El Renacimiento es el concepto de una estructura histórica. No puede reducirse a una
limitada esfera de la cultura, ni a un país, porque sus relaciones se desbordan entre antecedentes y consecuencias. Una estructura histórica encierra una múltiple variedad de elementos, para entenderla hay que conservar en su ajustada conexión lo nuevo y lo heredado. Algo que ha confundido a historiadores del Renacimiento: la mezcla de elementos renacentistas y tradicionales, reservando el primer nombre para las novedades del tiempo. Esa mezcla da lugar al carácter bifronte de las personalidades más representativas. Se ha puesto de relieve el papel de profesionales y grupos sociales que antes se dejaban fuera y se ha reducido el que se venía atribuyendo a tanto personaje dedicado a las humanidades. El Renacimiento deja de ser un mero fenómeno del campo del arte o cultural o intelectual para convertirse en una categoría histórica que se aplica en todos los terrenos de investigación. El Renacimiento es una cultura urbana. Coincide con un período de desarrollo pujante de las ciudades, en el orden económico y demográfico y, en cuanto a la esfera de la política, si ésta no se centra ya en ellas, de ellas salen los grupos de la burocracia al servicio del estado. El Renacimiento, por la invención de la imprenta y las condiciones económicas expansivas, es la primera cultura de un fuerte carácter libresco, necesitaba de la ciudad. El crecimiento urbano vino a ser una de las causas de la nueva cultura y determinó, en gran parte, los caracteres con que se presenta aquella. Se vivía con temas y recursos de una herencia agraria, pero con la separación entre cultivador y propietario, las formas de vida y de cultura agraria se alteran. La concentración de rentas facilitó la financiación del arte y de la cultura renacentistas. Economía dineraria y comercialización del campo proporcionan al hombre una esfera más extensa de movimientos e iniciativas. Esta nueva situación se conecta con el carácter “dinámico y revolucionario” del siglo XVI. La inclinación por los valores del tiempo presente, o las iniciativas de la vida urbana lleva consigo el testimonio de iniciativas que la vida urbana trae. Por esto hay un vínculo con cierto pesimismo que tiñe la imagen de la sociedad de esa época. Como el grupo más beneficiado fue la burguesía, se puede hablar de un sentimiento burgués. En medio de las lamentaciones constantes que levantan las guerras, los gastos principescos, el empobrecimiento resultante en ciertos sectores, etc., quedará una valoración del presente que se sitúa sobre cualquiera otra edad, lo que constituye un rasgo del Renacimiento en toda Europa. La imagen de “renacimiento” implica el renacer de los presentes, no quiere decir que vuelvan los antiguos, sino que de las cenizas del pasado emergen los tiempos nuevos. Son los “hombres nuevos” los verdaderos protagonistas de esta renovación de la historia. Las grandes figuras representativas toman parangón de los “antiguos”, piensan en medirse con ellos, emprendiendo en su tiempo alguna obra que equivale a la que aquellos realizaron en su mundo, para demostrar plenamente que ellos y su tiempo presente valen más. Esas personas que comienzan a llamarse, a sí mismos, “modernos” en el siglo XV, viven un sentimiento de novedad que se extiende al área entera de la obra humana. La misma relación con la Antigüedad es vivida bajo este signo: conocerla, admirarla, para ir más allá. El individualismo va de lo religioso a lo científico, a lo económico y jurídico, hasta las manifestaciones de la vida social. El yo tiende a colocarse en el centro de todo sistema, presagiando una a modo de revolución copernicana que quedará consumada en la filosofía de Descartes. Pero desde el siglo XVI tiende a situarse como punto de partida, centro de imputación de todo sistema de relaciones, con Dios, con el mundo, con los demás hombres. Así, la experiencia personal se convierte en la suprema autoridad o en la más eficaz y máximamente convincente que ese yo individualista puede reconocer. En la literatura aparece la narración en primera persona. Tal vez la más importante manifestación fue la difusión del régimen “salario”, como modo de remuneración de las relaciones de trabajo. Habituó a relaciones abstractas y cuantificadas, que potenciaron la tendencia al individualismo y recibieron un apoyo definitivo para el futuro. Hay una movilidad física u horizontal: una frecuencia en el desplazamiento de personas que alteró la estructura demográfica y trajo consigo y trajo consigo unas importantes consecuencias económicas. En España la aparición de un gran número de ricos nuevo es un dato imprescindible. Además, el predominio de las economías señoriales, sumado a un ennoblecimiento, contribuyen a mantener la fuerza de los estamentos privilegiados, con el incremento de su potencia económico. El Renacimiento no ha provocado el triunfo de la burguesía en cuanto tal; al contrario, ha consolidado la jerarquía tradicional. La vuelta o restablecimiento de la economía agraria de estructura señorial no representara un paso atrás, sino la aparición de una nueva sociedad y una nueva cultura. Ese final del Renacimiento aboca a la cultura del Barroco, al sistema de la economía mercantilista intervenida por el estado y al régimen de la monarquía absoluta.
El Imperio y sus contradicciones. Carlos Blanco Aguinaga, Julio Rodríguez Puértolas,
Iris Zavala. En Europa, el auge significa el momento de transición del feudalismo al estado político moderno, el pasaje de una sociedad cerrada orgánicamente a otra abierta y competitiva, que tiene foco en los valores del individuo. Comienza a existir la economía monetaria: el productor se transforma en mercader y capitalista, gracias a la apropiación de una producción. El campesino se convierte en trabajador libre, la fuerza del trabajo se convierte en mercancía, el ser humano es cosificado por otros seres humanos. El dinero se transforma en el objeto deseable y todopoderoso. El descubrimiento de América y de sus riquezas pone en circulación metales preciosos que alimentarán las actividades comerciales. Se destrozan los lazos interestamentales y humanos del feudalismo, se quita el velo mitificador de la religión y del ideal caballeresco, y se descubre el egoísmo y el cálculo racionalista; se ve reducido a valor de cambio el valor del ser humano, y la explotación encubierta bajo el disfraz feudal de religiosidad y de política a lo divino, es ya escueta y directa explotación del hombre por el hombre, sin máscara alguna. Los valores son completamente laicos y basados en el poder del dinero. La burguesía es históricamente revolucionaria, pero desde muy temprano comienza a adquirir características conservadoras, desprecia a la plebe y se siente fascinada por la aristocracia. La antigua nobleza rural y feudal se convierte en ciudadana y cortesana, se vincula con la alta burguesía por lazos matrimoniales, por lo que comienzan las grandes contradicciones de la nueva clase. La organización política va conformándose en la norma del estado absoluto y centralista, moderno, con tendencias a la formación de un imperio universal. A nivel de superestructura cultura e ideológica, la aparición y estabilización primera de la burguesía es conocida bajo la etiqueta de Renacimiento. El Renacimiento significa el redescubrimiento de la cultura clásica y la formación de una concepción antropocéntrica de la realidad. Los grandes viajes y descubrimientos van acompañados de inventos fundamentales, que hicieron posible la llegada a América. El universo y la naturaleza parecen estar a disposición del hombre, el cual, con la ciencia y la técnica se cree capaz de dominarlos primero y de organizarlos después racionalmente, es decir, de explotarlos de modo apropiado. El racionalismo será un rasgo distintivo de la nueva época, y al lado de ello, el psicologismo del uomo singolare. El tema de la dignidad del hombre, lanzado por los ideólogos al servicio de la burguesía, representación del paso del dogmatismo medieval al relativismo renacentista, y de la secularización de la sociedad y de la cultura: el organicismo ha sido destruido; Dios empieza a pasar a un segundo plano y el ser humano al primero. Los cambios coinciden con la aparición del intelectual humanista, servidor de la nueva clase y articulador teórico de los intereses de la misma. El intelectual renacentista se halla, por un lado, poseído el orgullo y la conciencia de su valer, por otro lado, se inclina con interés hacia el pueblo, como indican sus defensas y usos de la lengua volgare o de los refranes populares, y por otra, se siente muy superior por sus conocimientos clásicos, filosóficos, etc. Su pretensión de que sea el docto quien guíe la sociedad choca con la alta burguesía, a quien sirve, lo que produce en el intelectual cierto conato de rebeldía contra la burguesía. El espejismo de un imperio burgués hace que los intelectuales apoyen a Carlos V y lo que él representa. El desengaño se produce al comprobar que el Imperio no es lo q ellos pensaban, sino que acentúa sus características absolutistas y centralizadoras, lo que supone el sometimiento del intelectual a unos planes político-económicos deshumanizadores. El humanista se refugia en su torre de marfil. La exaltación de la vida del campo es un fenómeno semejante, de un campo y de unos campesinos que tampoco corresponden a la realidad, pero que suponen un contraste idílico y falaz con la vida urbana, brutal y deshumanizadora. Sus aspiraciones de totalidad cultural y e integración humana se volatilizan ante la hiriente realidad del sistema burgués e que se agudiza la división del trabajo y la fragmentación interna del ser humano y la separación entre este y su mundo exterior y entre uno y otro hombre; mundo de la alienación. Los humanistas de Carlos V acaban siendo sustituidos por sus banqueros. En España, la situación presenta sus propias peculiaridades y contradicciones. Llegan al siglo XVI gobernados por los Reyes Católicos y bajo la tutela de la Inquisición. Se enfrenta al nuevo siglo sin haber resuelto viejos poemas. La aristocracia no ha sido aniquilada por el autoritarismo isabelino. La industria se encuentra en un callejón sin salida: la plata del Nuevo Mundo se utilizará para financiar las guerras exteriores y la importación de cereales y de productos manufacturados. Castilla seguirá siendo, en planeo S XVI, un país agrario, pobre, pastoril y feudal. La Inquisición domina la vida de España, sembrando la inseguridad y la sospecha. La huida de conversos y judíos produjo un decreto por el cual