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¡Mi niño no acepta las clases virtuales!

Estos tiempos son difíciles, tenemos preocupaciones de todo tipo, la familia, el trabajo, el colegio
de los chicos y un largo etcétera. Justamente de lo primero pensamos que, con esfuerzo, vamos a
manejarlo y sentir que podemos con las dificultades; en cambio en lo que respecta a nuestros hijos
y sus vidas, nos complicamos y preocupamos aún más.

Seguramente que durante este tiempo de cuarentena e, incluso ahora que ya no estamos en ella,
nos hemos encontrado con varios momentos de frustración con nuestros hijos: las clases virtuales,
las tareas, la Miss, la pelea por que los chicos entiendan que la computadora que antes les traía
momentos de felicidad (seguramente que muchos de ellos, incluso, clandestinos), ahora es a la
que tienen que “pegarse” para hacer actividades que ya no necesariamente les parecen tan
placenteras como antes.

¿Y eso? ¿Por qué?

Además de lo arriba expuesto, que de por sí ya representa un cambio tremendo en la rutina e


ideas pre concebidas de los niños y adolescentes, responde a sus características particulares, y con
esto no hablamos de lo que sienten necesariamente, sino de la etapa de desarrollo intelectual en
la que se encuentran.

Jean Piaget, gran precursor de la teoría Cognitiva, afirma que toda nueva vivencia impacta
directamente sobre los niños. Cuando esta encaja con lo que el niño ya sabe, lo lleva hacia el
equilibrio; en cambio cuando esa experiencia es novedosa y no sabe cómo entenderla y/o
enfrentarla, los pequeños presentan desequilibrio cognitivo, que inicialmente los confunde y
desarticula, pero con la guía pertinente esto se transforma en aprendizaje. Evidentemente no
todos llegan a experimentar un aprendizaje que los lleve a la satisfacción y felicidad, lo cual
dependerá también de cómo interpretan las situaciones novedosas y, claramente, del soporte
emocional que reciban durante ese tiempo.

Es así que, durante los 2 a 4 años, los niños aun no pueden usar la lógica para transformar,
combinar o separar ideas, necesitan tocar, manipular objetos y así poder “jugar” con el
conocimiento, consiguiendo, de esta manera, entender el punto de vista del otro.

Ahora queda claro por qué a nuestros pequeños de esas


edades les resulta sumamente complicado quedarse
sentados toda la clase virtual, si es que esta no va
acompañada de la presencia de uno de los padres para
ayudarlo a engarzar las palabras y conceptos nuevos con
objetos de su entorno. De no contar con esa presencia, lo
más probable es que la clase, por más llena de música y
color que sea, le resultará aburrida, pues les costará
tremendamente entenderla. Por lo tanto, no habrá
aprendizaje.

Con el paso del tiempo, y la adecuada manipulación de


contendidos académicos, los niños aprenderán el uso de símbolos, siendo esto evidente a la hora
de jugar, pues conseguirán seguir instrucciones, simular distintas situaciones, usando para ello la
imaginación. Por ejemplo, usar una escoba como caballito, una caja grande como nave espacial el
martes y el miércoles se convierta, esa misma, caja en un castillo.

De los 4 a 7 años, los pequeños ya representan mejor el mundo en base a ideas, incluso la noción
de número aparece de manera más clara (por ejemplo ya no cuentan porque se aprendieron de
memoria los números, sino saben que el número 1 representa a un objeto), dejando cada vez más
la rigidez que los acompañaba para empezar a jugar con las ideas, que ahora son más claras y se
presentan de manera organizada en su cabecita. Si esto siempre va acompañado de juego y
experiencias lúdicas, el aprendizaje será real y, sobre todo, significativo. Asimismo, la necesidad de
compartir con los amigos y disfrutar de su compañía será necesaria y evidente, siendo eso
seguramente, otro motivo por el cual a muchos niños de ese rango de edad les cuesta adaptarse al
medio virtual.

Claramente hay más características que se presentan en nuestros pequeños en estas edades, las
cuales estarían jugando un rol decisivo en la adaptación a este nuevo sistema educativo, a esta
nueva “normalidad” que cuesta, a ellos y a nosotros los adultos también.

Referencia

Thorne, Cecilia. (1997) Piaget entre nosotros. Lima: PUCP - Fondo editorial.
¿Por qué mi a hijo le cuesta adaptarse a los cambios?

Siempre decimos que una de las cosas que más queremos en la vida es que nuestros hijos se
conviertan en “personas de bien”, que sean “maduros”; pero esta palabra, realmente ¿Qué quiere
decir?, ¿Cuándo llega esa madurez?, ¿Qué implica esa madurez?

Obviamente esta madurez depende, por sobre todo, del desarrollo cerebral de los niños, pues las
áreas del cerebro se desarrollan a diferentes velocidades y generando conexiones entre ellas,
impactando de manera directa sobre el desarrollo intelectual de los niños, específicamente sobre
las funciones ejecutivas; pero

¿Qué son las funciones ejecutivas?

Son las actividades mentales complejas, que nos llevan a planificar, organizar, guiar, revisar,
regularizar y evaluar nuestro comportamiento; es decir “funcionar” adecuadamente, facilitando la
adaptación al entorno y, consecuentemente, nuevas situaciones. Estas habilidades son vitales para
el aprendizaje académico, pues permiten asociar ideas, movimientos y acciones simples para
realizar tareas complejas.

Por ejemplo, a partir de los 3 años, aparecen las primeras


habilidades para regular la conducta, sobre todo por tiempos
cortos, necesitando aún el monitoreo y/o supervisión de los
padres o de la figura de autoridad para conseguirlo
plenamente, costándole seguir indicaciones específicas. Por
lo tanto, a esa edad, esperar que los pequeños permanezcan
más de 25 minutos consecutivos sentados en un mismo lugar
es poco factible; a pesar de ello, hay pequeños que lo
consiguen, pero seguramente yendo en contra propio
desarrollo, generándole probablemente sumo malestar.

A los 4 años, son capaces de controlar ciertos impulsos y tener necesidad de compartir con los
pares, entendiendo la temática del juego compartido. En esta etapa los niños buscan hacer amigos
y disfrutar con ellos. Seguramente los pequeños de esta edad que llevan clases virtuales deben
sentirse frustrados, porque saben que no pueden compartir con los compañeros, notando que su
juego (el que le permite poner ideas en práctica) es probable que sea en solitario. Es así que es
posible que ese malestar se transforme en desgano, frustración y cierta desobediencia ante la
pauta de las actividades por realizar, establecidas por el adulto.

De los 5 a los 8 años, es la etapa de mayor desarrollo de las funciones ejecutivas, por lo cual la
mayor parte de dificultades en torno al desarrollo cognitivo serán evidentes dentro de este
periodo de tiempo, se necesita estar bastante pendiente del día a día de los chicos y de aquello
que empieza a costarles, dentro del plano del aprendizaje. También van ganando facilidad para
regular su conducta, como también dirigir el comportamiento de manera autónoma, fijándose
pequeñas metas y anticipándose a hechos, sin depender de las indicaciones de otros.
Dada las circunstancias actuales, es muy probable que los niños comparen su año anterior o las
actividades que antes realizaban en el aula y el recreo y las extrañen, costándoles asumir las
nuevas responsabilidades y maneras de accionar. En esta etapa es más probable ver episodios de
rebeldía e, incluso, negación hacia las nuevas actividades académicas, las cuales podrían
fácilmente ser planificadas por ellos mismos, mostrarse desobedientes y retadores, pues se espera
que en este periodo de tiempo, los niños consigan desarrollar conductas estratégicas y habilidades
de razonamiento más organizados y eficientes.

Entre los 9 y 11 años, sobre todo a los 10, los niños ya son capaces de controlarse a nivel
conductual como en torno al flujo de ideas, consiguiendo después habilidades similares,
incipientes claro está, a las de un adulto joven.

Al llegar a los 12 y hasta los 14 años, algunas funciones


cognitivas todavía se encuentran en clara evolución, como son
la flexibilidad cognitiva, resolución de problemas y memoria de
trabajo. Igualmente, durante este periodo de tiempo, los
adolescentes se encuentran habilitados para razonar, aunque
no consiguen ponderar por completo las consecuencias de sus
decisiones, ni la anticipación de las mismas. Se puede observar
que, en torno a la adaptación del sistema educativo a
distancia, la mayor dificultades que encuentran los púberes y
adolescentes por estos días es la negación a la participación
fluida de las actividades planteadas por los maestros, si bien
son conscientes del error, no consiguen entender las reales
consecuencias de sus actos y decisiones.

Como podemos ver, tanto niños como púberes y adolescentes se encuentran en constante
cambio, físico, cognitivo y, sumamos a ello, tener que entender y asumir una realidad que, valgan
verdades, a los adultos también nos cuesta entenderla. Es por ello que es necesario que seamos
justos con ellos y no juzgarlos como adultos, pues vemos que aún no se encuentran capacitados
para entender el mundo en su total envergadura, como lo hacemos los padres.

 Referencia

Papalia, Diane. (2017) Desarrollo humano. 12va edición. México: Mc Graw Hill

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