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Antonio Rosales Vargas

LA FILOSOFIA
DE LA TOTALIDAD
O EL HOLISMO

— LIMA —
2016
En 1926 el mariscal de campo sudafricano Jean
Christian Smuts publicó su libro intitulado
“Holismo y evolución”. En este libro Samuts
introdujo, por primera vez en los dominios de la
ciencia, el término holismo, particularmente en la
teoría idealista del conocimiento (epistemología)
con pretensiones de instalarse como sistema de
pensamiento filosófico.

Smuts introdujo el vacablo mas no lo creó, lo


tomó del griego antiguo holos que significa
todo.

La palabra holismo en el campo de la ciencia es


un neologismo al que científicos y filósofos de
ese tiempo miraron con desdén, y no podía ser de
otro modo puesto que aparece en momentos en
que la fenomenología y el existencialismo

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gozaban de su más elevada fama por el lado del
pensamiento idealista; al mismo tiempo mostraba
al mundo su efectividad, mediante la praxis
revolucionaria, la filosofía marxista o
materialismo dialéctico e histórico. Por eso es que
la palabra holismo, holista, holístico, etc., fue
relegada al uso adjetivo en el lenguaje corriente,
vulgar, para referirse a una situación o a un
concepto que abarcan totalidades o que califican
globalmente las parte de algo.

En la actualidad se ha convertido en lo que


despectivamente se denomina en inglés
“buzzword” (o palabra de moda) en el lenguaje
de algunos sectores académicos y mediáticos que
gustan adornarse con el snob, aunque también
algunas ciencias de fundamento filosófico
idealista están usando el término de moda en el

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sentido de “enfoque sistémico” o “pensamiento
complejo”. Pero adentrémonos un poco al
concreto campo de la filosofía para
conceptualizar el holismo desentrañando la
esencia de su pensamiento.

Smuts no propuso una “buzzword”; él propuso


una metodología de investigación en la
epistemología (o teoría —ya dijimos
incialmente— del conocimiento esencialmente
idealista).

Smuts, torciendo y recortando la ilación del


razonamiento de Aristóteles en lo referente al
objeto de la ciencia, tomó de modo parcial el
aserto de que “el todo es mayor que la suma de
sus partes”. Sobre este razonamiento recortado,
o apoyado en esa parcialidad aristotélica, el

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mariscal de campo construye su propio postulado,
es decir, construye el principio medular del
holismo declarando que “Los sistemas y sus
propiedades deben ser analizados en su conjunto
y no sólo a través de las partes que los
componen”.

El discernimiento aristotélico no se orienta a ver


solamente la totalidad ni descarta sus partes. El
pensamiento completo de Aristóteles afirmaba
que “El objeto de la ciencia es lo general, a lo
que se llega por la razón. Pero lo general, existe
sólo a través de lo singular; es condición de todo
conocimiento general, la generalización
inductiva, que no puede realizarse sin la
percepción de los sentidos”.

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Pero Smuts agrega: “un mero análisis no puede
explicar por completo el funcionamiento del
todo”.

El holismo se constituye así en la negación de la


metodología gnoselógica de Aristóteles. De una
parte, hace una falsificación del pensamiento del
estagirita; de otra, lo convierte en metodólogo
metafísico y, por consiguiente, en pensador
enteramente idealista.

En la gnoseología aristotélica podemos observar


las siguientes verdades incontrovertibles:

1) Lo general sólo existe en lo singular.

2) Lo singular es perceptible por lo sentidos.

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3) Lo general puede conocerse sólo a través de lo
singular.

4) El método para poder conocer lo general es la


“generalización inductiva”.

Este modo de pensar de Aristóteles encierra una


ingenua metodología dialéctica y es de
concepción materialista. Si bien el filósofo
estagirita fue en general idealista, en un aspecto
concreto de la filosofía, como es el caso del
problema del conocimiento, sostuvo —no se le
puede negar— posiciones dialéctico-
materialistas.

Jean Christian Smuts, inclinándose hacia una


posición totalmente idealista subjetiva, postula
que:

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1) Los sistemas son el todo y sus propiedades son
mayores que las partes que los componen.

2) Al estudiar la realidad se debe considerar sólo


el todo porque éste contiene las propiedades
globales y no parciales.

3) Al estudiar un aspecto de la realidad se hace


“reduccionismo que mira sólo la parte y no el
todo”.

Redondea su pensamiento agregando que: “La


tendencia en la naturaleza, y a través de la
evolución creadora, es constituir sistemas que
son superiores y más complejos que la suma de
sus partes”.

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La filosofía de la totalidad, el holismo, de corte
idealista, es afín al idealismo subjetivo y también
a la teoría idealista subjetiva denominada
“Evolución emergente”.

El planteamiento holista de que cada cosa de la


naturaleza es un todo (un sistema), que no es la
mera suma de sus partes y que, por consiguiente,
para conocerla es necesario estudiarla a partir del
todo o el sistema, esto es, sólo deductivamente,
constituye una abierta negación del método
científico del conocimiento: negación del método
inductivo-deductivo cuyo ascendente juego
dialéctico es inducción-deducción-inducción-deducción… en el
discurrir continuo del movimiento infinito de las
cosas.

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El verdadero conocimiento surge como producto
de seguir el camino de la inducción y la
deducción. Estos dos componentes del método
científico son inseparables, interdependientes,
cada uno determina la existencia del otro y, cada
uno, se transforma en el otro.

Es una unilateralidad considerar uno solo de los


elementos del método del conocimiento porque
no es posible, bajo ninguna consideración, llegar
a conocer o sólo deduciendo o sólo induciendo.
La inducción utiliza el procedimiento del análisis
y la deducción utiliza el procedimiento de la
síntesis. Análisis y síntesis son dos recursos
infaltables del método científico del
conocimiento. Al inducir se conocen, mediante el
análisis, las propiedades, las características, las
especificidades de las partes de las cosas; al

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deducir se desentraña la concatenación de las
propiedades, especificidades o leyes particulares
de las partes que, mediante la síntesis, es decir,
mediante la generalización (que no es una mera
suma), se elevan los conocimientos parciales a
conocimiento general, lo cual significa haber
llegado a descubrir la ley general que gobierna el
proceso de desarrollo de las cosas.

Esto ya lo vio Aristóteles en la antigüedad y sin


ambigüedades afirmó que “lo general sólo existe
en lo singular, sensorialmente perceptible, y
puede conocerse sólo a través de lo singular”. Y
sobre esto enfatizó aún más; dijo que “es
condición de todo conocimiento general, la
generalización inductiva”.

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No hay lugar a dudas, Aristóteles tuvo este atisbo
dialéctico ingenuo. Este atisbo se transformó en
dialéctica consciente, científicamente explicada,
recién por la filosofía marxista, o sea, el
materialismo dialéctico cuya gnoseología fue
expuesta con claridad meridiana por Mao Tsetung
en su trabajo titulado “Acerca de la práctica”
(1937), que se ha constituido en la teoría
materialista dialéctica del conocimiento. Esta
teoría, que le dio un vuelco a la teoría ingenua
aristotélica, aportó, además, el elemento que
eleva el conocimiento a un verdadero nivel
científico. Mao Tsetung esclareció cuál debía ser
el criterio para comprobar si un conocimiento es
o no verdadero y científico. Esclareció que el
criterio para comprobarlo es el criterio de la
práctica social: “la lucha por la producción, la

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lucha de clases, la experimentación científica y la
práctica del arte”, no existe otra forma.

Ubicado en la orilla opuesta el holismo va en


dirección contraria. Smuts, o el padre del
holismo, postula las dos siguientes afirmaciones:

1) La explicación de un todo no está dada por la


suma de las explicaciones de sus partes.
2) Una hipótesis no es jamás ni verificable ni
refutable singularmente por la experiencia.

En verdad, estos razonamientos del holismo son,


por decir lo menos, extravagantes. Y cómo no
van a serlo si el núcleo, la quintaesencia de su
concepción, es mística. Y cómo no va a ser
mística si Smuts postula que el “principio que
organiza, ordena, las partes se llama entelequia,

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fuerza vital o principio director”, y remata
rezando que “la evolución está, por tanto,
orientada a un “fin providencial”.

El holismo es una postura de viejo idealismo


subjetivo, retrógrada. Ha tomado lo más
conservador, lo más idealista y metafísico, del
pensar filosófico de Aristóteles y la escolástica
medieval: la entelequia, entendida ésta como la
fuerza motriz que, orientada hacia sí misma,
transforma la posibilidad en realidad. Teniendo el
fin en sí misma, la entelequia es el principio y el
fin, el “fin providencial” que rige el movimiento
de desarrollo de todas las cosas de la naturaleza.
Por este camino el holismo ha entrado a un
atolladero idealista y metafísico. La entelequia, o
fuerza vital, o principio director, se engarza con
la también aristotélica idea de teleología (o sea

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que cada cosa tiene su predestinación: su “fin
providencial”). ¿Qué ciencia puede hacerse con
este misticismo?

Entelequia y teleología son afines al hilozoísmo


de los primeros pensadores filosóficos griegos y
de los posteriores Giordano Bruno (S.XVI) y Jean
Baptista Robinet (S.XVIII); asimismo son afines
con el pampsiquismo, el panteísmo y la evolución
emergente (surgida en 1920) de Samuel
Alexander y otros. La evolución emergente
también declara que “un impulso ideal” (espíritu,
entelequia, etc.) dirige toda la naturaleza, o, más
bien, que toda la naturaleza tiene espíritu, que no
existe lo físico sino lo psíquico, que éste es un
“espacio tiempo” inmaterial del cual derivaría la
materia.

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Entonces, toda esta gama de posiciones idealistas
y metafísicas está en el núcleo filosófico del
holismo cuyo “principio director” o “fuerza
vital” es lo mismo que teleología, entelequia,
vitalismo, hilozoísmo, etc., etc.

Smuts conceptúa que es “reduccionismo” hacer


análisis e inducción (“un mero análisis —
agrega— no puede explicar por completo el
funcionamiento del todo”).

Pero, tomar en cuenta solamente el todo, ¿no es


también reduccionismo?

La ciencia no puede hacer solamente lo uno o lo


otro sin riesgo de empantanarse en la
unilateralidad y la superficialidad lo cual trae,
como resultado, una visión equivocada, no

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científica, de la realidad y, por lo tanto, por la vía
de considerar solamente la totalidad no se puede
arribar al conocimiento verdadero de las cosas; la
ciencia queda atada al todo y no puede analizar
nada, en otras palabras, no se puede conocer
nada, no se pueden descubrir las leyes que
gobiernan el proceso de desarrollo de las cosas.

La metodología científica es la que combina


inducción (análisis) y deducción (síntesis) y sólo
así puede ascender al conocimiento científico,
verdadero. El holismo, en cambio, es una
tendencia no científica, opuesta a la ciencia; es
puro idealismo místico y metafísico.

ANTONIO ROSALES VARGAS

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