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LIQUIDACIÓN DE LA COMUNIDAD CONYUGAL

Sambrizzi, Eduardo A.
Publicado en: RCCyC 2015 (diciembre) , 3
Sumario: I. Introducción.— II. Derecho a recompensa.— III. Para poder partirse los bienes deben
determinarse distintas cuestiones
Cita: TR LALEY AR/DOC/3852/2015

I. Introducción
Durante el matrimonio existen dos masas de bienes administradas por cada uno de los esposos,
compuestas cada una de ellas por los bienes propios y por los gananciales que cada cónyuge
adquirió. Mientras se encuentra vigente la comunidad, ambos tienen un derecho eventual sujeto a
su disolución, sobre el cincuenta por ciento del total de los bienes gananciales, que, hasta que se
produzca la disolución y la consecuente partición de los bienes, pertenecen a aquel de los esposos
que figura como su titular.
Luego de disolverse la comunidad se entra en la etapa de la indivisión poscomunitaria, durante la
cual debe procederse a su liquidación, habiendo afirmado Mazzinghi que "la liquidación es el
proceso mediante el cual cada uno de los cónyuges, o sus herederos, traduce la suma de los valores
correspondientes a sus derechos indivisos sobre los bienes comunes, en el dominio o la propiedad
plena y exclusiva sobre bienes determinados, que equivalgan a aquellos valores". (1) Alejandro
Borda señala, por su parte, que "la liquidación de la sociedad conyugal es el conjunto de
operaciones que se llevan a cabo a fin de realizar la partición de los bienes gananciales asegurando
a cada cónyuge la percepción de la mitad de éstos". (2) A su vez, Fassi y Bossert expresan sobre el
tema que la liquidación poscomunitaria constituye una situación provisoria, la que se encuentra
destinada a durar el tiempo necesario para la realización de las operaciones propias de la
liquidación, y no la continuación de hecho de la sociedad conyugal. (3)
El Código Civil y Comercial contempla la cuestión de la liquidación de la comunidad en el Libro
Segundo, y particularizadamente en la Sección Séptima del Capítulo II (Régimen de Comunidad),
del Título II, que se ocupa del régimen patrimonial del matrimonio. Seguidamente analizaremos los
artículos referidos a la liquidación de la comunidad, que además de enumerar tanto las cargas de la
comunidad como las obligaciones personales de los esposos —que no serán parte de esta nota— en
su casi totalidad se ocupan de las recompensas.
II. Derecho a recompensa
1. Concepto y procedencia del derecho a recompensa
Una de las tareas más complejas en la liquidación de los bienes consiste en la determinación de las
recompensas que cada uno de los cónyuges puede eventualmente tener contra la masa ganancial, o
ésta contra aquéllos, así como su valuación. Dispone el art. 488 al respecto que "extinguida
la comunidad, se procede a su liquidación. A tal fin, se establece la cuenta de las recompensas que
la comunidad debe a cada cónyuge y la que cada uno debe a la comunidad, según las reglas de los
artículos siguientes".
Las recompensas consisten, por tanto, en los créditos que los esposos pueden tener contra
la comunidad, o ésta contra aquéllos, por cualquiera de las dos siguientes circunstancias: o porque
el patrimonio propio de uno o de ambos esposos disminuyó en directo y correlativo beneficio de
la comunidad, o porque ésta se perjudicó en beneficio del patrimonio de alguno de los cónyuges —
o de los dos—, pudiendo ello haber ocurrido por diversas causas. (4) Las dos reglas expresadas con
relación al derecho a recompensa han sido enunciadas por Pothier, habiendo afirmado Borda que
constituyen la médula en materia de recompensas incorporadas al Código Napoleón. (5) Mazzinghi
recuerda que en el Código Civil francés aparece el sistema de las recompensas a través del art.
1437, que sienta el principio general y que no hace más que reflejar una tendencia nacida mucho
tiempo antes, relacionada con la costumbre de incluir en los contratos de matrimonio la cláusula de
reinversión, que autorizaba al esposo que transfería un bien propio a invertir el precio obtenido, o a
tomar de la comunidad un valor equivalente. Afirma asimismo dicho autor que dicho sistema
resulta un dispositivo "indispensable para mantener la integridad patrimonial de los esposos y la
equitativa división de los bienes gananciales", por lo que resulta indiscutible la procedencia de su
aplicación al régimen de la liquidación de la comunidad. (6)
Se ha afirmado al respecto que "se denominan recompensas los créditos entre uno de los cónyuges y
la sociedad conyugal que surgen con motivo de la gestión patrimonial de los bienes propios y
gananciales durante la vigencia del régimen matrimonial de comunidad de ganancias y que deben
ser determinados luego de operada la disolución para establecer exactamente la masa que entra en la
partición. Con ellas se pretende mantener la integridad de cada masa de bienes, reincorporándose
los bienes que se han desprendido y resarciendo los perjuicios sufridos en beneficio de la otra
masa". (7) Asimismo, se ha resuelto que "en materia de liquidación de la sociedad conyugal, para
estar en presencia de un supuesto de recompensa, lo que importa, en todas las hipótesis, es el
desplazamiento patrimonial producido a favor de una masa propia o ganancial y en perjuicio de otra
u otras; ese desplazamiento debe ser compensado o indemnizado en toda oportunidad, pues la
donación directa o indirecta está excluida del régimen matrimonial, y esa compensación o
indemnización tendrá un fundamento legal específico o sólo el principio que veda enriquecerse
injustamente, según sean los hechos y los actos lícitos o ilícitos que hayan originado la translación
de bienes o valores". (8)
El sistema de las recompensas funciona como una especie de correctivo o de restauración del
patrimonio que permite, en la etapa de liquidación de la comunidad, restablecer una línea de
división neta entre los patrimonios de los esposos. (9) Con las recompensas se procura, por tanto,
reincorporar en cada masa de bienes (la de la comunidad y la de cada uno de los esposos), los
valores que por distintos motivos han ido desprendiéndose de ellas, evitando que uno de ellos se
beneficie a costa del otro. Se trata, durante el procedimiento de liquidación de la sociedad conyugal,
de formar un debe y un haber, de manera de proceder —de darse el caso— a efectuar las
compensaciones que pudieran corresponder, y de restar del valor de los bienes gananciales a favor
de uno o de ambos esposos, o incrementarlos, con las sumas necesarias para que ninguno de ellos se
perjudique en directo beneficio del otro; por lo cual, como se advierte, las recompensas se resuelven
en operaciones contables, y no en pagos.
Como se advierte, el sistema de las recompensas —que se pone en marcha en la etapa de
liquidación de la comunidad— se encuentra enderezado no sólo a recomponer la integridad del
patrimonio propio de cada uno de los esposos, sino también a asegurar que la distribución de los
bienes gananciales sea practicada en forma igualitaria. (10)
2. Alcance del derecho a recompensa
En la primera parte del art. 491 del Código Civil y Comercial se establece que "la comunidad debe
recompensa al cónyuge si se ha beneficiado en detrimento del patrimonio propio, y el cónyuge a la
comunidad si se ha beneficiado en detrimento del haber de la comunidad". Como se advierte, la
disposición transcripta constituye un principio abarcativo de todos los supuestos que se encuentren
incluidos en las circunstancias contempladas en dicha norma.
En cambio, durante la vigencia del anterior Código existieron dos tendencias contrapuestas en
cuanto a la procedencia y extensión del derecho a recompensa, una de las cuales consistía en que la
existencia de ese derecho debía generalizarse mediante el dictado de una norma de carácter general
que comprendiera todos los casos en los cuales se dieran los requisitos más arriba indicados para su
procedencia (11); mientras que la otra consideraba que las recompensas sólo se debían en los casos
explícitamente previstos por la ley. Este último criterio restrictivo era preconizado por Borda, quien
si bien señala que parece lesivo del fundamento de equidad en el que se sustentan las recompensas,
también afirma que, a su juicio, la aplicación amplia de la teoría de las compensaciones origina
grandes injusticias en un país como el nuestro, en el que ambos cónyuges se sienten dueños de los
bienes que ingresan al matrimonio, cualquiera que sea su origen. (12) En una nota escrita con
anterioridad, sostiene Borda que la teoría de las compensaciones debe ser aplicada "sólo en los
casos en que así lo dispone expresamente la ley o en que no hacerlo importaría convalidar una
donación entre cónyuges, que la ley prohíbe". (13) No obstante, la jurisprudencia admitía un criterio
amplio al respecto. (14)
3. Fundamento de las recompensas
Desde el enriquecimiento sin causa que se produciría a favor de uno de los esposos y en correlativo
detrimento del otro (15), hasta la prohibición que legalmente existe para que los esposos se hagan
donaciones entre sí, como también la inmutabilidad de las convenciones matrimoniales, el pago con
subrogación cuando se cancelan deudas de una masa con recursos de otra, el empleo útil, el
mandato, el resarcimiento de perjuicios que la masa ganancial o propia de un esposo ha sufrido por
obra del socio (16), todos esas circunstancias han sido expresadas como fundamento de las
recompensas, pudiendo cualquiera de ellas explicar su procedencia. Puesto que, como bien señala
Guaglianone, lo que importa es la existencia de un desplazamiento patrimonial producido a favor de
una masa propia o ganancial, y en correlativo perjuicio para otra u otras, el cual debe ser
compensado o indemnizado. Aunque dicho autor se inclina por la doctrina que funda el derecho de
recompensa en el enriquecimiento sin causa; si no hay enriquecimiento, dice, no hay
recompensa. (17)
Zannoni, en cambio, entiende que no es el enriquecimiento sin causa el fundamento del derecho de
recompensa, puesto que la procedencia de la acción in rem verso, dice, se fundamenta en la falta de
una causa lícita que justifique ese enriquecimiento, lo que no es el caso. Dicho autor considera, en
cambio, que las compensaciones debidas entre los esposos a la liquidación de la sociedad conyugal
vienen a constituir la implementación del principio que veda toda convención sobre los cónyuges
sobre cualquier objeto relativo a su matrimonio (distinta a las permitidas en el art. 1217), cuyo
corolario más significativo —agrega— ha sido la prohibición de donaciones entre ellos (art. 1807,
inc. 1º), confiriendo, en consecuencia, una acción ex lege para obtener las restituciones o el
reconocimiento de créditos debidos en razón de la comunidad patrimonial existente durante el
matrimonio. (18) Se ha resuelto al respecto que "la prohibición de las donaciones entre cónyuges es
otro de los fundamentos del derecho de recompensa, ya que si el producido de la venta de uno
propio se hiciese ganancial, en definitiva el otro cónyuge se beneficiaría a título gratuito con el
valor de la mitad del precio de venta". (19)
Por su parte, Belluscio enuncia distintos fundamentos para justificar el derecho a recompensa, y
afirma que no necesariamente debe darse un fundamento único, pudiendo cada caso ser fundado en
más de uno de ellos. (20) En igual sentido, Vidal Taquini enumera como fundamentos de las
recompensas el enriquecimiento de una masa de bienes con el correlativo empobrecimiento de las
demás; el hecho de evitar la violación de la renuncia que prohíbe el art. 1218 del Código Civil; la
prohibición de las donaciones entre cónyuges; su proyección sobre la legítima de los herederos, que
verían disminuida su cuota; la enajenación de bienes sin reinversión; etc. (21) También Ferrer se
halla de acuerdo en que cada caso de recompensa puede tener un distinto fundamento, e inclusive
varios conjuntamente, enumerando entre ellos el principio de inmutabilidad, como regla, del
régimen patrimonial matrimonial; la ineficacia de toda convención entre esposos, así como de toda
renuncia de uno a favor del otro; la prohibición de donaciones entre cónyuges; el pago con
subrogación; y el enriquecimiento sin causa. (22) Mattera y D'Acunto, por su parte, afirman que, a
su juicio, el fundamento de las recompensas se halla en la prohibición de la donación entre los
esposos, y el principio que veda el enriquecimiento sin causa (23), mientras que Perrino lo ubica
tanto en el enriquecimiento sin causa como en el de igualdad de la división de los bienes
gananciales, dispuesto por el art. 1315 del Código Civil. (24)
4. Ámbito de aplicación de las recompensas
Al constituir una forma de corregir el desplazamiento patrimonial producido a favor de una masa
propia o ganancial y en perjuicio de otra u otras, el derecho a recompensa sólo puede ser hecho
valer, tal como resulta de lo hasta aquí expresado, en la etapa de liquidación de la sociedad
conyugal, por lo que no podrá ser intentado durante su vigencia. Salvo cuando el derecho en
cuestión sea alegado a efectos de requerir la traba de medidas cautelares. (25)
Al analizar el tema de las recompensas, Guaglianone considera que los esposos pueden durante el
matrimonio exigirse el reintegro del valor de los créditos que tuvieran entre sí, aun cuando admite
que normalmente ello se practica al tiempo de la liquidación de la sociedad conyugal. (26) No
obstante, debemos señalar que el crédito que un esposo tenga contra el otro nada tiene que ver con
la cuestión de las recompensas.
5. Caracteres del derecho a recompensa
El derecho a recompensa es de orden público e irrenunciable, siendo esto último así únicamente
hasta la disolución de la sociedad conyugal, puesto que con posterioridad es posible su renuncia.
Además, es transmisible por causa de muerte. Y si bien el derecho en cuestión es de carácter
personal, los acreedores de uno de los esposos pueden demandar la recompensa por medio de la
subrogación en los derechos de su deudor.
Por otra parte, el derecho a recompensa es prescriptible, pero únicamente a partir de la disolución
del matrimonio, dado el contenido del art. 2543, inc. a), del Código Civil y Comercial, que dispone
que "el curso de la prescripción se suspende: a) entre cónyuges, durante el matrimonio...".
Cabe, por último, señalar que la recompensa no confiere un privilegio frente a los terceros
acreedores, ya que nada se establece en la ley al respecto, no devengando el monto adeudado
intereses, salvo que el esposo deudor hubiera incurrido en mora en cuanto al pago. (27)
6. Casos de recompensas contemplados en el Código
6.1. El supuesto de deudas propias solventadas con fondos gananciales, y viceversa
No obstante que tal como más arriba recordamos, el supuesto se encuentra contemplado en la
primera parte del art. 491 del Código Civil y Comercial de manera general y abarcativa de casos
análogos, el art. 468 dispone que "el cónyuge cuya deuda personal fue solventada con fondos
gananciales, debe recompensa a la comunidad; y ésta debe recompensa al cónyuge que solventó
con fondos propios deudas de la comunidad".
Esta disposición es en realidad innecesaria, y ella ilustra sobre el derecho a recompensa que tiene a
su favor tanto el esposo que abona con bienes propios deudas o cargas de la comunidad, como son
las enumeradas en el art. 489, como la comunidad que solventa con bienes gananciales deudas
particulares de los cónyuges. Se ha resuelto al respecto que dan lugar a derecho a recompensa los
gastos de última enfermedad de uno de los esposos, abonados con dinero propio. (28)
6.2. La enajenación de bienes propios sin reinversión del precio
De conformidad a lo establecido en la segunda parte del art. 491 del Código, "si durante
la comunidad uno de los cónyuges ha enajenado bienes propios a título oneroso sin reinvertir su
precio se presume, excepto prueba en contrario, que lo percibido ha beneficiado a la comunidad".
En cambio, durante la vigencia del anterior Código, dos corrientes se disputaban la solución, una de
las cuales exigía para que procediera la recompensa, la prueba de que el precio obtenido por la
venta del bien había sido invertido en favor de la sociedad conyugal; mientras que la otra invertía
el onus probandi, al admitir la presunción de que esa inversión existió, lo que en definitiva lleva —
salvo prueba en contrario que debía aportar el cónyuge no titular del bien— a la conclusión de que
el esposo que enajenó el bien, tiene un derecho a recompensa contra la comunidad, por el valor del
mismo.
6.3. Capitalización de utilidades en una sociedad en que uno de los cónyuges tiene una
participación de carácter propio
En la tercera y última parte del art. 491 del Código se contempla dicho supuesto, y se resuelve en el
sentido de admitir una recompensa a favor del esposo no titular de las acciones, por el mayor valor
que la sociedad adquiere por la capitalización de utilidades. Se dispone en tal sentido que si la
participación de carácter propio de uno de los cónyuges "en una sociedad adquiere un mayor valor a
causa de la capitalización de utilidades durante la comunidad, el cónyuge socio debe recompensa a
la comunidad". Además, en la parte final se establece que dicha solución "es aplicable a los fondos
de comercio".
Arianna considera que la solución establecida en el art. 491 resulta discutible, debido a que "el
mayor valor adquirido no se originó en el empleo de fondos gananciales", puesto que, sostiene, la
utilidad que se capitaliza no pertenece al cónyuge socio —al no mediar ningún desembolso por
parte de él —, sino a la sociedad. (29) Nosotros, por el contrario, entendemos que una solución
contraria facilitaría el fraude en perjuicio del esposo no socio, bastando que el cónyuge que controla
una sociedad anónima resolviera capitalizar todo el producido de la sociedad, para privar al otro de
su legítimo derecho a la mitad del mayor valor resultante de la capitalización.
7. Prueba del derecho a recompensa
Por aplicación de las normas generales en materia de prueba, el art. 492 establece que "la prueba del
derecho a recompensa incumbe a quien la invoca, y puede ser hecha por cualquier medio
probatorio". De tal manera, se sigue la doctrina mayoritaria tanto de los autores como de la
jurisprudencia, que admiten la prueba confesional (30), lo que es así a diferencia de la prueba del
carácter propio o ganancial de los bienes, en que respecto de terceros no es suficiente dicha prueba
(art. 466).
También se admite la prueba de presunciones, como resulta en forma expresa del supuesto
contenido en la segunda parte del art. 491, según el cual, como más arriba hemos recordado, se
presume iuris tantum que si durante la comunidad uno de los cónyuges ha enajenado bienes propios
a título oneroso sin haber reinvertido el precio, lo percibido ha beneficiado a la comunidad, lo que
da derecho a una recompensa a favor del mismo.
8. Monto y valuación de las recompensas
Una primera cuestión que se presenta cuando se trata del reclamo de una recompensa, consiste —
aparte de la prueba del derecho— en analizar si para determinar su monto debe prevalecer la
erogación efectuada o el provecho subsistente, ya sea a favor del cónyuge o de la comunidad, según
el caso. Lo que ha sido contemplado por el art. 493, al disponer que "el monto de la recompensa es
igual al menor de los valores que representan la erogación y el provecho subsistente para el cónyuge
o para la comunidad, al día de su extinción, apreciados en valores constantes. Si de la erogación no
derivó ningún beneficio, se toma en cuenta el valor de aquélla".
A su vez, el art. 494 establece que "los bienes que originan recompensas se valúan según su estado
al día de la disolución del régimen y según su valor al tiempo de la liquidación". (31)
De la lectura de dichas normas surge lo siguiente: 1) que para determinar si como recompensa debe
abonarse el valor de la erogación efectuada o el del provecho obtenido, debe efectuarse una
comparación entre ambos valores, y elegir el menor de ellos; 2) que para que pueda efectuarse la
precitada comparación entre la erogación y el valor del provecho, éste debe subsistir al día de la
disolución de la comunidad; 3) que los valores tanto de la erogación como del provecho obtenido,
deben ser comparados al tiempo de la disolución de la comunidad y a valores constantes, debiendo
por tanto corregirse las distorsiones derivadas de la depreciación de la moneda (32); 4) que si de la
erogación efectuada no derivó ningún beneficio, se debe tomar en cuenta el valor de la erogación; y
5) que el valor definitivo a pagar debe computarse al tiempo de la liquidación.
Como podría ocurrir que el beneficio obtenido por la erogación haya sido mínimo, nos parece que
más justo hubiera sido, para el supuesto de que el valor del provecho fuera menor al de la
erogación, poner un límite mínimo de valor al monto de la recompensa, como podría ser mediante
la fijación como recompensa en el supuesto contemplado, de un porcentaje de la erogación
efectuada, computada a valores constantes; de tal manera se evitaría la posibilidad de que quien
efectuó la erogación, deba cobrar una suma demasiado exigua en comparación a la erogada, lo que
así ocurriría en el caso de que el provecho subsistente fuera de un monto muy bajo en comparación
con la erogación.
Otra cuestión sin duda relevante y que dará lugar a discrepancias, es el de la forma de determinar
los reajustes, de manera de lograr la apreciación de los montos en valores constantes, dado que
puede haber transcurrido un largo período de tiempo entre el momento en el cual se efectúa el gasto
o la inversión que da lugar a un derecho a recompensa, el de la disolución de la comunidad —en
que debe determinarse si debe tomarse el valor de la erogación o el del provecho subsistente—, y el
tiempo de la liquidación. Puede producirse un desfasaje que debe ser recompuesto, y como bien
señala Ferrer, un sentido elemental de justicia impone en esos casos reconstituir el poder adquisitivo
que tenía la moneda al tiempo en el que se hizo el gasto o la inversión que dio lugar al derecho a
recompensa. (33)
9. Modo de liquidar las recompensas y sobre qué bienes deben cobrarse
Con relación al modo de liquidar las recompensas, el art. 495 del Código establece que "efectuado
el balance de las recompensas adeudadas por cada uno de los cónyuges a la comunidad y por ésta a
aquél, el saldo a favor de la comunidad debe colacionarlo a la masa común y el saldo en favor del
cónyuge le debe ser atribuido a éste sobre la masa común. En caso de insuficiencia de la masa
ganancial, en la partición se atribuye un crédito a un cónyuge contra el otro". Como se advierte, la
liquidación se debe efectuar mediante una operación contable, de la forma que resulta de la norma
transcripta.
Por otra parte, y salvo que hubiera sido convenida otra cosa entre los esposos, el crédito que tenga
ya sea la sociedad conyugal o uno de los esposos con motivo del derecho a recompensa, no
devengará intereses compensatorios desde la fecha en la que se hizo la inversión o el gasto, puesto
que éste nace recién desde la disolución de la sociedad conyugal. (34) Aunque, naturalmente,
cuando la recompensa corresponde por el pago por parte de uno de los esposos con bienes propios,
por ejemplo, de una deuda hipotecaria ganancial, el cónyuge que abonó la deuda queda subrogado
en los derechos del acreedor hipotecario, entre otros, en el de percibir intereses tanto
compensatorios como punitorios. (35)
Los valores que deben reintegrarse a los esposos en virtud del derecho a recompensa que pudiera
corresponderles, deben ser hechos efectivos sobre la totalidad de los bienes gananciales, hasta
agotarlos; y en caso de insuficiencia de la masa ganancial, el cónyuge al que se debe la recompensa
tiene un crédito contra el otro (art. 495, parte 2ª). Si fuera la comunidad quien tuviera un derecho a
recompensa, éste deberá ser ejercido tanto sobre los bienes propios del esposo deudor como sobre
los gananciales que le hubieran sido adjudicados en la liquidación de la sociedad conyugal. (36)
III. Para poder partirse los bienes deben determinarse distintas cuestiones
Pero si bien la cuestión de las recompensas constituye un aspecto que puede ser relevante para la
liquidación de la sociedad conyugal, no es lo único que debe ser determinado, ni mucho menos, tan
es así que para liquidar los bienes debe además determinarse cuáles son los bienes gananciales que
integran la comunidad, así como su valor, concluirse los negocios que pudieran encontrarse
pendientes, abonar el pasivo que los esposos tuvieran con respecto a los terceros, determinar si las
denominadas cargas de la comunidad a que alude el art. 489 se han abonado o no con bienes de
carácter propio, y ajustar las cuentas entre los cónyuges —o entre uno de ellos y los sucesores del
otro— y la sociedad conyugal, fijándose su valor. (37)
Una vez establecido el monto a repartir, debe ser dividido entre los esposos, debiendo al respecto
aplicarse las reglas establecidas en la Sección 8ª del Capítulo II, denominada "Partición de la
comunidad".
(1) MAZZINGHI, Jorge A., Tratado de Derecho de Familia, t. II, 4ª ed., Buenos Aires, 2008, p.
450, parág. 437, c). Véase, asimismo, MÉNDEZ COSTA, María Josefa, Código Civil comentado.
Derecho de familia patrimonial, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2004, p. 298.
(2) BORDA, Alejandro "Liquidación de la sociedad conyugal", en Enciclopedia de Derecho de
Familia, t. II, Buenos Aires, 1992, p. 598.
(3) FASSI, Santiago C. — BOSSERT, Gustavo A., "Las masas indivisas en la liquidación
poscomunitaria", LL 1977-B-901.
(4) Véase al respecto, entre otros, CAPPARELLI, Julio César, "El deber de contribución entre
cónyuges", LL del 7/5/2009, VI.
(5) BORDA, Guillermo A., Tratado de Derecho Civil. Familia, t. I, 10ª ed., Buenos Aires, 2008, p.
389, nro. 469. Con respecto a los antecedentes de las recompensas o compensaciones, además del
autor recién citado, remitimos, entre otros, a ZANNONI, Eduardo A., "La liquidación de la
sociedad conyugal y las compensaciones debidas entre los cónyuges: su naturaleza (y una
consideración especial al art. 1273 del Código Civil)", LL 155-352 y ss.
(6) MAZZINGHI, Jorge A., Tratado de Derecho de Familia, t. II, cit., p. 464, parág. 447, y p. 468,
parág. 448, d). Véase al respecto FLEITAS ORTIZ DE ROZAS, Abel — ROVEDA, Eduardo G.,
Régimen de bienes del matrimonio, Buenos Aires, 2004, p. 178; ZANNONI, Eduardo A., Derecho
Civil. Derecho de Familia, t. I, 5ª ed., Buenos Aires, 2006, ps. 773 y ss., parágs. 598 y ss.
(7) C. Nac. Civ., sala B, ED 160-310. Véase, asimismo, GUAGLIANONE, Aquiles H., Disolución
y liquidación de la sociedad conyugal, Buenos Aires, 1965, p. 250; BELLUSCIO, Augusto C.,
Manual de Derecho de Familia, 10ª ed., Buenos Aires, 2011, ps. 544 y ss., parág. 311.
(8) C. Nac. Civ., sala E, JA 1985-I-661.
(9) MATTERA, Marta del Rosario — D'ACUNTO, Claudia I., "El derecho de recompensa en la
liquidación de la sociedad conyugal", ED 192-916, B.
(10) MAZZINGHI, Jorge A., Tratado de Derecho de Familia, t. II, cit., p. 468, parág. 448, d).
(11) Conf., entre muchos otros, LOMBARDI, César A., "Recompensas", en Enciclopedia de
Derecho de Familia, dirigida por LAGOMARSINO, Carlos A. R. — SALERNO, Marcelo U., t. III,
Buenos Aires, 1994, p. 420.
(12) BORDA, Alejandro, Tratado de Derecho Civil. Familia, t. I, cit., ps. 390 y ss., nro. 470. Conf.
PERRINO, Jorge O., Derecho de Familia, t. I, Buenos Aires, 2006, p. 950, nro. 704.
(13) BORDA, Alejandro, "¿La teoría de las recompensas entre cónyuges ha tenido recepción en
nuestro país?", LL 102-1107, nro. 2.
(14) C. Nac. Civ., sala B, ED 14-731; íd., sala G, ED 157-333.
(15) Conf., entre otros, MAZZINGHI, Jorge A., Tratado de Derecho de Familia, t. II, cit., p. 465,
parág. 448, a); BORDA, Alejandro, "Liquidación de la sociedad conyugal", cit., p. 606, nro. 15-1);
C. Nac. Civ., sala B, Derecho de Familia. Revista Interdisciplinaria de Doctrina y Jurisprudencia,
2009-II-53, con nota de VIDELA, María de la Paz, "Bienes no participables: una tercera categoría
de bienes de creación jurisprudencial. Comentario a un fallo de la sala B de la Cámara Civil".
(16) UGARTE, Luis A., "Liquidación de la sociedad conyugal: recompensas y carga de la prueba.
Enajenación de un bien propio sin reinversión", JA 1988-IV-592. Véase al respecto, asimismo,
CAPPARELLI, Julio César, "El deber de contribución entre cónyuges", LL del 7/5/2009, VIII.
(17) GUAGLIANONE, Aquiles H., Disolución y liquidación de la sociedad conyugal, cit., ps. 251
y ss.; p. 262, nro. 262; y p. 265.
(18) ZANNONI, Eduardo A., Derecho Civil. Derecho de Familia, t. I, cit., t. I, ps. 778 y ss., parág.
599; y "La liquidación de la sociedad conyugal y las compensaciones debidas entre los cónyuges: su
naturaleza (y una consideración especial al art. 1273 del Código Civil)", LL 155-356 y ss., III y IV.
(19) C. Nac. Civ., sala B, LL 1982-B-381, con nota crítica de MAZZINGHI, Jorge A., "Un
cuestionable derecho a recompensa"; íd., sala C, LL 1977-D-620, con nota de ZANNONI, Eduardo
A., "La presunción de ganancialidad y tres aplicaciones en la liquidación de la sociedad conyugal".
En este último fallo se agregó que también el enriquecimiento sin causa constituía uno de los
fundamentos del derecho a recompensa.
(20) BELLUSCIO, Augusto C., Manual de Derecho de Familia, cit., p. 545, parág. 311.
(21) VIDAL TAQUINI, Régimen de bienes en el matrimonio, 3ª ed., 6ª reimpr., Buenos Aires,
2005, p. 413, parág. 332.
(22) FERRER, Francisco A. M., "Sistema de recompensas entre cónyuges", en MÉNDEZ COSTA,
María Josefa (dir.), Código Civil comentado. Derecho de Familia Patrimonial, Rubinzal-Culzoni,
Santa Fe, p. 325, nro. 4.
(23) MATTERA, Marta del Rosario — D'ACUNTO, Claudia I., "El derecho de recompensa en la
liquidación de la sociedad conyugal", ED 192-917, D.
(24) PERRINO, Jorge O., Derecho de Familia, t. I, cit., p. 949, nro. 703.
(25) Conf. MATTERA, Marta del Rosario — D'ACUNTO, Claudia I., "El derecho de recompensa
en la liquidación de la sociedad conyugal", cit., ps. 915 y ss.
(26) GUAGLIANONE, Aquiles H., Disolución y liquidación de la sociedad conyugal, cit., p. 250.
(27) Véase al respecto PERRINO, Jorge O., Derecho de Familia, t. I, cit., p. 950, nro. 705.
(28) C. Nac. Civ., sala C, LL 1990-C, 240, con nota aprobatoria de ARSON DE GLINBERG,
Gloria H., "Cargas de la sociedad conyugal"; íd., sala D, ED 6-799.
(29) ARIANNA, Carlos A., "Notas al proyecto de código unificado en materia de recompensas",
LL 2012-E-1372.
(30) Véase, entre muchos otros, BELLUSCIO, Augusto C., Manual de Derecho de Familia, cit., p.
553, parág. 323; C. Nac. Civ., sala C, ED 120-440.
(31) El Código Civil derogado, en cambio, no tenía en cuenta el valor de la mejora ni el provecho
obtenido con motivo ésta, sino que partía del monto invertido. En efecto, el art. 1316 bis,
incorporado por la ley 17.711, disponía que "los créditos de los cónyuges contra la sociedad
conyugal al tiempo de la disolución de ésta, se determinarán ajustándolos equitativamente, teniendo
en cuenta la fecha en que se hizo la inversión y las circunstancias del caso".
(32) Conf. ARIANNA, Carlos A., "Notas al proyecto de código unificado en materia de
recompensas", cit., LL 2012-E-1370.
(33) FERRER, Francisco A. M., "Sistema de recompensas entre cónyuges", cit., p. 334.
(34) C. Nac. Civ., sala B, ED 14-731. Conf. C. Nac. Civ., sala B, ED 95-648; CAPPARELLI, Julio
César, "El deber de contribución entre cónyuges", cit., LL del 7/5/2009, VII.
(35) Conf. GUAGLIANONE, Aquiles H., Disolución y liquidación de la sociedad conyugal, cit., p.
294.
(36) Al ocuparse de la recompensa debida al esposo que no reinvirtió en otro bien lo obtenido por la
venta de un bien de carácter propio, Guaglianone ha sostenido, contrariamente a lo expresado y sin
dar un fundamento, que si el marido fue el que vendió un bien propio suyo, la recompensa debe ser
cobrada únicamente sobre la masa ganancial administrada por el mismo, salvo que éste probare que
el dinero obtenido por la venta fue invertido en la masa ganancial administrada por la mujer
(GUAGLIANONE, Aquiles H., Disolución y liquidación de la sociedad conyugal, cit., p. 282).
(37) En el sentido indicado, se ha resuelto que la liquidación de los bienes comprende "todos
aquellos actos posteriores a la disolución, como son la determinación de qué bienes tienen el
carácter de propios y cuáles son gananciales; la realización de los inventarios y avalúos pertinentes;
la fijación de los créditos de la comunidad sobre cada uno de los cónyuges y los que pueden tener
éstos en relación con aquélla; el reintegro de los bienes propios y la participación de los
gananciales; etc." (C. Nac. Civ., sala C, ED 140-406).

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