perú, Lima, 2015, pp. 243-269.
contemporaneidad, Centro Cultural Pe- dean Studies, Museums, and Research”, riores al de Ayacucho. Es pues perder el Germaná ha reflexionado sobre la re-
ruano Norteamericano, Arequipa, 2013; Res. Anthropology and Aesthetics, 52, 2007, tiempo miserablemente y positivamente lación entre el lenguaje de las tablas y
G. Germaná y M. E. Yllia, “¿Arte popular? p. 70. hacerle un efectivo daño a todos aquellos una nueva comprensión de lo “popular”
Tradiciones sin tiempo”, en ¿Arte popu- 25 Sobre las tradiciones excluidas del mu- que sin tener pretensiones de este tipo desde el ámbito de la cultura de masas
lar? Tradiciones sin tiempo, Universidad seo imaginario de Sabogal véase N. Ma- pueden llegar a ser grandes artistas de en un texto de próxima publicación.
Ricardo Palma, ICPNA, Lima, 2014, pp. jluf y L. E. Wuffarden, op. cit., p. 109. En tipo popular. Tan grandes como los más 43 Es indispensable citar aquí el trabajo pio-
112-113; G. Borea, “Arte popular y la im- este sentido resulta interesante evocar grandes de otro género y sin tener nada nero del Museo del Barro en Asunción,
posibilidad de sujetos contemporáneos; la mirada tan distinta que las hermanas que desmerecer ante ellos”. E. Camino dirigido por Ticio Escobar. Véase en par-
o la estructura del pensamiento moder- Elena y Victoria Izcue introdujeron a Brent, “Proyecto para la organización ticular su ya clásico libro El mito del arte y
no y la racialización del arte”, en G. Bo- su trabajo en el campo paralelo de las de los talleres populares universitarios”, el mito del pueblo: cuestiones sobre arte po-
rea (ed.), Arte y Antropología: Estudios, “artesanías”. Véase N. Majluf y L. E. f. 2. Texto mecanografiado, Ayacucho, pular, Peroni Ediciones, Asunción, 1986.
Encuentros y Nuevos Horizontes, Fondo Wuffarden, Elena Izcue. El arte preco- [1960]. Biblioteca Central de la Pontifi- 44 Por citar un ejemplo, la primera presen-
Editorial PUCP, Lima, 2017, pp. 97-119. lombino en la vida moderna, Fundación cia Universidad Católica del Perú, Ar- tación pública de Piraq Causa tras su
Agradecemos a Gabriela Germaná y a Telefónica y Museo de Arte de Lima, chivo Camino Brent, UNSCH, folder 2. incorporación al museo fue una mues-
María Eugenia Yllia, por su colaboración Lima, 1999, pp. 159-167. 34 N. Majluf y L. E. Wuffarden, op. cit., pp. tra de arte contemporáneo comisariada
con el MALI y su contribución a estas 26 Hasta donde hemos podido verificar, la 107-108, figs. 119-122. El título de esta por Sharon Lerner bajo el título Memo-
reflexiones. mayor parte de los tejidos de las colec- obra hoy perdida se encuentra escrito rias de la ira. Arte y violencia en la colec-
17 Esta labor estuvo nucleada alrededor de ciones del Museo Nacional de la Cultu- de mano de Sabogal al reverso de la fo- ción del Museo de Arte de Lima – MALI,
exposiciones como Documentos: 1960- ra Peruana ingresaron años después de tografía del cuadro. presentada en el Museo de Arte Carrillo
1990, tres décadas de la fotografía en el la gestión de Sabogal, en especial du- 35 J. M. Arguedas, “Notas elementales Gil, Ciudad de México, entre octubre de
Perú (en 1997, con curaduría de Natalia rante la gestión de Sara Acevedo Basur- sobre arte popular religioso y la cultu- 2018 y febrero de 2019. La serie se ex-
Majluf y Jorge Villacorta), La piedra to, quien asumió la dirección en 1993. ra mestiza de Huamanga”, Revista del hibió luego junto a un núcleo de piezas
de Huamanga: lo sagrado y lo profano 27 Aún hoy, y pese a los esfuerzos desple- Museo Nacional, 27, 1958, pp. 140-194. relacionadas con la gráfica y la narrativa
(1998), Elena Izcue: el arte precolombino gados por el Museo de Arte de Lima, las Resulta sintomático que la discusión de en la muestra Otras historias posibles.
en la vida moderna (1999) o Recupera- mayores colecciones de textiles perua- Arguedas no deje de plantearse en los Repensando las colecciones del MALI,
ción de la memoria. Perú: El primer siglo nos del período colonial y republicano términos de una cultura mestiza y po- realizada entre marzo y mayo de 2019.
de la fotografía 1842-1942 (2002), estas se encuentran en el exterior. La excep- pular como salida de la modernización. 45 Para un resumen de la discusión crítica
tres últimas comisariadas por N. Majluf ción más significativa es la colección “El creador mestizo parece tener me- sobre las distintas categorías artísticas
y L. E. Wuffarden. formada por la investigadora alemana jores recursos para adaptar su produc- véase M. A. Bovisio, “El dilema de las
18 “[L]a división clasista no parte de la sub- Gertrud Braunsberger de Solari, parte ción a la demanda urbana y turística. Se definiciones ontologizantes: obras de
jetividad de los dominadores, sino de de la cual pasó a la colección del Insti- orienta mejor respecto a ella”. arte, artefactos etnográficos, piezas ar-
la realidad del aparato productivo y las tuto de Artes y Tradiciones Populares 36 A. Castrillón, “¿Arte popular o artesanía?”, queológicas”, Caiana, 3, 2013. Consul-
relaciones sociales que hay en él, y en del Instituto Riva-Agüero. Junto con su Historia y Cultura, 10, 1976-1977, pp. 15- tado en línea en http://caiana.caia.org.
segundo lugar que la división se apoya trabajo como coleccionista, Christiane 21; M. E. Ulfe, op. cit., pp. 71 ss.; “Tópi- ar/template/caiana.php?pag=articles/
precisamente en un manejo de lo «in- Lefebvre también ha indagado sobre las cos sobre arte popular: 40 años del pre- article_2.php&obj=130&vol=3.

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