Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Cetrangolo
El Solís: eslabón internacional de una sociedad inclusiva.
I. Un eslabón internacional.
La cronología del Solís presenta algunas peculiaridades que llaman la atención, sobre
todo cuando comparada con los elencos de otras salas activas en el periodo que estudia
el equipo RIIA, es decir, las cuatro décadas que tan significativas resultan en el Rio de
la Plata para el análisis de su demografía: 1880 – 1920.
Ya a primera vista, el teatro uruguayo presenta una programación extremadamente
abierta que alterna el teatro de prosa, con espectáculos casi circenses, la zarzuela, la
opereta y la opera, lo que no es en absoluto habitual en las temporadas de los teatros de
otras capitales, como la sala de la orilla opuesta del río. En realidad habrá que corregir
velozmente aquella referencia a “la sala” como término de cotejo porque los argentinos
ofrecieron a la comparación con el Solís tres sedes diferentes. Por lo pronto en 1888
destruyeron su Teatro Colón para construir un banco. Aquel vetusto pero funcional
teatro estaba situado frente a la Plaza de Mayo y era un año más joven que el Teatro
uruguayo; pasaron luego treinta años antes de que se inaugurara el Colón actual. Entre
ambas sedes la sala de prestigio porteña fue el Teatro de la Ópera.
El Solís, el teatro lírico de Rio de Janeiro y aquella sede cambiante de Buenos Aires
eran etapas de compañías totalmente organizadas en Italia y que fueron regidas, por
venturosos y bastante desprejuiciados empresarios como Angelo Ferrari, Cesare Ciacchi
y Walter Mocchi, quien era “a mixture of publicity man, buccaneer and revolutionary
socialist not unlike his friend Mussolini; whose move towards fascism he
enthusiastically followed”.1
Es cierto que para aquellos personajes esta actividad de organizar las tournées era un
negocio, si bien no exento de riesgos. A Ferrari, que en algún momento controló la
Scala de Milán, o a Mocchi, que en la segunda década del siglo XX tuvo fuertes
intereses en el teatro de Roma, llevar los espectáculos costosos desde la sede madre a
América Latina, significaba aprovechar al máximo de una inversión. Ello era posible
porque los inmigrantes que se habían transferido en masa representaban significaban un
nuevo público de italianos que pedían ópera en la otra parte del Océano. Esa empresa,
que no podía paralizarse, encontraba nueva posibilidad de movimiento gracias a la
estaciones alternadas en los opuestos hemisferios y asi hubo cantantes “golondrina”
análogos a los trabajadores que desde la Basilicata se transferían anualmente para
trabajar en las cosechas de la pampa. Por otro lado, las remuneraciones en Sudamérica
eran mucho más altas que las que se recibían en Europa. La Gaceta Musical en algún
momento de tensión con el empresario Ferrari lo acusa de abusarse de la gallina de los
huevos de oro – los cachets rioplatenses- para pagar sus arriesgadas producciones en la
Scala. Beniamino Gigli cuando llegó a Sudamérica dijo que por primera vez se sentía un
cantante internacional porque nunca antes había sido tan bien pagado.
Paralelamente esto significó que en sitios tan lejanos de los centros de producción lirica
como Rio, Montevideo o Buenos Aires hayan podido conocer artistas internacionales
del más alto nivel como Mascheroni, Toscanini, Caruso o Muzio; que algunas operas
hayan sido presentadas en el Solís a apenas pocos meses después de su estreno mundial,
ya que habían sido producidas por la casa madre de las que partían las tournées - ; que la
presencia de aquellos cantantes de primer nivel hayan hecho posible que compositores
uruguayos presentasen sus operas interpretadas por artistas legendarios como Ninon
Vallin, Gilda Dalla Rizza o Tito Schipa; que operadores uruguayos como José Oxilia
hayan tomado contacto con aquel ambiente para después acceder a los escenario de
mayor prestigio en el mundo de la ópera internacional.
Estas troupes, si bien formadas en Europa, contaron con la colaboración de elementos
locales, sobre todo artistas italianos que residían en el Plata. Es el caso de Clemente
Greppi y de Giuseppe Carmignani. El primero era toscano, nacido en Luca, que actuó
como activo didacta de la música y que en algún texto 2 denunció la xenofobia
antitaliana en Argentina. Greppi fue frecuentemente contratado como director de coro
de las operas que se presentaron en el Solís. El otro fue el escenógrafo Carmignani de
Parma que presentó no pocas puestas en Uruguay y que en Argentina había pintado el
telón del Teatro El Circulo de Rosario, copiando el del Teatro Regio de su Parma natal.3
Estas compañías conformaban grupos muy numerosos y, en general, de muy alto nivel
artístico. De sus presentaciones, de las cuales sobre todo, pero no solo, pudo participar
una elite aventajada, dan cuenta las cronologías. A continuación mostraré algunos
eventos de esa lista que me parecen especialmente notables.