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empieza a tener buen desempeño, pero en otros se siguen presentando problemas para
aprender a un ritmo adecuado, a la vez que se observa carácter introvertido, apático, poco
participativo o completamente extremo: agresivo, demasiado inquieto y con períodos de
atención muy reducidos. En situaciones así, la evaluación permitirá conocer los motivos de la
conducta, que pueden encontrarse en el ámbito familiar, y determinar los pasos a seguir para
obtener una solución.
Algunos ejemplos
A fin de clarificar de qué manera pueden ayudar psicólogos y psiquiatras a superar problemas en
el desarrollo del menor, Francisca Bejar habló de algunos de los casos más frecuentes a los que
se enfrentan:
Enuresis. Aunque la mayoría de los niños dejan de orinarse en la cama aproximadamente a los
tres años, hay quienes siguen presentando esta situación en edades más avanzadas. Lo cierto es
que no estamos ante una enfermedad, sino que es un síntoma bastante común.
La enuresis puede tener sinnúmero de causas emocionales, por ejemplo, cuando un niño
comienza otra vez a orinarse en la cama después de meses o años de no hacerlo, se sospecha
que enfrenta nuevos temores o inseguridades, por lo que suele asociarse a algún evento que le
generó miedo e incertidumbre: el traslado de la familia a otra población, la pérdida de un ser
querido o el nuevo hermanito que reclama atenciones por parte de los padres.
Aunque esta dificultad llega a ser atendida exitosamente incluso por el pediatra, algunas veces
la enuresis no se resuelve de manera sencilla; en estas ocasiones suelen presentarse otros
problemas emocionales, tales como tristeza o irritabilidad constantes, cambios en el apetito o en
los hábitos de dormir. En estos casos se recomienda consultar a psiquiatra o psicólogo de niños
para realizar una evaluación.
Divorcio. Los padres pueden sentirse desconsolados o contentos por su separación, pero
invariablemente los niños experimentan temores y confusión por la amenaza a su seguridad
personal, además de que no entienden qué sucede en su familia, cómo se verán afectados y cuál
será su suerte; incluso llegan a creer que son la causa del conflicto entre sus padres o tratan de
hacerse responsables de reconciliarlos.
En general, la pérdida de uno o ambos padres debido a divorcio puede hacer que los infantes se
vuelvan vulnerables a enfermedades físicas y mentales, de modo que los adultos deben
percatarse de las señales de estrés persistentes en los pequeños, como falta de interés en la
escuela, por los amigos o aún a entretenerse; otros indicios son dormir muy poco o demasiado,
y ser rebeldes.
En todos estos casos el psiquiatra o psicólogo podrá evaluar y dar tratamiento al niño para
aliviar las causas del estrés, además de que podrá aconsejar a los padres para que, de ser
definitiva su decisión, hagan entender a los pequeños que mamá y papá seguirán al pendiente
de su desarrollo, aún si el matrimonio termina y no viven juntos. La asesoría especializada
también puede poner fin a disputas prolongadas acerca de la custodia de los hijos o por
presionar a los infantes para que "tomen partido" por uno de sus progenitores.
Fobia social. Aquí se hace énfasis en la historia del niño, ya que, explica la psicóloga Francisca
Bejar, el problema para socializar con sus compañeros es una alteración considerable de miedos
y temores, o porque el chico toma demasiado a pecho lo que le dicen: recibe una broma y
reacciona mediante conductas extremas que pueden manifestarse con agresividad o demasiada
introversión, apatía pronunciada y alejamiento de sus semejantes.
Así, el trabajo se dirigirá a conocer la relación del pequeño con sus padres y los momentos en
que se presentan las manifestaciones antes mencionadas de manera más pronunciada, a fin de
determinar en qué aspecto se debe atender el perfil emocional del niño. En todo momento,
psicólogo o psiquiatra deben considerar que hay aspectos biológicos que pueden generar esta
condición, como problema de inmadurez neurológica (anomalías en el desarrollo del sistema
nervioso), por lo que de ser necesario el caso será llevado sólo por el neurólogo (especialista en
el funcionamiento del sistema nervioso) o paidopsiquiatra, quien seguramente recurrirá al uso
de fármacos.
Depresión. Niños y adolescentes también sufren esta enfermedad que interfiere con sus
habilidades y desarrollo integral, sólo que sus manifestaciones son ligeramente distintas a las de
los adultos, por lo que los tutores deben permanecer atentos y buscar ayuda si uno o más de los
siguientes síntomas persisten:
Desesperanza.
Mala concentración.
Los niños y adolescentes que se portan mal en casa y escuela pueden estar sufriendo depresión
sin que nadie se dé cuenta de ello, por lo que los padres deben acercarse más a ellos para
percibir los cambios en su conducta y asistir al psiquiatra o psicólogo para tratar de lograr un
diagnóstico temprano del mal.
Ante todo, Francisca Bejar considera que en la actualidad "está muy mal empleado el término
TDAH, ya que muchos niños inquietos son diagnosticados erróneamente como hiperactivos", por
lo que, subraya, "se necesita una evaluación multidisciplinaria en la que el neurólogo y el
psiquiatra juegan papel principal para determinar qué tan alterado está su sistema nervioso y, al
mismo tiempo, ver la conveniencia de administrar fármacos".
Violencia familiar. El efecto del maltrato a menores perdura mucho después de que las señales
de golpes y heridas físicas han desaparecido o de que las ofensas se han esfumado, por lo que
se suele reconocer que el tratamiento temprano es importante para minimizar los efectos a largo
plazo causados por el abuso o maltrato físico y psicológico.
Es posible distinguir a los niños que sufren violencia intrafamiliar cuando son incapaces de
confiar o querer a otros, tienen conducta agresiva, problemas de disciplina (en ocasiones
incurren en actos ilícitos como robo), presentan comportamiento autodestructivo, son retraídos,
temen crear nuevos lazos afectivos, presentan bajas calificaciones y se acercan peligrosamente
a las drogas o alcohol.
Psicólogos y psiquiatras de niños y adolescentes proveen evaluación comprensiva y cuidado para
los menores que han sufrido violencia en casa; también pueden ayudar a la familia a aprender
nuevas formas de darse apoyo y de comunicarse. Cabe destacar que, de acuerdo a lo
observado, el infante maltratado comienza a recuperar su sentido de confianza en sí mismo y en
otros sólo mediante tratamiento.
Abuso sexual. Este tipo de violencia puede ocurrir a manos del padre, padrastro, hermano u
otro pariente, o fuera de la casa, por ejemplo, un amigo, la persona que lo cuida, un vecino,
maestro o desconocido; empero, en todo caso el pequeño desarrolla una variedad de
pensamientos e ideas angustiantes.
No hay niño preparado psicológicamente para hacerle frente al estímulo sexual, y cuando los
abusos en este aspecto ocurren en casa, el menor puede tenerle miedo a la ira, celos o
vergüenza de otros miembros de la familia, o quizás puede temer que se presente una
desintegración si denuncia el abuso, de modo que experimenta mucha tensión y angustia por lo
que le ocurrió.
Los pequeños que han sufrido abuso sexual pueden mostrar en su comportamiento:
Obsesión por manifestar que tienen el cuerpo sucio o dañado, o miedo de que haya algún
daño en sus genitales.
Negarse a ir a la escuela.
Agresividad.
Pensamientos suicidas.
Si un niño dice que ha sido molestado sexualmente, los padres deben hacerle sentir que lo que
pasó no fue culpa suya y buscar ayuda médica para que se realice un examen físico a su hijo;
también deberán asistir al psiquiatra o psicólogo a fin de que ayude a los menores a recuperar
su autoestima y sobrelleven sus sentimientos de culpabilidad.
Discapacidad. La labor a seguir es muy variada, dependiendo del tipo de problema que se
presente y si éste es de nacimiento o adquirido. "No es lo mismo trabajar con un niño con
síndrome de Down, al que se detecta desde que nace, a un pequeño que físicamente no
demostró ninguna alteración, ha llevado un desarrollo normal pero al llegar a la escuela tiene
problemas de aprendizaje; es hasta ese momento o al observar que requiere dos años para
cubrir cada grado escolar cuando se percibe que hay daño biológico difícil de detectar".
En todo caso, explica Bejar Nava, los psicólogos y psiquiatras ayudan a llevar una educación
especial que garantiza mejor calidad de vida, y al existir un compromiso de parte de familiares y
expertos, el resultado es mejor para lograr el bienestar integral del niño.
Adopción. No hay consenso entre especialistas en salud mental sobre a qué edad debe saber un
niño que fue adoptado, pues esto dependerá de las circunstancias en que se presente la
situación, pero se afirma que los pequeños deberán enterarse por boca de sus padres, ya que de
saberlo a través de terceras personas pueden sentir ira y desconfianza hacia sus tutores y
pueden ver la adopción como mala o vergonzosa.
Niños sobresalientes. A decir de Francisca Bejar, éste es uno de los grupos más descuidados,
debido a que su condición es difícil de evaluar con exactitud (incluso puede ser parcial, temporal
o permanente) y debido a que los sistemas educativos están desarrollados sólo para la población
general y no para quienes superan el parámetro medio; estos chicos difícilmente pueden
adelantar años escolares y, por tanto, requieren de terapia específica.
El trabajo del psicólogo consiste no sólo en ofrecer actividades colaterales que ayuden al
aprendizaje, sino en dar apoyo emocional, pues estos niños presentan un problema conocido
como discronía emocional, en el que las demandas sentimentales y de juego superan a las de la
edad cronológica. "Hay pequeños de 8 años que quieren jugar y relacionarse como cualquiera,
pero los compañeros de su edad no tienen las mismas inquietudes; entonces descubren que les
gustaría convivir con niños de 12 años, pero éstos los rechazan. Tal situación crea un choque
emocional y por eso tenemos que apoyarlos psicológicamente, para que su relación con los
demás no sea desfavorable".
Cuando hay bulimia, la niña o niño ingiere grandes cantidades de alimento con alto contenido
calórico, y luego busca eliminar sus copiosas comidas a través del uso de laxantes o
provocándose el vómito. Esto puede alternarse con dietas extremas que resultan en
fluctuaciones de peso dramáticas.
Psiquiatras y psicólogos de niños y adolescentes son los indicados para evaluar, diagnosticar y
dar tratamiento a estos desórdenes caracterizados por la obsesión hacia la comida y la distorsión
de la imagen física. Las investigaciones demuestran que la identificación y el tratamiento a
tiempo tienen resultados favorables, por lo que los padres, al notar los síntomas, deben acudir al
psicólogo o psiquiatra, quien trabajará en equipo con un nutriólogo.
Drogas y alcohol. Por desgracia, creciente número de niños y adolescentes tiene algún tipo de
acercamiento con estimulantes; algunos los ignoran, otros experimentan un poco y luego los
dejan, pero otros seguirán usándolos regularmente con varios niveles de problemas físicos,
emocionales y sociales, incluso desarrollan dependencia y actuarán durante años de manera
destructiva hacia sí mismos y otros.
Quienes comienzan a fumar tabaco o a beber desde temprana edad corren grave riesgo, ya que
se ha observado que son más propensos a consumir mariguana y otras drogas ilícitas. Las
señales principales del abuso de drogas por niños y adolescentes pueden incluir:
Fatiga constante, quejas acerca de su salud, ojos enrojecidos y sin brillo y tos persistente.
Se hacen de amigos nuevos, a quienes no les interesan las actividades normales de casa y
escuela, presentan problemas con la ley y estilos poco convencionales en su forma de vestir.
Una manera eficaz en que los padres pueden demostrar su preocupación y afecto por sus hijos
es discutir francamente con ellos sobre el uso de bebidas alcohólicas y drogas y, en caso de
observar síntomas arriba referidos, deben consultar a un psiquiatra para someterlos
inmediatamente a tratamiento.
Que hacer:
El trabajo es complejo, sistemático y con mucho compromiso para que no se vea interrumpido y
cubra sus distintas etapas: reconocer que hay dificultades, buscar soluciones y llevarlas a la
práctica".
En lo que se refiere a los maestros, comenta que deben permanecer atentos, "no sólo ante niños
muy inquietos en el salón, sino también deben observar al que casi no participa, al poco activo,
demasiado introvertido o muy fantasioso, situaciones que pueden mostrar que el pequeño sufre
maltrato en casa, pero eso sólo lo puede conocer el maestro al interactuar con sus alumnos".