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CONFLICTO,
NEGOCIACIÓN Y CAMBIO
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
Objetivos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4
Resumen. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
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Introducción
La gestión es una de las tareas más importantes en la empresa. Es ahí donde un líder
demuestra que sabe manejar y controlar lo que pasa a su alrededor y convierte lo que podría
ser un momento peligroso en una palanca de cambio y crecimiento personal, profesional
y del entorno del que todo el mundo sale beneficiado.
La presente unidad busca entrar de lleno en estos procesos de gestión. En primer lugar,
empezando por los conflictos. De éstos se detallan sus distintas formas así como las estrate-
gias que existen para atacarlos. También se detalla qué no se debe hacer durante su gestión.
Por lo que respecta a la negociación, se introducen las habilidades necesarias para todo
buen negociador, los fundamentos de cualquier negociación y las cinco fases que la com-
ponen; de esta forma, el lector podrá identificarlas, prepararlas e implementarlas en su día
a día.
Finalmente, se analiza la gestión del cambio, presentándolo como un proceso y viendo cómo
se puede gestionar.
2. Introducir las herramientas que sirven para gestionar de forma efectiva un conflicto
y poder aprender del mismo.
3. Presentar la negociación, las habilidades que requiere, los fundamentos en los que se
basa y sus diversas fases para que el alumno pueda analizar en cada situación cómo
afrontarla de la forma más óptima posible.
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1 Gestión de conflictos
y negociación
El conflicto se produce cuando dos o más personas no están de acuerdo sobre un tema o
algo que ocurre, y se debe ser consciente de que es inevitable en el lugar de trabajo y que
es valioso en la contribución de la formación y el crecimiento de grupos de alto rendimien-
to. Y es que es importante saber que no todo conflicto es malo. Cuando los conflictos se
gestionan adecuadamente pueden aparecer experiencias de aprendizaje positivas, ya que
se incrementa la disposición de los grupos a desarrollar habilidades que les permitan hacer
preguntas y desafiar el statu quo.
La gestión de conflictos pretende limitar los aspectos negativos y aumentar los aspectos
positivos que pueden generar mediante la aplicación de ciertas estrategias, siempre con el
objetivo de mejorar los resultados del aprendizaje y del grupo. En este sentido, los directivos
o cargos de responsabilidad desempeñan un papel crucial, principalmente en su identifica-
ción y su gestión en una etapa temprana. Así, pueden ser a la vez la solución a, y/o la causa
de, los desacuerdos en el lugar de trabajo. El estilo de gestión que se adopte ante los con-
flictos ayudará o perjudicará al rendimiento futuro del equipo.
La etapa final es la “etapa de secuelas del conflicto”, y llega cuando hay algún resultado
del conflicto, como una resolución del problema. Es en este momento cuando hay que saber
ver qué ha comportado el mismo, si ha sido beneficioso o no y cómo se puede actuar de
cara el futuro.
La mayoría de las veces reconocer y abordar los problemas que han provocado el conflic-
to va a llevar a una resolución rápida y eficaz. El problema radica en el hecho de que las
soluciones no siempre son tan fáciles, ya que cuando ambas partes sienten que han sido
tratadas injustamente y esperan que se cumplan sus demandas, el conflicto puede, en lugar
de desaparecer, escalar.
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Para poder tratarlos de manera rápida y eficaz, es importante entender los con-
flictos a nivel psicológico. En la mayoría de los casos una de las partes, por lo general
la menos perjudicada, es consciente del conflicto en la etapa de latencia. En cambio, la
parte más perjudicada a menudo desconoce que existe conflicto, porque no hay nada que
demuestre que puede existir. La etapa de latencia es importante ya que a veces las otras
pueden revelarse todas a un tiempo en una ráfaga de emoción y pasión. Por esta razón, es
importante reconocer los signos de un conflicto tan pronto como sea posible para que pue-
dan ser tratados. La gente debe ser sincera y abordar sus diferencias de opinión abiertamen-
te y sin temor a problemas, y debe ser consciente de que si los problemas no se abordan,
el conflicto puede pasar de latente a “percibido”, “sentido”, o “evidente”.
La emergencia se produce cuando el conflicto latente crece y crece hasta que se origina
un desencadenante que, dependiendo de la gravedad, provoca una erupción que puede
terminar rápidamente o puede durar mucho tiempo. Una vez generado, o bien se resuelve
o se intensifica hasta que se alcanza un punto muerto o alguien lo reconoce.
Estas etapas y el paso por cada una de ellas no tienen porque durar mucho tiempo, también
puede terminar rápidamente. Una vez que los conflictos crecen, se llega, generalmente, a un
punto muerto: una situación en la que ninguna de las partes puede ganar pero tampoco
quiere ceder o aceptar la derrota. Estos estancamientos surgen por varias razones: tácticas
fallidas, el agotamiento de los recursos disponibles para alimentar el conflicto, o una reduc-
ción de la ayuda para resolverlo por uno o más de los implicados. En otros casos, el conflicto
está latente durante tanto tiempo que la situación conduce a una resolución violenta.
En este punto, hay que decir que la negociación ha sido o bien ignorada o no es algo que
cualquiera de las partes entienda. Con el tiempo, los conflictos llegan a un punto en que hay
una especie de equilibrio en el que ninguna de las partes está cerca de alcanzar sus objetivos
y nadie está contento con la situación. Se dan cuenta de que los costos de continuar la lucha
superarán los beneficios que se pueden obtener. Esta situación se conoce como “punto
muerto de herir mutuamente”, y a menudo es el lugar más maduro para la introducción
de propuestas que conduzcan a una solución.
Es imposible que el conflicto se sostenga indefinidamente y uno u otro lado cederá con el fin
de llegar a una resolución. Discutir, pelear y sufrir hasta que algo sucede y una parte se da
por vencida no es un camino viable para resolver el conflicto. Y es en el momento en el que
se produce esta distensión cuando empieza la fase de secuelas de conflicto. Por lo general,
cuando se resuelve el conflicto, ninguna de las partes es verdaderamente feliz, pero tampoco
se siente perjudicada. La parte importante de la resolución de conflictos es asegurar que
ambos implicados puedan seguir trabajando en armonía.
Hay cinco estilos diferentes para la gestión de conflictos que se pueden utilizar en diferentes
momentos. Sin embargo, las personas tienden a tener uno o dos con los que se sienten
más cómodos.
1.3.1. Evitar
Una persona que evita el conflicto no trata el tema en cuestión cuando se presenta. Esto
significa que no aborda ni sus propios intereses ni los de la otra persona. Evitar podría sig-
nificar dejar de lado de forma diplomática el problema, aplazarlo hasta un momento mejor
o retirarse del mismo ya que se detecta una amenaza.
1.3.2. Complacer
Alguien que utiliza la estrategia de complacer en un conflicto prefiere satisfacer las preo-
cupaciones de la otra persona, dejando de lado las suyas propias. Complacer conlleva un
elemento de autosacrificio. Este estilo puede implicar desinteresada generosidad o caridad o
ceder al punto de vista del otro. De todos modos, usar el complacer como estrategia puede
desarrollar un sentimiento de resentimiento entre los que lo aplican.
1.3.3. Compromiso
El individuo que prefiere comprometerse quiere encontrar una solución conveniente y acep-
table para ambas partes. La persona comprometida busca resolver un problema directamen-
te antes que evitarlo, pero no explora con tanta profundidad como la colaboradora. Tener
compromiso significar saber entender las diferencias, intercambiar concesiones o buscar un
punto medio.
1.3.4. Colaborar
Cuando se tiene un estilo de colaboración, el individuo prefiere trabajar con la otra persona
para encontrar una solución que satisfaga plenamente las preocupaciones de ambos. Ésta
es la mejor manera de lograr una solución win/win, donde cada parte sienta que logra sus
objetivos. Se trata de explorar un tema para identificar los intereses subyacentes de las par-
tes a fin de llegar a un resultado que satisfaga todas las preocupaciones. Colaborando se
podría adoptar la forma de explorar un desacuerdo para aprender de los demás.
1.3.5. Competir
Un individuo que compite persigue sus propios intereses sin tener en cuenta los objetivos de
los demás y trata de imponer su poder con el fin de que gane su posición. Cuando alguien
aplica esta estrategia significa que lucha por sus derechos, defiende una posición que cree
que es correcta, o simplemente trata de ganar.
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1.4. Estrategias de la gestión de conflictos
Los estilos descritos anteriormente se traducen en cinco estrategias diferentes para la ges-
tión de conflictos. Al saber cuándo se puede usar cada estrategia se pueden empezar
a tomar decisiones acerca de qué es lo más apropiado para cada situación.
1.4.1. Evitar
Evitar es una estrategia apropiada cuando hay una clara ventaja a la espera de resolver el
conflicto o cuando se usa como una opción que ayuda a enfriar las cosas y reducir el estrés.
Es apropiada cuando:
Sin embargo, si bien el tema o la relación entre las partes es importante, evitar acostumbra
a ser una mala estrategia, ya que las decisiones importantes se pueden tomar de forma
predeterminada y el aplazamiento de la resolución puede empeorar las cosas.
1.4.2. Acomodar
Acomodar es una buena estrategia cuando nos encontramos en conflicto por una cuestión
de poca importancia y nos gustaría resolverlo sin forzar la relación con la otra parte.
La desventaja es que las ideas no reciben suficiente atención y se pueden despreciar, cau-
sando resentimiento. Por otra parte, es posible que se pierda credibilidad e influencia si la
acomodación se convierte en costumbre.
1.4.3. Compromiso
Sin embargo, el compromiso puede ser contraproducente si las partes pasan por alto los
principios y objetivos a largo plazo. Por otra parte, no es la mejor manera de llegar a una
solución óptima en cuestiones importantes. Las partes también corren el riesgo de involu-
crarse en exceso mientras pierden de vista el panorama general.
1.4.4. Colaborar
Los expertos en gestión de conflictos abogan por la colaboración como la mejor manera de
resolver un conflicto sobre cuestiones importantes. La premisa es que el trabajo en equipo
y la cooperación ayudan a todas las partes a alcanzar los objetivos, al tiempo que mantiene
las relaciones.
El proceso de trabajo a través de las diferencias da lugar a soluciones creativas que satisfa-
cen las preocupaciones de ambas partes. La colaboración es el camino para lograr el mejor
resultado en asuntos importantes, así como para construir buenas relaciones, ya que se
tienen en cuenta todos los intereses subyacentes de las partes.
La desventaja es que el proceso requiere una gran cantidad de tiempo y energía. Si se dis-
pone de poco tiempo, competir o compromiso podrían ser una solución mejor.
1.4.5. Competir
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Sin embargo, cuando se utiliza con demasiada frecuencia puede hacer escalar el conflicto,
crear resentimiento y dañar las relaciones.
Además, una vez que conocemos los diferentes estilos, podemos identificar a las personas
con las que estamos en conflicto. Esto puede ayudar a comprender su punto de vista
y determinar la respuesta a aplicar.
La primera cosa es evitar el conflicto. Algunas personas no dicen nada hasta que están
a punto de explotar, y entonces terminan por sacar su enojo de una manera hiriente. En
lugar de discutir de una manera tranquila y respetuosa, algunos se quejan de que todos les
escuchen salvo la parte correspondiente. Evitar sacar las frustraciones con las personas
que realmente pueden hacer algo al respecto conduce a un aumento del conflicto en el
tiempo y a arrebatos inapropiados. Evitar el choque puede parecer una ruta menos estre-
sante, pero por lo general termina causando más estrés ya que aumentan las tensiones,
el resentimiento, y aparecen arrebatos inapropiados. El camino saludable es, como hemos
visto, abordar y resolver los conflictos con la persona involucrada de una manera respetuosa.
Tampoco se debe tener siempre la necesidad de tener razón o querer ganar. Todos
tenemos diferentes puntos de vista y perspectivas sobre una situación en base a nuestra
propia experiencia, y se debe tratar de no insistir en exceso. A pesar de todo, no siempre se
debe considerar una opinión diferente como un ataque. Ver un problema desde la perspec-
tiva del otro puede derivar en soluciones que nunca habrían aparecido solas. Si nos centra-
mos en “ganar” con nuestro argumento, la relación acabará perdiendo.
Algunas personas, cuando sucede algo que no les gusta, hacen que lo que dicen vaya más
allá generalizando. Utilizan las expresiones “siempre…” y “nunca…” y frases como “¡siempre
llegas tarde!” o “siempre tenemos que hacer lo que tú quieres!” cuando comparten algo que
no aceptan. Hay que preguntarse si realmente es cierto, ya que en la gestión de conflictos
las referencias al pasado son a menudo un intento de cambiar de tema de discusión y evitar
la responsabilidad de las propias acciones o la falta de compromiso. Criticar y culpar a
otra persona de la situación puede ser el resultado de no querer admitir cualquier
debilidad, un intento de evitar la “vergüenza” por ser “culpable”. También nos llevan lejos de
una solución mutuamente beneficiosa.
Es importante, además, no tratar de ser adivino. Hacer conjeturas acerca de lo que las
otras personas sienten y sus motivaciones, en lugar de hacer preguntas, conduce a una mala
comunicación y al aumento de los conflictos. No hace falta leer la mente, es mejor pedir.
Los problemas a largo plazo se producen cuando los participantes no se sienten escuchados,
lo que lleva al resentimiento y a que los conflictos sin resolver crezcan. El desprecio se puede
transmitir mediante el lenguaje corporal, que indica qué se piensa de la otra persona, indepen-
dientemente de lo que se dice con palabras. Interrupciones, movimientos de los ojos, suspiros
y la falta de escucha son buenos ejemplos, y es el indicador clave de que una relación está
en problemas. Las personas defensivas suelen negar cualquier problema y trabajan duro para
evitar mirar a la posibilidad de que puedan contribuir a él. Realmente escuchar y empatizar con
la otra persona es una poderosa herramienta para la resolución de conflictos.
• Posiciones: La posición de cada una de las partes determina qué quiere conseguir
cada persona tras el proceso.
• Intereses: Por su parte, los intereses determinan por qué quieren conseguir ese
resultado. Ambas distinciones son importantes para gestionar el proceso. Así, en
una negociación laboral en la que las personas desean un mayor salario (posición) es
posible explorar alternativas cuando nos centramos en los intereses. Si los exploramos
veremos que los trabajadores quieren más salario para tener un mayor poder adquisiti-
vo (intereses). Esto nos permite ofrecer alternativas a la subida salarial (comedores de
empresa, transporte colectivo, economatos y centrales de compras…).
• Poder de negociación: Cada una de las partes tiene unas bases de poder, que
utiliza con el objetivo de conseguir el mejor resultado posible. El poder de un nego-
ciador puede estribar en su confianza personal, en su legitimidad, en sus habilidades
personales (como la simpatía o la capacidad de comunicación) o en factores como la
promesa de beneficios o la amenaza de castigo.
• Objetivos: Cada una de las partes acude a la negociación con un objetivo o una
lista de objetivos en mente. Si queremos estar preparados para negociar, es preciso
que los conozcamos y seamos conscientes de ellos. También es útil precisar cuáles
de ellos son irrenunciables (sin ellos el trato no sería aceptable), cuáles son ideales
(simplemente nos gustaría que se alcanzaran) y cuáles son renunciables (se pueden
sacrificar si es necesario hacer concesiones).
• Proceso: Tanto si se trata de una conversación verbal como de una agenda de reu-
niones, es preciso ser conscientes del proceso negociador y de su evolución. Además,
debemos estar abiertos a posibles cambios y alteraciones en el proceso según avan-
zamos o no hacia un consenso con la otra parte.
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• Temas económicos: Obviamente, detrás del proceso negociador existen precios,
márgenes, descuentos, tarifas, costes, beneficios… Como negociadores, necesitamos
ir a la negociación habiendo presupuestado los posibles escenarios.
Fundamentos de la negociación
Posiciones
Intereses
Variables
Poder de negociación
Objetivos
Procesos
Temas económicos
Los negociadores eficaces deben tener los conocimientos necesarios para analizar un pro-
blema y determinar los intereses de cada parte en la negociación. Un análisis detallado iden-
tifica el problema, las partes interesadas y los objetivos de resultados. Por ejemplo, en una
negociación de un contrato entre un empleador y un empleado, el problema o área en que
las partes no están de acuerdo puede estar en el salario o los beneficios. La identificación
de los problemas por ambas partes puede ayudar a encontrar una solución de compromiso
para todos.
• Escucha activa: Los negociadores tienen las habilidades para escuchar activamente
a la otra parte en el debate. La escucha activa implica la capacidad de leer el lengua-
je corporal así como la comunicación verbal. Es importante escuchar a la otra parte
para encontrar puntos de encuentro durante la reunión. En lugar de pasar su tiempo
exponiendo su punto de vista, el negociador experto pasará más tiempo escuchando
a la otra parte.
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1.8. Las cinco fases de la negociación
Podemos separar una negociación en cinco fases:
Fase 1: Investigación
Fase 3: Presentación
Fase 4: Negociación
Fase 5: Cierre
La respuesta a estas preguntas servirá para tener una idea clara de qué queremos y hasta
dónde estamos dispuestos a llegar.
Cabe recordar que el BATNA puede evolucionar con el tiempo, así que es importante man-
tenerlo revisado para asegurarse de que sigue siendo exacto. Además, no se debe revelar
el BATNA a la otra parte. Si el BATNA es peor de lo que la otra parte espera, la negociación
se verá afectada.
Es importante que sea ordenada y parezca lo más documentada y objetiva posible, ya que
de este modo tendrá más fuerza y proporcionará argumentos para convencer a la otra parte.
Durante la fase de negociación se analizan los objetivos de cada parte y se trata de llegar
a un acuerdo. Algo natural de este proceso es hacer concesiones, es decir, renunciar a una
cosa para conseguir algo a cambio. La realización de una concesión no es un signo de debi-
lidad, sino de normalidad que deben asumir ambas partes para alcanzar algunos de
sus objetivos. Las concesiones demuestran cooperación y ayudan a mover la negociación
hacia delante. Hacer una concesión muestra movimiento hacia delante y proceso, y alivia
la preocupación acerca de la rigidez o de mente cerrada. Las concesiones tienen que ver,
a menudo, con las áreas de dinero, tiempo, recursos, responsabilidades o autonomía.
Una clave para la fase de negociación es hacer preguntas. No nos debemos limitar a decir
“no podemos hacer eso”, debemos tratar de averiguar por qué se tiene esa restricción.
Podemos encontrarnos en una encrucijada entre dos conceptos aparentemente antagónicos
u opuestos, como precio bajo y fecha de entrega, pero seguro que ambas partes pueden
llegar a un acuerdo cediendo en las exigencias que tenían previamente.
El cierre es una parte importante de las negociaciones. En el cierre de una negociación, las
dos partes han llegado a un acuerdo sobre los términos, o puede que una de ellas haya
decidido que la oferta final es inaceptable y, por tanto, no hay acuerdo. La mayoría de los
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negociadores asumen que si su mejor oferta ha sido rechazada, no hay nada que hacer, pero
los más inteligentes ven el rechazo como una oportunidad para aprender.
A veces está claro por qué no se llegó a un acuerdo. Pero si se está confundido acerca de
por qué un trato no funcionó es importante considerar el hacer una llamada de seguimiento.
A pesar de que es posible que la situación no revierta, sí se puede aprender algo útil para
futuras negociaciones. Además, la otra parte puede estar más dispuesta a revelar informa-
ción importante de cara al futuro si ve que ya no se está en modo venta.
2.1. Principios
Hace algunos años los altos ejecutivos de las grandes empresas tenían un objetivo simple,
para ellos y sus organizaciones: la estabilidad. Los accionistas querían algo más de creci-
miento predecible de las ganancias, pero al estar en un mundo menos globalizado e inter-
conectado se podían cumplir esas expectativas a través de los ejercicios anuales haciendo
pequeñas modificaciones en el plan estratégico.
A pesar de todo, este panorama ha cambiado completamente con el paso del tiempo. La
competencia ahora puede estar en cualquier parte del planeta y hay una palabra que está
en mente de todos: cambio. Esto presenta a los altos directivos un desafío desconocido,
ya que deben estar permanentemente revisando y creando nuevos planes estratégicos, sin
olvidar el papel que las personas desempeñan en esta ecuación.
El primer autor al que nos referiremos es Kurt Lewin, ideólogo de la “teoría del cambio en
tres pasos”. Lewin veía el comportamiento como un equilibrio dinámico de fuerzas impul-
soras y restrictivas trabajando en direcciones opuestas, siendo estas fuerzas impulsoras las
facilitadoras del cambio. Según su modelo, hay tres pasos a seguir:
• Recongelar. Este paso se debe aplicar una vez se haya implementado el cambio para
que éste perdure. Si no se hace bien se puede volver fácilmente al estado anterior.
Unos años después, Lippitt, Watson y Wesley ampliaron la teoría de Lewis con siete nuevos
pasos, orientándola más en el rol del facilitador externo con una visión más objetiva. Los
siete pasos son:
Lippitt, Watson y Westley señalaban que los cambios son más propensos a ser estables
si se propagan a los “sistemas vecinos” o subpartes del “sistema inmediatamente afec-
tado”. Un ejemplo sería ver a una persona atacar otros problemas de una manera similar o
cuando varios negocios adoptan la misma innovación.
Otro modelo de cambio es el creado por James Prochaska y Carlo DiClemente. Inicialmente
pensado para pacientes del ámbito médico, a lo largo de los años se ha extendido a otros
ámbitos. Prochaska y DiClemente observaron que las personas pasan por distintos estados
cuando hay un cambio: precontemplación, contemplación, preparación, acción y manteni-
miento. La progresión a través de estos estados es cíclica, no líneal, ya que muchos indivi-
duos recaen en sus esfuerzos de cambio y no pueden mantener lo que empiezan a ganar
en un inicio.
Prochaska y DiClemente crearon un modelo espiral para representar los distintos estadios
de su teoría. El primer paso es el cambio intencional de precontemplación a contem-
plación, que existe cuando el individuo es consciente de su situación. De ahí se pasa a
la preparación, que ocurre cuando, una vez consciente, la persona planea hacerlo en las
próximas dos semanas. Por supuesto no lo pueden hacer solos y necesitarán ayuda y acom-
pañamiento. La etapa de acción empieza cuando se comienza a llevar a cabo el cambio.
Por último, en el mantenimiento se realizan acciones para reforzar el cambio y se combinan
con cambios de comportamiento.
Con este modelo, el individuo puede salir en cualquier momento si decide no cambiar y
tiene en cuenta la posibilidad de retroceder de estadio. La espiral, además, quiere enseñar
como alguien que retrocede aprende de lo vivido anteriormente en lugar de dar vueltas como
pasaría con un modelo cíclico.
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Unos años más tarde Ajzen añadió el grado de control percibido sobre la conducta como
una nueva variable a la teoría. Con ello quería que el modelo pudiera predecir conductas
sobre aquello que no depende únicamente de la voluntad de la persona, refiriéndose a la falta
de habilidades para llevar a cabo el cambio y a los obstáculos situacionales como oportuni-
dades y recursos disponibles.
Como vemos, todas las teorías tienen puntos fuertes y débiles y cada autor ha tratado de
modelarla para poder alcanzar el objetivo deseado.
El enfoque más básico y fácil para entender un proceso de cambio es romperlo en elementos
distintos, comprensibles. Así, los tres estados de cambio son: estado actual, el estado de
transición y el estado futuro.
• Estado futuro. El estado futuro es aquel al que estamos tratando de llegar. A menu-
do no está completamente definido, y realmente puede cambiar mientras estamos
“caminando” a través del estado de transición. Se supone que es mejor que el estado
actual en términos de rendimiento, pero puede ser preocupante ya que puede
no coincidir con nuestros objetivos personales y profesionales, y existe la posibilidad
de que no podamos tener éxito en el mismo. Por encima de todo, el estado futuro
es desconocido.
Cada empleado que está afectado por un cambio debe pasar por su propio proceso perso-
nal de cambio. Si los impactos del cambio afectan a diez personas, cada una de estas diez
personas debe pasar de su estado actual a través de un estado de transición a su propio
estado futuro. Si el impacto del proyecto es sobre 500 personas, entonces hay 500 procesos
de transición-futuro que deben ocurrir. Si los impactos afectan a 5.000 personas, hay 5.000
personas que pasan de un estado actual a un estado futuro. Ésta es la esencia de la gestión
del cambio, el apoyo a las personas a través de las transiciones personales necesarias para
que un proyecto o iniciativa mejore el rendimiento de la organización.
El Modelo ADKAR, desarrollado por el instituto Prosci, proporciona una descripción más
detallada de cómo un individuo puede pasar con éxito de su estado actual a su estado futu-
ro. ADKAR describe los cinco componentes básicos de un cambio exitoso:
Estemos hablando de un cambio personal o laboral, los individuos tienen éxito en el cambio
cuando tienen conciencia del mismo, deseo, conocimiento, capacidad y refuerzo. Esta des-
cripción orientada a los resultados del proceso de cambio individual da posibilidades a las
personas de trabajar mejor el cambio en sus vidas.
En primer lugar, la organización de gestión del cambio en sí debe seguir un proceso paralelo
al proceso de cambio que se está haciendo. Este proceso, definido por el instituto Prosci,
se desarrolla en tres fases:
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• Fase 1: Preparación para el cambio (se produce durante el estado actual).
La gestión del cambio como un proceso desde un punto de vista organizacional ayuda a
asegurar que están ocurriendo las actividades que tocan en el momento adecuado, y que los
empleados están recibiendo la información adecuada que necesitan para moverse a través
de su propio proceso personal de cambio.
Lo primero que se debe pensar es que cualquier transformación significativa crea “problemas
de las personas”. Tocará trabajar más para adaptarse, cambiarán las tareas, obligaciones,
Como vemos, los cambios deben empezar en la parte superior. Dado que el cambio es de
por sí inquietante para las personas en todos los niveles de una organización, cuando se
está en el horizonte, todos los ojos se vuelven al CEO y al equipo de liderazgo. Los mismos
líderes deben incorporar las nuevas aproximaciones en primer lugar para desafiar y motivar
al resto de la empresa. Ellos deben hablar como una sola voz y modelar los comportamien-
tos deseados. El equipo ejecutivo también tiene que entender que, aunque su cara pública
puede ser de unidad, también se compone de individuos que están pasando por momentos
de estrés y necesitan ser apoyados.
En este sentido, los equipos ejecutivos que trabajan juntos están en mejor posición para el éxito
al estar alineados y comprometidos con la dirección del cambio; comprenden la cultura y el
comportamiento de los cambios que pretenden introducir, y pueden modelarlos en sí mismos.
Con el cambio, y es algo inevitable, los individuos son inherentemente racionales y cuestio-
narán que se necesita un cambio, si la empresa se dirige en la dirección correcta y si ellos
quieren comprometerse personalmente para lograr el cambio. Y mirarán a la dirección en
busca de respuestas. La articulación de un caso formal para el cambio y la creación de una
declaración de visión por escrito son muy valiosas para crear u obligar a la alineación de
liderazgo en equipo. Hay tres pasos que se deben seguir en el desarrollo del mismo:
1. En primer lugar, confrontar la realidad y articular una necesidad convincente para el cambio.
3. Por último, proporcionar una hoja de ruta para guiar el comportamiento y la toma de deci-
siones.
Los líderes deben personalizar el mensaje para diversos públicos internos y describir el cam-
bio de forma que sea importante para los empleados.
Para poder arrastrar a los empleados, los líderes de los programas de cambio deben ser
como fanáticos que crean una masa crítica entre la fuerza de trabajo a favor del cambio. Esto
requiere que los líderes estén dispuestos a aceptar la responsabilidad de hacer realidad el
cambio en todas las áreas sobre las que ejercen influencia o control. La propiedad se puede
crear mediante la participación de la gente en la identificación de problemas y la elaboración
de soluciones. Esto se ve reforzado por los incentivos y recompensas, que pueden ser tan-
gibles (por ejemplo, dinero) o psicológicos (por ejemplo, felicitaciones).
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Los mejores programas de cambio refuerzan los mensajes clave a través de las relaciones.
Así, las comunicaciones fluyen desde la parte inferior y desde la parte superior, y están diri-
gidas a proporcionar a los empleados la información correcta en el momento adecuado,
y para solicitar su opinión y retroalimentación. A menudo, esto requerirá sobrecomunicación
a través de múltiples canales, muchas veces redundantes, pero será imprescindible si se
quiere alcanzar el éxito.
Si analizamos lo que estamos explicando, veremos que los programas de cambio exitosos
toman velocidad e intensidad a medida que caen en cascada hacia abajo, por lo que es
sumamente importante que los líderes entiendan y trabajen la cultura de la empresa y los
comportamientos en cada nivel de la organización. Las empresas a menudo cometen el
error de valorar la cultura corporativa demasiado tarde, y diagnósticos culturales exhaustivos
pueden proporcionar la disposición de la organización a cambiar, pueden aflorar problemas
escondidos, identificar conflictos y definir las fuentes de liderazgo o resistencia. Estos diag-
nósticos identifican los valores fundamentales, creencias, comportamientos y percepciones
que deben ser tomados en cuenta para que se produzca un cambio exitoso, y sirven como
punto de referencia común para el diseño de los elementos de cambio esenciales, tales
como la nueva visión de la empresa o la construcción de la infraestructura y los programas
necesarios para impulsar el cambio.
Una vez que se entiende la cultura, es trabajo de la dirección corregirla tan a fondo como
cualquier otra área mediante un programa de cambio. Los líderes deben ser explícitos sobre
la cultura y los comportamientos subyacentes que casarán mejor con la nueva forma de
hacer negocios, y es su tarea encontrar oportunidades para modelar y premiar los mejores
comportamientos. Esto requiere el desarrollo de una línea de base, que define donde se
quiere llegar, y la elaboración de planes detallados para hacer la transición.
El cambio es tanto un viaje institucional como una decisión muy personal. La gente pasa
muchas horas a la semana en el trabajo; muchos piensan en sus colegas como una segun-
da familia, y los individuos (o grupos de individuos) necesitan saber cómo va a cambiar su
trabajo, lo que se espera de ellos durante y después del programa de cambio, cómo van a
ser evaluados, y qué significará el éxito o el fracaso para ellos y los que les rodean. Los jefes
de equipo deben ser lo más honestos y explícitos posible. La gente va a reaccionar a lo que
ve y oye a su alrededor, y a la necesidad de estar involucrada en el proceso de cambio. Por
eso toman importancia las recompensas altamente visibles, como la promoción, el recono-
cimiento y los bonos.
Para resolver los conflictos, la única manera que existe es reconocerlos mediante el
análisis de las distintas etapas que tienen:
5. Etapa de secuelas del conflicto. Cuando hay algún resultado del conflicto, como una
resolución del problema.
Saber gestionar un conflicto es ser consciente del estilo a adoptar en los mismos para
tratarlos. Estos estilos fueron identificados por dos psicólogos, Kenneth Thomas y
Ralph Kilmann. Hay cinco estilos diferentes para la gestión de conflictos que se pueden
utilizar en diferentes momentos. Sin embargo, las personas tienden a tener uno o dos
en los que se sienten más cómodos. Los estilos son evitar (no trata el tema en cuestión
cuando se presenta), complacer (preferir satisfacer las preocupaciones de la otra per-
sona, dejando de lado las propias), compromiso (querer encontrar una solución conve-
niente y aceptable para ambas partes), colaborar (preferir trabajar con la otra persona
para encontrar una solución que satisfaga plenamente las preocupaciones de ambos)
y competir (perseguir los propios intereses sin tener en cuenta los objetivos de la otra
persona y tratar de imponer el propio poder con el fin de que gane la propia posición).
Asimismo, durante la gestión de conflictos se debe querer evitar el conflicto en sí, así
como tener siempre la necesidad de tener la razón o de querer ganar. Criticar y culpar
a otra persona por la situación puede ser el resultado de no querer admitir cualquier
debilidad, tratando de evitar la “vergüenza” por ser “culpable”. Tampoco hay que tratar
de ser adivino, es decir, hacer conjeturas acerca de lo que las otras personas sienten y
sus motivaciones, en lugar de hacer preguntas; ello conduce a una mala comunicación
y al aumento de los conflictos. Asimismo, no hay que despreciar ni transmitir mediante
el lenguaje corporal lo que se piensa de la otra persona.
26 GES TI ÓN DE L C O N F L IC T O , N E G O C IA C IÓ N Y C AM BI O
1. Preparación: Antes de entrar en una reunión de negociación, el negociador experto
debe preparar la reunión.
2. Escucha activa: Los negociadores tienen las habilidades para escuchar activamente
a la otra parte en el debate.
Asimismo, saber controlar una negociación implica dominar las fases que la componen.
Éstas son:
Fase 3: Presentación. En esta fase, es importante dar forma a toda la información que
se ha recogido con el objetivo de que sirva de apoyo para defender la posición durante
la negociación.
Fase 5: Cierre. El cierre es una parte importante de las negociaciones. Se puede apren-
der de la misma para futuras negociaciones.
La gestión del cambio también es algo que cualquier buen líder o directivo debe domi-
nar. El enfoque más básico y fácil de entender es ver el cambio como un proceso
que consta de tres estados: el estado actual, que es cómo se hacen las cosas en la
actualidad; el estado de transición, un punto intermedio desordenado y desorganizado,
impredecible y en constante flujo, y el estado futuro, que es adonde estamos tratando
de llegar.
Lo primero que se debe pensar es que cualquier transformación significativa crea “pro-
blemas de las personas”. Tocará trabajar más para adaptarse, cambiarán las tareas,
obligaciones, se deberán desarrollar nuevas habilidades y capacidades. Así, dado que
el cambio es de por sí inquietante para las personas en todos los niveles de una organi-
zación, éstos deben empezar por los cargos altos e incluir planes para identificar líderes
en toda la empresa y empujar la responsabilidad del diseño y la implementación hacia
abajo, de modo que el cambio tenga forma de “cascada” a través de la organización.
• Y por último, proporcionar una hoja de ruta para guiar el comportamiento y la toma
de decisiones.
Las comunicaciones son muy importantes ya que se debe proporcionar a los emplea-
dos la información correcta en el momento adecuado, y para solicitar su opinión y
retroalimentación. Los jefes de equipo deben ser lo más honestos y explícitos posible.
La gente va a reaccionar a lo que ve y oye a su alrededor, y a la necesidad de estar
involucrados en el proceso de cambio. Por eso toman importancia las recompensas
altamente visibles, como la promoción, el reconocimiento y los bonos.
28 GES TI ÓN DE L C O N F L IC T O , N E G O C IA C IÓ N Y C AM BI O