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Banco Galicia
CULTURA
PRESIDENCIA dt la NACION
2004
Año de la Antártida Argentina
El Museo
Histórico Nacional
Segunda época
Añ.o7-Nº 5
ISBN 987-97050-4-1
Uecreftlrío de Culfurtl
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Eíc. 9rlagdalena Cfaíllace
Subdirector
Diego A. Ruiz
Secretaría
Celia E. Pental
Corrección
Edgardo Naves
Investigaciones
Miguel J. Ruffo
Viviana Ísola
Sofia Oguic
Coordinación Gráfica
Juan Carlos Verzello
I.S.B.N. Nº 987-97050-4-1
Hecho el depósito que marca la Ley 11. 723
ÍNDICE GENERAL
TEMAS HISTÓRICOS . . . . . . . . . •. . . . . . . . . . . .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . 1 7
Don Pedro Antonio de Cevallos. Defensor del Río de la Plata
por José Luis Alonso y Juan Manuel Peña .................................. 19
Evocación de Curupaity
por Rosendo Fraga ........................................ : .............................. 67
El Archivo Carranza
por Sofia Oguic' .......................................................................... 93
Pasantes y Practicantes
Magalí Rud Otheguy
Nicolás Ciado
PALABRAS PRELIMINARES
TORCUATO S. DI TELL.A
Secretario de Cultura
de la Presidencia de la Nación
9
PRESENTACIÓN
2 Historia militar
La historia militar está presente en tres artículos muy diferentes
en su factura y documentación porque los dos primeros tienen una
adecuada bibliografia y el tercero es una necesaria evocación.
En primer lugar, los autores José Luis Alonso y Juan Manuel Peña
se ocupan del primer virrey del Río de la Plata y, sin duda, el mayor de
todos: Don Pedro Antonio de Cevallos, gobernador de estas provincias,
progresista hombre de estado, aguerrido militar con largas campañas en
Europa y América hasta alcanzar el más alto grado, el de Mariscal de
Campo y, finalmente, el hombre que trazó nuestros originarios límites
con la perspicacia de un gran estadista y la colaboración de su amigo, el
monarca Carlos III Barbón. El artículo enfatiza la lucidez, capacidad militar
y humana de una de las mayores figuras de nuestra historia colonial.
En "El combate de San Lorenzo ante la historia" su autor, Patricio
Avellaneda, bisnieto del presidente Nicolás Avellaneda que repatrió los
restos de San Martín, trata minuciosamente el primer encuentro armado
del Libertador en tierra americana, con minuciosidad y buena bibliografia,
trabajo que debió haberse publicado en el año 2000 pero que, por razones
burocráticas, lo retrasaron hasta hoy. Creemos que, por tratarse de un
tema puntual merece incorporarse por su siempre permanente
actualidad.
11
Otro tanto ocurre con la "Evocación de Curupaity" de Rosendo Fraga,
historiador y politólogo de renombre por su actividad intelectual. El trabajo
expuesto ha sido ampliado y minuciosamente descripto en un libro
aparecido con posterioridad a la presente nota, que tituló "Manuel Fraga ... ",
bella obra de un investigador ya consagrado, miembro de número de la
Academia Argentina de la Historia.
12
4 Historia politica nacional
El número actual incluye cuatro trabajos de historia propiamente
dicha, en primer lugar el mencionado artículo "Don Pedro Antonio de
Cevallos". El segundo de ellos es "La política en Europa del presidente
Frondizi", de autoría del Director que suscribe, breve síntesis de nuestro
libro "La política exterior del presidente Frondizi", publicado en el 2000,
que incluye otros temas de las relaciones internacionales de aquel gran
Presidente, desgranados en un volumen del que el presente artículo es
una glosa adaptada para esta publicación. La segunda es una breve biografia
del escritor, historiador y hombre público Víctor García Costa sobre el
librero y editor Manuel Gleizer, que le permite rememorar una época y
obtener válidas reflexiones sobre la primera mitad del siglo XX.
Finalmente, esta serie se cierra con la nota muy documentada de la
profesora Sofia Oguic' sobre el "Archivo Carranza", rico venero del fundador
del Museo, también activo y laborioso investigador. El aporte de Oguic' es
muy importante y puede servir de base para otros trabajos posteriores
sobre su contenido y deberá citarse necesariamente en el futuro.
5 Historia museo16gica
La obra actual presenta tres trabajos. Ellos son del licenciado Miguel
~uffo, de la profesora Viviana Ísola y del museólogo Diego A Ruiz. El
primero de ellos estudia la figura del pintor Fausto Eliseo Coppini, cuyos
trabajos están dispersos en museos, entidades y colecciones particulares,
poseyendo el Museo Histórico Nacional ocho obras del artista. El autor, de
vasta erudición y sólidos conocimientos en historia del arte y museología,
describe la técnica de Coppini y, en alguna medida, es un homenaje a un
gran artista olvidado.
El artículo de Viviana ísola nos recuerda, con documentación
original, la donación del retrato del Libertador del pintor Rafael del Villar
-antiguo restaurador y copista de este Muse~ al Instituto Iberoamericano
de Berlín, formado sobre la base de la enorme biblioteca del historiador y
diplomático Ernesto Quesada, lo que motivó un agradecimiento personal
del presidente Hindenburg al presidente Uriburu.
Finalmente, el estudio que le dedica el museólogo Diego A Ruiz a
la descripción, análisis, historia y comentarios, con la solvencia y
erudición que le son propias, de un bastón boliviano que perteneció al
presidente Perón, objeto que como otros miles, pertenece al rico patrimonio
histórico del Museo. En el caso concreto, alude a un bastón de los "curacas"
bolivianos y, en un marco teórico, analiza las consecuencias de la
transculturación producida por la conquista y colonización éspañolas en
el seno de las culturas americanas.
13
6 Temas institucionales
En esta sección sintetizamos la obra realizada en un año, donde
destacamos la construcción de grandes rejas que delimitan las salas
destinadas a las exposiciones temporarias, siguiendo la línea ornamental
del resto del Museo y datan del siglo XIX. Se reconstruyeron las lajas de
mármol deterioradas de la escalinata principal de acceso, se puso en valor
el Taller de mantenimiento, que fuera encontrado en un estado de total
abandono y desaprovechamiento, quedando para más adelante la
instalación de piletas, acceso de agua y salida de efluentes. Se instalaron
las placas de bronce, en acto público, del frente principal que fueron robadas,
todo ello a cargo de mecenas y/ o con fondos propios obtenidos de la venta
de entradas.
Se concluyó con las pérdidas de cañerías de los techos, a cuyo fin se
hizo una derivación de efluentes. Se colocó el empapelado faltante al
dormitorio de San Martín siguiendo los mismos dibujos existentes y se
eliminó la humedad del recinto.
Se prosiguió con las tareas de investigación histórica y museológica
del Archivo Carranza y se pretende enriquecer los legajos de objetos
históricos en un vasto plan de cinco años.
Siguiendo una tradición de varios años, se dictó a cargo del suscripto
un nuevo curso de historia con asistencia de numeroso público que colmó
el Salón de Actos "Adolfo P. Carranza".
Se llevó a cabo un vasto plan cultural y artístico del que se da cuenta
en lé¡t página 160 bajo el titulo "Música y Arte en el Museo"; se continúan
las visitas guiadas en castellano, francés e inglés para visitantes y baste
decir que, solamente en el programa para niños, asistieron 467
establecimientos escolares de todos los niveles. Como es tradición, el
suscripto ha hecho personalmente las visitas guiadas al público a lo largo
de todos los domingos del año.
Se llevó a cabo la muestra del eminente artista Cándido López, el
"pintor manco de la guerra del Paraguay", con motivo de recordarse el
centenario de su fallecimiento, con afluencia de mucho público. Se llevaron
a cabo otras muestras transitorias: en la primera, con motivo del
fallecimiento del general San Martín, se exhibió por primera vez un
daguerrotipo del Libertador realizado en 1848, del que solamente hay dos
en el mundo que lo muestra, por única vez, retratado por medios
mecánicos. Se exhibió la muestra "Artigas y su tiempo" y se creó un
espacio denominado "Rincón uruguayo", en razón de la cantidad de objetos
que el Museo posee de dicha Nación. Se presentó con asistencia de público
y del cuerpo diplomático.
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Finalmente, se confeccionó el calendario artístico anual. edición
2004, que exhibe el óleo de Subercaseaux "El Cabildo Abierto del 22 de
mayo de 1810", de grandes dimensiones, siguiendo una tradición iniciada
en 1996.
Todo cuanto se ha expresado se ha hecho sin costo alguno para el
Erario.
15
TEMAS
HISTÓRICOS
DON PEDRO ANTONIO DE CEVALLOS
Defensor del Rio de la Plata
19
pasando a revistar en el segundo Batallón de Regimiento de Infantería de
Aragón, formado a partir de una propuesta del propio Cevallos. En las
campañas de Italia demostró su capacidad y valor alcanzando honores
en forma vertiginosa. Así por su desempeño en las batallas de Villa fran-
ca de Niza se le confirió, por Despacho Real del 6 de mayo de 1744, el
grado de brigadier de infantería, siendo ascendido en el campo de batalla
a brigadier por el marqués de la Mina. En 174 7 alcanzó el grado de maris-
cal de campo. En la segunda campaña de Italia la actuación de Cevallos
logró una recomendación del marqués de la Ensenada y el rey Fernando
VI se hizo eco de la misma otorgándole la Encomienda de Sagra y Cenet
en la Orden de Santiago el 12 de marzo de 1749.
Mientras tanto, lejos de Europa, los litigios entre las coronas española
y lusitana seguían produciéndose como había sido una norma desde los
primeros días de la Conquista de América. En el Río de la Plata, Portugal
siempre tuvo una franca política expansionista; en el año 1680 el maestre
de campo don Manuel Lobo invadió dominios españoles en el estuario
del Río de la Plata y fundó en la margen oriental la Colonia del Sacramen-
to, enclavada en pleno territorio español y amenazando la navegabilidad
en el río, dando así comienzo a un enfrentamiento de décadas entre am-
bas potencias. El entonces gobernador de Buenos Aires, don Baltasar
García Ros, dirigió las tropas españolas junto con fuerzas indígenas e
indios guaraníes, logrando la recuperación del territorio usurpado.
En marzo de 1705 comienza una verdadera ofensiva diplomática por-
tuguesa reclamando sus pretendido derecho a la Colonia del Sacramen-
to. Felipe V buscó información sobre la justicia de este reclamo y el 3 de
julio de 1713 el Consejo de Indias se expidió reasegurando el justo dere-
cho que la corona española poseía sobre los territorios usurpados. Esta
reafirmación era importante porque preservaba el comercio español en la
región, que se ponía en peligro si se toleraba la existencia de un enclave
portugués dado que Río de Janeiro daba absoluta libertad al ingreso
irrestricto de mercaderías inglesas, francesas y holandesas que eran
contrabandeadas en el Río de la Plata. Este accionar delictivo había teni-
do lugar si bien ocasionalmente antes de la usurpación, y lógico es acep-
tar que el Consejo de Indias temiese que la presencia militar en las már-
genes del estuario incrementase dicha práctica.
A raíz del informe elevado al monarca español, fue considerado nece-
sario establecer otra población española también en la costa oriental del
Plata y en su desembocadura con el Océano Atlántico. Se originó así la
población de Maldonado, a unos 300 kilómetros de la ciudad de Colonia,
con el objeto de impedir el ingreso de navíos extranjeros que pudiesen
ocupar territorios en el Plata.
·20
La posesión de la ciudad de Colonia se decidió por el Tratado de Utrech
de 1715 por el cual, presionados por las otras naciones firmantes, Espa-
ña y Portugal buscaron resolver sus litigios, cediendo la primera de ellas
la Colonia del Sacramento y territorios colindantes, comprometiéndose
Portugal a no colaborar en la introducción de mercaderías extranjeras en
territorios españoles. Dentro de los artículos del Tratado, el monarca es-
pañol se reservaba el derecho de ofrecer un equivalente por la ciudad de
Colonia que fuese de gusto del rey portugués dentro del año y medio de
la firma y ratificación del mismo.
La cesión territorial fue duramente criticada por las autoridades espa-
ñolas de la Gobernación de Buenos Aires, que vieron así esterilizados los
esfuerzos realizados para recuperar el patrimonio usurpado. En cumpli-
miento de lo pactado en la lejana Utrech, el día 11 de noviembre de l 716
una fuerza militar portuguesa ocupaba nuevamente Colonia del Sacra-
mento; como era de esperar el contrabando continuó perjudicando el
comercio español. Dieron también comienzo nuevas expansiones de los
portugueses en las regiones vecinas. Así en l 723 harían estos un intento
de ocupar la región donde poco después se levantaría la ciudad de Mon-
tevideo.
Don Bruno Mauricio de Zabala, gobernador de Buenos Aires, tomó
medidas enérgicas poniendo sitio a Colonia y atacando a las fuerzas por-
tuguesas en la zona de Montevideo. La respuesta española al nuevo des-
pojo fue tan contundente que los enemigos se retiraron a Colonia, pero
no sin antes reclamar para su rey los derechos a los territorios colindan-
tes a la ciudad. Este conflicto dio origen a la fundación de Montevideo
por Zabala, en l 730, para asegurar el territorio frente a otra invasión
portuguesa. Los enfrentamientos prosiguieron hasta l 737. cuando un
nuevo tratado retrotraería la situación a l 716.
La persistencia de los perjuicios económicos y los intentos de ocupa-
ción portuguesa de las ciudades de Montevideo y Maldonado hicieron
mella en la corona española que efectuó diversos ofrecimientos a cambio
de la Colonia del Sacramento, haciendo uso de los derechos otorgados en
el Tratado de Utrech, que fueron sistemáticamente rechazados.
En enero de 1750 se firmó el llamado Tratado de Madrid, por el que
Portugal se avenía a ceder la ciudad de Colonia y su territorio adyacente
así como todas las plazas y fuertes, asegurando el uso de la !1avegación
del Río de la Plata en forma exclusiva a la corona española. Esta última
cedía una región más extensa, tan extensa como un país europeo que
comprendía parte de los actuales territorios de Argentina, Paraguay y
Brasil, administrada espiritualmente y económicamente defendida por la
Compañía de Jesús.
21
Estas llamadas Misiones Jesuíticas representaban uno de los mayo-
res y más exitosas obras civilizadoras emprendidas por España en Amé-
rica. En ellas la Compañía de Jesús había creado, junto con la población
de indios guaraníes que la habitaban, una sociedad de gran desarrollo
cultural y riqueza dentro de un marco socialmente equilibrado que llevó
a la comunidad indígena a niveles no alcanzados hasta ese momento, ni
aun después en toda la América española. Su organización incluía un
ejército indígena organizado y disciplinado que a los jesuitas les había
servido de defensa frente a la expansión portuguesa.
El Tratado de Madrid obligaba entonces a España a entregar a cambio
de lo que por derecho era suyo, siete de los pueblos o provincias jesuitas
que le pertenecía. Ésta se haría efectiva luego que la totalidad de la po-
blación guaraní y de los sacerdotes jesuitas fueran evacuados. Obtenía
así Portugal la desaparición del mayor freno que a su expansión se había
opuesto y lo consiguió sin lucha. El tratado, de cuyo contenido la Com-
pañía de Jesús tuvo conocimiento un año antes, fue rechazado categóri-
camente no solo por ella, sino también por la inmensa población indíge-
na que a la sombra misionera se hallaba protegida de los excesos portu-
gueses. España, sorda a los reclamos y ciega al perjuicio que la destruc-
ción de las misiones le ocasionaba, envió al marqués de Valdelirios para
efectivizar las reclamaciones territoriales, el desalojo y entrega de los
pueblos. Esta tarea fue desde el comienzo dificil por su magnitud y por
los obstáculos geográficos que la misma presentaba. La población indí-
gena, por su parte, no aceptó la situación y se dio a la fuga, abandonando
las poblaciones y resistiendo activamente los intentos españoles, dirigi-
dos por los caciques Joaquín Nessá, Ignacio Aconquija y Nicolás Mengure.
Por su parte los portugueses, que no deseaban acelerar la cesión, tam-
poco colaboraban como estaba pactado, y estimulaban en los indios los
alzamientos armados. El marqués de Valdelirios, llegado a Buenos Aires
a comienzos de 1752, aportó también dificultades, dado su marcada hos-
tilidad con los jesuitas que dio como resultado el mal manejo de su rela-
ción con la Orden que, a su vez, respondió con una resistencia pasiva el
despojo. no colaborando en la evacuación de los indios y resistiendo ac-
tivamente en el frente diplomático. Si bien no instigaron la rebelión de
los guaraníes, como demostró la investigación que luego se efectuó, tam-
poco se opusieron a ella.
Los indígenas, antes dirigidos por los misioneros, faltos de su conduc-
ción fueron diezmadas en numerosos enfrentamientos donde los portu-
gueses hicieron gala de marcada crueldad llevando a cabo verdaderas
matanzas entre los capturados.
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La no-colaboración de la Compañía de Jesús y la rebelión indígena
sorprendieron a la corona española y la llevó a enviar una expedición
armada al Río de la Plata para dar fin así al conflicto. Pretextando una
expedición a la Florida, y bajo "Instrucción secreta·· del 31 de enero de
1756, se organizó una fuerza militar que partió de Cádiz, al mando de
Pedro Antonio de Cevallos, a quien se le recomendaba entablar cordiales
relaciones con el marqués de Valdelirios y dar castigo a los responsables
de dirigir el alzamiento de los guaraníes. Para facilitar el cumplimiento
de su tarea Cevallos fue designado como gobernador de las Provincias
del Río de la Plata y Ciudad de Buenos Aires, siendo ascendido a teniente
general.
La flota de Cevallos constaba de cinco navíos; el "Panteón" de 520
toneladas, la "Begoña" de 420 toneladas, el "San Pascual", de 460, la
fragata "Nuestra Señora de Belén" y el transp9rte "San Julián". Mil sol-
dados era la fuerza enviada y en calidad de jefes y oficiales viajaban Eduar-
do Wall, Pedro Simonetti y otros. Luego de una accidentada travesía fue
recibido el nuevo gobernador por el Cabildo de Buenos Aires el 4 de no-
viembre de 1756, donde se le tomó el juramento de costumbre.
Dará comienzo a su tarea de gobierno debiendo laudar en antiguos
pleitos comerciales presentados por los comerciantes españoles y se apres-
tará al larguísimo viaje, de más de 1.000 kilómetros por espesas selvas,
hacia el territorio de las misiones Jesuíticas, que en el momento de su
partida junto con Valdelirios se hallaban ya pacificadas por su predece-
sor en el cargo de gobernador. Su marcha comienza el 1º de enero de
1757 y construirá en el paraje conocido como Salto Chico del río Uru-
guay un fuerte, bautizado como "San Antonio", dejando una guarnición
de 200 hombres.
En el misionero pueblo de San Borja, en presencia de Cevallos y
Valdelirios, a los que se había unido el gobernador de Montevideo don
José Joaquín de Viana, los indígenas pidieron perdón públicamente por
su insubordinación y negaron que los sacerdotes los hubiesen incitado a
la violencia. Estas expresiones junto con el examen en el terreno de las
injusticias, saqueos y robos de la propiedad padecidos por la sociedad
indígena sin que las autoridades responsables hubieren hecho nada por
evitarlo, fueron formando la opinión del gobernador de Buenos Aires.
De las investigaciones llevadas a cabo por Cevallos y sus capitanes se
desprendió la espontaneidad del alzamiento guaraní, así como la falta de
colaboración y franco entorpecimiento llevado a cabo por los portugue-
ses bajo el mando del general Gómez Freire de Andrada, fiel ejecutor de
las órdenes de la Corona portuguesa. De los 31.000 habitantes de los
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siete pueblos misioneros, sólo se habían trasladado a las márgenes occi-
dentales del río Uruguay la mitad de ellos, habiéndose efectuado en pé-
simas condiciones de organización por lo que Cevallos ignoró el recelo de
Valdelirios hacía los jesuitas y acudió a ellos para buscar ayuda en la
recolección de los indios dispersos y encaminarlos hacia nuevos desti-
nos. Los fugitivos dirigidos por sus líderes espirituales fueron así trata-
dos con benignidad y la nueva política pronto dio buenos resultados.
El compromiso y celo mostrado por el gobernador de Buenos Aires fue
extraordinario, no escatimando detalles para proteger a los emigrantes
de peligros y necesidades del camino. También dio expresas órdenes para
que los pueblos abandonados fuesen dejados en las mejores condicio-
nes, llevándose a cabo reparaciones en aquellos que estaban dañados
por lo que repetidas veces Cevallos se puso al frente de destacamentos
destinados a recoger a los indígenas y a dirigir las reconstrucciones ne-
cesarias.
Es indudable que secretamente Cevallos esperaba que el tratado de
Madrid no sería llevado finalmente a cabo, dado el grado de resistencia a
cumplirlo que mostraban los portugueses, por los pueblos que se desalo-
jaban tal vez pronto fueran devueltos a sus legítimos poseedores. Mien-
tras se hallaba en plena tarea tomó conocimiento de que nuevos y nume-
rosos refuerzos militares provenientes del Brasil continuaban llegando a
la ciudad e Colonia, lo que confirmó sus prevenciones. Dio fin a su tarea
haciendo expresa salvedad que solo quedaban por trasladar unos dos
mil indios guaraníes que o bien se habían perdido en territorio portugués
o habían sido capturados por ellos. En ningún momento se atribuirá el
gobernador de Buenos Aires el éxito de la empresa y se reconocerá el
decisivo aporte que para su misión tuvo la colaboración de los integran-
tes de la Compañía de Jesús.
Los conflictos entre Valdelirios y el gobernador llegaron hasta España
e hicieron que el Ministro de Estado cursara en nombre del Rey una
censura para ambos el 17 de junio de 1758, pero a su vez por carta sepa-
rada manifestó a Cevallos que lo hacía el principal responsable de la
desunión y le exigió procurar llegar a mejores términos con Valdelirios.
Cevallos respondió, el 12 de febrero de 1559, haciendo recaer toda la
responsabilidad en el marqués relatando la serie de dificultades que tuvo
que vencer para llevar a cabo su misión. Hizo referencia a la marcada
pasividad de aquél, que había favorecido los reclamos portugueses y ha-
bria dado pie a que la entrega de la Colonia del Sacramento se hubiese
retrasado. Demostró también que Portugal había buscado, aterrorizando
a los indígenas, llevarlos a la insurgencia y dispersión, favoretiendo así
su captura, así como también informó de la constante fortificación de la
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ciudad en disputa llevaban a cabo las tropas de la Corona portuguesa
dando claras muestras de su rechazo a devolverla a España.
A medida que los acontecimientos van precipitándose la figura de
Valdelirios pierde su importancia y acrecentándose la del gobernador
que ve, y así lo expresó en numerosas oportunidades a las autoridades
españolas, que el peligro en América eran los portugueses y no los jesui-
tas, que podían o no ser un problema para España pero que no eran sus
enemigos y que la destrucción de las Misiones Jesuíticas había abierto
las puertas a la expansión lusitana. Fiel a sus órdenes a pesar de sus
manifiestas convicciones don Pedro de Cevallos decidió llevar a cabo el
Tratado por lo que comienza a hacer efectivo el bloqueo de la ciudad de
Colonia no permitiendo la libre deambulación de sus ocupantes por los
alrededores, haciendo así cumplir lo pactado que hasta entonces solo se
había hecho en forma nominal, dando pie a que la población portuguesa
se expandiese más allá de los límites fijados.
También para evitar el continuo avituallamiento de la ciudad aumen-
tó la guarnición del poblado de Maldonado en 100 hombres con el objeto
de controlar estratégicamente la navegación por el Río de la Plata. No
escapó al conocimiento de Cevallos que en Río de Janeiro se procedía
activamente al reclutamiento de fuerzas con destino a la Colonia del Sa-
cramento, que contaba por ese entonces con 600 hombres de un regi-
miento de infantería dividido en 12 compañías, compañías de Dragones
de 40 hombres cada una, unos 600 milicianos y doce piezas de artillería
de diversos calibres. A fines de noviembre de 1 759 cuatro embarcaciones
portuguesas arribaron a Colonia trayendo refuerzos.
El 24 de junio de 1760 llega noticia a Buenos Aires de la anulación del
Tratado de Permuta debiendo "retornar las cosas al Estado que tenían
antes de él". En setiembre el ministro Well autorizó al marqués de
Valdelirios a regresar a España y escribe a Cevallos ordenando sean
regresados los pobladores indígenas a sus poblados de origen, debiendo
retirarse los portugueses a los límites anteriores.
. España se preparaba para la guerra y tanto es así que por esa fecha se
le ordenó al conde de Superunda, virrey del Perú, brindar al gobernador
de Buenos Aires los Gaudales que necesitaba para sus fuerzas. Cevallos
marchó a la Colonia del Sacramento para ponerse al frente del bloqueo y
exigió al comandante de esa ciudad, Vicente Silva de Fonseca, la entrega
de las islas Dos Hermanas y Martín García que había sido ocupadas en el
estuario del Río de la Plata. Las autoridades portuguesas rehusaron acep-
tar las exigencias planteadas aduciendo no tener noticias del fin del tra-
tado, excusa no creíble por Cevallos que respondió bloqueando en forma
total el puerto de la ciudad llevando a cabo enfrentamientos navales con
25
algunas fuerzas que intentaron romper el bloqueo. Luego de seis meses
de anulado el tratado los portugueses no solo no dieron señal alguna de
estar dispuestos a entregar la plaza y el territorio usurpado, sino que
persistieron en fortificarla, colocando un puente levadizo y estableciendo
nuevas baterías y baluartes hacia el río.
Mientras tanto, en Europa, los acontecimientos se precipitaban y la
alianza entre España y Francia establecida en el "Pacto de Familia" del
11 de agosto de 1761, fue tomada por Inglaterra como una agresión y
una estado de guerra se estableció entre las tres naciones. España de-
mandó que Portugal desalojara de sus puertos a los navíos ingleses que
se hallaban en ellos, exigencia que no fue aceptada sumándose así este
país al conflicto el 3 de junio de 1762. La corona española, por una vez
previsora, había enviado con anterioridad al Río de la Plata a la fragata
"Victoria" y al navío ''Torero", transportando 689 cañones de hierro y tre-
ce artilleros; su arribo tuvo lugar en marzo de ese año, siendo este re-
fuerzo bien recibido por el Gobernador de Buenos Aires.
Para incrementar sus fuerzas Cevallos reclutó y organizó un cuerpo
de milicianos conformado con cuadros de veteranos además de algunos
batallones de milicias urbanas y un batallón de voluntarios españoles. El
armamento de estas fuerzas era pobre y de propiedad de cada participan-
te y no poseían uniforme salvo los oficiales. Reunió también una peque-
ña flota con los barcos llegados desde España, tres avisos del Consulado
de Cádiz anclados en el puerto de Buenos Aires y algunos lanchones
propiedad de habitantes de esta ciudad, estando ella bajo el mando del
teniente de navío Carlos José Sarriá y, junto con 2.000 hombres, atrave-
só el Río de la Plata y desembarcó en las proximidades de la Colonia del
Sacramento el 7 de setiembre de 1762.
Por su parte en la disputada ciudad los portugueses tenían las si-
guientes fuerzas: un regimiento de infantería con 360 hombres, una com-
pañía de dragones con 40 hombres, una compañía de artillería con 35
hombres, un destacamento de auxiliares con 161 hombres y veinte com-
pañías de milicianos con 1680 hombres. A estas fuerzas se les agregaban
las tripulaciones de los barcos surtos en su puerto. La fuerza provenien-
te de Buenos Aires estaba compuesta por 851 soldados de infantería y
dragones, 41 soldados de artillería, 211 milicianos de infantería, 1.001
milicianos de caballería, 114 indios guaraníes, 300 indios ladinos y ne-
gros libertos.
La actuación acertada de Cevallos en su gestión en las misiones
jesuíticas fue ahora recompensada con la llegada de 1.200 indígenas,
correctamente encuadrados y disciplinados provenientes de las misio-
nes del Paraguay y del Uruguay. El sitio dio comienzo el 1º de octubre
26
con la construcción de una batería de 7 piezas de hierro, a unos 100
metros de las murallas, y finalizaron el día 4 los trabajc.s sin ser molesta-
dos por los portugueses.
El brigadier da Fonseca protestó inútilmente por la presencia de espa-
ñoles y la construcción de fortificaciones y el 5 de octubre Cevallos de-
mandó la rendición que fue rechazada. En los días siguientes se entabló
un duelo de artillería, produciéndose incendios en la ciudad. El día 11
otra batería, de 19 cañones, entró en acción. En el río, entretanto y al
enterarse de la entrada de buques portugueses, abandonó Sarriá a los
sitiadores refugiándose en Punta Lara, en la otra orilla del río, sin averi-
guar las fuerzas enemigas y pretextando falta de artillería y gerite. Esta
defección impidió la clausura del puerto de la ciudad sitiada y permitió la
salida y regreso de barcos con provisiones.
El bombardeo abrió finalmente dos brechas en las murallas con lo que
el jefe sitiador decidió lanzar el asalto el día 27 previa nueva intimación a
los defensores, que aprovecharon éstos prolongando las conversaciones
hasta que por fin Cevallos ordenó el 29 que las brechas fueran atacadas
por tres columnas. Se planificó la seguridad que se daría a las iglesias
para protegerlas y se ordenó la presencia en cada columna de individuos
capaces de reconocer a los jefes enemigos; se recordó que regía la pena
de muerte para aquellos que cometieran violencia contra las mujeres y
se repartieron divisas blancas como símbolos identificatorios.
Previo al ataque el día 29 de octubre se intimó nuevamente la rendi-
ción que esta vez fue aceptada. Los ocupantes acordaron desalojar la
ciudad antes de las 4 de la tarde del día siguiente, concediéndoseles en
los artículos de la capitulación el "embarcar con sus armas, banderas
desplegadas, bala en boca, mecha encendida y tambor batiente, llevando
cada soldado doce tiros de fusil, cada granadero una granada y dos pie-
zas de campaña con doce tiros". Sarriá, ante el requerimiento enérgico de
Cevallos, que le recriminó su comportamiento, retornó a Colonia llegan-
do durante la capitulación.
Las bajas portuguesas fueron de 3 oficiales, 17 soldados muertos y 18
heridos. Las de los españoles ascendieron a 112 soldados muertos y 15
heridos, tomando los vencedores 118 cañones, 2 morteros y abundante
material. Inmediatamente el Gobernador de Buenos Aires ordenó repa-
rar las brechas y los edificios destruidos y la construcción de nuevas
baterías sobre el puerto, enviándose también refuerzos a Montevideo. La
acción que había traído el triunfo de las armas españolas demostró la
capacidad de Cevallos para organizar una fuerza armada y trasladarla
eXitosamente a través de un accidente natural como el Río de la Plata.
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Por otra parte su probada experiencia militar se reflejó en el plantea-
miento del sitio y su éxito a pesar de la inexperiencia de sus fuerzas.
En Europa, la corona portuguesa había efectuado una alianza con su
eterno aliado Inglaterra y elaborado un ambicioso plan que comprendía
el envío de una fuerza anglo-portuguesa que se uniría a las fuerzas que
guarnecían la Colonia del Sacramento y que, junto a tropas del Brasil
que se preparaban en Río Grande, conquistarían Buenos Aires, lo que
implicaba clausurar el Río de la Plata y el fin del dominio español en la
región y en las costas del Atlántico Sur.
En cumplimiento de estos planes en julio de 1 762 partieron de Lon-
dres rumbo a Lisboa dos navíos ingleses, el "Lord Clive", de 64 cañones,
al mando del capitán McNamara y la fragata "Ambuscade", de 40 caño-
nes, que estaba al mando del capitán C. Roberts, transportando 700 vo-
luntarios. En Lisboa el primero de los nombrados recibió patente de jefe
de Escuadra. Los barcos ingleses llegaron a Río de J aneiro el 1 º de octu -
bre uniéndoseles el navío portugués "Gloria", de 70 cañones, y 6 bergan-
tines con 600 hombres de desembarco.
La fuerza así conformada llegó al Plata los primeros días de diciembre
enterándose por el patrón de una lancha, de la toma de la ciudad de
Colonia por los españoles. El 24 de diciembre los invasores intentaron
abordar algunos barcos surtos en el puerto de la Colonia del Sacramento
siendo rechazados por la artillería española. Cevallos aprovechó este ale-
jamiento provisorio y envió algunos refuerzos a Maldonado, Montevideo
y Buenos Aires, ante la posibilidad de que fueran atacados.
Los agresores volvieron sobre la ciudad el 6 de enero de 1763, entran-
do en el puerto sobre el que abrieron fuego que fue respondido por las
baterías de la plaza. A las 4 horas de combate el "Lord Clive", luego de
tener más de 40 muertos y muchos heridos, se incendió, pereciendo
McNamara y más de 400 hombres. La fragata "Ambuscade" se retiró con
grandes averías y más de 80 muertos e innumerables heridos. Las bajas
en el lado español fueron cuatro, un teniente de dragones y 3 soldados.
Ante esta derrota la armada enemiga regresó a Río de Janeiro. La flota
española, que seguía al mando de Sarria, volvió a repetir el vergonzoso
comportamiento anterior sin llevar a cabo ataque alguno.
Don Pedro de Cevallos apreció como improbable un nuevo ataque por
mar y decidió efectuar una ofensiva terrestre para desbaratar las fuerzas
portuguesas que se concentraban en Río Grande y recuperar ese territo-
rio, legítimamente español. Dejando en Colonia una guarnición de 700
hombres, inició un avance hacia el Norte con poco más de 1.000 efecti-
vos, en su mayor parte milicianos de Buenos Aires, Santa Fe, Montevi-
deo y Luján.
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La marcha se efectuó rodeando cursos de agua y terrenos pantanosos
llegando a las cercanías del fuerte Santa Teresa el 16 de abril. Esta forta-
leza había sido construida el año anterior por el coronel Tomás Luis Osorio,
portugués, quién comandaba una guarnición de 22 oficiales, 600 drago-
nes y 700 milicianos brasileños. Ocupaba una posición muy ventajosa,
situado en un cerro, ubicado entre una laguna y el mar, pudiendo batir
con su artillería dispuesta en cinco baluartes hasta ambos extremos de
la angostura, estando además ésta cortada por un ancho y profundo foso.
Al reconocer el terreno circundante Cevallos reconoció que a tiro de
mosquete se encontraba una altura desde la cual era posible batir a la
fortaleza. Esa misma noche se comenzó u construir una batería en ella,
estando en posición de combate al día siguiente. El día 18 de abril los
portugueses hicieron una salida con 400 soldados regulares intentando
capturar o clavar los cañones de la batería española, pero fueron ataca-
dos por varios escuadrones que a cubierto protegían las piezas. El en-
frentamiento produjo la derrota y fuga de los lusitanos que, desmoraliza-
dos, desertaban en gran número quedando sólo los oficiales y la mitad del
regimiento de Dragones.
En conocimiento de esto Cevallos decidió asaltar el fuerte a mediano-
che, pero antes de comenzar el ataque se produjo la rendición, entrando
de inmediato los españoles al fuerte donde hicieron prisioneros a 22 ofi-
ciales y 300 dragones, tomaron 2 estandartes y 2 banderas, 12 cañones
y abundante material de guerra.
El gobernador de Buenos Aires era un ejemplo de explotación del éxi-
to y en forma harto oportuna decide en el momento de ocupar Santa
Teresa, continuar en forma inmediata su ofensiva enviando un destaca-
mento al fuerte de San Miguel, distante a 35 kilómetros, que es tomado y
ocupado sin lucha. Además, envió otros tres destacamentos con un total
de 300 hombres con la misión de perseguir a los fugitivos de Santa Tere-
sa, cortándoles la retirada hacia el Río Grande de San Pedro. Esta fuerza
española llegó a esa plaza el 24 de abril ocasionando que su guarnición
se retirara precipitadamente, cruzando un río en forma tan desorganiza-
da, que varios botes zozobraron muriendo muchos soldados portugue-
ses. Las fuerzas de la corona española hicieron en esta campaña más de
100 prisioneros, tomaron 30 cañones, capturaron más de 4000 caballos
Y muchos miles de cabezas vacunas.
Cevallos, que había recorrido en 7 días más de 300 kilómetros y ocu-
pado tres plazas fuertes, se preparó para avanzar hacia la banda septen-
trional del Río Grande y "apoderarse de los territorios de Viamonte y Río
Pardo", explotando el pánico y desconcierto que sus operaciones habían
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producido en las filas portuguesas. La proyectada ofensiva nunca sería
llevada a cabo por recibirse una orden del rey de España suspendiendo
las hostilidades por haberse firmado la paz.
El 13 de mayo de 1763 don Pedro de Cevallos ordenó que las tropas a
su mando permanecieran en las posiciones alcanzadas; la guerra en Eu-
ropa no favorecía los intereses de Francia y España, habiendo perdido
esta última Cuba y Filipinas a manos inglesas y el Tratado de París había
comenzado a discutirse cuando aún se desconocía en las cortes europeas
el éxito de Cevallos en América. Finalmente la paz fue firmada el 1O de
febrero de 1763; España recuperaba Cuba y Filipinas pero cedía el territo-
rio de la Florida en América del Norte y en el sur se obligaba a volver al
estado de cosas existentes de acuerdo en un todo a los tratados anteriores
a la guerra.
El Gobernador Cevallos, cumpliendo las reales ordenes hizo entrega
de la plaza de Colonia a los portugueses, pero no hizo lo mismo con los
fuertes ocupados y la región de Río Grande, que habían sido usurpados
por Portugal en tiempos de paz, por lo que no se hallaban comprendidos
en los términos del tratado. El 27 de mayo de 1763, por decreto real, se
nombró a don Pedro de Cevallos gentilhombre de cámara, en mérito a la
toma de la Colonia del Sacramento, y se ordenó que la Real Hacienda de
Buenos Aires le entregase la suma de 15.000 pesos anuales en reconoci-
miento al éxito de su campaña.
Cevallos llevó a cabo otro tipo de actividades en su condición de go-
bernador de Buenos Aires, si bien sus tareas militares y las distancias
donde se desenvolvieron los acontecimientos descriptos no hicieron fácil
el desarrollo de una intensa acción de gobierno. Es de destacar que efec-
tuó una gran campaña para combatir a los malones indios que azotaban,
ya en el siglo XVIII, las estancias de Buenos Aires.
Gracias a su empeño se restableció el sistema de correo terrestre con
Potosí y Lima, consiguiendo además la salida de paquebotes desde Espa-
ña en forma regular hacia el Río de la Plata, favoreciendo la obtención de
noticias que previo a su emprendimiento tardaban en llegar nueve largos
meses dado que lo hacían vía La Habana, Quito y Lima. La decidida ac-
tuación de Cevallos en defensa de las ciudades rioplatenses frente al
predominio administrativo y comercial que ejercía el virreinato del Perú,
contribuyó a desarrollar la importancia de Buenos Aires como ciudad
puerto abierta al Océano Atlántico y con ruta directa hacia España.
La precaria salud del gobernador llevó a que la corona autorizara su
relevo el 25 de febrero de 1766. Arribó a España en los primeros días de
1767 y el 31 de marzo fue nombrado por Carlos III para "servir en el
ejército y provincia de Castilla la Nueva". Poco relevantes serán los años
30
siguientes en la vida de Cevallos hasta que en 1775 recibe el cargo de
gobernador y comandante general militar de Madrid. En el año 1776 tuvo
lugar el comienzo de su juicio de Residencia, dándose veredicto a su
favor y reconociéndose su obra y actuación al año siguiente.
Mientras estos sucesos tenían lugar en España, en la Gobernación de
Buenos Aires las fuerzas portuguesas aumentaron sus tropas en la ciu-
dad de Colonia y en las fronteras de donde habían partido las invasiones
llevadas a cabo por Portugal. Este incremento de las fuerzas lusitanas
trajo aparejado numerosos enfrentamientos armados, que aumentarán
con una nueva usurpación al establecerse una nueva colonia portugue-
sa en la gobernación del Paraguay, entonces territorio español.
Don Pedro de Cevallos sin duda alguna era el mayor experto en el
antiguo y reiterado pleito que volvía a plantearse en el Río de la Plata y
como tal fue consultado por la Corona que no permanecía ciega a estos
sucesos y que pensó que un poder centralizado en Buenos Aires ayuda-
ría a frenar la expansión portuguesa. Con este motjvo el conde de Riche
hizo llegar a Cevallos el proyecto de una expedición militar al Plata para
conocer su opinión. Así lo hará luego de analizarlo exhaustivamente y, a
pesar de aprobarlo, sugiere también que el problema tenía solución no
en América sino en Europa y proponiendo la invasión a Portugal para dar
fin a las largas y reiteradas disputas.
La idea no dejó de ser bien vista por el rey español, que no veía con
desagrado la anexión del litigioso vecino, pero finalmente el plan de
Cevallos no fue aceptado aunque siguió en pie el envio de la expedición
militar. Dados los antecedentes militares y la exitosa campaña que
Cevallos había conducido, la Corona lo designará al mando de la fuerza
con el cargo de comandante general y además, por Real Cédula del 1 º de
agosto de 1776, se lo nombró como "Virrey, Gobernador y Capitán Gene-
ral de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán, Potosí, Santa Cruz de la Sierra,
Charcas y todos lo corregimientos, pueblos, territorios" a los que se ex-
tendía entonces la Audiencia de Buenos Aires. Se creó así el Virreinato
del Río de la Plata para mejor proteger los intereses de la metrópoli.
La expedición zarpó el 13 de noviembre de 1776 del puerto de Cádiz
con 8.000 soldados de infantería, 600 dragones, 400 artilleros, dos tre-
nes completos de artillería, 10 ingenieros y personal de maestranza. La
flota tenía más de 100 barcos, siendo la nave insignia el "Poderoso" que
transportaba al nuevo virrey y al jefe naval de aquélla, el marqués de
Casa Tilly. Cevallos era portador de una plan de campaña destinado a
recuperar los asentamientos usurpados por los portugueses en Río Grande
de San Pedro y ocupar todas las poblaciones que pudiera, especialmente
la Colonia del Sacramento y la isla de Santa Catalina por ser ésta capaz
31
de dar refugio a la flota mientras la carencia de puertos en Montevideo y
en Buenos Aires hacía imposible albergar 116 navíos.
La larga travesía se vio interrumpida por el apresamiento de tres na-
víos portugueses y, ya cercanos a Santa Catalina, se planificó el desem-
barco ordenándose que las primeras tropas en realizarlo serían las lige-
ras de Cataluña y los Granaderos, seguidos por las brigadas de Sabaya,
Córdoba, Guadalajara y Zamora. Las fuerzas, ya en tierra. debían exten-
der su frente de batalla mientras los barcos de guerra ofrecerían sus
flancos al enemigo para así poder disparar sin riesgo para las fuerzas
españolas.
Se efectuó reconocimiento de los fuertes que guarnecían Santa Cata-
lina el .día 23 de febrero de 1776, sin que los defensores tomasen acción
alguna. El día 25 se intimó la rendición de los fuertes de Santa Cruz y el
de la isla de Ratones que fue obtenida rápidamente. Los mandos españo-
les accedieron a dar salida a Río de Janeiro sólo a los oficiales, quedando
en calidad de prisioneros con sus banderas de guerra los hombres de
tropa.
El incruento triunfo de Cevallos coronaba así el perfecto desarrollo de
una invasión planificada a miles de kilómetros y conducida a través de
un océano. Los fuertes capturados tenían en total de 142 bocas de fuego
repartidas entre los dos castillos, el de Santa Cruz y el de Punta Gorda, y
en los tres fuertes que a su vez habían estado ocupados por las compa-
ñías de Animus, Pernambuco, Oporto y Genue totalizando una fuerza de
3200 soldados de infantería y 600 de caballería.
El 20 de mayo de 1776 la flota fondeó en las cercanías de la Colonia
del Sacramento y Cevallos comenzó la construcción de trincheras y cua-
tro baterías dando así comienzo al sitio. El día 30 de mayo, finalizados los
preparativos y al serle intimada la rendición, el gobernador portugués
hizo entrega de la disputada ciudad al virrey de Buenos Aires. haciéndo-
se efectiva el 4 de junio de 1777. Inmediatamente se comenzó a arrasar
las fortificaciones que la guarnecían cegándose su puerto. Solo las igle-
sias se salvaron de la destrucción.
No está claro si esta destrucción obedeció a órdenes expresas de la
Corona con el objeto de hacer desaparecer el poder militar de la ciudad o
si fue un acto de revancha de quien había visto perdidas sus victorias
anteriores por argucias diplomáticas.
La exitosa campaña de Cevallos le hizo merecedor del nombramiento
de capitán general. Como era costumbre en la política española de la
época, el triunfo obtenido por las armas se perdería en las mesas de los
diplomáticos. Así el 11 de junio de 1777, casi coincidente con la ocupa-
32
ción de Colonia, la corona española ordenó el fin de las hostilidades aca-
bando la Real Orden con los planes de la flota.
El 1º de octubre de ese año España y Portugal firmaron el Tratado de
San Ildefonso, dando fin al conflicto por la Colonia del Sacramento que
se arrastraba desde hacía casi un siglo. El acuerdo reivindicaba para la
corona española los territorios disputados a lo largo de prolongadas lu-
chas rechazando así toda expansión portuguesa en el Río de la Plata.
Don Pedro de Cevallos, finalizada la lucha e instalado en la ciudad de
Buenos Aires, llevó a cabo una importante tarea en el Virreinato, toman-
do importantes medidas para incrementar la llegada de productos espa-
ñoles al Plata en forma trimestral. Esta acción, junto con otras, tendien-
tes a liberar los aranceles y derechos que hasta entonces se pagaban al
virreinato de Lima, favoreció el comercio entre la ciudad y el interior de la
región, dando fin además con estos procedimientos y durante un tiempo
al contrabando que mermaba los ingresos de la Corona.
En la segunda mitad de 1777, don Juan José Vértiz y Salcedo fue
nombrado como segundo virrey del Río de la Plata. Cevallos, con su sa-
lud disminuida por los años de campaña rechazó los pedidos del Cabildo,
el clero y los particulares para que continuara en su cargo y se alejó de
Buenos Aires el 12 de junio de 1778, dejando tras de sí el reconocimiento
de los pobladores del Río de la Plata y la integridad de las posesiones de
la Corona confiadas a su cuidado.
La ciudad de Cádiz lo verá llegar con 63 años y un gran deterioro
fisico, que se había agravado por los rigores del largo viaje. Fiel a sus
consignas intentó llegar a la Corte para presentarse y dar cuenta de su
actuación, pero el largo viaje resultó una prueba que no alcanzó a supe-
rar. Falleció en Córdoba, el 26 de diciembre de 1778, luego de haber
escrito al conde de Riele informándole de los acontecimientos de los que
fue protagonista.
En la catedral de esa ciudad recibió cristiana sepultura don Pedro
Antonio de Cevallos, primer Virrey del Río de la Plata, protector de los
intereses de su monarca y propulsor de una muy importante región de
América que supo administrar con justicia y honradez.
BIBLIOGRAFÍA:
33
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en la historia universal". Tomo 5, Barcelona, 1929.
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Mayo-Agosto 1987.
34
EL COMBATE DE SAN LORENZO ANTE LA HISTORIA
35
por Manuel de Sarratea, Bernardino Rivadavia y Feliciano Chiclana, ac-
tuando como secretario Nicolás de Herrera, le concede el empleo efecti-
vo con el rango de comandante del Escuadrón de Granaderos a Caballo
a organizarse con las gracias, exenciones y prerrogativas que le corres-
pondían, ese mismo día., con el grado de Teniente Coronel de Caballería
y el sueldo correspondiente a su clase (ciento cincuenta pesos). Al día
siguiente, 17, el militar presenta al gobierno el plan para crear el escua-
drón. El 21, se lo autoriza a crear un regimiento, 1 no un escuadrón. El
24 San Martín
36
través de una disciplina austera, para estar preparados para vencer, gra-
cias al fanatismo de quien se considera invencible. Buscó para ser sus
soldados a quienes le acompañaron en su viaje de Inglaterra, y hombres
locales con experiencia revolucionaria, que no hubieran pasado del gra-
do de teniente. Junto a ellos creó un cuerpo de cadetes, bien jóvenes. Así
aparecen Juan Lavalle y Julián Perdriel. Pasada la prueba de miedo,
debió retemplarlos moralmente, tanto de día como de noche. Sus solda-
dos fueron tomando como falta grave el agachar la cabeza en acción de
guerra. A los mismos los elegía fuertes, vigorosos, no aceptando a hom-
bres de talla baja. Cada uno de sus hombres tenia un nombre de guerra,
por el que únicamente debían responder.
37
Belgrano para dar lucha en Salta y, en caso de vencer, continuar la per-
secución hasta el río Desaguadero, en el límite con Perú. Además se
ordena estrechar el sitio de Montevideo, a todo trance, el 5 de noviembre
de 1812. Así, el 31 de diciembre de 1812, el coronel José Casimiro
Rondeau, que estaba sitiando Montevideo, batió completamente una de
sus murallas, instalándose sólidamente en el lugar.
En Buenos Aires hay importantes acontecimientos políticos. El 8 de
octubre renunció el Triunvirato; el 31 de enero de 1813 se reúne la Asam-
blea General Constituyente, resumiendo en sí "la representación y el
ejercicio de la soberanía popular". A partir de allí desaparece el nombre
del rey de España de los documentos públicos, siendo abolidos los escu-
dos de armas y títulos de nobleza, la Inquisición y el tormento. Desapa-
reció la efigie de los monarcas de las monedas circulantes que fue
reemplazada por el sello de las Provincias Unidas, con el sol como sím-
bolo y el gorro frigio de los libertos, coronado por el laurel de los vence-
dores. Los colores de la bandera española fueron reemplazados por los
de la nueva escarapela, que había sido creada por los patriotas de Mayo,
y se rompieron los vínculos con España, declarando soberana la justicia
nacional. Aparecía "una nueva y gloriosa Nación, con un león rendido a
sus pies". Todo era un gran presagio de buenas nuevas, como así ocu-
rrió.
38
jes era Rafael Ruiz, y los desembarcos los dirigía un gigante de valor
probado, Juan Antonio Zabala.
Así, el 13 de enero de 1813 el gobierno se informó de la partida de los
buques de Montevideo al desembarcar, en San Fernando, el soldado
Alejandro Rodríguez, ex Sargento de las milicias de Colonia, que venía
de ese lugar. 3 Se avisó de inmediato al gobernador de Santa Fe, Luis
Beruti, y se desarman las baterías de Rosario, por orden de nuestro
gobierno y se refuerzan las baterías de Punta Gorda (hoy Punta Diaman-
te). con 15 bocas de fuego y 480 hombres. En ese momento el gobierno
que componía el segundo Triunvirato, constituido por Juan José Paso,
Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte, y Tomás Guido como
secretario, ordena a San Martín que, con una parte de su regimiento,
protegiese las costas occidentales desde Zárate hasta Santa Fe. El 28 de
enero de 1812, el futuro Libertador sale de Buenos Aires, a la cabeza de
125 granaderos bien elegidos. 4 Ese día 28, el jefe de estado mayor marca
el itinerario, y la orden de poder circular órdenes a todos los jueces de
los partidos, alcaldes, comandantes militares y hacendados, del tránsito
para que le franqueen todos los auxilios de caballadas, reses y cuales-
quiera otros que necesitasen para la expedición. Entretanto, 11 embar-
caciones armadas en guerra, tripuladas por más de 300 soldados realistas
ya estaba en viaje, aparentemente, hacia Punta Gorda, el 17 de enero.
Según Pérez Pardella, San Martín con la orden del gobierno de:
parte con sus tropas esa noche, eligiendo detalladamente a sus mejores
granaderos, y una fuerza del segundo batallón de infantería con 100
hombres al mando del teniente coronel Juan Bautista Morón, hasta com-
pletar 250 hombres. Se atrasa en su andar por "un guía poco memorio-
so", agravando el mal humor de la tropa por el intenso calor y el polvo
39
que los cubría desde la cabeza hasta el interior de las botas. Más perdió
San Martín la paciencia en Santos Lugares, a medianoche, porque el
"administrador de correos" no había llegado a comunicar a las respecti-
vas postas la obligación de entregar caballos de refresco al regimiento
en marcha. Así, en la mañana del 29 de enero, harto, envía un mucha-
chito de diecisiete años, alto, flaco, puro nervio, de mirada vivaz y elás-
tico de cuerpo, llamado Angel Pacheco, 6 a adelantarse al "administrador
de correos" para que las postas tuvieran caballos de refresco. 7 Según
Pérez Pardella, había que vengar los saqueos de San Nicolás, volver a
liberar los ríos, y devolver el bayonetazo al corazón que los realistas
habían descargado sobre el presbítero Miguel Escudero. Toda la noche
del 29, San Martín y sus tropas trotaron para acercarse al Paraná, que
vio al amanecer del 30. Por un lado, San Martín, vestido con un poncho
y un sombrero de campesino, seguía la marcha de la expedición de bar-
cos realistas, que no sospechaban que de noche, envueltos en las som-
bras, iban al trote y al galope nuestros granaderos. San Martín quería
ese día llegar a San Nicolás, por donde la cuadrilla española parara el
día anterior, para tener datos seguros, y nuevos buenos caballos. No
quería perder a los enemigos de vista. Ese día, al amanecer, las naves
pasan por Rosario, anclando frente a San Lorenzo, donde las aguas se
ensanchan más, a 200 metros de la orilla. Sobre la alta planicie, con
barrancas altas y escarpadas, se encontraba allí el importante y solitario
monasterio de San Carlos, de grandes claustros, y un sencillo campana-
rio, habitado por doce únicos misioneros franciscanos, con Fray Pedro
García 8 como guardián. En ese momento, sonaban las campanas de las
7.30 horas cuando bajan 100 hombres de infantería, quienes se encon-
traron con los buenos frailes. El único alimento que consiguieron los
realistas en el lugar. fueron melones y gallinas, pues la hacienda se había
retirado de la costa con anticipación.
En ese momento, a lo lejos se vio venir al comandante militar de Ro-
sario, Celedonio Escalada, 9 con 22 hombres armados con fusiles y 30 de
caballería que, tarde, se preparaba a oponerse al desembarco. Eran, pues,
52 hombres mal armados y un solo cañón. Cuando llega, los españoles
se estaban reembarcando. Igual, desde la ribera les tiró con su cañón.
Los buques, con cañones de mayor alcance, lo hicieron retroceder. A
partir de allí el destino depara varias casualidades. Por un lado, en la
noche del 31 de enero, se escapa de una de las embarcaciones un para-
guayo que tenían preso, José Félix Bogado, 10 que es recibido por Escala-
da quien así se entera, el día 1º de febrero, que hay 350 hombres en los
buques y que estaban preparando dos cañones para desembarcar al día
40
siguiente con mayores fuerzas, convencidos de que en el monasterio se
escondían los caudales de la localidad. Luego continuarían remontando
el río hasta Punta Gorda, con el fin de destruir sus baterías e interrum-
pir el comercio con el Paraguay y las misiones jesuíticas. Esta informa-
ción, también llega al coronel San Martín, con sus 120 Granaderos, según
Mitre, divididos en dos escuadrones, para no llamar la atención que, por
el viento a favor que tenían las naves, se habían adelantado dos días.
42
Robertson habría dicho que desde este campanario contó 320 marine-
ros y soldados de infantería, pero la versión de San Martín en su infor-
me, es la correcta, confirmada por el historiador español Torrente.
6 Combate y heroismo
El Dr. Julián Navarro, capellán de ese día, narra que el asistente
Gatica le tendió a San Martín la brida de un caballo bayo (rabicorto,
según Ricardo Rojas, al garrón, según Piccinali. El Gral. Soria aclara que
"al garrón" se refiere al corte, que no era largo, como generalmente la
usaban los oficiales). Ni bien apoyó el pie en el estribo, corrió hacia sus
granaderos y, desenvainando su sable corvo de forma morisca, arengó a
sus soldados que por primera vez iban a combatir con él, ordenándoles
que no disparasen ningún tiro, confiando solamente en sus lanzas y en
sus largos sables, cuya hoja. según dijimos, era de 36 pulgadas, o sea
90 centímetros. En la primera fila, los lanceros. Según Pérez Pardella,
las palabras habrían sido las siguientes:
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jefe de la expedición española ponderó el ataque de nuestras fuerzas al
decir:
"Por derecha e izquierda del monasterio salieron gruesos
de caballería en columna, bien uniformados. que a todo ga-
lope, sable en mano, cargaban, despreciando los fuegos de
los cañoncitos. No les importaba nuestro fuego de artillería,
y atacaron nuestra fuerza con tal esfuerzo, que no nos die-
ron tiempo a formar cuadro" . 1 5
44
a Caballo. En ese momento del combate, el alférez Hipólito Bouchard le
arranca de sus manos la bandera española y la vida al realista que la
llevaba, mientras el capitán Bermúdez hacía retroceder al enemigo. Los
realistas, en tanto, confundidos, abandonaron el campo de batalla, re-
sistiendo desde el borde de la barranca por donde habían llegado. El
capitán Bermúdez inicia entonces una nueva carga. Previamente tocaba
reunión el clarín del Comandante en Jefe de los Granaderos a Caballo.
San Martín, imposibilitado de caminar, le había cedido el mando al capi-
tán Bermúdez, indicándole, además, de cuidar cortarles la retirada a los
realistas, Así, el teniente Manuel Díaz Vélez, que estaba cerca del capi-
tán Bermúdez, con el ímpetu de su caballo, cae por la barranca, recibien-
do un sablazo en la frente y dos bayonetazos en el pecho. 19 Mitre dice que
el mismo es llevado prisionero a bordo de uno de los barcos, y que luego
fue canjeado, junto a tres presos, 20 por los prisioneros realistas del día,
45
del litoral de los ríos Paraná y Uruguay tuvieron mayor seguridad. Se
liberó la comunicación con Entre Ríos, que era una de las bases del ejér-
cito realista que sitiaba Montevideo, privándolo de víveres frescos con
que se mantenía dicha plaza y se conservó el comercio con el Paraguay,
importantísima fuente de recursos. Pero, tal vez lo que fue más impor-
tante, el ejército tuvo un nuevo general, y sus armas un nuevo temple.
Guastavino menciona que
Por el río Paraná, tres días después, descendía la flota realista carga-
da de heridos, en lugar de riquezas y trofeos, llevando a Montevideo la
sorprendente novedad.
Los cadáveres fueron piadosamente enterrados por los padres
Lorenzinos en la huerta del monasterio. (Guastavino). 24 San Martín fue
generoso con el enemigo, dándole víveres frescos suficientes. Asimismo,
el Sr. Robertson solicitó permiso al coronel San Martín para dar vinos y
provisiones a los heridos de ambas partes, para luego alejarse del lugar,
admirado por la sangre fria e intrepidez con que fue concebido el golpe. 25
Al día siguiente recién llegaba al lugar Morón con sus 100 infantes,
por falta de caballos.
46
no capaz de contener el intrépido arrojo con que los
Granaderos cargaron sobre ellos sable en mano: al punto se
replegaron en fuga a la bajada, dejando en el campo de bata-
lla cuarenta muertos, 14 prisioneros, de ellos 12 heridos,
sin incluir los que se desplomaron y llevaron consigo, que
por los regueros de sangre que se ven en las barrancas,
considero mayor número. Dos cañones, 40 fusiles, 4 bayo-
netas y una bandera que pongo en manos de V.E. y la arran-
có con la vida al abanderado, el valiente oficial don Hipólito
Bouchard. De nuestros hombres se han perdido 26 hom-
bres, 6 muertos y los demás heridos. De este número son el
capitán Justo Bermúdez, y el teniente Manuel Díaz Vélez
que, avanzándose con energía hasta el borde de la barran-
ca, cayó este recomendable en manos del enemigo. El valor
e intrepidez que han manifestado oficialidad y tropa de mi
mando, los hacen acreedores a los respetos de la Patria, y
atenciones de V.E. Cuento entre estos al esforzado y bene-
mérito párroco, doctor Julián Navarro, que se presentó con
valor, animando con su voz, y suministrando los auxilios
espirituales en el campo de batalla. Igualmente lo han con-
traído los oficiales voluntarios don Vicente Mármol y don
Julián Cabrera que, a la par de los míos, sostuvieron con
denuedo todos los peligros. Seguramente el valor e intrepi-
dez de los Granaderos hubiera terminado en este día de un
solo golpe las invasiones de los enemigos en las costas del
Paraná, si la proximidad de las bajadas, que ellos no des-
ampararon, no hubiera protegido su fuga; pero me arrojo a
pronosticar sin temor, que este escarmiento será un princi-
pio para que los enemigos no vuelvan a inquietar estos pa-
cíficos moradores. Dios guarde a S.E. muchos años. Nota.
El buque comandante de la escuadra enemiga nos ha remi-
tido un oficial parlamentario, solicitando le vendiese alguna
carne fresca para sustentar a sus heridos, y en consecuen-
cia, he dispuesto que se facilite media re:a, exigiéndole an-
tes su palabra de honor, de que no será empleada sino con
ese objeto. Otra: Siguen trayendo más muertos del campo y
de las barrancas, como igualmente fusiles. Otra: he pro-
puesto al oficial parlamentario, si el comandante de la es-
cuadra quiere canjear al único prisionero, don Manuel Díaz
Vélez".
47
1815, se presentó a San Martín en Mendoza para integrarse a los
Granaderos, pero fue rechazado amablemente.
Al tener el brazo dislocado por la estrepitosa caída de su caballo,
Piccinali nos dice que el parte fue escrito por el teniente Mariano
Necochea, firmando San Martín. Necochea fue quien llevó el parte a
Buenos Aires. 27
En la noche del 3 de febrero el santo y seña del escuadrón fue: "Cabral,
mártir de San Lorenzo".
Buenos Aires, la ciudad que había amargado al coronel San Martín
diciendo que era un agente español, lo recibió con entusiasmo. San Martín
tenía brazo, cabeza y corazón, a lo que se sumaba el poder de la táctica
y la disciplina, dirigida por el valor y la inteligencia. Pocos días después,
el 20 de febrero, el ejército del desobediente y subestimado Belgrano
derrotaba completamente a los 3.500 realistas de Tristán, en Salta, lue-
go de no cumplir las órdenes de Buenos Aires de replegarse, impidiendo
a los españoles su probable llegada a Córdoba lo que, sumado a una
derrota en el combate de San Lorenzo, hubiera cambiado el curso de
nuestra historia, tal vez, en muchos años.
Varios días después, el 25 de febrero de 1813, San Martín redactó y
presentó a las autoridades el parte de combate, que decía:
"Como sé de la satisfacción que tendrá V.E. en recom-
pensar las familias de los individuos de los Granaderos muer-
tos en la acción de San Lorenzo, o de sus resultas, tengo el
honor de incluir a V.E. la adjunta relación de su número,
país de nacimiento, y estado. No puedo prescindir de reco-
mendar particularmente a V.E., la viuda del capitán Justo
Bermúdez, que ha quedado desamparada con una criatura
de pecho, como también a la familia del Granadero Juan
Bautista Cabral, natural de Corrientes, que, atravesado con
dos heridas, no se le oyeron otros ayes que los de "¡Viva la
Patria!¡Muero contento por haber batido el enemigo!" Efecti-
vamente, a las pocas horas feneció, repitiendo las mismas
palabras."
48
de una gloriosa carrera del heroico Regimiento de Granaderos que con -
dujo su creador y primer jefe el Coronel de Caballería y después General
de los Ejércitos de la Patria, José de San Martín.
San Lorenzo es un breve combate y es una gran ilustración, es un
corto ejemplo, pero es de alta consideración en el ánimo de todo argen-
tino. Por eso, su trascendencia es superior al combate mismo, su arrojo
excede los simples límites del campo en que participó porque se extien-
de a todo el ámbito de la América española, porque es el combate de las
ideas y el cumplimiento de los principios: intenso y contundente en las
armas, grande en el espíritu de la posteridad.
NOTAS:
1 El escuadrón debía tener dos compañías cada uno, Camilo Anschutz, tomo I,
49
desmontados. Plana mayor: 1 Comandante; 1 Sargento Mayor; 1 Ayudante; 1
Portaestandarte; 1 Capellán; 1 Trompeta; 1 sillero; 1 Herrador.
2 Algunos estudiosos del tema manifiestan que los realistas compraban pacífi-
"Fama'', "San Martín", "Aranzazu", "Jesús Maria" y "Nuestra Señora del Car-
men". con 350 hombres de combate y artillería de desembarco. Los barcos
tenían 30 cañones. (Diccionario Larousse: Goleta: barco de dos o tres palos con
una vela cangreja en cada uno. Sumaca: pequeña embarcación de cabotaje.
Falucho: Embarcación costanera, con una vela latina).
4 Beruti fue el primer ciudadano argentino que ostentó en su sombrero los
Buenos Aires, en la noche del 25 de enero. Piccinali menciona que San Martín
50
sale la noche del 28 con sus caballos de combate, y que a partir de Santos
Lugares, montan los caballos de refresco, llevando a tiro los primeros hasta San
Lorenzo. A las 8 de la mañana San Martín continúa en el lugar, luego de haber
llegado a medianoche, y envía nota al gobierno. Eran 151 Granaderos: 9 oficia-
les: coronel José de San Martín; capitán Justo Germán Bermúdez: teniente
Hipólito Andrés Bouchard: teniente Manuel Díaz Vélez: teniente Mariano
Necochea; teniente Manuel de Escalada: alférez José Fernández de Castro: alfé-
rez Mariano de Escalada y portaestandarte Ángel Pacheco: 1 cadete: Pedro P.
Castelli; 3 Sargentos; 1 Trompeta: 8 Cabos: y 129 Granaderos: 64 del Primer
Escuadrón: 58 del Segundo Escuadrón y 7 del Tercer Escuadrón. Poco semen-
ciona el armamento y munición que debía acompañar al Regimiento, que dado
la velocidad imprimida por el Gran Capitán, todavía estaba recién entre San
Pedro y San Nicolás, a cerca de 150 kms. de San Lorenzo. Esto podría haber
decidido a San Martín a atacar sin armas, sin esperar este contingente. Otros
mencionan que la gallardía del prócer le impidió mencionar este hecho a la
historia, lo mismo que su herida en la cara y golpe recibido al caer, repetimos.
La marcha de cinco días, paró en las siguientes postas para cambiar caballos:
Santos Lugares, 4 leguas: Las Conchas (puerta 1 Campo de Mayo, Hurlingham):
4 leguas: Arroyo Pinazo, 5 leguas: Pilar, 4 leguas: Cañada de la Cruz: 6 leguas:
San Antonio de Areco, 5 leguas: Cañada Honda, 8 leguas: Río Arrecifes, 8 le-
guas; San Pedro, 5 leguas: Las Hermanas, 8 leguas; Arroyo Ramallo, 4 leguas;
Arroyo del Medio, 3 leguas; Arroyo Seco, 6 leguas; Capilla del Rosario, 5 leguas:
Espinillo, 4 leguas; San Lorenzo, 3 leguas. (Cf. Héctor Juan Piccinali, "Vida de
San Martín en Buenos Aires, p. 249).
6 Por su comportamiento Pacheco ascendió de portaestandarte a alférez de la
do órdenes en todas las postas, para que los maestros y sus jinetes arrearan
hacia la orilla cuadras y cuadras de caballos gordos y descansados. Ángel
Pacheco no estuvo en el Combate de San Lorenzo, pues había continuado su
derrotero de avisar a las postas, ya al norte de San Lorenzo en ese momento.
8 El 30 de enero, al amanecer, desembarcan 100 españoles, y se encuentran
con los frailes en el convento de San Lorenzo. Mitre menciona que la noche
previa al Combate, 2 de febrero, San. Martín encuentra los claustros vacíos. El
general (R) Diego Soria duda de esta afirmación, desde el momento que los
frailes habrían ayudado a los heridos luego de la lucha, y a que, como se infor-
ma más arriba, San Martín se habría reunido con el prior del convento la noche
del día 2. Hay más. El 6 de mayo de 1813, San Martín se dirige al prior Fray
Pedro García: "( ... ) diga Ud. un millón de cosas a sus virtudes religiosas, asegúreles
que los amo de todo corazón y que mi reconocimiento será tan eterno como mi
existencia".
51
9 En el frente externo del Instituto Nacional Sanmartiniano, al costado del
busto Mercedes de San Martín de Balcarce, sobre dicho jardín, una chapa de
bronce, dice: "Al Comandante Emeterio Celedonio de Escalada, 1762-1819, héroe
de la emancipación argentina. (Sobre el lado externo de la entrada a la biblio-
teca del Museo, se lee en un bronce: MCASA DEL LIBERTADOR. Esta es la
reproducción aumentada en una tercera parte de la que vivió el GENERAL
JOSÉ DE SAN MARTÍN en Grand Bourg, a 25 kilómetros de París, desde 1834
a 1848. Allí pasó los días más felices de su ancianidad. Ha sido donada en el
año 1945 para sede del Instituto Nacional Sanmartiniano por la señora Manuela
Stegmann, viuda del Doctor José Pacífico Otero, fundador y primer presidente
del Instituto. Fue inaugurada el 11 de agosto de 1946". Rodeando esta manza-
na hay varios árboles, uno solo es un pino, al frente del edificio, lo que podría
atribuirse al famoso pino de San Lorenzo, bajo cuyas ramas el futuro Liberta-
dor escribió el acta de triunfo de nuestras armas. El Instituto Nacional
Sanmartiniano fue fundado el 5 de abril de 1935.
10 Agustín Pérez Pardella ("José de San Martín. El Libertador cabalga") agrega
que el paraguayo cuando estuvo con San Martín, le habría dicho: "Antes de
saltar al agua, vi cañones atados con cuerdas para bajar a los botes, y a gente
con ropa de pelea. Créame señor, que los realistas desembarcarán por que se
están quedando sin víveres". Al terminar la exposición, solicita ingresar al cuer-
po de Granaderos. El futuro Libertador le habría respondido: "Por lo que ha
dicho, por lo que hizo, y por lo que sé que hará, Bogado, no tardará en ser
merecedor de pertenecer a nuestro cuerpo". El mismo, con el grado de coronel,
trece años después, fue uno de los siete últimos Granaderos fundadores, que
sobrevivieron a las guerras de la Independencia, desde San Lorenzo hasta
Ayacucho. Ricardo Rojas en su libro "El Santo de la Espada", que muchos to-
man como novela, agrega al respecto: "Volvió al Plata casi desnudo, con la ban-
dera del Regimiento convertida en andrajos, en 1826".
11 Yabén, Jacinto R.: Obra citada, tomo V; p. 511.
esta posta. Nada recuerda el lugar, hoy con altos pastizales, salvo una placas
de bronce que mencionan el hecho, amuradas a una sencilla pared de concreto.
13 Pérez Pardella, Agustín. Obra citada, p. 83.
14 lbidem, pg. 83
tomo 1, p. 177.
16 "Infantería española", dice Mitre. "Infantería montevideana", menciona el Gral.
Soria.
17 Sobre este hecho hay varias versiones: Carranza cree que esta herida fue
realizada por el propio Zabala, al ver a San Martín en tierra. Manuel Olazábal,
dice lo mismo. El general José Matías Zapiola, no coincide con este tema, pese
a que no estuvo en el combate, pero se lo relató el cura párroco de Rosario, Dr.
Julián Navarro, que sí estuvo en el lugar. Según manifiesta el Gral. Diego
Soria, esta habría sido la única herida visible de San Martín en las luchas
americanas. Las invisibles, las llevaba en el alma, decimos nosotros.
52
18 En el "Diccionario Histórico Argentino", p. 21, se dice que habría dicho: "¡Viva
Uruguay.
21 Algunos historiadores mencionan que el mismo habría muerto a poco de
zas" de los héroes, que se estima provienen de Granaderos caídos en las luchas
por la Independencia argentina, chilena y peruana. Pedro Pablo Haas ("Juan
Bautista Cabral", p. 126) menciona que los muertos fueron enterrados en una
tumba común. Queda para las actuales y futuras generaciones la erección de
un monumento al sargento Juan Bautista Cabral en el predio donde dio su vida
por nuestra libertad. En cuanto al grado de Sargento que lleva en la historia el
soldado Granadero Juan Bautista Cabral, esto no fue así pues en esa época no
existían los ascensos post-mortem. El hecho es que se puede tomar esta tradi-
ción por que Anschutz (obra citada, tomo 1, p. 161) menciona que todas las
tardes el Sargento Primero encargado del primer escuadrón llamaba: "Juan
Bautista Cabral", y el Sargento más antiguo contestaba: Murió en el campo del
honor, pero existe en nuestros corazones. ¡Viva la Patria, Granaderos!". Algo
que repetía a viva voz toda la compañía. Pablo Haas (Obra citada, p. 143) men-
ciona que el Ejército peruano, el 22 de julio de 1971, otorga en carácter póstu-
mo al sargento Juan Bautista Cabral la Cruz Peruana al Mérito en el grado de
Oficial.
25 Dice Robertson ("Letters from Paraguay", tomo 11, p. 15) sobre el final de la
lucha: "El pánico de los realistas era tal, que se sobrepuso a la razón, y en vez
de entregarse prisioneros de guerra, dieron el terrible salto que los lanzaría a la
eternidad, sirviendo de pasto a los buitres". La realidad es que hoy se ve una
imponente barranco, alto, con una pared vertical que separa al campo del com-
bate, del río Paraná, lo que hace pensar sobre las consecuencias de la caída de
53
Díaz Vélez y los realistas en ese lugar, bien lejos del lugar de desembarco. En
cuanto a esto último, es de destacar el valor, casi suicida, de los 60 Granaderos
que salen con San Martín a enfrentar a los 260 realistas, por el lado izquierdo del
convento, lugar por donde habían desembarcado los mismos.
2s El pino de San Lorenzo, según Enrique Udaondo ("Árboles históricos de la
República Argentina") debe su nombre a la isla y pueblo de San Lorenzo, que
tiene su origen en un convento de misioneros franciscanos de "Propaganda
Fide", establecido en 1780, el cual anteriormente perteneció a los padres de la
Compañía de Jesús con el nombre de San Miguel de Carcarañá, y que abando-
naron en 1767 (Cf. "Apuntes históricos sobre la fundación del Colegio San Car-
los y sus misiones en la provincia de Santa Fe", fray Vicente Caloni, Buenos
Aires, 1884). El árbol habría sido plantado, según la tradición, por los jesuitas,
a mediados del siglo XVII, y pertenece a la especie "Pinus Pinea", del Mediterrá-
neo cuya forma atormentada atestigua el embate de los huracanes del tiempo.
Se sabe que ya en la revolución de Mayo, el pino era viejo. y su tronco y corona
empezaban a inclinarse por el paso de los años. El actual hijuelo se mantiene
cercado para impedir las podas de los visitantes, y es custodiado celosamente
por la comunidad franciscana. Su tronco medía, a flor de tierra, tres metros de
circunferencia y sus ramas se extendían desde el tronco, por el norte, a once
metros; por el sud, a nueve metros; por el este a ocho metros, y por el oeste a
nueve metros. La circunferencia de la copa era de setenta y cinco metros y
medio, y el alto del árbol, dieciséis metros (Las dimensiones nos fueron sumi-
nistradas pro el guardián del convento, fray Agustín Quarín, quien mencionó,
como tradición, que San Martín pasó una siesta descansando bajo la sombra
del pino, después de la jornada. Cien años después del combate, el pino aún
existía. La semilla del árbol fue sembrada en el cuartel Buenos Aires del Regi-
miento de Granaderos a caballo, el 17 de agosto de 1915. A su vez, en 1924, las
escuelas de Luján plantaron otro retoño en uno de los patios del Museo Colo-
nial.
27 San Martín dicta y firma el acta de la victoria, Necochea la redacta. Cuando
San Martín regresa a Buenos Aires, el 6 de febrero, hace una media firma en
cada posta que va pasando, algo inusual. En Las Conchas, hoy puerta 1 de
Campo de Mayo, Hurlingham, y en Santos Lugares, firma Juan Bautista Morón,
por indisposición del Sr. Coronel de Granaderos.
28 Debemos mencionar, además, que el capitán Justo Germán Bermúdez era
un aguerrido soldado, oriundo de Montevideo, de 39 años de edad, que ya ha-
bía demostrado su valor junto a Liniers en las Invasiones Inglesas. El 14 de
febrero de 1813, el Dr. Cosme Argerich le amputó la pierna herida por un bala-
zo al borde de la barranca, pero el héroe, considerándose responsable de la
retirada de los realistas al no llegar a envolverlos en el campo de batalla, qui-
tándose el torniquete, se habría dejado morir. Quienes lo vigilaban, tarde se
percataron de esto, pues Bermúdez se había tapado el muñón con su chaqueta
de capitán de Granaderos a caballo (en el convento se puede observar el cuarto
donde el mismo falleció, y donde durmió San Martín, también, lo mismo que el
54
refectorio). Al respecto, Piccinali dice que en el parte de la victoria, pg. 255,
San Martín habría agregado: " ... desgraciadamente el capitán, que mandaba a la
derecha, había hecho un rodeo más largo que el necesario lo que permitió que
muchos dispersos pudiesen ganar la barranca, lo que les permitió reembarcar-
se". En todos los libros donde se lee el acta no figura esto. Viendo la barranca,
una verdadera pared, no parece sencillo haber podido rodear a los realistas,
máxime cuando Bermúdez salió por la derecha, y los realistas ingresaron al
campo por la izquierda. En cuanto a las causas de su muerte, podemos coinci-
dir con el General Soria, que mucho debe de haber ayudado la falta de asepsia
de esa época. Es decir, había muy buenos médicos, y muy poco dinero para
comprar medicamentos, algo común en esa época, y aún hoy día. Los hechos:
al finalizar el Combate, San Martín no tenía ningún profesional en el arte de
curar en su escuadrón. Para curar los heridos, solo se pudo obtener en una
primera instancia con los modestos recursos de las localidades vecinas, lo que
desesperaba a San Martín. Recién después del Combate el cura Navarro solicitó
un médico al gobernador de Santa Fé, mientras los heridos eran atendidos en
el refectorio del convento de San Carlos, donde se habilitó un puesto de soco-
rro y un hospital de sangre. A medianoche recién salía al lugar, desde San
Nicolás, el cirujano don José Ribes, un valenciano de 65 años, a la sazón
confinado (¿retirado?) en la estancia de doña Juana Venegas. En tanto desde
Santa Fé partía hacia San Lorenzo el Dr. Manuel Rodríguez y Sarmiento, médi-
co de Galicia que fue el primero en el país que se ocupó del mal de Hansen, y
habria estado en esta provincia entre 1792 y 1837. San Martín el día 6 solicita
un médico a Buenos Aires, sin saber que el día anterior partía a San Lorenzo
en un coche tirado por cuatro caballos, alquilado en 100 pesos a María Belmonte,
el cirujano Francisco Cosme Argerich, hijo del Director del Instituto Médico
Militar, junto a dos religiosos, Fray Antonio Severino de San Alberto y fray
Rafael de Belén, junto a un ayudante y dos cocheros. Llevaban la aprobación
del gobierno para que se distribuyan 1.000 pesos entre los soldados. El dinero
no lo llevaron. El Dr. Argerich estuvo en el lugar atendiendo heridos dos meses
y ocho días. El 9 de febrero solicita, entre otros enseres, 20 pares de sábanas,
10 fundas para colchones, 10 fundas para almohadas, todo lo cual llega el día
17. Díaz Vélez vuelve en el coche de Argerich, falleciendo en Buenos Aires el
20 de mayo de 1813. El Dr. Francisco Cosme Argerich al volver el 28 de abril
solicita al gobierno "lo que estime justo, pues además de no haber cobrado
nada, había perdido sus conexiones (clientes) en esos dos meses y ocho
días".Manuel Olazábal, cadete en 1813, recuerda que el 3 de febrero de 1823,
diez años después, San Martín le dice: "Ese día, poco más o menos a estas
horas, Ud. sabe que su Regimiento hacía el primer ensayo en San Lorenzo, que
no habrán olvidado los Matuchos, ni yo tampoco, que me vi bien apurado".
Maluchos: el escuadrón se había portado dignamente, inflingiendo al enemigo,
con mano firme, el escarmiento que se le ordenara. Como dato final, se puede
mencionar el uso de aros en oficiales Granaderos, como fue el caso de Angel
Pacheco, algo reconocido hasta por su propia familia. La familia Pacheco tenía
una miniatura de época, donde el mismo tiene uniforme de Cazadores, y un
55
aro en su oreja izquierda. La miniatura estaba en el campo La Paloma, Salto,
Prov. de Buenos Aires, y de ahí fue llevada al Talar de Pacheco, donde se le
perdió el rastro. Ha quedado copia de esto en un cuadro que se puede visitar
en el Museo de la Reconquista, en Tigre, provincia de Buenos Aires. Como
sabemos, Angel Pacheco fue Granadero. El General Soria refiere que el quinto
escuadrón del regimiento de Granaderos , al mando del Teniente Coronel Mariano
Necochea, fue designado escolta del general en jefe en la campaña de los
Andes, y se convirtió en Cazadores.
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57
POLÍTICA CON EUROPA
DURANTE EL GOBIERNO DE ARTURO FRONDIZI *
59
del golpe militar del 4 de junio de 1943, desarrollada por los oficiales su-
periores a cargo del poder, en cuya cúpula participó crecientemente el
coronel y después general Perón.
La enemistad de Perón con los Estados Unidos fue permanente, aún
cuando después de la visita a Buenos Aires del doctor Milton Eisenhower
-hermano del presidente- hubo un cierto epitelial acercamiento. Lo mis-
mo ocurrió con Gran Bretaña y con algunos países de Europa. Con Espa-
ña se perdieron las primitivas relaciones de amistad en cuyo transcurso
nuestro país envió cargamentos de trigo, en momentos en que aquella
nación padecía un bloqueo internacional que amenazaba con la hambruna
de su pueblo. Las relaciones posteriores entre ambos países fueron ti-
rantes por mutuas acusaciones, la una por la calidad de los granos en-
viados y la otra por la falta de pago de esos mismos granos, que había
concluido con un intercambio casi nulo cuando Frondizi accedió al Go-
bierno.
En síntesis, la Argentina permanecía prácticamente aislada, con un
rótulo de nación proclive a la política de las naciones agresoras de la
guerra, mote tan injusto como arraigado en la conciencia popular de las
naciones del Viejo Mundo. Y deseo recalcar el término de injusto porque
quiero recordar las expresiones de quien tenia algo que decir al respecto:
el primer ministro inglés Winston Churchill. Justamente, fue este vete-
rano dirigente político quien defendió, sin proponérselo expresamente,
que la carne y los granos argentinos habían alimentado a los soldados
ingleses a lo largo de toda la guerra y en todos los frentes, y sin percibir
hasta el momento el pago de los saldos exportables, de acuerdo al Trata-
do Roca Runciman, reiteradamente ratificado.
Esta situación internacional no pudo ser alterada sustancialmente
por el gobierno militar que derribó al presidente Perón, por su mismo
origen no electoral y por el escaso tiempo en que estuvo en el poder,
ejerciendo una política de provisoriedad.
Cuando Frondizi accede al gobierno la situación era realmente crítica,
en todo sentido, y de tal magnitud, que si hacemos comparación con la
actual, aquélla situación nos parece mucho más delicada, porque no era
solamente financiera sino de deficiente estructura económica.
Argentina exportaba carne y granos por unos mil millones de dólares,
como lo hacia desde quince años atrás, pero con una población treinta
por ciento más numerosa. Había que detraer de esa suma, la importación
de hidrocarburos líquidos por unos 180 millones de dólares. que era el
importe aproximado que correspondía a la exportación de trigo, de tal
modo que se trocaba el trigo que teníamos, por el petróleo que también
60
teníamos. Además se había creado una industria solamente liviana, de
calidad inexportable, que dependía de insumos básicos del exterior. La
producción de granos era similar a la de tres décadas atrás y probaba que
el campo había quedado aislado del mundo tecnológico y de la llamada
"revolución verde", que en esos días invadía a las naciones agrícolas ade-
lantadas.
61
por los diarios. Argentina volvía al redil de la democracia y
un demócrata convencido presidía su destino."
62
"filo-comunista", dentro del país, por una prensa ensañada e interesada
Muchos años después de su gobierno, cuando ya su mandato pertenecía
a la historia, aún se levantaban voces nostálgicas que lo acusaban de
participar del comercio con el "comunismo internacional", sembrando
cizaña en las gentes de información escasa y distorsionando los móviles
y la descripción de los hechos. A tantos años de su gobierno y de su muerte,
no puede menos que admirarse su enorme voluntad de acción en favor
del país, su denodada lucha, su coraje civil. A la vez, no puede haber sino
asombro en la persistencia del odio, por parte de sus detractores, que se
extendió más allá de su gobierno, de su prisión y de su muerte, que
parece ser -como dijo Paúl Groussac- la constante matemática que apa-
rece en toda la historia nacional.
Decidió Frondizi visitar personalmente Europa y conversar personal-
mente con sus líderes, actitud política que hoy es mucho más común,
pero que era menos habitual en sus días, a punto tal que fue el primer
presidente que visitó Estados Unidos, Europa y Asia en diferentes viajes,
estando en ejercicio del gobierno. Por !o tanto, el 12 de junio de 1960,
habló al país e inició su viaje que lo llevaría por Italia, como primera
etapa -(Roma, Gubbio y Milán)-. Suiza (Zurich y Berna). Francia (París).
Bélgica (Bruselas). Alemania (Bonn y Hamburgo). Holanda (La Haya,
Amsterdam), Reino Unido (Londres) y finalmente España (Madrid y Toledo).
En ese largo viaje en el que pronunció más de treinta conferencias, pudo
vender la imagen de una Argentina nueva y esperanzada, anudar nume-
rosos acuerdos comerciales, culturales y diplomáticos, asegurando las
inversiones que se realizaron en los años siguientes, en especial en in-
dustrias de base, que fueron el impulso del desarrollo. Algunas de estas
inversiones requirieron largo plazo para su instalación y maduraron, con
plena producción cuando el propio Frondizi ya no estaba en el gobierno,
inicuamente separado por la ambición de un grupo pequeño de jefes mi-
litares que detentaban el poder de las armas.
Su viaje tenia, también, otros propósitos:
63
"( ... ) si las tarifas aduaneras vigentes en Europa para
(los) productos (nuestros) se llevaran y si se impusieran,
aún de modo encubierto, medidas que directa o indirecta-
mente significaran discriminaciones contra nuestros pro-
ductos, se restaría al país la fuente más normal y más sana
de financiar su propio desarrollo. Luego de la reforma cam-
biaría de diciembre de 1958, la Argentina tiene personería y
justificación para reclamar a los países europeos la obser-
vancia de las reglas de juego de la economía libre, que se
contradice a sí misma cuando pretende ser unilateral(,,,)"
Esta protesta fue elevada en todos los foros y en todo nivel. Los diarios
de cada uno de los países visitados destacaron su personalidad y la Ar-
gentina ocupó la primera plana de los periódicos, lo que no ocurrió des-
pués ni ocurre ahora, salvo para dar noticias adversas o sensacionalistas.
4 Resultados económicos
Del resultado de su política con Europa -materia de esta charla- se
consolidó la inversión del ENI (Ente Nazionale Idrocarbun1 que instaló
300 pozos de petróleo en contratos con Y.P.F. Su entrevista con Enrico
Mattei fue decisiva. Italia levantó en Córdoba la planta siderúrgica
Metalcolor, Olivetti ya fabricaba máquinas de escribir para el mercado in-
terno y exportaba a otros países, AGIP iniciaba el refinamiento y distri-
bución de gas licuado, Ferrania producía material fotográfico, el Instituto
Mobiliario Italiano tenía un convenio con el Banco Industrial para créditos
a la pequeña y mediana industria. El presidente Gronchi firmó con Frondizi
un acuerdo que robustecía las inversiones.
En Suiza, pudo superar el malentendido que nuestro país tenia con
S.O.F.1.N.A. y el pool de inversiones en electricidad, que habrían de des-
embocar en la creación de Segba. La producción eléctrica estaba enor-
memente retrasada. A lo largo del gobierno de Perón no se habían hecho
inversiones ni en cantidad, ni en calidad ni en oportunidad sobre gene-
ración y transmisión de energía. La termousina de San Nicolás no se
había concluido después de diez años y era harto insuficiente. La indus-
tria no podía desarrollarse y Suiza no quería hacer inversión alguna en
ese campo, pese a ser propietaria de las acciones de los grupos generado-
res de Buenos Aires.
De Gaulle, -hombre de pensamiento independiente- elogió pública-
mente su plan económico en París. Frondizi, no se sintió solo. Allí, como
en otros lados, abogó por sus hermanos del continente. Este decir de
Frondizi no ha sido del todo rescatado por la historia. Dijo:
64
"(. .. ) Como Presidente de una nación latinoamericana,
parte de un continente que habitan 200 millones de seres
humanos, vengo repitiendo a lo largo de esta gira europea
que Occidente no concluye, en Europa. Es preciso señalar
que la única región de Occidente que no ha alcanzado su
pleno desarrollo económico, es precisamente, la que habitan
esos 200 millones de hombres y mujeres, en cuyo nombre os
hablo (... )"
65
lleras españoles, dos buques mixtos de pasaje y carga, tres fluviales, que
harían después la carrera Buenos Aires-Montevideo y Buenos Aires-Asun-
ción, así como un ferrobarco, máquinas propulsoras y otras unidades hasta
totalizar 150.000 toneladas de porte bruto y a realizar en tres años. El
intercambio, que en 1947 ascendía a 592. l 00 toneladas de exportación
contra 51.200 de importación, se había reducido en 1952 a 21.000 y 5.200
respectivamente y no llegaba a cinco millones de dólares en 1958.
De esta manera, su política europea fue una palanca más para su con-
cepto de desarrollo. El mismo lo dijo, referente a Europa:
5 Conclusión
Frondizi fue el mayor estadista de la segunda mitad del siglo XX,
que tuvo la Argentina. En medio de odios, cuestionamientos y convul-
siones políticas, emergió con una concepción de desarrollo -término que
nuestros abuelos llaman "progreso"- para satisfacer las necesidades de
sus conciudadanos. Debió luchar contra la incomprensión, pero su alma
grande no alimentó ni el odio, ni el rencor.
Cuando murió, quien esto escribe lo despidió en el Salón de Pasos
Perdidos del Congreso Nacional. En un párrafo expresé:
66
EVOCACIÓN DE CURUPAITY
67
para la Argentina, Paraguay tenía unas Fuerzas Armadas permanentes
de sesenta mil hombres mientras el Brasil las tenía de veir1te mil. la
Argentina de seis mil y el Uruguay de tres mil.
Como suele suceder en este tipo de campañas, cuanto más se prolon-
ga la contienda los recursos materiales de un país se terminan impo-
niendo sobre los militares. El momento que estamos viendo es septiem-
bre de mil ochocientos sesenta y seis, ya la campaña lleva para Brasil
casi dos años y para la Argentina cerca de un año y medio. Otro factor
que hay que tener en cuenta es el humano. Esas tropas que atacan esa
mañana ya han tenido miles de bajas en los meses anteriores. han sufri-
do la guerra y la conocen en su crueldad.
Como };lemos dicho, cinco meses antes, en Tuyutí, las fuerzas aliadas
habían tenido tres mil quinientas bajas, es decir, no son tropas que no
conozcan lo que es la guerra, son tropas que han sufrido la guerra.
Quisiéramos seguir centrándonos en el aspecto humano de esta ac-
ción que es importante para tener en cuenta. Es la mayor derrota que
tienen las fuerzas aliadas en esta guerra y nos plantea lo que son las
operaciones combinadas.
Curupaity es un lugar donde las fuerzas paraguayas construyen una
trinchera de aproximadamente dos kilómetros, para cerrar el paso a una
posición lateral que podía permitir llegar hasta el centro de su dispositi-
vo. La trinchera se extendía desde el río Paraguay hasta la Laguna López.
Sobre esos dos kilómetros, defendidos por una fuerza de cinco mil hom-
bres, va a atacar la mencionada masa de veinte mil.
De la mitad de la Laguna al centro hay un bañado por delante, además
de la trinchera que fue construida muy rápidamente porque veían que
era una posición muy vulnerable. Para esto se contó con dos militares
europeos que en ese momento estaban contratados por las fuerzas
paraguayas. El coronel inglés Thompson y el coronel austriaco Wissner,
que aportaron todos los adelantos en técnica de fortificación de esa épo-
ca. Se construyó así una trinchera con ángulos que salían, que permitían
tirar de flanco sobre las tropas atacantes.
Siempre digo que cuando uno mira la historia militar del siglo XIX,
vemos a mediados de esa centuria la guerra de Crimea en los años cin-
cuenta, la guerra de Secesión norteamericana a comienzos de los sesen-
ta, después la guerra de la Triple Alianza y en la segunda mitad de esa
década y cuando comienza la siguiente, la guerra Franco Prusiana. De
estos cuatro conflictos el de la Triple Alianza o del Paraguay está
cronológicamente en el medio entre las campañas Napoleónicas -Waterloo
fue en 1815- y la Primera Guerra Mundial, que se inicia en 1914.
68
La Guerra de la Triple Alianza está exactamente a mitad de camino y
si la comparo con Crimea, la guerra de Secesión norteamericana y la
guerra Franco Prusiana es la que más se parece, en su forma de hacer la
guerra, a la Primera Guerra Mundial. Curupayti, aunque tiene lugar cin-
cuenta años antes, es una típica acción militar de la Primera Guerra
Mundial. La trinchera que no hay forma de flanquear y las masas a pie
que avanzan a costa de muchísimas bajas. No es que no haya habido
trincheras ni en Crimea, ni en la guerra de Secesión, ni en la Franco
Prusiana, pero todavía los movimientos jugaban un papel mucho más
importante.
También esta acción de Curupaity nos muestra cómo las circunstan-
cias deciden las acciones. Cuando se leen los testimonios paraguayos
como, por ejemplo, el del coronel Centurión que era el comandante de la
artillería o el coronel británico Thompson que estaba en las fuerzas
paraguayas, vemos que la trinchera se termina de construir el veintiuno
de septiembre a la mañana, un día antes del ataque. Este se había demo-
rado cinco días por las lluvias que impidieron atacar al comandante de la
escuadra brasileña que tenía que bombardear la posición atrincherada.
También hay una acción diplomática que demora los hechos. El presi-
dente paraguayo, Francisco Solano López, le pide al general Mitre una
entrevista. que tiene lugar el trece de septiembre.
El plan de ataque a las trincheras consistía en un bombardeo de la
escuadra brasileña -la Argentina no tenía escuadra- a las defensas
paraguayas. Había un movimiento ofensivo llevado a cabo por otro cuer-
po brasileño, y el general uruguayo Flores al mando de una división de
caballería. El Uruguay ya no tenía prácticamente fuerzas orientales, pues
habían perecido casi todas en la campaña.
Como muchas veces sucede en las operaciones combinadas, no se
realizan con la eficacia y la sincronización esperada. El bombardeo de la
escuadra iniciado a las siete de la mañana se prolongó hasta las doce del
mediodía y no por mala voluntad sino por error, dio por destruida las
fortificaciones de Curupaity cuando no habían sido en absoluto tocadas.
Las tropas, formadas para atacar desde las siete, ven izar la bandera
de la escuadra que diciendo que había culminado el bombardeo y que la
trinchera ha sido destruida. Se da la orden de ataque. El kilómetro que
iba del centro hacia el río Paraguay es atacado por los diez mil brasileños,
Y el que iba del centro hacia la Laguna, por los argentinos. La trinchera
principal tenía como a unas seis cuadras adelante otra trinchera que se
defendía primero y permitía el repliegue de los defensores. Además cada
una tenía un foso por delante. Por ejemplo el que estaba por delante de la
trinchera principal tenía cinco metros de ancho por cuatro de profundidad.
69
Como había llovido el campo estaba inundado. Además, los paraguayos
tenían lo que medio siglo después serian las alambradas. En este caso se
llamaban "abaties", que eran árboles con muchas espinas que se ponían
como las actuales alambradas.
Como siempre sucede en una derrota, se da la orden de ataque par-
tiendo del supuesto que hay previsiones que se han cumplido y no ha
sido así.
Las fuerzas argentinas constaban de treinta batallones de infantería,
las brasileñas en un sesenta por ciento eran también batallones de in-
fantería y el cuarenta por ciento restante era caballeria desmontada, que
atacó a pie esa mañana. Estas unidades provenían del sur del Brasil,
región donde se habían reunido los cuerpos de caballeria más importan-
tes del país debido al tipo de actividad rural que allí se desarrollaba. Y
estaban desmontadas, en gran medida, porque había una gran dificultad
para remontar las unidades de caballería, sobre todo para llevar los caba-
llos, alimentarlos, etc. Como dato interesante, atacan con su armamento
de caballería, es decir cargan con la lanza en la mano, pero a pie.
Estos veinte mil hombres están organizados en cuatro columnas de
ataque. Dos argentinas y dos brasileñas, todo muy simétrico. El plan de
Mitre era que las dos columnas centrales, una de cada país, llevasen el
ataque principal sobre el centro de la trinchera para quebrarla.
Hago un comentario colateral sobre esta batalla de Curupaytí. Esta
acción está muy bien filmada en dos películas. Una del año mil novecien-
tos cuarenta y cuatro, en blanco y negro, que se llama " Su mejor alum-
no" y cuenta la historia del hijo de Sarmiento que muere en esta acción.
Se filmó en Campo de Mayo y lógicamente contó con la participación de
las unidades militares de ese momento como extras. La otra es de los
años setenta, ya es en colores y se llama "Argentino hasta la muerte",
también filmada en Campo de Mayo. En las dos películas la batalla ocupa
unos quince o veinte minutos y pienso que es la que ha sido más recrea-
da cinematográficamente con mayor exactitud.
Esta batalla también ha dado lugar a una serie de libros, comentarios
Y composiciones musicales como la marcha Curupaytí que se toca y se
canta en homenaje a la bandera. Manuel Gálvez, uno de nuestros mejo-
res escritores en las primeras décadas del siglo, escribió una trilogía
novelada sobre la guerra y tiene un capítulo muy lindo sobre Curupayti.
Pero es la pintura, la que ha proyectado más esta guerra y esta acción,
a través de las pinturas de Cándido López, oficial en el Batallón San
Nicolás de Guardias Nacionales, quien es herido en Curupaytí, perdiendo
la mano derecha con la cual dibujaba y pintaba.
70
Aprende a pintar con la mano izquierda y nos deja un conjunto de
pinturas excepcionales sobre la guerra. Las tres últimas, son sobre el
ataque o asalto de Curupayti. López murió muy pobre y sin ser reconocido
como artista. Hoy es uno de los pintores argentinos de mayor renombre
internacional.
Cabe agregar que una compañía del Regimiento de Infantería 1
"Patricios" lleva su nombre por esta acción. En deporte, un club de rugby
de Buenos Aires lleva también este nombre.
Pero, ¿porqué evocamos tanto lo que ha sido en última instancia una
derrota? En ningún momento se nos ocurriría recordar a Cancha Rayada
como a Curupaytí. Creo básicamente que el valor conmemorativo de esta
derrota, se debe a que es la acción militar donde, a mi juicio, fuerzas
argentinas y brasileñas dieron la mayor muestra de coraje colectivo en
una acción militar. Siempre encontramos coraje individual, pero lo que
tuvimos aquí fue básicamente una acción de coraje colectivo que no tie-
ne precedente.
Uno de los tantos libros que relatan esta acción es Siluetas Militares de
un escritor de aquella época, Eduardo Gutiérrez. En el capítulo llamado
"La premonición de Curupayti" cuenta que la noche del veintiuno de
septiembre, los jefes y algunos oficiales que van a atacar al día siguiente
se reúnen a comer e invitan también al entonces coronel Arredondo quien
se disculpa por estar comprometido con el general Mitre, pero dice que
pasará a tomar el café. En esa comida -se dan exactamente los nombres
de los jefes que estaban- prácticamente todos los que mueren al día si-
guiente anticipan su destino y como en esas situaciones premonitorias,
toman sus últimas disposiciones. Cuando llega el coronel Arredondo,
que después fuera general, se sorprende al hablar con cada uno pues
todos le dicen: "mire, yo seguramente mañana voy a morir" y él termina
diciendo: "¿pero qué, hay una epidemia?"
Toda esta gente, que en muchos casos habían participado durante
veinte años en diversas acciones militares, tienen un mal presentimiento
común, el de la muerte.
Se inicia el ataque. La posición paraguaya contaba con cincuenta ca-
ñones, estaba muy bien defendida y no había sido destruida por el bom-
bardeo naval y las operaciones concurrentes no habían tenido éxito o no
se habían realizado, como dijimos. Los veinte mil hombres que van car-
gando, empiezan a tener numerosas bajas. De los treinta batallones ar-
gentinos, -en aquella época tenían de trescientos a trescientos cincuen-
ta hombres en promedio-, había algunos de cuatrocientos otros de dos-
cientos, pero más o menos el promedio era el mencionado.
71
En esta acción están prácticamente todos los regimientos de infante-
ría del uno al doce, es decir nuestros batallones y regimientos históricos.
Además. cada provincia había formado un batallón para esta guerra, que
llevaba su nombre, "San Luis". "Córdoba". "Salta". etc. Estaba también la
guardia nacional de Buenos Aires y Entre Ríos, que era una especie de
reserva activa que se había movilizado para la guerra.
El general Beverina, un historiador militar argentino que estudió mu-
cho esta guerra en los años treinta, dice que hubo un veinte por ciento
de bajas. A diferencia de lo que sucediera con las fuerzas brasileñas,
comandadas por el Barón de Porto Alegre, que empeñan la totalidad de
sus fuerzas, el general Paunero, comandante argentino, termina usando
diecisiete, de los treinta batallones, con lo cual sobre las tropas argenti-
nas que llegan a atacar, las bajas se aproximan al cuarenta por ciento.
Y acá aparece un dato significativo. De los diecisiete jefes de batallo-
nes argentinos que atacan, dieciséis quedan muertos o heridos, solo uno
queda ileso.
Si hiciéramos un porcentaje de bajas, sería del noventa y tres por
ciento en los jefes, lo que demuestra una acción realmente singular. Acá
aparece nuevamente el destino ya que el único jefe argentino que queda
ileso en la acción es el entonces mayor Roca, jefe del batallón Salta una
unidad muy pequeña de sólo doscientos hombres. Este batallón había sido
formado por su padre quien va a esta guerra a los sesenta y seis años
para encontrar allí la muerte, después de haber estado con San Martín
en el Perú y participar en todas las guerras argentinas durante medio
siglo. De los cuatro hijos que lo acompañan, solo dos sobreviven. Uno de
ellos Julio Argentino, era en esta acción un mayor de veinticuatro años.
Luego llegaría a teniente coronel a los veintiséis, coronel a los veintio-
cho y general a los treinta, logrando cada ascenso en el campo de batalla
y posteriormente se convertiría en el conquistador del desierto y presi-
dente de la Nación por dos periodos.
El mayor Roca se retira al paso montando su caballo, detrás de todos
sus hombres que iban a pie, llevando en su mano la bandera del bata-
llón que había quedado muy deteriorada y cargando sobre la grupa un
compañero herido, de apellido Solier. Que Roca haya sido el único que
sale ileso es, como diría Borges, una señal del destino.
En esa época todas las unidades se ponían el uniforme de gala para ir
a la batalla. La infantería de Línea usaba las bombachas coloradas, que
habían sido sobrantes comprados a los franceses de la guerra de Crimea,
con las polainas blancas y la chaquetilla azul con todos los vivos. Los jefes
de batallones eran los únicos que iban a caballo por lo cual se distin-
guían Y tenían las charreteras doradas sobre los hombros con todos sus
72
galones lo que los convertía en el blanco preferido de los tiradores
paraguayos que estaban parapetados del otro lado de la trinchera. Esto
explica porqué de los diecisiete batallones empeñados, dieciséis jefes
caen, seis muertos y diez heridos. La misma proporción, noventa por cien-
to, es la de jefes muertos o heridos en las unidades brasileñas que su-
man un total de veinticuatro. La cantidad de bajas es similar en cada
ejército, quinientos brasileños y seiscientos argentinos al igual que los
heridos que son mil cuatrocientos y mil quinientos respectivamente. To-
dos estos jefes cargan sabiendo que las probabilidades de muerte son
muy altas y alientan con el ejemplo a sus hombres en los momentos más
dificil es.
Es así como mueren en esta acción los jefes del Batallón 1 de Infante-
ría de Línea ((Rosetti), del Batallón 3 de Infantería de Línea (Díaz), del
Batallón Legión Militar (Charlone), del Batallón 4 de Infantería de Línea
(Fraga). del Batallón 2 de Guardias Nacionales de Entre Ríos (Salvadores)
y del Batallón 3 de Guardias Nacionales de Buenos Aires (Darregueira).
A su vez caen heridos los jefes del Batallón 9 de Infantería de Línea
(Calvete). del Batallón Cazadores de la Rioja (Campos). del Batallón 6 de
Infantería de Línea (Luis María Campos, hermano del anterior). del Bata-
llón 5 de Infantería de Línea (Victoríca), del Batallón Primera Legión Vo-
luntarios (Giribone). del Batallón Legión Voluntarios (Sotelo). del Bata-
llón Santa Fe (Lora) y del Batallón 12 de Infantería de Línea (Ayala).
En el caso de esta última unidad, también es herido el segundo jefe,
Lucio V. Mansilla, que lo había reemplazado. Fueron varias las unidades
en las cuales cayeron el jefe y el segundo jefe y se cuenta que alguna
llegó a quedar a cargo de un sargento.
Ninguno de los batallones argentinos y brasileños pierde la bandera y
aquí se cumple literalmente lo que decimos en el juramento de "defen-
derla hasta perder la vida". Es por eso que en la marcha de Curupaytí se
pone énfasis en este tema de la bandera.
A cada paso que daban las fuerzas aliadas moría más gente y cuando
finalmente llegaron a las trincheras se encontraron con que los reconoci-
mientos no habían estado bien hechos, no conocían la profundidad del
foso por lo cual saltaban y caían dentro o traían escalas para saltar la
trinchera y quedaban cortas. Los que llegaban eran todos blanco fácil de
los tiradores parapetados en la trinchera paraguaya y en cuanto intenta-
ban subir morían. Mientras las bajas aliadas fueron cuatro mil, los
paraguayas, -cuyo comandante era el prestigioso general Díaz,- no llega-
ron a las cien.
Promediando las dos y pico de la tarde, el general Mitre ve que el
ataque se está transformando en una masacre con pocas posibilidades
73
de éxito. Entonces, manda a realizar un reconocimiento a uno de sus
ayudantes, acerca de que estaba pasando del lado brasileño del ataque
y éste le informa erróneamente que los brasileños han logrado penetrar
la trinchera. Probablemente la confusión surgió en que habían llegado,
como los argentinos, a la primera trinchera, que fue abandonada por los
paraguayos, al replegarse hacia la segunda que era la defensa principal.
Entonces Mitre dice, piensa que si los brasileños han logrado pene-
trar en la trinchera, los argentinos no pueden ser menos y da la orden de
atacar nuevamente. Los coroneles Arredondo, Rivas, -dos coroneles uru-
guayos que estaban en el ejército argentino como muchos otros oficiales
y que eran comandantes de dos divisiones-, se miran entre como dicien-
do, "bueno, ahora sí después de esto, ir al ataque es ir a la muerte absolu-
tamente segura". En esa segunda carga el coronel Rivas, que después
llegaría a general pierde una mano a pesar de lo cual sigue combatiendo.
Ya a las cuatro de la tarde, le llega a Mitre la información de que hay
cuerpos que están prácticamente aniquilados como el Batallón 1 de In-
fantería de Línea, nuestro actual Regimiento de Patricios, y viendo que
en el lado brasileño pasaba lo mismo. da la orden de repliegue.
El general Paunero, jefe de las fuerzas argentinas, se encuentra con
un grupo de sesenta soldados que vienen a las órdenes de un teniente
llamado Casares. que se había puesto en la cabeza el kepís de su jefe
caído. Era el remanente de una división de cuatro batallones de mil dos-
cientos hombres. Entonces el general le dice: "¿y esto qué es? A lo que el
teniente responde: "esto es lo que ha quedado, pero están las cuatro
banderas, lo importante es que las hemos salvado".
Lógicamente el abanderado en estas acciones era un blanco preferido,
por la insignia que llevaba. Hay escenas donde soldados se pelean con
los oficiales por llevar la bandera al caer el abanderado, pese a que au-
mentaba sensiblemente la probabilidad de muerte en acción.
Un dato que yo siempre marco cuando hablamos de Curupaytí, -por-
que demuestra algo que es muy importante-, es que en esa acción uno
de los capitanes que muere es el hijo de Sarmiento, el futuro presidente,
nuestro gran educador y fundador del Colegio Militar. El capitán
Dominguito Sarmiento estaba en el 12 de Infantería de línea. en el cual
caen también el jefe y el segundo jefe. Otro que fallece es el capitán
Marcos Paz, hijo del vicepresidente a cargo de la Presidencia. Por lo tanto
pierden la vida los hijos del presidente en ejercicio y del presidente si-
guiente. Esto, ¿qué nos está revelando acerca del proceso histórico de la
generación del ochenta y de la construcción del país? Muestra que los
dirigentes más importantes mandaban sus hijos a la guerra para la de-
fensa de la patria pues consideraban esto como un valor y un deber.
74
A Mitre como jefe de las fuerzas le toca informar, mediante cartas
muy sentidas, tanto a Sarmiento, nuestro embajador en Estados Unidos
en ese momento, como al vicepresidente Marcos Paz, de la muerte de sus
respectivos hijos. Pero lo que realmente hay que destacar es la respuesta
de los padres frente a la pérdida de sus hijos mostrando resignación
porque habían dado la vida por la patria. Mitre recibe una carta de Mar-
cos Paz donde le dice, "usted sabe todo lo que yo tengo que contenerme
para seguir, pero si yo que soy el Presidente doy una muestra de flaque-
za, transmitiré la desmoralización a nuestros conciudadanos". Desde esta
perspectiva, yo diría que está muy claro que esta es la acción donde se
derrochó más coraje. Uno encuentra testimonios muy importantes, los
hijos de los presidentes marchando a la guerra y muriendo, lo cual a uno
le parecería bastante dificil que se diera hoy.
Lo que tuvimos después fue lógicamente una gran presión en la Ar-
gentina para que abandonáramos la guerra e hiciéramos la paz por sepa-
rado con el Paraguay. Tanto Mitre como Sarmiento como Marcos Paz di-
cen que por una cuestión de honor, el país no puede abandonar el com-
promiso con Brasil de continuar la guerra hasta que caiga el Presidente
del Paraguay.
El general Garmendia que había sido oficial subalterno en esta ac-
ción, escribe como Fotheringham un libro de memorias, donde también
relata su visión de Curupayti.
Al cumplirse los veinte años de esta batalla, en 1886, realiza un dis-
curso evocativo que comienza así: "¡sombra de bravos, yo os invoco como
un recuerdo inmortal!" y termina, en este discurso del año mil ochocien-
tos ochenta y seis, diciendo "¡quien se acordará, en el siglo que viene, de
esos soldados anónimos que dieron la vida por la patria y su bandera en
esos campos de Curupaytí!".
Yo diría desde esta perspectiva que hoy estamos recordando a toda
esa gente que dio la sangre por su patria y por su bandera.
Quisiera terminar sacando de esta evocación de Curupaytí dos con-
clusiones acerca de lo que es, a comienzos del siglo veintiuno, la función
del soldado. Primero creo que esta batalla nos confirma algo que sigue
jugando un papel central en la actividad militar y en la guerra, como lo
fue en los campos de Curupayti, que es la importancia del liderazgo, que
a pesar de que los tiempos y la tecnología han cambiado la forma de
hacer la guerra, sigue siendo la clave en una acción militar.
En aquellas circunstancias un jefe de batallón era quien tenía que
animar a sus hombres hasta la muerte, ese concepto de liderazgo, a pe-
sar del paso del tiempo, continúa siendo central. Un buen comandante es
75
una condición absolutamente necesaria para el éxito de cualquier opera-
ción o guerra. Segundo, permítanme una pequeña reflexión sobre el tema
del coraje y su actualidad. Cuando hace diez o doce años participaba en
seminarios sobre el futuro de las Fuerzas Armadas, recuerdo que siem-
pre utilizaba una fórmula que decía: "las Fuerzas Armadas modernas son
una combinación de tecnócratas, burócratas y guerreros. Hace falta el
tecnócrata que maneje la computación, los cálculos matemáticos, el cál-
culo binario; el burócrata, experto en logística y que sabe hacer llegar los
elementos en transportes y administrar eficazmente el personal; pero
sigue necesitándose del guerrero."
Algunos autores norteamericanos, dicen que la organización militar
tiene que. tener hoy una adecuada combinación de los tres elementos:
tecnócratas, burócratas y guerreros para hacer la guerra eficaz en térmi-
nos modernos.
Los últimos conflictos que hemos visto como lrak y Afganistán han
destacado nuevamente el tema del guerrero en forma individual. Sobre
todo en la reciente guerra de Irak se ha producido una revolución en el
empleo de las fuerzas terrestres que está pasando bastante desapercibi-
da porque la discusión se centra en los aspectos políticos, diplomáticos,
estratégicos y sociales del conflicto. Entonces hay muy poca discusión
sobre esta revolución donde encontramos que el tanque pasa a ser útil
para el combate en localidades, rompiendo todas las doctrinas que hasta
ahora teníamos. También vemos al infante actuar cargando cuarenta o
cuarenta y cinco kilos de equipo, todo lo contrario a lo que podíamos ver
hace veinte o treinta años, donde actuaba con el equipo aligerado. Hoy la
capacidad fisica vuelve a ser un tema importante para el combatiente.
Empieza a notarse que el helicóptero, que parecía tan vital, al momento
de ocupar el terreno, no lo es tanto. Aparece entonces algo que, desde la
época de los griegos y romanos, es el gran enemigo del combatiente: el
sueño, que se hace presente cuando llega el cuarto, el quinto día sin
dormir o habiendo dormido mal.
Por todo esto vale la pena realmente estudiar, muy en profundidad,
las últimas experiencias en el empleo táctico de los elementos terrestres
en donde se ha producido realmente un verdadero cambio, mostrando
que el liderazgo y el coraje individual siguen siendo claves al momento
de ganar la guerra.
76
LEOPOLDO LUGONES EN BUENOS AIRES
78
Por entonces, Lugones prestaba funciones en la Dirección General de
Correos y Telégrafos: fue director de la Revista de la repartición y luego
jefe de la sección de Inspección y Control.
Sus textos, de variada índole, se publicaron en Caras y Caretas, Instan-
táneas Argentinas, La Quincena, Iris, Arlequín, Siglo XX...
En 1900, en su tránsito a las filas políticas del general Julio A. Roca,
Lugones fue designado visitador general de enseñanza, en reemplazo de
Pablo Pizzurno. Su compromiso con las reformas en la enseñanza públi-
ca lo llevan a cooperar sucesivamente con la acción de los ministros
Osvaldo Magnasco y Joaquín V. González. Su segundo libro, publicado
en 1903, da cuenta de su pensamiento y acción en la materia: La reforma
educacional. Un ministro y doce académicos.
En 1901 había participado en Montevideo del Congreso Científico La-
tinoamericano. Se comenta que grabó en cilindros de cera una selección
de sus sonetos. En 1903 pronunció un famoso discurso en el Teatro
Victoria haciendo campaña en favor de Roca y en contra de Sáenz Peña.
Aquel discurso. según la mayoría de sus biógrafos y estudiosos, marcó el
fin definitivo de su vinculación con sus antiguos camaradas socialistas.
En ese momento pronunció una frase que, conociendo dónde desembocó
ideológicamente Lugones, señala una tendencia definitoria de su pensa-
miento político: Nación y autoridad son anteriores a constitución y gobierno.
En 1904, también vinculado a Joaquín V. González, fue redactor del
proyecto del Código Nacional del Trabajo, en el cual trabajó con Bialet
Massé, Pedro Storni, Del Valle Iberrucea, Augusto Bunge y Manuel Ugarte.
Esto revela la calidad de figuras con que se rodeaba Lugones, así como la
calidad y pluralidad de quienes se ocupaban de los asuntos públicos en
temas concretos en aquel momento de la historia del país. También en
1904, y por instancias del ministro González, se le encargó la redacción
de El Imperio Jesuítico. Ensayo histórico.
Lugones se mudó a Perú 1626. Por entonces era Inspector General de
Enseñanza Secundaria y Nacional y. en 1905, publicó Los crepúsculos
deljardín (Poesías) y La guerra gaucha.
Al regreso de su primer viaje a Europa se estableció en Billinghurst
1894, donde permaneció muy poco tiempo.
Todavía residiendo en Perú 1626 comenzó a escribir Las .fuerzas extra-
ñas, publicada mientras estaba en Europa, en 1906: es el libro más vin-
culado con la Sociedad Teosófica Rama Luz en cuanto al significado de
los cuentos que integran ese importante volumen.
De la calle Billinghurst. en pocos meses, se mudó a un petit hotel
ubicado en Ecuador 1376. Félix Lima trazó una extensa referencia sobre
Lugones-persona. el lugar donde vivía y sus hábitos de vida en su libro
79
Con los nueve (Algunas crónicas policiales}, publicado en 1908. Es en esa
casa de la calle Ecuador produjo en 1909 el, posiblemente, más influyen-
te de sus textos poéticos: Lunario sentimental.
Se mudó a Santa Fe 1206, casi esquina Libertad, y numerosas refe-
rencias indican que en esa casa era frecuentemente visitado por Roca.
Esto revela un cambio sustancial en la relación entre ambos: en un pri-
mer momento, fue Lugones quien visitaba a Roca o lo encontraba en los
lugares que frecuentaban los personajes de la época, como el Jockey
Club o el Círculo de Armas. Ahora, era Roca quien parecía gustoso de
frecuentar la intimidad de la casa de Lugones.
Fue en esa casa de Santa Fe y Libertad donde Lugones comenzó con
sus entusiasmos wagnerianos.
Post~riormente se mudó a Güemes 2965, entre Agüero y Gallo. Según
el testimonio de su hijo -esta referencia es posible pero dudosa- allí
Lugones habría recibido la visita de Hipólito Yrigoyen para comprometer-
lo en uno de sus tantos ensayos de conspiración contra el régimen. Sí es
cierto que Lugones estaba cada vez más comprometido con actividades
políticas.
En el año del Centenario publicó cuatro libros, sin duda, fundamenta-
les en su producción intelectual: Las limaduras de Hephaestos, Piedras
liminares. Odas seculares, otra de sus grandes creaciones poéticas, que
incluye "A Buenos Aires", Prometeo, Un proscripto del sol, también muy
vinculado a sus ideas teosóficas, y su libro Didáctica, en el cual completó
sus ideas y reflexiones sobre la reforma educacional. En 1911 publicó
Historia de Sarmiento.
En el referido poema "A Buenos Aires", Lugones comenzaba su canto
con estas conocidas estrofas:
80
Cuando regresó de Europa se estableció en el Garden Hotel, en la calle
Florida y, en mayo de 1913, dio una serie de conferencias en el Teatro
Odeón sobre el Martín Fierro.
En el mismo año, Lugones regresó a Europa. Hay unas muy bonitas
crónicas periodísticas -sobre todo en el diario La Prensa- que recuerdan
su despedida en el Café de París, ubicado en Charcas y Libertad, el 28 de
julio de 1913. Entre algunas de las personalidades que asistieron -que
son reveladoras de la calidad, entidad y diversidad de las personas que
rodeaban a Lugones en este momento de su vida- podemos mencionar a
Julio A. Roca, Luis M. Drago, Jorge Mitre, Pablo Riccheri, los hermanos
Ramos Mejía, Joaquín V. González, Mariano de Vedia, Alfredo L. Pala-
cios, Lisandro de la Torre, Ángel Gallardo, Osvaldo Magnasco, Vicente
Gallo, Enrique Del Valle lberlucea, Joaquín de Vedia y Alberto Gerchunoff.
Desde fines de julio de 1913 a fines de agosto de 1914 dirigió en París
la Revue Sud-Américaine y a su vuelta de Europa se instaló en Santa Fe
2698.
Por entonces era una de las grandes plumas de La Nación.
A la muerte de Roca redactó un excelente articulo que la revista Fray
Mocho publicó en su edición del 22 de octubre de 1915.
En marzo de 1915 fue designado Jefe de la Biblioteca Nacional de
Maestros, en el actual Palacio Pizzurno, cargo que conservaría hasta el
fin de su vida. En esa época frecuentó la ciudad de La Plata-allí estudia-
ba su hijo- y dio frecuentes disertaciones en el Colegio Nacional.
En esa casa de Santa Fe 2698 escribió Elogio de Ameghino y El ejército
de lallíada, publicados en 1915.
Luego se mudó a Callao 86, propiedad de la Compañía de Seguros la
Franco-Argentina.
En enero de 1916 Lugones fue el principal orador en el funeral cívico
que se realizó en el Teatro de la Ópera en homenaje a Rubén Darío. Ese
texto ha sido incluido en Antología de la prosa y en él puede leerse un
elogio del genio y un menosprecio de la masa.
Ese año 1916 fue un año significativo para la historia argentina y para
quien sería uno de los principales adversarios de Yrigoyen. Pronunció
sus cinco conferencias en el Teatro Odeón, que fueron recopiladas con el
título de El payador. Hfjo de la pampa. Este libro, sin duda, tiene una
gran influencia en la reivindicación del Martín Fierro -así como la Historia
de la literatura argentina de Ricardo Rojas-, dentro de la literatura en
idioma español, de origen argentino y latinoamericano. Sin embargo, pese
a la significación del tema, el ciclo de conferencias fue poco exitoso en
cuanto a la cantidad de público.
81
Lugones se mudó a Sarmiento 1775. Era el año 191 7, el de Mi belige-
rancia y El libro de los paisqjes. En aquél, Lugones identificó a los dos
personajes más importantes de la época y con mayor proyección en el
resto del siglo: Lenin y Wilson. El escritor argentino intuyó, como conse-
cuencia de la Gran Guerra, que se avecinaba el fin de Europa como cen-
tro de la política mundial.
En el marco histórico que incluye la· Revolución de Octubre, el fin de
la Gran Guerra y, pocos meses después, la Semana Trágica de Buenos
Aires, Lugones publicó en 1919 Las industrias de Atenas y La torre de
Casandra.
Publicó en 1921 El tamaño del espacio (Ensayo de psicología matemáti-
ca) en homenaje a Einstein, de cuyas teorías fue Lugones un gran propa-
gador en la Argentina. y concretó su tercer viaje a Europa entre mayo y
septiembre de 1921.
A su vuelta, pasó a vivir en Quintana 441. Allí se festejó el casamiento
de su hijo Polo con la hija del músico Julián Aguirre.
Es en ese momento y en esa casa que Lugones comienza a interesarse
y admirar a un europeo que imagina terminaría superando a Lenin y
Wilson: Benito Mussolini. Comenzó a simpatizar con el principio del em-
pleo de la fuerza, y hasta de la violencia, en política. Paralelamente co-
menzó a admirar como hombre de acción a quien ya admiraba como es-
critor: Gabriel D'Annuzzio. Del año 22 data la publicación de Las horas
doradas, del 22/23, Estudios helénicos. I La.funesta Helena y del 23 Estu-
dios helénicos. JI Un paladín de la Ríada.
Su próximo domicilio fue Callao 262. Viviendo allí, pronunció en julio
de 1923 las conferencias del Teatro Coliseo, habitualmente señaladas
como hito en su viraje político hacia la derecha golpista. Entre el nume-
roso público concurrente figuraron el general Agustín Justo y el almiran-
te Domecq García, ministros de Guerra y de Marina, respectivamente.
Fue presentado por la banda del regimiento de infantería al comenzar la
primera conferencia; las palabras introductorias estuvieron a cargo de
Manuel Carlés, presidente de la Liga Patriótica Argentina. Aquellas con-
ferencias fueron volcadas a un libro titulado Acción. Las cuatro conferen-
cias patrióticas del Coliseo.
Por cierto, ya era otro Lugones, distinto del que vivía en Barracas.
Recordemos que 1923 fue el año del golpe de Primo de Rivera en España
y que varias de sus colaboraciones en La Nación tuvieron como tema y
finalidad exaltar la acción de Don Miguel.
Ese año, también, Lugones ofició como profesor de Estética en la Uni-
versidad de La Plata. Vinculado a sus ideas de derecha, comenzaron a
82
proliferar sus textos contra las nuevas corrientes artísticas y estéticas
de Europa.
Viajó a Europa en su carácter de miembro de la Comisión de Coopera-
ción Intelectual de la Liga de las Naciones en Ginebra, volviendo en el
segundo semestre de 1924. Aquel fue el año de publicación de Fi.losoficula,
Estudios helénicos III. La dama de la Odisea, Cuentos fatales, Estudios
helénicos. N Héctor el domador, Romancero y la reunión en un volumen
de los cuatro Estudios helénicos.
A su regreso de Europa, se instaló en Paraná 666. Alli se produjeron
dos hechos importantes en su vida: uno, que en esa casa recibió la visita
de Einstein. La revista Atlántida publicó una foto -bastante difundida-
donde aparecían por la calle Florida, tomados del brazo y conversando,
Einstein y Lugones.
El otro hecho importante fue que en su casa de la calle Paraná recibió
la noticia de que había obtenido el Premio Nacional de Literatura para el
año 1926. En el año 25 había publicado La organización de la paz y en el
26 dio a la imprenta El ángel de la sombra (Novela).
Lugones se mudó a Arenales 973, entre Pellegrini y Suipacha. Esa fue
la etapa de su mayor virulencia anti-yrigoyenista. En Lima pronunció
una famosa conferencia contra el sistema liberal democrático, la cual ha
pasado a la historia bajo el titulo de La hora de la espada En abril de
1925 aquella conferencia fue difundida en Argentina mediante las pági-
nas de El Hogar y La Nación.
Al año siguiente, Lugones acentuó sus dichos de La hora de la espada
-es decir, su crítica a los gobiernos democráticos y liberales y la posibili-
dad de que esos gobiernos sean superados con ventaja por dictaduras
militares- en una conferencia que dio en Prince George's Hall -en Sar-
miento, entre Libertad y Talcahuano- el 31 de mayo de 1926 bajo el titu-
lo La personalidad del General Roca, donde habló mucho menos de Roca
que de la exaltación de las ideas en pro del gobierno militar de derecha,
en contra de la democracia y en contra de la libertad.
En aquella época, a pesar de su notorio giro hacia la derecha, escribió
textos en los que saludó con calidez a Ricardo Güiraldes, José Pedroni
(quien perseveraba en el socialismo), Baldomero Fernández Moreno, En-
rique Banchs, Horacio Rega Molina, Arturo Capdevila y Ezequiel Martinez
Estrada. Era la década de su gran polémica con los martinflerristas.
Fue nombrado presidente del Instituto de la Universidad de Jerusa-
lén, en reconocimiento de su amistad con Einstein, a una serie de actitu-
des que lo distinguieron con la colectividad judía en nuestro país y, ade-
más, por su prédica contra el antisemitismo.
83
Pasó de Arenales 973 a Santa Fe 1443, donde permaneció durante los
cruciales años 1928-1932. En esa casa produjo en el año 28 la publica-
ción de Poemas solariegos y Nuevos estudios helénicos y de los cuatro textos
que lo vincularon con el gobierno de Uriburu: La patria fuerte, La grande
Argentina (en 1930), Política revolucionaria y El Estado equitativo. Ensayo
sobre la realidad argentina (en 1931). Fue el orador del entierro de los
cadetes en la Recoleta, frecuentó las unidades militares de El Palomar y
Campo de Mayo, participó de la Legión Cívica, perdió su posición de cola-
borador en La Nación y pasó a serlo en La Fronda. Concurría al Círculo
Militar, al Centro Naval y a la academia de esgrima de los hermanos
Lucchetti que estaba frente a Harrod's.
Su última estancia fue en Santa Fe 1391, esquina Uruguay, donde
vivió desde mediados de 1934 hasta el final de sus días.
Fueron los años del desencanto de Lugones con el gobierno de Justo,
a cuyo ascenso a la presidencia había contribuido con su opúsculo El
único candidato. Sus únicos amigos de entonces eran Carlos Obligado,
Jorge Max Rohde y Juan P. Ramos, lo cual revela que se había replegado
a la literatura. Son los años finales de la vuelta a La Nación y los de mayor
actividad en la Biblioteca de Maestros. También, los de una crisis perso-
nal y afectiva muy honda. Prueba de su liderazgo intelectual y literario
en nuestro país fue su acción en la presidencia de la SADE.
Según afirma Arturo Capdevila, La Nación fue para Lugones "su ho-
gar, su refugio, su ateneo, su palestra". Allí confraternizó con Joaquín de
Vedia, Enrique García Velloso, Juan Pablo Echagüe, Carlos Múscari; con
los entonces jóvenes Alvaro Melián Lafinur, Arturo Cancela y Eduardo
Mallea; y muy particularmente con don Luis Mitre, "el eminente director
del gran diario", y con Adoijito Mitre, "retoño que empezaba a frutecer".
Llegamos al último sitio en la vida de Lugones: el recreo El tropezón en
el Tigre, en donde -como todos recordamos- se despidió de la vida. Fue
velado en su departamento de Santa Fe y Uruguay. Póstumamente se
publicarían sus obras Roca, Romances del Río Seco y Diccionario etimológico
del castellano usuaL
Aquí dejamos esta breve identificación de lugares que relacionan a
Lugones-persona y a Lugones-literato con distintos lugares de nuestro
Buenos Aires. Creo que vale la pena que los asociemos a su memoria,
como gratitud hacia el estimulo intelectual y emotivo que nos producen
sus obras: sus poesías, sus prosas y sus ensayos.
84
VIDA Y OBRA DE MANUEL GLEIZER"'
"' El presente trabajo fue leído por el autor el sábado 1O de abril de 2004 en la
Peña del Libro que convoca Luis Lacueva, librero de Buenos Aires.
85
En 1918 recaló en Villa Crespo donde puso un negocio de venta de
billetes de lotería en la antigua calle Triunvirato 556, hoy Corrientes 5200,
pero tuvo la mala fortuna de que le quedaran sin vender unos enteros
que no pudo devolver y debió afrontar el pago de unos trescientos pesos,
cifra monumental en la época para un hombre de escasos recursos y
comercio limitado.
¿Cómo obtener el dinero para pagar?. Se le ocurrió traer de su casa
230 libros de la Biblioteca Blanca de Sempere y los puso a la venta a un
precio bajo, indicado en un cartelito: "0,40 el ejemplar". Los vendió rápi-
damente. Al día siguiente repitió la operación pero al revés, puso un
nuevo letrerito que rezaba: "compro libros". La desesperación y la res-
ponsabilidad de honrar su deuda lo habían convertido en un librero de
viejo. Ya en el oficio, poco después, en 1921 y dueño de un pequeño
capital, se trasladó a una casa de enfrente que tenía por número 537 y a
la que puso un cartel que decía Librería La Cultura.
La Librería era muy modesta y el edificio muy deficiente. aunque el
salón era amplio pero poco iluminado. Los libros estaban colocados en
rudimentarias estanterías de pino fatti in casa. que llegaban hasta el te-
cho. A pesar de todo ello la librería tenía lo suficiente para convertirse en
cálido punto de peña intelectual y allí concurrían Aurelio García Elorrio.
Arturo Cancela, Raúl Scalabrini Ortiz, Jorge Luis Borges, Leopoldo
Marechal, Arturo Lagorio, César Tiempo, Fermín Estrella Gutiérrez,
Leopoldo Lugones, Florencio Escardó, Nicolás Olivari. Alberto Palcos,
Samuel Eichelbaum, los hermanos González Tuñón, Alfredo L. Palacios,
entre otros, que solían pasar a la casa de Gleizer, situada al lado, para
comer los manjares judíos que la esposa de Gleizer preparaba. Esos jóve-
nes escritores inéditos eran como sus hijos.
En una de esas reuniones, en las que Gleizer oficiaba de mero obser-
vador, Arturo Cancela le espetó: "usted tiene que hacerse editor". Y así
fue. En 1922 Manuel Gleizer se convirtió en editor. Fue uno de los pre-
cursores de la edición argentina. Es cierto que La Cultura Argentina, fun-
dada por José Ingenieros con el mecenazgo de Severo Vaccaro es de 1915
y que la Cooperativa Editorial Buenos Aíres, fundada por Manuel Gálvez y
de vida efimera es de 191 7 y también lo es que el 30 de enero del mismo
año 1922 Antonio Zamora había fundado la Editorial Claridad, bajo cuyo
amparo editorial se cobijaría el grupo Boedo, a la que siguió la Editorial
Minerva fundada por Santiago Glusberg en 1924, hermano de Samuel y
Leonardo Glusberg, cuya primera edición, de ese año, fue la reimpresión
de la novela Irresponsable de Manuel T. Podestá, a la que siguieron otros
títulos hasta llegar, en 1927, a la Exposición de la actual poesía argentina,
86
una antología compuesta por César Tiempo y Pedro Juan Vignale. Edito-
rial Minerva, con los años, devendría en Editorial Anaconda, que editaría
buenos libros argentinos a muy bajo precio, pero la editorial de Manuel
Gleizer tuvo un carácter distinto, fundamentalmente por el esfuerzo que
significó en la publicación de autores argentinos hasta entonces inédi-
tos.
Gleizer inició su labor de editor en ese año 1922, sacando a la luz
Cómo los vi yo, de Joaquín de Vedia, a quien -igualito que ahora- abonó
los derechos de autor con fondos de un préstamo bancario. El diez por
ciento del precio de tapa -que era de pesos 2,50- con un tiraje de 1.800
ejemplares, esto es: 450 pesos. Era un tiraje excepcional porque lo nor-
mal eran tiradas de 300 a 500 ejemplares.
Ese mismo año Manuel Gleizer editó Los aguiluchos, de Leopoldo
Marechal. Pero el segundo libro editado por Gleizer fue Tres relatos porte-
ños, de Arturo Cancela, el mismo que lo había impulsado a la empresa
editorial, y del que en 4 años se publicaron 18 mil ejemplares.
Después de otras ediciones, en 1931 lograría otro triunfo de librería y
de critica con El hombre que está solo y espera de Raúl Scalabrini Ortiz, al
que, en medio de dificultades Gleizer -siempre generoso- para com-
pensarlo de la injusticia, lo instó a entregarle los originales de la obra,
escrita en un mes, según lo testimonia el reconocido colofón de la misma.
Así es cómo, en aquél:
Villa Crespo, barrio reo,
el de las calles estrechas
y las casitas mal hechas
eras lmdo por lo feo.
La mersa de Picardía,
Roncoroni y el Yesero,
la vi.rja y el escobero,
que se han hecho mwna mía.
Dónde pianió la alegria
del fondín del genovés,
la cancha del marsellés,
lafonda de Covadonga
y lajamosa milonga
del tano 43.
Allí, en ese Villa Crespo de los bohemios del Club Atlético Atlanta y del
Café Izmir, de Gurruchaga entre Triunvirato y Camargo, nació la empre-
sa editorial argentina, dirigida por Manuel Gleizer.
87
Dónde imprimían los escritores y el mismo Manuel Gleizer. Lo hacían
en una pequeña y modesta imprenta instalada en 1912 en un sótano de
la calle Entre Ríos 1585, propiedad de los hermanos Porter, que eran de
origen ruso. Luego se mudaron a la calle Estados Unidos 1864. Por esos
talleres pasaron los escritores más representativos del país y de esos
tórculos salieron muchos libros de las editoriales Proa. BABEL y Manuel
Gleizer. Allí, también, se imprimió la colección íntegra del periódico Mar-
tín Fierro, que apareció entre 1924 y 1927.
En poco menos de una década, este editor infatigable había lanzado al
mercado y a la fama alrededor de 200 volúmenes de las figuras literarias
nuevas y de algunas ya consagradas. Entre éstas Leopoldo Lugones, Carlos
lbarguren, Manuel Gálvez, Eduardo Mallea, Macedonio Fernández, Juan
Pablo Echagüe, José León Pagano, Alberto Gerchunoff, Ricardo Sainz
Hayes, Jorge Luis Borges y muchos otros, hoy ediciones muy buscadas
por los bibliófilos.
El sello o cuño que identificaba a las ediciones de Manuel Gleizer era
un perfil en blanco y negro, semejante al Dante, creado y dibujado por el
pintor José Bonome. Eran ediciones dispares, bien hechas, muchas de
ellas con cubiertas y bonitas tipografias y hasta con reproducciones de
grabados en madera de Valentin Thibon de Libian.
En 1932 Manuel Gleizer se mudó de Triunvirato a la avenida Santa Fe
y, tres años más tarde a una casa de la calle Beruti, donde se inicia el
ocaso de la librería. Durante algunos años sobrevivió con la compra de
los saldos de ediciones de autores argentinos con las que proveyó a la
Comisión Protectora de Bibliotecas Populares.
En 1956, ya enfermo, editó Violín y otras cuestiones, ópera prima de
Juan Gelman y reeditó aquél primigenio Como los vi yo, de Joaquín de
Vedia como "homenaje a los hombres que escribieron cuando eran des-
conocidos", según expresa en la breve nota que antecede al prólogo del
libro.
Algún autor ha dicho por ahí que tal o cual escritor era "un escritor
maldito" porque no le publicaban en Argentina, pero eso no es cierto. No
le publicaban en Argentina porque no había ni editores ni editoriales y,
además, el autor colocado en situación de maldito no vivía en Argentina.
Los escritores argentinos publicaban en España, especialmente en Va-
lencia. Lo hacían Sempere, para su Biblioteca Blanca, y la Editorial Prometeo.
La gran hazaña de Gleizer fue poner en marcha en Buenos Aires. más
precisamente en Villa Crespo, la primera empresa editorial. Aquí no se
conocía al editor profesional tipo europeo. Gleizer, sin experiencia técni-
ca Y sin dinero hizo y vendió libros de autores argentinos entre nosotros
88
y los difundió fuera del país. Arturo Lagorio en su Cronicón, lo retrató:
"Gleizer, dice, era un proyectista de sueños y de deudas" Llegó a editar
cerca de 300 títulos, la mayoría inéditos de jóvenes escritores argentinos.
Manuel Gleizer vivió y murió pobre, cargado de deudas generadas por
la heroica empresa cultural que emprendió, al punto que Federico
Fernández de Monjardín pidió a la Cámara de Diputados de la Nación,
que integraba y presidió, la sanción de una ley por la cual se acordara
una pensión vitalicia a quien había consagrado su vida, en la segunda
patria, a difundir el libro y los valones de la cultura argentina.
Manuel Gleizer, "el último romántico de los editores", murió en Bue-
nos Aires el 3 de marzo de 1966 y a 38 años de distancia merece este
homenaje por haber sido como librero, pero sobre todo como editor, un
impulsor de las letras argentinas y de los mejores autores argentinos.
89
LA CASA DE LOS CARRANZA EN LA CALLE FLORIDA
91
recubierta de mármol gris que perteneció al rey Luis Felipe de Francia y
que el abuelo de Adolfo P. Carranza, Máximo del Mármol, adquirió en Pa-
rís y regaló a su yerno don Adolfo Esteban.
Habría muchos otros interesantes detalles que conciernen a la casa
de los Carranza, pero creemos importante detenernos en aquellas tertu-
lias de tanta relevancia que en ella se realizaban, donde se hablaba de la
historia argentina, se recitaba y se acrecentaba el amor a la patria y a la
familia; donde Adolfo Pedro joven, casi un niño, seguía con entusiasmo y
atención especialmente los comentarios del pasado reciente, a veces en
boca de los mismos protagonistas que frecuentaban su casa.
El vecino más próximo era don Bernardo de Irigoyen -con cuya familia
los Carranza tenían una gran amistad-, los Marcó del Pont, el general
José María Bustillo, Joaquín Cazón -casado con la hija de Rodriguez
Peña-y Maria Bevans de Pellegrini, que seria madre del futuro presiden-
te y a la que los niños Carranza apreciaban muchísimo, pues a veces se
quedaba con ellos cuando los padres salían, debido a la proximidad de
sus domicilios.
También acudían a estas reuniones y, muchas veces, se alojaban en
la casa varios días numerosos provincianos que tanto querían a los anfi-
triones: los Molina, Figueroa, Mercado, Acuña, Cubas y muchos más de
Catamarca, los Carrizo, Helguera, Colombres, Gramajo de Tucumán, los
de La Rioja, Salta, en fin, los de toda la República pues don Adolfo Este-
ban Carranza era muy conocido en el interior por sus actividades y nego-
cios y todos acudían a su casa para hablar de sus asuntos, para animar-
se con sus proyectos, para mantener su conversación infatigable sobre
temas de comercio, recuerdos de épocas pasadas y anhelos civilizadores
para el porvenir.
Otros de los contertulios eran el poeta José Mármol, el general Mitre,
el coronel Manuel de Olazábal, don Pedro Agote, el coronel Juan Andrés
del Campo y las familias de Tornquist, Senillosa, Oliver, Peña, Udaondo
Chas, Green, Gache, Albarracín, Marín, Pinedo, Frías, Alcobendas,
Garrigós, Vivot, entre otras.
En esta querida residencia de la calle Florida vivieron, como dijimos,
durante 34 años, tres generaciones Carranza; los golpes de la suerte hi-
cieron que fuera rematada en 1895.
Y como un homenaje al fundador del Museo Histórico Nacional de
cuya muerte se cumple este año el 90 aniversario, quisimos presentar
este trabajo y terminarlo con las palabras del mismo Adolfo P. Carranza
el 6 de octubre de 1895, vísperas de la venta de la casa de la calle Florida:
Casa que.fue de mis padres, dulce hogar donde viví, os llevo impresa en el
alma y no he de mirarte nunca, sin que el recuerdo avive mi dolor.
92
EL ARCHIVO CARRANZA
Riqueza testimonial de un repositorio
conservado en el Museo Histórico Nacional
¿SON LOS GRANDES HOMBRES LOS QUE CONSTRUYEN los tiempos o son
los tiempos los que generan la aparición de grandes hombres? ... Ambas
cosas. Sin duda, se da una "retroalimentación" que propicia la aparición
de figuras como la de Adolfo Pedro Carranza, primer director del Museo
Histórico Nacional. En la historia del hombre, de los pueblos, de los
países existen períodos de mayor florecimiento, de mayor desarrollo, con
mayor coherencia, y mayor organicidad. Tal el fin de siglo XIX y los co-
mienzos del siglo XX para nuestro país. Su época.
La labor de Adolfo Pedro Carranza, un hombre de aquel tiempo, quedó
plasmada en una obra que perdura hasta hoy y que nos trascenderá. Los
esfuerzos de cada uno de sus días durante veinticinco años tuvieron un
solo objetivo: conformar el reservorio de los testimonios de su país.
Tesaurizarlos, 1 es decir atesorarlos, atesorarlos para las generaciones
futuras, pero también para difundirlos en su época.
¿Cómo? Con una acción que estuvo permanentemente dirigida a lo
que hoy llamaríamos "articular". Carranza articuló voluntades. Volunta-
des de sus contemporáneos, de hombres cuyo objetivo común era, por
sobre diferencias coyunturales, crear un gran país. Un país pensado, un
país programado. Un país con el que podemos o no comulgar (inevitable-
mente incurriríamos en anacronismos al juzgarlo. La historia debe ser
comprendida, no juzgada). pero ante el cual resulta inmediata la percep-
ción de la existencia de un proyecto de país pensado, decidido,
implementado, y que en relación con los objetivos de ese proyecto, cons-
tituyó un éxito. Sus leyes, sus políticas públicas, sus programas, las
acciones de gobierno tenían coherencia interna, eran sistemáticas. Ten-
dían a un objetivo. Fue el país de la Generación del 80. Glorioso para su
tiempo y referente para una posteridad nostálgica de él.
En aquel proyecto, la educación fue uno de los principales pilares. La
exaltación de próceres en una historia que hoy consideramos de corte
maniqueista, se ajustaba a los fines de conformar una Nación con una
población de absoluta heterogeneidad inmigratoria. El historicismo de
Herder de comienzos del siglo XIX habia abonado, a través del romanti-
cismo, las unificaciones nacionales de las dos entidades europeas demo-
93
radas en el proceso hacia la conformación del Estado Nacional: Italia y
Alemania. Carranza, con un Museo que albergase las "glorias argenti-
nas", sumaba esfuerzos a la consolidación de nuestra nación.
Tal vez, y esto puede ser observado a lo largo de la historia, es la
dificultad que tienen esos proyectos de prolongarse en el tiempo. Pare-
cen carecer de la mutabilidad necesaria para adecuarse a otras realida-
des, en especial a los cambiantes contextos internacionales. De allí, el
naufragio de aquella Argentina en las aguas del cambio del patrón oro al
patrón dólar hacia 1930. Es decir, de la preponderancia mundial del Rei-
no Unido a la de los Estados Unidos, a quien ya no nos uniría una econo-
mía complementaria, sino competitiva.
En lo interior, el propio proyecto permitió una movilidad social ascen-
dente á la que no adecuó propuestas políticas para la conservación del
poder después de 1916. La muerte de Adolfo P. Carranza en 1914 lo
exime de ser testigo de ese proceso. La falta de otro proyecto exitoso de
país, derroteos inciertos y pendulares de nuestra historia hicieron lo suyo
por noventa años.
Hoy, en 2004, leer la voluntad de Carmen García de Carranza, expre-
sada en 1919 en relación a los papeles de su esposo de"( ... ) que todo lo que
él dejó sea conservado allí" 2 nos mueve inevitablemente a la reflexión.
Aquí se encuentra. Pero no ordenado aún. No catalogado. Mucho menos
informatizado. En Argentina no hemos encontrado tiempo en casi un si-
glo para cumplir esa tarea. Para dar utilidad a los testimonios documen-
tales de la vida y obra del hombre que creó y nos legó el museo que alber-
ga los más importantes objetos que nos hablan del pasado de nuestro
país, de los cuales la mayor parte fueron reunidos por él.
Si una de las preocupaciones de los hombres del 80 fue testimoniar la
historia. ¿No parecen haber sido los años posteriores teñidos del proceso
inverso? En las décadas siguientes sólo esfuerzos descontextualizados
de personajes aislados, solitarios, con el sólo norte de "preservar el patri-
monio y difundir la historia" y con poco o casi nulo apoyo institucional
han hecho que este Museo aún siga en pie. Y este Museo aún alberga el
Archivo Carranza. 3
Del mismo modo hoy, voluntades aisladas -también, descon-
textualizadas-, aunque con una convicción absoluta de la importancia
de la preservación de aquello que permite conocer el pasado, expresadas
en forma ocasional, pero persistente, articulan el intento que hoy nos
ocupa. Ideal sería tener el proyecto de país que contenga esta acción.
Pero, por lo pronto y entretanto, aspiramos a su puesta en valor para posi-
bilitar su aprovechamiento.
94
Nos hallamos ante un repositorio riquísimo para un más completo co-
nocimiento del pasado de nuestro país. Los más variados aspectos de la
política, la economía, la gestión pública, las letras, las artes, las costum-
bres, la vida y pensamiento de los hombres de la época se desprenden de
los miles de documentos de este archivo. En forma específica, referen-
cias a todo el accionar y a la obra de Adolfo P. Carranza están allí. Del
mismo modo que sus principios, sus móviles e ideales. En sus apuntes,
en sus escritos, en los borradores de sus cartas ... En innumerables pape-
les que conservó con el mismo afan tesaurizador con el que conformó el
Museo. Su vocación conservacionista alcanzó a su propia cotidianeidad.
Ésta lo llevó a guardar, además de documentos oficiales y corresponden-
cia, tarjetas personales, de pésame, de saludo, pasajes, pases, menús,
invitaciones, programas de eventos, postales, esquelas, impresos, recor-
tes periodísticos ... Todo papel que pasó por sus manos parece haber sido
preservado por él. Ello nos permite recomponer, junto con algunas anota-
ciones de sus actividades o su propio diario, pasajes de su vida y de la
historia del país en forma prácticamente completa.
Sus apuntes y memorias nos aportan sus observaciones con intere-
santes datos sobre sus viajes, sus impresiones y reflexiones. Nos da así
un valioso panorama del país que vivió. Conservó una pequeña libreta:
diario con recuerdos de viaje que llevó a los doce años de edad. Hojas
sueltas a manera de recordatorio o de "ayuda memoria" con las activida-
des del día también sobrevivieron entre sus papeles. Dos gruesos libros,
conocidos como "El diario de Carranza" fueron el soporte en el que plas-
mó en forma periódica sus actividades y muchas impresiones de su "vivir
inquieto" de 1902 a 1914. Según definición de González Garaño, "( ... )en
él pueden seguirse paso a paso sus afanes, sus entusiasmos, sus dudas
e inquietudes (... )" 4
El Archivo, tan profuso en lo referente a su vida pública como a su
vida privada, da cuenta ampliamente de sus relaciones familiares. Ha
conservado incluso algunos documentos, en su mayor parte de carácter
epistolar dirigidos a su padre, Adolfo Esteban, a su abuelo, Adolfo Fer-
nando y a su tío, Angel Justiniano Carranza.
En cuanto a su vida pública, nos permite determinar los personajes
con quienes se hallaba en permanente contacto y el carácter y evolución
de de las relaciones de profundo respeto y amistad que mantuvo con
ellos. Enumerarlos conlleva la inevitable impresión de incurrir en injus-
tas omisiones. Pero no podemos dejar de mencionar algunos nombres:
Bartolomé Mitre, Roque Sáenz Peña, Bernardo de Irigoyen, Carlos Casa-
res, Victorino de la Plaza, Adolfo Saldías, Julio A Roca, Dardo Rocha,
95
Vicente Fidel López, José Figueroa Alcorta, Estanislao Zeballos, Luis Sáez
Peña, José Evaristo Uriburu, Vicente Fidel López, Pastor Obligado, Carlos
Tejedor, entre muchos otros.
Importante cantidad de documentos oficiales y de correspondencia
acopió, como para alcanzar un amplio conocimiento de su desempeño
como secretario de la Legación Argentina en Asunción del Paraguay ( 1881-
1883) y de su paso como funcionario por el Ministerio del Interior (1883-
1886).
Y como no podía ser de otra manera, infinidad de acciones llevadas a
cabo como director del Museo Histórico Nacional se hallan testimonia-
das allí. Su rol en la fundación, su permanente insistencia a las autori-
dades en la búsqueda o construcción de un espacio fisico adecuado. El
afanen conseguir objetos para incrementar su colección ... En hoja suel-
ta fechada en diciembre de 1888, leemos
96
Con el fin de la obtención de piezas para el Museo, no dio tregua a su
persistencia, y fue uno de los aspectos más relevantes y más destacados
de su accionar. En carta fechada en Londres el 27 de noviembre de 1896,
Manuela de Rosas de Terrero se dirige a Carranza en estos términos:
"Apreciable Señor
"( ... ) Por disposición testamentaria de mi padre el sable
que le fue legado por el Ilustre Capitán General Dn. José de
San Martín, valiosísima prenda que con palabras tan gratas
me pide Vd. destine al Museo Histórico Nacional de nuestro
país, hoy pertenece a mi esposo y como facilmente lo com-
prenderá Vd. mucho le cuesta a él como á todos nosotros,
hacer el sacrificio de desprendernos de ella. Es esta la
razón de la demora á la contestación de su pedido. Al fin, mi
esposo, con la entera aprobación mía y de nuestros hijos, se
ha decidido en donar á la Nación Argentina este Monumento
de Gloria pa. ella, reconociendo que el verdadero hogar del
sable del Libertador debiera ser en el seno del' país que liber-
tó. Por lo tanto, puede Vd. Señor Carranza contar con que al
recibo del pedido oficial que Vd. ofrece, la contestación será
el envío del sable.
"Mandaremos también dos objetos históricos que pensa-
mos serán de valor para el Museo." 10
La persistencia de Carranza se vió coronada por el éxito. Tres meses
después los objetos estarían en el Museo, en su sede del Jardín Botáni-
co. Entre la profusión de documentos hallamos el siguiente modelo de
invitación:
"El Director del Museo Histórico Nacional saluda atenta-
mente al Señor ................... y tiene el honor de invitarle á
presenciar en el establecimiento a su cargo -el jueves 4 de
marzo a las 3 p.m.- la recepción del sable del ilustre Liberta-
dor, general José de San Martín, y de dos banderas, una
española tomada por el benemérito general Arenales en la
batalla de Paseo y otra argentina, que llevó el ejército expedi-
cionario al Desierto en 1833, generosa donación del señor
Máximo Terrero y su familia. Buenos Aires, marzo 3 de
1897." 11
97
Fueron permanentes sus gestiones para la realización de obras pictó-
ricas de temas históricos destinada a ser colocadas en el Museo o a ser
obsequiadas a instituciones u organismos por todo el país. Consejero y
animador de Pedro Subercaseaux, 12 intervino en la adquisición de sus
grandes cuadros. El pintor chileno, en ocasión de una estancia de Carranza
en Santiago, le escribiría una nota invitándolo a cenar, pero recomen-
dándole que lo esperaba a las cinco de la tarde porque todavía habría
buena luz para ver las obras. 13
O sus contactos con José Bouchet. Y su estrecha relación con su pa-
riente, el pintor Bernabé Demaría. Y su rol de obligado asesor de todos los
escultores, en especial del alemán Eberlein, 14 influyendo con sus conse-
jos en la concepción de sus obras.
Torcuato Tasso, así como muchos otros, le solicita su opinión:
98
dros con que Vd. Nos obsequió representando la Batalla de
Maipú. La Primera Junta, El General San Martin y la Inau-
guración del primer Ferro Carril en la Argentina."
99
largo y ancho del territorio reconocimientos a los hombres que forjaron
nuestra historia.
100
Frías, Roca, Vega, Nazar, Olazabal Félix y Manual, Pringles, Lugones,
Lamadrid, Pacheco, Lavalle, Quesada ... Todo lo que se pueda decir del
accionar de Carranza constituye siempre una larguísima enumeración .
101
dor de la creación del Museo y su primer Director. Su tarea de veinticin-
co años como recolector del patrimonio material museable (.... ) sólo tiene
parangón con su simultánea vocación de divulgador de documentos his-
tóricos" 30
Impulsa numerosas las publicaciones, antes y durante su cargo al
frente del Museo, de las que sólo mencionaremos algunas: "La Revista
Nacional", "El Museo Histórico", "San Martín. Su correspondencia" (1823-
1849), "El Clero Argentino", "Memorias y Autobiografias", "Patricias Ar-
gentinas", "Actas del Cabildo de Mayo" o "La Ilustración Histórica Argen-
tina", de lujosa impresión con abundantes fotograbados a toda página.
que constituyó un importante vehículo de divulgación de lo que atesora-
ba el museo.
La enorme cantidad de agradecimientos por la recepción de sus publi-
caciones nos da cuenta de la importancia y alcance que logró en su afán
de divulgación de los estudios sobre historia argentina y americana. Así
quedó plasmado en innumerables cartas, esquelas y tarjetas de aquellos
que las habían recibido y en las solicitudes de envío de escuelas, institu-
ciones públicas y privadas. "Es Carranza quien por primera vez plantea
la divulgación, la puesta al alcance del pueblo -un pueblo en su época, en
constante transformación merced al fenómeno inmigratorio- de los di-
versos testimonios históricos más allá de los círculos eruditos." 31
No faltan datos que nos hablan de su atención a los libros prestados.
En carta de julio de 1896, un amigo le solicita algunos libros que en la
misma, Carranza enumera detalladamente. A uno de ellos le hace una
cruz a la que agrega "éste no me lo devolvió". En otra nota del mismo año,
el mismo amigo le solicita retener el referido libro por uno o dos días más.
En el anverso de ella este riguroso bibliófilo escribe quince años después:
"No me lo devolvió. APC 1911". 32 Su recelo no fue en vano: donó su rica y
querida Biblioteca al Museo Histórico Nacional.
Sus escritos históricos y el acopio que de transcripciones de docu-
mentos hizo, nos demuestran su rigor en determinar fehacientemente
los datos. Asimismo, buscó información de primera mano, tal como deno-
ta su correspondencia con familiares de los protagonistas o con testigos y
contemporáneos de los hechos.
Su accionar no se halló limitado a Buenos Aires, traspasó las fronte-
ras de la ciudad, de la provincia y del país. Ello queda demostrado por los
permanentes contactos e intercambio epistolar con importantes hom-
bres del Paraguay, Bolivia, Perú y otros países americanos. Ricardo Pal-
ma, director de la Biblioteca Nacional del Perú le escribe en 1884: "He
recibido para la Biblioteca de mi cargo el primer número de la interesan-
102
te Revista Nacional que usted dirige, y le ruego siga favoreciéndome con
su envío." 33 El contacto así iniciado entre ambos se extendería por trein-
ta años.
Carranza fue infatigable, fue admirado y fue un hombre reconocido en
su época. También esto nos habla de la particularidad de esos tiempos.
Recibió homenajes de sus contemporáneos. Con ellos mantuvo durade-
ros y profundos canales de admiración, afecto y aliento mutuo.
Roque Saenz Peña, en carta que le enviara en 1901, le expresa:
"Querido Adolfo:
"He recibido á mi regreso de Córdoba tus interesantes y
patrióticos discursos sobre los hombres ilustres de nuestra
independencia, los he leido con el cariño que despiertan en
mi alma esos recuerdos y aunque algo tarde, te felicito viva-
mente por esa obra perseverante y virtuosa. Eres un hombre
necesario para luchar contra el olvido y parl:l: < .... > con nues-
tras reliquias más queridas, en un ambiente desinteresado
y puro que trasciende á honor y á gloria (... ) Las reliquias de
nuestros mayores están bajo digna custodia y al sentirse
consagrado al perenne homenaje de los que fundaron esta
naciónalidad (... )"; se despide "Que el cielo te conserve en el
culto sagrado, son los votos de tu viejo amigo."
103
mundo ... O mejor: era el comienzo del fin de una época. De una etapa de
nuestro país, que la riqueza testimonial del Archivo Carranza permite
conocer con mayor profundidad. Todo estudio riguroso sobre la segunda
mitad del siglo XIX y de los comienzos del XX, hasta 1914, no debe pasar
por alto este repositorio documental que contiene aportes a los más va-
riados aspectos de nuestra historia.
NOTAS:
104
4 GONZÁLEZ GARAÑO, Alejo B.: "Museo Histórico Nacional. Su creación y
desenvolvimiento. 1889.1943", p. 34
5 ARCHNO CARRANZA, Diciembre 5 de 1888.
6 CAILLET-BOIS, Ricardo R. "Mitre y Lamas Una amistad ejemplar", pág.
14.
7 GONZÁLEZ GARAÑO, A., op. cit., p. 12-13.
8 ARCHNO CARRANZA. B. Mitre a D. Barros Arana. Buenos Aires, 22 de
enero de 1903.
9 ARCHNO CARRANZA. S/F. Dirigido a Santiago <de Chile>.
10 ARCHNO CARRANZA. "El subrayado es nuestro".
11 Ibídem.
12 Cf. GONZÁLEZ GARAÑO, A., op.cit. p. 34.
13 ARCHNO CARRANZA
14 Cf. González, Garaño, A. op cit. p.34
15 ARCHNO CARRANZA. Esquela fechada el 16 de enero de 1909.
16 ARCHNO CARRANZA. Carta fechada enjulio 29 de 1910.
17 ARCHNO CARRANZA. La Plata, 1 de septiembre de 1911. Isabel
Schelotto. Alumna de 4° grado. Escuela Nº 79.
18 ARCHNO CARRANZA. 1600 New Hampshire Avenue Washington D.C.
Noviembre 5 de 1913.
19 ARCHNO CARRANZA. 17 de noviembre de 1895. Manuel de <Rizaval>
20 Ibídem.
21 Ibídem.
22 Ibídem.
23 ARCHNO CARRANZA. Buenos Aires, febrero 7 de 1910.
24 GONZÁLEZ GARAÑO, A, op. cit. p. 37.
25 BURZIO, Humberto F. "Museo Histórico Nacional".
26 Cf. GONZÁLEZ GARAÑO, A., op. cit. p. 34
27 ARCHNO CARRANZA. Fechada en San Isidro. Enero 11 de 1901.
28 ARCHNO CARRANZA.
29 Ibídem.
30 RUIZ, Diego, op. cit. p. 168.
31 Cf. RUIZ, Diego, Op.cit., pp. 177-198.
32 ARCHNO CARRANZA,
33 Ibídem.
34 Ibídem.
105
BIBLIOGRAFÍA:
106
FAUSTO ELISEO COPPINI, PINTOR DE HISTORIA
Construcciones de la memoria: archivos, museos, relatos
107
"Pero la obra de Coppini no se agota en sus cuadros. Como
maestro eximio que fue, deberíamDs apreciar sus motivos junto
con los de Atilio Malinvemo, Ángel D Vena, Indalecio Pereyra,
Rodoljo Franco, GastónJarry, David Heynemann y tantos otros
a cuyaformación contribuyó de manera decisiva.
"Luego de una extensa vida productiva, de la que son claro
testimDnio sus obras, Fausto Elíseo Coppini murió en Buenos
Aires una mañana de otoño de 1945". 1
108
dido que tenía esa casaca guardada, me hizo las más fuertes
instancias para que fuese a ponerme su chaqueta y regresa-
ra con ella; me fue preciso obedecer y regresé al instante
vestido con ella y después de haberle dado un rato de tiempo
para que se reconciliara, subí al carro a su llamado.
"Fue entonces que me pidió le hiciera el gusto de acom-
pañarle cuando lo sacaran al patíbulo. Me quedé cortado a
esta insinuación, y hube de vacilar, contéstele todo conmo-
vido denegándome pues no tenía corazón para acompañarle
en ese lance. "¿Por qué, compadre?, me dijo con entereza.
¿Tiene ud a menos el salir conmigo?. ¡Hágame este favor,
que quiero darle un abrazo al morir!".
"No, compadre, le dije, con voz ahogada por el sentimien-
to; de ninguna manera tendrá yo a menos el salir con usted.
Pero el valor me falta y no tengo corazón para verle en ese
trance. ¡Abracémonos aquí y Dios le de resignación". Nos
abrazamos, y bajé corriendo con los ojos anegados por las
lágrimas." 4
109
bre, se enrojecían instantes después con la sangre del go-
bernador titular de Buenos Aires, inmolado por una obnubi-
lación de la conciencia de Lavalle". 5
Las otras pinturas que el MHN posee de este pintor italiano han teni-
do menos difusión y por ende son menos conocidas que la anterior. Una
de ellas es El Capitán Manuel de Escalada entrando a Mendoza con el
parte de triurifo de Chacabuco, 16 de Febrero de 1817. En este trabajo se
advierten ya las tendencias paisajísticas de Coppini. En una diagonal,
mediante la que se compone la calle de tierra por la que ingresa al galope
al capitán Manuel de Escalada a la ciudad de Mendoza, nos encontramos
con un paisaje de árboles, césped y hacia el fondo la cordillera de Los
Andes. El caballo está como suspendido en el aire, por encima de la calle
de tierra, levantando una gran polvareda, sin que ninguna de sus patas
se apoye sobre terreno firme. Acompaña la composición un lugareño, que
corre al lado del caballo, sin que la diferencia de ritmo entre el correr del
hombre y el galope del caballo esté marcada salvo por la polvareda levan-
tada por el segundo. Se divisa un conjunto de casas bajas, hacia el fondo
y a un lado de la calle, y en la que se encuentra hacia la izquierda, en un
segundo plano, son claramente distinguibles su techado a dos aguas, la
110
chimenea, la puerta y dos ventanas. Su base documental es una noticia
aparecida en La Gaceta reseñada por Adolfo P. Carranza en su trabajo San
Martín:
111
por demás, apenas daba.fuerza a influenciar el brillo de aquellos
ojos que nadie pudo de.finir.
"Cuando se acercó, me precipité hacia él y lo abracé por la
cintura, deslizándose de sus ojos abundantes lágrimas. El
general me tendió el brazo izquierdo sobre la cabeza y lleno
de emoción solo pudo decirme: ¡hijo! ". 9
112
do prisionero, fue trasladado a Cádiz y encerrado en el fuerte de las Cua-
tro Torres, en la Carraca. Murió el 14 de Julio de 1816. El óleo de Coppini
nos lo muestra recostado, sobre un rústico catre de madera, afligido y
pensativo, consumido por el dolor y con una mirada como perdida en el
recuerdo de horas anteriores:
113
denada a muerte, oyó su sentencia con serenidad. Puesta
en capilla, un fraile enviado por Sámano le ofreció el perdón
si confesaba quienes le habían proporcionado los estados
de fuerza. Se confesó cristianamente, y no comprometió a
nadie en sus declaraciones. Marchó al suplicio con paso
firme, encadenada con su amante" . 15
114
sonal la clara virtud de su conceptualismo estético, que se
manifestaba en la supervivencia de su frescura juvenil, por
cierto, ejemplar. Su paisaje vibrado, lleno de luz y de ale-
gría, era un canto perdurable a la sencilla belleza de la tie-
rra, que él amaba como propia". 17
NOTAS:
1 GESUALDO, Vicente y otros: "Diccionario de Artistas Plásticos de la
Argentina", Inca, Bs As, 1998, pp 232-233.
2 Las medidas de las obras están expresadas en milímetros.
3 CARRANZA, Adolfo Pedro: "Diario" (inédito), pp 133. Archivo Adolfo P.
Carranza.
4 ARÁOZ DE LAMADRID, Gregario: "Memorias" citadas por Torres,
Haydee Gorostegui de y Figueira, Ricardo; "El Fusilamiento de Dorrego"
en "Documentos para la Historia Integral Argentina", CEAL, Bs As, 1981,
Tomo 1, pp7.
5 DELLEPIANE, Antonio: "Una Visita al Museo Histórico Nacional" en "Tri-
buna Libre", 13 de Julio de 1921, pp 19-20.
6 CARRANZA, Adolfo Pedro: manuscrito "Renuncia a la Comisión Monu-
mento a Dorrego" (inédito). Archivo Adolfo P. Carranza, MHN.
7 CARRANZA, Adolfo Pedro: "Memoria 1903" en "Libro Copiador II 1896-
1904", p 301. (inédito) Archivo Adolfo P. Carranza.
115
8 CARRANZA. Adolfo Pedro: "San Martín",
9 CARRANZA. Ob. Cit., pp 24 7.
10 Legajo 1647 del Archivo de Documentación del MHN.
11 Legajo 1651 del Archivo de Documentación del MHN.
12 GUALDONI BASUALDO, Adrián: "Catálogo de la Muestra Retrospec-
tiva de Fausto Eliseo Coppini" en la Galería Zurbarán, Julio de 1987.
13 MIJARES, Augusto: "El Libertador", Academia Nacional de la Historia
de Venezuela, Caracas, 1987, pp 307.
(14 Legajo 5564 del Archivo de Documentación del MHN.
15 MITRE, Bartolomé: "Historia de San Martín y de la Emancipación
Sudamericana", EUDEBA, Bs As, 1977. Tomo III, pp 171-1 72.
16 CARRANZA, Adolfo Pedro: "Memoria 1905", pp 49 (inédito).
17 LA PRENSA, 8 de Junio de 1945.
18 GUALDONI BASUALDO, Adrián: ob. Cit.
116
PRESENCIA DEL MUSEO HISTÓRICO NACIONAL EN BERLÍN
Un cuadro de San Martín en el Instituto Ibero Americano
117
ria Argentina de la provincia de Buenos Aires, el 11 de junio de 1932, con
sede en La Plata, la integraban entre otros, Enrique M. Barba, Carlos
Heras, Luis Aznar, Luis H. Sommariva, Roberto Marfany. Antonino Sal-
vadores y Guillermina Sors.
La primera Guerra Mundial marcó el derrumbe de la civilización (occi-
dental) del siglo XIX. Esa civilización era capitalista desde el punto de
vista económico, liberal en su estructura jurídica y constitucional. bur-
guesa por la imagen de su clase hegemónica característica y brillante por
los adelantos alcanzados en el ámbito de la ciencia, el conocimiento y la
educación, así como del progreso material y moral. Además, estaba pro-
fundamente convencida de la posición central de Europa, cuna de las
revoluciones científicas, artísticas, políticas e industrial, cuya economía
había extendido su influencia sobre una gran parte del mundo, que sus
ejércitos habían conquistado y subyugado, cuya población había crecido
hasta constituir una tercera parte de la raza humana (incluida la podero-
sa y creciente corriente de inmigrantes europeos y sus descendientes). y
cuyos principales estados constituían el sistema político mundial. 1
La Argentina inició la era de los gobiernos militares después de un
prolongado período de gobierno civil, y aunque dirigentes fascistoides
como el general José F. Uriburu (1930-1932) pronto quedaron relegados
a un segundo plano, el país giró claramente hacia la derecha, aunque
fuera una derecha tradicionalista. 2
El retrato del Libertador San Martín fue pintado por el artista Rafael
D. Del Villar bajo la dirección del Dr. Antonio Dellepiane, director del
Museo Histórico Nacional; éste le comunica al Ministerio de Instrucción
pública que está a disposición del Ministerio de Relaciones Exteriores
cuidadoswnente embalado y con destino al Instituto Ibero Americano de
Berlín el 24 de octubre de 1931.
Desde el año 1928, el Dr. Ernesto Quesada (1858-1934) se había radi-
cado en Spiez (Thunersse). Villa Olvido, Suiza. Había trasladado, en 1927,
la inmensa biblioteca y archivo familiar a Berlín. Tenía la seguridad de
salvar así su unidad y perduración en un ámbito cultural capaz de apre-
ciarlos y conservarlos para futuros estudiosos. El estado de Prusia fundó a
partir de los 82.000 ejemplares donados por E. Quesada el Instituto Ibero-
Americano de Berlín. 3 El cuadro del Libertador, ejecutado por del Villar y
ubicado en el Instituto Ibero Americano de Berlín. le despierta algunas
dudas que le manifiesta al director del Museo Histórico Nacional, el 29 de
febrero de 1932:
118
Señor Dr. D. Antonio Dellepiane
Director del Museo Histórico Nacional
Buenos Aires
Mi querido amigo:
A pesar del tiempo transcurrido desde que por última vez
nos vimos, le tengo a U. siempre presente. Ruiz Guiñazú,
nuestro compañero de la Junta y. a la vez, actualmente nues-
tro Ministro en Berna, me dice que está U. lleno de salud y
actividad, ¡espero todavia vivir lo bastante para que mi "pro-
fecía", al contestar su discurso de recepción de académico
(1914), se cumpla alguna vez. Y lo aplaudiré con doble gusto!
Hoy interrumpo este involuntario "mutis" en que ambos
nos encontramos, para pedirle un dato. Le mando -siquiera
por la forma, por estar en alemán- dejando así establecida la
fecha, un artículo mío sobre "San Martín, como ideal y sím-
bolo de la América Latina", aparecido en el número de julio
de 1930 de la revista "Ibero-amerikanisches Archiv": respec-
to de dicho artículo "La Nación" del 31 de mayo de 1931,
trajo un juicio critico, en el que decía : "Quesada aboga por
la erección de una estatua del prócer frente al Instituto ibe-
ro-americano de Berlín, por considerar que San Martín es la
figura histórica más representativa de la América Latina".
Cuando esto escribía el diario argentino, su deseo habíase
convertido ya en formal proyecto; en la comida anual del 25
de mayo de 1931, en Berlín, nuestro ministro Restelli apro-
vechó la oportunidad para referirse a dicho artículo mío (que
escribí para equilibrar un tanto la arrolladora propaganda
venezolana de 1930 con motivo del centenario de la muerte
de Bolívar, que se conmemoraba en diciembre de dicho año
y con cuyo motivo se hizo "sonar toda la orquesta", callando
la existencia de nuestro héroe, cual si no hubiera más liber-
tador que su rival venezolano), para proponer oficialmente
que se erijiera su estatua en una plaza de Berlín, para cuyo
efecto ofrecía -en nombre de nuestro gobierno- un retrato de
aquel. Aceptadas ambas cosas por la concurrencia, se nom-
bró una comisión representativa, bajo la presidencia del ex-
ministro Boelitz, hoy director del Instituto, el cual obtuvo de
la Municipalidad la cesión de una plaza para el monumento
y, en nombre del Instituto, aceptó la donación del retrato. Y
bien, se trata ahora de este- que Restelli- antes de regresar a
esa, entregó oficialmente el 23 de enero de 1932.
Con este motivo, veo en los diarios de esa -sobre todo en
La Razón, del 31 de enero de 1932- que, cumplidos los trá-
119
mites de práctica, U -como director del Museo Histórico Na-
cional- encomendó la ejecución de la obra al artista Rafael
del Villar, quien, de acuerdo con sus instrucciones, "tomó
por modelo una pequeña miniatura antigua", y ejecutó la
obra en una tela que mide 1.50 por 2.00 metros.
Ahora bien: entiendo que no existe -ni en la literatura
histórica nacional, ni en la extranjera- más iconografía
sanmartiniana que mi libro de 1889: "Las reliquias de San
Martín y su iconografía. Estudio de las colecciones del Mu-
seo Histórico Nacional", (I v. De 178 p). Al publicar mi libro,
señalé que faltaban muchas piezas iconográficas ( a que me
referí en pág. 85). entre ellas la de Whusen (1823), dada a
conocer en Perú por Vivero: todas ellas -en original y copia-
fuéron adquiridas después. Según mis recuerdos, el tipo
Whusen condice con la ejecución del retrato de Villar; pero
"La Razón" habla de "una pequeña miniatura antigua", y esto
me mueve a pedirle me ilustre al respecto, dándome los da-
tos iconográficos de dicha miniatura, si ella existe o no en
los tipos clasificados por mi (p. 95). o si se trata de una pieza
que yo no hubiera conocido. Cuanto me comunique al res-
pecto, será recibido con el agradecimiento más grande.
La descripción que trae "La Razón" no condice con el re-
trato. Dice el diario citado: representando al general de pie,
vestido de uniforme, en actitud serena y pensativa, apoyan-
do la mano derecha sobre la espada". En el retrato, apoya la
mano izquierda sobre la espada: lo demás es exacto. Pero la
miniatura de Whusen, pintada por este en Londres en agos-
to de 1823 y enviada por aquel al general D. José de la
Rivadeneyra, -(supongo que es esta la que sirvió a U de mo-
delo para el pintor)- representa a San Martín de uniforme,
"serio y pensativo", pero lo individualiza "con los dos cruce-
ros anchos, asemejando bandas, de las que lleva las conde-
coraciones de Chacabuco y la del Sol del Perú". Por lo demás,
coincide con el retrato de Villar: como éste, lleva patillas, el
pelo sobre la frente, y representa alrededor de 40 años. En la
iconografía argentina sanmartiniana, sólo su antecesor Adolfo
P. Carranza, hizo reproducir ese tipo en el tomo 1 de las «Me-
morias• de Lamadrid (ed. de 1895: siendo la imprenta de
Kraft la que grabó la lámina, sacada de la litografía de Vivero
(1893): "Galería de retratos de los gobernantes del Perú".
Disculpe esta molestia que le doy, pero como ha sido U
quien eligió el "tipo" para este retrato- que consagra, para el
extranjero, el "tipo" oficial adoptado por nuestro gobierno,
me interesa (como historiador de la iconografía del héroe)
aclarar todos los detalles del caso: tomó U como modelo el
120
original mismo de la miniatura de Whusen o una copia (y, en
tal caso, hecha por quién?) o tomó otra miniatura, que no
acierto a sospechar cual sea, por lo cual le suplico me envíe
los datos del caso?. El diario argentino no es fidedigno, des-
de que no observó bien cual el brazo apoyado en la espada,
de manera que no me parece tampoco de fiarse cuando dice:
"una pequeña miniatura", como si no fuera la de Whusen:
original o copia. Ruégale, con el archivo del Museo Histórico
Nacional a la vista, que aclare el punto. Sabe U- precisamen-
te tratándose de ese Museo, cuan meticuloso he sido siem-
pre en todo lo que, de cerca o de lejos, se refiere a la exactitud.
Siempre he tenido por lema: erubescimur dum sine textu
loquimur (nos ruborizamos sin texto ... ). Y, para mi, su pala-
bra es concluyente.
Su siempre afamado amigo. Hay rúbrica: Ernesto Quesada.
Mi querido amigo:
121
Sr. Luis J. Varela Orbegoso y Riglos, asentada en el libro 2
folio 105, Nº 1.407 del Registro del Museo Histórico Nacio-
nal, bajo el rubro de "RETRATO DEL GENERAL SAN MAR-
TÍN", y con la siguiente descripción:
NOTAS:
123
UN BASTÓN BOLIVIANO QUE PERTENECIÓ
A JUAN DOMINGO PERÓN
EXISTENTE EN EL MUSEO HISTÓRICO NACIONAL
1 Introducción
El 16 de septiembre de 1955, un movimiento cívico-militar que se
autodenominó "Revolución Libertadora" depuso al presidente constitu-
cional de la Argentina, Juan Domingo Perón. Una de las primeras medi-
das legales del gobierno militar resultante, encabezado por el general
Eduardo Lonardi, fue la creación de una "Comisión Nacional de Investi-
gaciones" mediante el Decreto-ley 479 de fecha 7 de octubre, con el
objeto de detectar irregularidades cometidas por el gobierno depuesto
en todas las ramas de la Administración Pública. A tal efecto se puso a la
Comisión bajo directa dependencia del vicepresidente Rojas y se le otor-
garon amplias facultades. 1
En el mismo orden de cosas y tras la deposición del presidente Lonardi,
como fruto del predominio en el gobierno de los sectores más
antiperonistas, fueron creadas la "Junta Nacional de Recuperación Pa-
trimonial", por Decreto-ley 5148 de fecha 9 de diciembre y la "Fiscalía
Nacional de Recuperación Patrimonial", por Decreto-ley 6134 del 5 de
abril de 1956. La primera, cuyo fin era restituir a la Nación los bienes
materiales e inmateriales de que hubiese sido "despojada", se basó en la
interdicción general sobre los bienes de personas fisicas o juridicas que
en el mismo decreto se enlistaban. En cuanto a la Fiscalía, debía repre-
sentar al Estado ante dicha Junta, sobre la base de los informes de la
"Comisión Nacional" arriba mencionada y que, asimismo, había aconse-
jado su erección. 2
Producto de la actividad de estos organismos fue la publicación del
"Libro negro de la segunda tiranía", ordenada por Decreto-ley del 16 de
agosto de 1956, y la asignación de destino a diferentes bienes pertene-
cientes al derrocado Presidente, a su fallecida esposa y a funcionarios y
allegados a su gobierno. Esto último fue cumplido, en parte, por una
"Comisión Liquidadora de los Bienes de Juan D. Perón", según el Decre-
to-ley 8124/57, la cual hizo donación al Museo Histórico, con fecha 25
de octubre de 1960, de varios objetos entre los que se encontraba un
denominado "bastón del tipo de los usados por los curacas de los indios
bolivianos", objeto del presente estudio.
125
A consecuencia, seguramente, de la prolongada proscripción del
peronismo el bastón de referencia permaneció en depósito varias déca-
das, siendo exhibido por primera vez en 1988 en la muestra temporaria
"El bastón como símbolo de mando" realizada en el mismo Museo Histó-
rico y, a partir de 1996, en la exhibición permanente como parte de la
sección dedicada al período 1943-1950. Asimismo, al día de la fecha ca-
rece de ficha o legajo museológico, lo cual indica que no fue estudiado
con el fin de establecer su contexto y significación y que su presencia en
la muestra sólo remite a la persona de su último poseedor -el general
Perón-, tal como es el caso de la "capa-poncho" (también denominada
"poncho patrio") que perteneciera al general San Martín y que fuera do-
nada por aquél con fecha 7 de noviembre de 1946 (Catálogo del MHN,
Orden Nº 3114, Registro Nº 6879).
En función de lo expuesto, y para poder efectuar la "puesta en valor"
de este objeto dentro de las colecciones del Museo Histórico, se hace
necesario establecer tanto el origen primario del objeto, su contexto de
producción, significación funcional y simbólica, etc., como el secunda-
rio, esto es las circunstancias históricas de su donación al presidente
argentino Juan Domingo Perón.
2 Marco teórico
El proceso de ocupación del territorio y colonización llevado a cabo
por España en América se desenvolvió en un amplio marco geográfico
-desde el sur de los Estados Unidos hasta el Río de la Plata- de variadísima
configuración y poblado por culturas en múltiples estadios de desarro-
llo. La abundancia o pobreza del medio con relación al posible estableci-
miento de explotaciones extractivas o agrícolas, combinadas con su
densidad demográfica, es decir la población indígena asentada en las
distintas regiones, determinaron formas de producción -desde las va-
querías hasta las minas de Potosí, desde los ingenios de las zonas
subtropicales a los latifundios de sierras y valles- que modelarían a las
sociedades coloniales.
Así, será en el seno de los antiguos "Estados de regadío". esto es en
las avanzadas civilizaciones agrícolas de la meseta mexicana y del núcleo
andino, donde los españoles encontrarán grandes concentraciones de
mano de obra indígena apropiada para sus fines. 3 Por contraposición,
aquellos pueblos carentes de estratificación social y cuya economía no
se basaba en la agricultura intensiva, por lo cual era mayor su área de
dispersión, presentaron mayor resistencia al conquistador originando
fenómenos como la caza de esclavos (es el caso de los "mamelucos"
126
paulistas y de gran parte del "bandeirismo", dedicados a la captura de
indígenas del gran tronco tupí-guaraní para las plantaciones de la costa
brasileña) o la "guerra de fronteras" hasta fines del siglo XIX. Esta resis-
tencia, así como las grandes mortandades ocasionadas tanto por el tra-
bajo servil como por enfermedades de las que eran involuntario vector
los europeos, originaron tempranamente otro fenómeno histórico, la
masiva importación de esclavos negros, de fundamental importancia en
la posterior configuración de identidades culturales y sociales en varios
países americanos.
En este proceso de ocupación territorial y dominación de las masas
indígenas preexistentes, los españoles transplantaron sus instituciones
sociales, políticas y económicas, adaptándolas o superponiéndolas, en
muchos casos, a similares instituciones indígenas o aceptando la super-
vivencia de estas últimas en su propio beneficio tal como ocurrió con la
mita, el yanaconazgo, etc. Esta política es muy evidente -y ha sido exten-
samente estudiada- en el terreno de la evangelización, donde los misio-
neros se apoyaron en los diversos panteones indígenas otorgándoles
nuevas significaciones, en una resemantización que dará lugar a un
sincretismo religioso de prolongada vigencia y del que aún se registran
supervivencias populares. 4 Por otro lado, la colonización española (tanto
como la portuguesa) fue una empresa eminentemente popular y colecti-
va; tal como la "Reconquista", se basó en la iniciativa individual median-
te capitulaciones de la Corona con adelantados y descubridores, donde
el gasto y riesgo vital no corrían por cuenta de la primera. Salvo excepcio-
nes -como Pedro de Mendoza- los conquistadores no pertenecieron a la
nobleza; segundones sin tierra, hijosdalgos empobrecidos y, por supues-
to, una vasta multitud de labriegos o villanos compusieron las oleadas
de colonizadores que se embarcaron hacia América huyendo de la empo-
brecida península ibérica. 5
Este contacto entre las culturas aborígenes y la europea suscitará un
intercambio de bienes materiales y simbólicos dando origen a una nueva
cultura mestiza, "criolla", compuesta por múltiples interacciones, trans-
ferencias y complementaciones, que encontrarán una de sus máximas
expresiones en el denominado "barroco hispanoamericano". Dice Augus-
to Raúl Cortazar:
127
cias, supersticiones, ensalmos, refranes, recetas, comidas,
costumbres). No fue ésta, sin embargo, la única trayectoria
de los bienes: por el contrario, los más brillantes y típicos,
y, por así decir, los más espectaculares, llegaron aljolk des-
pués de haber ascendido, en América o en la misma Europa,
a los pináculos de la estructura social, a las cortes regias o
virreinales, a los ambientes refinados de las ciudades presti-
giosas, a las fiestas de más predicamento, a los salones de
buen tono. Desde ese alto nivel, la sucesión de modas fue
desplazando los bienes a otros estratos sociales e
irradiándolos de los grandes centros urbanos a las campa-
ñas. (. .. ) Es oportuno recordar la indumentaria regional de-
rivada a veces de las galas cortesanas; las representaciones
dramáticas populares que imitan ingenuamente la
esplendorosa hondura de los autores sacramentales o el sim-
bólico enfrentamiento de "moros y cristianos"; las fiestas al-
deanas que remedan las procesiones de Corpus o el paseo
del estandarte real; los personajes que los lugareños llaman
"alféreces" y que presiden estas ceremonias; los fuegos arti-
ficiales y las detonaciones de "camaretas" de pólvora en las
algazaras campesinas; las recetas de curanderos, que con-
servan, en su empírica simplicidad, rastros de la encumbra-
da medicina medieval (... ) 6
128
nales tal como el idioma aymará, hasta los grupos humanos de la puna
argentina que en el único Censo Indígena Nacional realizado entre 1966
y 1967 no fueron considerados como "indígenas", en parte por los crite-
rios técnicos adoptados, pero también por su grado de aculturación. 9
En tal sentido podemos caracterizar en general a estas comunidades,
en el siglo XX, como "culturas folk", presentando los rasgos fundamenta-
les de relativo aislamiento, adaptación al medio; forma de vida común y
basada en lo tradicional, con resistencia al cambio; relación conflictiva o
contradictoria con la cultura urbana; poca especialización económica y,
en general, autoabastecimiento de las necesidades básicas; formas de
religiosidad popular (sincréticas) con predominio de rituales tradiciona-
les; visión mística del mundo, sentido de pertenencia al grupo, etc.
Sin embargo, esta visión antropológica -que utilizaremos en cuanto al
origen primario del objeto, es decir su contexto de producción- no puede
prescindir del proceso histórico, que complementa y explica las particu-
laridades regionales. En el caso de las comunidades indígenas bolivia-
nas, este proceso -ligado al secular antagonismo con el latifundismo- es
de una gran riqueza política, como veremos al tratar de delimitar el ori-
gen secundario del objeto, esto es la época en que fue donado al presi-
dente Perón.
Sobre la base de lo dicho nuestra hipótesis central en cuanto al origen
primario del objeto trata de establecer que se trata de un importante
testimonio material de la aculturación causada por el contacto de las
culturas aborígenes con la europea. Al imponer ésta sus instituciones
político-sociales, o superponerlas a las existentes, originaron formas ora
sincréticas, ora simbióticas, que en su conjunto darán forma a la cultura
"criolla".
En cuanto al origen secundario del objeto, esto es el contexto de su
donación a Perón, debería establecerse en el período 1952-1955, a partir
de la revolución que en Bolivia llevó al poder al Movimiento Nacionalista
Revolucionario, encabezado por Víctor Paz Estenssoro y el líder minero
Juan Lechín Oquendo, que encaró una Reforma Agraria de importantes
consecuencias para el campesinado y las comunidades indígenas.
129
virola de igual metal con dos profundas estrías simétricas a lo largo de su
circunferencia. Son sus medidas: diámetro mayor: 60 mm. (irregular):
diámetro menor: 18 mm.: diámetro virola: 20 mm.: largo puño: 95,5 mm.:
largo virola: 5,5 mm. Está decorado sobre el desarrollo del cono con 4
guirnaldas grabadas, una de las cuales -que sería el frente- lleva en su
interior una cruz con pedestal. La "tapa" del puño, o sea la base mayor del
cono, está asimismo grabada en toda su superficie con un florón geomé-
trico.
Es factible extraer el puño del bastón -que, por otra parte, es hueco-,
dejando al descubierto la espiga cilíndrica en la cual se inserta aquél. Su
diámetro es de 16 mm. y su largo de 52 mm. Es de madera oscura, al igual
que el resto de la caña, lo cual llevó a la Comisión donante -o al receptor
en el Museo- a calificarla como "ébano". Estimamos que sería necesario
un peritaje basado en extracción de muestra para determinar con exacti-
tud la madera constitutiva. Una posibilidad es que se trate de "cocobolo" o
"cocolobo" (Coccolobapubescens), madera muy utilizada en la ebanistería
colonial americana, 10 como lo fueron la caoba o la "chanta", ésta última
correspondiente "a varias especies de palmeras de África meridional de
los géneros Astrocáryum, Bactris y Guillelma, cuya madera, dura y fuerte,
se emplea en bastones por su hermoso color oscuro jaspeado". 11
La caña, cuyo largo total es de 730 mm. se aguza de mayor a menor del
puño a la contera, siendo su diámetro mayor de 20 mm. y el menor de 17
mm. Está recubierta en su totalidad por 11 aros de plata laminada, deco-
radas en su centro con un motivo geométrico continuo con perforacio-
nes: y en sus bordes con medialunas, filetes y arcos externos del mismo
material.
En el primero de estos aros a partir del puño se inserta en su tercio
inferior, mediante un perno aparentemente pasante de lado a lado, una
hebilla o argolla irregular de alambre de plata retorcido, que debe de
haber tenido por objeto anudar una "dragona" u otras cintas de colores.
En este caso, ostenta una cinta con los colores nacionales de Bolivia.
Son sus medidas: abertura menor: 25 mm.; abertura mayor: 33 mm.:
largo: 59 mm.
La contera, aparentemente de hierro, está compuesta por un engaste
que se ciñe al extremo de la caña de madera y remata en una especie de
chuzo cuadrangular, destinado seguramente a ser clavado en tierra. Son
sus medidas: largo total: 255 mm.: largo del chuzo: 180 mm.: largo del en-
gaste: 75 mm.; diámetro mayor: 19 mm.; diámetro en la punta: 4, 5 mm.
No hemos localizado en museos o bibliografia objetos similares al pre-
sente. El conjunto de bastones de mando de la época hispánica -tanto de
130
funcionarios reales como de regidores y otros cargos de los Cabildos- exis-
tente en dichas instituciones son de configuración netamente europea e
incluso, una pieza perteneciente al patrimonio del Museo Histórico Na-
cional denominada "bastón usado por los alcaldes de Humahuaca" (Regis-
tro Nº 479, Catálogo Nº 570). corresponde a la misma morfología.
131
fica "el alcalde de la aldea"- le fue dado por los trabajadores árabes de las
excavaciones, en un caso de interesante "sinonimia" cultural.
Estos cetros y bastones de mando alcanzaron una gran difusión en
todo el mundo mediterráneo y, como hemos visto, es muy posible que
como supervivencia de la dominación romana las varas de los lictores,
símbolo de autoridad pero también desde su origen instrumento puniti-
vo, fuese adoptada por los visigodos y, a través de estos, por los alcaldes
de las "pueblas" surgidas durante la Reconquista española. 13
En cambio creemos que al sorprender la ocupación europea a las cul-
turas americanas en un estadio mesolítico, en el cual aún se estaban
produciendo grandes transformaciones sociales, la evolución de estas
insignias hacia formas más simbólicas se detuvo y fueron reemplazadas
por otras, "occidentales", como parte del proceso de dominación y
aculturación de los pueblos originarios. 14
Los testimonios arqueológicos, iconográficos o etnohistóricos respec-
to de las culturas prehispánicas en América nos remiten al "toki", a la
maza estrellada, al "rompecabezas" que, en diversas morfologías, regis-
tran una gran área de dispersión como arma especializada e insignia de
mando, apareciendo la "vara" o el "bastón" tan sólo a partir de la conquis-
ta española. 15 En este nuevo orden político y social el aborigen enrique-
ció los nuevos elementos culturales que le eran impuestos con su propia
concepción del mundo. Convertidos por los misioneros en artesanos o
alarifes, volcaron su imaginario estético en creaciones cuya impronta
original era europea dando origen al arte mestizo o criollo, cuya máxima
expresión es el denominado "barroco hispanoamericano".
Esto es evidente en el objeto que nos ocupa. El puño del bastón posee,
grabado en su tapa, un típico florón geométrico que nos remite en su
concepción a la "flor de la cuntaca o kuntakta". una clavelina llamada
también "flor del Inca" propia del arte andino prehispánico y de gran
profusión iconográfica. Encontramos también, en el desarrollo del puño
cónico, cuatro "guirnaldas" vegetales en una de las cuales se halla
inscripta una cruz con pedestal, que en contraposición con la menciona-
da cuntaca nos da cabal pauta del sincretismo originado por el choque de
culturas.
No nos puede resultar extraño que el conjunto de las decoraciones
esté realizado en plata. El Alto Perú -hoy Bolivia- fue su principal pro-
ductor durante el período hispánico, principalmente en el mítico "cerro
rico" de Potosí. La plata no sólo inundó las arcas reales españolas, sino la
vida diaria de los americanos; dicen Bomchil y Carreña que hasta mue-
bles se llegaron a confeccionar, puesto que
132
Era tal la abundancia del metal precioso que se le daba
usos prosaicos. Se hacían platos, jofainas, bacinillas, es-
cupideras, además de todo un recado suntuario del mate.
Pero no por eso decaía su prestigio, puesto que era el sím-
bolo mismo de la grandeza potosina gracias a la cual Europa
en Lepanto se había salvado de los moros. Un hidalgo podía
ser azoguero, es decir industrial de la plata, sin perder sus
fueros, y todos los homenajes a Dios, al rey o al prócer to-
maban también la forma de piezas de plata (. .. ) 16
Con más razón, la plata como metal noble debía estar presente en
objetos de carga simbólica; altares, imaginería y otros objetos de culto,
pero también los atributos del poder temporal se prestigiaban con su
brillo. América fue, en esos siglos, sinónimo de plata al punto de conver-
tirse ésta en epónimo de uno de los grandes ríos y, a posteriDri, de un
país.
133
tructura social jerárquica en la que, al margen de los factores objetivos,
jugaban un importante papel otros de orden simbólico. Dice Adolfo
Colambres:
134
una cuarta párate del tiempo para sí, lo que implica que
pagaba un tributo equivalente al 75% de su fuerza de traba-
jo. Todo el fasto de la burocracia y la casta sacerdotal esta-
ba costeado por el pueblo, lo que incluía la construcción de
palacios, templos y santuarios. No obstante, la religión del
incario cumplía una importante función integradora y regía
además el trabajo agrícola a través del calendario ritual, que
seguía el ritmo de las estaciones (... )
Se lo glorifique o no, el imperio abrió el camino a la mani-
pulación de los valores de la comunidad primitiva, al apro-
piarse de todas las tierras, ríos, animales domésticos y
silvestres. Sólo una parte de la tierra era dejada a la comuni-
dad aldeana, pero no en propiedad, sino en usufructo, y con
la condición de trabajar la del Estado y el Sol (... ) Esto facili-
taría a España la conquista y explotación de dichos pueblos,
abriendo el cauce al llamado modo de producción colonial.
La Corona se arrogó el lugar el Inca, cediendo a los
encomenderos las tierras que habían pertenecido a éste (... ) 20
135
Los hermanos Tomás, Dámaso y Nicolás Katari, que lu-
charon junto a Julián Apaza (Tupaj Katari) ( 1780-1781) por
el Restablecimiento de las Markas y el Suyu Originario.
Pedro Ignacio Muiva, cacique mojeño, inicia en 181 O una
rebelión contra los españoles en el Beni. En 1811. Juan
Manuel Cáceres moviliza a miles de aymaras, que vuelven a
sitiar a La Paz.
Pablo Zárate Willka (1899), en un levantamiento que al-
canza las comunidades de Taparí y Peñas en Oruro, todo el
altiplano de La Paz, el norte de Potosí y la frontera con Chile,
dirigió la lucha por la defensa del territorio y Estado Origina-
rio.
Como parte de la resistencia y la reafirmación de nues-
tras formas originarias de vivir y de pensar, luchábamos en
muchas regiones durante las primeras décadas del siglo XX
junto a nuestros mallkus, kurakas y autoridades tradicio-
nales por la abolición del pongueaje, la abolición de la ha-
cienda y el derecho a la educación.
1904 Sublevación de Pomata. Santos Marka T'ula ( 1914-
1939) (apoderado de los Ayllus de Qallapa, y de todas las
Comunidades y Naciones Originarias) luchó por la restitu-
ción de Tierra/Territorio de los Ayllus.
1921 Levantamiento y masacre en Jesús de Machaqa.
1927 Tres levantamientos en el Norte de Potosi, siendo
Chayanta el centro de la sublevación. Eduardo Nina Quispe
(1930-1933), luchó por una República de Naciones y Pue-
blos Originarios
136
gentina, Getulio Vargas en Brasil, Gustavo Rojas Pinilla en Colombia,
González Videla en Chile, Velasco lbarra en Ecuador, etc.- y entre sus
primeras medidas de democratización como el sufragio universal y la
reforma educativa, nacionalizó las minas de estaño (de las cuales las
más grandes y concentradas pertenecían a Patiño, Hoschild y Aramayo) y
promulgó, en 1953, la Reforma Agraria. Dice Adolfo Colambres:
137
5 Conclusiones
Sobre la base de los testimonios y fuentes bibliográficas analiza-
das, consideramos:
1) En cuanto al contexto primario de producción del objeto estudiado,
estimamos que se trata de un valioso testimonio del proceso de
aculturación vivido por las poblaciones originarias andinas, a través de
la dominación incaica y española, que daría forma a una nueva cultura
material y simbólica, "criolla" o mestiza. Como hemos dicho, este bastón
es la "representación" de una institución social -el curaca- que fue suce-
sivamente adaptada a diferentes estructuras político-económicas. En len-
guaje más técnico, el objeto es una supervivencia del pasado colonial,
representativa de otra supervivencia -el curacazgo- de mayor antigüe-
dad que fue "refuncionalizada" a lo largo de los años.
2) Con relación al contexto secundario, o sea el motivo y circunstan-
cia de su obsequio al entonces presidente Perón, estimamos que para
verificar fehacientemente nuestra hipótesis sería necesaria una investi-
gación más particularizada en los archivos del Ministerio de Relaciones
Exteriores o en prensa de la época.
3) Respecto de la autenticidad del objeto, se deberían considerar va-
rios aspectos. En primer lugar, como hemos consignado en la Introduc-
ción, la Comisión Liquidadora de los Bienes de Juan D. Perón -donante
del objeto- lo define como "bastón del tipo de los usados por los curacas
de los indios bolivianos". Esto introduciría una razonable duda sobre si
el artefacto en cuestión fue "fabricado" especialmente para obsequiar al
entonces Presidente argentino -es decir que se trata de una réplica o
copia- o si se tomó una pieza característica y preexistente para el mismo
efecto. Este punto es de muy dificil dilucidación, aunque pudiera avan-
zarse en la investigación respecto de las circunstancias de su donación.
En segundo lugar y como consecuencia del ítem anterior, considera-
mos que debemos graduar su autenticidad en relación con su capacidad
significante del contexto de producción originario. De la inspección ocu-
lar que hemos practicado, y cuyos resultados se reflejan en el punto 3,
hemos llegado a la conclusión de que se trata de una pieza realizada en
forma totalmente artesanal, con técnicas tradicionales de platería, y que
refleja cabalmente el universo estético y simbólico de la cultura mestiza
resultante de la sincresis entre elementos culturales hispánicos e indí-
genas, lo cual lo convierte en un objeto netamente folklórico. En este
sentido, más allá de si fue efectivamente utilizado por algún curaca, con-
sideramos este bastón como un eficiente vector del concepto señalado de
"cultura mestiza" o "criolla".
138
6 Recomendaciones museográficas
En función de lo expuesto, consideramos que la contextualización
del objeto en el ámbito del Museo Histórico Nacional registra tres posi-
bilidades, de menor a mayor densidad en sus posibilidades de significa-
ción:
1) La tradicional, que lo remitía exclusivamente a la figura de Juan
Domingo Perón, en cuanto a que había sido de su pertenencia.
2) Ubicarlo en el marco de las relaciones internacionales durante sus
primeros gobiernos, o en el de la situación política del subcontinente en
el mismo periodo.
3) Contextualizado en el sector destinado a la "Incorporación del Río
de la Plata al ámbito de la dominación hispánica".
Consideramos esta última opción la más acertada. La originalidad del
objeto, su carga simbólica y, como consecuencia de ésta, sus posibilida-
des expresivas, hacen del mismo un valiosísimo significante -repetimos-
de los procesos de sincresis cultural originarios de la actual cultura his-
panoamericana.
NOTAS
139
19 Ver Juan J. Tschudi, II, p. 227: Julio A. Storni, p. 199 y ss.: Horacio
Urteaga, p. 57 y ss., 114 y ss.; Arturo Urquidi, p. 98 y ss.
20 Adolfo Colambres, pp.196-197.
21 Relación del origen e gobierno que los Ingas tuvierony del que había
antes que ellos señoreasen a los indios deste reino y de qué tiempo de otras
cosas que al gobierno no convenía declaradas. Por señores que sirvieron al
Inga Yupanqui y a Topainga Yupanqui, a Guainacapac y a Huáscar Inga
(Archivo de Indias 70-1-30) en Horacio Urteaga, 1920, 57 y ss.
22 Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia
(CSUTCB). enero de 2002.
23 Arturo Urquidi, p.-208 y ss.
24 Adolfo Colombres, p. 243.
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Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación", Tomo XX. La Pla-
ta, Universidad Nacional de La Plata, 1930.
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SÍNTESIS HISTÓRICA DEL BARRIO DE SAN NICOLÁS
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bre, aunque en él albergue las dependencias de distintas reparticiones
del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Como esta plaza era más grande que la Nueva, pronto la actividad que
se desarrollaba en ésta se desplazó a la Amarita, que era más céntrica y
también casi vecina a la Capilla de Nuestra Señora de los Remedios y
San Miguel Arcángel, en la esquina actual de Bartolomé Mitre y Suipacha,
que allí funcionaba desde 1733.
En el año 1749 una congregación de religiosas, las "Hermanas Capu-
chinas" provenientes de Chile, se instalan en el convento anexo a la Igle-
sia de San Nicolás, trasladándose luego, al cabo de 7 años, a la de San
Juan por considerarse que el emplazamiento de tal convento no era el
adecuado. Por ese entonces el lugar era conocido como el barrio del "taco
verde" en directa alusión a las suciedades de los animales que pululaban
por el lugar, siendo los residentes de estos lugares reconocidos en la
zona céntrica de la ciudad, por las marcas "verdes" que las mismas deja-
ban en su calzado.
Como consecuencia del crecimiento de la Ciudad, por resolución Real,
en el año 1769, se crean nuevas parroquias. A la de San Nicolás que ya
era ayuda parroquia se le anexaría una legua ampliando su jurisdicción,
convirtiéndose en Parroquia de españoles.
Su territorio propio abarcaba un cuadrilátero formado por las hoy ca-
lles Paraguay, Maipú, H. Yrigoyen y Uruguay; fuera de estos límites, aun-
que dentro de los actuales, dos iglesias se habían erigido: en 1753 la de
Santa Catalina de Siena, en las actuales calles de San Martín y Viamonte,
y Nuestra Señora de la Piedad del Monte Calvario en 1762 . aunque en el
sitio en el que se construyera en 1752 se oficiaban misas en el oratorio
que el portugués Manuel Gomes había levantado, en la quinta de su
propiedad, en la actual calle Bartolomé Mitre.
También en el año 1759 se realizan los primeros intentos de pavimen-
tar las calzadas de la ciudad. Una calle de la parroquia en sus límites
actuales seria, según el testimonio del Virrey Arredondo, la primera en
tener este privilegio: "La Calle de las Torres una cuadra al Oeste de las
Plaza". vale decir Rivadavia entre San Martín y Florida.
San Nicolás, frenado por el Tercero del Medio, crecía muy lentamente
salvo el sector aledaño a la actual Plaza de Mayo donde la población era
densa hasta Cangallo (hoy Juan D. Perón).
En la encrucijada de esta calle con la de Reconquista, desde el año
1602, se encontraba la capilla de Nuestra Señora de la Merced, pertene-
ciente al Convento de San Ramón, construyéndose en 1674 un templo
que reemplazó a esta. El actual comenzó a edificarse en los albores del
Siglo XIX, no conociéndose con total certeza la fecha.
144
El desarrollo de la Ciudad era más notable hacia el Sur, lugar de resi-
dencia de las familias más notables. San Nicolás formaba parte del área
periférica, semiurbana, con menor densidad poblacional, donde las vi-
viendas de menor categoría alternaban con actividades rurales e inci-
pientes industrias artesanales.
Como consecuencia de la creación del Virreynato del Río de la Plata,
las innovaciones produjeron un incremento notable en la actividad del
puerto y su consiguiente prosperidad económica. La población se
triplicaría en un lapso de treinta años
En el año 1774 se inaugura un edificio para Hospital próximo a la
Iglesia de San Miguel, la que ya tenía su nuevo templo desde 1 753. Diez
años más tarde, una resolución del virrey Vertiz convertiría desde el 1º
de enero del año 1784 a la Plaza Amarita en paradero obligado de las
carretas que, provenientes del Norte, entraban a la Ciudad por la hoy Av.
Santa Fe; por esa razón se mejoran sus accesos, fijándose también a la
calle que pasa frente a dicha plaza (Carlos Pellegrini) como límite de la
zona que se pretende iluminar, como quedara asentado en el llamado a
licitación para la obra, del 1 º de Julio de 1788.
A comienzos del siglo XIX, la Ciudad se había extendido más allá del
limite geográfico impuesto por los arroyos (Terceros). El que atravesaba
San Nicolás, conocido como Zanjón de Matorras, había sido superado
por la edificación compacta alcanzando el Norte, "El Retiro", dónde ya
aparece en planos de la época la Plaza de Toros. Por el Oeste la expansión
llegaba hasta la calle San Pablo (Paraná) superando a la de la actual calle
Libertad, primitivo limite de Juan De Garay, aunque todavía había secto-
res sin ocupar (Huecos) y quintas indivisas cercadas por pitas y tunales.
En materia de pavimentación, como consecuencia del plan ejecutado
por Boneo, encargado del ramo durante el virreinato de Aviles, se habían
logrado progresos notables, como los empedrados de la calle Maipú, cono-
cida por ese entonces como "calle de los Mendocinos" por comerciar en
ella las carretas provenientes de la región de Cuyo, como así también el
de Florida que, junto con el anterior, facilitaban el acceso a la Plaza de
Toros, lugar éste que aportaba importantes ingresos para "el ramo del
empedrado".
Estas mejoras, como así también la eliminación de pantanos, fueron
trayendo el progreso a sus vecindades, comenzando la expansión comer-
cial al norte de la Plaza Mayor a lo que contribuyera en gran medida la
utilización como precario puerto o fondeadero "El Pozo de la Merced" y el
desembarco, con su trasbordo en carretillas de las mercaderías y pasaje-
ros de aquellas embarcaciones que por su calado solo podían fondear aguas
adentro, a veces varias millas de la costa.
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Mientras tanto, la zona aledaña a la Iglesia de San Nicolás era consi-
derada todavía un arrabal, con casas de gente de escasos recursos, se-
gún lo probaría el testimonio del ecónomo del templo que, en un informe
del 26 de abril de 1806, expone que en virtud de los escasos fondos
disponibles por lo recaudado por la iglesia dados los bajos aranceles de
los servicios que presta. no se pueden hacer las indispensables repara-
ciones a la misma. Lo obtenido sólo alcanzaba para pagar el consumo de
cera y vino de las 14 a 16 misas que se oficiaban por día.
Luego de la Revolución de Mayo de 1810, como consecuencia de la
construcción de la fabrica de fusiles, se desarrolló todo el sector ya que la
planta de producción de armas trajo como consecuencia la edificación de
muchos ranchos en sus contornos.
El 23 de Agosto de 1812 los vecinos de San Nicolás, con motivo de una
celebración en la Plaza Nueva, presenciarian por primera vez cómo en la
torre de la Iglesia los colores azul y blanco de la bandera flameaban en la
Ciudad.
Hacia el Noroeste de allí estaba un célebre hueco conocido como el
"de Zamudio", zona poblada por marginales y refugio de elementos de
mal vivir; sin embargo con la instalación del "Parque" en el sitio en el que
hoy se encuentra el Palacio de Justicia comenzó un gran cambio, sobre
todo cuando en la manzana comprendida por las actuales calles Viamonte,
Córdoba, Uruguay y Paraná, un consorcio de comerciantes ingleses en
su mayoría aportara capitales para la construcción del "Vauxhall" o "Par-
que Argentino". Al frente de este emprendimiento estaba don Santiago
Wilde, pero lamentablemente no prosperaría demasiado, fundamental-
mente por su dificil acceso, en especial los días siguientes a los de lluvia.
Como consecuencia de las normas urbanísticas dictadas durante la
gestión de Rivadavia, las calles del barrio sufrirían cambios. De esa épo-
ca datan la apertura de Rodríguez Peña, conocida como calle "De las
Garantías" y la primera avenida de circunvalación, la hoy Av. Callao, la
que en sus inicios fuera conocida como "De las Tunas".
A medida que los comerciantes ingleses, escoceses e irlandeses se
fueron estableciendo en el país, lo hicieron principalmente en la calle del
" 25". es decir 25 De Mayo en el presente, aunque las grandes casas de
importación y exportación ya establecidas lo estaban en la parte Sur,
próximas a los primitivos lugares de desembarco.
En la zona norte de la Plaza, comienza a desarrollarse la construcción
en el estilo que se denominó "post-colonial" con casas con azotea transi-
table y barandas de hierro.
Sobre la costa, frente a la Alameda en las inmediaciones del Fuerte y
de La Merced, se desarrollaron actividades propias de la vida portuaria,
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proliferando hospedajes y tabernas de dudosa reputación donde tenían
su hábitat carretilleros, changadores y toda la "fauna" propia de estos
lugares.
En 1823, el Convento de San Ramón se había transformado en cuartel
y hospital militar; el templo pasó a la Curia convirtiéndose a partir de
1830 en parroquia de "Catedral al Norte". En otro predio de la misma
manzana se estableció el templo inglés aun existente.
En lo que luego fue Paseo de Julio y hoy la Av. Leandro N. Alem, el
coronel Arenales, por ese entonces Jefe del Departamento Topográfico
de Felipe Senillosa, durante el gobierno de Rosas ejecutó La Alameda
sobre terrenos ganados al río remodelando así el paseo que desde la épo-
ca de Vertiz se conocieran con el mismo nombre.
También se empedraron todas las calles del perímetro central. La mala
calidad de estos pavimentos trajo aparejado resultados poco satisfacto-
rios ya que la utilización de piedra de los "criaderos" de Martín García no
era apta para su labra pues no se obtenían piezas mas o menos regulares
que hicieran que el transito sobre ellas no fuera tan penoso.
Posteriormente a la caída de Rosas. se dictó en 1854 la ley de Munici-
palidades que dividía a la ciudad en 11 parroquias y creaba varias comi-
siones. La de Obras Públicas tenia asignada la tarea del "Arreglo, com-
postura y desagüe de las calles", pero los trabajos se demoraban. Sin
embargo otras obras notables se concretaban como la del primer edificio
del teatro Colón en el año 1856, erigido en el solar que hoy ocupa el Banco
de la Nación, o el primitivo edificio del Mercado del Plata en la ex Plaza
Amarita, ya conocida por ese entonces como "De Las Artes".
Al año siguiente, en 1857, la ciudad padeció una epidemia de cólera;
las fuertes críticas desatadas forzarían un ambicioso plan de pavimentación
que abarcaba todas las calles del municipio.
La Memoria municipal de esos años da cuenta que de las 9.000 tone-
ladas de piedra adquiridas para el empedrado público, 1.000 le fueron
asignadas a la empresa del Ferrocarril para la pavimentación de la esta-
ción Parque y precisamente desde allí, el 1ªde abril de 1857, "La Porte-
ña" hacía su viaje inaugural hasta "La Floresta" iniciando así el trasporte
ferro viario en el país.
En 1860 una comisión de vecinos caracterizados del barrio, presidida
por Mariano Miró, piden a las autoridades se mejoren y terminen las
obras del paseo público conocido como "Del Parque" y hoy Plaza Lavalle.
Ya para ese entonces la expansión comercial al influjo de nuevas acti-
vidades, producto de la implantación de las maquinas en la economía
nacional, había cubierto toda la zona de lo que hoy se conoce como "Cen-
tro". Las residencias familiares, sobre todo las de planta baja. iban dejan-
147
do su lugar al ejercicio de estas actividades, aunque manteniéndose to-
davía las de las familias tradicionales como Atucha, Ezcurra, Lynch, Ma-
dero, Caprile, Anchorena, Ocampo, etc.
En 1862 se inauguró el edificio de la Bolsa de Comercio; su fachada
realizada en estilo Segundo Imperio Francés le daba características mo-
numentales. Otros edificios notables como la Curia y la Escuela Modelo
Catedral al Sur de la calle Reconquista, aún en pie, denotaban la influen-
cia de los arquitectos y albañiles italianos.
En San Nicolás, quizás como en ningún otro barrio, se manifestaron
estas innovaciones que tenían sus decididos partidarios, pero que tam-
bién generarían fuertes críticas por los continuos cambios que se produ-
cían variando continuamente la fisonomía, algo que persiste hasta nues-
tros días.
De la lectura del Gran Mapa Mercantil de 1871, editado por Rodolfo
Kratzenstein, se verifica el perfil de las actividades que con el correr del
tiempo darían características propias a toda la zona. Aparecen allí el Ban-
co Provincia, el Banco Argentino, el de Londres y Río de la Plata y el Banco
Mauá y Cía. Casas de cambio como las de Bergallo o Salas en la calle San
Martín, joyerías como Luis Peretti y Cía, también cigarrerías como la de
José León; agencias de lotería, casas de seguros, agencias marítimas,
hoteles, ferreterías, zapaterías y por supuesto cafés y confiterías.
Entre los primeros el famoso Café y Restaurant de los Catalanes, en la
esquina Noreste de San Martín y Cangalla, el antiguo café San Nicolás en
Suipacha y Corrientes o el de San Miguel en Piedad (hoy Bartolomé Mitre,
casi Suipacha). Entre las confiterías la del Gas en su primitiva ubicación
de Suipacha y Rivadavia que luego se trasladara, hasta su desaparición,
a la esquina de Esmeralda y Rivadavia, frente a la casa que ocupara el
célebre político Lisandro de la Torre.
En el solar natal de Bartolomé Mitre, en Suipacha y Lavalle, esquina
sudeste, por esos tiempos estaba la confitería de A. Lamarque y Cia.,
lugar en el que en épocas coloniales funcionara una atahona. Según lo
consignado en este plano, en el sector de San Nicolás comprendido por
las presentes calles Carlos Pellegrini, Lavalle, Leandro N. Alem y Rivadavia
sólo funcionaban tres salas destinadas al teatro. El Colón, el Franco Ar-
gentino frente a la Iglesia de La Merced y el Coliseum en Lavalle entre
Esmeralda y Suipacha.
Por el año 1872 se habilitó el muelle de Las Catalinas que se sumaba
al de pasajeros, construido frente a la Capitanía en Paseo de Julio y Sar-
miento; la estación Central del Ferrocarril, allí próxima con su edificio de
madera, se había terminado en 1859, incendiándose en 1897 y desapa-
reciendo así, para muchos, un adefesio que afeaba a la Ciudad.
148
Los tranvías a caballo habían comenzado a circular por las calles del
barrio en 1869. Por Esmeralda, Suipacha, Cangallo, Cuyo, Artes, Parque,
San Martín, 25 de Mayo, Reconquista, Rivadavia y el Paseo de Julio, se
habian tendido sus rieles, lo que según el convenio con el Municipio
significaba a su vez un mejoramiento del pavimento de estas calles, pa-
gado en gran parte por las compañías concesionarias de este medio de
locomoción.
En el año 1880 se produce la federalización de la Ciudad, convirtién-
dose así ésta en la Capital de la República, "La Gran Aldea" pasaría a ser
pronto una urbe cosmopolita. Por ese entonces, en 1884, luego de la
demolición de la Recova vieja se inaugura la Plaza de Mayo. Las crónicas
periodísticas dan cuenta del ritmo espectacular de las obras, dirigidas
personalmente por el intendente Torcuato de Alvear. Si bien es cierto
que, de acuerdo a los limites actuales barriales, la Plaza estaría en el
vecino Monserrat, gran parte de los edificios que le hacen marco como La
Catedral o el Banco Nación se encuentran ubicados en San Nicolás.
Cuando en 1889 comienza a operar el Puerto Madero, la evolución del
barrio se acelera notablemente, las calles renuevan sus pavimentos,
muchas son asfaltadas o enmaderadas reemplazando a los toscos empe-
drados, ya algunos habían sido cambiados por adoquinado moderno al
igual que los sistemas de alumbrado utilizados hasta esos tiempos. Las
obras de infraestructura de servicios crearon una formidable maraña de
redes subterráneas y aéreas con la ejecución a su vez de las obras de
saneamiento, incorporando a la Ciudad su sistema de desagües
pluviocloacales hoy conocido como "Radio Antiguo"
Un ejemplo de esta renovación urbana lo constituy6 la apertura de la
Av. de Mayo, concluida en 1894, cuando aún los limites del barrio la con-
tenían ya que el mismo se extendía hasta la calle Victoria, hoy Hipólito
Yrigoyen.
El siglo XX se iniciaría en plena crisis económica, la que se vió refleja-
da en la casi paralización de las construcciones; cuando la misma co-
mienza a declinar, el bienestar económico comenzaría a manifestarse.
No sólo se construyen nuevos edificios, sino que también se refaccionan
y "modernizan los frentes" de otros, en no pocos casos construcciones no
muy antiguas son reformadas para construir locales destinados al co-
mercio, principalmente en su planta baja.
Es éste periodo el que marca el inicio de los edificios ganando las
alturas, con algunos que ya alcanzan los seis pisos o más de elevación;
aunque el total de éstos en la Ciudad no pase de treinta y seis, la mayoría
de ellos pertenecerán a San Nicolás.
149
En el año 1904 se proyecta la Av. Norte a Sud, que no es otra que la
actual 9 de Julio, ejecutada por tramos; su concreción demandarla mu-
chos años siendo modificado su diseño en diversas oportunidades.
Un ejemplo muy notable de transformación, dentro de los actuales
limites barriales, lo constituyó el sub-barrio Tribunales que así comenzó
a ser identificado cuando el predio en el que estaba emplazado el Parque
de Artillería fuera ocupado, a partir del año del Centenario, 1910, por la
sede del Palacio de Justicia. Este edificio había comenzado a construirse
en 1905, siendo contemporáneo con el Nuevo Teatro Colon, inagurado el
25 de Mayo del 1908 con la representación de la ópera Aída.
No muy lejos de allí, en la Plaza del Temple, actuales calles Suipacha
y Viamonte, abriría sus puertas frente a ~na el Banco Municipal de Pres-
tamos en el local que hoy ocupa la Dirección General de Rentas del Go-
bierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esta construcción data
del año 1909; en la placita Suipacha, en el año 1926, se erigiría el monu-
mento a Manuel Dorrego, obra del escultor Rogelio Yrurtia.
Era ya la época del automóvil, del primer salón de vistas cinematográ-
ficas, de los primeros tranvías eléctricos en reemplazo, poco a poco, del
tranvía a caballo como quedara registrado en la memoria colectiva este
medio de locomoción de tracción a sangre.
El movimiento de gente de paso se acrecienta constantemente, atraí-
do por todo lo que el barrio le brinda, comercios, diversión, trámites en las
oficinas públicas, donde el centralismo hace necesario a los habitantes
concurrir de modo tal que la denominación de San Nicolás para referirse
al barrio o mejor dicho, a toda esta zona de la Ciudad, es superada por
otra, "Centro", aunque en rigor de verdad éste nada tenga que ver con el
centro geográfico de la misma.
Quizás este es el momento en que la calle deja de ser la extensión del
patio familiar para pasar a ser tierra de nadie y de todos, comercios im-
portantes con sucursales en todo el país, diversiones, consultorios y es-
tudios de profesionales renombrados, instituciones bancarias, casas
introductoras, etc., cuyos edificios modifican permanentemente no sólo
el aspecto, sino también los espacios físicos del barrio.
El ritmo veloz de estos cambios se frenaría con la Primera Guerra
Mundial. Sus efectos se harían sentir en todas estas construcciones,
muchas de las cuales se paralizarían por la falta de materiales importa-
dos que la incipiente industria local. no alcanzaba a proveer.
La Galeria Güemes en la calle Florida, con su pasaje a la de San Mar-
tín, constituyo una excepción ya que fue inaugurada en esos años, sien-
do el edificio más alto del país y el primero en tener ascensor.
150
A fines de los años 20, con la resistencia a los desalojos por parte de
sus inquilinos, se comenzaban las demoliciones para la apertura de las
"Diagonales". La Norte (Av. Roque Sáenz Peña) se convertirla en factor
preponderante del cambio que se producirla en San Nicolás.
Por esta época cantaba Gardel: "Como habrá cambiado tu calle Co-
rrientes, / Suipacha, Esmeralda, tu mismo arrabal. /Alguien me ha con-
tado que estas floreciente, / y un juego de calles se da en diagonal".
El edificio del templo de la Parroquia de San Nicolás de Bari caerá bajo
la piqueta, aunque su torre sobreviviría un tiempo más, pero hasta el
momento de su demolición total, acaecida en 1930, otras transformacio-
nes se habían producido.
Florida, en la que la inauguración de Gath y Cháves, en el año 1914,
marcó un acontecimiento fundamental para esta calle, cuyo auge al de-
cir de Manuel Mujica Láinez, se había producido hacia 1910: "Era aque-
lla una Florida señorial y doméstica. En su lenta peregrinación hacia el
Norte (desde el barrio Sur donde se instalara cuando la Gran Aldea co-
menzaba a vivir), la sociedad porteña hizo un alto momentáneo en Flori-
da".
La calle "Corrientes angosta", antes de su ensanche en 1928, se con-
sideraba el corazón del "Centro" de la noche porteña con sus cafés, sus
teatros, restaurantes y sus cinematógrafos, aunque estos últimos alcan-
zarian su esplendor con el cine sonoro y las nuevas salas como el Ópera,
Gran Rex, Metropolitan, Libertador, Broadway-hoy algunos de ellos con-
vertidos en playas de estacionamiento-, en sus máximos exponentes. La
calle Lavalle, en virtud de una ordenanza municipal de la década del 20
del pasado siglo, seria reconocida como la calle de los cines, denomina-
ción ésta hoy casi en desuso a la luz de las actividades que en la actuali-
dad en ella se realizan a partir de la crisis que invadió al cinematógrafo.
La otrora zona de la Alameda y luego Paseo de Julio, se modificó
sustancialmente con la habilitación de Puerto Madero, cuya construc-
ción generó en la zona aledaña la aparición de amplios predios.
La zona donde se desarrollaban actividades portuarias, en algunos
casos no del todo consolidadas, a partir de los terrenos ganados al río,
seria la que por el año 1928 un emblemático edificio, el Palacio de Co-
rreos, daría también su nombre, para identificar a este sector del barrio.
Allí cerca, frente a este edificio, en la esquina noreste de las avenidas
Corrientes y Leandro N. Alem, había sido erigida una construcción que
por mucho tiempo, hasta ser demolida, se había constituido en un punto
referente del "Bajo", la Casa de la bodega "Calvet", como aún hoy la recova
lo sigue siendo en la acera oeste de la Av. Alem.
151
En esta zona, en la manzana comprendida por Av. Corrientes, Bouchard,
Lavalle y Av. Madero, se instalaría en el año 1931 el "Luna Park" que
habría de ser trasladado allí luego del desalojo de su anterior ubicación
en la actual Plaza de la República .
La década de los años 30 del anterior siglo sería pródiga en materia de
transporte subterráneo; en su inicio la línea "B" habilitaba su primera
sección hasta la Av. Callao desde Chacarita por debajo de la Av. Corrien-
tes, en 1934 otra línea, la "D", haría lo mismo entre Plaza de Mayo y
Palermo, librándose también al servicio dos años más tarde el que uniría
la Plaza Constitución con la de Retiro, es decir la línea "C"
En este último año de 1936, la tarde del sábado 25 de Mayo, sería
inaugurado en la flamante Plaza de la República el Obelisco, monumento
que fuera muy criticado, llegándose hasta proponer su demolición, pero
que finalmente se convirtiria en un símbolo casi obligado de la iconogra-
fia actual de Buenos Aires.
Esta plaza, desde su diseño original, tuvo variadas modificaciones.
Nacería como una plaza seca, totalmente pavimentada, de forma circu-
lar, con un diámetro de 60 metros: posteriormente, en el año 1967, fue
remodelada pasando a tener la forma actual con la incorporación de zo-
nas verdes y espacios para estar. Cuando transcurrieron cuatro años, en
1971, por necesidades impuestas por el tránsito automotor prácticamen-
te quedó dividida en tres partes. Una plazoleta central donde está empla-
zado el Obelisco (posteriormente cercado en el año 1990) y dos plazuelas,
una al sur y otra al norte del mismo, siendo esta última la más transitada
y concurrida.
La recurrencia de los cambios en el trazado de la Plaza de la República
ha sido notable, dado que prácticamente desde su construcción pocas
han sido las administraciones del gobierno de la Ciudad que no hayan
modificado su fisonomía, existiendo además proyectos que solo quedaron
en eso.
Con posterioridad a la apertura de la Av. 9 de Julio en el sector de la
Plaza, otro sitio de San Nicolás cambiaría fundamentalmente. Al ser de-
molido el Palacio Miró, la antigua plaza Del Parque que desde 1878 lleva-
ba el nombre de Lavalle seria ampliada. La estatua del prócer había sido
inaugurada en la calle Tucumán, cuando ésta cruza este espacio verde,
en el año 1887.
En su transfiguración continua, las construcciones en San Nicolás,
con el avance del siglo XX fueron alcanzando grandes alturas. El edificio
Comega en Av. Corrientes y Av. Leandro N. Alem, esquina suroeste, con
sus 21 pisos; el Safico sobre Av. Corrientes con 26 pisos y 100 metros de
152
altura, la torre Alas, con 41 pisos y 180 metros de altura, fueron "rasca-
cielos" que en el momento de su construcción llenaron de asombro a los
porteños. Éste último, no hace mucho remodelado, es el más alto en el
mundo con estructura de hormigón armado.
Otros edificios que constituyeron obras notables en su momento fue-
ron el Mercado "del Plata" y el complejo del Centro Cultural General San
Martín, entre los públicos, y el Banco de Londres y América del Sud,
entre los privados, sólo por citar algunos ejemplos.
Cambios de relevancia en la faz urbanística del barrio, se llevaron a
cabo por en el decenio 70 del antecesor siglo, como la peatonalización de
las calles Florida y Lavalle, o la formación de la plaza Roberto Arlt en el
solar en que otrora funcionara la "Asistencia Pública". Otro espacio se-
mejante se habilitaría el 4 de Marzo de 1982 en la intersección de la Av.
Corrientes y Reconquista: la Plazuela San Nicolás que recuerde tal vez a
los caminantes el nombre del barrio, sobre todo si presta atención a su
escudo, obra del maestro escultor Juan Carlos Ferrara, quien a instan-
cias de la Junta de Estudios Históricos de San Nicolás creara el emblema
barrial.
En el subsuelo de esta plaza funciona una playa de estacionamiento,
construida dentro del marco de un plan que también incluyó otras den-
tro de los limites barriales, como las ubicadas bajo la superficie de la
Plaza Lavalle, la de la Av. Córdoba o la aledaña al edificio del Correo Cen-
tral.
En el año 1990 se inauguró el complejo "La Plaza" que modificará el
paisaje urbano de ese sector, donde el mercado existente y las parrillas
como Bachin o Chiquin -como lo fuera también el restaurante Pippo cuan-
do aún conservaba su identidad popular-, con los manteles de papel de
sus mesas y sus inefables mozos en la atención de las mismas, creaban
un ambiente bohemio, estudiantil o familiar según los días u horarios
habilitados.
Esta zona, así como Tribunales, la City bancaria, el Bajo, Libertad,
Cortada Carabelas, Pasaje La Piedad. o la mítica Corrientes que alguna
vez fuera nombrada como "la calle que nunca duerme" constituyen sitios
que de por sí se identifican y ubican perfectamente dentro de la geografia
porteña, condición esta que no se da en otros barrios de la Ciudad, por lo
menos en tal cantidad, como también ocurre con el número de Parro-
quias que hoy tienen jurisdicción en él. Así a la de San Nicolás de Bari,
con su templo fuera de los limites oficiales del barrio, al igual que las de
Nuestra Señora de las Victorias, Del Socorro y Santísimo Sacramento, se
suman las de Nuestra Señora de la Piedad, San Miguel Arcángel y La
Merced con sus templos en el territorio barrial.
153
La pretensión de este trabajo ha sido la de reseñar, cronológicamente,
algunos hitos de la evolución fisica del barrio, tratando de reflejar en él la
influencia que los cambios lógicos que trae el devenir del tiempo produ-
cen en las ciudades como la nuestra, Buenos Aires, con sus sólo cuatro-
cientos veinticuatro años de existencia. El día oficial del Barrio de San
Nicolás fue instituido por propuesta de la Junta de Estudios Históricos
del mismo, el 23 de Agosto, en coincidencia con el que por primera vez la
bandera de nuestra Patria luciera sus colores en la Ciudad, tal como se
puede leer en la inscripción de la cara Norte del Obelisco.
BIBLIOGRAFÍA
154
TEMAS
INSTITUCIONALES
ACTIVIDADES PATRIMONIALES
Período Mayo 2003-2004
Una de las misiones que tiene el Museo Histórico Nacional -el más
antiguo, el mayor y más completo repositorio histórico argentino-, es la
de exhibir sus colecciones, custodiarlas, mantenerlas en perpetua con-
sexvación, acrecentarlas y. sobre todo, explicar el sentido de cada objeto.
lo que significa, su origen y pertenencia para que el público en general.
que no tiene por qué conocer historia argentina con tanto detalle, pueda
tener suficiente información de cuanto ha ocurrido en el país desde el
descubrimiento del continente americano -y aún más lejos, si cabe-, com-
prenderlo y también sentir la emoción de la belleza. si el objeto tiene arte
incorporado, o la emoción de conocer que perteneció a próceres venera-
dos, que estuvo bajo su vista o fue de su uso. La tarea de investigación
museística es permanente y nos compete de manera directa y casi insos-
layable. Y poca cosa podemos hacer en el mundo si no valoramos debida-
mente nuestros origenes y nuestro pasado; por e1 contrario, de no hacer-
lo, caeremos prosternados ante cualquier cultura externa dominante,
alienando el espíritu que tuvieron nuestros antecesores ..Perderíamos la
nación, la sociedad a la que estamos incorporados, nuestra "manera de
hacer" y, con ella, nuestra "forma de ser", nuestra diferenciación. Orgu-
llosos, pues, de nuestro pasado, los bienes del museo de historia son refle-
jos de la Argentina sobre cuyos pilares asentamos nuestra vida.
ACTIVIDADES EDILICIAS
157
los correspondientes desagües para cubrir las necesidades de dicha Área
de Mantenimiento.
En otro orden, se han construido derivaciones en las canaletas de
desagüe de las azoteas y pretendemos continuarlas en los próximos me-
ses para garantizar el adecuado drenaje en días de lluvia. En el mismo
sentido se han retirado restos de materiales sobrantes de la obra en las
mismas áreas.
Por último, pero no menos importante, el 17 de agosto de 2003, en el
marco del tradicional homenaje al Libertador, patrono del MHN, con la
asistencia de destacadas personalidades y de la Fanfarria "Alto Perú" del
Regimiento de Granaderos a Caballo, se procedió a la reinstalación de las
grandes placas de bronce de la entrada a la institución -robadas a prin-
cipios del mismo año- que fueran donadas por la firma BALDONI E H1Jos.
158
dormitorio del prócer con su mobiliario original. consistente en control de
plagas, limpiezas periódicas, control de temperaturas y humedad, etc.
ACTIVIDADES DOCENTES
Y DE EXTENSIÓN CULTURAL
159
tor Juan José Cresto con la asistencia de los profesionales de la Institu-
ción Prof. Viviana Ísola, Lic. Carlos Larrosa, Mus. Diego A Ruiz y Lic.
Miguel Ruffo. El mismo, auspiciado por la Asociación de Amigos del Mu-
seo y homologado por el SINAPA (Sistema Nacional para la Profesión Ad-
ministrativa), registra una asistencia de más de 200 cursantes.
Rubén Ferrero
Grupo de Danzas Folklóri.cas de Salón
Grupo Vocal de Cámara
Ensamble Vocal Almagro
Alberto Odicino. Guitarra antigua
RallenTango. bandoneón, guitarra y voz
Coro del Centro Cultural Borges
Coro Kantarte
Mónica Hiertz. Guitarra antigua
Coro Repertorio Alemán
Cuerda pa' rato. Grupo de guitarras
Coro Nostro
Coro de la Iglesia de la Merced
Coro Iglesia de La Rábida
Coro A mi Canto
Res Facta. Música antigua
Grupo de Música Celta. Coro e instrumentos originales
Coro de Hurlingham
Grupo de Música Medieval
Coro Moreno
Coro de la Facultad de Agronomía
Grupo de Música de Cámara La Brígula
Orquesta de Cámara del Liceo Británico
Ensamble de Bronces
Coro de la Universidad Nacional de San Juan
Diana de la Torre. Tango
160
El ciclo mantiene su continuidad durante el presente año, con una
programación que es difundida por los principales medios de comunica-
ción.
EXPOSICIONES TEMPORARIAS
17 DE AGOSTO DE 2003
"GLORIAS SANMARTINIANAS"
Muestra en conmemoración del 153º aniversario
del fallecimiento del general San Martin
11 DE DICIEMBRE DE 2003
"ARTIGAS Y SU TIEMPO"
Muestra Homenaje a la República Oriental del Uruguay
161
29 DE ABRIL DE 2004
"DESDE EL FONDO DEL ARCÓN DE LA HISTORIA"
Se trata de una muestra cuyo principal objetivo fue exponer una im-
portante cantidad de testimonios iconográficos y materiales que por di-
versas razones habían permanecido largo tiempo en reserva, puestos en
valor y acondicionados. Su temática abarcó diversos momentos de las
luchas por la Independencia en el ámbito hispanoamericano así como
los conflictos surgidos entre las jóvenes naciones, como la guerra del
Brasil y la de la Triple Alianza. Se extendió hasta fines de julio.
22 DE MAYO DE 2004
"SEMANA DE MAYO EN LA COMUNA DE Los REARTES"
162
ACTOS, CONFERENCIAS Y HOMENAJES
3 de Abril de 2003
INAUGURACIÓN DE LA EXPOSICIÓN TEMPORARIA
"CÁNDIDO LóPEZ, SOLDADO Y PINTOR"
1 Exposición de homenaje
Hace un siglo, el 31 de diciembre de 1902 a los sesenta y dos años,
moría en Buenos Aires, la ciudad que lo había visto nacer, el pintor y
soldado Cándido López, cuya obra se encuentra mayoritariamente en el
Museo Histórico Nacional. Al cumplirse el centenario de su desapari-
ción el Museo, que guarda todos las reliquias de la Patria y es el mayor
repositorio del ser nacional, rinde homenaje a su memoria y expone su
obra, conjuntamente con otros objetos de la Guerra del Paraguay, como
suceso histórico.
2 El soldado
Muchas cosas han cambiado en un siglo, en el mundo y particu-
larmente en nuestro país. Una de ellas es la conciencia colectiva de sen-
timiento hacia la Nación y la sociedad que la compone. En otros tiempos
se enseñaba en las escuelas el valor del vocablo Patria, y lo que
involucraba el amor hacia ella; todos los países que se han preciado y se
precian de tener identidad nacional han privilegiado el sentimiento del
patriotismo. En los días de Cándido López, muchos veteranos de guerra
caminaban por las calles de la ciudad de Buenos Aires y por todas las
calles de todas las ciudades y de todos los pueblos de nuestra geografia
163
y llevaban con orgullo sus medallas o arrastraban con pudor y altivez sus
heridas, con la consideración y aprecio de sus contemporáneos. Desde
1806 -primera invasión inglesa- hasta 1880, con la revolución de Teje-
dor, miles de muertos y decenas de miles de heridos se recordaban y
honraban.
Cándido López fue un criollo como muchos, un joven como tantos que
asiste al frente de guerra del Paraguay donde dejaron su vida miles de
argentinos, de brasileños, de uruguayos y, sobre todo, de paraguayos,
cuyo país quedó prácticamente sin población civil fértil. Cuando alguien
lo vio en su taller trabajando afanosamente con su mano izquierda, l!l.dies-
trada después de ser amputada la otra, le dijo, admirado: "¡Qué gran
pintor sería usted si trabajara con la mano derecha!". Entonces, el vete-
rano de guerra se volvió indignado y le contestó secamente: "¡Pero no
sería el manco de Curupaity!".
En efecto, así se lo conoció y así lo reflejaron los periódicos con motivo
de su fallecimiento. Su obra ya era conocida, pero su actitud vital, mu-
cho más. Se lo admiraba porque se lo quería. Cándido López era modes-
to, era humilde. Lo era de verdad, no tenía falsa modestia y estaba con-
vencido de que su pintura sería un testimonio histórico.
Orgulloso de su herida aún más que de su arte, una crítica no sola-
mente menguada y parcial, sino mezquina y arbitraria, ha tratado de
restar del artista al soldado y patriota, al voluntario que va a la guerra
cuando lo convoca su bandera. al soldado que participa en varias bata-
llas y cubre su pecho de medallas y honores, que él mismo las usó hasta
el fin de sus días.
El 2 de junio de 1865 embarca en el vapor "Guardia Nacional". El 1ºde
julio acampa en Puesto del Medio, en agosto en Carano Cue, en septiem-
bre en Uruguayana -ha atravesado la provincia de Corrientes-. en octu-
bre en Paso de los Libres, en noviembre en Ayala Cue, en diciembre en
Ambrosio, en enero de 1866 en Tala Cue, de febrero a abril en Ensenadita,
en mayo en San Bento, entre junio y agosto en Yatay-ti, en septiembre en
Tuyutí, desde allí marcha a la Laguna Piris hasta el río Paraguay. cruza a
Curuzú, construyen escalera y juncos para el cruce, el 22 de septiembre
en Curupaity. En ese itinerario trágico ha intervenido en la batalla de
Yatay, en la rendición de Uruguayana, en Paso de la Patria, en la toma
del puente de ltapirú, en el combate de Estero Bellaco del Sud, en la
batalla de Tuyuti, en los combates de Yataity Corá, en Boquerón, en Sau-
ce, en Curupaity. Obtuvo como recompensas ocho medallas, cordones
de plata y el uso del escudo nacional en la manga derecha de su casaca.
Una granada le hace saltar la mano derecha en Curupaity, pero toma
su fusil con la izquierda y aún sigue adelante hasta que la pérdida de
sangre lo postra. Su ayudante lo venda pero lo mata un disparo, otro sol-
164
dado lo auxilia, pero también es muerto. Casi sin aliento, haciendo un
cabestrillo con el pañuelo de su ayudante se arrastra en retirada. Ha
perdido una mano pero es un héroe nacional. El doctor Lucilo del Casti-
llo lo opera de urgencia y le amputa la mano, pero se gangrena y poco
después le opera el antebrazo y ya en Buenos Aires le secciona el brazo
para salvar su vida.
Será un baldado, uno de los miles de veteranos que en aquella Argen-
tina poblaban las calles de sus ciudades. Heridos de todo tipo que reci-
bían el respetuoso saludo y cariño de la gente. Bastaba una mirada cual-
quiera, para que el baldado contestara sin dar explicaciones, porque la
palabra lo decía todo: "Ayacucho", "Maipo", "Chacabuco", "San Cala", "Bo-
querón", "Ituzaingó", "Ayohuma", "Suipacha", "Vuelta de Obligado", "Que-
bracho Herrado", "Rodeo del Medio", "Famaillá", "El Tala", "Ombú",
"Bacacay", "Tuyutí" y mil más. Largas y dolorosas guerras habían dejado
hondas cicatrices a quienes los sobrevivientes saludaban con profundo
respeto y les cedían el paso.
Era la Argentina criolla, desaparecida en la oleada inmigratoria, olvi-
dada por las actuales generaciones y hasta miserablemente denostada.
Vuelto a Buenos Aires, incorporado al Cuerpo de Inválidos, comienza
para López su hora más gloriosa. En lugar de abatirse por su desgracia,
adiestra su mano izquierda, donde logra progresos admirables. Como ho-
menaje a su médico cirujano que le ha salvado la vida, el doctor Lucilo
del Castillo, pinta sobre bocetos preexistentes el rancho que le había
servido al médico de "hospital de sangre" y se lo obsequia, hoy deposita-
do en el Museo Enrique Udaondo, de Luján. Pinta inicialmente "Cruce del
río Corrientes", "Fuerte de Curuzú", "Hospital de sangre brasilero". Había
nacido otro pintor y éste será de gloria imperecedera.
3 El pintor y retratista
Nace Cándido López en la ciudad de Buenos Aires, en el año temi-
ble de las reacciones entre Rosas y máximo odio entre las facciones riva-
les. El país está en guerra exterior y en levantamientos armados en el
interior cuando ve la luz en el criollo hogar de Sebastián López y Josefa
Vera, en una casa de las afueras, Victoria casi Cambaceres (hoy Hipólito
Irigoyen casi Bernardo de lrigoyen) el 29 de agosto de 1840. El matrimo-
nio tuvo cuatro hijos. ·
El niño aprende las primeras letras, probablemente en la Escuela de
Monserrat y bien pronto toma clases de dibujo con los maestros Carlos
Descalzo y Baldassarre Verazzi. Pinta imágenes religiosas. Estudia en el
colegio secundario, que no concluye, pero a los 18 años ya realiza a color
un "autorretrato" y dos obras, a una que denomina "El mendigo" que,
según dijo él mismo, se trata de un pordiosero que encontró una mañana
en la puerta de la iglesia de la Recoleta y la otra una composición que
165
denominó "San Jerónimo" y que donó en 1864 a la Iglesia principal de
Mercedes en la provincia de Buenos Aires.
A partir de 1860 el joven Cándido López, logra hacerse conocer como
eximio retratista. con altos ingresos. Visita numerosas poblaciones de la
provincia de Buenos Aires pero se instala en Mercedes. Por lo que se
observa, no participa de actividades políticas en los días revueltos de
Cepeda y Pavón, pero parece en enrolarse con Mitre, cuyo retrato pinta y
hoy puede verse en el Museo que fuera la casa del patricio, en Buenos
Aires. Viaja a Chivilcoy, Bragado, Luján, Carmen de Areco y otras locali-
dades, ejerciendo su oficio. En 1863 regresa a la casa paterna, en Bue-
nos Aires, donde conoce al artista Manzoni, que está por regresar a Italia.
El joven López, que toma sus clases de color y técnica pictórica, quiere
acompañarlo a Europa, pero el pintor le recomienda que viaje previa-
mente a las provincias andinas para integrarse al conocimiento de los
paisajes del Interior.
López se instala en San Nicolás, en 1865, sin embargo los aconteci-
mientos públicos, en los que el joven no ha querido hasta ese momento
involucrarse, cambiarán su vida y su destino. En efecto, el 13 de abril de
1865, sin declaración de guerra previa conocida -(ella se había llevado a
cabo en Yaguarón en el mes de marzo anterior, pero no se conoció)- el
"presidente - dictador" del Paraguay, mariscal Francisco Solano López
apresó por la fuerza dos navíos anclados en el puerto de la ciudad de
Corrientes, a la vez que tomó dicha ciudad, nombró autoridades, se llevó
prisioneros, hubo numerosas muertes, el gobernador debió fugar al inte-
rior de la provincia para organizar la resistencia, y se hicieron otros des-
manes que son propios de la guerra. Frente a este atropello, el Poder
Ejecutivo de la Nación, declaró la guerra. La noticia llegó a San Nicolás
conjuntamente con la firma del Tratado de la Triple Alianza. El joven
López no duda y se presenta como voluntario para marchar al frente de
guerra. Lo instruyen y recibe el grado de Teniente Segundo. Dijo después
en 1887, él mismo: "Al presentarme como soldado voluntario en defensa
de mi patria en la guerra nacional. me propuse también servirle como
historiador en el pincel." Habla y se expresa como patriota, mucho más
que como pintor, pero sin suponerlo él mismo, su obra será tan trascen-
dente que el artista superó y hasta sepultó al soldado.
4 El pintor mutilado
La guerra termina. Trabaja en Buenos Aires en el taller de calzado
de su hermano -Piedras y Alsina- y pinta "Pasaje del arroyo San Joa-
quín, "Campamento argentino en Uruguayana" y "Rendición de
Uruguayana", entre 1868 y 1876, que se hallan en la Casa del Acuerdo
de San Nicolás. Su batallón de 87 hombres ha regresado a ese pueblo con
166
menos de diez soldados y éste es el homenaje que le hace a su ciudad
adoptiva.
En 1872 se casa con Emilia Magallanes y con ella tendrá doce hijos.
En 1880 pasa a vivir a Carmen de Areca, partido de Baradero, donde
desarrolla tareas agrícolas que no le dieron buenos resultados. En 1884
el comprador de la estancia, doctor Norberto Quimo Costa, se encuentra
con López y lo insta a continuar su interrumpida obra y a exhibirla.
El nombre, la figura expectable dentro de la sociedad y de la política
argentina de Quimo Costa, tiene una importancia trascendente en la
vida del pintor, que habría de marcar un hito artístico. Fue su verdadero
mecenas que le permitió residir en su estancia de Baradero con despreo-
cupación dineraria para ocuparse plenamente de su pintura. Sin Quimo
Costa no hubiese podido realizar esa tarea que exigió laboriosidad, con-
tinuidad y grande esfuerzo por la infinidad de detalles que tienen sus
lienzos. Asimismo López consultó a los actores de la contienda como los
generales Garmendia, Arredondo, Roca, Luis María Campos. En una en-
trevista con Mitre éste, ya sexagenario y ocupado de sus estudios histó-
ricos, se vio retratado en su obra "Asalto a Curupaity" y le comentó: "Muy
gallardo me representa". Y el viejo criollo contestó con humildad: "Así lo
veo a Usía".
Finalmente, el 18 de marzo de 1885 se inaugura en el Club Gimnasia
y Esgrima, en el auspicio del Club Industrial Argentino, la muestra de 29
pinturas al óleo que representan diferentes episodios de la guerra del
Paraguay. El pintor expresó que se trataba de "cuadros históricos sin
pretensiones artísticas". Mitre lo ratifica cuando le escribe: "( ... ) sus cua-
dros son verdaderos documentos históricos, por su fidelidad gráfica y
contribuirán a conservar el glorioso recuerdo de los hechos que repre-
sentan". En 1886 los exhibió en el Ministerio de Guerra y Marina. En
1887 Mitre ratifica sus conceptos sobre la veracidad de los sucesos y lo
saluda al antiguo teniente como camarada de armas. Por medio del sena-
dor Estanislao S. Zeballos. Cándido López los ofrece en venta expresan-
do sus escasos recursos y los ocho años de trabajo que le han llevado su
realización. El senador promueve la compra y ella se realiza por once mil
pesos, según ley 2038, del 22 de septiembre de 1887. Su arte había triun-
fado a pesar suyo. Los diarios sin excepción señalaron la veracidad de los
hechos, la fuerza del paisaje, la movilidad de sus criaturas y el admirable
ejemplo que daba un soldado mutilado en la guerra.
El pintor vivió un tiempo en Merlo, fue miembro del Concejo Delibe-
rante, prosiguió su labor artística y finalmente adquirió una casa y se
radicó definitivamente en Buenos Aires.
Sus obras fueron destinadas al Museo Histórico Nacional en 1898, fun-
dado en esos días por el joven diplomático Adolfo P. Carranza, originaria-
167
mente como Museo municipal, hasta su nacionalización dos años des-
pués por Carlos Pellegrtni.
Instala su atelier en el Cuartel de Inválidos, en Azcuénaga y Melo,
donde lo visitan sus antiguos compañeros y le aportan detalles sobre los
hechos, a lo que López atendía y registraba minuciosamente. Fallece en
su casa de Güemes 924 el 31 de diciembre del año 1902 y es enterrado
en el Panteón de Guerreros del Paraguay donde aún permanece para
homenaje de los argentinos.
5 Su obra
Quien tiene el privilegio de ver los cuadros de Cándido López no
sabe qué admirar más en sus pinturas ni tampoco cómo encerrarlo en
alguna escuela. Córdoba Iturburu decía que no había imitado a nadie y
que nadie lo había imitado a él. Es un artista independiente en el verda-
dero sentido del vocablo. para unos sobresale como paisajista, para otros
como miniaturista y para muchos calificados críticos es un cronista grá-
fico y colorido de la historia. Esto último es lo que le dijo Mitre, en ese
entonces Comandante en Jefe de la Triple Alianza, cuando enterado de
que hacía bocetos sobre cuanto caía frente a sus ojos, lo llamó hasta la
sede de su comando. Con ánimo alicaído y hasta temeroso de haber
cometido alguna falta, el joven teniente recibe una felicitación del Presi-
dente: "Dará usted testimonio de esta guerra", le dijo.
Sus cuadros, además de testimoniar una época, son de inapreciable
valor estético. Alguien ha dicho que se trata de cuadros de épocas de paz,
no de guerra, y esta tesis -que no compartimos- tiene su razón de ser,
porque en sus pinturas se ve gente en campamentos, que trabaja, que se
mueve, ocupada en mil diferentes menesteres. No son las pinturas dra-
máticas de primeros planos dolorosos como el enfrentamiento directo. el
rostro de los heridos, dramáticos o trágicos de Goya o Géricault, sino
vistas lejanas en las que el pintor, el observador, el público, en última
medida, está ubicado en alguna altura y mira desde arriba un paisaje
largo, grande, extenso, con mucha gente atareada. No hay rostros en
primeros planos ni heridas abiertas, ni gestos supremos de horror, de tal
modo que el campamento puede tener algún otro objetivo a propósito,
como un emprendimiento económico o una obra pública de tal modo que
el pintor militar por excelencia, parece un pintor de la vida creadora,
hacedora, realizadora. No es la anciana recostada en la ventana, es el
mundo activo, vital, vigoroso, de paz o de guerra.
Nadie ha pintado tan pequeñas cosas con tanto detalle y tanta preci-
sión en nuestro país y muy pocos lo han hecho en el mundo; tal es pues.
la razón por la que los museos del exterior insisten en verlos, en apre-
ciarlos y, a la vez, la causa por la que López integra el selecto grupo de
pintores que referencian el arte en cualquier lado.
168
Cándido López no dejó nada al azar. Hay soldaditos de tres milímetros
que, vistos con lupa, tienen el correaje de su uniforme, la cantimplora,
los borceguíes y hasta los botones del color correcto. Llegó a pintar con
pinceles de un solo pelo, lo que da idea de un esfuerzo de perfección
raramente repetido por su laboriosidad. En el Renacimiento -y en toda
época- los detalles de los vestidos del ropaje eran encargados por los
grandes maestros a sus numerosos discípulos. Nuestro pintor hizo todo
solitariamente ¡y con un solo brazo al que logró adiestrar!
Otro de los méritos de su pintura es el equilibrio que posee. Logra
cada cuadro una participación importante de la naturaleza. La mitad su-
perior, salvo excepciones, pertenece a Dios. Son los azules tenues de los
cielos tropicales con nubes arreboladas o con rojas manchas de las caída
de aquellos soles impíos de la naturaleza exhuberante. paisaje agreste,
verdes oscuros, pasos cenagosos que nos dicen del doloroso sacrificio de
aquella guerra feroz, sin treguas, sin leyes, sin prisioneros argentinos vi-
vos, sin misericordia, sin prisioneros paraguayos entregados vivos. que costó
decenas de miles de muertos. Por eso, repetimos, salvo excepciones, toda
la obra humana se produce en la mitad inferior de las telas. Allí está el
hombre, el ser humano, donde nos reconocemos nosotros, como si tam-
bién estuviéramos allí, haciendo, cabalgando, cargando cosas, o marchan-
do hacia la batalla.
Cada miniatura es un soldado, cada soldado no es un número, es al-
guien que partió de alguna ciudad de nuestro país, para cumplir con el
honor nacional. O es un soldado uruguayo o brasileño, que pelearon todos
juntos detrás de lejanos y complejos tratados diplomáticos cuyos conteni-
dos no conocían pero acataban, antes como ahora, porque el hombre co-
mún sufre la historia pero no la protagoniza y desconocidas personas, dele-
gados de buena fe, trazan lejanamente su existencia sin su participación.
Y he aquí lo que sintetiza la pintura de Cándido López: el encanto de
lo simple. Lo grandioso puede admirar y hasta estremecer. como la vi-
sión de cadenas de montañas, los picos nevados, las grandes cataratas;
en cambio lo pequeño, lo simple, conmueve, encanta, es más nuestro, lo
sentimos propio.
A través de sus cuadros se refleja el alma del autor: laborioso, detallista,
humano, modesto y, en síntesis, genial en la labor, de ese detalle, de ese
humanismo y de esa humildad. Y como si ello fuera poco, con un solo
brazo, cargado de hijos, sumido en la estrechez económica.
Córdoba Iturburu ha dicho que sus cuadros tienen un espíritu inge-
nuo, de miniaturista minucioso, de una visión siempre encantadora que
revelan una fina sensibilidad detrás de la rusticidad del soldado. Es "un
artista en cuyo vocabulario ha encontrado su lengua la poesía".
169
19 DE JUNIO DE 2003
PRESENTACIÓN DE LA OBRA DE HORACIO SALDUNA
"LUCIO v. MANSILLA EN LA HISTORIA DE ENTRE Ríos"
en el Sa16n de Actos de la Asociaci6n Entremana de la Capital
Palabras pronunciadas por el director del Museo Hist6rico Nacional
y presidente de la Academia Argentina de la Historia
Dr. Juan José Cresto
170
ma obra que hoy presentamos, editada por Dunken, pero dejando cons-
tancia que tiene dos libros más en preparación. Finalmente, su obre "Bo-
lívar y los argentinos" está siendo editado por la Academia Nacional de la
Historia de Venezuela y será presentado en Caracas en agosto del co-
rriente año.
Salduna es miembro del Instituto Urquiza, del de Historia Militar, del
O'Higginiano y del Genealógico. Desde hace unos meses, es también
miembro de número de la Academia Argentina de la Historia que tengo el
honor de presidir y que es, sin duda, el legítimo premio a sus esfuerzos y
calificadas investigaciones.
La presente obra de Salduna es un trabajo de investigación histórica y
tiene el defecto -¡vaya si yo lo sabré!- de que no va dirigida al gran públi-
co sino al restringido ámbito de los historiadores, de los curiosos, de los
que aman el pasado -que son muchos menos de lo que creemos- y de los
que defienden a Entre Ríos, que son muchos más de lo que suponemos.
Desde ya, Salduna es un historiador militante. Lo he dicho en el pró-
logo de este libro, y lo repito aquí porque así lo creo de verdad y lejos de
mí, decir algo superficial de mero compromiso. Salduna defiende su te-
rruño, su provincia y los hechos históricos ocurridos en ella o en los que
ella misma tuvo participación, dentro o fuera de la provincia, le tocan de
cerca y toma partido, interviene, es un polemista más y no se abandona
a cuatro o cinco frases hechas o de circunstancia, sino que las remarca a
lo largo de muchas páginas. Cada expresión de los contendientes, es
para él mismo un compromiso que asume con la verdad y dentro de su
militancia provincial y -desde ya- nada tiene que envidiar ni en estilo ni
enjundia a los dos protagonistas de la obra intervinientes en esta guerra
verbal de la inteligencia. No se limita a transcribir los largos artículos de
Andrade y los mucho más largos de Mansilla, sino que interviene en lo
que cada uno dice, lo enfrenta como si estuviera vivo, lo contradice o-en
algunos casos menores- lo elogia. No cede en la defensa celosa de su
tierra, y casi parece dispuesto a batir a duelo a sus protagonistas por
hechos del pasado que tiene la virtud de traer al presente con todos los
recursos evocativos de su pluma.
¿Es esta la labor imparcial del historiador? La pregunta tiene varias
respuestas posibles que excede esta presentación de por sí breve. La
historia es el estudio de un mundo muerto, desaparecido, aún cuando
sus afectos puedan sentirse en nuestro presente. Pero baste decir que
quien quiere exhibir y narrar lo ocurrido en el pasado debe valerse de
todos los argumentos necesarios para esclarecer los hechos y llevar a
conocimiento del lector -aún del más desprevenido y de quien se sospe-
cha que no conoce lo que va a leer, pero que quiere saberlo de buena fe-,
para llevarlo a su conocimiento, repito, a informarlo, en suma, sobre los
171
hechos que examina y a cuanta forma debidamente documentada exista.
Es, por lo tanto, un recurso válido, siempre y cuando no deforme su
esencia en procura de algún otro objetivo diferente.
La copiosa correspondencia entre Lucio Victorio Mansilla y Olegario
Víctor Andrade en 1877 y que tuvo el rasgo típico de una polémica políti-
ca, histórica y literaria fue el motivo declarado del autor para escribir su
libro. Pero tengo para mí que hubo otros motivos no declarados ni explí-
citos porque esa misma polémica le permite inferir sus propias opiniones
y, como Jehová bajando del Sinaí, distribuye cargos y descargos, críticas
y elogios con la facultad superior del discernimiento y el espectáculo de
un pasado ya desaparecido que merece la reflexión y la justicia.
Tal es, por otra parte, la tarea del historiador de raza, cual es juzgar lo
ocurrido a la luz de todas las probanzas y aplicar el fallo definitivo de los
tiempos. Se ha dicho que el historiador es, por encima de todo, el supre-
mo juez, que aplica, ya con rigor, ya con benevolencia, su fallo definitivo.
Trata un mundo ya inexistente, definitivamente muerto y escribe para
los seres vivientes, supérstites o no.
En la polémica los intervinientes usan todos los medios y recursos
intelectuales legítimos, cual es apoyarse en opiniones de terceros, como
lo hacen los juristas que defienden sus causas. Así, aparece Domingo de
Oro y Evaristo Carriego con sus recuerdos o con sus cartas y también las
"Memorias" de Mansilla padre, para avalar las expresiones del hijo, que
necesita bibliografia de apoyo. Los testigos y los productos literarios son
desmenuzados y destruidos, no por el antagonista en cada caso sino por
el autor, que usa de su información, ubicado en el podio, como juez inape-
lable. Y lo hace con precisión y contundencia. En un momento dado
Mansilla acusa al propio director de "La Tribuna" de pagar favores de
Andrade para escribir en su diario. Sale, entonces, el director Mariano
Varela a contradecirlo, expresando, indignado, que Andrade es un perio-
dista independiente, que escribe en "La Tribuna" con entera libertad.
"como lo hizo usted con anterioridad, sin que nadie le objetara nada". Se
indigna. Pero todo pasa y no deja de ser un floreo verbal y una experien-
cia de la inteligencia.
Salduna los lee, los comenta, los critica, saca consecuencias, ataca a
los dos en diversas formas pero, por encima de todo, se mantiene fiel a su
provincia y a los próceres del terruño: Francisco Ramírez y Justo José de
Urquiza. Y en el fondo de todos los fondos, como esencia de su pensa-
miento hay una crítica a la ciudad portuaria en que vivimos, succionadora
de la savia vivificante del trabajo del Interior. Y lo hace como un polemis-
ta que ha terciado donde no lo han llamado y se ha metido de rondón en
la pelea, pero con el propósito superior de iluminar una faceta del pasa-
do, sacar consecuencias para el porvenir y elevar el concepto de su patria
chica, fuente de todos sus desvelos. Sus altos fines dignifican sus medios.
172
En mi opinión personal, un libro es un ser vivo, como lo es todo acto de
creación. Cuando cultivamos, creamos, pero cuando pintamos un cuadro,
escribimos un libro o pretendemos realizar cualquier obra del espíritu, tam-
bién creamos, también damos vida. Vida prolongada o vida efimera, eso
depende de la naturaleza de la obra y de las particulares condiciones del
tiempo y del medio en que se desarrolla. Sin embargo, de cualquier modo
que sea, la obra que sale de nuestras manos es el fruto que ofrecemos a la
sociedad, es nuestra ofrenda, es lo que aportamos, es nuestro modo de
hacer y rendimos con ello, el modesto tributo de nuestro ser. No es poca
cosa. Somos lo que hacemos y hacemos cuanto podemos.
La letra incorpórea no es más que un conjunto de pequeños símbolos
que, unidos entre sí, manifiestan tantas cosas como que la misma civili-
zación le es deudora y, de este modo, el pasado, el presente y el futuro se
unen en una simbiosis de ideas que nos permiten contactarnos y acer-
camos con quienes lo dibujan en un diálogo intemporal y eterno entre
autor y escritor.
Así pues, inicia hoy este libro su vida pública con su documento de
identificación. Sale por el mundo con los ojos abiertos y espera ser acep-
tado y comprendido. Inicia, en suma, la aventura de la vida, con tropie-
zos y alegrías, con sueños y realidades. Irá, volverá, dará vueltas y más
vueltas, estará aquí y allá y más allá y más aquí, se leerá, se interpretará,
dará motivo para reflexiones, ya que todo cabe en el ámbito de la compre-
sión humana. La vida misma es una larga y compleja aventura y el libro,
nuestra armadura intelectual, no es ajeno a ella.
Ya no pertenece al autor, su padre, como no nos pertenece la vida de
nuestros hijos, que son ellos mismos, autónomos e independientes. El
libro, pues, como toda cosa será criticado y defendido, pero, de todos
modos, vivirá su propia vida. Y yo deseo que tenga este nuevo hijo de la
mente, una larga vida fructífera y que abra un camino en la interpreta-
ción del pasado.
30 DE JUNIO DE 2003
"JORNADA SOBRE AGUA DULCE"
organizada por la Asociaci6n de Mujeres Universitarias
de Buenos Aires en el Sal6n de Actos "Adolfo Pedro Carranza"
del Museo Hist6rico Nacional
Palabras de su Director, Dr. Juan José Cresto
173
Este Museo es el depósito de todas las glorias nacionales y tal ha sido
el propósito de su creación, pero tiene entre sus finalidades propender a
la cultura y al conocimiento y, en especial, participar en todo aquello que
tenga relación directa o indirecta con la problemática de nuestro país.
Es, por lo tanto, el Museo más antiguo y, a la vez, tan actual como las
restantes instituciones de bien público. Es nuestra tarea exhibir el pasa-
do, enseñar el pasado, estudiar el pasado, honrar el pasado, pero todo
ello destinado al porvenir, ese futuro tan incierto en el mundo de nuestro
tiempo.
Esta es la razón por la que esta Jornada se lleva a cabo en el salón de
actos Adolfo Carranza, su fundador y primer director hasta su falleci-
miento, en 1914, y lo hace una institución de bien público, de investiga-
ción y jerarquía, que nació en 1936 y que cumple este año su sexagésimo
séptimo aniversario. Por otra parte, siempre hemos creído en la influen-
cia del lugar para cada cosa que se lleva a cabo. Las cosas tienen alma,
tienen un sutil espíritu que no siempre se capta, pero existe. En este
lugar se respira historia y grandeza de los días magnos del cenit de la
Patria, pero transmiten un mensaje inescrutable de esperanza y de belle-
za que sin duda inspirará a los participantes en los propósitos del bien
común, cual es el limitado reservorio de agua dulce del planeta, ese bien
escaso que nos amenaza y del que, felizmente, nuestro país lo padece en
menor grado que otras naciones desarrolladas.
De nada serviría que viéramos con ojos indiferentes un problema que
nos amenaza si no ponemos en solución a los especialistas que pueden
aportar la riqueza de sus conocimientos. Esperamos, por lo tanto que de
esta reunión surjan valiosas informaciones y lúcidas propuestas y que
los fantasmas que nos rodean de los hombres que nos dieron patria,
libertad, independencia, instituciones y democracia, sean todos ellos
númenes inspiradores.
No deja de ser trascendente que en este mundo de soberbia y de sofis-
ticación de armamentos de la destrucción en esta aldea global donde al-
guna de las superpotencias -y son varias- tienen capacidad de destruc-
ción del planeta completo y sin restricciones, se reúna en algún lugar de
algún continente, en alguna ciudad, y en alguna sede de un organismo
dedicado al estudio, la investigación del pasado histórico, un grupo de
estudiosos, con el objeto de proponer soluciones anticipadas y válidas para
un mejor aprovechamiento de un verano escaso, cual es el agua dulce
potabilizable. Es importante, es trascendente, es digno de conocerse y de
imitarse. Es tan breve nuestro tiempo de vida en relación con los tiempos
siderales y de la evolución del universo que todo cuanto hagamos tiene
un sentido ético de aceptación personal, el saber que en la medida de
nuestros esfuerzos algo hemos hecho a favor del prójimo y, más aún, del
género al que pertenecemos.
174
Sed, por lo tanto, bienvenidos a la casa de la historia y enviad un
mensaje válido hacia el porvenir.
16 DE AGOSTO DE 2003
Palabras alusivas del director del Museo Hist6rico Nacional,
Dr. Juan José Cresto, con motivo de conmemorarse
un nuevo aniversario
del fallecimiento del general José de San Martin
175
nentes y también las experiencias. El general que concibió una forma
nueva para dar libertad e independencia a estos países, que cruzó una
de las montañas más altas del globo en una hazaña increíble, que nos
recuerda a Aníbal Barca, el genial cartaginés, que plantó la bandera de la
libertad en Lima, sede del poder real, ese mismo conductor militar que
cosía y remendaba su capote y su ropa y comía la misma comida de la
tropa, se fue para siempre, tras un renunciamiento fuera de todo lo co-
mún y conocido en un jefe militar.
Se fue en silencio como vivió. En diez años había dado la independen-
cia a tres naciones. Todo lo había hecho de la nada. Construyó un sueño
y ese sueño persiste en los demás pero se desvaneció en su persona.
Argentina vive, Chile vive, Perú vive. San Martín ha muerto en un lejano
país, exiliado y con la presencia mínima de su corta familia y dos o tres
amigos. El mundo y la vida siguen y seguirán hasta un límite que ignoro
sus prefijados senderos.
José Francisco de San Martín, el hombre y el general, se agigantan a
medida que pasan los años, como los objetos alargan su sombra cuando
cae el sol de la tarde. El militar, por su estrategia lúcida, que le permitió
superar con éxito sus ideas hasta dar libertad al continente: el hombre,
por sus virtudes, tales como su sencillez, su carencia de soberbia, su
austeridad y su grandeza moral. Tenemos, pues, un ejemplo de conducta
en quien consideramos padre de nuestra libertad y principio activo de
nuestra independencia.
El Museo Histórico Nacional, que alberga todas las glorias del pasado
y es el repositorio más completo de la Nación y el que conserva su histo-
ria, que cobra vida en cada objeto, hoy se detiene un instante en home-
naje al Padre de la Patria. Aquí están sus objetos queridos, la cama en
que reposó y durmió para siempre, la mesa donde redactó su correspon-
dencia hasta que sus cataratas le impidieron escribir, su sextante y sus
compases, sus cuadros apreciados y hasta su vajilla, todo ello por volun-
tad de su nieta Josefa, quien, además, le facilitó los papeles de su abuelo
a Mitre, el eminente polígrafo, que los utilizó para redactar su biografia.
Nadie muere si queda en el recuerdo de alguien que sigue vivo. No
mueren los seres queridos cuando los hijos o los supérstites los recuer-
dan. Vivo está, pues, San Martín y vivo seguirá mientras haya un hombre
libre en nuestra América que quiera reconocer su historia.
Largo es el camino que tenemos por delante los argentinos, pero esta-
mos convencidos de que debemos encontrar en la historia los ejemplos
paradigmáticos que hicieron grande al país, lo enriquecieron y le dieron
un nombre en el mundo. Que así sea.
176
8 DE SEPTIEMBRE DE 2003
DESPEDIDA EN LA CAPILLA DE LA CHACARITA
A JOSÉ LUIS TRENTI ROCAMORA
Palabras del director del Museo Histórico Nacional,
Dr. Juan José Cresto
18 DE MAYO DE 2004
PRESENTACIÓN DE LA OBRA
"HISTORIAS QUE HACEN LA HISTORIA"
de Alberto Allende Iriarte en el Sal6n de Actos
del Colegio de Escribanos de la Ciudad de Buenos Aires,
por el Dr. Juan José Cresto.
181
mostrado al mundo una verdadera obra de historia, su prosa, su prosapia,
su estilo, sus fuentes, sus conclusiones. Y así lo celebramos.
Su hijo nuevo es este libro que ve la luz, que rondará por el mundo
con vida propia, como lo hacen nuestros hijos de la carne cuando pue-
den valerse por sí mismos. Y si es grande el amor por nuestros hijos, a los
que hemos visto nacer, tanto igual lo es aquel que refleja infinitas lectu-
ras, comprensión de textos, reflexiones y pareceres que desembocan en
animadas frases, en pensamientos hechos con palabras, palabras, pala-
bras.
Son las horas hermosas de nuestro estudio cuando solitariamente
hundimos la mirada respetuosa y curiosa en un mundo desaparecido
que ya no nos pertenece. Bienvenido, pues, una vez más querido colega,
en nombre de los lectores de hoy y los de mañana, de esas anónimas
manos que no se ni cuándo, ni dónde, dentro de mucho tiempo, cuando
hayamos desaparecido, extraiga de algún anaquel un libro que diga his-
torias, que cuenten historias, pero que hacen la historia.
27 DE MAYO DE 2004
DONACIÓN DE LABmLIOTECA, HEMEROTECA Y ARCHIVO
ViCTOR GARCÍA COSTA
A LA SECRETARÍA DE CULTURA DE LA NACIÓN
182
acto, el profesor Rafael Saiegh donó un ejemplar de la Constitución Na-
cional de 1853, a él dedicado por el profesor Carlos Sánchez Viamonte, y
el Secretario Torcuato Di Tella la correspondencia entre su padre, funda-
dor de SIAM y el politico italiano Palmiro Togliatti. Asimismo, obsequió al
donante un ejemplar facsimilar de las Actas de Mayo, dedicado.
Entre otros conceptos, el Sr. Secretario de Cultura expresó:
183
argentino: Ariel Delgado, Héctor Fernández, Horacio Finoli, Rogelio García
Lupo, Mario Monteverde, Graciela Petcoff, Santiago Senén González, Osear
Serrat. Marcos Taire, Norberto Vilar, algunos poetas como Gustavo Soler
y algunos historiadores como Juan Carlos Nicolau, todos queridos ami-
gos. Allí se debatió largamente los pasos a seguir. Héctor Fernández trajo
personal técnico de Naciones Unidas, especializado en conservación, que
valoraron grandemente el repositorio. Osear Serrat interesó al ex legisla-
dor socialista de la Capital y querido compañero y amigo Fernando Finvarb,
que proyectó la cesión en usufructo de una casa municipal para albergar
esa Biblioteca. Hemeroteca, Archivo y Museo. La visitó la Directora del
Libro acompañada de personal técnico de la Dirección, pero ni el proyec-
to de Finvarb, ni la admiración de la Directora y su personal. ni su en-
jundioso informe, ni mis 30 años de servicios en la Municipalidad de la
Ciudad de· Buenos Aires, que cubrieron toda la carrera administrativa, ni
mi Concejalía en representación del Partido Socialista Argentino, en 1965-
1966. de la que me honro, fueron suficientes para despertar la concien-
cia histórica del gobierno municipal, seguramente ocupado en las irre-
sueltas inundaciones de la ciudad.
"Fue entonces que Osear Serrat y Carlos Chiavarino, éste con mucho
de periodista y algo de filósofo, o al revés, convocaron a Rogelio García
Lupo. Almorzamos en el viejo Club de Pelota y Esgrima de la calle Moreno
y de allí surgió la nota del periodista Eduardo Pogoriles en el diario Cla-
rín. El Secretario de Cultura, rápido como la luz, me convocó a su despa-
cho y me invitó a formalizar la cesión en favor de la Secretaría, lo que
resolví hacer bajo las condiciones acordadas y protocolizadas.
"Aprendí con mi viejo y querido Maestro, Carlos Sánchez Viamonte,
muchas cosas. Entre esas cosas. algo que guarda relación con el Secre-
tario Torcuato Di Tella, que levanta polvareda con sus declaraciones. A
Torcuato Di Tella lo conocí mecenas hace muchos años y no digo cuántos
porque somos muy jóvenes. Lo conocí impulsando cuanto proyecto cultu-
ral se nos ocurría, así fuera un periódico, una revista o una editorial.
Cómo se puede ignorar que es un distinguido sociólogo, como se puede
olvidar el famoso Instituto Di Tella cuya impronta cultural perdurará en
el tiempo, como se puede ocultar la Universidad Di Tella, del más alto
nivel académico, y recuerdo todo esto porque una vez de las dos en que
se ofreció a Carlos Sánchez Viamonte un cargo en la Corte Suprema de
Justicia de la Nación se suscitó este diálogo con Alfredo Palacios:
"Sánchez Viamonte: Frondizi me ha ofrecido el cargo de miembro de la
Corte.
"Palacios: Supongo que va a aceptar.
"Sánchez Viamonte: Le he dicho que no.
"Palacios: ¿Por qué ha dicho que no?
184
"Sánchez Viamonte: Porque esos son cargos para personas serias.
"Palacios: ¿Y qué son personas serias?
"Sánchez Viamonte: Personas serias son las que hacen con seriedad
cosas que no son serias.
''También aprendí con Sánchez Viamonte que uno debe devolver a la
sociedad lo que ha recibido de ella como una suerte de privilegio. Y la
cultura sigue siendo entre nosotros un privilegio. Y eso es lo que he
tratado de hacer con mi donación. Sin embargo, debo decirles que la
decisión no me fue fácil. 62 años de actividad periodística, iniciada a los
10 años en "Fulanito", y mi pasión por los libros, periódicos, revistas y
papeles en general, eran como un ancla que me unía a mis cosas. El sólo
pensar que ya no iban a estar a mi lado todas las horas de todos los días,
cuando me habían acompañado en mis estudios e investigaciones, plas-
mados en más de 20 libros, me producía verdadero dolor. Pero para miti-
garlo estuvieron otra vez los amigos, en alguna medida erigidos en celo-
sos cancerberos del destino de esa donación.
"Agradezco al Secretario de Cultura, licenciado Torcuato Di Tella, al
profesor doctor Rafael Saiegh, a la licenciada Vera Kors, al Bibliotecario
Gabriel Medina y al Arquitecto Eduardo Maestripieri, como a otros fun-
cionarios de la Secretaria el interés puesto en la marcha de este proyecto
que, a no dudar, ha de tener una importante significación. En tal sentido
estoy en condiciones de afirmar que este repositorio se enriquecerá muy
pronto con valiosas donaciones ya prometidas. las que serán acogidas
con especial mención de su origen y serán causa y motivo de una labor
colectiva.
"Me gusta que la Biblioteca funcione en esta casa del barrio de
Monserrat, a una cuadra de la placita Moreno, que ya no está, y que tenía
la estatua de Hipólito Vieytes, que tampoco está, seguramente por la
cercanía de la jabonería en la calle Venezuela, que se conservaba equivo-
cadamente porque la verdadera, en la calle México, ya había sido demo-
lida. Ahora no existen ninguna de las dos y Vieytes está en otro lado. Esa
placita la cuidaba don Ramón, un gallego al que irreverentes llamábamos
"bigote de foca" y donde jugábamos a la bolita. Barrio en cuyos grandes
potreros, nacidos a la par de la demolición para la construcción de la
avenida 9 de Julio, jugábamos a la pelota y volvíamos con las zapatillas y
las rodillas deshechas. Barrio que conocí bien, porque nací en una casa
de la otra cuadra, Alsina 1266, porque en este Barrio estaba la Dirección
del "Correo de Asturias", periódico republicano español que fundó y diri-
gió mi padre, porque en este barrio, en Bernardo de lrigoyen al 500, mis
abuelos maternos tenían la por entonces famosa talabartería de Enrique
Costa, porque ésta es una casa histórica, como que en la parte vieja de
ella vivieron Salvador Maria del Carril y luego Adolfo Alsina y porque esta
185
casa fue construida por el arquitecto Alejandro Christophersen en 1904,
esto es, que ha cumplido 100 años de existencia.
"Se la construyó para La Primitiva de Gas, pero también estuvo aquí
Gas del Estado, a uno de cuyos directores, un verdadero patriota, gran
defensor de la empresa pública, el ingeniero Julio V. Canessa, construc-
tor del Gasoducto Comodoro Rivadavia-Buenos Aires, recuerdo muy es-
pecialmente.
"Como dice el tango, vuelvo al Barrio en que nací. Vuelvo con mis
libros, mis periódicos, mis revistas, mis recortes, mis discos, mi mundo,
para ponerlos al servicio de todos. Amigos Secretario Torcuato Di Tella y
colaboradores, les estoy infinitamente agradecido."
"Formo parte del grupo de amigos de Víctor que todos los jueves, des-
de hace varios años, somos testigos de sus anhelos por concretar este
sueño. Y hoy venimos acá pensando que, efectivamente, ha concretado
su sueño. Coherentemente con lo que hemos pensado, siempre decimos
que probablemente la concreción de un sueño sea lo mas importante que
hay en la vida.
"Creo que esta elección mía ha sido circunstancial, porque somos un
grupo bastante numeroso, y ha tenido que ser porque soy hijo de un
socialista y por esa experiencia personal sé lo que significa para un so-
cialista una biblioteca y una hemeroteca. Yo recuerdo, cuando era muy
niño, que cada vez que mi padre volvía de una detención, su principal
preocupación era mirar el daño que la policía había hecho en su biblio-
teca. Se lamentaba que, en cada una de esas veces, había desaparecido
un libro de Juan B. Justo, un libro de Mario Bravo, algún trabajo de un
obrero desconocido, un libro de poemas de algún poeta que soñaba un
mundo mejor.
"Esto ocurrió en Tucumán, allá lejos y hace tiempo, pero probable-
mente ese fue el prólogo de lo que nos pasó después, porque en esa
misma provincia, pocos años más tarde de esto que les estoy contando,
fue destruida la Biblioteca de la Universidad de Tucumán. El Archivo y
la Biblioteca de Mario Bravo, donados a la Facultad de Derecho de la
Universidad de Tucumán fueron arrumbados en los sótanos donde están
siendo comidos por las ratas.
"Esto que estoy contando no es para tirar abajo el ánimo de los aquí
presentes, seguramente contentos por lo que está ocurriendo hoy. Pero,
de alguna forma, para mí ha sido como una metáfora eso que me tocó
vivir Y esto que estoy viviendo. Más aún, no creo que este sea un acto de
186
desprendimiento ni de generosidad de Víctor. Esto es una reafirmación
de una ideología, porque esto es creer en el Estado, esto es: en todos
nosotros y de alguna forma nos está comprometiendo a todos para que
valoremos lo que él está donando, para que lo acrecentemos y, sobre
todo, para que lo cuidemos. Víctor estamos muy contentos. Gracias."
11 DE JUNIO DE 2004
EXPOSICIÓN DE PINTURAS SOBRE LA VIDA DE SARMIENTO
DEL ARTISTA JORGE EDGARDO RoDRÍGUEZ
Palabras del director del Museo Histórico Nacional,
doctor Juan José Cresto en la inauguración,
en el Sal6n de Actos "Adolfo P. Carranza"
187
cuyos objetos han sido provistos por este repositorio, obtenido de su propio
patrimonio, tal como otros distribuidos a lo largo del país.
Hoy Sarmiento retorna transitoriamente, por quince días, a la Casa
del Padre y lo hace a través de un gran artista: Jorge Edgardo Rodríguez.
Yo debiera decir, en estas circunstancias, algunas palabras sobre el
gran sanjuanino, pero en mi vida ya he escrito lo suficiente sobre él, lo
que me exime de esa tarea. Basta decir, sin embargo, que Sarmiento es
una de las figuras que honran a nuestro país, honran a nuestra América
y honran al ser humano como tal, porque la única riqueza que él propendió
fue la del saber, la que hace mejor al hombre y lo eleva sobre la naturale-
za ingenua. Más aún, en una época en que la vida privada se diferencia-
ba tanto de la pública, él mismo expresó en páginas imperecederas la
pobreza de su infancia y, asimismo, la grandeza de su madre para subve-
nir las elementales necesidades de su familia. No se le ocurrió a doña
Paula pedir un subsidio a los poderes públicos; por el contrario, con el
único capital de sus manos laboriosas en la tarea diaria inició su empre-
sa de tejedora que vendía sentada a la puerta de la iglesia a vecinas,
como un ejemplo que parece haberse olvidado por gran parte de los que-
josos de nuestros días.
El propio Domingo inicia labores en la adolescencia. No pudo concluir
estudios sistematizados, de lo que siempre se lamentó. Si por algo en
especial se agraviaba de Facundo, tanto como por las depredaciones de
sus montoneras, era porque las convulsiones de su provincia originadas
en sus guerras sociales, la impidieron obtener la beca de estudios secun-
darios otorgados por Rivadavia a los niños de las provincias. Nunca le
perdonó ese juego del destino que lo obligó a postergar sus legítimos
sueños.
Por eso hoy, aquí en este Museo, en una conjunción de San Juan y de
Sarmiento, recreamos la obra de un artista como solaz estético y
memoración justiciera. No otra cosa nos corresponde hacer como oferta
cultural a la ciudad y el país. Que así sea.
22 DE JUNIO DE 2004
Presentación de la novela de Tito Minorini Lima
"Lo QUE EL TIEMPO NOS DEJÓ"
en el Salón de Actos del Museo Isaac Fernández Blanco,
por el doctor Juan José Cresto
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la vida humana es tan rica en matices y acontecimientos que hacen que
cada uno de nosotros sea personal, único y excluyente. No hay dos seres
vivos iguales y mucho menos dos personas iguales. En las coordenadas
cartesianas de tiempo y espacio, tampoco podemos encontrar dos días
iguales porque cada día es una vida entera desde el nacimiento hasta la
muerte. Nacemos y morimos cada día.
Sea esta breve introducción una forma de pensar el pasado. Quienes
nos ocupamos del mundo de ayer, que puede ser de la generación re-
cientemente pasada o de la de dos milenios anteriores, estamos traba-
jando sobre un mundo ya desaparecido, donde cada uno de los persona-
jes pertenecen a los que aún estamos vivos. Escribir historia es recrear el
pasado pleno de vigencias que fueron transformadas hoy en apenas re-
cuerdos. Nos apoyamos en los documentos de los archivos o en las obras
testimoniales de los contemporáneos o en cualquier otro medio escrito
que nos permite recrear ese mundo que queremos describir y narrar. Ese
muerto es la historia, a la que el historiador lo ve como un gran escena-
rio, donde tiene la suprema potestad de elevar la dignidad de la persona-
lidad de uno a expensas de otro. Es el supremo juez.
Así, pues, deseo llegar a este punto a través de la deducción racional,
porque la narración pormenorizada de las sociedades del pasado no po-
see toda la documentación, no tiene tantos testimonios que nos permi-
tan paso a paso describir lo que no sabemos. Entonces, inferimos, supo-
nemos, imaginamos. A veces la imaginación excede lo documental. Y es
de preguntarse ¿cuándo es novela, cuándo es historia?
Estamos en presencia de lo que ha dado en llamarse "novela históri-
ca", cuyos imprecisos límites nos los dice el propio autor en su breve
pero interesante prólogo, en una frase suelta. Expone: "Muchos episo-
dios descriptos también son tomados en forma puntual y extrapolados
en el tiempo de hechos que han pasado (. .. ) Es una novela costumbrista
donde se describe la primitiva estancia argentina, las actividades rurales
y el origen de su historia".
Y, en efecto, el autor ha escrito una novela con fondo histórico sobre el
periodo 1836-1846, durante el gobierno Rosas en Buenos Aires, como go-
bernador de la provincia, pero con indudables proyecciones en todo el país.
Se trata de un período rico en acontecimientos, de aquella Argentina
puramente pecuaria, que exportaba cueros crudos, lana sucia, carne sa-
lada, huesos, crines, y que los trocaba por la modesta industria europea.
Época sangrienta de fuertes pasiones antagónicas, bajo el dominio bárba-
ro de una clase social que residía en los alrededores del inexistente puer-
to, que había vencido a la corona española y abandonado su tutela colo-
nial pero no había aun encontrado el camino de la convivencia pacífica y
creadora.
189
Aparecen, pues, en el escenario personajes de la historia conviviendo
con verosimilitud con sus hijos de la imaginación, creados por su pluma
y su arte. Así vemos, por ejemplo, al Restaurador, brigadier Juan Manuel
de Rosas, omnímodo señor de la estancia, a su hija Manuelita, a Máximo
Terrero, su pretendiente, después su esposo y padre de sus hijos, a Ja-
vier Insiarte, que fuera escribiente de la secretaría de Rosas, convivir en
la obra con personajes como "Carola Gómez, viuda de un militar, muerto
por el sarampión".
Sobre este telón de fondo el autor teje su trama con imaginación y
sumo conocimiento del medio ambiente de la época, que llega hasta a
establecer para cada personaje una fecha exacta de su nacimiento y una
previa aclaración de sus parentescos entre sí, como los historiadores
hacemos con el árbol genealógico.
Rosas advino al segundo gobierno en 1835, sobre la base de una elec-
ción popular que le dio las "Facultades Extraordinarias" y otra posterior,
con la "Suma del Poder Público". de tal modo que él mismo era factor de
la ley. En los años de la narración, ocurrieron los incidentes contra Fran-
cia primero y contra Francia e Inglaterra después. En ese período se le-
vantaron en armas los pueblos, desde los estancieros de Chascomús y
Dolores, en el sur de la provincia de Buenos Aires, hasta la Liga Unitaria
en las provincias del Norte, además de Lavalle con su lamentada Cruza-
da Libertadora, José María Paz y la provincia de Corrientes y los colora-
dos del Uruguay. Montevideo sufrió un largo asedio que la transformó en
una ciudad heroica y, a la vez, las grandes potencias se involucraron en
los asuntos internos argentinos so pretexto de la defensa de sus
connacionales y del derecho de gentes. Fue, a no dudarlo, una década
revuelta, plena de guerras y conflictos.
Así, pues, la obra desarrolla la vida en el campo, los amores, los odios,
las traiciones y también las ideas políticas con sus temores, sus
intransigencias y sus grandezas e ideales, entre sus personajes, que nos
permite a quienes no han tenido un fuerte contacto con la historia, la
narración y la comprensión de un mundo desconocido pintado con vivos
colores, descripción precisa de los personajes y desarrollo lineal de una
trama que merece ser valorada.
Por otra parte, una novela de esta magnitud es un gran esfuerzo crea-
dor. Quienes escribimos, lo sabemos. Quienes leen, también. Lo imagino
al autor escribiendo, tachando o borrando, según el medio que utilice,
para hacer comprensible cada frase, incluida dentro de un contexto ge-
neral, imaginar la situación, retratar al personaje, mejorar la descripción
para adecuar su perfil psicológico y luego tejer la trama de la imagina-
ción. En realidad, el autor que escribe una novela o una obra de teatro,
comienza a germinada en su espíritu mucho tiempo antes, hasta que
190
crece y tiene tal importancia que necesita sacarla de su interior casi como
una impulsión biológica. Luego "vive" la novela, la acompaña, dialoga sin
quererlo con cada una de sus criaturas y él mismo forma parte de la
trama sin saberlo. Goethe, que escribió su Fausto a los 82 años, demoró
sesenta años en redactarlo y solía decir que había convivido toda su vida
con su personaje. El autor Tito Minorini Lima no es diferente y por ello hay
que destacarlo como se hace con todo esfuerzo a favor del prójimo.
Una obra es un hijo de nuestro espíritu. Es aquello que damos a la
sociedad, en cualquiera de las formas. Es el pintor, es el escultor, es el
tallista, es el músico, es el artesano, es el escritor, es el poeta y son
muchos más que hacen una ofrenda de sí mismo. Le damos un hijo en la
medida que podemos crearlo y con los medios, tal vez brillantes, tal vez
modestos, que Dios o la naturaleza nos brindó.
Tengo un profundo respeto por el creador, cualquiera sea su naturale-
za y nivel. Recuerdo que, en cierta oportunidad estaba a orillas de la
Iglesia de Yaguarón, en Paraguay. Una mujer sencilla bordaba ensilen-
cio. Se ganaba malamente la vida con largas horas de trabajo fecundo. Le
pregunté el precio y conversamos. Mientras miraba su bordado, sus ojos se
encendieron cuando me dijo: -"Los hago yo" .-Era el fruto de sus manos,
de su ingenio, de su esfuerzo, de su talento, cualquiera fuere, de su arte.
Respetemos al creador y a su arte.
Tito Minorini Lima deja de lado su doctorado y bucea en su alma los
paisajes inernos que él vio. Allí va y viene. Conoce el campo. Conoce la
estancia. Sabe la historia, ama la trama que ha imaginado y la va deva-
nando de a poco. El resto es la obra.
Quiero recordar -porque asoma a la memoria casi subrepticiamente- a
Conrado Nalé Roxlo, que decía: "Nadie en el mundo nos puede pagar la
satisfacción de releer una página que hemos bien escrito, que valga la pena".
En esta obra yo admiro la redacción simple y clara para decir a alquien
lo que se quiere decir sin arabescos, sin rebuscamiento. El relato lineal
tiene sus notables méritos. Flaubert, el autor de Madame Bovary, leía
todas las mañanas, antes de comenzar su diaria tarea de escritor, una
página del Código Civil, modelo de claridad jurídica. Y Ortega y Gasset
decía que la claridad es la cortesía del filósofo.
Cuando el tiempo haya pasado y los ecos del periodo que el autor trata
hayan quedado relegados al olvido, esta obra podrá poner luz a una épo-
ca, como lo fuera la Amalia de José Mármol, tal vez la obra más represen-
tativa de aquellos años.
Que así sea.
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Esta edición de 1.000 ejemplares se terminó de imprimir en el mes de
octubre de 2004, por Edivérn SRL, Salguero 3056 6º A, (Cl425DFO),
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
www.edivern.com.ar
I.S.B.N. Nº 987-97050-4-1