Explora Libros electrónicos
Categorías
Explora Audiolibros
Categorías
Explora Revistas
Categorías
Explora Documentos
Categorías
El contenido de ésta obra está protegida por Creative Commons Licenses. Todos los derechos
sobre ésta obra son propiedad del autor de la misma. Bajo la Licencia CC (Creative Commons) ésta
obra puede ser difundida, siempre y cuando se respeten las condiciones establecidas en los
estatutos legales que ampara la licencia Creative Commons:
Distribución con Reconocimiento al Autor – No Comercialización – No Obras Derivadas
Attribution (BY)
Non-Commercial (NC)
No Derivate Works (ND)
www.ciudadseva.com
Pero llega un momento en que los personajes deben actuar en un nivel que ya no es
tan fácil de dibujar: los diálogos.
Dice Umberto Eco: «Hay un tema muy poco tratado en las teorías de la narrativa:
[...] los artificios de los que se vale el narrador para ceder la palabra al personaje». Los
diálogos son lo más difícil de la literatura escrita: no hay un estándar, cada tipo de persona
se expresa de diferente manera; no se puede llenar la brevedad de texto con gestos y
expresiones, como en el teatro (donde los actores deben ser buenos, además del escritor);
los textos demasiados largos pasan a ser discursos y poca gente -excepto los políticos,
cuando quieren convencernos de que los votemos- habla con discursos.
Para tener una buena idea de cómo es en un diálogo real es un buen experimento
grabar la conversación de un grupo sin que ellos lo sepan; se sorprenderán al ver cómo se
expresa la gente en realidad.
La forma de expresión de un personaje, si está bien lograda, indica qué y quién es.
Si se sabe llevar un diálogo y se sabe condimentar su contenido, se pueden obviar
parrafadas de explicaciones y pesada descripción. El otro extremo es algo parecido a un
teatro de títeres: el autor habla a través de muñecos, intentando darles vida, pero se nota que
son muñecos porque todos hablan igual. O hablan de un modo que -se nota de inmediato-
nadie hablaría. En alguna parte leí, como ejemplo, que los personajes hablan a veces como
"si recitasen papeles aprendidos de memoria en una mala obra de teatro". Lo de "mala
Lenguaje y modo:
Se suele trabajar en base a "tópicos" o ideas ya hechas sobre los tipos de personas,
las franjas de edad y las clases sociales. Pero todo esto es terreno pantanoso: las costumbres
de las clases sociales, las formas de expresión de las diferentes franjas de edad, incluso el
lenguaje en general de un entorno cultural, cambian continuamente. No se puede basar un
diálogo en diálogos leídos en un libro, a menos que todos los parámetros (época, lugar,
clase, tipo de persona) coincidan plenamente. Mucho menos de películas u obras de teatro,
donde la expresividad de los actores ayuda a lograr lo que no pueden lograr los textos de
los diálogos. El escritor debería hacer un "trabajo de campo", procurando escuchar diálogos
entre personas de diferentes grupos, al efecto de compenetrarse o al menos comprender que
existen formas extremadamente diferentes de expresarse y llevar una conversación.
El escritor jamás debería dejarse llevar por sus necesidades de expresión: el diálogo
pertenece al personaje, no al autor. El resultado de un error así suele resultar grotesco: los
personajes -para ayudar al escritor a informar al lector- se explican entre ellos las cosas que
acaban de vivir (algo que nadie hace), o cuentan sucesos que los emocionan como si fueran
doctores en biología que describen una disección, o se mandan un largo discurso más
parecido a una clase de Historia que a cualquier tipo de información que se pueda
intercambiar entre personas.
Otra falla muy común es repartir un discurso entre varios personajes, este pedazo
para Juan, este otro para Pedro, aquel otro para Ignacio, en fragmentos de diálogo
encadenados entre sí y llevados siempre en el mismo estilo y con la misma entonación, y en
un acuerdo total de intención y expresión, logrando que se note claramente que en realidad
Estado emocional:
Justamente, la estructura de las frases de un diálogo está en relación directa con los
dos puntos anteriores. El autor debe esforzarse en reflejar características en la
estructuración de los textos de diálogo que serían normales en el habla de una persona
según cuál sea la extracción social, económica, de edad, etcétera, del personaje que tiene la
palabra. Frases más cortas -telegráficas- o extensas y farragosas; oraciones que se cortan;
mal uso de algunas palabras o una estructuración más pulcra; reiteración de algunas
palabras; uso de términos relativos a un grupo cultural; conjugaciones incorrectas; etc.
Además, según el estado mental del personaje, es imprescindible mostrar algún cambio en
su forma de expresarse. La variación en la expresión caracteriza y da vida a los personajes
mucho más que lo que hacen cuando se mueven por la escena y mucho más que lo que el
autor quiera "vender" en las descripciones.
Hay que tener mucho cuidado en los contenidos de un diálogo. Uno debe
preguntarse todo el tiempo: ¿Hablaría así? ¿Lo diría así? No siempre es posible responder
desde la subjetividad, hay que preguntarse también si nuestro personaje, tal como lo hemos
Explicaciones:
-Son muy agresivos -dijo Jorge con odio-. No sabemos de dónde vienen. Tienen naves
gigantescas, del tamaño de una ciudad, que se mueven con algún sistema de antigravedad.
Se lanzan sobre nosotros desde órbita, sin previo aviso, y en segundos matan a decenas de
miles. Dicen los científicos que su comportamiento agresivo se debe a un arrastre genético,
que en la parte primitiva de su evolución eran depredadores al estilo de los carnívoros
cazadores de la Tierra. Parece que conservan gran parte de esa agresividad que produce la
adrenalina (o lo que sea que se vuelca en sus sistemas circulatorios) cuando pretenden
obtener algo. Es el instinto de cacería, un estado excitado parecido al que deben sentir los
animales que persiguen en jauría cuando se lanzan en carrera tras una presa. Seguramente
has visto documentales de lobos: cuando alcanzan la presa entran en una especie de frenesí
que los lleva a destrozar la presa en pedazos en instantes, e incluso pelearse feo entre ellos.
-Son muy agresivos -dijo Jorge con odio-. No sabemos de dónde vienen.
Explicó que esos seres tenían naves gigantescas, del tamaño de una ciudad, movidas
por algún sistema de antigravedad, y se lanzaban sobre ellos desde órbita, sin previo aviso,
matando en segundos a decenas de miles. Según los científicos, un comportamiento
agresivo que se debe a un arrastre genético.
-Seguramente has visto documentales de lobos: cuando alcanzan la presa entran en una
especie de frenesí que los lleva a destrozar la presa en pedazos en instantes, e incluso
pelearse feo entre ellos.
Le llamo apoyo a las acotaciones que se hacen en o entre los textos que hablan los
personajes, tales como "dijo Pedro", "explicó Juana" o "dijo con tristeza", o a veces antes
de la línea de diálogo: "Jorge se levantó y dijo con decisión:". Parece que hubiera, en la
lengua hispana, alguna contrariedad a estas acotaciones. Suele ocurrir que los autores
hispanoamericanos se vayan a los extremos y no pongan absolutamente ninguna acotación,
volviendo difícil seguir las conversaciones. Ocurre en un diálogo más o menos intenso que
de pronto uno se ha perdido, que de repente el personaje que uno creía era Juana dice algo
que sólo puede decir Pedro. Hay que volver atrás y resincronizarse. Considero que esto es
lo peor que le puede ocurrir a una historia en la parte de los diálogos. El lector debe saber
en cada momento quién habla, sin esforzarse. Y además debe saber cómo habla: si
gesticula, si levanta la voz, si lo dice en un tono más bajo, si se emociona, si se nota la
agresividad, si aprieta los dientes entre frases, si sus ojos brillan o si mira con enojo; si se
respalda en su silla o está tenso, inclinado hacia delante, etcétera. He leído cuentos
impactantes, poderosos, excelentes, ágiles pero colmados de acotaciones, sin notar que
éstas estaban ahí. Sólo las vi cuando analicé el texto, no al leerlo. No es cierto que el lector
se traba con estas acotaciones o que éstas frenan o quitan fluidez a la lectura: todo lo
contrario, las acotaciones ayudan a leer con mayor claridad y sin "tropezones".
Conclusión:
Por último, es importante acotar que los diálogos son un elemento fuerte e
imprescindible en una historia. Jamás hay que evitarlos, porque le dan vida a un historia.
No es concebible imaginar una novela sin un diálogo, aunque sí hay cuentos que no los
tienen. Los cuentos sin diálogo suelen ser pesados o aburridos. Sólo se salvan aquellos
escritos en primera persona porque en realidad funcionan como un diálogo (un monólogo)
entre el escritor y el lector.
Es un buen ejercicio releer obras que hemos disfrutado mucho buscando los
diálogos y analizándolos en estructura y contenido, para ver cómo han sido manejados por
el autor.