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Introducción a la

Literatura Española

SIGLOS DE ORO

RENACIMIENTO Y BARROCO

Lara Maeso Asumu

Grado en Estudios Hispánicos

Departamento de Filología Española


1. Siglos de Oro (s. XVI – XVII)

Toda una época de cambio, transformación, evolución, decadencia, inestabilidad, inseguridad y miedo
se percibe con claridad y transparencia a través de la palabra eternizada en cada tratado que sobre
magia y antisuperstición se publica durante los siglos XVI y XVII en la Europa occidental. Estos textos
incitan a imaginar el pasado al que se refieren porque lo encarnan. Quedan empapados por la cultura,
el pensamiento, la formación, las creencias, los mitos, las supersticiones, los topoi propios no solo de
cada uno de sus autores, sino de todo un periodo que busca dar su propia respuesta a interrogantes
tan universales como el fin último de la vida humana, la naturaleza de la identidad, la realidad, la
creatividad y la imaginación, a partir de su específica concepción tanto del demonio, como de la
melancolía, la locura, la posesión, el mal, etc.

El Siglo de Oro es crucial a la hora de entender al hombre moderno tal y como hoy lo concebimos. Y
ello se debe a que durante este periodo se produce una eclosión de acontecimientos que marcan un
antes y un después en la Historia occidental, sobre todo, en los años comprendidos entre 1570 y 1630.
Se le puede considerar como un siglo depresivo.

Este abatimiento es común a Europa, pero incide de manera especial en el caso de España, que en este
momento ejerce de potencia hegemónica. Sin embargo, los españoles de esta época creen que la crisis
es muy anterior y que la única Edad de Oro fue el reinado de los Reyes Católicos. La despoblación y el
empobrecimiento se aceleran entre 1580 y 1670. España no logra desarrollarse con la plata americana
y se convierte en un país imperialista en lo político, pero colonizado y dependiente en lo económico. A
ello se une la corrupción, la incapacidad administrativa y el excesivo desembolso económico para
mantener las guerras. La pérdida definitiva de la hegemonía da un desahogo a los españoles que
concentran sus esfuerzos en su desarrollo interior.

Médicos, teólogos, filósofos e inquisidores toman conciencia del lastre medieval que aún domina la
sociedad de su tiempo, sin obviar al desconcertante proceso de decadencia en el que se hallan
inmersos. De ahí que sus textos se conviertan en espejos donde se reflejan las transformaciones
estructurales y mentales propias de un momento en el que domina un cambio rápido promovido por
determinadas crisis. Ante sus ojos se suceden: pestes y hambrunas (1596-1602), oleadas de campesinos
famélicos que se agolpan en las ciudades (1583, 1597, 1618), aumento en el número de vagabundos y
un cambio demográfico agudizado a partir de 1594, en definitiva, los tres rasgos dominantes son la
carestía en la vida, el crecimiento de la miseria y la propagación de las enfermedades. La estrepitosa e
inesperada derrota de la Invencible (1588) hiere con crueldad el honor de los españoles. La idea de
decadencia que surge es producto de la realidad humillante, la impotencia, la amargura y la rabia.

Tampoco debemos olvidar que en el siglo XVI se produce el estallido de la Reforma rompiéndose con
ello la unidad de la cristiandad. Historiadores como Teófanes Egido consideran que tal vez la Reforma
es el problema más característico de este siglo, ya que este movimiento no se reduce solo al ámbito
religioso, sino que también determina divisiones profundas en la sociedad europea de la Edad
Moderna. Al final del proceso asistimos al nacimiento de iglesias irreconciliables e intolerantes, junto
con la formación de mentalidades colectivas muy diversas y naturalmente distanciadas y hostiles. La
ruptura de la unidad religiosa en Europa da también lugar a la Contrarreforma, materializada en los
acuerdos del Concilio de Trento, celebrado entre los años 1545 y 1563, donde se establecen los dogmas
y la disciplina de la Iglesia de Roma, la revisión de las órdenes religiosas existentes y la aparición de
otras nuevas, entre las que destaca la Compañía de Jesús, fundada por san Ignacio de Loyola en 1534.

Surgen numerosas transformaciones sociales como resultado del avance del capitalismo comercial y
financiero. Los descubrimientos geográficos no solo repercuten en la economía de algunos Estados,
sino que estos se ven obligados a desdoblarse en Ultramar. La Iglesia, por su parte, pone en marcha su
maquinaria misionera. Ante esta situación, la sociedad demanda un mayor número de letrados,
teólogos, científicos, filósofos, etc., que tan solo puede aportar la universidad; de ahí el desarrollo que
adquieren estos centros por toda Europa, yéndose a un tipo de educación lejano del antiguo espíritu
ecuménico de la medieval. En todo ello, se aprecia un proceso de secularización de la cultura y el
surgimiento de un espíritu racional, propio de una época ya nueva.

Por otro lado, se percibe una cierta tensión entre el individuo y la sociedad, entre la libertad y el poder.
Son justamente los humanistas los que manifiestan la necesidad de trazar nuevos caminos que faciliten
la expansión del dinamismo al que las estructuras condenan a decrecer. Tal es el caso de autores como
Francesco Maria Guaccio, Ioann Wier, Johann Klein o Friedrich von Spee, en cuyos tratados se percibe
la nueva mentalidad que se basa en la razón, la tolerancia, la solidaridad, el principio de igualdad, la
presunción de inocencia, etc., con lo que dan su particular paso hacia el progreso de la ciencia, de las
teorías políticas y sociales, derrotando la «caza de las brujas», con todo lo que ello conlleva.

El final de siglo incita a superar la transición corroborando o redefiniendo la tradición y aportando


novedad. En definitiva, nos encontramos en un momento dominado por el misterio, lo milagroso, las
visiones, los cónclaves y las hechiceras, un ambiente coherente con la proliferación de astrólogos y
profetas, conquistadores y misioneros, hidalgos y pícaros, beatas y místicos.

El diablo se convierte en la imagen donde materializar los acontecimientos que golpean y desorientan
a la sociedad del Siglo de Oro. Se percibe el mal en todos los niveles de la vida: tanto en el ámbito
personal (incertidumbre, pecado, desengaño, sufrimiento, melancolía, posesión, locura, etc.), como en
la esfera sociopolítica (principio de desmoronamiento de las instituciones básicas) y en su dimensión
cultural (la escultura, la pintura y el teatro muestran numerosas imágenes del diablo: unas burlonas,
otras irónicas y otras dramáticas, presentándonoslo como un ser cotidiano y muy cercano).

La maldad, como fruto de la incuestionable existencia del demonio, se erige en pieza clave a la hora de
interpretar este periodo histórico marcado por la crisis y la confusión. En la literatura de esta época se
observa cómo el mundo al revés o mundus inversus equivale claramente a un mundo loco o mundus
perversus. El hombre de entre siglos parece ver como impossibilia o mundo disparatado sucesos como:
las críticas realizadas al cristianismo por parte de Erasmo, las reformas de Lutero y de Calvino, las ideas
de Copérnico, la guerra de los Países Bajos contra la monarquía católica española, etc. De ahí que
pensadores, escritores y artistas barrocos subrayen la perversidad, la locura y la miseria que se ha
apoderado del universo.

En el plano teológico, surge la idea de la libre voluntad del hombre y de su capacidad para elegir entre
el bien y el mal.

Hacia 1582 se inicia la controversia De Auxiliis en Salamanca, generada por los padres jesuitas Molina,
Suárez, Vázquez, Gregorio de Valencia y Juan de Mariana. Son ellos los encargados de objetivar los
valores de una cultura marcada por la complejidad. La aventura y el desarrollo, la conquista de nuevas
tierras y el conocimiento del cielo, el individualismo y el estatismo marcan las bases con las que
interpretar la historia áurea. En Concordia liberi arbitrii (1589), desde un prisma puramente
humanístico, el padre Molina defiende la libertad del hombre. Considera que el ser humano puede
hacer y deshacer según su criterio, siendo el único responsable de sus propios actos, creciendo a nivel
personal tanto en la elección como en la acción de sus decisiones.

Por su parte el padre Suárez en su Tractatus de legibus (1612) razona y argumenta la idea de la
soberanía popular, de la estructura democrática de la sociedad; sostiene que el pueblo es el sujeto
primario de la autoridad. El padre Mariana va más allá al defender el tiranicidio para enmendar la
opresión política. Calderón, alumno de los jesuitas, pone de relieve en La vida es sueño el valor y la
realidad de la libertad para la acción, juntamente con la responsabilidad moral individual. El problema
teológico jurídico del libre albedrío es llevado a los escenarios por Tirso de Molina en El condenado por
desconfiado. Se confirma en estos escritos el valor personal, el poder de la voluntad y la libertad a la
hora de construir día a día la realidad que les ha tocado vivir; tanto es así que sus autores se sienten
responsables del desarrollo de una conciencia positiva para planear acontecimientos y participar
activamente en su presente histórico, en un intento por solventar la crisis profunda y la decadencia de
entre siglos.

La independencia ocupa el primer plano en la concepción jesuítica del ser humano. Pero esta libertad
puede estar encaminada no solo hacia la máxima exaltación del individuo místico, sino también hacia
la desviación marginal del pícaro e, incluso, hacia el error, el desorden y el pecado. El mal es inherente
al libre albedrío, por lo que también él forma parte activa de la historia que en esos momentos se vive.
El incremento de posesos a partir de las dos últimas décadas del siglo XVI es considerado como la
prueba material de que Lucifer se manifiesta no sólo fuera, en el mundo, sino dentro, en las personas,
pudiendo dominar incluso al Rey.

Durante este periodo estar poseído o creer estarlo, conlleva una realidad espantosa: la persona se
desdobla entre su propia individualidad y el diablo. En la frontera limitada por su cuerpo cohabita un
espíritu caótico, agresor, destructor, aniquilador de la intimidad, del carácter, de la misma esencia de
ser humano. El demonio se convierte en el componente más odiado y rechazado de la identidad
personal en un poseso; ello da lugar a una gran confusión mental que conduce a la más extrema
ambigüedad, duda y depresión, llegando incluso a rozar la autodestrucción. El hombre se da cuenta de
que es difícil vivir en el equilibrio y, aun consiguiéndolo, este se puede romper por el mal que forma
parte de la propia naturaleza humana. Libertad/represión, bien/mal, cuerpo/alma, razón/locura son
temas que se plantean justamente cuando la existencia viene definida por la pasividad, la miseria y la
angustia.

La locura se encuentra íntimamente relacionada con la posesión. La demencia es enfocada desde


diferentes puntos de vista que van desde la patológica y clínica, hasta la universal de Gracián o la
colectiva del mundo al revés; junto a la locura a lo divino de misioneros, ascetas, santos, beatas y
místicos, cohabita la heroica de soldados, capitanes y conquistadores. Este fenómeno tan complejo da
lugar a una cierta tensión interna y a una exaltación imaginativa que en sus distintas canalizaciones y
expresiones llega a convertirse en topos literario en el Siglo de Oro.

En el caso de la locura de amor melancólico-erótico sus manifestaciones son muy variadas y de la mano
de Garcilaso se plasman en el pastor que, desdoblando su «yo», llega a una confusión mental entre su
propio cuerpo y el de su amada. A partir de entonces la novela pastoril fundamenta su temática en la
pérdida de la conciencia del «yo»: el loco enamorado vive en el amado; la unión mental y espiritual con
la persona deseada disminuye la vivencia de la propia identidad. En

La Celestina los galanes a «sus amigas llaman e dizen ser su Dios». Tirso, Góngora, Lope, Valdivieso y
Cervantes vierten en sus obras manifestaciones, atributos e imágenes de complementariedad, dobles
y mitades amorosas características del amor neoplatónico nacido en el Renacimiento y del que se hacen
eco. En La dama boba, Lope convierte el amor en «luz de entendimiento», como una vía a través de la
cual se despierta el intelecto de mentes necias; pone sobre la escena el poder educativo del amor a
través de un enfoque neoplatónico que funde con un erotismo delicado y sutil.

Locura, razón, melancolía; místico, poseso, misionero; pícaro, conquistador, alcahueta; teólogo,
astrólogo, exorcista; decadencia, superstición, diablo; son imágenes recurrentes y abstracciones que
determinan y caracterizan al Siglo de Oro. No existe una realidad única; para llegar a precisarla
dependemos del tiempo, del lugar, en definitiva, de la metáfora. El pensamiento mágico, los manuales
exorcistas y los tratados teológico-morales son los que labran y organizan la realidad de ese momento.
El sermón, el catecismo, el apotegma, el cuento, la lengua, etc, son reflejos de la existencia renacentista
y barroca. La literatura, la diversión y la fiesta estructuran la naturaleza. El compartir presunciones,
imágenes, miedos, esperanzas y creencias sobre el mundo, la persona, la vida y el más allá, se constituye
como la base y fundamento de la realidad palpable, verdadera y, en definitiva, única.

2. Renacimiento

El Renacimiento surge a mediados del siglo XIV en Italia. Dante, Petrarca y Bocaccio, autores medievales
toscanos imprescindibles para comprender la literatura occidental, escriben ya obras de carácter
renacentista durante este siglo. Se trata de un movimiento antropocéntrico: el centro de la vida, de la
literatura, del arte, es el ser humano. Frente a la visión religiosa que impone a Dios y al dogma como
ejes de la existencia medieval, a partir del Renacimiento se constata un enfoque ideológico más a la
medida del deseo humano. El Renacimiento se caracteriza también por un renacer de la cultura clásica.
Se difunde desde Italia al resto de Europa, donde se consolida en el siglo XVI. La plenitud renacentista
se produce en España durante los reinados de Carlos I (1517-1556) y de Felipe II (1556-1598). Fue un
periodo de gran vitalidad, ya que se produce el descubrimiento de América en 1492, así como la
unificación de España tras la conquista de Granada (1492) y la anexión de Navarra (1512). Con los Reyes
Católicos se creará también una unidad religiosa; así, se expulsa a los judíos en 1492 y, en 1502, a los
moriscos que no quisieron convertirse al cristianismo. Estas expulsiones dieron lugar a graves
problemas: muchas personas fueron obligadas a emigrar y otras muchas se vieron forzadas a abrazar
otra religión. Como consecuencia, surge el problema de los conversos, que eran vigilados por la
Inquisición y que no podían ejercer determinadas profesiones. Muchos cristianos nuevos lo ocultaban
para no tener problemas ni avergonzarse socialmente. Por esto, el tema de la limpieza de sangre fue
tan importante como se refleja en literatura. A pesar de que se puede percibir un notable aumento de
la actividad mercantil, gracias sobre todo al auge de la burguesía, la sociedad seguía dominada por los
aristócratas, que eran muy ricos y consideraban indigno trabajar. Ser noble era una obsesión, sobre
todo en Castilla. La diferencia entre clases era, en ocasiones, muy acusada y gran parte de la población
estaba constituida por grupos afectados a menudo por la pobreza, el hambre y las epidemias.

Podría subdividirse en dos etapas:

Durante la primera, se reciben las influencias italianas. A esta época pertenecen Garcilaso y sus
seguidores: Diego Hurtado de Mendoza, Hernando de Acuña o Gutierre de Cetina.

En la segunda, la época de Felipe II, el Renacimiento se adapta a las preferencias españolas. Los autores
se agrupan en escuela salmantina, con figuras como Fray Luis de León, Francisco de la Torre o Francisco
de Aldana; y escuela sevillana, con otras de tanta relevancia como Fernando de Herrera.

En conclusión, el Renacimiento es un movimiento ideológico, artístico y literario que pretende la


ruptura con lo anterior y el renacer de la cultura clásica grecolatina, además de una renovación de los
valores humanos en diferentes campos, tanto en las artes como en la vida civil, para describir al
hombre, para exaltarlo y para considerarlo el centro del universo. Se abre un período de cierto
optimismo en el que se considerará que la razón es un atributo humano y un don que Dios nos ha
otorgado para hacer frente a todos nuestros retos.
2.1 Ideología

o Humanismo: el humanismo español aspiraba a lo mismo que el italiano: reavivar el


conocimiento de la latinidad como instrumento de la cultura internacional, para que sirviera a
una nueva sensibilidad. Los humanistas son hombres del Renacimiento que estiman
profundamente la antigüedad clásica, a la que dedican todos sus esfuerzos y su rigor
intelectual, y que tienen como centro de interés al ser humano, que debe ser guiado mediante
la educación hacia su realización plena. Para ello, proponen un nuevo plan de estudios, los
studia humanitatis, que incluirán gramática, literatura, historia y retórica, materias que se
consideran fundamentales porque permiten que el hombre pueda conocerse a sí mismo y
llegar así a ser virtuoso y sabio. En España se debe destacar la labor filológica y humanista de
Antonio de Nebrija, autor de La Primera Gramática castellana (1492), de Juan de Valdés o del
cardenal Cisneros.

Se caracteriza así por:

→ La valoración del mundo grecolatino, en el que se busca una nueva escala de valores basada en el
individuo.
→ El antropocentrismo; el hombre es el centro del universo, capaz de dominar el mundo y crear su
propio destino.
→ Se antepone la razón al sentimiento y prevalece el equilibrio, la mesura y la armonía (Aurea
mediocritas).
→ El nuevo ideal del hombre es el de El cortesano de Castiglione, el perfecto caballero hábil como
poeta y guerrero.
→ Un nuevo ideal de belleza; la naturaleza, la mujer, el amor se presentan idealizadas. Se describe el
mundo no como es, sino como debería ser.

o Erasmismo: Una figura fundamental para la cultura europea y española de la época es la de Erasmo
de Rótterdam (1467-1536), tanto por su labor humanística como por su condición de renovador
de la religión y la espiritualidad. Erasmo defendía la oración íntima, alejada de la falta de piedad
de los ritos religiosos más ampulosos, al tiempo que preconiza la lectura y la reflexión personal
sobre los textos evangélicos, que deberían ser de nuevo traducidos a los idiomas romances
para facilitar el acceso a cualquier creyente. Estas ideas fueron interpretadas como un ataque
a la religión por parte de la jerarquía católica, lo que le supuso a Erasmo un claro
enfrentamiento con el poder eclesiástico. De hecho, el espíritu de la Contrarreforma, que, a
partir de la segunda mitad del siglo XVI aproximadamente, trató de defender la ortodoxia
católica del avance de las ideas protestantes, supondrá un freno para la difusión del erasmismo.
o Neoplatonismo: el redescubrimiento renacentista de Platón será fundamental. Dentro de este
esquema de pensamiento, se le otorga máxima relevancia al conocimiento como medio de
elevación hacia el amor divino. Esta elevación se logra a partir de la contemplación de las cosas
bellas, ya que a partir de ellas el ser humano es capaz de ascender a lo absoluto. La belleza
material, al ser reflejo de la divinidad, permite al alma acceder al mundo de la belleza suprema
al que pertenece: la mujer, el arte y la naturaleza serán caminos para alcanzar ese fin.
o El cortesano: En este clima proclive a la cultura y a las manifestaciones artísticas, tiene sentido
la figura del cortesano. La curiosidad intelectual y el cultivo de la propia personalidad llevan al
ser humano a albergar una gran sed de conocimientos y de experiencias. El caballero
renacentista sumará a su tradicional dedicación bélica y aventurera, un claro afán intelectual y
creador. El cortesano, modelo ideal de hombre, quiere ser a la vez erudito, soldado, artista y
científico, sin olvidar por supuesto su faceta de ardiente enamorado ni la de virtuoso cristiano.

2.2 Panorama general

2.2.1 Lírica renacentista

A lo largo del siglo XVI, en el Renacimiento, se producen importantes novedades en el campo de la


poesía lírica, que gozará de enorme prestigio.

− Por un lado, se perpetúa la tradición medieval por medio de la poesía de cancionero, que se
publica en los Cancioneros y se centra en el amor cortés, y por medio de la poesía tradicional
y el romancero, que utilizan el verso corto, en general, y se transmiten de forma oral o
escrita.
− Por otro, a partir de los años 20, hasta 1543, fecha en que se publican las obras de Boscán y
Garcilaso, se introducirán los modos petrarquistas, que tienen como medida habitual el
endecasílabo, con la novedad del empleo del soneto y las formas derivadas de la canción
italiana. No se trata de dos maneras opuestas de enfocar la lírica, sino más bien paralelas, ya
que, en muchos casos, parten de lo mismo: la lírica del amor cortés, que cultivaban los
trovadores y también Petrarca y sus seguidores. Por eso, cuando los poetas renacentistas
pretendieron adaptar al castellano las nuevas formas de expresión y la nueva sensibilidad, ya
existía en la península un clima proclive a la introducción de la estética italiana, que también
había bebido de la fuente de la poesía provenzal. Así, poetas como Garcilaso de la Vega
escribirán a la manera italiana y a la manera de los Cancioneros casi simultáneamente.
− El tema religioso es muy importante en la segunda etapa del Renacimiento. Es cultivado por
poetas como Fray Luis de León, Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz. A veces, se une al
tema de la unión mística, con el que se describen las experiencias del individuo que intenta,
por medio de la ascética (purificación moral), llegar a la unión espiritual con el ser divino,
hecho que se concreta en visiones, en estados de éxtasis...

2.2.2 Prosa renacentista


Narrativa Didáctica
Por un lado, en el siglo XVI, se escriben o se No está ausente de elementos formales de la
continúan publicando, porque algunas son narración, pero en ella predomina el interés
géneros medievales, novelas didáctico. La forma que suele adoptar es la
que ofrecen un mundo idealizado: novela dialogada: dos o más interlocutores tratan de
bizantina, novela pastoril, novela morisca, un tema, según diferentes puntos de vista. Son
novela de caballerías y novela deudores de los diálogos clásicos y, sobre todo,
sentimental. Por otro lado, se crean otras de los diálogos de Erasmo.
novelitas en las que, sin embargo, la óptica Los temas son diversos, ya que en ellos se
ofrecida es la de degradación, de vierten ideas filosóficas, religiosas, doctrinales o
desmitificación. Entre ellas, encontramos sociales. Se pueden incluir, además,
algunas que continúan la temática de La elementos narrativos, dramáticos, digresiones,
Celestina, y obras como El Lazarillo etc. Permiten libertad y aportan un tono
de Tormes, que iniciará un género nuevo (la cercano al lector, además de
novela picaresca) y revolucionará lo que hasta didactismo y versatilidad en la exposición de
ese momento se había ideas.
considerado de interés literario. Casi todos - Hermanos Juan (Diálogo de la lengua)
estos géneros se seguirán cultivando también - Alfonso de Valdés (Diálogo de las cosas
hasta bien entrado el siglo ocurridas en Roma).
XVII.

❖ Novela picaresca
→ La vida del Lazarillo de Tormes, sus fortunas y adversidades

El Lazarillo de Tormes se publicó de forma anónima en 1554. Con esta obra comienza una
nueva visión del héroe y un avance considerable en la gestación del nuevo género que es la
novela, entendida ésta como una narración de signo realista y verosímil para la que resulta
fundamental la evolución y caracterización de los personajes.

→ Características generales de la picaresca:

-El autobiografismo. El pícaro narra su azarosa vida desde su punto de vista, guardando el
decoro.

-La figura del pícaro, individuo de pocos años, hijo de padres sin honra, que debe utilizar la
habilidad y la astucia. Su soledad ante el mundo le obliga a agudizar el ingenio en un mundo
en el que ha de sobrevivir, a pesar de sus circunstancias. Sus inquietudes rozan lo inmediato:
comer y beber, ganar dinero, ascender en la escala social... Ni el amor, ni el honor, ni la fama
tienen que ver con su código ético.

-La estructura de servicio: el pícaro es mozo de muchos amos. Por medio de esta técnica se
puede presentar un panorama de diferentes individuos o tipos, para criticarlos, como sucede
con el ciego, los diversos clérigos, o el hidalgo. El pícaro, además, se desplaza por diferentes
lugares y sufre aventuras que lo forman (o deforman) como ser humano. El relato toma la
forma de explicación de un "caso" contado de forma autobiográfica.

-Narra acciones y sucesos que podrían haber pasado, realistas y verosímiles, a diferencia de
las fantasías de la novela idealista.
-Cierta preferencia por los espacios urbanos.

2.2.3 Teatro renacentista

A la entrada del siglo XVI, las formas dramáticas medievales evolucionan hacia manifestaciones de
teatro popular, en el que comediantes profesionales recorren los países representando en plazas o
posadas; de teatro eclesiástico, promovido por la Iglesia con ocasión de las grandes festividades
religiosas; y de teatro culto y cortesano, con obras de inspiración clásica representadas en espacios
cerrados.

→ El teatro renacentista tiene como característica principal la imitación de los autores clásicos
grecolatinos.
→ Los géneros tratados son la tragedia, el drama y la comedia.
→ Los preceptistas del Renacimiento seguían en todas sus obras la regla de las tres unidades:
exigía que la obra teatral había de tener unidad de acción y debía desarrollarse en un día como
máximo y en un mismo lugar.
→ A lo largo del siglo XVI, el teatro había adoptado modalidades religiosas (representaciones en
los templos y en las procesiones del Corpus), palaciegas y estudiantiles (con temas pastoriles,
caballerescos, clásicos, alegóricos...) y populares.

En la primera mitad del s. XVI, en el ámbito del teatro culto, destinado a un público cortesano,
debemos destacar, junto Juan del Encina, las figuras de Bartolomé Torres Naharro y de Gil Vicente. Se
trata de un teatro de cierta variedad temática y de respeto a la preceptiva clásica, que acostumbra a
usar el verso octosílabo e introduce importantes recursos expresivos. En la segunda mitad del siglo
XVI, hallaremos a diversos autores cultos que se esfuerzan por llevar adelante un teatro humanístico,
en un intento por crear una tragedia y una comedia de estirpe clásica.

Por otro lado, triunfa un teatro popular, que implica obligatoriamente tratar el nombre de Lope de
Rueda. Fundó la primera compañía de teatro española, con la que recorría las ciudades
representando obras originales. Escribe comedias al modo italiano. Su obra más conocida son los
pasos, obras breves, costumbristas, de escasa acción, que se representaban en los entreactos de las
comedias. Otros escritores llamarán entremeses a estas composiciones breves y cómicas. Se
caracterizan por su ambiente popular y su cercanía al folklore, del que toman algunos temas. En ellos
sobresale el uso de un lenguaje popular de gran fuerza cómica y la creación de una galería de
personajes entre los que destaca el bobo. Sus pasos más conocidos son La tierra de Jauja, El
convidado o Las aceitunas.

2.3 Topoi renacentistas

o Carpe diem (o "goza del día presente", Horacio). Hay que disfrutar del tiempo en que se
dispone de belleza, entusiasmo y salud, es decir, la juventud, porque el paso del tiempo lo
arruinará (ubi sunt?). Procede del poeta latino Horacio y lo podemos observar en poetas
como, por ejemplo, Garcilaso de la Vega, especialmente en el Soneto XXIII.
o Collige, virgo, rosas (o "coge, doncella, las rosas"). Es una derivación del tema anterior que
parte de un verso de Ausonio, poeta latino: "Coge, virgen, la rosa" y que es también una
incitación a gozar del día, pero aplicado a una mujer. Góngora es otro de los poetas de lo ha
manejado en aquel célebre soneto que se inicia con el verso "Mientras por competir con tu
cabello...".
o “Beatus ille”... qui procul negotiis (o "feliz aquel que alejado de los negocios...", Horacio).
Ensalza la vida sencilla y retirada, por lo general en contacto con la naturaleza. Es Fray Luis de
León quien le dio mayor fuerza en su "Oda a la vida retirada". Consiste en enumerar el ideal
de felicidad basado en la ausencia de pasiones -vanidad, avaricia, cargos...- y en vivir de
acuerdo con la propia conciencia, retirado.
o Aurea mediocritas (o "medianía de oro", Horacio): ideal de vida en que no se prefiere lo
mucho ni lo poco, sino tener estrictamente lo necesario, porque así no hay preocupación por
las pasiones de guardar lo que se tiene de más o del deseo de obtener lo que falta. Es el
equilibrio clásico.
o Descriptio puellae: (o descripción de la dama): la descripción de la amada como si fuera un
objeto o cosa preciosa compuesto de materias hermosas o lujosas. Su cabello es oro, sus
mejillas ruborizadas son rosas, cristal su frente, coral sus encías, perlas sus dientes, etc...
Responde a una fórmula muy conocida de la poesía de la Edad de Oro. El rostro es el centro
de esta belleza, se habla de su cabello -rubio-, de su tez, del color blanco, de su frente, de sus
cejas, de sus ojos, de su boca, de su cuello, de sus dientes... Petrarca lo dominó en sus
poemas dedicados a Laura, así como Fernando de Herrera, y otros poetas de nuestro
renacimiento y barroco.
o Donna angelicata, (o mujer angelical, en italiano). La amada del poeta representa, sobre todo
después de la muerte de la misma, un mediador entre Dios y el poeta que intenta depurar el
amor de éste de componentes sensuales y materiales pecaminosos y transformarlo en un
amor a la filosofía, a la virtud y a Dios. Es un tópico de origen petrarquista.
o Fortuna mutabile (o “la fortuna mudable”). Se refiere a los avatares de la fortuna que, a
veces, es favorable y otras no, tanto subes como bajas.
o Dignidad del hombre. Se le ve como portador de valores inmensos. El Renacimiento es una
época optimista. La vida de la fama dura más allá de la de los hombres corrientes.
o Enanos a hombros de gigantes. El saber de la Antigüedad es un gigante, un coloso. El de los
modernos, comparado con él, es tan insignificante como un enano, y la comparación vale
mucho, ya que por nosotros mismos no podemos ver tan lejos como el gigante. Pero si nos
subimos a sus espaldas, añadiendo nuestra insignificante estatura y conocimientos a los del
pasado, podemos ver más lejos que nosotros solos e incluso que los antiguos. Forma parte
del tópico siguiente.
o Antiguos y modernos. En la Edad Media, los griegos y romanos eran mucho mejores que los
modernos; en el Renacimiento, se puede llegar a su altura imitándolos, e incluso
sobrepujarlos.
o Vir doctus et facetus, (u "hombre docto y entretenido"). Es uno de los ideales del cortesano
renacentista, que es sabio, pero posee las virtudes palaciegas de la buena y entretenida
conversación adornada de cuentecillos y gracias.
o Homo universalis, (u "hombre universal"). Ideal del artista del Renacimiento, cuando
pretende abarcar todas las facetas del saber humanístico y la creación artística y técnica.
o Sapientia et fortitudo, ("saber y fortaleza"). Ideal del cortesano renacentista que no sólo
maneja bien las armas, sino que también posee una cultura, mostrándose hábil "tomando ora
la espada ora la pluma", como dice Garcilaso. Se relaciona con el tópico debate sobre Las
Armas y las letras, lugar común en que se debate si es mejor la vida activa o la vida
contemplativa, la acción o la reflexión.
o Enchiridion (o perfecto caballero cristiano, Erasmo).
o Locus amoenus (o "lugar delicioso"), es un lugar natural provisto de tres elementos: agua,
prado y sombra de árboles, que invita a la conversación o al descanso. Es el escenario de los
diálogos ciceronianos y de las conversaciones de la literatura pastoril. Prados verdes,
riachuelos cristalinos, pájaros cantando, árboles con deleitosa sombra. No importa la
precisión geográfica, sólo que sea el marco ideal para el amor. Garcilaso y Jorge de
Montemayor son buenos exponentes en el uso magistral de este tópico.
o Heráclito y Demócrito, o filósofo que llora y filósofo que ríe. Heráclito pensaba que la vida
humana era algo tan trágico que le hacía llorar; Demócrito, por el contrario, estimaba que
merecía la risa ante la estupidez de las conductas humanas. Es tema de muchos sonetos y
cuadros de la época.
o Cuerpo místico de Cristo. Todos los hombres, a pesar de su origen racial y social diferente,
forman parte de un mismo cuerpo, el cuerpo místico de Cristo. Es un tópico frecuente entre
los castellanos nuevos y los erasmistas, y proviene de las epístolas paulinas.
o La nave del estado. El estado es como un barco que debe ser bien pilotado por el monarca
para evitar los halagos de las sirenas, las tormentas de las guerras y los arrecifes de la
corrupción. El tópico viene de Horacio. Utopía o "no lugar": gobierno ideal en que no existe la
infelicidad porque todas las normas y comportamientos son justos. Es el título de una obra de
Santo Tomás Moro donde se describe el estado ideal.
o Miscere utile dulci. Mezclar lo útil con lo dulce; aunque el tópico viene en el Arte poética de
Horacio, se encuentra también en la mezcla de la medicina amarga de la doctrina con la miel
de la poesía de Lucrecio. Se dice en las obras didácticas para justificar que se entremezclen
elementos agradables y distracciones con los conocimientos para así hacer más amena la
enseñanza. Así ocurre con las fábulas. Este tópico alcanzó nuevo vigor en el siglo XVIII.
o Ut pictura poesis, ("como la pintura es la poesía"). Este tópico afirma que la poesía debe ser
ante todo descriptiva. Bernardo de Balbuena y, en el XIX, los poetas parnasianos, hicieron un
gran uso de él.

3. Barroco

Tenemos que precisar que desde principios del siglo XVII se nota un cambio en la representación de la
locura amorosa; ya no se reflexiona tanto sobre cómo el amor desposee al amante de su propia alma,
sino que se subraya cómo el amor es un desatino y un desvarío al no estar sometido a la razón. Quevedo
arremete contra las locuras amorosas y las califica como cosas de risa, tonterías grotescas y disparates;
«locura sin cura» apostilla despectivamente Gracián. Ambos ven el mundo como una gigantesca casa
de locos.

De la mano de Cervantes se impone un tipo de desvarío más racional, como juego intelectual que oscila
entre la coherencia y la sinrazón, entre el delirio y el genio. Lo mismo que a finales del medievo los
lectores quedaban fascinados por la folia caballeresca y amatoria de los Amadises, ahora el gusto
estético gira hacia una interpretación de la demencia como forma de razón, de verdad enigmática en
labios insensatos. Sorprende cómo la insania habla con la voz de la sabiduría, cómo el loco es cuerdo,
cómo el necio descubre demonios y en su franqueza invita a desposeerse de los lastres hipócritas y
convencionales que desautentifican la existencia humana.

En este contexto social e ideológico, la literatura barroca refleja la apariencia, el engaño, la sombra, el
sueño, la evasión, la trascendencia, en definitiva, la irrealidad que caracteriza a este momento. Los
escritores se limitan a proyectar lo real en lo imaginario, así tenemos el caso de Mateo Alemán, quien
en su Guzmán de Alfarache afirma que lo que rodea al hombre es puro engaño: «Toda cosa engaña y
todos engañamos». Góngora, por su parte, literaturiza la vida, transfigura lo que toca, elevando,
purificando e irrealizando. Las cosas son para él ideas; lo humano lo concibe como una representación
estética y trascendental. La realidad gongorina no reside en los objetos sino en el espíritu. A veces tizna
sus versos con un pesimismo final que invita a gozar de la vida en plenitud antes de que nos disolvamos,
y en otras ocasiones avisa del peligro que corremos.

Gracián, por su parte, en su Criticón examina detalladamente la vida a partir de un cuestionamiento de


la propia existencia humana: «¿Qué es esto, dezía, soy o no soy? Pero, pues vivo, pues conozco y
advierto, ser tengo. Mas, si soy ¿quién soy yo?, ¿quién me ha dado este ser y para qué me lo ha dado?;
para estar aquí metido, grande infelizidad sería». A Gracián, que sabe que «las cosas no pasan por lo
que son sino por lo que parecen», le atrae el símbolo, el emblema, el inacabable juego verbal. Considera
que en este mundo todo es engaño, humo, desilusión y vulgaridad, por un lado, o alegoría, imagen y
concepto, por otro; empobrece lo temporal y encarece lo eterno. Cree que la vida es un peregrinaje al
otro mundo.

La visión que en el Barroco se tiene de la realidad es también la que Lope de Vega y Calderón muestran
en sus representaciones. Ambos parten de la existencia objetiva para desrealizarla en un juego de
caracteres sutil e intelectual. Sus personajes son espejos de la sociedad de su época y, a su vez,
esconden bajo sus actos y pensamientos todo un mundo suprarreal de ideales y sueños. Lope de Vega
es tan galante como religioso, tan pastoril como en sus versos y escenas. Su obra La dama boba es una
representación del refinado mundo como un escenario en el que los hombres son actores. Esta idea es
llevada a su máximo desarrollo por Calderón en su teatro, donde nos muestra un mundo de
transfiguración y de fantasía. Temas básicos en sus autos son la vida como sueño, la deficiente
interpretación humana de la realidad al enredarse en las apariencias y en el theatrum mundi o mundo
como metateatro. Calderón concibe a sus personajes como títeres simbólicos, idealizados, que con sus
hilos escénicos los desliza por secuencias conceptuales que van desde la unidad a la universalidad,
haciendo claro hincapié en el tópico de tomar la naturaleza como engaño y lo sobrenatural como real.

Quevedo, por su parte, retuerce todo lo que toca, reemplaza los sentidos por una representación
deformadora y maligna de la realidad. Pesimista y decadente, degrada lo bello y sublima la grosería, tal
y como ocurre en sus obras El mundo por dentro y Alguacil alguacilado. Busca sentido detrás de la
ambigüedad y el equívoco de la vida. Pero el que acaba siempre desmaterializando su inicial y
consistente realismo terrenal es, sin lugar a dudas, Cervantes. Lo que hace Cervantes es contrastar el
reducido campo de la realidad con el infinito espacio de la metáfora, la alegoría y el mito y comprueba
que en el mundo hay más símbolos que cosas, más imaginación que verdad.

Sin embargo, tenemos que precisar que ya desde el seiscientos comienza a entreverse una nueva visión
más científica del mundo que va reduciendo el espacio de la creencia, el milagro y el encantamiento.
No debemos olvidar que en 1609 Galileo logra crear la lente astronómica y Kepler escribe Astronomia
nova; Harvey abre nuevos caminos con su De motu cordis, Rembrandt, también en 1632, con La lección
de anatomía y Descartes con su Discurso del método. El proceso especulativo-experimental así iniciado
culmina con la fundación de la Academia de Ciencias de París, con el cálculo de la velocidad de la luz
por Rômer y con la obra Philosophiae naturalis principia mathematica de Newton. Paulatinamente la
mentalidad mágica es sustituida por otra mecanicista, dando paso al raciocinio propio de la Edad
Moderna y Contemporánea.

Al mismo tiempo, el hombre barroco estudia tanto la naturaleza desde un prisma denotativo, como lo
trascendente desde una óptica subjetiva marcada, en el ámbito católico, por la Contrarreforma.

Se empieza a hacer un esfuerzo por observar y analizar el entorno físico empíricamente, por sopesar
con razón crítica lo irreal. Pero las circunstancias aún no son del todo óptimas, y por encima de esta
concepción de la realidad se impone un mundo de apariencias y de ficciones, una vida terrenal como
tránsito a otra duradera y una naturaleza humana inclinada hacia el mal. Todo ello da lugar a que el
espíritu humano tienda a la creación alegórica y el gozo simbólico, al soñar despierto, en definitiva.

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