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Tema 13
Tema 13
3. El régimen de participación.
1. CONCEPTO Y NATURALEZA.
La sociedad de gananciales no tiene personalidad jurídica, sino que se trata de una comunidad
sobre los bienes que poseen esta naturaleza, presidida por la regla de la cogestión o
coadministración de los cónyuges, que aparece excepcionada en algunos preceptos legales o
que puede llegar a serlo a través de un pacto en capitulaciones (art. 1375 CC). No es la
sociedad sino los cónyuges quienes ostentan la titularidad de los bienes gananciales.
No hay ninguna norma que establezca de manera expresa esta calificación, ni existe tampoco
una regulación unitaria de esta forma residual de comunidad. No obstante, de las reglas que el
CC le dedica (arts. 1344 a 1410), así como de la interpretación doctrinal y jurisprudencial, se
infieren los rasgos típicos de este modelo (comunidad germánica), que son:
- Ausencia de cuotas o partes sobre los bienes comunes . No se puede ceder a terceros.
- Imposibilidad de ejercer una acción de división mientras dure la comunidad .
- Gestión y disposición por actuación conjunta de los cónyuges.
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- Titularidad conjunta que se soporta sobre la comunidad de vida.
- No hay una titularidad independiente del patrimonio ganancial, no tiene personalidad
jurídica.
Esta alusión a las ganancias o beneficios, debe entenderse referida a aquello que obtienen los
cónyuges con su trabajo o a los frutos o intereses que derivan de sus bienes privativos, como
fuentes primordiales de ganancialidad (arts. 1347. 1º y 2º, 1349, 1350, 1351).
Así pues, no se emplea en este precepto el término “ganancias” en sentido contable como el
resultado de una liquidación previa en la que se hubieran detraído de estos ingresos las
obligaciones generadas en su adquisición. Los bienes gananciales que enumera la ley tienen
esta naturaleza desde el momento en que se adquieren o perciben por los cónyuges. Otra cosa
es que, efectivamente, los débitos derivados de esta percepción sean de responsabilidad y
cargo de la sociedad de gananciales, y puedan por ello hacerse efectivos sobre el patrimonio
común.
El art. 1344 utiliza la expresión “se hacen comunes”, para indicar que los bienes gananciales
pertenecen en copropiedad a ambos cónyuges desde el momento de su adquisición individual
o conjunta, aunque a continuación señale que su partición o distribución tendrá lugar cuando
se disuelva la sociedad de gananciales.
Con esto, la ley deja claro que la masa ganancial conforma una comunidad actual (en contra de
lo defendido por cierto sector doctrinal, que considera que en sociedad de gananciales la
copropiedad sobre estos bienes solo surge cuando se extingue el régimen económico
matrimonial, teniendo hasta entonces cada uno de los cónyuges su propio patrimonio formado
por las adquisiciones que hubiera realizado durante el matrimonio, de cuya gestión se ocuparía
en exclusiva. Se trata de la tesis de la comunidad diferida, que defienden en base a preceptos
como arts. 1384 y 1385 CC).
2. COMIENZO.
A estos supuestos habría que añadir también el del art. 1374 CC, que para el caso en que la
sociedad de gananciales se hubiera disuelto a instancia del cónyuge no deudor, por el embargo
de bienes comunes por deudas privativas del otro, señala que a este matrimonio le será
aplicable el régimen de separación de bienes, salvo que, en el plazo de 3 meses, el cónyuge del
deudor optara en documento público por el comienzo de una nueva sociedad de gananciales.
El art. 1345 CC confirma el carácter supletorio legal que tiene este régimen, el cual comienza,
para los matrimonios sometidos al Derecho común, en el momento de su celebración (art.
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1316: “A falta de capitulaciones o cuando éstas sean ineficaces, el régimen será el de la
sociedad de gananciales”).
Aun así, el mismo precepto se refiere a la posibilidad de que la sociedad de gananciales haya
sido pactada expresamente en capitulaciones matrimoniales. Esta situación concurrirá:
Cuando los cónyuges tienen distinta vecindad civil, deberá aplicarse la norma sobre conflicto
interregionales de leyes contenida en el art. 16.3. CC, que remite al art. 9. Este último señala,
en su apartado segundo, que los efectos del matrimonio se regirán por la ley personal común
de los cónyuges al tiempo de contraerlo; y en defecto de la misma, por la ley personal o de la
residencia habitual de cualquiera de ellos, elegida por ambos en documento auténtico
otorgado antes de la celebración del matrimonio.
La concreción de las masas ganancial y privativas de los cónyuges aparece determinada en los
arts. 1346 a 1360 CC, con un carácter derogable, ya que en capitulaciones podrán establecerse
las variaciones que se estimen convenientes, pudiéndose pactar un régimen más amplio de
comunidad o, al contrario, reducir el ámbito de la comunicación legal de las ganancias.
Como siempre, la oponibilidad de estas modificaciones del régimen típico frente a los terceros
vendrá determinada por la publicidad que se hubiera dado a tales pactos.
El esquema de atribución de las adquisiciones efectuadas por los cónyuges a los distintos
patrimonios que coexisten en la sociedad gira sobre:
La norma que contiene el listado de los bienes privativos de los cónyuges es la reflejada en el
art. 1346. Según este precepto, son bienes privativos de cada uno de los cónyuges:
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1º) Los bienes y derechos que le pertenecieran al comenzar la sociedad. Los bienes que cada
uno de los cónyuges tuviera antes de comenzar la sociedad de gananciales le pertenecen
privativamente.
Cabría plantear qué sucedería si la adquisición no se hubiera consumado todavía por falta de
entrega de la cosa, ya que el precepto parece referirse exclusivamente a los bienes que se
hubieran adquirido efectivamente antes del matrimonio.
Ejemplo: Pensemos en el caso de que cualquiera de los cónyuges hubiera celebrado antes del
matrimonio un contrato de compraventa de un coche o una obra de arte que estuviera
pendiente de entrega. De acuerdo con la regla general de transmisión de la propiedad y demás
derechos reales en nuestro ordenamiento (art. 609 CC), necesariamente habría que plantear si
estos bienes tienen la condición de gananciales, habida cuenta de que su adquisición se habría
consumado ya vigente el régimen económico-matrimonial. La respuesta ha de ser negativa.
Lo confirma el hecho de que el propio precepto señale que tienen carácter privativo no sólo los
bienes sino también los derechos (entre ellos, de crédito) que ostenten los cónyuges antes de
contraer matrimonio.
¿Sería idéntica la respuesta si el bien hubiera sido comprado a plazos por el cónyuge,
habiéndose satisfecho parte de los mismos a costa de los bienes comunes, una vez celebrado
el matrimonio? De acuerdo con lo dispuesto en el art. 1357 CC, habría que decantarse también
por la privatividad de tales adquisiciones, salvo que se tratara de la vivienda o ajuar familiares.
En concreto, el precepto señala que los bienes comprados a plazos por uno de los cónyuges
antes de comenzar la sociedad tendrán carácter privativo, aun cuando la totalidad o parte del
precio aplazado se satisfaga con dinero ganancial.
La excepción hace referencia a unos bienes especialmente importantes para la familia, a los
que se aplica la regla del art. 1354 CC: en relación con la vivienda y ajuar familiares se genera
una comunidad ordinaria perteneciente, de un lado, al cónyuge adquirente por la parte que
hubiera invertido en la adquisición y, por otro, a la sociedad de gananciales, por la que
correspondiera a la inversión de fondos comunes.
En la práctica ésta suele ser la situación más habitual, ya que esta norma se aplica
analógicamente a los pagos de los plazos de devolución de los préstamos hipotecarios que los
cónyuges hubieran solicitado antes del matrimonio para la adquisición de su vivienda habitual.
2º) Los bienes y derechos adquiridos por los cónyuges a título lucrativo (gratuito) durante la
vigencia de la sociedad de gananciales. Si la donación la reciben (y aceptan) los dos, sin que el
donante haya fijado la parte que corresponde a cada uno, los bienes serán gananciales de
acuerdo con lo dispuesto en el art. 1353 CC.
Asimismo, art. 1339: “Los bienes donados conjuntamente a los esposos pertenecerán a ambos
en pro indiviso ordinario y por partes iguales, salvo que el donante haya dispuesto otra cosa”.
3º) Los bienes adquiridos a costa o en sustitución de bienes privativos. En este apartado la
norma consagra un principio básico rector de la sociedad de gananciales: el de subrogación
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real, según el cual los bienes adquiridos constante matrimonio poseen la misma naturaleza
que los fondos (o bienes) invertidos en su adquisición.
El art. 1346.3º declara privativos los bienes adquiridos a costa o en sustitución de otros.
- La primera expresión alude no sólo a las adquisiciones con numerario sino también a
aquellas en las que un bien concreto es adquirido por contraprestación/sustitución de otro
dentro del patrimonio de uno de los cónyuges (permuta, cobro de un crédito privativo,
indemnizaciones por daños, etc.).
- Por el contrario, la referencia a los bienes adquiridos en sustitución incluye todos los casos
en los que un bien de carácter privativo se hubiera deteriorado por el uso cotidiano de la
familia y hubiera sido reemplazado por otro (piénsese, por ejemplo, en el coche privativo
de uno de los cónyuges o en un electrodoméstico).
4º) Los bienes adquiridos por derecho de retracto privativo (perteneciente a uno solo de los
cónyuges), con derecho de reembolso.
Se trata de los derechos de adquisición preferente que pertenezcan a uno de los cónyuges con
carácter privativo, ya sean de origen legal o convencional (opción de compra anterior al
matrimonio o derecho de retracto que el titular de una finca privativa tiene sobre la colindante
en caso de enajenación de ésta), los cuales determinarán la condición privativa de los bienes
adquiridos, aunque en dicha adquisición se hubieran invertido dinero ganancial. Estamos,
pues, ante una excepción al principio de subrogación real.
5º) Los bienes y derechos patrimoniales inherentes a la persona y los no transmisibles inter
vivos. El precepto se está refiriendo a los llamados bienes personalísimos de contenido
patrimonial, como el derecho de alimentos que el cónyuge ostente frente a un tercero,
derechos de uso y habitación pertenecientes a cualquiera de ellos (art. 525), o daños al honor
o intimidad.
6º) El resarcimiento por daños causados a la persona de uno de los cónyuges o a sus bienes
privativos. Cuando se trate de daños patrimoniales nos hallaremos ante una concreta
aplicación del principio de subrogación real.
7º) Las ropas y objetos de uso personal que no sean de extraordinario valor. A diferencia del
caso anterior, estamos ante una excepción al principio de subrogación real.
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Independientemente del carácter de los fondos con los que hubieran sido adquiridos, las ropas
y objetos de uso personal pertenecen privativamente a los cónyuges siempre que no sean de
extraordinario valor. Este límite cuantitativo deberá interpretarse de acuerdo con el uso social
y las circunstancias económicas de cada familia.
Una vez rebasado volverá a jugar el principio de subrogación real, aunque el cónyuge tendrá
derecho a que se le adjudiquen preferentemente en su haber, hasta donde éste alcance, en el
momento de la liquidación de la sociedad de gananciales, las ropas u objetos de uso personal
que se hallaren incluidas dentro de la masa común (art. 1406.1º).
8º) Los instrumentos necesarios para el ejercicio de la profesión u oficio, salvo que sean
parte integrante o pertenencias de un establecimiento o explotación de carácter común.
También aquí se excepciona el principio de subrogación real, aunque no por razones
personales sino económicas: permitir que cada uno de los cónyuges pueda seguir
desarrollando su profesión con posterioridad a la disolución de la sociedad de gananciales
(por ejemplo, la biblioteca de un abogado o los instrumentos de trabajo de un albañil).
La norma está pensando en bienes muebles, ya que respecto del local (común) donde uno de
los cónyuges hubiera venido ejerciendo su profesión, el art. 1406.3º se limita a indicar que ése
tendrá derecho a que se le incluya con preferencia en su haber; en el momento de liquidación
de la sociedad de gananciales, hasta donde éste alcance.
9º) El art. 1346 se cierra con una última regla de reembolsos (innecesaria por lo dispuesto en el
art. 1358), según la cual los bienes mencionados en los apartados 4º y 8º no perderán su
carácter privativo por el hecho de haber sido adquiridos con bienes o fondos comunes, pero
habrá un derecho de reembolso (la sociedad será acreedora del cónyuge propietario por el
valor satisfecho). A pesar de que el apartado 7º no se mencione, también en éste se
excepciona el principio de subrogación real.
1º. Los bienes obtenidos por el trabajo o la industria de cualquiera de los cónyuges. Los
rendimientos profesionales constituyen la primera fuente de ganancialidad en el matrimonio
como lo demuestra el art. 1344 CC. Dicho precepto presenta el trabajo y la industria como
términos equivalentes, aunque este último pueda entenderse en un sentido más amplio, que
comprenda igualmente los bienes generados con el trabajo manual de los cónyuges.
2º. Las rentas de capital privativo o ganancial. Se trata de los frutos, rentas o intereses que
produzcan tanto los bienes privativos como los gananciales. Aplicaciones concretas de este
precepto son los arts. 1349 y 1350.
3º. Los bienes adquiridos a título oneroso a costa del caudal común, bien se haga la
adquisición para la comunidad o para uno solo de los esposos. Se trata de una aplicación del
principio de subrogación real que es clave dentro de esta regulación.
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En sociedad de gananciales la regla básica de atribución de un bien a un determinado
patrimonio es la naturaleza de los fondos invertidos en su adquisición, y no el que figuren a
nombre de uno o de ambos cónyuges. Dicho de otra manera, la adquisición individual de los
bienes durante la vigencia de la sociedad no determina el carácter privativo de esas cosas a
favor del cónyuge adquirente, en contra de lo que es regla general en materia de adquisición
de la propiedad.
4º. Los adquiridos por derecho de retracto de carácter ganancial, aun cuando lo fueran con
fondos privativos, en cuyo caso la sociedad será deudora del cónyuge por el valor satisfecho.
El bien adquirido en el ejercicio de un derecho de retracto de carácter ganancial tendrá esta
misma naturaleza, aunque el dinero invertido procediera del patrimonio privativo de uno de
los cónyuges. Como excepción al principio de subrogación real, deberá aplicarse la regla de
reembolso del art. 1358 CC.
5º. Las empresas o establecimientos fundados durante la vigencia de la sociedad por uno
cualquiera de los cónyuges a expensas de fondos comunes. Se trata de los negocios o
empresas individuales (no societarias) en cuya constitución, aunque se halle la licencia
administrativa a nombre de uno solo de ellos, se hubieran invertido fondos gananciales.
El trabajo de uno de los cónyuges debe ser computado como aportación común. No obstante,
si en la fundación del negocio o empresa hubiera coincidido la inversión de fondos comunes y
privativos deberá aplicarse la regla de la comunidad del art. 1354 CC (pro indiviso entre
patrimonio privativo y ganancial).
Al margen de los arts. 1346 y 1347 CC pueden hallarse otros preceptos sobre el activo de la
sociedad de gananciales, que pasamos a exponer por el orden en el que aparecen legalmente:
Según el art. 1348 CC, siempre que pertenezca a uno de los cónyuges una cantidad o un
crédito pagaderos en cierto número de años, no serán gananciales las sumas que se
cobren en los plazos vencidos durante el matrimonio, sino que se estimarán capital de uno
u otro cónyuge, según a quien pertenezca el crédito.
Para alguna doctrina, la regla obedece al principio de que las amortizaciones parciales de
un crédito constituyen capital. No obstante, debe tenerse en cuenta que los intereses sí
deben reputarse gananciales de acuerdo con lo dispuesto en el art. 1347.2º.
Pensemos así en el caso de que uno de los cónyuges hubiera concedido un préstamo de
dinero privativo a un tercero pactándose como remuneración un determinado interés. Las
cantidades que se hubieran devengado durante el matrimonio por este último concepto
(interés) pertenecerán a la sociedad de gananciales en virtud de la regla general de que los
rendimientos que produzcan los bienes privativos tienen carácter común.
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o Usufructo y pensiones son privativos.
o Frutos y rentas devengadas son gananciales (art. 1349 CC).
La norma encaja con la regla de que son gananciales los frutos o rentas de los bienes
propios (art. 1347.2º). Por lo demás resulta reiterativa en el sentido de que el art. 1346 ya
consideraba privativos los bienes de carácter personalísimo, como son sin duda las
pensiones (de invalidez, de trabajo).
“Se reputarán gananciales (afirma el art. 1350) las cabezas de ganado que al disolverse la
sociedad excedan del numero aportado por cada uno de los cónyuges con carácter
privativo”.
Se trata de una regla procedente del Derecho romano. La sociedad de gananciales puede
considerarse como una especie de “usufructuaria legal” desde el momento en que la ley
declara comunes los frutos que proceden de los bienes privativos. Por esta razón, se
considera que sólo tienen esta naturaleza las cabezas de ganado privativo que, tras la
disolución de la sociedad de gananciales, excedieran de las que inicialmente hubiera
aportado el cónyuge.
d) Las ganancias en el juego y las adquisiciones por causas que eximen de la restitución .
o Resultados del juego o causa inmortal o torpe (art. 1305 o 1306), son
gananciales (art. 1351), PERO responsabilidad art. 1372 CC.
El art. 1351 señala que “las ganancias obtenidas por cualquiera de los cónyuges en el juego
o las procedentes de otras causas que eximan de la restitución, pertenecerán a la sociedad
de gananciales”.
El precepto adscribe las ganancias del juego al haber de la sociedad, sin distinguir entre las
que proceden de juegos lícitos (lotería del Estado) o ilícitos (aquellos de azar practicados
en lugares no autorizados).
La norma parece contradecir la regla general de que las adquisiciones gratuitas verificadas
constante la sociedad pertenecen al cónyuge que las hubiera percibido. Por ello, aquí
podría interpretarse el deseo del legislador de que la suerte de los cónyuges se comunique
también a la sociedad de gananciales, o como un supuesto más a incluir dentro del
concepto de industria del art. 1347 CC.
Lo que parece claro es que no se sigue aquí el principio de subrogación real, que obligaría a
tener en cuenta la procedencia del dinero invertido en la adquisición de esa ganancia
(monedas en las tragaperras o en el casino, o lo que se empleó para comprar el billete de
lotería o rellenar la quiniela).
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Ejemplo: Si tenemos un jugador profesional, que se dedica a jugar en timbas ilegales, los
rendimientos económicos el art. 1351 lo considera ganancial. Ahora bien, en cuanto a la
responsabilidad, habrá que atener al art. 1372: “De lo perdido y no pagado por alguno de
los cónyuges en los juegos en que la ley concede acción para reclamar lo que se gane
responden exclusivamente los bienes privativos del deudor.” Es decir,no responderán todos
los gananciales, sino solamente los que pudieran corresponderle al cónyuge que juega
ilícitamente.
La segunda parte del precepto alude a otras causas que eximan de la restitución, dentro de
las cuales podríamos incluir aquellas obligaciones naturales en las que el pago se realiza en
atención a una justa causa, que legitimaría posteriormente al accipiens (en nuestro caso,
cónyuge casado con régimen de sociedad de gananciales) para retener y no restituir la
cosa que hubiera recibido en cumplimiento de aquel deber moral.
Se distinguen entre las propias titularidades y los rendimientos. Si hay rendimientos como
consecuencia de esas acciones, títulos y participaciones, el rendimiento sí que tendrá
carácter ganancial.
El CC dedica cierta atención a las empresas societarias. En concreto, el art. 1352 señala que
las acciones u otros títulos o participaciones sociales suscritos como consecuencia de la
titularidad de otros privativos serán privativos, así como las cantidades obtenidas por la
enajenación del derecho de suscribir.
Los bienes adquiridos a plazos por uno de los cónyuges tienen la naturaleza de las reglas
contenidas en los arts. 1356 y 1357 CC, que acogen el principio de subrogación real pero
sólo en lo que respecta al abono del primer plazo.
Según el art. 1356, los bienes adquiridos por uno de los cónyuges constante la sociedad,
por precio aplazado, tendrán naturaleza ganancial si el primer desembolso se hubiera
realizado con dinero de esa procedencia, aunque los plazos restantes se satisficieran con
dinero privativo. A la inversa, si el primer desembolso fuera privativo el bien tendría
también esta naturaleza.
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Se pretende con ello atribuir una concreta calificación (ganancial o privativa) desde el
primero momento a los bienes adquiridos a plazos en aras de la seguridad jurídica y
sacrificando con ello la aplicación del principio de subrogación real. Esto significa que si en
cualquiera de los dos casos anteriores el resto de plazos hubiera sido satisfecho con fondos
procedentes de un patrimonio distinto del inicial, la masa que hubiera sufrido la
disminución deberá ser reintegrada del valor invertido en la adquisición.
Según el art. 1357 CC, los bienes comprados a plazos por uno de los cónyuges antes de
comenzar la sociedad tendrán siempre carácter privativo, aun cuando la totalidad o parte
del precio aplazado se satisfagan con dinero ganancial.
Se exceptúan la vivienda y ajuar familiares, a los que se aplica el art. 1354**. En relación
con estos, habrá que entender formada una comunidad ordinaria que estará integrada, de
un lado, por el cónyuge que hubiera invertido fondos privativos y, por otro, por la sociedad
de gananciales. Se trata de una medida de protección de la vivienda y ajuar familiares,
aplicable analógicamente a las adquiridas constante matrimonio.
Sin embargo, no se resuelve en este precepto que sucede cuando estos bienes
hubieran sido adquiridos conjuntamente antes del matrimonio, habiendo abonado
ambos cónyuges con sus respectivos patrimonios privativos el primer plazo
(normalmente por partes iguales), y el restante, con dinero procedente de la
sociedad (hipótesis muy habitual en la práctica) En este supuesto hay que
entender que existirá una comunidad ordinaria sobre la cuota correspondiente al
primer abono, debiendo considerarse gananciales las restantes cuotas de
propiedad sobre la cosa. De cara a la administración y disposición de estos bienes,
el régimen quedará reducido a la necesidad de que ambos cónyuges otorguen su
consentimiento.
De acuerdo al art. 1359 CC, las mejoras introducidas en los bienes gananciales y privativos
tendrán el carácter que correspondan a los bienes mejorados, sin perjuicio del reembolso
del valor que hubiera sido satisfecho cuando éste pertenezca a una masa patrimonial
distinta.
Ejemplos son las edificaciones. Imaginemos que los cónyuges decidieran hacer un chalet
invirtiendo fondos gananciales en la parcela privativa de uno de los cónyuges. De acuerdo
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con el art. 1359 CC, el inmueble construido debería calificarse como privativo (el art. 358,
superficies solo cedit, lleva a la misma conclusión), aunque la sociedad de gananciales
tuviera derecho a un reembolso por el dinero invertido.
El párrafo segundo del art. 1359 CC contempla otra regla: “No obstante, si la mejora hecha
en bienes privativos fuese debida a la inversión de fondos comunes o a la actividad de
cualquiera de los cónyuges, la sociedad será acreedora del aumento del valor que los
bienes tengan como consecuencia de la mejora, al tiempo de la disolución de la sociedad o
de la enajenación del bien mejorado”.
Muy similar a la anterior es la norma del art. 1360 CC, que señala que las mismas reglas del
artículo anterior se aplicarán a los incrementos patrimoniales incorporados a una
explotación, establecimiento mercantil o a otro género de empresa.
El art. 1355 II, añade que si la adquisición se hiciere de forma conjunta y sin atribución de
cuotas, se presumirá su voluntad favorable al carácter ganancial de tales bienes.
Una cuestión importante que plantea el precepto es si en todos estos casos podrá reconocerse
un derecho de reembolso a favor de la masa privativa, ante lo cual la mayoría de la doctrina
adopta una posición favorable.
En la atribución del carácter ganancial, entre los cónyuges se pueden calificar determinados
bienes aun siendo privativos, como gananciales (no hay prohibición para realizar negocios
jurídicos entre los cónyuges). Sin embargo, en dicha atribución es importante distinguir lo que
constituye la relación interna y lo que constituye la relación externa:
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- pero frente a terceros, para que sea plenamente eficaz, es necesario que se acredite la
causa justificativa de donde proviene ese carácter ganancial (art. 95.4. Reglamento
Hipotecario).
En la sociedad de gananciales las reglas que rigen la atribución de la pertenencia de los bienes
son diferentes a las que funcionan de ordinario. Como ya se dicho, la adquisición de la
propiedad no se halla en función de la intervención propio nomine de una persona en el acto
de adquisición de la cosa, sino de la naturaleza de los fondos invertidos.
En este contexto el CC establece en su art. 1361 una presunción que facilite la prueba de este
hecho, y que se halla formulada en beneficio de la masa común en los siguientes términos: “se
presumen gananciales los bienes existentes en el matrimonio, mientras no se pruebe que
pertenecen privativamente a uno de los cónyuges”.
Se trata de una presunción que opera sobre todos los bienes que existan dentro del
matrimonio, con independencia de si están a nombre de uno o de otro cónyuge. Tiene, eso sí,
un carácter iuris tantum que permite probar la privatividad de los bienes acreditando la
procedencia, también privativa, de los fondos invertidos en su adquisición. En este punto, la
prueba de confesión del art. 1324 CC reviste suma importancia.
La confesión que puedan hacer los cónyuges tanto del carácter ganancial o privativo,
para sea eficaz frente a terceros, habrá de seguir las reglas de tramitación
contempladas en los arts. 93, 94 y 95.4. del Reglamento Hipotecario, sobre inscripción
en el Registro de la Propiedad de bienes de los cónyuges y de la sociedad conyugal.
Finalmente, hay que señalar que el art. 1361 se refiere tanto a los bienes muebles como
inmuebles, así como a los derechos, pero que, en cambio, no está presente en materia de
pasivo. Esto es, no existe la presunción de que toda deuda contraída por los cónyuges sea
ganancial y pueda hacerse efectiva sobre el patrimonio común.
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6. CARGAS DE LA SOCIEDAD DE GANANCIALES
Cargas: gastos que se atribuyen por ley al patrimonio común, y que pueden derivar
tanto de la asunción por los cónyuges de un débito como de cualquier otra expensa o
desplazamiento patrimonial que hubieran realizado en beneficio de terceros durante
la vigencia del régimen.
Obligaciones o deudas: solo los débitos que, asumidos individual o conjuntamente por
los cónyuges, pueden ser ejecutados por los acreedores directamente sobre el
patrimonio común, independientemente de si constituyen también cargas de la
sociedad.
La principal diferencia es el ámbito de eficacia; las cargas tienen una eficacia meramente
interna (destinatarios principales de las normas sobre las cargas son los cónyuges) y las
obligaciones tienen una eficacia ad extra (las normas que determinan que ciertas obligaciones
contraídas por los cónyuges son gananciales conciernen de manera especial a los terceros que
ostentan la titularidad de los derechos de crédito y, con ello, el legítimo interés por conocer si,
además del patrimonio privativo del cónyuge deudor, responderán también los bienes
gananciales).
CARGAS:
“Familia” engloba: cónyuges, hijos comunes e hijos de uno solo que convivan
en el hogar familiar. *Cuando los hijos de uno solo de los cónyuges no conviva
en el hogar familiar, los gastos de su sostenimiento serán sufragados por la
sociedad de gananciales pero dan lugar a reintegro en el momento de la
liquidación.
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mencione, los actos de disposición de las mismas que declara a cargo de la sociedad de
gananciales los gastos de gestión de venta de un inmueble ganancial.
Cuando para cualquiera de las anteriores que son de cargo definitivo de la sociedad, uno de los
cónyuges hubiera aportado bienes propios, habrá lugar a un reintegro a cargo de la masa
ganancial.
Nos referimos solo a la responsabilidad provisional de la masa común; las normas que regulan
con una mayor amplitud las deudas que los acreedores pueden ejecutar directamente sobre el
patrimonio común. Son (arts. 1365 a 1372 CC):
a) Ejercicio de la potestad doméstica (art. 1365 en relación con 1319). Establece una
legitimación individual de los cónyuges para la atención de las necesidades ordinarias
de la familia encomendadas a su cuidado, conforme al uso del lugar y a las
circunstancias de la misma.
Arts. 1365 y 1319 rigen en la esfera externa frente a los acreedores, lo que
obliga a poner en armonía la protección de los intereses familiares con los de
estos terceros, a los que no podrá imponerse la investigación de si los gastos
que está realizando y las deudas que está asumiendo el cónyuge con el que
contratan resultan o no proporcionados a la capacidad económica de su
familia. Por esta razón:
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También responderán de los bienes gananciales de las obligaciones contraídas
por uno solo de los cónyuges en caso de separación de hecho para atender a
los gastos de sostenimiento, previsión y educación de los hijos que estén a
cargo de la sociedad de gananciales.
¿Cómo pueden conocer los acreedores si un cónyuge está legitimado o no para contraer estos
actos de los cuales se derivará la deseable consecuencia de que el patrimonio común quedará
afecto al cumplimiento de los débitos surgidos?
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d) Deudas extracontractuales de los cónyuges. Las obligaciones extracontractuales de un
cónyuge como consecuencia de su actuación en beneficio de la sociedad conyugal o en
el ámbito de la administración de los bienes, serán de la responsabilidad y cargo de
aquella, salvo si fuesen debidas a dolo o culpa grave del cónyuge deudor. Norma
mixta de responsabilidad y cargo de la sociedad de gananciales, que declara comunes
a todos los efectos las obligaciones extracontractuales que se hubieran derivado de
una actuación en beneficio de la sociedad conyugal o de la administración de los
bienes.
Para hacer responsable a los bienes comunes es preciso que las obligaciones
extracontractuales no fueren debidas a dolo o culpa grave del cónyuge
deudor. Sólo puede referirse al pasivo definitivo, porque, aplicada a la
responsabilidad externa frente a los acreedores, produciría el absurdo
resultado de que para lograr la agresión del patrimonio común. Éstos tendrían
que demostrar que el cónyuge fue culpable pero no mucho.
e) Deudas contraídas por ambos cónyuges de común acuerdo o por uno de ellos con el
consentimiento expreso del otro. Independientemente de la naturaleza del gasto, si la
deuda hubiera sido contraída por ambos cónyuges o por uno de ellos con el
consentimiento expreso del otro, los bienes gananciales responderán en todo caso.
Esta responsabilidad nace tanto de la actuación conjunta como de la actuación de uno
con el consentimiento expreso del otro. Las deudas derivadas de la administración
conjunta del patrimonio ganancial son gananciales.
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La norma parece dejar fuera algunos casos de cogestión que ampara en
cambio regla general del art. 1375 que no exige que el consentimiento del otro
cónyuge sea expreso. ¿Significa esto que las actuaciones de administración
sobre el patrimonio común que lleve a cabo un cónyuge con el consentimiento
tácito del otro no podrán hacerse efectivas sobre los bienes comunes? No, esto
supondría dejar vacías de contenido las normas sobre gestión de la sociedad
de gananciales. Por ello, debe interpretarse que el precepto consagra en
realidad la responsabilidad de la masa común en casos en que ésta no existiría
de acuerdo con las reglas generales. Desde este punto de vista tendría sentido
que se exigiera el consentimiento expreso del otro, para añadir, como una
garantía más del crédito, la responsabilidad de un patrimonio -el ganancial-
que es ajeno en principio a la deuda (art. 1827 CC). (ej. gastos que exceden del
ejercicio de la potestad ordinarios de la familia como la compra de un coche a
plazos decidida individualmente por uno de los cónyuges).
f) Deudas que genera la adquisición de un bien ganancial a plazos por uno de los
cónyuges sin el consentimiento del otro. Responde siempre el bien adquirido, sin
perjuicio de la responsabilidad de otros bienes según las reglas del código. La que
recae sobre el bien adquirido no ocupa necesariamente el primer lugar, ya que la
afección a que se refiere el precepto no es asimilable a una garantía real de carácter
especial. Respecto de la responsabilidad del resto de bienes, la cuestión no es clara y
hay doctrina a favor de los tres planteamientos (unos consideran que la deuda sería
ganancial, otros que sería privativo y otros que sería una situación intermedia).
Art. 1371 CC: lo perdido y pagado durante el matrimonio por alguno de los
cónyuges en cualquier clase de juego no disminuirá su parte respectiva de los
gananciales siempre que el importe de aquella pérdida pudiera considerarse
moderado con arreglo al uso y circunstancias de la familia. Finalidad: evitar
que en la liquidación de la sociedad los cónyuges tengan que confesarse
recíprocamente sus historias de juego.
Art. 1372 CC: lo perdido y no pagado por alguno de los cónyuges en los juegos
en que la ley concede acción para reclamar lo que se gane responden
exclusivamente los bienes privativos del deudor. De lo pedido y no pagado
por alguno de los cónyuges responden solo los bienes privativos del deudor.
17
dirigirse indistintamente contra cualquiera de estas masas patrimoniales, sin que
el cónyuge que hubiera asumido la deuda ni su consorte puedan oponerle el
beneficio de excusión. La noción de deudas de la sociedad nos sitúa en el plano de
la responsabilidad provisional.
2. Con base en el carácter común que tienen los bienes gananciales, se afirma que, si
los privativos no fueran suficientes para satisfacer esas obligaciones, el acreedor
podrá pedir el embargo de bienes gananciales concretos, que será
inmediatamente notificado al otro cónyuge, y éste podrá exigir que la traba se
sustituya por la parte que ostenta el cónyuge deudor en la sociedad conyugal, en
cuyo caso, el embargo llevará consigo la disolución de ésta. Se permite, por tanto,
la agresión de los bienes comunes por obligaciones no gananciales. No obstante, la
inexistencia de cuotas dentro de esta especial forma de comunidad hace imposible
el embargo parcial de estos bienes. El ejercicio por el cónyuge no deudor de su
facultad de sustitución da lugar a una modificación de la traba inicial sobre el bien
común, que quedará sustituida por otra que recaiga sobre los bienes resultantes
de la división del patrimonio ganancial que hubieran sido adjudicados al deudor en
la liquidación de la sociedad. El trámite procesal para hacerlo es la simple solicitud
al tribunal que estuviera entendiendo de la ejecución.
Las reglas por las que se rige, en defecto de pacto en capitulaciones, la gestión de la masa
común se recogen en los arts. 1375 y ss. CC.
La regla general que preside la administración de la masa común: “en defecto de pacto en
capitulaciones, la gestión o disposición de los bienes gananciales corresponde conjuntamente
a los cónyuges, sin perjuicio lo que se determina en los artículos siguientes”. No significa que
ambos cónyuges deban actuar conjuntamente, sino que puede tratarse de una actuación
individual con el consentimiento expreso o tácito, anterior o posterior, general o especial del
otro. La iniciativa puede provenir de cualquiera de los cónyuges, pero el que se hubiera
limitado a prestar su consentimiento no se convierte en parte del contrato a efectos de
responder con su propio patrimonio de las deudas que se generen. De la misma manera,
tampoco habrá de ser demandado en la correspondiente acción contractual que pudiera
entablar la contraparte.
Los arts. 1376 y 1377 prevén la intervención del juez en el caso de que uno de los cónyuges se
negare injustificadamente a prestar su consentimiento (se refiere a los acto de administración
para los que se prevé que el juez pueda suplir el citado consentimiento si encontrara fundada
la petición del cónyuge) o estuviere impedido para hacerlo con el fin de evitar que la gestión
de la sociedad de gananciales se paralice (se refiere a los actos de disposición a título oneroso).
*Además, si uno lo negare o estuviere impedido para prestarlo, podrá el Juez, previa
información sumaria, autorizar uno o varios actos dispositivos cuando lo considere de interés
18
para la familia. Excepcionalmente acordará las limitaciones o cautelas que estime
convenientes.
Los actos de gestión o disposición que realice un cónyuge sin el necesario consentimiento del
otro o la autorización judicial supletoria, serán anulables. Si se trata de actos a título gratuito la
sanción será la nulidad de pleno derecho, salvo que se trate de liberalidades de uso.
1379: Cada cónyuge puede disponer por testamento de la ½ de sus bienes. Sólo una
vez que la SG se ha disuelto se concreta la cuota de cada uno en bienes concretos.
NO se puede enajenar Intervivos la cuota.
b) Disposición por el cónyuge propietario de los frutos y productos produzcan sus bienes
(art.1381 CC). Este precepto reitera el 1347.2 (los frutos de los bienes privativos son
comunes). La novedad es que se permite al cónyuge disponer de los mismos en su labor
de administración de su patrimonio, con el fin de que pueda utilizar lo obtenido en la
satisfacción de las deudas que genera su producción. Se dota al cónyuge de cierta
autonomía patrimonial
19
e) Ejercicio de los derechos de crédito, cualquiera que sea la naturaleza, por aquel de los
cónyuges a cuyo nombre aparezcan constituidos (art. 1385.1 CC). Mismo problema de
interpretación que el anterior. Aclaración: Su intención no era regular una nueva
habilitación de gestión individual sobre los bienes gananciales, sino dejar claro que el
régimen económico matrimonial no incide en la configuración subjetiva ni en el ejercicio
de las relaciones obligatorias.
Los créditos y la posición dentro de una relación contractual pueden ser gananciales
(arrendamiento celebrado por uno de los cónyuges, satisfaciendo las rentas con dinero común)
y, sin embargo, el único legitimado para ejercer el contenido del derecho de crédito frente al
deudor, será su titular (el cónyuge que hubiera asumido el crédito o celebrado el contrato). La
ley de Arrendamiento Urbano es coherente con el 1385 CC
f) Defensa de los bienes y derechos gananciales (art. 1385.II CC). Cada cónyuge está
legitimado para ejercer la defensa de los bienes o derechos comunes por vía de acción o
de excepc1ón. La jurisprudencia ha entendido que no se exige el litisconsorcio activo
necesario en las actuaciones emprendidas en beneficio de la comunidad.
h) Además de estas excepciones, los arts. 1387 y 1388 CC prevén sendos supuestos de
gestión individual de carácter temporal en favor de los cónyuges. Son casos de gestión
continuada cuando uno de los cónyuges se encontrara en situación de incapacidad (de
hecho o de derecho), de ausencia (declarada o no) o hubiera abandonado al otro.
Ambas obvian la regla de cogestión:
1388: los tribunales podrán conferir la administración a uno solo de los cónyuges
cuando el otro se encontrare en imposibilidad de prestar consentimiento, o
hubiere abandonado la familia, o existiere separación de hecho. La diferencia es
que aquí la transferencia no se opera de modo automático o ministerio legis, sino
que necesita una autorización judicial.
Son aplicables a ambos supuestos lo dispuesto en el art. 1389. El cónyuge en el que recaiga la
administración tendrá para ello plenas facultades, .salvo que el Juez, cuando lo considere de
interés para la familia, y previa información sumaria, establezca cautelas o limitaciones. En
todo caso, para realizar actos de disposición sobre inmuebles, establecimientos mercantiles,
objetos preciosos o valores mobiliarios salvo el derecho de suscripción preferente, necesitará
autorización judicial. En caso de no contar con ella el acto será anulable
20
9. ACTOS ANÓMALOS E IRREGULARES
El CC contempla una sanciones para los actos realizados por un cónyuge sin legitimación o
causando un daño a la sociedad.
Los actos de administración o de disposición para los cuales el cónyuge no hubiera recabado el
necesario consentimiento de su consorte son ANULABLES, y nulos si hubieran sido realizados a
título gratuito.
Además de lo mencionado en los arts. 1322 y 1378 CC, el CC contempla otros límites a la
gestión individual:
art. 1391 CC: cuando un cónyuge hubiera realizado un acto en fraude de los dchos de
su consorte será de aplicación lo dispuesto en el art anterior + si el adquirente hubiera
procedido de mala fe, el acto será rescindible. Se refiere a actos que hubieran sido
ejercidos dentro de las competencias de cada cónyuge (sobre bienes gananciales o
privativos), pero realizados con la intención de perjudicar al otro. Para la rescisión es
preciso que el adquirente sea de mala fe (consilium fraudis).
Art. 1383 CC: dispone que deben los cónyuges informarse recíproca y periódicamente sobre la
situación y rendimientos de cualquier actividad suya (se refiere a bienes gananciales y bienes
privativos)
21
11. CAUSAS DE DISOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD DE GANANCIALES.
El CC contempla en dos preceptos distintos las causas de disolución del régimen económico
matrimonial de sociedad de gananciales:
1. Art. 1392 CC. Este efecto se produce de manera automática asociado a la disolución
del matrimonio por divorcio, muerte o declaración de fallecimiento de cualquiera de
los cónyuges, a la separación judicial o al cambio de régimen económico matrimonial
mediante pacto en capitulaciones.
Entre los efectos que desencadena la extinción del vínculo conyugal se encuentra la
disolución del régimen económico que hasta ese momento regía las relaciones
patrimoniales del matrimonio.
2. Art. 1393. Contempla otro grupo de causas que no operan de modo automático sino
que permiten a uno de los cónyuges instar judicialmente la disolución de este régimen
económico matrimonial:
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b. Venir el cónyuge realizando por sí solo actos dispositivos o de gestión
patrimonial que entrañen fraude, daño o peligro para los derechos del otro en
la sociedad.
c. Llevar separado de hecho más de un año por acuerdo mutuo o por abandono
del hogar. La legitimación para pedir la disolución corresponde a cualquiera de
los cónyuges, siempre y cuando no se haya obtenido el mismo resultado
mediante el otorgamiento de capitulaciones matrimoniales.
Junto a estas causas de disolución, también está la que se deriva de la solicitud de uno
de los cónyuges cuando se embargan bienes gananciales por deudas privativas. En ese
caso, el art. 1374 CC prevé que tras la disolución se aplique el régimen de separación
de bienes salvo que en el plazo de 3 meses, el cónyuge del deudor opte en documento
público por el comienzo de una nueva sociedad de gananciales.
Los efectos de la disolución no automática tienen lugar desde la fecha en que recaiga
la sentencia que la declare. Se requiere en estos casos un pronunciamiento judicial ad
hoc, que motiva que durante la tramitación del procedimiento, el juez pueda acordar
las medidas necesarias para la administración del patrimonio.
Según el art. 1394 CC, deberá requerirse licencia judicial para todos los actos que
excedan de la administración ordinaria. Deberá practicarse un inventario como medida
cautelar, siendo la autoridad judicial competente para declarar la disolución la que
deberá practicar la liquidación si los cónyuges no estuvieran de acuerdo.
La comunidad sobre el patrimonio ganancial que surge tras la disolución de la sociedad y hasta
el momento en que se practica la liquidación se denomina comunidad postmatrimonial o
postganancial.
Existe analogía entre esta comunidad y la que se constituye entre los herederos del causante
sobre el caudal relicto, porque las cuotas de copropiedad no recaen sobre los bienes concretos
sino sobre el patrimonio en su conjunto, es decir, antes de la partición, ni los cónyuges en
sociedad de gananciales ni los herederos en la comunidad hereditaria podrán apropiarse de
ninguno de ellos, ni tampoco sus acreedores embargar más que la cuota que les corresponda.
23
su patrimonio privativo, y los únicos incrementos patrimoniales que podrá experimentar la
masa común procederán:
Del cobro de los créditos que la sociedad ostente frente a terceros (devolución de una
fianza arrendaticia, de Hacienda por la tributación del IRPF, de un préstamo concedido
por los cónyuges a un familiar, de unos atrasos de pagos de rendimientos
profesionales, etc.).
De subrogaciones que tengan lugar en el seno del patrimonio (permutas,
indemnizaciones por daños que sufran los bienes).
De la fructificación de los bienes ya existentes.
Las reglas que se aplican a esta nueva comunidad no son tampoco las que rigen durante la
sociedad de gananciales, sino las contempladas en los arts. 392 y ss. para la comunidad de
bienes.
El art. 1408 CC establece de modo expreso el derecho de los cónyuges o del sobreviviente y los
hijos, mientras se haga la liquidación del caudal inventariado y hasta que se les entregue su
haber, a recibir alimentos con cargo a la masa común de bienes, aunque se prevé que se les
rebaje la parte que excedan de los que les hubiese correspondido en razón de frutos y rentas.
Es un recurso excepcional que se puede solicitar cuando se carezca de otros bienes. La
satisfacción tiene lugar con cargo a los frutos y rentas que produzca el patrimonio común.
La liquidación puede ser solicitada por cualquiera de los cónyuges, que no están obligados a
permanecer en esa situación de indivisión tras la extinción de su sociedad.
Convencional: cuando los cónyuges estuvieran de acuerdo sobre los bienes que deben
integrar la masa partible, su avalúo y los lotes que les corresponden. A falta de
acuerdo, la liquidación del patrimonio ganancial podrá solicitarse judicialmente, en
24
cuyo caso el procedimiento se ventilará de conformidad con las normas contenidas en
los arts. 806 a 810 LEC.
2. El importe actualizado del valor que tenían los bienes al ser enajenados por negocio
ilegal o fraudulento si no hubiesen sido recuperados. Se trata tanto de los supuestos
de enajenación de bienes o derechos gananciales en contravención de las normas del
CC o estipulaciones capitulares, como aquellos en que los que la enajenación hubiera
sido realizada a través de un negocio fraudulento (art. 1391 CC).
3. El importe actualizado de las cantidades pagadas por la sociedad que fueran de cargo
sólo de un cónyuge y en general, las que constituyen créditos de la sociedad contra
éste.
Cuando, sin mediar causa justificada, alguno de ellos no compareciera en el día señalado, se le
tendrá por conforme con la propuesta que hubiera efectuado el compareciente. En este caso,
así como cuando habiendo comparecido ambos, hubieran llegado a un acuerdo, se consignará
éste en el acta y se dará por concluido el acto.
25
El TS no obliga a la realización del inventario cuando sólo exista un bien. si la liquidación fuera
convencional, tampoco estarán los cónyuges obligados a realizarlo, aunque, su elaboración les
reportará ciertas ventajas pues mientras no se hayan pagado por entero las deudas de la
sociedad, los acreedores conservarán sus créditos contra el cónyuge deudor, y el no deudor
responderá solamente con los bienes que le hubieran sido adjudicados si se hubiere formulado
debidamente el inventario judicial o extrajudicial. En caso contrario, el cónyuge no deudor
responderá con todo su patrimonio.
2. El importe actualizado del valor de los bienes privativos cuando su restitución deba
hacerse en metálico por haber sido gastados en interés de la sociedad, y los deteriores
producidos en dichos bienes por su uso en beneficio de la sociedad.
3. El importe actualizado de las cantidades pagadas por uno de los cónyuges que fueran
de cargo de la sociedad o, en general, los créditos de los cónyuges contra ésta. Se trata
de las cantidades privativas que hubieran sido invertidas por los cónyuges para hacer
frente a las obligaciones a cargo de la sociedad, así como las que, con la misma
procedencia, hubieran servido para adquirir bienes comunes.
El CC ordena que se satisfagan en primer lugar las deudas de la sociedad frente a terceros,
comenzando por las alimenticias que tendrán preferencia. Respecto de las demás, si el caudal
inventariado no alcanzase para ello, se observará lo dispuesto para la concurrencia y prelación
de créditos (art. 1399).
Como medio de pago cuando no hubiera metálico suficiente, el art. 1400 prevé que se puedan
realizar adjudicaciones de bienes gananciales, aunque se reconoce igualmente la posibilidad
de que si cualquier partícipe o acreedor lo pidiera, se proceda a su enajenación y se paguen los
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débitos con su importe. La ley prevé que se acuda a un subrogado del cumplimiento para dar
satisfacción a las deudas comunes.
No es preciso que la sociedad carezca de metálico suficiente, sino que podrá recurriré a la
adjudicación en pago de deudas consorciales siempre que lo consientan ambos cónyuges y lo
autorice el acreedor.
Una vez satisfechas las deudas y cargas de la sociedad, se abonarán las deudas que cada
cónyuge tenga frente al caudal común. Pagadas las deudas y cargas de la sociedad, se
abonarán las indemnizaciones y reintegros debido a cada cónyuge hasta donde alcance el
caudal inventariado, haciendo las compensaciones que correspondan cuando el cónyuge sea
deudor de la sociedad.
El art. 810 LEC establece las normas procesales para la liquidación, la convocatoria de las
partes ante el secretario judicial al objeto de llegar a un acuerdo y en su defecto, designar
contador y en su caso, peritos para la práctica de las operaciones liquidatorias.
Si uno de los cónyuges no compareciera, sin mediar justa causa, se le tendrá por conforme con
la propuesta de liquidación que hubiera efectuado el que hubiera comparecido. En este caso,
así como cuando, habiendo comparecido ambos cónyuges, hubieran llegado a un acuerdo, se
consignará éste en el acta y se dará por concluido el acto, llevándose a efecto lo acordado.
La remisión a las normas de la herencia en lo que se refiere a la partición del haber ganancial
está presente en el art. 1410 CC, que señala que en todo lo no previsto, se estará a lo
establecido para la partición y liquidación de la herencia.
El art. 1061 señala que respecto a la formación de lotes de los herederos en la partición del
caudal, se ha de guardar la posible igualdad, adjudicando a cada uno de los coherederos cosas
de la misma naturaleza, calidad o especie.
No obstante, hay supuestos en los que se prevé la facultad de los cónyuges de reclamar para sí
determinados bienes con los que tienen una vinculación personal (bienes de uso personal), o
27
les sirven para el ejercicio de su profesión, o satisfacen su necesidad de alojamiento (vivienda
familiar, cuando uno de los cónyuges hubiese fallecido).
El art. 1406 CC señala en efecto, que cada cónyuge tendrá derecho a que se incluyan con
preferencia en su haber, hasta donde éste alcance:
Para facilitar la realización de estas adjudicaciones preferentes el art. 1407 CC prevé que en los
casos del local profesional y la vivienda familiar, el cónyuge pueda pedir a su elección que se le
atribuyan los bienes en propiedad o que se constituya sobre ellos a su favor un derecho de uso
o habitación. Si el valor de los bienes o el derecho superaran al del haber del cónyuge
adjudicatario, deberá éste abonar la diferencia en dinero.
El art. 1409 CC prevé la hipótesis de que se haya dado comienzo a una sociedad de gananciales
por nuevo matrimonio de uno de los cónyuges sin haber liquidado previamente la anterior.
Para determinar el capital de cada sociedad se admitirá toda clase de pruebas en defecto de
inventarios. Si, a pesar de ello, persistiera la deuda, los distintos bienes gananciales se
atribuirán proporcionalmente entre las diferentes sociedades, atendiendo al tiempo de su
duración y a los bienes e ingresos de los respectivos cónyuges.
La norma se centra en los problemas probatorios que pueden surgir entre las dos sociedades
(o más) sociedades que se están liquidando acerca de la adscripción de los activos a una u otra.
No se trata de decidir, dentro del segundo matrimonio, si los bienes son gananciales o
privativos de los cónyuges (ya lo resuelve el art. 1361 CC), sino de determinar la pertenencia
de los comunes al primero o segundo matrimonio del cónyuge que liquida.
Las deudas se plantearán corrientemente en relación con los bienes muebles, ya que la
adquisición de los inmuebles suele formalizarse en documento público, cuando no inscribirse
en el Registro de la Propiedad, lo que permitirá determinar exactamente el momento en que
fue verificada.
El régimen de inscripción de los bienes adquiridos por los cónyuges durante la sociedad de
gananciales se encuentra sometido a los siguientes principios:
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También figurarán con carácter ganancial, aunque a nombre de uno solo de los
cónyuges, los adquiridos por éste a título oneroso y para la sociedad de gananciales
(art. 93.4 RH que aunque no afirma que se hayan adquirido a costa del caudal común,
debe presuponerse esta indicación en los mismos términos que se desprende del art.
93.1 RH).
En cambio, si se adquieren con dinero privativo por uno solo de los cónyuges, figurarán
a su nombre con este carácter (art. 95.1 RH). El art.95.2 RH establece que el carácter
privativo del precio o de la contraprestación del bien adquirido deberá justificarse
mediante prueba documental pública. Si la prueba de carácter privativo derivase de la
confesión de su consorte, se expresará esta circunstancia en la inscripción y ésta se
practicará a nombre del cónyuge a cuyo favor se hiciera aquélla.
En el primer caso, hay que estar a lo dispuesto en el art. 94 RH. Los bienes adquiridos a
título oneroso por uno solo de los cónyuges, sin expresar que adquiere para la
sociedad de gananciales, se inscribirán a nombre del cónyuge adquirente con carácter
presuntivamente ganancial.
En el segundo caso, el bien se inscribirá a nombre de los dos con carácter ganancial si
ambos cónyuges le atribuyen de común acuerdo tal condición (art. 1355 CC) o los
adquieren de forma conjunta sin atribución de cuotas.
En cualquier otro caso, se inscribirán a nombre de ambos, cada uno por su cuota,
como una comunidad ordinaria.
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Todos los actos inscribibles relativos a estos bienes se llevarán a cabo
exclusivamente por el cónyuge adquirente aun antes de proceder a la
liquidación de la sociedad conyugal disuelta (art. 95.3 RH).
Si se trata de bienes que resultan privativos por la confesión del otro cónyuge,
en coherencia también con la regla del no perjuicio a sus herederos forzosos y
acreedores, la inscripción de los actos relativos a los mismos exigirá que se
realicen por el cónyuge titular con el consentimiento de los herederos forzosos
del confesante tras el fallecimiento de éste, salvo que el carácter privativo del
bien resulte de la partición de la herencia (art. 95.4 RH).
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- O bien se haya disuelto un régimen comunitario constante matrimonio, no habiendo
manifestado los cónyuges la voluntad de que rija otro régimen. (Régimen supletorio de
segundo grado).
Sin embargo, hay quien considera que desde que se decretó la separación judicial de los
cónyuges puede regir el régimen de separación. Se trataría, en todo caso, de un régimen
absolutamente atenuado en sus efectos, pues no serían de aplicación los artículos 1438 y ss
CC, que parten de la premisa de la convivencia o relación de confianza entre cónyuges. En los
casos de disolución del matrimonio (divorcio o nulidad), no puede hablarse de vigencia
posterior de un régimen de separación, puesto que no hay matrimonio.
Ello salvo que, en el plazo de tres meses, el cónyuge del deudor opte en documento público
por el comienzo de una nueva sociedad de gananciales (art 1347 CC).
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La separación de bienes no se altera por desaparición de las causas de la hubiesen motivado,
si bien los cónyuges pueden otorgar nuevas capitulaciones acordando que vuelvan a regir las
reglas de la sociedad de gananciales o cualquier otro régimen admitido por el ordenamiento
(artículo 1443 y 1444 CC).
3. PRINCIPIOS INSPIRADORES
1. Separación de titularidades
2. Separación de gestión y disposición de los bienes
3. Separación de responsabilidad
No rige el mecanismo de la subrogación real pues no existen preceptos legales que, en sede de
separación de bienes, así lo determinen, ni son susceptibles de aplicación analógica los que la
establecen en el régimen legal.
32
De este modo la titularidad de los fondos invertidos no determina la titularidad del bien
adquirido. Si el cónyuge adquiriente ha utilizado fondos pertenecientes a su consorte al
realizar la adquisición, se tratará de un caso de donación o préstamo de los fondos. De hecho
la donación de los fondos se presume a fin de proteger a los acreedores del presunto donante.
Con todo, esto es frecuente que haya casos en los que el cónyuge titular sea un mero
testaferro de su consorte, por lo que podrá ejercerse la acción de simulación relativa
subjetiva, estando favorecida la prueba del acuerdo simulatorio por el hecho de que la propia
relación conyugal ha sido considerada en ocasiones como indicio de simulación.
Ante la imposibilidad de determinar a qué cónyuge pertenece un concreto bien o derecho, por
no existir prueba de quien lo adquirió, el artículo 1441 establece una presunción de que el bien
pertenece a ambos en copropiedad ordinaria a partes iguales. La titularidad de los fondos
invertidos no determina la titularidad del bien adquirido, pero pueden servir como indicio o
prueba de presunción sobre la titularidad del bien, a efectos de la aplicación del artículo 1441
CC.
Aunque cada cónyuge tiene facultades exclusivas de administración de sus bienes, no hay
inconveniente en que un cónyuge actúe como mandatario o apoderado de otro, tanto para los
actos concretos como, de forma general para la administración de todo su patrimonio. En ese
caso el artículo 1439 CC establece que el cónyuge administrador tiene las mismas
obligaciones y responsabilidades que cualquier mandatario, si bien, de forma excepcional no
tendrá obligación de rendir cuenta de los frutos percibidos y consumidos, salvo cuando se
demuestre que los invirtió en atenciones distintas al levantamiento de las cargas del
matrimonio.
33
El precepto se ha interpretado en el sentido de que, en todo caso, habrá de rendir cuentas
para determinar qué frutos se han percibido, y sólo deberán ser objeto de restitución aquellos
frutos inexistentes en el momento actual, en tanto se pruebe que fueron consumidos en
atenciones distintas al levantamiento de las cargas del matrimonio. El precepto se considera
dispositivo, y no es de aplicación desde que cesa la vida en común, momento a partir del cual
el matrimonio tiene obligación de restitución de todas los frutos.
El artículo 1440 establece las reglas de la separación de responsabilidades. Cada cónyuge tiene
plena libertad:
- La remisión al artículo 1438 no resulta del todo aceptada en un precepto cómo esté
del artículo 1440CC, que se refiere a las facultades de vinculación de patrimonios
frente a terceros. El art 1438 CC establece un deber de contribución a las cargas desde
el punto de vista interno, es decir un deber de un cónyuge frente a otro.
- Sin embargo la remisión al artículo 1319 CC sí constituye una verdadera excepción al
principio de separación de responsabilidades; en este precepto se prevé que un
cónyuge pueda vincular los bienes que tengan en común y el patrimonio de su
consorte, si bien de modo subsidiario, responsabilizándolo así de las deudas
contraídas para cubrir las necesidades ordinarias de la familia.
Se trata de un deber que deriva del principio de colaboración, solidaridad y ayuda entre
ambos cónyuges, de tal manera que el régimen económico sólo fija el modo en que ha de
cumplirse.
Cuando se produce la separación, ya sea judicial o de hecho, tal deber pasa a concretarse en
los correspondientes deberes de prestación de alimentos, pensión compensatoria o deberes
derivados de la patria potestad, los cuales deben reclamarse en el procedimiento
correspondiente
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El concepto de cargas del matrimonio incluye los gastos destinados a satisfacer necesidades
primarias de la familia (art 142CC) , conforme a nivel de vida de la misma, determinado por sus
medios económicos. Asimismo, son cargas matrimoniales los gastos destinados a satisfacer
necesidades secundarias (aficiones, vacaciones, concertación de determinados seguros) en
tanto exista acuerdo de los cónyuges al respecto.
Quedan excluidos del concepto de carga del matrimonio las inversiones, aunque mediante su
uso y disfrute se satisfagan necesidades familiares, primarias o secundarias, como puede ser la
adquisición propiedad de la vivienda habitual. Tales gastos van más allá de la mera
satisfacción de una necesidad familiar, ya que persiguen la constitución de un patrimonio que
perdurará incluso cuando se haya extinguido el matrimonio, momento en el que debe
detenerse la solidaridad conyugal de la cual es expresión el deber de contribución.
Ahora bien, el deber de continuación no sólo puede cumplirse con prestaciones pecuniarias.
En el caso de que los cónyuges haya portado más de lo que le correspondía según la regla de la
contribución proporcional, el artículo 1319 establece un derecho de reembolso. Este derecho
puede solicitarse, salvo en el caso de la compensación por trabajo doméstico en cualquier
momento debiendo considerarse una deuda de valor.
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5. LA PRESUNCIÓN MUCIANA DE CARÁCTER CONCURSAL
Tras la promulgación de la LC, el artículo 1442 CC, debe considerarse derogado tácitamente
por el artículo 7.1 de aquella. Nueva redacción Art 1442: “Declarado un cónyuge en concurso,
serán de aplicación las disposiciones de la legislación concursal”. El precepto concursal, es un
intento de superación de los problemas de interpretación que el artículo 14 establece dos
presunciones iuris tantum
1. Por un lado, si el cónyuge del concursado ha adquirido bienes a título oneroso, y está
probado que la contraprestación satisfecha procede del patrimonio del concursado, se
presume la donación de tal contraprestación.
2. Por otro lado, si el cónyuge del concursado ha adquirido bienes a título oneroso
durante el año anterior a declaración de concurso, y no consta la procedencia de la
contraprestación, se presume que la mitad de la contraprestación fue donada por el
concursado así cuando junto a su cónyuge.
Una vez que se presumen las donaciones de los fondos invertidos, ya sea en su totalidad, ya
sea en su mitad, pueden ejercerse las acciones de reintegración de la masa previstas en la
propia LC. Las presunciones no se aplican cuando los cónyuges estuvieran separados
judicialmente o de hecho
1. CONCEPTO Y CARACTERÍSTICAS
En el régimen de participación cada uno de los cónyuges adquiere derecho a participar en las
ganancias obtenidas por su consorte durante el tiempo en que dicho régimen haya estado
vigente (art 1411 CC). El precepto expresa los caracteres del régimen de participación pero lo
hace de una forma poco acertada pues, en realidad, ambos cónyuges no participan de las
ganancias del otro, sino tan sólo aquel cónyuge con menores ganancias viene a participar en
los incrementos patrimoniales que su consorte haya obtenido durante la vigencia del régimen.
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obligacionales y se concretan en el momento de disolución del régimen. Hasta ese momento
el crédito es inembargable e intransmisible, si bien cabría una disposición mortis causa
respecto al mismo, que sólo llegaría a tener eficacia en caso de que surgiese efectivamente el
derecho de crédito a favor del disponente, en el momento de la extinción del régimen
Durante la vigencia del régimen de participación se aplican las normas del régimen primario,
las normas específicamente previstas para el régimen de participación en los art 1411 a 1434
CC y además, por la remisión que contiene el art 1413 CC, también las normas propias de
separación de bienes.
A pesar de esta remisión, no resultan aplicables los artículos 1435, 1443 y 1444. La aplicación
del régimen de participación del artículo 1438 que establece la compensación por trabajo en el
hogar, es cuestionada por la doctrina
3. VIGENCIA Y EXTINCIÓN
Señala el artículo 1415 que se extingue el régimen de participación en los casos prevenidos por
los artículos 1392 y 1393CC, que recogen los supuestos de extinción de la sociedad de
gananciales.
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terminación del régimen de participación cuando la irregular administración del otro
comprometa gravemente sus intereses”.
4. NORMAS DE LIQUIDACIÓN
- De una propuesta, que incluya la estimación del patrimonio inicial y final de cada
cónyuge
- La cantidad a pagar por el cónyuge con mayor incremento patrimonial.
De no existir acuerdo entre los cónyuges se les cita a una visita y continúa el procedimiento
por los trámites del juicio verbal.
Por tanto, la primera operación consiste en cuantificar el patrimonio final de ambos cónyuges
y también el inicial si no se realizó inventario en el momento de comenzar el régimen, como
resulta aconsejable. Los términos de comparación son los patrimonios final e inicial de cada
uno de los cónyuges. Aquel cónyuge cuyo patrimonio haya experimentado un incremento
menor, será el cónyuge acreedor de crédito de participación
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El patrimonio inicial está integrado por:
El patrimonio inicial cumple así la función conservadora similar a la de los bienes privativos en
el régimen de gananciales.
El patrimonio inicial se computa de forma neta para la deducción del pasivo (obligaciones del
cónyuge al empezar el régimen y obligaciones sucesorias, así como las cargas inherentes a las
donaciones y legados hasta el valor del activo heredado, donado o legado. (Art 1419 CC) En
caso de que un cónyuge inicie el régimen con un pasivo superior al activo el art 1420 establece
que el patrimonio inicial será cero.
Según el artículo 1421 CC deben estimarse los bienes en el estado y valor que tuvieran al
empezar el régimen.
Según el artículo 1422 CC el patrimonio final esta de integrado por todos los bienes y derechos
de que sea titular el cónyuge en el momento de terminación del régimen con deducción de las
obligaciones no satisfechas.
Se incluirán pues los bienes que ya existían en el momento inicial del régimen, siempre que
subsistan, los que después haya adquirido por cualquier título gratuito u oneroso, y los frutos
que en este momento existían.
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Los bienes que existieron en un momento intermedio sólo pueden ser computados en el
patrimonio final si fueron donados sin el consentimiento del otro cónyuge, salvo que se trate
de liberalidades de uso (art 1423 CC) o si fuesen enajenados fraudulentamente.
La primera parte del artículo 1425 CC determina el modo de hacer el avalúo de los bienes que
forman el patrimonio real, es decir, que existan en el momento de extinción del régimen. Los
bienes donados o enajenados fraudulentamente deben ser valorados conforme al estado que
tenían el día de su enajenación y por el valor que en el momento de la extinción tendrían.
Según el artículo 1426 los créditos entre cónyuges reciben el mismo tratamiento que los
créditos contra frente a terceros. El cónyuge acreedor debe incluir el crédito en el activo de su
patrimonio final y el cónyuge deudor debe incluirlo en su pasivo.
Una vez debidamente integrados los patrimonios iniciales y finales de cada cónyuge en el valor
que a cada uno corresponde, la diferencia entre el patrimonio final y el patrimonio inicial de
cada uno de ellos determinará si ambos cónyuges han obtenido gananciales o sólo uno de
ellos.
Si ambos han obtenido ganancias, el cónyuge cuyo patrimonio haya experimentado menor
incremento percibirá la mitad de la diferencia entre su propio incremento y el del otro
cónyuge (art 1427CC).
No nacen dos créditos que se compensan hasta la cantidad concurrente, sino que nace un sólo
crédito en el patrimonio del otro cónyuge que experimentó un incremento menor.
El art 1428 CC se refiere a los casos en que el matrimonio de uno de los cónyuges no ha
experimentado un incremento, o bien tiene pasivo, habiendo experimentado incremento el
patrimonio del consorte. Aquél participa en la mitad de las ganancias de este. Si ambos
patrimonios tienen perdida estas no se compensan, del mismo modo que sí solo un patrimonio
tiene pasivo, tampoco se compensa con una mayor participación en las ganancias del otro
cónyuge.
El artículo 1429 permite el pacto mediante el cual los cónyuges establecen una participación
distinta del 50% aplicable sobre el exceso de ganancia obtenida por uno de ellos, o sobre la
totalidad de las ganancias, en caso de que otro cónyuge no hubiera obtenido incremento
patrimonial alguno. El pacto debe haberse establecido en el momento de constituirse el
régimen, pero no debe haber inconveniente en que la distinta proporción se pacte con
posterioridad, siempre que se cumplimenten los requisitos necesarios para la modificación del
régimen. El porcentaje distinto al 50% debe ser el mismo para ambos cónyuges.
El artículo 1430 establece una limitación al pacto en proporción distinta a la mitad, cuyo
fundamento es el respeto a las legítimas de los descendientes no comunes. En caso de
existencia de descendientes no comunes se prohíbe el pacto que establezca una mayor
proporción. En caso de contravención del límite, se debe aplicar el porcentaje por mitad.
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4.4. Pago del crédito de participación.
Ahora bien, una vez disuelto el régimen, es posible el pago mediante la adjudicación de
determinados bienes:
Una vez determinada la cifra a satisfacer por el cónyuge deudor, éste puede solicitar un
aplazamiento del pago siempre que no exceda de 3 años y la deuda y sus interses legales
queden suficientemente garantizados (art 1431 CC). La decisión de conceder o no el
aplazamiento es discrecional del juez, que habrá de valorar la excesiva onerosidad que para el
cónyuge deudor puede implicar el pago actual (falta de liquidez, malas condiciones del
mercado para proceder a la venta de bienes, dificultad para conseguir crédito), y los prejuicios
que el aplazamiento causa al cónyuge acreedor (mayor o menor necesidad del pago actual a
efectos de evitar un endeudamiento…)
En caso de que no hubiese bienes en el patrimonio del deudor para hacer efectivo el derecho
de participación, el cónyuge acreedor podrá impugnar:
Respecto a las enajenaciones fraudulentas hay que recordar el artículo 1424 CC permitía su
inclusión ficticia en el matrimonio final, siendo suficiente para ello el carácter objetivo del
perjuicio.
Sin embargo, para la impugnación ex artículo 1433 CC, debe exigirse la concurrencia del
consilium fraudis, por analogía con la acción rescisoria común y porqué el artículo 1434 CC
impide la rescisión cuando haya de afectar al adquiriente a título oneroso y de buena fe. El
adquiriente a que se refiere el artículo 1434 CC no es el subadquiriente, sino que directamente
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se relaciona, a través del acto fraudulento, con el cónyuge de una semana se puede devolver el
objeto del acto fraudulento, con el cónyuge deudor.
La acción rescisoria deberá ser ejercida en el plazo de dos años desde la disolución del
régimen. No se establece un orden determinado para la impugnación, por lo que el cónyuge
acreedor puede elegir cualquier acto gratuito o fraudulento.
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