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ANTECEDENTES
1
Otro intento se produjo el 29 de enero de 1929, esta vez dirigido por José Sánchez
Guerra, antiguo ministro de Alfonso XIII, que contaba con el apoyo de civiles como Azaña,
Lerroux, Blasco Ibáñez o Eduardo Ortega y Gasset. Iniciado en Valencia, el golpe fue otro
rotundo fracaso, acabando con el encarcelamiento de Sánchez Guerra –que fue absuelto en el
juicio celebrado en noviembre del mismo año-. Este golpe no pretendía la instauración de la
República, sino retornar al sistema liberal vigente anterior al golpe de Primo de Rivera.
2
las Ventas de Madrid. Ante miles de asistentes hicieron uso de la palabra varios representantes
del republicanismo: Gerardo Abad, Marco Miranda, Martínez Barrio, Manuel Cárceles, Manuel
Azaña, Marcelino Domingo, Niceto Alcalá Zamora y Alejandro Lerroux.
Los periódicos del día siguiente resaltaron el comportamiento cívico tanto de los
oradores como de los asistentes, como reconoció el propio conde de Romanones a preguntas de
los periodistas: « Me pareció muy bien. Resalta la nota de orden y disciplina y el sentido
gubernamental de algunos oradores.»1
1
ABC, 30-IX-1930
3
ABC, 11-X-1930
La situación era insostenible. Ya eran numerosos los civiles y militares que veían como
única salida a la situación una insurrección armada.
PREPARATIVOS DE LA SUBLEVACIÓN
Galán cuenta con el apoyo en Zaragoza del catedrático Sánchez Ventura, y en Huesca
del profesor de la Normal de Maestros, Ramón Acín. Estos dos personajes de ideas anarquistas
serían los encargados de preparar la sublevación en sus respectivas ciudades.
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grupo de ateneístas de Madrid, entre los que se encuentran José Rico Godoy, Ramón Martínez
Pinillos y Fernando Cárdenas.
En la noche del día 8 se produce otra reunión en Jaca en la que se decide que el
alzamiento se producirá el día 12 a las cinco de la madrugada. En la reunión Galán manifestó su
deseo de no retrasar más el alzamiento: « En caso de que tuvieran que darnos alguna orden,
que la den por medio de algún emisario. Que no hacemos caso de ningún aviso postal, ni
telegráfico, ni telefónico.»2. Esta frase de Galán reviste gran importancia tal y como se
desarrollaron los acontecimientos. Tras la reunión, Galán envió un telegrama a Rafael
Rodríguez Delgado que inmediatamente le transmitió a Azaña el contenido del mismo, éste le
respondió que era conocedor de los planes de Galán por habérselos comunicado Graco Marsá; y
que el Comité había decidido enviar a Jaca a Casares Quiroga para detener la sublevación.
No se sabe si Rodríguez Delgado conocía la nueva fecha, según Graco Marsá. Según
éste: «El Gobierno Republicano había fijado una fecha que no conocíamos pero que sabíamos
era posterior al día catorce.»3
A pesar de eso el día 11 se recibe en Jaca el telegrama diciendo «Los libros están en
camino» que era la contraseña para indicar que todo estaba preparado para la sublevación.
Para preparar la sublevación Galán se reunía todos los días, en el hotel La Paz de Jaca,
con el capitán Sediles, los tenientes Mendoza y López Mejías, el capitán de la reserva Pialla y el
alférez Ramón Manzanares. El plan inicial era tomar Huesca, en donde se les uniría el
regimiento de Artillería, posteriormente se amagaría con ir hacia Zaragoza, cuando en realidad
marcharían a Lérida y desde allí continuar hasta Barcelona, donde esperaba contar con la
colaboración de la CNT.
Parece claro que la relación de Galán con el Comité Revolucionario no era todo lo
conexa como sería de desear, o al menos con alguno de sus integrantes. Así lo ve Carlos
Sampelayo: « Las relaciones de aquel “gobierno fantasma” – que más tarde habría de ser real-
con Fermín Galán habían sido siempre tensas, sobre todo con don Niceto. En cambio Lerroux
le daba siempre la razón […]» (SAMPELAYO: 22)4
2
J. Arderius y J. Díaz Fernández: Vida de Fermín Galán, Madrid, 1931, p. 278, citado por José Mª Azpiroz
y Fernando Elboj en La sublevación de Jaca, Zaragoza, 1984, p. 34
3
Citado por M. Tuñón de Lara, La España del siglo XX, París, 1973 t. 1, p. 36
4
Carlos Sampelayo Carrasco fue testigo de los hechos.
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más veteranos. Incluso Besteiro en una conversación con él –partidario de la sublevación- le
enfrió el ánimo revolucionario.5
No parece haber duda que la idea de Galán sobre cómo debería realizarse el alzamiento
y el sistema político a instaurar posteriormente diferían de los planes del Comité
Revolucionario. Todo índice que los miembros del Comité estaban lejos de desear que se
realizara una verdadera revolución en España. Su ideal era la proclamación de una república
burguesa.
5
Gabriel Coca Medina, La revolución de diciembre de 1930, en Tiempo de Historia, nº 7, pp. 6-13, 1975
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Operación en la que intervino Galán en agosto de 1924, cuando era teniente de la Legión, y en la que
estaba al mando el general Mola.
6
la policía I. Prieto, M. Azaña, Marcelino Domingo y A. Lerroux. Maura citó la conversación
que mantuvo con los agentes que fueron a detenerlo:
« […] les pregunté quiénes más iban a ser detenidos. Me dijeron que Alcalá Zamora,
Azaña, Domingo, Casares, Albornoz y Prieto. Pregunté si no estaba en la lista don Alejandro, y
el inspector sin la menor vacilación exclamó:
Salvador Sediles mantiene como fecha dada por el Comité la del 12 de diciembre: «Está
explicado cómo a pesar de nuestro deseo y necesidad de salir cuanto antes, no lo hicimos hasta
recibir órdenes del Comité» (SEDILES: 87)
Lo que plantea una interrogante es que si el día 11 llega a Jaca el telegrama con el visto
bueno, ¿cómo es posible que Rodríguez Delgado y Graco Marsá mantuvieran que ellos
desconocían la fecha fijada?
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Eduardo de Guzmán: Cómo pudieron salvarse las vidas de Galán y García; entrevista a Bernardo Pou,
publicada en La Tierra, 28-IX-1931
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CASARES QUIROGA
Casares Quiroga
La actuación del que luego sería presidente del Gobierno de la República en los hechos
de Jaca, no deja de ser, cuanto menos, discutible. Duramente atacado por los historiadores
anarquistas, que le tachan de traidor, su comportamiento parece más producto de su natural
indolencia y falta de reflejos a la hora de tomar decisiones, que de una intencionada maniobra
para hacer fracasar el movimiento de Jaca.
El día 11 Casares se trasladó a Jaca cumpliendo las órdenes del Comité Revolucionario.
Su misión era contactar con el capitán Fermín Galán para convencerle de que pospusiera la
sublevación hasta el día 15. Se trasladó en un vehículo acompañado por Graco Marsá y el
doctor Pastoriza, en otro vehículo viajaban algunos ateneístas, entre ellos Rodríguez Delgado.
«Según confirmó Rodríguez Delgado al historiador Manuel Tuñón de Lara, del grupo
de ateneístas tan sólo él conocía los propósitos del Comité Revolucionario Nacional de atrasar
la fecha. Efectivamente el profesor Jesús Prado Arrarte ignoraba este propósito, iban
convencidos de que al día siguiente se sumarían al grupo de militares rebeldes, como así
ocurrió.» (AZPIROZ 1984: 37)
Uno de los protagonistas del viaje. Prado, declaró a J.M. Azpiroz y F. Elboi « El día
diez por la tarde un representante del Comité Revolucionario Nacional nos reunió para
ordenarnos que nos trasladáramos a Jaca al día siguiente. Así lo hicimos, íbamos convencidos
de que la sublevación se produciría en la madrugada del doce. El coche en el que yo viajaba
llegó exactamente cuando en el reloj de una de las iglesias de la ciudad daban las cinco. En ese
preciso instante los comprometidos jacetanos se dirigían a sublevar los cuarteles.» (AZPIROZ
1984: 44)8
Casares paró durante el trayecto de Madrid a Jaca para cenar. Finalmente llegó a la
población oscense a la una de la madrugada, trasladándose al hotel La Paz, ya que no habían
logrado habitación en el hotel Mur. A pesar de la insistencia de Graco en localizar A Galán para
comunicarle el aplazamiento, Casares se negó aduciendo que estaba cansado y que se iba a
dormir.
8
Al llegar a la ciudad hay que buscarnos donde sea, despertarnos si estamos dormidos,
hay que darnos la orden. Buscarnos es fácil, estamos allí, donde siempre; estamos despiertos
levantados en el cuarto de Fermín.
Pero los emisarios, Casares Quiroga, Graco Marsá y Pastoriza, al llegar a Jaca con
tiempo suficiente para cortar la rebelión que había que empezar seis horas después, no se
encaminaron al hotel Mur `…] se dirigieron al hotel La Paz, en el extremo opuesto de la
ciudad. A alojan allí con nombre supuesto y se meten en la cama […] y el señor Casares
Quiroga se guarda la orden en el fondo de su conciencia.» (SEDILES: 85-86)
Por su parte Graco Marsá mantuvo que se fueron a dormir porque creían que tenían todo
el día para localizar a Galán, ya que, según él, se había recibido un segundo telegrama que decía
«retrasad envío sábado». De este supuesto segundo telegrama no hay rastro. Y además Graco
cae en una contradicción. ¿Por qué insistía, según su propio testimonio, en localizar a Galán, si
tenían todo el día para hacerlo?
Casares Quiroga conoció que se había producido la sublevación por boca de Graco
Marsá, que había salido del hotel para entrevistarse con Fermín Galán. Según Graco Marsá la
reacción de Casares al conocer la noticia fue la de eludir toda responsabilidad: « Yo, desde
luego, no puedo hacerme responsable de la sublevación […], la fecha estaba dada para la
madrugada del lunes, y yo sólo puedo avalar los actos que se realicen según el plan hecho por
el Comité. Esta gente ha hundido a la República por unos años; yo me marcho, o me entrego.»
(MARSÁ: 58)
A través del testimonio de Rafael Rodríguez Delgado conocemos algo más sobre la
actitud de Casares: « Casares Quiroga decía que se alzarían a las cinco de la madrugada del
día 12, puesto que así lo había comunicado Galán a Azaña; por el intermedio de Rafael
Rodríguez Delgado […] Azaña confiaba en que Casares Quiroga llegaría a tiempo para
prevenir a Galán, quién desde luego parecía dispuesto a aplazar la fecha del alzamiento si se
trataba de unos pocos días. El hecho de que el coche en que Rodríguez Delgado que se dirigía
desde Madrid a Jaca sufriera una avería y no llegara a su destino hasta las ocho de la mañana
del día 12, cambió tal vez el curso de los acontecimientos […] Si hubiera hablado con Galán la
noche antes habría sido aplazado.» (TUÑÓN, 1973, pp. 204-205)
De lo que no hay duda es que Casares mintió al Comité cuando le dio su versión de los
hechos al afirmar que cuando llegó a Jaca la sublevación ya había comenzado. Así mismo su
versión de lo que pretendía Galán: instaurar un gobierno de corte anarquista en Zaragoza hasta
su proclamación en Madrid, carece de todo sentido.
Azpiroz y Elboj plantean algunas incógnitas y conclusiones que bien merecen una
profunda reflexión y un intento de continuar la investigación para darles una respuesta
convincente.
« 1. Que fuera Graco y no Casares Quiroga quién primero se entrevistara con Galán.
2. Que Casares hable de incumplimiento de una fecha que, si alguien tenía que haberla
comunicado era él.
3. Que fue precisamente Casares quién no cumplió con los planes del Comité.
9
Antonio Graco Marsá, La sublevación de Jaca. Retrato de un rebelde, Madrid, 1931
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4. La gran acusación contra los rebeldes de haber hundido a la República por unos años.
Habría que plantearse otras incógnitas como ¿por qué se fue a dormir Casares sin
contactar con Galán? ¿No estaría interesado en que fracasara el alzamiento?
LA SUBLEVACIÓN
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Cuando estalló la sublevación del 18 de julio, Mola le nombró Delegado de Orden Público en
Pamplona, poniéndole al mando de la Guardia Civil y la Guardia de Asalto.
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Hacia las 7,15 de la mañana se produjo un enfrentamiento entre el sargento de la
Guardia Civil Demetrio Gallego López y el sargento del Regimiento de Galicia Francisco
García Oliván, con una patrulla del regimiento de Galicia mandada por el sargento Burgos, en
los aledaños de la plaza de la Catedral. De resultas del enfrentamiento muere el sargento Oliván,
siendo heridos los soldados Luis Bobadilla y Policarpio Urruzola.
La resistencia opuesta al alzamiento fue mínima. Galán se entrevisto con los miembros
de la Guardia Civil, llegándose a un “pacto de caballeros”. Los guardias -17- quedaron
acuartelados en la Casa Cuartel, mientras las armas eran guardadas en otra estancia de la
dependencia custodiadas. Por su parte el teniente coronel de Carabineros Joaquín Rodríguez
Mantecón se entrevistó con Alfonso Rodríguez “el Relojero” – con el que mantenía cierta
amistad-, llegando al acuerdo que los Carabineros no intervendrían. También se acordó que si la
sublevación triunfara se diría que los Carabineros se unieron a ella después de salir de Jaca, en
caso contrario se diría que los que habían quedado en Jaca habían depuesto su actitud
entregando la plaza al teniente coronel de Carabineros.
Posteriormente Rodríguez Mantecón envió a dos guardias a que avisaran al resto para
que se dirigieran a la Comandancia. Al salir los dos agentes se encontraron, en la calle Mayor,
con un grupo de militares al mando del alférez Rodríguez que les pidieron que les entregaran las
armas, al negarse los carabineros se produjo un tiroteo de resultas del cual murieron los
carabineros Sabino Ballastino y Manuel Montero, siendo herido el civil Rafael Robles
Soldevilla.
Cuando Graco Marsá se dio cuenta que el alzamiento había comenzado se unió a él,
junto a Lumpuy y Pastoriza. Antes Graco le había comunicado la noticia a Casares Quiroga, le
contesta que él no se responsabiliza de lo sucedido y que esperará en Jaca la entrada de las
tropas gubernativas para entregarse.
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Posteriormente Rodríguez Mantecón se atribuyó la liberación de los que se encontraban retenidos en
el Ayuntamiento.
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Una vez controlada la situación se procedió a la requisa de vehículos, que tardó varias
horas en llevarse a cabo por la resistencia de algunos propietarios a ceder su vehículo; además el
abastecimiento de combustible se hacía mediante embudos lo que provocó más retraso. Este
retraso sería crucial para el desarrollo de los posteriores acontecimientos. Finalmente la
columna que partía por carretera lo hacía a las 14,30 mandada por Galán, mientras que la que lo
hizo por ferrocarril no salió hasta las 16,40 dirigida por Sediles.12
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Cuando no llevaban mucho recorrido tuvieron que proseguir por carretera al encontrase cortadas las
vías férreas.
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Como vicepresidente se nombró a Clemente Baras Miranda; Secretario, Isidro Cavalled; y seis vocales;
Alfonso Rodríguez “el Relojero” fue nombrado delegado de Orden Público
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Antes de partir de Jaca comenzó una pertinaz lluvia que provocó que los soldados
salieran empapados. En Jaca se quedaron unos ochenta soldados que, junto a algunos civiles
serán los encargados de mantener el orden y cumplir las misiones propias de la retaguardia.
Las columnas toman el camino de Ayerbe para desde esta localidad continuar la marcha
hacia Huesca. Mientras el gobernador militar de Huesca, general Manuel de las Heras,
conocedor de la noticia, parte para Ayerbe, población a la que llega sobre las 16,00 horas, le
acompañan varios oficiales. Poco después se les une un grupo de guardias civiles al mando del
teniente coronel Cerdeño Martín, que tras mantener una conversación con el general continúa su
camino. Hacia las cinco de la tarde una compañía de Vías y Obras levanta las vías férreas del
tramo entre Ayerbe y Riglos-Concilio.
En relación a las heridas sufridas por el general de las Heras, hay cierta controversia. El
parte médico decía que presentaba una herida en el antebrazo izquierdo. Dos días después varios
diarios (Diario de Huesca, Montearagón, La Voz de Aragón) informaban que el general había
sido herido en las nalgas.
Otra incógnita a despejar es que ¿por qué el general de las Heras se opone a la columna
de sublevados, con apenas una docena de guardias civiles? Algunas fuentes apuntan a que el
general de las Heras estaba en principio comprometido con la sublevación, pero que al ver que
no tenía carácter nacional decidió que había que parar el movimiento; otras mantienen que
intentó mantener el principio de autoridad y evitar un derramamiento de sangre. Sea como fuere
lo que no hay duda es que el general de las Heras actuó con una total falta de responsabilidad.
Tras el incidente con el general de las Heras, la columna reinicia su camino hacia
Ayerbe, lugar al que arriba a las 22,30. Los sublevados son recibidos entusiásticamente por la
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población que les proporciona víveres y bebidas. Ayerbe, localidad con fuerte tradición
republicana ya había proclamado la República antes de la llegada de la columna.
14
tropas del Regimiento de Infantería Valladolid 74 y las del 5º Regimiento de Artillería se
apostaron en las lomas de las Coronas de Cillas, al mando del coronel Juan Muñoz Barredo.
Cuando la columna de los sublevados divisa a las tropas gubernamentales, Galán envía
a García Hernández, Salinas y el Esquinazu a parlamentar; los tres emisarios se acercan a los
gubernamentales enarbolando bandera blanca. No hubo diálogo, los tres emisarios fueron
inmediatamente detenidos.
Las tropas sublevadas se mantienen inactivas, hay una gran confusión, unos quieren
iniciar el ataque, otros siguen pesando que las tropas gubernamentales no abrirán fuego. Galán,
al que posiblemente le venía grande el tomar iniciativas ante una situación como la que se
presentó –quizás porque no esperaba encontrarse con resistencia en su camino a Huesca- no
sabe qué hacer.
Las tropas sublevadas que habían huido en desbandada dejaron numeroso material
abandonado que fue recogido por las tropas gubernamentales.
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A media mañana varios aviones sobrevolaron la zona lanzando octavillas firmadas por
el capitán general en la que conminaba a los sublevados a rendirse: « En toda España hay
absoluta tranquilidad, muchos batallones y baterías vienen a prenderos. Si arrojáis las armas y
os entregáis, tendré benevolencia con vosotros; de lo contrario seré inexorable en el castigo».
Aunque Galán había logrado huir en un vehículo, mandó parar el mismo a la altura de
Biscarrués, en donde se entregó a las autoridades. Con su entrega, Galán intentaba quitarles
responsabilidades a Salinas y García Hernández. Un grupo de huidos fueron detenidos en
Ayerbe cuando llegaron las tropas dirigidas por el general Dolla
Amén de en Jaca y Cuatro Vientos, solamente en San Sebastián hubo un pequeño grupo
que asaltó el Gobierno Civil. En Huesca se declaraba la huelga general en el mismo momento
en que los sublevados llegaban a Cillas.
14
Los días 14, 15,16 y 17 no se había publicado el diario.
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Ante la situación de huelga general en Zaragoza, el capitán general de Aragón emite un
amenazante bando:
Hago saber que habiendo abandonado el trabajo en esta población sin motivo justificado
algunos mal aconsejados obreros y estando dispuesto a evitar coacciones y mantener a todo
trance el orden público `…] ordeno que todos los talleres, comercios, mercados, obras, fabricas
y establecimientos públicos permanezcan abiertos durante la jornada legal de trabajo a cuyos
dueños haré responsables del incumplimiento de esta orden.
Asimismo hago saber que someteré a la jurisdicción militar cuantas alteraciones de orden
público puedan cometerse, llegaré a la aplicación de penas y sanciones incluso hasta imponer
las más severas […]
Con arreglo al reglamento, los individuos pertenecientes al somatén serán considerados como
fuerzas armadas a efectos de sanción, penalidad y competencia para conocer de los delitos
contra ellos cometidos.
En las Cinco Villas – comarca de amplia tradición republicana- que comprende las
poblaciones de Gallur, Tauste, Mullén, Uncastillo y Ejea de los Caballeros, si hubo un
importante apoyo a la sublevación.
En Gallur, conocida por “la Pequeña Rusia”, fue donde mayor dureza revistieron los
enfrentamientos. En esta población actuaron conjuntamente anarquistas, republicanos y
socialistas –todo lo contrario que en el resto de España-. Cortaron la línea telefónica, levantaron
las vías ferroviarias, etc. Las fuerzas revolucionarias se hicieron con el control del pueblo.
Cuando llegó a la población el Regimiento Saboya comenzaron a producirse detenciones. Es en
estos momentos cuando comenzó un fuerte tiroteo que dejó un saldo de cuatro heridos.
En Mullén, cuando la Guardia Civil se personó, el juez Andrés Pardo les comunicó que
todo estaba en orden. Aunque la huelga fue pacífica el Comité local fue detenido. Igual ocurrió
en Uncastillo, donde los líderes más significativos fueron detenidos y clausurado los centros
republicano y de la UGT. En Ejea de los Caballeros hubo ciertas alteraciones del orden público
que terminaron cuando llegó el Ejército.
El día 15 se declaró huelga general en muchos lugares de España –una excepción fue
Madrid-. En diversos lugares se produjeron violentos enfrentamientos, como en Gijón. En la
ciudad astur los manifestantes incendiaron la iglesia de los jesuitas; como resultas de los
enfrentamientos hubo un muerto. En Cantabria hay fuertes enfrentamientos que se saldan con
varios heridos y tres muertos. Un guardia civil en Torrelavega y dos obreros en Santander. En
San Sebastián un grupo de manifestantes intentó asaltar el cuartel de la Guardia Civil, muriendo
un sargento y un número y resultando varias personas heridas.
En Barcelona los insurrectos lanzaron una proclama, firmada, entre otros, por Jaime
Aiguader i Miró (socialista), Manuel Carrasco Formiguera (Acción Catalana), Lluís Companys
(ERC), Joaquín Maurín (comunista) y J. Xirau
17
« Ha estallado el movimiento revolucionario en toda España. Su único objetivo, por el
momento es la implantación de la república. Los partidos republicanos y obreros de Barcelona
y Cataluña entera […] piden ayuda a todos, especialmente al Ejército, para que el cambio de
régimen pueda llevarse a cabo […] con el menor derramamiento posible de sangre.
A las diez de la mañana del día 13 comienzan los interrogatorios. El primero en declarar
es el teniente Manuel Muñiz Izquierdo, tras él lo hace Luis Salinas, que manifiesta no saber
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quién mandaba la columna, ni el objetivo de la rebelión. A las once cuarenta y cinco presta
declaración Ángel García Hernández, que dice que las fuerzas eran mandadas por Galán y que
el objetivo era cambiar la forma de Gobierno, posteriormente declaró otras dos veces a petición
propia. En la tercera declaración manifiesta: « Que fue llamado por el capitán Galán al cuartel
y le dijo que había un movimiento general en toda España. Que formaba el capitán Galán parte
del Comité Central Revolucionario, y que lo publicó en el bando que dio en Jaca; que el
declarante se encontró con el hecho consumado de la tropa sublevada y… creí más natural
seguir con ella.» (citado GÓMEZ: 319)
Cada poco tiempo se van recibiendo órdenes desde Madrid para que el proceso se
acelere todo lo que sea posible. Ante estas premuras el juez instructor, comandante Adolfo
Nieto Castro, protesta por la presión que está recibiendo; que las cosas deben hacerse con
mesura para evitar que se pueda proceder a una condena injusta. Su protesta provocó que fuera
cesado y sustituido por el comandante Antonio Santos Oteiza.
A la una de la madrugada del día 14, Fermín Galán escucha la diligencia del
procesamiento.
Preguntado qué actos se realizaron con anterioridad y posteriormente, dijo: Que ligado
desde los tiempos de la Dictadura a ideas liberales, exaltadas durante este tiempo de privación
de ellas, el declarante llevó a cabo una suma de actos presididos por este espíritu, de cuyo
conjunto surgieron convicciones profundas. Tal suma de actos referida, le ligaron con
elementos activos para consecución de una más amplia libertad. […]
Preguntado por cuantos actos realizados en ese día en Jaca antes de la salida de la
columna con un Guardia Civil y unos Carabineros, dijo: Que situado en el puesto de mando en
la Sala de abanderas de su Regimiento, de la que no salió para nada durante el tiempo que la
columna permaneció en Jaca, no sabe cómo se produjeron esos actos y violencias, de los cuales
tuvo conocimiento con posterioridad, sin que sepa quiénes fueron los autores materiales. […]
Preguntado por lo sucedido en las proximidades de esta capital con las fuerzas, dijo.
Que tal era la convicción que tenía de que el choque no podía producirse por palabras y
promesas formales continuadas y aún recibidas el día anterior, sin que pueda decir de quiénes,
que en la aproximación a las fuerzas desplegadas de Huesca avanzó con un mínimo de
precauciones; y al hacer alto, dos capitanes amigos, uno de Infantería y otro de Artillería, se
adelantaron en un coche ligero con enseña blanca a recibir la confirmación del abrazo tantas y
tan repetidas veces ofrecido. Grande fue la sorpresa cuando a los pocos momentos de partir, y
sin que para nada volvieran las tropas de Huesca, desplegadas, rompieron el fuego sobre la
columna estacionada; sin más sostén que una insignificante avanzada y flanqueos. La tropa
impregnada de la inmediata fraternidad con las tropas de enfrente, recibieron con la natural
sorpresa el vivísimo fuego al que se la sometió durante breves momentos; algunos soldados
contestaron al tiroteo, pero pudo notarse cómo con rapidez se llegó al alto el fuego,
produciéndose un silencio por ambas partes, que de nuevo rompieron las tropas de Huesca
cuando se iniciaba la retirada; el declarante afirma que una vez que vio que la fraternidad
entre las tropas no existía, ni un solo momento vaciló en ordenar la retirada, que se produjo en
dispersión por los efectos de las ametralladoras y de la artillería de las tropas de enfrente. […]
Preguntado si tiene algo que decir, dijo: Que desea hacer constar que a razón que le ha
guiado a presentarse voluntario a la autoridad está inspirada en su deseo que se conozca la
verdad, aún en contra del mismo declarante, y que lo dicho es la verdad de lo ocurrido. Y leída
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que le fue esta declaración, la reconoce como suya a firma y ratifica en su contenido;
firmándola con el Juez y Secretario que certifico.»
A las cinco de la mañana del día 14 se formó el tribunal presidido por el general Arturo
Lezcano Piedrahita, como vocales actuaron el general Joaquín Gay Borrás, los tenientes
coroneles Enrique Cortiles Baelga y Julio Marina Muñoz, y los coroneles Lorenzo Moliner
Armengol y Juan Muñoz Barredo; el vocal ponente fue el auditor de brigada José Casado
García; las acusaciones corrieron a cargo del coronel José Laguna Pardo, actuando como
defensor el capitán José Mª Vallés Foralada.
Las sentencias que se iban a dictar parece que estaban más que decididas antes del
comienzo del mismo. En el transcurso del proceso, ya comenzaron a oírse voces pidiendo
clemencia para los acusados, ante el temor que se dictaran sentencias de muerte. Una de ellas se
la hizo llegar Ossorio y Gallardo –presidente del Colegio de Abogados- al propio general
Berenguer:
« […] Trazar entre las ideologías contendientes una línea de sangre, acentuaría el
funesto resurgir, que se advierte ya, de las maneras con que los dos primeros tercios del siglo
XIX envilecieron a España. […]
Por Dios y por España, señor Presidente, agote sus esfuerzos en que no surja lo
irremediable; que si a sangre del facineroso sólo mueve a conmiseración, la sangre del
delincuente político es simiente de represalias, enconos y protestas que ponen en peligro
aquello mismo que al verterla se quiere defender, y fácilmente da ocasión a luchas fratricidas
de incalculable alcance. Para volver a su nuevo cauce, no es sangre lo que demanda España,
sino justicia y libertad.» (citado GÓMEZ: 346)
El periódico El Liberal, en su editorial del día 13, le recordaba al rey que él debe su
puesto a una insurrección armada: « En España la sublevación tiene su tradición gloriosa para
monárquicos y para republicanos. Es gloriosa para la Monarquía la tradición de la
sublevación, porque debe su restauración al hecho consumado en Sagunto. Y lo es para los
antidinásticos porque la revolución del 68 fue un acontecimiento de igual naturaleza. Y lo es
también para los más amigos del orden, para los mismos partidarios de la dictadura, porque lo
ocurrido el 13 de septiembre de 1923 fue una sublevación triunfante, sin más que la
presentación de las armas.»
Hasta el propio abogado defensor era consciente de cual iba a ser el fallo del tribunal,
quizás por eso sus esfuerzos se centraron en evitar la condena de muerte para el capitán García
Hernández: «El capitán don Ángel García Hernández creyó, como los demás, en el cambio de
Gobierno. El dinero que llevaba era de los soldados de la Compañía de ametralladoras que
mandaba en Jaca y suyo. Obró bajo la sugestión del capitán Galán. Durante la marcha no
mandó fuerza alguna. Al llegar a Cillas se presentó en unión de Salinas, antes del combate, al
señor coronel Muñoz Barredo, quien, con un oficial les remitió a presencia del general Dolla.
No fue autor material ni ordenador, de ningún acto violento, ni se reunió previamente con
nadie.»; su alegato final pedía clemencia para los acusados: « ¡Excelentísimos señores,
compasión! No son malos, son equivocados. ¡Aisladles si son peligrosos, pero no los suprimáis!
¡Señor Dios de los Ejércitos, ten piedad de ellos! ¡Protégeles, devuélveles la libertad,
sálvameles la vida!» (citado GÓMEZ: 348-351)
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La sentencia fue demoledora: Galán y García Hernández son condenados a muerte; el
resto a cadena perpetúa con la accesoria de pérdida de empleo.
Varios estudiosos del tema señalan que la sentencia fue sugerida desde Madrid,
ordenando que hubiera dos penas de muerte que en principio debían ser para Galán y Sediles,
pero el encontrarse el último fugado, le sustituyó García Hernández.
EJECUCIÓN
A las 13,30 Berenguer comunica al capitán general que proceda a ejecutar la sentencia.
En el Consejo de Ministros no todos estuvieron de acuerdo con la decisión tomada, Estrada,
Sangrio y el duque de Alba se mostraron contrarios al cumplimiento de la sentencia. Berenguer
al parecer visitó al monarca para que firmara el indulto; no solo no lo hizo sino que apremió
para que la pena se cumpliera a la mayor brevedad.
Se designaron dos piquetes formados cada uno por ocho soldados, un cabo y un
sargento, y dirigidos por dos alféreces del Regimiento de Infantería: José Pérez Lafuente y
Faustino Fuente Arce.
Poco antes de ser trasladados al lugar de la ejecución se les ofreció confesión a ambos,
García Hernández así lo hizo, pero Galán se negó, diciéndole al sacerdote: «No se canse. Como
amigo, deme un abrazo y todos los que quiera; me hacen falta en estos momentos. Pero como
sacerdote pierde usted el tiempo conmigo.»
García Hernández murió en el acto, le habían alcanzado cuatro disparos, dos de ellos
mortales. Galán tuvo que recibir dos tiros de gracia, uno por parte del alférez José Pérez, el otro
por uno de los soldados del pelotón. El domingo 14 de diciembre de 1930 se vistió de luto por
los dos hombres que se convertirían en los primeros mártires de la Segunda República española.
21
Poco después el general Berenguer manifestó, en relación a las ejecuciones: « Palacio
quedó plenamente convencido de la ejemplaridad de las ejecuciones de Galán y García
Hernández que evitarán la difusión de ideas revolucionarias en el Ejército.» Quizás en el
Ejército si lo logró, pero el efecto contrario se produjo entre todas aquellas personas que
deseaban el cambio de régimen; incluso provocó que algunas que estaban indecisas se
inclinaran al campo republicano.
Con más acierto en el análisis político de lo que suponía la muerte de Galán y García
Hernández, muchas personalidades pensaron que estas muertes se volverían en contra de la
Monarquía. Ese fue el caso de Ángel Ossorio y Gallardo, que en la carta que envió al general
Berenguer el día 13 le hacía ver el tremendo error en que iban a caer: « Existe en nuestra Patria
ciertos estados de inquietudes tan hondos, tan generalizados, de tan abundantes asensos y
exaltados apasionamientos que nadie puede calcular en cuantos pechos rebotarían las balas
que acabaron con la existencia de uno solo […]»
Según Miguel Maura, Galán y García Hernández fueron fusilados sin la conformidad, ni
fue consultado el Gobierno, lo que contradice otras versiones que aseguran que Alfonso XIII y
Berenguer se negaron a firmar el indulto.
El periodista Enrique Bejerano, tuvo ocasión de visitar a los presos en Jaca, así
explicaba su situación: « […] duermen en camastros improvisados. Dos banquillos de hierro,
tres tablas y un jergón de esparto. Las sábanas las cambian de tarde en tarde, por cuyo llegan
a un estado de suciedad repugnante. No tienen derecho a paseo todos los días ni a recibir
visitas diarias […]»
22
El Tribunal estaba presidido por el general Agustín Gómez Morato, actuando como
vocales los generales Francisco Franco Bahamonde, José Castro Vázquez y Arturo Lezcano
Piedrahita, junto al comandante Emilio Luna Barba; el ponente fue el auditor de Brigada José
Casado García –el mismo que en el juicio de Galán y García Hernández-, como fiscal actuó el
comandante Julio Requejo Santos. Los encausados sobre los que recaía la petición de pena más
elevada eran el capitán Sediles, los alféreces Manzanares y González, el teniente Mendoza y el
sargento Burgos para los que se pide la máxima pena, para el resto la petición es de cadena
perpetua.
Durante el juicio destacó la defensa del capitán de Aviación Enrique Domingo Rosich15,
que hizo una acalorada defensa de Sediles, Mendoza, Marín, el teniente Antonio Romero y los
maestros armeros Telesforo Urdongaray y Rogelio Segovia. En varias ocasiones el presidente
del Tribunal le amonestó por el fondo y la forma de su defensa, incluso llegó a conminarle a
guardar silencio.
15
Cuando finalizó el juicio el Gobierno lo encarceló en el castillo de la Aljafería de Zaragoza
23
El capitán Domingo utilizó similares argumentos a los que expondrían los defensores de
los encausados por haber firmado el Pacto de San Sebastián16:
« […] no es posible apreciar actos llevados a afecto por mis patrocinados como si
hubieran tenido lugar dentro de la vida normal del Estado, olvidando todos los antecedentes
que los han originado. Las leyes […] tienen aplicación para servir las necesidades de derecho,
y en España, desgraciadamente nos encontramos desde hace muchos años frente a situaciones
de hecho […] la consecuencia inevitable es que no resulta lícito al poder público n a quienes le
ejercen o detentan, saltar por encima de las leyes […] cuando así les conviene y exigir luego la
fría e implacable aplicación de las mismas frente a terceras personas, cuando éstas no se
prestan a servir los deseos de las usufructuarias del Estado. […]
[…] Por eso afirmo, como principio fundamental de la defensa que aquí no se ha
podido dar el delito de que se acusa a mis patrocinados porque no existía el Estado de Derecho
[…]» En este momento el Tribunal impide al defensor que continúe su alegato, a pesar de su
protesta aduciendo que aún le quedan cinco folios que leer.
Como dato curioso hay que señalar que, durante el juicio, salió a la luz un documento
escrito por Fermín Galán. En el citado documento se encontraban reflejadas algunas de las ideas
16
Al parecer el alegato que presentó fue escrito por Ossorio y Gallardo; posiblemente esto fuera así, ya
que utilizó los mismos argumentos que el presidente del Colegio de Abogados utilizó en la defensa que
realizó de Alcalá Zamora y Miguel Maura en el juicio contra los miembros de la Junta Revolucionaria.
24
que Galán tenía para la venidera República. Llama la atención que una de estas ideas era la
creación de unos Estados Unidos de Europa. Todo un adelantado a su tiempo.
Las causas del fracaso de la sublevación son de variada índole. Por un lado están los
errores de táctica militares, por ejemplo el no conocer con certeza los apoyos con que se
contaba, sobre todo en lo que respecta a apoyos de otras guarniciones militares. También la
tardanza con que la columna partió de Jaca y el lentísimo transcurrir de la misma, lo que
propició que el Gobierno pudiera tomar las medidas necesarias para hacer frente a los
sublevados.
Otro detalle importante fue la total desconexión que se produce entre el Comité
Revolucionario y los dirigentes del movimiento en Jaca. A este respecto cabria preguntarse si la
meta de todos era la misma. Tengo dudas al respecto. Mi impresión es que la mayoría de los
miembros del Comité no tenían intención de que se produjera un cambio drástico del sistema;
no me refiero a que no persiguieran la proclamación de la República, sino al que modelo que
pretendían de la misma difería mucho del que postulaba Fermín Galán y sus seguidores.
A este respecto son significativas las palabras de Salvador Sediles: «Gratuitamente han
afirmado muchas personas […] que aquello de Jaca fue obra de unos locos […] Se ha dicho
también que fuimos impacientes. También creo haber demostrado lo contrario y seguiré
demostrando que aunque teníamos suficiente razón para serlo, aunque nos habían agotado la
paciencia hasta la última hora, no lo fuimos, y nuestra salida obedeció a órdenes concretas y
causas aún no explicadas con la claridad y honradez debidas por las mismas personas ilustres
y beneficiadas que nos censuran.» (SEDILES: 34)
No menos importante fue la falta de apoyo del elemento civil, que debería ser vital con
la convocatoria de huelga general en toda España, hecho, que como hemos visto anteriormente,
no se llevó a afecto. En este hecho no cabe duda que la responsabilidad de parte de la UGT –con
Besteiro a la cabeza- fue crucial.
No cabe duda que Galán se precipitó y que no supo llevar la dirección militar de forma
adecuada; pero bajo mi punto de vista no fue él el único culpable. Gran parte de responsabilidad
cae en el Comité Revolucionario que no pudo, o no quiso, dar una mayor cohesión al
movimiento.
La mayor consecuencia que tuvo la sublevación de Jaca, y su desenlace, fue que una vez
más se ponía de manifiesto la falta de visión política del Gobierno de la Monarquía. La creación
de dos mártires provocó que muchas personas que aún estaban indecisas sobre qué postura
tomar respecto a la situación política, se decantaran por apoyar a aquellos que luchaban por el
derrocamiento de Alfonso XIII y la instauración de un sistema republicano. No hay duda que las
filas del republicanismo se vieron incrementadas por el desenlace final de la sublevación de
Jaca.
Si José Ortega y Gasset hablaba del “Error Berenguer”, los sucesos de Jaca si pueden
ser considerados un error del general Berenguer, y por ende del monarca Alfonso XIII.
Al día siguiente del fusilamiento de los capitanes Fermín Galán y Ángel García
Hernández, se produce un nuevo levantamiento en la base aérea de Cuatro Vientos.
25
En aquella época, Hidalgo de Cisneros se encontraba destinado en Melilla. Según su
testimonio el teniente coronel Antonio Camacho Benítez si dirigió a él diciéndole que estuviera
preparado porque en cuatro días debía salir para Madrid y unirse al alzamiento que se realizaría
en Cuatro Vientos.
Según Hidalgo él no tenía ni idea de la sublevación que tenía como objetivo instaurar la
República en España. Camacho le había dicho que había recibido una lista de cuatro oficiales
que tenían que desplazarse a Madrid, y uno de ellos era él – los otros tres eran el teniente
Joaquín Mellado Pascual, el alférez José María Valle y el teniente coronel Agustín Muñoz
Grandes-17. En un principio Hidalgo se negó a secundar los planes, aunque posteriormente
reconsideró su postura y finalmente viajó hasta Madrid en compañía de Mellado y Valle.
Los planes ideados por la Junta Revolucionaria otorgaban a Cuatro Vientos un papel de
suma importancia. Los sublevados tenían que apoderarse el aeródromo, y preparar unos aviones
que lanzarían panfletos sobre Madrid llamando a la insurrección. Desde la radio de la base aérea
se notificaría la proclamación de la República a la vez que se hacía un llamamiento a la
población para que apoyase el nuevo régimen. Al mismo tiempo, la guarnición de Campamento,
que estaba comprometida con el alzamiento, se dirigiría a la capital para, con ayuda de los
obreros, que se suponía habían secundado el llamamiento a la huelga general, tomar el palacio
real y los edificios públicos con valor estratégico.
17
Sorprende que aparezca el nombre de Muñoz Grandes, uno de los militares sublevados contra la
República en 1936. Finalmente Muñoz Grandes no viajó a Madrid al encontrarse realizando unas
maniobras; según el testimonio de Hidalgo de Cisneros.
26
Aspecto de Cuatro Vientos el día 15 de diciembre
A las cuatro de la madrugada del día 15 de diciembre parten en taxis para Cuatro
Vientos, Queipo de Llano, Hidalgo de Cisneros, Martínez Aragón, Ramón Franco y otros
sublevados. Llegan al aeródromo a las seis de la mañana. Nada más llegar intentan que se unan
los oficiales que se encontraban en la base, muy pocos son los que secundan el llamamiento,
siendo el resto encerrados en el cuarto de banderas. Hacia las ocho de la mañana parten dos
aviones Breguet 19 para lanzar unas octavillas sobre Madrid anunciando la proclamación de la
República.
Breguet 19
Poco después aparece el teniente Joaquín Collar Serra con algunas bombas que había
logrado sustraer del polvorín de Retamares. Una hora después parte Ramón Franco con la
intención de bombardear el palacio real. Cuando se encuentra sobrevolando Palacio, observa
que hay varios niños jugando en la plaza de Oriente lo que le hace desistir de su misión.
También observa que, en contra de lo que estaba previsto, no había movimiento de gentes por
las calles. Por otro lado Queipo intentó llegar con una columna a los cuarteles de Campamento,
teniendo que retornar a la base al encontrarse en el camino con las tropas que había enviado el
Gobierno para sofocar el alzamiento, comandadas por el general Orgaz.
27
Ramón Franco sobrevolando el Palacio Real
Tanques dirigiéndose a Cuatro Vientos Casa afectada por los disparos de la artillería
Queipo de Llano, Ramón Franco, Hidalgo de Cisneros, entre otros, huyeron en tres
aviones dirigiéndose a Portugal, en donde fueron retenidos por las autoridades. Poco después las
tropas gubernamentales hacían su entrada en el aeródromo.
28
El juicio contra los sublevados de Cuatro Vientos se inició el 12 de marzo de 1931.
Había treinta y seis procesados – catorce de ellos en rebeldía, entre ellos Queipo, Franco,
Hidalgo de Cisneros, Rada, el teniente coronel Puig García, etc.- El fiscal pidió para l mayoría
de ellos la pena de muerte o la cadena perpetua. Nada se llevaría a cabo con la proclamación de
la República un mes después.
Sin duda la sublevación de Jaca y Cuatro Vientos demostró varias cosas: la falta de
coordinación de las fuerzas antimonárquicas; las distintas concepciones que tenían los
conspiradores sobre el modelo de República a imponer y el poco apoyo popular que tuvo.
Asimismo pone en entredicho la actuación de algunos personajes relevantes de la política del
momento, como fue el caso de Casares Quiroga, con una falta de responsabilidad manifiesta, o
de Julián Besteiro, que con su posición evitó que la huelga que debía llevarse a cabo en Madrid
en apoyo de la sublevación se llevara a efecto. También es paradójico que en la sublevación
participaran personajes que posteriormente se incorporarían al bando que se levantó contra la
República en 1936; es el caso de Queipo de Llano o de Ramón Franco.
En cualquier caso se puede decir que los movimientos de Jaca y Cuatro Vientos fueron
el preludio de lo que ocurriría meses después: la caída de la Monarquía y la proclamación de la
República. Un nuevo horizonte aparecía en la historia de España.
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