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Teatro Lirico en Hispanoamérica

Introducción

Desde que surgió la ópera en Europa, la única clase social que podía acceder a estas
presentaciones artísticas eran los de la alta burguesía. Estar presente en un teatro como
público ya demostraba un estatus mucho más alto que el de otros individuos. Para el siglo
XIX en América, la sociedad empezó a ver con mayor importancia estas actividades de las
cuales gozaban y se privilegiaban unas determinadas clases sociales, esto llevo a que,
primero en puntos de américa surgiera la propuesta de incluir estas actividades en la vida
cotidiana de los americanos, ya sea por intereses de realce o de mostrar el estilo y clase de
un determinado grupo de personas, este fue el punto de partida para un evento que continua
hasta nuestros días.
La inclusión de la ópera en Hispanoamérica llegó como una imitación al orden social y
actividades realizadas en Europa, pero iremos viendo como esta actividad traída de afuera,
permitió el desarrollo de compositores y composiciones que junto a las influencias de la
ópera, principalmente italiana, iba evolucionando hasta incluir aspectos más propios, lo que
fue formando un nacionalismo más sólido y que además fue un evento que se extendió no
solo a lo musical, sino también al valor arquitectónico y al estilo de vida de las personas de
América poco después de la colonia.

Para dar un punto de partida sobre la llegada de la opera a América es importante resaltar
dos obras, las cuales marcaron el inicio de una larga carrera operística en el continente, la
primer es La purpura de la Rosa, de Tomas de Torrejón; dicha obra se considera como la
primera ópera compuesta en América la cual fue estrenada en Lima en el año 1701; luego
tenemos la obra Partenope compuesta por Manuel de Sumaya; ambas obras fueron
estrenadas en el palacio del Virrey de Nueva España.
Además de estas dos importantes obras que abrieron el camino a muchas otras
composiciones dadas en nuestro continente hispanoamericano, no se es posible indagar más
a fondo al respecto de los inicios de la ópera en Hispanoamérica ya que muchas otras obras
y composiciones de igual importancia se encuentran perdidas, los únicos datos que
permiten una guía sobre la producción y composición operística aquí es solo nombres y
títulos que a pesar de ser muy escasos, nos dan una esperanza de entender y ver el
florecimiento de un estilo musical en américa que se continua dando hasta el día de hoy.
En un principio, a causa de la poca influencia de los estilos trabajados en Europa, la opera
fue descrita de la forma más simple la cual es teatro cantado, no había un mayor
entendimiento que ayudara a ver que dentro de la opera se encontraba otro concepto más
importante al momento de ser compuesta, podemos decir así entonces que las supuestas
representaciones operísticas eran simplemente números musicales o recitales liricos.
En 1807 se estrenó en el teatro Principal de la Habana América y Apolo, se desconoce
quién es el compositor de la música, pero es un hecho fundamental, pues demuestra un
punto de inicio de composiciones con influencia propia de América Latina.
A partir de 1820, surge una fiebre lírica, la creatividad propia de hispanoamericanos
empieza a hacerse más notoria, llegó a tal punto de volverse un aspecto cultural propio que
no se veía afectado por otros conflictos que se Vivian en todos los países en aquel entonces.
Por la gran carrera musical que surgía por el estilo operístico, se conformaban grupos
musicales como iniciativa para representar una pequeña parte del gran material que
contribuían muchos compositores.
Las composiciones operísticas en América se saben que generalmente solo se presentaban
por fragmentos o pasajes cortos incompletos, ya que, a pesar de la gran acogida por este
estilo, la música no era financiada por alguna empresa bien establecida y conformada; para
evitar este pequeño obstáculo, muchos recurrían a soluciones creativas, como en
Montevideo, los actores cantaban su parte, bajaban el telón, y automáticas cuando se volvía
a subir otro personaje continuaba con su parte.
Para 1820, empezaron a llegar un gran número de compañías y empresas extranjeras a
nuestro continente, las cuales abastecían de solistas para las diferentes presentaciones de
música traída de Europa como la opera bufa de Rossini, a dicho solista se le solía
acompañar con una agrupación musical o un coro propia de América.
En la primera mitad del siglo XIX, el repertorio italiano era el que más se solía representar
aquí en América, el ya mencionado Rossini era el compositor predilecto de la época.
Para esos años en México, una empresa europea trajo a Manuel García, un importante
cantante español, a pesar de su gran reputación que traía desde el otro continente, tuvo poca
suerte de llegar en una época en la que los americanos no tenían una agradable relación con
los españoles; en 1827 se lanzó el decreto de expulsión de españoles, por esta razón la
llegada de García a América se vio severamente afectada.
Por aquel entonces el estado y recibimiento también por el lado de espacios teatrales para
dar recitales tampoco era el mejor, el detonante fue en una de las presentaciones del mismo
García, en el cual interpretó una obra en italiano, el público quedó descontento ya que
estaban acostumbrados a las obras que eran traducidas al español con anticipo.
Después de dicho evento se formaron diferentes posturas con respecto a si cantar e
interpretar las obras en su idioma original o mismas obras, pero traducidas al idioma
español, surgieron bastantes comentarios con respecto a esto, mucho más en aquel
momento en el que el nacionalismo en las sociedades se hacía más sólido.
A pesar de todo lo ocurrido, García ciertamente en su estancia por México, formó las
condiciones correctas para que más adelante las representaciones operísticas sean
interpretadas y escuchadas en el idioma original en el que fue compuesta la obra, además
que, se irían corrigiendo aquellos comportamientos del público que iba a los teatros a
deleitarse, las personas ya no abucheaban o fumaban en aquel espacio artístico.
Luego que Rossini haya sido muy aclamado en los teatros americanos, llegaron Donizetti y
Bellini a destronarlo paulatinamente de su puesto, ambos nuevos compositores les daban un
mejor equilibrio a las líneas de los personajes representados en la obra.
Para la llegada de la ópera y su camino por hacerse parte de la tradición cultural en
América, también se tuvieron que construir e idear teatros en los que se fueran a representar
dichas obras. A partir de aquí entonces, cada país comenzaría con la edificación de al
menos, un teatro o un espacio específico con los requerimientos necesarios para la
representación operística. Algunos de estos edificios para la fecha actual incluso, continúan
siendo considerados grandes joyas y un legado invaluable de cada país que lo conserve.
No es nada dudoso pensar que, gracias a los teatros edificados por toda América, la
sociedad haya sufrido un implemento de nuevas costumbres y tradiciones ligadas con la
asistencia a dichos espacios de entretenimiento; por ejemplo, se fue modificando la forma
de vestimenta para ingresar a los teatros, dicha forma de vestir iba de la mano de la clase
social de los asistentes.
Además del uso de una vestimenta adecuada para estos ambientes, también se implementó
que los palcos solían ser utilizados y eran exclusivamente para la clase social más alta, la
parte baja del teatro era para personas de clase media o individuos con un estatus más bajo.
Hacia finales del siglo fue entonces que, se podía percibir un gran cambio en la sociedad
con respecto a sus modales, ya no se percibían malos comentarios o abucheadas en el
momento de la finalización de la ópera, ahora se debía controlar incluso la forma del
aplauso, se debía aplaudir no tan fuerte y sin mucho entusiasmo llegado el momento.
Para la clase alta, además de asistir por los eventos y obras presentadas en los teatros, era
buen momento también para lucir las vestimentas que estaban en moda de la época, estilos
llegados recientemente de Europa.
Regresando a el tema de composición y nacionalismo, para mediados del siglo, muscos
compositores destacaban en la composición de material operístico netamente americano,
además que para ese momento empezaban a surgir compañías locales que aceleraban la
producción musical de gran forma, ya no era necesaria la espera de empresas externas al
continente.
En base a análisis realizados a material escaso de la época e inicios de la opera compuesta
en américa, se puede notar que la música italiana predominaba aquí como lo mencionamos
anteriormente, se puede denotar el tratamiento dramático de este, impuesto en las nuevas
composiciones, además de la italiana también se podía encontrar el estilo de ópera cómica
francesa.
Como hemos podido ver, denotamos entonces dos importantes vertientes de composición
de opera aquí en américa, estilos en los que los compositores hispanoamericanos gustaban
influenciarse, primero tenemos las obras con una vista mucho más formal como Donizetti,
luego tenemos el drama lirico, este último buscaba la implementación de elementos
nacionales y propios, se le implantaba ya sea en el argumento o como temas más
folclóricos.
La temática nacionalista americana como hemos visto, no fue únicamente adquirida y dada
por mismos americanos, muchos europeos empezaron a abordar esos mismos temas con
tendencia americana en muchos momentos.
Las obras que eran puestas en escena con poco tiempo en intermedio se fue notando y los
compositores hispanoamericanos no pasaban inadvertidos, ya que la demanda de óperas
había crecido por parte del público, esto suponía un gran beneficio económico para los
compositores por lo que iban surgiendo nuevas iniciativas locales, empresas que a su vez
reclutaban además a músicos únicamente americanos en la mayoría de casos, ya no se
estaba tan al pendiente de las empresas europeas como se hacía en un principio.
A partir de 1850, se dice que se estableció un teatro musical Hispanoamericano con
recepción de zarzuelas, en esos años se empezaba a incluir el contexto americano propio ya
sea en los personajes, en el ambiente de la obra o en la misma letra cantada por el
intérprete.
Las obras creadas a partir de 1850 conservan algún hecho importante en la historia de cada
país o algún momento de resalte de cada compositor, por ejemplo, las zarzuelas compuestas
por Santiaguero Laureano Fuentes que fueron realizadas como inspiración a las
representaciones que se producían en la ciudad Oriental.
Tiempo después de realizadas las independencias por toda Hispanoamérica, la sociedad
dejaba atrás con fuerte rechazo la actividad colonial dada por los españoles, pero entonces
empieza nuevamente a introducirse el estilo español en américa. Una compañía arribó a
chile con representaciones de Zarzuela española, dichas representaciones empezaron a
hacerse más numerosas y frecuentes en cada temporada. Un caso a resaltar de esto, es el
dúo Cortes y Domínguez, además del dúo de Ventura Mur y Esteban Clapera, los cuales
formaron una compañía que brindaba representaciones en teatros de Santiago de Chile.
Como hemos visto, Chile por un tiempo se volvió un importante centro de difusión de el
género ya mencionado dentro del continente Sudamericano.

Conclusión
Como hemos podido ver, la ópera en Hispanoamérica tuvo como base la mismísima opera
Europea de los compositores que hasta el día hoy conocemos, pero el surgimiento de
compositores americanos permitió el desarrollo de un producto con rasgos e influencias
propias del continente, que va de la mano con el nacionalismo y diversidad de cada país en
el que se compuso cada opera americana, esto nos ha permitido ver la gran cantidad de
recursos únicos y propios de los cuales se pudo transformar o crear un estilo nuevo con la
base europea de la ópera, y a pesar del correr de los años, estos recursos siguen siendo de
uso constante para la creación de nueva música que enriquece el vasto repertorio musical
americano del cual todos deberíamos sentirnos orgullosos y que, por lo visto, a pesar de un
inicio puramente Europeo los recursos americanos que se perciben las costumbres y
tradiciones se impregnan a propósito o sin querer de forma sutil en las composiciones hasta
llegar a un punto de pureza nacionalista.

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