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En la lección anterior...
El diálogo realista depende de que cada personaje tenga una manera propia de hablar.
Recordamos que no sólo es importante el familiarizarnos con nuestros personajes sino que
además debemos de construirles un idiolecto personal. Para ello, pensaremos en su vocabulario,
sintaxis, acento o dialecto, jerga profesional, argot, tacos, estilo verbal y subtexto rutinario.
En la lección de hoy...
En esta entrega hablaremos sobre las diferencias entre el diálogo real y el cinematográfico. Algo
que tendremos que comprender claramente si queremos obtener un diálogo realista.
Vayamos a ello..
SECRETO nº4:
A estas alturas, conocemos ya a nuestros personajes y hemos definido su idiolecto, así que alguien
caerá en el error de pensar que simplemente con hacerles hablar de forma "real" tendremos ya
unos magníficos diálogos.
El diálogo cinematográfico es mucho más complejo que el diálogo real. Se adhiere a un número de
reglas, y, sin embargo, ha de sonar como si no fuera así.
Imagínate que vas a una cafetería y, al azar, grabas durante media hora cualquiera de las
conversaciones allí mantenidas. ¿Qué crees que sucedería si las trasladaras, después, a una
película?
Aquí tienes la respuesta pura y dura: la mayor parte constituiría un diálogo insoportable,
soporífero, irrelevante.
Eso sin pensar que ¡en media hora de conversación habríamos gastado un tercio de nuestra
historia!
El diálogo cinematográfico debe sonar como diálogo real, a no ser que haya una buena razón para
lo contrario. Si no suena real y estamos en un contexto realista, el lector o el público pensará que
se trata de un lenguaje falso, tópico o inverosímil, en cuyo caso habremos fracasado
rotundamente en muestra labor como dialoguistas.
Pero es fácil darse cuenta que nuestro diálogo, por mucho que deba sonar real, no puede ser real.
Ambos tipos de diálogo, real y cinematográfico, tienen grandes semejanzas y también grandes
diferencias, que deben ser tenidas en cuenta.
Estilo coloquial
Como el lenguaje real de la vida diaria, el lenguaje cinematográfico debe poseer, habitualmente,
un estilo coloquial.
Podemos encontrar excepciones en los guiones de época, en las historias que requieren jergas
específicas o argot especializado, y en personajes peculiares. Pero como norma el estilo es y debe
ser coloquial.
Frases cortas
Las frases cortas del lenguaje habitual, son tanto o más cortas en el lenguaje cinematográfico.
En el guión esto se traduce en un gran número de frases de dos y tres líneas.
Cuando veamos frases largas como norma habitual, debemos preguntarnos si estamos creando
teatro, si estamos adoctrinando de forma descarada o si es que hemos perdido sintonía con la
forma en que los humanos, y más aún si corre sangre latina por nuestras venas, nos expresamos
habitualmente.
Hay momentos de intensidad dramática o contexto especial en que esas frases largas se precisan;
pero recuerda que el diálogo realista debe sonar a lenguaje real, y en la vida no es usual ver a la
gente concediéndose turnos extensos de palabra. Interrumpimos, hablamos, reaccionamos, todo
ello en una dinámica que nada tiene que ver con un debate en el parlamento británico.
Así pues, las frases del guión están ordenadas y focalizadas en favor de la claridad narrativa. No se
habla de algo para abandonarlo azarosamente y recogerlo por casualidad un tiempo después.
Existe un orden y una focalización; el orden y la focalización que nos conviene.
Por supuesto, nuestra pericia como dialoguistas estriba en que ni el orden ni la focalización se
noten, porque si es así, habremos fracasado en nuestro propósito de crear un diálogo realista.
Apunta a un objetivo
Como guionistas, cuando escribimos, debemos tener objetivos más allá de rellenar el papel o
pantalla en blanco que tenemos enfrente. Y el diálogo fluye hacia los objetivos dramáticos que
hemos definido para la escena.
Si queremos que en el final de escena dos personajes se peleen, vamos a crear el diálogo para que
ése sea el final de escena, en los minutos que nos hayamos planteado.
No es viable que acabemos con los personajes siendo amigos al cabo de 6 minutos de
conversación, cuando lo que queremos es que se peleen y acabe la escena pasados 2 o 3 minutos.
Una vez más, cuando el diálogo atiende a un objetivo nuestro como guionistas, nuestra pericia
debe impedir que se nos vea "el plumero", es decir, que todo ser viviente se dé cuenta de
nuestras intenciones.
Cuando el diálogo cumple uno de nuestros objetivos (por ejemplo, dar información, o dar
importancia a "algo" que necesitaremos después), si se nota mínimamente que está creado para
esto, ya no sonará realista. Para evitarlo, es conveniente desarrollar maestría en el arte de
dialogar.
Lenguaje editado,
sintético y al grano
El diálogo cinematográfico tiene una característica común con la entrevista periodística: ambos
están editados, debido al limite en tiempo y espacio, respectivamente.
Si realmente quisiéramos reflejar lo que se dijo en la media hora de grabación de cafetería que
pusimos de ejemplo, no tendríamos más remedio que sintetizarla en unos pocos minutos. De lo
contrario devoraría inutilmente gran parte de nuestro tiempo para contar TODA la historia.
Por lo tanto, el diálogo cinematográfico, a diferencia del real, no incluye todo, sino que está
editado. Por supuesto, si esto se nota, toda semejanza con el diálogo real se desvanecerá.
Hay que señalar que, en el diálogo cinematográfico, a diferencia de lo que sucede en la realidad,
no hay tiempo para la divagación, para largos tiempos muertos de pensamiento o inactividad,
para ir de aquí para allá, regresando u olvidándonos del tema anterior, usando muletillas
constantes, repitiendo ideas...
Nuestro lenguaje es sintético, va al grano. Aunque bien es cierto que, si tenemos pericia
suficiente, lo aderezamos o salpicamos con algunas expresiones que hagan pensar que esto no es
así.
Recordemos en todo momento que nuestra maestría estriba en no mostrar esas diferencias con el
lenguaje real, a la vez que las respetamos.
El diálogo cinematográfico, al igual que la música, atiende al ritmo. La razón es que necesitamos
crear una cadencia entre los que hablan.
El diálogo escénico es como una danza de dos o de tres, o de cuatro…donde cada cual interviene
en el momento más adecuado.
Como guionistas nos encontraremos más de una vez reflexionando sobre quién debe intervenir y
cuándo debe intervenir, para no dejar a nadie involuntariamente fuera de juego. No podemos
dejar escapar personajes en nuestros diálogos para que alguien nos diga "¿y qué pasa con ese
personaje que ha estado callado todo el tiempo?"
Eso no quiere decir que todos los personajes deban intervenir en un diálogo por un igual. En el
guión, todo está calculado y si un personaje entrega diálogo a distinta velocidad o peso, seguro
que -si está bien escrito- atiende a un objetivo rítmico de contraste, como los timbales que
salpican de vez en cuando una melodía. Están presentes pero sin restar protagonismo a quién le
corresponde.
Comprensible a la primera
En la vida real, cuando en una conversación no entendemos algo, no supone un gran problema. Lo
habitual es que tengamos la ocasión de preguntarle a nuestro interlocutor que repita lo que ha
dicho. Si no estamos atrapados en los grilletes de la timidez, lo lógico es hacerlo y lo más común,
obtener respuesta.
En el cine, en cambio, no existen segundas oportunidades. Nuestra labor como dialoguistas es que
lo que digan los personajes se entienda a la primera, porque, a excepción de quien esté viendo
cine en casa, nadie podrá detener la película para rebobinar. Y si no se entendió a la primera, el
diálogo se perdió para siempre.
Si queremos perder al espectador, sólo tenemos que repetir este error unas cuantas veces en la
misma obra. Su desconexión será total y además le regalaremos un buen enfado.
Por supuesto, no me estoy refiriendo al diálogo que queda oculto adrede, debido a nuestra propia
intención, sino a aquel que queriendo ser claro fracasa en su objetivo.
Es imprescindible que nuestra claridad narrativa se extienda también al diálogo. Pero expresarnos
claramente no debe significar un diálogo sobreexplicativo. No por tener claridad debemos
sacrificar nuestro propósito principal: que el diálogo suene real.
***
El diálogo cinematográfico realista debe valerse de las características comunes con el diálogo real
para compensar sus diferencias. Estilo coloquial y frases cortas. Además, personajes bien
contruidos con idiolecto propio.
Y, por supuesto, desarrollar la pericia para que no se note que el diálogo está editado, focalizado,
sintetizado, apuntando a un objetivo, atendiendo a un ritmo y persiguiendo la claridad narrativa.
Recuerda:
En la lección siguiente...
Valentín Fernández-Tubau