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“Año del Bicentenario del Perú:

200 años de Independencia”

NOMBRE: Mey Rosalinda


APELLIDO: Olmeda Huaylla
PROFESOR: CALSIN VILCA, ROGER 
CURSO: Política y Legislación Educativa
SEMESTRE: Noveno
AÑO:

“2021”
UNA PROBLEMATICA DEL
ENFOQUE ORIENTACION AL BIEN
COMUN EN TIEMPOS DEL
CORONAVIRUS
El bien común está constituido por
los bienes que los seres humanos
comparten intrínsecamente en
común y que se comunican entre sí,
como los valores, las virtudes
cívicas y el sentido de la justicia.
Este enfoque de orientación al bien
común, se encuentran dirigidas a las
nuevas generaciones ya que, gracias
al bien común disminuiría la
delincuencia, la corrupción, el
individualismo y las desigualdades
sociales, las cuales, todas ellas son
un problema social resaltando por esta coyuntura al individualismo que se
puede ver mayormente en los supermercados, pues al inicio de la
propagación del covid-19 en el país, las personas comenzaron a producir
una aglomeración y un desabastecimientos de productos de primera
necesidad, reflejando que los peruanos somos individualistas y egoístas,
debido a que, solo dichas personas pensaban ensu bienestar y su saciases,
sin importarles que otras personas también necesitan lo mismo que ellos, a
partir de ahí se puede reflejar la falta del bien común, pues si lo tuviéramos,
seriamos más solidarios, cabe resaltar que no todas las personas no somos
iguales porque también se evidenció la ayuda de algunas personas que
proporcionaban alimentos a otras de bajos recursos. Por lo tanto, el
bien común sería una respuesta social a lo que se vive en la
actualidad. Asimismo, en cuanto a la corrupción este también sería una
respuesta a, ya que, al desarrollar el bien común, las personas serian
empáticas lo cual la identificación de lo que otra persona puede sentir
cuando se quiera cometer este acto, hace que ese sentimiento
repercuta evitando así cometer esta corrupción.
El Covid-19 nos ha colocado frente al espejo. Somos seres vulnerables,
limitados y dependientes, algo desnortados, pero también capaces de una
entrega y solidaridad desacostumbradas. Como sociedad, vemos la
insuficiencia de nuestros sistemas de protección, las grandes desigualdades
y la confusión de nuestras prioridades, junto a un estoicismo, civismo y
creatividad inusual. Quizás ahora se entienda mejor lo que significa apostar
por el bien común, por encima de conveniencias e intereses individualistas
o corporativos. Somos responsables unos de otros, nadie se salva
solo. Estamos llamados a ejercer nuestra responsabilidad, solidaridad y
cooperación, muy especialmente con los más vulnerables: los mayores, los
enfermos, las personas y familias sin recursos, quienes pierden el empleo…
El bien común, tan distinto de la suma de bienes individuales
desigualmente repartidos, implica la atención, sin límites, a la fragilidad de
las personas.
Ahora caemos en la cuenta de la importancia de los servicios públicos, en
particular de la sanidad, y del esfuerzo de tantas mujeres y hombres que
renuncian, de algún modo, a su bienestar personal para ponerse al servicio
de los demás. El bien común se mide también por la cantidad de recursos y
energías dedicadas a atender las necesidades de todas las personas, sobre
todo las que menos oportunidades y más carencias tienen. Estamos
comprobando la trascendencia de contar con gobiernos y representantes
políticos interesados en defender el bien común, los servicios públicos y la
sana economía. De la misma forma, apreciamos el gran contraste entre
la gestión responsable atenta al interés general y el uso de bulos y falacias
por intereses espurios y cálculos partidistas.
SOLIDARIDAD INTERNACIONAL
También podemos apreciar nítidamente, la diferencia entre tener o no
instituciones y sistemas públicos fuertes, para los que nunca ha habido
suficientes recursos económicos propios en los países en desarrollo, entre
otras cosas, porque se ha priorizado el pago de la deuda internacional o la
apertura de los mercados, en vez de la solidaridad internacional. El bien
común se defiende con opciones políticas y económicas claras, que no
perjudiquen más a las personas pobres, los trabajadores precarios y las
familias más vulnerables. Hay que tomar medidas para proteger a los
trabajadores y las trabajadoras y sus familias, en particular a los precarios,
desempleados…; en los barrios ignorados; a los autónomos; al tejido
empresarial más vulnerable; y no los beneficios de unos pocos que sí
pueden asumir los costes de esta situación, y a los que hay que exigir que
contribuyan en proporción a su capacidad de hacerlo. Es esencial movilizar
recursos para la protección de la salud y las condiciones de vida de las
personas y familias, por encima de cualquier criterio economicista. Hay
que sostener la economía real, la de los productores y proveedores de
bienes y servicios esenciales, incluidos los cuidados, y la de las familias y
personas que tan admirablemente aguantan las difíciles consecuencias del
confinamiento, no la codicia de los mercados, ni del entramado financiero,
e impedir movimientos especulativos que incluso comercian con material
necesario para afrontar la emergencia.

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