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CNEA-UNCuyo
Maestría en Física Médica
Curso de Radiobiología
Docentes responsables:
Prof. Dr. Fernando D. Saraví - profesorsaravi@gmail.com
Dr. Leonardo Salvarredi - leonardosalvarredi@yahoo.com.ar
Poco después de que fueran descubiertas las radiaciones ionizantes sus efectos biológicos
comenzaron a ser descritos. Se supo que eran capaces de producir alteraciones permanentes
en las células, que eran transmitidas a las correspondientes progenies, incluso antes de que se
conocieran las bases moleculares de la herencia.
Desde que en 1953 se dilucidara la estructura del ácido desoxirribonucleico (ADN) y se
precisase su papel central como portador de la información genética, se ha estudiado el efecto
de las radiaciones ionizantes sobre dicha macromolécula. Adicionalmente, en la última década
se han caracterizado diversas vías metabólicas importantes tanto para el daño causado por las
radiaciones ionizantes como para su reparación total o parcial.
Como consecuencia, el estudio de los efectos biológicos de las radiaciones ionizantes
(radiobiología) se ha profundizado desde el nivel de la población, el individuo, el órgano o la
célula, hasta el nivel molecular. Paralelamente han ocurrido avances en nuestra comprensión
acerca del origen, la promoción y la progresión del cáncer que también involucran
explicaciones basadas en la biología celular y molecular.
Por lo expuesto, un enfoque moderno de la radiobiología exige un conocimiento operativo de
ciertos aspectos de la biología celular y molecular.
La existencia y persistencia en el tiempo de un organismo vivo exige un enorme caudal
de información que debe ser almacenada de manera estable, que sea accesible según las
necesidades del organismo, y que se transmita fielmente a la descendencia. El ADN es la
molécula que hace posible todo esto.
Dada la complejidad y variedad de las diferentes formas de vida, es un hecho notable que
todas ellas compartan el mismo código genético, y que éste sea engañosamente simple. El
ADN está formado por secuencias lineales de cuatro nucleótidos: adenina, guanina, timina y
citosina (Fig. 1-1).
Cada nucleótido está formado por una base púrica o pirimidínica, el azúcar de cinco
carbonos desoxirribosa y un residuo fosfato. Los nucleótidos forman una cadena lineal en la
cual el grupo fosfato vincula el carbono 5’ de un nucleótido con el grupo 3’ del siguiente. Por
convención, cuando se especifica una secuencia de ADN se comienza por el extremo 5’ (a la
izquierda). Es convencional emplear la letra inicial de cada nucleótido para especificar la
secuencia de bases: A, adenina; T, timina; G, guanina y C, citosina. Por ejemplo:
(5’)CCTAGTTGATGCCGATAA(3’)
(5’)CCTAGTTGATGCCGATAA(3’)
(3’)GGATCAACTACGGCTATT(5’)
Fig. 1-4. A, aminoácidos y los tripletes que los codifican. B, Los dos primeros codones
son más importantes que el tercero. UAA, UAG y UGA son codones de terminación.
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La secuencia de bases del ADN constituye un mensaje lineal en un lenguaje que consta
de sólo cuatro letras (A,T,G,C). Cada aminoácido es especificado por un conjunto de tres
bases, llamado triplete o codón. Los diferentes codones constituyen así las palabras del
código genético. Algunos codones no especifican aminoácidos, sino que funcionan como
señales de iniciación y de finalización de la lectura (signos de puntuación). El número total de
codones diferentes es de 64 (cuatro bases en secuencias de 3 = 43).
2. La célula en interfase
Dr. Fernando D. Saraví
Como el ADN, el ARN consta también de cuatro bases: adenina, guanina, citosina y
uracilo (esta última reemplaza a la timina del ADN). La transcripción de ADN en ARN
procede según el principio de complementariedad. Donde el ADN tiene timina, la cadena
complementaria de ARN tiene adenina; donde el ADN tiene adenina, el ARN tiene uracilo,
etc. Por ejemplo:
ADN (5’)CCTAGTTGATGCCGATAA(3’)
ARN (3’)GGAUCAACUACGGCUAUU(5’)
Los ribosomas constan de dos subunidades principales, una mayor (2,8 MDa) y otra
menor (1,4 MDa) formadas por ARN y numerosas proteínas. Hay millones de ribosomas en
cada célula. Los ribosomas ensamblan una cadena de proteína insertando el aminoácido
apropiado según los codones del mARN luego de un codón de iniciación (AUG), y finalizar la
cadena al llegar a un codón de terminación (UAA, UAG ó UGA). Existen más codones (64)
que aminoácidos naturales (20). Con la excepción del triptofano, que sólo es codificado por el
codón UGG, cada uno de los otros aminoácidos es codificado por más de un codón. Por
ejemplo, la fenilalanina es codificada por UUU y UUC, y la alanina por CGU, GCC, GcG y
GCA. En la Fig. 2-4 se esquematizan los pasos de la síntesis de proteínas.
El tARN acarrea un residuo aminoacídico (en este caso formilmetionina) que inicia la
cadena (1). Un segundo tARN trae el segundo aminoácido, que se liga al sitio aceptor (2). La
cadena naciente se traslada al sitio aceptor, donde se establece un enlace peptídico (3) y luego
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vuelve al sitio donante para que pueda incorporarse el siguiente residuo en el sitio aceptor (4).
El proceso requiere cofactores de iniciación, elongación y terminación que no se muestran en
el gráfico.
Fig. 2-4: Esquema que muestra los pasos en la síntesis de una cadena peptídica.
Con excepción de una pequeña secuencia de ADN presente en las mitocondrias, la mayor
parte del ADN se encuentra en el núcleo, formando parte de los corpúsculos denominados
cromosomas.
El número de cromosomas es característico de una especie. En las especies con
reproducción sexual, el padre y la madre contribuyen cada uno con la mitad de los
cromosomas en pares. El orden y numeración de los cromosomas dispuestos de a pares se
denomina cariotipo. El ser humano normal posee 46 cromosomas, 23 del padre y 23 de la
madre. De los 46, dos son cromosomas sexuales (X e Y) y el resto se denominan autosomas.
El complemento de 46 cromosomas se denomina diploide y es característico de todas las
células somáticas normales. Los gametos masculino y femenino (espermatozoide y óvulo,
respectivamente) poseen sólo una copia de cada cromosoma (23 en total), y dicha
configuración se llama haploide.
Debe notarse que cuando se dice que el genoma humano comprende 3,16 . 109 pb, se
refiere a la secuencia completa de los 22 autosomas más la de los dos cromosomas sexuales,
X e Y. Cada célula diploide tiene esta información en dos copias semejantes pero no
idénticas.
Las células en las cuales faltan o sobran cromosomas se denominan aneuploides. La
ausencia de un cromosoma se denomina monosomía, y si ocurre en un autosoma cualquiera
durante el desarrollo embrionario es incompatible con la vida. El exceso de un cromosoma se
denomina trisomía y con frecuencia es letal, con excepción de las trisomías de los
cromosomas 13, 18 y 21 (síndrome de Down), que se observan respectivamente en 1:5000,
1:3000 y 1:650 nacidos vivos.
El cariotipo de la mujer es 46,XX y el del varón 46,XY. La madre siempre contribuye
con un cromosoma X, mientras que el padre puede aportar un cromosoma X ó un cromosoma
Y. Por tanto, desde el punto de vista genético es el padre quien determina el sexo de la
progenie. Las trisomías en los cromosomas sexuales en nacidos vivos son más frecuentes, en
conjunto, que las de los autosomas. Las trisomías XXX, XXY (síndrome de Klinefelter) y
XYY ocurren cada una cada 800 nacidos vivos. La monosomía 45,XO (falta uno de los
cromosomas sexuales) causa el síndrome de Turner. Los afectados son fenotípicamente
mujeres, pero adolecen de esterilidad y diversos estigmas físicos.
Los autosomas se denominan con números arábigos en orden decreciente de tamaño.
En la Fig. 3-1 se muestra el cariotipo de un varón normal. Cada cromosoma tiene una
estructura denominada centrómero, que microscópicamente aparece como un estrechamiento
y que cumple funciones importantes en la división celular (ver Tema 05). El centrómero
divide al cromosoma en un brazo largo (q) y otro corto (p). Según la posición del centrómero,
los cromosomas se clasifican en:
1) Metacéntricos si el centrómero se encuentra próximo al centro del cromosoma.
2) Submetacéntricos si el centrómero es aproximadamente equidistante entre el centro y
un extremo.
3) Acrocéntricos si el centrómero se encuentra más próximo al extremo que al centro.
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Cada cromosoma posee cierto número de genes. Dicho número es muy variable según
el cromosoma de que se trate. Por ejemplo, el cromosoma 1 posee casi 3 000 genes, mientras
que el cromosoma Y posee sólo aprox. 250. Los cromosomas se subdividen en regiones que
se llaman con números arábigos. Las zonas ricas en genes, presentan un predominio de los
nucleótidos guanina y citosina (GC), en tanto que en las regiones con escasos genes
(“desiertos”) predominan la adenina y la timina (AT). Las zonas pobres en genes y las ricas
están separadas por “islas” de hasta 30 000 pb ricas en CG.
Dichas zonas pueden caracterizarse en el microscopio óptico mediante tinciones como
la de Giemsa, que determina un patrón de bandas claras que corresponden a segmentos ricos
en CG y de bandas oscuras (“desiertos”) donde abunda AT. En el total de cromosomas
humanos se han descrito 550 bandas, cada una de las cuales constituye un lugar o locus
(plural loci) génico. Para precisar un locus es necesario nombrar el cromosoma, el brazo, la
región y la banda. Por ejemplo, 2p13 significa la banda 3 de la región 1 del brazo corto del
cromosoma 2; Xq28 significa la banda 8 de la región 2 del brazo largo del cromosoma X.
Los cromosomas están formados por cromatina, cuya composición y estructura
veremos a continuación.
Cromatina
La cromatina contiene ADN y proteínas; estas últimas constituyen aprox. 50 % de la masa.
Cada cromosoma consta de una única molécula de ADN muy larga (en promedio casi 70
millones pb, y 4 cm de largo) con proteínas asociadas. Las proteínas cromatínicas mejor
conocidas son las histonas. Se caracterizan por ser ricas en aminoácidos básicos. Las histonas
cumplen varias funciones relacionadas con la expresión de genes (ver Tema 06), pero un
papel claramente establecido es el de posibilitar el empaquetamiento del ADN en el núcleo
celular.
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En efecto, la longitud total del ADN que compone el genoma humano es de 1,8 m, y
debe caber en cada uno de los núcleos de las células somáticas, los cuales tienen de 6 a 10 μm
de diámetro. La solución biológica es un mecanismo muy eficaz de condensación o
“empaquetamiento” (Fig. 3-2).
La doble hélice de ADN tiene un diámetro de 2 nm. Las histonas H2A y H2B, H3 y
H4 forman corpúsculos en forma de
cilindros aplanados llamados nucleosomas,
en torno de los cuales se enrolla el ADN. La
molécula de ADN da algo más de dos
vueltas (146 pb) en torno de cada
nucleosoma. En la Fig. 3-3 se muestra la
estructura de un nucleosoma y el ADN
asociado. El diámetro de esta asociación es
de 11 nm. Entre un nucleosoma y otro
quedan breves segmentos de ADN no
asociados a las histonas.
A su vez, con ayuda de la histona H1
(que no forma parte de los nucleosomas) la
hebra de 11 nm se asocia en una especie de
filamento de 30 nm de diámetro, a veces
llamado solenoide. Los filamentos se
disponen en asas compactadas que forman
el cromosoma.
La forma en que se observan los
cromosomas durante la división celular –
como en el cariotipo de la Fig. 3-1 – es la
más compacta posible, aunque el modo
exacto de esta compactación de orden
superior es todavía desconocido. En la
interfase, los cromosomas se encuentran
con grados menores, pero variables, de
compactación de su cromatina.
La cromatina menos compacta se
denomina eucromatina, y la más compacta
heterocromatina. Esta última posee una
densidad mayor, próxima a la de los
cromosomas mitóticos. Como primera
aproximación, la eucromatina corresponde
generalmente a las regiones de los
Figura 3-2. Organización de la cromatina. cromosomas cuyo ADN se transcribe
De Felsenfeld y Groudine, Nature 421:448-
activamente, mientras que la transcripción
453, 2003.
es escasa o nula en la heterocromatina.
Un caso extremo de condensación y
silenciamiento de la transcripción ocurre en uno de los cromosomas X de la mujer. El
cromosoma X es grande, y tiene muchos más genes que el Y. En cada célula sólo uno de los
cromosomas X es activo, mientras que el otro debe ser inactivado para impedir un exceso de
dosis génica. Durante el desarrollo de un embrión hembra se produce la inactivación,
aparentemente al azar, del cromosoma X proveniente del padre (Xp) o el proveniente de la
madre (Xm). Una vez que dicha inactivación se ha producido en una célula embrionaria, toda
la progenie derivada de esa célula tendrá el mismo cromosoma X (Xp ó Xm) inactivado. La
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inactivación no es total;
aproximadamente 15 % de los
genes del X inactivado
continúan accesibles para la
transcripción; muchos de ellos
pertenecen a la región llamada
pseudoautosómica, que
corresponde a genes presentes
también en el cromosoma Y. En
resumen, la inactivación del
cromosoma X es aleatoria,
permanente e incompleta. En
cada célula nucleada de una
mujer normal, el cromosoma X
Un genoma es el contenido total de ADN de una especie, que incluye todos sus genes y
secuencias de ADN de función desconocida. El genoma humano comprende
aproximadamente 3,1 . 109 pares de bases (pb), con un contenido de información equivalente
a 100 000 páginas de guía telefónica. Este número se refiere a un juego completo de
cromosomas (número haploide) y no al doble juego de 46 cromosomas presentes en nuestras
células somáticas. Más específicamente incluye los 22 autosomas y los dos cromosomas
sexuales (X e Y).
Los genes son segmentos de ADN que codifican la información necesaria para la
síntesis de determinadas proteínas, y en número menor, para la síntesis de ARN que no se
traduce en proteínas sino que cumple funciones específicas (como tARN y rARN, ver
Capítulo 2).
Fig. 4-1: Extensión del mapeo genético del Proyecto Genoma Humano en 2004. Según
Little (2005).
El genoma en números
Como se dijo antes, el genoma humano consta de aproximadamente 3 100 millones de pares
de bases. El número de genes presentes en el genoma humano se había estimado inicialmente
en 140 000, luego en 100 000. Tras completarse el primer borrador el número estimado
decreció a 30 000, y actualmente se considera que el genoma humano consta de sólo 20 a 25
mil genes. Probablemente el número menor sea el más correcto. De hecho, un reciente análisis
tiende a reducir aún más el número de genes funcionales presentes, a aprox. 19 100.
La extensión promedio de la porción codificante de un gen es de 3 000 pb aunque los
hay menores y también mucho mayores; por ejemplo, el gen de la distrofina (proteína
defectuosa en la distrofia muscular de Duchene) abarca 2,4 millones de bases.
Considerando la extensión del genoma y el número y extensión de los genes, se
concluye que solamente entre 2 a 3 % del ADN humano está formado por genes. El resto son
secuencias de ADN que originalmente se consideraron “basura” acumulada durante la
evolución, pero que según se cree actualmente cumple ciertas funciones importantes en
organismos complejos (ver el Capítulo 7).
Cada cromosoma tiene determinado número de genes que codifican proteínas, pero
dicho número es muy diferente en distintos cromosomas. Por ej., el cromosoma 1 tiene 2 377
genes; el cromosoma 19 tiene 1 512 genes; el cromosoma 18 tiene 368 genes, y el cromosoma
sexual Y tiene 231 genes.
Actualmente sólo se conoce la función de un poco más de la mitad de los genes. Los
productos proteínicos identificados cumplen funciones muy diversas (Fig. 4-3). El número de
proteínas sintetizadas es de aprox. 100 000, cinco veces mayor que el número de genes,
debido a que cada gen puede originar diferentes proteínas según cómo se empalme el
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Fig. 4-4: Otros polimorfismos más complejos contribuyen a las diferencias entre
genomas humanos, además de los polimorfismos de nucleótido único (SNP). Según
Feuk y col. (2006).
Tabla 4-1: Comparación del genoma humano con otros genomas conocidos.
Los genes pueden agruparse en familias según las clases de proteínas que codifican. El
genoma humano tiene muchas familias de proteínas que también están presentes en vegetales
e invertebrados como gusanos e insectos. No obstante, el número de miembros en cada
familia de genes es en general mayor en humanos, en particular entre las familias de genes
vinculados con el desarrollo y la inmunidad.
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Además de poseer, en general, más genes, los humanos producen aprox. el triple de
proteínas diferentes que moscas o gusanos, debido a la diversificación del empalme de ARN y
procesamiento postransduccional de las proteínas que ya se mencionó.
Otro aspecto importante del genoma humano es que la recombinación que tiene lugar
durante la meiosis no ocurre al azar, sino que existen regiones donde la recombinación es más
frecuente que en otras; son los llamados hot spots.
La situación actual
En la actualidad hay un vasto campo de investigación destinado a revelar tanto las
características de los genes (genómica) como de los transcriptos de ARN (transcriptómica) y
de proteínas (proteómica) así como de la interacción de estos productos en el metabolismo
celular (metabolómica) (Fig. 4-5). La información detallada sobre estos aspectos y su
regulación en la salud y enfermedad probablemente proporcionará información de gran interés
en fisiología y medicina.
La continuación natural del Proyecto Genoma Humano involucra el mapeo de las
variaciones genéticas en el genoma humano. Este es el principal propósito del proyecto
HapMap (mapa de haplotipo), comenzado en 2002 y destinado a construir un mapa de SNP de
poblaciones de África, Asia y los Estados Unidos. Los haplotipos son el conjunto de
polimorfismos en segmentos (regiones) cromosómicas (Fig. 4-6).
Los haplotipos permiten distinguir un individuo de otro. Algunos haplotipos pueden
asociarse con susceptibilidad a ciertas enfermedades. Se espera poder identificar los SNP de
mayor importancia según su asociación con enfermedades genéticas complejas. El mapa de
haplotipo también puede contribuir a comprender cómo contribuye la variación genética a la
respuesta a variables ambientales.
Además hay varias iniciativas para identificar, en todo el genoma, las variantes
genéticas que predisponen a diversas enfermedades, como el cáncer. Diversos proyectos
exploran las características genómicas de clases específicas de tumores y se espera que esta
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Dr. Fernando D. Saraví
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Instituto Balseiro
Maestría en Física Médica
Radiobiología 2012
En condiciones apropiadas, las células humanas en cultivo (in vitro) pueden dividirse
cada 24 h. Aproximadamente 1/3 de este tiempo se emplea en la síntesis del ADN. Esto
significa que en tan sólo 8 h debe copiarse la secuencia de más de 3 mil millones de bases, a
razón de más de 105 bases por segundo.
Además, el copiado se realiza con una
exactitud extraordinaria: en término
medio, sólo se comete un error por cada
107 bases copiadas.
La replicación del ADN se
denomina semiconservativa, porque cada
vez que una célula se divide, las células
hijas heredan una de las cadenas del ADN
original y una de las cadenas recién
sintetizadas (Fig. 5-1).
topoisomerasa, que restablece el grado normal de enrollamiento de las hebras que aún no se
han separado.
Luego de que las hebras de ADN son separadas por la helicasa, y mientras no se
repliquen las cadenas complementarias, las hebras tienden espontáneamente a recombinarse y
restablecer la doble hélice original. Esto es impedido por pequeñas proteínas de unión al
ADN de cadena única que mantienen las hebras separadas y con los nucleótidos accesibles
para la síntesis de la cadena complementaria.
Fig. 5-6. a) Principales componentes para la replicación del ADN. b) Forma en que se
ensamblan las ADN polimerasas de la cadena guía y la cadena rezagada. De Alberts, l. c.
Un ejército de polimerasas
En la replicación normal del ADN, la acción secuencial de las polimerasas canónicas reduce
de manera notable la tasa de errores (Fig. 5-7). Normalmente la replicación es iniciada por
Pol α y terminada por Pol δ y Pol ε, las cuales tienen mucho menor tasa de error que Pol α.
Fig. 5-7: En la replicación normal del ADN, la participación de varias polimerasas clásicas
reduce sustancialmente los errores de copiado. Se indica la tasa de error de cada
polimerasa; compárese con la Tabla 5-1. De Loeb y Monnat, Nat Rev Genet 9: 594, 2008.
Más recientemente se han descrito otras polimerasas (Tabla 5-2), algunas de las cuales
tienen un rol importante en la reparación del ADN, tema que se tratará a continuación.
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La necesidad de sistemas que reparen el ADN dañado no surge solamente debido a la agresión
de agentes externos, como radiación ultravioleta (RUV), radiación ionizante o sustancias
mutágenas. Las moléculas de ADN sufren continuamente diversas formas de daño incluso en
interfase, por ejemplo debido a la producción de radicales libres, y asimismo durante la
replicación necesaria para la mitosis. La estructura del ADN se
considera entonces en un estado de equilibrio dinámico en las
tres “R” de su metabolismo:
Fotorreactivación
Este tipo de lesión es el más grave, ya que se pierde la posibilidad de restablecer la integridad
de la hebra lesionada mediante la adición de bases complementarias a las de la hebra intacta.
Una rotura de las dos cadenas literalmente corta en dos un cromosoma y es generalmente letal
si no se repara. Este daño se origina por radicales libres (especies reactivas del oxígeno)
generados normalmente en reacciones metabólicas –en particular la respiración celular – o por
efecto de radiaciones ionizantes.
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Las consecuencias de las lesiones del ADN que no son reparadas o lo son de manera
imperfecta dependen de la localización y magnitud del daño. Cuando el locus dañado es
crítico o la extensión es muy grande, no sólo se detiene el ciclo celular (Ver Tema 06) sino
que puede iniciarse un programa de “suicidio” celular denominado apoptosis, por el cual la
célula alterada desaparece de la población.
Por otra parte, si persisten lesiones residuales y éstas son toleradas, el resultado pueden ser
mutaciones que pueden contribuir a los procesos de envejecimiento y que ciertamente tienen
un papel central en el desarrollo de tumores. Las alteraciones genéticas en células somáticas,
ya sea a nivel cromosómico (por ejemplo, recombinación anormal y translocaciones), o de
loci génicos específicos relacionados con el control de la división celular y de la calidad de
copiado del ADN predisponen al desarrollo de tumores. Se necesitan varias mutaciones en
diferentes genes para que se desarrolle un tumor maligno, pero una sola mutación puede
comenzar el proceso al permitir una mayor tolerancia a errores de replicación y desestabilizar
así el genoma.
Bibliografía
La duración del ciclo celular es variable según el tipo de célula. En ciertos casos puede
ser sorprendentemente breve. Por ejemplo, un huevo de anfibio (Xenopus) se divide
inicialmente cada 30 min sin aumento de la masa total, originando una masa de células hijas
que poseen un volumen individual progresivamente menor; en el ciclo se suceden
rápidamente fases de síntesis de ADN y mitosis casi sin intervalos (G1 ó G2). Durante este
proceso prácticamente no hay transcripción de ARN ni síntesis de nuevas proteínas.
En la mayoría de las células, en cambio, durante los intervalos G1 y G2 continúa la
síntesis de proteínas y otros componentes celulares, con lo cual la célula crece y duplica sus
organelas citoplásmicas antes de dividirse. Las etapas críticas del ciclo son la fase S de
replicación del ADN y la fase M de mitosis. En las células somáticas existen cuatro factores
que participan en determinar la probabilidad de que efectivamente se realice la mitosis:
En el ser humano, hay células con ciclos de 12 a 24 h, como las células hemopoyéticas
de la médula ósea y las células del epitelio intestinal. Ambas se caracterizan por un recambio
celular muy rápido, en el que millones de células son remplazadas en cada segundo. Otras
células, como las del hígado, tienen un recambio mucho más lento, con un ciclo que dura
aprox. 1 año. Las diferencias en la duración del ciclo se deben fundamentalmente a la
extensión diversa de la fase G1. Una vez que la célula pasa a la fase S, el resto del ciclo
tiene una duración similar en todas las células.
En las células tumorales, en general, el ciclo celular tiende a acortarse (ver capítulo
08), aunque la característica más destacada en dichas células es la pérdida o modificación de
los controles normales, que se describen más abajo.
La fase G1
temprana y tardía de la fase G 1 está dada por el denominado punto R (de “restricción”), en el
cual se produce una conmutación molecular que permite el avance hacia la fase S. Más abajo
se describe esta transición crucial.
La fase S
La fase G2
Esta fase comienza al concluir la fase S previa. En general es breve. Hacia el final de
G2 y como preludio a la mitosis, se produce una condensación de los cromosomas que
disminuye su longitud pero aumenta su diámetro. La condensación es efectuada por proteínas
especializadas (condensinas) y facilita la alineación de los cromosomas y su posterior
separación.
La fase M
Desde el punto de vista de los cambios morfológicos, M es la fase más compleja del ciclo
celular, y se distinguen en ella la mitosis propiamente dicha y la citokinesis, es decir la
separación permanente de las dos células hijas. A su vez la mitosis se divide en cinco
subfases, denominadas profase, prometafase, metafase, anafase y telofase (Fig. 6-2).
Profase. En la
profase concluye la
condensación de los
cromosomas iniciada en
G2 y se ensambla el
huso mitótico. Los
centrosomas y sus
microtúbulos migran
cada uno a un polo de la
célula, movidos por
proteínas motoras que
consumen energía Fig. 6-2. El ciclo celular, con las subfases de la mitosis.
th
(ATP). Los microtú- De B. Alberts y col., Molecular Biology of the Cell, 4 Ed. (2002).
bulos están polarizados;
cada uno tiene un extremo llamado negativo y otro llamado positivo. Son estructuras que
normalmente están en continua remodelación en su extremo negativo (libre). Cuando se
polarizan los centrosomas, los microtúbulos que crecen hacia el plano de separación se
superponen y proteínas específicas ligan estos microtúbulos parcialmente superpuestos. Estos
microtúbulos, llamados polares, son estables. Junto con los centrosomas, los microtubulos
polares forman el huso mitótico. Durante la formación del huso mitótico, los cromosomas,
apareados y condensados, permanecen dentro del núcleo. A fines de la profase, en la región
del centrómero de cada cromosoma se forma un kinetocoro, complejo de proteínas esencial
para la interacción entre las cromátides y el huso mitótico.
30 06 Radiobiología 2012
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Fig. 6-3. A la izquierda, cromosomas dispuestos en el ecuador del huso mitótico. A la derecha,
segregación de los cromosomas y división (citokinesis) mediada por el anillo contráctil.
De B. Alberts y col., Molecular Biology of the Cell, 4th Ed. (2002).
Los acontecimientos del ciclo celular deben ocurrir en una secuencia fija y ordenada. Cada
etapa debe completarse antes de que la célula pueda proceder hacia la siguiente. Esto se logra
por un complejo sistema de regulación que activa e inactiva las enzimas responsables por
cada una de las etapas. Adicionalmente, el mismo sistema de regulación establece puntos de
31 06 Radiobiología 2012
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control en los cuales el ciclo puede detenerse de manera transitoria hasta que se cumplan las
condiciones apropiadas. En caso de que éstas no se cumplan (por ejemplo, si hay defectos
importantes e irreparables en la replicación del ADN), el mismo sistema de control puede
desencadenar un programa de autodestrucción o “suicidio” celular denominado apoptosis.
Los principales componentes del sistema de regulación funcionan por la fosforilación
específica y selectiva de componentes claves de la maquinaria de división celular. Estas
reacciones son efectuadas por enzimas llamadas kinasas. Los efectos de las kinasas pueden
ser revertidos por defosforilación de los componentes involucrados por otro conjunto de
enzimas llamadas fosforilasas.
Las kinasas que inician las diferentes fases del ciclo están siempre presentes, de
modo que un problema central es cómo se produce su activación en el momento preciso, y su
posterior
inactivación cuando
han cumplido su
papel. Al respecto, se
descubrió que estas
enzimas son inactivas
a menos que formen
dímeros acoplándose
con proteínas
específicas llamadas
ciclinas, cuya Fig. 6-4: Mecanismo general de activación de las kinasas
concentración sí dependientes de ciclinas.
fluctúa de manera
predecible durante el ciclo celular. Por tanto, las kinasas en cuestión se llaman kinasas
dependientes de ciclinas (Cdk, Cyclin-dependent kinases).
Por otra parte, el aumento de la concentración de las diferentes ciclinas no es un
acontecimiento abrupto, sino gradual. No obstante, la actividad de las Cdk aumenta en forma
explosiva en el momento apropiado del ciclo celular. El mecanismo general por el cual ocurre
esto se diagrama en la Fig.6-4. A medida que crece la concentración de la ciclina específica,
ella se une a su Cdk formando un complejo que carece de actividad enzimática. Este
complejo es a su vez fosforilado en dos sitios. Una de las fosforilaciones promueve la
actividad de kinasa, pero la otra la inhibe. De este modo, pueden acumularse una cantidad de
moléculas de Cdk dimérica, adecuada para realizar rápidamente su tarea llegado el momento.
La activación casi simultánea de estos dímeros ocurre por acción de una fosforilasa que quita
el fosfato inhibidor. Una vez que un pequeño número de Cdk ha sido así activado, la reacción
se precipita por un fenómeno de realimentación positiva: La Cdk activada a su vez activa a
la fosforilasa activadora (signo + en la Fig. 6-4, derecha) y por tanto promueve la formación
de más dímeros activos de Cdk.
Lo anterior explica cómo se activan las Cdk pero no cómo se inactivan. La
inactivación ocurre por degradación de la ciclina correspondiente. La misma activación de la
Cdk inicia, con cierto retardo, la destrucción de su propia ciclina. Esto ocurre porque las
moléculas de ciclina se ligan covalentemente a una proteína pequeña llamada ubiquitina que
es como una etiqueta que marca las proteínas destinadas a ser degradadas. Las ciclinas
ubitiquinadas son dirigidas a partículas especializadas en la destrucción de proteínas llamadas
proteosomas, que poseen sitios de reconocimiento para la ubiquitina. Una vez desaparecidas
las ciclinas, la Cdk correspondiente se inactiva hasta que se repita el proceso de activación en
el siguiente ciclo.
Como se dijo, existen ciclinas y sus correspondientes kinasas para cada parte del ciclo.
Las ciclinas de G1 se unen a su Cdk y contribuyen a la formación y activación de las ciclinas
32 06 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
y Cdk de la fase S, que ocurre hacia el final de la fase G1. Por su parte, las ciclinas de S y sus
Cdk preparan el camino para la formación y activación de ciclinas que, en la fase G2, habrán
de iniciar la mitosis. Estas últimas fueron las primeras en descubrirse y se denominaron en
conjunto Factor promotor de la mitosis (MPF, Mitosis Promoting Factor).
En la Fig. 6-5 se indican las ciclinas que intervienen en cada fase del ciclo celular y
sus reguladores.
Fig. 6-5: Ciclinas que controlan las diferentes fases del ciclo celular y algunas moléculas
reguladoras.
Puntos de control
Los organismos unicelulares, tanto procariotas como eucariotas, tienden a reproducirse tan
rápidamente como les sea posible. En los organismos multicelulares, cuyas células forman
tejidos y órganos, la proliferación de cada célula debe ser cuidadosamente controlada para
asegurar el armónico funcionamiento de todas las partes.
La capacidad de división de las células está en parte limitada de manera intrínseca,
dependiente de la especie. Por ejemplo, un zigoto de ratón tiene un tamaño similar al de un
zigoto humano. No obstante, los respectivos adultos tienen un tamaño muy diferente, y esta
diferencia se debe en gran parte al mayor número de células en el humano. Esto significa
que deben existir más ciclos celulares para originar un humano que un ratón a partir de sus
respectivos zigotos. En efecto, en condiciones óptimas de cultivo, las células obtenidas de
embriones de ratón se dividen 30 veces, mientras que el tejido embrionario humano puede
sobrellevar 80 divisiones. La cantidad de divisiones posibles es función de la edad; cuanto
33 06 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
más edad tiene un individuo, menor número de divisiones pueden realizar las células
obtenidas de él (senescencia o envejecimiento celular).
La división de las células normales está sujeta a un control doble (Fig. 6-6). Por una
parte, puede ser inhibida activamente, ya sea por el contacto con otras células o por factores
solubles que actúan sobre receptores de membrana y bloquean, mediante efectores
intracelulares, la transcripción de genes cuyos productos participan en el ciclo. Por otra parte,
en general la división de células
normales in situ depende de señales
originadas en otras células, en
general péptidos denominados
genéricamente factores de
crecimiento. Las células tienen
receptores de membrana para uno o
más de dichos factores. La unión de
los factores de crecimiento a sus
receptores inicia una cascada de
señales intracelulares que resulta en
la remoción de uno o más factores
limitantes de la división celular, que
actúan normalmente como frenos a
la replicación descontrolada.
Uno de estos frenos es la
proteína codificada por el gen Rb,
que es defectuoso en los pacientes
de retinoblastoma. La proteína se
encuentra en alta concentración en
el núcleo de las células normales, y
Fig. 6-6: Doble control estimulante e inhibidor de la tiene la propiedad de ligar e
división celular. inactivar reversiblemente otras
proteínas que promueven la
transcripción de genes cuyos productos son necesarios para la división celular. La presencia
de factores de crecimiento resulta en la activación de Cdk de G1, que fosforilan a la proteína
RB. Esta fosforilación causa un cambio conformacional por el cual la proteína RB pierde
afinidad por las proteínas promotoras de la transcripción, las cuales quedan entonces libres
para estimular la transcripción de sus respectivos genes. Esta secuencia de fenómenos
determina el paso de la fase G1 temprana a la fase G1 tardía (Fig. 6-7).
Fig. 6-7: Izquierda, kinasas que fosforilan la proteína RB. Derecha, Punto R que determina la
transición entre G1 temprana y G1 tardía. Se debe a la fosforilación dependiente de ciclina de
la proteína RB, con liberación de factores de transcripción previamente inactivos.
34 06 Radiobiología 2012
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Los factores de crecimiento, así como ciertas hormonas y sus receptores celulares, no
sólo son necesarias para la división celular, sino incluso para la misma supervivencia de las
células normales existentes. En ausencia de estímulos continuos, las células normales sufren
apoptosis.
Fig. 6-8: Esquema general del control del ciclo celular en sus diferentes fases.
De www.efn.uncor.edu/dep/biologia/intrbiol/ciclo.htm
En la Fig. 6-8 se presenta un esquema general de las ciclinas, Cdk y otros factores que
participan en la regulación en las diversas fases del ciclo. Las señales que promueven el inicio
del ciclo aumentan la síntesis de la ciclina D, que se acopla a las Cdk 4 ó 6, ya presentes en la
célula. Este acoplamiento es normalmente inhibido por la proteína p27, cuya síntesis es
promovida por influencia de células vecinas. También puede ser inhibido por la proteína p15,
estimulada por el factor inhibidor del crecimiento β-TGF (Transforming Growth Factor).
Como vimos, la transición R de G1 temprana a G1 tardía está frenada por la proteína RB. El
dímero ciclina D-Cdk 4/6 fosforila la proteína RB, con lo cual ésta libera factores de
transcripción que permiten la expresión de la ciclina E. La ciclina E se acopla a la Cdk2, y el
complejo promueve la transcripción de proteínas necesarias para la síntesis de ADN, lo cual
permite la transición a la fase S.
Durante la fase S, los mismos factores de transcripción liberados por la proteína RB
aumentan la síntesis de ciclina A. La ciclina A se acopla a la Cdk 1, y el complejo aumenta la
transcripción de la ciclina B, que a su vez forma dímeros con la misma Cdk1. Este último
complejo posibilita, en G2, el progreso hacia la mitosis.
35 06 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
Bibliografía
mismo resultado es causado por mutaciones dominantes con ganancia de función en un solo
alelo de los protooncogenes. Estos son genes necesarios para el crecimiento y la proliferación
normales, pero su exceso de función promueve el desarrollo neoplásico. Así, con respecto a
la oncogénesis, los genes supresores de tumores y los genes de reparación del ADN funcionan
como los frenos, en tanto que los oncogenes son el acelerador.
Los genes supresores de tumores o genes oncosupresores son aquéllos que codifican proteínas
que limitan el crecimiento y la división o promueven la diferenciación celular. Normalmente
existen dos copias funcionales (alelos) de los genes oncosupresores. De todos modos, un solo
alelo defectuoso no promueve por sí mismo la oncogénesis. Es necesario que ambos alelos
del gen oncosupresor hayan perdido su función. La primera mutación de un gen oncosupresor
suele ser un cambio de bases o una deleción. El alelo restante basta para sostener la función
supresora. No obstante, si este alelo deja de funcionar, ya sea por una segunda mutación, por
pérdida de un cromosoma durante la mitosis (falta de disyunción) u otro mecanismo, la línea
celular se torna propensa a la transformación maligna. En este caso se pierde la
heterocigosidad. En aprox. 50 % de los heterocigotas para un gen oncosupresor que padecen
determinado tumor se puede demostrar la pérdida de un alelo, y el que permanece está
mutado.
Las mutaciones inactivantes de un gen supresor de tumores pueden ocurrir en células
somáticas o en células germinales. Las mutaciones de células somáticas son más frecuentes,
y predisponen al desarrollo de tumores solamente en la descendencia de las células mutadas.
Por el contrario, las mutaciones en células germinales hacen que en un nuevo individuo
surgido del correspondiente gameto, todas las células llevan la mutación. La probabilidad de
que una o más de ellas pierda el alelo remanente es relativamente alta, por lo cual estos
individuos están congénitamente predispuestas al desarrollo de tumores, a veces multifocales
(tumores múltiples en diferentes tejidos).
A continuación se proporcionan ejemplos selectos de genes oncosupresores.
Proteína p53
39 07 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
El papel de p53 como controlador del ciclo celular y disparador de la apoptosis se vio antes
(Capítulo 06). La p53 es un ejemplo clásico de un gen supresor de tumores, y se encuentra
mutada en aprox. 50 % de los tumores humanos. Es codificada por un gen de 20 kilobases en
el cromosoma 17p13, y que da lugar a un mARN maduro con 2,8 kilobases (11 exones). Las
mutaciones pueden ser cambios de bases carentes de sentido, inserciones y deleciones.
El noqueo de p53 en ratones resulta en la aparición frecuente de diversos tumores. En
el ser humano, la inactivación de p53 en una línea celular somática predispone al desarrollo
de tumores en dicha línea. Cuando ocurre en células germinales, produce el síndrome de Li-
Fraumeni, en el cual surgen tumores de mama (25 %), sarcomas de tejidos blandos (12 %) y
hueso (6 %), tumores cerebrales (12 %), leucemia (6 %) y con menor frecuencia otros tipos.
Fosfatasa PTEN
Ya que muchas de las proteínas que intervienen en la mitosis se activan por fosforilación, es
lógico pensar que alguna enzima desfosforilante (fosfatasa) posea un efecto antitumoral. Tal
es el caso de la fosfatasa PTEN, capaz de desfosforilar al trifosfato de fosfatidilinositol y
también proteínas fosforiladas en residuos de treonina, tirosina y serina.
El gen se localiza en 10q23.31. En las células en las que PTEN es anormal o está
ausente se encuentran niveles altos de trifosfato de fosfatidilinositol, que actúa sobre una
kinasa que activa a la proteína kinasa B, que es un inhibidor de la apoptosis. La falta de
función de PTEN, que es frecuente en tumores humanos, reduce la apoptosis y probablemente
facilite la progresión del ciclo celular en células anormales.
Kinasa ATM
La ataxia-telangiectasia es una enfermedad autosómica recesiva en la que existe
hipersensibilidad a la radiación ionizante, degeneración progresiva del sistema nervioso,
disfunción del sistema inmune y propensión al desarrollo de tumores. El gen ATM (Ataxia-
Telagiectasia Mutated) se localiza en el cromosoma 11q22-23 y consta de 66 exones que
abarcan más de 160 kbases. Su producto es una proteína de elevada masa molecular (350
kDa) que tiene actividad de kinasa y pertenece a la familia de fosfoinositósido-3-kinasa. Este
producto tiene un papel importante en el complejo que interviene en el reconocimiento de
lesiones de las dos hebras de ADN y puede detener el avance del ciclo celular en G1, S ó G2.
La mayoría de los pacientes con ataxia-telangiectasia hereda dos mutaciones diferentes
en cada alelo. Generalmente el producto del gen mutado es una proteína trunca muy inestable,
aunque existen mutaciones con otros resultados.
APC
En la poliposis adenomatosa familiar se desarrollan en el colon cientos o miles de adenomas,
que son lesiones precancerosas. El gen mutado, llamado APC (Adenomatous Poliposis Coli)
se localiza en el cromosoma 5q21. Consta de 8535 pares de bases con 21 exones que
codifican una proteína de 2 843 ó 2 861 aminoácidos. En la forma familiar descrita, la
mutación ocurre en la línea germinal de los progenitores. No obstante, en la mayoría de los
carcinomas de colon esporádicos (no familiares) hay mutación somática temprana del gen
APC.
La proteína APC forma parte de un complejo con otra proteína de adaptación llamada
axina y la glicógeno sintasa kinasa 3 β (GSK). Este complejo se encarga de degradar la
proteína del citosqueleto β-catenina por fosforilación seguida de ubiquitinación y
degradación en los proteosomas. Si la β-catenina no es degradada, tiende a acumularse en el
citosol, ingresa al núcleo y promueve la transcripción de varios genes promotores de tumores,
como la ciclina D1, c-Myc y una metaloproteinasa (MMP-7). La APC se encuentra también
en el núcleo, donde promueve la salida de β-catenina hacia el citosol, lo cual contribuye a su
40 07 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
efecto oncosupresor. La APC puede favorecer la apoptosis de células epiteliales del colon
manera directa, o indirectamente por debilitamiento de los contactos intercelulares.
BRCA1 y BRCA2
Cerca de 5 % de los cánceres de
mama aparecen en miembros de
una misma familia. En casi la
mitad de estos casos, se halló
mutado un gen llamado BRCA1
(BReast CAncer-susceptibility 1)
que se localiza en el cromosoma
17q21. La susceptibilidad al
cáncer de mama por esta
mutación se hereda como un
rasgo autosómico dominante con
penetrancia incompleta. El gen se
extiende por más de 100 kB y
tiene 22 exones; codifica una
proteína de 1863 aminoácidos. Un
segundo gen, BRCA2, se
localizó en el cromosoma Fig. 7-4: Papel de las BRCA en la reparación del ADN.
13q12.3. Posee 27 exones y Según Yoshida y Miki, Cancer Sci 95:866-871, 2004.
abarca 80 kB, codificando una
proteína de 3418 aminoácidos. Las portadoras de mutaciones tienen mayor riesgo no sólo de
cáncer de mama, sino también de ovario y páncreas. En varones, también aumentan el riesgo
de cáncer de mama y de próstata.
La proteína BRCA1 se liga a la kinasa ATM (ver arriba) y es fosforilada por ésta en
respuesta al daño del ADN. Activa la reparación del ADN por recombinación homóloga, en
parte de manera directa y asimismo en colaboración con BRCA2, a la cual activa (Fig. 06-2).
Los BRCA participan también en otras funciones relevantes para su acción
oncosupresora, como el mantenimiento de la integridad genómica, la regulación del ciclo
celular (BRCA1 junto con ATM activan puntos de control en S y G2/M) , y posiblemente
también promueven la apoptosis. Dada la diversidad de las funciones de las proteínas BRCA,
es intrigante que sus mutaciones produzcan un aumento del riesgo de cáncer relativamente
específico de sitio (con
excepción del cáncer de
páncreas, todos los tejidos
predispuestos están bajo la
influencia de hormonas
sexuales). Es posible que la
mama, el ovario y la próstata
estén particularmente
predispuestos a mutaciones
adicionales en personas con una
mutación en uno de los BRCA.
Oncogenes celulares
El primer oncogén hallado pertenece a un virus que causa sarcomas en pollos (virus del
sarcoma de Rous, en honor de Peyton Rous, quien lo descubrió en 1911). Ahora se sabe que
se trata de un retrovirus, con una transcriptasa inversa que sintetiza ADN a partir del ARN
viral. El ADN producido es luego insertado en el genoma de la célula huésped. El virus porta
un gen, llamado v-src (la “v” indica su origen viral), que es el único responsable de la
transformación maligna en aves.
En humanos, existen relativamente pocos virus identificados que causen transformación
maligna; por ejemplo, el virus de Epstein-Barr, causante del linfoma de Burkitt; los virus de
la hepatitis B y C, carcinogénicos para el hígado, y ciertas cepas del virus del papiloma
humano (HPV) que causan cáncer de cérvix y ano. EL HPV es un virus de ADN que posee
una proteína (E5) capaz de formar en la membrana celular complejos estables con el receptor
del factor de crecimiento derivado de plaquetas (PDGF), lo cual aumenta el número de estos
receptores y promueve la división celular anormal.
Décadas más tarde del descubrimiento de Rous, se identificó en pollos y otros animales un
gen celular normal muy semejante a v-src, que se llamó c-src (“c” por “celular”). El producto
del gen c-src es una tirosina kinasa, cuya forma normal es un protooncogén, que participa en
el desarrollo normal, relacionado con la progresión en el ciclo celular, la división celular, y la
diferenciación. Un protooncogén puede transformarse en un gen promotor de tumores u
oncogén por tres mecanismos generales:
1) Una mutación por la cual el protooncogén se exprese en forma constitutivamente
activa (resistente a los mecanismos inhibitorios normales).
2) Una duplicación del gen (amplificación) que lleve a una mayor expresión, excesiva,
del protooncogén.
3) Una translocación cromosómica que sitúe al protooncogén bajo el control de un gen
regulador que induce su expresión excesiva.
Se describen a continuación algunos ejemplos de oncogenes debidos a alteraciones en
receptores de membrana, moléculas de señalización intracelular y factores de transcripción.
crecimiento Her2 hace que éste se dimerice espontáneamente; estos dímeros constituyen la
oncoproteína Neu. Una deleción en el gen del receptor para el factor de crecimiento
epidérmico (EGF) hace que éste pierda la mayor parte de su dominio extracelular y se
dimerice espontáneamente como la oncoproteína ErbB.
El gen Her2 mencionado antes también puede sufrir expresión excesiva de su
producto normal, y este trastorno se ha identificado en numerosos cánceres de mama. Otro
ejemplo es el oncogén trk, identificado en un carcinoma de colon. El correspondiente
protooncogén es un receptor de tirosina kinasa llamado TrK, que normalmente está en la
membrana. Por una translocación, el producto génico anormal es un híbrido de la tirosina
kinasa con la proteína contráctil tropomiosina, que facilita la dimerización del receptor en el
citosol y por tanto estimula su actividad enzimática.
Factores de transcripción
Los factores de transcripción son el eslabón final de toda la serie de acontecimientos entre la
unión de un factor de crecimiento a su receptor y la modificación de la transcripción de genes
específicos de ADN involucrados en la división celular. Se han identificado diversos
oncogenes que son el producto de expresión excesiva de factores de transcripción. Por
ejemplo, los protooncogenes c-jun y c-fos son factores de transcripción, ambos capaces de
activar genes que promueven el crecimiento y la división celular y de reprimir genes cuyos
productos inhiben dichos procesos. Además, c-fos y c-jun pueden asociarse en un
heterodímero llamado AP1, que es también un importante factor de transcripción. Otro
importante protooncogén de este tipo es c-myc, que junto con c-fos aumentan la transcripción
de proteínas que favorecen la progresión de la fase G1 y la transición G1 Æ S. Las proteínas
de c-fos y c-myc son intrínsecamente inestables, lo cual limita la duración de su acción . Los
protooncogenes c-fos y c-myc se transforman en oncogenes cuando sufren mutaciones que
43 07 Radiobiología 2012
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los tornan más estables y por tanto prolongan su acción. El gen c-myc también puede
transformarse por translocación, tal como ocurre en el linfoma de Burkitt. En esta
enfermedad, que transforma linfocitos B productores de anticuerpos (inmunoglobulinas), c-
myc está translocado al sitio próximo al que codifica las cadenas pesadas de las
inmunoglobulinas, de modo que c-myc queda bajo la influencia activadora del promotor de la
síntesis de cadenas pesadas.
Herencia epigenética
el caso del gen de la ciclina D2, de genes llamados CT que se expresan normalmente en el
testículo y de manera anormal en diversos tumores.
Por ejemplo, se ha detectado la falta de metilación de ciertas regiones en tumores del
colon, páncreas, estómago, hígado, pulmón, riñón, cérvix y endometrio. Además de causar
sobreexpresión génica, la hipometilación puede favorecer la inestabilidad genómica,
especialmente de regiones próximas a los centrómeros, y resultar en pérdida de
heterocigocidad. Esto se ha observado para el tumor de Wilms, donde esta pérdida de
hetrocigosidad se relaciona con el grado de anaplasia del tumor. En casos de cáncer de colon
y recto, la hipometilación de retrotransposones puede facilitar las translocaciones
cromosómicas.
Ciertos tóxicos, como el cadmio y el arsénico, inhiben la actividad de la ADN
metilasa. Además, en roedores las dietas deficientes en metionina (precursor del donante de
grupos metilo, adenosilmetionina) produce carcinoma hepático. En humanos hay evidencia
epidemiológica sugestiva. El riesgo de cáncer de colon y recto es menor en personas con alto
contenido de metionina en la dieta. Por el contrario, heredar una variante menos activa de una
enzima implicada en la síntesis de adenosilmetionina aumenta el riesgo de cáncer.
Por otra parte, en diversos tumores se ha documentado la hipermetilación de ciertos
genes, en general oncosupresores. El primer gen de esta clase que se encontró silenciado por
hipermetilación fue el del retinoblastoma (RB, ver arriba), en su región promotora. Esto
reduce en más de 90 % la expresión del RB. Posteriormente, esta alteración epigenética se
detectó en otros genes oncosupresores, como el p16 en diversos tumores, el MHL1 en cáncer
de colon y recto, y el VHL en cáncer de riñón.
Con respecto a la expresión génica, la hipermetilación tiene básicamente el mismo
efecto que una deleción o una mutación sin sentido (Fig. 7-7). En los cánceres familiares, en
general el primer acontecimiento que suprime uno de los alelos de un gen oncosupresor es una
mutación, pero el segundo puede
ser hipermetilación. Por otra
parte, en cánceres esporádicos
(no familiares), el gen puede ser
inactivado por hipermetilación de
ambos alelos. El número de
genes inactivados por metilación
en determinado tumor puede
incluso ser mayor que el de los
inactivados por mutaciones.
Fig. 7-7: Mutación versus metilación en el cáncer
esporádico y hereditario (familiar). Cambios en las histonas
Según Herman y Baylin, N Eng J Med 349:2042-
2054, 2003. Algunos residuos amino de las
histonas que forman los
nucleosomas deben mantenerse acetilados para que los genes próximos sean transcriptos. Su
desacetilación se asocia con enzimas específicas y con regiones hipermetiladas en el ADN
vecino. Estas regiones hipermetiladas se ligan a proteínas específicas de unión a metilcitosina,
capaces de reprimir la transcripción y también de reclutar acetilasas. De este modo, ambas
modificaciones (desacetilación de histonas y metilación del ADN) pueden ser producidas por
un mismo complejo macromolecular que incluye ADN-metiltransferasas, histona
desacetilasas, y proteínas de unión a metilcitosina (Fig. 7-8).
46 07 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
Existe cierta evidencia indicativa de que los cambios en la imprompta génica puede contribuir
al desarrollo de ciertos tumores. Concretamente, la pérdida de la imprompta del IGF2 se ha
relacionado con una forma hereditaria del tumor de Wilms (síndrome de Beckwith-
Wiedemann).
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Instituto Balseiro
Maestría en Física Médica
Radiobiología 2020
Es un hecho conocido que muchas células del organismo mueren por causas naturales. La
muerte de ciertas células que deben renovarse continuamente es un fenómeno importante en la
fisiología normal, que ocurre por diferentes vías llamadas en conjunto muerte celular
programada (MCP).
Durante el desarrollo embrionario y fetal, la muerte de cierto número de células es
indispensable para el desarrollo normal. Por ejemplo, la MCP regula la cantidad de neuronas
del sistema nervioso central (que se producen en exceso), es responsable de la pérdida de la
cola de los renacuajos, y de la separación de los dígitos en el feto humano.
La MCP también es muy común en el adulto para células que están en continua
renovación, como las epiteliales y hemáticas. Se estima que, en el adulto, cada año muere una
masa de células comparable a su propia masa corporal.
La MCP es actualmente objeto de extraordinario interés no sólo por su papel
fisiológico, sino también debido a que se ha demostrado que las alteraciones de los programas
letales son un factor fundamental en la supervivencia y desarrollo de tumores. En efecto, una
característica biológica de muchas células neoplásicas es haber adquirido la capacidad de
evadir la MCP. Tal evasión no sólo permite que las células tumorales sobrevivan y se
multipliquen, sino que además proporciona la oportunidad para que se produzcan en ellas
nuevas mutaciones y otros cambios que aumenten su malignidad (progresión tumoral).
Clasificación
Se han propuesto diversas clasificaciones de la muerte celular. La más básica distingue entre
la muerte celular por necrosis y la MCP.
La muerte por necrosis ocurre cuando la célula es avasallada por agresiones que
sobrepasan sus mecanismos de adaptación. La muerte necrótica puede ser causada, por
ejemplo, por la isquemia, la anoxia, la radiación ionizante, el estrés térmico, los linfocitos
citotóxicos y algunos fármacos. En la célula deja de producirse ATP y se altera abruptamente
la permeabilidad de la membrana plasmática y de las membranas de diversas organelas.
Existen diversas variedades, pero en general la necrosis se acompaña de edema de las
organelas, condensación o disgregación del núcleo (picnosis) y coagulación de las proteínas
intracelulares. Característicamente, la necrosis celular induce una reacción inflamatoria en el
tejido u órgano.
Por el contrario, la MCP no produce reacción inflamatoria, y se considera una forma
activa y fisiológica de muerte celular, en la cual la célula responde a la agresión mediante la
puesta en marcha de uno o varios complejos programas de autodestrucción. Una característica
de la MCP es que, en sus etapas precoces, puede ser detenida por fármacos o sustancias
endógenas que inhiben una o más etapas del programa letal.
Actualmente se reconoce que existen varias formas diversas de MCP, que poseen
algunos mecanismos exclusivos y otros comunes. En la Fig. 8-1 se muestra una clasificación
posible de la muerte celular, pero debe recordarse que su naturaleza esquemática impide hacer
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Dado que la apoptosis fue la primer forma de MCP que se describió morfológica-
mente, y es la más estudiada y mejor comprendida, será tratada en primer lugar.
Apoptosis
La palabra apoptosis significa en griego “caída” , como la
de las hojas marchitas de los árboles en otoño. En biología
celular se denomina apoptosis a la principal forma de
muerte celular programada.
La apoptosis es un proceso regulado, ya que tanto
su defecto como su exceso puede tener serias
consecuencias. En general, se pone en marcha por uno de
dos mecanismos generales: extrínsecos, por señales
provenientes de otras células, o intrínsecos, generados
dentro de la propia célula que ha de sufrir apoptosis. Estos
últimos pueden ser iniciados, por ejemplo, por daño extenso
e irreparable del ADN. Los mecanismos extrínsecos, a su
vez, pueden originarse por 1) Señales de destrucción que
ponen en marcha una serie de procesos celulares de
autodestrucción (por ejemplo en el sistema inmune); 2)
Deprivación de factores tróficos que son necesarios para Fig. 8-2: Microfotografía
mantener vivas las células. Sea cual fuere el estímulo electrónica de una célula
que ha sufrido apoptosis.
De R.C. Duke y col., Sci Am,
Dec 1996, p. 80-87.
50 08 Radiobiología 2020
Dr. Fernando D. Saraví- Dr. Leonardo Salvarredi
inicial, el programa apoptótico involucra una vía final común resultante en la activación de
cascadas enzimáticas que producen cambios morfológicos y funcionales en las células
afectadas.
El primer cambio estructural detectable en una célula que entra en apoptosis es una
condensación de la cromatina, que se redistribuye hacia la periferia del núcleo. El citoplasma
disminuye en volumen, aunque las organelas aparecen intactas. Posteriormente se produce
una fragmentación del núcleo, que forma vesículas rodeadas por membranas, y finalmente
el citoplasma sufre una transformación semejante (Fig. 8-2). La célula así disgregada, con sus
componentes “envasados” en vesículas membranosas, es fagocitada por macrófagos u otras
células vecinas intactas.
En la apoptosis los componentes intracelulares no se liberan al medio extracelular,
hecho que evita efectos nocivos directos o indirectos (debido a la reacción inflamatoria que
provocaría). Esta forma de muerte celular es, por tanto, inocua para las células circundantes.
Esto diferencia netamente la apoptosis de la muerte celular causada por agentes químicos,
físicos o infecciosos (necrosis) que resulta en la rotura de las membranas celulares y la
dispersión del contenido en el intersticio, la que regularmente se acompaña de una reacción
inflamatoria perjudicial para las células sobrevivientes.
1
No todas las caspasas conocidas participan en la apoptosis. Por ejemplo, se sabe que las caspasas 1, 4
y 5 participan en reacciones inflamatorias e inmunes. Además, las caspasas que participan en la
apoptosis parecen intervenir normalmente en muchas funciones celulares. Véase S. Launay y col.,
Vital functions for letal caspases. Oncogene 24: 5137-5148, 2005.
51 08 Radiobiología 2020
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proteins”. Estas últimas participan en la MOMP causada tanto por la vía extrínseca como por
la vía intrínseca (Fig. 8-5).
Del grupo que favorece la apoptosis, algunos miembros como Bak, Bax y Bid son
activadores directos de la MOMP. Otros, como Noxa y Puma, actúan como desrepresores
mediante la inhibición de miembros antiapoptóticos como el propio Bcl-2.
Bak y Bax están presentes en la membrana externa de la mitocondria, pero en forma
inactiva. En la vía extrínseca, la caspasa 8 activa a Bid por proteólisis, produciendo Bid
truncado (tBid), el cual a su vez se acopla a
Bak y Bax, constituyendo poros que
producen la MOMP (Fig. 8-6).
Normalmente este proceso es inhibido por
Bcl-2 y Bcl-xL, pero cuando se activa la
apoptosis estas moléculas pueden ser
bloqueadas por proteínas BH3 como Bad,
Noxa y Puma.
La acción inhibidora de la Bad y
otras proteínas BH3 puede ser suprimida
por diversos factores de crecimiento, que
causan su fosforilación. La Bad fosforilada
se separa de Bcl-2 y se liga a la proteína
Fig. 8-7: Interacciones activadoras e del citosol llamada 14-3-3 (una proteína
inhibidoras entre las proteínas Bcl según la ligadora de fosfoserina). En esas
hipótesis del “reóstato” modificada por
Boucher-Hayes L y col. J Clin Invest 115:
2640-2647, 2005.
54 08 Radiobiología 2020
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condiciones, Bcl-2 y Bcl-xL inhiben la acción ionófora de Bax/Bak (impiden que aumente la
permeabilidad de la membrana a los iones) e impiden la salida del citocromo C. De este modo
se detiene el principal acontecimiento inicial de la cascada apoptótica intrínseca, es decir la
activación de la caspasa 9. En consecuencia, existen numerosas interacciones incluso dentro
de la familia Bcl que permiten controles redundantes y un equilibrio dinámico entre factores
pro- y antiapoptóticos (Fig. 8-7).
La caspasa 9 forma un complejo con APAF-1, citocromo C y desoxiadenosina-5-
trifosfato (dATP), denominado apoptosoma (Fig. 8-8). El complejo constituye una
plataforma molecular que activa y estabiliza a la caspasa 9, la cual entonces activa las
caspasas efectoras presentes en el citosol como zimógenos.
Fig. 8-8: (a), Estructura tetramérica de la caspasa 9. Los dominios activos están en rojo. (b)
Aspecto del apoptosoma con microscopía electrónica con moléculas de APAF-1 (flechas)
emparedando la caspasa 9 (punta de flecha). Según Acehan y col., Mol Cell 9: 423-432, 2002.
Inhibidores de la apoptosis
La apoptosis tiene múltiples funciones biológicas, pero obviamente debe ser
estrechamente regulada. Dado que los componentes que participan en la MCP apoptótica
están normalmente presentes en las células sanas, es importante que no se activen por
accidente o, si lo hacen, que el programa no progrese hasta un punto irreversible, excepto en
presencia de una señal de autodestrucción fuerte y clara. Por esta razón es necesaria la
existencia de mecanismos inhibidores de la apoptosis.
La presencia de factores de crecimiento es importante para mantener frenada la
apoptosis en células normales. En las células saludables, Bcl-2 y Bcl-xL son inhibidores
constitutivos de la apoptosis. Sin embargo, su efecto antiapoptótico es bloqueado por una
proteína BH3 llamada Bad. A su vez, la acción proapoptótica de la Bad (por desrepresión)
puede ser suprimida por diversos factores de crecimiento, que causan su fosforilación. La
Bad fosforilada se separa de Bcl-2 y se liga a la proteína del citosol llamada 14-3-3 (una
proteína ligadora de fosfoserina) . En esas condiciones, Bcl-2 y Bcl-xL inhiben la acción de
Bax/Bak (impiden la MOMP) e impiden la salida al citosol del citocromo C y otros factores
apoptóticos. De este modo se detiene un acontecimiento inicial de la cascada apoptótica, es
decir, la activación de la caspasa 9.
Un ejemplo de esta clase
de acción es la del factor de
crecimiento nervioso (NGF). La
unión de NGF a su receptor de
membrana activa una kinasa (PI-
3) que a su vez activa una
segunda kinasa (Akt),
responsable de la fosforilación de
Bad. De esta forma u otras
análogas, los factores de
Fig. 8-9: Estructura general de la proteína inhibidora
crecimiento actúan como
de la apoptosis ligada al cromosoma X (XIAP).
inhibidores de la apoptosis. En
ausencia de dichos factores se pone en marcha, por omisión, el programa de autodestrucción.
Además de los mecanismos mencionados, vinculados principalmente con el
mecanismo de activación de las caspasas, existen otros que actúan por inhibición de las
propias caspasas. La primera proteína inhibidora de las caspasas se identificó en baculovirus.
Hasta ahora (2009) se han descrito ocho proteínas inhibidoras de la apoptosis (IAP), de las
cuales la mejor caracterizada está ligada al cromosoma X y por ello se llama XIAP. La XIAP
tiene tres dominios análogos a la del baculovirus, llamados BIR (Baculovirus IAP Repeat) 1
a 3, y un cuarto denominado RING (Really Interesting New Gene). La XIAP se une con alta
afinidad a las caspasas 3 y 7 mediante su dominio BIR 2 y a la caspasa 9 mediante BIR 3, y
las inhibe (Fig. 8-9). El dominio RING tiene actividad de ligasa de ubiquitina E3.
El mecanismo de inhibición de las caspasas 3 y 7 involucra el bloqueo del sitio
catalítico; por tanto, XIAP puede detener la acción de estas caspasas aunque ya hayan sido
56 08 Radiobiología 2020
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Anoikis
La palabra anoikis viene del griego oikos, casa y el prefijo privativo a. Significa literalmente
“sin casa”. La anoikis es una forma de apoptosis que es normalmente inducida en células que
normalmente están adheridas a una membrana basal de matriz extracelular (ECM), como las
células epiteliales.
En los organismos multicelulares, las células deben crecer y desarrollarse en la
situación correcta dentro de un tejido u órgano. Las células sensan su posición mediante
57 08 Radiobiología 2020
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interacciones moleculares con la ECM y con otras células mediante proteínas llamadas
integrinas. Las integrinas permiten la adhesión entre células y de las células a la ECM y
tienen continuidad con el citoesqueleto, formando los denominados complejos de adhesión
local, pero su papel funcional excede con holgura el de un mero nexo mecánico. Las
integrinas cumplen también un papel análogo al de los receptores para factores de
crecimiento, cuyas señales promueven la sobrevida celular. De hecho, están acopladas a
sistemas de señalización como las tirosina kinasas FAK (pp125FAK) e ILK (Integrin-Linked
Kinase). En otros casos, el acoplamiento es independiente de FAK e ILK, y se realiza por la
interacción de la proteína caveolina que activa kinasas de la familia Src (Yes y Fyn), las
cuales a su vez estimulan la vía mediada por las kinasas Erk y Ras (Fig. 8-11).
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Fig. 8-12: A, vías que posibilitan la supervivencia al inhibir la apoptosis mediada por la
vía extrínseca o intrínseca. B, Desencadenamiento de anoikis por pérdida de la
adhesión a la matriz extracelular (ECM). De Chiarugi y Giannoni (2008).
Autofagia
La autofagia es una forma de MCP cuyos efectores son los lisosomas, presentes en todas las
células de mamífero excepto los eritrocitos. Los lisosomas son organelas con una sola
membrana, que contienen cerca de 50 hidrolasas ácidas. Las enzimas lisosómicas incluyen
proteasas, peptidasas, lipasas, glicosidasas, nucleasas, fosfatasas y sulfatasas, en un medio
ácido que favorece la actividad enzimática (el pH óptimo de las enzimas lisosómicas está
entre 4 y 5).
Los lisosomas pueden digerir prácticamente todas las macromoléculas de la célula y
degradarlas a compuestos más simples. Los productos de la digestión lisosómica son
dirigidos al citosol por transportadores proteicos. Dichos productos -por ejemplo,
aminoácidos, oligo- o monosacáridos y nucleótidos – pueden ser reutilizados en reacciones de
síntesis dentro de la célula.
Las enzimas presentes en los lisosomas se sintetizan en el retículo endoplásmico y se
les incorpora residuos de manosa-6-fosfato en el aparato de Golgi. Allí las hidrolasas se unen
a receptores para manosa-6-fosfato que los introducen en endosomas. Estos últimos son
acidificados, como consecuencia de lo cual los receptores para manosa-6-fosfato se disocian
de las hidrolasas y son reciclados.
En la Fig. 8-13 se esquematizan las vías de degradación que involucran a los
lisosomas. En primer lugar, los lisosomas pueden degradar material incorporado desde el
exterior de la célula mediante endocitosis (Fig. 8-13, derecha). La célula puede incorporar
material soluble mediante pinocitosis. Las vesículas pinocíticas se fusionan con lisosomas, y
el material endocitado se hidroliza. La célula también posee receptores que reconocen algunas
moléculas extracelulares. Cuando la molécula se une al receptor se produce la endocitosis
mediada por receptores, con formación de vesículas recubiertas. El receptor es reciclado, y
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Esta última vía involucra una proteína que interactúa con receptores de la muerte, llamada
RIP-1 (Receptor Interacting Protein). La vía independiente de caspasas requiere la formación
de ROS.
Una vez que se produce la LMP, las catepsinas liberadas pueden causar
permeabilización de la membrana mitocondrial externa (MOMP). La catepsina D puede
activar la proteína proapoptótica Bid, que a su vez activa a Bax (ver arriba). En algunas
células, la catepsina D activa directamente a Bax/Bak, produciendo MOMP. Desde luego, la
MOMP resulta en la activación de la vía intrínseca de apoptosis, ya descrita.
Las catepsinas también
pueden iniciar MCP de manera
independiente de caspasas. Por
ejemplo, la catepsina B puede
cambios clásicamente asociados
con la apoptosis, como
formación de vesículas
membranosas, exposición de
fosfatidilserina en la membrana
plasmática y fragmentación de
la cromatina, que no requieren
de la activación de caspasas.
Desde luego, además de las
catepsinas es muy probable que
otras enzimas participen en la
MCP mediada por permeabi-
lización de lisosomas (por
Fig. 8-15: Vías de muerte celular programada (MCP) ejemplo las nucleasas).
mediadas por la permeabilización de lisosomas. Aunque el campo está
De Jäättelä (2004).
en rápida evolución, al parecer
la LMP puede provocar
apoptosis por mecanismos diversos, y dependiendo de cuál de ellos predomine, la MCP se
parecerá más a la apoptosis o a la necrosis (Fig. 8-15).
Conclusión
Además de la apoptosis y la autofagia, existen otras posibles formas de MCP, mediadas, por
ejemplo, por el retículo endoplásmico, que no serán tratadas aquí. Lo expuesto basta para
subrayar que la MCP puede ocurrir por múltiples vías, que en parte se superponen. Es de
gran interés el estudio en que las células neoplásicas evaden los múltiples mecanismos de
MCP, ya que la manipulación de esas vías para inducir selectivamente la MCP en células
neoplásicas es una posibilidad promisoria en la terapia oncológica.
Senescencia celular
Leonard Hayflick en el año 1965 (Hayflick, 1965) observó que cultivos de fibroblastos
humanos tenían una capacidad limitada de proliferación después de cierto número de ciclos de
división celular. Llamó a este fenómeno “senescencia”. Este trabajo arrojó dos conclusiones
importantes: a) solo pueden escapar de la senescencia células que hayan adquirido un fenotipo
como el de las células tumorales, que pueden dividirse indefinidamente y b) el cese del
crecimiento celular en cultivo podría estar asociado al envejecimiento in vivo. La senescencia
62 08 Radiobiología 2020
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Fig. 8-17. Marcadores de una célula en senescencia. (Rodier & Campisi. 2010)
Esta última característica de las células senescentes se asocia con que, más allá de que
presentan una actividad proliferativa restringida, son metabólicamente activas y secretan
numerosas moléculas con actividad biológica, como citoquinas, quimioquinas y proteasas,
entre otros factores solubles Este grupo de moléculas, constituyen el fenotipo secretor
asociado a la senescencia (senescence-associated secretory phenotype, SASP) (Campisi,
2005). El SASP influye sobre la función de las células senescentes, así como también sobre
la de otras células vecinas. El SASP es controlado por factores de transcripción, mayormente
por NF-κB y C/EBPβ o Notch (Acosta, 2008; Hoare and Narita, 2017). La activación
transcripcional de IL-1 como respuesta al estímulo que induce la senescencia es considerada
como la etapa inicial en el desarrollo de las proteínas del SASP, seguido por la activación de
NF-κB y C/EBPβ que resulta en la producción de IL-6, IL-8, entre otras.
El SASP puede ejercer efectos contradictorios (Coppe, 2010). Los estudios iniciales se
centraron en las propiedades pro tumorogénicas del SASP (Krtolica, 2001; Coppe, 2006;
Coppe, 2008) pero el SASP también media importantes efectos supresores de tumores
(Kuilman, 2009). Componentes específicos del SASP como IGFBP-7, PAI-1, IL-6 y las
quimiocinas de unión a CXCR2 (tales como IL-8 o GRO) pueden reforzar la senescencia
(Kortlever, 2006; Acosta, 2008; Kuilman, 2008; Wajapeyee, 2008). Este fenómeno que
implica la inducción de nuevas células senescentes por parte de células senescentes vecinas a
ellas, se denomina senescencia paracrina, (Acosta, 2013).
En radioterapia, la influencia del SASP sobre las células vecinas no irradiadas, se enmarca
en los llamados efectos de vecindad (Prise, 2009).
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Instituto Balseiro
Maestría en Física Médica
Radiobiología 2012
Las células tumorales comparten muchas propiedades con las células normales, pero a la vez
suficientes diferencias para tornar su crecimiento desordenado, descontrolado e invasor. Si
bien bajo el término de cáncer se engloba una diversidad de enfermedades con características
dispares, existen suficientes aspectos comunes en ellas como para intentar una descripción
general del proceso neoplásico, cuyos detalles deberán ser modificados cuando se trate con un
tipo específico de neoplasia. En esta parte esbozaremos la referida descripción general.
Antes, sin embargo, es conveniente notar que el ser humano es menos susceptible al
desarrollo de cáncer que otras especies, como los roedores. La probabilidad de desarrollar
cáncer a lo largo de la vida es similar en el hombre y en un ratón o una rata, de aprox. 30 %.
No obstante, el hombre vive mucho más (70 u 80 años versus 1 ó 2 años), por lo cual el
proceso de oncogénesis dispone de mucho más tiempo para desarrollarse. Esto es cierto aún
cuando el número de divisiones celulares –cada una de las cuales conlleva un riesgo de
mutación – es mucho mayor en el ser humano. El zigoto de un hombre y el de un ratón no
difieren grandemente en su tamaño. No obstante, el primero origina muchas más células que
el segundo, como lo evidencia la diferencia de tamaño corporal de un humano adulto y de un
ratón adulto. En otras palabras, el potencial replicativo del zigoto humano es mucho mayor
que el del roedor.
Un fenómeno que ocurre en el ser humano, pero no en roedores, es la senescencia
celular. Un ratón o una rata continúan creciendo en masa y número de células durante toda su
vida. En cambio el ser humano crece hasta la segunda ó tercera década de su vida, luego de lo
cual la división celular se limita a la necesaria para mantener la integridad de los tejidos. En
las últimas décadas existe un decaimiento adicional en la capacidad replicativa que causa los
cambios anatómicos y funcionales propios de la vejez. Si bien desde un punto de vista esto es
negativo, desde otro probablemente prolongue la vida al limitar el potencial replicativo y por
tanto el riesgo de mutaciones.
Por supuesto, a medida que avanza la edad, ocurrirán mutaciones, especialmente en
los tejidos que deben renovarse continuamente, como la médula ósea y el epitelio cutáneo e
intestinal. Por ello, la edad avanzada es un factor de riesgo para casi todos los tumores
conocidos. De todos modos, el número de tumores es relativamente exiguo si se tiene en
cuenta el número de divisiones celulares intervinientes. Esto implica que el ser humano debe
poseer mecanismos relativamente eficientes de limitar la transformación neoplásica. Dadas la
diferencia de número de células y longevidad, se ha estimado que el ser humano debe de
poseer mecanismos antineoplásicos decenas de miles de veces más eficientes que los
roedores.
El proceso de transformación
¿En qué momento y en virtud de qué cambios una célula puede considerarse transformada en
neoplásica? La respuesta varía según qué células se adopten como punto de partida. Las líneas
celulares inmortalizadas in vitro en las que se han hecho numerosos estudios difieren cierta-
mente de las células normales, cuya capacidad replicativa es invariablemente limitada. Por
64 09 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
tanto, es posible que ciertas observaciones válidas para líneas inmortales no se apliquen a
células normales.
Por ejemplo, las líneas inmortalizadas de células de roedores pueden ser transformadas
por un único oncogén (ver Capítulo 7). Por el contrario, ningún oncogén conocido basta por sí
mismo para transformar células embrionarias (normales) de las mismas especies. La
expresión anormal de dos oncogenes, como ras y mic, en cambio, basta en roedores para
producir una transformación neoplásica. No obstante, las células tumorales resultantes no
muestran la cinética de tumores espontáneos, lo que indica que se requieren transformaciones
adicionales.
En el ser humano, la inducción de carcinogénesis in vitro es todavía más difícil. Las
alteraciones que causan transformación reproducible en líneas celulares derivadas de roedores
no bastan para transformar células humanas. En un estudio reciente se inmortalizaron
fibroblastos humanos transfectándolos con un virus portador de telomerasa humana y se los
estudió por 600 días. Durante las primeras 150 divisiones el crecimiento fue uniforme, pero
luego algunos cultivos mostraron una aceleración del crecimiento, asociada con una menor
expresión de p16INK4A (inhibidor de ciclinas tipo D), pérdida de la inhibición por contacto del
crecimiento y sensibilidad a la transformación inducida por ras. En uno de los cultivos
también se halló sobreexpresión de los oncogenes myc y Bmi1. Por el contrario, en ningún
caso se alteraron los puntos de control mediados por p53 y pRB o la estabilidad cromosómica.
Otro inconveniente para caracterizar las neoplasias humanas es que no se cuenta con
secuencias completas del genoma de ningún cáncer. Incluso cuando se tengan, debe
recordarse que buena parte de la expresión de oncogenes y del silenciamiento de genes
oncosupresores puede ocurrir por mecanismos epigenéticos (Capítulo 7) que no se revelan en
el análisis genómico. Más aún, como se verá luego, estos cambios epigenéticos son
reversibles y pueden diferir en las varias etapas de desarrollo tumoral.
De todos modos, estudios ya clásicos realizados por Vogelstein y colaboradores en
neoplasias de colon y recto mostraron una progresión característica desde el tejido normal
hasta los adenocarcinomas. Tìpicamente, la mayoría de los pólipos adenomatosos (benignos)
tenían mutaciones en el gen oncosupresor APC. Los adenomas de mediano tamaño tenían
además un aumento en la expresión de los oncogenes ras (kinasas señaladoras). En los
adenomas más grandes se añadía la mutación de un gen oncosupresor presente en el
cromosoma 18. Finalmente, cerca de la mitad de los carcinomas tenían mutaciones en el p53.
Estos hallazgos muestran una progresión clara en la cual son necesarios varios
cambios claves para la transformación neoplásica. No obstante, es probable que muchos otros
cambios no documentados contribuyan a la progresión. Por otra parte, no existen estudios
comparables para otras clases de tumor.
Un meta-análisis reciente de casi cuarenta millones de mediciones de expresión génica
en más de 3 700 muestras de neoplasias humanas caracterizó un conjunto de mutaciones que
representan una especie de “firma” común a la mayoría de los cánceres, que los distingue de
los respectivos tejidos normales de origen. En el mismo estudio, se identificaron también
patrones comunes a los tumores indiferenciados. En ambos casos se exploraron más de
sesenta genes diferentes.
Los análisis cinéticos muestran que para el desarrollo de cáncer humano, se requieren
al menos 4 a 6 mutaciones (sin contar cambios epigenéticos). Estas se desarrollan
espontáneamente en las células somáticas a lo largo de años o décadas. Diferentes mutaciones
pueden dar un fenotipo igual, y combinaciones similares pueden causar tumores diversos.
La tasa de mutaciones espontáneas en las células somáticas (origen de la mayoría de
los tumores) es muy baja, lo cual explica por qué no se desarrollan más tumores que los
observados. Una propiedad frecuente, si no universal, de las células tumorales es la de poseer
un genoma inestable. De hecho, la propensión al desarrollo de tumores es una característica
65 09 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
Atributos adquiridos
Conceptualmente, es posible concebir una serie de capacidades que las células neoplásicas
deben adquirir en el curso de su desarrollo, atributos que, por otra parte, son comunes a las
células transformadas. Entre ellos cabe mencionar las siguientes capacidades:
1. Generar sus propias señales mitogénicas
2. Resistir (ignorar) señales inhibidoras de la mitosis
3. Proliferar sin límites (“inmortalizarse”)
4. Evitar la apoptosis
5. Evadir al sistema inmune
6. Estimular la angiogénesis
7. Invadir localmente y producir metástasis a distancia
Las células normales sólo proliferan cuando son estimuladas por la presencia de factores
mitogénicos en su entorno. Por el contrario, las células neoplásicas presentan una activación
constitutiva de señales mitóticas mediadas por oncogenes como ras o fos. Por ejemplo, se ha
demostrado la expresión continua de ras en ausencia de factores mitogénicos en tumores
humanos de pulmón, páncreas y colon; y el receptor para el factor de crecimiento epitelial
humano (HER2) está sobreexpresado en tumores de mama agresivos.
Cuando las células normales se colocan en un medio apropiado para su cultivo in vitro,
proliferan hasta entrar en contacto unas con otras. Cuando se alcanza el estado de confluencia,
la replicación cesa. Existen en la superficie de las células normales moléculas de
reconocimiento mutuo que inhiben la multiplicación en estas condiciones. Las células
neoplásicas, por el contrario, muestran una adhesividad reducida entre sí y con otras células, y
no dejan de replicarse al entrar en contacto con otras células.
La mayoría de los tumores humanos muestra algún tipo de alteración en la vía antimitógena
regulada por la proteína del retinoblastoma (PRB, Capítulo 7). En diferentes tumores, una
mutación en PRB produce su inactivación funcional y por tanto suprime su acción inhibidora
de la progresión del ciclo celular en G1. En otros casos, su activador p16INK4A está mutado o
silenciado por metilación, por lo cual PRB no es fosforilada. Las cepas 16 y 18 del virus del
papiloma humano secuestran la PRB y aceleran su degradación. Otra forma de anular la
función de la PRB es la sobreexpresión de ciclinas D y E, que se observa en el cáncer de
mama.
66 09 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
En cada mitosis, los telómeros de células humanas normales se acortan en 50 a 100 pares de
bases. Los fibroblastos humanos normales en cultivo se duplican 60 a 80 veces antes de entrar
en un estado denominado senescencia replicativa, en el cual dejan de dividirse. En las
células neoplásicas existen mecanismos de conservación de la longitud de los telómeros. En
aprox. 90 % de los cánceres humanos esto ocurre por reactivación de la telomerasa, una
enzima activa durante el desarrollo embrionario pero celosamente reprimida en la mayoría de
las células adultas. En el resto de los tumores, que también mantienen la longitud de sus
telómeros, esto se realiza por un mecanismo no bien caracterizado, pero independiente de la
telomerasa.
Evitación de la apoptosis
Los linfocitos T son responsables de la inmunidad adaptativa mediada por células. Las
células neoplásicas se caracterizan por carecer, en muchos casos, de ciertos cofactores
necesarios para producir una respuesta celular inmune potente. No obstante, las células
dendríticas (del componente innato) pueden procesar antígenos tumorales y presentarlos a los
linfocitos T, que entonces reaccionan contra las células tumorales. Los linfocitos T CD4+
contribuyen además a que los linfocitos B, responsables de la producción de anticuerpos,
produzcan inmunoglobulinas contra componentes antigénicos de las células neoplásicas. El
grado de infiltración linfocitaria se relaciona con escasa invasividad y baja tendencia a
mestatatizar en diversos tumores.
Es muy probable que el sistema inmune evite el desarrollo de diversos tumores, pero
la alta frecuencia de aparición de neoplasias indica que la vigilancia inmune falla a menudo
por mecanismos que no son claros. Entre las causas postuladas se encuentra una ineficiente
presentación de antígenos por parte de las células dendríticas, la tolerancia inmunológica
hacia antígenos que son muy similares a los del huésped, la inestabilidad genómica del tumor
(con la consecuente variabilidad en los antígenos expresados) y la producción de factores
inmunosupresores por parte de las propias células tumorales.
La activación del sistema inmune posee un papel antineoplásico no solamente
por eliminar células tumorales, sino por su papel en controlar infecciones y resolver
reacciones inflamatorias. Varias formas de inmunodeficiencia congénita o adquirida
predisponen al desarrollo de ciertos tumores, como el sarcoma de Kaposi o el cáncer de
cérvix. Ciertas infecciones crónicas predisponen al cáncer, como la causada por Helicobacter
pylori, que aumenta la frecuencia de cáncer gástrico.
Por otra parte, la persistencia de la inflamación crónica, con la resultante activación de
células inmunes y la producción de numerosas citokinas, puede por el contrario proveer un
ambiente favorable al desarrollo de tumores. En la Tabla 9-2 se presentan efectos
antitumorales y pro-tumorales de diversas citokinas. Este es un campo de investigación
activo, por las posibilidades de desarrollar agentes antitumorales ya sea bloqueando la función
de citokinas promotoras de tumores o estimulando la función de las citokinas antitumorales.
68 09 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
Un ejemplo bien
estudiado del papel dual que
cumple el sistema inmune lo
proporciona el cáncer de mama.
En tanto que la infiltración
abundante con linfocitos es un
factor de pronóstico favorable
en los adenocarcinomas
mamarios, la presencia de
macrófagos (llamados MAT o
TAM, Tumor-Associated
Macrophages) predice la
progresión del tumor. Según el
modelo de la Fig. 8-1, la
Figura 9-1: Modelo de interacciones entre células producción de citokinas
tumorales mamarias y macrófagos. quimioatrayentes (CCL2 y
Según Ben-Baruch, Breast Cancer Res 5:31-36, 2003 CCL5) por las células tumorales
recluta macrófagos, los cuales a
su vez estimulan vía TNFα y posiblemente otras citokinas, la expresión de factores que
favorecen la progresión, como metaloproteinasas que favorecen la disolución de la membrana
basal y la invasividad.
69 09 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
Estimulación de la angiogénesis
facilita las metástasis. Diversos tumores sobreexpresan MET, y dicha expresión excesiva es
promovida por el oncogén Ras. Además, algunos tumores o su estroma producen el ligando
HGF/SF, con lo cual pueden ser estimulados de manera autocrina o paracrina. Uno de los
efectos pro-invasivos de MET es el de promover la expresión de la metaloproteinasa 1, capaz
de digerir las membranas basales.
A pesar de los avances recientes, el desarrollo de metástasis continúa siendo la causa
más frecuente de muertes por cáncer. Por tanto, la adquisición de capacidad metastática por
parte de un tumor puede marcar la línea entre un tumor potencialmente curable y uno que sólo
es pasible de tratamiento paliativo.
A fines del siglo XIX, Stephen Paget observó que la frecuencia de metástasis en
diferentes órganos no guardaba una relación con el aporte sanguíneo respectivo. Hasta
entonces, se consideraba que la probabilidad de metástasis en determinado órgano era una
cuestión de azar. Por el contrario, Paget sostuvo que entre la metástasis y su destino existía el
tipo de relación que existe entre una semilla y el suelo donde es sembrada. Actualmente existe
amplia evidencia que respalda la hipótesis de Paget. Los sitios de metástasis varían entre un
tipo de tumor y otro, y se han identificado moléculas de reconocimiento que favorecen el
establecimiento de tumores secundarios en determinados órganos o tejidos. Una consecuencia
de las metástasis es que el nuevo microambiente puede modificar las propiedades del nuevo
tumor en comparación con la neoplasia primaria, haciéndolo resistente al tratamiento.
Numerosos factores, propios de las células tumorales por una parte, y de las células del
tejido u órgano huésped, por otra, son capaces de facilitar o inhibir el establecimiento de
metástasis (Tabla 9-3).
Instituto Balseiro
Maestría en Física Médica
Radiobiología 2012
La unidad de absorción es el gray (Gy) que equivale a una deposición de energía de 1 J por
kg de masa (1 cGy = 1 rad). No obstante, dado que dosis iguales de radiaciones ionizantes de
diferente naturaleza o energía tienen en general diferentes efectos biológicos, en radiobiología
se emplea un factor de corrección denominado efecto biológico relativo (EBR):
EBR = Dr/Dp
Donde Dr es la dosis de una radiación de referencia (rayos X o gamma de 200 keV) que
produce determinado efecto y Dp es la dosis de la radiación problema que produce el mismo
efecto. La unidad de efecto biológico es el sievert (Sv):
1 Sv = 1 Gy . EBR
Dado que el EBR carece de unidades, la dimensión del sievert es igual que la del gray (1
J/kg). La antigua unidad era el rem (Röntgen Equivalent- Man), y 1 rem = 1 cSv.
En general, el EBR será mayor para aquellas radiaciones que produzcan una mayor
densidad de ionización, es decir que sean capaces de producir más iones en un volumen dado.
A su vez, la densidad de ionización se relaciona con la tasa de disipación de energía en
función de la distancia recorrida por la radiación. Esta última variable se cuantifica como la
transferencia lineal de energía o LET (Linear Energy Transfer). La LET depende de la
naturaleza de la radiación pero también de su energía, como puede verse en la Tabla 10-1
72 10 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
para dos electrones con diferente energía. A medida que una radiación interactúe con el medio
y pierde energía, su LET aumentará.
Debe notarse que el EBR de cada radiación y cada energía debe determinarse en
principio para cada efecto posible de las radiaciones ionizantes. Por ejemplo, una cierta
radiación de naturaleza y energía especificadas no necesariamente poseerá igual EBR para
causar aberraciones cromosómicas en linfocitos que para causar eritema (inflamación de la
piel con enrojecimiento de la piel por vasodilatación).
Los efectos biológicos de las radiaciones ionizantes admiten diferentes clasificaciones, como
por ejemplo según su curso temporal (precoces o tardíos) o el tipo de lesión (genética,
teratológica, inflamatoria, etc.). Desde el punto de vista de la seguridad radiofísica, una
clasificación útil los divide en efectos estocásticos (aleatorios) y no estocásticos o
determinísticos.
Un hecho notable sobre la acción de la radiación ionizante sobre organismos vivos es que una
deposición de energía que tiene lugar en un intervalo extremadamente breve puede causar
efectos que se manifiestan semanas, meses, años o décadas más tarde (Fig. 10-1). Esto
implica que la radiación ionizante es capaz de producir profundas modificaciones en la
función celular que pueden en mucho casos perpetuarse por tiempo indefinido.
Los fenómenos físicos corresponden a las excitaciones y las ionizaciones causadas por
la radiación al interactuar con las células. Los electrones arrancados de sus órbitas pueden
causar ionizaciones secundarias mientras disipan su energía. Por cada Gy absorbido, se
producen en una célula esférica de 10 μm de diámetro un total de aproximadamente 105
ionizaciones. Debido a que muchos de los electrones se recombinan con sus moléculas de
73 10 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
Fig. 10-1: El curso temporal de los efectos físicos, químicos y biológicos de las
radiaciones ionizantes. Nótese que las escalas son logarítmicas.
Según G. Gordon Steele (Ed.), Basic Clinical Radiobiology for Radiation Oncologists.
London, etc.: Edward Arnold, 1993, p. 3.
74 10 Radiobiología 2012
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Un segundo hecho notable acerca de los efectos biológicos de las radiaciones ionizantes es
que, comparada con otro agente físico como el calor, la cantidad de energía que debe
depositarse para causar un efecto ostensible es extremadamente pequeña. Por ejemplo, una
dosis de radiación gamma de 2 Gy puede causar la muerte de aproximadamente dos tercios de
las células irradiadas. La misma energía aportada en forma de calor causaría un insignificante
incremento de temperatura de 0,0005 ºC. Esto implica que la radiación ionizante debe de
causar efectos mucho más selectivos que los provocados por un incremento de la agitación
térmica.
Si bien, al igual que otras formas de estrés, la radiación ionizante desencadena
numerosos efectos celulares por activación de diversas vías efectoras (ver parte 09), una
propiedad sobresaliente es su capacidad para causar lesiones en el ADN. Estas lesiones, de no
ser reparadas por completo pueden desencadenar la apoptosis o la muerte en interfase, o dar
lugar a mutaciones inmediatas o, por desestabilización del genoma, mutaciones retardadas que
pueden causar la muerte celular diferida o la transformación neoplásica.
El mecanismo directo de
lesión del ADN es la formación
de diferentes de alteraciones de la
macromolécula, que pueden
consistir en deleciones de bases,
formación de dímeros, sobre todo
de timina, oxidación de la
desoxirribosa, rotura de una de las
cadenas de ADN o rotura de las
dos cadenas (Fig. 10-2). Esta
última lesión es la que mejor se
correlaciona con los efectos
Fig. 10-2: Diversos tipos de lesión del ADN por
letales de las radiaciones radiaciones ionizantes. Según F.M. Edwards, 2002.
ionizantes.
El mecanismo indirecto de lesión del ADN se debe a la escisión de otras moléculas
(radiólisis) presentes en la célula, de las cuales la más abundante es sin duda el agua. La
radiólisis del agua origina radicales libres hidrógeno (H.), hidroxilo (OH.) y electrones
solvatados (acuosos), los que a su vez reaccionan con macromoléculas, incluido el ADN,
produciendo alteraciones por substracción de hidrógeno o adición de hidroxilos:
RH + OH. Æ R. + H2O
R + OH. Æ ROH.
En presencia de oxígeno, las macromoléculas pueden transformarse en peroxirradicales:
R. + O2 Æ ROO.
Esto impide la recombinación de la macromolécula con el radical H. (R. + H. Æ RH).
Además, el oxígeno molecular reacciona con electrones acuosos, impidiendo la
recombinación de éstos con las macromoléculas (RH. + e- Æ RH).
En la célula, las proteínas asociadas al ADN, que constituyen la cromatina, proveen
protección al daño del ADN inducido por radiación. Por ejemplo, el número de timinas
dañadas por una dosis de radiación es 3 veces mayor en el ADN libre que en el ADN que
forma parte de la cromatina no condensada, y el número de lesiones en ésta es el doble que
en la cromatina condensada (heterocromatina).
75 10 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
Como se observó anteriormente, el efecto biológico relativo de cada radiación varía según su
naturaleza y energía. Además, los diferentes tejidos del organismo varían en su sensibilidad a
las radiaciones ionizantes o radiosensibilidad. Para cada efecto determinístico específico
puede establecerse una relación entre la dosis de radiación y la magnitud del efecto. Dicha
relación tiene con frecuencia una forma
sigmoidea (en s itálica) como se
esquematiza en la Fig. 10-3.
Existe una dosis umbral, por
debajo de la cual no hay efecto, y por
encima de la cual el efecto es cada vez
mayor. Una forma frecuente de carac-
terizar este tipo de curva dosis-respuesta
es especificando la dosis necesaria para
producir el 50 % del efecto máximo
(D50).
En la Tabla 10-3 hay ejemplos
de tejidos de alta radiosensibilidad, baja
bacterias en cultivo, obedece a una ecuación exponencial. Aplicado a tumores, este modelo
supone que el número de células es proporcional al volumen del tumor, de modo que al
duplicarse el volumen se duplica el número de células. En este modelo, el tumor crece en una
fracción constante en iguales intervalos. El tiempo de duplicación (td) es el intervalo en el cual
el volumen, la masa, o el número de células se duplica. La ecuación correspondiente para el
volumen es:
Hasta no hace mucho tiempo, los efectos de las radiaciones ionizantes sobre las células
tendían a concebirse en términos relativamente simples. Las ionizaciones provocaban la
formación de especies reactivas del oxígeno, las que a su vez producían lesiones en el ADN.
Se conocía la existencia de mecanismos reparadores del ADN que podían lograr una
reparación completa o imperfecta de las lesiones inducidas por las radiaciones, pero la forma
en que dichos mecanismos se ponían en marcha era un misterio.
El avance de la biología molecular ha permitido conocer mejor –aunque todavía en
forma incompleta – la forma en que las lesiones del ADN son detectadas y reparadas (ver
Capítulo 04). Adicionalmente, el descubrimiento de las vías celulares de respuesta a diversas
señales químicas extracelulares como hormonas, neurotransmisores y factores de crecimiento,
ha abierto un vasto campo de estudio que involucra segundos mensajeros como el cAMP, el
Ca2+ o el trifosfato de inositol, como asimismo sistemas enzimáticos efectores como kinasas
que activan factores de transcripción muy diversos e interrelacionados.
En este contexto, la respuesta celular a la radiación ionizante se concibe actualmente
como un caso particular de reacción al estrés, una respuesta activa frente a un agente agresor
que amenaza la integridad celular y altera su fisiología. La organización específica de la
respuesta, en extremo compleja, puede variar entre tipos de células diferentes, entre células
normales y neoplásicas e incluso en un mismo tipo celular en diferentes condiciones o estados
fisiológicos (por ejemplo, dependiendo de la fase del ciclo celular).
Desafortunadamente, en la investigación de los efectos celulares de las radiaciones se
han empleado in vitro a menudo dosis muy elevadas, con el supuesto tácito de que los efectos
observados pueden extrapolarse a los esperables con dosis más bajas. La validez de esta
suposición es cuestionable, por lo cual aquí nos concentraremos en los efectos observados con
dosis clínicamente relevantes, del orden de 2 Gy o menores.
Como se notó antes (Capítulo 10), las radiaciones ionizantes generan especies reactivas –la
mayoría radicales libres – del oxígeno (ERO) y secundariamente del nitrógeno (ERN). El
principal acontecimiento inicial es la radiólisis del agua, que el compuesto más abundante de
las células. En la Fig. 11-1 se muestran las relaciones entre ERO y ERN, y en la Fig. 11-2 se
diagraman las principales vías de formación y metabolización de ERO y ERN.
Debido a su capacidad de producir ERO, la exposición a las radiaciones ionizantes
constituye un caso particular de estrés oxidativo, que puede ser creado por otros factores
como la exposición a una atmósfera con elevada presión de oxígeno (hiperoxia). Más
relevante en el contexto presente, la respiración celular normal causa cierto grado de estrés
oxidativo debido al escape de ERO producidas por la cadena respiratoria mitocondrial. Por
esta razón el estrés oxidativo ha sido propuesto como un factor causal importante en el
envejecimiento y fenómenos asociados a éste como la aterosclerosis y la carcinogénesis.
Las especies reactivas formadas por la interacción inicial de la radiación sufren una serie de
transformaciones espontáneas o catalizadas enzimáticamente, que tienden a generar productos
menos reactivos y por tanto más estables, algunos de los cuales pueden cumplir una función
78 11 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
Según Mikkelsen y
Wardman, Oncogene
22:5734-5754, 2003
79 11 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
Algunas sustancias químicas presentes en las células combaten el estrés oxidativo y por lo
tanto los daños indirectos producidos por los radicales libres y sus derivados. El efecto
protector puede manifestarse ya en la etapa de formación de ERO y ERN, en la etapa de
reacción de ERO y ERN con las macromoléculas, o incluso en modificaciones del
metabolismo tisular, más tardías.
Los compuestos antioxidantes suelen clasificarse en enzimáticos y no enzimáticos
(Tabla 11-1). Estos últimos se denominan también moléculas barrenderas (scavengers) y
comprenden especies químicas inorgánicas y orgánicas. Todos se caracterizan por reaccionar
estequiométricamente con los radicales libres.
El principal antioxidante inorgánico, por su abundancia, es el cloruro (Cl-). Además
de participar en la reacción 4 indicada en la Fig. 10-1, el Cl- puede reaccionar directamente
con radicales libres en reacciones como las siguientes:
Tabla 11-1: Antioxidantes naturales
Cl- + .OH Æ Cl. + OH-
No enzimáticos (barrenderos)
Cl. + H. Æ H+ + Cl-
Inorgánico:
Cl. + Cl. Æ Cl2 ↑ Cloruro
Orgánicos:
Entre las moléculas barrenderas orgánicas Cisteína, cisteamina
están el aminoácido cisteína y su derivado -caroteno (vitamina A)
cisteamina. Ambos poseen grupos sulfidrilo (-SH) Tocoferol (vitamina E)
Ácido ascórbico (vitamina C)
capaces de reaccionar con los radicales formados R.
Urato (ácido úrico)
en moléculas biológicas (proteínas, lípidos, Melatonina
carbohidratos) y restituir la integridad de éstas. En el
proceso, el compuesto barrendero B-SH se dimeriza Enzimáticos
formando puentes disulfuro:
Superóxido dismutasa
R. + B-SH Æ RH + B-S. Glutatión peroxidasa
Catalasa
B-S. + B-S. Æ B-S-S-B
lipoperóxidos. Posee actividad in vitro y también in vivo, y puede tener aplicación clínica
como radioprotector, aunque la evidencia es todavía insuficiente.
Para ejercer su acción
antioxidante, tanto el cloruro como
los compuestos sulhidrilos deben ya
estar presentes en el momento del
estrés oxidativo, pues de lo contrario
las alteraciones de moléculas
orgánicas sufren reacciones
secundarias que no son reversibles en
las condiciones termodinámicas de
las células. La melatonina puede ser
una excepción parcial, pues además
de su efecto directo como barrendera
es capaz de inhibir la enzima
oxidante sintasa de óxido nítrico y de
estimular la actividad de las enzimas
antioxidantes superóxido dismutasa,
glutatión peroxidasa y catalasa (ver
Fig. 11-3: La melatonina como antioxidante.
Según Vijayalaxmi y col., art. cit. (2004).
más abajo).
SOD-Me2+
.- +
2 O2 + 2 H Æ O2 + H2O2
Glutatión peroxidasa
2 G-SH + 2 H2O2 Æ G-S-S-G + 2 H2O
El glutatión oxidado puede regenerarse por acción de la enzima glutatión reductasa, que
emplea como cofactor el NADPH derivado del ciclo de las pentosas (vía de Embden-
Meyerhoff). La relación entre la concentración de glutatión reducido y oxidado (G-SH/G-S-S-
G) es una medida del estado redox. Normalmente esta relación es superior a 100 en el citosol
pero mucho más baja (5 a 10) en las mitocondrias. Cabe notar que el glutatión reducido de
las mitocondrias es transportado desde el citosol, por lo cual cuando su concentración en el
citosol se reduce a menos de 20 % del normal, los niveles mitocondriales de G-SH decrecen.
Esto reduce la actividad de la glutatión peroxidasa mitocondrial y por tanto la metabolización
del peróxido de hidrógeno en las mitocondrias.
Cuando la concentración de agua oxigenada es alta, la disponibilidad de glutatión se
torna un factor limitante, y adquiere mayor importancia la acción de la catalasa.
La catalasa es una enzima que también transforma el peróxido de hidrógeno en
oxígeno molecular y agua. Su Kd es mayor que el de la glutatión peroxidasa, y por tanto cobra
importancia cuando la concentración de agua oxigenada es alta.
Debe subrayarse que estas enzimas antioxidantes no ingresan al núcleo celular, por
lo cual no pueden producir detoxificación de los radicales libres que se producen en el interior
del núcleo, en la inmediata vecindad del ADN. Por el contrario, las moléculas barrenderas
antes mencionadas (incluida la melatonina) tienen libre acceso a la matriz nuclear y por tanto
sí pueden proteger al ADN.
Se cree que estos complejos sensibles al daño del ADN pueden formar parte de un
metacomplejo llamado BASC o complejo de ensamblaje asociado a BRCA, y que cada
componente puede activarse en mayor o menor medida según la extensión y el tipo de lesión
del ADN. Los sensores de daño del ADN estimulan a su vez procesos de transducción que
activan factores de transcripción como p53, SP-1 y NF-κB. Estos factores de transcripción
son reguladores del ciclo celular y también pueden, en caso de ser demasiado extensa la
lesión, iniciar la apoptosis (Fig. 11-4).
82 11 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
Un hecho intrigante acerca del efecto de la radiación ionizante es que las cantidades de ERO y
ERN producidas por dosis que tienen efectos significativos son relativamente pequeñas en
comparación con las cantidades producidas por el metabolismo aerobio normal. Por ejemplo,
una dosis de 2 Gy aumenta la concentración de especies reactivas en 2 μmol/L, equivalente a
la cantidad promedio generada por la cadena respiratoria normal en sólo 40 s. La producción
de anión superóxido en las mitocondrias en cada segundo se estima en 0,6 μmol por litro de
volumen mitocondrial.
El manifiesto efecto biológico de la radiación en dosis que incrementan débilmente la
concentración de ERO y ERN supone una considerable amplificación de los cambios
iniciales. Aunque los detalles de los procesos de amplificación distan de ser claros, algunas
posibles vías se mencionan a continuación.
Para analizar la respuesta tisular a la radiación ionizante, conviene revisar algunos conceptos
sobre el crecimiento tumoral y sobre la proliferación de tejidos normales.
40000000
El modelo más simple de proliferación
tumoral es similar al que se observa en
bacterias o en células normales en
cultivo antes de alcanzar confluencia.
30000000 La ecuación que expresa dicho
Volumen tumoral
Vt = Vo . eln 2 (t/Td)
10000000
Umbral de
detección Donde Td es el tiempo de duplicación
del volumen tumoral. Los tiempos de
0 duplicación de los tumores son muy
0 10 20 30 variables incluso para un tipo de tumor
determinado. Como valores típicos
10.0 orientativos, muchos tumores duplican
su volumen en un tiempo de 3 a 7
Log volumen tumoral
Una neoplasia que haya alcanzado cierto tamaño poseerá una composición heterogénea, en la
cual coexisten células con diferente potencial reproductivo además de estructuras de sostén
(estroma). En tal tumor (Fig. 12-2), una parte de las células puede haber perdido la capacidad
de reproducirse debido al fenómeno de senescencia o por haberse diferenciado. Otra parte de
las células puede estar muerta o en vías
de morir por necrosis o apoptosis. De
las células que conservan capacidad
replicativa algunas pueden hallarse
fuera de ciclo (G0). En fin, la fracción
que contribuye activamente al
crecimiento tumoral es la formada por
células que se encuentran en ciclo, que
constituyen la fracción de crecimiento
del tumor.
Si bien las células que se
encuentran en G0 no contribuyen al
crecimiento tumoral, estas células Fig. 11-2
conservan la capacidad de reproducirse.
Por tanto son potencialmente Fig. 12-2: Clases de células en un tumor sólido.
clonogénicas, es decir que cada una de
ellas puede multiplicarse de manera descontrolada y repoblar el tumor. Esto ocurre cuando
existen condiciones que favorecen su reclutamiento hacia el compartimiento proliferativo.
Por ejemplo, cuando un tumor es irradiado las células clonogénicas más sensibles son
aquéllas que están en ciclo. Cuando estas células mueren o son esterilizadas, las células
previamente en G0 pueden ingresar al ciclo. Otro tanto puede ocurrir cuando un tumor es
extirpado sin buen margen de seguridad, de modo que persisten células en G0 en los bordes
de la herida quirúrgica.
El tiempo de duplicación potencial Tdp del tumor es inversamente proporcional a su
fracción de crecimiento (FC) determinada según el índice mitótico (porcentaje del total de
células que se encuentra en mitosis) y directamente proporcional a la duración del ciclo (Tc):
89 12 Radiobiología 2009
Dr. Fernando D. Saraví
Tdp = λ . Tc/FC
Por ejemplo, si las células de un tumor tienen un ciclo de 36 h (1,5 d) y una fracción de
crecimiento de 25 % (con λ = 1) su tiempo potencial de duplicación es de 1,5 d/0,25 = 6 días.
El tiempo real de duplicación de volumen (Tdr) depende no sólo de Tdp sino también de la
tasa de pérdida celular. Puede definirse un factor de pérdida celular (FPC) como:
FCP = 1 – Tdp/Tdr
Reordenando,
1) Senescencia
2) Diferenciación
3) Necrosis
4) Apoptosis
5) Descamación (tumores epiteliales superficiales o de las mucosas)
Lesión radioterapéutica
Se ha dicho que la lesión radioterapéutica constituye una herida compleja. Una razón
importante es que los tratamientos radioterapéuticos son típicamente fraccionados. Cuando se
produce una herida por traumatismo, cirugía, calor o agresión química, el daño tisular es
prácticamente instantáneo y el tejido organiza una respuesta reparativa tendiente a la
cicatrización. Dicha respuesta normal sigue un curso temporal predecible, como sigue, por
ejemplo, para la piel:
Lesiones tardías
Es posible que, en el futuro, puedan desarrollarse antagonistas del TGF-β que permitan
reducir la fibrosis reactiva y, por tanto, incrementar la dosis segura de radiación terapéutica.
13 Radiobiología 2012
La activación de la kinasa ATM (cuyo gen está mutado en la ataxia telangiectasia; ver
Capítulo 7) ocurre tempranamente luego de producirse lesiones en el ADN. El papel crucial
de ATM se evidencia por la extrema radiosensibilidad de las células que carecen de ATM o
poseen una forma mutada. Las células provenientes de pacientes con ataxia telangiectasia
expuestas a radiación ionizante no reaccionan con la detención o demora del ciclo celular que
se observa en células normales.
Se pensaba que la activación de ATM exigía que ésta se uniese a las regiones de ADN
donde existían roturas de ambas hebras, pero este mecanismo sería relativamente lento. Lo
que parece activar el ATM es la distorsión estructural de la cromatina consecutiva a la lesión
del ADN (Fig. 13-1). El ATM se encuentra inicialmente como un dímero inactivo, que ante el
cambio de la estructura de la cromatina se autofosforila y se disocia en monómeros, que a su
vez fosforilan diferentes sustratos que ponen en marcha una cascada de respuestas. Los
principales sustratos de la kinasa ATM son p53, MDM2, CHK2, BRCA1, NBS1 y RAD9.
94 13 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
Las proteínas activadas por ATM activan múltiples puntos de control (Fig. 13-2)
La kinasa 2 del punto de control (CHK2) es otra proteína activada por ATM. Esta
kinasa contribuye a la estabilización de p53. Sin embargo, su principal acción sobre el ciclo se
debe a la activación de fosfatasas llamadas Cdc25A/C, que bloquea la kinasa de ciclina CDK1
y por tanto detiene la transición de G2 a M.
La progresión en la fase G2 es controlada por la kinasa p34 (p34cdc2) que se activa por
fosforilación y defosforilación en dicha fase. Esta proteína se liga a las ciclinas A y B. La
concentración de ciclina A aumenta durante toda la fase S (de hecho, es requerida para la
replicación del ADN). En la fase S, la ciclina A se asocia con la kinasa p33cdc2, pero durante
la fase G2 se asocia con p34. Por el contrario, la concentración de ciclina B sólo comienza a
aumentar en fase S tardía, y alcanza el máximo en G2. A diferencia de la ciclina A, la ciclina
B sólo se asocia con p34.
En células cultivadas que normalmente pasan de G2 a G1 en 15 h, la irradiación en
fase S temprana causa una demora de 9 h en la transición (G2 Æ G1 en 24 h). Dicho retardo
no se asocia con modificaciones de la concentración de la ciclina A, pero la concentración de
la ciclina B (y su mARN) permanecen bajas, y la magnitud de la reducción es dependiente de
la dosis de radiación.
Las células tumorales son muy sensibles al bloqueo del ciclo en G2/M, que puede
producirse con dosis de sólo 0.2 Gy. Cuando la irradiación se produce en G2, se observa una
diferencia entre células que poseen diferente radiosensibilidad. En las células más resistentes,
la concentración de ciclina B (pero no la de su mARN) cae abruptamente durante aprox. 6 h y
se produce una demora de 10 h en la fase G2. Por el contrario, la demora es de sólo 2 h en las
células radiosensibles, y no se asocia con reducción de ciclina B. Una causa adicional de
demora en G2 es que en las células irradiadas disminuye la defosforilación (activadora) de
p34 por CDC25, que es necesaria para que p34 active a la ciclina B. En resumen, la mayor
demora en G2 se asocia con menor radiosensibilidad, sugiriendo que las células que no se
toman su tiempo para reparar el daño serán más proclives a la catástrofe mitótica.
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Maestría en Física Médica
14 Radiobiología 2012
En general, la mortalidad celular aumenta con la dosis de radiación ionizante. El modelo más
simple de relacionar ambas variables es proporcionado mediante una función exponencial
(Fig. 14-1). El número de células Nd que sobreviven a una dosis de radiación d es función de
ésta y del número inicial No, siendo Do la dosis necesaria para reducir la población a e-1 (37
%):
Nd = No . e-d/Do
FS = 1 – (1 – e-d/Do)n
El modelo linear cuadrático (MLC) es el que, hasta la fecha, proporciona una descripción más
exacta de la supervivencia celular frente a la radiación ionizante en el rango de dosis de
interés terapéutico. Además permite explicar los efectos diferenciales sobre tejidos de rápida
proliferación (incluidos los tumores) y de proliferación lenta con adecuada exactitud. Una
ventaja relacionada es su capacidad para predecir el efecto del fraccionamiento sobre el daño
final a diferentes tejidos normales y tumorales. En este modelo, la supervivencia está
determinada por dos coeficientes, uno proporcional a la dosis (α.d) y otro proporcional al
cuadrado de la dosis (β.d2).
SF = e-α.d – β.d2
α.d = β.d2
Fig. 14-3: Modelo linear-cuadrático.
Modificado de Haustermans y Withers, Rays 29:
231-235, 2004. La dosis a la que esto ocurre
será d = α/β. Esta relación α/β , que
tiene unidades de dosis (Gy), es de la mayor importancia en radioterapia y volveremos sobre
ella con frecuencia. Por el momento, baste decir que los tejidos con alta tasa de división
(normales y tumorales) poseen relaciones α/β elevadas (por ejemplo, 10 Gy) mientras que
aquellos con baja tasa de división (normales y algunos tumores, como los de próstata) poseen
relaciones α/β bajas (por ejemplo 3 Gy).
A pesar del buen ajuste del MLC al comportamiento real de tejidos normales y
neoplasias, no es totalmente clara la causa del componente cuadrático. En primer lugar debe
recordarse que el componente lineal corresponde al modelo de blanco único que se trató antes,
y se explica por la inactivación de un único blanco crítico, acontecimiento cuya probabilidad
crece exponencialmente con la dosis. La inactivación del referido blanco no es susceptible de
99 14 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
reparación. Por otra Ahora bien, la dependencia del cuadrado de la dosis puede explicarse
teóricamente por dos mecanismos que no se excluyen mutuamente (Fig. 14-4).
El primero implica el concepto de daño subletal (reparable), y puede
denominarse modelo de interacción de lesiones. Parte de las lesiones moleculares –
fundamentalmente del ADN – causadas por la radiación son reparables. La letalidad
relacionada con el
componente cuadrático se
debe a ausencia de
reparación o a reparación
defectuosa simultánea en
dos lesiones potencialmente
reparables. La probabilidad
de que en una misma célula
se produzcan dos lesiones
que no son letales de por sí,
pero lo son si ninguna es
adecuadamente reparada, es
proporcional al cuadrado de
la dosis y puede explicar
entonces el componente
cuadrático. Fig. 14-4: Dos explicaciones posibles del factor
La otra explicación cuadrático. A, saturación de la capacidad de reparación
–que como se notó no es del ADN. B, al crecer la dosis aumenta la probabilidad
de que lesiones individualmente no letales coincidan y
excluyente de la primera –
aumenten la mortalidad celular.
se relaciona con la limitada
capacidad de reparación del ADN por parte de la maquinaria enzimática involucrada. Se
recordará que el componente cuadrático se hace preponderante cuando las dosis son elevadas.
Esto puede deberse a saturación de los mecanismos reparadores, por lo que el modelo se
denomina de saturación de la reparación. Con dosis bajas los mecanismos reparadores del
ADN permiten una recuperación esencialmente completa. Con dosis intermedias la reparación
no es completa, y si la dosis sigue creciendo las enzimas reparadoras no pueden corregir el
daño adicional aunque estén trabajando a su máxima capacidad. En la Tabla 14-1 se
comparan las interpretaciones de varias observaciones radiobiológicas según cada hipótesis.
Observación Explicación
Interacción de lesiones Saturación de la reparación
Relación dosis-efecto Lesiones individuales no Saturación de la capacidad
curvada letales pueden tornarse de reparación del ADN
(como en el modelo LC) mortales al interactuar
Recuperación con el Reparación correcta de Recuperación de la
fraccionamiento de dosis lesiones subletales capacidad de reparación
La letalidad aumenta con la Mayor número de lesiones no Mayor número de lesiones no
LET de la radiación reparables con alta LET reparables con alta LET
Una baja tasa de dosis causa Reparación de las lesiones Los sistemas de reparación
menor mortalidad celular subletales durante la trabajan por debajo de su
irradiación nivel de saturación
100 14 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
En general, una menor relación α/β menor resulta en una supervivencia más “curvada” que
aumenta su pendiente con valores de dosis menores. El pulmón, el riñón, la médula espinal y
la vejiga son ejemplos de órganos con valores bajos de la relación α/β, típicamente entre 1 y 5
Gy. Por el contrario, la epidermis, el intestino y los testículos son órganos con valores de α/β
altos, en el orden de 9 a 12 Gy (Tabla 14-2). Valores similares se han verificado en la
mayoría de los tumores.
Se ha visto antes (Capítulo 14) la relación entre supervivencia celular y dosis únicas de
radiación ionizante, con énfasis en la diferencia entre los tejidos rápida proliferación
(incluidas la mayoría de las neoplasias) y los tejidos de proliferación lenta. Los primeros
muestran una respuesta más precoz, pero las dosis tolerables en radioterapia están
determinadas por la respuesta de los tejidos de proliferación lenta y respuesta tardía.
Idealmente, la radioterapia oncológica debe lograr la eliminación de todas las células
neoplásicas clonogénicas sin dañar las células normales. En la práctica, tal objetivo es
virtualmente imposible de alcanzar, debido a diversos factores entre los que se incluyen:
1. El efecto letal de la radiación es poco selectivo
2. La irradiación debe atravesar tejido normal para alcanzar tumores profundos
3. Los límites del tumor a menudo no son precisos.
Desde luego, estos problemas han sido parcialmente resueltos debido a los avances
técnicos que han posibilitado el uso de radiaciones más penetrantes, irradiación con campos
cruzados, el empleo de colimación y blindaje, y -mediante tomografía axial computada o
resonancia magnética- el planeamiento tridimensional.
De todos modos, debido a las que las relaciones entre dosis y respuesta entre las
células neoplásicas y las células normales no difiere demasiado, si se desea alcanzar una
probabilidad aceptable de controlar el tumor (idealmente eliminar todas sus células
102 15 Radiobiología 2012
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clonogénicas) debe admitirse una cierta probabilidad de daño severo a tejidos normales (Fig.
15-1).
En un curso exitoso de radioterapia, el tejido normal (que limita la dosis tolerable) es
afectado en menor grado que el tejido neoplásico, de modo que cuando éste pierde la
posibilidad de recuperarse,
aquél la conserva.
El objetivo fundamental de
la radioterapia antineo-
plásica puede entonces
reformularse de manera
más realista como el de
eliminar todas las células
neoplásicas clonogénicas
sin exceder el límite de
tolerancia de los tejidos
normales.
De lo antedicho se
desprende que un
tratamiento de radioterapia
oncológica con intención Fig. 15-1: esquema de las relaciones dosis-respuesta de
curativa puede fracasar por una neoplasia (Izq.) y de tejido normal (Der.) en un curso de
dos razones: una dosis total radioterapia fraccionada convencional.
insuficiente para causar la
eliminación de las células clonogénicas, o una dosis excesiva que, si bien elimina todas las
células neoplásicas, causa daño irreparable en los tejidos normales.
Aunque la escuela germana que defendía el empleo de dosis únicas como el mejor método
tumoricida estaba equivocada, no le faltaba razón en cuanto al hecho de que, en igualdad de
otras condiciones, las células neoplásicas son regularmente más radiosensibles que las
normales, en parte por su mayor actividad mitótica, en parte por su menor diferenciación, y en
parte por portar frecuentemente mutaciones que aumentan la probabilidad de catástrofe
mitótica, aneuploidía u otras aberraciones incompatibles con la sobrevida.
En la Fig. 15-2 se diagraman curvas de sobrevida para dosis únicas y para dosis
fraccionadas, según el modelo linear cuadrático (MLC, Capítulo 13). Nótese que cuando la
dosis se fracciona, en cada dosis sucesiva se reitera el “hombro” inicial que también se
observa con dosis únicas. Cuando se consideran dos tipos de células con distinta
radiosensibilidad, como por ejemplo células normales y neoplásicas, para cada fracción de
dosis la fracción superviviente (FS) de cada tipo es diferente.
103 15 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
RS = (FS2NORMAL/ FS2TUMORAL)N
tejido normal es protegido contra las radiaciones, el valor del entrecruzamiento aumenta,
porque sobrevivirá una fracción mayor de sus células.
Para controlar un tumor se requiere reducir la fracción de supervivencia en el orden de
9 a 12 unidades logarítmicas (109
a 1012 en escala lineal). Esto
requiere una dosis mucho mayor
que 5 Gy. Por tanto, en general si
se desea causar mayor mortalidad
en las células tumorales, es
imprescindible recurrir al
fraccionamiento.1
En un curso de
radioterapia fraccionada, la
diferencia en supervivencia de las
células neoplásicas y normales de
respuesta tardía puede ampliarse
con cada fracción sucesiva (Fig.
15-4).
Para que esto ocurra y se
Fig. 15-4: Establecimiento de diferencias en la supervi-
obtenga un beneficio terapéutico vencia de tejido normal y neoplásico en fracciones
tienen que cumplirse dos sucesivas de 2 Gy.
condiciones:
1. Como se dijo, las dosis individuales (de cada fracción) deben estar por debajo del
valor de entrecruzamiento de las curvas de supervivencia del tumor y de las células del
tejido de respuesta lenta. En lo que respecta a la sobrevida diferencial, la dosis óptima
por fracción será aquella en la cual la diferencia de supervivencia de ambas
poblaciones es máxima, lo que corresponde a un valor de aprox. 50 % de la dosis a la
cual las curvas se cruzan; en la Fig. 15-3 ese valor es de aprox. 2,5 Gy. En otros
casos, el valor al que se produce el entrecruzamiento varía entre 2 y 5 Gy, lo que
corresponde a fracciones “óptimas” de 1 a 2,5 Gy. Como el valor preciso del
coeficiente α/β de los tejidos normales y tumorales es generalmente desconocido en
cada paciente, la elección del tamaño de fracción es semiempírico (ver Capítulo 13).
2. El intervalo entre sucesivas fracciones debe ser escogido para que las células
normales puedan completar sus procesos de reparación de lesiones subletales.
Lamentablemente, estos intervalos normalmente también permiten que las células
tumorales completen toda la reparación que les es posible.
1
Una excepción a esta generalización es el caso en que se puede administrar al tumor una dosis mucho
mayor que al tejido normal (como en la radiocirugía estereotáxica).
105 15 Radiobiología 2012
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Repoblación
Reoxigenación
del oxígeno se hace máximo. Por el contrario, los tumores que superan 1 ó 2 mm de diámetro
presentan generalmente una fracción significativa de células hipóxicas (pO2 < 20 mmHg), las
cuales, en consecuencia, son menos radiosensibles.
Inmediatamente después de la irradiación, las células hipóxicas constituirá una
fracción mayor del total de células viables (clonogénicas). Esto se debe a que una proporción
mayor de células normóxicas han sufrido pérdida irreversible de su capacidad clonogénica,
aunque continúen
siendo
metabólicamente
activas. Luego la
fracción de células
hipóxicas decae hacia
su valor previo a la
irradiación. Esto
significa que algunas
de las células clono-
génicas previamente
hipóxicas se encuen-
Fig. 15-7: Las células normóxicas (blancas) son más sensibles tran ahora mejor
a las radiaciones ionizantes de las células hipóxicas (grises). oxigenadas. Por tanto,
Cuando las células normóxicas son eliminadas, algunas células éstas serán más
previamente hipóxicas pasan a ser normóxicas. sensibles a una nueva
fracción de radiación
(Fig. 15-7).
Por lo antedicho, el fraccionamiento es importante para tratar cualquier tumor que posea una
fracción significativa de células hipóxicas, pues les da la oportunidad de reoxigenarse.
Lamentablemente, no todos los tumores se reoxigenan suficientemente entre una fracción y la
siguiente, y esto constituye un problema importante en radioterapia.
Un fenómeno probablemente
relacionado con la hipoxia es el
denominado efecto del volumen tumoral
(Fig. 15-8). Es sabido que un tumor más
grande requiere que se alcance una menor
fracción de supervivencia para su control.
Pero además, la misma dosis de radiación
puede permitir una mayor sobrevida
fraccional en un tumor grande que en uno
pequeño. Este efecto adicional dificulta el
control de tumores grandes empleando
exclusivamente radioterapia, y puede ser
una buena razón para un tratamiento
combinado de cirugía y radiación.
proporción que las que estén en G1, y éstas en mayor proporción que las que se encuentren en
fase S, especialmente fase S tardía. Por esta razón, poco después de la irradiación la mayoría
de las células supervivientes (que se encontraban en fase S al ser irradiadas) progresarán más
o menos sincrónicamente a fase G2 y M. Si se pudiera estimar confiablemente el intervalo de
esta transición, la próxima fracción podría aplicarse en un momento en que la mayoría de las
células clonogénicas son más vulnerables. Lamentablemente no existe aún una forma práctica
de aprovechar esta ventaja teórica. Luego de un cierto tiempo, debido a diferencias
individuales en la duración del ciclo, las células supervivientes se redistribuirán en todas las
fases del ciclo. Por tanto, es posible que cada fracción sucesiva encuentre al menos una
fracción de las células clonogénicas en una fase vulnerable del ciclo, lo cual es otro
argumento a favor del fraccionamiento.
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Radiobiología 2012
En esta parte se tratará sobre la determinación de las dosis totales capaces de obtener los
mismos resultados con diferentes formas de fraccionamiento, es decir las dosis isoefectivas.
Las razones para obtener estimaciones precisas de las dosis isoefectivas son:
D = k . T0,22
En otros términos, el efecto del número de fracciones era el doble de importante que el del
tiempo total del tratamiento. Más tarde el exponente de N se tomó como 0,24 para tener en
cuenta el número de días por semana que se realizaba el tratamiento y el día de la semana en
que comenzaba. Desde luego, con esta modificación los exponentes suman 0,35 y no 0,33.
La NSD puede considerarse como la dosis isoefectiva para un determinado grado de
efecto biológico, (en los cálculos de Ellis, de daño a la piel) en función de la dosis total, el
número de fracciones y la duración del tratamiento:
Si se elevan ambos miembros de la última ecuación al exponente 1/0,65 (= 1,54) los efectos
biológicos para una dosis fija por fracción y una tasa de fraccionamiento constante son
aditivos, pues se tornan una función lineal de N:
Esta es la base del modelo llamado fraccionamiento de tiempo-dosis (TDF), donde TDF =
NSD1,54. Un TDF de aproximadamente 100 corresponde a la tolerancia de la piel (60 Gy en 30
fracciones de 2 Gy en 6 semanas). Con la dosis en Gy y T en días,
Se recordará que el modelo lineal cuadrático (MLC; Capítulo 14) permitía estimar la fracción
de supervivencia (SF) luego de una dosis única como:
E = D (α + β.d)
obtenerse una recta con pendiente positiva (Fig. 16-1). El valor de la ordenada en el origen
corresponde al término constante (α/E), y la pendiente corresponde a β./E. La extrapolación al
eje de la abscisa corresponde al valor absoluto de la relación α/β.
Los datos experimentales de tratamientos con fracciones de diferente tamaño muestran
un buen ajuste al LMC, el cual por tanto permite una estimación realista de la relación entre el
tamaño de la fracción y la dosis total
para un efecto determinado. El
modelo predice que la dosis total
para un efecto dado se incrementa
notablemente a medida que se reduce
el número de fracciones en los
tejidos de respuesta lenta.
Por el contrario, los tumores
y los tejidos de respuesta rápida
poseen un valor mayor de α y un
valor de la relación α/β mayor, por
lo cual la dosis total isoefectiva se
incrementa más lentamente con la
Fig. 16-2: Los tejidos de respuesta lenta poseen reducción del tamaño de cada
un menor valor de α y una menor relación α/β que fracción (Fig. 16-2).
los tumores y los tejidos de respuesta rápida. Por Si se compara el cálculo de
ello la pendiente de la relación entre 1/D y el dosis isoefectivas con el modelo de
tamaño de fracción es más aplanada en los últimos. dosis nominal estándar (NSD) con el
LCM (Fig. 16-3) se observa que
ambos modelos se ajustan bien para dosis por fracción de 2 a 9 Gy para tejidos de respuesta
rápida (y la mayoría de los tumores) y para dosis por fracción de 3 a 10 Gy paa tejidos de
respuesta tardía. No obstante, solamente el LCM mantiene el ajuste para dosis por fracción
mayores y menores que las citadas, mientras que el NSD es inexacto en esos intervalos. Ya
que las fracciones clínicamente relevantes van, en general, de 1 a 2,5 Gy, es obvia la
superioridad del LCM.
Fig. 16-3: Cálculo de isodosis con los modelos NSD y LCM. Los puntos representan
valores experimentales. Nótese que el LCM muestra buen ajuste en todo el intervalo,
mientras que NSD sólo tiene valor predictivo en parte del mismo.
112 16 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
Adicionalmente, el LCM permite estimar el valor de una dosis total isoefectiva cuando
se emplean fracciones de diferente tamaño:
D = E/α + E/β.d
D = (E/α) / [1 + d/(α/β)]
Dx = EQD2 . 2 + (α/β)
dx + (α/β)
Fig. 16-4: Las curvas isoefectivas se modifican en forma diferente según la relación α/β
de los tejidos (Izq). Se obtiene protección del tejido de respuesta tardía (relaciones α/β
de 1,5 a 4 Gy) con tamaño de dosis por fracción inferior a 2, pero tamaños mayores de 2
Gy son progresivamente más perjudiciales para dichos tejidos (Der).
113 16 Radiobiología 2012
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En la Fig. 16-4 (Izq) puede verse que, para tejidos con relaciones α/β bajas (1 a 4
Gy), para fracciones menores de 2 Gy la dosis isoefectiva es mayor, mientras que para
fracciones mayores de 2 Gy es menor. Si bien la misma tendencia se observa con relaciones
α/β mayores, la magnitud del efecto del tamaño de fracción es mucho menor. Por tanto, si un
tumor posee una relación α/β de 10 Gy, se observará una ganancia terapéutica con dosis
menores de 2 Gy, que será mayor para los tejidos con menor relación α/β (Fig. 16-4, Der).
Por supuesto, ocurre lo contrario cuando las fracciones son mayores.
Como α tiene unidades de Gy-1 el término 0,693 T/(α.Td) tiene unidades de dosis/tiempo
(Gy/día). Lamentablemente, para la mayoría de los tumores se desconoce el valor preciso de
Td y de α. Por esta razón, en la práctica suele reemplazarse la expresión 0,693 T/(α.Td) por
una constante k con un valor de 0 para los tejidos de respuesta lenta (que no experimentan
repoblación durante el tratamiento), y valores sugeridos de 0,1 Gy/día y de 0,6 Gy/día para
tumores de proliferación lenta y tumores de repoblación rápida, respectivamente. Para tejidos
normales de respuesta rápida puede emplearse un valor de k = 0,25 Gy/día. Debe recalcarse
que estas son estimaciones genéricas.
Fraccionamiento convencional
Desde hace décadas el tratamiento antitumoral estándar de radioterapia con intención curativa
consiste en fracciones diarias de aprox. 2 Gy (1,8-2,2) administradas de lunes a viernes
durante seis o siete semanas, para una dosis total próxima a 60 Gy. Esta estrategia ha
demostrado ser efectiva, eficiente y conveniente. Es efectiva porque pueden proporcionarse
dosis generalmente tumoricidas sin exceder la tolerancia de los tejidos normales; es eficiente
porque se administran 5 dosis por semana, y es conveniente para el paciente y el personal
encargado.
Existe amplia experiencia con el fraccionamiento convencional, de modo que tanto su eficacia
como la probabilidad de efectos adversos es bien conocida. Este hecho, sumado a que otras
114 16 Radiobiología 2012
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Hiperfraccionamiento
Fraccionamiento acelerado
Los esquemas de fraccionamiento acelerado tienen en común la reducción del tiempo total
del tratamiento. El propósito de este tipo de esquema es reducir la influencia de la
repoblación de tumores de proliferación rápida.
La forma más simple de acortar el tratamiento es administrar una dosis diaria siete días
a la semana, en lugar de hacerlo de lunes a viernes. Con esto el tiempo total se acorta en
aprox. 25 %, lo cual puede bastar para mejorar la respuesta. Una forma más arriesgada de
fraccionamiento acelerado es acortar el tiempo total administrando diariamente dos fracciones
de aprox. 1,5 Gy. El peligro consiste, desde luego, en exceder la tolerancia de los tejidos
normales de proliferación rápida, lo que obligaría a suspender el tratamiento y perder la
ventaja terapéutica buscada. Otro tanto puede ocurrir cuando se acelera el tratamiento con una
única fracción diaria mayor, por ejemplo de 2,5 Gy.
Hiperfraccionamiento acelerado
En esta estrategia se combina el acortamiento del tiempo total de tratamiento con el empleo de
varias fracciones diarias cuyo tamaño se ajusta consecuentemente. Un problema de los
esquemas acelerados es, como se notó, la alta probabilidad de exceder la tolerancia de los
tejidos normales de respuesta rápida. Un modo de evitar la suspensión del tratamiento por esta
causa es completar la dosis total en un intervalo menor que el necesario para que la reacción
de dichos tejidos normales alcance su valor máximo. Esto ocurre entre las dos y las tres
semanas.
115 16 Radiobiología 2012
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Existen dos vías generales para mejorar los resultados de la radioterapia que, al menos en
principio, no son incompatibles entre sí:
Dado que las radiaciones de alta transferencia lineal de energía producen curvas de
supervivencia exponenciales (lineales en escala semilogarítmica, sin “hombro”) se ha
ensayado el empleo de este tipo de radiación en radioterapia oncológica. Con este fin se
introdujeron, por ejemplo, los neutrones rápidos. Estas partículas tienen la ventaja teórica
adicional de que su efecto letal es mucho menos dependiente de la oxigenación que el efecto
de las radiaciones electromagnéticas.
No obstante, en la práctica clínica el empleo de neutrones rápidos no ha proporcionado la
ventaja esperada, ni siquiera en tumores en los que se sabe frecuente la presencia de una
significativa fracción de células hipóxicas.
117 17 Radiobiología 2012
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estas últimas también cobra importancia la redistribución en el ciclo celular. En las tasas
bajas se agrega la reoxigenación, y por debajo de 3 cGy/min es posible también la
repoblación. Debe resultar claro que los límites indicados son estimaciones sujetas a
considerable variabilidad. De todos modos, es claro que la probabilidad de control tumoral
aumenta con la tasa de dosis. Evidentemente, también aumenta la probabilidad de lesión de
tejidos sanos. La protección de éstos debe basarse en la elección apropiada del volumen a
tratar.
Hipertermia
Citotoxicidad directa
Cuando los tejidos normales son sometidos a hipertermia, se produce en ellos una
vasodilatación reactiva que incrementa el caudal sanguíneo, lo cual por convección tiende a
contrarrestar el aumento de temperatura por la aplicación de calor. Como ya se ha visto, la
irrigación de los tumores es generalmente defectuosa, debido a que los vasos neoformados
presentan numerosas alteraciones estructurales y funcionales. Esto hace que sus respuestas a
la hipertermia sean deficientes o directamente inadecuadas. La hipertermia afecta
directamente las células endoteliales y sanguíneas.
La lesión endotelial aumenta la permeabilidad vascular, lo cual produce extravasación
de líquido, con edema y aumento en la presión hidrostática del intersticio. Esto aumenta la
resistencia extravascular y tiende a reducir el caudal. La extravasación también incrementa la
viscosidad sanguínea y tiende a activar los mecanismos de coagulación.
Los efectos de la hipertermia sobre las células sanguíneas también favorecen la
limitación del flujo nutricio tumoral. Los eritrocitos se vuelven rígidos, las plaquetas tienden a
agregarse y formar microtrombos, y los leucocitos tienden a adherirse al endotelio. La
agregación plaquetaria y la adhesión leucocitaria son favorecidas por la lesión endotelial.
120 17 Radiobiología 2012
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Fig. 17-4: Mecanismo del efecto de la hipertermia sobre el flujo sanguíneo tumoral.
Según Vaupel.
Hoy es bien sabido que la radiosensibilidad celular es modificada por la presencia de oxígeno
disuelto. El oxígeno molecular forma radicales libres y contribuye a fijar el daño del ADN y
otros blancos moleculares de la radiación (Capítulo 10). Se denomina razón de aumento del
oxígeno (OER, Oxygen Enhancement Ratio) a la relación entre el efecto de una misma dosis
observado en presencia de oxígeno y en su ausencia, o alternativamente a la relación entre la
dosis necesaria para causar un efecto en ausencia de oxígeno y la necesaria en su presencia. El
OER es bajo para radiaciones de alta LET, pero alcanza valores de 2 a 3 para radiaciones X o
γ (Fig. 18−2). Por tanto, el oxígeno es uno de los principales radiosensibilizantes naturales.
El término “hipoxia” admite diferentes definiciones, pero para los fines de esta
exposición la caracterizaremos como una presión de oxígeno subnormal, suficientemente baja
como para alterar las funciones celulares en sentido amplio.
La menor radiosensibilidad de células hipóxicas fue descubierta en 1921 por H.
Holthusen, pero la importancia de este hecho en radioterapia pasó desapercibida por muchos
años. En 1936 Mottram postuló su posible importancia, pero transcurrieron casi 20 años más
antes de que Thomlinson y Gray presentaran evidencia de la existencia de regiones hipóxicas
en tumores humanos.
A fines de la década
de 1980 se introdujo
un electrodo polari-
métrico que permitía
la determinación
directa de la presión
parcial de oxígeno
(pO2) en tejidos
vivos. Ello ha
posibilitado la medi-
ción de las pO2
prevalentes en tejidos
normales y tumorales
durante los últimos
15 años. Desde
entonces se han
desarrollado diversos
Fig. 18-2: Razón de aumento de oxígeno (OER) determinada in
técnicas alternativas
vitro para radiaciones de baja y alta LET. Según Bushberg. para estimar la
oxigenación, aunque
la determinación polarimétrica sigue siendo el método de referencia.
Los tejidos normales tienen una pO2 (mediana) de aprox. 40 a 50 mmHg, en tanto que
la mayoría de los tumores estudiados presentan medianas de 3 a 10 mmHg: glioblastomas,
carcinomas de pulmón, mama, páncreas, cérvix, próstata y sarcomas de tejidos blandos. La
pO2 es algo mayor (12 a 15 mmHg), pero todavía inferior a la de tejidos normales, en
carcinomas de cabeza y cuello.
El efecto del oxígeno (EOR) se evidencia en el rango de pO2 de 0 hasta aprox. 30
mmHg; no hay diferencias adicionales atribuibles al oxígeno para pO2 superiores a 30 mmHg
(Fig. 18-3). Dado que el rango de pO2 propio de los tumores se encuentra por debajo de 30
mmHg, la mayoría de las neoplasias posee células menos sensibles a la radiación ionizante a
126 18 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
causa de la hipoxia, en tanto que las células normales se encuentran en el rango donde el OER
ya ha alcanzado su valor máximo.
Para que el efecto del oxígeno se ponga de manifiesto como un aumento de OER, el
gas debe estar presente durante la irradiación. En presencia de oxígeno, la tasa de
recombinación de los radicales libres producidos por la radiación ionizante es menor y la
extensión y magnitud del daño al ADN es mayor.
La presencia de oxígeno es asimismo importante para la efectividad de otras
modalidades terapéuticas, como la terapia fotodinámica y la quimioterapia. La terapia
fotodinámica se basa en la administración de un compuesto fotosensibilizante (por ejemplo,
derivados de hematoporfirinas) y luz de la longitud de onda apropiada. La letalidad
fotodinámica decrece cuando la presión de oxígeno es inferior a 35 mmHg. La citotoxicidad
de algunos agentes quimioterapéuticos, como el carboplatino, la doxorrubicina y la
ciclofosfamida, también disminuye en células hipóxicas tanto in vitro como in vivo.
Sorprendentemente, aún no se han realizado ensayos clínicos controlados acerca del efecto de
estrategias destinadas a reducir la hipoxia sobre la eficacia de la quimioterapia.
de genes que codifican productos relacionados con la adherencia celular a la membrana basal
(integrinas), lo cual facilita el desprendimiento de células neoplásicas.
El primer factor de transcripción inducible por hipoxia (HIF-1, Hypoxia Inducible Factor-1)
fue identificado inicialmente en 1992 como responsable inducir la secreción de la hormona
eritropoyetina en respuesta a la hipoxia. Posteriormente se comprobó que la actividad del
HIF-1 está aumentada en diversos tumores. Evidencia experimental reciente indica que, al
menos en tumores experimentales, la expresión de HIF-1 puede ser un determinante más
importante de la respuesta a la radioterapia que el mero efecto fisicoquímico de la ausencia de
oxígeno molecular.
El HIF-1 es un heterodímero
formado por unidades llamadas
alfa (HIF-1α) y beta (HIF-1 β).
El HIF-1 β se expresa
constitutivamente en las
células. Por el contrario, la
concentración de HIF-1 α es
regulada por vías dependientes
del oxígeno e independientes
de éste (Fig. 18-4).
La regulación independiente
del oxígeno es efectuada por
factores de crecimiento que
actúan mediante receptores con
función de tirosina kinasa y
activan vías intracelulares –
como las iniciadas por inositol
trifosfato kinasa (PI3K) y Ras-
capaces de aumentar la síntesis
de HIF-1 α por acciones sobre
la transcripción ribosomal. La
regulación dependiente del Fig. 18-4: Regulación del factor inducible por hipoxia HIF-1
oxígeno se basa en dos por la hipoxia y por factores de crecimiento.
mecanismos:
1) Existen enzimas que hidroxilan el HIF-1 α en residuos de prolina (hidroxilasa de
prolina o prolilhidroxilasas). La presencia de oxígeno molecular es el factor limitante
de la actividad de las prolilhidroxilasas. El HIF-1 α hidroxilado es reconocido y ligado
por la proteína oncosupresora VHL (von Hippel-Lindau). La proteína VHL sirve como
señal para la ubiquitinación del HIF-1 α y su posterior destrucción en proteosomas.
2) Otra enzima específica, el FIH-1 (factor inhibidor de HIF-1) puede hidroxilar un
residuo de asparagina en el HIF-1 α . Esta hidroxilación impide que el HIF-1 α se una
a dos cofactores (P300 y CBP) necesarios para que el HIF-1 active los genes bajo su
control (por otra parte, la interacción con P300 es promovida por su fosforilación por
la kinasa MAPK, activada por Ras, de manera independiente del oxígeno).
Cuando la presión de oxígeno es baja, el HIF-1 α no es hidroxilado, por lo cual sufre menor
degradación y es libre para interactuar con P300 y CBP. Por tanto, las células hipóxicas
poseen en general una actividad de HIF-1 aumentada. Dicho aumento puede ser mayor en
128 18 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
presencia de factores de crecimiento. Debe notarse, sin embargo, que la respuesta del HIF-1 α
a la hipoxia es común a todas las células, mientras que la respuesta a factores de crecimiento
es específica de cada tejido.
Se han identificado hasta la fecha más de 60 genes cuya expresión puede ser regulada por
HIF-1 (Tabla 18-1).
Si bien en ciertas circunstancias el HIF-1 puede promover la apoptosis, en general los genes
activados favorecen la adaptación celular a la hipoxia, en lo referente al metabolismo, la
supervivencia y la proliferación (Tabla 18-3).
también aumentan la actividad de HIF-1 por alterar la regulación dependiente del oxígeno o
independiente de éste.
Por ejemplo, la pérdida de función de los genes oncosupresores p53 y VHL causa una
menor degradación proteosómica de HIF-1 α debido a menor ubiquitinación. Por otra parte,
la pérdida de función de la fosfatasa oncosupresora PTEN (Capítulo 7) produce una mayor
síntesis de HIF-1 α.
Asimismo, la síntesis es estimulada, como se dijo, por vías de señalización intracelular
que activan las kinasas PI3K y Ras (vía MAPK), y señales extracelulares mediadas por
receptores de factores de crecimiento como factor de crecimiento transformador (TGF-α),
factor de crecimiento epitelial (EGF) y factor de crecimiento símil insulina (IGF-2). A su vez,
la transcripción de IGF-2 y TGF-α es aumentada por HIF-1, lo cual puede dar lugar a la
estimulación de las propias células neoplásicas por un mecanismo autocrino: la señal
extracelular activa su propia síntesis (vía HIF-1) en las células tumorales.
Para contrarrestar los efectos indeseables de la hipoxia tumoral sobre la eficacia del
tratamiento oncológico, existen básicamente cuatro enfoques, no necesariamente excluyentes:
Hipertermia
Una forma de toxicidad selectiva ya tratada (Capítulo 17) es la hipertermia, ya que las
células hipóxicas son más sensibles a la temperatura que las normalmente oxigenadas.
Además, la hipertermia tiene un efecto sinérgico con el de la radiación ionizante, de modo
que la letalidad del tratamiento combinado es superior a la suma de la letalidad por el
tratamiento con cada modalidad en forma aislada.
Radiosensibilizantes oxigenomiméticos
Se han estudiado varios fármacos capaces de imitar el efecto sensibilizante del oxígeno, que
podrían reducir la supervivencia de células hipóxicas irradiadas. Un requerimiento importante
de esta clase de compuestos es que posean una vida media prolongada (no sean rápidamente
eliminados del organismo por metabolismo o excreción), de manera que puedan alcanzar las
células blancos por difusión.
El primer oxigenomimético descrito fue el metronidazol (Flagyl ®), un 5-
nitroimidazol que se emplea como en ginecología como tricomonicida y es activo contra
bacterias anaerobias. Posteriormente se desarrollaron otros compuestos de mayor potencia, en
general 2-nitroimidazoles, como
misonidazol, etonidazol y
pimonidazol, este último capaz de
concentrarse en medio celular ácido.
El efecto sensibilizante de los
nitroimidazoles es inferior al del
oxígeno, y la toxicidad limita la dosis
que se puede administrar.
Además de sensibilizar a las
células hipóxicas a los efectos letales
de las radiaciones ionizantes, los
nitroimidazoles son en sí mismos
citotóxicos para células hipóxicas.
Fig. 18-5: Mecanismo general de activación de un
profármaco citotóxico (D) en células hipóxicas. Estos compuestos son
De Brown y Wilson, Nat Rev Cancer 4: 437, 2004. profármacos carentes de actividad
biológica a menos que sean reducidos
por reductasas presentes en los tejidos (Fig. 18-5). En presencia de O2 son nuevamente
oxidados de modo que conservan su relativa inocuidad. Por el contrario, esto no ocurre en las
células hipóxicas, donde posteriores biotransformaciones originan compuestos citotóxicos.
De todos modos, los nitroimidazoles son tóxicos para el sistema nervioso periférico, y
experimentalmente se ha hallado que poseen capacidad mutagénica y carcinogénica.
Existen otros compuestos con toxicidad relativamente selectiva para células hipóxicas,
entre los cuales cabe destacar la tirapazamina, cuya eficacia en potenciar el efecto oncolítico
de la radiación ionizante (y de otros citotóxicos como cisplatino) ha sido demostrada en
animales y en ensayos clínicos. La tirazapamina complementa el efecto citotóxico de la
radiación y el cisplatino porque las células hipóxicas son más resistentes a estos últimos,
131 18 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
mientras que las células normóxicas son menos sensibles a la tirazapamina pero más a las
radiaciones y al cisplatino. Otros compuestos están en fase preclínica o fase clínica inicial.
Otra alternativa actualmente investigada es netamente biológica. Se trata del empleo
de cepas de bacterias anaerobias obligadas no patogénicas, que son capaces de proliferar en
tejidos tumorales hipóxicos.
Un ejemplo es el Clostridium sporogenes, rebautizado Clostridium oncolyticum. Estas
bacterias pueden ser modificadas por ingeniería genética para que liberen productos tóxicos
(por ejemplo, citokinas) o activen profármacos citotóxicos.
Si se lograse proteger selectivamente a los tejidos normales contra el efecto letal de las
radiaciones ionizantes, sería posible administrar una dosis mayor al tumor. La estrategia más
explorada ha sido la de intentar aumentar la concentración de tioles radioprotectores en los
tejidos normales.
Aunque el glutatión es uno de los principales radioprotectores naturales, no es
incorporado como tal a las células. Sus mono y diésteres, en cambio, si ingresan a las células
donde son deesterificados, aumentando la concentración de glutatión en el citosol.
La cisteamina es un radioprotector más eficaz que el glutatión, pero su toxicidad in
vivo no permite su empleo clínico. Por otra parte, la aminofostina (compuesto WR 2721) es
un aminotiol fosforilado de menor toxicidad,
que proporciona un factor de protección de Tabla 18-3: Protección por amifostina del
1,5 a 2 para la mayoría de los tejidos efecto de la radioterapia
normales (Tabla 18-3). La radioprotección es Tejido u Factor de
mayor para la médula ósea. En general, el órgano protección
grado de protección es mayor para tejidos Tejidos u Médula ósea 1,8 a 3,0
con grados intermedios de oxigenación, en órganos de Yeyuno 1,5 a 2,1
los que el OER no está saturado. La respuesta Piel 1,4 a 2,1
rápida Testículo 1,5 a 1,6
amifostina no es, en general, incorporada in
vitro por células neoplásicas, aunque hay Epitelio 1,4
esofágico
excepciones.
Órganos de Pulmón 1,2 a 1,4
La aminofostina puede entonces
respuesta Riñón 1,3 a 1,5
proporcionar una ventaja terapéutica, tardía Vejiga 1,3 a 1,5
excepto en las siguientes situaciones: 1)
Tumores bien oxigenados (total o Efectos en el Fibrosis 1,6 a 1,8
parcialmente); 2) escasa o nula incorporación estroma pulmonar
de amifostina por parte del tejido normal que Esclerosis 1,5
limita la dosis, como ocurre en el sistema dérmica
nervioso central; 3) órgano irradiado que Lecho tumoral 1,4 a 2,7
posee normalmente una alta presión de Otros Atrofia muscular 1,8
oxígeno (pulmón). La amifostina puede ser
particularmente útil en tratamientos locales y terapia endocavitaria. El fármaco fue aprobado
en 1999 por la FDA (Food & Drug Administration) para la prevención de la xerostomía en
pacientes sometidos a radioterapia en tumores de cabeza y cuello.
Dado que el efecto radiosensibilizante del oxígeno no crece con presiones parciales superiores
a 30 mmHg, es posible administrar oxígeno a presiones superiores a la atmosférica sin
aumentar la sensibilidad de los tejidos normales que están bien oxigenados con presión
normal. Al mismo tiempo, si la alta presión de oxígeno en la sangre mejora siquiera
modestamente la oxigenación tumoral, aumentará su radiosensibilidad.
Hiperbaria. Lo antedicho constituye la base racional para el empleo de oxígeno
hiperbárico como radiosensibilizante tumoral. Para el empleo de cámaras hiperbáricas se
requiere una instalación especial y personal capacitado. Además, si bien idealmente la
radioterapia debería administrarse en forma simultánea con la hiperbaria, esto es técnicamente
complejo y riesgoso. Por esta razón, aunque algunos resultados de la hiperbaria hayan sido
alentadores, no parece que esta técnica sea promisoria en cuanto a su aplicación clínica.
ARCON. Una alternativa más práctica, formulada para atacar simultáneamente el
problema de la repoblación y la hipoxia tumorales, fue propuesta por la radiobióloga Juliana
Denekamp con el acrónimo ARCON (radioterapia acelerada, carbógeno y nicotinamida).
Un inconveniente de la radioterapia acelerada (Capítulo 15) es que requiere una
reducción de la dosis total para no exceder la tolerancia de tejidos normales. Probablemente
por esta razón, algunos ensayos clínicos no han podido demostrar mayor probabilidad de
control tumoral. Por otra parte, los ensayos clínicos exitosos han empleado intervalos de
tratamiento con una reducción modesta del tiempo total (5 semanas vs. 7 convencionales) sin
reducir la dosis total de 70 Gy. Adicionalmente, la radioterapia acelerada hiperfraccionada
(CHART) mejoró la respuesta a cáncer pulmonar a pesar de emplear una dosis total de sólo
54 Gy. El método ARCON combina la radioterapia acelerada con dos medidas destinadas a
mejorar la oxigenación tumoral: aumentar la presión de oxígeno de la sangre y el caudal
sanguíneo tumoral.
El carbógeno es una mezcla de 95 % de oxígeno y 5 % de dióxido de carbono. La alta
presión de oxígeno está destinada a aumentar la distancia a la que el oxígeno puede difundir
en el tejido tumoral. El dióxido de carbono por una parte estimula la ventilación y por otra
tiene un efecto vasodilatador. La nicotinamida es un compuesto relacionada con la niacina,
una vitamina del grupo B. A diferencia de ésta, es hipolipemiante y vasodilatadora.
En resumen, el método ARCON reduce la repoblación mediante aceleración del
fraccionamiento, intenta proteger al tejido normal con el uso de dos fracciones diarias, y de
mejorar la respuesta combatiendo la hipoxia tumoral difusional y de perfusión (si hay anemia,
ésta debe ser corregida antes de iniciar el tratamiento).
Experimentalmente, ARCON permite igual control de tumores de mama en ratones
con dosis casi 50 % inferiores a las convencionales. En la clínica, los ensayos de fase I y II
muestran mejora del control tumoral, con buena tolerancia. Es un método promisorio,
especialmente para tumores de cabeza y cuello y de vejiga.
Instituto Balseiro
Maestría en Física Médica
Radiobiología 2012
El éxito del empleo terapéutico de radiación ionizante tiene como contrapartida la producción
de efectos indeseables en los tejidos normales que inevitablemente, en mayor o menor
medida, son irradiados durante el curso del tratamiento. Los efectos determinísticos incluyen
varias lesiones no neoplásicas. El principal efecto no deterministico es la carcinogénesis.
Lesiones no neoplásicas
La irradiación de tejidos sanos puede causar lesiones sintomáticas, algunas de ellas
graves o irreversibles. Por tanto, es generalmente la tolerancia de los tejidos sanos que rodean
al tumor lo que limita la dosis total que se le puede administrar a éste.
Lamentablemente, es muy difícil establecer la máxima dosis tolerable por tejidos
normales en el ser humano mediante estudios prospectivos. Esto se debe a que no son los
efectos agudos, evaluables durante el curso de la radioterapia o poco después, los que limitan
la dosis, sino efectos tardíos que pueden aparecer muchos años más tarde. Ahora bien, los
efectos sobre los tejidos de respuesta rápida no son generalmente predictivos de la magnitud
de las reacciones de los tejidos de respuesta lenta, excepto en pacientes con defectos genéticos
conocidos como ataxia-telangiectasia.
Por estas razones, sólo se cuenta con estimaciones aproximadas de tolerancia
derivadas de experimentos en animales, observaciones clínicas y estudios retrospectivos. De
hecho, la tolerancia muestra cierta variabilidad biológica, y es posible que los límites actuales
estén determinados por las dosis toleradas por un pequeño número de pacientes más sensibles
que el resto. Si se pudiera determinar con antelación cuáles pacientes poseen tejidos normales
más susceptibles, se podrían reservar las dosis menores para éstos, y emplear dosis con mayor
probabilidad de curar o controlar el tumor en el resto de los pacientes. Existen indicios de que
esta discriminación es factible, pero aún dista mucho de tener aplicación práctica.
Fig. 19-1: Patogénesis de los efectos tardíos indirectos de la irradiación (ver el texto).
Según Dörr y Hendry, Radiother Oncol 61: 223-231, 2001.
La dosis total, el tamaño e intervalo de fracción y la duración total del tratamiento modifican
la probabilidad de efectos adversos. La dosis total guarda una correlación positiva con todas
las clases de efectos adversos. Asimismo, el empleo concurrente de quimioterapia también
aumenta la probabilidad de efectos adversos. En cambio, la combinación, con una secuencia
temporal adecuada, de cirugía y radioterapia puede resultar en menor probabilidad de efectos
adversos por requerir generalmente menores dosis.
Por otra parte, los efectos agudos y los tardíos indirectos son más afectados por la
duración total de la radioterapia que los efectos tardíos inherentes. En cambio, el
fraccionamiento reduce notablemente la probabilidad e intensidad de efectos tardíos
inherentes pero afecta en mucho menor grado los efectos agudos y tardíos indirectos.
135 19 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
los vasos tumorales son defectuosos y pueden originar hemorragia o extravasación de fibrina,
la cual es un poderoso estimulante de la síntesis de colágeno y por tanto promueve la fibrosis.
Tórax: Pulmones
Los pulmones son muy sensibles a la radiación ionizante. No obstante, son irradiados a
menudo en pacientes con tumores no sólo de pulmón, sino también de mama y esófago,
además de linfomas. La reacción inicial del pulmón es de tipo inflamatorio, y puede ocurrir
luego de una sola dosis que supere un determinado umbral, con una relación sigmoidea entre
dosis y respuesta por encima de dicho umbral.
Luego de un tratamiento fraccionado tìpico, la pneumonitis aparece al cabo de 1 a 3
meses, en 10 % de los pacientes. Se manifiesta por tos, disnea, hipoxemia, fiebre, dolor
torácico y alteraciones radiológicas con lesiones “en parche”. El mecanismo es al menos en
parte inmunológico, y en ocasiones se produce en ambos pulmones cuando uno solo ha sido
irradiado. Se trata con administración de oxígeno, glucorticoides y, de ser necesario,
ventilación mecánica. Su duración es de semanas.
La fase crónica de fibrosis es la más significativa. Demora meses o años en
producirse, y desde el punto patológico se caracteriza por daño vascular y deposición de
colágeno. Es consecuencia de procesos reparativos anormales iniciados durante el tratamiento
radiante. Se manifiesta como disnea progresiva e insuficiencia respiratoria restrictiva
caracterizada por menor capacidad de difusión (por pérdida de alveolos y capilares), menor
distensibilidad debido a más tejido fibroso, y aumento del trabajo respiratorio. El umbral para
la fibrosis es de 20 a 30 Gy, pero su intensidad es afectada por el volumen irradiado.
La relación entre la pneumonitis y la fibrosis no es clara. El sistema renina-
angiotensina, que participa en la fibrosis renal postirradiación, también promueve la
137 19 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
Pelvis: recto
RR = 1 + ERR
ERR = CD – C0/ C0 . D
138 19 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
La hipótesis de una dosis carcinogénica “óptima” por encima de la cual el riesgo decrece ha
sido sustanciada en algunos estudios experimentales y clínicos. Por ejemplo, en mujeres
irradiadas por cáncer de cérvix, el riesgo de leucemia aumenta con dosis hasta 4 Gy y luego
declina lentamente. Sin embargo, no es de aplicación general.
Las pacientes irradiadas por cáncer de mama muestran un aumento de riesgo de cáncer
de pulmón que aumenta hasta dosis de 10 Gy y luego permanece constante. Igualmente,
pacientes irradiados en la niñez, el riesgo de cáncer tiroideo alcanza un máximo por encima
de 10 Gy y permanece constante hasta un máximo de 60 Gy. Por el contrario, en el mismo
tipo de paciente, el riesgo de desarrollar osteosarcoma aumenta con la dosis en el intervalo
señalado (10 a 60 Gy). Es probable que diferentes tejidos muestren diferencias en la
susceptibilidad a la carcinogénesis inducida por radiación, pero la noción de una dosis
“óptima” por encima de la cual el riesgo decrece parece ser mas bien la excepción que la
regla.
Muchos pacientes oncológicos son tratados con quimioterapia además de radiación. Existe
relativamente poca información confiable acerca de la interacción de ambas modalidades con
respecto al riesgo de carcinogénesis.
En un estudio de pacientes con enfermedad de Hodgkin, no se halló mayor riesgo de
cáncer de pulmón entre los que recibieron radioterapia y quimioterapia en comparación con
los que recibieron sólo radioterapia. En otro grupo de pacientes con la misma enfermedad, se
observó un mayor riesgo de cáncer de mama en las pacientes irradiadas, con un RR de 3,2
para 4 Gy y de 8,0 para más de 40 Gy. El aumento de riesgo fue persistente por más de 25
años. El empleo de fármacos alquilantes redujo el riesgo de cáncer de mama, probablemente
por reducción de la secreción de hormonas sexuales consecutiva a daño ovárico.
En cambio, en un estudio de más de 80 000 pacientes con cáncer de mama se halló que
las tratadas con radioterapia tenían un riesgo relativo de 2,4 de desarrollar leucemia aguda no
140 19 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
linfocítica. En las tratadas con quimioterapia (agentes alquilantes), el riesgo relativo fue de
10,0. En las que recibieron ambos tratamientos adyuvantes, el riesgo relativo fue de 17,4. Esto
indica una interacción carcinogénica entre la quimioterapia y la radioterapia en este grupo.
En los sobrevivientes de explosiones nucleares, el hábito de fumar se asoció
aditivamente con la dosis de radiación en incrementar el riesgo relativo de cáncer de pulmón.
La evidencia en pacientes irradiados es menos clara, pero en el estudio más confiable se halló
un aumento de riesgo de carcinogénesis por irradiación en los que fumaban más de un paquete
de cigarrillos diario.
En pacientes con síndromes genéticos conocidos que predisponen al cáncer, como las
mutaciones en el gen RB (retinoblastoma) la radioterapia aumenta menos el riesgo relativo
que en pacientes con un primer cáncer de otro tipo. No obstante, el riesgo absoluto de un
segundo cáncer continúa siendo más elevado en los primeros. En un estudio de pacientes con
cáncer de mama, sólo se detectó un exceso de 3 % de cáncer en la mama contralateral
atribuible a la irradiación, que se debió exclusivamente a las pacientes irradiadas antes de los
45 años.
Con toda probabilidad existen factores genéticos y epigenéticos, así como ambientales,
que tornan más probable un segundo tumor en los pacientes oncológicos, lo cual puede
resultar en estimaciones incorrectas del exceso de riesgo causado por irradiación. Existen dos
estudios con gran número de pacientes, uno en sobrevivientes de cáncer de cérvix y otro en
sobrevivientes de cáncer de próstata, en los cuales se contó con un grupo control no irradiado
en el cual cabe suponer que los factores genéticos y ambientales eran similares.
Casi 83 000 mujeres con cáncer de cérvix tratadas con radiación se compararon con
aproximadamente 99 000 tratadas quirúrgicamente. El riesgo relativo de un segundo cáncer
fue levemente mayor (5 %) en las irradiadas comparadas con las operadas. El riesgo de todos
los cánceres ginecológicos aumentó con la dosis hasta más de 150 Gy. Dosis de unos pocos
Gy duplicaron el riesgo de cáncer de estómago y leucemia, mientras que tejidos irradiados
con cientos de Gy mostraron respuestas muy diversas; el riesgo de cáncer de vejiga y de
vagina aumentaron. Por otra parte, el de cáncer de mama se redujo (RR = 0,7) debido
probablemente a hipogonadismo
secundario a la irradiación ovárica. El
riesgo relativo de un segundo cáncer
fue casi 4 veces mayor en las que
tenían menos de 30 años en el
momento de ser irradiadas.
Otro estudio comparó
aproximadamente 51 600 pacientes
irradiados por carcinoma prostático
con 70 500 no irradiados. No se halló
diferencia significativa en la
frecuencia de leucemia. Hubo una
diferencia estadísticamente
significativa en los tumores sólidos,
en particular de recto y vejiga, y en
sarcomas en el lecho irradiado. No
obstante, el aumento de riesgo por
irradiación fue muy pequeño en valor
absoluto. Se estimó que en todos los
Fig. 19-3: Tamaño muestral necesario para
años de seguimiento, la radioterapia
demostrar un aumento del riesgo de cáncer, para
todos los tumores, para leucemias y para cáncer contribuyó con un tumor más por cada
del tracto respiratorio. 290 pacientes tratados, fracción que
141 19 Radiobiología 2012
Dr. Fernando D. Saraví
RESUMEN
En el paradigma clásico, los efectos biológicos de la radiación ionizante se atribuyen al daño en el ADN
inducido en cada célula irradiada. La demostración de efectos de vecindad causados por radiación
ionizante (EVIR) ha generado un cambio profundo en la concepción actual de la radiobiología. Los
EVIR son aquellos efectos causados por la radiación que se producen en células que no han sido
irradiadas. Diversos avances técnicos, en particular el empleo de microhaces, han permitido estudiar
los EVIR in vitro. Se conocen dos vías por las cuales las células irradiadas pueden comunicarse con
las no irradiadas, a saber: mediante uniones especializadas (nexos) que comunican los citoplasmas de
células adyacentes, y mediante la secreción de factores solubles al medio extracelular. Estos factores
incluyen varias citokinas y especies reactivas del oxígeno y nitrógeno. Las vías de señalización en las
células afectadas involucran en particular la activación de proteína kinasas activadas por mitógenos
(MAPK) y del factor de transcripción NF-κB y de las enzimas ciclooxigenasa 2, sintasa de óxido nítrico
2 y NAD(P)H oxidasa. Los EVIR pueden causar mutaciones puntuales y cambios epigenéticos. Los
efectos sobre las vías de señalización pueden persistir indefinidamente e incluso transmitirse a la
descendencia. Paradójicamente, en ciertas condiciones los EVIR pueden ser adaptativos, es decir que
tornan a las células afectadas más resistentes a la radiación. La adaptación exige síntesis de proteínas
y mejora la capacidad celular de reparar el ADN y resistir el estrés oxidativo. Los EVIR también se han
demostrado in vivo. Por tanto, pueden tener implicaciones importantes en radioterapia, tanto para
mejorar la eficacia terapéutica como para reducir la incidencia de efectos adversos. Asimismo, su
mejor conocimiento puede influenciar las normas internacionales de radioprotección.
Palabras claves: Efectos abscopales, efectos adaptativos, efectos de vecindad, radioprotección,
radioterapia.
ABSTRACT
According to the classical paradigm, biological effects of ionizing radiation are attributed to DNA
damage induced in each irradiated cell. Demonstration of ionizing radiation-induced bystander effects
(RIBE) has generated a deep change in current understanding of radiobiology. RIBE are radiation-
induced effects produced in cells that have not been actually irradiated. Several technical advances,
particularly the use of microbeams, allowed in vitro study of RIBE. There are two known ways by which
irradiated cells can communícate with non-irradiated cells, namely: through gap junctions connecting
the cytoplasms of adjacent cells, and through the secretion of soluble factors to the extracellular
medium. These factors include several cytokines and reactive species of oxygen and nitrogen. In the
affected cells, signalling pathways mostly involve activation of mitogen-activated protein kinases
(MAPK), NF-κB transcription factor and of the enzymes cyclooxygenase 2, nitric oxide synthase 2 and
NAD(P)H oxidase. RIBE induce point mutations and epigenetic changes. Effects on cellular signalling
pathways can persist indefinitely and even be transmitted to the progeny of affected cells.
Paradoxically, under certain conditions RIBE may be adaptive, which means that they turn affected
cells more resistant to ionizing radiation. Adaptation demands protein synthesis. It enhances DNA
repair mechanisms and resistance to oxidative stress. RIBE have also been demonstrated in vivo.
Thus, they may have important implications for radiotherapy, both to improve therapeutic efficacy and to
reduce the incidente of adverse effects. Furthermore, a better understanding of RIBE may have an
influence on international radioprotection standards.
Key words: Abscopal effects, adaptive effects, bystander effects, radioprotection, radiotherapy.
2
Durante el medio siglo que siguió al descubrimiento de las radiaciones ionizantes en 1895, se
acumuló un enorme caudal de datos sobre sus efectos biológicos. Sin embargo, los avances
sobre modelos teóricos de acción radiobiológica que guiasen la experimentación básica y
clínica comenzaron a producirse a mediados del siglo XX, y fueron propulsados en parte por
el descubrimiento de la función y estructura del ADN.
Los modelos clásicos, llamados en conjunto de “blanco (diana) celular” suponen que la
radiación ionizante provoca alteraciones en el ADN por interacción directa, o indirectamente a
través de la radiólisis del agua solamente en las células donde se deposita la energía
disipada por la radiación (1-3). Si bien se admitía que la alteración de otras macromoléculas
podía modular la respuesta a la radiación, el daño causado por la radiación dependía en
último extremo de las roturas de la doble hélice de ADN (4).
En los últimos años se ha acumulado evidencia de que los efectos de la radiación
ionizante pueden afectar significativamente a células que no han recibido ninguna radiación
pero se encuentran en contacto con células irradiadas o próximas a ellas. El fenómeno se ha
denominado colectivamente “efecto de vecindad” (bystander effect) de las radiaciones
ionizantes. El nombre se tomó prestado del campo de la oncología experimental. En 1993 se
informó que la introducción en un tumor de un gen viral que tornaba a las células
transfectadas sensibles a un fármaco antiviral, causaba también apoptosis de células que no
habían incorporado el gen (5). Estas células no transfectadas eran alteradas por vecindad, y
se empleó el término “bystander effect” para describir el fenómeno.
Poco antes (1992), Nagasawa y Little informaron que, en células sometidas in vitro a
radiación alfa (núcleos de helio, He2+) de modo que solamente 1 % de la población fuese
alcanzado por las partículas ionizantes, se observaban intercambios de cromátides hermanas
(ICH) en aproximadamente 30 % de las células (6). La afectación de células no irradiadas
causada por la irradiación de una pequeña fracción de la población se denominó luego
“bystander effect” por analogía con el efecto de vecindad observado con la terapia génica.
Los efectos de vecindad también se llaman “no dirigidos” (non-targeted) pues suceden en
células que no son el blanco de la irradiación (Fig. 1). En radioterapia se conocen efectos
similares fuera del campo irradiado, también llamados abscopales (7).
En los últimos años se ha acumulado evidencia de efectos de vecindad de la radiación
ionizante en diferentes condiciones, tipos de células y tejidos in vitro e in vivo. Sus
mecanismos son objeto de activa investigación, pero lo que hoy se sabe basta para motivar
una revisión de los modelos clásicos, al punto que se habla de un nuevo paradigma en
radiobiología (8). Además de los efectos sobre las propias células irradiadas, un modelo
actual debe incorporar los efectos sobre la descendencia de las células irradiadas que
sobreviven y conservan la capacidad de reproducirse – en particular la inestabilidad genómica
(9) – y los efectos de vecindad (10). Los efectos de vecindad pueden ser mediados por
comunicaciones intercelulares o por la secreción de factores solubles.
Retrospectivamente se descubrió que varios trabajos publicados entre las décadas de
1920 y 1950 ya sugerían la existencia de los hoy llamados efectos de vecindad. No obstante,
como ocurre a menudo en ciencia (11), las implicaciones de esas investigaciones no fueron
justipreciadas en su momento, y luego fueron olvidadas cuando se estableció el paradigma
dominante durante la segunda mitad del siglo XX.
En la presente breve revisión se presentan algunos modelos empleados para estudiar
los efectos de vecindad inducidos por radiación ionizante (EVIR) y se describen dichos
efectos. A continuación se examina lo que hoy se sabe sobre los mecanismos fisiológicos y
moleculares involucrados. Finalmente, se trata su importancia en radioprotección y
radioterapia.
EMPLEO DE MICROHACES
La existencia de EVIR provista por el trabajo pionero de Nagasawa y Little (6) descansaba
sobre un argumento estadístico, a saber, que la proporción estimada de células que fue
atravesada por una partícula alfa era muy inferior a la proporción de células que presentaron
alteraciones cromosómicas.
Posteriormente, otros estudios proporcionaron evidencia directa de EVIR. Un avance
técnico que posibilitó estas demostraciones fue el desarrollo de microhaces de radiación
particulada (como particulas alfa y electrones) o electromagnética (radiación X y gamma). La
tecnología de microhaces no solamente permite seleccionar precisamente las células a
irradiar, sino incluso enfocar el haz a voluntad en el núcleo o en el citoplasma (12).
Con estas técnicas fue posible demostrar EVIR con la menor dosis posible, es decir
cuando una sola célula es atravesada por una sola partícula alfa (13). Además, el efecto
puede producirse cuando la única célula blanco es irradiada con una sola partícula que
atraviesa el núcleo o el citoplasma sin tocar el núcleo (14). También se demostró que
microhaces de radiación electromagnética ionizante producían efectos cualitativamente
similares a los de microhaces de partículas ionizantes(15).
Las alteraciones causadas por EVIR in vitro incluyen intercambio de cromátides
hermanas, formación de micronúcleos, mutaciones puntuales, deleciones, rearreglos de
cromosomas, apoptosis, inestabilidad genómica y diversas respuestas de estrés celular (16).
La existencia de EVIR implica que deben de existir vías por las cuales señales procedentes
de las células efectivamente irradiadas produzcan efectos sobre las células no irradiadas. Las
vías conocidas son las uniones comunicantes y la secreción de factores solubles.
Las uniones comunicantes, conexones o nexos son poros que comunican el
citoplasma de células adyacentes (23). Se encuentran en una gran variedad de tejidos y
cumplen diversas funciones (24). Los nexos están constituidos por oligómeros de proteínas
llamadas conexinas, de las cuales existen más de veinte clases diferentes en el ser humano.
En cada célula, las conexinas se disponen en hexámeros que forman la pared del poro. La
unión comunicante se establece cuando se acoplan hexámeros de células adyacentes (Fig.
3). El poro así formado permite la transferencia de agua, iones y moléculas de hasta 1500 Da
(23, 24).
La evidencia de la participación de los nexos en EVIR ha sido revisada por Azzam y
colaboradores (25, 26). Cuando se compararon cultivos confluentes de fibroblastos humanos
con abundantes nexos con otros deficientes en nexos, se observó que los EVIR causado por
dosis bajas de partículas alfa se producían en los primeros. Además, el bloqueo de los nexos
con diversos agentes, como el pediculida neurotóxico lindano, suprimió los EVIR (27). La
importancia de los nexos se demostró también en células epiteliales de rata y en cultivos
fibroblastos embrionarios de ratones normales y ratones con supresión del gen de la conexina
43 (28). Otros autores confirmaron la importancia de los nexos empleando microhaces (29-
31) y partículas de alta energía (32).
Asimismo, se observó que dosis bajas (desde 0.16 cGy; 1 Gy [gray] equivale a una
energía absorbida de 1 joule/kilogramo) de partículas alfa inducen la expresión de conexina
43, con aumento de la transcripción y síntesis de la proteína en varios tipos de células. El
efecto también fue causado por rayos gamma y oxidantes (33). Esto indica que la expresión
de la conexina puede ser parte integral de la respuesta al estrés radiante.
En conjunto la evidencia indica que, en células confluentes, al menos algunos EVIR
son mediados por nexos, de modo que la población celular responde en conjunto al estrés
radiante aunque no todas las células hayan sido irradiadas. Sn embargo, aún se desconoce
qué factores específicos transferidos a través de las uniones comunicantes sean
responsables de los EVIR observados.
5
Además de los EVIR mediados por nexos, diversos estudios proporcionan evidencia de EVIR
que no requieren contacto físico entre las células irradiadas y las no irradiadas.
Un modelo experimental involucra la irradiación de células en un medio de cultivo
definido, con posterior exposición de células no irradiadas al medio de cultivo en ausencia de
células irradiadas (34-36). Los efectos no requieren nexos e incluso pueden intensificarse
cuando se bloquean las uniones comunicantes (37). En otro modelo, se colocan en el mismo
medio las células a irradiar y las células en las que se desean estudiar EVIR, sin contacto
entre ambos grupos (38, 39).
Algunos de los mediadores extracelulares de los EVIR y las vías intracelulares que
son activadas por ellos en las células no irradiadas ya han sido identificados. Se trata de
moléculas, receptores y sistemas de segundos mensajeros que no son específicos para la
radiación ionizante, sino que participan en numerosos procesos fisiológicos y patológicos que
involucran estrés celular.
Entre los factores extracelulares vinculados con EVIR están el factor de necrosis
tumoral alfa (TNFα) (39), el factor transformante del crecimiento beta 1 (TGFβ1) (40), las
interleukinas 6 y 8 (41, 42) y especies reactivas del oxígeno (34, 43) y del nitrógeno (44, 45).
Ambas clases de especies reactivas pueden inducir en las células no irradiadas corrientes de
Ca2+ cuyo bloqueo modifica los EVIR (46).
Tres enzimas centrales en la inducción de EVIR mediados por señales extracelulares
son la sintasa inducible de óxido nítrico (iNOS2 = NOS2), la ciclooxigenasa 2 (COX2) y la
NAD(P)H oxidasa (25, 47).
La expresión de COX2 y NOS2 es estimulada por las interleukinas, TNFα y TGFβ1
por interacción con sus respectivos receptores de membrana que intracelularmente causa
activación de proteína kinasas activadas por mitógenos (MAPK) como ERK 1/2, Jnk y p38, y
del factor de transcripción NF-κB (39, 48-50). Las especies reactivas del oxígeno también
activan la expresión de reguladores del ciclo celular y la apoptosis como p53 y factores
asociados con su regulación y acción, como p21Waf1, p34 y MDM2 (26, 48).
La NAD(P)H oxidasa es una enzima ligada a la membrana que cataliza la producción
de anión superóxido (O2-) a partir de oxígeno y NADPH, y secundariamente de otras especies
reactivas del oxígeno (51). Esta enzima puede ser activada por radiación ionizante y parece
responsable de algunos EVIR que son evitados o atenuados por la presencia de superóxido
6
Un hecho importante, hasta aquí no mencionado, es que los EVIR pueden ser tanto
desfavorables como favorables para las células no irradiadas (Fig. 5). Los efectos favorables
se denominan en conjunto “adaptativos”. La noción de adaptación a la radiación ionizante se
originó a raíz de que la irradiación con rayos X producía un número menor de aberraciones
cromosómicas en linfocitos humanos si éstos eran primero incubados con timidina tritiada
(66).
Se considera que existe adaptación cuando las células sometidas a una dosis baja de
radiación (condicionante) presentan una respuesta menos intensa a una dosis mayor aplicada
posteriormente. La adaptación se atribuye a la inducción, en las células condicionadas, de
mecanismos más eficaces para reparar el ADN y resistir el estrés radiante (64). La existencia
de adaptación ha sido demostrada en diversos modelos experimentales in vitro e in vivo y
requiere síntesis de proteínas (8, 68-70).
Se ha demostrado en ciertas condiciones la existencia de EVIR adaptativos mediados
por señales extracelulares. Fibroblastos normales toleran mejor una dosis de radiación si
previamente son expuestos al medio de fibroblastos irradiados con bajas dosis (1 cGy) de
rayos gamma (71) o de partículas alfa (72). El efecto se asoció con reducciones en p53 y
aumento en especies reactivas del oxígeno y en la endonucleasa AP, una enzima reparadora
del ADN. La exposición de keratinocitos a medio de células irradiadas con 5 Gy (pero no con
dosis menores) causó un aumento importante de la expresión de la proteína antiapoptótica
Bcl2 (73). Otro grupo demostró que los EVIR (muerte celular y transformación oncógena)
inducidos por co-cultivo de células no irradiadas con células irradiadas se atenuaban
drásticamente si las primeras eran previamente expuestas horas antes a 2 cGy de rayos X
Fig. 5: Los efectos de vecindad pueden causar tanto efectos nocivos como adaptativos
para las células no irradiadas.
8
La existencia de EVIR que pueden ser tanto nocivos como beneficiosos para las células
plantea el interrogante de las consecuencias que puedan tener para el organismo (85, 86).
Por ejemplo, un EVIR adaptativo para las células puede ser bueno para el organismo si se
trata de células normales, pero malos si las células beneficiadas son neoplásicas (excepto si
induce su diferenciación). A la inversa, un EVIR nocivo para las células es bueno para el
organismo si se trata de células transformadas, pero malo si afecta a células normales.
Las demostraciones más convincentes de la existencia de EVIR se han demostrado
principalmente en estudios in vitro de cultivos de células o tejidos (8, 16, 26, 87, 88). Sin
embargo, se está acumulando evidencia que indica la existencia de EVIR producidos en el
organismo intacto (89-91).
En realidad, se sabe desde hace varias décadas que el plasma de personas irradiadas
terapéutica o accidentalmente contiene uno o más factores capaces de inducir aberraciones
cromosómicas en leucocitos normales de personas no expuestas (92, 93). Estos factores se
han denominado “clastogénicos” y persisten en el plasma muchos años después de la
irradiación (94). Su existencia también se ha demostrado en sobrevivientes del accidente de
Chernobyl (95, 96). La intensidad de la acción clastogénica guarda relación con la dosis
recibida, Se cree que en el efecto intervienen especies reactivas del oxígeno, pues la
actividad clastogénica es inhibida por la presencia de superóxido dismutasa (94).
Experimentalmente se ha observado que la irradiación de parte de un órgano, como el
hígado (97) o el pulmón (98, 99), también produce efectos citotóxicos en la parte blindada a la
irradiación. La irradiación de un pulmón mientras el otro está protegido de la radiación
produce de todos modos daño contralateral (98, 99). El daño es atenuado por tratamientos
que procesan las especies reactivas del oxígeno y nitrógeno (99, 100). En la región afectada
por vecindad se halló aumento de expresión de interleukinas y otras citokinas proinflamatorias
como TNFα y TGFβ (101). También se han informado efectos similares a distancia en otros
modelos animales (102, 103).
Los radioisótopos incorporados en las células también pueden causar EVIR (104). En
ratones atímicos, se emplearon células carcinomatosas no marcadas y marcadas con 125I-
iododeoxiuridina para formar tumores subcutáneos, y se halló que la inhibición del
crecimiento tumoral no explicable por el efecto directo de la radiación del 125I, que es de corto
alcance, implicaba un EVIR (105). La existencia de EVIR inducidos por radiación interna
(radioisótopos) es corroborada por otros estudios (106).
9
Una característica sobresaliente de los EVIR es su peculiar relación entre dosis y respuesta.
Mientras que los efectos sobre las células irradiadas son más intensos cuanto mayor es la
dosis, en el caso de los EVIR puede obtenerse una magnitud similar en un amplio rango de
dosis (113), en algunos casos inferiores a 2 mGy (114).
En otros casos se observó una dependencia de la dosis (115) pero generalmente se
alcanza un efecto máximo con dosis relativamente bajas de 0.5 a 1 Gy (7, 8, 116). Cuando
las dosis son bajas, la irradiación y los EVIR pueden causar efectos de similar magnitud
(115), mientras que con dosis altas se reduce la importancia relativa de los EVIR, que
muestran saturación con altas dosis (Fig. 6).
Las mutaciones del ADN causadas por EVIR difieren de las que se producen en las
células cuyos núcleos son irradiados. Estas últimas son frecuentemente rotura de
cromosomas y amplias deleciones, mientras que aquéllas son generalmente mutuaciones
puntuales. Es interesante que en células irradiadas solamente en el citoplasma también se
predominan las mutaciones puntuales (8, 32).
Fig. 6: Los efectos directos de la radiación ionizante (en el ejemplo la mortalidad celular) crecen
continuamente con la dosis. Los efectos de vecindad alcanzan un máximo (saturación) con
dosis bajas, de 1 Gy o menores.
10
Asimismo, una fracción importante de los EVIR puede ser mediada por mecanismos
epigenéticos (117, 118). Se llaman epigenéticos a los cambios heredables (transmitidos a la
progenie) que no involucran cambios en la secuencia de bases del ADN; por ejemplo,
patrones de metilación del ADN, modificación de histonas o expresión de ARN reguladores
(119). Es pertinente notar que se han detectado defectos epigenéticos (como también aberra-
ciones cromosómicas) en las crías no irradiadas de progenitores irradiados (120).
Una razón de la naturaleza atípica de la relación entre dosis y respuesta para los EVIR
es que la radiación afecte la comunicación intercelular mediada por nexos o por factores
solubles (117). En este caso, un efecto más intenso en las células que son blancos de la
radiación no se traduciría necesariamente en un EVIR mayor en las células no irradiadas. Al
respecto, se ha informado que la irradiación con rayos X de muy baja energía causa un cierre
de las uniones comunicantes de las células irradiadas (causada por hiperfosforilación de la
conexina 43) que resultaría protector para las células vecinas (121).
CONCLUSIÓN
Conficto de interés: El autor declara no tener ningún conflicto de interés relacionado con el
tema tratado.
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